Comentario A Porque Preferimos La Desigualdad de Dubet
Comentario A Porque Preferimos La Desigualdad de Dubet
Comentario A Porque Preferimos La Desigualdad de Dubet
Comentario a
François Dubet:
¿Por qué preferimos
la desigualdad?
(aunque digamos
lo contrario)
no sólo los mecanismos económicos que hicieron de ese 1% más rico ejercen su in-
fluencia, sino también que ese 99% se encuentra fraccionado por prácticas que no re-
ducen – sino que perpetúan– la desigualdad estructural. Así, es posible que haya indig-
nación al mismo tiempo que desigualdad en sociedades democráticas que presentan a
la igualdad como valor central. Al individualizarse la conciencia de las desigualdades
estas se tornan más visibles. La paradoja radica en que “cuanto menos estructuradas
están las desigualdades por clases sociales «objetivas», más viva es la conciencia que
de ellas se tiene y más se las vive como una amenaza subjetiva.” (p. 27). De ahí la im-
portancia que tiene la diferenciación de aquellos que son más desiguales. A la amenaza
siempre presente de la desigualdad, se le suma la del desprecio.
En el segundo capítulo que lleva el nombre de “La solidaridad como condición de
la igualdad”, Dubet va a preguntarse primeramente por los fundamentos de la solida-
ridad, para luego referirse a una serie de relatos de la fraternidad, y reflexionar a par-
tir de ellos su vínculo con la igualdad. La existencia de la “institución imaginaria de
la sociedad” (Castoriadis: 1975) antecede a los lazos de interdependencia y contratos
políticos y es además su condición de posibilidad. La fraternidad constituye la dimen-
sión simbólica –no racional– de la solidaridad que antecede a la división del trabajo y
a un acuerdo político, produciendo los relatos, mitos y símbolos que conforman “una
comunidad imaginaria y «sagrada»” (p. 45).
En el tercer capítulo se va a dedicar a explicar el pasaje de la integración a la cohe-
sión. El agotamiento del modelo de la solidaridad basado en la integración se expre-
sa en sus tres basamentos: el trabajo sufre una fragmentación, las instituciones entran
en crisis y la sociedad se desnacionaliza. Frente a la carencia de una teoría alternativa
de la integración Dubet propone imaginar otros pilares de la solidaridad, advirtiendo
que no se trata de una tarea sencilla para lo cual propone el concepto de cohesión so-
cial. Enfatizando que la solidaridad es una producción continua, donde lo que cuenta
es –parafraseando a Donzelot– el deseo de “construir sociedad”. El viejo imperativo
era ajustarse al propio rol y al propio rango, el nuevo es el de la movilización, la ca-
pacidad de tener objetivos y proyectos, la necesidad de comprometerse. Hay que tener
éxito y al mismo tiempo hay que “realizarse”, recayendo sobre el individuo la obliga-
ción de hacerse cargo de sí, esto es, ser “autor” de su vida. Mientras la idea de justicia
en la integración se relacionaba con la reducción de las desigualdades en las posicio-
nes sociales (redistribución de ricos a pobres), afín a la justicia social; la idea de jus-
ticia en la cohesión refiere a permitir el acceso de todos a todo el abanico de posicio-
nes en función del mérito individual que da cuenta de la libertad de sí mismo. Así, la
solidaridad en la cohesión apunta a que las diversas pruebas de selección y elección
sean lo más equitativas posibles, apoyada en la creencia en un mundo equitativo don-
de cada cual ocupa la posición que merece (las desigualdades son justas). Lo que ad-
vertirá Dubet es que las desigualdades son injustas, no sólo porque son inequitativas,
sino, y sobre todo, porque impiden a los individuos alcanzar la vida que estos consi-
deran buena para sí mismos.
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vencia. Por lo que, “la solidaridad no puede detenerse en las fronteras de la nación
[francesa] y de Europa.” (p.106).
Con el título “Por un imaginario de la fraternidad” Dubet concluye este trabajo
sosteniendo que en las sociedades democráticas y plurales hay un convencimiento por
parte de los individuos de ser iguales por derecho, lo que induce a una demanda de
justicia y equidad a fin de que el principio de igualdad se adapte a la diversidad de los
hombres y a sus condiciones de vida. Sin embargo, esta convicción es insuficiente a
la hora de llevar a cabo prácticas políticas de reducción de las desigualdades sociales.
Entonces, “para que el principio de igualdad llegue a constituir una voluntad de igual-
dad social, debe asociarse a un sentimiento de solidaridad y fraternidad: la igualdad
nos compromete porque los individuos tienen algo de común y semejante; porque es-
tán vinculados; porque tienen un destino común, y porque su felicidad privada depen-
de de la felicidad pública. Cuando esos sentimientos se debilitan, las desigualdades se
ahondan, a pesar de las indignaciones.” (p. 107).
Dubet enfatiza la necesidad de construir –a través de un trabajo social y político
permanente– nuevos imaginarios de la fraternidad que se ajusten a los lazos sociales
de la etapa post-industrial para conseguir una mayor igualdad. Siendo que en la mo-
dernidad tardía ya no se presenta un “gran relato” –proveniente de la religión o de la
idea de nación– como en la sociedad industrial, es necesario producir una representa-
ción de la vida social que “eche luz” sobre los lazos de interdependencia que nos ligan
unos con otros con el fin de legitimar y hacer más activa la vida democrática. Conside-
ra fundamental la construcción de espacios que permitan a los individuos decir aque-
llo que tienen en común, para luego aceptar lo que tienen de diferente; en el marco de
una sociedad plural donde tanto las culturas como los individuos esperan el reconoci-
miento de su autonomía y su singularidad. La advertencia resulta más que pertinente,
porque sin esta actividad continua, podría producirse una alianza entre el conservadu-
rismo cultural y el liberalismo económico, con la cual retornarán unas desigualdades
sociales que ya pensábamos desaparecidas.
Entendemos que el régimen de la igualdad no alcanza a cubrir todas las singula-
ridades, de ahí la necesidad de pensar también en regímenes de la diferencia. Dubet
pone en práctica un modo de hacer sociología que busca articular ambos regímenes,
el de las igualdades y el de las diferencias y es en ese intento de articulación que la
idea de fraternidad cobra sentido. No desde un “gran relato”, sino desde aquello que
se ha tornado central en la vida de los individuos, es decir, desde su propia experien-
cia, donde cobra importancia vislumbrar lo que tienen en común para luego reconocer
lo que tienen de diferente.
Es en la observación de nuestras propias prácticas, donde sugiere el autor, la po-
sibilidad de advertir que más allá de la desigualdad económica entre el 1% y el 99%
de la población mundial, elegimos de forma frecuente las desigualdades sociales, en
tanto estas no ofendan principios democráticos e incluso –advierte– cuando estos prin-
cipios las legitimen. Asimismo, afirma Dubet que la culpabilización a las víctimas se
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