CROMACIO de AQUILEYA - Comentario Al Evangelio de Mateo
CROMACIO de AQUILEYA - Comentario Al Evangelio de Mateo
CROMACIO de AQUILEYA - Comentario Al Evangelio de Mateo
CROMACIO
DE AQUILEYA
comentario al
evangelio de mateo
Ciudad Nueva
Cromado de Aquileya
COMENTARIO AL
EVANGELIO DE MATEO
COMENTARIO AL
EVANGELIO DE MATEO
Introducción, traducción y notas de
José Granados, D C J M y Javier Nieva, D C J M
Ciudad Nueva
Madrid - Bogotá - Buenos Aires - México - Montevideo - Santiago
© J o s é Granados
Javier Nieva
I S B N : 84-9715-021-X
Depósito Legal: M-35379-2002
2. L A CIUDAD DE AQUILEYA
3. L A FIGURA DE CROMACIO
rio, pero especialmente los trata- 19. PAULINO, Vita Sancti Am-
dos 3 3 , 3 5 , 4 1 - 4 4 , 5 0 , 5 1 , 5 3 , 5 5 y brosii, P L 1 6 , 3 6 .
56. 20. AMBROSIO, Ep. XL, PL
1 7 . Sobre las características 16, 1155-1159.
de la ordenación episcopal y la te- 2 1 . Cf. Y. M. DUVAL, «Les re-
ología del episcopado en la época lations doctrinales entre Milán et
de Cromacio cf. C . TRUZZI, « L ' o r - Aquilée durant la seconde moitié
e
dinazione episcopale di Cromazio du I V siécle. Chromace d'Aquilée
di Aquileia nel suo contesto stori- et Ambroise de Milán», en Aqui-
co-culturale», en Cromathius Epis- leia e Milano, (Antichitá altoadria-
copus, (Antichitá Altoadriatiche tiche 4 ) , Udine 1 9 7 3 , p p . 1 8 9 - 2 1 0 .
3 4 ) , Udine 1 9 8 9 , pp. 2 7 - 4 4 . 2 2 . G . C U S C I T O , Cromazio di
18. AMBROSIO, Ep. XL, 8, P L Aquileia (388-408) e Veta sua,
16, 1104. Aquileia 1 9 8 0 , pp. 7 1 - 8 3 .
18 Introducción
28
para exponerles su situación y pedirles su ayuda . Estos
obispos eran el papa Inocencio I de Roma, Venerio de Milán
y Cromacio de Aquileya, lo que nos da una idea de la im-
portancia que tanto Cromacio como la sede de Aquileya ju-
gaban en el panorama eclesial del momento. Cromacio es-
cribió una carta al emperador Honorio, carta que, junto con
la del papa Inocencio, éste envió a su hermano Arcadio. No
conservamos la carta de Cromacio, mas podemos hacernos
una idea de su contenido por la calurosa respuesta que Juan
29
Crisóstomo le envió en el año 406 . En ella hace mención
ante todo de la caridad de Cromacio: la fama de esta cari-
dad se ha extendido por todas partes. También Cromacio es
alabado por su modo de hablar, libre y valiente a un tiem-
po. Y se elogia por último su firmeza y su celo enérgico,
cualidades de las que también el Crisóstomo hizo gala.
No conocemos con certeza la fecha exacta de la muer-
te de Cromacio. Sin embargo, existen algunos datos que per-
miten situarla, con bastante probabilidad, al final del año
407 o principios del 408. En primer lugar, algunos testimo-
nios hablan de un pontificado de dieciocho años; otros, sin
embargo, dan la cifra de diecinueve. Además nos encontra-
mos con la carta, arriba citada, de Juan Crisóstomo, fecha-
da en el año 406. Finalmente, sabemos que Rufino se en-
contraba en Roma en el año 408. Es difícil imaginar que
éste hubiese abandonado a Cromacio en su ancianidad sa-
biendo la profunda amistad que existía entre ellos, enrique-
cida por el agradecimiento y la veneración que sentiría Ru-
fino por su maestro y protector. Es más lógico pensar que
la partida de Rufino de Aquileya hacia Roma tuvo lugar una
vez que el santo obispo había terminado su peregrinación
por este mundo.
35
te de inspiración en Cipriano y Tertuliano . En menor me-
dida se refiere al comentario de Jerónimo al evangelio de
36
Mateo . Se ha visto también relación entre Cromacio e Ire-
37
neo de Lyon , y se ha afirmado la influencia de autores
38
muy antiguos, que enseñaron el milenarismo .
Dicho esto, veamos en primer lugar el estado del texto
que ha llegado hasta nosotros. Analizaremos luego algunos
aspectos del Comentario: método exegético y contenido teo-
lógico. Presentaremos por último nuestra traducción.
2. L A EXÉGESIS DE CROMACIO
El misterio celeste
62. Para lo que sigue cf. las to al Vangelo di Matteo 1, pp. 19-
observaciones de G . T R E T T E L en 21, y también I D . , Mysterium...,
C R O M A Z I O DI A Q U I L E I A , Commen- o. c.
Introducción 33
La Trinidad perfecta
89
por un lado; Adán - Cristo, por otro . Así María pertene-
ce a este misterio de la Redención en el que se vence al dia-
blo usando sus propias armas. Además María es de familia
sacerdotal, manifestando así que Jesús vino a dar plenitud a
90
todos los sacrificios de la ley .
María es virgen, no sólo antes del parto, sino siempre. En
este misterio insiste Cromacio, considerando la virginidad algo
necesario por la cercanía de Dios en que vivió la Virgen, por
haber visto de cerca su gloria. Precedente suyo es otra María,
la hermana de Moisés. Esta era considerada ya antes de Cro-
macio la primera de las vírgenes. Si la virginidad le siguió a
ella naturalmente tras contemplar los prodigios de Dios con
91
su pueblo, cuánto más a María, que le llevó en su seno .
La Iglesia
Vida cristiana
4. NUESTRA TRADUCCIÓN
I. O B R A S G E N E R A L E S
II. L A I G L E S I A E N A Q U I L E Y A
TRETTEL, Giulio, « L a dottrina dello Spirito Santo nella storia della Chie-
sa aquileiese dalle origini», in Memorie storiche Forogiuliesi 61 (1981)
23-49.
III. C R O M A C I O D E A Q U I L E Y A
1.3. Sermones
2. E D I C I O N E S
2.2. Traducciones
2.3. Estudios
1
1. El sacramento de nuestra fe y salvación, aunque se
encuentra en todas las escrituras divinas, se contiene de modo
principal en la predicación evangélica, en la que se nos re-
vela el secreto del misterio celeste y todo el misterio de la
2
pasión y resurrección del Señor . Los escritores del Evange-
12
te manaron del Edén , o en las cuatro filas de piedras que
Aarón llevaba engarzadas sobre el pecho en la vestidura sa-
13
cerdotal , o en el conjunto de doce corderos, divididos en
grupos de cuatro, que Salomón colocó bajo el mar de bron-
14
ce en el templo . En todo esto no se puede dudar que se
mostraron los modelos de la verdad venidera. Por eso tam-
bién Elias el Tesbita, como no desconocía por medio del Es-
píritu Santo los misterios de la futura predicación evangéli-
ca, cuando ofreció aquel sacrificio, liberando al pueblo del
error y convirtiéndolo de los ídolos a Dios, después de co-
locar sobre los leños el holocausto derramó cuatro hidrias
de agua, e hizo esto por tres veces, y descendió fuego del
15
cielo ; para declarar ya entonces abiertamente la imagen de
la esperanza futura, esto es, el sacramento de la cruz, el nú-
mero de los evangelios, la gracia del bautismo y la fe en la
Trinidad, en la cual los bautizados nos hacemos digno sa-
crificio para el mismo Dios, al sobrevenirnos el fuego del
cielo, esto es, el Espíritu Santo, con cuyo don somos obse-
16
quiados .
5. Pero de modo más manifiesto y evidente encontra-
mos que, por medio del profeta Ezequiel, se muestran los
mismos evangelios en cuatro animales, de los cuales se des-
17
cribe el rostro y la forma : La representación de aquellos
era un rostro de hombre, un rostro de león, un rostro de cor-
dero y un rostro de águila voladora™. En ellos aparece cla-
19
ramente la figura de los evangelistas que, aunque aparez-
can con rostro distinto por la forma distinta que cada uno
tiene de comenzar, no difieren en la predicación. A conti-
nuación el mismo profeta, cuando dijo que cada uno tenía
un rostro propio, refirió que además cada uno tenía los cua-
tro rostros, es decir, que cualquiera de los animales tenía un
rostro cuádruple. N o nos queda oculto el sentido de esto:
se entiende que cada uno dijo todas las cosas y que todos
dijeron una sola cosa. Y aunque una justa necesidad de la
razón los distinga y separe en rostros o en número, de nuevo
la unidad de la predicación los hace indistintos e insepara-
bles, porque en cada uno encontrarás todas las cosas y en
todos la totalidad.
Pero debemos entender y examinar esta misma diferen-
cia de los rostros. Rostro, dice, de hombre, rostro de león,
rostro de cordero y rostro de águila voladora. Por el rostro
de hombre se entiende el evangelio según Mateo, de hom-
bre porque empieza con el nacimiento corporal del Señor,
diciendo: Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David,
20
hijo de Abraham , etc. A través de lo cual descubre el ori-
gen de su nacimiento humano. Por esto se le representó con
rostro de hombre. Por otro lado el rostro de león se en-
tiende del evangelio según Juan porque, aunque los otros
evangelistas dijeron que Cristo nuestro Dios se hizo hom-
bre y nació de una virgen por la asunción de la carne, él,
15
dieron vueltas a toda la tierra, mitigaron mi furor , para que
con perspicacia conociésemos que la ira divina provocada por
los pecados de los hombres no podía ser aplacada de otro
modo si no por la predicación del evangelio, que ha recorri-
do el orbe terrestre, dándose a través de ella al género hu-
mano la remisión de los pecados y la salvación.
10. E incluso la disposición del mundo se comporta
conforme a este número de los evangelios: en efecto, cua-
tro son las estaciones en que se desarrolla el año y cuatro
los ángulos de la tierra a los que sabemos, según cuenta el
36
Apocalipsis, que se han dado cuatro ángeles custodios .
11. Y aunque a causa del número de los evangelistas se
diga que hay cuatro evangelios, sin embargo hay un solo
Evangelio en todos, pues dice el Señor: Y se predicará este
37
evangelio por todo el mundo . No dijo «evangelios» sino
«evangelio». Esto también lo muestra el Apóstol, cuando dice:
Si alguno os predica otro evangelio de aquel que recibisteis,
sea anatema^. De donde es manifiesto que cuatro son los li-
bros del Evangelio, pero que en esos cuatro libros se cuenta
un solo Evangelio. Y no se nos debe juzgar a la ligera si, a
causa del número de los evangelistas o de la costumbre común
desde nuestros mayores, decimos alguna vez «evangelios»;
porque así llamamos a los evangelios para designar más bien
el número de los libros o el de los evangelistas. Pero, en vir-
tud de la autoridad del Señor y también del Apóstol, confe-
samos y creemos que el Evangelio es uno solo.
12. Mientras con esfuerzo diligente y cuidado solícito
hemos querido probar con diversos testimonios de los pro-
fetas el número de los evangelistas, he alargado mi discur-
so más de lo que esperaba. Pero ya nos disponemos a ex-
poner, aunque sea con escaso juicio y mediocre estilo, la
consideración del evangelio según Mateo.
LA GENEALOGÍA DE JESÚS
1. Mt 1, 1-2.
64 Cromacio de Aquileya
2
naciones ; esto es, en Cristo, quien tomó un cuerpo del li-
naje de Abraham, según lo que el Apóstol explicó a los gá-
latas: A Abraham le fueron hechas promesas, y también a su
descendencia. No dijo: a sus descendientes, como si fueran
muchos, sino como a uno solo: y a tu descendencia, que es
1
Cristo .
Y así como en el linaje de los judíos Abraham es el pri-
mero en la circuncisión carnal, así también en la tribu de
Judá David es el primero en la dignidad real, porque tam-
bién a él le fue prometido por Dios de modo similar que
4
del fruto de su vientre nacería el rey eterno, Cristo Señor .
En efecto, David fue el primer rey de la tribu de Judá, de
la cual el Hijo de Dios tomó la carne.
Por eso Mateo consideró con toda razón a Cristo nues-
tro Señor hijo de David y de Abraham, porque también José
y María descienden de la casa de David, es decir, de un ori-
gen real; y David por su parte desciende de Abraham, quien
5
según la fe se hizo padre de las naciones y según la carne
es el primero de la raza de los judíos.
Pero aunque el Señor y Salvador nuestro es considera-
do por los evangelistas hijo según la carne tanto de David
como de Abraham, hay que preguntarse por qué David se
prefiere en orden a Abraham, que es el primer padre de la
fe. Así afirma, en efecto: Hijo de David, hijo de Abraham.
Y comprendemos que esté colocado así porque aunque el
origen de la encarnación del Señor pertenezca a los dos, a
David se le prometió además por medio de un juramento.
Pues así está escrito: Juró el Señor a David una verdad y
no le defraudará, porque del fruto de tu vientre pondré uno
6
sobre mi trono .
7. Mt 1, 17.
66 Cromacio de Aquileya
8. Cf. HILARIO, In Mt I, 2 9. 1 C r o 3 , 1 0 - 1 2 .
( P L 9 , 9 2 0 A - 9 2 1 A ) ; J E R Ó N I M O , In 1 0 . Cf. 2 R 8, 2 6 .
Mt I ( C C L 77, 8-9).
Tratado 1, 3-4 67
17
David . Mateo hace derivar el linaje de José, con quien se
desposó la virgen María, por sucesión real, esto es desde
David a través de su hijo Salomón y los demás reyes poste
riores. Pero Lucas, enumerando las generaciones hacia arri
ba, muestra que el orden de esta misma generación de José
procede, sí, de David, pero desciende a través de Natán, esto
es, a través de otra línea del linaje de David. En efecto los
dos, Natán y Salomón, son hijos de David. Por tanto son dos
las líneas del linaje de David: uno que desciende por Salo
món rey, otro por Natán. Y como es manifiesto que José des
ciende de la generación de una sola línea, hay que pregun
tarse por qué los dos evangelistas refieren una lista diversa de
la descendencia. Pues Mateo, según la línea que recorre, dice
que José fue engendrado por Jacob, pero Lucas según su línea
menciona al mismo José como hijo de Helí. Y como no hay
duda de que los evangelistas no dicen cosas contrarias o re
pugnantes en algo a sí mismas, ya que desde luego el senti
do de éstas concuerda sin distinciones, hay que preguntarse
la razón y causa de esta cuestión, acerca de la cual esboza
mos ahora brevemente las diversas opiniones que se han dado.
18
La mayoría afirma que este José es descendiente de
Jacob según la relación de Mateo, pero ha sido contado por
Lucas como hijo de Helí atendiendo a la descendencia legal.
Porque el mismo Lucas, como hemos recordado más arri
ba, sigue a la ley, en la cual estaba escrito que si alguno,
después de tomar mujer muriera sin hijos, su hermano re
cibiera a su mujer para continuar la descendencia del di
funto, de modo que lo que naciera de él fuera llamado con
19
el nombre del difunto . Y como se afirma que Helí murió
6. J n 1, 1-3. 7. Mt 1, 19.
74 Cromacio de Aquileya
8. R m 2, 3. 9. Mt 1, 20.
Tratado 2, 2-4 75
Is 4 9 , 2 .
15. 1 7 . Ex 2 3 , 2 0 - 2 1 .
16. Se refiere a Josué. Al lla- 18. Cf. N m 1 3 , 1 6 .
marse también Jesús, tiene un 19. Cf. H I L A R I O , De mysteriis
valor especial como figura del II, 5 ( S C 1 9 , 1 4 8 ) .
Señor. En esto sigue Cromacio 2 0 . Mt 1, 2 2 - 2 3 ; a la hora de
una tradición que se remonta a citar la Biblia, completamos nor-
Justino (cf. J U S T I N O , Diálogo con malmente el texto que trae Croma-
Trifón, 7 5 ) . cio, poniendo lo añadido entre cor-
Tratado 2, 4-5 77
3. El dato no está en la E s - 5. Is 4 6 , 4.
critura; cf. G R E G O R I O D E N I S A , De 6. Cf. AMBROSIO, In Le II, 6
uirginitate X I X (SC 119, 484-493). (CCL 14, 3 3 ) .
4 . Mt 1, 2 4 - 2 5 . 7. Is 2 2 , 14.
82 Cromacio de Aquileya
19. J n 14, 6.
TRATADO 5
(Mt 2, 10-12)
L O S R E G A L O S D E L O S MAGOS Y SU REGRESO
1. Mt 2, 10-11.
90 Cromacio de Aquileya
2. Is 9 , 6. 44 ( C C L 14, 51).
3. Is 6 0 , 6. 5 . Sal 7 1 , 1 0 .
4 . Cf. HILARIO, In Mt I, 5 6. Sal 7 1 , 1 5 .
(PL 9 , 9 2 3 A ) ; A M B R O S I O , In Le II, 7. Sal 4 4 , 9 .
Tratado 5, 1-2 91
14. Is 8, 4.
TRATADO 6
(Mt 2, 13-18)
1. Mt 2, 13-15. 3. Is 19, 1.
2. Is 9, 6. 4. L e 1, 78.
94 Cromacio de Aquileya
5. O s 11, 1.
Tratado 6, 1-2 95
11. Sal 8, 3.
TRATADO 7
(Mt 2, 19-23)
3
nuevo . Y otra vez: Mi alma está triste hasta la muerte*. Y
aún: El Hijo del hombre ha venido a salvar lo que había
5 6
perecido y a dar su alma como redención por muchos , de
modo que el Señor y Salvador nuestro mostró claramente
que tenía en sí una naturaleza humana completa. Pues como
antiguamente el hombre entero había incurrido por el pe-
cado en sentencia de muerte, no sólo en el cuerpo sino tam-
bién en el alma, necesariamente asumió el Señor ambos, para
salvar ambos.
La credibilidad y la verdad de las acciones narradas está
clara en su sentido literal, es decir que después de la muerte
de Herodes fue avisado José por el ángel, para que con el
niño y su madre volviera a la tierra de Israel. Pero en estas
7
mismas acciones hay también un sentido espiritual . Herodes
era la figura de la infidelidad judía, como Egipto lo era de
este mundo. Después de visitar a este último, retornó de
nuevo [el Señor] para visitar a los hijos de Israel, una vez
muerto Herodes*, es decir extinguida en parte la incredulidad.
2. Después sigue diciendo que, cuando se había mar-
chado José de Egipto [entró en la tierra de Israel. Pero al
enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su
padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños,
se retiró a la región de Galilea, y fue a vivir en una ciudad
llamada Nazaret; para que se cumpliese el oráculo de los
9
profetas:] Porque será llamado nazareo . El Señor y Salva-
10
dor nuestro es llamado nazareo tanto por el nombre del
3. Sal 24, 4. 6. Mt 3, 2.
4. Sal 24, 10. 7. J r 50, 26.
5. J r 6, 16.
TRATADO 9
(Mt 3, 4)
1. Mt 3, 4.
2. Cf. M t 11, 10; M e 1, 2; L e 7, 27.
104 Cromacio de Aquileya
18. Juego de palabras. Do- casa'; por otro se usa para desig-
mesticus se opone por un lado a nar a los servidores de Dios, a los
'salvaje', como diciendo 'miel de fieles.
TRATADO 10
(Mt 3, 5-9)
1. Mt 3, 5-9. 2. Is 35, 1- 4.
Tratado 10, 1-2 109
19
suyos, sino que en Isaac se te dará una semilla . Es decir,
no quienes son hijos de la carne son hijos de Dios, sino que
a la semilla se atribuyen los hijos de la promesa. Pues quie-
nes no responden a la santidad de su linaje pierden la dig-
nidad del linaje. Y por eso añadió Juan: Os digo que pode-
roso es Dios para suscitar de esas piedras hijos de Abraham.
Veamos pues quiénes son estas piedras de las cuales Juan
promete que van a surgir hijos de Abraham. N o hay duda
de que en estas piedras están representados los gentiles, de
entre los cuales, una vez rechazados los judíos por incré-
dulos, surgen los creyentes en Cristo como dignos hijos de
Abraham en razón de su fe. Según lo que se dijo a éste: Por-
20
que te he establecido como padre de muchos pueblos . Pues
también el Señor mostró en el Evangelio que estas piedras,
después de la incredulidad de los judíos, acudirían con el
clamor de la fe a la alabanza de Dios, cuando dice a los ju-
21
díos: Si éstos callaran, gritarán las piedras . Y notamos que
22
estas piedras se comparan a los gentiles bien sea porque
daban culto a las piedras, bien porque endurecían sus cora-
zones con un entendimiento como petrificado y obtuso, que
ya el Señor había predicho que les iba a arrancar, cuando
dice: Arrancaré de ellos los corazones de piedra y les daré
un corazón de carne, y escribiré mis leyes en sus corazones,
23
y en su entendimiento las escribiré ; el Señor y Salvador
nuestro Cristo Jesús, a quien se debe la alabanza y la glo-
ria por los siglos de los siglos. Amén.
1. Mt 3, 10. 3. E z 9, 1.
2. J r 23, 29.
Tratado 11, 1-3 113
por mis mismos santos*. Por tanto con semejante hacha evan-
gélica se corta a los que no creen, pero los creyentes son
purificados para que sean capaces de dar frutos mejores.
2. Y les dice: Yo os bautizo en penitencia [pero el que
viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de
llevarle las sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y
fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: re-
cogerá su trigo en el granero, pero las pajas] las quemará en
5
un fuego inextinguible . Juan, por tanto, bautizaba al pue-
blo en penitencia según el decreto de la compasión divina,
como manifestó el Señor mismo en el Evangelio diciendo a
los judíos: Las meretrices y los publícanos os preceden en el
6
reino de Dios . Pues éstos aceptaron ser bautizados con el
bautismo de Juan. En esto se muestra ser decisión de Dios
que cada uno fuera purificado con el bautismo de Juan por
la confesión del pecado, y así se le considerara digno del
don de la gracia celeste; no fuera que no se dignara entrar
el Espíritu Santo por estar manchados los cuerpos con los
pecados, según lo que está escrito: El Espíritu Santo, que es
7
espíritu de instrucción, huirá lo que es fingido . Y otra vez:
En el alma malvada no entrará la sabiduría, ni habitará en
el cuerpo sometido a los pecados*. Por eso con toda razón
bautizaba Juan con un bautismo de penitencia; para prepa-
rar un camino al Señor y una morada al santo Espíritu una
vez lavados los corazones de los hombres de las suciedades
de los pecados. Y esto mismo lo muestra el Señor también
por Isaías, cuando dice: Lavaos, quedaos limpios, arrancad
9
la iniquidad de vuestras almas .
3. Dice por tanto Juan: Yo os bautizo en penitencia pero
viene detrás de mí uno más fuerte, cuyas sandalias yo no soy
4. E z 9, 5-6. 7. Sb 1, 5.
5. Mt 3, 11-12. 8. Sb 1, 4.
6. Mt 21, 31. 9. Is 1, 16.
114 Cromacio de Aquileya
10
digno de llevar. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego .
San Juan, sí, bautizaba con un bautismo de penitencia, pero
anunciaba que vendría otro bautismo mejor en fuego y Es-
píritu Santo. Y si decía que venía detrás de él quien había
de suministrar este bautismo, que era más fuerte que él y a
quien no era digno de llevar las sandalias; y si Juan, el mayor
entre los profetas, el primero entre los apóstoles, lleno de
Espíritu Santo cuando estaba en el vientre de su madre, pre-
ferido a todos entre los nacidos de mujer (en palabras del
Señor), que incluso fue llamado «ángel»; si él, decimos, se
confiesa indigno de llevar las sandalias del Señor, ¿cómo es
que la impiedad de los herejes se ha atrevido a negar que
Cristo es Señor, cuando un profeta tan grande por medio
de esta confesión de la dignidad divina declara sin sombra
de duda que es Dios?
4. Pero ahora debemos prestar atención a lo que quie-
ren decir estas «sandalias» según el sentido espiritual. Sabe-
mos que se dijo antiguamente a Moisés: Quítate las sanda-
11
lias de los pies. Pues el lugar en que estás es tierra sagrada .
También leemos que a Josué, hijo de Nun, se le dijo algo
11
parecido: Desata los cordones de tus sandalias .
Pero en el hecho de que les mande el Señor desatarse
las sandalias de los pies entendemos que se muestra la fi-
gura de la verdad venidera. Pues en la ley se dijo que, si al-
guien no quiere tomar a la mujer de su hermano después
de la muerte de éste, se quite la sandalia para que otro, hecho
13
esposo de ésta, le suceda según el derecho de la ley . Este
precepto prefigurado en la ley lo vemos cumplido en Cris-
to que es el verdadero esposo de la Iglesia. Por eso, ya que
ni Moisés el legislador podía ser esposo de la Iglesia, ni tam-
poco Josué el guía del pueblo, con toda razón se les dijo
19
iniquidades y be purificado tus pecados todo en torno de ti .
También Jeremías, cuando profetizaba por el Espíritu Santo,
declaró que tenía fuego dentro de sí. Y tampoco David ig-
nora que con este fuego se purifican como la plata los cuer-
pos de los fieles: Plata probada al fuego, purificada siete
10
veces de la tierra ; porque como el fuego vuelve inmedia-
tamente a su color natural la plata que se introduce en él,
una vez abrasadas todas las impurezas, así el Espíritu Santo
conduce al hombre purgado de los vicios de sus pecados a
la gloria de la naturaleza espiritual. Por eso también en los
Hechos de los Apóstoles apareció como fuego el Espíritu
Santo sobre los apóstoles y los creyentes. Así dice, en efec-
to: Y se posó sobre cada uno de ellos y aparecieron unas len-
11
guas como de fuego repartidas sobre ellos .
Pero se trata también de aquel fuego eterno, verdadero
vengador del juicio futuro, en el cual los pecadores, perdi-
da la gracia del Espíritu Santo, se purificarán con un in-
cendio como si se tratara de un bautismo de castigo. De esto
dice el Señor en el evangelio: No saldrás de allí hasta que
11
no pagues el último cuadrante , mostrando que no podrá
ser liberado del castigo del fuego hasta que no haya paga-
do incluso por el más pequeño pecado con el baño del cas-
tigo. Y se sabe que también esto quiso decir el Apóstol al
afirmar: El fuego probará de qué valor es la obra de cada
uno; si su obra permanece, recibirá una recompensa; si su
obra arde, sufrirá una pérdida. Este sin embargo será salvo,
13
pero como a través del fuego .
6. Por lo cual con toda razón sigue: Con el bieldo en la
mano purificará su era, pondrá el trigo en los graneros; pero
las pajas las quemará en un fuego inextinguible. Se refiere
2
I. 1. Luego sigue : Entonces vino Jesús de Galilea al Jor-
dán ¡para ser bautizado por Juan. Pero Juan trataba de im-
pedírselo diciendo: « Yo debo ser bautizado por ti, ¿y tú vie-
nes a mí?». Jesús le respondió: «Deja ahora, conviene qué]
3
cumplamos toda justicia» . Por tanto Jesús, con el fin de
4
consumar todos los sacramentos de la ley , desciende de Ga-
lilea al Jordán para ser bautizado por Juan. Pero Juan, que
reconoce por el Espíritu Santo a su Señor y Dios, de quien
había declarado que no era digno de llevar ni siquiera las
5
sandalias , se excusa de cumplir lo que se le mandaba, por-
que no creía que fuera necesario el bautismo a aquel de
quien sabía que había venido a destruir con su bautismo los
pecados del mundo; y por eso declara que conviene más
bien que él sea bautizado por Jesús, y dice: Yo debo ser bau-
6
tizado por ti, ¿y tú vienes a mí? .
2. Como si dijera: «Yo soy hombre, tú Dios; yo peca-
dor porque soy hombre; tú sin pecado porque eres Dios.
¿Por qué quieres ser bautizado por mí? N o rechazo obe-
decer, pero desconozco el misterio. Yo bautizo a los peca-
7
dores en penitencia . Tú, ¿por qué quieres ser bautizado si
no tienes mancha de pecado? O todavía mejor: ¿por qué
quieres ser bautizado como pecador, tú que has venido a
perdonar los pecados?». Esto es pues lo que dice Juan al
Señor: Yo debo ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Y
el Señor aprueba sin duda el sometimiento fiel que muestra
su siervo, pero manifiesta el misterio de su plan de salva-
ción al decir: Deja ahora; así es preciso que cumplamos toda
justicia, mostrando que ésta era la verdadera justicia: que el
mismo Señor y maestro cumpliera en sí todo el sacramen-
to de nuestra salvación.
3. Por tanto el Señor no quiso ser bautizado por razón
de sí mismo, sino por razón de nosotros, para cumplir toda
justicia. Pues es justo que lo que alguno quiere enseñar a
otro, lo comience él primero. Y pues el Señor había venido
como maestro del género humano, quiso enseñar con su
ejemplo lo que había que hacer; para que los discípulos si-
guieran al maestro, los siervos al Señor.
4. Y como iba a dar un nuevo bautismo para la salva-
8
ción del género humano y la remisión del pecado , él mismo
condescendió a ser bautizado el primero, no para quitarse
los pecados, pues era el único que no había cometido pe-
cado, sino para santificar las aguas del bautismo de modo
que disolvieran los pecados de los creyentes. Pues nunca ha-
1. Mt 4 , 1 - 2 . 4. Cf. Ex 1 6 , 14.
2. Cf. N m 2 1 , 6. 5. Is 4 0 , 2 8 .
3. Se refiere al pueblo de Is- 6. Cf. ORÍGENES, Hom.
rael, que tentaba a Dios en el de- XXIX in Le, 3 ( G C S 4 9 , 1 6 8 ) .
sierto.
126 Cromacio de Aquileya
7. Mt 4, 3. 11. J n 1, 29.
8. Cf. L e 2, 32. 12. Cf. AMBROSIO, In Le IV,
9. Cf. Mt 2, 11. 18 ( C C L 14, 112).
10. Cf. Mt 3,16-17; Me 1,10- 13. Mt 4, 2.
11; L e 3, 22.
Tratado 14, 2-3 127
17. Mt 4, 6. 18. G n 3, 1.
Tratado 14, 3-4 129
1. Mt 4, 12-16. 2. Mt 4, 15-16.
136 Cromacio de Aquileya
3
ilumina a todo hombre que viene a este mundo . De la cual
dio testimonio en el Evangelio el justo Simeón, diciendo:
La luz que preparaste para revelación de los gentiles y glo-
4
ria de tu pueblo Israel . También David predijo que esta luz
amanecería alguna vez en las tinieblas, cuando dice: A los
5
rectos de corazón les ha amanecido una luz en las tinieblas .
También Isaías declara que iba a venir esta luz para ilumi-
nación de la Iglesia: Ilumínate, ilumínate, Jerusalén, pues se
ha hecho presente tu luz y te ha amanecido la majestad del
6
Señor . También Daniel nos habló así de esta luz: El reve-
la lo profundo y lo escondido, sabe las cosas que están en las
7
tinieblas y la luz está con El , es decir, el Hijo con el Padre,
porque como el Padre es luz, así también el Hijo es luz. Por
lo cual también David dice en el salmo: En tu luz veremos
8
la luz , porque en el Hijo se ve al Padre como dice el mismo
Señor en el Evangelio: Quien me ve a mí, ve también al
9
Padre . Pues de la luz verdadera, procedió la luz verdade-
ra, y del invisible, el que es visible. Ya que es imagen de
Dios invisible™, según dijo el Apóstol.
2. Por tanto, de esta luz se dijo en el presente pasaje que
11
el pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz . Pero
la vio, no según una contemplación corporal, sino con los
ojos de la fe y la mirada del espíritu porque es una luz in-
visible. Así que esto es lo que dice: El pueblo que habita-
ba en tinieblas ha visto una gran luz y a los que habitaban
en la región de la sombra de muerte les ha amanecido una
12
luz . Por tanto, no sólo apareció esta luz a estos que esta-
ban en tinieblas, sino que dice que les ha amanecido una luz
1. Mt 4, 18-22. 2. 1 C o 2, 5.
140 Cromacio de Aquileya
3. 1 C o 1, 27-28.
Tratado 16, 1-2 141
12. J n 4, 13-14. 8, 1 7 .
13. Sal 45, 5. 1 6 . Cf. CROMACIO, 5. X X X I ,
14. Mt 4, 23-25. 4 6 - 4 7 ( C C L 9 A , 140).
15. Is 53, 4; cf. Mt 4, 23-24;
144 Cromacio de Aquileya
17
vides sus beneficios . Y añadió: Él, que es propicio con todas
tus iniquidades, que sana todas tus dolencias™. Por tanto el
verdadero y perfecto médico es Aquel que no sólo conce-
de la salud del cuerpo, sino que restituye la salvación al
alma, el Señor y Salvador nuestro, que es bendito por los
siglos de los siglos. Amén.
LAS BIENAVENTURANZAS
1
1. 1. Luego sigue : Al ver la multitud subió al monte y,
después de sentarse, se le acercaron sus discípulos y, abrien-
do su boca, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los po-
2
bres en el espíritu porque de ellos es el reino de los cielos» ,
y lo demás que sigue. El Señor, que iba a conducir a sus
discípulos de lo terreno y bajo a lo alto y excelso subió con
ellos a un monte, que sin duda era el de los Olivos, para
mostrar por el significado de este mismo vocablo el don de
3
su misericordia divina .
2. Subió pues el Señor al monte para transmitir a sus
discípulos, que estaban abandonando las cosas terrenas y
buscando las de arriba, los preceptos de los mandatos ce-
lestes como a quienes se hallan ya en lo alto; y para prodi-
9. Mt 5, 3. ( C C L 9A, 25).
10. Cf. L e 12, 21. 13. Cf. H c h 2, 45.
11. Cf. Mt 4, 22. 14. 2 C o 6, 10.
12. Cf. CROMACIO, S. V, 64-66
148 Cromacio de Aquileya
39
tierra, y se deleitarán por la abundancia de paz . Y otra
vez: Quienes esperan al Señor poseerán en herencia la tie-
40
rra . De esta tierra afirma el Espíritu Santo, también por
medio de Salomón: Porque los rectos habitarán en la tierra,
41
y en ella habitarán los santos .
4. Muestra pues el Señor que son bienaventurados estos
mansos que, siguiendo la suave mansedumbre del Señor, go-
zarán con la perpetua posesión en heredad de aquella bie-
naventurada tierra. Sin embargo habla en último término de
la tierra de nuestro cuerpo, en la cual los santos, transfigu-
42
rados en gloria , según lo que dice el Apóstol, reinarán con
43
felicidad eterna .
V. 1. Luego dice: Bienaventurados los que tienen ham-
44
bre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados . N o nos
enseñó a buscar la justicia con un deseo sin fatiga o una
apetencia de liviano ardor. Sino que indica como bienaven-
turados a aquellos que, para alcanzarla, como si tuvieran
hambre y sed, se inflaman en las ansias de este deseo inte-
rior. Porque si cada uno de nosotros la desea como cuando
tiene hambre y sed, no puede ya hacer otra cosa que pen-
sar siempre en la justicia, buscar la justicia; porque al que
tiene hambre y sed le es necesario ansiar aquello por lo que
siente hambre y sed.
45
2. Con razón pues, quien es pan celesj^ y fuente de
46
agua viva promete a los que de este modo sienten hambre
y sed la saciedad de aquella comida perpetua diciendo: Bie-
naventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, por-
que ellos serán saciados. Se refiere sin duda a aquella justi-
75. Mt 5, 11-12.
TRATADO 18
(Mt 5, 13)
18. Si 9, 10.
TRATADO 19
(Mt 5, 14-16)
1. Mt 5, 14-15. 3. Ef 5, 8.
2. MI 3, 20.
164 Cromacio de Aquileya
4. 1 Ts 5, 5. 8. Sal 45, 5.
5. 1 J n 1, 5. 9. Sal 47, 9.
6. 1 J n 1, 7; cf. 1 J n 4, 16; 2, 10. Sal 47, 2.
10. 11. Is 54, 11-13.
7. Sal 86, 3.
Tratado 19, I, 1 - IV, 1 165
20
judíos, como todos los sacramentos de la ley, pero a no-
sotros ya nos ha sido manifestado. Sabemos, en efecto, que
en aquel candelabro se mostró la figura de la luz verdade-
ra y eterna, esto es, el Espíritu Santo, que ilumina siempre
todo el cuerpo de la Iglesia por su gracia multiforme. Por
lo que también el Señor exhorta en el Evangelio a sus dis-
cípulos, entre otras cosas, a que tengan en las manos lám-
paras encendidas, cuando les dice: Estén ceñidas vuestras
21
cinturas y encendidas vuestras lámparas . 6. Y debemos en-
tender que esto lo mandó el Señor no en sentido corporal
sino espiritual. Pues como quiera que la lámpara significa el
mandamiento de Dios o la luz de la ley, se nos manda lle-
var una lámpara en las manos para que, iluminados por la
gracia del Espíritu Santo, brillemos con las obras de la jus-
ticia y de la fe, según lo que dijo Salomón: Los caminos de
los justos brillarán igual que la luz; pues van por delante y
22
alumbran hasta que el día nazca .
V. 1. Con razón, por tanto, después de hacer el Señor
mención de la lámpara en nuestro pasaje diciendo: Nadie
enciende una lámpara y la coloca bajo el celemín, sino sobre
el candelabro, para que alumbre a todos los que están en la
casa, añadió: Alumbre así vuestra luz ante los hombres para
que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro
23
Padre que está en los cielos . Pues Dios es glorificado en
24
nosotros ante los incrédulos e infieles, si vivimos según los
preceptos divinos, si brillamos con las buenas obras. 2. Por
eso dice también el santo Apóstol: Engrandeced y llevad a
25
Dios en vuestro cuerpo . Y el bienaventurado Pedro nos ad-
26. 1 P 2, 12. ( P L 9, 9 3 6 A ) .
27. Cf. MI 3 , 2 0 . 29. Cf. MI 3 , 2 0 .
28. Cf. H I L A R I O , In Mt I V 13
TRATADO 20
(Mt 5, 17-20)
1. Mt 5, 17. 3. 1 C o 5, 7.
2. J n 19, 30.
170 Cromacio de Aquileya
1. Mt 5, 21-22. 3. J b 5, 2.
2. R m 3, 31.
174 Cromacio de Aquileya
4. Sal 4 , 5 . 8. Si 1 4 , 1 .
5. Ef 4 , 2 6 - 2 7 . 9. Si 2 8 , 2 8 - 2 9 .
6. Mt 5 , 2 2 . 10. Pr 4 , 2 4 .
7. Cf. H I L A R I O , In Mt IV, 1 7 11. Si 2 3 , 1 7 .
(PL 9, 9 3 7 C ) . 1 2 . Sal 1 4 0 , 3 .
Tratado 21, I, 3 - III, 3 175
13
mis caminos, para no cometer delito con mi lengua , por-
que, como dice Salomón: Los labios de los imprudentes con-
tarán necedades, y se pesará con la balanza la palabra del
14
prudente . Y por eso el Señor declaró en el Evangelio que
15
daremos cuenta incluso de la palabra ociosa . Por eso ex-
horta también el Apóstol así: No salga de vuestra boca nin-
guna palabra mala, sino sólo la que es buena para edifica-
16
ción de la fe . 5. Y de nuevo: Vuestra conversación sea
siempre con gracia, condimentada con sal, para que sepáis
17
cómo conviene que respondáis a cada uno . Por esta razón
nos conviene ser cautos en todo, para no dañar nuestra sal-
vación por nuestra familiaridad con palabras inútiles.
18
I I I . 1. Más adelante dice : Si presentas tu ofrenda ante
el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo con-
tra ti, deja allí tu ofrenda, y ve primero a reconciliarte con
19
tu hermano, y entonces presentarás tu ofrenda . Por esto
sabemos en cuánto tiene el Señor el amor fraterno: pues
dice que no es aceptada por Dios la ofrenda que se le hace,
si no se reconcilia primero con su hermano el que la ofre-
ce, deponiendo la ira. 2. Además vemos que Dios rechazó
los dones que ofrecía Caín porque, sin guardar las leyes de
la caridad, alimentaba en su espíritu la ira contra su her-
20
mano .
Por eso con razón hace saber el Señor en muchos pasa-
jes del Evangelio que se debe guardar principalmente el
amor de caridad fraterna: Os doy un mandamiento nuevo,
21
que os tengáis amor unos a otros . 3. Y otra vez: En esto
conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis caridad unos
12
con otros . Con razón habla así también el Señor por el
profeta Zacarías: Juzgad con un juicio justo y pacífico, y no
retengáis en vuestros corazones la maldad de vuestro her-
23
mano . Por medio de David también declara de igual modo:
1
Desiste de la ira, y abandona tu indignación "'. 4. De modo
parecido habla también el Espíritu Santo por Salomón di-
ciendo: Hombre que conservas la ira para con el hombre,
¿pides a Dios tu curación? Tú mismo no tienes misericordia
de un hombre igual a ti, ¿y ruegas a Dios por tus pecados?
Tú mismo, que eres carne, conservas la ira, ¿y buscas que
23
Dios te sea propicio? ¿ Y quién orará por tus delitos? . 5. Y
añadió: Acuérdate de las cosas últimas, y deja de hacerte ene-
26
migos . Por eso el santo David, que no desconocía, gracias
al Espíritu Santo, el precepto evangélico, declaró sobre sí
mismo de esta forma: Si he contemplado en mi corazón la
27
iniquidad, Dios no me escuchará .
6. Pues, ¿qué hay tan agradable para Dios, tan necesa-
rio para nuestra salvación, como lo que mandó el Señor: no
guardar la ira, presentar a Dios la ofrenda con espíritu pa-
cífico y conciencia sencilla, como la ofreció Abel el prime-
ro? Y por eso sus ofrendas fueron aceptadas por Dios y las
de Caín rechazadas, porque Abel ofrecía a Dios sus ofren-
das con disposición pura y sencilla, pero Caín guardaba la
ira contra su hermano. 7. Por eso, si queremos que nues-
tros dones agraden a Dios hemos de excluir la ira del cora-
zón, eliminar la malicia concebida contra el hermano, man-
tener la paz fraterna, conservar la caridad, amar la
unanimidad, velar por la concordia, para que merezcamos
complacer a Dios, que es bendito por los siglos. Amén.
9. Q o 4, 8-10.
TRATADO 23
(Mt 5, 27-30)
1. Mt 5, 27-28. 4. Si 9, 8.
2. Sal 118, 4. 5. Si 9, 11.
3. Si 18, 30-31.
182 Cromacio de Aquileya
5. Mt 5, 41. 6. Mt 5, 42.
Tratado 25, II, 1 - IV, 2 193
4. Is 66, 5. 7. Ex 23, 5.
5. Sal 7, 4-5. 8. Mt 5, 43-48.
6. J b 31, 29-30.
196 Cromacio de Aquileya
9. Mt 6, 1. 11. Mt 6, 2-4.
10. G a 1, 10.
Tratado 26, II, 1 - V, 3 197
1. Mt 6, 5-6.
2. Cf. HILARIO, In Mt V, I ( P L 9, 943A).
200 Cromado de Aquileya
9
que necesitáis antes de que se lo pidáis . Los gentiles pien-
san en efecto que pueden alcanzar más fácilmente del Señor
lo que piden si multiplican sus palabras, pero el Señor no
espera esto de nosotros. 2. Prefiere que hagamos valer nues-
tra oración no con barboteo de palabras sino con la fe del
corazón y los méritos de la justicia; a él la dirigimos, que
sabe mejor todo lo que necesitamos y conoce todo lo que
vamos a pedir antes de que hablemos. Tenemos, en fin, un
ejemplo de la distancia que media entre la oración de pala-
brería y la otra, humilde y sencilla, en aquel fariseo y en el
publicano. 3. Pues fue reprobada la oración del fariseo, que
se jactaba con abundancia de palabras; pero el publicano
que, humilde y devoto, pedía perdón por sus pecados, bajó
10
más justificado que el fariseo jactancioso . En esto vemos
cumplido lo que está escrito: La oración del humilde pene-
11
tró las nubes , llegando hasta Dios, que acostumbra a es-
cuchar la súplica del que ora y es bendito por los siglos.
Amén.
E L PADRENUESTRO
1 1
1. 1. Después dice : Así le rezaréis, por tanto . Nuestro
Señor, que suele escuchar a quienes oran, muestra con qué
palabras debemos orar. ¡Oh, qué firme y bienaventurada es
para nosotros esta oración, cuya secuencia instituyó para no-
sotros el maestro de vida y educador celeste! ¡Y qué biena-
venturados podemos ser también nosotros si conservamos
estas palabras de la oración del Señor, no sólo con la recita-
ción oral sino poniéndola por obra con un comportamiento
del todo fiel! Pues esta forma de orar, encaminada a la espe-
ranza de la salvación humana, la estableció el Señor para sus
discípulos diciendo: Padre nuestro que estás en los cielos.
2. ¡Qué grande el amor del Señor hacia nosotros! ¡Qué
grande su misericordia y piedad, que condescendió a otor-
garnos el don de una gracia tan grande, de modo que los
siervos nos atrevamos lícitamente a llamar Padre a nuestro
Señor y Dios! Con esta palabra muestra que no somos ya
sólo siervos, sino incluso hijos de Dios. Y aunque para mos-
3. J n 1, 12-13. 6. 1 J n 3, 8.
4. G a 4, 6. 7. Is 63, 16.
5. 1 J n 3, 9; 5, 18.
204 Cromado de Aquileya
36
borrados los pecados . Porque el Señor manifiesta abierta-
mente que no mereceremos recibir el perdón de los peca-
dos si, con espíritu infiel y mente endurecida, retenemos los
pecados de los que cometen delitos contra nosotros. A El
es el honor, la alabanza y la gloria, junto con el Espíritu
Santo, antes de todos los siglos y ahora y siempre y por los
siglos de los siglos. Amén.
36. Si 28, 2.
TRATADO 29
(Mt 6, 16-18)
1. Mt 6, 16-18.
212 Cromacio de Aquileya
1. Mt 6, 19-21. 3. 1 T m 6, 19.
2. Mt 19, 23.
216 Cromado de Aquileya
1
1. 1. Luego dice : La lámpara de tu cuerpo es tu ojo; si tu
ojo es simple, todo tu cuerpo está iluminado; pero si tu ojo es
malvado, todo tu cuerpo está en tinieblas. Por tanto, si la luz
que hay en ti es oscuridad, ¿ cómo son entonces de grandes las
2
tinieblas? . Por la lámpara del cuerpo se entiende la mirada
del espíritu y la fe del corazón que, si es en nosotros pura y
brillante, no hay duda que ilumina todo nuestro cuerpo.
2. Pero se compara la fe con una lámpara porque, igual
que una lámpara ilumina los pasos de los que avanzan en la
noche, no sea que al caminar caigan en baches o tropiecen
3
en algún obstáculo ; así, en la noche de este mundo, el es-
plendor de la fe ilumina todos los pasos de nuestra vida, pues
nos precede la luz de la verdad, para que no vayamos a parar
a las fosas de los pecados o los obstáculos del diablo.
3. Esto es, por tanto, lo que dice el Señor: La lámpara
de tu cuerpo es tu ojo; si tu ojo es simple, todo tu cuerpo está
iluminado; pero si tu ojo es malvado, todo tu cuerpo está en
tinieblas; mostrando que si esta fe nuestra, representada en
la lámpara del cuerpo, o sea en el ojo, se ciega en nosotros
6. Mt 6, 24. 7. J n 8, 34.
Tratado 31, III, 1 - IV, 3 221
1. Mt 6, 25. 2. Cf. G n 3.
Tratado 32, 1 223
10
Señor no carecerán de nada . Y otra vez: Los ojos del Señor
sobre los que lo temen, y lo restante hasta: {para sostener su
11
vida] en tiempo de hambre . También por Isaías habla el
Señor así de sus santos a los incrédulos y contumaces: He
aquí que los que me sirven comerán, pero vosotros pasaréis
hambre. He aquí que los que me sirven beberán, pero vo-
12
sotros pasaréis sed .
2. Por eso dice el Señor con toda razón en nuestro pa-
saje: No deis vueltas en vuestro corazón a lo que comeréis
[o a lo que beberéis, ¿no vale la vida más que el alimento
y el cuerpo más que] el vestido? Con esto nos enseña a no
tener cuidado del alimento del alma ni del vestido del cuer-
po, sino a pensar más bien en la salvación de la misma alma
y del cuerpo, porque más es el alma que el alimento. En
efecto, este alimento se echa a perder, pero el alma perma-
nece eternamente. Y el cuerpo es más que el vestido porque
este vestido, una vez corrompido, se destruye y se pierde,
pero el cuerpo se cubre por la resurrección con un vestido
de inmortalidad. Y por esto no hay que pensar en estas
cosas: porque el Señor, que concede lo que es más impor-
tante para el hombre, la vida eterna y la inmortalidad, se
dignará sin duda conceder también estas cosas temporales.
3. Luego, inmediatamente después, propone el Señor
también el ejemplo de las aves diciendo: Mirad las aves del
cielo, [no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y
vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros] más
13
que ellas? . El Señor propuso estas cosas para instrucción
de nuestra fe. Pues si las aves, que no trabajan ni piensan
en la comida, no carecen cada día, con la ayuda de Dios, de
los alimentos necesarios, cuánto más a los siervos de Dios
y a los fieles no les pueden faltar estas cosas.
18. C t 6, 1. 22. C t 2, 2.
19. C t 6, 2. 23. J n 15, 20.
20. Is 35, 1. 24. Cf. H I L A R I O , In Mt V, 11
21. C t 2, 1. (PL 9, 948A-B).
228 Cromacio de Aquileya
3
Hoy es °, mostró el tiempo de la vida presente. El mañana,
por su parte, significa el juicio del día futuro. Por tanto,
dice, si a éste Dios lo viste, cuánto más a vosotros, hombres
11
de poca fe ; es decir, si Dios cuida de los gentiles infieles y
les concede por su bondad un vestido terreno, cuánto más
se dignará concederlo a sus santos y fieles.
7. Por eso añadió: No deis vueltas a lo que comeréis o
a lo que beberéis. Todo esto lo buscan los gentiles de este
mundo. Sabe vuestro Padre que tenéis necesidad de todo
esto. Buscad pues primero el reino de Dios y su justicia y
31
todo lo demás se os concederá . Se nos prohibe por tanto
preocuparnos de la comida y la bebida, de las cosas de este
mundo. Pedir estas cosas es propio de los gentiles, que ig-
noran a Dios; pues, viviendo en este mundo y pensando
sólo en el alimento de la vida presente como las ovejas, pien-
san que no hay nada tras la muerte. Por lo cual no nos con-
viene hacernos semejantes a los hombres de este tipo, que
ponen toda su esperanza en la vida presente, sino que de-
bemos pensar mejor en lo que pertenece al reino celeste y
a la gloria futura, porque si siempre pensamos en lo celes-
te y eterno, no podrá faltarnos tampoco lo temporal. Esto
dice en efecto: Buscad primero el reino de Dios y su justicia
y todo lo demás se os concederá. Esto mismo también lo
había declarado antes el Señor a través de Isaías: Escuchad-
me y comeréis de lo bueno, y vuestra alma se deleitará con
33
lo bueno .
8. Por eso añadió: No os preocupéis del mañana. Pues el
mañana se preocupará de sí mismo. Le basta a cada día su
34
malicia . El Señor, al prohibirnos pensar en el mañana, re-
movió de nosotros sin duda toda preocupación mundana.
40
días son malos ; y no se refiere a la disposición o al curso
de los días, sino a los pecados de los hombres malos, que
viven cotidianamente en este mundo entre iniquidades y crí-
menes. Y por eso debemos redimir con las buenas obras este
tipo de días y este tiempo de la vida presente, para que me-
rezcamos llegar a aquel día feliz de la gloria futura, en la
llegada de nuestro Señor y Salvador, que es bendito por los
siglos. Amén.
40. Ef 5, 16.
TRATADO 33
(Mt 7, 1-12)
1. Mt 7, 1-2. 2. Mt 7, 2.
Tratado 33, 1-2 233
11
busca, halla-] y al que llama se le abrirá ". Nos manda el
Señor pedir para que recibamos, pero pedir no la gloria del
siglo ni las riquezas del mundo que son contrarias a la fe,
sino las cosas que convienen a nuestra esperanza y salva-
ción, es decir los dones celestes, la fe, la justicia, la miseri-
cordia, la modestia, la paciencia, la inteligencia de las Es-
crituras. Esto suele en efecto darlo y concederlo Dios a los
fieles que se lo piden y creen de todo corazón; lo hace por
medio del mismo Señor que dice en el Evangelio: Todo lo
14
que, creyendo en mi nombre, pidáis al Padre, lo recibiréis .
De la misma forma nos exhorta a buscar para que en-
contremos. Pero lo que debemos buscar ya lo manifestó
antes el Señor diciendo: Buscad primero el reino de Dios y
15
su justicia y todo esto se os dará por añadidura . Por tanto
no debemos pedir los bienes de este siglo, sino aquellos bie-
nes celestes y eternos de los cuales dice el Apóstol: Lo que
ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni subió al corazón del hombre,
lb
lo que preparó Dios a los que lo aman . Debemos buscar,
pues, estos bienes, y al dispensador de todos estos bienes,
del cual da testimonio David en el salmo diciendo: Te bus-
17
qué con todo mi corazón . Del cual también refiere Isaías:
Buscad a Dios y lo encontraréis. Inmediatamente, cuando se
haya acercado a vosotros, deje el impío sus caminos y el hom-
18
bre inicuo sus fechorías, y se le concederá misericordia .
19
Y con razón sigue: Llamad y se os abrirá . De igual
modo también aquí nos manda el Señor llamar, no a puer-
tas ajenas, sino a la entrada de la vida y a los batientes del
reino de los cielos. En efecto, si llamamos a esta puerta de
la vida con la fe del corazón y las obras de la justicia, con-
lio que pedía y buscaba. Por eso, para instruir nuestra fe,
pone el Señor incluso un ejemplo tomado de los padres car-
nales, diciendo: ¿ Quién de vosotros, si su hijo le pide un pan,
le dará una piedra? Si le pide un pez, ¿acaso le dará una
serpiente? Si, pues, vosotros, aunque sois malos, sabéis dar
cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más vuestro Padre que
26
está en los cielos dará lo bueno a los que se lo piden . Mues-
tra por tanto, comparándolo con los padres carnales y te-
rrenos, el cariño que nos tiene la misericordia celeste y su
divina y paterna piedad. Pues todo padre, aun terreno y
temporal, no puede negar a sus hijos, al menos por piedad
paterna, los alimentos para la vida cuando se los piden; ni
cuando desean lo bueno puede entregarles alguna cosa inú-
til o nociva, porque aunque cualquiera pueda ser malvado
hacia los otros, hacia los hijos no puede sino mostrar en-
trañas de piedad y bondad. Si, pues, los padres carnales, que
no pueden no tener alguna malicia, guardan por sus hijos
este amor y cariño de piedad, ¡con cuánta misericordia re-
parte de buena gana a los que desean y piden los bienes ce-
lestes aquel Padre eterno del cielo, el único que es tierno,
bueno y misericordioso!
7. Pero esto se puede considerar también en un sentido
27
espiritual, como les pareció a algunos : que si a alguno de
nosotros alguien que desea ser nuestro hijo por la gracia ce-
leste le pidiera el pan del alimento salvífico y de la vida eter-
na, alegre y de buena gana haga también partícipes del ali-
mento de la vida a los que lo desean. Pero podemos
endurecer nuestros corazones como piedras, u oponerles
cierta falta de esperanza o dureza de incredulidad, de modo
que no les concedamos con ánimo pronto y complacido
aquello que piden con fe.
26. Mt 7, 9-11.
27. Cf. HILARIO, In Mt VI, 2 (PL 9, 951D-952A).
Tratado 33, 6-8 239
28. Mt 7, 12.
TRATADO 34
(Mt 7, 13-14)
1
por el que has de ir . También el bienaventurado David mues-
tra que camina por esta vía, al decir: Felices los que van sin
mancha por el camino, los que avanzan en la ley del Señor*.
Y de este camino del cielo son muchas las sendas, a saber: la
fe, la justicia, la honestidad, la prudencia, la santidad, la bon-
dad, la paciencia, la mansedumbre, la piedad, la misericordia
y las demás cosas buenas por las que el Espíritu Santo, a tra-
vés de Jeremías, nos exhorta a entrar a cada uno de nosotros
diciendo: Deteneos en los caminos del Señor, mirad las sen-
das eternas de Dios y ved cuál es el camino bueno y caminad
5
en él . Tenemos que detenernos por tanto en los caminos del
Señor, tenemos que considerar las sendas eternas de Dios,
para que podamos caminar por este camino bueno que es el
del Evangelio. También el santo David se gloría de que el
Señor lo ha conducido por las sendas de este camino, cuan-
do dice: Me condujiste Señor por las sendas de la justicia a
6
causa de tu nombre . De estas sendas también da testimonio
en otro salmo diciendo: Hazme saber, Señor, tus caminos y
7
enséñame tus sendas . Por eso también el mismo Señor, para
mostrarse guía de este camino celestial, declaró con razón en
el Evangelio: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie
viene al Padre sino por mí*. Este es por tanto el camino es-
trecho y angosto que conduce al cielo, que dirige al paraíso,
por el cual son conducidos a la vida unos pocos justos y ele-
gidos a través de las diversas angosturas y tribulaciones del
mundo, con el Señor de guía; son estos de quienes se dijo:
9
Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos .
2. Dos son, por tanto, los caminos que el Señor nos
pone ante los ojos: uno de vida, otro de muerte; uno de sal-
4
líos que no tienen malicia . Y otra vez: Su palabra serpea
5
como gangrena . A éstos los llama san Juan no solo pseu-
doprofetas sino incluso anticristos diciendo: Habéis oído que
viene el Anticristo y ahora han surgido muchos anticristos;
salieron de nosotros pero no eran de los nuestros. Si hubie-
ran sido de los nuestros habrían permanecido sin duda con
6
nosotros . Y que, según el dicho del Señor, no se les debe
creer con facilidad, lo manifiesta el mismo san Juan, cuan-
do dice: Queridos, no creáis a todo espíritu, sino probad los
espíritus, para ver si son de Dios; porque muchos falsos tes-
tigos surgieron de este mundo. Todo espíritu que confiesa que
Jesucristo ha venido en carne es de Dios, y todo espíritu que
divide a Jesucristo, no es de Dios, y este es el Anticristo que
7
oísteis que viene ya y ahora ya está en el mundo .
2. Y leemos que ya antaño se daba este nombre de lobos
a los pseudoprofetas, pues habla así de ellos el Señor por
medio de Ezequiel: Sus príncipes son como lobos que aga-
8
rran el botín para derramar sangre . Y de igual modo ad-
virtió ya el Espíritu Santo que no se les debía escuchar, di-
ciendo por Jeremías: No oigáis las palabras de los falsos
profetas que engañan; ellos cuentan lo que han visto en su
9
interior, pero no lo recibido de la boca del Señor . De éstos
dice también el Señor en otro lugar de modo semejante: Yo
no enviaba profetas y ellos acudían. No les hablé y ellos pro-
fetizaban™. El Señor advirtió que había que tener cuidado
con esta clase de falsos profetas, es decir, con los herejes,
quienes, para ocultar su incredulidad impía, extienden bajo
la apariencia del nombre de Cristo un velo de piedad y, si-
mulando la fe, anulan la verdad de la fe. Pero el Señor ma-
21. Is 5, 2.
22. Cf. H I L A R I O , In Ps I, 1 4 ( C S E L 2 2 , p. 2 8 - 2 9 ) .
Tratado 35, 6-8 249
2
1. ¡Qué grande la fe de este leproso y qué perfecta su
confesión! Porque primero adoró y después dijo: Señor, si
3
quieres puedes limpiarme . Al adorar mostró haber creído
que era Dios aquél a quien había adorado, porque la ley
había prescrito que solo se debía adorar a Dios. Luego, al
decir: Señor, si quieres puedes limpiarme, pide al Señor que
sólo quiera su curación, [actuando] su omnipotencia y la na-
turaleza de su poder divino mediante la eficacia de su vo-
luntad, consciente que el poder de la fuerza divina está so-
metido a su voluntad. Por eso, como creyó que para el Hijo
de Dios el simple querer era poder, y el poder, querer, dice:
4
Señor, si quieres puedes limpiarme .
Con razón el Señor, reconociendo la disposición devo-
ta y fiel de aquel leproso que creía en El, le recompensa al
instante con el don de la salud para confirmar su fe: Quie-
ro, queda limpio. Después extendió la mano y le tocó. Y al
5
instante quedó limpio de la lepra . En esto se proclamó ma-
1. El tratado 37 se ha per- 3. Mt 8, 2.
dido. 4. Cf. AMBROSIO, In Le V, 3
2. Cf. AMBROSIO, In Le V, 2 (CCL 14, 136).
( C C L 14, 136). 5. Mt 8, 3.
252 Cromacio de Aquileya
No S O Y D I G N O D E Q U E E N T R E S E N MI C A S A
7. Cf. H I L A R I O , In Mt V I I , 4 ( P L 9, 9 5 5 B ) .
Tratado 39, 1-2 259
5. Mt 16, 18.
262 Cromado de Aquileya
6. R m 8, 3. 8. J n 10, 38.
7. Mt 8, 16-17; cf. Is 53, 4. 9. Mt 8, 17; cf. Is 53, 4.
Tratado 40, 3-4 263
1. Mt 8, 18-20. 3. Mt 8, 20.
2. Mt 11, 28. 4. Si 1, 36.
Tratado 41, 1-2 265
5. Mt 8, 19. 8. C t 2, 15.
6. 1 T m 6, 16. 9. L e 13, 32.
7. E z 13, 4.
266 Cromacio de Aquileya
10
otro ciego, ambos caen en el agujero . Y de ella habla tam-
bién Salomón cuando dice: Y quien no conoce al Señor cae
11
en ella . David muestra que semejantes conventículos im-
píos e infieles han sido condenados al castigo cuando dice:
Sean entregados en manos de la espada las regiones de las
12
zorras . También, Sansón mostró con un ejemplo y en fi-
13
gura el castigo que sufrirían las zorras . Una vez captura-
das trescientas, les ató las colas entre sí y, prendiéndoles
fuego, incendió de este modo las mieses de los enemigos.
En esto se puso de manifiesto que todos los herejes, que
eran los que iban a tener una fe falsa cuando llegara la pre-
dicación de la cruz de Cristo, en la consumación de los si-
glos (porque la mies, según la interpretación del Señor, se
refiere a la consumación de los siglos), unidos por una sola
sentencia habrían de ser entregados a la pena del fuego de
la gebenna; a saber, aquellos que fueran hallados ajenos a la
fe y al conocimiento de la verdad.
Por lo demás, las astutas artimañas de la zorra, que se
atribuyen con justicia y razón a los falsos profetas y a los
herejes, son por naturaleza diversas. Acechan a las aves del
corral para atraparlas con algún engaño y además constru-
yen numerosas y diversas salidas en las madrigueras que
ellas mismas cavan, para no ser atrapadas con facilidad. Así
es como los herejes acechan a las aves del corral de Cristo,
en las que están las alas de las virtudes y las plumas de las
buenas obras, para robárselas a la Iglesia del Señor con al-
guna doctrina engañosa y arrastrarlas a las madrigueras de
su perfidia con el fin de devorarlas. Finalmente, éstos mis-
mos, si se dan cuenta de que pueden ser atrapados por un
cristiano ortodoxo o un sabio doctor, tienen preparadas di-
versas salidas para su impía afirmación con las que intentan
30
viven . Es justo, en efecto, estimar más a Dios que al hom-
bre, más al Padre de la naturaleza que al del cuerpo, más al
autor de la vida que a la sepultura de un muerto. Sobre todo
cuando tales cuidados por sus muertos los suelen mostrar
los infieles, a quienes también se les llama muertos, ya que
todos los incrédulos e infieles, según la autoridad de las Es-
crituras, son tenidos verdaderamente por muertos ante Dios,
31
porque no viven para Dios sino para el mundo .
7. Éste es, por tanto, el sentido literal de las palabras del
Señor. Pero preguntémonos ahora más en profundidad por
qué el Señor dijo que los muertos son enterrados por los
muertos. Sabemos sin lugar a dudas que los hombres muer-
tos no tienen ningún deber, ni la misma naturaleza permite
32
que los muertos entierren a los muertos . Pero miremos si
puede quizá ser comprendido de otra manera. Dijimos más
arriba que todos los incrédulos e infieles, aunque viven en
este mundo, pueden ser considerados como muertos para
Dios. De ellos leemos que está escrito: Los muertos no te ala-
barán, Señor, ni ninguno de los que descienden al infierno.
371
Somos nosotros, los que vivimos, los que alabamos al Señor .
34
Y: ¿No harás maravillas por los muertos? . También Isaías da
testimonio de esto diciendo: Señor, no conocemos ningún Dios
33
fuera de ti. Los muertos carecen de vida . Y en otro lugar:
Los que están en el infierno no te alabarán, ni los que están
36
muertos te bendecirán . También el santo Apóstol sabe que
todos los incrédulos están muertos para Dios: Y vosotros,
cuando estabais muertos a causa de vuestros delitos y peca-
37
dos . Por eso también atestiguó que una viuda infiel, aunque
38
viva, está muerta . Así pues, el Señor habla aquí de los muer-
tos bajo este aspecto, muertos ante Dios, de los cuales se com-
prende que entierren de este modo a sus muertos, pues, por
el uso frecuente de las cosas mundanas, ellos mismos se se-
pultan en la muerte eterna por medio de las obras mortales
de la carne. El santo Apóstol muestra que existe en nosotros
un doble principio natural: el alma y el cuerpo. Sin embar-
go, a uno y otro los llama «hombre» al decir: Porque, si nues-
tro hombre se corrompe en lo exterior, la carne, se renueva
39
en lo interior, el alma . Por esto reconocemos claramente re-
flejados en los muertos que entierran a sus muertos a todos
los impíos y los pecadores, los cuales, muertos ante Dios por
la infidelidad de su corazón según el hombre interior, sepul-
tan a sus muertos (es decir: a sus cuerpos mortales) en la
muerte eterna mediante sus vicios y pecados. Igual que los
santos y todos los creyentes están vivos para Dios por medio
de las obras de la vida y la justicia y para este mundo están
muertos y sepultados, según lo que afirma el Apóstol: Por
tanto estamos sepultados con El en su muerte por el bautis-
40
mo ; así también todos los impíos y los pecadores, que viven
para este mundo mediante los deseos de la carne, mediante
obras malvadas, están muertos y sepultados respecto a Dios.
8. Semejante a esta expresión es aquel dicho del Após-
tol en que afirma: ¿Qué hacen los que son bautizados en
favor de los muertos, si verdaderamente los muertos no re-
41
sucitan f . Afirman algunos que en tiempo del Apóstol,
unos cuantos -sin duda que con espíritu religioso-, movi-
dos por una vana esperanza acerca de sus seres queridos, si
acaso éstos habían partido sin el bautismo se hacían bauti-
zar para que aquel bautismo que ellos recibían aprovecha-
ra a la salvación de los que habían muerto. Pero parece su-
L A TEMPESTAD CALMADA
L O S DOS ENDEMONIADOS
1. Mt 8, 28-31. 3. Mt 8, 29.
2. Cf. Mt 8, 23-27.
Tratado 43, 1-2 283
4. Mt 4, 3.
284 Cromacio de Aquileya
5. Por otra parte, los cerdos a los que huyen los demo-
11
nios son figura de los hombres infieles e impuros que, pa-
ciendo junto al mar, esto es: viviendo según los pecados del
mundo, se presentan como una digna morada para los de-
monios. De este modo los ahogan los demonios, al rete-
nerlos en el mar de este mundo, es decir en la profundidad
del error, gracias a las diversas seducciones pecaminosas. En
los porqueros que, tras la visión de este signo del poder di-
vino, huyeron a la ciudad para contar lo que había sucedi-
do, de tal manera que rogaron al Señor que se alejase de su
12
territorio , se muestra la figura de los príncipes de los ju-
díos o la de los sacerdotes de los ídolos. Estos, suminis-
trando a los hombres inmundos e infieles los pastos de su
error e infidelidad, los alimentan como a los cerdos, con vis-
tas a la muerte eterna. Aunque vieron que los hombres cre-
yentes, abandonando la incredulidad de la Sinagoga o la su-
perstición idolátrica se convertían al Hijo de Dios, no sólo
no quisieron creer a los signos divinos; sino que además,
excitados por el celo de su malicia, rechazaron lejos de sí,
los desventurados, la salvación que venía a ellos en la hu-
mildad del Señor. En ellos vemos realizado lo que dice el
salmo: ¿Acaso se conocerán tus maravillas en las tinieblas o
13
tu justicia en la tierra olvidada? . Tierra olvidada, cierta-
mente, la que, aun después de las señales divinas, no quiso
en modo alguno acoger al autor de la salvación, sino que le
obligó incluso a salir de su territorio.
6. Por otra parte, como la interpretación espiritual es
múltiple, se puede entender de otra manera, de modo que
en estos dos veamos dos pueblos, como antes hemos seña-
lado, que han sido liberados de la atadura de los demonios
por la fe y la gracia de Cristo. En los cerdos percibamos a
1. Mt 9, 1-5. 2. Me 2, 7; L e 5, 21.
290 Cromacio de Aquileya
16. Mt 9, 8.
TRATADO 45
(Mt 9, 9-13)
LA VOCACIÓN DE MATEO
1. Mt 9, 9-13.
Tratado 45, 1-2 295
LO VIEJO Y L O N U E V O
1. Mt 9, 14-15. 2. Mt 9, 14.
300 Cromacio de Aquileya
cia del bautismo, ha sido tejida por obra del Espíritu Santo.
En el vestido viejo, sin embargo, vemos representado al pue-
blo de la Sinagoga que, corrompida por la antigüedad de su
pecado, se ha estropeado como un vestido viejo. Esto mismo
lo muestra el Señor claramente por medio de Isaías, cuan-
do acusa al pueblo de la Sinagoga de esta manera: Todos vo-
sotros, como un vestido, envejeceréis y os devorará la poli-
14
lla . Así pues, a este vestido viejo, esto es, la Sinagoga, que
permanecía en la caducidad de la letra y se había corrom-
pido en la caducidad del pecado, no convenía unir un trozo
de paño sin curtir, es decir, la congregación del pueblo
nuevo. No podían estar de acuerdo la fe de la Iglesia y la
perfidia de la Sinagoga.
4. Y por esto añadió: tira con su fuerza del vestido y se
iS
produce un desgarrón peor . Sin duda, si un paño sin curtir
se cose a un vestido viejo, provoca un desgarrón mayor, al
privarlo de su fuerza. El ejemplo quiere decir que el pueblo
de la Iglesia, renovado por la gracia de Cristo y por el Es-
píritu Santo, no debía observar la circuncisión o los sábados
o las diversas cargas de la ley según la letra antigua siguien-
do la tradición judía, para que no se produjera un desgarrón
peor, es decir para que no naciera un escándalo considerable
para la fe, no sólo entre aquellos creyentes que procedían de
los gentiles, sino también en los que habían creído prove-
nientes de la Sinagoga. Además, según lo que leemos en los
Hechos de los Apóstoles, como algunos de los judíos que
habían creído quisieron sobrecargar a aquellos que venían de
entre los gentiles con las superfluas cargas de la ley y sur-
gió una discrepancia no pequeña, los apóstoles, movidos por
el Espíritu Santo, acordaron que no había que poner estas
16
cargas de la ley sobre el cuello de los creyentes . Es esto
1. Mt 9, 18-20. 2. M t 9, 20-22.
304 Cromacio de Aquileya
LA HEMORROfSA Y LA HIJA D E J A I R O
1. M t 9, 18-20. 2. Mt 9, 20-22.
306 Cromacio de Aquileya
Por eso, esta mujer que vino por detrás, tocó la orla del
vestido y así, creyendo, fue salvada por su fe. En esto se re-
presenta a la gente procedente de la Sinagoga que creyó en
34
el Hijo de Dios ante la predicación de Pedro . Iba a venir
por detrás, esto es, tras la pasión del Señor, tocando la orla
de su vestido, es decir, creyendo en el misterio de su en-
carnación, que asumió a causa de nuestra salvación; y así,
por semejante fe, recibió el don de la salvación eterna, li-
berada, como de un flujo, del pecado de sangre. Esto vemos
que, o bien se ha cumplido en aquellos que de entre la Si-
nagoga creyeron en tiempos de los apóstoles, o bien se ha
de cumplir en los que, ante el retorno de Elias en la con-
sumación de los siglos, habrán de creer, procedentes tam-
bién del pueblo judío. De ellos el Apocalipsis dice que los
35
que crean serán ciento cuarenta y cuatro mil , de todas las
tribus.
6. En la hija del principal de la sinagoga vemos, sin em-
bargo, la figura de la Iglesia que creyó procedente de la gen-
tilidad. En el principal de la sinagoga descubrimos la figu-
ra de los profetas o de los apóstoles, en especial de san
Pedro, el primero por el que se realizó la llamada entre los
36
gentiles , modelo, en definitiva, de todos los santos que
agradaron a Dios no por las obras de la ley sino por la jus-
ticia de la fe. Este pueblo que creyó proveniente de los gen-
tiles se compara a la hija, que le agradó de modo similar al
creer con fe en el Hijo de Dios. Esta, sin embargo, en otro
tiempo, antes de que el Señor viniese en la carne, era con-
siderada como muerta por su infidelidad, como dice el
Apóstol: Y a vosotros, cuando estabais muertos por vuestros
delitos y por el prepucio de vuestra carne, os vivificó en Cris-
17
to . Así pues, la súplica del principal de la sinagoga es en
L O S DOS CIEGOS
4 . Is 3 5 , 4 - 5 . (PL 9, 9 6 5 C ) .
5. Sal 1 4 5 , 7 - 8 . 8. Mt 9 , 2 8 .
6. Mt 9 , 2 7 . 9. Cf. R m 1 , 4 .
7. Cf. H I L A R I O , In Mt IX, 9 1 0 . Mt 9 , 2 9 - 3 0 .
Tratado 48, 1-2 317
15. 2 C o 3, 14.
TRATADO 49
(Mt 12, 22-28)
1. Mt 12, 29-30.
326 Cromacio de Aquileya
11
peligro , mostrando que aquellos que crean desgarrones en
la Iglesia incurren en peligro de muerte eterna. Pues no habla
aquí el Espíritu Santo de leños de árboles, sino de todos los
fieles que, como leños de vida plantados en el paraíso, per-
13
manecen en la Iglesia del Señor . Y si alguno, como diji-
mos, por un error en la fe o por un cisma, quisiera dividir
a la Iglesia, no hay duda que él mismo se adquiere para sí,
según Salomón, el peligro de la muerte perpetua.
También los antiguos nos sirven de ejemplo [para com-
prender] cuan grave es ante Dios adulterar la fe, desgarrar la
paz y la unidad de la Iglesia, desperdigar los miembros de
Cristo. Cuando antiguamente Coré, Datan y Abirón, usur-
pando para sí la potestad del sacerdocio contra Moisés y
Aarón, intentaron provocar en el pueblo un desgarrón no pe-
queño, la tierra, abriendo inmediatamente su boca, los engu-
14
lló vivos en los infiernos ; los causantes del cisma se hundie-
ron vivos en el abismo de la tierra por sentencia divina, para
que con esto se mostrara en qué castigo incurren ante Dios
quienes para la destrucción de la fe y la paz de la Iglesia ini-
15
ciaron una herejía o cisma . Por eso, con razón dice el Señor
en este pasaje, para mostrar que obraba contra El todo el que
se alzara contra la unidad de la Iglesia: El que no está conmi-
go está contra mí. Y el que no recoge conmigo desparrama.
3. Después sigue: Por eso os digo que todo pecado y blas-
femia le será perdonada a los hombres, y a todo el que di-
jere una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdona-
rá. Pero al que la dijere contra el Espíritu Santo no se le
16
perdonará ni en este siglo ni en el futuro . En primer lugar,
tas, es decir de todos los pueblos, como dice otra vez David
hablando por boca de ella: Desde los confines de la tierra
u
clamé a ti, cuando se angustiaba mi corazón .
Y en lo que dice: Aquí hay alguien mayor que Jonás y
13
aquí hay algo mayor que Salomón , manifestó abiertamen-
te que El era el Señor. Pues mayor que un rey y más santo
que un profeta no lo puede ser nadie sino sólo el Hijo de
Dios, Cristo Dios.
Cuando el Señor instruía a los discípulos, le avisó uno:
Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablarte™.
En este pasaje suelen encontrar causa de tropiezo algunos
herejes, que no aceptan que el Hijo de Dios haya tomado
la carne humana, a causa de la respuesta del Señor: ¿Quié-
15
nes son mi madre y mis hermanos? . Pero no entienden que
el Señor no negó tener una madre, sino que rechazó, re-
presentados en la madre y los hermanos, a la Sinagoga con
el pueblo judío, madre y hermanos; pues se dicen madre y
hermanos del Señor porque tomó la carne de su raza, como
dice el Señor por el profeta: ¡Ay de aquellos, porque mi carne
16
viene de ellos! , y el apóstol Pablo: De los que son los pa-
17
triarcas y de quienes procede Cristo según la carne . Mos-
traba pues que esta madre con sus hijos, es decir la Sinago-
ga con su pueblo, iba a quedar fuera, como había dicho en
el Génesis Sara sobre Agar, que era figura de la Sinagoga:
Expulsa a la esclava y a su hijo. Pues no será heredero el
hijo de la esclava con mi hijo Isaac™. A esos los rechazó el
Señor con razón y no los reconoció, diciendo: ¿ Quiénes son
mi madre y mis hermanos?, porque no quisieron entrar en
la Iglesia donde El mismo predicaba y predica cada día. Fi-
E L TRIGO Y LA CIZAÑA
3
sueño perezoso . De éstos dice el Apóstol: Pues los que
duermen, duermen durante la noche, y los que están ebrios,
están ebrios durante la noche. Pero nosotros no durmamos
como los demás, sino vigilemos y estemos sobrios''.
Sin duda que con este sueño perezoso de la infidelidad
estaban cargadas aquellas vírgenes insensatas de quienes le-
emos en el Evangelio que no pudieron salir al encuentro del
5
esposo por no haber tomado aceite en las alcuzas . Por eso
el máximo empeño de este enemigo del género humano, el
diablo, es siempre sembrar la cizaña en el trigo. Pero quien,
tras poner en fuga el sueño de la infidelidad arrojándolo de
sí, vele siempre para el Señor con espíritu fiel, no podrá ser
incordiado por semejante sembrador nocturno.
2. Cuando había crecido, dice, la planta y había dado
fruto, entonces apareció la cizaña. Y acudieron los siervos del
padre de familia y le dijeron: «¿Acaso no sembraste buena
semilla en tu campo? ¿De dónde pues que tenga cizaña?». Y
les dijo: «El enemigo hizo esto». Le dicen los siervos: «¿Quie-
res que vayamos y la recojamos?». «No, dice, no sea que,
arrancando la cizaña, desarraiguéis a la vez el trigo. Dejad
mejor que crezcan ambos hasta que llegue el tiempo, y en el
tiempo de la mies diré a los segadores: Recoged primero la
cizaña y haced gavillas con ella para quemarla; y el trigo por
6
su parte reuníalo en mi granero» . Por tanto el mismo Señor
explicó que la buena semilla son los hijos del reino, y la ci-
zaña los hijos malvados. Pero cuando los siervos del padre
de familia, que representan a los apóstoles, dijeron al Señor
que iban a separar la cizaña del trigo, El permitió crecer y
existir a ambos hasta que llegara el momento, es decir hasta
la consumación del siglo. Y muestra claramente que llegado
Dios aquel con quien había luchado. Así dice en efecto des-
pués de la lucha: Vi a Dios cara a cara, y mi alma se ha sal-
15
vado . Por esto tampoco los incrédulos judíos habrían du-
dado en ningún momento o se habrían equivocado acerca
del Hijo de Dios por la figura del cuerpo que asumió si hu-
bieran conservado la fe de sus santos padres. Por eso, no
sin razón los acusaba el Salvador diciendo: Si no me que-
réis creer a mí, creed a mis obras y conoced que el Padre
16
está en mí y yo en El .
3. Pero acaso dudaban de Cristo Señor porque se le
tenía por hijo de José y no se ignoraba que había nacido de
María, su madre. Pero si hubieran querido creer a las pre-
dicciones proféticas no habrían llegado sin duda hasta tan
gran ignorancia, o mejor aún, infidelidad; de modo que no
creyeran que era Hijo de Dios porque se sabía que había
nacido de María su madre. En efecto, claramente había
anunciado el Espíritu Santo por medio de Isaías que el
mismo Señor y Salvador nuestro nacería de una madre vir-
gen, diciendo: He aquí que la virgen concebirá en su seno
y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel,
17
que quiere decir Dios con nosotros . También el Señor
mismo, para mostrar que iba a asumir un cuerpo del linaje
de los judíos, lo anunció así por medio del profeta Oseas
diciendo: ¡Ay de ellos!; los dejé marchar porque mi carne
18
viene de ellos . De esto habló también por medio de David
el mismo Señor, cuando hablaba al Padre: No quisiste sacri-
ficio ni oblación, pero me fabricaste un cuerpo; entonces dije:
He aquí que vengo. En el principio del libro está escrito de
mí, para hacer tu voluntad. Dios mío, quise también tu ley
19
en medio de mi corazón . Por lo cual los judíos, no ya por
LA TEMPESTAD EN EL LAGO
5
migo y vean mi gloria . Y otra vez: No ruego sólo por éstos,
sino también por los que han de creer en mí por medio de
6
su palabra . Por tanto, ésta fue la oración del Señor por no-
7
sotros al Padre, que todos seamos uno y seamos conside-
rados dignos de ver su gloria en los reinos celestes.
2. Y cuando se hizo tarde, estaba allí solo. Pero ya las
olas zarandeaban la barca en medio del mar. Pues el vien-
to les era contrario. Y en la cuarta vigilia de la noche se
llegó a ellos caminando sobre el mar*. Por tanto cuando el
Señor, como maestro del género humano, nos daba ejemplo
de cómo orar y la barca era zarandeada en medio del mar
por las olas porque tenían viento contrario, dice que se llegó
a ellos el Señor caminando sobre el mar. Con ello declaró
abiertamente la potencia de su divinidad. Pues, ¿quién podía
caminar sobre el mar sino el que es creador del universo?
Aquel de quien antiguamente anunciara el Espíritu Santo
por medio del bienaventurado Job: El solo extendió la tie-
9
rra y camina sobre el mar como sobre la tierra . Y el que
habla de igual modo por Salomón sobre esto mismo di-
ciendo por boca de la Sabiduría: Yo habité en lo más alto y
mi trono se encuentra sobre la columna de nube. Di la vuel-
ta sola al cielo y caminé sobre las olas del mar™. Y aquel de
quien David en un salmo declaró: Dios, tu camino en el mar
11
y tus sendas en las aguas abundantes . De esto dio noticia
igualmente Habacuc al decir: Derramando aguas por los ca-
12
minos, el abismo pronunció su voz . ¿Qué hay más mani-
fiesto que estos testimonios, o qué más luminoso? Con ellos
se muestra claramente que Él camina sobre el mar como
sobre la tierra, es decir, el unigénito Hijo de Dios, que an-
5. J n 17, 24. 9. J b 9, 8.
6. J n 17, 20. 10. Si 24, 7-8.
7. Cf. J n 17, 21. 11. Sal 76, 20.
8. Mt 14, 23-24. 12. H a 3, 10.
348 Cromacio de Aquileya
L O Q U E M A N C H A A L H O M B R E - L O S FARISEOS CIEGOS
20
la miel y el panal para mi boca . Tener hendida en dos la
pezuña es, en efecto, o bien, como dijimos, guardar los pre-
ceptos de los dos testamentos en la única raíz de la fe, o bien
ciertamente confesar al Padre y al Hijo en unidad de natu-
raleza. Y rumiar es, como dijimos, recoger siempre las pala-
bras divinas y darles vueltas como alimento celeste en la boca
y en el corazón meditándolas continuamente.
Por eso con razón se mostraron como impuros deter-
minados animales que no tienen hendida la pezuña ni ru-
mian, o que sólo rumian y no tienen la pezuña hendida. En
estos reconocemos que están significados todos los infieles,
es decir tanto los judíos como los gentiles y también los he-
rejes. Tener hendida la pezuña y no rumiar es propio de los
herejes que, aunque parezcan conservar los dos Testamen-
tos y confesar al Padre y al Hijo, sin embargo no profesan
con el sentir piadoso del corazón ni con la confesión salva-
dora de la boca esta misma fe que creen mantener. Y por
eso son contados entre los animales inmundos, es decir entre
los hombres infieles.
Por otra parte rumiar y no tener la pezuña hendida es
propio de los judíos, que aunque tengan siempre en la boca
los preceptos de la ley, sin embargo, como no tienen hen-
didas las pezuñas, es decir como no reciben los dos Testa-
mentos ni confiesan al Padre y al Hijo, también ellos son
contados por el Señor entre los animales impuros; y al con-
servar solamente el Antiguo Testamento como una pezuña
única, no caminan con pie firme, sino a trompicones. Y es
propio de los gentiles no tener la pezuña hendida, ni tam-
poco rumiar. Pues al no creer en absoluto en Dios, ni reci-
ben los preceptos de los dos Testamentos ni confiesan al
Padre y al Hijo. Tampoco rumian, porque no guardan en la
boca y en el corazón observancia alguna de la ley divina.
21. Sal 8, 9.
22. Se refiere a los baños rituales de los judíos.
Tratado 53, 5-7 363
26
Dios de Dios , se llenaron de una ceguera en nada distin
ta, ya que por el error de su doctrina se hicieron guías y
jefes de los miserables. De ellos se dijo: Son ciegos, guías de
ciegos. Y si un ciego hace de guía a otro ciego, los dos cae
rán al hoyo, porque semejantes doctores de herejía no sólo
no quedan ellos satisfechos con el error y peligro de su in
fidelidad, sino que, al ponerse como maestros de perdición
para los ignorantes, arrastran también con ellos al hoyo de
la muerte a quienes seducen, porque no quisieron creer fiel
mente al autor de la vida, el unigénito Hijo de Dios, que es
bendito por los siglos. Amén.
E L SIGNO DE JONÁS
1. Mt 16, 4. 3. E z 9, 4-6.
2. Is 62, 10.
Tratado 54, 1-3 367
4
esto, aunque ya hemos hablado no poco anteriormente , no
obstante, como ahora también se ha mencionado al mismo
Jonás, debemos repetir las cosas que ya están dichas, para
que con la repetición reiterada alcancemos una gracia reite-
rada de la fe.
2. Jonás, enviado a predicar a los ninivitas, padece la
tempestad del mar; y el Hijo de Dios, enviado por el Padre
a predicar al género humano la salvación, del mismo modo
soporta la tempestad del mar, es decir la persecución del
siglo, de parte del pueblo judío. Allí el viento subleva el mar
contra Jonás; aquí el espíritu inmundo subleva al pueblo
contra el Señor. Además, como aquella nave en que estaba
Jonás, tras levantarse la borrasca, era zarandeada por varias
tempestades, así también la Sinagoga en que el Señor esta-
ba era agitada por varios espíritus inmundos para ponerle
en peligro de muerte. Pero, igual que Jonás en aquel peli-
gro dormía y roncaba seguro durante el sueño, así también
el Señor, en aquel peligro de la Sinagoga, por el poder de
su naturaleza divina descansó seguro en el sueño de su pa-
sión. Jonás, enviado a lo profundo del mar, es recogido por
una ballena, y el Señor fue recogido del mismo modo por
la muerte.
3. Pero, igual que aquella ballena no pudo ni digerir a
Jonás ni retenerlo largo tiempo vivo dentro de sí, así tam-
bién la muerte recogió, sí, ávida al Señor, pero como no
podía retener dentro de sí al que continuaba viviendo y al
que es inabarcable, lo vomitó al tercer día, como la ballena
a Jonás. Pues la muerte, acostumbrada siempre a comer y
digerir muertos, echó fuera con nauseas al Señor viviente.
Y en verdad no era capaz de digerirlo, pues era una piedra,
5
como dice el Apóstol: Y la piedra era Cristo . Y la ballena,
LA TRANSFIGURACIÓN
20
Ahora bien, estando Moisés ya muerto , ¿cuál fue la causa
de que también él acudiera como testigo a la vez que Elias?
No faltó una razón. Era necesario que el Señor de todo el
21
mundo, es decir de los seres celestes, terrestres e infernales ,
tuviera testigos de todas las partes. Del cielo es el Padre tes-
tigo con su voz; de la tierra son elegidos tres apóstoles; desde
los infiernos también Moisés es llamado a dar testimonio, por-
que Moisés murió. Y para que no quedara ningún lugar sin
el testimonio del Señor, también Elias es traído del paraíso
22
como testigo . Y esto no sin causa. Pues como el Señor, que
bajó del cielo, iba a padecer en el mundo e iba a bajar a los
infiernos y de allí iba a ser enviado al paraíso, debió tener ne-
cesariamente testigos en la tierra, en el infierno y en el para-
íso. Los apóstoles, en efecto, lo predicaron al mundo; Moi-
sés lo anunció en los infiernos; el Padre recibió al Hijo en el
23
cielo cuando volvía con el triunfo de la victoria .
Y he aquí, dice, una voz de la nube que dice: Este es mi
Hijo amado en el cual me he complacido. Escuchadlo. En
esto reconocemos el Nuevo Testamento prometido de anti-
guo, confirmado ahora con la voz del Padre, para que, tras
cesar la ley y los profetas, escucháramos al Hijo unigénito
de Dios. Por eso el Señor, con toda razón, para confirmar
este testamento, como si se tratara de un juicio público pre-
sentó cinco testigos; es decir, los tres apóstoles, Moisés y
Elias, para que lo que el Padre testimoniaba sobre su Hijo,
heredero de todo el mundo, lo sellaran escuchándolo los tes-
tigos idóneos que presentó.
6. Dice pues el Padre acerca del Hijo: Este es mi Hijo
amado en el cual me he complacido. Escuchadlo. ¿ Qué lugar
24
les queda aquí a los herejes ? ¿Qué ocasión de blasfemia se
les deja? El Padre da testimonio desde el cielo: Éste es mi
Hijo amado. N o dijo: «Este es el que yo creé», o «el que
yo hice», sino: Éste es mi Hijo amado, como si dijera: «Éste
es el que yo engendré». Diciendo: Éste es mi hijo, ha dado
testimonio de que es su Hijo verdadero y propio, no por
adopción, no por gracia, no por creación, sino con propie-
25
dad, en verdad, por naturaleza . Pues acostumbra a nom-
brar de otra forma a aquellos a quienes adopta como hijos
por gracia. Y dice en verdad por Isaías: Engendré hijos, y
16
los ensalcé ; sin embargo, no dice «hijos míos». Y acerca de
27
Israel: Hijo primogénito Israel ; sin embargo no dice «mi
hijo primogénito». En efecto, al llamarlo sólo «hijo», mues-
tra su gracia de elección o de adopción. Pero al declarar que
es «su Hijo» confiesa la propiedad y la verdad de la natu-
raleza. También da testimonio por Jeremías, diciendo de Is-
rael: Me he hecho padre de este Israel y Efraín es mi pri-
19
mogénito . Pero no confiesa que Él sea el padre natural de
Israel, sino más bien que ha querido ser padre de este pue-
blo por la gracia de su elección. N o dice nada parecido acer-
ca de su Hijo, sino sólo lo que pertenece a la profesión de
la verdad de la naturaleza diciendo: Éste es mi hijo amado.
Y con razón añadió: Escuchadlo. Mandó el Padre que sólo
había que escucharle a Él, porque sólo Él ha nacido del
Padre.
7. Y veamos también lo que confiesa de sí el mismo
Hijo, a quien mandó el Padre que escucháramos. Dice el
mismo Hijo unigénito de Dios, para mostrarnos el sacra-
mento de su nacimiento divino: Yo salí del Padre y vine al
29
mundo . Cuando dice que Él salió de Dios Padre, ¿no con-
fiesa claramente que no nació de alguna otra parte, sino del
Padre? Pero, ¿por qué declaró que salió y no que nació,
sino para mostrar que su naturaleza corporal y pasible pro-
vino del Padre? Pues el Padre no engendró al Hijo con de-
trimento alguno de su naturaleza, aunque lo engendró de sí;
sino que el Padre incorpóreo profirió al Hijo incorpóreo
con una generación impasible. Por eso también se dice al
30
Hijo Verbo de Dios , porque se muestra que no procedió
de ninguna otra parte sino de Dios, y se hace ver que nació
de modo impasible del Padre.
8. Por tanto, cuando se produjo esta voz desde el cielo
diciendo: «Este es mi Hijo amado, en el cual me he com-
placido, escuchadlo», los apóstoles, oyéndolo, cayeron en tie-
31
rra sobre su rostro y temieron fuertemente . En esto nos
damos cuenta de que se cumplió lo que había declarado
David en el salmo diciendo: El Altísimo desde el cielo mandó
32
su voz , esta voz con la que dice: Este es mi Hijo el amado.
Escuchadlo. Tan pronto como los apóstoles oyeron esta voz
cayeron en tierra. Pues no podían soportar una voz tan
grande de Dios, hallándose como estaban todavía en esta
carne mortal. Pues si la fragilidad humana no puede sopor-
tar la voz del trueno, ¿qué podemos pensar de aquella voz
de Dios Padre, ante la cual no hay duda que temieron no
sólo los apóstoles sino también los ángeles?
Por tanto, cuando después de oír la voz los apóstoles
habían caído rostro en tierra y temían mucho, se acercó
Jesús, dice, y los tocó, y les dijo: «Levantaos y no temáis».
33
Y elevando sus ojos no vieron a nadie, sino a Jesús solo .
Manda el Señor a los discípulos que se levanten, para que
crito: Porque mil años ante tus ojos son como el día de ayer
36 37
que pasó . De donde es manifiesto que ante Dios (...) mos-
tró su gloria, es decir que completados seis mil años, el Hijo
38
de Dios va a venir en la gloria ; no ya en la humildad de
la carne como antiguamente a la pasión, sino al reino en la
gloria de la majestad.
Y el monte aquel al que el Señor subió es una figura del
reino celeste, en el que todos los santos y justos reinarán
con Cristo. De este monte leemos que está escrito: El monte,
39
dice, que el Señor se ha complacido en habitar .
Por otra parte, los tres apóstoles que fueron elegidos para
ver la gloria del Señor son la figura de todos los santos, que
vienen de los tres hijos de Noé, es decir: Sem, Cam y Jafet.
A éstos el Hijo de Dios, una vez completados, como diji-
mos, seis mil años, los va a subir al reino en un monte ele-
vado, es decir a la cumbre de los cielos, pues dice el mismo
Señor: Padre, quiero que donde yo estoy estén también estos
conmigo para que vean mi gloria, porque me has amado antes
40
de la fundación del mundo . Por eso con razón había man-
dado antaño la ley al pueblo preparar los alimentos el día
anterior al sábado, es decir el día sexto, para que pudieran
el sábado descansar tranquilos. En lo que vemos que está
prefigurado esto mismo, a saber, que en esta vida presente,
en la que se computan seis mil años, nos preparemos como
alimentos necesarios las obras de fe, piedad y misericordia,
para que en el día del sábado, es decir en el reino futuro, en
el que está el verdadero y eterno descanso del sábado, po-
damos tener la seguridad y el descanso de la vida perpetua.
10. Y la transfiguración del Señor, en la que su rostro
resplandeció como el sol, contiene la semejanza de su glo-
4. 1 C o 14, 20. 6. 1 P 2, 2.
5. Cf. H I L A R I O , In Mt XVIII, 7. 1 J n 2, 14.
I ( P L 9, 1018C).
Tratado 55, 1-3 385
8. Is 9, 6. 10. Mt 18, 5.
9. H b 2, 13. 11. Mt 18, 6.
386 Cromacio de Aquileya
1 2 . Cf. H I L A R I O , In Mt X V I I I , 2 ( P L 9, 1 0 1 9 B ) .
Tratado 55, 3-4 387
Si TU MANO TE ESCANDALIZA...
1
1. Después sigue : Si tu mano o tu pie te escandaliza,
arráncalo y arrójalo fuera de ti. Es mejor para ti llegar a la
vida manco o cojo que ser arrojado al fuego eterno con las
1
dos manos o los dos pies . Lo que dice aquí de arrancar el
ojo o cortar el pie o la mano, según lo que alcanzamos a
entender no lo dice el Señor de los miembros de este cuer-
po, sino más bien de los pensamientos adversos del cora-
zón y del alma, de donde proceden todos los escándalos y
todo lo malo, como dice el Señor: Pues del corazón salen
los malos pensamientos, el homicidio, el adulterio, la forni-
3
cación, el robo, el falso testimonio, la blasfemia , y lo demás
que sigue. ¿Pues cómo se puede referir sin más a la mano
o al pie, si estos miembros del cuerpo no pueden sufrir es-
cándalo? Así también el ojo, aunque parezca que sufre es-
cándalo por lo que ve, sin embargo este escándalo es más
bien del alma, por cuya sugestión e instigación se escanda-
liza el ojo. Además, vemos muchos a quienes faltan los ojos
del cuerpo y viven cojos o impedidos y, sin embargo, de
L O S P E Q U E Ñ O S Y SUS Á N G E L E S
favor de los ángeles. Además sus oraciones las llevan sus án-
geles hasta el cielo. Por eso dijo a Tobías el ángel Rafael
aquello: Cuando orabas tú y tu nuera Sara, yo llevé el re-
3
cuerdo de vuestra oración a la presencia de Dios . Gozan
también ellos de una fuerte protección de los ángeles, con
cuyo auxilio se libera cada uno de las asechanzas del ene-
migo. No podría en efecto estar segura la debilidad humana
entre tantas y tan grandes asechanzas de aquel enemigo, si
no estuviera protegida por el auxilio de los santos ángeles.
2. Y no sólo a partir del pasaje presente, sino también
de otros testimonios, podemos comprobar que los ángeles
de Dios se conceden a los santos como custodia de los es-
píritus malvados, como cuando se dice: Envía el Señor un
4
ángel alrededor de los que lo temen, y los custodiará . Y otra
vez: Los montes alrededor de él, es decir los ángeles, y el
5
Señor alrededor de su pueblo . Por eso leemos del biena-
venturado Pedro en los Hechos de los Apóstoles: Quizás
6
sea su ángel . En el Apocalipsis leemos que los ángeles son,
no sólo guardianes de los santos, sino también de los con-
7
fines de la tierra . Con razón también el santo Elíseo, cuan-
do antaño era asediado por los enemigos, al decirle su sier-
vo: Señor, ¿qué haremos?, le responde y le dice: No temas,
porque son más los que están con nosotros que con ellos*.
Pues había visto que habían acudido en su ayuda unos án-
geles a causa de las asechanzas de los enemigos. Y para que
su siervo también los viera suplicó diciendo: Señor, abre los
ojos de este siervo para que vea. Y vio, dice, un ejército y
9
carros y una gran multitud en los montes . Pues el ejército
11
tiempo para salvar . Hubo un tiempo en que el diablo echó
a perder al hombre; pero de nuevo vino el tiempo en que
el Hijo de Dios salvara al linaje humano para la vida, el uni
génito de entre los hombres, a saber, el Hijo de Dios, a
quien corresponde la alabanza y la gloria por los siglos de
los siglos. Amén.
17. Q o 3, 6.
TRATADO 58
(Mt 18, 15-18)
15
tenta veces siete» . San Pedro, fogoso en todo momento
por el amor desbordante de la fe, reacciona el primero a las
palabras del Señor. Sabiendo, por la anterior enseñanza del
Señor, que es muy grande el valor de la unanimidad y con-
cordia fraternas, pregunta solícitamente al Señor cuántas
veces debe perdonar al hermano que peca contra él, dicien-
do: «Señor, si mi hermano peca contra mí, ¿ cuántas veces le
perdonaré? ¿Hasta siete?». Le dice Jesús: «No hasta siete,
sino hasta setenta veces siete». Pedro pensó que bastaba per-
donar al hermano que pecara contra él, tantas veces como
fue vengado Caín, porque recordaba la ley divina en la que
antiguamente Caín, que había matado a su hermano, había
sido vengado siete veces, pues en el libro del Génesis Lámec,
el séptimo descendiente de Caín, dice: Caín fue vengado
16
siete veces, pero Lámec setenta y siete . Pero el Señor que,
según su generosa misericordia quería que se guardara en
todo la paz y la concordia entre los hermanos, enseñó con
su respuesta que no bastaba esto sólo, perdonar siete veces,
sino hasta setenta veces siete. Con esto no sólo deshizo la
severidad de la antigua venganza, sino que también demos-
tró en cuánto se había de estimar la caridad fraterna. Y por
eso enseñó que cuantas veces se vengó a Lámec, tantas se
diera ahora el perdón al hermano que peca. Pues si el Hijo
de Dios nos perdonó con piedad divina todos nuestros pe-
cados, y condonó por su gracia todos los crímenes que co-
metimos, cuánto más debemos nosotros perdonar todo a los
hermanos que pecan contra nosotros, para que podamos
imitar el ejemplo del Señor.
4. Por esto, con razón adujo el Señor otra semejanza del
reino celeste, diciendo: Por eso es semejante la condición del
reino celeste a un rey que quiso saldar cuentas con sus sier-
1 5 . Mt 1 8 , 2 1 - 2 2 . Mt XVIII, 1 0 (PL 9, 1 0 2 2 B - C ) .
16. G n 4 , 2 4 ; cf. H I L A R I O , In
408 Cromacio de Aquileya
21
medio clavándola a la cruz . En efecto, estábamos someti-
dos a la imputación de pecado como bajo la deuda de una
nota de cargo. Esta nota de cargo escrita contra nosotros la
canceló el Hijo de Dios con el agua del bautismo y el de-
rramamiento de su sangre. Además, en este mismo sacra-
mento, para cancelar la nota de cargo fluyó agua y sangre
22
del costado del Señor en el momento de la pasión . Y no
23
faltó siquiera la esponja al Señor que pendía de la cruz ,
para mostrar esto mismo: que los pecados de todo el mundo
habían de borrarse con el misterio de su pasión; a través de
aquel, sin duda, de quien dio testimonio Juan en el Evan-
gelio diciendo: He aquí el cordero de Dios, he aquí el que
1
quita el pecado del mundo *.
6. Por eso hoy, cada uno de nosotros, cuando se acer-
ca a la gracia del bautismo, acude como un deudor para
recibir por estos mismos sacramentos, confesando sus pe-
cados, la indulgencia de toda su deuda, es decir, de todos
sus pecados. Pero si, después de tan generosa indulgencia
de su Señor y Rey, alguno de nosotros se olvidara del be-
neficio divino y, saliendo fuera, a ejemplo de aquel siervo
malo, como apartándose de la fe, no quisiera perdonar la
deuda a su compañero siervo que peca contra él, es decir
tener indulgencia del pecado cometido contra él (quien de
su Señor ha alcanzado indulgencia de una deuda suya tan
grande, es decir de pecados tan graves), sin duda aquel rey
celeste entregará enfurecido a un hombre tal a los verdu-
gos, que son los ángeles de los castigos, para que lo metan
en la cárcel, que es el infierno, y allí, torturado con supli-
cios eternos, pague toda deuda de pecado hasta el último
cuarto.
1 Samuel
Judit
1, 13-17: 200.
12-13 : 213.
15, 35: 104, 149.
16, 7: 290, 322.
Ester
4, 15: 213.
2 Samuel 5, 1: 213.
7, 11-16: 64. 7, 10: 213.
19, 43: 197.
2 Macabeos
1 Reyes 11, 6: 395.
7, 25: 56. 25, 22-23: 395.
10, 1: 333.
12: 317. Job
17, 4-6: 223. 1, 5: 230.
17, 8-16: 223. 1, 7: 267.
índice bíblico 417
Lamentaciones Amos
3, 27-28.30: 191. 7, 1: 105.
3, 48: 149.
Jonás
Baruc 2: 351.
3, 11: 273. 2, 1-11: 200.
Miqueas
Ezequiel
5, 2: 87.
1, 10: 56, 57.
9, 1: 112.
Habacuc
9, 4-6: 366.
3, 3: 87.
9, 5-6: 113..
3, 10: 347.
11, 19: 111..
13, 4: 265..
Sofonías
16, 3: 110..
1, 12: 166.
16, 4: 159..
16, 6: 311..
Zacarías
18, 22-23: 109.
1, 3: 109.
18, 28: 109.
3, 1: 130.
18, 32: 109, 403
6, 1-5: 61.
22, 27: 244.
6, 6-8: 61.
32, 11: 403.
6, 8: 62.
36, 26: 111.
8, 16-17: 176.
47, 9-10: 142.
8, 23: 306.
Daniel Malaquías
1, 12-15: 213. 2, 10: 204.
1, 17: 200. 3, 1: 342.
2, 22: 136. 3, 7: 109.
3, 91-92: 405. 3, 20: 157, 163, 168, 262,
6: 223. 371, 379.
7, 9-10: 379. 4, 1: 339.
10, 2-3: 149.
Mateo
Oseas 1, 1: 57.
2, 19-20: 300. 1, 1-2: 63.
2, 24: 313. 1, 17: 65, 67.
6, 6: 297. 1, 18: 72.
9, 12: 334, 343 1, 19: 73.
11, 1: 94, 375. 1, 20: 74.
13, 4: 75. 1, 21: 75.
422 índice bíblico
Hebreos 3, 8: 203.
2, 13: 385. 3, 9: 203.
9, 13: 59. 4, 1-3: 244.
10, 1: 55. 4, 16: 164.
12, 14: 154. 5, 18: 203.
Santiago Apocalipsis
1, 12: 208. 1, 9: 54.
1, 15: 182. 1, 14: 379.
1, 22: 250. 1, 20: 99.
2, 9: 395.
1 Pedro
384. 2, 23: 290.
2, 2:
3, 20: 237.
2, 9: 166.
4, 2.1: 237.
2, 12: 168.
4, 7: 58.
5, 8: 100.
5, 6: 99.
1 Juan 5, 10: 151.
1, 1.3: 54. 7, 1: 62, 394.
1, 5: 164, 219. 7, 4: 312.
1, 7: 164, 219. 12, 10: 178.
2, 4: 221. 17, 15: 160.
2, 10: 164, 219. 19, 13: 376.
2, 11: 219. 20: 378.
2, 14: 384. 20, 4.6: 151.
2, 18-19: 244. 21, 2: 301.
3, 12: 175. 22, 16: 84.
ÍNDICE DE AUTORES
Ambrosio: 9, 14, 17, 18, 21, 22, Étaix, R.: 23, 24, 42, 48, 49, 331.
60, 70, 77, 81, 84, 85, 90, 91, Eusebio de Cesárea: 18, 19, 54.
111, 126, 129, 133, 142, 179,
243, 251, 252, 270, 280, 287, Fabris, R.: 31, 47.
306, 307, 313, 329, 344, 346, Fliche, A.: 14.
371. Fortunaciano: 13, 56, 78.
Atanasio: 13, 16.
Graciano: 120.
Banterle, G.: 42, 48. Gregorio de Elvira: 119, 123,
Berardino, A.: 45. 131, 159, 301, 380.
Lemarié, J . : 15, 23, 24, 42, 43, 45, Quacquarelli, A.: 38, 46.
46, 47, 48, 49.
León Magno, Papa: 41, 145, 373, Rapisarda, G.: 46.
375. Richard, P.: 12.
Rufino: 9, 10, 16, 18, 19, 20, 272.
Martin, V.: 14.
Mascari, M. A.: 46. Simonetti, M.: 25, 54, 87.
Menis, G. C.: 45. Siniscalco, P.: 22.
SIGLAS Y ABREVIATURAS 7
INTRODUCCIÓN 9
I. TIEMPO Y VIDA DE C R O M A C I O DE AQUILEYA 10
1. L a Iglesia y el Imperio Romano a finales del siglo IV.. 10
2 . L a ciudad de Aquileya 12
3. L a figura de Cromacio 14
II. P R O D U C C I Ó N LITERARIA D E C R O M A C I O 21
III. E L COMENTARIO AL EVANGELIO DE MATEO 21
1. El estado del texto 23
2. L a exégesis de Cromacio 25
3. Contenido teológico del Comentario 31
4. Nuestra traducción 42
BIBLIOGRAFÍA 45
C R O M A C I O DE AQUILEYA
COMENTARIO AL EVANGELIO DE MATEO
- A M B R O S I O DE M I L Á N
La penitencia (21)
El Espíritu Santo (41)
- A N D R É S DE C R E T A
Homilías marianas (29)
- ATANASIO
L a encarnación del Verbo (6)
Contra los paganos (19)
Vida de Antonio (27)
- BASILIO DE C E S Á R E A
El Espíritu Santo (32)
- CASIODORO
Iniciación a las Sagradas Escrituras (43)
- C E S Á R E O DE A R L E S
Comentario al Apocalipsis (26)
- CIPRIANO
L a unidad de la Iglesia - El Padrenuestro - A Donato (12)
- C I R I L O DE A L E J A N D R Í A
¿Por qué Cristo es uno? (14)
- C I R I L O DE J E R U S A L É N
El Espíritu Santo (11)
- C R O M A C I O DE AQUILEYA
Comentario al Evangelio de Mateo (58)
- D Í D I M O EL C I E G O
Tratado sobre El Espíritu Santo (36)
- EPIFANIO EL M O N J E
Vida de María (8)
- EVAGRIO P Ó N T I C O
Obras espirituales (28)
- G E R M Á N DE C O N S T A N T I N O P L A
Homilías mariológicas (13)
- G R E G O R I O DE N I S A
L a gran catequesis (9)
Sobre la vocación cristiana (18)
Sobre la vida de Moisés (23)
L a virginidad (49)
Vida de Macrina - Elogio de Basilio (31)
- GREGORIO M A G N O
Regla pastoral (22)
Libros morales/1 (42)
- GREGORIO NACIANCENO
Homilías sobre la Natividad (2)
L a pasión de Cristo (4)
Fuga y autobiografía (35)
L o s cinco discursos teológicos (30)
- G R E G O R I O TAUMATURGO
Elogio del maestro cristiano (10)
- H I L A R I O DE POITIERS
Tratado de los misterios (20)
- JERÓNIMO
Comentario al Evangelio de san Marcos (5)
L a perpetua virginidad de María (25)
Comentario al Evangelio de Mateo (45)
J U A N CRISÓSTOMO
Las catequesis bautismales ( 3 )
Homilías sobre el Evangelio de san J u a n / 1 ( 1 5 )
Homilías sobre el Evangelio de san J u a n / 2 ( 5 4 )
Homilías sobre el Evangelio de san J u a n / 3 ( 5 5 )
Comentario a la Carta a los Gálatas ( 3 4 )
Sobre la vanagloria, la educación de los hijos y
La verdadera conversión ( 4 0 )
Sobre el matrimonio único ( 5 3 )
Diálogo sobre el sacerdocio ( 5 7 )
JUAN DAMASCENO
Homilías cristológicas y marianas ( 3 3 )
LEÓN MAGNO
Cartas cristológicas ( 4 6 )
MÁXIMO EL CONFESOR
Meditaciones sobre la agonía de Jesús ( 7 )
Tratados espirituales ( 3 7 )
MINUCIO FÉLIX
Octavio ( 5 2 )
NlCETAS DE REMESIANA
Catecumenado de adultos ( 1 6 )
N I L O DE A N C I R A
Tratado ascético ( 2 4 )
ORÍGENES
Comentario al Cantar de los Cantares ( 1 )
Homilías sobre el É x o d o ( 1 7 )
Homilías sobre el Génesis ( 4 8 )
Homilías sobre el Cantar de los Cantares ( 5 1 )
PADRES APOSTÓLICOS ( 5 0 )
PEDRO CRISÓLOGO
Homilías escogidas ( 4 4 )
R U F I N O DE AQUILEYA
Comentario al símbolo apostólico ( 5 6 )
TERTULIANO
El apologético ( 3 8 )
Biblioteca de Patrística