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Medios y Tecnología
Por: Luis Alberto Hara - 08/22/2021
Larry Sanger está decepcionado de la enciclopedia en línea que pretende ser
neutral
Junto con Jimmy Wales, Larry Sanger fundó Wikipedia, la enciclopedia en línea
que se ha convertido en la fuente principal de información de consulta rápida.
Wikipedia es uno de los diez sitios más visitados del mundo y se ha vuelto una
especie de garantía de lo que se acepta convencionalmente. En un principio, su
atractivo era que pretendía ser una fuente neutral en la que cualquier persona
podía editar una nota y había editores desinteresados que aseguraban una cierta
neutralidad. Según Sanger, quien ya no está involucrado en el proyecto, esto ha
cambiado con los años y actualmente Wikipedia ha caído en la misma
propaganda que otros medios.
En una reciente entrevista (ver el video abajo), Sanger dijo:
Puedes confiar en Wikipedia para darte un punto de vista del establishment. Si
buscas la verdad, depende de qué crees que es la verdad. Muchas de nuestras
fuentes, incluyendo Wikipedia, sostienen que en los casos controversiales sólo
hay una versión de la verdad.
Esta versión es la verdad oficial, la verdad de la sociedad, del mainstream. Para
Sanger, Wikipedia se ha ido alineando con una visión de centro-derecha que
coincide con organismos gubernamentales y con la sociedad científica secular:
En un principio todavía estaba comprometida a la neutralidad, durante varios
años fue un importante actor en la conversación sobre el futuro de los medios.
Se hablaba de la colaboración y la neutralidad. Se podía ir al artículo de un
presidente o un evento controversial y ver los diferentes puntos de vista bien
organizados Y si esto no pasaba había batallas en la talk page de Wikipedia
para discutir estos puntos de vista. Era mucho más fácil participar. Ahora es
muy difícil participar en casi todos los artículos. Si haces una edición, recibes
una advertencia y te impiden colaborar.
Esto pasa porque Wikipedia tiene mucha influencia, y una de las divisas de la
actualidad es justamente la influencia.
De acuerdo con Sanger, hay "un nuevo complejo de influencia" que se dedica a
hacer que los artículos digan lo que tienen que decir. Algunas personas les pagan
a consultores para influir en el contenido de estas páginas que se han convertido
en algo así como la versión oficial o por default de la realidad: "Si sólo una
versión de los hechos está permitida, esto le da un gran incentivo a las personas
en el poder para tomar control de cosas como Wikipedia, para acaparar más
poder... y lo hacen".
El fundador de Wikipedia dice que esto se puede constatar en la entrada sobre
Joe Biden, que brilla por la ausencia de posturas críticas en su contra y de casos
escandalosos como lo sucedido con el tema de Ucrania. Como podía esperarse,
Wikipedia ha tomado el punto de vista de la OMS en cuanto a la pandemia y
censura versiones alternativas. Notablemente, según Sanger, tiene una postura en
contra de la medicina alternativa, a la cual califica de seudociencia o "quackery".
Se caracteriza por una posición a favor de la legalización de las drogas propia
de think-thanks progresistas.
Y aunque muchas de estas ideas hacen sentido, van en contra del espíritu de
Wikipedia de ser una enciclopedia democrática. De hecho, "sus orígenes eran
distintos, eran antiestablishment".
Ante la proliferación de las teorías de la conspiración en tiempos tan sensibles,
Wikipedia, como todos los medios informativos, se enfrenta a ciertos problemas
éticos. ¿Se debe defender la igualdad de los diversos puntos de vista aunque
algunos puedan ser peligrosos? Esto es difícil de responder. Sin embargo, el caso
de Wikipedia es distinto porque pretende ser una enciclopedia, que es además el
epítome de la neutralidad. Debido a ello, se esperaría un mayor esfuerzo para ser
incluyentes y al menos ofrecer mayor diversidad, sin que esto signifique
necesariamente caer en el relativismo de la posverdad. Pero al parecer el sitio se
ha degenerado, incapaz de hacer frente al poder que busca protegerse y moldear
la realidad social de una u otra forma.
AlterCultura
Por: Luis Alberto Hara - 06/25/2020
El fascinante caso del "último ermitaño"
Christopher Knight vivió solo durante veintisiete años en los bosques de Maine.
Su caso se convirtió en un mito. Muchos dudaban de su existencia. Sin embargo,
los pobladores locales compartían historias. Encuentros indirectos. Objetos que
se perdían. En ocasiones Knight entraba a sus casas y robaba comida, cervezas,
libros, etc. Robaba lo mínimo para no llamar demasiado la atención. Finalmente,
la policía lo detuvo en el año 2013. Knight fue sentenciado a siete meses en
prisión, luego de que confesara sentirse mal por sus pequeños pero numerosos
hurtos.
Todavía eran los años 80 cuando Knight, de 20 años, se internó en el bosque
cerca de Rome, Maine. Sus padres jamás reportaron su ausencia. Según diría más
tarde, su relación con ellos era buena, pero no empalagosa. Solamente en una
ocasión, en los 90, se encontró con otro hombre en una vereda en el bosque e
intercambiaron un leve saludo. Esa fue toda su comunicación en veintisiete años.
Knight logró sobrevivir inviernos de -27 grados, aparentemente despertando en la
parte más fría de la noche y manteniéndose caliente caminando en torno a su
campamento, que calentaba con una estufa de propano. En los inviernos más
difíciles, cuando sentía que podía morir de frío y hambre optó por meditar.
Nunca encendió una fogata, para no llamar la atención. Se rasuraba y mantenía
relativamente limpio, presuntamente robando ropa, para así no generar sospechas
si se encontraba con alguien. Era como si quisiera que lo dejaran en paz, al
tiempo que escapaba de este mundo.
El también apodado "North Pond Hermit" sigue siendo, en cierta medida, un
misterio. Este misterio es indagado por un nuevo documental producido por The
Atlantic, pero aunque el documental es bueno, la psicología y la motivación de
Knight siguen quedando en el vacío.
Cuando se le preguntó a Knight qué hacía, contestó que al principio leía libros
pero que su actividad principal era "hacer nada". Y esto nunca le aburrió. En
todos los años que llevaba en el bosque, según le dijo a la policía, no se enfermó
ni una sola vez. No había quien lo contagiara.
La frase más enigmática y fascinante fue dicha por Knight al periodista Michael
Finkel, quien escribió un libro sobre su caso. Cuando se le preguntó si tenía una
razón para su retiro o algún aprendizaje sobre el tiempo que pasó en el bosque,
Knight contestó: "Me examiné. La soledad otorga un aumento de algo valioso...
mi percepción. Pero cuando apliqué mi percepción incrementada a mí mismo,
perdí mi identidad. No había audiencia, no había nadie para quién montar la
obra... Por ponerlo románticamente, era completamente libre".
El lector quizá encontrará una similitud entre la frase de Knight y algunas de
las recientes teorías de la neurociencia que sugieren que el yo es una ilusión.
Nietzsche creyó observar que el yo es una máscara que usamos, y buscó destruir
el pensamiento representacional. Y por supuesto, en el budismo se dice que la
verdadera libertad existe solamente cuando se ha logrado la más alta sabiduría: la
ausencia del yo. ¿Alcanzó Knight un estado de libertad inefable en el bosque,
hasta el punto de perder toda noción de identidad?
Si en realidad encontró ese estado de paz y libertad, lamentablemente no duró
mucho tiempo, pues lo último que supimos de Knight, cuando estaba en prisión,
fue que estaba enfermo, inquieto y desesperado.
AlterCultura
Por: Jimena O. - 09/03/2020
El antropólogo y anarquista David Graeber fue una de las figuras detrás del
movimiento Occupy Wall Street, proveyendo organización e ideología.
Arte
Por: Joaquín C. Bretel - 08/12/2021
Una joya rara de la TV italiana que nos permite ver a Calasso en una inédita
faceta de maestro mitógrafo ante un coro de jóvenes
AlterCultura
Por: Sofía Tudela Gastañeta - 06/25/2020
La supuesta espiritualidad del común de la gente no deja de regirse por
comportamientos tribales, instintivos y atávicos, que los inducen a plegarse
automáticamente al poder, a la fuerza, y no a la verdad, a la razón ni a la virtud
por sí mismas
Que el común de la gente tiene una disposición servil y medrosa que le induce a
someterse a un líder o grupo de poder y a buscar así seguridad,
independientemente de que este tenga verdad, razón o virtud, es un hecho. De
este modo se explica que ahí donde el cristianismo es poderoso, el común de la
gente es cristiana; que ahí donde impera el islam, el común de la gente es
islámica; y que ahí donde lidera la corrección política, el discurso del común de
la gente es políticamente correcto. Incluso en los subgrupos de una misma
cultura, nación, sociedad, es el miembro o grupo de ellos más imponente el que
consigue que los demás se plieguen a él más allá de tener o no razón, y tal
realidad se puede apreciar también en las tribus urbanas y hasta en los colegios y
centros de instrucción más prestigiosos.
La supuesta espiritualidad del común de la gente no deja de regirse por estos
mismos comportamientos tribales, instintivos y atávicos, animales, que los
inducen a plegarse automáticamente al poder, a la fuerza, y no a la verdad, a la
razón ni a la virtud por sí mismas, salvo que estas sean respaldadas por las
anteriores, siendo las primeras el verdadero móvil de su reconocimiento y no el
valor intrínseco que subyace en las siguientes, puesto que de lo contrario no
necesitarían de una fuerza externa a ellas mismas que las confirme en lo que ya
son por sí mismas.
Así, si un individuo con autoridad, carismático y con fuerte personalidad de líder
dice que es enviado de Dios, y en lugar de hablar verdad habla falsedad, pero se
eleva y hasta vuela por los aires, camina por las aguas, lanza rayos por las manos,
le disparan y no muere, resucita a los muertos, será aprobado y se le rendirá la
pleitesía de maestro espiritual –si acaso no de Dios–. A la inversa, no se le dará
crédito ni mucho menos honores a una persona discreta que hable con verdad de
espíritu y cuyo mensaje proceda realmente de un nexo con lo Divino, sea claro,
brillante, bien formulado, pero que, sin embargo, tal persona no tenga carisma, ni
carácter, ni fuerza de mando y no obre ningún prodigio, ningún milagro, que no
manifieste ningún poder aparatoso, sea ordinario o extraordinario.
Tan falsa es la espiritualidad de la gente que atiende a la fuerza y no a la verdad,
a los poderes y no al conocimiento. El más poderoso triunfa, no el más veraz. La
mundanidad es la norma de la mayoría de gente religiosa que reniega del mundo
-desprecian el mundo porque su avaricia se ve privada de él y por la cual,
simultáneamente, aspiran al mundo en nuevos términos espirituales-. Prefieren
volar por las nubes y ser física o, por lo menos, psicológicamente inmortales -tal
es la sed mundana de quienes reniegan del mundo- a comprender una verdad
sencilla acerca de Dios de la que no obtengan ningún reconocimiento, ni la
aprobación de nadie o acogida en algún grupo que los refuerce y les de
seguridad, ni la inmortalidad -esa inmortalidad frívola, eso que se suele entender
por ella-, que, en otras palabras, no les brinde ningún provecho a nivel utilitario
para servir a sus ambiciones post mortem o para palear sus grandísimos miedos
en esta vida y su miedo superlativo a la muerte.
La mayoría de gente, cuando se suscribe a una religión, en realidad no busca
conocer la verdad ni lo Divino, sino solo confort, seguridad, orden y dirección
vitales, sensación de empoderamiento, así como sentido de pertenencia. Dios no
es más que la excusa para saciar estas necesidades atávicas y tribales que nada
tienen que ver con la genuina espiritualidad metafísica. Quien realmente busca lo
Divino, debe romper con el gregarismo y la superchería, desnudarse y
contemplar honestamente la realidad hasta alcanzar su médula, ¡lo Divino!
La religión es la decadencia de la metafísica.
.......
Respecto al escrito cuyo título es “De como la búsqueda de poder mundano y el
miedo se disfrazan de espiritualidad”, cabe clarificar –si se lee con detenimiento
el escrito considero que debería quedar claro por sí mismo– que se trata de una
crítica justa y ponderada a la falsa espiritualidad que se pretende verdadera y
cuyos móviles son, en realidad, mundanos; no es en modo alguno una crítica a la
genuina espiritualidad, ni a la religión bien comprendida; tampoco es una crítica
a la institucionalidad religiosa –el texto no aborda esa temática– ni a vías
tradicionales de acceso a lo Divino -con lo cuál en principio estoy de acuerdo-. El
escrito debe entenderse por lo que es, no por lo que no es, antes de ser evaluado
correctamente.
Si se desea defender lo espiritual y a la par lo religioso que lo enmarca y
vehicula, es preciso exponer a la vista la superchería y la superstición que
asfixian lo auténticamente religioso. ¿No fue lo que hizo Jesús con los fariseos?
¿No fue lo que hicieron, de hecho, todos aquellos que en diversas tradiciones
religiosas estaban genuinamente comprometidos con lo Divino? El mismo San
Juan de la Cruz tiene una crítica similar a la del texto en torno a depositar la fe en
lo mágico y milagroso –que puede ser falible y responder a meras apariencias,
manejándose en el nivel de lo fenoménico y no en el de la realidad metafísica– en
lugar de hacerlo directa y sencillamente en lo Divino. En “El peregrino ruso”,
relato tradicional de un anónimo de la ortodoxia rusa, el mentor espiritual del
peregrino le desvela –pues un velo de falsa religiosidad era lo que llevaba puesto
en lugar de los ojos– cómo lo que él creía una fe certera no era sino un conjunto
de artimañas de su propia mente para encubrir sus pasiones y miedos mundanos,
y es entonces, sólo entonces -cuando el peregrino se percata de esto, descorre el
velo de su religiosidad tibia y cómoda, y lo reconoce-, cuando el mentor lo
conduce por la vía certera hacia Dios.
Yo soy cabalmente contraria a la secularización –sólo rescato algunas cosas de
ella, como los Derechos Humanos (y también animales y ecológicos)
fundamentales, pero no la perspectiva desacralizada desde la que se los aborda–.
Estoy de acuerdo con lo que has escrito y no veo cómo ello podría oponerse a un
ensayo que no crítica en modo alguno el aspecto religioso, sino, al contrario, la
seudoespiritualidad-religión. Al estar de acuerdo contigo, no veo cómo “puntos
de vista confrontados” -¿Cuáles? Pues me pasan desapercibidos- podrían
distanciarnos en nuestra cosmovisión; y de haberlos -imaginemos que tenemos
puntos enfrentados significativos-, tampoco sería razón de una toma de distancia
en perspectivas, sino más bien una oportunidad de mayor proximidad en las
mismas a través del diálogo intersapiencial.
¿Por qué? Porque para profundizar en el ámbito del Espíritu es necesario mirar de
frente y no volver el rostro hacia un lado; es preciso dudar, poner en cuestión,
contrastar los conocimientos, inquirir y preguntarse; y en lugar de permanecer
acríticamente donde se está guarnecido pero no se avanza, sondear más y más
profundo. Esa era una de las metodologías propias de los Diálogos platónicos:
contraponer puntos de vista hasta ir puliéndolos unos con otros hacia la
Perfección; cuestionar las creencias, incluso morales y religiosas (un ejemplo: en
el Eutifrón o Sobre la piedad Sócrates cuestiona las premisas religiosas del
sacerdote cuyo nombre titula al diálogo, con el cual se cruza cuando este se dirige
al templo a realizar obras piadosas), no para conducir al relativismo y al
nihilismo, sino para, dialécticamente, penetrar más profundo en eso mismo en lo
que se indaga. Poner en cuestión algo puede suponer para algunos la ruptura con
ese algo; para otros, la oportunidad de sondear aún más hondo en ese algo, de
sumergirse en su aspecto más nuclear y conocerlo más a fondo, más
verdaderamente. Por lo mismo, por cuestionar los falsos formalismos mentales y
religiosos, e indagar más internamente para hallar la perla que realmente
encerraban, Sócrates fue acusado de impiedad (asebeia) y condenado a muerte
por ello.
Pues mientras existen quienes buscan real y activamente lo Divino, y están
comprometidos con la verdad y dispuestos a renunciar a sus prendas -pocas o
muchas, o todas- y mudar -con desapego y honestidad intelectual- de visión si es
necesario -aun cuando hayan cultivado un huerto entero y construido un palacio
en la visión que dejan tras de sí con las manos vacías-, otros sólo buscan un
refugio seguro y mundano revestido de galas espirituales, y en cuanto alguien
escarba un poco en ese refugio para ver qué piedras no están firmes y en su lugar
y cuáles sí, ellos se sienten amenazados creyendo que su refugio será demolido.
Atacan entonces al filósofo consagrado a Sophia en nombre de la “religión”, pero
realmente no tienen sed de Dios, sólo desean comodidad, sentar la cabeza y pacer
seguros en este mundo, evitando navegar continuamente en el océano de lo
desconocido e inaprehensible. Lo Divino, sin embargo, ha de buscarse con el
alma desnuda y abierta (receptiva), con franqueza y sin segundas intenciones. La
Vía espiritual no es para tibios, por fanáticos que se muestren al aferrarse a las
formas religiosas –pues sólo a ellas se aferran: se aferran al dedo para no ver la
luna y en cuanto se les sugiere que suelten el dedo un instante para mirar la luna
que este señala le acusan a uno de impiedad–. Ellos son idólatras, han hecho del
dedo su ídolo, perdiendo de vista a la luna que aquel señala, a lo realmente
Divino. El dedo que revelaba la Verdad se ha convertido para ellos en la Verdad
misma y por eso se ha cerrado sobre sí mismo deviniendo en un velo difícil de
franquear -difícil porque quien no desea franquearlo realmente no lo hará-. Los
símbolos velan y revelan al mismo tiempo: son velos para fariseos y tibios, para
los que buscan tierra segura, para las almas sedentarias, y revelaciones para los
que sólo buscan la Faz de Dios que se trasluce en ellos. ¡No hagamos de los
puentes dioses! ¡No rindamos culto a los emisarios! ¡No tomemos a un autor o
líder espiritual por Dios! ¡Eso es shirk!
Muchos desean hacer de la religión una ideología y mantenerse siempre en una
postura media segura. De jóvenes indagaban sinceramente en la verdad hasta que
se cansan, y una vez mayores se aferran a un conjunto de creencias fijas en todos
los ámbitos de la vida y permanecen en él sin mudar de opinión ni un ápice ante
distintas evidencias (dice el refrán popular: “perro viejo no aprende trucos
nuevos”). Y, sin embargo, quienes realmente conectan con lo sagrado son
siempre jóvenes, siempre niños, mantienen el frescor y la candidez iniciales. ¡La
religión no es un asiento enjoyado y vigilado por guardianes sobre el cual
dormir! La religión es vivencia fluida y efectiva de lo Divino (a propósito,
Mircea Eliade la describe acertadamente en Lo sagrado y lo profano).
¿Cómo es posible la espiritualidad sin religión? Si religión es re-ligare, “volver a
ligar” con el principio originario, y por ende también se aplica al budismo, que
religa a su practicante con la Budeidad inherente a sí mismo, con la verdadera
naturaleza incondicionada, más allá de toda concepción –por la cual no se entra
ni se sale– de todo.
El Zen no tolera los términos medios, aquellos en los que en resumidas cuentas
uno se sentiría cómodo, en honor a la verdad. “Vomita a los tibios”. El zen es
todo o nada y, si ya no es todo, no es nada. Por eso, para sacudir el
embotamiento, los hábitos, la rutina, para volver a poner en la “Vía”, ha tenido
necesidad constantemente -y más que nunca hoy en día- de “marginales” y de
iconoclastas, practicantes de una compasión ruda y rugosa, de provocadores
que precisamente crean incomodidad. Sólo estos “revolucionarios” un poco
“anarquistas”, que sin embargo eran artistas, poetas o inventores, devolvieron
al zen el impulso que había perdido y le confirieron un frescor y un sabor
siempre renovados, capaces de sorprender al paladar hastiado que todavía no
los había probado nunca.
(Los maestros zen, Jacques Brosse)
A menudo me ocurre que personas enfrascadas en un punto de vista no me
comprenden –porque, por ejemplo, tengo ensayos críticos y hasta satíricos hacia
el cristianismo y asimismo otros que lo defienden, algo contradictorio desde un
punto de vista doctrinario, pero que es muy coherente mirado desde el punto de
vista de una búsqueda espiritual sincera y no de una adherencia ideológica– y me
catalogan de “anticristiana” unos y de “cristiana ultraconservadora y
sedevacantista” otros –por ciertos puntos de vista afines y por mi predilección
por el cristianismo medieval–. Tampoco comprenden que en la búsqueda uno
pueda mudar de posición, o matizar lo que antes no matizaba, o hacer hincapié en
elementos en los que antes no hacía hincapié, y viceversa, dejar de darle
importancia a otros aspectos que antes eran cruciales. Afirmo esto porque he sido
ampliamente difamada en las redes por lo mismo, por poner en cuestión la
“infalibilidad” de algún autor (diremos Guénon). Me gusta esta cita de Plauto:
"Los que divulgan la calumnia y los que la escuchan, si valiera mi opinión,
deberían ser colgados; los divulgadores, por la lengua, y los oyentes, por las
orejas".
A propósito de los prejuicios de la gente ante lo que no comprende o elude sus
esquemas reflexioné hace unos días, pues me percaté de que a mí también me
ocurría lo mismo. Estaba caminando por unos jardines y a lo lejos vi unos árboles
con frutas de color naranja relativamente redondeadas. Parecían naranjas, pero no
eran iguales, difiriendo en la textura y la forma. Pero al verlas exclamé:
“¡naranjas!”. Y una amiga me respondió: “no, son caquis”. Y volví a mirar y
efectivamente lo eran, y desde el principio había visto que lo eran, pero como en
mi país de origen no existe esa fruta y en mis esquemas mentales a lo que más se
aproximaba era a una naranja, mi mente automáticamente forzó la realidad y la
acomodó a mis esquemas mentales preexistentes. Yo no miraba la fruta tal cual
era, no miraba con la mente limpia, vacía y despejada, sino que distorsionaba la
realidad hasta ajustarla a mis esquemas de visión precedentes. Todo esto se dio
de forma automática. El zen trata de desactivar ese tipo de tendencias reactivas
de nuestra mente para volver a mirar el mundo como lo haría un recién nacido.
Cuando una realidad es distinta y nueva, tendemos a acomodarla a lo que
conocemos, aunque eso implique distorsionarla. Puesto que me salgo de los
diversos esquemas, la gente me acomoda a lo más próximo que tiene a mano y a
menudo yerra en este procedimiento, distorsionando mi pensamiento y mi
persona. También existen otros que no superan el quedar sin argumentos en un
debate, cuando se tienen por grandes conocedores y están muy aferrados a su
imagen –hubo quien no me perdonó que simplemente lo rebatiera con buen
ánimo y siguiendo los protocolos de educación propios de un debate alturado en
una disquisición pública sobre Platón–.
Respecto a la frase “la religión es la decadencia de la metafísica”, así lo
considero: incluso la mejor de las religiones, una religión armoniosa en su
totalidad y sin mácula, que conduce eficientemente a lo Divino, supone ya un
grado de descenso en el plano de la manifestación del que la metafísica pura está
libre. Luego, la religión misma sigue diversos procesos de decadencia, desde su
origen más puro y directo hasta vaciarse del espíritu que vehiculaba y tornarse un
cuerpo sin alma o en una cáscara vacía, cuyo interior ha sido usurpado por
burócratas y muchas veces por el engaño, deviniendo en un vehículo realmente
antiespiritual que puede incluso liderar una cruzada contra lo Divino. Imagino a
un conductor que se dirigía al Everest en un hermoso vehículo, se detuvo a
descansar y bajó un momento de él, y un ladrón entró en su lugar, y yendo de
bajada en dirección opuesta al Everest intentó atropellarlo. La religión sería el
vehículo, el trayecto el ascenso espiritual, el Everest la meta Divina, y el ladrón
la corrupción que se inserta en una estructura para ir en sentido inverso al
designio original y aniquilar a quienes debiera ayudar y transportar, es decir, al
inicial conductor al que termina por atropellar.
No me opongo a la búsqueda de un maestro genuino y a la instrucción
tradicional, ni a la religiosidad y su diversidad de vías, ni a la moral bien
comprendida (no como moralismo, sino como metodología de perfección incierta
en la vida práctica). Me gustaría que quede claro esto. Pero una defensa necesita
también una contraparte y hay que matizar. A veces ese matiz puede venir no en
un solo texto, sino en el contrapeso de dos opuestos: uno de pura apología por un
lado y otro de pura crítica por el otro. Una visión muy idealista de algo puede
hacernos perder la perspectiva global y conducirnos a no ser cabalmente fieles a
la realidad. Los puntos abordados dan para un largo e interesantísimo diálogo.
Comprendo la religión en dos sentidos: uno esencial y otro accidental. En el
sentido esencial, no la critico; mi crítica se dirige a su sentido accidental. El
primero, lo comprendo como re-ligare o volver a ligar, re-unir (lo que
significa yoga originalmente) al ser con su principio (Divino). El segundo, lo
entiendo como la estructura de poder y creencias vinculadas al primero (pero que
a menudo nos distancian de él), sea institucional o no. En el primer sentido, la
religión se identifica con la metafísica. Esta no es la especulación conceptual
abstracta, sino la experiencia directa de los principios subyacentes (que
finalmente desembocan en la Unidad que los articula), la experiencia ontológica
de lo Divino. Este sentido corresponde a episteme (conocimiento) y a la facultad
de visión espiritual (o visión sin imagen) que Platón denomina nous. El segundo
sentido no es metafísico, sino devocional y corresponde a doxa (opinión),
vinculándose más a la facultad de la imaginación. Para acceder a episteme,
debemos trascender doxa. Para acceder a la genuina religión (retorno al principio,
metafísica práctica) debemos liberarnos de la religión en cuanto conjunto de
creencias que nos eximen de sondear en la realidad, puesto que la suplen: suplen
la visión por lo que imaginamos que es la visión, el conocimiento por la creencia.
La cuestión: doxa, dianoia y nous, y cómo no se relacionan. La razón es el límite
intermedio que divide a la irracionalidad de la suprarracionalidad. La mayoría de
personas propenden más a la irracionalidad que a la razón y su capacidad
suprarracional está ausente. Es común en los religiosos o en quienes poseen
pretensiones espirituales, así como en la gente trivial. Un menor número de
personas tienen más fuerte la razón y los elementos irracionales no consiguen
absorberla y anularla, de modo que puede decirse que son prioritariamente
racionales. Sin embargo, también tienen la capacidad suprarracional impedida.
En este sector cabe un amplio número de intelectuales y ateos que han
desarrollado el hemisferio izquierdo del cerebro circunscribiéndose a él, pero que
no tienen mayores luces. Un número todavía más reducido es el de quienes
teniendo una buena imaginación y una razón fuerte que no es absorbida por esta,
se proyectan más allá de la razón y se abren la percepción suprarracional. Aquí
encajan las personas genuinamente espirituales.
Platón distingue entre doxa (creencia), diánoia (razón discursiva) y nous (la
región superior de la inteligencia que percibe directamente los principios y el
Principio de principios, y que es una con Él). Doxa (mera creencia, superstición,
fantasías inconexas) se orienta a la irracionalidad. La diánoia se orienta a la
razón como la comprendemos normalmente: es la capacidad de hilvanar
ordenada y lógicamente los conceptos o los hechos de los que se parte; tiene una
función estructuradora, da coherencia, armoniza los elementos, explica la
realidad formando discursos a partir de principios o axiomas, de forma que es
móvil, deviene en el tiempo, discurre, realiza desarrollos hasta alcanzar una
conclusión, implica un proceso. El nous, en cambio, se asimila a lo
suprarracional, es la región superior de la inteligencia, la luz del espíritu, que
percibe instantáneamente los axiomas o principios previos al pensamiento y del
que este parte; es visión inmediata, es comprensión sin ningún proceso mediador,
sin desarrollo, pura, de forma que es inmóvil, no deviene, es la Inteligencia
eterna y en ella comprender y ser se identifican, son uno solo: penetra en el
núcleo mismo, es el núcleo y su comprensión es su misma experiencia, su mismo
ser. Cuando alcanza la cumbre se remonta al Principio de principios, al Principio
Supremo del que dependen los principios segundos y terceros: lo Divino. El
espíritu o nous percibe lo Divino sin mediación porque él mismo es lo Divino en
el alma. Es conocimiento puro, Gnosis, Omnisciencia, Realidad sin Lindes,
Despertar, Sol, Experiencia Suprema, Ser, Más allá del Ser.
La afirmación de que el Kali-Yuga es una era sin religión es parcialmente verdad.
A lo que agrego: la religión es la decadencia de la metafísica, como la a-religión
es la decadencia de la religión. En este sentido, me identifico con la visión
expuesta por Lao Tse en el Tao Te King:
Por eso, cuando se pierde el Tao, surge la doctrina de la virtud;
cuando se pierde la virtud, surge la doctrina de la justicia;
cuando se pierde la justicia, surge el ritual.
Ahora bien, el ritual no es más que la cáscara de la lealtad y la fe,
y es el comienzo del caos.
La presciencia sólo es la flor del Tao
y el origen de la insensatez.
Por eso el noble habita en lo sólido y no en lo diluido.
Habita en el fruto y no en la flor.
Y también en este pasaje:
Cuando se abandonó el gran Tao,
surgieron las doctrinas del amor y la justicia.
Cuando aparecieron los conocimientos y el ingenio,
les siguió una gran hipocresía.
Cuando los seis parentescos dejaron de vivir en paz,
se ensalzó el amor paterno y la piedad filial.
Cuando un país cayó en el caos y el desgobierno,
aparecieron los ministros leales.
La sabiduría de Shankara y de los defensores de la no-dualidad es certera:
afirman la verdad respecto de la realidad fundamental de la multiplicidad
aparente que converge en la Unidad real, absoluta, eterna e innominada. Muchas
y diversas pueden ser las especulaciones intelectuales sobre la realidad
fundamental, pero la experiencia directa, la sumersión en ella, es la única que
garantiza la certeza de lo que se sostiene. Por eso no puedo suscribirme a las
otras visiones que niegan la no-dualidad, porque contravienen el conocimiento
experiencial trascendente que he tenido. Ramajuna es un teórico, un
argumentador, pero su visión racional no coincide con la experiencia-ser-visión
interior absoluta que conozco y que es en sí. Los argumentos son provisionales y
nada pueden contra el hecho. Mi intención ahora no es teorizar sobre si la
individualidad perdura o no, porque a ello no se llega con argumentos, sino con
la sumersión en el fondo último de todas las cosas (el alma no se fusiona con
Brahma, ni tampoco conserva su individualidad: no conserva su individualidad
porque esta es ilusoria y la ilusión se evapora ante la Verdad; no se fusiona con
Brahma porque ella misma es Brahma, de forma tal que sólo se reconoce en lo
que es sin tiempo). Sin embargo, teorizar y argumentar también ayuda a abrir
circuitos, a facilitar comprensiones, aunque no es garante de por sí.
El Principio Divino, que subyace a todo lo existente y lo posibilita, en Sí Mismo
no experimenta pasiones humanas porque es inmutable, y erróneamente las
personas con una percepción infantil acerca de la Divinidad se las atribuyen. Sin
embargo, hay una forma, distinta a la que la gente común entiende, en que este
Principio inmutable sí es capaz de experimentar pasiones humanas, y es sólo
cuando se torna criatura, cuando, desde lo no manifestado, desde el reino de lo
sin forma, se condensa en lo existente adquiriendo una forma. ¿A qué me refiero?
El Principio en Sí Mismo es inmóvil y está más allá de toda pasión, pero
asimismo se manifiesta en todos los seres y, al manifestarse en todos los seres, al
ser todos los seres, todo lo que cualquier ser siente, lo que tú sientes, eso es lo
que el Principio experimenta, pero no en su calidad de Principio, sino en su
calidad de criatura, de ente particular existente. Siente a través de todos los seres
únicamente en la calidad de estos, siendo todos los seres en su esencia el
Principio, único y siempre el mismo. Si tú experimentas una pasión, la
experimentas porque vives, y vives porque eres en esencia el Principio: vives con
la Vida del Principio, experimentas desde Él tu condición de criatura pasional.
Pero si te adentras más en tu interior hasta rebasar el nivel individual, alcanzas el
centro imperturbable del Principio. En resumen: desde la imperturbabilidad, el
Principio experimenta la perturbabilidad; desde lo invisible, lo visible; desde lo
inaudible, lo audible; desde lo incorpóreo, lo corpóreo; desde el no-pensamiento,
el pensamiento; desde la eternidad, el tiempo; desde la plenitud, la carencia;
desde la vida, la muerte; desde lo impersonal, la persona; todo ello a través de tu
condición de criatura o ente particular existente en el cual el Principio se hace
patente adquiriendo una forma que lo limita, que restringe el Infinito que Es en
su condición no manifestada. Sólo en su alteridad ilusoria el Principio
experimenta pasiones humanas. Ergo, no existe nada que la Divinidad no
experimente y, sin embargo, Ella permanece intacta e inmutable más allá de toda
pasión mutable, más allá de toda perturbación.
Este es el sentido esotérico de la naturaleza de Cristo, muy lejos de la concepción
literal y exotérica que considera al personaje histórico y contingente de Jesús de
Nazaret la manifestación exclusiva de Dios en el reino de las criaturas. En
realidad el principio crístico es universal, habita en todos los seres y es el mismo
que el principio búdico, el hombre universal, etc., y sólo requiere de su
actualización para realizarse. Es el principio inmanente de la Divinidad, lo
Absoluto o lo Infinito.
La Iglesia, en su necedad literalista e historicista, ha perseguido a todos los
“herejes” que han reconocido el genuino sentido; y el protestantismo, aún más
literalista e historicista, ha conducido a la caricatura cristiana, fuera del
catolicismo, a sus formas extremas de degradación, del mismo modo en que lo ha
hecho la Teología de la Liberación dentro del mismo. Aludo, por supuesto, a un
punto de vista exclusivamente metafísico. Desde una perspectiva humana, las
cosas adquieren otro cariz.
Continuando con lo anterior, distinta es la devoción que nace del conocimiento,
que la que nace de la superstición. Y distinta es la devoción que nace del anhelo
genuino, de la sed del espíritu, que la que nace del terror a la existencia y a la
muerte en pos de un escapismo. Con el ritualismo y la religiosidad es muy fácil
caer en la superstición. No creo que su defensa se deba basar en lo que otros
dicen sin más, no creo que la estima de algo deba basarse en el argumento de la
autoridad o ad verecundiam siendo incapaz de tener su fundamento en su propia
dinámica interna o en lo real, y no en lo que otros dicen que debamos creer por
fe. Religiones hay muchas, creencias hay muchas, supersticiones hay muchas, y
unas se oponen a otras, y es el azar el que se encarga de que unos abracen unas u
otras, y peleen entre sí por ver quién tiene razón. El sabio no se adhiere por azar,
no se basa en la creencia de lo que le tocó porque nació en la Europa cristiana
medieval, en la Grecia pagana o en la Arabia musulmana, sino que discierne con
la luz del sentido interior lo verdadero de lo falso. Distinto es el culto
supersticioso a los dioses por credulidad acrítica y pasional, sin conocimiento de
su naturaleza, al culto a los dioses por conocimiento y alumbramiento interior,
reconociendo en ellos arquetipos o principios de la Divinidad, tal como los
neoplatónicos. Yo misma me inclino ante Atenea y no veo en ello superstición.
Ya hablaremos de ese tema más tendidamente en algún momento.
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Un acercamiento a la obra de Jung a través de 5 puntos fundamentales
El psicólogo suizo Carl Jung (1875-1961) fue una de las grandes personalidades
del siglo XX. En Jung se conjugan la magia y la ciencia para crear un arte
psicológico o, apelando a su interés por la alquimia, una alquimia psicológica.
Fue justamente debido a su interés por lo esotérico y lo parapsicológico que Jung
rompió con Freud, quien en un principio lo veía como su mejor heredero.
Además de un brillante explorador de la mente, Jung fue un hombre
poderosamente carismático. Reunió a su alrededor a algunas de las mentes más
interesantes de su época: Wolfgang Pauli, Hermann Hesse, Mircea Eliade, Henry
Corbin y Gershom Scholem son sólo algunos de los intelectuales que figuraron
en el círculo de Jung.
Ciertamente el pensamiento de un hombre complejo como Jung no se puede
sintetizar y reducir a una lista, pero de manera introductoria, como un esbozo de
mapa, presentamos aquí cinco pilares de su pensamiento. Cabe mencionar otras
ideas importantes de Jung que no hemos incluido: la noción de
extrovertido/introvertido (acuñada por Jung), la sombra, la imaginación activa y
el anima y el animus.
El inconsciente colectivo
Si Freud es conocido fundamentalmente por su trabajo sobre el inconsciente, a
Jung se le conoce sobre todo por su idea del inconsciente colectivo. Una idea
fascinante pero sumamente controversial y generalmente no aceptada por la
psicología moderna o por el pensamiento "científico". Jung respondió a dicho
rechazo argumentando que la ciencia moderna, centrada en la materia y en el
objeto, carecía de la profundidad y la sensibilidad para explorar el verdadero
misterio del universo: la psique. Jung distingue de esta manera los diferentes
aspectos de la psique:
(1) La conciencia, (2) el inconsciente personal y (3) el inconsciente colectivo. El
inconsciente personal consiste en todos aquellos contenidos que se volvieron
inconscientes debido a que perdieron intensidad y fueron olvidados o porque la
conciencia se retrajo de ellos (represión) y, por otra parte, de los contenidos,
como [algunas] impresiones sensoriales, que nunca alcanzaron suficiente
intensidad para llegar a la conciencia pero que lograron entrar a la psique. El
inconsciente colectivo, sin embargo, como la herencia ancestral de posibilidades
de representación, no es individual sino común a todos los hombres, tal vez
incluso a los animales, y es la verdadera base de la psique individual.
El inconsciente colectivo es la memoria genética colectiva en la que se acumula
toda la vida psíquica. En su ensayo La estructura y la dinámica de la psique,
Jung añade: "Teóricamente, debería ser posible 'pelar' las cáscaras del
inconsciente colectivo una por una hasta llegar a la psicología del gusano e
incluso a la de la ameba". El inconsciente colectivo está conformado de dos
elementos fundamentales, los cuales están estrechamente entrelazados: los
instintos y los arquetipos: "El inconsciente colectivo consiste en la suma de los
instintos y sus correlatos, los arquetipos. De la misma manera que todos
poseemos instintos, todos también poseemos una reserva de imágenes
arquetípicas".
Los arquetipos
Los arquetipos o "imágenes primordiales" son otros conceptos controversiales de
Jung, que sin embargo se han popularizado enormemente, siendo utilizados en
las áreas más dispares, de la astrología al cine y la publicidad. Podemos ver un
antecedente, no sin importantes diferencias, en las ideas platónicas. Jung define a
los arquetipos como representaciones de instintos o motivos psíquicos. Los
arquetipos son patrones, conformados por energía mental (deseo, emociones),
que se repiten y se manifiestan como símbolos. "Es esencial insistir que no son
meros conceptos filosóficos. Son pedazos de la vida misma -imágenes que están
integralmente conectadas al individuo a través del puente de las emociones-",
escribe Jung en El hombre y sus símbolos. Son imágenes con fuerza numinosa,
que pueden ser usadas para integrar la psique, para producir un estado de unidad.
En la psicología de Jung los arquetipos cumplen la función de una iniciación, un
rito de paso en nuestra psique hacia un nuevo estadio que quizá puede permitir la
resolución de un antiguo conflicto que impide la manifestación de la totalidad del
ser:
Sólo es posible vivir la vida en su máxima expresión cuando estamos en armonía
con estos símbolos; la sabiduría es un retorno a ellos. Esto connota que cuando
una persona vive en concordia con los arquetipos que yacen dentro de ella
puede empezar a vivir una vida más pacífica.
A través de los arquetipos el individuo puede entrar en contacto con la
profundidad espiritual del inconsciente y encontrar sentido, algo de lo cual
adolece el hombre moderno. Según Jung, el hombre moderno, asolado por el
materialismo nihilista, puede definirse como el hombre en busca de un alma.
Un autor más reciente, Joseph Campbell, continuó (y popularizó) el trabajo de
Jung con sus ideas del arquetipo del héroe y otros arquetipos. Para Jung el
arquetipo fundamental es Cristo, el rey solar, el hombre completo, un arquetipo
del Selbst o sí mismo.