Final Adultos Lombardi
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se aproxima al tratamiento por sugestión. Asi se consigue que el paciente comunique antes o
con más facilidad lo que a él mismo le es notorio pero habría retenido aún un tiempo por
resistencias. Sin embargo esa técnica no ayuda a descubrir lo inconsciente para el enfermo si
no que lo inhabilita para superar las resistencias
(8) Más allá de su propósito, al médico le cabe en el tratamiento psicoanalítico la
actividad pedagógica
(9) los enigmas de la neurosis sólo se resolverán por la paciente obediencia a la regla
psicoanalítica que ordena desconectar la crítica al inconsciente y sus retornos
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vendibles bajo la forma de libritos o de productos cualesquiera de una actividad estética, de
una producción del arte.
La otra formulación consiste en decirnos que la sublimación es la satisfacción de la
tendencia en el cambio de su objeto, eso sin represión. Definición más profunda, pero que
seguramente abre, me parece, una problemática más espinosa si lo que yo les enseño no les
permite, digamos, ver dónde está el nudo del asunto.
No es un nuevo objeto, es el cambio de objeto en sí mismo. Es porque la tendencia
está ya profundamente marcada por la articulación del significante que contiene en sí misma,
ese algo que permite el cambio de objeto; dicho de otro modo, es porque en el grafo la
tendencia se sitúa al nivel de la articulación inconsciente de una sucesión significante que la
constituye por ese hecho en una alienación fundamental, que puede haber allí algo que, al
retornar, liga por un factor común cada uno de los significantes componiendo esta sucesión
típica.
Esa relación propiamente metonímica de un significante al otro que nosotros
llamamos el deseo, es justamente, no el nuevo objeto, ni el objeto de antes, es el cambio de
objeto en sí mismo, por lo cual la satisfacción de que se trata, entonces, en tanto en la
definición de la sublimación, la represión están eliminadas consiste en que es aquí donde hay
implícito o explícito, pasaje del no-saber al saber, bajo la forma del reconocimiento de que el
deseo no es otra cosa que la metonimia de ese discurso de la demanda, que el deseo es ese
cambio como tal.
Lo que entonces aportamos, en la medida que pretendemos formular algo que se
asemeja a una satisfacción que no sea pagada con una represión, es el tema puesto en el
centro, promovido en su primacía: ¿qué es el deseo?
Realizar su deseo se plantea siempre, necesariamente, en una perspectiva de
condición absoluta. Es en la medida en que la demanda, como lo he dicho, a la vez más allá y
más acá de ella misma, por el hecho que se articula con el significante, demanda siempre otra
cosa y en toda satisfacción de la necesidad existe otra cosa, que la satisfacción formulada se
extiende, se cuadra en esta hiancia, en ese agujero que el deseo se forma con lo que soporta
como tal, esta metonimia, a saber: lo que quiere decir la demanda más allá de lo que ella
formula.
El deseo anula todo lo que no es del ser, el ser es, dice él, el no ser no es. Nada es,
afirma el deseo, de eso que no es nacido todo lo que existe, entonces, no vive más que en la
falta en ser.
¿Cómo el hombre, es decir un viviente, puede acceder en este instante de muerte, a
conocerla?
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Respuesta: por la virtud del significante. Bajo su forma más radical. Es el significante y
en la medida en que él articula una cadena significante, que él puede palpar, que él puede
faltar en la cadena de lo que él es.
El acceso es más tangible que esta referencia connotadora. Y es eso que, en estos
últimos encuentros he tratado de hacerles reconocer bajo una forma estética, hablando
propiamente, es decir, sensible, rogándoles reconocer, en este lugar, la función de lo bello.
Siendo lo bello, precisamente, lo que nos indica este lugar de la relación del hombre a su
propia muerte, y quien no lo indica más que en un deslumbramiento.
Lo bello no tiene nada que hacer con lo que se llama lo bello ideal, que es a partir de
esta aprehensión de lo bello, en esta puntualidad, esta transición de la vida a la muerte, es a
parir de allí, solamente, que podemos tratar de restaurar, restituir lo que es lo bello ideal, a
saber, la función que allí puede tomar, en esta ocasión, lo que se presenta ante nosotros como
forma ideal de lo bello y, especialmente, en el primer plano, la famosa forma humana.
En la medida que la forma del cuerpo se presenta como la envoltura de todos los
fantasmas posibles del deseo humano, es en la medida en que en esta forma —forma exterior
— del cuerpo, está forzosamente envuelta todo aquello que, de las flores del deseo puede ser
contenido en un cierto vaso del cual tratamos de fijar las paredes; es en la medida en que ella
es, que ella ha sido, pues no es más forma divina que la forma humana puede, sernos
presentada como el límite de las posibilidades de lo bello.
Esto lleva a plantear la relación de la forma del cuerpo, en la función del narcisismo,
como siendo, propiamente, lo que representa, en una cierta relación del hombre, la relación a
su segunda muerte, el significante de su deseo. Es allí donde está el espejismo central que
indica, a la vez, el lugar de ese deseo en tanto él es deseo de nada, que es relación del hombre
a su falta en ser que indica a la vez este lugar y aquél que le impide tenerlo.
Es este mismo lugar, ese mismo soporte, esta imagen, esta sombra que representa la
forma del cuerpo, es esta misma imagen la que hace barrera concerniente, sin embargo, a la
otra cosa que está más allá, y que no es sólo esa relación con la segunda muerte, con el
hombre en tanto que el lenguaje exige de él el dar cuenta que él no es.
Si es al mismo nivel que el fantasma del falo y la belleza de la imagen humana tienen
su lugar legítimo, si al contrario existe, hay, entre ellos esta imperceptible distinción, esta
diferencia irreductible que es aquélla sobre la cual ha tropezado toda la empresa freudiana,
aquella alrededor de la cual Freud, al final de uno de sus últimos artículos, aquél sobre el
Análisis finito e infinito, nos dice que, finalmente, la aspiración del paciente, en última término,
va a estrellarse en una nostalgia irreductible, esto es, a saber, sobre el hecho que, de ningún
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modo, él podrá ser ese falo y que por no serlo él no podrá tenerlo más que a condición de
penis-neid en la mujer y castración en el hombre.
He ahí, entonces, lo que conviene recordar en el momento en que el analista se
encuentra, en suma, en posición de responder a quien le demanda la felicidad. Demandarle la
felicidad; él no puede olvidar que esto, ancestralmente, para el hombre, plantea la cuestión
del soberano bien y que él, el analista, sabe que esta cuestión es una cuestión cerrada. No sólo
lo que se le demanda, el soberano bien, él seguramente no lo tiene, sino que sabe que no lo
hay; porque ninguna otra cosa es haber llevado a su término un análisis sino haber asido,
reencontrado, haber chocado rudamente con ese límite que es donde se plantea toda la
problemática del deseo.
El psicoanálisis hace girar todo el cumplimiento de la felicidad alrededor del acto
genital. Conviene, empero, extraer de ello las consecuencia.
En este acto, en un sólo momento, algo puede ser alcanzado por lo cual un ser para
otro es en el lugar viviente y muerto a la vez de la cosa. En este acto, y en ese sólo momento,
él puede simular con su carne el cumplimiento, de lo que él es en ninguna parte.
Está claro que lo que conquista el sujeto en el análisis, no es sólo este acceso una vez
repetido siempre abierto; es en la transferencia algo distinto que da su forma a todo lo que
vive. Esto es su propia ley, de la cara si puedo decirlo, el sujeto hace su propio escrutinio. Esta
ley es, en primer lugar, aceptación de algo que es.
Lo que el analista tiene para dar, contrariamente al partenaire del amor, es eso que la
más bella desposada del mundo no puede superar, esto es a saber: lo que él tiene. Y lo que él
tiene es, como en el analizado, no otra cosa que su deseo, con la única excepción que éste es
un deseo advertido (deseo del analista).
Esto comporta la cuestión de qué puede ser un tal deseo. Y el deseo del analista,
especialmente. Pero, desde ahora, podemos, empero decir lo que él no puede ser. Él no
puede desear lo imposible.
Lombardi, G (2018) ¿Qué es la clínica psicoanalítica?
Lacan no hacía coincidir la clínica con la experiencia cotidiana del psicoanálisis, ya que
esta puede permanecer en la rutina del consultorio. Lacan desarrollo la definición del clínica
psicoanalítica a partir del cuatro perspectivas diversas: su posición singular en ese discurso, su
interés en las elaboraciones de la psiquiatría clásica, su lectura de los textos de Freud y la
relación del psicoanálisis con la racionalidad y las ciencias modernas.
La clínica se añade a la experiencia del analisis, orientandola y transformandola, ya que
la cuestiona: (1) interrogando al análisis desde el comienzo hacía el final del tratamiento, a tal
punto que se le plantea al analizado las preguntas que su analista no podría responder porque
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la posición del psicoanalista no es una posición de saber si no de un objeto caído del saber
inconsciente del analizante. (2) debe interrogarse también a los analistas.
La clínica no es la experiencia en bruto pero tampoco la acumulación de experiencias.
Ya que esta última nos ofrece un cierto saber en el que se consolidan esquemas y
clasificaciones que tejen prejuicios (por ejemplo las distintas estructuras clínicas). este es
enemigo del análisis , asi como el sentido común es el reverso del psicoanálisis.
El sentido del síntoma no coincide con el de otro del mismo tipo, porque no recorren
las mismas vías significantes. De allí esa necesidad de respeto del cifrado, de atención al sujeto
supuesto saber que en un segundo momento tal vez permita el decifrado propiamente
analitico con la resolucion total o parcial de la posición sintomática del analizante. El valor del
tipo clínico de síntoma, asi como el de diagnóstico, son una orientación para el analista y una
ubicación para el analizante
El psicoanálisis no es un discurso cerrado ya que su práctica implica una interacción
con otros discursos. En primer lugar se encuentra el discurso histérico, el del sujeto que con su
síntoma en el cuerpo hace lazo social. La pregunta por la clínica psicoanalítica puede y debe
prolongarse y apoyarse en esos discursos
Es importante que los analistas pregunten acerca de los detalles del síntoma, de sus
texturas significantes. Lacan aspira a mostrar que los síntomas dependen de una estructura
que es la de los efectos del lenguaje sobre el viviente. En el caso de la histeria el síntoma hace
lazo social, es quien plantea la pregunta; en el caso del obsesivo el síntoma aisla, no comunica
y no hace lazo. En ambos casos se sabe poco del sentido inconsciente en que se apoya el
síntoma
La pregunta por la clínica psicoanalítica exige la articulación de lo típico con el sentido
peculiar de cada caso. Ese empalme del discurso universal con la singularidad de la estructura
del sujeto sólo puede hacerse a partir de la particularidad del síntoma , que es lo único
realmente analizable
Lacan (1976) La clínica es lo real en tanto que imposible de soportar (es la experiencia
misma que todos han pasado en tanto sujetos que han experimentado lo insoportable del
lenguaje). El inconsciente es la huella y a la vez el camino, por el saber que constituye:
haciendose un deber repudiar todo lo que implica la idea de conocimiento.
Para esta a la altura clínica psicoanalítica se necesita haber pasado por ella como
analizante , haber recorrido el camino que lleva a pensar que hay de trauma actual en el
síntoma, que hay de punto intolerable al que el sujeto permanece fijado y sin resolver.
Para que el síntoma se experimente como imposible de soportar los disfraces
narcisisticos y de la fantasia deben separarse de él, ya que estos son lo que lo vuelven
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tolerable y valorable. En oposición al síntoma la fantasía vuelve el placer apropiado al deseo.
en la fantasía el deseo no realizado se soporta de otro modo que en el síntoma, ya que este en
análisis debe dar manifestaciones más nítidas, más dolorosas y que pierda su apoyo en la
fantasía, donde todo es posible para alcanzar lo imposible (de soportar).
El síntoma es la forma dividida o desgarrada del ser hablante, que el análisis tiene
como tarea y debe mostrar en su faceta insoportable, para que el ser involucrado resulte
interesado en resolverlo. Si el síntoma es lo analizable en la neurosis, una parte decisiva del
trabajo del análisis será llevarlo a su forma no camuflada, a que tome coraje y entregue
manifestaciones más nítidas. A lo que el síntoma tiene de insoportable se accede por el camino
del inconsciente, que es huella y camino por el saber que constituye.
Es condición necesaria el propio análisis pero no suficiente.
La clínica psicoanalítica es un esfuerzo de articulación sobre los impasses sobre el
saber para situar allí el saber paradójico en el que se mantiene el sujeto del inconsciente.
Suele imaginarse que el psicoanalista debería ser un hombre feliz, ya que es felicidad
lo que vienen a pedirle, ¿y como podría darla sí no la tuviese?
En la relación con el ser es donde el analista debe tomar su nivel operatorio
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El analista es el hombre a quien se habla y a quien se habla libremente. El sujeto
invitado a hablar en análisis no muestra en lo que dice una gran libertad, ya que sus
asociaciones desembocan en una palabra libre y plena que le es penosa. No hay nada más
temible que decir algo que podría ser verdad del todo, y que por ser verdad, no puede entrar
en la duda.
El entendimiento no obliga a comprender. A lo que oigo no tengo nada que replicarle.
me callo frustrando al hablante. Sí lo frustro es que me pide algo, que le responda. Sin
embargo él sabe que sólo le respondería palabras como podría responderle cualquiera. Esas
palabras no me las pide, habla su demanda intransitiva, no supone ningún objeto.
Su petición se despliega en el campo de una demanda implícita, la de curarlo, revelarlo
así mismo, haciendo calificar como analista. Pero esa demanda puede esperar, ya que no tiene
que ver con eso, incluso no es su demanda, porque soy yo quien le ofrece hablar, quien con
oferta crea una demanda. El sujeto aquí sólo es transitivo.
CAUSAS:
1. Erotización de la función: La función yoica de un órgano se deteriora cuando aumenta su
erogenidad y su significación sexual. Ej: Cuando se padece de inhibiciones neuróticas para
escribir o aun caminar, la razón de ello es una erotización hiperintensa de los órganos
requeridos para esas funciones: los dedos de la mano, o los pies. El yo renuncia a estas
funciones que le compenten a fin de evitar un conflicto con el ello y no verse precisado a
emprender una nueva represión.
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cosas porque le proporcionarían provecho y éxito, que el severo superyó le ha denegado.
Entonces el yo renuncia a esas operaciones a fin de no entrar en conflicto con el superyó.
SÍNTOMA
Cap. II: El síntoma equivale a indicio de un proceso patológico. Entonces, también una
inhibición puede ser un síntoma.
- Se trata de una desacostumbrada variación de la función o de una nueva operación.
- El síntoma NO es un proceso que suceda dentro del yo o que le suceda al yo.
- El síntoma es indicio y sustituto de una satisfacción pulsional interceptada, es un
resultado del proceso represivo. La represión parte del yo, quien, eventualmente por
encargo del superyó, no quiere acatar una investidura pulsional incitada en el ello. Mediante
la represión, el yo consigue coartar el devenir conciente de la representación que era la
portadora de la moción desagradable. Esta se ha conservado como formación inconciente.
PROCESO REPRESIVO:
A consecuencia de la represión, la satisfacción pulsional tendría por resultado un displacer,
ya que el decurso excitatorio intentado en el ello no se produce porque el yo consigue
inhibirlo o desviarlo y por eso se produce la “mudanza de afecto”.
Cuando el yo se revuelve contra un proceso pulsional del ello, no le hace falta más que
emitir una señal de displacer (angustia) para alcanzar su propósito. El yo emprende el
mismo camino para preservarse tanto del peligro interior, como del exterior; así la represión
equivale a un intento de huida. El yo quita la investidura (preconciente) de la agencia
representante de pulsión que es preciso reprimir {desalojar}, y la emplea para el
desprendimiento de displacer (de angustia).
La represiones son un «esfuerzo de dar caza» y todas presuponen represiones primordiales
producidas con anterioridad, y que ejercen su influjo de atracción sobre la situación
reciente. Las represiones emergen en dos diversas situaciones, a saber: cuando una
percepción externa evoca una moción pulsional desagradable, y cuando esta emerge en lo
interior sin mediar una provocación así.
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El síntoma se engendra a partir de la moción pulsional afectada por la represión. Cuando
el yo, recurriendo a la señal de displacer, consigue su propósito de sofocar por entero la
moción pulsional, no nos enteramos de nada de lo acontecido. Sólo nos enseñan algo los
casos que pueden caracterizarse como represiones fracasadas en mayor o menor medida.
(retorno de lo reprimido).
Así, a pesar de la represión, la moción pulsional ha encontrado un sustituto, pero uno
harto mutilado, desplazado {descentrado}, inhibido, y ya no es reconocible como
satisfacción. Y si ese sustituto llega a consumarse, no se produce ninguna sensación de
placer; en cambio de ello, tal consumación ha cobrado el carácter de la compulsión.
Pero el proceso sustitutivo es mantenido lejos, en todo lo posible, de su descarga por la
motilidad; y si esto no se logra, se ve forzado a agotarse en la alteración del cuerpo propio y
no se le permite desbordar sobre el mundo exterior; le está prohibido trasponerse en
acción. Lo comprendemos; en la represión el yo trabaja bajo la influencia de la realidad
externa, y por eso segrega de ella al resultado del proceso sustitutivo. El yo gobierna el
acceso a la conciencia, así como el paso a la acción sobre el mundo exterior; en la
represión, afirma su poder en ambas direcciones.
Cap III:
Si el acto de la represión nos ha mostrado la fortaleza del yo, al mismo tiempo atestigua su
impotencia y el carácter no influible de la moción pulsional singular del ello. En efecto, el
proceso que por obra de la represión ha devenido síntoma afirma ahora su existencia
fuera de la organización yoica y con independencia de ella. Y no sólo él: también todos sus
retoños gozan del mismo privilegio, se diría que de «extraterritorialidad» de la
organización yoica y, con esta ganancia, se extiendan a expensas del yo. Así, el síntoma es
como un cuerpo extraño que alimenta sin cesar fenómenos de estímulo y de reacción
dentro del tejido en que está inserto.
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posible. Sobreviene una adaptación al fragmento del mundo interior que es ajeno al yo y
está representado por el síntoma, adaptación como la que el yo suele llevar a cabo
normalmente respecto del mundo exterior objetivo. Así el síntoma es encargado poco a
poco de subrogar importantes intereses, cobra un valor para la afirmación de sí, se fusiona
cada vez más con el yo, se vuelve cada vez más indispensable para este. Podría exagerarse
también el valor de esta adaptación secundaria al síntoma mediante el enunciado de que el
yo se lo ha procurado únicamente para gozar de sus ventajas. Así el síntoma aparece como
ganancia (secundaria) de la enfermedad. Viene en auxilio del afán del yo por incorporarse
el síntoma, y refuerza la fijación de este último. Y cuando después intentamos prestar
asistencia analítica al yo en su lucha contra el síntoma, nos encontramos con que estas
ligazones de reconciliación entre el yo y el síntoma actúan en el bando de las resistencias y
no nos resulta fácil soltarlas.
Pero parece que no sería lícito reprochar inconsecuencia al yo. El está dispuesto a la paz y
querría incorporarse el síntoma, acogerlo dentro del conjunto que él constituye. La
perturbación parte del síntoma, que sigue escenificando su papel de correcto sustituto y
retoño de la moción reprimida, cuya exigencia de satisfacción renueva una y otra vez,
constriñendo al yo a dar en cada caso la señal de displacer y a ponerse a la defensiva. La
lucha defensiva secundaria contra el síntoma es variada en sus formas, se despliega en
diferentes escenarios y se vale de múltiples medios.
ANGUSTIA
No puede escapársenos la existencia de un nexo entre la inhibición y la angustia. Muchas
inhibiciones son, evidentemente, una renuncia a cierta función porque a raíz de su
ejercicio se desarrollaría angustia.
- el yo es el genuino almacigo de la angustia
- la angustia no es producida como algo nuevo a raíz de la represión, sino que es
reproducida como estado afectivo siguiendo una imagen mnémica preexistente. Si nos
preguntamos por el origen de esa angustia —así como de los afectos en general—,
abandonamos el indiscutido terreno psicológico para ingresar en el campo de la fisiología:
Los estados afectivos están incorporados en la vida anímica como unas sedimentaciones de
antiquísimas vivencias traumáticas y, en situaciones parecidas, despiertan como unos
símbolos mnémicos. Por ejemplo: En el hombre el acto del nacimiento, en su calidad de
primera vivencia individual de angustia, parece haber prestado rasgos característicos a la
expresión del afecto de angustia. Además no hay que olvidar que un símbolo de afecto para
la situación del peligro constituye una necesidad biológica y se lo habría creado en cualquier
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caso. Además, considero injustificado suponer que en todo estallido de angustia ocurra en
la vida anímica algo equivalente a una reproducción de la situación del nacimiento.
Cap IV.
Freud en el cap. 4 formula la pregunta ¿Cuál es el síntoma? Entonces podemos
valernos de esta prudencia de Freud para advertir que no es tan sencillo describir el síntoma,
tomando en cuanta que no entendemos por síntoma cualquier padecimiento que enuncie el
sujeto. Porque el síntoma para el psicoanálisis tiene determinadas precisiones que revisar.
Para hablar de síntoma tenemos que hablar de sustitución. Así, entonces veremos cuáles son
los problemas que se le presentan a la hora de definir el síntoma.
En principio, lo que aparece en este texto es una producción de Freud que marca un
viraje. El propone tomar el caso Hans, pero el análisis de este caso no le va a alcanzar y
tomará la fobia del Hombre de los Lobos. Así conceptualizará el síntoma y vinculará la
angustia con la represión.
Yendo concretamente al texto encontramos que en el 1er párrafo dice: “El pequeño
Hans se rehusa a andar por la calle porque tiene angustia ante el caballo. Ahora bien ¿Cuál es
el síntoma: el desarrollo de angustia, la elección del objeto de la angustia, la renuncia a la libre
movilidad, o varias de estas cosas al mismo tiempo? ¿Dondé está la satisfacción que el se
deniega? ¿Por qué tiene que denegársela?”
Y luego se contesta: “Se estará tentado a responder que yendo al caso mismo las cosas no son
tan enigmáticas. La incomprensible angustia frente al caballo es el síntoma, la incapacidad de
andar por la calle, un fenómeno de inhibición, una limitación que el yo se impone para no
provocar el síntoma-angustia…” Más abajo Freud dice “supuesto síntoma”, entonces él no está
conforme con lo que está planteando. Así se va construyendo el pensamiento de Freud para
dar cuenta de eso que interroga. Entonces corrige: “Se trata como lo averiguamos tras
escuchar más detenidamente, no de una angustia indeterminada frente al caballo, sino de una
determinada expectativa angustiada: el caballo lo morderá…”
¿Será este el contenido, el núcleo del síntoma? Sigue sin conformarse.
“No podemos designar como síntoma la angustia de esta fobia; si el pequeño Hans, que está
enamorado de su madre, mostrará angustia frente al padre, y no tendríamos derecho alguno a
atribuirle una neurosis, una fobia. Nos encontraríamos ante una reacción enteramente
comprensible. Lo que la convierte en una neurosis es única y exclusivamente otro rasgo: La
sustitución del padre por el caballo. El conflicto de ambivalencia no se tramita sobre la
persona misma; se lo esquiva deslizando las mociones al objeto sustituto.” El hecho de que el
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niño se angustiara frente a la llegada del padre sería una angustia completamente legítima, o
sea que tiene mociones hostiles respecto del padre que le producen una expectativa
angustiosa. Entonces hay que pensar en otro lugar, y ese otro lugar es la sustitución del padre
por el caballo.
Más abajo dice que “hay algo que no está en orden”. Lo que sigue no va a rebatir que
tenemos que estar ante la sustitución para poder ubicar la neurosis, sino que hay algo más.
Tiene que recurrir a la fobia de Hombre Lobo (HL). El servicio que ofrece ese caso es responder
a ese algo más. Ubica similitudes y diferencias entre las dos fobias.
La diferencia fundamental es en relación al Edipo. En el pequeño Hans es un Edipo
positivo, y en H.L es un Edipo invertido. “La represión no es el único recurso del yo para
defenderse de la moción pulsional desagradable. En lugar de una única represión nos
encontramos con una acumulación de ellas, y además nos topamos con la regresión…”
La representación de ser devorado por el padre es la expresión, degradada en sentido
regresivo, de ser amado por el padre.
H.L. desarrolla una fobia al lobo luego de haber alcanzado la genitalidad por haber
recibido una seducción prematura por parte de la hermana, o sea que hay una primera
regresión que opera en este niño a la etapa sádico-anal y una segunda regresión que opera por
la vía del sueño a la etapa oral. Cada una de estas regresiones va a tener un axioma acorde al
momento regresivo, acorde a lo que se goza en ese momento regresivo. Por ej: en la etapa
sádico-anal la forma degradada que tenía el Complejo de Castración tenía esta fórmula:
temor a ser golpeado por el padre. En la regresión a la etapa oral, la forma degradada que
tomaba por la vía regresiva del Complejo de Castración era ser devorado por el lobo, por el
padre.
“Creemos conocer el motor de la represión en ambos casos… es en los dos el mismo:
la angustia frente a la castración inminente…En ambos casos el motor de la represión es la
angustia frente a la castración: Por angustia a la castración resigna el pequeño Hans la
agresión hacia su padre: su angustia a que el caballo lo muerda es su angustia a que lo castre.
También en el H.L. pasa lo mismo: por angustia de castración, por querer ser amado como
objeto sexual por su padre (Edipo negativo) lo que significaría el sacrificio de sus genitales por
ubicarse en el lugar de mujer.
Los contenidos angustiantes – ser mordido por el caballo y ser devorado por el lobo –
son sustitutos desfigurados del contenido ser castrado por el padre”. Ser castrado por el
padre es lo que sucumbe a la represión. Queda sustituido por uno u otro animal. Esta
sustitución da cuenta de lo que cayó bajo efecto de la represión. La angustia de un peligro
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inminente vivido como real crea la represión. Tesis fuerte del texto que invierte la relación
entre angustia y represión, hasta este texto la represión producía la angustia.
El efecto-angustia de la fobia no proviene del proceso represivo, sino de lo represor
mismo. La angustia de la zoofobia es la angustia a la castración inmutada, una angustia
realista, angustia frente a un peligro considerado real. La angustia crea la represión, y no como
opinaba Freud antes, la represión a la angustia.
El síntoma es la conjunción entonces de la sustitución y el desplazamiento. El
desplazamiento está vinculado a ese algo más, no todo estaba en orden. Ser devorado por el
lobo es la expresión degradada en sentido regresivo de una moción tierna pasiva: ser amado
por el padre. Por eso hacía falta el caso H.L, para poder captar el efecto del Edipo invertido. El
amor al padre conlleva la castración porque implica la identificación con la madre. La pregunta
por el síntoma la va a responder por la vía de los dos mecanismos que operan en el síntoma:
represión y regresión.
Capítulo V
En la histeria de conversión los síntomas se encuentran sin contaminacion de angustia.
El síntoma de dolor emerge cuando ese lugar es tocado desde afuera y cuando la situación
patógena que ese lugar subroga es activada por vía asociativa desde adentro, el yo recurre a
medidas precautorias para evitar el despertar del síntoma.
En la neurosis obsesiva los síntomas son prohibiciones, medidas precautorias,
penitencias o por lo contrario son satisfacciones sustitutivas. En el caso más grosero el síntoma
es en dos tiempos: a la acción que ejecuta sigue inmediatamente una segunda que lo cancela o
deshace. Se presenta una lucha continuada contra lo reprimido y el yo el superyo participan en
la formación de síntoma. en la neurosis obsesiva se forma un súperyo severísimo
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Objeto a: Es el objeto hacia el que nos orienta en relación con la angustia: que ella no es sin
objeto. La angustia es la única traducción subjetiva del objeto a. El mismo fue anunciado en la
fórmula del fantasma como soporte del deseo. ($ ROMBO a)
"¿Está el objeto del deseo adelante?". Tal es el espejismo en cuestión. El objeto, el objeto a,
ese objeto que no ha de situarse en nada análogo a la intencionalidad de una noésis
(pensamiento), que no está en la intencionalidad del deseo, este objeto debe ser concebido
como la causa del deseo. El objeto está detrás del deseo.
Además, esa función del objeto, en la novedad topológica estructural que exige, es
perfectamente sensible en las formulaciones de Freud, y especialmente en las relativas a la
pulsión.
El objeto es, en su función esencial, que se escapa en el plano de nuestra aprehensión. La
noción de causa pertenece a ese exterior, a ese lugar del objeto antes de toda
interiorización: a antes de que el sujeto en el lugar del Otro se capte en X en la forma
especular que introduce para él la distinción entre el yo y el no-yo.
La relación con el objeto a está aquí dirigida, indicada de una manera que permite efectuar
la síntesis entre la función de señal de la angustia y su relación, sin embargo, con algo que
podemos llamar, en el sostén de la libido, una interrupción.
Allí donde dicen yo (je) es ahí donde en el plano inconciente de sitúa a.
Para explicar esto Lacan usará el ejemplo del fetiche:
● En el fetiche se devela la dimensión del objeto como causa de deseo ¿qué es lo que
se desea? No es lo que el fetiche encarna en sí sino el fetiche causa de deseo. El deseo,
por su parte, va a agarrarse de donde puede. Para el fetichista, es preciso que el
fetiche esté ahí. El fetiche es la condición en la que se sostiene su deseo. Porque lo
deseado no es el zapatito, ni lo que fuere que encarne el fetiche; el fetiche causa el
deseo que va a engancharse donde puede, sobre aquélla de quien de ningún modo es
necesario que lleve el zapatito: el zapatito puede estar en los alrededores.
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resume, en última instancia, la manifestación del deseo sádico: en tanto que su agente
se dirige hacia tal realización.
El deseo y la ley son la misma cosa en el sentido de que su objeto les es común. El mito de
Edipo no quiere decir sino eso: en el origen del deseo, el deseo del padre y la ley no son más
que una y misma cosa, y la relación de la ley con el deseo es tan estrecha que sólo la función
de la ley, traza el camino del deseo: el deseo, en tanto que deseo de la madre, para la madre,
es idéntico a la función de la ley. En la medida en que la prohibe, la ley impone desearla:
porque, después de todo, la madre no es en sí el objeto más deseable. Si todo se organiza
alrededor del deseo de la madre, si a partir de allí se plantea que la mujer a la que ha de
preferirse —pues de esto se trata— debe ser otra que la madre, qué quiere decir esto sino que
en la propia estructura del deseo se impone, se introduce una orden y que, digámoslo de una
vez, se desea porque está ordenado. ¿Qué quiere decir el mito de Edipo sino que el deseo del
padre hizo la ley? La relación de la ley con el deseo es tan estrecha que sólo la función de la ley
traza el camino del deseo. El deseo, en cuanto deseo por la madre, es idéntico a la función de
la ley. Es en tanto la prohíbe que la ley impone desearla. Se desea a la orden.
Las manifestaciones del objeto a como falta: El objeto a, a nivel de nuestro sujeto analítico, de
la fuente de lo que subsiste como cuerpo que en parte nos hurta, por así decir, su propia
voluntad, ese objeto a es la roca de que habla Freud, esa reserva última irreductible de la
libido.
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En la medida en que ese lugar vacío es apuntado como tal, se instituye la dimensión, siempre
—y con motivo— más o menos descuidada, de la transferencia. Ese lugar, en la medida en que
pueda ser cercado por algo que está materializado en esta imagen, cierto borde, cierta
apertura, cierta abertura (béance) donde la constitución de la imagen especular muestra su
límite tal es el lugar elegido de la angustia. Pues es con esa falta que él ama. No por nada les
estoy siempre con que el amor es dar lo que no se tiene. Se trata del principio mismo del
complejo de castración para tener el falo, para poder servirse de él, es preciso, justamente, no
serlo.
CLASE 9: ACTING OUT Y PASAJE AL ACTO
El sujeto, en la medida en que parte de la función del significante, el sujeto S hipotético en el
origen de esa dialéctica se constituye en el lugar del otro como marcado por el significante; es
el único sujeto al que tiene acceso nuestra experiencia, e inversamente suspende toda la
existencia del Otro de una garantía que falta, el Otro tachado: A/. Pero de esta operación
quede un resto: el a.
La angustia es lo que no engaña, es una señal del yo y el yo es una superficie.
a, objeto de la identificación, identificación que encontramos, por ejemplo, en el principio del
duelo. Ese a, objeto de le identificación, sólo es también a, objeto del amor, en le medida en
que es lo que es, ese a, aquello que arranca metafóricamente a ese amante, para hacerlo, a
proponerse como amable,(...) haciéndolo (...) sujeto de la falta, por lo tanto aquello por lo cual
él se constituye propiamente en el amor, aquello que le da, por así decir, el instrumento del
amor, a saber: que se ama, que se es amante con lo que no se tiene. Se llama a a lo que ya no
se tiene. De allí que pueda encontrárselo por vía regresiva bajo forma de identificación, es
decir, al ser, ese a, lo que ya no se tiene. Esto hace que Freud ponga el término regresión
exactamente en el punto donde determina las relaciones entre la identificación y el amor. Pero
en tal regresión donde a sigue siendo lo que es, instrumento, será con lo que se es que se
podrá, por así decir, tener o no.
● Pasaje al acto
El pasaje al acto es una respuesta del sujeto frente a la angustia, a lo real. Tiene como
característica el exceso, exceso que empuja a lo real. Se trata de un fenómeno dirigido al Otro
como imbarrable, Otro a quién no le falta nada. Por otro lado, el sujeto del pasaje al acto se
presenta tan radicalmente barrado que se “hace” objeto. Se trata de un dejarse caer del
sujeto, haciéndose objeto y dirigido al Otro. Es condición, en el pasaje al acto, la identificación
al objeto que se le supone a ese Otro. Identificación que, en el caso del suicidio, ubica al
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sujeto como desecho, como resto. Puede ubicarse en M esta sensación de exceso, de ansiedad
incontrolable, que empuja al pasaje al acto. Predomina un exceso –de goce- que se trata de
cortar, de poner un límite. De este modo la intervención frente al pasaje al acto no puede ser
de tipo interpretativo. Se trata, más bien, de una intervención en acto que frene ese empuje
hacia lo real, esa caída. En el pasaje al acto, ¿de qué lado es visto ese dejar caer?
Precisamente, del lado del sujeto. El pasaje al acto está, si así lo quieren, en el fantasma, del
lado del sujeto, en tanto que aparece borrado al máximo por la barra. El sujeto cae
esencialmente fuera de la escena: tal es la estructura misma del pasaje al acto.
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El síntoma no está, como el acting-out, llamando a la interpretación. El síntoma, en su
esencia, no es un llamado el Otro, no es lo que muestra al Otro; el síntoma, en su naturaleza,
es goce, goce engañoso, sin duda. El síntoma, no tiene necesidad de ustedes como el acting-
out, el síntoma se basta.
A diferencia del síntoma, el acting-out es el amago de la transferencia. Es la transferencia
salvaje. No hay necesidad de análisis, para que haya transferencia, pero la transferencia sin
análisis, es el acting-out, y el acting-out sin análisis, es la transferencia.
De esto resulta que una de las maneras de plantear la cuestión, en lo relativo a la organización
de la transferencia, es preguntarse ¿cómo domesticar la transferencia salvaje, cómo hacer
entrar al elefante salvaje en el cercado? Esta es una de las formas de plantear el problema de
la transferencia; sería muy útil hacerlo por este extremo, pues es la única manera de saber
cómo actuar con el acting-out.
El problema es saber, por lo tanto, cómo actuar con el acting-out. La autora Greenacre
afirma que hay tres maneras: interpretarlo, prohibirlo, o reforzar el Yo.
1. Con respecto a interpretarlo, no nos hagamos grandes ilusiones. Dado lo que acabo de decirles,
interpretarlo no producirá mucho efecto, casi siempre advertirán que el sujeto sabe muy bien
que lo hace para ofrecerse a la interpretación. Pero lo que cuenta no es el sentido de lo que
interpreten, cualquiera que fuese: lo que cuenta es el resto.
2. En cuanto a prohibirlo, es imposible: "podemos hacer muchas cosas, pero decirle al sujeto 'nada
de acting-out', esto también es muy difícil". Nadie piensa en ello, además. Sin embargo, puede
observarse que siempre hay prohibiciones perjudiciales en el análisis. Se hacen muchas cosas
para evitar los acting-out en sesión. Y además se les dice que no tomen decisiones esenciales
para su existencia durante el análisis. En realidad, se prohibe mucho más de lo que se cree. El
acting-out es el signo de que se le impide mucho.
El un acting-out se dirige al Otro. Y si se es analista, por lo tanto se dirige al analista. Si tomó ese
lugar, tanto peor para él. Tiene la responsabilidad que pertenece el lugar que aceptó ocupar
3. En cuanto reforzar al Yo, (algo a lo que lacan siempre se opuso) reforzar al Yo sólo puede querer
decir lo que para cierta literatura es llevar al sujeto a la identificación; no con esa imagen como
reflejo del Yo ideal en el Otro, sino con el Yo del analista.
El inconsciente puede engañarnos. Y alrededor de esto gira todo el debate de Freud, alrededor
de la Zutrauen , de la confianza que el inconsciente merece: El inconsciente sigue mereciendo
confianza. El discurso del sueño, nos dice, es algo diferente del inconsciente; esta hecho por un
deseo que viene de éste, pero al mismo tiempo admite que lo que se expresa es ese deseo.
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Por lo tanto, el deseo viene de algo, y viniendo del inconsciente, es el deseo lo que se expresa
con mentiras. La propia paciente homosexual le dice que sus sueños son mentirosos. Freud se
detiene, por lo tanto, ante el problema de toda mentira sintomática
En relación al acting, Lombardi afirma que en casi todos los casos de acting out se pueden
ubicar determinadas coordenadas: ‘una acción inmotivada, enmarcada en cierta
escenificación, que es relatada como situación repetida, que se comente antes o después de la
sesión. El acting out es una acción dirigida al analista, le es relatada, mostrada, y como todo lo
que es dirigido al analista, pide interpretación, llama a la interpretación, se ofrece a la
interpretación (pero no hay que interpretar).
Hay algo en el acting que ostensiblemente excede la forma en que se expresa lo pulsional en el
síntoma neurótico, donde siempre aparece disfrazado, desplazado. Además, el síntoma
neurótico, a diferencia del acting, no necesariamente pide interpretación’ –sí cuando es un
síntoma de análisis- (Lombardi, 1991, pág. 78) La característica particular del acting es que se
trata, como afirma Lacan, de una transferencia salvaje sin analista, una transferencia lateral,
fuera de sesión ya que la causa del deseo se ha desplazado hacia otro escenario distinto del
consultorio. El acting aísla el objeto que debiera ser aislado en el análisis cuando esto no
ocurre. Se afirma entonces que el acting es una puesta en escena, dirigida al analista. Se trata
de un fenómeno que excede la transferencia operativa, se constituye en una transferencia
salvaje sin analista. Este fenómeno tiene lugar cuando algo del deseo se está escapando al
análisis, cuando algo del objeto no es abordado en el mismo. Se observa que sujetos que
presentan una tendencia al acto, tienden a manejarse en su vida cotidiana por medio del
acting y tiene sentido, entonces, que en la dirección de la cura algo del deseo se presente de
esta misma manera.
Algo del deseo que no puede ser puesto en palabras, que no puede entrar vía el significante,
expresándose la pulsión en primer plano, sin ser desfigurada. En relación a la cura, los
pacientes que tienden a entrar vía la acción presentan un desafío, en tanto es necesario poner
en práctica un rodeo transferencial con el fin de sintomatizar algo de ese deseo que busca
expresión, algo de ese objeto que no está pudiendo alojarse en el análisis y que el sujeto, vía
acting, ofrece al corte.
CLASE XXI,
Introducción
La angustia reside en la relación fundamental del sujeto con el deseo del Otro.
El análisis tiene como objeto el descubrimiento de un deseo
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En todo advenimiento de (a) en cuanto a tal la angustia aparece en función de su
relación con el deseo del Otro, pero hay que tener en cuenta que (a) no es el objeto de deseo
que tratamos de revelar en el análisis, sino su causa. La angustia señala la dependencia de la
que tiene la constitución del sujeto respecto al otro, por lo tanto el deseo del sujeto de esa
relación por el antecedente de (a). Esta presencia del (a) como causa del deseo se manifiesta
en el campo del síntoma.
PUNTO I.
La angustia yace en esa relación fundamental donde el sujeto se encuentra en lo que
hasta aquí llamé deseo del Otro. El análisis tiene como objeto de descubrimiento un deseo.
En toda avanzada, en todo advenimiento de a como tal, la angustia se presenta justamente
en función de su relación con el deseo del Otro. Pero ¿cuál es su relación con el deseo del
sujeto? a no es el objeto del deseo aquél que buscamos revelar en un análisis, sino su causa.
Si la angustia marca la dependencia de toda constitución del sujeto —su dependencia del
Otro—, el deseo del sujeto se ve suspendido de esa relación por intermedio de la constitución
primera, antecedente, del a.
La angustia se muestra; en cuanto al deseo, desde el comienzo, está escondido, y sabemos qué
trabajo nos da desenmascararlo, si es que alguna vez lo logramos.
Lacan parte en este texto del síntoma obsesivo porque es el que permite entrar en la
localización de la función de a, en la medida en que se devela como algo que funciona, desde
los datos iniciales del síntoma, en la dimensión de la causa.
El proceder analítico no parte del enunciado del síntoma (es decir de su descripción clásica: ej:
“compulsión, con lucha ansiosa”) sino que del reconocimiento de que eso funciona así. (el
sujeto debe reconocer el síntoma). El reconocimiento no es un efecto separado del
funcionamiento.
El síntoma sólo queda constituido cuando el sujeto se percata de él; porque por experiencia
sabemos que hay formas de comportamiento obsesivo donde el sujeto no sólo no reparo en
sus obsesiones, sino que no las ha constituido como tales. Y en este caso, el primer paso del
análisis es que el síntoma se constituya en su forma clásica. Sin esto, no hay medio de salir
de él, y no simplemente porque no hay medio de hablar de él, sino porque no hay medio de
atraparlo con los orejas. ¿Qué es la oreja en cuestión? Algo que podemos llamar lo no
asimilado del síntoma por el sujeto.
Para que el síntoma salga del estado de enigma que aún no estaría formulado, el paso no es
que se formule, sino que en el sujeto se dibuje algo cuya índole es que se le sugiere que hay
21
una causa para eso. Esta es la dimensión original, tomada aquí en la forma del fenómeno. Tan
sólo por este lado se rompe la implicación del sujeto en su conducta y esta ruptura es la
complementación necesaria para que el síntoma sea abordable para nosotros (que el sujeto
se percate que lo que hace lo hace por algo!). Y esto es imposible articularlo si no podemos de
manifiesto la relación radical de la función de a, causa del deseo, con la dimensión mental de
la causa.
Ven ahora el interés que reviste marcar, tornar verosímil el hecho de que la dimensión de la
causa indica la emergencia, la presentificación, en datos de partida del análisis del obsesivo, de
ese a en torno del cual debe girar todo análisis de la transferencia para no verse forzado a dar
vueltas en círculo. Un círculo, ciertamente no es nada, el circuito se recorre; pero resulta claro
que hay problema del final del análisis que se enuncia así: la irreductibilidad de una neurosis
de transferencia. Esa neurosis de transferencia es o no la misma que se podía localizar al
comienzo. Pero ciertamente presenta la diferencia de estar presente toda entera; a veces
aparece en forma de callejón sin salida, es decir que a veces desemboca en un perfecto
estancamiento de las relaciones entre el analizado y el analista. No tiene más diferencia con
todo lo que se produce de análogo al comienzo del análisis, que la de estar toda entera
reunida, concentrada, presente toda ella.
El verdadero motivo de sorpresa en el circuito del análisis es como, entrando en él a pesar de
la neurosis de transferencia,
Se puede obtener la salida de la neurosis de transferencia misma.
Si enuncio que el camino pasa por a, único objeto a proponer al análisis de la transferencia,
esto no quiere decir que no se deje abierto otro problema: la del deseo del analista.
El a es la causa, la causa del deseo. A esa función presente por doquier en nuestro
pensamiento la consideramos como la sombra portada; pero muy precisamente y mejor aún,
la metáfora de esa causa primordial, sustancia de esa función de la causa, es precisamente el
a, en tanto que anterior a toda esta fenomenología.
Hemos definido al a como el resto de la constitución del sujeto en el lugar del Otro en tanto
que tiene que constituirse como sujeto hablante, sujeto tachado, $.
Si el síntoma es lo que decimos, o sea que resulta enteramente implicable en el proceso de la
constitución del sujeto en cuanto tiene que efectuarse en el lugar del Otro, la implicación de
la causa en el advenimiento sintomático, tal como lo define, forma parte legítima de dicho
advenimiento. Esto quiere decir que la causa implicada en la cuestión del síntoma es
22
literalmente una pregunta, pero de la que el síntoma no es el efecto. Es el resultado. El efecto
es el deseo.
Es que el efecto primordial de esa causa a, a nivel del deseo, ese efecto que se llama deseo y
que acabo de calificar de extraño pues es precisamente el deseo, es un efecto que no tiene
nada de efectuado. El deseo, tomado en esta perspectiva, se sitúa en efecto esencialmente
como una falta de efecto. La causa se constituye entonces suponiendo efectos por el hecho
primordial de que el efecto falta.
Hay un grave error en creer que la palabra existe para comunicar. El efecto del significante es
hacer surgir en el sujeto la dimensión de significado.
1) El significante, a diferencia del signo que representa algo para alguien; el significante es lo que representa
un sujeto para otro significante.
2) Que es lo que quiero decir en nuestro campo, que descubre al Psicoanálisis, la fórmula: El sujeto supuesto
saber.
El signo. No hay humo sin fuego. En fin, por otra parte, no hay nada mejor que el humo
para ocultar el fuego. El humo, signo que lo cubre en alguna parte. El sujeto inmóvil,
receptáculo universal de lo que hay que conocer detrás, el signo de real supuesto, lo cual
supone la función del significante, y lo que de ello resulta para el estatuto del sujeto.
¿Qué nos es sugerido por esta fórmula: el significante es lo que representa un sujeto para
otro significante? No hay juego, el sujeto no es el receptor universal. Él tiene la cifra o no la
tiene. Y el rol de la llave es muy sugestivo y bien divertido para representarnos que él es, en
efecto, un resto, una pequeña cosa operatoria, un deyecto en el asunto, pero sin duda
23
indispensable, que nos viene de lo que se representa, el soporte efectivo y real, donde
intervendrá el sujeto.
El estatuto del saber. El psicoanalista es llamado a esa situación, como siendo el sujeto
supuesto saber. Lo que él tiene que saber, no es saber de clasificación, no es saber de lo
general, no es saber de silogismo; lo que él tiene que saber es definido por ese nivel primordial
donde hay un sujetó que es llevado en nuestra operación, en ese tiempo de surgimiento, a lo
que se articula en el "Yo no sabía".
Los síntomas como la tos de Dora, por ej., toman el valor de función significante.
Cuando Freud designa allí un síntoma es en función del momento en que este toma función
de significante. (recurrido puramente significante de los dichos de dora respecto al padre “sin
recursos” o el hombre de las ratas cuando empieza con la locura de adelgazar a partir del
nombre del primo Dick: él se esfuerza a adelgazar, hasta el punto de más no poder, para
significarse ante el significante Dick y nada más! El significante vale por el significante y la
única persona que no lo sabe hasta que se lo dicen es el sujeto. Yo no sabía, o bien que ese
significante que está allí, que reconozco ahora estaba allí donde yo estaba como sujeto, o bien,
que ese significante que está allí, que ustedes designan, que ustedes articulan para mí, estaba
para representarme a mí cerca de él, que yo era esto o aquello. Esto es lo que el psicoanálisis
descubre.
24
su goce, pero que es a decir aún de ese saber, que en primer lugar, se inscribe en esta
subjetividad del "Yo no sabía".
El análisis está allí para enseñarnos que la astucia está en la razón porque el deseo
está determinado por el juego significante, que el deseo es lo que surge de la marca del
significante sobre el ser viviente y que, desde entonces, lo que se trata para nosotros de
articular, es: ¿qué es lo que pueda querer decir las vías que trazamos del retorno del deseo a
su origen significante? ¿Qué quiere decir que haya hombres que se llaman Psicoanalista?, y
que esta operación interesa.
En ese registro el psicoanalista se introduce en primer lugar como sujeto supuesto
saber, es él mismo quien recibe y soporta el estatuto del síntoma.
Un sujeto es psicoanalista en la medida en que entra en el juego significante y es en lo
cual un examen clínico, una, presentación de enfermos no puede absolutamente ser la misma
en el tiempo del psicoanálisis o en el tiempo que lo ha precedido.
Si el clínico que presenta no sabe más que una mitad del síntoma, es él que tiene la carga, que
no haya presentación del enfermo, sino diálogo de dos personas y que sin esta segunda
persona, no habría síntoma acabado.
El síntoma sería necesario definirlo como algo que se señala, como un saber ya ahí,
para un sujeto que sabe que eso le concierne, pero que no sabe lo que es. ¿En qué medida
podemos nosotros, analistas, decir qué estamos a la altura de esa tarea de ser aquel que en
cada caso sabe lo que es? Nada más que en ese nivel, ya se plantea toda entera la cuestión del
estatuto del psicoanalista. Lo que es un saber, es un cuerpo de significantes y no otra cosa.
Es de lo real y de su estatuto de lo que se trata en la operación analítica. La posición del
analista se resumiría en lo que llamaríamos no, fatalismo del saber, sino fetichismo. Que de no
saber nada, el analista seria como el hito donde ese nivel es el punto de impacto.
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angustia automática. Esta angustia no tiene objeto ni significación alguna. Nada sabe el
angustiado de la génesis de ese afecto tan displacentero, ni tampoco ante que se angustia . Ni
siquiera lo sabe de forma inconsciente . No hay posibilidad de elaboración psíquica a través de
una sintomatización conversiva o fóbica, ni a través de formaciones del inconsciente. La causa
de la neurosis de angustia es un mal hábito sexual. La neurosis de angustia es neurosis actual
explica Freud
LA ANGUSTIA AFECTO DE LO REAL: Por la angustia, señal de una configuración real
que le concierne en forma singular, el ser hablante es convocado a un cambio de posición
como un llamado a su intervención que consiste en elegir perder algo para ganar algo. Esta
perspectiva reconoce al angustiado una posibilidad de respuesta distinta del pánico y la
conducta de huída. La angustia es una modalidad de tránsito de pasividad a la actividad; es
señal pero también es apronte, es disposición a la acción. La angustia sitúa al ser hablante ante
la puerta del acto. Es el momento de destitución subjetiva requerido para recrear un personaje
que no es él.
La angustia es realista es una referencia para el ser hablante. Es el afecto-tipo de todo
advenimiento de lo real en tanto apertura de lo que el nudo estructural ofrece como
posibilidad de pasar a otra configuración subjetiva. Ofrece certeza en un mundo engañoso: por
mucho que un sujeto se haya extraviado la angustia está para la señalar la posibilidad de un
nuevo estado. La angustia es una sensación displacentera que sin embargo puede adquirir un
valor ético eminente. No hay acto verdadero que no implique el pasaje por el momento
precedente de la angustia. Es por la angustia que el hombre puede tomar partido y formar
parte del deseo.
LA DEGRADACIÓN NEURÓTICA DE LA ANGUSTIA EN MIEDO: El neurótico, no sabe no
puede o no quiere servirse de la brújula que le ofrece la angustia. Esta indica una posibilidad
de elegir pero el neurótico la considera una elección forzada entonces la evita mientras puede,
armando una solución de compromiso (ni sí ni no) En la neurosis la angustia es reemplazada
por el síntoma que obstaculiza el pase al acto. Encubre una escisión ética que es fuente de
sentimiento inconsciente de culpa resultado de no haber tomado partido. Ante esta solución
obstáculo el psicoanálisis invita al sujeto a asociar libremente
El síntoma es la nueva bitácora diferente de la angustia, la cual señala una vacilacion
(distinto a la angustia) un ir y venir, una coexistencia de opciones contradictorias: división en
lugar de opción.
el miedo va tomando durante el análisis la forma de una angustia degradada parcial,
especificada por Freud: castracion en el varon, envidia del pene en la mujer. Siendo un limite,
obstaculo para el análisis, ya que no señala nada, no conducen a nada.
26
UNIDAD 3: "LA NOCIÓN DE TRAUMA Y LA FUNCIÓN DE LA FANTASÍA"
Freud, S.; (1906) Mis tesis sobre el papel de la sexualidad en la etiología de las neurosis
27
Por tanto, no importaban las excitaciones sexuales que un individuo hubiera experimentado
en su infancia, sino SU REACCIÓN frente a estas vivencias: si había respondido o no con la
«represión» a esas impresiones.
Respecto de la práctica sexual espontánea de la niñez, se demostraba que a menudo era
interrumpida en el curso del desarrollo por un acto de represión. Así, el individuo neurótico
genésicamente maduro traía consigo de su infancia, por regla general, una cuota de «represión
sexual» que se exteriorizaba a raíz de los reclamos de la vida real; contraían su enfermedad
como resultado del conflicto entre la libido y la represión sexual, y que sus síntomas tenían
el valor de compromisos entre ambas corrientes anímicas.
Como casi todas las pulsiones perversas de la disposición infantil eran fuerzas formadoras de
síntomas en el caso de la neurosis, pero en esta se encontraban en el estado de la represión,
pude caracterizar la neurosis como el «negativo» de la perversión. Los síntomas figuran la
práctica sexual de los enfermos.
La naturaleza de estas enfermedades reside en perturbaciones de los procesos sexuales. Sería
lícito individualizar en las neurosis actuales los efectos somáticos y en las psiconeurosis los
efectos psíquicos de las perturbaciones del metabolismo sexual.
La neurosis trata de la sexualidad reprimida de los enfermos. Por tanto, pertenece a la
etiología de las neurosis todo lo que puede dañar los procesos que sirven a la función sexual
(cultura, educación, traumas de otra índole, etc.). Sin embargo, casi nunca basta con una única
influencia patógena, en la mayoría de los casos se requiere de una multiplicidad de factores
etiológicos.
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Una fantasía que emerge en la tempana infancia y se retiene para la satisfacción
autoerótica, debe considerarse como rasgo primario de perversión. ES DECIR, UNO DE LOS
COMPONENTES DE LA FUNCIÓN SEXUAL SE HABRÍA ANTICIPADO A LOS OTROS EN SU
DESARROLLO, SE HABRÍA VUELTO AUTÓNOMO DE MANERA PREMATURA Y FIJANDOSE LUEGO,
SUSTRAYENDOSE DE LOS ULTERIORES PROCESOS EVOLUTIVOS. Si posteriormente falta la
represión, la sustitución por formación reactiva o la transmutación por sublimación, la
perversión se conserva en la madurez. Si ese componente sexual que se separó es sádico, nos
formamos la expectativa de que su ulterior represión genere una predisposición para la
neurosis obsesiva y así, esas fantasías las más de las veces permanecen apartadas del restante
contenido de la neurosis y no ocupan un sitio legítimo dentro de su ensambladura.
29
es el que pega. Quien pega azotado por el padre». (maestro). El niño azotado
es el padre. Tiene un indudable nunca es el fantaseador y en
La primera fase de la carácter masoquista. lugar de un solo niño
fantasía de paliza se formula Esta segunda fase es la más azotado, casi siempre están
entonces acabadamente importante, pero nunca ha presentes ahora muchos
mediante el enunciado: «El tenido una existencia real. niños, en general varones.
padre pega al niño». Es radicalmente Icc: En Ahora la persona propia del
Es preconciente. Se ningún caso es recordada, niño fantaseador ya no sale a
manifiesta en la asociación nunca ha llegado a devenir la luz en la fantasía de paliza.
libre. Consiste en un conciente. Se trata de una Si se les pregunta con
recuerdo infantil. No es construcción del análisis, insistencia, las pacientes sólo
completamente sexual, ni mas no por ello es menos exteriorizan: «Probablemente
completamente sádica. necesaria. yo estoy mirando».
En este fase la niña se nos Aquí la persona que pega La fantasía es ahora
aparece enredada en las es la misma, el padre, pero portadora de una excitación
excitaciones de su complejo el niño azotado devino intensa, inequívocamente
parental (Situación edipica): otro, el mismo sexual y como tal procura la
la niña está fijada con fantaseador. El texto es “yo satisfacción onanista.
ternura al padre y en una soy azotado por mi padre”. Esta es la primera fase en el
actitud de odio y La fantasía de esta segunda orden del relato, pero tercera
competencia hacia la madre, fase pasa a ser la expresión forma lógica para Freud en
una actitud que subsiste directa de la cc de culpa tanto residuo.
junto a una corriente de ante la cual sucumbe el La forma es sádica, pero la
dependencia tierna Ahora amor al padre. La fantasía satisfacción es masoquista.
bien, la fantasía de paliza deviene masoquista (es la (identificación del fantaseador
no se anuda a la relación cc de culpa lo que con los azotados).
con la madre. Están los transmuta el sadismo en
otros hijos, de edad apenas masoquismo), pero ello no EL VERBO DE LA FANTASÍA
mayor o menor. Con ellos alcanza: además necesita la ESTÁ FORMULADO EN
debe compartir con ellos el moción de amor, la cual IMPERSONAL. EL SUJETO ESTÁ
amor de los padres, sufre un retroceso a la RADICALMENTE BORRADO.
Así ser azotado significa una organización pregenital NO HAY AGENTE ACTIVO DEL
destitución del amor y una sádico anal de la vida VERBO: lo que centúa la
humillación y por eso es una sexual. Es decir, a causa de participación de la pulsión.: Es
representación agradable la represión toda decir que allí el sujeto no
30
que el padre azote a este subrogación psíquica del aparece sino como
niño odiado. Ello quiere amor incestuoso deviene o identificado a la mirada
decir: «El padre no ama a permanece inconciente y la ($<>a). “Probablemente yo
ese otro niño, me ama sólo organización genital misma estoy mirando” confiesa. Pero
a mí». Este es entonces el experimenta un en la cadena significante de
contenido y el significado de rebajamiento regresivo. «El esta fase, el sujeto esta
la fantasía de paliza en su padre me ama» se entendía borrado. Sin yo, sin rostro, sin
primera fase. Es evidente en el sentido genital; por nombre, sin sexo y hasta sin
que la fantasía satisface los medio de la regresión se número, nada de eso puede
celos del niño y que muda en «El padre me pega precisarse respecto de la
depende de su vida (soy azotado por el padre)». víctima ni del victimario. Nada
amorosa, pero también Este ser-azotado es ahora de lo que permite ubicarse en
recibe vigoroso apoyo de sus una conjunción de el registro del reconocimiento
intereses egoístas. Por eso conciencia de culpa y simbólico o imaginario
es dudoso que se la pueda erotismo. especular. La violencia es
calificar de puramente simbólica, el látigo es
«sexual»; pero tampoco Goce Masoquista en meramente significante.
nos atrevemos a llamarla relación al amor del padre. ¿Cómo subsiste entonces el
«sádica». Sustitución regresiva sádica deseo? porque lo que ha sido
Esta primera fase viene a – anal: donde “ser pegado elidido también forma parte
satisfacer los celos de la por el padre” equivale a de la estructura de la fantasía;
niña. “ser amado”. lo que quedó enterrado en las
Sin embargo, ninguna de + otras fases, menos
estas primeras elecciones de Culpa: ubicándose como manifiestas, sigue activo.
objeto incestuosas puede objeto de castigo por su
escapar a la represión. deseo incestuoso: SUJETO La fórmula $<>a responde la
Tras el proceso represivo PASIVO FRENTE A LA pregunta freudiana “¿Dónde
sobreviene el sentimiento ACCIÓN DEL VERBO: “SER está el sujeto en la fantasía?”
de culpa, por lo que esa PEGADO”.
primera fase por medio de la En la enunciación está Esa invocación se hace en las
cc de culpa que halla como presente el sujeto. condiciones de
castigo la inversión, se El sentimiento de culpa es desconocimiento, de
convierte en la segunda fase transformado en represión, que caracterizan a
“no, no te ama a ti, por eso “necesidad de castigo” la neurosis: el neurótico es un
31
te pega”. (amor y castigo a la vez). sin-nombre, se presenta como
un sujeto borrado, un sujeto
La frase “yo soy golpeado de la tercera fase, que ha
por mi padre” revela el reprimido su posición de
núcleo estructural del enunciación y su nombre y
Edipo, que es la perversión apellido de padre en tanto
fundamental del neurótico, termino libidinal al que sin
el masoquismo. La embargo esta radicalmente
perversión en juego es una fijado de por vida, en alguna
pére-versión, un retorno al parte del nudo estructural que
padre que forma parte de la desconoce.
estructura de la fantasía y
permite distinguirla
netamente de la pulsión. La
fantasía en esta fase
consiste en invocar el
nombre del padre en vano,
por puro deseo, por
sostener esa pura
concupiscencia que es la
fantasía, como soporte del
deseo del Otro primordial.
DE LOMBARDI: Debe recordarse que hay una gran diferencia entre la primera fase y la
segunda. La primera consiste en un recuerdo infantil, mientras que la segunda es una
construcción en análisis, un hecho no acontecido que demuestra el valor de la fantasía
masoquista primordial. La fantasía viene a ocupar el lugar de la pérdida. Permite recuperar lo
perdido del amor del padre. Para Lacan, lo verdaderamente traumático es que no hay relación
sexual, hay una falla originaria y esa falla es lo que el neurótico suple mediante sus fantasías y
la construcción de su realidad.
¿POR QUÉ PEGAN A UN NIÑO? Los neuróticos y neuróticas suelen fantasearlo y eso les da
placer, un placer injustificado y no es sociabilizable. No es sociabilizable porque la significación
“pegan a un niño” es una significación no relativa, sino absoluta: pura significación de deseo,
32
capaz de excitarlo en cualquier contexto, con o sin el Otro. Es una fantasia que transciende los
tipos clínicos. La elaboración freudiana del texto apunta al corazón estructural de la fantasía.
Freud nos explica que el desarrollo de esa fantasía exige reconocer distintas fases, las cuales
no solo son importantes por lo que se dice, sino también por lo que se elude, lo que se ha
suprimido en el texto de cada frase.
La fantasía se revela con Freud como una estructura de elisiones, de elementos que se
suprimen de la superficie de las palabras que calientan, pegan a un niño: Los elementos
fundamentales son los que están elididos, pero articulados, en esa frase: el sujeto en tanto
sujeto gramatical, el padre como partenaire, la mirada en tanto objeto excluido de la escena.
Son esos elementos elididos los que la fantasía añade a la pulsión, y que permiten sostener el
deseo en las condiciones de ex_sistencia, fuera de la cadena de la demanda, que éste exige
para mantenerse sin que haya que molestarse en llevarlo a las condiciones del acto, que exige
el cruce de una acción pulsional especifica con el deseo del Otro.
La fantasía enmarca la realidad psíquica: tiene los más variados efectos sobre la concepción
del mundo que se hace el sujeto.
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El texto “Pegan a un niño” es paradigmático de la fantasía. Este texto es una
construcción que Freud introduce como corolario de una investigación que lleva a cabo con un
grupo de pacientes, a partir de una frase que se repite sucesivamente en cada uno de ellos. La
construcción que hace Freud es en tres fases, cada fase se puede representar por tres frases
distintas.
3ª Fase o frase: es aquella que el paciente le dice, es a partir de la cuál Freud comienza
la investigación. Freud dice que es llamativa porque es una frase impersonal “pegan a un
niño”. En ese punto los pacientes no podían decir ni quién era el castigado, ni quién era el
castigador. El sujeto tiene una posición escópica en la que participa con la mirada, esto le trae
satisfacción porque es una fantasía que acompaña el acto masturbatorio, y es una fantasía de
triunfo sobre el supuesto rival. A pesar de esto Freud no se conforma. No se conforma porque
esa frase de “el padre pega a un niño” sigue sin sujeto gramatical.
2da fase: Es ahí donde Freud va a construir la segunda fase donde el castigado es el
sujeto del relato, es el sujeto gramatical. El goce obtenido en la escena es doble: Por un lado la
satisfacción de ser satisfecho sexualmente por el padre por la vía del castigo (me pega porque
me ama) y al mismo tiempo esta la satisfacción de la conciencia de culpa, porque no es sin
consecuencia desear el amor del padre. La segunda frase que es construida, no responde al
vivenciar, no tuvo valor de acontecimiento. Pertenece a lo filogenético en tanto no pertenece
al vivenciar infantil, al vivenciar del sujeto, no tuvo suceso en la vida del paciente. Además
Freud dice que esa fantasía fue siempre inconsciente, siempre incestuosa, siempre referida al
padre (se trate del sexo del sujeto que se trate). La Frase es “el padre me pega porque me
ama” pero el “me ama” queda reprimido, cae bajo la represión, pero a su vez “porque me
ama” es lo que desplega la carga libidinal a la 1ra parte de la frase.
Es interesante porque a pesar de encontrar una frase que los sujetos confiesan y que
acompaña el acto masturbatorio, Freud no se conforma. Por ubicar al sujeto gramatical y por
ubicar la procedencia de ese goce, Freud no se conforma y es allí donde avanza a la
construcción de la 2ª fase. Nuevamente encontramos la apuesta de Freud a que sea el propio
sujeto, a que eso representa al sujeto. Si alguien habla de algo eso lo representa: ¿en que
medida esta implicado alguien que cuenta la fantasía del tipo pegan a un niño? Freud por eso
no se detiene hasta encontrar las implicancias que para el sujeto esa fantasía tiene. Es decir,
hasta que no encuentra el punto en el cual el sujeto esta implicado en esa fantasía, no detiene
la investigación. Hasta que el sujeto del dicho no es el sujeto gramatical de la fantasía. Freud
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no se conforma y se pregunta ¿dónde esta presente en la escena el sujeto que relata? Es ahí
donde construye la 2ª fase.
Lacan, J (1958) La dirección de la cura y los principios de su poder
Capítulo 5 punto 15 y 16
Freud nos dice que los lapsus, sueños y chistes son estructuralmente identicos, y que
los síntomas están sobredeterminados.
Para Lacan las sobredeterminación es estrictamente concebible en la estructura del
lenguaje. En los síntomas neuróticos significa que, en los efectos de la demanda de un sujeto
infiere la relación con el otro, semejante.
La fantasía una vez definida como imagen puesta función en la estructura significante,
la noción de fantasía inconsciente no ofrece dificultad. La fantasía es aquello por lo cual el
sujeto se sostiene al nivel de su deseo evanescente en la medida en la que la satisfacción
misma de la demanda le hurta su deseo.
Lo poco razonable que se presenta en el deseo es un efecto del paso de lo racional en
cuanto real, es decir del lenguaje, lo real. La paradoja del deseo no es privilegio del neurótico,
sino es más bien el hecho de que tenga en cuenta la existencia de esa paradoja en su manera
de enfrentarla (cómo enfrenta el neurótico la paradoja del deseo)
Es la posición del neurótico con respecto al deseo (la fantasía) la que viene a marcar
con su presencia la respuesta del sujeto a la demanda. la significación de su necesidad. Esta
significación proviene del Otro ya que de él depende que la demanda sea colmada. La fantasía
llega allí llevando a la demanda hasta los límites del ser, haciendo interrogar al sujeto sobre la
falta sobre la que se aparece así mismo como deseo.
El punto donde el analista pretende captar la transferencia es en la distancia entre la
fantasía y la respuesta adaptada a la demanda del Otro.
35
al neurótico: La pulsión divide al sujeto, que quiere la satisfacción y al mismo tiempo no la
quiere, entonces parálisis.El neurótico es un sujeto inhibido, que no realiza la acción específica
que podría satisfacer la pulsión.
La represión consiste en que sobre esas pulsiones simples, el neurótico “no sabe”, esta
desconectado de ellas. No sabe, luego no actúa. Las pulsiones, sin embargo, retornan,
irreconocibles, disfrazadas, bajo la forma de síntomas compuestos, sobredetermiandos. Todo
ese entramado paralizante de lenguaje que complica al sujeto en sus síntomas.
El trabajo analítico consistiría en la descomposición asociativa de esos síntomas
complejos y en el volver conciente los impulsos reprimidos, que involucran unos pocos
significantes. Para actuar, primero, habría que saber eso que no se sabe, lo más simple.
Hacer conciente las mociones pulsionales seria el objetivo epistémico del análisis. El beneficio
practico seria que el saber restablece la posibilidad de actuar, inhibida en la neurosis. Ese es
el objetivo que plantea Freud: saber, superar la represión, para actuar. Forma parte de ese
empeño analítico el recordar, el recordar lo olvidado, lo reprimido, hasta llegas a aquellos
momentos de emergencia de la pulsión bajo la forma accidental de un trauma, que quiere
decir: herida, ruptura. ¿Ruptura de qué?: de cierta armonía que exitista antes del
acontecimiento que la rompe, y al que el sujeto luego queda fijado. Entonces, para actuar, hay
que saber, y para saber, hay que recordar.
↓↓↓↓↓
¿Pero con qué problema se encuentra Freud? Las escenas traumáticas, parecen no ser
verdades, no haber ocurrido realmente: son fantasías. En el trayecto del análisis (que va de
los síntomas a las pulsiones), se interponen las fantasías. Hay una realidad psíquica que
encuentra su fundamento en las fantasías, y que viene al lugar de la articulación entre síntoma
y pulsión.
● MALENTENDERSE
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fantasía viene a suplir una carencia fundamental para el hablante: su pulsión sexual no tiene
objeto, y es la fantasía la que le provee alguno. El psicoanálisis permite constatar que la
relación sexual no existe, que el falo, en tanto elementos que podría mediar entre hombre y
mujer, no existe, que la mujer ella misma tampoco existe (y si existes, es inaccesible, ex_siste,
fuera de la significación fálica del significante).
Esto permite dar cuenta de un real con el que tiene que lidiar, no solo el psicoanálisis,
sino cada sujeto que habla. Un déficit fundamental afecta a lo sexual del hablante. En efecto,
porque es ser habla, entre él y su partenaire se levanta un muro de lenguaje que no permite
“entenderse” realmente con el Otro sexo. Porque existe el muro del lenguaje, no nos
entendemos en el plano sexual, y entonces solo podemos malentendernos, y atravesar así el
muro del lenguaje por las rendijas que trama el inconciente. Por malentendido, el inconciente
funciona como enlace con el Otro, como discurso del Otro. Ahora bien, uno no se
malentiende con cualquiera, eso no se produce necesariamente, es contingente.
Para que una mujer le pareja excitable, algo tiene que permitirle la identificación con
el objetivo de una pulsión pre-genital. Ese algo, es la fantasía.
● EL OBJETO DE LA FANTASÍA:
OBJETOS A: Freud encuentra como matriz del partenaire cierta parte del cuerpo
naturalmente ligada a un orifico corporal (la boca, el ano, el orificio palpebral, la oreja) y a un
objeto que por su función misma se pierde: la teta: en tanto se seca y deja de nutrir para
tomar una función sexual, la caca: en tanto el sujeto puede identificar un plus que excede lo
admisible, la mirada: en tanto por su estructura misma está excluida de lo que ve, la voz: en
tanto deja de ser audible para dar lugar al significante, para que este se escuche y nos permita
malentendernos. Esos objetos solo adquieren una función libidinal en tanto efectos del
lenguaje. El análisis siempre nos permite advertir la presencia intersticial en ella de uno de
esos objetos (efecto de un recorte significante operado sobre el cuerpo. Lacan los llamó objeto
a). Esos objetos tienen algo de real. Un real que no se pierde del todo porque el lenguaje, vía
malentendido, recorta y entrama ese objeto en el discurso del Otro, en el inconciente. Ahora
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bien, en ninguno de esos casos se trata de un objeto adecuado: el objeto a no es un buen
objeto. Es un objeto no especularizable, que debe estar excluido de la imagen. Ej: el hombre
de las ratas que se identifica a la “inmunda rata” o Dora con el “objeto de succión paterna” y
LO ESCENCIAL DE LA FANTASIA ES QUE EL SUJETO SE IDENTIFICA CON ÉL, CON ESE OBJETO.
Por la fantasía, el sujeto se identifica con el efecto a del lenguaje. Lacan lo escribió así $<>a.
$ y a son efectos del lenguaje en lo real de la estructuración subjetiva, pero el efecto ilusorio
de la fantasía solo se produce por la operación de identificación (que tiende un velo sobre eso
con lo que uno se identifica).
Angustia: Cuando el sujeto advierte ese efecto a del lenguaje como separado, cuando
se advierte entonces desgarrado de ese secreto “sí mismo” que es el sustrato de su
personalidad, el efecto ilusorio de la fantasía se pierde, y resulta angustioso. La angustia
señala una ruptura de la identificación con el objeto a, es un encuentro con él a. Por eso, la
angustia no es sin objeto: más precisamente, no es sin objeto a. ¿De qué es señal la angustia?
Es señal de la presencia estructural, como efecto del lenguaje, de ese objeto que usualmente
el sujeto no ve porque se identifica con él, mira desde él. La fórmula de la angustia (a -> $),
donde el a es la señal que llega al sujeto desde lo real, que pugna por despertarlo, por
impedir que siga soñando su realidad cotidiana en el marco dado por sus fantasías.
La angustia tiene, por eso, una posición intermedia entre la fantasía y el acto:
38
permite la identificación, permite no ver lo que ese efecto a tiene de real, de cierto, de
angustiante, de causa del deseo del Otro. Por eso el falo no es un objeto, no es un a, sino el
velo mismo, el instrumento que permite no ver el efecto a del lenguaje sino disfrazado, con
brillo fálico, fetichizado - y como ágalma cuando el partenaire es el analista.
● EL EMPLEO FUNDAMENTAL
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distinción entre el a y la demanda. Así, la terapia analítica abarque dos etapas descriptas por
Freud:
¿Por qué el neurótico hace equivaler el a con la demanda? Porque de ese modo evita
la angustia, evita la certeza de la angustia, con su inminencia de acción específica, de acción
que no será del orden del placer sino que se situara más allá del principio del placer. Mientras
el neurótico puede sostener esa confusión, puede seguir durmiendo, encerrado en su realidad
psíquica ya conocida, que es una extensión del principio de placer. Pasar a la acción requiere,
en cambio, lograr que el a intervenga de otro modo, bien distinto al de la fantasía: no ya como
sostén neurótico de un deseo inhibido, sino como causa de un deseo en el Otro. Interviene
entonces como objeto separador entre el viviente y el Otro, entre pulsión y deseo,
interviene como lo que permite al ser hablante ubicarse en relación con el deseo del Otro,
más allá o más acá de la demanda del Otro, más allá o más acá del registro del
reconocimiento. En el acto, la demanda se ubica, no el él Otro, sino en su lugar natural: la
pulsión.
En la neurosis, el síntoma no solo es expresión de una pulsión reprimida, sino que
además expresa fantasías, que se distinguen de ella.
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Cuando Lacan habla de fantasma, siempre se refiere a la fantasía. Habló de un
empleo fundamental de la fantasía, e incluso de una fantasía fundamental, pero no habla de
otra cosa sino que aquello que Freud, en “pegan a un niño”, hace notar: así como la fantasía
prolifera, también admite una formulación breve, una cadena significante leve, que incluso
puede reducirse a una frase como “pegan a un niño, un niño es golpeado”. Es sin duda la
formulación que permite su inclusión en la gramatica pulsional, la de “pulsiones y destino de
pulsión”.
La fantasía es algo distinto de la pulsión: su estructura tiene varias etapas, varias
capas, mediante las cuales la fantasía logra hacer lugar a un intervalo fundamental para la
constitución del sujeto del deseo en la neurosis.
● FANTASÍA Y ACTO
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Hablar del síntoma en el final del análisis es hablar de lo insoportable, de lo imposible
de asimilar, de lo que no encuentra en el Otro ni siquiera el eco de deseo o de disgusto que sí
encuentra la fantasía. Por eso no es cierto que el análisis comience por el síntoma y termine
por el fantasma
El “atravesamiento del fantasma” es la asunción castrativa, el afrontamiento de
ciertas condiciones exigidas por la acción, que aun si tienen efectos irreversibles, no asegura
para nada que el analizado no vuelva su realidad enmarcada por la fantasía, que no vuelva a su
neurosis cada cinco años- o enseguida, si conduce su pase con su título de honor.
Promuevo el PASE como dispositivo específicamente psicoanalítico para interrogar
los momentos decisivos del análisis, los que producen efectos irreversibles, y en particular,
efectos didácticos. Un testimonio de pase tiene que ser genuino, ser el testimonio de alguien
a quien algo le pasó en su relación con el síntoma, con la fantasía, con la pulsión, y con la
acción analítica. Tal vez pueda dar cuanta de cuando y como se produjo su desidentificación a
// $, y que paso luego son sus síntomas. El pase fue inventado por Lacan para dar una
oportunidad al pasante de dar cuenta de cómo surgió en el ese deseo nuevo de analista, que
lo lleva a sostener con Otro sujeto la relación analítica, el lazo a -> $, y para que pueda dar
cuenta de cómo eso surgió a partir de su masoquismo previo. De cómo es que el eligió esa
profesión castrativa, por la que se hizo causa y partenaire de un síntoma, para incitar a Otro
sujeto a que cómo el, puede elegir /si quiere, y cuando quiere), rechazar el goce, para poder
alcanzarlo en la escala invertida de la Ley del deseo.
42
y a eso se llega efectivamente, es a producir un sujeto advertido de su constitución, y capaz
de destituirse en ciertos actos que son precisamente los que satisfacen al mismo tiempo
pulsión y deseo del Otro. Lacan dice que después que el sujeto se ha ubicado en relación con
él a, se ha SEPARADO, la experiencia de la fantasía radical se transforma en pulsión. Eso
ocurre solamente en acto, es decir, cuando opera una destitución del sujeto de la fantasía:
Nadie se libera para siempre de la fantasía. Pero ser, ser capaz de actuar, es bien distinto de
ser un neurótico inhibido, carente en ser.
El amor no solo es narcisistico: a veces deja cierta trascendencia, cierta inaccesibilidad
al Otro; sea como sea que se lo ame, en el narcisismo o en acción, el amor al padre forma
parte de lo real.
No solamente lo real puede ser mítico, sino que el padre es el único punto en que lo
real es más fuerte que la verdad (el sentido). Por eso un padre puede incluso ser operativo en
la ignorancia, ignorando las verdades de su pequeña familia. Si el síntoma no es causado por
un trauma, sino por la fantasía, estemos advertidos de la discontinuidad especifica que esta
introduce y sostiene en las neurosis: la discontinuidad de lo real, lo simbólico y lo imaginario,
que no se sostiene como registros diferentes sin la función de un cuarto nudo que constituye
la realidad psíquica.
EFECTOS TERAPEUTICOS Efectos de alivio, desaparición de los síntomas. Pero eso no será gratis, ni siquiera
cuando ya no se le pague más al analista: habrá que satisfacer pulsión y deseo del Otro de una
forma diferente a la des síntoma, con actos, que siempre requieren un afrontamiento de la
castración, un más allá del principio del placer. Acción en lugar de padecimiento. Tampoco
puede esperarse que toda la exigencia pulsional se satisfaga en actos; siempre queda algún
resto sintomático, algún resto de pasividad y de pulsión no socializable.
ANALITICOS El analista, para operar como tal, debe poder dejar de lado, mientras atiende, su fantasía, su
realidad. La aptitud para lograrlo es un resultado del propio análisis. Pero eso no se logra de una
vez y para siempre. Una vez que se adquiere la aptitud, algo nuevo se sabe, se está advertido de
la existencia de la puerta del acto analítico. Uno se ha corrido de la fantasía a la puerta del acto.
Uno hizo la experiencia de salir una vez y por eso pudo volver a entrar. Es un acto que se decide
cada vez, con cada paciente, en cada sesión. Además de la aptitud, se requiere de la actitud.
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Sachs, H. (1923) Genesis de las perversiones
Un elemento preciso resiste al cambio y aparece como el soporte del placer. Los otros
componentes, que en el transcurso del desarrollo son reprimidos por completo, transfieren
todo su contenido de placer a este elemento que los representa en la conciencia, de la misma
manera que el síntoma neurótico representa la fantasía icc. En el fetichismo un
desplazamiento de afecto considerable suelda todo el placer proveniente de la infancia a ese
único elemento.
44
desplaza la satisfacción perteneciente a la sexualidad infantil, luego de que los restantes
representantes de la pulsión sucumbieron a la represión.
Para tener algún éxito, la represión debe en este caso decidirse a un compromiso:
tiene q permitir q se conserve el placer ligado a un “complejo parcial” integrándolo en el yo,
ratificándolo. Los restantes componentes de ese complejo se dejaran reprimir y mantener bajo
represión con mayor facilidad cuanto más hayan sido debilitados por el cambio de bando de su
antiguo aliado.
Una pulsión parcial conduce a la perversión cuando una parte de las representaciones
del yo q la pulsión inviste se encuentra en posición excepcional en cuanto al deseo a satisfacer
y al placer a obtener, y cuando se logra una alianza entre dicha pulsión parcial y esta parte del
yo en el momento de los combates q libra la represión, en particular contra el complejo de
Edipo. Es necesario señalar q este es solo el mecanismo, y no el motivo de su predominio. Su
elección responde al hecho de q ha sido dotada de una fuerza superior a la normal.
45
Freud, S. (1900). Interpretación de los sueños, Cap. II: El método de la interpretación:
En este texto Freud se propone demostrar que los sueños son susceptibles a una
interpretación. Interpretar un sueño significa indicar su sentido, sustituirlo por algo que se
inserte como eslabón de pleno derecho, con igual título que los demás en el
encadenamiento de nuevas acciones anímicas. Freud atiende lo que las teorías científicas
habían dejado de lado, ya que consideran al sueño un proceso somático y no un acto anímico.
Freud considera que el sueño tiene un sentido pero oculto y que este fue remplazado por un
sustituto. No habría más que develar de manera acertada ese sustituto, para alcanzar el
significado oculto del sueño. No hay un sentido univoco de los elementos del sueño, así es
que es importante atender no solo al contenido del sueño, sino a la persona y a las
circunstancias de la vida del soñante.
Freud asegura que: “después de un trabajo de interpretación completo de un sueño, se dará a
conocer un cumplimiento de deseo”.
Freud sostiene que el sueño posee realmente un significado y que es posible
un procedimiento científico para interpretarlo. Cuando Freud se ocupaba de la
resolución de ciertas formaciones psicopatológicas, fobias histéricas, representaciones
obsesivas, entre otras, se anotició de que: para estas formaciones que encontramos
como síntomas patológicos su resolución y su solución son una y la misma cosa: Si uno
ha podido reconducir una de tales representaciones patológicas a los elementos a
partir de los cuales surgió en la vida psíquica del enfermo, enseguida se desintegra y
este se libera de ella. En el curso de esos estudios psicoanalíticos dió con la
interpretación de los sueños. Los pacientes, quienes se habían comprometido a
comunicar todas las ocurrencias y pensamientos que acudiesen a ellos, le contaron sus
sueños y así le enseñaron que un sueño puede insertarse en el encadenamiento
psíquico que ha de perseguirse retrocediendo en el recuerdo a partir de una idea
patológica. Ello le sugirió a Freud tratar al sueño mismo como un síntoma y aplicarle
el método de interpretación elaborado para los síntomas. Ahora bien, para esto se
requiere cierta preparación psíquica del enfermo:
ASOCIACIÓN LIBRE: Hemos de conseguir del paciente dos cosas: 1) que intensifique su
atención para sus percepciones psíquicas y 2) que suspenda la crítica con que acostumbra
expurgar los pensamientos que le afloran. Para que pueda observarse mejor a sí mismo con
atención reconcentrada es ventajoso que adopte una posición de reposo y cierre los ojos;"
debe ordenársele expresamente que renuncie a la crítica de las formaciones de pensamiento
percibidas. Entonces se le dice que el éxito del psicoanálisis depende de que tome nota de
todo cuanto le pase por la cabeza y lo comunique, y que no se deje llevar, por ejemplo, a
46
sofocar una ocurrencia por considerarla sin importancia o que no viene al caso, u otra por
parecería disparatada. Debe conducirse con sus ocurrencias de manera totalmente neutral;
es que esa crítica es la culpable de que él no haya podido descubrir ya la resolución buscada
del sueño, de la idea obsesiva, etc. El que se observa a sí mismo no tiene más trabajo que el
de sofocar la crítica; conseguido esto, se agolpan en su conciencia una multitud de ocurrencias
que de otro modo habrían permanecido inaprehensibles. Con ayuda de este material así
conquistado para la autopercepción, puede realizarse la interpretación tanto de las ideas
patológicas como de las formaciones oníricas. Con ello se hace de las representaciones
«involuntarias» representaciones «voluntarias» (HACER CC LO ICC). Muchas personas
encuentran difícil adoptar la actitud aquí exigida ya que los «pensamientos involuntarios»
suelen desatar la resistencia más violenta, pretendiendo impedir su emergencia.
Ahora bien, el primer paso en la aplicación de este procedimiento enseña que no
debe tomarse como objeto de la atención todo el sueño, sino los fragmentos singulares de
su contenido. Hay que presentarle al paciente el sueño en fragmentos, y entonces él ofrecerá
para cada trozo una serie de ocurrencias que pueden definirse como los «segundos
pensamientos» de esa parte del sueño. Así el método freudiano se aleja del método popular
de la interpretación por simbolismo, se aproxima más al «método del descifrado» el cual
aprehende de antemano al sueño como algo compuesto, como un conglomerado de
formaciones psíquicas.
Freud, S (1911) El uso de la interpretación de los sueños en el psicoanálisis
Para el tratamiento es del máximo valor tomar noticia de la superficie psíquica del
enfermo y mantenerse uno orientado hacia los complejos y las resistencias que puedan
moverse en su interior y hacia la eventual reacción consciente que guiará su comportamiento
hacia ello. Casi nunca será lícito demorar esta meta terapéutica en aras del interés por la
interpretación de los sueños.
La regla para la interpretación de lo sueños es tomar siempre lo primero que al
enfermo se le pase por la mente. Sí adviene un sueño nuevo antes de que se haya terminado el
anterior, hay que volver a la producción más reciente. Es necesario no despertar en el enfermo
la creencia de que el análisis se detendrá si él no aporta sueños debido a que se corre el riesgo
de guiar la resistencia hacia la producción onírica y provocar una derrota de los sueños.
Un sueño se edifica a menudo sobre el material patógeno del caso en su conjunto
material del cual aún no tienen noticias ni médico ni paciente . En el intento de interpretar un
sueño todas las resistencias presentes y todavía intactas entraran en actividad poniendo un
límite a la intelección.
Lacan, J (1968-69) El seminario 17: El reverso del psicoanálisis
47
Clase 2 (punto 2 y 3)
En el caso del hombre de las ratas el acceso al material inconsciente ha sido abierto
por una interpretación en que Freud presumió una prohibición que su padre habría
establecido. Esa interpretación es desmentida, pero verdadera en la medida en que Freud da
prueba en ella de una intuición adelantando lo que para Lacan genera la función del Otro en la
neurosis obsesiva, demostrando que esa función en la N.O es llenada por un muerto. El padre
del hombre de las ratas, muerto ha alcanzado la posición que Freud llamó Padre absoluto
La dirección de la cura es un proceso que va de la rectificación de las relaciones del
sujeto con lo real, hasta el desarrollo de la transferencia, y luego la interpretación donde se
sitúa la dinamica y la estructura de la neurosis obsesiva.
Todo ser humano adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida
amorosa, y las pulsiones que satisfará, así como las metas que habrá de fijarse. Esto da por
resultado un clisés que se repite de manera regular en la trayectoria de la vida. Solo un sector
de esas emociones ha recorrido el pleno desarrollo psíquico: ese sector está vuelto hacia la
realidad objetiva, disponible para la personalidad consciente. Otra parte fue demorada en el
desarrollo, está apartada de la personalidad consciente y la realidad objetiva, y sólo tuvo
permitido desplegarse en la fantasía o ha permanecido por entero en lo inconsciente.
Es normal que la investidura libidinal se deposite hacia el médico. Esa investidura se
atendrá a modelos, se anudará a uno de los clisés, repeticiones preexistentes en la persona.
Insertará al médico en una de las series psíquicas que ha formado. Tanto lo consciente como lo
inconsciente produce la transferencia.
La transferencia es la más fuerte resistencia al tratamiento. Cuando las asociaciones
libres fallan, se deniegan verdaderamente, es porque está bajo el imperio de una ocurrencia
relativa al analista.
Si se persigue un complejo patógeno desde su subrogación en lo conciente (síntoma)
hasta su raíz inconsciente, enseguida se entrará en una región donde la resistencia se hace
48
valer. En este punto sobreviene la transferencia: algo del material del complejo es transferido
sobre el psicoanalista, esa transferencia da una ocurrencia inmediata y se anuncia mediante
una resistencia (ej: detención de las ocurrencias). Siempre que se aproxima a un complejo
patógeno, primero se adelanta hasta la conciencia la parte susceptible de transferencia, y es
defendida.
Hay dos tipos de transferencias: una positiva, de sentimientos tiernos, y una negativa
de sentimientos hostiles. La positiva puede ser amistosa (susceptible de conciencia) y erótica
(inconsciente). La transferencia es resistencia cuando es negativa o cuando es erótica.
49
importancia alguna que uno de esos «nexos» fuera conciente y luego se olvidara, o no
hubiera llegado nunca a la conciencia.
4. Disolución de nexos: En las diversas formas de la neurosis obsesiva, en particular, lo
olvidado se limita las más de las veces a disolución de nexos, desconocimiento de
consecuencias, aislamiento de recuerdos.
5. Para un tipo particular de importantísimas vivencias, sobrevenidas en épocas muy
tempranas de la infancia y que en su tiempo no fueron entendidas, pero han hallado
inteligencia e interpretación con efecto retardado, la mayoría de las veces es
imposible despertar un recuerdo. Se llega a tomar noticia de ellas a través de sueños,
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sujeto es un silencio absoluto, un “no tengo nada que decir” que corresponde a poner en acto
algo del orden de su realidad sexual del inconsciente.
51
ser como una suerte de cuerpo extraño dentro del aparato anímico. Y uno de los efectos que
tiene esta represión, que Freud lo llama en términos de política del avestruz, es que uno no
sabe cómo es su síntoma, cómo está conformado, cuáles son las condiciones de su
desencadenamiento. Freud dice “Puede suceder entonces que no tenga noticia formal sobre
las condiciones de su fobia, no escuche el texto correcto de sus ideas obsesivas o no aprehenda
el genuino propósito de su impulso obsesivo” Es decir, alguien puede decir “tengo miedo de
salir a la calle” como Juanito que se angustiaba ante los caballos. Freud en el texto “inhibición,
síntoma y angustia” se pregunta por el síntoma y hace todo un recorrido hasta llegar a lo que
llama la expresión efectiva del síntoma. La expresión efectiva del síntoma no es el miedo a salir
a la calle, no es la angustia ante el caballo, sino que la expresión efectiva del síntoma es el
miedo a que el caballo lo muerda. En ese sentido es que no sabemos cuando padecemos
cuáles son las condiciones de nuestro padecimiento. Para la cura, desde luego, ello no sirve:
Es preciso que el paciente cobre el coraje de ocupar su atención en los fenómenos de su
enfermedad. Ya no tiene permitido considerarla algo despreciable; más bien será un digno
oponente, un fragmento de su ser que se nutre de buenos motivos y del que deberá espigar
algo valioso para su vida posterior. Así es preparada desde el comienzo la reconciliación con
eso reprimido que se exterioriza en los Síntomas, pero también se concede cierta tolerancia a
la condición de enfermo. Si en virtud de esta nueva relación con la enfermedad se agudizan
conflictos y resaltan al primer plano unos síntomas que antes eran casi imperceptibles, uno
puede fácilmente consolar de ello al paciente puntualizándole que son unos empeoramientos
necesarios, pero pasajeros, ya que que no es posible liquidar a un enemigo ausente o que no
esté lo bastante cerca.
52
ordena que escenifique para nosotros todo pulsionar patógeno que permanezca escondido
en la vida anímica del analizado. Así conseguimos dar a todos los síntomas de la enfermedad,
un nuevo significado trasferencial, sustituir su neurosis ordinaria por una neurosis de
trasferencia. La trasferencia crea así un reino intermedio entre la enfermedad y la vida, en
virtud del cual se cumple el tránsito de aquella a esta.
El nuevo estado ha asumido todos los caracteres de la enfermedad, pero constituye
una enfermedad artificial asequible por doquiera a nuestra intervención. Al mismo tiempo
es un fragmento del vivenciar real-objetivo, pero posibilitado por unas condiciones
particularmente favorables, y que posee la naturaleza de algo provisional.
53
través de la regla fundamental, la asociación libre. Pero la regla fundamental, la asociación
libre, ya para Freud se distingue de lo que sería la conversación ordinaria o el parloteo: No se
trata de hablar de cualquier cosa. Se trata de captar todo lo que a uno le viene a la cabeza y
decirlo) y, a esa finalidad, da una serie de indicaciones negativas (en términos de “nunca ceda
a las críticas”). Es decir, uno estaría tentado a decir “esto no lo digo porque es incoherente o
me da vergüenza o no tiene nada que ver”, Freud dice “a pesar de eso, dígalo”. Dígalo a pesar
de la crítica y aún justamente por haber registrado una repugnancia a hacerlo. Es decir que hay
una indicación positiva entre todo un conjunto de indicaciones negativas, es que la
repugnancia a decir es lo que a uno debería guiarlo en esa asociación libre. Ablandemos un
poco el término repugnancia: lo desagradable, lo que uno no querría decirle a otro, lo que
muchas veces uno piensa pero en la relación con el otro resulta lo inconfesable, lo que no se
puede decir. Esta es la gran deferencia con la conversación ordinaria, es decir que uno tendría
que decir lo que habitualmente no querría decirle al otro, lo que a uno le viene a la cabeza
pero uno no querría decir.-
“...Nunca omita algo so pretexto de que por alguna razón le resulta desagradable
comunicarlo”. Es decir, este “NUNCA” tiene esta fuerza de tratar de ayudar o intimar al
paciente a que no se deje vencer por todos los diversos motivos por los cuales uno no diría eso
que tendría que poder decir.
54
significante, era un objeto analista que hacía de tapón a la cadena, y que una vez removido
este objeto tapón, podría relanzarse la cadena asociativa.
55
bajo ciertas condiciones: el respeto a la existencia del tratamiento y el seguir manteniendo la
obediencia a la regla fundamental. Hay recuerdo, si la resistencia es menor, lo reprimido
podría llegar a recordarse, pero si hay mayor participación de la resistencia no hay posibilidad
de recuerdo y por lo tanto ese recuerdo viene por la vía de la actuación.
Hay un tercer paso, que es la Reelaboración: consiste en que, vía el vencimiento de la
resistencia, se descubren las mociones pulsionales que sostienen a los síntomas. Es un pasaje
por sentido del síntoma, por el encuentro, el descubrimiento, el hallazgo de la moción
pulsional. Dice que es un proceso inevitable, y que la confrontación del sujeto con las
mociones pulsionales que sostienen su síntoma es aquello que produce el máximo efecto
alterador. Máximo efecto de curación al cuál no se llega por la vía de lo simbólico al
descubrimiento de la escena pasada, sino por la confrontación del sujeto con el goce que
habita en su síntoma. Es lo único para Freud que va a ser diferencia entre tratamiento
psicoanalítico y sugestión. Distingue ambos por el hecho de que en psicoanálisis se puede
llegar a conmover algo del goce que está implícito en el síntoma. El síntoma no es
puramente simbólico. El efecto alterador se produce por haber alcanzado un punto real,
punto al que Freud iba llegando en cada uno de los campos en los que trabajaba, en los
sueños, en los síntomas, en la asociación libre.
Digamos algo más acerca de la transferencia y la sugestión. Freud hacía un uso de la sugestión
para poder sostener la asociación libre, para no quitarle la palabra al paciente. En
la “Conferencia 28” dice que hay una capacidad de transferencia para todos, es el poder de la
palabra, la palabra tiene un poder, moviliza al sujeto, no solo por sus efectos de significado,
sino porque moviliza las pulsiones del sujeto. En psicoanálisis se trabaja sobre la transferencia
misma, se resuelve lo que se le contrapone, es el manejo de la transferencia. El camino que
lleva a la cura es la lucha constante contra la transferencia negativa, hostil, y dar lugar a las
sugestiones singulares. ¿Cuál es la limitación que pone a este uso de la sugestión? Es
imposible sugestionar al paciente en muchas ocasiones. Si se logra, es una sugestión por la vía
intelectual, eso no va a tener ninguna eficacia en el síntoma. En análisis lo que se verifica al
poco tiempo como obstáculo se resuelven de continuo la transferencia en la que se fundaban.
La sugestión, los efectos curativos, al poco tiempo se verifican como obstáculo al
tratamiento.
En psicoanálisis la transferencia es objeto del tratamiento, se debe llegar al desmontaje de la
transferencia, la curación llega cuando es posible desmontarla. Si se mantiene el éxito una
vez desmontada la transferencia se puede concluir que no se trataba de sugestión. En
56
la “Conferencia 32” dice Freud que todos los resultados positivos en análisis, basados en la
transferencia positiva, serán perdidos como hojas al viento cuando irrumpa algo de la
transferencia negativa, la eficacia terapéutica basada en la transferencia positiva se va a caer,
se va a desbaratar cuando irrumpa la negativa. Que se desmonte la transferencia en Lacán se
llama la caída del Sujeto Supuesto Saber, es el pivote de la transferencia. Se trata del saber
inconsciente ¿es el analista o el analizado? A veces es el analista y a veces el analizado. ¿Qué
es SSS? Alguien que sabe: médico, tarotista, religioso, en la vertiente imaginaria, es otro que
supuestamente sabe lo que nos pasa y que puede darnos una respuesta. Pero no se trata del
sujeto del saber, sino sujeto supuesto al saber, un saber supuesto y un sujeto supuesto.
Acá se trata de una suposición ¿Qué la sostiene? La sostiene la dimensión del enigma de un
significante sólo ¿Qué significa SSS? No sé. Necesitamos producir una gran cantidad de
significantes para que se produzca retroactivamente la significación de SSS. Un significante
sólo que llama a otro significante implica ya que esto quiere decir algo, tiene intencionalidad,
para saber qué quiere decir se tiene que dirigir al otro significante que articulado a este va a
producir qué quiere decir. Si yo digo “gato” nadie sabe a qué gato me refiero, hasta que diga
unas cuantas palabras más va a quedar el enigma… pero gato tiene una intencionalidad
porque quiere decir algo, hay un sujeto al que le podemos atribuir esa intencionalidad, para
obtener ese querer decir nos dirigimos al otro, esa es la apertura a la transferencia.
Freud hace del síntoma también un significante que quiere decir algo. El síntoma pertenece
al campo del sujeto y lo concierne. Subjetivarlo es hacerlo entrar al campo del sentido
haciendo que eso quiera decir algo. Hay síntomas que no quieren decir nada. Es el tiempo de
las entrevistas preliminares donde se entra el síntoma en el campo del querer decir. Lacán
dice: “Cuando nos presentan un síntoma se creen que eso quiere decir algo”. Eso es admitir la
determinación inconsciente del síntoma que se desconoce, se lo presentar al otro para
descifrarlo, al analista, esto es ya una suposición transferencial. Este SSS de Lacán enfatiza la
relación con el saber Inc, sin dejar afuera la relación libidinal, pulsional de la transferencia,
que predomina en Freud.
Lacan tiene 2 definiciones de la transferencia:
1. La transferencia por el lado simbólico: tiene como pivote al SSS.
2. La transferencia es la puesta en acto de la realidad sexual del Inc, hablando de que
algo del fantasma del sujeto se escenifica con el partener del analista y hace de
obstáculo a la regla fundamental.
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No solamente el obstáculo a la regla fundamental tiene que ver con el hecho de que no se
puede decir todo, sino que el síntoma también hace de obstáculo a la regla fundamental. Por
ejemplo, en el obsesivo el aislamiento es una defensa que no le permite que entren en
contacto las asociaciones de la cadena significante, tiene dificultades para asociar libremente.
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todo ser humano tiene derecho a esperar del prójimo, cometerá el mismo error económico en
que incurren nuestros sanatorios no analíticos para enfermos nerviosos. En la cura analítica es
preciso evitar toda malcrianza. Al enfermo tienen que restarle muchos deseos incumplidos de
su relación con el médico. Lo adecuado al fin es denegarle aquellas satisfacciones que más
intensamente desea y que exterioriza con mayor urgencia. También nos negamos a hacer del
paciente que se pone en nuestras manos en busca de auxilio un patrimonio personal, a
plasmar por él su destino, a imponerle nuestros ideales, formandolo a nuestra imagen y
semejanza.
Es que por fuerza debemos aceptar también pacientes en los que es preciso usar el
influjo analítico con el pedagógico; y no sólo eso: en la mayoría de los otros casos el médico se
ve aquí y allí en la necesidad de presentarse como pedagogo y educador. Pero esto debe
hacerse siempre con gran cautela; no se debe educar al enfermo para que se asemeje a
nosotros, sino para que se libere y consume su propio ser (lo que hace Freud con el hombre de
las ratas, a nivel de la estrategia y la táctica, no a nivel de la ética). “Al enfermo tienen que
restarle muchos deseos incumplidos en relación con el médico, conducir la cura no es dirigir al
sujeto. Dirigir al sujeto sería situar al psicoanálisis en una determinada cosmovisión filosófica,
sería un acto de violencia”. Está la tentación de querer conducir al sujeto para hacerle el bien.
“No se debe educar al sujeto para que se parezca a nosotros, sino para que se libere y consume
su propio ser
Lacan, J (1960-1961) Seminario 8: la transferencia
Clase XIII.
Punto 3
59
El lugar de ágalma, a, el objeto parcial en relación de deseo en tanto ella misma está
determinada en el interior de una relación más amplia, la exigencia de amor. Aunque el sujeto
no lo sepa a funciona en el Otro. Por solo hecho de que hay transferencia, estamos implicados
en la posición de ser aquel que contiene el ágalma, en cuanto vinculado condicionado por la
relación de vacilación del sujeto, lo que constituye el fantasma fundamental, aquello que
instaura el lugar donde el sujeto puede fijarse como deseo.
Es preferible que el analista no comprenda a una excesiva confianza en su
comprensión, siempre debe poner en duda lo que comprende y decirse que aquello que trata
de alcanzar es lo que, en principio, no comprende. Sólo en la medida en que sabe que es el
deseo pero no sabe lo que desea ese sujeto, está en posición de tener en él el objeto de dicho
deseo.
Clase X. Punto 1
Lacan dice que la transferencia positiva es cuando al analista lo miran con buenos ojos.
La transferencia estructura todas las relaciones particulares con ese otro que es el analista.
El concepto de transferencia está determinado por la función que tiene una praxis.
Este concepto rige la manera de tratar a los pacientes.
La transferencia es el producto de la situación analitica, esa situación no puede crear
en su totalidad el fenómeno. Para producirlo es preciso que, fuera de ella, ya están presente
posibilidades a las cuales ella proporcionará su composición.
El concepto de inconsciente no puede ser separado de la presencia del analista. La
propia presencia del analista es una manifestación del inconsciente.
El inconsciente es la suma de los efectos de la palabra sobre un sujeto, en el nivel en
que el sujeto se constituye por los efectos del significante.
La causa inconsciente como causa perdida. Los efectos solo andan bien en ausencia de
esta causa.
Punto 2
El concepto de inconsciente no puede ser separado de la presencia del analista . El
inconsciente se ve como los efectos de la palabra sobre el sujeto, es decir, en el nivel en que el
sujeto se constituye por los efectos del significante.
60
Punto 3
Lo que no puede ser rememorado se repite en la conducta. Está conducta, para revelar
lo que se repite, se ofrece a la reconstrucción del analista.
La transmisión de poderes del sujeto al Otro, el lugar de la palabra, el lugar de la
verdad es el punto de aparición de transferencia.
La interpretación del analista recubre el hecho de que el inconsciente en sus
formaciones procede mediante la interpretación. El Otro ya no está presente cada vez que el
inconsciente se abre, por más fugaz que sea esta apertura. Lo que Freud no indica, es que la
transferencia es esencialmente resistente. La transferencia es el medio por el cual se
interrumpe la comunicación del inconsciente, porque el inconsciente se vuelve a cerrar. Lejos
de ser el momento de la transmisión de poderes al inconsciente, la transferencia es, al
contrario, su cierre.
El analista debe esperar la transferencia para empezar a dar la interpretación.
La parte sana del yo del sujeto es la parte involucrada en la transferencia, que cierra la
puerta. Por lo tanto, intentar realizar una alianza con ella sería un error.
61
se entra rápidamente en este camino del psicoanálisis; pero es completamente errado creer
que sea en ese registro de la comprensión que debe jugar el análisis. Quiero decir que del
análisis, lo que puede influir sobre el loco, por supuesto que eso va de suyo, pero incluso en sí
mismo, el psicoanálisis no es en absoluto una técnica cuya esencia sea prodigar la
comprensión, si damos a la palabra “comprensión” un sentido, el sentido jasperiano por
ejemplo.
Si hay algo que el psicoanálisis está hecho para resaltar, para poner de relieve, no es
ciertamente el sentido, —en el sentido en efecto en que las cosas hacen sentido, donde se
cree comunicarse un sentido—, sino justamente marcar en qué fundamentos radicales de sin-
sentido (non-sens) y en qué sitios, existen los sin-sentido (non-sens) decisivos sobre los que se
funda la existencia de cierto número de cosas que se llaman los hechos subjetivos. Es mucho
más en la localización de la no-comprensión, por el hecho de que se disipa, de que se borra, de
que se sopla el terreno de la falsa comprensión, que algo favorable puede producirse en la
experiencia analítica
Si el psicoanálisis no es del orden de la intersubjetividad del sentido. Es una experiencia de un
orden totalmente diferente: dejando ver que lo que se creía comprender tan bien, justamente
no se comprendía para nada.
Entre el discurso común y la experiencia psicoanalítica hay un Umbral.
No todo está en la clínica, pero en fin a clínica traduce, traduce algo de lo que debería ser la
psiquiatría. Ahora, como saben, la psiquiatría entra en la medicina general, sobre la base de
que la medicina general misma entra íntegramente en la dinámica farmacéutica.
Evidentemente se producen ahí cosas nuevas: se obnubila, se atempera, se interfiere o
modifica... Pero no se sabe para nada lo que se modifica, ni por otra parte adónde irán esas
modificaciones, ni incluso el sentido que tienen, puesto que se trata de sentido. Sin tener en
cuenta algo fundamental: la angustia. Ella es absolutamente coextensiva a la experiencia con
el loco
¿[Vamos] nosotros a dar a este [efecto / su afecto] de angustia una especie de valor místico?
No, para nada, no es eso. El hecho de que se esté angustiado, no es porque sea la angustia lo
importante. Pero en fin, dejando de lado lo que la angustia tiene de angustiante, diría que sin
embargo es totalmente decisivo que, para concebir solamente lo que es, lo que corresponde al
loco, hay que tener en cuenta esto, es que el que se planta en su presencia, en la posición del
psiquiatra está, lo quiera o no, concernido. ¡Está irreductiblemente concernido! Si él no se
siente concernido es por ciertos procedimientos que se manifiestan cuando se observa de
cerca, de manera indiscutible, se sea psicoanalista o no, por el hecho de que se protege de
62
esta concernencia, si me permiten. Es decir que interpone entre él y el loco, cierto número de
barreras protectoras que están al alcance de los grandes popes, pone por ejemplo, otras
personas que si mismo, ¿no es cierto?, que le proveen relaciones... Y luego, para aquellos que
no son grandes popes, basta tener una pequeña idea, un órganodinamismo por ejemplo o
cualquier otra cosa, una idea que los separe de... de esta especie de ser que está frente a
ustedes, que es el loco, que los separe alfilerándolo (épeinglant) ¿no es cierto?, como una
especie entre otras de coleóptero extraño del que se trata de dar cuenta así, en su estado
natural.
Qué es este “concernido”, no es para nada forzosamente un afecto; por supuesto que eso
toma la forma, la forma de la angustia.La angustia no es un afecto así, tan simple como eso,
en tanto afecto: el solo hecho de que se precise “sin objeto”, muestra bien que ahí hay otra
cosa que la dimensión afectiva, se experimenta la necesidad de mencionar que ahí, se
esperaría un objeto. Es cierta relación, es una relación con un objeto ausente.
Lo que yo [...] simplemente para precisarles que hablo de esta relación del psiquiatra en tanto
que esta concernido por el loco, no es para llevar las cosas al plano de lo afectivo, del impulso,
de no sé qué, que iría a forzar esta dificultad, la dificultad de relación. En resumen, si la
cuestión del loco puede esclarecerse por el psicoanálisis, sería evidentemente partiendo de
entrada de otro centramiento: lo que se llama relación primera.
El inconciente está estructurado como un lenguaje: el lenguaje no está hecho de signos. Lo que
perturba, por supuesto, es que el lenguaje tiene en general una significación, es decir que
engendra significado. Es justamente por eso que se percibió que la relación eventual que
puede tener el lenguaje con las cosas, es una relación tercera, ternaria y que hay que distinguir
el significante, el significado y eventualmente el referente, que no siempre es fácil de
encontrar.
“La función del lenguaje es dar vuelta a la cosa” la cosa no se distingue ahí por su presencia.
El lenguaje no está hecho para la comunicación. ¿Entonces, para qué sirve el lenguaje… Si no
está hecho ni para significar las cosas expresamente, y si para la comunicación tampoco?. Y
bien es simple, es simple y es capital: el lenguaje hace el sujeto. Eso basta y sobra. Porque de
otro modo ¿cómo pueden justificar la existencia en el mundo de lo que se llama el sujeto? La
respuesta es completamente accesible: se comprende inter-cam-biando lo que fabrica el
lenguaje.
No está claro que la comunicación... a saber esto, que se imaginaría que cuando dicen una
frase, eso represente un mensaje y que del otro lado, la frase, es la misma que la que ustedes
pronunciaron...; en verdad, no es la que ustedes pronunciaron la que es importante, por
63
supuesto es la que está del otro lado. Es justamente por eso que ustedes no saben lo que
dijeron. Es capital que lo sepan: que cada vez que hablan, al menos con alguien, ustedes no
saben lo que dicen, y menos aún cuando están solos. Pero el resultado del lenguaje es, sin
embargo, que algo llegue en el otro, y por este hecho les vuelven siempre reacciones
contrarias e imprevistas. Es también así que lo que se llama el ser humano tiene la primera
experiencia de eso: se da cuenta de que suceden cosas cuando se habla.
Un ejemplo de lo que fabrica el lenguaje es el deseo. Entre los filósofos se ha considerado
siempre que era más bien el objeto a desechar para llegar a lo que se llama el conocimiento: el
conocimiento es aparentemente perturbado por el deseo... por otra parte es verdad. ¡Sólo qué
eso se sostiene en que se crea en el conocimiento! No quiero entrar en el detalle de todo eso,
hacer el... un dibujo sobre lo que distingue lo que prevaleció durante siglos en lo concerniente
a la función del conocimiento, con las posiciones muy distintas que debemos adoptar ahora,
por el hecho de haber creado una ciencia que no debe absolutamente nada a las categorías del
conocimiento, y que no por eso se sostiene peor; nosotros quizás nos sostenemos peor allí;
pero no es esa la cuestión
La combinación de significantes constituye un orden, un registro. Un significante es lo que
representa un sujeto para otro significante. Les dice Lacan a los psiquiatras que esta frase no
es para que la comprendan, sino para que se sirvan de eso… y que vean que eso anda siempre.
El significante es anterior al sujeto. Hay sujeto sólo y únicamente luego de que haya habido
significante. Ahora, se puede responder también a la cuestión de saber ¿cómo el significante
aparece antes de que aparezca lo que es propiamente hablando el sujeto? Es precisamente
para dar una respuesta formal que introduje ese campo, esa dimensión del Otro, como lugar
del significante. Este Otro con O grande, por supuesto, ustedes van a preguntarme dónde
está, ¿eh?. ¿Es el espacio común? ¿Es la oreja del vecino? Es esto o aquello... es no
comprender nada de en qué consiste un sistema formalista. Este Otro es precisamente un
lugar definido como necesario para esta primacía de la cadena significante.
Desde el inicio se encuentra así, ya que antes del sujeto está introducida la dimensión que
llamaremos de la verdad, porque sólo hay dimensión de la verdad a partir del momento en
que hay significante. Pero el Otro en ningún momento es garante de la verdad, puesto a que el
Otro en sí mismo, nada nos dice que es un sujeto.
La experiencia del análisis es sólo realizar lo que allí es función del sujeto como tal. Resulta
que eso abre a cierto efecto que nos muestra que, en lo que está primordialmente interesado
por esta función del significante, predomina una dificultad, una falla, un agujero, una falta de
esta operación significante, que está muy precisamente ligada a la declaración, a la
64
articulación del sujeto en tanto que se afecta de un sexo. Es porque el significante se muestra
manifestar desfallecimientos electivos, en ese momento en que se trata de que lo que dice yo (
je) se diga como macho o como hembra, que resulta que no puede decir eso sin que entrañe el
surgimiento en el nivel del deseo de algo muy extraño, de algo que, ni más ni menos,
representa el escamoteo simbólico, el escamoteo de una cosa completamente singular que es
precisamente el órgano de la copulación. A saber lo que en lo real está destinado como lo
mejor para dar prueba de que hay uno que es macho y otro que es hembra… Es eso, es eso el
gran hallazgo del psicoanálisis. Lo que se llama la castración es eso, es que para que venga a
articularse en función del significante del significante en tanto que es primordial al sujeto ,
para que venga a articularse algo que lleva al sujeto al plano sexual, es necesario que
intervenga esto que, en tanto que [...] del significante, que sea como faltante precisamente
que está representado el órgano de la copulación.
El deseo se ha formado en el lugar del Otro, y es por su función, deseo del Otro. Y uds no
pueden en ningún caso reconocerlo por si solos y es esto lo que justifica el análisis. (pero en
analista no es el Otro).
Esto no quiere decir sin embargo que la verdad no esté interesada en la cosa... La verdad está
interesada justamente en lo que aparece en todo este asunto de la sexualidad, ahí, donde
menos se la esperaba, porque no basta tampoco llamar a eso la sexualidad. Recién intenté
darles una fórmula más precisa diciéndoles que: era la declaración del sujeto como afectado
de un sexo por el cual estaba concernido. Pero no hablemos de sexualidad en el sentido vago,
sino más precisamente del “acto sexual”, siendo el acto una cosa concebida como teniendo
esencialmente en sí misma esta dimensión significante.
No se trata simplemente de saber lo qué se hace ni cómo se opera, se trata de darse cuenta de
que lo que dificulta, es que se entra en el acto sexual para declararse tal o cual, macho o
hembra por ejemplo. Es por el acto que comienzan las dificultades, en tanto que el acto es
significante y que como significante fracasa. De donde mi observación de que en definitiva
hagan lo que hagan, CABALLEROS – DAMAS, no estarán jamás absolutamente seguros de ser
machos o de ser hembras. Esa, esa es la cosa...
Recién les hablé del órgano, órgano copulatorio, en tanto que falta… En fin hay otras cosas
que suceden en este lugar donde el órgano falta, hay incluso otras cosas que se ubican,
expresamente hechas para hacer que no se note que falta. Es lo que llamé en mi álgebra el
objeto a. Todos deben saber la relación de homotopía, de en-elmismo-lugar (place), que
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puede haber entre la castración por una parte y la función que juegan eventualmente cierto
número de objetos. Es incluso en el punto en que se habla corrientemente de castración
anal, oral y de todo lo que sigue, sea lo que fuere este objeto a, es la fórmula general de lo que
se manifiesta de manera absolutamente decisiva y causal en la determinación precisamente de
lo que el descubrimiento del inconsciente nos permitió advertir, a saber: la división del sujeto.
Este sujeto no está simplemente como en la teoría matemática por ejemplo, donde una
sucesión de cadenas significantes sólo se trasmite de punta a punta un sujeto solo y unívoco, y
por otra parte imposible de localizar bajo ninguno de los significantes de los que se trata.
Ahora bien, ciertamente se produce algo distinto de la función, del efecto de lenguaje en toda
su generalidad, que está estrechamente ligado a lo que es su primer efecto, a saber: cierta
participación del cuerpo en tanto real.
Estrechamente ligado al hecho de que el sujeto es un ser hablante, por la simple razón de que
algo permanece encadenado precisamente a este origen, a saber a esta dependencia primera
de la cadena significante; que no es manejable a su antojo, que permanece fijado ahí a ciertos
puntos; que incluso algunos datos de la experiencia y ésta entre las más evidentes, por
ejemplo, aquel de que su madre no tiene pene, no es una cosa que funciona para una parte del
sujeto, para esta parte dividida, por la razón muy simple de que para esta parte es necesario
no que no lo tenga, sino que de eso ella haya sido privada. He aquí lo que designa la S barrada:
$ es el sujeto en tanto que dividido, que está en cierta relación con el objeto a. Este objeto a
tiene como propiedad ser lo que hace al deseo, en tanto que el deseo es lo soportado por la
fórmula del fantasma.
Si ese deseo depende del deseo del Otro con mayúscula, lo que es formalizable en el nivel del
Otro, como efecto del deseo, es en la medida en que: demanda de a minúscula. Lo que hace
el lazo del deseo en tanto que es función del sujeto, del sujeto mismo designado como
efecto del significante, es esto: es que el a está siempre demandado al Otro. Es la verdadera
naturaleza del lazo que existe [para] este ser que llamamos normado.
LA LOCURA COMO DESANUDAMIENTO: los hombres libres, los verdaderos, son precisamente
los locos. No hay demanda de a minúscula, él tiene su a minúscula, por ejemplo, es lo que él
llama sus voces. Y POR LO CUAL USTEDES ESTAN ANGUSTIADOS EN SU PRESENCIA Y CON TODA
RAZON, PORQUE EL LOCO ES EL HOMBRE LIBRE. No se sostiene en el lugar del Otro, del gran
Otro, por el objeto a; al a, él lo tiene a su disposición. El loco es verdaderamente el ser libre. El
loco, en este sentido es de cierto modo un ser de irrealidad, esta cosa absurda, y magnífica por
otra parte, como todo lo que es absurdo. El loco tiene su causa en el bolsillo, es por eso que es
un loco; es por eso que ante él tienen una sensación muy particular que es lo que debería,
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entre nosotros, constituir el progreso —progreso capital—, que podría resultar del hecho de
que algún día algún psicoanalizado se ocupe verdaderamente del loco.
Hay autores reaccionan frente al hecho, sentido como penoso, de que el contenido de
los sueños tan a menudo contradiga la sensibilidad ética del soñante. La naturaleza inmoral
de los sueños ha proporcionado, como es comprensible, un nuevo motivo para desmentir el
valor psíquico del sueño. Si este último es un producto carente de sentido de una actividad
anímica perturbada, no hay ninguna razón para asumir la responsabilidad por su contenido
aparente. Este problema de la responsabilidad por el contenido manifiesto del sueño ha sido
radicalmente desplazado, y aun en verdad eliminado, por los esclarecimientos de la
«interpretación de sueños».
Sabemos que el contenido manifiesto es una apariencia falsa, una fachada. No merece
la pena someterlo a un examen ético.
Cuando se habla del “contenido” del sueño, se habla del contenido de los
pensamientos preconcientes y el de la moción de deseo reprimida, descubiertos tras la
fachada por el trabajo de interpretación. No obstante, también esta fachada inmoral nos
presenta un problema. ¿Cómo puede suceder que la censura, que suele adecentar cosas
mucho más nimias, fracase de manera tan completa frente a los sueños manifiestamente
inmorales?
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La respuesta no es evidente. En primer lugar, se procederá a someter estos sueños a la
interpretación; así se hallará que algunos de ellos no ofrecieron nada chocante a la censura
porque en el fondo no intentaban nada malo. Son alardeos inocentes, identificaciones que
quieren disimularse tras una máscara; no fueron censurados porque no decían la verdad. Pero
otros, la mayoría, intentan realmente lo que proclaman, y no han experimentado desfiguración
alguna de parte de la censura: Son la expresión de mociones inmorales, incestuosas y
perversas, o de apetencias asesinas, sádicas. Frente a muchos de ellos, y el soñante reacciona
con un despertar angustiado. La censura omitió su actividad, se percató demasiado tarde y el
desarrollo de angustia es ahora el sustituto de la desfiguración ausente. Ahora bien, disminuye
mucho nuestro interés por la génesis de estos sueños manifiestamente inmorales cuando
averiguamos, mediante el análisis, que la mayoría de los sueños —los inocentes, los exentos
de afecto y los sueños de angustia— se revelan, después que uno deshizo las desfiguraciones
de la censura, como cumplimientos de mociones de deseo inmorales —egoístas, sádicas,
perversas, incestuosas—.
¿Debemos asumir la responsabilidad por el contenido de nuestros sueños?
Desde luego, uno debe considerarse responsable por sus mociones oníricas ¿Qué se
querría hacer, si no, con ellas? Si el contenido del sueño es una parte de mi ser; si, de acuerdo
con criterios sociales, quiero clasificar como buenas o malas las aspiraciones que encuentro en
mí, debo asumir la responsabilidad por ambas clases, y si para defenderme digo que lo
desconocido, inconciente, reprimido que hay en mí no es mi «yo», no me sitúo en el terreno
del psicoanálisis. Puedo llegar a averiguar que eso desmentido por mí no sólo «está» en mí,
sino en ocasiones también «produce efectos» desde mí.
Es verdad que en el sentido metapsicológico esto reprimido malo no pertenece a mi
<<yo>>, sino a un <<ello>> sobre el que se asienta mi yo. Pero este yo se ha desarrollado
desde el ello, forma una unidad biológica con él, es sólo una parte periférica de él, que ha
sufrido una modificación particular; está sometido a sus influjos, obedece a las incitaciones
que parten del ello, por lo que no tiene sentido separar al yo del ello. El yo es la parte
organizada del ello.
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La experiencia demuestra que me hago responsable, que estoy compelido a hacerlo de
algún modo. El médico dejará al jurista la tarea de instituir una responsabilidad artificialmente
limitada al yo metapsicológico.
Freud, S.; ¿Puede los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial.
Introducción
Aclararé, pues: «legos» = «no médicos», y la pregunta es si ¿También a los no médicos
debe permitírseles ejercer el análisis? Hasta ahora nadie se había preocupado por determinar
quién ejerce el psicoanálisis.
La exigencia de que sólo los médicos analicen corresponde a una nueva actitud frente
al análisis, más amistosa en apariencia.
Se admite que en ciertas circunstancias se emprenda un tratamiento analítico; pero si
tal se hace, sólo los médicos estarán autorizados. El motivo de esta limitación es lo que debe
indagarse.
Freud comenta que en Austria, país en donde él ejerce, la ley es preventiva: sin
esperar el resultado prohibe al no médico tratar enfermos. Aquí sí entonces tiene sentido
práctico la pregunta dirigida a saber si ¿los legos = no médicos están autorizados a tratar
enfermos mediante el psicoanálisis? Pero es verdad que el texto de la ley parece responderla
apenas se la plantea: Los neuróticos son enfermos, los legos son no médicos, el psicoanálisis
es un procedimiento destinado a curar o mejorar enfermedades nerviosas y todos los
tratamientos de esa índole quedan reservados a los médicos; en consecuencia, no es
permitido a los legos ejercer el análisis en neuróticos, y si lo hicieran, cometerían un acto
punible.
Capítulo VI
«Ha hecho usted un gran gasto para mostrarme qué es el psicoanálisis y la clase de
conocimientos que hacen falta para cultivarlo con perspectivas de éxito. Bien; no puede
perjudicarme haberlo escuchado. Pero no sé en qué esperará usted influir sobre mi juicio con
tales puntualizaciones. Las neurosis son una clase particular de enfermedad y el análisis es un
método especial para tratarlas, una especialidad médica. También en otros campos la regla
es que un médico que ha escogido una rama especializada de la medicina no se contente con
la formación que su diploma le acredita y entonces el que quiere llegar a ser cirujano procura
servir durante algunos años en una clínica quirúrgica; lo mismo hacen el oculista, el
laringólogo, etc. También es lo que ocurrirá con el psicoanalista; el que se decida por esta
nueva especialidad médica, completados sus estudios aceptará pasar por los dos años de
69
formación en el instituto didáctico. Pero no comprendo ¿dónde queda sitio para el problema
del ejercicio del análisis por los legos?».
El médico que haga todo lo que usted ha prometido en su nombre será bienvenido por
todos nosotros.
Cuatro quintas partes de las personas que yo reconozco como mis discípulos son, en
efecto, médicos. Los médicos no tienen un derecho histórico a la posesión exclusiva del
análisis; más bien, hasta hace muy poco, han hecho todo lo que pudieron para perjudicarlo.
Permítame que dé a la palabra «curandero», en vez de su significado legal, el sentido que le
conviene. Para la ley es curandero quien trata enfermos sin poder acreditarse como médico
mediante la posesión de un diploma oficial. Preferiría otra definición: curandero es quien
emprende un tratamiento sin poseer los conocimientos y capacidades requeridos para ello.
Basándome en esta definición, me atrevo a aseverar que los médicos entregan al análisis el
mayor contingente de curanderos: con harta frecuencia ejercen el tratamiento analítico sin
haberlo aprendido y sin entenderlo.
Intentaré exponerle cómo es posible que un médico se comporte en materia de psicoanálisis
como evitaría cuidadosamente hacerlo en cualquier otro campo:
-En primer lugar, cuenta el hecho de que el médico ha recibido en la universidad una
formación que es casi la contraria de la que le haría falta como preparación para el
psicoanálisis: Le han orientado la atención hacia hechos químicos, físicos, anatómicos, de
comprobación objetiva. No se despierta el interés por los aspectos anímicos de los
fenómenos vitales; el estudio de las operaciones mentales superiores no atañe a la medicina,
es el campo de otro departamento universitario. Es verdad que la psiquiatría debería ocuparse
de las perturbaciones de las funciones anímicas, pero se sabe de qué modo y con qué
propósitos lo hace. Busca las condiciones corporales de las perturbaciones anímicas, y las trata
como a cualquier otro ocasionamiento patológico. La psiquiatría tiene razón en ello, y la
formación médica es sin duda excelente. Cuando se dice que es unilateral, primero es preciso
explicitar el punto de vista desde el cual se le reprocha esa característica, ya que en realidad
toda ciencia es unilateral, y debe serlo, pues se limita a determinados contenidos, puntos de
vista, métodos. El psicoanálisis es sin duda sumamente unilateral, en cuanto ciencia de lo
anímico inconsciente. Entonces, no se puede impugnar a las ciencias médicas el derecho a la
unilateralidad.
El punto de vista buscado sólo se halla si uno pasa de la medicina científica al “arte
práctico de curar”. El hombre enfermo es un ser complejo, apto para advertirnos que no
70
podemos eliminar del cuadro de la vida los fenómenos anímicos, tan difíciles de asir. El
neurótico es por cierto una complicación indeseada. Ni en su apreciación ni en su tratamiento
contribuyen en nada los estudios médicos. En el presente, esos estados patológicos nos
resultan inaccesibles desde el lado médico.
Sería admisible que la enseñanza que reciben denegara a los médicos toda orientación
en el campo de las neurosis, pero hace más: les instila una actitud falsa y dañina, que lleva a
burlarse de ellos y desmerecerlos como algo no científico. Entonces, no es aplicable la
comparación de la especialidad analítica con otras disciplinas médicas, ya que en el caso de la
cirugía, la oftalmología, etc., la universidad misma ofrece la posibilidad de una ulterior
formación, en cambio, los institutos didácticos del análisis son escasos en número, jóvenes en
años y carentes de autoridad.
-En segundo lugar, hay todavía otras circunstancias que favorecen su conversión en curandero
en el análisis: Si un médico pretendiera hacer operaciones de ojos sin la debida preparación,
el fracaso de sus extracciones de cataratas y sus iridectomías, así como la falta de pacientes,
pronto pondrían término a su aventurerismo. Pero el ejercicio del análisis, comparativamente,
no es para él peligroso: nadie se asombra si el «médico de los nervios» no sana a sus enfermos.
Si queremos ser justos, debemos admitir que la actividad del analista sin estudio es más
inofensiva para el enfermo que la del cirujano inhábil: El posible perjuicio se limita a que el
enfermo fue movido a realizar un gasto inútil, y al menoscabo o empeoramiento de sus
posibilidades de sanar.
Coloco el acento en la exigencia de que no pueda ejercer el análisis nadie que no haya
adquirido títulos para ello mediante una determinada formación. Me parece accesorio que
esa persona sea o no un médico.
Otro problema: Se dice que las autoridades competentes, a instancias del gremio
médico, pretenden prohibir por completo a los legos el ejercicio del análisis. Esa prohibición
alcanzaría también a los miembros no Médicos de la asociación psicoanalítica que gozan de
una excelente formación y se han perfeccionado por medio de la práctica. Si se la promulga, a
toda una serie de personas se les impedirá ejercer una actividad que desempeñan muy bien,
mientras se permite ejercerla a otras respecto de quienes no puede ni hablarse de parecida
garantía. En modo alguno es el resultado que querría obtener una legislación.
¿Es el ejercicio del psicoanálisis una materia que deba estar sometida a la
intervención de la autoridad, o es más adecuado dejarlo librado a su desarrollo natural?
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Cabría repetir aquí, respecto del ejercicio del genuino análisis por los legos que la ley pretende
sofocar, mucho de lo que dijimos acerca del ejercicio del análisis por los médicos. El proceso
del análisis es apenas visible; no aplica medicamentos ni instrumentos, sólo consiste en
diálogos y en un intercambio de comunicaciones; no resultará fácil demostrarle a un lego
que efectúa «análisis» si él asevera que sólo da consejos, imparte esclarecimientos y procura
un balsámico influjo humano a alguien que necesita auxilio anímico; no podría prohibírsele
que lo hiciera invocando meramente el hecho de que el médico muchas veces obra de ese
modo. Dejemos que los enfermos mismos descubran que les resulta perjudicial buscar socorro
anímico en personas que no han aprendido cómo se lo presta. Esclarezcámoslos sobre ello y
pongámoslos sobre aviso, y nos habremos ahorrado prohibírselo.
Pero aun si se adopta una resolución diferente, una política de intervención activa, no
me parece suficiente una medida paralizadora e injusta de prohibición del ejercicio del análisis
por los no médicos. En tal caso será preciso cuidar de algo más: deberá fijarse las condiciones
bajo las cuales se permite el ejercicio de la práctica analítica a todos los que pretendan
realizarla, erigir alguna autoridad ante quien se pueda recabar información sobre qué es
análisis y qué clase de preparación es lícito exigir para él, así como promover las
posibilidades de instruirse en el análisis. Por lo tanto, o bien dejar todo en calma, o bien crear
orden y claridad, pero no intervenir bruscamente en una situación compleja con una
prohibición aislada que es derivación mecánica de un precepto que se ha vuelto inadecuado.
Capítulo VII
“Usted mismo dice que la enorme mayoría de sus discípulos y partidarios son médicos.
Tengo derecho a suponer, desde luego, que sus discípulos adhieren a sus exigencias de
suficiente preparación, etc., y no obstante hallan compatible con ello prohibir el ejercicio del
análisis a los legos. ¿Es así? Y si lo es, ¿cómo lo explica usted?”
Freud, admite, pase a sostener que un lego capacitado puede ejercer el psicoanálisis,
que los médicos, respecto a los lejos se encuentran en un lugar de ventaja: por su capacidad
de hacer un diagnóstico diferencial: Cuando se toma bajo tratamiento analítico a un enfermo
que padece de las llamadas «perturbaciones neuróticas», se querrá tener antes la certeza de
que es apto para esa terapia y se lo puede ayudar por ese camino: sólo es así cuando
efectivamente tiene una neurosis. Pero, no siempre se lo discierne con certeza plena. El
enfermo puede exhibir el cuadro externo de una neurosis, y sin embargo tratarse de otra cosa:
el comienzo de una enfermedad mental incurable, los pródromos de un proceso destructor del
encéfalo, etc. El distingo -diagnóstico diferencial- no siempre es fácil ni puede hacerse de
72
primera intención en cada fase. Y, desde luego, sólo el médico puede asumir la
responsabilidad de semejante decisión.
73
enfrentar. En el cuadro de la neurosis, ésta tiene siempre el mismo mecanismo psicológico,
pero la más variada etiología, harto compleja a menudo.
Lo expuesto era un fragmento de patología; en el análisis se trata de un procedimiento
terapéutico.
Existe el precepto técnico de que el analista, en caso de que emerjan en el curso del
tratamiento esos síntomas equívocos, no se confíe a su propio juicio, sino consulte a un
médico alejado del análisis, por ejemplo un internista, aunque él mismo sea médico y siga
confiando en sus conocimientos médicos. Explicaciones a esto
Para el enfermo es indiferente que el analista sea médico o no, tiene una importancia
incomparablemente mayor que el analista posea las cualidades personales que lo hagan
digno de confianza, y que haya adquirido los conocimientos e intelecciones, así como las
experiencias, que lo habilitan para cumplir su tarea. Y el análisis a que deben someterse
todos los candidatos de un instituto didáctico en análisis es, al mismo tiempo, el mejor camino
a fin de averiguar su aptitud personal para el ejercicio de esta exigente actividad.
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psicoanalítica -cosa que hoy puede sonar fantástica-, debería enseñarse en ella mucho de lo
que también se aprende en la facultad de medicina: junto a la psicología de lo profundo, que
siempre sería lo esencial, una introducción a la biología, los conocimientos de la vida sexual
con la máxima extensión posible, una familiarización con los cuadros clínicos de la psiquiatría.
Pero, por otro lado, la enseñanza analítica abarcaría disciplinas ajenas al médico y con las que
él no tiene trato en su actividad: historia de la cultura, mitología, psicología de la religión y
ciencia de la literatura. Sin una buena orientación en estos campos, el analista quedaría inerme
frente a gran parte de su material.
Por último, en modo alguno consideramos deseable que el psicoanálisis sea fagocitado
por la medicina y termine por hallar su depósito definitivo en el manual de psiquiatría, dentro
del capítulo «Terapia», junto a procedimientos como la sugestión hipnótica, la autosugestión,
la persuasión. Merece un mejor destino, y confiamos en que lo tendrá. Como «psicología de lo
profundo», doctrina de lo inconsciente anímico, puede pasar a ser indispensable para todas las
ciencias que se ocupan de la historia genética de la cultura humana y de sus grandes
instituciones, como el arte, la religión y el régimen social. Yo creo que ya ha prestado valiosos
auxilios a estas ciencias para la solución de sus problemas.
Quienes quieran aprender el psicoanálisis, no les bastará atenerse a los resultados
que se consignan en la bibliografía analítica, sino que se verán precisados a comprender el
análisis por el único camino practicable: sometiéndose ellos mismos a un análisis. Entonces,
a los neuróticos que necesitan del análisis se agrega una segunda clase de personas que lo
aceptan por motivos intelectuales, pero que sin duda apreciarán la elevación de su
productividad que obtendrán como suplemento. A fin de realizar estos análisis hacen falta
cierto número de analistas para quienes diversos conocimientos de la medicina poseerán un
valor sumamente escaso. No obstante ello, estos analistas —los llamaremos «didactas»—
deberán haber recibido una formación particularmente cuidadosa. Podrá ser en neuróticos
donde los analistas didactas —bajo cuidadoso control— se eduquen para su posterior
actividad no médica.
Pero permítame recordarle que hay todavía otro campo de aplicación del psicoanálisis
que escapa al alcance de la ley de curanderismo y en el cual los médicos no pueden sostener
ninguna pretensión: Me refiero a su aplicación en pedagogía. Cuando un niño empieza a
exteriorizar los signos de un desarrollo indeseado, se pone deprimido, testarudo y desatento,
ni el pediatra ni aun el médico escolar pueden hacer nada por él, ni siquiera cuando el niño
produce fenómenos claramente neuróticos como estados de angustia, displacer por la
comida, vómitos, insomnio. Un tratamiento que combine el influjo analítico con medidas
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pedagógicas, ejercido por personas que no omitan preocuparse del medio en que vive el
niño y sepan penetrar en su vida anímica, alcanza el doble resultado de cancelar los síntomas
neuróticos y volver atrás la incipiente alteración del carácter. Nuestra intelección sobre el
valor de las neurosis infantiles —a menudo inadvertidas— como predisposición a contraer más
tarde graves enfermedades nos recomienda esos análisis de niños como un importante medio
de profilaxis.
Freud, S. (1937) Análisis Terminable e interminable
Cap III.- ¿Cuáles son los factores desfavorables para el efecto del análisis? ¿Es posible la
“tramitación duradera de la exigencia pulsional”, domeñarla?
ANALISIS DIDÁCTICOS: Aquí la meta terapéutica es otra: no entraba en cuenta la abreviación
de la cura, sino que el propósito era producir un agotamiento radical de las posibilidades de
enfermedad y una alteración profunda de la persona. De los tres factores que se reconocer
como decisivos para las posibilidades de la terapia analítica:
1. Influjo de traumas
2. Intensidad constitucional de las pulsiones.
3. Alteración perjudicial del Yo.
Interesa aquí solo el segundo: la Intensidad constitucional de las pulsiones: mediante
la terapia analítica ¿es posible tramitar de manera duradera y definitiva un conflicto pulsional
en el Yo? La “tramitación duradera de la exigencia pulsional” no quiere decir que no queremos
saber más de ella, sino que queremos “domeñarla”, es decir:
- Que la pulsión sea admitida en su totalidad dentro de la armonía del Yo.
- Asequible a toda clase de influjos por otras aspiraciones que hay en el interior del Yo.
- Ya no sigue su camino propio hacia la satisfacción.
La posibilidad de tramitar de manera duradera y definitiva un conflicto de la Pulsión
con el Yo, dependerá de la intensidad pulsional. El factor cuantitativo aparece en la
causación de la enfermedad: Para comprender el conflicto pulsional se deberá tener en
cuenta la relación entre robustez de la Pulsión y robustez del Yo. Si ésta última se rebaja
emergerán nuevamente todas las pulsiones que fueron dominadas. La prueba de esto es el
sueño nocturno: donde el yo se relaja para dormir, aparece la exigencia pulsional.
¿El análisis ayuda al sujeto neurótico a hacer lo que en la normalidad acontece solo? O
¿produce un estado que nunca antes preexistió de manera espontánea en el interior del yo y
cuya neo-creación constituye una diferencia esencial entre el analizado y el hombre que nunca
se analizó? Veamos en qué se basa ese título. Todas las represiones acontecen en la primera
infancia; son unas medidas de defensa primitivas del yo inmaduro, endeble. En años
76
posteriores no se consuman represiones nuevas, pero son conservadas las antiguas, y el yo
recurre en vasta medida a sus servicios para gobernar las pulsiones. Y bien, el análisis hace
que el yo madurado y fortalecido emprenda una revisión de estas antiguas represiones;
algunas serán liquidadas y otras reconocidas, pero a estas se las edificará de nuevo sobre un
material más sólido. Estos nuevos diques tienen una consistencia por entero diversa que los
anteriores; es lícito confiar en que no cederán tan fácil a la pleamar del acrecentamiento de las
pulsiones. La rectificación, con posterioridad, del proceso represivo originario, la cual pone
término al hiperpoder del factor cuantitativo, sería entonces la operación genuina de la
terapia analítica.
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más bien a una advertencia de no poner como meta del análisis su abreviación, sino su
profundización.
Para Freud, no sólo la complejidad yoica, sino también las peculiaridades del analista
influyen sobre la cura analítica y la dificultan tal como lo hacen las Resistencias. (LAS
RESISTENCIAS SON DEL ANALISTA DICE LACAN).
Los analistas son personas que han aprendido a ejercer un arte determinado y, junto a
ello, tienen derecho a ser hombres como los demás. Se le exige, como parte de su prueba de
aptitud, una medida más alta de normalidad y de corrección anímicas. ¿Dónde y cómo
adquiriría el pobre diablo aquella aptitud ideal que le hace falta en su profesión? En el
análisis propio, con el que comienza su preparación para su actividad futura.
Cumple su cometido si instila en el aprendiz la firme convicción en la existencia de lo
inconciente, le proporciona las de otro modo increíbles percepciones de sí a raíz de la
emergencia de lo reprimido, y le enseña, en una primera muestra, la técnica únicamente
acreditada en la actividad analítica. Esto por sí solo no bastaría como instrucción, pero se
cuenta con que las incitaciones recibidas en el análisis propio no han de finalizar una vez
cesado aquel, con que los procesos de la recomposición del yo continuarán de manera
espontánea en el analizado y todas las ulteriores experiencias serán aprovechadas en el
sentido que se acaba de adquirir. Ello en efecto acontece, y en la medida en que acontece
otorga al analizado aptitud de analista.
No sería asombroso que el hecho de ocuparse constantemente de todo lo reprimido
que en el alma humana pugna por libertarse conmoviera y despertara también en el analista
todas aquellas exigencias pulsionales que de ordinario él es capaz de mantener en la
sofocación. También estos son «peligros del análisis».
Todo analista debería hacerse de nuevo objeto de análisis periódicamente, quizá
cada cinco años, sin avergonzarse por dar ese paso. Ello significaría, entonces, que el análisis
propio también, y no sólo el análisis terapéutico de enfermos, se convertiría de una tarea
terminable {finita} en una interminable {infinita). No tengo el propósito de aseverar que el
análisis como tal sea un trabajo sin conclusión. Comoquiera que uno se formule esta
cuestión en la teoría, la terminación de un análisis es un asunto práctico.
El analista no se propondrá como meta limitar todas las peculiaridades humanas en
favor de una normalidad esquemática, ni demandará que los «analizados a fondo» no
registren pasiones ni puedan desarrollar conflictos internos de ninguna índole. El análisis debe
crear las condiciones psicológicas más favorables para las funciones del yo; con ello quedaría
tramitada su tarea.
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Cap VIII.- En todo análisis hay dos temas que se destacan y dan guerra al analista. Los dos
están ligados a la diferencia entre los sexos:
- La envidia del pene, en la mujer
- La revuelta contra la actitud pasiva o femenina en el hombre (protesta masculina)
Como conductas frente al complejo de castración. Lo que en ambos casos cae bajo la
represión es lo propio del sexo contrario. La oposición entre los sexos era la ocasión genuina y
el motivo primordial de la represión.
En el varón, la masculinidad aparece desde el comienzo mismo y es acorde con el Yo;
la actitud pasiva, puesto que presupone la castración, es enérgicamente reprimida.
También en la mujer el querer alcanzar la masculinidad es acorde con el Yo en cierta
época, en la fase fálica (antes del desarrollo hacia la feminidad). Luego del insaciable deseo del
pene, devendrán el deseo del hijo varón, portador del pene. Pero con frecuencia hallaremos
que el deseo de masculinidad se ha conservado en lo Icc y despliega desde la represión sus
efectos perturbadores.
En el trabajo analítico se padece la sospecha de «predicar en el vacío» cuando se
quiere mover a las mujeres a resignar su deseo del pene por irrealizable, y cuando se
pretende convencer a los hombres de que una actitud pasiva frente al varón, la cual no
siempre tiene el significado de una castración y es indispensable en muchos vínculos de la vida.
De la “sobrecompensación desafiante” del varón deriva una de las más fuertes resistencias
trasferenciales: El hombre no quiere someterse a un sustituto del padre, y por eso no quiere
aceptar del médico la curación.
No puede establecerse una trasferencia análoga desde el deseo del pene de la mujer;
en cambio, de esa fuente provienen estallidos de depresión grave por la certeza interior de
que la cura analítica no servirá para nada y de que no es posible obtener remedio. De ahí uno
aprende que no es importante la forma en que se presenta la resistencia, si como
trasferencia o no. Lo decisivo es que la resistencia no permite que se produzca cambio
alguno, que todo permanece como es.
A menudo uno tiene la impresión de haber atravesado todos los estratos psicológicos, y
haber llegado, con el deseo del pene y la protesta masculina, a la «roca de base» y, de este
modo, al término de su actividad.
DE CLASE:
Freud en la página 138 Freud dice: “En ocasiones se tropezará con pacientes que empiezan su
cura con la desautorizadora afirmación de que no se les ocurre nada que pudieran narrar, y ello
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teniendo por delante, intacta, toda la historia de su vida y de su enfermedad”. Ahí Freud dice:
“Una fuerte resistencia ha pasado al frente para amparar a la neurosis, corresponde recoger
enseguida el reto, y arremeter contra ella”. En la página 139, siguiendo con una serie de
descripciones, de formas de aparición de ciertas resistencias, Freud dice: “Así, uno se ve
forzado a empezar poniendo en descubierto esa transferencias; desde ella se encuentra con
rapidez el acceso al material patógeno”. Es decir que eso que irrumpe como resistencia, es de
entrada una transferencia. Esa resistencia es un modo de aparición, de hacerse manifiesto
esta transferencia y esta transferencia tiene una base, una raíz, una causa libidinal. Con lo cuál
ya nos indica claramente que su presunción en relación a la transferencia es su relación con
cierto lazo vinculado a la libido y a la fantasía del sujeto.
1. Es que son fundamentales las preguntas que hace Freud, ya que casi todos los capítulos
están enmarcados por algunas preguntas, por ejemplo:
La 1º pregunta es respecto sobre si ¿se puede abreviar el tiempo de duración de un análisis?
El 2º capitulo está enmarcado en la pregunta si ¿existe un término natural para cada análisis?
un término natural se diferencia de un término arbitrario: un tratamiento de fijación limitada
(fijado en un tiempo determinado para curar). Las preguntas de los capítulos permiten pensar
en la naturaleza de los efectos del tratamiento. Estos efectos puede ser de naturaleza:
Terapéutica, Preventivos, y Didácticos.
Freud no solo se queda en si se pueden mejorar, aliviar los síntomas (en el texto “pueden los
legos ejercer el psicoanálisis plantea si el psicoanálisis es una terapia sintomática o causal, si
solo suprime los síntomas actuales o también suprime la causa del futuro).
En el capítulo 3 nos encontramos con la pregunta sobre si ¿es posible tramitar duradera y
definitivamente un conflicto de la pulsión con el yo? con lo cual no solo está atendiendo a lo
terapéutico directo con el síntoma, sino también a lo causal en tanto tiene que ver con lo
pulsional pero también al futuro. Se ocupaba no solo del pasado y de lo actual, también del
futuro.
En el capítulo 4 se pregunta si ¿durante el tratamiento de un conflicto pulsional uno puede
proteger al sujeto de conflictos futuros, de los efectos que el sujeto pueda tener en el futuro?
Es decir Freud se pregunta asi por los Efectos PREVENTIVOS o Profilácticos. Si es posible
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despertar con fines terapéuticos un conflicto pulsional no manifiesto por el momento. Hay un
3º tipo de efectos planteado por Freud: los Efectos DIDÁCTICOS del tratamiento psicoanalítico.
En el capítulo 7 se pregunta ¿cómo se forma un analista? ¿Dónde o como se adquiere la
aptitud para ser psicoanalista? En la página 249 - 250 nos dice que “la respuesta rezará en el
análisis propio” con el que comienza su preparación para su actividad efectiva.
El análisis puede producir efectos didácticos: aptitud de analista, de modo que quien se
analizo pueda decidir dedicarse o no a ser analista.
2. El otro elemento a destacar en este texto, se trata para Freud: de las decisiones, las
elecciones del sujeto, muchas veces equivocadas, prematuras (en su infancia se ha visto
forzado a elegir una modalidad de satisfacción pulsional, se ha satisfecho pulsionalmente,
mediante síntomas, practicas compulsivas, ó a protegerse de lo pulsional, mediante
evitaciones.)
Entonces en la página 223 nos dice que en análisis se trata muchas veces de sustituir lo
deficiente que viene de la edad temprana por un posicionamiento mejor. Freud habla aquí de
fortalecimiento del yo, esta frase no nos gusta mucho a los lacanianos, porque ha llevado a
ideologías y prácticas, a precipitaciones donde se pensaba que se podía evitar el trabajo
analítico de desmenuzamiento fortaleciendo el yo, acortando el tratamiento, curando por
sugestión. Pero no pasa por fortalecer al yo sino un cambio en la actitud del sujeto ante lo
pulsional, que en vez de padecer la exigencia pulsional se ubique de otro modo más activo,
con satisfacciones más ligadas a lo que del lenguaje puede no padecerse no sufrirse. Pasar a
hacer otro uso posible del lenguaje, que pasa por el decir como elección, como decisión, como
acto.
Entre el comienzo del análisis (donde podemos ubicar la posición sintomática del sujeto), y
el final del tratamiento (una elección del sujeto una posición): En el medio está la etapa
analizante del sujeto donde interviene el síntoma y también algo de las decisiones se ponen en
juego. Pero al mismo tiempo está la recomendación de Freud quien nos dice que durante el
tratamiento algunas decisiones de las más importantes se pospongan, hasta un mejor
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posicionamiento del sujeto respecto de las determinaciones icc, de un mejor conocimiento de
las determinaciones icc.
EJ: Una joven derivada de otra analista la paciente notaba que su tratamiento estaba
empantanado. El relato que trae la paciente es que ella se sintió fascinada por la analista
desde la 1º entrevista donde enseguida le saco la ficha pero que en vez de ayudarla la
complicó. Cuenta que la 1º intervención de la analista fue cuando ella contó que de niña había
sido acosada durante años por un familiar por parte de la madre y que ella no podía hablar de
eso. La analista interviene diciendo ¿Por qué hace esa carta de presentación? La intervención
apunta a que la paciente se haga cargo, para que se posiciones respecto del trauma pero la
lleva a la culpabilidad, a lo sintomático. La paciente luego de la intervención queda con la
sensación de que ella debía cambiar de posición. La analista impone demasiado rápido, en la
1º sesión, un cambio de posición subjetiva, es una intervención que la deja a la paciente del
lado de culpable. Pero se trata no solo de ayudarla a ubicarse respecto a un elemento
estructural (el trauma), sino también a ver con que tipos de identificaciones cuenta, que tipos
de reproches tiene ella hacia los demás. No es tanto lo que paso efectivamente, sino como se
posiciono.
El ejemplo tal vez sirve para pensar que en el comienzo del análisis si pudimos ubicar el
síntoma rápidamente, la posición del sujeto en relación a goce, esto no llevaría a pensar que
podemos responsabilizar al sujeto antes de tiempo.
-Una psicoterapia podría tapar y fortalecer al yo, mostrarle al sujeto que puede otra cosa, es
una posibilidad, pero que implica desconocer otras posibilidades que el sujeto tiene.
-El otro riesgo es intervenir rápidamente sobre las posibilidades que el sujeto tiene de cambiar
su relación con lo pulsional (con la deficiencia del lenguaje en el cuerpo). Tratar de rectificar
rápidamente eso lo induce a la culpabilidad y al extravío, donde el sujeto por sentirse culpable,
renuncia a ubicarse respecto al deseo de otro modo. La culpabilidad dice Lacan tiene que ver
con la renuncia al deseo. Y también el tratamiento analítico corre el riesgo de fortalecer la
culpabilidad.
Lacan cuando habla de rectificación subjetiva no es para decir que tenemos que reconducir
los reproches que el sujeto le hace al otro hacia el mismo sujeto, esto no se hace con el fin de
sostener el autorreproche (porque esto puede melancolizar, extraviar al sujeto) Esto puede
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hacerse, puede servir en algún momento para mostrar que el sujeto también tuvo algo que ver
con lo que le ocurrió.
Acortar el tratamiento produce así el efecto de: Tapar el síntoma sanando rápidamente o de
Llevar a la melancolización, a una posición de reforzamiento del superyó, de vivir al otro como
alguien que quiere gozar del sujeto. Pero igual, hay que tener en cuenta que la intervención
del analista siempre tiene algo de prematura, ya que si el analista hace preguntas inocuas y
espera que el sujeto desarrolle la transferencia es probable que el sujeto se vaya porque este
espera una una interpretación interesante, el analista debe apostar pero a la vez debe ser
cuidadoso en las interpretaciones que haga al comienzo. Se puede intentar con
intervenciones laterales, no directas.
Lacan habla sobre los efectos del psicoanálisis, estos son EFECTOS DIDÁCTICOS en el punto
que del propio análisis pueda resultar una posición no solo compatible con la del analista, sino
un deseo de ocuparse de eso, es decir no solo localizar el saber del icc del lado de uno, sino
también interesarse en la posibilidad de reproducir la experiencia pudiendo correrse uno del
lugar de sujeto, dejando ese lugar a otro, dando la palabra. En la medida en que estoes así, hay
algo que pasa a nivel de los efectos didácticos, por lo cual hay un pase a fin de análisis, un
pasaje de analizante a analista, a nivel del deseo, como algo que se realiza activamente en la
medida en que uno tiene pacientes como analista. Para tomar pacientes como analista, se
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tiene que poder tolerar la transferencia, en la medida en que es capaz y que le interesa esto,
que lo entusiasma.
Posición del analista: no es una posición demasiado sublimatoria, bordea siempre con ciertas
satisfacciones complicadas, ¿como se satisface un analista es posición al deseo y a lo
pulsional? Es difícil, yo creo que la posición del analista tiene que ver con el “bien decir”, en
oposición a la maldición del superyó, la maldición que dice culpable, que inhabilita, que divide;
hay algo del orden del pasaje de la maldición, no a una bendición que viene del otro, sino un
pasaje de la maldición a un bien decir que viene de uno. Lacan en el texto “Televisión” dice
que el “bien decir” (decir bien) algo en este decir bien puede satisfacer, hacer suficiente, lograr
algo suficiente, que basta. Hay algo del orden del decir bien en el analista que se expresa en un
decir a medias, pero que puede tener un costado, algo de suficiente mientras dura la sesión, lo
cual es seguro que lo que no puede ser es una satisfacción permanente (uno no es siempre
analista).
En cuanto a las interpretaciones, cuando el analista interpreta también interviene como
sujeto, a veces el analista necesita recurrir a su propio icc para interpretar (una
interpretación no calculada, a veces se apuesta a una interpretación a modo de oráculo).
Nunca se preocupen de convencer al paciente, el analista no tiene que convencer al paciente,
no tiene que decidir por ello sobre qué debe hacer o que debe decir, al contrario se trata de
una cura donde un sujeto que por si solo en su vida cotidiana no puede curarse con sus
actos, decisiones, con su manera de dirigirse al otro, el analista debe acompañarlo a alcanzar
decisiones que tiene que ver con su deseo, con sus determinaciones icc, pero no se trata que
el analista tome las decisiones por él.
Los efectos didácticos que se esperan del análisis no son mecánicos, no son necesarios. Lacan
nos dice que incluso cuando el analizante demanda formación de analista, se debe tomar esa
demanda como una demanda más que debe sr reconducida a sus fuentes pulsionales, hasta
que se de una vuelta más o menos conclusiva por el icc. Pero no alcanza con los efectos
didácticos; se necesita un acto, que el analista pueda acompañar hasta la puerta del acto al
sujeto, pero no realizar el acto por él. La decisión es algo que recae una vez concluido el
análisis del lado del sujeto. Mientras transcurre el análisis muchas veces el analista se pregunta
como está funcionando el análisis, si hay algo del orden del acto analítico que funciona de
modo que, el sujeto fue alojado por el analista que funciona como agente del acto en el que
paradójicamente ocupa el lugar de objeto que causa el trabajo de producción significante. El
agente es el objeto que causa el trabajo.
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a ------------------ $
Analista sujeto barrado:
Agente del acto El sujeto es un resultado del acto.
La interpretación a veces funciona como comunicación de icc a icc, pero el sujeto no permite
que eso continúe, que sigamos asociando nosotros. Eso lleva al sujeto a ubicar al analista del
lado del objeto y el analista puede hacer como semblante, ubicarse como objeto del icc del
sujeto, a condición de no tener un goce perverso de eso.
El sujeto es un resultado del acto, entre el sujeto previo y el que resulta del acto hay un
cierto hiato, un corte, una transformación. El momento del acto es un momento de
destitución subjetiva, hay una destitución de sujeto. En este momento interviene el deseo
más la pulsión, el deseo se conjuga con la pulsión: y emerge otro sujeto. Este momento está
marcado por un término: VERLEUGNUNG: renegación respecto del reconocimiento O
denegación del momento del acto. Esta renegación no solo le pasa al perverso, también a
todos, incluso al analista. Luego de la destitución subjetiva ya no será ese sujeto, en el medio
hubo la capacidad del analista para la destitución subjetiva sin identificación, donde el analista
deja libre de identificación, no solo libre de Identificación del YO, Narcisistica; sino también sin
Identificación Fantasmática. La destitución del YO, lleva de la identificación especular a la
identificación masoquista, que según Freud desde el punto de vista de la fijación erótica al
padre, partener incestuoso fantaseado, es más fuerte.
o Identificación al yo
o Identificación masoquista
o Al analista se le pide otra destitución más: por su acto correrse del lugar de
sujeto
Pero al analista se le exige otra destitución: que, por un momento de su acto, sepa correrse del
lugar de sujeto. El control de ese acto es algo que uno puede preguntarse ¿vendría bien un
control, una supervisión? no tanto para pedir consejos de cómo intervenir, no para pedir que
le den una interpretación, ni para pedir un nuevo análisis, pero sí control del acto para revisar,
para ubicar qué cosas de ese análisis no funcionan bien, si el analista se ve superado por su
acto con ese paciente.
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Por ultimo quería decirles que una vez recibidos del lado del Otro van a tener la habilitación
para ejercer, después quedará del lado de uds. Una reflexión sobre desde donde se autorizan.
Lacan dice que no se autoriza desde la facultad, ni desde el Estado, sino que cada uno se
autoriza de sí mismo a partir de su propio análisis.
Servirse de los poderes que otorga la transferencia para abusar del paciente, para
obtener de él sexo o dinero no es psicoanálisis.
En el metodo analitico no sirve prohibir los sentimientos de amor pero tampoco
corresponderles. No corresponde al analista sofocar lo pulsional que él mismo ha provocado al
tratamiento.No hay que consentir ya que la cura tiene que ser realizada en abstinencia, y no
tanto del analista como del analizante, cuya demanda no podría ser satisfecha sin abortar el
deseo que se gesta durante el análisis.
La transferencia de amor debe ser tratada como una situación por la que se atraviesa
en la cura y debe ser orientada hacia sus orígenes inconscientes. Para esto el deseo del analista
tiene que estar advertido y decidido. Por otro lado Freud ya recomendaba realizar un análisis
propio.
Para entrar en el terreno de la ética se debe concebir a la transferencia como un amor
genuino (artificialmente producido y resistencial) que no tiene en cuenta la persona del
analista sino que ese amor genuino al lugar del analista con lugar del saber. Es decir que el
analista no es amado ni por su persona ni porque efectivamente sepa, sino por ocupar el lugar
de articulación de los significantes inconscientes a ser analizados, es decir desanudados,
liberados durante la cura
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No hay otro Sujeto Supuesto Saber en el proceso analitico que el que se supone al
saber inconsciente. El amor de transferencia representa una forma de amor que procura un
partenaire que tiene posibilidades de responder.
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