Devocional Alabanza
Devocional Alabanza
Devocional Alabanza
“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por
la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que Él nos abrió a
través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la
casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de
fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con
agua pura.” Hebreos 10:19-22
Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por
la sangre de Jesucristo,
Cual sumo sacerdote del viejo pacto, nosotros, los que por Su soberana elección
hemos sido constituidos en hijos Suyos, podemos entrar libremente, y cuantas
veces deseemos, al Lugar Santísimo. Es decir, al lugar donde Dios, nuestro Padre,
tiene su morada. Ahora, no solo esto es algo fascinante e increíble, es que su
aplicación no es terrenal. Me explico, no hay Lugar Santísimo acá en la tierra y si
lo hubiese no nos permitirían la entrada. ¿Por qué? Porque no somos ni tan
siquiera sacerdotes del antiguo pacto, así que difícilmente pudiéramos ingresar a
lugar alguno del templo terrenal de Dios, mucho menos a su Lugar Santísimo. ¿De
qué lugar habla entonces? Del mero, mero. Del trono de Dios en el cielo, del
Lugar Santísimo original, de donde se tomó el modelo para el que se construyó
acá en la tierra. No hay palabras para agradecer semejante honor que nos ha
sido concedido.
… por el camino nuevo y vivo que Él nos abrió a través del velo, esto es, de
su carne,
Sin embargo, no entraremos a tan majestuoso lugar por el camino de nuestra
escogencia, sino por el que nos ha sido trazado por Dios. Esto quiere decir que la
única manera de acceder a dicho Lugar Santísimo es a través del mismísimo
sacrificio de Jesús en la cruz del calvario. La rasgadura del velo simboliza la
carne rota y flagelada del Maestro. Y así como el Maestro sufrió tal
contradicción de pecadores contra Sí, cada uno de sus seguidores debe sufrir
otro tanto. No podemos tener la gloria sin el sufrimiento. Sufrimiento que nace
de nuestra negación y obediencia. De nuestra resistencia al embate del enemigo
de nuestras almas que confabula en contra de nosotros, tratando que
desmayemos y quedemos postrados en el desierto. O peor aún, que volvamos
atrás.