Guía 4
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Guía 4
Antes había
sentido miedo de la noche, ahora el sol del nuevo día me parecía un enemigo. Un gigantesco e
implacable enemigo que venía a morderme la piel ulcerada, a enloquecerme de sed y de hambre.
Maldije el sol. Maldije el día. Maldije mi suerte que me había permitido soportar nueve días a la
deriva en lugar de permitir que me hubiera muerto de hambre o descuartizado por los tiburones.
2. Como volvía a sentirme incómodo, busqué el pedazo de remo en el fondo de la balsa para
recostarme. Nunca he podido dormir con una almohada demasiado dura. Sin embargo, buscaba
con ansiedad un pedazo de palo destrozado por los tiburones para apoyar la cabeza.
3. El remo estaba en el fondo, todavía amarrado a los cabos del enjaretado (7). Lo solté. Lo ajusté
debidamente a mis espaldas doloridas, y la cabeza me quedó apoyada por encima de la borda.
Entonces fue cuando vi claramente, contra el sol rojo que empezaba a levantarse, el largo y verde
perfil de la costa.
4. Iban a ser las cinco. La mañana era perfectamente clara. No podía caber la menor duda de que
la tierra era una realidad. Todas las alegrías frustradas en los días anteriores –la alegría de los
aviones, de las luces de los barcos, de las gaviotas y del color del agua– renacieron entonces
atropelladamente, a la vista de la tierra.
5. Si a esa hora me hubiera comido dos huevos fritos, un pedazo de carne, café con leche y pan –
un desayuno completo del destructo (8) – tal vez no me habría sentido con tantas fuerzas como
después de haber visto aquello que yo creí que realmente era la tierra. Me incorporé de un salto.
Vi, perfectamente, frente a mí, la sombra de la costa y el perfil de los cocoteros. No veía luces.
Pero a mi derecha, como a diez kilómetros de distancia, los primeros rayos del sol brillaban con
un resplandor metálico en los acantilados. Loco de alegría, agarré mi único pedazo de remo y
traté de impulsar la balsa hasta la costa, en línea recta.
6. Calculé que habría dos kilómetros desde la balsa hasta la orilla. Tenía las manos deshechas y el
ejercicio me maltrataba la espalda. Pero no había resistido nueve días –diez con el que estaba
empezando– para renunciar ahora que estaba frente a tierra. Sudaba.
7. El viento frío del amanecer me secaba el sudor y me producía un dolor destemplado en los
huesos, pero seguía remando.
Pero, ¿dónde está la tierra?
8. No era un remo para una balsa como aquella. Era un pedazo de palo. Ni siquiera me servía de
sonda para tratar de averiguar la profundidad del agua. Durante los primeros minutos, con la
extraña fuerza que me imprimió la emoción, logré avanzar un poco. Pero luego me sentí agotado,
levanté el remo un instante, contemplando la exuberante vegetación que crecía frente a mis ojos,
y vi que una corriente paralela a la costa impulsaba la balsa hacia los acantilados.
9. Lamenté haber perdido mis remos. Sabía que uno de ellos, entero y no destrozado por los
tiburones como el que llevaba en la mano, habría podido dominar la corriente. Por instantes
pensé que tendría paciencia para esperar a que la balsa llegara a los acantilados. Brillaban bajo el
primer sol de la mañana como una montaña de agujas metálicas. Por fortuna estaba tan
desesperado por sentir la tierra firme bajo mis pies que sentí lejana la esperanza. Más tarde supe
que eran las rompientes de Punta Caribana, y que de haber permitido que la corriente me
arrastrara me habría destrozado contra las rocas.
10. Traté de calcular mis fuerzas. Necesitaba nadar dos kilómetros para alcanzar la costa. En
buenas condiciones puedo nadar dos kilómetros en menos de una hora. Pero no sabía cuánto
tiempo podía nadar después de diez días sin comer nada más que un pedazo de pescado y una
raíz, con el cuerpo ampollado por el sol y la rodilla herida. Pero aquella era mi última
oportunidad. No tuve tiempo de pensarlo. No tuve tiempo de acordarme de los tiburones. Solté el
remo, cerré los ojos y me arrojé al agua.
11. Al contacto del agua helada me reconforté. Desde el nivel del mar perdí la visión de la costa.
Tan pronto como estuve en el agua me di cuenta de que había cometido dos errores: no me había
quitado la camisa ni me había ajustado los zapatos. Traté de no hundirme. Fue eso lo primero que
tuve que hacer, antes de empezar a nadar. Me quité la camisa y me la amarré fuertemente
alrededor de la cintura. Luego, me apreté los cordones de los zapatos. Entonces sí empecé a
nadar. Primero desesperadamente. Luego con más calma, sintiendo que a cada brazada se me
agotaban las fuerzas, y ahora sin ver la tierra. [...]
12. Ya me sentía sin fuerzas y, sin embargo, aún no veía la tierra. Entonces volvió a invadirme el
terror: acaso, ciertamente, la tierra había sido otra alucinación. El agua fresca me había
reconfortado y yo estaba otra vez en posesión de mis sentidos, nadando desesperadamente hacia
la playa de una alucinación. Ya había nadado mucho. Era imposible regresar en busca de la balsa”.
26. ¿Cuál es el sentido de la palabra SOPORTAR en el contexto del primer párrafo del fragmento
leído?
A) AGUANTAR, porque el personaje cree que su suerte lo hace asumir las consecuencias de estar a la
deriva.
B) RESISTIR, porque el personaje considera que su suerte le ha permitido sobrellevar la sed y hambre en
lugar de morir.
C) SUFRIR, porque el personaje considera que su suerte lo hace cargar con la responsabilidad de su
destino.
D) TOLERAR, porque el personaje considera que su suerte lo ha llevado a admitir las pruebas que
enfrenta en lugar de morir.
E) ACEPTAR, porque el personaje cree que su suerte lo obliga a resignarse ante la falta de agua y
alimento.
27. ¿Cuál es el sentido de la palabra RENACIERON en el contexto del cuarto párrafo del fragmento
leído?
A) BROTARON, porque al ver la tierra, el personaje recuperó la misma alegría perdida en los días
anteriores.
B) REAPARECIERON, porque al ver la tierra, el personaje recobró la idea de que la tierra estaba cerca.
C) RESURGIERON, porque al ver la tierra, en el personaje regresaron las alegrías no concretadas en los
días previos.
D) REVIVIERON, porque al ver la tierra, en el personaje se restauraron las esperanzas de alcanzar la
orilla.
E) VOLVIERON, porque al ver la tierra, en el personaje se restableció toda la alegría perdida
anteriormente.
29. De acuerdo con el inicio del fragmento, ¿por qué para el personaje el nuevo día era un enemigo?
A) Porque la aparición del sol le daba indicios de que sería un día caluroso.
B) Porque el amanecer le anunciaba que debería seguir soportando su sufrimiento.
C) Porque la aparición del sol no le permitía seguir durmiendo.
D) Porque los días soleados le recordaban su mala suerte.
E) Porque el amanecer era el momento cuando más hambre y sed sentía.
30. ¿Qué se concluye respecto del último párrafo?
A) El protagonista era incapaz de calcular con certeza la distancia entre la balsa y la playa.
B) El ansia del protagonista por salvarse del naufragio, muchas veces lo llevó a imaginar que veía tierra
cercana.
C) El cansancio del protagonista después de nadar mucho lo hizo pensar en abandonarse a su suerte.
D) El protagonista recuperó levemente sus fuerzas al contacto con el agua, lo que le permitió nadar más
rápido.
E) El terror del protagonista surgió porque pensó que la falta de fuerzas le impedirían llegar hasta la
playa.
32. ¿Qué opción sintetiza el contenido del undécimo párrafo del fragmento leído?
A) Los esfuerzos del personaje por permanecer flotando a pesar de su vestimenta.
B) La evaluación que realiza el personaje, una vez en el agua, de los errores cometidos.
C) La sensación de pesar que experimentó el personaje al entrar en contacto con el agua.
D) La reflexión del personaje, luego de arrojarse bruscamente al agua, sobre las posibilidades de
sobrevivir.
E) La forma en que el personaje fue perdiendo paulatinamente sus fuerzas en el agua.