Politica y Sociedad

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Derechos reservados

SERIE
DILEMAS DE LA POLÍTICA
EN LATINOAMÉRICA

© Flacso México
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales,
Sede México
Directora General:
Giovanna Valenti Nigrini
Secretaria Académica:
Gloria del Castillo Alemán

Comité Editorial de la Flacso México:


Carlos Alba, Cecilia Bobes, Gloria del Castillo,
Mónica Casalet, Silvia Dutrénit,
Víctor Godínez, Fernando Saavedra,
Ligia Tavera, Benjamín Temkin,
Francisco Valdés, Giovanna Valenti

Derechos reservados
Política y sociedad en México
Entre el desencuentro y la ruptura

© Flacso México
Derechos reservados
Política y sociedad en México
Entre el desencuentro y la ruptura

Julio Aibar y Daniel Vázquez


Coordinadores

© Flacso México
320.972
P7691 Política y sociedad en México : entre el desencuentro y la ruptura / Julio Aibar
y Daniel Vázquez, coordinadores. — México : Flacso México, 2008.
336 p. ; 17 x 23 cms. — (Serie Dilemas de la Política en Latinoamérica)

ISBN 978-607-7629-05-4

1. México — Política y Gobierno. 2. Crisis Política — México.


3. Populismo — México. 4. Conflictos Sociales — México.
5. Democracia — México. I. Aibar, Julio coord. II. Vázquez, Daniel,
coord.

Serie Dilemas
de la Política
en Latinoamérica
Política y sociedad en México / Entre el desencuentro y la ruptura
México. Primera edición, diciembre 2008

Coordinación editorial:
Gisela González Guerra

D.R. © Editor: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede México


Carretera al Ajusco 377
Colonia Héroes de Padierna
Tlalpan 14200, México, D.F.
Teléfono 30 000 200
www.flacso.edu.mx

ISBN: 978-607-7629-05-4

El presente libro fue elaborado en el marco del Seminario de Investigación “Buen Gobierno, Populismo
y Justicia Social” de la Flacso México. Agradecemos el apoyo del Conacyt, institución que financió
esta investigación por medio del Programa de Ciencia Básica CB-2004-C001-47560.

Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa o indirecta del contenido de la presente obra
por cualquier medio incluyendo el electrónico, sin contar previamente con la autorización por escrito
de los editores, en términos de la Ley Federal del Derecho de Autor y, en su caso, de los tratados
internacionales aplicables.

Impreso y hecho en México. Printed and made in Mexico

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Contenido

9‌ Presentación
Julio Aibar y Daniel Vázquez

17 ‌Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada


Julio Aibar

87 La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo)


Pedro Salazar Ugarte

139 Lo social y lo político. Más allá de la articulación hegemónica


Valeria Falleti

171 Populismo, construcción política e instituciones. Algunas reflexiones en


torno al fenómeno López Obrador
Juan C. Olmeda

191 La presencia del populismo en las elecciones mexicanas de 2006. Un análisis


del discurso en el ámbito económico
Mario Torrico Terán

221 El “peligro para México”. La batalla por la configuración de los imaginarios


políticos
Javier Contreras Alcántara

259 Democracia liberal procedimental y movimientos sociales. Temas pendientes


en la democracia mexicana luego del conflicto en Oaxaca
Daniel Vázquez

305 Observando a los observadores. Los analistas políticos frente al conflicto


popular de 2006 en Oaxaca
Carlos Durán y Guillermo Pereyra

332 Acerca de los autores

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Presentación

Julio Aibar y Daniel Vázquez

En los capítulos del presente libro, el lector encontrará una diversidad de


enfoques, intereses y propuestas, muchos de los cuales reconocen antece-
dentes no sólo diferentes, sino también contrapuestos.
Sin embargo, esa aparente dispersión adquiere una cierta unidad
cuando se revelan dos inquietudes, una intelectual y otra más emotiva,
compartidas por todos los autores. La primera se relaciona con las te-
máticas de la democracia, el populismo y el conflicto social, presentes
en todos los escritos; la segunda, en cambio, remite a un malestar ge-
nerado por la percepción de que la política, en México, se ha alejado
de la sociedad.
Aunque a esas inquietudes se las aborda normalmente como si co-
rrieran por carriles paralelos, los coordinadores del libro pensamos que
las mismas remiten a un único nudo problemático. Queremos decir
con ello que las nociones dominantes que se pusieron en juego sobre la
democracia y el populismo en México, y las posiciones que, derivadas de
esas nociones, se asumieron frente al conflicto, produjeron importantes
efectos en la relación política-sociedad.
Gran parte del sector académico, dedicado a hacer periodismo po-
lítico en medios de comunicación masiva, por ejemplo, ha tratado de
sedimentar en el sentido común una concepción “minimalista” de la
democracia y de la política. Así, mientras la primera, desde una pers-
pectiva enteramente liberal-procedimental, fue definida como un deter-
minado conjunto de instituciones dedicadas exclusivamente a la selección
de elites gobernantes y a la administración, la segunda fue reducida al
juego que se daba al interior de esas instituciones. Complementariamente,

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© Flacso México
10 ◆ Julio Aibar y Daniel Vázquez

se postuló que la única fuente de legitimidad política y social era la


legalidad vigente.
Esas concepciones, según nuestro entender, tendieron a duplicar y
a reproducir, en la política en general y en el régimen en particular, las
desigualdades y exclusiones que esa misma política ayudó a generar o
consolidar en lo social. No es casual, entonces, que cualquier propuesta
que cuestione el statu quo sea inmediatamente calificada de populista,
con toda la connotación negativa que esa calificación conlleva. No es
casual, tampoco, que a los movimientos sociales de protesta que tienen
un carácter popular, no se les reconozca un estatuto político y que,
consecuentemente, la única respuesta que se le demande a la autoridad
pública sea la represión.
Todos los autores del libro, reiteramos, desde distintas perspectivas,
analizando diversos casos y también proponiendo salidas diferentes, as-
piran a hacer un pequeño aporte para que se empiece a romper con ese
“pensamiento único”.
En el primer capítulo, titulado “Cardenismo y peronismo. La co-
munidad políticamente imaginada”, Julio Aibar, centrando el análisis
en el cardenismo y el peronismo, propone entender a los populismos
como intentos de generación o restitución de la sensación de perte-
nencia a una sociedad. Su análisis parte de una caracterización de las
condiciones de producción y recepción de dichas expresiones políticas
en México y Argentina, respectivamente. El autor señala a continua-
ción que en los procesos políticos encarnados por el cardenismo y el
peronismo, y en el modo particular en que esos fenómenos se hicie-
ron cargo de la llamada cuestión nacional, se pueden identificar cinco
momentos: el del reconocimiento; el de la ruptura de la fatalidad y el
pensamiento trágico; el de la unidad y la organización; el de la articu-
lación estatal, y el de la referenciación a lo nacional.
En contra de la persistente crítica que concibe a los populismos
como una forma arcaica, reactiva, antipolítica y antidemocrática, Aibar
postula que el estudio de los casos indica que esas expresiones pueden
ser: 1) enteramente modernas y modernizantes; 2) reacciones a un es-

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Presentación ◆ 11

tado de cosas dado, pero también atrevidos ejercicios de imaginación;


3) manifestaciones profundamente políticas, en tanto produjeron una
sustantiva resubjetivación por medio del reconocimiento de derechos
y la activación de demandas, la dicotomización del espacio social y su
codificación en la lógica de amigos y enemigos, la organización y cons-
titución de nuevos sujetos políticos, la articulación de los mismos con
el andamiaje institucional del Estado, y la referencia a una instancia
nacional; y 4) democráticas, no sólo porque incorporaron a la arena
política y al espacio social a sectores que estaban excluidos, sino por-
que esa incorporación significó una total alteración de los sistemas de
dominación existentes, sustentados por la exclusión.
Finalmente, agrega el autor, el análisis de los populismos clási-
cos contradice lo que ya es parte del sentido común académico: el
carácter anti-institucional de los mismos, ya que parece ser que los
populismos clásicos nacieron institucionales y anti-institucionales a
la vez.
Pedro Salazar Ugarte, por su lado, señala en “La democracia enjau-
lada (entre el populismo y el elitismo)”, que si bien los países latinoa-
mericanos han transitado hacia la democracia en las últimas décadas,
los rezagos estructurales —económicos, sociales y culturales— han im-
pedido la consolidación de una democracia de calidad. Frente a este
proceso trunco de democratización, la elite mexicana está lejos, según
la apreciación del autor, de mostrar un compromiso con la consolida-
ción de las instituciones democráticas. México en particular, y Latino-
américa en general, parece encontrarse entre dos opciones igualmente
inaceptables: la democracia mínima y elitista de Schumpeter, que suele
ligarse al modelo económico neoliberal, y las expresiones populistas
de cuño autoritario que tienden a ofrecerse como una alternativa al
neoliberalismo, pero sin terminar de especificar en qué consiste dicha
alternativa. Frente a esas dos posibilidades Salazar Ugarte propone res-
catar un concepto de democracia teórico e institucionalmente aplica-
ble para no perder la senda andada y mejorar la democracia lograda: el
modelo de democracia constitucional.

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12 ◆ Julio Aibar y Daniel Vázquez

En “Lo social y lo político. Más allá de la articulación hegemónica”,


Valeria Falleti señala las limitaciones de los análisis institucionales de la
política a la hora de dar cuenta del antagonismo social que los populis-
mos expresan y de la consiguiente transformación de los vínculos iden-
titarios, subjetivos y afectivos que esos fenómenos producen. Por otro
lado, advierte que en la obra de Laclau, la “materialidad” simbólico-
social se convierte en un insumo que no logra adquirir el protagonismo
necesario para comprender el proceso de constitución y selección de
las demandas democráticas en la articulación populista. No se atiende,
señala la autora, a aquellas demandas que no lograron constituirse como
demandas populares, porque fueron anuladas o absorbidas en la pugna
al interior del pueblo. Por eso Falleti plantea analizar la demanda de
la demanda, lo que implica procedimientos que sí permiten reconocer
demandas no reconocidas por el proceso populista (Carassale, 2007).
En relación con ese punto, propone estudiar el proceso sociopolítico em-
pleando algunas herramientas conceptuales de la sociología (los con-
ceptos de subpolítica de Beck; de socialidad subterránea de Maffesoli y
de imaginario instituyente de Castoriadis, por ejemplo), las cuales per-
mitirían dar cuenta de los distintos niveles de latencia de lo social.
A partir de las Asambleas Barriales en Argentina y de la Asamblea
Popular de los Pueblos de Oaxaca (appo) en México, la autora cuestio-
na, además, el carácter ejemplar que la hegemonía tiene en la noción
de política de Laclau. Esa concepción, señala Falleti, lleva a desconocer
otras formas de expresión de la política y de su articulación —más allá
del vínculo equivalencial— tales como las formas rizomática y viral.
Esa discusión central suscita otros debates de carácter secundario en
relación con el cuerpo, las formas de resistencia y la función de los de-
rechos humanos en la democracia liberal.
El capítulo titulado “Populismo, construcción política e institucio-
nes. Algunas reflexiones en torno al fenómeno López Obrador” de Juan
Olmeda, debe pensarse como parte integrante del conjunto de análisis
que, durante los últimos años, han pretendido entender de manera más
acabada las cualidades de los movimientos populistas. El autor señala la

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Presentación ◆ 13

complejidad que atraviesa a dichos fenómenos e intenta superar ciertas


visiones simplistas que se han multiplicado en el pasado reciente. En
ese sentido, el trabajo se concentra en dos cuestiones que han sido poco
analizadas acerca del fenómeno populista: por un lado, la construcción
de redes políticas sobre las que se asienta el poder del líder; por el otro,
la intrincada relación que vincula a los movimientos populistas y las
instituciones. Al poner el acento en esos dos ejes, Olmeda destaca la ne-
cesidad de superar aquellas miradas que explican el surgimiento y soste-
nimiento de los movimientos populistas, concibiéndolos como produc-
to de las cualidades personales del líder y de su carácter decisionista; al
mismo tiempo, desafía las visiones que definen a los populismos como
intrínsecamente anti-institucionales. Recurriendo a ejemplos concretos
de diversos países latinoamericanos y enfocándose, particularmente, en
el fenómeno de López Obrador en México, en el capítulo se destaca la
importancia que asumen las redes de organizaciones (en algunos casos,
llegan a incluir a partidos políticos previamente existentes) como base
primigenia sobre las que se asienta el poder del líder populista, al tiem-
po que propone a los movimientos populistas como impulsores de una
nueva institucionalidad, tanto en términos políticos como económicos.
En “La presencia del populismo en las elecciones mexicanas de 2006.
Un análisis del discurso en el ámbito económico”, Mario Torrico Terán
examina las fuentes teóricas que guían la discusión sobre el fenómeno
populista; identifica el discurso dominante en materia económica en
México antes de las elecciones presidenciales de 2006 y, finalmente, a
través de un análisis de las propuestas de gobierno de los principales can-
didatos, señala cómo éstos se ubicaron y ubicaron a sus contrincantes
respecto de posturas y planteamientos que se suelen asociar con el po-
pulismo. Debido a que las preferencias electorales se inclinaron mayori-
tariamente hacia dos candidatos desde una etapa temprana del proceso
electoral, el estudio se restringe a los planteamientos de Felipe Calderón,
candidato del Partido Acción Nacional (pan), y de Andrés Manuel Ló-
pez Obrador, del Partido de la Revolución Democrática (prd). Cabe
señalar que no se analiza la totalidad de los planteamientos de ambos

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14 ◆ Julio Aibar y Daniel Vázquez

candidatos, sino tan sólo los que tienen que ver con el ámbito econó-
mico, lo que, además, facilita el análisis debido a que usualmente se
relaciona al populismo con políticas económicas centradas en el gasto
público.
Siguiendo a Laclau (2006) y Canovan (1999), el autor afirma que no
existen criterios independientes del contexto socioeconómico con base
en los cuales pueda calificarse a determinados líderes como populistas.
Ello dependerá de si su postura es antagónica respecto de la prevale-
ciente, la que sirve de base para el diseño y aplicación de políticas. Ana-
lizando y contrastando las propuestas económicas de los candidatos,
Torrico Terán concluye que Andrés Manuel López Obrador (amlo),
al postular la equidad o bienestar como objetivo prioritario por enci-
ma del crecimiento, planteó políticas antagónicas a las prevalecientes
antes del proceso electoral y al discurso económico dominante. Sin
embargo, no fue por ello por lo que fue calificado como populista,
sino porque toda propuesta de intervención económica del Estado, sea
directa o redistributiva, se sigue asociando, en la línea de Dornbusch
y Edwards (1992), con políticas económicas que derivaron en crisis
en los años setenta y ochenta. A su vez, en el capítulo se resalta que
ambos candidatos realizaron discursivamente una división dicotómica
y antagónica de la sociedad: amlo diferenció al pueblo de las minorías
que gobernaron y empobrecieron al país, y Calderón efectuó una dis-
tinción semejante al oponer la opción de un futuro promisorio frente
a un pasado de crisis.
Javier Contreras Alcántara, por su lado, nos recuerda que, en las
elecciones presidenciales de 2006 en México, al candidato del princi-
pal partido de izquierda se lo denominó un “peligro para México”. Esa
denominación fue tomada por el autor para titular su capítulo, en el
cual expone cómo es que se configuró el sentido y el significado de esta
frase en el campo político discursivo desplegado durante la elección de
2006. La llave de entrada al análisis es la pregunta ¿cómo se configuró,
desde el discurso de campaña de Felipe Calderón, la denominación de
“peligro para México” sobre Andrés Manuel López Obrador? El aná-

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Presentación ◆ 15

lisis da cuenta de que, si bien un “peligro para México” era una frase
que descansaba en los rasgos que, desde las definiciones tradicionales
se suele imputar a los populismos, en este nuevo uso se incorporaron
narrativas y sensaciones particulares de la historia política contempo-
ránea de México. El capítulo, además de permitirnos entender el juego
discursivo de la campaña electoral de 2006 en México, nos lleva, por
una parte, a cuestionar la utilidad de la categoría para denominar a un
fenómeno político al mostrar que, al menos para esta elección, su apa-
rición es sólo el resultado de un acto de nominación arbitrario —que
no totalmente contingente— en la acción política y, por otra parte, a
cuestionar el conjuro mexicano al conflicto político.
Daniel Vázquez en “Democracia liberal procedimental y movi-
mientos sociales. Temas pendientes en la democracia mexicana luego
del conflicto en Oaxaca”, señala que en los regímenes democráticos las
elecciones pueden convertirse en una forma de control social sobre
las decisiones gubernamentales, en tanto los gobiernos electos que no
cumplen las expectativas de la mayoría pueden no ser reelegidos en la
siguiente elección. No obstante, advierte el autor, esta forma de con-
trol gubernamental no es la única, ya que también el mercado a través
de la entrada, no entrada y salida de capitales —con las consecuencias
correspondientes en la economía y estabilidad gubernamental—, utili-
za este derecho de propiedad como mecanismo de control sobre el go-
bierno. De la misma forma, los movimientos sociales cuentan con todo
un repertorio de acciones colectivas que tienen por objeto controlar
las decisiones gubernamentales. Al tener tres opciones de control que
son paralelas y que pueden tener contenidos no sólo distintos sino,
incluso, opuestos, el autor se pregunta, ¿cuál de ellos se encuentra me-
jor institucionalizado para imponerse sobre los otros? Analizando las
estrategias de acción de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca
y los recursos políticos del Estado para generar autonomía con respecto
a las exigencias de la appo, en el capítulo escrito por Vázquez se anali-
zan las actuales limitaciones de la acción colectiva como control guber-
namental y se intenta dar respuesta a las preguntas antes planteadas.

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16 ◆ Julio Aibar y Daniel Vázquez

Finalmente, Carlos Durán y Guillermo Pereyra realizan, desde la


perspectiva de Niklas Luhmann, un análisis de segundo orden del con-
flicto encabezado por la appo en Oaxaca entre junio y diciembre de
2006. A partir de una reconstrucción de los distintos registros discur-
sivos, en función de los cuales diferentes analistas de medios de comu-
nicación masivos trataron de dar cuenta del fenómeno oaxaqueño, los
autores revelan los códigos binarios jerárquicos que en las diferentes
interpretaciones se pusieron en juego. La identificación de códigos bi-
narios (representación de intereses-demanda maximalista; legalidad-
legitimidad; libertad-protesta social) permite, además, dar cuenta de
los puntos ciegos y de las paradojas que habitan en las distintas inter-
pretaciones del conflicto.

Al igual que nuestro primer libro colectivo, Vox Populi. Populismo y de-
mocracia en Latinoamérica y que Venezuela y Bolivia, dos realidades que se
resisten a las etiquetas, un producto en proceso de publicación, que cuen-
ta con la colaboración de especialistas bolivianos, venezolanos y argen-
tinos, este libro es el resultado del esfuerzo conjunto de los integrantes
del Seminario de Investigación “Buen Gobierno, Populismo y Justicia
Social”. Salvo el capítulo presentado por nuestro invitado Pedro Salazar
Ugarte, todos los demás fueron escritos y discutidos por miembros de
ese seminario de investigación. ◆

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Cardenismo y peronismo.
La comunidad políticamente imaginada1
Julio Aibar
A mí me conmueve el recuerdo de aquellos hombres y
mujeres que habían convergido sobre la Plaza de Mayo
desde Avellaneda y Berisso, desde sus fábricas,
para ofrecer su sangre por Perón.
Ernesto Sábato

Cárdenas ha incorporado a grandes


núcleos del pueblo en el pueblo.
Lombardo Toledano

Uno de los aspectos que con mayor virulencia atacan los detractores del
populismo es su supuesto contenido nacionalista. Para algunos sectores
de la izquierda, por ejemplo, el nacionalismo se opone a los principios de
la tradición internacionalista y es una expresión inequívoca del carácter
burgués de la empresa populista. Para una buena parte de la derecha
liberal, en cambio, el nacionalismo populista representa un residuo del
pasado que obstaculiza la integración económica global y el libre fluir
de los agentes en un mundo cada vez más asimilado a la lógica del
mercado mundial.
Aunque esa extraña convergencia de la crítica de la izquierda y de
la derecha liberal parece dar cuenta de un rasgo que efectivamente
puede encontrarse en las diversas versiones del populismo, la pertinen-
cia de esa caracterización dependerá de qué es lo que se entienda por
nación y nacionalismo. Por eso, aunque este trabajo parte de la hipó-
tesis de que los populismos pueden ser entendidos como un síntoma,
una problematización y/o una puesta en acto de la llamada “cuestión
nacional”, centrando el análisis en los momentos en los que el pero-
nismo y el cardenismo surgieron, trataré de responder parcialmente

1 Agradezco a los miembros del Seminario “Buen Gobierno, Populismo y Justicia Social” y especialmente
a Antonia Muñoz por la atenta lectura de este documento y por sus valiosas sugerencias.

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18 ◆ Julio Aibar

a las siguientes preguntas: ¿qué se entiende por nación en la literatura


contemporánea que aborda la cuestión?, ¿pueden los populismos ser
considerados nacionalistas?, ¿cuál fue el modo en que esas expresiones
políticas plantearon la llamada “cuestión nacional” y cómo intentaron
elaborarla?
La idea contenida en la hipótesis asume, entre otros antecedentes, a
una conocida publicación de Emilio de Ípola y Juan Carlos Portantiero,
que data de 1981, titulada Lo nacional popular y los populismos realmente
existentes. El interés por retomar la tesis central de ese trabajo obedece
a la sospecha de que la misma puede ofrecer, hoy más que nunca, una
de las claves para entender a los populismos, a pesar de la tan difundida
y vociferada “crisis terminal” de la nación, de los nacionalismos y del
Estado.
Inscribir al populismo en esa línea de análisis y considerar el carác-
ter imaginado de la nación, es situar al primero —más allá de la retórica
antipolítica que a veces asume— en el terreno estrictamente político.
Aunque para evitar confusiones sea necesario aclarar que no todos los
populismos propusieron, consciente y deliberadamente, la construc-
ción o reconstrucción de una nación. Lo único que sugiero es que esos
fenómenos políticos revelan la centralidad de la llamada “cuestión na-
cional”. En algunos casos, dicha cuestión es efectivamente planteada
y los cursos de acción se orientan para resolverla o, al menos, para
activarla. Aquí podemos ubicar al primer peronismo, al cardenismo, al
varguismo y al chavismo. En otros, no hay tal elaboración y los popu-
lismos simplemente hacen de catalizadores de esa problemática: entre
éstos estarían los denominados neopopulismos de los años noventa de
Color de Mello y Fujimori, entre otros.

Nación, nacionalismo y populismo

A partir de la lectura de Gramsci y de la conceptualización y revalori-


zación que ese autor propone de las nociones de lo popular, la nación y

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 19

el Estado, De Ípola y Portantiero, entienden que el primer peronismo


(1945-1955) “constituyó una manera específica de asumir y procesar, so-
cial, política y culturalmente ‘lo nacional-popular’ en la historia de la socie-
dad argentina” (1981: 10). Sin adentrarme en lo que los autores identifican
como los rasgos positivos y las limitaciones insuperables del peronismo en
su manera específica de entender y procesar esa cuestión, a continuación
exploraré brevemente el estado en el que se encuentra el debate en torno a
la nación, con el objeto de arribar a una definición más o menos compar-
tida de la misma.
Ingrid Bolivar, propone clasificar los estudios sobre la nación en dos
grandes perspectivas: 1) la de los primordialistas, para los cuales la nación
da cuenta “de un grupo social que se afirma como totalidad, con base
en una serie de vinculaciones étnicas, raciales o históricas y sin conceder
mayor preeminencia a su relación con el poder político predominante”;
y 2) la de los modernistas, que la entienden como un “nuevo modelo de
comunidad política en el que se redefinen los derechos, la historia, los
fundamentos de la obligación política y el carácter del vínculo social”
(Bolivar, 2000: 10).
En esa segunda línea —actualmente dominante en la Historia como
disciplina académica—, se inscriben los estudios sistemáticos sobre la
nación que se iniciaron en el periodo de entreguerra y los que cobraron
un nuevo impulso después de la segunda posguerra. Trabajos señeros
como Carlton Hayes, Otto Bauer y Hans Kohn se ubican en el primer
momento, mientras que los de Eric Hobsbawm, Ernest Gellner y Be-
nedict Anderson, corresponden al segundo.
El principio rector de los modernistas o del enfoque antigenealógico
—como prefiere llamarlo Palti—, es el “supuesto de la modernidad y
el carácter de construcción mental de la nación”. Es antigenealógi-
co porque considera que la existencia de las naciones, al igual que los
Estados, son una contingencia, no una necesidad universal; moderna
porque su nacimiento no se remonta más allá de fines del siglo xviii y
construcción mental porque la nación “no sería más que una entidad
ficticia, una construcción discursiva” (Palti, 2006: 107).

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20 ◆ Julio Aibar

Dado el carácter construido de la nación, los historiadores pensaron


que debían estudiar a los productores de esos constructos: los naciona-
lismos. Para Gellner, por ejemplo, el nacionalismo es un principio polí-
tico que sostiene que debe haber congruencia entre la unidad nacional
y la política. La idea contingente de la nación implica, para ese autor,
que dos “hombres son de la misma nación si y sólo si se reconocen como
pertenecientes a la misma nación”, agregando que una “simple catego-
ría de individuos […] llegan a ser de una misma nación si y cuando
los miembros de la categoría se reconocen mutua y firmemente ciertos
deberes y derechos en virtud de su común calidad de miembros. Es
ese reconocimiento del prójimo como individuo de su clase lo que los
convierte en nación […]” (Gellner, 1997: 20).
Anderson añade que la nación es un artefacto cultural de una clase
en particular, que requiere para su constitución del cruce particular de
fuerzas discretas, las que, una vez creadas, se volvieron modulares. Es
decir, pasaron a ser un modelo que fue aplicado a una variedad casi
infinita de situaciones políticas, ideológicas y sociales. A diferencia de
Gellner, la nación es entendida por Anderson como “una comunidad
políticamente imaginada, como inherentemente limitada y soberana”
(Anderson, 2007: 23). Imaginada porque en la mente de cada uno de
los miembros de una nación, a pesar de no tener contacto directo entre
ellos, vive la imagen de su comunión; limitada porque sus fronteras son
finitas y más o menos estables; soberana porque todas las naciones sueñan
con ser libres, siendo la garantía de esa libertad el Estado soberano y,
finalmente, comunidad porque independientemente de las desigualdades
que se puedan presentar a su interior, “la nación se concibe siempre como
compañerismo profundo, horizontal” (: 25).
El defecto que encuentra Anderson en la definición de nación pro-
puesta por Gellner es que éste equipara —en su afán por demostrar
las falsas pretensiones del nacionalismo—, invención con fabricación y
falsedad, antes que con imaginación y creación.
Bajo la bandera del racionalismo y motivados por un impulso
desenmascarador, la mayor parte de estos trabajos se propuso —con

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 21

un considerable éxito académico— probar el carácter construido y ar-


tificial de las nociones de nación. La nación, sostienen, tiene fecha
de nacimiento más o menos precisa y ésta se remonta al nacimien-
to de la modernidad. También ubicaron con cierta precisión su lugar de
alumbramiento: los países más desarrollados de la Europa occidental.
Demostraron así, que la nación no es tan universal, antigua y natu-
ral como quieren hacernos creer sus defensores. Tampoco tiene una
relación de inmanencia con ninguno de los elementos que sirvieron
para justificarla: ni las lenguas, ni el lugar de nacimiento, ni tampoco
las tradiciones la producen. Éstos, en todo caso, son los insumos ar-
gumentativos utilizados o construidos ex post por quienes pretenden
legitimar su existencia.
Rejuvenecida, la nación perdió sus raíces; con ellas, su carácter
natural, objetivo y necesario. Por eso, como ya señalé, los historiado-
res consideraron que era más adecuado ocuparse de los nacionalistas,
esos románticos prestidigitadores e imaginadores de mitos y leyendas
y de sus fantásticas producciones: los nacionalismos. Como la nación,
sólo existe en la cabeza de los nacionalistas y vive en sus productos,
la primera dejó de ser el objeto de estudio para ceder su lugar a los
segundos. En pocas palabras: una vez que se ubicó la fecha y el lu-
gar de nacimiento de la nación, se pudo rastrear a sus progenitores.
Contando con estos datos, la esperanza de algunos historiadores y de
otros apresurados y desprevenidos —que anunciaron y celebraron el
nacimiento de la era posnacional (Bartra, 2007)—, era que nunca
más la nación podría ser invocada como fuente inapelable de legiti-
midad política.
Esa mirada “científica” y “objetiva”, que convergía con una era en la
que muchos pensaban que se estaba iniciando el relajamiento y hasta
la remoción definitiva de las fronteras, parecía darles el tiro de gracia a
los defensores de ese ominoso particular disfrazado de universal.
Las cosas no fueron así, pero parece ser que la ruidosa celebración
por el avance de la globalización impidió que se escuchara la siguiente
advertencia: “La realidad es evidente: el ‘fin de la era del nacionalismo’,

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22 ◆ Julio Aibar

anunciado durante tanto tiempo, no se encuentra ni remotamente a la


vista. En efecto, la nacionalidad es el valor más universalmente legítimo
en la vida política de nuestro tiempo” (Anderson, 2007: 19).
El desmembramiento y la descomposición de la Unión Soviética,
con el consecuente reclamo de autonomía e independencia de las na-
ciones que la componían; el surgimiento de las demandas de los auto-
denominados pueblos originarios de Latinoamérica y, posteriormente,
la revitalización de los populismos de esa misma región que, después
de su corto noviazgo con el neoliberalismo, retomaron el discurso de la
independencia nacional y el fortalecimiento estatal, vinieron a tirar por
tierra las aspiraciones del neoiluminismo y de los “refutadores de leyen-
das”. Parafraseando al escritor argentino Alejandro Dolina, se puede de-
cir que los hombres sensibles siguen estando vivos y que sus fantásticas
historias continúan cautivando.
Sin proponérselo, los historiadores no hicieron otra cosa que recon-
firmar que la política no se nutre necesariamente de “verdades científi-
cas”, sino que ella construye sus propios regímenes de verdad, los que
no siempre están enfrentados a los mitos y a las leyendas. Restituyeron
también, sin quererlo, el lugar que la imaginación tenía en la política.
Pero, ¿quiere decir esto que los políticos son unos ignorantes que se
entregan, sin saberlo, a la mitología? Sin dudas habrá casos en lo que eso
sucede, pero eso no es necesariamente así. Doy un ejemplo desagradable
pero ilustrativo:

Nosotros hemos creado nuestro mito —decía Mussolini—. Nuestro mito es


fe y pasión. No es necesario que éste sea una realidad. Es una realidad en el
hecho de que es un estímulo, una esperanza, de que es fe y valor. ¡Nuestro
mito es la nación, nuestro mito es la grandeza de la nación! Y es a este mito,
a la grandeza, que queremos construir en realidad, que subordinamos todo
(Mussolini, citado por Palti, 2006: 93).

No obstante, ni el cinismo de Mussolini, ni la presencia perturba-


dora de ciertos nacionalismos nos debe llevar a desestimar los aportes

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 23

de los historiadores mencionados. Podemos acordar con ellos que la


nación es una comunidad política imaginada, una construcción con-
tingente que conlleva el reconocimiento de derechos y obligaciones
mutuas. Pero ese mismo reconocimiento es una buena razón para no
renunciar tan rápidamente a la idea de nación y a lo que ella implica.
Por el contrario, la nación es, probablemente, uno de los proyectos
políticos más importantes que se planteó la modernidad y que aún hoy
sigue vigente. Proyecto que expresa una de las problemáticas que ha
atravesado y atraviesa a todo el pensamiento político moderno, en el
que vive la siguiente tensión: la de la constitución simultánea de una
comunidad política —que supone ciertos principios de igualdad— y
de un orden que se instaura por la intervención de un Estado soberano
—que en parte cuestiona el principio de igualdad—. En otras palabras,
la nación parece ser el lugar donde se manifiesta el malestar que produ-
ce la concurrencia de dos aspiraciones complementarias y antitéticas a
la vez: la de la autonomía y la de la dominación política.
Considero, además, que asumir el carácter contingente de la na-
ción, tampoco tiene porqué llevarnos a postular la deseabilidad y
conveniencia de su desaparición. Ni las nefastas experiencias de al-
gunos nacionalismos de Europa occidental, con los rebrotes violentos
de nuevas formas de racismo y segregación que ellos canalizaron; ni
los nacionalismos elitistas y retrógrados de nuestra región, nos deben
hacer olvidar que la nación fue, especialmente en Latinoamérica, una
de las banderas que sintetizaron las luchas progresistas por la libera-
ción nacional y por la vigencia de derechos civiles, políticos y sociales.
No está de más recordar que una diferencia importante entre algunos
nacionalismos de los países centrales de Europa y los latinoameri-
canos, es que muchos de los primeros expresan la nostalgia por un
pasado imperialista, mientras los segundos son, frecuentemente, los
herederos de las luchas de liberación de las colonias respecto de esos
países centrales.
Por otro lado, reconocer su carácter construido o imaginado no sig-
nifica subestimar su potencia demarcatoria, pues,

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24 ◆ Julio Aibar

aunque sepamos que la categoría misma de nación pertenece a la lógica de


las comunidades imaginadas de las que habla Benedict Anderson, o incluso
de las construcciones textuales de los filósofos "post", hace falta también, preci-
samente, un riguroso ejercicio de imaginación teórica, política y cultural para
sortear la trampa de la ideología "globalizadora", que junto con la idea de
nación pretende barrer de la escena la realidad de una profunda y sangrienta
desigualdad entre unas sociedades que están todas ellas, sí, inscriptas e interre-
lacionadas en el sistema-mundo, pero que lo están diferencialmente, con sus
particularidades concretas de opresores y oprimidos (Grüner, 2005: 186).

Al inicio de este escrito planteé que los populismos pueden ser pen-
sados como un síntoma, una problematización y/o una puesta en acto
de la llamada cuestión nacional. Con los elementos retomados en el
recuento de la conceptualización contemporánea de la nación, propon-
go la siguiente formulación: los populismos pueden ser entendidos
como una expresión que procesa distintas problemáticas sociales y po-
líticas, para exhibirlas como un debilitamiento, ruptura o pérdida de
la comunidad. En algunos casos, los populismos simplemente expre-
sarán ese estado, en otros, encarnarán proyectos de reconfiguración de
la comunidad.
Por eso, esos fenómenos políticos parecen tener mayores posibilida-
des interpelatorias ahí donde las personas ya no se reconocen mutua-
mente sus derechos y obligaciones, donde el ejercicio de la soberanía
y la dominación política perdió legitimidad y donde el sentimiento
de pertenencia se debilitó o fracturó. Pero la simple presencia de esos
factores no determina la emergencia de los populismos, como tampoco
su ausencia impide su existencia.2 Quiero decir con ello que los popu-
lismos no son meras expresiones reactivas ante un estado de cosas dado,
ni que inevitablemente surgirán ante la pérdida de algo que “natural-
mente” se tenía (la nación).

2 Con esto quiero decir que puede haber países en los que todas estas características estén presentes
sin que haya populismo y viceversa.

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 25

La dimensión productiva e imaginativa de los populismos se mani-


fiesta en su capacidad para elaborar y politizar ese sentimiento de desin-
tegración y desmembramiento y reformularlo en términos de déficit o
ausencia de nación.

Condiciones de producción y recepción del cardenismo y del peronismo

La exploración de las condiciones de posibilidad de algunas experiencias


populistas nos puede ayudar a entender cuál es la problemática central
que expresan y elaboran esas formas políticas y la potencia interpelato-
ria que sus discursos tuvieron. Además, con ella podremos develar una
operación ideológica asiduamente empleada en la actualidad, consisten-
te en evaluar esos fenómenos tomando como parámetro al modelo de la
democracia liberal ideal (entendida frecuentemente en los términos de
la poliarquía), sin considerar seriamente la situación que regularmente
se presenta al momento en que éstos cobran mayor fuerza. Quiero decir
con ello que las perspectivas actuales más críticas con el populismo
frecuentemente ignoran las mencionadas condiciones de posibilidad,
o directamente las inventan.3
Trataré de evitar esa sintomática omisión-distorsión y revisaré, a
grandes rasgos, lo que sucedía antes de que dos populistas, considera-
dos por muchos como casos ejemplares y prototípicos de esta expresión
política, llegaran al gobierno. Me refiero al cardenismo y al peronismo.
Reconozco que reconstruir los momentos previos a un aconteci-
miento político para buscar antecedentes que pudieran explicar su

3 En el artículo “Chávez. El mito de la comunidad total”, Nelly Arenas, por ejemplo, se empeña en
demostrar que el polémico líder estaría haciendo un enorme esfuerzo para construir un mito que
haga de Venezuela una “sociedad cerrada” y que el populismo, en tanto oferta política que “tiene
un componente unificador insoslayable” (Arenas, 2007: 158), no sólo es una amenaza para la demo-
cracia, sino que incluso puede ser ubicado, en algunos casos, en un extremo al que llama totalitario.
No encontramos en el artículo mencionado, sin embargo, más que escasos y telegráficos pasajes en
los que alude a la situación previa al “régimen de Chávez”.

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26 ◆ Julio Aibar

surgimiento, no es tarea sencilla y no deja de ser un ejercicio de impu-


tación retroactiva y arbitraria de causalidades. Sin embargo, correr ese
riesgo parece ser inevitable. ¿En qué momento iniciar el relato?, ¿cómo
identificar y escoger los hitos más relevantes?, ¿cómo escapar del deter-
minismo o, de su opuesto, el contingencialismo absoluto?, son algunas
de las preguntas que debemos enfrentar al momento de reconstruir un
pasado que explique, aunque sea en parte, el fenómeno que queremos
estudiar.
Pero, antes de avanzar, considero que es necesario hacer dos aclara-
ciones; 1) la descripción analítica que se presentará a continuación no
pretende ser exhaustiva ni tiene aspiraciones sintéticas; 2) en el presente
trabajo, se asume la premisa de que no existen fenómenos y hechos po-
líticos, económicos o sociales “puros”, esto es, absolutamente indepen-
dientes de toda inscripción discursiva. Los fenómenos y hechos sociales
son tales, porque hay tramas discursivas que, por medio de un juego de
inclusión-exclusión en diferentes estructuras narrativas, los hacen visi-
bles, operativos y significativamente eficaces.

La emergencia del cardenismo

En su estudio del cardenismo, Tzvi Medin señala que para lograr una
cabal apreciación histórica de esa expresión política se debe realizar
una caracterización del momento previo a su advenimiento, prestando

Pero parece que el olvido de Arenas del contexto en el que surge el chavismo no es accidental.
Pues, cuando se refiere a otra de las experiencias populistas de la región, explora su situación previa
de emergencia con similar dedicación. En cuatro renglones y sin ofrecer mayores detalles, la autora
asevera que fue Perón quien “socavó las posibilidades democráticas en la Argentina de ese enton-
ces” (156-157), insinuando que, de no ser por este “organicista” y “autoritario” líder personalista,
la Argentina se habría encaminado hacia el establecimiento de una democracia liberal pluralista. La-
mentablemente la autora no aclara a qué se refiere con “posibilidades democráticas”; si éstas eran
estructurales, sistémicas, u obedecían a una cultura política más o menos extendida en todo el país
sudamericano. Suponemos que no considera que eran los conservadores, perpetradores del fraude
patriótico, quienes la encarnaban. Tampoco los radicales alvearistas, ni la izquierda estalinista, todos
miembros de la Unión Democrática opositora a Perón.

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 27

especial atención a la situación socioeconómica imperante antes de la


Revolución y a las aspiraciones políticas de esta última, plasmadas en
la Constituyente de 1917. En pocas palabras, el autor propone seguir las
coordenadas que marcaron tanto las herencias como los anhelos de
la Revolución iniciada en 1910. Así, la herencia socioeconómica del
Porfiriato y de la guerra revolucionaria, fueron fundamentales, en tanto
legaron “en el campo político e ideológico una escisión profunda entre
diferentes corrientes, diferentes intereses y, sobre todo, entre diferentes
caudillos revolucionarios” (Medin, 1972: 7).
La Revolución heredó una economía campesina basada en la exis-
tencia de enormes latifundios en manos mexicanas y extranjeras.4 Las
cuantiosas riquezas acumuladas durante el Porfiriato por una minoría
terrateniente que no sobrepasaba el 3.1% de la población, contrastaba
con una aplastante mayoría de peones pobres y hambrientos “manteni-
dos en una verdadera esclavitud” (Medin, 1972: 7 y 8). La situación de
los obreros de la incipiente industria no era mejor. La explotación de los
recursos mineros y petroleros, por su parte, la realizaban empresas ex-
tranjeras que se limitaban a extraer materias primas, despreocupándose
casi por completo del desarrollo de industrias de transformación y de la
transferencia de tecnología.
Para la ideología que legitimaba al Porfiriato, no había posibilidades
de salvar a México si no se eliminaba, por medio de una férrea dictadu-
ra, a los elementos dispersantes. La eliminación de las disputas fratrici-
das era necesaria para que se generaran las condiciones propicias para la
acumulación de riquezas y el ingreso de capitales extranjeros, requisitos
previos en la concepción porfiriana del desarrollo capitalista.
Depuesto el régimen, las diferencias de ideas, intereses y ambi-
ciones de los caudillos revolucionarios pasaron a un primer plano.
Con la eliminación del Porfiriato, se eliminó también un poderoso
elemento que, por oposición, reunía precariamente al heterogéneo

4 Hasta 1925, esto es, ocho años después del triunfo definitivo de la Revolución, 32 millones de
hectáreas eran propiedad de extranjeros, más de la mitad de ellos estadounidenses (Medin, 1972: 9).

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28 ◆ Julio Aibar

campo revolucionario. “Madero, Zapata, Villa, Carranza, Obregón,


representaban no sólo la Revolución nacional, sino también las partes
del rompecabezas de la unidad nacional que aún no se había logrado
componer” (Medin, 1972: 9).
Con la apremiante necesidad de legitimarse, la Constituyente de
1917 puso a los revolucionarios frente al desafío de dar contenido y
forma positiva a lo que hasta entonces sólo había sido negación del ré-
gimen anterior. En los debates que precedieron a la redacción del tex-
to constitucional se manifestaron las dificultades de dicho cometido
y las desavenencias se expresaron en dos grandes corrientes. Una, la
constitucionalista o carrancista que asumía los postulados del libera-
lismo clásico, la otra, también liberal pero más radical y progresista,
impulsada por el grupo obregonista. Ambas facciones representaban a
las capas medias constituidas por militares, periodistas, intelectuales y
profesionistas.
En la puja, ninguno de los sectores pudo imponerse categóricamen-
te, siendo una clara muestra de ello el debate que aún persiste sobre
la preeminencia de una u otra facción en la Constituyente de 1917.
Para algunos historiadores, el grupo mayoritario, que representaba al
oficialismo carrancista, logró imponerse redactando una constitución
que preservaba numerosas disposiciones de la anterior, a la que se le
agregaron, por presión del ala izquierdista minoritaria de obregonistas y
por la necesidad del régimen de legitimarse, importantes reformas (los
artículos 3, 27 y 123, por ejemplo). Para otros, el obregonismo prevale-
ció, dando un profundo contenido social al texto constitucional.5

5  
Centrándose en la dinámica política que tuvo lugar después de la redacción de la Constitución de
1917, más que en la inclusión o exclusión formal de contenidos sociales en la misma, Arnaldo Córdova,
señala: “quizá podría concluirse que el verdadero triunfador en aquel evento nacional fue el general
Obregón y quienes se llamaron obregonistas, sinónimo, por lo que parece, de reformistas, mientras
que Carranza fue el derrotado. Empero, para una amplia comprensión del significado y del alcance
del Congreso, es necesario no olvidar que éste no fue socialista […] Lo esencial aquí consiste en que
el Congreso no sólo aceptó casi por completo la idea carrancista del Estado de gobierno fuerte, sino
que le confirió poderes perentorios que el autoritario Primer Jefe ni siquiera vislumbraba. La concepción
individualista que Carranza heredó del liberalismo de Madero no triunfó, a la manera clásica europea o

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 29

Aunque es innegable que tuvo un mayor contenido social, la re-


ferencia central de la Constitución de 1917 no fue la sociedad sino la
nación, entendida ésta como esencia histórica y unidad orgánica que
reunía a los mexicanos. La nación, más que una mera superestructura
capitalista, era el concepto básico de la Constitución y del gobierno; en
ella se fundaba la soberanía y ella debía ser el punto de apoyo para la
construcción de un equilibrio que todavía no se había alcanzado, pero
que en el texto constitucional se daba por supuesto.
La ausencia de equilibrio y de unidad nacional se expresó con espe-
cial intensidad en el gobierno de Carranza. El acérrimo enemigo de Za-
pata y Villa, intentó, con un éxito relativo, imponer el orden por medio
de un inestable juego de alianzas y enfrentamientos. Ayudado por los
buenos oficios de Obregón y por la implementación de diversas medi-
das que favorecieron a los obreros, acercó a los trabajadores agrupados
en la Casa del Obrero Mundial (com). Pero, mientras se promulgaba la
Ley Agraria —con el objeto de debilitar al zapatismo y a los seguidores
de Villa en el campo y de neutralizar los efectos del Plan de Ayala—,
alentaba el enfrenamiento entre obreros y campesinos. Un año después
de haber impulsado medidas que beneficiaban a los obreros, ordenó la
clausura de periódicos radicales, reprimió las huelgas y encarceló a sus
líderes, llegando incluso, en septiembre de 1916, a cerrar la com.
A medida que transcurría el tiempo, se hacía cada vez más evidente
que los rasgos centrales del gobierno de Carranza eran la escisión y la re-
presión de las luchas populares. También que las reformas sociales imple-
mentadas obedecían centralmente a su aspiración de instaurar un equi-
librio que permitiera a las clases acomodadas recuperarse y desarrollarse.

En los meses que precedieron a la sucesión presidencial de 1920 —afirma


Garrido—, el gobierno carrancista no tenía ya ningún impulso reformista y

angloamericana, puesto que la condicionó con reformas sociales; pero pronto se vería que su victoria
había sido total en las condiciones mismas en que se impuso, para un país atrasado, del único modo en
que podía triunfar, es decir, conviviendo con reformas sociales” (Córdova, 1973: 236, 237).

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30 ◆ Julio Aibar

a principios de 1918 en buena parte de las fuerzas políticas comenzó a ma-


nifestarse una cierta inquietud. El proyecto de sociedad de Carranza estaba
cimentado en una alianza de las capas medias de la población con ciertas
fracciones de la antigua oligarquía […] Las estructuras económicas del Porfi-
riato no fueron tocadas por la acción del gobierno en el curso de su mandato
y las clases poseedoras pudieron empezar a reorganizarse (Garrido, 1982: 42).

El desgastado Carranza fue desalojado del gobierno por una rebe-


lión militar encabezada por Obregón, en la que participaron casi todos
los generales del Ejército. Instalado en el poder, el vencedor de Villa
dio un nuevo impulso a la reforma agraria y atendió las demandas de
los obreros, medidas con las que consiguió un amplio apoyo popular
y el respaldo de la Confederación Regional Obrera Mexicana (crom)
conducida por Morones, del Partido Liberal Constitucionalista y del
Partido Nacional Agrario.6 Ese apoyo le sirvió además para neutralizar
las fuerzas opositoras dentro del Ejército, minimizando las posibilida-
des de rebeliones en su contra. Sin embargo, éstas se dieron y, en 1923,
se le presentó a Obregón una oportunidad que no desaprovecharía: se
produjo una rebelión que le permitió eliminar a casi todos los caudillos
militares opositores.
El general sonorense pudo establecer cierta estabilidad nacional so-
bre la base de su prestigio militar, de los acuerdos realizados con otros
caudillos menores, de la neutralización de sus adversarios y de los efec-
tos que produjo una política redistributiva que se veía facilitada por la
bonanza económica, fruto de los buenos precios que el petróleo y los
productos mineros tenían en el mercado internacional. Aunque estaban
lejos de ser la realización plena de las promesas de la Revolución, esos
“tres años felices”, permitían imaginar que las mismas podían hacerse
efectivas. Bajo el lema “pan, jabón y alfabeto”, el entusiasmo guber-
namental y social, sobre todo el que se experimentaba en las grandes

6  Con las medidas aplicadas en el campo (profundización de la reforma agraria) Obregón consiguió
sumar el apoyo de sus anteriores enemigos, los zapatistas.

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 31

ciudades, parecía tener muy pocos obstáculos a sortear: la negativa de


los Estados Unidos de América a reconocer al régimen nacido con la Re-
volución y las tensiones que con ese país se generaron por la aplicación
de impuestos a las exportaciones de petróleo.
Después de esos tres primeros años, el gobierno desaceleró la distri-
bución de la tierra y empezó a mostrarse más reactivo ante las deman-
das sociales. La neutralización de la fuerza de los caudillos revolucio-
narios, diluyó la amenaza de las rebeliones y el apoyo popular para
contrarrestarlas dejaba de ser imprescindible. En un ambiente más
propicio para el desarrollo de una elite política civil, Obregón impuso
a Calles, un general sin prestigio militar y carente de popularidad,
como su sucesor.7
El gobierno de Calles, en sus primeros años, se concentró en el
saneamiento de las finanzas públicas logrando, en sólo un año, liquidar
el déficit nacional. En 1925 fundó el Banco de México e instrumentó
una novedosa política crediticia, con la que se dio inicio a la maquini-
zación del campo. Profundizó, además, la reforma agraria repartiendo
el doble de tierras de las que se habían distribuido en el gobierno de
Obregón. Paralelamente, inició la construcción de carreteras, presas y
otras obras de irrigación. Cobijado por la bandera del nacionalismo
económico y por una ideología que pregonaba la colaboración capital-
trabajo, instrumentó un acercamiento inaudito entre el Estado y los
sindicatos, llevando incluso al dirigente sindical Morones a la titula-
ridad de la cartera del Ministerio de Industria, Comercio y Trabajo.8

7 Muchos historiadores indican que esa elección obedeció al siguiente cálculo político de Obregón:
Calles tenía habilidad política como para hacer un aceptable gobierno, pero al carecer de populari-
dad y de prestigio militar, no sería un obstáculo serio a vencer en las aspiraciones reeleccionistas del
caudillo de Sonora.
8 Apunta José Rivera Castro que las “líneas generales de la ‘Reconstrucción Nacional’ se basaron en la
idea de impulsar el desarrollo capitalista del país, mediante el crecimiento de la inversión extranjera,
el apoyo a las pequeñas empresas, la reforma monetaria y crediticia, la creación del sistema bancario
nacional, el control fiscal, la construcción de vías de comunicación, el establecimiento de bancos agrí-
colas, el desarrollo de la economía rural en una sociedad agraria de pequeños productores” (Rivera
Castro, 1983: 9).

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32 ◆ Julio Aibar

Para Jean Meyer, la presidencia de Calles representa un momento


sumamente interesante de la ideología en México. En ella confluían,
asevera el autor, el laborismo inglés, la socialdemocracia alemana y el
radicalismo francés, entrecruzados con cierto americanismo y una in-
negable presencia de la Italia de Mussolini. “En este momento se coloca
a la grandeza de la nación y el poder del Estado por encima de todo. El
Estado se desarrolla, se ensancha, manifiesta la pretensión de abarcar
toda la economía para forjar a la nación. La nación existe más como la
voluntad de un grupo que como la de un pueblo, y esta voluntad tiene
por meta primera la creación del Estado” (Meyer, 1977: 329).
Pero esos primeros años contrastaron notablemente con los siguien-
tes. En los últimos años del gobierno de Calles se detuvo el reparto de
la tierra, la crom se distanció de los trabajadores, la corrupción de sus
líderes alcanzó niveles escandalosos y la existencia de nuevos ricos y
latifundistas, muchos de ellos “padres” e “hijos” de la Revolución, era
más que evidente. También se exacerbaron los problemas religiosos,
fruto de las campañas reaccionarias de los “cristeros” y las proclamas
anti-imperialistas cesaron como consecuencia del pacto celebrado con
el embajador Morrow de los Estados Unidos de América. Esta última
actitud contradecía toda una serie de medidas que el mismo gobierno
había implementado para mitigar la influencia de los Estados Unidos
de América en México.
En ese escenario sombrío y enrarecido se produjo el asesinato del
presidente electo Álvaro Obregón, hecho que fue determinante para
el futuro político de México.9 A la enorme conmoción que produjo el
asesinato del gran caudillo sonorense, se le agregaba el marco general de
la Gran Depresión de 1929, y la conjunción de ambos hechos,

desencadenó un periodo de profunda crisis en el Estado mexicano que habría de


prolongarse hasta mediados de 1935 […] Ese periodo de casi siete años mar-

9 Obregón logró que se removiera la cláusula de la Constitución de 1917 que prohibía la reelección del
presidente.

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 33

ca la superación definitiva del caudillismo como forma del liderazgo político


nacional y el poder político de la Revolución mexicana vivió la lucha política
e ideológica más importante que los grupos revolucionarios protagonizaron
entre sí después de 1917. Fue un periodo, a la vez, de crisis política y crisis
económica (Córdova, 1981: 7).

La superación del caudillismo que menciona Córdova, se logró por


medio de la instauración de mecanismos institucionales que permitie-
ron resolver de un modo no violento una cuestión fundamental: la de
la sucesión presidencial. El asesinato de Obregón y el temor que provo-
caba la amenaza de la reinstalación de la violencia generalizada, parecía
ser el precio que la Revolución tuvo que pagar para que la elite por ella
conformada enfrentara ese problema.
Para entender porqué el asesinato de Obregón debilitó tanto a Ca-
lles y a su gobierno, en un primer momento, y porqué ese aconteci-
miento permitió instrumentar una salida institucional al problema de
la sucesión presidencial, hecho que finalmente redundó en un fortale-
cimiento del entonces presidente, hay que considerar el siguiente orden
de hechos: 1) en un primer momento, los obregonistas inculparon y
responsabilizaron a todo el gobierno de Calles del crimen, porque el
entonces líder sindical y ministro de Industria, Comercio y Trabajo,
Morones, era el enemigo público más notorio de Obregón. La cer-
canía de Calles con quien había manifestado la más feroz y abierta
oposición a la reelección del caudillo de sonora, hacía verosímil la hi-
pótesis de que detrás de su asesinato estaba buena parte del gobierno;
2) después del asesinato de Obregón, Calles se vio obligado a adoptar
una serie de medidas que le permitieron campear con éxito la crisis.
Aconsejado por el obregonista Portes Gil, separó a Morones y a todos
los líderes sindicales del gobierno, encargó la investigación del crimen
a un reconocido obregonista; enunció públicamente que no aspiraría a
ser reelecto presidente de México e impulsó la conformación del Par-
tido Nacional Revolucionario (pnr), el partido oficial, de ahí en más,
de la Revolución.

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34 ◆ Julio Aibar

La coyuntura que abrió el asesinato de Obregón y las medidas antes


mencionadas, constituyen unos de los periodos políticos más interesan-
tes y curiosos de la historia mexicana. Se trató de un momento en el
que, a partir de una vulnerabilidad y debilidad extremas, un personaje
pudo fortalecerse y concentrar el poder, como nunca antes había suce-
dido. Ese personaje, que lideraba un gobierno desgastado, que había
sido inculpado del asesinato del último gran caudillo, pasó en muy poco
tiempo a ser reconocido como el “Jefe Máximo de la Revolución”. Se
inauguraba así el periodo conocido como Maximato, en el cual la do-
minación política estaba en manos del general Calles, quien ya no era el
presidente de México.
La anunciada renuncia de Calles no implicaba que estuviera dispues-
to a dejar el poder. Así, al tiempo que hacía presidente provisional a Portes
Gil, se lanzó decididamente a construir el Partido Nacional Revoluciona-
rio, institución desde la cual pretendía manejar a las cámaras legislativas
y con ellas condicionar al presidente. Para muchos historiadores, Calles
continuó en el poder por medio de las instituciones. Según Medin, el
objetivo de Calles era dominar los distintos elementos que componen
el cuadro político nacional, siguiendo dos directrices: 1) la creación de
unidades orgánicas y hegemónicas dependientes y manejadas por él; 2)
la adopción del precepto dividir para imperar (Medin, 1972: 22).
Aunque otros autores dudan del poder real de Calles sobre los presi-
dentes, el denominado Maximato abarcará el periodo de los tres manda-
tarios provisionales que ocuparon el lugar que Obregón había ganado en
las urnas. Desde 1928 hasta 1934, los presidentes de México fueron Por-
tes Gil, Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez. Los rasgos que caracterizaron
a ese periodo son: la consolidación de la estructura del Partido fundado
por Calles, el deseo y los intentos de éste de manejar la situación, y el
abandono de lo que hasta entonces había sido una práctica característica
de los gobiernos nacidos de la Revolución: la política de masas.
En los doce meses que Portes Gil estuvo al mando del gobierno pro-
visional, se produjo un avance de la reforma agraria, se redujo el conflic-
to religioso y se otorgó la autonomía universitaria. Portes Gil demostró

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 35

que maniobrada con cierta autonomía con respecto al Jefe Máximo,


cosa que no sucedió con su sucesor Ortiz Rubio, con quien la sumisión
parecía ser absoluta. Con un gabinete callista, el nuevo presidente de-
claraba abiertamente que su gobierno no era el de un hombre, sino el
del Partido. También fue evidente el alejamiento respecto de los ideales
revolucionarios: a mediados 1930, Calles declaraba que el agrarismo tal
como se entendió y practicó por los revolucionarios había fracasado, y
que había que fijar término a la entrega de tierras para dotar de garan-
tías a pequeños y grandes agricultores. Ese mandato fue seguido al pie
de la letra por Ortiz Rubio, quien detuvo inmediatamente el reparto de
tierras en varios estados, razón por la cual el “malestar general comenzó
a extenderse tanto entre los campesinos como en los círculos obreros
afectados constantemente por la baja de salarios y por los conflictos con
los patrones” (Medin, 1972: 26). Todo se sucedía en el marco de la crisis
económica mundial, que para una economía tan dependiente como la
mexicana tendría efectos desastrosos: la caída de las exportaciones pro-
vocaba una reacción en cadena sobre los salarios y el empleo.
La leve reactivación económica que, producto de la recuperación
mundial, se experimentó durante el gobierno de Abelardo Rodríguez,
mejoró las tasas de empleo, pero los salarios siguieron siendo muy bajos,
motivo por el cual los conflictos y las huelgas obreras se multiplicaron.
El distanciamiento del gobierno de los trabajadores y campesinos pare-
cía que no podía ser mayor. La proliferación de organizaciones gremiales
opositoras sumió al movimiento obrero y campesino en la dispersión,
y la legitimidad de los gobiernos revolucionarios, que antes se había ci-
mentado en la política de masas, estaba sumamente erosionada.

Jesús Silva Herzog, caracterizaba la situación por la que atravesaba


México en esos momentos en los siguientes términos:

Complicados, graves y difíciles son los problemas de la patria; problemas de


producción y distribución, problemas de comunicaciones, raciales y de dis-
función cultural. Nuestra producción agrícola en muchos de sus renglones

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36 ◆ Julio Aibar

no satisface las necesidades de nuestro consumo. Se usan métodos retrasa-


dos, no por causas de la reforma agraria como los ignorantes y perversos
afirman, sino por una herencia secular de incapacidad. Algunos ejidos están
mejor cultivados que las haciendas de los latifundistas impreparados. Mu-
chos de estos señores viven todavía en el siglo xviii, lo mismo en la acción
que en el pensamiento. Su egoísmo llega a veces a la imbecilidad. La pro-
ducción minera y petrolera de México, adelantada sobre el punto de vista
técnico, está en manos de empresas extranjeras que exportan sus utilidades
y aumentan así la capitalización de otras naciones, dejando solamente sala-
rios de hambre e impuestos mezquinos […] Las industrias de transforma-
ción, con raras excepciones, son industrias que se han quedado con medio
siglo de retraso tanto en la organización como en la técnica […] Además,
estas industrias, pertenecen también al extranjero. Y lo mismo ocurre con el
comercio grande. Impreparación y tanto egoísmo en todas partes [...] ¿Qué
acaso estamos destinados a ser eternamente mendigos en nuestro propio te-
rritorio, a ser siempre, como lo hizo notar un escritor, mineros y petroleros
hambrientos? —se preguntaba indignado el economista revolucionario—
(Silva Herzog, citado por Córdova, 1980: 25 y 26).

En ese escenario, en el que el horizonte utópico que había instau-


rado la Revolución parecía desdibujarse definitivamente para la in-
mensa mayoría de la población, gracias a la acción decidida de una
corriente reformista más apegada a los ideales originales de la gesta de
1910, Cárdenas fue elegido para representar al pnr en las elecciones
presidenciales.
El nuevo candidato se enfrentaba así a un dilema de hierro: o seguía
con las políticas que habían distanciado al pnr del pueblo, o retoma-
ba el curso iniciado por la Revolución. Si elegía la segunda alternativa,
Cárdenas se vería obligado a desplazar a los sectores más desgastados y
ligados al callismo; a dotar de nueva energías al proyecto apelando a esos
sectores que durante los anteriores gobiernos habían sido abandonados o
desplazados y a conciliar los distintos intereses sectoriales acentuando el
carácter nacional popular de la Revolución.

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 37

La emergencia del peronismo

El periodo de dominación oligárquica, que se instauró en Argentina en


1853 y que se extendió hasta los años treinta, se sustentaba económica-
mente en la explotación de latifundios agrícolas y ganaderos de la región
pampeana (Buenos Aires, Centro sur de Santa Fe, sur de Córdoba y parte
de Entre Ríos). La Argentina de ese entonces, se insertaba en el mercado
mundial, fundamentalmente, a través de la estrecha relación comercial y
diplomática que mantenía con el Reino Unido, jugando el rol de expor-
tador de productos primarios e importador de manufacturas.
Aunque a fines del siglo xix ya se experimentaba un desarrollo in-
dustrial incipiente, éste no constituía una política estatal central. Por el
contrario, la industrialización era concebida e implementada como un
rubro complementario, secundario y subordinado al desarrollo agroex-
portador. Aun cuando más adelante las tendencias indicaron un des-
censo de la participación agropecuaria y un ascenso de la industrial en
la economía, la preeminencia política la seguía teniendo el sector que
representaba a la primera. Así, la llamada oligarquía terrateniente de la
pampa húmeda que se encargó de trazar las directrices que guiaron el
desarrollo temprano argentino, mantuvo su dominio político hasta ter-
minado el primer tercio del siglo xx. Amparada en la llamada “doctrina
de las ventajas comparativas”, la oligarquía buscaba la subordinación
interna para articularse externamente, “ya que una de las condiciones
para la articulación externa era la plena vigencia de los principios libre-
cambistas liberales” (López, 1983: 23).
Conceptualmente, la Argentina de ese periodo, puede ser ubicada
entre los “países que se articulan a los centros hegemónicos mundia-
les a partir de un ‘control nacional de la estructura productiva’, que
serían diferentes de aquellos otros países en los que predominaba el
‘enclave’” (Cardozo y Faletto, 1976: 42).
En el terreno político-estatal, el periodo iniciado en 1853 sólo al-
canzó la consolidación de la organización nacional en los años ochenta.
Subordinadas las regiones del interior, se conformó un “sistema político

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38 ◆ Julio Aibar

oligárquico […] excluyente en lo que respecta a la participación políti-


ca de las clases populares y subalternas, durante el primer periodo de su
vigencia; esto es hasta 1912. El juego político se resolvía en el accionar
del pequeño círculo de equipos dirigentes ligados a las clases funda-
mentales” (López, 1983: 26).
Sin embargo, hasta 1880 esa exclusión no representaría un serio pro-
blema político en términos de gobernabilidad y legitimidad. Recién
en ese año se manifestó una crisis producto del empuje de los nuevos
sectores sociales que aspiraban a ser incluidos en el sistema político.
El avance del modelo agroexportador había generado la necesidad de
impulsar organizaciones e instituciones administrativas y comerciales
y con ellas se conformaron nuevas capas medias que complejizaron el
mapa social existente.
En 1892 se fundó la Unión Cívica Radical (ucr). Un nuevo partido
político que, dentro de los límites del sistema de dominación oligár-
quica y sin ser portador de un proyecto político alternativo, impulsaba
un programa reformista que incorporaba parcialmente las demandas de
las jóvenes capas medias. Pero el acelerado crecimiento de la ucr re-
cién pudo expresarse plenamente cuando la Ley Sáenz Peña instauró en
1912 el sufragio universal masculino. Esta ley significó una apertura y
reformulación del sistema político que permitió que en 1916 llegara a la
presidencia Hipólito Yrigoyen, primer presidente radical en Argentina.
A Yrigoyen le sucedió en la presidencia Marcelo T. de Alvear quien, a su
vez, entregó nuevamente el cargo a Yrigoyen en 1928.10
En ese periodo y dentro de los límites del proyecto de dominación
oligárquico, estaba la posibilidad de que las capas medias ascendieran
al control del aparato del Estado. Con la crisis y la Gran Depresión de
1929 se configuró un escenario político nacional en el que la oligarquía

10  Aunque Yrigoyen y Alvear pertenecían al partido radical, eran reformistas y no planteaban modificar
la base de sustentación del sistema de dominación oligárquico, el primero encabezaba una corriente
interna de la ucr de corte más popular, mientras que el segundo lo hacía de otra corriente más con-
ciliadora con la oligarquía (el mismo Alvear era miembro de la poderosa Sociedad Rural Argentina).

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 39

se planteó retomar el control directo del aparato estatal. Se cerraba así el


periodo de apertura política abierto en 1912 con la Ley Sáenz Peña, du-
rante el cual los sectores más poderosos podían darse el lujo de admitir
gobiernos radicales controlándolos por medio de su propia representa-
ción política (en el gabinete y en el Parlamento) e indirectamente por
medio de su poderío económico.
El 6 de septiembre de 1930, encabezadas por el general José Uriburu,
las fuerzas armadas dieron el primer golpe de Estado en Argentina. Con
ese “retorno oligárquico al ejercicio directo del poder, comenzó un len-
to pero progresivo proceso de disgregación del mencionado sistema he-
gemónico, que culminaría trece años más tarde con la emergencia del
peronismo” (López, 1983: 27).
Aunque la oligarquía pudo recuperar el control directo del aparato
del Estado, lo tuvo que hacer en alianza con el sector industrial de la
burguesía, a costa de sufrir fracturas en su propio seno y de la pérdida
definitiva de la credibilidad política dada por la apertura instaurada en
1912 y el funcionamiento aceptable del Parlamento.
Como indican Murmis y Portantiero, “la crisis de 1929 marcará para
la Argentina un cambio trascendental en su situación económica, al afec-
tar su privilegiado estatus de país agroexportador, desnudando las ilusio-
nes del crecimiento ilimitado hacia fuera forjadas a partir del 80” (Mur-
mis y Portantiero, 1972: 13). Al quebrarse el modelo agroexportador se
presentaban así, según los autores, dos alternativas para enfrentar la crisis:
1) reducir la participación de la oferta global y condenar la economía a
una paralización virtual en espera de una coyuntura más favorable; 2) mo-
dificar en parte la estructura productiva, reduciendo ciertos ítems de las
importaciones y sustituyéndolos por medio de la producción local. El go-
bierno de Uriburu eligió la primera alternativa, política que trajo aparejada
una reducción interna del consumo, de las inversiones y del empleo. Con
la llegada de Justo a la presidencia y de Pinedo al Ministerio de Hacienda,
en 1933, comienza a abandonarse esa línea y las políticas se orientan a la
implementación paulatina de la sustitución de importaciones. En sólo
dos años (1935-1937), ese proceso cimentado en la alianza dirigida por la

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40 ◆ Julio Aibar

oligarquía agroexportadora con los sectores industriales más concentrados


que estaban agrupados en la Unión Industrial Argentina, igualó el valor
de la producción industrial de los veinte años anteriores (1915-1935).
La aplicación del modelo de sustitución de importaciones —que
seguía siendo imaginado como complementario del modelo agrario—,
ahondó las diferencias entre los agraristas que lo apoyaban y aquellos que,
agrupados en la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y
la Pampa (carbap), lo consideraban una traba para la apertura de nuevos
mercados. La disputa entre los distintos sectores no representaba una ver-
dadera competencia entre proyectos políticos alternativos y los sectores de
la industria no lograban presentar una expresión política autónoma.
En plena crisis económica, el control directo del aparato del Estado
se tornaba cada vez más decisivo para la custodia de los intereses de la
oligarquía, pero los costos de mantenerlo por la fuerza eran muy altos.
Así, después del golpe dado a Yrigoyen en 1930, la oligarquía diseñó e
implementó un plan centrado en el fraude electoral —apelando además
a la proscripción selectiva de la oposición y a la intervención federal a las
provincias, en caso de ser necesario—, para dar una apariencia legal a su
esquema de dominación política.
En ese escenario, en 1939, Ortiz asume la presidencia. Su gobierno,
producto del fraude electoral, da un inesperado giro —como lo había
hecho Sáenz Peña 27 años antes—. Sus esfuerzos se orientaron a generar
las condiciones para la celebración de un nuevo pacto político que per-
mitiera, mediante un proceso gradual y controlado de apertura, terminar
con el fraude, reestructurar el Ejército y restablecer la práctica electoral
democrática. Pero el estallido de la segunda guerra mundial reconfiguró
el escenario político restituyendo a los militares a un lugar central en el
mismo. Acosado por la diabetes que lo estaba dejando ciego, Ortiz dejó
la presidencia en 1940 y en su lugar asumió Castillo. Este último, repre-
sentante del ala más reaccionaria del gobierno conservador, congeló las
medidas reformistas aplicadas por Ortiz, asumió una posición neutralista
ante la guerra y reinstaló el conjunto de prácticas que habían caracteriza-
do a la década pasada: el fraude, el peculado y la corrupción.

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 41

Para Ernesto López, no se puede caer en la ingenuidad de pensar que


el negociado, el enriquecimiento ilícito de funcionarios públicos y lacras
similares fueran patrimonio exclusivo de la época. Ocurren, virtualmen-
te, en todo tiempo y lugar. Lo novedoso, sin embargo, es que hayan sido
destapados a la opinión pública en la forma en que se lo hizo. Que, por
ejemplo, haya sido un terrateniente como L. de la Torre el que denunciara
los turbios negocios de la carne, poniendo en duda la moralidad de otro
terrateniente, el ministro de Agricultura Duhau. Asistimos, sin dudas, a
una problemática de orden más general: el dislocamiento del cuadro ins-
titucional-político como consecuencia del “forzado” retorno del poder
oligárquico predominante al poder. El enfrentamiento de proyectos po-
líticos diferentes y la resolución fraudulenta de los mismos; las iniciati-
vas de cooptación por parte de la oligarquía sobre algunos sectores del
radicalismo, con su secuela de corrupción, apuntaban, sin que ésta fuera
la intención de sus gestores, en una misma dirección: “la descomposición
del régimen demo-parlamentario, expresión de lo que hemos llamado rup-
tura entre sociedad política y sociedad civil, o lo que es lo mismo, entre el
quehacer estatal y su ‘contenido ético’” (López, 1983: 43).
Paralelamente, la crisis agraria había alentado un cuantioso proceso
migratorio interno. El crecimiento de la población urbana y el descenso
de la actividad económica llevaron a una disminución del salario real
y a un incremento del desempleo. Esta última tendencia se comenzó a
revertir a mediados de la década de los años treinta gracias a la profun-
dización del modelo de sustitución de importaciones, pero los salarios
siguieron siendo muy bajos. 1935 fue un año en el que se reactivaron
la sindicalización, los movimientos reivindicativos y las huelgas. Así, la
cuestión social era otro factor que se agregaba para debilitar aún más a
un modelo impuesto por la oligarquía que estaba desprestigiado por el
fraude y carcomido por la corrupción. El distanciamiento de las elites
políticas con la sociedad no podía ser mayor.
La unidad de clases que caracterizó la dominación oligárquica impli-
có, como contrapartida, la inexistencia de sectores sociales alternativos
al oligárquico sobre los cuales fuera posible fundar un ordenamiento

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42 ◆ Julio Aibar

económico, social y político de la nación distinto y los resquebrajamien-


tos posteriores no dieron lugar al surgimiento de una oposición que ins-
taurara nuevos horizontes de visibilidad que trascendieran a los de la
Argentina agroexportadora.
Con el golpe de Estado dado por las Fuerzas Armadas el 4 de junio
de 1943, se inició un proceso que vino a reconfigurar definitivamente el
panorama político instaurado por el orden anterior. Pero, como era
de esperarse, la ruptura del orden oligárquico se produjo desde fuera del
sistema político que aquél había procreado.
La situación descrita anteriormente, es resumida por De Ípola (1982)
—en lo que llama condiciones de posibilidad de la experiencia popu-
lista del primer gobierno peronista—, a partir de la distinción de dos
periodos, en los que destaca las siguientes características: en el primer
momento, antes de la década de l treinta, existía una hegemonía oligár-
quica que se expresaba, a la vez, en una unidad existente en el discurso
ideológico dominante, en la presencia marginal de una ideología nacio-
nalista antidemocrática y antiliberal y, en fin, en el reduccionismo clasis-
ta de las ideologías obreras. En el segundo momento, ubicado durante
los años treinta y comienzos de los cuarenta, operaron transformaciones
importantes en esos conjuntos ideológicos, estrechamente relacionadas
con aquellas que se verificaban a nivel nacional e internacional: a] crisis
en el bloque de poder, sobre el fondo de la Gran Depresión, que, abrien-
do paso al proceso de industrialización sustitutiva de importaciones,
planteaba antagonismos nuevos entre la oligarquía terrateniente y los in-
cipientes sectores industriales; b] imposibilidad, debido a la depresión
económica misma, de que la oligarquía tolere las políticas redistributivas
de los gobiernos radicales, lo que llevó a la implementación de un régi-
men parlamentario fraudulento que excluía a las capas medias del acce-
so al poder político; c] escisiones en el Partido Radical; d] emergencia,
dentro del nacionalismo oligárquico, de corrientes industrialistas que, al
tiempo que denunciaban la corrupción del sistema conservador y su so-
metimiento al Imperio Británico, adoptaron posturas anti-imperialistas
y buscaron una solución alternativa de corte militar autoritario; e] por

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 43

último, crisis de las ideologías obreras mismas: la incorporación de un


nuevo proletariado proveniente del interior del país a la vida industrial,
unida al desarrollo económico que otorgaba a la clase obrera en su con-
junto una presencia y un peso cada vez mayores, se expresaron en el
surgimiento de nuevas opciones ideológicas. El nuevo proletariado mi-
grante era portador de una ideología “popular democrática espontánea”,
no basada en el reduccionismo clasista obrero tradicional, a la vez que,
en el seno de la vieja clase obrera, la incompatibilidad entre democracia
y liberalismo se tornaba del todo evidente. Así, concluye De Ípola, se
produjo un desmembramiento progresivo de los elementos constituti-
vos de los discursos ideológicos, en concomitancia con la declinación de
la hegemonía oligárquica y la crisis de la ideología dominante.

La gestación de dos nuevos proyectos políticos:


cardenismo y peronismo

Ya antes de ser nombrado candidato a la presidencia por el Partido


Nacional Revolucionario, el general Lázaro Cárdenas era “una de las
personalidades más relevantes de la política mexicana, contándose sin
duda alguna entre los tres principales dirigentes de la Revolución,
junto con el propio general Calles y el general Joaquín Amaro” (Cór-
dova, 1980: 27). Su capital simbólico no sólo emanaba de un conjunto
de rasgos personales que hacían de él un líder político austero, sereno,
equilibrado, con capacidad y honestidad probadas, suficientes como
para ponerse por encima de las rencillas personales mezquinas. También
contaba con una amplia experiencia que le permitía jugar hábilmente
el juego político en los pasillos y los gabinetes de la administración
central, arena preferida en ese entonces, por la joven elite surgida de la
Revolución. Pero su mayor fortaleza, prestigio y credibilidad las había
construido en los años en los que estuvo al frente de la gobernación de
Michoacán, su estado natal. Durante su administración, en el estado
de Michoacán se experimentó, como ningún otro, la realización de las
promesas de la Revolución. Apoyado en la movilización y organización

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44 ◆ Julio Aibar

de las masas, impulsadas y respaldadas por el Estado, Cárdenas llevó


adelante la más audaz y profunda política agraria, educativa y social.
El líder michoacano no sólo conjuntaba y armonizaba dos factores
que muy pocos habían logrado articular, el establecimiento del orden con
la implementación de las reformas prometidas por la Revolución, sino
que demostraba que tal confluencia era una condición necesaria para eje-
cutar y llevar a buen puerto el cambio social y político.
Todos estos elementos excepcionalmente reunidos en una misma
persona, hacían de Cárdenas el mayor dirigente revolucionario vivo; ca-
paz de rescatar y hacer triunfar la herencia ideológica y política de la
Revolución.
Contaba además con el respaldo retaceado y condicionado del Par-
tido Nacional Revolucionario que, por estar identificado con el callis-
mo no gozaba de una amplia popularidad y prestigio. Aunque el pnr
había sido concebido, como señala Córdova (1980), para reunir y fun-
dir en un solo organismo político a las múltiples y minúsculas facciones
que desintegraban y dispersaban las fuerzas de la Revolución, no dejaba
de ser un clásico partido de grupos e individuos, dirigido a convencer
a los individuos en tanto ciudadanos y no a las masas.11 Centralizado
en extremo, de composición policlasista, con una vaga ideología y con
una militancia casi inexistente, el pnr carecía de legitimidad social; no
obstante, a principios de los años treinta, cumplió con un cometido fun-
damental: centralizar las decisiones políticas más importantes y detener
el desmembramiento al que estaban llevando los múltiples núcleos de
poder, principal obstáculo para la construcción de un fuerte Estado
posrevolucionario. Cabe aclarar, sin embargo, que reconocer los méri-
tos del pnr en ese terreno, no significa compartir con Garrido que el papel
del pnr “fue de primordial importancia para la integración de la nación

11 “Desde la constitución del Partido, la dirección nacional, en vez de procurar elevar la conciencia de
la clase obrera y del campesinado, comenzó a utilizarlo como un instrumento de despolitización. La
tendencia revolucionaria fue muy hábilmente aislada en el seno del Partido y toda acción que ema-
naba de las bases de la organización fue sistemáticamente combatida” (Garrido, 1982: 172).

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 45

mexicana” (Garrido, 1982: 172, 173). Aunque efectivamente el pnr de-


tuvo la tendencia centrífuga imperante, en tanto “para las elites surgi-
das del movimiento armado se había convertido en el legítimo ‘órgano
de la Revolución’” (: 171), su desapego con la sociedad era mayúsculo.
El propio Garrido reconoce que el “Partido no era entonces en realidad
más que un débil aparato electoral” carente “de un verdadero apoyo de
las masas” y que las organizaciones obreras y campesinas enfrentadas
en su mayor parte con el pnr, expresaban mejor las demandas obreras y
agrarias (: 171). Subrayo, la aceptación por parte de un importante sector
de las elites de que el Partido debía ser la arena común en la que se diri-
mirían sus conflictos y el fortalecimiento estatal al que esa aceptación
pudo conducir no implica, necesariamente, que se haya logrado la in-
tegración de la nación mexicana.
En donde sí podemos encontrar antecedentes de un proyecto de
integración nacional, es en el Plan Sexenal aprobado por la Segunda
Convención Nacional Ordinaria del pnr, celebrada en Querétaro a fines
de 1933. En la letra, el Plan Sexenal no dejaba de ser un extraño producto
en el que se mezclaban un programa de gobierno impreciso y una serie de
declaraciones generales de intenciones. Casi en tono de burla, Lombardo
Toledano describía y valoraba el Plan del siguiente modo:

Sólo tiene catorce resoluciones concisas, catorce acuerdos de ejecución vi-


sible; los demás párrafos, o se dedican a hacer teorías económicas, políticas
o morales, o afirman actos gubernativos futuros, pero sin señalar número,
calidad, fecha y métodos para su realización, o se deslíen en recomendaciones
curiosas que se apoyan en la ignorancia completa de las leyes sociológicas
(Lombardo Toledano, citado en Córdova, 1980: 50).

Sin embargo, a estas agudas y lapidarias observaciones del líder sin-


dical, se les escapaba el que sería el aspecto más importante y novedoso
del Plan: la decisión de retomar la política de masas, abandonada en los
últimos años del gobierno de Calles. Pero no se trataba de un simple
retorno a una vía que se había abandonado, ni la recuperación de una

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46 ◆ Julio Aibar

táctica que había demostrado sobradamente su rendimiento político. En el


Plan Sexenal, la política de masas es uno de los pilares, junto con el Partido
y el Estado,12 de una concepción más amplia e integral, en la cual ninguna
de las partes puede prescindir ni tener sentido sin las otras. El Estado, en
esa concepción, jugaría el papel de guía y garante de la transformación;
las masas organizadas serían, no sólo el sostén social de dicho Estado y el
motor del cambio, sino su principal destino.13 Al Partido, por su lado, se le
reservaba el papel de contribuir al fortalecimiento de las organizaciones de
masas y de aceitar las relaciones de las mismas con el Estado.
Por ello, Córdova afirma que, en torno al Plan Sexenal, “las fuerzas
que llegaban al poder con Cárdenas se aglutinaron y se organizaron para
dar pelea a todo lo viejo y carcomido que había anidado en las filas revo-
lucionarias. El Plan Sexenal no era un programa de gobierno, pese a que
así se lo presentaba siempre: era esencialmente un programa ideológico y,
sobre todo, era un programa reivindicativo” (Córdova, 1980: 45, 46).
Pero, ¿qué era lo que se reivindicaba? Sin dudas, no sólo se trataba
de demandas concretas. Lo que fundamentalmente se reivindicaba era
el derecho a imaginar una sociedad realmente distinta y a dirigir todas las
energías disponibles para realizarla. Esa imaginación permitía restituir
el carácter creativo de la política por encima de la mera administración
y de una aplastante realidad que, a esas alturas, parecía haber minado
buena parte de las fuerzas que la Revolución había liberado.

La carrera política de Perón, en cambio, fue inexistente antes de que


ocupara la Secretaría de Trabajo y Previsión Social durante el gobierno

12 En el Plan Sexenal, franca y “decididamente se declara que el Estado es un agente activo de gestión
y ordenamiento de los fenómenos vitales del país; no un mero custodio de la integridad nacional, de
la paz y del orden público” (Córdova, 1979: 46).
13 “El partido Nacional Revolucionario reconoce que las masas obreras y campesinas son el factor más
importante de la colectividad mexicana y que, a pesar de la postración en la que han vivido, conser-
van el concepto más alto de interés colectivo, circunstancia que permite radicar en el proletariado
el más alto anhelo de hacer de México un país grande y próspero, mediante la elevación cultural y
económica de las grandes masas de trabajadores de la ciudad y el campo” (Córdova, 1979: 47).

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 47

militar. La reclusión en la que vivía, por su carrera militar, tampoco le


permitieron desplegar una activa vida social. De hecho, Perón antes
de ocupar la mencionada Secretaría, era absolutamente desconocido en
la Argentina, y eso hace más sorprendente su ascenso político. En sólo
tres años, ese anónimo oficial del Ejército, pasó a ser el líder político de
mayor trascendencia en la historia argentina.

Armando rompecabezas

En este apartado trataré de dar cuenta del modo en que, partiendo de la


situación antes descrita y contando con el capital político y organizativo
que arriba se mencionó, Cárdenas y Perón reconstruyeron las comu-
nidades políticas de México y Argentina, respectivamente. Propongo
además, que dicha reconfiguración nacional fue un proceso en el que se
puede distinguir analíticamente cinco momentos, los cuales se suponen
unos a otros y no siguen necesariamente un orden cronológico.

Primer momento: el reconocimiento,


la investidura de derechos y la instauración del lazo político

Para analizar este momento, centraré la atención en los primeros contac-


tos que Cárdenas y Perón establecieron con muchos de los que después
serían sus fervientes seguidores. Destaco esos hechos, no por ser los úni-
cos en los que se manifestó el reconocimiento, sino porque considero que
fueron cruciales, en tanto enmarcaron y pautaron las relaciones que uno
y otro líder mantuvieron con amplios sectores de la población.
Los estudios que han abordado los procesos políticos iniciados por
los denominados populismos clásicos, han tratado de dar cuenta del es-
tablecimiento del lazo entre el líder y las masas desde una perspectiva di-
cotómica: mientras algunos enfatizan el carácter carismático e irracional
de la relación (Germani, 1973, por ejemplo), otros trataron de demostrar
que la misma estaba guiada por la racionalidad instrumental (Murmis y

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48 ◆ Julio Aibar

Portantiero, 1972). Efectivamente, si al momento de caracterizar la natu-


raleza del vínculo político sólo tenemos en cuenta las reformas laborales
y sociales implementadas por Perón cuando estaba al frente de la Secre-
taría de Trabajo, y la promesa de mejoras para los sectores postergados
contenidas en el Plan Sexenal difundido por Cárdenas en su campaña
electoral, podremos, sin dudas, creer que la relación obedecía exclusiva-
mente al cálculo racional. Por el contrario, si sólo se tienen en cuenta las
manifestaciones afectivas y de lealtades por las cuales se pagaron enormes
costos (represión, encarcelamiento y proscripción), fácilmente se puede
concluir que se trató de un vínculo irracional.
Sin descartar de antemano esas explicaciones, en este trabajo pos-
tulo que ninguna de ellas se sostiene por separado para los casos del
peronismo y el cardenismo.
No existe historia o crónica de la Revolución mexicana que no dedi-
que al menos algunas páginas a la gira electoral de Cárdenas. En ellas se
destaca que carecía de precedentes en la historia política mexicana; que
el candidato recorrió miles de kilómetros en avión, tren, automóvil y a
caballo; y que sirvió para que Cárdenas y sus colaboradores difundieran
y popularizaran los postulados del Plan Sexenal. No deja de señalarse,
además, que el candidato del partido en el gobierno establecía relaciones
directas y sencillas con gente sumida en una pobreza brutal, a la que
escuchaba pacientemente (Nathaniel y Sylvia Weyl, 1955). No faltan,
tampoco, los que señalan que para “la mayor parte de los mexicanos, la
campaña de Cárdenas apenas era algo digno de tomarse en considera-
ción” (Meyer, 1980: 298).
A pesar de las diferencias y matices, en casi todas las crónicas se des-
taca la dimensión racional-cognitiva de la campaña: la difusión de un
programa de gobierno entre la población y el conocimiento más acaba-
do de la realidad social por parte del candidato después de su visita a los
más apartados pueblos y rancherías de todos los estados de México.
Sin cuestionar ni desconocer las implicaciones cognitivas, raciona-
les y estratégicas destacadas por los historiadores, creo que esas inter-
pretaciones no prestan la debida atención a un aspecto fundamental: la

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 49

dimensión afectivo-subjetiva de la campaña. Ésta a la vez que era com-


plementaria, trascendía en mucho el contenido concreto del mensaje.
Detrás de esa sintomática omisión hay una concepción, compartida
por izquierdas y derecha, de que la política es básica y exclusivamente
una cuestión de intereses: de clases para unos, de individuos para los
otros. Para la izquierda y la derecha, esos intereses —frecuentemente
velados— están siempre dados y preconstituidos. No es casual, enton-
ces, que para unos y otros, toda apelación afectiva desde la política, sea
pura demagogia.
Si tenemos en cuenta, además, la situación de unos, que no sólo no
eran sujetos de derechos, sino que muy probablemente ni siquiera se
reconocían como tales y del otro, que contaba con el capital simbólico
de ser “casi” presidente de la República, las dimensiones de ese contacto
y sus efectos se agigantaban. Sólo hace falta imaginar lo que pudo haber
significado para personas que vivían aisladas, en la soledad y la pobreza
más extremas, ser visitadas y escuchadas por otra persona que, en poco
tiempo, seguramente sería presidente. Ese simple gesto, pudo haber
sido el primer paso con el que se inició un profundo proceso de resub-
jetivación política en México. Arropado por la credibilidad y verosimi-
litud que le daba el no ser estrictamente necesario —ya que Cárdenas,
como cualquier candidato oficialista, tenía ganadas las elecciones de
antemano—, ese gesto rompió toda una tradición de prácticas políticas
en México.
Por su parte, muchos autores que estudiaron la realidad política ar-
gentina de inicios de 1940 señalaron que las relaciones que Perón es-
tableció con los trabajadores obedecían a un cálculo estratégico. Las
lecturas que tratan de demostrar que el fenómeno político que nació
de esas primeras relaciones representó a nuevos agentes económicos
emergentes, señalan que Perón buscaba apoyarse en algún sector de la
sociedad para impulsar un modelo de desarrollo industrialista. Otros,
que desligan sus análisis de cualquier dimensión económica, dicen que
las acciones de Perón al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión
Social, eran medidas demagógicas a través de las cuales se generaron

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50 ◆ Julio Aibar

adhesiones y lealtades para un proyecto personalista. Aunque proba-


blemente ambas aproximaciones tienen sus razones, no es la intención de
este trabajo dilucidar cuál de ellas se corresponde más con la realidad de ese
entonces. Lo que sí intentaré destacar es que dicha relación se estable-
ció, que la misma se cimentó en un reconocimiento sin precedentes a los
trabajadores por parte del Estado y que ese reconocimiento fue el paso
inicial de un proceso de resubjetivación política que transformó todo el
sistema político argentino.

La Secretaría de Trabajo y Previsión no es un organismo estatal más —decía


Perón dirigiéndose a los asalariados—, sino que es la casa de los verdaderos
trabajadores, la casa que ha de defenderlos a ustedes contra cualquier injus-
ticia del pasado, del presente y del porvenir. Es, en otras palabras, la garantía
de que en este país no volverá a producirse el drama de una clase trabajadora
olvidada por los poderes públicos y engañada por los políticos durante más
de cincuenta años” (Perón, citado por Sigal y Verón, 2003: 46).

Se podrá cuestionar qué tanto la Secretaría de Trabajo defendió a los


trabajadores contra las injusticias, lo que está fuera de toda discusión
es que la clase obrera había sido “olvidada” por los poderes públicos y
por la mayoría de los políticos. Las escasas mejoras que pudieron haber
conseguido se remontaban a los momentos de esplendor del modelo
agroexportador. Después, cuando ese modelo empezó a mostrar sus li-
mitaciones y la oligarquía retomó el control directo del Estado (1930),
primero por la fuerza y después por el fraude, lo único que recibían los
trabajadores de los poderes públicos eran promesas incumplidas, nega-
ciones sistemáticas de sus derechos y el rigor de su aparato represivo.
Así, cualquier reconocimiento —por parcial, temporario y estraté-
gico que haya sido— se volvía superlativo, pues era la primera vez que
los trabajadores argentinos podían sentir que la administración, a través
de la naciente Secretaría del Trabajo, los recibía, escuchaba sus planteos
y reconocía la legitimidad de sus reclamos. Era la primera vez, tam-
bién, que se promovían sus derechos desde el Estado. En el periodo

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 51

que va desde el golpe de 1943 hasta principios de 1946, por ejemplo,


se dictaron decretos-leyes que produjeron una sustantiva transforma-
ción del mundo laboral-social: se crearon la mencionada Secretaría y
los Tribunales del Trabajo; se decretó el derecho a la jubilación; se pro-
mulgó la Ley de Asociaciones Profesionales y el Estatuto del Peón de
Campo; se reguló el aprendizaje profesional de los menores; se dicta-
ron normas para la prevención de accidentes laborales; se mejoraron
las condiciones laborales del servicio doméstico y de los trabajadores
a domicilio; se estableció la intangibilidad del salario y, por medio del
decreto 33.302/45, se establecieron las vacaciones con goce de haberes;
las indemnizaciones por despido; el aguinaldo y un aumento general de
salarios. Se crearon también las “obras sociales” y se establecieron los
convenios colectivos de trabajo.
Todas esas medidas configuraron una nueva realidad social que con-
trastaba con un pasado reciente en el que a los trabajadores se les nega-
ba sistemáticamente sus derechos y eran objeto de un desprecio visceral
por parte los sectores más acomodados. El apasionado e inexacto recuento
que se presenta a continuación, realizado por un reconocido escritor argen-
tino, es más que elocuente.

Sí, es verdad —admitía Juan José Sebrelli—; el peronismo aglutinó a su alre-


dedor todo ese mundo de desasimilados, de desheredados, de marginales, de
tránsfugas, de “incomprendidos”, de separados, de separatistas, de intocables.
Formaron sus filas todos aquellos que no podía agregarse a ningún grupo
porque nadie los quería y estaban más solos y desamparados aun que el pro-
letariado o las minorías raciales y étnicas: expatriados, vagabundos, burgueses
en decadencia, chicos abandonados, mujeres desencantadas, viejas pordiose-
ras, lisiados físicos y morales, intelectuales fracasados, revolucionarios profesio-
nales dispuestos a venderse, trabajadores de cosas impuras: sirvientes, espías,
policías, en fin, el “lumpenproletariado”, las clases de los que no encajan en
ninguna clase, bohemios, ciudadanos de la tierra de nadie de la sociedad,
cesantes de cualquier cosa, echados de cualquier lugar que no sabían para qué
lado mirar, desesperados arriesgando todo porque no perdían nada. ¡Cómo

© Flacso México
52 ◆ Julio Aibar

no iban a aferrarse a su resentimiento estos parias, si era lo único que los dig-
nificaba en un mundo de injustita y opresión! Cuando se vive en una cloaca,
la rata es la mejor equipada para subsistir. El peronismo hizo que se volcara
en las calles, que buscara un lugar todo ese mundo de resaca… El peronismo
fue su gran oportunidad (Sebrelli, citado por Fayt, 1969: 198).

Como señalé anteriormente, Perón carecía de capital político al ser


nombrado secretario de Trabajo y Previsión Social y la acelerada acu-
mulación de apoyos que consiguió entre los trabajadores no se explica
si no se consideran las medidas que desde ese cargo impulsó e imple-
mentó. Pero también es inexplicable el alcance del movimiento pero-
nista —que no sólo estaba compuesto por los principales beneficiarios
de las políticas instrumentadas por la Secretaría de Trabajo—, si no
se presta especial atención al modo en que esas conquistas sociales se
establecieron y a la significación que a esas medidas se les dio. En otras
palabras, no se entendería porqué enormes sectores de la población
en Argentina adquirieron o trastocaron sus identidades políticas y se
hicieron peronistas.
Todo ese proceso desplegado durante el cardenismo y el peronis-
mo, implicó una conversión identitaria doble, porque personas que
se encontraban en estado de abandono por parte de las autoridades,
pasaron a ser reconocidos como sujetos de derecho y porque, entre esas
personas y quienes instrumentaron el reconocimiento, se estableció un
estrecho y duradero lazo político. Se trató, por ello, de un reconocimien-
to que tuvo un carácter bidireccional y que conllevó el establecimiento
de una doble legitimidad. Así, nuevos sujetos de derecho, se hicieron
cardenistas en México y peronistas en Argentina.
En algunos casos el reconocimiento consistió en dar entidad a de-
mandas sociales ya constituidas y representadas en la arena pública,
en otros, en reconocer que ciertas personas tenían derecho a demandar.
La primera modalidad es la que asumió Cárdenas con respecto a los re-
clamos de los sindicatos no oficialistas liderados por Lombardo Toledano
y Perón con las luchas obreras que resistían las medidas implementadas

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 53

por los gobiernos de la llamada década infame.14 La segunda, en cambio,


remite, por un lado, a los momentos en los que Cárdenas recorría las
dispersas rancherías habitadas por campesinos desahuciados, y, por otro,
a la atención que Perón dedicaba a los trabajadores no sindicalizados pro-
venientes del interior y a los peones de campo desperdigados por todo el
país. En este último caso, más que un simple catalizador o viabilizador de
las demandas, el reconocimiento operaba como su generador y promotor,
y como condición de posibilidad para que la demanda se configurara.
La importancia del momento del reconocimiento no es negada si-
quiera por los más críticos y virulentos opositores a los gobiernos de Cárde-
nas y Perón. Sin embargo, las interpretaciones que del mismo se hicieron
fueron muy variadas: mientras para algunos era una estrategia demagó-
gica, urdida con patrañas y engañifas, que buscaba conjurar la inevitable
lucha de clases y la autonomía política de los trabajadores, para perpetuar
su dominación y explotación, para otros fue una verdadera inclusión de
sectores marginados.
Esta última estimación —preponderante en los estudios que recono-
cen el carácter democrático de los populismos en tanto fueron promotores
de medidas de inclusión social y política de sectores marginados—, no
siempre aprecia la envergadura de los procesos cardenista y peronista, ini-
ciado por el reconocimiento. En ambos casos no se trató simplemente de
una inclusión, sino que ella misma conllevó una redefinición global
de los sistemas políticos imperantes en México y Argentina: 1) porque
para los modelos existentes, la marginación y exclusión eran sus condiciones
de posibilidad. Recordemos, por ejemplo, que todos los gobiernos revolu-
cionarios que precedieron a Cárdenas, en sus inicios, tomaron medidas de
expansión de los derechos sociales, pero también todos ellos las termina-
ron desactivando. Ello no se debía sólo a una perversa táctica legitimatoria

14 En los momentos previos al ascenso político de Cárdenas y Perón, en México y Argentina se vivía un
recrudecimiento de las luchas obreras. La explicación que se da a dicho fenómeno es que en ambos
países se estaba experimentado una recuperación económica y que eso hacía que los trabajadores
vieran una “ventana de oportunidades” para expresar sus demandas.

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54 ◆ Julio Aibar

para lograr la aceptación de la dominación política, sino que obedecía a


una lógica inspirada en un desarrollismo elitista que concebía que la
acumulación y concentración de capitales eran vitales para hacer avanzar
al capitalismo. También la institucionalidad del pnr iniciada por Calles
se basaba en el supuesto de que la política y la administración estatal
debían ser las actividades de una reducida elite. El modelo agroexporta-
dor que dominó por 80 años en Argentina, también se sustentaba en la
exclusión social y política. La incapacidad para tolerar las tímidas medidas
redistribucionistas que aplicaron los gobiernos radicales y para aceptar la
incorporación de nuevos sectores sociales a la vida política, se hicieron
patentes, por ejemplo, en los momentos en que la crisis de la Gran Depre-
sión golpeó a la Argentina; 2) porque los trabajadores, tanto con Cárdenas
como con Perón, no pasaron a ser parte de un sistema político vital que se
ampliaba y los incluía. Por el contrario, el propio reconocimiento de ese
sector como sujeto de derechos, daba cuenta de un modo categórico de la
caducidad de ese sistema político; y 3) porque los trabajadores pasaron a
ser uno de los ejes articuladores del discurso y la política del cardenismo
y del peronismo.
En resumidas cuentas, si el reconocimiento tuvo tanta relevancia polí-
tica fue porque con él se inició un proceso que implicó: la investidura, pro-
moción e institucionalización de derechos sociales y políticos; el reconoci-
miento de la legitimidad de casi todas las demandas sociales y la promoción
de otras; la constitución de un estrecho y duradero lazo racional-afectivo
que dio lugar a nuevas identidades y modelos de dominación política.
Todo ello redundó, como ya señalé, en una transformación pro-
funda de los sistemas políticos mexicano y argentino.

Segundo momento: la conjura a la fatalidad


y al pensamiento trágico, condición de la activación política

Despertar la conciencia de los derechos que pudo significar el momento del


reconocimiento no conllevaba, directa ni necesariamente, a la lucha por
su reivindicación y defensa. Antes era necesario dar otro paso, no menos

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 55

importante, que consistía en romper con la fatalidad y el pensamiento trá-


gico que empezaban a cundir, especialmente entre los campesinos mexica-
nos.15 Los que habían realizado los mayores sacrificios para que la Revolu-
ción triunfara, acumulaban, gobierno tras gobierno, nuevas frustraciones.
Por eso Cárdenas enfrentaba el enorme desafío de activar políticamente,
enarbolando y reivindicando los principios de la Revolución, a quienes
habían sido engañados y utilizados por muchos de los líderes y caudillos
de esa misma Revolución. Es decir, debió batallar al mismo tiempo con y
contra la historia de su propio partido y la Revolución. Es por ello que, en el
diagnóstico de la situación que realizaba en su campaña electoral, Cárdenas
se distinguía y apartaba de muchos de sus compañeros de partido.

La situación económica del país —decía el líder michoacano—; los problemas


existentes de uno a otro confín de la República; el abandono en que viven nu-
merosos pueblos; la criminal apatía de muchas autoridades y su falta de interés
por resolver los problemas fundamentales que planteó la Revolución; la actitud
de elementos que diciéndose revolucionarios sostienen un criterio conservador,
la falta de comprensión de jefes militares que desconocen la finalidad social de
nuestra Revolución; los grandes intereses creados por individuos que actúan en la
política nacional; las grandes concesiones sobre el subsuelo dadas en contra de los
intereses del país; y por último los centros de vicio explotados con autorización de
funcionarios federales y locales, me hacen comprender que mi labor será ardua,
que encontraré fuertes obstáculos oponiéndome a un programa de moralización,
de mejoramiento económico de los trabajadores y de reintegración de las reservas
del subsuelo (Lázaro Cárdenas, Apuntes: 308, citado por Córdova 1980: 40).

Dieciséis años después, el día en que se hizo pública la proclama-


ción de su candidatura a presidente de la Argentina, Perón, por cadena
nacional y ante una entusiasta multitud, aseveraba que

15 A diferencia de la desmotivación y desmovilización que se experimentaba entre los campesinos, en


la corta gestión de Abelardo Rodríguez, hubo un ascenso significativo de las luchas de los obreros
liderados por Lombardo Toledano.

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56 ◆ Julio Aibar

Hemos venido a terminar con una moral social que permitía que los trabajado-
res tuviesen para comer sólo lo que se les diera por voluntad patronal y no por
deber impuesto por la justicia distributiva [...] Cuando medito sobre la signi-
ficación de nuestro movimiento, me duelen las desviaciones en que incurren
nuestros adversarios. Pero mucho más que la incomprensión calculada o ficticia
de sus dirigentes, me duele el engaño en que viven los que de buena fe los si-
guen por no haberles llegado aún la verdad de nuestra causa. Argentinos como
nosotros, con las virtudes propias de nuestro pueblo, no es posible que puedan
acompañar a quienes los han vendido y los llevan a rastras, a los que han sido
sus verdugos y seguirán siéndolo el día de mañana [...] (Perón, 1998: 27-28).

La caracterización de la situación con la que cada candidato inicia-


ba la presentación de sus intenciones políticas, era sistemáticamente
acompañada por la denuncia que hacía Cárdenas del abandono, la
criminal apatía, la falta de interés y comprensión, y por la imputación
de responsabilidades a los “verdugos de los trabajadores” que hacía
Perón. Así, el primero podía condenar a una serie de prácticas políticas
que eran habituales en las filas del oficialismo y tomaba distancia de
muchos de los dirigentes de su propio partido, mientras el segundo
podía presentar su propuesta política como un hito fundacional en la
historia argentina.
Pero con esa caracterización acompañada por la denuncia, se estable-
cía también que la situación había sido creada por personas. El contenido
sustantivo del mensaje era el siguiente: la realidad que los trabajadores
y postergados viven es consecuencia concreta de la acción deliberada y
planificada de personas también concretas, claramente identificables.
No había ahí destino ni misterio alguno, tampoco era producto de la
intervención de oscuras fuerzas supraterrenales, ni el resultado de abs-
tractas estructuras y procesos, contra las cuales nada se podía hacer. Se
recuperaba así, de las garras del destino trágico y fatal, la situación en
la que se encontraban los más desprotegidos. Así se desnaturalizaban
también los lugares que el orden establecido había asignado a cada una
de las partes en esa situación.

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 57

Si el reconocimiento era el paso inicial para la creación de una nueva


subjetividad política, con el establecimiento de una relación causal entre
una situación determinada y la acción deliberada de ciertas personas, se
daba otro paso mayúsculo en esa misma dirección. Se trataba, nada más
y nada menos, de la identificación de un enemigo político, que no era
abstracto y que podía ser interno o externo.
Pero el proceso de politización no sólo comprendía la investidura
de derechos y la ruptura de la fatalidad, con la consecuente identifi-
cación de los responsables que esta última implicó. La concurrencia
de ambos movimientos dio lugar a la configuración de un agravio. Así,
se puede advertir que en cada diagnóstico que hacían los cardenistas o el
propio Perón, se comenzaba denunciando un desgarro interno,16 que
iba mucho más allá de una anomalía temporal o un desajuste pasajero.
Por eso, Silva Herzog planteaba la hiriente pregunta de si los mexicanos
estaban destinados a ser mineros y petroleros hambrientos, mendigos en
su propio territorio. Por eso también Perón manifestaba que era un
deber suyo y de sus seguidores, no “contemplar sólo lo que pasa(ba)
en el ‘centro’ de la Ciudad de Buenos Aires” y no “considerar la reali-
dad social del país como una simple prolongación de las calles centrales
bien asfaltadas, iluminadas y civilizadas”, sino que se debía atender a
“la vida triste y sin esperanza de nuestros hermanos de tierra adentro”
(Perón, 1998: 15).
La relevancia que Perón atribuía recurrentemente en sus discursos
a los sentidos no era accidental. Ellos, además de permitirle presentarse
como un dirigente que, en lugar de estar recluido en su gabinete, prefería
tener contacto con la gente, constituyeron una vía de acceso privilegiado y
distinto de un conocimiento diferente fundado en el orden sensitivo.

He visto en el Norte, —decía Perón— las provincias doloridas por el aban-


dono de tantos años; la niñez, víctima de la miseria fisiológica y mucho

16 Una indagación más amplia acerca de la presentación del desgarro interno y el daño, se realiza en
Aibar Gaete (2007).

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58 ◆ Julio Aibar

más de la miseria social, y he pensado que todo cuanto se critica en mi


campaña de justicia social se justifica viendo a un pobre miserable chan-
guito de los altiplanos de Jujuy, hambriento, desnutrido y harapiento (Pe-
rón, 1998: 15).

Las pruebas del dolor estaban ahí, expuestas a la vista de todos,


pero no todos podían apreciarlas. No podían hacerlo, por ejemplo, quie-
nes no merecían otra cosa que “la condenación de su hipocresía, de su
egoísmo, de su falta de sentido humano” (Perón, 1998: 34). Ellos no
reconocían el dolor porque ni siquiera percibían a los sufrientes como
personas.17

Lo cierto es aquellas masas —escribía Ernesto Sábato refiriéndose a la movi-


lización que tuviera lugar el 17 de octubre de 1945, con motivo del encar-
celamiento de Perón— eran multitudes que habían sido sistemáticamente
escarnecidas y expoliadas, que ni siquiera eran gentes, que no eran personas.
Ese concepto de “persona” que tan profundamente la Iglesia reivindicó para
el hombre, y que trajo a la civilización occidental una revolución espiritual
tan trascendente (Sábato citado por Fayt, 1969: 178).

A esa brecha instaurada por el orden oligárquico, que separaba a un


mundo de gentes y personas de otro que no lo era, Perón se encargaba
de darle nuevos contenidos a través de la inversión valorativa y de la
instauración de referentes que no sólo remitían a una diferencia de in-
tereses. Distinguía así dos mundos inconmensurables: uno en el que se
exalta el imperio de los sentidos y las emociones, opuesto a otro en el
que regía el frío cálculo de los especuladores. El primero se fundaba en
la igualdad, el otro, en cambio, gobernado por los intereses mezquinos,
el egoísmo, se sustentaba en la desigualdad y la exclusión.

17 La expresión “aluvión zoológico” fue empleada por primera vez en agosto de 1947 por el diputado
Ernesto Sanmartino, perteneciente a la bancada de la Unión Cívica Radical, opositora al peronismo.
Después pasó a ser una de la formas predilectas en que los antiperonistas nombraban a los seguido-
res del líder argentino.

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 59

Pero ese plano de igualdad postulado, que por un lado herma-


naba a Perón con los descamisados18 y que por otro los distinguía
de las elites “hipócritas y carentes de sentido humano”, no sólo se
sustentaba en una sensibilidad especial por parte del líder sudameri-
cano hacia los desposeídos, sino que esa era una condición creada, en
buena medida, por las propias elites. Pues ellas fueron señaladas por
Perón como las responsables de haber desatado “una tempestad de
odio contra los ‘descamisados’, que sólo pedían ganarse la vida honra-
damente [...]”. “Esa tempestad de odio —proseguía Perón— se vuel-
ca contra nosotros, procurando enlodar nuestras acciones y nuestros
más preciados ideales” (Perón, 1998: 30). Es decir, la hermandad que
surgía de la empatía y la sensibilidad, se reforzaba y complementaba
con otra hermandad que nacía al reconocerse como víctimas de un
mismo agresor.
La identificación de los causantes del desagarro interno, que
impedía que los diferentes sectores pudieran sentirse y reconocerse
como integrantes de una misma comunidad política, hacía de ese
trauma el hito inicial de un proceso de resubjetivación que operaba
como el principio organizador de una sociedad ausente. Ese desgarro
primordial no era un hecho o dato inicial, sino una producción que
visibilizaba lo evidente por medio y producto de la dicotomización
de la sociedad a través de su codificación en términos de amigos y
enemigos. Amigos que se hermanan por medio de los sentidos y del
sentimiento, pero también por la presencia de un agresor común.

Tercer momento: el llamado a la unificación y a la organización

Si se tuviera que elegir unos pocos rasgos para hacer una caracterización
de Cárdenas, uno de ellos sería, sin dudas, su confianza en la organiza-
ción. Como gobernador de Michoacán, como dirigente partidario, más

18 Decía Perón: “Llego a vuestra presencia con la emoción que me produce sentirme confundido entre
este mar humano” (Perón, 1998: 26).

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60 ◆ Julio Aibar

tarde, como candidato y finalmente como presidente, Cárdenas parecía


no cansarse de predicar a favor de la unidad y organización de obreros,
campesinos, sectores populares y empresarios.
Hay quienes atribuyen esa “obsesión” de Cárdenas a su condición de
militar, sin embargo considero que esa imputación es, al menos, des-
acertada, por las siguientes razones: porque el líder michoacano —al
igual que casi todos los cuadillos revolucionarios— no fue un militar
de carrera formado en academias castrenses y porque no todos los
que ostentaban cargos militares después de la Revolución eran partidarios
o impulsaron la unidad y la organización. Los caudillos locales, por
ejemplo, sólo se ocupaban de que en sus áreas de influencia no hubiera
revueltas y el propio Calles fomentaba las divisiones para acrecentar
su poder.
Considero, en cambio, que es más acertado pensar que la búsque-
da empecinada de Cárdenas obedecía, por un lado, al aprendizaje y
por otro, al cálculo político. El primero pudo ser el fruto de la asimi-
lación de dos experiencias, una positiva y otra negativa. El éxito de su
gobierno en Michoacán se debió en gran medida a que pudo, desde el
Estado, neutralizar las luchas intestinas de los campesinos y de los tra-
bajadores e impulsar la organización de los mismos. Con la unidad y la
organización, Cárdenas no sólo pudo canalizar y ordenar las demandas
sociales, sino que ello le permitió, también, administrar mejor. La ex-
periencia negativa eran los años que, por el dominio del caudillismo,
sumieron a la Revolución en numerosos momentos trágicos.
El cálculo político, por su lado, le indicaba que si quería reorientar el
curso de la Revolución, debía contar con las fuerzas necesarias para ha-
cerlo. Estaba dispuesto a enfrentar a los enemigos de adentro, pero sabía
que el poder de éstos no emanaba de fuerzas sociales que los apoyaran
(ya que carecían de dicho apoyo), sino de su capacidad para dividir, dis-
persar y desmoralizar.

En mis recorridos por diversas partes de la República —decía Cárdenas— he


encontrado, desgraciadamente, divisiones entre los trabajadores debidas, en

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 61

gran parte, a la circunstancia lamentable de que algunos funcionarios de los


Estados no han tenido la inteligencia necesaria para administrar los intereses
de sus pueblos y se han convertido en gobernantes de facción (Secretaría de
Prensa y Propaganda del cen del pnr, 1934: 50).

En otras palabras: era la política y no la naturaleza, como pensaba


Calles,19 la causante de la división. Pero esa no era su característica in-
manente, ya que era también la política la que podía propiciar las con-
diciones de la unidad y la organización que no se darían por generación
espontánea, sino por la acción decidida del Partido. Éste debía ser, para
Cárdenas, el encargado de

moralizar, unificar y dignificar el movimiento social, poniendo fin a las rencillas


que provocan las divisiones; a la deshonestidad que causa el desprestigio y a la
admisión de individuos que persiguen fines exclusivamente personalistas, dentro
de las colectividades revolucionarias (Cárdenas citado por Córdova, 1980: 56).

Pero el pnr callista no estaba preparado para semejante tarea. No


había sido fundado para ello, no contaba tampoco con el prestigio ne-
cesario para hacerlo y hacía tiempo que había renunciado a ser una
herramienta de la organización de la sociedad. Para ser más preciso, la
propuesta de unificar y organizar a las masas para concentrar las ener-
gías necesarias que permitieran realizar de una vez las promesas de la
Revolución, se oponía diametralmente a una concepción, dominante
en las filas del Partido, de la política como la arena donde las elites po-
dían dirimir sus diferencias.

Los llamamientos de Cárdenas a las masas proletarias para que se unificaran


y organizaran —señala Córdova— venía también a modificar una tradición
dentro de las filas revolucionarias que había consistido siempre en ver a los

19 “Estoy convencido —decía Calles refiriéndose a los obreros— de que en cada hombre la codicia, el
egoísmo son irreductibles” (Córdova, 1980: 23).

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62 ◆ Julio Aibar

trabajadores como una clientela fácilmente manipulable, pero de ningún


modo una fuerza capaz de actuar por sí misma, a la que se manejaba por
medio de la promesa de un mejoramiento indeterminado e indefinido de su
situación material (Córdova, 1980: 54).

Es innegable que con la creación del pnr se instituyeron normas


y pautas que permitieron dirimir las diferencias e institucionalizar los
conflictos existentes entre los líderes de la Revolución, pero también es
irrefutable que esa organización nació, impulsada por Calles, del acuerdo
de las elites, en momentos en que ellas habían abandonado la política de
masas. Por eso resultaba más que insuficiente para llevar adelante la tarea
de unificar y organizar a los campesinos, obreros y sectores populares.
A partir de esa caracterización, Cárdenas emprendió una profunda
transformación del Partido, la que llevó inclusive a su refundación. El
nuevo Partido de la Revolución Mexicana (prm), tenía la misión de uni-
ficar y organizar a las que antes habían sido las fuerzas propulsoras de la
Revolución. Ese cometido obligaba no sólo a llevar a cabo una de-
puración de las filas partidarias, sino esencialmente a instrumentar una
reorientación absoluta de su política de acuerdos y alianzas. Así, los que
para el pnr eran aliados, para el prm eran los enemigos internos y a la
inversa, a quienes el pnr más combatía, el prm los identificaba como
potenciales aliados, en tanto los reconocía como los verdaderos repre-
sentantes de los trabajadores y campesinos. Las condescendientes orga-
nizaciones sindicales oficialistas, por ejemplo, no gozaban del aprecio de
Cárdenas, como sí lo tenía la poderosa, crítica y combativa ctm, liderada
por Lombardo Toledano.
Pero toda esa transformación y reorientación del Partido que lo do-
taba de legitimidad para emprender la tarea de organizar a la sociedad,
no solamente se debía a las bondades del proyecto cardenista. Eran
parte de una concepción más integral orientada hacia el cambio, para
el cual era necesario que las fuerzas sociales más dinámicas se constitu-
yeran en sujetos políticos activos. Para Cárdenas, la “organización colec-
tiva impulsa(ba), obliga(ba) a hacer caracteres” (Cárdenas, 1972: 222),

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 63

y ello era una condición necesaria, no sólo para evitar el chantaje de los
grupos minoritarios, sino, esencialmente, para conjuntar y orientar sus
fuerzas en la dirección de una profunda transformación social.
Si para el proyecto cardenista la unidad y organización eran impor-
tantes, para Perón y su naciente movimiento, éstas eran necesidades im-
periosas a las que había que atender con inmediatez. Cárdenas contaba
con un partido que había abandonado la política de masas, pero al me-
nos había logrado imponer una cierta disciplina interna; también conta-
ba con cuadros fogueados en la lucha militar y política (algunos de ellos
tenían incluso experiencia en la administración y el gobierno). La si-
tuación de Perón, al momento en que incursionó en política, era absolu-
tamente diferente: carecía de una carrera en ese ámbito y no contaba con
una estructura partidaria “propia”, ni organizaciones sociales afines. No
obstante, poco tiempo después de ser nombrado secretario de Trabajo, su
capital político —fundado en el reconocimiento— era enorme, pero esas
dimensiones no se reflejaban en el plano organizativo. Entonces, ¿cómo
en sólo tres años pudo vencer en elecciones a una coalición integrada por
numerosos partidos con una amplia trayectoria política y sindical? La
explicación de Germani (1973) es que Perón logró interpelar y organizar,
desde la Secretaría del Trabajo, a la franja de nuevos proletarios que por
la crisis del campo se habían trasladado desde el interior a los grandes
centros urbanos, atraídos por el desarrollo industrial a que dio lugar el
proceso de sustitución de importaciones. Esas “masas disponibles” cons-
tituidas por nuevos trabajadores, despolitizados y sin conciencia de clase,
eran para el autor los sectores sociales que se encolumnaron en el pero-
nismo en un proceso de organización vertical (de arriba hacia abajo). Sin
desconocer el acelerado crecimiento del proletariado industrial y urbano
que produjo el proceso de sustitución de importaciones y la existencia de
nuevos sectores no integrados a la vida sindical y política que implicó,
la explicación de Germani es claramente insuficiente para dar cuenta del
fenómeno peronista. En primer lugar, porque el peronismo no sólo tuvo
una amplia aceptación en los centros urbanos, después, porque la nueva
clase obrera no era lo suficientemente numerosa como para darle el triunfo

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64 ◆ Julio Aibar

a Perón y, finalmente, porque ella carecía, como el propio Germani lo se-


ñala, de toda experiencia política y sindical, hecho que hace inimaginable
la eficacia político-organizativa que tuvo el peronismo.
Murmis y Portantiero (1972), cuestionan los fundamentos de la dis-
tinción entre clase obrera “vieja” y “nueva” y la centralidad que Germani
le otorga a esa distinción en su explicación del peronismo. Para esos
autores, el peronismo se explica por razones más políticas que “socio-
lógicas”, y esa explicación se sustenta en cuatro ideas centrales: 1) que
en el surgimiento y organización del peronismo intervinieron sectores
obreros “viejos” y nuevos; 2) que dicha participación no fue pasiva ni
tan heterónoma, como sostenía Germani; 3) que la concurrencia de sec-
tores obreros “nuevos” y “viejos” se vio facilitada por la continuidad
programático-reivindicativa entre el proyecto peronista y las organiza-
ciones sindicales; y 4) que el proyecto policlasista del peronismo era una
tendencia con antecedentes en el sindicalismo argentino.
A ello hay que agregar la confluencia de dos factores definitorios. Por
un lado, el crecimiento económico experimentado después de la Gran
Depresión que no fue acompañado por políticas redistributivas, hecho
que acrecentaba el monto de las luchas y reivindicaciones ante demandas
no satisfechas; por otro, la actitud asumida por los líderes sindicales socia-
listas y comunistas. Éstos asumieron una actitud hostil hacia las políticas
sociales implementadas por Perón desde la Secretaría del Trabajo (acusán-
dolas de demagógicas, atentatorias contra la autonomía e independencia
de la clase obrera y reformistas); abandonaron, además, la lucha sindical
reivindicativa con el argumento de no poner en peligro el abastecimiento
de los aliados en la guerra y se negaron a construir una organización políti-
ca obrera independiente. Esas actitudes llevaron a que los líderes sindicales
socialistas y comunistas fueran a contracorriente de sus bases y abrieron
posibilidades para la intervención de propuestas que viabilizaban hacer
del sindicalismo el nuevo “eje de un aglutinamiento político nacional”
(López, 1983: 91). De esas condiciones nació después del 17 de octubre
de 1945 el Partido Laborista, herramienta que sería fundamental para el
triunfo de Perón en las elecciones realizadas sólo cuatro meses después.

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 65

El problema apremiante que tenía Perón, por no contar con una es-
tructura político partidaria, se empezaba a solucionar con la creación del
Partido Laborista. Con el apoyo de la mayor parte de los sindicatos exis-
tentes y de otros de reciente creación, conseguía un sólido apoyo social
organizado y la ausencia de cuadros políticos se comenzó a resolver por
medio de la politización de sindicalistas, de estrategia de alianza, coopta-
ción y absorción de dirigentes radicales y conservadores, muchos de los
cuales pasaron a jugar un papel destacado en la generación de un acervo
ideológico programático en el peronismo. En el interior del país, sobre
todo en las provincias menos industrializadas, la estrategia preponderan-
te fue la de integrar a líderes políticos locales.
Pero Perón sabía que la organización que le había ayudado a ganar las
elecciones no era suficiente para llevar adelante su proyecto político. Esa
organización demasiado endeble, carecía de una sólida cohesión interna
y también era “demasiado” autónoma. Para superar ese estado, que per-
mitiera pasar de la simple unidad de acción al establecimiento de lazos
orgánicos, tenían que darse pasos cualitativos.

Surge hoy el imperativo de organizarse —decía Perón— […] Es necesario aho-


ra, dar consistencia racional orgánica a ese movimiento, que hoy solamente
está unido, podríamos decirlo así, espiritualmente, para que resista al tiempo y
a la lucha […] Debe seguir a las etapas de aglutinación de las masas un sentido
orgánico; es decir, pasando de la primera etapa, que generalmente es gregaria
en todos estos movimientos, a la etapa de la organización, y de ésta a la etapa de
consolidación, porque si no estos movimientos suelen resultar fragmentarios y
no cumplen tanto en el tiempo como en el espacio con la misión que les está
encomendada (1-12-47, Doctrina peronista).

¿Cuál era la “misión que les estaba encomendada”? Una que sin dudas
transcendía la simple defensa de los intereses sectoriales. En la lógica articu-
latoria que Perón proponía, cada parte debía tener lo que le “correspondía”,
pero también estaba obligada a realizar su aporte, sin excederse en sus preten-
siones. La organización era el único reaseguro para que esto se cumpliera.

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66 ◆ Julio Aibar

Para evitar que las masas que han recibido la justicia social necesaria y lógica
no vayan en sus pretensiones más allá, el primer remedio es la organización de
esas masas, para que formen organismos responsables, organismos lógicos y ra-
cionales bien dirigidos […] Ese sería el seguro: la organización de las masas. Ya
el Estado organizaría el reaseguro, que es la autoridad necesaria para que lo que
esté en su lugar nada pueda sacarlo de él (25-8-44).

Tanto para Perón como para Cárdenas la organización era un requi-


sito, impuesto por el cálculo de la correlación de fuerzas, para lograr una
mayor eficacia política, tanto en la lucha por el poder, como en la admi-
nistración una vez conseguido el mismo. Pero ese cálculo estaba indiso-
ciablemente unido a una concepción que entendía a los sujetos políticos
como colectivos insertos en un ámbito más amplio, compartido con
otros colectivos, con los cuales en un juego de interacción, alcanzaban el
equilibrio propio y del conjunto.20

Cuarto momento: la articulación con el Estado

La experiencia adquirida durante su gobierno en el estado de Michoacán


y la que pudo extraer del curso seguido por la Revolución en su conjunto
—experiencia que confluía, por otro lado, con un espíritu de época—,
parece ser que le indicaban a Cárdenas que, ni la activación, ni la organi-
zación de campesinos, obreros y sectores populares, eran suficientes para
garantizar la consecución de sus demandas, si éstos no estrechaban lazos
con el Estado.
El Estado bajo su gestión dejó de ser pensado como el árbitro natural
y neutral que ayudaba a dirimir las diferencias entre el capital y el trabajo
y pasó a tener un rol mucho más activo. Ya en el Plan Sexenal, franca y

20 A pesar de que para Cárdenas y Perón la organización era sumamente importante, una diferencia que
vale la pena señalar es que el segundo le daba mayor peso al rol que en esas organizaciones jugaban los
dirigentes. Decía Perón: “Una masa no vale por el número de hombres que la forma, sino por la capaci-
dad de los hombres que la conducen, porque las masas no piensan, las masas sienten y tienen reacciones
más o menos intuitivas u organizadas. Pero ¿quién las produce? El que las conduce (Perón, 1973: 24).

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 67

“decididamente se declara que el Estado es un agente activo de gestión y


ordenamiento de los fenómenos vitales del país; no un mero custodio de
la integridad nacional, de la paz y del orden público” (Córdova, 1979: 46).
¿A qué se debía ese cambio de rol del Estado? Fundamentalmente
a que en la concepción de Cárdenas, el mismo no debía ser sólo un
instrumento que podía ser empleado a favor de uno u otro sector o
proyecto político —como lo había sido, por ejemplo, durante la gestión
de Calles—, sino que su propia existencia adquiría sentido y legitimidad
sólo si se compenetraba con la sociedad. Pero esa compenetración no de-
bía implicar disolución, ya que al Estado le correspondía jugar un papel
destacado, tanto en la conformación de una sociedad organizada, como
en la consecución de sus fines. Así, como señala Córdova, “Cárdenas es-
taba convirtiendo al Estado en un verdadero líder de masas, procurando
su organización y haciendo coincidentes sus intereses con los intereses
más generales del Estado” (Córdova, 1980: 30).
Las masas organizadas, el nuevo Partido (que tenía como cometido
central la generación de condiciones para la unificación-organización
de la sociedad) y su articulación con un Estado que activamente de-
bía dirigir sus acciones y poner al aparato burocrático al servicio de la
consecución de los fines de la Revolución, eran para Cárdenas los ele-
mentos que, complementados, podían romper con una inercia de lu-
chas estériles e inaugurar un nuevo tiempo político. Se trataba, en otras
palabras, de generar un círculo virtuoso en el que las organizaciones de
masas se verían fortalecidas porque sus luchas serían más eficaces; el
Partido ganaría adhesión social y el Estado se haría más fuerte, legítimo
y eficiente.
Todo ese profundo proceso fue entendido por muchos autores
como una profunda estatización de la sociedad, sin embargo, frecuen-
temente se olvida que también implicó una sustantiva “societalización”
del Estado.
Perón también se mostró desde el principio dispuesto a reformular
el rol del Estado, tarea que desde su concepción, debía comenzar por
corregir la situación anterior.

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68 ◆ Julio Aibar

El Estado —manifestaba Perón— manteníase alejado de la población trabaja-


dora. No regulaba las actividades como era su deber […] La táctica del Estado
abstencionista era encontrarse frente a ciudadanos aislados, desamparados
y económicamente débiles, con el fin de pulverizar las fuerzas productoras y
conseguir, por contraste, un poder arrollador (2-12-43).

Desde su lectura, la neutralidad y la prescindencia estatal no obe-


decía tanto a una convicción liberal, sino, ante todo, a una táctica delibe-
rada que apuntaba a perpetuar un sistema de dominación política del que
los trabajadores estaban excluidos. En oposición al modelo oligárquico,
que postulaba el abstencionismo estatal en las relaciones capital-traba-
jo, Perón entendía que si se dejaba que las fuerzas sociales interactuaran
sin regulaciones, jamás se lograría un equilibrio.

Para que el desenvolvimiento de las relaciones jurídicas, económicas y sociales


entre patronos y trabajadores tenga lugar en pacífica convivencia, ni los prime-
ros pueden librarse de la vigilancia del Estado, para eludir el cumplimiento de sus
deberes, ni los trabajadores pueden pretender el predominio sindical para arro-
garse facultades que son privativas del Estado […] Ni explotación por unos ni
coacción por otros. Otorgación de derechos y exigencia de deberes, mantenidos,
vigilados y protegidos por el Estado que cuando es justo, constituye la encarna-
ción verdadera de todas las aspiraciones nacionales (2-12-44, Perón, 1998).

La denuncia del carácter tendencioso del Estado precedente, que


con su accionar o con su inactividad beneficiaba a los sectores más po-
derosos, era sistemáticamente acompañada en el discurso de Perón por la
aseveración de que el nuevo Estado no sería el aparato de dominación de
otra clase, sino la expresión activa de una fuerza que se sustraería de los
intereses particulares para buscar un justo equilibrio. El rol del Estado
no era, por lo tanto, beneficiar a uno u otro sector en la pugna capital-
trabajo, sino generar las condiciones para que estas fuerzas se armoni-
cen. Si en un primer momento era necesario que el Estado interviniera a
favor de los trabajadores, era porque en el pasado, con la ayuda también

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 69

del Estado, se había establecido un orden injusto en que éstos habían


sido los principales perjudicados. Pero esa tendencia debía atenuarse en
tanto se fueran instrumentando las debidas reparaciones.21
Pero las obligaciones de Estado no debían circunscribirse al rol de
juez en la relación capital-trabajo. El nuevo Estado —decía Perón—,
“rejuvenecido por el aporte de sangre trabajadora que nuestro movi-
miento inyectará en todo el sistema circulatorio”, tenía la misión de in-
centivar el desarrollo económico y de trazar las grandes directrices que
habrían de regular la dinámica del país. Así, el Estado era concebido
como una gran matriz en la que las distintas partes podían, sin diluirse,
integrarse para dar nuevos sentidos a sus acciones.

El Estado puede intervenir en el ordenamiento social y económico sin que


por ello intervenga en la acción individual que corresponde al industrial, al
comerciante, al consumidor […] éstos pueden ajustar sus realizaciones a los
grandes planes que trace el Estado para lograr los objetivos políticos, econó-
micos y sociales de la Nación. (12-02-46, Perón, 1998: 38).

Sería inexacto, sin embargo, concluir de lo anterior que en México y


Argentina no había Estados o que éstos eran absolutamente inoperativos
o prescindentes. En ambos países el Estado fue una pieza clave para el
desarrollo capitalista. Sin esa pieza hubiera sido imposible la acumu-
lación de capitales y la dominación política que en uno y otro país se
dieron. El Estado mexicano, desde el Porfiriato hasta el Maximato, tuvo
una orientación liberal desarrollista. Con mayor o menor éxito, todos los
gobiernos de ese periodo impulsaron la unificación territorial, buscaron

21 “El Estado convertido en juez, debe asegurar jurídicamente las relaciones, las obligaciones, los de-
rechos y las garantías para todos los que trabajan. Nadie quedará librado a manejos discrecionales
por parte del que contrata o del que paga, y de este modo, se habrá suprimido el factor principal de
disociación, de desorden y de abuso”, decía Perón después de ganar las elecciones de 1946, pero
también advertía que “ahora, como presidente de la República, no puedo embanderarme en ningu-
no de los bandos en pugna, sino que tengo que estar colocado en una situación de equilibrio para
no producir rozamientos” (12-02-46, Perón, 1998: 38).

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70 ◆ Julio Aibar

establecer el orden político e, incluso después de la Revolución, im-


plementaron medidas sociales; pero también todos ellos estuvieron al
servicio de la acumulación de capitales en manos de una minoritaria
oligarquía terrateniente. También en la Argentina del periodo de la do-
minación oligárquica agroexportadora, especialmente desde fines del
siglo xix, las elites entendían que el papel del Estado debía ser el de
facilitar el desarrollo del país. Esto hacía que, a pesar de ser un modelo
elitista, se implementaran políticas urbanas, educativas y sanitarias de
cierto alcance. No obstante, el accionar de esos Estados se guiaba por
el principio de que el crecimiento y el desarrollo eran productos deri-
vados del crecimiento de las fuerzas económicas concentradas. Para ese
razonamiento, el Estado no sólo no debía entorpecer esa concentración,
también tenía que alentarla, facilitarla y garantizarla.
Los de Cárdenas y Perón también eran gobiernos desarrollistas pero,
a diferencia de los anteriores, entendían que el desarrollo era impensable
sin la aplicación de políticas sociales y redistributivas. Postulaban, ade-
más, que el desarrollo debía ser armónico; una fuente más de la cohesión
social y no una estrategia de legitimación de modelos de dominación
política excluyentes.
En pocas palabras, los cambios sustantivos que implementaron Cár-
denas y Perón, respecto del Estado, tienen que ver con concepciones de
la sociedad muy diferentes de las de sus predecesores y con el papel que al
primero les atribuían, unos y otros, en la construcción de esa sociedad.

Quinto momento:
la dotación de sentido integral con la invocación nacional

La hipótesis central del presente trabajo es que el cardenismo y el pero-


nismo implicaron una profunda reconstitución de la nación en tanto
reconfiguraron sustantivamente a las comunidades políticas existentes,
en México y Argentina, respectivamente. En esa línea, he tratado de
demostrar que cuando esos fenómenos políticos surgieron, en uno y
otro país se vivía una intensa crisis de legitimidad de los modelos de

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 71

dominación política, situación que no determinó el surgimiento de dos


de los llamados populismos clásicos, pero que sí generó las condiciones
propicias para su producción, como así también de sus amplias posibi-
lidades de recepción.
En México, con el gobierno de Carranza, los sectores sociales que ha-
bían sido la fuerza propulsora de la Revolución no lograron más que
escasas y aisladas mejoras. Ese gobierno, en lugar de abocarse a la cons-
trucción de la sociedad mexicana sobre bases diferentes, sirvió para que
los sectores más poderosos —crecidos al amparo del Porfiriato— se
recuperaran. El de Obregón fue un gobierno que se sostuvo, por un
lado, en la ascendencia sobre los caudillos locales que emanaba de su
enorme prestigio militar y, por otro, en el contenido social de algunas
de sus medidas (cuya implementación se vio facilitada por la bonanza
económica que propiciaban los buenos precios del petróleo y de los
productos de la minería). Con Obregón, sobre todo en sus tres pri-
meros años de gobierno, los campesinos pudieron sentir, aunque sea
mínimamente, que el débil Estado revolucionario podía favorecerlos.
Los primeros años de la gestión de Calles fueron, para algunos his-
toriadores, el periodo en que por primera vez, después de la Revolu-
ción, se ensayó la implementación de un proyecto integral de país. Ese
proyecto, de bases e inspiración desarrollistas, se proponía reconstruir
el país impulsando la construcción de grandes obras de infraestructu-
ra, pero su marcha se detuvo, forzosamente, por la crisis y la recesión
económica de 1929. Al igual que sus predecesores, Calles al principio
impulsó la reforma agraria y el acuerdo con el sindicalismo de Morones
pero, también al igual que sus predecesores, esas políticas a favor de los
menos pudientes fueron abandonadas. Al final de su mandato y duran-
te el periodo denominado “Maximato”, abandonó también la predica
anti-imperialista, rechazó abiertamente las luchas obreras y propuso, no
sólo poner fin al reparto de tierras a campesinos, sino incluso retornar
algunas propiedades a sus antiguos dueños. Es de destacar, finalmente,
que en buena medida obligado por la situación que se había generado
por el asesinato de Obregón, Calles logró institucionalizar la sucesión

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72 ◆ Julio Aibar

presidencial por medio de la fundación del pnr, poniendo a esa organi-


zación por encima de los liderazgos locales. Sin embargo, la existencia
del Partido, lejos de contribuir a la ampliación de la legitimidad social del
ya desgastado gobierno, parecía ahondar más aún la brecha que lo separaba
de la sociedad. Anteriormente, la Revolución gozaba de una legitimi-
dad derivada del prestigio militar de sus caudillos, pero carecía de la
institucionalidad que le permitiera terminar con las luchas intestinas
y estabilizar los gobiernos. Con la creación del Partido se contaba con
la institucionalidad que permitía el recambio no traumático del pre-
sidente, pero se carecía de legitimidad social. Si anteriormente había
fracturas entre los diferentes caudillos de la Revolución, en los años de
dominio de Calles, esa fractura se estableció entre las jóvenes elites revo-
lucionarias y la sociedad.22
En la Argentina previa al surgimiento del peronismo, el proyecto
político conducido por la oligarquía agroexportadora logró ser hege-
mónico hasta los inicios de los años treinta. Esa hegemonía, basada
en la unidad ideológica de los sectores dominantes, redujo a las demás
corrientes políticas a su mínima expresión y estrechó el margen de ma-
niobra de las ideologías obreras, las que se refugiaron en las luchas de-
fensivas y en el reduccionismo de clase.
Desde el inicio de los años treinta, hasta 1943 —año en que se dio
el golpe de Estado que llevó a Perón a la Secretaría del Trabajo y Pre-
visión Social—, se experimentaron importantes trasformaciones en la
ideología dominante, producto de la crisis que fue acelerada por la Gran
Depresión; del inicio de un proceso de sustitución de importaciones
que introdujo nuevas divisiones en el seno de la oligarquía terrateniente;
del escaso margen que los gobiernos tenían para implementar políticas

22 Sería demasiado injusto imputar exclusivamente a Calles y su gobierno, ese distanciamiento con la
sociedad, ya que, independientemente de la valoración global que se pudiera hacer del desempeño
de los gobiernos revolucionarios que precedieron a Cárdenas y de la ausencia o presencia de pro-
yectos políticos más o menos integrales que los sustentaran, lo cierto es que ninguno había logrado
cumplir, ni siquiera aproximadamente, con la promesa de cambios concretos que habían movilizado
a los sectores más postergados a favor de la Revolución. Correlativamente, tampoco se había logrado

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 73

redistributivas; de la crisis de las ideologías obreras producto del aban-


dono de la lucha reivindicativa y del desmembramiento al que condujo
la instauración de un régimen político fraudulento que excluía a los
sectores medios del acceso al poder.
A partir de la situación antes reseñada, Cárdenas en México y Perón en
Argentina, comenzaron a rearmar el rompecabezas de la nación. ¿Cómo lo
hicieron? Aplicando las medidas analizadas en el apartado en el que iden-
tifiqué los diferentes momentos que involucró cada proceso y remitiendo
cada una de las acciones que se tomaban al plano de la cuestión nacional.
Cárdenas, por ejemplo, consideraba que la defensa del salario se con-
vertía “en una ingente causa nacional” (Córdova, 1980: 59). Pensaba
también que, para responder a esa cuestión, era imprescindible

Atender a la organización agraria, cooperativa y sindical del trabajador, prote-


giéndolo decididamente en sus intereses y necesidades, para que el desenvol-
vimiento de la economía nacional se efectúe bajo la dirección del Estado y, bajo
este control, se encause el juego de todas las fuerzas económicas, para seguir
orientándolas hacia la más completa solución de las necesidades nacionales
(Cárdenas, citado en Córdova, 1980: 52).

Sigal y Verón, por su lado, señalan que desde sus inicios, en el discurso
político de Perón, aparece sistemáticamente una referencia fundamental:
la unidad nacional. Esto, porque para el entonces secretario de Trabajo y
Previsión Social, todas las energías debían orientarse para resolver un pro-
blema que era “absolutamente básico: el de la nacionalidad” (Perón, citado
en Sigal y Verón, 2003: 48).

una integración de esos sectores a una comunidad política que, para ese entonces, parecía ser sólo una
más de las tantas promesas incumplidas.
Las reformas sociales —especialmente el reparto de tierras a los campesinos y las reivindicacio-
nes obreras—, sólo habían sido medidas parciales y oportunistas de líderes que buscaban apoyo
popular al inicio de sus gobiernos, pero que una vez que éste se conseguía, se saboteaban sis-
temáticamente. La llamada política de masas era una herramienta de dominación, pero no de
transformación social duradera.

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74 ◆ Julio Aibar

Para Perón, el de la nación era sin dudas el problema que había que
atender, pero ésta era también el principio de la solución. La nación era
el terreno común, en el que sujetos antagónicos, defensores de intereses y
demandas contrapuestos, podían inscribirse para cobrar nuevos sentidos
y hacerse convergentes.

No apoyamos al trabajador contra el capital sano —manifestaba el general—,


ni a los monopolios contra la clase trabajadora, sino que propiciamos solucio-
nes que beneficien por igual a los trabajadores, al comercio y a la industria,
porque nos interesa únicamente el bien de la Patria (15-10-44, Perón, 1998).

En pocas palabras: si Cárdenas y Perón pudieron desplegar exito-


samente todo ese proceso de subjetivación-politización descrito ante-
riormente, fue porque cada uno de sus momentos fueron remitidos a
un plano más general que los contenía y excedía al mismo tiempo. Ese
plano era el de la nación.
Fue la centralidad otorgada a ese invento moderno la que posibilitó,
en uno y otro caso, denunciar la ausencia de igualdad —entendida esta
última como reconocimiento mutuo de derechos y obligaciones—, sus-
tento del sentimiento de pertenencia a una comunidad políticamente
imaginada. La invocación, implícita y explícita, de la nación (ausente o da-
ñada), permitió una profunda redefinición del espacio político y social,
que consistió en reconocer un lugar central a los postergados en la nueva
comunidad. Esa invocación facilitó además la ruptura del pensamiento
trágico, la desnaturalización de la situación reinante y la identificación de
sus causantes como enemigos políticos, en tanto posibilitó la proyección
imaginaria de otra naturalidad ante la cual la dominación política exis-
tente se revelaba como arbitraria y contingente. Finalmente, los llamados
a la unificación y organización de las fuerzas sociales y su articulación
por medio del Estado, también cobraban sentido en tanto se inscribían
en una narrativa nacional. Así, por ejemplo, diferentes sujetos sociales, a
los que el marxismo consideraba dados y antagónicos por definición, en
el plano de la nación, podían ser estimados como fuerzas convergentes.

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 75

Componentes de un conjunto que, por la intervención del entramado


institucional del Estado, podía ser armónico y coherente.
Todo ese esfuerzo de elaboración, indica que los movimientos ini-
ciados por Cárdenas y Perón no fueron meras expresiones reactivas. Por
el contrario, ambos procesos implicaron una verdadera novedad y un
despliegue superlativo de la imaginación política.
Pero la novedad de esas propuestas no estaba en que ellas fueran las
primeras en reconocer a los trabajadores como sujetos de derecho, ni en
la inexistencia previa de otros proyectos de nación.23 Lo que marcaba la
diferencia fundamental, era la original articulación de ambas cuestiones y
el lugar que en la nueva comunidad políticamente imaginada ocupaban
los trabajadores y desposeídos, sectores que en forma conjunta consti-
tuían al Pueblo. A ello se refiere Lombardo Toledano cuando afirma que
Cárdenas, en sólo seis años, hizo más que todos sus antecesores en tanto
había “incorporado a grandes núcleos del pueblo en el pueblo”.24
Por eso, también, De Ípola y Portantiero, señalan que el primer pe-
ronismo constituyó una experiencia inédita, en la que

quizá por primera vez en la historia argentina, una organización, un régimen


y un jefe político se hacían cargo ‘seriamente’, por así decir, de la dimensión
nacional-popular de los actores y movimientos sociales. Esto es: reconocían en
sus derechos a las masas populares, les ofrecían canales efectivos de moviliza-
ción y participación, le acordaban […] un protagonismo sin precedentes hasta
entonces en la vida social y política del país”, dotando por primera vez de “un
principio de identidad a la entidad pueblo (De Ípola y Portantiero, 1981: 10).

23 En ese sentido, Ernesto López señala que en “Argentina se va a dar el enfrentamiento de dos proyectos
de nación, más o menos claramente prefigurados como tales. Agrega más adelante que “merced a la
restauración coercitiva de los años 30, la disputa por la nación se tensó en grado extremo. Tomó forma
explícita y contribuyó decididamente a la conformación de fuerzas políticas en pugna, dando lugar que la
contestación al orden oligárquico asumiera la forma de una alternatividad nacional” (López, 1983: 84).
24 “Cárdenas —señalaba Toledano— es el que más ha construido, el que más elementos ha puesto con
sus manos, con su cerebro y con su corazón en el edificio de la Patria unificada […] Él incorporó a los
indios, él incorporó a las grandes masas de peones en el pueblo, incorporó a los campesinos, incorporó
también a los sectores más preparados en los grandes intereses nacionales. Cárdenas —agregaba el

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76 ◆ Julio Aibar

La producción populista de la comunidad política:


lo nacional-popular, la representación y la institucionalidad

Como ya señalé, los populismos estudiados en este trabajo asumieron la


cuestión nacional, pero no son los únicos que, en todos los tiempos, asu-
mieron dicha cuestión. A lo largo de la historia hubo propuestas liberales,
republicanas y oligárquicas de construcción o reconfiguración nacional.
Tampoco la postulación del pueblo como sujeto central de esa re-
construcción es enteramente propia del populismo. Algunas iniciativas
liberales del siglo xix, por ejemplo, se guiaban por el principio de que la
nación era la forma de organización política natural de los pueblos. Por
eso, cuando reconocían o postulaban la existencia de una nación, daban
por sentado que había un pueblo que la había constituido.
La que sí puede ser considerada como una característica propia del
populismo, es la forma en que éste entiende al pueblo y el modo en que
concibe su relación con la nación.
Desde lo que ya es casi un lugar común de las críticas al populismo,
se señala que una de sus características regulares es la de tener una con-
cepción organicista de la sociedad y, por derivación, podemos agregar,
del pueblo. Para De Ípola y Portantiero, esa característica, entre otras,
hace que “ideológica y políticamente no hay(a) continuidad sino ruptura
entre populismo y socialismo”. Para esos autores,

el populismo constituye al pueblo como sujeto sobre la base de premisas organi-


cistas que lo reifican en el Estado y que niegan su despliegue pluralista, transfor-
mando en oposición frontal las diferencias que existen en su seno, escindiendo al
campo popular en base a la distinción entre ‘amigo’ y ‘enemigo’ (1981: 3).

dirigente sindical— ha unificado a los mexicanos dándoles una noción de lo que es justo, una noción
de lo que es equitativo, una noción de lo que es, en consecuencia, el fin principal que la Revolución
mexicana persigue. Este esfuerzo por unificar las conciencias vale acaso más que el esfuerzo, con ser
enorme, por incorporar al pueblo en el pueblo que produce, por incorporar a los desheredados, a los
que viven al margen de la civilización verdadera, de la justicia, en los destinos y esperanzas de la Na-
ción” (Lombardo Toledano, 1988: 214, 215).

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 77

Nelly Arenas, por su lado, sostiene que el organicismo es propio de


los populismos y que éste se manifiesta en su aspiración de hacer reali-
dad el mito de la “sociedad Una” o “comunidad total”, anhelo que condujo
a que esa forma política haya mantenido históricamente relaciones am-
biguas con la democracia (Arenas, 2007: 154).
Sin embargo, si estudiamos cuidadosamente a los populismos, pode-
mos advertir que el sueño de la sociedad Una, no parece ser más que una
manifestación que sirve para denunciar la exclusión de la que fue y es
objeto una de sus partes o sectores importantes de la comunidad. En la
práctica, los populistas elaboran las problemáticas nacionales en términos
de una dicotomización de lo social, la cual pasa a ser una condición cons-
titutiva de la identidad del pueblo. Así, como señalan Martucelli y Svampa,
el líder populista requiere para sobrevivir de la amenaza permanente de
un enemigo, ya que, si “el otro desaparece, la relación líder/pueblo corre
el riesgo de desagregarse, en la medida en que la pareja es dependiente de la
acechanza del enemigo”. Pero ese enemigo no puede ser un extraño abso-
luto, pues, en “los regímenes nacional-populares se impone el principio
del tercero incluido: los que están afuera, también están adentro; el ene-
migo está entre nosotros”. Pero, agregan esos autores, el populismo llega
sólo hasta ahí, ya que “el paso siguiente, la extirpación del miembro
gangrenado, es la zancada propia del terror revolucionario y, más tarde,
el zócalo ideal-represivo del totalitarismo [...] Pero el populismo es un
régimen de otro orden” (Martuccelli y Svampa, 2007: 216).
Además de esa “necesaria” cohabitación permanente con el enemigo y
de la cronificación del desgarro incurable que politiza al orden social, los
populistas reconocen otra fisura inscripta al interior mismo del pueblo.
Aunque fácilmente se puede constatar que los populismos han empleado
metáforas orgánicas, éstas jamás han tenido una connotación organicista
en un sentido fuerte y estricto. El organicismo supone una sociedad ple-
na, cerrada y de constitución autosuficiente. Los populistas, en cambio,
inscriben al pueblo en un doble registro que lo atraviesa y lo escinde
desde el inicio. Razón por la cual ese pueblo, origen, fundamento, sujeto
central y fin último de la nación, estará en una constante redefinición.

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78 ◆ Julio Aibar

Para los populistas el pueblo es, como ya se señaló, el sujeto fundante


y destino último de toda nación; pero es también sólo una parte de esa
nación: la parte desfavorecida que, en tanto tal, da cuenta de la ruptura de
la comunidad política. Esa tensión o doble acepción es propia, según
Agamben (2000), de toda noción de pueblo.
Por otro lado, en el discurso populista el pueblo aparece como lo eter-
no e inmutable, pero también como lo efímero y precario; lo que está
permanentemente acechado, lo que debe todo el tiempo recrearse y ac-
tualizar su potencia por medio de la movilización.
Finalmente, el pueblo también es concebido como lo dado, como
aquello que existe más allá de la política y los políticos, noción que con-
vive con otra que hace del pueblo un sujeto al que es necesario construir
y dotar de identidad.
Si el populismo se ubicara en uno de los polos de las dicotomías plan-
teadas, estaría atentando contra su propio proyecto político y su lógica
colapsaría. Si, por ejemplo, asumiera que el pueblo es la nación, que es
eterno e inmutable, su denuncia de desgarro interno no haría sentido,
como tampoco habría necesidad de un líder, ya que su lugar sería banal y
superfluo. Si, por el contrario, se ubicara en el otro polo de la dicotomía,
postulando un pueblo —como lo hicieron recurrentemente las propues-
tas elitistas y aristocráticas— que sólo se reconoce en la precariedad, el
daño y la incapacidad, se dificultaría su postulación como el origen, nú-
cleo fundante y destino de la nación.
El populismo, señala Laclau, construye un pueblo a partir de una
plebs que reivindica ser un populus (Laclau, 2005: 149), agrego aquí, sin
olvidar nunca que jamás deja de ser plebs. Como lo hiciera el Maquiavelo
interpretado por Althusser (2004), debe denunciar los efectos diluyentes
y corrosivos de la acción política de las elites irresponsables, al tiempo
que postula la existencia de un pueblo dotado de virtudes y capacidades
para construir una nación.
En pocas palabras, el populismo en un mismo gesto plantea: no hay
pueblo porque no lo dejaron ser y sí hay un pueblo al que tratan de
impedirle ser.

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 79

Es por eso —por ese estado de oscilación permanente y de imposibi-


lidad de llegar a una síntesis—, que los populismos, para poder sostener
la idea de pueblo, precisan de la dicotomización y de la radical politiza-
ción de lo social. Obviamente esa forma de reconstrucción de la comu-
nidad política es objeto de críticas, en tanto en ella habita la siguiente pa-
radoja: la propuesta de los populistas, de unificación de la comunidad,
se sustenta en la confrontación, con base en la distinción de amigos y
enemigos, lo cual implica introducir fracturas ineliminables en su seno
(De Ípola y Portantiero, 1981).
Esa observación es enteramente atendible y frecuentemente son los
propios populistas los primeros en pagar un enorme precio al sostener
tal distinción cuando llegan al gobierno. Sin embargo, cabe preguntarse:
¿sería eficaz el discurso populista si no introdujera la distinción amigo-
enemigo?, y, cuando se está ante un sistema político cerrado y excluyente,
¿es posible proponer una redefinición de la comunidad política, sin de-
nunciar el estado de la situación existente y sin identificar a los responsa-
bles de la misma?25
La presencia permanente e indisimulada de amigos y enemigos,
hace que, para la propuesta populista —que frecuentemente asume una
retórica antipolítica y organicista—, la comunidad sea siempre política,
esto es: imaginada, construida, contingente, incompleta y precaria. Ca-
racterísticas de la comunidad que revelan la “necesariedad” de la acción
política permanente y de la presencia de instancias que la encarnen, la
apoyen, le permita desplegarse y perdurar. Esas instancias fueron, para
los populismos estudiados en este trabajo, la organización, el líder, el
Estado y la nación.
La destacada presencia de la problemática de la comunidad en el dis-
curso populista y el modo en que éstos la elaboraron y se plantearon
resolverla, atrajo otra crítica de quienes consideran que esa expresión

25 Se podría preguntar también, si acaso un cierto liberalismo político contemporáneo, que tanto celebra la
diversidad y la diferencia, no lo hace sólo en tanto esa diversidad y diferencia son inscritas en un orden insti-
tucional dado, considerando a quienes no se ajustan a sus dictados y procesos enemigos de la democracia.

© Flacso México
80 ◆ Julio Aibar

política es una amenaza para la democracia. Esa apreciación se deriva


de los siguientes supuestos: 1) que los líderes populistas intentan por
todos los medios establecer relaciones directas con las masas, socavan-
do con ello el principio de la representación; y 2) que las instituciones
constituyen un estorbo para esas aspiraciones, por lo cual los populistas
sistemáticamente tratarán de destruirlas. Posteriormente, la crítica a los
populismos se radicalizó y el sentido común académico los caratuló de
enemigos de las instituciones a secas.
Examinaré la consistencia de dichos supuestos tratando de respon-
der a las siguientes preguntas: ¿Es la de los populistas una relación di-
recta con las masas que atenta contra el principio de la representación?,
¿se puede afirmar que todos los populismos son expresiones políticas
anti-institucionales?
A la luz del análisis realizado, se puede decir que el cardenismo y el
peronismo tuvieron siempre un doble carácter: nacieron siendo simultá-
neamente institucionales y contra-institucionales. Por un lado, es innega-
ble que, en el momento en que surgieron, manifestaron un enérgico re-
pudio a los poderes legislativo, judicial, ejecutivo y a los partidos. Éstos
fueron el blanco predilecto de la denuncia; ambos los identificaron como
los principales responsables de la disolución social y los señalaron como
el sostén de un sistema injusto y excluyente. Por otro, la trascendencia
y los efectos políticos y sociales que produjo el reconocimiento de los
derechos realizados por el cardenismo y el peronismo, se debieron, en
buena medida, a que esos derechos fueron afirmados, implementados y
garantizados desde espacios institucionales: Cárdenas era el candidato ofi-
cial, contaba con el respaldo estatal y con un programa (el Plan Sexenal)
aprobado por el Partido en el gobierno. Perón, por su lado, implementó
las primeras medidas gracias a las que obtuvo el reconocimiento de los
trabajadores, cuando ocupaba la titularidad de la Secretaría del Trabajo
y Previsión Social. Ambos impulsaron la organización e institucionaliza-
ción de los distintos sectores sociales y los dos pusieron a las institucio-
nes del Estado al servicio de la reconstrucción de la comunidad política.
La conjunción de esos factores, más el simultáneo cuestionamiento de

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 81

la naturalidad de un orden establecido a partir de la postulación de la


naturalidad de otro orden, me permiten afirmar que al menos esos dos
populismos fueron a la vez institucionales y contra-institucionales.
Si considerando lo anterior, no se puede afirmar que los populistas
son necesariamente anti-institucionales a secas, tampoco se puede de-
cir que se opongan a todas las instituciones de la democracia liberal
representativa. La relación que con esas instituciones establecieron
Cárdenas y Perón, por ejemplo, fue mucho más compleja. En algunos
casos, participaron de esas instituciones, al tiempo que las cuestiona-
ban y trataban de redefinirlas. En otros, las suprimieron, refundaron o
multiplicaron.26
Por ello esos populismos nunca fundaron su autoridad exclusiva-
mente en la legalidad institucional. Ocuparon los puestos instituciona-
les, pero su poder provenía también de otro lado: de la legitimidad que
emanaba de un pueblo que ejercía su potencia política en otros ámbitos
y del cual se consideraban parte.
Decía Perón, al momento de jurar como presidente de Argentina
ante la Asamblea Nacional, que su victoria electoral era un triunfo del
pueblo, y agregaba después:

El compromiso que acabo de contraer [...], se adentra en mi alma con el


mismo ímpetu con que lo hiciera mi decisión irrevocable de abrazar la causa
del pueblo —de ese pueblo que [...] sabe defender sus derechos y su honra
arriesgándose en la azarosa jornada del 17 de octubre como ofreciendo el alto
ejemplo de cultura cívica del 24 de febrero (Perón, 1998: 57).

Doble fuente de legitimidad: la de la calle y la de las urnas, la de la


lucha frontal y la de la competencia institucional. Por eso su elección
como presidente no lo hacía un simple representante del pueblo, él era

26 Cárdenas por ejemplo, fue parte del partido PNR pero después fundó el prm. Perón fue candidato del
Partido Laborista y después lo suprimió y fundó el Partido Justicialista. Ambos participaron de elecciones
limpias, ninguno de los dos suprimió el Congreso. Con Perón, además se instituyó el voto femenino.

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82 ◆ Julio Aibar

una parte indisociable de ese pueblo, era el pueblo mismo en el gobierno,


al mismo tiempo en que no lo era. Se trataba de un proceso de igualación
y de distinción: lo que igualaba era la sensibilidad, la condición compartida
de ser víctimas de un mismo agresor y la pertenencia a un mismo pro-
yecto político, cuyo fin último era la reconstrucción de la nación. Lo que
distinguía a ese pueblo con el líder era el papel que este último cumplía
en la constitución del primero.
La crítica liberal procedimentalista carece de sustento si se generaliza
a todos los populismos, pero es importante tenerla en cuenta porque
revela dos modos de entender las instituciones y la política. Para los dis-
cursos populistas estudiados, las instituciones son medios al servicio del
fin supremo, que es la nación. Para los procedimentalistas, en cambio,
las instituciones pasaron a ser el objeto último de la política. Si a los pri-
meros se les puede reprochar un cierto desdén hacia los procedimientos
—desdén que, vale la pena aclararlo, no es abandono—, a los últimos se
les puede criticar por reducir la política al puro diseño y aplicación de
reglas, sin permitir siquiera la pregunta ¿para qué debe servir la política?

Recuento final

Al inicio del capítulo propuse entender a los populismos como un pro-


yecto de reconfiguración de la comunidad política. La exploración de las
condiciones de producción y recepción de dos experiencias populistas
latinoamericanas, el cardenismo y el peronismo, permiten concluir que
dicha propuesta puede ser fructífera al momento de estudiar esas expre-
siones políticas.
El análisis de las estrategias y recursos empleados por Cárdenas y por
Perón, y la identificación de los momentos del reconocimiento, la con-
jura de la fatalidad, el llamado a la unidad y organización, la articulación
estatal y la referenciación nacional, dan cuenta, parcialmente, del modo
particular en que esas expresiones políticas se propusieron llevar adelante
la empresa nacional y de que su éxito se debió a que pudieron “demos-

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Cardenismo y peronismo. La comunidad políticamente imaginada ◆ 83

trar”, a través de todos esos momentos, no sólo que las demandas sociales
podían ser satisfechas, sino que de esa satisfacción dependía la comuni-
dad política.
A partir de dicho análisis, se puede también detectar diferencias sus-
tantivas con otros proyectos de nación y con fenómenos políticos más
recientes, a los que también se los identifica bajo el rótulo de populistas.
En estudios posteriores, se podría indagar, por ejemplo, si los denomina-
dos neopopulismos de los años noventa y los populismos contemporá-
neos comparten con las expresiones clásicas, las mismas concepciones de
comunidad política, sociedad y el papel que debe tener el Estado.
Cabe además señalar, en contra de esa persistente crítica que conci-
be a los populismos como una forma arcaica, reactiva, antipolítica y
antidemocrática, que el estudio de los casos presentados indica que esas
expresiones pueden ser: 1) enteramente modernas y modernizantes;
2) reacciones a un estado de cosas dado, pero también atrevidos ejerci-
cios de imaginación; 3) manifestaciones profundamente políticas, en
tanto produjeron una sustantiva resubjetivación por medio del recono-
cimiento de derechos y la activación de demandas, la dicotomización
del espacio social y su codificación en la lógica de amigos y enemigos, la
organización y constitución de nuevos sujetos políticos, la articulación
de los mismos con el andamiaje institucional del Estado, y la referencia
a una instancia nacional; y 4) democráticas, no sólo porque incorpora-
ron a la arena política y al espacio social a sectores que estaban exclui-
dos, sino porque esa incorporación significó una total alteración de los
sistemas de dominación existentes, sustentados por la exclusión.
Finalmente el análisis de los populismos clásicos contradice lo que ya
es parte del sentido común académico: el carácter anti-institucional de
los mismos. Parece ser que los populismos clásicos nacieron instituciona-
les y anti-institucionales a la vez.
Para entender mejor a los populismos, quizá sea más adecuado tener
en cuenta que la suya fue una propuesta que consistió en desnaturalizar
y alterar los órdenes y sistemas de dominación existentes, por medio de
la postulación de otra naturalidad y otros órdenes posibles. Así, los

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84 ◆ Julio Aibar

populismos han demostrado una enorme capacidad para conjuntar ima-


ginariamente a dos momentos inconmensurables que Rancière (1996)
llama la policía y la igualdad. Probablemente esa sea una de las razones
de su éxito, pero también de su mayor debilidad. ◆

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Referencias

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La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo)1
Pedro Salazar Ugarte

Problemas de abordaje

El mapa de la democracia en Latinoamérica tiene tonalidades diversas:


países, pocos, en los que el sistema democrático de gobierno mantiene
su luminosidad constante; otros, la mayoría, en los que el foco de la
democracia parpadea intermitente o languidece de manera paulatina; y
otros más, escasos pero significativos, en los que la forma democrática
de gobierno se apagó completamente o nunca ha llegado a encenderse.
De ahí que sea difícil brindar una reflexión general —que pretenda
ofrecer un mínimo de rigor y de consistencia— sobre un tema como
“ciudadanía y democracia en España y Latinoamérica”.
Lo mismo vale para el tema de “cultura democrática y educación
cívica” porque cualquier intento por diagnosticar el estado de la “cultu-
ra democrática” en la región correrá el riesgo de quedar atrapado en la
esterilidad de los lugares comunes. Ello, al menos, por dos razones: a] la
diversidad —histórico, sociológica, demográfica, etc.— entre los países

1 Una primera versión preliminar e incompleta de este trabajo fue discutida en febrero de 2008 en el
marco del Seminario Thomas Hobbes. Agradezco a Pablo Larrañaga, Jorge Cerdio, Francisco Torto-
lero, Alejandro Madrazo, Jaime Rivero, Paula Vázquez Sánchez, Selene Cruz, Daniel Vázquez, Ciro
Murayama, Juan Antonio Cruz, Catalina Pérez Correa, Alejandra Betanzo por sus comentarios, críti-
cas y sugerencias. Asimismo agradezco a Pamela Padilla, Selene Cruz y Paula Vázquez Sánchez por
el apoyo en el trabajo de investigación. A Luis Eduardo Garzón le agradezco las sugerencias biblio-
gráficas y los muchos libros en préstamo. El trabajo fue presentado en las Jornadas los “Encuentros
de Canarias. Ciudadanía y Democracia en España y Latinoamérica. Democracia y Cultura Política”
organizados por la Fundación canaria Mapfre-Guanarteme del 10 al 14 de marzo de 2008 en Las
Palmas de Gran Canaria, España.

[87]

© Flacso México
88 ◆ Pedro Salazar Ugarte

que integran a Latinoamérica es muy grande2 y; b] de hecho, la diversi-


dad cultural —incluso restringiendo el concepto al ámbito de la “cultura
política”— es muy rica, en el interior de cada uno de los países. De ahí
que resulte casi imposible abarcar en una sola reflexión el tema de la
(in)cultura democrática en los países latinoamericanos.
Esta dificultad para abordar temas tan amplios como los señala-
dos, incita a la tentación de la salida fácil: por ejemplo, podría limi-
tarme a recuperar, para exponer de manera ordenada, los datos de las
diferentes encuestas que miden el estado de la democracia en la región.
Para los que no conocen estos ejercicios estadísticos la maniobra po-
dría resultar entretenida. Se enterarían, por ejemplo, de que “ni las
elecciones ni cuatro años de (relativa) bonanza económica han logrado
cambiar sustancialmente las actitudes hacia el autoritarismo (en Lati-
noamérica) que han fluctuado en doce años entre un mínimo de 15%
en 2002, 2004 y 2005, y un máximo de 19% en 2001”. En sentido
contrario, también sabrían que en 2007 el 54% de los latinoamerica-
nos manifestó su apoyo a la democracia.3 Y, sin embargo, en algunos
países específicos, como Chile, “el apoyo a la democracia ha bajado
10 puntos a la vez que aumenta la cantidad de personas que prefieren

2 Si tomamos en cuenta los países que acuden a las “Cumbres Iberoamericanas”, tenemos que los Esta-
dos que integran la región son: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador,
El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Perú, Paraguay, República Dominicana,
Uruguay, Venezuela y tres de la Península Ibérica —Andorra, España y Portugal—. Por lo que hace a
la diversidad, por ejemplo, tenemos que tal como se señala en la edición del Latinobarómetro 2007,
“América Latina tiene una compleja composición de su población, ya que sólo en tres países hay una
proporción muy significativa de la población que declara tener como lengua materna una lengua au-
tóctona: Bolivia con un 34%, Guatemala con un 20% y Paraguay con un 31%. Luego hay dos países
con una pequeña población, México de 4%, y en Perú con el 9% de personas que declaran tener como
lengua materna una lengua autóctona. En el total de la región es un 6%. Lo que más pesa son aquellos
países donde las personas declaran ser ‘mestizos’: 80% de Ecuador, 71% de Perú, 70% de El Salvador, y
cinco países entre el 50% y 60% (Bolivia, Nicaragua, Panamá, Honduras y México). En total en 87 países,
la gran parte de la población declara ser mestiza, de tal manera que al declarar conflicto entre distintas
razas no se refieren a una etnia autóctona sino a los mestizos”. Cfr. www.latinobarometro.org.
3 Todos los datos son del Latinobarómetro. Ahí podemos observar que el “apoyo a la democracia en Amé-
rica Latina ha fluctuado entre el 58% en el año 1995, 63% en 1997, 48% en el 2001, para alcanzar
un 54% en el año 2007”. De hecho, en algunos países el apoyo a esta forma de gobierno ha venido

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La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 89

el autoritarismo”. Los datos son interesantes pero pueden ser consul-


tados directamente por cualquiera y además, dejan de lado cuestiones
relevantes: por ejemplo, no nos permiten saber qué entienden por
democracia o por autoritarismo los encuestados. Y, como sabemos
los que estudiamos estos temas, esa no es una cuestión menor. Así
que, en aras de un mínimo rigor, conviene descartar esta estrategia de
abordaje a nuestro tema.
Todavía queda abierta la ruta de la reiteración de lo sabido: la cul-
tura democrática en la región (y la democracia misma) son víctimas
de la desigualdad, la pobreza y la exclusión social que caracterizan a
nuestras sociedades. De ahí que la ciudadanía sea de baja intensidad,
el capital social brille por su ausencia y la —tan de moda— cohesión
social,4 sea más bien escasa. Podríamos rematar la reflexión reclaman-
do políticas sociales de largo plazo, mejores canales de participación
ciudadana, mayor educación cívica en las escuelas y —ya que estamos
en vena de repeticiones— mejor distribución de la riqueza. “Empo-
derar a los pobres para consolidar a la democracia” podría ser el eslo-
gan que corone la idea. El problema es que en las últimas décadas, no
sin razón, muchos estudiosos comprometidos con la democratización
—Guillermo O’Donnell, Ernesto Garzón Valdés, Daniel Zovatto,
Amartya Sen, Jorge Carpizo, Diego Valadés, José Woldenberg, Carlos
Malamud, Ruth Cardoso, Dieter Nohlen— han dedicado su inteli-
gencia a ofrecer un diagnóstico en este sentido y a señalar los expe-
dientes pendientes (sobre todo en materia de control del poder).5 Sus
tesis principales, de hecho, han sido recogidas en múltiples documentos

aumentando (Ecuador, Nicaragua, El Salvador, principalmente). Sin embargo, en otros la vocación de-
mocrática ha caído de manera preocupante (México, Argentina y Chile son ejemplos emblemáticos). En
2007 la confianza en los partidos en la región latinoamericana es sólo del 20%.
4 Este concepto, relativamente reciente en la jerga sociológica y politológica contemporánea reúne dos
elementos ausentes en nuestras sociedades: la inclusión y el sentido de pertenencia. En el contexto
latinoamericano la cohesión social, se nos dice, pasa necesariamente por la superación de la desigualdad.
5 Cfr., entre otros, D. Valadés, El control del Poder, México, Porrúa, 2006; J. Carpizo, Concepto de
democracia y sistema de gobierno en América Latina, México, IIJ/unam, 2007.

© Flacso México
90 ◆ Pedro Salazar Ugarte

de organismos y organizaciones internacionales preocupadas por el


estado de la democracia en la región.6
A la luz de estas primeras reflexiones podemos avanzar una prema-
tura pero atinada: a pesar de que la mayoría de los países iberoamerica-
nos han transitado hacia la democracia en las últimas décadas, los reza-
gos estructurales —económicos, sociales y culturales— han impedido
la consolidación de una “democracia de calidad” —un concepto muy
ambiguo— por lo que las regresiones o mutaciones hacia viejas o nuevas
formas de autocracias y/o autoritarismos siempre es posible.
Así las cosas, el margen para la reflexión original es muy estrecho.
No obstante, todavía quedan algunos miradores relativamente origina-
les y potencialmente fructíferos. Uno de ellos consiste en preguntarnos
si las elites latinoamericanas (me referiré en particular al caso mexica-
no) están comprometidas con la superación de los rezagos que impiden
la consolidación de la democracia en los países de la región. O, desde
otro punto de vista, si las elites son conscientes de las implicancias que
conlleva apuntalar las instituciones democrático-constitucionales en
sus países y si están dispuestas a actuar en consecuencia.
Mi hipótesis es que las elites latinoamericanas en general y las mexi-
canas en particular están lejos de mostrar un compromiso con la con-
solidación de las instituciones de la democracia constitucional.7 Las
más de las veces, los hombres y mujeres influyentes en mi país piden

6 Los interesados pueden consultar las páginas electrónicas del Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo (pnud), del Banco Interamericano de Desarrollo, del Banco Mundial, del “Foro de Biarritz”,
de idea Internacional, de la Agencia Española de Cooperación Internacional, de la Comisión Econó-
mica para América Latina y el Caribe (cepal), por mencionar algunas.
7 El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (pnud) reporta los resultados de una “ronda de
consultas con líderes de América Latina, 2002” en la que fueron entrevistados 231 personajes de la
elite de la región. Llama la atención que ante la pregunta de cuáles son los “problemas a enfrentar para
fortalecer la democracia” en la región, las opciones “combatir la inequidad” y las “políticas sociales”
quedaran en 4º y 5º lugar, respectivamente, de un listado de nueve opciones (incluyendo la alternativa
“otros”). Los líderes ubicaban en la crisis de legitimidad de los partidos políticos y la influencia de los
poderes fácticos (las “familias con ciertos apellidos”) algunos de los desafíos más difíciles de encarar.
Documento del pnud, “Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos”, 2002.

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La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 91

liderazgos fuertes, golpean permanentemente a los partidos políticos,


se mofan de los órganos representativos, desconocen la pluralidad, des-
precian los equilibrios y los acuerdos logrados bajo la lógica del com-
promiso democrático, ignoran el sentido de la rigidez constitucional y
desafían las resoluciones de las Cortes Constitucionales.
Una reflexión en ese sentido exige aclarar algunos conceptos y ofrecer
algunas premisas teóricas. A colmar ese objetivo están dedicados los pri-
meros apartados de este ensayo. Lo primero que necesitamos saber es qué
es la democracia moderna, porque esa es la noción básica que sirve como
criterio para valorar lo que se ha logrado avanzar en la región (y lo que
puede perderse). Acto seguido será útil identificar un modelo mínimo
de esta forma de gobierno —producto de las teorías realistas de matriz
económica— porque se trata de la caracterización que mejor da cuenta
del tipo de democracia que actualmente existe en la región latinoameri-
cana y del prototipo democrático que promueve una parte de la elite de
nuestros países. En el extremo opuesto se ofrece una somera reconstruc-
ción de los elementos característicos del fenómeno que se conoce como
“neopopulismo (latinoamericano)” y que, en los hechos, se está impo-
niendo como la opción alternativa al modelo mínimo de la democracia
que trajo consigo la “tercera ola” de transiciones y que se ha convertido
en la opción que promueve otra parte de la elite en la región. Finalmente,
como alternativa ideal a esas opciones se ofrecerá una caracterización de
un modelo de la democracia robusto —no necesariamente sustantivo—
que se conoce como “democrático constitucional” y que combina, en una
articulación compleja, elementos del constitucionalismo de matriz liberal
con las instituciones de la democracia moderna.
Esas premisas teóricas nos servirán de parámetro para valorar la cultu-
ra cívica de las elites mexicanas. En particular, por ser el modelo que con-
sidero deseable para lograr una verdadera emancipación política y social de
las personas en nuestro continente, utilizaré las instituciones y premisas
normativas que dan forma y sustento a la democracia constitucional para
evidenciar cuán lejos están las elites de mi país de mostrar compromiso
alguno con esa forma de organización política.

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92 ◆ Pedro Salazar Ugarte

El problema de la definición: ¿qué es la democracia moderna?

Conviene retomar una vieja discusión —que encierra muchas confu-


siones—, ineludible cuando reflexionamos sobre estos temas: ¿qué es
la democracia moderna? Una y otra vez el tema reaparece en las mesas de
debate —político académico, mediático— y conduce por caminos tan
diversos que, al final, la noción pierde todo significado, se convierte
en un término vacío. Y ello sin reparar en los múltiples adjetivos que el
pensamiento político contemporáneo le ha endosado a lo largo de las
últimas décadas: sustantiva, procedimental, deliberativa, participativa,
popular, elitista, etc. El problema es que, como bien lo ha señalado
Andrea Greppi, “Mientras no aclaremos en qué consiste y para qué
puede servir hoy la democracia, poco podremos hacer para orientar
las transformaciones que están en curso, los procesos degenerativos que
llevan a las democracias reales a convertirse en democracias aparentes”
(Greppi, 2006: 10). Coincido con él en que “no hay salida a la degrada-
ción y desestructuración progresiva de las democracias contemporá-
neas que no pase por la clarificación del concepto mismo de demo-
cracia” (Greppi, 2006: 19).
Ello no se debe a una exquisitez académica ni a una obsesión analítica
por la precisión conceptual, sino a que la clarificación es indispensable
para desenmascarar confusiones y así enfrentar a los enemigos de la de-
mocracia que —incluso involuntariamente— adelgazando o inflando al
concepto lo malean a la medida de sus convicciones o de sus necesidades
ideológicas. Es así como, según Putin y algunos distraídos, Rusia es una
Democracia; y, para Castro, Cuba lo ha sido desde que él llegó al poder
y a pesar de que se haya quedado en el mismo durante casi medio siglo.
No digo nada nuevo al afirmar que la fuerza legitimadora del concepto
ha sido su peor enemiga.
Sorprende cuánto cuesta entender que la democracia moderna sólo
puede funcionar a través de instituciones y procedimientos. Y que ello no
quiere decir que la democracia moderna se agote en las reglas: también se
refiere a ciertos valores y conductas. De lo contrario carecería de sentido

Derechos reservados
La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 93

hablar de precondiciones y condiciones —económicas, sociales, culturales,


comunicativas— “para la buena práctica democrática” (Greppi, 2006:
175). De hecho, la calidad de esa práctica dependerá de muchos fac-
tores ajenos a las reglas, instituciones y procedimientos democráticos,
pero son estos últimos, y no aquéllos, los que constituyen la democra-
cia moderna. Isaiah Berlin, a propósito de la libertad, afirmaba que
“cada cosa es lo que es: la libertad es libertad y no igualdad ni equidad
ni justicia ni cultura ni felicidad de los hombres ni conciencia tranquila”
(Berlin, 1998). Lo mismo vale para la democracia: dado que cada cosa
es lo que es, la democracia no es ni libertad, ni legalidad, ni justicia, ni
equidad social;8 es una forma de gobierno que tiene diversos grados de
relación con esos conceptos pero que es analíticamente diferente de ellos.
Aun cuando entre la democracia moderna y otros conceptos existen
relaciones —incluso de tipo lógico— no debe llevarnos a confundirlos.
Si no se distingue a la democracia de esos conceptos afines (que incluso
pueden constituir sus precondiciones) resulta imposible analizar la re-
lación que existe entre éstos y aquélla.9
Por ello precisamos de una noción que nos diga en positivo qué
es la democracia: debemos identificar las condiciones mínimas, nece-
sarias y suficientes, para poder determinar la (in)existencia de esta forma
de gobierno en una realidad político-social determinada y para poder
distinguir, en el plano teórico, las diferentes teorías de la democracia
y, en el práctico, la calidad de las prácticas democráticas en una(s)
sociedad(es) determinada(s). Toda discusión racional y razonable
exige que los interlocutores doten a los conceptos de un significado
común. De lo contrario la discusión se torna semántica y aparente:
usamos las mismas palabras para referirnos a cosas distintas en las que
se mezcla lo que sabemos con lo que queremos y el resultado es un
diálogo de sordos.

8 En este mismo sentido, cfr. A. Pintore, I diritti della democracia, Roma-Bari, Laterza, 2003.
9 En este sentido, cfr. S. Huntington, “The Modest Meaning of Democracy”, en R. A. Pastor [ed.],
Democracy in the Americas. Stopping the Pendulum, Nueva York, Holmes & Meier, 1989, pp. 11-28.

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94 ◆ Pedro Salazar Ugarte

Con buenas razones muchos estudiosos han visto en la caracteriza-


ción de la poliarquía que propuso Robert Dahl en 1956 la mejor síntesis
de una noción mínima y procedimental de la democracia. En lo personal
prefiero la definición propuesta por Norberto Bobbio en 1984 en su
conocido ensayo Il Futuro della democrazia porque identifica analítica-
mente con mayor claridad los elementos mínimos necesarios para hablar
específicamente de un sistema democrático.10 No me detengo a exponer
una teoría que es ampliamente conocida y cuya virtud reside en limitarse
a describir los procedimientos indispensables sin los cuales una demo-
cracia moderna sería inexistente. Reconocer que sin esos procedimientos
(reglas e instituciones) la democracia no existe no implica sostener que
la democracia sea solamente eso. De ahí que sea posible la coexistencia de
diferentes teorías sobre la democracia y modelos de esta forma de gobier-
no, pero dichas teorías y modelos sólo pueden compararse si comparten
un núcleo de significado. Digámoslo así: esas teorías y modelos asumen
como propios un conjunto de elementos mínimos necesarios —ciertas
reglas, instituciones y procedimientos— que les permite colocarse de un
lado de la frontera que separa a la democracia moderna de las muchas y
variopintas formas de autocracias, viejas y nuevas.
Es así como una caracterización mínima —que no pobre— de la de-
mocracia confirma su utilidad. Aceptarla nos permite identificar cuáles

10 Creo que las garantías institucionales que Dahl propone son fundamentales para toda democracia,
sin embargo, constituyen el corazón de un Estado liberal; en cambio la caracterización de Bobbio
centra su atención específicamente en el sistema democrático. Para Bobbio la democracia evoca el
principio de autogobierno y se refiere, primordialmente, al conjunto de reglas que nos dicen quién está
autorizado para decidir y cómo (bajo cuáles procedimientos) debe hacerlo. Es decir, la democracia es,
simplemente, “un conjunto de reglas de procedimiento para la formación de decisiones colectivas”.
Estos procedimientos son los siguientes: a] todos los ciudadanos mayores de edad sin distinciones
deben gozar de derechos políticos; b] el voto de los ciudadanos debe tener un peso igual; c] todos
los titulares de derechos políticos deben ser libres de votar siguiendo a sus propias opiniones; d) los
ciudadanos también deben ser libres en el sentido de que deben estar en condiciones de escoger entre
soluciones diferentes, es decir entre partidos que tengan programas distintos y alternativos; e] tanto
para la elección como para las decisiones colectivas, debe valer la regla de mayoría numérica; f] ninguna
decisión adoptada por mayoría debe limitar los derechos de la minoría, en particular el derecho de
convertirse a su vez en mayoría en igualdad de condiciones.

Derechos reservados
La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 95

teorías y cuáles realidades históricas —a pesar de sus múltiples diferen-


cias— son democráticas y cuáles no. Y ello es fundamental para tener un
debate racional y constructivo. Sólo de esta forma, por ejemplo, podre-
mos decir que aquellas teorías o proyectos políticos que: a] rechazan la
división de poderes y/o; b] ignoran la igualdad y la autonomía política de
los ciudadanos y/o; c] inhiben la deliberación libre y razonada y/o; d] pres-
cinden de los partidos políticos (entiéndase aquí plurales y competitivos)
y/o; e] rechazan a las asambleas representativas y/o; f) niegan la libertad
de los ciudadanos para elegir libremente entre opciones alternativas y/o;
g] ignoran el veredicto del principio de mayoría y/o; h] vulneran los dere-
chos de la minoría (en particular su derecho a convertirse en igualdad de
condiciones en mayoría), no son democráticos.
Pero dentro de las teorías y modelos políticos que sí son democrá-
ticos —porque reconocen ese núcleo mínimo de elementos, de reglas
e instituciones reconocidas como indispensables— podemos identificar
diferencias y adoptar posiciones. Sólo así, dicho sea de paso, en el plano
empírico, podremos valorar —con diferentes lupas— la calidad de las
democracias existentes.

Una concepción mínima, realista y elitista de la democracia

En el plano teórico es posible identificar diversas concepciones de la de-


mocracia que podemos clasificar, comparar y valorar con criterios distintos.
Y las diferencias entre ellas —a pesar de ser todas teorías de la democra-
cia— pueden llegar a ser muy significativas. La distancia, por ejemplo,
entre las concepciones deliberativas (que, en realidad, son un conjunto de
teorías dentro de las cuales también existen diferencias) y las concepciones
elitistas son tales que, si no compartieran los elementos mínimos a los que
ya he hecho referencia, se trataría de dos formas de gobierno distintas.11
Pero mi intención no es hacer una exploración analítica y teórica de las

11 Sobre la teoría deliberativa de la democracia y su comparación con otras concepciones (como la de

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96 ◆ Pedro Salazar Ugarte

diferentes teorías de la democracia, lo que quiero es, simplemente, eviden-


ciar la complejidad del tema y advertir el peligro de las simplificaciones.12
Con esa finalidad llamo a causa otra clasificación de teorías de la demo-
cracia, más conocida y —en apariencia— más simple: la que distingue a la
democracia formal o procedimental, por un lado, y a la democracia social
o sustantiva, por el otro. Y lo hago con la finalidad de centrar mi atención
solamente en el primer conjunto de teorías: el que encierra la llamada “de-
mocracia procedimental”. Lo que me propongo, primero, es reconstruir
las coordenadas de una teoría mínima, elitista de la democracia liberal y,
después, mostrar que existen otras concepciones también procedimentales
de la democracia que guardan una distancia considerable con la misma.
La teoría que suele tomarse como punto de partida para ofrecer una
reconstrucción de la democracia mínima y elitista es la de Joseph Schum-
peter. Se trata de un autor que observa a la democracia realmente exis-
tente con la perspectiva de la teoría económica y que, sin pretensiones
prescriptivas, ofrece una noción de la democracia moderna que ha teni-
do mucha influencia en el desarrollo de la ciencia política contemporá-
nea.13 Para esta noción realista de la democracia, los ciudadanos tienen
un rol secundario y quedan reducidos a simples espectadores del juego
político que delegan mediante su voto la tarea de decidir y mandar a los

mercado o elitista, la pluralista y la agonista), recomiendo el libro: J. L. Martí, La república deliberativa.


Una teoría de la democracia, Madrid, Marcial Pons, 2006, en part., pp. 65-72.
12 Por ejemplo la simplificación —que conlleva muchas confusiones y conduce a múltiples imprecisiones—
que mete en el mismo saco —el de la llamada “Democracia Liberal Procedimental (DLP)”— sin
reparar en las profundas diferencias que las distinguen, teorías como las de Norberto Bobbio y Hans
Kelsen con la teoría de Joseph Schumpeter. Sobre las notas características de un sistema democrático,
cfr., entre otros, M. Bovero, Contro il governo dei peggior: una grammatica della democrazia, Roma-
Bari, Laterza, 2000. Sobre democracia procedimental y populismo, cfr., D. Vázquez, “La Democracia,
el Populismo y los recursos políticos del mercado: déficits democráticos y neopopulismos” en J. Aibar,
Vox populi. Populismo y democracia en Latinoamérica, México, Flacso, 2007; “La democracia liberal
procedimental y los movimientos sociales: algunos temas pendientes en la democracia mexicana
luego del conflicto en Oaxaca” publicado en este libro.
13 Como es bien sabido se trata de una adaptación de la teoría de las elites de Mosca y de Pareto a una
concepción, sumamente adelgazada, de la democracia que se inspira en su situación real en las socie-
dades contemporáneas. La teoría de Schumpeter es precursora de lo que, no sin cierta arbitrariedad,
podemos llamar ‘escuela del public choice’ y que, desde hace algunas décadas, domina la ciencia

Derechos reservados
La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 97

gobernantes de turno.14 Se trata de un modelo inspirado en la realidad


política inglesa y norteamericana de su tiempo que se inclina por el presi-
dencialismo y por sistemas electorales de tipo mayoritario. Su elitismo es
declarado: “al entrar en el ámbito de la política, el ciudadano medio des-
ciende a un escalón inferior de rendimiento mental. Razona y analiza de
una forma que le parecería infantil si se tratara de la esfera de sus intereses
concretos; su modo de razonar se convierte en asociativo y afectivo”
(Schumpeter, 1977: 250). Por ello, en realidad, “el método democrático
es el arreglo institucional para alcanzar decisiones políticas, a partir del
cual algunos individuos obtienen el poder de decidir mediante una lucha
competitiva por el voto popular” (Schumpeter, 1977: 257). Lo que cuen-
ta es la elección del líder (del ‘decisor’) y no la participación ciudadana
en la adopción de las decisiones: “los votantes deben respetar la división
del trabajo entre ellos y los políticos a quienes han elegido [...] deben com-
prender que, una vez que han elegido a alguien, la acción política ya no
es cosa de ellos sino de este último” (Schumpeter, 1977: 256).
Algunos autores que han desarrollado esta línea de pensamiento in-
cluso ven con buenos ojos la apatía ciudadana,15 la política es una acti-
vidad difícil (y, para muchos, desagradable) en la que no todos pueden,
quieren o deben participar. No es difícil adivinar que el éxito principal
de estas teorías radica en su realismo (“la democracia no es lo que dicen
los teóricos sino lo que la realidad nos muestra”) y su capacidad para
explicar sin prescribir lo que acontece.
Este modelo democrático, ciertamente, recoge todas las instituciones
y procedimientos que he identificado como “mínimos necesarios” para

política norteamericana, cfr., entre otros, A. Przeworski, Capitalism and Social Democracy, Cambrid-
ge, Cambridge University Press, 1985; S. Huntington, La Tercera Ola: la democratización a finales
del Siglo XX, Barcelona, Paidós, 1998; G. Di Palma, To Craft Democracies. An Essay on Democratic
Transitions, Berkeley, University of California Press, 1990.
14 En su teoría, de hecho, las elecciones son casi un ritual que sirve solamente para legitimar a las eli-
tes gobernantes de turno.
15 Cfr. W. H. Morris-Jones, “In defense of Apathy: Some Doubts on the Duty to Vote”, en Political
Studies, núm. 2, 1954, pp. 33-37. Una discusión a partir de este texto se encuentra en: A. Birch, The
Concepts and Theories of Modern Democracy, Londres-Nueva York, Routledge, 1993, pp. 80 y ss.

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98 ◆ Pedro Salazar Ugarte

la existencia de una democracia moderna pero, como hemos visto, no va


más lejos. Ahí reside su debilidad más importante: por esa ruta pode-
mos cruzar, sin percatarnos, el puente que separa a la democracia de la
autocracia y terminar confundiendo ésta con aquélla. Llevada al extremo,
esta noción puede derivar en lo que algunos autores han llamado las “au-
tocracias electivas”. Es decir, presidencialismos fuertes, democráticamente
electos, pero que ejercen el poder de manera autocrática y más o menos
discrecional. Se trata de una forma de organización política que ven con
ojos favorables algunas de las elites latinoamericanas (quizá debido a que,
de manera realista y simplista, es lo que pueden apreciar del modelo ame-
ricano) y que suele acompañarse con modelos económicos neoliberales.

Una concepción también procedimental


de la democracia pero más exigente: la democracia constitucional

Al igual que Schumpeter, otros autores como Kelsen y Bobbio —ya no


desde una perspectiva económica sino jurídica y política, respectiva-
mente— son teóricos de la democracia mínima o procedimental pero
en una versión —permítaseme el desliz— sustantivamente diferente de
la schumpeteriana. Estos autores eran promotores del parlamentarismo y
estaban convencidos del valor de la deliberación, del diálogo, de la nego-
ciación y del compromiso entre liderazgos plurales representados en ór-
ganos colegiados. Su concepción de la democracia no era compatible con
un ciudadano apático y desinteresado que delegaba la responsabilidad de
tomar las decisiones al gobernante de turno. De hecho, ambos teóricos
veían a la representación como un mal necesario: un límite necesario al
principio de autonomía política.16 Para esta concepción procedimental de
la democracia —que también tuvo influencia, después, sobre todo en el

16 Ambos eran defensores del sistema electoral proporcional y sostenían que la calidad de la democracia
dependería de un compromiso ciudadano participante en la adopción de las decisiones colectivas. Por lo
que hace a la importancia de la participación ciudadana en la democracia, conviene recordar a Bobbio:

Derechos reservados
La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 99

ámbito de la teoría política— la participación ciudadana era importante y


no se agotaba en el acto electoral: siguiendo la tradición de la democracia
que conoció Tocqueville en “América”, una democracia estable necesita
ciudadanos organizados en asociaciones, comprometidos en actividades
colectivas de diversa naturaleza. Hoy diríamos que una buena democracia
requiere de sociedades con un alto “capital social”.17 Por ello, para los pro-
motores de esta concepción de la democracia procedimental, para decirlo
con Andrea Greppi: “los elitistas se equivocaron porque no tuvieron en
cuenta que la práctica de la democracia no puede quedar reducida a sim-
ple competición por afán de prestigio, de poder o de dinero; y porque no
acertaron a desprenderse de la idea esquemática de un ciudadano cínico y
egoísta” (Greppi, 2006: 13).18
Las teorías de Kelsen y de Bobbio son precursoras directas del modelo
de la democracia constitucional que, después de la segunda guerra mun-
dial, cobró fuerza como paradigma de organización política ideal —y, en
algunos países, real— en Occidente.19 Este modelo de organización po-
lítica persigue dos objetivos analíticamente distintos: limitar al poder po-
lítico y distribuirlo entre los ciudadanos con base en una garantía efectiva

“En otras palabras cuando se quiere conocer si ha tenido lugar un desarrollo democrático en un país
determinado se debería examinar si ha aumentado, no el número de los que tienen derecho a participar
en las decisiones que les afectan, sino los espacios en los que pueden ejercer dicho derecho” N. Bobbio,
Il Futuro della democrazia, Torino, Einaudi, 1984, p. 16.
17 A diferencia de Schumpeter estos autores no se contentaban con describir la realidad para delinear a la
democracia, sino que estaban convencidos de que esa forma de gobierno también es un ideal político
—una acepción de la Filosofía Política, cultivada por Bobbio, desde siempre, que se ha dedicado a imagi-
nar la óptima república— que, como todo ideal, no se realizará plenamente pero que no por ello dejaba
de tener un valor normativo y prescriptivo que servía —me gusta pensar que sirve todavía— para medir
críticamente la distancia entre el propio ideal y la “cruda materia”.
18 Sobre este tema, cfr., también E. Vitale, “Sulla cittadinanza. Dahl e i classici”, Cenobio, 2, 1997, Luga-
no; “Habermas e le teorie della democrazia”, en Paradigmi. Rivista de critica filosofica, Año XV, núm.
43, enero-abril, 1997a. Las tesis de Kelsen pueden encontrarse en Kelsen H., La democrazia. Il Mulino,
Bologna, 1998 (existe una traducción al castellano bajo el título “Esencia y valor de la democracia”).
Las ideas de N. Bobbio más emblemáticas sobre este tema se encuentran en el libro ya ha sido citado: Il
futuro della democrazia y en la Teoria Generale della Politica, Torino, Einaudi, 1999. p. 381.
19 Sobre este modelo me permito remitir a mi libro La democracia constitucional. Una radiografía teórica,
México, FCE/unam, 2006.

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100 ◆ Pedro Salazar Ugarte

de los derechos fundamentales —de libertad, políticos y sociales— de los


individuos que integran a la colectividad política.
Como puede observarse se trata de un modelo de organización
mucho más complejo y exigente que la democracia elitista descrita por
Schumpeter. Ello se debe a que es un modelo prescriptivo que sólo se
satisface si se verifican, por lo menos, los siguientes elementos:
a) La existencia de una constitución —preferentemente escrita—
que es la norma suprema del ordenamiento y cuyo contenido está pro-
tegido mediante la garantía de la rigidez;
b) El contenido nuclear de esa constitución es, por un lado, el prin-
cipio de la separación de poderes (en donde el Poder Legislativo tiene un
papel más relevante que el Ejecutivo en cuanto creador de las normas
colectivas y principal detentador de la representación política, y el Poder
Judicial es el garante último del principio de imparcialidad) y, por el
otro, principalmente, los derechos fundamentales —sociales, de libertad
y políticos— de las personas (y sus garantías);
c) Como una garantía del contenido constitucional (sobre todo de
los derechos fundamentales) se contempla la existencia de jueces encar-
gados de la delicada función de ejercer el “control de constitucionalidad
de las leyes”;
d) Ello supone que se ha abandonado el principio que caracteriza-
ba al “estado legislativo de derecho” y que consistía en la soberanía del
legislador. En la democracia constitucional las mayorías políticas —por
más amplias que éstas sean— están sometidas a la constitución y sus
decisiones son susceptibles de revisión y control de constitucionalidad;20
e) El elemento democrático del modelo —la forma de gobierno—
se expresa en las instituciones y procedimientos “mínimos necesarios”

20 De hecho, la relación entre los derechos fundamentales (protegidos y garantizados constitucional-


mente) y la democracia no está exenta de tensiones: los derechos son precondiciones y condiciones
para la democracia y, al mismo tiempo, constituyen limitaciones al poder democrático. En la demo-
cracia constitucional no existen poderes absolutos. El autor que mejor y más ha desarrollado estas
tesis en los últimos años es Luigi Ferrajoli. Sus tesis completas en mérito se encuentran en su obra
reciente: L. Ferrajoli, Principia Iuris. Teoria del Diritto e della Democrazia, Roma-Bari, Laterza, 2007.

Derechos reservados
La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 101

que ya conocemos pero pretende una ciudadanía informada, organizada


y vigilante que no limita su participación política al momento electoral.
f) Además, el sistema democrático se articula con base en principios
normativos que muestran su dimensión axiológica: igualdad política, li-
bertad positiva, pluralismo, tolerancia, etc.
Este modelo sólo existe con base en un equilibrio entre el constitu-
cionalismo y la democracia que se expresa en este elenco de instituciones.
En este sentido, para quienes promovemos la democracia constitucio-
nal, “la democracia sólo es justificable si se somete a restricciones cons-
titucionales” (Garzón, 46). Como ya lo he adelantado, estoy convenci-
do de que la única manera de lograr la emancipación social sin perder la
emancipación política en Latinoamérica es apostando por esta forma de
organización política. Sin embargo, como hemos visto, no parece exis-
tir un compromiso de las elites latinoamericanas —al menos no, como
intentaré demostrar, en el caso mexicano— con la consolidación de una
democracia con esas características que supondría, entre otras cosas, la
promoción de políticas económicas orientadas a enfrentar y superar la po-
breza y la desigualdad.

Un fenómeno antidemocrático y creciente en Latinoamérica:


el neopopulismo

En algunos países de Latinoamérica está cobrando fuerza una forma de


organización política que no contiene los elementos “mínimos necesarios”

Para Ferrajoli los derechos son la dimensión sustancial de la democracia. Para otros autores, como
Garzón Valdés, los derechos constituyen un “coto vedado” para las decisiones democráticas. Para
Bovero, en efecto, los derechos son un límite al poder democrático pero no forman parte del siste-
ma democrático salvo como precondiciones (los derechos sociales) y condiciones (los derechos de
libertad y políticos) del mismo (cfr. M. Bovero, Contro il governo dei peggiori: una grammatica della
democrazia., ob. cit.; M. Bovero, L. Ferrajoli, Teoría de la democracia. Dos perspectivas comparadas,
en Colección “Temas para la democracia”, Conferencias magistrales, núm. 13, México, Instituto
Federal Electoral, 2001). A mí me convence la posición de Bovero. Cfr. P. Salazar, ob. cit.

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102 ◆ Pedro Salazar Ugarte

para ser considerado democrático y que, ante el fracaso de las polí-


ticas económicas para generar riqueza y distribuirla, está ganando
terreno como alternativa a las democracias procedimentales y elitistas
que trajo consigo la “tercera ola” de transiciones. Parece lícito afirmar que
en el plano real, descriptivo, esta es la alternativa que se ofrece para trans-
formar las instituciones políticas latinoamericanas y no el modelo de la
democracia constitucional que apenas he descrito. De hecho, esta es la
alternativa que, en los hechos, promueve otra parte de la elite latinoa-
mericana.21
El berenjenal conceptual que rodea al término “populismo” difi-
culta su utilización sin reservas para referirse de manera conjunta a
los fenómenos políticos que, en alternativa a la democracia real han
cobrado fuerza (con formas y matices variados) en la región, pero ten-
go la impresión que es el término que se ha venido imponiendo para
denominarlos. Descarto abiertamente la denominación de “democra-
cias participativas” porque, como he adelantado, sin dejar de ser par-
ticipativos, al rechazar algunas de las instituciones y procedimientos
“mínimos necesarios” para la existencia de una democracia moderna,
estos modelos de organización política, no son democráticos.22 Es difícil
decretar categóricamente lo que es el populismo —de hecho, titu-
beo para denominarlo “forma de liderazgo”, “forma de gobierno”,
“régimen”— pero considero que es importante delinear algunos de
sus elementos.

21 No sin diferencias sustantivas encontramos ecos de esta tendencia en los movimientos y liderazgos
que han llevado al poder a Chávez en Venezuela, a Morales en Bolivia, a Correa en Ecuador, a Kirch-
ner en Argentina y que apoyan a López Obrador en México.
22 No lo son en términos contemporáneos pero tampoco en términos de la teoría moderna que suele re-
montarse a Rousseau (cuya teoría no era precisamente “moderna” dado su talante holístico). Es verdad
que este autor, fuertemente inspirado por el principio de autonomía política, imaginaba una “voluntad
general” colectiva y sin mediaciones, pero no debemos olvidar que su modelo estaba imaginado sólo
para sociedades pequeñas, uniformes, igualitarias, etc. Nada más lejano de nuestras complejas, plura-
les, diferenciadas y desiguales sociedades latinoamericanas. De hecho, el propio Rousseau reconocía la
inviabilidad de su propuesta democrática: “si hubiese un pueblo de dioses, se gobernaría democrática-
mente. Mas un gobierno tan perfecto no es propio de los hombres” (Contrato Social). Para una revisión

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La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 103

El concepto no es nuevo y ha servido para caracterizar fenómenos po-


líticos muy diversos.23 En Latinoamérica retomó fuerza en los años ochen-
ta y noventa del siglo pasado en el contexto de las reestructuraciones eco-
nómicas en clave neoliberal. Y reaparece ahora, en la primera década del
siglo xxi, en un momento en el que las desigualdades económicas han ido
en aumento y las instituciones democráticas —representativas y elitistas—
parecen incapaces de ofrecer soluciones a esa situación. Este hecho nos
advierte de un primer rasgo característico de esta clase de fenómenos po-
líticos: no tienen una ideología política definida. En todo caso, como diría
Ernesto Laclau, es en sí mismo un fenómeno ideológico que se traduce
en un dispositivo interpelativo particular que enfrenta al “pueblo” con
el bloque de poder que detenta la ideología dominante.24 Pero lo que
sí tienen los diferentes populismos es un líder con un discurso poderoso
que hoy, gracias a la política de la imagen mediática, surge y se encumbra
con facilidad.25
La retórica populista busca una amplia adhesión de la mayor canti-
dad de actores sociales y políticos —antes habríamos dicho que buscaba
“una alianza multiclasista”— y, por lo mismo, es ecléctica, ambigua y
simple. De hecho es difícil determinar categóricamente si son de izquierda
o de derecha (¿cuál era la adscripción ideológica del peronismo?). Unas
cuantas ideas fáciles contra el statu quo del momento —la oligarquía
vendepatrias en los años setenta, el establishment, la partidocracia, las

de algunas de las teorías contemporáneas sobre el populismo remito, de nueva cuenta, a los textos de
Daniel Vázquez ya citados. De uno de sus trabajos (“La democracia, el populismo y los recursos políticos
del mercado: déficits democráticos y neopopulismos”, ob. cit.) rescato la siguiente definición de populis-
mo propuesta por Carlos Vilas que me parece una perla de la impresión, el oxímoron y la contradicción:
“[...] El populismo articula ingredientes democráticos y autoritarios: ampliación de la ciudadanía, recurso
a procedimientos electorales, pluripartidismo, extensión de la participación social y política, junto con:
control vertical de las organizaciones sociales, reducción del espacio institucional para la oposición, pro-
moción de un sistema político ampliado y al mismo tiempo excluyente”.
23 Cfr. E. Laclau, Política e ideología en la teoría marxista: capitalismo, fascismo, populismo, Madrid,
Siglo XXI, 1978; La razón populista, Argentina, 2005.
24 Ibíd.
25 Cfr. G. Hermes, S. Loaeza, J. F. Prud’homme [comps.], Del populismo de los antiguos al populismo de
los modernos, México, Colmex, 2001.

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104 ◆ Pedro Salazar Ugarte

instituciones corruptas en los años noventa, una mezcla de ambas cosas


en nuestros días— que se aderezan con una oferta de transformación
radical que conduce a “la esperanza”. Una quimérica fuga hacia delan-
te que tiene una concepción idealizada del pueblo como instrumento
transformador.26 Ya lo decía Lenin: “el populismo se asemeja a Jano
que mira con un rostro hacia el pasado y con el otro hacia el futuro” (ci-
tado por Aguilar, 1994: 6). Y, a mitad del camino, moldea el schmittiano
amigo/enemigo al que ya he hecho referencia: los yanquis en el exterior,
los “riquillos” o los traidores en el interior o, en cada tiempo y lugar, lo
equivalente. El pueblo contra el no-pueblo.
Obviamente, no todo es discurso en el populismo y no basta el dis-
curso para afirmar que un proyecto político es populista.27 Hace falta,
por ejemplo, además, una política legitimada en una mayoría, supuesta
o real —de ahí la recurrente estrategia de reivindicar para sí el adjetivo
“democrático”— pero sin límites institucionales, sin contrapesos —de
ahí que no pueda llamarse propiamente democrático. Lo que existe es
una personalización de la política plebiscitaria y sin limitaciones.28 Los
populistas hablan de movimiento, de movilización, no de partidos (mu-
cho menos en plural); critican las negociaciones y acuerdos (para ellos
son contubernios, “concertacesiones”, chanchullos) parlamentarios;

26 Para Edward Shils el populismo “se basa en dos principios fundamentales: la supremacía de la
voluntad del pueblo y la relación directa entre el pueblo y el liderazgo”. Cfr. Voz “Populismo”
en N. Bobbio, G. Pasquino, N. Matteucci, Diccionario de política, Siglo XXI, México, 2002. pp.
1247-1259.
27 Para Luis Aguilar, “la historia de los gobiernos populistas [...] muestra un cóctel explosivo que combina
confusamente elementos arcaicos en su afán de resolver los problemas sociales de la modernidad:
un liderazgo providencial (por ende, autoritarismo político y desdén institucional), retórica emocional
autoafirmativa (por ende, nula discusión informada con interlocutores que piensan de otra manera),
flojedad hacendaria administrativa (por ende, bancarrota del Estado)”. L. Aguilar, “Populismo y demo-
cracia”, Porrúa, México, 1994, p. 10.
28 Pensando en la situación actual de muchos países de Latinoamérica, Ernesto Garzón Valdés nos rega-
la una frase de un personaje de una novela de Alejo Carpentier que no puedo dejar de citar en este
punto: “Como decimos allá, ‘la teoría siempre se jode ante la práctica’, y ‘jefe con cojones no se guía
por papelitos’”. Citado en Garzón, Valdés, “El futuro de la democracia”, en Colección “Temas de la
democracia”, Conferencias Magistrales No. 15, IFE, México, 2007, p. 39 de A. Carpentier, El recurso
del método, Madrid, Siglo XXI, 1976, p. 31.

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La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 105

descalifican a las Cortes Constitucionales. Dicen, ante una plaza enarde-


cida: ¡al diablo con las instituciones!29 Todo ello reivindicando para sí
el adjetivo democrático por su talante popular y participativo. Pero se
olvidan de que no todas las formas de participación son democráticas.
Cuando la participación se reduce al idilio movilizado que enlaza a la
multitud con su líder (la participación masiva en la plaza que aclama
y ratifica con monosílabos las decisiones que se presentan —como su-
puestas propuestas— desde el pedestal carismático) no lo es.30 Quizá
son manifestaciones populares excitantes, intensas, auténticas, emocio-
nantes, desafiantes, contagiosas, transformadoras, simbólicamente inclu-
yentes, etcétera, pero —en la medida en que anulan la individualidad,
cohesionan a los seguidores bajo la lógica schmittiana amigo/enemigo,
inhiben la deliberación, acallan el disenso, niegan la legitimidad de las
opciones alternativas y obsequian la autonomía política de los ciuda-
danos a favor de la voluntad heterónoma y clarividente del líder—31
no pueden analíticamente llamarse democráticas. Son, simple y llana-
mente, otra cosa. Tal vez algo mejor —discutámoslo— pero, sin duda,
distinto de la democracia moderna.32

29 La frase, palabras más palabras menos, la han expresado Hugo Chávez, Evo Morales y Andrés Manuel
López Obrador (este último utilizando el pronombre posesivo “sus” instituciones).
30 Creo que en este sentido, así como en el que advierte los peligros de un exceso de deliberación que
no conduce a decisión alguna, puede entenderse la siguiente advertencia de Bobbio: “nada es más
amenazante para la democracia que el exceso de democracia”. Cfr. N. Bobbio, Il futuro della demo-
crazia, ob. cit., p. 14.
31 La democracia es lo opuesto a esta forma de acción/participación política. Para decirlo con Carlos
Nino, “En una democracia en funcionamiento, es esencial que la mayoría nunca sea un grupo defi-
nido de gente de la población, sino una construcción que hace referencia a individuos que cambian
constantemente de acuerdo con el tema que esté a discusión”. De hecho, es necesario “que todas
las partes interesadas participen en la discusión y decisión; que participen de una base razonable de
igualdad y sin ninguna coerción; que puedan expresar sus intereses y justificarlos con argumentos
legítimos”. C. Nino, La constitución de la democracia deliberativa, Barcelona, Gedisa, 1997, pp. 177,
180. Citado por Ernesto Garzón Valdés en “El Futuro de la Democracia”, ob. cit., p. 21.
32 En las discusiones que he tenido los últimos meses con colegas amigos latinoamericanos son pocas
las posiciones claras en este punto. Con claridad y franqueza solamente Homero Saltalamacchia, de
la Universidad Nacional Tres de Febrero de Argentina y profesor de la Flacso, sostuvo en una discusión
que en efecto lo que se vivía, por ejemplo, en Venezuela y en la Argentina no eran procesos políticos

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106 ◆ Pedro Salazar Ugarte

Un realismo desencantado y efectivo

Me temo que la realidad latinoamericana oscila entre el modelo democrá-


tico elitista que imaginó —o, mejor dicho, que describió— Schumpeter y
fenómenos de masificación desinstitucionalizadora que se aglutinan de-
trás de liderazgos fuertes (“neopopulismos” o, como los bautizó Miche-
langelo Bovero, “caudillismos posmodernos”). Y las elites tienen mucha
responsabilidad en ello: con sus acciones han descartado a la democracia
constitucional como horizonte. Es así que, abandonando definitivamente
el plano normativo, desde la ciencia política comprometida se nos pide
comparar el “populismo realmente existente con la democracia realmente
existente”.33 La invitación, si la aceptamos, puede tener un efecto desespe-
ranzador: estando las cosas como están, si esas son las opciones, lo único
que nos quedará será alzar los hombros con indiferencia y arrojarnos a las
fauces de las elites políticas o del caudillo de turno (que, guste o no, tam-
bién forma parte de esa elite).
En este horizonte simplificado la democracia aparece como un siste-
ma intrínsecamente elitista y hermanado con el liberalismo y el popu-
lismo como la única alternativa real para superar los rezagos sociales.
Desde esta perspectiva, la democracia está cavando su propia tumba:
en la medida en que los gobiernos democráticos han sido incapaces de
superar el reto de la pobreza y las desigualdades han abonado terreno
en la cancha populista. Y esta operación ha sido posible, al menos en
parte, porque el realismo desencantado desterró —desde la realidad ha-
cia la teoría— la posibilidad de mantener unidas la emancipación social
y la emancipación política. Una falacia mortal, pero efectiva, que puede
significar la derrota de todos aquellos que pensamos que la democracia
“no es una forma de convivencia social entre otras, sino la única que

democráticos pero que, al menos para él, la democracia no era el valor más importante. Ante esa
afirmación, despejado el “pleito por el término”, la discusión fluyó de una manera más interesante y
desafiante.
33 Cfr. Vázquez, D., “La democracia, el populismo y los recursos políticos del mercado: déficits demo-
cráticos y neopopulismos”, ob. cit., p. 331.

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La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 107

puede ser justificada frente a las demás alternativas posibles, que se ex-
tienden desde el autoritarismo hasta el anarquismo” (Garzón: 12-13).
En el fondo hay un problema económico de hecho y una discusión
sobre modelos económicos. La dificultad económica principal es de so-
bra conocida: no crecemos y, cuando lo hacemos, tampoco distribuimos.
México tiene más de 26 millones de personas en condiciones de extrema
pobreza y simultáneamente al hombre más rico del mundo.34 En general,
en toda Latinoamérica la concentración de la riqueza es apabullante: se-
gún un informe de Merrill Lynch —referido por Garzón Valdés— en la
década de los años noventa “el principal grupo de los magnates logró acu-
mular una fortuna que equivale al ingreso de 430 millones de pobres du-
rante 63 000 años”. El dato —precisamente por su magnitud inasible—
genera, para unos, bostezos e indiferencia; para los otros, indignación
potencialmente violenta. Somos, por lo menos, dos sociedades en una.
Esta lacerante realidad, que es un hecho, está inhibiendo la consolidación
democrática en la región. Los latinoamericanos estamos construyendo
instituciones sobre arena. Y, tarde o temprano, salvo que resolvamos
el problema social, terminarán por derrumbarse. Los hechos nos están
demostrando que la tesis de las precondiciones sociales de la democracia
no era un expediente retórico.35
Y colmar esas precondiciones no es fácil. Como ya he señalado, pare-
ciera que el neoliberalismo ha secuestrado a la democracia. Es verdad que
en la propia Latinoamérica algunos gobiernos democráticos han inten-
tado romper con el llamado “Consenso de Washington” e intentar un
“capitalismo con rostro humano”, pero también lo es que los resultados

34 De hecho, en la revista Forbes, edición 2007, aparecen diez multimillonarios mexicanos con fortunas
que superan los mil millones de dólares: Carlos Slim (49 000 millones), Bailleres (5000 millones),
Ázcarraga (2100 millones), María Asunción Aramburuzabala (2000 millones), Roberto Hernández
(2000 millones), Zambrano (1700 millones), Salinas Pliego, Jerónimo Arango, Isaac Saba y Alfredo
Harp Helú. Pero la lista de multimillonarios es más amplia: Vázqueza Raña, Servitje, Jorge Vergara...
los curiosos en la historia de algunos de estos personajes pueden consultar el libro periodístico coor-
dinado por Jorge Zepeda Patterson, Los amos de México, México, Planeta, 2007; Garzón, E. Valdés,
“El futuro de la democracia”, ob. cit., p. 34.
35 Sobre la teoría de las precondiciones, cfr., M. Bovero, Contro il governo dei peggiori, ob. cit.

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108 ◆ Pedro Salazar Ugarte

no permiten abrazar el optimismo. El problema no es sólo nuestro: en


todo el mundo los proyectos económicos de los diferentes partidos políti-
cos se han vuelto marginales por lo que la llamada izquierda democrática
ahora, en todos lados, es de “centro”. Marco Revelli resumió esta ausen-
cia de alternativas reales con el título de uno de sus libros: Le due destre.36
La reducción de alternativas viene de la mano de la globalización: no es
producto de la falta de imaginación de los actores políticos locales sino
el resultado de la conjunción de intereses de los más poderosos grupos
económicos y políticos a nivel mundial. De hecho, ha dejado de tener
sentido, hablar de “elites económicas” sólo nacionales porque la verdade-
ra elite es de rango mundial. Con las palabras de Bauman: “Lo nuevo en
la era global es la pérdida del nexo entre pobreza y riqueza, y esto a causa
de la globalización que divide a la población entre ricos globalizados,
que dominan el espacio y no tienen tiempo, y pobres localizados, que se
pegan al espacio y deben matar su tiempo, con el que no tienen nada que
hacer” (citado por Monsiváis, 2008: 18).
Los grupos de interés económicos, los llamados poderes fácticos, se
han dado a la tarea de asaltar el poder —político, ideológico, económi-
co— real e imponen las reglas del juego político de las naciones, constru-
yen las ideas y los símbolos dominantes que se difunden a nivel global
y condicionan con sus recursos las decisiones que afectan a la vida de
millones de seres humanos.37 Y, esto que vale para el mundo, se amplifica
en países como los nuestros. En los hechos, nuestros Estados —al menos
el Estado mexicano— están secuestrados. La política no tiene capacidad
para moldear a la economía. Ya no es el juego democrático el que establece
los cauces por los que se orienta el devenir económico sino que son los po-

36 M. Revelli, Le due destre, Turín, Bollati-Boringhieri, 1996. Otro texto que sugiero sobre este tema es
el de Ermanno Vitale, “El abrazo mortal de la mentira. Una reflexión sobre democracia, mercado y
terrorismo a partir de Norberto Bobbio”, en L. Córdova, P. Salazar, Política y derecho. (Re)pensar a
Bobbio, Siglo XXI, IIJ/unam, 2004.
37 L. Ferrajoli, Los fundamentos de los derechos fundamentales, Madrid, Trotta, 2002; cfr. también, D.
Vázquez, “La democracia, el populismo y los recursos políticos del mercado: déficits democráticos y
neopopulismos”, ob. cit., p. 352.

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La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 109

deres económicos los que delimitan los márgenes en los que pueden adop-
tarse las decisiones fundamentales que afectan a la colectividad. Contrario
a lo que dictaba el lugar común durante la etapa de los autoritarismos,
los Estados latinoamericanos, no son Estados fuertes. Fernando Escalante
retrata con agudeza esta realidad en el caso mexicano:

Nunca tuvimos ese Estado poderoso, avasallador. Todo lo contrario. […] El


efecto se presta a la confusión porque los políticos podían ser muy poderosos; la
clase política en su conjunto era muy poderosa precisamente porque el Estado
era débil. […] El Estado mexicano ha permanecido siempre en bancarrota […]
no ha sido capaz nunca de imponer el cumplimiento de la ley, ni siquiera a los
funcionarios (Escalante, 2006).

Y, sin un Estado fuerte, que nadie parece interesado en construir, la


garantía de los derechos sociales —la garantía de las precondiciones de
la democracia— nunca será efectiva. De hecho, como anuncia Escalante,
en un país con tanta debilidad institucional ningún derecho está verda-
deramente garantizado.

Un vistazo desde las elites

Como lo advertí al inicio de este escrito he optado por mirar hacia


la cultura política de las elites no porque pienso que ahí reside el
principal rezago para la consolidación de la democracia en nuestros
países —la pobreza, la desigualdad, la ausencia de cohesión social,
etcétera son factores más imperiosos—38 sino porque me parece que
podía ser una aproximación menos explorada y, en esa medida, ori-

38 Sobre estos temas directamente relacionados con el caso mexicano, cfr., G. Sánchez, M. de María y
Campos [eds.], ¿Estamos Unidos Mexicanos? Los límites de la cohesión social en México, Informe de
la Sección mexicana del Club de Roma, México, Temas de Hoy, 2001. Para Rolando Cordera y Ángeles
Palacios los factores que amenazan la cohesión social en México son: las diferencias económicas, la
transición demográfica, la urbanización y la marginación de los Estados, la pobreza y desigualdad, la

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110 ◆ Pedro Salazar Ugarte

ginal e interesante. Después de todo no podemos negar que las elites


existen y que —entre muchos otros factores— su compromiso con la
democracia constitucional —con los principios que la misma supo-
ne— sería un factor relevante para su consolidación.39 Cuando habla-
mos de elites, siguiendo una definición que ofrece la ciencia política,
nos referimos a las “personas que son capaces, en virtud de su posición
estratégica en organizaciones poderosas, de afectar las decisiones polí-
ticas nacionales de manera regular y sustantiva. Las elites son los prin-
cipales decision makers en las más grandes o las más influyentes orga-
nizaciones o movimientos —políticos, gubernamentales, económicos,
militares, profesionales, mediáticos y culturales— en una sociedad”.40
En mi análisis —sin ninguna pretensión de rigor científico— centraré
la atención en las actitudes de algunos miembros de la elite empresarial,
política (de las diferentes fuerzas partidistas), mediática y judicial mexicana
hacia la democracia. Lo que intentaré es evidenciar su (in)cultura cívica.

migración externa e interna, la presencia de minorías étnicas y grupos vulnerables (cfr. R. Cordera, A.
Palacios, “La cohesión social en tiempos mutantes” en Ibíd., p. 197 y ss.).
39 Gaetano Mosca constataba la inevitable existencia de las elites con la siguiente sentencia: “entre las
tendencias y los hechos constantes que se encuentran en todos los organismos políticos, aparece uno
cuya evidencia se impone fácilmente a todo observador: en todas las sociedades, empezando por las
medianamente desarrolladas, que apenas han llegado a los preámbulos de la civilización, hasta las
más cultas y fuertes, existen dos clases de personas: la de los gobernantes y la de los gobernados”.
Cfr. G. Mosca, La clase política, FCE, México, 1984. p. 106. La literatura clásica sobre teoría de las
elites y, antes de ésta, teoría de las clases es muy rica y ha sido muy explorada. Al respecto, además
de la teoría marxista sobre la lucha de clases (con antecedentes weberianos) son ampliamente co-
nocidas las tesis de Vilfredo Pareto sobre la “circulación de las elites”, las del propio Mosca sobre la
“clase política” y de Robert Michels y su “ley de hierro de la oligarquía”. La principal diferencia entre
la teoría de las clases y la teoría de las elites, según Eva Etzioni-Hakevy es que la segunda centra su
atención en las desigualdades basadas en el poder (o la falta del mismo); (cfr. E. Etzioni-Hakevy, The
elite Connection, Estados Unidos de América, Polity Press, 1993, pp. 19-20). Dado que este no es el
tema central de este texto me limito únicamente a señalar que estas teorías —que sirven de base para
las teorías elitistas de la democracia— eran antidemocráticas. De hecho, la teoría de las elites surge
con una fuerte vocación filofascista.
40 Ibíd., p. 8. Una caracterización similar es la que sirve a Roderic ai Camp para analizar a las elites en Mé-
xico. Cfr. R. Ai Camp, Mexico’s Mandarin. Crafting a Power Elite por the Twenty-First Century, University
of California Press, 2002. Sobre las elites mexicanas se pueden consultar también C. Wright Mills, La
elite del poder, México, FCE, 1957, en part., pp. 302-317; Wright Mills [et al.], “Los intelectuales y el

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La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 111

Algunos politólogos contemporáneos sostienen que “por encima de


todo, alcanzar democracias consolidadas depende principalmente de las
elecciones y habilidades de las elites”41 (Higley, 1942: 343). La senten-
cia puede parecer demasiado determinista, pero no es difícil suponer
que el compromiso de las elites con los principios e instituciones de una
determinada forma de gobierno —en el caso que me interesa, el de la
democracia constitucional— es una condición necesaria (aunque no
suficiente) para que dicha forma de organización política funcione. En
esa dirección una parte de la literatura politológica contemporánea so-
bre la democracia ha recuperado el interés por las elites bajo la premisa
de que los pactos entre las mismas son una condición clave para las
transiciones democráticas.42 Estudiando algunos casos emblemáticos
se ha logrado demostrar que algunas características como la toleran-
cia, la flexibilidad, el compromiso, la moderación y la conciliación entre
las elites —sobre todo, las políticas— también es una “condición sine
qua non para la consolidación democrática” (Higley, 1992: X).43 La
intuición parece sensata: para la consolidación de una democracia las
elites deben aceptar de común acuerdo las reglas básicas del juego de-

poder”, en SepSetentas, núm. 59, México, Secretaría de Educación Pública, 1972; J. Medina V., Elites y
democracia en México, México, Cal y Arena, 1998.
41 Una tesis interesante que encontré revisando la literatura reciente sobre “teoría de las elites” es que
la autonomía recíproca entre éstas es tan importante como su compromiso con la democracia para la
consolidación de esa forma de gobierno. La tesis es interesante: dado que las elites siempre querrán con-
servar el sistema que les garantiza su posición relevante, para que existan las condiciones de transición
hacia la democracia es necesario que existan tensiones y choques entre las elites y esto sólo es posible
si éstas son autónomas entre sí. La misma autora sostiene que, desde ese punto de vista, ni siquiera los
movimientos sociales son incompatibles con una teoría elitista de la democracia. Al respecto, cfr., E.
Etzioni-Hakevy, The elite Connection, ob. cit., pp. 109-121, 199-214. Un referencia obligada sobre el
tema de las elites en clave contemporánea es el texto de Christopher Lasch, The Revolt of the Elites and
The Betrayal of Democracy, Nueva York, Norton & Company, 1995.
42 Cfr., entre otros, L. Diamond, J., Linz, S. Lipset, Democracy in Development Countries: Latin America, Vol. 4,
Lynee Rienner, Estados Unidos de América, 1989; G. O'Donell, F., Scmitter, Transitions from Authoritarian
Rule: Tentative Conclusions About Uncertain Democracies, Baltimore, John Hopkins University, 1986.
43 Una democracia está consolidada, según estos autores, cuando “el régimen reúne todos los criterios de
la democracia procedimental y también todos los grupos políticamente significativos aceptan las insti-
tuciones políticamente establecidas y se adhieren a las reglas democráticas del juego” (Higley, 1992: 3).

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112 ◆ Pedro Salazar Ugarte

mocrático y atenerse a sus resultados.44 Y, si pensamos en el modelo


democrático constitucional, tenemos que la disposición de las elites
debe también abarcar a las instituciones del constitucionalismo moder-
no: garantía de derechos fundamentales, rigidez de las constituciones,
cortes constitucionales, etc.
En México, por ejemplo, el pacto entre las elites políticas permi-
tió dejar atrás a la Revolución con un sistema autoritario —conocido
como sistema de partido hegemónico— pero relativamente estable y,
por etapas, eficiente.45 Las elites encontraron acomodo en esa forma de
organización y permitieron su funcionamiento durante buena parte del
siglo xx y también fueron los pactos —sobre todo entre los miembros de
la elite política— los que hicieron posible, durante tres largas déca-
das, la construcción de las instituciones democráticas que permitieron
decretar el fin de ese régimen y la culminación de la transición demo-
crática en el país.46 Una transición negociada desde las elites políticas
que culminó con la edificación de las instituciones de una democracia
de tipo presidencial.47 Las condiciones mínimas necesarias para la exis-
tencia de una democracia procedimental se construyeron a través de
una serie de reformas electorales que desembocaron en la alternancia,
después de setenta años, en el poder presidencial en 2000.

Con toda evidencia se trata de una concepción elitista de la democracia. Utilizo la referencia porque es
analíticamente útil para nuestros fines aunque no corresponde al modelo de democracia que he defen-
dido en este trabajo.
44 La existencia de fuerzas políticas antisistema que cuestionan la legitimidad de las instituciones en su
conjunto o la existencia de grupos poderosos que critican a las instituciones de la democracia —par-
tidos, asambleas, etc.— serían pruebas de ausencia de consolidación, cfr., Ibíd., p. 7.
45 Cfr. A. Knight, “Mexico's elite settlement: conjucture and consequences”, en J. Higley, R., Gunther
[eds.], Elites and democratic consolidation in Latin America and Southern Europe, University of
Cambridge, Estados Unidos de América, 1992, pp. 113-145.
46 Cfr. R. Becerra, P. Salazar, J. Woldenberg, La mecánica del cambio político en México. Elecciones,
Partidos y Reformas, 3º ed., México, Cal y Arena, 2005.
47 Y que tuvo un trágico desenlace para muchos de sus promotores: fue una transición construida,
sobre todo, desde la izquierda que ganó la derecha en el año 2000. Esto supone un doble drama:
que haya ganado la derecha y que lo haya hecho con un partido —el pan— que fue fundado por un
intelectual y acabó en las manos de una cuadrilla de iletrados. Aunque, para ser sinceros, la involu-

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La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 113

Obviamente detrás de los pactos de la elite política que articularon,


primero, la formación y funcionamiento del sistema de partido hegemó-
nico y, después, la transición hacia una democracia electoral, descansó
una sociedad compleja —con sus propios liderazgos empresariales, me-
diáticos, sindicales, etcétera— que permitió dichos arreglos y aceptó jugar
bajo sus reglas. De otra manera, esos arreglos institucionales hubiesen sido
inviables. De hecho en el resultado de la elección del año 2000 —cuando,
por primera vez en setenta años de ininterrumpido gobierno, el pri perdió
la presidencia de la República— en un cierto sentido, también medió un
compromiso entre algunas elites importantes: empresarios, intelectuales y
líderes religiosos, principalmente, unieron sus voces para, con Vicente Fox
a la cabeza, “sacar al pri de los Pinos (la casa del presidente de México)".
Obviamente el factor determinante de la derrota fue el voto ciudadano
—finalmente, desde hacía pocos años, canalizado mediante instituciones
electorales creíbles— pero la inclinación de una parte de la elite al cam-
bio contribuyó a la alternancia. Incluso algunos líderes de izquierda —a
pesar de que un empresario de derecha fuera el principal beneficiario de
los años de lucha y negociación política— celebraron la alternancia en
el poder después de siete décadas. México, incluso para los escépticos,
finalmente, había llegado a la democracia. Una democracia cercana a la
descripción de Schumpeter y todavía muy lejana al modelo del constitu-
cionalismo democrático, pero democracia al fin y al cabo.
El problema es que ni siquiera esa democracia termina de consoli-
darse. Y no lo hace porque, por un lado, como ya hemos visto, existe
un terreno social poco fértil para el desarrollo de sus instituciones —una
sociedad desigual, lastimada por la pobreza y la injusticia—48 y, por el

ción de la izquierda tampoco canta mal las rancheras: entre la lucidez comprometida de un personaje
como Heberto Castillo —por mencionar un nombre de incuestionable filiación de izquierda e incon-
trovertible compromiso político— y el barbarismo autoritario de López Obrador existe un abismo.
48 Obviamente ese es el reto más importante porque, como advierten Rolando Cordera y Ángeles Pa-
lacios, “La primera prioridad para México, en términos de derechos humanos y seguridad nacio-
nal, se encuentra en la superación de la pobreza extrema” (R. Cordera, A. Palacios, “La cohesión
social en tiempos mutantes”, en ob. cit., p. 220).

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114 ◆ Pedro Salazar Ugarte

otro, porque la cultura política dominante sigue siendo la del atropello


autoritario, el patrimonialismo, el monopolio, el culto a la persona y el
autointerés. Las elites mexicanas —empresarial, política, intelectual, ju-
dicial, etc.— celebraron a la democracia pero muy pocos de sus integran-
tes han estado dispuestos a asumir las implicaciones de consolidar una
democracia constitucional. De hecho, esas elites están acostumbradas a
moverse con toda impunidad ante la falta de contrapesos a su poder y la
debilidad del Estado. Fernando Escalante lo advierte sin medias tintas: “en
México la sociedad —heterogénea, inorgánica, incivil— ha sido durante
siglos más fuerte que el Estado, capaz de reproducir su orden con relativa
autonomía, y ha podido imponer sus reglas, sus intereses y su forma de
hacer las cosas”. Lo que me propongo a continuación es ofrecer un fresco
—inevitablemente parcial y deliberadamente sesgado pero creo que repre-
sentativo— de las actitudes de esa sociedad desde el mirador de sus elites.

La incivilidad democrática de la elite mexicana

El empresariado mexicano: al ataque de las precondiciones

La relación de los empresarios mexicanos con la política ha cambiado


en el tiempo. Organizados desde los tiempos de la Revolución, los em-
presarios nacionales, mantuvieron una relación tensa pero constructiva
con el partido hegemónico que gobernó el país durante setenta años.49
Desde siempre, obstaculizaron los intentos del Estado por ganar auto-
nomía e imponer sus reglas y autoridad al poder económico. Y en esa
medida han garantizado su arbitrariedad impune. De hecho, el empre-
sariado mexicano ha sido, desde siempre, uno de los factores que ha

49 Las organizaciones empresariales en México son muchas y han estado presentes desde el fin de la
Revolución. Algunas de estas organizaciones han sido: la Concanaco (1917), Concamin (1918), Co-
parmex (1929), Consejo Nacional de la Publicidad (1959), Consejo Mexicano de Relaciones Públicas
(1962), Consejo Coordinador Empresarial (1975).

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La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 115

impedido que en México se consolide la primera precondición de la


democracia constitucional: su receptáculo, el Estado mismo.
Según los expertos, desde los años setenta del siglo pasado los em-
presarios mexicanos aumentaron su influencia en la política: primero
utilizando solamente las palancas económicas (frenar la inversión, sacar
capitales del país)50 de las que eran dueños, y, después, sobre todo desde
los años ochenta, entrando directamente a la competencia política como
candidatos a los diferentes cargos de elección popular.51 Esa tendencia
que comenzó en el nivel municipal terminó en el despacho presidencial
cuando, en el año 2000, Vicente Fox Quezada, candidato del Partido
Acción Nacional, ganó las elecciones. El propio Fox lo dijo sin ambajes
en el discurso inaugural de su gobierno: “este es un gobierno de los empre-
sarios, para los empresarios”.52 Durante su gestión muchas secretarías de
Estado fueron ocupadas por sus colegas.53
Y, ahora desde el gobierno, los representantes de la elite empre-
sarial mexicana confirmaron su escaso compromiso con atender los
problemas que impiden generar las precondiciones sociales necesa-
rias para caminar hacia una democracia constitucional. Es un lugar
común que los empresarios suelen ser insensibles a problemas como

50 Entre 1976 y 1984 la fuga de capitales pasó de menos de 4000 millones de dólares a más de 40 000
millones). Cfr. C. Alba Vega, “Los empresarios y la democracia en México”, en Foro Internacional
183, XLXVI, 2006, p. 128. Cfr. también el trabajo citado por él mismo: J. A. Farías Hernández, “La
fuga de capitales en México de 1989 a 1995”, en Este País, México, octubre de 1997.
51 Los expertos coinciden en que la expropiación bancaria decretada por el presidente López Portillo en
1982 fue el detonador de la incursión directa del empresariado en la política (sobre todo a través del
partido de derecha: PAN).
52 En palabras de Carlos Alba Vega: los empresarios “con sus recursos económicos, humanos y orga-
nizativos lograron transitar con éxito desde los niveles locales y regionales hasta el nacional. Nunca,
como al cambio de los siglos xx y xxi, habían ostentado tanto poder económico y político al mismo
tiempo”. C. Alba Vega “Los empresarios y la democracia en México”, ob. cit., p. 148. Para la cita de
Vicente Fox, cfr. Discurso inaugural del gobierno del presidente de México Vicente Fox Quezada.
53 Dos carteras me parecen particularmente importantes: la de Educación que quedó en manos
del ex rector del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, centro privado de
educación superior fundado y financiado por grupos empresariales y la del Trabajo que quedó en
manos de quien se había desempeñado con anterioridad como líder del Consejo Coordinador
Empresarial.

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116 ◆ Pedro Salazar Ugarte

la pobreza, la desigualdad social y el desempleo54 y, por lo mismo,


sería ingenuo suponer que el empresariado mexicano —ahora desde
el poder público— actuaría de otra manera. Cierto. Pero el problema
objetivo, real y práctico, es que el rezago social en México —si se quiere
consolidar una democracia constitucional— debe enfrentarse y, en esa
medida, más allá de las pulsiones instintivas del empresariado, tiene
sentido evidenciar el dato.55
Para empezar, lo obvio: los empresarios se oponen a cualquier intento
por aumentar la recaudación fiscal. El éxito con el que han logrado boi-
cotear cualquier intento por aprobar una reforma fiscal recaudatoria ha
logrado colocar a México como el peor recaudador de toda la ocde y uno
de los peores de Latinoamérica (Haití nos permite “salvar la cara”).56 No
obstante ello, la Confederación Patronal de la República Mexicana pro-
pone para las décadas venideras un sistema fiscal “parejo para todos” y con
“pocos y bajos impuestos” y en el que se graven, entre otros bienes, a las
medicinas.57 En otras palabras los patrones proponen un Estado paupérri-
mo —todavía más— incapaz de enfrentar el reto social, impuestos sobre

54 De hecho, las iniciativas legislativas que fueron presentadas por su gobierno tenían su origen en las
filas empresariales y eran promovidas por empresas de cabildeo creadas y contratadas por los propios
empresarios. Esos cabilderos son reclutados de universidades sobre todo privadas —muchas de las
cuales fueron fundadas por los propios empresarios— entre jóvenes con capacidad técnica, contactos
y expertise. Estos personajes suelen estar mejor dotados de información y capacidad logística que los
propios diputados por lo que logran “capturar” al legislador. Cfr. C. Alba Vega, “Los empresarios y la
democracia en México”, ob. cit., pp. 140-142.
55 El propio presidente Fox tenía una extraña concepción del gasto social: “el meter más y más presu-
puesto en dádivas a los pobres sin entender que de esta manera es cuando se le hace más daño a
una persona y a la familia porque al final tarde o temprano la cruda llega y cobra muy caro es (sic)
cruda después de la borrachera del gasto”. Declaración realizada a la prensa poco antes de iniciar
la campaña electoral de 2006 para criticar las políticas sociales de Andrés Manuel López Obrador
entonces gobernante de la Ciudad de México. Fox es famoso por sus declaraciones. Reproduzco otra
que muestra su concepción sobre los ciudadanos mexicanos pobres que se ven obligados a emigrar
a los Estados Unidos de América y, de paso, sus prejuicios raciales: “los migrantes mexicanos hacen
trabajos que ni siquiera los negros quieren hacer” (mayo de 2005).
56 Cfr. C. Elizondo, “Democracia y gobernabilidad en México”, en Pensar en México, México, FCE,
2006, pp. 37-90.
57 Retomo todas las referencias al documento de la Coparmex denominado “Propuestas 2000-2010"

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La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 117

una base igualitaria sin reparar en las enormes desigualdades económicas


que existen en el país y gravámenes para los bienes básicos. Uno de los
líderes más poderosos del empresariado mexicano, dueño de Grupo Bim-
bo, Lorenzo Servitje, nos explica el ánimo que inspira estas propuestas:

(existen personas) con una capacidad poco común de acrecentar los bienes dis-
ponibles [...]. La capacidad de dichas personas de crear y acumular riqueza ge-
nera una desigualdad social y económica que es resentida por los demás. Hay
una sensación de injusticia y con frecuencia los gobiernos tratan de corregirla
quitándole a los que tienen para darlo a los que no tienen.
En el corto plazo ese intento de redistribución funciona. Sin embargo, transcu-
rrido poco tiempo los grupos productivos, que hicieron posible el que existieran
recursos excedentes, reducen o suspenden su aportación productiva. La socie-
dad en su conjunto sufre.
Desde un punto de vista cristiano o humanista sería bueno y noble que estos
grupos productivos, y aun ricos, dedicaran los frutos de su ahorro a ayudar a
los demás o que vivieran modestamente. Esto en la vida real no es probable
que ocurra. La experiencia histórica comprueba que la desigualdad económica
resultante es un mal menor con el que tenemos que vivir y que por lo tanto hay
que aceptar (Servitje, 2000: 250).

De hecho, el compromiso del empresariado mexicano con la garan-


tía de los derechos sociales básicos —que, como sabemos, es una pre-
condición de la democracia constitucional— es, quizá como en todas
partes, muy precario. Por ejemplo, entre las “Prioridades Legislativas”
de uno de los grupos empresariales más poderoso, el Consejo Coordi-
nador Empresarial, está por lograr una reforma laboral “tendiente a fle-
xibilizar las condiciones de contratación”,58 es decir, a implementar lo

del artículo de Ciro Murayama y Luis Emilio Giménez Cacho, “Los ideólogos de los empresarios”, Nexos,
núm. 355, julio de 2007, México, pp. 43-46.
58 Obviamente también se oponen a la Ley General de Equilibrio Ecológico y la Ley de Responsabilidad Civil
por Daño y Deterioro Ambiental. Cfr. Documento “Prioridades Legislativas” del cce (fuente: página

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118 ◆ Pedro Salazar Ugarte

que ilustrativamente se ha llamado el modelo “wallmart” en el país. Y si


observamos la posición de la elite empresarial mexicana frente al delicado
tema de la educación, nos topamos con lo previsible: a los empresarios
no les interesa fomentar una escuela pública, igualitaria, laica y de cali-
dad. La patronal mexicana apuesta por un modelo educativo en el que
se privilegie la escuela privada sobre la pública con lo que se crearía una
sociedad todavía más estratificada. Su programa incluye:

subsidiar la demanda y no las escuelas […] lo que permitiría a los estudiantes


elegir la institución, pública o privada en la que desean estudiar […] Cesar
la diferenciación entre la educación pública y la particular, estableciendo que
ambas son de interés general de la nación […] Convertir a las escuelas ofi-
ciales (a la escuela pública), en los sectores de los niveles socioeconómicos
medios, en escuelas administradas por cooperativas de maestros sostenidas
con la cooperación de los padres de familia, con un subsidio gubernamental
decreciente (Murayama, 2007: 46).59

De esta forma los empresarios apuestan por un modelo educativo


que tiende a perpetuar las desigualdades y, de paso, en perfecta sin-
tonía con el ánimo de muchos dirigentes del Partido Acción Nacional
en el gobierno y de la Iglesia católica, como adelantaba, objetan la lai-
cidad de la educación. Para la Coparmex, “quizá la más trágica de las
pérdidas que sufrió la escuela en México consiste en que durante
décadas el concepto de educación laica se interpretó como una ex-
clusión sistemática de toda referencia ética y de valores de formación

electrónica de esa organización empresarial). Otro aspecto interesante de la estrategia y comportamiento


de estas organizaciones es su desconfianza hacia las instituciones mexicanas. Mientras elaboraba este
texto, por ejemplo, cayó a mis manos un documento (“Las perspectivas para unas elecciones libres,
limpias y honestas en México. Un informe ante el Consejo Coordinador Empresarial”) que dicha orga-
nización solicitó a una consultora norteamericana (Paul, Weiss, Rifkind, Wharton & Garrison). Lo más
sorprendente no es el malinchismo de los empresarios sino las generalidades y obviedades del texto.
59 Aunque lo cierto es que el principal problema de la educación en México proviene del poder de otra
elite profundamente antidemocrática: el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.

Derechos reservados
La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 119

de los estudiantes” (Murayama, 2007: 46). Me pregunto, si era ver-


daderamente laica, ¿de qué otra manera podía interpretarse sobre todo
cuando se entienden por valores y referencias éticas los principios que
promueve la Iglesia católica?
Apenas es necesario recordar que la educación es un derecho so-
cial fundamental por muchas razones. No sólo es el instrumento
para dotar a las personas de las herramientas que les permitan tener
una vida intelectualmente plena y, en esa medida, planear autóno-
mamente su propio plan de vida, sino que su garantía tiene otros
efectos valiosos: a mayor nivel educativo menores posibilidades de
ser pobre o de caer en la pobreza (Cordera, 2001: 222). Y eso sin
detenernos en las múltiples relaciones que existen entre una socie-
dad con personas educadas y una democracia de calidad. De ahí
que una educación pública de calidad, igual para todos, sea un bien
fundamental que constituye una precondición para consolidar una
democracia constitucional.
Pero también el carácter laico de esa educación es una precondición
para la democracia constitucional.60 Para decirlo con W. Kymlicka:

Los colegios públicos no enseñan civilidad diciendo únicamente a los es-


tudiantes que sean buenos, sino insistiendo también que los estudiantes se
sienten junto a otros estudiantes de razas y religiones diferentes y cooperen
con ellos en los trabajos escolares o en los equipos deportivos… no basta
simplemente con decir a los estudiantes que la mayoría de las personas no
comparte su religión. Basta con que uno se vea rodeado de personas que
comparten el credo propio, para que pueda sucumbir a la tentación de
pensar que todo aquel que rechace la religión que uno ha abrazado es en
cierto modo ilógico o depravado (citado por Carbonell, 2006: 537-538).

60 El secretario del Vaticano para las relaciones con los Estados, Dominique Mamberti, en octubre de
2007, abiertamente se atrevió a pedir modificaciones a la Constitución mexicana para “permitir
la enseñanza religiosa en las escuelas públicas” (Fuente: periódico La Jornada). Sobre estos temas
me permito remitir a mi ensayo “Laicidad. Un antídoto contra la discriminación”, conapred, Mé-
xico, 2007.

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120 ◆ Pedro Salazar Ugarte

Si los menores no aprenden a reconocerse recíprocamente una igual


dignidad moral e intelectual, susceptible de proyectarse a todo el gé-
nero humano, será difícil contar con sociedades abiertas y pacíficas.
Desde siempre, el miedo a la diferencia, muchas veces inculcado por las
religiones, es causa de tensión y de conflicto. Por ello, la escuela tiene
una responsabilidad ineludible: ofrecer un terreno parejo para que los
ciudadanos y ciudadanas del futuro entrelacen relaciones afectivas, éti-
cas e intelectuales, más allá de sus diferencias. Más allá de los dogmas
y de los prejuicios. De ahí la gravedad de esta colusión de elites —de-
recha gobernante, jerarcas religiosos y lideres empresariales— contra la
educación laica.
Por último, conviene señalar lo que ya es posible intuir: la concep-
ción de la democracia que tienen los empresarios no corresponde al
modelo democrático constitucional sino a una democracia elitista como
la que señaló Schumpeter. Por ello, ahora desde un punto de vista es-
trictamente político, dentro de sus propuestas —si nos atenemos a los
documentos de la Coparmex— destaca eliminar a los “innecesarios
legisladores de representación proporcional”. Y ello aunado a la inten-
ción de reducir los (“demasiados”) partidos políticos y promover las
llamadas “candidaturas independientes”. De ahí que Ciro Murayama
y Luis Emilio Giménez Cacho hayan sintetizado las propuestas de los
poderosos empresarios mexicanos de la siguiente —y elocuente— ma-
nera: “menos intervención del Estado, menos impuestos, menos sindi-
catos, menos partidos, menos laicismo” (Murayama, 2007: 46).

Empresarios y políticos contra las reglas del juego

Durante parte de 2004 y a lo largo de 2005 desde el gobierno nacional


encabezado por Vicente Fox se emprendió una operación político-jurí-
dica para sacar de la contienda presidencial a quien sería candidato de
la izquierda a la presidencia de la República —y en ese entonces jefe de
Gobierno de la ciudad Capital—, Andrés Manuel López Obrador. Esa
operación tenía como pretexto la violación de un mandato judicial por

Derechos reservados
La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 121

parte del gobierno capitalino que ordenaba suspender la construcción de


una calle que conectaba una avenida con un hospital privado. La orden
del juez, efectivamente, había sido ignorada por el gobierno de la ciudad
pero el alcance que se pretendía dar a dicha omisión era completamen-
te desproporcionado: procesar judicialmente al gobernante de izquierda
para impedir que contendiera en la carrera presidencial de 2006. Todo
ello con fundamento en una disposición constitucional de corte antide-
mocrático pero vigente: en México los derechos políticos de los ciuda-
danos se suspenden “por estar sujeto a un proceso criminal por delito
que merezca pena corporal, a contar desde la fecha del auto de formal
prisión” (es decir, desde que inicia el proceso judicial y no cuando se ha
emitido una eventual sentencia condenatoria).
En esa operación, que habría implicado un retroceso radical en la
transición democrática mexicana, participaron el gobierno federal, re-
presentantes del empresariado, directivos y profesionales de los medios
masivos de comunicación, el entonces presidente de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación y los legisladores de diferentes partidos polí-
ticos. Al final, una vez que la Cámara de Diputados —con los votos
del pan y del pri— ya había determinado que el gobernante podía ser
juzgado (técnicamente “desaforado”), gracias a una fuerte movilización
ciudadana, sobre todo en la ciudad de México, que anunciaba un clima
de tensión y de crispación que podía desbordarse, el gobierno del presi-
dente Fox echó marcha atrás en su proyecto. En la televisión nacional,
el 27 de abril de 2005, Vicente Fox anunciaba lo siguiente:

Quiero informarles que he aceptado la renuncia que me ha presentado


el procurador general de la República […] La procuraduría revisará de
manera exhaustiva el expediente de consignación del jefe de Gobierno del
Distrito Federal, buscando preservar dentro del marco de la ley la mayor
armonía política del país […] Mi gobierno a nadie impedirá participar en
la próxima contienda federal […] Los tiempos de hoy representan para
México el gran desafío de avanzar consolidando lo que tanto nos ha costa-
do construir. No lo perdamos.

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122 ◆ Pedro Salazar Ugarte

Pero el daño a las instituciones electorales que tanto había costado


construir ya estaba hecho. Entre otras cosas porque el desistimiento de la
presidencia confirmó lo que todos sabíamos: que se trataba de una ope-
ración política que usaba al derecho como pretexto. El ex canciller mexi-
cano y prominente miembro de la elite intelectual del país, Jorge Casta-
ñeda, lo había declarado sin rodeos: “hay que detenerlo por las buenas, o
por las malas o por cualquier otro medio”. La incultura democrática de
las elites mexicanas —en este caso de derecha— había quedado al descu-
bierto y, en esa ocasión, amenazó a las instituciones mínimas necesarias
para la existencia de un régimen democrático, ya no digamos al proyecto
de implementar una democracia constitucional en el país.
Por eso generó tanta tensión política el apoyo (se calculan más de 35
millones de dólares invertidos en publicidad) que los empresarios organi-
zados en las Cámaras y Consejos brindaron al Partido Acción Nacional
y a su candidato —actual presidente de México— durante la campaña
presidencial de 2006. Y lo hicieron, violando la ley electoral (que prohibía
intervenir en las campañas desde los medios a cualquier actor distinto de
los partidos y sus candidatos), desde los medios de comunicación masiva.
De esta manera, los empresarios evidenciaron su temor ante las propues-
tas de transformación social del candidato de la izquierda —que, a decir
verdad, como veremos, tampoco eran del todo claras y algunas podían re-
sultar amenazantes—, López Obrador, demostraron sus prejuicios y con-
firmaron su enorme capacidad de influencia. Todo ello en clave muy poco
democrática.61 Lo grave es que son estos mismos empresarios —junto
con otros actores como la lidereza del Sindicato de Trabajadores de la
Educación— los que ofrecen sustento y respaldo al actual presidente
de la República. El Estado mexicano está colonizado por poderosos
grupos de interés.

61 Durante la campaña, que elevó la tensión social a extremos alarmantes, algunos comentaristas de ra-
dio, como Eduardo Ruiz Healy, llegaron a calificar a Andrés Manuel López Obrador como el pejeloco
o el pejeimbécil. Y el Consejo Mexicano de la Juventud, en uno de sus spot televisivos llegó a sostener
que “el prd sí le está pegando a México (al pretender el totalitarismo, la anarquía y la violencia)”.

Derechos reservados
La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 123

Los medios —poderes fácticos por excelencia— y su deslealtad


con las instituciones

Un ex presidente latinoamericano —entrevistado por el pnud y no iden-


tificado por su nombre— nos recuerda las dificultades de los Estados
latinoamericanos para moverse con autonomía: “El gran poder fáctico
de la incipiente democracia es el poder económico privado. Integrado
por los grupos de presión que condicionan la conducta del presidente, de
legisladores, de jueces y otros funcionarios gubernativos y de la adminis-
tración pública” (pnud, 2002: 68).
Y, como sabemos, los medios de comunicación son el principal poder
fáctico en nuestra era. México no es la excepción: dos grupos económicos
controlan las dos cadenas de televisión abierta y las principales radiodi-
fusoras del país. Desde ahí, con una actitud patrimonialista, utilizan la
concesión pública que el Estado les ha otorgado para trazar su agenda e
intereses privados. La falta de compromiso democrático de los grupos
económicos que controlan este poderoso instrumento es patente si ob-
servamos el contenido de su programación ordinaria de entretenimiento
y seguimos sus posicionamientos públicos frente a las instituciones polí-
ticas y la agenda nacional. Sobre el espíritu que inspira la programación
conviene reproducir unas declaraciones de quien fuera fundador y dueño
de Televisa, Emilio Azcárraga Milmo, a la revista Proceso:

México es un país de una clase modesta muy jodida, que no va a salir de jodi-
da. Para la televisión es una obligación llevar diversión a esa gente y sacarla de
su triste realidad y de su futuro difícil. La clase media, la media baja, la media
alta. Los ricos, como yo, no somos clientes, porque los ricos no compramos ni
madre. En pocas palabras, nuestro mercado en este país es muy claro: la clase
media popular [...] la clase modesta, que es una clase fabulosa y digna, no tiene
otra manera de vivir o de tener acceso a una distracción más que la televisión...
Ustedes nunca han visto un aparato de televisión en la basura, nunca...62

62 Una de las ídolos de esa cadena de televisión, Verónica Castro, en una entrevista periodística de esa misma

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124 ◆ Pedro Salazar Ugarte

Pero el principal daño que los empresarios dueños de los medios de


comunicación y los líderes de opinión que trabajan para ellos —en-
tre los que se encuentran muchos miembros de la elite intelectual del
país— le están haciendo a la democracia mexicana radica en el golpeteo
constante y permanente que —desde la pantalla y los micrófonos— in-
fringen a las instituciones democráticas. Todos los días los comentaris-
tas de noticias, panelistas de programas de opinión y opinólogos de la
más diversa naturaleza, arremeten en contra de los partidos políticos,
sus dirigentes y legisladores. De esta manera contribuyen a enraizar el
peligroso discurso “antipolítico” que pretende que la verdadera demo-
cracia puede funcionar sin instituciones. Un par de intervenciones de
dos connotados periodistas mexicanos valen por todas. La primera de un
personaje identificado de la derecha:

Y, ¿saben qué? —espetó Pedro Ferriz de Con en la reunión en que senadores


de la República recibieron a los representantes de la Cámara Nacional de la
Industria de Radio y Televisión el 12 de septiembre de 2007—, sí tenemos una
base democrática los dos, ustedes (los legisladores democráticamente electos) y
nosotros (los voceros de los medios), nos regimos del pueblo (sic), pero si ha-
cemos un sondeo hoy, para ver quién está más harto de ustedes o nosotros por
parte del pueblo, no tengo la menor duda del resultado.63

La segunda de Ciro Gómez Leyva, periodista supuestamente identi-


ficado con la izquierda, con motivo de unos problemas de electricidad en
algunas zonas de la Ciudad de México: “Más que rehenes de la compañía

época (La Jornada, 15 de septiembre de 1992), nos ayuda a entender el concepto delineado por su en-
tonces patrón. Al regresar de la Unión Soviética nos regala esta comparación entre la situación mexicana y
la del pueblo ruso: “No, pues me di cuenta de que (sic) nosotros vivimos en el paraíso, con plena libertad.
Aquí, por ejemplo, cualquiera puede pedir limosna en las calles. Allí no, puedes hacer un montón de cosas
antes de degradarte para pedir limosna”. La entrevista a Azcárraga y la cita a Castro son recuperadas por
Carlos Monsiváis. La primera se publicó el 15 de febrero de 1993. Cfr., C. Monsiváis, Aires de Familia.
Cultura y sociedad en América Latina, 2º ed., Barcelona, Anagrama, 2000, pp. 217, 229.
63 Reproduzco la cita como lo hizo Ciro Murayama en la revista Nexos (“En defensa propia”, núm. 359,
noviembre de 2007, p. 4).

Derechos reservados
La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 125

(de luz), lo somos de la canalla política tricolor (pri), azul (pan) y ama-
rilla (prd) que rara vez se ensucia las manos para arreglar los problemas
de la cotidianidad… ¿No deberíamos mejor […] encontrar una forma de
apagar, de desconectar a estos políticos?”.64
Este desafío a los poderes constitucionales es especialmente paradó-
jico cuando viene de los medios de comunicación porque —aunque sus
voceros quizá no se hayan percatado— es un discurso que abona en el
terreno que condujo a Venezuela hacia el gobierno de la peor pesadilla de
los medios en la región latinoamericana: Hugo Chávez. Cada vez que
desde la radio y/o la televisión se socava la legitimidad de las instituciones
representativas se está contribuyendo a descarrilar a la democracia en el
terreno de los liderazgos carismáticos y populistas.
Esa actitud de los medios se ha recrudecido en los últimos años como
respuesta a un par de decisiones políticas —legítimamente estatales—
que han afectado sus intereses. La primera de ellas fue una decisión de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación en 2007 por la que declaró la in-
constitucionalidad de una ley que había sido aprobada por el Poder Le-
gislativo en los albores de la elección de 2006 —los legisladores se habían
cuidado de no enemistarse con los medios antes de la campaña— y que,
por su contenido obsequioso y generoso ante los grandes grupos que con-
trolan los medios de comunicación en el país, se conocía popularmente
como la “ley Televisa”. La segunda decisión que ha generado un ataque
constante desde la radio y la televisión a las instituciones democráticas
fue la reforma electoral, aprobada por el Poder Legislativo a finales de
ese mismo año, y que afectará los ingresos económicos de los medios
durante las campañas electorales al prohibir la compra de propaganda a
los partidos y sus candidatos. Rescato dos reflexiones: al Estado mexicano
le cuesta imponer condiciones y límites a los poderes fácticos y, cuando lo
logra, debe enfrentar el patrimonialismo irresponsable, casi golpista,
de los dueños del poder mediático.

64 Fuente: página electrónica de radiofórmula.com.mx 25 de enero de 2008.

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126 ◆ Pedro Salazar Ugarte

Los políticos contra la Constitución

Hacer respetar la supremacía de la Constitución y garantizar la estabili-


dad de su contenido ante las mayorías políticas de turno es la finalidad
de instrumentos como la rigidez constitucional y el control constitu-
cional de las leyes. Sólo en esa medida la democracia constitucional es
el sistema de límites y vínculos para los poderes públicos y privados que
debe ser. Desafortunadamente, la elite política mexicana ha mostrado poco
compromiso con esas instituciones del constitucionalismo democráti-
co. Una decisión adoptada en la misma reforma electoral con la que
el Poder Legislativo tuvo el tino de plantar cara a los medios, infortu-
nadamente, deterioró a las instituciones constitucionales porque rompió
frontalmente con la lógica que descansa detrás del principio de la rigidez
de la Constitución: la de ser un límite al poder de las mayorías.
En 1996, en el marco de una amplia negociación política, los partidos
políticos mexicanos habían acordado, entre otras cosas, integrar una auto-
ridad electoral renovada. Con esa finalidad optaron por establecer directa-
mente en la Constitución lo siguiente: a] la fórmula del nombramiento de
los directivos de dicha autoridad; b] el salario que percibirían; c] el tiempo
de duración de su encargo (7 años); d] una prohibición para que se des-
empeñaran en otras actividades remuneradas y; e] que la fórmula para su
eventual remoción anticipada sería la establecida por la propia Constitu-
ción en el apartado conocido como “Responsabilidades de los servidores
públicos”. Más allá de la crítica que podría hacerse a esta decisión por
razones de técnica jurídica, desde un punto de vista de la política cons-
titucional la finalidad era nítida: blindar a la autoridad electoral ante las
veleidades de la política; esto es, protegerla de las mayorías coyunturales.
A los funcionarios electorales que organizaron la complejísima elec-
ción de 2006 —en la que la oposición encabezada por Andrés Manuel Ló-
pez Obrador perdió por una diferencia mínima de 0.57% de la votación—
les quedaban cuatro años en sus cargos y una elección más por organizar
(la elección legislativa intermedia de 2009). Sin embargo, a finales de
2007, mediante una reforma constitucional pactada por las tres princi-

Derechos reservados
La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 127

pales fuerzas políticas del país —el otrora hegemónico pri, el derrotado
prd y el gobernante pan— se les suspendió anticipadamente del cargo.65
No me interesa analizar las razones políticas de la decisión —ni describir
lo desaseado del proceso legislativo mediante el cual se operó— lo que
quiero subrayar es que esa decisión política rompe frontalmente con la
lógica de la rigidez como una garantía del contenido constitucional. Lo
que se hizo, simple y llanamente, fue invertir la relación entre el derecho
y el poder para colocar a este último por encima del primero. No sobra
recordar que, en caso de que hubieran existido motivos fundados para
su remoción (mismos que nunca nadie aportó), existía un procedimiento
constitucional para hacerlo. Por ello esta decisión es tan elocuente por
desafortunada: muestra cómo la cultura política de las elites políticas del
país se inspira en la lógica del mayoriteo político y desprecia el rigor civili-
zante de los procesos constitucionales y legales.
De hecho, esa decisión fue música para los oídos de los dueños de
los medios de comunicación porque les permitió atacar —en este caso
con fundamento— la reforma electoral que había afectado su bolsillo.
En medio, de cara a la ciudadanía, la democracia quedó como un ring de
boxeo en el que se disputan los recursos —políticos y económicos— los
grandes grupos de interés. A la larga esta situación puede convertirse en
un resultado: perder-perder. Dos elites que —desde el enfrentamiento—
se asocian para socavar al constitucionalismo democrático.

Una elite judicial conservadora

En México el máximo eslabón de la elite judicial reside en los once minis-


tros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El Pleno de ese órgano
es, a la vez, la máxima Corte de Casación y el Tribunal Constitucional
del país. De ahí que el compromiso de sus integrantes con los principios

65 Lo que se pactó fue una renovación anticipada de forma escalonada para algunos de ellos: el presidente
y dos miembros más de la junta electoral dejaron el cargo en febrero de 2008, otros tres lo hicieron en
agosto de ese mismo año y los tres restantes se quedarán a concluir su encargo hasta el 2010.

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128 ◆ Pedro Salazar Ugarte

del constitucionalismo democrático sea —ahora sí— de vital impor-


tancia para construir ese modelo de organización política. Sobre todo
es de la mayor importancia su compromiso sin cortapisas con la agenda
de los derechos fundamentales y su garantía. Después de todo, son és-
tos el núcleo axiológico, jurídico y político distintivo de la democracia
constitucional.
Por desgracia, también en este caso la situación es deficitaria. Salvo
algunas decisiones excepcionales —como la mencionada con relación a
la ley de medios— la Corte mexicana muestra una cultura propia del
paradigma premoderno del Estado legislativo y ajena al paradigma
contemporáneo del Estado constitucional. Un defecto, a decir verdad, que
se encuentra generalizado en el gremio de los operadores jurídicos mexi-
canos: desde los profesores de derecho, hasta los juzgadores, pasando por
los litigantes y sus representados.66 De hecho el 70% de los casos que
resuelve la Corte mexicana tienen que ver con cuestiones fiscales. Son po-
cos los casos que ha tenido oportunidad de resolver en los que han esta-
do involucrados derechos fundamentales de las personas —y que no han
tenido que ver con amparos frente a normas hacendarias— y, al hacerlo,
han caminado en la dirección contraria a la que conduce por la senda del
constitucionalismo democrático. Tres botones de muestra, recientes y,
para mí, contundentes:
a] Un poeta de provincia escribe un poema67 en el que se mofa
de los símbolos patrios y, sobre todo de la bandera mexicana, y ante

66 Sobre la cultura jurídica en el México contemporáneo, cfr. H. Fix Fierro, Del gobierno de los abogados
al imperio de las leyes. Estudios sociojurídicos sobre educación y profesión jurídicas en el México
contemporáneo, México, unam, 2006.
67 “Yo me seco el orín en la bandera de mi país, ese trapo sobre el que se acuestan los perros y que
nada representa, salvo tres colores y un águila que me producen un vómito nacionalista o tal vez un
verso lopezvelardino de cuya influencia estoy lejos, yo, natural de esta tierra, me limpio el culo con
la bandera y los invito a hacer lo mismo: verán a la patria entre la mierda de un poeta”. Invitación
(la patria entre mierda) de Sergio Hernán Witz Rodríguez. Publicado en la revista Criterios, núm. 44,
abril de 2001. Este texto le valió a su autor una sanción penal con fundamento en lo que establece
el artículo 191 del Código Penal Federal mexicano que prohíbe cualquier ultraje de manera oral o
escrita a la bandera (el pabellón) o al escudo nacionales.

Derechos reservados
La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 129

la decisión de un juez inferior de procesarlo por “ultraje a los símbolos


patrios” (tipo penal que aún se encuentra vigente en la legislación mexi-
cana), los jueces constitucionales deciden negarle el amparo de la justicia.
Para la mayoría de los ministros, el poeta ofendió la “dignidad de la
nación mexicana”.68
b] El 6 de septiembre de 2005 el Pleno de la Corte resolvió una
acción de inconstitucionalidad que derivó en un giro radical en la posi-
ción de la mayoría de los ministros sobre el tema de la cadena perpetua.
Antes habían considerado que era una pena inconstitucional pero ahora,
a raíz de algunas solicitudes del gobierno norteamericano para extraditar
narcotraficantes desde territorio mexicano, cambiaron de criterio. Detrás
de ese cambio descansa un retroceso profundo y peligroso: el concepto, de
la “dignidad de persona”, que había inspirado la interpretación de la
Corte sobre ese mismo tema apenas cuatro años antes, fue desplazado
por consideraciones como la necesidad de garantizar la “coexistencia
pacífica y armónica de los miembros de la sociedad”; el carácter preven-
tivo de las penas para “inhibir la proliferación de conductas antisociales;
el restablecimiento del “orden jurídico” y; la “defensa social” ante los
delincuentes. Así para la Suprema Corte, la cadena perpetua dejó de ser
inconstitucional. Lo importante —según los encargados de proteger
los derechos de las personas en México— es “atender a la gravedad de
la conducta delictiva en correlación con el riesgo social” y “preservar el
orden jurídico”.
c] La Cámara de Diputados mexicana le solicitó a la Corte (en uso
de una facultad que la Constitución le otorga) realizar una investi-
gación de un caso que había indignado profundamente a la sociedad
mexicana: una periodista, Lydia Cacho, que había denunciado una
red de pederastia y pornografía infantil en Cancún fue virtualmente
secuestrada, amedrentada y torturada mentalmente por un grupo de

68 Sobre el caso, cfr. S. Vázquez [coord.], Libertad de expresión. Análisis de casos judiciales, México,
Porrúa, 2007.

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130 ◆ Pedro Salazar Ugarte

policías judiciales que seguían órdenes de un gobernador amigo de uno de


los presuntos pederastas denunciado. La llamada telefónica en la que el
empresario, supuestamente involucrado en esas acciones, y el goberna-
dor acordaban “darle un coscorrón a esa pinche vieja” fue difundida
durante semanas por los medios de comunicación mexicanos. Lo que
pidieron los diputados a la Corte fue: “averiguar la grave violación de
garantías individuales, no sólo de la periodista Lydia María Cacho
Ribeiro, sino también de los menores involucrados en las redes de pe-
derastia, y pornografía, y explotación infantil, así como las relativas al
impedimento para el ejercicio de la libertad de expresión y de prensa”.
El dictamen elaborado por el ministro comisionado para estudiar el
caso, después de cumplir con esta petición, concluyó la existencia en
nuestro país “de violaciones graves de garantías individuales en rela-
ción con los menores”. Y, a pesar de ello, la mayoría de los ministros
—en noviembre de 2007— concluyó que la violación a los derechos
de la periodista sí existió pero que, dado que a ellos no les correspon-
día investigar el tema de la pederastia, dichas violaciones no podían
considerarse graves (calificativo necesario según la Constitución para
que la Corte pueda pronunciarse en esas investigaciones). La propia
Lydia Cacho calibró la gravedad del caso: “el aparato del Estado fue
utilizado para acallar el caso de pornografía infantil”; no es lo mismo
que un gobernador proteja a un empresario a que proteja “a un hom-
bre que compra niñas por dos mil dólares para tener orgías con ellas”.
Ese es el fondo de la trama que la mayoría de los ministros de la Corte
mexicana decidió ignorar.
En síntesis, como estos ejemplos muestran, tampoco la elite judicial
mexicana parece estar comprometida con los derechos fundamentales en
serio y, en esa medida, aporta poco a la consolidación de la democra-
cia constitucional en México. Si bien es cierto que se trata de decisio-
nes divididas y que algunos jueces constitucionales muestran una actitud
más garantista que otros, en los hechos, la Suprema Corte de México
tampoco abona en el terreno del constitucionalismo democrático. El
exceso y la impunidad también en este ámbito son la constante.

Derechos reservados
La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 131

Y, desde la izquierda, soplan aires populistas

Ya he advertido que, dada la situación social del país y su retórica anti-ins-


tituciones, una parte de la elite mexicana —la que podríamos vincular con
el proyecto que asocia democracia mínima y elitista con economía neoli-
beral— está socavando los pilares de la incipiente democracia mexicana. Y,
en el fondo de la fosa, puede esperarnos el populismo. Como decimos en
México: “uno no sabe para quién trabaja”, porque, por desgracia, la ten-
tación populista, en México, camina por la izquierda. Y el sector que la
promueve tiene, como todo movimiento que se precie de serlo, además de
una base social considerable, un líder carismático: Andrés Manuel López
Obrador. Es difícil saber hasta dónde llegará la fuerza del sector de la iz-
quierda radical que el ex candidato presidencial se ha propuesto encabe-
zar pero lo que es indudable es que su estrategia visible no apuesta por la
consolidación de una democracia constitucional. Tampoco esta parte de
la elite política mexicana se siente a gusto con los límites y vínculos que su-
pone el constitucionalismo democrático. Pero, en este caso, la estrategia no
consiste en desmantelar las instituciones mínimas de la democracia sino en
desbordarlas desconociendo sus resultados y cuestionado su legitimidad.
Ya desde que era jefe de Gobierno del Distrito Federal, López Obrador,
maquillaba con retórica su ausencia programática: “estoy consciente de que
represento, junto con millones de mexicanos, un rayo de esperanza”. Salvo
algunos programas sociales exitosos experimentados en el Distrito Federal,
quien sería candidato de la izquierda al gobierno federal, nunca delineó
con claridad lo que llamaba su “proyecto alternativo de Nación”. Tal vez
por ello su candidatura, que había preparado con mucho tiempo de antici-
pación y que tenía muchas posibilidades de resultar vencedora, no resistió
los embates, descalificaciones y diatribas de la derecha (“López Obrador es
un peligro para México” recitaba la campaña del partido oficial). Su derro-
ta en un ambiente de crispación, sin precedentes en el México democráti-

69 A esta crispación se han sumado todos los actores. La elite eclesiástica no ha sido la excepción. Como
muestra tenemos esta declaración del vocero del arzobispado, Hugo Valdemar Romero, al referirse a la

© Flacso México
132 ◆ Pedro Salazar Ugarte

co,69 a la vez que evidenció a la derecha, terminó por confirmar el talante


populista y potencialmente antidemocrático del líder de (una parte de) la
izquierda mexicana.
Desde julio de 2006 y hasta la fecha, López Obrador ha desconocido
resultados, gobernantes e instituciones. Y lo cierto es que un país, cuyas
elites políticas condicionan la legitimidad del procedimiento electoral
al triunfo de su candidato, no puede descartar una regresión antidemo-
crática. A las pocas semanas de la derrota electoral (cuando tenían tomada
la Avenida Reforma y el Zócalo de la Ciudad), López Obrador, trazó la
que sería su actitud en adelante:

no permitiremos la usurpación, no permitiremos presidentes espurios, no


aceptamos al pelele de Calderón... (quitémonos) de la cabeza ya a esas institu-
ciones caducas que no sirven para nada [...](Desde la época del pri) se montó
todo este andamiaje de instituciones que en esencia sirven para el control y
para la manipulación y, desde luego, para legitimar un régimen corrupto.70

Esas declaraciones en aquel momento todavía podían interpretarse


como una estrategia para generar un contexto de exigencia de cara a la im-
pugnación de los resultados que su coalición electoral había interpuesto
ante las autoridades electorales. Sin embargo, el tono lejos de amino-
rarse se encendió cuando los resultados fueron oficialmente confirmados.
En septiembre de 2006 y ante una plaza repleta de simpatizantes, una
vez que Calderón había sido declarado presidente electo por el Tribunal
Electoral, advirtió:

una minoría privilegiada ha tomado las instituciones y las mantiene secues-


tradas para su propio beneficio [...] debemos reasumir el ejercicio de la so-

reforma que despenaliza la interrupción voluntaria del embarazo en las 12 primeras semanas en 2007:
el jefe de Gobierno (Marcelo Ebrard del prd) es “un político que juega a ser dictadorzuelo [...] defeño
(originario del Distrito Federal) pontífice que se siente con el derecho imperial de obligar a los cristianos
a rendirle adoración al César y a comer la carne inmolada de los ídolos” (CISI/30 de abril de 2007).
70 Discurso del 31 de agosto de 2006 (fuente: página electrónica del “gobiernolegitimo.org”).

Derechos reservados
La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 133

beranía popular y abolir de una vez y para siempre el régimen de corrupción


y privilegios que impera en nuestro país [...] (nos han obligado) a reconocer
decisiones oprobiosas e instituciones que no merecen ningún respeto [...]
por eso, aunque no les guste a mis adversarios, ¡al diablo con sus institucio-
nes! [...] la realidad es que no hay democracia. La derecha quiere imponer un
simulacro de democracia con apoyo de una elite de privilegiados que domina
el país.71

Al poco tiempo, de nuevo ante una plaza aclamadora y fervorosa, se


declaró “presidente legítimo de México”72 y, desde entonces, ha descono-
cido todas las decisiones adoptadas por el Poder Ejecutivo, ha recurrido a la
movilización como instrumento de presión política e, incluso, ha puesto
en duda el trabajo del Poder Legislativo del que su partido —gracias al
resultado de la misma elección que él desconoció— es la segunda fuerza
política. Con los meses, de hecho, el talante populista de su discurso
ha ido en aumento. En febrero de 2008, por ejemplo, afirmó que “sólo los
tecnócratas acomplejados y vende patrias”73 podían argumentar que la
paraestatal de petróleos mexicanos debía abrirse a la inversión privada y,
a los pocos días, en un acto de protesta en el Estado de México recordó
quién es quién en su retórica simplista: “La verdadera doctrina de los
panistas es la hipocresía. Se la dan de gente decente, de gente bien. Noso-
tros somos la chusma, somos los nacos, sí, pero la chusma y los nacos no
somos bandidos como ellos […] Tengamos confianza (porque) estamos
defendiendo al pueblo”.74

71 Fuente: página electrónica del “gobiernolegitimo.org”.


72 Su apuesta, siguiendo a Mosca, tal vez no carecía de sentido: como consecuencia del “aislamiento
psicológico e intelectual de las plebes [...] se forma casi necesariamente en el seno de la plebe otra clase
dirigente, a menudo en antagonismo con la que tiene en su mano el gobierno legal [...] De este modo
se constituye un verdadero Estado dentro del Estado, un gobierno oculto, con frecuencia más temido,
más obedecido y, si no más querido, por lo menos más comprendido que el gobierno legal”. G. Mosca,
La clase política, ob. cit., pp. 168-169.
73 A. M. López O., “¿País o colonia?”, Reforma, 18 de febrero de 2008.
74 Fuente: periódico Reforma, 24 de febrero 2008, p. 7. La declaración se parece a las posiciones del
ezln en el 2006: “pensamos que es en la izquierda política donde mero (sic) está la idea de resistirse

© Flacso México
134 ◆ Pedro Salazar Ugarte

Las citas podrían ser muchas pero lo que importa es el dato: una parte
de la elite política mexicana, la que está representada por el hombre que
estuvo a medio millón de votos de ser presidente del país en el 2006,
tampoco está comprometido con la consolidación de una democracia
constitucional. En su caso, la apuesta no es por la democracia mínima,
elitista y tendencialmente neoliberal sino por el neopopulismo que, poco
a poco, ha venido ganando fuerza en los países de la región latinoamerica-
na. La prueba extrema de esta situación ha tenido que ver con el mismo
tema de la llamada reforma energética que, sin ignorar la importancia es-
tratégica que tiene para el país, constituye un excelente botón de muestra
sobre la forma de procesar el conflicto político por parte de esa parte de
la izquierda nacional. En el mes de abril de 2008, como respuesta a un
acto perfectamente constitucional en México, como lo es la presentación
por parte del presidente de una iniciativa de reforma en la materia, López
Obrador y sus seguidores —algunos legisladores electos en 2006— de-
cidieron “clausurar” —colocando una enorme manta en la tribuna— el
Parlamento mexicano. Tanto la Cámara de Diputados como la de Sena-
dores fueron tomadas por un grupo de legisladores fieles al líder de la lla-
mada “izquierda democrática”. Más allá de los fines —provocar un debate
que, según dijeron, pretendía evadirse— el problema está en los medios.
El hecho trasciende a la mera anécdota porque supone la puesta en
práctica de la retórica anti-institucional. Para el momento en que es-
cribo estas páginas, López Obrador ha calificado de “espurio” al titular
del Poder Ejecutivo, ha “clausurado” al Poder Legislativo y, de paso, de
nuevo ante una plaza enardecida, acusó a los miembros del Tribunal
Constitucional (a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación) de ser “encubridores de políticos corruptos y de delincuentes
de cuello blanco”. Para justificar su negativa a impugnar jurisdiccional-
mente la eventual nueva legislación energética, López Obrador remató:

contra la globalización neoliberal (y de hacer un país justo). No como ahorita (sic) que sólo hay jus-
ticia para los ricos, sólo hay libertad para los grandes negocios y sólo hay democracia para pintar las
bardas con propaganda electoral” (fuente: página electrónica del ezln.org.mx).

Derechos reservados
La democracia enjaulada (entre el populismo y el elitismo) ◆ 135

“No somos ingenuos. Desgraciadamente, esa institución (la Corte mexi-


cana) sólo sirve para legalizar los despojos que cometen los poderosos”.75
La profecía está por autocumplirse: al diablo con las instituciones.

Ya lo dijo Alfonso Reyes:


“Hemos llegado tarde al banquete de la civilización occidental”

Alguien podría decirme, no sin parte de razón, que lo que he descrito


es una versión parcial de la actitud de las elites mexicanas hacia la de-
mocracia. Que, así como existen las posiciones que he señalado, también
hay algunas manifestaciones alentadoras en las que no he querido reparar.
Pienso, por ejemplo, en la aprobación de algunas reformas que preten-
den modernizar al Estado en temas sensibles como la administración
de justicia (quizá el peor rezago institucional en el México moderno) o
en temas importantes para consolidar una democracia moderna como la
transparencia y el acceso a la información pública. También podría resca-
tarse la existencia de un debate público más abierto y por momentos un
poco más robusto. Cierto. Pero me temo que los desequilibrios apuntan
en las direcciones que he intentado ilustrar. No es pesimismo; en todo
caso, como diría Bobbio, es realismo insatisfecho. Y lo que sobran son
razones para no ser complacientes con la realidad latinoamericana.
La democracia constitucional —con sus límites y vínculos a los diver-
sos poderes— es un horizonte normativo para pocos. Nuestras elites pre-
fieren —como quizá harían las elites siempre y en todo lugar— esquemas
institucionales en los que conserven sus privilegios o en los que aumenten
sus poderes. En ese sentido sus intereses tienen secuestrado el futuro de
nuestra región. Y, en nuestros países, eso puede significar el fracaso de las
transiciones democráticas que habían generado optimismo hace algunas
décadas pero que hoy oscilan entre el elitismo de las oligarquías electivas y
el populismo de los líderes mesiánicos. ◆

75 El Universal, México, 14 de abril de 2008.

© Flacso México
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Derechos reservados
Lo social y lo político.
Más allá de la articulación hegemónica
Valeria Falleti

Introducción

En el presente capítulo se propone discutir las formas en que se rela-


cionan las protestas sociales teniendo como trasfondo lo político y su
relación con lo social, estableciendo contrapuntos entre la democracia
radical y la visión institucional de la política. Con este propósito amplio
se plantean algunos interrogantes al libro La razón populista de Ernesto
Laclau, aunque también sus aciertos, al igual que otros aportes de la de-
mocracia radical (Lefort, 1990, 1991; Mouffe, 2003) en contraposición
con una perspectiva institucional de la política (Dahl, 1968, Shumpe-
ter, 1983, Ferrajoli y Bovero, 2001). Laclau plantea la necesidad de la
constitución de las “demandas” sociales que por definición tienen que
ser insatisfechas y diferenciadas de la “necesidad” para que advenga un
acontecimiento político. A pesar de que los aportes del psicoanálisis y los
aspectos sociales resultan ser insumos de la teoría de Laclau, en su desa-
rrollo no adquieren el protagonismo necesario para comprender el proceso
de constitución de la demanda antes de que ésta se conforme como
tal.1 El trabajo sobre estos insumos colaboraría en la indagación de los

1 Esta consideración no pretende desconocer la rigurosidad conceptual con la que son trabajadas las
nociones del psicoanálisis y los aspectos sociales en La razón populista de Laclau. Más bien, inten-
tamos proponer otras herramientas procedentes de la sociología y de las problemáticas de la subje-
tividad que colaborarían en la comprensión de los niveles de latencia del proceso sociopolítico que,
desde nuestra perspectiva, es un aspecto fundamental para entender el proceso de constitución de
las demandas sociales.

[139]

© Flacso México
140 ◆ Valeria Falleti

siguientes interrogantes: ¿cómo se constituyen e instituyeron las deman-


das en los populismos?, ¿cuáles son las condiciones de posibilidad (más
allá de la contingencia) que hacen que una demanda se constituya como
tal y no otras?, ¿cuáles son las fuerzas sociales y políticas que logran
enunciarlas y expresarlas como tales?
Considerar a una demanda cuando ésta ya aparece en la escena
política o se vuelve un acto de nominación implica dejar “por fuera” los
procesos sociales, los identitarios y la transformación subjetiva, sin los
cuales la demanda democrática no hubiera podido constituirse como tal.
Laclau (2005: 107) plantea que una determinada identidad procedente
del campo total de las diferencias encarna una función totalizadora, y
esto es exactamente lo que significa privilegiar. Frente a esta consideración
nos preguntamos ¿cómo y por qué esa identidad es privilegiada? Asi-
mismo el autor sostiene que significados privilegiados condensan en
torno a sí mismos la significación de todo un campo antagónico (La-
clau, 2005: 114), entonces nos preguntamos ¿por qué esos significados
cumplen esa función y no otros?
Desde otro ángulo, es posible sostener que en la mencionada obra
no se atiende a aquellas demandas que no accedieron a ser demandas
populares, porque fueron anuladas o absorbidas en pugna al interior
del pueblo ayudando así a darle forma (Carassale, 2007: 146). El equí-
voco está en que la política se equipara únicamente al momento he-
gemónico (de aparición del pueblo). En este sentido el autor propone
analizar la demanda de la demanda, lo que implicaría nuevos proce-
dimientos que sí reconozcan demandas no reconocidas en el proceso
populista (Carassale, 2007: 146).
Se propone, entonces, hacer referencia a un proceso “sociopolítico”
—que no equipare a la política con el momento hegemónico— teniendo
en cuenta los aportes que puedan colaborar en el estudio de las “condi-
ciones de posibilidad” del acontecimiento político. Dichas contribucio-
nes son los conceptos de: la subpolítica de Beck, la socialidad de Maffesoli
y la institución imaginaria instituyente de Castoriadis. Respecto de los
procesos de resistencia: la infrapolítica de James Scott (2000 [1990]). Por

Derechos reservados
Lo social y lo político. Más allá de la articulación hegemónica ◆ 141

su parte, Lazzarato en Políticas del acontecimiento sostiene que “efec-


tuar los posibles que un acontecimiento ha hecho emerger es entonces
abrir otro proceso imprevisible, arriesgado, operar una reconversión
subjetiva a nivel colectivo”. Asimismo, las condiciones de posibilidad,
generalmente, vienen dadas por una crisis que deriva del cambio en el
orden del sentido.
Las consideraciones aquí desarrolladas respecto del acontecimiento
son coincidentes con las conceptualizaciones sobre los populismos en el
sentido de que estos últimos generan una reconversión subjetiva de los
sectores sociales históricamente excluidos y esto, inevitablemente, genera
un cambio en el orden social existente. Julio Aibar (2007: 31) plantea
que “los populismos realizan de manera recurrente la presentación del
daño: una respuesta que configura retroactivamente un daño y asume
su presentación o puesta en escena juntamente con los dañados”. Por su
parte, Carlos de la Torre (2007: 60) plantea que el universo simbólico
construido por Bucaram en Ecuador implicó que los pobres y oprimi-
dos se transformaran en la encarnación de los verdaderos valores morales.
Finalmente Guillermo Pereyra (2007: 179) plantea que “el populismo
implica la inclusión equivalencial de un particular excluido que en un
cierto momento pasa a encarnar, por medio de su oposición al bloque
de poder, la plenitud ausente de la sociedad”.
Por su parte Benjamín Arditi (2007) sostiene que para Laclau y Mouffe
en Hegemonía y estrategia socialista la forma hegemónica de articulación
termina siendo la expresión paradigmática de la política, restringiendo la
posibilidad de pensar “otras” expresiones de la política. La forma hegemó-
nica de articulación tiene lugar cuando un “nombre” —que generalmen-
te surge de un particular— adquiere valor universal, entonces es posible
que las demandas sociales particulares logren articularse y coordinarse
a partir de ese nombre que tomó lugar universal. Frente a esta consi-
deración, Arditi plantea que hay “otras” expresiones de la política que
no necesariamente se articulan, tales como las maneras rizomáticas de la
política o bien las redes sociales. Así lo expresa: “Las articulaciones de
tipo hegemónicas podrán ser contingentes, pero la forma hegemónica

© Flacso México
142 ◆ Valeria Falleti

termina siendo necesaria. Con ello los autores han desplazado el concep-
to y la práctica del plano óntico al ontológico: la hegemonía es algo que
atañe al ser de la política” (Arditi, 2007: 5). En este sentido, el mismo
autor luego expresará: “Es por ello que no ven el problema de ‘cómo
vincular’ como un tema pertinente, los autores ya saben la respuesta de
antemano a través del argumento circular que señala la hegemonía”
(Arditi, 2007: 7).
En estas consideraciones se está apuntando a la “naturaleza”, proce-
dencia de las demandas y su forma de vinculación. Es decir, ¿es posible
que todas las demandas se articulen en cadenas de equivalencias o, más
bien, existen otras formas de vinculación?
Esta crítica también es válida para la expresión política de los po-
pulismos, dado que éstos son ubicados en una cadena de equivalencias
con la política, la hegemonía y la democracia (Pereyra, 2007).2
Los aciertos del libro La razón populista —al igual que las contri-
buciones de la democracia radical— remiten a los avances respecto de
una visión institucional de la política centrada en los procedimientos de las
organizaciones políticas formales que, premeditadamente o no, despo-
jan de sentido “político” a la política en su vertiente conflictiva. En esta
misma línea Arditi reconoce la virtud teórica de Hegemonía y estrategia
socialista respecto de la conceptualización de hegemonía en Gramsci,
todavía basada en la idea de leyes de la historia: “La reformulación
de la hegemonía en base a la lógica de la contingencia constituye una
contribución teórica importante” (Arditi, 2007: 1). Dicho aporte es
desarrollado de la siguiente manera:

2 Con el fin de comprender la relación equivalencial entre las demandas sociales, ésta se diferencia de
una petición: cuando la demanda es satisfecha allí termina el problema. Pero si la demanda no es
satisfecha, la gente puede comenzar a percibir que los vecinos tienen otras demandas igualmente
insatisfechas —problemas de agua, salud, educación, etc.—. Si la situación permanece igual por un
determinado tiempo, habrá una acumulación de demandas insatisfechas y una creciente incapacidad
del sistema institucional para absorberlas de un modo diferencial (cada una de manera separada de
las otras) y esto establece entre ellas una relación de equivalencias. El resultado fácilmente podría ser,
si no es interrumpido por factores externos, el surgimiento de un abismo cada vez mayor que separe
al sistema institucional de la población (Laclau, 2005: 98-99).

Derechos reservados
Lo social y lo político. Más allá de la articulación hegemónica ◆ 143

Al poner el énfasis en la práctica política en vez de las leyes de la historia,


Laclau y Mouffe nos brindan una visión post gramsciana de la hegemonía
gobernada por la contingencia. En vez de invocar a la contradicción general
como criterio para explicar la opresión, la rebelión y el cambio, hablan de una
serie de luchas discretas que se van articulando en una cadena de equivalen-
cias que suspende la particularidad de cada una de ellas o, más precisamente,
establece relaciones de equivalencia que hacen que cada lucha signifique su
propio particularismo así como su significado suplementario. Este suple-
mento es crucial; es usado para ir juntando luchas y demandas formalmente
diferentes en una nueva subjetividad y desafiar una constelación de poder
dada. La equivalencia también requiere la producción de efectos de frontera
y antagonismos —el momento de la negatividad— para separar un adentro
de un afuera (Arditi, 2007: 2).

La obra de Ernesto Laclau amerita el reconocimiento de situar en el


centro de la escena política al antagonismo y a su componente conflic-
tivo. Su acción discursiva revitaliza los debates que aparecen “lavados”
en los postulados meramente institucionales (análisis de los partidos y elec-
toral, estructuras organizativas de los canales políticos, entre otros) que
se detienen en los mecanismos y las estrategias más que en el sentido
público y “político” de la política. Seguramente, el conocimiento y el
manejo de esos engranajes políticos resultan de utilidad para conseguir
el éxito de los resultados, cuestión apuntalada por razones eficientes y
eficaces. De hecho, las visiones institucionalistas abogan por la efectivi-
dad de las acciones políticas, la influencia en la toma de decisiones y en
su establecimiento en la agenda pública. Sin embargo, desde un punto
de vista sustancial —la política como el arte de lo posible— se vuelven
argumentos desapasionados porque la política en vez de ser una manera
de exploración de las fronteras de lo posible, de los valores y creencias
existentes, se convierte en un ámbito delimitado, a ser evaluado, mani-
pulado y reproductor del “estado de las cosas”, en el cual se despliega
una competencia neutral de intereses. Además, como ya planteamos,
estos análisis no nos permiten relevar aspectos centrales de las formas

© Flacso México
144 ◆ Valeria Falleti

populistas —además de los antagonismos—: su incorporación litúrgica


y estética más que institucional (De la Torre, 2007) “El líder infunde los
mitos y los símbolos que identifican al ‘pueblo’ como legítimo portador
de los valores democráticos y convoca los ritos y festejos en los que el
sujeto colectivo emergente ratifica con su presencia la nueva religión cívica”
(Álvarez Junco citado en De la Torre, 2007). Asimismo la relación con
el líder se sostiene en su honestidad y dedicación hacia el movimiento
más que en la ideología (De la Torre, 2007). En el análisis de los popu-
lismos se necesita de la introducción de elementos no institucionales
dado que generalmente se los acusa de no usar y respetar a las insti-
tuciones políticas.
La crítica a la visión institucional de la política se puede derivar al
ámbito de las subjetividades y lo social, y al de los populismos, debi-
do a que no se pone como eje de atención a las transformaciones que
las movilizaciones y los movimientos sociales pueden llegar a suscitar
a nivel de las identidades, las significaciones, los imaginarios sociales,
más allá de la incidencia en las decisiones políticas tomadas. Dichas
transformaciones son suscitadas en la emergencia de los movimientos
populistas.
Algunos autores eligen no deslindar a la política de la subjetivi-
dad, pues delimitarlos como territorios separados y hasta antagónicos
ha sido una operatoria de varios siglos; de esta manera, se reproducen
viejas lógicas binarias como la de Individuo-Sociedad. Por el contrario,
dichos autores sostienen que: “hablar de la dimensión política de la
subjetividad implica pensar las dimensiones deseantes de la política y
las dimensiones políticas del deseo” (Fernández, 2006: 9). ¿A qué se le
quita valor con la operatoria de deslindar a las instituciones y sistemas
políticos de los sujetos que la conforman (incluidos los líderes populis-
tas)? Considero que, justamente, a aquello que sustenta de dinamismo,
vitalidad y pasión a la escena pública y política: las inscripciones políti-
cas, las identidades y los disensos. En otras palabras, se le quita valor a
la política que transcurre en los intersticios de los canales instituciona-
les, la cual introduce dinamismo en las instituciones.

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Lo social y lo político. Más allá de la articulación hegemónica ◆ 145

Esta misma crítica que desarrollamos respecto de los distintos enfo-


ques acerca de la política, la encontramos en los analistas institucionales
franceses respecto de la intervención socioanalítica. Considero que el pa-
ralelo resulta pertinente dado que hay una preocupación común: cómo
se introduce cambio en las instituciones. Dicha acción, en sí misma, im-
plica un acto político. Así lo expresa Lourau (1978: 273) cuando sostiene
que: “Las relaciones institucionales comienzan a ser dilucidadas por el
simple desordenamiento de la estructura. Dicho de otro modo, el análisis
instituye una crisis en las instituciones, y una crisis de las instituciones es
una forma de análisis, un análisis en crisis”.
Es decir, es posible dilucidar una institución cuando hay un cambio
de orden o un desorden en su estructura, se trata de aquello que circula por
los intersticios de los canales institucionales. Es preciso que se establezcan
ciertas “condiciones de posibilidad” para que un análisis institucional de
este tipo advenga, ya que las instituciones generalmente no están dispues-
tas a que se les introduzca conflicto sino que, por el contrario, intentan
reducirlo. Generalmente, tal como lo demuestran los presidentes Evo
Morales en Bolivia y Hugo Chávez en Venezuela, la emergencia de los
populismos genera este desorden y ruido en las instituciones.

La pasión en la escena política

Tal como plantea Castoriadis (1995), en los últimos tiempos prevalece


una visión institucional de la política que la condiciona a un simple
conjunto de “procedimientos” y produce una ruptura con el pensamien-
to político previo.3 Este autor ve a la política democrática como un

3 En esta línea es posible incluir una amplia gama de perspectivas del estudio de la política: aque-
llas visiones “duras” que se definen sobre la base de que la decisión tomada es la opción más
racional, la cual surge de la evaluación de los costos y los beneficios (“the rational choice”); hasta
otras visiones de perfil sociológico, como el enfoque neo-institucionalista, que tiene en cuenta los
valores y las normas que constriñen a las instituciones, además de las decisiones concretas que se
toman.

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146 ◆ Valeria Falleti

régimen indisociable de una concepción sustantiva de los fines de la


institución política,4 en tanto creación sociohistórica, y de una visión
e intención del tipo de ser humano que le corresponde (1995: 65).
Plantea que cualesquiera sean los ropajes filosóficos, es fácil ver que una
concepción de mero procedimiento de la política democrática encuen-
tra su origen en la crisis de las significaciones imaginarias que conciernen
a las finalidades de la vida colectiva. Asimismo esta concepción tiene un
lazo profundo con el individualismo contemporáneo y el proceso de
descolectivización (1995: 65). La política es entendida como la capaci-
dad colectiva para la transformación histórico-social y no mera repetición
procedimental (Castoriadis, 1995). Desde esta concepción formal se
quita del escenario político a los actores sociales concretos, quedando
como “protagonistas” de la arena política quienes efectivamente toman
las decisiones, es decir, funcionarios e instituciones formales políticas.
Es posible revisar esta afirmación al tener en cuenta el protagonis-
mo que han tenido los movimientos sociales durante los últimos tiem-
pos. Esta cuestión tuvo repercusión en los ámbitos de investigación
académica de la mano de la “teoría de la acción colectiva” y de la “teo-
ría de los nuevos movimientos sociales” (Galafassi, 2006). Pero tampoco
desconocemos las críticas sobre la “sospecha” del resurgimiento de la
sociedad civil, algunos observan en dicho surgimiento el correlato del
discurso neoliberal tendiente a la minimización del Estado y su susti-
tución por el mercado (Canto, 2004: 49). Otros que se apartan de este
uso instrumental de la sociedad civil, prefieren apostar al uso político
que esta noción alguna vez tuvo (Somers, 1997).
Si el interés radica en los procesos sociales de transformación y
autonomía, difícilmente puedan estudiarse a través de visiones institu-

4 Es importante aclarar que la institución política para Castoriadis no son las instituciones formales
gubernamentales sino que es una creación histórico-social. En este sentido plantea que puede haber
sociedades sin Estado —creación histórica fechable y localizable— aunque no una sociedad sin insti-
tuciones de poder explícitas (Castoriadis, 1995: 66). Las instituciones, entre ellas la política, encarnan
las significaciones imaginarias sociales —modos de ser, pensar y actuar— dándoles efectividad social,
permitiendo a los sujetos ser en sociedad (Castoriadis, 1995; 1999).

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Lo social y lo político. Más allá de la articulación hegemónica ◆ 147

cionales, dado que la política de la autonomía es la resultante de un


colectivo cuando éste tiene la potencia y la capacidad para darse a sí mis-
mo sus propios valores y reglas (Castoriadis, 1998). Consideramos que la
circulación de las emociones en el marco de un proceso reflexivo, que
generalmente se da en el inicio de las movilizaciones, potencia el accio-
nar colectivo hacia la autonomía (Falleti, 2007).
Es decir, las emociones sustentadas generalmente en el sentimiento de
injusticia (Moore, 1989), impotencia o vergüenza social (Honneth, 1997)
mueven a los colectivos al proceso reflexivo, de pensar las reglas e insti-
tuciones existentes, que puede derivar en una acción colectiva o protes-
ta social. Según Alberoni, en este momento se vive un estado naciente
que se caracteriza por la revisión de los valores y las formas convenciona-
les de estructuración del poder, siendo un estado propicio para la creación
de nuevos procesos sociales y políticos.
La importancia de las emociones está presente en los populismos en
la medida en que los discursos de los líderes populistas apelan a ellas. Car-
los de la Torre (2007) plantea que los populismos incorporan liturgia
en la política con los mítines políticos, con la construcción de discursos
maniqueos y movilizadores con los que el líder populista busca aumentar
los lazos afectivos respecto de sus seguidores, acompañados, estos dis-
cursos, con ciertos rituales y ceremonias característicos del movimiento
populista.
Las limitantes del enfoque procedimental de la política quedan ex-
presadas en la “paradoja democrática” advertida por Chantal Mouffe: la
democracia liberal establece límites específicos en el ámbito público y po-
lítico apelando al principio de la libertad, generando así una tensión.
El énfasis liberal en el respeto por los “derechos humanos” crea necesa-
riamente una tensión dado que no existe garantía de que una decisión
adoptada mediante procedimientos democráticos no termine vulne-
rando algunos derechos ya existentes. En una democracia liberal se po-
nen siempre límites al ejercicio de la soberanía del pueblo. Estos límites
se presentan, por lo común, como un elemento que define el propio
marco respecto de los derechos humanos y como algo no negociable.

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148 ◆ Valeria Falleti

De hecho, debido a que dependen del modo en que se definen e inter-


pretan los derechos humanos en un momento dado, resultan la expresión
de una hegemonía prevaleciente y, por consiguiente, objeto de debate. Lo
que no puede ser objeto de discusión en una democracia liberal es la idea
de que es legítimo establecer límites para la soberanía popular en nom-
bre de la libertad. De ahí su naturaleza paradójica, pues la condición
para el ejercicio de la libertad es plantear límites (Mouffe, 2003: 23).
En otras palabras, si la misma democracia liberal define los límites y las
esferas posibles del ejercicio de los derechos humanos, éstos se vuelven
útiles y funcionales a ella misma. Estas operatorias discursivas generan
definiciones tautológicas tanto de la democracia liberal como de los dere-
chos humanos que le dan sustento, entonces: ¿cuál es la posibilidad de
conflicto? ¿en dónde radica la posibilidad de resistencia de los grupos y
colectivos sociales que le dieron “origen” a dichas demandas?
La potencialidad de los populismos radica en su vertiente antagónica
y conflictiva de la política, generando una reconversión subjetiva anuda-
da, generalmente, con el desarrollo de capacidades para resistir. Es así que
los populismos rebasan los límites de la democracia liberal. En este sentido,
cuando la democracia liberal procedimental critica al populismo, eviden-
cia su miopía y los límites de su propia concepción de la democracia y de
la política (Aibar, 2007: 29).
Los interrogantes recién citados pueden ser dilucidados tanto desde
una crítica a la política liberal basada en los derechos humanos, como
desde el debate sobre las maneras de concebir al “cuerpo” en tanto
sustento subjetivo del accionar colectivo. Según Scott Lash, Foucault
conceptualiza una noción de cuerpo a partir de la cual éste es tratado
pasivamente, dado que es actuado en escenarios institucionales constitui-
dos discursivamente, no mostrando cómo puede construir resistencias y
emprender luchas. Si el discurso es vehículo de poder y el cuerpo queda
tematizado a nivel del discurso: ¿cómo es posible resistir? La pasividad cor-
poral se relaciona con una visión pesimista del obrar (Lash, 1997: 85).
En este sentido Lash, quien pretende establecer un concepto más am-
plio del “obrar” de la genealogía, sostiene que el trabajo genealógico de

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Lo social y lo político. Más allá de la articulación hegemónica ◆ 149

Foucault queda incompleto. Dicho autor rescata de Deleuze su manera


de pensar la diferencia y su teoría del deseo, nociones que permiten pen-
sar un cuerpo activo, con intensidades y por tanto, que resiste; un cuerpo
que se inscribe más allá del orden simbólico. Para Deleuze el cuerpo es un
objeto de competencia entre las fuerzas activas del deseo y las reactivas que,
puestas en movimiento por el capital, se traban en lucha (Lash, 1997: 92).
Esas consideraciones repercuten también en los postulados sobre cómo
cambiar el mundo sin tomar el poder, debate que se estableció en torno a
la obra de Holloway, estableciendo distinciones entre el “poder sobre”
y el “poder hacer” (Arditi, 2007).
Podemos ver esto a través de un ejemplo: las Asambleas Barriales
en Buenos Aires. Las Asambleas Barriales surgen en las principales ciu-
dades de Argentina luego de la crisis económico-financiera ocurrida en
diciembre de 2001, teniendo mayor presencia en los barrios de Buenos
Aires. Es así que los vecinos se disponían a discutir en las esquinas sobre
asuntos de micro y macro política. Ante la ineficiencia de las institucio-
nes y el efecto de vacío que la crisis generó, prevaleció el modo deliberativo
de discusión de un proyecto alternativo al modelo neoliberal que había
signado la política de los noventa.
Las formas organizativas y mecanismos que se han ido generando
en las Asambleas Barriales en torno a los desafíos de la forma horizontal de
funcionamiento, por la que las decisiones son tomadas por deliberación
y consenso, pueden convertirse también en maneras de resistir a las for-
mas convencionales, partidarias y jerárquicas de hacer política. Las mo-
dalidades de involucramiento del cuerpo en una experiencia de protesta
deliberativa son bien distintas de los modos que toma dicho compromiso
en otros movimientos sociales tales como el de los “piqueteros”. Se los
conoce de esta manera dado que su forma habitual de protesta es la de
organizar cortes (“piquetes”) en las carreteras del país. Surgen como Mo-
vimiento de Trabajadores Desocupados (mtd) a mediados de los noventa
en las ciudades donde se privatiza la empresa petrolera nacional ypf, luego
se extiende a otras regiones del país y adquieren una importante presen-
cia en el conurbano de Buenos Aires.

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150 ◆ Valeria Falleti

En el movimiento de desocupados se registra una mayor exposición


del cuerpo, por eso Svampa y Pereyra sostienen que la falla del sistema en la
sociedad argentina tomó una dimensión dramática, pues se hace evidente
a costa de la exposición del cuerpo en las carreteras (2003: 54). Dichos
autores aluden a una confrontación “cuerpo a cuerpo” entre los referen-
tes desocupados y líderes políticos locales. En el caso de las Asambleas
Barriales no se observan confrontaciones de este tipo, ni con las fuerzas
de seguridad. Sin embargo, no puede desconocerse que las Asambleas se
han sumado solidariamente a marchas de otros movimientos —como
el de las empresas recuperadas— cuando las fuerzas de seguridad han
intentado su desalojo. En estos casos puntuales es posible observar en
las Asambleas cuerpos que resisten, acercándose a la posición sostenida
por Deleuze.
En relación con los derechos humanos, éstos implican un recono-
cimiento en la inscripción simbólico-jurídica sin el cual el grupo social
excluido sufre cierta vergüenza o impotencia social (Honneth, 1997).
Sin embargo, en el momento en que las demandas sociales se expresan
en los términos de los derechos humanos se esteriliza la acción y la resis-
tencia (véase Brown y Williams, 2003).5 Esta afirmación adquiere ma-
yor relevancia si consideramos que “la estabilización lograda durante
el periodo de hegemonía del neoliberalismo —con su muy específica
interpretación de cuáles son los derechos importantes y no negocia-
bles— aparece libre de todo cuestionamiento” (Mouffe, 2003: 22).
Sostiene la autora que la tensión entre la libertad y la igualdad no puede
reconciliarse y que sólo pueden existir formas hegemónicas contingen-

5 En el estudio de la relación entre el discurso de los derechos humanos y la democracia liberal es


posible identificar una serie de paradojas constitutivas del derecho. La primera se establece entre el
idioma universal y el efecto local de los derechos que trasciende tanto a los niveles temporales como
espaciales: si bien en un momento histórico pueden tener valor emancipador, como el movimiento de
los Civil Rights en los Estados Unidos de América, en otro tiempo puede cumplir una función regula-
dora para obstruir o cooptar demandas sociales más radicales (Brown, 2003: 82). Se establece así la
paradoja entre la emancipación y su función de regulación. Otro efecto paradojal se produce cuando
un derecho se vuelve interno a la comunidad y deja de ser concebido como un efecto social, gene-
rando una esencia del mismo. Se define a partir de la anatomía de las personas (raza, sexo, religión),

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Lo social y lo político. Más allá de la articulación hegemónica ◆ 151

tes de estabilización del conflicto, se ve claramente que, tan pronto como


desaparece la propia idea de alternativa a la configuración existente del
poder, lo que desaparece con ella es la posibilidad de una forma legí-
tima de expresión de las resistencias que cuestionen las relaciones de
poder dominantes. El statu quo queda naturalizado y transformado
en el modo en que realmente son las cosas (Mouffe, 2003). En otras
palabras, la estabilización imaginada de la democracia contenedo-
ra de las diferencias y promotora de su respeto crea un ambiente
político sostenido en el consenso y la actitud respetuosa, aunque no
se sostiene en el disenso, el conflicto, es decir, en la política como
exploración de las fronteras de lo posible. Es así que en la democracia
liberal las pasiones quedan borradas del campo de la política que se
ve reducida a un terreno neutral de intereses en competencia. Asimis-
mo, si consideramos que las pasiones residen en los cuerpos, desde
el enfoque liberal se restringe también la posibilidad de crear cuerpos
activos con potencia para resistir y “lo político” desaparece por com-
pleto en cuanto a su dimensión de poder, antagonismo y relación de
fuerzas (Mouffe, 2003: 47).
En el siguiente apartado trabajaremos las críticas planteadas por Ar-
diti a la idea desarrollada por Laclau y Mouffe en el sentido que sólo una
contra-hegemonía es la forma posible de resistencia y de expresión de
una alternativa al poder constituido. Es decir qué es una contra-hege-
monía. Esta crítica es válida para la construcción de antagonismo de los
populismos, dado que éstos aparecen como una respuesta anti-elite.
Como se dijo, pensamos que desde las premisas liberales no esta-
rían dadas las condiciones para que un acontecimiento político advenga
(Lazzarato, 2006; Fernández, 2006); o bien, en términos de Alberoni,

reproduciendo la lógica de poder por la cual fueron creados, es decir, la anatomía se vuelve destino
una vez más. Finalmente establecemos otra paradoja entre la estabilización y desestabilización de
las identidades. Es decir, si el derecho aparece como producto de la desestabilización de identidades
objetivas (en el sentido de reproducir las lógicas existentes respecto del rol femenino y masculino, por
ejemplo), cuando a través de las fronteras del derecho una “nueva” identidad se vuelve estable se
encuentra reproduciendo, aunque con contenido distinto, la estabilidad que denunciaba.

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152 ◆ Valeria Falleti

para que se genere un estado naciente o bien, comprender la emergencia


de los populismos. Estos fenómenos tienen en común que se refieren
y promueven un proceso reflexivo, generalmente colectivo —aunque
también puede ser dual—, el cual propicia una revisión de los valores
y de las creencias sustentados en las instituciones existentes. Como ya
adelantamos, en Laclau y Mouffe tampoco están contenidas las coor-
denadas para pensar un accionar político que no sea hegemónico, res-
tringiendo las posibilidades de pensar “otras” expresiones de la política
que, aunque poco visibles, también habría que contemplar. Arditi se
pregunta: “¿Qué ocurre si nos movemos de la hegemonía como pro-
ducto al modo en el que realmente ocurre?”. Y responde con cierto
tono irónico:

Todo esto ocurre sin el demiurgo del excedente metafórico requerido para
una identidad común, o al menos sin que su presencia sea particularmen-
te visible, y mientras otros modos de hacer política, distintos del de la he-
gemonía toman la batuta, incluyendo la apatía militante o la meramente
holgazana, y el viejo pero confiable gobierno representativo que absuelve
a muchos de la carga de tener que preocuparse siquiera de la política
(Arditi, 2007: 8).

El autor contrarresta este tono pesimista al rescatar las “otras” for-


mas de política tendientes a la autonomía y a la emancipación, tal
como sucede con el formato viral de la política. Así lo expresa: “la
política viral pone en movimiento a grupos e iniciativas colectivas y,
por implicación, debe lidiar con el problema de cómo generar conec-
tividad o articulación entre la gente. Su conectividad se estructura a
través de redes —especialmente las llamadas ‘redes distribuidas’— en
vez de seguir el patrón de la hegemonía y sus cadenas de equivalen-
cias” (Arditi, 2007: 19). En tanto los populismos se ubican en cade-
nas equivalenciales con la política, la hegemonía y la democracia, esta
crítica es válida para los populismos tal como son desarrollados en la
obra de Laclau.

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Lo social y lo político. Más allá de la articulación hegemónica ◆ 153

La razón populista ¿y la societal?

En su trabajo, Laclau no resalta lo “social” en la conformación de la “ra-


zón populista”, a pesar de que aquello se constituye claramente en insumo
de su teoría.
Sin embargo, en otros apartados de su obra (Laclau y Mouffe, 2004
[1985]) sí expresa la importancia de “lo social” para la conformación
de la política. Por un lado, Laclau y Mouffe afirman que en la opera-
ción de articulación de las demandas suele quedar un resto no articulado.
Es decir, no toda lógica social es procesable por la política, sin embargo,
reconocen su importancia en la constitución de la política. La relación
entre “lo social” y la política queda expresada con claridad en los si-
guientes apartados:

Nuestra tesis es que los antagonismos no son relaciones objetivas sino rela-
ciones que revelan los límites de toda objetividad. La sociedad se constituye
en relación con sus límites, que son límites antagónicos, y la relación de
límite antagónico debe ser concebida literalmente, es decir, que no hay
“astucia de la razón” que se exprese a través de las relaciones antagónicas.
Por esto, no concebimos a lo político como una superesctructura sino que
le atribuimos el status de una ontología de lo social. De este argumento se
sigue que, para nosotros, la división social es inherente a la política (Laclau
y Mouffe, 2004 [1985]: 14).

En otros momentos los autores trabajan la relación de la identidad


de los sujetos políticos con la exterioridad, esta última puede leerse como
aquello que escapa de la lógica política, confirmando de esta manera su
interés por establecer las relaciones con “otras” lógicas.
Es decir, para que se lleve adelante la tarea hegemonizadora es posi-
ble que sus elementos se constituyan en relación y que se necesite de una
exterioridad para su definición, pues habría una “imposibilidad de atri-
buir especificidad conceptual a la misma”. En el proceso de articulación
hay definiciones que provienen de lógicas relacionales que exceden a las

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154 ◆ Valeria Falleti

que dan sustento a la hegemónica. Cuestión confirmada en la siguien-


te expresión: “El concepto de ‘hegemonía’ surgirá precisamente en un
contexto dominado por la experiencia no sólo de la fragmentación,
sino también de la indeterminación de las articulaciones entre distintas
luchas y posiciones del sujeto” (Laclau y Mouffe, 2004 [1985]: 39). En
tanto la articulación hegemónica surge de la falla de otras articulacio-
nes entre grupos sociales que la preceden, en su misma conformación
—es decir en la nueva articulación— habría un resto no articulable. Este
resto no articulable remite a un exceso, algo que “escapa al sentido”. Así
nos lo relata Badiou quien habla sobre la teoría de Deleuze:

todo el problema consiste en saber cómo el sentido es producido […] toda


multiplicidad de sentido sólo puede ser una producción (equívoca) distribui-
da por la univocidad del Uno-todo” (Badiou, 1997: 59) […] el sentido es
producido por el sinsentido y su perpetuo desplazamiento […] nace de la po-
sición respectiva de elementos que no son “significantes” por sí mismos. Pero
este pensamiento sólo es un aspecto de la cuestión, el que gobierna el primer
recorrido de la intuición, el que va de los simulacros inductores de sentidos
equívocos hasta la univocidad del sinsentido. Para completar esta intuición y
acabar en consecuencia la construcción del pensamiento, hay que saber elevar-
se positivamente del sinsentido al sentido, comprendiendo que el sinsentido
no es sino la univocidad del Ser, y que entonces, lejos de ser “ausencia de sen-
tido”, se opone a esta ausencia al producir sin parar una infinidad de sentidos
como simulacros o modos de su propia superficie. El sinsentido es lo que no
tiene sentido, pero que, como tal, se opone a la ausencia de sentido desde el
momento en que opera una donación de sentido (Badiou, 1997: 61).

Es decir, aquello que queda “por fuera” de la cadena de signifi-


cantes, el sinsentido, no es que carezca de sentido, por el contrario, es
la condición para que la articulación acontezca como tal, generando,
además, una donación de sentido: nuevos sentidos. Estas consideracio-
nes provenientes de la filosofía y de la teoría del lenguaje, nos advierten
sobre las operatorias que elementos no articulados ejercen; por lo que,

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Lo social y lo político. Más allá de la articulación hegemónica ◆ 155

considero, no habría que desatender su estudio cuando nos referimos


a la relación entre “lo social” y la política. Arditi plantea, sin embargo,
que el proyecto hegemónico de Laclau y Mouffe (en adelante L&M)
carece de un “afuera” de la lógica hegemónica, así lo expresa:

Laclau y Mouffe cierran el espacio para una política que no sea la hegemóni-
ca. La forma hegemónica carece de un afuera. Esta ausencia es un problema
para la teoría pues le priva de un afuera que la defina o, alternativamente, en
la narrativa de Laclau y Mouffe la hegemonía no tiene otro afuera más que el
que le brinda los proyectos hegemónicos rivales. Pero esto replica el carácter
circular del argumento, ante la ausencia de un verdadero afuera que pondría
un límite a esta forma, toda política deviene una variante de la forma hege-
mónica (Arditi, 2007: 6).

Coincidiendo con lo planteado por Arditi sobre la falta de un “afuera”


en la concepción hegemónica de la política que vaya más allá de los
proyectos contra-hegemónicos; nuestra crítica se sostiene en dos cuestio-
nes que mantienen estrecha relación: una es que en las obras de Laclau
citadas no se considera el plus de la articulación hegemónica, los elementos
no articulables de la hegemonía; y la segunda cuestión es que en la teoría
de L&M no hay “otras” posibles expresiones de la política. ¿Cuáles serían
otras expresiones de política? En este punto el autor trabaja varios ejem-
plos, partiendo de nociones tales como la lógica rizomática de la política
de Deleuze —manera que prevalece en las movilizaciones actuales tales
como el movimiento globalifóbico, las intervenciones en espacios públi-
cos organizadas vía Internet, las coaliciones políticas, a diferencia de las
formas programáticas del accionar político—; el éxodo, noción propuesta
por el autor italiano Virno —por el que las movilizaciones están propen-
sas a desentenderse y a repudiar el poder estatal—; y la idea promovida
por Holloway de que para cambiar el mundo no hace falta tomar el poder.
La política viral, anteriormente mencionada, en la que importa la conec-
tividad entre las redes sociales. Finalmente la idea de multitud (y ya no
hegemónica) en que las acciones políticas se expresan, de Negri. Se alude

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156 ◆ Valeria Falleti

a la “multitud” con la intención de resaltar la pluralidad en contraposi-


ción a la unicidad de la soberanía de Hobbes. Teniendo como referentes a
Spinoza y Beasley-Murray, se sostiene que la multitud es un espacio social
y político conformado por singularidades con una tendencia a agregar
nuevas singularidades con el propósito de unirlas todas en una relación de
variación continua (Beasley-Murray, 2003 citado en Arditi, 2007).
Entonces sostenemos que en la obra de Laclau no sólo no se mues-
tran pistas para pensar el proceso de constitución de las demandas socia-
les sino tampoco aquello que queda “por fuera” de la articulación hege-
mónica. Esto es así porque la “forma hegemónica carece de un afuera que
la defina”, siendo la expresión paradigmática de la política.
Si atendemos a las movilizaciones que surgieron en los últimos tiem-
pos, tales como las Asambleas Barriales en Argentina y la Asamblea
Popular de los Pueblos de Oaxaca (appo) en México, observamos que
para que la articulación de estos movimientos fuera posible debió existir
un plus, el cual no pudo ser capturado por una demanda específica ni
tampoco por una identidad política particular. En el movimiento de la
appo lograron confluir una serie de demandas disímiles y actores sociales
heterogéneos (sindicato magisterial, movimientos de campesinos organi-
zados y no organizados, organizaciones de derechos humanos, etc.) que
difícilmente hayan derivado en el establecimiento de un eje programático
común. Han llevado adelante una serie de acciones colectivas: plantones
en la plaza y distintas dependencias locales y federales, la toma de una
universidad, entre otras. Esta protesta social también ha mostrado formas
intermitentes y esporádicas de aparición en el escenario público. Por estas
características dudaríamos en sostener que estas demandas se relacionaron
en una cadena de equivalencias. La única demanda expresamente común
fue la de la renuncia del gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz, quien hasta
el día de hoy continúa en su mandato. Ésta ha sido una demanda que, si
bien mantuvo movilizado al movimiento, fue desoída, por lo que relati-
vizamos su valor articulador. Y, más bien, observamos en la actitud del
gobernador, de sostener el lugar de poder más allá de los costos sociales y
también económicos —dado que las movilizaciones afectaron a la activi-

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Lo social y lo político. Más allá de la articulación hegemónica ◆ 157

dad de turismo, fundamental para el sustento de la ciudad—, señales de


una cultura política fuertemente arraigada en la complicidad de las “in-
tocables” alianzas de la élite política, generando un clima de impunidad.
Nos preguntamos entonces ¿por qué en los medios de difusión y comuni-
cación aparecen como responsables de los problemas vividos en la ciudad,
durante el periodo de movilización, la misma appo y no la actitud poco
democrática del gobernador de seguir en el poder?
Es interesante señalar que los argumentos que utilizó el gobernador de
Oaxaca para continuar en el poder fueron “legales” y “procedimentales”
(el capítulo de Guillermo Pereyra y Carlos Durán desarrollado en este
mismo libro nos lo demuestran), lo cual nos confirma —como desarro-
llamos anteriormente— el poder desmovilizador de este tipo de discursos.
La operatoria de estos discursos se sostiene en la enunciación de princi-
pios no cuestionables como, por ejemplo, “una demanda es legítima si
es legal”, esto es, si está en conformidad con el estado de derecho liberal-
democrático. Entonces, las demandas de la appo y los canales de expresión
que utiliza (toma de espacios públicos, la realización de plantones, entre
otras) no son legítimos porque no son legales.
Por su parte, las Asambleas Barriales aparecieron luego de la crisis po-
lítico-económica de diciembre de 2001 en Argentina. La discusión en las
asambleas se ofreció en torno a la consigna “Que se vayan todos… que no
quede ni uno solo” (los políticos) que puede ser pensada en su literalidad,
es decir, sacar a los corruptos del poder, aunque, también en su sentido
simbólico. Dicha consigna señala la potencia del vacío, su potencia enun-
ciativa reside justamente en lo que su inviabilidad pone de manifiesto
(Fernández, Borakievich y Rivera, 2002). Es posible rastrear esta potencia
del vacío en otras consignas relacionadas con otros hitos históricos de la
Argentina tales como “prohibido prohibir” y “aparición con vida”.6 Su

6 La consigna “aparición con vida y castigo a los culpables” era utilizada por las Madres de Plaza de
Mayo pidiendo la aparición de sus hijos desaparecidos y el castigo mediante un juicio a los militares,
que se realizó durante el gobierno democrático de Alfonsín dando lugar a la Comisión Nacional sobre
Desaparición de Personas (conadeph). La “aparición con vida” de familiares desaparecidos habla de

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158 ◆ Valeria Falleti

importancia no estaría en la literalidad de una propuesta sino, justamen-


te, en el vacío que deja cuando reclama aquello que no es posible. Vacío
de sentido que desde sus errancias necesarias y —a partir de las latencias
que provoca— demanda un desafío colectivo: la ineludible invención de
lo por-venir (Fernández, Borakievich y Rivera, 2002; Fernández, 2006).
Consignas que confrontan con la política pensada como arte de lo posible
y ponen en evidencia tanto el agotamiento de las formas institucionaliza-
das de la política como la radicalidad de aquello que habrá que inventar
colectivamente.7 Entonces, difícilmente esta demanda tenga la potencia-
lidad de articulación con otras como la de empresas recuperadas o pi-
queteros. En este sentido, Arditi (2007) plantea que la convergencia de los
grupos en las calles, barrios y empresas ocupadas no fue resultado de una
práctica articulatoria, no hubo una instancia de articulación o siquiera
un proyecto compartido que permita hacer referencia a un esfuerzo por
forjar una relación de equivalencia. Si la hubo fue algo circunstancial dado
que la dinámica de esas protestas podría ser pensada como un indicador
del quehacer de la “multitud”. Considero que la apreciación de que la
confluencia de demandas fue coyuntural podría ser aplicable también al
caso de la appo, que tenía una demanda similar a las asambleas dado que
proclamaba un vacío del lugar político, tal como era ocupado por el go-
bernador de Oaxaca, a pesar de que los colectivos y organizaciones tenían
un perfil bien distinto del de las Asambleas Barriales.8

una imposibilidad e impotencia. La salida colectiva y política se presentan como el arte de lo posible,
de ahí que el vacío de la imposibilidad genere el desafío de lo colectivo. Por su parte la consigna
“prohibido prohibir” proviene del Mayo Francés.
7 Los teóricos contemporáneos están de acuerdo en señalar las transformaciones y el agotamiento
ocurrido en las instituciones políticas tanto en el ámbito político (entre otros, Beck, 1999, Held y
Mc Grew, 2002, Arditi, 2000) como en el laboral (Castel, 2004, Fitoussi y Rosanvallon, 2003). Los
partidos políticos y los movimientos sociales engrosaban el primer ámbito señalado, mientras que el
sindicato era la institución que organizaba la política en lo laboral.
8 En el caso de la appo se dio la confluencia de organizaciones sociales previamente establecidas que se
sumaron a la demanda de los maestros; mientras que las Asambleas Barriales tuvieron la característi-
ca de ser conformadas por vecinos del barrio autoconvocados sin ala político-partidaria. Si bien había
distintas fracciones de los partidos de izquierda los vecinos no simpatizaban con éstos, ni tampoco se
sentían del todo identificados con sus reivindicaciones.

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Lo social y lo político. Más allá de la articulación hegemónica ◆ 159

La multitud no es antitética a la idea de articulación aunque no se la


concibe en términos de relaciones de equivalencia. Pues concebirla de esta
manera puede implicar anular las singularidades constitutivas de la mul-
titud. Esto no significa que la multitud niegue al Uno sino que persigue
una forma de unidad que contempla la existencia político-social de los
muchos en tanto muchos (Arditi, 2007: 10).
Ambos ejemplos de protestas sociales dan cuenta de un exceso de senti-
do, de un resto no articulable que demuestra su potencialidad en el sentido
de la invención de sentidos y prácticas, aunque también su debilidad en
cuanto a la continuidad del proyecto político justamente por las dificulta-
des en su constitución. Lo interesante de la existencia de elementos no
articulables9 en la experiencia social es que propició, de manera predomi-
nante, la circulación de emociones y un proceso reflexivo en los partici-
pantes, que llevó a una revisión de los valores sociales e institucionales.
En el aspecto valorativo de las Asambleas Barriales, temáticas sociales
como la salud y la educación volvieron a tomar el sentido político y pú-
blico que la concepción neoliberal se encargó de quitar durante los años
noventa, reconduciendo dichos asuntos al ámbito de la eficiencia, efica-
cia y del mercado.
A estos cuestionamientos se les podría sumar —como ya adelantamos
en varias ocasiones— otro que se observa en otras expresiones y formas
de protestas tales como las coaliciones políticas, las manifestaciones es-
pontáneas y puntuales; otras maneras de expresión de la política, ya que
ésta no se reduce necesariamente a la articulación de las demandas soste-
nidas en un acto de nominación. Quienes abogan por “otras” formas y
expresiones de la política sostienen la lógica de la multiplicidad (Negri y
Hardt, 2002). Esta última apela a lo rizomático (Deleuze) que se caracte-
riza por no tener una raíz central a partir de la cual se bifurcan otras raí-
ces, sino que éstas se entremezclan sin poder identificar un eje organizador,
son raíces de raíces. En cambio, para el caso de la lógica centralizadora,

9 La existencia de elementos no articulables resulta más frecuente en movimientos sociales emergentes


o autoconvocados que en aquellos otros movimientos con importante componente corporativo.

© Flacso México
160 ◆ Valeria Falleti

se habla de saberes/acciones arborescentes, pues remiten a un “tronco”


central. La noción de “articulación” contiene la intención de conformar
una estructuración “centrada” de la expresión política. Esto repercute en
expresiones comunes en los espacios de militancia tales como “la defini-
ción de los ejes programáticos”, “la conformación de instancias de coor-
dinación”, por nombrar algunas de ellas.
Estas distintas formas de expresión de la política se condicen, al mis-
mo tiempo, con diferentes estrategias de resistencia: los túneles del topo y
las ondulaciones de la serpiente, figuras metafóricas usadas para describir
modos de resistencia (Negri y Hardt, 2002). La forma de organización
política centralizadora se relaciona con la estrategia de resistencia del topo
y la organización signada por las redes y las coaliciones es coherente con
la forma de la serpiente. En el primer caso, se trata de “túneles” estructu-
rados por el topo, analogía planteada por Marx para explicar las luchas
proletarias: los topos salen en los momentos de conflicto abierto y luego
excavan túneles, hay una profundidad que se expresa en la superficie. En
otras palabras, cuando no están en momentos de lucha idean el proyecto
programático político del movimiento.
En cambio, en la lógica de la multiplicidad —forma organizativa
de las redes y las coaliciones— las luchas se deslizan silenciosamente
por la superficie y simplemente concentran sus fuerzas en las articula-
ciones más elevadas del orden imperial, deben golpear en su corazón
y fortaleza (Negri y Hardt, 2002: 68 y 69). Estos autores sostienen
que las luchas serpentinas no manifiestan ninguna táctica revolucio-
naria clara, por lo que son incomprensibles desde el punto de vista de
la táctica, quedando desdibujado el aspecto ideológico en las accio-
nes y las estrategias (Negri y Hardt, 2002: 68). Estas protestas sociales
se organizan por las redes sociales y virtuales que están potenciadas
por el uso de Internet. Las nuevas tecnologías de la comunicación
ofrecen oportunidades para la lucha de la emancipación. Los últimos
acontecimientos contra el Banco Mundial, el Fondo Monetario In-
ternacional y la globalización capitalista, han sido posibles gracias a
las redes de activistas esparcidos por todo el mundo, pero conectados

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Lo social y lo político. Más allá de la articulación hegemónica ◆ 161

en tiempo real por el correo electrónico. Es decir, estos activistas en sus


protestas han apuntado al corazón económico del imperio (Negri y
Hardt, 2002; Restrepo, 2001).

La subpolítica y lo societal

La posibilidad de pensar el proceso de constitución de las demandas im-


plica tener en cuenta los procesos de creación social y de transformación
de las lógicas existentes. En el ámbito de las ciencias sociales es posible
identificar una discusión que remite a lógicas sociales en tensión que se
expresan en procesos de creación y de reproducción de prácticas y signi-
ficaciones existentes. Los autores, algunos de ellos de la sociología clásica,
hacen referencia a ellas de diferentes maneras: estado naciente (Alberoni),
carisma (Weber) o bien, efervescencia colectiva (Durkheim) por un lado;
institucionalización del estado naciente (Alberoni), organización patriar-
cal o burocrática (Weber) y solidaridad mecánica (Durkheim), por otro
lado. Más allá de sus especificidades, estas nociones señalan momentos en
el proceso de la movilización/organización social: la aparición de “lo nue-
vo” y sus destinos. ¿Cómo entendemos “lo nuevo”? Se trata de un “esta-
do” social que surge como cuestionamiento de los valores e instituciones
existentes. El estado naciente implica una reestructuración del poder y
del conflicto, las instituciones existentes pierden legitimidad, empiezan
a ser cuestionadas y, como consecuencia, hay una recomposición del lazo
social hacia una solidaridad alternativa, como una forma de explorar las
fronteras de lo posible, esto conlleva a una revisión de los propios valores
y creencias (Alberoni, 1984).
Ahora bien, ¿cuáles son los aportes conceptuales que nos permiten
estudiar a la política en términos de un proceso sociopolítico? Abordar
esta cuestión nos permite además echar luz sobre los interrogantes inicia-
les: ¿cómo las demandas se constituyen como tales? ¿por qué prevaleció
una demanda y no otras posibles? El estudio de las relaciones informales
(de vecindad, reciprocidad y rivalidad) así como la identificación de las

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162 ◆ Valeria Falleti

emociones en las demandas sociales colaboran en este sentido. Aquellas


categorías que permitan, por un lado, analizar la emergencia de lo social y
el paso a lo político y, por otro lado, estudiar los distintos niveles de latencia
de lo sociopolítico. Estas distintas nociones analizadas de forma integra-
da contribuyen a estas dos cuestiones.
La centralidad subterránea o socialidad (Maffesoli) permite indagar ló-
gicas sociales10 “subterráneas” que ejercen efectos en los fenómenos o
actores sociales que luego adquirirán visibilidad pública e institucional. La
subpolítica (Beck) se diferencia de la política por el hecho de que los acto-
res aparecen fuera del sistema político o corporativo, y además no sólo los
actores sociales y colectivos sino también los individuos11 compiten entre
ellos por el poder de estructuración de lo político (Beck, 1999: 141). La
subpolítica se diferencia de la política institucional aunque se intro-
duce en la política en un sentido amplio. La institución imaginaria de
Castoriadis colabora para pensar a la política instituyente orientada al
cambio y a la creación. Si bien, a simple vista, no habría diferencia con
la idea de subpolítica de Beck, dado que también la piensa como “in-
vención de la política”, lo interesante del imaginario social instituyente
es que introduce tanto lo institucional (funcional) como lo creativo (el
simbolismo).
Maffesoli (2004: 9) sostiene que el vaivén societal contemporáneo
oscila entre lo instituido y lo subterráneo. Esta oscilación genera para-
dojas sociales de diverso tipo. El autor propone cierta perspectiva para
“acceder” a la socialidad: el sentido común y la empatía. La socialidad es
la posibilidad de la sociología de la vida cotidiana para comprender lo
societal en acto y la empatía consiste en una comunicación intuitiva con
el mundo: traduce intuitivamente la experiencia vivida colectivamente

10 Se accede a estas lógicas sociales a través de la solidaridad, las interacciones cotidianas, vecinales y
de parentesco y otras formas “informales” de sociedad.
11 Según Beck, “Individualización” no significa lo que se cree comúnmente: atomización, aislamiento
o soledad. Individualización significa, en primer lugar, desintegración y en segundo término, la susti-
tución de las formas de la vida socio-industriales por otras en las que los individuos deben producir,
escenificar y remendar ellos mismos sus propias biografías (1999: 130).

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Lo social y lo político. Más allá de la articulación hegemónica ◆ 163

(Maffesoli, 1993: 171). Mientras la empatía se relaciona con los saberes,


las creencias y las prácticas; el sentido común es definido como “el saber
de los intersticios en las palabras y en las cosas” (Maffesoli, 2004: 26).
Asimismo, la intuición es aquella “visión interna” que ve, lo más cerca
posible, la energía propia del individuo, una situación o un conjunto
social dado (2004: 26). La intuición que se intenta captar es la de la po-
tencia societal. Esta potencia, mediante la abstención, el silencio y la
astucia, se opone al poder de lo económico-político, siendo los elementos
fundamentales donde se funda todo “lo real”. El papel de la socialidad se
encuentra más acá y más allá de las formas instituidas y constituye una
centralidad subterránea informal que garantiza el perdurar de la vida en
sociedad.
Por su parte Beck (1999: 59) piensa a la subpolítica en el contexto de
una modernidad reflexiva, por lo que se requiere de una actitud reflexiva
que apunte a una modificación de las reglas. Esta actitud se constitu-
ye en el modo o mecanismo en que ocurre la centralidad subterránea de
Maffesoli. Esta modernidad implica una transformación de la sociedad
industrial, la que se consuma en el curso de las modernidades indepen-
dientes, no planeadas y latentes (Beck, 1999: 59). La subpolítica, como
se señaló, se diferencia de la política institucionalizada: “la política irrum-
pe y brota más allá de las responsabilidades formales y las jerarquías, y
esto es ignorado justamente por aquellos que equiparan la política con el
Estado, con el sistema político, con las responsabilidades formales y las
carreras políticas” (1999: 135). Además tiene la posibilidad de creación
y de transformación de la política simple pero requiere también de la au-
toorganización. Dice: “la autoorganización de lo político, al menos po-
tencialmente, puede poner en movimiento ‘subpolíticamente’ a muchos
o bien a todos los campos de la sociedad” (1999: 135).
Por su parte Castoriadis (1989) se hace dos preguntas centrales ¿qué
mantiene unida a una sociedad?, ¿cómo se crean nuevas significaciones
sociales? La pregunta primera apunta a indagar acerca de la lógica del
todo social y la segunda, a las transformaciones ocurridas en las socieda-
des. Lo que mantiene unida a una sociedad es el magma de significaciones

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164 ◆ Valeria Falleti

sociales imaginarias. Todo lo que se presenta en el mundo social histórico


pasa por la urdimbre de lo simbólico, y comprender el simbolismo de
una sociedad es aprehender las significaciones que éste conlleva. De todos
modos, lo social no se agota en lo simbólico. Los actores reales, individua-
les y colectivos, innumerables productos materiales sin los cuales la socie-
dad no podría vivir, no son símbolos. Pero son imposibles fuera de una red
simbólica. Asimismo, las instituciones no se reducen a lo simbólico, pero
sólo pueden existir en lo simbólico. Una determinada organización de la
economía, un poder instituido, una religión, existen socialmente como
sistemas simbólicos sancionados (1989: 38).
Para el estudio de estos distintos niveles de latencia social sería im-
portante desarrollar cierto abordaje y mirada metodológica: la empatía
y la intuición, dado que el sociólogo “está en ello” puede captar o apre-
ciar las sutilezas, los matices y las discontinuidades de tal o cual situación
social sintiéndose parte de la misma (Maffesoli, 1993: 30). Por su parte
Auyero12 basándose en la antropología social propone realizar una etno-
grafía política para el rastreo de los acontecimientos políticos atendiendo
a aspectos subjetivos. El trabajo etnográfico no implica una observación
neutra sino atenta de los cruces entre las protestas y las subjetividades de
los actores sociales que la protagonizan. Asimismo, se trata de una “des-
cripción densa” que combina también la percepción de procesos globales
que actúan en la sociedad.
Es así que estos distintos aportes combinados ayudan a estudiar
tanto procesos sociales y políticos como dinámicas de transformación
y reproducción, proponen un cuerpo teórico-metodológico con el cual
poder estudiar el proceso sociopolítico y poder construir pistas respecto
de cómo una demanda se constituye como tal y además, a través del estu-

12 En varios trabajos Javier Auyero utiliza a la etnografía política para el relevamiento y análisis de la
información, entre los cuales es posible mencionar La política de los pobres (2001), Vidas beligerantes
(2004) (en el que combina las biografías de dos participantes protagonistas de la protesta social anali-
zada —el Movimiento de los Trabajadores Desocupados— quienes no tenían a la militancia partidaria
ni social como precedentes), Zona gris (2007) (este libro cuenta con fuerte presencia de material de
prensa y fílmico de los medios de comunicación).

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Lo social y lo político. Más allá de la articulación hegemónica ◆ 165

dio de las significaciones imaginarias latentes, y no sólo las enunciadas,


comprender ¿por qué prevaleció una demanda sobre las otras posibles?

Reflexiones finales

En el presente capítulo analizamos las distintas formas en que se vincu-


lan el ámbito social y el político, proponiendo nociones que nos per-
mitan “saldar” tanto las territorializaciones de los campos disciplinarios
como las lógicas binarias; es así que hablamos de proceso sociopolítico.
Esta discusión se estableció a la luz de reflexionar sobre los fenómenos
populistas.
En esta misma línea se sugirió resaltar los procesos sociales y subje-
tivos de la política, a partir de los cuales no equiparar a la política con
el momento hegemónico.
Estas consideraciones se desarrollaron en torno al interrogante so-
bre cómo surgen y se constituyen las demandas sociales en los populis-
mos. Otro aspecto que se discutió tomando los aportes de Arditi sobre
la obra de Laclau y Mouffe, es el de pensar “otras” expresiones de la po-
lítica y formas de vinculación, más allá de la articulación hegemónica
(forma en que se expresa el populismo). Esta crítica habilita para poder
pensar y reflexionar sobre otras formas de accionar en el mundo de la
política dentro de las cuales se podría incluir a la multitud, las formas
rizomáticas y virales de la protesta social.
Se hizo referencia también a las limitantes de la política institucio-
nal para analizar a los populismos dado que éstos introducen elementos
como los símbolos, afectos, incorporan liturgia en la política, por lo
que los análisis rebasan a la organización política.
Los ejemplos empíricos resultan un modo de ilustración sobre
cómo es necesario introducir nuevas categorías y formas de pensar a lo
social en su relación con la política y también a la política misma. Frente
a esto, considero hay dos decisiones que se pueden tomar: tensar la rea-
lidad a las categorías existentes o bien introducir nuevas que respondan a

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166 ◆ Valeria Falleti

la complejidad de los actuales fenómenos sociales y políticos dentro de los


que incluimos a los populismos. Seguramente que con la segunda opción
se pierde cierta precisión aunque moviliza a la reflexión, actitud funda-
mental en el ámbito de las ciencias sociales y políticas. ◆

Derechos reservados
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Populismo, construcción política e instituciones.
Algunas reflexiones en torno al fenómeno López Obrador
Juan C. Olmeda

Introducción

Mucho se ha escrito en los últimos años acerca de la emergencia y con-


solidación de movimientos populistas en Latinoamérica. En el caso de
México, especial atención ha recibido el “fenómeno López Obrador”
y su campaña como candidato a la presidencia en 2006. En los análi-
sis, tanto críticos como celebratorios de los mencionados procesos, se
han priorizado fundamentalmente enfoques orientados a destacar
los componentes ideológicos del discurso populista y su efecto en tér-
minos de activación de particulares clivajes sociales. No está de más
destacar, además, que dichas perspectivas, en general, han centrado la
atención en el líder del movimiento y la relación directa por éste tejida
con sus seguidores.
Tomando lo antedicho como punto de partida, el presente trabajo
intentará echar luz sobre dos aspectos hasta ahora no demasiado estu-
diados de los populismos latinoamericanos. Por un lado, propondré
destacar la importancia que la construcción de una red de lealtades, con
base territorial, adquiere para la consolidación de dichos movimientos.
Por otro lado, plantearé algunas reflexiones acerca de la relación entre
los movimientos populistas y las instituciones, subrayando la compleji-
dad que atraviesa dicha vinculación y que resulta obviada en la mayoría
de los análisis.
Con el caso mexicano como ejemplo, intentaré, entonces, echar
luz sobre la centralidad de dicho proceso articulatorio y destacar ciertas
paradojas que se plantean cuando algunos de los actores políticos, que

[171]

© Flacso México
172 ◆ Juan C. Olmeda

conforman los cimientos de dicha construcción territorial (gobernado-


res, alcaldes, etc.), derivan su poder del entramado político-institucional
con el que el movimiento populista se relaciona de manera crítica.

Populismo: discurso y liderazgo

Sin ser un fenómeno nuevo, el populismo ha resurgido como objeto de


estudio durante los últimos años en Latinoamérica en consonancia con
importantes cambios políticos observados en la región. La discusión
académica ha estado sin duda concentrada en evidenciar los rasgos distin-
tivos de estos fenómenos. Se ha hecho, así, hincapié en la importancia
que en dicho tipo de movimiento político adquiere la figura del líder
en desmedro del tipo de organizaciones políticas que tradicionalmente
han canalizado las demandas ciudadanas. El liderazgo populista aparece
asimismo caracterizado como intrínsecamente disruptivo y decisionista,
conformando entonces una amenaza para las instituciones democráti-
cas existentes. También se ha identificado a los populismos como res-
ponsables en la implementación de políticas económicas orientadas a
cierta redistribución del ingreso, aunque contrapuestas a los parámetros
impuestos por la ortodoxia. Asimismo, y a partir de la invocación del
“pueblo” como sujeto político por excelencia, los movimientos populis-
tas aparecen asociados a la activación del clivaje social que contraponen
a los poderosos con los sectores más rezagados.
Permítaseme aquí detenerme, sin embargo, en dos de los elementos
que principalmente han concitado la atención de los especialistas en
diferentes intentos por establecer de modo analítico las características
de los movimientos populistas y de este modo generar las categorías
necesarias para poder identificar dichos fenómenos en la realidad.
El primer componente central refiere a la importancia asignada al
discurso populista —y a sus efectos— como elementos distintivos de
este tipo de movimientos. La centralidad que el discurso juega en esta-
blecer una división simbólica en el campo político a partir de la cual las

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Populismo, construcción política e instituciones ◆ 173

lealtades deben organizarse ha sido destacada en el pasado por numero-


sos análisis. Así, De la Torre propone que “la retórica populista radica-
liza el elemento emocional común a todos los discursos políticos […]
construyendo la política como una lucha moral y ética entre el pueblo
y la oligarquía”1 (1998: 88). Si bien con diferente énfasis, desde esta
lógica, sin embargo, el discurso aparece entendido como instrumento
del líder con el propósito de asegurar la lealtad de las masas.
La centralidad del interés en el discurso ha adquirido nuevos bríos
en el acercamiento a los populismos desde la publicación de La Razón
Populista de Ernesto Laclau (2006). Esta perspectiva, sin embargo, se
corre de una visión instrumental del discurso para destacar su carácter
productivo. Tal como plantea Laclau, el establecimiento desde el cam-
po discursivo de una división insalvable entre un nosotros (el pueblo) y
un ellos (el enemigo, la oligarquía) condensa en su interior la articula-
ción de una cadena equivalencial de demandas insatisfechas, y conduce
a la constitución de la identidad popular. Desde la óptica de Laclau, es
la primacía de este recurso articulatorio y la producción del “pueblo”
que de él se deriva, más que su contenido ideológico concreto, lo que
define al discurso populista. Al asumir esta postura, Laclau logra salvar
los obstáculos enfrentados por anteriores intentos de aislar de modo
sistemático los componentes ideológicos del populismo, imposibilidad
que había llevado a dichos enfoques a posar la mirada sobre el líder, y
concluir que las variaciones ideológicas encuentran su explicación en
una operatoria deliberada sustentada en el pragmatismo de éste y que
el discurso se convierte principalmente en un instrumento para la acu-
mulación de poder.
Volviendo a Laclau, entonces, del proceso de articulación discur-
siva pueden surgir populismos identificados con valores políticos de
izquierda (tales como los de Chávez, Evo Morales y López Obrador)
tanto como populismos considerados de derecha (tales como los de Me-
nem, Fujimori y hasta Thatcher, Reagan y el propio Bush luego del

1 La traducción es mía.

© Flacso México
174 ◆ Juan C. Olmeda

11 de septiembre) cuyas operatorias en términos de políticas concre-


tas pueden ubicarse en las antípodas. La imposibilidad de incluir a una
particular ideología entre la lista de cualidades que definen la especi-
ficidad del populismo no debe, sin embargo, hacernos llegar a la falsa
conclusión de que los populismos concretos, tales como éstos emergen
en particulares condiciones históricas, carecen de una visión ideológica
definida y una particular agenda política a ser llevada adelante. Asi-
mismo, tampoco debemos perder de vista que en términos prácticos
la operatoria discursiva tiene efectos concretos en la realidad social,
activando determinados clivajes sociales y, por lo tanto, estableciendo
claras fronteras que determinan quién está de qué lado en la relación
antagónica que dicho discurso plantea.
El segundo elemento que aparece recurrentemente destacado al
momento de establecer las características definitorias de los movimien-
tos populistas es la centralidad del líder. Sin lugar a dudas es posible
afirmar que no hay populismo sin un líder, que se convierte en radian-
te central del movimiento político que en torno de él se articuló.2 No
son sólo las cualidades del líder, sin embargo, las que lo definen como
populista, sino una particular modalidad de comportamiento por éste
adoptada en la relación con sus seguidores. El líder populista se iden-
tifica por la apelación directa que realiza a las masas que lo secundan,
dejando de lado intermediaciones institucionales más tradicionales
(como partidos o las propias instituciones políticas de la democracia
liberal) a través de la cuales se canalizan las relaciones en otras formas
de expresión política. En esta visión se destaca el carácter articulatorio
que, en sí misma, la figura del líder adquiere: la identidad de la masa

2 Si bien Laclau (2006) se separa de las aproximaciones más tradicionales del populismo en cuanto a
la centralidad que éstas asignan a las acciones premeditadas del líder entre las causas que explican
el surgimiento y consolidación de estos movimientos, es posible argumentar que —aunque desde otro
lugar— la figura el líder adquiere, aun en su teoría, una presencia significativa. En mi lectura de La-
clau, la mayoría de los ejemplos por él planteados sugiere que es el nombre propio del líder —ya sea
Perón, Chávez o Thatcher— el que en tanto particular asume el lugar de significante vacío y por lo
tanto articula la cadena de equivalencias en base a la cual se constituye la identidad popular.

Derechos reservados
Populismo, construcción política e instituciones ◆ 175

uniforme de seguidores sólo logra materialidad y se consolida en térmi-


nos retrospectivos frente a la sola presencia del líder. Siguiendo en esta
misma línea es el líder quien adquiere, despojado de cualquier atadura
o limitación que el marco institucional podría determinar, un carácter
eminentemente disruptivo y decisionista. Esta última cualidad es sin
duda la que para las visiones más críticas convierte al populismo en un
peligro para las instituciones democráticas en el marco de las cuales
éste habitualmente surge. La construcción y dirección del movimiento
se subsume a las decisiones del líder, y éstas adquieren su legitimidad
en tanto fruto de las propias cualidades personales de conducción po-
lítica que éste aduce poseer antes que como resultado de procesos de
deliberación ajustados a normas pre-establecidas. Cuando el líder llega
al poder, entonces, su carácter decisionista se impone como norma a
partir de la cual se estructura el funcionamiento del Estado y se atiende
a las demandas y problemas de los ciudadanos, dando por tierra con
los “frenos y contrapesos” a partir de los cuales se estructuran las insti-
tuciones republicanas modernas.
Las conceptualizaciones vertidas en los párrafos precedentes resultan
de vital importancia para el presente análisis ya que, por un lado, ponen
en evidencia la poca importancia que los acercamientos hacia los fenó-
menos populistas han prestado a entender a las dinámicas concretas de
construcción política que se encuentran detrás de la consolidación
del movimiento. Por otro lado, porque señalan uno de los nudos cen-
trales a los que las visiones reprobatorias han apuntado al resaltar uno
de los potenciales riesgos del acceso al poder de los líderes populistas. En
otras palabras, para los críticos el populismo aparece como innegable-
mente disruptivo del orden propuesto por el marco institucional (de la
democracia liberal y del mercado) y, por lo tanto, como un peligro para
la sociedad en su conjunto.
En los siguientes apartados esbozaré algunas reflexiones que pa-
recen pertinentes para dar mejor cuenta de los dos puntos anterior-
mente destacados, planteando —a modo más bien ensayístico— las
paradojas y nudos aún sin tratamiento de los que resulta necesario dar

© Flacso México
176 ◆ Juan C. Olmeda

cuenta con el objeto de articular un abordaje más comprehensivo de


los fenómenos populistas.

Populismo, partidos y construcción política

Tal como hemos resaltado en el apartado anterior, en los análisis más exten-
didos de los fenómenos populistas, el proceso de construcción política
que acontece antes, durante y después de la consolidación del movimien-
to aparece opacado, por un lado, por la centralidad otorgada al líder
y, por el otro, por la ausencia, en la mayoría de los casos, de partidos
políticos —entendidos en sus términos más tradicionales— que pue-
dan proveer un andamiaje organizativo. Tal como señala Weyland “el
populismo es mejor definido como una estrategia política a través de
la cual los líderes personalistas buscan o ejercitan el poder de gobierno
basados en el apoyo directo, no mediado ni institucionalizado de un
gran número de seguidores que están principalmente desorganizados”
(2001: 13). Autores como Roberts (2003) y De la Torre (1996, 1998)
han propuesto visiones en similar sentido.
Ejemplos como los de Chávez en Venezuela, Fujimori en Perú,
Collor de Mello en Brasil o Correa en Ecuador aparecen como más
que paradigmáticos y, al mismo tiempo, confirmatorios de los análisis
anteriormente mencionados. En todos los casos citados se ha tratado
de líderes políticos que han accedido al poder sustentados por es-
tructuras partidarias débiles y lábiles, y sin una extensión territorial
homogénea.3
Esta realidad no debe, sin embargo, ocultar que la llegada de los
mencionados líderes a la presidencia de sus países supuso un proceso de
articulación de lealtades sin el cual la figura del líder no hubiese podido

3 Siguiendo a Schedler (1996) podríamos definir a estas fuerzas como partidos “anti-establishment”,
caracterizados por rápido crecimiento en términos de su caudal electoral y estructuras limitadas, pero
partidos al fin de cuentas.

Derechos reservados
Populismo, construcción política e instituciones ◆ 177

adquirir visibilidad.4 Debemos entonces, siguiendo a Knight (1998)


poner en cuestión la noción de que los populismos están primariamen-
te basados en un tipo de movilización “sin mediaciones”. Tal como
dicho autor propone, considerando los populismos más tradicionales,
“todos estos movimientos políticos, sin importar su escala o duración,
ha supuesto cierto tipo de red funcional, e inclusive jerárquica, que
necesariamente trasciende la simple dicotomía líder/masas: Cárdenas
dependió de un conjunto de caciques distribuidos a lo largo de Mé-
xico; Perón reclutó líderes sindicales ya establecidos; Assad Bucaram
construyó su máquina en Guayaquil en base a intermediarios y redes
políticas y sociales pre-existentes a nivel comunitario” (1998: 228).5
Concentrados en explicar en particular las dinámicas electorales del
peronismo, Gibson y Calvo (2001) también resaltan la importancia
del proceso articulatorio sobre el que se sustentó el encumbramiento de
Perón a mediados de la década de los cuarenta. La destacada inicial de-
bilidad del Partido Justicialista y la centralidad de ciertos sindicatos en
la coalición peronista, en realidad, no dejaban vislumbrar la centralidad
de la “coalición periférica” sobre la que Perón se recostó no sólo para
llegar al poder sino para conservarlo. Aunque no claramente expresadas
en términos partidario-institucionales estas alianzas aseguraron al pero-
nismo el control del Senado y en cierta medida sentaron las bases para
la consolidación institucional del movimiento. Tal como señalan dichos
autores, “Perón supo cooptar a los caudillos oligárquicos regionales, an-
siosos de proteccionismo económico, subsidios e iniciativas económicas
estatales, en su cruzada contra las elites liberales metropolitanas” (Gibson
y Calvo, 2001: 185). No fue sino hasta avanzada la primera administración

4 Basándonos en De la Torre (1996) es posible afirmar que algunos trabajos han circunscrito este pro-
ceso de articulación a la construcción de redes clientelares orientadas a asegurar el voto de grupos de
seguidores. Si bien debe reconocerse que la articulación populista puede generar como uno de sus
resultados la proliferación de redes clientelares (resultado que, por otra parte, no puede limitarse o
proponerse como específico de los fenómenos populistas), el proceso de construcción política al que
aquí nos referimos sin duda implica algo más que eso.
5 La traducción es mía.

© Flacso México
178 ◆ Juan C. Olmeda

peronista (1946-1952) que muchos de estos líderes se incorporaron más


formalmente a las dinámicas internas del Partido Justicialista, al tiempo
que éste adquiría mayores niveles de institucionalización. Tal como argu-
menta Gibson (1997: 345) “los antiguos caudillos conservadores se con-
virtieron entonces en caudillos peronistas”.6 Lo que resulta interesante
destacar es que dicho proceso no sólo consolidó las bases del liderazgo de
Perón sino que amplió el espectro de voces con incidencia dentro de la
coalición de poder. Volviendo a Gibson y Calvo (2001: 186), “la existen-
cia de una coalición periférica de líderes políticos, redes políticas y bases
electorales dio a la dirección peronista un contrapeso importante a sus
propios cuadros políticos de la región metropolitana en la organización
del partido”.
Debemos sostener, entonces, que a diferencia de lo que resulta rei-
teradamente destacado en los análisis más extendidos del populismo,
nuestra visión propone que la construcción política, que a menudo apa-
rece oculta detrás de la más destacada figura del líder, aparece en rea-
lidad como condición de posibilidad para que ese lugar de poder pueda
ser ocupado. Así, por ejemplo, Archondo señala que la llegada de Evo
Morales al poder en Bolivia no puede ser pensada sin dar cuenta de
la presencia del Movimiento al Socialismo (mas) “partido capitaneado
por Evo Morales desde hace diez años [y sustentado en una] flexible
pero impetuosa confederación de entidades sindicales” (2006: 5). Asi-
mismo, en el origen del Movimiento Quinta República (mvr) sobre
el que Chávez se apoyó en su campaña por la presidencia en 1998 se
encuentra una serie de alianzas tejidas por una serie de figuras políticas
relevantes y organizaciones civiles (Kornblith, 2004).
Dada la importancia de estas coaliciones políticas que se articulan a
su alrededor, no resulta casual que, una vez consolidados en el poder, di-
ferentes líderes populistas hayan dedicado denodados esfuerzos en elevar
los niveles de institucionalización de las coaliciones políticas en las que
su poder se sustenta, promoviendo la creación de partidos que pudiesen

6 La traducción es mía.

Derechos reservados
Populismo, construcción política e instituciones ◆ 179

brindar marcos más estables de organización y canalización. Tal como


señala Knight , “el crecimiento y longevidad [del movimiento] tienden
a incentivar la ‘mediación’, o en otras palabras, el reforzamiento de los
canales de dirección y representación hacia el interior de los movimientos
populistas” (1998: 229).7
El caso de Chávez en Venezuela y la conformación del Partido
Socialista Unido de Venezuela (psuv) aparecen quizás como el ejemplo
más acabado en este sentido, al tiempo que la imposibilidad de institu-
cionalizar esa base de sustentación explica el paradigmático fracaso de
Collor de Mello en Brasil o la opción por la salida abiertamente auto-
ritaria seguida por Fujimori en Perú.8
La centralidad de la construcción política que sustenta al líder re-
sulta más evidente cuando se consideran aquellos casos en los cua-
les el movimiento se construye sobre la base de partidos políticos ya
consolidados. El caso de Lula y el Partido dos Trabalhadores (pt) en
Brasil aparecen como ejemplos claros de esta afirmación. El lideraz-
go lulista y la construcción del movimiento en torno suyo hubiese
resultado imposible sin la presencia de un partido extendido territo-
rialmente que, previo a la llegada de Lula a la presidencia en 2002, ya
había conquistado importantes espacios de poder institucional, al-
canzando una significativa presencia en el Congreso Nacional y con-
trolando tanto alcaldías de ciudades importantes como San Pablo y
Porto Alegre como las gobernaciones de estados como Rio Grande do
Sul y Mato Grosso.
Del mismo modo, de más está destacar la importancia sustantiva que
las estructuras del Partido Justicialista asumieron en pos de cimentar los
liderazgos de Menem y Kirchner en Argentina.9

7 La traducción es mía.
8 Roberts (2003) identifica justamente estos dos casos como aquellos en los cuales los líderes manifes-
taron una animadversión extrema a institucionalizar sus coaliciones.
9 En ambos casos es posible argumentar que la “coalición periférica” destacada por Gibson y Calvo
(2002) continuó asumiendo un papel central dentro del movimiento y resultó esencial para que
ambos líderes pudiesen avanzar sus iniciativas políticas, aun cuando éstas estuviesen inspiradas por

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180 ◆ Juan C. Olmeda

Observaciones similares pueden plantearse en relación con el caso


mexicano, argumentado acerca de la consolidación del liderazgo de López
Obrador que no hubiese sido del todo posible sin la estructura consolidada
del Partido de la Revolución Democrática (prd) que, al momento de la
elección presidencial de julio de 2006, controlaba casi un 20% de la Cáma-
ra de Diputados y gobernaba 4 de los 31 estados mexicanos y la propia ciu-
dad de México, distrito en el que el propio López Obrador había detentado
el cargo de Jefe de Gobierno entre 2000 y 2005. De hecho, puede incluso
argumentarse que Andrés Manuel López Obrador (amlo) heredó una red
de estructuras organizacionales que en sus orígenes se habían consolidado
en torno a un liderazgo igualmente movilizador, el del Ing. Cuauhtémoc
Cárdenas.10 La persistencia de ese entramado de organizaciones, más allá
de la declinación de la estrella cardenista luego de las elecciones de 2000,
proporcionó a amlo una plataforma a partir de la cual apuntalar sus aspira-
ciones políticas. Las controvertidas relaciones que comenzaron a observarse
entre el partido y el propio López Obrador luego de pasados los primeros
meses que siguieron a las elecciones de 2006 demuestran, asimismo, la re-
lativa autonomía de estas estructuras respecto de la figura del líder.11

principios ideológicos contrapuestos. Para un análisis más profundo de cómo esta lógica operó par-
ticularmente durante los sucesivos gobiernos de Menem (1989-1999) véase Gibson (1997) y Gibson
y Calvo (2001).
10 El origen de las estructuras que pasarían a ser la base del prd a partir de mayo de 1989 —fecha en
que se funda oficialmente el partido— debe buscarse, sin embargo, en el momento en el que el Ing.
Cárdenas y la corriente que encabezaba deciden separarse del pri y conformar un espacio político
autónomo que sustentara su candidatura presidencial. Este grupo inicial se unió a otros partidos y
organizaciones de izquierda para formar el Frente Democrático Nacional que postuló a Cárdenas
como candidato para los comicios presidenciales de 1988. Aunque oficialmente fue el candidato
priista Carlos Salinas quien resultó vencedor de la contienda, sospechas fundadas de fraude parecen
sustentar la idea de que fue la fórmula del Frente la que en los hechos había obtenido la mayor
cantidad de votos. Cárdenas sería luego el candidato presidencial del prd en las elecciones de 1994 y
2000, no pudiendo, sin embargo, alcanzar tan elevados porcentajes de votos.
11 Luego de que el Tribunal Electoral emitiera el 5 de septiembre de 2006 un fallo que desestimaba
los recursos presentados para anular la elección y reconociera de este modo la victoria de Calderón,
López Obrador se proclamó “presidente legítimo” de los mexicanos en un acto en el Zócalo del D.F.
en noviembre de 2006. Asimismo, conformó un gabinete paralelo con el cual se dispuso a tener
un rol protagónico en la vida política del país. Si bien los diferentes sectores del partido apoyaron

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Populismo, construcción política e instituciones ◆ 181

Resulta interesante plantear que la presencia de estas coaliciones


no sólo resulta necesaria para la consolidación de la figura del líder, sino
que, además, los intereses y visiones articuladas proponen un límite
a su capacidad decisoria. Tal como recientes análisis acerca de la derrota
de Chávez en el último referéndum han señalado, el particular ac-
cionar (o la total inacción) de cierto grupo de gobernadores enrolados
en el chavismo —descontentos con el recorte en sus atribuciones que la
aceptación de la nueva Constitución supondría— resultó clave para que
Chávez no consiguiera los votos necesarios para aprobar la reforma. En el
caso de México, la decisión de varios gobernadores y presidentes munici-
pales perredistas de entablar negociaciones directas con el gobierno fede-
ral, sin duda debilitó el liderazgo de López Obrador y su cruzada en pos
de desconocer la legitimidad de quien detenta la autoridad presidencial.
Al destacar la importancia de la construcción de redes políticas como
base de sustentación no debe, sin embargo, idealizar el carácter de dichas
articulaciones. En otras palabras, la relación de los líderes con dichas re-
des puede adquirir diversas formas, lo cual impactará inevitablemente
en las dinámicas de funcionamiento del propio movimiento. Es posible
argumentar, entonces, que en aquellos casos en los que las organizacio-
nes pre-existentes resultan débiles (o directamente están ausentes) y la
construcción de las redes de lealtad se realiza “desde arriba”, dinámicas
clientelares y falta de autonomía de las organizaciones de base atravesarán
al movimiento populista, al tiempo que los partidos políticos creados
como base de apoyo actuarán específicamente como máquinas electora-
les e instrumentos de divulgación ideológica. Dinámicas opuestas a las
descritas pueden, por el contrario, ser observadas en casos en donde el
liderazgo se monta sobre estructuras organizativas que lo preceden.

originalmente esta iniciativa, pronto comenzaron a surgir controversias entre amlo y dirigentes que
por sus roles institucionales (diputados, gobernadores, etc.) debían interactuar obligadamente con
el presidente Calderón. Mientras que López Obrador ha optado desde entonces por una política de
continuos mítines públicos privilegiando el contacto directo con la gente, los sectores partidarios más
opositores a sus posturas se han hecho más fuertes y visibles llegando a disputarle de manera directa
la conducción del prd.

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182 ◆ Juan C. Olmeda

En estas situaciones, la capacidad de acción del líder se encontrará sin


duda condicionada por las posiciones adoptadas por dichas organizacio-
nes, posiciones a las que éste deberá atender a riesgo de ver amenazada su
base de sustentación.
Como conclusión de esta sección, entonces, debemos dejar claro que
nuestro análisis no desconoce la importancia que los líderes juegan en la
conformación y desarrollo de movimientos populistas. Lo que propo-
nemos es la necesidad de reconsiderar la importancia de la articulación
política que resulta imperiosa para que ese liderazgo pueda consolidar-
se y sostenerse en el tiempo. En muchos casos, la institucionalización
de esa cadena de lealtades sólo pudo lograrse luego de que estos líderes
accedieran al poder. En otros casos, la imposibilidad de dar pasos en
esta dirección es la que puso límites al liderazgo populista o determinó
que éstos optaran por salidas autoritarias. La historia reciente de México,
Argentina y Brasil, en contraste, muestra que la articulación populista
puede construirse a partir de estructuras partidarias con una inserción re-
conocida en el ámbito de las instituciones existentes. Esta afirmación no
debe entenderse como que, en los casos señalados, los partidos aparecen
como la causa que explica el surgimiento de dichos liderazgos populis-
tas. Sin duda, las figuras de Lula, Kirchner, Menem y López Obrador
lograron articular cadenas de lealtades que transpusieron los límites fija-
dos por las organizaciones partidarias a las que éstos pertenecían. Lo que
pretende destacar nuestra perspectiva, nuevamente, es que las estructuras
de intermediación desplegadas por los mencionados partidos resultaron
fundamentales para consolidar la posición de dichos líderes.

El populismo y su relación con las instituciones

Sin duda, uno de los puntos más debatidos en el abordaje de los movi-
mientos populistas ha tenido que ver con su relación con el marco ins-
titucional vigente. Las visiones más críticas han conceptualizado reite-
radamente a los populismos como intrínsecamente incompatibles con

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Populismo, construcción política e instituciones ◆ 183

el marco institucional establecido en las democracias latinoamericanas.


Siendo una expresión fiel de esta postura, Castañeda (2006) asigna a
la izquierda populista una larga tradición caracterizada por el desdén
hacia la democracia y el imperio de la ley.
La mayoría de estos análisis parecen asumir una conceptualiza-
ción de las instituciones cercana a los preceptos esbozados por North
(1993), destacando el rol que éstas cumplen en tanto reglas de juego que
ordenan y regulan las interacciones entre individuos reduciendo los ni-
veles de incertidumbre. Estas aproximaciones, entonces, ponen el énfasis
en el carácter disruptivo asociado a los movimientos, y especialmente
a los líderes populistas, definiéndolos como un peligro tanto para las
instituciones políticas liberales como para el mercado.
En el contexto de México, algunas de las posturas adoptadas por Ló-
pez Obrador en relación con las medidas judiciales que luego llevaron a
la promoción de su desafuero, o sus acciones en respuesta a la ratificación
por parte del Tribunal Federal Electoral (trife) de los resultados de las
elecciones presidenciales, fueron leídas por sus críticos como una ratifi-
cación del carácter profundamente anti-institucional asignado a los mo-
vimientos populistas. En esta línea, la frase del líder perredista en la que
afirmaba “¡al diablo con sus instituciones!” fue repetidamente destacada
como la confirmación más patente de esta lógica.
En el resto del presente apartado propongo entonces revisar esta,
comúnmente definida, “problemática” relación para referirme poste-
riormente a las dinámicas observadas en el caso mexicano. A mi enten-
der, el énfasis en destacar las posiciones críticas asumidas por los movi-
mientos populistas respecto de particulares prácticas institucionales no
puede ocultar el hecho que la institucionalización resulta, en definitiva,
un horizonte ineludible para cualquier movimiento populista que se
constituya en opción de poder. Respecto de lo acontecido en México,
mi planteo intentará echar algo de luz sobre las paradojas planteadas
por una situación que podría caracterizarse como de “convivencia for-
zada” del movimiento populista con el marco institucional que éste
pone en cuestión.

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184 ◆ Juan C. Olmeda

Desde mi perspectiva, la impugnación planteada por el discurso po-


pulista a ciertas prácticas asociadas con las instituciones políticas libe-
rales y el mercado, no puede sino entenderse como resultado del proceso
de construcción del antagonismo que se encuentra en la raíz de todo po-
pulismo. Por un lado, las instituciones establecidas son concebidas como
incapaces de dar cuenta de cada una de las demandas particulares que
constituyen la base de la cadena equivalencial articulada por el discurso
populista. Por otro lado, y como consecuencia lógica de lo anteriormente
planteado, las instituciones existentes son discursivamente asociadas
a los intereses de la elite/la oligarquía/el establishment, polo antagónico al
pueblo al cual el populismo viene a representar. En cierto sentido, puede
plantearse que lo denunciado por el discurso populista es el carácter pro-
fundamente parcial (en cuanto a la producción de resultados que inevi-
tablemente favorecen a unos —la elite— por sobre otros —el pueblo—)
que se percibe como constitutivamente asociado a estas “reglas de juego”
vigentes. En otras palabras, el discurso populista no necesariamente pone
en cuestión la existencia de reglas de juego per se, pilares de cualquier
orden político, sino de cierto tipo de reglas.
Paradigmático en este sentido resulta que figuras como Chávez,
Evo Morales o Correa hayan llegado al poder a partir de elecciones
competitivas y limpias en términos de los cánones comúnmente acep-
tados. Al mismo tiempo, resulta necesario destacar que el posiciona-
miento asumido por López Obrador en relación con los resultados de
la elección presidencial se concentra en denunciar el funcionamiento
enviciado de las instituciones electorales, antes que la impugnación de
la vía electoral como fundamento básico de cualquier sistema demo-
crático. En cierto sentido, el planteo de contar “voto x voto” no remi-
te sino a revitalizar uno de los principios básicos que las democracias
modernas instituyeron como punto superado de los anteriores regí-
menes oligárquicos. En esta operatoria discursiva, entonces, el poner
en evidencia la negación de ese precepto fundamental —asociado al
respeto a la voluntad popular— que termina apareciendo como resul-
tado del funcionamiento pervertido de las reglas electorales, no logra

Derechos reservados
Populismo, construcción política e instituciones ◆ 185

sino terminar de sellar la identificación de estas operatorias institu-


cionales particulares con los intereses antagónicos a los del pueblo.
Algo similar podría plantearse en relación con las impugnaciones
planteadas a la operatoria de las instituciones del mercado, y al rol que
el Estado debe asumir en tanto defensor de los intereses del pueblo (en
contraposición a los de la elite económica). Así, en los discursos de
líderes como Chávez, Correa, Kirchner, Evo Morales y el propio López
Obrador se encuentran ataques sostenidos al accionar de “monopolios”
que pervierten el funcionamiento de la economía aun dentro de los pro-
pios términos fijados por las instituciones del mercado,12 así como la re-
currente insistencia acerca de la necesidad de que el Estado controle la
explotación y comercialización de recursos naturales, identificados como
los “recursos de la Nación”.13
Lo que resulta necesario destacar a esta altura es que, como contra-
partida de la impugnación de las instituciones existentes, el movimiento
populista plantea, necesariamente como parte de su horizonte progra-
mático, una nueva institucionalidad —tanto en lo político como en lo
económico— que en términos discursivos se presenta como afín a los
intereses del pueblo. Paradójicamente, las experiencias populistas exi-
tosas parecen demostrar que —en términos de las operatorias políticas
concretas— los pasos previos a los procesos transformadores suponen
por parte de los líderes populistas una aceptación implícita, y al mismo
tiempo transitoria, de las instituciones denunciadas. Como ya señala-
mos, en los casos citados la llegada al poder se dio siguiendo las reglas
electorales establecidas. Al mismo tiempo, los procesos de reforma cons-
titucional encarados en dichos contextos siguieron —al menos en prin-
cipio— los preceptos fijados por las constituciones a reformar. Sin duda

12 Es necesario destacar en relación con este punto que tanto Chávez como Evo Morales, a diferencia
de los demás, se han manifestado explícitamente reiteradas veces como opositores al capitalismo en
general, aun cuando en términos concretos las economías de ambos países continúan funcionando
de acuerdo con las reglas del mercado.
13 Para un acercamiento más detallado al discurso económico de López Obrador véase el capítulo de
Mario Torrico incluido en este mismo volumen.

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186 ◆ Juan C. Olmeda

excede al objetivo de este capítulo evaluar las características asumidas


por este nuevo marco institucional, sin embargo, resulta inevitable referir
el hecho que en términos concretos éste funciona en muchos casos de
modo diferente del propósito declarado en sus orígenes de promover una
democracia más sustantiva, concentrando poder en las manos del líder,
reduciendo los niveles de competencia electoral y cercenando espacios de
libertad de expresión. Éste aparece como un punto a explorar de manera
más profunda; dos reflexiones creemos que pueden plantearse al respecto.
La primera es que, aun cuando el nuevo marco institucional promueva la
concentración de poder, el líder no posee un control absoluto sobre
el marco institucional o los resultados que el proceso político por éste
articulado genera. Tal como los resultados del último referéndum han
mostrado en Venezuela, las instituciones electorales aún disponen de
cierto grado de autonomía respecto de los deseos de Chávez. El segun-
do punto nos remite a expresar la convicción de que la crítica a este nuevo
marco institucional no puede llevarse adelante contraponiendo a las ante-
riores instituciones como ejemplos de un modelo liberal que funciona.
Pasando a la última cuestión a tratar en este apartado, proponemos
concentrarnos en la situación que, a nuestro entender, aparece como
más compleja y plantea mayores dilemas al movimiento populista: aque-
lla en la cual el acceso al poder se desarrolla de modo escalonado y en los
términos planteados por los marcos institucionales que al mismo tiempo
son denunciados desde los discursos del líder. El contexto mexicano pre-
senta un escenario que da cuenta de la situación anteriormente expuesta,
y las contradicciones que durante el último año han atravesado al movi-
miento conformado en torno a López Obrador parecen ser el resultado
de esta “convivencia forzada”. Quizá la paradoja más evidente se sintetiza
en las posiciones contrapuestas que en relación con la discusión de cues-
tiones políticas clave han adoptado el propio López Obrador y aquellos
perredistas que han accedido a posiciones institucionales de poder. Así es
que se han planteado discusiones y hasta disputas públicas entre quien
aún sigue siendo reconocido como líder del movimiento y los diputados
del prd, quienes han negociado y votado a favor de la reforma políti-

Derechos reservados
Populismo, construcción política e instituciones ◆ 187

ca, la elección de nuevas autoridades del Instituto Federal Electoral (ife)


y la iniciativa de presupuesto federal 2008; todas cuestiones que López
Obrador ha denunciado como iniciativas que sólo refuerzan el carácter
enviciado de las instituciones existentes. Similares tensiones se han hecho
visibles entre amlo, que se mantiene en su postura de desconocer la au-
toridad de Calderón como presidente de la República, y la posición de
la casi totalidad de los gobernadores perredistas que no han dudado en
sentarse a negociar con las autoridades federales.14
Numerosos análisis han explicado estos enfrentamientos como el
resultado de la existencia, dentro del prd, de diferentes líneas internas,
que desde una visión simplificada pueden ser dicotómicamente divi-
didas entre “duros” y “blandos”, con objetivos políticos diferentes. Sin
duda parte de la explicación tiene que ver con lo antedicho. Sin embar-
go, nuestra perspectiva permitiría plantearnos el interrogante acerca de
en qué medida la irrupción de estas contradicciones no aparece sino
como la consecuencia lógica de la situación de “convivencia forzada”
que hemos planteado anteriormente. En otras palabras, desde la posi-
ción discursiva del líder populista, la batalla en contra de las institu-
ciones políticas existentes sólo puede plantearse en términos absolutos
(“todo o nada”), mayormente en una situación en la cual el accionar de
estas propias instituciones es denunciado como causa principal detrás
de la negación del propio movimiento. Por el contrario, el acceso de otros
representantes del movimiento a posiciones de autoridades dentro
del marco institucional vigente, inevitablemente los sitúa en el centro del
entramado en el cual las demandas pueden ser canalizadas y procesa-
das administrativamente, generando las condiciones para que la cadena

14 Resulta interesante contraponer la posición asumida por López Obrador luego de las controvertidas
elecciones de 2006 con la actitud asumida por el Ing. Cárdenas frente a la extendida sospecha de
fraude en los comicios presidenciales de 1988. A diferencia de la serie de iniciativas impulsadas por
amlo y su abierto desafío a las instituciones existentes y en controversia con sectores de su propio
partido, Cárdenas privilegió consolidar su red de apoyos y la construcción del partido, camino que le
posibilitó en 1997 ganar las elecciones distritales y llegar a la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal
en 1997, primer cargo ejecutivo de importancia conquistado por el prd.

© Flacso México
188 ◆ Juan C. Olmeda

equivalencial se quiebre, promoviendo la ruptura del movimiento.


Que esto ocurra o no, sin embargo, es imposible de ser establecido
de antemano.

Conclusiones

El presente capítulo condensa una serie de reflexiones acerca de los más


recientes movimientos populistas emergidos en los últimos años en La-
tinoamérica, intentando desafiar algunos ejes de las visiones sobre di-
chos fenómenos que ya parecen haber pasado a formar parte del sentido
común intelectual y político que impera en la mayoría de los países de
la región. Dos son las cuestiones de las que en particular nos pareció
necesario dar cuenta, ya que nuestra perspectiva propone que la realidad
contrapone una creciente complejidad al simplismo encerrado en las visio-
nes y análisis más difundidos. El primer argumento que nos propusimos
revisar, entonces, es aquel que sostiene que los movimientos populistas se
construyen casi exclusivamente con base en una relación sin mediaciones
entre el líder (al que habitualmente se le asignan cualidades carismáticas)
y una masa (amorfa) de seguidores. Nuestro planteo intentó mostrar que,
aun en los casos en los cuales dichos líderes surgieron a la escena política
nacional sin contar con un partido organizado que los sustentara, la con-
solidación de dicho liderazgo no puede entenderse sin la existencia de una
serie de redes articuladas que resultan de un proceso de construcción po-
lítica inevitable. En todos los casos, el sostenimiento y/o institucionaliza-
ción de las mismas ha resultado una tarea ineludible para aquellos líderes
con intenciones de sostenerse en el poder. La imposibilidad de lograr
este objetivo ha marcado los límites de algunos liderazgos surgidos en la
región y el tipo de trayectoria por éstos seguida. Referencias a casos como
el de México nos han servido para ilustrar de qué manera la existencia de
estas redes políticas resulta más clara cuando el liderazgo populista surge
desde el seno de partidos políticos organizados y con una estructura (al
menos medianamente) extendida y organizada.

Derechos reservados
Populismo, construcción política e instituciones ◆ 189

El segundo punto tratado refiere a la también comúnmente aceptada


noción según la cual los líderes populistas deben ser conceptualizados
como “anti-institucionales”. Desde nuestra óptica, resulta necesario en-
tender el acercamiento de los populismos a las instituciones en el marco
del antagonismo desde el cual el populismo se construye y adquiere su
lógica. Las instituciones (tanto políticas como económicas) denunciadas
son, entonces, aquellas que se conciben favoreciendo abiertamente los
intereses del establishment al que el populismo construye como su anta-
gónico. Parte del proceso transformador que el populismo dice encarnar
tiene que ver con la generación de una nueva institucionalidad proclama-
da como más cercana a la concreción de los intereses del pueblo. Un pro-
blema importante parece plantearse, sin embargo, cuando el movimiento
populista debe convivir de manera forzada con el marco institucional
que denuncia, y ésta parece ser una de las dinámicas que en este momen-
to atraviesan al movimiento en torno a López Obrador en México.
No ha sido la intención de este trabajo proponer una serie de excu-
sas o razones para absolver de errores o acciones incorrectas a los líderes
populistas que se han consolidado como parte central del panorama po-
lítico contemporáneo de Latinoamérica. Tampoco este capítulo ha pre-
tendido adentrarse demasiado en los efectos que la llegada de los popu-
lismos al poder ha tenido y tendrá para la profundización de las prácticas
democráticas, el crecimiento económico o la justicia social en la región.
Simplemente he pretendido llamar la atención acerca de la necesidad de
considerar algunos asuntos habitualmente ignorados en los tratamientos
de dichos fenómenos que indican su complejidad y, por lo tanto, resul-
ta necesario tener en cuenta tanto en las posturas celebratorias como en
los análisis críticos de estas nuevas realidades. ◆

© Flacso México
Referencias

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inap/Eudeba.

[190]

Derechos reservados
La presencia del populismo en las elecciones mexicanas de
2006. Un análisis del discurso en el ámbito económico
Mario Torrico Terán

Introducción

El populismo en Latinoamérica ha representado un campo de estudio lle-


no de ambigüedades y polémica debido a razones teóricas e ideológicas.
A nivel teórico no se ha alcanzado un acuerdo de lo que debe entenderse
por populismo, y a nivel ideológico se aprecia una fuerte carga valorativa
(en unos casos peyorativa y en otros lisonjera) que vincula este término
con una diversidad de fenómenos heterogéneos, desde movimientos
de izquierda, pasando por políticas económicas estatistas, e incluso con la
existencia de turbas que obedecen a un líder carismático.
Históricamente, la referencia al populismo nos remite a las décadas
de los treinta, cuarenta y cincuenta del siglo xx, en las que destacó un
estilo de hacer política caracterizado, como señalan Hermet, Loaeza y
Prud’homme (2001), por el vínculo directo entre el líder y sus segui-
dores y por densas relaciones informales de poder, en un contexto de
incorporación de las masas a la vida política de los países. A nivel eco-
nómico, este periodo estuvo caracterizado, en las naciones más grandes
de la región, por la aplicación de políticas de industrialización sustitu-
tiva de importaciones en las que el Estado desempeñaba un rol funda-
mental a través de acciones proteccionistas y mediante mecanismos de
fijación de precios que permitían, junto a un elevado gasto público,
la redistribución del ingreso, principalmente a favor de sectores me-
dios urbanos. Estas características configuraron lo que se conoce como
“populismo clásico”, que se asocia a las figuras de Perón en Argentina,
Vargas en Brasil y Cárdenas en México.

[191]

© Flacso México
192 ◆ Mario Torrico Terán

En los años ochenta y noventa resurgió el interés académico hacia


el populismo debido a la presencia de nuevos líderes (Menem en Ar-
gentina, Fujimori en Perú, Collor de Mello en Brasil) que combinaban
el estilo de hacer política de los populistas clásicos con la aplicación de
políticas opuestas a las que habían prevalecido en el periodo en que éstos
figuraron en la política latinoamericana, vale decir, medidas dirigidas a
liberar las fuerzas del mercado, a restringir la acción del Estado en la eco-
nomía, y a confiar en los mecanismos de distribución mercantiles. Como
afirma Weyland (1999), esta combinación entre populismo político y
liberalismo económico desafió a las principales teorías existentes sobre
populismo, por lo que se acuñó un nuevo término para un fenómeno
que demostró que la política populista y la economía neoliberal podían
ser compatibles: neopopulismo.
Actualmente, el populismo vuelve tener a importancia en el debate
político latinoamericano debido al surgimiento de líderes (Chávez en Ve-
nezuela, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador) que, una vez más, apelan
al estilo político de los viejos populistas clásicos para, esta vez, cuestionar
las políticas de mercado aplicadas en décadas pasadas y plantear un retor-
no del Estado a la actividad económica y al involucramiento en las acti-
vidades de redistribución del ingreso. Este nuevo retorno del fenómeno
populista se da en un contexto de creciente apoyo electoral a candidatos
de izquierda en Latinoamérica (lo que no significa que todos ellos sean ca-
racterizados como populistas), y es en esta coyuntura que, como estrategia
electoral, en las elecciones presidenciales mexicanas de 2006 se atribuyó a
uno de los candidatos el calificativo de populista, lo que generó un debate
académico y mediático sobre lo que representa el populismo. El presente
trabajo pretende analizar, de forma general, las fuentes teóricas que guían
la discusión sobre este fenómeno, identificar el discurso dominante en
materia económica en México y, finalmente, a través de un análisis de
las propuestas de gobierno de los principales candidatos y de un análisis
del discurso de sus principales intervenciones, determinar en qué modo
éstos se ubicaron y ubicaron a sus contrincantes respecto de posturas y
planteamientos que se suelen asociar con el populismo. Debido a que

Derechos reservados
La presencia del populismo en las elecciones mexicanas de 2006 ◆ 193

las preferencias electorales se inclinaron mayoritariamente hacia dos can-


didatos desde una etapa temprana del proceso electoral, en este estudio
nos restringiremos a los planteamientos de Felipe Calderón, del Partido
Acción Nacional (pan), y de Andrés Manuel López Obrador, del Partido
de la Revolución Democrática (prd). Puesto que no es nuestra intención
evaluar si a alguno de los postulantes a la presidencia corresponde efecti-
vamente el calificativo de populista, empezamos este trabajo asumiendo
el hecho que uno de ellos (López Obrador) fue señalado como tal. Asimis-
mo, debido a restricciones de espacio, no analizaremos la totalidad de los
planteamientos de ambos candidatos, sino tan sólo los que tienen que ver
con el ámbito económico. Ello, además, nos facilita el análisis debido a
que usualmente se relaciona al populismo con políticas económicas cen-
tradas en el gasto público.

Populismo: propuestas para su entendimiento

Si bien en este trabajo no se pretende realizar un análisis exhaustivo de


las discusiones teóricas en torno al concepto de populismo, es necesario
hacer referencia a los planteamientos más importantes y que han tenido
mayor acogida en los ámbitos académico y político en los últimos años.
Aunque es una postura ya superada, no debe olvidarse que los primeros es-
tudios sobre populismo en Latinoamérica se concentraban en explicarlo
desde una visión que enfatizaba el proceso de tránsito (o cambio estruc-
tural) de una sociedad tradicional a una moderna que vivía la región.
En esta tradición se inscribieron autores como Germani o Di Tella, para
quienes el populismo es un fenómeno anómalo en la transición hacia la
modernidad que surge en países subdesarrollados, de lo que se desprende
que, una vez superada esta fase transitoria, debe esperarse su desapari-
ción. En este sentido, se señalaba que las tensiones que se generan en el
proceso de cambio estructural favorecen la movilización y participación
política de las masas, situación que los actores políticos se ven incapaces
de enfrentar y que propicia la emergencia de una figura carismática, de

© Flacso México
194 ◆ Mario Torrico Terán

un líder populista que crea vínculos directos con las masas movilizadas
buscando alterar el statu quo. No obstante la debilidad de la explicación
que brinda esta postura (puesto que no se define al populismo con inde-
pendencia de los fenómenos que lo producen),1 debe mencionarse que
los autores referidos ofrecieron una muy buena descripción del fenómeno
populista, que sirvió como criterio de identificación prevaleciente en in-
vestigaciones posteriores.
En los estudios que vincularon al populismo con el desarrollo, destaca
el trabajo de Cardoso y Faletto (1969), que se concentraron en establecer
las condiciones históricas que propiciaban el surgimiento de este fenóme-
no. Para estos autores, la diferenciación de la economía exportadora de las
primeras décadas del siglo xx en Latinoamérica creó las bases para que en la
dinámica social y política empezaran a hacerse presentes los sectores socia-
les llamados “medios”. La expresión económica de esta situación se habría
manifestado a través de políticas de consolidación del mercado interno y
de industrialización que caracterizaron el “desarrollo hacia adentro”.
El análisis de Cardoso y Faletto no aborda específicamente la natura-
leza del populismo debido a que éste no era su objeto de estudio, por lo
que dichos autores no ofrecen mayores elementos teóricos que ayuden a
definir este fenómeno. Sin embargo, al vincularlo con políticas económi-
cas específicas, propiciaron que se empiece a relacionar al populismo con
una estrategia de desarrollo centrada en el mercado interno y en la imple-
mentación de políticas de industrialización sustitutivas de importaciones.
Con la crisis económica de los años ochenta y el consecuente derrum-
be del modelo de desarrollo prevaleciente hasta entonces, fueron despres-
tigiadas las políticas económicas proteccionistas dirigidas a favorecer la
industrialización, el control de precios, el gasto fiscal y los esfuerzos por
redistribuir el ingreso. Debido a que el populismo había sido identificado
con dicho conjunto de medidas, este fenómeno fue ubicado en el extremo
contrario de la política y de la gestión pública responsables. Es así que se
acuña el término “populismo económico” para dar cuenta del “enfoque

1 Véase Salazar (2006).

Derechos reservados
La presencia del populismo en las elecciones mexicanas de 2006 ◆ 195

de la economía que destaca el crecimiento y la redistribución del ingreso,


y menosprecia los riesgos de la inflación y el financiamiento deficitario,
las restricciones externas y la reacción de los agentes económicos ante las
políticas agresivas ajenas al mercado” (Dornbusch y Edwards, 1992: 17).
Quienes proponen este concepto señalan que las políticas populistas fra-
casan en última instancia, y su fracaso tiene siempre un costo terrible para
los mismos grupos que supuestamente se quiere favorecer.
El planteamiento anterior deja abierta la posibilidad de distinguir una
dimensión política y otra económica del populismo. La primera estaría ca-
racterizada por el estilo político propio de los populistas clásicos, y la segun-
da por la aplicación de políticas expansivas que, con el objetivo de redistri-
buir los beneficios del crecimiento, terminan socavando el equilibrio fiscal
y generando inflación. Con base en esta distinción, líderes como Menem y
Fujimori podrían ser calificados como populistas sólo en el sentido político
(tal vez por ello se los denominó neopopulistas), otros como Lula Da Silva,
Néstor Kirchner y Tabaré Vásquez como populistas en sentido económico;
Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa serían estrictamente populis-
tas, y finalmente Sánchez de Lozada y Fox aparecerían como dirigentes en
ningún sentido populistas. Esta distinción nos deja con el siguiente gráfico
en el que todo gobernante puede ser tipificado en función de las coorde-
nadas en las que se ubica. El eje de las abscisas corresponde a la dimensión
económica y el de las ordenadas a la dimensión política del populismo.
Gráfico 1.
Populismo económico y populismo político.

No populista

Da Silva
Vásquez Sánchez de Lozada
Kirchner Fox

Populista No populista
Morales
Chávez Menem
Correa Fujimori

Populista

© Flacso México
196 ◆ Mario Torrico Terán

Resulta claro que la distinción señalada convierte al populismo sólo


en un criterio de clasificación desprovisto de especificidad propia, lo que
reduce el debate sobre populismo a un mero ejercicio de tipificación, si-
milar al que se realiza cuando se señala a los dirigentes políticos como de
izquierda o de derecha. Además, los criterios establecidos para determinar
si alguien es o no populista estarían predeterminados independientemente
del contexto político, económico y discursivo prevaleciente. Conscientes
de ello, autores como Weyland (1999) se han inclinado por desestimar
la dimensión económica en el análisis del populismo y se han concen-
trado en estudiar su dimensión política, aquella que se caracteriza por
los llamados —que pasan por encima de las instituciones intermediarias
establecidas asumiendo un estilo directo y cuasi personal— de un líder
a una masa heterogénea de seguidores que, al sentirse relegada, está
dispuesta para la movilización.
Otros autores tienen una aproximación al populismo que, sin de-
sestimar el criterio principal de identificación con base en la relación de
un líder con las masas, ponen énfasis en el aspecto discursivo del fenó-
meno. Así, para Laclau (2006) el populismo es una construcción discursiva
que requiere la división dicotómica y antagónica de la sociedad en dos
campos, uno de los cuales se presenta a sí mismo como parte que reclama
ser el todo (el campo popular), y que presupone, como condición de su
constitución, la construcción de una identidad global a partir de la equi-
valencia de una pluralidad de demandas sociales.2 De ello se desprende
que el contenido discursivo del populismo es contingente al contexto
socioeconómico y al discurso hegemónico prevaleciente (Laclau refiere

2 El siguiente ejemplo de Laclau ilustra muy bien cómo se establece la relación equivalencial de las de-
mandas. En una villa miseria ubicada en las afueras de una ciudad industrial en desarrollo surgen
problemas de vivienda, y el grupo de personas afectadas pide a las autoridades locales algún tipo de so-
lución. Si la demanda es satisfecha, allí termina el problema; pero si no lo es, la gente puede comenzar
a percibir que los vecinos tienen otras demandas igualmente insatisfechas (problemas de agua, salud,
educación, etc.). Si la situación permanece igual por un determinado tiempo, habrá una acumulación
de demandas insatisfechas y una creciente incapacidad del sistema institucional para absorberlas de un
modo diferencial (cada una de manera separada de las otras) y esto establece entre ellas una relación
equivalencial.

Derechos reservados
La presencia del populismo en las elecciones mexicanas de 2006 ◆ 197

a esto con el nombre de significante vacío), lo que significa que a priori


no se pueden establecer criterios definitivos para señalar determinados
liderazgos como populistas. De esta forma, el populismo poco tendría
que ver con un determinado estadio del desarrollo puesto que, en palabras
de Laclau (1978), este fenómeno no es la superestructura necesaria de
ningún proceso social o económico, con lo que bien se pueden presentar
episodios populistas en los más variados contextos.
La reducción del populismo a un criterio de clasificación implicaría su
desestimación teórica como objeto de estudio (puesto que se convertiría
simplemente en un atributo que puede o no estar presente en el lideraz-
go de un dirigente), lo que, en la perspectiva de Laclau, significaría la
negación de la política (que está ligada a la dimensión de antagonismo
y de hostilidad que existe en las relaciones humanas y que se manifiesta
como diversidad de las relaciones sociales) y la pretensión de afirmar
la noción de que la gestión de los asuntos públicos corresponde a un
poder administrativo cuya fuente de legitimidad es un conocimiento
apropiado de lo que es la buena comunidad. En lugar de asumir esto,
según Laclau, debemos considerar que la política excede a la gestión
meramente administrativa.
Una propuesta similar es la que plantea Canovan (1999), quien señala
que el populismo puede tener diferentes contenidos dependiendo de las
características del establishment contra el que se produce la movilización.
Así, por ejemplo, si la política económica imperante establece altos niveles
impositivos para financiar un Estado de bienestar, el populismo puede
comprometerse con una agenda económica liberal. Si la situación es con-
traria (la política económica prevaleciente es cercana al libre mercado), el
populismo demandará proteccionismo y mayores provisiones al Estado.
Esto significa que el populismo se caracteriza por su reacción tanto contra
las estructuras de poder, como contra la ideología y el discurso predomi-
nantes, cualesquiera sean éstos. De ello se desprende que es inútil definir
el populismo en términos de una ideología determinada o de la aplicación
de políticas específicas, es decir, no existe un criterio previo universal que
nos indique quiénes son y quiénes no son populistas.

© Flacso México
198 ◆ Mario Torrico Terán

De acuerdo con todo lo señalado, afirmo que no existen criterios in-


dependientes del contexto socioeconómico con base en los cuales pueda
calificarse a determinados líderes como populistas. Esto significa que un
gobernante o dirigente que promueve políticas redistributivas basadas en el
gasto público puede o no ser populista. Ello dependerá de si su postura
es antagónica respecto de la prevaleciente que sirve de base para el diseño
y aplicación de políticas. Con base en este planteamiento se estudiará la
dinámica política y el discurso en materia económica de los candidatos
presidenciales del pan y del prd en las elecciones mexicanas de 2006, lo
que significa que, previamente, debemos establecer claramente cuál era
la concepción económica que privilegiaba el gobierno anterior. El análisis
del Plan Nacional de Desarrollo 2001-2006 servirá a este propósito.

La economía en el Plan Nacional de Desarrollo (pnd) 2001-2006

El Plan de Desarrollo del primer gobierno no priista en más de seten-


ta años consideraba, en su evaluación del pasado reciente, que las in-
congruencias de la política macroeconómica aplicada durante los años
setenta (como la sobre expansión fiscal y monetaria en un contexto de
tipo de cambio fijo) tuvieron como consecuencia una grave crisis finan-
ciera en el sector externo en 1976. Así también, señalaba que con la ex-
cesiva prolongación del modelo de sustitución de importaciones, la
crisis de 1982 puso de manifiesto la falta de viabilidad de una fórmula
de crecimiento fincada en la explotación de un recurso natural no reno-
vable, en el marco de una economía ineficaz. La consecuencia de esto
habría sido la incorporación tardía de México a los cada vez más acele-
rados procesos globales de comercio y finanzas, lo que obligó a realizar
cambios en la economía dirigidos a una rápida apertura al comercio y
a los flujos financieros, por lo que no fue posible hacer ajustes progresi-
vos ni aperturas negociadas. Adicionalmente, se sostenía que aunque la
transición no fue fácil, la globalización de la economía mundial es un
hecho que nadie puede detener ni acotar, por lo que cada nación debe

Derechos reservados
La presencia del populismo en las elecciones mexicanas de 2006 ◆ 199

plantearse cuál es la mejor manera de integrarse a ese proceso mundial


para obtener los máximos beneficios posibles.
El pnd señala que las reformas aplicadas y el Tratado de Libre Comer-
cio de América del Norte firmado en 1994, han modificado la estructura
productiva de México, lo que se evidencia en la explosión del tamaño
relativo del sector externo. Así, por ejemplo, se destaca que las exporta-
ciones han registrado tasas de crecimiento promedio anuales del 18.2%, lo
que habría colocado a México como el octavo exportador en el mundo
y el primero en Latinoamérica. De esta forma, se afirma que lo nuevo ha
desplazado a lo viejo, lo moderno a lo tradicional, lo dinámico a lo inerte.
No obstante, se reconoce que no todos han podido adaptarse a la velo-
cidad de las transformaciones, que ha habido víctimas y marginados del
progreso, por lo que deben aplicarse políticas económicas y sociales que se
refuercen mutuamente. De ahí que se sostiene que el pnd busca la estabi-
lidad y el crecimiento, pero también la equidad.
El pnd 2001-2006 plantea la creación de un ambiente de compe-
tencia, donde el Estado no estorbe y canalice la acción pública para crear
las condiciones necesarias para que el sector privado aproveche su ener-
gía potencial y alcance altos índices de productividad y competitividad,
pero reconociendo la necesidad de una acción pública que promueva
la equidad entre las regiones, las empresas y los hogares. Este objetivo
recibe el nombre de crecimiento con calidad. Adicionalmente, asume que
las nuevas herramientas de la política macroeconómica deben incluir el
reconocimiento pleno de pasivos de largo plazo del gobierno, la transpa-
rencia de la hacienda pública y la responsabilidad fiscal de largo plazo en
un contexto de sustentabilidad fiscal.
Estos postulados del Plan Nacional de Desarrollo 2001-2006 señalan
dos objetivos principales que, según el orden de importancia asignado,
son: crecimiento y promoción de la equidad. Se asume que el primero se
alcanzará a través de la acción privada (para lo que son prerrequisito
la sustentabilidad fiscal y la dotación de las condiciones necesarias para la
inversión) y que el segundo es responsabilidad del Estado. Con ello, se
evidencia la convicción del plan de que el mercado es el mejor mecanismo

© Flacso México
200 ◆ Mario Torrico Terán

para promover el crecimiento, pero que sus efectos pueden ser perju-
diciales para algunos segmentos de la población, y que para solucionar
esto se requiere de la acción estatal. Veamos las fuentes teóricas de estos
planteamientos.

Postulados del modelo de economía de mercado. Críticas y alternativas

Usualmente se señala que el Fondo Monetario Internacional (fmi) y el


Banco Mundial (bm) fueron los organismos promotores del modelo de
desarrollo basado en una economía de mercado (comúnmente llamado
neoliberalismo), afirmación que no carece de fundamento puesto que
frente a la crisis económica mundial de los años setenta, y en particular,
a la de la deuda de los países latinoamericanos de los años ochenta, estas
instituciones enfatizaron las virtudes de la libre determinación de precios,
del control del gasto público, de la reducción del gasto improductivo (en
especial, del que se utiliza en la protección de las industrias nacionales),
de la liberalización del comercio, del incremento de las exportaciones
y de la atracción de capital extranjero. Este conjunto de planteamien-
tos fueron resumidos por John Williamson en el documento conocido
como el “Consenso de Washington”, que detalla diez áreas de políticas
de reforma que Latinoamérica debía emprender.3 En la perspectiva de
ambas instituciones, este conjunto de medidas representaban cambios
estructurales dirigidos a, inicialmente, frenar el deterioro económico y,
luego, a lograr un desarrollo de largo plazo.4 Es así que, para que los paí-
ses inicien estas reformas, condicionaron el otorgamiento de nuevos cré-
ditos y la renegociación de sus pasivos al emprendimiento de programas
de ajuste estructural dirigidos a otorgar equilibrio a las finanzas públicas,

3 Estas son: disciplina fiscal, prioridades en el gasto público, reforma fiscal, liberalización financiera,
tipo de cambio competitivo, liberalización del comercio, inversión extranjera directa, privatización,
desregulación y derechos de propiedad.
4 Al respecto, se recomienda revisar World Bank (1981), (1982), (1983) y (1984), así como también
Guitián (1987) y Michalopoulos (1987).

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La presencia del populismo en las elecciones mexicanas de 2006 ◆ 201

liberalizar la economía (a través, principalmente, de la apertura comercial


y financiera) y restringir la acción económica del Estado (mediante la
privatización de empresas públicas).
Los resultados de este conjunto de reformas en Latinoamérica fueron,
en general, positivos en cuanto al propósito de estabilizar las economías,
frenar la crisis y restaurar el equilibrio en las finanzas públicas. Sin em-
bargo, las reformas tuvieron menores resultados que los esperados en tér-
minos de crecimiento y de alivio de problemas vinculados a la pobreza,
por lo que en los años noventa empezaron a ser seriamente cuestionadas.
A esto se debe agregar que una vez superada la recesión económica mun-
dial que había provocado la crisis, el Fondo Monetario Internacional y el
Banco Mundial volvieron a circunscribirse en sus planteamientos a sus
propios ámbitos. El fmi, que había nacido con la responsabilidad de pre-
venir problemas de balanza de pagos a través del suministro de créditos
de corto plazo, se volvió a concentrar en mantener en orden las cuentas
fiscales de los Estados y, debido al creciente flujo y movilidad de capitales
a nivel mundial, en anticipar posibles crisis financieras que tengan efec-
tos de contagio peligrosos para la economía mundial (en este sentido es
conocida la inflexibilidad del Fondo en temas como el déficit fiscal y el
déficit en cuenta corriente). Por su parte, el Banco Mundial fue paulati-
namente dejando de lado las consideraciones asociadas a los programas
de ajuste estructural y se enfocó en problemas propios del desarrollo. Es
por esta razón que las críticas a las políticas de mercado impulsadas tu-
vieron mayor recepción en el bm que en el fmi.
Al evaluar todo el proceso y sus resultados, tanto quienes formularon
y defienden las reformas y el denominado Consenso de Washington,5
como quienes los critican,6 coinciden en señalar que, dada la crisis, las
reformas eran necesarias, y que los logros positivos de las mismas radican
en haber logrado controlar la inflación, reducir el déficit presupuestario
(por lo menos inicialmente) e incrementar la inversión extranjera directa.

5 Véase Banco Mundial (2000), (2001) y (2006), y Kuczynski y Williamson [eds.] (2003).
6 Véase cepal (2001), Ffrench-Davis y Ocampo (2000), Ocampo (2004), Stiglitz (2003).

© Flacso México
202 ◆ Mario Torrico Terán

A estas observaciones llamaré puntos de acuerdo sobre la valoración positiva


de las reformas. No obstante, también coinciden en señalar que los resul-
tados de crecimiento económico y bienestar de la población durante los
años noventa no acompañaron las expectativas con las que se inició este
proceso, que la década se caracterizó por la vulnerabilidad de Latinoa-
mérica ante las crisis financieras internacionales y ante las fluctuaciones
del financiamiento externo, y que en las reformas de primera generación
hubo escasa preocupación por la distribución del ingreso o por una agen-
da social. A este otro conjunto de consideraciones denominaré puntos de
acuerdo sobre los resultados negativos de las reformas.
Quienes plantearon las políticas de ajuste estructural consideran que
la recesión que experimentó Latinoamérica a fines de los años noventa se
debió a que en la región hubo un relajamiento de la política fiscal pro-
ducto de la afluencia de capitales, que provocó la sobrevaluación de la
moneda nacional de varios países (política fiscal procíclica). Sostienen
que al disminuir la llegada de capitales, como efecto de la crisis financiera
asiática, empezaron los problemas para las economías, lo que evidenció
que las reformas en el área fiscal fueron incompletas. En cuanto al desem-
pleo, señalan que la rigidez del mercado laboral y el retraso de reformas al
mercado de trabajo impiden la expansión del empleo en la economía for-
mal. Con estas explicaciones, concluyen afirmando que las reformas no
pueden ser responsabilizadas por los resultados sub-óptimos obtenidos.
En contraposición, quienes cuestionan las políticas aplicadas durante el
proceso de ajuste estructural, afirman que los magros resultados económi-
cos de los años noventa se deben, en gran parte, al carácter incompleto de
la agenda de reformas que no tomó en cuenta el papel de las instituciones
y que minimizó la política social. Además, sostienen que la reducción del
déficit presupuestario a través de una política fiscal anticíclica impide la aten-
ción de los problemas sociales, y que la causa del desempleo imperante radica
en que las actividades económicas dinámicas han funcionado como enclaves
de redes globalizadas de producción que condujeron a una mayor heteroge-
neidad estructural (en cuanto a la productividad), reforzando así la eco-
nomía dual: un sector informal creciente y un sector formal decreciente.

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La presencia del populismo en las elecciones mexicanas de 2006 ◆ 203

Con base en estos diagnósticos, ambas posturas concluyen que son


necesarias más reformas. Así, nuevamente encuentran puntos de acuerdo
al señalar que debe reducirse la vulnerabilidad de la región hacia las crisis
a través de una supervisión prudencial al sector financiero (y a la cuenta
de capitales) y una regulación de la actividad privada (sobre todo de las
empresas privatizadas), y que debe existir una redistribución del ingreso
y una agenda social que se plantee alcanzar la equidad. De esta forma,
se observa un mayor acercamiento entre ambas posiciones respecto de la
relación Estado-mercado, puesto que afirman que ambos deben guiarse
por una relación amistosa de complementariedad. Sin embargo, el én-
fasis puesto en uno u otro es distinto. Los defensores del ajuste estruc-
tural postulan que no debe relajarse la política fiscal (es decir, se debe
mantener su carácter anticíclico), que deben completarse las reformas de
primera generación aún ausentes (en especial la del mercado de trabajo) y
que es necesaria una segunda generación de reformas relacionada con el
fortalecimiento de las instituciones. En contrapartida, las críticas a esta
postura señalan que deberían permitirse, en determinados momentos, las
políticas fiscales procíclicas, y que debe darse paso a una nueva agenda de
desarrollo dirigida a reformar las reformas.
Claramente se observa que existen puntos coincidentes entre ambas
posiciones (sobre todo en lo relacionado con la agenda social y la equi-
dad) y que el único aspecto importante que las separa es el relativo a la
política fiscal (anticíclica versus procíclica). En cuanto a este tema, debemos
señalar que lo que en realidad se discute es el grado de intervención es-
tatal en la economía (una intervención moderada del Estado versus una
mayor intervención estatal), por lo cual las visiones de ambos grupos
pueden ser resumidas en lo siguiente: consolidar una economía de mercado
sin perder de vista el aspecto social de la equidad versus impulsar una agenda
social basada en la equidad en una economía de mercado. Esta diferencia
no es menor, ya que supone órdenes de prioridad distintos. En el primer
caso, se apuesta al crecimiento que genera el mercado, y sólo se plantea una
intervención pública en materia social que sea enmendadora de los resul-
tados obtenidos, es decir, la acción social y la equidad están subordinadas

© Flacso México
204 ◆ Mario Torrico Terán

al correcto funcionamiento del mercado. En cambio, en el segundo caso el


orden de prioridad es inverso, ya que el énfasis está puesto en el logro de
la equidad como objetivo prioritario no sólo de la agenda social, sino tam-
bién del modelo económico, y, por lo tanto, el impulso al libre mercado
está subordinado a este fin.
Las implicaciones de las diferencias en cuanto a la prioridad dada
al mercado o a la equidad son las siguientes: si la búsqueda de la equidad
amenaza con desestabilizar al mercado, quienes plantearon las reformas
preferirán sacrificar la agenda social, y, en el otro caso, si el mercado no
permite logros importantes en materia de equidad social, se buscarán me-
canismos alternativos al mismo (pudiendo, incluso, plantearse el cambio
de modelo de desarrollo) que garanticen avances al respecto. El siguiente
gráfico resume ambas posiciones respecto de las reformas y del énfasis
dado al crecimiento basado en el mercado o en la equidad.
Gráfico 2.
El dilema entre crecimiento y equidad.

Un aspecto sobre el que existe amplio acuerdo es que antes de la apli-


cación de las reformas la economía de los países de la región se encontra-
ba funcionando en un punto por debajo de su curva de posibilidades de

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La presencia del populismo en las elecciones mexicanas de 2006 ◆ 205

producción (es decir, en un punto de ineficiencia productiva). Con base


en este reconocimiento se da el consenso entre las diversas posturas de
que las reformas eran necesarias para inducir un funcionamiento eficien-
te de la economía. Gráficamente, el punto X representa esta asignación
ineficiente inicial. El planteamiento impulsado desde el Banco Mundial,
el fmi y resumidas en el Consenso de Washington, privilegió la ruta que
lleva de X a A, es decir, impulsar el crecimiento sin asumir medidas re-
distributivas en pro de la equidad, asumiendo que si se deja funcionar
al mercado libremente se aceleraría el crecimiento (pasando del nivel de
crecimiento c1 al c3) y se alcanzaría la eficiencia económica en el punto
A. Este razonamiento que guió el proceso de reformas fue inicialmente
criticado debido a que el punto que se pretendía alcanzar, no obstante
estar sobre la curva de posibilidades de producción (cpp1), era un óptimo
de pareto que no se constituía en la mejor alternativa posible, es decir, un
punto que, a pesar de ser eficiente, no maximizaba el bienestar que los
recursos productivos pueden otorgar, situación originada por la ausencia
de una agenda social que promueva la equidad juntamente con el creci-
miento. En este sentido, el punto de mayor bienestar y eficiencia a la vez
sería C, en el que a pesar de que se crece a un ritmo menor (c2) se alcanza
el nivel de equidad e2, superior al nivel e1 prevaleciente en la situación
anterior e impulsada por quienes defienden las reformas (se observará que
C se encuentra sobre la curva de indiferencia CI2 que se ubica por enci-
ma de CI1 en la que se halla A, lo cual refleja que en términos ordinales C
es preferible a A). Esta posición es principalmente asumida por la Comi-
sión Económica para América Latina y el Caribe (cepal, 2001) que, sin
negar la importancia del mercado, postula que su funcionamiento debe
ser complementado por la acción del Estado.
Podemos, incluso, encontrar una tercera propuesta que plantea que
antes de impulsar el crecimiento se debe promover la equidad, ya que de
no hacerlo el crecimiento futuro sólo aumentaría las desigualdades.
Gráficamente, esto significa privilegiar la dirección que lleva de X a
B, en el que el nivel de equidad e3 es mayor a e1 e incluso a e2. Dicha
postura es sostenida por Birdsall y De La Torre (2001) en lo que han

© Flacso México
206 ◆ Mario Torrico Terán

llamado el Disenso de Washington, documento que esboza once herra-


mientas para la equidad social.7 Sin embargo, el punto B también pue-
de ser objetado por tratarse de un óptimo de pareto que no maximiza
el bienestar social dado que se ubica sobre la curva de indiferencia CI1,
inferior en términos de bienestar a la curva CI2.
Estas consideraciones parecen guiarnos a reconocer que el plantea-
miento de la cepal de reformar las reformas es la mejor de las alternati-
vas aquí presentadas. Sin embargo, las propuestas teóricas no se detienen
aquí. Debe reconocerse que quienes impulsaron el proceso de reformas
efectivamente privilegiaron el crecimiento sin atender a la equidad, sin
embargo, teóricamente el punto A debía ser alcanzado en el corto pla-
zo (por ello defendían que el proceso de reformas debía ser breve en su
tiempo de aplicación) para, posteriormente, en el largo plazo, y gracias
al crecimiento c3 alcanzado, poder incrementar el nivel de equidad a e3. Es
decir, el crecimiento y la eficiencia alcanzados en A servirían para que
se produzca el desarrollo de las economías de escala que permitirían la
transformación productiva, situación en la que se crece más y se incremen-
ta también la equidad, con lo que se encontraría finalmente un balance
positivo y equilibrado entre eficiencia y bienestar. Gráficamente la curva
de posibilidades de producción cpp2 representa la transformación pro-
ductiva producida, y el tránsito del punto A a D señala el aumento de
la equidad como consecuencia del mayor crecimiento económico (en el
gráfico puede observarse además que en D se alcanza la curva de indi-
ferencia CI3 que se encuentra por encima de CI1 y CI2, lo que la con-
vierte en preferible a éstas). La propuesta de la cepal, al concentrarse
casi exclusivamente en la defensa de las políticas fiscales procíclicas, no
traza muy claramente el camino de C a D, aunque sí lo postula cuando

7 Las once herramientas son las siguientes: reglamentar la disciplina fiscal, atemperar las expansiones
y contracciones del mercado, implementar redes automáticas de protección social y escuelas para los
pobres, gravar tributos a los ricos y gastar más en los pobres, brindar oportunidades para la pequeña
empresa, proteger los derechos de los trabajadores, luchar contra la discriminación, sanear el merca-
do de tierras, otorgar servicios públicos al servicio de los consumidores y reducir el proteccionismo de
los países ricos.

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La presencia del populismo en las elecciones mexicanas de 2006 ◆ 207

hace referencia al papel del Estado en la promoción de la competitivi-


dad sistémica (por ello gráficamente se ha representado el tránsito de C
a D con un flecha punteada). El Disenso de Washington no menciona
siquiera la posibilidad del salto tecnológico que lleve de B a D.
La revisión realizada del Plan Nacional de Desarrollo 2001-2006
muestra que sus planteamientos están más cercanos a la posición defen-
dida por los organismos que impulsaron las reformas en Latinoamérica;
sin embargo, la ruta del desarrollo que propone el pnd no es la que va de
X a A y luego a D (a la que llamaremos ruta ortodoxa), sino una que va
de X a algún punto intermedio entre A y C, para luego alcanzar D. Este
camino contempla la posibilidad de implementar políticas redistributivas
en pro de la equidad siempre y cuando las tasas de crecimiento obtenidas
así lo permitan, es decir, la búsqueda de la equidad está subordinada al
objetivo primordial del crecimiento. En consecuencia, y recordando las
propuestas de Canovan (1999) (que el populismo se caracteriza por su
reacción contra las estructuras de poder, la ideología y el discurso pre-
dominantes) y de Laclau (2006) (que el populismo es una construcción
discursiva que requiere la división dicotómica y antagónica de la sociedad
en dos campos, y que su contenido discursivo es contingente al contex-
to socioeconómico y al discurso hegemónico prevaleciente), afirmo que
de surgir un liderazgo populista en México debe propugnar una visión de
desarrollo que siga el camino contrario al postulado por el pnd, es decir,
que partiendo de X llegue a D, pasando previamente por B o por algún
punto intermedio entre C y B. Ello significa que la búsqueda de la equi-
dad social está por encima del objetivo de lograr un mayor crecimiento, y
que en caso de que se perciba que el modelo de mercado no permite esto,
se puede, incluso, plantear su sustitución por otro modelo de desarrollo,
uno en el que posiblemente (pero no necesariamente) el Estado asuma
un rol más activo en la economía.
Para completar el contexto económico previo a las elecciones presi-
denciales de 2006, a continuación se expondrá en forma general la situa-
ción de los principales indicadores de la economía mexicana en los
últimos tres sexenios.

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208 ◆ Mario Torrico Terán

Situación de la economía mexicana

El siguiente cuadro resume la evolución económica de México en los


tres últimos sexenios.
Cuadro 1.
Principales indicadores económicos (1988-2005).

Variables económicas Promedio Promedio Promedio


1989-1994 1995-2000 2001-2005

Crecimiento anual del PIB (en porcentaje) 3.92 3.51 1.83


PIB per cápita (en dólares constantes de 2000) 5,085.95 5,396.50 5,964.10
GDP per cápita growth (annual %) 2.01 1.98 0.80

Inflación (en porcentaje) 18.38 21.41 6.84


Población por debajo de la línea de pobreza 7.41 9.14 5.44
(ingreso menor a 2 dólares diarios), en porcentaje
Índice de GINI 51.06 49.80 47.87

Fuente: World Bank, 2007.

Estos datos muestran que el crecimiento de la economía mexica-


na ha sido modesto en aproximadamente dos décadas, y que no se
ha alcanzado el dinamismo que el modelo de economía de mercado
vislumbraba. Luego de la alternancia de 2000, la economía ha creci-
do aun menos que en años anteriores, lo que provocó que el ingreso
per cápita aumente en forma exigua durante el gobierno de Fox. Sin
embargo, durante esta última gestión sí se observa un mejor manejo
de la inflación, aunque sin alcanzar las tasas que internacionalmente
son recomendadas.8 Por otro lado, si bien la pobreza y la desigualdad
han disminuido, el avance ha sido muy lento, y no han satisfecho las
expectativas que se generaron al poner en marcha las políticas econó-
micas de mercado.
Una vez establecido todo esto, a continuación revisaremos las pro-
puestas económicas electorales realizadas por los candidatos presidencia-
les del pan y del prd para analizar, con base en el modelo presentado

8 La Unión Europea, por ejemplo, exige a sus miembros una inflación anual que no supere el 1.5% de
la media de los países con menor inflación (aproximadamente 3%).

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La presencia del populismo en las elecciones mexicanas de 2006 ◆ 209

previamente, en qué modo éstos se posicionaron y posicionaron al ad-


versario respecto de su vinculación con los planteamientos que se sue-
len asociar con el populismo.

López Obrador y la transformación del país

La propuesta electoral del prd planteaba la transformación del país, la pu-


rificación de la vida pública y la urgencia de un cambio de fondo que inau-
gure una nueva etapa en la vida pública de México, en la que se aspire a
vivir bajo otras reglas en lo económico, en lo político y en lo social. En el
ámbito económico señalaban, en su diagnóstico, que el tránsito de una
política económica de desarrollo a otra en busca de la estabilidad de precios
y del tipo de cambio que ignora los efectos sobre el empleo y el bienestar
social, provocó desde los años ochenta el estancamiento de la economía
mexicana, y que durante el tiempo transcurrido hasta 2006 habría ha-
bido una precaria generación de empleo, un significativo deterioro del
salario real y un incremento de la pobreza y de la desigualdad social, todo
lo cual aceleró la migración hacia Estados Unidos de América. Por tal
motivo, enfatizaron la importancia del cambio en la política económica.9
Andrés Manuel López Obrador, así lo expresaba:10

Vengo planteando que hay que cambiar la actual política económica, por-
que no funciona, no por razones ideológicas, sino sencillamente porque
no ha dado resultado. Llevamos más de veinte años sin crecimiento de la
economía, sin generación de empleos, en veinte años arruinaron las acti-
vidades productivas, en veinte años dejaron de generar fuentes de trabajo
y por eso este fenómeno nuevo, porque no se daba en el sur, en el sureste

9 Para una revisión más detallada de estos planteamientos, se recomienda revisar el documento “Pla-
taforma electoral 2006. Coalición por el Bien de Todos”.
10 Los discursos de los candidatos presidenciales referidos en este documento fueron obtenidos de
www.lupaciudadana.com.mx.

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210 ◆ Mario Torrico Terán

de México, el fenómeno de la migración, porque la gente se va, por que se


van los jóvenes a otras partes, al extranjero, porque no hay trabajo, no hay
empleo en nuestro país.11

El plan económico del prd estaba erigido sobre dos pilares: el bienes-
tar y el crecimiento de la economía. Por el lado del bienestar se propuso
la aplicación de programas sociales para frenar el empobrecimiento del
pueblo, bajo la idea de que a cada hogar le llegue una ayuda del go-
bierno. En específico, se planteó la implementación del programa de
adultos mayores (que consistía en un ingreso mensual de 730 pesos
para todos los ancianos), el apoyo económico a las personas con discapa-
cidad (en un monto igual al de los ancianos), el otorgamiento de becas de
estudio para hijos de madres solteras, la atención médica y la dotación
de medicinas de forma gratuita.
Respecto del crecimiento, se señaló que ante una política económica
que no apoya al sector productivo, que pone a competir a los productores
nacionales con el productor del extranjero en condiciones de desigualdad
(porque se sostenía que este último recibe subsidios, créditos baratos y
apoyos de sus gobiernos, mientras el productor mexicano está abandonado
a su suerte), el giro en la política económica buscaría rescatar el papel
promotor del Estado en el desarrollo, aunque cuidando el equilibrio
de los indicadores macroeconómicos. En tal sentido se planteó im-
pulsar la actividad productiva a través del rescate del campo y del apo-
yo a la industrialización, para lo cual se manifiestaron las siguientes
acciones: i] reducir el precio del gas, la gasolina y la energía eléctrica,
ii] proteger a la producción nacional, iii] fomentar el acceso al crédito a los
productores del campo y a las empresas pequeñas y medianas.
Debido a que este conjunto de propuestas involucran un mayor gasto
público del que ha prevalecido en los últimos años, y ante la obligación
de mantener las finanzas públicas estables, el planteamiento del prd
enfatizó en la necesidad de cambiar la forma de administrar el gobier-

11 Discurso pronunciado el 2 de abril de 2006 en Tempoal, Veracruz.

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La presencia del populismo en las elecciones mexicanas de 2006 ◆ 211

no, empezando por evitar la corrupción. Al respecto, se señaló que nada


ha dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes, y
que ésta es la causa principal de la desigualdad social y de la desigualdad
económica. Adicionalmente, se planteó la aplicación de una política de
austeridad a través de la cual se baje el costo del gobierno al pueblo, y
cuyas principales medidas serían i] la reducción de los sueldos de los altos
funcionarios públicos, no sólo en el Poder Ejecutivo, sino también en el
Legislativo, en el Judicial, y en los Estados, para lo que se buscaría refor-
mar la Constitución, de manera que en todo el país se puedan ahorrar
recursos, ii] la eliminación de las pensiones a los ex presidentes de la Repú-
blica, iii] la supresión de los gastos especiales, de representación, etc. Con
todas estas acciones se pretendía liberar recursos para el desarrollo.
En el ámbito económico López Obrador y el prd no sólo plantearon
la necesidad de llevar adelante estas políticas, sino también identificaron a
los que, en su perspectiva, serían los culpables de la pobreza de millones
de mexicanos y del atraso económico, aquellos a quienes beneficiaría el
statu quo. Los responsables de esto serían las minorías que gobernaron
el país y las cúpulas empresariales que se beneficiaron por las políticas
económicas impulsadas. Con ello, se estableció la división dicotómica y
antagónica de la sociedad en dos campos.

El gobierno de nuestro país desgraciadamente se convirtió al servicio de una


minoría y nosotros lo que queremos es que el gobierno de la República sea un
gobierno para todo el pueblo. No queremos que la patria sea de unos cuan-
tos, queremos la patria para todos, queremos patria para el humillado, patria
para el pobre, patria para todos los mexicanos, así es nuestro proyecto y por
eso no quieren que nosotros salgamos adelante.12
Yo respeto a los del pri de abajo porque con ellos no es el problema, ni con
los del pri de abajo ni con los del pan de abajo, la diferencia la tenemos
con los de arriba, con las cúpulas, allá arriba es un grupo compacto, una
camarilla, una pandilla de rufianes que han llevado a la ruina a nuestro país

12 Discurso pronunciado el 5 de abril de 2006 en Iguala, Guerrero.

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212 ◆ Mario Torrico Terán

y han hundido en la pobreza a millones de mexicanos; ellos no quieren


perder privilegios.13
Se van a acabar los privilegios en México, se va a atender al pueblo, ya no
queremos que el gobierno esté al servicio de las minorías, no queremos que el
gobierno de la República sea el gobierno de unos cuantos, no queremos que
el gobierno sea un comité al servicio de las minorías que mantienen privile-
gios, el gobierno de México va a ser para todo el pueblo.14

Entre los grupos empresariales beneficiados con las políticas de gobier-


no, López Obrador puso especial énfasis en señalar a la banca como la
culpable de contribuir al empobrecimiento del país. Sobre este punto
señaló que el crédito para los sectores productivos, y en especial para
el campo, había desaparecido desde de la privatización de la banca en
México, y además denunció los privilegios que han beneficiado al sec-
tor bancario, en especial desde el rescate de 1998. No obstante su retórica
contraria a los grandes intereses corporativos, estableció claramente su
diferencia con éstos y no con el conjunto de empresarios.

Llevamos años sin créditos para el campo, la banca en México se privatizó,


se entregó a unos cuantos, se rescató a los banqueros a costillas del erario, a
costa del sufrimiento de la gente, porque nos dejaron una deuda de 100 000
millones de dólares y desde hace muchos años no dan crédito ¿Saben de qué
viven los bancos? de los intereses que les estamos pagando del Fobaproa. Es
la banca, la paraestatal más onerosa de nuestro país. Cada año se llevan 50 000
millones de pesos, nada más de intereses del Fobaproa. Por eso ya no prestan,
por eso no les importa otorgar los créditos. Ya se convirtieron en un parásito
que los tenemos que estar manteniendo, eso es lo que ha dado como resulta-
do esta política económica neoliberal. Vamos a pedir, entre otras cosas, que
se den créditos de nuevo, no queremos créditos con tanto interés tan alto,
con márgenes de utilidad tan altos, lo que están ellos haciendo no es correcto,

13 Discurso pronunciado el 8 de abril de 2006 en Losa Reyes, Michoacán.


14 Discurso pronunciado el 8 de abril de 2006 en Zacapu, Michoacán.

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La presencia del populismo en las elecciones mexicanas de 2006 ◆ 213

porque reciben el ahorro dan una tasa muy baja y cuando prestan, en el caso
que se dan los créditos, son tasas altísimas, es un diferencial que realmente
les está dando jugosas ganancias, pero no está contribuyendo la banca al de-
sarrollo de nuestro país.15
No estoy en contra de los empresarios, que quede claro, que se oiga bien,
que se oiga lejos, yo no puedo estar en contra del que invierte, del que con
esfuerzo, con trabajo, de conformidad con la ley logra un patrimonio, no
estoy en contra del que invierte y genera empleos, yo estoy en contra de los
traficantes de influencias, estoy en contra los saqueadores, estoy en contra de
los corruptos, no de los empresarios.16

De esta forma quedó configurada la división antagónica de la so-


ciedad, estando por un lado las cúpulas del pri y del pan, la banca, los
grandes intereses corporativos y el neoliberalismo, y, por otro, el pueblo
empobrecido. El líder del prd reafirmó su compromiso con este sector
al afirmar lo siguiente: “Vamos a atender a todos, pero la preferencia la
van a tener los humildes y la van a tener los pobres de México […] ¿por
qué? Porque no puede haber trato igual entre desiguales”.17
Como se puede apreciar, López Obrador realizó un doble ejercicio
discursivo, ya que definió su posición al lado del pueblo en la divi-
sión antagónica que hizo de la sociedad, a la vez que ubicó al pan en
el lado opuesto, en el de las minorías y los grandes intereses privados
responsables de la pobreza y de la desigualdad. En cuanto a su plantea-
miento económico, se evidencia que el orden de prioridades propuesto
es inverso al que prevalecía en el pnd 2001-2006, es decir, postuló la
equidad (o bienestar como él lo llama) como objetivo prioritario por
encima del crecimiento, aunque queda claro que no tenía intención de
descuidar este último. Sin embargo, en caso de que tuviera que optar
por una de las dos metas, es lógico pensar que se inclinaría por la

15 Discurso pronunciado el 2 de abril de 2006 en Temporal, Veracruz.


16 Discurso pronunciado el 2 de abril de 2006 en Temporal, Veracruz.
17 Discurso pronunciado el 8 de abril de 2006 en Zacapu, Michoacán.

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214 ◆ Mario Torrico Terán

primera. En términos del gráfico 2, el prd y su candidato propusieron


un trayecto de la economía que partiendo de X llegue a D pasando
previamente por algún punto intermedio entre B y C.

Felipe Calderón, el presidente del empleo

El diagnóstico de la economía que realizaron el pan y su candidato presi-


dencial durante el periodo electoral, resaltaba dos aspectos que en su pers-
pectiva fueron positivos de la gestión económica del gobierno de Vicente
Fox: i] la estabilidad económica alcanzada gracias a un manejo responsable
de las finanzas públicas, lo que permitió obtener los niveles de inflación
más bajos en décadas, ii] el manejo que hizo de la deuda, lo que lo convir-
tió en el primer gobierno que termina su gestión con menos deuda de la
que heredó. Ello habría sentado las bases para lograr un mayor crecimiento
y para superar la vulnerabilidad de la economía ante choques externos. Por
otro lado, en el ámbito social, destacaron el impulso que se dio a los pro-
gramas sociales y los esfuerzos realizados para lograr la igualdad de oportu-
nidades de los mexicanos.
A pesar del reconocimiento de los logros positivos del gobierno de Fox,
Felipe Calderón señaló que aún hay mucho trabajo por hacer para sacar
de la pobreza a millones de mexicanos, y afirmó que el principal problema
que se debe enfrentar es la falta de empleos, por lo que se comprometió a
ser el presidente del empleo. ¿Cómo crearlos? En este punto el candidato
del pan puso en evidencia su cercanía con las posturas económicas de mer-
cado, puesto que expresó que la inversión privada es la principal generadora
de puestos de trabajo, y que el gobierno debe, fundamentalmente, garanti-
zar las condiciones para que ésta se multiplique.

¿Quiénes son los que crean empleo? No es el gobierno, señores, es la inversión, es


una palabrita nada más, inversión, y tenemos que concentrarnos en que nuestra
economía pueda recibir inversión a raudales porque el mundo y la economía
caminan sobre dos zapatos: el zapato de la mano de obra y el zapato de la inver-

Derechos reservados
La presencia del populismo en las elecciones mexicanas de 2006 ◆ 215

sión […] En México tenemos mucho zapato de mano de obra pero no tenemos
inversión suficiente. ¿Qué ha pasado? Que nuestra mano de obra se ha ido donde
está la inversión, esa es la migración y lo que tenemos que hacer es revertir el pro-
ceso, hacer que la inversión venga donde está nuestra mano de obra […] En eso
me voy a concentrar, por eso quiero ser el presidente del empleo […] soy alguien
que cree en la inversión, soy alguien que sabe que como presidente debe poner las
condiciones de certeza y competitividad al desarrollo para que haya inversión.18

Junto a esta concepción de que la inversión privada es la que verdade-


ramente genera empleos, está el señalamiento de que ésta es la principal
fuerza motriz del crecimiento económico y de que es necesario impul-
sar el crecimiento (y, por lo tanto, la inversión) para abatir los niveles
de pobreza y desigualdad existentes, puesto que “sólo con crecimiento
económico hay empleos, justicia social y equilibrio regional”.19 En con-
secuencia, bien se puede apreciar que esta postura le otorga un rol cen-
tral a la inversión privada en los objetivos de lograr mayores niveles de
crecimiento, mayor generación de empleos y disminución de la pobreza.
¿Cuál sería entonces el papel del Estado? Al respecto, Calderón sostuvo
que “el dinero del gobierno se debe concentrar en corregir las terribles
desigualdades sociales que tenemos”,20 es decir, que el Estado debería
ser un mero corrector de los fallos del mercado. Con ello, se evidencia
que la propuesta de Calderón significaba la continuación de las políticas
impulsadas por el pnd 2001-2006.
Al igual que López Obrador, Calderón no sólo señaló las medidas
de política económica que, a su juicio, deben aplicarse en México, sino
que también estableció una clara diferenciación respecto del candidato
del prd en su postura económica y en las implicaciones que tendría el
optar por uno u otro tipo de políticas. Estableciendo una división entre

18 Discurso pronunciado el 7 de abril de 2006 en la reunión de la agrupación Sociedad en Movimiento,


en Monterrey, Nuevo León.
19 Partido de Acción Nacional, Plataforma Electoral 2006.
20 Discurso pronunciado el 22 de abril de 2006 en Huajuapan de León, Oaxaca.

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216 ◆ Mario Torrico Terán

pasado y futuro, el candidato del pan se presentó como la opción de


futuro para México, futuro al que acecha un pasado de corrupción y
crisis económica encarnado en las candidaturas del pri y del prd.

Lo que está en juego el 2 de julio es la decisión entre el pasado y el futuro. El


pasado son las opciones políticas de corrupción, de complicidad, las opciones
políticas de los gober preciosos, del gober precioso de Montiel, el gober preciso
de Murat, el gober precioso de Madrazo. Esos son los preciosos, apiñonados
ahora en la candidatura del pri. Le quieren dar un Madrazo a México y no
los vamos a dejar, señores. Del otro lado del pasado también, amigos, está un
pasado de irresponsabilidad del país. Lo hizo López Portillo, lo hizo Echeverría,
gastarse el dinero de los mexicanos, y luego heredarnos una crisis económica.
Lo está haciendo el gobierno del Distrito Federal, les guste o no les guste, les
cuadre o no les cuadre que les digan sus verdades. La verdad es que desde que
llegó el prd a gobernar la ciudad de México, la deuda pasó de 11 000 millones
a 44 000 millones de pesos. Han cuadruplicado la deuda del Distrito Federal.
El candidato del prd le dejó a cada familia una deuda de 23 000 pesos antes
de salir. Yo, señores, no quiero eso para México. Yo les propongo que, frente a
esas opciones de pasado que ya arruinaron al país y que no deben de volver, yo
les propongo construir la opción del futuro para México, un futuro construido
sobre el trabajo de la gente.21

Con esta operación discursiva, Calderón también dividió en dos


campos dicotómicos y antagónicos a la sociedad mexicana, ubicando al
prd y al pri en el pasado, un pasado responsable de la pobreza, de la crisis
económica, de la deuda y de la corrupción que dejaron a México en el
atraso. Por el otro lado, él y el pan se ubicaron en el futuro, un futuro
esperanzador, de crecimiento, de generación de empleos y de superación
de la pobreza.
El planteamiento económico de Calderón y del pan, si bien confía en
el mercado y en la inversión privada para generar empleos y crecimiento,

21 Discurso pronunciado el 22 de abril de 2006 en Huajuapan de León, Oaxaca.

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no olvida la tarea social del Estado, de ahí que propugna la continuación


y ampliación de los programas sociales existentes. Sin embargo, tam-
bién se observa que en su orden de prioridades se encuentra, en primer
lugar, el crecimiento por encima de la equidad, de lo que se deduce que
en caso de tener que decidir por uno u otra, se optaría ciertamente
por el crecimiento económico. En consecuencia, en términos del gráfico
2, Calderón plantea una trayectoria de la economía que, partiendo de X,
llegue a D pasando previamente por algún punto intermedio entre A y C.
Sobra decir que para él el camino que propone López Obrador ni siquiera
lograría alcanzar la curva cpp1, lo que significa que en ningún caso la
propuesta económica del prd incrementaría el crecimiento ni la equidad,
y provocaría, más bien, disminuciones en ambas variables. El siguiente
cuadro presenta un resumen de los principales planteamientos económi-
cos de ambos candidatos.
Cuadro 2.
Resumen de la propuesta económica de las candidaturas de López Obrador y Calderón.

Planteamientos más Coalición por el Bien de Todos Partido de Acción Nacional


importantes Andrés Manuel López Obrador Felipe Calderón

Principal problema Pobreza Falta de empleos


económico
Pilares del programa Bienestar social y crecimiento de la Inversión y empleo
económico economía
Principal rol del Estado Promoción del desarrollo. Impulso y apoyo a la Garantizar las condiciones de certeza y com-
actividad productiva mediante la protección a petitividad para la inversión
la industria nacional y acceso al crédito
Labor social del Estado Frenar el empobrecimiento del pueblo a tra- Corregir las desigualdades sociales produci-
vés de programas sociales y subvención en das por el mercado a través de programas
los precios del gas, la gasolina y la energía sociales
eléctrica

Conclusiones

Del análisis anterior resalta el hecho que Felipe Calderón no asignó explí-
citamente a López Obrador el calificativo de populista, aunque es cierto
que lo vinculó con experiencias económicas pasadas que suelen estar aso-
ciadas con el populismo, como ser crisis económica, inflación, déficit fiscal,

© Flacso México
218 ◆ Mario Torrico Terán

etcétera, tal y como lo entienden Dornbusch y Edwards (1992). Quien


hizo énfasis en el carácter populista de la propuesta del prd y de su líder fue
el entonces presidente Vicente Fox. Por ejemplo, al ser cuestionado por un
diputado de este partido en un evento público, respondió: “Nosotros
no somos habladores, no somos demagógicos, no somos populistas, no
andamos regalando el presupuesto a diestra y siniestra, nosotros actua-
mos con responsabilidad”.22
El hecho que el discurso en materia económica del candidato presi-
dencial del prd haya provocado que se le adjudique el calificativo de
populista, puede reflejar dos cosas: i] que en el ámbito político (y tam-
bién en el académico) aún persiste la percepción de que van de la mano el
populismo y las políticas económicas en las que el Estado tiene mayor
participación, ii] que efectivamente el discurso en materia económica de
López Obrador estaba en oposición al discurso hegemónico prevalecien-
te. Sin duda, en las elecciones mexicanas de 2006 se dieron ambos fe-
nómenos, es decir, lo que ocurrió en México muestra que, por un lado
la visión de Dornbusch y Edwards aún tiene mucha fuerza en la política
y en la academia, y por otro, que el candidato del prd sí propugnó una
visión de desarrollo contraria a la hegemónica, una en la que la equidad
social está por encima del objetivo de lograr un mayor crecimiento. Y
fueron estos dos elementos los que propiciaron, en consecuencia, que
se lo califique como populista.23 ◆

22 Discurso pronunciado el 23 de febrero de 2006 en Valle de Santiago, Guanajuato.


23 Considero que la división dicotómica y antagónica que López Obrador hizo de la sociedad a través de
una operación discursiva, en la que opuso el pueblo a las minorías que gobernaron y empobrecieron
al país, no podía ser el criterio utilizado por sus adversarios para tacharlo de populista, puesto que
Calderón efectuó una distinción semejante al oponer la opción de un futuro promisorio frente a la
de un pasado de crisis. Es posible, sin embargo, que la postura del candidato del prd al respecto haya
servido para calificarlo de autoritario o de ser un peligro para México. El capítulo de Javier Contreras
en este libro explora más a fondo este hecho.

Derechos reservados
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Derechos reservados
El "peligro para México".
La batalla por la configuración de los imaginarios políticos
Javier Contreras Alcántara1
... sólo con buenas historias
se puede instituir sentido.
Norbert Bolz

El 1º de diciembre de 2006 tomó posesión de la presidencia de la Repú-


blica el panista Felipe Calderón Hinojosa (fch) en un evento caracte-
rizado por la tensión y los amagos de violencia entre los diputados del
Congreso de la Nación que lo respaldaban y aquellos que seguían al
perredista Andrés Manuel López Obrador (amlo).2
La toma de posesión del Ejecutivo federal por parte de Calderón ter-
minó institucionalmente con la incertidumbre respecto del resultado
de las elecciones y pareció dar por terminado uno de los procesos elec-
torales más controvertidos y discutidos en la historia política del México
contemporáneo.3
Como consecuencia del conflicto presentado se diseñó y aprobó,
durante 2007, una reforma a la Ley Electoral que pretende resolver
los puntos débiles de las reglas de juego vigentes en el proceso de

1 Agradezco la lectura atenta de este capítulo a todos los integrantes del seminario “Buen Gobier-
no, Populismo y Justicia Social” de la Flacso México, especialmente a Julio Aibar. Agradezco los
comentarios de los dictaminadores anónimos. Especial agradecimiento debo a Edgar Sandoval
por su lectura y comentarios. La responsabilidad por cualquier error, imprecisión u omisión es
totalmente mía.
2 Andrés Manuel López Obrador había tomado protesta como “presidente legítimo” diez días an-
tes, el 20 de noviembre —fecha conmemorativa de la Revolución mexicana—. Tal nombramiento
le fue otorgado en la Convención Nacional Democrática convocada por el movimiento de resis-
tencia civil ante el fraude de 2006 que encabezaba el mismo amlo.
3 El conflicto ha continuado, pero ahora ya no es la elección de 2006 y su resultado lo que se ha
discutido, sino la integración del Instituto Federal Electoral (ife), las reformas energéticas, y al in-
terior del mismo prd —partido al que pertenece amlo— la renovación de su dirigencia y el rumbo
a seguir en el futuro cercano.

[221]

© Flacso México
222 ◆ Javier Contreras Alcántara

2006 y que podrían haber sido los causantes del conflicto político
acontecido.
En los dos años que han pasado desde la elección, varios análisis
académicos han sido producidos,4 sin embargo, poca reflexión se ha
dedicado a observar detenidamente los procesos y las lógicas políticas
que se desarrollaron durante la elección y que configuraron y expre-
saron ese escenario de conflicto; procesos y lógicas, a veces, inherentes
al funcionamiento del procedimiento democrático y que permitirían
comprender en detalle lo acontecido en México durante el proceso
electoral de 2006.
Es en esta carencia que el capítulo que aquí se presenta busca des-
hilvanar los elementos a partir de los que se construyó una narrativa y
una estética que presentaba a Andrés Manuel López Obrador —can-
didato del prd— como un “peligro para México”. No es de interés
para este capítulo dictaminar si amlo era o no un “peligro para Mé-
xico”, sino cómo es que se configuró el sentido y significado de esa
idea —que por sí misma no dice nada— en el campo político discursivo
desplegado durante la elección de 2006. La llave de entrada al análisis
del referido proceso electoral es, entonces, la pregunta ¿cómo se confi-
guró, desde el discurso de campaña de Felipe Calderón, la denomina-
ción de “peligro para México” sobre Andrés Manuel López Obrador?5
Para dar respuesta a esta pregunta el capítulo se divide en cinco mo-
mentos. En el primero se hará breve referencia a los acontecimientos
relevantes del proceso electoral de 2006 y al análisis académico que se
ha hecho de ellos. En el segundo apartado se expondrá el modelo teóri-
co-analítico que permitirá revisar la construcción del enemigo político
a través de la imposición de un nombre y su vinculación a una narrativa
particular que permita adjudicarle a ese otro político una posición en el

4 Basáñez, 2006; Klesner, 2006, 2007; Moreno 2007; Eisenstadt, 2007; Loyola, 2007; Aziz, 2007;
Crespo 2007.
5 Un análisis completo de la configuración del imaginario político en la elección de 2006, que debe
incluir el papel de medios e intelectuales y los respectivos enmarcamientos de cada candidato, es
asunto pendiente de investigación.

Derechos reservados
El "peligro para México". La batalla por la configuración de los imaginarios políticos ◆ 223

campo político en disputa, a la vez que ubicarse a sí mismo en ese cam-


po político y controlar la situación electoral. En el tercer apartado se
presenta el discurso de Felipe Calderón sobre amlo y se avanza para lo que
se presenta en el cuarto apartado, donde se concreta la lectura analítica
de la configuración imaginaria sobre amlo que se desarrolló durante la
campaña electoral y, finalmente, se plantearán algunos comentarios a
manera de conclusión que, más que confirmar certezas, buscarán sem-
brar inquietudes sobre la categoría del populismo y el conjuro mexicano
sobre el conflicto político.

México 2006: entre el retorno del conflicto y el conflicto del retorno

La elección presidencial de 2006 en México, que tuvo como principales


contendientes al candidato del Partido de la Revolución Democrática
(prd) Andrés Manuel López Obrador y al candidato del Partido Acción
Nacional (pan) Felipe Calderón Hinojosa, ha sido una de las más polé-
micas y discutidas en el México contemporáneo, al grado de haber sido
llamado el proceso del retorno del conflicto (Aziz, 2007), pues los suce-
sos que se presentaron previos, durante y posteriores al proceso electoral
polarizaron las posturas políticas de los mexicanos y permitieron ver la
fragmentación social y económica existente entre los habitantes del país.
Antes del inicio formal de la campaña, el conflicto se hizo presente
con el proceso de desafuero del entonces jefe de Gobierno del Distrito
Federal —el perredista Andrés Manuel López Obrador— debido a la
violación al mandato de un juez federal en materia administrativa, lo que
se considera un delito sancionable.
La sanción por tal violación dejaría al jefe de Gobierno fuera de la
competencia electoral por la presidencia de México, pues implicaría
la suspensión de sus derechos civiles y políticos. Sin embargo, ante el
debate acontecido y la percepción pública de que era un intento no
legítimo del entonces presidente Vicente Fox —a través de la Procura-
duría General de la República— por dejar fuera de la elección a López

© Flacso México
224 ◆ Javier Contreras Alcántara

Obrador —el competidor más fuerte en ese momento—, el gobierno


federal decidió no continuar con el caso.6
Ya puesto en marcha el proceso electoral se caracterizó por el enfren-
tamiento directo del candidato perredista con el presidente Vicente Fox,
la campaña de ataque hacia el candidato del Partido de la Revolución
Democrática por parte del Partido Acción Nacional y grupos afines, la po-
lémica respuesta del pan a la intervención de una famosa escritora en un
llamado a terminar con la campaña negativa hacia amlo, los titubeos del
titular del Instituto Federal Electoral (ife) y los serios cuestionamientos a
su neutralidad y eficacia para llevar a buen término la elección, la inter-
vención del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (tepj)
para resolver controversias acerca de la validez de los spots promocionales
de uno y otro candidato, entre otros sucesos.
La definición del resultado —después de un recuento parcial realizado
por el Tribunal Judicial Electoral— por una diferencia de 233 831 vo-
tos sobre un total de casi 41 700 000 —diferencia correspondiente al
0.56%—, dio lugar al rechazo de los resultados por parte de López Obra-
dor y sus seguidores bajo el argumento del fraude ante las inconsisten-
cias del ife en su conteo de la votación y del Tribunal en su resolución a
los juicios de impugnación, al establecimiento de un “gobierno legítimo”
y un “gabinete sombra” paralelos al “gobierno legal” y la toma de pose-
sión en medio de un fuerte dispositivo de seguridad con la toma de la
tribuna del Congreso por los diputados panistas durante dos días para
evitar que los diputados perredistas impidieran la toma de protesta.
De acuerdo con los análisis realizados hasta el momento, sobre lo
acontecido en la elección de 2006,7 el desbordamiento conflictivo de la
incipiente y frágil democracia mexicana tiene origen en tres problemáti-

6 Para una revisión detallada y especializada del caso en términos jurídicos véase Félix Cárdenas, 2005.
7 La discusión y la reflexión sobre las elecciones de 2006 en México se puede clasificar en 1) trabajos
periodísticos de carácter noticioso y de opinión, que dieron cuenta del proceso mientras este sucedía,
2) crónicas sobre el proceso electoral y los personajes políticos y 3) trabajos de investigación aca-
démica. Respecto de los últimos cabe destacar los siguientes: Basáñez, 2006; Klesner, 2006, 2007;
Moreno 2007; Eisenstadt, 2007; Loyola, 2007; Aziz, 2007; Crespo 2007.

Derechos reservados
El "peligro para México". La batalla por la configuración de los imaginarios políticos ◆ 225

cas que coincidieron: una de carácter institucional-procedimental, otra


de índole sociopolítica derivada de la anterior y, una más, de carácter
socioeconómico.
El problema de carácter institucional radicó en la insuficiencia del
marco de las reglas electorales, vigentes al momento de la elección de
2006, para contener a los actores políticos —léase el presidente de la Re-
pública, los partidos políticos, los candidatos y grupos económicos afines
a ellos— y en la incapacidad de las autoridades electorales —Instituto
Federal Electoral y Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federa-
ción— para resolver con claridad y congruencia un proceso de resultados
cerrados como el que se presentó en julio de 2006,8 en el que la diferencia
entre ganador y perdedor fue de medio punto porcentual.9
El segundo problema, consecuencia del anterior, se refiere a la pérdi-
da de credibilidad y confianza en los resultados electorales pues, como
señala Crespo (2007: 185), “al registrarse un resultado cerrado, cada
elemento de inequidad, cada comportamiento ilícito por parte de los
adversarios, cada injerencia indebida del gobierno, cada acto de parcialidad

8 La polémica sobre los resultados de las elecciones tiene cuatro momentos. El primero con la negativa a
declarar ganador por parte del ife basado en los resultados de su conteo rápido y la inmediata proclama-
ción de amlo como ganador; el segundo con los resultados del conteo rápido del ife que daba ganador a
Calderón y la confirmación de tal resultado en el conteo de actas; el tercer momento viene con la negativa
del Tribunal Electoral a realizar un recuento total de la votación pese a la gran polémica suscitada para ese
entonces; y el cuarto con la resolución final del mismo Tribunal. En este último caso, la polémica lejos de
desaparecer se incrementó pues, como menciona Aziz (2007: 51), el Tribunal en su dictamen: “Reconoció
los problemas, las ilegalidades, las violaciones, las intromisiones y la participación indebida, pero a la hora
de la ponderación y el balance, relativizó cada una de las pruebas con el argumento de que no había
forma de medir el efecto de esas acciones en el voto. Para los magistrados no era posible saber cómo se
había afectado el proceso por la intervención ilegal de los actores porque supuestamente no se tenía el
instrumento para ello, pero al mismo tiempo sí se podía saber que la afectación había sido menor”.
9 De acuerdo con los datos finales del ife, el pan y su candidato obtuvieron 15 000 284 votos contra 14
756 350 votos para la “Alianza por el Bien de Todos” y su candidato, lo que en términos porcentuales
representa 35.89% de la votación total para el primero contra 35.31% para el segundo de un total
de 41 791 322 votos. Véase http://www.ife.org.mx/documentos/Estadisticas2006/presidente/gra_nac.
html. Una vez realizado el recuento parcial realizado por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación el resultado final oficial fue de 14 916 927 votos para el pan y su candidato, contra 14
683 096 de la “Alianza por el Bien de todos”, esto es, 35.89% contra 35.33% de la votación total.
Véase http://www.ife.org.mx/documentos/Estadisticas2006/presidentet/nac.html.

© Flacso México
226 ◆ Javier Contreras Alcántara

real o aparente de las autoridades electorales pueden contar en la per-


cepción de los perdedores como explicación de ese resultado”. En el caso
que se analiza, las inequidades y los comportamientos ilícitos —reco-
nocidos por el mismo tepjf— no sólo influyeron en la percepción de
los perdedores, habría de puntualizarse, pues la duda sobre la legalidad
y legitimidad de los resultados se generalizó entre los electores.10
De ahí es que viene la idea del retorno del conflicto, o mejor dicho
del conflicto del retorno, esto es, la decepción/temor/problema que causa
admitir que en la elección de 2006 mucho de lo que se pensó que se
había avanzado —y concretado con la elección de 2000—, en materia
electoral, se perdió o se puso en serio cuestionamiento ante la amenaza
del regreso a “los tiempos de la desconfianza, del discurso del fraude y de
la protesta callejera” (Aziz, 2007: 16), del resurgimiento de la violencia
y las resoluciones políticas por fuera de la decisión electoral y las insti-
tuciones para solucionar el conflicto electoral.11

10 De acuerdo con Crespo (: 181): “Prácticamente todas las encuestas levantadas desde el 2 de julio, con
pequeñas diferencias de algunos puntos, ubican que poco más de la mitad de los ciudadanos (entre 50
y 55%) piensa que Felipe Calderón —el ganador oficial— triunfó en buena lid, sin sombra de duda;
que cerca de una tercera parte (entre 35 y 40%) cree que hubo un fraude suficiente que le arrebató
el triunfo a Andrés Manuel López Obrador, quien, por tanto, debió haber quedado como presidente,
finalmente, que un tercer segmento minoritario (entre 10 y 15%) considera que los datos disponibles
y los hechos asociados al proceso electoral no permiten saber a ciencia cierta cuál de los dos punteros
—Calderón o López Obrador— ganó, que no puede haber certidumbre ni sobre el triunfo del candidato
panista ni la presunta victoria arrebatada al candidato perredista. Lo que prevalece, desde esta óptica, es
la incertidumbre”. Una vez dictada la resolución del Tribunal Electoral, de acuerdo con las cifras de una
encuesta elaborada por Parametría en septiembre de 2006 y que consigna el mismo Crespo (: 182-83),
la incertidumbre no había cedido: “Se podría pensar que quienes profesan el triunfo de Calderón son
aquellos que sufragaron por él, en tanto que quienes creen que hubo un fraude en contra de López
Obrador para arrebatarle su clara victoria, son aquellos que votaron por el perredista. Esa es la tendencia,
evidentemente. Sin embargo, la incertidumbre y la falta de pruebas fehacientes en un sentido o en otro
es tal, que hay segmentos del electorado que, habiendo votado por alguno de los dos punteros, cree en
la victoria del otro, o que no aciertan a declarar a ninguno como legítimo ganador. Eso mismo lo muestra
una encuesta nacional encargada por el Instituto Federal Electoral (ife), en la que se revela que, si bien
12% de los votantes obradoristas acepta el triunfo indiscutible de Calderón, hay también 29% de cal-
deronistas que creen que López Obrador sufrió un fraude, y 44% (casi la mitad) de quienes se declaran
agnósticos votaron igualmente por el candidato panista”.
11 En este caso la referencia temporal cercana es a la década de los años ochenta y parte de la década de
los noventa del siglo xx en México, durante las cuales se presentaron continuamente conflictos postelec-

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El "peligro para México". La batalla por la configuración de los imaginarios políticos ◆ 227

Como conjuro inmediato a este conflicto del retorno fue aprobada


en el Senado de la República, la Cámara de Diputados y los Congresos
Estatales, una reforma a la Ley Electoral que pudiera prevenir en el futuro
los problemas presentados en las elecciones de 2006 y regresara al cauce
institucional a la competencia por el acceso al poder.12
La tercer problemática que confluyó en el proceso electoral de 2006
tendría que ver con un problema de desigualdad económica y social entre
diversas zonas del país y sectores de la población que encontró expresión
en el discurso de amlo y pareciera haberse reflejado en los resultados de la
elección, en la que el norte del país votó preferentemente por Calderón
y el sur —más pobre que el norte— votó por amlo. Por supuesto, para esta
problemática, no ha habido ninguna resolución equivalente a la electoral.
Hasta aquí el repaso de los sucesos relevantes del proceso electoral
presidencial de 2006 en México y de las respuestas que se han dado como
explicación al surgimiento del conflicto. Ha llegado el momento de co-
menzar a explorar lo que aquí nos ocupa: la denominación de “peligro
para México” que se hizo sobre amlo.

Más allá del procedimiento democrático:


la batalla por la configuración de los imaginarios políticos

En este apartado se expondrá un modelo analítico sobre la construcción del


enemigo político a través de la imposición de un nombre y su vinculación
con una narrativa particular que permita adjudicarle a ese otro político una

torales que cuestionaban la legalidad y legitimidad de los resultados de las elecciones en diversos estados
y municipios del país, dando como resultado la negociación entre el pri y el pan para la realización de
nuevas elecciones en la mayoría de los casos, a esta negociación se le conoció como “concertacesión”. El
caso paradigmático del cuestionamiento a la legalidad y legitimidad de los resultados sería el de la elec-
ción presidencial de 1988, en la que, cabe aclarar, no hubo negociación al estilo de la “concertacesión”
para acabar con el conflicto.
12 La reforma a la Ley Electoral incluye, entre otras cosas: el cambio del presidente consejero del ife y de los
consejeros electorales en forma escalonada, la disminución del tiempo de campañas, la regulación de
precampañas, nuevos alcances en la fiscalización de los partidos por el ife, así como la prohibición a los

© Flacso México
228 ◆ Javier Contreras Alcántara

posición en el campo político en disputa, a la vez ubicarse a sí mismo en ese


campo político y controlar la situación electoral. Para ello se comenzará por
presentar suscintamente el modelo de la democracia liberal procedimental
y posteriormente se expondrá el modelo alternativo.

El modelo de la democracia liberal procedimental

La perspectiva dominante sobre la democracia en su aplicación es la de la


democracia llamada formal o procedimental. Ésta consiste en un método de
formación de las decisiones colectivas en el que la relevancia se concentra en
las reglas y los procedimientos idóneos para establecer quién está autorizado
para tomar las decisiones vinculantes a la colectividad13 (Bobbio, 2001).
El entramado institucional que le sostiene es someter la ocupación
de los cargos públicos a elecciones libres, imparciales y frecuentes, en un
marco de libertad de expresión y existencia de fuentes alternativas de infor-
mación, en el que haya libertad de asociación y de ciudadanía inclusiva
(sufragio universal) (Dahl, 2006: 99-101).
La relevancia de la democracia procedimental radica en que permite al-
canzar la aceptación de las decisiones vinculantes y de quien las toma, a tra-
vés del aseguramiento de la libre competencia, la igualdad de oportunidades
para acceder al poder y la participación efectiva de todos los ciudadanos en
las decisiones relevantes —a través de la representación política—.
El instrumento central para hacer efectiva a la democracia son las
elecciones. Éstas, se componen de un mínimo de tres periodos: el perio-
do de votación, el periodo previo a la votación y el periodo posterior a la

partidos políticos para contratar espacios publicitarios en radio y televisión adicionales a los que les serán
adjudicados por el ife. En este sentido se antoja inmediata la pregunta de si bastará con esta reforma
electoral para conjurar en lo sucesivo el retorno del conflicto.
13 Dentro de esta perspectiva, se ha definido a la democracia de varias formas: como mecanismo para
controlar el aparato gubernamental (Downs, 1957), como un método o sistema institucional para llegar
a las decisiones políticas (Schumpeter, 1968), como mecanismo de expresión de preferencias (Dahl,
2001), como proceso de representación y coincidencia de opiniones políticas (Duverger, 2001), o como
un procedimiento para establecer quién está autorizado para tomar decisiones obligatorias para la

Derechos reservados
El "peligro para México". La batalla por la configuración de los imaginarios políticos ◆ 229

votación (Dahl, 2001: 80) —a partir del cual se instalan las autoridades
elegidas y se delinea la ejecución de las políticas que derivan como resul-
tado de la elección—.
Aquí interesa analizar el periodo previo a la votación, conocido como
de campaña electoral porque es durante el cual los partidos políticos
compiten por el apoyo de los electores y en el cual éstos evalúan sus
opciones (votar/no votar)14 y forman su preferencia o decisión electoral.
Durante este periodo se desarrolla la búsqueda de votos, la cual se
da en un contexto de conocimiento imperfecto e información costosa
(Downs, 1957), de tal manera que los partidos y sus candidatos despliegan
recursos informativos para subsanar la demanda de información que hacen
los ciudadanos para tomar su decisión electoral.15 Esto es, en la relación
candidato-elector habría una situación en la cual el elector no dispone de
la información suficiente para que pueda elaborar su decisión. Información
que, en el ideal de la democracia liberal procedimental, es propositiva, ar-
gumentativa y racional, y hace referencia particularmente a los programas
de gobierno así como al desempeño del gobierno en funciones.
Esquema 1.
Operación del proceso electoral según la democracia procedimental.

colectividad (Bobbio, 2001). Aquí se retoma esta última conceptualización, pero teniendo siempre pre-
sente a las otras definiciones.
14 Para el caso mexicano, el ir o no a votar es una opción real en tanto el voto no es obligatorio.
15 No se debe olvidar que también hay conocimiento imperfecto para los partidos respecto de los electores,

© Flacso México
230 ◆ Javier Contreras Alcántara

Para esta perspectiva de la democracia liberal procedimental y sus de-


rivaciones economicistas, la dinámica de toma de decisión es, en líneas
generales, la siguiente: el elector evalúa los costos y beneficios de votar por
uno u otro candidato —en función de la maximización de su utilidad— y
decide su voto a partir de ello, encomendándole al candidato la maximización
de su bienestar de acuerdo con sus preferencias, en el entendido de que en
la siguiente elección evaluarán su desempeño y lo premiarán —con la per-
manencia en el cargo—16 o lo castigarán —votando por su contendiente.
Esta perspectiva sobre la dinámica electoral y el comportamiento del
elector no dirá mucho más sobre los procesos y las lógicas políticas que se
presentan en la campaña electoral, ante lo cual, se procederá a continua-
ción a desarrollar un modelo analítico alternativo.

El modelo alternativo

Como punto de partida se asumirá que en la campaña electoral se pre-


senta una cierta situación de insuficiencia17 de información. Sin embargo,
se considera que son los candidatos —y sus equipos de campaña—, de
acuerdo con sus intereses, los que asumen que el elector no tiene la infor-
mación suficiente para elaborar una decisión electoral que les sea favora-
ble.
Los candidatos y sus partidos políticos generan comunicaciones políticas
para “facilitarle” al elector la información que ellos consideran indispen-
sable para que éste elabore su decisión. Sin embargo, la información que
candidatos y partidos ponen en circulación —dependiendo de las posibili-

sin embargo, esa parte de la relación asimétrica no interesa aquí por lo cual no se le prestará mayor
atención.
16 En el caso de México no hay reelección, pero entenderemos por ella la permanencia en el poder del
mismo partido.
17 Cabe aclarar que al referir a la suficiencia o necesidad de información para la formación de una deci-
sión no se está remitiendo a un criterio normativo o de medición de la misma, pues no habría tales,
sino que se utiliza en un sentido más concreto: la información es suficiente para tomar una decisión
cuando ésta puede ser tomada.
18 Römmele (2003: 8) señala que hay tres eras de las campañas políticas definidas por los recursos tecnoló-

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El "peligro para México". La batalla por la configuración de los imaginarios políticos ◆ 231

dades tecnológicas disponibles—18 tiene como propósito obtener el control


de la situación electoral, es decir, la información que presenta cada candidato
durante la campaña buscará generar diferenciaciones respecto de los otros
candidatos que lo ayuden a resolver a su favor la contienda electoral.
Ahora bien, ¿qué información es la que se comunica? Los candida-
tos en su creación de diferenciaciones requieren demostrar su capacidad
pasada/presente/futura de acción y transformación sobre la realidad. Es
decir, los candidatos requieren mostrar que son el candidato idóneo para
ocupar el puesto por el que se compite y, para ello, puede elegir entre:
a. Mostrarse a sí mismos —su personalidad y carácter— o, mostrar la
personalidad o carácter del oponente;
b. Mostrar las acciones pasadas —propias— o, mostrar las acciones
pasadas del oponente;
c. Mostrar la factibilidad de su proyecto y sus resultados o, mostrar
la no factibilidad del proyecto del oponente y sus resultados.

Dependiendo de las decisiones que cada candidato tome para presen-


tarse ante el elector es que se orientan informativamente las comunica-
ciones que son puestas en circulación y que se intenta posicionar al con-
trario respecto de las posiciones propias.19 Cada propuesta de distinción,
entonces, buscará posicionar al candidato firmante de la comunicación
en un lugar cercano al electorado o, dado el caso, al adversario en un
lugar alejado del elector y de él en el campo de discusión. A partir de
que el elector pueda ubicar esas posiciones, es que puede evaluar —argu-
mentativa y/o emocionalmente— a los candidatos y decidir si vota o no,

gicos disponibles. La primera se caracterizó por la comunicación cara a cara entre los miembros del par-
tido, sus simpatizantes y electores; en esta era los eventos masivos eran los dominantes. En la segunda
era de las campañas políticas, la comunicación se volvió impersonal y se privilegió a los medios masivos,
especialmente a la televisión. La tercer era en la forma de hacer campaña tiene como característica prin-
cipal la adopción de nuevas tecnologías como Internet, el correo directo y los centros telefónicos, estas
herramientas se combinan con los métodos de segmentación de electores para brindar un acercamiento
a los electores más certero para los candidatos.
19 El enmarcamiento del enemigo político incorpora también a las sensaciones de miedo y temor, es
decir, la información referencial puede presentar argumentos racionales y emocionales.

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232 ◆ Javier Contreras Alcántara

así como el sentido de su voto, pues la realidad percibida por parte del
elector respecto de las posturas temáticas de los candidatos y su perso-
nalidad se constituye a partir de ese intercambio comunicativo entre
candidatos en el campo de discusión.
Así, la campaña electoral se convierte en el espacio temporal en el
cual cada competidor establece sus posicionamientos en el campo po-
lítico-discursivo, a la vez que intenta adjudicar posicionamientos a sus
oponentes, con el objetivo de enmarcar significativamente la información
referencial a partir de la cual los electores tomarán su decisión de voto, y
definir las posiciones desde las cuales se enuncia el discurso propio y el
discurso del otro. La emisión de comunicaciones políticas por parte de
los candidatos —sus partidos, equipos de campañas y simpatizantes— se
constituye en un proceso de intercambio y enfrentamiento de discursos,
lógicas y preocupaciones distintas (Wolton, 1995: 30-37) cuyo objetivo
es el dominio de la interpretación de la situación.
Lo anterior lleva a considerar que la campaña electoral se constitu-
ye como un momento reflexivo en el cual se desarrolla una dinámica de
enjuiciamiento —racional o emotivo— acerca del estado actual y poten-
cialmente futuro de la sociedad,20 enjuiciamiento que se realiza desde las
condiciones del presente que son consecuencia de las visiones de socie-
Esquema 2.
Operación del proceso electoral.

20 Sigo en estas ideas el planteamiento de Paul Ricoeur contenidas en el artículo “La iniciativa” en Del
Texto a la Acción (2004), pp. 241-256.

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El "peligro para México". La batalla por la configuración de los imaginarios políticos ◆ 233

dad aplicadas hasta ese momento (pasados futuros y futuros pasados).


La campaña electoral viene a ser, entonces, un momento en el que
se renuevan pasado y futuro, un punto de inflexión y de cambio/man-
tenimiento de una forma de ser-hacer y percibir-vivir al país —y a la
sociedad— a partir del establecimiento de un nuevo horizonte de expec-
tativas respecto de la identidad y de la posibilidad de ser de la sociedad
actual. El voto, acto funcional sustantivo de los procesos electorales y
de la democracia, es la acción que posibilita ese intercambio de pasado
y futuro por la vía de la lectura, selección y evaluación de interpretacio-
nes del curso de la sociedad y el gobierno en el tiempo.21
La interacción de comunicaciones en el campo de discusión pone,
entonces, en competencia a dos o más propuestas de interpretaciones del
pasado, del presente y expectativas sobre el futuro pues, si cada candidato
presenta una selección de hechos que le resultan favorables al intentar di-
ferenciarse de los demás, la información seleccionada destacará distintos
elementos del pasado y puntos de referencia a partir de los cuales hacer
sus proyecciones de futuro.
La información que será puesta en circulación a través de los spots polí-
tico-electorales consistirá en las interpretaciones del pasado (experiencia),
del presente (vivencia) y en las proyecciones de futuro de cada candida-
to.22 Interpretaciones y proyecciones que son posibles sólo desde un ho-
rizonte de selección comunicativa que hace que la información contenida
en ellas sea consistente con las experiencias y las expectativas del elector.
Las campañas electorales, entonces, son momentos en que, a partir
de la interacción de comunicaciones que los candidatos y partidos polí-

21 Es así que el voto puede ser retrospectivo o prospectivo. Esta postura no necesariamente contradice
la posibilidad de una decisión del voto acorde con una estrategia de cálculo de maximización de
beneficios que se sustente, exclusivamente, en el comportamiento anterior de los actores políticos,
pero hace que cobre una nueva dimensión y mayor profundidad.
22 Cabe aclarar que se entiende que las comunicaciones políticas que firma el candidato, en una cam-
paña electoral, no implica que él mismo sea el autor. De cualquier forma, en tanto él firma y asume
la responsabilidad por lo que se dice, es que aquí se le atribuye la información presentada en esas
comunicaciones.

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234 ◆ Javier Contreras Alcántara

ticos ponen en circulación, la sociedad —a través de diversos procesos—


se observa y reflexiona sobre su constitución pasada, presente y futura, a
propósito de la inminencia de la decisión acerca de la dirección a seguir
en el futuro in-mediato.
Con las comunicaciones políticas no sólo se pone en acción una
estrategia para tomar el poder sino, también, para ganar la hegemonía
y mantener una subjetividad social respecto de ese poder y del estado
de la sociedad.
De lo dicho hasta este momento se entiende que la selección de
la información no es totalmente arbitraria, es decir, la selección de la
información referencial que será comunicada, si bien se define durante cada
proceso electoral a partir de la interacción misma de los participantes a
manera de respuestas estratégicas —de los partidos y sus candidatos— a los
cambios en el ambiente electoral, las posturas históricas de los partidos
mismos y las acciones de los oponentes (Holzhacker, 1999), también se
definen a partir de la consideración de un horizonte de selección comu-
nicativo que hace que la información referencial sea consistente con la
experiencia y las expectativas del elector —el imaginario político insti-
tuido—. Esto es, la selección de la información se realiza a partir de la
suposición de un (e)lector modelo. Pues, como menciona Eco (1987: 77),
“un texto postula a su destinatario como condición indispensable no sólo
de su propia capacidad comunicativa concreta, sino también de la propia
potencialidad significativa”. El horizonte de selección de la información,
que incluye una previsión de los horizontes de experiencias y de expecta-
tivas del elector, se ve, por tanto, sujeto a restricciones que inciden en
la libertad de selección de la información que es comunicada pero que
busca generar verosimilitud en la propuesta de ordenamiento político y
social que se pone en circulación pues se basa en lo que todos saben sobre
el mundo social que comparten.
Así, al prever un elector modelo que pueda actualizar la comunicación
de la manera deseada, se elige no sólo cierta información sino también
ciertos elementos estilísticos, narrativos y referenciales, que construyen
una estrategia para alcanzar el mayor grado posible de univocidad y he-

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El "peligro para México". La batalla por la configuración de los imaginarios políticos ◆ 235

gemonía en su propuesta de posicionamiento.


En tanto las comunicaciones políticas que están en circulación son pro-
puestas de interpretación del sí-mismo, del otro político así como del objeto
social, éstas forman parte de una permanente dinámica de interacción y
negociación de significados, por lo que se asume la inestabilidad del sig-
nificado de esos elementos referentes que es fijada hasta nuevo aviso en el
Esquema 3.
Operación del proceso electoral.

enmarcamiento entre los candidatos.


Ahora bien, no sólo los candidatos se enmarcan entre sí, la interacción
comunicativa que se desarrolla durante una campaña electoral también in-
cluye a los medios de comunicación en sus espacios de noticias, editoriales
y opinión —de los cuales suelen participar grupos de “intelectuales”, ana-
listas, académicos, y también hay acceso para que grupos de poder expresen
sus inquietudes y preferencias electorales—, con lo cual también participan
del enmarcamiento de los candidatos.23 De esta manera, la información re-
ferencial a disposición del elector a partir de la cual formará su decisión
electoral, en los procesos electorales contemporáneos, se constituye en una

23 Dominique Wolton (1995: 37) refiere a esta situación como el “doble nivel de orientación” de la comu-
nicación, y dirá: “cada uno de los actores habla de manera permanente en dos niveles. Por una parte,
tanto para los demás compañeros de la comunicación política como para sus pares, y, por otra, para la
opinión pública”.

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236 ◆ Javier Contreras Alcántara

cierta propuesta de ordenamiento del espectro político particular de la


elección. Esto es, la lucha por la definición de los lugares de enunciación
del discurso propio y del enemigo (adversario)24 es altamente relevante en
tanto configura un ordenamiento particular en el espectro político a partir
del cual se configura la realidad percibida, por parte del elector, respecto de
las posturas temáticas, personalidad y visiones de los candidatos.
Pero la mayor diferenciación radicará, no tanto en las temáticas especí-
ficas que son parte de los contenidos de las comunicaciones o en las formas
específicas de presentación de sí mismo y del adversario sino, sobre todo, en
las propuestas interpretativas que sobre la constitución inter-temporal
de la sociedad —visión de orden y forma social a través del tiempo— ofrece
cada candidato para construir un eje de orientación política para el elector.
Lo importante son las redes que componen la armadura conceptual que
organiza la información que está en circulación pues, éstas, guían las rela-
ciones que se proponen con los diversos dominios de la realidad empírica.
¿Cómo se articulan estas diferenciaciones en el discurso político y
se los dota de sentido?
Las comunicaciones políticas de cada candidato, de acuerdo con lo
que se ha dicho hasta este momento, proyectan la imagen-para-nosotros
(elector)-de-su visión de sí mismo y la imagen-para-nosotros (elector)-de-
su visión del oponente, así como la imagen-para-nosotros (elector)-de-su
visión de la sociedad. El candidato es, entonces, un proveedor de relatos
que buscan crear identificaciones y diferenciaciones políticas, esto es, que
buscan establecer lazos sociales de sentido político.25
Esa propuesta de interpretación sobre sí mismo, el enemigo político
y/o la realidad nacional pasada/presente/futura se hace desde un punto de

24 El colocar en cursivas la palabra enemigo tiene como propósito destacar el uso que se hace aquí de la
misma entendiéndola como adversario y no como enemigo total, ya que se supone que se reconocen
entre sí la legitimidad de las posiciones que asumen unos y otros (Mouffe, 2000: 83-88). En lo que
sigue se usan indistintamente los conceptos a menos que así se especifique en el discurso político por
analizar.
25 Cabe agregar que tales lazos sociales de sentido político tendrán una duración variable, pues también
están en negociación permanente en la batalla por la configuración de los imaginarios políticos.

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El "peligro para México". La batalla por la configuración de los imaginarios políticos ◆ 237

vista que enmarca y/o re-enmarca para el elector las posibilidades de lectu-
ra de esa interpretación del mundo que propone el candidato. El punto de
vista se convierte, entonces, en un indicador de posición de quien enuncia
la comunicación, no sólo respecto de las posturas temáticas, sino también
temporales y axiológicas que constituyen la diferenciación. A partir de
esta situación es que se proporcionan elementos al elector para que pueda
observar y construir diferenciaciones (alteridades) y, con ellas, definir —al
menos temporalmente— su identidad o preferencia electoral.
La referencia al pasado, entonces, se convierte en acto de creación
retrospectiva en dos sentidos, primero, como propuesta de interpretación
que ofrece el candidato respecto de los hechos históricos que forman a
la sociedad y, segundo, como propuesta identitaria —o al menos identifi-
cadora. En ambos casos, la referencia al pasado se convierte en acto de
movilización de la memoria para establecer jerarquías diferenciales entre las
opciones interpretativas que ofrecen los candidatos. “El pasado vuelto a
crear es el gran Otro histórico en relación con el cual se puede afirmar una
identidad presente: la dificultad, de orden ritual y político, está en la doble
y necesaria negociación con los otros, en primer lugar con los cercanos y
con aquellos otros más lejanos” (Augé, 1998: 30).
Respecto del futuro, la posición inicial del candidato se sitúa en la
intersección de una demanda social de proyecto político y de una visión
imaginaria subjetiva respecto de lo que se debe hacer en el mundo po-
lítico-social-económico; de acuerdo con la reacción del público-elector
y con las condiciones del ambiente electoral,26 el candidato modulará su
actuación ajustando —o no— su comportamiento a ciertos “roles insti-
tucionales” (Berger y Lukmann, 2003) que le sean convenientes.
Así entonces, la comunicación del candidato presenta al elector la
existencia de un candidato ideal para ocupar el puesto de gobernante, can-
didato ideal en tanto obra y actúa en la realidad fictiva desplegada y mos-
trada durante la campaña con apego a ciertos valores que motivan y

26 En este caso, las encuestas de preferencias electorales y posicionamiento de imagen son un índice de
qué tanto gusta o no la propuesta.

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238 ◆ Javier Contreras Alcántara

justifican su candidatura y la representación de los electores.


Lo que el candidato presenta y el candidato que se presenta en sus co-
municaciones no es sino una fusión de imaginarios políticos que depende
de las habilidades del candidato para integrarlos en sí mismo y construirse
como personaje, como un modelo corregido de sí mismo, a la vez que pro-
pone una interpretación sobre la sociedad y sobre el lugar que tanto él
como sus rivales y los electores ocupan en la realidad empírica, esto es,
propone una narrativa27 sobre la sociedad. Lo mismo aplica para el caso
del enmarcamiento del candidato rival: el candidato que es presentado
negativamente —por decirlo así— es construido como personaje y como
un modelo corregido en la negatividad de sus cualidades, valores y referente
histórico.
La información difundida por los candidatos, entonces, sería una
invitación a imaginar e imaginarse dentro de un cierto orden social
modelizado, con personajes modelizados también, que es consecuencia
de la capacidad de actuación y narración del candidato convertido en
personaje político.
Así, las comunicaciones políticas difundidas en la campaña son una
suerte de punto de convergencia/divergencia entre el anuncio de lo por-
venir (realidad fictiva del futuro posible) y la confirmación de cierta iden-
tidad/diferencia por la vía de la coincidencia de los imaginarios, punto de
convergencia/divergencia que da lugar al encuentro/separación de los sue-
ños (visiones) del elector y del candidato. Lo señalado hasta ahora permite
aventurar que la selección de imágenes, temas y personajes, que aparecen a
manera de información en las comunicaciones políticas de campaña, son
presentados menos por su valor político-electoral singular e inmediato
que por su valor como marcadores simbólicos de la realidad. Marcas ante
las cuales el elector pueda tomar una posición respecto de las relaciones que
se le proponen en las realidades imaginarias y frente a las relaciones entre

27 Por narrativa se entiende una forma de representar, constituir y organizar la experiencia subjetiva
y ubicarse a sí mismo en esa experiencia. Utilizo el concepto de narrativa siguiendo a Jerome
Bruner (1991).

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El "peligro para México". La batalla por la configuración de los imaginarios políticos ◆ 239

Esquema 4.
Operación del proceso electoral a nivel de los imaginarios.

los diversos actores o personajes principales (candidatos).


Planteada de esta forma, la democracia tiene un sentido más pro-
fundo que el mero procedimiento o la competencia por el acceso a la
toma de decisiones colectivas, pues implica asumir a la política demo-
crática como el conflicto entre un “conjunto de relaciones humanas en
su poder de construcción del mundo” (Barthes, 1980: 238) para ocu-
par temporalmente el espacio vacío del poder (Lefort, 1990).
Asimismo, implica asumir a la campaña electoral en un sentido mu-
cho más profundo que el de un mero flujo de información —que se su-
pondría, en el ideal de la democracia liberal procedimental: propositiva,
argumentativa y racional— y búsqueda de maximización de utilidades.
Lo que estamos planteando aquí es que en la campaña electoral, reto-
mando a Castoriadis (1998: 69), lo que se presenta es una lucha por
instaurar la sociedad, por determinar aquello que es real de lo que no lo
es, lo que tiene sentido y lo que carece de sentido. Es decir, a partir de las

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240 ◆ Javier Contreras Alcántara

propuestas narrativas sobre la historia y la constitución de cada sociedad,


que cada candidato ofrece como ordenamiento general de significado,
cada elector podrá incorporar sus experiencias biográficas e integrar am-
bas en un todo significativo que le permita actualizar su ubicación y expe-
riencia como miembro de la sociedad —en el ámbito social, económico,
político, cultural, etc.— y estabilizarlo hasta nuevo aviso.
De esta manera, en la campaña electoral se instaura, se re-crea, el
mundo en el que la misma sociedad dura, a través de la búsqueda de
la adhesión, el consenso y la legitimidad en el acceso al poder. Y para
ello no importa si lo que se integra como información son argumentos
“racionales” o emocionales.
Ahora bien, las diferenciaciones propuestas por los candidatos son
arbitrarias en tanto se recurre a un nombre a partir del cual se pueda
denominar y caracterizar al oponente vinculándolo a una narrativa28
que favorezca la postura y visión de forma y orden social —de gobier-
no— propia y ponga bajo control la visión propuesta por el otro, pero
tales diferenciaciones no son totalmente contingentes, pues deben res-
ponder a un horizonte de selección de la información constituido por la
trayectoria y las acciones del sujeto de nominación, así como por los
conocimientos y las expectativas de los electores y las representaciones
sociales existentes.
Así, el conflicto por la hegemonía del imaginario político durante
una campaña electoral toma centralidad con esta lucha por la im-
posición del nombre, esto es, con la denominación del otro en tanto
enemigo, pues tener éxito en el posicionamiento del otro implica que la
propuesta propia del marco interpretativo para la lectura de los dis-
cursos políticos se ha vuelto hegemónica, lo cual supondría amplias
posibilidades de alcanzar la victoria electoral29 o, al menos, de acer-
carse en las preferencias electorales a su rival en elecciones altamente

28 Recuérdese que por narrativa se entiende una forma de representar, constituir y organizar la expe-
riencia subjetiva y ubicarse a sí mismo en esa experiencia.
29 Aunque quizá no siempre sea así, se debe considerar que hay ocasiones en que el marco interpreta-

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El "peligro para México". La batalla por la configuración de los imaginarios políticos ◆ 241

competitivas.
Desde este marco es que analizaremos, en los apartados siguientes,
el proceso de enmarcamiento discursivo a amlo propuesto por el can-
didato Felipe Calderón y su partido, el pan.

AMLO o el “peligro para México” según Calderón

En esta sección se revisará el discurso de Felipe Calderón,30 candidato a


la presidencia por el Partido Acción Nacional, y algunos elementos
contextuales para avanzar en la respuesta a la pregunta que guía este
análisis: ¿cómo se configuró, desde el discurso de campaña de Feli-
pe Calderón, la denominación de “peligro para México” sobre Andrés
Manuel López Obrador?
El proceso electoral de 2006 en México tuvo como principales conten-
dientes a los candidatos del prd y del pan, y en un rol secundario a otros
tres candidatos: del Partido Revolucionario Institucional (pri) —que go-
bernó durante casi setenta años hasta que perdió en la elección de 2000
con el entonces candidato del pan, Vicente Fox—, del Partido Nueva
Alianza (panal), y del Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina
(pasc), los dos últimos de reciente formación.
La campaña electoral comenzó formalmente el primer mes de 2006,

tivo propuesto es exitoso para la lectura de ciertos temas pero no para la totalidad del discurso po-
lítico, con lo cual, cabría precisar que se libran diversas batallas en cuanto a temáticas particulares,
en las cuales se puede ser victorioso o no, y la batalla global es por la configuración del imaginario
político dominante, en la cual se puede ser victorioso a pesar de haber perdido algunas batallas
sobre temáticas particulares. Cabe aclarar que con esta perspectiva no se pretende negar el efecto
de las operaciones de movilización, o cooptación del voto, aquí nos estamos refiriendo al caso de
todos aquellos que van a votar voluntariamente y que se encuentran preferentemente entre los
indecisos.
30 Los discursos fueron obtenidos del portal en internet www.lupaciudadana.org.mx. Si bien aquí nos
ocupamos sólo de las comunicaciones emitidas por fch, no se debe olvidar que éstas se encuentran
inmersas en una interacción con las comunicaciones de amlo y los demás candidatos, así como con
las comunicaciones emitidas por los formadores de opinión y las encuestas de opinión, como se
mencionó en la sección anterior.

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242 ◆ Javier Contreras Alcántara

y se dice formalmente porque la campaña había comenzado muchos


meses antes, incluso, de lo que se conoce como la etapa de precampa-
ña —en la que cada partido define a sus candidatos.
El evento que marcó el inicio de la carrera presidencial fue, como
se expuso en el primer apartado de este capítulo, el proceso de desafuero al
que fue sometido el entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal —el
perredista Andrés Manuel López Obrador—, durante 2004, para que
afrontara la responsabilidad por la violación al mandato de un juez fede-
ral en materia administrativa.31
Durante 2005, López Obrador fue elegido candidato presidencial por
el prd y se organizó una coalición de partidos para crear la “Alianza
por el Bien de Todos” a cuya cabeza se encontraría el mismo López
Obrador.32 Asimismo, hacia finales del mismo año fue elegido, con una
buena dosis de sorpresa, Felipe Calderón como candidato en un proce-
so interno del pan.33
En la primera fase de la campaña —que comprendería enero y febre-
ro— no hubo acontecimientos que llamaran poderosamente la atención,
la campaña transcurría conforme se había previsto, con amlo al frente
de las preferencias electorales. Para esta fecha, la intención de voto era de
38.7% para amlo del prd, 31% para fch del pan y 29.2% para Roberto
Madrazo del pri.34
En esos primeros dos meses de la campaña fch distinguía a su compe-

31 Aunque habría que señalar que a principios de 2004 se dieron a conocer una serie de videos que
mostraban a funcionarios del gobierno de López Obrador y a colaboradores de su partido partici-
pando de actos de corrupción, lo que podría considerarse también como el inicio de la batalla por la
presidencia, pero en tanto no afectaba directamente a amlo es que se opta aquí por marcar el inicio
—aunque es un inicio no originario sino meramente operativo— con el proceso de desafuero.
32 Los partidos que integraban la alianza eran el Partido Convergencia y el Partido del Trabajo.
33 El precandidato del pan, protegido del presidente era, hasta antes del proceso interno de se-
lección de candidato, el secretario de Gobernación Santiago Creel, quien además lucía como
favorito hacia dentro del mismo pan, sin embargo, el ganador fue Felipe Calderón, que había
desempeñado el cargo de secretario de Energía y fue obligado a renunciar cuando se dieron a
conocer sus aspiraciones presidenciales en un evento público meses antes de iniciar el proceso
de selección panista.
34 Datos de la encuestadora Consulta Mitofski, enero de 2006.

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El "peligro para México". La batalla por la configuración de los imaginarios políticos ◆ 243

tidor a partir de recordar su pasado priista, que asociaba a la corrupción,


e intentaba posicionarse discursivamente a sí mismo como un verdadero
luchador de la democracia, con el propósito de establecer una oposición
entre democracia/pri como se había hecho en la elección de 2000: López
Obrador sería el regreso al pasado, el regreso del pri a la presidencia: “[El]
del prd que dice, bueno sí, yo era priista, pero dice ‘El priismo es una
enfermedad que se cura con el tiempo’… Yo no sé si sea una enfermedad,
[…] y les puedo decir amigos que tengo el orgullo profundo de haber
luchado por mi México”.35
Las referencias a amlo en el discurso de Calderón se orientaban a
destacar: 1) su pasado político y el de su equipo cercano, casi todos
ex priistas; 2) las prácticas de corrupción asociadas al régimen priista y
las de su equipo de colaboradores en el gobierno del D.F. que fueron
expuestas en televisión durante 2004, y en menor medida; 3) su ten-
dencia a confrontar a los mexicanos. Contrastando todo esto con su
lucha personal y familiar por su México: el de la democracia36 y las
manos limpias.37
Pero hacia principios de marzo, el candidato del pan reconoce que su
estrategia de campaña no está funcionando y que es necesario hacer
un cambio en el enfoque.38 El nuevo enfoque para la campaña sería el de
hacer un contraste entre él y amlo: aparece, entonces, la denominación

35 Fragmento correspondiente al discurso pronunciado el 19 de febrero de 2006 en Escuinapa, Sinaloa.


Las cursivas son mías.
36 A ese momento de la campaña Calderón había rescatado la figura de su padre con quien había em-
prendido varias luchas electorales, infructuosas todas, durante los años de hegemonía del pri. Asimismo
destacaba su militancia juvenil al lado de Carlos Castillo Peraza —figura política e intelectual relevante
del pan—. Destacaba la lucha de Manuel J. Clouthier, y del panismo en general, por la democracia.
37 Bajo el eslogan de campaña de “manos limpias” refería Calderón a su trayectoria política por fuera
de la corrupción, característica no exclusiva de los políticos priistas mexicanos pero sí altamente
practicada, lo que lo diferenciaba de Roberto Madrazo —candidato del pri— y del mismo amlo a
quien habían expuesto indirectamente en 2004 por su relación con los funcionarios de su gobierno
implicados, a través de videos presentados en televisión, en actos de corrupción.
38 De acuerdo con la encuesta publicada por el diario El Universal el 13 de marzo de 2006, entre finales
de febrero y los primeros días de marzo se había incrementado la distancia entre los candidatos, así,
amlo tenía el 42% de las preferencias, Calderón 32% y Madrazo 24%.

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244 ◆ Javier Contreras Alcántara

de “peligro para México” para éste y de “presidente del empleo” para él.
Habría nuevos elementos en la caracterización que se hacía del can-
didato perredista. La oposición antagónica a partir de la cual girará pos-
teriormente su discurso es la de democracia/autoritarismo.

Sí hay que decirlo sin miedo, sí hay un “peligro para México” en la candidatura
del prd, por supuesto; lo sabemos, lo comentamos en cortito, vamos diciéndo-
lo en fuerte. Hay un peligro de autoritarismo en alguien que no cree en la ley…
hay un peligro en… alguien que no oculta cómo aborrece a los empresarios,
que no oculta su discurso clasista de odio y de rencor entre mexicanos.39

En esta caracterización que hacía fch de amlo se destacaba el rasgo


autoritario a partir de: 1) sus recurrentes amenazas de violación a la ley; 2)
su “discurso clasista de odio y de rencor” hacia los empresarios. Aunque
también criticaba las políticas económicas que había emprendido amlo
en su gestión como jefe de Gobierno del Distrito Federal, el principal
señalamiento de “peligro” se concentraba en su estilo de liderazgo y en su
retórica: “cuando la ley se trastoca en nombre de la justicia, inicia precisa-
mente el deterioro de la democracia. El germen de las dictaduras siempre
está en un personaje que se asume como el poseedor de la verdad y la
justicia y que ignora la ley a su antojo”.40
Así, la visión de país que señalaba Calderón como propia refería a un
país justo y libre, “donde ningún autoritario y ningún déspota con poder
o sin él va a callar a ningún ciudadano”.41
Este énfasis en la oposición democracia/autoritarismo estaba cimen-
tada en la retórica “incendiaria” de amlo pues, como se recordará, éste
había dirigido al presidente de la República —el panista Vicente Fox—
la frase “con todo respeto presidente: cállate chachalaca” por su intromi-

39 Fragmento correspondiente al discurso emitido el 28 de marzo de 2006 en un desayuno de recauda-


ción de fondos económicos. El subrayado es mío.
40 Ibíd.
41 Ibíd.

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El "peligro para México". La batalla por la configuración de los imaginarios políticos ◆ 245

sión en la campaña electoral.


Y es que durante los primeros meses de 2006, particularmente de fe-
brero a marzo cuando amlo era el contendiente por la presidencia con
mayor intención de voto, el entonces presidente Vicente Fox realizó,
casi a diario, declaraciones en las que pedía a los mexicanos no caer
ante la seducción populista, la demagogia y el mesianismo paternalista
de las “fórmulas mágicas”, pedía no “cambiar de caballo a medio cami-
no” sino, solamente, “cambiar de jinete”.42 Pedía por la continuidad
de su partido en el gobierno y del esquema económico —la paradójica
continuidad del cambio—43 y por no volver al pasado, por no ir hacia
el populismo.
Asimismo, el candidato del pri se unió a Calderón y Fox en adjudi-
car a amlo intentar una política de resentimiento que quiere “igualar a
todos en la pobreza” e “iniciar una guerra y una lucha de clases”, aproxi-
mándolo a las visiones más burdas sobre el comunismo44 y rechazando las
relaciones que Fox establecía entre Luis Echeverría —ex presidente de
México— y las políticas económicas del populismo.
Un punto interesante a señalar aquí es que si bien Fox estableció
desde principios de febrero un eje discursivo que giraba sobre la oposi-
ción democracia/populismo en su vertiente económica, Calderón es-
tableció la oposición democracia/populismo en su vertiente política,
específicamente en la del respeto a las libertades políticas y a la ley por
parte de una y otra opción.
En abril la estrategia comunicativa de la campaña de fch había
levantado muchas críticas porque la campaña electoral se había conver-
tido en una guerra sucia. Sin embargo, la estrategia de campaña de fch
continuó.45 Durante este mes incorporaría dentro de la concepción de

42 Véase, por ejemplo, El Universal del 3 de febrero de 2006, 17 de febrero de 2006, 7 de marzo de
2006, 22 de marzo de 2006, 8 de abril, entre muchas otras.
43 A su periodo de gobierno lo llamó el Gobierno del Cambio, por ser el primer gobierno de un partido
diferente del pri que se mantuvo por casi setenta años en la presidencia.
44 Véase El Universal del 5 de febrero de 2006.
45 En entrevista en el programa de radio Enfoque, de Leonardo Curzio, en Núcleo Radio Mil del 5 de

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246 ◆ Javier Contreras Alcántara

“peligro para México”, además de los dos frentes de batalla de marzo, a


la irresponsabilidad en las políticas económicas propuestas por amlo,46
haciendo suyo el discurso foxista sobre éste.
Así, fch dirá el 10 de abril de 2006 en una entrevista de radio:

Sí es un peligro, yo lo afirmo, y por supuesto que decimos por qué. Concre-


tamente porqué se dice que es un peligro… primero, en términos políticos,
porque es un hombre intolerante… [Segundo] Es un peligro también en
términos económicos, porqué razón. Porque la visión del candidato del prd
es una visión de una economía que ya quebró en México, un modelo que ya
fracasó. ¿Cuál es ese modelo? es aquel en el cual el gobierno puede gastarlo
todo, donde los empleos supuestamente los genera el gasto del gobierno.47

De manera que por un lado se le vincula al autoritarismo y por otro


a las políticas económicas del régimen priista: “La visión de él es peligro-
sa, porque esa visión de que el gobierno gaste y que si no alcanza lo que
tiene el gobierno, se endeude, esa visión ya la vimos con Echeverría, ya
la vimos con López Portillo, ya la hemos visto varias veces que ha hecho
quebrar al país”.48
A este momento de la competencia, repasando, fch caracteriza a
amlo como un “peligro para México” porque: 1) no respeta la ley al cues-
tionar si ésta es justa o no y condiciona su cumplimiento si el pueblo no
está de acuerdo con ellas; 2) genera con su discurso una polarización social
entre pobres y ricos; 3) tiene un estilo de liderazgo autoritario e intoleran-

abril de 2006, fch dirá: “empezamos a marcar un contraste ciertamente muy claro con el candidato
del prd, fuimos en ese sentido mucho más directos y afortunadamente las cosas han salido bien”. Y
ese buen ánimo de Calderón parecería tener su confirmación en la segunda semana de abril, cuando
El Universal presentó una encuesta en la cual amlo había bajado 4% en las preferencias respecto del
mes anterior, pasando de 42% a 38%, mientras que fch pasaba de 32% a 34%.
46 Al respecto del discurso económico y las políticas económicas de amlo y Calderón, véase el capítulo
de Mario Torrico Terán en este mismo libro.
47 Fragmento de la entrevista en el programa de radio de Joaquín López Dóriga, en Radio Fórmula del
10 de abril de 2006.
48 Ibíd.

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El "peligro para México". La batalla por la configuración de los imaginarios políticos ◆ 247

te; 4) plantea una política económica de gasto del gobierno irresponsable


como habían hecho los gobiernos priistas populistas;49 y 5) por su visión
de la democracia en la que debía rendir cuentas y consultar directamente
al pueblo. E ilustra su argumento haciendo referencia implícita a Hugo
Chávez, el ejemplo contemporáneo de liderazgo populista: “porque en
los países donde están llegando gobernantes del perfil de este tipo, se han
puesto en práctica muchas leyes intolerantes, muchas leyes violatorias de
derechos humanos, que están haciendo retroceder a esos países”.50
Para este momento, las oposiciones sobre las que ha centrado Cal-
derón su campaña de contraste son claras: de democracia/pri, en enero
y febrero, pasó a democracia/autoritarismo en marzo, y en abril a es-
tabilidad/crisis económica. Cierto es que Calderón no ha mencionado
en ningún momento la palabra “populismo” ni le ha dicho “populista”
a amlo, de eso se han encargado los políticos que lo acompañan en los
eventos y desde hacía varios meses el mismo presidente Fox. Pero los ele-
mentos o rasgos a partir de los cuales lo ha llamado “peligro para Méxi-
co” son los rasgos con que desde los estudios sociológicos y académicos se
suele caracterizar tradicionalmente a un líder populista51 y que, además,
circulaban en el espacio público mediático por los artículos y opiniones
de periodistas y analistas políticos.
Así, amlo es, desde el discurso de fch, la representación del pasado,
del autoritarismo y de las crisis económicas, mientras que él es la op-
ción del futuro —de “un futuro construido con el trabajo de la gente…
de mano firme y convicciones, principios y valores”—, de la democracia
y la estabilidad económica.52
Ahora bien, ¿qué es lo que hace diferente a esta caracterización de la

49 Al respecto de la tesis de que casi todos los gobiernos priistas fueron populistas véase Loaeza (2001).
50 Ibíd.
51 Para una revisión sintética sobre el populismo, sus definiciones y rasgos que permiten clasificarlo así
como sus problemáticas véase Laclau (2006: 15-35). Para una revisión exhaustiva del populismo y de
sus problemáticas véase Ionescu y Gellner (1970); Germani, di Tella e Ianni (1973); De Ípola (1982);
Hermet, Loaeza y Prud’homme (2001); Aboy (2004); De la Torre (2004 y 2007); Weyland (2004);
Laclau (2006); Aibar (2007).
52 Ibíd.

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248 ◆ Javier Contreras Alcántara

que había realizado en enero-febrero? Que mientras en los dos primeros


meses se concentra en una sola característica —la corrupción del pri—
en los meses siguientes con la etiqueta de “peligro para México” se pue-
den articular diversas características con que definir a amlo, además
que le permite establecer un juego claro de diferenciación política y de
visiones sobre la sociedad, en la que amlo le habla a principalmente a los
pobres y Calderón a quienes integran la(s) clase(s) media(s).53
Hacia el final del mes de abril, amlo decide no ir al primer debate en-
tre candidatos a la presidencia, lo cual le genera severas críticas.54 Mayo
será un mes en el que la caracterización establecida en abril y marzo no
incorpora ningún elemento nuevo, pero se concentrará en reforzar la
dicotomía económica de estabilidad/crisis, movilizando la memoria de los
mexicanos —mayores de 30 años principalmente— al recordar las deva-
luaciones y la inflación galopante, así como planteando la oposición entre
crecimiento/deuda: “[L]as disyuntivas que tenemos que enfrentar este 2
de julio son: una política económica centrada precisamente en el empleo,
en el crecimiento a base de liberar la potencialidad de la sociedad o una
política económica basada en la deuda, que va a traer posteriormente
crisis económicas que los mexicanos no deben vivir”.55
Junio, el último mes de la campaña, presentaba en su inicio un esce-
nario empatado en 36% de las preferencias para ambos contendien-
tes. Hacia mediados de junio, las encuestan pronosticaban un escenario
que seguía empatado pero con Calderón al frente con 37% y amlo con
34%. A su vez, el discurso de fch tendría un tono conciliador con los
contrincantes, preparando ya el cierre del proceso electoral y preocupán-
dose sólo por destacar su propio posicionamiento, así lo más que dirá en
el cierre de campaña será una frase que bien puede resumir los posicio-

53 Además de que durante los primeros meses de campaña el presidente Fox tuvo una gran cantidad
de actos públicos con grupos que sufren de marginación, esto es, con indígenas y beneficiarios del
Programa Oportunidades.
54 Y aparentemente esa decisión afecta su posición en las preferencias electorales, así la encuesta de El
Universal publicada el 15 de mayo da puntero a fch con 39%, amlo con 35%.
55 Fragmento del discurso pronunciado ante la comunidad judía de México el 31 de mayo de 2006.

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El "peligro para México". La batalla por la configuración de los imaginarios políticos ◆ 249

namientos que intentó adjudicar tanto al candidato del prd como para sí
en su campaña: “hay que decidir entre la deuda y la crisis económica que
representa el prd, el desorden, la violencia, el odio que se siembra entre
los mexicanos y precisamente la capacidad del lado del pan de generar
estabilidad y crecimiento económico”.
El resto, es historia conocida. Felipe Calderón fue el ganador de las
elecciones de acuerdo con el conteo del ife. amlo se negó a reconocer
los resultados y emprendió acciones de resistencia56 —en conjunto con los
partidos que lo habían postulado y varios miles de seguidores— soste-
niendo que hubo acciones violatorias a la equidad en la competencia
electoral y manipulación de los resultados, por lo que exigía la revisión
“voto por voto, casilla por casilla”.
La resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federa-
ción, que era esperada por López Obrador y sus seguidores en las calles
de la ciudad de México, llegó el 5 de septiembre de 2006 después de
un mes de recuento parcial de boletas y de juicios de impugnación. La
resolución, no exenta de polémica, validaba los resultados que daban a
Calderón como ganador.

La configuración discursiva del “peligro para México”

En la segunda sección de este capítulo se había mencionado que la cam-


paña electoral instaura, re-crea, el mundo en el que la sociedad dura, a
través de la búsqueda de la adhesión, el consenso y la legitimidad en el
acceso al poder. Y para ello no importa si lo que se integra como infor-
mación son argumentos “racionales” o emocionales.
También se mencionó que las diferenciaciones propuestas por los can-

56 Las acciones emprendidas como parte del reclamo fueron en dos sentidos, por un lado la estrategia
jurídica de impugnación a los resultados y, por otro, una “resistencia civil pacífica” que incluía la ocu-
pación permanente de espacios como el Zócalo de la ciudad de México y espacios públicos aledaños,
así como protestas ante instalaciones del ife.

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250 ◆ Javier Contreras Alcántara

didatos son arbitrarias en tanto se recurre a un nombre a partir del cual


se pueda denominar y caracterizar al enemigo vinculándolo a una na-
rrativa —una forma de representar, constituir y organizar la experien-
cia subjetiva y ubicarse a sí mismo en esa experiencia— que favorezca
la postura y visión de forma y orden social —de gobierno— propia y
ponga bajo control la visión propuesta por el otro, pero que esa na-
rrativa y ese nombre no son totalmente contingentes —pues deben
responder a un horizonte de selección de la información constituido
por la trayectoria y las acciones del sujeto de nominación, así como por
los conocimientos y expectativas de los electores y las representaciones
sociales existentes—.
Ha llegado el momento de dar forma a la respuesta —que se comenzó
a dilucidar en la sección anterior— a la pregunta de cómo es que se
configuró el sentido y el significado de la idea de “peligro para México”
—que por sí misma no dice nada— en el campo político discursivo
desplegado durante la elección de 2006.
El discurso de Felipe Calderón caracterizó durante su campaña a
amlo alrededor de varios rasgos. Sin embargo, no había ningún elemen-
to que permitiera integrar esos rasgos.
a) Priista
a. Redes de clientelismo y corrupción
b. Irresponsabilidad económica
b) Autoritario
a. Violación de la ley
b. Intolerancia hacia la libertad de expresión
c. Violencia (retórica de oposición ricos/pobres)

El acto de nominación de Felipe Calderón y su equipo de campaña


sobre amlo, que realizan en el mes de marzo, como “peligro para Méxi-
co” le permitió ubicar y posicionar a éste en el curso de una visión de la
historia de México y establecer un marco de orientación para sí mismo

57 Cabe aclarar que en su denominación de amlo como “peligro para México”, Calderón y su equipo

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El "peligro para México". La batalla por la configuración de los imaginarios políticos ◆ 251

y para ofrecer al elector.57 Como menciona Bolz (2006: 129):


Cuando uno nombra algo, lo saca del caos de lo innominado. De ese modo,
el nombre permite marcar una primera diferenciación entre el interior y el ex-
terior, entre el sistema y el entorno. Y a la inversa, también se puede afirmar,
[…] que un sistema es todo aquello que posee unidad suficiente como para
merecer un nombre. En otras palabras, el acto de nombrar es la condición
necesaria para la orientación y la accesibilidad, y por lo tanto, la condición míni-
ma para que algo pueda ser comprendido. A través del acto de nombrar, uno
imparte a las circunstancias abstractas una cualidad fisonómica: el mundo
vuelve a tener un rostro. En consecuencia, al nombrar se gana una forma.
Y sobre todo el nombre propio evoca una unidad de forma concreta. Por lo
tanto, podemos concluir lo siguiente: la precisión del nombre es la forma más
evidente del sensemaking.58

Al denominar a amlo como “peligro para México”, Calderón estaba


proponiendo una forma de distinción primaria y original: la distinción
peligro/estabilidad para México, la que, además, refería directamente a la
dicotomía amlo/Calderón y a la de cambio/continuidad establecida por
Fox mediante la paradójica continuidad del cambio.
Más allá de esta primera distinción, el nombre “peligro para Méxi-
co” no dice nada aún, en tanto no fija una cierta identidad sobre lo que
nombra.59 Sin embargo, como menciona Searle en Speech Acts (citado

de campaña no necesariamente fueron conscientes de lo que aquí se expone. No intento presentar


aquí lo que quisieron hacer, sino lo que se puede observar a partir de lo que hicieron.
58 Luhmann y De Giorgi (1998: 381-382), en un sentido muy parecido, dicen que: “La forma más sim-
ple a que recurre el sistema consiste en darse un nombre utilizando una indicación rígida, invariable,
que puede repetirse debido precisamente a su rigidez y puede ser usada en situaciones diferentes e
imprevisibles. Estos nombres propios facilitan y alimentan el desarrollo de las contraposiciones, las
cuales fijan la oposición del sistema con respecto a otro sistema, con el fin de hacer posible la iden-
tificación mediante el contraste […] el contraste puede llegar a su culmen gradualmente mediante
descripciones de la estructura, eso permite enriquecer, en el ámbito del contenido, los textos con los
cuales el sistema se indica a sí mismo.
59 Habría que considerar también aquí la posibilidad de aproximarse a este ejercicio a través de lo que
Laclau (ob.cit.) llama significante vacío.

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252 ◆ Javier Contreras Alcántara

en Bolz, 2006: 129-130):

La única e inmensa conveniencia pragmática de los nombres propios en


nuestro lenguaje reside precisamente en el hecho de que ellos nos permiten
referirnos públicamente a los objetos sin necesidad de plantear temas y llegar
a un acuerdo respecto de qué características descriptivas constituyen exac-
tamente la identidad del objeto. Funcionan no como descripciones, sino como
ganchos para colgar referencias.60

El nombre, entonces, no es lo de menos, pues permite ligar a lo nom-


brado con una historia que se puede narrar. Y toda narración sobre algo o
alguien se hace desde un punto de vista. Al nombrar Calderón a amlo
obtuvo la oportunidad de ligarlo a una narración conveniente para él
—inconveniente para amlo— y fijar sus identidades políticas. “[El] gran
nombre es la cáscara de la nuez en la que se aloja aquella buena historia
Esquema 5.
Operación del proceso electoral 2006 a nivel de los imaginarios.

60 Las cursivas son mías.

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El "peligro para México". La batalla por la configuración de los imaginarios políticos ◆ 253

que necesitamos para hacer sentido” (Bolz, 2006: 136). Y el sentido se


logra cuando se puede hacer uno la imagen del todo.
En este caso, la denominación “peligro para México” permitía inte-
grar las diversas caracterizaciones que hacía Calderón de amlo, y además
proporcionaba la oportunidad de vincularlo con una historia y construir
una narrativa desfavorable a éste centrada en varias dicotomías: autorita-
rismo/democracia, crisis/estabilidad, violencia/paz, pasado/futuro.
Es decir, la denominación de “peligro para México” que impuso
Calderón sobre amlo permitió a su discurso de diferenciación cobrar
sentido a partir de la unión de las narrativas particulares sobre el priis-
mo —en su vertiente principalmente económica— y del autoritarismo
—en el liderazgo y estilo retórico de amlo— atravesadas y unificadas
por el populismo. El eje de orientación que construyó Calderón para
los electores estaba cimentado en el miedo al peligro que implicaba la
deformación populista de la democracia.61 Deformación que además
tenía su estética visual,62 pues en los spots televisivos de ataque a amlo,
emitidos por la campaña de fch, el pan o seguidores calderonistas,
aquél aparecía siempre ligeramente fuera de foco, borroso, o en con-
diciones que impedían una buena visibilidad, con tomas inestables —
movidas—. Sobra mencionar que los spots donde se veía a Calderón,
éste aparecía en condiciones de luminosidad, estabilidad de la toma y
claridad de enfoque.
De esta manera, Calderón pudo desarrollar y presentar una pers-
pectiva histórica y estética sobre el desarrollo del país y de la sociedad
mexicana que permitía a los electores representar, constituir y organizar
su experiencia subjetiva en la “Historia contemporánea de México” y
ubicarse a sí mismos en esa experiencia para tomar una decisión sobre el
rumbo a seguir en el futuro inmediato. Perspectiva o interpretación
que se centraba en presentar un pasado al que no se debía volver, pues

61 Para un análisis sugerente sobre la utilización estratégica de la democracia por las elites políticas véase
De la Torre (2007). Para mayor revisión del populismo como acto nominativo véase Durán (2007).
62 La cual pudo o no ser intencional.

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254 ◆ Javier Contreras Alcántara

ese pasado había dañado al “pueblo trabajador” —la clase media em-
prendedora— que representaba fch y a México. Calderón, a su vez,
—obvio señalarlo— se posicionaba como la opción de un futuro libre
de esos peligros, un futuro claro, estable, abierto.
Esquema 6.
Discurso calderonista sobre amlo.
Peligro para México

Vuelta al
pasado

Autoritarismo Priismo

Intolerancia Liderazgo Confrontación Políticas Corrupción


hacia las personalista oligarquía/pueblo redistributivas
libertades
Redes clientelares

Violación a las Crisis social Endeudamiento


instituciones y a la ley; del Estado;
predominio de la voluntad Crisis económica
como forma privilegiada
de hacer política

Populismo

Así entonces, podemos esquematizar la caracterización hecha de


amlo como “peligro para México”, de la siguiente forma:
Pero, ¿por qué Calderón no llama directamente populista a amlo?,
¿por qué llamarlo “peligro para México”?
En primer lugar se podría responder que la palabra “populista” al
inicio de la campaña no le decía mucho a la gente,63 pues no era un

63 Mitofsky en agosto de 2005 hizo una encuesta telefónica en la que preguntaba qué significaba que
un gobierno fuera populista. Las mayores menciones fueron “acercarse a la gente” con 17.5% y
“promesas al pueblo que no son cumplidas” con 12.1%, luego vienen ocho menciones más que
oscilan entre 3.5% y 1.1%, con un 45% de respuesta “no sabe/no contestó”. En esa misma encues-
ta se preguntaba si se creía bueno o malo para el país que hubiera una administración populista, el
47% la considera mala y el 44% positiva. El informe de la encuesta termina diciendo: “el calificativo
de ‘populista’ no descalifica en automático a un estilo de gobernar, ya que es un término bien visto
al menos por la mitad de los ciudadanos que cuentan con teléfono en su vivienda”.

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El "peligro para México". La batalla por la configuración de los imaginarios políticos ◆ 255

término claro en su significado a la vez que, paradójicamente, implica-


ba una opinión dividida sobre la conveniencia de un gobierno de este
tipo64 pues al populismo se lo asociaba con la cercanía a la gente, rasgo
que es difícil de encontrar entre los políticos.
Y, en segundo lugar, siguiendo el análisis realizado, porque llamar-
le populista era perder la oportunidad de colgar referentes concretos a
amlo, era perder la oportunidad de ligarlo a una narración sobre la histo-
ria política contemporánea de México. No es lo mismo decir de alguien
que es populista que decir que es un peligro porque es populista, porque
es priista, porque es autoritario, etc. Así, en la campaña de 2006 en Méxi-
co, hubo una utilización estratégica del término “peligro para México”
para sustituir al término “populista”, en virtud de sus mayores posibilida-
des de narrativización, aun cuando estuviera haciendo referencia en alto
grado a esta última.

Conclusión

Con lo que se ha expuesto hasta aquí no queda sino señalar que todo pro-
ceso electoral es mucho más que la “simple” batalla por el voto de
los electores: lo que está en juego no es sólo un puesto de elección
sino la hegemonía en la configuración del imaginario a partir del cual
se ordena y orienta políticamente la sociedad, configuración desde la
cual se toma la decisión electoral. El conflicto político, expresado en
la batalla por la configuración del imaginario político, desborda a los
procedimientos institucionales democráticos desde el interior de la
sociedad misma, permitiendo el funcionamiento del procedimiento
democrático.
Así, el resultado de la elección y la subsiguiente definición de las po-
líticas públicas, producto de la decisión agregada a través del procedi-

64 De acuerdo con la encuesta de Mitofski, había un apoyo mayor al populismo en quienes tenían en
ese momento entre 18 y 29 años.

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256 ◆ Javier Contreras Alcántara

miento democrático, son —en cierto grado— la materialización de la


hegemonía en la configuración imaginaria que sirve de marco de lectura,
interpretación y decisión sobre la realidad en la cual dura esa sociedad espe-
cífica —además de que habilita horizontes para esa misma sociedad—.
En la democracia hay memorias, expectativas, sueños y frustraciones
individuales y sociales en competencia por hacer de su visión de la socie-
dad la perspectiva hegemónica a partir de la cual re-crear el ser y el estar
en y del país. Es menester comprender que la democracia no se agota en
tanto procedimiento, se desborda y se prolonga: se desborda en la batalla
por la configuración de los imaginarios políticos, se prolonga en el con-
flicto político que le da forma y orden a la sociedad.
Finalmente, la sospecha que aquí se aventura, respecto de si en el
caso mexicano bastará con una reforma electoral para conjurar el retor-
no del conflicto, es que el conflicto político no es producto sólo de un
marco regulatorio ineficiente y caduco para contener a los actores po-
líticos o de la incapacidad de los árbitros, sino que el desbordamiento
político es una situación inherente al procedimiento democrático y ha-
bría que comenzar a explorar con profundidad las dinámicas y lógicas
políticas a las que da expresión y parcial contención institucional en su
funcionamiento el procedimiento electoral pues, como se ha expuesto,
todo proceso electoral es mucho más que la “simple” batalla por el voto
de los electores, y el ejemplo de ello fue la caracterización de “peligro
para México” que se hizo de amlo. ◆

Derechos reservados
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Democracia liberal procedimental y movimientos sociales.
Temas pendientes en la democracia mexicana luego del
conflicto en Oaxaca

Daniel Vázquez

Introducción: la democracia, el mercado y la acción colectiva

El objetivo de este texto es analizar las limitaciones de los recursos po-


líticos provenientes de la acción colectiva en la generación de influencia
en la toma de decisiones gubernamentales de un gobierno democrático.
Para analizar estas limitaciones utilizaré el caso del conflicto en Oaxaca
que muestra la fuerza que los actores colectivos pueden llegar a tener,
así como sus limitaciones en la influencia en la toma de decisiones. Al
final, compararé qué forma de control tiene mejor institucionalizados
sus recursos políticos para influir en la toma de decisiones: el poliárqui-
co-electoral, el mercado o la acción colectiva.

Las distintas formas de control


sobre las decisiones gubernamentales en un régimen democrático

Es importante señalar que este escrito fue producido en el marco del semi-
nario “Buen Gobierno, Populismo y Justicia Social”.1 En dicho seminario
tenemos los siguientes puntos de partida analíticos: a) la democracia (y su
análisis) es algo más que los procedimientos que la constituyen y va más
allá del momento electoral; b) la democracia es también toma de deci-
siones gubernamentales que implican poderes fácticos y órganos guberna-
mentales interactuando; c) para analizar la democracia se necesita estudiar

1 Que desde septiembre de 2005 se ha desarrollado con el apoyo de la Facultad Latinoamericana de


Ciencias Sociales, Sede México y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

[259]

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260 ◆ Daniel Vázquez

tanto el momento de institución y personalización de los cargos políticos


disputados, como el ejercicio de dichos cargos involucrando tanto a ac-
tores estatales como a factores reales de poder y, analizando los recursos
políticos2 de dichos sectores, es decir, el control poliárquico electoral de
los ciudadanos, el control político-económico proveniente del mercado, el
control proveniente de la acción colectiva y la capacidad de reglamentación
y criminalización de conductas por parte de los gobiernos.
Cuadro 1.
La democracia como método de elección y como forma de gobierno.

TOMA DE DECISIONES TOMA DE DECISIONES


T1 Seis años de gobierno
T2 Seis años de gobierno
ELECCIÓN ELECCIÓN
Ejercicio de control Ejercicio de control
democrático respecto democrático respecto
del gobierno saliente del gobierno saliente

Poderes fácticos Poderes fácticos


(grupos económicos y (grupos económicos y
Ciudadanos movimientos sociales Ciudadanos movimientos sociales

Si bien la democracia está relacionada con la llegada de un parti-


do político al poder, ésta también se observa en la toma de decisiones
gubernamentales que constituyen el día a día. El control poliárquico-elec-
toral proveniente del voto fue creado con el objetivo de controlar a
los gobiernos mediante elecciones periódicas de tal forma que, si un
gobierno quiere reelegirse (ya sea por gobernante o por partido), debe
tener cuidado con las decisiones que toma y beneficiar a la mayoría de los
ciudadanos para conseguir su voto en la elección siguiente.3 No obs-
tante, ésta no es la única forma de control sobre la toma de decisiones
gubernamentales.

2 Los recursos políticos son los mecanismos para influir en la toma de decisiones del oponente y siem-
pre implican algún tipo de coacción.
3 Esto es lo que se conoce como control o accountability, mandato o responsiveness o responsabilidad
vertical. Lo cierto es que actualmente se encuentra en duda la efectividad de las instituciones que
suponen este tipo de control.

Derechos reservados
Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 261

Paralelamente tenemos al control político-económico proveniente


del mercado y al control político proveniente de la acción colectiva. Así,
hay tres distintos mecanismos que se activan de forma paralela y que sirven
para controlar las decisiones de los gobiernos, cada uno de ellos tiene
sus propias instituciones (electorales, mercado y acción colectiva) y sus
propios actores (ciudadanos, capital y movimientos sociales). Al tratarse de
mecanismos paralelos pueden presentar contenidos de política pública
no sólo distintos sino incluso contradictorios4 ¿cuál de ellos está mejor
institucionalizado para generar mayor influencia en la toma de decisio-
nes gubernamentales?
Cuadro 2.
Formas de control y responsabilidad gubernamental.

A.- Político
I.- Estado de derecho
institucional formal
(pesos y contrapesos) II.- Organización institucional
u horizontal

I.- Análisis del votante


Formas de control B.- Responsabilidad
y responsabilidad Política, poliárquico-
II.- Cultura política
gubernamental electoral,
accountability
III.- Presupuestos de la responsabili-
o vertical
dad política

C.- Controles I.- Control político proveniente de la


político- acción colectiva
económicos
provenientes II.- Control político-económico pro-
de los poderes veniente del mercado
fácticos

4 Por ejemplo, puede la ciudadanía votar por un partido que prometió subir el Impuesto Sobre la Renta
de un 28% a un 60% y utilizar la diferencia en el gasto en salud y educación; dicho partido gana
las elecciones y, una vez en el poder, se encuentra con que si promueve esa modificación legislativa
tendrá una salida de capitales o simplemente no habrá la inversión extranjera necesaria para crear los
empleos para las nuevas generaciones, no sale un solo peso simplemente no entra uno más, y para
evitar un déficit público además el gobierno se ve forzado a recortar el gasto social.

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262 ◆ Daniel Vázquez

El control político-económico
del mercado sobre las decisiones gubernamentales

Uno de los elementos que distinguen al capitalismo (neoliberal, tercerviista


o keynesiano) es que la inversión es financiada, principalmente, por la ga-
nancia a la par que el capital cuenta con la capacidad de decidir el lugar y
momento de la inversión y la salida de la misma. El derecho de propiedad
supone la capacidad jurídica para invertir en el país y en la empresa que
nos plazca, a partir de los réditos que la misma ofrezca y supone también
la capacidad de retirar la inversión en cualquier momento así como cam-
biarla a dólar, euro o cualquier otra moneda. Esto otorga tres posibilidades
de acción del capital: entrada, no entrada y salida de capitales. Esta libertad
y derecho de los propietarios constituye a los flujos de capital en recurso
político para controlar la toma de decisiones gubernamentales.5 El punto
a subrayar son las consecuencias de la entrada/no entrada/salida de capitales
en la toma de decisiones gubernamentales independientemente del motivo por
el cual el inversor decidió entrar, mantenerse o salir.
Podemos suponer que cuando en el poder se encuentran gobiernos
proclives al capitalismo neoliberal, las variaciones de inversión tendrán su
principal razón en causas económicas como: la falta de competitividad
inherente al propio Estado que no empata la tasa de ganancia esperada con
las expectativas del inversor o por causas económicas y externas (cambios de
flujos de capital que encontraron mejores refugios). En cambio, cuando
se trata de gobiernos adversos al capitalismo neoliberal podemos supo-

5 Cuando digo que la inversión es un recurso político del capital no quiero decir que los inversores
necesariamente: 1) sean conscientes de ello y 2) inviertan a partir de criterios estrictamente polí-
ticos. El proceso de entrada/no entrada/salida de capitales puede variar por razones económicas,
políticas y por una combinación de ambas. No se debe pasar por alto que la economía tiene reglas
y lógicas inherentes al propio mercado, en este sentido distintos autores dan diversas razones des-
de la economía para explicar la internacionalización de la inversión como son: el resource seeking,
market seeking, el efficiency seeking y el strategic asset seeking (Chudnovsky, 1999). A la par que
hay múltiples factores que explican y determinan la inversión tanto de competencia entre empresas
como de infraestructura, mercados cercanos y mercado interno del país receptor (Chudnovsky,
1999 y Kosacoff, 1999).

Derechos reservados
Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 263

ner que las razones de variación de la inversión son político-económicas


como: generación de riesgo a la inversión total o generación de riesgo a
la tasa de ganancia.
De la mano de la entrada, no entrada y salida de capitales tenemos
otras dos consecuencias que complementan el andamiaje del control
político-económico del mercado sobre las decisiones gubernamentales:
la dependencia estatal al capital por medio de la recaudación y la deuda,
y la dependencia social al capital a través de la estabilidad, el crecimien-
to económico, el empleo, el salario y la inflación.
La dependencia estatal al capital se debe a que de la reactivación eco-
nómica depende, en parte, la recaudación estatal6 y el acceso a capitales
a través de la adquisición de deuda, ya sea mediante emisión de bonos,
contratando deuda con la banca internacional o mediante empréstitos de
organismos multilaterales o de otros Estados. Dos elementos que forman
parte de la deuda son las distintas mediciones que conforman el riesgo país
y la tasa de interés. Tanto la recaudación como la deuda determinan los
ingresos y, con ellos, mucho de la capacidad de acción del Estado. De esta
forma, la recaudación y la deuda son dos importantes recursos políticos
del capital que pueden ser utilizados tanto de forma estructural como en
acciones específicas a través del cabildeo.
La dependencia social al capital nace en la inversión y se transforma
en empleo, salarios y estabilidad-crisis económica. Dos son los puntos
que me interesa resaltar: la utilización de la crisis económica (con to-
das sus externalidades) como generadora de consensos de fuga hacia
delante (hecho que se hace evidente especialmente en las crisis hipe-
rinflacionarias) y los momentos de crisis como ambientes donde los
poderes fácticos, provenientes del mercado, utilizan de forma directa
sus recursos políticos junto con el cabildeo dejando de lado el poder
estructural del mercado. Esto suele observarse a partir de negociaciones

6 La capacidad de recaudación incluye muchos otros factores como la organización estatal para el co-
bro impositivo, la capacidad de supervisión e incluso la estructura impositiva, elementos que en este
análisis no nos interesan.

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264 ◆ Daniel Vázquez

de deuda, de adelanto de pago de impuestos, acuerdos de inversión y de


control de precios.
A la entrada, no entrada y salida de capitales, la dependencia estatal
al capital y la dependencia social al capital debemos sumar la construc-
ción de marcos cognitivos legitimadores que pueden ser aprobados y
seguidos tanto de forma consciente como de forma inconsciente, es
decir, se requiere de individuos e instituciones que resignifiquen/pro-
duzcan/adopten la hegemonía semántica (Avaro, 2000). Esto último
se logra estableciendo como principio rector de la sociedad a la com-
petitividad, en este sentido la competitividad es tanto un fenómeno
económico como político e incluso cultural.7
De acuerdo con Daniel Chudnovsky (1990: 10) cuando se habla de
competitividad se hace referencia tanto a las firmas domésticas como al
gobierno, ya que la política macroeconómica determina variables clave
como el tipo de cambio, la política de ingresos o la inflación que influ-
yen en la microeconomía. Así, el sujeto competitivo es tanto el Estado
como las propias firmas, por lo que el fenómeno de la competitividad
involucra diversas acciones voluntarias tanto del gobierno como de los
agentes económicos a través de las cuales se construye la estructura de
la economía. El Estado nación se convierte en Estado en competencia
(por las inversiones y el crecimiento económico) donde el papel funda-
mental es aplicar una política orientada a la satisfacción de las necesi-
dades del capital global a la par que se promociona en los asalariados,
en particular, y en la ciudadanía, en general, la cultura de la flexibilidad
y la competencia8 (Wannöffel: 1995). Este elemento simbólico es muy

7 En este sentido, la competitividad no se analiza como una categoría fáctica sino simbólica. Se
presenta a la competitividad frente a la sociedad como un valor de cohesión social que despla-
za a la satisfacción de las necesidades básicas como la salud, la alimentación, la vivienda y la
educación. La competitividad sirve como fundamento para formular la teoría de la justicia y
determinar el monto y la distribución del excedente social. Quien no sea competitivo no debe
tener parte del excedente social. Las teorías de la justicia de Robert Nozick y David Gauthier son
un ejemplo de esto.
8 Esta es sólo una de las formas en que se ha entendido y analizado a la competitividad, sin embargo,

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Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 265

importante, ya que es a partir de la competencia mundial entre Estados


para recibir mayores flujos de inversión que la entrada, no entrada y salida
de capitales puede observarse como un recurso político que genera influen-
cia en la toma de decisiones gubernamentales. La competitividad incluye:
estabilidad política y social, ritmo de crecimiento económico, tamaño
del mercado doméstico, disponibilidad de recursos naturales, nivel del
tipo de cambio, calidad y costo de la fuerza laboral, características de la
política fiscal y de la política comercial, reglamentación sobre los flu-
jos de capital, infraestructura física y tecnológica, localización geográ-
fica, densidad del tejido industrial doméstico, incentivos específicos, etc.
(Chudnovsky, 1999: 19).
Paralelamente al establecimiento de la competitividad como valor de
ordenación social se ha formado una compleja red institucional de re-
visión y vigilancia a través de instituciones financieras ya conocidas,
como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, a las que
se han sumado instituciones como el Foro Económico Mundial, que se
complementan con nuevas organizaciones denominadas “calificadoras”
entre las cuales están: Moody’s Investors Service, Standard & Poor’s,
JP Morgan, Goldman Sachs, Merrill Lynch y Fitch-ibca entre otras. Estas
empresas miden qué sociedad es competitiva, cuál no lo es y qué debe
hacer para convertirse en competitiva: determinan la buena y la mala
política generando también un valor social. Con la mediación de estos
organismos la competitividad se transforma en un valor ordenador que
pasa de la abstracción a la concreción en medidas políticas y decisiones
gubernamentales concretas.
El principal problema en torno a la competitividad como valor de
ordenación social, se centra en su capacidad legitimadora. Tan pronto

no es la única. De acuerdo con Daniel Chudnovsky (1990: 50) para el Instituto de Economía Industrial
de la Universidad Federal de Río de Janeiro la competitividad internacional es la capacidad de una
industria a una empresa de producir mercaderías con patrones de calidad específicos, requeridos por
mercados determinados, utilizando recursos en niveles iguales o inferiores a los que prevalecen en
industrias semejantes en el resto del mundo durante un cierto periodo. Esta definición acentúa el
papel de la tecnología en la producción.

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266 ◆ Daniel Vázquez

como el Estado nacional es una forma de organización del poder y


del ejercicio de la dominación, en éste se observa tanto un aparato
institucional como una relación social. Así, y siguiendo a Charles Ti-
lly (1990), el Estado nacional es el resultado de un proceso de lucha
por la redefinición del marco institucional que incluye una red de
relaciones económicas, sociales y políticas que pueden ser de colabora-
ción o confrontación. En este actuar diario el Estado puede interpretar
papeles de actor, de árbitro o de arena pero requiere externar cierta
autonomía que le otorgue legitimidad. Tan pronto como un conjun-
to de jugadores, en este caso el capital, adquiere mayores y mejores
recursos políticos, que funcionan tanto de forma directa como estruc-
tural limitando las posibilidades de acción del gobierno,9 es necesario
generar una nueva fuente de legitimidad de ese nuevo orden, el con-
flicto ahora proviene de si la competitividad puede funcionar como
minima moralia, es decir, como consenso moral autofundante de la
sociedad política.
Hasta aquí he planteado el andamiaje institucional del control po-
lítico-económico proveniente del mercado sobre las decisiones guber-
namentales.10 Paso ahora a dar una revisión en profundidad del con-
trol político proveniente de la acción colectiva con base en el conflicto
de Oaxaca. Posteriormente, en las conclusiones, haré un análisis sobre
cuál de los dos mecanismos está mejor institucionalizado para generar
influencia en las decisiones gubernamentales.

9 Algunos autores, como Jean-Marie Guéhenno (1993), ponen énfasis en que la modernidad eco-
nómica ataca el fundamento de la modernidad política: la territorialidad. Sin embargo, me parece
que el punto central no se basa en la territorialidad y transnacionalización como conflicto central
de la modernidad política, sino en la disminución de la capacidad de autogobierno y autodecisión
que son dos de los pilares de la legitimidad democrática.
10 Para recuperar con mayor detalle la relación democracia, mercado y populismo es útil Vázquez,
2007. Para analizar el andamiaje del control político-económico del mercado en una decisión gu-
bernamental se puede revisar Vázquez, 2004. Para revisar el poder estructural del mercado en la
generación de influencia en la toma de decisiones gubernamentales son útiles: Vázquez, 2007a y
Vázquez y Falleti, 2007.

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Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 267

Presupuestos analíticos del control político


proveniente de la acción colectiva sobre la toma
de decisiones gubernamentales en un régimen democrático

El estudio de los movimientos sociales y de la acción colectiva es fe-


cundo. Actualmente hay dos grandes paradigmas: el de la identidad11
y el de la movilización de recursos.12 Estas teorías difieren tanto de las
psicológicas proveniente de Tarde, Le Bon u Ortega y Gasset como del
funcionalismo de Herbert Blume o de Neil Smelser en cuanto existe
un nuevo contexto analítico donde los movimientos sociales no tienen
como origen de su formación el principio de anomia, de disconformi-
dad social o de irracionalidad sino el carácter de una asociación volun-
taria y benéfica para el desarrollo de una sociedad plural.
Vale la pena mencionar que también hay dos modelos de democra-
cia en disputa: la democracia representativa y la participativa. En la
primera, los ciudadanos no deben intervenir en la toma de decisiones
ni siquiera mediante un intento de influencia. Esto es lo que Joseph
Schumpeter (1942) denomina autodisciplina democrática que incluye,
entre otras cosas, la abstención de los poderes fácticos de participar en
política: respetar la división del trabajo. Algunos otros análisis sobre
democracia recomiendan, también, la necesidad de disminuir la par-
ticipación de los ciudadanos en democracia a fin de evitar sobrecargar
al régimen de expectativas que no serán cumplidas, esta es una de las
principales conclusiones del análisis realizado por Huntington, Crozier
y Watanuki en el marco de la Comisión Trilateral. Por el contrario, exis-
te quien afirma la necesidad de incrementar la participación ciudadana
con dos objetivos: perfeccionar el control sobre los gobiernos y generar

11 Desarrollado en Europa occidental por Alberto Melucci y Alain Touraine, entre muchos otros.
12 Desarrollado especialmente en los Estados Unidos de América por Mancur Olson (visión economi-
cista) y desde distintas visiones por John McCarthy y Mayer Zald (visión organizativo-empresarial) y
por Charles Tilly, Arthur Stinchcombe, Oberschall, Gamson, Klandermans y Sidney Tarrow (visión de
procesos políticos).

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268 ◆ Daniel Vázquez

una educación ciudadana. Impulsores de la democracia participativa


son: David Held, Carole Pateman y C. B. Macpherson. No obstante,
en el modelo de democracia participativa hay una división en torno a
una pregunta: ¿cómo deben participar los ciudadanos? Para algunos
la mejor forma de participación es a través de medios formal y legal-
mente institucionalizados (referéndum, plebiscito, iniciativa popular,
presupuesto participativo, asambleas vecinales, etc.) y, para otros, por
medio del repertorio modular de la acción colectiva (marchas, mítines,
plantones, ocupaciones de edificios públicos, huelgas, cierre de calles
y carreteras, etc.) lo que Peruzzotti y Smulovitz (2002) denominan ac-
countability social.13 La principal crítica a esta última forma de acción
ciudadana es que una minoría puede generar influencia en una toma
de decisiones que afecta a la totalidad. En cambio, estos métodos han
generado mayores niveles de integración política, simbólica y social de
los conseguidos por la democracia procedimental.
De las controversias teóricas antes mencionadas, y a partir del caso
de estudio, he tomado las siguientes tres decisiones que tienen el carác-
ter de presupuestos: 1) La existencia y acción de los movimientos socia-
les que intentan controlar al gobierno mediante la influencia en la toma
de decisiones es un rasgo positivo de una sociedad plural moderna. Los
movimientos sociales son algo necesario en las democracias para “hacer
ruido” ahí donde algo esté mal. Por lo anterior, las versiones psicoló-
gicas y funcionalistas de los movimientos sociales así como la versión
extremista de la democracia representativa son desechadas. 2) Debido a
que el análisis es instrumental (capacidad de la acción colectiva para in-
fluir en la toma de decisiones gubernamentales a partir de los recursos
políticos que poseen) daré prioridad a la teoría de la movilización de re-

13 Me parece que este no es el mejor término. La accountability o control, igual que el responsiveness
o mandato tienen al voto como principal instrumento de control sobre el gobierno. Se espera que
exista la capacidad institucional para que el voto controle la toma de decisiones constriñéndola al
mandato delegado en la elección. Sin embargo, la realización de la acción colectiva supone una
articulación distinta no sólo con recursos políticos diferentes sino incluso con métodos de represen-
tación distintos.

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Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 269

cursos en su versión de procesos políticos. 3) Los ciudadanos pueden y


deben participar no sólo mediante las instituciones legal y formalmente
establecidas sino, incluso, a través de los repertorios de la acción colectiva
que coloca a estas prácticas al filo de la legalidad, en muchos casos en
la ilegalidad y siempre dentro de la desobediencia civil. Esto, como se verá
más adelante, más que un gusto personal se debe a que estos medios son
los mejor institucionalizados para generar influencia política aunque
tienen importantes limitaciones.

La Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación


y la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca

Como ya se ha hecho tradición, el 15 de mayo de cada año la Coordi-


nadora Nacional de los Trabajadores de la Educación (cnte)14 realizó
diversas movilizaciones en busca de aumentos salariales y mejoras en la
educación pública, tanto en la capital como en sus zonas de mayor in-
fluencia.15 En específico la Sección 22 de la cnte está integrada por
70 000 profesores adscritos todos a los 570 municipios de Oaxaca y
atienden a más de 1 300 000 niños de educación preescolar, primaria
y secundaria en 14 000 planteles. La principal disputa con el gobierno
local encabezado por el gobernador Ulises Ruiz Ortiz (uro) era la rezo-
nificación de los profesores.16
Como parte de la acción colectiva, la cnte estableció un plantón a
lo largo de 56 manzanas del centro histórico oaxaqueño. Un intento de
desalojo de dicho plantón realizado el miércoles 14 de junio tuvo como
consecuencia la radicalización de la protesta y la participación en sus
movilizaciones de diversos sectores provenientes de organizaciones no

14 Organización rival del priista Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (snte).


15 Entre sus zonas de mayor influencia están: Oaxaca, Michoacán, Distrito Federal, Guerrero y Chiapas.
16 El nivel salarial de los profesores ha sido dividido en zonas en todo el territorio nacional. A Oaxaca
se la ha catalogado como una de las zonas más baratas por lo que tiene uno de los niveles salariales
más bajos. El grueso de los sindicatos en México ha peleado para que no haya esta distinción en los
salarios que también se aplica a la determinación del salario mínimo.

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270 ◆ Daniel Vázquez

incorporadas al magisterio: en Santo Domingo Tehuantepec, Juchitan y


Matías Romero hubo movilizaciones que incluyeron ocupación de in-
muebles públicos, el cierre de carreteras y la toma de decenas de palacios
municipales. El 19 de julio de 2006, 79 organizaciones sociales y políticas
se unieron a la protesta de la cnte y ocuparon como edificio central la
Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma Benito Juárez; al día
siguiente conformaron la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca
(appo). De entre dichas organizaciones sobresalen: Nueva Izquierda Oa-
xaqueña, organización encabezada por Flavio Sosa Villavicencio; el Frente
Popular Revolucionario, brazo político del Ejército Popular Revoluciona-
rio, con Florentino López Martínez como el líder más claro; el Sindicato
de Trabajadores y Empleados de la Universidad Autónoma Benito Juárez
de Oaxaca que dirige Rosendo Ramírez Sánchez; el Movimiento Unifi-
cador de Lucha Trique encabezado por Heriberto Pazos; el Movimiento
Unificador de Lucha Trique Independiente de Rogelio Pensamiento Me-
sinas; las Organizaciones Indias por los Derechos Humanos en Oaxaca
representada por Ulises Reynoso; la Coordinadora Oaxaqueña Magonis-
ta Popular Antineoliberal de Alejandro Cruz López; el Consejo Indígena
Popular de Oaxaca “Ricardo Flores Magón” encabezado por Raúl Gatica
Bautista; la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos cuya
principal figura en Oaxaca es Jessica Sánchez Maya y el Comité de Defen-
sa Ciudadana, por mencionar algunos.
La appo caminará paralela a la Asamblea Magisterial. Este es un pun-
to a remarcar, durante todo el proceso de movilización se mantendrán
como dos organizaciones distintas, con sus propias formas de comuni-
cación y organización hacia sus bases sin que en ningún momento una
sea preponderante sobre la otra. Uno de los primeros efectos es la exis-
tencia de dos grupos de líderes: los provenientes de la cnte y los inherentes
a la appo. Este hecho será patente en los diversos procesos de diálogo con
las autoridades donde cada organización mandará a sus propios represen-
tantes y tendrá, también, un importante impacto en las diferencias que se
gestaron entre los dos actores colectivos y que llegaron al rompimiento
total en octubre de 2006.

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Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 271

El control político proveniente


de la acción colectiva sobre las decisiones gubernamentales

¿Qué son los recursos políticos de la acción colectiva?

¿Cómo van a ser los movimientos sociales el elemento dinámico que


convierta en realidad los factores positivos de la sociedad civil?, ¿cuál
será su instrumento? Arato y Cohen (1992) responden: la desobedien-
cia civil. La desobediencia civil se mueve entre los límites de la insu-
rrección y de la actividad política institucionalizada, aunque mantiene
un estatus extrainstitucional: “es una acción colectiva basada en princi-
pios que presuponen por lo menos una institucionalización parcial de
los derechos y de la democracia; es decir, presupone los derechos que
establecen y protegen a la sociedad civil, así como un sistema político
representativo que pretende legitimidad democrática y permite por lo
menos alguna participación política” (1992: 638).
Esta desobediencia civil para las fuerzas sociales, que no tienen re-
cursos económicos ni cuentan con acceso al Estado, se manifiesta a
través del desafío colectivo proveniente de diversas tácticas. El principal
recurso político de los movimientos sociales es la acción colectiva plan-
teada como desafío. En este sentido, se plantean desafíos por medio de
acciones directas de tipo disruptivo que pueden o no ser violentas, pero
que invariablemente interrumpen, obstruyen o crean incertidumbre en
las actividades de otros. Los movimientos sociales son el principal fac-
tor real de poder que utiliza los repertorios modulares aunque existe la
posibilidad de que otros grupos los utilicen. Con estos recursos políti-
cos los movimientos sociales señalan que hay un problema, o que hubo
un proceso que generó daño, que concierne a todos sus miembros o que
aquello que la estructura de poder presenta como solución al problema
no es la única posible e, incluso, oculta una serie de intereses o la gene-
ración de una estructura de poder (Melucci, 1999: 126).
Se han generado una serie de repertorios modernos de acción —en
la terminología de Charles Tilly— o de repertorios modulares —en los

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272 ◆ Daniel Vázquez

términos de Sidney Tarrow. Este último utiliza el concepto de repertorio


modular para referirse “a la capacidad de una forma de acción colectiva
para ser utilizada por una variedad de agentes sociales contra una gama
de objetivos, ya sea por sí misma o en combinación con otras formas”
(1997: 69). Se trata de rutinas de acción colectiva de tipo familiar para
quien los utiliza pero también para su adversario, por lo que son acciones
establecidas que actúan como pautas esperadas entre qué se sabe hacer y
qué se espera que hagan los inconformes; en este sentido el repertorio de
confrontación es a la vez habilidad de los manifestantes y forma cultural de
la población (1997: 51 y 66). Existe toda una tipología del repertorio mo-
dular que tiene que ver con estilos de protesta como permanecer dentro de
la ley (por ejemplo, el movimiento cartista) o desarrollar la desobediencia
civil, determinar si ésta va a ser violenta o pacífica, etc. Sin la intención de
ser exhaustivos podemos decir, todavía siguiendo a Sidney Tarrow, que an-
tes del Estado nacional se observaba un repertorio integrado por actividades
como la apropiación de grano, la ocupación de tierras o la concentración,
mientras que una vez formado éste se observa un nuevo repertorio integrado
por el mitin electoral, la reunión con ocupación, el mitin público, la huelga
y la manifestación. Este nuevo repertorio es general, indirecto y flexible.
La lógica de los repertorios modulares, a través de la acción colecti-
va, es afectar a los intereses estatales o de la elite mediante la creación de
incertidumbre e incrementando la solidaridad, en este sentido explica
Sidney Tarrow que:

el poder de la acción colectiva procede de tres características potenciales: desa-


fío, incertidumbre y solidaridad. Los desafíos a las autoridades amenazan con
costes desconocidos, y estallan adoptando formas dramáticas y a menudo ingo-
bernables. Su poder procede, en parte, de la impredecibilidad de sus resultados
y de la posibilidad de que otros se sumen a ellos. La solidaridad interna sustenta
el desafío y sugiere la posibilidad de una ulterior disrupción. Los oponentes, los
aliados y los observadores responden, no sólo en función de la agresividad del
desafío y la incertidumbre que evoca, sino de la solidaridad que perciben en la
protesta (1997: 183).

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Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 273

La incertidumbre y potencialidad de la acción devienen de: la desco-


nocida duración de la protesta, la indeterminación del costo de la protesta
y la posibilidad de extensión de la acción a otros. Sin embargo, la configu-
ración de repertorios modulares conlleva al establecimiento de repertorios
convencionales, es decir, pautas esperadas de acción social que, por ende,
reducen la incertidumbre aunque no necesariamente la potencialidad de la
acción colectiva. Hay por lo menos tres tendencias en la acción colectiva:
la violencia, la convención y la disrupción; las tres mantienen —en mayor
o menor grado— los principios de desafío, incertidumbre y solidaridad.
Estas tres tendencias se observan en el caso oaxaqueño.

Los recursos políticos de la acción colectiva observados en Oaxaca

Al inicio de la movilización, en mayo y junio, los profesores organiza-


dos en la Sección 22 de la cnte realizaron un repertorio modular que
incluyó: manifestaciones, bloqueos a edificios y vías públicas, paros y
un extenso plantón en el centro de la ciudad de Oaxaca, hechos que
comenzaron a mermar una de las más importantes entradas económicas:
el turismo. A esta acción el gobernador Ulises Ruiz respondió con un
ultimátum para que los profesores regresaran a las aulas. Lejos de aca-
tarlo, la cnte radicalizó su protesta realizando bloqueos intermitentes a
diversas instituciones federales y estatales como la Procuraduría General
de Justicia, el Congreso local, el Tribunal Superior de Justicia, la Alcaldía de
Oaxaca, oficinas y bodegas de pemex de Santa María del Tule (impidien-
do la distribución de 170 000 litros de combustible diarios), casetas de
las carreteras de cobro (Huitzo) y la rectoría de la Universidad Autónoma
Benito Juárez a la par que solicitaron juicio político y destitución del
gobernador. Asimismo, el miércoles 7 de junio de 2006 llevaron a cabo
una “megamarcha” que reunió a más de 100 000 personas. Este tipo de
manifestaciones se repitieron de forma sistemática alcanzando a sumar más
de 200 000 personas entre junio y noviembre de 2006.
El 14 de junio Ulises Ruiz realizó un intento fallido de desalojo de los
profesores del zócalo oaxaqueño. Esto detonó, por un lado, que su salida

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274 ◆ Daniel Vázquez

de la gobernatura se convirtiera en la principal demanda del movimiento


y, por el otro, el nacimiento de la appo. A finales de junio y hasta media-
dos de julio, ante la inexistencia de interlocutores, la cnte-appo decidió
redoblar la apuesta. Lo que eran bloqueos y ocupaciones intermitentes
se convirtieron en permanentes llegando a un total de 20 plantones esta-
blecidos en oficinas gubernamentales que fueron totalmente tomadas y
cerradas. A esto se suma el cierre intermitente de carreteras y de centros
comerciales así como la retención de vehículos propiedad del Estado.
Una de las principales acciones de protesta se observó en el cierre de las
acciones del festival internacional Guelaguetza que no pudo llevarse a
cabo en julio de 2006. Posteriormente, en agosto, a partir de una serie
de enfrentamientos con policías locales vestidos de civil que intentaron
recuperar algunas de las instalaciones cerradas por la cnte-appo, se esta-
blecen barricadas permanentes cercanas a instalaciones estratégicas como
las estaciones de radio tomadas. A partir de entonces Oaxaca se convierte
en una ciudad sitiada cuyo número de barricadas variará de las decenas
a las centenas. Más adelante, el 21 de septiembre, salió una marcha con
destino al Distrito Federal que llegó el 10 de octubre y se instaló frente al
Senado para exigir la salida del gobernador.
Un punto que no debo dejar pasar es la dificultad de generar coope-
ración cuando se trata de acción colectiva. En efecto, en este caso pode-
mos hablar de, al menos, dos grandes organizaciones que a su vez tienen
diversas corrientes al interior. En consecuencia, en más de una ocasión
tuvieron conflictos y desacuerdos que entorpecieron la efectividad de la
acción colectiva. Por ejemplo, la cnte realizó en diversas ocasiones con-
sultas a su base magisterial a fin de determinar si se mantenía o no el paro
hasta la caída de Ulises Ruiz. Este hecho generó en diversas ocasiones
fricciones con la dirigencia de la appo, más claramente durante el mes de
octubre. Otras dos disputas importantes se dieron al comenzar reper-
torios modulares de la acción colectiva: la decisión de bloquear la Gue-
laguetza a mediados de julio y la salida de una marcha rumbo al D.F. a
finales de septiembre. En ambos casos la decisión fue tomada por la appo
sin que aún existiera acuerdo en torno a ellas de la Asamblea Magisterial.

Derechos reservados
Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 275

Sin embargo, en ambos casos la cnte se sumó a la acción. Claramente el


caso más grave, donde hay una ruptura total entre la cnte y la appo, se
da durante el mes de octubre cuando la dirigencia de la Sección 22 acep-
tó la propuesta de la Secretaría de la Gobernación denominada “Ope-
rativo Oaxaca” y decidió regresar a clases mientras que la appo rechazó
dicha propuesta.

Elementos disruptivos
de la acción colectiva desplegada por la cnte-appo

Hasta aquí, la radicalidad de la protesta no hace que el repertorio im-


pulsado por la cnte-appo deje de ser convencional. En cambio, el ele-
mento disruptivo se observa en tres puntos: la amenaza de boicotear las
elecciones, el uso de los medios y el apoyo de grupos armados reconocidos
como guerrilleros por el Estado. Un cuarto elemento disruptivo hu-
biera sido el establecimiento de órganos de gobierno paralelos a los
oficiales, sin embargo, pese a algunos intentos, nunca hubo un objetivo
claro de ocupar el espacio del Estado.
En cuanto a las elecciones, el alargamiento del conflicto hace que coin-
cida con las fechas de la elección presidencial y legislativa del 2 de julio.
Peor aún, el desarrollo del movimiento en Oaxaca coincide también con
toda la crisis postelectoral. Sin embargo, lo cierto es que la cnte-appo
sólo realizó amagos respecto de este tema pero nunca intervino ni en la
elección ni en ninguna de las facetas posteriores, hecho que disminu-
yó su capacidad disruptiva.17 Posteriormente, el 22 de septiembre, la
cnte-appo hizo un pronunciamiento: si el 1º de diciembre Ulises Ruiz
sigue en Oaxaca, Calderón no tomará la presidencia y el martes 24 de

17 Así, el sábado 10 de junio aprobaron boicotear los comicios federales que se celebrarían el 2 de junio,
incluso el lunes 12 de junio la cnte bloqueó sedes y oficinas del Instituto Federal Electoral. Bajo esta
lógica el secretario general de la Sección 22 afirmó que se impediría la salida de la paquetería electo-
ral así como la instalación de 4000 casillas el día de la elección. No obstante, el 1 de julio la asamblea
del magisterio oaxaqueño acordó sólo mantener el plantón en el centro histórico de la ciudad y no
boicotear las elecciones a fin de que se pueda emitir un voto de castigo contra el pan y el pri.

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276 ◆ Daniel Vázquez

octubre la appo convocó a la insurrección popular el 1º de diciembre


bajo la consigna: “si Ulises no se va, Calderón no pasará”. Lo cierto es
que el “Operativo Oaxaca” que implicó la entrada de la Policía Federal
Preventiva (pfp) evitó cualquier interferencia en la toma de protesta
que Felipe Calderón realizó el 1º de diciembre de 2006.
Un segundo elemento disruptivo fue la participación de los grupos
armados en el movimiento. Sin embargo, se trató de un apoyo episto-
lar más que de una entrada en acción armada por parte de los grupos
guerrilleros. De esta forma, el 12 de junio el Ejército Popular Revo-
lucionario (epr) envió un comunicado de apoyo a la cnte y el 30 de
agosto, luego de la llegada de un batallón militar a Oaxaca proveniente
de Veracruz, cuatro grupos guerrilleros se dijeron listos para intervenir
en caso de que las fuerzas castrenses entraran en la ciudad de Oaxa-
ca. Asimismo, a finales de septiembre aparecieron dos nuevos grupos
armados: el Movimiento Armado Revolucionario y la Organización
Revolucionaria Armada del Pueblo de Oaxaca. Ambos se inauguran
con explosiones de petardos en instituciones bancarias oaxaqueñas. Lo
cierto es que en los días de enfrentamiento con la pfp, entre finales de
octubre y de noviembre, en ningún caso la cnte-appo respondió con
armas de fuego.
Un tercer punto disruptivo, mucho más efectivo para ampliar la
capacidad de acción de la cnte-appo, fue la toma de diversos medios
de comunicación. La primera semana de junio se echó a andar Radio
Plantón (92.1 FM) que era una estación que transmitía sin permiso gu-
bernamental. Posteriormente, el martes 1º de agosto unas 2000 mujeres
integrantes de la appo tomaron la Corporación Oaxaqueña de Radio y
Televisión, organismo estatal de medios. Para entonces la cnte-appo ya
cuenta con el canal 9 de televisión (canal público) y otras dos estaciones
de radio: Radio Cacerola (96.9 FM) y Radio Universidad (680 AM).
Con estos medios en sus manos mantienen una fluida comunicación
con sus integrantes y simpatizantes. No obstante, dicha utilidad generó
una fuerte disputa por el control de estos medios entre los grupos de
choque gubernamentales y los integrantes de la cnte-appo.

Derechos reservados
Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 277

El lunes 21 de agosto el gobierno intentó recuperar el canal 9 y


las estaciones de radio mediante un comando armado que balaceó las
instalaciones y realizó diversos actos de sabotaje para sacarlas del aire.
La respuesta de la cnte-appo fue la toma de doce estaciones de radio
comerciales que, de forma simultánea, son operadas por los activis-
tas a la par que se establecieron cientos de barricadas incluyendo el
cierre de las avenidas principales. Al día siguiente el gobierno montó
un operativo para abrir calles y remover barricadas integrado por 400
policías, lo que desencadenó una serie de enfrentamientos en toda la
ciudad. La cnte-appo liberó siete estaciones de radio pero conservó cin-
co. Finalmente dos resultaron clave: La Ley y Radio Oro. Este tipo
de ataques en contra de las instalaciones tomadas y sus ocupantes se
convirtió en un hecho cotidiano. En algunos casos los ocupantes per-
dían el control de algunas de las estaciones de radio, pero mantenían o
recuperaban otras. Finalmente, unos días antes de la entrada de la pfp,
el 24 de octubre, debido a que sus estaciones de radio —con excepción
de Radio Universidad— han sido sacadas del aire, la appo convocó a
una macromovilización para el viernes 27 de octubre donde se cierren
carreteras y se tomen estaciones de radio. Frente a esto, Grupo acir
decidió suspender sus transmisiones a la par que aparece una nueva
estación clandestina pro-Ulises Ruiz: Radio Ciudadana (99.1 FM). Lo
cierto es que dicha movilización no se llevó a cabo debido a la entrada
de la pfp a Oaxaca.
Finalmente la cuarta posibilidad de generar un repertorio disrup-
tivo se observó en la generación de cuerpos gobernantes que comen-
zaron a sustituir al Estado. Este hecho hace evidente el escalamiento
en el conflicto donde el gobierno local ha perdido total legitimidad
frente a la cnte-appo, de tal forma que, incluso, es desafiado el pacto
fundante de reconocimiento gubernamental. Este tipo de acciones va
más allá de lo que suele aceptarse en la teoría de los movimientos so-
ciales como objetivos legítimos de la acción colectiva. A partir del cono-
cido texto de Arato y Cohen —Sociedad Civil y Teoría Política (1992)—
que reinaugura los estudios de la sociedad civil y de los movimientos

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278 ◆ Daniel Vázquez

sociales, se da por hecho que dichos movimientos deben ser autoli-


mitados y autocríticos, es decir, ya no están motivados por proyectos
fundamentalistas que impliquen suprimir la burocracia, la raciona-
lidad económica o la división social y ni siquiera buscan controlar
el poder político: “no se trata ya de que algún actor social o político
convierta a los otros a una sola causa o programa, o que se busque homo-
geneizar a la sociedad mediante la acción del Estado” (Olvera, 1999:
16). Esta autolimitación y autocrítica les permite continuar su papel
social tanto en la fase constituyente como en la constituida confron-
tándose a sí mismos con los dos modelos utópicos fallidos: la utopía
liberal del mercado autorregulador y la utopía sintética de una socie-
dad organizada (planificada) racionalmente. La tarea, explican Arato
y Cohen (1992), de la influencia indirecta de la sociedad civil sobre la
sociedad política y económica es garantizar la autonomía del Estado y
de la economía modernos a la vez que se protege simultáneamente a
la sociedad civil de la penetración y funcionalización destructivas de
los imperativos de estas dos esferas.
Se espera de la sociedad civil la creación de una serie de movimien-
tos democratizadores autolimitados que procuren extender y proteger
espacios tanto para la libertad negativa como para la libertad positiva
y volver a crear las formas igualitarias de solidaridad sin obstaculizar
la autorregulación económica; a esto denominan la utopía de la socie-
dad civil que busca evitar un reformismo “sin alma” y un revoluciona-
rismo totalizante. De esta forma se lo presenta como un nuevo terreno
de la democratización donde uno de los objetivos es la construcción de
instituciones democráticas al interior de la propia sociedad civil que
conlleva un principio deliberativo de espacio público (autodiferen-
ciación y autoconstrucción) que trascienda en la democratización,
aunque no total, del Estado y del mercado ya que, de otra forma, las
instituciones autónomas de la sociedad civil serían extremadamen-
te vulnerables a las organizaciones mucho más poderosas de los dos
subsistemas (Arato, 1999: 106). De esta forma, la sociedad civil se
propone democratizarse a sí misma y, desde sí misma, controlar y

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Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 279

democratizar al Estado y al mercado. Lo cierto es que esta autolimi-


tación no siempre se observó en el caso del movimiento encabezado
por la cnte-appo.
En el caso de Oaxaca existieron algunas tendencias que no logra-
ron concretarse en torno a caminar hacia la autonomía gubernamental
traspasando el principio de autolimitación. Esto se hizo evidente en el
intento de establecer un gobierno popular desde julio de 2006 para lo
cual en agosto se realizó el foro nacional “Construyendo la democracia
y la gobernabilidad en Oaxaca”, cuyo principal objetivo fue abrir el
camino a un nuevo poder constituyente y a una nueva Constitución
local que reflejara la pluralidad y diversidad de Oaxaca. De esta forma,
comenzó a darse una discusión al interior de los pueblos para que, ante
la caída del gobernador Ulises Ruiz, hubiese una junta de gobierno
popular que sirva como proceso de transición. Asimismo, frente a la
fáctica desaparición del gobierno en Oaxaca, la cnte-appo generó su
propia institucionalidad por medio de la Coordinación Provisional de
la Alianza de Organizaciones, la Asamblea Magisterial (estos dos son
organismos de decisión y representación), el Honorable Cuerpo de To-
piles y la Comisión de Seguridad Magisterial (estos dos son organismos
de seguridad); a lo que se sumó un fallido intento de elaborar una
cárcel magisterial.18 A estos intentos se sumó la realización de actos
de gobierno en septiembre de 2006 que incluyeron la emisión de tres
bandos: uno de buen gobierno, una proclama para los 570 municipios
y un manifiesto a la nación declarando la proscripción del gobierno
de Ulises Ruiz. Estos bandos incluirían políticas para la reactivación
económica, la seguridad, la limpieza, el embellecimiento de la ciudad,
la convivencia armónica, el transporte urbano y suburbano y la promo-
ción turística.

18 Los intentos por establecer organismos gubernamentales locales autónomos y alternos a los oficiales no
es nuevo en México. Los más conocidos son los Caracoles operados por las bases de apoyo civil del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas. También en Guerrero, se ha establecido toda una organiza-
ción de seguridad y administración de justicia a través de la policía comunitaria de Guerrero la cual no sólo
tiene cuerpos propios de vigilancia sino jueces y cárceles comunitarias. A esto se suma que Oaxaca es una

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280 ◆ Daniel Vázquez

Los papeles y recursos políticos del Estado

Los papeles del Estado ante la acción colectiva

De acuerdo con Charles Tilly (1990), el Estado comenzó a desempeñar


tareas que se involucraban con ámbitos que antes se pensaban parte de la
vida privada. Las primeras cuatro actividades que dieron forma al Estado
fueron: 1) su propia construcción a partir de la vigilancia y ataque a los
rivales internos; 2) hacer la guerra que implicaba las mismas dos funciones
contra los rivales externos; 3) la protección que involucra otra vez a esas dos
funciones contra los enemigos de los principales aliados del gobernante; y 4)
la extracción de los recursos demandados por el Estado de su población su-
bordinada. Posteriormente se establecieron funciones en tres terrenos más:
5) el arbitraje que se ocupaba de dirimir disputas entre los miembros de la
población; 6) la distribución que conlleva la intervención estatal en el repar-
to de bienes; y 7) la producción que implica el control de la creación y trans-
formación de bienes y servicios. Estas funciones le dieron “tentáculos” desde
donde podía intervenir en un sin fin de actos cotidianos que se suman a la
tarea de la construcción nacional. En todas estas actividades el Estado puede
desempeñar tres papeles en la interacción con los poderes fácticos: como
actor,19 como árbitro20 y como arena.21 Es importante mencionar que los

de las entidades federativas que tiene reconocido en su marco legal el ejercicio de usos y costumbres para
elegir gobernantes a nivel municipal.
19 Existen dos teorías que explican desde distintas perspectivas la autonomía estatal: la visión marxista
que a partir del Estado bonapartista analiza la autonomía relativa del Estado y la teoría neoestatista
que explica dicha autonomía a partir de la competencia entre Estados. El punto a subrayar es que la
autonomía del Estado implica la posibilidad de que éste genere nuevos temas que entren a la agenda
pública y posteriormente sean instrumentalizados sin ser propuestas de poderes fácticos.
20 El Estado juega un papel de árbitro de dos formas distintas: cuando las partes en conflicto acuden a los
órganos jurisdiccionales y cuando las partes en conflicto acuden a los órganos políticos dependientes de
los Poderes Ejecutivo y Legislativo. El papel de árbitro del Estado se presenta cuando desarrolla propues-
tas de solución a conflictos planteados independientemente de que las soluciones arbitrales puedan
beneficiar más a un factor real de poder que a otro; es decir, la búsqueda de soluciones terciadas al
conflicto es muestra de su actuación arbitral.
21 El Estado actuará como arena cuando haya una inacción total de éste frente a la confrontación de

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Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 281

tres papeles del Estado no necesariamente se ejecutan de forma separada, en


una misma decisión el Estado puede desempeñar los tres papeles a la vez.
En todos los casos puede recurrir a dos herramientas: la criminalización del
oponente y el establecimiento de una regulación legislativa que, sin crimina-
lizarlo, controle la acción o las pautas conductuales del otro.
La formación del Estado nacional, posteriormente de tipo democrá-
tico, con los papeles que el Estado desempeña, lo puso en primer plano
frente a las exigencias populares configurándolo como un “imán” que atrae
los conflictos sociales. Este fenómeno implicó que en lugar de encontrar una
confrontación directa entre actores sociales con intereses divergentes, hay
un tercero en discordia que no por ello es necesariamente neutral:
Cuadro 3.
Enfrentamiento con y sin Estado.
ENFRENTAMIENTO SIN ESTADO
PODER FÁCTICO PODER FÁCTICO
CONFRONTACIÓN
ENFRENTAMIENTO CON ESTADO INTERMEDIO
ESTADO
ARENA, ÁRBITRO Y ACTOR

PODER FÁCTICO PODER FÁCTICO


NO HAY CONFRONTACIÓN DIRECTA
AUNQUE SÍ SE AFECTAN INTERESES

Este es un fenómeno político-social elemental en la formación de la


acción colectiva, en el desenvolvimiento de los conflictos sociales, en
la identificación de los actores en conflicto y en la formación de la agenda
pública y fabricación de políticas. El papel de árbitro y de arena del
Estado ha tenido otro efecto social: la fragmentación de los conflictos y
el encubrimiento de los intereses particulares bajo los fines públicos. De
esta forma, la disputa por dotar de contenido a las políticas públicas
entre grupos sociales divergentes se ha convertido en una confrontación
diaria donde, en muchas ocasiones, lo que está en juego es la forma-
ción y distribución del excedente social.

dos poderes fácticos que si bien resuelven su conflicto en el propio Estado lo hacen a partir de la
supremacía de sus recursos políticos (como sucede en la búsqueda de una política pública específica).

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282 ◆ Daniel Vázquez

Como parte de este desarrollo de recursos políticos estatales, de la


misma forma que los movimientos sociales históricamente han genera-
do repertorios modulares que se han hecho convencionales, el Estado ha
generado estrategias para aminorar el impacto de la acción colectiva au-
mentando su capacidad autónoma. La elaboración de estas estrategias
pasa por la resolución de conflictos mencionada anteriormente. Veamos
lo que sucedió en el caso oaxaqueño.

Fases y recursos del Estado


para enfrentar la acción colectiva de la cnte-appo

La primera fase del movimiento se observa durante las primeras tres se-
manas de negociaciones, al final de las cuales, el 3 de junio de 2006, el
gobernador Ulises Ruiz mandó un ultimátum para que los trabajadores
de la educación regresaran a las aulas y desocuparan el centro histórico de
Oaxaca, anunciando que comenzaría a aplicar descuentos salariales a
quienes no asistan a clases. A cambio ofreció 60 millones de pesos para
aplicar a la rezonificación.22 Ante esto hubo una solicitud de diálogo
por parte de la cnte (la appo aún no se ha conformado) a la cual se
negó el gobernador aduciendo que ya ha dado la propuesta que le es
factible al gobierno oaxaqueño y que sólo la federación podría modifi-
car o crear una partida especial para solucionar el pliego petitorio. A la
par, el secretario de Gobernación Federal —Carlos Abascal— se negó a
recibirlos argumentando que se trata de un conflicto local respecto del
cual la federación no tiene competencia.
Hasta aquí se observa una primera estrategia del Estado que tiene
como elementos principales un ofrecimiento que resulta insuficiente
para el movimiento social y la ausencia de diálogo (tanto del gobierno
local como federal) fundamentada en la construcción de argumentos
basados en la falta de competencia administrativa para solucionar el

22 Cantidad que era insuficiente, ya que se estima que pasar a los profesores de la zona 3, en la que
actualmente se encuentran, a la zona 1 requiere de más de 1000 millones de pesos.

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Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 283

problema planteado. A esta primera estrategia se suma rápidamente la ac-


ción de cuerpos policíacos a través del fallido intento de desalojo del
plantón de profesores que tuvo como consecuencia la formación de la
appo y la radicalización del movimiento generando como principal so-
licitud la salida del gobernador del cargo.
La segunda fase del movimiento se observó a finales de junio y durante
julio. En la cuarta semana de protesta (12-18 de junio) la federación se
involucró y aceptó establecer una mesa de diálogo con la cnte-appo de-
bido a la escalada en el conflicto. No obstante, la mesa es llevada a cabo
por mandos medios que se negaron a instalar una mesa especial para
tratar el proceso de destitución del gobernador, a la par que se negaron a
incluir en el debate peticiones que tienen relación con otras secretarías u
órganos estatales como la Secretaría de Educación Pública (sep), el Ins-
tituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado
(issste) o Hacienda, por lo que el lunes 19 de junio se dio por concluida
la mesa de diálogo. Asimismo, a finales de junio la cnte tuvo reuniones
con el snte con dos objetivos: 1) el aumento del porcentaje de las cuotas
sindicales que recibe la sección 22;23 y 2) concretar reuniones con inte-
grantes de la sep, del issste y Hacienda. Sin embargo, dos días después se
rompió el diálogo, ya que el snte lo condicionó al regreso a clases de los
profesores. El viernes 7 de julio, se hizo público que el Poder Judicial local
giró órdenes de aprehensión contra treinta integrantes de la dirección del
Comité Ejecutivo de la Sección 22 de la cnte por los delitos de asocia-
ción delictuosa y asonada o motín, derivado del enfrentamiento entre
maestros y policías ocurrido en el intento de desalojo.
Posteriormente, el miércoles 19 de julio, el gobierno oaxaqueño dio
a conocer una nueva respuesta estatal al pliego petitorio de la cnte.24

23 En Oaxaca se generan 4 millones de pesos anuales en cuotas de los cuales sólo reciben 270 000 pesos.
24 La propuesta incluía los siguientes puntos: 1) 85 mdp (antes había ofrecido 60) adicionales a la
aportación federal para la rezonificación (para el 2006 la aportación local-federal suma 117 millo-
nes de pesos); 2) incremento de 1.5% por prestaciones, que se estima en 40 millones adicionales;
3) ratifica su respeto de la vida interna y a la autonomía sindical; 4) en cuanto a la liberación del
presupuesto anual para todas la áreas educativas, el gobierno afirma ser el único responsable en

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284 ◆ Daniel Vázquez

No obstante, el jueves 20 de julio Enrique Rueda Pacheco rechazó que


el gobierno estatal les haya entregado la propuesta aunado a que no
pueden aceptarla, ya que tanto Ulises Ruiz como Heliodoro Díaz han
sido desconocidos como parte del gobierno local. Incluso afirmó que
no se han registrado pláticas informales entre la Sección 22 de la cnte
y Heliodoro Díaz y se confirmó que la principal demanda de la cnte es la
salida de Ulises Ruiz del cargo. Es también a finales de julio y principios
de agosto cuando se recrudecen los enfrentamientos entre integrantes
de la cnte-appo y grupos de policías vestidos de civiles que disparan
a la muchedumbre, secuestran activistas, los torturan y, posteriormente,
los presentan ante el ministerio público aduciendo la ejecución de órde-
nes de aprehensión. Estas acciones suman hasta el 8 de agosto a cuatro
muertos, cuatro heridos de bala y cuatro torturados-detenidos todos ellos
integrantes de la cnte-appo.25
La tercera fase del movimiento se observó a partir de la decimoter-
cera semana de protesta (14-20 de agosto), para entonces ya está claro
que la principal demanda de la cnte-appo es la salida de Ulises Ruiz de
la gobernatura. Frente a esta demanda, el 15 de agosto la dirigencia
del pan se alineó con la del pri afirmando que un gobernador que
es legítimamente electo por medio de los votos no puede ser removido
por movilizaciones. Sin embargo, debido a la escalada de violencia, la
Secretaría de la Gobernación (Segob) ofreció reabrir el diálogo que se

materia de educación pero acepta generar un proceso transparente; 5) 9000 horas para cubrir
requerimientos académicos; 6) 5 mdp para el cap y para préstamos personales; 7) 3 mdp para Fi-
probim; 8) 1 mdp para el Programa de Casas del Maestro; 9) revisar, analizar y atender la solicitud
de retención de las cuotas sindicales hasta que el snte comunique al gobierno el porcentaje del
salario que se aportará; 10) 10 000 uniformes gratuitos más a los 70 000 que se autorizaron en
2005, para dar un total de 80 000 en 2006 (la cnte exige 100 000); 11) 600 000 paquetes escolares
para distribuirse en municipios de alta y muy alta marginación (la cnte exige 800 000); 12) respecto
de las 6000 becas para hijos de trabajadores de la educación básica y 400 de nivel superior, la
respuesta es 5500 becas de educación básica y 350 de nivel superior; 13) a la demanda de 200
cocinas comunitarias la respuesta es positiva.
25 A estas actividades debe sumarse la realizada el miércoles 9 de agosto cuando un grupo de policías
vestidos de civil atacó el diario independiente y opositor a Ulises Ruiz “Noticias” con un saldo de seis
heridos de bala.

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Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 285

había cerrado el 19 de junio. El martes 29 de agosto hubo una primera


reunión en el D.F., no obstante, la cnte-appo llevó como único punto
de discusión la salida de Ulises Ruiz ante lo cual el secretario de Go-
bernación se declaró incompetente para destituir gobernadores. Así,
ofreció “abrir camino” para esa petición frente al Senado a cambio de
que se quitaran las barricadas y no se entorpezcan actividades comercia-
les, turismo y servicios. La cnte-appo se retiró de la Secretaría para dar a
conocer la propuesta a sus bases, mientras que la Segob solicitó que se
permitan más puntos de debate, además de la salida de Ulises Ruiz para
pasar del diálogo a la negociación y arribar a algún acuerdo.
El miércoles 6 de septiembre la Asamblea Magisterial aceptó pasar del
diálogo a la negociación incluyendo algunos otros temas en la agenda
de discusión.26 Frente a esto, el 7 de septiembre la Segob entregó una
propuesta de agenda de discusión27 y, a cambio, solicitó cesar bloqueos,
toma de oficinas y carreteras, el inicio del ciclo escolar 2006-2007, evitar
hechos violentos y dejar de emitir bandos de gobierno o realizar cualquier
acto de gobierno. La appo desechó de plano la propuesta de la Segob por-
que no aseguraba la salida de Ulises Ruiz y no se establecían fechas de
cumplimiento ni metas del pliego petitorio. Por su parte, la cnte realizó
una ronda de asambleas delegacionales de información y, posteriormen-
te, un referéndum. Finalmente, el miércoles 13 de septiembre con 30

26 Liberación de presos, cancelación de órdenes de aprehensión, pago de salarios suspendidos, la rezo-


nificación, la reforma integral en beneficio del campo, la educación y el apoyo a los niños, la reforma
judicial que contenga los juicios orales y la reforma electoral.
27 La propuesta incluyó:
u La gestión de una reunión con los coordinadores de la Junta de Coordinación Política del Senado,
órgano competente para analizar la remoción del gobernador mediante la desaparición de poderes
o el juicio político (sin embargo, ese mismo día senadores del pri y el pan acuerdan que el Senado no
removerá a Ulises Ruiz).
u Una iniciativa de reforma que incluya un consejo ciudadano.
u Promover en la Cámara de Diputados, en el debate del presupuesto de 2007, la reducción de
la diferencia salarial entre la zona 2 y 3 y otorgar 150 millones para mejorar las prestaciones de la
Sección 22 de la cnte.
u El retiro de las órdenes de aprehensión y promover el retiro del Ejército de las zonas serranas
de Oaxaca.

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286 ◆ Daniel Vázquez

266 votos por el rechazo y 9426 por la aceptación, la cnte rechazó la


propuesta. El domingo 24 de septiembre se recrudeció la violencia con
enfrentamientos entre grupos de policía vestidos de civil y los activistas
de la cnte-appo que se encuentran en las barricadas con un resultado de
dos heridos de bala y doce golpeados, todos ellos de la appo.
La cuarta fase del movimiento inicia el martes 26 de septiembre, cuan-
do se reforzó la postura a favor de la entrada de la pfp. Por un lado la Segob
explicó que el “Operativo Oaxaca”, que se encuentra preparando como
oferta para terminar con el conflicto, sí contempla la entrada de la pfp,
aunque manteniendo las negociaciones. Por el otro, senadores del Parti-
do Revolucionario Institucional (pri) y del Partido Verde Ecologista de
México (pvem) también proponen la intervención del cuerpo militar-
policíaco. Este mismo día desde las 7 de la mañana llegan a la Segob
cientos de oaxaqueños encabezados por dirigentes priistas de organiza-
ciones, diputados y presidencias municipales para mostrar el apoyo a
Ulises Ruiz. Asimismo, el presidente del Consejo Coordinador Empre-
sarial, José Luis Barraza González, demandó que esta semana se resuelva
el conflicto independientemente de que esto se haga por la negociación
o a través del uso de la fuerza. La única voz discordante es la Asamblea
Legislativa del Distrito Federal que llegó a un punto de acuerdo para
exhortar al gobierno federal a que no haga uso de la pfp en la resolución
del conflicto oaxaqueño.
A esto se sumó un fallido intento por detener a Flavio Sosa Villavicen-
cio y a Zemén Bravo. El viernes 29 de septiembre hubo ataques armados
contra integrantes de la appo en las colonias El Rosario y Brenamiel cuya
principal consecuencia fue la pérdida de la estación Radio Oro (tomada
por la appo). También se incrementó el resguardo de las instalaciones
petroleras de Salina Cruz por integrantes de la Marina a la par que el
Ejército comenzó a patrullar Puerto Escondido y Pochutla, entre otras
localidades de la costa, los patrullajes aéreos militares se incrementaron
entre el 29 de septiembre y los primeros días de octubre. Por lo anterior,
la cnte-appo reforzó sus barricadas, declaró alerta máxima y fabricó de-
cenas de bombas molotov.

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Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 287

La segunda, tercera y cuarta fases del conflicto tienen las mismas


características: se observa una mayor apertura al diálogo por parte del
gobierno; no obstante, hay una presentación de soluciones que resultan
inaceptables al movimiento, lo que en cada caso tiene como conse-
cuencia la ruptura del diálogo. De forma paralela a las negociaciones,
se mantiene el uso de la coacción estatal por medio de los cuerpos de
seguridad en contra de los integrantes del movimiento, debiendo des-
tacar que muchas de las acciones realizadas por el gobierno local fueron
de dudosa legalidad (algunas abiertamente ilegales) y transgresoras de
derechos humanos.
La quinta fase del movimiento se inauguró a finales de septiembre
cuando Vicente Fox Quesada se reunió con todos los gobernadores
priistas a fin de elaborar una propuesta para solucionar el conflicto en
Oaxaca sin contemplar la salida de Ulises Ruiz del cargo. A esta propues-
ta se la conocerá como “Operativo Oaxaca” que incluye tres materias:
una reforma política para la appo, un acuerdo económico para la cnte y
el arribo de la pfp a Oaxaca para garantizar la vuelta a la normalidad.
A la par que la Segob formulaba el “Operativo Oaxaca” intentaba
ampliar la mesa de diálogo integrando a nuevos interlocutores en lo
que denominó el “Foro para la Gobernabilidad, la Paz y el Desarrollo
de Oaxaca” que se desarrolló los primeros días de octubre y donde se
incluía tanto al gobernador Ulises Ruiz como a figuras empresariales y
políticas además de la cnte y la appo. Sin embargo, la cnte-appo recha-
zó asistir a esta mesa de diálogo aduciendo que los invitados representan
a los grupos de poder al servicio de los gobernantes y responsables de la
crisis. A su vez, solicitaron un espacio de diálogo donde sólo participe su
comisión negociadora.28 Entre el 5 y el 9 de octubre hubo una serie de
reuniones entre la Segob y la cnte-appo donde se establecen las pautas

28 Al Foro amplio convocado por la Segob sólo asistieron 65 de 100 invitados de los cuales 10 (representantes
de indígenas y Francisco Toledo) abandonaron la reunión argumentando que los integrantes de la mesa
sólo representan a una de las partes del conflicto. En este mismo espacio Ulises Ruiz confirmó que no
renunciará, que en la mesa de negociación de la Segob no está incluido este tema y que el único órgano
competente para ello es el Senado. Este foro se diluye hasta desaparecer, mas no así el “Operativo Oaxaca”.

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288 ◆ Daniel Vázquez

de dicho operativo.29 En este momento parecen abrirse las mayores po-


sibilidades de acuerdo negociado y es también en este momento que se
recrudece la violencia. Hay nuevas balaceras, de donde se recogen entre
60 y 80 casquillos, que tienen como resultado cuatro integrantes de la
cnte-appo heridos por lo que el magisterio decidió suspender la consulta
a sus bases sobre el posible regreso a clases. Estos enfrentamientos se de-
ben a que, frente a la llegada de la subcomisión del Senado para verificar
la desaparición de poderes en Oaxaca el 12 de octubre, el gobierno local
buscó abrir oficinas que están tomadas desde hace más de dos meses.
El martes 17 de octubre en Oaxaca el clima se enrarece aún más.
Por un lado los grupos priistas locales convocan a quitar barricadas
de la ciudad y recuperar el zócalo oaxaqueño a la par que Ulises Ruiz
declaró que el rescate de Oaxaca no puede pasar de esta semana. Por el
otro la cnte-appo amenazó con tomar alcaldías para presionar al Se-
nado. Hasta el lunes 16 de octubre se contabilizan ocho muertos todos
integrantes de la cnte-appo, sin embargo, los más duros enfrentamien-
tos están por venir.

29 Entre las principales propuestas de solución se observan:


u El espacio de discusión de la salida del gobernador sería el Senado. Este tema queda fuera de la
agenda de la Segob.
u Se busca un acuerdo político que implique una pérdida de poder del Ejecutivo estatal, a través de
una reforma constitucional que incluya al referéndum, el plebiscito y la revocación del mandato. Asi-
mismo se proponen modificaciones en las siguientes materias: los medios de impugnación electoral,
prevención y eliminación de la discriminación, equidad de género, auxilio a las víctimas del delito,
transparencia y acceso a la información.
u Un paquete económico para el magisterio. También se ofrecen modificaciones en responsabilidad
patrimonial, turismo, coordinación fiscal, presupuesto y responsabilidad hacendaria, educación, salud
y fomento al desarrollo económico.
u Se propone una reforma educativa que incluye autonomía presupuestaria para la Sección 22 de la cnte.
u La discusión de una posible fecha de vuelta a clases.
u La Segob ofreció la remoción del director de Seguridad Pública y Protección Ciudadana y de la
Procuradora de Justicia; y que el gobierno federal se haga cargo de la seguridad en Oaxaca.
u El envío de la pfp para establecer el orden público sin apuntalar a Ulises Ruiz.
u La cancelación de 300 órdenes de aprehensión, la liberación de dieciocho presos políticos y el
regreso del Ejército y la Marina a sus cuarteles de origen a la par que aseguraba a la cnte-appo que no
habría una intervención militar y estableció un freno a los sobrevuelos militares.

Derechos reservados
Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 289

La sexta fase del movimiento se desarrolla en el Senado. Esto se debe


a que la principal demanda de la cnte-appo se había consolidado en la
salida de Ulises Ruiz de la gobernatura, a la par que la Secretaría de Go-
bernación se había declarado incompetente para resolver dicha demanda
y había trasladado el tema al Senado vía el procedimiento de desaparición
de poderes. Si bien el pri ya había tomado una postura negativa ante la
salida de Ulises Ruiz y el prd a favor, el pan no estaba definido.30
Lo cierto es que la cnte-appo ya se había acercado a la 59ª legislatura
con resultados poco halagüeños. El 27 de junio la cnte-appo entregó un
pliego petitorio para iniciar un juicio político y destitución de Ulises
Ruiz y días después, el 8 de agosto, el Senado se negó a dar trámite a la
desaparición de poderes y archivó la solicitud. Sin embargo, en el medio se
realizaron las elecciones presidenciales y legislativas por lo que el Senado
tendría una nueva conformación. No obstante, la resolución respecto de
la desaparición de poderes en Oaxaca no mostraba un paso firme, todo lo
contrario. El 13 de septiembre el Senado (ahora de la 60ª legislatura) re-
chazó crear una comisión que visite Oaxaca aduciendo que no había con-
diciones para declarar la desaparición de poderes. Finalmente, el martes
3 de octubre se constituyó la comisión de gobernación del Senado, a
cargo del priista Jesús Murillo Karam, que se encargaría de revisar el ante-
rior dictamen de desaparición de poderes. El 10 de octubre la comisión
de gobernación del Senado creó una subcomisión integrada por Tomás
Torres (prd), Ramiro Hernández (pri) y Alejandro González (pan) quie-
nes harían un recorrido por la entidad federativa y elaborarían un nuevo
dictamen.31 Finalmente, el dictamen es contrario a la desaparición de
poderes en Oaxaca.

30 El lunes 25 de septiembre el panista presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, Jorge


Zermeño Infante, advirtió que deben analizarse todas las vías de solución posible incluyendo la renun-
cia del Ejecutivo local. En cambio, el coordinador de los diputados panistas, Héctor Larios, consideró
que esa salida no resuelve nada. Posteriormente, el miércoles 5 de octubre el senador Federico Döring
se manifestó porque Ulises Ruiz pidiera licencia.
31 El jueves 12 de octubre llegó la subcomisión del Senado a territorio oaxaqueño y durante ese jueves
y el viernes 13 de octubre se reunió con Ulises Ruiz y su principal grupo de gobierno en el hangar

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290 ◆ Daniel Vázquez

Algunas conclusiones sobre la acción estatal

Son varios los puntos que pueden extraerse del actuar estatal en el caso
oaxaqueño. Lo primero es que en un régimen democrático es difícil
prohibir del todo, y de antemano, el ejercicio del repertorio modular
de la acción colectiva. Las marchas, mítines y huelgas están asociadas a
prácticas legitimadas en las libertades que dan sustento a la democracia
misma. Sin embargo, se mantiene la posibilidad de enfrentamiento con
los cuerpos policíacos. Peor aún, se observa una baja capacidad de los
recursos políticos de la acción colectiva para cumplir con los objetivos de la
movilización. En efecto, tres factores han menguado la capacidad de afec-
tación a los intereses gubernamentales por parte de las fuerzas sociales que
utilicen los recursos provenientes de la acción colectiva: 1) el nivel de in-
certidumbre es bajo en los repertorios modulares-convencionales; 2)
las acciones colectivas son controladas a través de su institucionalización,
como en la huelga, o por medio de su represión, como en la ocupación
o la manifestación; y 3) la legitimación política del Estado se ha tratado
de ubicar en un solo aspecto: el proceso de elección.
A partir del crecimiento del Estado y su desenvolvimiento en distintas
áreas se generó un cúmulo de poderosas herramientas para la represión
política popular, entendiendo por represión “cualquier acción por parte
de un grupo que eleva el costo de la acción colectiva del contendiente” (Ta-
rrow, 1997: 167), que incluye la represión policíaca o la criminalización
del movimiento. La convención y pérdida de incertidumbre del reperto-
rio se ha logrado por medio de la generación de una serie de medios de
contención de tipo legal y administrativo, por ejemplo:

oficial del aeropuerto Benito Juárez, con integrantes del Congreso local quienes explicaron que han
seguido sesionando en sedes alternas —como restaurantes o casas particulares— y con integrantes
del Poder Judicial quienes sólo tienen abiertas las oficinas donde se tramitan los juicios de primera
instancia. La subcomisión también se reunió con integrantes de la cnte-appo y por horas escuchó los
planteamientos de personas sin filiación específica. El viernes en la noche los senadores son aborda-
dos por integrantes de la cnte-appo y se les da un recorrido por las diversas barricadas instaladas en la
ciudad. Finalmente, en la madrugada del sábado 14 la subcomisión dejó Oaxaca y vuelve al D.F.

Derechos reservados
Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 291

a) La huelga se ha convertido en una institución legalmente regla-


mentada para la celebración de acuerdos colectivos. En específico
la huelga tiene objetivos determinados por la propia ley y es un
órgano estatal quien califica los fines, la existencia y la licitud de
la misma. Así, la huelga está estrictamente relacionada con el cen-
tro de trabajo, por lo que no se puede realizar una huelga, por lo
menos no una jurídicamente reconocida, contra la modificación
legislativa a una prestación laboral establecida en la ley o contra
una política pública. Asimismo, la huelga ha quedado restringida a
los trabajadores excluyendo la posibilidad de la huelga estudiantil
o de cualquier otro acto de resistencia mediante la suspensión de
actividades.
b) La manifestación y la reunión están amparadas como garantías
de expresión que se encuentran distinguidas de cualquier otro acto
criminal. No obstante, existen diversas leyes y reglamentos de tipo
administrativo que permiten la intromisión del Estado y la desin-
tegración de la protesta recurriendo a distintos argumentos como
puede ser la genérica “alteración del orden público”. Si bien los
integrantes de la movilización no serán encarcelados por no tratarse
de un delito, sí se permiten diversas sanciones administrativas como
el arresto o la multa y, por supuesto, el uso de la fuerza pública para
dispersar la reunión.
c) La sentada y la ocupación de inmuebles siguen siendo conside-
radas como actividades criminales aunque se ha dado una mayor
tolerancia a su tratamiento. En especial se configura el delito de
despojo (artículo 395 del Código Penal).
d) De cualquier forma, en la huelga, la reunión, las manifestaciones,
las ocupaciones y las sentadas se pueden encuadrar diversos tipos
penales dependiendo de los sistemas jurídicos en cuestión.32

32 Como ejemplos de delitos en que los repertorios modulares de la acción colectiva pueden incurrir en el
sistema jurídico federal mexicano tenemos: 1) La sedición, que se refiere a la resistencia o ataque tumul-
tuario y sin armas para impedir el libre ejercicio de las funciones de la autoridad (artículo 130 del Código

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292 ◆ Daniel Vázquez

De esta forma, la conclusión más importante es que si bien en una


democracia hay una mayor tendencia a permitir los repertorios modulares,
una manifestación ya no necesariamente es reprimida (aunque puede serlo),
esto no quiere decir que la meta de la fuerza social que haya ejercitado el recur-
so político sea alcanzada. Los gobiernos no necesariamente están abier-
tos a escuchar y a actuar en torno a las peticiones de las fuerzas sociales
cuyos recursos políticos no afectan directamente la acción estatal lo que
implica una baja influencia de estos actores.
Se generará, cierto, alguna reacción por parte del Estado pero ésta pue-
de variar en los siguientes términos: 1) el permitir la acción colectiva pero
no establecer un diálogo directo con la fuerza social; 2) abrir el diálogo por
medio del Poder Ejecutivo o del Legislativo, o a través de ambos, sin llegar
a acuerdos específicos sino sólo a pautas generales; 3) llegar a acuerdos es-
pecíficos pero sin establecer metas verificables en tiempos determinados; 4)
establecer metas verificables en tiempos específicos que podrán ser poste-
riormente violadas por el gobierno aprovechando un importante nivel de
desgaste y argumentando la imposibilidad del cumplimiento de metas; y
5) la radicalización del movimiento y la renuncia del Poder Ejecutivo en
cuestión que implica la llegada de un nuevo Poder Ejecutivo que tendrá las
mismas limitaciones que el anterior para cumplir las exigencias de la fuerza
social que ejercitó el repertorio modular.33 En todos los casos suele utilizarse

Penal). 2) El motín, que se refiere a la perturbación del orden público con empleo de la violencia en las
personas o sobre las cosas, o los actos de intimidación a la autoridad para exigir un derecho (artículo 131
del Código Penal). 3) El terrorismo, que se configura mediante la realización de cualquier acto violento que
produzca alarma, temor o terror en la población o en un sector de ella y que tenga por objeto perturbar
la paz pública, menoscabar la autoridad estatal u obligarla a tomar una determinación (artículo 139 del
Código Penal). 4) El sabotaje, que se actualiza por el entorpecimiento de vías de comunicación o servicios
públicos (artículo 140 del Código Penal). 5) La desobediencia y resistencia de particulares, que se actualiza
por la coacción hecha a la autoridad pública por medio de la violencia física o moral para obligarla a que
ejecute un acto oficial sin los requisitos legales o que no sea parte de su competencia (artículo 181 del
Código Penal). 6) El ejercicio indebido del propio derecho, que se configura por el empleo de la violencia
en el ejercicio del mismo (artículo 226 del Código Penal). 7) Los daños en propiedad ajena a partir de la
ruptura de vidrios, las “pintas” en los inmuebles, el pegar propaganda, etc.
33 En realidad este punto se enmarca en una compleja discusión que intenta responder a las siguientes
preguntas: ¿cuándo se puede considerar a un movimiento social victorioso? y ¿cómo se puede deter-
minar cuáles fueron los efectos de un movimiento social?

Derechos reservados
Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 293

la represión del repertorio modular. Para el caso de Oaxaca se observó una


sistemática mejora en la respuesta al pliego petitorio conforme se escalaba en
la radicalidad del conflicto, de esta forma, aquello que parecía imposible —
en términos económicos— de ofrecer en mayo, era una propuesta firmada
por la Secretaría de Gobernación en octubre del mismo año. Sin embar-
go, en todos los casos se eludían los puntos que en cada momento aparecían
como principales en la negociación, por ejemplo, en mayo la rezonificación
salarial, en octubre la renuncia de Ulises Ruiz.
Un tercer punto interesante es que pese a que se piensa que el gobierno
es uno solo, lo cierto es que la conceptualización del gobierno como sistema
estatal realizado por Ralph Miliband resulta útil. El gobierno se encuentra
dividido por diversas instituciones en las cuales hay lógicas de confrontación,
cooperación e indiferencia. Esto se hace aún más complicado cuando suma-
mos a estos niveles de gobierno —federal, local y municipal— junto con
órganos independientes, colectivos y elegidos por medio del voto que com-
plican la acción conjunta debido a su integración por partidos distintos que
pueden tener posiciones encontradas. De esta forma, las negociaciones del
gobierno frente a la cnte-appo se llevaron ante diversos organismos como
fueron: los órganos locales del Poder Ejecutivo oaxaqueño, el Poder Ejecuti-
vo federal a través de la Secretaría de Gobernación y, en algunos momentos,
la Secretaría de Hacienda, el Poder Legislativo federal específicamente en
la Cámara de Senadores e incluso el Sindicato Nacional de Trabajadores de
la Educación. Incluso la distribución de competencias es utilizada como
argumento de imposibilidad para dar cumplimiento al pliego petitorio.

La conclusión del conflicto y las limitaciones de la acción colectiva

Los actos que dieron conclusión al movimiento en Oaxaca

La división final entre la appo y la cnte comenzará a gestarse el 17 de oc-


tubre cuando Enrique Rueda Pacheco, dirigente de la Sección 22, informó
que la Asamblea Magisterial del miércoles 18 de octubre debía establecer,

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294 ◆ Daniel Vázquez

con precisión y claridad, la fecha en que reiniciará el ciclo escolar 2006-


2007, debido a la debilidad económica para mantener la huelga por la
retención de los salarios desde hace cuatro quincenas. Si con la vuelta a
clases la cnte estaba buscando una salida negociada al conflicto, el Senado
se lo ponía difícil. En el D.F., la comisión de gobernación aprobó un dic-
tamen por la no desaparición de los poderes en Oaxaca con once votos a
favor (pri, pan y pvem) y cuatro en contra (prd y Convergencia). Incluso
se negó la posibilidad de proponer a Ulises Ruiz que pidiera licencia. Al día
siguiente, el 19 de octubre, con 74 votos a favor y 31 en contra el Senado
decidió que en Oaxaca había poderes constitucionales.34
Entre el sábado 21 y domingo 22 de octubre se llevó a cabo la Asam-
blea Magisterial cuyo principal objetivo era determinar si aceptaba la
propuesta de la Segob y decidir la fecha de inicio de las clases. Luego
de una serie de disputas debido a problemas en la forma de sumar los
votos,35 se decidió ir a una segunda consulta que se llevó a cabo entre el
martes 24 y miércoles 25 de octubre. Unos días antes, el domingo 22 de
octubre, se sumó la décima víctima de la cnte-appo en una balacera en
las barricadas. Finalmente, el jueves 26 de octubre la Asamblea Magiste-
rial dio a conocer que 31 078 profesores votaron por el regreso a clases
contra 20 387 que votaron por mantener el paro.36 Como fecha próxima
para la vuelta a clases ganó el 30 de octubre con 24 440 votos. Con estos

34 El principal argumento fue técnico a partir de dos premisas: el Senado no puede decretar la desaparición de
poderes sino que sólo verifica que este hecho haya sucedido a la par que deben desaparecer los tres pode-
res y no sólo uno de ellos. La conclusión es que en Oaxaca hay poderes aunque no hay gobernabilidad.
35 Los resultados finales son los siguientes: quienes aceptan la propuesta de la Segob son 25 692 profeso-
res, quienes rechazan la propuesta de la Segob y el regreso a clases son 17 433. De los que aceptaron
la propuesta de la Segob 12 692 votan por volver a clases el 23 de octubre, 7943 por volver el 25 de
octubre y 7022 el 30 de octubre. El problema inició cuando se observó que 12 179 profesores estable-
cen que si bien se acepta la propuesta de la Segob, se volverá a clases 5 días después de la renuncia
de Ulises Ruiz. De esta forma, los secretarios sindicales contrarios a Enrique Rueda Pacheco afirmaron
que a los poco más de 17 000 votos que rechazan la propuesta de la Segob y el regreso a clases deben
sumarse los poco más de 12 000 que indican que debe regresarse a clases hasta que renuncie uro y,
por ende, son mayoría.
36 El regreso a clases se definió por los profesores de las regiones del Istmo, Mixteca y Tuxtepec, pese a
la fuerza opositora de Valles Centrales.

Derechos reservados
Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 295

resultados se acuerda que la comisión negociadora de la cnte viaje al


D.F. para dar a conocerlos a la Segob junto con algunos acuerdos.37
Por su parte, luego de conocido el resolutivo del Senado, la appo em-
plazó a Ulises Ruiz a solicitar licencia dentro de las 72 horas siguientes y
convocó a la insurrección popular el 1º de diciembre bajo la consigna:
“si Ulises no se va, Calderón no pasará”. Ahora es evidente la total rup-
tura entre la appo y la cnte. Al día siguiente de celebrada la Asamblea
Magisterial, el 27 de octubre, tiene verificativo la más violenta de las
jornadas oaxaqueñas38 que tuvo como consecuencia la convocatoria del
Gabinete Federal de Seguridad. Al día siguiente, el gobierno federal lanzó
un ultimátum a la appo para que sean devueltas las calles, plazas, edificios
públicos y demás bienes tomados. La appo rechazó el ultimátum y orde-
nó a sus miembros resistir de forma pacífica en las barricadas. Ese mismo
sábado 28 de octubre llegaron al aeropuerto de Oaxaca 4000 efectivos de
la Policía Federal Preventiva. Mientras tanto, en el D.F., en una oficina de la
Segob se afinaba con Ulises Ruiz el operativo policíaco-militar de recu-
peración de la ciudad de Oaxaca y, en otra oficina de la Segob, terminaba
de afinarse y se firmaba el acuerdo entre el gobierno federal y la cnte.39
Finalmente, el domingo 29 de octubre, luego de 162 días de con-
flicto, entró la pfp en Oaxaca. A las 8 de la mañana comenzó el avance
desde el aeropuerto de Oaxaca hacia el zócalo de la ciudad, donde

37 Si para el 30 de noviembre no ha salido uro de la gobernatura de Oaxaca “reventarán” la toma de po-


sesión de Calderón y se regresará a clases sólo si la Segob garantiza la seguridad física, laboral y admi-
nistrativa, se realiza el pago de salarios atrasados, se libera a los presos políticos, se cancelan las órdenes
de aprehensión y se establece un fideicomiso para apoyar a los familiares de profesores asesinados.
38 Ese viernes diversas balaceras simultáneas en cinco frentes distintos desde las 10 de la mañana tuvie-
ron como consecuencia cuatro muertos (entre ellos un camarógrafo estadounidense), 23 heridos de
bala, 20 profesores detenidos (algunos incluso heridos) y 50 desaparecidos. La policía local retomó la
Casa de Gobierno y las oficinas de la policía estatal.
39 El acuerdo entre la Segob y el magisterio incluye los siguientes puntos: 1) 175 mdp en 2006 para la
rezonificación (más de 1000 mdp durante el siguiente sexenio); 2) el reconocimiento de la Sección 22
como única representante del magisterio ante el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (ieepo);
3) liberación inmediata y transparente del presupuesto educativo; 4) auditoría integral al ieepo; 5) 10
000 horas académicas adicionales para el periodo escolar 2006-2007; 6) incremento del fideicomiso
de préstamos personales a integrantes del sistema educativo estatal de 11 a 17 mdp; 7) 4 mdp para

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296 ◆ Daniel Vázquez

arribó a las 19:00 hs. en medio de enfrentamientos constantes y re-


pliegues por ambos bandos así como un muerto40 de la appo y varios
lesionados. De forma paralela a la entrada y avance de la pfp hay una
serie de cateos y detenciones ilegales que suman más de 50 detenidos.
El último eslabón de la appo se atrincheró en las instalaciones de
Ciudad Universitaria desde donde siguió transmitiendo Radio Uni-
versidad en manos de la appo.
Si bien este primer avance de la pfp hizo pensar en una rápida
caída de la appo, lo cierto es que se mantienen los enfrentamien-
tos, cateos, detenciones arbitrarias y virtual toque de queda durante
todo el mes de noviembre y hasta los primeros días de diciembre. Al
día siguiente de la entrada de la pfp tanto la Cámara de Diputados
como la de Senadores llegaron a sendos puntos de acuerdo donde
exhortaron a Ulises Ruiz a pedir licencia del cargo. Por su parte, el
gobernador se instaló de nuevo en la casa de gobierno en Oaxaca y
afirmó que recurriría dichos puntos de acuerdo mediante una con-
troversia constitucional. La appo decidió suspender negociaciones
con la Segob y solicitó la salida de las fuerzas federales, la renuncia del
gobernador, libertad a los presos políticos y garantías para la comi-
sión negociadora. Asimismo, entre las 11:00 y las 16:00 hs. del lunes
30 de octubre unos 20 000 asambleístas en tres marchas distintas
llegaron al zócalo de Oaxaca y atrincheraron a la pfp; hubo cerca de

créditos; 8) aumento de 30 000 a 60 000 pesos mensuales para el Centro de Desarrollo Educativo de la
Sección 22; 9) un millón de pesos para el Programa de Casas del Maestro; 10) retención de las cuotas
sindicales del snte hasta que se logre un acuerdo con la cnte; 11) 80 000 uniformes escolares gratuitos,
550 000 paquetes de útiles escolares, 500 becas (en total 5500) para hijos de trabajadores de la edu-
cación que estudian nivel básico y 3050 para enseñanza superior y 100 nuevas cocinas comunitarias;
12) 155 mdp para construcción, equipamiento y remodelación de espacios educativos; 13) entrega del
Hotel Marlin —ubicado en Bahías de Huatulco— a la Sección 22; 14) basificar al personal de honorarios
en la medida de la capacidad presupuestal; 15) nivelación de profesores de educación artística; 16) pro-
mover el reconocimiento legal de Radio Plantón y 17) garantizar los derechos de los profesores y revisar
los casos de los mentores presos o con procesos penales.
40 Hay versiones encontradas respecto de la muerte de esta persona. El gobierno afirma que murió
manipulando una bomba molotov mientras que la appo argumenta que murió de un golpe de una
granada de gas lacrimógeno en la cabeza.

Derechos reservados
Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 297

50 detenidos. Los enfrentamientos más fuertes se realizaron el 2,41


2042 y 2543 de noviembre.
Finalmente, el 29 de noviembre se entregó Ciudad Universitaria y se
retiró la última barricada de Oaxaca. Para el 2 de diciembre la policía
municipal y estatal reiniciaron los patrullajes de la ciudad a la par
que la pfp comenzó la salida de la entidad federativa. El 4 de diciem-
bre, después de una rueda de prensa en el D.F. en el local del Centro
Nacional de Comunicación Social A.C. (cencos), camino a la Segob
para tener el primer contacto con el equipo de gobierno de Felipe
Calderón, Flavio Sosa y tres líderes más del movimiento son deteni-
dos y recluidos.

Paradojas de la acción colectiva


que pueden rescatarse del movimiento en Oaxaca

La acción colectiva se encuentra frente a varias paradojas. El desafío co-


lectivo y el ejercicio de los recursos políticos que lo integran es de an-
temano una acción disruptiva y, por ello, “ruidosa”. Como vimos antes,
su objetivo es generar incertidumbre afectando intereses de terceros.
Una primera paradoja es que entre más radical sea la protesta, mayores

41 El 2 de noviembre la pfp intentó recuperar Ciudad Universitaria y quitar las barricadas que había en las
cercanías pero luego de seis horas de enfrentamiento se ordenó la retirada. Se cuentan más de 60 de-
tenidos y 70 lesionados en esta acción. Frente a lo que parece la primera derrota de la pfp a manos de la
appo, arribaron 2000 efectivos más para reforzar posiciones. Al día siguiente la cnte anunció el regreso a
clases de los 70 000 profesores a partir del lunes 6 de noviembre, sin embargo, no en todas las regiones
de Oaxaca se acató la orden. Asimismo, hay manifestaciones de repudio a la entrada de la pfp en España,
Italia, Perú, Canadá y Estados Unidos de América así como en Michoacán, el D.F. y en algunas otras enti-
dades federativas.
42 El enfrentamiento del 20 de noviembre tiene como consecuencia 58 heridos en más de cuatro
horas de riña.
43 El del 25 de noviembre suma 40 heridos (20 de bala) y más de 160 detenidos de los cuales muchos
son enviados a las cárceles de Nayarit. Frente al calado de estos dos últimos enfrentamientos la Segob
decide hacer efectivas las más de 300 órdenes de aprehensión que tiene paralizadas. Por ende, la
appo decidió pasar a la clandestinidad, incluso Enrique Rueda Pacheco temía ser aprehendido debido
a que en los últimos días se había detenido a 95 profesores de Valles Centrales.

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298 ◆ Daniel Vázquez

derechos de terceros serán vulnerados. La consecuencia inmediata es que


una protesta que, en principio, podría tener un importante nivel de
legitimidad por sus objetivos, irá bajando este nivel de legitimidad por
los recursos políticos empleados. Peor aún, debido a que la situación
de anormalidad se evidencia a partir de la protesta, la identificación de
dicha situación anómala se relaciona con la acción colectiva misma y
no con el daño que le antecede.44
Dos elementos están interrelacionados en la variación de la intensidad
de los repertorios modulares de la acción colectiva: el objetivo que el mo-
vimiento se plantee y la capacidad de resistencia gubernamental frente a
ese objetivo. Aquí la segunda paradoja: cuando el objetivo del movimiento
sea directamente contrario (ya sea por razones políticas o económicas) a
los intereses del bloque político-económico gobernante, los repertorios
modulares deberán ser cada vez más “estridentes”, con un mayor nivel de
violencia, pero cuando más violenta sea la acción colectiva disruptiva, más
fácilmente podrá ser criminalizada por el gobierno. Esto abre las puertas
a la posibilidad de utilizar los recursos políticos del Estado que, como
vimos en el caso de Oaxaca, pasan por la dispersión de los manifestantes
al momento de ejercitar la acción colectiva a partir de alguna violación
penal o reglamentaria, la identificación de delitos de distinto tipo y el
establecimiento y ejecución de órdenes de aprehensión.
A esto se suma la estrategia que gobiernos recientes han utilizado en
la generación de autonomía frente a los movimientos sociales. Los gobier-
nos tienden a alargar el movimiento lo más posible a fin de intentar su
“muerte natural”, ya sea negándose al diálogo o haciéndolo infructífero o
mediante las estrategias de reacción estatal antes mencionadas. Sin em-
bargo, el alargamiento del conflicto, en ciertos casos, puede tener como
consecuencia la radicalización del movimiento, ya que frente al incum-

44 Este es un hecho importante y sistemático. Por ejemplo, en la huelga estudiantil de la unam en 1999-
2000, la anormalidad se ubicaba en la huelga misma y no en el aumento de cuotas y modificaciones
institucionales sin consulta previa a los estudiantes. De la misma forma, en el plantón de Reforma
por las bases perredistas, la anormalidad se ubicaba en el plantón mismo y no en el sentimiento de
elecciones fraudulentas de ese sector.

Derechos reservados
Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 299

plimiento de sus objetivos el movimiento social aumenta la apuesta dis-


ruptiva para generar mayor incertidumbre coaccionando por la obser-
vancia de sus peticiones. Esto nos lleva a la tercera paradoja: el intento
gubernamental de terminar con el conflicto mediante su alargamiento lo
que hace es radicalizarlo, lo que nos lleva de vuelta a la segunda paradoja:
en la radicalización por obtener el cumplimiento de los objetivos de la
acción disruptiva se facilita la criminalización de la acción.45
La conclusión de la movilización social mediante la aplicación de
operativos policíacos tiene, prácticamente, como resultado, la desapa-
rición del pliego petitorio inicial a cambio de la seguridad e integridad
física. De esta forma, en el caso oaxaqueño durante todo el mes de
noviembre las prioridades del movimiento se vuelcan hacia la auto-
defensa, la salvaguarda personal, la liberación de los presos políticos
y la documentación de los casos de violación de derechos humanos a
partir de diversas transgresiones que van desde el cateo o detención sin
órdenes judiciales hasta abusos sexuales, violaciones y tortura psicoló-
gica y física.

Los límites de la acción colectiva en la democracia mexicana

Hasta aquí tenemos que la acción colectiva ha perdido fuerza en su ca-


pacidad de influencia en la toma de decisiones estatales. Si uno de los
objetivos es el control de esta toma de decisiones para reforzar el carácter
democrático del Estado, es necesario hacer una revisión del tipo de de-
mocracia estatal mexicana en este punto: la capacidad de influencia de los
ciudadanos organizados fuera del procedimiento electoral.

45 Pautas de acción semejantes, tanto del gobierno como de los movimientos sociales, se observaron
en los últimos tres desafíos colectivos de largo aliento en México: la huelga estudiantil en la unam
entre abril de 1999 y febrero de 2000, los campesinos de San Salvador Atenco entre septiembre de
2001 y agosto de 2002 y los integrantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca de mayo
a diciembre de 2006.

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300 ◆ Daniel Vázquez

Como explicamos al inicio del texto, la principal forma de control ciu-


dadano en una democracia es el control poliárquico-electoral provenien-
te del voto. Sin embargo, esta forma de control compite con otras como
son el control político-económico proveniente del mercado y el control
político proveniente de la acción colectiva. Suponiendo que el andamiaje
del control poliárquico-electoral funcionara correctamente (sin fallos en
la elaboración del mandato, con suficientes opciones programáticas y sin
conflictos informativos), este mecanismo está constreñido a sólo dos mo-
mentos de aplicación temporalmente determinados por los propios órga-
nos gubernativos y multi-anualmente espaciados.
Cuadro 4.
Momentos de aplicación del control poliárquico-electoral.

TOMA DE DECISIONES
T1 Seis años de gobierno
T2
ELECCIÓN ELECCIÓN
Ejercicio de control Ejercicio de control
democrático respecto democrático respecto
del gobierno saliente del gobierno saliente

La aplicación del control poliárquico-electoral se da después de


todo un ejercicio de gobierno sin oportunidad de ejercer el control antes
de la siguiente elección. Se puede argumentar que las diversas eleccio-
nes locales y las elecciones legislativas intermedias son parte del control
poliárquico-electoral.46 Sin embargo, las lógicas de las elecciones lo-
cales no necesariamente están sujetas al funcionamiento del gobierno
federal y el momento en el que se juzga por completo la actuación del
gobierno saliente es, precisamente, en la reelección —por persona o
por partido— de su cargo. De modo tal que, institucionalmente, el
mecanismo de control poliárquico-electoral se caracteriza por: 1) estar

46 Extrañamente existe una tendencia en ciertos politólogos a opinar a favor de la concentración de las
elecciones locales y federales en fechas específicas para “permitir al gobierno gobernar”. Pareciera
que gobernar es sinónimo de tomar decisiones contrarias a los intereses de los votantes, las cuales no
se pueden tomar si hay diversas elecciones en varios momentos. Si la principal función de la demo-
cracia es controlar la toma de decisiones gubernamentales por medio de elecciones, esta propuesta
sería, al menos, antidemocrática.

Derechos reservados
Democracia liberal procedimental y movimientos sociales ◆ 301

reducido a dos momentos temporales, 2) establecidos por los propios


gobiernos sobre quienes se supone se ejerce el control, 3) se trata de
momentos rígidos y 4) el recurso se aplica en el arribo al cargo, mas no
en el ejercicio del cargo.
En cambio, el mecanismo de control político proveniente del mercado
—cuyo andamiaje se explicó al inicio del texto— apunta a materias que
son de vital importancia para cualquier gobierno: entrada, no entrada y sa-
lida de capitales, dependencia estatal (deuda y recaudación) y dependencia
social (inflación, estabilidad, empleos y salarios) al capital. Además, este
mecanismo de control afecta al gobierno en el ejercicio diario de la toma
de decisiones; su posibilidad de aplicación no está determinada por la ley
sino que puede darse en cualquier momento a partir de la iniciativa de los
propios actores del mercado poseedores del recurso político por lo que es
bastante más flexible que el control poliárquico-electoral.47
Cuadro 5.
Momentos en el tiempo.

Salida de capitales Aumento de Aumento de tasa Salida de capitales


financieros tasa de riesgo de interés en productivos
bonos
Agotamiento de Aumento del Disminución de la
Devaluación reservas financieras desempleo recaudación fiscal

Aumento del
Mayor endeudamiento déficit fiscal

A diferencia del control poliárquico-electoral, el control prove-


niente de la acción colectiva o accountability social también tiene di-
versos momentos en el tiempo que son flexibles y cuya aplicación de-
pende de los poseedores del recurso y no de los gobiernos. Es decir, el
control proveniente de la acción colectiva es institucionalmente mucho
más parecido al control político económico proveniente del mercado,

47 Esta afirmación no quiere decir que el control político-económico “siempre” se superponga al resto
de las formas de control sobre las decisiones en materia de política económica. Se trata de tenden-
cias. En materia de política económica, por la mejor institucionalización de los recursos político-
económicos del capital, éste tenderá a lograr sus objetivos.

© Flacso México
302 ◆ Daniel Vázquez

salvo por un punto: la vital importancia de la materia. Mientras que


el control político-económico proveniente del mercado opera materias
de vital importancia para un gobierno en un régimen capitalista (inde-
pendientemente de que éste sea neoliberal, tercerviista o keynesiano)
como son la inversión, no inversión y salida de capitales, el crecimiento
económico, la formación de empleo, la inflación, la distribución tec-
nológica y salarial, etcétera, el control político proveniente de la acción
colectiva juega en otro terreno: la ingobernabilidad y, con ella, la afec-
tación de los derechos de terceros que, como hemos visto, los gobiernos
han aprendido a “administrar”.
Cuadro 6.
Comparación de los mecanismos de control gubernamental.

Control del mercado Accountability social Poliárquico electoral


Momentos en el tiempo Múltiples Múltiples Dos
Tipo Flexibles Flexibles Rígidos
Quién los determina Los poseedores del recurso Los poseedores del recurso El gobierno
Momento de control Durante el ejercicio del gobierno Durante el ejercicio del gobierno En el arribo al poder
Áreas Economía (vital) Gobernabilidad (secundaria) Puestos de elección (vital)

Incluso en este último punto también el control poliárquico-electoral


es superior al control político proveniente de la acción colectiva debido a
que determina un punto trascendental para la clase política: el arribo al po-
der. Como vimos en el caso oaxaqueño, el asirse al cargo o puesto ganado
resulta trascendental para los políticos mexicanos. Por ende, una forma
de perfeccionar la acción colectiva, mejorando las áreas a partir de las
cuales se pretende realizar el control de las decisiones gubernamentales,
sería vincularlo a la revocación del mandato. Con esto, seguiría tratán-
dose de un medio de control con momentos múltiples y flexibles en el
tiempo, determinado por los poseedores del recurso, se ejercería durante
el ejercicio de gobierno y, además, afectaría un área primordial para los
gobernantes. ◆

Derechos reservados
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Derechos reservados
Observando a los observadores. Los analistas políticos
frente al conflicto popular de 2006 en Oaxaca

Carlos Durán y Guillermo Pereyra

Introducción

Entre los meses de junio y diciembre de 2006, México acaparaba la


atención de los medios internacionales que observaban el lento desen-
lace de uno de los procesos electorales más reñidos de la historia políti-
ca latinoamericana. Con menos de un punto porcentual de ventaja y
múltiples acusaciones de fraude electoral se imponía el candidato de la
derecha Felipe Calderón —del Partido Acción Nacional (pan)— frente
a su oponente Andrés Manuel López Obrador, candidato de una coa-
lición de partidos encabezada por el izquierdista Partido de la Revolu-
ción Democrática (prd).
Paralelamente a este proceso electoral, el alejado estado de Oaxaca
vivía su propia contienda, desarrollada no en las casillas electorales sino en
las calles y en los espacios públicos, protagonizada más por militantes de
base que por dirigentes partidarios. Desde el 14 de junio hasta el 25
de noviembre, este estado históricamente empobrecido de la región
sur, compitió palmo a palmo por la atención de los medios nacionales
y de una opinión pública que, sorprendida, veía cómo un rutinario
conflicto docente-gremial devenía en una de las crisis políticas más im-
portantes del país en las últimas dos décadas.
Más de 20 muertos según cálculos conservadores; una ciudad pa-
ralizada durante meses por movilizaciones; cientos de miles de oaxa-
queños manifestándose en las calles de Oaxaca y otros pueblos aledaños;
una policía estatal desbordada y un gobernador sostenido sólo por el
determinante ingreso de la Policía Federal Preventiva (pfp) al estado,

[305]

© Flacso México
306 ◆ Carlos Durán y Guillermo Pereyra

fueron algunos de los saldos que arrojaron los más de cinco meses de crisis
en Oaxaca. Junto a estos resultados, resaltaba una sigla nacida al calor
del mismo conflicto y rápidamente asociada al núcleo mismo de la cri-
sis oaxaqueña: la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (appo).
La appo se constituyó como una agrupación en cuyo seno confluían
cerca de 400 organizaciones de todo tipo: comunidades indígenas,
expresiones urbanas de sectores marginales, organizaciones de desem-
pleados, sectores del gremio docente, estudiantes, pobladores, y grupos
del variopinto universo de la izquierda mexicana. Todos estos sectores,
con sus heterogéneas exigencias hacia el sistema político oaxaqueño y a
sólo dos días del intento de desalojo del plantón magisterial, por parte
de la policía estatal, confluyeron en torno a una demanda que hasta
entonces sólo se murmuraba en voz baja: la renuncia del gobernador
priista Ulises Ruiz.
Durante el desarrollo del conflicto, la appo se vio sometida a una
heterogénea atención mediática que —en ocasiones con algo de simpa-
tía, pero la mayoría de las veces con desconfianza o rechazo— intentaba
establecer las causas de su emergencia, la dinámica de su funcionamien-
to y las intenciones profundas de sus militantes. Observaciones que, sin
embargo, confluyeron en torno a determinados registros discursivos
que subyacen a su intención analítica.
El presente trabajo se plantea dos objetivos. El primero es recons-
truir los diferentes registros discursivos en función de los cuales se
trató de comprender y analizar el conflicto oaxaqueño entre junio y di-
ciembre de 2006. Nos detendremos principalmente en artículos de
opinión vertidos en columnas de periódicos y revistas de análisis polí-
tico de circulación masiva. Aunque no se tratan de cuerpos teóricos
sistemáticos, esto no impide que los diferentes análisis del fenómeno
respondan a códigos binarios que condensan una determinada forma
de entender la política.
El segundo objetivo es ofrecer una estrategia metodológica que ten-
ga por objeto dar cuenta de la complejidad de la protesta oaxaqueña
y de las diferentes lecturas que se han hecho de la misma. Tomando

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Observando a los observadores ◆ 307

como punto de partida el constructivismo radical de Niklas Luhmann,


realizaremos una lectura de segundo orden de los análisis políticos he-
chos sobre el conflicto. A partir de esa “observación de observaciones” no
sólo daremos cuenta de los puntos ciegos y de los códigos binarios que
organizan las distintas interpretaciones, sino que también ofreceremos
nuestra propia lectura de esas observaciones. Para ello, la estrategia me-
todológica seguirá dos pasos específicos: en primer lugar, pondremos
en evidencia las paradojas que invisibilizan los análisis políticos y, en
segundo lugar, desmontaremos la jerarquía de las oposiciones binarias
que construyen tales interpretaciones.
La estructura del trabajo será la siguiente: en un primer momen-
to, daremos cuenta de los fundamentos que subyacen a la estrategia
luhmanniana de una observación de segundo orden. En segundo lu-
gar, sistematizaremos algunas de las codificaciones binarias que están
presentes en las diversas observaciones del fenómeno appo. Por últi-
mo, ofreceremos un ejercicio de deconstrucción1 de las codificaciones
antes enunciadas con el objetivo de explicitar los registros discursivos
de los cuales éstas forman parte. Por último, reconstruiremos la con-
cepción de la política que se encuentra en la base de cada una de las
observaciones abordadas.

La observación de segundo orden como estrategia de lectura

Comencemos ilustrando la forma en que opera una observación de segun-


do orden por medio de un ejemplo provisto por el propio Luhmann
(1993). El hecho concreto que refiere el sociólogo alemán alude a la po-
lémica admisión de homosexuales dentro del Ejército de Estados Uni-
dos de América a comienzos de los años noventa. Como consecuencia
de la visibilidad pública que tomó el caso, se elaboró un famoso informe

1 Sobre los propósitos comunes que comparten la observación de segundo orden y la deconstrucción,
véase Luhmann (1993).

© Flacso México
308 ◆ Carlos Durán y Guillermo Pereyra

televisivo que fue uno de los primeros en mostrar la complejidad del


problema y los desacuerdos profundamente divisivos que generaba.
El informe se concentraba en las discusiones que tuvieron lugar en el
Senado de Estados Unidos de América y en una serie de entrevistas
hechas a soldados y oficiales del Ejército. Una de las inquietudes que re-
velaba el caso era en qué medida la admisión o no de los homosexuales
podía debilitar o fortalecer a la institución castrense. Los argumentos que
se plantearon fueron de todo tipo y, para hacerlos más claros, los distintos
involucrados apelaron a una serie de distinciones específicas. La prime-
ra de ellas aludía al problema de si la expulsión de los homosexuales
estaba o no en conformidad con las garantías constitucionales (consti-
tucional/inconstitucional), la segunda, si la ley podía o no ser capaz de
controlar la violencia interna contra los homosexuales declarados (efec-
tividad/inefectividad de la ley), y, por último pero la más importante
de todas, aquella que distinguía a los heterosexuales “normales” de los
homosexuales “desviados” (heterosexual/homosexual).
En este contexto, es posible detectar claramente una variedad de ob-
servadores del caso: el sistema político, los senadores, el Ejército, in-
dividuos privados y funcionarios, homosexuales, mujeres y hombres,
etc. Luhmann afirma que esa heterogeneidad de posibles observaciones
vuelve necesaria la sospecha del supuesto de que todos esos sistemas
interpretativos

designan el mismo objeto cuando usan la distinción heterosexual/homo-


sexual. Lo estereotípico de la distinción conduce a la creencia de que todos
esos sistemas observan la misma cosa mientras que cuando se observa a
esos observadores se muestra que éste no es el caso. Cada uno de ellos
opera dentro de sus propias redes, cada uno de ellos tiene un diferente
pasado y un diferente futuro (Luhmann, 1993: 764).

De esta manera, el último pasaje impide que el conocimiento sea


entendido en términos de adecuación o de aprehensión de sentido: no hay
forma de justificar que una contrastación empírica —incluso hipo-

Derechos reservados
Observando a los observadores ◆ 309

téticamente modelizada— tenga la última palabra sobre el modo de


explicar un fenómeno social; y tampoco es posible captar la unidad
de sentido de una experiencia social por medio de una reducción
fenomenológica. Aquí surge un claro interrogante: ¿es posible con-
tinuar hablando de “conocimiento” y, más aún, de “comprensión”?
La respuesta de Luhmann a esta última pregunta es afirmativa. Es
más, conceptos en principio tan fuertes tales como los de “ciencia”,
“sociedad”, “realidad” y “verdad” aparecen de manera protagónica en
la propuesta luhmanniana, aunque, esta vez, entendidos de manera
radicalmente opuesta a la forma en que fueron utilizados por la epis-
temología tradicional (incluso la pospositivista).
Como señala Helga Gripp-Hagelstange (2004: 24), el reconoci-
miento de la distancia entre conocimiento y realidad no es para nada
nuevo. La novedad del planteamiento de Luhmann no se encuentra
sólo en el reconocimiento de esta imposibilidad sino más bien en: 1) las
variables contenidas en ella (la diferencia sistema/entorno; la operación
de distinción como una observación basada en un punto ciego; etc.), y
2) la disposición “productiva” de las paradojas que sustentan a dichas varia-
bles. Con este distanciamiento respecto de las formas tradicionales de
abordar el problema del desacoplamiento entre realidad y conocimien-
to, Luhmann ve posible la superación definitiva tanto de los enfoques
subjetivistas como objetivistas del conocimiento.

Nosotros lo que proponemos es sustituir la diferencia sujeto/objeto, por


la de sistema/entorno. Por un lado, esta distinción sigue perteneciendo
a la posición clásica del problema en la medida en que toma su punto de
partida de una diferencia, y en la medida en que permite que una parte
vuelva a reentrar en la otra. Sobrepasa, por otra parte, la posición clásica
del problema, porque revierte tanto la teoría del sujeto como la del objeto.
Esta posición puede sustituir la pregunta por el desacoplamiento del siste-
ma mediante cerradura, por la de la diferenciación de los sistemas, y puede
sustituir la premisa de un mundo común, por una teoría de la observación
de los sistemas que observan (Luhmann, 1999a: 72).

© Flacso México
310 ◆ Carlos Durán y Guillermo Pereyra

Tres tópicos permiten comprender el contenido de la afirmación an-


terior. El primero es lo que Luhmann llama una “desontologización de la
realidad”. El cuestionamiento luhmanniano de la distinción ontológica
ser/no ser impide “herir al mundo primeramente con esa distinción”, esto
es, buscar la unidad de sentido de la realidad (Luhmann, 1999c: 98-99).
“El conocimiento”, afirma Luhmann (1999a: 70), “es sólo posible por-
que no puede ponerse en contacto con la realidad”. Para entender esta
afirmación, es preciso inscribirla dentro de una concepción constructivis-
ta radical del conocimiento que asume su carácter autorreferencial. En
palabras de Luhmann:

Existe un mundo externo, lo que provoca que el conocimiento como una opera-
ción autónoma pueda ser guiado; pero no tenemos ningún tipo de acceso privile-
giado hacia él. El conocimiento no puede tener acceso a la realidad sino mediante
conocimiento. Se trata, con otras palabras, de un proceso autorreferencial. El co-
nocimiento sólo se puede conocer a sí mismo […] el conocimiento tiene que ver
con un mundo externo que permanece desconocido, y debido a ello debe apren-
der consecuentemente a ver que no puede ver lo que no puede ver (1999b: 93).

El segundo tópico es una “valoración epistemológica de la latencia” que


se hace posible con la consideración de un “punto ciego de la distinción”
utilizado en cada observación. Este punto ciego, lejos de ser una pertur-
bación, se convierte en una “garantía de mundo” (Luhmann, 1999a:
136; 1999c: 103). Su presencia significa que hay estructuras latentes
que no pueden ser observadas por las operaciones de sistemas autorrefe-
renciales. La consecuencia de esto es que sólo por medio de una observa-
ción de segundo orden es posible observar la observación de otro sistema
que observa, es decir, la manera en que opera a partir de un punto ciego;
pero esa observación de observaciones nunca deja de ser, en última
instancia, una “observación de primer orden” que no observa su propia
latencia (Luhmann, 1999a: 133).
El tercer y último tópico que nos interesa destacar permite distinguir
el constructivismo radical luhmanniano de una epistemología posposi-

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Observando a los observadores ◆ 311

tivista advertida del carácter teóricamente construido de la realidad. Se-


gún esto, la observación de segundo orden asume el carácter constitutivo
que tienen las paradojas en toda operación de distinción. Paradojas que
intentan ser sorteadas por el propio sistema para asegurar su operativi-
dad, pero de un modo que sólo genera más paradojas inobservadas. De
lo que se trata, entonces, es de comprender “cómo otro observador invi-
sibiliza sus propias paradojas, por ejemplo la de su propio código bina-
rio” (Luhmann, 1999c: 112). Todo sistema —al operar con la distinción
entre sistema y entorno— se fundamenta en el establecimiento de una
codificación binaria entre dos valores organizados jerárquicamente. Esta
distinción binaria no puede ser observada por el propio sistema. Ello se
debe a que en las operaciones inmediatas el sistema no necesita dirigirse a
los valores del código, y es suficiente para garantizar el despliegue de las
operaciones de distinción atenerse al código al que el sistema se ha con-
fiado siempre (Torres, 2004). En definitiva, en la observación de segundo
orden se observa “la distinción con la que el primer observador observa,
y cómo él en la realización de la observación de esta distinción no puede
distinguirla, y por tanto se observa lo que para él es inconsciente o per-
manece incomunicable” (Luhmann, 1999b: 109).
Volvamos al tema que nos compete. La protesta popular en Oaxaca
se muestra como un escenario en el cual las diversas partes involucradas
pugnan por imponer su propia visión acerca del conflicto: el gobernador
Ulises Ruiz y su insistencia en la ilegitimidad de la protesta social; los
activistas de la appo y su voluntad de protagonizar la gestación de un
nuevo poder social; las elites políticas y sus intrincados cálculos estratégi-
cos; los miembros de la Sección 22 del snte y sus reclamos magisteriales;
el gobierno federal y su interés por mantener el orden institucional, son
sólo algunos de los participantes en este abigarrado, complejo y multidi-
mensional escenario de crisis en el que se convirtió el estado de Oaxaca
durante largos meses.
Tras esta primera línea del conflicto aparecen los observadores de
la crisis en la forma de analistas que imprimen sus juicios en los me-
dios de divulgación masiva. La distancia con la que estos observadores

© Flacso México
312 ◆ Carlos Durán y Guillermo Pereyra

se disponen frente a los eventos les permite indagar las causas pro-
fundas e inmediatas del conflicto, el rol que cada uno de los actores
juega en la eventual solución del mismo, las responsabilidades que a
cada protagonista le caben en el origen y en la prolongación de la crisis.
Con mayor o menor hostilidad frente a los protagonistas del conflic-
to, estos observadores cuentan con la ventaja que les da situarse en
una relación de exterioridad frente a lo que se les presenta como un
“objeto” dispuesto a la investigación y al análisis.
Como vemos, la distancia entre las partes del conflicto y los ob-
servadores del mismo es la distancia que distingue a los actores de
los espectadores: mientras los primeros son agentes, los segundos
son receptores; mientras los primeros se someten al escrutinio, los
segundos son los jueces. Y, sin embargo, ¿es esto así? En las páginas
precedentes hemos ofrecido —a través de una breve alusión a la estra-
tegia de la observación de segundo orden propuesta por Luhmann—
un enfoque que asume la imposibilidad de entender la investigación
social como una labor capaz de determinar la lógica subyacente a
fenómenos tales como el de la protesta social de 2006 en Oaxaca.
Toda observación opera desde lugares de enunciación que determi-
nan en gran medida aquello que se observa, que alumbran aquello
que se quiere observar y que proyectan sombras sobre aquello que no
se puede observar.
En lo que sigue, nuestra labor será detenernos en algunos de los
ejes centrales a partir de los cuales los observadores del conflicto
oaxaqueño desplegaron su mirada: ¿de qué manera es entendida la
crisis? ¿cuáles son las dicotomías sobre las que se sostiene la mirada
de los analistas en torno al fenómeno de la appo? Estas son las pre-
guntas que intentarán responderse en lo que sigue, para lo cual nos
concentraremos en tres tópicos recurrentes en la lógica de los análisis
que se ofrecieron sobre la crisis oaxaqueña: el estatuto maximalista
de la demanda de la appo, la oposición entre legalidad y legitimidad
y la contradicción entre la protesta social y la vigencia del estado de
derecho.

Derechos reservados
Observando a los observadores ◆ 313

Representación de intereses/demanda maximalista

Con independencia de las causas profundas que se atribuyen al surgimien-


to de la appo y a la gestación de la crisis política del Estado oaxaque-
ño, existe un denominador común en la explicación de la instancia
que activó el conflicto. Este hecho remite al intento fracasado de des-
alojo del plantón magisterial efectuado en el zócalo de la ciudad de
Oaxaca (Rodríguez, 2006a; 2006b; Osorno, 2006; Velasco, 2006; Gar-
fias, 2006a). ¿Cuáles son los motivos que se aducen para determinar a
este evento como el momento específico de activación de la crisis?
Lo que vuelve al conflicto una situación singular —distinguible de la
larga tradición de protesta social y demandas gremiales efectuadas duran-
te la hegemonía priista (Velasco, 2006)— es el paso desde una situación
de conflicto gremial caracterizada por la existencia de una demanda de-
limitada de mejora salarial hacia un estallido de demandas fuertemente
heterogéneas entre sí. Es decir, en el origen de la protesta hubo un apa-
rente y usual conflicto de intereses que derivó luego en un estallido social
incontrolable. La transición desde un momento a otro del conflicto segu-
ramente no habría tenido lugar durante el período de hegemonía del Par-
tido de la Revolución Institucional (pri), en el cual cualquier demanda
de carácter igualitarista era o bien absorbida por el sistema de un modo
transformista, o bien se respondía a ellas con una brutal represión. En el
caso oaxaqueño, el único punto de encuentro entre esa heterogeneidad
de demandas se produjo a través de una exigencia de tipo maximalista2 el
pedido unánime de renuncia del gobernador Ulises Ruiz (Garfias, 2006;
Osorno, 2006; Caporal, 2006a; 2006b; Sarmiento, 2006).
Reconstruyamos el núcleo del argumento que señala el carácter maxi-
malista de la demanda y mostremos sus distintas aristas. De acuerdo con
ello, el hecho que la emergencia de la appo constituya un síntoma inequí-
voco de una crisis política de envergadura se debe a que la demanda que

2 El término “demanda maximalista” deriva menos de nuestra impresión del conflicto que de la apre-
ciación generalizada que tuvieron sobre el mismo la mayoría de los analistas políticos. Estos últimos

© Flacso México
314 ◆ Carlos Durán y Guillermo Pereyra

articuló la heterogeneidad de expresiones internas resultó improcesable


por el sistema político, puesto que lo que se impugnó es la figura misma
de la autoridad estatal. Obsérvese entonces lo siguiente: mientras el con-
flicto magisterial es entendido como la expresión de un conflicto secto-
rial de intereses potencialmente procesable por el sistema político, la sola
existencia de la appo expresa una situación crítica o dislocatoria. Ello, por
cuanto no existe posibilidad de solución endógena de una demanda que
en sí misma rompe toda posibilidad de procesamiento diferencial.3
Como vemos, el grado cero de la crisis opera en el momento en
que —como resultado de la fallida acción policial— un conflicto que
puede ser encauzado en los términos de una representación de intereses
convencional deriva en una crisis en la cual la demanda de la appo ope-
ra en los términos de un juego de suma cero sin espacio posible para la
negociación con el sistema institucional.
La codificación binaria —sustentada en la distinción entre un con-
flicto de intereses eventualmente procesable y una crisis social impro-
cesable— se sostiene en la naturaleza de la demanda que se encuentra
en la base de la situación ofrecida al análisis. Mientras la demanda gre-
mial contiene una naturaleza determinable, acotada y, por consecuen-
cia, procesable, la demanda maximalista fundada en la exigencia de la
renuncia del gobernador se sitúa por fuera de todo marco posible de
negociación. Dicho en otros términos, la emergencia de una demanda
maximalista interrumpe la negociación y, en consecuencia, la política
en su dimensión institucional. En ello están de acuerdo, considerando
algunos matices, las diferentes propuestas de análisis que hemos referi-
do hasta el momento.

entendían la exigencia de la renuncia de Ruiz como una demanda que trascendía tanto los límites de
lo procesable por el sistema político como el juego de intereses corporativos.
3 Por “procesamiento diferencial” entendemos, siguiendo el planteo de Laclau (2005), la posibilidad
que una demanda sea atendida sin antagonismos por el sistema político en su propia particularidad.
Aquí cabe una aclaración: la remisión al carácter improcesable de la demanda de la appo sólo lo es en
relación con el sistema político oaxaqueño, pues a nivel federal se encuentra contemplada la posibi-
lidad institucional de remoción de los gobiernos locales.

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Observando a los observadores ◆ 315

Observemos ahora en detalle las distintas interpretaciones que se


ofrecen sobre esta situación crítica. Para algunas lecturas (Caporal, 2006b),
esta instancia se entiende como la consecuencia de un sistema político
ineficaz que no puede establecer mecanismos institucionales sólidos y cer-
teros de representación de intereses y de procesamiento de los mismos.
La imposibilidad de tramitar el conflicto magisterial, primero, y la inexis-
tencia de mecanismos institucionales para procesar diferencialmente las
demandas heterogéneas, segundo, constituyeron según este criterio el
marco de posibilidades para la emergencia del fenómeno appo.
En esta misma línea analítica se ubican las observaciones que iden-
tifican los efectos que genera —sobre un sistema político en proceso de
consolidación democrática— una coyuntura electoral como la vivida
en México durante el 2006. De acuerdo con estas lecturas, la fragilidad
del sistema político impedía obviar las consecuencias electorales de cor-
to plazo que podía generar cualquier intervención sobre un conflicto
primero latente y luego resueltamente desatado. Los autores argumen-
taron que los cálculos electorales de los actores políticos —en especial
aquellos afincados en el complejo cuerpo partidista del pri— habrían
impedido generar acciones concertadas de resolución del conflicto (Ve-
lasco, 2006; Valencia, 2006a; Garfias, 2006a).
Por último, también existen aquellas perspectivas que observan vi-
cios de representación en el interior del gremio docente; problemas que,
por una parte, están asociados con el estrecho vínculo que existe entre
sus cálculos estratégicos y los intereses políticos de las distintas fracciones
del pri (Valencia, 2006b; Caporal, 2006a). Y, por otra, con la existencia
en el interior del cuerpo magisterial de un interés por el desbordamiento
del conflicto, más allá de la solución o no de la demanda original que
activa la crisis oaxaqueña (Rodríguez, 2006a; Garfias, 2006a).
En definitiva, lo que ofrece esta distinción analítica entre movi-
mientos que emergen como efecto de la representación de intereses y
aquellos activados por una demanda de tipo maximalista de contenido
heterogéneo es un criterio de demarcación conceptual de una instan-
cia límite más allá de la cual se expresaría una crisis entendida como

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316 ◆ Carlos Durán y Guillermo Pereyra

imposibilidad de procesamiento. Y, en consecuencia, como una crisis


que sólo se puede resolver por medio de la intervención de instancias
externas a la propia lógica del sistema. El pedido de renuncia de Ruiz
que identifica a la appo constituye, en sí misma, una exigencia que sin-
tomatiza la situación crítica que se inaugura una vez que la demanda
salarial levantada por el gremio docente local no pudo ser eficazmente
procesada.

Legalidad/legitimidad

Para la inmensa mayoría de los analistas del conflicto oaxaqueño, la


exigencia de la renuncia de Ulises Ruiz fue una demanda compren-
sible e incluso algo en lo que se podía estar de acuerdo sin mayores
dificultades. Algunas de las cualidades que suelen acompañar las refe-
rencias al gobernador oaxaqueño son la ineptitud en la conducción de
los asuntos del Estado y del conflicto magisterial que desató la crisis,
una dudosa reputación en cuanto al uso de los recursos públicos y se-
veros problemas de legitimidad de origen. De hecho, gran parte de los
análisis coinciden en señalar al sistema político del Estado en general,
y al gobierno de Ruiz en particular, como responsables ineludibles de
la larga crisis de 2006 (Garfias, 2006; Dresser, 2006; Caporal, 2006a;
Valencia, 2006a).
En consonancia con esta perspectiva, la demanda que unificaba a
los miembros de la appo podía ser asumida como una protesta que
contenía algún grado de legitimidad, es decir, una demanda fundada en
razones compartidas por los observadores de la crisis. Y, sin embargo,
esto es así sólo parcialmente: más allá de la legitimidad de la exigencia
planteada, los mecanismos por los cuales ésta se expresaba, las acciones
que acompañaban la demanda y los instrumentos de presión utilizados
para su cumplimiento escapaban al marco de legalidad exigido por el
sistema institucional. La destitución de un gobernador como efecto de
la presión popular, por muy certeras que fueran sus razones, implicaba

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Observando a los observadores ◆ 317

una decisión que desbordaba los cauces de la legalidad. Y si dicha deci-


sión era la respuesta a formas de presión que atentaban contra las reglas
básicas de la convivencia social, la eventual legitimidad de la exigencia
en cuestión se diluía completamente ante la necesidad de sostener la
primacía incuestionable del imperio de la ley.

La appo sigue insistiendo en la renuncia del gobernador de Oaxaca Ulises


Ruiz. El secretario de Gobernación, Carlos Abascal, mantiene sus mesas de
negociación, pero éstas no llevan a nada ni pueden hacerlo, ya que lo que
pide la appo, la destitución del gobernador, es algo que, aunque se hacía
en los tiempos de Carlos Salinas, no lo puede hacer legalmente el gobier-
no federal […] Cuando un movimiento político es pacífico y democrático,
cuando se ajusta a la ley y busca convencer con la razón, debe enfrentársele
con argumentos. Pero cuando no es democrático, cuando no pretende con-
vencer sino imponer, y cuando viola los derechos de terceros para presionar
a la autoridad y para que se le satisfagan sus deseos, el diálogo no es opción
(Sarmiento, 2006: s/p).

En los análisis del conflicto oaxaqueño, la evaluación de las posibi-


lidades de solución variaba desde posturas que demandaban una solu-
ción política hasta las que, como la recién referida, sostenían la necesidad
de un estricto apego al uso de las herramientas legales con las que cuenta
el Estado en su condición de monopolizador del uso legítimo de la fuerza.
En todos estos análisis, sin embargo, el diagnóstico es el mismo: la situa-
ción que dota al conflicto de una dimensión crítica es el hecho que la
eventual legitimidad de la demanda que lo originó se diluyó una vez que
los cauces utilizados para transmitirla traspasaron el límite de lo legal-
mente aceptable. En palabras de Ramírez:

El problema real no es si el gobernador oaxaqueño decide solicitar licencia o


si se queda. De hecho, esta decisión sería el asunto menor, una contrariedad
superable. Lo grave es que el conflicto se dejó crecer por falta de compresión
de lo que es una crisis política que rompe la funcionalidad del Estado y de

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318 ◆ Carlos Durán y Guillermo Pereyra

las reglas del poder y que aún ahora todo se quiere hacer girar en la decisión
sencilla de dejar o sacar a Ulises Ruiz del poder (Ramírez, 2006: s/p).4

En definitiva, la gravedad de la crisis oaxaqueña radicaba en el hecho


que una demanda razonable y compartida por muchos —o perfectamen-
te comprensible por cualquier analista sensible a la situación política en la
cual se incubó el conflicto—, se encauzó por el camino de la ilegalidad.
Constatando esta dirección, los visos de legitimidad de la demanda se
diluyeron ante la primacía de una relación entre legalidad y legitimidad
en la cual la primera determina y regula el contenido de la segunda.

Libertad/protesta social

Cada mes de julio se celebra en la ciudad de Oaxaca la tradicional festi-


vidad conocida como Guelaguetza, la cual tiene amplias repercusiones
para las actividades turísticas y la activación de la economía regional.
Pero en el 2006 este evento fue boicoteado por la appo y, como resulta-
do de ello, el mismo debió ser suspendido por decisión del gobernador
Ulises Ruiz.
La mayor parte de los comentarios y análisis políticos generados en
torno a la suspensión de la Guelaguetza coincidieron en ver en este he-
cho una clara manifestación de los niveles críticos a los que había con-
ducido el activismo de la appo. Dos argumentos fueron invocados para
señalar este hecho: por un lado, la suspensión del evento implicaba
renunciar a una derrama económica segura para la región; por otro, el
conflicto había sido conducido a un punto en que las libertades indivi-
duales —la libertad de empresa y la libertad de reunión— comenzaban
a ser severamente afectadas por el curso de la protesta. “El pueblo y el
turismo nacional y extranjero no tienen por qué pagar los costos de una
inconformidad social” (citado en Altamirano, 2006), afirmaba un líder

4 Resaltado en el original.

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Observando a los observadores ◆ 319

empresarial en consonancia con la alarma de la mayoría de los analistas.


De acuerdo con esto, el conflicto había llegado a un límite en el cual la
libertad individual cedía frente a la radicalidad de la protesta appista y
la incapacidad del gobierno estatal para impedir que la misma afectara las
garantías básicas de los ciudadanos oaxaqueños.
La interrupción de la festividad de la Guelaguetza, sin embargo,
no constituyó el único evento en el que los analistas ponderaron la
radicalidad de una crisis. En todo caso, la suspensión de este evento
fue el punto crítico que condensó un descontento inicial generaliza-
do. Ya desde el inicio del conflicto, voces alarmadas indicaban cómo
el reconocido derecho a la movilización social y a la protesta pública
generaba el efecto no deseado de entrar en contradicción con el dere-
cho de los oaxaqueños a desarrollar sus labores cotidianas libremente
(Rodríguez, 2006a; Osorno y Rodríguez, 2006; Caporal, 2006b; Vera
y Vera, 2006; Ramírez, 2007a y 2007b). La ocupación física del centro
de la ciudad por parte de los manifestantes, los recurrentes bloqueos de
las vías de circulación, el cierre de unidades comerciales, la ocupación
de radiodifusoras fueron argumentos recurrentes para indicar la radi-
calidad de un conflicto que había trascendido y subvertido los cauces
institucionales.
Con la constatación de los efectos que producía sobre la población
oaxaqueña el conflicto entre la appo y el gobierno estatal, los analistas
mediáticos calibraban el nivel de una crisis política que había derivado
en la suspensión del imperio de la ley y, en consecuencia, en la limitación
de las certezas básicas que un sistema político democrático debe otorgar
a sus ciudadanos. El punto de tensión entre libertades individuales y
protesta social se hacía manifiesto en el hecho que, a fin de cuentas, los
principales afectados por el conflicto fueron los ciudadanos. Tal como
lo señala un acérrimo opositor a las protestas appistas,

los grupos radicales de la appo […] violaron sus garantías individuales por-
que les expropiaron su territorio, violaron sus derechos a la libertad porque
los ciudadanos no podían circular en la zona franca de la appo, su derecho a

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320 ◆ Carlos Durán y Guillermo Pereyra

la propiedad porque en esa zona operó una comuna popular. La appo impi-
dió que los ciudadanos tuvieran derecho a la legalidad y seguridad jurídica
porque hubieron de pagar impuestos revolucionarios y cuotas para poder
arribar a sus casas (Ramírez, 2007a: s/p).

Como efecto de lo expresado anteriormente, y más allá del grado de


beligerancia expresado en el pasaje anterior, las observaciones del fenó-
meno coinciden en colocar frente a frente, en una relación de tensión
irresoluble, el derecho a la protesta social y las garantías individuales.
Esto lleva a los analistas a señalar al unísono la forma en que la primera
no logró ser conducida por cauces que la hicieran compatible con el
principio básico de la libertad individual.

Política de la demanda, demanda de política

Tal como ya lo señalamos, la lectura de la crisis de Oaxaca como una


crisis política severa, radica en el hecho que lo que se hallaba en con-
flicto no era la oposición entre una demanda emergida del mundo
social y el sistema institucional, sino que más bien la oposición entre
un sistema institucional y una demanda configurada a partir de la ne-
gación misma del sistema institucional. La exigencia appista en torno
a la renuncia de Ruiz, así, constituía una demanda que trascendía a un
mero “conflicto de intereses” y, por lo tanto, debía de ser entendida
como una demanda que suspendía la normalidad del orden político-
institucional del estado de Oaxaca.
Dos son las posibilidades de lectura que se desprenden de este diag-
nóstico. Por una parte, la constitución de una organización identificada
en torno a una demanda de tipo maximalista indica una interrupción
de la dinámica político-institucional. Desde esta perspectiva, el mo-
mento de surgimiento de la appo devendría en la interrupción de la
política misma, en la medida en que el procesamiento de sus exigencias
no puede ser realizado de manera endógena a su propia lógica. Pero

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Observando a los observadores ◆ 321

también, por otra parte, esto podía ser entendido como instancia de
vinculación espuria entre intereses y demandas “objetivas” de la socie-
dad oaxaqueña, por una parte, e intereses políticos “oscuros” que de
ninguna forma han de ser vistos como representativos de lo que sería el
verdadero interés del cuerpo social movilizado en torno a la demanda
en cuestión. Sin embargo, en ambas posibilidades de lectura opera la
misma lógica de oposición entre una demanda situable en un espacio
social claramente determinado —la demanda magisterial— y una de-
manda que no se encuentra alojada en un espacio determinable.
El problema que genera este último tipo de demandas consiste en
su fuerte ambigüedad: mientras que por una parte emerge como una
exigencia desde “lo social”, por otro lado presenta un contenido “polí-
tico” que la desinscribe de sus lugares originarios de emergencia; mien-
tras que por un lado es una exigencia que interpela al orden institucional,
su expresión se produce desde fuera del sistema institucional.
¿Qué concepción de la política subyace en los planteos de los analistas
del conflicto? En primer lugar, lo que la mayoría comparte es una visión
representacionalista de la política gobernada por la existencia de intereses
sociales preconstituidos. En otras palabras, a la política le precede una
esfera de intereses sociales que deben ser fielmente expresados por las ins-
tituciones representativas. La transición entre intereses y representación
política debe ocurrir sin sobresaltos o cortocircuitos. En segundo lugar,
esta concepción representacionalista de la política establece una estricta
separación conceptual entre grupos sociales organizados y grupos popula-
res desorganizados. La política sólo puede ser un espacio donde converjan
grupos sociales con intereses claramente constituidos. Como ya adelanta-
mos, la appo sería una agrupación que excede los límites de la razonabi-
lidad política porque no es posible determinar con claridad los intereses
que persigue, dada su heterogeneidad interna y la ausencia de un centro
racional capaz de poner un límite a sus demandas maximalistas.
El problema con esta visión de la política es que deja fuera de ella a la po-
lítica misma. Específicamente, es posible detectar dos oposiciones binarias en
la concepción de la política de los observadores que urgen ser deconstruidas.

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322 ◆ Carlos Durán y Guillermo Pereyra

En primer lugar, tenemos la dicotomía que distingue entre intereses


objetivos y demandas maximalistas. Esta oposición supone que es posi-
ble determinar la presencia de intereses perfectamente delimitables en
su significación y contenido. En otras palabras, mientras los intereses
sectoriales son claros y homogéneos, las demandas maximalistas popu-
lares son vagas y heterogéneas. Pero la política nunca es la expresión de
una transparencia que pueda determinar qué intereses son más claros
que otros; de hecho, la política es siempre el espacio de una batalla
semántica que tiene por objeto darle un significado pasajero a las cosas
(Laclau, 1993). Si la política es la expresión de una lucha de interpreta-
ciones en la que jamás se llegará a una solución transparente y objetiva,
entonces, no sólo es imposible distinguir con exactitud entre intereses
objetivos y demandas maximalistas, sino que además las demandas de
la appo no serían externas a la política.
La afirmación anterior requiere una matización. Cabe aclarar que
hay analistas que ven en la protesta de la appo un hecho eminente-
mente político. Atendamos a la siguiente afirmación:

La orden [de renuncia de Ulises Ruiz por parte de la appo] es clara: esto
no es una demanda laboral ni social. Es absolutamente política. Y ello con-
lleva enfrentamiento entre los partidos, con el gobierno federal y más que
nada, atiza el fuego propiciatorio para que Calderón no sea feliz durante su
toma de posesión. Tal como quiere amlo [Andrés Manuel López Obrador]
(Cremoux, 2006: s/p).

Sin embargo, esta imputación que refiere al carácter político de la


demanda appista reproduce la visión transparente o representaciona-
lista de la política a la que antes hicimos mención. Porque la política
que hace la appo según Cremoux es la “baja política”, la política de los
intereses oscuros cuyo problema radica en que no pueden ser digna-
mente representados en un espacio común institucional. De hecho, el
problema con los manifestantes de la appo es que no sólo son incapaces
de entender que el contenido de la política sólo puede ser expresado

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Observando a los observadores ◆ 323

por reglas institucionales claras y certeras; el dilema fundamental es que


sus miembros ni siquiera saben lo que quieren:

la appo no se ha caracterizado por la solidez de sus argumentos ni por la


hondura de sus ideas. Entrevistados cuatro de sus dirigentes el pasado 12
de octubre en Canal 34 de TV, ignoraban porqué su marcha, plantón, mi-
tin y happening habían sido encabezados por las gigantescas fotos de Marx,
Engels y Lenin. La profesora Jacqueline López Almazán, representante de la
Sección 22, con una mueca dio la palabra a Samuel Hernández, quien dijo
que estaban esas fotos como un símbolo del sitio al que quieren llegar: un
comunismo rural (Cremoux, 2006: s/p).

Evidentemente, los dirigentes dieron una respuesta a la pregunta


que se les efectuó —cuestión diferente es si Cremoux no tolera esa res-
puesta. Esto nos lleva a la segunda dicotomía, aquella que distingue entre
grupos organizados y grupos populares desorganizados, sin metas claras
o precisas.
De acuerdo con el argumento de los analistas, la appo es una masa
de revoltosos desprovista de un centro de decisión y conducción. De
hecho, según Cremoux, el símbolo del comunismo rural no es una meta
política digna de llamarse así. Efectivamente, argumentos como los de
Cremoux se basan en una distinción binaria pura capaz de diferenciar
entre los grupos dignos de ser considerados políticos —porque tienen
una organización y unos intereses claros— y los grupos populares que
no saben lo que quieren. Como ya dijimos, una política posfundamen-
talista desconfía de la existencia de grupos sociales con intereses previos
a la representación política. Lo que una voluntad colectiva demanda es
siempre el resultado de una construcción retroactiva de significación
(Laclau, 2005). Esto es lo mismo que decir lo que ya hemos puntuali-
zado anteriormente: no se puede concebir una transición prístina entre
interés, grupo y representación; todo interés surge como consecuencia
de su articulación en una demanda específica, que nunca podrá elimi-
nar totalmente la huella de su vaguedad y ambigüedad constitutivas.

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324 ◆ Carlos Durán y Guillermo Pereyra

Legitimidad(es)

La forma en que se estructura la segunda dicotomía también presenta al-


gunos problemas. Ya vimos que los analistas no postulan la existen-
cia de una oposición pura entre legalidad y legitimidad. En el caso
de la primera dicotomía, optar por uno de los polos implicaba nece-
sariamente desestimar el otro —el carácter maximalista que tomó la
protesta no habría tenido lugar si el conflicto se hubiera expresado
en la forma de una oposición de intereses negociables. Al contrario
de esto, la mayoría de los analistas sostienen que no existe una con-
tradicción necesaria entre legalidad y legitimidad sino, más bien,
una relación de subordinación jerárquica. Según esto, sólo es legíti-
ma una demanda que está en conformidad con la ley. Atendamos al
siguiente pasaje:

El gobierno federal resistió fuertes presiones de quienes, con el argumento


legítimo de garantizar la seguridad y el orden, le exigían restablecer el
estado de derecho. Pero al mismo tiempo desatendió la demanda de quie-
nes pusieron como condición la renuncia del gobernador. Hasta ahora,
cuando la situación se ha complicado en extremo, se tomó la medida más
indeseable.
México necesita certidumbre. Esperemos que el paso dado ayer [29 de
octubre de 2006, día en que ingresó la pfp a Oaxaca] por el gobierno fe-
deral sea sólo el tránsito para restablecer la normalidad democrática en el
estado sureño, pero también el inicio para atender las demandas populares
que detonaron el conflicto. Habrá que hacer un balance para deslindar
responsabilidades entre todos los actores que complicaron la situación (El
Universal, 2006a: s/p).

De lo anterior podemos deducir que, en principio, no habría por


qué considerar una demanda popular como ilegítima. De hecho, pode-
mos ver que el editorial referido está de acuerdo con que el Estado
debió dar algún tipo de solución a las demandas appistas. Sin embargo,

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Observando a los observadores ◆ 325

su legitimidad se vio erosionada en el momento en que pusieron en


peligro la seguridad y el orden legal.5
Retomemos los dos argumentos más importantes que explican la fal-
ta de legitimidad del accionar appista: 1) el divorcio entre el pedido de
renuncia de Ruiz y los cursos legales por los cuales se debió expresar
esa demanda al sistema político; 2) la presentación de la appo como
un componente parcial de la sociedad que aspiró, sin embargo, a ser
concebido como la única totalidad legítima de la sociedad. Estos dos
tópicos son problemáticos para los analistas porque, por un lado, las
demandas de la appo eran ilegítimas por ser ilegales y, por otro, porque
éstas cuestionaban el principio fundamental de una democracia liberal
fundada en el derecho, a saber: todos los ciudadanos cuentan como uno
y sólo uno. El accionar político de la appo erosionó el principio jurídico
de la igualdad fundado en la libertad: si todos los ciudadanos cuentan
como uno y sólo uno, en consecuencia no puede haber ningún sector
que se arrogue la representación de los intereses de la sociedad como
un todo. Como afirma el mismo editorial al que antes nos referimos:
“La situación es sumamente delicada, los ánimos están exacerbados y la
sociedad agotada por un conflicto descompuesto por los excesos parti-
culares, la intromisión de intereses políticos ajenos y la intransigencia
de ambas partes” (El Universal, 2006a: s/p).
Esos “excesos particulares” constituyen, a su vez, una amenaza para la
seguridad pública o, lo que es lo mismo, para el orden constitucional:

El orden constitucional debe quedar a salvo en la solución. La exigencia so-


cial de evitar excesos por parte de la autoridad, como los ocurridos el 14 de
junio en el intento de desalojo, ha sido atendida. Pero ninguna ciudad mexi-
cana puede ser impunemente asaltada por una muchedumbre, ni sus edificios

5 Esto no quiere decir que el accionar del gobierno federal se haya ajustado al imperio de la ley. Es
sabido que las fuerzas federales enviadas a sofocar la protesta incurrieron en graves violaciones a los
derechos humanos de los detenidos. Hay testimonios de que el accionar federal provocó la desapa-
rición forzosa de personas, hecho que indudablemente pone a la legalidad entre paréntesis (Cruz
Santiago, 2007; Cuevas Córdova, 2007; La Jornada, 2006).

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326 ◆ Carlos Durán y Guillermo Pereyra

públicos y privados ocupados indebidamente y dañados premeditadamente,


ni sus caminos cerrados, ni sus vehículos incendiados, ni su vida entera alte-
rada (El Universal, 2006b: s/p).

Las afirmaciones anteriores se inscriben en una noción estrecha de


la política en la cual lo que es “político” o “no político” está determinado
de antemano por el derecho. Este argumento tiene, a nuestro juicio,
dos problemas.
El primero es que la puesta en marcha de una regla siempre ope-
ra con base en una interpretación contextual que siempre es política. De
acuerdo con el segundo Wittgenstein, una regla no puede preexistir al mo-
mento de su aplicación porque la regla es sólo la instancia pragmática
de su uso, y cada momento de interpretación de la regla la modifica
como tal (Laclau, 1993: 218). En otras palabras, seguir una regla no
puede consistir en seguir, al mismo tiempo, una regla de aplicación de la
regla, porque todo seguimiento de la regla involucra un uso contextual que
no puede ser derivado de un criterio legal superior. Esto quiere decir
que la legalidad no puede ser un criterio superior que determine la legi-
timidad de una acción porque la misma legalidad deriva su significado
de sus usos e interpretaciones contextuales. Debido a esto, no puede
haber entre la legitimidad y la legalidad un vínculo de subordinación
jerárquica sino, más bien, una relación de articulación política. Según
esto, una ley no es legítima porque sea legal sino porque ha sido polé-
micamente interpretada de una manera que se presenta como la única
lectura (legítima) posible. Para los analistas políticos, la legitimidad sólo
puede emanar de la legalidad, pero esta afirmación ya supone un único
modo legítimo de concebir a la política como una objetividad equiva-
lente al derecho.
En segundo lugar, si lo político es el locus de sucesivas interpreta-
ciones polémicas sobre la legitimidad del poder, entonces la brecha
que introduce la protesta appista entre el cuerpo de todos los ciuda-
danos y el pueblo como los legítimos representantes de esa totalidad
no puede ser jurídicamente subsanada. La lógica de lo legal entiende,

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Observando a los observadores ◆ 327

como hemos visto, la comunidad política como un espacio homogé-


neo que otorga legitimidad universal a todas las demandas legales. Entre
universalidad, legalidad y legitimidad existe una relación de contigüi-
dad: sólo pueden ser consideradas legítimas aquellas acciones que se
enmarcan dentro de las leyes universalmente válidas. El accionar de la
appo fractura esa homogeneidad jurídica por dos motivos: 1) la protes-
ta popular pone en evidencia que la legalidad ha perdido legitimidad
porque las leyes están al servicio de los intereses particularistas de las
elites gobernantes; 2) en consecuencia, sólo la appo, o los excluidos
de ese orden, puede ser el legítimo representante de la totalidad de los ciu-
dadanos de Oaxaca.
Esto último no quiere decir que los integrantes de la appo sean los
verdaderos y únicos representantes de la ciudadanía oaxaqueña. La
política no tiene que ver con verdades empíricamente comprobables
sino más bien con luchas de sentido. El conflicto oaxaqueño es una
muestra clara de que el litigio político por antonomasia es aquel que
se refiere a la disputa de los significados que determinan qué es con-
siderado legítimo y qué no. En este sentido, la idea que asumen los
analistas del conflicto según la cual hay una prioridad innegociable
de la legalidad sobre la legitimidad es insostenible una vez que se en-
tiende a lo político como un espacio de redefinición constante de los
ordenamientos legal-institucionales que determinan las cargas socia-
les (Rancière, 1996; Laclau, 2005).

La igualdad como distorsión de la libertad

En la tercera dicotomía, los analistas conciben la política —como en el


caso de la primera antinomia— como un espacio fracturado por dos ló-
gicas mutuamente excluyentes: la libertad de ejercer plenamente los pla-
nes de vida individuales y la protesta social fundada en el principio de
la legitimidad popular. Ya vimos que la única solución posible que los
analistas observan en este conflicto consiste en la articulación jerárquica

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328 ◆ Carlos Durán y Guillermo Pereyra

de ambos polos. Es decir, siempre que exista un conflicto entre libertad


y protesta social, esta tensión debe resolverse a favor de la primacía de
la primera sobre la segunda.
El fundamento ideológico de esta solución guarda algunas similitu-
des con el argumento que está en la base de la dicotomía anterior. En
una visión liberal clásica de la política, ésta es concebida como un espacio
homogéneo gobernando por el principio de que todos cuentan como
uno y sólo uno. Cualquiera que cuestione este principio por medio de una
dicotomización del espacio social —por ejemplo, entre los privilegiados
y “los de abajo”— debe ser “puesto en su lugar”. Esto es, en el lugar que
el orden de la cuenta de la comunidad le asigna por definición: el de ser
un ciudadano que no puede asumir un lugar privilegiado en la totalidad
del cuerpo político.
Las sucesivas protestas y manifestaciones que tuvieron lugar con la
irrupción de la appo cuestionaron esta concepción diferencial de la po-
lítica por medio de una desclasificación de ese orden homogéneo. Para
dar cuenta de esto, retomemos el caso de la suspensión de la festividad
de la Guelaguetza y la interpretación que sobre este conflicto ofrecieron
los analistas políticos. Según éstos, la interrupción de esta fiesta daba
clara cuenta de los niveles alarmantes que alcanzó un conflicto que
atentó contra la libertad de cada ciudadano oaxaqueño de participar de
un evento que le pertenece a todos.
¿Qué justificación brindaron los integrantes de la appo para llevar a
cabo la interrupción del evento en cuestión? El argumento de los mani-
festantes pone en evidencia la fractura del espacio homogéneo de la vida
institucional. Según ellos, la Guelaguetza dejó de ser la fiesta de la tota-
lidad del pueblo oaxaqueño porque en ella estaba ausente precisamente
el pueblo. En otras palabras, no tenía sentido llevar a cabo una festividad
popular si el pueblo ya no participaba en ella (Rock Sonora, 2006).
El escándalo que generó la suspensión de la Guelaguetza condensa
el escándalo propio de la política. Ese escándalo, según Rancière, tiene
lugar cuando un sector particular de la sociedad —la parte de los que no
tienen parte, el pueblo— “se atribuye como parte propia la igualdad que

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Observando a los observadores ◆ 329

pertenece a todos los ciudadanos” (1996: 23). Quienes suspendieron la


Guelaguetza no eran ni empresarios, ni funcionarios, ni intelectuales, ni
ningún otro sector específico de la comunidad, sino una masa indiferen-
ciada de individuos que no son nada en particular. Para comprender esto,
atendamos una vez más a Rancière:

el pueblo se identifica con el todo de la comunidad. Lo que no tiene par-


te —los pobres antiguos, el tercer estado o el proletariado moderno— no
puede, en efecto, tener otra parte que la nada o el todo. Pero también es a
través de la existencia de esta parte de los sin parte, de esa nada que es todo, que
la comunidad existe como comunidad política, es decir dividida por un liti-
gio fundamental, por un litigio que se refiere a la cuenta de sus partes antes
incluso de referirse a sus “derechos”[…]
Es así que, para gran escándalo de la gente de bien, el demos, el revoltijo de la
gente sin nada, se convierte en el pueblo, la comunidad política de los […]
libres, la que habla, se cuenta y decide (1996: 23).

Extraigamos las consecuencias de esta última afirmación para com-


prender el accionar de la appo. Lo que verdaderamente está en conflic-
to en las movilizaciones appistas no es una tensión entre dos derechos
—el de la libertad y el de protestar— sino el litigio fundamental de la
política por el cual una parte se apropia de la igualdad que todos los
ciudadanos comparten simétricamente. En otras palabras, la protesta
de la appo pone en evidencia que la política es algo más que el locus de
un ordenamiento jerárquico de derechos; es también la subversión de ese
orden por medio de la interrupción suplementaria de una parte de los
sin parte que desestabiliza todo intento de establecer dicotomías puras
y jerárquicas. Y, en este marco, la suspensión de la Guelaguetza es un
hecho particular que condensa la desclasificación de los órdenes bina-
rios fundados en la pureza de sus partes componentes. ◆

© Flacso México
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to”, Vértigo, núm. 291, 15 de octubre. de consulta: 4/2/2008).

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Acerca de los autores

Julio Aibar

Es doctor en Ciencias Sociales con orientación en Ciencias Políticas por la Flacso, Sede
México y profesor-investigador en la misma institución. Recientemente coordinó el
libro Vox Populi. Populismo y democracia en Latinoamérica, editado por la Flacso
México en 2007 donde, además, participa con el ensayo “La miopía del procedi-
mentalismo y la presentación populista del daño”; en Carlos de la Torre y Enrique
Peruzzotti [eds.], El retorno del pueblo. Populismo y nuevas democracias en América
Latina, Flacso Ecuador, 2008, publicó “Sobre alquimistas e imaginadores. Populismo
y Nación”. Líneas de investigación: populismo y la nueva izquierda latinoamericana,
la teoría política y el análisis del discurso político.

Javier Contreras Alcántara

Es maestro en Ciencias Sociales por la Flacso, Sede México. Actualmente es candida-


to a doctor en Investigación en Ciencias Sociales con mención en Ciencia Política por
la misma institución. Publicaciones recientes: “El encanto audiovisual en la política:
una mirada reflexiva al spot político-electoral televisivo”, en Documento de Trabajo,
núm. 3, Flacso México, agosto 2008; “Miradas reflexivas sobre las aportaciones de
Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, al campo académico de la ciudad de
San Luis Potosí", en Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, núm. 25, año/Vol. xiii,
Universidad de Colima, junio 2007; “El papel de los medios de comunicación en el pro-
ceso electoral del 2000, en el ayuntamiento de San Luis Potosí”, en Revista Mexicana
de Estudios Electorales, núm. 2, somee, julio-diciembre 2003.

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Derechos reservados
Acerca de los autores ◆ 333

Líneas de investigación: legitimidad y democracia en el México contemporáneo, la


estética del populismo y la imagen audiovisual en la política.

Juan Cruz Olmeda

Es master en Ethics, Politics and Public Policy por la Universidad de Essex, Reino Uni-
do, Master en Political Science por la Universidad de Northwestern, Estados Unidos
de América y candidato a doctor por la misma institución a la que también se en-
cuentra adscripto. Líneas de investigación: federalismo, relaciones fiscales, y política
comparada en América Latina.

Carlos Durán Migliardi

Es maestro en Ciencias Sociales por la Flacso, Sede México. Actualmente es candida-


to a doctor en Investigación en Ciencias Sociales con mención en Ciencia Política por
la misma institución. Publicaciones recientes: “Liderazgo populista y acción colectiva
en América Latina”, en Revista de Historia Social y de las Mentalidades, editada por
la Facultad de Historia y Humanidades de la Universidad de Santiago, Chile, 2008;
“Neopopulismo: la imposibilidad del nombre”, en Julio Aibar [coord.], Vox Populi.
Populismo y democracia en Latinoamérica, Flacso México, 2007. Líneas de investiga-
ción: teoría política.

Valeria Falleti

Es doctora en Ciencias Sociales con orientación en Sociopolítica por la Flacso, Sede


México. Actualmente realiza una estancia posdoctoral en el Centro de Investigacio-
nes Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (ceiich) de la unam. Publicaciones
recientes: “Reflexión teórica sobre el proceso sociopolítico y la subpolítica. Un estudio
de caso: el 'Cacerolazo' y las Asambleas Barriales”, en Revista Mexicana de Sociolo-
gía, México, año 70, núm. 2, abril-junio 2008; en coautoría con Mercedes López: “La

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334 ◆ Acerca de los autores

gestión pública y la participación social ¿Una alianza posible?”, en Política y Gestión,


núm 10, unsam, Argentina, diciembre 2007. Líneas de investigación: movimientos
sociales, participación ciudadana, grupos e institución y problemáticas de la subjeti-
vidad.

Guillermo Pereyra

Es maestro en Ciencias Sociales por la Flacso, Sede México. Actualmente es candida-


to a doctor en Investigación en Ciencias Sociales con mención en Ciencia Política por
la misma institución. Publicaciones recientes: “El nuevo institucionalismo y la con-
cepción representacionalista de la política”, en Perfiles Latinoamericanos, núm.
33, Flacso México, enero-junio 2009; “Heterogeneidad, improductividad y ocio”,
en Andamios. Revista de Investigación Social, Vol. 3, núm. 6, México, revista de la
Universidad Autónoma de la Ciudad de México, junio 2007. Líneas de investiga-
ción: teoría política y análisis del discurso.

Pedro Salazar Ugarte

Es doctor y profesor-investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la unam.


Publicaciones recientes: La democracia constitucional. Una radiografía teórica, fce,

México, 2008; Gutiérrez, R. y P. Salazar, El derecho a la libertad de expresión frente


a la no discriminación, Conapred/iij-unam, México, 2008. Líneas de investigación:
democracia constitucional, poder judicial y derechos humanos.

Mario Torrico Terán

Es maestro en Ciencias Sociales por la Flacso, Sede México. Actualmente es candi-


dato a doctor en Investigación en Ciencias Sociales con mención en Ciencia Política
por la misma institución. Publicaciones recientes: “Capital social o estructura política:
explorando la participación ciudadana” (en coautoría), en Cultura política y partici-

Derechos reservados
Acerca de los autores ◆ 335

pación ciudadana en México antes y después de 2006, Secretaría de Gobernación,


México, 2007; “¿Qué ocurrió realmente en Bolivia?”, en Perfiles Latinoamericanos,
núm. 28. Flacso México, 2006; y “Una visión histórica de las elecciones en Bolivia”,
en Istor, núm. 25, cide, México, 2006. Línea de investigación: instituciones políticas.

Luis Daniel Vázquez Valencia

Es doctor en Ciencias Sociales con orientación en Ciencias Políticas por la Flacso, Sede
México y profesor-investigador en la misma institución. Publicaciones recientes: “La
democracia, el populismo y los recursos políticos del mercado: déficits democráticos y
neopopulismo” en Julio Aibar (coord.), Vox Populi. Populismo y democracia en Améri-
ca Latina, Flacso, México, 2007; en coautoría con Valeria Falleti “Política económica,
deslegitimación democrática y reconstrucción social en la Argentina”, en Perfiles La-
tinoamericanos, núm. 29, enero-julio 2007. Líneas de investigación: la relación entre
la democracia y los derechos humanos; grupos de poder y restricciones en la toma de
decisiones gubernamentales en los regímenes democráticos. ◆

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Cuidado de la edición
Julio Roldán
Diseño de portada
Cynthia Trigos
Diseño de interiores
Azul Morris
Formación electrónica
Prensa Argentina

Política y sociedad en México


Entre el desencuentro y la ruptura

De la "Serie Dilemas de la política en


Latinoamérica", se terminó de imprimir en
diciembre de 2008 en Editores e Impresores,
FOC, S.A. de C.V. Los Reyes núm. 26,
Jardines de Churubusco, 09410 México, D.F.
Para su elaboración se usaron tipos AGaramond
y Frutiger.
Se tiraron 1000 ejemplares.

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