La Esperanza
La Esperanza
La Esperanza
“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia
nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,
para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos
para vosotros” (1 Pedro 1.3–4).
Para el cristiano la esperanza en las cosas de Dios abarca más que lo mejor que esta vida
pueda ofrecer. La esperanza más preciosa para él está en lo que le espera en la eternidad.
El siervo de Dios espera con alegría el tiempo glorioso cuando, habiéndose despojado de
su cuerpo mortal, tendrá parte en el reino eterno de Cristo. Así compartirá la alegría y la
gloria del cielo para siempre.
La fe en Dios nos hace creer su palabra y sus promesas, y nos hace esperar que realmente
se cumplan en nosotros. (Lea Salmos 33.18; 39.7; Hechos 26.6–7; Tito 1.2; 1 Pedro 1.21.)
Cuando el salmista dice: “Señor (...) mi esperanza está en ti”, él da a conocer los
sentimientos y experiencias de cada hijo de Dios.
Por medio del poder del Espíritu Santo (Romanos 15.13) podemos tener la esperanza de
alcanzar la justicia basada en la fe (Gálatas 5.5). La esperanza del cristiano, por tanto,
abraza una fe firme en la trinidad: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
La esperanza del incrédulo termina con esta vida; la del cristiano va más allá y abarca las
cosas eternales. En realidad, este mundo no es más que un paso hacia la eternidad. “Mas
ahora Cristo ha resucitado de los muertos, primicias de los que durmieron es hecho” (1
Corintios 15.20). Nuestras almas se conmueven con la esperanza bendita, y decimos con
Pablo: “Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere,
tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos” (2
Corintios 5.1).
¿Qué inspira al agricultor a soportar las dificultades de la siembra? ¡La esperanza de una
buena cosecha! ¿Qué impulsa al soldado de la cruz a sufrir penalidades y pelear la buena
batalla de la fe? ¡La esperanza de un galardón! La esperanza nos impulsa a seguir firmes,
fieles y animados a perseverar hasta el fin.
La esperanza ayuda mucho al hijo de Dios mientras se encara con las tempestades de la
vida. Con razón el escritor del libro de Hebreos la llamó el “ancla del alma” (Hebreos 6.19).
2. Nos impulsa a evangelizar
“Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza” (2 Corintios 3.12). “No me
avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación” (Romanos 1.16). Una
esperanza fuerte en Dios anima el corazón, libera la lengua para que hablemos con
confianza las maravillas de Dios y nos ayuda a rendir fiel servicio a nuestro Padre celestial.
5. Produce paciencia
“Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos” (Romanos 8.25). ¿Se
ha fijado usted que cuando la gente se pone impaciente mengua la esperanza? La
esperanza y la paciencia son inseparables. Mientras más esperanza tengamos, más
pacientes somos.
La esperanza que tenemos nos ayuda a mantener nuestra mirada puesta en el cielo.
Estamos a la expectativa de que algún día nuestra esperanza llegue a ser una gloriosa
realidad.
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y
cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1
Tesalonicenses 5.23).