Ensayos de Literatura Cubana - Iberoamericanaliteratura

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BIBLIOTECA CALLEJA

PRIMERA SERIE
OBRAS DEL MISMO AUTOR

Cervantes y el Romancero, I.a Habana, 19 17.

Hermanito menor, San José de Costa Rica, 1919

(Colección antológica El Convirio.)

Tabla de variantes en las poesías líricas de la

Avellaneda [Tomo O. \\^ la Edición Nacional del

Centenario], La Habana, 1920.

Ensayos sentimentales, Méjico, 1921.

Las cien mejores poesías cubanas, Madrid, Edito-

rial Reus, 1922.

EN CURSO DE PUBLICACIÓN

Ensayos de Literatura Española

Tulio y la tradición franciscana


M.» CHACÓN Y CALVO

ENSAYOS DE LITE-
RATURA CUBANA

M C M X X I I

» I AT U RW INO CaLLEJa'S.A.
E l> T O R A L "vS
CA^A Fundada eu año 1870
PROPIEDAD
DERECHOS RESERVADOS
PARA TODOS LOS PAÍSES

COPYRIGHT 1922 BY
JOSÉ M."* CHACÓN Y CALVO

Imp. Martín de los Heres, 65.


LA DULCE

Y PIADOSA MEMORIA DE

DON ENRIQUE MAZA Y LEDESMA

MAESTRO

MÍO, DURANTE TRES AÑOS


ENSAYOS DE LITERATURA CUBANA

No han pasado muchos años desde que publique


en diversas revistas cubanas las monografías
(|ue forman este libro. La primera, ima conferencia
de mis tiempos escolares, apareció en 191 3 ; la última,
rn 1 91 5.. Sin embargo, al recopilar ahora esos tfa-
l>ajos, al someterlos a ma cuidadosa revisión, me
parece que miro a una época lejana de mi vida, a
un pasado tan distante, que tiene ya a mis ojos el

valor poético de un recuerdo. Hay una emoción do-


lorosa en este retorno a los viejos temas, que ayer
ocuparon la actividad de nuestro espíritu. Quisiéra-
mos, a cada momento, volrer a pensar, con nuestro
pensamiento de hoy, lo que ayer pensamos; revivir,
con una nueva emoción, aquel estado de sensibilidad,
pronto a desvanecerse ante la afirmación erudita o
el inflexible juicio de los libros.

Estos temas despiertan mudias voces gratas. Qui-


siéramos variar la estructura, pero nunca amortiguar
nuestro entusiasmo. Nos pesa que el sentimiento de
la cordial simpatía aparezca pálido ante el deseo fun-
damental de la precisión, de la exactitud. De ello sólo

puede consolarnos nuestro sincero amor a la verdad.

J. M. CH.
Madrid^ 1921.
L o S o R I G E N E S DE LA
POESÍA CUBANA
-

enero de este año acordó la Sociedad Filonaá-


EN tica Cubana, celebrar una serie de conferencias

sobre nuestra Literatura. La serie comenzó el 8 de fe-

brero y terminó el 17 de marzo, haciéndome el honor


la Sociedad de encargarme del desenvolvimiento del
primero y del último de los temas propuestos Orí- :

genes DE LA Poesía en Cuba y "Ensayos de una


Epopeya Indígena".
Siendo las conferencias de esta índole, en primer
término, labor de vulgarización, resultaba que, o bien
ajustaba mi trabajo a muy cortas proporciones, si no
quería pecar de árido y fatigoso en extremo, o, sin

preocuparme del cansancio de mi auditorio, entraba


de firme en el estudio de las fuentes primeras de la
Literatura Cubana, aprovechaba sus más importan
les elementos y cumplía así con la más elemental de
las disciplinas históricas. No he realizado lo prime-
ro, ni sé tampoco si he hecho lo segundo: en este
no yo es quien debe juzgar.
particular, el lector y
Creo haber realizado una obra honrada, pero no
dudo un momento de que esta monografía es incom-
í^eta, en conjunto, y deficiente en muclias de sus
partes. No he tenido a mi disposición todos los ma-
teriales que deseaba, no he encontrado una verdadera
13
José M.*^ Chacón
guía bibliográfica; he hallado datos excelentes, pero
todos dispersos, todos sin unión alguna. De ahí que
mi primera tarea haya sido de sistematización: la

primera parte de este trabajo se reduce a agrupar


materiales ajenos.
Muchos hechos importantes echará de menos el
lector en este ensayo. Unos son debidos a descuidos,
que soy el primero en confesar; otros son excluidos
de propio intento. Así ocurre con el de la ocupación
inglesa de esta Is^a.
Qasi todas las introducciones a las varias antolo-
gías que tenemos de nuestros poetas y prosistas, con-
vienen en conceder transcendental importancia a este
acontecimiento memorable. Sin discutir su importan-
cia política, se me antoja peregrino hacer intervenir
ese suceso como factor principalísimo en la noble
obra de renovación iniciada por el Gobierno del ge-
neral Las Casas. La obra de este benemérito gober-
nante encuentran su natural explicación dentro de las
tendencias dominantes en la nación española de aque-
llos tiempos. Fué aquel período de la Historia de Es-
paña, eminenteninte prosaico, pero de pasmosa acti-
vidad científica. Es el sig*lo de los Montianos y Na-
sarres, pero también lo es de los Campomanes y Flo-
ridablancas, de los Arteagas y Forner. Es el tiempo
de las academias y de los liceos, de los cenáculos,
de las enconadas luchas literarias, de los institutos y
universidades, del paciente análisis y la investigación
laboriosa ; es el tiempo, en una palabra, del apogeo
de la didáctica en todas sus esferas. En el texto se
verá que ese carácter eminentemente didáctico pre-

14
Literatura cubana
domina por completo entre nosotros. Como el olvido
de este período, a no ser por las razones expuestas,
constituiría un error muy grave, he creído deber mío
sincerarme con el lector en estas líneas.

I." de octubre de 1913 (i).

(i) Conservo en la reimpresión de este ensayo la advertencia con


que lo publiqué, porque expresa su verdadero carácter.

15
:

LOS ORÍGENES DE LA POESÍA EN CUBA <"

Amar la vida nacional, amarla en todas sus


fases históricas, amarla verdadera, profunda-
mente, es condición primera para la dicha y
prosperidad del porvenir. La tradición del
pensamiento, la herencia de los padres, hay
que guardarlas con cuidado y cariño, no di-
vorciándose nunca del pasado.

Arturo Farinelli. Discurso leido en el Ate-


neo de Madrid la noche del ig de enero de igoi.

Señores

Hay en la vida de los pueblos y nacionalidades li-

bres un factor tan importante, tan capital en su natu-


ral desenvolvimento y ilógico desarrollo, que bien pue-
de decirse que es la base primera sobre la cual se

afianzan todas las instituciones. Este factor es el ét-


nico. No constituye una abstracción, sino realidad
fecunda y poderosa, a cuyos pechos se forjan las co-
lectividades y naciones, que interviene en todos sus
hechos, que determina todos sus caracteres y persiste
aún después de la desaparición de los mismos. Nace
siendo un hecho concreto y tangible; es en sus pri-
meros momentos la simple semejanza física de unos
hombres, de unas familias, de unos pueblos; luego
los cruzamientos, las influencias del medio, las mi-

(i) Conferencia leída en el Instituto de la Habana la noche del 8


de Febrero de 191 3.

17
j. M. CHACÓN. Literalura cubana. »
José M.'*^ Chacón
graciones van borrando las analogías físicas, pero una
semejanza espiritual, débil ai principio, se afianza, se

acentúa, y viene a ser, con el transcurso del tiempo, y


teniendo su asiento en la tradición y en la herencia,
fcl carácter determinante, único de la raza. En esta
comunidad de espíritu estriba toda la eficacia de la
raza. Es lo que la hace sobrevivir a esta civilización,
a esta edad, a este pueblo ; resistir los rudos embates,
los choque sangrientos de otras nacionalidades y gen-
tes ; conservar su sello propio y característico. Pueblo
que sabe conservar también esta comunión espiritual,
pueblo que sabe aumentarla con el caudal exuberante
de varios elementos que de consuno le suministran
sus tradiciones, su lengua, su religión, gozará de ese
mismo privilegio. Amar la raza, afirmar el sentimien-
to de la raza: he aquí la condición primaria para la

libertad y la soberanía de los pueblos.


Entre los diferentes elementos que integran la uni-
dad étnica de un pueblo hay uno que no cede en im-
portancia a otro, salvo, acaso, al sentimiento religio-
so. Este elemento es el literario. Una literatura pro-
pia implica principios estéticos propios, originaria o
derivadamente adquiridos por obra de una asimila-
ción perfecta, los que nos conducen a un ideal de
belleza claro, bien definido y ij>atrimonio absoluto de
ese pueblo. Implica más aún la existencia de una li-
teratura propia, implica una lengua propia, una len-
gua nacional, elemento éste que, como, ha dicho un
eminente tratadista de Derecho político,

es la base de todos los demás, pues para que lleguen las


hombres a adquirir un modo común de ver y proceder,
18
Literatura cubana
es menester que principien por poder entenderse unos
a otros (i).

No sólo en esto estriba la importancia de la litera-


tura para la formación de un tipo étnico. Siendo una
áe las formas que adquiere el ideal estético de un
pueblo, y no siendo, al cabo, ese ideal sino una de
las manifestaciones del genio metafisico de la raza,
de ahí la relación directa que tiene con los eternos

principios que rigen al humano entendimiento. Cuan-


do desaparece un pueblo sin que nos deje nin-
guna manifestación directa de su filosofía, por sus
obras literarias podemos reconstruir su pensamiento
metafíisico, las leyes que le rigieron y hasta determi-
nar sus antecedentes y consecuentes en otros sistemas
filosóficos.

De todo esto se deduce que una literatura genuina*


mente nacional es uno de los signos más característi-
cos de la unidad étnica de un pueblo; su existencia,
como hemos visto, no entraña uno, sino diversos com-
ponentes de la raza. Donde quiera que aparece, po-
demos señalar la existencia de un nuevo grupo étnico.
Se comprende, pues, que la formación de una li-

teratura nacional haya sido uno de los ideales cons-


tantes de los pueblos que empiezan a vivir vida pro-
pia y de libertad política. Ven en ello una garantía
inapreciable de su independencia, ya que es el expo-
nente más alto de su individualidad propia. Por
eso todo gran movimiento político de liberación, o
de consolidación de la libertad de un pueblo, ha

(i) J. W. Burgess. Ciencia Política. Tomo I, p. 12. Traducción


castellana de La España Moderna.
19
José M .
"-
Chacón
sido siempre precedido de un gran movimiento li-

terario donde se añrma la existencia de ese pueblo


con un tipo propio de cultura, con una unidad espi-
ritual clara y definida. Asi —
^y son frases éstas de un

finisimo ingenio, gran enemigo de ver en las obras

y que amó y enal-


literarias sentido esotérico alguno,

tecióa su pueblo como pocos le han amado y enalte-


cido —
el gran movimiento intelectual de Italia, ini-
,

ciado y seguido por Parini, Alfieri, Balbo, Giorberti,


l<osmini, Leopardi, Manzoni y tantos otros, allanó el
camino a Cavour, a Víctor Manuel y a Garibaldi y
preparó la unidad de Italia. Y los grandes poetas y
filósofos alemanes, desde Lessing hasta Hegel, se di-
ría que destilaron de sus pensamientos la esencia y el

espíritu que animó a los príncipes de Prusia, a Bis-


marck y a Moltke" (i).

Sobre si ha tenido nuestro país una literatura na-


cional, empeñadísima ha sido la contienda, habiendo
los más varios pareceres. De un modo absoluto nmi-
ca puede afirmarse su existencia, dado que nos falta
un elemento esencial en la misma, a saber : la lengua
propia, la lengua nacional ;
pero no cabe negar que las

influencias del medio, no las de otras razas o civiliza-


ciones, la han dado ciertos caracteres peculiares que
la distinguen de un modo débil, es cierto, pero la dis-
tinguen al cabo, de la literatura española.

De algún tiempo a esta parte se vienen observando


en la América latina determinadas tendencias a na-
cionalizar de tal modo sus literaturas, que las ponen

(i) Don Juan Valera, prólogo al Homenaje a Menéndez y Pelayo,


página iTi.
20
Literatura cubana
en abierta pugna, no sólo con. el espíritu actual de la

raza descubridora, sino con la lengua castellana mis-


ma, es decir, con su propio y natural medio de expre-
sión. Se aceptan, se siguen a pie juntillas, pero no

se asimilan las más extrañas influencias ; la clara, fle-

xible y armoniosa lengua castellana se la inficiona con


los más exóticos vocablos ;
giros y construcciones los
más raros y caprichosos van desnaturalizando el idio-
ma y corrompiendo, así, todo lo que hay de más no-
ble, de más puro y de más alto en el espíritu de nues-

tra raza. Así piensan algunos que se individualiza una


literatura. ¡ Como si pudiera serlo renegar de todo un
pasado y na-
literario, olvidar los principios lógicos

turales que presiden a lá evolución de un idioma, de


un pueblo y de una civilización! Dejando a un lado
las funestas consecuencias estéticas de tal obra, no

puede negarse que es una labor moralmente malsana


y que producirá, a la corta o a la larga, el cese de la
vida nacional.
Contra este modo de pensar, que no se limita a

ejercer su influjo en tal o cual cenáculo literario, sino


que desciende al alma misma de las multitudes, y la

modifica en lo que tiene más de íntimo y esencial,


toda reacción parece escasa. Y entiendo que uno de
los remedios más eficaces para tal dolencia, que tam-
bién se ha dejado sentir en Cuba de algún modo, aun-
que con menos bárbaro dominio, es el conocimiento
propio del pasado literario de esos pueblos. Así se
encontrará que lo que hay más de nacional y típico
en los mismos es precisamente aquello que afirma más
y más los fueros del idioma y las prerrogativas de la
José M.* Chacón
raza. Que no está el nacionalismo de nuestras litera-
turas hispanoamericanas en la formación de una jerga
salvaje sino en encontrar en nuestro medio ambiente,
en nuestra espléndida naturaleza, las notas distintivas

para la elaboración de un tipo literario propio. Es,


en una palabra, la conciencia de nuestro pasado lite-

rario un factor esencialísimo en la formación de nues-


tras nuevas modalidades artísticas. Al examen de ese
pasado se consagra la presente serie de conferencias.

3JC * *

Se dice, muy generalmente, que no hay una obra


fundamental sobre literatura cubana. Esta afirma-
ción, dicha así, sin distinciones de ninguna clase, es

de todo punto errónea. La bibliografía de la litera-


tura cubana es, relativamente, una de las más ricas
de América. Lo que sucede es que la labor no está
en un solo cuerpo, sino esparcida en multitud de li-

bros, revistas, folletos y periódicos. Pero así, en for-


ma de monografías, bien puede decirse que no hay
un solo tema de verdadera importancia en nuestra
literatura que no haya ocupado la atención de nues-
tros eruditos e investigadores.

i
Cuánta riqueza de datos, cuántas observaciones
acertadísimas no hay, por ejemplo, en los Apuntes
para la Historia de las Letras y de la instrucción pú-
blica de la Isla de Cuba, que escribió, allá por el

año 1859, don Antonio Bachiller y Morales, el pa-


triarca de la erudición cubana! Verdad que la obra
está algo desunida, que nos entristece el ánimo h
Literatura cubana
penuria de crítica estética; pero ¿quién negará que se
encuentran en ella gérmenes fecundísimos y como en
esbozo la historia de nuestras letras ? Y Ramón Zam-
brana, con su estudio sobre Las épocas de la Poesía
en Cuba (que debe leerse en los Comentarios de don
Rafael de Matamoros), y las observaciones de Palma
sobre los cantares cubanos y, con mucha anteriori-
dad, los ensayos de Echeverría sobre nuestros histo-
riadores (impresos en El Plantel el aña de 1838), y

por encima de todo esto las Memorias de la Socie-


dad Económica, comenzadas a publicar en 1793» Y
la Revista Bimestre Cubana, en la que tan buena par-

te tuvieron José Antonio Saco y Domingo del Mon-


te, son muestras innegables de que sobre la histeria

literaria de Cuba se habían hecho muy serios esfuer-

zos aun no transcurrida íla ,primera mitad del si-

glo XIX.
Sería sobremanera impropio hacer aquí algo como
un índice bibliográfico, y más cuando lo que yo pu
diera decir sobre la materia está ya excelentemente
dicho por nuestros bibliógrafos, sino se vería cuan
variados se presentan los estudios de critica e inves-
tigación acerca de nuestra literatura a partir desde
la mitad del siglo pasado. Sólo con citar el notable
Hbro de Mitjans sobre nuestro movimiento literario

y científico, que es mucho más que lo que su título

indica; los penetrantes estudios de Merchán, publi-


cados en el Repertorio Colombiano, y algunas de las
elocuentes páginas que consagró a la literatura cu-
bana don Manuel Sanguily en sus famosas Hojas li-

terarias, se tendrá una idea del florecimiento de es-


José M.* Chacón
tas disciplinas del espíritu en nuestro país durante
esa época, de tanta actividad en todas las esferas de
la vida, que se inicia al finalizar la guerra de i8ó8
y concluye en el glorioso período del auge autono-
mista.
Lo que falta, sí, es una historia sistemática, com-
pleta, de la literatura cubana, así como buenas edicio-
nes críticas de la mayoría de nuestros poetas. En este
último punto la penuria es vergonzosa. Con decir que
las poesías de Rubalcava no han tenido sino una sola
edición, la de don Luis Alejandro Baralt, en 1848,
se verá claramente el lamentable estado de nuestra
bibliografía en esta materia. Y mientras no tengamos
ediciones críticas de nuestros pKDetas, ¿cómo escribir
nuestra historia literaria con un método rigurosa-
mente científico?

El método con que habrá de escribirse la Historia


de la Literatura Cubana, no podrá ser otro que el

comparativo. Ha pasado la época en que se conside-


raba la obra artística como fruto exclusivo de la fan-
tasía individual ; hoy todo se ve como en una íntima
y estrecha cadena en la que los factores sociales modi-
fican las tendencias primeras del artista y donde se

distinguen elementos de las más varias procedencias.


Y la comparación habrá de establecerse principal-
mente con la Literatura española, ya que la nuestra
participa, en muchas de sus partes, de los mismos
caracteres que aquélla, y atraviesa por análogas vici-
situdes. método que en esta serie de con-
Tal será el

ferencias procuraremos seguir. Por eso en nuestro


programa aparece, en vez del estudio de una perso-
ÍÍ4
Literatura c u,,to ana
nalidad aislada, el de determinados grupos ; así, ver-
bigracia, el Clasicismo, el Romanticismo, los escrito-

res de costumbres, donde queremos fijar los princi-

pios generales que presiden a los mismos y determi-


nar lo que hay en ellos de original y propio o de in-
fluencia extraña. Nuestras conferencias no llegan al

estudio de ningún contemporáneo, entre otras razo-


nes, para que no estorben nuestro recto juicio acon-
tecimientos de que casi hemos sido testigos. Termi-
narán siempre, poco más o menos, en la Paz del Zan-
jón, ya que llegar más adelante sería juzgar sucesos
de los cuales algunos de sus principales actores viven
todavía. Tal es el motivo porque falta el estudio de
una de las más importantes manifestaciones de nues-
tra literatura, la Oratoria, que alcanza su grado más
alto de apogeo en el período comprendido entre 1878
y nuestra última guerra de Independencia, y cuyo
representante más glorioso, quizás sea el egregio va-
rón cuyo nombre todos, de seguro, tendréis en los
don Rafael Montoro.
labios:
Perdonad esta introducción larguísima, que he
creído necesaria para mostrar algunas de las venta-
jas que, entre ciertos inconvenientes, tiene el pro-
grama que hemos adoptado. Ahora sólo me resta
encomendarme a vuestra benevolencia, para entrar
de lleno en el estudio de los primeros tanteos de nues-
tra literatura.

* * +

L^ generalidad de los eruditos qup se ha ocupado


José M." Chacón
en el estudio de la Literatura cubana, está de acuer-
do en no remontar más allá del año 1608 la primera
manifestación de nuestra poesía {i).

En el siglo XVÍ no encontramos nada en este

sentido, ya que la obra colonizadora de España en


Cuba iba siendo tan lenta que se descuidaban hasta
losmás materiales intereses. Luego, no quedaba ras-
tro de civilización primitiva, alguna hubo, y las
si

escasas tradiciones de los siboneyes iban desapare-


ciendo con los individuos de esa raza. Hasta ahora
no hay un dato positivo acerca de esta civilización
primitiva.
Las noticias de Valdés y Aguirre (2), referentes
al viaje fabuloso de Votan a la península yucateca,
adonde va a llevar la civilización de nuestros sibone-
yes, de lo cual deduce dicho escritor que era éste el

lugar en que debíamos buscar los restos de la cul-


tura indígena cubana, son pura fantasía que no me-
rece ni discutirse siquiera, después de la seria refu-
tación de Bachiller y Morales (3). Esta total solu-
ción de continuidad explica el carácter determinante
en nuestras obras literarias desde la fecha que antes

(i)Aurelio Mitjans, Estudio sobre el movimiento literario y cien-


tífico de Cuba, pág. 32, dice que en el siglo XVI, se escribió una
obra dramática en Cuba. La noticia es puramente tradicional. De-
cimos algo de ello al hablar del «Príncipe Jardinero», de Capacho.
La primera muestra positiva que tenemos de la literatura cubana es
el poema de Balboa. Deben consultarse los preciosos artículos con-
jeturales del insigne erudito José A. Escoto, Atisbos de la poesía en-
Cuba en 'os siglos XV
y XVI, insertos en el tomo i.° de la Revista
Crítica de la Literatura Cubana.
(2) Apimtes para la Historia de i.'uba Primitiva, por Fernando
Valdés y Aguirre. París, 1859; t. III, f.° 37.
(3) Apuntes fiara la Historia de las Letras y la Instrucción Públi-
ca en Cuba, t. II. pág. 149.

m
:

Llteíatura cubana
apuntamos hasta la aparición de Heredia, que señala
evidentemente una nueva fase en la Literatura Pa-
tria.

Este carácter, que es de imitación completa, se ve-


rá de un modo absoluto en el Espejo de Paciencia,
poema de Silvestre de Balboa, que es hasta ahora la
muestra más antigua de la poesía en Cuba. Sólo se
han publicado fragmentos de este poema, repitiendo
los eruditos, con ejemplar fidelidad, las noticias y co-
mentarios que sobre ese relato en verso dio el primer
escritor queexaminó por su propia cuenta, don
lo

José Antonio Echeverría, en su periódico El Plantel


(1838) (iV
El poema se conserva de un modo originalísimo
es un verdadero episodio de la inédita Historia de
Cuba y su Catedral en que ocupó sus años mejores
eí Obispo Morell de Santa Cruz. Este buen prelado,

semejante a los compiladores españoles de las cró-


nicas, juzgó tan veraz, tan fidedigno en todas sus
partes El Espejo de Paciencia que, cuando llegó el

momento de Obispo Fr. Juan


relatar el secuestro del
de las Cabezas y Altamirano, su antecesor remoto en
la mitra, transcribió íntegro el poema de Balboa.

Ciertamente, bajo el aspecto histórico, no lo juz-


gaba mal el Obispo Santa Cruz: el poema de Bal-
boa tiene todos los caracteres de una crónica, no poé-

Cuando por primera vez publiqué mi ensayo sobre los oríge-


(i)
nes dela Poesía en Cuba (en Cuia Contemporánea, año de 1913)
juz^ba como perdido el poema de Balboa, y fundaba todo lo qiie
decía allí sobre el mismo, en las propias noticias de Echeverría. A
la amistad de D. Julio Ponce de León, Director del Archivo Nacio-
nal de la Habana, debo el conocimiento, no va del poema de Bal-
boa, sino de la Historia de Morell de Santa Crur.

t7
José M.* Chacón
tica sino rimada, escrupulosa en la narración de los
pormenores, minuciosa en la transcripción de nom-
bres propios (todos han de aparecer completos), fide-
lísima en la cronología. Sin embargo, como obedece al

poema a cierta arquitectura clásica, junto al respeto


a la verdad minuciosa aparece el elemento de lo so-

brenatural y fantástico, expresado en la imprevista


irrupción en aquellos lugares de la parte oriental de
Cuba (el secuestro del Obispo ocurrió en el puerto de
Manzanillo) de las divinidades del mundo olímpico.
El poema está escrito en octavas reales y se divide
en dos cantos: el primero se refiere al secuestro, el
pegundo al rescate. Balboa, en un prólogo "aMector"
declara su propósito clásico. "Fingí, dice, imitando
o Horacio que los dioses marineros viniesen a la nave
de Gilberto (el -pirata francés Girón) a favorecer al

Obispo". Cree el autor en la eficacia moral de su poe-


ma: verán los hombres la virtud encumbrada y el

pecado abatido. En cuanto al título peregrino de Es-


pejo de Paciencia, que dio a su relato, manifiesta que
le movió a ello la mucha con que aquel santo Obispo
sufrió la prisión. Termina dedicando su poema a!

Obispo secuestrado.
De Silvestre de Balboa no hay noticias, fuera de
las consignadas en su poema y en la Historia de San-
ta Cruz. En el primero se hace constar su patria y el
ano en que escribió su relato: "era natural de la isla
de Gran Canaria y vecino de Puerto Príncipe". Por
la dedicatoria al Obispo (fechada en 30 de julio de
1608) se ve que tenía Balboa fama de poeta entre sus
contemporáneos, pues el Obispo lo dijo en cierta oc^-
9S
Literatura cubana
sión "que no había querido hacerle merced de la

gracia que Dios le había concedido".


Siguen al prólogo seis sonetos laudatorios. Son los
apologistas : Pedro de las Torres Sif ontes, vecino de
la villa; el alférez Cristóbal de la Coba Machicao,
Regidor de la ciudad; Bartolomé Sánchez, Alcalde
ordinario; Juan Rodríguez de Sifuentes (i) y Alonso
Hernández, el viejo, natural de Canarias. Podemos
imaginarnos, al través de estos versos apologéticos,
la pequeña tertulia literaria de Balboa. Son sus ami-
gos hombres de armas, que tienen a su cuidado la vi-

gilancia de la villa. No son muchos sus trabajos;


cuando han pasado los temores al corsario, se entre-

gan a sus recuerdos. Silvestre de Balboa, muchas


noches, en las chozas de tierra y guano, iría avivando
entre ellos la memoria del último y más ruidoso su-
ceso. Ellos se acordarían entonces de viejos libroS'
manejados en la niñez: un Horacio, lleno de abre-
viadas indicaciones escolares, una colección desho-
jada de Selectas latinas, las oraciones de Marco Tu-
lio, quizá alguna comedia de Planto y, desde luego,
las imprescindibles Fábulas de Pedro. También pen-
.sarían en libros más
asequibles y más íntimamente
amados. No les impondrían tanto estos libros pero se ;

oirían más profundamente, se sentirían más en el co-


razón : las odas triunfales de Herrera, los versos ma-
liciosos de Alcázar, los romances de Góngora, algu-
na com-edia de Lope. Con los recuerdos nacería el
afán versista: fué Silvestre de Balboa el de más

(i) Este soneto es de los más divulgados, pues lo transcribió Ra-


món de Palma en su Aguinaldo Habanero (1838).
: :

Joaé M.* Chacón


aliento; pero todos podían haber hecho aquella cró-
nica en verso, todos podían haber rivalizado con él

en los recursos mitológicos. Balboa y sus apologistas


se confunden en un mismo estéril ejercicio de versi-
ficación.

Oigamos el principio del soneto de Alonso Her-


nández, d viejo:

Hermosas ninfas, que en la fértiil Moya,


donde Flora le dio nombre a su estancia...

No se perderá este tono en los restantes sonetos,


uo se perderá una sola vez en las fatigosas octavas
del poeta canario. Escojamos algunas muestras del
relato ; veamos primero el propósito poético

Canten los unos el temor y espanto


que causó en Troya el Paladín Preñado,
celebren otros la prisión y el llanto
de Angélica y el loco enamorado,
que yo en mis versos sólo escribo y canto
la prisión de un obispo consagrado,
tan justo, tan benévolo y tan quisto,
que debe ser el sucesor de Cristo (¡ !)

No teme Balboa a lo que pueden obligar ciertas


palabras. El Obispo bien quisto ha de recordarle los
más maravillosos sucesos. Bayamo será la Troya del
poeta, Jácome Milanos, el italiano españolizado que
había de dejar larga descendencia en nuestra isla, le

recordará a Aquiles, y el astuto Ramos emulará la

prudencia de Ulises

Cesen en Dido, basten en Priamo


de sus ojos la líquida corriente,
que nuesitra Tro>'a es hoy el Bayamo
80
Literatura cubana
humeando a impulsos de traición ardiente,
a los más afligidos cito y llamo,
y hallarán en sus penas el ambiente
de un obispo atribulado y santo,
con que es preciso mitigar el llanto.

Y en medio de los clásicos recuerdos, ¿cómo res-

peta Balboa la cronología? Citemos toda la octava,


porque no hago memoria de nada parecido:

Estaba a la sazón el buen prelado


en esta ilustre villa generosa,
abundando de frutas y ganado,
por sus flores alegre y deleitosa.
Era en el mes de Abril, cuando ya el prado
se esmalta con el lirio y con la rosa (i)
y están Favonio y Flora en su teatro,
año de mil y un seis con cero y cuatro.

Después de este verso no nos encontramos con va-


lor para exigirle nada a'l buen Balboa. Nos parece
asistir a un inocente juego de palabras, y casi nos
regocijamos cuando vemos aparecer al grave Obispo
entre las ninfas coronadas.

Era cosa de ver las ninfas bellas


coronadas de varias amapolas,
y aquellos semicapros junto a ellas
haciendo diferentes cabriolas.
Danzan con los centauros las más bellas
(2)

suenan marugas, alborques, tamboriles


Fipinaguas y adufes ministriles.

(i) Nótese la elegancia de algunos versos de Balboa; este, por


ejemplo.
(í) Falta aquí un verso, que está en la copia del poema que con-
serva el Sr. Ponce de León, pero que está ininteligible en mis borra-
dores. Las octavas estaban inéditas. Echeverría, publicó las m&spre-
sentabUs, que no son, muchas veces, las más cnracterísticas.
:

José M."^ Chacón


De los estanques del contorno
vienen las luminades hermosas,
que casi en el donaire y rico adorno,
quisieron parecer celestes Diosas;
y por regaladísimo soborno,
le traen al buen obispo, entre otras cosas,
de aquellas hiesteas de Masabo,
que no las tengo y siempre las alabo (i).

En ocasiones, hay en el poema alguna animación


verbal, así en la revista que pasa Gregorio Ramos a
sus gentes

Iba delante el capitán famoso


con su espada en la cinta, y en la diestra
una lanza, que cuasi competía
con íla famosa de oro de Argolía-
Jácome Milanés, que a donde quiera
pudiera parecer con su alabarda,
pasó, y por morrión una montera
de paño azul con una pluma parda.

A su lado con él, Martín García,


con un chuzo escogido entre cincuenta,
con su pluma de gallo en el sombrero,
más galán que Reinaldos ni Rujero.
Diego con Baltasar de Loremana
pasaron, cada uno con su punta,
gallardos más que el sol por la mañana
cuando salle galán y agua barrunta.
Pisando con furor la tierra llana
donde antes había estado con su yunta,
pasó Pedro Vergara, el de los grillos,
con su aguijada al hombro, y dos cuchillos.

Luego pasó, con gravedad y paso,

(i) Ya
esta octava aparece en Echeverría. El artículo de Eche-
publicado en f^l Plantel (año de 1838), puede verse repro-
verría,
ducido en la Revista de la Biblioteca Nacional de la Habana, t. III,
núms. 3-6, 191 o.
;

Literatura cubana
un mancebo galán, de amor doliente,
criollo del Bayamo, que en la lista
se llamó y escribió Miguel Baptista.

El relato acaba triunfalmente : el negro Salvador,


que era de acompañantes de Gregorio Ramos,
los

mata al pirata francés. Bayamo le recibe con gran-


des fiestas. Se dan banquetes memorables; el poeta
celebra de un modo esj>ecial las hicoteas de Masabo
"que no tengo y siempre las alabo".
las

Bastan estas citas para que comprendamos cuál es


el carácter de esta antigua manifestación de las le-
tras cubanas. Se trata de un poema, de un prosaico
relato en verso, mejor dicho, hecho a la manera cul-

ta. No puede haber una leve nota de poesía local.


asi

El autor se propone como modelo a los poetas épicos


de la Edad de oro, que son lo tríenos épico y nacio-
nal de la literatura española, y recurre a los procedi-
mientos mismos de la epopeya clásica: invocación a
los dioses del Olimpo, intervención de lo maravilloso
pagano, empleo de un estilo que queriendo ser gran-
dilocuente, siguiendo a sus altos modelos, no llega a
ser sino declamatorio. Y sí los ojos del poeta no ven
nada de la tierra cubana, ¿habrá algo de la nativa?
Cuando describe Bailboa el secuestro del Obispo, pa-
rece recordar su tierra:

Y como en la Canaria, en apañadas


acechan cabras ágiles cabreros,
que en los riscos están y en las aguadas,
despuntando la grama en sus oteros
y estando así paciendo descuidadas
dan de repente en ellas los monteros,
y en el sobresalto que allí influyen,
88
J. ti. CHACÓN, Literatura cubana, 3
.

José M.* Chacón


unas quedan paradas y otras huyen;
asíquedaron en la triste Yara.

Cervantes, en su tragedia Numancia, (Acto V) trae


un pasaje que, en su procedimiento, guarda analogía
con el de Balboa:

Cual suelen las ovejas descuidadas,


siendo del fiero lobo acometidas,
andan aquí y allá descarriadas,
con temor de perder las tristes vida$. .

No creo, sin embargo, que los versos anteriormente


citados sean en Balboa un recuerdo literario. El sí-

mil es tan natural, que pudo ocurrírsele al poeta ca-


nario sin haber leído a nadie ; sin duda fué uno de
sus pocos momentos felices. Pero en su desarrollo,
en su procedimiento, bien se observa la nota de reto-
ri cismo que da carácter a todo e*! poema. Un retori-

cismo, por otra parte, limitado, por el pobre léxico


Quedará como un intento el relato;
del versificador.
quedará como una prueba muy significativa. El autor
se siente con deseos de imitar a Horacio, lo declara

desde el principio, y sigue en su relato el procedi-


miento mitológico habitual en poemas similareslos
de su tiempo. Éstos, aunque sean de un valor intrín-
seco muy discutible, se salvarán parcialmente para
las letras, por virtudes de procedimiento, por una be-
lleza exterior, legítima, aunque no la más alta, en
toda obra literaria. ¿A Balboa qué podrá salvarlo?
Únicamente quizá la inagotable curiosidad de su poe-
ma. Se escribe en 1608; mucho tiempo tardará aún
la poesía cubana en (percibir las notas propias del
ambiente nacional.
84
Literatura cubana
Pasa todo el siglo XVIÍ y no encontramos otra
producción poética escrita en Cuba. Consúltese el
erudito Ensayo de Bibliografía Cubana de los si-

glos XVII y XVIII, por D. Carlos M. Trelles, y


se verá que los únicos libros que se imprimían de
autores cubanos versaban sobre asuntos científicos.
Eran casi siempre Relaciones sobre el estado de la

Islay Comentarios sobre Derecho Canónico y Civil.


La cultura tenía entonces, y tuvo mucho tiempo des-
pués, por base capital el conocimiento del latín, y a
esto quedaba reducido el estudio de Humanidades.
El interés que elgobierno y los particulares se to-
maron por la enseñanza de este idioma, lo encontra-
mos en dos documentos interesantísimos el acuerdo :

tomado por el Cabildo de la Habana el 19 de sep-


tiembre de 1603, y otro, el testamento del capitán
Francisco de Paradas, otorgado en Santiago de Cuba
con fecha 15 de mayo de 1571.
El acuerdo del Ayuntamiento trata (y citamos por
Bachiller y Morales) (i) "sobre la necesidad de tener
un preceptor de gramática que enseñara latín a los
hijos y vecinos de la ciudad", acordándose "supli-
car a S. M. se le señalara de propios 200 ducados
atento a lo mucho que importa que lo haya". No se
hizo mucho caso de la súplica del Ayuntamiento,
pero las Ordenes Religiosas suplieron la falta a me-
dida que se fueron estableciendo. Así consta por otra
acta de la Corporación Municipal, donde se dice que
la Comunidad de San Agustín había ordenado a uno

(1) Apuntes para la Historia de las Letras y de la Instrucción Pú-


blica de la Isla de Cuba, t. I, parte II, p. 51-53.
José M.^ Chacón
de sus profesores que enseñara a los vecinos, sin
retribución ni premio algunos, gramática castellana
y los fundamentos de la lengua latina, y que tal cosa

veníase haciendo desde el 25 de noviembre de 1613.


El testamento de Paradas, "modelo de beneficen-
cia y generosidad" (frase de Bachiller), instituía la
fundación de una Obra-Pía para que se perpetuara
el culto de la Religión Católica, construyéndose un

templo con tres capellanías para su mejor servicio,


en el cual debía darse la enseñanza de la doctrina
cristiana y de la lengua latina. Este templo debía
edificarse en Bayamo. De modo sea que cuando la
Habana presentaba "el aspecto de una aldea llena de
tunas bravas y el Ayuntamiento celebraba sus sesio-
nes en casas de paja", se acordaba ya la creación de
cátedras de Latinidad; y Bayamo, que no tuvo has-
ta muy a mediados del siglo pasado una escuela gra-
tuita de instrucción primaria, contaba desde fines del
siglo XVI con la enseñanza del latín y los rudimen-
tos de ciencias eclesiásticas.
Esta educación clásica va a informar las pocas
poesías que conocemos de D. José vSurí y González,
nacido, según López Prieto (i), en Santa Clara el

año de 1696. ; Maravilla lo que ocurre con este ver-


sificador! Nace en el campo, es de familia pobre, se

(i) Parnaso Cubano, Intr'^ducción, XV. Esta conjetura la pone


López Prieto en boca de Manuel Dionisio González, historiador de
Santa Clara.
Contemporáneos de Suri y naturales de Santa Clara son Mariano
J. de Alba y Monteando y t). Lorenzo Martínez, Ambos pertenecen
al grupo llamado de los repentistas, pero a pesar de esto y de llamar-
se copleros, tienen poco de espontáneos y siguen, aunque de lejos,,
a Suri, en lo retorcido y alambicado de la frase.
: :

Literatura oubaua
dedica a las faenas agrícolas; de modo que pocos
como él podían haber dado una nota típica a nuestra
poesía, yaque ninguno estaba tan en contacto con la
espléndida naturaleza americana. Pero no se inspira
en parece desconocerla, y va a cantar en versos
ella,

estruendosos la Purísima Concepción de la Madre


del Verbo, o su fingido amor a Udeliquia, que no se
sabe si es pastora o ninfa peregrina de los contornos
de su hacienda. Pudo ser un poeta popular, y no fue
sino un insoportable pseudoclásico.
Palabras altisonantes, figuras forzadas, símiles im-
propios, y, por encima de todo, una vulgaridad in-
mensa en las ideas y una falsedad manifiesta en los

sentimientos del poeta, son los caracteres de estos


versos, que trata con benevolencia suma el Sr. Ló-
pez Prieto al reproducir algunos en su celebrada In-
troducción al Parnaso Cubano. Citaré precisamente
aquéllos que López Prieto da como muestra, para
que se juzgue de la verdad de mis afirmaciones.
Comienzo de la Oda a la Purísima Concepción :

En los éxtasis de Patmos


Juan Águila caudalosa,
la gran ciudad del Empíreo,
vio y describe de esta forma.
Los fundamentos del muro
eran de piedras preciosas
jaspe, zafiros, topacio,
esmeralda y caledonia,
de crisólito y berilo,
sardio, jacinto, sardonia,
crisopacio y ametisto,
de estructura cuadrilonga,
reducidas doce puertas
tenía la ciudad hermosa
37
:

José M.* Chacón


tres a Oriente, tres al Austro,
tres a Occidente y al Bóreas;
un querubín cada puerta
guardaba, y la ciudad toda
era de oro acrisolado,
cristalino y sin escoria.
Doce raras margaritas
eran las puertas vistosas;
y para que todos entren,
abiertas a todas horas
del día que en tal ciudad
no habrá noche teneibrosa,
ni entrará cosa manichada,
porque tal comercio estorban
los valientes capitanes
de las inveneibles tropas
que defienden el recinto
de esta ciudad portentosa.

Aún hay más hinchazón y aparato en estas estro-


fas dirigidas a Udeliquia

¿No habéis visto cuando el Ponto


fugaz aquilón altera,
que en promontorios de nácar
ondas cerúleas bosteza,
como amenazando ruina
a toda la faz terrena,
que entre Caribdis y Scila
los tritones y nereidas
a bordo de los fluotuantes
trágico faro fomentan?

Todo aquí, buen gust©, versificación y lógica gra-


matical, es desgraciadísimo. Este poeta, según nos
cuenta Manuel D. González (i). tuvo tan buen éxito
con sus versos, que abandonó las rudas faenas agrí-

(i) Cita de López Prieto, Historia i^e Villacltra, por M. Dionisio


González.

88
Literatura cubana
colas para consagrarse al grave ejercicio de la Medi-
cina. Parece que no tenía título alguno, por lo que
fué denunciado al Protomedicato, siendo llamado a
la Habana de orden del capitán general.Como me-
dio de defensa escribió un tratado en verso sobre
Medicina, que fué tan del gusto del Tribunal, que
el

se le otorgó en seguida el título de médico y farma-


céutico. Esto prueba, por lo menos, que no era muy
fino y depurado el gusto entre la gente de toga por
aquella época.

A
medida que adelanta el siglo XVIII, el prosaís-
mo la nota dominante en nuestros poetas.
será
Esta hinchazón que hemos visto hace un momento,
va a tornarse en un estilo pedestre y ramplón. La
fábula y el epigrama serán los principales géneros
que se cultiven, y un criterio práctico y utilitario de
la vida los inspirará. La cultura va a sufrir modifi-
caciones transcendentales que prepararán una nueva
época a nuestra poesía. Es un período de transición
artística en que las tendencias no están Ijien defini-
das. No obstante, la concepción del arte es pobre y
estrecha. La clásica antigüedad sigue interpretándo-
se torcidamente. El clasicismo se ve a través de Boi-
leau y de sus partidarios españoles, es decir, que es
un clasicismo convencional el que impera. El elemen-
to descriptivo sigue siendo escaso. Nada nos indica
que estamos a unas cuantas leguas de España. La
naturaleza a nadie inspira. Esto que se afirma de la
José M.* Chacón
generalidad de los poetas artísticos, ¿puede decirse
de la poesía popular? Es más, ¿tenemos en Cuba una
poesía popular? Ardua cuestión es ésta, irresoluble
hasta que no se investigue con verdadero rigorismo
científico nuestro caudal folklórico.

El estudio del folk-lore cubano está por hacer. Se


ha negado hasta que exista. Recientemente nuestra
xAcademia Nacional de Artes y Letras abrió un Con-
curso, a fin de satisfacer una solicitud hecha desde
Alemania, para premiar mejor cuento de carácter
el

popular. No hay qué decir que el concurso quedó


desierto. En cambio, los alemanes e ingleses tienen
desde hace años nutridas colecciones de cuentos re-
cogidos entre los zulús (i).

Por eso, si no sabemos todavía lo que tenemos en


esta materia, ¿cómo vamos a determinar sus carac-
teres ni a fijar su cronología?
A poco que se estudie nuestro folk-lore, se descu-
bren en el mismo tres elementos diversos : el indíge-
na, el africano y el español. El primero casi siempre
se encuentra confundido con el tercero, y se mani-
fiesta principalmente en los cantares y romances; el

segundo le hallamos en narraciones ajenas casi siem-


pre al arte, importantes únicamente para estudiar el

estado de algunas de nuestras clases sociales, y el


tercero persiste en nuestra poesía a través de varios
cantares y de tres o cuatro romances de los llamados
viejos y que cantan nuestros niños en corros. Im-
pórtanos principalmente ahora estudiar las manifes-

(i) Por ejemplo, la excelente del Rvdo. Enrique Callaway: Nui-


sery tales. 7 radiums and histories ofthe Znlus. (Natal, 1866).
40
:

tfltcratura cubana

taciones del primero de estos elementos, o sea nues-


tros cantares y romances. Ninguno parece remontar-
se más allá del siglo XIX. Esto no quiere decir que
antes no se conociesen ;
pero como se conservan por
la tradición oral, de ahí que cada época los adultere
a su antojo.Son eminentemente líricos, girando siem-
pre sobre un mismo tema: el amor. No tienen uno
de los caracteres que más se da en la poesía papu-
lar: la espontaneidad, la ausencia de todo retoricis-
mo. Son, por el contrario, artificiosos, llenos de re-
miniscencias cultas, con un lenguaje hinchado y am-
puloso. Luego hay una mezcla insufrible de térmi-
nos clásicos y criollismos. Cuando alguno llega a ad-
mirarnos, no es por lo que haya en él de típicamente
racional, sino por el fino artificio de la composición.
Recuérdese la conocida cuarteta

Vestida de azul saliste


a competir con el cielo,
que también hay en el suelo
cielo que de azul se viste.

Se ha dicho que nuestro metro nacionall es la dé-


cima. Es, en efecto,
el que más abunda en nuestros

campos, mas cuan poco sabor típico encontramos en


¡

ella! Don Ramón de Palma, que era entusiasta por


todo género de poesía popular y aun vulgar, llega a
decir que ha encontrado muchísimas formadas prin-
cipalmente por nombres de comedias españolas y lle-
nas de versos de antiguos autores castellanos (i). Si
esto es nacionalismo, no cabe duda que es un género

íi) Ramón de Palma, Cantares Cubanos. (Revista déla Habana


año 1854, tomo 3.°, pág. 2cjó).
41
José M."' Chacón
muy extraño de nacionalismo. Lo que sucede es que
se confunde la poesía con la música. Como esas dé-

cimas se cantan y, según los entendidos en estas ma-


terias, la tonada que las acompaña tiene mucho de
cubana, se ha creído lo mismo de la poesía.
No se crea, por lo que hemos dicho, que negamos
la existencia de una poesía muy propia de nuestros
campos; que negamos es que ésta tenga caracte-
lo
res de popular, y mucho menos que sea un elemento
completamente nacional en nuestra Literatura. Es
poesía artística o artística vulgarizada, o vulgar tan
sólo.

Quizás una exploración detenida por nuestro folk-


lore, como de seguro debe haberla hecho la doctora
Carolina Poncet para su inédita tesis acerca de los
Romances cubanos, modifique nuestro juicio for-

mado principalmente sobre el ensayo de recopila-


ción de D. Ramón de Palma. Hasta ahora, por lo
que hemos podido investigar por nuestra cuenta.
nada ha hecho que cambiemos de modo de pensar,
que es, en definitiva, el mismo de Palma y de la ma-
yoría de los que se han ocupado en estas cosas. Cuan-
do hallamos algo de alto valor estético y de franco
sabor popu'lar, vemos con tristeza que más que patri-
monio nuestro, es patrimonio de otras literaturas.
Tal Jios ha ocurrido con los romances de Santa Ca-
talina, del Marinerito, de la Mañana de San Simón,

que no son sino viejos romances castellanos, que por


caso raro conserva nuestra tradición oral. Entonces,
¿ dónde está el elemento indígena, local que decíamos
antes que se hallaba en nuestras canciones y roman-

as
: ;

Literatura cubana
ees? Entiendo, dejando a un lado la música, que en
algunos criollismos y en las pocas descripciones de
nuestros campos. Así, verbigracia, en los últimos ver-
sos de esta cuarteta

Selvas, riscos, montes, prados,


me acompañan a sentir,
llegándome a conferir
sus aromas con agrado.

Lo mismo que en la glosa siguiente, donde nota-


mos üa corruptela del verbo ver. Adviértase, de paso,
que la cuarteta que se glosa es un cantar español, y
como tal lo inserta D. Francisco Rodríguez Marín
en su admirable colección (i):

Debajo de un limón verde


un paj arillo cantó.
Cante quien amores tiene,
que algún día cantaré yo.
Vide un jardín delicado
lleno de galantes flores,
y en él vide mil primores
y vi un clavel encarnado
había un lirio morado,
y un gusano que lo muerde
para que mi amor recuerde
cuando al llegar yo pasito
vi cantar un pajarito
debajo de un limón verde.

Y ya que hemos citado algunos versos de nuestros


cantares, queremos transcribir una linda cuarteta,
que por su delicadeza es la flor y nata de los canta-
res artísticos:

(i) Cantos Populares Españoles, recogidos e ilustrados por


F.K- Marín. Tipografía de F. Alvarez. Sevüla, 1882. T. 2. p. 167.


; ; :

JoséAi. "'Chacón
Eres un granito de oro,
una pería dibujada
eres aquel paj arillo
que canta de madrugada.

a la que sólo puede compararse aquella primorosa


quintilla que improvisó a doña Luisa Calvo el vate
Abreu, y que tan conocida es de todos

Ese lunar, bella Luisa,


vale un mundo, vale dos
y si lo anima tu risa,
vale cuanto se divisa
entre los hombres y Dios (i).

Por desgracia estos versos, que si no son popula-


res son artísticos vulgarizados, abundan poco entre
nosotros. Lo que más a menudo encontramos son re-
truécanos tan desagradables como éstos, dignos del
vulgarísimo Poveda:

Si tus ojos tienen niñas,


y esas niñas tienen ojos,
esos ojos y esas niñas
son las niñas de tus ojos.

Como se habrá notado, no nos suministran estos


cantares ni un solo dato para fijar su cronología. La
falta absoluta de los elementos tradicionales e histó-

(i) Esta doña Luisa Calvo fué después la esposa del poeta Foxá
El vate Abreu, uno de nuestros mejores poetas repentistas, improvisó
esa quintilla en una comida que doña Josefa Beitia, Marquesa Viuda
de Monte Hermoso, dio en su palacio de San Antonio de los Baños
(los Marqueses de Monte Hermoso eran señores de horca y cuchillo
de esta villa) a varias famiHas de la más rancia aristocracia cubana
(la de Ignacio Calvo, la de Catalina de Cárdenas, la de los Condes
de Casa Bayona, etc.) que habían ido de la Habana a la inauguración
del carnino de hierro. San Antonio celebró con magnificencia este
hecho importantísimo con tres días de fiestas reales, y el vate Abreu
hizo espléndidos negocios con sus improvisaciones.
I, Iteratura cubana

ricos, es la causa de esta ignorancia en cuanto a la

fecha de los mismos. Solamente puede señalarse la


época en que se extienden más y se vulgarizan
por toda la isla, a saber: la comprendida de 1820
a 1850, o sea cuando más se fomentan nuestros
ingenios y viene a considerarse la industria azAi-
carera como la principal fuente de riqueza del país.
Si por analogía quisiéramos aplicar a los cantares y
romances cubanos de esta época, que venimos estu-
diando, los mismos caracteres que a los recopilados
por Paílma, llegaríamos a la conclusión siguiente:
Que las tendencias pseudoclásicas que encontramos
en nuestros poetas artísticos, también se da en los

poetas del pueblo. Vemos, pues, por todas partes una


^.usencia completa del elemento local.

* * *

La fundación de la Universidad y la del Real Co-


legio de San Carlos, son acontecimientos de capital
importancia en la cultura cubana del siglo XVII. In-

fluyen en el terreno científico y en el literario, vigo-

rizan el carácter de nuestros antepasados e inician


nuevas tendencias del espíritu que han de germinar
después en grandes y fecundos hechos.
Reseñaremos con la mayor brevedad a qué planes
obedecían y cuáles eran los propósitos que animaban
a dichas instituciones.
Por bula de Inocencio XIII, expedida el 12 de
septiembre de 1721, se autorizó a los PF. Domini-
cos del convento de San Juan de Letrán, para crear
:

José M. * C h acón
una Universidad análoga a la de Santo Domingo en
la IslaEspañola.
El 5 de enero de 1727, el Consejo de Indias dio
su autorización para el establecimiento de la misma.
En 1728 se celebraba su pública apertura, donde
F,v. José Rodríguez (a) Capacho, hizo gala de su fes-
tivo ingenio vejando finamente a los doctores, maes-
tros y alumnos (i).

Las facultades que debían enseñarse eran


Teología. Cánones. Leyes. Medicina. Artes (Filo-
sofía). Matemáticas. Retórica. Gramática.
Hubo un gravísimo error en adoptar para la ense-

ñanza el mismo método que el de la Universidad de


Santo Domingo, dado que ésta obedecía a necesida-
des propias del siglo XVI, fecha de su fundación,
muy distintas a üas del tiempo en que se creaba la

nuestra. A esto obedece el exclusivismo que imperó


en el estudio de la filosofía, la escasa importancia
dada a las ciencias experimentales y el dominio abso-
luto ejercido en todas las disciplinas del espíritu por
el escolasticismo. Se decía que se explicaba la filoso-
fía de Aristóteles (el filósofo, como le llamaban por
antonomasia), y lo cierto era que se le conocía no ya
interpretado por eíl más alto representante de la Es-
colástica, el angélico Santo Tomás, cuya filosofía ins-
pira en nuestros mismos días nuevos y profundos
libros, sino por obscuros discípulos, que extremando
el rigor de método del maestro, llegaban a una total

(t) Bachiller y Morales. Obra tomo


citada, I, p. 138-160.

46
Literatura cubana
confusión en las ideas, a fuerza de silogismos sutiles
y de logomaquias sin cuento.
Asi, apenas creada empiezan las tentativas de re-

forma. En todas ellas se observa un sentido prácti-

co; por eso comienzan por los estudios científicos.


El 15 de septiembre de 17Ó1, Fr. Juan Chacón, rec-
tor de la escuela, influenciado por el teatro critico
de Feijóo, eleva a S. M. una razonada súplica para
que se cree una cátedra de Física experimental. La
súplica se resuelve desfavorablemente, pero se eri-
gen otras nuevas cátedras de Matemáticas (í). Mas
las reformas en el método de enseñanza no^ debían
venir sino más tarde y obedeciendo a influencias de
otra índole.
Y no cabe duda que tuvo buena parte en ella el

Real Colegio de San Caríos, cuyos estatutos, en cuan-


to a disciplina intelectual se refiere, representaban un
espíritu amplísimo y un criterio filosófico bien dis-
tinto del que imperaba en la Universidad. No era
entonces un Seminario, sino una institución en que
se estudiaban, además de las Ciencias eclesiásticas,
las facultades de Derecho y Ciencias exactas.
La enseñanza de la Filosofía se distinguió siempre
por su animadversión manifiesta hacia el método es-
colástico. Se permitió la entrada en el Colegio a ca-
tedráticos seculares, y al puntocomenzaron los mis-
mos a incitar a la Universidad a que siguiera iguail
conducta. Hubo una verdadera lucha entre la orden
de Santo Domingo y el Colegio, llevando éste siem-

fi) Bachiller. Tomo I, Parte II, p. 165.

47
José M.» Chacón
pre la simpatía, no sólo de ia Sociedad Económica,
sino del obispo Espada. El padre Caballero, en junta
magna de la Económica, hablaba de la necesidad im-
periosa (i) de una reforma radical en la enseñanza
Universitaria, diciendo entre otras cosas:

El sistama actual de la enseñanza jmblica, retarda y


embaraza los progresos de las artes y la Ciencia, resiste
el establecimiento de otras nuevas y por consiguiente en
nada favorece las tentativas y ensayos de nuestra clase. .

¿Qué recursos le quedan a un maestro, por iluminado


que sea, a quien se le manda a enseñar la latinidad por
un escrito del siglo de hierro o jurar ciegamente por las
palabras de Aristóteles ?

Aquí, en estas palabras del sabio sacerdote, ya es-


tán como en gérmenes los principios de libertad filo-

sófica y de profunda tolerancia que iban a presidir


su curso de Filosofía Ecléctica.
Tales eran los maestros del colegio de San Carlos,
tales las tendencias de su enseñanza. La generación
de los Saco, Várela y Luz iba a salir de allí.
Las reformas intentadas por los maestros de la

Universidad, y las llevadas a término por los del


Colegio de San Carlos, encontraron siempre patro-
nizador entusiasta en la Sociedad Económica, insti-

tución que,como ha dicho uno de sus historiadores,


ha dejado escrito su nombre en todas las innovacio-
nes del país. Dividida en varias secciones, pudo des-
de su creación, debida al benemérito generail Las
Casas, tomar parte activa en todas las empresas de
cultura. Hemos visto que allí es donde primero se

(i) Bachiller. Obra citada. Tomo I, Parte II, p. i66.

18
Literatura cubana
discuten las reformas del P. Caballero, y de donde
recibe el Colegio de San Carlos los primeros alientos
para continuar en sus tendencias de tolerancia filo-
sófica y en su lucha antiescolástica con la Universi-
dad; y aunque sus fines primordiales eran más edu-
cativos que puramente literarios, no cabe duda que
con la publicación del primer tomo de sus memorias
y con las tentativas de editar algunas obras de nues-
tros antiguos historiadores, echa las bases de los es-
tudios de erudición cubana.
La imprenta, introducida en la Habana por el
francés Carlos Habré, según las conjeturas más pro-
bables, en 1723 (i), estaba todavía, en un estado- ru-
dimentario; pues bien: la Sociedad colaborará con
el insigne Las Casas en la fundación de los primeros
l>eriódicos y la imprenta comenzará a dar señales de
una vida activa. En 1782 se publica (aun la Sociedad
no se habia fundado) la Gazeta de la Havana (2), pe-
riódico meramente de anuncios, y a los ocho años,
el 30 de octubre de 1790, según conjetura de don
José Toribio Medina, o el 24 de ese mes, según se
desprende del informe de Caballero, merced a los
entusiasmos de Las Casas, se funda el célebre Papel

Esta última fecha ha sido fijada por el erudito Pérez Beato.


(i)
Véase su noticia de un impreso de Carlos Habré, en El curioso
americano, núms 5-6, 1910.
(?) No he podido hallar en las Bibliotecas públicas de Madrid,
dos periódicos, uno de ellos titulado «El Pensador», que sepún con-
je^rjs plausibles de mi amigo el epregio bibliógrafo cubano D Car-
los M. Telles, se publicaban en Cuba
por 1764. Debo advertir a los
futuros investigadores, que gran parte de
los fondos de Pezuela, de-
positados en la Academia de la Historia, de
Madrid, ya no paran en
esta corporación.

49
j. M. CHACÓN. Literatura cubana. 4
José M." Chacón
Periódico, que quedará confiado, al poco tiempo, a
la Sociedad Patriótica.
Siendo el Papel Periódico la única publicación li-

teraria de la época, fácilmente se comprenderá la


influencia que había de ejercer la Sociedad en todos
los órdenes de la cultura pública. La colección del

Papel Periódico constituye un documento de inmen-


sa importancia para estudiar las corrientes literarias
de la época. Pronto le analizaremos en este aspecto;
pero antes ocupémonos en un versificador facilísimo
de esta época, y autor probable de la primera pro-
ducción dramática escrita en la Habana. Hablamos
de Fr. José Rodríguez. El género p^rincipal que cul-
tivó fué el satírico. Así, le vemos tomar parte en la
fundación de la Universidad de la Habana, leyendo
unos epigramas alusivos al acto. Gustábale mezclar
frases y locuciones latinas con sus versos castella-
nos, produciendo el efecto que siempre deseaba: la

risa o la burla. El nombre de Fr. José Rodríguez,


que a sí propio se daba el extraño mote de Capacho,
estaría completamente olvidado — ^pues de sus com-
posiciones satíricas apenas queda nada, y lo que que-
da es de valor poético nulo — si la tradición no le
hubiera otorgado desde antiguo los lauros d^ ser
nuestro primer autor dramático. Quedan pocos da-
tos sobre las primeras representaciones en Cuba. El
cronista Parra da la noticia (V. Protocolo de anti-
güedades; cita de Bachiller) de que la producción
dramática más antigua representada en Cuba, fué la
comedia titulada Los buenos en el cielo y los malos
contra el suelo (o en el suelo), de autor desconocido,

50
:

Literatura cubana
que agradó de tai modo al público, que éste pidió que
se comenzara de nuevo al finalizar, cuando ya era

cerca de la una de la madrugada. Tales muestras de


regocijo dio, que el gobernador, para imponerle si-

lencio, hubo de amenazarle con yel cepo. Esta otras

noticias aisladas, que a veces por lo curiosas tienen


cierto sello de leyenda, es lo que queda sobre la ma-

teria.

La primera composición dramática que se conoce

de una manera auténtica, es la del P. Rodriguez. Es


interesante, entre otras cosas, porque siendo el P. Ro-
dríguez de los llamados poetas populares, no tiene
nada de típico y nacional su comedia; antes al con-
trario es, en cierto modo, eco del Teatro Español de
la edad de oro. La acción está muy recargada y a
veces se pierde el hilo de la trama entre multitud de
episodios que estorban su natural desarrollo. Su tí-

tulo es El Príncipe Jardinero y Fingido Cloridano,


título que ha hecho creer a alguno que se trataba de
dos comedias. El argumento se reduce a lo siguiente
Fabrique, príncipe de Atenas, ama a Aurora, hija
del rey de Francia. Se enamora de un modo singu-
lar, por un retrato. Dificulta la realización de sus de-
seos el haber matado hace bastante tiempo a un her-
mano de Aurora. Entonces resuelve disfrazarse y
tentar así fortuna. Se llama de aquí en adelante Clo-
ridano y cultiva el arte de la jardinería. Llega al
reino de Aurora, y en seguida, claro está, pierde ésta
el seso por el falso jardinero, y ahí son los juramen-
tos de amor eterno. El rey, padre de Aurora, resuel-
v€ dar la mano de su hija al que venciese en un tor-
61
José M.* Chacón
neo. Nuestro principe va a él, triunfa y deposita los
trofeos a los pies de Aurora, descubriéndola quién
es. A los tres días se casan.

Se ve por la acción que es un drama pseudorro-


mántico. Torneos, lances caballerescos, disfraces, idi-

lios, etc., todos los caracteres del falso romanticis-


mo están ahi. Como obra dramática no vale absolu-
tamente nada. Es meramente un dato histórico. En
cambio tienen cierto valor poético algunos de los ver-
sos. Son francamente líricos y revelan en su autor

un frecuente trato con Calderón.


Daremos algunas muestras que servirán para ame-
nizar este aridísimo trabajo. Fadrique, qae ha reci-
bido orden de ausentarse del lado de Aurora (Acto se-
gundo), dice a ésta:

Si he de morir de miraros
y de no veros también,
digo que elijo más bien
morir antes que dejaros.
Imposible es olvidaros,
y si en tan severo mal

de mi destino fatal
quiero a muerte ^condenarme,
por no llegar a ausentarme
de vuestra luz celestial.
No me da el morir temores,
que ya lo que es morir sé,
porque ha muchos días que
me tenéis muerto de amores.
Testigos son estas flores
y estas cristalinas fuentes
de mis suspiros ardientes,
pues de mi llanto el caudal
suele aumentar el cristal
de sus líquidas corrientes.
52
literatura cvbana
No hay duda de que esto tiene poco de dramático,
pero lirismo es desbordado e impetuoso y tenien-
el ;

do cierta elegancia, recrea y causa al ánimo una


impresión agradable. Es lo único que hace soporta-
ble la burda trama de la composición.
Hay más sabor calderoniano todavía en estas es-
trofas :

(Oye Fadrique pronunciar el nombre de Aurora y


exclama :)

Quien, señora, ha de nombraros


bien será que lo recuerde:
soy un infeliz que hoy pierde
la vida para adoraros.

Un vapor soy que del suelo


apenas hubo nacido
se quedó desvanecido
por querer subir al cielo.
Un águila que atrevida
nuestro hermoso sol guió
y de la esfera cayó
en ceniza convertida.
Soy, si queréis acordaros,
quien, a influjo del destino,
a vuestros jardines vino
sólo por idolatraros.

Comparando estas estrofas con los versos satíricos


de Rodríguez, tan chocarreros casi siempre, la duda
de que esta producción sea de tal autor, se apodera
del menos avisado. Ya D. Marcelino Menéndez y
Pelayo, cuya sagacidad crítica es reconocida por to-
dos, suscita el problema en la última edición de su
admirable Historia de la Poesía Hispano-America-

J*sé M.*" Chavón
na Sus datos son conjeturales nada más; pero,
(i).

por venir áe donde vienen, llevan al ánimo la incer-


tidumbre. No hay datos para juzgar en definitiva la
cuestión. La tradición cubana ha venido invariable-
mente atribuyendo tal obra al P. Rodríguez, y Ba-
chillery Morales hizo buena la atribución aceptán-
dola y dándole d peso de su inmensa autoridad en
estas cosas. No hay documentos auténticos acerca del

asunto. Es, por tanto, en estos momentos la cues-

tión irresoluble. Por un lado hay la gran diferencia


entre el carácter de esta obra y el de las composicio-
nos satíricas de su autor; por otro, la opinión uná-
nime de nuestros eruditos atribuyendo al P. Rodrí-
guez El fingido Cloridano. Así está el asunto, que
sólo habrá de resolverse después de una detenida in-
vestigación por nuestros archivos, cuando la historia
literaria de Cuba, durante el siglo XVIII, se conozca
en todas sus partes. Sea de quien sea, El fingido Clo-
ridano es obra que nos confirma en nuestro juicio
acerca de que el retoricismo se manifiesta en todos
los poetas de esta época. Retoricismo hemos encon-
trado en Balboa, retoricismo en Suri, retoricismo ha-
llamos también en las obras de Manuel del Socorro

(i) Historia de la Poesía His-bano- Americana. Cap. III, p. 217


(191 Deben consultar esta edición los que juzgan, con sobrada li-
i).
gereza, como '^bra apasionada la excelente Antología de poetas HÍ5-
pano-Americanos que Menéndez y Pelayo formó en 1892 por encar-
go de la Academia Española. La obra histórica es una rectificación
constante, decía el gran maestro de la crítica estética; y muchos jui-
cios de la Antología se encuentran rectificados aquí. Antes de lanzar
injurias a la memoria venerable de este egregio y honrado escritor,
fundándose en determinados hechos, sería más lógico y natural en-
terarse de si estos h.'^chos han sido o no rectificados. Advertimos,
sin embargo, que el criterio estético que impera en la Antología, im-r
pera también en esta Historia.
54
Literatura cubana
Rodríguez, poeta bayamés, fundador del periodismo
en Bogotá.
Tuvo Rodríguez mucho de niño prodigio. De la

pobreza campesina en que vivía en Bayamo pasó,


después de haber desempeñado rudos oficios, a la
Habana, donde asombró a los jueces que lo exami-
naron. El afán versista dominaba, como en los tiem-
pos de Suri, en los centros de enseñanza. Así le se-

ñalaron como ejercicios para su examen, celebrado


el 15 de octubre de 1778, el elogio de Carlos III,
en prosa, y el de los príncipes de Asturias, en ver-
so (i). Los dos temas tuvieron un éxito tan grande,
que a los pocos días se le nombró por Real orden
bibliotecario de Santa Fe de Bogotá (2). Aquí, en esta
vieja ciudad de América, se desenvolvió principal-
mente la actividad de Rodríguez. Su vida fué la del
hombre de acción fundó periódicos, sostuvo polémi-
;

cas ardorosas, educó a una generación colombiana.


S'u crédito como literato fué muy discutido; José
Eusebio Caro (3), el abuelo del traductor de la Enei-
da, escribió contra Rodríguez una diatriba feroz,
donde de poetastro. Bl fino gusto del
se le califica
escritor colombiano no se equivocaba. Rodríguez si-
guió siendo toda su vida el buen escolar que hace
versos para la clase. Una inocente erudición los ha-
cía sobremanera prosaicos ; el afán retórico les daba

(i) Estos datos sobre Rodríguez, junto a la reproducción de algu-


nos de sus poemas, se encuentran en las Memorias de la Sociedad
Económica, de la Habana, 184^, t. 17, páginas 38 y siguientes.
(2) Rodríguez pidió al rey Garios III un empleo, y para ello se so-
metió al examen anterior.
(3) Consta la noticia en las Memorias de la Academia Mexicana,
tomo I, pág. 371.
í>0

José M.* Chacón


una nota de con\rencionalismo y falsedad. El poema
que más fama le ha dado, Las delicias de España, es

una prueba de lo que venimos diciendo. Bástenos ci-


tar aqui una de sus octavas, muy encomiada por
cierto por el colector del Parnaso Cubano:

Alzando la cabeza una mañana


y clavando los ojos en el cielo,
no sé qué seña en la fuilgente plana
observó cuidadoso su desvelo.
Sólo sé que la Aurora, más ufana,
la cortina corrió al señor de Délo;
pude advertir y que con más primores
derramando sallió perlas y flores.

En las numerosas poesías esparcidas por las pá-


ginas del Papel Periódico (i), la mayoría de autores
inciertos, hay el mismo gusto por las vanas pompas

(i) Uaa fuente importante, además de las publicaciones periódi-


cas de la época (a fines del siglo XVIII solo existía en la Habana e
Papel Periódico), para el estudio de la poesía cubana en estos
años, es la colección de Boloña. El título exacto es: Colección de
poesías arreglada por un aficionado a las musas. Se imprimió en la
Habana en 833, en la imprenta de D. José Boloña Los poetas de los
1

primeros años del XIX se encuentran confundidos con los de la úl-


tima centuria. Abre la antología un diálogo de Manuel Valdés Ma-
chuca, «Desval», el olvidado autor de las «Cantatas». La mayor par-
te de las poesías del siglo XVIII tienen un carácter ocasional: «Al
incendio del barrio de Jesús y María». (Año de ochocientos dos,
climatérico sin tasa, —
allí se fijó la basa —
de la justicia de Dios)». Dé-
cimas al Marqués de Someruelos, a los días del Conde de Santa Cla-
ra, sáficos adonices a la llegada del Excmo. Sr. D. Juan M. Villavi-
cencio. Algunas de estas poesías, siempre ajenas al arte, tienen in-
terés por sus anotaciones. Así por la que acompaña a la prosaica ele-
gía del P. Barea, sabemos en qué obras trabajó este sacerdote, a
quién se le llama «varón de severa cultiu-a clásica»: traducciones de
églogas de Virgilio y de Odas de Horacio, versiones, comentadas, de
algunos padres de la iglesia griega...; un buen dato para el estudio
de las humanidades en Cuba. El farragoso poema «Las glorias de la
Habana», del Conde de Colombini, también tiene muy curiosas no-
tas de carácter histórico.
Aparecen en la antología algunas composiciones de Ja primera poe-
66
Literatura cubana
del galo-clasicismo español. No hay entre los docu-
mentos de la época, otro más interesante para estu-

diar esta tendencia estética, general en las letras cu-


banas de aquella época.
El primer número del Papel Periódico apareció
redactado casi exclusivamente por el general Las Ca-
sas. Este insigne benefactor era entusiasta por los
mas en cuanto a buen gusto no
estudios literarios;
iba a seruna excepción en su tiempo. Tuvo el buen
tino de consagrar sus fuerzas en el periódico a la
propagación de conocimientos agrícolas y otros me-
raanente prácticos. Así, hasta 1791 no aparecen mues-
tras poéticas algunas. Entonces colaboran activa-
mente con é. general Las Casas, el Dr. Ramón Ro-
may y Chacón, médico insigne ; el filósofo Caballero

y d economista D. José Arango, que ocultan sus


nombres en los más raros pseudónimos. La cuestión
de los pseudónimos del Papel Periódico es un enig-
ma. Ignoramos aún a quiénes pertenezcan los de El
.amante de la Habana, El Sensible, El Amante del

tisa,en orden cronológico, hasta ahora conocida en Cuba: Juana Pas-


tor. Son sonetos ocasionales sin ninguna importancia. De Doña
N. Cruz, autora de un poema sobre el sitio de la Habana por los in-
gleses, que se encontraba manuscrito junto a otros papeles de Pe-
zuela en la Academia de la Historia, pero que yo no he podido hallar
no obstante mis investigaciones, no aparece nada. De Zequeira se
insertan los más extensos poemas: «La Nave de Vapor», «La batalla
de Tortés en la Laguna», etc. Junto a esta última composición apa-
recen unos versos encomiásticos de Manuel María Pérez y Ramírez,
poeta de Santiago de Cuba, gran amigo de Rubalcaba, de quién no
se conserva colección alguna de versos, pero cuyo nombre fué po-
pularizado, casi al finalizar el siglo XIX. por Diego Vicente Tejera
en un ingenioso artículo, donde se recuerdan unos versos do Ramí-
rez (El amigo reconciliado) a propósito de una célebre poesía de
Sully Prudhomme. Ramírez cae fuera de nuestro cuadro pues vivió
hasta 1850.

»7
José Al.* Chacón
Periódico, El Lastimoso (i), etc. Junto a la afición
hay una inania tenací-
galo-clásica de sus autores,
sima por moralizar. El utilitarismo de Iriarte co-
mienza a influir entre nosotros, siendo sus fábulas

muy leídas, demuestra una composición pu-


como lo

blicajda el 25 de Septiembre de 1791. Los anuncios

de libros publicados en el Papel sirven admirable-


mente para seguir las vicisitudes del gusto de la
época. Así, pronto veremos el suave bucolismo de
Meléndez sustituyendo a los prosaicos versos del
célebre fabulista español. Prueban estos anuncios,
entre otras cosas, que no había esa incomunicación
literaria de que tanto se habla al tratar de esta época.
Podemos dividir en dos grandes grupos las poe-
sías del Papel Periódico : las didácticas y las líricas.

Las primeras, casi siempre son, o sátiras contra las

m.odas de la época, siendo algunas antecedentes im-


portantes para estudiar nuestra literatura de costum-
bres, o consideraciones sobre lo mal mirada que es-
taba la profesión del teatro. En el grupo de las com-
posiciones líricas priva este tema : las dulzuras de
la vida retirada. Solamente en 1791, y cuenta que
el periódico se publicaba tan sólo los jueves y domin-
gos, he encontrado más de trece odas a la Soledad.
Algunas son elegantes; hay en ellas sus atisbos de
poesía h Graciana, siendo gratas al lector por traerle
el recuerdo del gran poeta salmantino. Véase una
oda sáfica, que ni está firmada siquiera y que no pa-

(i) El docto profesor de la Universidad de la Habana, D. Sergio


Cuevas Zequeira, en su inédito libro sobre el poeta Zequeira, censa-
ba un largfo capítulo a esta cuestión, que, sin duda, contribuirá mu-^
che a esclarecerla.
m
Literatura oubana
rece ser de los poetas que colaboraban con asiduidad
en el periódico. Caracteriza admirablemente el gé-
nero, está correctamente versificada y es varonil y
sobria. ¿ Si será de un poeta español dell siglo XVIII ?

No te deslumbre, Fausto, la grandeza


ni el poderío de los reyes altos,
goza en paz quieta los dorados bienes
de tus abuelos.
Sólo en el mundo es bienaventurado
el que no aprecia pompas ni tesoro

y de miserias apartado tiene


la medianía.
Buscan hombres puestos elevados,
los
viven inquietos, y con paso tardo
cuando del monte llegan a la cumbre
los bate el viento.
Reinan
los reyes sobre sus vasallos,
elopulento manda al miserable,
mas eü Dios fuerte de las alturas
reina sobre ellos.
Mundos, riquezas, platos delicados
más los alteran, nunca satisfacen,
mientras la muerte sobre su cabeza
vibra la espada.
; Por qué, Fausto, por palacios grandes
olvidaremos nuestra fiel cabana,
si sus primores endulzar no pueden
tanta amargura?

Es lo más correcto, sobrio y elegante que he en-


contrado en todas las poesías del Papel Periódico.
Es un eco de uno de los grandes temas líricos de la

época clásica: el tema de la soledad. En las imitacio-


nes castellanas de la célebre oda de Horacio (Beatus
ille) está la fuente inmediata. El anónimo poeta con-
*íerva las líneas de sobriedad, de moderación, de ver-
f9
José M.* Cliacén
dadera humildad poética que caracterizan al género.
No encontramos estas agradables reminiscencias
de clásicos autores, ni mucho menos la sobriedad de

esta composición, en las poesías didácticas (i). Son ge-


neralmente insulsas, y a veces más que mo-
la sátira,

ralizadora, es grosera. No las estimamos sino como


buenos documentos para conocer las costumbres de
la época. Tal es la sátira contra las modas, que pu-
blica el Amante del Periódico en el núm. de i6 de
abril de 1791. De este Amante del Periódico son casi
todas las poesías de esta clase.
En los versos del Papel Periódico (2) se observa la

influencia principal de dos poetas españoles : Iglesias e


Iriarte. El primero, poco conocido entre nuestros pai-
sanos de aquel tiempo'^n su aspecto satírico — el más
interesante, acaso, de su obra-^hace cundir la afición
por toda clase de poesía aldeana. Es una poesía ino-
cente, de vena fácil, ligera en el procedimiento, pin-
toresca en su visión del mundo.
Las composiciones características, en el Papel, son

(i) En la primera edición de este Ensayo apareció un largo apén-


dice sobre las poesías del Papel P^riódüo. El lector puedeverlo en
Cuba Contemporánea, septiembre de 1913 Por su mucha extensión
no le reproducimos ahora, así como tampoco el apéndice que dedi-
camos a los pseudónimos del Papel. (Véase la misma publica-
ción.J
(2) Las tendencias literarias que expresa el Papel contiuúan en
sus sucesores en la Prensa cubana. En el Aviso de la Habana, nuevo
nombre que tomó el Papel, el poeta español más en boga es Arria-
za. La reacción contra el prosaismo de los fabulistas va acentuándo-
se: muchos años_ más tarde, en 1823, -^7 Revisor, el periódico de
mayor importancia en su tiempo, expresará con singular energía esta
protesta litenria al hacer la presentación al público habanero del
poeta Heredia. (Véase núm. 13, 31 de Mayo de 1823.) Entonces el
poeta español que predomina en el gusto es Cienfuegos.
Literatura cubana
las letrillas A los ojos de Doris (núm. 79, 24 de Oc-
tubre de 1791), y la égloga de Albano y Galatea de Iz-
mael Raquenüe (pseudónimo de Zequeira). A esta úl-
tima (reproducida por primera vez por Guiteras en su
Historia de Cuba, t. II, págs. 155-160) la precedia
una carta al "Señor Impresor", que es un verdadero
manifiesto de poesía bucólica. Allí se habla de que
aún queda ''un pequeño número de almas privile-

giadas capaces, que pueden apreciar las verdaderas


delicias que deben ser los únicos encantos de la ino-
cencia".
Son más pobres las imitaciones de Iriarte. I.a ten-
dencia, en cierto modo, prosaica del fabulista, se exa-
gera por sus incipientes discípulos, que rara vez pro-
ducen otra cosa que fabulillas de pobre argumento y
moraleja trivial (La Guacamaya y el Cao, 24 de Ju-

nio de 1791 ; El erudito a la violeta y el librero, 8 de


Septiembre de 1791).
Fuera de la española, ¿no hay en estos primeros
tanteos de la poesía en Cuba, ninguna otra influen-
cia? Directa, al menos no. Los clásicos se conocen
mal porque de no
ellos se percibe el espíritu sino la
letra, y ésta a través de Boileau y de Luzán. Horacio
en un aspecto es imitado en su : lírica exaltación de la
dorada medianía (Recordemos la incomparable oda
"Beatus ille, qu procul negotiis"). Mas esta imitación
es obra tan genuinamente española, de tal modo se
hizo una con la lírica del gran siglo, que esta influen-
cia es más castellana que latina.
No hablemos de otras literaturas. Aquella poesía
que se dice traducción de una oda de Pope, no es sino
61
José JMl.*^ Chacón
im nuevo comentario al tema inagotable de k vida
del campo (i).

Colaboraba en Papel Periódico, por 1793, ^^


el

intimo amigo de Romay,. cubano de nacimiento, pero


que sentía como pocos el amor hacia las glorias de
España, a la que servía en todos los momentos de su

vida,

tomando ora la espada, ora la pluma.

Es el poeta don Manuel de Zequeira y Arango.


Con Zequeira, se ha dicho que propiamente comienza
la poesía en Cuba. Yo no suscribiría el juicio, des-
pués de los sáficos que he transcripto del Papel Pe-
riódico. Mas, es cierto que así como los otros poetas
hicieron de los versos mera materia de solaz y recreo,
Zequeira comprendió cuan alto y soberano es el ejer-
cicio de la poesía! Tuvo desde la más temprana edad
una decidida vocación poética. En el colegio de San
Carlos, comenzó a ejercitarse en el dominio de la mé-
trica, haciendo traducciones de poetas latinos. Este
aprendizaje fué fructífero. Le proporcionó dos co-
sas: primero, el conocimiento directo del clasicismo
latino, luego, un metro desembarazado y fácil. Si ob-
servamos cuál fué su educación, tendremos la clave

(i) La traducción empieza así:


Cuan bienaventurado
es el hombre que ciñe su deseo
y cuidadoso empleo
al corto campo de su padre amado
Aparece en el número de 17 de Junio de 1701. Va firmado por un
aficionado del inglés. Se trata de la conocida Oda de Pope, To
solitude:
Happy the man, who wish and care
a few paternal acres bound...

62
Literatura cubana
de todas sus tendencias estéticas. Ella fué clásica, tal

como entonces se entendía la palabra ; fué un alumno


sobresaliente de retórica, traducía al dedillo los fa-
rragosos tomos del Abate Bateux, leía la epístola a
los Pisones,de Horacio, una vez por semana, y gus-
taba de interpretarla con un criterio tan estrecho e
intolerable, que hubiera puesto envidia en el ánimo
del mismo Hermosilla. Toda su poesía se reduce a
eso: a una contemplación constante del mundo anti-

guo, pero desfigurado por el poeta, al interpretarlo


convencionalmente. Canta a Zaragoza, al Dos de
Mayo, a la victoria de Cortés en la Laguna, y en to-

das partes surge esta evocación perenne del mundo


antiguo, pero no m.aj estuosa y serena, no llena de ar-
monías inefables que nos hablan de Fidias y el Par-
tenón, de Homero y los trágicos, de las encantadas
selvas de los idilios de Teócrito, de Platón el divino,

y -de Aristóteles el eterno, del epicúreo Lucrecio, del


humanísimo poeta de Venusa, del cristiano Virgilio
o del satírico Marcial es una visión del mundo anti-
;

guo sujeta a falsas interpretaciones, en que si suena


el eco de algunos de sus varones inmortales, es para
dictarnos preceptos, y entonces nos habla Quintiliano
con sus Instituciones, e imponernos férrea servidum-
bre artística.
La libertad del poeta no la conoció Zequeira.
Tengo para mí que no conocemos nada del espíritu
de Zequeira, de lo que sentía y amaba, de lo que pen-
saba y entendía. Por encima de sus sentimientos
y
de sus gustos, por encima de las diversas emociones
que debió experimentar su alma en su vida azarosa
José M " Chacón
de soldado luchando para retardar un momento en
la América del Sur la destrucción del poder colonial
de España, que se apresuraba por momentos, por ley
providencial y por errores de los hombres, estaban
las reglas, estaban todas las unidades artísticas ima-

ginables, estaba la Retórica con sus tropos y figuras


sin cuento, que encerraba como en una retorta el es-

píritu del poeta.


Leed una página cualquiera, leed una de esas es-
trofas que hacían de gozo volver el seso agua al in-
genuo y candido Dr. Romay, benemérito propagador
de la vacuna entre nosotros, pero hombre de pésimo
gusto, y os convenceréis de cómo todo es convencio-

nal y falso, de cómo hay palabras cadenciosas que


suenan como a cascadas de perlas, párrafos rotun-
dos, número en los versos, pero falta siempre el alma
de la composición, el sentimiento, la animación, la

vida.
Poeta esencialmente épico, dicen de Zequeira casi

todos los que han juzgado. Tiene numerosas com-


le

posiciones de esa índole, pero no lo más numeroso


nos da en muchas ocasiones el carácter determinante
en la obra de un poeta.
En sus mismas composiciones épicas, en que lo

maravilloso pagano y lo maravilloso cristiano se mez-


clan y confunden neutralizándose recíprocamente,
más que el estruendo de las batallas, más que los su-
frimientos de los héroes, más que las invocaciones a
todo un mundo olímpico y mitológico, nos llegan y
nos hablan al alma las descripciones elegantes y apa-
cibles, ora del mar en que Cortés quemando sus na-
64
;

Literatura cubana
ves obtuvo la mayor de stís victorias, ora dq las sua-
ves riberas del Ama¿ónás caudaloso.
Poeta descriptivo más que épico fué Zequeira. Y
si su nombre merece un recuerdo en las letras ameri-
canas, no es por su silva a Zaragoza ni por su oda al
Dos de Mayo, ni por su poema épico sobre Cortés
es por una oda descriptiva, sencilla en casi todas las
estrofas, de estructura musical, no muy retórica a
pesar de su metro. Apolo la inspiró, decía de ella

Luaces, el culto y lamido Luaces, que se parecía al-


gún tanto a Zequeira por su concepto falso del cla-
sicismo ; y es tan ingenua y fácil, hay tanta dulzura
en el deslizarse de las estrofas, los sentimientos se
unen con tanta naturalidad, qUe, rechazando las hi-
pérboles de Lances, hemos de reconocer que es lo
más perfecto y puro del arte de Zequeira. Es la oda
a la Pina, que todos tenéis en la memoria y que yo,
con sentimiento de mi parte, apenas si puedo decir
algo de ella, dadas las proporciones desmesuradas de
este fatigoso trabajo.
Al fin la naturaleza americana ha inspirado a un
poeta cubano. Hay nombres griegos, hay hasta alar-
de de erudición mitológica, pero todo es agradable
y fácil.

Estos versos comprueban lo que digo, especialmen-


te en cuanto a la erudición en nombres y términos
mitológicos se refiere:

I>el seno fértil de la madre Vesta


en actitud erguida se levanta
la airosa pina de esplendor vestida
llena de ricas galas.

65
j. M. CHACÓN. Literatura cubana. %
José M.' Chacón
A
nuestros campos desde el sacro Olimpo
el copero de Júpiter se lanza,
y con la fruta vuelve que los dioses
para el festín aguardan.

La madre eVnus cuando al labio rojo


su néctar aplicó, quedó embriagada
de lúbrico placer y en voz festiva
a Ganimedes llama.

Coronada de primavera,
flor la
el rico otoño y benignas auras
las
en mil trinados y festivos coros
su mérito proclaman (i).

Contemporáneo de Zequeira, de otra región de la


Isla,de otro temple de alma y de otra vida, fué don
Manuel Justo de Rubalcava (1769- 1805), cuya exis-

tencia agitada y voluble da cierta nota contradicto-


ria a sus versos. No hay para mí dos poetas tan
opuestos como Zequeira y Rubalcava. Zequeira era

(i) No hacemos sino ligeras indicaciones acerca de Zequeira. En


rigor no pertenece a nuestro tema, pues vive hasta 1846, aunque
muriera para el arte en '82T, fecha en que comenzó la espantosa en-
fermedad mental que le llevó al sepulcro.
Pueden verse en la conferencia sobre El Clasicismo en Cuba (Ha-
bana, TgT3, 60 págs.) segunda de la serie organizada por la Sociedad
Filomática Cubana, pronunciada por nuestro compañero el Sr. don
Salvador Salazar, nuevos e interesantes datos acerca de Zequeira.
F. Calcagno. en su apreciable Diccionario Biográfico Cubano (pági-
iis 537) probó que la linda égloga de Albano y Calatea, publicada en
el Papel Periódico el 22 de noviembre de ^792, bajo el pseudónimo
de Izmael Raquenue y vulgarizada por D. Pedro Culteras {Hist. de
Cuba, tomo 2, pág. 1 57 y siguientes), es de D. Manuel Zequeira, que
usaba, entre otros muchos, ese pseudónimo. La fama del poeta gana
mucho con tal atribución, que parece aceptada por la generalidad
de la crítica (v. Mitjans, op. cit pág. 97-99.) Empieza así:
Toma, Pastora mía,
de mi espesa arbolada las manzanas
que cogí al ser de día,
por darte de mi amor pruebas tempranas
y también esa rosas
con que ciñes tus sienes amorosas.
Literatura CHbaiia
todo corrección y mesura, vate académico ca muchos
de sus versos, culto, sin fuego y sin alma casi siem-
pre; Rubalcava era la incorrección echa carne; de
inteligencia despierta, pero sin cultura, tornátil en
sus aficiones, lleno de una gran sinceridad de alma
y de una imaginación viva, aunque desordenada. Cul-
tiva el poema histórico, la sátira; hace poesía, en
cierto modo, de carácter civil : gústale sobremanera
el idilio, el amor bucólico; escribe en prosa diserta-
ciones filosóficas para el Colegio de San Basilio el

Magno; esculpe crucifijos, odia y ama, siempre con


ímpetu, siempre sin ley alguna. No decimos esto en
son de elogio. La poesía tiene cánones fundamenta-
os y ciertas disciplinas. Decimos esto para hablar de
la sinceridad de su alma, la que transmite a todos sus
versos.
En el Colegio de San Basilio el Magno, bajo la di-

rección de su tío José Ángel de Rubalcava, recibe la


enseñanza clásica. Era de una inteligencia tan des-
pierta, que en poco tiempo domina la lengua del La-
cio, posesionándose como pocos de la poesía Virgi-
liana. Virgilio fué su ídolo: le amaba por lo mismo
que era un gran poeta sincero y porque tuvo virtu-
des cristianas en la Roma de Augitsto. Pero no es el
Virgilio de la epopeya, sino el suave Virgilio de las
Geórgicas y de las Églogas el que ama. Con él apren-
de a amar la naturaleza, y si no se apodera de la co-
rrección y armonía del poeta mantuano, adquiere en
cambio ese sentimiento vago y poético de las reali-
dades de la vida del campo, que caj^i tocan en los lí-

mites át lo ideal y etéreo.

67
:

José M.*" Chacón


El bucolismo es la nota característica de sus ver-
sos. No solamente se da en los poemas propios del
género, como en su égloga de Riselo y Cloris, sino
en su elegía a la Noche y hasta se siente su aliento

en ese soneto delicado, aunque no ajeno al artificio,

A Nise bordando un ramillete.


Vivió Rubalcava en época de iniciación poética, y
el valor principal de su obra, el único que en estric-
to rigor debe apreciarse, es el de iniciación. Su posi-
ción en nuestra lírica es, así, análoga a la de Zequeira.
No parece haber hecho nunca de la poesía un apren-
dizaje constante y sistemático, pero llegó en algún
momento a cierta emoción lírica aunque en versos
prosaicos e incorrectos. No tienen sus versos fac-
tura de gabinete; la misma impetuosidad que hace
incurrir al artista en graves incorrecciones, produce
también verdadera animación poética:

Ardía la floresta
inflamada de ver nuestros aiiiores,
y en la abrasada siesta
templamos con suspiros sus amores.

El ardimiento da cierto color romántico a la com-


posición. Recuérdense estos versos dé otra de sus
églogas, debidamente encomiados por Baralt, su pri-
mero y único editor

Ya son oscuras noches mis auroras,


volvedme, sí, volvedme amigas mías
la posesión de mis antiguas horas.

Rubalcava ha tenido poca fortuna postuma. Sien-


do despreocupado como pocos, nunca le importó gran
68
Literatura cubana
cosa recoger sus versos, muchos de los cuales se con-
fundieron con los de Zequeira. Así, La muerte de
Judas no se dio a la imprenta hasta 1830 (i). Don
Luis A. Baralt, culto y distinguido poeta, venezolano
de nacimiento, pero que residió durante mucho tiem-
po €n Santiago de Cuba, puso parcial remedio a este
estado de cosas publicando en un tomito de cien pá-
ginas (1848) las poesías de Rubalcava. Fué de los

pocos que comprendieron sus méritos colocándose


por cima de Zequeira, pero su esfuerzo quedó ais-

lado, olvidándose a Rubalcava cada día más. Hoy


son sus poesías, para la generalidad de las gentes,
meras antiguallas y lo que más se cita, aunque tam-
;

poco se lee, es su poema La muerte de Judas, bastan-


te artificial por cierto, aunque robusto en dos o tres
partes; verbigracia, cuando describe el encuentro de
la virgen María con el traidor al divino Maestro.
Tales son los primeros pasos de la poesía en Cuba.
Pronto entraremos en una nueva fase: el elemento
descriptivo dará una nota local a la poesía cubana.
Tal sucede con el advenimiento de don José María
Heredia.

(I) hji 1847 se publicó por segunda vez, merced al celo de don
Pecko Santacilia. El estudio que lo precede y la edición son obra de
P. Santacilia. El Sr. Figarola-Caneda, autoridad indiscutible en nues-
tra Bibliografía, insertó en la Revista Cubana el estudio
de Santacilia,
q«a ya es xina verdadera curiosidad
:

José M.^ Chacón

APÉNDICE I

EL PRIMER NÚMERO DEL " PAPEL PERIÓDICO"

Dijo el Menéndez y Pelayo, en su inapre-


egregio
Hispano- Americana (i),
ciable Historia de la Poesía
que don José Toribio Medina "fija con precisión la
fecha (31 de octubre de 1790) en que apareció El Pa-
pel Periódico". Como don Marcelino no tuvo a la

vista esta publicación, tan importante para el estudio


de nuestros origenes literarios, es natural que incu-
rriese en un pequeño error al considerar como exacta
tal fecha, guiándose por el eruditísimo bibliógrafo
suramericano. Ya el P. Caballero, en el informe que
presentó a la Sociedad Económica de la Habana, de-
cía que el el domin-
Papel Periódico había aparecido
go 24 de octubre de 1790. Hemos tenido la fortuna,
no rara, ciertamente, para cuantos han hojeado nues-
tra más antigua publicación literaria, de encontrar
plenamente confirmada la noticia del P. Caballero.
En efecto, en nuestra Biblioteca Nacional, riquísima
en libros y papeles de esta índole, en la colección del
Papel de 1790- 1792, hallamos, al abrir el libro, pri-
mero que nada, este número, cuyo encabezamiento
dice como se lee en este grabado

(Facsímile, de taimaño exacto, de la cabeza del primer


periódico literario publicado en Cuba, existente en
¡nuestra Biblioteca Nacional.)

(f) T. L (^gri), pág. 222. Nota.

70
Literatura cubaua
No cabe duda, pues, de que el Papel Periódico
apareció 24 de octubre de 1790; y siendo las obras
el

de Menéndez y Pelayo de universal consulta, de aiií


que consideremos necesaria esta pequeña rectifica-
ción.
Si fuera poco esto para probar que la aparición del
Papel Periódico fué el 24 de octubre de 1790, viene
en seguida a confinnar este hecho el articulo que po-

demos llamar de presentación del periódico. Este ar-


tículo no tiene título alguno y va sin firma. ¿Serri
obra del general Las Casas ?
Por el primer párrafo de este artículo-programa,
se echa de ver en seguida que el periódico iba a ser,
en primer término, de información general. Así lee-

mos:
En son de muy grande utilidad
las ciudades populosas
los papeles públicosen que se anuncia á los vecinos quaii-
to ha de hacerse en la semana referente á sus intereses
o á sus diversiones. La Havana cuya población es ya
tan considerable echa menos uno de estos papeles
que dé al Público noticia del precio de los efectos co-
merciales y de los bastimentos, de las cosas que algunas
personas quieran vender ó comprar, de los espectácu-
los, de las obras nuevas de todas dase, de las embarca-
ciones que han entrado, ó han de salir, en una palabra
de todo aquello que puede contribuir á las comodidades
de la vida (i).

También se ve que el periódico tendría mucho de


cajón de sastre, pues leemos:

A imitación de otros que se publican en Europa, co-


menzarán también nuestros papeles con algunos retazos

(i) Transcribimos literalmente. En estas referencias respetare-


mos siempre la ortografía original.

71
:

J^o » é Al.* Chacón


de literaítura, que procurareinos escojer con el mayor
esmero. Asi declaramos desde ahora que á excepción
de las equivocaciones y errores, que tal vez se encontra-
i^n en nuestra obrilla, todo lo demás es ageno, todo
copiado.

La advertencia, a pesar de ser corta, no deja de


abundar en citas de Cicerón. El que escribió esta
advertencia manifiesta que no se dedica al periódico
por ocio, sino por amor a su patria, porque hace "co-
rno el elocuente Tulio, que sacrificó sus ratos de des-
canso a Tito Pomponio Ático". Añade: ''Havana, tú
eres nuestro amor, tú eres nuestro Ático : esto te es-
cribimos no por sobra de ocio, más por un exceso de
patriotismo" (i).

El primer número del periódico tiene tan sólo cua-


tro páginas (2). Están bien conservadas, fuera de dos
o tres picaduras de polilla. El tipo de letra es bastante
claro.
Nada hay de literario en este primer número. Des-
pués del artículo-programa, que se lleva página y me-
dia, vienen las ''Noticias" y los ''Casos curiosos".
Las noticias pueden dividirse en estos grupos, per-
fectamente separados en el periódico
Marítimas.
De Ventas.
De Pérdidas.
De Espectáculos.
Transcribiremos uno de los anuncios de ventas. Es
muy interesante. ¿Por qué no lo estudian nuestros
economistas "retrospectivos"?

(1) Párrafo II.

(2) Y mucho tiempo siguió así.


: :

Llteratur a^e u b A ti a

El que quisiere comprar una araña de cxho luces, de


criatales abrillantados, primorosa,acuda á esta impren-
ta, donde darán razón. El precio de la araña es de
le
seiscientos pesos. Se dará fiada hastía Mayo del próxi-
mo 91, y se admitirá en pago azúcar de buena calidad
dos tercios blancos y uno quebrado á 16 y 12.
Si se quiere saber qué clase de obras se represen-
taban en aquellos tranquilos días del mando del be-
nemérito Las Casas, léase este anuncio:

Hoy representará la compañía de Cómicos la Come-


dia "Los Áspides de Cleopatra". En el primer inter-
medio se executará una pieza titulada: El cortejo sub-
teniente, el mando más paciente y la Dama impertinente.
Y en el segundo se cantará una tonadilla á dúo titulada
El catalán y la Buñuelera.
Para el jueves El Médico Supuesto.
En el primer intermedio se representará el entremés:
El informe sin forma.

En las noticias sueltas se da cuenta de "Un raro


caso de sonambulismo", de unas nuevas Cartas Geo-
gráficas de Bartholomé Burges, de la operación del
Mal de piedra, etc.

El colofón dice así

Con licencia deil superior Gobierno.

El interés literario y político del periódico es es-


caso en su primer año. En cambio, en 1792 adquiere
inusitada importancia y es una verdadera fuente pa-
ra la historia de la cultura cubana, merced a las polé-

micas que se suscitan en torno a los artículos del Me-


dio Filósofo (consideraciones sobre la Havana) que
eran totalmente negativas (i).

(i) 70?, en 20, 24 y 27 de Mayo y 7 de Junio.


Se publicaron on i

de Belén y el Europeo Imparcial fueron los principalei


El discípulo
impugnadores del Medio-Filósofo.
José M." Chacea

APÉNDICE II

UNA POESÍA Y UNA POLÉMICA DE ZEQUEIRA

Todo cuanto se. relacione con Zequeira tiene que


interesar al que quiera conocer científicamente su
personalidad poética. Zequeira ha sido juzgado, des-
de hace mucho tiempo, de una sola manera : como el

poeta de la trompa épica, como poeta esencialmente


civil. Este es, sin duda, un aspecto de su obra; pero
no lo es todo. Junto al Zequeira estruendoso de la Ba-
talla de Cortés en la Laguna, del Primer sitio de Za-
ragoza, etc., hay
Zequeira apcible y elegante de la
el

oda a la Pina y de la égloga de Albano y Calatea.


Junto a la nota épica se da en sus versos la bucólica
y sentimental. Al juzgar someramente los caracteres
de la obra de Zequeira en la conferencia que precede
a estos apéndices, no hemos hecho resaltar lo debido
el predominio de esa nota. Contrapusimos la nota des •

criptiva a la heroica, pero no dijimos palabra de su


bucolismo. Es más, llegamos a negarle. Hoy, que he-
mos leído con mejor sentido su égloga de Albano y
Calatea, y que barruntamos que sean suyas algunas
agradables quintillas del Papel Periódico, tenemos
que rectificar este concepto. Y así lo hacemos en este
apéndice, donde insertaremos una poesía de Zequei-
ra, que, aunque pobre, añade un nuevo dato la recta
apreciación de su obra. No habiéndose insertado en
ninguna de las ediciones de sus versos, es conocida
de muy pocos ; además, ella nos muestra otro aspecto
74
Literatura cubana
de la personalidad de Zequeira : el polemista. Y aun-
que éste es pésimo, resulta siempre curioso entrever
cuáles eran sus ideas en las fundamentales cuestio-
nes del arte y la belleza. Es este modesto trabajo una
contribución a la futura edición crítica; que habrá
de hacerse, de las obras de nuestro poeta.
i) I.a Poesía.

Con un trage muy extraño


iba el joven Siparizo;
y sin prevenir su daño
se miraba cual Narciso
en la fuente del engaño.
Es de la moda el modelo,
es alaja de Tetuán,
eshermoso como un cielo, •

esun suave mazapán


Su cabeza se (i) siento
es un globo que en su esfera
nunca puede haber asiento
porque hay polvo por de fuera
y por dentro mucho viento.
A
modo de banderolas
lecolgaban dos alones
como visos, haciendo alas:
y el talle de los calzones
eran fundas de pistolas.
Trae sus treinta diferencias
de pomadas nunca visitas,
y con estas trascendencias
en amorosas conquistas
sabe rendir la potencia.
Llevaba entre otras bellezas
un centro de olán clarín,
demostrando con franqueza
que solo en el corbatín
le entrarán sus quince piezas.

(i) Ininteligible e«te torso.


; ;

Jo¿9é M> Qhacótt


Y su camisa que es fina,
k guarnece con donaire
un vuelo' hasta la pretina;
y que le daba el aire
así
era una vela latina.
Lra casaca es tan galana,
por delante en su disfraz
que parece circasiana;
pero vista por detrás
tiene aire de sotana.
A un sombrero triangular
que como nube traía
tanto le quiere alhagar
que aunque no se lo ponía
le iba dando de mamar.
En vez de anillo exquisito
una loza lleva opaca
pero lo más inaudito
es ver que de una guataca
tiene pendiente un aretito.
Dos reloxes con afán
manifiesta por momentos
que apuntan, pero no dan,
con los mismos movimientos
que el azero sin imán.
Abastece sus bolsillos
con fantásticos doblones
llevando por juguetillos,
los palillos por tacones
y por piernas dos palillos.
En su explicación discreta,
y en su trage da á entender
que sabe donde le aprieta
elzapato y esto es ser
;

erudito á la violeta.
Se cubre de metal fino
los pies,con dos hebillones
y en la casaca imagino
que en lugar de los botones
lleva ruedas de molino.
Es tan grato el jovencillo
76
:

Literatura cubana
en todas sus hidalguías,
que hará con notable brillo
cuatro cientas cortesías
en el centro de un ladriL'o.
En fin, en todo su tren
indica una discreción
sin igual, y con desdén,
repitiendo el sanfaizón
es un puro parisién.
Este es todo el aparato
que llevaba Siparizo,
imitarlo con conato
porque infiero que es preciso
retratar este retrato.
Pero al verlo tan prolijo
una vieja en un estrado,
con tono desconfiado
abriendo los ojos dixo
¡válgame Dios!...
(15 de Julio de 1792).

He aquí una verdadera rhuestra de la Literatura


de costumbres, según la entendía Zequeira. En los

detalles y en el conjunto predomina la exageración.


Hay verso's de malísimo gusto, y muchos están, no
por expresar nada, sino por la ley fatal del consonan-

te. Qué concepto tenía Zequeira de la Literatura de


costumbres (de la cual dejó varios artículos en el Pa-
pel Periódico, que el celo de su docto descendiente, el
señor Cuevas Zequeira, se ha encargado de reunir
para ilustrar la próxima biografía del poeta), lo ha-
llamos en la breve advertencia al Retrato, tan desco-
nocida como éste

A mis amados compañeros los petimetres.


Jóvenes'incomparables La experiencia que tengo de
:

vuestras costumbres, y el deseo de vuestros adelanta-


José M." Chacón
íK lentos, m€ ponen la pluma en la mano par»
pre5ent«ro6
un modelo, el más recomendado de requintada petri-
la
metería. Este es el del bello Siparizo, de quien he pro-
curado copiar la elegancia de su traje, para que a imita-
ción de sus adornos, podáis ser reputados con los glorio-
sos timbres dé. buen gusto. Yo no sé si habré acertado
a dibujar sus menudencias, porque esto es algo difícil,
pero me queda el consuelo que vuestros encendidos co-
natos suplirán los efectos de mis toscas pinceladas,
aumentando o disminuyendo lo que fuere menos grato.
Las marcialidades del tiempo son las más aparentes
para los progresos amatorios; y creyendo que este es el
mejor medio para conseguirlo, no quiero dilatarme la sa-
tisfacción de comunicarlo. Ya yo he llamado a un sastre
para vestirme a competencia del siguiente retrato: ha-
ced, vosotros, lo mismo, que eso es lo que conviene toda ;

nuestra fortuna y toda nuestra reputación está pendiente


de esta práctica para los ojos de las doncellas no pueden
;

presentarse objetos más agradables que las fruslerías, y


este es el resorte más activo para hacerlas sensibles a los
placeres del amor; la perspectiva de una novedad las
mueve a disputarse entre sí la preeminencia, y esto quie-
re decir que somos sobradamente felices. Dexemos a los
sabios en sus retiros, que aunque sean nuestros censores,
esto nada nos importa; sean ellos los Heráditos, mien-
tras nosotros quemamos alegremente los inciensos en
los altares de Cupido. Ya los tributos de la virtud se
contemplan como ridiculas extravagancias en el comer-
cio de los hombres la verdadera filosofía y el verdadero
;

mérito consiste en las apariencias. Esto supuesto,, ¿qué


esperamos? Ea, pues, amigos míos, manos a la obra;
pongamos a la Deure; vengan los sastres y compositores
de cabeza imitad el siguiente modelo, y desde luego, os
;

ofrezco que entre breve tiempo conoceréis los buenas


efectos de !a ingenuidad con que os estima

Ismael Raquenue.

2) La Polémica.
No era de esperarse, en unos tiempos en que la

poesía era eminentemente retórica y artificial, una


78
:

Literatura cubana
crítica que obedeciera a un sistema estético, que tu-
viera sus raíces en los grandes principias que rigen
toda obra artística. No : tenía que ser la que impera -

se entonces, la crítica menuda, la del detalle, la de los

tiquis miquis de una retórica de colegio ; la crítica, en


suma, gramatical y meramente externa; útil cuando
se emplea en sus justos límites, pero, hasta cierto
punto, secundaria. Basta recorrer las colecciones del
Papel Periódico, para convencerse de la exactitud de
nuestra afirmación. Sólo cabe una pequeña excep-
ción: es la de un artículo publicado en los números
de 10 y 13 de mayo de 1792, que versa sobre el Exa-
men de los Expectáculos Públicos (crítica de un es-
tudio inserto en la Gazeta de México). Aparece fir-

mado por M. Laposomat; y por ciertos conceptos fi-


que revelan una gran amplitud de espíritu y
losóficos,

mucha perspicacia de entendimiento, puede conjetu-


rara se que bajo tal nombre se oculta el del venerable
Pbro. José Agustín Caballero, nuestro primer filóso-

fo en orden cronológico. Aquí encontramos, entre


otras cosas, una teoría de la deseabilidad "como fuen-
te de belleza", que se expone para combatir cierta
opinión de Locke, una definición de la belleza (que
tiene huen orden como principal elemento), y una
el

concepción amplia del dinamismo de la vida. Hay en


todas estas páginas, tan raras para ser escritas en
aquellos tiempos, una filosofía optimista, serena y
consoladora

El hombre encuentra su perfección, y halla la verda-


dera felicidad en la lucha de la vida... No hay vida sin
movimiento, y si la esperanza lo recibe de la incertidum-
79
José M." Chacón
bre, mejor le está al hombre para ser feliz, el contraste
de los afectos, que una posesión plenísima, lánguida y
sedentaria de todos los bienes terrenos.

Tales expresiones, sólo el f*. Caballero era capaz


de estamparlas en aquellos tiempos de nuestra his-
toria.

Nada de esto se encuentra en la polémica que sos-


tuvo Zequeira con Luengo Gimedas (pseudónimo que
no sé a quién corresponda) y a causa de su Retrato
de Siparizo. Gimezlas publica en el número de i6 de

Agosto de 1792, un artículo titulado Cinco re pantos


al retrato de Cypariso. Lo primero que nota, es que
el nombre del retrato está mal puesto: debe ser Cy-
pariso y no Siparizo. Después acusa al poeta de ha-
ber invertido el orden natural de las cosas. A Narci-
so, y no a Cypariso, es a quien cuadra el caráster de
que reviste el poeta al protagonista de su composi
ción. Cypariso murió, no por efecto de su much^ her-
mosura, sino por la muerte de un ciervo. Narciso sí

murió por su hermosura. "Y habiendo en nuestro


país tanto Narciso, debió el poeta hacer el retrato de
Narciso y no el de Cypariso." Censura que se diga
^'Retratar este retrato". Le pa*-ece una expresión po-
bre e inadecuada. El último verso lo encuentra in-
completo y, por tanto, de mal efecto.
Todo esto cierto: hace bien el anónimo censor en
vituperar de la rara ortografía de Zequeira y de su
confusión en los términos mitológicos. Pero, ¿por
qué redujo a tan estrechos límites su crítica? ¿No
era la poesía de Zequeira una sátira de las costum-
bres de entonces? Pues a ello, a si estaban bien o

80
: :

Literatura cubana

mal reflejadas, debió atender el articulista. Sólo hay


en su censura una observación de esa índole, aunque
puramente formal: "En nuestros días no debió re-
caer la crítica sobre los sombreros triangulares, sino
sobre los de copa, que son los que se usan", etc.

La contestación de Zequeira es pedantesca y tri-

vial. Quiere adoptar las formas de una polémica es-


colástica (de Escolástica de decadencia), y está llena
de latines y silogismos, de preguntas, respuestas y
apartados. Muchas palabras, ninguna idea y poquí-
simo respeto para el contrario. Pondremos un solo
ejemplo
Censura Luengo Gimcslas el último verso de la

composición ("¡Válgame Dios..."), por considerar


que deja incompleto el sentido de la poesía, y con-
testa Zequeida de esta suerte

La admiración pertenece a los actos del enfendimien-


to... y usted..., vamos no sé si me explico.

No Zequeira de llamar a su contrario irra-


se cansa
cional, lego, etc., remedando los procedimientos de
aquella famosa guerra literaria promovida en Espa-
ña a raíz de la publicación del Parnaso Español, de
Sedaño, y en la que se mezclaron nombres tan egre-
gios como los de Forner y García de la Huerta. Pero
hubo en ella ideas que después germinaron en fecun-
das enseñanzas, comenzó en ella a despertarse el es-

píritu genuino de la literatura española; en tanto que


aquí no hay ni un atisbo siquiera de crítica doctrinal.
Transcribiremos un nuevo párrafo de Zequeira,
para que el lector pueda juzgar por sí propio:

81
j, M. CHACÓN. Literatura cubana. •
:

José M.« Chacón


Reparo Debió escribirse Cypariso y no Siparizo.
:

Respuesta ¿ Pero habla usted conmigo o con el ama-


:

nuense ? Si conmigo, negó supositum, si con el amanuen-


se, yo no soy responsable de sus deslizes.

¡ Sencillo procedimiento para rechazar todo yerro !

En el número de i6 de Septiembre contesta Luen-


go Gimezlas a la defensa de Zequeira. Hay más aplo-
mo en y más mesura en el
la crítica ataque. Comien-
za por invocar un texto de Horacio
Hay
dos clases de personajes, fingidos y verdaderos.
Si lo primero, el poeta puede fingirlos y pintarlos a su
antojo; si lo segundo, le es forzoso seguir la fama y el
nombre que la Historia les da.
De esta sentencia de Horacio hace Gimezlas e! ar-
gumento Aquiles de su crítica. Así, deduce que

Si Aquiles fué valiente, prudente Ulises, Numa justo,


como consta en los anales antiguos, sería cosa extraña e
impropia introducir el poeta, al primero cobarde, necio
al segundo, e injusto al tercero. Por tanto, debió guar-
dársele su carácter a Cypariso.

Esto es lo fundamental en la polémica. Sería in-


útil seguir extractando: volveríamos a encontrarnos
con el aparato de una retórica artificiosa y estéril.

Lo transcripto basta para dar una idea de cuál era el

espíritu que imperaba entonces en la crítica, sujeta a

dos disciplinas solas: la Gramática y la Retórica.


ROMANCES TRADICIONALES
CONTRIBUCIÓN AL ESTUDIO DEL FOLK-LORE CUBANO

INTRODUCCIÓN

I. Vitalidad del Romance. —Goza la poesía heroi-


co-popular castellana del privilegio no concedido a
la de los otros pueblos, de vivir varias y diversas vi-
das, conservándose casi íntegra en niedio de las eda-
des más refinadas y cultas. Desde la antigua canción
de gesta hasta el teatro histórico-nacional, tan opu-
lento y vario, parece ser una misma la corriente de
inspiración. Lo épico, lo ampliamente objetivo, no
muere al extinguirse el eco de los últimos juglares;
la tradición de los grandes hechos de la reconquista,
tenaz en la memoria del pueblo, sigue manifestán-
dose, ya en el Romance, radiante corona de la musa
popular, ya en las leyendas draináticas de Lope, ver-
daderos y magníficos fragmentos de una epopeya
siempre viva. Esa serena concepción de la vida, ese

predominio del elemento histórico sobre el fabuloso,


ese sano y vigoroso realismo, caracteres indisputa-
bles de la epopeya castellana, pasan íntegros al ro-

mance, al genuino romance viejo, haciéndole parti-


José M.' Chacón
cípar del espiritu imperecedero de aquélla. Y lo mis-
mo ocurre con el teatro histórico de Lope.
La vitalidad del romance en nuestros dias, es he-

cho que atestiguan las investigaciones modernas. En


las regiones más diversas, en España, sin exceptuar
una sola provincia (i) ; en Portugal y sus posesiones
africanas; entre los judios españoles de Levante y
Oriente ; Américas española y portuguesa en
en las ;

fin, en dondequiera que el pueblo Ibero ha domina-


do, surge este castizo y espontáneo producto de la
poesia popular, conservado por la viva tradición del
pueblo. Los temas parecen multiplicarse y la tradi-
ción oral, prolifica como pocas, parece no acabarse
nunca. Cada dia se reciben nuevas sorpresas: era
ayer cuando en rústicos labios la señora de Menén-
dez Pidal descubría la existencia de un verdadero ci-

clo de romances históricos (2), y al poco tiempo se


sucedían, en aquella región que muchos creían sin

importancia tradicional alguna, nuevos y riquísimos


romances, que cuando no llevaban en sí ningún ele-
mento completamente original, modificaban, amplia-
ban con interesantes variantes los ya conocidos. En
1900, el gran maestro de la crítica histórico-compa-
rativa, al dar a luz su Romancero Tradicional, apén-

(') En las provincias castellanas (de cuya poesía e^íVa tradicional,


dudaban críticos sapientísimos), el Sr. D. N. Alonso Cortés, bene-
mérito de la erudición española, ha recogido un precioso romance-
cerillo{Romances Populares de astil/ ., Valladolid, 1906). En cuanto
'

al discutido romancero Gallego, sabido es de todos con cuanto em-


peño viene trabajando en él, el Sr. D. V. Said de Armesto. Su exis-
tencia ha quedado probada; solamente falta sintematizar sus ele-
mentos.
(2) El de la muerte del príncipe D. Juan. {Bulletín HispaniquCy
VI. 1904.)

86

JUiteratura cubana

dice inapreciable a la Primavera de Wolf (i), se limi-

taba, al hablar de América, a dos meras cita., ,...d de


V ergara (de la Historia de la Literatura de Nueva
Granada) y otra de Cuervo (del Anuario de la Aca-
demia Colombiana), y a dar la hipótesis de la exis-
tencia de auténticos romances viejos en el Nuevo
Mundo, aunque éstos anduviesen muy adulterados.
Hoy, ¿qué romancero tradicional, siempre que no sea
de carácter local, puede dejar en blanco la parte de
los romances de América? Adulterados, sin ese ca-

rácter eminentemente épico de los castellanos, como


quiera que estén, no cabe duda respecto a cuánta im-
portancia tienen estos cantos tradicionales, conser-
vados en su mayoria por juegos infantiles, para el

cabal estudio del romancero tradicional ibérico.


2. Las investigaciones recientes. — La investiga-
ción promovida en 1905 (2) por D. Ramón Menén-
dez Pidal, ha dado fecundos resultados. El mismo
Sr. Pidal, en una obra reciente (3) los ha expuesto, y
queda uno maravillado ante tanto hallazgo curioso y
peregrino. En la América del Sur, sobre todo, se ha
trabajado con tesón, y ya son de dominio público re-
copilaciones como la de Ciro Bayo, El Romanceríllo
del Plata. Otros eruditos, Julio Vicuña, J. B. Am-
brosseti, etc., han formado interesantes colecciones
que van publicando parcialmente.

(i) Es el tomo r o de la Antología ae Poetas Líricos Castellanos.


(2> Ya en 902, en la Revista de /irchivos. Bibliotecas y Museos, de
Madrid, (número de enero), daba el Sr. Ciro Bayo noticias sobre el
romance en América.
(3) a/ Romancero Español. Conferencias dadas ante la Hispanic
Society of América (1910).
José M.^ Chacón
En las Antillas se ha iniciado también el trabajo de
recopilación. LaCuba Contemporánea ha pu-
revista
blicado, hace apenas un mes, un elegante y erudito
estudio del Sr. D. Pedro H. Ureña, sobre los roman-
ces tradicionales de Santo Domingo, aunque el título
que lleva {Romances de América) hace esperar una in-
vestigación más amplia, y que su autor, uno de los jó-
venes de más doctrina y sólidos estudios y que más
honran la erudición americana, puede realizar cum-
plidamente. En esa misma revista di una ligera no-
ticia acerca del Romance de Santa Catalina, según
io conserva nuestra tradición oral (i), y dentro de
poco, la Srta. Carolina Poncet publicará (2) un volu-
jnen dedicado exclusivamente al estudio del romance
cubano.
A pesar de todas estas investigaciones, se observa
cierta pobreza de elementos tradicionales en los Ro-
mances de América. Muy pocos publica Ciro Bayo
en el Romanccrillo del Plata, que sean genuinamen-
te viejos. Esto, quizá se deba a que los romances tra-
dicionales se encuentran casi siempre en contamina-
ción con otros, bien de carácter vulgar, bien inspira-
dos en asuntos indígenas o coloniales. Por eso, en
vez de disminuir nuestro entusiasmo, debe acrecen-

(i) Número de septiembre de 191 3. Las investigaciones más


completas realizadas con posterioridad a la redacción de estas pági-
nas, se deben al profesor D. Aurelio M. Espinosa, de la Universidad
de Stamford, California. Su Romancero Nuev^o Mexicano ha visto la
luz en la Revue fííspanique, año de IQ15. Complemento de esta in-
apreciable recopilación es el estudio del propio Espinosa, Traditio-
nalballadsfrom Andalncia (Frügel Memorial volume, Stamford Uni-
versity, California, 1916-92-107).
(2) El excelente trabajo de la Srta. Poncet se publicó en la Re-
vista de la Facultad de Letras y Ciencias (La Habana, 191 4.)

88

Literatura cubaua
tarse. La investigación no debe reducirse a los temas
tradicionales conocidos; deben recopilarse cuantas
lecciones sea posible de un mismo asunto; sea todo
lo que hagamos rigurosamente científico; no sacri-
fiquemos al placer estético la verdadera redacción de

los cantares del pueblo. Únicamente asi lograremos


salvar estas preciosas reliquias.
3. Necesidad de sociedades f olk-lóricas. La obra —
que hay que realizar es tan vasta, que a mí se me an-
tojan insuficientes las iniciativas individuales. No sé

si la idea encontrará calor, pero afirmo la imprescin-


dible necesidad de crear una sociedad folk-lórica, con
representaciones en todo el continente, para llegar a
la formación definitiva del romancero tradicional de
América. En cada aldea, ei; cada pueblo, en cada ciu-
dad —he podido comprobarlo en Cuba — ^hay elemen-
tos, antiguos o modernos, importantes o no, de poe-
sía popular. El esfuerzo del individuo no puede al-

canzar a recogerlos por completo. Su labor siempre


quedará limitada a determinada región. Por desgra-
cia, la raza de los Proteos se ha extinguido.
Si se creara una sociedad folk-lórica, no de carác-
ter local, sino con un fin tan amplio que fuese eminen-
temente americana, que tuviera, por tanto, ramifica-
ciones en todos los pueblos del continente, las dificul-
tades de la empresa disminuirían y los resultados se-
rían más positivos. Una versión, por perfecta que
sea, no es suficiente para fijar la lección definitiva de
un romance. Es menester un estudio comparativo mi-
nucioso, de infinitos detalles, sometidos a varias dis-
ciplinas, para poder restaurar un texto perdido. Esto
«8
Jos é :,M .
^ C h a c ó n

puede hacerse, y no siempre, con un tema, pero ¿ cómo


intentarlo con algo que quiere ser más importante,
con algo que quiere llegar a ser un verdadero roman-
cero?
En una publicación semanal de la Habana (i) lan-

zaba esta idea, pero con respecto a Cuba únicamente.


Proponia la creación de un organismo central en la
Habana y la de sociedades correspondientes en los
pueblos del interior. El folk-lore americano, por ser
empresa mucho más compleja, requiere una organi-
zación distinta. Atendiendo a las analogias tradicio-
nales deben crearse diversas sociedades centrales con
sus respectivas entidades correspondientes. Así cabe,
por ejemplo, la institución de un organismo central
en las Antillas, otro en Centro-América, etc., etc.

Siempre debe atenderse a las afinidades étnicas, a la

fuente común de tradiciones. Ahora bien, debe ha-


ber estrecha relación entre los organismos centrales.
Son entidades autónomas, pero por su fin común su-
mutua dependencia. Es,
jetas a ciertos principios de
no ya una empresa nacional, sino continental, esen-
cialmente americanista la que quiere realizarse.
Así, con más conciencia de nuestro pasado tradi-
cional, habiendo una verdadera compenetración de
ideales, dándonos cuenta de la solidaridad que debe
haremos
existir entre los pueblos américo-hispanos,
una labor profundamente nacionalista, afianzaremos
nuestra personalidad como pueblos independientes,

(i) Universal, número de 4 de enero de 1914. Artículo El Folk-


lore Cubano.

90

Literatura cubana
acentuaremos nuestro tipo propio de cultura, vigori-
zaremos, en fin, el alma de la unidad étnica (i) de
América.
4. Caracteres. —Formas de Transmisión. — Cro-
nología. —¿Cuáles son los caracteres de los roman-
ces que conserva la tradición oral en Cuba? ¿Cómo
se encuentran en boca de nuestro pueblo? ¿Qué sa-
bemos de su antigüedad?
Aunque me sea enojoso, tengo que referirme a mi
estudio sobre el Romance de Santa Catalina, para
satisfacer estas preguntas. Allí intenté señalar pro-
visionalmente los caracteres de los romances viejos
en Cuba. Esperaba que nuevas investigaciones me
hicieran rectificar. No ha sido así. Los distintivos
principales de nuestros romances siguen siendo:
A) La ausencia de los elementos épico e históri-
co en mismos (2).
los

B) Su tendencia novelesca.
El único romance histórico que he encontrado, la
canción de Alfonso XII, no es sino una moderniza-
ción de un tema tradicional antiguo, ajeno por com-
pleto a la epopeya y a la historia. En el mencionado
opúsculo intentaba explicar estos caracteres refirién-

(i)Empleamos este término en la acepción profunda que le da


el profesor Burgess. Els éste un criterio espiritual que no debe olvi-
darse nunca, para no llegar a decir, como un estimable escritor en
el juicio de un opúsculo mío que eso de la raza es una ficción ro-
mántica.
(2) Por no conocer el estudio de M. Pidal acerca de los Roman-
ces en América^ sino por ajenas referencias, incurrí en un grave error
al afirmar que el insigne" mcdioevalista demostraba el carácter épico-
histórico de los romances americanos: precisamente es ésa, la ausen-
cia de lo histórico, la principal diferencia que entre la tradición an-
tigua y la moderna señala el Sr. Pidal en su obra citada sobre el
Romance español.
91
w.^. ^. J o í> c *H . " Chacón
dolos a la índole de nuestra poesía popular. Lo in-

dígena de nuestro Folk-lore es eminentemente lírico.

El amor es el centro de nuestras canciones. Hasta las


narraciones en prosa, que a veces tienen su origen
en una fuente heroica, se revisten de este tinte lí-

rico. Gráficamente lo dijo D. Ramón de Palma en


un estudio que, a pesar de la época en que fué escri-
to, no ha envejecido en todas sus partes: ''El amor

es el tema universal de esta poesía engendrada bajo


un sol de fuego... Y aunque la poesía parece natu-
ralmente hermanada con la música, ninguno de los
cantos que van citados (se refiere a varios de Grecia,
entre los antiguos, y a los de Irlanda y otros pueblos
entre los modernos) sabemos que se ajustaban tanto
al airey compás del baile... Aquí parece que danzan
los palmares, que los ríos cantan y que vierten ins-
piración las estrellas y las flores" (i). Esta tenden-
cia de nuestro pueblo hacia los asuntos líricos, ex-
plica la persistencia en nuestra tradición oral de los

romances novelescos. Los temas se amplifican, se bo-

rran los rastros de poesía histórica, el realismo va


siendo menos puro, el estilo pierde en sobriedad, y
la opulencia y retoricismo de los cantares típicamen-
te indígenas, pugnan, aunque en vano, por inficionar
estas francas y espontáneas manifestaciones de la
poesía del pueblo.
Compárese un tema tradicional tal como se con-
serva en cualquiera región española y según se en-

(i) Cantares Cubanos, Revista de ta Habana, 1856, tomo III, pági-


nas 244-245.
: : : :

Literatura cubana
cuentra en Cuba. Sea, por ejemplo, el popularísimo
de la esposa infiel.

La nuestra tiene su más próximo antecedente en


la versión andaluza. Como ésta, empieza:

Mañanita, mañanita,
mañanita de San Simón,

El desenvolvimiento es idéntico: la maldición lan-


zada al caballero, la llegada de éste, las preguntas
y respuestas entre el marido y su traidora mujer,
etcétera. Masaremos un elemento nuevo, un episodio
secundario, que revela cierta tendencia a lo fabuloso
en nuestro pueblo: la llegada del caballero con un
león, con un león vivo de la cacería

Estando en estas razones


elmarido ya llegó
— ^Ahreme la puerta, luna :

ábreme la nitertal so1.


one aquí ti-aisfo un león vivo
de las sierras de Aragón.

La parte de la versión andaluza correspondiente a


estos versos, dice así

A e«90 de benir er
día. —
er marido que yamó
— Ábreme puerta, luna:
la —
ábreme la puerta, sol.

que te traigo un pajarito de los montes de León (i).
Vemos la clara transformación verificada por
nuestro pueblo. Aun suponiendo que exista otra ver-
sión española que trajese el verso del león, la elec-
ción de éste ya implica la tendencia a que me vengo

(i) Recogido por Micrófilo y reproducido por Menénrlez y Pe-


layo en el Rom. Trad.,^kg. i8o.
08
José M.'' Chacón
refiriendo. A pesar de conservarse entre nosotros en
bocas infantiles los romances españoles, no obstante
la ausencia casi absoluta de indigenismos, el carác-
ter distintivo de nuestra poesía popular ha tenido
que revelarse de alguna manera en estos viejos
cantos.
No se crea por lo dicho que sostengo la existencia

de ciertas notas originales en nuestros romances. No


añaden, al menos los que he recogido hasta ahora,
un solo elemento importante al Romancero Tradicio-
nal. Únicamente revelan, ya en la elección de asun-
tos, ya en algunas leves alteraciones, como la indica-

y la tendencia novelesca de nues-


da, la índole lírica
tra poesía popular. Hoy, lo mismo que ayer (i), no
vacilo en afirmar que el carácter esencial de los Ro-
mances castellanos, lo que pudiéramos llamar rea-
lismo histórico, no existe en los que conserva nues-
tra tradición.
Es menester una exploración metódica, realizada
por toda la isla, para poder señalar con precisión
cómo se conservan estos Romances entre nosotros.
Hasta ahora, dos son las t>rincÍDales formas de trans-
misión que hemos encontrado: los corros de los ni-
ños y las canciones de cuna. Quizá esto explique la

extraordinaria vitalidad del Romance. Completamen-


te apartado de la poesía artística, va viviendo elRo-
mance en boca de los niños, que lo olvidarán maña-
na. A veces, el juego abandona su monotonía y, corn-

il) Véase mí citado ensayo sobre Los orígenes déla Poesía en


Cuba, pág. 48.


: :

Literatura cubana
penetrándose con el espíritu del Romance que se
canta, adquiere cierta animación dramática. El de

Hilito, hilito de oro, etc.

puede servir de ejemplo. He aquí la descripción de


uno de esos juegos (Santa Catalina): Varias niñas,
sujetas de las manos, forman un corro y dan vuel-
tas alrededor de una que permanece arrodillada, y
es Catalina. El Romance no se canta dialosradamente,
como podía presumirse por la escena del Marinero,
sino que presrtmtas y respuestas son dichas por las

del corro v Catalina. Catalina se mantiene en el cen-


tro arrodillada hasta que elige una de las del corro,
mediante esta fórmula

Cojo ésta por linda y hermosa,


que es una rosa
acabadita de nacer.

Entonces la elegida pasa a desempeñar el papel de


Catalina (i).

En las canciones de cuna, en las nanas, las versío'

nes son menos extensas y abundan más en ellas los


indiqenismos que en los juegos de niños. Son mani-
fiestamente incoherentes, y muy pocas tienen- un des-
enlace. Tengo^ vagos recuerdos de haber oído en mi
primera niñez, a una anciana sirviente de mi casa,
mezclar versos del popularísimo Romance de Hilo
de Oro, con otros de una canción moderna. Creo que
ella decía así, destruyendo la rima del Romance

(i) Concuerdan con esta descripción las que han enviado, de


Gimagüey, don Felipe Pichardo, v de Matanzas (Bolondrón, don
Benigno Rodríguez Sánchez.
: :

José H'^ Chacón


-
' '
Al vapor se fué
laniña del caballero
No se la dan por el oro,
no se la dan por dinero.

Mezclaba, como se ve, uno de los versos (adulte-


rado ciertamente) de Hilo de Oro con la canción
siguiente

El vapor se fué,
Almendares se va
a traerle juguetes
al nene de mamá.

Estas formas de conservarse los Romances entre


nosotros, de transmitirse asi a través de las gentes,
hace en extremo difícil fijar la antigüedad de los
mismos. Con la conquista debió venir a nuestras tie-

rras'el Romance, ya que, como dice con sobria elo-


cuencia un eminente erudito español, "cada conquis-
tador y cada mercader que se hacía a la mar, llevaba
entre los más tenaces recuerdos de la infancia, un
jirón del Romancero, que allá en la expatriación
evocaba en cualquier trance de la vida nueva, reno-
vando soledades de la tierra natal" (i). Pero ¿qué
clase de romances vino ? No hay duda que los de ca-
rácter épico, y hay en los cronistas de Indias algunas
citas curiosas que prueban la boga que iban alcan-
zando en estas nuevas tierras los romances del ciclo

Carolingio. En efecto ; en la Verdadera Historia de


los Sucesos de la Conquista de la Nueva España, la

obra clásica de Bernal Díaz del Castillo, hallamos el

(i) Ramón Menéndez Pidal. El Romancero Español. Conferencias


dadas ante la Sociedad Hispánica de América. Pág. 92.
:

Literatura cubana
siguiente pasaje que, aunque algo extenso, no vacilo
en transcribir por su manifiesta importancia: "... Y
con buen viaje navegamos e fuimos la via de San
Juan de Ulúa, y siempre muy juntos a la tierra; e
yendo navegando con buen tiempo, deciamos a Cor
tés los soldados que veniamos con Gri jaiba, como

sabíamos aquella derrota: ''Señor, allí queda la Ram-


bla, que en lengua de indios se dice AgtiayalucoJ'
Y luego llegamos al paraje de Tonala, que se dice
San Antón, y se lo señalábamos, mas adelante le mos-
tramos el gran rio de Guayacualco, e vio las muy
altas sierras nevadas y luego las sierras de San Mar-
tín, e más adelante le mostramos la roca partida...
Y ante tantos recuerdos de aquella desgraciada ruta,
añade Díaz del Castillo, que "llegó un caballero que
se decía Alonso Hernández Puertocarrero, e dijo a
Cortés: "Paréceme, Señor, que os han venido di-
ciendo estos caballeros que ahn venido otras dos ve-
ces a esta tierra

Cata Francia. Montesinos;


cata París, la ciudad,
cata las aguas del Duero,
do van a dar a la mar.

Yo digo que miréis las tierras ricas, y sábeos bien


gobernar." Luego Cortés bien entendió a que fin fue-
ron aquellas palabras dichas, y respondió:

Dénos Dios ventura en armas


como al paladín Roldan,

que en lo demás, teniendo a vuestra merced y a otros


97
J. M. CHACÓK. Literatura cubana. 7
José M.*^ Chacón
caballeros por señores, bien me sabré entender" (l).

A pesar de estas citas de auténticos romances ca-


rolingios, que muestran con evidencia cuan vivos es-

taban en memoria de los descubridores, no he en-


la

contrado uno solo en nuestra tradición oral. Quizá


vinieron también a nuestras costas, pero duraron tan
breve tiempo, que no dejaron un solo rastro en nues-
tra poesia. Y los novelescos, por su mismo carácter,
por vivir vida menos fija y estable que la de la tradi-
ción escrita, escapan al toda conjetura cronológica.
Para mayor dificultad, ni una sola mención de esos
juegos infantiles que conservan los romances tradi-
cionales entre nosotros, he hallado, ni en nuestros
escritores de costumbres, ni en los eruditos que, como
Bachiller y La Torre, se han ocupado en nuestras
antiguallas (2). En estas condiciones, toda conje-
tura era muy fácil, pero a mi se me antoja capricho-
sa en extreíno. Hay casos en que puede decirse : en
tal fecha se cantaba este romance, pero nunca la épo-
ca que se fije puede hacernos ver que antes no se
cantara. De algunas versiones sé, que hace ochenta,
cien o más años, vivían en nuestra tradición oral : bás-
teme para afirmarlo el testimonio de personas ancia-
nas, que a su vez las oyeron de labios de sus mayores.
Pero esto ¿nos permitirá decir que no llega más

(i) Verdadera Historia, etc., pág. 31, columna 2.^ en la edición


Rivadeneyra. (Es el tomo II de los Historiadores Primitivos de Indias)
El pasaje de Díaz del Castillo ha sido ya citado, entre otros, por
M. Pida! en su obra sobre el Romancero.
(2) He consultado especialmente la interesante obra de La Torre
La Habana antigua y moderna (reimpresa en estos días por el erudi-
tísimo Fernando Ortiz), y a pesar de su riqueza no he hallado nada
sobre el particular.

98
:

Literatura cubana
allá la antigüedad de las mismas? En modo alguno.
V. — Clasificación.—Plan de este trabajo. —A pe-
sar del pequeño número de romances que ven ahora
la luz, que parece hacer, por tanto, innecesaria toda
clasificación, he creído conveniente dividir este tra-
bajo en dos secciones fundamentales:
i.° Romances con antecedentes concretos en el
Romancero Tradicional.
2." Romances sin dichos antecedentes.
He escogido como tipo de los Romanceros Tradi-
cionales el del Sr. Menéndez y Pelayo, que, no obs-
tante lo mucho que se ha trabajado sobre estas ma-
terias, en conjunto no ha sido superado por ninguno.
La primera sección la dividiré en los siguientes
apartados
Romances de reconocimientos.
Romances que refieren tragedias domésticas.
Romances hagiográficos y de sucesos maravillosos.
Romances picarescos.
Romances líricos.
Diré ahora, para finalizar esta introducción, bre-
ves palabras acerca del plan óe este trabajo. Me he
propuesto, en primer término, reproducir tan sólo
aquellos romances genuinamente tradicionales. Qui-
zás hubiera sido más conveniente para la vulgariza-
ción de nuestro caudal folk-lórico, transcribir otros
que, formados sobre asuntos modernos o teniendo
sus modelos en canciones españolas relativamente
antiguas, pero sin valor tradicional alguno, caen de
lleno en el grupo de los romances vulgares. Así me
ha sucedido con el del Señor don Gato, con el Casa-
: :

José M."- Chacón


miento de doña Catalina y otros del género burlesco.
Pero ¿puede haber un criterio único, inmutable para
la distinción perfecta entre los romances viejos y
los que no lo son ? ¿ Cuáles son los límites de la poe-
sía popular? ¿Dónde comienza lo vulgar? Bueno es
que traslade aquí algunos conceptos del egregio autor
del Tratado de los Romances Viejos, para no decir
mal lo que ya está dicho magistralmente
''Nuestra colección (habla de la Primavera y del
Romancero Tradicional) se contrae a los romances
viejos, entendiéndose por tales

i.° Aquéllos cuya existencia en el siglo XV cons-


ta de un modo positivo.
2." Todos aquéllos que, impresos en la primera
mitad del siglo XVI, ya en el Cancionero General
de 151 1, ya en el Cancionero de Romances de Ambe-
res, ya en las tres partes de la Silva de Zaragoza, ya
en pliegos sueltos góticos, ya en cualquier otro libro,

presentan los caracteres de la plena objetividad épi-


ca o del lirismo popular...
Los romances que, recogidos modernamente
3."

de en mejor o peor estado de con-


la tradición oral,

servación, pueden considerarse como variante de los


viejos o presentan un tipo análogo a ellos. En esta
parte hay que proceder con cautela, para no confun-
dir lo popular con lo vulgar, ni tampoco con las re-

miniscencias literarias que han llegado al pueblo más


de lo que piensa" (i).

(i) Tratado de los Romances Viejos, tomo II, págs. I2gri30. (Es
el tomo II de la Antología de Líricos Castellanos que publica la Bi-
blioteca clásica.)

100
Literatura cubana
Creo que los romances que ahora publico reúnen
estas condiciones. Todos, exceptuando el de Hilo de
Oro, y otros dos que doy en forma hipotética tan
sólo, tienen sus antecedentes, ya en tradición escri-

ta, ya en la tradición oral. En cuanto al de Hilo de


Oro, si no bastara una cita de Lope de Vega para
demostrarlo, presenta todos los caracteres de viejo
y, como tal, no han vacilado en considerarlo críticos
tan sagaces como D. Ramón Menéndez Pidal. El ro-
mance religioso y el fragmento que publico, también
presentan algunos de estos caracteres. Podrá pecar,
pues, esta modesta recopilación por defecto, pero
nunca por exceso. Faltarán algunos de los romances
tradicionales que conserva nuestro pueblo, pero creo
que ninguno de los que publico deja de pertenecer al
grupo de los viejos.

m
Literatura cubana

SECCIÓN PRIMERA

Romances con antecedentes concretos en el Roman-


cero Tradicional.

A) De reconocimientos: Las Señas del Esposo.


a) Versión de Camagüey:

—Buenos días, señor soldado.


— Qué se
¿ le ha ofrecido a usted?
— Que ha visto a mi marido
'¿ si
en guerra alguna vez?
la
—^Su marido no he lo visto,
déme usted señas de
las él.
—^Mi marido es alto y rubio
y de tipo aragonés;
en la p:mta de la lanza
un pañuelo lleva él,
cuando niña lo bordaba,
cuando niña lo bordé.
— Por las señas que me ha dado,
su marido muerto es,
y dejó en su testamento
que me case con usted.
— Siete años lo he esiperado
y otros siete esperaré,
y si a los siete no viene,
con usted me casaré.
— No te cases, mujer mía;
no te cases, Isabel,
que aquí tienes a quien buscas,
que aquí está tu esposo Andrés.

b) Versión de Matanzas:

Yo soy la recién casada,


¡ay!, ¡ay!, ¡ay!,

108
;

José M.» Chacón


que no cesa de llorar
mi marido me ha dejado
por seguir la libertad.
Pasa un soldadito extraño,
jay!, ¡ay!, ¡ay!,
le pregunto si usted ha visto,
¿ si usted ha visto a mi marido
en la guerra alguna vez ?
— >Si lo he visto no recuerdo,
déme usté las señas de él.

'
Mi marido es alto y rubio
y viste de aragonés;
en la punta de la espada,
i¡ay!, ¡ay!, ay !, ¡

lleva un pañuelo francés


con un letrero que dice:
siendo niña lo bordé.
— Por las señas que usté ha dado,
i
ay !, ay !, ay !,
¡ ¡

su marido muerto es,


y dejó en el testamento
que me case con usté.

^Siete años lo he esperado
y otros siete esperaré,
si a los catorce no viene,
viudita me quedaré.
—Dos hijos menores tengo,
ay !, ay !, ay !,
i ¡ ¡
^

y los dos los mandaré


uno en casa de doña Ana
y otro en la de doña Inés.
El otro mayor que tengo,
i¡ay!, ¡ay!, ¡ayj,
a ese yo lo mandaré
para que busque a su padre
y muera junto con él.

— Calla, por favor, mujer;


¡ay!, ¡ay!, ¡ay!,
por Dios, Isabel,
calla,*
que soy tu querido esposo
y tú mi buena mujer.
104
Llteraturm cubana
c) Versión de la Habana:
Este es el Mamhrú, señores,
que lo cantan al revés.
— '¿ Ha visto usted a mi marido

en la guerra alguna vez?


— ^Si lo he visto no me acuerdo,

déme usted las señas de él.


— ^Mi marido es alto y rubio
vestido de aragonés,
en la punta de la lanza
lleva un pañuelo bordes,
que lo bordé cuando niña,
cuando niña lo bordé.
— ^^Por las señas que me ha dado,
su marido muerto es,
que en la mesa de los dados
lo ha matado un genovés.
— ^Siete años lo he esperado
como una buena mujer,
y si a los ocho no viene,
a monja me meteré,
y a las tres hijas que tengo
yo las colocaré.
Una en casa de doña Juana,
otra en casa de doña Inés,
y la más chiquiritita,
con ella me quedaré
para que me friegue y barra
y me haga de comer.
Y ios tres hijos que tengo,
a frailes los meteré.
Y si no quieren ser frailes,
vayan a servir al rey,
que donde murió su padre,
que mueran ellos también.
—No hagas eso, mujer mía;
no lo hagas, Isabel.
que aquí tienes a quien buscas,
que aquí está tu esposo Andrés.
j,* Antecedentes en la tradición escrita. —En U
106
José M.* Chacón
tradición escrita, tanto como en la tradición oral de
España, encontramos antecedentes claros y concre-
hecho que las sirve de ar-
tos de estas versiones. El
gumento es tan general que se encuentra en los más
diversos pueblos, en las más distintas razas. Menén-
dez y Pelayo dice a este respecto:
"Se encuentra este tema en los cantos de la Gre-
cia moderna, en baladas alemanas e inglesas, en las

canciones francesas Germaine o Germine y Le Re-


tour du Mari, de las cuales se conocen muchas ver-
siones, en La Esposa del Cruzado, canción bretona,
y en una canción italiana. La Prora, más o menos
íntegra, en el Piamonte, en Genova, en Lombardía,
en Venecia, en la Marca de Ancona, en Ferrara y
en otras partes... En rigor, el asunto es humano, y
su expresión más poética y más antigua está ya en
la Odisea; pero es tal la semejanza que tienen estas
canciones en algunos pormenores, especialmente en
lo que toca a las señas del marido, que hacen pensar
en la transmisión directa de un tema original, naci-
do no se sabe dónde" (i).
Para proceder con método, trataré primero de los
romances conservados por la tradición escrita.
En la Primavera de Wolf (núms. T.S5 y 156), y es

referencia dada ya por Menéndez y Pelayo, encuen-


tro dos romances, de los que copio, del primero, su
comienzo y otros versos que importan a mi propó-
sito y del segundo, todo él, porque la semejanza con
;

(i) Tratado de los Romances Viejos, tomo II, pág. 501. (Es el
tomo XII de la Ant, de Lir. Castellanos.)

106
—— :

Literatura cubana
la segunda de las versiones cubanas es pasmosa:

—Caballero, — —
si a Francia ides, por mi señor preguntad,
y por que le conozcáis ^con poca dificultad,

daros he las señas del sin inguna falsedad:
el es dispuesto de cuerpo, —
y de mucha gravedad,

blanco, rubio y colorado, ^mancebo de poca edad,
el cual por ser hermoso, —
temo de su lealtad; etc.
(Códice del siglo xvi, en el Rom. gen. de Duran. Nota
de Wolf, Prim. 147.)

—Caballero —
de lejas tierras, llegaos acá, y paréis...

hinquedes la lanza en tierra, vuestro caballo arrendéis,

pregimtaros he por nuevas si a mi esposo conocéis.
— —
Vuestro marido, señora, ^decid, ¿de qué señas es?
— —
Mi marido es mo-sa y blanco, gentil hombre y bien
[cortes,
muy gran jugador —
de tablas y también del ajedrez.
En el pomo de su —
espada armas trae de un marqués,
\ un ropón de brocado —
y de carmesí al envés.
Cabe el fierro de lanza trae un pendón portugués,
Cfue ganó en unas justas —
a un valiente francés.

Por esas señas, señora, su marido muerto es
en Valencia lo mataron en casa de un ginovés;

sobre el juego de las tablas lo matara un milanés.

>Tuchas damas lo lloraban. caballeros con arnés,

sobre todo lo lloraba la hija del ginovés ; •


todos dicen a una voz que su enamorada es;
si habéis de tomar amores.
— —
por otro a mí no dejéis.

^No me lo mandéis, señor señor, no lo mandéis,

que antes que eso hiciese, señor, rronja me veréis.
— —
No os metáis monja, Sicñora, 'pues qu-e hacedlo no
[podéis.
estro marido amado, — ddante de vos lo tenéis.

En este romance encontramos los elementos esen-


ciales de nuestras versiones: i.*, la soledad de la es-
posa, sus congojas por el esposo ausente ; 2.*. la des-
cripción del marido, Las serias del esposo; 3.*, la no-
107
!

JoséM.^ChacÓH
ticia de su muerte; 4.^ el reconocimiento. Hasta en
los detalles tiene relaciones con la segunda de las
versiones cubanas. Pero este romance, que en el Ro-
mancero de Duran lleva la firma de Juan de Ribera,
pertenece al grupo de los artísticos popularizados, y
tiene, por tanto, antecedentes en otras canciones
más antiguas. Wolt señala (Prim, tomo I, pág. 276)
como fuentes los romances de Gaiferos y de Val do-
vinos.
El romance de Gaifero es sumamente largo (tiene
más de 600 versos si se cuenta por el sistema de

transcripción de Wolf, y unos 300 si se sigue el del

z'erso épico largo Grimm), y parece obra de un


de J.

juglar verboso, aunque no ajeno a los encantos de


la poesía popular. Cuenta el Romance cómo don Gai-

feros; incitado por Roldan, va a libertar a su esposa


Melisenda, llevando por armas las maravillosas del
héroe francés. Llega Gaiferos a Sansueña el viernes,
cuando los moros hacen solemnidad, rescata a Meli-
senda y tiene una gran victoria sobre los moros de
Almanzor.
El pasaje que se relaciona con el tema de las Señas
del Esposo, es el siguiente:


Caballero, si a Francia ides, ^por Gaiferos preguntad,

decidle que la su esposa se la envía a encomendar,

que ya me parece tiempo que la debía sacar.
Si no me
deja por mieda~<Íe con los moros pelear,

debe tener otros amores, de mí no lo dejan recordar:
¡lois ausentes por los presentes —
ligeros son de olvidar
——
Aun le diréis, caballero, por darle la mayor señal,
que sus justas y torneos ^bien los supimos acá:

y si estas encomiendas no recibe con solaz,
m
: ——— —
; ; ;

Literatura cubana

darlas heis a Oliveros, darlas heis a don Roldan,

darlas heis a mi señor al emperador mi padre:
diréis cómo estoy en Sansueña, —
en Sansueña. esa
[ciudad

que si presto no me sacan, moro me quiero tornar

— —
casarme he con el rey moro que está allende la mar;
de siete reyes de moros, reina me hacen coronar

según los reyes que me traen mora me harán tornar,

mas amores de Gaiferos no los puedo yo olvidar.

Gaiferos, que esto oyera, tal respuesta le fué a dar:
— —
No lloréis vos, mi señora, no queráis asi llorar,

porque esas encomiendas vos mesma las podéis dar,

que a mi allá dentro de Francia Gaiferos me suelen
[nombrar.
——
Yo soy el infante Gaiferos, señor de París, la Grande,
primo hermano de Oliveros, -sobrino de don Roldan,

amores de Melisenda son los que acá me traen.

{Prim, núm. 173.)

Elementos de este pasaje concordantes con Las


Señas del Esposo : La Soledad de Melisenda. Su
fidelidad. —Las preguntas por las nuevas de don Gai-
feros. —El reconocimiento.
El romance de Valdovinos dice así

—'Ñuño Vero, —
Ñuño Vero, buen caballero probado,

hinquedes la lanza en tierra y arrendedes el caballo;

preguntaros he por nuevas de Valdovinos el franco.

— Aquesas nuevas, señora, ^yo vos la diré de grado.

Esta noche, a media noche, entramos en cabalgada,

y los muchos a los pocos lleváronnos de arrancada:

herieron a Valdovinos de una mala lanzada;
fa lanza tenía dentro— de fuera la tieimbla el asta:

ü esta noche morirá, o de buena madrugada.
Si te plugiese, — fueses tú mi enamorada.
Sebilla,
— Ñuño Vero, Ñuño Vero,— caballero probado,
^mal
yo te pregunto por nuevas, — respóndeme
^tú contrario, al

109
:

José M.* Chacón



que aquesta noche pasada conmigo durmiera el franco
él me diera una sortija, —
y yo le di un pendón labrado.

Elementüs concordantes: Las preguntas por Val-


dovinos. —La falsa noticia de su muerte. —La propo-
sición de casamiento.
A este romance puso la siguiente nota D. Agustín
Duran: ''En éste, como en algunos romances, se ob-
serva la interrupción del asonante y su vuelta a él,

lo cual es un indicio de su mayor antigüedad com-


parada con lo de aquellos que siguen constantemente
la regla de la asonancia, como hechos por personas
más ejercitadas en la versificación. Los juglares y
los poetas cultoshan glosado con frecuencia este ro-
mance o sus fragmentos, y la situación que supone,
se halla repetida en algunos otros también viejos."
{Romancero General, tomo I, pág. 218.)
Tenemos, por consiguiente, que dos romances ca-
roHngios, de los más viejos y populares, intervienen
en el de Ribera. Nuestras versiones ¿proceden de los
mismos? ¿Bastan ellos para explicar su genealogía?
Entiendo que hay entre unos y otros un fondo de
identidad, una comunidad de asuntos, pero nunca
puede decirse que la fuente única de las versiones
Las Señas del Esposo sea estos ro-
tradicionales 'de
mances carolingios. Las situaciones comunes en los
temas más diversos, es hecho muy frecuente en la
poesía popular.Ya Menéndez y Pelayo hace constar
que puede haber un tema originario de todas, quizá
hoy perdido y nacido no se sabe dónde. Independien-
te de los carolingios, debió haberse popularizado en
110
:

Literatura cubana
España un romance cuyo asunto capital fuera las
Señas del Esposo, que no pasa, en los de Gaiferos o
\ aldovinos (i), de ser un episodio secundario. La
vulgarización enorme de este tema por medio de la
tradición oral parece comprobarlo.
2.** Antecedentes en la tradición oral. —La ver-
sión conservada por este medio que alcanzó primero
que ninguna la publicidad, es la que trae Duran en

la nota al romance de Ribera (tomo I, pág. 175 de


su Rom.). Es manifiestamente vulgar y es sin duda
el antecedente más próximo de nuestras versiones

Oiga, oiga, buen soldado,


si sois lo que parecéis,
¿a mi marido habéis visto
en la guerra alguna vez?
—^No señora mía,
lo sé,
dadme algunas señas del.
—Mi marido es gentil hombre,
gentil hombre y muy cortés;
monta un potro pelicano
más ligero que uno inglés,
y en el arzón de la silla
lleva las armas del rey.
con la su espada ceñida

(i) En el romance referente a la batalla de Roncesvalles: Por la


matanza va el viejo, hay un episodio análogo al nos ocupa, siendo
otro antecedente importantísimo del romance, cuyas fuentes se in-
vestiga. Trasladaré este pasaje:

— Caballero de armas blancas— <si los viste acá pasar?...


— Ese caballero, amigo,— dime tíi, qué señas ha?
Armas blancas son las suyas—y el caballo es alazán^
y en el carrillo derecho— él tenia una señal

que siendo niño pequeño se la hizo un gavilán.
— —
Ese caballero^ amigo^ muerto está en aquel pradal^

dentro del agua los pies, y el cuerpo en un arenal:

siete lanzadas tenía pasándole de parte a parte.
{Primavera, núm. 185.)

111
;

José M.* Chacón


con cinturón de morlés.
—Ese hombre que decis
habrá ya que murió un mes,
y manda en el testamento
que conmigo vois caséis.
-
— No permita Dios del cielo,
ni madre Santa Inés,
que fembra de mi linaje
se case más de una vez
de tres hijas que me deja,
la primera casaré,
la mediana será monja,
la tercera guardaré,
que me cuide y me aicompañe,
que me guise de comer,
y me lleve de la mano
en casa del coronel.
—^No vos acuitéis, señora,
señora, no os acuitéis,
miradme, miradme el rostro
por ver si me conceéis.
—Vos Mambrú, dulce esposo,
sois
que mi dueño y querer^
sois
vos sois... —
Cayó desmayada
en los brazos de su bien
la dama desfallecida
de tanto gusto y placer.
Después que hubo vuelto en si,
fuéronse juntos al rey,
que los recibió en sus brazos
al ir a echarse a sus pies.
Este es el Mambrú, señores,
que se canta del revés,
y una gitana lo canta
en la plaza de Aranjuiez.

En este romance, que tiene a veces los caracteres

de los llamados de fabla (i), se observa una curio-

(i) Véanse estos versos:


que fembra de mi linaje
... —se case más de una vez.
... No vos acuitéis, señora, —señora, no o» acuitéis, etc.

lis
,
Literatura cubana
sisima contaminación : la del romance de las Señas
del Esposo y la canción francesa de Mambrú. La
acción se encuentra muyrecargada y abunda mucho
el prosaísmo. La versión habanera presenta los mis-
mos caracteres. Indiscutiblemente tiene ahí su más
próximo modelo. Este, ¿ dónde lo tiene ? di- ¿ Procede

rectamente del romance de Ribera? Hay que pensar


en una fuente más popular. Compararé brevemente
los elementos de uno y otro: en el romance de Ri-
bera se describe minuciosamente la supuesta muerte
del esposo ausente y se le imputan a éste amores que
nunca tuvo. En el romance que insertó Duran no se
hace mención de nada parecido. El olvido parecerá
poco importante, pero a mí se me antoja decisivo
para excluir de este romance la intervención del de
Ribera. Los elementos que se pierden son esencial-
mente novelescos:

En Valencia lo mataron en casa de ginovés; —


sobre el juego de las tablas lo matara un milanés— ; etc.

y la musa popular, en los tiempos modernos, tiene


especial predilección por estos asuntos. En cambio,
nada se dice en el de Ribera sobre el porvenir de las
hijas, que viene a constituir como la tercera parte
del dje Duran. Creo, en una palabra que Ribera apro-,

vechó un romance tradicional, amplificó aquí, supri-


mió allá y adulteró en todas partes, y que este roman-
ce, el aprovechado por Ribera, sufriendo elaboracio-
nes continuas, viene a ser el modelo común de todos
los tradicionales. Hay, sin embargo, un hecho muy
curioso: mientras el romance de Duran y otros tra-

118
J. u. CHACÓN. Literatura cubana. 8
:

José M . Chacón
dicionales (entre ellos el de la Argentina, publicado
por Ciro Bayo en la Revue Hispanique, tomo XV,
1906, no se describe la falsa muerte del esposo,
en la tercera de las versiones cubanas que publico
encontramos narrado el hecho tan en sus detalles,

que repite algunos versos del romance de Ribera.


Esto puede explicarse, suponiendo una contamina-
ción : versos y episodios del romance de Ribera, van
a mezclarse con los conservados por la tradición oral.
También es posible que, a pesar de la vulgaridad que
caracteriza a esta versión, ésta conserve mejor que
los otros el tema del primitivo romance (i).

Cotejando las versiones cubanas, se observan gran-


des diferencias. La de Camagüey es mucho más sen-
cilla : falta el episodio de la muerte del esposo y todo
lo referente al porvenir de los hijos. Es, sin duda,
menos vulgar, por esta sencillez misma, que la ver-
sión habanera. Las Señas del Esposo y el Recono-
cimiento son iguales en una y otra versión. El ele-
mento tradicional que representa el número siete,

aparece en todas. La versión de la Habana, añade a


las que conozco de España lo referente al porvenir
de los hijos, pues aquéllas se limitan a hablar de las

hijas, y cuando de los hijos, lo hacen sin particulari-


zar. Algunos de estos versos, que se encuentran* tam-
bién en las versiones asturianas (V. la 27 de M. y P.),

son de efecto poético indudable

Y si no quieren ser frailes.

(i) De las otras versiones tradicionales no se hc.bla por brevedad


y por ofrecer pocas variantes. Es sumamente poética la de Asturias.
(M y P., núm. 28.)
111
Literatura cubana
vayan a servir al rey,
que donde murió su oadre.
que mueran ellos también.

Resumiendo (i): Las Señas del Esposo es un


tema de la poesía popular de casi todos los países.
La semejanza Señas ha hecho
del episodio de las
pensar a algunos en la existencia de un tema común,
nacido no se sabe dónde y quizás perdido. Los ro-
mances carolingios de Gaiferos, Valdovinos, Batalla
de Roncesvalles..., son los más antiguos anteceden-
tes escritos de las versiones tradicionales. Estas son
independientes de aquéllos : las semejanzas se expli-
can por la- generalidad del episodio de las Señas. El
romance de Ribera aprovecha un romance tradicio-
nal, y luego interviene, por contaminación muchas
veces, en otros. La versión habanera responde prin-
cipalmente a este último tipo y presenta ciertas va-
riantes; las de Camagtiey y Matanzas, mucho más

(i) Después de escrito este estudio llega a mi noticia una versión


mexicana, que ha recogido y conserva inédita mi amigo D. Antonio
Castro Leal, joven que honra la erudición de su país Con su venia
voy a reproducirla aqní:

Yosoy una pobre viuda


que nadie me gozará,
me abandonó mi marido
por estar en libertad.

—Pues, óigame usted, señor:


<no ha visto usted a mi marido?
— Señora, no lo conozco,
déme las señas que pido.
— Mi marido es blanco y rojo
y tiene algo de cortés,
en el puño de su daga
tiene un letrero francés.

-Sonora, sí usted quisiera

115
— :

José M.'^ Chacón


sencillas, se concretan exclusivamente al episodio de
las Señas. A pesar de las variantes, en ninguna de
las versiones se descubren elementos indígenas (i).
B) Romances que refieren tragedias domésticas
I. La Esposa infiel.

Mañanita, mañanita,
mañanita de San vSimón,
esítaba una señorita...
sentadita en su balcón.
Ha pasado un caballero
hijo del emperador
y cuando llegó hasta ella
le ha cantado esta canción:

nos casaríamos los dos,


su pcrsonita y la mía
y la voluntad de Dios.

—^Tres años que lo he esperado


y cuatro lo esperaré,
y si a los siete no viene
<qué he de hacer?, me casaré

Otra versión termina de este modo:


Con mi túnico negro
y mi táp;ilo café
me miraba en el espejo:
¡qué buena viuda quedé!
Adviérteme mi amigo que este final está arreglado con versos del
mexicano.
hirrino

Otras versiones hacen mención al sitio de Puebla:


Y en ese sitio de Puebla,
lo mató un traidor francés.

Nota Castro Leal una particularidad en estas versiones: las


el Sr.
frecuentes consonancias que hay en las mismas:

marido-pido; esperaré-casaré; café-quedé; etc.

Cree mi erudito amigo que estas alteraciones métricas son ajenas,


a diferencia de lo que ocurre en la Argentina, a 1; s artificios de la
poesía artística.
(i) Como sucede en el argentino, cuando se habla del «visorrey
Cañete».
Tanto es la versión habanera como en la camagüeyana, se ob-

116

Literatura cubana
—Ábreme la puerta niña,
ábreme la puerta sol,
que vengo muy cansadito
de tocar el acordeón.

La niña se levantó
• •
?

y la puerta le abrió.
—Entra mi dueño y mi amado
que mi marido salió...

servan en sus óltimos versos reminiscencias del rom. del Rapto de


Isabel^ por la introducción de este nombre en las mismas:

No hagas eso, mujer mía,


no lo hagas, Isabel.

En la Habana hay, como en


la madrileña, una contaminación evi-
dente en canción de Mambni hecho que no ocurre en la de Ca-
la
raagüey. He recogido varias versiones de este cantar francés, de
las que publicaré ahora, como muestra, la más completa. Tiene
aquí, como debió tener en las primeras versiones, todos los carac-
teres de una dolorosa elegía:

En Francia naeió un niño,


iqué dolor, qué dolor, qué pena!
en Francia nació im niño
de padre natural,
do re mi, do re fa,
de padre natural.
Por no tener padrino,
jqué dolor, qué dolor, qué pena!,
por no tener padrino,
Mambrú se ha de llamar,
do re mi, do re fa,
Mambrú se ha de llamar.
Mambrú se fué a la guerra.
no sé si volverá,
do re mi, do re fa,
no sé si volverá.
Si vendrá para Pascuas,
[qué dolor, qué dolor, qué pena!,
sivendrá para Pascuas
o para Trinidad,
do re mi, do re fa,
o para Tiintdad.
Por allí viene un paje,
(qué dolor, qué dolor, qué pena!,

117
— :

José M.* Chacón


a los montes de León.
Estando en estas razones,
el caballero llegó:
—Ábreme la puerta, luna,
ábreme la puerta, sol,
que aquí traigo un león vivo
de los montes de Aragón.—
La niña se ha levantado
blanca, muda y sin color
— O tú tienes calentura,
o tú tienes nuevo amor.
—Yo no tengo calentura,
ni tampoco nuevo amor,

por allí viene un paje,


¿qué noticias traerá?
do re mi, do re fa,
¿qué noticias traerá?
Las noticias que trae,
iqué dolor, qué dolor, qué pf na!,
la noticia que trae
es que Mambrú ha muerto ya,
do re mi, do re fa,
que Mambrú ha muerto ya.
La caja que llevaba,
jqué dolor, qué dolor, qué pena!,
la caía que llevaba
es de terciopelo azul,
do re mi, do re fa,
de terciopelo azul.
Encima de la caja,
iqué dolor, qué dolor, qué pena!,
encima de la caja
un ramillete va,
do re mi, do re fa,
un ramillete va.
Encima del ramillete,
¡qué dolor, qué dolor, qué penal,
encima del ramillete
un pajarito va,
do re mi, do re fa,
un pajarito va.
Cantando el pío, pío,
¡qué dolor, qué dolor, qué pena!,
cantando el pío, pío,
el pío, pío, pa,
do re mí, do re fa,
el pío, pío, pa.

118
— :

Literatura cubana
sino que se me han perdido
las llaves del tocador.
— Si las tuyas eran de plata,
de oro te las traigo yo.

Estando en estas razones,


el caballero tosió.
—¿De quién es ese sombrero
que en mi casa veo yo?
—Es tuyo, esposo mío,
el
que mi padre te mandó,
pa que fueses a las bodas
de mi hermana la mayor.
—^¿De quién es ese bastón,
que en mi percha veo yo ?
— Es el tuyo, esposo mío,
que mi padre te mandó
pa que fueses a las bodas
de mi hermana la mayor.
— ¿ De quién es esa escopeta
que en la mesa veo yo?
Es el tuyo, esposo mío,
que mi padre te mandó,
pa que fueses a cazar
a los montes de León.
Estando en estas razones
el caballero tosió.
—Mátame, marido mío.
que te he jugado traición.
La ha cogido de las manos

y al campo se la llevó.
Tres puñaladas le ha dado
traspasando el corazón
la niña murió a la una,
a las dos su nuevo amor.

I." Antecedentes en la tradición escrita.

También éste es un tema muy generalizado y en


119
: — : .

José M.* Chacón


ambas tradiciones hay antecedentes indubitables del
mismo (i).

Los romances 136 y 136a de la Primavera de Wolf


desenvuelven poéticamente dicho asunto. Dice así e!

primero

(d?, bitanga niña)


Blanca sois, señora mía, más que el rayo del sol
¿si la —
dormiré esta noche desarmado y sin pavor?
f|ue siete años, había, siete, —
que no me desarmo, no.

Más negras tengo mis carnes que un tiznado carbón.
— —
Dormidla, señor, dormidla, desarmado sin temor,

que el conde es ido a la caza a los montes de León.
— —
^Rabia le mate los perros, y águila el su halcón,

V del monte hasta casa a él arrastre el morón.
Fallos en aquesto estando, — —
su marido que llegó:
— ;Oué hacéis, la Blanca niña, ^hija del padre traidor?
— —
Señor, peino mis cabellos, peinólos con gran dolor,

(i) Los romances de la Esposa Infiel^ no son solamente anti-


guos sino que alcanzaron gran popularidad durante todo el siglo
XVI y primera mitad del XVII. Lope de Vega en su auto La Locu-
ra por la LLonra y en la comedia del mismo 'título, trae versos ínte-
gro de los mismos, que dan gran eficacia poética a la composición.
No he logrado vor la comedia (a), pero sí el auto. Transcribiré el
pasaje que desenvuelve el tema del romance:
Blanca. Yo me levantara un lunes,
un lunes de la Ascensión...
Hallo mi puerta enramada,
no de verbenas en flor,
de rosas alejandrinas
de blanco azahar de limón...
No me la enramó escudero,
ni hijo de labrador
que este galán no desciende
del que la tierra labró...
Cantaron luego canciones
tan dulces, que de su voz,
como sirenas dejaron
mis oídos en prisión...
Díjele al príncipe mío:
mira, dije, tuya soy;

120
— .

Literatura cubana
que me dejáis a mi so'la —y a los montes os vais vos.
— Esa palabra, niña,— no era sino traición:
la
¿cuyo es aquel caballo—que abajo relincihó? allá
— Señor, era de mi padre,—y envióslo para vos.
— Cuyas son aquellas armas— que están en corredor
; el ?

— Señor, eran de mi hermano,— hoy os envió. ^^y las


— ¿Cuya es aquella lanza,—desde aquí veo yo? la
— Tomadla, conde, tomadla,—imatadme con vos, ella
que aquesta muerte, buen conde, — que la merezco ^bien
pf^f} *.! •
, [yo.—
(Procede del Can. de Rom. de 1550. Primavera, to-
mo I, 8." de la Ant. de- Lír. Cast., pág. 252.)
No sólo el asunto, sino situaciones y episodios idén-
no importa que venga a verme
luego que se ponga el sol.

El sol es puesto y no viene.


Príncipe. Sí viene, Blinca, aquí estoy. .

como soy noche, entré yo.


. .¿Podré pasarla
.

contigo?
Blan'ca. Esta noche y dos:
que el sosiego es ido a caza,
a los montes de Sión...
Lo«5 perros de su cuidado
mate el famoso león...
Las águilas á^. rapiña
maten el querido azor; etc.

Tiene principal correspondencia con la versión castellana que


aun se canta en Cataluña (núm. 254 en Milá, y 20 en M. Pelayo):
Un día por 1» mañana,— mañanita de Y Ascensión,
traba la puerta —
enramada la linda flor de limón.
Las versiones de este tipo no aparecen en las otras secciones del
romancero tradicional de Menéndez y Pe!ayo. Entre los judíos es-
pañoles se conserva en forma parecida:
Yo me levantara un lunes; — un lunes antes de albor,
hallé mi puerta enramada— de rosas y nuevo amor.
(M y Pidal, núm. 78 de su Catálogo,)
(a) No está en ninguno de los trece tomos de la edición acadé-
mica de Lope, ni mucho menos en Rivadeneyra. \íenéndez y '
ela-
Í^o (Tomo ed. académ'ca, pág.
II, LXXXV)
habla de esta particu-
aridad de la comedia, y bajo su gran autoridad es que me he atre-
vido a afirmar dicha noticia.
José M. .^ Chacón
ticos se repiten en las versiones orales, españolas y
cubanas.
Como dije antes, es un tema muy difundido en
todas partes. Wolf habla en una nota de su Prima-
vera de los trabajos de Du Merill sobre este punto
en su Histoire de poésie scandinave. Prolégoménes.
El sabio francés traduce a su lengua natal el Roman-
Conde Lombardo y lo compara luego con sus
ce del
Dinamarca y Escocia. La obra
similares de Suecia,
de Du Merill se publicó nada menos que en 1839,
Nada entonces se sabía de las versiones puramente
tradicionales. Pasma la cantidad de las mismas, si

bien en todas parece notarse que la ingenuidad y gra-


cia del tema primitivo, en virtud de amplificaciones
constantes, se van perdiendo, acercándose cada vez
más el romance a la poesía vulgar, que no es poesía

del pueblo, sino degeneración evidente de la mis-


ma (i).
2.** Concordancias y antecedentes en la tradición

oral.

Este estudio se haría desmesuradamente largo, si

fuera a transcribir las versiones tradicionales, ya de


España, ya de Portugal, ya de la América española,
las cuales están al alcance de todo el mundo, mer-

(i) Menéndez y Pelayo {Tratado de los Romances Viejos, to-


mo II, págs 5 'i y siguientes) señala otras concordancias escritas:
Rosa fresca, rosa fresca,— tan garrida y con amor,
cuando vos tuve en mis brazos,— no vo?? supe servir, no;

y ahora que os serviría, no vos puedo haber, no.
(Número 115 de la Primavera^
y el nutridísimo grupo de canciones, que pudiéramos llamar ciclo de
la bella pial-maridada.

122
— : — :

Literatura cubana
ced a tantas excelentes recopilaciones (i). Me con-
cretaré a señalar la versión andaluza que creo es la
más parecida con la que conserva nuestra tradición
oral:

Mañanita, mañanita, —«mañanita de San Simón,


estaba una señorita —sentadita en su balcón,
muy peinada y muy lavada, — de arrebol.
los ojitos
Ha pasad'un cabayero, — hijo emperador, del
con en
la s^uitarra mano, — tocándorel
la estrebol.
— Quién durmiera con luna,—quién durmiera con
¡
ti, ti,

[sol!
—Mi marido no está en casa,—que está en montes de
León
y para que no biniere— echaré una mardisión.
le
A eso de benir er —er marío que yamó
día,
—Ábreme puerta, luna,—ábreme puerta,
la la sol,
que un pajarito—de
te traio^o montes de León.los
Se ha levantado niña—mudadita
la color: la
— Has tenido calentura—o has tenido mal de amor
^'
?

— Ni he tenido calentura—ni he tenido mal de amor;


'.ves'ha perdió yabe—de tu hermoso tocador.
la
— yabe era de
Si la —de plata Tharé yo;
jierro, te
qu'er jerrero está'n fragua — y er platero en er mesón,
la
r.stando en estas razones, — er cabayo relinchó:
— ;De quién ese cabayo—que en cuadra relinchó?
es la
—Tuyo, tuyo, cabayero,—mi padre compró. te lo
Biba padre mir años—qu'en bida
tu heredo lo yo.
—^:De quién esa escopeta—qu'en un rincón beo yo?
es
— Tuya, tuya, cabayero, padre que mi
dio te la

(t) Menéndez v Pelayo, en su Romance 7 radkional (tomo X de


la Ant.de TJr.) trae las simientes versiones; una en Asturias, tres
de Andalucía, don de Cataluña (muy modificadas), y dos también
de los judíos españoles. Sobre las versiones portuguesas, Cantos
populares do Archipiélago Acoriano (D. Alb'írto, Flor de Mnrilia).
Sobre las amí^ricanas. Los Romances Tradicionales en América, por
D. Ramón Menénde^ Pidal. (Vá'^ame la Virgen pura válgame el —
señor San Gi', oá?. 8t en Cultura Española núm. i). En las que pu-
blicó Ciro Bayo en la Revue Hispanipue no encuentro nada sobre
este tema (He consultado hast» toit.)
; —

José M.^- Chacón


pa que cases sirgueros— de
los montes de León. los
—¿De quién es ese capote— ensima ese siyón?
cju'está
—Tuyo, tuyo, cabayero—que mi padre te lo dio.
— ¿'Y boías que debajo—que desd'aquí beo yo?
las
—Tuyas, tuyas, cabayero—mi padre compró. te las
Y agarra de mano—y en alcoba metió.
la la la la
— Quién es aquer €abayero--<[u'en cama veo yo
¿ la ?
— Es er novio de mi hermana, — de mi hermana mayor. la
Y coge de mano— a su padre se yebo.
lia la ^y la

La niña murió a la una —y er cabayero a las dos (i).

Las concordancias son fáciles de indicar (2). La


variante principal de la versión cubana, está, para
mí, con el estribillo:

estando en estas razones


el caballero tosió

que hace que ella misma, la esposa infiel, descubra


la traición a su marido.
Conviene notar que de todas las versiones que aquí
se publican, esta de La Esposa infiel es la más rara,

perdiéndose cada vez más en la memoria de las gen-


tes. Entre los niños no la he oído cantar una sola
vez, costándome un trabajo inmenso recoger su mú-
sica, sabida de muy pocos. Sin embargo, sé que si

hoy no se canta en los juegos infantiles, lo fué hace


años, según me aseguran personas de edad provecta,
que la recitaban en corros cuando mozos.

(i) Micrófilo, Folk-lore Guadalcanalense, 75-76. Rep. por M. y P


en el Rovi. 7'rad., pág. 180.
(2) Véase lo que dice en la introducción respecto al episodio del
león.

J24
; :

Literatura cubana
2." Romance de Isabel:
a) Versión recogida en Camag^ey:

En Madrid hay un palacio


que le dicen de Oropel,
y alli vive una muchacha
que la llaman Isabel.
Un día estando jugando
al juego del ajedrez,
viene un conde y se la lleva
a la pobre de Isabel.

—¿Por qué lloras, hija mía?


¿ Por qué lloras, Isabel ?
Si lloras por padre y madre
no los volverása ver
si lloras por tus hermanos,
prisioneros han de ser.
— No lloro por nada de eso,
ni por cosa de interés,
sino por el cuchillo de oro
que tú llevas al revés.
— Si me dices para qué

—'Para partir esta pera,


1

que vengo muerta de sed.

» b) Versión recogida en la Habana

En el monte hay un palacio


que le dicen de Oruzbel,
y allí vive una muchacha
que la llaman Isabel.
Un dia estando jugando
lindo juego de alfiler,
viene un duque y se la lleva
a la pobre de Isabel.
»
—¿Por qué lloras, hija mía?
¿ Por qué lloras, Isabel ?

125
:

J|o s é iVL .
"'
C h a c ó u

Si lloras por padre y madre,


en guerra los maté,
la
si lloras por tus hermanos,
prisioneros han de ser.
Yo no lloro por mis padres
ni por mis hermanos tres;
yo no lloro por nada de eso
ni por ningún interés.
Lloro por el puñal de oro.
— Si me dices para qué

Apenas se lo hubo dado,


con el puñal le mató.

i.° Antecedentes y concordancias en la tradición

escrita
Este tema, común como los otros a la poesía de
los pueblos más diversos, tiene su expresión escrita
más antigtia y de mayor valor estético en el conoci-
dísimo romance viejo que empieza:

A caza iban, a caza, etc.

impreso por primera vez en el Cancionero de Ro-


mances (s. a.) y que Wolf publica en su Primavera
entre los del grupo caballeresco (núm. 119). Lleno
de reminiscencias feudales, reflejando ese género es-
pecial de caballerismo ajeno a la pura poesía caste-
llana, presenta tales caracteres que hace aceptar por
buena la hipótesis que lanzó D. Marcelino Menéndez

y Pelayo respecto al primitivo origen forastero de


este admirable romance (i). ¿Dónde nació? Imposi-
ble parece contestar a esta pregunta. Recórranse una

(i) Cf. su ly atado de los Romances Viejos^ tomo II, cap, XIII, pá-
gina 507. Es el tomo XII de WAnt. deLir. Cast.

126
: —
!

Literatura cubana
a una innumerables colecciones de poesías y
las casi

leyendas populares de Dinamarca, de Suecia, de Ale-


mania, de varias regiones de Italia, etc., y en donde
cjuieraveremos surgir este tema, unas veces acercán-
dose muclio a nuestro romance, otras, no teniendo
sino un punto solo de contacto el de la venganza —
femenina, —pero siendo siempre, con mayor o menor
Sea
viveza, un trasunto de las costumbres feudales.
cual fuere el origen de este romance, no cabe duda
de que es uno de los más arraigados en la viva tra-

dición del pueblo. En Asturias, entre los judíos de


Levante, etc., se han recogido versiones orales mtiy
poéticas, que ofreciendo variantes de consideración,
coinciden siempre en la venganza de la mujer ultra-
jada. Y sorprende aun más, que en estas tierras dei
Nuevo Mundo, al través de los siglos, versos enteros
del célebre romance viejo —no ya sólo el asunto
se repitan por nuestros niños, haciendo sus delicias.

Transcribiré el romance 158 de la Primavera para


que se vea la innegable semejanza que ofrece con la

canción de Isabel

A —
caza iban, a caza los cazadores del rey,
ni fallaban ellos —
caza ni fallaban qué traer.
Perdido habían los halcones, —
mal ios amenaza el re
¡


Arrimáranse a un castillo que se llamaba Maynés (O-

Dentro estaba una doncella muy fermosa y muy cortés;
siete condes la demanda —
^y así facían tres reyes.


Robárala Rico Franco, Rico Franco aragonés:

Llorando iba la doncella de sus ojos tan cortés.

Halágala Rico Franco, Rico Franco aragonés.

(i) ¿No hace pensar esta palabra que el Oropel de nuestras ver-
siones sea una corruptela de Maynes?

V^",
— ; : ;:
;

José M.^ Chacón '

— Si —
padre o madre, nunca más vos los veréis
lloras tu
billoras los tus —
hermanos, yo los maté todos tres.
— Ni lloro padre ni madre, —ni hermano todos tres

mas lloro mi ventura, que no sé cuál ha ae ser.

í'restédesme, Rico Franco, vuestro cuchillo vigués,
——
cortaré fitas al manto, que no son para traer.
Rico Franco, de córtese, ^por las cachas lo fué tender;
la doncella, que era artera,—^por lo.s pechos se fué a me-
[ter
así vengó padre y madre, — aun hermanos todos
^y tres. .

Como se ve, la semejanza es mayor con la segunda


de las versiones cubana.
2.° Antecedentes y concordancias en la tradición
oral.

Los cinco romances recogidos en Asturias y que


publica M. y Pelayo en su Royyi. Trad. bajo el título
común de Venganza de Honor los cuatro primeros,
y de La Hija de la Viudina el último y más bello de
todos, no presentan con nuestro tema sino las rela-
ciones de un mismo fundamento común. El desarro-
llo es distinto, y los episodios, diversos. El más largo

y el más pintoresco. La Hija de la Viudina, refiere


cómo una doncella defiende su honra de dos caballe-
ros, que la llevan de su propia casa a lo más solita-

rio del vecino monte, lugar donde hiere la fiera guar-


dadora de su honor a uno de los caballeros, con el
cual —admirado éste de su condición se casa más —
tarde. Hay versos de soberana belleza:


Fuéronse por unos montes, f uéronse por una montiña

en un robledal findaban^ al pie de una fuente fría.
En un robledal fincaban — de amor erequerían la
e maguer que estaba —su honor defiende niña.
sola, la

128
: ;

Literatura cubana
—.Perdón —
a los cielos pido, e a vos mi perdón pedía;

porque perdonarme quiere la Virgen Santa María.

Con el agTja de la fuente diérale perdón la niña

con el agua de las fuentes sus pecados lavaría.

Las versiones tradicionales que mayores analogías


presentan con las de Cuba, son la infantil recogida
por Sergio Hernández de Soto y las varias que se
conservan entre los judíos de Levante. Estas últimas
son las más importantes desde el punto de vista tra-
dicional. He aquí una de las preciosas versiones pu-
blicadas por Menéndez Pidal


A caza iban, a caza, caballeros con el rey,

que nin bailaban la caza nin hallaban qué traer.

Arrimáronse a un castillo enforrado de oropel,

dentro estaba una doncella, biia era de un mercader...

ganóla un Rico Fraile, Rico Fraile aragonés.
'Allá lloraba la infanta —
lágrimas de cuatro en tres.
— Si llor;is por el tu padre, —
él mi carcelero es.;
si lloras por tus hermanos, —
^\"o los maté a todos tres.
— —
Lloraba mi desventura, de tan negra que me fué.
(Catálogo núm. 85, en Cultura Española, 1907.)

Hallazgo peregrino el de esta versión — como tan-


tas otras que vienen a demostrar> cuando menos, la

maravillosa vitalidad del romance viejo —explica per-


fectam.ente la genealogía de las versiones cubanas.
Como en éstas, encontramos el curioso cambio del
nombre Maynes, por Oropel; como en éstas, el Juego
del ajedrez (en la versión de M. y Pelayo), que no
aparece en la tradición escrita, interviene también
aquí ; como en éstas, en fin, el desenlace de las ver-
siones judías lo constituye la venganza de la blanca
niña (nuestra Isahel), matando a su raptor con su

129
J. M. CHACÓN. Literatura cubana. o
— : :

José M.«^ Chacón


propio puñal de oro, después de un ingenioso engaño.
Conviene advertir que este final, no exento de gra-
cia poética, es casi un lugar común en el Romancero.
D^e jando a un lado los romances del mismo o pare-
cido asunto, le vemos también en los picarescos de
Melisendra, en los de Gallarda (aunque en sentido in-

verso) y otros que ahora escapan a mi memoria.


En la versión de la Primavera (Rico-Franco) y en

las judías tradicionales que he transcripto, no apa-
rece el nombre de Isabel. ¿De dónde nos ha llegado?
¿Será una ligera reminiscencia de los patéticos ro-

mances de doña Isabel de Liar, inspirados quizás


en la famosa leyenda de doña Inés de Castro, in-
mortalizada en la epopeya por Camoens? Nada de
extraño tiene, aunque afirmarlo fuera temerario. Lo
que puede afirmarse, sí, es que esto no es particula-
ridad de nuestra versión ; en uno de los cantor infan-
tiles que inserta Sergio Hernández de Soto en su co-
lección de Juegos etc., de Extremadura (tomo ITI de
la Bibliotecade las Tradiciones Españolas, pág. 39),
encuéntrase uno muy semejante a la nuestra y que
debió servirnos de modelo.
3. Delgadina (Angarina en Cuba).
a) Versión de la Habana

Pues señor, este era un rey,


que tenía tres hijitas,
y la más chiriquitica,
Angarina se llamaba.
Un día estando comiendo
que su padre la miraba
— Papaito, estoy delgada
porque estoy enamorada.
130
: ;

Literatura cubana
— Corran, corran, mis criados
y enciérrenla en un cuarto:
de beber, agua salada
de comer, migas de pan.
— Hermanitas, hermanitas,
denme un vaso de agua,
que mi pecho ya se abrasa
de la sed que me arrebata.
— No podemos, Angarina,
que mi padre nos matará.
— ^Mi madre...

que allá cerca está la fuente


que me alivia de la sed.
Su padre que así la oyera,
a libertarla mandó;
la niña ya se había muerto
y el padre pronto murió.
Angarina fué a la gloria,
los ángeles la llevaban.
El rey se fué a los infiernos,
los demonios le acompañan.

b) Versión de Camagüey

Pues señor, éste era un rey


que tenía tres hijitas,
^la más chiriquitica,
Angarina se llamaba.
Cuando su madre iba a misa,
su padre la enamoraba,
y cuando su madre volvía,
todito se lo contaba,
—Corran, corran mis criados
y enciérrenme a Angarina
en el cuarto más obscuro
que da para la cocina.
Ño le den de comer...
ni tampoco de beber...

—^Hermanita, si eres mi hermana,


181
:

José M.* Chacón


me darás un vasito de agua,
que este pecho se me abrasa
y este corazón se inflama.
— iHennanita yo te lo diera,
pero padre el rey no quiere (ibis).
— Mamaita, si eres mi madre,
me darás un \asito de agua,
que este pecho se me abrasa
y este corazón se me inflama.
— Hija mía, yo te lo diera,
pero tu padre, el rey, no quiere (bis).

A los cuatro días siguientes,


Anga^ina muerta estaba,
y los ángeles del cielo
repicaban las campanas.
En el cuarto del reicito,
los diablos con los diablitos;
en cuarto de Angarina,
el
los ángeles y serafines.

Este romance, no muy limpio, aunque sí poético,

es de los más popularizados en España I.a versión


primera que publicamos, presenta con menos bruta-
lidad la horrible pasión del padre de Delgadina. En
todas las notas comunes son : el amor incestuoso del

rey moro (unas veces expresado sin retoques algu-


nos, otras con cierta ambigüedad de mejor efecto,
moral y poéticamente hablando) la prisión de Del- ;

gadina y sus horribles tormentos y, por último, la


triunfante apoteosis de Delgadina, conducida al cielo
por los ángeles, y el eterno castigo de su padre

Las campanas de la gloria,


por Delgadina tocaban; etc.

El tema de Delgadina no tiene antecedentes en la

132
Literatura cubana
tradición escrita del romance, pero sr algunos muy
curiosos en varias narraciones en prosa, de las que
da noticia Menéndez y Pelayo en su clásico Tratado
de los Romances Viejos (i). Dejando a un lado la
novela de Apolonio de Tiro y el poema castellano de
mester de clerecía (2), inspirado en ella, que por

(i) Tomo II, págs. 513 y siguientes.


(2) Como el libro de Apolonio no anda
en manos de todos, creo
interesante citar el pasaje concordante con el asunto capital de
estos romances.
3. En el Rey Antioco vos quiero comencar

4. Ca muriósele mr.ger con qui casado era,


la
Dexole huna genta de grant manera:
fija
Non sabían en el mundo de beldat eompayera
Non sabían en su cuerpo de senyal reprendedera
5. Muchos fijos de reyes la uinieron pedir,
Mas non pudo en ella ninguno abenir:
Quo en este comedio tal cosa ha contir,
Ques para en conceio verguenca de decir.
6. ti pecado que nunca en paz suele seyer,
(anto pudo el malo boiuer e reboluer.
Que fico ha Antiocho en ella entender
Tanto que se quería por su amor perder.
7. Quo a la peyor la cosa ha de venir,
Que ouo esu voluntat en ella ha de complir;
Pero sin grado lo houo ella de consentir
Que veydía que tal cosa non era de sofrir.
29. La duenya por este fecho fué tan enuergoncada,
Que por tal que muriese non quería comer nada;
Mas huna ama vieja que la ouo criada,
Ficol creyer que non era culpada.

II. Ama, dixo la duenya, jamas por mal pecado


Non deuo de mi padre seyer el amado,
Por Uamar-me el fija tengolo por pesado.
Es el nombre derechero en amos enfogado.
Este es el pasaje que guarda más relaciones con el tema en que
me ocupo. Narra después el poema como Antioco, por no perder
a su hija y amada, propone un enigma a todos sus pretendientes,
«al que lo adeuinase que ge la daría de grado, el que no lo adeui-
nase sería descabegado*. El enigma era éste y haría relación a los
amores que abrasaban a Antioco:
«La verdura del ramo es come la rayu
De carne de mi madre engrueso mi ceruiz.»
las
::

José M.* Chacoíi


SU carácter erudito no debe haber influido poco
ni mucho en la tradición popular, considera M. y Pe-
layo los siguientes elementos 'literarios, como facto-
res probables en la elaboración de dichos romances
i.*^ La leyenda de I. a Doncella de las manos cor-
tadas, común a varios pueblos de la que se derivan
;

La versión castellana de Gutiérrez Díaz de Ga-

El rey Apolonio lo resuelve, y comienzan sus tribulaciones y aven-


turas. Todo el resto del poema se refiere a estas cosas. Naufragios,
llegadas a reinos desconocidos y hospitalarios, casamientos impre-
vistos, reconocimientos, en fin. todos los' elementos de la novela
bizantina, son los que vienen a dar asunto a las posteriores páginas
del poema. De los amores ¿e Antioco y su hija no se vuelve a decir
palabra, exceptuando esto? versos, que dice un marinero al rey
Apolonio:
989. Dil que es Antioco muerto e soterrado,
990. Oon el murió la fija que dio ei pecado.
9jr. Destruyólos ha amos hun rayo del diablo.
9Q2. Aél (a Apolonio) esperan todos por darle el reynado (a),

Se ve como nota diferencial entre este episodio del poema y ios


romances de Delgadina, que en estos la horrible pasión del rey no
pasa de insano deseo, mientras en el poema aquélla llega a realizar-
se. Los tormentos de Delgadina tampoco aparecen en el Libre de
Appollonio.
Aunque Menéndez y Pelayo afirma qne por su carácter erudito el
poema que me ocupa debió m.antenerse apartado de la pura tradi-
ción popular, no hay duda de que la leyenda que le sirve de asunto
es casi una nota común en la novelistica de varios pueblos.
in la literatura española tenemos el ejemplo famoso de Juan de
Timoneda, que en la Patraña 11 de su Patroñuelo, refiere paso a
paso las aventuras de Apolonio. Las fuentes del Patrañuelo han sido
fijadas ya por la erudición moderna. Así sabemos que intervienen
en la Patraña 1 los siguientes elementos:
1

a) Cap. 1 53 de la Gesta Ronianorum^ famosísima compilación de


la Edad Media. Este capítulo se incorporó tardíamente a la Gesta,
siendo en la misma una verdadera novela aislada. No puede haber
aquí sino una influencia inmediata.
b) Los varios novellieri italianos que refieren asunto análogo»
Influencia directa, «puesto que de Italia proceden todos sus
cuentos>. [b)
Enrigor científico, estos son los probables orígenes de la Patraña
II de Timoneda, pero, a mí se me antoja que pudo muy bien apro-
vechar alguna tradición conservada viva por el pueblo y trasladarla
a su prosa tan familiar y candida. No debe olvidarse que Juan de
Timoneda, era un espíritu esencialmente/<?/¿-/í'mAz, viniendo a ser
134
Literatura cubana
mes, en su Victorial, recogida en Francia o Ingla-
terra.
La catalana, contenida en la Historia de la filia
del rey de Hungría, que aun se conserva como cuen-
to en la tradición oral. Estas versiones españolas,
prueban la difusión en España de la leyenda.
2.° "El Recontamiento de la donzella Carcayona,
hija del rrey Nachrab con la paloma."

el más corto e ingenuo de sus libros, animado repertorio de di-


chos y sentencias del vulgo. He insistido en Timoneda, alejándo-
me quizá demasiado de mi asunto, porque quiero apuntar una hipó-
tesis acerca de la genealogía del romance de Delgadina. Por su
mismo carácter y aunque hoy se conozcan pocas ediciones del
mismo, el libro de Timoneda, debió ser muy popular. El estilo llano
ajeno siempre a los artificios retóricos, la mezcla del verso con la
prosa, el empleo de formas métricas tan caras al pueblo como la
del romance, hicieron que se vulgarizara muchísimo el Fatrañuelo.
Desdeñado de las clases cultas, no aprovechado por lo menos, hizo
las deHcias de las gentes *de baja a servil condición». Pues bien,
¿qué extraño sería entonces que se mezclase su recuerdo con los
versos de la tradición de Delgadina? No creo que haya iufluído en
lo capital de la leyenda, pero no alcanzo a explicarme la existencia
del nombre Silvana (común a los romances asturianos y portugue-
ses de este asunto) sin recurrir a la Patraña ii de Timoneda. El
nombre más generalizado en la tradición oral es el de Delgadina;
El de Silvana es mucho más raro y no tiene que ver nada con el an-
terior, ni hay asomos de corruptela de otro más antiguo que se pa-
reciere a Delgadina. Aquí tuvo su intervención Timoneda. Este nom-
bre de Silvana, parece ser un vago recuerdo de su libro más popu-
lar. Leemos, en efecto en Timoneda: «En esta confabulación entró
por la sala la infanta Silvania, hija del rey, hermosísima en extremo
grado» {c). Para lo que me propongo basta la cita: La Silvania de
i imoneda es la futura mujer de Apolonio, desempeñando papel
bien distinto a la desventurada Silvana de los romances de Asturias.

{a) Citamos por la edición paleográfica de Janer que contiene


rectüicaciones importantes a la príncipe de Pidal (Pedro J.), si bien
requiere otras. {Btb. de Ant. hsp. Tomo LVII, págs. 28 í y 291) El
insigne erudito norteamericano C. CarroU Marden, ha hecho recien-
temente (f9'S) una edición crítica de este poema, pero no hemos
podido utilizarla.
(¿)Vid. princip «Imente a Menéndez y Pelayo: Orís;enes dz la No-
vela^ tomo II, págs. XLVIII-LVIII. Para las fuentes de Timoneda
en Bocaccio, nada hay superior al estudio de Carolina Brown Bour-
land: Bocaccio and the Decameron in Castilian and catalán lilerature.

185
:

José M*. * Chacón


Este es el elemento a que más importancia con-
cede Menéndez y Pelayo en su Tratado. Consérvase
de esta tradición, que no es sino la de la Doncella de
las manos cortadas, dos versiones aljaminadas, am-
bas publicadas por el arabista Guillen Robles en sus
Leyendas Moriscas (i), lá primera en el prólogo, y
como curiosa variante, la segunda en el texto (pági-
nas 181-225).
Voy a transcribir de la segunda de las versiones
arábigas de la leyenda, el episodio que nos interesa
"Después vino a verla (a Carcayona, que había
estado siete años con su nodriza) su padre con los
grandes de su rreyno, y traxole brocados, y sedas y
joyas, con todos los deleites que pudo traer.
"Y entró adonde estaba v miró a su hermosura.

Tesis presentada por la autora para el doctorado de filosofía en


Bryn Mawr College, y publicada en la JCevzíe Hispanique; tomo XII.
(í) Bibl. de Aut. Esp. Novelistas anteriores a Cervant-s, pág. 146,
columna 2.^ Es muy significativo que Francisco M. de Meló, en su
farsa del Fidalgo Aprendiz^ se cite este romance con el nombre de
Sylvana y no el de Delgadina:
Paseábase Silvana —por un corredor un día,
A pesar de que la semejanza es leve, no creo que se pueda explicar
como mera coincidencia, ¡Quien sabe si Timoneda aprovechara una
tradición popular donde apareciera tal nombre' que después, con el
andar del tiempo, volvió a ser incorporada a la tradición orall
Si así fuera; si se admitiera esta pequeñísima intervención del li-
bro de Timoneda, en dichos romances no se desvirtuarían las afir-
maciones de M, y Pelayo respecto a que el poema de Apolonio no
intervino para nada en la elaboración popular. Timoneda, es cierto,
sigue paso a paso las aventuras del poema, pero esto se debe a la
identidad de asuntos, no a una imitación directa. El antiguo poema,
dice el gran maestro de la erudición, estaba entonces completa-
mente olvidado de todos, y no iba a inspirarse Timoneda en el so-
litario códice del mismo, no dado a la publicidad hasta el siglo XIX
merced a las iniciativas de D, Pedro José Pidal.
(i) fres volúmenes en la Colección dt Escritores Castellanos. Ma-
drid, 1885-86.

136
: :

Literatura cubana

y enamoróse deila, y comió y bebió con ella." Viene


después una larga disquisición religiosa (pues esta
leyenda estaba destinada, como tantas otras, a for-
talecer la fe de los hijos del Islam), y la idolatría de
la doncella (qe ella y el rey rendían culto a una
ídola de oro) comienza a decaer ante hechos mara-
villosos y a influjos de milagrosas palabras. Este
proceso de la fe de la doncella se refiere de un modo

muy poético. El episodio que me ocupa, sigue refi-


riéndose así:
''Después vino su padre a verla un día, y traxole
muchas joyas y comeres, y comió con ella, y miróle
a su hermosura, y rreposó un rrato, y levantóse a
ella, y besóla y demandóla su cuerpo.

—Pues, ¡oh padre!, ¿por qué quieres tu innovar


cosa que te avergüenzen por ello los días de tu vida
y empués de tu muerte?; ¿has oído dezir de algi'in

rrey que hiziese eso con su hija?


'Pues al punto el rrey tubo grande vergüenza de
.su hija, y salióse de allí, y dexola en sus placeres
como solía."
El tormento, dado que la leyenda se adaptaba a un
fin de edificación, se cuenta de este modo:
''Y publicóse el hecho (el de lá destrucción de la
ídola por la doncella) y hablaban de ello las gentes
y inculpaban al rrey dixiéndole
**

Si dexas tu hija así como se está, perderás tu
rreino.
"Y tomó el rrey muy grande cuidado, y fuese a
ella, y dixole
"
— ¡Oh hiya! tórnate de lo que estás, y no me
197
— :

José M."^ Chacón


eches a perder mi rreino, ni te apartes de nuestro
señor.
''.Dixole su hiya:
"
— Oh padre j ! yo te llamo al servicio de Allah, y
tú llámasme al servicio de las ídolas ; ¡ oh padre obe- !

dece a Allah, y di, como digo yo" que no hay señor


sino Allah, solo, que no hay aparcero con él, y darte
ha Allah el paraiso, y salvarte ha del íuego del in-
fierno.
''
— Oh hiya
¡ ! si tu (no) te desvias de lo que estás,
cortarte he las manos y sacarte (he) de mi rreyno.
''...y dixole la doncella:
"
—¡Oh padre! aunque me cortases las manos y
me quemes con fuego, no cesaré sino en servir a
Allah, mi señor, ¡ oh padre ! dexa el servicio de las
ídolas, que yo soy desengañante a ti; di, como yo
digo, que no hay señor, sino Allah, solo, sin es-
parcero.
"... Cuando vio aquello su padre, mandó venir un
sayón para cortarle las manos y cuando la donzella
;

lo vio estréchesele el corazón, y levantó su cabeza al

cielo llorando ;
3^^ ella quien dezia
" — ^¡ Oh quien creó los cielos y la tierra ! afirma mi
corazón y pon paciencia en mi, no te aires contra mí...
*'...y los ángeles lloraban por ella y rrogaban Allah

por ella, y las huríes del paraiso que se asomaban a


(verla a) ella.
''
... Pues en el momento mandó su padre cortarla
las manos, y ella que dezía
" Bismillahi —en el nombre de Dios, —señor de
los cielos : bismillahi, señor de las tierras ; bismillahi,

1B8
Literatura c u\is ana
el eterno en el señorío ; ¡ oh señor ! dame paciencia, y
afírmame en tu obediencia, y consuela mi corazón.
''Y lloraban todos los de los cielos y de la tie-

rra..." (i).
El elemento religioso que interviene en esta ver-
sión de un modo tan activo, mucho más, por cierto,

que en en parte por M. y Pelayo, da a


la transcripta

esta narración aljamiada cierta semejanza, no ya con


el romance de Delgadina, sino con otro tan viejo co-
mo éste aunque menos popular: el de Santa Catali-
na. La leyenda hagiog'ráfica de este romance tiene
sin duda relaciones evidentes con la de Carcayona.
Ambas heroínas son hijas de reyes, ambas profesan
una religión distinta a la de sus padres, ambas su-
fren martirio por no renegar de ella. Apunto este
detalle a modo de curioso antecedente de dicho ro-
mance.
Son numerosísimas las versiones de la tradición oral.
En el Romancero Tradicional, tantas veces citado,

corresponden a las versiones nuestras los núms. 50,


51, 52 (Asturias), 6, 12 (Andalucía), 2 (fragmentos
recogidos en la Montaña, por R. Ortiz), 2 y 3 (Cata-
luña) y 26 (entre los judíos de Levante). De las ver-
siones ibero-americanas que conozco, una de las más
completas y poéticas es las que da el Sr. Henríquez
Ureña (Pedro) en su estudio sobre los Romances de
América. La Sra. de Mencndez Pida), en su inapre-
ciable catálogo de Romances que deben buscarse en
la Tradición Oral (Rev. de Arch., 1906, Dbre., 1907,

(i) Leyendas Maricas, tomo I, págs. 183, 186, 209 y 213.


— : —

José M.» Chacón


Enero), ha publicado una interesantísima variante,
donde la heroína aparece con el nombre de Silvana.
En todas estas versiones, no sólo aparecen los mis-
mos elementos, sino que se repiten las mismas situa-
ciones. En todos los tormentos son los del hambre y
la sed. En todas hay las mismas invocaciones a la
madre y a hermanos, y en todas, por último, el
los
rey interviene cuando ya es demasiado tarde para
salvar a la desventurada doncella. Estas concordan-
cias, hasta en los detalles, sólo se explican aceptando
la existencia de una fuente tradicional común.
4. El Marido Traidor.

Dl makido traidor

Me casó mi madre,
chiquita y bonita,
con un sevillano
que yo no quería.
A los primeros días,
caricias me hacía,
y juraba quererme
por toda la vida.

A la media noche,
el picaro se iba,
me dejaba sola
por una querida.
Le seguí los pasos
por ver qué le decía
me puse a escuchar
y oí que decía
—'Para tí yo traigo
pañuelos de seda,
y a mi mujer le diera
pañolones negros,
Me volví a mi casa,

140
:

Literatura cubana
triste y afligida,
y cerré la puerta
como yo quería.
Me puse a coser,
coser no podía;
me puse a bordar,
bordar no sabía.
Me asomé al balcón
a ver si venía.

A los pocos momentos


oí que me decía
— ^Ábreme la puerta,
mujer de mi vida,
que vengo cansado
de ganar la vida.
— Tú vienes cansado
de andar con queridas:
toda la noche estabas
hasta ser de día.
—Mujer de los diablos,
quién te lo diría.
— Hombre de los demonios,
yo que lo sabía,
te seguí los pasos
y te perseguía.
Me ha dado de golpes,
me dejó tendida.

Esta versión no es de las que más abundan en Es-


paña. En la única sección del Romancero Tradicio-

nal de Menéndez y Pelayo, donde se han encontrado


antecedentes, es en la de los romances conservados
por los judíos españoles de Oriente. Es una moderni-
zación mal hecha: el fondo sigue siendo el mismo,
pero la nota pintoresca del romance se ha perdido.
Sin embargo, conservan ciertos rasgos típicos y aun
versos enteros de tema primitivo.
¡ii
:

José M.* Chacón


Publicando las versiones judías se comprobará la

certeza de estas afirmaciones:

VERSIÓN DE ANDRINOPOLIS

Horicas de tarde el Chelebi venía,

toma el pico y la chapa, a cavar se iría.

Ella ya sabía, detrás se le iría,

vía que se entraba adonde la nueva amiga.

Entró más adentro ^por ver lo que había,

vido mesas puestas con ricas comidas.

Pesquir de Holanda, salero de plata,
sal de la Valaquia. —
El vaso le daba,
... saludar se saludaba.
— De hija que os nazca —
con la nueva amiga.

— —
Entró más adentro por ver lo que había,
vide camaretas (Con ricas cortinas.

El en camisica, ella en jaquetica,
le oí que le dice: —
Mi alma y mi vida.

(Tornóse a su casa triste y amarga.)

Cerra a su puerta con siete aldabías,

toma la cuna delante al que más quería
— —
Dormite, mi alma, dormite mi vista,

que tu padre estaba donde la blanca niña.

(Allá en media noche la puerta le batía) :

— ^Abridme, mi alma —
abridme, vida,
;

que vengo cansado de cavar las viñas.


— —
^No venís cansado de cavar las viñas,

sino que veníaos' de la nueva amiga.

No es más hermosa ni más colorida,
carica encalada, —cejica teñida.
— Si es por cadenas—os haré manillas.
—No quiero cadenas—ni quiero manillas,
donde estuvisteis de prima — estados hasta ©1 día.

(M. y Pelayo, 43.)


Ese sevillano que no adormecia

tomó espada en mano, fué a rondar la villa.


Fuíme detrás de él por ver dónde iba.
Yo le vide entrare — en ca de su amiga,
por entre la puerta — vide que había,
lo

142
: : : : :

Literatura cubana
mesas vide puestas con ricas comidas... —
Volvime a mi casa ^triste y desvalida, —
cerrara mi puerta como ver solía —
con siete cerrojos y una tranca encima.
A la media noche el traidor venía


— Abrisme, mi alma; abrisme, mi vida, —
que vengo cansado—de rondar la villa.
(Núm. 74 en el Catálogo de M. Pidal.)

Si se comparan estas versiones con la nuestra., se


observará
i.° Que ha desaparecido en Cuba la descripción
de la estancia de la nueva amiga, llena de rasgos pin-
torescos, muy propios de la poesía popular.

Vido mesas puestas —con ricas comidas,


sal de la Valaquia...

2.** Que la escena final se modifica suprimiendo


el episodio del niño, la nota más poética del romance

Toma cuna delante al que más quería


la —
—Dormite, mi alma; dormite, mi vista, —

que tu padre estaba donde la blanca niña.

Consérvanse, en cambio, en nuestra versión, de-


jando a un lado el argumento, versos enteros del ro -

manee tradicional

Volvime a mi casa — ^triste y afligida. (Versión judia.)


Me volví a mi casa
triste y afligida.

(Versión de Cuba.)

Otros están levemente alterados:

Cerra a su puerta —con siete aldabas. (Versión judía.)


143

JoaéM. "Chacón
Y cerré la puerta
como yo quería.

(Versión cubana.)

A la —
media noche. el traidor venía. (Versión judía.)
A la media noche
el picaro se iba.

(Versión cubana.)

Con estas semejanzas, a pesar de ser evidentes, no


se explica por completo la genealogía del cantar cu-
bano. Hay que recurrir, como tantas otras veces, a
las rimas infantiles española. Ellas son su más pró-
ximo antecedente.

VERSIÓN DE RODRÍGUEZ MARÍN

Me casó mi madre (Bis.)


chiquita y bonita,
ay, ay, ay,
chiquita y bonita,
con unos amores
que yo no quería

Me fui detrás d'él


por ver dónde iba
y veo que entra
en ca e la querida:
y k oigo que dice:
— ^Abre, vida mía,
que vengo a comprarte
sayas y mantillas,
y a la otra mujer
Dalo y mala vida.
Yo me fui a mi casa
triste y afligida
y atranque la puerta
con mesas y sillas.
144
: :

Literatura cubana
Me pvse a lee,
leé no podía;
me puse a escribí,
escribí no podía.
Y oigo que llaman
a la puerta mía,
y oigo que dicen
— Abre, vida mía,
que vengo cansado
de buscar la vida.
—Tú vienes cansado
d'en cá e la querida.
—Picara mu jé,
¿quién decía?
te lo
—Hombre del demonio,
yo que lo sabía (i),

Es un hecho muy significativo que en las versiones

judías se encuentren versos de seis sílabas, aunque


este metro no sea el predominante —a veces el único
—como en las rimas infantiles españolas y cubanas.
Desaparece también en las canciones españolas la

descripción de la casa de la nueva amiga : en la reco-

gida por el Sr. Huarte hay versos que parecen sim-


ples adulteraciones de otros de las variantes de Me-
néndez Pidal. La animada pintura del galán no pa-
rece sino admirable perífrasis de los primeros versos
del romance recogido por M. Pidal

Y le vi venir
por la calle arriba
con capa terciada,
y espada tendida.

En las dos versiones españolas transcriptas no se

(i) CoMtas populares Españoles, tomo I, pág«. 8i y 83.

145
J. M. CHACÓN. Literatura cubana.
:

José M.* Chacón


Haina de ninguna manera al marido traidor. En la

nuestra se dice:

Me casó mi madre
con im sevillano ^^) ;

y trae en seguida a la memoria los versos

Ese sevillanoi —que no adormecía

C) Romances hagiográficos y de sucesos maravi-


llosos.

I. —Romances de Santa Catalina y el Marinerito.


'
Santa Catalina.

SANTA CATALINA

Kn Galicia hay una niña


que Catalina se llama,
sí, si,

que Catalina se llama (2),


Todos los días de fiesta
su padre la regafíaba
porque no quería hacer
lo que su madre mandaba (Bis.)
Mandó hacer una rueda
de cuchillos y navajas (Bis.)

{l^ Tiene muchas vanantes este verso. Lo he oído cantar así


muchas veces:
con un asturiano; etc.
con un hombre infame. ..

Y en ocasiones como en España:


con un lindo mozo.
El Sr. Menéndez Pidal me indica que la mención del sevillano en
nuestras versiones puede relacionarse con el Mal villano de la de
Salinas oublicada en su catálogo.
(2) El escribió si, si, se repite hasta el fin. El verso que le prece-
de se duplica siempre.
146
:

Literatura cubana
Ya la rueda está hecha
y Catalina arrodillada. (Bis.)
Bajó un án^el del cielo
con su corona y su palma.
— Catalina: toma tu corona y palma
que allá en el cielo te llaman.
— ¿Para qué me querrán en el cielo
que tan aprisa me llaman?
— Para pagfarte la cuenta
de la semana pasada.
^Ya la cuenta está arreglada,
que la arreg-lé esta mañana
con la Virgen soberana.

Al subir Catalina (Bis.)


cae un marinero en el agua (Bis.)
— Cuánto me das marinero
^;

por que te saque del agua?


— Te doy todos mis navios.
tr>dc mi oro y mi plata, (Bis.)
a mi mujer que te sirva,
a mis hijos por esclavos
y a mis hermanos también.
todo lo mío y lo ajeno,
todo, todo lo daré.
—^Yo no quiero tus navios,
ni tu oro ni tu plata. (Bis.)
ni a tu mujer que me sirva,
ni a tus hijos por esclavos.

Yo que quiero es que tú


lo
me entregues el alma a mí.
— 'Kl alma a la mar salada.

y el corazón a la Virgen soberana Tt).

Conclusiones

(t) E^ muy de notarse en esta versión cómo se modifican las


asonancia^ imparf «.
Ou'cn orimrro publicó una versión española de este romance,
creoqw fué D. A^fustín Duran. {Romayicero General, tomo I, p/igt-
na XLVI.)

147
: :

José M." Chacón


!. En esta, como en otras versiones (españolas

y cubanas), se observa el hecho singular de la reunión


de dos romances. Uno es el romance La Nao Cathe-
rinetta, portugués de origen, según las apariencias.
y el otro el llamado de Santa Catalina, de origen cas-
tellano. Se comprueba que esto es así

a) Por cantarse el romance La Nao Catherinetta,


perteneciente a un ciclo geográfico y de marcado ca-
rácter maravilloso, en Portugal, sus posesiones de
África y antiguas colonias de América.
b) Por conservarse en la tradición oral de Cata-
luña (34, en el Romancerillo de Milá) un romance bi-
lingüe—aunque los catalanismos sean pocos perte- —
neciente a un ciclo hagiográfico, y que sólo refiere la
leyenda de Santa Catalina.
Es, por tanto, este caso, una curiosísima contami-
nación.
2.* La versión transcripta es uno de los pocos
romances maravillosos de la tradición española. En
ambas leyendas (la de Santa Catalina y la de F/ Ma-
rinertto (naufragio de La Nao), este elemento es e^

predominante. En las versiones cubanas se acentúa


esta tendencia. Hay algunas en la que vemos al mis-
mo Dios hablar

Dios la dice: —Toma tu corona y palma. (\)

3.* El antecedente más próximo de la versión cu-


bana es el romance andaluz, recogido por Rodríguez

(f ) Esta particularidad no es privativa de ?a$ versiones cubanas:


exoresiones análoqfas hay en otras recogidas porVicufta Cífuentes
(Chile), y Espinosa (México).

148
:

{Literatura cubana

Marín y publicado por M. y Pelayo en su Romance-


ro Tradicional (núm. 31). Los versos finales de nues-
tra versión no los encuentro en las españolas. Pare-
cen una fórmula general de juegos infantiles


Cojo ésta ^por linda y hermosa,
que parece una rosa
acabadita de nacer.

4.^^ La leyenda de la Doncella Carcayona (de la

que ya se ha hablado al tratar del tema de Delgadina)


ofrece puntos de contacto con esta tradición hagio-
gráfica. Ya expuse cuáles eran estas semejanzas.
Tales son, brevemente enumeradas, las principa-
les conclusiones que un estudio comparativo sugiere
acerca del romance de Santa Catalina, que en la tra-

dición actual vive contaminado con El Marinerito.


2. Conde Olinos.

CONDE CUNOS

Mañanita de San Juan


se levanta el Conde Nilo
a dar agua a su caballo
en las orillas del mar.
Mientras su caballo bebe
él se ponía a cantar,

y las aves que pasaban


se ponian a cantar.
La reina llama a su niña,
la llama desde el portal,
y verá qué lindo cantan
las sirenitas del mar.
—^Madre, no son las sirenas
las que usted oía cantar,
que es el Conde Bejardino,
con quien me voy a casar.
: :

José iVl.* C h a c 6 tí


'^í tú te casas con él
yo lo mandaré a matar,
y a los tres días siguientes
lo mandaré a enterrar.
Yo me volvi una iglesia,
él,un rico altar
donde celebran la misa
la mañana de San Juan.

No es el romance del Conde Olinos de los más co-


munes en América. En la peninsiüa la tradición está
muy difundida y las versiones de mayor interés esté-
tico son las que publica Menéndez y Pelayo (Rom.

trad. núm. 23). Recuérdese el lirico episodio de las

transformaciones

AJli vino una paloma


blanquita y de buen volar.
— ¿Qué hace ahi la palomita,
qué vienes aqui a buscar?
— 'Soy la infanta. Conde Olinos,
de aqui te vengo a sacar...
Por el campo los dos juntos
se pasean a la par.
¿a reina mora los vio, .

también los mandó matar


del uno nació una oliva,
y del otro, un olivar;
cuando hacia viento fuerte,
los dos se iban a juntar.
La reina también los vio,
también ios mandó a cortar:
del uno nació una fuente,
del otro, un rio caudal.
Los que tienen mal" de amores
allí se iban a lavar.

La reina también los tiene,


también se iba a lavar.
— Corre, fuente; corre, fuente,
1¿0
:

Literatura cubaua
que en ti me
voy a lavar.
—Cuando yo era Conde Olinos
tú me mandaste matar;
cuando yo era un olivar,
tú me mandaste cortar;
ahora que yo soy fuente,
de ti me quiero vengar:
para todos correré,
para ti me he de secar.
Conde Olinos, Conde Olinos,
es niño y pasó la mar.

En Portugal las versiones son numerosísimas


(véanse las referencias que da M. y P. (Ant. Lir. -to-
mo 10, 76), sobresaliendo por su intima poesía la que
trae Estacio da Veiga en su Romanceiro de Algarve
(64-67)
El final es de una vaguedad linca, que recuerda
los grandes temas de la poesía septentrional. Véase
en esta versión libre:

Volaron aia con ala


para siempre se abrazar;
volaron pico con pico
para siempre se besar;
y tanto y tanto volaron,
que se fueron por la mar (i).

En la versión cubana se ha simplificado extraordi-


nariamente el episodio de las transformaciones.
Nuestros versos tienen alguna relación con los de la

versión portuguesa de Tra-os-montes

Que a mí me enterren a porta,


a elle ao pe do altar...

(i) He tratado extensamente de esta versión en mi lectura sobre


el Conde Olinos, dada en el Ateneo de Madrid la noche del 12 de
Abril de 1919. (Serie de Figuras del Romancero).

161
José M.» Chacón
Que caundo el rei ia a missa
nao o deixaran passar.

3. Romance de Alfonso XII.


—¿Dónde vas, Alfonso Doce,
dónde vas, de
triste ti?
—'Voy en busca de mi esposa,
que ayer tarde no la vi.
—^Ya Mercedes ya está muerta,
que ayer tarde no la vi,
cuatro duques la llevaban
por las calles de Madrid.
JUos zapatos que llevaba
eran de rico charol,
regalo del rey Alfonso
el día que se casó.
El vestido que llevaba
era color carmesí,
lo regaló don Alfonso
el día que le dio el sí.
Al subir las escaleras.
Alfonso se desmayó,
los soldados le decían:
—^Alfonso, tened valor. — (Bis.)
Las campanas de la iglesia
ya no quieren repicar
porque la reina se ha muerto
y luto quiere guarda.
Ya murió la flor de Mayo,
ya murió la flor de Abril.
ya murió la blanca rosa,
rosa de todo Madrid.

Parecerá extraño que incluya un romance formado


sobre un asunto histórico conteniporáneo (la muerte
de la reina Mercedes, primera mujer de Alfonso XII),
entre los maravillosos y considerándole como genüi-
namente tradicional. Es que el romance que acaba de
162
: — : — : ;

Literatura cubana
leerse no es sino una modernización de un tema an-
tiguo.
I) Ant. en la tradición escrita.
En el apéndice a su Romancero Tradicional (to-
mo X de la Ant. de Líricos), publica Menéndez y Pe-
layo varios interesantes romances contenidos en un
pliego suelto de la Biblioteca Nacional de Madrid,
por él descubierto, los cuales, casi siempre son preci-
sas variantes de carácter popular. Entre ellos, publica
el que ahora va a leerse

En los tiempos que—más algre y pl^zentero,


me vi
)0 me —para yr a Valladolid,
partiera de Burgos
<mcontré con un palmero, — me fabló y dixo él assi
—¿rXmde vas tú desdichado?— Dónde vas el de ; triste
[ti?
i
Oh, persona desdichada, —en mal punto conocí, te
muerta es tu enamorada, — muerta es que yo la vi,
IíjSandas en que —de negro las cubrir,
la llevan, vi
los responsos que dizen— ayudé a
la ^yo los dezir,
siete condes llevaban, —caballeros más de
la mil,
lloraban sus donzellas, —llorando dicen
las así:
—Triste de aquel caballero que pérdida perdí. — tal
L>e que aquesto oyera mezquino, —en tierra muerto cayó
[(sic)
desde aquellas dos horas— no tomara en mí, triste
des que me hube retornado — a sepultura la fui,
con lágrimas de mis ojos — llorando dezía assí:
— Acoge me, mi señora,—acoge me a par de ti.

Al cabo de sepultura— una


la voz triste oí
— Vive, vive, enamorado,—vive, pues que yo morí.
Dios dé ventura en arma —y en amores
te assí,
que cuerpo como
el tierra alma pena por
la y el ti.

Muchos años antes que D. Marcelino, Fernando


Wolf, en una jrreciosa recopilación (Ueber eine Sam-
mlung spanischer Remansen in fliegenden Blaftern)

153
: : !

José M."^ Chacón


reproducida en parte, por el mismo Menéndez y Fe-
layo en el primer apéndice a la Primavera (tomo IX
de Líricos) habia dado a luz una versión más incom-
pletay pobre del mismo asunto, y que por escrúpulos
no incluyó en su admirable colección de romances
\ iejos

j¿n el tiempo en que me vi —^más alegre y placentero,



encontré con un palmero que me habló y dijo asi

—¿Dónde vas el caballero.'' ¿Dónde vas triste de ti?

Muerta es tu linda amiga, ^muerta es que yo la vi;
las andas en que ella iba —
de luto las vi cubrir,

duques, condes la lloraban, todos por amor de ti;

dueñas, damas y doncellas, llorando dicen asi:
— —
Oh, triste del caballero que tal dama pierde aquí
j

El romance que publica Menéndez y Pelayo co-


rresponde exactamente al que inserta Duran en la

pág. 158 del primer tomo de su Romancero General


(Bib. de Rivadeneyra, tomo X), y al cual puso la si-
guiente nota: '*Semialegórico parece este romance,
y de aquellos que en el siglo XV, empezaron a imitar
la poesia de los provenzales. Pertenece a la clase de

los amorosos también como a los caballerescos". La


persistencia del romance en la tradición oral, prueba
que el asombroso sentido critico de Duran, no an-

duvo enteramente acertado en esta ocasión.


Estas citas son suficientes para considerar un
romance maravilloso la canción infantil de Alfon-
so XII. Menéndez Pidal, en las lecciones ya citadas
sobre el Romancero Español (págs. 1 14-16), dice que
acaso ese sea el único ejemplo de la refundición mo-
derna de un romance viejo. Esta refundición vive do
154
:

Ll^teratura cubana

tal modo en boca del pueblo, que en 1905, cuando


la

el atentado anarquista de la calle Mayor, los niños de

Madrid la aplicaron a todas de Alfonso XI 11 con


Victoria Eugenia (i).

Estos bellísimos romances fueron ya utilizados por


varios dramáticos de la edad de oro. El licenciado
Mexia de la Cerda, en su "Tragedia famosa de Doña
Inés de Castro", en el acto tercero hace cantar a Tir-
seo, bajando por una cuesta llena de ramos, un ro-
mance de 25 versos, del que damos los primeros, por
ser los que más analogía guardan con el tema que me
ocupa

¿Dónde vas el caballero?


¿Dónde vas, triste de ti?
Que ya tu querida esposa
muerta es, que yo la vi.
Las señas que ella tenía
líien te las sabré decir:
Los ojos son dos estrellas,
mejillas, nieve y carmín.

Sigue una enfadosa descripción de la desventurada


mujer, cuya trágica historia a tantos ingenios ha ins-
])irado, entre ellos al mayor poeta de Portugal.
Luís Vélez de Guevara, desenvolviendo ig^al tema
y aprovechando varios romances, no todos popula-

(i) En América esto es más frecuente. Ya vimos el caso de la


S^ñ4U del Esposo en la Argentina. En México, según me escribe en
erudita carta D. Antonio Castro Leal, ese mismo romance se can-
ta mezclado < on versos del himno patrio y con alusiones al sitio de
Puebla de T8é2:
Y en este sitio de Puei;la
lo mató u:i traidor francés.

155
: :

José M.*^ Chacón


res, en medio de los agüeros que anuncian al principe

la muerte de doña Inés, hace que una voz misteriosa,


salida de no se sabe dónde, diga a don Pedro

¿Dónde vas, el caballero?


¿Dónde de ti?
vas, el triste
que la tu querida esposa,
muerta es que yo la vi.
Las señas que ella tenía
bien te las sabré decii :

su garganta es de alabastro,
y su mano de marñl.

Y ningún romance producirla tal efecto de vague-


dad y doloroso presentimiento como este de
lírica la

Aparición, que en sií existencia secular, tenaz en la

memoria de las gentes, va a servir a la musa del pue-


blo en todos los momentos en que necesite de una ele-

gía honda y misteriosa.


2) Antecedentes en la tradición oral

En Asturias, en Andalucía, en Cataluña, y en Amé-


rica, este romance ha dejado huellas más o menos pro-
fundas, como si fuera producto predilecto del espíri-
tu popular. Hasta llegar a la modernización de Al-
fonso XII, el romance ha evolucionado mucho, ob-
servándose a cada momento de este proceso una in-
tervención más fuerte de lo maravilloso : Los roman-
ces conservados por la tradición escrita son, proba-
blemente más antiguos que estos de ia tradición oral.
Pues bien, ninguno nos parece tan infiltrado de este
elemento, extraño a la verdadera epopeya española,
como este bellísimo que se canta aún en Asturias.
156
;

Literatura cabana

I.A APARICIÓN
En —
ermita de v^an Jorge una sombra obscura vi: (i)
la
ei caballo se —
paraba, ella se acercaba a mí.

;Adómle va el soldadito a estas horas por aquí?
— —
^Voy a ver a la mi esposa que ha tiempo que non la vi.
— —
La tu esposa ya se ha muerto: su figura vesla aquí.
Si ella fuera la mi esposa. —
ella me abrazara a mí.

— —
Brazos con que te abrazaba, la desgraciada de mí,
i

——
ya me Ibs comió la tierra, su figura vesla aquí 1

— Yo venderé mis caballos ^y diré misas por ti.


— —
Non vendas los tus caballos nin digas misas por mí,

que por tus malos amores ^agora peno por ti.

La mujer con quien casares, non se llama Beatriz

cuantas más veces la llames, tantas me llamas a mí.

Si llegas a tener hijas, ^tenlas siempre junto a ti,

j

ron te las engañe nadie como me engañaste a mí.

La versión escrita difiere bastante de la versión ci-

tada de M. y Pelayo. El diálogo es desde un princi-


pio entre el caballero y su esposa muerta. No quedan
rastros del personaje del palmero.
Mucho más se acerca a la tradición escrita un ro-
mance que vive en boca de los judíos españoles de
Levante. La semejanza, sobre todo en los primeros
versos, es muy grande, probando una vez más cómo
arraigó en ese pueblo la poesía popular de España:

LA APARICIÓN (Recogido en Tánger.)


y o me partiera de Burgos, de Burgos para París,

y en la mitad del camino un palmero vi venir.
— —
'¿Dónde vas, triste del rey, dónde vas, triste de ti?

(O Le prcc€den ocho versos, que desentona n el euadro gene-


ral de la composición, y que fueron añadidos a la misma, como in-
troducción «por un jupiar mal avisado» (M. y Pelavo). Por eso
transcribo tan sólo la parte qu*» desenvuelve el tema de l^ Apari-
ción. (Vid. Pág. 132 del /?om. Tradicional)

167
; ! : ;;

José M.=» Chacón


—^Voy a ver a la —
mi esposa, que no siete arios la vi...
—Til esposica. —muerta es que yo
dofia Albricia la vi
condes y duques y lloran — todos por amor de
la ti .

T,a mortaja que la ponen — era un fino calequí


lacaja donde llevan— era de fino marfil.
la
Como eso oyera buen rey— en un desmavo cayó
el
y en mitad de aquel desmayo—una sombra osó venir.
—Vive del rey, —vive
tú, triste que yo morí tú,
Los ojos que miraban — en
te tierra yo losla vi...
la boca que te besaba — gusanos la
<ie llené...
Ya murió de mayo, —
la flor murió de
^ya la flor abril,
ya se murió que fuera — reina después de morir,
la (f)

El poético final de esta versión es un recuerdo evi-


dente de la leyenda de doria Inés de Castro. No afir-

maré que este ciclo de romances tengfa su ortsren en

esta leyenda, pero la persistencia de ciertos rasgeos


característicos de la misma, hace pensar en al^o más
que en coincidencias casuales. La leyenda de doña
Inés de Castro, ha pasado en el Romancero Español

por las más curiosas transformaciones. La obra ma-


jS^istral e Menéndez y Pelayo, estudia este interesan-
te fenómeno, y a ella me remito. Se cambia, en pri-
mer término, el nombre de la desventurada princesa
desaparece de la escena el rey, padre del príncipe
don Pedro: vemos convertido en un rey don
éste le

Juan, señor de Ceuta y Tánger los asesinos de doña ;

Inés son otros, los lugares donde se desenvuelve la


tragedia son distintos, en una palabra, "todas las
huellas de la historia están cuidadosamente borra-
das". ¿Pudo esta tendencia modificativa producir es-
ta serie de romances maravillosos? Otro, con más

(r) Ca«^álogo del Romancero Judío-Español, por M. Pídnl Cu/-


tura Española; 1907, 1, pág. T64.

158
: : ; : :

Literatura cubana
autoridad que yo, es encargará de resolver la duda,
aceptándola o rechazándola.
En América (i), coexistiendo con las refundicio-
nes infantiles, vive el tipo primitivo del romance.
Menéndez Pidal recogió versiones más o menos com-
pletas en Buenos Aires y Montevideo. En mis pes-
quisas por la provincia de la Habana, no he encon-
trado nada parecido.
En Montevideo la aparición se refiere así

...Al llegar al camposanto,


una sombra se acercó
— No te asustes, caballero,
no te asustes tú de mí
que soy tu querida esposa,
que hace tiempo no te vi. (2)

La versión parcial que desde México me envía mi


amigo el Sr. Castro y Leal, tampoco refiere dicho
episodio. Es análoga a la nuestra

— Dónde vas, Alfonso Doce; —dónde vas.


; de triste ti?
—Voy en busca de Reina,—que ayer tarde perdí.
la la
— Ya Reina ya está muerta,—muerta
la que yo está,
vi: [la
cuatro duques llevaban— por
la calles de Madrid. las

Termina así

— —
Los candiles del palacio ya no quieren alumbrar,
porque se ha muerto la Reina ^y luto quieren guardar.

(t) Además de las versiones tia<l¡cionales citadas merecen con-


sultarse la andaluza recogida por R. Marín en 0«;una «(¿Dónde ba
uíté, cabavero?— <Drtndí» ba u«;té por ahí?» Núm. 24 en M. y P.) y la
catalana publicada por Mila y Fontanals en su Romancillo (n.*' 2:>7).
(2) Los Rom. Trad. en América. Cultura Española^ rro"^, I, pági-
nas iot-2. No he podido aún idquirir este estudio fundamental.
Eitos y otros extractos, los debo a lafína cortesía d-í mi bondado-
so y erudito amigo D. Antonio Castro I.et'.

159
: ; : ;!

José M.* Chacón


Aunque en esta y otras versiones falte el mencio-
nado episodio, el fondo tradicional se descubre sin
esfuerzo. Las preguntas al rey, la descripción del en-
tierro de la reina (episodio que pudiéramos llamar de
las señas), el inmenso dolor de Alfonso, todos estos
elementos no faltan nunca en el Romance del Pal-

mero y en sus diversas variantes. Al través de los si-

glos el sentido fundamental del romance viejo per-


manece indeleble en los cantos infantiles, i
Maravi-
llosa vitalidad de esta soberana poesía, destinada, co-
co ninguna otra, a ser una afirmación constante del
genio nacional y del sentimiento de la raza
D) Romances líricos

MINA, KL DESESPERADO

a) Versión camagüeyana:

Cuando Mina se embarcó


eran de la tarde
las tres
se despidió de su madre
con dolor de corazón.
—Adiós, madre de mi vida,
dadme vuestra bendición,
que me voy para la Habana (i)
con todo mi batallón.
Y si acaso me muriese
no me entierren en sagrado;
entiérrenme en campo verde
donde siembre mi granado;
y de cabecera pongan
un letrero colorado
que diga con letras de oro
*^Aquí ha muerto un desdichado
no murió de calentura,

(i) O para las indias.


160

Literatura cubana
ni de dolor de costado,
que ha muerto desesperado
por las penas que ha pasado.^

b) Versión de la Habana

Cuando Mina se embarcó


eran de la tarde,
las tres
se despidió de su madre,
con dolor de corazón
— ^Adiós, madre de mi vida,
madre de mi corazón,
que me voy para otra tierra
con todo mi batallón.

—¿Cómo quiere que me embarque ^

si mi barca noestá aquí ?


Y acaso me muriese,
si
no me entierren en sagrado,
sino en aquel llanito
donde está mi enamorado

Estos romances son de los pocos en que he encon-


trado ciertos indigenismos. El nombre de Mina pa-
rece ser un recuerdo del famoso general español.
Ignoro si en España se canta: en los juegos in-
fantiles que ha publicado la Biblioteca de las Tradi-
ciones españolas no he encontrado nada semejante.
El final, en cambio es común en el Folklore español
y en el hispano-americano. En el caso presente viene
a ser una curiosa contaminación. Los últimos versos
tienen innegable prestigio, par ser los primeros ci-
tados como propios de un romance de América. En-
contramos, en efecto, en la Historia de la Literatura
itíi

J. u. CHACÓN. Literatura cubana. ii


: : : :

José M.* Chacón


en Nueva Granada, (i), de José M. Vergara, este ro-

mance mutilado:


Por si acaso me mataren^ no me entierren en sagrao,

entiérrenme en mi llanito donde no pase ganao:
——
un brazo déjenme afuera y un letrero colorao,
pa que digan las muchachas aquí murió un desdichao
:


no murió de tabardillo, ^ni de dolor de costao,

que murió de mal de amores, que es un mal desesperao.

Esta terminación es peculiar de los romances amo-


irosos. En Asturias lo encontramos en el que em-
pieza :

Aquel monte arriba va —un pa&torcillo llorando;



de tanto como lloraba, el gabán lleva mojado.
En Andalucía, en el llamado Don Manuel
Una noche muy obscura —de relámpagos y agua,
ha salido don Manuel a — visitar a su dama.

Le dan de puñaladas y exclama



Polonia, si yo me muero, no me entierren en sagrado;

entiérrenme en un pradito ^donde no pase ganado
y a la cabecera pongan —
un Cristo crucificado
con un letrero que diga —
"Aquí murió un desdicha-
:

[do." (2)

En Portugal, en el romance del Conde Preso


(Th. Braga, Romanceiro Gral., 6i), se lee

Nao me enterrem na egreja,


nem tampouco en sagrado:
n'aquello prado me enterrem
onde se fay o mercado.
Cabeqa me deixem fora, etc.

(i) Págs. 218-222. (Cita de Menéndez y Pelayo.)


(2) Versión guadaleanalense recogida por Micrófilo y publicada
yor M. y Pelayo, núm. 19 de los /Romances de Andalucía,

162
:

Lite r.a tura cubana

A medida que el romance va divulgándose, la se-

riedad de su asunto se respeta menos. Semejante a


los de Don Bueso, va a ser utilizado en las poesías

burlescas. Asi en Galicia, cuyo Romancero ha sido


puesto en duda por regionalsitas apasionados en ex-
tremo, hay una canción popular, de corte moderno,
que desenvolviendo un tema muy común en el Folk-
lore, el testamento del Señor Don Gato, termina con
los citados versos

Estabas'un señor gato


en silla de oro sentado,
calzando media de seda,
zapatito blanco e picado.
Preguntaronli'uns amigos
se quería ser casado
con Micuchiña Morena
qu'andaba ali del ó lado.
Fizóse desentendido,
de seu rango moi preciado;
mains indo un dia trasela
cae use dend'un tellado,
vendo as costelas partidas
e hast'un pe desconjuntado.
Médicos e cirujanos
réñen a él de contado.
Ningún a cura-I-o acérta
e est'emfermo desahuciado,
sin varas de longaniza
com'as qu'había robado,
e libras de bó pernil,
que se s'hachaba mal gardado,
decía pouquecho a pouco,
en tono desconsolado:
"Ña madrina, si me morro,
non m' entérrem en sagrado,
cnterréum'en campo verde,
ond'a pacer vai o gado.
163
: :

José M.'^ Chacen


D«j enm a cabeza fora.
E o cábelo bén peinado
para que digan as gentes
"Este pobre desdichado
nom morreu de tabardillo,
nin tampouco de costado:
morreu, si, de mal damores.
¡Ay, qué mal desesperado !''

Este final se repite también en algunas canciones


de disparates. En América alcanza la misma popula-
ridad que en España, y el pueblo viene a respetarle
de igual modo. Ciro Bayo {Revista de Archivos, Ene-
ro de 1902), ha publicado este romance de disparates,
recogido en la Argentina

Aquí me pongo a cantar


debajo de este membrillo,
a ver cantando alcanzo
si
las astasde aquei novillo.
Si este novillo me mata,
no me entierren en sagrado;
entiérrenme en campo verde
donde me pise el ganado;
en la cabecera pongan
un letrero colorado,
y en el letrero se diga:
aquí murió un desdichado.

E) ROMANCE PICARESCO : GERÍ NELDO

Tuve primera sospecha de un Geriiieldo cubano


la

al escribirme D. Antonio Castro Leal que había en-


contrado ese tema en México ; casi todos los roman-
ces que se encuentran allí se hallan en Cuba también.
Al poco tiempo, en unión de Pedro Henríquez Ure-
164
: —

Literatura cubana
ña, que fué quien me indicó tan rica, mina, obtuve
de un niño el buscado romance.
Tal como me lo recitó la primera vez, presentaba
el caso curiosísimo de una doble contaminación. Al
principio el niño no recordaba sino los primeros ver-
sos, refiriéndose todo lo demás en prosa. Mezclaba
de una manera brusca versos del Conde Sol con los
pocos que recordaba de Gerineldo (primera conta-
minación), y finalizaba relatando, en prosa por su-
puesto, el episodio del Bernaldo, narrado por los ro-
mances de Asturias (segunda contaminación).
Días más tarde, recordando ya el niño todo el ro-
mance, desaparecía la contaminación con los roman-
ces de Bernaldo, pero persistía la del Conde Sol. El
final del romance se signe refiriendo en prosa y con
arrrplificaciones extraordinarias

Gerineldo, Gerineldo,
paje mío más querido,
cuantas damas y doncellas
quisieran dormir contigo.
^— Como soy vu€¿íro cria4o
señora, os burláis conmigo.
— No me burlo. Gerineldo,
yo de veras te to digo.
Calle, calle usted, señora,
el trato está prometido.

A las diez se acuesta el rey,


a las once está dormido,
a la una es la ocasión
cuando canta el gallo pío.
— ¿ Quién es ese retunante
que llama por «I postigo?
— Gerineldo soy, señora,
que viene a lo prometido.
rr-Lo íia cogido de la mano
José M « Chacón
y en su cuarto lo ha metido.
Se acostaron par a par
como mujer 3^ marido.—
Alevanta, Gerineldo,
piajemío más querido,
que espada de mi padre
la
entre los dos se ha dormido.
Ya se ha formado una jruerra
entre Francia y Portugal
y nombran a Gerineldo
por capitán «-eneral.

(Recitado el 17 de Junio de 1014, en la Habana, por el


niño Ángel Saldaña, de once años de edad).

El final en prosa era el siguiente: al volver Geri-


neldo de la guerra, el rey le condena a que muera
guindado. Entonces decide la princesa no tomar sino
pan y agua, para morir de hambre. El rey se apiada,
perdona a Gerineldo. y éste y la princesa se casan.
También tiene éste otro final : Vuelve triunfante Ge-
rineldo de la guerra. Al entrar en su ciudad le dicen
que van a guindar (por colgar^ a un orimo suyo. Ge-
rineldo se dirige adonde está el verdugo, desenguinda
a su primo y hace una gran matanza.

Particularidades de esta versión


A) Una gran fidelidad en la conservación de nu-
merosos versos de la tradición escrita. Si el pliego

suelto del siglo XVI, extractado por Duran en el nii-


mero 520 de su Romancero, y por Wolf en el 161
de su Primavera, representa el texto más antiguo del
romance, la versión que publico es de las más puras
entre las tradicionales. Expresiones que con no mu-
cha frecuencia conserva la tradición oral de Espa-
166
Literatura cubana
ña, se encuentran en la versión cubana. Así, estos
versos

"que la espada de mi padre


entre los dos se ha dormido"

son casi idénticos a los de la tradición escrita:

"que ilel rey la fina espada


entre los dos se ha dormido."

El verso "entre los dos se ha dormido" no se en-


cuentra en la tradición oral de Asturias (i), y tan
sólo en uno de los varios romances andaluces que
publicaMenéndez y Pelayo (números i, 2 y 3).
Los versos 3-6 del pliego se encuentran reprodu-
cidos con g-ran fidelidad:

"Como soy vuetro criado,


señora, os burláis conmigo.
— No me burlo, Gerineldo,
yo de verdad te lo digo."

(Wolf, 161, t.)

Son, como se ve, iguales a los de nuestra versión.


En cambio, en las versiones asturianas y andaluzas
están más o menos alterados, aunque nunca en su
sentido

"— Se burla de mí, señora,


porque a su marido sirvo.
—No me burlo. Gerineldo,
que de veras te lo digo."

(Menéndez y Pelayo, Asturias. 5).

(i) Por lo menos en Menéndez Pelayo.


Iffl
José M.* Chacón
''
— ^Como soy vuestro criado
burlarse queréis conmigo.
— No es mentira, Gerineldo,
que de veras te lo digo."
(M. P., andaluces, 3).

b) La contaminación con
Conde Sol. el

c) Las reminiscencias del Conde Claros, es en el


ñnal en prosa donde se observa. No es un hecho pe-
culiar en nuestra versión. En la tercera parte de la

Silva de Zaragoza (M. y P., Ant. Lir. Cast.. tomo 9,


Ap. núm. 46) encuentro un romance de Gerineldo
I,

en que ocurre lo mismo el rey decide que maten a


:

Gerineádo

"sentenciado estáis a muerte


por ello con gran razón."

Interviene la hija del rey : Merced os pido. El rey


se conmueve y accede

"Despósanlos luego a entrambos


con gran placer y honor."

Es el mismo final de los romances del Conde Cla-


ros (Primavera, números 190, 191 y 192).
d) No se explica nuestra versióji solamente por
los romances andaluces. Este es un caso excepcional
todos los demás romances que he encontrado tienen
sus más próximos antecedentes en los andaluces (i).
Aquí no sólo aparecen versos ajenos a la tradición
andaluza, sino que ideas poéticas, perfectamente des-

(i) Sobre la influencia de Andalucía en la vida cubana, véase en-


tre otros trabajos la magistral conferencia de Fernando Ortíz £os
negros curros. Entre cubanos^ (1914)-

(68
Literatura cubana
arrolladas, carecen de una explicación lógica con esos
únicos antecedentes. Estos cuatro versos que indican
cierta elaboración artística, no tienen analogías di-

rectas en estos romances:

A las diez se acuesta el rey,


a las once está dormido,
a la una es la ocasión
cuando canta el gallo pío.

El pasaje aparece así en la tradición andaluza

A las diez se acuesta el rey,


a las once está dormido,
(M. P. p. 5^.

La mención del canto del gallo, que no encuentro


en las versiones andaluzas, es un elemento antiguo:

Media noche era por filo,

los gallos querían cantar

dice el principio del más poético de los romances del


Conde Claros (190, Primavera).

Sección segunda

Romances sin antecedentes concretos en el Román:


cero Tradicional.

A) Hilito de Oro.

Hilito, hilito de oro.


yo jugando al ajedrez,
me encontré una gran señora:
¡qué lindas hijas tenéis!
168
José M.* Chacón
— Téngalas o no las tenga,
yo las sabré manítener,
con el pan que yo comiese,
comerán ellas también,
con el vino que bebiere
beberán ellas también.
— Yo me voy enojado
de los palacios del rey,
que las hijas del rey moro
no me las dan por mujer.
— Vuelva, vuelva, caballero,
no sea usted tan descortés,
de las hijas del rey moro
coja usted la que queréis.
Cojo ésta por linda y hermosa,
que me parece una rosa
acabada de coger.

Lo romance se prueba
tradicional de este
i) Por la repetición de algunos episodios de ro-
mances viejos.
2) Por una cita de I.ope de Vega en su entremés
de Daca mi mujer.
i) Repetición de episodios de romances viejos.
Juego de Ajedrez. —Es un lugar común en los ro-

mances moriscos y caballerescos.. Uno de los juga-


dores, generalmente, es un rey moro, y el juego casi
siempre para en disputa (i). En el lindo romance
fronterizo que en la Primavera lleva el núm. 83, léese

——
Tugando estaba el rey moro y aun al ajedrez un día,
con aquese buen Fajardo ^^son amor que le tenía.

(i) El juego de Ajedrez dio origen en la Edad Media a numero-


sos poemas didácticos. Entre éstos, famoso en la literatura rabínico-
española, es el de Abm Ezra, <iel cual procede el de Azam de Tá-
rrega, hoy conocido sólo por fragmentos de ningún valor poético.

170
Literatura cubana
En el tradicional de Rico Franco, según se con-
serva entre los judíos de Levante, vemos estos versos

Ya se asentaron los dos reyes —


^y el moro blanco tres,
y la blanca niña con ellos.
Ya se asentan al juego —
al juego de ajedrez.

(Núm. 23 de M. P.)

El famoso de Moriama (núm. 12 de la Primavera),


dice

Asentado está Gaiferos —en el palacio real,


asentado en el tablero —para las tablas jugar.

El desaire al caballero. —Dejando a un lado la fre-

cuencia con que se alude en antiguos romances al pan


y al vino (véase principalmente el ciclo de los roman-
ces carolingios), hay una analogía pasmosa entre esta
parte de Hilito de Oro y algunos romances genuina-
mente tradicionales. Citaré un solo ejemplo: el de
Blanca Flor y Filomena, según lo conserva la tradi-

ción oral de Asturias.


Por las orillas del río 'doña Urraca se pasea

con dos hijas de la mano Blanca, Flor y Filomena.
Kl rey moro que lo supo, —
del camino se volviera;

de palabras se trabaron y de amores la requiebra.

Pidiérala la mayor para casarse con ella.

En lugar de la mayor, danle la pequeña. Doña


Urraca le suplica le dé buena vida


No tenga pena, señora; por ella no tensfa pena.

Del vino que yo bebiese también ha de beber ella,

y del pan que yo comiese también ha de comer ella.

El resto del romance es terrible, recordándole a


171
José M.* Chacón
Mencndez y Pelayo la fábula de Tiestes y Atreo.
Hasta ahí, hasta ese episodio llegan las semejanzas.
En ninguna de las versiones que conozco, ya españo-
las, ya ibero americanas, de Hilo de Oro, descubro
nada parecido al final de Blanca de Flor. No puede
afirmarse, por consiguiente, que este romance tradi-

cional sea originario, de iffl modo directo por lo me-


nos, de Hilo de Oro. Algunos dirán que a causa de
conservarse por la tradición infantil se haya perdido,
no ya adulterado, parte de los amores incestuosos y
la

el crimen del rey Turquillos (corruptela probable de


Tarquino). En esta misma recopilación hay un ejem-
plo que desmiente esa hipótesis: El romance de Ayi-
garina. Por su candor mismo, nada hay, a veces, me-
nos recatado que la tradición infantil. Las versiones

de Blanca Flor, recogidas en Andalucía, no tienen


semejanza alguna con la de Hilo de Oro. El episo-
dio de la demanda de la doncella, ha desaparecido.
Bastan estas breves citas para probar que Hilo de
Oro, que no ha tenido cabida aún en ningún roman-
cero, tiene rasgos característicos de los romances vie-

jos. Dejo de señalar otros detalles, la repetición de


ciertas palabras en principio de oración, v. gr ,
que
son peculiares del Romancero tradicional.
2) El entremés de Lope. —Realmente son obvias
las anteriores citas, si se atiende a que el testimonio
de Lope es la mejor prueba de la antigüedad de Hilo
de Oro.
El entremés de Lope de Vega Daca mi mujer se
publicó en 1644, es decir, nueve años después de la
muerte del Fénix de los Ingenios. El licenciado José
m
hli teratura cubana
Üfti2 de Villena, amigo íntimo de Lope y apasionado
de sus obras, lo dio a luz en un volumen aparecido di-
cho año en Madrid y Zaragoza y titulado Fiestas del
Santísimo Sacramento, repartida^ en doce autos sa-
cramentales, con sus Loas y Entremeses (i). El en-
tremés no sólo cita varios versos del romance, sino
que desenvuelve un tema análogo. La acción es smiia-
mente sencilla. Sólo tres personajes aparecen en es-
cena: un sacristán, una mujer y el padre de ésta. El
sacristán pretende a la mujer, y el padre se opone:

P^DRI•^ Fruta de Peralbülo, ¿yo tu suegro?


Dada un garrote.

¿Tú Suegro yo? Quien eso dice miente.


Sacristán. ... Suegro, dame a mi mujer.

Padre. Daca la mohosa.


Sacristán. Pues me niega la anegrcz,
enojado me voy, enojado
a los palacios del rey;
y a ti de buen sa-cristán,
que en Moscovia o que en Argel,
hecho brujo, hecho hechicero,
juntico a ti me has de ver,
con tanta boca diciendo:
suegro, dam-e a mi mujer (2).

Todo termina en bodas, siendo el final un verda-


dero cuadro de las costumbres populares de la épocvi.

Hay momentos en que la composición parece haberse

(i) Véase la descripción de ^ste vdumen en C. A. de la Barrera


{Ntuva Biografía tie Lope de Vega, págs. 524-25) y Menéndez y Pe-
layo (observaciones preliminares al tomo II de la edición académica
de Lope).
(2) Obras de Lope de Vega, ed. de la Academia Española. To-
mo págs. 400 y siguientes. Fué, a lo que entiendo, D. Ramón Me-
ÍI.
néndez Pidal, quien se fijó primero que nadie en ^ta semejanza.

178
José M.,'' Chacón
formado sobre una serie de cantares del pueblo. ¡ Cuan
lindos requiebros no hay aquí, por ejemplo

La más bella casadilla


que hay en todo Manzanares,
la de los negros ojuelos,
la de los muclios donaires,
poca edad, mucha hermosura,
gran despejo, hermoso talle,
en la condición airosa, etc., etc.

Los últimos versos tienen cierto sabor de las can-


ciones infantiles:



Salga desposado, por me hacer merced.
el
^Juroen mi conciencia que no sé hacer. lo
—Por cumplir siquiera una vuelta dé.
—Soy muy vergonzoso y me turbaré.
— Todos se ruegan, novia también.
lo la
— Pues empieza, yo
si ello acabaré. lo

Creo que con estos argumentos puede afirmarse, sin


elmenos resquicio de duda, la antigüedad de los ro-
mances de Hilo de Oro. Por su época y por sus carac-
teres, son evidentemente viejos.
En la Península se encuentran muy difundidos. El
tema presenta pocas variantes, si bien la escena de
la demanda de las hijas sufre ampliaciones muy cu-
riosas. Atendiendo al empleo de terminadas formas,
pueden dividirse estos romances en dos tipos funda-
mentales : tipo arcaico y tipo moderno.
El tipo arcaico se distingue por el uso de la fór-

mula hilo portugués

De Francia vengo, señora,


por un hilo portugués.
174
Literatura cubana
El tipo moderno sustituye el término

hilo portugués,
por hilo de oro, hilo de plata,
o hilito, hilito de oro...

El carácter antiguo del primer tipo se comprueba


por lo tradicional del verso:

por un hilo portugués


(<? por un hilo portugués, o traigo hilo portugués),

el cual, según advierte M. Pidal en el estudio citado,


se encuentra mencionado por Cervantes en el entre-
mes la Guarda cuidadosa: {un mercader que entra
pregonando) :

Tranzaderas, holanda de Cambray,


randas de Flandes, y hilo Portugués (i).

Pondré ejemplos de las dos clases:

HILO PORTUGUÉS

De Francia vengo, señores,


de por hilo portugués
y en el camino me han dicho
cuántas hijas tiene usté
—Que tenga que tuviere,
las
nada se importa a
le usté.
— Con un pan que Dios me ha dado
y otro que yo ganaré...
(Recogido en Extremadura por Rodríguez Marín,
Cantos Populares Españoles, tomo I, pág. i6o.)

Una versión más completa, y de procedencia extre-

(i) Véase en la colección de entremeses del Sr. Cotarelo (.Vtw»


Bib. de Aut. Üsp. Tomo XVíII, pág. i8, columna 2.')

175
José M,« Chaeón
mena, como la anterior, es la que publica Sergio Her-
nández de Soto en sus Juegos infantiles de Extre-
madura :

De Francia vengo, señores,


de por hilo portugués,
en el camino me han dicho:
— 'Qué tres hijas tiene usted.
— ^Que las tenga o no las tenga,
que las deje de tener,
medio pan que yo tuviere,
con ellas lo comeré.
— 'Muy enojado me voy
a los palacios del rey,
que las hijas del rey moro
no me las dan a escoger.
—Vuelva, vuelva, caballero,
no sea tan descortés,
de las tres hijas que tengo,
escoja la más mujer.
— Esta cojo por bonita,
por bonita y por clavel,
me ha parecido una rosa
acabada de nacer.

{Biblioteca de las Tradiciones españolas. Tomo III,


páginas 111-2. Puede verse aquí una interesante des-
cripción de este juego, uno de los más largos de los in-
iantiles.

Hay entre este tipo y el otro de Hilo de Oro como


una forma intermedia, que quizás pueda encontrarse
en la versión gallega de P. Ballesteros (i), que em-
pieza :

De Francia vengó, señora


de un pulido portugués.

(i) Bib. de las Tracl. Esp. 4° Folk-lore de Galicia, pág. 136.

176
Literatura cubana
En Cuba no he encontrado versiones de este tipo.

Modificado, como en la versión gallega, parece en-


contrarse en México, pues según me comunica el se-

ñor Castro Leal, allí se canta de estemodo


De Francia vengo, señores,
por un hijo portugués...

variante "quizá introducida por la lógica infantil".


En Chile se conserva el primer verso de este tipo.
Una versión del señor Vicuña Cifuentes, citada-por
M enéndez Pidal, dice así

De Francia vengo, señora,


y en el camino encontré,
a un caballero, y me dijo:
—Qué lindas hijas tenéis.

El segundo tipo, como mucho más moderno, se en-


cuentra más difundido.
Los versos primeros varían muchísimo, y el final

siempre depende de los caprichos infantiles. Una de


las versiones de Rodríguez Marín dice:

Al franque de orO',
que es unillas de un marqués,
que me ha dicho una señora:
— Qué lindas hijas tenéis
¡

— Si tengo o no tengo,
las las
para mí guardaré.
las
— Oh, qué alegre que me vine
¡

¡Oh, qué triste que me voy !,

que las hijas del rey moro,


no me las quieren dar, no.
— Vuelva atrás el caballero,
no vaya tan triste, no;
de las hijas que aquí tengo
escoja listé la mejor.
177
j. u. CRACÓJr. Literatura cubana. ij
-
José M.' Chacón
—Por Dios pido caballero al
que me trate muy
las bien.
—Ellas serán bien tratadas,
en sillas de oro sentadas,
y los pies en una almohada,
y las del marqués también;
del vino que el rey bebiere,
ellas beberán también.
(Cantos Populares, tomo V, pág. 40.)

Este final referente al trato de las hijas no le he


cído nunca en Cuba. Se conserva, en cambio, en
Santo Domingo, según se desprende de la extensa y
animada versión publicada por don Pedro Henríquez
Ureña

Lo que pido al señor


es que me la trate bien,
sentadita en silla de oro
bordando bandas del rey...

El romance que publica el señor Ureña pertenece


al tipo moderno de Hilo de Oro. Difiere en su comien-
zo también de nuestra versión

Hilo, hilo, hilo de oro...

Lo mismo sucede con el recogido por Menéndez Pi-

dal en su viaje por la República Argentina

Hilo de oro, hilo de plata,


que jugando al ajedrez,
me decía una mujer:
— ^¡
Qué lindas hijas tenéis !

Aquí el caballero se convierte en pastorcillo, recor-


178
L,lteratura cubana

dando algunos de estos versos al célebre y picaresco


romance De la gentil dama y el rústico pastor (i).

Vuelve, vu'elve el pastorcillo,


no seas tan descortés,
de las tres hijas que tengo
la mejor te llevaré.

Difiriendo en los primeros versos, y en ocasiones


en los finales, las versiones americanas de Hilo de
Oro, presentan como notas comunes la persistencia

en todas de ciertos caracteres antiguos (rey moro,


juego de ajedrez, etc.) y el empleo de una fórmula
general

Cojo ésta por hermosa; etc.

En América, como en España, estos romances


acompañan a juegos infantiles, los cuales suelen ser
muy movidos y llenos de peripecias, presentando al
final un sinnúmero de variantes ( 2)

2) El Caballero del Agua.

A la quinta, quinta, quinta


de una señora de bien,
llega un lindo caballero
corriendo a todo correr.
Como el oro su cabello,
como la nieve su tez,
como luceros sus ojos
y su voz como la miel.
— Que Dios os guarde, señora.
— Caballero, a vos también.
— Dadme un vasito de agua.

íi) Núm. 145 de la Primavera.


El Sr. Ureña ha descripto la forma de dicho juego en Santo
Domingo .

179
José M." Chaoón
que vengo muerto de sed.
—i-resquita como la ineve
caballero os ia d.ire,
que mis hijas la cogieron
al tiempo de amanecer.
— ¿ bon hermosas vuestras hijas?

— Como el sol de Dios las tres.


— ¿ Donde están que no las veo 'i

— Cada cual en su quehacer,


que así deben estar siempre
las mujercitas de bie».
— jjigáies a Lüüa» que salgan,
que las quiero conocer.
— La mediana y la pequeña
a la vista las tenéis,
que por veros han dejado
de planchar y de cosen
—La mayor se llama inés,
lamediana Dorotea
y la pequeña Isabel.
—Lindas son las tres que veo,
como rosas de un vergel,
pero debe ser más linda
la que no se deja ver.
— Que Dios os guarde, señora.
— Caballero, a vos también.
Ya se marcna el caballero
corriendo a todo correr.
— beñora, buena señora-,
somos cuñados del rey,
que hoy hace siete semanas
vino aquí muerto de sed,
y tres hijas como rosas
nos ha dicho que tenéis.
Venga, venga con nosotros
esa que se llama Inés,
coloradita se pone
si alguno la logra ver,
que en los jardines reales
va a casarse con el rey.
(Recogido en Cienfuegos, Cuba, el año 1915-)
180
Literatura cubana
Muy interesante hallazgo el de este romance ar-
tístico, evidencia que la elaboración del género en
Cuba es' mayor de lo que se creía. No le encuentro
ningún antecedente concreto en el Romancero tradi-
cional pero el empleo de formas populares típicas
;

me permite darle cabida en esta colección.


Son tan evidentes formas tradicionales en mu-
las

chos versos de este romance, que me contentaré con


enumesarlas sin ningún com.entario.
i) La repetición de una palabra en el verso inicial

A la quinta, quinta, quinta...

2) La forma verbal, que da más energía a la frase

corriendo a todo correr...

3) El uso de números tradicionales

que hoy hace siete semanas


vino aquí muerto de sed.

Tiene el romance buenos momentos líricos : nótese


principalmente el coloquio entre y la
el caballero
dama. La descripción del caballero y de las hijas de
la señora recuerda el procedimiento de los romances

artísticos. En ocasiones es la forma vulgar la que


predomina

que por veros han dejado


de planchar y de coser.

Aunque no tenga antecedentes concretos la versión


transcripta en los romanceros tradicionales que co-
nozco, su asunto es un tema folklórico universal.
José M.* Chacón
3) Romance religioso.

—Madre, en la puerta hay un niño


más hermoso que el sol bello,
parece que tiene frío
porque está en medio cuero (sic).
—Pues dile que entre,
se calentará,
porque en esta tierra (Bis:)
ya no hay caridad.
Entró el niño y se sentó
y apenas se calentaba,
le pregunta la patrona
de qué tierra y de qué padres...

—Mi patria es el cielo,


mis padres tanubiéii,
y bajé a la tierra (Bis.)
para padecer.
— Hazle la cama a ese niño
en la alcoba y con primor.
— 'No me la haga usté, señora,
que mi cama es un rincón,
mi cama es el suelo
desde que nací,
y hasta que me muera (Bis.)
ha de ser así —
A eso de media noche,
el niño se levantó,
y le dice a la patrona
que se iba ya con Dios,
que aquella es su patria (Bis.)
donde iremos todos (Bis.)
a darle las gracias. (Bis.)

Confieso que incluyo aquí con cierto temor este


romance. No sé si por deficiencia de mis pesquisas
que en estas materias nunca son bastantes —o porque
así sea en realidad, lo cierto es que nada ha hallado
parecido en las publicaciones folkóricas que he con-
182
Literatura cubana
sultado. Me atrevo a incluirla en esta recopilación, no
obstante
I.** Porque el verso a eso de la media noche halla
su concordancia en giros parecidos de antiguos ro-
mances (i) ; y
2° Por la singularidad de traer confundidos ver-
cos de ocho y seis sílabas.

Este último hecho acusa una evidente contamina-


ción.Se distingue también en el romance un ele-
mento vulgar indudable, representado, entre otros,
por el verso

le pregunta la patrona,

término que se encuentra repetido más adelante.


Algunas comparaciones tienen cierta gracia poéti-
ca y no son ajenas a la poesía popular. Así, este
verso

más hermoso que el sol bello.

En conjunto, por la misma sencillez con que está


expresado, lo maravilloso cristiano, la composición
deja en el ánimo una impresión agradable. El romance
se canta muy poco, y ofrecen sus diversas versiones
muy pocas variantes; a veces, el verso!

y hasta que me muera ; etc.

se sustituye por

y hasta que en cruz muera ; etc.

(i) El de Santa Catalina (Trad. de Andalucía, 31) dice;


A eso del mismo punto.
José M.» Chacón
En la provincia de Camagüey, según se me in-
forma, se cantaba con frecuencia en las fiestas de
Navidad y Semana Santa. En la Habana no lo he
oído ni una vez sola, si bien leyéndolo a varias per-
sonas, éstas me han dicho que lo cantaron en su
niñez (i).

3) Fragmento desconocido:

Aquel navio que aparece (Bis.)


no supo, no, nunca navegar. (Bis.)
Al cabo de cuatro semanas (Bis.)
no tuvo con qué alimentar (Bis.)

La suerte cayó a los pobres (Bis.)


y el cuello van, van a degollar. (Bis.)
Los pobres se echan de rodillas (Bis.)
y al cielo guie, guie, giiieren implorar. (Bis.)

Mutilado como está


el presente romance (en el que

a cada momento, y por adulteraciones continuas, se


pierde el metro propio <iel género) se hace imposible
establecer concordancias entre el mismo y los roman-
ces tradicionales de España. Parece referir los epi-
sodios de algún naufragio, i>erteneciendo, quizá, a
un ciclo geográfico. La repetición sistemática de cada
verso da cierta nota misteriosa a la composición. Hay
en la misma un elemento folklórico casi universal : la

suerte decidiendo quiénes son los culpables de las


iras del cielo. Generalmente, es un señor poderoso

(i) El romance es comunísimo en España: D. Juan Menéndez


Pidal en su libro antológico La Navidad de los niños, da una ver-
sión que tiene cierto carácter artístico. Yo he oido muchas versiones
en los corros infantiles (en Castilla y Aragón) y D. Ramón Menén-
dez Pidal me ha indicado que se encuentra en casi todas las regio-
nes españolas.

184
Literatura cubana
ü el autor de alguna fechoría sobre quienes cae la
responsabilidad del naufragio. Aquí son los pobres,
los yiesvalidos de toda buena fortuna quienes sufri-
rán los rigores de la fatalidad. La imploración de la

ínisericordia divina es la lógica consecuencia de tal


suceso, y es también un hecho muy común en la

poesía popular. Estos elementos del fragmento de ro-


mance transcripto son los que m-e han decidido a in-
cluirle en la presente recopilación.

Aquí da término esta contribución folklórica: Des-


de el punto de vista estético, poco importantes son los

lomances que publico. El tema primitivo de la com-


posición se mixtifica, elementos vulgares se mezclan
a los puramente populares y la llaneza familiar del
estilo de los antiguos romances ora se rebaja tanto

que llega a lo pedestre, ora pierde su propio carác-


ter por el influjo de una tendencia retórica. Así y
todo, si TÍO conservaran algo de la esencia poética
que dio vida y animación a los romances viejos, pues
conservando su asunto no pr.eden b??ber perdido por
rompkto aquel espíritu, estos romances, que viven
únicamente en los labios infantiles, servirían para
pTobar, al menos una vez má^. la vitalidad maravi-
llosa de la poesía popular de España. Esta sola cir-

cunstancia debe ser suficiente para que veamos con


beneplácito todo intento de recopilación. Estas ver-
siones no son las únicas que existen, ni son tampoco
las más puras : son únicamente las que se han en-
contrado en una primera investigación. Para el filó-
José M.* Chacón
logo, para el folklorista, para el poeta esto puede
representar una mina riquísima. Sólo falta llegai a
sus entrañas y volver a la vida los elementos que la
informan. No es labor de un día ni de mero entu-
siasmo. Requiere una dedicación especial sometida
a un método rigurosamente científico. Todo ello es
poco si se atiende a que lo que no es
se investiga
sino una de las últimas manifestaciones de una es-
pléndida poesía, nacionalista como ninguna, enérgica
como pocas, sobria, sencilla e infiltrada de tan pode-
roso espíritu estético, que Hegel, en una obra in-
mortal (i), no vaciló en decir que formaba "una co-
rona tan bella y graciosa, que nosotros, los moder-
nos, nos atrevemos a ponerla al lado de lo que la
antigüedad tiene de más hermoso".
Febrero de 1914.

(i) Estética. Edición castellana, tomo 11, pág. 387.


GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA^')

LAS INFLUENCIAS CASTELLANAS: EXAMEN NEGATIVO

(i) Conferencia leída en el Conservatorio Nacional de la Habana


el día 19 de abril de 1914.

187
I
Señores

No vacilé un momento en aceptar el honroso en-


cargo que me confiara mi distinguido amigo ATax
Henríquez Ureña — fundador, con Jesús Castellanos,
que parece presidir en espíritu estas amables fiestas,

y continuador, con el doctor Lendián, de la Socie-


i —
dad de Conferencias de disertar, por algunos mo-
mentos, ante vosotros, sobre la incomparable mu-
jer camagüeyana cuyo primer centenario acabamos
de celebrar.No pensé nunca en la trascendencia del
tema, en lo trillado que está, en la dificilísima em-
presa para todos — imposible para mí—de concretar
en pocas palabras los caracteres distintivos de su
obra, señalar su elaboración, juzgar de las influencias
extrañas que en ella intervienen, para llegar, por
último, al gran problema estético que presenta su
misticismo; misticismo sin antecedentes en la lite-

ratura castellana de su época, misticismo de fases


muy diversas, que no se siente con frecuencia en las
propias poesíaá religiosas de la autora, sino que, con
1S9
José M .
"^
C h a o ó u

asombro, venimos a encontrarle en composiciones


estrictamente Úricas, infiltradas de amorosa pasión;
misticismo, en fin, que no llegó a ser definitivo, que
no llegó a desenvolverse por completo, pero cuyo
espíritu sentimos como flotar en el cuerpo entero
de sus obras. , j

En nada de esto pensé cuando se ama- me hizo el

ble ofrecimiento. Se agruparon entonces en mi mente


los recuerdos más caros de la infancia, y las dificul-
tades de la empresa cedieron el paso a la evoca-
ción de las más dulces y gratas memorias. Aquella
escuela de mi niñez surgió a mis ojos, y volví a vi-
vir aquellos días en que mi espíritu tranquilo, sin
incertidumbres, lleno de mansa paz, recibió la pri-
mera emoción bella de la vida. La primera poesía que
leí, la primera que aprendí de memoria, fué el so-
neto que empieza:

Perla del mar, estrella de Occidente

Rebelde la memoria a otros ejercicios, se sometió


blandamente al principio, blanda y regocijadamente
después, a éste, tan distinto a los demás, que llevaba
al espíritu goces no sentidos hasta aquí. Desde aquel
momento, sin que supiera razonarlo, mi entusiasmo
hacia Gertudis Gómez de Avellaneda me hacía robar
el tiempo a las obligaciones escolares, para consa-
grárselo a sus versos, que sabían recompensarme me-
jor que ninguna de las otras tareas, necesarias, pero
fatigosas.
Así comenzó mi culto por esta egregia mujer : ved
cómo ha sido un motivo sentimental lo que ha echa-
190
Literatu r^-a cubana
do sobre mis hombros la responsabilidad de esta con-
ferencia.

Desenvolviéndose de un modo variado y diverso


la actividad de la Avellaneda, es empeño vano que-
rer tratar en una disertación académica de todos los
aspectos de su labor literaria. Es más disciplinado

y racional juzgar de uno de aquéllos tan sólo, o pro-


curar, en forma sintética, distinguir los caracteres
principales de su obra entera. Este último procedi-
miento es mucho más atractivo, pero mucho más
peligroso. Tiene el peligro de todas las generaliza-
ciones:no puede concretarse; y el espiritu, en vez
de andar con paso firme, vaga por esta o aquella re-
gión. Seguiré el primer camino, exponiendo las dos
tendencias criticas fundamentales sobre la Avellane-
da, planteando el problema de las influencias caste-

llanas en su obra, y fijando, por algunas cualidades


formales de su arte, el verdadero lugar que ocupa
en la poesía española del último siglo.

La bibliografíu de la Avellaneda es extraordina-


riamente rica; no obstante esto, pueden distinguirse
de una manera clara en la misma dos tendencias crí-
ticas fundamentales : una, que pudiéramos llamar tra-
dicional; otra, que ha venido a generalizarse, a ser
aceptada por casi todos en nuestros días en virtud
de la publicación de documentos interesantísimos. La
primera hace de la Avellaneda un ser antifemenino,

insensible, frío por esencia y ajeno en todo momento


a los goces suaves y apacibles de la vida íntima. Una
191
José M.« Chac ó n

pasión sola, segrin esta tendencia, parece darse en la

Avellaneda : la pasión de si misma, el sentimiento de


la dignidad, junto muchas veces al sentimiento del
orgullo. No la inspiran sino los grandes hechos, no
la impresiona sino lo que sobresale en la natura-
leza: su lira no tiene acentos blandos, sino graves y
robustas notas. Todo es en ella nervioso y varonii.
Este criterio psicológico ha tenido que rectificarse.

La frase famosa (de dudoso gusto, como decía el

inolvidable Piñeyro): "Es mucho hombre esta mu-


jer", atribuida ai gran' poeta civil del Dos de Mayo,
ha sido calificada por algunos de apotegma absur-
do. C^n excepciones notorias, como el estudio de
Valera, esta tendencia siguió siendo la generalmente
aceptada. En 1883, en ocasión de conmemorarse en
Cuba el primer decenario de la muerte de la poetisa,

Enrique José Varona publicaba en un periódico dia-


rio de esta capital, La Lucha, un articulo, verdadera

maravilla de síntesis, en donde, aunque con ciertas


atenuaciones, vemos predominar ese mismo criterio.

Se reconoce en la obra de la A/ellaneda un carácter


fluctuante y contradictorio, pero no se le juzga como
atributo propio del alma femenina, sino como mani-
festación de la lucha en que debió vivir aquel espí-
ritu sometido a las vicisitudes más diversas, envuelto
en una atmósfera poco favorable para su libre y ca-
bal desarrollo. El carácter de la Avellaneda, se re-
pite amenudo en ese magistral artículo, era muy pró-
ximo a la energía varonil. Acepta Varona la nota
mística en la poetisa, pero no encuentra su origen
en ninguna pasión humana, sino que va a buscarlo
192
Literatura cubana
en hechos puramente circunstanciales: en la caída
de Isabel II, v. gr. Por último, este misticismo no
eleva más y más las facultades espirituales de la
Avellaneda, sino que, devorador e infecundo, amen-
guan éstas y precipita al poeta en una región fan-
tástica y misteriosa, donde no encuentra sino deses-
perada incertidumbre y mortal desasosiego Todo
esto, dicho en un estilo majestuoso, lleno de vigor,

sin una frase de más ni una de menos, con ese


raro dominio que tiene el señor Varona de nuestra
lengua. Estas son las ideas fundamentales del ar-
tículo: ellas prueban cómo Varona seguía en aque-
llos años la opinión tradicional sobre la poesía de la
Avellaneda (i). Para llevar el convencimiento al áni-

mo de todos — ^y ya que este artículo es una rareza


bibliográfica por no haberse reproducido, según en-
tiendo, en ninguno de los libros del autor trasladaré

varias frases textuales del mismo

Le oiréis cantar... las revolu'ciones de los imoerios-. el


triimfo de1 cristianismo, las fuerzas prepotentes y miste-
tiosas de la nattiral>eza... Nada le mueve sino lo que so-
bresale, lo qii« le impone.

Estos conceptos revelan cómo se consideraba el arte

de la A^víllaneda, arte de majestad y fuerza, poesía


grandilocuente y robusta; pero ni íntima, ni pura-
mente amorosa, y sin verdadera pasión personal. El
ejemplo de Varona, que ya estaba en la plenitud de

(i) Totalmente ha rectificado este criterio el Sr. Varona en el


discurso que pronundó en el teatro Payret cuando las fiestas del
Centenario. (Véase el número de mayo, 19T4, pp. 99-105, de Cxiba
Contemporánea.)

198
j. M. cnAc6N. Literatura cubana. 13
José M.* Chacón
SU talento, vale por todos y sería inútil seguir citan-
;

do otros y otros estudios donde se observa idéntica


tendencia.
I. a segunda tendencia (i) ve en esta poesía todo lo

contrario. I.a sensibilidad femenina encuentra en


la Avellaneda una manifestación perfecta. Aquellas
contradicciones, esos vagos anhelos, aquellos lamentos
de su espíritu, desgarrado por todas las amarguras
aquella fe y aquel optimismo juntos al más atroz de
los desalientos, esa preocupación por lo pequeño de
la vida y al mismo tiempo esa robusta, clarísima vi-
sión de las verdades primeras ; esas victorias y derro-
tas de su alma, esa ardiente pasión humana, mansa y
recogidaun tiempo, desatada después son cualidades ;

que prueban la sensibilidad de un espíritu, la influen-


cia avasalladora del sentimiento sobre la voluntad,
el triunfo definitivo del amor, sea o no humano, so-
bre todas las demás pasiones que pueden abatir o
fortalecer la humana naturaleza.
Estas afirmaciones pudieran haber parecido algo
temerarias cuando no se tenían a la vista sino las
poesías de la Avellaneda. Con ellas no podía negarse
toda nota sensible en su obra; pero ésta no era la

predominante. El fuego de la pasión amorosa, más


que en sus versos, debemos buscarlo en su autobbio-
grafía y en sus cartas amatorias dadas a luz en 1907
en Huelva, y reimpresas recientemente, por Carlos

(i) D. Mariano Aramburo. en sus conferencias del Ateneo de


Madrid, procura con fino ingenio conciliar ambos criterios. {Persona-
lidad literaria de doña Gertrudis Gómez de Avellaneda^ Madrid, 1898.)

J94
Literatura cubana
de Velasco, director de Cuba Contemporánea (i).
No momento, ahora, de analizar esas cartas
es el
baste decir que ellas han confirmado las frases que
vais a escuchar, de Menéndez y Pelayao, que fueron,
ail escribirse en 1893, ""3. verdadera profecía

Lo femeninoeterno es lo que ella ha expresado, y es


lo característico de su arte, y... lo que la hace inmortal,
no sólo en la poesía lírica española, sino en la de cual-
quier otro país y tiempo, es la expresión, ya indómita y
soberbia, ya mansa y resig-nada, ya ardiente e impetuo-
sa, ya mística y profunda, de todos los anhelos, tristezas,
pasiones, desencantos, tormentas y naufragios del alma
femenina.

Estas palabras elocuentes de Menéndez y Pelayo,


parecen de innegable certeza cuando junto a las poe-
sías se leen esas ardientes cartas, comentario perpetuo

de los versos de la Avellaneda.


Estos son los dos criterios fundamentales que s€
han sostenido sobre la obra poética de esta egregia
mujer. Expuestos con brevedad, procuremos ahora
penetraremos en su espíritu, y nos será más fácil exa-
minar los caracteres de esta poesía.

« «

En una época de transición literaria, en el crepúscu-


lo del falso clasicismo y no muy lejano el día de la
revolución romántica, surge la Avellaneda. Cuba, on-
ce años antes, había producido al más nacional de sus

(i) Cnrta.t Amatorias de Avellaneda^ con su Autobiocfrafía— reim-


presas en <"uBA Contemporánea... Habana, 1914 (Edición especial
da veinticinco ejemplares numerados y no puestos a la venta.

195
José M.» Chacón
poetas ; y él, clásico por la forma, romántico por el
espíritu, junto con Quintana; va a impresionar por
primera vez la imag^inaci-ón poética de la Avellaneda.
Heredia, poeta descriptivo y civil, que reco,2:e e inter-
preta todas las ansias libertarias del pasado siglo, de
sentimientos ardientes, de imasfinación viva aunque
desordenada, grandilocuente en la expresión, inco-
recto, a veces, en la forma, debía por sus extraordi-
narias cualidades avasallar el espíritu infantil de la
poetisa, sruiar sus primeros nasos, inten^enir de un
modo principal en la elaboración de su lírica.
Ella confiesa siempre estas lecturas de Heredia, y
en las citaciones de sus Memorias inédifas fT> y en

estrofas inmortales deió e^^^amnada su admiración oor


el austero poeta del Teocalli d^ Cboluln. Sin embarsro,
analizados los rascro«; característicos de la poesía de
Heredia. se obser\^a una diferencia completa entre és-

tos y los que dictinoriien a la Avellaneda.


La sreneralidad de los críticos aue se han ocupado
en el poeta cubano, discrepando en mucbas otras co-
sas, coinciden en señ^^^ir en Hered^'a e^9s dos no-
tas esenciales : la r>ntnótica v la descrintiva. Estas
cualidades no se dan separadas, sino que Se confun-
den, viniendo ser una respecto de la otra como su na-
tural complemento. El patriotismo de Heredia le lle-

va, con frecuencia, a la robusta entonación de sus


cantos civiles : pero en mucbas otras ocasiones le con-
duce a la poesía descriptiva, de opulencia admirable,

(i) Véase pp. 2, 4, 11... en la excelente edición de D. Domingo


Figarola-Caneda: Memorias inéditas de la avellaneda. Anotadas por
Domingo Figarola-Caneda... Habana, MCMXIV.
198
Literatura cubana
donde el'paisaje vibra de un modo armónico con su
ser interior y animada siempre de un ardor y entu-
siasmo más asombrosos aún que su misma opulen-
cia (i) El filosoñsnio, ia tenüencia humaiiitarista que
dio vida a tantas composiciones de a principios de
aquel siglo, viene a completar el cuadro de la poesia
de Heredia, la cual, sin que empezca a su gran-
de originalidad, se desenvuelve dentro de los li-

mites de la escuela salmantina, último baluarte


del clasicismo español. En la Avellaneda, ni hay
una pasión patriótica intensa (por lo menos, ex-
presada en forma poética, pues en prosa nos aguar-
dan muchas sorpresas), ni descripciones propias, pro-
fundamente personales.
La naturaleza la sirve más para hacer elegantes
razonamientos poéticos, que cantos donde se pinten
sus grandezas y maravillas. Falta, sobre todo, la nota
nacional en sus poesias descriptivas, que es, por el

contraio, como el distintivo de las de Heredia. La


oda Al Mar de la Avellaneda es la más completa con-
firmación de lo que aqui se dice. Que hubiera influen-
cia formal es cosa bien distinta. Pudo ver lo mismo
de Quintana qu€ de Heredia. Lo esencial es que la
Avellaneda, por su ardiente pasión amorosa, que va a
terminar enverdadera exaltación misiica, pertenece a
otra raza de poetas.
El otro gran poeta (entre los que escribieron en
lenguaje castellano) que leyó la Avellaneda en su

(i) En muchas de las composiciünes descriptivas de Heredia se


da que he llamado la poesía civil interna. Esta idea ha sido desen-
lo
vuelta cu un estudio posterior.

197
José M."^ Chacón
niñez, fué un continuador de la escuela salmantina,
el último de sus maestros, el hombre de más vigoroso

temple moral entre los liberales españoles de su tiem-


po. Manuel José Quintana es la encarnación más ge-
nuina de las tendencias del siglo xviii. Nadie como
él supo compenetrarse con el panfilismo, filosofismo
y todos los tsmos de aquel siglo tumultuoso, de ini-
ciaciones continuas en todas las esferas de la activi-
dad humana, de tanteos y ensayos sin cuento. Las no-
tas de Quintana son las notas de aquel siglo. Uno
de sus más excelentes jueces ha dicho que, a pesar
de haber vivido mucho más tiempo en el siglo xix
que en el xviii, se mantuvo de lleno dentro de las
corrientes de éste.
La pasión patriótica, primero, la pasión por la hu-
manidad después, dijo Menéndez y Pelayo (i), son
las notas más salientes, de la obra de Quintana. Es en
todo momento el poeta civil. Llega a las cumbres de
la sublimidad poética, pero es uniforme en sus sen-
timientos y en las expresiones de los mismos. Ni la
pasión humana, ni la pasión divina, ni la naturaleza,
tienen un eco en su poesía. Es la suya, poesía de re-
novación y humana.
política, nacional

Estas cualidades faltan por completo en la Avella-


neda. Momentos hay en que canta asuntos parecidos,
pero son entonces los suyos versos meramente oca-
sionales. Asi sus dos composiciones dedicadas a Isa-
bel IL

(i) Véanse, principalmente, su conferencia sobre Quintana {£s-


tudios de Critica Literaria, tomo V), y la Historia de las Ideas Es-
téticas en España, tomo VI, 2.^ edición), pp. 110-124,

ld8
L i t e|r atura cju b ana

El menester que se repita mucho todo esto, para


que no haya inconveniente en aceptar el carácter per-
sonalísimo de la lírica de la Avellaneda. Sus primeros
maestros no le dieron ninguno de los elementos subs-
tanciales de su arte. En su propia vida, llena de in-
certidumbre, es donde debemos buscarlos. Ella nos
dará, mejor que ningún otro poeta, la explicación
de las grandes contradicciones, de los anhelos inde-
finidos de la poesía de la Avellaneda.
No hemos hecho sino indicar levemente por qué
estas influencias no pueden ser nunca esenciales. Que-
de para otro el escrupuloso estudio comparativo en-
tre la lírica de Avellaneda y la de los pyoetas ci-
la

tados, a fin de ver ciertas semejanzas de forma y


precisar así algunas influencias incidentales.
Si esto ocurre con los poetas que hicieron las deli-
cias de su infancia (i), otro tanto ocurrirá, aunque
de modo más acentuado, con aquellos que vino a co-
nocer más tarde. Cuando la Avellaneda abandonó su

(i) Además de los poetas menciónanos, debió leer en su niñez a


D. Juan Bautista Arriaza, uno dé los más populares en América du-
rante los primeros años del siglo XIX. De esta popularidad dan
muestras evidentes los periódicos de la época: así el Aviso de la Ha-
vana, continuador del célebre Papel Periódico^ recopiló una buena
pane de la producción poética de Arriaza, que había estado en Ca-
racas, siendo oficial de la armada, por 1806.
Arria za es un poeta de cualidades exteriores: su dicción es clara
y precisa; su versificación, corriendo por los antiguos cauces, es va-
riada y abundante. El lenguaje de los afectos lo desconoce: no hay
el eco de una pasión en sus versos. En las elegías {Canto a la muer-
te del Duque de Alba ,en las composiciones amorosas {La Silvia)^ en
las odas civiles {Al Dos de Mayo) y en la poesía didáctica {±.milia)^
es de escasa invención y de ideas pobres y comunes, aunque su in-
genio, lozano y ameno, encubra la carencia de cuahdades positivas.
Eli Arriaza más original es el satírico. Aquí su ingenio se dilataba

por regiones más asequibles. No debe buscarse en estas fáciles com-


posidones, ni el humorismo concentrado, ni la honda ironía, ni un

. 19U
José M.*^ Chacón
país natal, su espíritu poético había adquirido un
pleno desarrollo. Las tendencias definitivas de su lí-

rica ya estaban delineadas, según nos prueba la Auto-


biografía dirigida a Cepeda y de cuya sinceridad no
puede dudarse. Por otra parte, aquel soneto que es-

cribió de pie sobre la cubierta de la fragata Bello-


chan, en los niümentos en que zarpaba para Euro-
pa —que improvisó, según ella dice — ,
prueba cómo el

dominio de la forma era admirable y que sus senti-


mientos habían encontrado ya una manera adecuada
de expresión. Así es que la otra gran influencia, la

de Juan Nicasio Gallego, de que se ha hablado tanto,


tampoco puede traspasar los límites de la influen-

cia formal. Conoció la Avellaneda a Gallego en Ma-


drid y por el año de 1840. Era el poeta zamorano, de
natural amable, franco y expansivo; de acendrado
buen gusto, aunque no admitiera sino muy a duras
penas cualquiera manifestación ajena al arte en que
se había educado, y en el que llegó a tener espléndi-
do señorío. Su influencia fué notoria entre sus con-
temporáneos: su magisterio era carga suave que
aceptaban los jóvenes de la época. Así, en 1845, es-

cribía uno de éstos : ''es el protector nato, el am.igo de

elevado concepto del mundo y de los hombres. Hallaremos, en


cambio, a cada momento, el chiste espontáneo o la frase aguda y
mordaz. Para corresponder mejor a sus cualidades exteriores, no
— —
produce pase la expresión sino lo cómico objetivo.
Estas cualidades de la poesía de Arriaza, prueban cómo no pue-
den dejar el más leve rastro en la Avellaneda. Creo, por tanto, inútil
todo intento de comparación. Hasta en la forma son antitéticos:
Arriaza odiaba el verso suelto; la Avellaneda lo cultiva: Arriaza ata-
caba la pompa y énfasis de las escuelas de su tiempo; la Avellane-
da, como veremos más tarde, pagó tributo a esas formas, no las más
altas, de la elocuencia poética.

200
Literatura cubana]
confianza de todos los jóvenes; él los aconseja, los

anima, y a todas horas e^tán


les corrige sus obras,

abiertas su puerta y su benevolencia para cuanto»


de buena fe van a reclamar el auxilio de sus luces y
larga práctica en el arte" (i).

La elocuencia poética no ha tenido nunca, después


de Herrera, un cultivador más brillante. El habla
castellana, ágil y ligera unas veces, grave y robusta
otras, adquiere en Gallego los más variados matices.
De riguroso criterio clásico —siendo el suyo, como
no podía menos de serlo en aquel tiempo, un clasi-

cismo formal — , cada oda, cada elegía que brotaba


de su ingenio, no muy fecundo, pero siempre sereno
y armónico, venía a constituir un ejemplo vivo de
corrección y compostura, de inspiración y orden aca-
démicos. Tiene calor de afectos, no carece la sensi-
bilidad, momentos hay que llega a lo patético, ver-
bigracia, en algunas estrofas de sus inmortales com-
posiciones Al Dos de Mayo y A la Muerte de la Du-
quesa de Frías mas ese cúmulo de figuras, el empleo
;

abusivo de símiles mitológicos, la perífrasis conti-


nuada, nos impiden ver en toda plenitud el alma del

poeta. El período se desenvuelve armónicamente, es


arrogante desde el principio hasta el fin; pero este
afán por conseguir la armonía formal, estorba, la

expresión directa de los sentimientos. No puedo re-

sistir al deseo de ilustrar estas afirmaciones con un


ejemplo: voy a escogerle precisamente de unas de
sus más célebres elegías. Sea el principio de la com-
puesta A la Muerte de la Duquesa de Frías
(i) Prólogo de la edición académica délas poesías de Gallego
J o • é M.a Chacón
Al sonante bramido
del piélago ferozque ei viento ensaña
lanzando atrás del Turia la corriente;
en medio al denegrido
cerco de nubes que de Sirio empaña
cual velo funeral la roja frente
cuando el cárabo oscuro
ayes despide entre la breña inculta
y a tardo paso soñoliento Arturo
en el mar de Occidente se sepulta;
con que en las ondas alteradas tiembla
a los mustios reflejos
de moribunda luna el rayo frío,
daré del mundo y de los hombres lejos
libre rienda al dolor del pecho mío.

No hay duda de que la sinceridad poética requiere

una forma distinta. La pompa misma del epíteto pug-


na con el principio de la sencillez, el principal atri-
buto de aquélla.
He querido caracterizar la parte formal de la poe-
sía de Gallego: no debemos un solo momento perder
de vista los elementos que la informan, pues ellos
explican grandemente ciertas cualidades formales de
nuestra autora. Entiéndase bien que me he referido
a cualidades formales tan sólo : la parte interna está
libre, absolutamente libre, de esta como de las otras

influencias.
La fuente de inspiración de Gallego no es tan sen-
cillacomo la de Quintana, pero tampoco es muy com-
pleja. El mismo, en versos sobrios y llenos de ma-

jestad, va a declararnos cuál es:

Oh, patria, deidad augusta,


mi numen, es tu amor.
202
Literatura cubana
Asi dice en el principio de su oda a la Defensa de
Buenos Aires. Tuvo por tanto, la pasión patriótica,
grande parte en sus versos. No era, como en Quinta-
na, un amor patriótico que se explayaba hasta llegar
a ser amplio y generoso humanitarismo. La patria
por la patria misma, la patria cantada en sus héroes
y sus hazañas, la patria identificada con el primario
sentimiento de la raza, base de todo nacionalismo : asi

era la pasión patriótica de Gallego.


Junto al sentimiento patriótico late otro tan noble
y humano como aquél el sentimiento de
: la amistad.
Es fuerte y enérgico, no se identifica, no llega jamás
a los lindes de la pasión amorosa ; mas hay un fue-
go, una animación, una vida interna tan poderosa y
prolifica en sentimientos derivados, que el efecto

poético que produce casi es el mismo. Recuérdese su


elegia al Duque de Fernandina, evóquese aquel vigo-
roso pasaje de A la muerte de la Duquesa de Frías,
donde aparece la dulce, buena, incomparable amiga
llevando a la prisión solitaria en que se consumia Ga-
llego el blando consuelo de su amistad.

Mas, ¡cuál mi asombro fué cuando iraprevisa


a la pálida luz mi vista errante
. los bellos rasgos de Piedad divisa
entre los pliegues del cendal flotante!
¿Por qué, por qué benigna,
clamé bañado en llanto de alborozo,
osas pisar, Señora,
esta morada indigna
que tu respeto y tu virtud desdora?
¡Ah !, si a la fuerza del inmenso gozo
del placer celestial que el alma oprime
hoy a tus plantas expirar consigo,
mi fiebre, mi prisión, mi fin bendigo.
VO'á
José M.'*^ Chacón
Todo Gallego está en estos versos. Hemos de llegar
Al Dos de Mayo para encontrar estrofas de ese tem-
ple. Otra nota hay en Gallego, que por parecerme se-
cundaria no debo tomar en cuenta en este rapidí-
simo bosquejo; es la nota cortesana, la nota palatina.
Por su academicismo, tenía cualidades de poeta de
Corte. Recórrase su breve y pulida colección de poe-
sías, y se verá cómo casi todos los acontecimientos
regios son cantados por él. Sin embargo, esta nota,

es meramente ocasional ; composiciones tiene en este


género, de elevación poética; pero entonces detrás
del poeta cortesano aparece el poeta civil : así en la

elegía a la muerte de la reina doña Isabel de Bra-


ganza. L.os males de España inspiran al poeta tanto
como la muerte misma de la reina (i).

No son estas fuentes las originarias del arte de la

Avellaneda. Quizá se haga alguna excepción en cuan-


to a la parte cortesana; también nuestra poetisa, lle-
vada de sus sentimientos monárquicos y de su amis-

(i) Estos tercetos lo prueban con evidencia:


¿Ves, oh patria infeliz, de sangre llenas
tus hazas al furor de Marte crudo
y a tu adorado rey entre cadenas?
<Será forzoso que el potente escudo
de nuevo embraces y la lanza fuerte
que los grillos romper del orbe pudo?
Esta nota civil asoma en las poesías de Gallego más apartadas del
género. En la oda leída en la Academia de San Fernando A la in-

fluencia del entusiasmo público en las Artes de noble y sostenida
inspiración, leemos al final estrofas de este temple:

...Sobre el glorioso
montón de escombros de la antigua torre,
que a la horrísona bomba se desploma,
allí el aragonés su frente asoma
indómita y serena,
y al terco sitiador de espanto llena.

204
Literatura cubana
tad con Isabel II, hizo versos de este género. No son
escasos en su colección, pero no expresan nada del
espíritu de la Avellaneda. Son versos de certámenes,
y con eso está dicho todo. Es menester que se diga
de una vez y con voz alta la verdadera Avellaneda,
:

la Avellaneda de la posteridad, está reducida a una


corta serie de composiciones ; las dos elegias en la

muerte de su primer esposo, la segunda composición


dedicada A El, la Dedicación de la Lira a Dios, el
Cántico (imitación de varios salmos), el Miserere...
Esto es lo que nos importa conocer; si suprimís lo
demás de su obra, no padecerá nada la integridad de
su arte. En cambio, cercenad una sola poesía de la
colección académica de Gallego aun aquella dedi- —
cada a la Virgen, y en la que implora misericordia
para su reina, que atravesaba por un duro trance —
y tendréis entonces a un Gallego incompleto. En esa
verdadera Avellaneda no interviene Gallego (i). Son
dos psicolc^as muy distintas la de estos poetas, para
que pueda haber influencia de fondo. Hemos visto el
alma de Gallego alma buena, serenamente académi-
:

ca, amante de la perfección de los detalles, que* no

\ llega al
del
amor humano ni asciende a las excelsitudes
amor divino, aunque hiciera en su juventud ver-
sos amorosos y en su edad madura cantara la última
cena y describiera con vivos colores la muerte del
apóstol traidor. Pronto veremos cómo es la de la
Avellaneda : es contradictoria y pasional ; alma llena
de tumultos, que vino a la vida en medio del dolor

(i) Hacemos, como antes, abstención de toda influencia de pro-


cedimiento, de técnica.

205
José M. .<" Chacón
(véase una de sus canciones a la Virgen) y se fué
abrasada por la llama divina (véase su Dedicación

de la Lira a Dios). Por eso afirmo de un modo abso-


luto que sin haberle leído, que sin haber recibido los
beneficios de la enseñanza del poeta del Dos de Mayo,
quizá no hubiera llegado a ciertas virtudes of rmales
pero hubiera sido siempre la Avellaneda apasionada
e impetuosa, inflamada ora por el amor humano, ora
por la pasión mística.

Heredia, Quintana, Gallego, ofrecen, pues, substan-


ciales diferencias con la Avellaneda hay, no obstante,
;

entre éste y aquélla una nota común, una verdadera


tradición estética que los afilia, en cuanto a la parte
técnica se refiere, a una misma escuela. Me explicaré.
Durante gran parte del siglo xviii, fué el prosaísmo
mal muy generalizado en la literatura española. El
lenguaje poético había perdido sus propios atributos,
e inspirado por un sentido utilitario, llegó a confun-
dirse con la prosa. Tomás de Triarte es un ejemplo
insigne de esta tendencia. Contra este mal se produ-
jeron dos reacciones distintas y simultáneas. El gru-
po de los poetas salmantinos (Meléndez y Cienfuegos,
más tarde Quintana y Gallego) ''comprendió que el

verdadero lenguaje poético se diferencia y aparta del


común, por la majestad, la novedad y la belleza",

y que para ser verdaderamente tal, requiere un lé-


xico propio. No se propuso por modelo, a pesar de
llamarse escuela salmantina, al más clásico y sereno
de los poetas españoles ; no se fijó tanto en el ritmo
206
Literatura cu baña
interior de las palabras, ni aspiró a una visión com-
pleta de la vida, ascendiendo, por virtud maravillosa
del espíritu, desde las verdades últimas hasta la ver-
dad primera, comprensiva de todas; pero amplió el

caudal poético, aunque adulterara la lengua con la

introducción de voces bárbaras; renovó el prestigio


del verso suelto, las formas retóricas se ampliaron,
y, lo que fué más importante, a la trivialidad del asun-
to sustituyó un noble y levantado entusiasmo por
los grandes hechos de la vida. Amó con algún exceso,
las pompas y gustó demasiado de las
del lenguaje,
dificultades técnicas. Estos dos fueron sus principales
defectos ; pero, |
qué paso tan gigantesco se había
dado ! ¡ Cómo se columbraban ya en el horizonte los
signos de la revolución romántica
I.a otra reacción vino del grupo de los poetas se-
villanos: Arjona, Reinoso, Blanco, Roldan... El fin
fué análogo al grupo de Quintana. Femado de He-
rrera fué el modelo común de estos poetas. "Hubo
mucho de artificial" —
ha dicho Menéndez y Pelayo
"en aquella poesía pero había elevación y dignidad
;

en los asuntos y en los pensamientos, con jugo de doc-


trina, esplendor y lumbre de estilo poético" (i).

En esta tendencia formal encaja la poesía de la


Avellaneda. Tiene una noción clara del lenguaje poé-
tico, una aristocracia de estilo, una fuerza sostenida
en la expresión, que la colocan al lado de los discípu-
los de Quintana y de Gallego. La opulencia del len-
guaje se detiene, a veces, en los justos límites del én-

(i) Historia de las Ideas Estéticas en España, t. VI, p. t 53.


José M.*^ Chacón
fasis ;
pero, a veces también, como Gallego y Quin-
tana, rinde tributo a la elocuencia poética. Oíd cómo
se dirige a Francia, al tratarse de la traslación de los

restos de Napoleón:

Bástete. oh Francia !, la atronante gloria


;

con que llenó tiis ámbito*; el hombre:


bástete ver en inmortal historia
unido al tuyo su preclaro nombre.
Bástete la memoria
de aquellos grandes día^
en que a su voz la Euro'pa (t) estremecías,
y deja al mundo ese sepulcro austero
donde el hado sereno
guarda al gigante de ambición y orgirllo,
entre esas peñas, áridas v solas:
mientras el mar, con turbulento arrullo
quiebra a sus pies las espumantes olas.

Me diréis que es ésta una composición endeble,


que no manera de la autora. Os
es ésta la habitual
leeré el comienzo de una de sus más serenas odas

¡ Oh tú, del alto cielo


precioso don. al hombre concedido!
I
Tú. de mis penas íntimo consuelo,
de mis placeres manantial querido!
jAlma del orbe, ardiente poesía,
dicta el acento de la lira mía !

(A la Poesía.)

Su elegía en la muerte de Heredia, comienza con


esta estrofa de sabor herreriano

Voz pavorosa en funeral lamento


desde los mares de mi patria vuela

(i) Uno de los pocos galicismos que enturbian las claras fuentes
del estilo de la Avellaneda.

208
Literatura cubana
a las playas de Iberia tristemente, ;

en son confuso, la dilata el viento


el dulce canto en mi garganta hiela

y sombras de dolor viste a mi mente.


¡Ay !, que esa voz doliente,
con <jue su pena América denota
y en estas playas lanza el Océano,
"Murió, pronuncia, el férvido patriota"...
"Murió, repite, el trovador cubano"
y un eco triste en lontananza gime,
"Murió el cantor del Niágara sublime !"

Un ejemplo más decisivo acabará de convencernos


el principio de su canto A la Cruz, verdadero canto
civil cristiano, demasiajdo estruendoso para ser leve
trasunto del misticismo del poeta

Canto a la cruz '


¡
Que se despierte el mundo
Pueblos y reyes, escuchadme atentos
Que ealle el universo a mis acentos
con silencio profundo!
Y tú, supremo Autor de la armonía,
i

que prestas voz al mar, al viento, al ave,


resonancia concede al arpa mía,
y en conceptos de austera poesía
el poder de la Cruz deja que alabe!

No obstante la opulencia, su estilo es claro, perfec-


tamente comprensible para todos. La cláusula poética
se desarrolla clara y armoniosamente, y ni la perífra-
sis ni el hipérbaton violento vienen a descoyuntar sus
miembros. La corrección no se pierde un solo momen-
to, dando un tono discreto a sus composiciones más
pobres. Desde el punto de vista de la forma, nadie
puede considerar a la Avellaneda como un poeta de
grandes desigualdades. Hay una perfecta conupene-
Iración entre el pensamiento y la palabra.

209
j. M. CHACÓN. Literatura cubana. 14
José M."^ Chacón
Tuvo nuestra autora una conciencia plena de su
arte, de su dignidad, de su desarrollo técnico. P^ué por
esto una incansable re fundidora de sus produccio-
nes (i). Mucho hay mucho de puro
de mecánico,
procedimiento en una poesia, cuando composiciones
tan haladles como A mi jilguero y La Serenata, pa-
san para llegar a su redacción definitiva por tres eta-
pas diversas; pero este trabajo de refundición in-
cesante también señala en el artista una concepción

técnica muy escrupulosa, un seguro dominio del ins-


truniento de su arte, una clara conciencia de la pro-
fesión literaria. Esta es una nota esencial en la Ave-
llaneda. Se siente en ella, antes que al poeta paro, ai
profesional de la poesia, antes que al artista que ve,
según las frases de Rolland en su Jean Chnstophe (2).
su artecomo una flor de lujo, a aquel que mira el
suyo como su oficio del diario vivir, como su cotidia-
na e interrumpida tarea. En las sucesivas transforma-
ciones de sus versos, pocas veces descubriremos que
la variante nueva corresponda a un nuevo estado emo-
cional o proceda de un cambio intelectivo ; surge, las
más de las veces, por una razón de oficio, por una
exigencia formal de su arte. ¿ Cómo evoluciona éste ?

¿ Qué líneas nuevas adquiere en su continuo desarro-


llo ? ¿ Cuáles son sus nuevas características? La evo-
lución es de las más legítimas en la obra de arte
hacia la mayor sobriedad, hacia la concentración del

(i) En nuestra Tabla de variantes en las poesías líricas de la Ave-


llaneda (que ha visto la luz en el tomo último de la Edición nacional
de la poetisa), puede comprobarse alguna de las animaciones del
texto.
(2) Jean Christophe. La fin du voyage— Les atnies, pág. 119.

210
Literatura cubana
tema lírico. Tiende a ello el desenvolvimiento de su
estilo, aunque, salvo en contados casos, como en la

vigorosísima composición A El (la segunda de este


título), no se consiga plenamente. Pero basta cotejar
algunas de las composiciones extensas en sus diversos
estados, para que se vea que esta es la tendencia. Un
buen ejemplo se encontrará en la oda A la Poesía;
en la redacción definitiva (cotéjese principalmente
con la edición de 1841)) ha disminuido el número de
estrofas, han desaparecido largas y enojosas enume-
raciones, el adjetivo que se originaba antes por
una necesidad del verso, tiene mayor fuerza de ex-
presión, surge con un matiz lírico que anteriormen-
te no tenía (i).

Y en las composiciones que no desenvuelven temas


poéticos (téngase en cuenta que la Avellaneda, por
cierto fondo oratorio que había en su arte, propende
a los temas poéticos ; es decir, a los generales, los más
propios para que la poesía se cultive como ejercicio:
A la primavera. La juventud, La clemencia de los re-
yes, A S. M. la Rema, El Genio Poético...) cuando
tiene su poesía, en algún momento, un inesperado va-
lor autobiográfico, entonces la variante no es una in-

novación retórica solamente; anuncia en el artista


un mayor sentido directo, una concepción más in-
mediata de la poesía. En la famosa composición Amor

(i) J. Fitzmaurice Kelly en su excelente e indispensable Hhtoria


de la Literatura Española, ed, castellana de igiO, pág. 307, afirma
que las enmiendas de la Avellaneda «son casi siempre desdicha-
das». Creo que un cotejo detenido entre las distintas ediciones de
las poesías líricas, evidenciará que no es exacta la afirmación del
doctísimo hispanista inglés.

211
José M.» Chacón
3; Orgullo —escogida por Menénidez y Pelayo para su
bellísima colección Las cien mejores poesías caste-
llanas—, en la estrofa 19, en las ediciones de 1841
y 1850, leemos este verso:

¿ Jr^or qué callar el nombre que te inflama,


si aun el silencio tiene voz que aclama
€se nombre hechicero?

En la edición definitiva (1869) se sustituye el últi-


mo verso citado por

"ese nombre que qiiiero^\

que da más energía, más sentimiento de vida a la

expresión, antes como diluida y opacada junto al epí-


teto convencional y pobre.

* * *

Y este arte consciente y reflexivo. ¿Cómo se des-


envuelve en el orden interno? ¿Qué nos dice espiri-
tualmente de la poetisa ? ¿ Cuál es su valor de vida y
de humanidad? Hay en el legítimo arte de la Ave-
llaneda, algo que en vano buscaríamos en los maes-
tros formales de la autora : la pasión, la honda pasión
humana, individualísima, avasalladora y sin término.
No nos referimos solamente a los documentos ínti-
mos, de tan gran valor psicólogo como sus cartas
amatorias y sus Memorias; en su obra lírica, en los
momentos mismos de mayor perfección formal, per-
cibimos esta nota de pasión ardorosa. Recuérdense
dos de las composiciones típicas : Amor y Orgullo y
A El. Esta pasión humana es el carácter esencial en

Q12
Irlteratura cubana

esas poesías. La expresa con sinceridad, con ímpetu,


con energía concentrada, y el dominio casi perfecto
de la forma, ordena, para mayor eficacia poética, el
tumulto de sentimientos ardorosos, la cálida y fecun-
da agitación de aquel espíritu. Así, estas composi-
ciones, producidas enuna verdadera crisis moral,
dan una sensación de vencimiento de si mismo, de
dominio sereno, rarísimos en esta clase de poesía.
Este dominio, esta clásica contención, han sido con-
fundidos por algunos con la frialdad académica, con
el inexpresivo arte retórico. Rechacemos este absur-
do criterio, que quiere revestirse a nuestros ojos de
una ostentosa modernidad. Fué la Avellaneda, es cier-
to, un egregio artífice del verso retórico, gran señor
de la elocuencia verbal, sintió profundamente el espí-
ritu oratorio de su tiempo pero en ;
el momento defi-

nitivo, ese momento que basta que se dé una sola vez


para señalar el advenimiento de la gran poesía hu-
mana, mueren en ella él retórico y el orador, y es
entonces una pobre alma doliente, refugiada en sí

misma, absorta en la intimidad de su dolor.

Este dolor íntimo {A una acacia, Elegía segunda En


la muerte de mi esposó), junto a esa serenidad, a
ese vencimiento de sí mismo, anunciaban un poeta
más alto : el místico. El tránsito al misticismo se ini-
cia por un apartamiento de las cosas terrenas, p®r
una desilusión constante. Hay un párrafo en sus
José M.a Chacón
"Memorias de viaje" (i) que expresa este estado
con singular viveza; nótese su importancia, por ser
un documento de carácter muy í>ersonal.
"Salí llena de ilusiones a ver mundo. Ya he visto
bastante..., pero he perdido todas mis ilusiones. En
aquellos tiempos en que nada había visto, fuera de
mi país yo creaba otros mundos en mi ima-
natal,
ginación; ahora no tengo más que uno..., está de-
lante de mí, lo veo con todos sus prestigios, con to-
das sus brillantes miserias, y, sin embargo, el vacío
del corazón está todavía. No le llenan ahora ni aun
las ilusiones...; siempre este vacío, siempre".
Como todo misticismo, es el suyo muy complejo,
y no puede explicarse con las solas poesías que tie-

nen ese carácter visiblemente externo.


Comienza en una indefinible, en una vaga pasión
amorosa, que no encuentra un objeto digno en que
fijarse

Y tú, sin nombre en la terrestre vida,


bien ideal objeto de mis votos,
que prometes al alma enardecida
goces divinos, para el mundo ignotos.
{Contemplación)

Se continúa después por un acatamiento de la

voluntad divina, lleno de dolores y esperanzas:

Rompes mis lazos como estambre? leves,


cuanto encumbra mi amor tu suplo aterra:

(i) Memorias inédiias de la Avellaneda. Anotadas por Domingo


Figarola Caneda. Habana, igi4. Cuando di esta conferejicia las me-
memorias de la Avellaneda estaban inéditas; a la memoria del Señor
Figarola Caneda, Director de la Biblioteca Nacional de la Habana,
debí el favor de poder examinarlas.

S14
Literatura cubana
TÚ haces, Señor, exhlaciones breves
las esperanzas que fundé en la tierra.
(2.* Elegía en la muerte de mi esposo.)

y llega a su plenitud en las estrofas de la Dedica-


ción de la lira a Dios:

Say un gusano del suelo,


cuyo anhelo
se alza a tu eterna beldad
soy una sombra que pasa,
mas se abrasa
ardiendo en sed, de verdad.
Soy hoja que el viento lleva,
pero eleva
a Ti un susurro de amor...
Soy una vida prestada
que e.n su nada

tu infinito ama, Señor.


Soy un perenne deseo,
y en Ti veo
mi objeto digno, inmortal
soy una inquieta esperanza,
que en Ti alcanza
su complemento final.

No es un misticismo meramente literario, reflejo

de lecturas devotas ; en los versos de la última com-


posición citada hay una tenuidad de sentimiento, una
vagarosa inquietud, que prueban como el deseo de
la posesión de Dios, por unión de amor, había pe-
netrado profundamente en el espíritu de la poetisa,
como dominaba sobre todos los otros.
Paralela a la poesía mística, corre en las páginas
de su Devocionario y de las Poesías líricas la inspira-

ción religiosa. Una nueva y positiva influencia repre-

215
José M.* Chacón
senta esta parte de su obra : Para
la influencia bíblica.
aquilatarla debiéranse comparar sus traducciones en
prosa de los salmos (llegan a unos veinte), con las
principales hechas en lengua castellana. Se vería en-
tonces cómo llega a apoderarse del giro de la oda bí-
blica (tan grato siempre a los poetas de la escuela
sevillana) y de su gran opulencia. Recuérdese el co^

mienzo del "Miserere", paráfrasis de varios salmos:

Misericordia, ¡oh, Dios!, de ti demando.


Misericordia ten del alma mía.
Líbrala ya del opresor infando
cuya audaz tiranía
pretendió hacerla esclava:
que su yugo destruya
tu fuerte diestra, que el empíreo alaba,
y el rastro vil de mi deshonra lava
según la gran misericordia tuya.

Fijaos también en la concentrada energía de esta


traducción en prosa, por pocos conocida, del salmo yo ;

"En Ti, Señor, he esperado; no sea yo confuuidido


para siempre; líbrame y sálvame con tu justicia.
Sé para mí Dios protector y lugar de fortaleza para
salivarme, porque Túmi fuerza y mi refugio.
eres
Dios mío, líbrame de las manos de los pecadores,
de los impíos, que desprecian tu ley y que se han
vendido a la iniquidad.

Apenas salí del vientre de mi madre. Tú fuiste mi


apoyo; desde que respiré la luz, me tomaste bajo tu
protección.
No me .deseches en el tiempo de la vejez; cuando

desfallecieren mis fuerzas, no me desampares. Por-


216
Lrlterat.ura cubana
que mis enemigos se han levantado contra mí, y los
que debían velar por mi vida conspiran contra ella."

« 3K

Estas rápidas indicaciones no pueden comprender


el cuadro completo de valores actuales de la poesía

de la Avellaneda. Hemos querido señalar en la pri-

mera parte de este estudio la representación histórica


de nuestra poetisa ; después, con la descripción de las
cualidades internas de su obra, sólo pretendimos evi-
denciar algunas de sus notas como arte actual como
arte de valor contemporáneo, mejor dicho, de valor
permanente.
Es muy extenso el campo que queda aún por re-
correr. La obra de la Avellaneda requiere un estudio
analítico, inspirado en los principios de la crítica com-
parada, sin abandonar por ello el criterio psicológico
al examinar las notas individuales. Es necesario ha-
cerlo para cumplir, primero, un deber artístico des- ;

pués, un noble deber nacional. Es necesario hacerlo


para que hagamos ver también como es un absurdo
discutir sobre el nacionalismo de la Avellaneda, cuan-
do ella es profundamente individual. El genio indi-

vidual es el que ha pmesto en ella su sello eterno, no


el de nuestro pueblo, no el de nuestra raza. Si se
quiere ahora negar su nacionalismo para negar tam-
bién su amor patriótico, y arrebatar así esa insigne

figura a nuestras letras, se vuelve entonces la espalda


a la verdad histórica. Siendo su medio francamente
español, tuvo en todo momento de su vida un recuer-

M7
José M.*^ Chacóu
do para la patria ausente. Cuando su alma había
muerto para el mundo, puso sus ojos en nuestra pa-
tria al dedicarla la edición completa de sus obras;
en épocas de paz relativa, al visitar el jardín botánico
de Lisboa, las plantas tropicales avivaban en su alma
el no entibiado recuerdo de nuestro país (i), hacién-
dola decir, con Heredia

No me condenéis a que aquí gima


como en huerta de escarchas, abrasada,
se marchita, entre vidrios encerrada,
la estéril planta de distinto clima.

Y más tarde, al ponderar las bellezas de Sevilla, en-


cuentra más necesario a su espíritu la tierra cubana,
y en un arranque dice a quien dirigía las Memorias:

Feliz Cuba, nuestra cara patria, y feliz tú, que no has


conocido otro cielo que el suyo...

Y continúa, repitiendo palabras de Delavigne

Oh patria, oh dulce nombre que el destino sólo ense-


ña a apreciar oh tesoro que ningún tesoro puede reem-
!

plazar... Yo he visto los trémulos rayos del sol reflejar


en su golfo, yo he paseado su margen encantadora, yo
he respirado su ambiente puro...
Y el cielo de otros países no es cielo para m.í (2).
Nada de esto se tiene en cuenta por los enemigos
eternos de nuestra historia o por los apologistas cie-
gos de un limitado nacionalismo, que quisieran ver
a nuestra nacionalidad sin un solo cimiento en la

Memorias, p. 20.
U Memorias, p. 24-25,

218
Literatura cabana
tradición. Habéis visto cómo se expresaba de su pa-
tria. ¿ Qué hemos hecho por ella ? ¿ Pueden las fiestas
oficiales, celebradas en medio de la completa indife-
rencia de nuestro pueblo, a pesar de los esfuerzos, el
celo y la inteligencia de una comisión dignísima, sa-
tisfacer la deuda que tenemos contraída con su nom-
bre ? ¿ Por qué no realizar ahora sus deseos (bien ex-
presados en de Heredia), y ya que no
la anterior cita

pudo morir entre nosotros pueda nuestra tierra ge-


nerosa guardar sus restos? Acordémonos de esas fra-
ses de simpático patriotismo y llevemos sus cenizas
I a la región camagüeyana para que descansen muy cer-
ca de la que fué su casa solariega, del antiguo solar
de los Arteaga, cubriéndolas para siempre con aque-
lla tierra,más cálida a nuestro espíritu que ninguna
del mundo!

m
JOSÉ MAKÍA HEREDIAí

(i) Ccnferenda dada en el Ateneo de la Habana el día 1 1 de


Abnl de 191 5.
.Permitidme, señoras y señores, que antes de en-
trar en el objeto de esta disertación, haga, con la
mayor brevedad varias consideraciones sobre el mé-
todo que me propongo seguir en la misma. Necesito,
antes de examinar ios valores de la poesía de Here-
dia, fijar algunos conceptos que juzgo de importan-
cia estética capital ; y esta labor previa implica la ex-

posición del método, de esa llamada disciplina exter-


na, a la cual someteré, con todo el rigor de que sea
capaz, esta contribución crítica.
No es el método manifestación de un rigorismo
íormal ni del dominio absorbente del precepto lógi-
co, inmutable y preciso en la avaloración de la obra
artística. Como obra de ordenamiento, tiene sus raí-
ces en la lógica; pero al desenvolverse, cuando llega
el momento de su aplicación, revístese de nuevos
atributosy constituye nueva disciplina, que no es
ya meramente lógica. Su esfera de acción es mayor
no son los principios del razonamiento los que úni-
camente le informan; entran a constituirle elemen-
tos, en cierto modo individuales, que representan algo
más que la elección de un procedimiento técnico : es-
tos elementos son verdaderas ideas, verdaderas ten-
dencias estéticas. Para los que establecen separaciones

223
José M." Chacón
arbitrarias, para los que fijan clasificaciones absolu-
tas, para los que practican
dogmatismo, el más in-
el

fecundo de todos, del encasillamiento crítico, esta


afirmación parecerá errónea, o, al menos, con sus

puntas de paradojal. Trataré de explicarla.


El método representa un principio de selección.
Ante la obra de arte, el espíritu crítico recibe emo-

ciones múltiples y complejas que necesita avalorar,


pues de lo contrario, no serian vivas y fecundas,
sino muertas o mudas emociones. Esta necesidad de
avalorar, esta necesidad que rige por modo absoluto
al espíritu crítico, que es como su centro y su misma
vida, le lleva a una selección de emociones.
Unas son desechadas, otras aceptadas, y en éstas
se establecen gradaciones, verdaderas categorías Este
proceso selectivo, variable como la propia variedad
de los individuos, se desenvuelve dentro de un orden
que varía conforme cambia ese proceso entre orden :

y proceso hay una relación, o, mejor dicho, una con-


comitancia perfecta. Si esa selección es externa, si
se funda en una avaloración de datos mecánicos, el

proceso se desenvuelve dentro de un orden mecánico


también, dentro de un orden de clasificaciones fijas

y categorías inalterables: tenemos entonces el orden


retórico. Si es de avaloración interna, si es el resul-
tado de una interpretación espiritual, el proceso se
desenvuelve dentro de un orden psicológico. Y así

ocurre con todos los otros métodos que pueden em-


plearse en la crítica: así con el estético, con el sim-
plemente erudito, con el histórico comparado. Todos
responden a un principio de selección artística, sin

224
Literatura cubana
matices e infecundo en el complejo y de ri-
retórico,

quísima ideología en el psicológico y en el estético ;.

seguro en sus conclusiones, de visión menos tras-


cendente que el criterio estético, pero con claridad
profunda, en el histórico comparado.
No es, método en la crítica, cuando
por tanto, el

se tiene entera conciencia del mismo, sino el resul-


tado de un criterio artístico, de un principio, como
dije antes, de estética individual. Responde a la con-
cepción que tiene del arte el individuo: de ahí la

diversidad y variedad de los métodos.


No vacilé un instante en la elección de aquel que
había de emplear en esta conferencia. Solamente el

histórico-comparado puede darnos una visión com-


pleta de la obra de José María Heredia. El empleo
exclusivo de los otros métodos, el estético o el psi-

cológico, conduciría a apreciaciones peligrosas. He-


redia es un poeta de época, de escuela; en su obra
hay mucho de circunstancial y relativo, y en su ela-

boración intervienen factores de la más varia índole.


Emplear en el examen de esa obra uno de esos dos
métodos equivale a olvidar estos factores, así como
todo lo circunstancial y relativo — la obra, en suma,
de una escuela y una época —de la poesía de Here-
dia. Se apreciará, es cierto, su valor actual ; pero no
debe olvidarse nunca que en la obra artística hay
siempre dos clases de valores: valores actuales y va-
lores inactuales.
Son dos mundos esencialmente distintos el de la
poesía moderna y el de la poesía ée Heredia. Pesa-
ban sobre Heredia las tradiciones del siglo XVHI.
226
J. u. CHACÓN. Literatura cubana. ZS
José M.*^ Chacón
Espíritu romántico, al menos de profundas aspiracio-
nes románticas, no pudo romper —^hubiera roto con
su época —con los lazos de una poética externa y con-
vencional. Poeta civil, de una poesía civil sin prece-
dentes claros en esa literatura, por lo vaga, impre-
cisa y apartada del procedimiento oratorio, está de-
masiado próximo y es demasiado fuerte el ejemplo
de Quintana, y aquella alta y legítima poesía ^ver- —

dadera poesía civil interna ^va a convertirse en odas
elocuentes, admirables por su valor patriótico, mas
de secundario valor estético.
Poeta lírico, profundamente lírico, dice de Here-
dia la generalidad de sus críticos. Buscad, no obs-
tante, en él lo que es la característica de la lírica

actual: buscad la poesía interna, y os encontraréis


frente a un poeta exterior, exterior en su erotismo,
pues no pasa de un erotismo físico, exterior —hago
abstracción del poeta civil interno, el Heredia de va-
lor actual — , exterior en sus odas patrióticas, por lo
mismo que eran el producto de una necesidad polí-
tica, por lo mismo que su fin era de total renova-

ción política. Buscad también lo complejo en las emo-


ciones: encontraréis siempre una gran simplicidad
psicológica. Buscad la tendencia discriminativa o el

poder admirable de introspección que se observa en


la poesía contemporánea: será vano vuestro intento.
El método psicológico y el método estético juzga-

rán con un criterio actual y absoluto de la poesía de


Heredia su labor habrá de ser, en gran parte, nega-
:

tiva. Exceptuando la visión sintética en las descrip-


ciones, y esa manifestación de poesía civil, que, por
Literatura cubana
no encontrar nombre más expresivo, llamo poesía ci-
vil interna,por inactual, por circunstancial, recha-
zará toda una larga serie de valores en la obra de
Heredia.
Desechados los métodos estético y psicológico, mi
elección había de decidirse por el históricocompara-
do. No podía pensar en el criterio retórico, puesto
que el problema retórico hace años que está resuelto,
y resuelto con la desaparición de la retórica. Ir con-
tra esa disciplina inútil es lugar común de todas las
disertaciones críticas, aunque, como advierte con pro-
fundidad sutil el insigne Benedetto Croce, muchas
de las categorías retóricas suelen emplearse por sus
mismos impugnadores en forma de "variantes ver-
Es en la Estética
bales del concepto estético" (i).
de Croce donde la discusión de las categorías retó-
ricas logra su solución definitiva. Por el sistema de
la reducción al absurdo se demuestra cómo los tér-
minos de lo simple y adornado, de lo propio y meta-
fórico de las catorce formas de metáfora, de las
figuras de palabra y de sentencia... son de un valor
nulo y perfectamente negativo.

Ninguno de estos témainos, dice Croce, ninguno de


e.sos distingos, puede envolverse en una definición esté-
tica que nos satisfaga... Ejemplo típico es la definición
corriente de metáfora, como palabra que se pone en
sustitución de la palabra- propia. ¿Por qué tomarse este
trabajo? ¿Por qué seguir el camino más largo y esca-
broso, ciíando puede seguirse el mejor y el más corto?
¿Acaso, como se dice vulprarmente, porque la palabra
]>ropia, la que se llama propia, no es tan expresiva como

(í) B. Croce. Estéiicn^ trad. castellana, pág. ii8.


José M.*^ Chacón
la palabra impropia y metafórica? Pues entonces la me-
táfora s>e convierte en la palabra propia, y la que así
se llama, cuando se emplea, es que es poco expresiva,
y, por lo tanto, muy impropia.

Fueron las categorías retóricas conceptos verbales,

incapaces de toda virtualidad artística. Fundadas en


una concepción mecánica de las artes, no llegan a
avalorar sin un molde previo, no reconstruyen
función última de la crítica, que es creación a su
modo — , sino que dividen, subdividen y se pierden
al fin en un círculo inacabable de clasificaciones for-
males. Aún vivimos, perdonad esta digresión, bajo
sus últimas influencias, especialmente nosotros, los
hispano-amerícanos. No se ha desterrado su ense-
ñanza de nuestros colegios: aquí, sobre mi mesa de
trabajo, tengo un libro de cerca de quinientas pági-
nas, impreso en la Habana en 1914. Es una verda-
dera Retórica y Poética, aunque la portada rece Li-
teratura Preceptiva (variante verbal de la Retórica).
El libro un desiderátum de los Arpas y Cam-
(i) es

pillos. No dudo de la excelencia de la obra en su

género pero pensad que en estos tiempos en que ban


;

penetrado en la corriente general de la crítica estos

tres hechos (2): i.**, las consideraciones generales so-

bre el arte literario entrañan altos problemas filosó-


ficos, que sólo pueden examinarse en el terreno de
la estética, no en una disciplina de preceptos 2.", la ;

técnica del estilo, la estilística, abarca cuestiones que

'^'{i) Literatura Preceptiva por el Dr. D. José A. Rodríguez Gar-


cía,catedrático del Instituto de la Habana. IQ14.
(2) Véase el magistral estudio de Pedro Henríquez Ureña: Lo
Enseñanza de la Literatura, México, 191 3.
Literatura cubana
sólo pueden resolverse en la ñlologia; 3.°, no cabe
un buen sistema de doctrinas y reglas sobre estilos
y géneros, "porque toda obra de arte es la revela-
ción plena de una personalidad (i), cuyo carácter
principal estriba en ser irreducible e imprevisible, de
donde se deduce que es ''imposible prever las reno-
vaciones constantes e inevitables del arte"; conside-
rad que ante estos hechos tiene que ser un absurdo
estético el libro que se empeñe en formular reglas,

en catalogar el estilo y en dedicar largas páginas a


las clasificaciones de figuras, tales como las pinto-
rescas (Prosopografia, Etopeya, Hipotiposis y Dia-
toposis...), las lógicas, las patéticas (Deprecación,
Execración, Dialogismo, Histerología), las intencio-
nales, las oblicuas, etc., cuyo recto estudio es capaz
de esterilizar para siempreel más robusto entendi-

miento, ¡Y pensar que tales cosas se hayan escrito


en 1914, más de diez años después de la Estética de
Crocel

Un fin reconstructivo, esencialmente reconstructi-


vo, guía a la critica histórica. No es la mera recons-
trucción de la obra; es también la de los diversos
momentos en que la obra se produce, la de los di-

versos factores que intervinieron en ella. No es un


producto aislado lo que considera el critico histó*

(i) Véase la citada monografía tle Pedro Henríquez Ureña, pá-


gina, 7.
José M.* Chacón
rico: es un producto de época, es un producto his-
tórico. Su postulado parece ser las palabras siguien-
tes del más insigne maestro de esta crítica en Es-
paña (i):

Ni naturaleza ni el arte proceden por saltos. Todo


la
se une, todo se encadena en la historia literaria; no
hay antecedente pequeño ni despreciable; no hay obra
maestra que no esté precedida por informes ensayos,
y no sugiera, a quien sabe leer, un mundo de relacio-
nes cada vez más complejas y sutiles.

Aspira esta crítica

a seguir paso a paso la elaiboraición de la obra en la


mente de su autor, asistir, si es posible, a la creación
de sus figuras; a deslindar los elementos que por sabia
combinación o por genial y súbita reminiscencia se con-
certaron para formar un nuevo tipo estético (2).

¿Qué bases hay para emprender esta crítica sobre


Heredia? Con ser un autor de ayer, contemporáneo
casi de la generación que nos ha precedido, son es-
casos los materiales, escasos e inconexos, que tene-
mos para estudiar su elaboración poética y discernir
sus principales elementos.^
En primer término falta una biografía definitiva

del poeta. La vida de Heredia, agitada, transcurrida


casi toda fuera de nuestra patria, enlazada a los pri-
meros vagidos contra el régimen colonial en Cuba,
requiere para su estudio definitivo una serie de in-
vestigaciones previas, que nuestros eruditos, desde
Guiteras y Bachiller hasta Enrique Piñeyro, no han

(i) M. Menéndez y Pelayo: Orígenes de la Novela, t. III, p. XCL


(2) M. M. y Pelayo, Ibid., p. XC y XCL
210
Literatura cubana
podido realizar, personalmente al menos. De ahí las
lagunas, las inconexiones, los hechos sin explicación
en las biografías de Heredia. ¿Qué se ha investi-

gado sobre Heredia en México? ¿Qué se ha hecho


en los archivos de Toluca para esclarecer la vida
del más nacional de los poetas cubanos? La biogra-
fía de Heredia, la verdadera biografía de Heredia,
no podrá escribirse sin estas indagaciones. No nos
conformemos con documentos tales como la Relación
de la carrera literaria, méritos y servicios de don
José María Heredia (i), que, por su brevedad mis-
ma, no tiene sino una importancia meramente exter-
na; tengamos en cuenta que la vida de Heredia en
México, sobre todo lo que se refiere a su primera
estancia en ese país, la época de su carrera univer-
sitaria, la época precisamente de influencias decisi-
vas en la formación de su espí'ritu poético, requiere
la más escrupulosa investigación erudita.
En rigor, no se ha realizado ninguna. En cuanto
a los estudios del poeta, es fácil de comprobarlo con
la mayor evidencia.
Tradicionalmente se ha venido afirmando que hizo
estudios en la Universidad de Santo Domingo (2).
¿Qué existe en el archivo de esa Universidad so-

íi)Publicado en la Revista de Cuba, tomo IX, pág. 270.


(2)«Ya más entrado en edad se dedicó a estudios mayores, en
los cuales, así como en los primarios, fué su padre quien le instru-
yó con profundidad y buen método: de tal modo que entró en la Uni-
versidad de Santo Domingo, sólo para ganar cursos.* A. de Ángulo y
Guridi. ti Prisma, 1846, pág. 68. Menéndez y Pelayo da crédito a
esta noticia. El notable escritor dominicano D. Federico Henriquez
Carvajal, antiguo rector de aquella escuela, examinó, por encargo
de mi inolvidable amigo D. Pedro Mendoza Guerra, el Registro de
Matrículas y no encontró en parte alguna mención de Heredia. Este
dato negativo parece confirmar mis dudas del texto.

291
José M.'^ Ciíacóu
bre ese asunto ? ¿ Qué crédito merece la noticia ? La
vaguedad con que se enuncia iiace pensar en su in-
exactitud ; mas ¿ cómo es que no se ha indagado para
resolver de plano esta cuestión? Estos puntos de la

biografia de Heredia permanecen, por falta de in-


vestigación, entre sombras.
Se afirma después, y ésta es afirmación a la que
hacen coro muchos de los que se han ocupado en el

poeta cubano, que hizo estudios también en la Uni-


versidad de Caracas. ¿Cuáles fueron estos estudios?
¿Qué datos positivos hay sobre los mismos? Pedro

J. Guiteras, en su minuciosa, aunque incompleta y


deficiente biografia de Heredia, dice que este dato
se comprueba ''por unos apuntes del mismo Here-
dia". ¿Dónde están esos apuntes? ¿Los vio Guite-
ras? Si los vio, ¿cómo no supo utilizarlos? Todo,
también, se vuelve duda e incertidumbre en éste como
en el anterior periodo de la vida universitaria de
Heredia.
Se habla más tarde en esas biografias de los
estudios hechos en la Universidad de México. Tam-
poco se da ninguna noticia completa sobre este ex-
tremo. Es más: entre unas y otras hay verdaderas
contradicciones cronológicas. Y los mismos errores
cronológicos y la misma vaguedad en los datos hay
en las noticias referentes a la vida universitaria de
Heredia en la Habana. No insisto sobre cuáles sean
esos errores y contradicciones, porque no quiero to-
car algunos puntos que me distraerían demasiado,
con claro riesgo de la unidad que deben tener estos
trabajos, del fin esencial de esta conferencia. Baste

262
Literatura cubana
saber que esa oscuridad ha desaparecido merced a
felicísimas investigaciones verificadas en el Archivo
Universitario de México por don Nicolás Rangel. El
señor Rangel ha podido averiguar, con exaciiiud
completa, cuáles fueron los años que cursó Here-
dia en la Universidad de México. El documento
principal que ha descubierto —no dado aún a la pu-
blicidad — es una petición autógrafa de Heredia
dirigida al virrey. Es de corta extensión; que yo
sepa, no es conocido aquí de nadie : su lectura ofre-
ce, además de la curiosidad de lo inédito, el alte

interés de ser una rectificación documental a estu-


dios biográficos muy apreciables. Será el único do-
cumento completo que leeré en esta conferencia.
Dice así:

Exorno. Sr.
D. José María Heredia, ante V. E., con el debido
respeto, digo:
que desde el año de 1810 estoy apto para estudiar fa-
cultades mayores, y que sólo pude hacerlo en 18 16, por
haber tenido que seguir a mi Sr. padre, oidor que fué
de Caracas, en los continuos y penosos viajes que hizo
en aquella provincia, ocupado en el Rl. servicio; que
por esta causa he atrasado seis años en mi carrera, que
en el día me veo cargado por la muerte de mi padre,
con la manteción de una madre enferma, y de cuatro
hermanas que no han salido aún de la niñe::; no habién-
dome dejado mi padre otra cosa que la memoria y el
exemplo de los distinguidos servicios que ha hecho a
S. M. en Venezuela, habiendo sacrificado a sus intere-
ses los suyos propios y los de su familia; que siéndome
forzoso pasar cuanto antes a la Habana, me resulta un
perjuicio enorme de no ir graduado de aquí; por todo
lo cual rendidamente
A V. E. Suplico que previa información del Sr. Reo-
José Al.'' Chacón
tor de las escuelas se sirya concederme dispensa de
un curso de leyes y del corto tiempo de un 'mes que
nue falta para completar oítro. Yo
confío en que V. E.
no perderá en esta ocasión glorioso titulo de pa-
el
dre de los .desgraciados que le ha adquirido su bene-
volencia, y esipero de su justificación y bondad me con-
cederá esta gracia que le pido.
México, i8 de noviembre de 1820.
Excmo. Sr.,

José María Herrdia


(rúbrica.)

El documento viene a contradecir a todos los


biógrafos de Heredia y coloca la primera estancia de
éste en México entre los diez y seis y los diez y
ocho años de su edad y altera, en su parte princi-
pal, el gran problema de las influencias.

Un afortunado hallazgo me ha permitido comple-


tar la investigación de Rangel. Se trata del expe-
diente universitario de don José María Heredia, exis-
tente en archivo de nuestra Universidad, y que
el

ha permanecido largo tiempo ignorado de todos nues-


tros eruditos. Los hechos capitales que prueba la

mencionada documentación (i) son ios siguientes:


I." Que la noticia de Ángulo y Guridi, repetida
después por la mayoría de los biógrafos de Heredia,
entre ellos Bachiller y Morales, y consignada en es-
tos términos: "en esta Real y entonces pontificia
Universidad se graduó de bachiller en derecho civil
a la edad de quince años" (2), es incierta; Heredia

(i) Este expediente y otros documentos inéditos vieran la luz en


mi estudio, publicado en Cuba Contemporánea^ Junio de igi6 y titu-
lado: Vi ia Universitaria de Heredia: papales inéditos.
(2) Véase el periódico El Prisma^ 1846, pág. 65 y ss.
5Si4
Ju 1 1 « ra t u r a cubaaa
se recibió de bachiller en derecho civil en la hora
nona del día 12 de Abril de 1821, disertando sobre el
siguiente tema:

Servo heredis legari non potest.

2° Que como podía sospecharse de la anterior pe-

tición de Heredia al virrey, aquél ganó dos cursos


en la Universidad de México.
3.* Que como todos sus anteriores estudios, los
consigna Heredia en su instancia al rector de la

Universidad, y en la misma no se menciona el hecho


de que siguiera cursos, ya en la Universidad de
Santo Domingo, ya en la de Caracas, estas noticias
tradicionales, aceptadas por Ángulo y repetidas por
Bachiller y Guiteras, deben ser consideradas como
suposiciones sin fundamento alguno. Puede decirse
que el expediente de grado encierra una negación tá-
cita de las mismas.
Y, por último, tanto el documento de Rangel co-
mo el expediente hallado por mí, nos hacen ver que
para el cabal estudio de la elaboración de la obra de
Heredia es necesario un detenido examen de la cul-

tura mexicana durante los primeros años del si-

glo XIX. Esta es la trascendencia que en la crítica


tienen los citados documentos. Las primeras tenden-
cias artísticas de Heredia, sus primeras orientaciones
poéticas deben estar determinadas por las propias
tendencias y orientaciones de esa cultura, no muy
disímil de la nuestra de aquellos años, aunque con
caracteres más firmes y vigorosos.
La vida posterior de Heredia está reseñada con
Jo.sé Jú. ." Chacón
niás amplitud en las principales biografías : sus rela-
ciones con la conjuración de los Soles, su precipitada
fuga a los Estados Unidos, su vida desasosegada en
ese país, son hechos que han sido ilustrados con in-

teresantes documentos. Las cartas de Heredia pu-


blicadas por la Revista de Cuba sirven de continuo
comentario a todos estos puntos de la vida del poe-
ta. ¿Hay algunos datos en esas cartas que nos in-
diquen algún cambio de gusto, alguna nueva orien-
tación artística de Heredia No
sé si puede afirmarse
?

esto con toda exactitud; pero no cabe duda de que


la afición ossiánica que domina al poeta, y de la
que habla repetidas veces en esta correspondencia,
indica la tendencia romántica que años después se
acentuará, cuando imita y traduce en variadas for-
mas al poeta mediano de La caída de las hojas,
Carlos Millevoye.
El pasaje más significativo de esas cartas dice así:

T-e incluyo ahora otro fragmento de Ossia-m; digo


otro porque creo que habrás recibido el de La batalla
de Lora, que envié a mi mamá con encargo de que te
lo mandara. Ya te he dicho que en el inglés está en
prosa; y yo he tratado de devolver a la poesía los te-
soros de que la ignorancia la ha privado. No me toca
decir con cuánta felicidad o desgracia he hecho el en-
sayo; pero sí diré que el genio del ciego de Caledonia
debía en ocasiones alzarle a par de Homero, si los li-
teratos, que son fanáticos a veces, no hubieran puesto
lindes al ingenio humano, declarando que nada puede
igualarse al poeta griego; pero yo tengo a mi favor
el voto de un genio extraordinario, que vale más que
el de todas las Academias de Europa: Napoleón leía
continuamente a Ossian, como Alejandro a Homero (i).
(i) Revista de Cuba, tomo IV, pág. 617.

ase
Literatura cubana
Esta hipérbole de dudoso gusto es suficiente para
probar cuánto arraigó en el espíritu de Heredia el

culto al falso Ossián.


En 1825 aparece la primera edición de sus poe-
sías. Aunque no hubiera un solo documento, aunque
toda la correspondencia de Heredia se hubiera per-
dido, este tomito sería suficiente para probar el trato-
íntimo, la frecuente comunicación del autor con los
poetas de la escuela salmantina. Hay reminiscencias
visibles de Cienfuegos en la más famosa de sus
composiciones descriptivas; una de las epístolas di-

dácticas, de las más austeras, con austeridad no exen-


ta de prosaísmo, de Jovellanos, influye formalmente
en los primeros versos de la Inconstancia, y la poe-
sía erótica y la bucólica de Meléndez trascienden a
las páginas más incoloras y tibias del libro. Esta pri-
mera edición, así como las citadas cartas, son los
únicos elementos que nos permiten seguir la ela-
boración de las ideas del poeta durante este período
de su vida.
Es que el Heredia político se ha llevado tras sí toda
la Por eso de su resfden-
atención de sus biógrafos.
cia en México sabemos, con muchos detalles, las
vicisitudes políticas por que pasó; en cambio des-
conocemos el verdadero alcance de su influencia li-

teraria hasta muchos de los periódicos y revistas en


:

que colaboró frecuentemente se han perdido.


En nuestro Archivo Nacional, y eficazmente au-
xiliado por la pericia de su dignísimo director, el se-,

ñor don Julio Ponce de León, he examinado la riquí-

sima documentación referente a los años de 1821 a


337
José M.* Chacen
1836: no hay un solo dato literario sobre Heredia.
Conocemos por esa documentación, en sus pormeno-
res más nimios, las relaciones del poeta con el pre-
sidente Victoria ; la participación que tomó en las di-
versas y frustradas expediciones formadas para li-

bertar la antigua Cubanacán; todo lo concerniente,


en fin, a su vida política, algo tornadiza y azarosa.
Uno de los cubanos que residían en México en aque-
llos tiempos, enemigo, a lo que parece, del poeta,
escribía a don Luis Ramírez el 8 de Agosto de 1828

Heredia fué elegido juez de letra en el año de 27,


en la villa de Cuernavaca, hecho por el Sr. Esteva,
ministro de Asienda y el Gabernador del distrito, más
éste (Heredia), que nunca fué bueno, se camvió al par-
tido contrario de su echor, de tal manera qe. el mi-
nistro de Hacienda le a acusado de adicto a los ene-
migos de la libertad, y entre las muchas cosas que le
dice le estampa la carta que
dejó escrita en su
él le
salida de ésa, la que fué publicada en
el indicador; de
manera que creo mui bien qe. este joven atontado será
expulsado de la república, lo que miro con gran dolor,
ps. hoi se aya con mujer y será mandarla a pereser,
pues él no tiene salud pa. sufrir el inbierno del Norte,
donde va ahir con los grillos que tiene ya (i).

De índole análoga a la de esta carta son todos los


otros documentos del Archivo, muy importantes para
el biógrafo, o para el mero erudito, más de nulo in-

terés para el crítico.

(t) Forma oarte del Inventario de papeles de D. Luis Ramirn^ cu-


ñado de José Teurbe Tolón y procesado cuando la conjuración del
Águila Negra Está firmada por José M.* (nombre que no sé a quién
crrresponda) y aparece fechada en 8 de agosto de r8 ^8. No he en-
contrado en esta documentación otra carta que parezca ser de la
misma letra; es un documento aislado en dicho inventario.
Literatura cubana
El mismo Epistolario de Heredia ofrece también
un interés estético muy relativo. Gracias a la genero-
sidad de Manuel Sanguily, insigne crítico del poe-
ta,y de Domingo Figarola-Caneda, su futuro y quizá
definitivo biógrafo, he podido examinar la inédita co-
lección de cartas dirigidas desde México por Here-
dia a don Tomás Gener. La nota predominante en
todas esas cartas es la política; no hay una en que
no hable de la situación tristísima porque atravesaba
México, y de la cual no cree que pueda salir en mu-
chos años

Cada día me convenzo más, dice en carta de 20 de


marzo de 1823, de que esto notiene atadero, y que por
la profunda inmoralidad e ignorancia de estas gentes
les impedirán por un siglo o dos tener un gobierno,
cualquiera que sea, que marche de un modo regular y se-
guro.

Las alusiones literarias son muy escasas: tal pa-


rece que "aquel torbellino revolucionario" de que
habla Heredia en la segunda edición de sus poesías,

y que tantas mudanzas obró en su existencia, le apar-


taba, hasta en estos momentos de esparcimiento y re-
lativa paz, de todo lo que no se refiriera a la libera-
ción de los pueblos y a las incesantes luchas que sos-
tienen los individuos y las colectividades por alcan-
zaría. Si alguien dudó de la tendencia profunda de
Heredia hacia la poesía civil, estas cartas bastarían
para convencerle. La libertad política, la libertad re-
li^osa, son invocadas, en mil formas, en estas pági-
nas del Epistolario. Hay un cambio de Gobierno, se
destina a Heredia a un empleo secundario, y su espí-
Joííé M.» Chacón
ritu honrado se alegra de esta mudanza, pensando
que la libertad está más asegurada en ''manos de go-
bernantes de talento y probidad".
Esta colección de cartas comienza en el año de

1828 y concluye en el 1834. Entre ambas fechas da


Heredia a la imprenta la segunda edición de sus poe-
sías. Este acontecimiento memorable es reseñado por
el poeta con mucha brevedad, casi con indiferencia:
Al fin me he resuelto, dice a Gener. a hacer aquí la
segunda edición de mis poesías. Van impresos algunos
pliegos...

y no vuelve a referirse al asunto, sino para tratar de


la colaboración de algunos ejemplares en Cuba.
Algunas peticiones de revistas y periódicos de
Cuba, una referencia a cierto artículo de Saco impreso
en la Revista Bimestre, noticias aisladas sobre dramas
que había traducido o pensaba traducir, son los úni-

cos datos, en cierto modo literarios, que aparecen en


estas cartas. Nada sobre sus amigos literarios de Mé-
jico, nada sobre el movimiento poético de entonces,
nada sobre sus orientsCciones últimas en la poesía. Y
es la época de la madurez el momento fluctuante para
tomar una dirección definitiva.
Lo mismo que con el anterior epistolario, ocurre,
como debiera esperarse, con las cartas que dirigió a
su madre, las cuales tienen más trascendental impor-
tancia política,como ha demostrado con su elocuente
y penetrante espíritu crítico don Manuel Sanguily.
En la segunda edición de las poesías de Heredia
es donde encontramos los elementos necesarios pa-
ra seguir su elaboración intelectual.
240
Literatura cubana
Aparece una nueva tendencia, que apuntaba ya en
sus traducciones de Ossián: la romántica. Basta ho-
jear ese volumen, y leer las traducciones e imitacio-
nes de Byron y Millevoye, para ver claramente ese
nuevo aspecto en la obra de Heredia.
En cuanto a los prólogos de sus dramas, excep-
tuando el de la libre traducción del Tiberio, de Che-
nier, no hay idea literaria alguna que pueda intere-
sarnos.
No obstante la escasez de materiales que esta rápi-
da investigación revela, ella son suficientes para se-
ñalar en la vida literaria de Heredia tres momentos
capitales: el de su primera estancia en Méjico (épo-
ca de formación y de probables influencias humanís-
ticas); el del estudio asiduo de los poetas salmanti-

nos (este momento coexiste con el primero, pero se


extiende hasta gran parte de la vida del poeta) y el
del inicio de la tendencia romántica (culto al pseudo
Ossián, traducciones e imitaciones de Byron, MiJle-
voye y Lamartine).
A estos tres aspectos queda reducido el problema
de las influencias. Si se logra su análisis, se habrá
distinguido lo que hay de individual en Heredia de
lo que es propio y privativo de la época; lo actual
de su obra de lo inactual y se habrá avalorado, con
;

un sentido de actualidad e histórico, su labor poé-


tica.

j. u. CHACÓK. Literatura cubana.


211

y
José M.»^ Chacón

II

Fué Méjico, durante el siglo xviii, el centro de


la cultura humanística de América. La reacción cla-
sicaque en España y sus dominios se inicia en la se-
gunda mitad de ese siglo, se produce en el virreinato
de Nueva España con singular pujanza, animada, más
que por lasuave y tibia luz de una imitación directa
y literal, por la llama creadora, por la centella esté-
tica. No fueron los claros varones que la represen-

taron, rígidos preceptistas ni formales comentadores


d^ la letra de los clásicos. Tuvieron una visión clara
y depurada de la antigüedad latina; y si el espíritu

helénico no penetró en sus obras ni les dio su aliento


inmortal, fué porque el mundo griego estaba oculto
a los ojos de todos y esperaba, para ser relevado e in-
terpretado, al genio de la institución artística, personi-
ficado en Winckelmann (el último hümhre del Rena-
cimiento, como le llama Pater) y al genio de la libe-

ración crítica, personificado en Lessing.


Los ejercicios de versificación latina dejaron, en
manos de Abad, Alegre y Landívar, de
los jesuítas
ser tales, para convertirse en verdadera poesía, rica
en la dicción, precisa y sobria en los conceptos, y
en uno de ellos, en el autor de la Rusticatio Mexi-
cana, de espléndido colorido. La lengua latina, como
ha dicho el más excelente de sus críticos (i) no era

(i) M. y Pelayo. Historia de la poesía hisp ano-americana, tomo


primero, págs. 87 y siguientes.

212
Literatura cubana
para aquellos hombres de cultura clásica, poetas in-

signes al mismo tiempo que sabios humanistas, una


lengua muerta, sino viva y actual, ya que ni para
a-prender, ni para comunicarse con los doctos usaban
otra. Les sirvió, por tanto, aquel idioma de natural
instrumento, sin que fuera necesario un grande es-
fuerzo de adaptación jx)r su parte.

pues el espirita de la antigüedad se habia confundido


en ellos con el estro propio, hasta hacerlos más ciuda-
danos de Roma que de su patria.

De esta intima compenetración con el idoma, nació


la eficacia artistica de su obra. Hubo una plena iden-
tidad entre ellos y los asuntos ya cantados por los
clásicos. Por esa identidad cobraron nueva vida te-

mas que aparecian agotados. Sintieron como algo


propio la poesia de las églogas y de las geórgicas ; vi-

vieron aquellas realidades poéticas y renació Virgilio


en las páginas de la Rusticatio y en las estrofas en
que la musa poco homéricg, de Alegre vertió el poe-
ma imperecedero.
En 1767 el movimiento humanístico sufre una pa-
ralización casi completa con la expulsión de los je-
suítas. Emigran los principales representantes de esa
tendencia y completan en suelo extraño su obra de
renovación clásica. Mas estas tradiciones no podían
desaparecer totalmente de la cultura mejicana, aun-
que don Marcelino Menéndez y Pelayo afirme fi- —
jándose en el hecho de que sus principales obras fue-
ron publicadas en el destierro —que la labor de Ale-
gre y Abad influyó poco en la formación del gusto
José M . C li a c ó M

de sus contemporáneos. No debe olvidarse que al


mismo tiempo que humanistas y poetas, fueron pro-
fesores también, educadores que tuvieron en sus ma-
nos ia empresa de
formación del carácter y del
la

gusto literario de varias generaciones. La fundación


de Academia de San Ildefonso, donde se leían tra-
la

bajos en latin, ¿no prueba que estli tendencia pene-


tró firmemente en la juventud de aquella época?
Años de grande decadencia siguen a este periodo
de florecimiento de las humanidades. En los comien-
zos del siglo XIX la cultura mexicana se muestra no-
toriamente inferior a lo que había sido treinta años
entes (i). Esta es la época en que Heredia visita por
primera vez a Méjico para cursar la carrera de De-
recho en su Universidad. La decadencia de esta ins-
titución se había iniciado en el propio siglo xviii
es decir, "en el siglo de mayor esplendor autóctono
que ha tenido México". Los colegios de los jesuítas,

factor importantísimo, habían reducido a un punto


muy limitado la importancia de la Universidad. En
el movimiento humanístico a que antes hacía referen-
cia, apenas interviene. Rígidamente escolástica en

filosofía, rutinaria en la enseñanza jurídica, ofrecía,


en los albores del siglo xix, a las nuevas generacio-
nes, moldes demasiado viejos de cultura. Luego, la

fundación de escuelas especiales, la de Minas y la

Academia de San Carlos, así como la organización


de expediciones botánicas, acentúan, hacen mucho

(i) Las frases subrayadas son de Pedro Henríquez Ureña. Véa-


se su estudio índice bibliográfico de la época de la Independencia, in-
serto en la Antología del Centenario (primera parte, tomo II, pág. 66
y siguientes).

244
Literatura cubana
más visible, por la fuerza del contraste, esa deca-
dencia. Heredia no recibió influencias de este centro
no podía dar vida a nadie, sino que la imploraban
para sí misma. En cambio hubo de recibirla del me-
dio literario de entonces.
Es este período esencialmente activo, aunque no
poético. Es época de actividad política y social ; mo-
mento de preparación, de tendencias disímiles, de in-
fluencias diversas. A excepción del dulce y sencillo
Fr. Manuel Navarrete (muerto en 1809), no hay en
Méjico un verdadero poeta en los veinte primeros
años del siglo anterior. Pero hay cultivadores de la
poesía que pugnan por romper los viejos moldes,
unos siguiendo la primera manera de Batilo. otros
decidiéndose por la segunda, por la que le coloca co-
mo progenitor de Quintana. Aquéllos vuelven a la
tradición humanística, éstos rinden un culto último al
brillantísimo don Luis de Góngora y en medio de es-;

tas múltiples y encontradas tendencias, agitado ya el

país por el espíritu de emancipación y libertad, la voz


grave, robusta e insincera del capitán Roca, anuncia
la entrada triunfal en la poesía mejicana de la oda
quintanesca.
Colocad a Heredia dentro de estos límites, y llega-
remos a esta conclusión: estos elementos de cultura
preparan al Heredia del porvenir: el influjo profitn-
do de los poetas salmantinos allí debió sentirlo por
primera vez; ciertas notas de clasicismo formal, del
que contrastan con su espíritu y que ob-
siglo xviiT,

servamos con extrañeza en su obra, pueden expli-


carse por el ambiente humanístico de la époc^. La
24'
José M." Chacón
primera afirmación no ha sido discutida por nadie;
muchos de los defectos de Heredia (el falso senti-
mentalismo, el erotismo exterior...), asi como algu-
nas de sus virtudes, se explican por el influjo de los
poetas salmantinos, como habrá de demostrárnoslo
un posterior análisis. La segunda afirmación es ne-
cesario aquilatarla. Es menester comprobar ese am-
biente humanístico.
Recorramos las páginas de la obra monumental,
Antología del Centenario, y a cada momento encon-
traremos traducciones latinas. No son aisladas, no
son fragmentarías: Ochoa traduce las Her oídas de
Ovidio, y alguien compara la traducción a la clásica
de Pero de Mexía; los hermanos Larrañaga (escri-
bieron en el siglo xviii, pero vivieron largos años
del xíx) traducen obras de Virgilio en estilo pedestre

y ramplón, y componen rapsodias poéticas, formadas


de versos literales, unas veces, de reminiscencias cla-
rísimas, otras, de las obras virgilianas. Aparecen tra-

tados de Latinidad, se reimprime la Instrucción para


hacer versos latinos, de Pedro Rodríguez y Arizpe,
y en los periódicos diarios, en las célebres Casetas de
literatura, de Álzate, Horacio es traducido, imitado,
parafraseado. Oíd en qué forma se hacían esas tra-
ducciones (es el comienzo de Isi Pérsicos O di; el tra-

ductor es Odioa)

Los aparatos pérsicos no quiero;


ni las coronas con esmero insignes
ni el sitiobusques; do exquisita rosa
tarda se cría.
Procuro sólo que el sencillo mirto.
Literatura cubana
nada le añadas: tanto a ti que, sirves.
Bien está el mirto como a mí que bebo
bajo las vides.

¿Qué más? Un poeta civil como Quintana Roo


(más interesante por su vida que por sus versos), al

componer su oda ^^l i6 de septiembre, recuerda dos


pasajes diversos de Horacio (i). El horacianismo fué
poco poético, pero su influjo pesaba sobre todos.
Y Marcial, y nuevamente Ovidio, y Catulo, alcan-
zaron versiones más o menos imperfectas y amplián- ;

dose el círculo, los acentos de profunda emoción lí-


rica de Safo tienen un eco tenue, casi apagado en
este coro de humanistas, poco o nada poetas, menos
penetrados del espíritu antiguo que Abad y Alegre,
pero humanistas al fin. En el Diario de Méjico apa-
recen tres traducciones, en una de las cuales el gusto
severo de Pedro Henríquez Ureña (2), mi principal

guía en esta rapidísima enumeración, encuentra al-


guna elegancia:

Un tiempo al poderoso
Padre dejaste, y la mansión dorada
del alto Olimpo hermoso
y tirado tu carro delicioso
de las gentiles aves
con presto movimiento atravesaba
el aire, y yo observaba

(1) Reminiscpndas rotadas primero que nadie, por D. Marcelino


Menéndez y Pelayo. Véase Historia de lo poesía Nispano-americana^
tomo I, pág. 107.
{2) Véase el excelente estudio. Traducciones y paráfrasis en la
literatura mexicana de la época de la independencia, publicaio en los
Anales del Museo nacional de Arqueología, Historia y Etnología. Mé-
xico, iQf 3, tomo V.

247
José M.*^ Chacón
de mi florido bosque silencioso
el batir de sus ala'S sonoroso.

Todavía quedan otras manifestaciones de esta co-


rriente humanística. El libro, excelente para su época
(de su género no le hubo mejor en castellano hasta
que aparecieron los clásicos estudios de Andrés Be-
Tratado de Ortología y Métrica, de Sicilia, pro-
llo),

duce en Méjico una reacción contra los procedimien-


tos técnicos de muchos de los secuaces de Cienfue-
gos. El libro es comentado; don Andrés Quintana
Roo le recomienda y vulgariza, y, despertadas sus afi-
ciones métricas, escribe un Tratado sobre el verso
sáfico-adónico, inspirado en un inflexible criterio
clásico.

Todos los hechos que acabí) de enumerar indican


con claridad que, en medio de una profunda deca-
dencia literaria, a las obras de los grandes humanis-
tas del siglo XVIII respondían, a distancia, don Anas-
tasioOchoa, don Carlos María de Bustamante y los
traductores anónimos de Catulo y Horacio, de Mar-
cial y Ovidio, de Anacreonte y Safo.
El corte pseudoclásico de algunas composiciones
de Heredia, por ejemplo, La Prenda de la Fidelidad
(la encabeza una cita de Ovidio y está en forma de
versos sáfico-adónicos, signo fatal del galo-clasicis-
mo, del clasicismo-académico, y en general de todos
los falsos clasicismos), se explica perfectamente con
esta estancia de dos años en Méjico. Además, todo
era propicio para que se produjera el clasicismo for-
mal recuérdese
: la vulgarísima anécdota de don Fran-
cisco Xavier Caro, que se asombraba de verle, a los

248
Lrlteratura cubana

ocho años, traducir a Horacio, y el pasaje siguiente


(citado por Piñeyro) de las memorias de don Fran-
cisco José de Heredia, padre del poeta

Caracas 25 de marzo de 1815... A José María que


estudie todos los días su lección de lógica, y lea todos
los días el capítulo del evangelio..., que repase la doc-
trina una vez por semana y el Arte Poético de Horacio
que le hice escribir y de Virgilio un pedazo todos los
días y los tiempos y reglas del Arte...

En suma, la misma educación que había de com-


pletar en su primera residencia en Méjico.
Otra de las corrientes literarias, que predomina-
ban en el Méjico de aquellos años, era la representada
por los poetas de la escuela salmantina. Esta tenden-
cia influirá largos años en la elaboración de su arte.
Es el centro, es el nudo en el problema de las influen-

cias en Heredia.

in

Como el humanismo mejicano, es la poesía del gru-


po salmantino una de las formas de la reacción clá-

sica. Hay una firme tradición estética en los poetas


de este grupo, que los une en una escuela literaria,

con caracteres, no ya formales, sino internos. Surge


como movimiento de negación y protesta, niega la
eficacia poética de la tendencia de Iriarte, protesta
con elocuencia del prosaísmo de sus secuaces, y des-

pués afirma y ésta es su más alta virtud los cs.- —
2t»
José M."^ Chacón
racteres propios, distintivos del lenguaje poético. No
se propuso por modelo —a pesar de llamarse escuela
salmantina — al más clásico y sereno de los poetas es-
pañoles; no se fijó tanto en el ritmo interior de las
palabras, ni aspiró a una visión completa de la vida,

ascendiendo, por virtud maravillosa del espíritu, des-


de las verdades últimas hasta la verdad primera,
comprensiva de todas pero amplió ;
el caudal poético,
aunque adulterara la lengua con la introducción de
voces bárbaras ; renovó el prestigio del verso suelto,
las formas retóricas se ampliaron, y, lo que fué más
imiportante, a la trivialidad del asunto sustituyó un
noble y levantado entusiasmo por los grandes hechos
de la vida. Amó, con algún exceso, las pompas del
lenguaje y gustó demasiado de las dificultades téc-
uicas. Estos dos fueron sus principales defectos:
pero ¡que paso tan gigantesco se había dado! ¡Cómo
se columbraban ya en el horizonte los signos de la
revolución romántica
Si pudieran reducirse a precisas fórmulas las vici-
situdes de una escuela, diría de la poesía salmantina
que presenta dos aspectos fundamentales : el erotismo
y el didactismo. Toda
variedad de matices y
la rica

tendencias, más aparente que real, de las obras de Mé-


léndez, Jovellanos, Cienfuegos y del mismo Quintana,
puede concretarse en esas dos aspiraciones poéticas
que parecen dividir en dos épocas el desarrollo de esta
escuela. Meléndez Valdés, en su primera manera, re-

presenta la tendencia erótica ;


Jovellanos, caracteriza
perfectamente la aspiración didáctica.
Meléndez Valdés es el poeta tipo de las limitaciones

250
Literatura cubana
del siglo XVIII. No hay pasión, sino apariencia de pa-
sión en sus versos ; no siente sino en una sola forma
en la exaltación del amor físico. Cubre su erotismo
bajo distintas formas, mas siempre, ya en las almi-
baradas poesías bucólicas, ya en las de trascendencia
social, es fácil distinguir esa nota lírica como la pre-
dominante. Si no hubiera vivido bajo el magisterio,
lleno de virtud amable, pero intolerante y estrecho, de
don Gaspar Melchor de Jovellanos, si hubiera con-

seguido libertarse una vez sola de las reglas y los pre-


ceptos retóricos, presentes en todos los momentos en
su ánimo, la poesía de lá emoción física habría al-
canzado perfecto intérprete en Meléndez. Por eso su
erotismo además de ser exterior y de ser uniforme,
es también insincero.
Es incoloro, es tibio en la expresión de los afectos
todo lo precisa, aunque lo hace bajo formas conven-
cionales. Nada hay tan apartado del espíritu lírico
como el tomo I de sus poesías. Estas estrofas os di-
rán cómo entendía la lírica y cuan pobres eran las

fuentes de su inspiración:

No con mi blanda lira


serán en aves tristes
lloradas las fortunas
de reyes infelices...
Muchacho soy y quiero
decir mis apacibles
y gozarme
querellas,
en danzas y convites.
Kn ellos •coronado
de rosas y alelíes
entre risas y versos
memideo mis brindis.
José M.» Chacón
Las secciones en que, siguiendo el gusto retórico
de la época, se divide el libro, las Odas Anacreónticas.
los Idilios, las Letrillas, cumplen con exactitud ese
mezquino programa. Y Los besos de amor (compo-
siciones no insertas en esa edición) son la expresión
más completa del erotismo de Meléndez. Las llamó
traducciones de Juan Segundo, temeroso, sin duda,
de que pudieran parecer demasiado livianas Foulché
Delsboc (i), eminente editor de estas poesías, ha cote-
jado el libro de Meléndez y Tos versos del autor de
Bassia, y manifiesta que de las diez y nueve compo-
siciones del poeta latino no hay un solo pasaje con-
cordante con cualquiera de las odas del poeta español.
Estamos, pues, en presencia de un producto original
de Meléndez. En general no ofrece notas distintivas
de las que ya conocemos : las anacreónticas de este
libro son tan inconsistentes como todas las anacreón-
ticas. No hay pasajes brillantes, ni por la riqueza téc-
nica, ni por los detalles pintorescos. Es una poesía
lánguida del principio al fin, sin variaciones de
tono. Sólo hay un momento en que el poeta se
anima y en que asoma débilmente su personalidad:
cuando la pura sensación física se apodera de él con
tal fortaleza, con tan cruda energía, que lo conven-
y medidas, lo ajustado a ese o aquel
cional, los cortes
modelo, todo un siglo xviii, en fin, desaparecen por
breve rato de su espíritu. En estas odas nada hay
velado, nada presentido. No hay la más leve nota de
espiritualidad, todo responde a la índole de la presente
estrofa

(t) Véase Revue Hispanique. tomo I, pág. 72.


Literatura cubana
Quaodo con tiernos brazos
rae enlazas y rodeas,
y el cuello reclinando
el pecho y faz risueña,
tus labios a mis labios
¡oh!, blanda Nise llegas...

No fué Meléndez el único representante de este as-


pecto de la escuela salmantina : todos los poetas de su
primer período fueron más o menos eróticos, aunque
nunca en el grado en que lo fué Meléndez.
El didactismo domina en el segundo período. Es
una tendencia mucho más noble, de matices más va-
riados y precursora de la grande poesía social, refor-
madora e intérprete de las ansias libertarias de su
siglo, de don Manuel José Quintana.
Era de fines utilitarios el poeta era una entidad
:

social. Debía intervenir en los asuntos públicos, debía


legislar, debía ser la encarnación del espíritu refor-
mista. Jovellanos es el gran maestro de esta clase de
poesía una pragmática de Carlos III sobre el duelo
:

le mueve a escribir el Delincuente honrado; señalar


los vicios de su patria, indicar sus remedios son los
propósitos de sus sátiras a Arnesto, escritas ''desde
el centro oscuro de su prisión" ; una reforma literaria

que obligue al poeta a

cantar
los estragos del vicio,y con rugente
voz descubrir a los míseros mortales
sus apariencias engañosas

V también a

cantar las virtudes inocentes


258
José M.^ Chacón
que hacen al hombre justo y le conducen
a eterna bienandanza...

€£ la idea fundain-ental de la carta


"a sus amigos de
Salamanca", mientras que una as-piración austera a la
soledad , al recogimiento, producida por el desengaño
de los favores del mundo, da ocasión a su epístola
a Anfriso, la de más alto pensamiento, impregnada
de un suave tinte bucóico y con algo de aquel sereno
estoicismo, expresado en forma precisa y utilitaria,

que da vida imperecedera a los tercetos morales del


anónimo sevillano.
Toda la poesía de Jovellanos tiene este mismo ca-
rácter. Está convencido del fin social del arte, y exige
al poeta que descienda a la plaza pública y adoctrine
a las multitudes. No hizo muchas composiciones de
ese género, pero había latente en él un poeta civil. De

su didactismo a la poesía no había sino un solo


civil

paso: fué el que dio Quintana, el que dio Meléndez


(guiado por Jovellanos) al escribir su oda al Fanatis--
mo. Como ha dicho don Marcelino Menéndez y Pe-
layo, en su poesía estaban los gérmenes del arte de

Cienfuegos, de Quintana, de Gallego. La poesía civil,

en su más amplio sentido, en lo que tiene de reno-


vación política, nacional y humana, no es, al fin, sino

un aspecto, un matiz, una variedad de esa tendencia


didáctica.
En Heredia hay estos mismos aspectos no : es sólo

la influencia de este o aquel autor : es la de toda una


escuela, la de una tendencia estética. Se han señalado
mttdhas semejanzas de forma: Cienfuegos dio oca-
sión al autor de la Antología de poetas hispano-ame-

254
Literatura cubaua
ficanos para escribir una página definitiva de crítica
comparada Cánovas, no obstante su
; criterio retórico
(escribía en 185 1), advirtió claras reminiscencias de
Meléndez en la sección de Poesías amatorias de Here-
dia; pero la influencia mucho más honda, la que
trasciende de la forma al espíritu poético, la que de-
termina una orientación literaria que dura muchos
años, no ha sido señalada con precisión.
Heredia es un poeta erótico y es un poeta social.
Su erotismo es físico, exterior, como el de Melén-
dez; su poesía social, civil, es de fines utilitarios; es
como la de Cienfuegos, como la de Meléndez (en su
segunda época), como la de Quintana : es oratoria en
la forma; es, por. las ideas, utilitaria y renovadora;
eco, vigoroso a veces, muy débil en ocasiones, del filo-
sofismo, del panfilismo, de todos los grandes ismos de
su siglo.
Espíritu apasionado, sincero, ligeramente voluble,
no puede decirse que sus poesías amatorias sean con-
vencionales: un tumulto de pasiones ag^ta su alma;
un presentimiento doloroso le embarga pero al darles ;

forma poética, la esencia lírica se escapa, porque todo


allí está dicho "cual en una carta amatoria" (i), por-
que un ansia de precisión concreta la domina, porque
no atina en las formas ideales del amor, sino en las

físicas y materiales.
Así dice en La Partida :

¡ Eres humana
y yo soy infeliz !..., en mi destierro

(i) Frase de Cánovas en su artículo de la Revista de Ambos


Mundos, 1 85 1.

966
José M.» Chacón
en fiestas mil de juventud forzosa
viviré entre dolor, y tú cercada
que abrasará de tu beldad el brillo,
me venderás perjura,
y en nuevo amor palpitará tu seno,
olvidando del mísero Fileno
la fe constante y el amor sencillo;

y más tarde, en esta estrofa, da como la síntesis de


ese erotismo

Lesbia me ama, diré, y en mi partida


ese llanto vertió... Tal vez ahora
mi pañuelo feliz besa encendida,
y le estrecha a su seno
y un amor inmortal jura a Fileno.

Por este carácter poseen las poesías de esta sección


un valor emocional muy escaso: lo mismo, exacta-
mente que acontece con los poetas eróticos salman-
tinos, u "i .

.¡Ui

El tono lírico que informa su composición a Les-


bia (La Partida) (i) informa también sus otras poe-
sías amorosas.
En La Inconstancia (que recuerda, por cierto —
entiendo que nadie ha reparado en esta semejanza ,

en sus principios, el comienzo de la Epístola a An-


friso, de Jovellanos) el ardor pasional está expresado
tan en sus detalles que toca en los límites del pro-
saísmo: .! -i'\:'':f\

Mas, ¡ai!, el alma,


que fina te adoró, falsa te adora.

(i) Menéndez y Pelayo señala aquí claras reminiscencias de Me-


léndez
Literatura cubana
No vengativo anhelaré que el cielo
te condene al dolor: se tan dichosa
cual yo soy infeliz mas no mi oído ;

hiera jamás el nombre aborrecido


de mi rival, ni de tu voz el eco
tome a rasgfar la ensangrentada herida
de aqueste corazón no a mirar vuelva :

tu celeste ademán, ni aquellos ojos,


ni aquellos labios do letal ponzoña
ciego bebí...

Cotéjense ambas tendencias eróticas, la de Heredia


y la de Meléndez y demás poetas salmantinos, y ten-
dremos que identificarlas. Notaremos en Heredia ma-
yor sinceridad poética ; pero la falta de espíritu lírico

que encontrábamos en el erotismo salmantino hemos


de señalarla aquí también.
Sigue Heredia el didacticismo de esa escuela en lo
que éste tiene de poesía civil. Es la nota más duradera
en el espíritu del poeta: a los diez y ocho años se
ensaya con unos versos a las libertades españolas (Oda
a España Ubre y al Dos de Mayo) ; la política de
Itúrbide le Face poeta civil mejicano, escribiendo la

Oda a los habitantes de Anahtiac : su destierro le tor-

na en intérprete elocuente de las libertades de Cuba


el panhelenismo de Byron le hace breves momentos
cantor de la independencia griega ; su segunda estan-
cia en Méjico vigoriza en él el espíritu del america-
tiismo. y en la Oda a Bolívar pugna por seguir, aun-
que en vano, la alta inspiración épica, únicamente
épica, de Olmedo. En todo momento es el poeta de la

libertad, de la renovadón política, del mejoramiento


social. El espíritu de esta parte imiportantísima de su
2ñ7
J. M. CHACÓw, Literatura cubana. 17
José M.» Chacón
obra es el de Quintana ; el procedimiento es también
el mismo.
Sin los elementos de la escuela salmantina, no cabe
dudar que este espíritu libertario se hubiera manifes-
tado ;
pero no en la forma concreta, no como aspira-
ción utilitarista, no con un fin directo, no dentro de
un procedimiento oratorio, sino como una manifes-
tación lírica, vaga, imprecisa, del modo admirable en
que le contemplamos en las estrofas de la canción al

Niágara y en la serena meditación En el Teocalli de


Cholula. La poesía civil externa se desenvuelve den-
tro de los límites de esa escuela; la interna es pri-
vativa de Heredia, es la afirmación más vigorosa de
la personalidad del poeta.
Como la tendencia civil de los poetas salmantinos
aunque con dicción menos rica, menos escrúpulos

técnicos que en Gallego, menos elocuencia que en


Quintana y recordando más, por su vehemencia y
desorden,al incorrectísimo Cienfuegos tienden los — ,

versos de esta clase de Heredia al prosaísmo y a la

declamación.
El fin político, el fin práctico, el didacticísmo, en
una palabra, llevan a Heredia a confundir el proce-
dimiento lírico con el oratorio, el espíritu lírico con el
de la elocuencia. Nada menos lírico que esas largas
menciones nominales: la poesía de Heredia está so-
brecargada de ellas. ^No es esta misma falta de est)í-

ritu lírico lo que ha reducido a muy corto caudal el


valor de la Por qué llegamos a
poesía quintanesca ? ¿

entender tan tarde y tan mal. por qué no llegamos a


compenetrarnos nunca con las odas guerreras de
258
Literatura cubana
Cienfuegos? Faltaron a todos estos poetas el don de
las emociones, perspectivas amplias del espíritu, pe-
netrante visión de las realidades poéticas absolutas*
lo circunstancial, lo limitado, lo histórico, lo mom.en-
táneo, lo relativo, ahogaron en sus almas las voces lí-

ricas de la humanidad. Y tuvieron, sin embargo, un


claro y amplísimo sentido de lo humano fueron
; in-

térpretes de las ansias políticas de su siglo ; cantaron


las grandes conquistas; pero no vieron los matices
de esos hechos, ni aspiraron a una interpretación es-
piritual de los mismos: de ahí lo monocorde y lo

oratorio de su poesía.
Ejemplos diversos presenta la obra de Heredia en
confirmación de lo que aquí se expone. Bástenos aho-
ra un fragmento de la Oda a los habitantes de Ana-
htiac. Caracteriza perfectamente al género y es de las

más olvidadas de Heredia

No en torpe desafliento así desmayes,


reina del Anahnac alza la frente
:

y a tus hijos invoca. Oh !, quién me diera


¡

del vengador Tirteo


la abrasadora voz, ¡oh!, si pudiera
encender en los pechos mexicanos
aquesta hoguera que mi pecho abrasa
e] amor de libertad. Alzad del polvo
;

hijos de acamapichi Ved al tirano


!

ante quien viles os postráis; ;en vano


sufrido sabéis dq^e años de combates,
óe sangre, de furor y de mi.sierias?
¿Y esclavitud y abatimiento infame
de tanta sangre y penas y fatigas
será vil R-alardón? ,iPor qué lidiasteis?
¿Por mudar de señor? Ay !, vanamente
¡

de la patria en las aras inmolaron


José M.» Chacón
mil víctimas y mil... Hidalg-o, Allende,
Morelos valeroso, el sacrificio
que de la vida hiciesteis a la patria
infructífero fué; sí. vanamente
almorir con infamia en un cadalso
pensabais que la patria algún día
fuera libre, feliz, y vanamente
vuestra sangre preciosa regó el árbol
de la alma libertad, para que un día
cubriera el Anahuac su augusta sombra.
Campeones, infelices !, ay !, el fruto
¡ ¡

de vuestro acerbo afán y amarga muerte


hoy lo coge un traidor, no vuestra patria.
Iturbide lo coge el que imprudente
:

de la opresión llevando el estandarte


con rabia os persiguió...
Miradle cual sepulta en horrendos calabozos
a cuantos osan alentar, serenos,
patriotismo y virtud. Sabio Tagoaga,
Tagk, Lombard, o Castro...

Y esta rapsodia la escribía Heredia el mismo año


en que llegaba a las cumbres de la inspiración: el

mismo año en que escribió la meditación En el Teo-


calli de Cholula.
Composiciones de mayor importancia literaria tie-

nen ese mismo tono. Oid un fragmento de su célebre


Epístola a Emilia, excelente en su parte descriptiva e
impregnada en sus comienzos dfe suave melancolía.

Albrillar mi razón, su amor primero


fué la sublime dignidad del hambre
y al murmurar de patria el duilce nombre
me llenaba de horror el extranjero.
Pluguiese al cielo, desdichada Cuba,
¡

que tu suelo tan sólo produjese


hierro y soldados la codicia ibera
!

no tentáramos, ¡no!. Patria adorada, '

260
Literatura cubana
de tus bosques el aura embalsamada
es al valor, a la virtud funesta.
¿Cómo viendo tu sol radioso, inmenso,
no se inflama en los pechos de tus hijos,
generoso valor contra los viles
que te oprimen audaces y devoran ?

Fácil tarea seria la de multiplicar los ejemplos : La


Estrella de Cuba, el Himno del Desterrado, su largo
poema Las Sombras, su oda Contra los Impíos ofre-
cen el mismo carácter. Todas estas composiciones os-
cilan entre el estilo prosaico y el oratorio no es el :

énfasis de los menores defectos de Heredia, ni lo fué


tampoco en Cienf uegos y en Quintana, ni mucho me-
nos en don Juan Isiicasio Gallego.
Representa, pues esta inñuencia dos elementos ca-
pitales en la elaboración de la obra de Heredia : el ero-
tismo físico y la poesia civil externa. Casi todo He-
redia queda explicado en virtud de esta influencia.

IVi

iViuciio mas vaga, con caracteres muy imprecisos es


ia que ejerce en su obra la escuela romántica.
Sus relaciones con el romanticismo han sido fijadas

de un modo definitivo por Menéndez y Pelayo, y vana


empresa seria la de volver sobre discusiones —más
bien formales que esenciales —planteadas y resueltas
con la profunda visión crítica del atuor de las Ideas
Estéticas en España.
No cumplió Heredia con el programa romántico;
261
José M." Chacón
pero lio hay duda que de su obra, como de la de Cien-
fuegos, brotan a raudales hechos e ideas precursores
de esa revoiución literaria.

Fue su poesia, he de decirlo con las palabras del


critico español, "como aurora tenue del romanticis-
mo". No hubo en ella franca tendencia, sino inicio de
una tendencia romántica, que comienza a manifestar-
se por las traducciones e imitaciones de Ossián.
Los poemas d e Macpherson, no obstante el ar-
tiricio ingenioso con que están elaborados, que descu-
bren claramente los esfuerzos tenaces de una adap-
tación a lo primitivo, siempre aspirada y conse-
guida casi nunca, traían a la poesia del siglo xviii

dos elementos nuevos, esencialmente románticos : el

misterio, el prestigio de lo sobrenatural y fantástico,

y el amor como centro de la vida y con manifesta-


ciones sentimentales. Las escenas se desenvuelven
en un ambienté crepuscular; un sentimiento de se-

creto terror, de vago y doloroso presentimiento do-


mina a sus personajes; una fuerza desconocida y
misteriosa rige sus acciones. Y el amor en la vida
y en la muerte, más fuerte que la vida y que la
muerte, reminiscencias de las grandes epopeyas del

ciclo bretón, es el centro de los poemas apócrifos de


Ossián.
Por eso vemos que el genio amplísimo y sereno de
Goethe aprovecha largos pasajes enteros de la obra
de Macpherson en las últimas páginas, llenas de pe-
netrante melancolía, del Werther. Por eso casi todos

los grandes ingenios del romanticismo pagaron al-

gún tributo al pseudo Ossián, hoy—suerte común de


2éi
Literatura cubana
los libros apócrifos — , tan en completo descrcxiito,
no leido ni en la primera juventud, pero que cierta
virtud estética d<ebió tener cuando fué la fuente de
inspiración de artistas muy diversos, superiores to-
dos a él, aunque tan lejanos de la verdadera poesía
primitiva como el propio Macpherson.
De esos dos elem'entos de la poesía ossiánica (el

ambiente de misterio y sobrenatural prestigio y el

amor con manifestaciones sentimentales), Heredia se


muestra más aficionado al primero, quizá más en ar-
monía con su talento descriptivo. Fuera del frag-
mento de Oina Morid (donde se desenvuelve un con-
flicto análogo al de Romeo y Julieta, en el que se

observa la misma tendencia al artificio, advertida


también en la inmortal tragedia shakespiriana), la par-
te pasional de Ossián no ha llegado a Heredia. Todo
lo contrario sucede con la descriptiva recuérdense los
:

fragmentos de A la luna, La batalla de Klora, Al


sol y la pintura del personaje ossiánico Morar: este
último pasaje he de trasladarlo en parte, no sólo por
su concentrada energía, sino porque revela el proce-
dimiento directo, naturalista, patrimonio de las epo-

peyas antiguas:

Veloz era, Morar, bien como ciervo


que en el desierto piérdese terrible, ;

cual ígneo meteoro: atroz tormenta


era tu saña y en la lid tu espada
relámpago funesto parecía.
Era tu voz como torrente hinchado
tras gruesa lluvia cual profundo trueno,
:

que retumba en los montes a.partados.


A mtKhos derribó tu brazo fuerte
JoséM."^Chacón J

los consiimió la llama de tu ira,


mas al volver de la feroz batalla,
¡ cuan apacible y pura vi tu frente !

Era tu faz como del sol el disco


tras de la lluvia; cual brillante luna
en el silencio de la calma noche;
tranquila, bella, como el hondo lago
cuando se acalla el viento estrepitaso.

Las otras manifestaciones románticas de Heredia


consisten en traduciones e imitaciones de Byron,
Millevoye, Lamartine... No explican nada esencial
en Heredia: quizá Byron tenga alguna parte en su
himno a Grecia (i); pero el influjo no debe consi-
derarse sino formalmente, ya que Heredia y el au-
tor del Manfredo (poeta contra el cual se nota una
grande reacción en la critica inglesa) son espiritus
disimiles.
Si en algún poeta del romanticismo quisiéramos
hallar otras relaciones con Heredia que no sean in-

cidentales, que se manifiesten más bien por cier^-.a

identidad que por traducciones e imitaciones, citaría


el nombre de Carlos Millevoye. En mérito estético

está en plano inferior a Heredia: no son los cam-


bios del gusto ni las nuevas corrientes literarias lo
que han hecho que la obra de Millevoye tenga un
interés meramente no es su misma media-
histórico ; ;

nía. Sin embargo, a medida que recorro sus viejos


libros, guiado en la peregrinación por su reciente
biógrafo Fierre Ladué (2), me convenzo de que junto

(i) Ya lo ha observado el autor de la Historia de la poesía hispa-


no-americana.
(2) Véase su obra: Un précurseur du Romantisme Millevoye
{iy82-i8i6). Essai d'Histoire Littéraire. Paris, Perrin et Cié, 1912.

264
Lite r ait u ra cujj a ii|a

al poeta de los juegos florales, de los concursos de


Lyón, del cantor encogido y académico de las glorias
del primer Imperio, del aspirante perpetuo a la Aca-
demia, del poeta de sociedad, fino, cortés, amable, di-
sertante encantador sobre todos los lugares comunes,
claro, con claridad francesa, esclavo del tópico, seco,
impersonal, sin alma, habia un apasionado de la na-
turaleza, un poeta bucólico latente, un espíritu ávido
de la melancolía del crepúsculo y de las tardes oto-
ñales.
Poeta de transición, ni clásico franco, ni román-
tico definitivo; poeta híbrido, que respeta la dicta-
dura de Boileau y se ve arrastrado por la sentimen-
tal naturaleza de Bernardino Saint-Pierre, no acierta

a concretar su aspiración bucólica, su vaga poesía


naturalista en una forma artística adecuada; las

vacilaciones del poeta, su inseguridad, la lucha de-


masiado visible entre el espíritu y la forma, la im-
precisión de la frase poética impiden ia plena mani-
festación bucólica : es una poesía que no llega a rea-
lizarse, pero que se presiente, que se adivina. Entre
los objetos naturales y el goce y el dolor humanos,
hay en los versos de Millevoye una afinidad secreta,
señalada no del modo vigoroso, como se observa en
Heredia, sino de una manera algo monótona, limi-
tada, pero poética, sin duda : así dice en las estrofas

de su canción a La flor, que me place citar en la


traducción de Heredia:

Flor solitaria y modesta,


que del valle fuiste honor,
tus restos vagan marchitos
José M.** Chacón
al soplo delAquilón.
Igual suerte nos oprime,
cedemos al mismo Dios;
una hoja te quita el viento
y un placer nos dice adiós.
Ayer la bella pastora,
viendo tu fresco verdor,
que sti hermoshra realzara
envanecida esperó.
Mas ay !, sobre d mustio tallo
¡

te inclinaste con dolor,


y su amante cuidadoso
encontrarte no lo-gró.
A su vuelta suspiraba:
no te aflijas, oh pastor
¡ !,

aún vive tu fiel amante


sólo perdiste la flor.

jMísero !, mi dulce amiga,


como una sombra pasó,
y la dicha de mi vida
cual sueño se disipó.
Bella fué, joven y amable:
su brillo se marchitó,
y tres veces en su tumba
la hierba reverdeció.
¡ Ay !, escuchar imagino
su dulce, argentada voz,
y que me dice: "Te aguardo:
¿olvidaste ya mi amor?

Naturaleza poética superior la de Heredia, la com-


penetración entre el munido físico y nuestro mundo
interior es mucho más intensa en su obra. Partía, no
obstante de la misma base, que la .poesía de Mille-
voye, aunque ascendiera a cumbres poéticas a que
nunca pudo llegar la musa modesta, de cortas alas,
del cantor de La caída de las hojas.
En esto, únicamente en esto, estriba la similitud
Literatura cubana
de espíritu ;una influencia, como se ve es uiía
no es :

concordancia, una armonía espiritual basada en una


misma interpretación melancólica del mundo
r físico.

\^

Este largo proceso, seguido con minuciosidad que


muchos juzgarán de prolija, nos pone frente a fren-
te, sin una nube, sin una sombra de elementos cir-

cunstanciales y de época que nos estorbe su recta


apreciación, del Heredia actual.
Excluidas quedan del cuadro de los valores actua-
les su poesía erótica, su poesía civil externa: inte-
resan, para explicar su evolución, la formación de
su espíritu; pero son circunstanciales, elementos re-
lativos, accesorios en el arte legítimo de Heredia, en
el poeta de la generación presente y de las venideras.
Este arte capaz de resistir todas las mudanzas del
gusto, siempre joven y siempr,e nuevo, mexhausto,
lleno de emoción lírica, y que confirma, al cabo, el

dictado de poeta nacional, poeta nacional por antono-


masia, que se acostumbra dar a Heredia, se mani-
fiesta en dos foniias: en la visión sintética de las
descripciones y en la poesía civil interna.
Espíritu de percepciones rápidas, el mundo físico

hiere su imaginación en su conjunto, y los detalles


sólo se presentan cuando poseen una virtud de sín-

tesis complementaria. Desaparece el procedimiento


José M,"- Chacón
enumerativo (i); en rasgos firmes y precisos nos da
la plena visión de las realidades exteriores. En el
rasgo descriptivo, en aquella sintesis perfecta de los
atributos de un objeto, más bien que en la descrip-

ción total, está la eficacia artística de las poesías de


Heredia. Cada palabra tiene su color adecuado, su
propio matiz : si en algún momento llegó a la selec-

ción verbal, es en estas admirables sintesis descrip-


tivas: así cuando describe los rápidos del Niágara*.

Sereno corres, majestuoso' y luego


en ásperots peñascos quebrantado,
te abalanzas violento, arrebatado,
como el destino irrestible y ciego...
El alma mía
en vago pensamiento se confunde
al mirar esa férvida corriente,
que en vano quiere la turbada vista
en su vuelo seguir al borde oscuro
del precipicio altísimo: mil olas,
cual pensamiento rápidas pasando,
chocan, y se enfurecen,
y otras mil y otras mil ya ]as alcanzan,
y entre espuma y fragor desaparecen.

Y más tarde, un rasgo final, un detalle, es el com-


plemento, el coronamiento de aquella síntesis riquí-

sima en color y luz

Nada, Niágara !, falta a tu destino,


¡ oh,
ni otra corona que el agreste pino
a tu terrible majestad conviene (2).

(i) Véase Miguel Antonio Caro (Estudio sobre Bello) y Menén-


dez y Pelayo, Historia de la Poesía hispano a?nericana.
(2) Véase el excelente estudio de Alfonso Reyes El paisaje en
la poesia mejicana, p. 43. Incidentalmente se hace en esa monografía
uno de los más serenos y penetrantes juicios de la obra de Heredia.
Literatura cubana
Un valor más alto, profundamente lírico, tienen las
composiciones descriptivas: la compenetración del
poeta con la naturaleza, la armonía, el ritmo que se
establece entre el mundo interior y el de la realidad
física. Los versos más débiles de Heredia cobran
cierta vida poética por esa afinidad. En Desamor,
poesía vehemente, pero prosaica y de puro erotismo
físico, hay momentos en que el espíritu lírico se di-
funde por la composición: es que aparece el poeta
de la naturaleza en Heredia

¡ Salud, noche apacible Astro sereno,


! ¡

hella luna, salud Ya


con vosotras
!

mi triste corazón de penas lleno


viene a buscar la paz Del sol ardiente
!

el fuego me devora

Sola tu luz...
sabe halagar mi corazón...
Hora serena en la mitad del cielo
ríes a nuestros campos agostados...

Calla toda la tierra embebecida


en mirar tu carrera silenciosa;
y sólo se oye la canción melosa
del tierno ruiseñor, o el importuno
grito de la cigarra : entre las flores
el céfiro descansa adormecido;
el pomposo naranjo, el mango erguido
agrupados allá, mi pecho llenan
con el sublime horror que en torno vaga
de sus copas inmóviles...

La melancolía de su espíritu le hace poeta del cre-


]>úscuJo. j Cómo responden estos crepúsculos de los
trópicos a los crepúsculos interiores del poeta! El
José Al «^
Chacón
sentido de los moinentos suaves, de las cosas leja-
nas, de las veladas perspectivas, da corno un tinte

elegiaco a sus versos crepusculares.


No es por su aspiración filosófica, ni por la rela-

tiva sobriedad de dicción, ni por la energía en los


rasgos descriptivos por la que la meditación En el

Teocalli de Cholula es un producto aislado en su


obra poética y la más ailta expresión de su arte lí-
rico. Es por la vida interior que en ella palpita, por

su valor emocional, por su poder evocativo:

Era la tarde: su ligera brisa


las alas en silencio ya plegaba
y entre la hierba y árboles dormía,
mientras el andio sol su disco hundía
detrás de Tztaccihual. La nieve eterna
cual disuelta en mar de oro, semejaba
temblar en torno de él : un arco inmenso
que del eimpíreo en cénit finaba
el
como espléndido pórtico del cielo
de luz vestido y cenitelleante gloria,
de sus últimos rayos recibía
los colores riquísimos. Su brillo
desfalleciendo fué: la blanca luna
y de Venus la estrella solitaria
en el cielo desierto se veían.
I
Crepúsculo feliz Hora más bella
!

que la alma noche o el brillante día,


¡cuánto es dulce tu paz al alma mía

j Tal parece que la quietud de la tarde, aquella sus-

pensión de la vida externa,. aquel manso recogimiento


de las cosas restablecen en el espíritu de Heredia el

orden, la interior armonía, dándole algo de la sere-

nidad clásica!
De este penetrante sentimiento de la naturaleza,

270
Llteraturacubana
de este sentimiento íntimo del mundo físico brota
también la poesía civil interna de Heredia. Era de-
masiado fuerte su ansia de liberación, era muy am-
plioy generoso su humanitarismo para que no tras-
cendieran a las composiciones de esta índole. El poe-
ta civil existió siempre en Heredia, y tiene razón
don Enrique Piñeyro cuando, en polémica con Me-
néndez y Pelayo, afirma que es la nota patriótica la
distintiva de sus versos.
No surge aquí con violencia, es menos vibrante;
pero, quizá, por lo mismo, es más íntimamente lírica,

con un lirismo más condensado. Surge como recuer-


do, como nota pasajera, como alusión momentánea:
en realidad es el espíritu, la vida de la composición.
¡ Cómo S€ olvidan en la canción al Niágara la riqueza
de color, las maravillas de descripción sintética ante
esta nota suave, melancólica, envuelta en vaporosos
tintes de elegía !

Mas, ,iqiié en ti busca mi anhelante vista


con inútil afán? Por qué no miro
^:

alrededor de tu caverna inmensa


las palmas, ay !, las palmas deliciosas,
i

que en las llanuras de mi ardiente TXitria


nacen del sol a la sonrisa, y crecen,
y al soplo de las brisas del Océano,
bajo un cielo purísimo se mecen?

El círculo se hace más amplio : no son los recuer-

dos patrióticos (cuyo influjo en estas composiciones


puso de relieve hace muy poco tiempo la elocuente
y sobria palabra del doctor Sánchez de Bustamante)
lo que únicamente informa la poesía civil interna de

271
José M.'^ Chacón
Heredia; si fuera así, tal nombre resultaría al,8^o
pomposo y muy impropio. Es el espíritu libertario,
humanitarista, lo que le domina ante el orden, ante la :

quietud de la n'aturaleza, comprendida con visión tan


melancólica, la opresión de los g"obiernos, la tiranía
en la vida colectiva, se levantan enérgicos en su es-
píritu y aparecen en sus versos como antinomia como
contraste doloroso:

Hallábame sentado en la famosa


Choluteca pirámide. Tendido
el llano inmenso que ante mí vacía,
los ojos a esparcirse convidaba.
¡
Qué silencio !
¡ Qué paz ! ¡ Oh !. ¿quién diría
que en estos campos reina alzada
bellos
la bárbara opresión, y que esta tierra
brota mieses tan ricas, abonada
con sangre de hombres, en que fué inundada
por la superstición y por la guerra?...

Y esto se dice en la Meditación del Teocalli, la


más personal y lírica de sus composiciones, la más
apartada de la lucha, de las tempestades políticas, es-
cenario propio del poeta civil.

En su Himno al Sol, el cuadro descriptivo se in-

terrumpe y surgen serenos unas veces, otras en con-


trastada violencia los recuerdos patrióticos y las an-
sias de liberación:

¡ Mi patria ! ¡ Oh, sol


¿ A
quién debe su gloria,
a quién su eterna virginal belleza?
Sólo a tu amor. Del Capricornio al Cáncer,
en giro eterno recorriendo el centro,
^ jamás dé ella te apartas, y a tus ojos
272
JUltirattira cubana
de cocoteros ci^brese y de palmas
y naranjos ,\cuya poma
nunca deátroza el inclemente hielo.
Tus rayos en sus vegas
maduran la más dulce de sws plantas,
y del café las sales deliciosas,
cuando en tu ardor vivífico la viertes...

Y el poeta civil —con menos sentido estético


aparece otra vez en esta estrofa dedicada a la des-
trucción de los incas:

¡Oh, duilcisimo error Oh, sol Tú viste


! ¡ !

a tu pueblo inocente...
como pálida mies gemir segado.
Vanamente sus ojos moribundos
por venganza o favor a ti se alzaban.
Tú los desatendías
y tu carrera eterna proseguías,
y sangrientos y yertos respiraban.

No hay en estos versos una aspiración política


inmediata; mas la visión de la patria, vaga y me-
lancólica, penetra y se difunde ^n las poesías des-

criptivas Es fuerte y firmemente personal el senti-

miento de la naturaleza en Heredia ;


pero no es sim-
ple, sino que a él se une la pasión patriótica, que es
como el alma de su canción al Niágara, momentánea,
pero enérgica nota de su Meditación en el Teocalli,

y el centro mismo, centro espiritual de su Himno


al Sol. Y es tan amiplia y esencialmente humana la
pasión !)atriótica de Heredia, que espíritus tan rica-
mente dotados como don Manuel Sanguil>', no ven
en él tan sólo al intérprete de las a.spiraciones cuba-
nas, sino al poeta, al gran poeta del americanismo
273
j. u. cHACÓK. Literatura cubana. t8
José M .
" C h a c ó n|

es decir, '^dc ese sistema de ideas cuyo íérmino es la

federación, cuya base es la autonomía, cuya forma


es la república y cuya esencia es la democracia" (i).

Haya llegado o no Heredia a la interpretación poé-


tica de este sistema de ideas, es lo cierto que en sus
versos patrióticos, sobre todo en los que son nienos
externos, hay elementos nuevos que anuncian el ad-
venimiento de un nuevo ideal, su próxima realiza-
ción en la vida política de América. Hay un sentido
exacto de lo colectivoy gent^al sin precisión pro-
:

saica se define la personalidad del pueblo, se afirman


sus atributos y viene a ser como el personaje central
de esta nueva poesía, profundamente democrática.
Espíritu amante de lo concreto, este concepto de la
vida colectiva no es una pura abstracción, sino que
se reviste de los caracteres de una realidad viva, llena

de movimiento, iluminada por de otoño y de


sol

crepúsculo, algo prosaica a veces, pero reveladora


siempre de la aspiración filosófica del poeta, de su
vehemencia, de su ansia de liberación universal-
Algo oratorios parecen a nuestros gustos de hoy
muchos términos prosaicos que encontramos en ellos
son demasiado exteriores los versos últimos de la

Oda a Bolívar, pero son también como perfecta sín-

tesis poética de los ideales democráticos.


Nada expresará con mayor energía la angustia y
el tristísimo presentimiento que dominan al espíritu

(i) Véase el magistral y elocuentísimo discmso pronunciado por


D. Manuel Sanguily, en el Círculo de Artesanos en San Antonio de
los Baños, el 22 de^marzo de 1890, publicado en La Tribuna
de la
Habana, suplemento de 27 de marzo de 1890.
274
Literatura cubana
americano, apenas terminada la lucha de emancipa-
ción, que aquel verso con que, dirigiéndose a la so-

beranía del pueblo, termina la oda

\o a su terrible majestad atontes,

pues entonces, como habia dicho antes en tres ver-


sos enérgicos también, aunque sin poética energía.

El pueblo se alza, y su voraz encono


sacrifica al tirano,
que halla infamia y sepulcro en vez de trono.

* * *

Poeta de la naturaleza, poeta civil —en sus dos ma-


nifestaciones — , la esencia de su arte es el senti-

miento de la patria y su sentido de humanidad. Si


hubiera en él tan sólo fuerza y color en las descrip-
ciones o elocuencia enérgica en sus poesías patrióti-
cas, Heredia tendría ciertamente un interés formal,
pero no hubiera encarnado nuestras aspiraciones y
presentido las de un continente. Dio con el alma es-
piritual del paisaje: penetrado de ella, llegó a iden-
tificarla plenamente con el alma, a medio formar,
entonces, de nuestra patria y apartada su vista de
las cosas exteriores, fueron borrándose los matices
de la naturaleza física y fué acentuándose cada vez
más, para decirlo con la expresión de Hegel, el im-
perio infinito del espíritu.
De ahí que haya en su poesía un interés definitivo
y humr.no. La tristeza, el espíritu elegiaco nunca —
José M.* Chacón
más en armonía con nosotros como en estos momen-
tos en que deplora la Sociedad de Conferencias la

muerte prematura de uno de sus miembros más jó-


venes y prestigiosos, y yo la del amigo intimo con
quien tuve dulces, inolvidables comunicaciones espi-
rituales (i) — , la tristeza, el espíritu elegiaco carac-

terizan en Heredia su interpretación de la naturale-


za; diríase que en él. a medida que se depura su poe-
sía naturalista, el mundo de las cosas, tenuemente,
con lentitud, desaparece ante el mundo de las almas.

FIN

(i) José Enrique Montero.


276
ÍNDICE

Páginas.

Dedicatoria 7

Ensayos de literatura cubana 9

Los orígenes de la poesía cubana 17

Romances tradicionales 83

Gertrudis Gómez de Avellaneda 187

losé María Heredia 221

131921 15

277

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