Estudio Juan 1.19-28

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Lección nº 4:

EL TESTIMONIO DE JUAN EL BAUTISTA


Juan 1:19-28

Introducción
Juan empieza la parte narrativa de su evangelio con este pasaje. Ya nos ha presentado en
el prólogo lo- que se propone hacer: está escribiendo su evangelio para demostrar que
Jesús es la Mente, la Razón, la Palabra de Dios Que ha venido a este mundo como una
Persona humana. Una vez que ha expuesto su idea central, ahora empieza la historia de
la vida de Jesús.
Juan es el evangelista que más cuidado pone en los detalles del tiempo. Empezando en
este pasaje y prosiguiendo hasta 2:11 nos cuenta paso a paso la historia de la primera
semana clave de la vida pública de Jesús. Los sucesos del primer día se encuentran en
1:19-28; la historia del segundo día, en 1:29-34; el tercer día se desarrolla en 1:35-39;
los tres versículos 1:40-42 nos cuentan la historia del cuarto día; los acontecimientos del
quinto día se relatan en 1:43-51; el sexto día queda en blanco, y los acontecimientos del
último día de la semana se encuentran en 2:1-11.
En esta misma sección de 1:19 a 2:11, el Cuarto Evangelio nos da tres clases diferentes
de testimonio de la grandeza y unicidad de Jesús:
a) Está el testimonio de Juan el Bautista (1:19-34)
b) Está el testimonio de los que aceptaron a Jesús como Maestro y se enrolaron como
sus discípulos (1:41-51)
c) Está el testimonio de los poderes maravillosos de Jesús (2:1-11).

Juan el Bautista es interrogado ¿quién eres?


Juan 1: 19-23
Son emisarios de los judíos los que vienen a interrogar a Juan. La palabra judíos
(iudaioi) aparece en este evangelio no menos de setenta veces, y los judíos están
siempre en la oposición. Son los que se habían organizado contra Jesús.
Juan representa dos cosas: la primera, como hemos visto, es la exhibición de Dios en
Jesucristo; pero la segunda es la historia del rechazamiento de Jesucristo por los judíos,
la historia del ofrecimiento de Dios y del rechazamiento del hombre, del amor de Dios y
del pecado humano, de la invitación de Jesucristo y el rechazo del hombre.
La diputación que vino a entrevistar a Juan estaba formada por dos clases de personas:
a) Primeramente, había sacerdotes y levitas; su interés era muy natural, porque Juan era
hijo de Zacarías, que era sacerdote (Lucas 1:5). En el judaísmo, la única cualificación
necesaria para ser sacerdote era la ascendencia. Si uno no era descendiente de Aarón, no
tenía posibilidad de ser sacerdote; pero, si lo era, nada se lo podía impedir, salvo ciertos
defectos físicos que la Ley especificaba. Por tanto, para las autoridades Juan el Bautista
era de hecho sacerdote, y era muy natural que los sacerdotes quisieran descubrir por qué
se estaba comportando de una manera tan extraña.
b) En segundo lugar, había emisarios de los fariseos. Es muy posible que detrás de todo
esto estuviera el Sanedrín. Juan era un predicador que atraía a las multitudes. Una de las
funciones del Sanedrín era encargarse de cualquiera que fuera sospechoso de ser un
falso profeta. El Sanedrín puede que se considerara obligado a comprobar si ese era el
caso de Juan.
Juan no se ajustaba a la idea generalmente aceptada de un sacerdote. Ni tampoco de la
de un predicador. Por tanto, las autoridades eclesiásticas miraban con sospecha.
Los emisarios de la ortodoxia, podían pensar en tres cosas que Juan tal vez pretendiera
ser:
a) Le preguntaron si era el Mesías. Los judíos estaban esperando, y todavía siguen
esperando los que no son cristianos, al Mesías. No había una sola idea del Mesías.
Algunos esperaban al que había de traer la, paz a toda la Tierra. Otros esperaban al que
había de traer el reinado de la justicia. La mayor parte esperaba un gran héroe nacional
que guiara a los ejércitos judíos a la conquista de todo el mundo.
Era frecuente que surgieran supuestos Mesías que provocaban rebeliones. El tiempo de
Jesús era especialmente inflamable. Era natural que le preguntaran a Juan si pretendía
ser el Mesías… Juan rechazó de plano la sugerencia.
b) Le preguntaron si era Elías. Los judíos creían que, antes que viniera el Mesías,
volvería a la Tierra Elías para ser su heraldo y preparar al mundo para recibirle.
Especialmente, vendría para resolver todas las disputas. Decidiría quiénes eran judíos y
quiénes no lo eran; reuniría las familias que estaban enemistadas. Los judíos creían estas
cosas hasta tal punto que la ley tradicional decía que el dinero y las propiedades que
estaban en litigio, o las cosas que se hubieran encontrado y no se supiera de quién eran,
debían esperar “hasta que viniera Elías”. La creencia en la venida de Elías antes que el
Mesías se remonta a Malaquías 4:5. Hasta se creía que Elías ungiría al Mesías como rey
a la manera tradicional, y que resucitaría a los muertos para que participaran del
Reinado Mesiánico; pero Juan dijo que esos honores no le correspondían a él.
c) Le preguntaron si era el Profeta prometido y esperado. Se creía que Isaías, o más bien
Jeremías, volvería cuando viniera el Mesías. Esta creencia se remontaba a la seguridad
que Moisés le dio al pueblo en Deuteronomio 18:15: «Profeta de en medio de ti, de tus
hermanos, como yo; te levantará el Señor tu Dios; a él oiréis.» Era una promesa qué no
olvidaba ningún judío. Esperaban y anhelaban que surgiera el Profeta que sería el más
grande de todos… Pero Juan rechazó también la idea de que le correspondiera ese
honor.
Así que le preguntaron quién era, y su respuesta fue que no era nada más que una voz
que llamaba al pueblo a preparar el camino para la venida del Rey… (Isaías 40:3; los
cuatro evangelios la citan Marcos 1:3; Mateo 3: 3; y Lucas 3:4).

¿Por qué bautizas?


Juan 1: 24-26
Juan era lo que debiera ser todo verdadero predicador y maestro: sólo una voz, un
indicador que señala al Rey. Lo que menos le interesaba era que le miraran a él; quería
que le olvidaran y que no vieran nada más que al Rey.
Pero los fariseos estaban alucinados con una idea: ¿Qué derecho tenía Juan para
bautizar? Si hubiera sido el Mesías, o Elías o el Profeta, habría sido normal… Pero,
¿por qué había de bautizar Juan?
Lo que hacía el gesto aún más extraño era que el bautismo que se practicaba entonces
no era para los israelitas, sino para los prosélitos, los que procedían de otros pueblos y
religiones y se convertían a la fe de Israel. A un israelita no se le bautizaba nunca; ya
pertenecía al pueblo de Dios por ser descendiente de Abraham y haber sido
circuncidado… Juan estaba haciendo con los israelitas lo que sólo había necesidad de
hacer con los gentiles: Estaba sugiriendo que el pueblo escogido tenía que ser limpiado.
Eso era de hecho lo que Juan creía; pero no contestó directamente.
Dijo: “Yo no bautizo más que con agua; pero hay Uno entre vosotros, aunque no le
reconocéis, del que no merezco ni desatar la correa de los zapatos...” Juan no podía
haber mencionado nada más servil: el desatar la correa de las sandalias era obligación
de los esclavos. Había un dicho rabínico en el que se decía que un discípulo debería
estar dispuesto a hacer todo lo que fuera por su maestro excepto únicamente desatarle
las sandalias. Eso era un servicio demasiado humillante aun para que se lo hiciera un
discípulo a su maestro. Hemos de suponer que para entonces ya había, tenido lugar el
bautismo de Jesús, cuando Juan le reconoció. Así es que Juan está diciendo otra vez:
“Viene el Rey. Para recibirle como es debido tenéis que limpiaros lo mismo que los
gentiles. Preparaos para la entrada del Rey en la Historia”.
La misión de Juan era solamente preparar el camino. La grandeza que le correspondiera
procedía de la suprema grandeza de Aquel cuya venida anunciaba.
Es el gran ejemplo de todos los que están dispuestos a empequeñecerse para que se vea
a Jesucristo.

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