Las Guardianas - H. Costa
Las Guardianas - H. Costa
Las Guardianas - H. Costa
LAS GUARDIANAS
Hernán Costa
“El deseo, finalmente, fue una enfermedad, una locura o ambas cosas” (De
Profundis) O. Wilde
Es casi la madrugada de un Sábado. Una casa con fondo hacia el andén de una
estación. En un ambiente despojado, casi neutro, de líneas rectas, devenido en
habitación de cuidados intensivos y ubicado en el entrepiso de la misma, se
encuentran tres personas. Una, parapetada contra la única ventana, en el punto
de fuga de todas las visuales. Las otras dos, están medicadas, vestidas con “robes
de chambre” similares, recostadas sobre distintos sofá camas y conectadas a sus
respectivos pies de sueros.
Son madre e hijo, se recuperan de una intervención quirúrgica que afectó a
ambos. La primera es una acompañante terapéutica, cumple una guardia
nocturna. El ambiente está en semipenumbra, una luz tenue de alumbrado
público penetra por la ventana generando cierta teatralidad. Completan el
equipamiento, una lámpara de pie, una mesa con rueditas y dos sillas. Sobre el
costado derecho, la puerta de un pequeño baño.
HIJO: (Recostado sobre el sofá izquierdo observa el cielo raso) Sí, por eso estoy
tan irritado. ¿Alcanza a ver la curva donde están los cipreses? Fíjese bien, justo
detrás de la señal de cambio. (Se controla la cánula). En ese lugar caían los rayos
aquella noche.
HIJO: Ahí está uno de los tres puntos del campo magnético, justo a pocos metros
de las vías a la altura del cruce debe estar el vórtice que los atrae.
DOCTORA: Trate de serenarse, por ahora no va a llover a menos que... Ese goteo
va muy lento.
DOCTORA: ¿Qué lo aflige? (Mientras toma otro sorbo observa la garita del
guarda).
HIJO: Todo y nada... (Saca un pañuelo). No poder dormir. (Se seca levemente la
frente). Veo como pasan las horas de mi descanso y siento que mi cotidianidad se
altera. Tengo poca paciencia en la vida, me falta el aire.
HIJO: ¿Raro?... No sé, disfuncional diría yo. (Pausa). ¿No pasó el de las cinco?
DOCTORA: Recién son las cuatro, si quiere abro la ventana, aunque... no sería
muy conveniente para su mamá, respira muy agitada.
3
HIJO: No puedo y... menos con este día, siempre fui muy sensible al medio
ambiente, a los cambios climáticos, a la ionosfera, a las manchas solares.
DOCTORA: Ésas son sólo elucubraciones suyas, aunque deberíamos hablar del
tema, es por su bien, no podemos dilatarlo más, si a usted le viene una segunda
crisis... (Apoya la tasa en la mesa y se tilda mirando hacia afuera). Allá va
caminando por el andén ese hombre del cual le hablé, otra vez merodea por el
baño.
HIJO: (Se acomoda). Fíjese si lleva una campera con corderito adentro.
SRA. CIA: (Con la voz tomada) Es el albino de los sábados. (Tose). No tiene otra
cosa que hacer el infeliz: regentea baños públicos, adora hurgar caca en sus ratos
libres.
SRA. CIA: ¡No! Nunca me dormí... Doctora, ¿no me alcanzaría los cigarrillos si es
tan amable?, están sobre aquella mesita.
SRA. CIA: (Incorporándose se toma del pie de suero). ¡Diez, veinte, treinta,
quinientos si fueran necesarios! ¡Me los fumaría todos de un saque y listo el
pollo, así no estoy más en deuda con vos! ¿Qué querés a cambio? La casa o el
pulmón izquierdo... El sano por supuesto. ¿Querés mi hígado? Te hago ya mismo
la cesión en vida.
4
SRA. CIA: ¿Sí? (Prende un cigarrillo). Pero bien que la disfrutaste; yo a tu edad ya
estaba viuda, había perdido un hijo, me bastaba sola y jamás se me ocurrió
pedirle nada a nadie. (Observa que el hijo hace un extraño mohín). Si me vas a
endilgar lo de tu riñón, ya mismo te lo devuelvo.
DOCTORA: (Interponiéndose entre los dos sofás) Yo creo que éste es un buen
momento para que ambos reconsideren sus planteos.
HIJO: (Dirigiéndose a la Doctora mientras mira a la madre con recelo) ¿Me quiere
decir de qué puedo disfrutar? ¿De un techo y una cama desvencijada? ¿Y qué hay
de mi privacidad, mi independencia, el poder despertarme sin escuchar esos
pasos que rasgan la madera de tanto arrastre?, constantemente entra y sale del
baño, ni siquiera prende la luz. Un día me voy a encontrar con toda la bañera
atestada de mierda. (Se toma del pie de suero) Y esa cara de demanda a toda
hora, anhelante... ávida de devorar a la cría...
SRA. CIA: (Tomando una larga pitada) ¡Qué mala semilla que resultaste! Ni bien
naciste tendría que haberte entregado a doña Luisa, para que te ahogara en la
cisterna junto a las crías de su gata.
Los otros dos se miran sin dirigirse la palabra como repitiendo un código propio
de gestos mudos.
HIJO: Ya que vas fijate como está Perla, ayer le eché dos moscas. (La observa
caminar) Mamita ¿No querés que te acompañe?
DOCTORA: Esos dos hombres están entrando al baño, parece que se palparan.
(Pausa). ¿Le apago esta luz?
¿Me habló?
Silencio.
DOCTORA: ¿Por qué no me habla de aquella vez en su casa? Tal vez sea
necesario.
HIJO: Qué difícil que es hablar de eso... necesito dormir, no poder hacerlo me
pone más neurótico... encima estas aftas de porquería me tienen loco. (Pausa)
Tengo un recuerdo... pero usted mientras cuentemé algo.
HIJO: No sé, los datos del tiempo, o lo que pasa ahí afuera.
HIJO: Una edad imprecisa, quizás ya era adolescente, es una etapa que borré
completamente de mi vida, además Dios...
DOCTORA: ¡Mire no hay Dios! Los planetas son los únicos responsables de nuestro
destino, ellos deciden por nosotros, velan por nosotros y obran en consecuencia.
HIJO: Era todo muy extraño, yo estaba acostado en mi cuarto, la luz entraba
desde el pasillo, siempre me dejaban el bañito verde prendido, por mi terror a la
oscuridad. En esa época me transformé en una adicto incansable a la televisión,
especialmente a las películas de terror. Devoraba y consumía todo ciclo o serie
sobre vampirismo. (Pausa). Llegué a un punto tal de sugestión que me resultaba
casi imposible dormir... Esa noche mis padres habían salido. (Pausa). ¿Siguen ahí?
HIJO: Creo que lloraba porque la persiana estaba completamente baja, me sentía
solo y cansado de tanto ritual nocturno para poder conciliar el sueño. (Se tilda).
HIJO: En algún momento de la noche noté que había algo detrás de la puerta,
una sombra, quizás el perchero... elucubré toda clase de hipótesis mientras
cubría mi cuello ante un posible ataque... pensé en las sucesivas veces que había
controlado las cerraduras, junto a las hornallas de gas y a la palanca del calefón,
todo fue chequeado previamente. Ese día había insistido varias veces con la
revisión de todos los armarios, no existía espacio ni recoveco que no hubiese
pasado por mi inspección.
HIJO: No sé, pero me tiene harto de los nervios, tengo la mandíbula deshecha.
10
HIJO: ¿Pero qué sentido tiene estar renovado, padeciendo de insomnio, sin un...
y encima pelado (Pausa). A mí tendrían que haberme matado a escobazos ni bien
nací.
SRA. CIA: No, deje que puedo sola, aquí le traje más té ¿Se durmió?
SRA. CIA: (Deja el termo sobre la mesa y cubre a su hijo con una manta).
Pobrecito, cada día esta más pelado. (Se prende un cigarrillo). ¿Quiere uno? Son
mentolados.
SRA. CIA: Creo que soy de fines de diciembre, pero me anotaron recién en
febrero.
SRA. CIA: Ni idea, nunca quiso hacerse la carta, con tal de hacerme la contra.
DOCTORA: Quizás Plutón esté transitando sobre esa Luna ¿Le sirvo?
SRA. CIA: El padre ya había muerto, era meteorólogo naval asignado a los puertos
del sur. De él sacó esa loca pasión por las tormentas. Nunca nos asentamos por el
tema de mi diálisis... además esas ciudades eran muy chatas, con calles
demasiado paralelas... yo necesito vericuetos, pasadizos, barrancos, charcos,
desniveles, perderme entre las bocacalles adoquinadas, detesto esos dameros
con toda mi alma.
DOCTORA: Es probable que su Marte esté mal aspectado. ¿Y... su otro hijo?
12
SRA. CIA: Murió a los tres, creí que me volvía loca. (Pausa) ¿Vio qué lindo que
está en aquella foto?, ese triciclo se lo armó mi... Fue de un día para el otro,
asma bronquial... nunca lo voy a entender.
DOCTORA: Ese hombre que está apostado en la puerta del baño, entra y sale
desde que usted se fue.
SRA. CIA: ¡Qué porte! Para mí que es adventista. (Pausa). Ésos con tal de
conseguir fieles, son capaces de cualquier cosa.
DOCTORA: ¿Adventistas que tienen sexo? (Pausa). Convengamos que ese baño
es... Bueno, digamos que es un rincón de acción íntima y consensuada.
SRA. CIA: No molestan a nadie, son como un coro de mudos. (Pausa). Le dan vida
a esta estación.
DOCTORA: Será parte del rito. (Se sirve un poco de té). Mire, aquellos dos que
vienen por allá, parecen estibadores.
SRA. CIA: (Tomándose del pie de suero) Ésos deben estar armados hasta los
dientes, no tienen el paso cansino de estos otros.
SRA. CIA: Me juego a que son los guardias de la otra cuadra. (Tomándose un
sorbo) ¿No le dije?, éstos deben haber sido avisados por el albino... a ese infeliz
se la tengo jurada.
SRA. CIA: Ahora tendrán que usar el ingenio o pagarles a estos atorrantes.
SRA. CIA: (Al hijo) Me parece que otra vez volvieron aquéllos y están haciendo
control. (Incómoda, se levanta una liga). Los años que he caminado por esta
estación y siempre falta algún pedazo de zócalo, como aquél que está ahí y no
puedo dejar de mirarlo. (Se toca la boca donde le falta un diente). Como el
balaustre en el balconcito de la planta alta. ¿Te acordás?
SRA. CIA: Sabés que no puedo tolerar las partes faltantes. Necesito rellenar los
vacíos. Yo misma me ofrecí más de una vez para rellenarlo.
HIJO: Sí, ese mismo año me caí de aquel balcón por querer cazar a esa mariposa.
(Se ríe de manera nerviosa).
SRA. CIA: Ah sí... la de alas extrañas, creo que fue por ese cretino balaustre, tal
vez... (Se queda extasiada). Ese zócalo faltante me tiene mal, me obliga a
observarlo una y otra vez.
SRA. CIA: ¡Qué cara tenés! Para mí que estás ojeado ¡Mirame aquel como rompe
la línea! (En voz baja) ¿Le hiciste algún comentario a la doctora?
SRA. CIA: La noto... qué mujer rara, nunca tira la cadena. (Pausa). ¿No viste mi
pastillero azul?
HIJO: No. (Pausa). ¡Un relámpago! (Se acerca a la ventana acarreando el pie de
suero). ¡Fijate de dónde viene el viento!
HIJO: ¡Vos sos la obsesiva con aquel balaustre! (Pausa). Era de la misma partida,
además fue el único que encontré.
15
SRA. CIA: ¿No notabas el contraste? No era cuestión de encontrar, había que
buscar, comparar tonos, alturas, encuadres, cerciorase... Nunca falta un vivo de
éstos, que te quiera vender lo que le plazca, torcerte la voluntad.
HIJO: (Prende la lámpara). ¡No hablás, gritás, querés imponer tus puntos de vista
a toda costa!
SRA. CIA: ¡A vos nunca se te puede decir esta boca es mía!(Pausa). ¡Qué extraño
que no salen aquellos!
HIJO: ¡Mirá... otro! Tal vez granice, en una de esas... alguna de las nubes hace
tierra y...
SRA. CIA: Eso no te indica nada. Esta ciudad es demasiado húmeda, no tiene
contrastes climáticos como para que se forme uno, estamos lejos de la Corriente
del Golfo, eso solo sucede en Arkansas o en Texas.
SRA. CIA: Yo era muy chica, además el cielo estaba bastante oscuro, igualmente
muy pocos alcanzamos a verlo. Se movía zigzagueante... como en un laberinto,
pura silueta negra rompiendo el orden, avanzando como una topadora... Y pensar
que en la Pampa no hay un solo ombú... puro caldén.
DOCTORA: ¿Me perdí algo? Me parece que está relampagueando (A él) ¿Por qué no
se acuesta? (Le entrega otra pastilla).
DOCTORA: ¿Mago de Oz? ¿Qué pasa? ¿Es una apreciación mía o aquí se está
recurriendo al pensamiento mágico?
HIJO: (Mirando hacia afuera la digiere) Es que, desde que vi esa película he
deseado, desde lo más profundo de mi alma, que uno de esos maravillosos
tirabuzones de vientos de más de doscientos cincuenta kilómetros por hora me
aspirara como una ventosa y me lanzara fuera de este barrio, como a una vaca
tejana.
DOCTORA: (Controlándole el pulso) ¿Por qué tejana? ¿No sería mejor una holando
argentina?
DOCTORA: ¿ Y un Zonda?
SRA CIA: Son todos vientos bananeros, en su mayoría brisas estivales, a lo sumo
tirarán cuatro chapas y listo. Esta región no posee un sistema anticiclónico como
la gente (A su hijo). ¿Te acordás cuando presentiste aquella ola gigante en el sur?
DOCTORA: (Se incorpora, luego se ubica detrás de él, le sostiene la cabeza) ¿Me
escucha?
SRA CIA: Hay que darle unos golpecitos en la nuca, con la yema de los dedos.
SRA CIA: Hagalé presión sobre las cervicales. ¡Uy... qué relámpago! (Mira hacia la
ventana) Me parece que hay viento Norte.
SRA CIA: Doctora dejeló en el piso, reacciona más rápido, ahí tiene a mano un
poco de quita esmalte, deseló para que inhale.
SRA. CIA: ¿Por una convulsión? Yo pasé más de cien y jamás pisé una guardia.
Además estando usted acá no es necesario. Prendamé la luz por favor, que no
veo nada.
18
SRA. CIA: (Tantea a su hijo con los pies) Ah... ¿Y a mí que me espera?
SRA. CIA: (Toma un algodón, lo embebe con quitaesmalte, y se lo pasa al hijo por
toda la cara). Obviamente que no, pero su intranquilidad... me inquieta. Yo pasé
por esto en distintos puntos del país y en peores condiciones.
DOCTORA: (Completamente pálida, casi al borde del llanto por los nervios saca
más prospectos de su bolsillo). Hace unos días que padezco de pequeñas
ausencias, aunque siempre me sentí capacitada para esto. Pero de un tiempo a
esta parte... me olvido de todo, ya no dispongo de mi buena memoria, confundo
los lípidos con los carbohidratos, se me mezclan las cadenas moleculares (Entra
en estado de pánico mientras lee). El vademécum ya ni sé como usarlo.
SRA CIA: (Al hijo) Vamos hijito (A la Doctora, enfurecida) ¡Usted es una
incompetente!
SRA. CIA: (Al hijo) No fue nada mamita... tranquilizate (Mira hacia la ventana)
¡Cómo se largó! (A la Doctora en un tono conciliador) Bueno... es posible que
20
DOCTORA: (Va hasta el sofá cama, toma el atado y se lo alcanza a la señora Cía)
¿Puedo sacarle otro?
SRA. CIA: (Se prende uno) Tome, saque los que quiera... ¿Entonces?
DOCTORA: (Se prende un cigarrillo, da una larga pitada y continúa mirando hacia
afuera) Ni bien terminé el secundario, opté por irme de mi casa y salir a recorrer
el mundo (Pausa). Fue en esa época que comenzaron las crisis más agudas...
Había que alejarla de todos los elementos punzantes, vivía medicada... Mi madre
casi ni me hablaba. (Se percata de algo) ¡Ahí sale uno!
SRA. CIA: (Fuma de manera pausada). Orinando sobre las vías... ¿no ves cómo se
la frota?
SRA CIA: (Aplaude con entusiasmo) Otra vez eligieron nuestra pared, se ve que
más adentro habrá goteras. ¡Cómo se refriegan! Si no fuera por estos relámpagos
y ese foco que nos ilumina el muro... quedaríamos ajenos a todo esto.
HIJO: (Sosteniéndose de las otras dos). Ahora se los ve mejor. Cómo corre el
agua, aquél ni se inmuta.
SRA. CIA: (Con inusitado regocijo) Por suerte no están tan reticentes a mostrarse,
nos tenían prácticamente abandonados. Mirá qué torsos al descubierto (Pausa).
Para mí que este otro se drogó.
SRA CIA: Es que están en pleno trance... Yo soy muy respetuosa de los ritos ¿no
ve que hay dos hincados sobre las ingles de los otros? Parecen crías famélicas, a
veces hasta fuman mientras lo hacen... ¡Cómo admiro esa capacidad de
disociación! Me recuerda a la ópera.
SRA CIA: No sabría decirle, nunca estudié música, aunque siempre fui una
intuitiva para el canto (Ensimismada se apoya contra el vidrio). Ve ahora cómo le
inclinan la cabeza a uno, lo tienen inmovilizado, es un claro gesto de sumisión,
mientras que aquél otro está completamente apartado del resto... Siempre
queda uno rezagado, el apartado, la cría dejada de lado (Hace extraños
mohines). ¡Vamos... andá con el resto! ¿No ves que me desorganizás el encuadre?
(Como si estuviera filmando los enmarca entre sus manos).
SRA CIA: (Con fastidio golpea la ventana)¡Qué desgracia! Se están moviendo hacia
la otra pared, la que no podemos ver. ¿No les dije? No hay que confiar en el azar,
desgraciadamente nosotros dependemos de lo fortuito, nuestra buena
predisposición juega un papel sumamente ingrato en todo esto, somos testigos
involuntarios de lo que allí pasa.
HIJO: Tengo ganas de... Si tan sólo se formara una supercélula (Sobresaltándose)
Ese tipo está mirando hacia acá.
Los tres se apartan de la ventana para no ser vistos, la Señora Cía y la Doctora
apagan sus cigarrillos, afuera llueve torrencialmente.
Bajemos la persiana.
DOCTORA: (Lo palpa en la oscuridad) Está mojado (Oliéndose las manos) ¡Qué
raro! No tiene olor a orina.
SRA. CIA: (Se apoya contra el marco de la ventana) ¿No te habrás tirado el té?
Aquél tiene todo el aspecto de un fugado, así parado... Completamente
prepotente frente al temporal, sin miedo a recibir una descarga eléctrica... Ahí
se metió de nuevo (Al hijo) ¿Y ahora qué te pasa?
HIJO: Sé que me oriné, quizás fue un descuido, una desconexión con mi esfínter.
O... simplemente esta nueva realidad de acostumbrarme a tener uno solo, a
bastarme del único que me queda. Ya lo sé... la iniciativa fue mía, puede
parecer un reclamo, pero siento que me falta algo, que estoy incompleto, que te
lo di sin...
SRA. CIA: ¿Ahora me salís con esto? (A la Doctora) ¡Usted mejor ni se meta! (Al
hijo) Muy bien... ¿lo querés? (Se abre la “robe”, se levanta el camisón y muestra
las vendas). Aquí lo tenés, todo tuyo, busco las tijeras y te hago entrega de tu
maldito órgano. (Se dirige al baño acarreando su pie de suero, intenta arrancarse
las vendas).
HIJO: (Se arrodilla y se aferra a las piernas de su madre) No hagás eso mamá, por
favor, no quise decir nada.
HIJO: (Se levanta y golpea la puerta) Por favor mamá abrime, no quise ofenderte
(Apoya la oreja sobre la puerta) ¿Qué decís? (Se agacha y espía por el ojo de la
cerradura) ¡No lo hagas por favor! ¡Dejala tranquila a Perla! Ella no tiene nada
que ver con todo esto, no me la mates, te lo suplico ¡Mamá abrime! (Golpea la
puerta con violencia hasta caer de rodillas completamente rendido) ¡Mamá!
La Doctora medio alucinada por efecto de las pastillas, parece observar algo en
un rincón, busca desesperadamente en sus bolsillos, saca un pastillero y se toma
dos tabletas al hilo para contrarrestar a las anteriores. Mira entre los sofás,
tantea en los almohadones, finalmente encuentra sobre la silla el atado de
cigarrillos de la Señora Cía, saca uno, se lo prende y habla sola.
La lluvia amaina. Ella reacciona al ver a los dos guardias salir del baño, se apoya
contra el marco de la ventana para que no la vean, hace gestos extraños como
ahuyentando algo, inhala y larga enormes bocanadas de humo. Completamente
sudada intenta sacarse la blusa, pero al ver su hombro al descubierto algo la
intimida, mira hacia el rincón y se la vuelve a poner.
¡Dejame!... Tuve que hacerlo, fue por tu bien, era mi única elección, mamá y
vos me tenían...
HIJO: (Se arrastra hacia la ventana) ¡Estoy muy nervioso! ¿Hay alguien allá
afuera?
DOCTORA: Sí, aunque no distingo bien los contornos, creo que son... dos.
DOCTORA: ¿Cuál?...
HIJO: Aquel, el que cojea. Se cayó de un tren carguero por pelearse con otro, de
esto hace unos... siete años, las ruedas le cercenaron una pierna, a la altura del
muslo, por eso tiene una de palo. Viene a controlar la paga, es como... una
regenta.
HIJO: Lo llaman La Blondi, es de Curuzú Cuatiá, de allá se vino hace rato con sus
dos hermanitos. Si viera la pinta de indios que tienen esos morochazos (Pausa).
¡Ahí entraron!... Pobre del que no le aporte.
DOCTORA: ¿Y ahora?...
HIJO: No sería la primera vez que aparezca uno tullido. ¿Ve?, ahí salen todos...
¿No falta uno?
HIJO: (Camina con dificultad hacia el sofá) ¡Qué raro que no pasó el de las cinco!
Es el expreso.
DOCTORA: Nada, necesito leer... usted relájese, cierre los ojos, visualice algo y
cuénteme lo que ve.
HIJO: (Acostado con los ojos cerrados) Veo un pueblo rural, parece
norteamericano, con calles angostas, veredas amplias sin ligustrinas, atestado de
casas rodantes. Hay... dos estaciones de servicio contra una ruta que lo
atraviesa, sobre el horizonte se ve una franja negra.
La Doctora trata de mover lentamente la falleba sin hacer el menor ruido, luego
acerca la silla a la ventana, se quita los zapatos y trata de pararse en la misma
con cierta dificultad. (Se cubre la cara con las manos) La nube se transformó en
un tornado feroz, una espiral asesina, la tromba negra que azota las pampas del
28
norte. Avanza despidiendo tierra por todos los costados, destruye una torre de
alta tensión ante la mirada esquiva de las vacas ruteras, abre surcos sobre el
pavimento, ruge con fuerza, por momentos silba...
La Doctora abre con sumo cuidado la ventana, se apoya sobre el marco y salta
hacia afuera dejándola apenas entreabierta.
Ella apenas se mantiene en pie, enfrascada en sus propios pasos por momentos se
cae, enseguida se levanta como si fuera parte de un juego, observa a aquel
hombre, le hace gestos obscenos, salta sobre los durmientes esquivando el riel
eléctrico...
Cansada y con la mirada perdida se engancha con unos cables de acero, pierde el
equilibrio y cae de frente sobre uno de los rieles, mientras intenta incorporase
un enorme foco lumínico avanza hacia ella, la enceguece; desesperada trata de
zafarse, estira una mano hacia el anden, prácticamente lo tiene encima...
Por la ventana se filtra un grito desgarrador, seguido del chirrido de ruedas que
frenan a gran velocidad.
29
Es la noche del otro día, madre e hijo están sentados contra la ventana en una
banqueta de madera, ambos siguen vestidos con las mismas “robes”; canalizados
y custodiados por sus respectivos pies de sueros, observan hacia la estación en
posición de vigilia.
Vos no tenés términos medios... ¡Mirá! El oficial con unos tipos de particular
¿Serán los forenses?... Siempre queda algún resto de víscera, esas vías son
quirófanos a la intemperie ¿Tomaste la medicación?
¡Arreglate querés! ¡Qué poco que llovió! Si cobro el retroactivo, te prometo que
el año que viene nos vamos a Texas.
30
Dámela (Se la saca bruscamente) ¡Mirá!... La que está sentada debe ser la
madre... ¡Qué linda mujer! (Pausa). La otra será la hermana (Pausa). ¿Y ella?...
Tal vez digan algo por la radio. ¿Querés que la prenda?... ¿Pero vos después me
hacés el té?