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Pagola
Y vosotros ¿quién decís que soy yo?
Palabras clave: : J. Ratzinger, J. A. Pagola, Jesús de Key words: J. Ratzinger, J. A. Pagola, Jesus of Na-
Nazaret, cristología implícita. zareth, implicit christology.
Los dos libros se publicaron en nuestro país en septiembre del 20071. Es cierto
que se trata de propuestas formalmente distintas. Sin embargo, su aparición pública
conjunta provocó inevitablemente la comparación. Se ha hablado del Jesús de Ratzinger
y del Jesús de Pagola y, después de la polémica a propósito de la reflexión del teólogo
español, se ha exaltado a uno en detrimento del otro y viceversa. Con todo, tenemos la
impresión de que el debate teológico ha quedado oscurecido en pro de estériles partidis-
mos y de precompresiones ideologizadas. El objetivo del presente artículo es saltar por
encima de estos condicionantes ajenos a la reflexión de fe, para ofrecer una valoración
crítica de las dos obras, considerando sus puntos de confluencia, sus posicionamientos
de fondo y aquellas fallas que juzgamos interesantes considerar. Sin duda, ésta es la me-
jor manera de hacer justicia a sus autores y de reconocer su “apuesta” teológica en estos
tiempos de inclemencia que nos toca vivir.
Estamos ante dos obras que han de ubicarse en el escenario actual del interés
por la figura de Jesús de Nazaret. De hecho, hay algunos autores que hablan de un fe-
1
Nos estamos refiriendo a las obras: J. Ratzinger, Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo hasta la Transfigura-
ción, Madrid 2007 y J. A. Pagola, Jesús. Aproximación histórica, Madrid 20074.
nómeno que bien podría catalogarse como de “nuevos apócrifos”2. La figura del Jesús
histórico interesa tanto que surge una literatura “amarilla” que pretende, so capa de
cientificidad, mostrarnos la realidad desconocida del personaje histórico. Así, se hace
patente un prejuicio que viene de antaño y que motivó una investigación intensa acerca
del Jesús de la historia más allá del Cristo “falseado” por la fe de la Iglesia. Es decir, em-
pieza a surgir una actitud de sospecha ante los evangelios escritos y su veracidad histó-
rica que pone de manifiesto un prejuicio revestido de convicción: uno sería el judío del
siglo I que anduvo por los polvorientos caminos de Palestina y otro el Cristo predicado
por la Iglesia a través de sus dogmas y doctrinas. Esta búsqueda comenzó en 1778 con
la publicación de H.S. Reimarus La intención de Jesús y de sus discípulos; una obra que
podría ser considerada el primer Código da Vinci de la historia. Sin embargo, esta bús-
queda adquiere un matiz peculiar en la actualidad: el debate trasciende los despachos de
los científicos, historiadores y teólogos para llegar al gran público.
2
Cfr. M. J. Guevara, Los nuevos apócrifos. De caballos, códigos, prioratos y otras revelaciones: Proyección
LIII (222) 73-100.
3
“A la investigación sobre la vida de Jesús le ha ocurrido una cosa curiosa. Nació con el ánimo de encontrar
al Jesús histórico y creyó que podría restituirlo a nuestro tiempo como Él fue, como maestro y Salvador. Desató
los lazos que le ligaban desde hacía siglos a la roca de la doctrina de la Iglesia y se alegró cuando su figura volvió
a cobrar movimiento y vida mientras parecía que el Jesús histórico se le acercaba. Pero este Jesús no se detuvo,
sino que pasó de largo por nuestra época y volvió a la suya… Se perdió en las sombras de la antigüedad, y hoy
nos aparece tal como se presentó en el lago a aquellos hombres que no sabían quién era, como el Desconocido
e Innominado que dice: Sígueme”, en A. Schweitzer, Geschichte der Leben-Jesu-Forsung, Tubinga 19132, 631s.
“con palabras sencillas”4, que aporte los datos fundamentales de la investigación reciente
sobre el Jesús histórico. De alguna manera, su motivación es trascender un debate que se
sitúa en el ámbito actual de lo pseudocientífico para mostrar cómo de Jesús de Nazaret,
al igual que de cualquier otro personaje de la historia, no es legítimo afirmar cualquier
cosa. Así, desde el prólogo mismo de su libro, Pagola nos advierte de que “en este traba-
jo he buscado aproximarme a la figura histórica de Jesús”5. Por tanto, el autor de Jesús.
Una aproximación histórica no busca ofrecer al lector una cristología, sino más bien
una “jesuología” con la intención de poner orden en medio de tanta heterogeneidad
de datos. Sin embargo, este empeño de Pagola, evidenciado desde el principio, queda a
nuestro juicio un tanto oscurecido por lo que consideramos una cierta “confusión” de
planos; concretamente tres: el histórico, el narrativo y el teológico. Así, llama la aten-
ción la motivación que le empuja a escribir este libro, más allá de la curiosidad histórica
o intelectual: “Quiero saber quién está en el origen de mi fe cristiana. No me interesa vi-
vir de un Jesús inventado por mí ni por nadie”6. Es interesante constatar, en esta simple
frase, una reducida capacidad autocrítica del autor que, más allá de la conclusión antes
esbozada por Schweitzer, pretende haber alcanzado en su libro un suelo históricamente
firme en el que asentar su propia fe. O de otra manera, Pagola debería ser consciente
de dos aspectos críticos irrenunciables: primero, que las afirmaciones sobre el Jesús
histórico de su libro no pueden, por definición, superar la condición de hipótesis; y
segundo, que esta investigación, de indudable honestidad intelectual, está ofreciendo
una imagen pretendidamente neutral y aséptica de Jesús que, sin embargo, tiene mucho
de proyección de los propios anhelos y precomprensiones del autor. Al mismo tiempo,
buscar en la historia para ofrecer suelo firme a un posicionamiento creyente tiene serias
dificultades, ya que ¿quién sería ese Jesús no inventado por mí ni por nadie? La fe no se
funda en la ciencia histórica, sino en la revelación del Dios encarnado en Jesús de Naza-
ret. Confesión de fe que no es verificable por la historia, porque la ciencia se encuentra
ciega para estas profundidades metafísicas. De esta manera, constatamos la confusión
de planos a la que antes aludíamos: lo histórico como intención fundamental, lo na-
rrativo en determinadas proyecciones más propias de la sensibilidad del autor que de la
investigación científica y, por último, lo teológico como intento de fundar la fe en un
suelo equivocado.
4
J. A. Pagola, Jesús. Aproximación histórica, Madrid 20074, 6.
5
Ibid.
6
Ibid., 5.
Así, Ratzinger ha elegido como camino no respetar los presupuestos del debate
intelectual ilustrado que marcó la búsqueda del Jesús histórico desde una evidente ac-
titud de sospecha. Por tanto, denuncia que es un debate previamente posicionado y al
que le falta honestidad a la hora de reconocer sus propios “a prioris”. Es más, se trata
de un debate que acaba dejando muda a la teología, ya que la ciencia histórica niega,
por principio, la posibilidad de que el Absoluto visite el tiempo, que Dios se encarne
en la historia8. Así, y como ya hemos dicho, las distintas reconstrucciones del “preten-
dido” Jesús histórico no pueden ser válidas para un cristianismo que tiene la intención
de mostrar que dicho personaje histórico es el Dios encarnado. Por esta razón, llega a
ser un momento verdaderamente denso de la exposición del prólogo, aquel en el que
el Ratziger afirma que ha “intentado presentar al Jesús de los Evangelios como el Jesús
real, como el Jesús histórico en sentido propio y verdadero”9. Se trata de una afirmación
francamente provocadora donde Ratzinger reivindica el potencial de la fe como criterio
de conocimiento. Es decir, sólo una mirada aquilatada en la fe puede descubrir la verdad
de lo acontecido al comienzo de nuestra era. En este sentido, las apreciaciones de fe que
nos ofrecen los evangelios a la hora de revestir a la figura histórica del Nazareno no son
un obstáculo para su conocimiento, sino la real condición de posibilidad del mismo.
El Jesús histórico no es la entelequia que ha creado cada especialista desde su peculiar
visión, sino el Jesús de los evangelios; y sólo éste es, a su vez, el Jesús real.
Algunos podrán argüir que un Jesús así sólo es accesible dentro del ámbito
restringido de la fe. Sin embargo, Ratzinger sorprende al afirmar que esta equiparación
entre Jesús histórico, Jesús de los evangelios y Jesús real, aunque presupone induda-
7
J. Ratzinger, Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo hasta la Transfiguración, Madrid 2007, 8.
8
Cfr. Ibid., 12ss.
9
Ibid., 18.
blemente la fe, no está carente de una racionalidad histórica. En efecto, “esta figura
resulta más lógica y, desde el punto de vista histórico, también más comprensible que
las reconstrucciones que hemos conocido en las últimas décadas” ya que “precisamente
este Jesús – el de los Evangelios – es una figura históricamente sensata y convincente”10.
En efecto, y podría servirnos como ejemplo, ¿quién explica mejor la historia realmente
acontecida: Reimarus diciéndonos que el cuerpo sin vida de Jesús fue robado por sus
discípulos o el evangelista Lucas que nos habla de resurrección? ¿Es más coherente
pensar que unos pescadores analfabetos se lanzan a una misión universal fundándose
en su propia mentira, que dar cabida a la posibilidad de un “acontecimiento” que mo-
difica sustancialmente sus vidas? Para Ratzinger, dar credibilidad a la trama narrativa
de los evangelios implica una decisión de fe que, sin embargo, incluye en su seno un
reconocimiento de racionalidad. La historia del cristianismo que todos conocemos, la
crucifixión y su eficacia, el vertiginoso proceso de elaboración del dogma cristológico,
la rápida extensión del cristianismo, etc… resultan verdaderamente más creíbles porque
en su origen está la absoluta singularidad y novedad de una figura que hace saltar todas
las categorías disponibles, haciéndose comprensible sólo desde el misterio de Dios.
Sin embargo, el libro de Pagola entra de lleno en la búsqueda del Jesús histórico
por medio del uso de los métodos histórico-críticos; una herramienta que establece la
cronología de los textos bíblicos a partir de una metodología de distinción y estratifi-
cación de los textos, que desvela la existencia de diversas fuentes y que se ha ido per-
feccionando con el tiempo en una atención también a la labor de los redactores. Si el
acercamiento canónico en la lectura de los textos contempla la Escritura en su conjunto
10
Ibid.
11
Ibid., 18.
Ibíd., 14. En la misma obra, p. 232, afirma Ratzinger: “leemos la Biblia, y especialmente los Evangelios,
12
como una unidad y una totalidad que, aun con todos sus estratos históricos, expresa un mensaje intrínsecamente
consecuente”.
19
Son interesantes, en este sentido, las afirmaciones que recorren toda la obra de W. Kasper, Jesús, el Cristo,
Salamanca 1994. Como ejemplos, los textos de las pp. 127,144 y 151, respectivamente:”La cristología implícita
del Jesús terreno contiene una exigencia inaudita que hace saltar todos los esquemas preexistentes. En él nos
las tenemos que ver con Dios y su señorío; en él uno se encuentra la gracia y el juicio de Dios; él es el reino de
Dios, la palabra y el amor de Dios en persona”; “el conflicto de Jesús con sus enemigos se sitúa en un contexto
escatológico” y “Jesús había vinculado su ‘causa’, la llegada del reino de Dios, tan estrechamente a su persona
que esta ‘causa’ no podía seguir adelante sin más tras su muerte”.
20
Cfr. S. Béjar, Dios en Jesús. Evangelizando imágenes falsas de Dios. Ensayo de cristología, Madrid 2008,
143-147.
4. Conclusión
No deja de ser curioso, cómo por caminos diferentes, se deja entrever en estas
dos obras la siguiente coincidencia: una cierta negación de una cristología implícita o
indirecta. En efecto, para Pagola esta negativa estaría motivada por el concreto uso del
método histórico-crítico y la convicción de que poco pueden decir de la conciencia de
un personaje del que nos separan dos mil años. Así, para el teólogo español, y como ya
hemos visto, históricamente no se puede decir más de lo que se puede decir. Del mismo
modo, en la obra de Ratzinger, el acercamiento canónico no contempla sino la posibi-
lidad de una cristología explicitada a la luz del acontecimiento pascual y refrendada por
los grandes concilios cristológicos de la antigüedad. Por esta razón, la imagen de Jesús
que brota de sus páginas recuerda un tanto al Jesús de la visión beatífica, de una perfecta
conexión con el Dios al que considera su Padre.
21
Ibid., 132.
Pues bien, nuestra humilde impresión es que el libro de J. Ratzinger sería ten-
dente a este positivismo metodológico, mientras que el libro de Pagola tendería al escep-
ticismo. Con todo, en los dos constatamos una carencia en orden a la reconstrucción de
esta cristología en acto como forma de bucear, siquiera asintóticamente, en las profun-
didades de conciencia de Jesús de Nazaret.
En conclusión, hemos querido ofrecer esta meditación para aportar luz a la lec-
tura de estos dos ibros que, por su aparición simultánea en nuestro país, han provocado
inevitables comparaciones. No hemos pretendido ofrecer ningún juicio, sino algunas
claves de lectura que ayuden a incentivar la necesaria racionalidad teológica. En efecto,
la mejor manera de dignificar la reflexión creyente consiste en abrirse al debate que pre-
tende provocar, más allá de acusaciones fáciles y partidistas. Así, hemos intentado hacer
una comparativa entre dos obras, pero no en clave de exclusión recíproca, sino con la
intención de mostrar que la figura de Jesús, el Cristo, por estar inserta en el ámbito del
misterio, nunca es susceptible de presentaciones definitivas.
22
O. González de Cardedal, Cristología, Madrid 2001, 64.