El Cantar Del Mio Cid-6-39
El Cantar Del Mio Cid-6-39
El Cantar Del Mio Cid-6-39
Las bodastlt las hijas tltl Cid ton losinfantesdt Camón, tn Valenciala
""'Y"",st alebrarontan tsplbulidamentt,tn un salón «tan bitn encorti-
""'1011,,adiantt tk «tantap6,polae tdntoxamtd t tantopañop,tciatlo»,
qw ti juglar no resistela ttntacióndt ponnles los dienteslargosa quienes
lt tstAnesa,dumdo:
XI
.. .miran 1ahuerta,
cspes.,aes e grand,
al~ las manos por a Dios rogar
d'estaganancia cómmo es buena e grand. (vv. 1612 y ss.)
historiograjfu,
sino attnida a u,ui concepción
propiay singularde la ver-
dad poética.
No hay,por supuesto,ningu,uiposibilidadde col'tllrel relatoa la al-
tura de la tomade Valmcia,ni siquieram la viñetAde la subidaal alcá-
zar, sin rompa losfirmes hilos que liganlosfundammtos mismosde la
trama,conla inequlvocaoracióny promesadel Cid («¡... que aún conmis
manoscaseestasmisfijas!», v. 282b),a las dos bodasde doña Elvira y
doña Sol sobrelas cualesgira la segundamitad delpoema, consu acento
en un conflictoprivadoy su airt doméstico.Perosi por purafantaslanos
imagináramosun Cantar del Cid que se cerraracon la entradaen Va-
lmcia, tendrlamos,sl, un texto má.sconformecon la tradidónépica,pero
por esomismomá.sinconciliable conlosdesigniosdelpoeta,segúncuyaje-
rarqulade valorestl protagonistano es tanto el guarero invicto,el con-
quistmlorconaurtolade mito-el únicoMio Cid de quienalcanzarlaal-
gunas noticiasel comúndt los oymta-, cuantoel Ruy Dlaz de Vivar
a quien no restagrandezaestarhechodel mismobarroque quienesescu-
chansus hazañtu.
los infantes, «los de Vanigómez» (v. 3443), los Ansúrez y toda su pa-
rentelarepresentabanun obstáculotan palpablecomo el infanzón Ro-
drigoDlaz un acicateideal.
No es esteel lugardeperseguirlas implicaciones socialesy pollticasdel
Cantar. lAs sumariasconsideraciones que antecedendebieranservirúni-
camentepara devolvemosa nuestropunto de partida. Como rasgoprinci-
pal delpoema, señalaba,en efeao,«laaproximacióna lascoordenadas del
público,a su ámbito de vivenciasy referencias». Era una manerade de-
cirlo,a bultoy en abstracto.Cuando comprobamos que la concordancia dt
paisajegeográfico y paisajeanlmiconos llevaderechosa un públicoen con-
creto,al Far East, al mundo de lafronteradel sigloXII, entendemoshas-
ta quégradoel destinat4riodeterminala singularidaddel Cantar tambitn
en aspectostalescomoel retratode lospersonajesy el airede interior,fa-
miliar o de corte,no bélico,de la segundamitad.
En ese ambientedel alto Duero,lasgestasal modoconvencional,con
sus paladinesagigantadoscomopor quien los mira de rodillas,con sus
prodigiosy sw desafueros,podlan sin duda o{rsecongusto, comodiver-
sión y alimentode los sueños heroicos,porque escuchándolas a aquellos
hombres«lts aecién los cortJfOnes e esforfávanse
faziendo bien e querien-
do llegara lo que otrosfazieran o pasaran,,(Partidas, 11,XXI, 20). Pero
u,ui canciónsobreel Cid necesariamente hablade ir por otrocamino,por-
que el Cid eramenosatradivocomofigura de retabloquecomoespejo.El
Cid de la historiay la leyendaque sobrevivlanestabademasiadocercano,
su carreratenla demasiadoque ver con la realidadcontemporánea,con la
mmt4lidad de las milicias,con lasambicionessocialesde loscaballeros,su
sombraerademasiadocontemporánea, para echarpor la vla de lafabula-
cióna riendasuelta. Porel contrario,el infanzón Ruy Dlaz de Vivarre-
sultabafascinantejustamentepor lo muchoque se paredaa los esptctado-
rrs: pintarlo igual que ellosen los momentosbajos,en la adversidad,en
la vida menuda, significabaincitarlosa identificarsecon él en las horasde
triunfoy esplendor.Asl habla encontradosus huellaseljuglar, entre las
gentes de la extremadura,y ese modo de captarla historiahabladetermi-
nado toda la poesl11 del Cantar.
El juglar del Cid no era ajenoa ese talante. Tambiénél hablade aw,
un pococansadode uantasa,ncionesy paladinesde Pirineosallmde, o,
comoquieraquefuese, cavilarque vaUala pena introducirnovedadesque
quebraranlas rutinasde la epopeya.Todo en nuestroCantar marchapor
ah{, desde la matizada utilizaciónde lasfórmulas y motivosfranases
hasuael espfrituprofundoque lo anima. He notadoque lascircunstan-
ciastn que el juglar hablahechosuyos los recuerdosdel Campeadoren
el alto Duerolo llevabanpor la vla de un singularrealismo.Hay qut su-
brayarahora,por otro lado, que el propósitode innovaciónde lasguw
no le venia sólo de tales circunstancias(ni, por supuesto, de un smti-
mimto 'nocional'que no podfa tener),sino que sefundaba asimismoas
razOntSinternasde la propiatradiciónépica,contemplada,ruituralmffl-
tt, con una resueltavoluntadde originalidad.
Bn la prolongadaandadurade las canciones francesas,no faltó uru,
etapa de revisióny autocrltica.Le pelerinage de Charlcmagne, por
ejemplo,pinta al Emperadory a los doceparescomounos botaratesdel
montón, qut se enfadanpor niñerías,se enzarzan m estúpidasdisl"'tas
consu mujero se embowachanridículamente.La prise d'Orange saai a
esmu, a un Guillmno tan atra{do por las batallasde amorcomopor lds
de espaday aplicadoa ganárselasa la moraOrablecon todaslas argucias
de un avezadocortesanoy a defender frente al reysuspropiosinteresescon
un egoísmoque no le conodamos.Ah{, los diosessepaseantn Zapdtillds.
Losg,andts espaciosse truea,npor el salóny la alcoba,y los móvilesy las
~,~o
der!,.; y esa ,eflexi6n tragicómiaJfanciona,á
comoun agüerooptimista.
hay cabossueltos:la situaciónimaginariaestá delineadacon ingre-
dientes defino realismo.Diego Téllez, en cambio,carecede unafisono-
mía INculiary de cualquierdetalleque lo individualice:es sóloel nombre
que resume la verdady la sensatezde todos«losde Gonnaz». El juglar
quizá, lo eligióllevadopor la impresiónde que un hombrecon ligámenes
conAlvar Fáñez tendrlaque estarvinculadoal Cid de una o de otrama-
nna. Pero renuncióa prestarlerasgosmás espedficos,porqueestimóque
bastabacon quefuera un magnaterecordado en San Estebanpara asegu-
ra, la coloraciónveristade la escena.
Ftlez iWuñoz, de quiennadieo sóloun puñadodeb{ahabero{do,exi-
gía una elaboración poltiaJ que lo hicieraveros{mil.Diego Ttllez no la
neusitaba, porquela mua presenciade un personajecon relievehistórico
erasuficientepara reforzarartlsticammtela aparienciade verdadde la in-
trigafingida. En amboscasos,no obstante,el objetivoerael mismo:acer-
carsea la.spnspedivas delpúblico,a su mundo de realidadese ilusiones.
La historicidaddeljuglar, as{,a menudoes tambitn una técnicapoética,
un rrcursomás al serviciode un nuevo modelode epopeya.Tan nuevo,
l4n diferente, que bastarlaa aclara,que el Mio Cid sea el únicocanta,
españolque se nos ha conservado sustancialmentecompletoy en un ma-
nuscritopara él solo.•
FRANCISCO Rico