02 Jesucristo, Sacramento Del Padre, Iglesia

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JESUCRISTO, SACRAMENTO DEL PADRE; IGLESIA,

SACRAMENTO UNIVERSAL DE SALVACIÓN

Bajo el presente tema se pretende exponer a modo sintético las ideas fuerza que
constituyen el centro de la eclesiología católica como lugar de encuentro con la salvación
anunciada y obrada por, y en Cristo, a todo el género humano.

Sacramento

Primero, y con miramientos a una mejor comprensión del tema, es preciso señalar el
significado de la proposición que se repite en el título: SACRAMENTO, y se establece la
referencia del concepto y su progresivo desarrollo a través de la historia de modo sintético.

Sacramento es un vocablo latino introducido en la teología por Tertuliano 1 y que no


tiene una exacta equivalencia en griego. Entre otras acepciones, traduce la palabra
mystérion, especialmente en la Sagrada Escritura donde tiene esencialmente el significado
de indicar una verdad divina cognoscible por revelación.

El uso de la palabra sacramento propició evitar la transliteración latina del griego


mystérion por mysterium, que era la forma utilizada para referirse a los cultos mistéricos
tan en boga en esos tiempos, y los autores cristianos querían evitar cualquier posible
confusión entre los catecúmenos y neófitos al relacionar el cristianismo con otras religiones
de tipo pagano.

Etimológicamente se puede considerar que la palabra sacramentum proviene de una


raíz que contiene el término sacer que habla de algo sacro, posteriormente el vocablo tomó
cierto matiz jurídico. Estos dos elementos (vínculo sagrado y jurídico) se encuentran en la
palabra que significa por tanto una iniciación confirmada por un juramento. Antes de la era
patrística designó principalmente la iniciación al servicio militar y al mismo servicio
militar. Sin embargo no se debe de tomar esta última consideración como la definitiva para
el uso cristiano del término sacramento.

Resulta apropiado considerar mejor el concepto sacramento en su primera acepción,


según dada en la Sagrada Escritura (mystérion) y expresa mejor el sentir cristiano.

1
Aunque el término fue introducido a la teología por Tertuliano (que es considerado como el primer autor
cristiano en escribir en latín) el vocablo ya existía en algunas traducciones latinas de algunos pasajes de la
Sagrada Escritura y al parecer era utilizado por los cristianos ya desde el siglo II. Cf. Grappone A.,
Sacramento, en AAVV., Nuovo Dizionario Patristico e di Antichità Cristiane, Génova-Milán, 2008. 4651.

21
La palabra mystérion traduce al hebreo sôd que designa a la asamblea y después por
metonimia a la decisión de la asamblea y luego a la doctrina secreta que los hace formar
parte de la asamblea; finalmente refiere como secreto o sigilo, donde este último se da por
los rabinos a la circuncisión como sello de pertenencia al pueblo de Dios. A esta acepción

Los antiguos cristianos opusieron el signaculum bautismal, entendido como


circuncisión espiritual, pero prefiriendo el término sacramentum, para dar la idea de un
vínculo sacro2.

Utilizada en el contexto bautismal, la palabra expresa al mismo tiempo tres ideas:

1) el aislamiento en el servicio de Cristo


2) el juramento de iniciación que sellaba el compromiso que se había tomado
3) el propio rito de iniciación

Haciendo un esquema, el término se desarrolló en dos centros:

1) Bautismal: con los significados de a) compromiso, b) profesión de fe, c) vínculo


contraído, d) señal de reconocimiento, de enseñanza y de regla de fe.

2) Mistérico: a) verdades escondidas y reveladas, b) economía de salvación, c) la


tipología, d) las fiestas de Cristo y las fiestas litúrgicas, e) el signo sagrado o que consagra,
f) el rito sacramental, especialmente los ritos de iniciación3.

Jesucristo, Sacramento del Padre

Hemos de comprender el concepto Sacramento en un sentido amplio, como


situación o circunstancia concreta aprehendida, desde la fe, a través de los sentidos que
refiere una realidad de mayor profundidad. Desde la fe cristiana la realidad interior y más
profunda que se sirve como medio de la realidad exterior, es el Dios Trascendente.

Desde la teología católica toda estructura de comunicación de Dios con los hombres
posee una estructura sacramental, parte de Dios y retorna a Dios; los rasgos sacramentales
no se apoyan sólo en la interpretación humana, sino que se convierten en el lenguaje eficaz
de Dios a través del cual comunica su promesa de salvación.

El punto culmen de la sacramentalidad divina se expresa en Cristo, en quien el


Padre derrama todo el amor del proyecto histórico-salvífico y quien es puesto al centro de
2
Cf. Ibid. 4651-4652.
3
Cf. A. HAMMAN, Sacramento, en AAVV. Diccionario Patrístico y de la Antigüedad Cristiana, Salamanca,
1998. 1925-1926.

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esta realidad, en él confluyen todas la realidades de expresión salvífica de la creación (Cf.
1Co. 15, 28), es decir, la creación como acontecimiento de salvación es acontecimiento de
salvación ya en Cristo. Toda la economía sacramental de la salvación se estructura desde la
creación y Cristo comprendido como el protosacramento o sacramento originario de la
Iglesia, como sacramento fundamental consecuente de la obra de Cristo, y de los mismos
sacramentos como actos concretos actualizadores del sacramento fundamental: Cristo4.

Por sacramento se entiende un signo simbólico eficaz de santificación. Es


simultáneamente manifestación y realización de la gracia. Se enumeran siete sacramentos
en la Iglesia; por encima de ellos, existe el admirable sacramento de la Iglesia misma. Esta
sacramentalidad de la Iglesia se funda últimamente en el sacramento fundamental o
primordial, que es Jesucristo, el Dios-Hombre5.

La creación como sacramento

«Dios quiere hacerse perceptible a los hombre, quiere comunicarse con ellos, quiere
descubrirles el sentido y meta de sus vidas. Y esto ocurre al anunciarse, a través de
realidades creadas, como Padre interesado por la suerte de los hombres. Los hombres sólo
pueden percibir por intermediación sensible esta realidad espiritual»6.

La expresión de la salvación en la creación comporta el primer grado de la fe


fundamental, el hombre experimenta en ésta la presencia de Dios y su acercamiento como
aprehensión, no a un modo mágico, sino como una fe natural. Sólo después de este
acontecimiento y ya a través de la revelación directa a un pueblo, comenzará Dios a
manifestarse como sacramento en la misma elección de Israel como el pueblo de su
pertenencia, así como en los sujetos que son mediadores entre el pueblo y Dios.

Los comienzos de la experiencia sacramental parten de la palabra transmitida por el


mediador, y en la misma asamblea, el pueblo reunido para atender a esa palabra que se
hace expresiva en la acción litúrgica, en la oración de reconciliación y de glorificación a
Dios7.

4
Cf. H. VORGRIMLER, Teología de los sacramentos, Barcelona, 1989, 47-48.
5
Cf. M. GONZÁLEZ GIL, Cristo Misterio del Padre, Cristología y Soteriología, II, Madrid 1976, 577, BAC.
6
H. VORGRIMLER, Teología de los Sacramentos, Barcelona, 1989, HERDER, 49.
7
Cf. H. VORGRIMLER, Teología de los Sacramentos, 50.

23
Sacramento en el Nuevo Testamento

Aludir el concepto sacramento en el Nuevo Testamento es referirnos a la misma


persona de Cristo quien a través de sus gestos y obras manifiesta la presencia del Padre en
medio de su pueblo que convoca a la vida del Reino. Todos los evangelios nos revelan la
sacramentalidad del Hijo, sin embargo en Juan se descubre con mayor relieve la impronta
sacramentaria de Jesús como epifanía del Padre, desde su revelación como Dios mismo, de
hecho así se acusa al referirse que nadie conoce al Padre, sino sólo él, el Hijo y él es quien
lo manifiesta (Cf. Jn.1, 18).

Los sinópticos revelan a Jesús en tres acontecimientos centrales en los que el Padre
resalta a través de signos concretos: El Bautismo en el Jordán (Mt. 3, 13-17; Mc. 1, 9-11;
Lc. 3, 21-22), la Transfiguración (Mt. 17, 1-8; Mc. 9, 2-8; Lc. 9, 28-36) y la Ascención
(Mc. 16, 19; Lc. 24, 50-53); en ellos se descubre la imagen de los cielos abiertos y la voz
que anuncia la predilección del Hijo y la complacencia para obrar su voluntad, elementos
cósmicos que evocan la manifestación de Yahvé en el Antiguo Testamento: la nube, la voz
dirigida a los mediadores (Moisés), el fuego, etc8.

Jesús revela al Padre como sabiduría que viene del cielo (Cf. Sab.9, 13-18 // Jn. 12,
12-13). Igualmente revela su bondad, Dios se manifiesta interesado en la vida de su pueblo
elegido en la historia veterotestamentaria y se le presenta como misericordioso y providente
en momentos críticos de su historia, Jesús acude a quien le necesita, sale al encuentro del
débil, va por el hombre para orientarle hacia Dios. Israel descubre a Dios a través de sus
obras y Jesús se revela también a través de obras concretas9.

Yahvé se manifiesta delante del pueblo como dominador del cosmos, toda la
creación se somete a sus órdenes, en el A.T. este poder se verifica por sus mediadores, en el
N.T. es Cristo mismo:
 -Paso del Mar rojo, el mar abre camino al pueblo para su salvación (Cf. Ex. 14,
21-22); Jesús calma la tempestad para librar del peligro a sus discípulos que
temen ante la bravura del mar (Cf. Mt. 8, 23-27; Mc. 4, 35-40).
 -Yahvé da alimento a su pueblo cuando éste pasa hambre en el desierto, envía el
maná para que se sacié (Cf. Ex. 16, 1-36), Jesús da alimento a su gente con la
multiplicación de los panes y él mismo se presenta como el pan auténtico de vida
(Cf. Jn. 6, 1-15. 35-36).

 -Yahvé se manifiesta como luz en medio del pueblo (Cf. Ex. 19, 16-19) Jesús
manifiesta ser la Luz que ilumina a todo hombre (Cf. Jn. 1, 9; 8, 12; 9, 1ss.)10.
8
Cf. S. VERGES- J.M. DALAMAU, Dios revelado por Cristo, Madrid, 1976, BAC, 77.
9
Cf. S. VERGES- J.M. DALAMAU, Dios revelado por Cristo, 79-80.
10
Cf. S. VERGES- J.M. DALAMAU, Dios revelado por Cristo, 82-84.

24
 -Yahvé se revela como el que es “YO SOY” Ex. 3, 14; Jesús en el todo el
Evangelio de Juan se auto-refiere de igual manera (Jn. 8, 58) “YO SOY: el
Camino, a Verdad, la Vida, la Luz, Agua de vida, Pan de vida, etc.” Es el que
existe desde la eternidad, es el principio de todo cuanto existe11.

El culmen de toda la revelación del Padre en Cristo como presencia delante del
hombre se manifiesta en el momento de la Pasión, la muerte y la resurrección. En la muerte
Jesús realiza en plenitud la obra redentora, fin de toda su misión: redimir al hombre, es la
expresión fundamental de la revelación a través de la kénosis de su abajamiento para elevar
al hombre a las más alta de sus dignidades que es la posesión de la vida eterna, la comunión
total con el Padre, contemplar eternamente su rostro.

La resurrección y la glorificación son los elementos consecuentes del acto redentor,


proyectado por el Padre desde la creación del mundo cuando el primer hombre por su
pecado de desobediencia perdió la vida plena, ahora Cristo en una obediencia sin límites y
filial se arroja al rescate del género humano. La resurrección y la glorificación comportan
los elementos sobre los cuales se funda toda la credibilidad de la fe, sin la verificación de
estos vano sería nuestro seguimiento a Cristo; sin estos la esperanza escatológica del
cristiano carece de sentido y fundamento, se convertiría en total fantasía y locura12.

El misterio de Jesucristo, consiste en la unión hipostática: la de su persona divina


con su auténtico ser humano, esto mismo le constituye en sacramento, en cuanto que por la
unión hipostática, él es la realidad misma de la gracia y su realización y manifestación para
nosotros.

Jesucristo es la realidad misma de la gracia, entendida la gracia como la


autocomunicación de Dios al hombre, la encarnación es la máxima autocomunicación de
Dios posible, en ella el Padre se da a su Hijo en su existencia humana, de modo que
Jesucristo es verdadero Hijo unigénito de Dios y, por ser Hijo, posee en plenitud el Espíritu
Santo. Esta autodonación de Dios como Padre a su Hijo Jesucristo es el fundamento de toda
autodonación de Dios al hombre. Así pues la encarnación es la gracia fundamental de
donde toda demás gracia se deriva.
Bajo este aspecto en lenguaje teológico se puede aceptar que Jesucristo es «res
sacramenti», la realidad significada por el símbolo externo, la gracia que se nos otorga. Por
la encarnación Jesucristo es el Hijo unigénito del Padre y la autodonación del Padre al
hombre, en ella todo hombre queda constituido hijo de Dios en el Hijo, se da la vinculación

11
Cf. O. ARENAS, Jesús, epifanía del amor del Padre, Colección de Textos Básicos para Seminarios
latinoamericanos, II, CELAM, 131.
12
Cf. O. ARENAS, Jesús, epifanía del amor del Padre, 144-148. En el catecismo de la Iglesia Católica, en el
artículo 11 sobre la profesión de fe (CREDO) en los numerales 988-1004 se ofrece toda una explicación del
sentido de la resurrección como fundamento de la esperanza cristiana.

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del Hijo con toda la familia humana, esa «res sacramenti» es la realidad de la gracia para
nosotros, en cuanto que a través de Cristo y por él, el Padre extiende a nosotros su amor
haciéndonos hijos por adopción.

Jesucristo, hecho hombre, es «signo» de esa gracia, en él se da la unión de lo divino


con lo humano, lo divino se manifiesta en lo humano y esto es elevado a signo de la
autocomunicación de Dios. Jesucristo revela el amor del Padre y nos manifiesta su
voluntad, en Cristo se da el pleno «sí» de las promesas del Padre en el que ya no puede
haber revocación alguna, es el sí definitivo, en Jesucristo se ha realizado la gracia y la
verdad (Jn. 1, 17).

No sólo por la encarnación Jesucristo es sacramento del Padre sino por sus obras y
su palabra, en todo el misterio de su vida se realiza como sacramento del Padre en cuanto
auto-comunicación y auto-donación, es el sacramento primigenio, supremo e irrepetible, en
él el Padre se da al hombre y el hombre se une con Dios. Desde la encarnación hasta el
misterio de la muerte y resurrección en Jesucristo se agota, cualitativamente, toda la
posibilidad de autocomunicación divina al hombre y la capacidad del hombre de participar
en la vida misma de Dios.

«Se ha hecho manifiesta la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los


hombres, que…movido de misericordia nos salvó..., derramando con profusión su Espíritu
sobre nosotros por Jesucristo nuestro salvador, para que justificados por su gracia,
obtengamos en herencia la vida eterna que esperamos» (Tit 3, 4-6)13.

El que Cristo sea el sacramento del Padre quiere significar la realización del
encuentro personal del hombre con Dios en el Hijo encarnado, ya no hablará a través de
gestos, fenómenos naturales, intermediarios, etc.; ahora Dios extiende una mano hecha
carne, humana, para conducirle a la amistad divina 14. Todo esto lo afirma Calcedonia (541)
al profundizar el misterio revelado en Cristo, Dios quiso comunicarse al hombre y lo hace a
través de su misma condición humana de modo que pueda lograr la aceptación del hombre
a su revelación.

La referencia de Cristo como sacramento evoca singularmente, también, a la


teología de san Pablo que se funda en la acepción del concepto sacramento como
traducción del griego mysterion, como se señaló al principio de este tratado, que en la carta
a los Efesios y Corintios evoca los designios de salvación queridos por Dios y obrados en
Jesucristo. Así con san Agustín, decir Jesús sacramento del Padre, equivaldría a decir que
Jesús es el mysterium Dei.

13
Cf. M. GONZÁLEZ GIL, Cristo el misterio de Dios, 577-578.
14
Cf. S. VERGES- J.M. DALAMAU, Dios revelado por Cristo, 154.

26
Tomás de Aquino, referirá que Jesús es el único sacramento que en cuanto a su
naturaleza humana causa, como instrumento de la divinidad, la salvación. Igualmente
Lutero reconoce que en toda la Sagrada Escritura, sólo se conoce un sacramento, Cristo el
Señor. En la reflexión teológica del siglo XIX ya existía la denominación de Cristo como
sacramento, sin embargo, la introducción del término protosacramento, referido a
Jesucristo, es introducida formalmente hasta el 1934 por Carl Feckes (Ursakrament) y
sobre el cual se funda toda la reflexión teológica de la Iglesia como sacramento y de cada
uno de los mismos sacramentos15.

Jesucristo, sacramento del Padre en los Padres Griegos

Considerando la acepción del término sacramento como la revelación de una verdad


secreta, se puede aceptar que Jesucristo es sacramento del Padre pues es quien lo
manifiesta, dado que lo conoce a plenitud, así lo consideran los padres griegos y para

15
Cf. H. VORGRIMLER, Teología de los Sacramentos, 52-53.

27
muestra san Ireneo16 (siglo II de la era cristiana) y san Atanasio 17 (siglo IV de la era
cristiana).

Poco se puede añadir a las reflexiones de san Ireneo, es bastante claro en señalar al
Verbo, a Jesucristo, como quien revela al Padre y a quien el Padre se revela para llegar por
su medio a los seres humanos. De esta manera Jesucristo es sacramento del Padre pues lo
da a conocer, y a partir de la aceptación de esta Verdad el ser humano se salvará, lo que
refuerza aún más la relación con el concepto de sacramento pues un efecto directo del
sacramento es precisamente dar la salvación.
16
San Ireneo en su tratado contra las herejías (Adversus Haereses) en el libro IV dice lo siguiente: “6,3. Pero
nadie puede conocer al Padre si no se lo revela el Verbo de Dios, esto es el Hijo; ni al Hijo, sin el
beneplácito del Padre. Porque el Hijo realiza el beneplácito del Padre: ya que el Padre envía, [988] el Hijo
es enviado y viene. Y al Padre, que para nosotros es invisible e indeterminable, lo conoce su mismo Verbo; y
siendo aquél inenarrable, éste nos lo da a conocer. De modo semejante, sólo el Padre conoce a su Verbo: así
nos reveló el Señor que son estas cosas. Y por eso el Hijo, al manifestarse a sí mismo, revela el conocimiento
del Padre. Y el conocimiento del Padre es la misma manifestación del Hijo: pues todas las cosas se nos
manifiestan mediante el Verbo. Y para que conociésemos que el Hijo que ha venido es el mismo que da el
conocimiento del Padre a quienes creen en él, decía a sus discípulos: «Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y
nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien su Hijo se lo quiera revelar» (Mt 11,27; Lc 10,22);
enseñándonos a sí mismo y al Padre, así como es, de modo que no recibamos como Padre sino a aquel que el
Hijo revela. 6,5. A este Hijo el Padre ha revelado para manifestarse a sí mismo por él, y para recibir en el
eterno refrigerio a los justos que creen en él (pues creer en él significa hacer su voluntad); mas a aquellos
que no creen y por eso huyen de la luz, justamente los recluirá en las tinieblas que ellos mismos han elegido
para sí. Así pues, el Padre se ha revelado para todos, y para todos ha hecho visible a su Verbo: y al mismo
tiempo el Verbo ha mostrado a todos al Padre y al Hijo, cuando se dejó ver de todos, y así es justo el juicio
de Dios sobre todos los que igualmente lo han visto pero no han creído igualmente.

6,6. En efecto, el Verbo revela a Dios Creador por medio de la misma creación, al Hacedor del mundo
por medio del mundo, al artista Plasmador por medio de los seres plasmados, y por medio del Hijo al Padre
que engendró al Hijo. Todos ellos hablan de modo parecido, pero no tienen la misma fe. Así también por
medio de los profetas el Verbo se predicó a sí mismo y al Padre. También en este caso todos oyeron lo
mismo, pero no todos creyeron igualmente. Y, finalmente, el Padre se manifestó en su Verbo hecho visible y
palpable: todos vieron al Padre en el Hijo, aunque no todos creyeron en él. Pues lo invisible del Hijo es el
Padre, y lo visible del Padre es el Hijo. Por eso, mientras él estuvo presente, todos lo reconocían como
Cristo y lo llamaban Dios. El diablo tentador proclamó al verlo: «Sabemos quién eres, el Santo de Dios»
(Mc 1,24; Lc 4,34). Y el diablo tentador le dijo: «Si tú eres el Hijo de Dios» (Mt 4,3; Lc 4,3). Aunque todos
veían y nombraban al Hijo y al Padre, sin embargo no todos creían en él.
6,7. Era preciso que todos dieran testimonio de la verdad, para la salvación de los creyentes y
condenación [990] de los incrédulos, pues el juicio ha de ser justo para todos, todos han de tener acceso a la
fe en el Padre y el Hijo; o sea, todos pueden corroborar el testimonio al recibirlo de todos: los amigos lo
recibirán de quienes les son cercanos, y los extraños, de sus enemigos. Pues la prueba verdadera e
irrefutable es la que proviene de los signos ofrecidos por los mismos adversarios; ya que éstos, al ver con sus
propios ojos lo que ante ellos sucede, dan testimonio de los signos, aunque en seguida tomen una actitud
hostil, se vuelvan acusadores y pretendan que no es válido su propio testimonio.
En efecto, no eran distintos el que por una parte se daba a conocer y por otra decía: «Nadie conoce al
Padre», sino uno y el mismo. Todas las cosas le han sido sometidas por el Padre (1 Cor 15,27), y todos
dieron testimonio de que es Dios verdadero y hombre verdadero: el Padre, el Espíritu, los ángeles, la
creación, los seres humanos, y finalmente la muerte misma (1 Cor 15,25-26). Pues el Hijo, en servicio del
Padre, lleva todas las cosas a su perfección, a partir de la creación hasta el final, y sin él nadie es capaz de
conocer a Dios. Pues el Hijo es el conocimiento del Padre y el Padre es quien revela el conocimiento del
Hijo, y lo hace por medio del Hijo mismo. Por eso el Señor decía: «Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y
nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien su Hijo se lo quiera revelar» (Mt 11,27; Lc 10,22). «Se lo

28
En cuanto a lo mencionado por san Atanasio, el Verbo, Jesucristo, revela a Dios
Padre pues le pertenece, es el Verbo del Padre, y lo manifiesta desde el momento de la
creación del mundo y también ordena, mantiene y embellece toda la creación, ahora gracias
a Él toda lo creado tiene el acceso al Padre pues ya participa de su misma existencia gracias
a la mediación del Verbo. Es así como el Verbo se manifiesta como sacramento del Padre,
pues al mediar entre Dios y el mundo hace posible que la vida divina y la salvación alcance
a todos lo cual es típico del sacramento, por un parte lo mistérico: el amor de Dios que
salva, y por otra lo jurídico: la pertenencia al nuevo pueblo de Dios congregado por la
acción del Verbo y por la libre aceptación de cada miembro, hace posible la salvación y la
unión íntima con el Dios Uno y Trino.

Iglesia sacramento Universal de Salvación

Podemos partir, para este apartado, con unas palabras del entonces teólogo Joseph
Ratzinger:

quiera revelar». No sólo se refiere al tiempo futuro, como si el Verbo hubiese comenzado a revelar al Padre
únicamente cuando nació de María, sino que, en general, se refiere a todo el tiempo. Desde el principio el
Hijo da asistencia a su propia creatura, revelando a todos al Padre, según el Padre quiere, cuando quiere y
como quiere. Por ello en todo y por todo uno solo es el Padre, uno el Verbo y uno el Espíritu, así como la
salvación es una sola para todos los que creen en él.”
17
San Atanasio dice en una obra también polémica dirigida a los gentiles llamada “Contra los Gentiles-la
Encarnación del Verbo” en sus números 40-42: “El Padre de Cristo, santísimo e inmensamente superior a
todo lo creado, como óptimo gobernante, con su propia sabiduría y su propio Verbo, Cristo, nuestro Señor y
salvador, lo gobierna, dispone y ejecuta siempre todo de modo conveniente, según a él le parece adecuado.
Nadie ciertamente negará el orden que observamos en la creación y en su desarrollo, ya que es Dios quien
así lo ha querido. Pues, si el mundo y todo lo creado se movieran al azar y sin orden, no habría motivo
alguno para creer en lo que hemos dicho. Mas si, por el contrario, el mundo ha sido creado y embellecido
con orden, sabiduría y conocimiento, hay que admitir necesariamente que su creador y embellecedor no es
otro que el Verbo de Dios. Me refiero al Verbo que por naturaleza es Dios, que procede del Dios bueno, del
Dios de todas las cosas, vivo y eficiente; al Verbo que es distinto de todas las cosas creadas, y que es el
Verbo propio y único del Padre bueno; al Verbo cuya providencia ilumina todo el mundo presente, por él
creado. El, que es el Verbo bueno del Padre bueno, dispuso con orden todas las cosas, uniendo
armónicamente lo que era entre sí contrario. Él, el Dios único y unigénito, cuya bondad esencial y personal
procede de la bondad fontal del Padre, embellece, ordena y contiene todas las cosas. Aquel, por tanto, que
por su Verbo eterno lo hizo todo y dio el ser a las cosas creadas no quiso que se movieran y actuaran por sí
mismas, no fuera a ser que volvieran a la nada, sino que, por su bondad, gobierna y sustenta toda la
naturaleza por su Verbo, el cual es también Dios, para que, iluminada con el gobierno, providencia y
dirección del Verbo, permanezca firme y estable, en cuanto que participa de la verdadera existencia del
Verbo del Padre y es secundada por él en su existencia, ya que cesaría en la misma si no fuera conservada
por el Verbo, el cual es imagen de Dios invisible, primogénito de toda creatura; por él y en él se mantiene
todo, lo visible y lo invisible, y él es la cabeza de la Iglesia, como nos lo enseñan los ministros de la verdad
en las sagradas Escrituras. Este Verbo del Padre, omnipotente y santísimo, lo penetra todo y despliega en
todas partes su virtualidad, iluminando así lo visible y lo invisible; mantiene él unidas en sí mismo todas las
cosas y a todas las incluye en sí, de tal manera que nada queda privado de la influencia de su acción, sino
que a todas las cosas y a través de ellas, a cada una en particular y a todas en general, es él quien les otorga
y conserva la vida.” PG 25, 79-83.

29
Aun quienes sólo conocen de la Iglesia católica apenas más que su nombre han oído de
ordinario alguna vez que ella se designa a sí misma como «la única que salva»; para
quienes han entrado en contacto más estrecho con la Iglesia y la teología no es raro tam -
poco que tras esa frase simplificadora se esconda una proposición — negativamente
formulada— que se remonta hasta la antigüedad cristiana: Extra ecclesiam nulla salus —
fuera de la Iglesia no hay salvación. De la solicitud por la salvación de los no cristianos o
de los no católicos, que hubo de producir originariamente esta proposición, ha surgido
entretanto una pregunta a la Iglesia misma y una preocupación por la legitimidad de su fe.
A la conciencia moderna se le impone con tan elemental energía la certeza de la
misericordia divina, aún más allá de las fronteras de la Iglesia jurídicamente constituida,
que eso ya no puede representar problema alguno. Pero en tal caso se hace tanto más
problemática una Iglesia que, durante más de milenio y medio, no sólo ha tolerado la pre-
tensión de la exclusiva de salvación, sino que la ha erigido en elemento esencial de la
manera de entenderse a sí misma y parece haberla hecho una parte de su misma fe.
Si esta pretensión cae —y nadie la esgrime ya en serio—, parece ponerse en tela de juicio
la Iglesia misma…La fe cristiana se ha presentado desde el principio como pretensión
universal, con la que se ha enfrentado al mundo de todas las religiones. El lema de la
salvación exclusiva en la Iglesia es sólo la concreción eclesial de tal pretensión, resultando
ya desde el siglo II de la concreción eclesial de la fe. Sin esta pretensión de universalidad,
la fe cristiana no sería ella misma; pero cabalmente esa pretensión parece estar
definitivamente superada.
Así, la discusión mantenida desde hace algunos decenios con creciente viveza sobre la
salvación fuera de la Iglesia se distingue por su orientación específica del problema que en
generaciones anteriores originó el salus extra... La cuestión primaria no es ya la salud
eterna de los otros, cuya posibilidad en principio es cierta sin discusión posible; el
problema realmente capital es más bien cómo haya todavía de entenderse, ante esa
certidumbre que no puede rechazarse, la pretensión absoluta de la Iglesia y de su fe. Pero
si ello es así, si, en otras palabras, el problema real de la antigua proposición cristiana no
se dirige ya a los de fuera, sino primeramente a nosotros, en tal caso no bastan ya las
teorías sobre la salvación de los otros por ingeniosas que sean. En tal caso hay que
plantear más bien la cuestión de si aquella pretensión histórica es compatible con nuestra
conciencia de hoy; hay que poner en claro cómo puede la fe permanecer fiel a sí misma al
haber cambiado las condiciones. Está sobre el tapete la identidad esencial de la fe de
entonces y la de hoy y, por ende, la posibilidad en general de seguir siendo de manera
sincera un creyente cristiano dentro de la Iglesia católica. 18

ESTADO DE LA CUESTION19

¿Cómo podemos afirmar simultáneamente que Dios quiere realmente la salvación de


todos los hombres (I Tm 2, 5) y que la Iglesia es el único Sacramento y que es necesario
pertenecer a ella para poder salvarse? ¿No es esto limitar la salvación?, los hombres de otras
religiones ¿se condenan?... ¿No estamos en un callejón sin salida?
18
J. RATZINGER, El Nuevo Pueblo de Dios, Barcelona, Herder 1972, pp. 375-377.
19
Cf. P. FAYNEL, La Iglesia, Barcelona, Herder, t. II, pp. 53-68.

30
Fundamentos de la afirmación

AFIRMACION DE FE:
"Así como Cristo es el UNICO MEDIADOR entre Dios y los hombres, así también la
Iglesia es el MEDIO UNIVERSAL Y UNICO de salvación. Por tanto ningún hombre puede
salvarse sin pertenecer a ella en toda su realidad o por lo menos por su disposición profunda".
El magisterio Ordinario y Universal constantemente lo afirma, por ejemplo: IV Concilio de
Letrán20, Vaticano II, L. G. 14: "Esta Iglesia peregrinante es NECESARIA para la salvación.
Sólo Cristo es mediador y camino de salvación y se hace presente en su cuerpo: La Iglesia".

SAGRADA ESCRITURA:

a) CRISTO ES LA UNICA FUENTE DE SALVACION, el Único salvador, el Único


lugar de encuentro entre Dios y los hombres. Act. 4, 11-12: "No hay otro nombre por el que
nosotros podamos salvarnos"; Rom 10, 1-14; Lc 12, 8-10; Jn 14, 1-16.

b) CRISTO Y LA IGLESIA FORMAN UNA SOLA COSA en la comunicación de la


salvación a los hombres. Por tanto negarse a seguir a la Iglesia es negarse a seguir a Cristo y
negarse a seguir a Cristo es rechazar al Padre (cf. Lc 10, 16); Ga 1, 8: "quien les proclame un
evangelio distinto, sea anatema"; Jn 3, 5 Bautismo; Mt 16, 16 Fe y Bautismo.
Todos estos textos significan claramente que fuera de Cristo y de su Iglesia NO existe
salvación posible para el hombre.

TRADICION:

Para los Santos Padres la Iglesia es sacramento desde el momento que revela una
realidad superior, afirman que manifiesta la vida de la Santísima Trinidad sobre todo en la
comunión y la unidad que se da al interno de su seno. Si bien es cierto que no agota ni
manifiesta todo pero con esta revelación hace posible que el ser humano se inserte en el
misterio de la vida divina y alcance la salvación, que es precisamente lo que efectúa un
sacramento.

Para san Ignacio de Antioquía el Padre de Jesucristo es el “obispo” de todos 21 y el


obispo es vicario de Dios22 y la efigie del Padre23. Los presbíteros están al puesto del

20
DZ 430
21
“Mas también a vosotros os conviene no abusar de la poca edad del obispo, sino tributarle toda reverencia
según la virtud de Dios Padre. Así he sabido que lo hacen también vuestros santos ancianos, los cuales no
miran para nada su juvenil condición que salta a los ojos, sino que, como prudentes en Dios, están sumisos a
él, o, mejor decir, no a él sino al Padre de Jesu-Cristo, que es el obispo de todos”. (Mag. 3,1). San Ignacio de
Antioquía, Cartas en su camino al martirio, México, 1947. 90.

31
consejo de los apóstoles unidos delante de Dios24. Así mismo los diáconos deben ser
respetados por ejercer el mismo ministerio de Jesucristo25. La constante exhortación de san
Ignacio a la subordinación al obispo o al colegio de los presbíteros sirve a la unidad de la
Iglesia. A la unicidad de Dios26 corresponde la unidad de la Iglesia27.
San Ireneo señala que: “todos reconocen un único Dios Padre, creen en la misma
economía de la encarnación del Hijo de Dios, conocen la misma efusión del Espíritu,
observan los mismos preceptos y el mismo sistema de gobierno de la Iglesia, esperan una
misma venida del Señor y esperan la misma salvación de todo el hombre, es decir, del
alma y del cuerpo” (Adv. Haer. 5, 20, 1).

22
“Como quiera, pues, que en las personas susodichas contemplé toda vuestra muchedumbre en la fe y a
todos los amé, yo os exhorto a que pongáis empeño por hacerlo todo en la concordia de Dios, presidiendo el
obispo en figura y representación de Dios, y los ancianos en representación del colegio de los apóstoles y los
diáconos, para mí dulcísimos, a quienes está confiado el ministerio de Jesu-Cristo, el cual estaba antes de los
siglos junto al Padre y se manifestó al fin de los tiempos”. (Mag. 6, 1). Ibid. 91-92.
23
“Ahora que, por vuestra parte, todos habéis de respetar a los diáconos como a Jesu-Cristo. Lo mismo digo
del Obispo, que es figura del Padre, y de los ancianos que representan el concejo de Dios y el colegio de los
apóstoles. Sin éstos no hay nombre de Iglesia”. (Trai. 3, 1). Ibid. 109.
24
“Porque como sea cierto que estáis sometidos a vuestro obispo como a Jesu-Cristo, os presentáis a mis
ojos no como quienes viven según los hombres, sino según Jesu-Cristo que murió por vosotros, a fin de que,
por la fe en su muerte, escapéis vosotros de la muerte. Necesario es, por tanto, como ya lo practicáis, que no
hagáis cosa alguna sin contar con el obispo; antes someteos también al colegio de los ancianos, como a los
apóstoles de Jesu-Cristo, esperanza nuestra, en quien hemos de encontrarnos en toda nuestra conducta”.
(Trai. 2, 1). Ibid. 108. Ver también: Mag. 6, 1; Trai. 3, 1.
25
Cf. Mag. 6, 1; Trai. 3, 1.
26
“Así, pues, por lo que a mí toca, hice lo que me cumplía como hombre que llegó a la perfección en la
unidad; mas allí donde hay escisión e ira, no habita Dios. Ahora bien, a todos cuantos se conviertan, les
perdona el Señor, a condición de que se conviertan a la unidad de Dios y al consejo del obispo”. (Filad. 8, 1).
Ibid. 140. “Bien están también los sacerdotes; pero mejor que todos es el Sumo Sacerdote a quien se confía
el Santa Sanctorum, el solo a quien se encomiendan los misterios de Dios, como que Él es la puerta de Dios
(Jn 10, 9) por la que entran Abraham, Isaac y Jacob y los profetas y los apóstoles y la Iglesia. Todo esto para
la unidad de Dios”. (Filad. 9, 1). Idem. “Saludo a vuestro obispo, digno de Dios, y al divino colegio de los
ancianos, a los diáconos consiervos míos y a cada uno en particular y a todos en general en nombre de Jesu-
Cristo, en su carne y en su sangre, pasión y resurrección, en unidad de Dios y vuestra, corporal y
espiritualmente”. (Esmir. 12, 2). Ibid. 156. “Os envío mi adiós para siempre con súplicas a nuestro Dios
Jesu-Cristo, en el cual perseveréis en la unidad de Dios y del obispo”. (Polic. 8, 3). Ibid. 167. “De la cruz,
digo, por medio de la cual os llama a Sí el Señor en su Pasión, como miembros suyos que sois. Ahora bien, la
cabeza no puede nacer separada de los miembros, más que cuando Dios promete la unión, y Él es ese Dios” .
(Trai. 11, 2). Ibid. 112-113.
27
“Por eso vuestra concordia y unánime caridad es un canto a Jesu-Cristo. Y aun cada uno de vosotros en
particular habéis de convertiros en un coro, a fin de que, unísonos por la concordia y recibida en vosotros la
armonía de Dios, cantéis en la unidad, a una sola voz, al Padre por medio de Jesu-Cristo; y así es como os
oirá y reconocerá, por vuestras buenas obras, como miembros de su hijo. Cosa, por tanto, provechosa es que
os mantengáis en unidad irreprochable, a fin de que en todo momento os hagáis partícipes de Dios. Porque
si yo, en tan poco tiempo, tal familiaridad he adquirido con vuestro obispo –familiaridad, digo, no a lo
humano, sino espiritual-, ¡cuánta más razón no tengo para felicitaros a vosotros, que estáis templados con él
al modo que la Iglesia con Jesu-Cristo y como Jesu-Cristo con su Padre, a fin de que todo, en la unidad,
suene al unísono!”. (Efe. 4, 2- 5, 1). Ibid. 66. “En cambio, donde esté el pastor, allí debéis, como ovejas,
seguir vosotros. Porque muchos lobos, que se presentan dignos de todo crédito, cautivan con su funesto
placer a los corredores de Dios. Mas en vuestra unión, ningún lugar de entrada tienen”. (Filad. 2, 2) Ibid.
136. “Ten cuidado de la unidad, mejor de la cual nada existe. Llévalos a todos sobre ti, como también a ti te
lleva el Señor” (Polic. 2, 2). Ibid. 161-162.

32
San Cipriano afirma que: “Dios es uno, Cristo es uno, la Iglesia es una y también la
cátedra es una”. (Carta 43, 5); dice además: “La origen de la Iglesia viene de la unidad”
(De Unitate 4); y su frase célebre: “Quien no tiene a la Iglesia por madre no puede tener a
Dios por padre” (De Unitate 6).
San Hilario de Poitiers afirma que la Iglesia se acerca a la Trinidad, casi asunta en ella:
“por lo tanto, esto, se dice del pueblo de Dios, ser hermanos bajo un mismo Padre, ser uno
bajo un mismo Espíritu, concordes vivir en una misma casa, ser miembros de un mismo
cuerpo bajo una sola Cabeza” (In Ps. 132, 3).

Para san Cirilo de Alejandría la unidad del cuerpo eclesial proviene de la esencia
divina (In Io 11, 11); la unidad de los miembros de Cristo es realizada del hecho de que
reciben un mismo pan eucarístico y se convierten con Cristo y entre ellos un solo cuerpo
(Ibid.). De igual modo es eficaz el hecho de que el mismo Espíritu Santo habita en cada uno
de los fieles (Ibid.). Es así que aquellos que pertenecen a la Iglesia son destinatarios de los
sacramentos y se convierten en lo que era el hombre en el origen: plasmados a imagen de
Dios (es decir, del Hijo) y a su semejanza (es decir, según el Espíritu Santo).

Como se puede apreciar los Padres se refieren a la Iglesia como una realidad que se
funda en la Santísima Trinidad y que manifestándola ofrece la salvación a quien se
introduce en ella mediante unos gestos divinos concretos que se conocen como
sacramentos. La Iglesia, pues, es un sacramento universal de salvación porque es el medio
escogido por Dios Uno y Trino para dispensar a todos y cada uno de los hombres la
salvación que quiere que alcance hasta los confines de la tierra.

La fórmula "Fuera de la Iglesia NO hay salvación" aparece por primera vez en San
Cipriano y Orígenes hacia el 250. Pronto se convierte en una de las más tradicionales de la
Iglesia, aparece ininterrumpidamente en los Padres, tal cual o con variante; en los teólogos,
con imágenes como el Arca, la Vid (rama seca); y en el Magisterio.

El Catecismo de la Iglesia Católica dice:


¿Cómo entender esta afirmación tantas veces repetida por los Padres de la Iglesia?
Formulada de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la
Iglesia que es su Cuerpo:
El santo Sínodo... basado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, enseña que esta
Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el único Mediador y
camino de salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en la Iglesia. Él, al inculcar
con palabras, bien explícitas, la necesidad de la fe y del bautismo, confirmó al mismo
tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que entran los hombres por el bautismo como por
una puerta. Por eso, no podrían salvarse los que sabiendo que Dios fundó, por medio de

33
Jesucristo, la Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen
querido entrar o perseverar en ella (LG 14).28

3) UNICIDAD Y MISTERIO DE LA IGLESIA:

Es esencial a la Iglesia ser única ("Mi Iglesia", "Un solo rebaño, un solo pastor", "que
sean UNO"), de lo contrario ya no sería la esposa del único mediador, su cuerpo, el
Sacramento de la comunión universal entre Dios y los hombres. Esto NO es un
IMPERIALISMO UNIVERSAL, sino fidelidad a la misión que ha recibido con respecto a
toda la humanidad, es CARIDAD UNIVERSAL, por tanto admitir una pluralidad de Iglesias
equivaldría a NO admitir ninguna, a rechazar la noción de Iglesia.

La declaración Dominus Iesus, de la Congregación para la doctrina de la fe, explica


al respecto:

El Señor Jesús, único salvador, no estableció una simple comunidad de discípulos, sino que
constituyó a la Iglesia como misterio salvífico: Él mismo está en la Iglesia y la Iglesia está
en Él (cf. Jn 15,1ss; Ga 3,28; Ef 4,15-16; Hch 9,5); por eso, la plenitud del misterio
salvífico de Cristo pertenece también a la Iglesia, inseparablemente unida a su Señor.
Jesucristo, en efecto, continúa su presencia y su obra de salvación en la Iglesia y a través
de la Iglesia (cf. Col 1,24-27),(LG 14) que es su cuerpo (cf. 1 Co 12, 12-13.27; Col 1,18).
(LG 7) Y así como la cabeza y los miembros de un cuerpo vivo aunque no se identifiquen
son inseparables, Cristo y la Iglesia no se pueden confundir pero tampoco separar, y
constituyen un único « Cristo total »(Cfr. San Agustín, San Gregorio Magno, Santo Tomás
de Aquino). Esta misma inseparabilidad se expresa también en el Nuevo Testamento
mediante la analogía de la Iglesia como Esposa de Cristo (cf. 2 Cor 11,2; Ef 5,25-29; Ap
21,2.9; LG 6).
Por eso, en conexión con la unicidad y la universalidad de la mediación salvífica de
Jesucristo, debe ser firmemente creída como verdad de fe católica la unicidad de la Iglesia
por él fundada. Así como hay un solo Cristo, uno solo es su cuerpo, una sola es su Esposa:
« una sola Iglesia católica y apostólica » (DS 48, DS 870-872; LG 8). Además, las
promesas del Señor de no abandonar jamás a su Iglesia (cf. Mt 16,18; 28,20) y de guiarla
con su Espíritu (cf. Jn 16,13) implican que, según la fe católica, la unicidad y la unidad,
como todo lo que pertenece a la integridad de la Iglesia, nunca faltaran. (UR 4; U. U. Sint
11).
Los fieles están obligados a profesar que existe una continuidad histórica —radicada en la
sucesión apostólica—(LG 20) entre la Iglesia fundada por Cristo y la Iglesia católica: «
Esta es la única Iglesia de Cristo [...] que nuestro Salvador confió después de su
resurrección a Pedro para que la apacentara (Jn 24,17), confiándole a él y a los demás
Apóstoles su difusión y gobierno (cf. Mt 28,18ss.), y la erigió para siempre como «
columna y fundamento de la verdad » (1 Tm 3,15).29

28
CEC # 846
29
Dominus Iesus # 16

34
(2) Sentido y alcance de la afirmación "Fuera de la Iglesia NO Hay Salvación" La
afirmación tiene dos aspectos:

1o. "OBJETIVO-INSTITUCIONAL", que se refiere a la Iglesia como el único


organismo apto para comunicarnos la salvación de Cristo, y el

2o. "SUBJETIVO-INDIVIDUAL" (personal) que se refiere a la salvación concreta de


cada hombre.

¿Cómo interpretar correctamente esta afirmación?

1- NUEVO TESTAMENTO:

a) Lo que el Nuevo Testamento condena es esencialmente la Negación de la Verdad NO


la ignorancia pura y simple (inculpable): "quien se resista a creer será condenado" Mc
16, 16; Jn 3, 18-19 "el que no cree ya está juzgado"; Jn 12, 46-48; Mt 22, 8-9 a la Boda
(Reino) se invita a todos, incluso a los ignorantes de ella; I Jn 4, 7 "Todo el que ama ha
nacido de Dios" (por tanto incluso los paganos).

b) Nunca afirma que sea suficiente invocar a Cristo o afiliarse a su Iglesia para poder
salvarse, hasta dice explícitamente lo contrario: Mt 7, 21-24: "No todo el que me diga
Señor, Señor..."; Mt 13, 41-42; Mt 25, 41.
c) NO excluye en ninguna parte una pertenencia a Cristo y a la Iglesia simplemente
latente y tendencial pero ya salvífica: Mt 12, 30: "Quien no está contra nosotros, está
con nosotros"; Jn 8, 56 dice Cristo: "Abraham ha visto mi día"; Jn 1, 9.

2- LOS PADRES:

a) FULGENCIO DE RUSPE, ante un contexto en que se rechaza la Verdad conocida


dice: "No cabe duda que todos los paganos, judíos, herejes, cismáticos que mueren
fuera de la Iglesia católica irán al fuego eterno"30.

Otros admiten la buena fe, como:

b) SAN AGUSTIN, quien distingue hereje material (de buena fe) y hereje formal: "Aquel
(hereje) fruto... de la herencia de unos progenitores seducidos y arrastrados por el
error; si busca la verdad escrupulosamente pronto a abrazarla en cuanto la conozca, no
debe ser clasificado entre los herejes"31.
30
cf. P.L. 65, 704
31
Ep 43, 1

35
c) SAN AMBROSIO a propósito del emperador Valentiniano II, asesinado antes de
haber recibido el bautismo que tanto deseaba escribe: "¿NO habrá recibido la gracia
que deseaba, que él había pedido? Evidentemente, si la ha pedido, la ha recibido" 32.
(N.B. Para un pagano, cuando no se puede el bautismo de agua, basta el de deseo)

3- EDAD MEDIA:

Santo Tomás habla de ignorancia voluntaria e involuntaria; vencible e invencible:


"Cuando un hombre llega a la edad de la razón, la primera cosa a la que debe aplicar su
pensamiento no es otra que deliberar acerca de sí mismo y si se ordena al fin verdadero (Dios)
se libra del pecado original, por la gracia santificante que recibe entonces"33.

4- GRANDES DESCUBRIMIENTOS DE SIGLO XV Y XVI:

El 1492 se descubre América, los hombres de este continente no conocer a Cristo, ni a


su Iglesia, son ignorantes; ellos ¿se condenan eternamente? ... Aquí se cae en la cuenta de que
la afirmación "Fuera de la Iglesia NO hay salvación" es esencialmente un Principio de
Eclesiología que no versa tanto sobre la salvación de esta o aquella persona en particular sino
sobre la legitimidad y necesidad de la institución eclesial.

5- ÉPOCA ACTUAL:

Finalizado el siglo XVIII el liberalismo e indiferentismo religioso provocaron una


nueva oposición a la afirmación "Fuera de la Iglesia no hay salvación", por ejemplo
ROUSSEAU quien decía: "Todo el que se atreve a decir 'Fuera de la Iglesia No hay salvación'
debe ser expulsado del Estado".
La reacción de la Iglesia fue la siguiente:
a- Rechazó categóricamente la negación del misterio de salvación del que ella es servidora,
por tanto mantiene con firmeza el principio tradicional: "Fuera de la Iglesia no hay salvación”
b- La condenación implicada en esta afirmación No apunta jamás a las personas mismas.

EL VATICANO I, en su esquema preparatorio sobre la Iglesia


(Cap. VII), contenía una exposición del principio "Fuera de..." en la que se mencionaba esa
ignorancia invencible que excusa de toda falta.

32
P.L. 16, 1374
33
I-II q. 89, a. 6

36
PIO XII, en la Mystici corporis, menciona explícitamente que hay "quienes por cierto
deseo o aspiración inconsciente están ordenados al Cuerpo Místico" 34, preparando así el
progreso del Vaticano II en L. G. 16.

EL VATICANO II no usa la redacción de la fórmula negativamente ("Fuera de... ")


sino positivamente: "La Iglesia es sacramento universal de salvación", así desarrolla esta larga
toma de conciencia de la Iglesia y la reafirma vigorosamente en Lumen Gentium cap. II, pero
matiza la aplicación de este principio a las diferentes categorías humanas: No católicos, judíos,
musulmanes, quienes buscan a Dios. (L. G. 16).

Conclusión (5). Resumimos así la Tradición:


1) Es de Fe "que la Iglesia peregrina es necesaria para la salvación" (L. G. 14)
2) "NO podrían salvarse aquellos hombres que conociendo que la Iglesia católica fue
instituida por Dios a través de Jesucristo como necesaria se negasen a entrar o a
perseverar en ella" (L. G. 14)
3) En razón del vínculo que une a Cristo con la Iglesia nadie puede salvarse, es decir,
vivir con Cristo, sin estar de un modo u otro en comunión con la Iglesia.
4) En la aplicación de este principio a las diferentes personas hay que tener en cuenta las
circunstancias y posibilidades efectivas de cada uno. "Por esto, para que una persona
alcance su salvación eterna, NO siempre se requiere que esté de hecho incorporada a la
Iglesia a título de miembro, pero sí debe estar unido a ella siquiera por un deseo o
aspiración"35.
5) "Incluso NO siempre es necesario que esta aspiración sea explícita. En caso de
Ignorancia invencible, una simple aspiración implícita o inconsciente puede ser
suficiente, si traduce la 'disposición de una voluntad que quiere conformarse a la de
Dios'"36.

¿Cómo concebir psicológicamente este DESEO IMPLICITO?


Hay que desconfiar de todo lo que sea un análisis demasiado lógico y preciso. Solo
Dios escruta realmente los corazones. El Vaticano II habla de aquellos que ignorando sin
culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia buscan a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan
bajo la gracia en cumplir su voluntad conocida por su conciencia pueden alcanzar la salvación
eterna.

Y aún más audacia: aquellos que sin culpa no han llegado a un conocimiento expreso
de Dios y se esfuerzan con la gracia en llevar una vida recta, tampoco les niega Dios los
auxilios necesarios para la salvación37.
34
DS 3821
35
Carta del Santo Oficio al arzobispo de Boston, 8 de agosto de 1949, DZ 3870
36
Ibid.
37
LG 16 y GS 22, 5

37
Aquí vemos dos puntos importantes: el esfuerzo del hombre y la gracia de Dios. Por
tanto Dios no está lejos de nadie, quiere que todos los hombres se salven (I Tim 2, 5). Lo
esencial es que cada persona corresponda a las solicitudes y a la acción de la gracia de Dios en
él para no hacer vano el designio de Dios sobre él.

Pero NO por esto debemos minimizar el misterio de la Iglesia, su reconocimiento


exterior, con el pretexto de una influencia oculta de Cristo y de su Iglesia. No podemos
descansar en la labor misionera, pues como decía el Papa Pablo VI, puede ser que unos se
salven así, pero si nosotros no les anunciamos el evangelio puede ser que nosotros NO.

CONSECUENCIAS:

1) Mediación Universal de la Iglesia: "Nadie se salva sin la Iglesia"

Por ser la Iglesia en el mundo el único sacramento universal de salvación, toda gracia
llega por la Iglesia y tiende a la Iglesia. Cuando se habla de Cristo Mediador y de la Iglesia
Mediadora el término empleado NO tiene el mismo contenido.
 En Cristo, mediador y principio de la gracia (cabeza) se corresponden
exactamente. ("FUENTE")
 La Iglesia es solo mediadora y de ningún modo principio de la gracia sino
servidora. ("CANAL")
a) TODA GRACIA LLEGA A TRAVES DE LA IGLESIA:

Porque la Iglesia forma una sola cosa con la cabeza de la que depende: Cristo. Es
"Cristo difundido y comunicado" (Bossuet). Por tanto toda participación en la vida de Cristo
será eclesial, ya que no existen dos especies de una misma vida cristiana.

Esto se realiza de dos maneras:


i. por los sacramentos, especialmente por la Eucaristía: "Sin la cruz, la misa
sería una ceremonia vacía, sin la misa la cruz sería una fuente sellada"
(Montcheuil). Por tanto son inseparables la cruz y la misa.
ii. por las plegarias y sacrificios ofrecidos por la Iglesia, desempeñando un papel
maternal para la humanidad. Sin embargo NO significa que no se conceda
gracia alguna a los que están fuera de los límites visibles de la Iglesia.

b) TODA GRACIA TIENDE HACIA LA IGLESIA:

Es decir ordena necesariamente a quien la recibe hacia la Iglesia para que pertenezca a
ella cada vez más y mejor, porque Cristo es un esposo humilde y fiel y todo lo que hace, lo
hace para su esposa.
38
2) Grados de pertenencia (L. G. 14-16): "Nadie se salva fuera de la Iglesia"
(Unido a ella siquiera por un deseo o aspiración implícita)

a) INCORPORACION PLENA (Pertenencia en sentido fuerte: católicos)

"Están plenamente incorporados a la sociedad de la Iglesia quienes poseyendo el


Espíritu de Cristo, aceptan íntegramente su organización y todos los medios de salvación
establecidos en ella y están unidos con Cristo en su cuerpo visible, el cual la rige por medio
del Papa y los obispos por los vínculos de la profesión de Fe, de los sacramentos (vida
sacramental) y del gobierno y comunión eclesiástica" (L.G. 14) (TRES CONDICIONES, para
esta incorporación)
Es doctrina cierta y tradicional.
Esta incorporación NO asegura la salvación a quien NO perseverando en la caridad,
permanece en el seno de la Iglesia sólo "en cuerpo" y "NO en corazón.
Esta situación sobrenatural de los hijos de la Iglesia debe atribuirse No a sus méritos
sin a una gracia singular de Cristo.

b) PERTENENCIA EN SENTIDO "AMPLIO" O INCOMPLETA (L.G. 15: cristianos)

Aun sin estar plenamente incorporado a la Iglesia, es posible estar unido a ella y en
este sentido, pertenecer a ella de algún modo.
Esta se da cuando faltan una o dos de las tres condiciones: Fe cristiana, vida
sacramental y comunión con la jerarquía.

c) CIERTO VÍNCULO CON LA IGLESIA (L.G. 16: judíos, musulmanes...)

Que ni siquiera cabe calificarlo como pertenencia, cuando no se da ninguna de las tres
condiciones.

Podríamos visualizar estos grados de pertenencia a la Iglesia de la siguiente manera:


VIDA RECTA  BUSCAN A DIOS (RELIGIONES)  MUSULMANES,  JUDIOS 
PROTESTANTES  CATOLICOS.

39

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