Genocidio en Reconquista. HERNANDEZ GABRIEL. 2018 PDF
Genocidio en Reconquista. HERNANDEZ GABRIEL. 2018 PDF
Genocidio en Reconquista. HERNANDEZ GABRIEL. 2018 PDF
Licenciatura en Sociología
Cátedra
Taller de Investigación IV
Año: 20/02/2018.
Genocidio en Reconquista (Santa Fe).
Key words: key words: reorganizing genocide, genocidal social practices, repressive
apparatus, torture.
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INDICE
Portada 1
Título - Resumen 2
Índice 3
Introducción 4/7
Capítulo 1
1.) Contexto del terrorismo de Estado en Argentina.
Plan sistemático de represión 8/12
2.) La Convención de Genocidio. Exclusión de grupos políticos 12/15
3.) La figura de genocidio y el caso argentino. Reseña de fallos judiciales 15/18
Capítulo 2
1.) Represión política en Reconquista (Santa Fe).
Usurpación de las instituciones locales 19/20
2.) Circuito represivo. Centros clandestinos de detención en Reconquista. Jefatura
de Policía de Reconquista. Base Aérea Militar Reconquista. Posterior circuito
represivo 20/24
Capítulo 3
1.) El genocidio reorganizador y sus secuencias ejecutivas en Reconquista 24/25
2.) Fases de una práctica social genocida en el ámbito de la ciudad de Reconquista,
provincia de Santa Fe 25
a.) La construcción del subversivo como el otro negativo a escala nacional 25/31
b.) Construcción del subversivo como el otro negativo en Reconquista y zona.
Marcaje, hostigamiento y aislamiento 32
c.) Primer razzia represiva. Enero de 1976 32/34
d.) Golpe de estado del 24 de marzo de 1976 y posterior curso represivo 34/35
e.) Las palabras de quienes encarnaron la figura del subversivo. El subversivo como
elemento identitario 35/39
f.) Fase de hostigamiento 39/40
g.) Fase de aislamiento espacial 40/42
h.) Fase de debilitamiento (físico y psíquico) sistemático 42/44
i.) La fase de desaparición material de los cuerpos (aniquilamiento) 44/45
j.) Fase de realización simbólica del genocidio 45/46
k.) Hostigamiento posterior a la liberación 46/47
Capítulo 4
Pensando algunas consecuencias genocidas 47/50
Conclusión 50/52
Bibliografía 52/60
3
Introducción.
“Donde hay poder hay resistencia.”
La investigación que se presenta trata sobre hechos sucedidos entre los años 1976 y
1983 en Reconquista, ciudad situada al norte de la provincia de Santa Fe, en la República
Argentina, época en que, siguiendo la lógica nacional, se instaura la estructura dictatorial en
dicha comunidad, tornándose operativas una serie de prácticas represivas sobre las que, en
este trabajo, se intenta formular un ejercicio crítico de memoria.
Desde aquél pasado que signa trágicamente nuestra historia se pretende descifrar la
secuencia y el alcance de las prácticas punitivas desplegadas por dicho régimen dictatorial,
en lo ceñido a dicho escenario local.
A propósito de ello, nuestra perspectiva no pasa por alto que durante el siglo XX se
perpetraron genocidios por parte de Estados nacionales en diversas latitudes del mundo (1),
marco al que caben añadir todas las dictaduras militares que imperaron en América Latina,
las que todavía son motivo de debate jurídico y científico en Argentina y otros países de la
región. Expresiones que se destacan, además del salvajismo y la inhumanidad de los
ejecutores, el grado de sistematicidad impreso y, entre otras, las razones políticas por las
que se instauraron dichos gobiernos de facto (González, s/f: 183, cita a Amnistía
Internacional, 1996).
(1)
Se mencionan: el Genocidio Armenio (1915/1917), el Holocausto -símbolo del terror organizado (Sofsky, 2016)- y,
más acá en el tiempo, las matanzas en Ruanda, Darfur (Sudán), Uganda, Camboya, Guatemala, listado al que se suman las
masacres cometidas en Burundi, Irán, Turquía, entre otras.
4
Dicho posicionamiento tiene que ver además con el olvido que se pretendió
perpetuar con respecto a lo ocurrido durante el último gobierno militar, captando a la
dictadura imperante como “poder absoluto [que] desmiente la idea habitual de que el
hombre tiene la supervivencia en sus manos” (Sofsky, 2016: 45), por cuanto asistimos a un
poder capaz de reducir todo a una sociedad normalizada, regida por la cultura del miedo, la
desconfianza, el temor y la delación como pilares para imponer la disciplina social contra el
germen de la subversión.
Es por ello que en nuestro caso captamos al genocidio, en tanto práctica social,
como una tecnología de poder “cuyo objetivo radica en la destrucción de las relaciones
sociales de autonomía y cooperación y de la identidad de una sociedad por medio de
aniquilamiento de una fracción relevante… de dicha sociedad y del uso del terror producto
del aniquilamiento para el establecimiento de nuevas relaciones sociales y modelos
identitarios” (Feierstein, 2014: 83).
En este intento, sin embargo, nos precavemos de antemano acerca de que “los
límites entre el saber común y la ciencia son, en sociología, más imprecisos que en
cualquier otra disciplina” (Bordieu, 2008: 105), sobre todo si, como en el caso argentino,
el nivel máximo de intensidad punitiva de la dictadura implicaba la posibilidad de la
desaparición física y simbólica de personas integrantes del grupo nacional estigmatizado y
excluido.
5
prisma del genocidio reorganizador, entendido como delito del derecho penal internacional
cometido en el nivel nacional y, por derivación, en el provincial y local.
En ese recorrido, el proceso delimitativo del campo de estudio escapa al “mito del
´objeto´: de un supuesto pasado en espera pasiva allá atrás” (Casullo, 2009/2016: 20), por
cuanto el definir el objeto de estudio, su modo de surgimiento y dimensión, de por sí, forma
parte del desmontaje de discursos sobre lo ocurrido durante la última dictadura cívico
militar, idea que concuerda con que “hay niveles de funcionamiento de los procesos
políticos a los que solo podemos acceder a través del análisis del discurso” (Verón, s/f: 2)
y, al mismo tiempo, con que no puede omitirse considerar “las prácticas extradiscursivas
que le dieron lugar, que permitieron su formación” (Doulián, 2010: 12).
Englobar el plano local como espacio de estudio tiene razón de ser por varios
motivos; uno, fundamental, es que el régimen militar bregaba por imponer como parámetro
de lo normal a la civilización occidental y cristiana, encarnada en el ser nacional, y,
paralelamente, cimentar mecanismos de denuncia y desconfianza social hacia el otro, como
forma de amalgamar y cohesionar la sociedad a imagen y semejanza de dicho proyecto.
Además, la realidad de dicha ciudad del norte santafesino –como todas las latitudes
cuadriculadas militarmente en el territorio argentino durante la dictadura- quedó inserta en
un contexto político en que tenía lugar la ejecución de un plan sistemático de exterminio de
personas por parte de las Fuerzas Armadas (en adelante FF.AA.), que calificamos como
6
genocidio reorganizador, afirmación que cobra originalidad desde que no se tiene registro
de que se hayan subsumido los hechos locales bajo dicha tipología (2).
Otro motivo radica en que, teniendo en cuenta las limitaciones de este trabajo, el
campo resulta abarcable en cuanto a su dimensión, sin por ello obviar su grado de
complejidad y, seguramente, posibilidad de ser examinado desde otras perspectivas.
(2) Cabe aclarar que habiendo actuado el suscripto como abogado querellante en la Causa n° 50/06, del Juzgado Federal de
Reconquista, representando a algunas víctimas sobrevivientes del genocidio reorganizador –como las denomino hoy-,
donde se investigaban parte de los hechos ocurridos desde el 30/01/1976 en dicha jurisdicción, he solicitado que tales
delitos se califiquen como genocidio, pese a lo cual lo fueron bajo la figura de crímenes de lesa humanidad. Actualmente
tramita otra Causa, n° 94/17 (“Nickisch, Carlos A. y otros”, Juzgado Federal de Reconquista), donde se siguen
investigando este tipo de hechos.
7
Capítulo 1
Lo notable es que ese accionar cívico militar, que advertimos como un producto
gestado y producido al margen de la legalidad, fue convalidado socialmente al amparo de
artilugios discursivos y prácticas punitivas que, como señala críticamente Pilar Calveiro,
dan cuenta de que “los militares ´salvaron´ reiteradamente al país —o a los grupos
dominantes— a lo largo de 45 años; [y] a su vez, [que] sectores importantes de la sociedad
civil reclamaron y exigieron ese salvataje una vez tras otra” (2004: 4), al precio de colocar
los derechos de los argentinos a merced de autoridades de facto, surgidas de golpes de
estado y no, como manda la carta constitucional, del voto popular.
Como se adelantara, ello importa sostener que cada golpe institucional, en tanto
socavamiento persistente en el tiempo del modelo democrático, respondió a un consenso, a
una demanda social de dictadura y, con ello, de persecución, violencia y represión contra
un otro negativizado, erigido como enemigo.
Claro que la capacidad cívico militar de generar un clima social de alta tolerancia al
tratamiento del “otro” por la vía represiva, de suscitar complacencia social hacia el poder
disciplinario encarnado por las FF.AA. (Duhalde, 2013: 73/74 y Catoggio, 2010: 1) nos
advierte sobre la recurrencia a un discurso autoritario, que caló hondo en la sociedad
argentina y posibilitó a las FF.AA. apelar a un “uso consistente de la violencia para
imponer desde el poder del Estado lo que no se podía consensuar desde la política”
(Calveiro, 2005: 20).
8
Es así que, de modo determinante, se inscribe en Argentina una persistente
presencia militar entre 1930 y 1976, situación que denota un proceso signado por “el
fracaso del gobierno democrático, la cooptación de los aparatos del Estado, y la
articulación [paulatina y] definitiva de un terrorismo centralizado” (Salguero, 2007: 2),
que se consuma en el golpe de 1976, en tanto modo de conclusión de un direccionamiento
político trazado –y no por azar- en un tiempo cuya génesis algunos autores citan en 1930,
en tanto que, como sostiene la investigadora Inés Izaguirre (2009), se trató de un proceso
de lucha de clases que se extiende en el país desde el golpe de estado del año 1955 y llega a
1976.
9
por el aparato militar para, de un modo planificado, sistemático y generalizado, frenar el
avance del comunismo manifestado fronteras adentro de cada Estado (enemigo interno) en
el marco de un escenario mundial que se conoce como Guerra Fría.
Así, el golpe de estado de 1976 fusiona un pasado en el que dicha asonada se aloja
como último eslabón de una serie de golpes de estado, pero, a diferencia de las irrupciones
anteriores, presenta un carácter excepcional por haber implementado a escala nacional el
sistema de producción en masa del secuestro, tortura y desaparición de personas,
sembrando el miedo y la pasividad en todo el espectro social, instaurando centros
clandestinos de detención (CCD) como lugares estratégicos de dicho poder desaparecedor
(Calveiro, 2004), como espacio físico y simbólico negador de un grupo social caracterizado
(Mántaras, 2005).
Es que, el caso argentino, agrega Calveiro, constituyó “una propuesta propia [de las
FF.AA.], concebida desde dentro mismo de la institución y a partir de sus intereses
específicos” (2004: 3), conformando un “movimiento institucional, en el que participaron
todas las unidades sin ningún tipo de ruptura de las estructuras jerárquicas" (Calveiro,
2005: 49). Andamiaje que contaba con una finalidad específica, en virtud de que “los
crímenes y desapariciones de personas se producían para vencer la resistencia ciudadana
al plan económico-social que querían imponer” (Mántaras, 2005: 15), esto es, disciplinar
socialmente y ejercer un control social total de la población, tratándose en definitiva de los
albores del modelo neo liberal actualmente consolidado a nivel global, sin que ello pase por
alto la contribución de la Escuela de las Américas de Estados Unidos y de la “Escuela
francesa” en materia de prácticas genocidas.
Ello explica que dicha represión haya impuesto un modelo social basado en un
terror ejercido desde el propio Estado, profundizando una cultura del miedo que, como en
la novela 1984 de George Orwell, inundaba “hasta los intersticios mismos de las
relaciones microsociales” (Raffin, 2006: 121), política que –añade el citado- se nutrió de
“un plan sistemático y bien organizado que se tradujo en un universo de acciones (…) y
delitos que bien pueden ser englobados bajo la noción de violaciones masivas y
sistemáticas a los derechos humanos” (2006: 121 y 125). Un terror estatal capaz de mutar
en sus formas, niveles de intervención y grados de violencia, como de proyectarse sobre
cualquier ciudadano para, de esa forma, conformar un grupo diverso, distinguible del resto
de la sociedad normalizada.
10
En tal sentido, indica el catedrático argentino Garzón Valdés, entendemos que el
“terrorismo de Estado” configura una forma de ejercer el poder estatal,
(3)
Caso Goiburú y otros v. Paraguay, del 22 de septiembre de 2006, Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH),
Puede verse en http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_153_esp.pdf.
11
simbólicamente- todavía indeterminados en cifras (Mántaras, 2005; Ageitos, s/f, Calveiro,
2004 y Feierstein, 2014), a lo que se añade la figura de las víctimas sobrevivientes del
genocidio reorganizador.
Con ello se quiere significar que los hechos de los que trata esta monografía se
inscriben en el marco del “terrorismo de Estado” y en su “plan” macabro, tratándose de
responder si los mismos cuadran en el tipo del genocidio reorganizador, por cuanto
tratándose la represión ocurrida en Argentina de una “represión política”, advirtiendo que
los “grupos políticos” no surgen expresamente protegidos en la Convención para la
Prevención y Sanción del Delito de Genocidio del año 1948 (en adelante, la Convención,
Convención de Genocidio), dicho vacío legal genera una laguna jurídica que impone una
reflexión al respecto, ya que resulta un desatino que dichos conglomerados humanos
queden al margen de la protección normativa internacional, siendo que la solución
genocida, en más de un caso, reconoce como punto de conflicto la política llevada a cabo
por los grupos sociales.
Sobre el tiempo que nos convoca, cabe colacionar el relato de uno de los
sobrevivientes del genocidio reorganizador, oriundo de Reconquista, quien mantuvo que
“Fue terrorismo de estado, la conclusión que uno saca es que hay treinta mil
desaparecidos y ocho mil presos políticos reconocidos por el Estado, mataron más de lo
que encarcelaron… No puedo entender el envenenamiento espiritual, de odio tan profundo
y sin fundamento que hubo” (4).
12
genocidio. Así, el genocidio como tal surge como acto de contenido ético y, por ende,
humanitario, cristalizándose normativamente a nivel internacional al quedar tipificado al
aprobarse en 1948 el documento basal por parte de la Organización de las Naciones Unidas
(OUN), conocido como la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de
Genocidio (5), cuya entrada en vigor se produjo en 1951. Como informa nuestra
legislación, Argentina ratificó –reconoció su vigencia y posibilidad de aplicación- en el año
1957, pasando la Convención a integrar nuestro derecho interno (6), al igual que aconteciera
en otros países.
Pero no todo ha resultado según lo proyectado por su creador, habida cuenta que el
problema que se presenta en el texto aprobado de la Convención de Genocidio es que se
13
excluyó a los grupos políticos -como conjunto social susceptible de sufrir genocidio- y, con
ello, dichos grupos, incluso al día de hoy, si bien resultan en las prácticas sociales factibles
de sufrir acciones intencionales tendientes a su destrucción total o parcial-, a diferencia de
los grupos nacionales, étnicos, raciales y religiosos, que si surgen expresamente
mencionados en la Convención, los grupos políticos no cuentan con amparo convencional
(Feierstein, 2014). Lo notable de esta situación es que, afirma Rezses,
14
absoluto(Arts. 3 y 4 del “Acta para el Proceso de Reorganización Nacional”), capaz de
exterminar ciudadanos –y grupos sociales conformados por los mismos- captados como
opositores a la política impresa entre 1976 y 1983.
Sobre la evolución del genocidio como práctica social, este tipo de crimen en el
pasado obedecía a motivaciones étnicas y raciales, pero, en lo sucesivo, el elemento político
ideológico pasó a constituirse en factor determinante de esta forma de criminalidad penal
internacional.
Oportuno es colacionar la parte dispositiva del fallo dictado en el juicio a las Juntas
Miliares (Causa n° 13/84), por cuanto allí se demostró que pese a contar las FF.AA. que
usurparon el poder el 24 de marzo de 1976 con todos los instrumentos legales y medios
para llevar a cabo una represión lícita, “optaron por la puesta en marcha de
procedimientos clandestinos e ilegales sobre la base de órdenes que, en el ámbito de cada
uno de sus respectivos comandos, impartieron los enjuiciados” (8).
15
razones políticas, u otras, para obtener información, la custodia de los lugares clandestinos
de detención y zonas aledañas, la eliminación física de secuestrados, los hábeas corpus y
gestiones ante las autoridades y la organización criminal concentracionaria), por cuanto
dicha afirmación da una pauta clara del alcance de dichas prácticas represivas.
Cabe llamar la atención sobre el curso que han tenido las investigaciones judiciales
tendientes al establecimiento de responsabilidades penales respecto a quienes integraron las
cadenas de mando y ejecución militar –hasta el último ejecutor-, por debajo de los
comandantes en jefe –condenados en la Causa 13/84-, investigaciones que se vieron
interrumpidas y obstaculizadas, impedidas de tramitarse, ante la sanción de las Leyes de
Punto Final y Obediencia Debida (1987) (9) y con los Decretos del presidente Carlos S.
Menem (1990), emblemas de las presiones castrenses contra las autoridades democráticas,
causas judiciales que volvieron a reactivarse -en otros casos, cono el caso de Reconquista,
iniciarse- luego de la anulación de dichos obstáculos legales por parte del Congreso
Nacional (Ley 25.799, año 2003) (10) y la declaración de inconstitucionalidad de los mismos
por la Corte Suprema de Justicia de la Nación (2005) (11).
Resulta así trascendente que, al día de hoy, sigan en curso cientos de procesos
penales en el país, donde se investigan delitos dictatoriales, lo que constituye un trabajo –
más allá de la búsqueda de memoria, verdad y justicia- tendiente a dotar de sentido y
nombrar lo ocurrido.
(9) Puede verse “Cronología de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida”, disponible en
https://www.cronista.com/impresageneral/Cronologia-de-las-leyes-de-Punto-Final-y-Obediencia-Debida--20050614-
0088.html.
(10) Ley 25.779. Sancionada el 21 de agosto de 2003. Promulgada el 2 de septiembre de 2003. Su Art. 1° recepciona: “Art.
verse en https://www.educ.ar/recursos/91439/fallo-de-la-corte-suprema-sobre-la-nulidad-de-la-leyes-de-obediencia-
debida-y-punto-final.
16
Entonces, si examinamos la Convención de genocidio, vemos que la misma prevé
en su art. II que el genocidio constituye un delito internacional ejecutado “con la intención
de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”,
mediante conductas tales como: a) la matanza de miembros del grupo; b) la lesión grave a
la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) el sometimiento intencional del
grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o
parcial; d) las medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo y, e) el
traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo (12).
Como se adelantó, resulta un desatino que los grupos políticos no surjan incluidos
como dignos de amparo legal en dicho instrumento, ya que, como indica Benjamín
Whitaker, “dejar a grupos políticos u otros grupos fuera de la protección de la Convención
ofrece un pretexto considerable y peligroso que permite el exterminio de cualquier grupo
determinado, ostensiblemente bajo la excusa de que eso sucede por razones políticas”
(Feierstein, 2005: 35, cita el trabajo de Whitaker, “Revised and Updated Reportonthe
Question of the Prevention and Punishment of the Crime of Genocide”, p. 19).
Si a ello añadimos que el Decreto n° 261/75 se dictó para neutralizar y/o aniquilar
estatalmente (desde las FF.AA. y policiales) el accionar de elementos subversivos que
desarrollaban actividades en Tucumán, represión que el Decreto n° 2772/75 extendería a
todo el país, advertimos que la dictadura Argentina tuvo por intención afectar (secuestro,
tortura, asesinato y desaparición) a los miembros del grupo victimizado (art. II, Convención
de Genocidio), tratándose de una destrucción relevante, cometida hacia el interior nacional,
como forma modificatoria de la identidad y de las relaciones encarnadas por la grupalidad
sometida (Feierstein, 2014).
17
En cuanto a fallos judiciales en la materia, anotamos que la serie de sentencias que
se registran en el país, luego de que se reactivaran las causas por violaciones a los derechos
humanos entre 1976 y 1983, en su gran mayoría han recepcionado la aplicabilidad de la
Convención sobre crímenes de lesa humanidad, en tanto que la excepción ha sido recurrir a
la figura de genocidio (Feierstein, 2014).
Sobre esos tres soportes –dice Invernizzi- se asentó dicha dictadura, esto es:
terrorismo de estado, modelo económico y política cultural (cit., 129).
Claro que el testimonio de los sobrevivientes del genocidio puede esclarecernos más
el escenario, ya que –como relató César de Urquiza- se trató de un “plan, los empujones,
los malos tratos e incluso que me hicieran ver al golpeado fue un plan para infundir el
terror” (14).
(13) Entre otros, puede verse el trabajo de Muzio (s/f), La persecución de los grupos políticos en el marco del crimen de
genocidio, donde analiza el alcance de la figura de genocidio. Disponible en
http://www.pensamientopenal.com.ar/system/files/2013/09/doctrina37299.pdf.
(14) Testimonio de César de Urquiza, Causa n° 50/06, Juzgado Federal de Reconquista.
18
Capítulo 2
(15) Pero, cabe aclararlo, durante “el Operativo Independencia en 1975, aviones Pucará efectuaron ataques a posiciones
guerrilleras en el monte tucumano, aprovechando su gran potencial en misiones contra-insurgencia”
(https://es.wikipedia.org/wiki/III_Brigada_A%C3%A9rea_(Argentina).
(16) Dictamen del Fiscal Federal de Reconquista, al requerir la elevación parcial a juicio de la Causa n° 50/06 en fecha
11/11/11.
(17)
El 24/3/76 el capitán Danilo Alberto Sambuelli, perteneciente a la Fuerza Aérea Argentina, con desempeño en la Base
Aérea Militar Reconquista fue designado “Comisionado Interventor”, funcionario que ejecutó dicha irrupción, asumiendo
el mismo como “Interventor Militar” de la ciudad de Reconquista (Santa Fe), es decir como Intendente de facto, cargo que
usufructuó hasta el 25 de mayo de ese año. El mismo Sambuelli dispuso el cierre del cuerpo legislativo local, ejecutando
19
situación tiene correlato con la esencia dictatorial misma, esto es, que dichos regímenes se
constituyen a partir de formas de disrupción de la vida constitucional de los Estados, se
basan ideológicamente en la doctrina de la seguridad nacional, aplican técnicas de
aniquilamiento y mantienen incluso en período post dictatorial un poder hegemónico
(Raffin, 2006; 125).
En este trabajo entendemos por circuito represivo el derrotero impuesto por las
autoridades de facto a las personas secuestradas en el marco del terrorismo de estado,
circuito que principia con el secuestro de la persona, incluye su traslado y alojamiento en
CCD, posteriores traslados, hasta su asesinato o liberación, siendo el caso de Reconquista
un circuito represivo seguido por personas que sobrevivieron al genocidio.
Una constante a la hora de precisar dicho circuito represivo fueron los relatos de las
víctimas acreditados en la Causa 50/06, a partir de los cuales fue posible delinear el
itinerario, el que lejos de evidenciarse azaroso se acercó más a lo planificado, a lo
sistematizado en función de una generalidad grupal sometida a un tratamiento estatal
represivo diferenciado.
directivas de un orden superior, convirtiéndose en órgano ejecutivo y legislativo al mismo tiempo (algunos decretos
dictados por el militar obran en los folios 926/928 de la Causa n° 50/06). Dicha actuación funcional incluso se hizo
constar en su Legajo Personal (obrante en la causa citada), donde se lee que además fue “Interventor Militar” en el
Gremio Unión Obrera de la Construcción de la República Argentina (UOCRA), con sede en Reconquista (Santa Fe) en
esa época, lo que advierte sobre el poder detentado por el mencionado.
(18)
Así obra en su Legajo Personal, habiendo sido Benítez calificado militarmente por su desempeño en la sede policial
(Folio 276, Legajo Personal de Jorge Alberto Benítez, Causa n° 50/06, Juzgado Federal de Reconquista).
20
Jefatura de Policía de Reconquista.
Siguiendo la lógica procedimental que se implementaba una vez que las personas
eran privadas de su libertad, la gran mayoría de hombres y mujeres eran trasladados al CCD
que funcionó en dependencias de la Jefatura de Policía de la ciudad de Reconquista
(Unidad Regional N° IX), dependencia en la que, una vez ingresados los privados de
libertad, se efectuaban los primeros interrogatorios bajo tormentos.
Otro CCD fue el que operó en la Base Aérea Militar Reconquista (hoy III Brigada
Aérea), siendo emblemático el hecho de que, en el interior mismo de dicha dependencia de
la Fuerza Aérea Argentina, como de la jefatura policial, funciona como tal, en ciertos
sectores, como ser calabozos, uno o más hangares y otras dependencias (la Guardia de
Base, actualmente sección Comunicaciones, la Jefatura de base, la habitación Sección
Justicia). Claro que la Base Aérea era el CCD más importante que operó en la zona norte
de la provincia de Santa Fe, por número de personal, instalaciones y demás recursos
disponibles.
21
matamos, total decimos que se quiso escapar´, entonces agarré y me senté contra la pared
debajo de la banderola porque pensé que en cualquier momento me podían tirar” (21).
Además, una referencia constante de los sobrevivientes del genocidio que fueron
alojados en la Base Aérea, acerca del modo de operar que tuvo dicho CCD, es que decenas
de personas fueron confinadas en un hangar ubicado hacia el este de la base, llamado
“hangar viejo”, donde los secuestrados eran encadenados y se les asignaba un número
identificatorio, además de sufrir tratos inhumanos y torturantes de modo permanente,
siendo interrogados por sus actividades.
Resulta interesante el relato de otro sobreviviente del genocidio, que declaró haber
sido secuestrado y alojado en la Base, donde presenció que a un compañero de cautiverio le
tiraron el agua al piso y sus captores le manifestaron “tomá de acá ´montonero hijo de
puta´ como los perros” (22), habiéndose sostenido de la misma Base Aérea que “todos los
días a la misma hora en la brigada iban a hacer las sesiones de tortura, tenía marcas en el
empeine del pie de la picana” (23).
Del mismo modo que la existencia de los CCD fue reconocida en el histórico fallo
dictado en la Causa N° 13/84, donde se declaró que los mismos estaban diseminados en
todo el país, el Informe “Nunca Más” contiene testimonios brindados por víctimas de la
ciudad de Reconquista, entre ellos Alejandro Faustino Córdoba, Rubén Maulin, Juan Carlos
Pratto, entre otros, víctimas que han declarado en la Causa n° 50/06 como sobrevivientes,
causa en que la justicia federal reconoció que dichas dependencias, policial y de la Fuerza
Aérea, funcionaron como CCD en Reconquista (Fallo de la Cámara Federal de
Resistencia), habiendo estado alojados en los mismos ciudadanos secuestrados en esa y
otras ciudades.
(22) Testimonio de José Lis Cricco, Causa n° 50/06, Juzgado Federal de Reconquista.
(23)Testimonio de Liliana Sartor, Causa n° 50/06, Juzgado Federal de Reconquista, quien junto a su hermano José Luis
relataron cómo fue secuestrado su padre, Eduardo Sartor, dirigente de las Ligas Agrarias.
22
Se destaca en este tramo que, desde sus secuestros y en lo sucesivo, las personas
alojadas en CCD eran confinadas en condiciones inhumanas y degradantes,
caracterizándose sus situaciones por no brindarse noticia oficial sobre el paradero y la
situación procesal y destino de las mismas, configurando tales supuestos privaciones
ilegales de la libertad con las notas propias de las desapariciones forzadas (24).
En cuanto al circuito represivo que seguían las personas detenidas en esta ciudad, a
dicho circuito estrictamente local, según varias víctimas han referido al declarar en la
Causa, le seguía luego de ser privadas de su libertad ilegalmente el traslado desde esta
jurisdicción (la Policía local o la Base aérea militar) a la capital provincial, con escala en la
Policía de San Justo (Santa Fe).
(24) La Convención Interamericana sobre la desaparición forzada entiende por tal (Art. II) a “la privación de la libertad a
una o más personas, cualquiera que fuere su forma, cometida por agentes del Estado o por personas o grupos de
personas que actúen con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la falta de información o de
la negativa a reconocer dicha privación de libertad o de informar sobre el paradero de la persona, con lo cual se impide
el ejercicio de los recursos legales y de las garantías procesales pertinentes” En
https://www.oas.org/juridico/spanish/tratados/a-60.html. En tanto que la Convención Internacional para la protección de
todas las personas contra las desapariciones forzadas recepciona que “se entenderá por "desaparición forzada" el arresto,
la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación de libertad que sean obra de agentes del Estado o por
personas o grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la
negativa a reconocer dicha privación de libertad o del ocultamiento de la suerte o el paradero de la persona
desaparecida, sustrayéndola a la protección de la ley”. En
http://www.ohchr.org/SP/ProfessionalInterest/Pages/ConventionCED.aspx.
(25) Testimonio de Ruben Maulin, Causa n° 50/06, Juzgado Federal de Reconquista.
23
a otros CCD existentes en Buenos Aires (Villa Devoto, Caseros, Unidad 9 de La Plata), lo
cual advierte sobre la magnitud del programa gubernamental de persecución y exterminio
de opositores puesto en ejecución, con un nivel de coordinación en los niveles local,
provincial y nacional.
Capítulo 3
Partiendo del planteo de Daniel Feierstein, con quien se comparte aquello de que el
genocidio reorganizador “se refiere a la aniquilación cuyo objetivo es la transformación
de las relaciones sociales hegemónicas al interior del Estado-Nación preexistente”
(Feierstein, en Casullo, et. al., 2016: 54), creemos que dicho postulado resulta fundamental
para esta investigación, ya que el horizonte trazado radica en desentrañar las fases de las
prácticas sociales genocidas en la sociedad de Reconquista.
En esa lógica, vemos que el dispositivo genocida local integra el planteo genocida a
nivel nacional, ya que cada ciudad y comuna del país fue puesta bajo observación militar
durante la última dictadura, por lo que los hechos ocurridos en Reconquista deben
entenderse como contribución a la consumación del genocidio de un grupo nacional
(Feierstein, 2014) ejecutado a nivel país. No en vano señala Catoggio (2010) que:
(26)Testimonio de Rosa M. Bassi, Causa n° 50/06, Juzgado Federal de Reconquista. Cabe aclarar que dicha víctima, junto
a su hermana Olga Bassi, Miguel Wutrich y José V. Nuñez fueron secuestrados por no haber sido encontrada la persona
que buscaban (Horacio Bassi, hermano de ambas), una práctica genocida advertida en todo el territorio nacional (Cfr.
Informe “Nunca Más” de la CONADEP).
24
En el caso de las provincias de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Chaco, Formosa y
Misiones, las mismas integraron la Zona II, quedando bajo la jurisdicción del II Cuerpo de
Ejército, con asiento en Rosario, aunque la Base Aérea Reconquista se constituyó en el
centro represivo concentracionario de mayor entidad en la zona norte santafesina.
(27)Puede verse en el Centro de Información Judicial el fallo dictado en relación a una serie de delitos –aunque no la
totalidad- perpetrados en la ciudad de Reconquista y zona norte de Santa Fe en tiempos de la dictadura. Se trata de la
Causa que ante el Juzgado Federal de Reconquista, en etapa instructoria, de recolección de pruebas y resolución de
situaciones procesales, tramitó como el expediente que llevaba el n° 50/06, proceso penal conocido públicamente como
“Causa 50” a la que en esta indagación citamos como “Causa n° 50/06”. Dicho expediente, una vez firme los
procesamientos de los acusados, fue elevada a juicio ante el Tribunal Oral Federal de Santa Fe, donde se radicó bajo el n°
21/10, cuya Sentencia fue la N° 46/13, dictada en juicio oral y público el 6/8/13, cuyos fundamentos se difundieron el
25/9/13, causa caratulada “Sambuelli, Danilo Alberto y Otros”, sentencia fue confirmada en su totalidad por la Cámara
Federal de Casación Penal, Sala II, el 6/4/17, Registro n° 511/17, Expte. FRO 88000021/2010/TO1/CFC1. Las condenas
impuestas oscilaron entre 13 y 21 años de prisión, entre otros efectos jurídicos y se encuentran firmes.
25
Como si la sentencia del Tribunal Oral Federal de Santa Fe en la causa seguida en
relación a los delitos cometidos en Reconquista, que constituye un instrumento de suma
trascendencia, al tipificar los delitos bajo la categoría de crímenes de lesa humanidad se
limitara a considerar vigente la acción penal, es decir, sostener la imprescriptibilidad de la
acción penal en este tipo de casos, cometidos desde el aparato estatal; esto es, una acción
penal –como posibilidad de acudir a la Justicia- no sujeta a plazo de prescripción, sobre la
que no rigen dispositivos de impunidad, como el indulto y la amnistía, siendo viable el
trámite de la causa judicial más allá de la fecha de su ocurrencia y del transcurso del tiempo
operado (30 años en la Causa 50/06), plazo que en una causa común hubiese implicado el
cese de la acción penal por inacción estatal (prescripción), a lo que su añade el principio de
jurisdicción universal, según el cual cualquier Estado puede y debe perseguir penalmente y
sancionar a los responsables de tan graves crímenes.
Más allá de ese fallo, ni en el mismo, ni en ningún otro lado, se ha dicho nada sobre
la posibilidad de existencia de una dimensión genocida del caso, quedando en la nebulosa
la génesis turbulenta de lo que se dio en llamar –todo y nada al mismo tiempo- la
subversión.
En esa evolución, puede verse que con la sanción de la Ley n° 20.840, del
28/9/1974, dictada durante el gobierno constitucional de María E. Martínez de Perón, se
pasa a reprimir a todo aquél que “para lograr la finalidad de sus postulados ideológicos,
intente o preconice por cualquier medio, alterar o suprimir el orden institucional y la paz
social de la Nación, por vías no establecidas por la Constitución Nacional y las
disposiciones legales que organizan la vida política, económica y social de la Nación”,
normativa que, junto a los Decretos de aniquilamiento (2770, 2771 y 2772, de 1975) y otros
dispositivos dictados a nivel castrense (Mántaras, 2005) se erigen en evidencia de la
extensión criminalizadora sobre de actividades ideológicas, que remiten el crimen mental
26
de 1984 (G. Orwell), es decir al mismo tiempo que esa ley puede ser captada como
instrumento tendiente a la construcción del otro negativo, el delincuente subversivo, del
mismo modo, habilita el ejercicio represivo, pretendiendo dotar al mismo de legitimidad
para entrometerse en la manera de pensar y actuar en lo político, económico y social.
Dicha situación, en los hechos concretos condujo a un marco definitorio (del otro
negativo) signado por un amplio margen de ambigüedad y vaguedad en los discursos en
circulación y de discrecionalidad y autonomía en los ejecutores de la represión que, en
dicho marco de emergencia y articulación discursiva, cualquier ciudadano podía caber en la
expresión y definición de lo subversivo (Cerro, 2008: 35). Es decir que, como señala dicha
autora valiéndose de la idea de Michel Foucault, dichos mecanismos configuran tecnologías
de poder capaces de operar en un doble sentido, “uno negativo[,] que hace referencia a
todo aquello que excluye, expulsa, prohíbe, margina y reprime; y uno positivo[,] que se
centra en lo que fabrica, observa, sabe y tiene efectos” (2008: 33).
Hay quienes añaden que la construcción del subversivo como el otro negativo en
Argentina, en tanto proceso de estigmatización y marcaje a nivel nacional, principia con “el
discurso que Perón pronuncia desde casa de gobierno el primero de mayo de 1974”, donde
las organizaciones revolucionarias son expulsadas de Plaza de Mayo, quedando así
demarcadas y segregadas del resto (Dobruskin, et. al., 2013: 3). Un poco más atrás en el
tiempo, podría afirmarse que dicho marco constructivo forma parte de un proceso que data
de la Ley de Residencia, n° 4.144 (1902), que facultaba al Poder Ejecutivo a expulsar
extranjeros por conductas peligrosas para la seguridad nacional y el orden público, y de la
Ley de Defensa Social, n° 7.019 (1910), que negaba el ingreso al país de extranjeros
27
indeseables, prohibía reuniones y asociaciones de militancia revolucionaria (Jasinski: 2013:
25), debate que podría profundizarse en otras indagaciones.
Por su parte, Marina Franco entiende que la violencia dictatorial, impresa desde
1976 en Argentina, no fue producto exclusivo del golpe de estado de ese año sino que dicha
escalada abarca el período comprendido entre mayo de1973 y marzo de 1976, entendido
como “un continuo que, con cambios y discontinuidades importantes, forma parte de una
escalada de medidas de excepción estatal iniciada como mínimo con la dictadura de la
´Revolución Argentina´ (1966-1973)” (28), en que fue gestándose un entramado de prácticas
y discursos políticos que fueron constituyendo progresivamente una lógica político-
represiva centrada en la eliminación del enemigo interno. Agrega dicha autora que dicho
avance represivo se articuló mediante políticas y prácticas institucionales legales e ilegales,
al amparo de la “seguridad nacional” y de manera legitimada por amplios sectores políticos
(Franco, 2012: 17/18). Sobre el mismo punto, Hernán Merele agrega que hacia fines de la
década del ´60 la sociedad argentina sufrió un proceso de radicalización política que
implicó el surgimiento, en el seno del peronismo, de la llamada “tendencia revolucionaria”,
la cual se lanzó en marzo de 1973 y aglutinó:
Ahora bien, el orden discursivo estigmatizante y constructor del otro negativo, que
circulaba desde los años ´60 y principios de los ´70, se institucionaliza desde el 24/3/76
(Cerro, cit.: 36), en que se apela a la imagen de un país en ruinas, momento en que se
solidifica el conjunto de enunciados que ubica a la subversión como responsable de todos
los males.
(28) Franco, Marina (2012) Un enemigo para la Nación. Orden interno, violencia y “subversión”, 1973-1976, Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica, p. 14/18.
(29) Merele, Hernán (s/f). El germen genera sus propios anticuerpos. La “depuración” interna peronista y el proceso
represivo entre 1973 – 1976, p. 3, nota 3, cita a Anzorena, Oscar (1998), Tiempo de violencia y utopía. Del golpe de
Onganía (1966) al golpe de Videla (1976), Buenos Aires, Ediciones del Pensamiento Nacional), disponible en
http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/represionestatal_merele.pdf.
28
negativa encarnada por quienes adscribían a dichas formas de participación política y
social.
De ese modo, los grupos del peronismo de izquierda, las agrupaciones armadas, el
sindicalismo combativo, los grupos de la teología de la liberación, entre otros, perdieron
protagonismo y peso público como consecuencia de las condiciones de censura, ilegalidad
y clandestinidad impuestas a los mismos –según Franco-, autora que agrega que ello
implicó la articulación de “una serie de discursos y de prácticas de carácter represivo que,
con pocos cuestionamientos y en una progresión imparable, se acumularon hasta 1976”
(2012: 25), lo que hace que el golpe de estado de 1976 sea visto por la citada como parte de
dicho proceso antes que como una abrupta interrupción de un marco democrático. No
obstante, cabe colacionar la aclaración de Franco, para quien si bien la política represiva y
disciplinadora aplicada por el gobierno peronista desde 1973 formó parte del proceso de
instauración del terrorismo de Estado y de un ciclo represivo que abarcó toda la década de
29
1970, las continuidades entre peronismo y dictadura militar se limitan a lo señalado, ya que
–refiere la autora- existen diferencias sustanciales entre uno y otro régimen, sobre todo
porque lo referido al diseño y ejecución final del terrorismo de Estado, “en cuanto plan de
eliminación sistemática, planificado y racional –con sus métodos específicos de tortura y
desaparición forzada de personas a escala masiva– pertenece a la corporación militar
como institución, que se apropió del poder ilegalmente desde 1976”(2012: 29).
Claro que, desde 1973, la situación descripta advierte una puja en el seno del
peronismo en torno a lo ideológico, al par que la violencia se constituía en la base de la
política, lo que permite a Servetto afirmar que “Los enfrentamientos respondían a la lógica
bipolar que comprendía la disputa entre dos modelos de hegemonía, el capitalismo
occidental y el socialismo” (2010 a: 21), lo que se relaciona con los postulados de la
Doctrina de la Seguridad Nacional impresa a nivel continental, como forma de poner freno
a la ideología socialista representada en el frente interno por distintas fuerzas políticas.
La misma autora señala que “en esta lucha entre la izquierda revolucionaria y la
derecha político-sindical, todos los métodos fueron válidos y su despliegue afectó e invadió
todas las instituciones del Estado” (2010 b: 18), quien añade que, de ese modo, cobró
forma en las esferas estatales la tesis de que había un enemigo al que era necesario destruir,
siendo cruciales en tal sentido la renuncia de Cámpora, el asesinato de Rucci, el ataque del
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) contra el cuartel de Azul, la ruptura pública de
(30)En Messoulam (et. al., 2007: 5), citan el trabajo de Daniel Feierstein, Las contradicciones de la modernidad y su
resolución: igualdad, soberanía, autonomía y prácticas sociales genocidas, en Feierstein, Daniel (ed.) Genocidio, la
administración de la muerte en la modernidad, EDUNTREF, Buenos Aires, 2005.
30
Perón con Montoneros y, sobre todo, la muerte del líder histórico y la decisión de la
organización armada peronista de retomar la lucha clandestina (Servetto: 2010 b: 200).
Al respecto Rofinelli razona diciendo que en dicha época “la ´ola de violencia´, la
´escalada de violencia´, el ´profundo desorden imperante´ y ´el caos social´ tienen un
responsable cada vez más nítido: ´la subversión´, ´la delincuencia subversiva´, la
´guerrilla de izquierda´, etc., es decir, ese otro negativo que va tomando (ante el conjunto
de la sociedad), cada vez más, una forma diferenciada. Se necesita ordenar nuevamente a
la sociedad y para ello hay que aniquilar a los responsables del caos: la subversión”
(Roffinelli, 2006: 481).
Ello tal vez de cuenta de un régimen (el totalitario), capaz de “quitar a los seres
humanos toda espontaneidad o creatividad, despersonalizarlos, privarlos de su dignidad
como personas para asi transformarlos en cosas y volverlos intercambiables y totalmente
prescindibles (H. Arendt en Raffin, 2006: 185/186).
(31) En
Roffinelli (2006: 470), cita al diario La Nación del 20 de abril de 1977. Cfr. Izaguirre, I. (1992). Los desaparecidos:
recuperación de una identidad expropiada. Cuadernos del Instituto de Investigaciones-Facultad de Ciencias Sociales, p.
36).
31
b.) Construcción del subversivo como el otro negativo en Reconquista y zona.
Marcaje, hostigamiento y aislamiento.
(32)Intervenían en los mismos personal policial de la Sección Informaciones de la Policía de Santa Fe, personal militar de
inteligencia de Fuerza Aérea Argentina, del Ejército (Zona II, Área 212), como de personal civil de inteligencia.
32
esa época, reportando al Batallón 601 del Ejército Argentino, los que seguramente pudieron
haber operado, en coordinación con otros “servicios” de inteligencia, en la recolección de
información (33), aportando datos sobre personas de este medio, actividades y relaciones, lo
que integra el proceso de marcaje y posterior hostigamiento y aislamiento de los mismos,
fases que, según advertimos, se produjeron de modo yuxtapuesto y en una mixtura propia
de la dinámica local.
(33) Se trata de los agentes civiles de inteligencia Carlos Rafael Cenoz, Juan José Luis Gil, Enrique Vallejos y Julio Ramos,
Causa n° 50/06. En el sitio web http://www.mendozatransparente.com.ar/noticias/confidencial-
topsecretasivendioalospcielgeneralmilani49legajosenmicrofilmalosddhhy300mildolareseldegerardomartinez existen
referencias de Cenoz y Vallejos. En tanto que en https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/10-52580-
2015-12-27.html se habla del reciclaje de Ramos en democracia y en el sitio https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-
203045-2012-09-10.html se hace alusión a Gil, visitados el 13/2/18.
(34) En Roffinelli (2006).
(35) Surgen agregados a la “Causa n° 50/06, Legajos de policías y militares involucrados en hechos ocurridos en
Reconquista que dan cuenta de su capacitación recibida por los mismos en materia de lucha antisubversiva, como a la
disponibilidad de agentes del servicio de “Informaciones” e “Inteligencia” abocados a este tipo de seguimientos de
personas, además de la actuación de la SIDE, el Batallón 601 (con personal civil), la Policía Federal Argentina, entre otros
organismos.
33
movimiento social, político, gremial que se daba en la región, sin que puedan obviarse las
Ligas Agrarias y su influjo en zona rural.
Como decíamos, ese marco posibilitó la construcción del otro negativo, encarnado
por los jóvenes que militaban en la Juventud Peronista, en centros de estudiantes
secundarios y otras formas de participación, llegando a extenderse la represión a familiares
de aquellos y a otras personas.
Además, obra en el expediente judicial constancia del Acta N° 655, del 29 de marzo
de 1.976, donde se hizo constar el cierre del Concejo Deliberante de Reconquista, “atento a
lo ordenado por el Comisionado Interventor Interino, capitán Don Danilo Alberto
Sambuelli”, funcionario militar que recibió bajo inventario pertenencias y documentación
de dicho cuerpo legislativo, cesando la actividad del mismo hasta el 9 de diciembre de
1.983, conforme surge ello del siguiente acta que se labró luego del proceso militar, el Acta
34
N° 956/83 (fs. 685), lo cual evidencia que la interrupción de la actividad legislativa local
duró todo el período de vigencia del régimen militar de facto.
Se ha advertido que la figura del subversivo operó como elemento identitario del
colectivo humano reprimido, aunque tal vez sean clarificadores los testimonios de las
mismas víctimas para entender esta fase genocida.
Elvira Ana Dieringer, una sobreviviente del genocidio local, detenida hacia
noviembre de 1976, fue llevada a los mismos CCD, sufriendo un simulacro de
fusilamiento, cuando sus captores le informaron “que me iban a matar, porque era
guerrillera, hija de puta”, siendo los cargos incriminados en razón de su “actividad en el
centro de estudiantes, me decían que había celulas del PRT” (Causa n° 50/06).Por su parte,
Susana Guadalupe Beltrame, compañera de la antes nombrada, detenida hacia fines de
octubre, principio de noviembre de 1976, declaró en la misma Causa diciendo que fue
trasladada y alojada en la Base Aérea de Reconquista junto a otras víctimas, siendo
inmovilizados con cadenas en un hangar de la fuerza aérea, siendo sometida a un
interrogatorio en una pieza contigua, donde la torturaron aplicándole picana eléctrica en
distintas partes del cuerpo, al tiempo que le apretaban una mano con una prensa y la
compelían “exigiéndome nombres de personas o que diga cosas relacionadas a
Montoneros”, agregando que “militaba en la juventud peronista… la parte social me gustó
mucho siempre y sobre eso eran todos los interrogatorios y porque era peronista”(Causa
n° 50/06).
35
Otra muestra de la construcción del enemigo político se extrae del relato de otro
sobreviviente del genocidio, Osvaldo Horacio Marcón, quien habiendo reconocido ser
opositor en el gremio de su actividad laboral (frigorífico) fue secuestrado a raíz de que le
colocaran “panfletos… del ERP [Ejército Revolucionario del Pueblo] y le dije esto no es
mío… entonces la llamo a mi señora que estaba en la cocina, le dije que se fije y le
pregunté porque estaba eso acá… ella me dice que no tenía nada que ver”, siendo evidente
que para relacionar a Marcón con el Ejército Revolucionario del Pueblo le fue “plantada” la
prueba en su contra que representaban dichos panfletos para, de ese modo, quedar el mismo
en el ámbito de lo subversivo y, por derivación, de lo ilegal. Además, cuando Marcón fue
llevado y alojado en situación de desaparición forzada en la Base Aérea de Reconquista uno
de los guardias que lo custodiaba expresó a otro custodio: “acá hay un subversivo detenido
y hay orden de que si se mueve o quiere salir lo matemos” (Causa 50/06), lo cual da cuenta
del modo en que militarmente se definió y percibió esa otredad.
Otra víctima, Rubén Maulin, expuso en el mismo expediente que “en una de las
oportunidades que me presento a firmar mi asistencia [libertad vigilada], estando
esperando que me atienda en el pasillo se cruza uniformado Nickisch [uno de los policías
de Reconquista condenado] y haciendo alusión a mi presencia dice que había que terminar
con todos estos subversivos, ´hay que liquidarlos´” (Causa 50/06).
Asimismo, el relato de Alberto Wilhelem, quien dijo que pudo advertir la presencia
de otros detenidos por razones políticas, algunos de los cuales eran sus vecinos (Oscar
Ortiz, Clelia Morzán, Víctor González), refiriendo como característica particular de ese
grupo humano que “todos estábamos en la comisión vecinal del Barrio Almafuerte,
teníamos contacto permanente entre los vecinos” (Causa n° 50/06).
Néstor René Medina mantuvo que no tuvo imputación por delitos sino
“interrogatorios sobre hechos, personas, lugares, relacionados con la actividad política”
(Causa n° 50/06).
36
personal de haber vivido esa etapa inolvidable y no otra cosa que no sé qué es
exactamente” (36).
Estos relatos constituyen una muestra del proceso de construcción y marcaje del
otro negativo impreso contra dichas personas, como forma de definirlos y afectarlos en sus
derechos constitucionales, revistiendo esas víctimas actualmente la condición legal de
sujetos pasivos de los delitos cometidos al amparo dictatorial.
En dicha irrupción militar del día 30 de enero de 1976, las FF.AA. efectuaron un
importante operativo en la zona, actuando un número considerable de efectivos militares y
policiales, allanando domicilios y secuestrando personas, lo que incluyó aviones Pucará
sobrevolando en la zona, lo que no pudo ser sino una acción represiva planificada para
ejecutarse con respecto a determinadas personas, las que seguramente integraban una lista
de sujetos a detener, personas que en virtud de dicho accionar estatal pasaron a conformar
un grupo nacional diferenciado.
(36) Entrevista del autor a dicha víctima, basada en un cuestionario tipo de 51 preguntas.
37
función conjurar los poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su
pesada y temible materialidad” (1992: 11).
Ello implica afirmar que la razzia de enero del ´76 –y su proceso de marcaje previo-
constituyen el marco delimitativo (en parte) del grupo nacional sujeto a represión, lo que
en palabras de Roffinelli denota que “el poder político y militar junto con sus
colaboradores de la sociedad civil (empresarios, gremialistas, eclesiásticos, intelectuales)
apelaron a dicho discurso para justificar la aniquilación de parte de sus propios
´conciudadanos´” (2006: 476). Claro que dicho encarrilamiento tuvo como epicentro un
contexto en el cual a “los mecanismos de censura y represión se suman singulares
(auto)censuras impuestas por los prejuicios de una sociedad demasiado apegada a la
tradición” (Dobruskin, et. al., 2013: 48).
Se advierte así que los otros negativizados pasaron a integrar el imaginario social,
quedando delimitados “los iguales, los sujetos cotidianos y mayoritarios; distintos
cualitativamente de los otros, de aquellos que no quieren ser como todos y, por lo tanto,
que no deben ser” (Feierstein, 2014), lo que hace que la figura del subversivo personifique
la disidencia política y las relaciones sociales de solidaridad, que pasan a ser captadas como
perturbadoras por y para el orden instituido.
De esa forma, los sujetos a dicho marcaje pasan a encarnar el mal achacado, que es
planteado en términos biológicos de una enfermedad que requiere ser extirpada a riesgo de
extenderse a todo el organismo social.
En tal sentido, una de las formas ejecutivas que asume la fase de hostigamiento
tiene que ver con la habilitación normativa (Roffinelli, 2006: 477), lo que remite a los
decretos de aniquilamiento (1975) y al compendio de disposiciones castrenses creadas para
reprimir (Mántaras, 2005), los que vienen a operar como condición de posibilidad del
ejercicio punitivo, además de sedimentar el clima de intolerancia frente al otro
discriminado (Feierstein, 2008) y, asimismo, profundizar la construcción, hasta ese
momento simbólica-discursiva, del otro negativizado (Messoulam, et., al., 2007: 7), todo
ello como forma de legitimar la reacción represiva en un espacio y tiempo histórico
particular, antesala de lo que va tomando forma de solución final (Roffinelli, 2006: 477).
38
Claro que, más allá de dicha afirmación, Roffinelli relativiza el marco jurídico
(decretos de aniquilamiento de 1975) al considerar que en Argentina no existieron (antes
del golpe de Estado de1976) normas jurídicas discriminatorias sino que “este rol lo
cumplieron las llamadas listas negras” (2006: 482), las que se popularizaron en las
prácticas represivas y en las distintas realidades.
En cuanto a la represión ejecutada en Reconquista hacia fines de enero del año ´76,
la misma cuadra en la fase de hostigamiento con respecto al grupo social conformado
mediante el proceso de marcación previo, del mismo modo que para el grupo social que
sería privado de la libertad desde el 24 de marzo de 1976. Pero, asimismo, la razzia del mes
de enero constituye un aislamiento espacial del grupo de secuestrados en esa fecha, lo que
permite sostener que dichas fases fueron ejecutadas en este caso de modo simultáneo.
Por otro lado, cabe referir que la gran mayoría de los encarcelados, interrogados y
torturados en CCD en enero de 1976, al tiempo fueron liberados, lo cual pudo operar como
39
hostigamiento para esas mismas víctimas como para otras personas, posibilitando la
difusión del terror en el ámbito local a través de dichas experiencias traumáticas.
En cuanto al número de personas aisladas al ser detenidas en enero del ´76 y desde
el 24/3/76, se estima que fue de entre treinta y cuarenta y una personas el número de
víctimas, incluyendo tres mujeres menores de edad (Requerimiento Fiscal de elevación
parcial a juicio, Causa n° 50/06, 11/11/11), aunque dicho número actualmente contabiliza
más de sesenta casos que se agregan a aquellos, cometidos en el mismo tiempo en dicha
ciudad, lo que actualmente está siendo investigado judicialmente (Causa n° 94/17, Juzgado
Federal Reconquista).
En la Causa citada todas las víctimas brindaron detalles del modo en que se produjo
su aislamiento del mundo conocido, al ser privados de su libertad, quedando amputados de
sus familias y de la sociedad, extrayéndose de dicho calvario la intencionalidad destructora
de esa grupalidad y de su identidad como tal (Feierstein), ya que tampoco contaban con
ningún recurso legal.
Así, encontramos que una de las víctimas sobreviviente, Juan Carlos Domínguez,
expuso que “estuve detenido en Reconquista, [donde] se negaba a los familiares todo tipo
de información o sea que estaban en la incertidumbre total” (Causa n° 50/06), siendo
frecuente la referencia de los sobrevivientes al hecho de encontrarse en situación de
desaparición, al no brindarse información oficial sobre el destino de los mismos, al no ser
llevados ante un juez para ser acusados y recibir asistencia letrada. La misma víctima
denunció que al ser alojados en la GIR de Santa Fe fue testigo de la presencia de
(37)
Entrevista del suscripto a Adolfo Enrique Maggio, basado en un Cuestionario tipo de preguntas para víctimas del
genocidio local.
40
“estudiantes, políticos, ancianos… había gente totalmente hacinados en los pasillos, gente
muy golpeada, con contusiones, vómitos de sangre, que seguramente provenían de todas
las provincias, eran más de mil y pico de detenidos” (Causa n° 50/06). Ese relato nos da un
panorama del elemento político que anidaba en los motivos para reprimir esa grupalidad
social diferenciada y de la dimensión genocida de dichas prácticas.
Mabel Rodríguez declaró que estando alojada en la Base Aérea fue interrogada
dicha sede, lugar donde le dijeron que “si no hablaba me iba a pasar lo mismo que a mi
hermana que ya la habían hecho cagar” (Causa n° 50/06).
En cuanto al aislamiento espacial, el mismo tiene por finalidad producir “la ruptura
de relaciones sociales entre la fracción social destinada al exterminio y el resto de las
fuerzas sociales. Además, el aislamiento persigue: a) individualizar al sector que será
exterminado y b) ´ocultar´ el exterminio a los ojos de la opinión pública” (Roffinelli, 2006:
485), lo que según Dobruskin (et. al.) implica que “la aparente demarcación de un sector
encubre, en realidad, la represión al conjunto de la sociedad” (2013: 11).
Por otro lado, resulta claro que el aislamiento espacial de dicha grupalidad impactó
resquebrajando las relaciones sociales solidarias mantenidas por los mismos, difundiendo el
terror, el miedo, la desconfianza y la delación en el resto de la sociedad.
41
duró una hora, fueron salvajemente torturados mediante golpes con cachiporras, pisotones
con los que “trataban de reventarnos los testículos… y a la chica la tenían en el último
asiento, y le han hecho cualquier cosa”, relatando que subía un grupo de uniformados para
torturarlos y cuando se cansaban bajaban y subía otro grupo, siendo más que evidente el
influjo genocida impreso en dichas prácticas punitivas.
A ello puede añadirse el relato de Rubén Maulin, quien explicó a la Justicia que
estando secuestrado en la Unidad Regional N° IX de Policía de Reconquista escuchó gritos
que “se debían a golpes y torturas tanto de mujeres como de hombres”, los que estaban en
su misma situación de desaparición forzada.
Por su parte Edén A. Sandrigo, víctima del genocidio, contó que al ser secuestrado
en su trabajo (frigorífico FRIAR) fue llevado a la Jefatura de Reconquista, donde “sacan a
alguien encapuchado y lo golpean contra la columna varias veces y me advierten a mí que
eso me va a pasar”, agregando que seguido a ello fue llevado a una habitación de dicha
dependencia policial, donde “me empiezan a pegar incluso con las mismas armas y con
una pinza me arrancaban mechones de pelos” (Causa n° 50/06).
El mismo testigo refirió que al ser llevado a Santa Fe sufrió “torturas de todo tipo,
pegadas, picana en los oídos, en las encías” y que el mismo sentía “los gritos cuando
estaba en la sala de torturas de una criatura de dos o tres años que gritaba llorando y una
mujer desesperada gritaba ´por favor a mi hijo no´ y lo repetía varias”, contando además
que a “[Alcides] Schneider y [Efrén] Venturini [víctimas] se le veían bien las marcas en las
piernas y en las manos de la parrilla. La parrilla era la cama metálica donde los
42
acostaban y los ataban de pies y manos, los mojaban y les aplicaban picana y de las
contorsiones que le provocaban se lastimaban los pies y las manos donde tenían las
esposas” (Causa citada).
Juan Carlos Domínguez respondió en la causa n° 50/06 que entendía por tortura el
hecho de que, estando detenido en la Policía de Reconquista, se “negaba contacto con mis
padres, que no sabían cuál era mi paradero” (Causa n° 50/06).
Alejandro Córdoba fue muy esclarecedor al referir que “considero torturas no solo
a los golpes o sometimiento a castigo físico sino también a la falta de higiene –en dos
meses me permitieron bañarme una vez- a la falta de alimentación, a la falta de atención
médica y la imposibilidad de acceder a medicamentos, a la falta de información a nuestros
familiares de nuestro situación y al lugar de detención, que nosotros nos diéramos cuenta
que estábamos detenidos desaparecidos, a la situación inestable de nuestra detención a
disposición del PEN, a la imposibilidad de atestiguar o declarar en un juzgado –todos
cooptados por la dictadura-“ (entrevista citada).
Oportuno es aclarar en este tramo que, como sostiene Roffinelli, en nuestro país, a
diferencia del régimen nazi, que creó ghettos, “las prácticas de resquebrajamiento físico
comenzaron directamente con el secuestro y el traslado a los campos de concentración”
(2006: 491), tratándose de acciones punitivas desplegadas sobre los cuerpos de los
secuestrados, traducidas en amenazas permanentes, maltratos, golpizas, torturas, mala
alimentación, hacinamiento y falta de acceso a asistencia médica, entre otras.
Se añade a ello que casi todos los testimonios describen condiciones de alojamiento
en las cuales los detenidos estaban vendados permanentemente, como forma de obstaculizar
la identificación de sus captores como del lugar en que se encontraban desaparecidos,
permaneciendo confinados esposados en posiciones incómodas, incomunicados y sin
movilidad.
43
En fin, estos otros testimonios colectados en la causa n° 50/06 advierten sobre un
tratamiento punitivo que en su esencia misma resulta conducente al debilitamiento físico y
psíquico de los detenidos ilegalmente, aunque tal vez el relato de Olga B. Bassi resulte
esclarecedor, ya que dicha víctima dijo que al ser llevados a Santa Fe comenzó “el
verdadero infierno” (Causa n° 50/06).
Al respecto Dobruskin (et. al., 2013: 11) entiende que el régimen de facto implicó
“un plan sistemático fríamente concebido y ejecutado, que condujo a una violación sin
precedentes de los derechos humanos” (Bayer, 2010: 114)”, quedando descartada la
posibilidad de que dicho obrar sea producto de acciones individuales, excesos o
anormalidades de un grupo de represores.
(38) Puedeverse el listado de todas las víctimas en “La Masacre de Margarita Belén”, Comisión provincial por la memoria
(Chaco). Disponible en http://cpm.chaco.gov.ar/margaritabelen/index.php.
(39) Puede verse el listado en “Asesinados y desaparecidos por orden cronológico”. En
http://www.patriciaisasa.com.ar/spip.php?article179.
44
Sin perjuicio de ello, atendiendo a lo traumático de las experiencias sufridas por el
grupo social victimizado a nivel local, adscribo a la idea de que los sobrevivientes del
genocidio reorganizador argentino, incluidos los de este caso, deben entenderse como
casos de desaparición física y simbólica de los mismos, durante el tiempo que
permanecieron secuestrados estatalmente.
Cabe considerar al respecto que en esa condición (de desaparecidos) fueron puestos
por el ejecutor del genocidio, a lo que se añade que el aislamiento espacial sumado al
proceso de debilitamiento fue de un nivel torturante, cruel, inhumano y degradante de tal
magnitud que, seguramente en más de un caso, pudo conducir a la representación de la
posibilidad de la desaparición material y simbólica.
En tal sentido, los hechos de Reconquista siguen la lógica impresa a nivel nacional e
impactan en los términos y la forma misma de narrar lo ocurrido, no pudiendo obviarse que
la discursividad impuesta en relación a los hechos abordados en este trabajo estuvo durante
30 años relegada y negada, esto es reducida al silencio, como forma de justificar la
represión y culpabilizar a las víctimas, diluir responsabilidades y consagrar una garantía de
impunidad, limitándose la mención de los casos ocurridos en este medio a historias que
circulaban en un grupo social, el de las víctimas, sobrevivientes del genocidio.
45
una construcción discursiva de la memoria de perpetradores, observadores y
sobrevivientes que entran en juego a la hora de analizar la etapa final del genocidio. Es el
modo en que se relatan los hechos, la construcción discursiva de la memoria. No sólo desde
los posibles sobrevivientes, sino también desde los familiares de las víctimas y los
perpetradores. Desde estos últimos podrían caber tres posibilidades: En primer lugar, negar
de forma absoluta los hechos; en segundo lugar, relativizar o minimizar las dimensiones del
aniquilamiento; o en tercer lugar, reivindicarlo ocurrido (2008: 22).
En tanto que Dobruskin explica que las prácticas sociales genocidas “no culminan
con el aniquilamiento material de las fracciones sociales que componen la ´otredad, sino
que prolongan sus efectos hacia un plano simbólico e ideológico que cristaliza en los
modos sociales de representar y relatar las experiencias traumáticas” (2013: 18).
A su vez, seguido a la fase aislamiento, aun liberadas las personas detenidas por
razones políticas, se verificaron en aquella época nuevas formas de hostigamiento, como el
caso del ejercicio punitivo policial de control de actividades de ex detenidos políticos,
conocido como “libertad vigilada”, que según el sobreviviente Alberto Wilhelem se
traducía en persecuciones y molestias crueles y degradantes en sede policial, donde debían
concurrir periódicamente a dar cuenta de sus actividades. Expresó dicho sobreviviente que
al ser liberado debía comparecer en sede policial ante los “encargados de los presos
políticos por delegación de los militares… que era la inteligencia de la policía”,
circunstancias en las que “muchas veces lo normal es que terminara en la jefatura dos o
tres horas castigado, no porque hiciera nada” (Causa n° 50/06).
En cuanto a la vigencia del hostigamiento, más allá de la (aparente) libertad que les
era concedida a los sobrevivientes de este medio, el testimonio de Mabel Rodríguez,
secuestrada en 1976 en la localidad de Tartagal (Santa Fe) y luego liberada (1976) es
esclarecedor para entender el nivel de persecución y hostigamiento que se imprimió en los
hechos locales, ya que –según dicha sobreviviente-, luego de ser liberada, al manifestar el
militar a cargo de su liberación que:
Adolfo Maggio, detenido en enero del ´76 y liberado el 12 de febrero de ese año.
contó que su primer secuestro “destruyó la salud de mi papá que tiempo después falleció
de un ataque al corazón” y, una vez que volvió a Reconquista, se sintió “permanentemente
46
vigilado y controlado”, lo que se inscribe en la fase de hostigamiento (sumado al primer
hostigamiento y aislamiento dado por su primera detención).
Capítulo 4
Esta persona explicó que en el régimen estudiado “No había una regla establecida
para encarcelar, para torturar o para asesinar. Hay ex presos que sin tener una militancia
comprometida estuvieron encarcelados más tiempo que yo, caso Pinto y Pato Quiroz.
Medina fue más torturado que yo sin que él tenga las responsabilidades políticas que tenía
yo entonces”, sin que ello importe justificar la tortura ni el encarcelamiento denunciado.
Además, contó que en su expediente interno del Penal de Coronda (Santa Fe) figura “que el
procesado ALEJANDRO FAUSTINO CORDOBA- el día 24 DIC 78 a cargo personal
Comando Artillería 121- Santa Fe, fue trasladado a la GIR, para su posterior puesta en
libertad.-”Firma el Comandante de Gendarmería Kushidonchi” (41), lo que advierte sobre
las autoridades bajo cuyo mando estuvo desaparecido.
Adolfo E. Maggio, razonó diciendo que “Sentí que me habían mancillado para
siempre. Y no solo era una sensación, sino que te encontrabas con cosas reales a diario;
por ejemplo una vez concurro a hacer una radiografía de mano al Sanatorio, y el médico
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radiólogo (…) que me realiza la placa, no me miraba al hablar; sino que miraba a mi
madre y le dirigía las escasas y mínimas palabras” (42).
El mismo agregó que “Las relaciones familiares fueron divididas; más fueron los
que se alejaron o evitaron contacto con la familia”, en tanto que respecto a la actividad
política, relató que si bien la misma “regresa en 1983, (…) no había cabida para personas
ex presas políticas. Te sentías hasta en ese ámbito rechazado, mal visto, observado,
vigilado también porque evidentemente (a mi criterio) esto tuvo un inicio civil y luego el
trabajo ilegal lo hicieron algunos miembros de las fuerzas armadas” (43).
Alberto Wilhelem dijo ante la Justicia: “me preguntaban hasta con quien subía a un
vehículo, tenía que darles todos los datos, tenía que llevar un cuadernito con esas
anotaciones, cosas puntuales que no les encontré nunca sentido” (Causa n° 50/06).
José Luis Cricco, mencionó que estando cautivo en la Base Aérea de Reconquista, a
un compañero de cautiverio le tiraron el agua al piso y le manifestaron “tomá de acá
montonero ´hijo de puta´ como los perros” (Causa n° 50/06).
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Respecto a la actividad política, Córdoba mantuvo que “En 1989, al final de ese
año, me fui a Santa Fe, porque en Reconquista me era muy difícil, imposible diría,
trabajar. En las elecciones participaba apoyando a las listas del PJ como Fiscal, luego
desaparecían lo candidatos y las autoridades y me tenían siempre muy en cuenta para no
ofrecerme nunca nada”, lo cual tenga que ver con el hecho de que, según dicha víctima,
“El PJ estaba y lo sigue estando muy influenciado por sectores políticos de derecha y
conservadores y en muchos casos por los servicios, que decidían políticas y candidatos. Es
recontra sabido que la primer lista de candidatos a Diputados Nacionales del PJ de
representando a la provincia de Santa Fe fue confeccionada en el Comando del 2° Cuerpo
de Ejército con sede en Rosario” (entrevista citada), que era la base de central operaciones
de esta jurisdicción zonal.
En el caso de Alberto Luis Prez, otro sobreviviente, manifestó que estando alojado
en la Base Aérea, los tormentos que sufrió consistieron en “amenazas, segundo me sacaban
a la noche y me llevaban a una pista de aterrizaje con amenaza de fusilarnos y hacernos
desaparecer sino decíamos lo que querían”, que incluso “tiraron tiros y ahí me dejaron en
una cuneta” (Causa n° 50/06).
Raúl Pinto, también sometido al mismo trato punitivo, mantuvo que el oficial Carlos
Nickisch le manifestó que allanaría su casa “y después volvemos y me llevaron tres años a
Coronda” (Causa n° 50/06).
Conclusión.
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Creemos que la intencionalidad genocida, de destrucción total o parcial un grupo
social, que conjuga la intencionalidad de destruir relaciones sociales (Feierstein, 2014) se
produjo en Reconquista, por cuanto la destrucción grupal involucra lo relacional e
identitario de dicha grupalidad, esto es, la idiosincrasia, ideología , identidad y formas de
actuar de cada grupo humano, no siendo inmunes –no vemos cómo podrían serlo- las
relaciones sociales a los procesos genocidas de destrucción grupal. Si bien en el caso de
Reconquista no se dio la fase de desaparición material y simbólica de los miembros del
grupo social victimizado, retomamos el dogma de Lemkin, para quien dicho crimen no
significa necesariamente la destrucción inmediata y total de un grupo, sino que también
puede darse a instancias de una serie de acciones planificadas para destruir los elementos
básicos de la existencia grupal, tales como la identidad nacional, la cultura política y social,
la economía y la libertad de sus integrantes, justamente los pilares nacionales que proyectó
horadar el régimen militar a través del terror.
Decíamos al inicio que constituye una negación sostener que los victimizados
estatalmente eran “grupos políticos” y, atendiendo al texto de la Convención de Genocidio,
concluir en que los mismos no gozan de protección legal, máxime porque al profundizar en
la problemática se ha podido entender los hechos analizados bajo el prisma del genocidio
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reorganizador (Feierstein), atendiendo a todo lo cancelado dictatorialmente desde el golpe
de estado, cuya proyección es claro que ha impactado en los modos de relacionarse
socialmente.
Participamos de la idea de que el terror instalado por la dictadura militar desde 1976
ha dejado marcas indelebles, una de cuyas consecuencias ha sido condicionar
retrospectivamente nuestra mirada sobre el período previo y desdibujar otros fenómenos
importantes que permiten entender el largo ciclo represivo de los años ´70 (Franco, 2012:
14), lo cual sigue exigiendo una deconstrucción discursiva y un análisis crítico de las
prácticas sociales actuales.
Como señala Thomas Cushman, “la prevención del genocidio depende del análisis
introspectivo de la organización del conocimiento sobre el genocidio y del conocimiento
acerca de las fuerzas sociales modernas que posibilitan y fomentan la práctica del
genocidio en el pasado inmediato y en el presente” (2007: 26), razón por la que considero
que este trabajo constituye un punto de partida para una mayor profundización acerca del
alcance de las prácticas sociales genocidas.
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