03 Moning Karen Marie - Fiebre Fae - Faefever

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Traducción by Hatlish

Índice

Primera parte : Antes de medianoche


• Prólogo

• Capítulo Uno

• Capítulo Dos

• Capítulo Tres

• Capítulo Cuatro

• Capítulo Cinco

• Capítulo Seis

• Capítulo Siete

• Capítulo Ocho

• Capítulo Nueve

Segunda parte : La hora más oscura (Anochecer)


•Capítulo Diez

•Capítulo Once

•Capítulo Doce

•Capítulo Trece

•Capítulo Catorce

•Capítulo Quince

•Capítulo Dieciséis

•Capítulo Diecisiete

•Capítulo Dieciocho

Tercera parte : Amanecer


• Capítulo Diecinueve
Primera parte

Antes de Amanecer

“Sigo esperando despertar y encontrarme con que todo fue un mal sueño. Alina
está viva, no voy a tener miedo de la oscuridad, los monstruos no caminan por las calles
de Dublín y no voy a tener ese terrible temor de que el amanecer de mañana no vendrá “

-Diario de Mac-
Prólogo
“Moriría por él“.

No, espera un minuto… no es por aquí por donde se supone que debo comenzar.

Conozco esto. Pero debido a los reveses de mi propia suerte, prefiero interpretarlo a lo largo
de los acontecimientos de las próximas semanas, y depurarlo a través de aquellos días, para
desenmascarar detalles que pudieran pasar desapercibidos bajo una luz más halagadora.
Nadie sale favorecido en sus horas más oscuras; sin embargo, son esas horas las que nos
hacen ser lo que somos. Podemos fortalecernos o aterrorizarnos, emerger victoriosos gracias a
nuestros buenos juicios o fracturarnos de forma permanente, condenados a la perdición.

Nunca me había dado por pensar en cosas como “horas más oscuras“, “juicios“ o “líneas de
fractura“. Llenaba mis días con sol y compras, sirviendo mesas en el Brickyard (siempre más como
un entretenimiento que como un trabajo, y que era cómo me gustaba mi vida) e ideando estrategias
para convencer a mis padres a ayudarme en la compra de un coche nuevo. A mis veintidós años,
todavía estaba viviendo en su hogar, segura en mi mundo protegido, tranquila en mis sueños,
sumergida en el Profundo Sur, me creía a mí misma en centro del universo...
...Entonces mi hermana Alina fue brutalmente asesinada, mientras estudiaba en el extranjero,
en Dublín, y mi mundo cambió de la noche a la mañana. Ya fue suficientemente malo tener que
identificar su cuerpo mutilado, y ver que mi familia, hasta ese momento feliz, se hacía añicos; pero
mi mundo no se detuvo allí, cayéndose a pedazos... No, siguió y me enteré de que casi todo lo que
había creído sobre mi misma no era cierto.
Descubrí que mis padres no eran mis verdaderos padres, que mi hermana y yo éramos
adoptadas, y que a pesar de mi pereza y de mi acento, no era sureña en absoluto, sino que descendía
de una antigua sangre celta de sidhe-seer, esas personas que podían ver a los Fae, una terrorífica
gama de seres de otro mundo, que han vivido secretamente entre nosotros desde hace miles de años,
envolviéndonos en ilusiones y mentiras.
Estas fueron las lecciones fáciles.
Las lecciones duras estaban aún por venir, me esperaban y la diversión estaba asegurada en
las calles del barrio del Temple Bar de Dublín, donde vería gente morir, y aprendería a matar; donde
conocería a Jericó Barrons, a V'lane y al Señor Maestro, donde yo saldría al tablero como
protagonista en un juego mortal con la-suerte-del-mundo a mis espaldas.

Para aquellos que acaben de unirse a mí, mi nombre es MacKayla Lane, Mac para abreviar.
Mi verdadero apellido podría ser O'Connor, pero no lo sé con seguridad.
Soy una sidhe-seer, una de las más poderosas que alguna vez vivió: no sólo puedo ver a los
Fae, sino que puedo hacerles daño y, armada con una de sus más sagrados Reliquias, la Lanza de
Longinos, incluso puedo matar a estos seres inmortales.
No te repantingues en tu silla y te relajes: no es “mi mundo” sólo el que tiene problemas,
sino que es “tu mundo” también. Está ocurriendo, ahora mismo, mientras tu estás sentado ahí,
comiendo un bocadillo, mientras te preparas para sumergirte en una ficción entretenida que te sirva
de escape... ¿Sabes una cosa? No es ficción, y no hay escape. Los muros entre el mundo humano y
el Reino Fae están bajando, y odio romper tus fantasías, pero estas hadas no son Campanilla.
Si los muros caen completamente… bueno,… más nos vale que no lo hagan. Si yo fuera tú,
yo tendría todas las luces encendidas en este momento, cogería unas linternas y compraría un buen
suministro de pilas.

Vine a Dublín con dos objetivos: para saber quién mató a mi hermana, y para vengarla.
(¡Véase con qué facilidad puedo decirlo ahora!)
Quiero venganza.
Revancha con R mayúscula.
Venganza de esas de -huesos triturados- y una gran cantidad de sangre.
Quiero a su asesino muerto, preferentemente por mi propia mano.
Unos meses aquí y ya he arrojado a la basura años de pulida educación sureña.

Poco después de que abandonase Ashford, Georgia y plantase mis magníficamente bien
pedicurados talones en las costas de Irlanda, probablemente habría muerto, si no hubiera tropezado
en una librería de su propiedad con Jericó Barrons. Sobre quien o qué es, no tengo ni la más mínima
idea, pero él tiene conocimientos que yo necesito y yo tengo algo que él quiere, los que nos
convierte en aliados reacios.
Cuando yo no tenía donde ir, Barrons me llevó con él, me enseñó lo que soy, abrió mis ojos
y me ayudó a sobrevivir. Él no lo hizo muy limpiamente, pero yo ya no presto atención a esos
pequeños detalles sobre como sobrevivir, siempre y cuando lo haga.
Debido a que era más seguro que mi habitación barata de hostal, me mudé a su librería.
Protegida contra la mayoría de mis enemigos, con guardas y una gran variedad de hechizos, este
bastión está al borde de lo que yo llamo la Zona Oscura: un barrio que ha sido asumido por las
Sombras, amorfos Unseelie que prosperan en las tinieblas y chupan la vida de los seres humanos.
Hemos luchado juntos contra los monstruos.
Él ha salvado mi vida, dos veces.
Hemos compartido el sabor de una lujuria peligrosa.
Él va tras el Sinsar-Dubh, un libro de magia negra, la más negra imaginable, de un millón de
años de antigüedad, escrito por el Rey de los Unseelie, que en sí mismo es una clave de incontable
poder, tanto sobre el mundo de los Fae como sobre el del Hombre. Yo lo quiero porque fue la
última petición de mi hermana Alina moribunda, y, porque sospecho que es la clave para salvar
nuestro mundo. Él lo quiere porque dice que es coleccionista de libros. ¡Seguro!

V'lane es otra historia. Es un príncipe Seelie, y un Fae-muerte-por-sexo, y espero aprender


más sobre él lo suficientemente pronto.
Los Fae se organizan en dos Casas Reales y en castas: la Luz o Corte de los Seelie y La
Oscuridad o Corte de los Unseelie. No dejes que los términos -luz- y -oscuridad- te engañen: ambos
son mortales. Sin embargo, los Seelie temieron tanto a los Unseelie, que ellos mismos los
encarcelaron, aproximadamente setecientos mil años atrás. Cuando un Fae teme a otro, nosotros
deberíamos tener más miedo aún.
Cada Corte tiene sus reliquias, que son objetos sagrados o de inmenso poder. Las Reliquias
Seelie son: la Lanza (la tengo yo), la Espada, la Piedra y el Caldero. Las Reliquias Unseelie son: el
Amuleto (que tuve y que me arrebató el Señor Maestro), la Caja, los Espejos y el muy buscado
Libro Oscuro.
Todas ellas tienen diferentes propósitos, algunos de ellos los conozco, sobre los demás no lo
tengo tan claro.
Al igual que Barrons, V'lane va tras el Sinsar-Dubh. Él lo busca por orden de la Reina
Seelie, Aoibheal, que lo necesita para reforzar el muro entre los reinos, el de los Fae y el del
hombre, e impedir que se venga abajo. Al igual que Barrons, él también ha salvado mi vida (y
también me ha dado uno de los más intensos orgasmos de ella.)

El Señor Maestro es el asesino de mi hermana, el que la sedujo, la utilizó y el que la


destruyó. No es del todo Fae, ni muy humano; ha estado abriendo portales entre reinos, con lo que
los Unseelie, lo peorcito de los Fae, han entrado en nuestro mundo, dejándolos sueltos y
enseñándoles a infiltrarse en nuestra sociedad. Él quiere que los muros caigan, de modo que pueda
liberar a todos los Unseelie de su prisión de hielo. También va tras el Sinsar-Dubh, aunque aún no
sé por qué. Creo que podría tener la intención de destruirlo y, así, evitar la reconstrucción del muro
tras su caída.

Y ahí es donde entro yo: estos tres potentes y peligrosos hombres, me necesitan.
No sólo puedo ver a los Fae, sino que puedo sentir sus Reliquias... Puedo sentir el Sinsar-
Dubh, ahí fuera, un algo oscuro, un corazón pulsante de pura maldad.

Yo puedo cazarlo.
Yo puedo encontrarlo.

Mi padre diría que eso me hace candidata esta temporada al MVP (N. de T. : Most Valuable
Player = jugador más valioso).
Todo el mundo me quiere a mí. Por lo tanto, debo mantenerme viva en un mundo donde la
muerte oscurece mi puerta cada día.
He visto cosas que harían que tu piel palideciese; he hecho cosas que hacen que palidezca la
mía.
Pero eso no es importante ahora. Lo importante es comenzar en el lugar correcto… vamos a
ver…

...¿dónde estaba?

Debo pasar las páginas de mi memoria hacia atrás, una cada vez, escrutando entre lo que no
puedo ver aún con claridad. Un paso atrás, un pasado neblinoso donde todos los recuerdos
desaparecen por un tiempo, un pasado como un Halloween infernal, las cosas que hizo Barrons, la
mujer que yo maté, más atrás de la penetración de V'lane con su lengua... Pasado lo que hice a
Jayne.
Allí.
Un zoom hacia abajo, en un lugar oscuro, húmedo, en una brillante calle...
... Se trata de mí, toda rosa y oro. Estoy en Dublín. Es de noche. Estoy caminando por el
pavimento de adoquines del Temple Bar. Estoy viva, vibrantemente viva. No hay nada como un
reciente escarceo con la muerte para que se sienta aún más grande la vida.
Hay luz en mis ojos y un ligero bamboleo en mis pasos. Estoy usando un asesino vestido de
color rosa, mis sandalias favoritas y estoy accesorizada hasta las cachas en oro, rosa y amatista. He
tenido mucho cuidado con mi cabello y mi maquillaje. Es mi manera de impresionar a Christian
MacKeltar, un sexy y misterioso joven escocés que conoció a mi hermana. Me sienta bien que haya
un cambio.
Bueno, al menos por un corto período de tiempo.
Doy al avance rápido por unos momentos...
Ahora estoy girando mi cabeza, que va dando tumbos de la acera a la cuneta. He caído a
cuatro patas. Estoy más cerca del Sinsar-Dubh de lo que he estado jamás, y es habitual que tenga ese
efecto sobre mí. Dolor. Debilitamiento.
Ya no parece tan bonito. De hecho, es muy desdichado ser vidente.
Mis manos y mis rodillas están en un charco que huele a cerveza y orina, estoy helada hasta
el hueso. Mi cabello es una maraña, mis prendedores de amatista me dan en la nariz y estoy
llorando. Aparto el cabello de mi cara con una mano sucia, y veo el tablero de juego que se
desarrolla ante mí con unos dilatados y horrorizados ojos.

Recuerdo ese momento... Donde estaba. Lo que yo no era. Me quedé congelada. Hay tantas
cosas que quisiera decirle a ella...

-Cabeza alta, Mac. Ponte en guardia. Una tormenta está llegando. ¿No oyes el fuerte
repiqueteo de pezuñas en el viento? ¿No sientes el alma adormecida por el frío? ¿No hueles la
sangre y especias en la brisa?-
-¡Huye! - quisiera decirle - ¡Ocúltate!-.

Pero yo no puedo escucharme a mi misma.


De rodillas, viendo a... eso... hacer todo lo que está haciendo, vivo como estrangulada por la
resaca de una matanza.
A regañadientes, me fusiono con su memoria, me meto en su piel…

Capítulo Uno

¡El dolor, Dios, el dolor! ¡Se me va a partir en dos el cráneo!


Hundo mi cabeza mojada en mis apestosas manos, decidida a aguantar hasta que se produzca
lo inevitable: que me desmaye.

Nada puede compararse con la agonía que el Sinsar-Dubh me causa. Cada vez que me acerco
a él me ocurre lo mismo: estoy inmovilizada por un dolor que aumenta hasta que pierdo la
consciencia.
Barrons dice que es porque el Libro Oscuro y yo somos el punto y el contrapunto. Eso es tan
malo y yo soy tan buena, que me repele violentamente. Su teoría es -diluir- mi -yo bueno- de alguna
manera, hacerme un poco mala para poder acercarme a él. No veo cómo hacerme lo suficientemente
mala para que pueda acercarme y recoger ese libro diabólico, lo que, por otro lado, es una buena
cosa, ya que creo que solo haría, probablemente, cosas malas con él.
- ¡No! - susurré, caída sobre mis rodillas en el charco - ¡Por favor, no! ¡No aquí, no ahora!

En el pasado, cada vez que había estado cerca del libro, Barrons había estado conmigo, y yo
había tenido la seguridad de saber que no dejaría que nada demasiado horrible sucediese con mi
cuerpo inconsciente. Él podía envolverse a mi alrededor, usándome como la vara de un zahorí, pero
yo podía vivir con eso. Esta noche, sin embargo, estaba sola. El pensamiento de ser vulnerables a
cualquier persona y a cualquier cosa en las calles de Dublín, incluso durante unos momentos me
aterroriza. ¿Qué debo hacer si pierdo el conocimiento durante una hora? ¿Qué debo hacer si caigo
boca abajo en este charco vil en el que estoy y me ahogo en unas pulgadas de simple… ugh.

Tengo que salir del charco. ¡No puedo morir tan patéticamente!

Un viento invernal corre por la calle, su azote entre los edificios me congela hasta los
huesos. Periódicos viejos y sucios flotan, botellas rotas y envoltorios desechados llenan las aceras.
Me aferro a la alcantarilla, raspo en la acera con mis uñas, dejándome las las puntas rotas de la
mano izquierda entre los adoquines de piedra.
Pulgada a pulgada, voy recuperando una posición más erguida.
Allí, delante de mí: el Libro Oscuro. Podía sentirlo, a unos cincuenta metros de donde yo
agonizaba. Tal vez menos. Y no era sólo un libro. Oh, no. Nada tan simple. Era una pulsión oscura
que carbonizaba los bordes de mi mente.

¿Por qué yo no podía alejarme?


¿Por qué no cesaba este dolor?

Me sentí como si me estuviese muriendo. La saliva inundó mi boca, la espuma saliendo


entre mis labios. Quería desesperadamente levantarme, pero no podía. Incluso mi estómago estaba
bloqueado por el dolor.
Dolorosamente, traté de levantar mi cabeza. ¡Tenía que verlo!. Había estado cerca de él
antes, pero nunca lo había visto. Siempre me desmayaba en primer lugar y si ahora no iba a perder
la consciencia, tenía muchas preguntas que necesitaban respuesta. Ni siquiera sabía lo que parecía.
¿Que tenía? ¿Qué estaban haciendo ellos con él? ¿Por qué seguía teniendo ese tenue contacto con
él?
Estremeciéndome, caí de nuevo de rodillas, envuelta por la madeja de agrio olor de mi
cabello en la cara y esperé.
La calle que sólo momentos antes bullía con turistas haciendo su alegre tour de un pub
abierto a la puerta del siguiente, estaba vacía ahora, azotada por la oscuridad, por el viento ártico.
Las puertas se habían cerrado, la música silenciado...
.. dejándome solo a mí...
.. y a ellos.

La visión que se desarrollaba ante mí no era en absoluto lo que yo había esperado: un


pistolero tenía un grupito de personas apoyadas contra la pared de un edificio, una familia de
turistas, con sus cámaras oscilando alrededor de sus cuellos. El cañón de un arma semiautomática
brillaba a la luz de la luna. El padre gritaba, la madre gritaba tratando de reunir tres niños pequeños
en sus brazos...
- ¡No! - grité. Por lo menos, así lo creo. No estoy segura de que en realidad hiciese ningún
sonido. Mis pulmones estaban comprimidos por el dolor.

El pistolero disparó una ráfaga de balas, silenciando sus gritos. Mató la última a la más
pequeña de todos, una delicada muchacha rubia de cuatro o cinco años, con unos dilatados ojos
suplicantes que me acecharán hasta el día en que muera, una chica que no pude salvar porque estaba
jodidamente inmovilizada. Paralizada por el dolor, inútiles mis extremidades, sólo podía ponerme
de rodillas y gritar dentro de mi propia cabeza.

¿Por qué estaba sucediendo? ¿Dónde estaba el Sinsar-Dubh? ¿Por qué no podía verlo?

El hombre se giró, y, bruscamente exhalé un gemido: el libro estaba escondido debajo de su


brazo. Un, perfectamente, inocuo libro de tapa dura, de unas trescientos cincuenta páginas gruesas,
sin sobrecubierta, de color gris pálido su lomo y tapas rojas. El tipo de libro de tapa dura que puedes
encontrar en cualquier librería de usado, en cualquier ciudad.
Alucinaba.

¿Se supone que yo debía creer que ese era el libro de magia más negra imaginable, de
millones de años de antigüedad, escrito por el Rey de los Unseelie? ¿Se supone que esto era
gracioso? ¿Era un anticlímax? ¿Un absurdo?

El pistolero contempló su arma con expresión arrobada, luego su cabeza giró hacia la maraña
de órganos, sangre y pedazos de carne y hueso esparcidos por la pared de ladrillo.
El libro se cayó de debajo de su brazo. Al parecer, caía en cámara lenta, cambiando,
transformándose mientras caía. En el momento en que golpeó el pavimento de adoquines con un
pesado whump, ya no era un simple libro de tapa dura, sino un gran tomo negro, de casi un pie de
grosor, grabado con runas, ceñido por bandas de acero y cerraduras intrincadas... exactamente el
tipo de libro que esperaba: la antigüedad y el mal buscados.

Inhalé bruscamente, de nuevo.

Ahora, el grueso volumen oscuro, estaba cambiando una vez más, convirtiéndose en algo
nuevo. Se torsionaba, aprovechando como fondo, el viento y la oscuridad.
En su lugar levantó una... cosa… terrible en esencia y tono. Una oscura animación..., algo...
una cosa... que existía más allá de toda forma o nombre: una malformada criatura surgida de alguna
frontera inhumana de balbuceante cordura.
Y eso estaba vivo.
No tengo palabras para describirlo, porque nada existe en nuestro mundo para comparar con
-eso-. Me alegro que no exista nada comparable en nuestro mundo para compararlo, porque así no
puedo estar segura de que pueda existir en nuestro mundo.
Sólo puedo llamarlo Bestia y dejarlo ahí.

Mi alma tiritaba, como si percibiese, en algún nivel visceral, que mi cuerpo no era suficiente
protección para ella. No frente a este.

El pistolero lo miró y eso miró al pistolero, volviendo su arma contra él. Sentí el sonido de
más disparos. El pistolero quedó tirado en la acera y su arma claqueteó en la distancia.
Otra ráfaga de viento helado cruzó la calle y no hubo movimiento en mi periferia.
Una mujer apareció a la vuelta de la esquina, como si respondiese a una cita, miró
ciegamente el lugar durante unos momentos y luego caminó como drogada directamente hacia
donde el Libro había caído (encorvada bestia con imposibles extremidades y cabeza ensangrentada!)
que abruptamente ya no tenía ni cerraduras antiguas o forma de bestia, sino que, una vez más, se
estaba camuflado como un inocente libro de tapa dura.

- ¡No lo toque! - lloré, contundentes golpes agujereando mi carne y mis pensamientos.


Ella, encorvándose, lo recogió, lo escondió debajo de su brazo y se volvió.
Me gustaría decir que se marchó sin Lanzar una mirada atrás, pero no lo hizo. Ella miró
sobre su hombro, directamente hacia mí y su expresión expulsó estranguladamente lo poco de
aliento que quedaba en mis pulmones.
Pura maldad brillaba en sus ojos, una astucia, una mala fe sin fondo que no había conocido
nunca y que me hubiera gustado no conocer jamás; un Mal que celebraba su existencia en cada
oportunidad que tenía a través de caos, destrucción, ira y psicosis.
Sonrió, una sonrisa terrible, mostrando cientos de pequeños dientes puntiagudos...

...Y tuve una de mis repentinas Epifanías: me acordé de la última vez que había estado cerca
del Sinsar-Dubh y perdí el conocimiento; cuando leí en el periódico, al día siguiente, sobre el
hombre que había matado a toda su familia, para luego suicidarse el mismo despeñándose con su
coche, a pocas manzanas de donde había perdido yo el conocimiento. Todas las personas
entrevistadas había dicho lo mismo, “él no podía haber hecho eso”, “no fue él”, “se había
comportado como alguien poseído en los últimos días”... Me recordó el increíble incremento de
artículos de noticias horribles que últimamente se hacían eco del mismo sentimiento: cualquiera que
fuese el brutal crimen, -no es él / ella- o -él / ella nunca lo haría-. Recordé a la mujer que no se que
era o lo que había sido antes de doblar la esquina y entrar en esta calle. Ahora era una mujer
poseída.
Ahora entendía: no era esa gente la que cometía esos crímenes terribles.
La Bestia se encontraba en su interior, en el control... y mantenía el control de la victima
hasta que hacía uso de ella, deshaciéndose de ella cuando ya no le era útil y pasando a la siguiente.
¡Qué equivocados estuvimos Barrons y yo!
Nosotros creímos que el Sinsar-Dubh se encontraba en posesión de alguien, que lo
transportaba de un lugar a otro con un propósito determinado; alguien que o bien lo utilizaba para
lograr determinados objetivos, o lo custodiaba, tratando de evitar que cayese en las manos
equivocadas.
Pero no estaba en posesión de nadie que tuviese un propósito, o de cualquier otra manera
convincente, y nunca lo había movido.
Se movía, solo, por si mismo.
Pasaba de unas manos a otras, transformando a cada una de víctimas en un arma de violencia
y destrucción. Barrons me había dicho que las Reliquias Fae tenían la tendencia de asumir una vida
y un propósito propio con el tiempo y el Libro Oscuro tuvo un millón de años. Se trataba de una
gran cantidad de tiempo. Había asumido, sin duda, algún tipo de vida.

La mujer desapareció la vuelta de la esquina y caí en la acera como una piedra. Los ojos
cerrados, inhalando aire con jadeantes respiraciones superficiales. Ella/eso se alejó, desapareciendo
en la noche, donde sólo Dios sabía lo que haría a continuación; mi dolor comenzó a aliviarse.

Era la más peligrosa Reliquia que jamás se hubiera creado, y estaba suelta en nuestro mundo.

Esta espeluznante -cosa-, hasta esta noche, no había sido consciente de mí.
Ahora ya lo era.
-Eso- me miró, me había visto. No podría explicarlo, pero sentí que, de alguna manera, me
había marcado, etiquetada como una paloma. Yo miraba hacia el abismo y el abismo había mirado
hacia atrás. Mi padre siempre dijo: -¿Quieres saber sobre la vida, Mac? Es muy sencillo. Mantén
siempre visible el arco iris, nena. Sigue buscándolo en el cielo. Puedes encontrar aquello que
buscas. Si buscar cazar lo bueno del mundo, lo encontrarás. Si buscas cazar al diablo… bueno...
mejor no lo hagas-.
¿Qué idiota, rezongué mientras me arrastraba de rodillas en la acera, había decidido darme
poderes especiales? ¿Qué tonto pensó que yo podría hacer algo para controlar problemas de esta
magnitud? ¿Cómo podría no cazar al diablo cuando yo era una de las pocas personas que podía
verlo?

Los turistas inundaron de nuevo en la calle. Las puertas de los Pub se abrieron. La oscuridad
fue repelida. La música comenzó a sonar y el mundo comenzó a girar de nuevo. Sonido de risas
saliendo a través de las ventanas... Me pregunté en qué mundo vivían ellos, seguro de que no era en
el mío.

Me olvidé de todos ellos; vomité hasta quedar seca y cuando creía estarlo, vomité hasta que
no me quedó ni bilis. Me levanté, secándome la boca con el dorso de la mano y me apoyé al lado de
la ventana de un pub. Estaba manchada, empapada y hedía. Mi pelo era un lío mojado de cerveza
y… oh!... no podía soportar pensar en qué otras cosas. Uno nunca sabe lo puede encontrar en una
cuneta de un barrio de copas de Dublín. Me arranqué el pasador de mi cabello y lo coloqué
sujetando, firmemente, mi pelo en la nuca, garantizando así que no golpearía de nuevo mi cara.

Mi vestido estaba roto, me faltaban dos botones en la parte frontal del mismo y me había
roto el tacón de mi zapato derecho; tenía las rodillas en carne viva y sangraba.

-Algunas dan un nuevo significado a caerse redondo de la borrachera, ¿eh?- , se burló un


hombre. Sus amigos se reían. Había una docena de ellos. Una despedida de soltero, celebrando la
alegría de la testosterona.
Ellos estaban tan FUERA DE ONDA...

¿Hacía tan sólo veinte minutos había estado sonriendo a los transeúntes? ¿Paseando a través
de Temple Bar, sintiéndome viva y atractiva?¿lista para cualquier cosa que el mundo pudiera decidir
para mí después? Veinte minutos atrás, ellos me habrían rodeado y flirteado conmigo.
Di unos pasos desequilibrados, tratando de caminar como si no me faltasen tres pulgadas y
medio de tacón izquierdo. No era fácil. Me agarraba por todas partes. A pesar de que el dolor
producido por la proximidad del Libro disminuía, me sentía magullada de la cabeza a los pies. Si
esta noche traía como resultado algo como la última vez que me había tropezado con él, mi cabeza
dolería durante días.
Mi visita a Christian MacKeltar, el joven escocés que había conocido a mi hermana, iba a
tener que esperar.
Miré alrededor a ver si encontraba mi tacón desaparecido. No lo veía por ningún sitio.
Adoraba esos zapatos, ¡joder! Había ahorrado durante meses para comprarlos.
Suspiré. Por el momento, tenía mayores problemas en mi mente ...

No me había desmayado.
Había estado en un radio de cincuenta yardas del Sinsar Dubh y había estado consciente todo
el tiempo.
Barrons iba a estar muy contento. Encantado, incluso, aunque este encanto iba a ser difícil de
leer en su oscura e inamovible faz. Cincelada por el salvajismo de un hábil escultor, Barrons era un
retroceso a un tiempo sin ley su mirada era tan estoicamente primitiva como su comportamiento.
Al parecer, los últimos acontecimientos me habían -diluido- y ahora me parecía más al
Libro.
Malvada.
En mi camino de regreso a la librería, empezó a llover. Cojeé miserablemente a través de
ella.
Odio la lluvia.
Por muchas razones.
Una: es húmeda, fría y desagradable y yo estoy suficientemente húmeda y fría ; dos, el sol no
brilla cuando llueve y soy una adoradora incansable del sol; tres: hace que Dublín en la noche sea
incluso más oscuro que de costumbre, y eso significa que convierte a los monstruos en seres más
audaces; cuatro, se necesita un paraguas y cuando las personas llevan un paraguas tienen una
tendencia a bajarlo ante ellas, sobre todo si la lluvia te está azotando en el rostro. Yo no soy
diferente. Y eso significa que una no puede ver lo que se le viene encima, que en una calle normal,
por lo general, no significa mas que tropiezos, un murmullo de disculpas, o maldiciones, pero... en
Dublín significa que podría tropezarme con un Fae (su encanto no me repelería físicamente como lo
haría con la gente normal) y traicionarme a mí misma... todo lo cual sumado significa: cuando
llueve aquí, no me atrevo a llevar paraguas.
Lo que no sería tan malo, si no fuera porque, aquí, la maldita lluvia está siempre presente.
Consecuencia: estoy completamente empapada, lo cual me lleva a la quinta razón por la que
odio la lluvia: el maquillaje se corre y mi cabello parece lacio como si lo hubiera lamido una vaca.
Pero cada nube trae también una pequeña bendición: después de una buena, y dura, ducha,
por lo menos ya no olía tan mal.
Volví a mi calle. No es realmente mi calle. Mi calle está a cuatro mil millas de distancia, en
las zonas rurales del Profundo Sur. Es una soleada, exuberante calle, enmarcada por hojas de
magnolia, azaleas brillantes y altísimos robles. En mi calle no llueve todo el tiempo.
Pero no puedo ir a casa ahora, por temor a que los monstruos vuelvan a Ashford conmigo, y
necesito llamar mía a alguna lluviosa, sombría y triste calle.

Cuando me acerqué a la librería, escaneé la fachada de cuatro pisos con cuidado. Reflectores
exteriores montados en la parte delantera, trasera y a los lados del edificio de ladrillo visto. Un
brillante cartel de latón proclama BARRONS LIBROS, suspendido perpendicularmente sobre la
acera, oscilando en la cada vez más fría brisa nocturna. En la puerta de cristal verde polarizado, un
suave destello de neón: CERRADO. Antorchas de latón ámbar iluminan el arco de piedra caliza de
la profunda entrada de la tienda. Ornamentadas puertas de cerezo situadas entre las columnas de
piedra caliza destellan en la luz.
Todo estaba bien en mi “casa” Las luces protegían el edificio de mis mortales vecinos. Me
detuve y ojeé un momento las calles abandonadas del barrio, asegurándome de que no habían hecho
nuevas incursiones en mi territorio.
La Zona Oscura en el borde de Barrons Libros y Adornos es la más grande que he visto hasta
ahora (y tengo la esperanza de que sea la más grande que jamás llegue a ver), abarca más de veinte
manzanas, llenas de una desbordante y letal masa de sombras oscuras. Dos cosas caracterizan a una
Zona Oscura: la oscuridad y la muerte. Criaturas de la noche devoran todo lo que vive: la gente, la
hierba, las hojas... incluso los gusanos del suelo, dejando tras de sí un páramo.
Incluso ahora, que se desplazan inquietamente, agitándose como moscas pegadas en una
cinta, buscando un intercambio de su desesperante vida en las sombras por un suelo fértil, bien
iluminado, más allá de este barrio.

Por el momento estaba segura.


Las sombras no pueden tolerar la luz y cerca de la librería yo estaba bañada en ella. Sin
embargo, si fuera veinte pies más lejos, vagando por la calle, en la oscuridad, cuando las farolas
estuvieran apagadas, más me valdría estar muerta.
Estoy obsesionada con mis vecinos. Son vampiros en el sentido más estricto de la palabra.
He visto lo que le hacen a la gente, la consumen, dejando sólo montones de prendas de vestir,
joyería y otros objetos inanimados, rematado todo ello por una pequeña cáscara seca de papel en la
que cualquier parecido humano es difícil de encontrar. Al igual que la cola de un camarón, supongo,
parte de nosotros es demasiado crujiente para su gusto. Ni siquiera puedo matarlos. No tienen
ningún fundamento real, lo que hace inútiles las armas. Lo único que funciona contra ellos es la luz,
y no los mata, sólo los mantiene a raya. Rodeada por todas partes por las luces de los barrios
circundantes, esta Zona Oscura se ha mantenido aproximadamente del mismo tamaño desde hace
varios meses. Lo sé de cierto: controlo periódicamente su perímetro.
Si no eres sidhe-seer, no puedes ni siquiera verlos. Las personas que mueren en una Zona
Oscura nunca ven la cara de su verdugo. No es que las Sombras tengan caras, rasgos distintivos es
su segundo nombre. Si eres sidhe-seer, todavía resulta difícil separarlos de la noche, incluso cuando
sabes lo que estás buscando. Más oscuras que la oscuridad, como una niebla de tinta negra, que se
deslizan y se difuminan, arrastrándose entre los edificios, desagüe abajo, alrededor de farolas rotas...
Aunque nunca he llegado a estar lo suficientemente cerca para poner a prueba mi impresión, y
espero no hacerlo nunca, creo que están frías. Son de todas formas y tamaños, desde el de un gatito
la más pequeña a tan grandes como...
Parpadeé.
¡Seguramente ÉSE no era el que me había arrinconado en la parte de atrás de la sala, la
noche que Fiona, la mujer que dirigía la librería, había intentado matarme, por dejar entrar una
horda de ellos mientras yo dormía!
La última vez que le había visto, hacía aproximadamente cinco semanas (contando el mes
que había perdido en el Reino Fae), tenía unos veinte pies de largo y nueve pies de alto. Ahora era el
doble de grande: una densa nube de oscuridad aceitosa se extendía casi a todo lo largo del desierto
edificio adyacente a la librería.
¿Aumentaría de tamaño con cada “comida”? ¿Podría llegar a ser tan grande como una
pequeña ciudad? Tal vez pudiera acuclillarse sobre ella y tragársela en su conjunto?
Le miré fijamente. Para ser una cosa que no tenía cara, ciertamente pareció devolverme la
mirada. La última vez que le había visto, se había dado a sí mismo una forma casi humana y me
había devuelto el insulto que yo le había dirigido.
Yo no estaba como para enseñarle nuevo trucos.
Me agité visiblemente e inmediatamente lo lamenté. Mi cabeza me dolía tanto que mi
cerebro se sintió herido, pugnando de lado a lado contra las paredes interiores de mi cráneo.
Aunque la lluvia finalmente se había detenido, o más bien se había tomado uno de esos
demasiado breves lapsos dublineses, seguía estando mojada y congelada, y tenía cosas mejores que
hacer que estar aquí contemplando a uno de mis muchos enemigos. Cosas como zamparme medio
bote de aspirinas y escaldarme bajo la ducha. Cosas como limpiar mi mente para poder reflexionar
sobre las ramificaciones de lo que había visto esta noche y buscar a Barrons para contárselo todo.
No tenía ninguna duda de que estaría tan asombrado como yo lo estaba por el método de
locomoción de Libro. ¿Qué oscuro programa seguía? ¿Serían el caos y la violencia al azar un
objetivo suficiente?
Como ya he estaba en el soportal, comencé a excavar en mi bolso buscando las llaves,
cuando escuché pasos detrás de mí. Miré por encima de mi hombro y fruncí el ceño.
El Inspector Jayne estaba tras de mí en el arco de entrada, sacudiéndose la lluvia de su
chaqueta con una mano enguantada. Me había cruzado con él antes, en la calle, cuando iba a ver
Christian, antes de mi encuentro con el Sinsar Dubh. Con su mirada me había prometido que el
acoso seguiría, pero me imaginé que tendría un día o dos antes de que él pudiese cumplir esa
promesa.
No iba a tener esa suerte.

Alto y corpulento, con pelo castaño perfectamente peinado a un lado, en su duro rostro se
mostraban duras líneas. Cuñado del Inspector Patty O'Duffy (el inspector que había manejado
originalmente el caso de asesinato de mi hermana y quien tenía su garganta cortada de lado a lado,
mientras sostenía un trozo de papel con mi nombre en él), Jayne, recientemente, me había llevado a
la comisaría e interrogado todo un día bajo sospecha de asesinato. Me había interrogado, me había
hecho pasar hambre, me había acusado de mantener un romance con O'Duffy, para luego soltarme
en el oscuro corazón de Dublín, sin más defensa que mis Linternas-Repele-Sombras, para que
volviese a casa. No estaba por perdonarle su cruel trato.
“Voy a ser un grano en su culo” me había dicho.
Y había sido fiel a su palabra, continuamente tras de mí, viendo cada uno de mis
movimientos.
Ahora, me miró de arriba a abajo y dio un bufido de disgusto.
- Ni siquiera voy a preguntarle.
- ¿Está aquí para detenerme? - dije fríamente, tratando de fingir que no había perdido un
tacón y que por tanto, no estaba ridículamente inclinada hacia un lado de la puerta y no tenía heridos
ni mis gemelos ni mis pies.
- Tal vez.
- Eso es un sí o un no, Jayne. Inténtelo de nuevo - Él no dijo nada y ambos sabíamos lo que
significaba - Entonces ¡váyase! La tienda está cerrada. Esto hace que sea una propiedad privada
ahora y usted la está invadiendo.
- Podemos hablar esta noche o puedo volver mañana, cuando usted tenga clientes. ¿Quiere
un detective de homicidios merodeando e interrogando a su clientela?
- Usted no tiene ningún derecho a interrogar a mi clientela.
- Yo soy la policía, señorita. Eso me da todos los derechos que necesito. Puedo hacer, y de
hecho haré, su vida miserable. Hable conmigo.
- ¿Qué quiere? - gruñí.
- Hace mucho frío y humedad aquí -dijo mientras ahuecaba sus manos, soplando sobre ellas.
- ¿Qué tal una taza de té?
- ¿Y luego un polvo? - le contesté con una dulce sonrisa
- ¿Es qué mi gordo y de mediana edad cuñado era lo suficientemente bueno para usted, pero
yo no lo soy?
- Yo no tenía relaciones sexuales con su cuñado...
Me cortó la palabra
- ... Entonces, ¿qué diablos estaba haciendo con usted?
Le di la espalda.
- Ya hemos pasado por esto. Se lo dije. Si desea interrogarme de nuevo, va a tener que
detenerme y esta vez no diré una palabra sin un abogado.
Miré por encima de su hombro. Las Sombras se estaban moviendo inquietas, vigorosamente,
como provocadas por nuestra discordia. Nuestra argumentación les parecía... emocionante. Me
preguntaba si la ira o la pasión nos daría aún mejor sabor para ellas. Me obligué a apartar tan
macabro pensamiento de mi mente.
- Sus respuestas no fueron respuestas a todo y usted lo sabe
- Usted no desea la respuesta real. - yo no quería darle la respuesta real. Lamentablemente,
estaba atascada con ello. - Tal vez, lo haga. Sin embargo... será difícil de creer... podría parecer...
Le lancé una dura mirada. A pesar de que vestía su habitual y determinada expresión de
perro-con-un-hueso, había un sutil, nuevo, componente nuevo que me había perdido antes. Era el
mismo componente que había vislumbrado en los ojos de O'Duffy la mañana que había venido a
verme, el día que había muerto, un cauteloso, un tal-vez-mi-mundo-no-es-solo-aquello-que-veo.
Una señal segura de que, al igual que O'Duffy, Jayne estaba a punto de empezar a meterse en
cuestiones que probablemente tendrían como premio su muerte. Aunque el método de asesinato de
O'Duffy parecía implicar un asesino humano, no tenía duda de que había sido por lo que él había
descubierto sobre los nuevos chicos de la ciudad: los Fae.
Suspiré. Quería salir de mi desagradable ropa húmeda. Quería lavar mi cabello repugnante.
- Váyase, ¿quiere? Déjeme. No tuve nada que ver con el asesinato de O'Duffy y no tengo
nada más que decirle.
- Sí, lo tiene. ¿Sabe lo que pasa en esta ciudad, Srta Lane?. No sé cómo o donde encaja usted
en las cosas, pero sé que lo hace. Esa es la razón por la que Patty vino a verla. Él no vino aquella
mañana a decirle algo sobre la causa de su hermana, sino que vino a pedir algo. ¿Qué era? ¿Qué era
aquello que quemaba tanto en su cerebro durante toda la noche que no pudo esperar hasta el lunes
para hablar con usted, que envió a su familia a la iglesia sola y que impedía su concentración? ¿Qué
quería saber Patty la mañana que murió?
Era bueno. Me gustaría poder contestarle, aunque fuera un poco
- ¿Voy a morir, también, Srta Lane, ahora que he venido a verla? - dijo brutalmente - ¿Es así
cómo funciona? ¿Sabe que cuando me desperté les di un beso de adiós a mis hijos antes de irme esta
mañana? ¿Que le dije a mi esposa cuánto la amaba?
- ¡Deje de acosarme!¡No fue culpa mía que muriese!
- Tal vez no lo mató, pero, tal vez, no lo protegió tampoco. ¿Respondió a sus preguntas? ¿Es
por eso que murió? ¿Si no lo hubiera hecho estaría vivo todavía?
Le miré fijamente
- ¡Váyase!
Él hurgó dentro de su chaqueta y retiró un puñado de mapas plegados de un bolsillo interior.
Volví a mirarle fijamente, odiaba todo lo relacionado con ese momento. Era una especie de déjà-vu
que nunca quise volver tener. Patty O'Duffy me había enseñado mapas, demasiados. Ese domingo
por la mañana en que había venido a verme a la librería, me había ilustrado en detalle,
cartográficamente, de una imposibilidad gráfica, un descubrimiento que me había golpeado casi dos
semanas atrás: las partes de Dublín que ya no se imprimían en los mapas, las que habían ido
desapareciendo, fuera de los planos y de la memoria humana, como si nunca hubieran existido.
Había descubierto las Zonas Oscuras. Había sido su afán de Scout al entrar en ellas, un simple
atardecer, el que le condujo a la muerte.
Jayne se inclinó más cerca, hasta que su nariz estuvo a escasos centímetros de la mía
- ¿Ha visto alguno de éstos últimamente?
No le contesté nada.
- He encontrado una docena de ellos en la mesa de Patty. Había ciertas zonas rodeadas por
círculos. Me tomó un tiempo averiguar por qué. La policía tiene un almacén en Lisle Street, a siete
manzanas de aquí. No se puede encontrar en un solo mapa publicado en los dos últimos años.
- ¿Y? ¿Cuál es el problema? ¿Además de asesina, soy parte de alguna gran conspiración
cartográfica? ¿Cual es mi próximo cargo?¿Un complot para obtener turistas perdidos? -
- Muy graciosa, Srta Lane. Tras un largo almuerzo ayer, me dirigí a Lisle Street. Traté de
tomar un taxi, pero el conductor insistió en no existía dicha calle y se negó a llevarme allí. Terminé
caminando.¿Quiere saber lo que vi?
- No, pero estoy bastante segura de que va a decírmelo de todos modos - murmuré mientras
masajeaba mis sienes.
- El depósito sigue ahí, pero esa zona de la ciudad parece haber sido. . . olvidada. Quiero
decir, completamente olvidada. Las calles no se limpian, la basura no está siendo recogida, las
farolas no lucen, las aguas residuales se acumulan en las cunetas... Mi teléfono móvil no puede
obtener una señal de allí. ¡Justo en el centro de la ciudad y no he podido obtener una maldita señal!
- ¿No conseguir esto tiene algo que ver conmigo? - dije con mi voz más aburrida.
Él no me escuchaba y yo sabía que estaba caminando, en su mente, de nuevo por las calles
desoladas y llenas de escombros. Una Zona Oscura no era sólo mirar una zona abandonada, sino que
rezumaba muerte y decadencia, te hacía sentir tan inmundo como ella, dejaba una marca indeleble
en ti, te hacía despertarte en medio de la noche, con el corazón en la garganta, aterrado de la
oscuridad.
Yo ahora sueño con todas las luces encendidas.
Yo llevo linternas, 24 / 7.
- He encontrado coches abandonados en medio de las calles con las puertas abiertas, coches
caros, del tipo que se desmonta por partes antes de que el propietario puede regresar con una lata de
gasolina. ¡Explíquemelo! - gritó.
- Tal vez la tasa de delincuencia en Dublín esté disminuyendo - le sugerí, a sabiendas de la
mentira que era.
- Ha subido, lo ha hecho durante meses. Tanto como la media de crucifixiones del cuerpo de
policía.
Es cierto que lo había hecho. Y después de lo que yo había visto esta noche, la escalada local
de delitos violentos era un hecho especialmente interesante. Una idea comenzaba a germinar en mi
mente.
- Había montones de ropa fuera de los coches, con las carteras aún en los bolsillos. Algunas
de ellas llenas de dinero en efectivo, sólo a la espera de ser robadas. ¡Por los clavos de Cristo, he
encontrado dos Rolex en la acera!
- ¿Los cogió? - le pregunté con interés - Siempre quise un tener un Rolex.
- Pero ¿sabe que fue lo más extraño, Srta Lane? No había gente. Ni una sola persona. Como
si todo el mundo hubiera acordado al mismo tiempo trasladarse veintitantos bloques más hacia el
centro de la ciudad, justo en mitas de la tarea que estuvieran haciendo, sin llevar nada, sin sus
coches, sin ni siquiera su ropa. ¿Todos ellos salieron desnudos?
- ¿Cómo quiere que lo sepa?
- Es que está sucediendo justo aquí, Srta Lane. Hay una zona desaparecida de los mapas
justo al lado de su librería. No me diga que nunca ha mirado hacia abajo cuando salía.
Me encogí
- No salgo mucho.
- La he seguido. usted entra y sale continuamente
- Soy bastante distraída, Inspector, rara vez miro a mi alrededor - dije mirando tras de él, por
tiempo indefinido.
Las Sombras seguían comportándose sibilinamente, atrapadas en sus tinieblas, relamiéndose
la delgada, oscura y desagradable sombra de sus labios.
- ¡Mentira! Yo la interrogué. Usted es inteligente y aguda, y... ¡está mintiendo!
- Bueno, pues explíquemelo. ¿Qué cree que pasó?
- No lo sé.
- ¿Puede pensar en algo que pueda explicar todo lo que ha encontrado?
Un músculo se contraía en su mandíbula.
- No
- Entonces, ¿qué espera que te diga? ¿Que malvadas criaturas de la noche se han hecho cargo
de Dublín? ¿Que de hecho están ahí abajo? - señalé con mi brazo hacia la derecha - ¿... y que se
están comiendo a la gente y que dejan lo que no les gusta detrás? ¿ Qué han reivindicado algunos de
sus territorios como propios y que si es lo suficientemente estúpido para caminar o conducir en la
oscuridad a través de ellas, usted morirá?
Eso era lo más cerca a una advertencia que podría obtener de mí.
- No soy tonto, Srta Lane.
- Ídem, Inspector - dije bruscamente - ¿Quiere un consejo? ¡Manténgase alejado de los
lugares que no puede encontrar en los mapas! Ahora, ¡váyase!
Me volví de espaldas a él.
- Esto no ha terminado - dijo herméticamente.
Al parecer, últimamente, todo el mundo me estaba diciendo lo mismo. No, ciertamente no
había acabado, pero tuve una sensación de hundimiento, sabía cómo iba a terminar: Con una muerte
más en mi conciencia para ocupar mis ya habituales noches de insomnio.
- ¡Déjeme en paz o vaya a por una orden judicial!
Metí la llave en la cerradura y la giré. Cuando ya estaba abierta, miré sobre mi hombro.
Jayne estaba de pie en la acera, en casi exactamente el mismo lugar que había ocupado cinco
minutos antes, mirando hacia abajo, hacia el abandonado barrio, enarcadas las cejas, la frente
fruncida. Él no lo sabía, pero los matices de su mirada hacia atrás, en ese rostro, de forma
subyugada... ¿Qué iba a hacer si comenzaba a caminar hacia allí?
Sabía la respuesta y la odiaba: yo y mis linternas le seguiríamos, obligándome a hacer un
completo y absoluto espectáculo de mí misma, salvándole de algo que él no podía y no sería capaz
de ver. Probablemente obtendría un encierro en la sala mental de un hospital local como
agradecimiento por mi problema.
Mi dolor de cabeza era brutal. Si no tomaba una aspirina pronto, iba a caer en picado en una
repetición del cuadro de vómitos por el dolor.
Él me miró. Aunque Jayne había perfeccionado lo que yo llamaba la cara-de-poli-
imperturbable, yo había mejorado en mi capacidad de leer en las personas.
Él tenía miedo.
- ¡Váyase a casa, Inspector! - dije suavemente - Bese a su esposa y a sus hijos, coma, déles
su bendición. No vaya a cazar maldiciones.
Él me miró un largo momento, como si se debatiese sobre el criterio de la cobardía, y se
dirigió hacia fuera, hacia el Temple Bar.
Solté un enorme suspiro de alivio y entré en la librería.
Incluso si no hubiera sido un muy necesario refugio, me hubiera encantado BB & B. He
encontrado mi vocación, y no es ser un sidhe-seer: es dirigir una librería, especialmente una que
tenga las mejores revistas de moda, bolígrafos, artículos de papelería y revistas varias y que tenga
una lujosa y elegante atmósfera. Es decir, que encarna todas las cosas que siempre quise ser:
inteligente, elegante, pulida y de buen gusto.

La primera cosa que notas cuando pasas dentro de Barrons Libros y Adornos, además de la
abundancia de brillante y rica madera caoba y sus ventanas de cristal biselado, es la desorientación,
una ligera sensación de anomalía espacial, como si esperases una caja de cerillas y encontrases un
campo de fútbol bien escondido en su interior.
La habitación principal es de unos setenta pies de largo y cincuenta pies de ancho. La parte
frontal tiene medias bóvedas que ascienden rectas hasta el techo, situado cuatro niveles más arriba.
Ornamentadas estanterías de libros de caoba rodean cada nivel, desde el suelo hasta el techo. Detrás
de elegantes barandillas, hay pasarelas de acceso sobre el segundo, tercer y cuarto niveles. Escaleras
de aceitados rodillos unen una sección con otra.
La primera planta independiente tiene estantes dispuestos en los pasillos, a la izquierda, dos
asientos orejeros enfrentados uno a otro, con un estilo elegante, y una esmaltada chimenea de gas
(en frente de la cual suelo pasar una gran cantidad de tiempo tratando de descongelarme del frío
tiempo de Dublín) y una caja registradora en un mostrador a la derecha, detrás del cual hay una
nevera, una pequeña televisión y mi equipo de sonido. Más allá, en la parte trasera, en balcones, en
los niveles superiores, hay más libros, incluidos los muy raros, y algunos de esos adornos que se
mencionan en el nombre, guardados en vitrinas cerradas.
Costosas alfombras cubren los pisos de madera. El mobiliario es muy del viejo mundo,
suntuoso, y caro, al igual que el auténtico sofá Chesterfield en el que me gusta descansar y leer. Las
lámparas son antigüedades y plafones empotrados dotan la estancia de una particular tonalidad
ámbar envolviéndola en un cálido resplandor mantecoso.
Al cruzar el umbral desde el frío, húmedo y loco de las calles hacia la librería, siento como si
de nuevo pudiera respirar. Cuando abro para los negocios y empiezan a sonar las compras en la
antigua caja registradora, que tintinea como una pequeña campana de plata cada vez que se abre el
cajón, siento que mi vida es sencilla y buena y puedo olvidar todos mis problemas por un tiempo.

Miré mi reloj y observé la ruina en que se había convertido mi zapato. Era casi medianoche.
Sólo hacía unas horas me había sentado en la parte posterior, conversando con el enigmático
propietario de la librería, exigiendo saber quién era.
Como de costumbre, no me había respondido.
Realmente, no sé para qué me molesto. Barrons sabe casi todo sobre mí. No me sorprendería
si en algún lugar tuviera un pequeño archivo que abarcase toda mi vida hasta la fecha, claramente
montada, con cartelitos subtitulados bajo las fotos: Mac tomando el sol, Mac pintándose las uñas,
Mac casi muriéndose...
Pero cuando le pregunto una cuestión personal, todo lo que obtengo es un críptico -Sígame o
déjeme-, junto con un recordatorio de las veces que me ha salvado la vida, como si eso fuese
suficiente para callarme y mantenerme en mi línea.
Triste hecho es, y muy usual, por cierto.
Hay un intolerable desequilibrio de poder entre nosotros: él es el que tiene todos los triunfos
de la baraja mientras yo apenas me aferro a mi juego de patéticas parejas o tríos con los que jugarme
la vida.
Podemos cazar juntos OOP’S (Objetos de Poder Fae) como las Reliquias, luchar y matar a
nuestros enemigos uno al lado del otro, y, recientemente, incluso tratar de arrancarnos mutuamente
prendas de vestir en un caso de la lujuria tan repentina e inmensa como un inesperado siroco; he
visto de alguna forma su mente mientras le besaba, pero no estamos seguros de compartir detalles
personales de nuestras vidas o citas entre nosotros. No tenía ni idea de donde vivía, donde iba
cuando no estaba conmigo o cuando vendría la próxima vez. Eso me irrita. Mucho. Especialmente
ahora que sé que él puede encontrarme en cualquier momento que quiera, utilizando la marca que
me tatuó en la parte trasera de mi cráneo, su jodida Z. Sí, me había salvado la vida, pero eso no
significa que tenga que gustarme.
Me quito mi empapada chaqueta y la cuelgo en una percha. Dos linternas se estrellan en el
suelo y se van rodando. Necesito encontrar una manera mejor de llevarlas. Son muy engorrosas de
llevar en los bolsillos y se me caen constantemente. Me temo que muy pronto voy a ser conocida
como la chica-loca-que-lleva-linternas por todas las partes de Dublín que suelo frecuentar.
Me doy un apresurado lavado en la parte trasera de la tienda, cautelosamente limpio mi
cabello, y retiro suavemente mi maquillaje. Había una botella de aspirina, arriba, gritando mi
nombre. Hace un mes, me habría fijado de inmediato mi cara, ahora, era feliz sólo con tenerla
limpia y alejada de la lluvia.
Salgo del cuarto de baño, por el conjunto de puertas dobles que conectan la librería con la
residencia privada del edificio, llamando a Barrons, preguntándome si seguía aquí. Abrí las puertas
y comprobé todas las habitaciones en el primer piso, pero él no estaba allí. No tenía sentido seguir la
búsqueda en la segunda y tercera plantas, pues allí, él mantiene todas las puertas cerradas. El único
piso con salas abiertas es el cuarto, donde yo dormía, y él nunca vino, excepto una vez,
recientemente, a reducir a escombros mi habitación cuando desaparecí durante un mes.
Pensé en llamarle por el móvil, pero mi cabeza estaba tan mal herida que descarté la idea.
Mañana temprano podría decirle lo que había descubierto acerca del Sinsar Dubh. Sabiendo como
era, si le llamaba ahora y se lo contaba, querría ponerse en marcha de inmediata y salir de caza y no
había nada que pudiera apartarme de una ducha de agua caliente y una cama, igualmente, caliente.
Estaba ya en la parte posterior escaleras, cuando algo se filtró en mi visión periférica. Me
volví, tratando de identificar la fuente. No podía haber sido una sombra; todas las luces estaban
encendidas. Me apoyé de espaldas en la pared para poder ver las habitaciones. Nada se movió. Me
encogí y comencé escanear el entorno.

Sucedió de nuevo.
Esta vez tengo un sentimiento extraño, no es el hormigueo típico de mis sentidos sidhe-seer,
sino más como un preludio del mismo. Miré en la dirección que me estaba molestando: el estudio
de Barrons. Asomé la cabeza, dejando la puerta entreabierta. Más allá de ella, pude ver el decorado
escritorio del siglo XV y parte del alto espejo que llena la pared detrás de él, entre libros.
Sucedió de nuevo y me quedé boquiabierta. El reflejo de plata el espejo acaba de agitarse.
De espaldas a las escaleras, no le quité los ojos de encima. Desde mi refugio en el rellano,
fuera de la habitación, miré durante unos minutos, pero no volvió a ocurrir.
Abrí la puerta de par en par y entré en la sala. Olía como Barrons. Inhalé profundamente. Un
rastro de oscuridad, de regusto picante persistía en el aire, y por un momento volví a estar en las
cuevas del Burren, donde casi morí la semana pasada, cuando el vampiro Mallucé me había
secuestrado y me había enterrado en sus laberínticos túneles, para torturarme hasta la muerte como
venganza por una terrible lesión que le había infligido no mucho tiempo después de llegar yo a
Dublín. Estaba tendida en el suelo, debajo de un Barrons salvaje, de su cuerpo eléctrico, rasgando su
camisa abierta y pasando mis manos sobre el duro abdomen musculoso, tatuado en negro y carmesí
con intrincados dibujos y modelos exóticos. Le huelo en todo a mi alrededor. Siento que estuvo
dentro de mí o yo estuve dentro de él. Me pregunto cuánto más dentro de él me gustaría estar si le
permitiese estar dentro de mí.
Ninguno de nosotros ha vuelto a mencionar esa noche. Dudo que nunca lo haga. No estoy
segura de querer saberlo, me perturba a unos niveles que no quiero descubrir.
Me centré en la habitación, revisando su estudio una vez más. Miré en cada cajón, dentro del
armario, incluso espié detrás de los libros, en los estantes, a la caza de no sé qué, cualquier secreto
que pudiera darme una pista del hombre. No encontré nada. Él mantiene una aséptica existencia.
Dudo que quede ni un pelo como para ser utilizado en un análisis de ADN.
Caminé paralela y lejos del espejo. Todo enmarcado, llenaba la pared desde el suelo al techo,
duro y liso, sin nada que pudiera -agitarse-.
Vibró cuando lo toqué y, esta vez mis sentidos sidhe-seer pregonaron su alarma. Quité la
mano, tropezando contra el escritorio con un sordo grito.
La superficie estaba ahora temblando en serio.

¿Sabría Barrons de esto? Pensé salvajemente. Por supuesto, que lo sabía. Barrons lo sabía
todo. Era su librería. Pero, ¿y si no? ¿Qué pasaría si Barrons no era tan omnisciente como creía?
¿Qué pasa si se le timaba, y alguien como... oh, por ejemplo, el Señor Maestro... había plantado un
raro espejo en su camino, a sabiendas de su afición para determinadas antigüedades...? ¿Barrons lo
había comprado, y el togado de carmesí podía mandar a su red de espionaje Unseelie a través de él?
... o algo así... ¿Cómo no había sentido esto? ¿Era Fae o no lo era?
Humeantes runas aparecieron en la superficie y el perímetro del vidrio se oscureció,
repentinamente, tomando una tonalidad cobalto, extendiéndose en un perímetro de tres pulgadas en
todo el borde externo, volviéndose de un negro puro.
¡Era definitivamente Fae! El negro de los bordes lo delataba. Si hubiera sido visible antes,
hubiera reconocido al instante lo que el espejo era, pero la verdadera naturaleza del vidrio se había
camuflado detrás de algún tipo de ilusión que incluso mis sentidos sidhe-seer no habían sido
capaces de penetrar. He estado en esta sala una media docena de veces y nunca había tenido el
menor hormigueo. ¿Quién podría crear tan impecable ilusión?
Esto no era un simple espejo. Era uno de los Espejos creados por el Rey Unseelie para sí
mismo, como un medio de moverse entre los reinos de los Hombres y de los Fae. ¡Una reliquia, un
Espejo Plateado estaba en mi librería! ¿Qué estaba haciendo aquí? ¿Qué otra cosa podría ocultarse
en la tienda de mí, escondiéndose a simple vista?
Había visto parte de esta Reliquia antes. Cerca de una docena de Espejos plata con negros
bordes habían adornado las paredes de a casa del Señor Maestro en el 1247 de LaRuhe, en la Zona
Oscura. Había visto cosas terribles en ellos, cosas que me seguían causando pesadillas. Cosas
como… bueno, igualitas que el horriblemente deformado ser que actualmente se estaba apareciendo
ante mis propios ojos.
Cuando le hablé a Barrons de los espejos que había visto en la casa del Señor Maestro, me
había preguntado si estaban -abiertos-. Si antes no había sabido lo que me preguntaba, ahora ya lo
sabía. Cuando se abrían, ¿podían los monstruos salir de ellos? Si era así, ¿cómo se podía “cerrar” un
Espejo Plateado? ¿Podría ser tan simple como romperlo? ¿Podría ser roto? Antes de que yo pudiera
echar un vistazo alrededor para intentar algo como eso, la cosa retrasó el crecimiento de sus
extremidades y sus enormes dientes se habían ido.
Exhalé un gemido. Ahora entendía por qué en BB & B había esa extraña sensación de
distorsión espacial. Había sentido una cosa similar en la casa del Señor Maestro el día que había ido
a la Zona Oscura y descubrí que el ex-novio de mi hermana era el mega-malo de Dublín, pero no
había sumado dos y dos hasta ahora. Estos espejos inter-dimensionales, o mejor, la conexión entre
ellos, de alguna manera afectaba al espacio que les rodeaba.
Ahora, otra cosa estaba llegando, pasando desde la profundidad a la superficie, ráfagas
plateadas avanzaban en giros inexorables. Me retiré a una distancia segura.
Oscuras formas temblaban en la parte más alejada de la superficie del espejo, sombras que
carecen de definición primordial incluso en tus más profundos temores. Esta es una de esas veces en
las que querrías refugiarte en cualquier otra parte, lo cual habría sido una muy buena idea, pero el
problema era que yo no tenía ningún otro sitio al que huir. Este era un refugio, mi refugio. Si no
podía quedarme aquí, no podía ir a ningún otro lugar.
Lo que viene es ahora más estrecho.
Escudriñé en el espejo, en el estrecho y plateado carril que se desvanecía en negro en los
bordes, alineados como árboles esqueléticos, volutas de resentimiento envueltas en la niebla,
plagada de monstruosas criaturas que se formaban y reformaban en la niebla. Era más
apestosamente baldío que una Zona Oscura, y yo sabía, de alguna manera, que el aire en el interior
del espejo era escalofriante, causando la muerte por frío, tanto física como psíquicamente. Sólo una
infernal e inhumana vida podía soportar ese lugar.
Una forma de pesadilla, como la oscuridad, se deslizaba por el camino, los demonios-
sombra la perseguían con gritos silenciosos.
Más runas se materializaron en el cristal temblequeante. Yo no podía saber si lo que venía lo
hacía caminando en posición vertical o se arrastraba a cuatro patas, tal vez abriéndose camino con
decenas de garras. Esforcé mis ojos tratando de identificar la forma del mismo, pero la niebla
enfermiza ocultaba sus atributos.
Yo sólo sabía que era enorme, oscuro, peligroso... y que estaba casi aquí. Salí de la
habitación de puntillas, cerré la puerta, dejando una rendija minúscula para observar y que al mismo
tiempo, me permitiera cerrarla de un tirón y salir corriendo como un demonio. El espejo de hielo
exhaló una ráfaga de aire. ¡Estaba aquí! Un abrigo largo y negro aleteo y Jericó Barrons salió del
cristal. Estaba cubierto de sangre, que se había helado carmesí en las manos, la cara y las prendas de
vestir. Su piel estaba pálida por el frío extremo y sus ojos de medianoche con una expresión
inhumana, llenos de una luz salvaje. En sus brazos llevaba la muestra de una salvajada brutal, el
sangriento cuerpo de una mujer joven. Yo no necesitaba mirarle el pulso para saber que estaba
muerta.
Capítulo Dos

- Me gustaría hablar con el Inspector Jayne, por favor - dije en el teléfono, a la mañana
siguiente, temprano.
Mientras esperaba a que cogiese el teléfono, me zampé tres aspirinas con mi café. Tenía la
esperanza de no ver al insufrible inspector por un tiempo, pero después de la última noche me había
dado cuenta de que le necesitaba. Había elaborado un plan, simple pero brillante y sólo necesitaba
una cosa para ponerla en práctica: mi incauta víctima. Después de unos momentos y una serie de
clic, oí
- Jayne ¿En qué puedo ayudarle?
- En realidad, soy yo quien puede ayudarle.
- Srta Lane - dijo rotundamente.
- La misma. ¿Quiere saber lo que está pasando en esta ciudad, Inspector? Únase a mí para el
té de esta tarde, a las cuatro en punto, en la librería -estaba a punto de añadir, con profunda voz de
locutor, “y venga solo”. Soy el producto de una generación que veía demasiado tiempo la
televisión.
- Estaré a las cuatro, Srta Lane, pero si usted intenta hacerme perder el tiempo...
Me colgó; no me afectaron sus amenazas: había logrado lo que necesitaba; iba a estar aquí.

Yo no sé mucho de cocina. Mamá es un gran cocinera, y, vamos a llamar las cosas por su
nombre, durante toda mi vida, hasta hace unos meses era perezosa puesto que obtenía todo lo que
deseaba gracias a mamá (y si alguna vez se me había ocurrido la idea de ayudarla, esta había sido
rápidamente descartada), ya que preparaba y embellecía mis comidas favoritas. No estoy segura de
poder imitarla, pero tendré que intentarlo.
Desde que cocino para mí, he estado comiendo un montón de palomitas de maíz, cereales,
fideos instantáneos y comida basura. Tengo una placa caliente en mi habitación, un horno de
microondas y una pequeña nevera. Ese es el tipo de cocina que domino.
Pero hoy me he puesto mi sombrero del chef, cojera incluida, iba a cocinar. Podría haber
comprado la bandeja de ricos y mantecosos refrigerios en una pastelería por la calle, pero me haría
los sandwiches yo, cortando el pan dulce de la panadería en forma muy poco elegante por los
bordes, preparando el relleno, con mi Receta especial entre las rebanadas. Mi boca se hacía agua
buscando el momento de hincarle el diente a tamaño aperitivos.
Miré el reloj, vertí agua sobre el té negro, preparé las tazas y lo llevé a la mesa, cerca de la
parte posterior, en la trastienda, donde la estufa semejaba un pequeño incendio que alejaba el frío de
octubre de este sombrío día.
Aunque era reacia a perder negocio o romper la rutina, había cerrado la tienda antes de
tiempo, ya que tenía que realizar esta reunión en un momento en que sabía que mi empleador era
poco probable que se mostrase.
Había tenido una importante llamada de atención anoche, cuando había visto a Jericó
Barrons atravesando el Espejo. Había huido por las escaleras más rápido de lo que se tarda en un
salto Fae, bloqueado mi puerta y levantado barricadas, con el corazón golpeteando tan rápido que
había pensado que saldría disparado por la parte posterior de mi cráneo.
Ya era bastante malo tener una Reliquia Unseelie en la tienda, oculta de mí, y con un uso
regular, probablemente, teniendo en cuenta que estaba en su estudio, pero... la mujer... ¡Dios, la
mujer!
¿Por qué estaba Barrons con su cuerpo cubierto de sangre, con sus manos cubiertas de
sangre? La lógica gritó: Bueno... ¿Porque la había matado él? Pero, ¿por qué? ¿Quién era la mujer?
¿donde la había encontrado? ¿Por qué había salido del Espejo? ¿Qué había dentro de ese Espejo?
Lo había examinado esta mañana, pero había sido, una vez más, un plano e impenetrable cristal y
sea cual fuere lo que había en su interior, eso solo lo sabía Barrons.
¡Y la mirada en su cara! Era el aspecto de un hombre que había hecho algo, que si bien no
había encontrado placer, si algún tipo de comodidad. En su rostro había... seguro... sombría
satisfacción.
Jericó Barrons no era un hombre del que fuese fácil enamorarse (si no teníamos en cuenta su
salvaje cuerpo, por supuesto). Fiona, la mujer que dirigía la librería antes que yo, había estado tan
ciegamente enamorada de él, que había intentado matarme para dejar libre su camino. Barrons era
poderoso, deprimentemente guapo, insanamente rico, terriblemente inteligente y de exquisito gusto,
por no hablar de un cuerpo duro que emitía, de manera constante, algún tipo de energía de baja
intensidad. En síntesis: de la misma pasta que los héroes...
...O los asesinos psicópatas.
Si hay una cosa que he aprendido en Dublín, es que hay una línea muy fina entre las dos
opciones.
Yo no estaba idealizándolo: sabía que era despiadado, lo había sabido desde el día que le
conocí y le había visto mirándome, a través de la librería con esos ojos ancianos y fríos. Barrons
hace, exactamente, y, sólo aquello que sirve mejor a Barrons. Por un tiempo. Mantenerme viva me
sirve en el mejor de los casos. Por un tiempo... Pero, un día, tal vez no. ¡Por todos los...! ¿Por-qué-
tenía-un-Espejo-plateado-Unseelie-en-su-estudio? ¿Dónde-se-fue-en-él? ¿Qué-hizo?... Además de
llevar encima una mujer muerta...
Las Sombras-demonios del espejo se había comportado igual que las Sombras en la Zona
Oscura cuando él había caminado a través de ella: cediéndole el paso, dándole todo el espacio. El
Señor Maestro mismo, recientemente, le había mirado y se había alejado.
¿Quién era Jericó Barrons? ¿Qué era Jericó Barrons? Las posibilidades, en mi opinión,
eran cada una peor que la anterior.
Yo no tenía manera de saber lo que era, pero sabía lo que no era. Él no era alguien al que
contar lo que había descubierto del Sinsar Dubh anoche. ¿Él mantenía secretos? Estupendo. Yo iba
a mantener los míos.
No tenía ningún deseo de ser la responsable de poner a Jericó Barrons y al Libro Oscuro en
el mismo lugar... y juntos. Él había cruzado a través de una Reliquia Unseelie en un santo y había
ido de caza. Bien, ¿podría tener algún tipo de marca Unseelie? ¿Tal vez uno de esos finos y
transparentes que podían deslizarse dentro de la piel y poseerlos, que yo he llamado Grippers?
¿Sería posible que le hubiesen poseído?
Examiné la idea una vez más, pero, rápidamente, la descarté. Ahora, tenía que admitir que
no tenía ninguna base para rechazarla, quizá otros... Bien... Mi idealización de él, me repetía, a mí
misma, que Jericó Barrons era demasiado duro para ser poseído por nadie ni por nada. ¿Quién era
yo para decir si era cierto? Había visto un Gripper poseyendo directamente a una joven en el barrio
del Temple Bar no hace mucho tiempo. El momento en que había entrado en ella, yo ya no había
sido capaz de sentir al Unseelie dentro de ella. Ella había pasado como humana para mis sentidos
sidhe-seer.
¿Y si era así, en secreto, como trabajaban las fuerzas de la oscuridad, como el Señor Maestro
había dirigido la seducción de mi hermana en la búsqueda del Libro? Podría explicar prácticamente
todo acerca de él: su inhumana fuerza, su conocimiento de los Fae, su familiaridad con y la
propiedad de uno de los Espejos Oscuros, las Sombras que le evitaban, el Señor Maestro que no le
enfrentaba... después de todo, podrían estar en el mismo lado.
Exhalé un frustrado aliento.

La única vez que me sentí, como nunca, que podría cuidar de mí misma, desde que vine a
Dublín, fue la noche que Mallucé casi me mata y tuve que comer Unseelie para sobrevivir.
Repugnante como era, la carne Fae otorga un grado de poder Fae a la persona que la come; me hizo
superfuerte, sanó mis heridas mortales, aunque, supuestamente, concediéndome un cierto poder en
las artes oscuras. Me sentí como que, finalmente, tenía un triunfo esa noche y que no necesitaba a
nadie más para protegerme; había sido capaz de patear el culo tanto como todos los otros grandes
malos a mi alrededor. Mi lucha con Mallucé había sido de igual a igual; había sido casi tan letal
como el propio Barrons, tal vez tan mortal, no sólo como una buena aprendiz. Finalmente me sentí
como una fuerza a tener en cuenta, alguien capaz de exigir respuestas, de hacer valer mi peso, sin el
constante temor de hacerme daño o morir.
Había sido emocionante, liberador, pero no podía comer Unseelie todos los días, tenía
demasiadas desventajas. No sólo cancelaba temporalmente todos mis poderes sidhe-seer y me hacía
vulnerable a mi propia Lanza (la Reliquia mata todo lo Fae, incluso si uno sólo se los come, lo
había aprendido gracias a Mallucé, viendo su putrefacción), pero había visto, la semana pasada, que
comer Unseelie era adictivo y una única comida era suficiente para que comenzase la adicción.
Mallucé no había sido débil. El atractivo del poder Fae era fuerte... Por la noche, había soñando con
trozos de carne de Rhino-Boy... masticar... tragar... la increíble sensación de su oscura vida entrando
en mi cuerpo... electrizando mi sangre... Cambiándome... haciéndome invencible de nuevo...
Salí de mi ensoñación para encontrar un sandwich fino encaramado en mi boca. Un poco de
harina de pan de la panadería estaba en mi labio.
Empujé de nuevo el sándwich en la bandeja, llevé los bocadillos a la mesa y organicé la
merienda, servilletas de papel floreado y platos que había recogido en mi camino de regreso de la
pastelería.
La gentil Mac sureña se sentía avergonzada por la falta de porcelana y plata. La Portadora-
de-la-Lanza-Mac solo se preocupaba de que los restos de los alimentos nunca debían ser
desperdiciados... las personas se mueren de hambre en los países del tercer mundo.
Miré mi reloj. Si Jayne era un hombre puntual, tenía que estar aquí en tres minutos y quería
poner en marcha mi plan. Era arriesgado pero necesario.
Ayer por la noche, entre pesadillas en las que perseguía el Libro y en cada vez que estaba
cerca de él (del ser, no de la bestia) pero la hazaña de Barrons me había hecho permanecer
despierta, clasificando y descartando ideas, hasta que una me había golpeado de tal forma que
incluso me impresionó por su habilidad: la clave para encontrar el Sinsar Dubh era seguir los
crímenes más atroces; en todo caso en que Reinase el caos y la brutalidad, sería encontrado. En
primer lugar, pensé en tratar de conseguir una radio de la policía, pero la logística de un robo y la
necesidad continua de las 24 / 7, me habían derrotado.
Lo que yo necesitaba, me di cuenta, ya lo tenía: el Inspector Jayne.

Mamá siempre me dijo que no pusiese todos mis huevos en una misma cesta y eso era,
exactamente, lo que yo había estado haciendo con Barrons. ¿Necesitaba alguien para mi plan?
Nadie. Lo que necesitaba era diversificar.
Si pudiera persuadir a un miembro de la policía de llamarme cada vez que recibiese un
informe del tipo de delito que se ajustase a mis parámetros, podría obtener una información
instantánea, sin estar atada a una emisora de radio; podría precipitarme a la escena del crimen, con
la esperanza de que el Libro estuviese todavía lo suficientemente cerca para que pudiese sentirlo y
utilizar mis sentidos sidhe-seer para seguirlo. La mayoría de las veces sería, probablemente,
infructuosa, pero con el tiempo, estaba obligada a tener suerte, por lo menos una vez.
Jayne iba a ser mi informante. Uno podría preguntarse cómo había previsto alcanzar este
monumental giro en la costumbres de relación entre policía i civil, y, esa era la parte más brillante
de mi simple plan.
Por supuesto, no tenía ni idea de qué hacer si realmente lograba localizar el Sinsar Dubh. No
podía ni siquiera acercarme a él, y si lo conseguía de alguna manera, ya había visto lo que le sucedía
a las personas que lo habían tocado. Sin embargo, tenía que encontrarlo. Es una de esas cosas
programadas en todos mis genes, como mi miedo innato a los Cazadores, las reacciones viscerales a
las Reliquias y la constante necesidad de alertar a las personas acerca de los Fae, aunque sabía que
nunca se lo creerían.
Hoy, necesitaba ser creída. Jayne quería saber lo que estaba pasando.
Hoy, se lo mostraría.
La voz de mi conciencia protestó un poco. La ignoré: ella no iba a mantenerme viva.

Miré la bandeja. Mi boca babeaba. Esos no eran simples bocadillos de huevo, atún, ensalada
de pollo, sino escrupulosas obras de arte por las que había trabajado duro y que ahora me moría por
comer. Soñaba con comer. Hambrienta de una forma que yo nunca imaginé para la alimentación
humana... Esas delicias de Unseelie en sandwiches.
Jayne estaba a punto de conseguir una gran, enorme “apertura de miras” para observar su
ciudad. Si dejaba de ser un manojo de nervios...
El inspector se comió sólo dos de mis diminutos bocadillos: el primero porque no podía
esperar un regusto tan horrible, y el segundo, creo, porque él creyó, sin duda, que el primero debía
haber sido un error.
En el momento en que se tragó el segundo, alejó la bandeja con el resto de los sandwiches y
no había ninguna posibilidad de hacer que se comiera un tercero. Yo no estaba segura de cuánto
tiempo durarían los efectos de una cantidad tan pequeña de Unseelie, pero pensé que tendría uno o
dos días al menos. No le había dicho nada de la superfuerza, características o capacidad
regenerativa del arte oscuro de devorar Unseelie. Sólo sabía que él era lo suficientemente fuerte
como para aplastarme con un solo golpe.
Mi mano temblaba cuando me obligué a mí misma a vaciar el resto de las rechazadas
delicias en la taza del Walter, dejando solo dos a un lado para caso de emergencia. A mitad de
camino de la puerta me he dado cuenta de mi propia mentira y he vuelto para tirarlos también. Me
he visto a mi misma, en el espejo, intentado negar lo que tanto quería: la felicidad de la superfuerza,
la seguridad frente a mis innumerables enemigos que caminan por las calles de Dublín, por no
mencionar que soy capaz de enfrentarme con el mismísimo Barrons. Me aferró al borde de la taza
del Walter viendo los trozos de la carne envueltos en la turbulencia del agua de la cisterna, hasta
que desaparecen.

Estuvimos en las afueras del distrito de Temple Bar y yo estaba agotada.


Había estado con Jayne durante siete largas horas, y no me gustaba más ahora, de lo que me
gustaba antes de que lo alimentase con carne Unseelie y le obligase a ver lo que estaba sucediendo
en su mundo.
A él no es que yo le pareciese mucho mejor. Bueno. De hecho, estaba bastante segura de que
iba a odiarme el resto de su vida por aquello a lo que yo le había hecho enfrentarse esta noche.
Insistió en que le había drogado, poco después de comenzar nuestro pequeño tour
monstruoso. Creía que le había dado alucinógenos y me iba a detener por tráfico de estupefacientes;
iba a echarme de Irlanda y enviarme a una cárcel de mi país.
Ambos sabíamos que no.
Le he guiado durante horas por Dublín, mostrándole lo que se encontraba en los bares, en las
cabinas de los conductores, en el funcionamiento de los stands de proveedores, para poder obtener
lo que necesitaba de él. Tenía que avisarle, continuamente, sobre la manera correcta de actuar, cómo
se permanece desapercibido, sin traicionarnos, a menos que él quisiese acabar tan muerto como
O'Duffy.
Independientemente de lo que pudiese pensar de mis métodos de manipulación, el Inspector
Jayne era un buen policía, con los instintos despiertos, tanto si le gustaba lo que le estaba diciendo
como si no. Aunque él había insistido en que nada era real, no obstante, había empleado el sigilo
adquirido en veintidós años de procedimiento de investigación. Había observado al Ser-De-Muchas-
Bocas, triste y con los ojos húmedos y las monstruosas gárgolas de alas de cuero y sus enloquecidas
masas de extremidades deformadas y rezumantes, con la perfecta impasibilidad del incrédulo.
Había escapado, por fin, de él, hacía solo unos minutos.

Había necesitado anular y apuñalar, rápidamente, tres Rhino-boys en el oscuro callejón para
poder utilizarlo como salida.
Jayne estaba allí, mirando hacia abajo, hacia sus órganos grisáceos, mandíbulas y dientes,
los ojos saltones y la piel de elefante, las heridas abiertas, revelando la carne rosada de mármol gris
con pus llenando los quistes.
- ¿Usted me alimentó con eso? - dijo finalmente.
Me encogí de hombros
- Era la única manera que tenía de mostrarle lo que usted necesitaba ver.
- ¿La carne de esas... cosas... se encontraban en esos pequeños sandwiches? - dijo con voz
chillona mientras palidecía.
- Uh-huh.
Él me miró, su nuez de Adán convulsionando y por un momento pensé que iba a vomitar,
pero luego se controló.
- Señorita, usted está jodidamente enferma.
- Vamos. Hay una cosa más que quiero que vea - le dije.
- He visto suficiente.
- No, no lo ha hecho. Aún no.
Me había guardado lo peor para el final.
Llegué al fin de nuestro recorrido turístico en el borde de una nueva Zona Oscura en el lado
norte del río Liffey, que había sido clínicamente planeado, por lo que pondría más tinta en los
parámetros del mapa que había clavado en la pared de mi dormitorio.
- ¿Recuerda esos lugares que usted no pudo encontrar en los mapas? - le dije - ¿La zona
próxima a la librería? ¿Los que O'Duffy descubrió? Esto es lo que son.
Le señalé con mi mano la calle.
Jayne dio un paso hacia la oscuridad y le grité.
- ¡No salga de la luz!
El se detuvo debajo de la farola y se recostó en ella. Vi su cara cuando miraba a las Sombras
serpenteando hambrientas el borde de la oscuridad.
- ¿Y usted espera que crea que estas Sombras se comen a alguien? - dijo herméticamente.
- Si no me cree, vaya a casa, traiga a uno de sus hijos y envíeles a ver qué pasa.
No me sentía tan fría y despiadada como sonaba cuando lo dije, pero tenía que obtener algo
de él y, para ello, necesitaba golpearle donde vivía, situando la amenaza tan cerca de casa como
pudiese.
- ¡No mencione nunca a mis hijos otra vez! - gritó girándose - ¿Me oye? ¡Nunca!
- Cuando este -efecto- desaparezca - le señalé - ya no sabrá dónde están las Zonas Oscuras,
sus niños podrían caminar a la escuela a través de una y nunca volver a casa. ¿Va a ir en su busca?
¿Sabe siquiera dónde buscar? ¿Va a morir en el intento?
- ¿Me está amenazando? - sus grandes manos se dirigieron hacia mí.
Le tenía en mi terreno.
- No, ni le estoy ofreciéndole ayuda, estoy ofreciéndole un trato. Es un toma y daca; mañana
usted no será capaz de ver nada de esto, no sabrá que peligro amenaza a su familia y a todos los
demás a su alrededor. No puedo mantenerle informado. Le puedo decir que zonas de la ciudad son
oscuras, donde la mayoría de los Unseelie hacen sus “colectas” y la mejor forma de mantener a su
esposa y a sus niños a salvo. Si se pone muy mal, puedo decirle cuando debe salir de la ciudad y
donde puede ir. Todo lo que quiero a cambio es un poco de información. No es como pedirle que
me ayude a cometer delitos, estoy pidiéndole que me ayude a tratar de prevenirlos. Estamos en el
mismo lado, Inspector. Hasta esta noche, simplemente no sabía lo que había en el otro lado. Ahora
lo sabe. Ayúdeme a detener lo que está sucediendo en esta ciudad.
- Esto es una locura.
- Locura o no, es real.
Yo sabía que era difícil de aceptar, demasiado. El puente que conecta el cuerdo a este mundo
oscuro infestado de Fae, de Dublín, a mi me llevó muchos pasos vacilantes cruzarlo.
- Por eso mataron O'Duffy. ¿Va a dejarse matar?
Esperaba fuera y no dijo nada. En ese momento, supe que había ganado. Yo sabía que me
llamaría la próxima vez hubiese un crimen, odiándose cada minuto, diciéndose a sí mismo que era
una locura, pero haría la llamada y eso era todo lo que necesitaba.
Jayne bajó en la estación de policía de Pearse Street, asegurándose de perderme de vista a la
mayor brevedad. Cuando nos separamos vi la misma expresión en sus ojos que a veces he visto en
los míos.
Sentí lástima por él.
Pero yo necesitaba a alguien en el interior de la Policía y ahora lo tenía.
Además, si yo no le hubiese abierto los ojos esta noche y le hubiese obligado a ver lo que
estaba pasando, habría terminado muerto en cuestión de días. Había estado husmeando demasiado.
Habría visto un coche abandonado, manchado, a la vuelta de un callejón o caminado por una Zona
Oscura por la noche o preguntado por el degüello de O'Duffy, haciendo que el suyo fuese el
próximo.
Habría sido un hombre muerto andante. Ahora, al menos, tenía una oportunidad.

Capítulo Tres
“Moriría por él.
No hay nada más que decir.
Podría dar hasta el último aliento de mi cuerpo y la última esperanza de mi corazón para
mantenerlo con vida. Cuando pensé que estaba loca, él vino a mí y dio sentido a todo. Él me ayudó
a comprender lo que estaba ocurriendo, me mostró la forma de cazar y la de esconderme. Él me
enseñó que hay mentiras necesarias. He estado aprendiendo mucho acerca de esto en los últimos
tiempos. Cada vez que Mac me llama, adquiero más práctica. Moriría por ella también.
Él me hizo verme de otra manera. Él me permite ser la mujer que siempre quise ser. No la
hija perfecta y la honorable estudiante que se siente como si tuviera que hacer todas las cosas bien,
como si tuviera que hacer siempre que mamá y papá estén orgullosos o sea siempre la perfecta
hermana mayor, que siempre trata de establecer un ejemplo brillante para Mac y mantener las
narices y las lenguas de nuestros vecinos alejadas de nuestros caminos.
¡Odio mi pequeña ciudad atestada! Siempre quise ser más... como Mac. Ella no hace nada
que no quiera hacer. Cuando la gente la llama perezosa y egoísta, a ella no le importa, ella es feliz.
¿Me pregunto si ella sabe lo orgullosa que estoy de eso?
Pero las cosas son diferentes ahora.
Aquí, en Dublín, con él, puede ser cualquier persona que quiera ser; ya no estoy atrapada
en un pequeño pueblo del sur, obligados a ser una buena chica. ¡Soy libre!
Él me llama su Reina de la Noche; me muestra las maravillas de esta increíble ciudad; me
alienta a encontrar mi propio camino, y a elegir lo que creo que es correcto o equivocado.
¡Y el sexo, Dios, el sexo! Nunca supe lo que era el sexo hasta que llegó él! No es música
suave y velas, ni una elección o una acción deliberada. Es tan involuntario como respirar e
igualmente imposible que dejar de hacerlo. ¡Es un golpe contra un muro en un callejón oscuro o de
una mesa sobre mi espalda fría porque no puedo estar un segundo más sin él. Está en mis manos y
rodillas, en la sequedad de mi boca, en el corazón golpeteando en mi garganta... esperando el
momento en que me toque y me sienta viva de nuevo. Es castigo y purificación, terciopelo y
violencia y hace que todo lo demás se difumine, hasta que nada más importa, solo tenerlo dentro...
y me quiero morir, no sólo por él, también mataría para él.
Como hice esta noche.
Y cuando le vi por la mañana...
... Le odiaba.”

Oh, ya odiaba al asesino de mi hermana antes, pero ahora le odiaba aún más.
Aquí, entre mis pálidos nudillos, tenía la prueba de que el Señor Maestro había utilizado sus
poderes oscuros con Alina, la había convertido en alguien que no era antes de su muerte: unas
páginas arrancadas de su diario, escrito en la bella y suavemente inclinada caligrafía que había
comenzado a perfeccionar antes de que yo ni siquiera aprendiese a leer.
No podía haber sido más evidente, en la parte final de la página, que le había lavado el
cerebro a Alina, lo que él quería hacerme a mí con La Voz la otra noche en las cuevas debajo del
Burren, cuando él me había exigido que le diese el amuleto y yo iba hacia él, cuando había sido
incapaz de resistirme o negárselo. Con el poder de unas pocas y simples palabras, me había
convertido en un autómata sin sentido. Si no hubiera sido por Barrons, me habría ido tras él,
esclavizada. Sin embargo, Barrons, también era experto en el poder de La Voz de los Druidas y me
había liberado del hechizo.
Sabía que mi hermana había sido feliz en Ashford. Ella había querido ser la persona que
era: brillante, con éxito, y divertida, idolatrada por mí y por la mayoría de los demás, un rostro
sonriente en el periódico por alguna mención honorífica por algo que había hecho.
“Él me llama su Reina de la Noche“.

- ¡Reina de la Noche, mi petunia!


Mi hermana nunca había querido ser Reina de nada, pero si hubiera querido, sin duda no
habría sido de la noche, hubiera sido de algo festivo, como la Fiesta anual de la Calabaza de
Ashford o el Desfile de los Melocotones. Ella habría usado una cinta de color naranja brillante y una
diadema de plata y habría salido en la primera página del periódico de Ashford al día siguiente.

“Siempre quise ser más como Mac“.

¡Ella nunca dijo que desease ser como yo!

“Cuando la gente la llama perezosa y egoísta, a ella no le importa“.


¿Decía la gente eso de mí? ¿estaba entonces sorda o era simplemente demasiado tonta para
darme cuenta?
Y lo que había escrito sobre el sexo... definitivamente no era mi hermana. A Alina no le
gustaba el estilo perrito. Ella lo había considerado denigrante. “A cuatro patas, nena“. “Sí, claro“,
diría ella y se echaría a reír. “Hasta otra“.
- Mira, tú no eres Alina - le dije a la página.

¿Quién había matado a mi hermana la noche en que ella había escrito esta entrada? ¿Un
monstruo? ¿O el Señor Maestro le había lavado el cerebro a un buen chico para que la matase por
él? ¿A quién había visto ella al día siguiente? ¿Había ido para matarla? ¿Eran humanos los asesinos
o eran Fae? Si eran FAE, ¿cómo habría podido ella matarlos? Yo tenía la Lanza; Dani, un
mensajero de Correos Urgentes, Inc, el falso frente de la organización de sidhe-seer a cargo de la
Gran Maestra Rowena, tenía la Espada y éstas eran las dos únicas armas, que yo supiese, que podían
matar a un Fae. ¿Alina había descubierto alguna otra arma desconocida? De todas las páginas de su
diario, ¿por qué alguien me había enviado esta página?
Y lo que era más importante y preocupante de todo: ¿Quién me la había enviado? ¿Quién
tenía el diario de mi hermana? V'lane, Barrons y Rowena, todos negaron haberla conocido. ¿Podría
ser el mismísimo Señor Maestro quien me la había enviado, pensando tal vez, en su arrogancia
retorcida, que me haría encontrarlo tan atractivo como mi hermana le encontraba?
Como de costumbre, iba a la deriva en un mar de preguntas y respuestas sin bote
salvavidas; estaba en inminente peligro de ahogarme.
Recogí el sobre y lo estudié. Claro, de vitela de color blanco, pesado y de buen gusto. No
me dijo nada. La dirección, claramente mecanografiada en un tipo de letra genérico, podría haber
llegado de cualquier impresora láser o de inyección de tinta en cualquier lugar del mundo.

MacKayla Lane c / o Barrons Libros y Adornos

No había remitente. La única pista que ofrecía era un matasellos de Dublín, con fecha de
ayer, y que no sugería nada en absoluto.
Olí mi café, pensando. Había llegado de madrugada, desvestido y corrido hacia mi
dormitorio, situado en la planta superior de la tienda, dejando olvidados los nuevos periódicos y
revistas mensuales, pero me había detenido en la pila de correo apilada sobre el mostrador. Tres
sobres debajo, me encontré el sobre que contenía la página del diario de Alina. La pila de correo
oscilando, la revistas aún en la caja.
Cerré los ojos me los froté. Había buscado el diario de mi hermana, desesperada por
encontrarlo antes de que alguien más lo hiciese, pero ya era demasiado tarde. Alguien había llegado
a él antes que yo, alguien la había privado de sus íntimos pensamientos y tenía a su disposición
todos los conocimientos que había adquirido desde que había llegado a las costas de la Irlanda
infestada de Fae.
¿Qué otros secretos contenía su diario, además de la poco halagüeña visión sobre mí? ¿Ella
había escrito sobre la ubicación de cualquiera de las reliquias? ¿Alguien más sabía acerca del Sinsar
Dubh y de la forma en que se movía? ¿Estábamos yo y mi enemigo anónimo con la esperanza de
encontrar la pista de la misma manera?
El móvil comenzó a sonar, un número local. Lo ignoré. Todas las personas que me
importaban estaban en la agenda de mi teléfono. Veía la escritura de Alina, escuchaba sus palabras
pronunciadas en voz alta en mi mente, como si lo viese; me ha dejado una sensación muy cruda. No
estoy con el estado de ánimo adecuado como para hablar de libros con un cliente.
El teléfono dejó de sonar, pero después de un período de tres segundos de pausa, comenzó
de nuevo.
La tercera vez que sonó, lo cogí.
Era Christian MacKeltar, preguntando lo que me había sucedido la otra noche, y por qué no
había devuelto ninguna de sus llamadas. Yo no podría decirle que fue porque estaba un pelín
ocupada, tirada de rodillas en la calle por mi reacción ante El Libro, ni viendo a mi asesino
empleador con un cadáver en sus brazos, ni convidando a un adictivo y caníbal té a un detective de
homicidios con el fin de convertirlo en mi informante para, a continuación, llevarle de tour por la
ciudad, obligándole a ver monstruos, y que, ahora, leía sobre la manera en que mi hermana había
querido tener relaciones sexuales con el monstruo responsable de que el resto de los monstruos
pasasen a través de nuestro mundo.
No, yo estaba bastante segura de que todo ello solo serviría para enloquecer a un hombre
que esperaba, pudiese ser una valiosa fuente de información.
Por lo tanto, le ofrecí un colorido ramillete de mentiras y fijé una nueva cita con él para
esta noche.

Hasta el momento en que salí a ver a Christian, Barrons todavía no había hecho acto de
presencia y me alegraba; no estaba preparada para hacerle frente todavía.
Según he salido de la librería, he escaneado la Zona Oscura. Tres Sombras en el borde de la
luz, el resto arrastrándose en la umbría. Nada había cambiado. Eran presas de la oscuridad aún.
Me volví rápidamente a mi izquierda y avancé por el Trinity College, donde Christian
trabajaba en el Departamento de lenguas antiguas. Me reuní con él hacía varias semanas, cuando
Barrons me había enviado a recoger un encargo de la mujer que dirigía el departamento. Ella no
había estado allí, pero si Christian. Luego nos habíamos visto una segunda vez, hacía una semana,
en un pub, donde me había sorprendido diciéndole que le habría gustado conocer a mi hermana, y
que, incluso sabía lo que ella y yo éramos. Nuestra conversación se había visto interrumpida
bruscamente por una llamada de Barrons, para advertirme que los Cazadores estaban en la ciudad y
decirme que volviese a la Librería. Había planeado llamar a Christian al día siguiente y descubrir
que más sabía, pero en mi camino a casa, había sido acorralada por los cazadores y secuestrada por
Mallucé y, obviamente, tenía mis manos demasiado ocupadas luchando por mi vida. Entonces, la
otra noche, la aparición debilitante del Sinsar Dubh nos había impedido la reunión de nuevo y
estaba ansiosa de averiguar lo que sabía.
Alejé mis rizos de la frente y me ahuequé el pelo con los dedos. Me había gustado vestirme
de nuevo esta noche, poniéndome un brillante pañuelo para recoger mi pelo y dejar que sus colores
brillantes cayeran sobre mi hombro, reposando suavemente sobre la abertura de mis senos. Yo no
era nada si, por lo menos, dos veces a la semana, no llevaba brillante y bonita ropa. Me temo que, si
no, más me valdría olvidarme de quien era. Así podría olvidarme de cómo me sentía en realidad:
como un gángster, con armas mortales, cabreado, resentido y hambrientos de venganza perra. La
chica con largo cabello rubio, perfecto maquillaje y uñas de escándalo, podía ser una imagen del
pasado, pero aún quería estar bonita. Mi fular color Noche de Arabia, aleteaba alrededor de mi
cabello y de mi cara, complementando mis ojos verdes y mi piel clara. El lápiz labial de color rojo
oscuro me hacía parecer mayor, más sexy que los que había usado hasta ahora.
Había elegido para esta noche ropa que abrazase mis curvas y mostrase mis mejores
atributos; llevaba una falda crema, con un ajustado jersey amarillo en honor a Alina (debajo de un
corto, elegante y crema impermeable que ocultaba ocho linternas, dos cuchillos y una Lanza),
tacones altos y perlas. Papá siempre decía que el día en que nos había recogido de la agencia de
adopción, Alina se había vestido como un rayo de sol, y yo había sido un arco iris.

Alina.

Su ausencia en mi vida era tan dolorosa que se parecía una presencia. El dolor, todavía, me
mantenía despierta toda la noche, me acompañaba en la tienda durante todo el día y se arrastraba a
la cama conmigo en la noche.
Dublín era un recordatorio constante de ella, aquí, en cada calle, en la cara de todos los
jóvenes universitarios que no tenían idea de lo que estaba caminando junto a ellos, haciéndose pasar
por humanos. Ella se ríe en los pubs y más tarde muere en la oscuridad.
Ella representa toda la gente que no puedo salvar.

Dejé atrás la “zona de marcha” de las calles del Temple Bar y me dirigí directamente a la
universidad. Anoche, mientras atravesaba la gran zona turística, el conductor se jactó de los más de
seiscientos pubs que había, pero esta noche yo no estaba de ánimo más que para recordar que sólo
había conocido dos armas que pudiesen matar Fae y cientos, si no miles, de Unseelie en de la
ciudad. Mi encuentro con el Sinsar Dubh me había afectado mucho. La gran maldad de la cosa
había servido como un sombrío recordatorio de que, a pesar de que podría haber triunfado
recientemente en una contra-toda-esperanza-de-éxito situación y había salido de ella más fuerte, era
aún peor lo que me esperaba.
Cuando llegué a la oficina que aloja el personal del Departamento de lenguas antiguas,
Christian se reunió conmigo en la puerta, con sus jóvenes, calientes y fibrosas caderas en unos
vaqueros ajustados, botas resistentes y un suéter, su largo y oscuro cabello retirado atrás, sobre su
nuca con una correa de cuero. Él me dirigió una mirada cargada de aprecio y me alegré de haber
tenido tanto cuidado con mi apariencia. A una mujer le gusta saber que sus esfuerzos están dando
sus frutos.
Él tomó mi brazo y sugirió ir a algún otro sitio.
- Se está discutiendo el presupuesto - me advirtió con una profunda y ronca voz,
colgándose su mochila de lona de su musculoso hombro.
- ¿No es necesario que te quedes?
- No. Sólo los contratados a tiempo completo tienen que sufrir las reuniones. Yo tengo uno
a tiempo parcial - indicó con una sonrisa demoledora que me hizo enderezarme.
Christian es el tipo de guapo que te afecta a la cabeza: te hace querer robar una segunda y
una tercera miradas de él, de ese punto de sombra justo en una mandíbula fuerte, de sus amplios
hombros, de su impecable piel oscura y de sus sobrecogedores ojos, los ojos de un tigre. Había una
fácil gracia en su cuerpo que indicaba que no desaparecería ni aún con el paso de los años
-Además, no es un lugar cómodo para hablar y tenemos mucho que hablar, muchacha.
Yo entendí que finalmente alguien me iba a decir algo útil acerca de mi hermana. Él me
llevó a un estudio-habitación sin ventanas, lejos, en una zona de máquinas expendedoras en los casi
desiertos sótanos del edificio. Estamos sentados en sillas plegables de metal, bajo el zumbido de las
lámparas fluorescentes, donde me podría imaginar a Alina sentada, estudiado, una hora o dos. No
perdí tiempo preguntando a Christian como había conocido a mi hermana. Me preguntaba si él
había sido uno de los muchachos con los que ella se había citado cuando llegó, al principio, antes de
que le hubiera lavado el cerebro el Señor Maestro. Yo lo hubiera hecho. En otra vida. En una
normal.
- Ella llegó a la ALD (N.de T. Departamento de lenguas antiguas), buscando a alguien para traducir
una página de texto.
- ¿Qué tipo de texto? - dije, pensando instantáneamente en el Sinsar Dubh.
- Nadie podía traducirlo. Mis tíos no pudieron, desde luego
Asumí que sus tíos eran lingüistas y así se lo dije. Él sonrió ligeramente, como divertido
por la observación
- Son historiadores, anticuarios, con conocimiento de las antigüedades y esas cosas. Nunca
he tropezado con ningún texto que no pudieran traducir
- ¿Alguna vez averiguasteis de qué se trataba?
- Mi turno, Mac. Tengo algunas preguntas de mi propia cosecha. ¿Qué te pasó la otra
noche? ¿Por qué gritaste?
- Te lo dije. Mi padre llamó y tuvimos que hablar de mamá y de cómo cada vez está peor y
por que pierdo el tiempo... Luego, cuando dejé teléfono, algo que comí para cenar, me cayó mal y
me sentí tan enferma que me fui a la cama
- Buen intento - dijo burlón - Ahora dime
- Lo acabo de hacer
- No. Estás mintiendo. Lo oigo en tu voz.
- No se puede saber si miento por mi voz - me burlé - Mi lenguaje corporal podría decirte
una cosa o dos, pero...
- Sí, si que puedo - me cortó con un nuevo atisbo amargo de su matadora sonrisa -
Literalmente. Si es mentira, yo lo escucho asó. Y desearía que no fuese así, no tienes ni idea de las
personas que se encuentran a menudo. Todos se pasan su jodido tiempo mintiendo, incluso sobre
cosas estúpidas de las que no tiene sentido tomarse la molestia de mentir. Habrá verdad entre
nosotros, Mac, o nada en absoluto. Es tu elección. Sin embargo, no te molestes en tratar de
engañarme. No se puede.
Empecé a pensar en mi abrigo, en el arsenal que llevaba escondido en él y reflexioné
seriamente; me reacomodé en mi silla y crucé las piernas, balanceando el pie de arriba; le busqué
con la mirada. ¡Dios, estaba realmente serio!
- ¿Sabes realmente cuando las personas están mintiendo?
Él asintió.
- ¿Puedes demostrarlo.
- ¿Tienes novio?
- No
- ¿Hay algún hombre que te interese?
- No
- Estás mintiendo.
Me puse rígida
- No lo hay
- Sí, si lo hay. Puede no ser tu novio, pero hay alguien que te interesa lo suficiente para que
estés pensando acerca de tener relaciones sexuales con él.
Tragué saliva
- No lo estoy pensando y tú no puedes saber eso.
Él se encogió de hombros
- Lo siento, Mac, escucho la verdad, incluso cuando la persona no quiere ni admitírselo a sí
misma – levantó una oscura ceja -¿Supongo que no podría ser yo?
Me ruboricé. Acababa de hacerlo. Nosotros. Desnudos. ¡Wow! Yo era una mujer
perfectamente saludable, y él era un hombre hermoso.
- No - dije avergonzada.
Él se rió, sus ojos de oro brillando.
- Mentira. Una gran y gloriosa mentira, cosa que me encanta. ¿He dicho que soy un gran
creyente de que un hombre debe cumplir todas las fantasías de una mujer?
Bajé los ojos.
- Yo no lo estaba pensando antes de que lo dijeses, pusiste la idea en mi cabeza y entonces
desapareció lo que yo estaba pensando -Y eso me preocupaba, porque podía pensar en sólo otras dos
personas (y conste que estaba usando ese término vagamente acerca de esos dos), con los que podría
haber tenido el pensamiento de tener relaciones sexuales, antes de que él me hubiera hecho pensar
en tener relaciones sexuales con él y ambas opciones eran terribles. - Esto no prueba nada.
- Supongo que tendrás que tener fe en mí entonces, hasta que me conozcas. Aprovecha la fe.
Yo no te pido que me demuestres que puedes ver a los Fae.
- La gente piensa acerca de tener relaciones sexuales todo el tiempo – dije irritada - ¿Eres
consciente de cada vez que alguien está pensando en él y en cómo?
- ¡Benditos sean los santos!¡No! De lo contrario no podría hacer nada. La mayoría de las
veces es sólo una música de fondo, ya sabes, el sexo-sexo-sexo-encontrar-rápido-más-perfecto,
jugando en mi cabeza, con un fácil y sensual ritmo, pero, a veces, alguien como tú se acerca y se
enrosca en mi cerebro como la canción de Nine Inch Nails que mi tío le toca todo el tiempo a su
esposa. - gimió - Cuando hace eso, salgo del castillo y me voy a algún otro sitio.
- Su tío escucha a Trent Reznor? - salté - ¿Vives en un castillo?- Y yo que creía que era rara.
- Grande, con muchas corrientes de aire. No es tan impresionante como suena. Y no todos
mis tíos son tan refrescantes como Dageus. Los hombres querrían ser él. Las mujeres le adoran. Es
irritante, en realidad. Nunca puedo presentarle mis amigas.
Si se parecía en algo a Christian, podía entender el por qué.
- El caso es, Mac, que no puedes mentirme, porque lo voy a saber... Y no voy a dejarlo pasar.
Sopesé su declaración. Yo sabía lo que era como para ser capaz de hacer algo que otros
consideraban imposible. Decidí llevarlo a su valor nominal, y ver qué ha sido así. El tiempo dirá.
- Por tanto, ¿es un regalo de nacimiento, como el mío, el de ser sidhe-seer?
- No creo ser una sidhe-seer sea un regalo. Tampoco lo es mi... pequeño problema, y sí, es un legado
de mis padres, yo diría, inconveniente, nací de esta manera. No son necesarias las mentiras. O, al
menos, de este tipo. Al menos, no siempre. Ahora no escucho ninguna.
Alina había dicho: Algunas mentiras son necesarias.
- Bueno, mira el lado bueno, escucharás mentiras, pero nadie a tu alrededor se atraverá a
mentirte. ¿Crees que es fácil estar alrededor de alguien al que hay que decir la verdad en todos
los...¡oh!
Me llamó la atención.
- No tienes muchos amigos, ¿verdad?
No de su tipo, si él hablaba tan libremente y, parecía la clase de tipo que lo hacía.
Él me disparó una mirada fresca.
- ¿Por qué gritaste anoche?
- Tuve un estrecho contacto con una Reliquia oscura y me ponen muy enferma si las tengo
demasiado cerca.
Se inclinó hacia adelante, los codos sobre las rodillas, y me miró con fascinación.
- ¡Ahora escucho un coro celestial de verdad, muchacha! ¿Viste una Reliquia oscura?¿Cuál?
- ¿Cómo sabes que existen las Reliquias oscuras? ¿Quién eres y cuál es tu participación en
esto? – lo que menos necesitaba eran más hombres desconcertantes en mi vida.
- ¿Cuánta verdad me darás?
Dudé brevemente. De todos los hombres que había conocido en Dublín, parecía el más...
“como yo”, esto es, esencialmente normal, pero tenía una característica indeseada, un talento que
alteraba la vida.
- Toda la que pueda, si tú haces lo mismo
Él asintió, satisfecho y, a continuación, se retrepó en su silla.
- Vengo de un clan que, en tiempos antiguos, sirvió a los Fae.

Los Keltar, me dijo Christian, había, servido de druidas a los Tuatha Dé Danaan, muchos
miles de años atrás, durante ese breve tiempo en el que los Fae habían tratado convivir de manera
agradable con los hombres. Algo había sucedido que sacudió los cimientos de la frágil paz – no
explicó más de esta parte - pero que fue la causa de que Fae y humanos siguieran caminos
separados, y no precisamente de manera amistosa.
Un Pacto fue negociado para permitir que ambas razas existiesen en el mismo planeta, pero
manteniendo los reinos separados y a los Keltar se les dio el deber de realizar ciertos rituales para
mantener los muros entre ellos. Durante milenios, los realizaron fielmente con pocas excepciones, y
si no, de alguna manera, lograban compensar el desfase de tiempo.
Pero en los últimos años, los rituales dejaron de ir como se esperaba. La noche anterior a que
los Keltar tuvieran que realizar su magia, otra magia negra se había levantado e impedía la promesa
de los druidas de reforzar los muros y el diezmo debía ser desembolsado en su totalidad. Aunque
esta otra magia no había sido capaz de colapsar los muros entre nuestros mundos, si los había
debilitado seriamente. Los tíos de Christian creían que su ritual estaba incompleto por culpa de otro
ritual ajeno. La Reina de los Seelie, Aoibheal, que en el pasado siempre había aparecido en tiempos
de crisis, todavía no había sido vista, a pesar de que había sido invocada mediante todos los
hechizos que tenían a su disposición.
Yo concluí la historia. El pensamiento de que, durante miles de años, un clan en las
Highlands de Escocia había protegido a la humanidad de los Fae, me fascinó. Sobre todo si todos
eran como Christian: hermosos, sexys y autosuficientes. Es reconfortante saber que hay otros ahí,
fuera de este jodido mundo, con especiales e inusuales poderes. Yo no estaba sola en mi
descubrimiento de lo que le estaba sucediendo a nuestro mundo. Me gustaría encontrar a alguien,
además de Barrons, que tuviese más información que yo, ¡y él estaba dispuesto a compartirla!

- Mis tíos creen que algo le ha sucedido a la Reina - dijo - y según su poder disminuye, crece
el otro. Las paredes siguen debilitándose y si no averiguamos algo antes de que el próximo ritual
tenga que realizarse, podrían venirse, definitivamente abajo .
- ¿Qué sucedería entonces? - le pregunté con un hilo de voz - ¿El Pacto se rompería?
- Mis tíos creen que el Pacto ya está roto, que las paredes están manteniéndose sólo por el
aumento de los diezmos que seguimos pagando. La magia Fae es una cosa extraña – se detuvo, para
luego continuar crípticamente - En los últimos ritos, tuvimos que utilizar la sangre, sangre Keltar,
en un ritual pagano. Es insólito. No hemos utilizado la sangre nunca antes. Mi tío Cian sabía cómo
hacerlo. Es magia oscura, podía sentirlo. Lo que hicimos estuvo mal, pero era la única cosa que
podíamos hacer.

Comprendo ese sentimiento. Lo que le había hecho a Jayne me hacía pensar que nunca
volvería a sentirme bien conmigo misma, pero había sido incapaz de encontrar una alternativa. No
había sido magia oscura, sólo té oscuro, manipulador y despiadado. Pero he comenzado a
comprender que uno sólo puede permitirse el lujo de jugar limpio cuando no hay mucho en juego.

- Y si las paredes se vienen abajo completamente? - reiteré mi pregunta anterior. Quería


saber qué cosas malas podían suceder.
- Cuando los FAE caminaban entre nosotros, solo los Seelie lo hacían; los Unseelie llevaban
encarcelados durante tanto tiempo, que su nombre era ya el mero murmullo de una leyenda. Si los
muros se vienen abajo por completo, todos los Unseelie serán liberados, no solo las castas inferiores
que en la actualidad pasan de alguna manera a nuestro mundo, sino que los más poderosos de las
Casas Reales de los Unseelie escaparán - hizo una pausa y cuando habló de nuevo su voz era baja,
urgente. - La leyenda dice que los jefes de las cuatro casas, los príncipes de la oscuridad, serían
nuestros Cuatro Jinetes del Apocalipsis.
Yo sabía quiénes eran: Muerte, Peste, Guerra y Hambre.
Los Unseelie que yo había visto hasta el momento ya eran bastante malos. No tenía ningún
deseo de un encuentro con las Casas Reales Oscuras de los Fae.
- Es así de malo, Mac. Ellos convertirán nuestro mundo en una pesadilla. Mis tíos creen que
los Seelie pueden no ser capaces de volver a encarcelar a los Unseelie si escapan.

¿Era este el motivo por el que todo el mundo perseguía el Sinsar Dubh? ¿Reflejaría los
hechizos necesarios para encarcelar a los Unseelie, tal vez, incluso, los secretos para mantener los
muros levantados?
Eso, sin duda, explicaría por qué V'lane y la Reina lo querían.
¿Por qué Alina me quería encontrar antes de que lo hiciese el Señor Maestro?
No me cabía la menor duda de que si el Libro caía en sus manos, él se apresuraría en
destruirlo para asegurarse de que nadie podría encarcelar a su ejército de nuevo.
Me preguntaba donde encajaba Barrons en esto ¿Estaría realmente dispuesto a venderlo al
mejor postor?

No podía detenerme en la posibilidad de los Unseelie invadiendo nuestro mundo. Mantener


bien centrados mis pensamientos en mis metas era la clave para mantener mis temores en jaque.
- Dime más acerca de Alina.
Con mi rápido cambio de tema, se le veía aliviado y me di cuenta de que no era el único que
se sentía agobiado por tarea imposible. No era de extrañar, Christian parecía maduro más allá de sus
años. Lo era. Tenía sus propias cuestiones sobre el-destino-del-mundo con las que tratar.
- Lo siento, Mac, pero no tengo mucho más que decir. Intenté hacerme amigo de ella.
Aunque mis tíos no podían traducir el texto, sabían de donde había venido y necesitábamos saber
cómo lo había conseguido. Se trataba de una fotocopia de una página de un libro muy antiguo...
- ...llamado Sinsar Dubh.
La Bestia, pensé, y mi alma tiritó.
- Me preguntó si sabía algo acerca de él. ¿Qué sabes tú? ¿Sabe dónde está?
Yo no sabía, de manera exacta, dónde estaría en este momento y esgrimí este pensamiento
como un escudo cuando le respondí
- No - quizá era, realmente, un detector de mentiras andante, porque él me buscó la mirada
demasiado intensamente para mi comodidad y añadí rápidamente - ¿Qué pasó cuando trataste de
hacerte amigo de mi hermana?
- Ella me rechazó, estaba profundamente involucrada con alguien y tengo la impresión de
que era muy posesivo. ¿No le gustaba que hablara con nadie.
- ¿Alguna vez te reunirte con él?
- No, le vi una vez, fugazmente. No recuerdo mucho, pero tuve la impresión de que era Fae.
Debía de haberle comido el coco para que no se diese cuenta.
- ¿Le dijiste a mi hermana lo que acabas de decirme a mí?
- No tuve oportunidad.
- Si nunca fuisteis amigos ¿cómo te enteraste de que era una sidhe-seer? ¿Cómo te diste
cuenta conmigo?
- La seguí unas cuantas veces - dijo. - Ella siempre veía cosas que no estaban allí, estudiaba
los espacios vacíos. Conozco las historias de sidhe-seer. Mi familia es... experta en antiguos mitos y
tradiciones. Sumé dos y dos.
- ¿Y yo?
Él se encogió de hombros.
- Fuiste al Trinity preguntando por ella. Además, los asuntos de familia, están en un registro
público, si se sabe dónde buscar.
Con todos mis enemigos, los registros debían ser destruidos. Estaba agradecida de que mis
padres sa hallasen a cuatro mil kilómetros de distancia.
- ¿Con qué Reliquia Oscura te encontraste anoche? - preguntó a la ligera.
- Con el amuleto.
- Mentira.
Probé de nuevo
- El cetro.
- Mentira de nuevo. No es eso.
- Tienes razón. Era la caja
- Estoy esperando la verdad, Mac.
Me encogí de hombros
- ¿El Sinsar Dubh? - ofrecí a la ligera, como si realmente no lo hubiera dicho.
Él saltó de su silla.
- ¿Qué el...? ¿Estás bromeando? No, no es necesario que respondas, sé que no lo estás. ¡Tú
dijiste que no sabías dónde estaba!
- No lo sé. Lo vi de pasada.
- ¿Aquí? ¿En Dublín?
Asentí.
- Fue entonces, ahora no tengo ni idea de lo que... será.
- ¿Quién...? - Christian comenzó.
- Hola, chicos. ¿Qué pasa?
Christian miró detrás de mi, hacia la puerta. Se puso rígido
- Hey, hombre, no te he oído llegar
Yo no le había oído tampoco.
- ¿Cuánto llevas aquí?
- Acabo de abrir la puerta. Creí haber oído algo.
Me volví en mi silla. La segunda vez que había hablado, reconocí su voz. El chico de ojos de
ensueño que había visto en el museo y que luego me había encontrado más tarde en la calle el día
que había sido interrogada por el Inspector Jayne, estaba llenado el vano de la puerta con su oscura
y magnífica apariencia de ensueño. Me había dicho que trabajaba en la ALD, pero lo había
olvidado. Como con Christian, en otra vida, me habría citado con él en un santiamén. ¿Por qué,
entonces, había sido a Barrons a quien había acabado besando?
- Hola, preciosa. ¿cómo tú por aquí?¡ Qué pequeño es el mundo! ¿no?
- Hey - me ruboricé
Lo hago cuando un guapo hombre me llama preciosa, especialmente ahora, que, cada vez
que miro en un espejo, apenas me reconozco a mí misma. Irónicamente, cuando el mundo se
desmorona, es la pasta que vuelve a unirlo, son estas pequeñas cosas que se convierten en un raro
tesoro.
- ¿Os conocéis? - preguntó Christian desconcertado.
- Nos hemos encontrado un par de veces - respondió.
- Te están buscando en la oficina, Chris - dijo el chico de ensueño - Elle quiere hablar
contigo.
- ¿No puede esperar? - dijo Christian con impaciencia.
Él se encogió de hombros.
- Ella no parecen pensar así. Algo sobre apropiación indebida de fondos o algo así. Le dije
que estoy seguro de que era simplemente un error de contabilidad, pero ella es una ...
Christian rodó sus ojos.
- Esa mujer es imposible. ¿Quieres decirle que voy para allá en cinco minutos?
- Claro, hombre - Su mirada me corte -¿Es este el novio que me dijiste?
Negué.
- Pero, ¿tenías uno...?
- Decenas, ¿recuerdas?
Él se rió.
- Nos vemos en otra, preciosa. Cinco minutos, Chris. ¿Sabes que hará Elle contigo?
Arrastrando un dedo de la mano a través de su garganta lo giró con sorna hacia la izquierda.
Christian empujó la puerta y la cerró
- Bueno, tenemos que hablar rápido porque necesito este trabajo, por el momento, y,
últimamente Elle parece estar buscando cualquier razón para despedirme. Hay algo que necesitas
ver. - abrió su mochila y sacó un bloc de notas de cuero, atado con cordón anudado. - Mis tíos me
enviaron a Dublín por una razón, Mac. Bueno, varias, pero sólo uno se refiere a ti de manera
inminente. He estado vigilando a tu jefe.
- ¿Barrons? ¿Por qué?
¿Qué había descubierto? ¿Algo que podría ayudarme a salir de mis propias preocupaciones
acerca de quién y qué hacía?
- Mis tíos son coleccionistas. Todo lo que ellos han logrado descubrir, tu jefe lo ha hecho
también. Si el conseguía algo, mis tíos también lo conseguían y otros elementos han pasado a un
tercero. - retiró una ficha de su bloc de notas y me entregó una revista doblada que mostraba una
foto - ¿Es este Jericó Barrons?
Un breve vistazo fue suficiente.
- Sí.
Estaba casi tapado por las sombras, de pie detrás de un grupo de hombres, pero el flash había
capturado su rostro, sólo el ángulo derecho, bañado por la luz del sol. Aunque la foto estaba
granulosa, no había duda de que era él. Barrons era inusual. Él dijo que su ascendencia era vasca y
picta. Criminales y bárbaros, se había burlado. Sin duda, veía esa parte.
- ¿Qué edad dirías que tiene?
- ¿En esta foto?
- No, ahora.
- Tiene treinta. Lo vi en su carné de conducir.
Su próximo cumpleaños, en Halloween, cumpliría treinta y uno.
- Mira la fecha de la revista.
Le di la vuelta a la cubierta. La foto había sido tomada hacía diecisiete años, lo que
significaba que habría tenido trece en el momento de la fotografía, si la fecha de su licencia de
conducir era cierta. Obviamente, no lo era. No era ningún niño de trece años de edad, esperando
madurar.
Christian me entregó otra revista, esta reflejaba una reunión en uno de los ricos clubs, en una
gala en un museo británico. Una vez más, Barrons era inconfundible: mismo pelo, la ropa a medida,
la misma expresión en la altiva cara al estilo viejo mundo, una mezcla de aburrimiento y diversión
depredadora.
Di la vuelta a la cubierta. Esta foto se había tomado cuarenta y un años atrás. Miré de nuevo
la foto, estudiándola cuidadosamente, en busca de anomalías. No había ninguna. Era claramente
Barrons o tenía un abuelo que había sido su gemelo idéntico, y si era Barrons el de la foto, en la
actualidad debería tener setenta y un años de edad.
A continuación, Christian me pasó una fotocopia de un artículo de prensa, en desvanecido
blanco y negro, con una foto de un grupo de hombres uniformados. Barrons era el único que no
llevaba uniforme. Como en el caso de las dos últimas fotos, estaba en ángulo ligeramente lejos,
como si intentase escapar del objetivo, y, como en las otras dos fotos, no era ni un día mayor o
menor que en estos momentos.
- ¿Sabes quien es? - Christian se refirió al hombre en el centro de la fotografía.
Negué
- Michael Collins. Era un famoso líder revolucionario irlandés.
- ¿Y qué?
- Fue asesinado en 1922. Esta foto fue tomada dos meses antes de su muerte.
Hice algunas rápidas cuentas. Eso significaría que Barrons no tenía setenta a uno, sino unos
muy bien conservados ciento quince años.
- Tal vez había un familiar - pregunté - con una fuerte similitud genética.
- Ni tú te lo crees - dijo rotundamente. -¿Por qué la gente hace eso? Decir las cosas alto y
claro y si ni siquiera, remotamente, se lo cree?
Tenía razón. Yo no lo creía. Las imágenes eran demasiado idénticas. He pasado suficiente
tiempo con Jericó Barrons para saber la forma en que mueve sus extremidades, la forma en que se
para, las expresiones que usa... Era él, en todas esas imágenes. Dentro, una parte de mí estaba
petrificada.
Barrons era viejo, imposiblemente viejo. ¿Se mantenía vivo porque estaba poseído por un
Gripper? ¿Era posible?
- ¿Hay más de estas?
Me preguntaba que finalidad perseguían los tíos de Christian. Quería llevarme esas
fotografías conmigo, lanzárselas al pecho a Barrons y demandar algunas respuestas, aunque sabía
que nunca las obtendría.
Él miró su reloj.
- Sí, pero me tengo que ir.
- Permíteme quedármelas unos días.
- De ninguna manera. Mis tíos me matarían si Barrons pone sus manos sobre ellas.
Me las cedió a regañadientes. Podría comenzar mi propia investigación, ahora que sabía qué
buscar. Yo no estaba seguro de que lo necesitase. ¿Cuál era la diferencia si Barrons tenía cien, mil o
varios miles de años? La cuestión era: que no era humano. La cuestión era: ¿Cómo de malo era
realmente esto?
- Me voy a Inverness mañana y no estaré de vuelta hasta dentro de una semana. Tengo...
algunas cosas que cuidar en casa. Ven a verme el próximo jueves. Creo que tú y yo podemos
ayudarnos el unos al otro - se detuvo para luego continuar - creo que puedes necesitarme para
ayudar a los demás, Mac; creo que nuestros propósitos pueden ser resueltos juntos.
Yo asentía cuando salió, aunque tenía mis dudas. Quería añadirle en mi línea de juego (y,
últimamente, con independencia de cuánto pudiese saber Christian o su participación en el
mantenimiento de los muros existentes entre reinos o de lo mucho que podía disfrutar de su
compañía), lo cierto es que no podía ver a los Fae y eso significaba que, en una pelea, él sería una
responsabilidad, una persona más por la que tendría que preocuparse de mantener viva, y,
últimamente, yo estaba teniendo bastantes dificultades con mantenerme a mi misma.

Paseé entre los turistas, viendo a los Rhino-boys custodiando a los nuevos Unseelie como si
fuesen niños, y fue a pocas manzanas de la librería, pasando por uno de los innumerables bares que
caracterizan al Temple Bar, cuando mirando por la ventana, allí estaba.
Alina.
Sentada con un grupo de amigos, en un sillón de bajo respaldo, en una acogedora esquina,
con una botella de cerveza, hablando y riendo por algo que el hombre sentado junto a ella le había
dicho.
Cerré los ojos. Sabía lo que era y que necesitaba para deshacer el encanto. Abrí los ojos y miré
abajo, a mi misma. Al menos no estaba desnuda.
- V'lane - dije.
- MacKayla.
Haciendo caso omiso de la magníficamente erótica criatura dorada, situada detrás de mi
hombro, me centré en ese antiguo, extraño, sidhe-seer lugar dentro de mi cerebro que me mostraba
lo que era cierto, y se lo exigí acerca de la ilusión. La visión de Alina se rompió con la rapidez de
una burbuja explosiva, revelando un bullicioso grupo de jugadores de rugby brindando por su última
victoria.
Me volví y la cabeza del Fae-muerte-por-sexo, se alzó.
Mis rodillas se hicieron de gelatina, mis pezones se pusieron duros y yo ya no quería más
que sexo en la acera, sexo inclinada sobre los coches, sexo contra la pared del pub y me traía sin
cuidado si mi desnuda petunia se estrellaba contra la ventana para que todos vieran el proceso
V'lane es un príncipe de una de las cuatro Casas Reales Seelie y es difícil ver en él
directamente cuando utiliza el Glamour. Es de oro y bronce, acero y terciopelo, y sus ojos tienen la
grandeza del fuego estelar de un cielo nocturno invernal. Él es tan sobrenaturalmente hermoso que
hace que una parte de mi alma llore. Cuando le miro, tengo hambre de cosas que no entiendo. Me
duele ser tocada por él. Estoy aterrada de su toque. Creo que el sexo con él puede deshacer mi
esencial cohesión celular y romperme en fragmentos de una mujer que nunca podría ser si no
estábamos juntos otra vez.
Si V'lane fuese una señal, sería la de Que-Todo-El-Personal-Abandone-Su-voluntad o Ten-
Cuidado-con-Lo-Que-Pisas y si bien no he pensado mucho acerca de mi regreso a casa, en Ashford,
he empezado a pensar que todo lo que realmente quiero llamar mío, está aquí.
He intentado alejar un poco la vista, dejarlo en la zona periférica de mi visión. No ayuda. Mi
ropa es dolorosamente restrictiva y lucho contra la abrumadora necesidad de quitármela.
Los príncipes Fae destilan un primitivo erotismo que provoca los sentidos de una mujer más
allá de cualquier cosa traída por la experiencia, convirtiendo su vida en un despertar animal,
dispuesta a hacer cualquier cosa para tener relaciones sexuales, pues promete practicas sexuales
inusuales y los orgasmos más increíbles de su vida, pero los Fae no comprenden conceptos humanos
tan básicos como la muerte. El tiempo no tiene ningún sentido para ellos, no necesitan comer o
dormir y su apetito sexual por la mujer humana es enorme, todo lo cual conduce a un inevitable
resultado: una mujer atrapada en un hechizo por un príncipe Fae y, por lo general, follada hasta la
muerte. Si sobrevive a ella, se convierte en Pri-ya: una adicta, con un vacío sexual insaciable, su
propósito solo es saciar esa necesidad, servir a su maestro (y él es quien te está dando sexo).
Las primeras veces que me encontré con V'lane, había comenzado a desnudarme alli donde
estuviera. Ahora, estaba aprendiendo a resistirme mejor, pues era capaz de detener mi mano, cada
vez que se acercaba a los bajos de mi suéter, antes de que comenzase a tirar de él hacia arriba, sobre
mi cabeza. Sin embargo, no estaba segura de cuánto tiempo podría resistir.
- Silencio - le exigí.
Una lenta sonrisa curvó sus labios.
- No he dicho ni palabra. Lo que sientes, no procede de mí.
- Estás mintiendo - tuve una fugaz visión de la acusación de Christian de que estaba
pensando tener relaciones sexuales con alguien.
V'lane no era “alguien“. Era “algo”.
- No lo estoy. Has dejado claro que no quieres... Sexo conmigo. Tal vez estás... ¿cómo dicen
los seres humanos... en celo?
- Nosotros lo decimos sobre los animales, no sobre las personas.
- Animales, personas... ¿qué diferencia hay?
- Seelie, Unseelie... ¿qué diferencia hay?
Escamas plateadas de hielo cristalizaron en el aire entre nosotros, tornando la noche
realmente desagradable.
- La diferencia es demasiado amplia para que tu insignificante mente pueda comprenderla.
- Ídem.
- No estás desnuda, ni sobre tus manos y rodillas, ofreciéndome tu culo, MacKayla, que es lo
que harías si yo usase el Sidhba-Jai sobre ti. ¿Quieres que te lo recuerde?
- Inténtalo y te mato.
- ¿Con qué?
Aparté mi mano del botón situado en la parte de atrás de mi falda y busqué con ella la Lanza
que escondía debajo de mi brazo, pero no estaba. Había hecho lo mismo la última vez que le había
visto y quería saber cómo lo hacía: tenía que encontrar la manera de detenerlo.
Caminó en un círculo a mi alrededor. En el momento en que terminó de rodearme, su mirada
era tan fría como el aire de la noche.
- ¿Qué has estado haciendo sidhe-seer? Hueles diferente.
- He estado usando una nueva crema hidratante.
¿Podría oler mi reciente canibalización de su raza? Aunque yo ya no sufría los efectos
dramáticos de la misma, ¿había dejado una pátina de residuos en mi piel, visible para él aunque
menos tangible para mí? Me había comido un Unseelie, no un Seelie, ¿Habría alguna diferencia
para él? Yo dudaba de él. La raza inferior comía Fae para robar el poder Fae, pero yo era una simple
humana... que jamás admitiría lo que había hecho ante cualquier Fae.
- ¿Te gusta?- dije con ojos brillantes.
- No tienes poder para desafiarme y sin embargo, estás de pie delante de mí destilando
desafío. ¿Por qué?
- Quizá no estoy tan impotente como crees.
¿Qué quería el príncipe Seelie de mí? ¿Podría escapar de necesitarlo? Seguramente, podría
“anularle” el tiempo suficiente como para hundir los dientes en alguna parte. El pensamiento era un
poco demasiado tentador. Todo ese Poder... mío... con solo un pequeño mordisco... O diez. Yo no
estaba segura, exactamente, de cuanto tendría que comer para obtener la superfuerza, eso, si no
estaba herida de muerte para empezar.
Él me examinó un momento y, a continuación, se rió, y el sonido me hizo sentir de repente
exuberante, con la euforia propia de la embriaguez.
- Basta - siseé - ¡Sal inmediatamente de mis sentidos!
-Yo soy lo que soy, incluso cuando me camuflo mí mismo, como sueles decir, mi mera
presencia abruma a los seres humanos
- Semental - le escupí - Cuando te arrodillaste ante mí en la playa, en el Reino, y me tocaste,
te sentí como un hombre y sólo como un hombre.
Eso no era del todo cierto, pero sería mucho mejor que esto; podía bajar su “potencial” si así
lo deseaba.
-Sé que puedes hacerlo. Si quieres mi ayuda para encontrar el Sins... estooo, el Libro,
apágalo, completamente. Ahora. Y mantenlo así en el futuro.
Me acordé de una superstición de Dani, la joven sidhe-seer que había conocido
recientemente, me había advertido acerca de que propalar ciertas palabras en el viento, ahora, cada
vez que quisiera hablar del Sinsar Dubh, en voz alta, en las calles, especialmente en la noche,
trataría de recordar que debía llamarlo simplemente “el Libro“.
V'lane destelló, un flash blanco brillante, luego se desvaneció y se resolidificó. He intentado
no gemir. Se había desvanecido el traje iridiscente, los ojos quemando con un millar de estrellas, el
cuerpo que irradiaba el fuego de Eros. El hombre parado frente a mí llevaba vaqueros, una chaqueta
de motero, botas y... Era el hombre más sexy que jamás había visto. Una ángel caliente de oro,
despojado de alas. Este es el V'lane con el que podía tratar. Con este príncipe Fae podría mantener
mi ropa en su sitio.
- Camina conmigo
Él ofreció su mano.
¿Una sidhe-seer de paseo con un Fae? Mis instintos gritaron al unísono: ¡NO!
- Si me tocas, te “anularé”.
Él me examinó un momento, como debatiendo sobre si debía tomar en serio mis palabras.
Luego, se encogió de hombros. El gesto humano sólo le hizo parecer más exótico.
- Sólo si lo deseas, MacKayla. El deseo de “anular” o el instinto de defenderte están
presentes en tí. Si no lo deseas, no te tocaré. - hizo una pausa - No sé de ningún otro Fae que
permita este riesgo ni esta intimidad. Me hablas de la confianza. Te la estoy dando. Quizá si me
tocas podrías cambiar de intención y me gustaría gozar de tu misericordia.
Me gustó que él quisiese mi misericordia. Me tomó la mano. Se trataba de una mano
masculina cálida y fuerte, nada más. Él enlazó sus dedos con los míos. Yo no había ido de la mano
de nadie desde hacía mucho tiempo. Me sentía bien.
- Estuviste en mi mundo - dijo - ahora voy a pasar un tiempo en el tuyo. Muéstrame qué es lo
que cuidas tan profundamente que no te importa morir por ello. Enséñamelo, MacKayla. Muéstrame
la razón por la que debemos cuidarlo nosotros también-.
¿Enseñar a esta antigua criatura que, en su más reciente encarnación, tenía más de ciento
cuarenta y dos mil años? ¿Mostrarle por qué debía cuidar de nosotros? ¡Seguro!... Y yo nací ayer.
- Nunca paras, ¿no?
- ¿Nunca dejo de qué? - dijo inocentemente.
- De tratar de seducirme. Acabas de cambiar de táctica. No soy estúpida, V'lane. No podía
enseñarte a la prestarnos atención ni en un millón de años. Pero, ¿sabes lo que realmente me cabrea?
Yo no debería tener que justificar nuestra existencia ante ti, ni ante ningún Fae, nosotros estábamos
aquí primero, tenemos derecho a este planeta. Tú, no.
- Si pudiera hace lo correcto, tendríamos todo el derecho de este mundo que necesitamos.
Podríamos haber exterminado a tu especie hace mucho tiempo.
- ¿Por qué no lo hicisteis?
- Es complicado.
- Estoy escuchando.
- Es una larga historia.
- Tengo toda la noche.
- Las decisiones Fae no son no comprensibles ni inteligibles para los seres humanos.
- Ahí tienes, toda la superioridad de nuevo. No puedes ni mantenerte siendo agradable
durante más de unos pocos segundos.
- Yo no estoy fingiendo, MacKayla. Estoy tratando saber sobre ti, para ganarme tu confianza.
- Podrías haber ganado algo más de mi confianza si hubieras acudido cuando te necesité.
¿Por qué no viniste? - exigí. Pasé un tiempo infernal debajo del Burren, de formas que aún ni logro
entender y aunque mi cuerpo ha sanado y me siento más fuerte que nunca, yo no estaba segura de
que había sido, necesariamente, lo mejor para él. - Casi muero. Te supliqué que vinieses.
Me soltó abruptamente y me colocó de frente a él. Aunque su cuerpo era cálido y sólido
como el mío, sus ojos tenían un inhumano fuego.
- ¿Suplicaste?¿Gritaste mi nombre? ¿Rogaste por mí?
Le fulminé con la mirada.
- Son esas palabras lo único que te interesa oir - le clavé mi dedo en su pecho, lo que envió
un erótico retroceso hasta mi brazo. Incluso “apagado“ él seguía siendo irresistible - La parte
importante de lo que te he contado es que casi me muero.
- Estás viva. ¿Cuál es el problema?
- Sufrí terriblemente, ¡ése el problema!
El capturó mi mano antes de que yo pudiera alejarla de nuevo, le dio la vuelta y rozó con sus
labios la parte inferior de mi muñeca, para soltarla después, bruscamente. Me alejó, la piel me
comenzó a picar.
- Esta desnuda e indefensa muñeca - dijo - ¿Cuántas veces te he ofrecido el Brazalete de
Cruce? No sólo para que un Unseelie menor no pueda dañarte, con él, podrías haberme convocado y
te habría ahorrado el sufrimiento. Te lo dije en nuestro primer encuentro. Te he ofrecido mi
protección en repetidas ocasiones y tú te has negado en todo momento.
- Un brazalete puede ser eliminado - sonaba amargada porque lo estaba: había aprendido esa
lección por el camino.
- No éste
Cerró la boca, pero era demasiado tarde. Se le había escapado. Al Todopoderoso-Príncipe-
V'lane-de-la-Corte-Luminosa-de-los-Fae, se le había escapado.
-¿En serio?- dije burlona - Así que, una vez que me lo ponga, estaré atada a él para siempre.
¿Ese es el pequeño inconveniente de este “regalo” que nunca se te ha ocurrido mencionarme antes?
- Es por tu propia seguridad. Como has dicho, un brazalete puede ser eliminado. ¿De que te
serviría entonces? Mejor si no te lo pueden quitar.
Barrons y V'lane habían intentado usar el mismo truco: tratar de poner su marca en mí.
Barrons lo había logrado. Maldita sea si le dejaba hacer lo mismo a V'lane. Además, yo estaba
bastante segura de que Mallucé, alegremente, habría serrado mi brazo para quitarme el brazalete,
por lo que realmente me alegraba de que no haberlo llevado.
-¿Quieres que confie en ti, V'lane? Dame otra forma de convocarte. Una manera que no me
cueste nada.
Él se burló.
- ¿Y hacer a un príncipe Fae responder a una sidhe-seer?
- Permíteme ponértelo en perspectiva: vi el Libro de nuevo la otra noche y no había manera
de contactar contigo.
- ¿Lo viste? ¿Cuándo? ¿Dónde?
-¿Cómo puedo convocarte?
- Eres muy osada, sidhe-seer.
- Tu pides mucho, Fae.
- No tanto como podría.
¿Seguiría unos segundos más ahí o podría inclinarse aún más cerca? Su boca estaba pulgadas
de la mía. Podría sentir su aliento sobre mi piel. Él olía a exóticas y especiadas drogas.
- Aléjate, V'lane – le advertí.
- Me estoy preparando para darte la forma de convocarme, humana. Estoy esperando.
- ¿Un beso? Oh, por favor! No soy tan...
- Mi nombre en tu lengua. Yo no puedo enseñarte a decirlo, los seres humanos no poseen la
capacidad para formar dichos sonidos. Pero puedo dártelo, con mi boca, puedo colocarlo en tu
lengua. Entonces lo tendrás, para liberar mi nombre al viento y me parece...
Estaba tan cerca que el calor de su cuerpo era luz del sol sobre mi piel. ¿Es que nada podía
ser sencillo? Yo no quería un manguito, ni quería un beso: quería agradables métodos normales de
comunicación.
- ¿Qué tal un teléfono móvil?
- No hay repetidores en el Reino.
Achiqué los ojos.
- ¿Acabas de hacer una broma?
- Te mueves entre los peores de mi especie y, sin embargo, tiemblas ante la perspectiva de un
simple beso.
-No estoy temblando. ¿Tú ves algún temblor aquí? - empujé mis temblorosas manos en los
bolsillos de mi chaqueta y le lancé una mirada cargada de chulería. Dudaba de todo, nada en V'lane
era simple y, especialmente, un beso. - ¿Qué tal un místico teléfono móvil que no use repetidores? -
probé - Sin duda, con todo el increíble poder que posees, podrías crear...
- Cállate, MacKayla - agarró un puñado de rizos de la parte de atrás de mi cabeza y me atrajo
hacia él.
No pude sacar las manos de los bolsillos lo suficientemente rápido, así que me golpeé contra
su pecho. Pensé seriamente en la posibilidad de “anularle”, pero si, realmente, iba a darme una
manera de comunicarme con él, la quería. Esto formaba parte de mi nuevo plan de diversificación.
Quería todas las posibilidades, armas potenciales y probabilidades que fuese capaz de conseguir a
mi favor. Si se me metía en un atolladero de nuevo, como en el que me había metido bajos las
Burren, V'lane podría sacarme en cuestión de segundos; a Barrons le había llevado horas seguir la
pista y llegar a mí, incluso siguiendo la señal de mi tatuaje.
Hablando de. . .
Los dedos de V'lane acariciaban mi nuca, donde Barrons había colocado su marca; redujo los
ojos y, bruscamente, inhaló. Por un momento, pareció brillar, como si estuviera luchando para
mantener la forma humana y no volver a la “otra”.
- ¿Crees que voy a permitir que lleves su marca en tu cuerpo, pero niegues la mía? - siseó.
Y cerró su boca sobre la mía.
Los Cazadores Unseelie son especialmente aterradores para las sidhe-seer porque saben
dónde vivimos dentro de nuestras cabezas. Ellos instintivamente saben exactamente dónde
encontrar a la pequeña y asustada niña que vive en todas nosotras.
Los Príncipes Seelie saben donde vivimos también, pero es la mujer madura la que está
escondida. Ellos nos cazan en nuestros propios cuerpos, persiguiéndonos, inmisericordes, por los
rincones más oscuros de nuestra líbido. Ellos seducen a la Virgen, buscan a la prostituta. Sirven
nuestra necesidades sexuales sin descanso, abalanzándose sobre nuestra pasión, amplificándola y
golpeándonos con ella una y mil veces. Ellos son los capitanes de todos nuestros deseos. Ellos saben
los límites de nuestras fantasías, nos llevan hasta el borde y nos dejan allí, colgando de las uñas,
encima de un barranco sin fondo, mendigando para obtener un poco más.
Su lengua tocó la mía. Algo caliente y eléctrico sacudió mi boca y atravesó mi lengua,
engrosándose dentro de mí, llenando mi boca. Ahogada, tuve un orgasmo instantáneo, tan caliente y
electrizante como lo que había hecho a mi lengua. El placer me destrozó con tal exquisita precisión
que mis huesos se vaporizaron y se convirtieron en agua. Me hubiera derrumbado, pero él sujetó mi
peso, mientras yo vivía en un ensueño, en un lugar surrealista, por unos momentos, donde su risa era
de terciopelo negro y mi necesidad era tan vasta como la noche... Entonces, volví a la realidad y fui
de nuevo yo.
Había algo poderoso y peligroso en mi boca, en mi lengua. ¿Cómo iba a poder volver a
hablar?
Se volvió de espaldas.
- Dale un momento. Se te pasará.
Se asentó con la sutileza de múltiples orgasmos en la cúspide de una espina de acero; un
placer imposible de separar del dolor. Temblé con sus réplicas. Le miré furiosa, más sacudida por su
contacto de lo que quería reconocer.
Él se encogió de hombros.
- Lo he amortiguado mucho; podría haber sido mucho más... ¿cómo dices tú? ...traumático.
Los seres humanos no están preparados para llevar un nombre Fae en su lengua. ¿Cómo te sientes,
MacKayla? Tienes un pedazo de mí en tu boca. ¿Quieres otro?
Él sonrió; yo sabía que no quería decir, precisamente, otra palabra o lo que fuese que se
enrollaba dentro de mí, apenas sujeto por una frágil jaula de porcelana.
Cuando tenía catorce años, me astille un diente mientras hacía de animadora. Mi dentista
estaba de vacaciones y pasaron casi dos semanas antes de que pudiera limármelo. Durante la
interminable espera, mi lengua incesantemente se pasaba por el borde dentado del esmalte. Así era
como me sentía ahora: tenía una aberración en mi boca y quería limarla porque estaba equivocada,
no pertenecía allí y mientras estuviera en mi lengua, yo no podría eliminar al príncipe Fae de mi
mente.
- Desearía escupirlo - le dije fríamente.
Su rostro se endureció y la temperatura bajó tan bruscamente que que exhalé mi aliento
helado al aire de la noche.
- Te he concedido un gran honor. Nunca había dado antes este regalo. No lo menosprecies.
- ¿Cómo se usa?
- Cuando me necesites, solo tienes que abrir la boca y yo estaré allí.
No le había visto acercarse, pero, de repente, sus labios rozaban mi oreja.
- Dile a alguien lo que te di y te llevaré conmigo.
Él desapareció antes de terminar de hablar. Sus palabras flotaban en el aire, como la sonrisa
del gato de Cheshire.
- ¡Oye, creí que querías saber lo del Sinsar Dubh!
Estaba tan asustada por su abrupta salida, que hablé sin pensar y lo lamenté de inmediato.
Mis palabras colgaban en el aire tan pesadas como la humedad de Georgia en la noche.
“Sinsar Dubh“
Parecía sonar un eco sibilante, rumoroso como el viento nocturno, corriendo en la oscuridad
de la noche y, de repente, sentí como si me hubiese estampado una X de color rojo sobre mí misma.
No tenía ni idea de a dónde había ido V'lane o por qué había desaparecido tan de repente, pero
decidí que sería prudente hacer lo mismo.
Antes de que pudiera hacerlo, una mano se cerró sobre mi hombro.
- Soy yo, Srta Lane- dijo Barrons tristemente - Pero, primero, me gustaría saber... ¡qué
diablos estaba haciendo besándose con él!.

Capítulo Cuatro
Me volví frunciendo el ceño. Barrons y su hábito de aparecer sin aviso, cuando menos lo
esperabas, eran, la mayoría de las veces, un inconveniente. Yo le miré, lentamente, gradualmente,
pues era la única manera de verle. En conjunto, llenaba irritantemente el espacio que ocupaba, como
si ocupase diez veces el espacio que ocupa un hombre de tamaño normal.
Me pregunté por qué.
¿Porque había un Unseelie dentro de él?
Me pregunté cuántos años tenía realmente.
Debería tener miedo de él, y, a veces, en medio de la noche cuando estoy sola y pienso en él,
especialmente en su imagen llevando el cuerpo muerto de la mujer y en la mirada de su cara
sangrienta, lo tengo. Sin embargo, cuando está delante de mí, no le temo.
Me pregunto si le es posible hacer algún tipo de hechizo "adormecedor", crear un espejismo
tan completo que engañe a todos los sentidos, incluso mis queridos sentidos sidhe-seer.
- Hay algo en tu solapa - dije a la ligera.
Era muy meticuloso, no un hombre dado a portar pelusas o manchas en su ropa, pero esta
noche su traje oscuro tenía una mancha brillante en el lado izquierdo.
Estaba tomándole el pelo a un... hombre, por falta de una palabra mejor... que había tenido
incalculables cumpleaños y caminó a través de reliquias oscuras transportando cadáveres. Era tan
absurdo como cepillarle los dientes aun lobo o tratar de acariciar su piel
- ...y yo no le estaba besando. -“Y me gustaría saber qué mierda estaba haciendo con esa
mujer en ese Espejo“, pensé, pero no dije.
Hay un término jurídico que le gusta utilizar a mi padre: res ipsa loquitur (la cosa habla por
sí misma). Yo sabía lo que sabía, y ahora le estaba observando a él. Y a mi espalda. Muy
atentamente.
Él colocó sus brazos en la espalda.
- Entonces, ¿por qué tenía su lengua en la boca? ¿Era una prueba clínica de reflejo se
succión? - sonrió, no mucho - ¿Cómo está su reflejo de succión, Srta Lane? ¿Es usted de gatillo
fácil?
A Barrons le gusta utilizar insinuaciones sexuales para tratar de acorralarme. Creo que él
espera que la-chica-buena-del-Sur diga “eew” y dé marcha atrás. A veces, yo diría “eew“, pero ya no
doy marcha atrás.
- Puedo escupirle, si eso es lo que está pidiendo - le indiqué, con una muy dulce sonrisa.
- No me mire de esa manera. Creo que se lo traga todo. Su lengua fue a mitad de camino a
China de todas formas.
- ¿Celoso?
- Eso implicaría una inversión emocional. La única inversión que tengo en usted es mi
tiempo y estoy esperando una gran recompensa por él. Hábleme del Sinsar Dubh.
Me miré las manos. Su solapa estaba mojada. Con la luz en éste ángulo, el rojo se vería negro
por la noche. Inhalé. Olía a peniques viejos. Gee, sangre. No me sorprendí
- ¿Ha estado en una pelea? No, déjeme adivinar... ¿recogió un perro herido, una vez más? -
dije burlona. Esa fue la excusa que había utilizado la última vez.
- Sangré por la nariz.
- Sangrado por la nariz, mi petunia.
- ¿Petunia?
- Culo, Barrons. Usted es un grano en el mío.
- El libro, Srta Lane.
Le miré a los ojos. ¿Había un Gripper ahí? Algo muy antiguo estaba detrás
- No hay nada que decir.
- ¿De qué hablaba usted con él?
- No le he visto desde la última vez que vimos el libro. Mantenía a V'lane informado. Usted
no es el único tiburón en el mar.
Él me scaneó con un solo vistazo.
- Es un príncipe Fae cuya naturaleza es esclavizar a una mujer mediante sexo, Srta Lane.
Usted es proclive a dejarse esclavizar. Trate de superarlo.
- ¡Oh, yo no soy una mujer proclive a dejarme esclavizar! - todo el feminismo que residía en
mi se preparó para la batalla.
Se giró y se alejó.
- Usted lleva mi marca, Srta Lane - su voz flotaba sobre su hombro - y si no estoy
equivocado, ahora luce la suya. ¿A quién pertenece usted? No creo que usted misma.
- Esto es... demasiado - grité a mi espalda, pero ya estaba en mitad de la calle,
desapareciendo en la oscuridad - ¡No usaré su marca!¿Lo ha oído?
¿Qué era exactamente lo que había incrustado V'lane en mi lengua? Di un puñetazo al aire,
mirando fijamente hacia atrás.
Detrás de mí, unos hinchas se acercaron. Busqué instintivamente mi Lanza. Si era tal como
suponía, la Lanza estaría de nuevo en su sitio: debajo de mi brazo. Así era. Necesitaba averiguar
cómo V'lane me la quitaba. ¿Me la habría devuelto cuando me había besado? ¿cómo no me había
dado cuenta? ¿Podría dejarla en la sala de Barrons si no podía llevarla conmigo? Él parecía tener un
gran interés en mi propiedad.
Una tropa de Rhino-boys, con la piel de un feo color gris venían, y yo comencé a buscar en
mi bolso, en parte para evitar verles (mientras disimuladamente contaba su número y trataba de
decidir si eran nuevos en la ciudad o si me habían visto antes) y, en parte, para mantener mi rostro
oculto en las sombras. No me sorprendería en absoluto que el Señor Maestro hubiese hecho circular
un cartel con mi rostro diciendo SE BUSCA. Probablemente era el momento de cambiar el color de
mi pelo de nuevo, empezar a usar gorros o peluca.
Reanudé mi caminata a la librería. No eludí el hecho de que mi orgasmo bucal con V'lane
había desaparecido de mi cerebro en el momento en que había aparecido Barrons. Tal vez, él no era
un Gripper, pero había peores Unseelie que yo, todavía, no había encontrado. En un mundo que se
volvía cada día más oscuro, Barrons parecía tener el don de mantener a todos los monstruos bajo
llave. ¿Porque él era el más grande y malvado monstruo de todos?

El lunes por la mañana mi despertar fue lento y difícil. La mayoría de las mañanas remoloneo
en la cama.
A pesar del hecho de que mi vida no ha resultado como yo quería que fuese, es la única que
tengo y trato de hacer que merezca la pena. Sin embargo, algunos días, a pesar de mis mejores
intenciones para pasar el día y agarrar toda la felicidad que pueda, incluso si es sólo un café
capuccino perfecto coronado con canela, o veinte minutos de baile en torno a la librería con mi iPod
sonando, me despierto llena de sentimiento magullados, recubierta con los residuos de un mal sueño
que se aferran a mí todo el día.
Es así esta mañana.

Soñé con la bella mujer muerta de nuevo.


Y, ahora, me temía, no podría olvidarlo durante mucho tiempo. Durante años, era una niña,
soñaba con ella una y otra vez, tantas veces que comencé a confundir los sueños con la realidad y
esperaba verla en algún lugar cada vez que despertaba.
No tenía ni idea de lo que estaba equivocado con la triste mujer, sólo que era algo horrible, y
yo habría dado mi brazo derecho, mi dentadura o incluso veinte años de mi vida por salvarla. No
existe una ley que yo no hubiera roto o un código moral que no hubiera violado. Ahora que sabía
que Alina y yo éramos adoptadas, me preguntaba si no era tanto sueño como una memoria reprimida
de mi infancia, arrastrándose hasta mi cerebro en la noche, cuando yo no podía controlarla.
¿Era, esta hermosa y triste mujer, nuestra madre biológica?
¿Ella nos había dado porque sabía que se estaba muriendo, y su dolor era el que sintió por
haber sido obligada a darnos a nuestros padres adoptivos?
Pero si ella había tenido que darnos porque se estaba muriendo, ¿por qué nos había enviado
tan lejos? Si yo fuera realmente una O'Connor, como Rowena, la Gran Maestre de la sidhe-seer
reclamada, parece probable que Alina y yo hubiéramos nacido en Irlanda. ¿Por qué nuestra madre
nos envió fuera del país? ¿Por qué fuimos criadas por personas que podrían habernos enseñado
sobre nuestro patrimonio y adoctrinarnos igual que a las demás sidhe-seer? ¿Por qué obligar a
nuestros padres adoptivos a jurar mantenernos en una pequeña ciudad y a nunca dejarnos ir a
Irlanda? ¿Qué había estado tratando de mantener lejos de nosotras? ¿O era ella la que había estado
tratando de mantenerse alejada de nosotras?
¿Hay otros recuerdos de niña bloqueados en mi mente? Si era así, necesitaba encontrarlos,
desatarlos y recordar.
Fui al baño y tomé una ducha. Abrí el grifo del agua caliente a tope y deje que el vapor me
escaldase. Estaba temblando, helada. Incluso de niña, el sueño siempre me había dejado de esa
manera. Sentía frío cuando la mujer se estaba muriendo, y ahora yo tenía frío, demasiado.
A veces mis sueños son tan reales que es difícil creer que son sólo el paseo del subconsciente
a través de un mapa caprichoso que no tiene un norte real. A veces parece que soñar es como una
tierra que existe realmente en algún lugar, con una latitud y longitud concretas, pero con sus propias
normas y leyes, traicioneros terrenos y peligrosos habitantes.
Dicen que si mueres en un sueño, tu corazón se detiene en la vida real. No sé si eso es cierto.
Nunca he conocido a nadie que muriera en un sueño para preguntarle... tal vez porque estamos todos
muertos.
El vapor caliente limpia mi piel, pero no mi psique. No había jabón que pudiera eliminar la
sensación de que iba a tener un verdaderamente jodido día.
No tenía ni idea de cómo se jodería.
En uno de mis cursos de la universidad estudié acerca de las zonas de confort de la psique. A
la gente le gusta encontrarlas y permanecer en ellas. Una zona de confort puede ser un estado
mental: la creencia en Dios es para un montón de gente una zona de confort. No me malinterpreten,
no estoy insultando a la fe, simplemente creo que no se debería tener solamente porque te hace
sentir seguro. Creo que se debería tener porque sí, porque en algún profundo lugar dentro de ti,
sabes que más allá de tus errores existe algo mayor, más prudente e infinitamente más amoroso de
lo que somos capaces de comprender, que tiene un interés en el Universo, en la forma en que las
cosas resultan. De la misma forma, uno puede creer que mientras las fuerzas de la oscuridad pueden
intentar ser superiores, existe, a su vez, un Superior.
Esa es mi zona de confort.
Sin embargo, las zonas de confort puede ser lugares físicos también: al igual que el sillón
favorito de tu padre, ese que tu madre amenaza con enviar a la basura por su destrozada tapicería, y
que sin embargo, no te preocupa que cumpla, y cada noche, vuelves a sentarte en él, relajándote o el
rincón del desayuno de tu madre, donde el sol brilla en el ángulo perfecto todas las mañanas,
mientras das pequeños sorbos a tu café, viendo como el sol ilumina la calle o la rosaleda de tu
anciano vecino o la perfección de las ciruelas pasas, a pesar del sofocante calor del verano,
sonriendo al día en la distancia.
La mía es la librería.
Estoy segura en su interior. Siempre que las luces estén encendidas, las Sombras no pueden
entrar; Barrons puso guardas en el edificio contra mis enemigos: el Señor Maestro, Derek
O'Bannion (que me quiere muerta por robarle la Lanza y matar a su hermano), los espantosamente
satánicos Cazadores Unseelie (que persiguen y matan sidhe-seer) y, en general, todos los Fae,
incluso V'lane; y si por alguna extraña casualidad, algo falla, tengo un arsenal pegado a mi cuerpo y
he ocultado armas, linternas, incluso agua bendita y ajo en lugares estratégicos por toda la tienda.
Nada me puede hacer daño aquí. Bueno, está el propietario, pero si él va a perjudicarme, no será
hasta que acabe conmigo, y, como estoy lejos de encontrar el libro, es un tema muy distante en el
tiempo. Hay un grado de comodidad en eso.

¿Quieres conocer a alguien? Quiero decir, ¿quieres realmente conocer a alguien?


Quítale su zona de confort y verás qué pasa.
Sabía que no debería haber ido al tercer piso, el de catalogación de libros, con dinero en
efectivo de la caja registradora y con la puerta desbloqueada dos pisos por debajo de mí, pero había
sido un día horrible y mi guardias estaban bajas. Era de día y yo estaba en la librería. Nada me podía
hacer daño aquí.
La campana de la puerta sonó
- Voy enseguida.
Guardé el libro que había estado a punto de catalogar en un lado de la plataforma,
sobresaliendo un poco para marcar su lugar. Entonces, bajé corriendo por las escaleras y sentí que
algo, como un bate de béisbol, me golpeaba en las espinillas según pasaba la última fila de libros.
Cai volando, de cabeza, sobre el suelo de dura madera. Una Banshee aterrizó sobre mi
espalda, tratando de ligarme las manos a la espalda.
- La tengo - gritó la Banshee.
Mi petunia, que me tenía. No fui la agradable persona que suelo ser. Tenía una torcedura, así
que le agarré un puñado de su pelo, y extraje la fuerza suficiente para ponerle un bello dolor de
cabeza, por simpatía.
- ¡Ow!
Una mujer lucha diferente que un hombre. Una no puede conseguir que le duelan los senos a
otra mujer, para nada. Es como cuando se tiene el período. Yo, a veces, sería capaz de comer niños.
Usé un puñado de su pelo como palanca, me envolví a su alrededor, la tiré de espaldas al suelo y la
agarré por la garganta. Casi la estaba estrangulando, cuando una segunda Banshee aterrizó en mi
espalda, pero esta vez, sentí su presencia y golpeé con mi codo, clavándolo de lleno en su abdomen.
Ella se desmoronó lejos. Otra cayó sobre mí y le dí puñetazos en el rostro. Su nariz se rompió bajo
mi puño y escupió sangre.
Tres mujeres más aparecieron y la lucha se puso realmente fea; perdí todas mis ilusiones
acerca de que las mujeres luchaban de manera distinta, osea, de que eran el sexo débil. En tanto lo
pensaba, conectaba más golpes mientras escuchaba sus gruñidos, cuanto más fuertes mejor. Seis
contra una no era un combate justo.
Sentí el mismo cambio que había sentido ese día en el almacén, en la Zona Oscura, cuando
Barrons y yo luchamos juntos por primera vez, uno al lado del otro, contra los siervos del Señor
Maestro y Mallucé. Sentí, como yo misma me convertía en una fuerza a tener en cuenta, en un
peligro por derecho propio, incluso sin la ayuda de la carne Unseelie. Todavía no podía creer esas
fueran mis propias manos.
Me sentía cada vez más sidhe-seer, cada vez más fuerte, más dura, desplazándome más
rápido de lo que un humano podría, con la sorprendente exactitud de una formación de tiburones,
con la habilidad de un asesino profesional.
El único problema era... sus uniformes color verde, con el anagrama Correos Urgentes, Inc. ...
Eran sidhe-seer, demasiado.

Obviare las aburridas escenas del combate, y según cuento esta historia, estoy dando al
avance rápido de esta película, ahorrándonos los detalles.

Yo estaba en minoría, pero, por alguna razón, parecían tener un poco de miedo de mí. Decidí
que Rowena debía haberlas enviado y tal vez ella les había dicho que yo era una tramposa,
impredecible.
No nos equivoquemos, recibí una paliza. Seis sidhe-seer son un ejército y me dieron de
patadas en mi petunia de seis maneras diferentes, pero no podían dominarme.
¿Cómo, tan abruptamente, una situación pasa a ser tan irrevocablemente mala, que te deja
pasmada pensando... Espera un minuto... ¿quién tiene el mando a distancia? ¿Dónde está la tecla
de rebobinar? ¿Puedo retroceder estos pésimos tres segundos y hacer las cosas de manera
diferente?
No quería matarla.
Es sólo que, una vez que penetraron las sidhe-seers, seguí tratando de razonar con ellas, pero
ninguna de ellas me escuchaba. Estaban decididas a dejarme inconsciente y yo estaba igualmente
determinada a que no lo hicieran. No estaba por dejar que me arrastrasen a la Abadía en contra de
mi voluntad, prefería ir por mi cuenta; ¿cómo y cuando volvería a sentirme segura después de esta
soterrada emboscada de Rowena? Yo diría que nunca.
Luego comenzaron a exigir mi Lanza, cacheándome, tratando de averiguar si la llevaba... y
algo se quebró en mí, cuando me di cuenta de que Rowena había enviado a mi propia gente contra
mí y no a por mí, para robarme mis armas, ¡como si ella tuviese derecho! Yo era quien la había
robado y quien había pagado por ello con sangre. ¿Ella pensaba dejarme indefensa? Sobre mi
cadáver. Nadie iba a arrebatarme mi mano-ganadora en este juego.
Palpé por debajo de mi chaqueta para sacarla y, antes de que pudiera avisarla, para que diese
marcha atrás y escuchase mis razones, y como ya la había extraído de la funda de mi hombro y
retirado la bola de papel de plata protector, la morena se abalanzó sobre mí y ella y la Lanza...
colisionaron. Violentamente.
- OH - dijo, y sus labios se congelaron en la forma redonda de la palabra.
Ella parpadeó y tosió, florecido la sangre en su lengua y manchando sus dientes. Busqué más
abajo, la sangre en su blusa rayas y la Lanza clavada en su pecho. No sé que era más confuso.
Quería marcharme y alejarme tan lejos como pudiese de lo que la la terrible cosa le había hecho
(esas pulgadas de acero asesinas), pero ni siquiera en esas circunstancias podía forzarme a dejar de
lado la Lanza. Era mía. Mi cuerda de salvamento. Mi única defensa en las peligrosa y oscuras calles.
Sus párpados temblaron y de repente ella parecía... dormida, lo cual no es tan extraño: la
muerte, al fin y al cabo, es el gran sueño. Ella se estremeció y su cuerpo se desplomó hacia atrás,
torcido. La sangre brotó de la herida al sacar la Lanza y me paré allí observando su agonía. El
genocida apuñalamiento de Unseelie era una cosa, pero ésta era sangre humana, en su camisa, en su
pantalón, en mí, en todo el mundo. Me sentía caliente y fría al mismo tiempo. Demasiados
pensamientos de pánico colisionaban en mi mente, dejándome en blanco. Me acerqué a ella, pero
sus ojos se cerraron y ella cayo, definitivamente hacia atrás.
- Voy a llamar a una ambulancia - lloré.
Dos de las sidhe-seer que la sujetaban, la dejaron gentilmente en el suelo y bajaron
suavemente sus párpados.
Saqué mi móvil.
- ¿Cuál es el número de emergencia de aquí? - debería saberlo, pero no lo sabía
Ella parecía muerta, pero no demasiado. Su rostro estaba blanco, sus ojos cerrados.
- Es demasiado tarde para ello - se burló una de ellas.
Necesitaba algo más que ayuda médica.
- Yo puedo conseguir algo para salvarla - grité.
¡Deberías haber guardado los sandwiches, estúpida! ¿Lo había pensando yo? Claro,
probablemente debería empezar a llevar trozos de Unseelie a vivir conmigo, por todo el mundo.
- Puedo mantenerla todavía.
Podría correr, agarrar al Fae oscuro más cercano, arrastrarlo de nuevo aquí y dárselo a
trocitos. Ella se recuperaría. Me gustaría solucionar este problema y así, ella no estaría muerta, no
podía estarlo, el Unseelie la curaría. Como ya bajaba corriendo las escaleras, una de ellas me agarró
de golpe por la espalda.
- Ella está muerta, jodida idiota - siseó - Es demasiado tarde. Tendrás que pagar por ello...
... me empujó violentamente y me golpeé contra una librería. Caí bajo una melée de mujeres
de verde que golpeaban todo mi cuerpo. Mi futuro se mostró como un flash ante mis ojos. Quería
llamar a la policía, quería ser detenida. Jayne me encarcelaría y tiraría la llave. Él nunca necesitaría
aprender auto-defensa, especialmente no con un robo, el de una antigua Lanza. Habría un juicio.
Mis padres tendrían que volar más. Esto destruiría lo que quedaba de ellos: una hija pudriéndose en
una tumba, la otra en una celda de la cárcel.
Ellas se levantaron y comenzaron a subir las escaleras, llegando a la planta principal.
Empezaron a borrar la escena del crimen. Si yo tenía alguna esperanza de ser declarada inocente,
necesitaba esa escena intacta.
- No creo que se deba hacer eso. ¿No váis a llamar a la policía?
Tal vez podría salir fuera del país antes de que lo hiciesen; tal vez Barrons podría solucionar
este problema. O V'lane. Yo tenía amigos situados muy arriba, los mismos amigos que me querían
viva y libre para hacer sus “trabajitos”.
Una de ellas me disparó una asesina mirada sobre su hombro.
- ¿Has visto a la policía últimamente? Además, ahora la policía no es humana - se burló -
Tenemos nuestra propia policía. Siempre la tuvimos. Siempre la tendremos.
Había una inconfundible amenaza en sus palabras.
Asomé mi cabeza sobre la balaustrada y vigilé hasta que desaparecieron abajo. Una de ellas
me miró.
- No trate de salir; sólo tendríamos que cazarla - siseó - Oh, compre un billete y márchese -
murmuró, mientras cerraba la puerta de golpe.

- Necesito que me preste un coche - le dije a Barrons, según entró por la puerta esa noche,
poco después de las nueve.
Él llevaba un traje exquisitamente adaptado, una impecable camisa blanca y una corbata de
color rojo sangre. Su pelo oscuro estaba echado hacia atrás, alejado de su hermoso rostro. Gemelos
de diamantes brillaban en las muñecas. Su cuerpo destilaba con tal energía que saturaba el aire a su
alrededor. Sus ojos estaban sorprendentemente brillantes, inquietos, afilados como dardos. Pensé
que era la parte superior de mi cuerpo la que era el foco de esa mirada que consumía. Traté de no
pensar en ello.
Tengo dentro de mi una cajita que nunca creí que existiese y que no hubiera necesitado nunca
que lo hiciera. Está en mi más profunda y más oscura esquina; es hermética, insonorizada y está
cerrada con candado. Ese el lugar donde sigo pensando que no sé qué hacer con él, que me podría
traer problemas. Comer Unseelie martillea, también, en el interior de la caja incesantemente. Trato
de mantener el besar Barrons en dicha casilla, demasiado, pero a veces, consigue salir. No voy a
meter la muerte de la vidente-seer en la caja. Eso es algo a lo que tengo que hacer frente para poder
lograr mis objetivos.
- ¿Por qué no le dice a su novio Fae donde quiere ir para que la lleve?
Se trata de un pensamiento, pero hay otros pensamientos que se unen a la reflexión y en los
que yo no había pensado todavía. Antes, en casa, cuando estaba realmente enojada por algo, como
romperme una uña el mismo día en que me había gastado mucho dinero en la manicura o
encontrarme a Betsy, que había ido a Atlanta con su madre para comprarse el mismo vestido rosa de
baile que yo, había usado mi coche, con la música pistoneando a plena potencia para conducir
durante horas hasta que me calmaba.
Necesitaba conducir ahora, para perderme en la noche y quería sentir el trueno de cientos de
caballos explotando debajo de mí mientras lo estaba haciendo. Mi cuerpo estaba golpeado en una
docena de lugares, mis emociones estaban negras y azules por todas partes. Había matado a una
joven el día de hoy. Por acción u omisión, el caso es que estaba muerta. Maldije los caprichos del
destino que me habían llevado a elegir ese preciso momento para desenfundar mi arma, y a ella, a
abaLanzarse sobre mí en ese momento exacto.
- No quiero pedirle tan poca cosa a mi novio Fae.
Barrons frunció los labios, casi le había hecho sonreir y Barrons sonreía tan a menudo como
el sol salía en Dublín... y tenía el mismo efecto en mí: me hacía sentir cálida y estúpida.
- Supongo que no le gustaría que le llame la próxima vez que le vea ni me permitirá ver su
reacción.
- No creo que quiera ese trabajo, Barrons - dije dulcemente - Nadie quiere estar en su entorno
cuando aparece. ¿No le parece increíble? Como si todo el mundo tuviese miedo de usted.
Mi humor dulzón exorcizó el fantasma de su sonrisa.
- ¿Tenía usted un coche específico en mente, Srta Lane?
Quería puro músculo esta noche.
- El Viper.
- ¿Por qué debo dejar que lo coja?
- Porque me lo debe.
- ¿Por qué se lo debo?
- Porque yo le soporto.
Él sonrió entonces, realmente sonrió. Bufé y esperé fuera.
- Las llaves están en el mismo sitio, Srta Lane. Las llaves del garaje se encuentran en la parte
superior del cajón de mi escritorio, lado derecho.
Le miré bruscamente. ¿Era una concesión? ¿Me decía donde tenía las llaves? ¿Era una oferta
de una más profunda y más confiada asociación?
- Por supuesto, ya lo sabe - continuó burlón - Usted las vio la última vez que fisgoneó en mi
estudio. Me sorprendió que no intentase utilizarlas entonces, en lugar de romper mi ventana. Me
hubiera sentido menos agraviado.
Barrons merecía ser agraviado. Él era el más agraviante... era el más... que había conocido.
La noche que había roto una ventana para entrar en su garaje, no se me había ocurrido llevar las
llaves porque yo había estado tan segura de que mantenía algún gran y oscuro secreto encerrado en
él, que seguramente nunca habría dejado las llaves a mi disposición. (Él seguía manteniendo el
enorme y oscuro secreto, sólo que yo no había resuelto cómo llegar a él, todavía). Capturada en mi
escapada nocturna por las cámaras de video ocultas en el garaje, la cinta y con ella, las pruebas
incriminatorias, habían sido depositadas ante la puerta de mi dormitorio).
- Déjeme adivinar, ¿usted tiene cámaras de vídeo ocultas en el almacén también?
- No, Srta Lane, pero pude olerla. Sé cuando usted ha estado en una de mis habitaciones y
conozco su naturaleza. Usted fisgonea.
No traté de negarlo. Por supuesto que fisgoneaba. ¿De qué otra manera iba a encontrar nada?
- No puede oler donde he estado - me burlé.
- Olí sangre esa noche, Srta Lane y no era la suya. ¿Por qué está tan magullada su cara? ¿Qué
pasó hoy? ¿Quién sangró en mi librería?
- ¿Dónde está la Abadía?
Me puse los dedos sobre las mejillas. Estaban helados, pero no lo suficientemente. El tacto
era difícil y doloroso. Tenía miles de golpes en mi cuerpo: mis costillas eran un lío que dolía al
respirar profundamente y mi muslo derecho tenía una contusión gigante; en mis espinillas había
enormes hematomas como huevos de ganso; temía que varios de mis dedos estaban rotos, pero
aparte de estar un poco hinchada, me sentía mejor ahora.
- ¿Por qué? ¿Es donde quiere ir esta noche? ¿Cree usted que es sabio? ¿Qué pasa si le
atacan?
- Estaba alli ¿Cómo me encontró anoche? ¿Me andaba buscando? - estaba irritada por ello.
¿Por qué había aparecido cuando yo estaba con V'lane? Parece demasiado casual para haber
sido pura coincidencia.
- Iba de camino de Chester - Él se encogió de hombros - Pura coincidencia. ¿El moretón?
Chester. Como cuando el Inspector O'Duffy había hablado con un hombre llamado Ryodan
que, según Barrons, había hablado de más sobre cosas de las que no debía hablar, como del mismo
Barrons, por ejemplo. Hice una nota mental para buscar Chester, y una pista del misterioso Ryodan,
y ver lo que podía descubrir
- Tuve una lucha con otras sidhe-seer. Eluda las respuestas, si quiere, Barrons, pero no me
trate como si fuera idiota.
- Yo sabía que estaba cerca anoche. Di un rodeo para asegurarme de que estuviese bien.
¿Cómo fue la lucha? ¿Está usted... sana y salva?
- Mayormente. No se preocupe, estoy intacta en todas las maneras en las que me necesita. No
tenga miedo, su detector OOP personal está aquí - mi mano se dirigió a la base de mi cráneo - ¿Es la
marca? ¿Puede usted encontrarme tan fácilmente por ella?
- Siento cuando está cerca.
- Eso apesta - dije amargamente.
- Se la puedo quitar, si así lo desea - dijo - Sería... doloroso.
Su brillante mirada se reunió con la mía y nos miramos fijamente el uno al otro un largo
momento. En las profundidades de obsidiana, vi la oscuridad de la gruta de Mallucé, reviviendo mi
propia muerte de nuevo.
A través de los anales de la historia, las mujeres han pagado un precio por su protección. Un
día, no tendré que hacerlo.
- Lo sobrellevaré. ¿Dónde está la Abadía, Barrons?
Él escribió "Arlington Abbey" y una dirección en un trozo de papel para mí y en un mapa de
la biblioteca, marcó con una X el lugar. Estaba a varias horas de Dublín.
- ¿Quiere que la acompañe?
Sacudí la cabeza.
Me estudió un largo momento.
- Entonces, buenas noches, Srta Lane.
- ¿Qué pasa con la detección de OOP´s?
- Podemos hacerlo cualquier otro día. Estoy ocupado con otras cosas ahora. Sin embargo,
pronto lo haremos.
- ¿Con qué está ocupado?
Era una inocua pregunta. A veces, obtenía respuestas.
- Entre otras cosas, estoy siguiendo a los que pujaron por la Lanza - dijo, recordándome que
había sacado varios nombres del ordenador portátil de Mallucé en la gruta, contendientes en una
subasta por el arma. Me imaginaba que estaba tratando de averiguar que tenían en su posesión que
quisiésemos nosotros y pronto se lo estaríamos robando, tan seguro como que hay cielo sobre la
tierra y un plan en su mente. La detección OOP planeaba en el horizonte. Me asustó darme cuenta
de que lo estaba esperando ansiosa.
Barrons inclinó su cabeza oscura y salió; miré fijamente la puerta después de que él se
hubiese ido. Había veces en que quería volver a mis primeros días con él, cuando yo pensaba que
era sólo un hombre dominante, como un humano. Pero él no lo era y si hay una cosa que he
aprendido en los últimos meses, de algunas de las más dolorosas formas, es que no hay vuelta atrás,
nunca. Era eso de “lo que está hecho, hecho está”, “los muertos siguen estando muertos” (bueno, en
su mayoría; Mallucé había tenido algunos problemas con ello), y “todas las lamentaciones del
mundo no pueden cambiar una sola cosa”. Si se pudiera, sería que Alina estuviese viva y yo, ni
siquiera, estaría aquí.
Cogí el teléfono y marqué un número. No me sorprendió, en absoluto, que respondiese
alguien a una hora tan tardía, en Cartas y Paquetes, Inc, de Dublín, el servicio de mensajería en
bicicleta que albergaba a las sidhe-seer de Rowena, que mantenían la mirada fija sobre lo que estaba
sucediendo en y alrededor de la ciudad, bajo el pretexto de entregar cartas y paquetes urgentes.
Su Casa Madre, la Abadía, está lejos de la ciudad, y se me informó que, precisamente, en la
Abadía, era donde se encontraba ahora Rowena.
- Bien. Dígale a la vieja que estaré allí en dos horas - y colgué.

Capítulo Cinco
El Viper no es ni el coche más caro ni el más rápido del mercado, pero ofrece todo lo que
promete. Tiene grandes líneas, una actitud agresiva y sube a sexta en menos de cuatro segundos. Si
yo regresase a casa de nuevo, no sabría qué hacer con mi Toyota, me sentiría como Pedro Picapiedra
sacando los pies por debajo de la alfombrilla.
La última vez que Barrons me dejó conducir el Viper, y, la única que lo había hecho, fue
hace mucho tiempo y luego se acabó. En su lugar, estaba uno de los nuevos, con una caliente
carrocería, elegante, bajo y temperamental: un TER-10 con 90 caballos adicionales sobre un total de
600 caballos y 560 libras por pie de torsión. Era negro sobre negro con cristales polarizados, y
asemejaba una especie de bestia de metal agachada, esperando, (no, deseando) que lo cogieses y
probases sus límites. Yo estaba deseando poner mis manos sobre él.
Me paré por un momento, absorbiendo la increíble colección de coches de Barrons,
escuchando atentamente, alerta a cualquier sonido o vibración del suelo. Nada. Sea cual fuese la
criatura de debajo del garaje, o bien estaba dormida o había cambiado de sitio. Imaginé un montón
de tinieblas rodeando un montón de huesos recogidos limpiamente y sacudí la cabeza para disipar la
imagen.
Me dejé caer en el interior de cuero negro de dos plazas, arranqué, escuché el motor, sonreí,
puse primera y salí del garaje. Una queja sobre el Viper (de esas personas que prefieren un cuatro
cilindros automático y viven la realidad indirectamente a través de programas de televisión) es que
el compartimento de pasajeros se pone demasiado caliente a causa de los gases de escape, y que es
demasiado ruidoso cuando se hace descapotable en carretera.
Aceleré el motor. El ronco gruñido se magnificaba en las aceras de la calle y me reí en voz
alta. Así es el Viper: músculo y machismo, y decididamente, lo quiero.
A mi derecha, la enorme Sombra casi eclipsa el edificio detrás de ella; murmuro algo que
haría palidecer a mi madre, pero conservó mis manos en el volante y cambio de velocidad. No
quería volcar ante los monstruos en sitio desconocido y ser una estadística más de un asesinado en
carretera; además, no veía ninguna ventaja en enemistarme con una Sombra enemiga que ya era
mucho más consciente de mí de lo que me habría gustado.
Conducir un coche, para mí, es mucho más caliente que el sexo, o, al menos, muy parecido;
el sexo debería ser: una experiencia corporal total, abrumadora para todos los sentidos, yendo a
lugares a los que nunca has sido, como un puñetazo que te deja sin aliento y toca su alma. El Viper
era mucho más satisfactorio que mi último novio.
Subí la música y me deslicé en la noche. No quería pensar en lo que había sucedido en el día
de hoy. Había tenido toda la tarde para pensar en ello y tomar mis decisiones. El tiempo para la
reflexión había terminado, había llegado el momento de la acción.
A veinte minutos de la Abadía, en el centro de lo que llamaríamos BFE en mi casa (N. De T:
Bum Fuck Egypt, “en mitad de la puta nada”), rodeada de demasiadas ovejas y muy pocas vallas para mi
comodidad con este tipo de coche tan caro, me salí al estrecho arcén de la carretera de dos carriles,
en la oscuridad; miré alrededor para asegurarme de que no había hierba y follaje demasiado altos,
tranquilizándome a mí misma iluminando con los faros las sombras, y salí del coche.
La cosa de mi lengua había estado molestándome desde V'lane la había puesto allí. No sabía
cuánto tiempo iba a ser capaz de soportarlo. Pero por el momento, me alegraba de que lo hubiera
hecho.
“Si me necesitas, abre la boca y estaré allí” había dicho.
Nunca creí que lo estaría usando menos de veinticuatro horas más tarde, pero había algo que
tenía que hacer esta noche, y necesitaba un guardaespaldas. Un gran guardaespaldas. Necesitaba
algo que Rowena temiese y Barrons no encajaba tan bien en el plan como el Príncipe Seelie.
Traté de decidir en lo que podía consistir esa necesidad, en una forma de liberar el
“piercing” de mi lengua. ¿El mero hecho de pensar en él? Podría ser que no. Había pensando en él
al menos la mitad del día, lo había sentido quemarse a fuego lento en la parte de atrás de mi mente,
desde que la había puesto allí. Tal vez, con el tiempo, me gustaría el intruso. Lo dudaba mucho.
- V'lane, te necesito - le dije a la noche y la cosa en mi boca ni se movió.
Tragué saliva. La cosa se desenrolló de golpe contra la parte de atrás de mis dientes. Escupí
convulsivamente. Algo suave y oscuro explotó en mi boca, golpeando el aire, y desapareció.
- Sidhe-seer.
Di un salto. V'lane estaba detrás de mí. Abrí la boca y la cerré de nuevo, lamentando
aquellos viejos tiempos del teléfono móvil. Tal vez, la radiación habría frito mi cerebro después de
décadas de uso repetido, pero me sentía ya bastante frita utilizando métodos de comunicación Fae
una sola vez.
No me molesté en alcanzar la Lanza. Su peso frío en mi hombro se había ido. Había
desaparecido en el intervalo en el que él se había materializado. Me gustaría probar la rapidez con la
que se materializaba para ver si conseguía detenerlo. Hice una nota mental para intentarlo que la
próxima vez.
- Fae - devolví el saludo, podría decirse que, burlonamente
¿Cómo leches había terminado en un mundo con tan extraños métodos de salutación? De
todos los hombres que había conocido en Dublín, sólo Christian me llamaba Mac.
- Dame mi Lanza de nuevo - sabía que no lo haría, pero no perdía nada por pedir.
- Yo no vengo a ti, armado con armas letales humanas.
V'lane estaba en pleno modo Fae: una docena de brillantes tonos exóticos, sus ojos
iridiscentes, paralizando mi corazón con su increíble sexualidad. Literalmente.
- Tú ya eres un arma letal humana.
Su mirada decía algo como “así es como debe de ser”
- ¿Por qué me llamaste?
Él aguardó impaciente, como si le hubiese interrumpido en medio de algo importante.
- ¿Cuánto deseas el Libro para tu Reina?
- Si lo has encontrado y me lo estás ocultando...
Sacudí la cabeza
- No lo estoy ocultando. Pero todo el mundo quiere mi ayuda para encontrarlo y no estoy
segura de quien es el más fuerte o el que me va a ayudar más. Hay cosas que también yo quiero.
- ¿Dudas de mi poder?
Sus ojos de plata parecían afiladas dagas, y tuve una repentina, extraña visión de... ¿jirones
de mi memoria genética?... de un Fae desollando la piel de un cuerpo humano con solo una mirada.
Si usted tropieza de cara con uno de ellos, nosotros se lo enseñamos así a nuestros hijos, nunca le
mire a los ojos. No porque temamos ser hipnotizados (un Fae no necesita contacto visual para
hacerlo), sino porque si nuestros hijos iban a morir horriblemente, no queríamos ver su suerte
reflejada en los inhumanos ojos.
- ¿Por qué me dejó cuando Barrons apareció? - le pregunté.
- Le desprecio.
- ¿Por qué?
- No es asunto suyo ¿Es usted tan tonta que cree que puede convocarme para interrogarme?
Temblé visiblemente dentro de mi suéter y mi chaqueta. La temperatura había bajado
bruscamente. Los sentimientos Fae son tan poderosos que su placer o disgusto afecta al clima, si él
lo permite. Recientemente, me había enterado de que los Cazadores Unseelie, con sus grandes alas
de cuero, bifurcadas lenguas y ojos ardientes, tenían esta facultad, también.
- Te llamé porque necesito tu ayuda. Me pregunto si sólo tú puedes hacer lo que necesito que
hagas.
- Yo te mantendré viva. Y no te dejaré... ¿qué es lo que te desagrada tanto que no has podido
convocarme antes? Ah, dices que sufriste horriblemente... Yo no voy a permitir eso.
- Eso no es suficiente. Te necesito para mantenernos a todos con vida esta noche y no dejar a
nadie sufrir horriblemente. Necesito saber que no volverás aquí otro día y les harás ningún mal.
Las sidhe-seer se habían escondido de los Fae durante miles de años y yo estaba a punto de
guiar a unos de las más poderosos directamente a su oculta guarida. ¿Me llamarían traidora? ¿Me
echarían? Oh, bueno, ya estaba hecho. Las que deberían haber sido mis aliadas en esta batalla
estaban ahora preparando la hoguera para mí, gracias a Rowena. Me gustaría no haber tenido que
hacer esto, si no me hubieran empujado tanto hasta la fecha.
Redujo sus extraños ojos y me miró. Entonces se rió.
Me pillé a mi misma tirando hacia arriba de mi suéter, sonriendo como una vampiresa,
hinchados los pechos, erguidos mis pezones.
- Desactívate - gruñí - Tenemos un trato, ¿recuerdas? Dijiste que te apagarías mientras
estuvieses conmigo.
Él se difuminó y fue una vez más el hombre que había visto la noche anterior, en vaqueros,
botas y chaqueta de motociclista.
- Se me olvidó - no había ni una gota de verdad o contrición en sus palabras - Vas a la
Abadía.
- ¡Por los clavos de Cristo! - exploté - ¿es que todos saben todo menos yo?
Me consolé con la idea de que al menos, ahora, no tenía que sentirme mal por traicionar su
ubicación ante V'lane. Él ya la sabía.
- Al parecer así es. Eres joven. Tu minúsculo el tiempo es apenas un bostezo en mi vida - se
detuvo y añadió - y en la de Barrons.
- ¿Qué sabes de Barrons? - exigí.
- Que sería mucho más prudente depender de mí, MacKayla.
Él se trasladó hacia mí y yo retrocedí. Incluso en su silenciada y humanizada forma, era puro
sexo. Él me sobrepasó, se detuvo en el Viper y posó su mano sobre la elegante curva del capó.
V'lane de pie al lado del negro-sobre-negro Viper era una cosa digna de ver.
- Quiero que vengas a la Abadía conmigo - le dije - Como mi guardaespaldas. Quiero que
seas mi protección, pero no le harás daño a ninguna de las sidhe-seer de allí.
- ¿Crees que puedes darme órdenes?
La temperatura cayó en picado de nuevo y nieve en polvo cayó sobre mis hombros.
Lo reconsideré, no me había expresado bien: mamá siempre decía que se atraen más moscas
con miel que con vinagre.
- ¿Me prometes que no dañarás a ninguna de las sidhe-seer? - crucé los dedos mentalmente y
añadí - ¿Por favor?
Él sonrió, y, cerca, un árbol de aspecto aterciopelado, con fragantes flores blancas, bañaba el
aire picante de la noche con aromas de especias. Una exuberante cantidad de pétalos de alabastro
cayeron al suelo y se descompusieron rápidamente. De la vida a la muerte en cuestión de segundos.
¿Esto era lo que él quería enseñarme?
- Voy a concederte esto. Me gusta cuando dices “por favor”. Dilo de nuevo
- No. Una vez es suficiente.
- ¿Qué me darás a cambio?
- Ya lo estoy haciendo. Ayudarte a encontrar el Libro.
- No es suficiente. Quieres que Un Príncipe Fae sea tu perro guardián. Tiene un precio,
MacKayla: me dejarás follarte.
Jadeé. De repente, estaba tan enojada que no podía ni hablar. No ayudaba que sus palabras
hubiesen provocado una marejada de emociones eróticas flameando en mi vientre. ¿Se había
amplificado a si mismo otra vez? ¿Había disparado algún dardo de sexo Fae hacia mi?
- No. Ni aunque el infierno se congele voy a ofrecerte sexo conmigo a cambio. ¿Entendido?
Algunas cosas no son negociables y esta es una de ellas.
- No es más que un coito, un acto físico, al igual que comer o excretar. ¿Por qué le concedes
tanta importancia?
- Tal vez para un Fae sea simplemente un acto físico, y tal vez para algunas otras personas,
demasiadas, pero no para mí.
- ¿Porque el sexo ha sido estupendo en su breve vida? ¿Porque ha tenido amantes que han
hecho que su cuerpo queme y su alma se derrita en su fuego? – se burló él.
Levanté altiva mi barbilla.
- Quizá no hasta ahora, pero sí algún día.
- Voy a dártelo ahora, un éxtasis mortal, pero no permitiré que mueras, me detendré antes de
que eso suceda.
Sus palabras me dejaron helada: era como un vampiro prometiendo dejar de drenarte antes
de que las últimas gotas de sangre que mantenían tu corazón latiendo se agotasen.
- Olvídalo, V'lane. Siento haberte convocado. Cuidaré de mis asuntos por mí misma. No te
necesito, ni a ti ni a nadie.
Abrí la puerta.
El golpe fue tan rápido que casi perdí un dedo de la mano, me asustó su repentina violencia.
Él me aplastó contra el Viper y tocó mi rostro. Sus ojos eran nítidamente hostiles y sus dedos suaves
como plumas de luz.
-¿Quién te magulló?
- Tuve una pelea con algunas sidhe-seer. Sal de encima de mi.
El pasó un dedo de su mano sobre mi pómulo y el dolor desapareció; luego bajó hacia mis
costillas y dolor ya no me aguijoneaba con cada aliento; cuando deslizó su mano hacia mi muslo,
sentí como desaparecía el enorme hematoma y al presionar sobre mis espinillas, dejaron de estar
magulladas. Mi carne quemada a raíz de su contacto.
Él bajó su cabeza hacia delante, sus labios cerca de los míos.
- Ofréceme algo a cambio de lo que te he pedido, MacKayla. Soy un Príncipe y tengo mi
orgullo.
A pesar de que su toque era suave, sentí la rigidez de su cuerpo, y yo sabía que no podía
empujarle más.
En Sur, entendemos el orgullo. Perdimos casi todo una vez, pero por Dios que conservamos
nuestro orgullo. Podemos amontonar combustible en una pira, atizarlo tan alto como en un
crematorio y después inmolarnos en ella con tal de defender nuestro orgullo.
- Sé cómo se desplaza el Libro. No se lo he dicho a nadie.
La presión del cuerpo de Vlane contra el mío abría puertas en mi mente y dejaba al
descubierto cosas que hubiera preferido no saber que existían.
Sus labios rozaron mi mejilla y temblé.
- ¿Barrons no lo sabe?
Negué con la cabeza. Sus labios rozaron mi oído.
- No, podría decírselo.
- Y ¿no se lo contarás a Barrons? ¿Será nuestro secreto?
- No y si. En ese orden.- Odio cuando la gente hace baterías de preguntas, una detrás de otra.
Su boca era un incendio en mi piel.
- Dilo.
- No voy a decírselo a Barrons y será nuestro secreto – no perdía nada, no había pensado
contárselo de todos modos.
V'lane sonrió.
- Tenemos un trato. Cuéntame.
- Después de que me ayudes.
- Ahora, MacKayla o irás sola. Si yo puedo acompañar a una Null dentro de un nido de
sidhe-seer, creo que puedo pedir un pago por adelantado.
No había espacio para la negociación en su voz.
Odiaba perder cualquiera de mis ases en el juego, pero si tenía que darle a V'lane una pieza
de información que hubiera preferido no darle, a fin de mantener a Rowena lejos de mi espalda, que
así fuese. No podía estar en guardia ante todos y cada uno de los peligros de la ciudad. Los Fae ya
eran uno bastante malo, pero, al menos, podría despreocuparme de las siervas de Rowena, que
pasarían ante mis ojos como seres humanos normales y podrían acercarse a mi antes de que yo me
diese cuenta de que eran un peligro. Si bien mi instinto de machacar Fae era fuerte, mis instintos
para atacar a un humano no lo eran y no quería que llegaran a serlo nunca. Los seres humanos no
eran mis enemigos, pero necesitaba enviarle a Rowena y a sus sidhe-seer un gran, gran mensaje de
“Atrás” y V'lane era el mensajero perfecto.
Sin embargo, yo no tenía que decirle todo.
Le empujé a una posición apoyada sobre el Viper. Él contempló mi retirada con una sonrisa
burlona. Me sentía mejor con una docena de pasos entre nosotros y comencé a seleccionar porciones
de lo que yo había visto, desde aquel apestoso charco. Le dije que pasaba de persona a persona,
cometiendo delitos.
Pero no le dije nada de los tres aspectos que había presentado el Libro, o la gravedad de los
crímenes, o que mataba al anterior "portador" antes de trasladarse; le permití creer que pasaba de un
ser humano a otro. De esta forma, si él decidía apretarme las tuercas, demasiado, quería tener un
asidero. Necesitaba todos los asideros que pudiese conseguir. Sabía que V'lane no consideraba a los
seres humanos formas de vida verdaderamente "viables" y no tenía más razones para confiar en él
que en Barrons. V'lane podía ser Seelie y Barrons podía mantenerme viva, pero tenía demasiadas
preguntas sin respuesta acerca de los dos. Mi hermana había confiado en su novio hasta el final.
¿Ella había buscado excusas para el Señor Maestro de la misma forma que yo había venido
haciendo con Barrons? ¿Es qué nunca iba a obtener respuesta para ninguna de mis preguntas? Él
me dijo más acerca de lo que soy que nadie. Pero, ¿podría matarme sin piedad? Él hacía todo para
mantener mi seguridad... cosa que había hecho, hasta el momento, al menos media docena de veces.
V'lane también: él era un Fae-muerte-por-sexo, que nunca realmente me había perjudicado. Pero,
¿podría hacer que me fuera desnudando por cada lugar público que quisiera? Él me salvó de las
Sombras...
Soy una camarera. Me gustan las recetas. Son concretas. La receta de la de la seducción tiene
el encanto de un disparo, dos disparos son auto-engaño, es el ¿sacudido, no agitado?
- ¿Seguiste consciente todo el tiempo?
Asentí.
- ¿Podrás acercarte a él?
Sacudí mi cabeza.
- ¿Cómo vas a encontrarlo de nuevo?
- No tengo ni idea - mentí - Dublín tiene más de un millón de personas y la tasa de
criminalidad ha ido subiendo. Suponiendo que se mantenga en la ciudad, y ni siquiera estoy segura
de ello (esto era una mentira, no sé por qué estaba tan segura de ello, pero creía que el Libro no
tenía ninguna intención de dejar las caóticas calles de Dublín por el momento, ni en cualquier otro
de un futuro próximo) estamos buscando una aguja en un pajar.
Me estudió un momento y luego dijo:
- Muy bien. Has mantenido tu parte del pacto. Ahora voy a cumplir el mío.
Abandonó el coche y se dirigió a la Abadía.

Arlington Abbey fue construido sobre terreno consagrado en el siglo VII, sobre una iglesia
originalmente construida por San Patricio en el año 441 AD que se había incendiado. La iglesia,
curiosamente, se había construido para reemplazar a un círculo de piedras en ruinas que algunos
afirmaban, había sido sagrado para una antigua hermandad pagana hace mucho tiempo. El círculo
de piedra que supuestamente había sido construido sobre un shian, o montículo de las hadas, que
había ocultado en su interior una entrada al Otro Mundo.
La Abadía fue saqueada en el 913, reconstruida en el 1022, quemada en 1123, reconstruida
en 1218, quemada en 1393 y reconstruida en 1414, ampliándose y enriqueciéndose cada vez. Creció
en el siglo XVI, y más aún, en el XVII, patrocinada por un anónimo y rico mecenas que completó el
rectángulo de piedra de los edificios, le adjuntó el patio interior, la vivienda y añadió (ante el
asombro de los lugareños) hasta a un millar de residentes. Este mismo donante desconocido compró
la tierra en torno a la Abadía y convirtió el enclave en el centro de operaciones independiente que es
hoy. La Abadía cuenta con sus propios productos lácteos, frutales, ganado bovino, ovino y extensos
jardines; lo que más destacaes una elaborada cúpula de cristal convertida en invernadero para
albergar algunas de las más raras flores del mundo y hierbas de lo más inusual.
Y eso fue todo lo que había sido capaz de averiguar sobre el lugar en los veinte minutos que
tuve para navegar por Internet antes de buscar la dirección que Barrons me habían marcado.
Hoy en día, la Abadía de Arlington era propiedad de una subcorporacion de una corporación
mucho más grande que formaba parte de la gran explotación de una empresa aún más grande. Nadie
sabía nada, hoy en día, sobre sus operaciones. Curiosamente, nadie parecía extrañarse. Me pareció
espectacularmente raro que un país que tenía tal cantidad de enamorados de sus abadías, castillos,
piedras y un sinnúmero de otros monumentos, no se preguntase acerca de estas cuestiones en la más
extraordinariamente bien conservada Abadía dentro de sus fronteras. Pero no, y ahí estaba, en el
centro de casi un millar de hectáreas, silenciosa, misteriosa y privada, y a nadie molestaba.
Me preguntaba qué enorme importancia tenía este sitio para las sidhe-seer que lo habían
protegido obstinadamente, incluso bajo la cristiandad y que hebían reconstruido cada vez que había
sido destruido, fortaleciéndola cada vez más, hasta convertirla en una fortaleza prohibida situada
sobre un oscuro lago.
En el asiento del pasajero, V'lane se encogió y pareció sacudirse.
Le miré.
- Vamos a dejar el coche aquí - dijo.
- ¿Por qué?
- Las de la abadía me... molestan... con sus intentos de desafiarme.
Traducción: La abadía tenía guardas.
- ¿Puedes atravesar las guardas?
- No pueden impedir mi entrada. Vamos a "tamizarnos". Ellas no pueden poner guardas
contra eso.
Bien, eso era preocupante, pero quería entrar y lo primero es lo primero.
- Barrons dijo que puedes tamizar el tiempo también. - En realidad, él había dicho que los
Fae podían hacerlo, nada más. - Con eso se podría volver al pasado.
En ese caso, Alina podría estar aún viva, podría salvar a mi hermana y este terrible futuro
podría prevenirse... y podríamos reanudar nuestras vidas felizmente ignorantes, desconocedoras de
lo que éramos, felices con nuestra familia en Ashford, Georgia, y nunca nos alejaríamos de allí. Nos
casaríamos, tendríamos hijos y moriríamos en nuestro Sur a una edad avanzada.
- ¿Es eso cierto? ¿Puedes ir hacia atrás en el tiempo?
- En un momento determinado, pudimos, pero incluso entonces, estábamos limitados,
aunque no la Reina. Ya no poseemos esa capacidad. Estamos tan atrapados en el presente como los
seres humanos.
- ¿Por qué? ¿Qué pasó?
Él se encogió de hombros.
- Detén el coche, MacKayla. No disfruto de esto. Sus guardas son muy molestas.
Paré el motor. Cuando salimos, miré fijamente el techo del automóvil.
- Por tanto, las guardas son incómodas para tí, pero ¿eso es todo? ¿No pueden mantenerte
fuera?
¿Podría entrar en la librería en cualquier momento que él quisiera? ¿las guardas de Barrons
podían mantenerme a salvo de cualquier Fae?
- Eso es correcto.
- Pero yo pensé que no podía entrar en la librería. ¿Es lo que pretendías la noche que me
atacaron las Sombras?
- Hemos estado hablando de las guardas sidhe-seer: la magia que tu gente sabe y la magia
que Barrons sabe no es la misma. - su mirada se aceró ante la mención de mi empleador. - Vamos.
Dame tu mano para que pueda tamizarte conmigo y piensa en esto: si me anulas dentro de los
muros, te arrepentirás. Una vez más, MacKayla, ¿ves la confianza que te otorgo? Te permito
adentrarme en tu mundo sidhe-seer, donde soy temido y odiado, y donde dependo de tu
misericordia. No hay ningún otro entre mi gente que lo considerase.
-No te anularé. Te lo prometo.
Barrons todavía tenía una ventaja sobre los demás. ¿Por qué no me sorprendía esto? Cómo
había logrado ocultar el espejo Unseelie de mí? ¿Cuanto más profunda y más oscura era la magia
que sabía? No podía estar demasiado compugida por esto, pues significaba que, realmente, estaba
segura en la librería. ¡Que complejo era esto! Agradecía el poder en cualquier parte donde pudiera
encontrarlo, a condición de que ese poder trabajara para mí.
- ¿Está claro lo que yo voy a hacer y lo que tú no vas a hacer?
- Tan claro como tus transparentes deseos, sidhe-seer.
Hice una mueca, me bajé del coche y tomé su mano.

En casa, en Ashford, tengo un gran grupo de amigos.


No tengo ni uno en Dublín.
El lugar donde pensé que podría hacer amigos se encontraba en la Abadía, entre mi propia
especie. Ahora, gracias a Rowena, se cerraba esta oportunidad para mí. Ella había jugado con mi
vida desde la primera noche que llegué a Irlanda, cuando yo casi me había traicionado a mí misma
en un pub con el primer Fae que había visto jamás y, en lugar de tomarme y enseñarme lo que era,
me había instado a "morirme en otro lugar".
Después había asistido pasivamente a mi casi violación por parte de V'lane en un museo.
Luego había enviado a sus sidhe-seer a espiarme (¡como si yo no fuera una también!) Y, finalmente,
ella había añadido el insulto a la injuria (enviandolas a atacarme y robar mi arma, obligándome a
matar a una de las mías). Ni una sola vez me acogió con beneplácito Rowena. ¡Ni una sola vez me
había demostrado nada, más que desconfianza y desdén sin una buena razón!
Estas mujeres nunca me van a perdonar por la muerte de una de ellas. Yo lo sabía y no
estaba aquí para pedirles que lo hicieran. No es la mano que se repartió lo que importa, es el cómo
jugar las cartas.
Estaba aquí para poner las cosas claras.
Rowena había hecho una declaración de intenciones esta tarde, mediante el envío de sus
sidhe-seer tras de mí, con órdenes de someterme y robar mi arma; ella había dicho: no eres una de
nosotras y la única forma en que puedes convertirte en una, es sometiéndote por completo mi
voluntad. Dame tu arma, obedéceme en todo y te permitiré entrar.
Yo estaba aquí para hacer mi propia declaración: ¡vete al diablo, vieja!. Para hacer más
contundente mi punto de vista había traído como protector a un Príncipe Fae capaz de destruirlas a
todas (aunque nunca dejaría que lo hiciese). Si ella era una mujer sabia, no me atacaría otra vez y
ella cancelaría el ataque de su jauría. Ya había un número suficiente de personas y monstruos
jugando conmigo.
¡Maldita sea!, ¡quería amigos y los quería entre mi propia clase!
Yo quería a niñas como Dani, jóvenes que confiasen en mí, para hablar, para compartir los
secretos de nuestro patrimonio. Quería pertenecer aquí, quería aprender sobre los O'Connor, la
sangre de la que supuestamente descendía y cuyo último miembro con vida era.
- Llévame - le dije a V'lane, preparándome para la "tamización".
Le pregunté a V'lane por qué los Fae lo llamaban tamizado y me dijo que era la única palabra
humana que englobaba los elementos básicos de lo que hacía. Los Fae criban las ilimitadas
dimensiones, como granos de arena a través de sus dedos, dejando un poco derramarse aquí, otro
poco derramarse allí, clasificándolos hasta que llegan a donde querían. Cuando han elegido, las
cosas cambian.
Me pregunto si eso significaba que eligía el "grano" del lugar donde quería estar y se
trasladaba allí con el poder del pensamiento. Él dijo que no se movía. Según él, ni nosotros, ni las
dimensiones lo hacían, simplemente... cambiaban. Y estaba una vez más, la dualidad de los fae:
cambio o estancamiento.
El tamizado era como morir: simplemente dejabas de existir por completo y, entonces,
estabas de nuevo allí.
Es indoloro, pero muy inquietante. Un momento antes estaba fuera, de pie junto al Viper, en
la oscuridad, después, súbitamente cegada por un incendio de chispas y, luego, cuando pude ver de
nuevo, estaba en el interior de las brillantemente iluminadas paredes de Arlington Abbey.
Las mujeres estaban gritando. Mucho y en voz muy alta. Era ensordecedor.
Por un momento, creí que nos estaban atacando. Entonces entendí: Yo era el ataque. Estaba
escuchando el sonido de cientos de guardas sidhe-seer detectando a un inmensamente poderoso Fae
dentro de sus paredes. Me había olvidado de ese pequeña detalle; por supuesto que habían percibido
a V'lane y gritaban y lloraban.
- ¿Quieres que las elimine? - dijo V'lane.
- No. Déjalas. Pararán en un minuto.
Eso esperaba.
Lo hicieron.
Él nos había tamizado a la parte trasera de la abadía, donde esperaba encontrar los
dormitorios. Mi previsión, basada en en el croquis que había visto en Internet, había sido exacta.
Una por una, se abrían las puertas, las cabezas se asomaban, las bocas se abrían, gemían y las
cerraban de nuevo.
Un familiar de la cabeza el pelo rizado de color rojo surgió de una habitación próxima.
- ¡Oh, estás jodidamente muerta! - exclamó Dani. - Ya te encontrabas en graves problemas
antes, pero ahora ella te va a matar.
- Cuida tu lenguaje, Dani - chistó la mujer que apareció en la puerta detrás de ella.
Dani rodó sus ojos.
- Me gustaría ver tu país - me dijo.
La comisura de la boca de la jovencita se elevó.
- ¿Cómo te atreves a venir aquí? ¿Cómo te atreves a traer esa cosa aquí?
Exigió una sidhe-seer en pijama, señalando con un dedo a V'lane. Otra cabeza asomó detrás
de ella, su nariz fuertemente vendada. Conocía a esa mujer: mi puño se había estrellado contra su
cara. Sus ojos inyectados de sangre eran como para llorar y le miró con abierta hostilidad.
Notándole rígido, coloqué una mano sobre su brazo, cuidando de que no creyese que tenía
intención de anularle, sino como una muestra de solidaridad con la que esperaba calmarle.
El corredor estaba lleno de sidhe-seer en distintas estados de desnudez. No porque estuviese
V'lane, sino porque era después de la medianoche y las habíamos despertado. Al parecer, fue fiel a
su palabra. Ni una sola sidhe-seer se desnudó. Yo no sentí el fantasma del hormigueo sexual. No
obstante, todas le miraban fijamente.
- No me atreví a venir aquí sin el Príncipe V'lane. - El uso de su título le complació, sentí un
músculo deslizándose suavemente por debajo de su piel. - Rowena envió a seis de ustedes a por de
mí el día de hoy.
- Vi a las que regresaron - la mujer en pijama habló. Ella miró sobre su hombro vendado a su
habitación y, a continuación, volvió hacia mí su mirada frígida. - Ellas recibieron una gran paliza,
pero no hay señal en tí, ni un solo moretón. - hizo una pausa y luego escupió - Pri-ya.
- ¡Yo no soy Pri-ya!
- Viajaa con un príncipe Fae, le tocas libremente, por propia voluntad. ¿Qué otra cosa
podrías ser?
- Prueba con una sidhe-seer que colabora con un príncipe Fae a fin de ayudar a la Reina
Aoibheal a encontrar el Sinsar Dubh y así arreglar el lío en el que estamos todos - dije fríamente. -
V'lane se me acercó en nombre de la Reina de los Seelie, porque puedo sentir el Libro Oscuro
cuando se encuentra cerca. He sido-"
Ella gimió.
- ¿Puedes sentir el Sinsar Dubh? ¿Está cerca? ¿Lo has visto?
Miré a las sidhe-seer situadas arriba y abajo del pasillo y exclamé.
- ¿Ninguna podéis sentirlo?
Miré alrededor. Las caras vueltas hacia mí reflejaban asombro. Eran mi propio espejo. Yo
pensaba que, seguramente, habría otras como yo, una o dos por lo menos.
Dani sacudió su cabeza.
- La capacidad de sentir objetos Fae es extremadamente rara, Mac.
Su compañera de habitación dijo rígidamente.
- La última sidhe-seer con esa capacidad murió hace mucho tiempo. No hemos tenido éxito
en la cría de las de su sangre.
¿La cría de las de su sangre? El suave acento irlandés no suavizó las palabras ni un poco.
Eran frías. Me hizo pensar en batas blancas, laboratorios y placas de Petri. No era de extrañar que yo
estuviera tan solicitada; no era de extrañar que Barrons estuviera decidido a mantenerme viva y
tenía a un Príncipe Fae de escolta... y el Señor Maestro aún no había puesto en marcha su ataque
contra mí. Todos ellos me necesitaban viva. Yo era la diana. Yo era la única.
- ¡Usted mató a Moira! - me acusó una mujer desde la puerta.
V'lane me miró con agudo interés
- ¿Mataste a una de las tuyas?
- No, yo no maté a Moira. - Me dirigí a las sidhe-seer, quienes me miraban con abierta
hostilidad, con la excepción de Dani. - Rowena mató a Moira cuando las envió para que me
golpeara y robaran mi Lanza. - La mujer tenía un nombre: Moira. ¿Ella tenía una hermana, también,
que se dolía por ello como yo me dolía por la muerte de Alina? - Estoy igual de horrorizada por lo
sucedido hoy como podáis estarlo vosotras.
- Claro que que lo estás - alguien se burló.
- Ella ni siquiera dice que lo siente - escupió otra - Sólo viene aquí con su guardia Fae de
fantasía y culpa a nuestra líder. Me sorprende que no trajese también un Cazador.
Deseaba darles una disculpa si eso era lo que querían.
- Siento haber desenfundado la Lanza y haberla blandido. Me duele que ella decidiera
abaLanzarse sobre mí en ese momento. Si no lo hubiera hecho, ella aún estaría viva.
- Si no te hubieras negado a darnos la Lanza, también lo estaría - alguien dijo.
- La Lanza no es tuya - gritó otra mujer. - ¿Por qué deberías tenerla? Sólo hay dos armas que
matan Fae. Más de siete centenares de nosotras compartimos la espada y tu solita tienes la otra. Haz
lo correcto: ¡dásela a las personas que han nacido y se han criado para ello!
Las otras asintieron.
¿Nacido y criado?, ¡Mi petunia!. ¡Como si yo fuera menos!
- Yo soy la única que puede sentir el Libro y tengo que salir cada noche para cazarlo.
¿Tenéis idea de lo que es ahora Dublín? Yo no podría sobrevivir ni una noche sin ella. Además, soy
la que arriesgó su vida para robarla.
Mi acusadora inhaló y se cruzó de brazos.
- Robas. Trabajas con un Príncipe Fae. Matas a una de nuestras hermanas. Tú no eres una de
nosotras.
- Yo digo que si lo es; sólo tuvo un mal comienzo. - dijo Dani. - Ella no tuvo a nadie para
ayudarla a entender las cosas. ¿Que habríais hecho vosotras en la misma situación? Ella está
tratando de sobrevivir, al igual que haríamos todas nosotras.
Reí. Una vez yo le había preguntado lo mismo y me había dicho, arrogantemente, que ella
habría actuado "perfecta" , pero al parecer me había comprendido. Admiré su valentía, defendiendo
aquello en lo que creía. Apenas tenía trece o catorce años y tenía los huevos de un toro. Este esa,
también, el discurso más largo que yo podía recordar haberle oído, sin que estuviese salpicado por
una sola palabrota.
- Vuelve a la cama, niña - dijo alguien.
- Yo no soy una jodida niña - bufó Dani - He matado a más de ellos que cualquiera de
vosotras.
- ¿A cuanto asciende ya tu cuenta, Dani? - La última vez que hablamos, ella había tenido
cuarenta y siete Unseelie en su haber. Con su don sidhe-seer de supervelocidad, armada con la
Reliquia Seelie, la Espada de la Luz, tenía que ser una formidable luchadora. Me gustaría tener la
oportunidad de averiguarlo un día, combatiendo a su lado. Nosotras podríamos vigilarnos la espalda
mutuamente.
- Noventa y dos - dijo con orgullo. - El último, un ser enorme, asqueroso, con docenas de
bocas y una monstruosa polla...
- Muy bien, Dani, eso es todo - dijeron señalando su habitación - Vuelve a la cama.
- ¿Mataste a la Cosa-de-Muchas-Bocas? - exclamé - ¡Muy bien, Dani!
- Gracias - dijo con orgullo - Era muy duro de matar. No crees...
- Habitación. Ahora. - su compañera empujó a Dani dentro y cerró la puerta.
- Sabes que está de pie al otro lado de la puerta, escuchando - dije. - ¿Qué necesidad hay?
- Mantente alejada de nosotras y llévate esta cosa de aquí.
- Bien dicho - dijo la voz de acero que había estado esperando.
La sidhe-seer retrocedió, permitiendo acercarse a una mujer de pelo color plata. Me había
preguntado cuanto tardaría en venir. Había apostado que dos o tres minutos: habían sido cinco. Yo
quería unos minutos a solas con las sidhe-seer, sin trabas por parte de Rowena, para limpiar mi
nombre. Ya había dicho todo lo que tenía que decir a sus seguidoras, ahora tenía que decirle un par
de cosas a su líder.
Miré a V'lane. Me devolvió la mirada, la cara impasible, pero sus ojos eran hojas letales,
cientos de brillantes bordes afilados que podrían derramar sangre con un simple parpadeo.
Con un susurro de su larga túnica blanca, la anciana se detuvo delante de mí. Su edad era
imposible determinar, podrían ser sesenta o quizá ochenta. Su largo cabello plateado estaba
apretadamente trenzado en una corona por encima de un fino rostro arrugado. Las gafas
descansaban sobre una pequeña nariz, aumentando la sensación de feroz inteligencia de su
penetrante mirada azul.
- Rowena - dije.
Ella llevaba, adiviné, lo que debía ser el atuendo de Gran maestre: una túnica blanca con
capucha, de color esmeralda y un deforme Shamrock (el símbolo de nuestra Orden, la promesa de
Ver, Servir y Proteger) blasonado en el pecho.
- ¿Cómo te atreves? - Su voz es baja, controlada, y furioso.
- Oh... y usted me lo pregunta - dije, con la misma voz afilada.
- Te invité a asumir tu lugar entre nosotras y esperé a que aceptases mi oferta. No lo hiciste.
Solo pude concluir que nos habías dado la espalda.
- Le dije que vendría y lo tenía previsto, pero me surgieron un par de cosillas - Cosillas como
ser perseguida, secuestrada, encerrada y torturada hasta la muerte. - Solo fueron unos días.
- ¡Fue una semana y media! Los días importan ahora, incluso las horas.
¿Había sido realmente una semana y media? El tiempo vuela cuando te estás muriendo
- ¿Creíste que darles orden de matarme era la única forma en que podrías conseguir mi
Lanza?
- ¡Och, no soy yo la sidhe que ha derramado sangre sidhe hoy!
- ¡Oh, sí lo has sido!. Usted las envió tras de mí, envió seis de sus mujeres para atacarme. Yo
nunca habría matado a ninguna de ellas y ellas lo saben. Vieron lo que sucedió. Moira se abalanzó
sobre mi Lanza. Se trató de un terrible accidente... Pero fue sólo eso... un accidente.
Ella deslizó sus gafas de su nariz y las dejó reposar sobre su pecho, suspendidas de una
cadena de delicadas perlas que llevaba al cuello. Sin separar los ojos de mi cara, Rowena se dirigió
a su cónclave.
- Ella está llamando al asesinato, accidente. Nos traiciona ante nuestros enemigos y los trae
hasta nuestras salas, evadiendo nuestras guardas. Esta mujer es nuestro enemigo, demasiado.
- Conozco sus guardas desde hace milenios - V'lane bramó - Son de risa. No podrían evitar
que una pesadilla como yo se mantuviese alejado ni unas pulgadas. Usted apesta a vejez y muerte,
humana. ¿Quiere que teja sueños de ello y la atormente?
Rowena se alejó de su mirada
- No voy a escucharle - luego me dijo amí - Dame la Lanza y os permitiré a los dos vivir. Tú
permanecerás aquí con nosotras. "Esto" se marchará y nunca volverá.
Sentí nieve en polvo sobre mis mejillas. Copos suaves llenando el pasillo. Algunas de las
sidhe-seer volvieron sus palmas hacia arriba para capturarlos. Adiviné que ninguna de ellas había
visto antes a un Príncipe Fae.
La voz de V'lane era aún más fría que la nieve, a causa de su disgusto.
- ¿Cree usted que puede matarme con la Espada que tiene escondida en su túnica, vieja?
Gemí interiormente. Estupendo. Ahora él tenía las dos armas. ¿Debía anularle y tratar de
recuperarlas?
Rowena intentó coger la espada. Yo podría haberle dicho que no se molestara. V'lane sacó la
Espada que buscaba en un flash de plata y posó su hoja, afilada como cuchilla de afeitar, bajo el
arrugado hueco de su garganta.
La Gran Maestra de la sidhe-seer se quedó muy, muy quieta.
- Conozco a las de su calaña, vieja. Y usted lo sabe. Yo podría hacer que se pusiese a cuatro
patas delante de mí. ¿Le gustaría? ¿Le gustaría que sus pequeñas sidhe-seer la vieran arder desnuda
en éxtasis, delante de mí? ¿Quiere que las haga arder a todas?
- ¡Basta, V'lane! - dije bruscamente.
- Ellas no te salvaron de mí - dijo, recordándome el tiempo en que había casi me había
violado en el museo. - Ella se quedó viéndote sufrir. Me limito a... ¿cómo decirlo?... Devolverle el
favor. Voy a castigarla por tí. Tal vez entonces tú me perdones un poco.
- No quiero su castigo y no sería un favor. ¡Basta!
- Ella interfiere y te ofende. Voy a eliminarla.
- No. Tenemos un trato, ¿recuerdas?
La Espada estaba preparada en su garganta, su empuñadura equilibrada en su palma, su
mirada en mí.
- De hecho, lo recuerdo. Me estás ayudando en esta carrera. Por primera vez en siete mil
años, Los Fae y el Hombre están trabajando juntos por una causa común. Es una cosa rara, y será
necesario que ambos lo deseen para sobrevivir con nuestros mundos intactos. - Se volvió hacia
Rowena. - Nuestros esfuerzos combinados lograrán lo que todas sus sidhe-seer juntas no pueden.
No me enoje, vieja, o la abandonaré al Infierno que viene si MacKayla falla en encontrar el Sinsar
Dubh. Deje de tratar de robarle su arma y comience a protegerla. Ella es la mejor esperanza para su
raza. De rodillas.
No voy a preocuparme por ese "la mejor esperanza de su raza". Respondo mal, nunca he
funcionado bien bajo presión.
El obligó a arrodillarse a Rowena, sus labios blancos y estremecidos. Pude ver la batalla que
asolaba su pequeño y robusto cuerpo. Su túnica temblaba, sus labios se apretaban sobre sus dientes.
- Basta - dije de nuevo.
- En un momento. Usted nunca más vendrá ante mí armada, vieja, o voy a renunciar a las
promesas que he hecho y a destruirla. Ayúdela en su intento por ayudarme y le permitiré vivir.
Suspiré. No era necesario que echase un vistazo alrededor para que me diese cuenta de que
no había hecho amigos aquí esta noche. De hecho, estaba segura de que había empeorado las cosas
aún más.
- Sólo devuélvele la Espada, V'lane, y sácanos de aquí.
- Tus deseos, mis órdenes
Tomó mi mano y nos tamizamos.
Instantáneamente nos rematerializamos, a unas pocas docenas de metros del Viper; le golpeé
el pecho con las palmas de ambas manos, dispuesta a congelarlo con cada onza de ese extraño lugar
dentro de mi cabeza.
A diferencia de la primera vez que había intentado anularle, la noche que le conocí, se quedó
congelado durante más de unos pocos latidos. Estaba muy sorprendida de que no se moviera, hasta
que comenzó a moverse, y le golpeé de nuevo, poniendo todo lo que tenía en mi deseo de
neutralizar al Fae. Si la intención es lo que cuenta, yo estaba plena de fuerza en ese aspecto. Había
tenido la esperanza de crecer algún día, durante años. Ahora acariciaba esa esperanza con la punta
de los dedos.
Esperé. Se quedó congelado durante siete segundos. Busqué mi Lanza lo más rápidamente
posible, pidiéndole mentalmente "quédate congelado, bastardo".
La Lanza no estaba.
Reculé y le permití "descongelarse".
Nos miramos fijamente el uno al otro a través de los diez pies que había puesto entre
nosotros y vi muchas cosas en sus ojos: vi mi muerte, vi mi indulto. Vi un millar de penas en ellos y
reconocí el momento en que decidió no tomar ninguna acción contra mí.
- Es realmente difícil para tí verme como una forma de vida válida, ¿no? - dije - ¿Qué haría
que me tomases más en serio? ¿Cuántos años tengo que vivir para contar con el crédito de que valgo
la pena?
- La longevidad no es el factor determinante. No doy crédito a la mayor parte de mi propia
raza, no vale la pena; es una opinión no nacida de la arrogancia, sino de eones gastados entre
aquellos que son aún peor que tontos. ¿Por qué me anulaste, sidhe-seer?
- Porque tu jodiste mi plan allí.
- Entonces, tal vez, la próxima vez, debas confiarme los más sutiles matices de tu plan. Yo
creía que querías establecer tu superioridad y me esforcé en ayudaste a lograrlo.
- Les hiciste pensar que estaba aliada contigo. Les hiciste temerme.
- Estás aliada conmigo. Y deben temerte.
Mis ojos se redujeron
- ¿Por qué?
Él sonrió ligeramente.
- Apenas has comenzado a comprender lo que eres.
Abruptamente, desapareció.
A continuación, su mano estaba en los rizos de la parte de atrás de mi cabeza y su lengua
estaba empujando en mi boca, y algo caliente, oscuro y aterrador, se enrrollaba en mi lengua y se
incrustaba allí, explotando en un violento orgasmo.
Caí a diez pies de distancia, una vez más, y allí estaba yo, boqueando como un pez fuera del
agua y flotando igual de mal. Un shock tan intenso de erotismo me sacudió tan violentamente que
quedé momentáneamente inmovilizada. Si hubiera tratado de moverme, me habría derrumbado.
- Esto sólo funciona una vez, MacKayla. Debo reemplazar mi nombre en tu lengua cada vez
que lo utilices. ¿Asumo que no quieres echarte atrás?
Furiosa, asentí. Pensé que no me había dicho nada de la corta duración del "trato".
Desapareció. Esta vez no reapareció.
Sentí de nuevo mi Lanza, a la espalda.
Estaba esperando, todavía, que cedieran las últimas réplicas. Me pregunté, si, realmente,
había anulado a V'lane esta noche o si solo lo había fingido. Yo estaba cada vez más paranoica,
preguntándome si todo el mundo estaba jugando conmigo. Seguramente algo que podía moverse tan
rápido podía evadir mis inmaduros esfuerzos en la magia sidhe-seer. ¿O, sinceramente, le había
cogido desprevenido? ¿Qué podría él ganar fingiendo? ¿Un as en la manga? ¿Tal vez, un día,
realmente, necesitaría anularle y ese sería el día en que yo averiguaría que esto no funcionó y que
nunca funcionaría?
Me di la vuelta y comencé a caminar hacia el Viper.

No había mirada en su dirección desde que me había materializado. Lo hice ahora y gemí.
El Countach estaba estacionado en el lado opuesto de la carretera, atrás, en las sombras y
Jericó Barrons estaba recostado sobre el capó, los brazos cruzados sobre el pecho, vestido de la
cabeza a los pies de negro, tan oscuro como la propia noche.
Parpadeé.
Todavía estaba allí. Difícil de ver, engullido por la oscuridad pero real.
- ¿Qué... ¿Como... ¿De donde ha salido? - escupí.
- De la librería.
Duh. A veces sus respuestas me hacen querer estrangularle.
- ¿Quizá V'lane sabía que estaba ahí?
- Creo que ustedes estaban un poco demasiado ocupados para verme.
- ¿Qué está haciendo aquí?
- Asegurarme de que no necesitaba un guardaespaldas. Si usted me hubiera dicho que traía a
su novio Fae, yo no habría perdido mi tiempo. Me molesta que me haga perder mi tiempo, Srta
Lane.
Entró en su coche y arrancó.
Le seguí la mayor parte del camino de vuelta a Dublín. Cerca de las afueras, puso sus
caballos al galope, no pude seguirle y lo perdí en la distancia.

Capítulo Seis
Serían las cuatro menos cuarto de la madrugada cuando llegué con el Viper al callejón
trasero de la librería. El intervalo entre las dos y cuatro es el más difícil para mí; en las últimas
semanas, he estado despertando cada noche a las 2:17 AM en punto, como si fuera un intervalo
oficialmente preprogramado de tiempo en el que tenía un ataque de ansiedad, y el mundo se
derrumbaba, incluso algo más de que ya lo estaba, si no convertía mi habitación en una caja fuerte.
La librería es insoportablemente tranquila entonces, y no es difícil imaginar que soy la única
persona viva en el mundo. La mayoría de las veces no puedo manejar el lío que yo llamo mi vida,
pero en la profundidad de la noche, incluso es un poco deprimente. Normalmente, repaso mi fondo
de armario, tan magro como es, o paso distraída páginas de revistas de moda, tratando de no pensar.
Ordenar mis trajes me apacigua. Los accesorios y complementos son un bálsamo para mi alma. Si
no puedo salvar el mundo, al menos estaré mona.
Pero anoche, la Alta Costura de cuatro diferentes países no pudieron distraerme, y terminé
arropada con una manta, en un asiento frente a la ventana, con un árido volumen sobre la historia de
la raza irlandesa, con varios largos y pedante ensayos acerca de la cinco invasiones de los míticos
Tuatha Dé Danaan, abierto en mi regazo, mirando desde la ventana de mi dormitorio hacia el mar de
tejados de la parte de atrás, mirando el ir y venir de las Sombras con el rabillo del ojo.
Entonces mi visión me jugó una mala pasada: en todo el horizonte de Dublín no podía verse
ni una sola luz, absoluta oscuridad.
Parpadeé, tratando de disipar la ilusión y, finalmente, pude ver las luces de nuevo, pero la
ilusión del apagón había parecido tan real, que me temí que fuese una premonición de lo que iba a
venir.
Me metí en el Viper, aparcado en el garaje en su espacio asignado, demasiado cansada e
indiferente como para apreciar el GT aparcado junto a él. Cuando el suelo tembló bajo mi talón,
pisé a fondo y le obligué a callarse.
Abrí la puerta para salir al callejón, me estremecí y, de repente, cerré la puerta de nuevo.

El garaje donde Barrons guarda su fabulosa colección de coches se encuentra directamente


detrás de la librería, a través de un callejón de aproximadamente veinticinco pies de ancho.
Múltiples focos en el exterior iluminan un camino entre los dos lados, dando un paso seguro ante las
Sonbras, incluso en la más oscura noche. Lamentablemente, todavía no hemos encontrado un medio
de tener luz perpetua. Las bombillas se funden y las pilas se gastan.
Varias de las luces en la fachada del garaje no habían sobrevivido durante la noche:
bastantes como para percibir el brillo de los faros de Viper y la suave luz proveniente de las
ventanas situadas en la parte trasera de la librería, y las suficientes como para haber creado una raja
de oportunidades para una Sombra emprendedora, y, por desgracia, tenía una de esas Sombras en mi
umbral.
Estaba cansada y me había descuidado; debería haber estudiado y comprobado los focos del
edificio en el momento en que había llegado. Gracias a las fundidas bombillas, una línea delgada de
oscuridad era ahora el centro del callejón, donde la luz emitida por los edificios adyacentes no
llegaba, y la enorme Sombra que estaba tan obsesionada conmigo como yo lo estaba con ella, se
había apropiado de la fisura y asemejaba un muro de negra oscuridad que se alzaba hasta tres pisos
de altura y se extendía a lo largo de toda la librería, esperando que cruzase la calle.

Abrí la puerta para encontrar en lo alto, sobre mí, un avaro y oscuro tsunami, a la espera de
venir a borrarme y ahogarme en su abrazo letal. A pesar de que estaba un 99,9 % segura de que no
podía hacer eso (que estaba atrapada en su amenazante muro en forma de luz a ambos lados de ella),
que estaba como petrificada, un 1 % sembraba de dudas mi mente. Cada vez que había creído
conocer sus límites, había sido un error. La mayor parte de las Sombras retrocedían ante la mera
posibilidad del más pálido y difuso resto de luz. Solamente agitando una de mis linternas en
dirección a la Zona Oscura, por lo general hacía que ellas se dispersaran
Pero no esta. Si la luz les producía dolor, esta enorme y agresiva Sombra estaba más
endurecida cada vez, su umbral de dolor era cada vez mayor. Como yo, estaba evolucionando. Yo
sólo deseaba llegar a ser igualmente peligrosa.
Rebusqué en el interior de mi chaqueta, sacando una linterna en cada mano y salí en
dirección a la puerta, abierta de nuevo.
Una de mis linternas no se encendió, sus pilas muertas. Bien, todo facilidades. La tiré y
agarré una segunda de mi cintura. Dos más salieron con ella, estrellándose en el suelo, claqueteando
en el suelo, rodaron hasta la parte del callejón que no estaba iluminada.
Parecía que tenía dos manos izquierdas. Esto era ridículo. Necesitaba una mejor manera de
mantener segura mi total integridad física.
Me volví de nuevo y me ordené a mi misma salir a la acera.
Mis pies no obedecían.
Enfoqué una de mis linternas directamente a ella. El muro negro retrocedió y explotó en el
íámetro exacto de la ranura. Pude ver que era apenas de una pulgada de espesor.
Lancé un suspiro de alivio; al menos, todavía no podía tolerar la luz directa.

Reflexioné. Yo no estaba totalmente imposibilitada de llegar a la librería: podría caminar por


la izquierda, en paralelo a la torre hasta que llegase al final de la construcción, donde las luces de la
verdulería de al lado le impidirían expandirse más y, a continuación, rodeando la puerta, entrar.
El problema es que no estaba segura de tener el valor suficiente y, además, ni siquiera estaba
segura de que fuera inteligente intentarlo.
¿Qué pasaría si, cuando estuviese casi al final del pasillo de la Sombra, la luz de la tienda de
comestibles se fundiese? Normalmente, relegaría las probabilidades de que eso sucediese al reino
del absurdo, pero si hay una cosa que había aprendido en los últimos meses, es que "realmente
absurdo" quería decir: "lo más probable es que le ocurra a MacKayla Lane". Y no estaba por correr
el riesgo. Tenía mis linternas, pero no podía iluminar todas y cada una de las partes de mi cuerpo a
la vez, y, ciertamente quería iluminarme del todo.
Podría llamar a V'lane. Él me había ayudado a deshacerme una vez antes de las Sombras. Por
supuesto, con V'lane todo tenía un precio, y yo tendría que dejar que incrustase su nombre en mi
lengua de nuevo.
Consideré mi teléfono móvil: tenía tres números programados en él: Barrons, IYCGM y
IYD.
IYCGM, una sutil taquigrafía de Barrons "Si usted no puede encontrarme a mi" (N. de T.: If
You Can’t Get Me), sería respondida por el misterioso Ryodan, que aunque Barrons sostenía que
hablaba demasiado, me había dicho algunas cosas interesantes en nuestra reciente y breve
conversación telefónica. No tenía deseo de atraer a nadie demasiado agresivo cerca des Sinsar
Dubh. Quería, durante unos días, un respiro de muertes sobre mi conciencia.
IYD: "Si se está muriendo" (NdT: If You're Dying) , y yo, ciertamente no lo estaba.

Me ponía enferma depender de otros para salvarme. Quería cuidar de mí misma. Solo serían
unas pocas horas hasta el amanecer. La Sombra, por mí, podría permanecer allí toda la noche.
Volví atrás, al garaje, cerré y bloqueé la puerta, cambié las luces, haciéndolas más brillantes,
consideré la colección de coches por un momento y luego me metí en el Maybach para dormir.
Se me ocurrió, qué cosas, que mis sentimientos sobre el coche habían cambiado, sin duda.
Ya no me importaba que antes perteneciese al irlandés mafioso Rocky O'Bannion, al que había
robado mi Lanza y de quien, indirectamente, fui responsable de su matanza, de la suya y de la de
quince de sus secuaces, en el callejón donde la monstruosa Sombra remoloneaba ahora. Ahora,
estaba agradecida de que fuese cómodo para dormir.

Esperamos que el Mal se anuncie a si mismo.


El Mal, se supone, se adhiere a ciertas convenciones: se supone que causa un escalofrío de
aprensión en el destinatario de su visita, también que debería ser reconocible al instante, y, que es
horrible. El Mal debe deslizarse, en la noche, en un coche fúnebre negro, la niebla abrazando sus
flancos oscuros o desmontar de una harley como un esqueleto, vestido de cuero, llevando un collar
de cráneos prendidos de su cuero cabelludo y cruzados sobre el pecho.
- Barrons Libros y Adornos- contesté animadamente por teléfono - Lo que quiera, lo
tenemos, y si no lo tenemos, se lo encontramos
Me tomo mi trabajo muy en serio. Después de seis horas robadas de sueño en el garaje,
atravesé el callejón de la librería, me duché y abrí la tienda, como de costumbre.
- Estoy seguro de ello. Usted puede encontrarlo o yo no la habría telefoneado.
Me quedé congelada con el receptor en la mano. ¿Era una broma? ¿Él me telefoneaba a mí?
De todos los posibles enfrentamientos con el Mal que había imaginado, éste, precisamente, no era
uno de ellos.
- ¿Quién es? - exigí, incapaz de creerlo.
- Usted sabe quién soy. Lo sabe.
Aunque solo ahbía escuchado su voz dos veces antes, la tarde en la Zona Oscura cuando casi
había muerto, y más recientemente en la guarida de Mallucé, nunca la olvidaría. Contrariamente a lo
malvada que se suponía debía ser, era una seductora y hermosa voz, reflejo de la belleza física de su
propietario.
Era la voz del amante y asesino de mi hermana.
Yo sabía su nombre y preferiría morir antes de llamarle Señor Maestro.
- ¡Desgraciado!.
Tecleé furiosamente en el móvil, hasta que Barrons respondió. Sonó alarmado. Bah, tenía
derecho a llamar para preguntar
- ¿Puede el hechizo de la Voz Druida usarse a través del teléfono?
- No. El hechizo no tiene la potencia necesaria para poder...
- Gracias, me tengo que ir.
Como me esperaba, el teléfono de la tienda ya estaba sonando de nuevo. Guardé el móvil,
dejando a Barrons con la palabra en la boca. Necesitaba estar segura de que no podía ser
coaccionada a través de la línea telefónica, y necesitaba saberlo rápido, antes de que el Señor
Maestro hubiera sido capaz de utilizarlo sobre mí.
Sólo por si la llamada era de un cliente, dije
- Libros Barrons.
- Si usted me lo hubiera pedido - dijo la seductora y rica voz. - yo le habría dicho que la Voz
se diluye con la tecnología. Ambas partes deben estar en proximidad física entre sí... y, por el
momento, estoy demasiado lejos.
Yo no iba a darle la satisfacción de saber que era aquello de lo que había tenido
- Se me cayó el teléfono.
- No finja, MacKayla.
- No se atreva a usar mi nombre - grité.
- ¿Cómo quiere que la llame?
- De ninguna manera
- ¿Usted no tiene ninguna curiosidad acerca de mí?
Mi mano temblaba. Yo estaba hablando con el asesino de mi hermana, el monstruo que traía
a todos los Unseelie a través de sus místicos dólmenes y convertía nuestro mundo en la pesadilla
que era.
- ¡Claro que sí!. ¿Cuál es la manera más rápida y fácil de matarle?
Él se rió.
- Usted tiene más fuego que Alina, pero ella era muy inteligente y la subestimé. Ella me
ocultó su existencia, nunca me habló de usted. No tenía ni idea de que había dos con un talento
como el suyo.
Pues estábamos igualados en nuestra ignorancia. Ella me había ocultado su existencia,
también.
- ¿Cómo se enteró acerca de mí?
- Yo había escuchado rumores de otra sidhe-seer, nueva a la ciudad, con... inusuales
habilidades. Planeaba seguirla, durante un tiempo, pero el día que vino al almacén, lo olí: no hay
ninguna duda de su sangre. Puede sentir el Sinsar Dubh de la misma manera que podía hacerlo
Alina.
- No, no puedo - mentí.
- La llama. Lo siente, cada vez más fuerte. Usted, sin embargo, no obtendrá más fuerza de él.
Usted se debilitará, MacKayla. Usted no puede manejar el Libro, ni siquiera pensar en intentarlo.
No puede ni empezar a imaginar lo que le haría.
Tenía una idea bastante aproximada.
- ¿Por eso me llamó? ¿Para advertirme que me fuera? Estoy que tiemblo.
Esta conversación me sacaba de quicio; estaba en contacto telefónico con el monstruo que
había matado a mi hermana, el infame Señor Maestro, y él no cacareaba como un loco ni me
amenazaba como un villano. Él no había venido tras de mí con un ejército Fae Oscuro, ni con el
respaldo de su guardia personal vestida de negro y carmesí. Me había llamado y estaba hablando
con una voz hermosa, de cultos tonos, suavemente, sin hostilidad. ¿Era este el verdadero rostro del
Mal? ¿El que no conquista sino que seduce? Él me permite ser la mujer que siempre quise ser,
había escrito Alina en su diario. ¿Me pediría que cenase con él? Si lo hicía, ¿iba yo a aceptar para
tener una oportunidad de matarlo?
- ¿Qué es lo que más quieres en el mundo, MacKayla?
- Verle a usted muerto.
Mi teléfono móvil sonó. Barrons. Pulsé IGNORAR.
- Eso no es lo que quiere realmente más. ¿Quieres que se lo diga? Usted quiere a su hermana
de vuelta. - No me gustaba el camino que tomaba la conversación. - La llamé para ofrecerle un trato.
Los tratos con el diablo, recientemente me recordó Barrons, nunca han salido bien. Sin
embargo, no pude dejar de decir
- ¿Cual?
- Consígame el Libro y yo le devolveré a su hermana.
Mi corazón se saltó un latido. Alejé el auricular lejos de mi oído y miré el receptor, como si
buscase algún tipo de inspiración, o respuesta o... el valor para colgar el aparato.
"Le devolveré a su hermana".
Las palabras colgaban en el aire.
Lo que estaba buscando, no apareció; devolví el auricular a mi oído.
- ¿El Libro podría traer a Alina de regreso entre los muertos?
Yo estaba em estado de shock, llena de supersticiones inspirado en fábulas de la infancia:
resucitar a los muertos estuvo siempre acompañado de horribles advertencias, y aún más horribles
resultados. Seguramente algo tan malo no podía restablecer algo tan bueno.
- Sí.
No iba a preguntar. No-iba-a-hacerlo.
- ¿Siendo la misma que era antes? ¿No un zombi? - le pregunté.
- Sí.
- ¿Por qué iba a hacerlo si usted fue quien la mató?
- Yo no la maté
- Tal vez no lo hizo usted, directamente, pero si fue usted quien envió a su asesino tras ella
- No hice eso - había cierta vacilación en su voz - yo no tenía planes para matarla cuando
sucedió.
- Ya. Ella le descubrió; le siguió a la Zona Oscura un día, ¿no? Se negó a ayudarle. ¡Y usted
la mató por ello!
Estaba segura de esto. Lo pensé, todas las noches, antes de irme a dormir, durante meses. Era
la única conclusión que tenía sentido ante el mensaje de voz que me había dejado, un par de horas
antes de morir. "Él viene", había dicho ella, "no creo que me deje salir del país".
- Usted ha sentido la potencia de la coacción de mi Voz; podría haberle hecho preder su
voluntad, pero nunca lo necesité - goteó con imperiosa arrogancia su voz, recordándome la facilidad
con que me había controlado.
No, no se han necesitado su cooperación. Con esa terrible, coercitiva Voz, podría haberle
hecho hacer lo que quisiera o nada en absoluto.
Mi teléfono celular sonó de nuevo.
- Contesta. Barrons odia esperar. Piensa en mi oferta.
- ¿Cómo sabes que es Barrons? - exigí
La línea quedó muerta.
- ¿Estás bien? - gruñó Barrons cuando respondí
- Bien.
- ¿Era él?
- ¿El gran LM? - dije burlona
- Sí.
- ¿Qué te ofreció?
- Devolverme a mi hermana.
Barrons no dijo nada durante un largo momento.
- ¿Y?
Yo esperaba tranquilamente, incluso un momento más largo.
- Le dije que tenía que pensarlo.
El silencio cayó entre nosotros y se alargó. Extrañamente, ninguno de nosotros colgó. Me
preguntaba donde estaba y lo que estaba haciendo. Escuché más intensamente, pero mis oídos no
pudieron oír ningún ruido de fondo. O bien su teléfono móvil tenía una gran capacidad de reducción
de ruido o estaba en algún lugar muy tranquilo. Una imagen flasheó a través de mi mente: Barrons,
grande y oscuro, desnudo entre sábanas de seda blanca, los brazos cruzados detrás de su cabeza,
sujetando el teléfono contra su oreja, sus tatuajes carmesí y negro bajando por su pecho hasta el
abdomen... Una pierna enredada con la de alguna mujer...
Nah. Él nunca dejaría que una mujer pasara con él la noche, no importa lo bueno que fuese el
sexo.
- Barrons - dije.
- Srta Lane.
- Necesito que me enseñe a resistir la Voz. - ya se lo había pedido antes, pero él sólo me
había dado una de sus evasivas respuestas.
No fue otro de esos largos silencios.
- De acuerdo. Con el fin de que el intento, y le aseguro que no será más que un intento,
resuelva una de sus grandes dudas, tendré que usar mi propia Voz con usted. ¿Está usted preparada
para eso?
Temblé.
- Vamos a establecer algunas normas básicas.
- ¿Te gustan mucho, no? Lástima. Estás en mi mundo ahora y en él no hay normas básicas.
Aprenderás como yo quiera enseñarte o nada en absoluto.
- Eres un idiota.
Él se rió y yo temblé de nuevo.
- ¿Podemos comenzar esta noche?
Había estado a salvo el día de hoy, con el Señor Maestro al teléfono, pero, si en lugar de
llamar, se hubiera situado detrás de mí en la calle y me hubiera mandado guardar silencio, yo no
habría sido capaz de abrir la boca el tiempo suficiente como para liberar el nombre de V'lane.
Fruncí el ceño.
¿Por qué no lo había hecho? ¿Por qué no envió su ejército tras de mí? Ahora que he pensado
en ello, las dos únicas veces que había tratado de capturarme había sido cuando, prácticamente, me
había entregado yo misma a él y él, a su vez, había creído que estaba solo, casi como si hubiera sido
una oportunidad muy conveniente. ¿Tenía el Señor Maestro miedo de aproximarse a mí? ¿Le temía
a mi Lanza después de ver lo que le había hecho a Mallucé? Me hubiera temido, mucho, cuando
comí carne Unseelie, no habría querido estar en ningún sitio cerca de mí. Sin embargo, con la Voz
podía, fácilmente, mantenerme lejos. ¿Había querido que Alina participase tan voluntariamente
como ahora parecía que quería que yo lo hiciese? ¿Por qué? ¿Se debía a que era más fácil si yo
estaba dispuesta o era más complicado que eso? ¿Su Voz podría facilitar el trabajo sólo en cierta
medida, y había algo que él necesitaba de mí que no sería capaz de obligarme a hacerlo? O tal vez,
un pinchazo de aprensión acompañaba este pensamiento, yo era sólo una pequeña parte de unos
planes mucho más grandes, y él ya había hecho otros arreglos para mí, y simplemente no era el
momento adecuado todavía. Quizá, incluso ahora, estaba construyendo una jaula a mi alrededor que
no podía ver. ¿Me despertaría una mañana y caminaría directamente hacia ella? Fui engañada por
Mallucé: le consideré un producto de mi imaginación hasta el final.

Expulsé mis temerosos pensamientos fuera antes de que pudieran multiplicarse. Desde
luego, quería acercarme a él. Iba a matarlo. Y su desagradable truco de la Voz era una barrera que
iba a tener que ser capaz de vencer.
- Bueno - cedí - ¿Cuando podemos empezar?
No confiaba en Barrons, pero él había tenido muchas oportunidades para usar la Voz sobre
mí en el pasado y no lo había hecho. No quería creer que la usaría ahora para hacerme daño, o, al
menos, no mucho. El potencial del posible beneficio que yo obtendría hacía que el riesgo mereciese
la pena.
- Estaré allí a las diez - y colgó.
A las nueve y cuarto terminé mi invención, cuarenta y cinco minutos antes de que Barrons
llegara.
Lo conecté, me eché atrás, lo escudriñé unos momentos, luego asentí.
Se veía bien.
Bueno, no realmente bien. Era... extraño, como algo salido de una película de ciencia
ficción, pero funcionaba y eso era todo lo que importaba para mí. Yo estaba harta de no sentirme
segura en la oscuridad, estaba harta de ver mis linternas caer girando lejos de mí. Con esto no
podrían caer lejos. Y si yo tenía razón en cuanto a sus capacidades, sería capaz de andar
directamente a través de un muro de Sombras.
Había una prueba final que necesitaba llevar a cabo.
Era un gran invento y estaba orgullosa de él. La idea me había llegado esta tarde, como un
lento hechizo. Pensaba incansablemente en la enorme Sombra de fuera de la librería, cuando de
repente una luz había estallado en mi cabeza, o más bien, varias docenas de luces.
Cambié el cartel y cerré a las siete en punto; corrí por la calle a la tienda de artículos de
deportes de la esquina, y compré todo lo que necesitaba: el casco de ciclista, baterías, soportes para
las luces de espeleología, tubos de pegamento superrápido y bandas de velcro como una precaución
añadida.
Entonces volví a la librería, programé mi iPod con la última lista de reproducción, subí el
volumen hasta que fue enloquecedor y me puse a trabajar.

Me conmovió mi invención. Lo tiré. Le dí patadas y todas sus partes todavía permanecían


intactas. Súper: después de la cinta adhesiva, era el mejor amigo de las niñas.
He quedado satisfecha. Con tres cuartos de hora hasta mi experiencia con la Voz, tenía
tiempo de poner a prueba el dispositivo, y todavía me sobraría para subir a mi cuarto y refrescarme
un poco, no porque me preocupase del aspecto que presentaría cuando me mirase Barrons. Es sólo
que, en el Profundo Sur, las mujeres aprenden a una edad muy temprana que cuando el mundo se
está cayendo a pedazos a tu alrededor, es el momento ideal para descolgar las cortinas y hacerte con
ellas un nuevo vestido.
Cada invención realmente inspirada, necesita un nombre pegadizo y yo tenía el derecho de
ponerle uno al mío ¿Quién necesita el brazalete de Cruce para caminar entre las Sombras?
Deslicé el casco de ciclista en mi cabeza y lo até de forma segura debajo de mi barbilla.
Encajaba cómodamente, por lo que no podía caerse en el fragor de la batalla; podría hacerle una
visera (si supiese hacer viseras) y la cosa quedaría verdaderamente pegada a mi cabeza. Había
superpegado decenas de luces sobre la superficie del casco, soportes a ambos lados y en la parte
trasera, apuntando hacia abajo.
Abrí los brazos e hice una reverencia: ¡os presento el MacHalo!
Con todas las luces encendidas, el casco creaba un halo perfecto de luz alrededor de mi
cuerpo, entero, de la cabeza a los pies. Me encantó. Si no hubiera sido tan voluminoso, podría haber
intentado dormir con él. Como precaución adicional, había confeccionado bolsas, atadas con velcro
a mis muñecas, que contenían bombillas de reserva. Todo lo que tenía que hacer era mantener
muñecas y tobillos juntos y encender las luces.
Estaba lista.
Pero en primer lugar, quería una prueba de funcionamiento en el interior de la tienda antes
de tener que probarla fuera.
Me encendí, de la cabeza a los pies, di vueltas sobre mi misma y comencé a apagar la luces
de la parte delantera de la librería. No las exteriores, sólo las del interior. Aunque sabía que el
edificio estaba rodeado aún por la luz exterior, me era difícil hacerlo yo misma. Mi miedo a la
oscuridad había crecido más allá de la racionalidad. Eso suele ocurrir cuando una sabe que una
Sombra puede comérsela viva si te toca.
Mi mano vaciló en la última fila de interruptores por un largo y difícil momento.
Pero tenía mi MacHalo y sabía que tendría trabajo. Si le daba la miedo un asidero, este me
estrangularía. Había aprendido esa lección de Barrons y lo había experimentado en la casa de
Mallucé: La Esperanza fortalece. El Miedo mata.
Apagué la última fila, sumiendo la librería en una completa oscuridad.
¡Era tan brillante como un pequeño sol en el centro de la habitación!
Me reí. Debería haberlo pensado antes. No había un centímetro de mí, ni uno solo, que no
estuviera iluminado. Mi halo radiaba hacia el exterior unos buenos diez pies en todas las
direcciones. Y yo tenía razón: si tenía el coraje, podría caminar derechita a través de un muro de
Sombras. ¡Ninguna de esa vampírica horda de chupadoras de vida podría acercarse a mí de esta
guisa!
Mi iPod comenzó a tocar "Bad Luna Rising" de Creedence Clearwater Revival, y bailé un
poco, mareada por el éxito. Tenía un arma más en mi arsenal para mantenerme segura y comenzaba
a tener mejor opinión de mí misma.
Dancé en torno a la librería, imitando la épica del combate, armada con mi MacHalo
inteligente; ya no tenía miedo de los callejones oscuros por la noche. salté por encima de las sillas y
de las estanterías, de los sofás, de la otomana... apuñalando enemigos imaginarios, inmune a las
Sombras por el brillo de mi propia invención. No hay mucho espacio en mi vida para el bien; la
diversión era estúpida, pero no había habido mucho que celebrar últimamente. Lo aprovecharía, en
todo moemnto en que pudiera.
- Espera a que te pille - cantaba, apuñalando una almohada con mi Lanza. Las plumas
volaban por el aire - ¡Espero que estés dispuesto a morir! - girando como un deslumbrante torbellino
de luces, caí sobre un asesino fantasma de Sombra - ¡Parece que hace un día realmente
desagradable!..
...Y me quedé congelada.
Barrons estaba en la puerta delantera, destilando esa fresca elegancia del viejo mundo.
No le había oído entrar por la música. Estaba apoyado, su hombro contra la pared, sus brazos
cruzados, viéndome.
- Ojo por ojo... - dije mientras le alumbraba de frente.
No necesitaba un espejo para saber cómo parecía de estúpida. Le miré ácidamente por un
momento, luego me giré buscando el origen de un sonido estrangulado. Cuando oí un sonido
ahogado detrás de mí, le disparé una mirada francamente hostil. Él mostraba su habitual expresión
de arrogancia y aburrimiento. Seguí indagando el origen del sonido y lo escuché de nuevo. Esta vez,
cuando me volví, las esquinas de su boca se movían en espasmos. Le miré fijamente hasta que se
detuvo.
Me llegó el sonido estrangulado, apagado, contenido y ... explotó.
me giré
- Yo no le veo la gracia - dije.
Sacudió sus hombros.
- ¡Oh, vamos! ¡Basta!
Se aclaró la garganta y dejó de reír. Luego su mirada se alzó, fijándose en mi brillante
MacHalo y se perdió de nuevo en sus carcajadas. No sé, quizá fueran los pliegues que sobresalían
por los lados... O quizá se debía a que debería haber comprado un casco de moto negro y no un rosa
encendido.
Lo desaté y me lo saqué de la cabeza. Fui hacia la puerta y encendí las luces interiores de
nuevo, le golpeé en el pecho con mi brillante invención y corrí arriba.
- Más vale que haya dejado de reirse cuando baje - grité sobre mi hombro.
Yo no estaba segura de que ni siquiera me hubiese escuchado de tan alto como se reía.

- ¿Puede hacer la Voz que haga algo que uno encuentra profunda y moralmente censurable?
¿Puede invalidar todo lo que uno cree? - le pregunté a Barrons, quince minutos más tarde cuando
regresé abajo.
Le había hecho esperar, en parte porque todavía sentía el escozor de su risa, y, en parte,
porque me molestó que llegase antes de tiempo. Me gusta cuando un hombre es puntual: ni antes de
tiempo, ni tarde. Puntual. Es uno de esos perdidos valores de la cortesía, aunque Barrons y yo no
estábamos citándonos ni nada de eso, pero creo que la cortesía debe ser practicada en todos los
encuentros civilizados. Era uno de esos días en que brotaban mis buenos y anticuados modales.
No hice mención de su risa, ni del MacHalo ni de mi absurda danza. Barrons y yo somos
todo unos profesionales en hacer caso omiso de cualquier cosa, de hecho, de todo lo que pasa entre
nosotros, que pueda oler a emoción de cualquier tipo, incluso una tan simple como un sentimiento
de vergüenza. A veces no puedo creer que alguna vez estuviesese bajo su gran, duro cuerpo,
besándole, compartiendo visiones de su vida. El desierto. El muchacho solitario. El hombre
solitario. No penséis que no se me ocurrió que el hecho de tener relaciones sexuales con Barrons
solamente podría responder a algunas de mis preguntas sobre quién y qué era él. Las tuve. Me
apresuré a encerrar esa idea en mi caja-cerrada-a-cal-y-canto, tenía un trillón de razones para no
explayarme en ella.
- Depende de la habilidad de la persona que emplea la Voz y la fuerza de las convicciones de
su víctima.
Típica respuesta de Barrons
- Acláremelo - le dije burlona. (NdT: Mac usa la palabra Elucidate)
He estado aprendiendo nuevas palabras. He estado leyendo mucho últimamente.
Como no paraba de moverme por la habitación, su mirada cayó a mis pies y ascendió de
nuevo hasta llegar a mi cara. Yo llevaba unos descoloridos vaqueros, botas y una cómoda camiseta
de color rosa de Juicy que había comprado en TJ Maxx el verano pasado, que decía claramente
"soy una chica Juicy" (NdT: marca de diseño, por tanto, "soy una chica de diseño").
- Apuesto a que lo es - murmuró él - ¡Quítate la camiseta! - dijo, pero esta vez su voz
resonó como una legión de voces.
Retumbó, atravesándome, llenando la habitación, llenando cada esquina, atestada de voces
que me conminaban a obedecer, presionando en cada célula de mi cuerpo para que lo hicieser.
Quería quitarme la camiseta. No de la misma manera en que quería cuando estaba cerca de V'lane,
llevada por una compulsión sexual, sino simplemente porque me... Bueno, no sabía por qué. Pero yo
quería quitármela ahora mismo, en este mismo instante.
Empecé a levantar el dobladillo cuando pensé: Espera un minuto, no vas a mostrar tu sostén
a Barrons, y tiré de ella hacia abajo.
Me sonreí, débilmente al principio, luego más abiertamente, satisfecha conmigo misma. Metí
mis manos en los bolsillos traseros de mis vaqueros y le lancé una mirada de desafío
- Creo que voy a ser muy buena en esto.
- ¡QUÍTATE LA CAMISETA!
La orden me golpeó como un muro de ladrillo y destruyó mi mente. Inhalé con violencia,
jadeando y la rasgué desde el escote al dobladillo.
- ¡Pare, Srta Lane!.
La Voz de nuevo, pero no la pared de ladrillo: en lugar de una orden que me golpeaba, era
una liberación. Me derrumbé en el suelo, junté las mitades de mi desgarrada camiseta y bajé mi
cabeza hasta mi regazo, descansando la frente contra las rodillas. Respiré profundamente durante
varios segundos y, a continuación, levanté la cabeza y esperé. Podría haberme coaccionado durante
el tiempo que hubiese querido, yo era su esclava. Al igual que el Señor Maestro, que podía haberme
obligado a hacer sus deseos cada vez que hubiese querido. Pero él no lo había hecho. La próxima
vez que descubriese algo horrible sobre él, se lo diría, sí, ¿pero él nunca me había coaccionado con
la Voz? ¿Podría ser la excusa que buscaba para él entonces?
- ¿Qué es usted? - exclamé antes de poder evitarlo; sabía que era aliento perdido. - ¿Por qué
no me lo dice y acabamos con esto? - dije irritada.
- Un día dejará de preguntarme. Creo que me gustará conocerla entonces.
- ¿Podemos dejar mi ropa fuera de la próxima lección? - gruñí - Sólo empaqueté la suficiente
para un par de semanas.
- Usted quería algo moralmente censurable.
- Justo
No tenía muy claro si su prueba había servido para comprobarlo. No estaba segura de que
quitarme la camiseta delante de él lo fuera.
- Hay grados, Srta Lane. Creo que el Señor Maestro ha alcanzado el último nivel de
suficiencia.
- Estupendo. Bueno, en el futuro llevaré top de repuesto. Sólo tengo tres. Uno lo he lavado a
mano y los otros dos están sucios.
BB & B no tenía ni lavadora ni secadora, y hasta ahora no había llevado mis cosas a la
lavandería, a unas pocas manzanas, pero pronto iba a tener que ir, porque los vaqueros no se podían
lavar a mano.
- Encargue lo que necesite, Srta Lane. Cárguelo en la cuenta de la tienda.
- ¿En serio? ¿Puedo comprar una lavadora y una secadora?
- Puede, así como coger las llaves del Viper, también. Sé que necesita un coche.
Yo le miré, sospechando. ¿Había vuelto a perder unos meses en el Reino Fae y ahora era
Navidad?
Él descubrió sus dientes en una de sus depredadoras sonrisas.
- No crea que es porque me gusta usted. Un empleado feliz es un empleado productivo y si
usa menos tiempo para ir a la lavandería... o a hacer recados... o lo que sea que alguien como usted
hace... es más tiempo que usted puede usar para mis propios fines.
Eso tenía sentido. Sin embargo, por si era Navidad, tenía un par de cosillas en mi lista de
deseos.
- Quiero un generador eléctrico de emergencia y un sistema de seguridad. Y creo que debería
tener un arma de fuego, también.
- ¡Levántate!.
Yo no tenía voluntad. Mis piernas obedecieron.
- ¡Cámbiate!.
Regresé llevando un top con una mancha de café en el pecho derecho.
- ¡Pónte sobre una pierna y salta!.
- Apestas - siseé, mientras saltaba.
- La clave para resistir la Voz - me instruyó Barrons - reside en encontrar dentro de uno
mismo ese lugar que nadie más puede tocar.
- ¿Te refieres al lugar sidhe-seer? - dije mientras saltaba como un pollo.
- No, es un lugar diferente. Todas las personas lo tienen. No sólo las sidhe-seer. Todos
nacemos y morimos con él. Ese lugar.
- No lo entiendo.
- Ya lo sé. Esa es la razón por la que está saltando.
Salté durante horas. Quería descansar, pero no me dejó. Barrons podría haber utilizado la
Voz toda la noche, y nunca haberse desgastado.
Él podría haberme mantenido saltando hasta el amanecer, pero a la una y cuarto de la
mañana, mi teléfono móvil sonó. Pensé instantáneamente en mis padres, y debí mostrarlo en mi
cara, porque él me liberó de su esclavitud.
Había saltado durante tanto tiempo que realmente avancé dando saltos hacia mi bolso, que
había dejado en el mostrador cerca de la caja registradora.
Estaba a punto de saltar el buzón de voz, cosa que he odiado desde que me perdí la llamada
de Alina, por lo que revolví dentro de mi bolso, lo aferré y lo anclé a mi oreja.
- La Cuarta con Langley - grito el Inspector Jayne.
Me tensé; estaba esperando la voz de mi padre, pensando que sólo había olvidado la
diferencia horaria; nos estábamos llamando alternativamente cada dos días, aunque sólo fuese unos
minutos y yo me había olvidado de hacerlo esta noche.
- Es malo. Siete muertos y el tirador sigue en el pub, amenazando con matar a más rehenes y
a él mismo. ¿Le suena al tipo de delito que quería que yo le contase?
- Sí. - exactamente como Jayne había dicho.
El tirador era un hombre, lo que significaba que la mujer que yo había visto había cometido
algún delito y el Libro ya había pasado a otra víctima. Me pregunté cuántas veces habría cambiado
de manos desde entonces. Quiero buscar pistas en los números atrasados de los periódicos.
Necesitaba toda la información que pudiese conseguir, para tratar de entender la oscuridad del
Libro, con la esperanza de anticipar sus futuros movimientos.
La línea quedó muerta. Había hecho lo que había prometido y nada más. Miré fijamente mi
móvil, tratando de averiguar cómo deshacerme de Barrons.
- ¿Por qué Jayne la ha llamado a esta hora? - dijo suavemente. - ¿Ha sido admitido como
miembro honorario de la Policía, ya que su último detenido fue usted?
Le miré sobre mi hombro con incredulidad. Él estaba de pie en el extremo opuesto de la sala,
y el volumen en mi teléfono era bajo. Tal vez había recogido los tonos de la voz del Inspector desde
esa distancia, pero no había forma de que hubiese escuchado ninguno de los detalles.
- Gracioso - dije.
- ¿Qué no me está diciendo, Srta Lane?
- Él dijo que cree que podría tener una pista sobre el asesinato de mi hermana - era una
mentira débil, pero fue lo primero que me vino a la mente. - Me tengo que ir.
Llegué detrás del mostrador, agarré mi mochila, cogí mi MacHalo, atando en mi hombro su
funda, transferí mi Lanza en la funda situada bajo mi brazo, me puse una chaqueta y me dirigí a la
puerta de atrás.
Quería coger el Viper y llegar a la Cuarta con Langley tan rápido como pudiese. Si el tirador
se encontraba todavía en escena, el Sinsar Dubh también lo estaría. Si el tirador ya estaba muerto
cuando llegase, podría conducir arriba y abajo por las calles y callejones de las inmediaciones,
llendo hacia el exterior, siguiendo un estricto patrón, a la espera del hormigueo.
- ¡Y un carajo lo hizo!. Dijo la Cuarta con Langley. Siete muertos. ¿Por qué te importa?
¿Qué clase de monstruo era que había oído eso? ¿es que yo tenía un volumen para sordos sin
saberlo? Frunciendo el ceño, seguí hacia la puerta.
- Usted se detendrá ahí y me dirá a donde va.
Mis pies se detuvieron, ajenos a mi voluntad.
El cabrón había utilizado la Voz.
- No me hagas esto - grité, rompiendo a sudar.
Yo luchaba contra él con todo lo que tenía y me estaba debilitando rápidamente. Quería
decirle que donde yo iba era casi tan malo como cuando quise matar al Señor Maestro.
- No me lo haga a mí - dijo en una voz normal. - Pensé que estábamos trabajando juntos,
Srta Lane. Pensé que éramos aliados en una causa común. ¿Esa llamada que hizo el Inspector tiene
algo que ver con el Sinsar Dubh? Usted no me está ocultando nada, ¿verdad?
- No.
- Fin de las advertencias. Si no me responde, se lo arrancaré de su garganta. Y mientras estoy
en ello, voy a preguntar sobre algunas cosas más que estoy deseando saber.
- ¡Eso no es justo! No puedo utilizar la Voz sobre usted! - lloré. - ¡Solo me enseña a
resistirme a ella!
- Usted nunca podría utilizarlo sobre mí. No si yo no la enseño. Maestro y alumno
desarrollan una inmunidad el uno sobre el otro. ¿Es un incentivo bastante para usted, eh, Srta Lane?
Ahora hable. O voy a tener toda la información que desee y, si lucha, le dolerá.
Era un tiburón que había olido sangre y que no iba a parar de nadar en círculos hasta que me
hubiese devorado. Yo no tenía ninguna duda de que haría lo que decía y si él comenzaba a
obligarme a responder, tenía miedo de lo que podría pedirme que contestara.
Había escuchado la dirección. Con o sin mí, iba a ir allí. Sería mejor si iba yo también.
Podría pensar en un plan a lo largo del camino.
- Entre en el coche. Se lo contaré mientras conduce.
- Mi moto está enfrente. Si el tráfico es malo, será más rápido. Si me ha ocultado algo, está
en serios problemas, Srta Lane.
De eso no me cabía la menor duda. De lo que no estaba segura era de quien iba a estar más
molesto conmigo antes de que la noche acabase: Barrons porque no se lo había dicho antes o V'lane
porque había roto mi promesa y se lo había contado todo a Barrons. La extraña cosa que se
enroscaba en mi lengua se sentía intrusiva y peligrosa en mi boca.
Dublín era un oscuro y extraño circo por el que yo estaba caminando, sobre un altísimo cable
y si existía una red de seguridad en algún lugar debajo de mí, estaba segura de que no podía verla.

Capítulo Siete
Al igual que las camionetas pickup del Sur, las Harley son una oda a la testosterona: cuanto
más grande y más fuerte, mejor.
En el Sur, camiones y motos rugen diciendo ¡Mírame! Estoy caliente, soy grande, ruidoso y
salvaje y, yeehaw, ¿no te gustaría tener un pedazo de mí?
La Harley de Barrons no ruge. Ni siquiera ronronea. Es un depredador de cromo y ébano,
que se desliza silencioso en la noche, susurrando "soy grande, silenciosa y mortal, y más te vale que
no tenga un pedazo de ti".
Podía sentir la furia en sus hombros, debajo de mis manos mientras avanzábamos a través de
callejones estrechos, zigzagueando por las esquinas, por las que la moto iba tan baja que tuve que
meter mis pies y mantener mis piernas aplastadas a los lados, por temor a rasparme unas pocos
capas de la piel, pero como con todo lo demás, Barrons era un maestro de la precisión. La moto hizo
cosas para él que no estaba segura de una moto pudiese hacer. Varias veces casi envolví mis brazos
y piernas a su alrededor y me aferré a su espalda, por miedo a caer.
Su cuerpo se tensaba con ira. El hecho de que yo supiese algo sobre el Libro que no le había
dicho, era lo más profundo que una transgresión de transgresiones podía ir, en la medida de lo que
le preocupaba.
Había aprendido la última vez que había tenido un encuentro con el Sinsar Dubh que era su
"objetivo supremo", por la razón que fuese. A pesar de la desconcertante energía oscura que
emanaba de su cuerpo, finalmente me abracé a él con todas mis fuerzas para permanecer sobre la
moto. Fue como abrazar una corriente eléctrica de bajo nivel. A veces me pregunto si Barrons tiene
una conciencia real del riesgo de lesionarse que corre. Él vive como si no la tuviese.
- ¿Es que usted no me guarda secretos a mí? - finalmente grité contra su oreja.
- ¡Yo no obtengo de usted más que aquello que implica al jodido Libro! - se burló sobre su
hombro. - Ese era nuestro trato, ¿no? Si no hay nada más, al menos seamos honestos el uno con el
otro sobre el Libro.
- ¡Yo no confío en ti!
- ¿Y tú crees que yo confío en ti? Usted no ha vivido fuera de sus jodidos pañales el tiempo
suficiente para ser de confianza, Srta Lane! ¡No estoy seguro de que deba permitirle manejar objetos
afilados, aún!
Yo le golpeé en la cara.
- Eso no es cierto. ¿Quién se comió al Unseelie? ¿Quién sobrevivió sin importar el costo?
¿Quién logra sobrevivir enfrentándose a todo tipo de monstruos retorcidos y todavía logra encontrar
algo para sonreír, mientras lo hace? En eso consiste la verdadera fuerza. Eso es más de lo que usted
puede hacer. Es malhumorado, gruñón, triste y reservado todo el tiempo. ¡Usted no es,
precisamente, una fuente de alegría con la que vivir!¡Se lo puedo asegurar!
- A veces sonrío. Incluso me reí con su... sombrero.
- MacHalo - corregí herméticamente. - ¡Es una brillante invención y significa que no le
necesito ni a usted ni a V'lane para mantenerme a salvo de las Sombras, y eso, Jericó Barrons, vale
su peso en oro: no necesitarle a usted para algo!
- ¿Quién vino a enseñarle como resistir a la Voz esta noche? ¿Crees que podrías encontrar
otro profesor? Aquellos que pueden utilizar ese poder no lo comparten. Te guste o no, me necesitas
y me has necesitado desde el día en que pusiste los pies en este país. Recuérdalo y deja de mear
fuera.
- Usted me necesita también, demasiado - gruñí
- Esa es la razón por la que la estoy enseñando. Esa es la razón por la que le di un lugar
seguro para vivir. Esa es la razón por la que procuro mantenerla con vida y trato de darle las cosas
que quiere.
- Oh, las co... las co... que quie... - tartamudeé, porque estaba tan enloquecida que intentaba
escupir todas las palabras a la vez. - ¿Y las respuestas? ¡Trate de darme eso!
Él se rió, y el sonido reververó en las paredes de ladrillo del estrecho callejón por las que
corríamos, por lo que el sonido asemejó aun montón de hombres riéndese a mi alrededor y era
escalofriante.
- El día que le de repuestas será el día que más las necesite.
- El día que no las necesite - dije gélida - será el día que esté muerta.
En el momento en que llegamos a la escena del crimen, el tirador se había volado la cabeza y
los rehenes que habían sobrevivido estaban siendo tratados y la sombría tarea de contar y recoger
cuerpos había comenzado.
La calle se cerró de un extremo del bloque al otro, repleta de coches de policía y
ambulancias, con el registro de la Policía. Hemos aparcado y desmontado a una manzana de la
escena.
- Estoy asumiendo que el Libro está aquí. ¿Lo cree usted?
Sacudí mi cabeza.
- Ya se ha ido. Por allí - dije señalando hacia el oeste.
Un helado sluiced este canal a través de la noche. Le llevaría en la dirección opuesta, y,
eventualmente, diría que había perdido su "señal." Me sentí mal del estómago, y no por todos
aquellos cuerpos y sangre. El Sinsar Dubh era el causante de las naúseas. Saque un antiácido del
bolsillo. Tenía el principio de una brutal migraña y esperaba que no progresara.
- Luego vas a decirme todo lo que sabes. De alguna manera has descubierto cómo se
desplaza alrededor de la ciudad, y está vinculado con los crímenes, ¿no? - Era bueno. Cuando asentí
cautelosamente, intentando no sacudir mi cráneo, dijo - Y de algún modo lograste coaccionar a
Jayne para que te diese información. ¿Cómo lo logró? Usted, francamente, me confunde.
- Bueeeno, tal vez no soy tan inepta como usted cree que soy. - mastiqué otro antiácido y
tomé nota mental de llevar también aspirinas.
Después de una pausa, dijo firmemente
- Tal vez usted no lo sea - lo que estaba muy cerca de ser una disculpa en Barrons.
- Le alimenté con carne Unseelie.
- ¿Está jodidamente loca? - explotó Barrons.
- Funcionó.
Sus ojos se redujeron.
- Uno podría pensar que está desarrollando una especie de... ética situacional.
- ¿Crees que no sé cómo se llama?. Mi padre es abogado. Sé lo que es.
Una tenue sonrisa curvó sus labios.
- Vuelve a la moto y dime a dónde ir.
- Dime a donde ir - murmuré gruñona y él se rió.
A medida que corría por la calle, lejos de la oscuridad del Libro, mi cabeza comenzó a
aliviarse. Yo estaba tan excitada, de repente, que estaba en el peligroso punto de rozar mis doloridos
pezones contra la espalda de Barrons. Me alejé al instante y miré sobre mi hombro. Mi corazón se
hundió. Quise coger mi Lanza. Había desaparecido.
Barrons debía haber sentido la tensión de mi cuerpo, porque miró sobre su hombro, por
encima de mí y vi lo que había visto: al Príncipe Fae, viniendo por la calle detrás de nosotros, un
momento, luego desapareció y la siguiente vez estaba una docena de pies más cerca.
- Ya es bastante malo que usted no me dijese lo del Libro, Srta Lane, pero dígame que no se
lo dijo a él.
- Tuve que hacerlo. Necesitaba que hiciese algo por mí y es todo lo que tenía para ofrecerle,
al menos, de lo que estaba dispuesta a desprenderme. Pero no le dije todo.
De hecho, deliberadamente les llevaba por mal camino, así que... ¿cómo me había
encontrado esta noche? ¿Pura suerte? ¡Él no podía controlar cada delito en la ciudad!
El enojo resurgió en el cuerpo de Barrons, aún peor que antes. Dejó abruptamente que me
cayese de la moto; me golpeé la espalda y me quedé tirada. Al momento me levanté y comencé a
sacudirme el polvo de la ropa; Barrons se bajó de la moto; V'lane, también había parado y estaba de
pie en la calle a unos veinticinco pies de distancia.
- Venga aquí, Srta Lane. Ahora.
Yo no me moví. Estaba tan enojada que me gustaría haberle estampado algún objeto y si le
daba en su cabezota, aún mejor. Además, un Barrons furioso no es algo de lo que desease
permanecer más cerca que de una cobra borracha.
- A menos que quiera tamizarse con él, acérquese a mí. Ahora. ¿O quiere ir con él?
Miré a V'lane y me fui al lado de Barrons, porque V'lane estaba tan glacial por el desagrado
que una pequeña ventisca de hielo se formó al final de la calle y yo no estaba vestida para ese clima.
Bueno, por eso y, tal vez, porque V'lane me asustaba un poco más de lo que lo hacía Barrons. V'lane
utiliza su sexualidad contra de mí y soy susceptible a ella. Barrons no. Incluso ahora, mi mano se
deslizó hacia mi suéter, remoloneando sobre mi cremallera y yo casi gemía. He intentado enfriarme
con el extraño lugar que existe en mi cabeza. Soy fuerte, me dije, soy una sidhe-seer. No voy a
ceder.
Barrons puso un brazo sobre mi hombro y me acogió bajo él. La cosa de mi lengua quemaba.
Mi jodida marca. En ese momento, despreciaba a ambos.
- Manténgase alejado de ella - gruñó Barrons.
- Ella viene a mí por propia voluntad. Ella me llama, me elige - V'lane usaba su encanto, oro
y bronce, iridiscencia y hielo. Él me rastrillaba con una mirada imperiosa. - Voy a hablar con usted
más tarde. Usted rompió nuestro acuerdo. Hay un precio por ello. - sonrió, al estilo Fae, pero en
realidad eso no era una sonrisa. Era una expresión humanizada que daba escalofríos, ya que parecía
antinatural en su rostros inhumanamente perfecto. - No tenga miedo, MacKayla, yo... ¿Cómo se
dice? la besaré y lo haré mejor.
Quité mi mano de mi camiseta.
- Yo no rompí nuestro pacto intencionadamente, V'lane. Barrons escuchó algo que no
debería haber escuchado.
- Por omisión o comisión, ¿qué diferencia hay?
- Hay una. Incluso los tribunales de justicia permiten tal distinción.
- Derecho Humano. La ley Fae no reconoce tal cosa. No son los resultados, sino los medios
por los que se han logrado lo que importa. Usted dijo que no sabía cómo seguir al Libro.
- No lo sé. Acabo de seguir una corazonada esta noche. ¿Tuve suerte. ¿Y tú?
- Insolencia y mentiras, MacKayla. No lo aceptaré.
- Usted no va a dañar ni un cabello de su cabeza o voy a matarle - dijo Barrons.
¿En serio? ¿Con qué?, quería preguntarle.
V'lane era un Fae. Mi Lanza había desaparecido y Rowena tenía la Espada.
la gelidea que acompañaba al libro estaba disminuyendo rápidamente. Se desplazaba con
rapidez. Su próxima víctima se encontraba en un coche y uno muy rápido.
Tuve un malvado pensamiento: no más rápido que el mío. Tenía un Viper. Sus llaves
estaban en mi bolsillo.
La incredulidad desvaneció el pensamiento. Se ofendió cada onza de mi ser porque el libro
se escapaba, a fin de destruir más vidas. Pero no importa cuanto insistiesen mis sentidos sidhe-seer,
gritandome que lo siguiese, no me atrevía. No con Barrons y V'lane aquí. Necesitaba saber más
sobre el Libro. Necesitaba saber cómo poner mis manos en él y hacer lo correcto con él. ¿Estaba
bromeando? Yo necesitaba saber lo que era correcto. Suponiendo que finalmente lo tuviese, ¿en
quien podría confiar?¿ En V'lane? ¿ En Barrons? Dios no lo quiera, ¿Rowena? ¿La misma Reina
Seelie? De alguna manera, también dudaba de ella. Nada en mi vida era fácil.
- Usted no tiene derecho sobre ella - V'lane decía Barrons.
- Podría decir lo mismo. ¿Cual es su motivo? - Barrons dijo.
- Usted nunca podría comprender mi motivo.
- Mejor de lo que cree, Fae.
- No hay nada que usted pudiera hacer con él, incluso si lograse conseguirlo. Usted no habla
el idioma en el que se descrito y nunca esperamos que lo descifre.
- Tal vez tengo las piedras.
- No todos ellas - dijo V'lane fríamente, y yo sabía por el desprecio en su voz que había al
menos una, si no más piedras de traducción, que no habíamos conseguido.
Todas, las cuatro místicas y translúcidas piedras azul y negro, eran necesarias para "revelar
la verdadera naturaleza" del Sinsar Dubh. Barrons ya tenía una cuando me reuní con él.
Recientemente, habíamos robado la segunda a Mallucé, el evento que había precipitado las
hostilidades entre nosotros.
Barrons sonrió. Hombre inteligente. Hasta ese momento, él lo había sospechado, pero no lo
había comprobado
- Tal vez he aprendido lo suficiente de su princesa que no necesito las cuatro - burló Barrons
y hubo un mundo de insinuaciones en sus palabras.
Incluso yo, que no tenía ni idea de lo que estaba insinuando, escuchó el insulto en ellas y
sabía que habían cortado profundo. Había una historia entre V'lane y Barrons. No se despreciaban
sólo por mí. Había mucho más aquí.
Goteó hielo de la iridiscente túnica de V'lane; fluía por la calle adoquinada, abarcando el
pavimento de cuneta a cuneta, con una delgada hoja, que se teñía de negro por el más cálido
revestimiento de piedra.
Bueno, ¡que lucha!. Que el libro desapareciese y se llevase mis problemas con él. Para añadir
leña al fuego, dije
- ¿Por qué los dos se odian tanto?
- ¿Usted no lo cogió todavía?
V'lane me ignoró completamente.
- Lo estoy intentando.
Traducción: tus esfuerzos de distracción han fracasado.
- No, no - dije. - Él no lo ha cogido. FYI chicos (NdT: FYI acrónimo de "para su información"), y
uso este término vagamente, hay algo más para mí que el sexo.
- ¿Cuál es la razón por la que está todavía viva, Srta Lane?¿Sigue cultivando esas partes?.
Desde que tuve a los dos juntos, como en una mala novela, tuve una corazonada que quería
comprobar.
- ¿Qué es Barrons? - le pregunté a V'lane. - ¿Humano o algo más?
El Príncipe Fae miró a Barrons, y no dijo nada. Barrons me disparó una fuerte mirada.
- Bueno, Barrons - dije dulcemente - Cuéntame de V'lane. ¿Es un buen tipo o un tipo malo?
Barrons tampoco dijo nada.
Sacudí mi cabeza, asqueada. Era como yo sospechaba. Hombres. ¿Son lo mismo en todas las
especies, ya sean humanos o no?
- Ustedes dos tienen algo con el otro y ustedes, ratas al fin y al cabo, se esconden
mutuamente con el fin de mantener sus propios secretos seguros. Increíble. Ustedes se odian y
todavía se protegen. Bueno, ¿adivinen qué? Al diablo. He terminado con los dos.
- Grandes palabras para una pequeña humana - dijo V'lane.
- Usted nos necesita.
- Con el de la derecha. Trate con él, Srta Lane.
Magnífico. Ahora unían fuerzas contra mí. Hubiera preferido que V'lane desapareciese
cuando apareció Barrons. ¿Eso significaba que V'lane no tenía miedo de Barrons después de todo?
Vigilé el espacio entre ellos. ¿Si Barrons daba paso adelante, daría V'lane un paso atrás?
Difícilmente podría conseguir comprobarlo. Después de un momento de examen, salí de
debajo del brazo Barrons y me coloqué detrás de él. Le sentí relajarse un poco. Creo que él pensó
que yo estaba buscando el refugio de su cuerpo, utilizando ese movimiento para mostrar que había
optado por un lado. Me imaginaba que debía parecer bastante satisfecho ahora.
Le empujé hacia adelante tan fuerte como pude.
V'lane saltó al instante hacia atrás.
Barrons lanzó de golpe una furiosa mirada sobre su hombro, hacia mí. Me sonrió. No creo
que muchas mujeres se atreviesen a empujar a Barrons.
- ¿A qué estás jugando, sidhe-seer? - siseó V'lane.
El Fae temía a Barrons. He intentado procesar ese pensamiento, pero no estoy muy segura
del éxito.
- ¿Es posible sentir aún el Libro? - preguntó Barrons, saltando un músculo en su mandíbula.
- Sí, ¿por dónde ha ido? - exigió V'lane.
- ¿Por dónde? Ustedes han perdido demasiado tiempo discutiendo - mentí. Todavía tenía un
ligero hormigueo. Se había parado en alguna parte. - Pasó más allá de mi radar hace unos minutos.
No estaba segura de que ninguno de ellos me creyese, pero, ¿qué podía hacer? En realidad,
se me ocurrió, que tan desagradable podía ser para mi que Barrons utilizase la Voz: obligándome a
decirle la verdad y a cazar con él, como ser una esclava de un Fae-muerte-por-sexo: V'lane podría
amplificar el sexo y dirigirme como una varita de zahorí. Entonces, ¿por qué no lo hacían? ¿Debido
a que realmente eran chicos decentes con motivos decentes, aunque con jodidas personalidades? O
¿porque no se querían alrededor el uno del otro cuando me utilizasen para realizar el seguimiento, y
no podían pensar en una forma de deshacerse del otro en este momento?
¿Dejábamos escapar al libro para que pudieran impedirse el uno al otro conseguirlo?
Exitazo. Solía tener un trabajo muy duro con la geometría del instituto. La vida era un camino
mucho más complicado que las matemáticas
- Muévase - dijo Barrons. - Suba a la moto.
No me gustó su tono.
- ¿Donde va a ir Srta. Lane si no es conmigo o con él? ¿Volverá a casa, a Ashford?
¿Emprenderá el camino usted sola? ¿Conseguirá un apartamento? ¿Tendrá que venir su padre a
recoger sus cosas después, como usted hizo después de lo de su hermana? - me di la vuelta y
comencé a andar. Él me siguió, lo bastante cerca como para sentir su aliento en el dorso de mi
cuello. - Él la tamizará, - dijo en un gruñido bajo - si usted le da la más mínima posibilidad.
- No creo que él se arriesgue a ponerse a menos de veinte pies de usted - dije con serenidad -
Y usted no tiene que recordarme que mi hermana está muerta. Ese fue un golpe bajo.
Me subí a la Harley.
¿Ir con V'lane y ser castigada por violar nuestro pacto?
Prefería probar mis posibilidades con Barrons. Por ahora.

Capítulo Ocho

- Tienes algunos de tus mensajes perdidos en el buzón - dijo Dani, mientras empujaba la
puerta delantera de Barrons Libros y Adornos, con las ruedas de su bicicleta asomando.
Levanté la mirada desde el libro que estaba leyendo (de nuevo las Invasiones de Irlanda,
posiblemente el libro más abrrido de investigación que se había hecho, a excepción de algúan
artículo sobre el Fir Bolg y Fomorians) y, después de mirar detrás para asegurarme de que Sólo
estaba ella, sonreí.
Su pelo rizado castaño rojizo ondeaba al viento, sus mejillas rojas por el frío, el jersey verde
a rayas de Correos Urgentes, Inc y un gorrito de la empresa colocado con desenvoltura, mientras en
su rostro lucía su eterna expresión de "estoy aburrida" y chulería, tan típica en ella.
Me gusta Dani. Ella es diferente de las demás sidhe-seer. la he querido desde el día que la
conocí. Hay algo en nosotras que nos une, además del hecho de que ambas ejecutamos misiones de
venganza: ella por su madre, y yo por mi hermana.
- Rowena te matará por venir aquí, lo sabes - una sospecha se me ocurrió. - ¿O te envió ella?
- No. Tomé precauciones, no creo que nadie me siguiera. Ocupas el puesto de honor en su
lista de mierda, Mac. Si ella me hubiese enviado, lo hubiera hecho con la Espada.
Cogí aliento. Nunca quise luchar contra Dani. No porque me diese miedo de no poder ganar,
aunque con su velocidad sobrehumana suponía que era una posibilidad, sino porque nunca querría
ver la exuberante chispa de la muchacha extinguida, ni por mí ni por cualquier otro.
- ¿En serio?
Ella puso su pícara onrisa.
- No. No creo que ella te quiera muerta. Ella sólo quiere que te jodas y obedezcas cada una
de sus palabras; está esperando lo mismo de mí, pero no consigue jodernos porque no somos como
el resto de los soldaditos de plomo con la cabeza llena de serrín de su ejército. Si tienes un cerebro
propio, te llama niña y si no lo tienes te llama oveja. Beeeee - dijo, poniendo expresión de balar en
su cara - La Abadía está tan llena de cerebros vacíos que apesta más a mierda de oveja que un día de
verano.
Me tragué la risa, no debía fomentar esto en ella
- Stop. No uses palabras feas - dije. Y antes de que pudiese protestar, añadí - Porque las
chicas bonitas no tienen una boca fea, ¿de acuerdo? Yo discuto a veces, demasiado, pero lo hago
con moderación.
- ¿A quién le importa si soy o no bonita? - gruñó, pero he visto que le gustó.
La primera vez que la había visto, estaba maquillada y con una ropa de calle que le hacía
parecer mayor. Con su uniforme y sin todo ese rimmel negro, pude ver que tenía trece, catorce a lo
sumo y estaba atrapada en esa etapa difícil que todos nosotros sufrimos por un breve tiempo.
Yo había sido torpe y desgarbada en ese período, plenamente convencida de que los genes de
los Lane me habían traicionado y, a diferencia de Alina, iba a crecer fea y pasar el resto de mi vida
eclipsada por mi hermana mayor, mientras los amigos decían tristemente, y nunca en suficiente voz
baja: "Pobre MacKayla, Alina tiene el cerebro y la belleza".
Dani estaba atrapada en el limbo de los adolescentes. Su torso todavía no se había adaptado a
piernas y brazos, y aunque sus hormonas estaban causando estragos en su piel, todavía no habían
dado forma a su busto y caderas. Atrapada entre la niña y la mujer, vivía en un duro lugar para estar,
y ella además tenía que luchar contra los monstruos.
- Un día serás muy hermosa, Dani - le dije - pero deberás pulir tu lenguaje si quieres salir
conmigo.
Ella rodó sus ojos, inclinó su bicicleta contra el mostrador, arrojó un voluminoso taco de
correo sobre él y se dirigió decidida hacia el estante de las revistas, no antes de que percibiese la
asustada y reflexiva mirada de sus ojos. Recordaría lo que le había dicho, se aferraría a ello en sus
peores momentos y le ayudaría a salir adelante, de la misma manera que mi tía Eileen me había
prometido que un día sería igualmente hermosa.
- Lo encontré en la acera - dijo sobre su hombro - Carteros de mireda que ni siquiera pueden
meter las cartas en el buzón.
Habló de tal forma mientras me desafiaba a corregir su lenguaje, y yo lo hubiera hecho, pero
me distraje al verla abaLanzarse sobre la revista Hot Rod. Buena elección; yo habría elegido la
misma a su edad.
- ¿Sabes que estás sentada al borde de todo un barrio de Unseelie?
- ¿Te refieres a las Sombras? - dije ausente mientras hojeaba el correo - Sí. Yo lo llamo una
Zona Oscura. He encontrado tres de ellas en la ciudad.
- Siempre les pones los mejores nombres. ¿No te saca de quicio que estén tan cerca?
- Me saca de quicio el hecho de su propia existencia. ¿Has visto lo que dejan atrás?
Ella se estremeció.
- Sí. Rowena me envió con un equipo en busca de algunas de nosotras que no regresaron una
noche a casa.
Sacudí mi cabeza. Ella era demasiado joven para ver tanta muerte; debería leer revistas de
moda y quedar con muchachos guapos.
Había revisado folletos y recibos cuando mi vista recayó en un sobre; ya había visto ese tipo
de sobre antes: pesado, liso y de blanca vitela.
No tenía remitente.
Su matasellos era de Dublín, sellado hace dos días.

MacKayla Lane c / o Barrons Libros y Adornos

Lo abrí con las manos temblando.

"Hablé con Mac esta noche".

Cerré los ojos, animándome a mi misma y, a continuación, los abrí de nuevo.

"¡Fue demasiado bueno oír su voz! Podía ver su imagen, tendida en su cama, con su colcha
arco iris, de bordes deshilachados por un centenar de lavados, pero que se niega a tirar. Podría
cerrar los ojos y el oler la tarta de manzana y caramelo que mamá hornea; podía escuchar a papá
en el fondo, viendo el béisbol con el viejo Marley, gritando a los Braves como si la capacidad del
bateador de golpear la bola dependiese de la intensidad de sus gritos. La siento como si estuviesen
a un millón de millas de distancia, no a cuatro mil y un simple vuelo de ocho horas para verla."
"¿Es una broma?¿A quién quiero engañar? Estoy a un millón de vidas de distancia. Quiero
decirle que estoy mal. Quiero decir: ¡Mac, ven aquí! ¡Eres una sidhe-seer! Somos adoptadas. Hay
una guerra en curso y estoy tratando de detenerla, pero si no puedo, voy a tener que traerte aquí de
todos modos, para que nos ayudes a luchar. Quiero decirle: ¡te extraño más que nada en el
mundo!, y ¡Te quiero tanto! Pero si lo hago, sabrá que algo está mal. Ha sido tan difícil
ocultárselo a ella, porque ella me conoce muy bien. Quiero meterme a través de la línea del
teléfono y abrazar a mi hermanita. A veces, tengo miedo de no poder hacerlo de nuevo. Creo que
voy a morir aquí y allá quedarán un millar de cosas que no dicho y que no puedo deshacer. Pero no
puedo dejar de creer de esa manera porque..."

Mi mano se contrajo, arrugando la página en mi puño


- Voy a mirar el contador, Dani - grité y corrí al cuarto de baño.
Cerré la puerta, la bloqueé y me senté en la taza del baño, con mi cabeza colgando entre las
piernas. Después de un momento, sequé mi nariz y mis ojos. Su letra, sus palabras, su amor por mí,
habían clavado un inesperado cuchillo, directo a de mi corazón.
¿Quién me enviaba estas estúpidas y dolorosas páginas, y por qué?
Alisé la página, la apoyé en mis piernas y continué leyendo por donde lo había dejado.

"...si voy a perder la esperanza, la esperanza es todo lo que me queda. He aprendido algo
importante esta noche: pensé que iba a cazar al Libro y que eso sería el final de la misma, pero
ahora sé que tengo que volver a crear lo que una vez fue. Tenemos que encontrar a los Cinco
anunciados por la Profecía del Haven. El Sinsar Dubh por sí solo no es suficiente. Tenemos que
tener las Piedras, el Libro y los Cinco." (NdT: las palabras subrayadas aparecen así en el original)

Ese era el final de la página. No había nada en el otro lado.


La miré fijamente hasta que se tornó borrosa ante mis ojos. ¿Cuándo se terminaría mi
pena?¿Acabaría alguna vez? ¿O solamente se entumecería abase de dolerme tantas veces?¿Me
crecería un tejido cicatricial emocional? Lo esperaba, y, al mismo tiempo, no lo creía. ¿Cómo podría
traicionar mi amor por mi hermana por el sufrimiento que sentía cada vez que pensaba en ella? Si
dejaba de hacerme daño, ¿querría eso decir que había dejado de quererla un poco?
¿Qué sabía Alina acerca del Haven? Sólo recientemente había sabido yo de su existencia y lo
que era: el Consejo Superior de sidhe-seer. Rowena alegó que ella nunca había conocido a mi
hermana, sin embargo, Alina había escrito en su diario sobre el Consejo de la propia organización
que dirigía Rowena, y ella había sabido, de alguna manera, de una profecía anunciada por ellos.
¿Quiénes eran los Cinco? ¿Cuál era la Profecía del Haven?
Masajeé mi cuero cabelludo.
Libros diabólicos, misteriosos jugadores y complots dentro de complots, y, ahora ¿Profecías
también? Antes necesitaba cinco cosas: cuatro Piedras y un Libro. ¿Ahora necesitaba diez? Esto no
era simplemente absurdo, era injusto.
Metí la página en el bolsillo delantero de mis pantalones vaqueros, me puse de pie, refresqué
mi cara, tomé un profundo aliento y salí para aliviar a Dani de sus funciones.
Si mis ojos estaban demasiado brillantes cuando di un paso detrás del mostrador, ella no lo
notó, o, entendiendo una cosa o dos sobre las penas, me dejó sola.

- Algunas de las chicas quieren reunirse contigo, Mac. Esa es la razón por la que vine el día
de hoy. Se me pidió que te preguntase porque le dejaste entrar y están desquiciadas preguntándose
como pudiste conocer a un Príncipe. - Sus ojos felinos se redujeron - ¿Cómo es él? - Su voz joven
era una peligrosa mezcla de fascinación y despertar de hormonas.
V'lane era para las sidhe-seer el equivalente de Lucifer, y aunque sus motivos eran solo un
simple reflejo de los nuestros, iba a ser temido, rechazado, y, una profunda parte de mí insistía,
destruido. Seelie y Unseelie, todos los Fae eran nuestros enemigos. Siempre había sido así y siempre
lo sería. ¿Por qué, oh por qué, encontramos que los más peligroos y prohibidos hombres son los más
irresistibles?
- Los príncipes Fae matan sidhe-seer Dani.
- Él no te ha matado a ti - Ella me disparó una mirada de admiración. - Parecía comer de tu
mano.
- Ninguna mujer podría hac a un Fae comer de su mano - dije bruscamente - ni siquiera soñar
con ello.
Bajó la cabeza con culpabilidad y suspiré, recordando lo que era tener trece años. V'lane
habría sido el objeto de todas y cada una de mis fantasías adolescentes. Ninguna estrella de rock o
actor, podría haber competido con el dorado, inmortal e inhumano príncipe erótico. En mi
ensoñación, le habría anonadado con mi inteligencia, le habría seducido con mi incipiente
feminidad, lograría ganar un corazón que ninguna otra mujer habría podido lograr, porque, por
supuesto, en mi fantasía, le habría dotado de un corazón que él no tenía en la realidad.
- Es tan hermoso - admiró - Es como un ángel.
- Sí - acordé con rotundidad - Como un ángel caído.
Mis palabras no le hicieron cambiar la expresión en su rostro. Yo sólo podía esperar que
nunca lo viese de nuevo, pero no podía darle ninguna razón. En algún momento, en un futuro
próximo, ella y yo íbamos a tener una larga charla sobre la vida. Ella estaba un poquito “aniñada” en
ese aspecto. Casi me reí. Yo también había sido así, pero entonces, había venido a Dublín.
- Dime más acerca de esta reunión que quieren, Dani.
¿Qué querrían ellas después?
- Después de que te fuiste esa noche, todo el mundo se zambulló en una enorme lucha.
Rowena envió a todas de vuelta a la cama, pero una vez que desapareció, empezaron de nuevo.
Algunas de las chicas quería cazar contigo, e, incluso, seguirte. Kat (la que estaba con Moira ese
día) dijo que no debían hacerlo, que sería un error y un montón de chicas la escucharon. Algunas de
ellas no están contentas con Rowena. Ellas piensan que mantiene una rienda demasiado firme sobre
nosotras, piensan que deberíamos estar fuera en las calles, haciendo lo que podamos para detener lo
que está pasando, en lugar de andar en bicicleta, todos los días, observando. Ella casi nunca nos
permite salir a matar.
- Con sólo un arma, puedo ver por qué - odiaba de acuerdo con la vieja, pero lo estaba en ese
aspecto.
- Ella tiene la Espada, no le gusta estar sin ella. Creo que tiene miedo.
Podía entenderla, demasiado bien. Anoche, después de que llegar en la moto y salir
despedida, había buscado mi Lanza. A pesar de su evidente disgusto conmigo, V'lane había
mantenido su palabra y se había marchado.
Me había duchado con la Lanza atada a mi muslo.
Dormí con ella en mi mano.
- Podemos luchar, Mac. Tal vez no podamos matar sin la Espada, pero estamos seguras de
que podríamos patearles sus jodidos culos, y, así, tal vez, se lo pensasen dos veces antes de acampar
en nuestra ciudad. Podríamos salvar decenas de personas cada día, si sólo se nos permitiese. Puedo
verlos andando por la calle, tomados de la mano con un ser humano - se estremeció con el
pensamiento - y sé que esa persona va a morir. ¡Yo les podría salvar!
- Pero el Unseelie que no se mata, solo para hasta encontrar a otra víctima, si no se acaba con
él, Dani. ¿Te gustaría salvar a una persona para condenar a otra distinta? - había pensado lo mismo,
sentía lo mismo, pero estábamos en inferioridad de condiciones con sólo dos armas mortales.
Su boca se retorció.
- Eso es lo que dice Rowena también.
Ugh. Yo no soy como Rowena.
- En este caso, tiene razón. Entretenerlos no es suficiente. Necesitamos más armas, más
formas de matarles y yo no puedo renunciar a mi Lanza, de modo que si te están utilizando como
cebo para algún tipo de trampa... - advertí. - Yo no maté a Moira, fue un accidente, pero no dejaré
que nadie me quite mi Lanza.
- Ellas no están tratando de atraparte, Mac. Te lo juro. Sólo quieren hablar contigo; piensan
que hay cosas que están pasando que tú no sabes y creen que puedes conocer algunas cosas que ellas
no saben. Quieren intercambiar información.
- ¿Qué es lo que saben que yo no sé? - exigí.
¿Existía alguna amenaza de la que no tenía conocimiento? ¿Un nuevo y peor enemigo ahí
fuera, haciendo diana conmigo?
- Si te digo algo, todas se enojarán conmigo y la mitad de la abadía, normalmente, ya está
enojada conmigo. Yo no puedo mear a una mitad para complacer a la otra. Dijeron que podríais
reuniros en terreno neutral y que tú podrías elegir dónde. ¿Vas a hacerlo?
Hice ver que lo estaba considerando, pero mi mente ya había tomado una decisión. Quería
saber lo que ellas sabían, y quería, desesperadamente, acceder a sus archivos. Rowena me había
dejado echar un vistazo a uno de sus muchos libros acerca de los Fae, el día Dani me había
conducido a la sede de su empresa fantasma. Ella me había mostrado las primeras frases de una
entrada sobre V'lane, y me picaban las manos por el deseo de echarle la zarpa encima desde
entonces, y así, terminar de leer el resto. Si la información acerca del Sinsar Dubh existía, apostaba
a que las sidhe-seer la tenían, en alguna parte... Por no hablar de la esperanza de que en algún lugar
de la Abadía encontrase respuesta a las preguntas acerca de mi madre y su patrimonio.
- Sí. Pero tendrás que darme una prueba de buena fe.
- ¿Qué quieres?
- Rowena tiene un libro en su escritorio...
Dani se puso rígida al instante.
- ¡No me jodas! ¡Ellas desean saber! ¡No vpy a robarlo!
- No te estoy pidiendo que lo robes. ¿Tienes una cámara digital?
- No. Perdona, no voy a poder hacerlo - dijo, plegando sus brazos.
- Te prestaré la mía. Fotografíame las páginas sobre V'lane y traémelas.
Mi plan servía a un doble motivo: uno, obtener mas información, y otro, demostrar que ella
estaba dispuesta a desafiar a Rowena por mí. También leería sobre el objeto de sus fantasías
juveniles y era de esperar que se curase de ellas.
Me mirí fijamente
- Si ella me pilla, estoy muerta.
- No dejes que te capture entonces - dije, y luego, más suavemente - ¿Crees que puedes
hacerlo, Dani? Si es realmente muy peligroso para ti... - tenía sólo trece años y yo la estaba
enviando contra una mujer con años de sabiduría y experiencia, despiadadas intenciones y una
voluntad de acero.
Sus ojos flamearon
- Soy superveloz, ¿recuerdas? Lo quieres y lo entiendo. - miró en torno a la librería. - Pero si
las cosas se ponen muy mal, me vengo a vivir contigo.
- Oh no, no lo harás - dije, tratando de no sonreír. Ella era una adolescente.
- ¿Por qué no? Me vendría muy bien. Ninguna clase de normas, ¿no?.
- Te ahogaría en normas. Todos tipo de normas. Ni televisión, ni música a todo volumen, ni
chicos, ni revistas, ni aperitivos o refrescos, todo sin azúcar...
- Lo entiendo, lo entiendo - dijo burlona. Entonces ella se iluminó. - Por tanto, ¿puedo
decirles que vendrás?"
Asentí.
Dani vigiló el mostrador mientras yo subía corriendo a mi habitación a por mi Kodak. He
cambiado la configuración para que las fotos tengan la máxima resolución posible y le advierto que
tiene que asegurarse de que en cada foto esté la página completa; después, podría descargarla en mi
ordenador, hacer un zoom de las imágenes y leer. Le dije que me llamase tan pronto como las
tuviese; teníamos que establecer un lugar y una hora para reunirnos.
- Ten cuidado, Dani - le dije cuando sacaba su bici por la puerta.
Había tormenta en las calles de Dublín, y no me refería solo a esas densas nubes negras
sobre los tejados. Podía sentirlo. Al igual que una malvada luna en aumento, y un problema peor
aún que estaba en camino. Desde que apareció mientras yo bailaba esa canción la otra noche, no
había sido capaz de sacudirmela de mi cabeza. La feliz y chispeante música iba acompañada de
sombrías predicciones.
Ella miró atrás, sobre su hombro, hacia mí.
- Somos un poco como hermanas, ¿no es así, Mac?
Un cuchillo retorció mi intestino. Era algo más que una esperanza lo que brillaba en su
mirada.
- Sí, supongo que lo somos. - yo no quería otra hermana. Nunca. No quería tener que
preocuparse por nadie más que por mi misma.
Sin embargo, hice lo más parecido a una oración que sabía hacer, susurrando una invocación
silenciosa al universo para poder protegerla, mientras cerraba la puerta.
Las nubes oscuras que se arrastraban sobre la ciudad explotaron, truenos y relámpagos, las
gotas de lluvia mordían con saña, inundando el pavimento, brotando como cataratas de los
canalones, desbordando las alcantarillas y barriendo a todos mis clientes.
Catalogué libros hasta que mi visión se volvió borrosa. Me hice una taza de té, encendí la
estufa de gas, me arrellané cerca del fuego y pasé las páginas de un libro sobre “Cuentos de hadas
irlandeses: la caza de la verdad dentro del mito”, mientras que tomaba un almuerzo que en el Reino
Unido equivale a los fideos Ramen. No había tenido mucho apetito desde que comí carne Unseelie.
Al menos, no de alimentos.

Anoche, Barrons y yo no nos habíamos dicho una palabra el uno al otro en todo el camino de
regreso a la librería. Él me había dejado en el frente y me había mirado, lanzándome esa sonrisa en
la que me mostraba todos sus dientes, esa de malo, y conducido directamente a la Zona Oscura,
mientras parecía decirme "Jódete, Srta Lane", sin siquiera molestarse en abrir la boca. Él sabe
cuánto me irrita su negativa a decirme por qué las Sombras no se lo comen.
Quiero ser igual de valiente. Quiero ser tan mala y difícil que todos los monstruos me dejen
en paz.
Saqué la página del Diario de Alina de mi bolsillo y me dispuse a leerlo de nuevo, más
lentamente esta vez.
Su peor temor se había hecho cierto, yo estaba aquí, con un millón de cosas no dichas y que
con otro de cosas que no se podían deshacer. Nunca había conseguido su abrazo. Sabía que
necesitaba empujar al pasado el puñetazo emocional y centrarme en la Profecía del Haven, en los
Cinco y en las nuevas preguntas que sus anotaciones me planteaban, pero estaba sobresaturada por
los recuerdos. Habían sido tantas noches en las que me esparramaba en mi cama, hablando con
Alina al teléfono... Mamá siempre hacía cosas buenas, llenando la casa con el aroma de la levadura,
las salsas de crema de caramelo y especias... Papá siempre gritaba a los Braves con el viejo Marley
durante la temporada de béisbol... Yo había charlado sin rumbo sobre muchachos y escuela y mis
quejas idiotas sobre todo lo que solía quejarme, creyendo todo el tiempo que ella y yo éramos
inmortales.
¡Qué shock cuando la vida termina a las veinticuatro!. Nadie está listo para ello. Perdí mi
colcha arco iris, perdí a mi madre. Dios, perdí...
Paré, devolviendo la página al interior de mi bolsillo, cortando mis pensamientos oscuros en
la etapa de plántulas antes de que pudieran brotar plenamente. La depresión puede no hacerte nada,
pero enredada en un jardín que ha crecido en exceso puede asfixiar tu vida.
Me trasladé a la ventana y contemplé la lluvia. Calle gris. Gris día. Lluvia gris, salpicaduras
grises sobre un pavimento gris. ¿Qué decía la canción de los Jars of Clay de mi iPod? "Mi mundo es
una inundación. Poco a poco me convertiré en uno con el barro ".
Mientras miraba toda esa “grisedad”, un eje de brillante luz del sol fragmentó la lluvia,
directamente delante de mí.
Miré, buscando su fuente. El rayo atravesó la oscuridad de las nubes, un radiante Lanza
procedente del cielo, formando un perfecto círculo de oro sobre la tristeza empapada de la acera, en
cuyo interior no había lluvia, ni tormenta, sólo la luz del sol y el calor. Saqué un Tums (NdT: marca de
pastilla antiácido) de mi bolsillo. Mi té y mis fideos hicieron, abruptamente, un desagradable guisado
en mi estómago.
Hablando del equivalente a Lucifer de las sidhe-seer...
- Fantástico - dije.
Pero yo no estaba riendo. Las naúseas inducidas por lo Fae junto con una imposible ilusión,
solo podían significar una cosa: Vlane. Lo único que me faltaba era un frenesí de lujuria Fae y me
preparé para rechazar la ilusión. Su nombre, enroscado en mi lengua, de repente sabía dulce como la
miel, un tercipelo flexible, suave y sexy en mi boca.
- Vete - le dije al ilusorio eje de sol, centrada en mi zona sidhe-seer. No se evaporó.
Luego V'lane estaba de pie en él, pero no era Fae, ni el motorista que conocía, era una
versión de sí mismo que no había visto nunca antes: se veía humano y estaba definitivamente
“apagado”. Sin embargo, seguía siendo inhumanamente hermoso. Llevaba un suéter blanco que
contrastaba perfectamente con su piel dorada y ceñía su impecable cuerpo. Su cabello se deslizaba
como seda sobre sus hombros al descubierto. Sus ojos eran de ámbar, con una cálida invitación en
su mirada.
Habíha venido a castigarme. Lo sabía. Y todavía quería saliera, a través de la lluvia, a
reunirme con él en su oasis soleado. Me tendía su mano. Huir por un tiempo, al Reino, donde podría
jugar al voleibol y beber cervezas con una perfecta ilusión de Alina. Más vale que metiese eso en mi
baúl mental y comprobase las cadenas: no parecían muy fuertes el día de hoy.
“Iré a verla más tarde“ me dijo, “Usted rompió nuestro acuerdo y eso tiene un precio”.
- Déjame en paz, V'lane - le dije a través de la ventana.
El cristal me devolvió el eco y no estaba muy segura de que me hubiese escuchado. Tal vez
podía leer los labios. De repente, el cristal que nos separaba, desapareció. La lluvia empapó mi cara
y mis manos.
- La he perdonado, MacKayla. Tras reflexionar, me di cuenta de que no era culpa suya.
Usted no es responsable de la “injerencia” de Barrons. No espero que sea capaz de controlarle. Para
demostrar mi comprensión, he venido, no para castigarla, sino para darle un regalo.
Su "regalos" llevaban implícitos todo tipo de cadenas con ellos y así se lo dije, con unas
palabras que sabían a néctar.
- No este no es uno de esos. Esto es para ti y sólo para ti. No voy a ganar nada con él.
- No te creo.
- Yo podría haberte dañado hace tiempo si así lo hubiese deseado.
- ¿Y? Tal vez solo lo estabas aplazando, dándome coba hasta el gran momento final - la
lluvia caía a chorretones por mi cara, echando mi cabello hacia atrás, rizándolo y revolviéndolo en
un caos incontrolable. - Usted puede devolver la ventana a su sitio en cualquier momento que lo
desee.
- Me tomó la mano y la acompañé a las salas de mis enemigos, confiando en que no me
anulase. Devuélvame el honor, sidhe-seer. - La temperatura fue disminuyendo. - Le di mi nombre,
los medios para convocarme a su voluntad. - La lluvia convirtió a aguanieve.
- No inspira mi confianza con su pequeña exhibición de temperamento. - Una fuerte ráfaga
de viento lanzó un repentino cubo de lluvia sobre mí. - ¡Oh! Lo hiciste a propósito!
Me restregué la cara con la manga. No fue ninguna ayuda. Mi suéter se empapó.
Él no lo negó. Sólo echó su cabeza atrás, estudiándome
- Le contaré cosas acerca del que llama Señor Maestro.
- Yo no le he llamado ni Señor ni Maestro, nunca - dije iracunda.
Luché contra el impulso de saltar por la ventana, agarrarle y demandar lo que sabía.
- ¿Le gustaría saber quién es?
- Usted dijo que nunca había oído hablar de él cuando le pregunté por él - dije estudiando
mis uñas, a sabiendas de que si sabía que quería la información, haría más difícil el que pudiera
obtenerla. Probablemente trataría de negociar con el sexo.
- He aprendido mucho desde entonces.
- Así que, ¿Quién es? - dije en tono aburrido.
- Acepta mi regalo.
- Dime lo que es tu “regalo” en primer lugar.
- Usted no tiene planes para esta tarde. - dijo mirando la calle inundada más allá de su cálido
y soleado oasis. - No tendrá clientes. ¿Va a sentarse en su silla y llorar por lo que ha perdido?
- Está MEANDO fuera, V'lane.
- ¿Alguna vez has visto el Caribe? Hay matices en las olas que casi compiten con los del
Reino.
Suspiré. No me lo imaginaba. Tenderme en la orilla era una de mis cosas preferidas en el
mundo, ya se trate de aguas de color azul o de tonos tropicales. Durante el invierno en Ashford,
solía ir a la agencia de viajes local, con oficina en la ciudad y el soñar con los folletos de todos los
lugares exóticos y soleados, donde iría con el marido que aún no había logrado conocer. Parte de la
razón por la que estaba tan deprimida en Dublín, era la simple falta de sol. El tiempo pasado en las
cuevas subterráneas del Burren me había minado. No es sólo que me gustase mucho el sol, es que lo
necesitaba. Creo que si yo hubiese crecido en el frío, gélido Norte, habría sido una persona
completamente diferente. Claro que el sol sale aquí, pero no tan a menudo como lo hace en Georgia,
y no de la misma manera. Dublín no recibe los meses de largo y felizmente soleado verano,
coronado por un cielo tan azul que duele mirar y un sofocante calor que te calienta el núcleo. Mis
huesos están fríos aquí. Lo mismo que mi corazón.
¿Unas pocas horas en los trópicos, además de información sobre el Señor Mestro?
La lluvia que entraba a través del agujero de mi ventana pinchaba mi piel con espinas dy
hielo, como una docena de puercoespines.
¿Estaría realmente renunciando a su venganza por romper nuestro acuerdo? Yo no estaba en
condiciones de sacar al Príncipe Seelie de mi vida. Confiase en él o no, necesitaba estar en buenos
términos con él, y si, realmente, me estaba ofreciendo una tarjeta de “libérate-de-esta-cárcel”,
estaría loca por no tomarla. No podía esconderme en la librería cada vez que él apareciese, iba a
tener que enfrentarme con él en terreno no protegido en algún momento.
- Devuelva el cristal a su sitio - no iba a pagar las culpas de otro frente a Barrons por un
cristal de ventana desaparecido o correr el riesgo de que alguna de las Sombras volviese a obtener
un resquicio para entrar.
- ¿Acepta mi regalo?
Asentí.
Cuando el panel estuvo de vuelta, fui dentro, cambié mi chaqueta empapada por una
chaqueta seca, poniéndomela sobre mi camisa húmeda y me incliné para colocar mi Lanza bajo el
brazo. Había desaparecido.
Al parecer, la librería solo podía guardarme de él, pero no de su magia. Hice una nota mental
para discutir este problema con el intratable propietario y poseedor del recinto. Sin duda, con todos
sus secretos y habilidades inexplicables, Barrons podría hacer algo mejor que eso.
Salí, puse el cartel de CERRADO, eché la llave y atravesé los charcos, hacia el oasis de sol
y, cuando V'lane me ofreció su mano, eliminé mi intención de anularle y enlacé mis dedos con los
suyos.

Estaba en Cancún, Méjico, sentada en un taburete, al borde de una piscina, totalmente


sumergido en el agua, viendo las palmeras fluir bajo una brisa sofocante contra el inconfundible
esplendor del Mar Caribe; un combinado de coco, lima y tequila, con una rodaja piña, con mi spray
broceador y el sol besando mi piel.
Traducción: había muerto y estaba en el cielo.
Dublín, la lluvia, mis problemas, mi depresión... Todo había desaparecido con el parpadeo
de una tamización con un Príncipe Fae.
Mi bikini el día de hoy, cortesía de V'lane, era de piel de leopardo, tres triángulos
vergonzosamente pequeños. Una cadena de oro en el vientre, aros de color ámbar cubrían mis
caderas. No de dí importancia a mi casi desnudez. El día era maravillosamente brillante y hermoso.
El sol era caliente y acariciaba mis hombros. El doble de tequila Cuervo de Oro de mi bebida no me
hería, tampoco. Me sentía dorada, por dentro y por fuera.
- ¿Y? ¿Quién es? Usted ha dicho que me hablaría sobre el Señor Maestro - pedí.
Sus manos estuvieron sobre mí entonces, rozando el aceite bronceador de mi piel que olía a
coco y almendra y por un corto período de tiempo se me olvidó que tenía una lengua capaz de hacer
preguntas.
Incluso cuando está completamente “apagado”, hay magia en las manos de un Fae-muerte-
por-sexo; te hacen sentir como si estuvieras siendo tocada por el único hombre que podría saber
todo sobre ti, entenderte, darte todo lo que necesites. Ilusión, engaño, mentira... quizá, pero aún así
parecía real. La mente puede saber la diferencia, pero el cuerpo no: el cuerpo es un traidor.
Me incliné ante el toque de V'lane, ante sus golpes fuertes, seguros, ronroneando por dentro
mientras me mimaba. Sus ojos iridiscentes quemaban con una sombra brillante de ámbar, como las
gemas de la cadena de mi vientre, somnolientos, acalorados, prometiéndome ese sexo que derretiría
mi mente.
- Tengo una suite, MacKayla - dijo suavemente. - Vamos
Tomó mi mano.
- Apuesto a que le dices lo mismo a todas las chicas - murmuré alejándome de él
Sacudí la cabeza, tratando de despejarme.
- Aborrezco a las chicas, prefiero a las mujeres. Ellas son infinitamente más... interesantes.
Las chicas se rompen. Las mujeres pueden sorprenderte.
“Las chicas se rompen”.
No tenía ninguna duda de que había roto más de unas pocas en su momento. No olvido que
el libro del estudio de Rowena le acredita como el Fae fundador de los Cazadores...
Este pensamiento me hizo volver a la realidad.
- ¿Quién es él? - le pregunté una vez más, sentándome en el borde más lejano de mi taburete
- Pare de tocarme. Honre tu promesa.
Él suspiró.
- ¿Qué es lo que dicen los seres humanos? ¿Todo trabajo y nada de diversión?
- Tal vez sólo me mantengo viva - burlé.
- Yo te mantendría viva.
- Barrons dice lo mismo. Prefiero ser capaz de hacerlo por mi misma.
- Usted es una simple humana, una mujer.
Sentí encajarse mi mandíbula.
- Como usted ha dicho: las mujeres pueden sorprenderte. Responde a mi pregunta. ¿Quién
es? - pedí un poco de jugo de piña fría para rebajar el tequila y esperé.
- Uno de nosotros.
- ¿Huh? - salté - ¿El Señor Maestro es un Fae?
V'lane asintió.
Aunque había sentido al Señor Maestro como “algo Fae”, también había obtenido una
lectura humana, similar a la que percibí en Mallucé y Derek O'Bannion. Yo pensaba que la parte Fae
se debía a que el Señor Maestro había comido carne Fae, no a que lo fuese.
- Pero yo no le he sentido como plenamente Fae. ¿Cuál es el problema?
- Él ya no lo es. El que se llama a sí mismo Señor Maestro fue un Seelie anteriormente
conocido como Darroc, un miembro de confianza del Consejo Superior de la Reina.
Parpadeé. ¿Era Seelie? Entonces, ¿cómo se hizo líder de los Unseelie?
- ¿Qué pasó?
- Él traicionó a nuestra Reina. Ella descubrió que estaba trabajando en secreto con los
Cazadores Reales para su derrocamiento, para volver a las viejas maneras y a los viejos días en que
los Fae no habrían cedido ante un pacto o dado otro uso a los seres humanos que su mera diversión.
– sus extraños ojos me estudiaron un momento – Darroc, especialmente, era experto en jugar con
los humanos, sobre todo, con las mujeres humanas, durante un largo y cruel tiempo, antes de
destruirlas.
Una imagen del cuerpo de Alina, que había examinado en la mesa de la morgue, se alzó en
mi mente.
- ¿He dicho ya cuánto le odio? – siseé - Por un momento no pude decir nada más, ni siquiera
pude pensar en él dañando a mi hermana y dejándola a morir. Respiré hondo y lento y dije -
Entonces, ¿cómo acabó en nuestro mundo cuando le expulsasteis del Reino?.
- Cuando la Reina descubrió su traición, le despojó de su poder y de la inmortalidad; le
desterraron a tu mundo, condenando a sufrir la brevedad y la humillación de una vida mortal y
morir, la más cruel condena para un Fae, incluso más cruel que dejar de existir por acción de un
arma inmortal o …simplemente desaparecer de la forma en que algunos de nosotros hacemos. Para
él, morirañadió el insulto a la injuria. Ser mortal es la mayor indignidad de todas.
Era tan arrogante.
- Era un príncipe?
¿Un Fae-muerte-por-sexo como V'lane? ¿Así era como él había seducido a mi hermana?
- No, pero era uno de los antiguos entre los nuestros. Muy poderoso.
- ¿Cómo puedes saber esto si has bebido del Caldero?
Le señalaba algo obviamente ilógico. Un efecto colateral posible de la extrema longevidad,
me había dicho V'lane, era la locura. Para evitarlo, los Seelie bebían de la Reliquia, el Caldero; la
bebida sagrada borraba sus recuerdos, limpiándolos y dejándoles empezar de nuevo con una nueva
vida Fae, sin recuerdos de lo que una vez habían sido.
- El Caldero no está exento de defectos, MacKayla. La memoria es… ¿cómo dijo uno de sus
artistas? …persistente. Ayuda a aliviar la carga de la eternidad, pero no nos deja en blanco. Cuando
bebemos de él, emergemos hablando la primera lengua de nuestra raza y Darroc ya estaba allí: es un
antiguo, uno de los primeros, existe desde los albores de nuestra raza. De esta manera, permanecen
las cosas que sabemos unos de otros, a pesar de la pérdida de ciertos recuerdos. Intentamos obtener
información acerca de los demás antes de nuestra próxima reencarnación. La Corte Fae es un
desagradable lugar para estar si te han despojado de la capacidad de distinguir amigos de enemigos.
Por ello, tratamos de prolongar, el beber, tanto tiempo como sea posible. Jirones de épocas
anteriores siguen persistiendo a veces. Algunos deben beber dos o tres veces para ser limpiados.
- ¿Cómo puedo encontrar a Darroc? - le pregunté.
Ahora ya sabía su nombre, y si bien desearía que nunca tuviera que llamarle nada, menos aún
saldría de mi boca un "SM".
- No puedes. Él se esconde, incluso a nosotros nos resulta imposible seguirle. Se desliza
dentro y fuera de los mundos a través de portales Unseelie desconocido para nosotros. Nosotros
debemos cazarle, los otros Príncipes Seelie y yo.
- ¿Cómo puede un simple humano que escapa, y entrar y salir del Reino? – gruñí-
Estaba enojada. Ellos habían causado este lío. Darroc estaba en nuestro campo porque había
tenido problemas y era mi mundo el que estaba sufriendo y mi hermana la que había sido asesinada
a causa de ello. Lo mínimo que podían hacer era limpiar tras ellos, y, rápido.
- Mi Reina no le vigiló, una falta de supervisión que ahora lamenta. Creyó que moriría
rápidamente. Esa la razón por la que no sospechásemos que él fuera uno de los que estaban detrás
de los problemas de tu mundo. Siendo humano, Darroc no tenía inmunidad contra muchas de las
enfermedades que afectan a tu especie y los que viven como dioses tienden a subestimar la
brutalidad del vulgo cuando ellos están por encima.
- Él no es el único que subestima algo – dije fríamente.
“El vulgo”, mi petunia. Con tanto sobrehumano poder a su alcance, no cabía la menor duda
de que habían sido humanamente falibles y los seres humanos eran los que más estaban pagando por
ello.
V'lane hizo caso omiso de la burla.
- Creímos que si no contraía una enfermedad mortal, un ser humano con su arrogancia,
engrosaría una de sus estadísticas de delincuencia violenta. Contrariamente a nuestras expectativas,
Darroc, aún siendo mortal, ha adquirido un inmenso poder. Él sabía dónde buscarlo y cómo
conseguirlo, y él siempre ha tenido aliados entre los Cazadores Reales; les prometió liberarles de la
cárcel Unseelie donde están retenidos; una promesa que ningún otro Fae haría. En los Cazadores no
se puede confiar.
- Y ¿se puede en otros Fae? – dije ácidamente.
- Los Cazadores van más allá de todos los límites - aquí, V'lane momentáneamense se
desvaneció, como si luchase por conservar la forma - ¡Ellos enseñaron a Darroc a comer carne Fae
para poder robar su poder! – hizo una pausa, y por un fugaz momento, la temperatura bruscamente
descendió hasta tornarse helada. Abruptamente, todo volvió a ser normal de nuevo. - Él va a morir
muy, muy lentamente cuando le encontremos. La Reina puede hacerle sufrir eternamente por ello.
Nosotros no somos tan salvajes como ellos.
Miré fuera apresuradamente y stared a cabo en el mar, que poseen el mismo pecado,
sentimiento que parpadea en incriminatorias letras de neón en mi frente: FAE EATER. Darroc había
enseñado Mallucé, Mallucé me había enseñado, y me enseñó Jayne. No tenía deseo de sufrir
immortally, o de otro tipo.
- ¿Qué puedo hacer para ayudar?
- Dejarnos a nosotros encontrar a Darroc - dijo V'lane. - Tú debes hacer lo que la Reina te ha
cargado y encontrar el Libro. Los muros entre nuestros reinos son peligrosamente delgados. Si
Darroc tiene éxito en su empresa, los Unseelie se escaparán de su prisión. Sin el Sinsar Dubh,
nosotros estamos tan impotentes como tú para volver a encadenar a nuestros hermanos oscuros en
su prisión. Una vez sueltos, consumirán tu mundo y destruirán tu raza... - hizo una pausa antes de
añadir tristemente - ...y, muy posiblemente, la mía.
Capítulo Nueve

Eran las diez menos cuarto y esperaba a Barrons para comenzar mis clases sobre la Voz.
Habíamos establecido un compromiso y aunque yo sabía que él estaba, probablemente, todavía muy
enojado conmigo, esperaba que me enseñase.
No me importa saltar. Él me podría hacer cacarear como un pollo que me traía sin cuidado,
aunque me hiciese sentir estúpida, quería averiguar cómo resistirla.
Christian había tenido razón. Si los muros se venían abajo, todos los Unseelie serían
liberados. Y yo la tenía también: los Seelie no podía volver a encerrarlos sin el Sinsar Dubh. A
pesar de lo severo de nuestra situación, yo era, una vez más, la centrada y determinada Mac. Había
robado algunos rayos de sol, del sol humano (no una ilusión Fae como la última vez con V'lane) y
había escondido esa energía solar bien profundo en mis células. Una drogadicción, eso era lo mío
con el sol.
Había asomado mi nariz, olisqueando el frío tiempo de fuera, en el que no tenía intención de
aventurarme; llevaba mi falda corta favorita de color blanco, bonitas sandalias y una camiseta sin
mangas de color oro, que daba a mis ojos verdes un color más oscuro, más intenso. Mi piel parecía
pulida de oro por mis horas de sol. Me miré y me sentí muy bien. Después de la ducha, el maquillaje
y el peinado de mi pelo, había hablado un rato con mi padre. En Ashford, era hora de cenar y hoy
había habido una temperatura de 31ºC. En Dublín poco más de 4 º C, pero el “tamizado” a Cancún
lo hacía un hecho mucho más fácil de manejar.
Con estado de ánimo renovado, había decidido compartir cierta información con Barrons.
Trataría de pescar con cebo en lugar de exigir respuestas, haría las cosas a su manera. Iba a
mostrarle la página del diario de mi hermana que había recibido hoy. V'lane había picado, y, sin
duda, quizá Barrons también lo haría alguna vez. Tal vez su rostro hiciese algo que le traicionase,
tal vez él supiese quienes eran los Cinco, o, tal vez tendría alguna idea de quién podía enviarme las
páginas del Diario. No creía que fuese él, no podía ver ninguna razón que le hiciese elegir aquellas
páginas para enviármelas. Por otra parte, tampoco podía imaginar ninguna razón para que las
eligiese nadie, pero estaba claro que alguien lo hacía.
Si compartía algo con él, tal vez le gustaría devolverme el favor. Tal vez creería que las
respuestas eran lo suficientemente inocias como para que no le importase dármelas. Soleada Mac
consideró que valía la pena intentarlo.
La campanilla de encima de la puerta tintineó.
Barrons entró. Barrió con una mirada desde mi cabeza hasta mis pies, lentamente. Su rostro
se endureció y luego inició su camino de vuelta, poco a poco. Supongo que no le gustaba mi ropa. A
él rara vez le gustaba. Demasiado centrada en mis propósitos, soy demasiado feliz como para
satisfacer sus gustos. La Srta. Arcoiris y el Sr. Nocturno, eso es lo que parecemos cuando vamos
juntos.
Para desactivar cualquier tensión remanente de la última noche, le ofrecí una sonrisa y un
amistoso, "Hey", dejándole saber que deseaba comenzar esta noche con buen pie y que esperaba que
él también.
Sentí su violencia una fracción de segundo antes de que me atacara y, a continuación, ya era
demasiado tarde. El golpeó la puerta detrás de él tan fuerte que los pernos casi se cayeron de su
sitio.
- Dime todos los detalles de la última vez que viste al Sinsar Dubh.
La Voz impactó sobre mi cuerpo, desde la cabeza a los pies Visé y apretó brutalmente.
Mierda, mierda, mierda.
Expulsé todo mi aliento de golpe. Una legión de voces recorrían la habitación, rebotaban en
los muros, intensificándose a izquierda y derecha, arriba y abajo y, a continuación, a través de mí,
excavando en mi piel, reordenando cosas en mi cabeza, haciendo mi mente suya. Dominar. Seducir.
Venderme la mentira que decía que su voluntad era la mía y que yo vivía para obedecerla.
Perlas de sudor corrían por mi frente y labio superior y llenaban las palmas de mis manos.
Aún más difícil que intentar luchar contra la coacción, era inflar mis pulmones o mover cualquier
parte de mi cuerpo. Era como una muñeca de papel, colgando, arrugada... Y, al igual que una
muñeca de papel, el podría rasgarme por la mitad si quisiera.
- Detenga la lucha contra mí, Srta Lane y será más fácil. A menos que disfrute con el dolor.
En mi mente yo escupí un géiser de maldiciones, pero ni una palabra salió de mi boca, no
tenía aliento ni para alimentar la misma. Había superado el nivel que había utilizado conmigo
anoche (el nivel de competencia que había dicho que el Señor Maestro había logrado) y él lo había
hecho con una voz de seda. Al igual que la diferencia entre las motos de otros hombres y la suya,
Barrons avanzaba suavemente, pero lleva el palo más grande que había visto nunca.
- ¡Que bronceado tan hermoso, Srta Lane!. ¿Cómo está V'lane? ¿Tuvo usted un buen tiempo
hoy? Yo la llevo a cementerios, pero él es quien la lleva a la playa ¿es ese nuestro problema?
¿Nuestras pequeñas citas no son lo suficientemente buenas para usted? ¿Está usted enamorada?
¿Alimenta usted a esa bonita mentira de la que está tan hambrienta? La he estado descuidando a
usted últimamente. Voy a remediarlo. Siéntese. Ahí. - y señaló una silla cerca del fuego.
Caí de golpr en el asiento indicado, no porque me apeteciese, sino porque eso es lo que pasa
cuando intentas cerrar los músculos de tus piernas para evitar que tus pies anden, pero tu cuerpo se
mueve de todos modos. Después de intentar resistirme al paso siguiente, me precipitá al asiento,
hundiéndome en él como una muñeca de trapo. Mi garganta se convulsionó, intentado sacar a la
fuerza unas palabras.
- Yo no... No...
- Usted no va a hablar a menos que sea en respuesta directa a una de mis preguntas.
Mis labios quedaron sellados. No podía creer que estaba haciendo esto.
¡Que ironía! V'lane me había pedido que confiase en él hoy, lo hice y no me había
traicionado. Había dispuesto abrirme un poco esta noche a Barrons, decirle unas cuantas cosas y él
me había traicionado. V'lane había silenciado su sexualidad a fin de preservar mi voluntad. Barrons
me había despojado de ella con un solo comando, no muy diferente del Señor Maestro.
- Dígame lo que vio la noche que se encontró con el Sinsar Dubh - repitió.
Retorciéndome, casi asfixiándome por los intentos de resistir, he derramado cada detalle,
hasta el último pensamiento, cada percepción. Desde la humillación de vomitar en ese vil charco,
sobre mi ropa, a las diversas formas que el Libro había tomado, a la mirada que me habían Lanzado,
a mi decisión acerca de cómo seguirlo. Luego, para empeorar las cosas, le detallé mi "intervención"
con el Inspector Jayne.
- No se mueva - dijo, y me senté recta-como-un-palo en mi silla, no podía ni rascarme la
nariz mientras él reflexionaba.
Había violencia en la habitación, entre nosotros, una violencia mortal. No lo entendía. ¿Qué
había hecho yo para que el estuviese tan fuera de sus casillas? Él no se había enojado ni la mitad
esta última noche, y había tenido todas las oportunidades para asarme a la parrilla entonces. No lo
había hecho. Se había ido.
- ¿Dónde fue hoy?
El sudor goteaba por mi cara, y se lo dije también. Yo quería hablar por mi propia y libre
voluntad, contarle lo que sabía del libro, decirle que estábamos juntos en esto, él y yo, y que yo era
la que merecía las respuestaa y no él. Pero él había sellado mis labios con un mandato y yo sólo
podía responder a lo que él pidiese.
- ¿Quería V'lane decirle algo?
- Sí - dije rotundamente, me mordí para no decir más; había obedecido al pie de la letra la
Voz, pero no tenía porque ofrecer más.
- ¿Qué te dijo?
- Que el Señor Maestro fue una vez un Fae, cuyo nombre es Darroc.
Él sonrió.
- Viejas noticias. ¿Él te dijo algo acerca de mí?
¿Viejas noticias?¿Había tenido una información sobre el Señor Maestro que no había
compartido conmigo? ¿Y él se sentía enojado conmigo por no decirle todo lo que sabía? Si no me
mataba cuando acabase esto, era él quien iba a estar muerto. Él era una enciclopedia ambulante con
una tapa que no yo podía abrir. Inútil. Peligroso.
- No.
- ¿Follaste con él?
- No - grité
- ¿Alguna vez has follado con él?
- No - escupí.
Yo nunca había visto dos hombres más obsesionados con lo que pasaba en mi vida sexual, o
más bien, en lo que no pasaba.
Parte de la violencia que rezumaba el ambiente, desapareció.
Mis ojos se redujeron. ¿Qué era esto?¿La fuente de su ira?¿Barrons estaba celoso? ¿No
porque le preocupase, sino porque él pensaba en mí como una posesión, su personal y privada
sidhe-seer, y no quería que las erecciones de otros hombres interfiriesen con su detector OOP?
Él me lanzó una mirada fría.
- Necesitaba saber si era una Pri-ya. Por eso lo he preguntado.
- ¿Parezco Pri-ya? - me quebré.
No tenía ni idea de lo que una adicta a los Fae parecía, pero de alguna manera tenía mis
dudas de que yo fuera un prototipo de eso. Pensé que hacía falta algo más, como esas chicas góticas
que había visto salir de la guarida del vampiro Mallucé : piercing, tatuajes, vestidas con ropa de
época, en su mayoría de color negro...
Me miró fijamente, me midió y luego se rió.
- ¡Bien por usted, Srta Lane! Está aprendiendo.
Boqueé, ni yo misma me había dado cuenta de lo que había hecho. ¡Había dicho algo que no
era una respuesta a una pregunta directa! Traté de hacerlo de nuevo, formando mentalmente las
palabras, pero no pude llevarlo a cabo. No sabía cómo lo había hecho antes.
- ¿A quién iba a ver la noche que se encontró con el Sinsar Dubh?
Oh, no. Esto no era justo. Él no tenía que saberlo todo.
- A un tipo que conocía a Alina - dije con los dientes apretados.
- Dígame su nombre.
No, no, no.
- Christian MacKeltar.
- ¿Es una jodida broma? - explotó de su silla y se tiró hacia mí.
Como había utilizado la Voz, yo estaba obligada a contestar, aunque sabía que había sido
una pregunta retórica
- No.
La violencia asesina apareció de nuevo, por la mención de un simple nombre. ¿Por qué?
¿Qué significado el nombre de Crhistian para él? ¿Se sabe de él? Cerré los ojos y busque el lugar
sidhe-seer de mi mente. No sirvió de ayuda. Todavía no podía hablar. ¿Cómo podía sentir tanto
poder en esa ardiente y extraña parte de mi mente, y, sin embargo, no encontrar allí nada de utilidad
para mí en esta situación?
- ¿Cómo conoció a Christian MacKeltar?
- Él trabaja en la ALD, en el Trinity. Lo conocí cuando me envió a recoger la invitación a la
subasta. Su jefa no estaba allí.
Su nariz echaba humo.
- Él debe ser una adquisición reciente. Ellos han estado espiándome.
Él no había utilizado la Voz, ni me había hecho una pregunta, por lo que no dije nada.
- ¿Ha estado espiándome el MacKeltar?
Apretando mis ojos cerrados, dije
- Sí.
- ¿Ha estado espiándome, Srta Lane?
- Todo lo que he podido.
- ¿Qué ha aprendido acerca de mí?
Intenté esconderme en mi cabeza de nuevo, pero sea cual sea el lugar que se suponía que
tenía que descubrir seguía siendo un misterio para mí. Consciente de que estaba cavando mi propia
tumba, una avalancha de información salió de mis labios: que sabía que no era humano, que tenía
una edad imposible, que le había visto salir del Espejo Plateado Tamizador que tenía en su estudio,
con el cadáver brutalmente asesinado de una mujer, que, al igual que las Sombras, los demonios de
allí habían huido de su camino...
Él se rió, como si se tratara de algún tipo de broma que yo supiese todos sus secretos
oscuros. Él no intentó explicar o justificar ni uno solo de ellos.
- Y yo que pensé que usted nunca podría mantener un secreto. Usted sabía todas estas cosas
y nunca dijo una palabra. Es cada vez más interesante. ¿Está usted trabajando con el MacKeltar
contra mí?
- No
- ¿Está usted trabajando con V'lane contra mí?
- No
- ¿Está usted trabajando con las sidhe-seer contra mí?
- No
- ¿Está usted trabajando con alguien en contra mía?
- No
- ¿Dónde están sus lealtades, Srta Lane?
- Conmigo - grité - ¡Con mi hermana! ¡Con mi familia y en torno a usted!
La violencia en la habitación disminuyo. Después de un momento, Barrons retomó su
asiento en la silla enfrente de mí, absorbiendo mi dolorosamente dura postura y sonrió sin humor.
- Muy bien, Mac. Relájese.
¿Mac? ¿Él me había llamado Mac? Luché para respirar.
- ¿Estoy a punto de morir? - balbuceé - ¿Vas a matarme?
Él me miró asustado. Lo había hecho otra vez. Había hablado por mi propia voluntad. Él
había liberado mi cuerpo, pero no su agarre sobre mi mente ni mi boca. Todavía podría sentirlo,
obligándome, haciéndome daño... Luego, resopló.
- ¿Yo le digo que se relaje y piensa que voy a matarla? Es usted una mujer absolutamente
ilógica - y agregó como cambiando de parecer - Puede ahora hablar libremente.
El estrangulamiento en mi garganta se había ido, y por unos momentos gocé, sencillamente,
con la sensación del aire desplazándose dentro y fuera de mis pulmones, a sabiendas de que mi
lengua era, una vez más, mía. Podía sentir el nombre de V'lane, enroscándose en mi lengua y me di
cuenta de que desde el momento en Barrons había utilizado la Voz, se había desvanecido de alguna
manera, disminuyendo y situándose más allá de mi alcance.
- No lo soy. Las dos únicas veces que me ha llamado Mac ha sido cuando estaba cerca de la
muerte. Dado que no hay otra amenaza en este momento, debe estar a punto de matarme. Es
perfectamente lógico.
- No la llamé Mac.
- Sí, lo hizo.
- La llamé Srta Lane.
- No, no lo hizo.
- Sí, si lo hizo.
Apreté la mandíbula. A veces, a pesar de la sofisticación eterna, tradicional y muy del viejo
mundo de Barrons y de mi fresca belleza y chulería, manteníamos peleas de lo más infantiles.
Francamente, me importaba lo que la petunia de una rata lo que él me hubiese llamado, y, no estaba
dispuesta a sentarme aquí a discutirlo. Estaba libre y furiosa. Exploté de mi silla, me lancé contra él
y golpeé con ambas palmas de mis manos en su pecho. Puse cada onza de poder Null en mis manos,
mientras el lugar sidhe-seer de mi cabeza se transformaba en un pequeño y ardiente sol. ¿Era o no
era él un Unseelie?
Lo golpeé con tanta fuerza que su silla cayó hacia atrás y fuimos rodando a través del piso
hacia la chimenea, parando a escasas pulgadas de la rejilla. Si él se había congelado, el momento
había sido tan ínfimo que no pude concluir si realmente le había “anulado” o, simplemente, le había
asustado tanto que ese breve segundo de inmovilidad era fruto de la perplejidad.
Debí suponerlo. Nunca obtenía respuestas allá donde Barrons estuviese implicado.
Tumbado de espaldas, me subí a horcajadas encima de él y le golpeé en la mandíbula tan
fuerte como pude. Comenzó a hablar y le golpeé otra vez. Quería comer carne Unseelie: me iba a
comer a diez de ellos esta noche y luego volvería aquí y terminaría sacándole un infierno de
malditas respuestas.
- ¿Cómo se atreve usted a venir aquí y obligarme a dar respuestas cuando usted nunca ha
dado ni una sola? - siseé
Le golpeé en el estómago, duro. Ni se inmutó. Le golpeé de nuevo. Nada.
- Usted está aquí toda bronceada y brillante y aún se asombra de que use la Voz? - rugió -
¿De dónde diablos sale usted? ¿Usted se ha ido con V'lane de nuevo? ¿Cuántas bofetadas en la cara
cree que soy capaz de soportar, Srta Lane? - él agarró mi puño y lo sostuvo cuando intenté golpearle
de nuevo. Me sujetó también la otra, cuando intenté usarla también - Le advertí que no jugase a
enfrentarnos el uno con el otro.
- ¡No estoy jugando con usted! Estoy tratando de sobrevivir. ¡Y yo no le abofeteo cuando
voy con V'lane! - traté de liberar mis puños con un tirón de sus manos. - No tiene nada que ver con
usted. Estoy tratando de obtener respuestas y ya que usted no me da ninguna, no puede culparme por
ir a buscarlas a otro sitio.
- Entonces, ¿tiene derecho a salir y engañar al hombre que está en casa?
- ¿Huh?
- ¿Qué palabra no entiende? - gruñó.
- Usted es el jodido ilógico. ¡Esta no es mi casa, nunca lo será y no hay nadie esperando en
ella! - prácticamente grité.
- ¿Cree que no lo sé?
Él cambió su cuerpo debajo de mí, haciéndome dolorosamente consciente de algo. Dos
“algos”, de hecho, uno de ellos era hasta que punto era corta mi falda, y el otro “algo” no era mi
problema. Me meneé, intentando bajar el dobladillo de la falda, pero su mirada hizo morir el
pensamiento. Cuando Barrons me mira así, algo se agita dentro de mí. La lujuria, en aquellos
antiguos ojos de obsidiana, no ofrece ningún rastro de humanidad. Ni siquiera me molesté en
intentarlo.
La Mac Salvaje quiere invitarle a salir y jugar. Creo que está loca. Totalmente loca, te lo
digo yo.
- Suélteme las manos.
- Oblígueme - tanteó - Use la Voz conmigo, Srta Lane. Vamos, chiquilla, muéstreme algo de
su poder.
Chiquilla, mi culo.
- Sabe que no puedo, y, eso hace lo que me hizo esta noche aún más imperdonable. Me
siento como si me hubiese violado. De hecho, ¡eso es exactamente lo que hizo!
El se revolvió, duro y rápido, y yo estaba de espaldas debajo de él, con mis manos puestas
encima de mi cabeza, el peso de su cuerpo aplastándome contra el suelo, su rostro a pulgadas del
mío. Él respiraba mucho más agitadamente de lo que el esfuerzo merecía.
- No incurra en ninguna equivocación, Srta Lane, yo no la he violado. Usted puede estar
aquí, sentada sobre su pequeño culo políticamente correcto, presentando reivindicaciones idealistas
políticamente correctas, argumentando que cualquier violación de su voluntad es una violación y
que soy un bastardo malnacido, pero voy a decirte que está llena de mierda, y que, evidentemente,
nunca ha sido violada. La violación es mucho, mucho peor. La violación no es algo que uno se
niega a afrontar. Uno de arrastra.
Estaba frente a mí, de pie y salió por la puerta antes de que yo ni siquiera hubiera logrado
tomar el suficiente aliento como para responder.
SEGUNDA PARTE

La hora más oscura


Anochecer

"¡Qué extraña palabra. 'La Noche'; sin embargo, 'la caída' es una palabra suave.
Caen las hojas, con remolinos de gracia lánguida para formar una alfombra en la tierra
que las llama para morir. Lágrimas de otoño, como diamantes de brillante líquido que
caen suavemente, antes de derretirse. Aquí no cae la noche, se cierra de golpe sobre
nosotros.”
- Diario de Mac -
Capítulo Diez
Yo dormía inquieta y soñaba con la triste mujer de nuevo.
Ella estaba tratando de decirme algo, pero un viento gélido robaba sus palabras cada vez que
abría su boca. Risas volaban sobre la gélida brisa y recuerdo haber pensado que las reconocía pero
no pude sacar su nombre de mi mente. Cuanto más lo intentaba, más asustada y confundida me
sentía. Luego, venía V'lane y también Barrons, con hombres que nunca antes había visto, y de
repente apareció Christian, Barrons se movió hacia él, con rabia asesina en sus ojos.
Me desperté, helada hasta los huesos y en estado de alarma.
Mi subconsciente había asumido lo que no había penetrado en mi mente consciente: hoy eras
jueves, Christian regresaba de Escocia, y Barrons se iría con él, por mi causa.
No tenía ni idea de lo que Barrons podría hacer, y, realmente, no quería saberlo. El
descubridor-de mentiras-Keltar no era oponente, en absoluto para… aquello que mi empleador
fuese.
Con los dientes castañeteando, cogí mi móvil de la mesilla de noche y llamé al ALD. El
chico de los ojos de ensueño respondió y me dijo Christian no vendría hasta la tarde. Le pedí el
número de su apartamento o el de su móvil, pero me contestó los archivos de personal estaban
cerrados bajo llave en el departamento de su jefa, que se había tomado un largo fin de semana de
vacaciones, y que no volvería hasta el lunes.
Le dejé un mensaje urgente para Christian, debía llamarme en cuanto lo recibiese.
Estaba a punto de volver a mi cama y envolverme cual gusano de seda en sus mantas para
quitarme el frío, cuando mi teléfono sonó.
Era Dani.
- ¡Ella casi me capturó, Mac! - dijo sin aliento - Ella no dejó la sede en todo el de ayer.
Durmió en su oficina, y yo estuve pendiente toda la jodida noche, a la espera de una oportunidad de
entrar. Luego, hace unos minutos, finalmente fue abajo, para el desayuno, pensé, y me introduje en
su despacho pero no pude encontrar el libro que querías. Había otro en su escritorio, así que tomé
fotos de él, no muchas, porque regresó rápido y tuve que salir cagando leches por la ventana; me he
rasgado mi uniforme y me he golpeado fuerte. No pude conseguir lo que me pediste, pero lo he
intentado, y tengo algo. Eso cuenta, ¿no? ¿Vas a reunirte todavía con nosotras?
- ¿Estás bien?
Ella gruñó burlona
- Yo mato monstruos, Mac. Me caí de una estúpida ventana
Sonreí
- ¿Dónde estás? - podía oír claxon de fondo, el sonido de la ciudad despertando.
- No muy lejos de ti. - me dijo.
Sabía que estaba en el cruce, yo había mirado por la ventana mientras hablaba; todavía
estaba muy oscuro. Odiaba que estuviera ahí fuera, en la oscuridad, independientemente de su
supervelocidad y no sabía si su Espada
- Hay una iglesia en la calle. – estaba brillantemente iluminada – Me reuniré contigo allí
enfrente en diez minutos.
- ¡Pero si las otras no están aquí!
- Solo quiero la cámara. ¿Puedes quedar con las chicas esta tarde?
- No puedo asegurártelo. Kat dice que tienes que elegir un lugar en el que las otras…
mensajeras, no nos vean.
Pensé en varios cafés, todos los cuales fueron desechados por ser demasiado arriesgado. Por
último, se me ocurrió uno, situado en un pub subterráneo, acertadamente llamado El Metro, que
ofrecía dardos y mesas de billar, pero no tenía ventanas.
Me levanté, me cepillé los dientes, me lavé la cara, me embutí los vaqueros y me puse la
chaqueta de lana a rayas sobre mi top PJ y luego una gorra sobre mi cabeza. Mis rubias raíces
comenzaban a verse e hice una nota mental para detenerme en una farmacia en el camino de vuelta
y comprar un par de cajas de tinte. Ya era bastante deprimente estar obligada a llevar el pelo oscuro,
pero no lo iba a hacer con un mal tinte, encima.
Eran las 7:20 cuando salí a la calle. El sol no salía hasta 7:52 A.M y se escondía a las 6:26;
me he vuelto un poco obsesiva con el momento preciso en que brilla la luz natural, y tengo un
cuadrante de horarios colgado en mi pared, al lado del mapa donde apunto las nonas de actividad o
los puntos críticos dominados por los Unseelie. Me quedo en el centro de las luces tanto como
puedo, pasando de la luz de una farola a la siguiente, con una linterna en cada mano y mi Lanza
pesada y reconfortante en su funda bajo mi brazo. Mi MacHalo había sido diseñado solo para el
trabajo nocturno. Si la gente con la que me crucé pensó que era extraño que llevase linternas
encendidas para iluminar el camino, a mí me traía sin cuidado. Eso me mantenía viva y por mí
podían burlarse lo que les viniese en gana. Algunos de ellos así lo hizo.
Mientras avanzaba rápidamente por la calle, me imaginé a mí misma hace tres meses,
comparándome con ahora y me reí. El hombre de negocios que caminaba a mi lado, me miró, le
devolví la mirada y aceleré el paso, dejándole detrás.
Había llovido durante la noche, y las calles empedradas estaban brillantes bajo las luces de
las farolas. La ciudad encaramada sobre el borde, expectante del día que estaba a punto de
comenzar: el claxon de los autobuses, los taxis que compiten, la gente controlando sus relojes y
apresurándose a sus puestos de trabajo, a otras personas… o cosas …ya la estaban haciendo suya,
como los Rhino-boys que barrían las calles y recogían la basura.
Les vi subrepticiamente, sorprendido por la rareza de la misma. La gente no sidhe-seer sólo
puede ver el glamour humano que proyectan, como ese todavía medio dormido empleado de la
ciudad, pero yo veía sus miembros abotargados, sus ojos saltones, sus mandíbulas lisas como la piel
de mis manos; yo sabía que ellos solo eran los perros guardianes de la clase alta Fae. No sé por qué
razón estaban haciendo el trabajo sucio humano, no podía imaginar por que ningún Fae, ni de la Luz
ni de la Oscuridad, querría hacerlo. Los muchos Unseelie de bajo nivel que había rozaban mis
sentidos sidhe-seer. Por lo general, los Rhino-boys no me molestan demasiado, pero en masa, me
hacen sentir como si tuviese una úlcera. Los empujé hacia las profundidades de mi cabeza,
preguntándome si podría silenciarlos de alguna manera.
¡Eso estaba mejor! Podría bajar el volumen. ¡Muy bien!
Dani estaba recostada en el poste de una farola delante de la iglesia, sujetando su bicicleta
contra su cadera. Tenía un chichón de aspecto bastante doloroso en su frente, raspaduras sucias bajo
sus antebrazos y codos y sendos agujeros en las rodillas de sus pantalones de rayas, como si ella se
hubiese ido deslizando a cuatro patas sobre el techo, que, me dijo orgullosa, así era como lo había
conseguido. Yo quería llevarla de regreso a la librería, limpiarla y curarle sus heridas. Le dije a mi
corazón que dejara de sangrar por ella: si alguna vez teníamos que luchar juntas, tendría que confiar
lo suficiente como para tratar con todas las heridas, incluso con las críticas.
Dani, sujetandola cámara en su mano con una sonrisa chulesca, dijo:
- Adelante, dime lo que opinas del gran trabajo que hice.
Sospechaba que no estaba muy acostumbrada a que alabasen su trabajo. Rowena no parece
del tipo que gasta un aliento superfluo en alabar un trabajo bien hecho, cuando puede ahorrarlo para
criticar uno mal hecho. También tenía mis dudas acerca del aprecio que podían sentir las otras
sidhe-seer por Dani: su enorme bocaza defensiva hacía difícil acercarse a ella y sus hermanas-en-
armas tenían sus propias preocupaciones. Cogí la cámara y ojeé las siete páginas que había
fotografiado, del libro incorrecto, y dije
- ¡Gran trabajo, Dani!
Se hinchó de orgullo y luego, saltando sobre su bici, pedaleó con energía con sus flacas
piernas. Me preguntaba si ella utilizaba su supervelocidad mientras pedaleaba; si lo hacía, lo único
que se podría ver sería una exhalación verde, como una Rana Gustavo llena de esteroides.
- Hasta luego, Mac - dijo sobre su hombro. - Te llamaré pronto.
Paré en la farmacia de camino a la Librería, tenía luz suficiente y apagué las linternas.
Compré, deseando llegar a mi habitación, para mirar detenidamente el contenido de mi cámara,
ampliando el zoom y así averiguar que era lo que Dani había captado.
Yo sabía que lo mejor era caminar con la cabeza hacia abajo (ni siquiera me atrvo a llevar un
paraguas en la lluvia por miedo de lo que podría encontrarme); al otear por encima de mi hombro, vi
un hombre de pie cerca de un oscuro y caro automóvil aparcado en la acera.
Exclamé
- ¡Oh, lo siento! - y proseguí mi curso, bendiciendo la suerte de que había sido un ser
humano con el que me había tropezado y no con un Fae, cuando me dí cuenta de que tenía mi
"volumen" bajo y no había sido un ser humano.
Me giré, sacando la Lanza de mi chaqueta, mientras la mayoría de la gente pasaba con sus
narices enterradas en un periódico o en sus teléfonos móviles, sin verme, como si yo usase un poco
de mi "glamour" propio, fundiéndome en las sombras con el resto de los monstruos.
- ¡Perra! - escupió Derek O'Bannion, su moreno rostro contorsionado por el odio.
Sin embargo, su fría y reptiliana mirada reconoció mi arma y no avanzó hacia mí.
Irónicamente, esa arma era la Lanza que le había robado a su hermano Rocky, poco antes de que
Barrons le condujese, a él y a sus secuaces, a su muerte por la Sombra de detrás de la librería.
Aprovechando el hambre de venganza de Derek, el SM lo usó como reemplazo de Mallucé, le
enseñó a comer carne Unseelie, y le envió tras de mí para conseguir la Lanza. Convencí al más
joven de los hermanos O'Bannion de que me gustaría matarlo si intentaba hacerme daño y le
describí lo terrible que sería su muerte. La Lanza mata todo lo Fae, cuando una persona come
Unseelie, algunas partes de su persona se vuelven Fae; cuando esas partes mueren, se pudren, desde
dentro hacia afuera, envenenando al humano y, por último causándole la muerte. Cuando yo comí
carne fae, había estado aterrorizada de mi propia Lanza. Había visto lo sucedido con Mallucé muy
de de cerca, en persona: se tornó marmóreo por la decadencia, la mitad de su boca se había podrido,
así como parte de sus manos, piernas, estómago y había sido un guiso en descomposición, y sus
genitales... ¡ugh!. Se trataba de una horrible manera de morir.
O'Bannion abrió la puerta, murmuró algo al conductor y luego, la volvió a cerrar de golpe. El
motor de doce cilindros ronroneó.
Le sonreí: me encanta mi Lanza. Entiendo por qué los hombres les ponen nombre a sus
armas en la guerra. Él la teme, los Cazadores Reales la temen, con excepción de las Sombras, que
no tienen sustancia para apuñalar, matará cualquier cosa Fae, parece que incluso al Rey y a la Reina.
Alguien que no pude ver empujaba la puerta trasera abierta, desde el interior. La mano de
O'Bannion en la parte superior de la ventana. Era mucho más Fae ahora que de lo que había sido
una semana y media atrás. Podía sentirlo.
- Un poco adictivo, ¿no? - dije dulcemente.
Bajé mi Lanza, apoyándola en mi muslo para disuadir a los potenciales entrometidos de
llamar a la policía, pero no estaba dispuesta a envainarla. Sabía lo rápido y fuerte que era. Yo lo
había experimentado una vez y había sido increíble.
- Usted debe saberlo.
- Yo sólo comí una vez.
Probablemente no era muy sabio admitir que sólo la había comido entonces, pero yo estaba
orgullosa de ser la ganadora de la batalla contra la dicción.
- ¡Mentira! Nadie que haya probado el poder que da podría renunciar.
- Usted y yo no somos iguales, usted quiere el poder oscuro, yo no.
En el fondo, lo que yo más deseaba era volver a ser la chica que solía ser, querría que mi
intrusión en los territorios más oscuros sólo sucediese si mi supervivencia dependía de ello,
mientras que O'Bannion consideraba que abarcar la oscuridad era dar un paso adelante.
Amagué un golpe hacia él, haciendo una finta con la Lanza, él retrocedió y su boca se
comprimió en una delgada línea blanca.
Me pregunté que ocurriría si él dejaba de comer ahora, ¿se volvería plenamente humano? o
si, a partir de un cierto punto, ¿era demasiado tarde y la transformación no se podía deshacer?
¡Cómo lamentaba no haberle dejado andar en la Zona Oscura ese día! Yo no podía luchar
con él, aquí y ahora, en plena la hora punta del día.
- ¡Salga de aquí - finté una vez más - y si me ve en la calle, corra tan rápido y tan lejos como
pueda.
Él se rió.
- ¡Pequeño coño estúpido! No tienes ni idea de lo que se avecina. Espera a ver lo que el
Señor Maestro tiene guardado para ti – se metió en el coche, mirándome, con una sonrisa de mala fe
y de… enfermiza anticipación. – Truco o trato, perra - dijo y, a continuación, se rió de nuevo.
Yo le podía oír reír, incluso después de que hubiese cerrado la puerta.
Escondí la Lanza en mi arnés y me quedé plantada en la acera, ensimismada, después de que
él se fuera. No por lo que había dicho, sino por lo que yo había visto, y no me refería a la tapicería
de piel flexible de color camello de los asientos de cuero… O, más bien, a quien había visto.
Una mujer, hermosa y voluptuosa, similar a esas estrellas de cine antiguas, cuando a las
actrices se las dignificaba con el título de “Diva”.
Mi "volumen" estaba alto: ella estaba comiendo Fae también.
Bueno, ahora yo lo sabía: Barrons podría haber matado a la mujer que había traído a través
del espejo, pero no había matado a Fiona.

Abrí Barrons Libros y Adornos a las once en punto. Me teñí dos tonos más claro que el “Mil
y una noches” anterior, esperando que fuese más acorde a mi edad (el pelo negro me hace parecer
más vieja, sobre todo, combinado con lápiz labial rojo), a continuación, bajé la calle para un rápido
corte, y ahora, unas demasiado largas uñas enmarcaban mi cara. El resultado era femenino y suave,
totalmente contrario a cómo me sentía por dentro. Me recogí el pelo con una cinta. El resultado era
coqueto, de una elegancia casual.
Me corté las uñas un poco, las limé y completé el trabajo con una capa de Rosa Perfecto, que
por supuesto, combinaba con el lápiz de labios. A pesar de estas concesiones a mi pasión por la
moda, me sentí monótona con mi uniforme estándar: pantalones vaqueros, botas, un top negro bajo
una chaqueta brillante, la Lanza enfundada bajo el brazo, linternas escondidas en los bolsillos.
Omití el vestirme acorde al resto.
Me senté de nuevo en el taburete detrás de la caja registradora, contemplando los frascos con
los diminutos trozos de carne Unseelie alineados allí.
Había aprovechado mucho la mañana. Después de la farmacia, había ido al supermercado,
comprado alimento para bebés, teñido mi pelo, duchado, vaciado el contenido y lavado los frascos.
Luego había salido una vez más, atacado a un Rhino-Boy, le había cortado parte de su brazo, para
luego apuñalarlo y poner fin así a sus miserias y, de paso, asegurarme de que no vivía como para ir a
nadie con el cuento de que una chica humana robaba poder Fae. Entonces, corté en cuadritos el
trozo de carne y los metí en los frascos.
Solo quería tener a mano algunos trozos, como cuando había “tenido” que convencer a
Jayne; si los hubiera tenido, Moira tal vez no habría muerto. Si algo inesperado y terrible ocurría
mientras yo estaba en la librería, no iba a pillarme desprotegida esta vez: quería una dosis de
superpotencia al alcance de la mano. No se iban a estropear: era único snack que no tenía fecha de
caducidad.
Ni mi caza ni la expedición de recolección tenían nada que ver con O'Bannion o con Fiona, o
el recordatorio de cómo era yo de débil comparada con ellos. Era, solo, justo, puro y simple sentido
común. Escondí unos cuantos frascos en la parte de atrás de la nevera. El resto del alijo lo
escondería más tarde en mi habitación.
Después de pillarme a mi misma mirando fijamente los frascos durante varios minutos, sin
parpadear, metí algunos en mi bolso, fuera de la vista, fuera de la mente.
Abrí mi portátil, conecté mi cámara, y comencé a cargar las páginas. Mientras esperaba,
llamé de nuevo a la ALD, para asegurarme de que el chico de los ojos de ensueño realmente
entendía la urgencia del mensaje que le había pedido que transmitiese. Él me aseguró que lo haría.
Atendí a mis clientes en las siguientes horas; estuve muy ocupada por la mañana y las ventas
fueron muy bien.
No fue hasta primeras horas de la tarde, cuando tuve tiempo para sentarme y echar un
vistazo a las páginas que Dani había fotografiado.
Me ha decepcionado la manera en que estaban las pequeñas páginas, apenas del tamaño de
tarjetas de visita. El escrito tenía las líneas hacinadas, estrechamente juntas, y cuando finalmente
logré empezar a descifrar el pequeño e inclinado guión, me di cuenta de que lo que tenía era un bloc
de notas de bolsillo, con observaciones y pensamientos encerrados en una mal masacrada versión
del idioma Inglés. La ortografía me hizo sospechar que el autor se había cruzado poco en el camino
de la educación formal, y que había vivido hacía muchos siglos.
Después de estudiarlo durante cierto tiempo, abrí mi propia libreta y comencé a escribir lo
que creía era su traducción.
La primera página recogía el centro de una larga diatriba sobre El Lyte y El Darke, me di
cuenta rápidamente que eran Seelie y Unseelie, y de cómo de ruines y Diabólicos eran ambos. Eso
ya lo sabía yo.
Luego, en mitad de la página, he encontrado esto:

Sae I ken The Lyte maye nae tych The Darke nae maye The Darke tych The Lyte. Whyrfar The
Darke maye nae bare sych tych, so doth the sworde felle et low. Whyrfar the Lyte may nae bare sych Evyle,
sae The Beest revyles et.

Bueno, sonaba algo así como que los Seelie odiaban a los Unseelie y viceversa. Pero no del
todo. Había algo más aquí. Me extrañaba más cada momento ¿Significaba esto que los Seelie
realmente no podían tocar a los Unseelie y viceversa? Seguí leyendo.

Tho sworde doth felle thym bothe, yea een Mastr and Myst! Ay t’hae the blade n ende m’suffrin!

La espada mataba tanto Unseelie como Seelie, hasta de los más altos rangos. Ya lo sabía,
demasiado bien. Tenía la Lanza.

Sae maye ye trye an ken thym! That The Lyte maye nae tych The Beest, nr The Darke the sworde, nr
The Lyte the amlyt, nr the Darke the spyr . . .

“Por tanto, debes saber que”, escribí en mi traducción. “ La Luz (Seelie) no puede tocar a la
Bestia (¿el Libro?) y la Oscuridad (Unseelie) no puede tocar la Espada.”
- Ya entiendo - exclamé.
¡Esto era material importante!
“Los Seelie no pueden tocar el Amuleto”, escribí, “y los Unseelie no pueden tocar la
Lanza.”
Lo que estaba diciendo era que los Seelie no podían tocar las Reliquias Unseelie y que, a su
vez, los Unseelie no podían tocar las Reliquias Seelie, y ¡eso era como decir que les repelía!
Acababa de encontrar la manera perfecta de poner fin a mis dudas de si Barrons era, o no,
un Gripper! Si lo era, no podría tocar la Lanza.
Dejé a un lado mi pluma, rememorando ¿nunca le había visto tocarla? Sí! La noche que
había apuñalado al Hombre Gris, mientras yo colgaba, suspendida por mi cabello.
Reduje los ojos. En realidad, no había visto que la tocase esa noche. Cuando él me la había
devuelto, la empuñadura seguía atascada en mi bolso, con la Lanza sobresaliendo de él. La había
manejado a través de la tela. Y, aunque había dicho que iba a llevarla durante la subasta, atada a su
muslo, nunca subí las perneras de sus pantalones para comprobarlo. Por lo que sabía, bien podía
haberla dejado sobre la mesilla, donde yo se la había dejado para que se la escondiese y donde luego
yo la había recuperado tras la subasta.
Bueno, pero la noche que robamos la Lanza, seguramente la habría tocado en algún
momento, ¿no? Cerré los ojos, repitiendo la noche en mi memoria. Nosotros nos colamos
clandestinamente en la cámara de seguridad del mafioso. Barrons me había hecho arrancarla de la
pared y llevarla en el coche. Él me enseñó como romper el asta de la Lanza, quedándome solo con la
punta. La he venido llevando yo desde entonces.
Abrí mis ojos.
Inteligente, inteligente hombre.
Tenía que ponerlo en una posición donde no tuviese más remedio que coger la Lanza,
tenerla, tocarla. Esta vez, no me conformaría con menos que su piel directamente sobre el acero. Si
fuera un Gripper o algún tipo de Unseelie, simplemente no sería capaz de hacerlo. Era así de simple.
Entonces, ¿qué iba a hacer para conseguirlo?
Estas páginas daban aún más valor a los esfuerzos de Dani para obtener esta exquisitez. Me
alegré de que el libro de V'lane no estuviese, y que éste hubiese estado en su lugar.
Reanudé la lectura. Era muy lenta pero fascinante.
El autor de la libreta no era sidhe-seer; era un hombre, o más bien, un muchacho, que había
sido tan hermoso que era el objeto de las burlas de los guerreros de su tiempo, si bien, había sido
amado por las muchachas que le habían enseñado sus cartas.
A los trece, él había tenido la desgracia de captar la atención de una princesa Fae, al tomar
un atajo por un oscuro y enmarañado bosque. Ella le había seducido y encantado, llevándole al
Reino, donde se había transformado en un ser frío y lleno de miedo. Ella lo había mantenido
encerrado en una jaula de oro en la corte, donde había sido obligado a ver a los Fae jugar con sus
“mascotas humanas”. Entre sus juegos, su favorito era convertir a los mortales en Pri-ya: en
criaturas que suplicaban por un toque Fae, de cualquier FAE, de hecho, por el toque de cualquiera,
por “que les hicieran las más viles cosas a ellos y para hacerse las más viles cosas entre ellos", según
el joven escribano. Estas criaturas no tienen voluntad, ni cerebro, ni conciencia de nada que no sea
su necesidad sexual. Ellos no sabían ni de la moral ni la misericordia y se atacaban el uno al otro
como animales rabiosos. El muchacho los había encontrado aterradores y temía ser dado a lo que
había pasado a sus compañeros humanos. Él no tenía forma de seguir el tiempo, pero que vio a
cientos ir y venir, y comenzó a crecerle un pelo varonil, que fue cuando la princesa comenzó una
vez más a buscarle en su camino.
Cuando los Fae ya no se divierten con sus “mascotas” los echan del Reino para morir. De
esta manera, la letra del Pacto no es violada. Ellos no matan en realidad a los seres humanos
capturados, sino que, simplemente no los protegen. Me preguntaba cuántos habrían muerto en
prostíbulos, o habían sido utilizados para, exactamente, aquello que querían, y, por tanto, asesinados
por su propia naturaleza.
El niño escuchaba todo lo que se decía, grabando todo lo que escuchó, porque cuando la
muerte llegase, sus posesiones se irían con ellos, y, aunque había perdido la esperanza para sí
mismo, esperaba poder advertir a su pueblo. (El niño no sabe cuántos cientos de años han pasado
desde el momento en que fue llevado al Reino) Expresó las esperanzas de algo que pudiera
salvarlos, registró cada una de ellas, quizá fueran la clave para la destrucción de sus aterradores e
implacables secuestradores, algún día.
Un escalofrío bajó por mi nuca. El plan en el había trabajado el niño muerto era muy, muy
antiguo. Y como él había esperado, su bloc de notas había encontrado su camino de regreso al
mundo del Hombre, y, finalmente, a manos de una sidhe-seer, transmitiéndose a través de los siglos
y acabando en la mesa de Rowena.
¿Por qué estaba en su escritorio? ¿Sólo era un poco de lectura a la hora del almuerzo o,
realmente, ella buscaba algo en él?
Miré el reloj. Las dos y media de la tarde. Cogí de nuevo el móvil y llamé al ALD. No hubo
respuesta. ¿Dónde había ido el chico de los ojos de ensueño?¿Donde estaba Christian? Cerré mi
portátil y estaba pensando en irme cuando sonó mi móvil.
Era Dani: las chicas ya estaban en el bar esperándome, ¿podría darme prisa?
Cuando descendí las escaleras en sombra del pub subterráneo, me encontré a siete mujeres, de entre
veinte y treinta años, exceptuando a Dani. Dos habían estado presentes el día que Moira había
muerto: la alta morena de ojos grises, con la mirada permanentemente escrutando el interior del bar
(y dudaba mucho que dejase de hacerlo) y la delgada chica de pelo platino y delineados ojos
oscuros, que tamborileaba sus uñas perfectamente esmaltadas de negro, sobre la mesa al ritmo de la
música que escuchaba por los auriculares de su iPod. La única salida era la entrada por la que yo
había llegado y, sin ventanas, el lugar podía considerarse oscuro y claustrofóbico, al menos, para mí.
Cuando tomé asiento, pude ver que ellas sentían, exactamente, lo mismo que yo respecto a nuestro
estrecho y débilmente iluminado entorno: cinco teléfonos móviles estaban depositados en la mesa,
emitiendo el brillo pálido de sus pantallas y dos Notebooks abiertas mostrando las pantallas de color
blanco brillante gracias a sus baterías. Todo lo que yo pude hacer, fue sacar mis linternas, ponerlas
boca abajo y añadir mi parte al lote de medidas.
Cabeceamos rígidamente las unas a las otras y pregunté a bocajarro
- ¿Tienen ustedes acceso libre a la biblioteca de la que me habló Rowena? - pregunté al
grupo de mujeres.
Quería saber cuán útil podría llegar a ser una alianza entre nosotras.
La morena respondió.
- Depende del lugar que se ocupe en la organización. Hay siete círculos de jerarquía,
ascendentes. Nosotras estamos en el tercero, por lo que podemos acceder a cuatro de las veintiuna
que existen.
¿Veintiuna?
- ¿Cómo puede haber tantos libros?- dije irritada. Seguro que no los compraron por catálogo.
Ella se encogió de hombros.
- Hemos estado recopilándolos durante milenios.
- ¿Quién está en el séptimo círculo? ¿Rowena?
- El séptimo es el propio Haven, el Consejo Superior de… usted sabe.
Sus ojos grises barrieron el pub. Yo miré alrededor también. Había cinco clientes en el lugar.
Dos jugaban a la diana y los otros tres, tomaban sus cervezas. Ninguno de ellos nos prestaba
ninguna atención y no había ningún Fae a la vista.
- Si ustedes no se sienten cómodas hablando en un lugar público, ¿por qué me pidieron que
eligiese uno?
- No creímos que quisiese reunirse en privado después de lo sucedido. Soy Kat, por cierto -
dijo la morena. – Estas son Sorcha, Clara, María, y Mo – dijo mientras señalaba a cada una al
nombrarlas.
La delgada gótica era Josie y la morenita, Shauna.
– Este es nuestro grupo - dijo Kat - aunque si resulta útil y al lealtad es su verdad, puede
unirse a nosotras.
- Oh, soy útil - dije serenamente - La pregunta es, ¿Qué es realmente la verdad? Y en cuanto
a lealtades, si las suyas están con la anciana, les sugiero que se las replanteen.
Su mirada enfriado para que coincida con la mía.
- Moira era mi amiga. Pero vi lo que vi, y eso no significa que tú la asesinaras; no significa
que tenga que gustarme ni que tenga que ser como tú; significa que estoy haciendo todo lo que
puedo para evitar que los muros caigan y si eso significa que tengo que unir fuerzas con la única
persona que puede sentir el Sin… esto, el Libro, aquí estoy. Pero volvamos a las lealtades, ¿donde
están las tuyas?
- En el mismo lugar en el que deberían estar las de cualquier otra sidhe-seer. Con los
humanos a los que se supone que debemos proteger. - no dije más, porque lo que estaba pensando
exactamente, era, en este orden: mi familia, mi venganza, el resto del mundo
Ella asintió.
- Muy bien. El líder de una causa nunca es la causa misma. Pero no nos confundamos,
nosotras escuchamos a Rowena. Ella ha sido la responsable de la la formación desde que nacimos, y
de juntar y enseñar a las que no nacieron sabiéndolo.
- Entonces, ¿por qué me buscáis a mí?
Las ocho, entre ellas Dani, se removieron incómodas, cogiendo la taza, el móvil, una
servilleta...
Fue Dani quien finalmente rompió el silencio.
- Hemos sido las guardianas del Libro, Mac. Teníamos que protegerlo y lo perdimos.
- ¿Qué? - exclamé - ¿Lo perdísteis?
Había culpado a los fae por el lío en el que estábamos, por hacer a Darroc humano, pero ¿las
sidhe-seer habían sido cómplices también?
- ¿Cómo se perdió?
A sabiendas de lo que yo sabía de el Libro ¿como habían conseguido contenerlo? ¿Cómo
había podido alguna shide-seer acercarse a él?¿Acaso no las descomponía como sucedía conmigo?
- No sabemos - dijo Kat. - Sucedió veintialgún años atrás, antes de que ninguna de nosotras
llegase a la Abadía. Aquellas que vivieron aquellos oscuros días comparten pocos detalles sobre
ello. Un día estaba allí, oculto debajo de la Abadía, y luego desapareció.
Esa era la razón por la que la Abadía de Arlington había sido continuamente reconstruida y
fortificada, haciéndola cada vez más fuerte: ¡porque debajo de ella intentaban contener a la mayor
amenaza conocida para el hombre! ¿Cuánto tiempo había estado allí, escondido en la tierra, vigilado
por lo que se consideraba sagrado en cada era? Antes había sido un Shian... y ¿antes de esto?
- Por lo que hemos escuchado - continuó - sólo el Haven sabía que estaba allí desde el
principio. La noche que desapareció, dicen que pasaron cosas terribles. Sidhe-seer murieron, otras
desaparecieron y los rumores volaron, hasta que toda la Abadía supo lo que había estado escondido
debajo de sus pies. Fue cuando Rowena formo el PHI y abrió sucursales en todo el mundo, con
mensajeras en las calles para escuchar hasta el más mínimo rumor sobre ello. Ella ha estado tratando
de encontrar alguna pista desde entonces. Durante muchos años, no se supo de él, pero
recientemente apareció, cerca de aquí, en Dublín. Muchas de nosotras creemos el fallo de nuestras
predecesoras en su contención fue la causa desencadenante de los problemas que tenemos ahora y
solo tendremos una posibilidad si somos capaces de reencontrarlo de nuevo. Si tú eres la única que
puede sentir el Libro, Mac, realmente eres nuestra única esperanza... -tragó saliva, como si fuese
renuente a decir las siguientes palabras.
Miró fijamente su café, pero pude ver lo que intentaba ocultar en su mirada: pura y brutal
fascinación, Al igual que Dani, se había enamorado. Aclaró su garganta.
- ...como dijo la otra noche ese Fae... - se humedeció los labios - ...V'lane.
- Rowena dice que eres peligrosa - dijo Josie acaloradamente, rastrillando con sus uñas un
arañazo de la superficie de la mesa. - Nosotros le dijimos que podías sentirlo, pero ella no quiere
que vayas detrás. Dice que si lo encuentras, no harás lo que es correcto, que solo deseas venganza.
Ella dice que le dijiste que tu hermana fue asesinada en Dublín, por lo que ella hizo algunas
averiguaciones y tu hermana fue una traidora. Ella estaba trabajando con él, con el que ha estado
trayendo a los Unseelie a nuestro mundo.
- ¡Alina no era una traidora! - lloré.
Cada ocupante del lugar se me quedó mirando, incluso el cantinero arrastró su atención
desde el pequeño televisor detrás de la barra. Cerré los ojos y tomé un profundo aliento.
- Alina no sabía quién era Él - dije, modulando cuidadosamente mi voz - Él la enganó. Él es
muy poderoso.
Rowena... ¿Cómo había encontrado información acerca de la alianza de Alina con el SM?
- Eso es lo que tu crees - dijo Kat suavemente.
Eran palabras muy ofensivas. Me levanté de la mesa con las manos extendidas y ella se
levantó también.
- Por favor, Mac, escúchame; no te estoy acusando, ni a tí ni a tu hermana. Si yo realmente
creyera que sois traidoras a nuestra causa, no estaría aquí. Vi la mirada en tu cara cuando Moira... -
ella se rompió y vi el profundo y tácito dolor en sus ojos. Había sido una estrecha amistad. Sin
embargo, estaba aquí, intentando conectar conmigo, porque ella creía que era lo mejor para nuestra
causa. - No estamos aquí para hablar de los muertos, sino para planificar la vida - continuó después
de un momento. - Sé que las cosas no siempre son lo que parecen. Tenemos que aprenderlo desde el
nacimiento. Sin embargo, puedes ver nuestra necesidad. Te necesitamos, pero no te conocemos.
Rowena está en contra tí y, si bien, normalmente, la apoyamos en todas las cosas, sus intentos de
recuperar el libro han fracasado. Ella lo ha intentado muchas veces. Necesitamos resultados y el
tiempo es esencial. Le pediste a Dani un acto de fe y ella te lo dio. Ahora te estamos pidiendo que
nos devuelvas el favor.
Sentí un instintivo rechazo.
- ¿Qué quieres?
Me juré a mi misma que nunca más iba a volver a presentarme ante la vieja, pero estas
mujeres no eran Rowena. Quería ser invitada a la Abadía de nuevo. Eran las únicas personas que
conocía que eran como yo. Me habían prohibido el acceso al único club en el que alguna vez había
querido participar. Con el nombre de V'lane en mi lengua, yo no estaría a su merced en su fortaleza
aislada y si las cosas se tornaban amenazantes en algún momento, él estaría allí para rescatarme en
el momento qn que abriese mi boca.
- ¿Puedes sentir todos los objetos Fae?
Me encogí de hombros.
- Creo que sí.
- ¿Has oído hablar del Orbe de Jai?
Cuando asentí, se inclinó hacia adelante y dijo con urgencia
- ¿Sabes dónde está?
Me encogí de hombros otra vez. lo había tenido en mis manos hace poco más de dos
semanas, pero yo no tenía ni idea de donde estaba ahora mismo, sólo que Barrons lo tenía
- ¿Por qué?
- Es importante, Mac. Lo necesitamos.
- ¿Por qué? ¿Qué es eso?
- Una Reliquia de una de las Casas Reales Seelie que contiene algún tipo de energía Fae.
Rowena cree que puede ser utilizado para reforzar los muros. Lo necesitamos rápidamente, antes de
Samhaim.
- ¿Sowen?¿Que es Sowen?
- Si puedes conseguir el Orbe y llevarlo hasta nosotras, te diremos todo lo que sabemos,
Mac. Incluso Rowena tendrá que creer en tí entonces.
Capítulo Once
Volví deprisa a la librería, pensando seriamente. Sin embargo, no iba con mi cabeza hacia
abajo, no iba a cometer ese error de nuevo el día de hoy. Gané la lucha para no fruncir el ceño a dos
Rhino-boys que reparaban una farola. ¿Cuál era su problema?¿No deberían estar apoyando a sus
hermanos oscuros, las Sombras y acabar con las luces, en lugar de repararlas?
No podía creer que las sidhe-seer hubiesen sido las guardianas del Libro para luego perderlo.
¿Cómo se había perdido? ¿Qué había sucedido esa noche hace veintitantos años? Mi reunión con
las sidhe-seer había respondido a algunas preguntas, pero me había planteado más.
¿Que era Sowen? ¿Cómo el Orbe de Jai cabía en ello? ¿Cómo había sabido Barrons de él?
¿Qué planeaba hacer con él? ¿Venderlo al mejor postor? ¿Podría robárselo? ¿Quería quemar ese
puente? ¿Quedaba algún puente entre nosotros?
Si el Orbe era mi pasaporte a la Central de las Sidhe-seer, estaba decidida a conseguirlo, por
medios justos o injustos. ¿Manipulaba Rowena sus esfuerzos para atraerme?¿La había permitido a
Dani fotografiar las páginas para dármelas, en un astuto plan?
Mi breve tiempo en Dublín me había enseñado a buscar juegos dentro del juego en todo el
mundo. Me gustaría tener a Christian y su detector-de-mentiras en la misma habitación que algunas
personas y emplear su habilidad mientras yo preguntaba.
Hablando del escocés, he intentado llamarle de nuevo. No hubo respuesta, otra vez. Grrr. Me
pregunté qué era, exactamente, lo que significaba "tarde" para el chico de los ojos de ensueño; me
metí en la tienda, abrí mi portátil y me conecté a la red.
Mi búsqueda de "Sowen" no arrojó resultados. Intenté una media docena de diferentes
ortografías y estaba a punto de renunciar cuando un resultado de búsqueda en Google captó mi
atención. Se trata del "truco o trato" al que se había referido antes O'Bannion. Miré Halloween y
bingo, ahí estaba: Sowen... esto... ¿podría escribirse S-A-M-H-A-I-M?
Samhain tenía sus orígenes, al igual que muchas modernas vacaciones o celebraciones, en
tiempos paganos. Como las sidhe-seer se han inclinado a levantar iglesias y abadías en sus lugares
sagrados, el Vaticano tenía por costumbre "cristianizar" las antiguas fiestas paganas en una especie
de "si-usted-no pueden-vencerlo-únase-a-ellos-cambiando-el-nombre-y-pretenda-que-siempre-fue-
así". Pasando sobre los diversos nombres, etimologías y fotos de lámparas de calabaza y brujas, he
leído:

"Samhain: palabra para el mes de noviembre en el idioma gaélico que marca el comienzo
de la mitad oscura del año galo, con Beltane señalando el advenimiento de la mitad luminosa"

Estupendo. Por tanto, ¿estos últimos meses no habían sido los más oscuros?

"Técnicamente, Samhain se refiere al 1 de Noviembre, bautizado como Día de Todos los


Santos por el Vaticano, pero la noche del Samhain-Oiche-Shamhna, el 31 de octubre, durante
mucho tiempo ha sido el centro de rituales y supersticiones.
Los celtas creían Todos los Santos era un liminal (en latín, significa umbral) tiempo del
año, en el que los espíritus del Otro Mundo podían escapar pues era cuando la magia es más
potente. Ya que los celtas sostuvieron que tanto los muertos como un aterrador e inmortal Sidhe,
residían en los montículos debajo de la tierra, esa noche podrían alzarse y caminar libremente. Se
celebraron festivales y grandes hogueras comunales que se encendían para evitar estos malos
espíritus".

He leído el artículo después de la entrada, sorprendida por la manera en que muchos países y
culturas similares, celebraban sus creencias. Yo nunca había dedicado ningún pensamiento a los
orígenes de Halloween; felizmente disfrutaba con la recogida de dulces, y en años posteriores, con
los trajes y los desfiles, si no estaba trabajando.
Los límites, que eran los muros entre nuestro mundo y el "Otro Mundo", eran
peligrosamente delgados en el último día del mes de Octubre; eran más vulnerables, precisamente
en la medianoche, en la grieta entre la mitad de un año y el próximo, en el umbral entre la luz y la
oscuridad, y si algo se iba a tratar de conseguir, por ejemplo, por parte de un malvado.ex-Fae, con
cuestiones de venganza de por medio, ése era el momento de intentarlo.

"Algunas noches del año, muchacha", me había dicho Christian, "mis tíos realizan rituales
para reforzar nuestro Pacto y mantener sólidos los muros entre nuestros reinos. En los últimos
tiempos, otro tipo de magia negra se interpuso e impidió que el diezmo se pagara en su totalidad.
Mis tíos creen que los muros están incompletos por algún tipo de ritual".

Ciertas noches. ¿Había sido la última otro ritual incompleto?¿Samhain era la noche en que
los MacKeltars realizaban el ritual? ¿Estábamos nosotros tan cerca del desastre, apenas a dos
semanas vista?¿Era ese el sentido de la vil amenaza de O'Bannion?
Le dí al botón de rellamada e intenté conectar con la ALD. Una vez más, no hubo respuesta.
La espera me ha estado volviendo loca durante todo el día, y ahora no sólo era necesario para
advertirle, sino que, además, necesitaba respuestas. ¿Dónde estaba?
Apagué el potátil, lo cerré y me encaminé al Trinity.

Sorprendentemente, me quedé dormida, apoyada contra la pared, fuera de las oficinas


cerradas del ALD. Creo que fue porque Mac 1.0 se sentía cómoda allí, en el pasillo brillantemente
iluminado, en un campus universitario, rodeada por los felices sonidos de jóvenes que no tenían ni
idea de lo que les esperaba en el mundo real.
Me desperté cuando alguien tocó mi cara; mi interior sidhe-seer explotó.
Lo siguiente que supe, era que Christian estaba en el suelo debajo de mí, con mi Lanza en su
garganta. Mis músculos estaban rígidos: estaba lista para la batalla, cargada de adrenalina. Mis
sueños habín volado en el momento en que me sentí tocada. Mi cerebro estaba frío, claro y duro.
Tomé un profundo aliento, y me ordené a mí misma relajarme.
Christian apartó la Lanza de su garganta.
- Tranquila, Mac, solo trataba de despertarte. Parecías tan dulce mientras dormías… - su
sonrisa fue fugaz. – No voy a cometer ese error de nuevo.
Nos separamos con torpeza. Christian era un hombre y no hay que olvidarlo; yo estaba
sentada a horcajadas sobre él, del mismo modo que lo había estado con Barrons recientemente. Si
mo Lanza no le hubiese intimidado tanto, el podría… bueno… haberse propasado.
Hablando de mi arma; su mirada se fijó en ella con fascinación. Emitía un suave brillo
luminoso.
- Es la Lanza del Destino, ¿no? – dijo intimidado.
La escondí de nuevo bajo mi brazo y no dije nada.
- ¿Por qué no me dijiste que la tenías, Mac? Habríamos pujado por ella, tratando de
comprarla. Pensamos que estaba por ahí en el mercado negro. La necesitamos ahora más que nunca.
Es una de las dos únicas armas que pueden matar…
- Ya lo sé. Mata Fae, por eso que la tengo. Y yo no te lo dije porque es mía y no voy a
dársela a…
- Yo no te lo estoy pidiendo. No hay nada que pudiese hacer con ella, de todos modos, yo no
puedo verlos.
- Justo. Por eso no debes tenerla.
- Estamos un poco sensibles, ¿no?
Enrojecí. Lo estaba.
- Alguien trató de robármela recientemente y acabó muy mal – expliqué - ¿Dónde has
estado, de todos modos? He estado llamándote todo el día. Estaba preocupada.
- Mi avión se retrasó. – Abrió la puerta y la empujó - Me alegro de que estés aquí. Iba a
llamarte tan pronto como llegase. Mis tíos tienen una idea que quieren que comente contigo; yo creo
que es una idea terrible, pero ellos insisten.
- Samhain es la noche en la que tus tíos tienen que llevar a cabo el próximo ritual, ¿no? – le
dije - Y si no lo hacen bien, los muros entre nuestros mundos se vendrán abajo y estaremos bien
jodidos - siseé.
Sonaron extrañas mis palabras, como si acabara de hacer algún tipo de profecía: “Los muros
entre nuestros mundos se vendrán abajo y estaremos jodidos”.
Christian cerró la puerta detrás de mí.
- Muchacha, ¿cómo lo has sabido? - señaló una silla enfrente suyo, pero estaba demasiado
herida para tomarla; elegí otra.
- Las sidhe-seer mencionaron Samhain. Ellas quieren… - le miré fijamente, buscando en su
mirada un …no sé… quizá un cartel que dijera “tranquila, soy de confianza, no soy de los malos”.
Suspiré. A veces es necesario hacer un acto de fe - Ellas quieren el Orbe de Jai para tratar de
reforzar los muros. ¿Eso es la que hace?
Se frotó la mandíbula, haciendo un sonido áspero. No se había afeitado en varios días y la
sombra de la barba parecía atractiva en él.
- No lo sé. Es posible. He oído hablar de él, pero no sé lo que hace. ¿Quiénes son esas sidhe-
seer? ¿Has encontrado más como tú?
- Estás bromeando, ¿verdad?
Él sabía mucho sobre Barrons y sobre el Libro y yo había asumido que también sabría de
Rowena y sus mensajeras, y, probablemente, de V'lane también.
Él sacudió la cabeza.
- Dijiste que habías vigilado a Alina. ¿No viste a otras mujeres por ahí, que veían cosas que
no estaban ahí?
- Tuve motivos para vigilar a tu hermana. Tenía una fotocopia de una página del Sinsar
Dubh. No los tenía para buscar a nadie más.
- Tenía la impresión de que tus tíos lo sabían todo.
Christian sonrió.
- A ellos les gustaría eso: piensan muy bien de sí mismos… Pero no, durante mucho tiempo
creímos que todas las sidhe-seer habían muerto. Hace unos años, descubrimos que había sido un
error. ¿Cuántas has encontrado?
- A unas cuantas – dije vagamente.
Él no necesitaba esa información, ya era bastante malo que tanto V'lane como Barrons
conociesen la Abadía.
- No es toda la verdad, pero lo dejaré pasar; puedes guardar su número exacto para tí. Sólo
dime esto: ¿Hay suficientes como para dar batalla si fuese necesario?
No podía endulzar la respuesta.
- No con sólo dos armas. Bueno ¿cuál es esta idea tan terrible de tus tíos?
- hace un tiempo, ellos mantuvieron una… carrera, con Barrons, y han estado jugando con
esa idea desde entonces. Ahora ya no juegan. Mi tío Cian dice que el poder es el poder y
necesitamos todo aquel que seamos capaces de conseguir.
Achiqué mis ojos.
- ¿Qué tipo de carrera? ¿Dónde?
- En un castillo de Gales, hace un mes y medio. Habían estado persiguiendo las mismas
Reliquias durante algún tiempo, pero en realidad nunca habían tratado de robarlas en el mismo
lugar, en la misma noche.
- ¿Esos eran tus tíos? ¿Había habido otros ladrones detrás del Amuleto la noche que Mallucé
se lo llevó?
¡La noche que V'lane me había secuestrado, para después “tamizarme” a una playa del
Reino!
- ¿Sabes dónde está el Amuleto? ¿Quién es Mallucé? Y no son ladrones. Algunas cosas no
deben estar sueltas por el mundo.
- Mallucé está muerto y ya no importa. El Señor Maestro lo tiene ahora.
- ¿Quién es el Señor Maestro?
Me sorprendí. ¿Qué sabía entonces? ¿Nada útil?
- Él es el que ha estado trayendo Unseelie a nuestro mundo, ¡el que está tratando que los
muros caigan!
Se puso pálido.
- ¿Es el que ha estado haciendo magia contra nosotros?
- Duh - dije.
- No me vengas con Duh a mi, muchacha – dijo, con las venas del cuello hinchadas.
- ¿Cómo podéis saber tantas cosas, pero ninguna de las más importantes? ¡Sois quienes se
supone deben proteger los muros!
- Justamente. Los muros – dijo – Y lo hemos estado haciendo, lo mejor que hemos podido,
con nuestra propia sangre. No se puede hacer mucho más que eso, muchacha, a menos que quieras
que volvamos a las formas arcaicas y nos ofrezcamos como sacrificio, una idea por la que me fui a
casa a estudiar, pero me vi obligado a concluir que no funcionaría. ¿Qué hay de las sidhe-seer? ¿No
se supone que debían hacer algo también? – dijo devolviéndome la acusación.
- Sí. De hecho, lo hacían. Se supone que protegían el Libro – me distancié y callé.
Abrió la boca, la cerró de nuevo y entonces explotó
- ¿Teníais el Sinsar Dubh? Sabíamos que alguien lo guardaba, pero no sabíamos quién. Och,
por el amor de Cristo, muchacha, ¿qué hicisteis con él? ¿Perder esa jodida cosa?
Le aclaré la cuestión de los pronombres
- “Ellas” lo perdieron. Yo no formo parte de ellas.
- Ciertamente, a mi me pareces una sidhe-seer.
- No intentes culparme, escocés – respondí - Tus tíos se supone que debían mantener los
muros; las sidhe-seer se supone que debían vigilar el Libro, los Fae se supone que debían borrar la
memoria del SM antes de dejarlo sobre nuestro mundo y, se supone, que yo estaría en mi casa, con
mi hermana, jugando al voleibol en una playa de alguna parte. No es culpa mía. ¡Nada de esto es
culpa mía! ¡Sin embargo, algunos idiotas, por alguna razón, parecen creer que soy capaz de hacer
algo al respecto. Y estoy tratando de saber “qué”, con el fin de cubrirme mi propia espalda!.
Nos enfrentábamos cara a cara, con la respiración rápida y superficial, la verdad con cada
uno de nosotros, dos jóvenes que vivían en un mundo que se staba rompiendo por las costuras,
haciendo todo lo posible para detenerlo, pero sabiendo todo el tiempo nuestras pocas posibilidades.
Tiempos difíciles y duras palabras, supongo.
- ¿Cuál es esa idea terrible? - dije, por último, en un esfuerzo por conseguir que las cosas
fuesen por buen camino.
Él inhaló y exhaló lentamente.
- Mis tíos quieren que Barrons les ayude a mantener los muros en Samhain. Dicen que es un
Druída capacitado y que no tiene miedo del lado oscuro.
Yo me reí. No, ciertamente no tenía miedo del lado oscuro. Algunos días, estaba bastante
segura de que él era el lado oscuro.
- Tienes razón. Es una idea terrible. No sólo sabe que le espiábais, Barrons es el más puro de
los mercenarios. A él le importa lo mismo que la petunia de una rata lo que le suceda a nadie que no
sea él. ¿Por qué le iba a importas que los muros se vengan abajo? Todo el mundo le tiene miedo. Él
no tiene nada que perder.
- ¿Qué acabas de decir?
- En pocas palabras, a él no le importa.
- ¿has dicho que sabe que le espiábamos?¿Cómo?
Me di a mi misma un golpe mental en la frente. Me había olvidado completamente de la
razón por la que había venido aquí en primer lugar.
Apresuradamente, le relaté como Barrons había utilizado la Voz para interrogarme acerca de
mi reciente visita a Christian. Le dije que había estado tratando de comunicar con él todo el día,
para advertirle y cuando no había logrado ponerme en contacto con él, en cuatro ocasiones, había
venido a esperarle. Cuando terminé, Christian me miraba con cautela.
- ¿Le permitiste hacer eso contigo? ¿Te empujó a eso?¿Forzó tus respuestas? - sus ojos de
tigre me recorrieron de arriba a abajo, su bello rostro contraído - Pensé que eras... un tipo diferente
de mujer.
- ¡Soy un tipo diferente de mujer!
O por lo menos lo era cuando llegué por primera vez a Dublín, aunque no estaba segura de
qué tipo de chica era ahora. Pero yo odiaba la mirada de sus ojos: distante, censura, decepción.
- Él nunca lo había hecho antes. Tenemos una complicada... asociación.
- No suena como una asociación para mí, suena a tiranía.
Yo no estaba por discutir acerca de las complejidades de mi vida con Barrons, con nadie, y,
especialmente, no con un polígrafo andante
- Él está tratando de enseñarme a resistir la Voz.
- Supongo que usted no va muy bien. Buena suerte. La Voz es una habilidad que puede
llevar toda una vida aprender.
- Mira, vosotros habíais planeando hablar con él de todos modos. Lo siento, ¿de acuerdo?
Él me midió con la mirada
- Compénsalo, entonces. Habla con él por nosotros. Dile lo que queremos.
- No creo que se pueda confiar en él.
- Yo, tampoco, y, asi se lo dije a mis tíos. Ellos no lo aceptaron. El problema es que no
estamos seguros de poder mantener los muros, ni con la "ayuda" de Barrons - se detuvo y añadió,
tristemente - pero de lo que sí estamos seguros es, de que no podremos hacerlo sin él. - Abrió una
libreta y anotó algo en ella - Aquí es donde puedes encontrarme.
- ¿Dónde vas?
- ¿Crees que Barrons no vendrá detrás de mí? Me pregunto por qué está tardando tanto. Mis
tíos me dijeron que si alguna vez llegaba a saber de mí, debía escapar, rápido. Además, te dije lo
que tenía que decirte y pueden necesitarme en casa. - Fue hacia la puerta, la abrió y, a continuación,
paró, se volvió hacia mí, mostrando dudas en sus ojos dorados - ¿Tienes relaciones sexuales con él,
Mac?
Boquée.
- ¿Con Barrons?
Él asintió.
- ¡No!
Christian suspiró y dobló los brazos sobre su pecho.
- ¿Qué? - grité - Nunca he dormido con Barrons y a no ser que sea un pequeño test para
comprobar tu detector de mentiras, no veo la importancia que eso pueda tener.
- Mis tíos quieren saber exactamente donde estás, Mac. Una mujer que tenga relaciones
sexuales con un hombre es una peligrosa fuente de información en el mejor de los casos, en el peor,
es una traidora. Esa es mi preocupación.
Pensé de Alina, y quería protestar diciendo que no era cierto, pero ¿habría sido ella una
traidora pensando que ella y su amante estaban en el mismo lado?
- No tengo relaciones sexuales con Barrons - le dije de nuevo - ¿Satisfecho?
Su mirada era remota, evaluadora, como la de un tigre sobre su presa.
- Responde una pregunta más ¿Quieres tener relaciones sexuales con Barrons?
Le lancé una dura mirada. Era una pregunta estúpida y tan improcedente que me negué a
dignificarla con una respuesta.
A mitad de camino al pasillo, me detuve.
Papá me dió todo tipo de sabios consejos a lo largo de los años. No entendí muchos, pero los
recordé, todo fuera porque Jack Lane no perdía el aliento en balde, y me imaginé que algún día
algunas cosas podría tener sentido. "No puedes cambiar una realidad desagradable, por no
reconocerla, Mac. Solo se puede controlar aquello que estás dispuesto a enfrentar. La verdad
duele, sin embargo, no encontrarla puede matar". Habíamos estado discutiendo sobre mis
capacidades. Yo le dije que no me importaba si nunca me graduaba. No era verdad. La verdad es
que creía que yo no era muy inteligente, y tuve que trabajar dos veces más duro que los demás para
poder sacar los cursos, por lo que me había pasado la mayor parte de la escuela secundaria
pretendiendo que eso no me preocupaba.
Me volví lentamente.
Estaba apoyado en la puerta, sus brazos cruzados, joven y caliente, todo lo que una chica
podía desear. Una cinta oscura ceñía su frente. ¿Era un tipo tan magnífico que debía ser él en quien
yo pensase acerca de tener relaciones sexuales?
- No - dije claramente - No quiero tener sexo con Jericó Barrons.
- Mentira - dijo Christian.

Me dirigí a la librería, con las linternas, viendo todo y a todos. Mi cerebro estaba demasiado
lleno de pensamientos como para poder clasificarlos. Caminé, con la esperanza de que mis entrañas
lo juntasen todo, diesen con un plan de acción y me lo notificasen.
Estaba pasando por delante del Pub Ciervo, cuando ocurrieron dos cosas: el hielo negro de
un Cazador cayó sobre mí y el Inspector Jayne, parado en un Renault azul, con las puertas abiertas
me gritó
- ¡Súbete!
Alcé la mirada. Un Cazador rondaba batiendo sus negras alas de hielo en el aire de la noche.
Mi lugar especial sidhe-seer gritó aterrorizado, pero yo había visto y aprendido mucho desde mi
último encuentro con uno de ellos y ya no sería la misma nunca más. Antes de que él pudiese hablar
en mi mente, le envié un mensaje propio: "Le ensartaré en mi Lanza, si hace un solo movimiento
hacia mí".
Se rió. Con un whuf-whuf de cuero, sus alas de medianoche, se levantaron sobre el
crepúsculo y desapareció.
Me metí en el coche.
- Agáchese - me dijo Jayne.
Fruncí ambas cejas.
Condujo hasta el iluminado aparcamiento de una iglesia, podía ver la torre desde mi
posición, frenó, apagó las luces y paró el motor. Me enderecé. El parking estaba lleno, demasiado
para un jueves por la noche.
- ¿Es algún tipo de día religioso hoy?
- ¡Quédese abajo! - me gritó - ¡No quiero que me vean con usted!
Me tiré al suelo de nuevo.
Me miró fijamente
- la iglesia está repleta durante la semana. El crimen se eleva, asustando a la gente - callo
durante un momento - Entonces, ¿cómo es malo? ¿Es momento de irme con mi familia?
- Yo lo haría, si fuera mi familia - dije con franqueza.
- ¿Dónde debo ir?
Yo no sabía cómo estaría lo que el resto del mundo en términos de Unseelie, pero el Sinsar
Dubh estaba aquí, una maldad centrífuga, destilando sus esencias más oscuras en las personas.
- Lo más lejos de Dublín que pueda.
Él siguió mirando hacia delante en silencio, hasta que comenzó a tamborilear con
impaciencia. Yo tenía un calambre en mi pierna. Había otra cosa. Quería meterle prisa y enterarme
antes de que mi pie se durmiese. Por último, dijo
- Esa noche, que usted... ya sabe ... Regresé a la comisaría y... vi a la gente con la que
trabajo.
- Usted vió que algunos policías son Unseelie - dije.
Él asintió.
- Ahora no puedo verlos, pero sé quiénes son. Y me digo que usted me hizo algo, de alguna
manera, y que todo fue una alucinación... - se frotó la cara - ...entonces veo los informes y veo lo
que hacen, o, más bien, lo que no hacen, como, por ejemplo, investigar cualquier jodida cosa y yo...
- calló y esperé - Creo que mataron a O'Duffy porque dejó de verlos como humanos. Dos policías
más han sido asesinados; habían comenzado a hacer un montón de preguntas y... - calló de nuevo.
El silencio se alargó. Abruptamente, me miró directamente. Su rostro estaba rojo, sus ojos
brillantes y duros.
- Me gustaría tomar el té con usted, una vez más, Srta Lane.
Le miré fijamente. Eso era lo último que me esperaba. ¿Había creado un adicto?
- ¿Por qué? - dije con cautela.
¿Sabía como lo había hecho? ¿Podría sentir los diminutos frascos de carne metidos en mi
bolso? ¿Los que estaban depositados en los pisos superiores de la tienda? Yo podía. Había sentido
el tirón oscuro de ellos debajo de mi brazo toda la tarde.
- Juré defender la paz en esta ciudad. Y lo haré. Pero no puedo de esta manera. Soy un pato
sentado - dijo amargamente. - Tenía razón, yo no sabía lo que estaba pasando, pero ahora lo sé; no
duermo por la noche y estoy enojado todo el tiempo; soy inútil, y no es solo porque mi trabajo es
luchar contra ello, es por quien soy. Es por quien era Patty, por lo que murió. Su muerte debería
significar algo.
- Podría acabar muerto - dije suavemente.
- Correré el riesgo.
Él aún no sabía que mi "té" le daría superpoderes. Él solamente quería ser capaz de verlos
otra vez. Me cuesta culparlo. Yo había creado este problema por alimentarle la primera vez. ¿Cómo
sentiría yo en sus zapatos? Conocía la respuesta a eso: después de un período inicial de negación,
exactamente, el mismo. Jayne no era el avestruz que yo había supuesto, después de todo.
- Si usted se traiciona, ellos le matarán - le advertí.
- Pueden matarme de todos modos y ni siquiera les veré venir.
- Algunos de ellos son bastante horribles, le pueden asustar y se traicionará usted mismo
Él me dirigió una sonrisa tensa
- Señora, usted debería ver las escenas del crimen que he visto en los últimos tiempos.
- Tengo que pensar en ello.
Comer Unseelie tenía muchas repercusiones. No quiero ser responsable de aquello en lo que
podría convertirse el inspector.
- Usted me abrió los ojos, Srta Lane. Me lo debe. Usted tendrá un jefes de seguridad más en
casa, pero después del próximo crimen, no más té ni más consejos.
Él me dejó a pocas manzanas de la librería.

Había dejado encendidas las luces interiores de Barrons Libros y Adornos cuando había
cerrado, lo cual era suficiente para mantener lejos a las Sombras, pero poco más.
Entré, apagué mis linternas y me quité la chaqueta. Había unos documentos que no habías
estado allí antes. los ojeé. Eran los recibos de un generador de emergencia, un valioso sistema de
seguridad de lo más reciente y una propuesta para su instalación. El precio del proyecto era
astronómico. El trabajo comenzaría la primera semana de Noviembre.
No le oí detrás de mí. Le sentí. Eléctrico. Salvaje. Una bestia del pantano saliendo
lentamente. Y yo quería tener relaciones sexuales con aquello, lo que quiera que fuese. ¿Cómo
podía tener este pensamiento en mi cabeza? Lo enterré, lo encerré a cal y canto en mi baúl y
comprobé las cadenas. Iba a necesitar un montón de ellas adicionales.
Me volví y tuvimos una de esas conversaciones sin palabras que eran nuestra especialidad.
- "Agradable manera de disculparse" - no dije - "pero no es suficiente"
- "No es una disculpa. No le debo ninguna".
Nuestras conversación sin palabras terminó ahí. Somos cada vez peores en ella. La
desconfianza nubla mis ojos y no veo a través de ella
- ¿Tiene usted noticias para mí hoy, Srta Lane? - dijo Barrons.
Me metí las manos en los bolsillos
- No he contactado con el Libro
- ¿No hay llamadas de Jayne?
Negué. Podría usar la Voz y yo todavía sería capaz de decir que no. Había hecho la pregunta
equivocada. Tuve un placer perverso con ello.
- ¿Cualquier contacto con V'lane?
- ¿No una pregunta infantil esta noche? ¿No va a intentar juzgar mis acciones? - dijo
- Después de su charla, he decidido que es un sabio consejo.
- ¿Se ha congelado el infierno? - dijo burlón.
- Muy divertido. No voy a hacerle preguntas esta noche, Barrons. Voy a pedirle tres cosas. -
parecía que finalmente mis entrañas habían dado con un plan; solo esperaba que mis instintos
estuvieran acertados.
Su interés se desenrrolló como una serpirnte oscura en sus ojos.
- Continúe
Metí la mano bajo micamisa, saque mi Lanza de su funda y se la tendí
- Aquí. Coja esto.
Ahí estaba, el momento de la verdad, así de simple: diciéndoselo.
Sos ojos oscuros se redujeron; la serpiente se retorció en ellos.
- ¿Con quién ha estado hablando, Srta Lane? -dijo suavemente.
- Con nadie.
- Dígame lo que busca o no voy a jugar su juego.
No había espacio para la negociación en su voz. Me encogí de hombros; ya había pasado el
tiempo de los enfrentamientos.
- He oído que un Unseelie no puede tocar una Reliquia Seelie.
- Entonces... ¿ahora ya no me los como? - dijo, recordándome una acusación que le había
hecho. - Ahora, soy uno de ellos. Tiene bastante la imaginación, Srta Lane.
- Cójala - dije irritada.
El suspense me estaba matando. Yo sabía que no lo haría. No podría. Barrons era un
Gripper. dedos largos, fuertes y elegantes se cerraron alrededor del acero. Tomó la Lanza. Atónita,
dirigí mi mirada a su rostro: sus rasgos deberían contorsionarse por el dolor; nada, ni el parpadeo de
un latigazo, ni el más pequeño cambio de un músculo. Nada. De haber algo, era una mirada de
aburrimiento. Me la ofreció de nuevo.
- ¿Satisfecha?
Yo me negué a tomarla. Tal vez, si mantenía su agarre, algo sucedería. Esperé y esperé. Al
momento, empecé a sentirme estúpida y tomé la Lanza de sus manos. Él se metió las manos en los
bolsillos y me miró fríamente.
Estaba desinflada: Barrons no era Unseelie. Hasta aquel momento, no había comprendido
completamente por qué lo había condenado. Esto explicaba todo: su longevidad, su fuerza, su
conocimiento de los Fae, por qué las Sombras le dejaban en paz, por qué V'lane le temía, por qué el
Señor maestro se había alejado... todo esto tenía sentido, si Barrons era un Unseelie... Pero él no lo
era y yo acababa de demostrarlo. Y ahora tenía que volver al tablero y empezar a calcular, otra vez,
lo que él era.
- Trate de no mirarme tan decepcionada. Uno casi podría pensar que quería que fuese
Unseelie, Srta Lane. ¿Cuál es su segunda petición?
Quise que él fuera algo. Quise ser capaz de fijarlo y ponerle en algún sitio y marcharme sin
sentirme partida por la mitad, un momento creyéndolo mi ángel vengador y, el siguiente, creyendo
que él era el mismísimo diablo. Yo no podía vivir con esto: no sabiendo en quien confiar. Antes de
estropearlo, solté
- Quiero que usted me dé el Orbe D'Jai.
- ¿Por qué?
- Para dárselo a las sidhe-seer.
- ¿Usted confia en ellas?
- En este sentido, si - asentí - Yo creo que lo usarán para el bien.
- Aborrezco esa frase, Srta Lane. Muchas atrocidades se han cometido en su nombre. ¿Cuál
es el mayor bien?¿la tiranía del camaleón? Durante eones, ha ido cambiando sus pieles para saciar la
sed de poder político y dominio espiritual de los gobernantes.
Había cierta verdad en ello. Pero en este caso, el mayor bien, para mí, era todo mi mundo, tal
como yo lo conocía y tal como yo quería que se mantuviese
Aclaré.
- Ellas piensan que pueden usarlo para reforzar los muros en Halloween.
- Muy bien. Se lo traeré a usted mañana por la noche.
Casi me desmayo.
- ¿En serio?
Dos sorpresas: Barrons no era Unseelie, y él sólo había acordado entregar la Reliquia, sin
pedir nada a cambio. ¿Por qué era tan agradable? ¿Era esta su última disculpa por lo de anoche?
- ¿Cuál es la tercera cosa que desea, Srta Lane?
Esta iba a ser un poco complicada.
- ¿Qué sabe usted de los muros que existen entre reinos?
- Sé que son tan finos como un papel en estos momento. Sé que algunos de los más
pequeños y menos poderosos Fae se han ido deslizando entre sus grietas, sin la ayuda del Señor
Maestro. La prisión sigue conteniendo a los más poderosos.
Sorprendió
- Usted sabe que eso no tiene sentido. ¿Por qué son los menos poderosos los que son
capaces de escapar? Me parece que debería ser al revés.
- Los muros se crearon gracias a una formidable magia - dijo - que ningún Fae ha podido
igualar desde entonces. Con gran costo para sí misma, la Reina tejió capítulos de la Canción de la
Creación para ponerlos en las paredes de la prisión, dejando atrás de golpe la magia de los Unseelie;
cuanto más fuerte sea el Unseelie, más fuerte es el muro: al tratar de liberarse, realmente une su
magia a la de su prisión, haciéndola aún más fuerte
- Un truco chulo. Así pues, ¿por qué los muros son tan delgados?
- No es usted, no está haciendo preguntas infantiles esta noche.
Le eché un vistazo. Él sonrió ligeramente.
- ¿Por qué los muros son tan delgados?
- Porque cuando el Pacto fue golpeado, los humanos fueron designados para ayudar a
mantenerlos. Sin embargo, los responsables de los rituales de mantenimiento (el más importante de
los cuales es el que se celebra cada Halloween) han sido atacados por magia negra cada vez que los
han realizado a lo largo de los últimos años. Han agotado los límites de sus conocimientos y de su
poder. En caso de que vuelva a suceder este año, y hay muchas razones para esperarlo, los muros se
vendrán abajo por completo. Incluso los muros de la prisión. ¿Qué tiene esto que ver conmigo, Srta
Lane?
- Si los muros se vienen abajo por completo, todos los Unseelie saldrán, Barrons.
- ¿Y qué?
- Usted me dijo una vez que no quería que eso sucediese.
- No quiere decir que sea mi problema. - él parecía de nuevo aburrido.
- Esta es la tercera cosa que quiero: quiero que usted lo haga su problema.
- ¿De qué manera?
- Piensan que usted puede ayudar. ¿Puede?
Lo consideró
- Posiblemente.
Quería estrangularle
- ¿Lo hará?
- Motíveme.
- Veamos... eso me mantendrá segura. Una detector de OOP segura, es una detectora feliz. Si
es feliz es más productiva.
- Usted no ha detectado nada útil para mí desde hace varias semanas.
- Usted no me lo ha pedido - dije a la defensiva.
- Hay un OOP que usted sabe que quiero, sin embargo, usted me retiene información acerca
de él.
- Tiene la información ahora. ¿Cuál es el problema?
¿Acababa yo de sonar como V'lane?
- El problema es que todavía no tengo el OOP, Srta Lane.
- Estoy trabajando en ello. Voy a poder trabajar más rápido, si estoy más segura. Si los
muros se viene abajo, cada Unseelie de allí querrá cazarme. Usted me dijo una vez que no quería
más de ellos en su ciudad. ¿Era mentira?
- Un punto a su favor ¿Qué quiere de mí?
- Quiero que aunen poderes en Halloween, quiero que preste su ayuda en el ritual. Y quiero
una promesa de no agresión.
Debido a la sutil manera que le había dado a nuestra conversación, sonaba como si le pidiese
ayuda para las sidhe-seer.
Él me midió un largo momento, y luego dijo
- Voy a cambiar acción por acción: lléveme a una distancia del alcance de la vista del Sinsar
Dubh, y ayudaré a sus amistades.
- Ayude a mis amistades - dije - y le llevaré hasta esa distancia del Sinsar Dubh.
- ¿Tengo su palabra?
- ¿Confía en mi palabra?
- Soy un tonto idealista. Por supuesto.
- Entonces, tiene mi palabra.
Ya resolvería el problema de la promesa que acababa de hacer en el futuro. En este
momento, le necesitaba para mantener los muros y asegurarme de que la raza humana tenía algún
futuro.
- Entonces, tenemos un trato. Sin embargo, su acción no dependerá del resultado de la mía.
Haré todo lo posible por ayudar en el ritual, pero no puedo asegurarle el éxito. No sé nada de sus
capacidades y es magia que no he hecho antes.
Asentí.
- Acepto su condición. ¿Usted ayudará y no les perjudicará?
- ¿Confía en mi palabra? - se burló él.
- Por supuesto que no. Es un cínico bastardo. Pero ellos parecen estar dispuestos a
arriesgarse.
La tenue sonrisa estaba de vuelta.
- Voy a ayudar y no les perjudicaré. Tome nota, Srta Lane: usted se socava como
negociadora cuando permite a su oponente ver sus emociones. Nunca se traicione mostrando sus
emociones a un enemigo.
- ¿Es eso lo que usted es?
- Así es cómo me trata. Sea constante e investigue a traves de los más finos matices.
Se alejó y se trasladó hacia el fuego.
- ¿A quién debo ayudar y proteger? ¿A la mismísima vieja bruja?
- No a las sidhe-seer
Él se detuvo y se alejó
- Entonces, ¿a quién?
- A los MacKeltar.
Fue un largo momento de silencio. Entonces él comenzó a reír, suavemente.
- Bien jugado, Srta Lane.
- Tuve un buen maestro.
- El mejor. Salte sobre un pie, Srta Lane.
Las lecciones de Voz habían comenzado. Tuve la sensación de que ésta podría ser una noche
brutal.

Capítulo Doce

- "Entonces, incluso Rowena tendrá que creer en usted" ¿No es eso lo que usted dijo, Kat?
Hice lo que usted me pidió. Tengo el Orbe. ¿Y ahora usted me dice que la anciana todavía no me
deja entrar en sus bibliotecas? - estaba tan furiosa que casi dejé caer el teléfono.
- Ella dijo que será bienvenida una vez que el Orbe haya cumplido su propósito y los muros
estén de nuevo firmes.
Kat ha estado disculpándose varios minutos, pero no ha hecho nada para calmar mi
temperamento.
- ¡Eso es falso y tú lo sabes! ¿Qué pasa si los muros caen de todos modos? No puedo evitar
que ella sea cual sea si planea hacer no funciona! Yo hice mi parte del trato.
En el otro extremo de la línea telefónica, Kat suspiró.
- Rowena me dijo que no tenía derecho a hablar por ella, en el primer lugar. Y yo siento lo
que hice, Mac. Yo no tenía la intención de inducirte a error, por favor, créeme.
- ¿Qué más dijo? - le pregunté herméticamente.
Ella vaciló.
- Que pongamos fin a todo contacto contigo hasta después de Samhain, porque, si no, ya no
tendremos refugio en la Abadía. Que podríamos vivir en Dublín contigo, dijo también.
Tuve un flash momentáneo de BB&B invadido por jóvenes sidhe-seer y la mirada intensa
del propietario. Una sonrisa fugaz tocó mis labios antes de que la ira la borrase.
- ¿Y qué dijiste?
- Dije que yo no creo que halla que elegir o excluir a una hermana sidhe-seer cuando hay
situaciones tan peligrosas como estas y que no entendía por qué te desprecia tanto. Ella dijo que
puede ver la decadencia moral tan claramente como puede ver a los Fae y tu estás...
- ¿Yo estoy...?
Kat se aclaró la garganta.
- Podrida hasta la médula.
¡Increíble! Tenia tanta decadencia moral como caries en mis dientes (no tengo una sola
cavidad). Esa mujer me odiaba. Ella lo había hecho desde la primera vez y mi visita con V'lane no
había hecho más que empeorar las cosas.
Miré el Orbe, que descansaba en el mostrador en una caja acolchada con papel de burbujas.
Me alegré de negárselo hasta que me garantizasen una invitación de la Gran Maestra misma para
volver a la Abadía.
- Entonces ella no puede tener el Orbe - dije tajante.
- Ella dijo que así dirías y que demostrarías tus intenciones; dijo que elegirías tu orgullo
sobre la salvación de nuestro mundo de los Fae - dijo Kat.
¡Qué inteligente y manipulador murciélago viejo! Ella había tenido décadas para
perfeccionar su técnica política. Hasta hace unos meses, la única política que me preocupaba son las
dos camareras que siempre había pretendido que había noches terribles por lo que no tendrían que
me punta a cabo, como si mi talento para la rápida y excepcional de toma de la bebida había
desempeñan ninguna parte en su éxito financiero.
- Le dije que estaba equivocada. Que te preocupas por nosotras y por el mundo. Es injusto,
Mac, lo sabemos. Pero estamos... así, todavía necesitamos el Orbe. Es posible que no podamos
introducirte en el interior de la Abadía, pero nosotras... uh... - su voz se redujo a casi un susurro - te
ayudaremos en la medida de lo posible. Dani dice que cree que puede obtener más páginas del libro.
Y que podríamos ser capaces de conseguir algunos más, si tú nos dices que lo que estás buscando.
Mi mano se crispó. Sentía la pesada Lanza en su arnés.
- Necesito saber todo lo que hay que saber acerca del Sinsar Dubh: cómo llegó a vuestras
manos, cómo se le contuvo y dónde. Quiero saber cada rumor, leyenda o mito que nunca se halla
dicho sobre él.
- Esos libros están prohibidos en la bibliotecas. ¡Sólo tiene acceso el Haven!
- Entonces tendrás que averiguar la manera de romper la prohibición.
- ¿Por qué no se lo preguntas a... er... ya sabes... el que te tamizó? - dijo Kat.
- No quiero involucrar a V'lane en este sentido.
Ya lo había considerado y el mero pensamiento de él en la misma habitación que todos los
libros acerca de su vida me hizo tiritar. Sólo por arrogancia podría llegar a destruirlos. "Los seres
humanos no tienen derecho a conocer nuestras costumbres", se burlaría.
- ¿No confías en él?
Su nombre era agridulce, invasor en mi lengua.
- ¡Él es un Fae, Kat!
Él era el mayor de los egoístas. Es posible que tuviera el mismo objetivo: mantener los
muros, pero, para él, los seres humanos eran sólo un medio para conseguir un fin. Además, toda la
Abadía sabría que estábamos allí y me gustaría buscar una aguja en un pajar, con tiempo suficiente
y sin setecientas sidhe-seer de clausura detrás. Era una mala idea, de todas formas
- ¿Sabes quiénes son los miembros del Haven y si alguna de ellas podría ser persuadida para
prestarme ayuda?
- Lo dudo. Rowena las selecciona, por su lealtad a ella. No solía ser de esa manera. He oído
antes votábamos los miembros del Consejo, pero después de perder el Libro, las cosas cambiaron.
Hablando de tiranía.
Realmente quería saber lo que había ocurrido hacía veinte años, la forma en que el Libro se
había perdido, de quien había sido la culpa.
- También necesito saber acerca de la Profecía del Haven y de los Cinco.
- Nunca he oído nada de ello. De ninguna de las dos cosas - dijo Kat.
- Mira a ver si puedes desenterrar algo... Y acerca de las cuatro Piedras de traducción,
también.
Tenía un montón de preguntas que necesitaban respuesta, por no mencionar aquellas acerca
de cuáles eran mis orígenes. Pero, por ahora, esas iban a tener que esperar.
- Lo haré ¿Qué pasa con el Orbe, Mac?
Reflexioné.
Si yo lo retenía hasta Halloween y me negaba a permitir que Rowena lo usase, ¿podría
hacerla ceder y compartir la información conmigo? Lo dudaba, pero incluso si lo hacía, ¿qué podría
lograr? ¿De qué sirve la información si llega a una hora tardía? Como había dicho la vieja, el tiempo
era esencial. La información solo necesaria.
Si los muros caían, ¿el SM enviaría cada Unseelie que existiese a la caza del Libro? ¿Las
calles de Dublín éstarían tan llenas de Fae Oscuros que ninguna sidhe-seer se atrevería a entrar en
ellas?¿ni siquiera yo?
No podía dejar que las cosas fuesen tan lejos. Las paredes tenían que estar íntegras.
Tal vez, dándole el Orbe con antelación, ayudaría a Rowena a que el ritual previsto fuese
perfecto. Entre las sidhe-seer, Barrons y los MacKeltar, seguramente podrían hacer un ritual
completo, una vez más y tendría hasta el próximo Halloween, un año entero, para conseguir mis
objetivos. Me tragaría mi orgullo. Otra vez. Estaba empezando a sentir cierto resentimiento contra
eso del bien mayor.
Además, había una Abadía llena de sidhe-seer tan preocupadas como yo. Quería que
supiesen que me tenían firmemente a su lado, no sólo a su líder.
- Lo mandaré por Correo Urgente mañana, Kat - dije finalmente. - Pero me debéis una. Una
muy grande. Varias muy grandes. Y dile a Rowena que una de nosotras es malditamente buena, y
que ya es lo suficientemente mayor de edad como para saber, y hacer, lo que es correcto.

A las siete en punto de la noche del sábado, estaba sentada en la primera sala de la librería,
cruzada de piernas, los pies pateando el aire con impaciencia, a la espera de Barrons.
"Su problema, Srta Lane", dijo una vez pasada la noche, después de que me hubiese
entregado el Orbe, "es que está siendo pasiva. Sentada al lado del teléfono, a la espera de llamadas
telefónicas de Jayne. Aunque no es una mala idea después de todo..."
" Jayne es una brillante idea y usted lo sabe"
" ...el tiempo no está de nuestro lado. Usted debe ser agresiva. Me prometió un
avistamiento. Lo quiero"
" ¿Qué sugiere?"
" Mañana cazaremos. Duerma hasta tarde. Voy a mantenerla ocupada toda la noche".
Me encogió una emoción de extraña conciencia sexual, no deseada, en sus palabras. No me
cabía la menor duda de que Barrons podría mantener ocupada a una mujer toda la noche.
"¿Por qué de noche? ¿Por qué el Libro no se caza durante el día? ¿Dónde va? ¿Qué
hace?"
"Ha seguido la oleada de crímenes en los diarios. La noche es su tiempo. Jayne nunca ha
llamado de día, ¿no?"
Lo era... y nunca lo había hecho.
" Siete en punto, Srta Lane. Tendrá primero una hora de Voz"
Me levanté, estirándome, capturando una vista de mi reflejo en la ventana y admirando la
imagen. Mi nuevos vaqueros eran franceses y se ajustaban como un sueño, mi suéter era de un color
rosa suave, mis botas de Dolce & Gabbana, mi chaqueta era una Andrew Marc del mejor cuero
negro que había visto nunca y llevaba un pañuelo de seda brillante rosa, amarillo y morado,
recogiendo mi pelo; me había tomado mi tiempo con el maquillaje. Me miré y me sentí muy bien.
Barrons aún parecía pedir disculpas o, quizá, simplemente, trataba de sacar mi lado bueno.
Esta mañana, cuando desperté, allí había cosas de cuatro tiendas en dos grandes bolsas de prendas
de vestir que colgaban fuera de la puerta de mi dormitorio, llenitas de ropa nueva. Estaba claro que
Barrons la había comprado para mí, sobre todo, teniendo en cuenta lo que había en algunas de esas
bolsas. El hombre tenía un gusto excepcional y un ojo clínico para el detalle. Todo encajaba. La
calidad, también.
La campana de la puerta tintineó y Barrons entró. Llevaba, esta noche, un traje de Armani,
botas de puntera plateada, camisa negra y ojos oscuros.
- ¿No se ha molestado con el espejo hoy? - dije animadamente - ¿O ha olvidado que sé que
puede caminar en él?
- Arrodíllese delante de mí, Srta Lane.
Sus palabras me rodearon, se infiltraron en mí, me postré de rodillas, como un ser humano
ante un Fae.
- ¿No le quema esto? - Él me lanzó una de sus alarmantes sonrisas. - Arrodillarse ante mí
debe ofender cada onza de su poco alegre ser.
Yo me mostraba alegre. Encajé mi mandíbula, intentando resistir. He intentado rascarme la
nariz. No podía ni siquiera hacer eso. Estaba tan bloqueada en el lugar como una persona con el
cuerpo aprisionado por una camisa de fuerza
- ¿Por qué su orden hace caer todo mi cuerpo? - por lo menos mis cuerdas vocales estaban
trabajando.
- No. Mi orden sólo la tiene usted de rodillas. El resto de usted es libre de moverse. Está
usted contracturada, luchando tan duro que está bloqueando su parte superior. Cuando alguien usa la
Voz sobre usted, tienen sólo el poder que le confiere su orden. Recuérdelo. Cierre sus ojos, Srta
Lane.
No fue una orden, pero lo hice de todos modos. Logré mover mis dedos y luego toda mi
mano. Rebusqué dentro de mi cabeza. El sitio sidhe-seer quemaba, pero todo lo demás estaba
oscuro. Ese sitio no tenía nada que ver con la resistencia a la Voz.
- ¿Quién es usted? - exigió.
¿Qué extraña pregunta. ¿No lo sabía todo acerca de mí? Me gustaría ser capaz de usar la Voz
sobre uno que yo me sabía
- Soy Mac. MacKayla Lane
O'Connor quizás fuese mi sangre, pero en mi corazón era Lane.
- Olvídese del nombre ¿Quién es usted?
Me encogi de hombros.Ahora sólo mis rodillas estaban paralizadas, el resto de mí se movía
libremente. Hice oscilar mis brazos, para hacerle saberlo
- Una chica, de veintidóa años. Sidhe-seer. Hermana...
- Etiquetas - dijo con impaciencia. - ¿Quién diablos es usted, Srta Lane?
Abrí mis ojos.
- No entiendo.
- Cierre sus ojos.
La Voz retumbó de pared a pared. Mis ojos se cerraron como si fueran suyos.
- Usted sólo existe dentro de usted misma - dijo. - Nadie la ve. Usted no ve a nadie. Usted
está sin censura, más allá de juicios. No hay derecho. Ni bien ni mal. ¿Cómo se sintió cuando vio el
cuerpo de su hermana?
Rabia. La rabia me llena. Rabiapor lo que habían hecho con ella. Rabia con él por
recordármelo. El pensamiento de que no había jueces fue liberador. Aumenté mi dolor y mi ira.
- Ahora dígame quién es.
- Venganza - dije en una fría voz.
- Mejor, Srta Lane. Pero vuelva a intentarlo. Y cuando usted me hable, incline la cabeza.

Yo estaba sangrando antes de que acabasen las lecciones de aquella noche, por varios
lugares. Me auto-infligía mis heridas. Entendí por qué lo había hecho. Esto era resistir, porque no
gustan, pero las lecciones que da la vida también te hacen resistente. Tenía que aprender esto. Y
haría lo que fuese necesario.
Cuando él me había hecho coger el cuchillo y cortarme, había visto una tenue luz en la
oscuridad de mi cráneo. Yo todavía me cortaba, pero algo profundo dentro de mí había despertado,
allí, en algún lugar, si tan sólo pudiera excavar profundamente, lo bastante para llegar hasta ello.
¿Me pregunté como sería yo alli?¿Era esa la razón por la que Barrons era de la forma en que era?
¿Quién había puesto a Jericó Barrons de rodillas? Aún me cuesta imaginarlo.
- ¿Le dolió aprender? - le pregunté.
- Muchas veces
- ¿Cuánto tiempo tardó usted?
Él sonrió ligeramente.
- Años.
- Eso es inaceptable. Lo necesito ahora. Por lo menos, para poder resistirme o nunca voy a
ser capaz de estar cerca del SM.
Pensé que iba a discutir conmigo acerca de eso de estar cerca del SM, pero sólo dijo
- Es por eso que me estoy saltando años de formación, llevándola muy por delante, en un
territorio difícil. Esta noche fue sólo el comienzo del ...dolor. Si no está de acuerdo acerca de dónde
va esto, dígamelo, aquí y ahora. No voy a volver a preguntárselo. Voy a empujarla en la medida en
que creo que pueda ir.
Tomé un profundo aliento, exhalando lentamente.
- Estoy de acuerdo.
- Véndese, Srta Lane. Utilice esto.
Retiró una pequeña botella de ungüento de su bolsillo.
- ¿Qué es esto?
- Acelera la velocidad de curación.
Cuando regresé, abrió la puerta y salimos hacia la noche.

Miré instintivamente a la derecha. Mi Sombra era una nube oscura gigantesca en la parte
superior del edificio de al lado. Surgió amenazadora y comenzó a deslizarse por la fachada de
ladrillo.
Barrons salió detrás de mí.
La Sombra se retiró.
- ¿Qué es usted? – dije irritada.
- En el Serengeti, Srta Lane, yo sería el guepardo. Soy más fuerte, más inteligente, más
rápido y tengo más hambre que todos lo demás. Y no me disculpo con la gacela cuando la abato.
Suspiré, me giré hacia la moto, pero él se volvió hacia la izquierda.
-¿Iremos caminando? - me sorprendí.
- Por unas pocas horas. Quiero echar un vistazo a la ciudad, luego volveremos en coche.
Los Unseelie estaban por todas partes en las mojadas calles empedradas. La creciente tasa de
delincuencia no parecía mantener a nadie dentro de su casa. La yuxtaposición de los dos mundos (el
del hombre despreocupado, medio borracho, otros que apenas comienzan su noche en la ciudad,
riendo y hablando, mezclándose con los depredadores, tristemente representados por el Unseelie
cubierto por un “encanto” que no tuve que esforzarme por ver, a diferencia del pasado) en la noche,
como una marea negra astuta.
Había Rhino-boys, espeluznantes vendedores ambulantes con los enormes ojos y sin boca,
cosas aladas y más cosas aborrecibles. Algunos llevaban un alto “glamour” mientras caminaban por
la acera con sus compañeros humanos. Otros alzados sobre los edificios, como aves de rapiña,
seleccionando para matar. Yo esperaba que alguno de ellos nos reconociera, diera la voz de alarma y
descendiese a atacarnos.
- Son egoístas - dijo Barrons, cuando se lo mencioné - Obedecen a un maestro mientras le
tienen delante. Sin embargo, el verdadero maestro de los Unseelie es su hambre, y, esta ciudad es un
banquete. Han estado atrapados durante cientos de miles de años. Hay poca disciplina en ellos y
mucha hambre en este momento. Se trata de consumir para no sentirse tan vacíos, tan… huecos. Se
cierran a todo lo demás.
Le miré bruscamente. Había allí algo que sonaba extraño, al final, casi como si dijese… que
lo sentía por ellos.
- ¿Cuando fue la última vez que mató a uno de ellos, Srta Lane? - dijo de repente.
- Ayer.
- ¿Tuvo algún problema que no me ha contado?
- No. Lo maté para cortar y guardar trocitos de su carne.
- ¿Qué? - Barrons frenó en seco y esperó mi respuesta.
Me encogí de hombros.
- Una mujer murió el otro día. Ella no tendría que haber muerto si lo hubiese tenido a mano.
No voy a cometer ese error de nuevo.
Me mostraba muy segura, estaba realmente convencida de que estaba haciendo lo correcto.
- ¿La mujer que murió en mi tienda? - cuando asentí, dijo - Y ¿dónde lleva esos… trocitos,
Srta Lane?
- En mi bolso.
- ¿Cree usted que es sabio?
- Creo que acabo de decírselo - dije fríamente.
- ¿Usted no se da cuenta de que si come de nuevo, no será capaz de sentir la única cosa que
necesitamos?
- Lo tengo bajo control, Barrons - yo ni siquiera había buscado los frascos desde el almuerzo.
- Uno nunca tiene una adicción bajo control. Si usted come de nuevo, personalmente, le
patearé el culo. ¿Entendido?
- Si como de nuevo, probablemente seré yo quien, personalmente, le patee su culo.
Ser capaz de pelear con Barrons ha sido uno de las muchas ventajas de comer Unseelie. Yo,
a menudo, deseaba hacerlo solo por esa razón.
- Voy a esperar hasta que los tire - gruño.
- Con lo divertido que fue?
Nunca olvidaré la noche en que habíamos luchado, la inesperada lujuria.
Nos buscamos el uno al otro y, por un momento, las nubes de desconfianza se levantaron y
pude ver sus pensamientos en sus ojos.
“Fuiste algo digno de ver” no dijo.
“Fuiste algo digno de sentir” yo no respondí.
Su mirada se cerró.
Yo miré a la distancia.
Caminamos rápidamente por la acera. Abruptamente, él agarró mi brazo y me empujó a un
callejón lateral. Dos Fae oscuros estaban haciendo algo cerca de una papelera, realmente, no quería
saber el qué.
- Vamos a ver cómo de buenas son sus calificaciones en combate, Srta Lane, cuando usted
no está bombeando esteroides Unseelie.
Pero antes de que yo pudiese abandonarme al gozo de matar a alguno de esos bastardos, mi
móvil sonó: era Jayne.
Capítulo Trece

En los siguientes días se estableció una extraña rutina, frenética, y en su mayoría, aturdidora.
Barrons venía cada noche y me entrenaba con la Voz.
Y cada noche, incapaz de encontrar mis “agallas”, acababa con heridas frescas. Entonces
salíamos a la caza del Sinsar Dubh…
…O, más que a la caza del Sinsar Dubh, a seguir haciendo grandes esfuerzos para que, como
la otra noche cuando Jayne me había llamado, Barrons se dirigiese en la dirección opuesta,
manteniéndonos lo suficientemente lejos para que yo no me traicionase con sutiles señales de su
proximidad, como por ejemplo, derrumbarme en un charco, perder la consciencia o soltar
espumarajos por la boca.
En algún momento, cada día, V'lane me preguntaba acerca de los frutos de mi labor. Le
aseguraba que no tenía fruto y él comenzó a traerme regalos. Un día me trajo un chocolate que no
hacía engordar, no importa cuánto comiese; otro día que me trajo unas oscuras flores del Reino, de
olor picante, que florecían eternamente. Cuando se marchaba, yo los tiraba: el chocolate debe hacer
engordar y las flores debe marchitarse y morir. Esas son cosas que uno puede contar, son normales.
Necesitaba cosas que contar. Necesitaba cosas normales.
Estaba ocupada en multitud de ir y venir: acosando a Kat y Dani para que me diesen más
información, estudiando un montón de libros acerca de los Fae, agotando mis búsquedas en Internet
sin resultados de utilidad… Había mucho juego de Rol online de fanfic y era imposible distinguir
los hechos de la ficción.
Estaba en mitad de ninguna parte, como un coche girando sus neumáticos en el barro,
demasiado consciente de que aunque lograse salir del barro, no sabía a dónde ir.
La tensión y la indecisión de mi vida se convirtieron en insoportables.
Estaba nerviosa y lo pagaba con todo el mundo, incluido mi padre cuando me llamó para
decirme que mamá parecía estar mejorando al fin, cómo habían ido reduciendo el Valium y
aumentando los antidepresivos, cómo ella había cocinado el almuerzo del domingo (¡me había
perdido eso!): palitos de queso, chuletas de cerdo y huevos. Ella incluso había hecho pan con
levadura fresca. Después de ponderarme el magnífico almuerzo había colgado. Intenté ubicarlo en
algún lugar de mi vida, mientras masticaba una barrita energética.
Mi casa estaba a un trillón de millas de distancia.
Halloween estaba a diez días.
Pronto, las sidhe-seer estarían haciendo "sus cosas" en la Abadía. Barrons y los MacKeltar,
las suyas, en Escocia. Yo aún no había decidido dónde estaría. Barrons me había pedido que le
acompañara, sin duda para detectar OOP en la casa de los MacKeltar mientras estábamos allí.
Estaba considerando la posibilidad de dejarme caer por la Abadía. Quería estar en alguna parte,
hacer mi parte, independientemente de cual pudiese ser, aunque mi parte sólo fuese intentar que
Barrons y los MacKeltar no se matasen los unos a los otros. Christian había telefoneado ayer para
decirme que las cosas iban avanzando, pero si sobrevivían al ritual, quizá no podrían sobrevivirse
unos a otros.
Con todas esas Reliquias, los muros quedarían de pie o caerían por completo.
Extrañamente, había comenzado a esperar el Halloween, porque, por lo menos, así mi espera
llegaría a su fin. El limbo en el que vivía se acabaría también y, finalmente, sabría a lo que tenía que
enfrentarme; sabría, exactamente, cómo eran de buenas o malas las cosas que venían; quería saber si
yo podría ser relevada (una vez me tomé un año sabático para saber que hacer) o averiguar si debía
seguir aterrorizada. De cualquier manera, sería algo concreto.
Yo no tenía nada concreto sobre el Libro (¡La bestia!). No sabía cómo conseguirlo o qué
hacer con él. Tampoco tenía nada concreto en lo que a Barrons o V'lane se refería. No confiaba en
ninguno de ellos. Como si eso fuera poco, cada vez que mirada por la ventana, o salía, tenía que
luchar contra mi imperativo biológico de matar monstruos. O comérmelos.
Los Rhino-boys estaban en todas partes, como empleados públicos de absurdos uniformes,
rechonchos brazos y piernas estallando costuras y botones. Sentía una leve náusea constante por su
presencia. Reacia a disminuir mi "volumen" de nuevo, he empezado a tomar Pepcid con mi café de
la mañana. Ya ni siquiera intento tomar descafeinado para calmar mis nervios, lo hice un día y había
sido un error monumental: necesitaba mi cafeína.
Me iba a dar algo: yo era un lío nervioso, triste y temperamental. No puedo decir cuántas
veces en los interminables y angustiosos días había decidido confiar en Barrons, para luego, cambiar
a favor de V'lane. Estudié minuciosamente los casos, con largas listas de pros y contras
perfectamente tabulados en mi diario, en tres columnas, tasando sus "buenas" acciones, "malas"
acciones y las de "naturaleza indeterminada". Este última era, con mucho, la más larga de las
columna para los dos.
Un día incluso decidí tirar la toalla, darle la Lanza a Rowena y hasta unirme a las sidhe-seer.
No solo contaba mi seguridad, sino que podría pasarle la aplastante responsabilidad de la toma de
decisiones a la Gran Maestra. Si el mundo posteriormente se iba al infierno de su mano, por lo
menos yo estaba fuera del gancho. Esa era la Mac que conocía, la que nunca quiso
responsabilidades, la que quería ser atendida. ¿Cómo había llegado a quedar atrapada en este lío,
donde se suponía que iba a hacerme cargo de todos los demás?
Afortunadamente, aquella vez, Rowena devolvió mi llamada, yo con mi habitual tono
gruñón y ella con su autosuficiencia, nos habíamos enzarzado en una de nuestras habituales
discusiones y me había excusado diciendo que llamaba para asegurarme de que había llegado el
Orbe, ya que no había estado allí cuando fue enviado. "Si usted llama esperando que le dé las
gracias, sepa que no le daré ningunas", después había colgado, recordándome las muchas razones
por las que no podía soportarla.
Cada día, hacía una marca en mi calendario y el 31 de octubre estaba cada vez más cerca.
Me acordé de Halloween pasados: los amigos, las fiestas, la diversión y me pregunté lo que
traería este año. ¿Truco o trato?
¡Oh, sí, me iba a dar algo!.
A mediodía del miércoles, estaba en un Spa en San Martín, recibiendo un masaje (el último
regalo de V'lane sacado de la lectura del Manual de Citas Humano) ¿Era de extrañar que yo
estuviese perdiendo rápidamente cualquier sentido de la realidad? Los monstruos y el caos y...
masajes, oh, si.
Cuando terminé, me vestí y fui acompañada a un comedor privado en el hotel donde V'lane se
reunió conmigo, en una terraza con vistas al océano. Él retiró una silla y me senté ante una mesa con
mantel de lino, copas de cristal fino y refinados manjares. Mac 1.0 se había sentido muchas cosas:
halagada, coqueta, en su elemento. Y hambre. Tomé un cuchillo, apuñalé una fresa y me la comí
directamente de la punta. Podría haber utilizado mi Lanza, pero, como de costumbre, había
desapareció en el momento en que él apareció. Me sentía desnuda, aunque estuviese totalmente
vestida y si se hubiera tenido opción, habría caminado a través del restaurante tan desnuda como
vine al mundo con tal de conservar mi Lanza.
En los últimos días, V'lane había estado en forma humanizada cada vez que nos habíamos
reunido, casi totalmente "apagado". Él también estaba tratando de conseguir sacar mi lado bueno.
Irónicamente, cuanto más lo intentaban los dos, menos confiaba yo en ellos. Los ojos se giraban
cuando el Príncipe se movía. Aun apagado, las mujeres le miraban fijamente con ojos voraces.
Disfruté del menú con gusto, amontonando fresas, piña, langosta, pasteles de cangrejo, galletitas y
caviar. Creo que había vivido demasiado tiempo a base de palomitas de maíz y fideos Ramen
- ¿Qué es exactamente el Sinsar Dubh, V'lane?, y ¿por qué todo el mundo lo quiere?
V'lane bajó los párpados hasta la mitad y me miró de reojo. Era una actitud muy humana,
contemplativa, calsificando la información , sopesando cuanta podía darme o, si podía dármela
- ¿Qué sabes de él, MacKayla?
- Prácticamente nada - dije - ¿Qué es... eso...que todo el mundo lo quiere a cualquier precio?
Es difícil pensar en él como un libro, sino como un "eso" que está "en él", un algo que marcó
mi mente en forma de aquella oscura bestia, pero que desde lusgo no tenía páginas.
- ¿Qué te pareció cuando lo viste? ¿Un libro? ¿Antiguo y pesado, con bandas metálicas y
cerraduras?
Asentí.
- ¿Has visto a la criatura en la que se convierte? - me miró fijamente - Veo que sí, aunque
olvidaste decírmelo.
- No creí que fuese importante.
- Todo lo que se refiere al Sinsar Dubh es importante. ¿No hacen los seres humanos leyendas
que hablan de nuestros orígenes, sidhe-seer?
Es un signo seguro de que está disgustado cuando me llama por mi título y no por mi
nombre. Le dije lo poco que había aprendido en el libro de "Las Invasiones de los Irlandeses".
Él sacudió la cabeza.
- Es historia reciente, una burda inexactitud. Hemos estado aquí mucho más que eso. ¿Sabes
la historia del Rey de los Unseelie?
- No
- Entonces no sabes quién es.
Negué
- ¿Debería?
- El Rey Unseelie, una vez fue Rey de la Luz, consorte de la Reina y Seelie. En el comienzo,
había una sola clase, los Seelie.
Me tenía embobada; ésta era la auténtica historia de los fae relatada por un auténtico Fae,
cosas que seguro no encontraría en ningún libro ni archivo de las sidhe-seer
archivos.
- ¿Qué pasó?
- ¿Lo que ocurrió en su Eden? - se burló él - ¿Lo que siempre sucede? Alguien siempre
quiere más.
- ¿El rey? - adiviné.
- La nuestra es una línea matriarcal. El rey tiene un poder residual. Sólo la Reina conoce la
Canción de la Creación.
- ¿Cuál es la Canción de la Creación?
Yo había oído hablar de ella a Barrons y había visto referencias en los libros que había
estado leyendo, pero todavía no sabía lo que era.
- Imposible de explicar a alguien de mentalidad humana.
- Prueba - dije burlona.
Hizo uno de sus afectados encojimientos de hombros.
- Es la vida, la vida desde que llegamos. Es, en última instancia, el poder de crear, o de
destruir, dependiendo de cómo se utilice. Se canta para... cambiar... la existencia.
- Para no... estancarse.
- Exactamente - dijo. Entonces sus ojos se redujeron - ¿te burlas de mí?
- Sólo un poco. ¿Los Fae solo comprenden, realmente, esas dos cosas?
De repente, una brisa helada azotó la pequeña terraza y los cristales se helaron
- Nuestra percepción no tiene límites, sidhe-seer. Es tan grande que desafía tu lengua
miserable, como lo hace mi nombre. Es para que puedas comprender muchas cosas por lo que
tenemos que destilar las cosas esenciales a tu naturaleza. No presumas de creer que entiendes
nuestra naturaleza. A pesar de que, desde hace mucho tiempo, coexistimos con tu raza, nunca
hemos mostrado nuestro verdadero rostro. Es imposible para usted contemplarnos como realmente
somos. Si te mostrase....
´Él se detuvo abruptamente.
- ¿Si me mostrases qué, V'lane? - dije suavemente.
Hice estallar en mi boca una galletita repleta de caviar, nunca lo había comido antes y no
sabía si volvería a comerlo. La carne de Rhino-bpy era más sabrosa... apresuradamente me metía
una fresa en la boca y la hice pasar con un trago de champán.
Él me ofreció una sonrisa. Había estado practicando: era suave, menos exótica. El día se
calentó de nuevo, la escarcha se fundió
- No importa. Querías saber de nuestros orígenes...
Quería saber sobre el Libro, pero estaba deseosa de escuchar todo lo que estuviese dispuesto
a compartir.
- ¿Cómo conoces la historia de tu raza, si has bebido del Caldero?
- Tenemos "tiendas" de conocimientos. Después de beber, la mayoría solicita de inmediato
enterarse de quién es y de lo que es.
- Te olvidas de recordar.
¡Qué extraño! Qué horrible, pensé, ser tan paranoico que, habiendo vivido tanto tiempo de
locura reiterada, renacer pero nunca estar verdaderamente limpio, para volver temeroso, a un lugar
de política extraña y traicionera
- El Rey Seelie quería más...- le pedí.
- Sí. Él envidiaba a la Reina la Canción de la Creación y le pidió que se la enseñase. Él se
había enamorado de una mortal y, no deseaba verse privado de ella hasta que no hubiese saciado su
deseo por ella, deseo que no parecía disminuir. Ella era... diferente a él. Podría haberla sustituído
por otra, pero pidió a la Reina que la transformase en Fae.
- ¿Puede la Reina hacer eso? ¿Hacer Fae a alguien?
- No lo sé. El rey creía que podía. La Reina se negó y el rey trató de robarle lo que le había
pedido. Cuando ella lo atrapó, le castigó; luego esperó que su obsesión menguara, pero no lo hizo.
Comenzó a... experimentar con Fae menores, esperando aprender por sí mismo la Canción.
- ¿Qué tipo de experimentos?
- Un humano puede entenderlo como una forma avanzada de mutación genética o de
clonación, sin ADN o resto física para mutar. Trató de crear vida, MacKayla. Y lo logró. Pero sin la
Canción de la Creación.
- Pero yo pensaba que la Canción era la que daba Vida. ¿Cómo podría crear Vida sin la
Canción?
- Precisamente. Era imperfecta, defectuosa - paró - Sin embargo, vivía y era inmortal.
Lo entendí y gemí
- ¡Él hizo a los Unseelie!
- Sí. Los Oscuros son los niños del Rey Seelie. Durante miles de años, experimentó,
ocultando su trabajo a la Reina. Su número aumentó, al igual que su hambre.
- Pero su mujer mortal debería haber muerto para entonces. ¿Cuál era el motivo?
- Ella estaba viva, mantenida en una jaula de su creación, pero, al estar atrapada, se marchitó,
por lo que, para ella, creó los espejos Plateados y le dio mundos para explorar. Aunque el tiempo
pasa fuera de ellos, dentro de ellos no es así. Uno podría pasar un millar de siglos en este país y no
salir ni una hora más viejo en el nuestro.
- Pensé que los Espejos se utilizan para los viajes entre los reinos.
- Se utilizan para eso también. Los Espejos son... cosas complicadas, de manera doble, ya
que fueron maldecidos. Cuando la Reina sintió el poder de los Espejos en la primavera de la
existencia, llamó al Rey al tribunal y exigió que los destruyese. Era su derecho crearlos, no el de él.
En verdad, le inquietaba descubrir como había crecido su poder. Afirmó haberlos hecho como un
regalo para ella, para complacerla, por no haberle pagado su tributo en eones. Pero el rey le dio sólo
una parte de los Espejos. El otro lo mantuvo oculto de ella, para su concubina, donde plantó
exuberantes jardines y construyço una gran casa blanca brillante, en una colina con cientos de
ventanas y miles de habitaciones. Cuando su mortal volvió a inquietarse, creó el Amuleto, con el
que podría configurar la realidad a su voluntad. Cuando ella se quejó de su soledad, le hizo la Caja.
- ¿Qué hace?
- No lo sé. No ha sido visto desde entonces.
- ¿Estás diciendo que él también hizo el Libro? Pero, ¿por qué?
- Paciencia, humana. Te estoy contando esta historia. El rey continuó los experimentos.
Eones pasaron. Había creado más... aberraciones. Con el tiempo, con tantos como tenía, comenzó a
mejorarlos hasta que algunos de ellos fueron tan bellos como cualquier Seelie. Los Unseelie Reales
habían nacido, príncipes y princesas oscuro, homólogos a los de la luz. Y, al igual que sus
homólogos, lo que querían era legítimamente suyo: el poder, la libertad de ir y venir, el dominio
sobre los seres inferiores. El rey se negó. El secreto era una parte necesaria de su plan.
- Pero alguien fue a la Reina - adiviné - Uno de los Unseelie.
- Sí. Cuando se enteró de su traición, intentó despojarle de su poder, pero había crecido
demasiado y había aprendido demasiado. No la Canción, pero sí otra melodía, una más oscura.
Combatieron ferozmente, enviando sus ejércitos el uno contra el otro. Miles de Fae murieron. En
esa edad todavía había muchas armas, no sólo las pocas que quedan. El Reino se marchitó y
ennegreció; el cielo se llenó con la savia de nuestra especie, el propio planeta en el que habíamos
vivido lloró al ver nuestra vergüenza y se resquebrajó de punta a punta... Y todavía lucharon hasta
que el rey tomó la Espada y ella tomó la Lanza... y el rey mató a la Reina de los Fae.
Inhalé
- ¿La Reina ha muerto?
- Y la Canción murió con ella: fue asesinada antes de que fuese capaz de nombrar una
sucesora y transmitir su esencia. Cuando ella murió, el Rey y todos los Unseelie desaparecieron.
Antes de morir, ella había logrado completar los muros de la prisión y con su último aliento
pronunció el hechizo de contención. Los Unseelie que eludieron el hechizo fueron cazados por los
Seelie y asesinados.
- Entonces, ¿dónde encaja el Libro en todo esto?
- El libro nunca estuvo destinado a ser lo que es. Fue creado como un acto de expiación.
- ¿Expiación? - me hice eco. - ¿Te refieres por la muerte de la Reina?
- No, por la de su concubina. Ella se tamizó a través de los espejos y se quitó su propia vida.
Odiaba en lo que el rey se había convertido y ella le dejó de la única manera que podía.
Tirité, helada por la oscura historia.
- Ellos dicen que el rey se volvió loco y, cuando su locura finalmente disminuyó, vio, con
horror, el oscuro reino que había creado. En su nombre, se comprometió a cambiar, a convertirse en
el líder de su raza. Pero sabía demasiado. El conocimiento es poder e inmenso conocimiento es
inmenso poder. Mientras que lo tuviese, su raza nunca confiaría en él. Consciente de que no le
dejarían acercarse al Caldero, y que, incluso si lo hacían, le destruirían al segundo de haber bebido,
creó un libro místico en el que vertió todos sus conocimientos oscuros. Liberado de ellos, lo
desterró a otro ámbito en el que nunca podría ser encontrado ni utilizado para destruir. Él volvería a
su pueblo, como rey de los Seelie, pediría su perdón y comenzaría una nueva era. Los Fae se
convertirían en un patriarcado y, los Unseelie, por supuesto, se pudrirían en la prisión.
- ¡Así que eso es el Libro - exclamé - parte de la oscuridad del mismísimo rey! La peor parte.
- Durante eones cambió, como cambian todas las cosas Fae y se convirtió en una cosa viva,
muy diferente de lo que era cuando el rey lo creó.
- ¿Por qué el rey no lo destruyó?
- Él lo había hecho... ¿cómo decirlo? ...su doble. Era su igual y no podía derrotarlo. Supuso
que un día podría derrotarlo. Él lo expulsó y por mucho tiempo estuvo perdido.
Me preguntaba cómo había llegado a manos de las el sidhe-seer. No se lo pregunté, porque si
V'lane no sabía que había estado allí, no quería ser quien se lo dijese. Él despreciaba a Rowena, y
podría decidir castigarla y otras sidhe-seer podrían sufrir en el proceso.
- ¿Por qué la Reina lo quiere? Espera un minuto, si la Reina está muerta, ¿quién es
Aoibheal?
- Uno de los muchos que vinieron después y trataron de dirigir a nuestra raza. Ella lo quiere,
porque cree que, en algún lugar de entre todas sus tinieblas, el Libro contiene la clave de la
verdadera Canción de la Creación, que se perdió hace ciento siete mil años. El rey estaba cerca, muy
cerca. Y sólo con los capítulos de esa Canción podrá volver a confinar a los Unseelie.
- ¿Y Darroc? ¿Por qué lo quiere?
- Él piensa tontamente que puede tener su poder.
- ¿Barrons?
- Lo mismo.
- ¿Se supone que debo creer que tu eres diferente? ¿Que alegremente le darás todo el poder a
la Reina, sin quererlo para ti? - el sarcasmo goteaba en mis palabras: V'lane y egoístmo eran
sinónimos.
- Olvidas algo, MacKayla. Soy Seelie. No puedo tocar el Libro, pero ella sí puede. La Reina
y el rey son los únicos de nuestra raza que puede tocar todas las Reliquias, Seelie y Unseelie. Debes
encontrarlo, llámame y te llevaré con ella. Es la única esperanza para reconstruir los muros en caso
de que se vengan abajo; ni la anciana, ni Darroc, ni Barrons lo podrán hacer. Debes confiar en la
Reina, como yo hago.

Estaba oscuro cuando regresé, masajeada, cuidada, pedicurada y encerada. Había una docena
de rosas rojas de largo tallo envueltas en un pañuelo de papel, esperándome, por fuera, en la entrada
de la librería. Me incliné para olerlas y vi un sobrecito con una notita dentro.

"Ayúdame a encontrarlo y yo te devolveré a tu hermana. Recházame y tomaré aquello que


es más preciado para tí"

Bueno, bueno, todos mis pretendientes me llamaban. Había un móvil escondido en las hojas
con un mensaje de texto en espera: "¿Sí o no?" La respuesta podía devolverse como texto, pero no
podía llamarle.
- ¿V'lane?
Barrons, su voz llegó de detrás de mí.
Negué, preguntándome qué es lo era "más preciado para mí", con miedo a descubrirlo. Sentí
la electricidad de su cuerpo detrás de mí cuando se acercó y tomó la tarjeta de mi mano. Él no se
alejó y luché contra la necesidad de inclinarme hacia él, buscando la seguridad de su fuerza.
¿Tendrías a bien envolver tus brazos alrededor de mí? ¿Me harías sentir segura, por un momento y
aunque solo sea una ilusión?
- Ah, la vieja amenaza de "lo que usted más aprecia" - murmuró.
Me di la vuelta lentamente y esperé. Él se puso rígido e inhaló bruscamente. Después de un
momento, tocó mi mejilla.
- Tal dolor desnudo - susurró.
Volví mi rostro hacia su palma y cerré los ojos. Sus dedos se enroscaron en mi cabello,
ahuecándolo, cepillándolo, tocando la marca... Se calentó con su tacto. Agarró fuertemente la base
de mi cráneo y apretó, elevándome lentamente hasta estar de puntillas. Abrí mis ojos y fue mi turno
para inhalar bruscamente. No humano. Ah, no, no este hombre.
- Nunca se muestre así de nuevo ante mí - Su rostro era frío y duro, su voz más fría aún.
- ¿Por qué? ¿Qué hará usted?
- Lo que está en mi naturaleza hacer. Entre. Es hora de su lección.

Después de recibir otra lección, Barrons y yo caminábamos por las calles. Yo no había
tenido noticias de Jayne desde su última convocatoria, hace cuatro noches. Había leído los
periódicos cada mañana. Si reconocía la tarjeta de visita del Sinsar Dubh, y estaba bastante segura
de que lo hacía, había saltado a una nueva víctima cada noche. Sabía bien lo que el inspector estaba
haciendo: estaba esperando su "té".
Yo estaba esperando una inspiración divina en cualquier momento, que me mostrase el
camino, que me confiase lo que debía hacer. No tenía ninguna duda de que Jayne obtendría lo que
quería antes que yo.
Estaba equivocada.
Habíamos estado durante casi seis horas, conduciendo arriba y abajo, a través de la ciudad en
el Viper. Después de tantas noches, conocía cada calle, cada callejón, cada parking; conocía la
ubicación de cada supermercado y gasolinera que estaban abiertos entre el anochecer y el amanecer.
No había muchos. La delincuencia no es un buen socio, el borracho y solitario son difíciles de
persuadir para que se queden en casa (lo sé porque soy camarera), pero, sin duda, disuade a los
pequeños propietarios de negocios y a sus empleados para cerrar antes de que caiga la noche.
Se me hizo triste ver Dublín atrancando sus escotillas. Sólo ayer por la noche, descubrimos
dos bloques de Zona Oscura que no estaban en mis mapas, conduciendo por alli; lloré por cada
bloque recién oscurecido como una pérdida personal, tan personal como esos pocos centímetros de
mi pelo o mi monótono atuendo. Ambas, la bulliciosa y alocada ciudad y yo, habíamos cambiando
mucho.
Normalmente, cuando íbamos de caza, Barrons conducía, por si yo perdía el control de mis
principales funciones motoras, pero así era más difícil alejarle de las cercanías del Libro, así que
insistí en conducir esta noche.
Era un mal copiloto, ladrando direcciones, pero le ignoré pues era mejor que la alternativa.
Anoche, cuando nos habíamos acercado al Libro, yo había tenido una desesperada necesidad de
utilizar el cuarto de baño (la única estación de gasolina abierta nos condujo en dirección opuesta) y
él me había Lanzado una mirada de nerviosismo. Yo sospechaba que él sospechaba, después de
todo, él tambiém leía el periódico: esta mañana había hablado de un crimen sucedido a menos de
una milla de donde habíamos estado merodeando la noche anterior. Aunque él no sabía que mi radar
era cada vez más fuerte, no tenía duda de que no tardaría en sumar dos y dos finalmente.
Mientras conducía, mis sentidos sidhe-seer en alerta máxima, para que ante el menor
hormigueo pudiéramos, sutilmente, desviarnos, cuando algo totalmente inesperado sucedió: el
Sinsar Dubh explotó en mi radar, desplazándose directamente hacia nosotros, a velocidad extrema.
Di un frenazo tal que las llantas humearon, derrapando y girando bruscamente de dirección.
No había nada más que pudiese hacer.
Barrons me miró bruscamente.
- ¿Qué? ¿Lo ha sentido?
Oh, qué irónico, que pensase que yo había girado así para dirigirnos a él
- No - mentí - Sólo que me acabo de darme cuenta de que he olvidado mi Lanza esta noche.
Me fui sin ella de la librería. ¿Puede creerlo? Nunca olvido mi Lanza. No me puedo imaginar en que
estaba pensando. Supongo que no pensaba, estaba hablando con mi padre mientras me vestía y
supungo que me olvidé - pisé los pedales, que crujieron sobre sus engranajes.
Ni siquiera se dignó en mirarme, solo dijo
- Mentira.
Apresuradamente, sonrojada e incómoda, farfullé
- Está bien, Barrons. Me ha pillado, pero necesito volver a la librería. Es... bien... es
personal. - el jodido y estúpido Sinsar Dubh se estaba acercando; estaba siendo perseguida por la
cosa que se supone que yo debía perseguir. Había algo muy malo en ello.- Es... una cosa de mujeres
... ya sabe.
- No, no sé, Srta Lane. ¿Por qué no me ilumina?
Pasé zumbando por un río de pubs; estaba agradecida de que la noche fuera demasiado fría
para que hubiese mucho tráfico peatonal, si tenía que frenar, el Libro me ganaría y yo ya tenía un
dolor de cabeza del tamaño de Texas que amenazaba con absorber Nuevo Méjico y Oklahoma.
- Es ese momento. Ya sabe. Del mes. - me tragué un gemido de dolor.
- ¿Ese momento? - hizo eco suavemente. - ¿Se refiere a la hora de parar en uno de los
múltiples supermercados por los que hemos pasado zumbando y así poder comprar tampones? ¿Es
eso lo que está diciéndome?
Yo iba a vomitar. Estaba demasiado cerca, había comenzado a salivar. ¿Hasta qué punto
estaba detrás de mí? ¿A dos manzanas? ¿a menos?
- Sí - lloré - ¡Eso es todo! Pero yo uso un tipo especial y no lo llevo
- Puedo olerla, Srta Lane - dijo, aún más suavemente.- La única sangre en usted es la de sus
venas, no la de su vientre.
Mi cabeza giró a la izquierda y le miré fijamente. Bueno, era una de las más inquietantes
cosas que nunca me había dicho.
- ¡Ahhh!
Lloré, la palanca de cambios y el embrague volaron de mi cabeza. El Viper corrió hasta la
acera, embistió dos quioscos y una farola antes de estrellarse frente a una boca de incendios.
Y el maldito y jodido Libro aún venía. Empecé a soltar espumarajos por la boca,
preguntándome qué pasaría si entraba en un circulo de unos pies de mí. ¿Iba a morir? ¿Mi cabeza
realmente explotaría?
Se detuvo.
Me derrumbé contra el volante, jadeando, agradecida por el indulto. Mi dolor no disminuía,
pero por lo menos ya no era cada vez mayor. Esperaba que el Libro encontrase su próxima víctima
de prisa desapareciese en dirección contraria, rápido. Tenía problemas.
Barrons abrió la puerta a patadas, se plantó en mi lado y me sacó del coche.
- ¿Por dónde? - gritó.
Me habría caído sobre mis rodillas, pero él me mantuvo.
- No puedo - dije - Por favor.
- ¿Por dónde? - repitió.
Señalé.
- ¿Por dónde?
Usó la Voz y señalé en dirección contraria.
Me agarró del pelo, arrastrándome detrás de él. Más cerca, más cerca aún.
- ¡Va... a matarme! - grité.
- Usted no tiene ni idea - gruñó.
- Por favor... ¡Pare! - tropecé, ciega a todo, excepto al dolor.
Él me soltó abruptamente y caí de rodillas, gimiendo, llorando. ¡Dolía tanto! Mi cerebro
chillaba, por mis venas corría hielo, fuego bajo mi piel. ¿Por qué? ¿Por qué el Libro me hacía daño?
¡Es que no había dejado de ser lo suficientemente pura y buena! Había estado mintiendo a todo el
mundo, había matado a una sidhe-seer, aunque había sido por accidente, pero era sangre inocente
sobre mis manos, como la de todos los hombres de O'Bannion, tenía libidinosos pensamientos sobre
hombres con los que ninguna mujer cuerda debería tener pensamientos libidinoso... Había matado a
otras criaturas vivas para comer y robar su...
...¡Fuerza!. Eso era lo que yo necesitaba. Fuerza y poder Unseelie, la oscuridad de los
parientes y amigos del Libro, viviendo dentro de mí.
¿Dónde estaba mi bolso?
Luché contra el dolor. estaba en el coche y yo nunca podría llegar hasta alli, ni siquiera podía
levantarme, era una agonía el simple hecho de levantar la cabeza. ¿Donde estaba Barrons? ¿Qué
estaba haciendo? El aire era de hielo y el pavimento estaba helado debajo de mí, lo sentía pasar
hasta mis rodillas y trepar por mis muslos. Un viento ártico azotaba mi pelo, atravesaba mi ropa,
deshaciéndome, maltratándome.
¿Qué estaba haciendo Barrons? ¡Tenía que ver!
Busqué el lugar sidhe-seer de mi cabeza. La mera existencia del Libro lo inflamaba.
Representaba todo lo que temía de los Fae, todo aquello por lo que existíamos, para defender. Inhalé
rápida y profundamente, aspirando aire helado a mis quemados pulmones.
Intenté abrazar el dolor, convencerme a mí misma, ser una con él. ¿Que había dicho
Barrons? No agarrotarme, relajarme, dejar de luchar contra él, dejarle golpear y después fluir sobre
mí como una ola. Era más fácil decirlo que hacerlo, pero logré retroceder sobre mis rodillas y elevar
mi cabeza.
En el centro de la calle adoquinada, a treinta y cinco pies de distancia, estaba la Bestia.
Eso me miraba.
- Hola, Mac - dijo.
Sabía mi nombre. ¿Cómo sabía mi nombre? Mierda. Mierda. Mierda.
El chillido de mi cabeza se detuvo. El dolor desapareció. La noche se silenció; estaba en el
ojo del huracán.
Barrons estaba a cinco pies de él.

Ojalá pudiera describírtelo; me alegro de no poder, porque si yo pudiera encontrar las


palabras para ello, estarían adheridas a mi cabeza para siempre y no quiero nada pegado en mi
cabeza. Su rostro era bastante terrible, pero una vez que ha dejado de estar frente a tí, tu cerebro se
niega a retener la imagen. La forma en que se mueve, la forma en que te espera. La forma en que se
burla. La forma en que nos conoce...
Nosotros miramos a los demás a los ojos. Es la naturaleza de la raza humana, somos una
especie de reflejo, con hambre de conocer todas las facetas de nuestra existencia. Tal vez por eso,
los vampiros nos parecen tan monstruosos, porque no tiene ningún reflejo. Los padres, si son
buenos, reflejan la maravilla de nuestra existencia y el éxito en que puede convertirse. Los amigos,
bien elegidos, nos muestran imágenes de nosotros mismos y nos alientan a crecer con ellas.
La bestia nos muestra la peor de nosotros mismos y nos hace saber que es verdad.
Barrons se inclinó.
La Bestia se convirtió en un inocente libro de tapa dura.
Barrons dobló una rodilla.
El inocente libro de tapa dura se convirtió en el Sinsar Dubh, con sus bandas metálicas y
candados. Esperaba. Podía sentir que esperaba.
Barrons iba a alcanzarlo.
Por primera vez en mi vida, he rezado. Dios, no, por favor, Dios, no. No dejes que Barrons
lo coja y viva su mal, porque si lo hace, estamos todos perdidos. Moriré, los muros caerán y el
mundo perecerá.
Me di cuenta, entonces, de la razón por la que había sentido tanto conflicto aquella noche en
que vi salir a Barrons del espejo Unseelie: en mi corazón, realmente, no creía que él fuera malo. No
me malinterpretéis, no creo que fuese esencialmente bueno, pero su maldad era una potencial
maldad. El mal auténtico es una causa perdida. No había estado dispuesta a confiarle mi corazón
porque temía cometer los mismos errores que Alina y que cuando muriese, el narrador dijese sobre
mi cuerpo sin vida : Bueno, ahí va la segunda chica Lane, igualita que la primera. Lo más confuso
de todo es, intentar convencer a nuestras cabezas de algo que nuestro corazón sabe que es una
mentira.
Sus dedos estaban a unas pulgadas del Sinsar Dubh.
- ¡Barrons! - grité.
Él se estremeció y se volvió hacia mí. Sus ojos eran negro sobre negro.
- ¡Jericó! - lloré.
Barrons sacudió su cabeza, una vez, un violento tirón de un lado a otro. Se movió como un
hombre con todos sus huesos fracturados, empujándose a sí mismo lentamente sobre sus pies, y
comenzó a alejarse de espaldas.
De repente, el libro se metamorfoseó en la Bestia y se alzó, alzó y alzó sobre nosotros hasta
una altura que eclipsó el cielo.
Barrons se giró entonces y corrió.
El dolor estaba de vuelta, triturando, crucificándome. La noche se volvió de un frío
devorador de vida y el viento volvió, gritando con las voces de los muertos sin venganza.
Sentí que me deshacía.
Remotamente, puse los brazos alrededor del cuello de Barrons, agarrándome a él mientras
corría.

A las cuatro de la mañana, estábamos sentados delante de un fuego en la librería, en la zona


de relax, donde los transeúntes no pueden vernos, aunque no es que esperase ninguno a las cuatro de
la madrugada en el borde de una Zona Oscura.
Estaba acurrucada en un nido de mantas, mirando las llamas. Barrons me trajo una taza de
cacao caliente del microondas, usando dos paquetes de cacao instantáneo del alijo que Fiona
guardaba detras del mostrador. Acepté con gratitud. Cada pocos minutos, sufría un violento
escalofrío. Dudaba que nunca volviese a estar caliente de nuevo.
- Ella está con O'Bannion, ¿sabes? - dije a través de labios que quemaban por lo fríos que
estaban. Incluso Barrons estaba helado y pálido.
- Lo sé - dijo.
- Ella está comiendo Unseelie.
- Sí.
- ¿Le importa?
- Fio es su propia dueña, Srta Lane.
- ¿Qué pasa si tengo que matarla?
Si ella venía a por mí, yo no tendría otra opción sino apuñalarla.
- Ella trató de matarla a usted. Si su plan hubiese funcionado, estaría muerta. La subestimé,
no la creí capaz de asesinar y estaba equivocado. Ella quería que se fuera a toda costa y estaba
dispuesta a acabar con algo que yo pudiese llegar a querer o a necesitar y estuvo a punto de lograrlo.
- ¿Fue usted su amante?
Él me miró.
- Sí.
- Oh. - agité el cacao con mi cuchara. - Ella era un poco... vieja ¿no cree?
Me fulminó con la mirada tan pronto como lo dije. Juzgaba por las apariencias, no la
realidad. Barrons, en realidad, tenía por lo menos dos veces su edad, ¿quién sabía cuánto más?
Sus labios se curvaron ligeramente.
Empecé a llorar.
Barrons estaba horrorizado.
- ¡Pare, inmediatamente, Srta Lane!
- No puedo
Me escondí en mi taza de cacao para que no pudiese ver mi cara
- ¡Pídame algo más difícil!
Me estremecí
- No he sido su amante desde... hace tiempo - ofreció, mirándome con cuidado.
- Oh, ¡acabe con esto! Eso no es por lo que lloré.
- ¿Por qué, entonces?
- No puedo hacerlo, Barrons - dije con voz hueca - Usted lo vio. No puedo... esa...esa... cosa.
¿Estamos bromeando?
Miramos fijamente las llamas durante un tiempo, hasta mucho tiempo después de que mi
cacao se acabase
- ¿Qué sintió usted? - dije finalmente.
Su boca formó una sonrisa amarga.
- Todo este tiempo he estado persiguiéndolo, diciéndome a mi mismo que yo sería la
excepción. Yo sería el único que podría tocarlo, utilizarlo y que no resultaría afectado. Estaba tan
seguro de mí mismo... "Sólo hasta la distancia de la vista, Srta Lane" dije convencido de que podría
tenerlo "en mi bolsillo". Bueno, estaba equivocado - rió como un fuerte ladrido - Yo no puedo
tocarlo, tampoco.
- ¿No puede? ¿Ya no lo quiere?
- Una buen distinción. Ironía, la definición perfecta: es aquello que más deseo poseer, lo que
más quiero, pero una vez que lo consiga, puedo perder todo y ganar nada. No soy bueno en
ejercicios de futilidad.
Bueno, al menos ya no tenía que preocuparme de que Barrons o V'lane consiguiesen el Libro
antes que yo: V'lane no podía tocarlo porque era Seelie, Barrons no lo tacaría porque era lo
suficientemente inteligente como para darse cuenta de que cualquier fin que él quisiera obtener a
priori, se perdería al instante en la Bestia que consumía la naturaleza de todo.
- ¿Vendrá eso detrás de nosotros? - pregunté.
- No sé - dijo - En verdad, lo parece, pero, ¿lo hará?
Me acurruqué aún más en mi mantas.
- ¿Qué vamos a hacer, Barrons?
Él me lanzó una mirada oscura.
- La única cosa que podemos hacer, Srta Lane: mantener alzados esos putos muros.

Capítulo Catorce
Cuando desbloqueé la puerta el jueves por la mañana y abrí para los negocios, una medida
de cuán desesperadamente quería ser una chica normal en un mundo normal, el Inspector Jayne
estaba esperando por mí.
Retrocedí intentando dejarle atrás y cerré la puerta; entonces, con un suspiro agridulce, fui
consciente de lo absurdo de mis acciones y cambié el cartel a CERRADO. Yo no era normal y este
no era un mundo normaly fingiendo no iba a lograr nada. Había llegado el momento de dejar caer
otro de mis propios Bluffs. La librería había sido un reufgio temporal, dándome una comodidad a la
que no tenía derecho. Debía estar ansiosa, debía tener miedo. El miedo es un poderoso motivador.
Tomé la capa húmeda del inspector y le señalé un asiento cerca del fuego.
- ¿Té? Eh, quiero decir, ¿té normal?
Él asintió y se sentó.
Yo le traje una taza de Earl Gray, tomé asiento frente a él, hundiéndome en mi sitio
- ¿Hacemos las paces? - dije, soplando mi taza para que se enfriase.
Me sonrió. Sin duda lo estábamos. Parecía haber pasado un año desde que me había
arrastrado hasta la comisaría. Meses desde que me había acosado con los mismos mapas que yo
tenía en mi alcoba
- Hay inconvenientes - le dije, por lo de comer Unseelie.
Él sabía lo que quería decir: por eso estaba aquí.
- ¿No todo?
- Uno se hace superfuerte, pero los Fae no pueden ser asesinados, Jayne. Usted no puede
participar. Solo puede verlos, simplemente. Debe convencerse: si usted comienza a tratar de
matarlos, ellos sabrán que usted sabe y ellos si que le matarán a usted.
- ¿Cómo te hacen de fuerte? ¿Tan fuerte como uno de ellos?
Lo consideré. No lo sabía y así se lo dije.
- Así que, ¿tal vez?
Me encogí de hombros
- A pesar de eso, usted todavía no puede matarlos. Ellos no mueren. Son inmortales.
- ¿Por qué crees que tenemos cárceles, Srta Lane? No estamos autorizados a matar a los
asesinos en serie, tampoco.
- Oh - susurré - Nunca pensé en encarcelarlos. No estoy segura de que nada les detenga.
Excepto la prisión con muros tejidos con la Canción de la Creación - Ellos pueden tamizar,
¿recuerda?
- ¿Todos ellos?
Había hecho otro buen punto. Yo nunca había visto a un Rhino-boy tamizarse. Suponía que
sólo era posible para los Fae más poderosos; los príncipes y los del tipo del Hombre Gris.
- ¿Es que no vale la pena intentarlo? Tal vez un hombre humilde puede traer algunas
sorpresas. Mientras usted hace su trabajo, otros pueden estar haciendo el suyo. Coorre el rumor en la
calle de que algo malo se avecina, pronto. ¿Qué pasa?
Le conté acerca de Halloween, de los muros y lo que pasaría si se vinieran abajo. Él puso su
taza y platillo sobre la mesa.
- ¿Y usted me dajaría aquí, indefenso?
- Tiene otras desventajas. No estoy segura de todas, pero una de ellas es, que si te herido por
un arma inmortal, usted... - y describí la muerte de Mallucé para él: su carne en descomposición, las
moribundas partes del cuerpo...
- ¿Cuántas de esas armas inmortales hay, Srta Lane?
- Dos.
¿En qué medida había degenerado una conversación sobre partes desaparecidas de los mapas
a conversar casualmente sobre comer monstruos y armas inmortales?
- ¿Quién las tiene?
- Uh, yo y alguien más.
Él sonrió ligeramente.
- Me arriesgaré.
- Es adictivo.
- Solía fumar. Si pude dejar de fumar, podré salir de esto.
- Creo que te cambia, de alguna manera.
Estaba bastante segura de que comer Unseelie era la razón por la que había sido capaz de
acercarme al Sinsar Dubh. Mucha de la información sobre "comer Fae oscuros " no estaba clara,
pero algo había hecho que percibiese el Libro... empañado, diluido.
- Señorita, será como cambiarlo por un temprano ataque al corazón. Deje de poner
inconvenientes. No más consejos, ¿se acuerda?
Por el momento, no quería consejos. No tenía deseo de saber lo que el Libro era, solo un
medio de evitar a los otros.
- Usted no me dio una opción al abrirme los ojos - dijo el inspector - Me debe esto.
Estudié su cara, el conjunto de sus hombros, sus manos. ¿Hasta dónde habría llegado yo?
Lejos de ver en él a un enemigo, un impedimento para mi, vi a un buen hombre sentado en mi
tienda, tomando el té conmigo.
- Siento haberle hecho comer - dije.
- Yo no - dijo rotundamente. - Prefiero morir viendo la cara de mi enemigo que morir ciego.
Suspiré
- Usted tendrá que volver cada pocos días. No sé cuánto tiempo dura.
Me levanté, cogí mi bolso y revolví en él. Aceptó los frascos con demasiada impaciencia
para mi gusto, con una repugnante anticipación en su rostro. Me sentí como un cammello
proveyendo a un drogadicto. Me sentí como una madre que envía a su hijo fuera para hacer frente a
los peligros del primer curso, pero yo tenía que hacer algo más que su paquete de almuerzo y
llevarlo al autobús, tenía que darle consejos.
- Los que parecen rinocerontes son guardianes de los Fae. Son espías, y últimamente, por
alguna extraña razón, han estado haciendo trabajos de utilidad. Creo que hay unas "moscas" que
vuelan sobre los niños, pero no estoy segura; les siguen, detrás de sus hombros. Hay uno delgado,
hermoso, que puede introducirse dentro de ti. Lo llamo Gripper; si usted ve uno viniendo hacia
usted, salga corriendo como si fuese el mismísimo diablo. Las Sombras te devoran en un instante si
tropizas con ellas en una Zona Oscura. Por la noche, debe tener todas las luces encendidas... - Yo
estaba medio colgando de la puerta, hablando sin parar detrás de él - ...empiece a llevar linternas en
todo momento. Si le capturan en la oscuridad, está muerto.
- Lo tendré en cuenta, Srta Lane.
Él se metió en su coche y desapareció en la distancia.

A las once en punto, estaba en Punta Cana, caminando por la playa con V'lane, vistiendo un
bikini de lamé color oro (yo, no V'lane; pegajoso, lo sé, él lo eligió), con un sarong rosa fuerte.
Había Lanzado su nombre al viento y le había convocado poco después de que Jayne me
había abandonado, desesperada por obtener respuestas, y no del todo reticente a recibir una dosis de
sol. He pensando en los muros toda la noche y la mayor parte de la mañana. Ahora que sabía de
ellos, la mejor de nuestras probabilidades era fortificarlos. La apuesta más segura para obtener
información es un Príncipe Fae, uno de la confianza de la Reina y uno que no había bebido del
Caldero desde hacía mucho, mucho tiempo.
En primer lugar, exigió conocer lo más reciente acerca del Sinsar Dubh y le dije, como había
conseguido detener a Barrons, que había estado conmigo, a fin de evitar una potencial cagada. Le
dije que no tenía sentido continuar siguiéndolo, porque no tenía idea de cómo acercarme a él, y ya
que él no podría, no había manera de conseguirlo para la Reina. Una vez dicho, una pregunta se me
ocurrió, tan evidente, que no podía creer que no la hubiera pensado antes.
- Dijiste que la Reina puede tocarlo, así que ¿por qué no viene tras él ella misma?
- Ella no se atreve a salir del Reino, fue atacada recientemente y eso la dejó gravemente
debilitada. Sus enemigos en el mundo mortal son demasiado numerosos. Ha huido de la Corte y
solicitó un antiguo lugar de refugio y protección dentro de nuestro ámbito. También es un lugar de
alta magia. Allí, ella cree que puede volver a crear la Canción. Solo los pocos en los que confía
pueden entrar. Ella debe estar segura, MacKayla. No hay ningún otro que pueda ocupar su lugar.
Todas las princesas se han ido.
- ¿Qué pasó con ellas?
En una línea matriarcal, eso era un desastre.
- Ella las envió en busca del Libro, como a los demás. Ellas no han sido vistas ni se ha oído
nada de ellas desde entonces.
Y ¿ellos creían que yo podría hacer algo? Si unas Princesas Fae no habían tenido ninguna
oportunidad contra los peligros de ahí fuera, ¿qué oportunidad tenía yo?
- Hay algo que no entiendo, V'lane. ¿Los muros de la prisión Unseelie se pusieron cientos de
miles de años atrás, no?
- Sí.
- ¿No fue mucho tiempo antes de que la Reina Aoibheal los erigiera entre nuestros reinos?
Él asintió.
- Bueno, si existían antes de forma independiente, ¿por qué no ahora? ¿Por qué los muros de
la prisión caerán, si el SM logra que los que hay entre nuestros mundos caigan? ¿Por qué todos los
muros caerán?
- Los muros nunca han existido independiente; los que hay entre nuestros mundos son una
extensión de los muros de la prisión. Sin la Canción, la Reina no puede fabricar los obstáculos por
su cuenta. La separación de mundos requiere inmenso poder. Tuvo que recurrir a la magia de los
muros de la prisión y confiarla a una parte de los nuevos muros de separación con los seres
humanos. Un pacto de magia, inevitablemente, da rendimientos más fuertes que resultados de una
única empresa. Era arriesgado, pero aún con las protestas de su consejo, ella consideró que era
necesario.
- ¿Por qué el Consejo protestó?
- Cuando llegué aquí, al principio, los humanos eran como el resto de la vida en este mundo:
salvajes, animales. Pero un día desarrollaron un idioma. Un día el perro no menear la cola y ladró,
sino que usó la palabra. A su juicio, eso te convertía en un ser superior. Ella les concedió derechos y
ordenó que coexistiésemos. Consiguió que no fuesen exterminados y dos tercios de su Consejo se
mostraron a favor de ella nos separara, como parte de sus nuevos derechos.
Era evidente que V'lane no creía que hubiéran merecido ningún derecho en absoluto.
- Lo siento por el naufragio de su supremacía racial - dije fríamente. - Era nuestro mundo en
primer lugar, ¿recuerda?
Nieve en polvo cayó sobre mis hombros.
- Usted dice eso a menudo. Dime, humana, precisamente, ¿que crees que eso significa? ¿Que
por una fuerza del destino que hizo que empezase la vida en este planeta le da derecho a él? En
virtud de nuestro cuidado su mundo floreció, lo hicimos lo verde; para nosotros Gaea floreció. En su
loca carrera lo ha ahumado, taladrado, hormigonado y ahora lo superpueblan. El planeta llora. Su
gente no conoce la moderación. Nosotros sí. Su gente no conoce la paciencia. Nosotros somos la
raza más paciente que nunca encontrará.
Sus palabras me dejaron helada. Los Fae podría esperar miles de años para conseguir volver
a aprisionar a sus hermanos oscuros, pero la raza humana nunca sobreviviría tanto tiempo. Más
razones para mantener los muros de la prisión intactos
- ¿Qué es lo que el SM está haciendo para debilitar los muros?
- No sé.
- ¿Qué podemos hacer para fortalecerlos?
- No lo sé. Hubo acuerdos entre la Reina y el hombre para esconderlos y protegerlos. Ellos
deben honrar esos acuerdos.
- Ellos lo hacen y no funciona.
Él encogió uno de sus dorados hombros.
- ¿Por qué tienes miedo? Si los muros se vienen abajo, yo te mantendré a salvo.
- Yo no soy lo único que me preocupa.
- Voy a proteger a los que cuidas en... Ashford, ¿no? Tu madre y tu padre. ¿Quién más te
importa?
Sentí la punta de un cuchillo acariciando mi espalda con sus palabras. Él sabía de mis
padres, sabía de donde yo era. Odiaba que cualquier Fae, bueno o malo, supiese nada sobre la gente
que quiero. Entendí cómo debió haberse sentido Alina, tratando de mantenernos ocultos de la
oscuridad del nuevo mundo con que había tropezado en Dublín, incluido el novio en quien ella
había confiado. ¿Su corazón habría luchado contra su cabeza respecto a él? ¡Tenía la sensación de
que algo, en el fondo, iba mal, pero fue seducida por sus palabras y encantada por sus acciones?
No, él la había engañado. A pesar de sus afirmaciones, sin duda utilizando su Voz. No había
otra explicación para el resultado de las cosas.
- Quiero más que eso, V'lane - dije. - Quiero que toda la raza humana esté a salvo.
- ¿No cree que su pueblo se beneficiaría de una reducción de número? ¿No lee sus propios
periódicos? Usted acusar a los Fae de la barbarie, sin embargo, los seres humanos no tienen
precedente en su crueldad.
- No estoy aquí para abogar por el mundo. Ese no es mi trabajo. Estoy tratando de salvarlo.
Él estaba enojado. Yo también. No nos entendíamos en absoluto.
Su toque fue suave, pero sus ojos no, cuando me atrajo a sus brazos. Se tomó su tiempo con
mi lengua. Me avergüenza decir que me apoyaba en él, perdido mi ser en el beso del Príncipe Fae;
me dió cuatro veces su nombre.
- Uno para cada una de las casas principescas.
Con una sonrisa burlona, él desapareció.
Las réplicas fueron tan intensas que me tomó varios minutos darme cuenta de que algo
andaba mal.
- Uh, V'lane - llamé la atmósfera. - Creo que se te olvidó algo. A mí. ¿Hola? Todavía estoy
en Punta Cana.
Me preguntaba si esta era su manera de obligarme a utilizar su nombre de nuevo, por lo que
podría sustituirlo de nuevo. Mis disculpas, sidhe-seer, diría. Tengo muchas otras preocupaciones en
mi mente. Mi culo. Si su mente era tan vasta como él constantemente reclamaba, no tenía derecho a
que su memoria fallase.
Mi Lanza estaba de nuevo conmigo y la gente me estaba mirando. Supongo que no era
habitual ver a una mujer en bikini de lamé, cun una Lanza al hombro, hablando con el cielo. Me
tomó una buena mirada alrededor y el mirarme a mi misma, el darme cuenta de que, probablemente,
fuese mi atuendo, no mi Lanza, lo que estaba más fuera de lugar. Yo había estado tan absorta en mi
conversación con V'lane que no había notado que estaba casi desnuda en una playa.
Dos hombres caminaron hací mí y me ruboricé. No podía ayudarles. Eran de la edad de mi
padre. Tenían penes.
- Vamos, V'lane - siseé - ¡Sácame de aquí!
Él me dejó cocerme unos minutos más antes de devolverme a la librería, con el bikini de
lamé, por supuesto.

Mi vida cambió después, entré en otra rutina.


Ya no tenía ningún deseo de dirigir la librería, o sentarme delante de un ordenador, o
enterrarme en un montón de libros de investigación. Me sentía como un enfermo terminal. Mi
intento de atrapar al Sinsar Dubh no sólo había fracasado, sino que me había obligado a admitir que
estaba, irremediablemente, más allá de mi alcance en el momento actual.
No había nada que pudiese hacer, sino esperar, y esperar que otros pudieran hacer su parte, y
comprarme más tiempo para averiguar cómo hacer el mío, si eso era aún posible. ¿Qué sabía Alina
que yo no sabía? ¿Dónde estaba su diario? ¿Cómo había previsto poner sus manos sobre el Libro
Oscuro?
Siete días. Seis. Cinco. Cuatro.
No podía sacudirme la sensación de que había algo ahí fuera, mirándome directamente a la
cara, que me faltaba. Podía haberme ido bastante bien si el pensamiento hubiese estado en mi
pequeña caja de contención, pero sospechaba que estaba en una caja aún mayor, que yo necesitaba
ahora, pero para poder pensar necesitaba ver esa caja.
Con ese fin, pasé mis días, armada hasta la empuñadura, con el cuello vuelto contra el frío,
caminando por las calles de Dublín, empujando fuera de mi camino a los turistas que seguían
visitando la ciudad a pesar de la oscuridad, el frío y la alta tasa de delincuencia. Deslizándome entre
horrorosos Unseelie, pidiendo bebidas calientes en los pubs, donde descaradamente espiaba las
conversaciones, humanas y Fae por igual. Me detuve en una esquina, en un puesto de "fish and
chips" y charlé hasta con la parrilla de cocinar. Me paré en la acera, y hablé con uno de los pocos
vendedores de periódicos humanos (casualmente el mismo señor de edad avanzada que me habían
dado la dirección de la comisaría cuando yo llegué aquí) y que ahora confiesa en su hermoso
lenguaje que la noticias escándalosas tenían razón, volvían los Viejos Tiempos; recorrí los museos,
visité la sorprendente biblioteca del Trinity, e incluso, la muestra de cervezas de la fábrica de
cerveza Guinness.
De pie en el andén, mirando hacia un mar de tejados, tuve una sorprendente revelación: me
encantaba esta ciudad. Incluso sumergida entre los monstruos como estaba, con el aluvión de
delitos, viciada por la violencia del Sinsar Dubh, me encantaba Dublín. ¿Alina se había sentido de
esta manera? ¿Aterrada por lo que podría venir, pero más viva que nunca de lo que nunca había
estado?
Y más sola.
Las sidhe-seer no devolvían mis llamadas, ni siquiera Dani. Habían elegido: Rowena había
ganado. Sabía que tenían miedo, sabía que ella y la Abadía eran lo único que la mayoría de ellas
había conocido jamás, y que ella, hábilmente, manipulaba sus temores. Quería asaltar el PHI y
luchar, llamar a la anciana, argumentar mi caso ante las sidhe-seer. Pero ya no: hay algunas cosas
que no deberían tener que solicitarse. Yo les mostré mi buena fe y esperaba algo a cambio.
Caminé por las calles, vi y tomé nota en mi diario acerca de las diversas cosas que observé.
Incluso Barrons me había abandonado, buscando algunos antiguos rituales que, a su juicio, podrían
ayudar en Samhain.
Christian llamó y me invitó a la tierra de los MacKeltar, en algún lugar de las montañas de
Escocia, pero yo no podía salir de la ciudad: me sentí como su vanguardia, o quizás tan sólo el
capitán que se hunde con su barco. Sus tíos, Christian dijo tristemente, tolerarían a Barrons, pero
poco más. Sin embargo, habían acordado trabajar juntos, un tiempo. Su tono dejó claro que, una vez
que el ritual hubiese terminado, podría haber un todos contra todos de guerra Druida. Yo no le
presté atención: podrían luchar contra todos los que quisiesen una vez que los muros estuviesen
fortificados.
Tres días antes de Halloween, encontré un billete de avión a Ashford, fuera de la puerta de
mi dormitorio. Solo de ida. El vuelo era más tarde. Me paré, observándolo un largo rato, luego, con
los ojos cerrados, aponyado la espalda contra la pared, imaginé a mi madre y a mi padre... y mi
habitación en casa.
Octubre, en el sur de Georgia, tiene el otoño más fino: los árboles vestidos de rubí, ámbar y
calabaza; huele el aire con el aroma de las hojas y la tierra y con los aromas de la cocina casera; las
noches son tan claras como usted solo puede encontrar en las zonas rurales de América, lejos el
cielo de las luces de la vida de la ciudad.
La noche de Halloween, el Brooks de acogida a su fiesta anual de fantasmas y la Caza del
Tesoro. El Brickyard celebrará un concurso de disfraces, invitando a la ciudad a venir, si lo desea.
Siempre era una explosión. La gente optaba por las más extrañas cosas. Si yo no estaba trabajando y
hacía calor, Alina y yo jugábamos un partido en la piscina. Mamá y papá siempre se marchaban a un
hotel, a una tranquila cama y desayuno. No era ningún secreto el hecho de que no esperaban que les
acomáñásemos en su noche romántica.
Reviví mi viaje a casa, mientras observaba el billete...
...Luego llamé y traté de que le rembolsasen el dinero a Barrons. Lo mejor que pude hacer
fue reasignar los fondos, pagar una tasa y reservarlo para un futuro a mi nombre.
- ¿Usted creía que me iría? -le pregunté más tarde esa noche.
Barrons aún no había regresado. le había llamado al número de la agenda de mi móvil.
- No la culparía si lo hiciese. ¿Se habría ido si yo se lo hubiese hecho de ida y vuelta?
- No, temo que algo pudiera seguirme. Descarté la idea de ir a casa hace mucho tiempo,
Barrons. Un día iré, cuando sea seguro.
- ¿Qué pasa si nunca lo es?
- Tengo que creer que un día lo será.
Hubo un largo silencio. La librería estaba tan tranquila que podía oír un alfiler caer. Yo
estaba sola.
- ¿Cuándo regresa a casa? - le pregunté.
- ¿Casa, Srta Lane?
- Tengo que llamarla algo.
Habíamos hecho este intercambio una vez antes, de pie en un cementerio. Yo le dije que
"casa" era donde estaba el corazón y que el mío, en aquel momento, estaba a seis pies bajo tierra...
pero ya no era cierto. Mi corazón estaba dentro de mí ahora, con todas sus esperanzas, temores y
dolores.
- Casi está listo, estaré allí mañana.
La línea quedó muerta.

Tres de la mañana.
Me levanté de la cama.
Mi corazón martilleaba y mis nervios gritaban.
Mi teléfono móvil estaba sonando.
- ¿Qué coño haces? - soltó Dani cuando contesté - ¡Tienes el sueño de un jodido muerto! ¡Te
he estado llamando cada cinco jodidos minutos!
- ¿Estás bien? - exigí, temblando.
Sentí frío de nuevo. El resto en sombra de un sueño se deslizó fuera, pero seguía siendo muy
débil.
- Mira por la ventana, Mac.
Me empujé fuera de la cama, agarré mi Lanza y me apresuré a la ventana.
Mi dormitorio, se encuentra en la parte trasera del edificio, por lo que puede ver la parte de
atrás del callejón desde mi ventana y quemarme las pestañas mirando las Sombras.
Dani estaba de pie allí abajo, en el estrecho camino de luz entre la librería y el garage de
Barrons, sosteniendo el teléfono entre su flaco hombro y su oreja, sonriéndome. Veía a las Sombras
deslizándose de su percha.
Ella llevaba un largo abrigo de cuero negro que parecía directamente sacado de una película
de vampiros y demasiado grande para sus hombros. Cuando notó que la veía, dejó resbalar algo
largo, de alabastro y brillantemente hermoso de debajo del abrigo.
Gemí: sólo podía ser la Espada de la Luz.
- Vamos a patear algunos traseros Fae - Dani se rió, la mirada en sus ojos nada decía que
tuviese solo trece años de edad.
- ¿Dónde está Rowena?
Dejé mis pantalones PJ f y me embutí en unos vaqueros, con los dientes castañeteando. Odio
ese lugar frío de mis sueños.
- Ro está lejos, se fue en un avión esta tarde y no se pudo llevar la Espada con ella. Acaba.
¿Quieres hablar o deseas venir y matar algunos Unseelie, Mac?
¿Era broma? Este era el sueño húmedo de toda sidhe-seer. En lugar de la sesión habitual de
pasear, pensar, hablar e investigar, ¡podría salir allí y hacer algo! Colgué mi teléfono, me puse dos
capas de camisetas debajo de un suéter y una chaqueta, botas acolchadas y agarré mi MacHalo de
camino, lo até, deseando haber tenido uno para ella también. No importaba, si terminábamos en la
oscuridad en algún lugar, sería mi sidhe-seer de cola.
La cuenta ascendió a ochenta y siete Unseelie esa noche.
Entonces perdimos la cuenta.
Capítulo Quince

Pasé la mayor parte del día antes de Halloween de limpieza, después de "mi fiesta" nocturna.
A diferencia de las secuelas de la diversión de mi casa en Georgia, los remanentes de un tiempo
alegre en Dublín no eran tazas de plástico pegajosas, no cortezas de pizza medio comidas o
extremos de cigarrillo metidos en botellas de cerveza, sino monstruos muertos y partes de sus
cuerpos.
Problema: cuando usted mata a un Fae, ellos dejan de proyectar el glamour y para hacer
reventar la creencia necia de la cultura pop, los cadáveres no se desintegran. Ellos permanecen aquí,
en nuestro mundo, absolutamente visibles para todos. En el placer de la matanza, olvidé los
cadáveres. Lo mismo que Dani. No es como si ellos de repente se hiciesen visibles cuando mueren:
siempre son visibles para mí.
Vi las noticias de la mañana, habían descubierto el "atrezzo de una película desparramado
de manera espantosa alrededor de Dublín, monstruos de goma parecidos a los de juguete; la
película era una producción de terror, había sido una travesura, y la gente no debía alrmarse,aún
así se había llamado a la policía que había designado mano de obra para limpiar ...er, recogerlos"
Mi teléfono sonó antes de que el noticiario hubiese terminado. Era Rowena.
- ¡Límpielo, jodida imbécil!
Yo estaba comiendo mi desayuno.
- La policía ya se está haciendo cargo de ello - murmuré entre bocados, para irritarla.
Había estado pensando lo mismo: necesitaba poner orden, y, rápidamente. Me avergoncé de
mímisma por no haberme dado cuenta de lo que estaba haciendo.
- ¿Ha dejado algún rastro en los cuerpos para que puedan atribuírselos a usted?
Cabeceé. Probablemente.
- Yo no sabía que a usted le importase, Ro - dije fríamente.
- ¿Fue Dani con usted anoche? - exigió.
- No
- ¿Usted hizo todo eso por si misma?
- Uh-huh.
- ¿Cuántos?
- Perdí la cuenta. Más de un centenar.
- ¿Por qué?
- Estoy harta de no hacer nada.
Ella estuvo callada unos momentos y luego
- Quiero que esté en la Abadía para el ritual de mañana.
Casi me ahogué con la miga de un panecillo crujiente. Eso era lo último que esperaba que
me dijese. Me había preparando para una larga diatriba sobre mis muchos defectos y había
contemplado colgar antes de que ella tuviese oportunidad de empezar. Ahora me alegraba de que no
haberlo hecho.
- ¿Por qué?
Hubo otro largo silencio.
- Hay fuerza en el número - dijo finalmente. - Usted es una poderosa sidhe-seer.
La cuestión de si le gustaba o no, flotaba en el aire. Al igual que los MacKeltars, quería todo
el poder que pudiera encontrar. Borré ese pensamiento de todos modos. Me sentía preparada para
luchar con ellas. Si debía tomar una posición, quería estar allí. Yo no me sentía atraída a unirme a
los MacKeltar de la misma manera, supongo que era la llamada de la sangre. Ahora tenía una
invitación.
- ¿A qué hora?
- La ceremonia comienza, precisamente, una hora después de la puesta del sol.
Yo no necesitaba consultar el calendario colgado en mi habitación, arriba, para saber que el
sol saldría mañana a las 7:23 A.M. y se ocultaría a las 4:54 P.M. La naturaleza me gobierna de
manera que nunca antes usó. No puedo esperar a que los largos y brillantes días de verano vuelvan
una vez más y no sólo por mi amor por el sol: estos cortos y tristes días de otoño e invierno me
asustan.
22 de diciembre, el solsticio de invierno, será el día más corto del año: siete horas,
veintiocho minutos y cuarenta y nueve segundos de la luz diurna. El sol se elevará de 8:39 a 4:08,
dejando a las Sombras quince horas, treinta y dos minutos y once segundos para salir y jugar. Más
de dos veces el tiempo de los humanos
- ¿Cuándo vamos a saber con seguridad que funcionó?
- Poco después de abrir el Orbe - dijo, pero sonaba la go raro en eso. Una inquietante duda se
oía en la voz de Rowena.
- Voy a pensármelo - era una mentira. Me gustaría estar allí, definitivamente. - ¿Qué hay allí
para mí?
- Que me pidas tal cosa sólo refuerza mi opinión de ti.
Ella colgó.
Terminé mi café y panecillo, y luego me dirigí a barrer las migas de pan y los monstruos de
mi puerta.

Los cadáveres Unseelie llenaban los contenedores de basura, escondidos entre los edificios
abandonados e incluso logré meter otros dos en uno de una obra, cuando los trabajadores tomaron
una pausa para el café.
Arratré otros a los más cercanos a la librería, en la cercana Zona Oscura. Incluso a plena luz
del día, fue difícil para mí ir allí. Podía sentir Sombras en todas las direcciones, la palpitante
oscuridad de sus voraz y terrible hambre. ¿Dónde iban? ¿Estaban atrapadas en pequeños huecos
oscuros entre los ladrillos, mirándome?¿deslizándose en algún subterráneo? ¿Amontonándose en
los rincones oscuros dentro de los edificios decrépitos? ¿Cómo podrían los pequeños agujeros
contenerlas? ¿Podría ser un escondite una lata vacía de soda, situada de pie, en ángulo recto para
evitar la luz? Yo nunca había pateado una lata vacía de niña y no iba a empezar ahora.
Las calles estaban extrañamente vacías. Me gustaría saber que un número récord de personas
se habían puesto enfermas en vísperas de Halloween, de padres que habían tomado vacaciones,
madres que mantenían a sus hijos a casa, sin ir a la escuela, por ninguna razón. Creo que no era
necesario ser una sidhe-seer para sentir el tenso y expectante silencio en el aire, para escuchar en la
lejana oscuridad los tambores de pezuñas sobre un atribulado viento, desplazándose más cerca, más
cerca.
Más cerca.
Corté más carne en pequeños cuadritos y metí en tarritos un nuevo alijo de Unseelie
mientras estaba fuera. Esperaba que Jayne aguantase unos días, pero decidí que quizá los efectos se
prolongarían durante más tiempo en los seres humanos ordinarios.
En mi camino de regreso a la librería, me detuve en el supermercado para comprar algunas
cosas y, a continuación, paré en una panadería y recogí el pedido que había hecho el día de ayer.
Luego me dí una ducha de agua caliente, desnuda, pero con la vaina adaptada para el muslo puesta,
lavándome el pelo, deshaciéndome con pulcritud de los restos de Unseelie muertos.
En la medianoche, Barrons no había aparecido y estaba nerviosa. Me había dicho a mi
misma que podría tardar. Me había preparado para ello. A la una, estaba preocupada. A las dos,
estaba segura de que no iba a aparecer. A las tres y cuarto, le llamé. Lo cogió al primer toque.
- ¿Dónde diablos está? - grité
Al mismo tiempo el gritó
- ¿Estás bien?
- He estado esperando horas - dije.
- ¿Por qué?
- Usted dijo que vendría.
- Voy retrasado.
- ¿Tal vez podría haber llamado? - dije sarcásticamente. - Ya sabe, coger el teléfono y decir
"Hey, Mac, voy a llegar tarde".
Hubo un momento de silencio al otro extremo de la línea, luego Barrons dijo suavemente
- Usted me ha confundido con otro. No me espere, Srta Lane. No construya su mundo
alrededor mío. Yo no soy ese hombre.
Sus palabras me picaron, probablemente porque me gustaría hacer exactamente eso: mis
noches estructuradas en torno a él, incluso, imaginándome como serían.
- ¡Al diablo, Barrons!
- Yo no soy ese hombre, de todos modos.
- ¡Oh! ¡Ni en sueños! Permítame poner esto en palabras que usted mismo me enseñó: me
molesta que malgaste mi tiempo. Llaves, Barrons. Eso es lo que he estado esperando. Las del Viper.
Lo había perdido, como perdí mi largo cabello rubio. Nos habíamos vinculado, el Viper y
yo, y dudaba que nunca volviese a verlo. Se había dañado mucho con nuestro viaje a alta velocidad
contra la acera y, si conocía a Barrons, como pensaba que lo hacía, sabía que lo vendería antes que
conducirlo de nuevo, no importa que fuese perfectamente reparado. Era una especie de filtro:
cuando te vas a gastar tanto dinero, quieres la perfección.
- Necesito un coche
- ¿Por qué?
- He decidido ir a la abadía para el ritual - dije.
- No estoy seguro de que sea inteligente.
- No es su decisión.
- Tal vez debería serlo - dijo.
- No puedo hacer nada para ayudar a los MacKeltar, Barrons.
- Yo no dije que debiese hacerlo. Tal vez debería permanecer en la tienda mañana por la
noche. Es el lugar más seguro para usted.
- ¿Quiere que me esconda?
Mi voz se levantó con incredulidad sobre la última palabra. Meses atrás, podría haberme
escondido felizmente, viendo la tele nocturna mientras pintaba las uñas de mis manos y mis pies
con un esmalte rosa divino. ¿Ahora? Ni por asomo.
- A veces la prudencia es lo más sabio - dijo.
- Entérese, Barrons: si usted se viene a ser prudente conmigo, me quedaré aquí siendo
prudente también. No porque quiera su compañía - dije antes de que pudiera hacer un comentario
conciso - pero los que es bueno para un ganso es bueno para otros gansos. No voy a ser un ganso
desvalido.
- Usted un ganso, Srta Lane. Yo soy el ganso.
¡Como si pudiera haber error en su género!
- Ese fue un doble sentido - le informé - ya sabe. Ganso tiene múltiples significados (NdeT:
Gander, significa también perteneciente al sexo masculino, juego de palabras). ¿De qué sirve ser inteligente
cuando la persona con la que se está siendo inteligente está demasiado espesa para entenderlo?
- No estoy espeso - dijo tenso, y sentí esa sensación de una de nuestras peleas infantiles se
acercaba por el horizonte - Como este doble sentido no lo entendió, búsquele otro doble sentido.
- Sé lo que la expresión con doble sentido quiere decir. Y usted puede ir soplando solito sus
velas del pastel de cumpleaños. ¡Aún no sé por qué me molesté!
El silencio era tan prolongado que decidí que había colgado.
Me colgó, deseé haberlo hecho yo primero.
Veinte minutos más tarde, Barrons entró por la puerta de la parte de atrás de la librería. El
hielo se había cristalizado en su cabello y estaba pálido por el frío extremo.
Yo estaba sentada en el sofá en la zona posterior, dormitando
- Bien. Usted finalmente ha dejado de fingir que no usa el Espejo. Ya era hora.
- Yo sólo uso el Espejo cuando debo, Srta Lane. Incluso para mí, es... desagradable.
La curiosidad pudo con la irritación.
- ¿Que constituye ese "deber"? ¿Dónde va?
Miró en torno suyo
- ¿Dónde está el pastel?
- Lo tiré.
Me lanzó una mirada.
Suspiré, me levanté y lo saqué de la nevera. Se trata de un pastel de siete capas: chocolate,
alternando con frambuesa, chocolate relleno de crema, helado de color rosa... con un Feliz
Cumpleaños JZB en el centro, filigranas y delicadamente adornado con flores. Era hermoso. Era la
única cosa que había hecho mi boca agua en semanas, además de la carne Unseelie. Había
preparado la mesa del café, poniendo platos y cubiertos procedentes del gabinete.
- Estoy confundido, Srta Lane. ¿Es este pastel es para mí o para usted?
Sí, bueno, era eso. Había pensando en comerme un montón yo solita, así que no escatimé
gastos. Podría haber descargado cuarenta y siete canciones del iTunes en su lugar.
- Adoro el chocolate - dije irritada
No estaba reaccionando de la forma que yo había previsto. Él no parecía afectado, o, al
menos, un poco divertido. De hecho, miraba el pastel con una mezcla de horror y... sombría
fascinación, de la misma manera que yo miraba a los montruos que estaba a punto de matar.
Tamborileé con mis dedos. En el momento en que lo había encargado, me había parecido
una buena idea. Yo pensé que era una forma de introducir algo de diversión en nuestra... relación, al
mismo tiempo, que decía "sé que eres muy viejo y probablemente no del todo humano, pero aunque
lo seas, todavía tienes una fecha de nacimiento, al igual que el resto del mundo".
- Creo que las velas son habituales - dijo finalmente.
Metí la mano en mi bolsillo y saqué velas en forma de números, las había unido formando
una cifra, y la clavé en lo alto de la tarta. Él me miró como si me hubiese salido una segunda cabeza.
- ¿Pi, Sra Lane? Creí que había suspendido las matemáticas de secundaria.
- Saqué un induficiente. Siempre me superaron los pequeños conceptos, pero me quedé con
algunos de los grandes.
- ¿Por qué Pi?
- Es irracional e incontable - ¿yo era Muchacha Graciosa, no?
- También es una constante - dijo seco.
- No tenían seises. Parece que en esta época del año la demanda del seis-seis-seis es grande -
dije, encendiendo las velas. - Obviamente, ellos no han visto la verdadera Bestia o no querrían jugar
con lo oculto.
- ¿Ha habido más avistamientos?
Aún fruncía el ceño mirando el pastel, como si él esperase que brotaran decenas de piernas
que corrían hacia él, con labios finos y dientes afilados.
- Ha ido cambiando de manos cada día.
Había una pila de papeles por el sofá. Los crímenes de los periódicos eran el
acompañamiento de mis desayunos.
Él levantó su mirada del pastel a mi cara.
- Es sólo un pastel. Se lo prometo. No hay sorpresas. No hay trozos de Unseelie allí - bromeé
- Voy a comerme, incluso, el primer trozo.
- Está lejos de ser "sólo" un pastel, Srta Lane. Que lo comprase implica...
- ...que yo estaba teniendo ansia de comer dulce y le he utilizado como excusa para
complacerme. Sople las velas, ¿quiere? Y disfrute, Barrons.
¿Cómo no me había percatado de lo delicada que era la capa de hielo sobre la que me
encontraba? ¿Qué en el mundo me habría hecho pensar que podía darle un pastel de cumpleaños y
que él no pensase que había nada extraño detrás de ello?
- Estoy haciendo esto por usted - dijo herméticamente.
- De acuerdo - dije. Me alegro realmente de no haber puesto globos. - Yo sólo pensé que
sería divertido.
Me paré, sujetando el pastel ante él con ambas manos, así podría soplar las velas antes de
que gotease la cera sobre la capa superior.
- Podría poner un poco de diversión.
Sentí la violencia en la habitación, una fracción de segundo antes de que estallara. En
retrospectiva, creo que pensó que le tenía enjaulado y estaba casi tan sorprendido como yo. Pastel y
velas explotaron de mis manos, disparándose hacia arriba, en el aire, golpeando el techo y
pegándose allí, goteando el chocolate. Lo miré fijamente: mi hermoso pastel.
Entonces yo estaba atrapada entre la pared y su cuerpo, sin la conciencia de haber llegado
allí. Él es terriblemente rápido cuando quiere serlo. Podría apostar con dani en una carrera. Él había
puesto mis manos encima de mi cabeza, agarrando mis muñecas con una de sus manos. La otra
estaba alrededor de mi garganta. Su cabeza bajó y fue difícil respirar. Por un momento, él descansó
su cara en mi cuello.
Entonces, echándose hacia, me miró fijamente y, cuando habló, su voz fue baja, furiosa.
- Nunca haga esto nunca más, Srta Lane. No me insulte con sus rituales tontos, idiotas y
tópicos. Nunca intente humanizarme. No crea que somos lo mismo, usted y yo. No lo somos.
- ¿Tenía usted que arruinarlo? - lloré. - Lo había estado esperando todo el día.
Él me sacudió, duramente
- Usted no tiene que esperar pasteles de color rosa. Eso no es ya su mundo. Su mundo es
cazar el Libro y permanecer viva. Son mutuamente excluyentes, jodida tonta.
- ¡No, no lo son! ¡Solo si puedo comer pasteles de color rosa podré seguir a la caza del
Libro! Tiene razón, no somos iguales. No puedo caminar por la Zona Oscura en la noche, ni asusto
a todos los demás monstruos a distancia. Necesito el arco iris. Usted no. Ahora consigo esto. Lo
anotaré: "ningún cumpleaños para Barrons". Lo pondré al lado de "No esperes nada de él y no
esperes que te salve al menos que consiga algo para sí". Es un idiota. Eso es una constante para
usted. No voy a olvidarlo.
Su mano se relajó en mi garganta.
- Bien.
- Bien - dije, aunque en realidad no sé por qué.
Creo que sólo quería decir la última palabra.
Estábamos parados, el uno frente al otro.
Estaba tan cerca, su cuerpo eléctrico, su expresión salvaje.
Me humedecí los labios. Su mirada quedó fija en ellos. Creo que dejé de respirar.
Se alejó tan bruscamente que su largo abrigo oscuro ondeó en el aire y me dio la espalda.
- ¿Es eso una invitación, Srta Lane?
- ¿Si es qué? - le pregunté asombrada - ¿Qué es lo que cree que estoy haciendo?
- Yo no hago hipótesis, niña.
Miré su espalda. Él no se movía. Pensé en cosas que decirle, pero no dije ninguna de ellas.
Él desapareció a través de la puerta.
- ¡Oiga! - grité tras él - ¡Necesito un coche que conducir!
No hubo respuesta. Una gran porción de pastel bajó del techo y se estrelló contra el suelo.
Estaba bastante intacto, sólo un poco aplastado. Suspiré, tenía un tenedor y me serví un poco en un
plato.
Era mediodía del día siguiente, cuando salí de la cama, limpié la alarma anti-monstruos de
delante de la puerta de mi habitación y abrí.
Esperandome fuera, había un termo de café, una bolsa de rosquillas, un juego de llaves de
coche y una nota. Abrí el termo, olisqueé el café y leí la nota.

Srta Lane,
Yo preferiría que se uniese a mí en Escocia esta tarde, pero si usted insiste en ayudar a la
vieja bruja, aquí están las llaves, como usted me pidió. Lo traje para usted. Es el de color rojo,
estacionado frente a la puerta. Llámeme si cambia de opinión. Me puede encontrar hasta las 4:00
como máximo.
CJ

Me tomó un momento averiguar el significado de las iniciales: Constant Jackass (NdeT: Burro
constante).Sonreí.
- Disculpa aceptada, Barrons, si es el Ferrari.
Lo era.

Capítulo Dieciséis
"Liminal" es una palabra fascinante.
El tiempo puede ser liminal: el crepúsculo es la transición del día a la noche, la medianoche
es la ruptura entre un día y el siguiente; equinoccios, solsticios y el día de Año Nuevo son todos
umbrales.
Liminal también puede ser un estado de conciencia: por ejemplo, entre esos momentos de
vigilia y sueño, también conocido como umbral de la conciencia o hipnagogia, un estado en el que
una persona cree estar plenamente alerta, pero en realidad esta en el "sueño profundo". Este es el
momento en que un montón de gente sufre una tonta convulsión o una sensación física de caerse del
techo.
Los lugares puede ser liminales: los aeropuertos con personas en un constante ir y venir, pero
nunca se quedan.
Las personas, también puede ser un liminal: los adolescentes, al igual que Dani, se
encuentran temporalmente atrapado entre la niñez y la edad adulta. Los personajes de ficción son a
menudo seres liminales, arquetipos que abarcan dos mundos, por la señal o la vigilancia de los
umbrales, o están físicamente dividido por dos estados de existencia.
"Entre" es una característica definitoria de liminal. Limbo es otra cosa. Liminal no es ni aquí
ni allí, pero existe entre un momento y el próximo, en ese punto de pausa cuando lo que está
pasando todavía no se ha hecho pero ya se está convirtiendo. Liminal es un momento mágico, un
momento peligroso, lleno de posibilidades... y de peligros.
Halloween parecía arrastrarse por siempre. Irónico, teniendo en cuenta que había dormido
hasta el mediodía. Tenía cuatro horas para matar hasta las 4:00, cuando quería salir de la ciudad
hacia la Abadía y, sin embargo, se extendían interminablemente.
Dani me llamó tan pronto como me levanté. Estaba emocionada porque yo iba y me dijo que
el ritual estaba programado para comenzar en seis y cuarto.
- Entonces, ¿qué es? ¿Una gran cantidad de canto y rarezas? - le pregunté.
Ella se rió y dijo que más o menos era así. Las invocaciones tenían que ser recitadas y los
diezmos pagados antes de que el Orbe pudiera ser abierto y su esencia Fae liberada para fortalecer
los muros. Le pregunté qué tipo de diezmos y ella fue reservada. Me preguntaba si Rowena preveía
utilizar mi sangre o algo así. Todo podía ser.
Llamé a Christian y me dijo todo iba bien. Sus tíos había iniciado los ritos Druidas al
amanecer, Barrons, no se uniría a ellos hasta más avanzado el día.
Llamé a papá y hablamos durante mucho tiempo acerca de coches, de mi trabajo habitual y
de esas cosas de las que hablábamos últimamente. Odio que Barrons le llevase a un estado de
estupor y libre de preocupaciones, y, también le estoy agradecida por ello. Si papá hubiera estado la
mitad de perspicaz a día de hoy, yo podría haber irrumpido en lágrimas y haberle contado todos mis
problemas. Este era el hombre que había besado cada golpe o moretón que había tenido, incluso el
imaginario de cuando yo era pequeña y sólo quería ser una princesa Jazmín, acuclillada y
acurrucada en su regazo.
Después de un rato, le pedí que se pusiese mamá. Hubo una larga pausa y temí que no
viniese al teléfono, luego ella lo hizo, y ¡no puedo describir la alegría que sentí al escuchar su voz
por primera vez en meses!
Aunque ella eligió sus palabras con inusual precaución, fue coherente, clara y, obviamente,
no estaba drogada. Papá dice que aún se cansaba, así que de una forma muy sencilla, manteniendo
una conversación corta y dulce, y, diciéndole nada más que noticia felices, le conté que mi trabajo
era fabuloso, que tenía un gran jefe, que estaba decidida a montar mi propia librería, cuando
volviese a casa, que estaba haciendo planes concretos para terminar la universidad y obtener un
título en empresas, y no, no he podido hacerlo gracias, pero sí, intentaría seriamente llegar a casa
para Navidad.
Las mentiras son necesarias. Ahora lo entiendo. Casi podía sentir a Alina, de pie detrás de
mí, meneando la cabeza, como parodiando el espíritu de mi madre. Cada vez que el teléfono había
sonado para mí en Ashford, Georgia, mi hermana me había hecho reír y sentirme querida y segura,
mientras ella habría estado de pie en Dublín, pensando en si mañana estaría viva.
Después de colgar, me abalancé sobre los donuts y cogí mi Ipod, dándole a la tecla de
reproducción aleatoria; en primer lugar surgió “Knocking on Heaven’s Door” (NdeT: Llamando a las
puertas del cielo), seguida por la de “Don’t Fear the Reaper” (NdeT: No temer al Reaper). Lo apagué.
No sé lo que hice hasta las 3:00, creo que pasé mucho tiempo sentada y mirando el fuego.
Lo liminal apesta. No se puede agarrar con las manos y darle forma; no se puede hacer
llegar la medianoche más rápido, crecer antes o evitar los intermediarios en el proceso. Sólo te
puedes colgar en él y dejar que pase el tiempo.
Me duché, me maquillé y peiné mi cabello en una corta cola de caballo. Pantalones vaqueros
negros, una camiseta, un jersey, botas y una chaqueta. Agarré mi mochila y metí dentro mi
MacHalo: iba a estar fuera hasta muy tarde. Coloqué mi Lanza en mi funda bajo el brazo, escondí
dos cuchillos cortos de Barrons en mi cintura y metí dos tarritos de cubitos de Rhino-boy en los
bolsillos de mi chaqueta. Me até mis bandas de velcro con luces alrededor de tobillos y muñecas e
incluso deslicé una botellita de agua bendita en el bolsillo delantero de mis vaqueros. En esta
ciudad, nunca se sabe lo que puede venir. Como se suele decir en mi tierra: estaba preparada para
los osos, de todos los tipos.
Fui abajo, miré por la ventana, volví a mirar y me pregunté si no me había dado cuenta del
paso del tiempo; cuando subí, estaba claro y la luz era la de un día invernal de principios de
noviembre. Ahora, a las tres y cuarenta y cinco, estaba casi oscuro en el exterior. Una tormenta se
había desencadenado mientras secaba mi pelo, no llovía pero el viento comenzaba a soplar y parecía
que podríamos tener un Ripper real en cualquier momento.
Recogí las llaves del coche y miré en torno a la librería para asegurarme de que no olvidaba
nada. Cuando mi mirada barrió los cuatro pisos de la habitación, me encogí de repente, con el
premonición de que nunca más vería Barrons Libros y Adornos de nuevo. Igual que había crecido
mi amor por la ciudad, lo había hecho el que sentía por la tienda. Los pisos de madera dura, los
candelabros, las lámparas de ámbar, los libros colocados en sus lugares apropiados, la zona de
revistas bien surtida, la estufa apagada, los sofás y las sillas colocadas invitadoramente para la
charla, el mural superior que se perdía en las sombras (un día iba a subir allí para ver lo que era). La
tienda estaba ordenada y tranquila, rellena con mundos de ficción por descubrir, la caja lista y
esperando al próximo cliente.
Me dirigí a la puerta de atrás
Me estaría esperando cuando volviese mañana, cuando los muros fueran fuertes de nuevo y
tuviese todo un año para resolver mis cosas. Me gustaría empezar a cumplir un horario habitual y
ponerme a trabajar en mis planes para crear un sitio Web y un catálogo de las ediciones raras que
teníamos arriba. No más “haraganeo”
Pero, ahora, un semental italiano me estaba esperando, pisando fuerte y resoplando. A mi
espalda, un Ferrari me llamaba por mi nombre. Había dos horas de carretera entre aquí y el lugar
donde iba y, éste, sí era un liminal del que iba a adorar cada minuto.

Capítulo Diecisiete

Estaba a doce bloques.


El final de la ciudad, junto a la Zona Oscura, había sido abandonado como una zona de
guerra. Ahora, ya sabía por qué.
Las calles, un octavo de una milla al este de BB & B estaban tan llenas de gente y Unseelie
que la circulación de automóviles a través de ellas era imposible. La mayor parte de los Fae se
encontraban en pleno glamour humano, tratando de incitar disturbios, con gran éxito.
La policía les empujaba con porras planteadas. La juventud de Dublín está lo
suficientemente agitada (la de cualquier ciudad de hecho) que incluso una pequeña multitud enojada
puede estallar y correr como la pólvora. Especialmente en Halloween, cuando todos los fanáticos
del alterne, se esconden detrás de las máscaras.
Realmente, unos pocos de la policía (que eran en realidad Unseelie con glamour)
comenzaron a golpear con saña a un grupo de jóvenes con sus porras, encendiendo a la multitud.
Otros Unseelie comenzaron rompiendo ventanas, saqueando y estimulando a otros a tomar lo que
querían. Llamé a unos pocos niños que se apresuraban a unirse a la gresca. Nadie parecía saber el
motivo de los disturbios, ni tampoco parecía importarles. Tenía miedo de acercarme, por temor a
que dañasen el coche. O a mí.
La bilis hierve en mi estómago, comprimido por la multitud de Fae. Al menos el Sinsar
Dubh no estaba lo suficientemente cerca como para incapacitarme. La multitud se estaba
expandiendo, empujando hacia el exterior y se me ocurrió que quedarme varada en medio de ella,
sentada en un Ferrari, era realmente una mala idea. Retrocedí, dando la vuelta apresuradamente y fui
lejos, por donde había girado a la izquierda unos pocos minutos antes.
Busqué un mapa de la ciudad en mi mochila y lo abrí, mirando con la luz interior. A pesar de
que la tormenta sólo amenazaba, la cubierta de nubes había convertido el día en noche una hora
antes de lo esperado.
Diez manzanas al norte de la librería, he encontrado otra muchedumbre. Retrocedí, giré y me
dirigí hacia el oeste. No podía ir por allí. Esa dirección era igualmente mala.
Me metí en una zona de estacionamiento para estudiar el mapa y luego me dirigí al suroeste,
con la intención de rodear la Zona Oscura que se interponía en mi camino y, si era necesario, me
pondría mi MacHalo y rodearía la parte trasera para salir de pueblo. Cuando ya había abordado el
perímetro del barrio abandonado, frené bruscamente: todo el borde de la Zona era un negro y denso
muro de Sombras, pulsando entre las zonas de luz emitidas por las farolas de la calle Dorsey. Se
estiraban a la izquierda y la derecha, a todo lo largo de la zona que podía ver, formando una gran
barricada de muerte.
Puse el auto en marcha atrás y retrocedí: sólo la atravesaría si no tenía más remedio.
No estaba todavía dispuesta a admitir la derrota.
Pasé los siguientes quince minutos en coche, en la cada vez menor circunferencia de mi
mundo, encerrada por el peligro, por todas partes. Los bordes de las Zonas Oscuras se había unido a
las enfurecidas turbas y vi con horror como Unseelie con glamour humano llevaban a la gente hacia
las Sombras que les esperaban, causándoles la muerte.
Por último, se me ocurrió salir del llamativo coche rojo que estaba empezando a atraer una
cantidad peligrosa de atención, volver a toda mecha a BB & B, donde tenía previsto cambiarlo por
algún otro vehículo anodino y planear como escapar de la ciudad.
Cuando enfilaba la calle principal de la tienda, pisé los frenos con un golpe tan duro que casi
me dio un latigazo cervical.
¡Barrons Libros y Adornos estaba oscuro!
Completamente.
Estaba rodeado por la noche en todos y cada uno de sus lados.
¡Todas las luces exteriores estaban apagadas!
Me quedé pasmada. Las había dejado todas encendidas. Solté un poco el freno y me acerqué
más. El fulgor de los faros brillaba como el cristal en la calle adoquinada. Las farolas estaban
apagadas, alguien las había roto, yteniendo en cuenta lo altas que eran, probablemente a pedradas...
o, alguien había enviado Fae voladores o, includo, a los mismos Cazadores, para hacer el trabajo.
¿Se encontrarían allí ahora, en el cornisas, esperando cernirse sobre mí? Había tantos Fae en la
ciudad que mi sensor sidhe-seer se sentía bombardeado, abrumado, por presencias demasiado
numerosas para ser contadas o diferenciadas. Miré detenidamente hacia arriba, pero la azotea de la
librería se perdía en la oscuridad.
Aunque las luces del interior estaban encendidas, estaban puestas en modo ahorro hasta el
anochecer, derramando su luz sobre el pavimento a través de la puerta de vidrio biselado y de las
ventanas, cosa que no era suficiente para disuadir a mi enemigo. Un bloque más se había unido a las
Sombras: el mío.
Barrons Libros y Adornos formaba parte, ahora, de la Zona Oscura.
¿Los hermanos más sustanciales de las Sombras podrían entrar en la librería y romper y
romper todas las luces interiores hasta convertirla en un recinto insalvable?¿Podrían? Sabía que
Barrons no había podido poner guardas contra todo, sólo contra los más grandes riesgos.
Mis ojos se redujeron. Esto era inaceptable. ¡Los Fae no tendrían mi santuario! No podía
quedarme fuera, en la calle. Ellos iban a sacar sus desagradables y sombrías petunias de mi territorio
y lo iban a hacer ahora. Salí en un chillido de llantas y fui en la otra dirección. A cuatro manzanas
de la del nuevo perímetro de la Zona Oscura, la multitud me empujó de nuevo. Metí marcha atrás,
esquivando por poco a los otros vehículos aparcados y paré debajo de un grupo de brillantes farolas.
Podía oír los gritos enojados, el ruido de cristales rotos y el estruendo de la turba la acercarse. No
quería ser tragada por ella, pero tendría que actuar rápido.
Salí del coche, metí mi mano debajo de mi chaqueta y agarré firmemente mi Lanza: no la
perdería esta vez.
Frío, niebla y viento pinchaban mi cara y mis manos. La tormenta había comenzado, pero
no había solo la sensación de tormenta en el aire: algo andaba mal, terriblemente mal, además de
muchedumbres enfadadas, multitudes de Unseelie y Sombras que alcanzaban mi de casa. El viento
era extraño, soplando desde múltiples direcciones, apestando a azufre. La vanguardia de la
muchedumbre caótica y destructiva rodeaba la esquina, a dos bloques de donde yo estaba de pie.
- ¡V'lane, te necesito! - lloré, liberando su nombre.
Se desenroscó de mi lengua, engrosándola, ahogándome y, luego, golpeó la parte de atrás de
mis dientes, lo que me obligó a abrir la boca de par en par.
Pero en vez de elevarse en el cielo de la noche, chocó contra una pared invisible y cayó a
plomo al pavimento, donde revoloteó débilmente, como un oscuro pájaro caído.
Di sobre él con la punta de mi bota.
Se desintegró.
Giré mi cara al viento, al este y al oeste, al norte y al sur; se arremilinaba alrededor de mí,
abofeteándome por todos los lados, pegándome con cientos de manos diminutas y yo, de repente,
pude sentir al SM ahí, trabajando con su magia oscura, derribando los muros. Esto cambiaba cosas.
Busqué el lugar de sidhe-seer de mi mente, concentrada, interiorizando, buscándole,
rastreándole y durante un instante conseguí un destello real de él, de pie en el borde de una negra
roca dura y escarpada, en un lugar helado, vestido de carmesí, sus manos levantadas... ¿eso que
sostenía en alto, goteando sangre, era un corazón?... cantando, convocando artes bastante poderosas
para estrellarse contra la prisión, trabajando para destruir los hilos de la Canción de la Creación,
haciendo que toda la magia, incluso la Fae, fuese terriblemente mal.
Me obligué a cerrar mi ojo interior antes de que me mataran: estaba de pie en medio de una
calle, en medio de los disturbios de Dublín, atrapada en la ciudad y sola.
V'lane no vendría hoy a salvar el día.
La muchedumbre estaba a menos de una manzana de distancia. El frente acaba de ver mi
coche y se dirigía hacia él, rugiendo como una bestias. Algunos portaban de béisbol, otros blandían
porras que habían arrebatado a la policía.
Ellos iban a golpear mi Ferrari hasta hacerlo añicos.
No tenía tiempo para sacar el móvil y tratar de llamar Barrons: estarían sobre mí en cuestión
de segundos. Sabía lo que le pasaba a los ricos durante los disturbios, así como sabía que nunca
creerían que yo no era rica; estaba a punto de ser decapitada con la aristocracia, solo porque, de vez
en cuando, tenía que conducir un buen coche que ni siquiera me pertenecía.
Agarré mi mochila del coche y corrí.
A una manzana, otra multitud se acercó.
Me vi sumida en ella, perdida yo misma dentro de ella. Se trata de una horrible, apestosa,
caliente y creciente masa de humanidad. Se ira desbocada, la frustración y la envidia desatadas.
Jaleaban la victoria, saqueando, destrozando y destruyendo.
No podía respirar, iba a vomitar. Había demasiadas personas, demasiados Fae, demasiada
hostilidad y violencia. Nadaba en un mar de rostros, algunos salvajes, algunos excitados, otros
(como imaginaba que era el mío) llenos de miedo. Los Fae eran monstruos, pero, nosotros también
teníamos nuestra parte: los Fae podrían haber incitado los presentes disturbios, pero habíamos sido
los humanos los que los manteníamos activos.
El empedrado se hizo resbaladizo por la lluvia. Vi con horror como una joven que cayó,
pidiendo ayuda a gritos, fue pisoteada en cuestión de segundos cuando la multitud la arrolló. Un
anciano (¿por qué narices estaba aquí?) cayó después. Un adolescente resbalo al lado de una farola,
se agarró, perdió el equilibrio y desapareció de la vista.
Por incontable tiempo, me ví impulsada por un único imperativo: mantenerme de pie,
mantenerme viva.
Seguía a la multitud, aunque no quería, atrapada, de un bloque a otro. Dos veces logré
liberarme, peleando por abrirme camino hacia el exterior, sólo para ahogarme en el rebaño de
nuevo, propulsada por su incansable estampida.
Temía dos cosas: que fueran derechos a una Zona Oscura o que el Sinsar Dubh hiciera una
aparición súbita y cayese de rodillas y perdiese la consciencia. No podría decir que muerte me
parecía peor.
Mi móvil estaba en mi mochila, pero no tenía suficiente espacio para maniobrar entre la
multitud y llegar hasta él. Me preocupaba que la mochila resbalase de mi hombro, cayéndose de mis
manos y perdiéndose para siempre. Mi Lanza era algo frío y pesado bajo mi brazo, pero temía que si
la sujetaba, pudiera clavármela yo misma de lo aplastada que iba.
Unseelie.
Tenía los fraquitos de carne en mi bolsillo.
Con su oscura vida en mis venas yo sería capaz de liberarme de la multitud.
Nos acercábamos al borde del distrito de Temple Bar. La Zona Oscura no estaba lejos.
¿Íbamos hacia allá deliberadamente? ¿Si yo fuese capaz de flotar por encima de este motín, vería a
los Unseelie pastoreando detrás de nosotros, llevando el ganado a la masacre?
- Lo siento - murmuré - ¡Vaya, no quería golpearle!
¡Como si no fuera todo lo suficientemente mal como para que nadie se liase a puñetazos
conmigo! Pude extraer un frasco de mi bolsillo. Había apretado las tapas demasiado como para
abrirlo con una sola mano. Pugné por obtener espacio y abrí la tapa. Alguien me empujó y perdí el
agarre. Lo sentí rebotar en mis botas antes de perderse rodando.
Chirriando los dientes, busqué otro: tenía tres más en el bolsillo, el resto estaban metidos en
bolsas de plástico escondidos dentro de mis botas, de modo que nunca podría llegar a ellos sin que
me aplastasen. Tenía que tener más cuidado con éste, aflojándolo, agarrándome a la vida (o eso
esperaba). Tenía que salir de la multitud. Sabía donde estaba el límite: a dos manzanas estaba la
Zona Oscura.
Logré hacer reventar la tapa, pero no estaba dispuesta a bajar la cabeza para comerlo, por
miedo a que me arreasen un codazo, parame por el dolor, tropezar y caer.
Levanté el frasco cerca de mi cuerpo, eché mi cabeza atrás, tragué y mastiqué. Me tomé mi
tiempo para masticar, no importaba que hubiera estado ansiándolo: costaba mucho trabajo hacerlo
bajar; el crujiente cartílago y los sacos parecidos a un quiste que reventaban cuando los masticaba,
se meneaban en mi boca y avanzaban lentamente, como arañas en mi estómago. Cuando bajé el
tarro, me encontré mirando directamente a los ojos de un Rhino-boy, que vigilaba a dos jefes de los
suyos; en la expresión de su cara gris con ojos redondos y brillantes, desigualmente pálida vi que él
sabía lo que yo acababa de hacer; debía haber visto la carne grisácea cuando eché el tarro hacia
atrás.
Adiviné que palabra nombraba a los que comían de ellos, la que designaba a Mallucé, el SM,
O'Bannion y ahora Jayne. Él bramó, giró la cabeza y me señaló. Me giré y comencé a empujar
violentamente a la multitud, abriéndome paso. Logré abrir el tercer frasco y comencé a tragar,
mientras luchaba hacia la libertad.
La única otra vez que había comido Unseelie, me habían herido de muerte, de hecho, estaba
moribunda, asi que no sabía qué esperar. La última vez, había tomado varios grandes bocados sólo
para empezar a curarme y había necesitado unos diez minutos para completar el viaje de vuelta y
estar más viva que nunca. Esta noche estaba ilesa y entera. La fuerza y poder me golpearon, como si
me hubieran inyectado adrenalina directamente al corazón. Un esclofría marcaba como la potencia
Fae enriquecía mi sangre.
La Mac-Salvaje asomó su cabeza y tomó posesión de mis ojos, de mi pensamiento, de mi
cerebro y de mis extremidades, reorganizándose en una nueva composición: poderosa, predadora y
que corría por piernas.
Momentos después, estaba libre de la multitud, pero en la distancia, podía oir acercarse a
otra. La ciudad se había vuelto loca esta noche. Me gustaría averiguar más tarde cuantos Fae con
glamour humano habían irrumpido en casas y negocios por toda la ciudad, atacando a propietarios y
residentes e impulsándolos a salir a la calle, obligándolos a empezar los disturbios.
Miré atrás. Al parecer, había perdido al Rhino-boy en la multitud. O tal vez había decidido
que estaba más interesado en la destrucción de toda una muchedumbre que en la mía. Detrás de mí
estaba la Zona Oscura. Por delante venía otra turba, su frente dirigido por un Rhino-boy que rompía
farolas con un bate de béisbol. A mi izquierda tenía los sonidos de la violencia, a mi derecha un
callejón negro como la boca de un lobo. Bajé mi mochila, busqué mi MacHalo y lo até y abroché
por debajo de mi mentón, encendí las luces, una tras otra, hasta que me asemejé a una pequeña
baliza. Junté brazos y piernas, estaba iluminada de la cabeza a los pies.
La multitud avanzaba hacia mí como una gran ola.
Me metí en el callejón oscuro.
Perdí la noción del tiempo, corriendo por calles y callejones, esquivando, agachándome,
tratando de evitar las multitudes y eludir las tropas de Rhino-boy, con quien casi he tropezado en
varias ocasiones, ahora que mis sentidos sidhe-seer están bloqueados por mi horrible comida.
Ellos marchan militarmente rodeando a los rezagados del rebaño humano. Atravesé los
mismos bloques al menos una docena de veces, escondiéndome en sus puertas y contenedores de
basura. Tuve un terrible momento en el que quedé encerrada entre dos grupos de ellos y me vi
obligada a cubrirme con cajas de cartón en las sombras de una papelera y apagar todas las luces para
que la horda de Unseelie no me descibriese.
Me enfrenté a la muerte sentada en la oscuridad, preguntándome si había "manchas de
Sombras" (muy pequeño ámbitos en los que sólo una o dos Sombras podían vivir) y en cualquier
momento podrían deslizarse hacia mi; la idea era casi peor que plantarme en medio de la tropa
Unseelie; por cierto, hablando de Unseelie, había abierto las bolsas de mis botas y me había comido
algunas, sentada allí, sobre mis rodillas, escondida en la oscuridad detrás de la caja de acero. Tal vez
(una vez había bromeado con Barrons al respecto) a las Sombras realmente no les gustase la carne
oscura y quizá me dejasen en paz.
Después de que la tropa pasó, rastreé y me encendí de nuevo.
Sí, la gente estaba siendo impulsada, reunida y conducida.
Corderos a la masacre. Mi pueblo.
Y no había una sola cosa que pudiese hacer al respecto. Comer Unseelie podría haberme
transformado de un cortaplumas a una Uzi y haberme convertido en un arma ambulante, pero
todavía era una única arma y era muy consciente de ello. Era defensiva, no ofensiva: no había
ofensiva que pudiese realizarse esta noche en la ciudad. Ni siquiera Mac-Salvaje, la más arrogante
entre los arrogantes, la más poderosa. Se sentía amenazada, acorralada, quería encontrar una cueva
para esconderse hasta que las probabilidades estuviesen más a su favor. Yo estaba inclinada a
aceptar. La supervivencia era nuestra principal directiva.
La primera vez que había comido Unseelie, nada me había desconcertado, pero aquella
noche solo había tenido que enfrentarme a un podrido vampiro y tenía a Barrons a mi lado. Esta
noche, estaba atrapada en una ciudad llena de disturbios, de cientos de miles de personas, era
Halloween y los Unseelie eran numerosas y estaban terriblemente organizado; V'lane era
inalcanzable y Barrons estaba a un país de distancia.
Finalmente encontré un callejón semidesierto, sin militantes con bates o sonidos de
disturbios cerca. Me metí en una puerta iluminada por una única bombilla desnuda, me quité la
mochila con cuidado, la deposité en el suelo, me arranqué la chaqueta, y cautelosamente,
delicadamente, saqué la Lanza, dejándola en el suelo.
Todo el tiempo que había estado corriendo, su peso ha sido una llama de terror contra mi
cuerpo. ¿Qué pasaría si me caía? ¿Qué pasaría si me veía atrapada en medio de una multitud de
nuevo y alguien me empujaba? ¿Qué pasaría si la punta atravesaba mi piel? Hola, Mallucé. Adiós,
cordura. Yo podía ser más dura de lo que solía ser, pero no tenía dudas sobre mi incapacidad para
hacer frente a la podredumbre de la muerte.
Me quité el suéter y la camiseta y, a continuación, volví a ponerme el suéter y la chaqueta,
me colgué el MacHalo de la cintura y coloqué la Lanza en el exterior de mi abrigo, sin tocar nada,
solo el cuero.
Me até la camiseta alrededor de la parte inferior del arnés, formando una capa adicional de
protección entre la punta y mi cuerpo.
Irónico, lo que más me gusta, lo que me hace sentir tan poderosa en circunstancias normales,
se convierte en mi mayor preocupación y la cosa que más miedo me da cuando me lleno de poder
oscuro. Puedo tener una cosa o la otra pero nunca las dos a la vez.
Llevé la dicotomía un paso más allá: ya no podía sentir la Lanza, lo que significaba que
podría herirme inadvertidamente con ella. Sin embargo, tampoco podría sentir el Sinsar Dubh, lo
que significaba que ya no podía hacerme daño, ni hacerme caer sobre mis rodillas, impotente, en
una situación peligrosa.
Duh. Me paré en la puerta maravillada por mi propia estupidez: si comer Unseelie me hacía
no sentir al Sinsar Dubh, entonces todo lo que tenía que hacer la próxima vez que entrase en mi
radar era llegar lo más cerca a ella como pudiese, comer carne Unseelie y acercarme, lo
suficientemente cerca para recogerlo.
Una imagen de la Bestia, como la había visto por última vez, se materializó en mi mente.
¡Sí, claro! Recogerlo. ¡Seguro! ¿Qué entonces? ¿Ponerlo en mi bolsillo? Yo no tenía
ninguno lo suficientemente grande.
Por tanto, sabía cómo llegar cerca de él sin ser incapacitada por el dolor, pero... todavía no
tenía ni idea de qué hacer a continuación. ¿Si lo tocaba absorvería mi psique?¿O mis sentidos sidhe-
seer/Null/detector-OOP eran una mutación que me eximía de alguna manera? Un punto discutible
en este momento, con mis probabilidades de sobrevivir a la noche bajando de manera sombría.
Busqué mi móvil para llamar a Dani y decirle lo que estaba sucediendo en Dublín. No había
forma que pudiese llegar a la Abadía. Miré mi reloj y me sorprendí al ver que eran casi las siete.
¡Llevaba en la clandestinidad durante horas! El ritual ya se habría completado y si así era, las sidhe-
seer podrían venir a la ciudad y ayudarme a guardar a algunas de las personas arrastradas a la
muerte-por-Sombras. Yo sola podía no ser capaz de hacer una diferencia, pero setecientas de
nosotras si podríamos.
Si ellas no podían, o no querían, venir porque Rowena las había vetado por alguna estúpida
razón, llamaría a Barrons y si no tenía respuesta, me gustaría llamar a Ryodan, y si ninguno de ellos
respondía, sería, probablemente, el momento de llamar a IYD: si usted está muriendo. Una cortina
de muerte colgaba sobre Dublín como el dolor durante un funeral. Podría olerse, degustarse en el
aire. Si las sidhe-seer no venían a unirse a mí, las buscaría yo, de cualquier manera que pudiese para
llegar hasta ellas.
Dani respondió al segundo timbrazo. Ella sonaba histérica.
- ¡Joder, Mac! - lloró. - ¿Qué nos has hecho?
Estaba ajustando las correas de mi mochila para dar cabida a mi voluminosos arnés externo,
cuando alrmada la solté
- ¿Qué he hecho mal? - exigí.
- ¡Sombras, Mac! ¡Jodidas Sombras de mierda salieron del jodido Orbe cuando lo abrimos!
¡En plena Abadía!
Estaba tan aturdida que casi se me cayó el teléfono. Cuando lo llevé de nuevo a mi oído,
Dani estaba diciendo:
- ¡Rowena dice que nos traicionaste!¡Ella dice que tú lo hiciste!
Mi corazón se paró.
- ¡No, Dani, yo no, lo juro!¡Alguien debe haberlo hecho!
Este pensamiento heló mi sangre. Sólo hay una persona que podría haberlo hecho, una
persona que caminaba entre los vampiros oscuros sin temor. ¿Cómo de fácil había renunciado a la
Reliquia? ¿Con qué rapidez había acordado dármelo? Sin embargo, él no me lo había dado esa
noche: treinta horas habían transcurrido entre mi solicitud y su entrega. ¿Qué había estado haciendo
él durante esas horas? ¿Enriquecer una bebida sidhe-seer con Sombras?
- ¿Tan malo es? - lloré.
- ¡Hemos perdido decenas! Cuando se abrió el Orbe, se fragmentó y salió lo que pensábamos
que era la luz del ritual de los muertos, pero esas mierdas crecieron y se fusionaron formando
Sombras. ¡Están en todas partes! ¡En los retretes, en los zapatos, en cualquier lugar donde hay
oscuridad!
- ¡Dani, yo no hice eso! Lo juro. Lo juro por mi hermana. ¿Sabes lo que significa para
mí?¡Tienes que creerme!¡Yo nunca haría eso!¡Nunca!
- ¡Dijiste que vendrías!- gritó - pero no lo hiciste ¿Dónde estás?
- Estoy atascada en la ciudad, entre York y Mercer. Dublín es una pesadilla y no pude salir.
¡Las personas han estado generando disturbios durante horas y los Unseelie les están guiando hacia
las Zonas Oscuras!
Ella gimió
- ¿Tan malo es? - hizo eco de mi pregunta.
- ¡Miles, Dani! Más de los que puedo contar. Si se mantiene como hasta.... - me atasqué,
incapaz de hacerme la idea completa - ...si venís, podremos proteger a algunos de ellos, pero no
puedo hacerlo sola. Hay demasiados Unseelie.
Pero si la abadía estaba llena de Sombras, no podrían salir. No podíamos permitirnos el lujo
de perder la abadía. Las bibliotecas estaban allí, y sólo Dios sabía qué otras cosas. La bombilla
encima de mí parpadeó e hizo un ruido chirriante, como si hubiera tenido una sobrecarga.
Es difícil decir lo que hace que el cerebro junte de repente los pedazos, pero tuve uno de
esos momentos donde una serie de imágenes flashearon a través de mi mente y yo estaba
estupefacta por la sencillez y la evidencia de lo que me faltaba: los Rhino-boy que recogían basura,
la reparación de farolas, los conductores de camiones de la ciudad, la sustitución de los ladrillos
rotos en el pavimento...
- ¡Oh, no, Dani! - respiraba horrorizada - ¡olvida lo que te acabo de decir!¡No entréis en la
ciudad y no dejéis que nadie más lo haga! No ahora. Ni por cualquier motivo. No hasta después del
amanecer.
- ¿Por qué?
- Debido a que esto estaba planeado. He estado viendo Unseelie con puestos de trabajo en la
ciudad y no me he dado cuenta hasta ahora. No eran sólo barrenderos o colectores de basura... -
¿Dónde mejor para aprender acerca de un enemigo que a partir del devenir diario de su vida, de sus
frustraciones? El FBI se infiltró en la vida cotidiana de sus sospechosos, puso escuchas en su casa y
revisó su basura. - ...esa era la utilidad de los trabajadores, también. - ¿Cuánto tiempo había estado
el SM orquestando su macabra sinfonía? El tiempo suficiente para haber pensado en todos los bits
de la misma y su tiempo como ser humano le había enseñado bien cuáles eran nuestras debilidades.
- Ellos tienen el control de la red, Dani. Van a conseguir sumir totalmente a la... - alejé mi móvil del
oido y lo miré.
Batería llena. Ningún servicio.
No había ninguna covertura. No tenía ni idea de cuánto había escuchado Dani.
- ... ciudad en una Zona Oscura - susurré.
La bombilla encima de mí parpadeó de nuevo. La miré. Siseó, petardeó y finalmente todo
fue oscuridad.

Capítulo Dieciocho

El mundo se estaba cayendo a pedazos a mi alrededor.


No podía convocar a V'lane; Barrons estaba buscado, en última instancia, como traidor; la
Abadía estaba llena de Sombras, BB & B era una Zona Oscura, la ciudad se había reducido a
alborotadores y Unseelie y estaba a punto de caer en la oscuridad total.
Una vez que lo hiciese, nada vivo en las calles estaría seguro. Nada. Ni siquiera la hierba y
los árboles.
Bueno, yo sí podría, iluminada por mi MacHalo, armada con mi Lanza (que también podía
matarme horriblemente), por si un grupo de alborotadores o de Unseelie me atacaban en masa ¿o
prefería estar indefensa? ¿Qué podía esperar si deambulaba sola por la ciudad? ¿Podría salvar otras
vidas? ¿Qué debía hacer con ellos si lo hacía? ¿Cómo podría mantener seguras las luces cuando
saliésemos? ¿Podrían ellos robarme mis propias luces para poder sobrevivir? Si yo moría ¿quién
seguiría la pista del Libro? No soy cobarde, pero tampoco soy tonta. Sé cuando hay que luchar y sé
cuando hay que sobrevivir para poder luchar otro día.
Cada célula de mi cuerpo quería subir y bajar el terreno, alejarse de las calles y de los
callejones y de cualquier tipo de vía oscura que pudiera contener Sombras, aguantar hasta el
amanecer, que ahora se vislumbraba en un imposible horizonte.
Doce horas... y algunos minutos. Rastreé las calles de mi Álamo particular, negándome a
reflexionar sobre los posibles resultados de esa batalla. Me gustaría haberlo hecho mejor.
Finalmente me establecí en una antigua iglesia con un alto campanario, abierto y con arcos de piedra
donde yo podría esconderme y vigilar mis flancos. La altas dobles puertas delanteras estaban
cerradas. Me gustaban así. No había ventanas que diesen a la calle, lo que me gustó aún más. Aquí
estaba mi fortaleza, y esconderme en ella era lo mejor que podía hacer, por ahora, de todos modos.
Rodé sobre mi espalda y reventé de una patada la puerta del refectorio, para deslizarme en su
interior. Después de atrancar la puerta con un pesado armario de China, me apropié de una manzana
y dos naranjas de una cesta de frutas sobre la mesa de comedor, y me apresuré a atravesar las
débilmente iluminadas áreas comunales de la iglesia.
Me tomó un tiempo encontrar la entrada al campanario, en la parte trasera de la gran capilla,
debajo del balcón del coro, donde estaba el enorme órgano de gruesos tubos. La puerta, estrecha,
estaba casi completamente oculta detrás de una estantería que sospeché alguien había empujado
hasta allí para evitar que los niños curiosos intentasen subir. Empujé la librería a un lado (algo fácil
para alguien que bombeaba poder Unseelie como yo) y abrí la puerta. El hueco era aún más oscuro
que la noche. Me dí ánimos e iluminé el interior de la torre. Ninguna Sombra retrocedió, ninguna
masa de negrura se deslizó. Exhalé un suspiro de alivio.
Subí por la estrecha y tambaleante escalera de madera, después de un centenar de círculos y
a cincuenta pies del suelo, llegué al campanario. Estaba realmente reforzado con mortero en algunos
lugares; no había vigas ni columnas y parecía tan seguro como un castillo de naipes. Me pregunté
cuando fue la última vez que alguien había subido. ¿Las campanas no necesitaban ser reparadas? O,
lo que era más probable, ¿la última persona que había subido las escaleras lo había hecho hace más
de cincuenta años?
No importa.
Yo no iba a permanecer sobre el terreno.
Los peldaños cedieron en dos lugares y gracias a mi duplicada fuerza y mis nuevos reflejos,
no me caí; sin el poder Unseelie martilleando a través de mis venas, no habría escapado de pisarlos
y caer cincuenta pies, rompiéndome seriamente algo. Ambas veces me persigné consciente del frío
peso de la Lanza contra mi cuerpo. Odiaba tener que llevarla mientras yo estuviese bajo los efectos
de la carne oscura. Era como un balón lleno de agua con un pincho clavado en el suelo, que se
dirigía rodando hacia él, tentando el destino.
Colgué precariamente del último peldaño, me tensé para llegar a la trampilla, empujándola
para izarla sobre mi y mirar alrededor. Estaba en una sala justo debajo de la aguja. Sobre mi cabeza,
había una segunda plataforma similar a esta en la que yo estaba, por encima de la cual colgaban dos
grandes campanas de bronce. La habitación parecía usarse como almacén, con cajas de
herramientas, una escoba y un armario que estaba parcialmente abierto. Me trasladé a la primera
sala, me aseguré de que estuviese libre de Sombras y cerré. Arrastré un mueblecito de puertas
resquebrajadas sobre la trampilla.
Subí por la última escalera, hasta las campanas.
Me sorprendí al encontrar que la tormenta estaba ya en el extremo norte de la ciudad, un
claro entre las nubes dejaba pasar la luz de la luna, que aunque pálida, iluminaba el campanario.
Apagué todas mis luces: no quería se una diana con un cartel que dijese “eh-aquí-un-joven-sidhe-
seer”. Cuatro altos arcos de piedra, dos veces tan altos como mi cabeza, enmarcaban la aguja al este,
oeste, norte y sur. Miré intensamente en dirección este, tiritando ante la fría brisa, mirando hacia
abajo, hacia Dublín.
Los incendios estaban activos en muchos lugares, los coches tirados a ambos lados de las
calles y miles y miles de alborotadores arrasando, saqueando y destruyendo. Vi el ir y venir de la
muchedumbre, yendo hacia arriba y hacia abajo de los bloques de la ciudad. Vi a un grupo de varios
miles de personas impulsadas directamente a una Zona Oscura, obligadas a esperar pegadas a la
pared a las Sombras, donde fueron absorbidas, dejando una corteza seca de restos humanos
desprovistos de toda vida. Escuché sus gritos de horror, gritos que escucharé hasta el día en que
muera.
Miré a todo lo largo de Dublín, la oscuridad estaba tomando la ciudad, cuadrícula a
cuadrícula, distrito a distrito, como si, en algún lugar de las entrañas de Dublín los disruptores
estuvieran siendo, sistemáticamente, Lanzados.
Me acordé de la noche que había saltado desde mi sofá en BB & B para asomarme a la
ventana y mis ojos había sufrido aquel “truco” del apagón.
No era un truco ahora. O más bien, era el truco de Halloween más grande de todos: no habría
“tratos” esta noche en Dublín, esto era a lo que se había referido Derek O'Bannion cuando hablamos
el otro día.

A las 8:29 P.M. Reina la oscuridad absoluta, incluso los incendios se han extinguido.

Los sonidos que flotan hasta mí son ahora diferentes, menos voces, y, asustadas no enojadas.
Tropas de Unseelie pasan debajo de mí con regularidad, aún siguen buscándonos, recogiéndonos,
matándonos. Necesité cada onza de auto-control que poseía para no ir allí a cazarlos en la oscuridad
y tratar de salvar a los seres humanos que quedaban.
Allí, a lo lejos, a cierta distancia de la librería, una Zona Oscura se está extendiendo sin
control, absorbiendo cada vez más tramos de la ciudad.
Dublín estaría sin esperanza hasta las 7:25 A.M., hasta el Alba.

Me pregunté lo que estaba sucediendo con los MacKeltar. ¿Barrons habría saboteado su
ritual también? Esto no tenía ningún sentido, ¿por qué iba a querer Barrons que los muros se
viniesen abajo?¿Barrons quería que los muros se viniesen abajo? ¿Podría el Orbe haber llegado a él
ya saboteado, como una granada de mano, sólo esperando que alguien tirase de la anilla?¿Dónde
había conseguido él el Orbe?¿Yo era una tonta tan desesperada que todavía estaba tratando de
buscar excusas para él?
¿Lo muros habían caído ya? ¿Era ésta la inundación de Unseelie que se habían liberado de
su prisión o eran simplemente precursores, y lo peor aún estaba por venir?
Dejé el frío suelo de piedra de la apertura, abracé mis rodillas y dejé descansar mi barbilla
sobre ellas, aún mirando la ciudad. Mi cuerpo seguía bombeando la energía oscura de la carne
Unseelie, erizándose con el instinto protector de shide-seer, magnificado con esteroides Fae,
pidiéndome que interviniese, exigiendo que hiciese algo, cualquier cosa.
Me estremecí, luchando denodadamente contra mi propia batalla interior, me sentía llorar, aunque
no caían lágrimas; no sabía si las lágrimas eran posibles para un Fae o para cualquier persona bajo
su influencia.
Ver BB & B rodeado de sombras, tragado por una Zona Oscura, ha sido bastante malo. Ver
todo Dublín oscuro ha sido una sobrecarga. ¿Cuántas personas quedarían en la madrugada para
tratar de recuperar esto? ¿Alguna? ¿Dejarían guardias los Unseelie donde ahora las estructuras
estuvieran controladas? ¿Tendríamos que formar ejércitos para luchar a nuestra manera y tomar el
control?
Mi mundo había cambiado esta noche. No tenía ni idea de cómo en muchas facetas, pero lo
que si sabía es que eso era malo.
Me senté en la fría piedra, mirando, esperando.
Tres horas y media más tarde, la primera de mis preguntas fue respondida.
A las once cincuenta y nueve, la piel de todo mi cuerpo comenzó a picarme. Literalmente.
Me rasqué febrilmente. Incluso con mis sentidos sidhe-seer amortiguados por la carne oscura, lo
sentía venir.
No, los muros aún no habían caído: estaban cayéndose ahora.
El mundo estaba cambiando, rehaciéndose.
Sentí una aplastante sensación de distorsión espacial, estirándome, torsionándome,
comprimiéndome: era enorme y fina como el papel, luego redonda y pequeña como una baya, me
había dado la vuelta por completo, mis huesos y órganos expuestos y de nuevo, dentro de mi piel...
Entonces, el mundo de repente sufrió una enorme y horrenda fisura, los bajos de los edificios
se alzaron de manera irregular, formando ángulos imposibles, desapareciendo y volviendo a
aparecer de nuevo. Vi como las leyes de la física fueron reescritas, como dimensiones que se supone
no deben coexistir, coexistían, o más bien, chocaban, luchando unas contra otras por el dominio, por
llenar el espacio. Vi como el tejido de la existencia se desgarraba y se recosía de nuevo, alineado
sobre principios diametralmente opuestos.
El universo gritó protestando cuando las barreras se derrumbaron y los reinos chocaron;
entonces la noche estuvo llena de otra clase de chillidos; retrocedí, fundiéndome con las sombras,
con miedo de las Sombras, pero con más miedo aún de conectar mis luces, porque la segunda de
mis preguntas estaba siendo contestada: No, los Unseelie aún no se habían liberado de su prisión.
Ellos venían ahora, galopando sobre un viento oscuro que soplaba en el horizonte y que tenía la
sustancia y la materia de pesadillas. ¿Conducido por la Muerte, la Peste, el Hambre, y la Guerra?
Ellos vinieron.
Les he visto venir.

Los que no tienen nombre, las abominaciones, las personas que están defectuosa aún viven,
los que tienen hambre pero nunca pueden ser saciados, los que odian eternamente más allá de que
necesitan teniendo con sus extremidades retorcidas y psicopático sueños, los que saben, sino una
alegría: la caza, la matanza, el néctar de polvo y cenizas.
Se disparó sobre mi cabeza, muy por encima de la ciudad, una gran y oscura ola que se
extendía desde un extremo del horizonte al otro, borrando el cielo, chillando, aullando, celebrando
su victoria, ¡Libertad!¡Libres por primera vez en casi un millón de años! Libres en un mundo
calentado por el sol, poblado por miles de millones de corazones que latían fuerte, en una explosión
de vida, con sexo, drogas, música y la gloria indecible de todo aquello que les había sido prohibido
para siempre.
Vinieron, los Cazadores Reales, los seres alados con garras y picos como sus hermanos y
otros seres que desafiaban toda descripción, saliendo de su helado infierno, llenando el mundo de
hielo, dejando un camino plateado de brillante escarcha a su paso.
Me retiré en el campanario, mi aliento cristalizando amargamente sobre el aire frío.
Luego me retiré aún más atrás, bajando a la plataforma inferior, donde me metí en el privado,
sacando escobas, fregonas y baldes de mi camino y cerrando la puerta. Mis helados dedos han
encendido mis luces.
Mis dedos entumecidos por el frío han hecho trizas mi camiseta a la luz de mi casco, con
esos pedazos he rellenado cada fisura o hueco de mi armario para evitar que salga cualquier brillo
de luz que revele mi escondite; después he alzado bien mi cabeza para que la luz llenase hasta el
ultimo recoveco de mi diminuto cuarto de luz: Con el corazón palpitando y los ojos dilatados por el
terror, me apoyé en una esquina, acerqué mis rodillas a mi barbilla, puse las guarniciones de mi
Lanza en el suelo, a mi lado, y comenzó la larga vigilia hasta el Amanecer.
.
TERCERA PARTE
Amanecer

"Resultó que estaba equivocada. No era de la oscuridad de quien yo debería haber tenido
miedo, en absoluto.”

- Diario de Mac –
Capítulo Diecinueve

Fue la segunda noche más larga de mi vida; la primera, está aún por venir.
He logrado pasar el tiempo revisando mis recuerdos, los buenos recuerdos, reviviéndolos a
pleno detalle: dos años atrás, cuando Alina y yo estábamos en la escuela secundaria juntas, el viaje
que hicimos en familia a Tybee Island, el tipo que conocí allí, que fue quien me dio mi primer beso
real, entre las olas, donde mis padres no podían vernos; mi fiesta de graduación; la despedida de
Alina antes de ir a Irlanda…

El silencio llegó mucho antes de amanecer.


Era absoluto; las horas transcurridas de cinco a siete fueron sobrenaturalmente tranquilas.
Tenía miedo de que alguna calamidad cósmica hubiese ocurrido: que un reino FAE hubiese salido
victorioso en la batalla por el derecho a existir en la misma latitud y longitud que yo, mi armario y
mis aperos de limpieza, y habíamos sido relegados a cualquier otro lugar.
¿Que qué era lo que había pasado realmente? Pues ni idea, pero a las 7:25 AM, el momento
en que salía el sol, seguía estando todo tan absolutamente en silencio que cuando puse mi mano
sobre la manilla de la puerta, se me ocurrió preguntarme si podría estar abriendo mi puerta para caer
en el vacío.
Eso, ciertamente, simplificaría las cosas.
Quisiera estar muerta y ya no tener que preocuparme por lo que el día pudiese traer.
Si abría la puerta, tendría que salir por ahí y, no quería. Mi armario era acogedor, seguro y quizá,
olvidado.
¿Qué iba a encontrar allí? ¿Cómo podía salir de la ciudad? ¿Qué existía más allá de las
fronteras de Dublín? ¿Y si hubiésemos perdido partes del mundo ayer por la noche, en una batalla
metafísica entre reinos? ¿Sería Ashford, Georgia, aún como se suponía que debía ser? ¿Lo era yo?
¿Dónde podría ir? ¿En quién iba a confiar?
En el gran esquema de las cosas, la búsqueda del Sinsar Dubh, de repente, parecía un tema
menor.
Abrí una ranura, mirando hacia la plataforma y exhalé un suspiro de alivio.
Distante, con meticulosa atención, me volví a colocar mi Lanza. El poder Unseelie bullía en
mi sangre, mi postura agresiva, seguiría haciéndolo durante días y temería a mi Lanza durante todo
ése tiempo.
Salí del armario.
Después de un minucioso rastreo a mi alrededor, para asegurarme de que no se había llenado
de Sombras, esperándome agazapadas, durante la noche, apagué mis luces y ascendí al campanario.
Cuando miré a través de los arcos de piedra, exhalé otro suspiro de alivio: la ciudad estaba
allí, los edificios estaban, no habían sido demolidos o quemados, y, definitivamente, no habían
desaparecido.
Dublín podría parecer rota, su tejido desgarrado, sus tacones rotos, pero, aún en deshabillée
(NdeT: así en el original; en francés, desvestida, desarreglada), no estaba muerta y algún día volvería a ser
vibrante y plena de diversión.
No había circulación, ni a pie ni en coche. La ciudad parecía abandonada.
Aunque los signos de los disturbios plagaban las calles, desde los automóviles a los desechos
humanos, no había Fae moviéndose por allí. Me sentí como la última y única superviviente.
No hay luces encendidas, ninguna.
Comprobé mi móvil: ningún servicio.
Por la noche, iba a tener que volver a mi armario.

Vi la ciudad cuando el día había amanecido totalmente y con la luz del sol, sus calles
empedradas estaban llenas de cristales rotos. En los últimos cuarenta y cinco minutos, nada ni nadie
había pasado. Al parecer, las tropas Unseelie habían limpiado a Dublín de toda vida humana y
habían continuado avanzando. Dudaba que las Sombras hubiesen desaparecido. Aún podía ver el
verde en las afueras de la ciudad. Se habrían retirado a sus ocultas grietas y hendiduras, obligadas
por los primeros rayos de la mañana. Bendije, sea cual sea, el hado que me había inspirado para
fabricar mi MacHalo. Parecía que iba a ser una parte fundamental en el mantenimiento de mi vida
por un tiempo. Imposible permanecer en la luz, cuando no hay ninguna luz, en ningún sitio.
En primer lugar, en mi agenda de hoy, estaba encontrar pilas y llenar mi mochila con ellas.
En el segundo: comida. En tercer lugar: preguntarme si Barrons podría seguirme la pista por el
tatuaje en la base de mi cráneo, en un mundo que se había fusionado con los Reinos Fae, y si era así
¿eso era bueno o malo? ¿V'lane vendría a buscarme? ¿Habría sidhe-seer supervivientes? ¿Cómo
estaría Dani? No me atrevo a dejar que mis pensamientos lleguen a casa, hasta que pudiese
encontrar un teléfono que funcionase y pudiese llamar, no me dejaría vencer por mis temores.
En la parte superior de la tambaleante escalera, dejé caer mi Lanza, lanzándola hacia la
esquina de la puerta; si los peldaños cedían de nuevo, no quería caer sobre ella.
Descendí lentamente, cuidadosamente, y no respiré con normalidad hasta que llegué a la
parte inferior. Me había comido todos los “cubitos” de carne Unseeli; me sentiría más segura con un
nuevo alijo. Quería más. Necesitaba más. ¿Quién sabía en qué batallas podría encontrarme hoy en
día?
Coloqué mi Lanza en su arnés y lo até a mi hombro; espié a través de una rendija de la
puerta, agachada, a la escucha de voces, de movimiento, de cualquier signo de peligro.
La iglesia estaba inquietantemente tranquila, demasiado.
Inhalé, aprovechándome al máximo de mis potenciados sentidos Unseelie: había un peculiar
olor en el aire, uno fuera de lugar. Me recordaba… me inquietaba… olía parecido… pero no
bastante... Me odiaba a mi misma por no tener mis sentidos sidhe-seer, odiaba no saber si podía
haber FAE a la vuelta de la esquina, esperándome en una emboscada.
Avancé furtivamente y añadí una cuarta nota a mi agenda mental: nuevos calzado. Zapatillas
de tenis. Raras son las botas que puedan ser usadas con sigilo y, las mías, definitivamente no lo
eran.
A mitad de la antesala, me detuve. A mi izquierda, había una gran escalinata de mármol,
envuelta por un alfombrado corredor que descendía hasta las dobles puertas de salida. A mi derecha
estaba la entrada a la capilla. Incluso más allá de sus puertas cerradas, podía oler el interior del
santuario, el débil y pegajoso aroma de incienso y ese otro olor difícil de identificar, un olor picante
que me inquietaba y me intrigaba. En la tenue luz de la silenciada mañana, las blancas puertas del
oratorio parecían brillar con una suave y tácita invitación.
Podría girar a la izquierda y zambullirme en las calles de Dublín, o, ir a la derecha, y
tomarme unos momentos para conversar con el Dios con el que no había hablado mucho en mi vida.
¿Me escucharía hoy? ¿O sacudirá su cabeza, recogerá su Kit de Creación y se marchará a otro
mundo mejor que este nuestro que se había jodido en la noche pasada?¿De qué le voy a hablar? ¿De
cómo me sentí engañada por la muerte de Alina? ¿De lo enfadada que estaba por estar sola?
Me volví izquierda: había monstruos más fáciles de tratar en las calles.

En la parte superior de la escalera, la lujuria me atacó, incineró mi voluntad, despertando una


exótica y terrible necesidad sexual. Era un cambio y le di la bienvenida.
- ¡V'lane! - exclamé, forzándome a quitar la mano del botón superior de mis vaqueros-
Podía sentirle fuera de la iglesia. Estaba avanzando hacia mí, por la acera, hasta la escalera
exterior, a punto de entrar. ¡Me había encontrado! Le di las gracias a ese Dios al que antes me había
negado a dirigirme.
Las puertas se abrieron y la luz me cegó. Mis pupilas eran apenas dos puntos. Enmarcado en
la entrada, estaba V'lane con su pelo de brillantes tonos oro, bronce y cobre. Esperaba cada pulgada
de ángel vengador que hubiese en él de una manera que nunca esperaría en Barrons.
Tenía un olor inusual, el que me había confundido e inquietado, emanando de su piel. No
había olido antes de esta manera o ¿es que yo solo podía olerlo ahora que mis sentidos estaban
aumentados por el poder Unseelie? Saturada por la presencia de sus oscuros hermanos, yo no estaba
detectando a V'lane como Fae, no sentía náuseas. Su aparición había sido precedida sólo por su letal
sexualidad, tan impactante para mí como para cualquier otra mujer. No es de extrañar que giraran
las cabezas cuando pasaba por la calle. Su atractivo era incluso más fuerte con mis sentidos sidhe-
seer muertos, como si alguna cualidad especial en mi sangre, normalmente me blindase de su pleno
efecto, pero no cuando por mis venas corría poder Fae.
Cualquiera que fuese la razón, su impacto había sido formidable el día de hoy. Era incluso
más intenso que la primera vez que me había tropezado con él, cuando yo no tenía idea de lo que
era.
Mis piernas se sentían débiles. Mis senos eran pesados, dolorosos y mis pezones ardían.
Quería sexo. Necesitaba sexo. Violentamente. Tenía que tenerlo. No me preocupaban las
repercusiones. Quería joder y joder hasta que no me pudiera mover. ¿No dijo que podría dármelo
sin perjudicarme? ¿Silenciarse ¿Había cambiado?
- ¡Apágate! - me obligué a decir, pero como estaba sonriendo cuando lo dije, mi orden
carecía de valor.
¡Estaba tan aliviada de verlo!
Mi suéter estaba en el suelo, me incliné para recogerlo.
Se trasladó desde el eje de la brillante luz del sol y se encaminó hacia las escaleras.
- Sidhe-seer - dijo.
Cuando la puerta se cerró detrás de él y la antesala regresó a su estado débilmente iluminado,
mis contraídas pupilas se ajustaron y me di cuenta de mi error. Jadeando, di un paso atrás.
- ¡Usted no es V'lane!
El exótico príncipe tenía la mirada fija en mis senos, esculpidos por un sujetador de encaje.
Me puse de nuevo el suéter. Hizo un sonido profundo con su garganta y mis rodillas se abrieron con
anticipación sexual. Sólo un inmenso esfuerzo me hizo permanecer de pie. Yo quería estar de
rodillas. Yo debería estar de rodillas. Él quería que yo estuviese de rodillas. Y de manos. Mi cabeza
aspiraba mis pensamientos, mis labios y piernas funcionaban aparte.
Se acercó.
Luché una frenética batalla conmigo misma y logré dar un paso atrás.
- No - dijo. - Yo no soy... - sus exóticas pestañas bajaron, sus antiguos ojos se elevaron - ...
ese.
- ¿Qu... quién eres? - balbuceé.
Él dio otro paso adelante.
Yo di otro paso atrás. Me había quitado el suéter de nuevo. ¡Mierda!
- El fin - dijo simplemente.
Las puertas que conducían al santuario se abrieron detrás de mí. Me sentí una vez más el
inquietante y extraño aroma que llenaba mi nariz.
La lujuria me golpeaba, por delante y por detrás.
- Somos todos el final - una fría voz flotaba sobre mi hombro. - Y Comienzo. Pronto. Más
Tarde. Después.
- Tiempo. Irrelevante - respondió el otro. - Alrededor es alrededor.
- Estamos siempre. Usted no.
Parecía que hablábamos en un idioma extranjero. Me volví, apenas capaz de respirar. Había
un sujetador de encaje tendido en el suelo, a mis pies. Era mío. Mierda de nuevo. El aire parecía
fresco sobre mi piel enrojecida.
No iba a preguntar eso de "¿y ahora qué?": había dos de ellos... Dos Fae-muerte-por-sexo.
Dos Príncipes. ¿Podría escapar ellos? ¿Podría sobrevivir? Ellos podían tamizar. Yo estaba entre
ellos. ¿Podría "anularles"? ¡Oh, Dios, no con mis habilidades sidhe-seer muertas!
- ¿Conoce usted a V'lane? Es un Príncipe Seelie - había logrado escapar de mis labios que
dolieron solo por su toque, llenándose de una plenitud que sólo insinuada por la sensación del
nombre de V'lane que perforaba mi lengua. Quise ahogarme en los hombres. Quise ser llenada, más
rechoncha que una salchicha. Sus labios lo harían... después otras cosas. Miré de una de sus
entrepiernas a la siguiente. Sacudí mi cabeza, violentamente. Mi boca estaba seca, mi cerebro
derretido. - Él me protege.
Tal vez ellos eran amigos de él. Tal vez se podrían llamarla. Tal vez le temiesen y diesen
marcha atrás.
Yo no me habría sorprendido por oir risas de villano, mofas o comentarios obscenos, al fin y
al cabo, yo estaba allí de pie desnuda de la cintura para arriba. Yo esperaba algún comentario,
alguna expresión, cualquier expresión, pero no que se limitase a girar la cabeza con una suavidad
inquietante y me examinase de una manera tan lejos de la humana que me heló la sangre y dejé de
respirar.
Yo sabía quiénes eran. Ellos no eran amigos de V'lane. Ese extraño gesto les había delatado.
Cuando conseguí respirar de nuevo, inhalé bruscamente.
Estos eran los Príncipes Unseelie. Fae que nosotros nunca habíamos tenido la oportunidad
de estudiar, con un glamour perfecto por imitación; Fae que podrían emplear nuestra lengua, pero
sólo desprovista de referencias o metáforas; esto que habían aprendido sobre nuestro mundo, lo
habían hecho desde una gran distancia, por sus poderes; ellos, probablemente, no comprendían los
conceptos básicos Fae de estancamiento y cambio. Fae que nunca habían sido libres, que nunca
habían bebido del Caldero, que nunca habían tenido sexo con una mujer humana.
Sin embargo, tenían previsto tener sexo conmigo. Se derramaba una inmensa hambre, en
oscuras olas. La lujuria flotaba en la sala, tan explosiva como la dinamita, con un fulminante
peligrosamente corto. El aire rebosaba de ella. Yo entraba en ese dibujo con cada respiración,
alimentando inextinguible y exquisita fiebre Fae.
Un tercero entró en la iglesia.
¿Qué decía Christian?

“La leyenda dice que los cuatro jefes de las cuatro casas, los cuatro Príncipes Oscuros,
equivalen a los Cuatro Jinetes del Apocalipsis”.

Así, a la Muerte se le habían sumado la Peste y el Hambre en la casa de Dios. Ahora, solo la
Guerra seguía siendo desconocida para mí. Esperaba que lo siguiera siendo.
Ellos formaron un círculo alrededor de mí, un círculo de tres, metamorfoseándose de una
forma a otra mientras se acercaban.
El cambio de formas, colores, y... de otra cosa que podría haber sido una naturaleza
dimensional. Veo en tres dimensiones, no 4 ni 5, pero mis ojos no podían explicar a mi cerebro lo
que estaban viendo, así pues, sencillamente fingieron que no lo veían. V'lane dijo que los Fae nunca
habían revelado su verdadera cara para nosotros. Quizá era ésta que acababa de vislumbrar.
Me tragué mi miedo ante el único arma que podía utilizarse contra ellos, agarré mi Lanza, la
saqué de su arnés y pivoté en un círculo amenazante.
- ¡Atrás! – grité - ¡Esta es una Reliquia Seelie! ¡Puede matar incluso príncipes! ¡No me
toquen! – y finté hacia el más cercano.
Él de detuvo, considerado la Lanza y dirigiendo su incandescente mirada hacia la mía; giró
su cabeza y miró a los demás y, a continuación, la volvió de nuevo hacia la Lanza, de una forma que
me hizo ver a mí también: descubrí con horror que mi mano se había girado hacia mí, lentamente,
hasta que la punta, la mortal y potencialmente corruptora punta, me apuntaba directamente.
Intenté alejarla, apuntarla hacia él, pero no podía moverse. Mi cerebro Lanzaba órdenes que
mi cuerpo se negaba a obedecer.
La violación era bastante horrorosa. Podía morir como Mallucé después de todo. No había
ningún camino.
Cuando la punta estuvo a apenas una pulgada de mi piel, intenté arrojarla lejos, con la
esperanza de que podría hacerlo y ellos la olvidarían. Trabajé para liberar mi nuevo mecanismo de
anulación (a eso que tendría sentido para mí un día) y la Lanza rodó por el suelo hasta la puerta de
la capilla. Allí, chocó contra la base del pilón de agua bendita, con tal impacto, que el agua rebosó
por el lado y silbó y echó vapor cuando cayó sobre la Lanza.
Los príncipes adoptaron una forma estática, se convirtieron en hombres increíblemente
hermosos, de tan exquisita perfección que mirarlos hacía doler el alma y yo grité sin palabras.
Estaban desnudos, a excepción de los torques negros que brillaban y se retorcían, como oscuridad
líquida, alrededor de sus cuellos. Sus cuerpos flexibles, de oro brillante, estaban tatuados con unos
modelos complicados, que se precipitaban como nubes sobre su piel, calidoscópicas tormentas a
través de un cielo dorado. Un relámpago relucía en sus ojos brillantes.
Profundamente dentro de mí, sentí truenos que contestaban. Yo no podía mirarlos. Ellos eran
demasiado.
Di la vuelta, alejándome, pero ellos estaban allí otra vez, forzándome a mirar sus caras
espantosamente fantásticas. Mis ojos se ensancharon y se ensancharon más todavía.
Lloré lágrimas) de sangre que corrieron por mis mejillas. Limpié mis mejillas con mis dedos
y estos salieron teñidos de carmesí.
Entonces las bocas de los príncipes estuvieron sobre las yemas de mis dedos, con sus
lenguas que calmaban con su frescura y unos colmillos que destilaban hielo y una bestia mucho más
primitiva que Mac-Salvaje, y mucho más allá mi control, bostezó y estiró sus brazos por encima de
su cabeza, despertando con un sentido delicioso de anticipación.
Esto era para lo que ella había nacido, para lo que ella había estado esperando todo este
tiempo.
Aquí.
Ahora.
Ellos.
Un sexo por el que valía la pena morir.

Me saqué de una patada mis botas, arrojando lejos de mí, mi ropa interior y mis vaqueros,
lanzándome hacia ellos, besando, degustando, lamiendo, alimentando mi propia pasión y la de ellos,
que me golpeaba una y otra vez, calmándose y regresando de nuevo, y, con cada transferencia entre
nosotros, crecía algo más grande que yo, más grande que ellos, como una de sus bestias.
En la distancia, una parte de mi mente, reconocía con horror aquello que me estaba
sucediendo: el placer de sus labios, del perfecto vacío en ellos, entendiendo que bajo la impecable y
aterciopelada piel dorada, ahora bajo las olas de Eros, me ahogaba en… no había nada, pero… me
ahogaba en ese océano.
He visto, incluso cuando me entregaba a ellos, la verdadera naturaleza de los príncipes
Unseelie. Ellos están vacíos por aquello que no son, y, eso, es lo que más anhelan: la pasión, el
deseo, el fuego de la vida, la capacidad de sentir…
Algún componente esencial en ellos se habían perdido hace mucho tiempo, o tal vez, se
había congelado a lo largo de los ciento siete mil años de encarcelamiento de hielo, o tal vez, no les
había sido concedido por la Canción imperfecta de su Rey, dejándolos igualmente imperfectos y
vacíos. Cualquiera que fuese la causa, lo más intenso que podían sentir era a través del sexo. Eran
maestros de la lujuria, negados eternamente a la música en su reino, rodeado por otros igualmente
vacíos, sin un cuerpo humano con el que seguir la melodía.
Pero con una humana, siempre y cuando a su juicio, fuese igual que ellos, y que entonase en
su garganta la misma canción, hasta la sala de conciertos se reducía a silencio: la pasión se convertía
en ceniza, y, después, moría, su cuerpo tan frío como ese lugar dentro de ellos donde la vida no
puede realizarse plenamente.
Vacío, y, entonces, encontrar otra mujer con la que entonar, dándole al sexo su más
elemental esencia, su estado más puro y potente, canalizando todo lo que vivía fuera de ella, de
nuevo dentro de ella y fuera otra vez. Mis orgasmos no eran convulsiones, eran como pequeñas
recreaciones de mi nacimiento. El sexo era a la vida lo que la sangre era a Dios, llenando todos y
cada uno de los huecos vacíos que yo tenía, por dentro y por fuera.
Y sería la muerte para mí.
Y yo lo sabía.
Y… tenía que tener más.
Estamos tumbados en el frío suelo de mármol de la antesala, mis tres príncipes oscuros y yo,
resbalando hacia la escalera alfombrada, uno debajo de mí, otro por detrás y otro dentro de mi boca.
Se movían profundamente dentro de mí, llenándome con sensaciones tan caleidoscópicas
como sus cuerpos tatuados. Yo era como una pequeña flor, explotando hacia el exterior y
fragmentándome una y otra vez en pequeños pedacitos de mujer destrozada. Probaba su néctar, que
olía a oscuras drogas, a especias, sus cuerpos eran duros, esculpidos, perfectos, y si, de vez en
cuando, el hielo de sus lenguas negro, rosa y blanco y sus dientes afilados congelaban piel, era un
pequeño precio a pagar por lo que hacían dentro de mí.
Sentí mi mente desintegrarse: momentos de mi vida flashearon ante mis ojos, antes de caer
en la distancia, en algún lugar abandonado.
Grité, mendigando ser liberada, pero mi boca solo formó órdenes y demandas: más, más,
más rápido, así.
Mi último mes en Dublín, con todas sus esperanzas, preocupaciones y temores, pasó a través
de mi mente y fue olvidado. El día que había estado en el Reino Fae con Alina, seguido por la
memoria de todos los Mallucé, Christian, O'Bannions, Fiona, Barrons, y Rowena, la reunión en el
bar, esa primera noche en Irlanda… Mi verano volaba hacia atrás pasando ante mis ojos, cayendo en
la distancia.
¿Había un cuarto macho besándome ahora? ¿Degustándome?¿Por qué yo no podía
verlo?¿Quién era?
Recordé el día de la muerte de Alina, y luego se fue también… y ese día no había ocurrido
jamás y mi vida siguió a desplegándose hacia atrás.
Perdí mi año de universidad con los besos de la Peste; me despedí de la escuela secundaria
con el Hambre corriéndose dulcemente en mi boca; perdí mi niñez en los brazos de tres Príncipes
Fae. Si hubo un cuarto, yo nunca vi su cara, sólo sentí la presencia de otro, que no era exactamente
lo mismo que los otros tres.
Y entonces yo nunca había nacido.
Yo era sólo “ahora”.
Este momento. Este orgasmo. Esta hambre. Este vacío interminable. Esta necesidad ciega.
Yo era consciente de que otros habían entrado en la antesala, pero no he podido verlos más
allá de mis oscuros príncipes. No me preocupó. Era bueno. Cuando mis príncipes se alejaron de mí,
mi cuerpo se puso tan frío que pensé que moriría. Me retorcí en el suelo, pidiendo más. Alguien se
acercó a mí. Le agarré con ambas manos en busca de socorro. Retirando la maraña de pelo de mi
rostro, alcé la vista para encontrarme mirando, directamente, a la cara del Lord Master.
- Pienso que ella me obedecerá ahora - murmuró.
¿Obedecerle?
“Moriría por él”.
Una Nota para el lector

Ya anuncié este momento, anuncié que lo peor está aún por venir... pero para aquellos de
ustedes con linternas a punto de agotarse, que sienten cernirse a las Sombras y el miedo les hace
pensar que no hay esperanza a la vista, consideren lo siguiente:
En Bloodfever, Mac dice:

"Aunque no lo parezca, esta no es una historia acerca de la oscuridad, sino de la luz. Khalil
Gibran dice que la alegría solo te puede llenar tan profundamente como el dolor te haya socavado.
Si usted nunca ha probado la amargura, el dulce es simplemente otro agradable sabor en su
lengua. Un día, yo voy a tener un montón de alegría. "

Y lo hará. Hay una promesa mía en sus palabras.

Para las últimas noticias sobre el Mac, futuras fechas de publicación, y similares, déjense
caer por www.karenmoning.com ó www.sidheseerinc.com.
Este último es un sitio web interactivo, con enlaces ocultos, por lo que podría tener que
hacer un poco de búsqueda, pero vale la pena. Los diseñadores de mi web son muy talentosos, con
un gran sentido de la diversión. Encontrarás un juego: Mac frente a las Sombras, descargas de
música del Fevermundo, un glosario completo de Mac (hasta la próxima entrega de Fiebre), el
muro, el mapa de su habitación, y mucho, mucho más.
En www.karenmoning.com encontrará una fantástica comunidad con un tablón de anuncios
donde a veces me dejo caer.

Mantened las luces encendidas, Karen


Glosario del Diario de Mac
(NdeT: el cambio de color del "bolígrafo" con que Mac escribe, figura así en el original)

* AMULETO, El: Reliquia Unseelie (oscura) creada por el Rey Unseelie para su concubina.
De oro, plata, zafiros y ónice, el dorado engarce da cabida a una piedra clara de composición
desconocida. Una persona épica puede utilizarla y modificar la realidad. La lista de los últimos
propietarios es legendaria, incluyendo a Merlin, Boudica, Juana de Arco, Carlomagno o Napoleón.
Última compra por una cifra de ocho dígitos, por parte de un galés, en una subasta ilegal; pasó
brevemente por mis manos y en la actualidad está en posesión del Señor Maestro. Se requiere algún
tipo de diezmo o vinculación para utilizarla. Yo tuve la voluntad, pero no pude averiguar el camino.

BARRONS, Jericó: No tengo ni la menor jodida idea. Me mantiene viva. Supongo que es
algo.
Addendum a la entrada original: Tiene un espejo Plateado en su estudio, en la librería, y
cuando camina a través de él, los monstruos se retiran, al igual que las Sombras. Le vi llegar a través
de él con el cuerpo de una mujer. Ella había sido asesinada, brutalmente. ¿Por él? ¿Por las cosas del
espejo? Tiene, por lo menos, varios cientos de años, y posiblemente, más. Le hice coger la Lanza
para ver si era Unseelie, y lo hizo, pero me enteré más tarde, por V'lane, que el Rey Unseelie puede
tocar todas las Reliquias (como la Reina Seelie) y, aunque no puedo imaginar por qué el Rey
Unseelie no sería capaz de tocar su propio Libro, tal vez esa es, exactamente, la razón por la que
Barrons pensaba que sería capaz de tocarlo. Tal vez se convirtió en algo más poderoso de lo que era
la principio. Además, no puedo descartar que podría ser algún tipo de Seelie/Unseelie híbrido. ¿Los
Fae tienen relaciones sexuales y se reproducen? Algunas veces... creo que él es humano... malvado.
Otras veces creo que es algo que este mundo no ha visto jamás. Él no es, definitivamente, sidhe-
seer, pero ve a los Fae tan claro como el día, al igual que yo. Él es Druida y sabe magia negra, es
superfuerte y rápido y ha agudizado sus sentidos. ¿Qué significa el comentario de Ryodan el Alfa y
Omega? ¡Tengo que espiar a ese hombre!

* CALDERO: Reliquia de la Luz o Seelie del cual todos los Seelie beben eventualmente,
para perder la memoria que se ha convertido en onerosa. Según Barrons, la inmortalidad tiene un
precio: la locura. Cuando los FAE creen estar acercándose a la locura, beben del Caldero y
“renacen”, sin ninguna memoria de una existencia previa. Los Fae tienen un registro, con
documentos, de cada una de las muchas reencarnaciones, pero la ubicación exacta del Escriba que
los lleva es conocida solo por unos pocos, y el paradero de los registros por nadie nada más que por
él. ¿Es eso lo que está mal con los Unseelie, que no tienen un Caldero del que beber?

CRUCE: Fae. Desconozco si Seelie o Unseelie. Muchas de sus Reliquias están flotando por
ahí. Él maldijo los Espejos plateados (tamizadores). Antes de que fueran maldecidos, los Fae los
utilizaban libremente para viajes a través de las dimensiones. La maldición de alguna manera
corrompe el canal interdimensional y ahora ni siquiera los Fae pueden usarlos. Desconozco el
carácter de la maldición. Desconozco los daños que causa o la amenaza de los Espejos. Sea lo que
sea, Barrons aparentemente no le teme. He intentado entrar en el de su estudio. No puedo averiguar
cómo abrirlo.

BRAZALETE DE CRUCE: Un brazalete de oro y plata con piedras de color rojo como la
sangre; antigua Reliquia Fae que, supuestamente, permite al humano que lo lleva "una especie de
escudo contra los Unseelie y otras cosas mucho más …desagradables" (esto según un Fae-muerte-
por-sexo, si uno puede realmente confiar en él)

CAZADORES REALES: Una casta de nivel medio de Unseelie. Militarizados, corpóreos,


se parecen a la pintura clásica del diablo, con cascos hendidos, cuernos, caras muy parecidas a las de
un sátiro, alas coriáceas, ojos ardientes de color naranja y colas. De siete a diez pies de altos, son
capaces de una velocidad extraordinaria tanto sobre sus cascos como con sus alas.
Función primaria: exterminadores de sidhe-seer.
Evaluación de amenaza: MORTAL.
Addendum a la entrada original: me encontré con uno. Barrons no lo sabe todo. Es
considerablemente más grande de lo que él me había hecho esperar, con unos treinta a cuarenta pies
de envergadura y capacidades telepáticas. Son mercenarios al servicio de un señor y sólo tiene un
maestro, siempre y cuando eso les beneficie. No estoy segura de que sean de nivel medio y, de
hecho, no estoy segura de que sean totalmente Fae. Temen mi Lanza y sospecho que no están
dispuestos a morir por cualquier causa, lo que me da una ventaja táctica.

COSA-DE-MUCHAS-BOCAS, La: repulsivo Unseelie con multitud de boca


succionadoras, decenas de ojos y excesivamente grandes órganos sexuales.
Casta Unseelie: desconocida en este momento.
Evaluación de la amenaza: desconocida en este momento, pero sospecho que mata de una
manera en que prefiero no pensar.
Addendum a la entrada original: ¿Está todavía por ahí? Querría verle muerto.
Addendum a la entrada original: ¡Dani mató al bastardo!
¿Podría "tamizar" el espacio?
¿Cuáles de ellos pueden y cuales no pueden?

CUATRO PIEDRAS, Las: de translúcido color azul-negro, piedraas runadas. La clave para
descifrar el idioma antiguo y conocer el código del Sinsar Dubh está oculta en estas cuatro piedras
místicas. Cada una puede ser usada para arrojar luz sobre una pequeña parte del texto, pero sólo si
las cuatro están juntas de podrá conocer el texto en su totalidad (Mitos y Leyendas de Irlanda)
Addendum a la entrada original: Otros textos dicen que es la "verdadera naturaleza" del
Sinsar Dubh lo que pondrán de manifiesto.

DANI: Joven sidhe-seer en su temprana adolescencia, cuyo talento es una velocidad


sobrehumana. Ella tiene a su crédito (como ella orgullosamente pregona, como cuervo en un tejado,
ante la más mínima oportunidad) cuarenta y siete Fae muertos en el momento de escribir este
artículo. Estoy segura de que tendrá más mañana. Su madre fue asesinada por un Fae. Somos
hermanas en la venganza. Ella trabaja para Rowena y se emplea como mensajera urgente en Post
Haste Inc (PHI)
Addendum a la entrada original: ¡Su número ha aumentado a casi doscientos! Esta chica no
tiene miedo!

DOLMEN: Una tumba megalítica, construida con tres o más piedras en posición vertical,
que sirven de apoyo y plana horizontal como culminación. Los dólmenes son comunes en Irlanda,
sobre todo en torno a los Burren y Connemara. El Señor Maestro utiliza un dolmen en un ritual de
magia negra para abrir una puerta entre los reinos y lograr traer a su través a los Unseelie.

DRUIDA: Pre-cristiana sociedad celta; los druida presidían el culto divino; tenían poder
legislativo y judicial, enseñaban filosofía y educaban a la élite de la juventud. Los druidas, se creía,
estaban al tanto de los secretos de los dioses, incluidas las cuestiones relativas a la manipulación
física de la materia, el espacio e incluso tiempo. En irlandés antiguo "Drui" significa mago, adivino
(Mitos y Leyendas de Irlanda)
Addendum a la entrada original: he visto que tanto Barrons como el Señor Maestro utilizan
el poder druida de la Voz, una forma de hablar con muchas voces que no puede ser desobedecid.
¿esto es importante?
Addendum a la entrada original: Christian MacKeltar desciende de una larga y antigua
sangre druida.

* ESPADA DE LUGH, La: Reliquia de la Luz o Seelie, también conocida como la Espada
de Luz, una Reliquia Seelie capaz de matar Fae, tanto Seelie como Unseelie. Actualmente, la tiene
Rowena, y se la presta a sus expediciones de sidhe-seer del PHI cuando ella considera conveniente.
Se la da a Dani por lo general.
Addendum a la entrada original: La he visto. ¡Es hermosa!

* ESPEJOS PLATEADOS: (Tamizadores, Silvers): Reliquias Unseelie, complejo laberinto


de espejos creados por el Rey Unseelie; una vez utilizados como el principal método de viaje entre
reinos de los Fae, hasta que Cruce emitió la maldición que prohibía el paso por los plateado
corredores. Ahora los Fae no se atreven a entrar en los Espejos.
Addendum a la entrada original: El Señor Maestro tenía muchos de estos en su casa, en la
Zona Oscura los utilizaba para entrar y salir del Reino. ¿Si se destruía uno se destruía también lo
que hubiese dentro de él? ¿La apretura de una entrada/salida en un reino Fae era como una herida en
el tejido de nuestro mundo? ¿Cuál es exactamente la maldición y quién era Cruce?
Addendum a la entrada original: ¡Barrons tiene uno y entra y sale de él!

FAE: (Fay) Véase también Tuatha Dé Danaan. Dividido en dos Cortes, la luz o Seelie yla
oscuridad o Unseelie. Ambas tienen diferentes castas Fae, con las cuatro Casas Reales en la parte
más alta la casta de cada corte. La Reina Seelie y su consorte rigen la Corte de la Luz. El Rey
Unseelie y su actual concubina rigen la oscuridad.

FAE-MUERTE-POR-SEXO: (por ejemplo, V'lane) Un Fae tan sexualmente "potente" para


un ser humano que éste muere si practica sexo con él, a menos que el Fae proteja al humano del
impacto mortal de su erotismo.
Addendum a la entrada original: V'lane se hizo sentir como nada más que un hombre
increíblemente sexy cuando me tocó. Pueden silenciar su letalidad si así lo desean.
Addendum a la entrada original: Esta casta emana solo de las casas reales. Pueden hacer tres
cosas: proteger a los humanos completamente y darles el más increíble sexo de su vida, protegerlos
solo de morir y convertirlos en Pri-ya, o matarlos con el sexo.
Pueden "tamizar" el espacio.

FIONA: La mujer que dirigía Barrons Libros y Adornos antes de que yo me hiciese cargo.
Ella estaba salvajemente enamorada de Barrons y trató de matarme al apagar todas las luces y dejar
una vetana abierta una noche, para que las Sombras acabasen conmigo. Barrons la despidió por ello
(Gee, ahora que lo pienso, su despido por intentar matarme hace, seguro, que desee matarme ahora)
Ella está conectada con Derek O'Bannion y come carne Unseelie. Tengo una mala sensación
de ella; están hechos el uno para el otro.

GLAMOUR: Ilusión emitida por los Fae para camuflar su verdadera apariencia. Cuanto más
poderoso es el fae, más difícil es penetrar en su disfraz. Permite ver a los seres humanos solo lo que
el fae desea que vean y son sutilmente rechazados o apartados de ellos por un pequeño perímetro de
distorsión espacial que es parte del encanto Fae.

GRIPPER: fino y diáfano Unseelie que es sorprendentemente hermoso. Los Gripper


aparecen los medios de comunicación modernos como la representación de las hadas (delicadas y
brillantes bellezas desnudas, con una nube de pelo dorado, encantadoras) sólo que son casi del
tamaño de un humano. Les ha llamado Gripper (NdeT.: pinzas) porque "se agarran" a nosotros.
Pueden pasar a través de la piel del humano y poseeerle. Una vez que se han deslizado dentro de
una persona, ya no puedo sentirlos, podría estar de pie justo al lado de un Gripper dentro de una
persona y ni siquiera saberlo. Por un tiempo, yo tuve miedo de que Barrons podía ser uno. lo
descarté cuando cogió mi Lanza.

HAVEN, El: Consejo Superior de sidhe-seer.


Addendum a la entrada original: Antes se elegía por voto popular, ahora es elegido por la
Gran Maestra por su lealtad a ella y a la causa. Ellas son las únicas, además de Rowena, que sabían
lo que se mantenía escondido bajo la Abadía. Algunos de ellas murieron y/o desaparecieron cuando
el libro se perdió hace unos veinte años. ¿Cómo ocurrió? Yo tengo veintidós. ¿Es posible que mi
madre fuese una de ellas?!

HOMBRE-GRIS, El: monstruosamente feo, Unseelie leproso que se alimenta robando la


belleza humana de la mujer.
Evaluación de la amenaza: puede matar, pero prefiere que su víctima quede horriblemente
desfigurada y viva sufriendo.
Addendum a la entrada original: Al parecer es la única de su tipo, Barrons y yo la matamos.
Addendum a la entrada original: Puede "tamizar" el espacio.

IYCGM: Barrons me dio un teléfono móvil con este número programado "por si no podía
localizarle a él". El misterioso Ryodan respondió cuando llamé una vez.

IYD: Otro de los números programados por Barrons; significa "Si te estás muriendo".

* Lanza DEL DESTINO, La: Reliquia de la Luz o Seelie (alias Lanza de Luin, Lanza de
Longino, Lanza del Destino, el Lanza Flamígera), fue utilizada para perforar el costado de Jesucristo
tras su crucifixión. No es de origen humano, es Tuatha Dé Danaan y uno de las pocas armas capaces
de matar a un Fae, independientemente de su rango o poder.
Addendum a la nota original: Mata Fae y si alguien es solo Fae en parte, mata esa parte,
horriblemente.

MACKELTAR, CHRISTIAN: Empleado en el departamento de lenguas antiguas del


Trinity. ¡Él sabe lo que soy y conocía a mi hermana! No tengo ni idea de cúal es su lugar en todo
esto, ni sé sus motivos. Encontraré más información en breve.
Addendum a la entrada original: Christian proviene de un clan de Grandes Druidas de los
Fae y han sido la defensa de los humanos ante ellos, manteniendo los muros que separan ambos
Reinos durante miles de años, con el desempeño de rituales y el pago de diezmos. Él conocía a
Alina sólo de paso. Ella había venido a pedirle que tradujese un texto del Sinsar Dubh.
MALLUCÉ: Nacido John Johnstone, Jr. Causante de la misteriosa muerte de sus padres,
heredó cientos de millones de dólares, desapareció por un tiempo y resurgió como el nuevo No-
muerto o vampiro Mallucé. En el siguiente decenio, creó un culto suyo en todo el mundo y fue
contratado por el Señor Maestro por su dinero y conexiones. Fuerte y delgado, rubio, de ojos color
limón, de estética gótico-punk victoriana.

NULL: Sidhe-seer con poder para congelar a un Fae con el toque de sus manos (por
ejemplo, yo). Una vez congelado, es completamente impotente. Cuanto mayor y más poderosa es la
casta del Fae, más corto es el tiempo que permanece congelado.

O'BANNION, DEREK: Hermano de Rocky; nuevo recluta del Señor Maestro. Él quiere la
Lanza de su hermano y que quiere matarme por matar a su hermano. Debería haberle dejado entrar
en la Zona Oscura aquel día.
Addendum a la entrada original: ¡Él está comiendo carne Unseelie y ha conectado con
Fiona, que también come!

O'BANNION, ROCKY: Ex-boxeador convertido en mafioso, irlandés y fanático religioso.


Tenía la Lanza del Destino * en una colección profundamente oculta en el subsuelo. Barrons y yo
entramos una noche y la robamos. Su muerte fue la primera sangre humana en mis manos. La noche
que le robamos, Barrons apagó todas las luces exteriores en torno a la librería. Cuando O'Bannion
vino detrás de mí con quince de sus secuaces, las Sombras les devoraron justo debajo de la ventana
de mi dormitorio. Yo sabía que Barrons iba a hacer algo. Y si él me hubiese pedido que eligiese
entre ellos o yo, le habría ayudado a apagar las luces. Nunca se sabe lo que vas a estar dispuesto a
hacer para sobrevivir hasta que estés pegado a una esquina y viendo lo que explota tras de tí.

OOP: Acrónimo de objetos de poder, imbuidos con propiedades místicas Fae. Algunos son
Reliquias, otros no lo son.

OOP DETECTOR: Yo. Sidhe-seer con la especial capacidad de sentir los OOP's. Alina era
una también, por eso la utilizó el Señor Maestro.
Addendum a la entrada original: Muy raras. Algunas de su sangre fueron criadas para este
rasgo. Las sidhe-seer de Rowena dicen que han muerto todas.

ORBE DE JAI: Ni idea, pero lo tiene Barrons. Él dice que es un OOP. No podía sentirlo
cuando lo cogí, pero no podía sentir ninguno en ese momento. ¿De dónde salió y dónde lo puso?
¿Está en su misteriosa bóveda? ¿Qué hace? ¿Cómo entrar en su bóveda, de todos modos? ¿Dónde
está el acceso a los tres pisos por debajo de su garaje? ¿Hay un túnel que conecta los edificios?
Debo buscar.
Addendum a la entrada original: Barrons me lo dio para poder entregárselo a las sidhe-seer,
para su uso en el ritual de reforzar los muros en Samhain.

PATRONA: Mencionada por Rowena, supuestamente tengo "su mirada". ¿Era una
O'Connor? Fue en un momento la líder del Haven.

PHI: Post Haste, Inc, un servicio de mensajería de Dublín que sirve como tapadera para la
coalición sidhe-seer. Al parecer, Rowena está a su cargo.
Addendum a la entrada original: Después de que el Libro se perdió, Rowena abrió
sucursales de este servicio de mensajería en todo el mundo, en un esfuerzo para rastrearlo y
recuperarlo. Es muy inteligente, realmente. Ella tiene a las ciclistas actuando como sus ojos y oídos
en cientos de ciudades importantes. La abadía/sidhe-seer tienen un muy rico benefactor que
redirecciona fondos a través de múltiples empresas. Me pregunto quién es.

PORTALES ó TABH'RS: (Tah-VR) puertas o portales Fae entre reinos, a menudo ocultas
en objetos cotidianos humanos.

PRI-YA: Un adicto al sexo Fae.


Addendum a la entrada original: Que Dios me ayude, yo lo sé.

RELIQUIAS, Las: Ocho antiguas reliquias de inmenso poder fabricadas por los Fae: cuatro
de Luz y cuatro Oscuras. Las Seelie son las Piedras, la Lanza, la Espada y el Caldero. Las Unseelie
son: el Amuleto, la Caja, el Espejo y el Libro (Sinsar Dubh o Libro oscuro) de "Una guía definitiva
para los artefactos, auténticos y legendarios"
Addendum a la entrada original: todavía no sé nada sobre las Piedras o la Caja. ¿Confieren
poderes que me podrían ayudar? ¿Dónde están?
Corrección a la definición anterior: el Espejo es, en realidad, Los espejos Plateados, que
tamizan el tiempo. Véase Espejos tamizadores o Plateados. El Rey Unseelie fabricó todas las
reliquias oscuras. ¿Quién hizo la de la Luz?
Addendum a la entrada original: Véase la historia del Rey Unseelie y su mortal concubina,
como V'lane me la contó a mí (leer capítulo correspondiente del presente libro) El rey creó los
espejos para mantener su edad y darle su reino a explorar. Él creó el Amuleto para que pudiese
reconfigurar la realidad. Él le dio la Caja para su soledad. ¿Qué más hizo? El Sinsar Dubh fue un
accidente.

RHINO-BOY: feo, fae de piel gris que se asemeja a un rinoceronte, con frentes
protuberantes, cuerpo de barril y deslabazados brazos y piernas, labios colgantes en su boca y
dientes prominentes. Ellos son los más bajos en la casta Unseelie, matones enviados principalmente
para vigilar a los de alto rango Fae.
Addendum a la entrada original: saben fatal.
Addendum a la entrada original: No creo que puedan "tamizar" el espacio. Los he visto
encerrados en las celdas de Mallucé de la gruta, encadenados. No se me ocurrió en aquel momento
lo extraño que era, luego pensé que tal vez Mallucé los contenía, de alguna manera, con hechizos.
Pero después de que Jayne hizo su comentario sobre el encarcelamiento de Fae, me di cuenta de que
no todos los Fae pueden "tamizar" y estoy empezando a preguntarme si sólo los muy poderosos
pueden. Esto podría ser una importante ventaja táctica. Debo explorarla.

ROWENA: A cargo, hasta cierto punto, de una coalición de sidhe-seer organizadas como
mensajeras en Post Haste, Inc. ¿Es ella la Gran Maestra? Tienen un refugio o casa de retiro en una
antigua abadía a unas pocas horas de Dublín, con una biblioteca en la que debo entrar.
Addendum a la entrada original: Ella nunca me ha gustado. Está jugando a juez, jurado y
verdugo conmigo. ¡Envió a sus chicas tras de mí para robarme mi Lanza! Nunca dejaré que la
tengan. He estado a la abadía, pero sólo brevemente. Sospecho que muchas de las respuestas que
quiero se pueden encontrar allí, ya sea en las prohibidas bibliotecas en las que sólo el Haven está
autorizado a entrar, o en sus recuerdos. Tengo que averiguar quiénes son los miembros del Haven y
hablar con una de ellas.

RYODAN: Asociado de Barrons e IYCGM en mi agenda.


Addendum a la entrada original: es el Top de mi lista de personas a localizar.

SEELIE: La "Luz" o "justos" de la corte de los Tuatha Dé Danaan, regidos por la Reina
Seelie, Aoibheal.
Addendum a la entrada original: El Seelie no puede tocar las Reliquias Unseelie. El
Unseelie no puede tocar las Reliquias Seelie.
Addendum a la entrada original: Según V'lane la verdadera Reina de los Fae lleva mucho
tiempo muerta, asesinada por el Rey Unseelie y con ella murió la Canción de la Creación. Aoibheal
es un miembro más de la realeza de los muchos que ha intentado llevar a su gente desde entonces.

SEÑOR MAESTRO: ¡Es el traidor asesino de mi hermana! Fae, pero no Fae, líder de los
ejércitos Unseelie, persigue el Sinsar Dubh. Él estaba usando a Alina para detectarlo como Barrons
me está utilizando a mi para detectar OOP's.
Addendum a la entrada original: Él me ofreció un trato: Alina volvería si le conseguía el
Libro. Creo que realmente podría hacerlo.

SHAMROCK: Un ligeramente deforme trébol de tres hojas, símbolo antiguo de las sidhe-
seer, que representa su misión: Ver, Servir y Proteger, a la humanidad de los Fae.

SIDHE-SEER: (SHE-seer) Una persona con quien la magia Fae no funciona, capaz de ver
más allá de la ilusiones o "glamour" emitidos por los Fae, la verdadera naturaleza que se encuentra
debajo. Algunos también pueden ver los Portales o Tabh'rs, portales entre reinos. Otros pueden
sentir los OOP Seelie o Unseelie. Cada sidhe-seer es diferente, con distintos grados de resistencia a
los Fae. Algunas tiene un poder limitado, otras tienen un grado de poder avanzado con múltiples
"poderes especiales".
Addendum a la entrada original: Algunas, como Dani, son superveloces. Hay un lugar
dentro de mi cabeza que no es... igual que el resto de mí. ¿Acaso todas lo tienen? ¿Qué es esto?
¿Cómo lo obtuve? ¿Dónde están los fragmentos de conocimiento inexplicable que siento como
recuerdos que van y vienen? ¿Existe algo como un inconsciente colectivo genético?

* SINSAR Dubh, El: (she-Suh-DOO): Reliquia Unseelie perteneciente a los Tuatha Dé


Danaan. Escrito en un lenguaje conocido sólo por los más antiguos de su especie, se dice que
contiene la más mortal de todas las magias dentro de sus páginas cifradas. Traído a Irlanda por los
Tuatha Dé durante las invasiones, según el escrito de pseudo-historia "Leabhar Gabhåla", fue
robado junto con las demás Reliquias Oscuras y se rumorea que ha encontrado su camino hacia el
mundo de los hombres. Al parecer el autor, más de un millón de años atrás, fue el Rey de los
Unseelie. ("Una guía definitiva para artefactos, auténticos y legendarios")
Addendum a la entrada original: Lo he visto, ahora. Las palabras no pueden hacer una
descripción del mismo. Se trata de un libro, pero vive. Es consciente.
Addendum: La Bestia. Lo dicho.

SOMBRAS, Las: Una de las castas más bajas de Unseelie. Apenas corpóreas. Ellas tienen
hambre, ellas se alimentan. No pueden soportar la luz directa y cazan sólo de noche. Roban la vida
de la misma forma que el Hombre Gris roba la belleza, agotando a sus víctimas, vampirizándolas
con rapidez, dejando tras de sí un montón de ropa y una cáscara deshidratada de piel.
Evaluación de la amenaza: MORTAL.
Addendum a la entrada original: Creo que están cambiando, evolucionando, aprendiendo.
Addendum: ¡La conozco! ¡Juro que me acecha!
Addendum: Han aprendido a trabajar juntas y a formar barreras consigo mismas.

TAMIZAR: método Fae de locomoción, se produce a la velocidad de pensamiento. (¡Lo he


visto!)
Addendum a la entrada original: De alguna manera me V'lane me tamizó sin mi conciencia
de que él estaba allí. No sé si fue capaz de acercarse a mí "encubierto" de alguna manera, entonces
me tocó en el último minuto y yo simplemente no me di cuenta de lo sucedido, ya que es tan rápido,
o, si tal vez en lugar de tamizarme de mí, trasladó los reinos a mi alrededor. ¿Puede hacer eso?
¿Cómo de poderoso es V'lane? ¿Podría otro Fae tamizarme sin que tenga ningún aviso previo?
¡Inaceptablemente peligroso! Exigir más información.

TUATHA DÉ DANAAN ó TUATHA DÉ: (TUA día Dhanna o Tua DIA) (Ver arriba Fae)
Una raza muy avanzada que llegó a la Tierra de otro mundo; comprende a los Seelie y a los
Unseelie.

UNSEELIE: Corte Oscura o "asquerosa" de los Tuatha Dé a Danaan. Según la leyenda de


los Tuatha Dé Danaan, los Unseelie han estado apresados cientos de miles de años en una prisión
ineludible. ¿Ineludible? ¡Mi culo!

V'LANE: Según los libros de Rowena, V'lane es un Príncipe Seelie, de la corte de la Luz,
miembro del Consejo Superior de la Reina y, a veces, su Consorte. Es un Fae-muerte-por-sexo y ha
estado tratando de hacerme trabajar para él en nombre de la Reina Aoibheal, para localizar el Sinsar
Dubh.

VOZ: Arte o habilidad Druida que obliga a la persona sobre la que se utiliza a obedecer,
exactamente, cualquier orden. Tanto el Señor Maestro como Barrons la han utilizado sobre mí. Es
aterrador. Se apaga tu voluntad y te convierte en un esclavo. Te ves con tus propios ojos y ves que
tu cuerpo hace cosas que tu mente está gritando que no hagas. Estoy tratando de aprenderla, o, por
lo menos, aprender a resistirla, porque, de otro modo, nunca voy a ser capaz de acercarme lo
suficiente al Señor Maestro como para matarlo y vengar a Alina.

ZONA OSCURA: Un área que ha sido asumida por las Sombras. Durante el día parece
haber sido abandonada por la vida cotidiana, como si los vecinos se hubiesen mudado a otro barrio.
Una vez que cae la noche, es una trampa mortal.

Guía de Pronunciación
AN GARDA SIOCH’NA: En Dublin, garda; Garda-shee-a-conna. Fuera de Dublin: gardee.
AOIBHEAL: Ah-veel. (No en Gaélico sino en la antigua lengua de los Fae)
CRAIC: Crack.
CRUCE: Como el "cruc" de "crucificar".
DRUI: Dree.
FIRBOLG: Fair bol ugh.
LEABHAR GABHALA: Lour Gow ola.
MALLUCÉ: Mal-loosh.

Pronunciación irlandesa obtenida de los fondos de la policia y del Trinity de Dublin. Cualquier error
en la pronunciación es mío.
MAPAS
Finalizado el día 16 de Octubre de 2008

¡Mantened encendidas las luces!


Hatlish

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