Esos Locos Bajitos
Esos Locos Bajitos
Esos Locos Bajitos
El caso es que me gusta observar a los críos. Son fascinantes. Como los adultos somos imbéciles,
creemos que funcionan sin ton ni son, en plan majareta; pero en realidad actúan y razonan según
una lógica rigurosísima de la que sólo ellos poseen la clave. Son metódicos e implacables como
un filósofo alemán. Cuando asistes a una discusión entre un niño pequeño y un adulto, al fin
descubres, aterrado, que el más consecuente y lúcido siempre es el niño. A veces te miran con
una fijeza tan extraordinaria, escrutándote los adentros, que terminas enrojeciendo, inseguro y
confuso. Son jueces implacables y honrados; por eso resultan tan tiernos en sus afectos, tan
crueles en sus combates, tan cabales en sus sanciones. Son lo que los adultos deberíamos ser un
día, o siempre, y al cabo dejamos de ser y ya nunca somos.
Arturo Pérez-Reverte
Para comprender el comportamiento del niño como consumidor conviene dedicar unos minutos a
la reflexión sobre el concepto de infancia y adolescencia.
A pesar de esta importancia, la infancia ha pasado por momentos muy diversos y difíciles. Desde
aquellos años en que se consideraba al niño como mera fuerza de trabajo y una simple inversión
de las familias, hasta nuestros días, en que la tendencia global lleva a considerar al niño un ser
vulnerable al que debe protegerse a través de leyes y acuerdos internacionales de diversa índole.
Según el historiador francés Ariés, se ha pasado de una sociedad amplificada en la que el niño,
cuando apenas era capaz de valerse por sí mismo, vivía ya como adulto en medio de los adultos,
“libre”, en cuanto ser autónomo y productivo, a una sociedad que se encierra en núcleos
familiares, privatizando a la infancia y segregándola mediante diversos sistemas educativos que
implican la intervención de la autoridad paterna y la vida regulada por regímenes disciplinarios,
ya sea en el seno de la familia o en la escuela1.
Para los expertos del ámbito de la Educación y la Pedagogía, la etapa infantil abarcaría de los 0 a
los 12 años, subdividiéndose a su vez en la primera y la segunda infancia. Las divide la edad de 6
1
ALZATE PIEDRAHITA, María Victoria: El Descubrimiento de la Infancia (I): Historia de un Sentimiento, en la Revista
Electrónica de Educación y Psicología, Nº 1, julio de 2004, disponible en:
http://www.utp.edu.co/php/revistas/repes/docsFTP/14547art1.pdf
2
Convención de Derechos del Niño, artículo 1: http://www.unicef.es/derechos/docs/CDN_06.pdf
1
años, en que ocurre un hecho transcendental para el desarrollo humano: la aparición del uso de
la razón o capacidad de entender los conceptos abstractos, con lo que el niño accede al mundo de
los mayores3.
La Organización Mundial de la Salud define la adolescencia como la etapa que transcurre entre
los 10 y los 19 años, y la subdivide en la llamada adolescencia temprana, entre los 10 y los 14
años, y adolescencia tardía, entre los 15 y los 19 años.
A pesar de estas consideraciones, la tendencia actual está fomentando que este periodo entre la
infancia y la edad adulta se comprima: los niños quieren ser antes adolescentes y los
adolescentes quieren hacerse adultos más rápido, acortando las etapas tradicionales de la
infancia e incentivando a los anunciantes a adelantar las edades de sus públicos objetivos. Desde
una perspectiva comercial, podríamos decir que las propuestas que antes se les hacían a niños y
niñas de 9 a 12 años, ahora son más adecuadas para niños y niñas de 7 a 9 años4.
Narodowsky5 explica este fenómeno en base al volumen de información al que tienen acceso los
niños en la actualidad. “Ahora se trata de niños hiperrealizados que ya no forman un mundo
aparte del de los adultos, sino que han ingresado en él y esto les obliga a ser autónomos y a
generar su propia subsistencia”.
La independencia de los padres y su ausencia del hogar fomentan esta tendencia, haciendo que
los niños se incorporen al mundo adulto con mucha más celeridad.
SEGMENTACIÓN DE LA INFANCIA
Cuando a Julia le dijeron sus padres que
iba a tener un hermanito, ella dijo: Pero,
¿quiénes van a ser sus papás?
Julia, 3 años
El desarrollo del ser humano pasa por una serie de etapas, cada una con características muy
especiales, que se solapan y se funden unas con otras sin que se vea exactamente dónde acaba
una y comienza la otra. Todavía no se ha llegado a un acuerdo sobre cuántas son estas etapas y
cómo llamar a cada una de ellas y tampoco sobre cuándo comienzan y cuándo acaban, pero sí
hay consenso a la hora de afirmar que son numerosos los factores sociales, culturales e
individuales que influyen en cada una de ellas y que hacen que cada persona, cada ser humano,
tenga su propio ritmo a la hora de desarrollarse.
Durante los primeros nueve meses de vida extrauterina, las necesidades básicas de los bebés son
en esencia parecidas a las que eran satisfechas con comodidad en el vientre materno:
comunicación, contacto y alimentación permanente.
Hasta que el niño no tiene aproximadamente medio año, no distingue a las personas que lo
rodean y, por tanto, no se altera en su presencia. Vive aislado en sí mismo. Es a partir de los 8 ó
9 meses cuando el niño empieza a distinguir a aquellos que conoce y a mostrar emociones o a
hacer sonidos con la boca para provocar una reacción en ellos. Algo que se acentúa a partir de
los 2 años, cuando los demás son vistos como individuos que pueden satisfacer sus necesidades.
Si comparamos las necesidades de un bebé con la manera en que las satisfacemos, veremos que
somos una sociedad extremadamente violenta. Insistimos en desatender los reclamos naturales
de los bebés, que dependen exclusivamente de los cuidados de los adultos. Un bebé humano no
tiene ninguna autonomía con su cuerpo. Por lo tanto, están a merced de nuestras modernas
ideas. Cuando un bebé es respetado en sus necesidades, luego traspasa y evoluciona. En la
medida en que su seguridad interior sea fuerte, más valor y ansias tendrá de explorar el mundo
externo.
Como consumidor, un bebé tiene necesidades exclusivas, por lo que los hogares abren sus
puertas a un consumo de categorías hasta ese momento ausentes en su cesta de la compra. Para
los niños tan pequeños, esta cesta se alimenta de pañales, leches infantiles, cremas, ropa…
Productos en los que él no toma ninguna decisión, sino la madre. En este caso, el comprador
necesita recibir información y no vale con la que proporciona la radio y la televisión. Los medios
impresos, la información proveniente de Internet y, sobre todo, el boca a boca y el intercambio
de información entre una madre experimentada y otra que no lo es serán las vías principales
antes de llevar a cabo una decisión de compra.
Alrededor de los 2 años, el sistema nervioso del niño alcanza la madurez necesaria para acceder
a nuevos aprendizajes y coordinar mejor sus movimientos, pero no es capaz todavía de detener
la acción. Para ellos, es más fácil comenzar algo que dejar de hacerlo; ello hará que, en un
momento dado, pueda coger rabietas y no sepa cómo salir de ellas, pueda pegar y/o morder o
dar patadas. Comienza a controlar sus posturas y el movimiento es para él una necesidad y una
fuente de placer.
Es una etapa de curiosidad natural, curiosidad que hay que satisfacer para impulsarle a que siga
aprendiendo. También entrarán paulatinamente en una fase llamada de negativismo o de
oposición, en la que su actitud predominante será la de protestar o la de negarse a hacer lo que
se le ha dicho que diga o haga.
Con tres años, el niño juega solo o junto a otro niño, en paralelo. No sabe aún compartir sus
juegos ni sus juguetes con otros niños. Se acerca a los demás como espectador, para utilizar lo
que ellos tienen o para encontrar en ellos compañía, pero su actitud es pasiva y no se establece
ningún vínculo social. Es lo que se ha denominado fase del aislamiento. En ella, los niños
comienzan a aproximarse, pero son incapaces de una cooperación continuada. Cuando juegan no
participan de un juego común, sino que cada uno va haciendo su juego en compañía de los
demás6. No será hasta los 4 años cuando el niño superará ese individualismo y entablará
relaciones más duraderas con sus iguales.
Durante esta etapa cambiará con frecuencia de una actividad a otra, aunque predominarán las
actividades motoras importantes, como correr, trepar, saltar…
Otra característica de esta edad es que los niños se creen todo lo que se les dice. Piensan
realmente que hay un personaje malvado que se los llevará si se portan mal y también que no
6
LEBRERO, Mª Paz, MONTOYA, Josefa Magdalena y QUINTANA, José María: Pedagogía Social, Universidad
Nacional de Educación a Distancia, Madrid 2002, p. 146.
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les queremos cuando les amenazamos con dejar de ofrecerles nuestro cariño si no hacen esto o
aquello.
Con respecto al lenguaje, existen grandes diferencias entre unos y otros, y el medio en el que se
mueven estimulará mucho este desarrollo, así como el nivel de inteligencia y afectividad. En tan
sólo un año el vocabulario puede aumentar de las aproximadamente 150 palabras que sabe un
niño de 2 años a las 1.500 que puede llegar a pronunciar con 3.
A partir de los cuatro años podremos observar cómo planteará preguntas de manera incansable y
también cómo es capaz de representar en su pensamiento la acción que va a realizar antes de
emprenderla. Comienza, además, la etapa escolar y es entonces cuando se ven cambios como la
combinación de actividades motoras con actividades más tranquilas y empiezan a dedicar más
tiempo a una única tarea. La entrada en la escuela supone un verdadero acontecimiento en el
desarrollo social del niño, ya que implica una ampliación de su medio social: la relación con sus
hermanos y sus padres es sustituida por el trato con la maestra y sus compañeros.
Con cinco años entra en juego la imaginación, llegando a confundir lo que es real con lo que no lo
es. También comienzan a ser sociables, más habladores y más preguntones, continuando con la
fase que se inició el año anterior. En esta etapa, desarrollan mucho el lenguaje y la memoria,
reteniendo con más facilidad aquello que sea de su interés. El niño es ahora capaz de imitar a los
adultos en cualquier cosa.
Comienza aquí su iniciación en el mundo del consumo. No son capaces de contener sus deseos y,
además, por su inmadurez, la intensidad de los mismos les desborda. A esto se une también el
hecho de que cualquier gran superficie está llena de promociones y productos destinados a ellos
y diseñados con atractivos colores y formas. Con esta edad, el niño debuta como consumidor y
comienzan a transmitir una serie de pistas que ofrecen a la madre información acerca de sus
preferencias y que le otorgan un nuevo papel, el de prescriptor.
A partir de los seis años, el niño comienza su segunda infancia, en la que se va forjando el
componente social y la inclusión en el grupo. Veamos las diferencias que se van dando año a
año:
- Los niños de seis años son capaces e independientes. Tienen mucha energía y disfrutan
con todo lo que les exija esfuerzo físico. Necesitan elogios y que se les anime, y les
encanta participar de las rutinas diarias.
- Con siete años se vuelven más sociables y menos testarudos, juegan más con los otros
niños, se vuelven más conscientes de sí mismos y de otros, y comienzan a razonar y a
ordenar la información para entenderla. Es a esta edad a la que los niños se juntan para
jugar y en la que surge el grupo social, puesto que ya observamos una finalidad social,
unas reglas comunes y una interacción.
- A lo ocho años crece su curiosidad, hablan mucho y les gusta tener secretos y
chismorrear. Reconocen en qué son diferentes de los demás y son capaces de trabajar
independientemente, aunque necesiten de dirección. Sus amigos son muy importantes y
les gusta mucho el juego y la acción.
En términos generales, entre los 6 y los 9 años, la habilidad para distinguir entre fantasía y
realidad todavía no está del todo desarrollada. Por ello, estos niños piensan que los actores que
aparecen en la televisión tienen, por ejemplo, las mismas profesiones o habilidades que
demuestran en la ficción o que las situaciones familiares son también iguales a la realidad.
4
La capacidad de atención en los niños de estas edades también es mayor y empiezan a elegir y
disfrutar de juegos más complejos. Entre los 6 y los 7 años los temas de aventura son los más
demandados y no sólo forman parte de sus juegos, sino que, además, son la temática de los
programas de entretenimiento por los que suelen mostrar predilección.
A los 6 años las actividades preferidas de los niños son básicamente los pasatiempos y los juegos
aunque también disfrutan mucho con las actividades manuales. Aquellas actividades en las que
se ejercite la conducta motriz y la imaginación serán también sus preferidas. Les gusta tener
mucho de todo, de ahí que las colecciones sean también de su agrado y no por el hecho de
coleccionar sino más bien de acumular.
A los 7 años, empiezan a entender los sentimientos de los demás y dejan a un lado ese
egocentrismo afectivo que ha caracterizado las etapas anteriores. El grupo escolar adquiere
mayor importancia y aunque siguen siendo rígidos en la aplicación de normas y reglas, las
entienden más como pautas de convivencia necesarias para integrarse en el grupo. En cuanto a
la comida, expresan sus gustos pero aprenden a comer lo que les conviene aunque en ocasiones
les desagrade.
A lo largo de esta etapa el niño comienza a ser mucho más sensible a los medios de
comunicación, puesto que es, además, el que más tiempo pasa expuesto a ellos. Durante las
muchas horas de publicidad dirigida exclusivamente a ellos se le mostrarán los juegos que tienen
todos los niños, la colección más de moda, el postre más apetecible…El boca a boca hará el resto.
En relación a su comportamiento como consumidor, a partir de los 6 años los niños comienzan a
comprar de manera independiente. La primera compra la realizan con sus padres en
establecimientos cercanos o habituales y, a partir de los siete años, los padres desaparecen de la
ecuación. Las compras a estas edades suelen ser realizadas de manera impulsiva y poco racional,
y están muy marcadas por la novedad y la sorpresa.
Tweens es un término que podemos identificar con el de preadolescentes y que define a un grupo
de consumidores que se encuentra a medio camino entre la niñez y la adolescencia. El anglicismo
proviene de la preposición inglesa between, que significa entre.
Estos preadolescentes tienen buena memoria, mucha información y gustos propios. Son
preguntones y tienen grandes deseos de aprender. Son leales a sus amigos y, por lo general, les
hacen más caso a ellos que a sus padres o a sus profesores. No les gusta el sexo opuesto, tienen
pocos temores y si los tienen no los expresan. Tampoco son muy dados a realizar muestras de
cariño, como abrazos o besos. Les gustan los chistes y todo lo que tenga que ver con el humor.
Son niños que tienen mucha prisa por crecer y cuyos modelos de referencia son los chicos y
chicas que tienen entre dos y tres años más. La comunicación que les impacta es la misma que
se utiliza para llegar a los adolescentes, ya que son el espejo donde se miran.
Socialmente son muy competitivos, tienden a mirar a ciertos héroes de la televisión o el cine y su
sentido de la lealtad es muy fuerte. También, a estas edades, suelen seguir las reglas, son muy
sensibles a lo que es justo y necesitan saber el por qué de esas normas para hacer su elección y
experimentar las consecuencias.
Hacia los 10 años aparece el verdadero compañerismo, aprendiendo valores como la lealtad y la
solidaridad7. Es el comienzo de la verdadera amistad, aquella que durará toda la vida.
Aunque tienen mucha prisa por ser mayores, son todavía muy niños, no han aprendido a esperar
y buscan una satisfacción inmediata, por lo que el reto y las sorpresas son dos medios para llegar
a ellos. También todo lo que implique compartir y estar en contacto con su grupo de referencia.
Son, además, una generación muy afín a la tecnología, nacieron con Internet y tener un mp3 o
un teléfono móvil es algo bastante habitual.
7
LEBRERO, Mª Paz, MONTOYA, Josefa Magdalena y QUINTANA, José María: Pedagogía Social, Universidad
Nacional de Educación a Distancia, Madrid 2002, p. 147.
5
Las niñas tweens comienzan a diferenciarse cada vez más de sus compañeros de generación. Se
inclinan más por todo lo que tenga que ver con moda y belleza, mientras que los niños se sienten
atraídos por los deportes, los videojuegos y las nuevas tecnologías en general. Tienen además
preferencias diferentes en lo que a los espacios de ocio se refiere: ellas prefieren los centros
comerciales y ellos los centros recreativos.
Como consumidores, son un grupo de alto poder adquisitivo y la decisión de compra muchas
veces recae sobre ellos. Resulta sorprendente enterarse de que el 67% de la decisión de compra
de vehículos de motor se encuentra en manos de los tweens y sólo el 33% en los padres.
Otra de las características de este grupo es su inteligencia persuasiva para que sus padres
compren lo que ellos desean. Una inteligencia que tiene su base en el conocimiento del discurso
adulto. Hemos pasado, por tanto, de una etapa en la que los niños pedían lo que querían a sus
padres, a otra en la que son los propios padres los que demandan a sus hijos su opinión.
Aunque ya hemos definido infancia y adolescencia y hemos visto sus muchas acepciones, lo más
acertado es decir que los teens se encuentran en esa dura etapa en la que dejan de ser niños
para convertirse en adultos. Dependen de sus mayores moral y materialmente y deben emplear
su energía compitiendo por la adquisición de un estatus que de todos modos será efímero.
Este período no es para todos igual y no todos lo afrontan con la misma energía. Se trata de un
período evolutivo que comienza con los primeros cambios físicos y que continúa hasta que ese
desarrollo es relativamente completo.
Según Havighurst8, las siguientes son las diez tareas principales a desarrollar por un adolescente:
lograr relaciones nuevas y más maduras con iguales de ambos sexos; lograr un papel social
masculino o femenino; aceptar el físico que se tiene y utilizar con eficacia el cuerpo; alcanzar la
independencia emocional respecto a padres y otros adultos; lograr una seguridad e
independencia económica; elegir y prepararse para una ocupación; prepararse para la vida en
pareja; desarrollar capacidades y conceptos intelectuales básicos para la vida cívica; desear y
lograr una conducta socialmente responsable; y adquirir una serie de valores.
En el aspecto social, es en estas edades en las que los jóvenes se encuentran más unidos al
grupo, más que en ningún otro momento de su vida. Cobra forma e importancia el mundo de la
pandilla.
La pandilla se forma de forma espontánea, sin intervención del adulto y no incluye a todos, por
supuesto, sino que hay una selección de sus componentes según su nivel de popularidad. Es
autocrática y jerarquizada. Surge, en cierto modo, para que nuestro teeneager se libere del
adulto y de su autoridad.
Aunque su vida social se basa en este grupo de amigos, el adolescente empieza a buscar su
propia identidad, algo que le distinga de los demás, que lo haga único. Esta búsqueda de
identidad se inicia precisamente en su grupo de iguales, en los amigos con los que se identifica, y
un buen ejemplo está en el uso de determinadas marcas deportivas. Aparece el deseo de
imitación de los ídolos, de mostrar sus cualidades atléticas, de competir....
Todas las características de esta etapa hacen que los adolescentes tengan un poder tremendo
como consumidores y que sean considerados el sector de la población más inclinado al consumo.
Un poder que no ha pasado desapercibido y que es aprovechado por las grandes empresas para
introducir sus marcas. Cada vez son más los productos creados para adolescentes. Incluso ha
dejado de tener importancia el formato, lo único interesante es el producto y que la estrella que
lo protagoniza esté en sintonía con los valores e intereses del público al que va dirigida. Si esto
se consigue, los adolescentes lo abanderarán y lo encumbrarán, haciendo del producto su icono.
8
HAVIGHURST, R. J.: Human Development and Education, 1953, Nueva York.
6
La eterna adolescencia
Hace siglo y medio, la adolescencia no existía. De la niñez se pasaba directamente a la edad adulta.
Hoy, la adolescencia, ese tiempo que transcurre entre la pubertad y la aceptación de que en algún
momento deberán asumirse responsabilidades y pensar en el futuro, es más larga que nunca.
Tanto que en muchos casos se extiende desde los diez o los once años hasta bien pasados los
veinte y no son pocos los adultos que se comportan como si aún estuvieran viviendo esa etapa.
“Hay una adolescentización de nuestra sociedad, porque cada vez existe más gente que no piensa
para nada en el futuro: sólo vive en el presente, haciendo lo que le apetece en cada momento y sin
pensar en las consecuencias. Se vive al día en todos los sentidos. La crisis económica lo está
sacando a la luz”.
Lo explica el sociólogo Javier Elzo, catedrático de Sociología, que ha obtenido esa conclusión tras haber
realizado decenas de encuestas en las últimas décadas. En su último libro, La voz de los adolescentes
(Editorial PPC), recoge sus opiniones para tratar de hallar los porqués de la manera de vivir de unos
muchachos cuya existencia cotidiana está dominada por el consumo.
Elzo ha entrevistado a 272 muchachos de entre 16 y 18 años para que con sus palabras expliquen los
datos que aportan las encuestas. De esos testimonios se deduce, como explica el sociólogo, que la
etapa de la adolescencia, que antes eran apenas tres o cuatro años, se está alargando a pasos
agigantados. Elzo ve el origen de ello en el cambio familiar que se inicia con la transición política y se
acelera en la última década. “Hay una incapacidad para manejar la situación por parte de unos padres
que no están apenas en casa con sus hijos. Las leyes de dependencia que se están aprobando a nivel
estatal y en las autonomías hablan de ancianos y discapacitados, pero no hablan de los niños”. Un
olvido que no se ha dado en otros países del entorno, donde la natalidad repuntó porque a los padres se
les dio la posibilidad de estar un tiempo generoso con sus hijos, recuerda el catedrático de Deusto.
Ese tiempo es necesario para comunicarse con ellos y transmitirles unos valores cuya ausencia explica
algunos comportamientos problemáticos de muchos jóvenes. Uno de esos comportamientos es su
propio desapego hacia la familia, un concepto que a muchos jóvenes les suena antiguo y catolicón. Sin
embargo, Elzo ha descubierto que, profundizando bajo las primeras opiniones, los muchachos que
forman parte de familias que funcionan razonablemente bien están en general más satisfechos con su
vida. Por eso, la proliferación de las rupturas matrimoniales está creándoles muchos problemas y
termina por deteriorar entre los adolescentes la imagen de la familia como institución, explica. Además
de generar en ellos, añade, una notable dificultad para aceptar compromisos duraderos y asumir éxitos
y fracasos, dolor y felicidad.
Sexo y afectos
Todo eso se relaciona con el sexo. Casi seis de cada diez adolescentes son partidarios de “hacer el amor
siempre que apetezca”, sin entrar en consideraciones sobre la fortaleza o la sinceridad de la relación. El
libro recoge el testimonio de una muchacha de 16 años, alumna de un centro religioso, que explica con
crudeza su trayectoria: “Entre mis amigas y yo nos hemos follado a media ciudad. A veces competimos
por ver quién es la más guarra”, dice con desparpajo. Otros muchos reconocen que practican el sexo
con frecuencia. No son pocos quienes consideran, pasado el tiempo, que habría sido mejor esperar. Una
chica de 18 años se escandaliza de que algunos de sus compañeros hayan tenido sus primeras
relaciones completas a los 12 ó 13. Unos cuantos aseguran que lo han hecho sólo cuando han estado
seguros de sus sentimientos hacia la otra persona, pero son mayoría quienes no hablan de afectos:
basta con que ambos estén de acuerdo.
Esa disociación sexo-amor está relacionada también con un fenómeno que Elzo ha detectado pero que
no se atreve a cuantificar: el del miedo al fracaso amoroso. “Hay quien no se empareja porque no
encuentra a nadie al nivel de sus exigencias. Hemos confundido la felicidad con el placer, y eso nos
lleva al fracaso”.
Otro fenómeno emergente es el del muchacho con dificultades para relacionarse en la vida real y que
empieza a centrar sus amistades en el ámbito virtual. Son buenos estudiantes que al llegar a casa se
encierran en su cuarto y dialogan con personas que no conocen a través del messenger y comunidades
como tuenti. Paradójicamente, quienes son más reacios a quedar con sus amigos del colegio para
charlar, pasear o beber en la calle, son quienes en mayor medida tienden a citarse con desconocidos.
“Casi prefiero el botellón -con un cierto control- a esos encuentros con personas de las que en realidad
no saben nada”, advierte Elzo.
Alcohol y violencia
7
El botellón es otra de las referencias de los chicos de hoy. Muchos sostienen en el libro que beben
“hasta coger un puntito”, aunque en la gran mayoría de los casos reconocen que se han pasado más de
una vez. Otros son más directos: “Bebemos hasta morirnos”, dicen. La mayoría, sin embargo, asegura
que cuando alguno se excede hay que llevarlo a casa -o al hospital- y eso les “estropea la noche”.
La comparación entre el alcohol que consumen los jóvenes y el que ingiere la totalidad de la población
española, en el contexto europeo, muestra sin embargo que estos beben proporcionalmente menos que
sus padres, aunque lo hacen sólo en dos días y no repartido a lo largo de la semana.
Los adolescentes se definen como pacifistas, pero la persistencia de la violencia en la escuela no parece
avalar en la práctica ese espíritu. Una violencia que se ejerce entre iguales y hacia sus profesores, y
que se ha convertido en uno de los problemas más acuciantes en las aulas. “Una prueba del fracaso del
sistema escolar es la dificultad de los profesores para mantener el orden. Durante años, se ha
transigido con todo, y el resultado ahora es que sólo un gran profesor es capaz de hacer que sus
alumnos lo respeten”, dice Elzo, quien entiende que es muy difícil dar la vuelta a lo sucedido e implantar
de nuevo un sistema que permita reconocer la autoridad del docente.
Lo explica con las orlas que vio en el pasillo de un colegio donde impartió una conferencia. En una de
los años cincuenta, se leía: “Los alumnos del centro X a sus dignos profesores”. En otra de los setenta:
“Los alumnos a sus profesores”. En los noventa: “Alumnos y profesores del centro X”. En breve,
asegura con una sonrisa, las orlas dirán: “Los profesores del centro X a sus dignos alumnos”. Así ha
cambiado la escuela y así son los adolescentes que hoy están en ella.
Simplemente observando, podemos darnos cuenta de que hay muchas diferencias entre un niño
y una niña: los colores con los que visten, el corte de pelo, los juguetes, el tipo de ropa e incluso
nuestra manera de tratarlos es diferente. Lo que no está tan claro es si nacemos con esas
diferencias o somos nosotros, la sociedad, quienes les enseñamos a ser niños o a ser niñas.
Estudios recientes, que van desde pruebas escolares hasta medidas de los niveles hormonales,
han alimentado la teoría que indica que las diferencias entre los sexos son innatas. Algunas de
las investigaciones más serias han permitido observar las diferencias entre el cerebro masculino y
el femenino, así como las respuestas que cada uno de ellos emite en referencia al mismo
estímulo.
Hay investigaciones que indican, por ejemplo, que los varones sobresalen en matemáticas y las
hembras en habilidad verbal. La razón es que cada cerebro reacciona de manera diferente
cuando está resolviendo problemas que involucran matemáticas o palabras. Cuando realizan una
operación numérica, los hombres utilizan el hemisferio derecho del cerebro en mayor proporción
que las mujeres. Por otro lado, ellas cuentan con una mayor densidad de neuronas en la corteza
temporal, lo que podría explicar su habilidad lingüística. Los cerebros parecen reaccionar también
de manera diferente a las emociones. En los varones, el área cerebral dispuesta para una
reacción física tiene mayor actividad neuronal, mientras que el área que controla las respuestas
verbales tiene mayor actividad en la mujer.
Sin embargo, todos estos estudios han sido realizados en adultos. Por lo que no existe nada que
demuestre que los comportamientos relacionados con el género sean estrictamente innatos y no
hayan sido provocados por estímulos externos a los que el niño está expuesto desde que sale del
útero materno.
8
Una vez el bebé se hace mayor no hay duda de que tanto la naturaleza como el cuidado que le
han suministrado los padres han jugado un rol determinante en su formación y en su manera de
comportarse.
Investigaciones con animales han demostrado que la estimulación afecta el desarrollo cerebral.
Muchos científicos sostienen que dichos descubrimientos pueden ser aplicados a los seres
humanos y que, por tanto, la manera en que juguemos con un niño determinará su estructura
cerebral. Puede que el cerebro de una niña se desarrolle de manera más sensitiva que el de su
hermano debido a que a ella, por ejemplo, se le cogió en brazos con mayor frecuencia. En
cambio, el de su hermano puede ser más eficiente en la resolución de problemas porque a él se
le dejaba correr por la casa y explorar.
De este modo, los juguetes pueden ser el mejor ejemplo de cómo los padres incorporan patrones
en sus hijos. Los fabricantes de juguetes afirman que sus productos más vendidos son los que
carecen de género, pero están de acuerdo en que, en el mercado juguetero, lo masculino y lo
femenino está muy bien diferenciado y que no interactúan casi nunca, sino que cada vez se
separan más el uno del otro.
¿En qué quieres trabajar cuando seas mayor? Ésta es una de las preguntas típicas y recurrentes
que los adultos formulan a los niños. Con frecuencia, las respuestas son de lo más variado,
divertido y sorprendente. Pero un estudio realizado por Adecco entre 2.000 niños de toda España
sostiene que las profesiones soñadas por los pequeños son la de futbolista, en el caso de los
niños, y la de maestra, en el de las niñas. Ambos aspiran al reconocimiento social.
Uno de los valores más relevantes para los niños es el reconocimiento. La mayoría de los
pequeños quieren ser futbolistas, una actividad que implica la admiración por parte de la
sociedad. En el caso de las niñas, la profesión más deseada es la enseñanza, relacionada con la
benevolencia y con la ayuda a los demás. Ésta sigue un modelo significativo en su vida cotidiana,
que les aporta bienestar.
La mayoría de las personas se inclinan durante la infancia hacia las actividades que son muy
valoradas por los demás, como señala Laura Palomares, psicóloga y sexóloga del centro Avance
Psicólogos de Madrid. En su búsqueda de referentes para el desarrollo progresivo de la
personalidad, los niños se interesan por profesiones destacadas, que les inspiran modelos sobre
cómo ser o cómo es bueno ser. Las niñas tienen más interés por profesiones dedicadas al cuidado
de los demás, ya sea la sanidad o la enseñanza. El mensaje de entrega y dedicación al otro es
todavía hoy un papel relevante de la mujer en la sociedad, captado desde la infancia.
La labor socializadora que desempeñan los medios de comunicación tiene mucho que ver con el
hecho de que un elevado porcentaje de los niños deseen ser deportistas, mientras que muchas
niñas centran su atención en profesiones como cantante o actriz. Los deportistas (sobre todo
futbolistas) o los profesionales encargados de la seguridad del ciudadano (policías y bomberos)
son la representación del héroe. Ésta es una figura seguida y anhelada durante la infancia, sobre
todo por los niños, a quienes se les imprime un modelo más activo. En las niñas, la influencia
cultural las dirige a la admiración por la belleza o la fama.
¿Cambian las preferencias a medida que los niños crecen? La respuesta es un rotundo sí. Aunque
los deportes, la sanidad, la enseñanza y las profesiones relacionadas con los animales se sitúan
durante todas las edades entre los primeros puestos, los niños más pequeños se decantan por los
trabajos relacionados con el deporte y los animales, mientras que los mayores centran sus
aspiraciones en la enseñanza y la sanidad. Los menores se encuentran en un proceso de
maduración en el que construyen su realidad a partir de los referentes que les rodean: su familia,
el colegio y los medios de comunicación, que se basan en dibujos y en fantasía.
A medida que crecen, los menores pierden la atención dirigida a profesiones estereotipadas, al
poder reconocer los matices de las demás En la edad adolescente, sin embargo, el pensamiento
no se apoya en observaciones reales, sino en las propias conclusiones sobre el significado de la
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realidad, incluso a partir de hipótesis o propuestas que se han escuchado o reinterpretado. En
esta etapa se crea un mundo propio, una realidad particular. A medida que las personas crecen y
se define su personalidad, la atención dirigida a profesiones más estereotipadas se pierde, al
poder reconocer los matices de las demás actividades, que pueden ser más acordes a sus
intereses.
Los niños ya no están interesados en las profesiones de sus padres. No querer seguir estos pasos
es una reacción a la educación en un entorno de libertad. Hoy en día, los más pequeños eligen y
toman decisiones con independencia, a diferencia de generaciones pasadas que, en muchos
casos, obligaban o inducían a los chicos hacia una determinada profesión.
En opinión de la psicóloga Beatriz Becerro de Bengoa, esta forma de pensar está muy ligada a la
edad, ya que a medida que el niño crece, se modifica el modelo que imita, “pasa de querer ser
como papá o mamá, a seguir modelos sociales, como los deportistas más televisivos del
momento”. Este fenómeno está también relacionado con la falta de conciliación familiar y laboral,
que impide a los padres pasar tiempo en casa con sus hijos. Esta situación puede provocar, en
algunos casos, una reacción inmediata de los niños, que descartan la profesión que les “roba a
sus papás”. A pesar de todo, a algunos pequeños no les importaría seguir los pasos de sus padres
-más la profesión del padre que de la madre-. Los datos del informe demuestran que un 8,3% de
los niños y un 5,6% de las niñas se dedicarían a lo mismo que sus progenitores.
Por último, el estudio elabora un ranking de las profesiones más deseadas por niños y niñas. Por
orden de preferencia, los niños eligen: futbolista, policía, veterinario, médico y profesor. En
cuanto a las niñas, la mayoría apuesta por: profesora, actriz, veterinaria, médico, peluquera. Un
nutrido grupo de niños no se decide entre ser explorador, cómico, caballero o astronauta. Muy
pocos han nacido con vena política: tan sólo uno de los encuestados -de Castilla y León- aseguró
querer ser presidente de Gobierno, y otro, alcalde de Albacete. Sólo una niña declaró querer ser
ama de casa.
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