Polemica Inauguracion

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LA POLEMICA INAUGURACION DEL SARMIENTO DE RODIN

Ana María Telesca

La ciudad de Buenos Aires tuvo el raro privilegio de ser una de las primeras ciudades del
mundo en emplazar en el espacio público un monumento del artista francés Auguste Rodin
que condujo a la escultura a las puertas de la modernidad.
La inauguración del Monumento a Sarmiento de Rodin fue el acto central de los festejos
del 25 de mayo de 1900.
“Batallador hasta en estatua…; aún en forma de estatua, enciende la lucha en su alrededor”
Así opinaba el articulista del diario El País, al día siguiente a la inauguración.

* * * *
Recordaremos muy brevemente la génesis de este monumento.
La noticia de la muerte de Sarmiento, ocurrida en Paraguay el 11 de septiembre de 1888,
llegó dos días después a Buenos Aires.
El 14 de septiembre, los directores de los principales diarios porteños, entre los que se
encontraban Bartolomé Mitre (La Nación), Martín Gainza (La Prensa) y Manuel Láinez (El
Diario) decidieron encabezar la suscripción para erigir un monumento a la memoria del
general Sarmiento, destacando el carácter “eminentemente popular” que debía tener dicha
suscripción.
Los promotores del monumento – Torcuato de Alvear, Aristóbulo del Valle, Lucio Vicente
López, Leandro Alem, Emilio Mitre, Bartolomé Mitre y Manuel Láinez, entre otros- serán
al mismo tiempo los hombres que encontrarán en la muerte de Sarmiento y su memoria la
oportunidad para manifestar su desacuerdo con el gobierno de Juárez Celman, encabezando
las manifestaciones que culminarán con las dramáticas jornadas del Noventa.
En lo relativo al Monumento se actuó con una celeridad asombrosa. Por las informaciones
que aparecen en los periódicos sabemos que en un mes se han crearon comisiones
provinciales recaudadoras de fondos en Salta, Jujuy, Tucumán, Córdoba, Catamarca, y en
el exterior, en Santiago, Montevideo y París…
Fue también a fines de septiembre de 1888 que se designó a Aristóbulo del Valle como
responsable de la Sub-Comisión Artística y se sugirió que el Monumento fuera emplazado
en el Parque Tres de Febrero, esa gran creación sarmientina.
Eduardo Schiaffino, al regresar de Europa en 1891 influyó en Aristóbulo para que el
Monumento le fuera encargado a Auguste Rodin.
El 30 de noviembre de 1895 se firmó el contrato por el que Rodin se aseguró legalmente
garantías para el pago de la obra que ascendía a 75.000 francos, y la no aceptación de
exigencias artísticas que provinieran de la Comisión.
En los cuatro años siguientes a la firma del contrato, Miguel Cané, fue el encargado de
velar por la realización del Monumento – Aristóbulo había muerto el 29 de enero de 1896-
estableciendo un conmovedor diálogo epistolar con el escultor.
Dijimos ya que el 25 de mayo de 1900 fue el día elegido para la inauguración.
Luego de un sobrio Tedeum, la actividad central de ese festejo cívico que los diarios
calificaron como “imponente”, “grandioso”, “el más grande de la historia del país…”, fue
el descubrimiento del Monumento

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Acto de inauguración del Sarmiento de Rodin. 11-09-1900.
Fotografía del Archivo General de la Nación.
Según la prensa, en Palermo se reunieron entre 70.000 y 100.000 personas. Desfilaron las
fuerzas del ejército de línea, la brigada de marina, la brigada de tierra y la guardia nacional.
Pronunciaron discursos el Presidente Roca, el Ministro Cané y el Embajador de Chile.

Acto de inauguración del Sarmiento de Rodin. 11-09-1900.


Fotografía del Archivo General de la Nación.

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Pero el gran entusiasmo manifestado por el público y la importancia que el gobierno asignó
al acto no se correspondió con la acogida que tuvo el Monumento.
En realidad, desde días atrás la opinión pública estaba siendo alertada por diferentes
artículos periodísticos.
El 15 de mayo Caras y Caretas publicó un artículo informativo con un tono aparentemente
objetivo, pero en el que se hicieron sutilmente comentarios adversos, y en el que además
aparecía ya el aspecto sobre el que se apoyaría toda la campaña contra el Monumento: la
falta del parecido físico.
“Es difícil algo más feo, vulgar, casi repulsivo, y por lo tanto menos parecido a
Sarmiento…; frente fugitiva, deprimida como la de un reptil, nariz pequeña y ondulada…”
decía La Nación en su edición del 27 de mayo.
Eduardo Schiaffino, Director del recientemente creado Museo Nacional de Bellas Artes, y
también desde las páginas de La Nación, fue el único que con un juicio lúcido hizo un
pormenorizado análisis plástico de la obra de Rodin, tratando de deslindar el Monumento
del personaje.
La campaña contra el Monumento alcanzó tanta violencia que fue necesario ponerle
custodia para evitar que se lo dañara, y hasta se pensó en levantar otro Monumento.
Durante los meses siguientes a la inauguración, la prensa periódica registró en sus páginas
distintas controversias, entre ellas la célebre polémica entre Eduardo Schiaffino y Paul
Groussac, el francés que fue durante cuarenta años Director de la Biblioteca Nacional.
Rodin, desde París, siguió atentamente el affaire Sarmiento que reprodujo en nuestros
pagos el affaire Balzac.
Fueron necesarios varios meses para que se fueran aplacando los ruidos de la polémica.

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De las múltiples voces que podríamos despertar para evocar el acontecimiento – Eduardo
Schiaffino, Paul Groussac, Julio Dormal, etc.,- vamos a acudir a las de Miguel Cané y
Rubén Darío.
* Carta de Miguel Cané a Augusto Rodin, fechada el 27 de mayo de 1900, y que se
conserva en el Archivo del Museo Rodin de París. (La traducción es nuestra)

Mi querido maestro:
La inauguración del Monumento a Sarmiento ha tenido lugar el 25 de Mayo y estamos aún
en plena batalla de opinión sobre vuestra obra de arte. Ante todo, no quiero ocultar mi
impresión desagradable, incluso mi decepción, cuando al hacer abrir la caja que contenía la
estatua, vi que no había agregado nada, ni suprimido nada, ni modificado nada de la figura
del Sarmiento. Pasé dos años suplicándole, usted sabe con qué insistencia, que le diera a los
rasgos y a la cabeza de Sarmiento todo el parecido posible con el original. El Señor
Pellegrini, antes y sobre todo después de mi partida le hizo el mismo pedido. Usted nos
prometió tener en cuenta nuestros razonamientos, que en el fondo no modificaban en nada
sus ideas generales sobre lo que debe ser un monumento conmemorativo. Yo le decía que le
diera al Sarmiento la posición que tenía en la cabeza, incluso más exagerada si quería y si
esa era su idea, pero al mismo tiempo le preguntaba en qué podía perjudicar a esta actitud el
hecho el hecho de que la cabeza de bronce de Sarmiento tuviera la misma forma que la que
tenía en carne y hueso, que los ojos tuvieran igualmente la misma forma, así como el

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peinado con los pocos cabellos que tenía. Usted prometió hacer esas modificaciones más de
una vez, pero no tuvo en cuenta ninguna de mis súplicas en ese sentido.
El resultado está aquí: en lugar de ser recibida con una aclamación unánime, porque
yo encuentro muy bella su obra, todos están desconcertados por la figura simiesca de
Sarmiento, su frente aplastada, sus pequeños ojos punzantes, mientras que él los tenía
redondos como los de los bueyes de que hablaba Homero; sus cabellos cayendo en la nuca,
mientras que él casi no tenía, etc., etc., etc….
¡Qué lamentable! ¡Y pensar que fue usted mismo quien no quiso, por razones que no
alcanzo a explicarme, acallar todas las objeciones contra su obra!...
Hubiera querido escribirle otra carta que ésta; usted conoce mi admiración y el afecto que
le tengo, pero al mismo tiempo recordar la leal franqueza con la que siempre le hice mis
observaciones… Créame siempre su afectísimo.” (Miguel Cané)

En junio de 1900 Rubén Darío recorrió en París el Pabellón Rodin en la plaza de l´Alma,
con motivo de la exposición Universal. Estas fueron sus impresiones:
“En cuanto al Sarmiento que ha despertado en Buenos Aires las mismas tempestades que
aquí el Balzac… se exponen varias fotografías. Conozco las distintas opiniones de la Prensa
argentina, los rudos mazazos del señor Groussac, los líricos y sutiles comentarios de
Eduardo Schiaffino y la necesidad de vigilancia policial para librar al monumento de la
indignación iconoclasta. No me ha ruborizado esto último: aquí se ha hablado de amenazas
semejantes, así sea por boca de humorista.
Los que han visto el Sarmiento, admiran la obra, sobre todo el pedestal, el Apolo. André
Veidaux dice de él en un reciente estudio “… es una cosa maravillosa de decoración, un
prodigio desconcertante de gracia olímpica y de brillante juventud. Espanta de arte este
efebo bañado de luz y belleza…” Opinión francesa. Ved ahora una inglesa, de Arthur
Symons “…siempre, en el mármol, en el menor boceto de barro, existe el éxtasis. A
menudo es un éxtasis perverso, a veces, como en la radiosa figura que abre de par en par las
puertas de las montañas sobre el pedestal de la estatua del general Sarmiento, es un puro
gozo…”
Ernst Lajeneusse, a quien he pedido su juicio sobre el particular me dice: “No es extraño
lo que ha pasado en…Buenos Aires, con el Sarmiento, pues en la mía, pasó hace ocho años
algo análogo. En 1892, Rodin ejecutó para una plaza de Nancy una estatua de Claude
Lorrain. La estatua pareció muy mala, y el pedestal pareció peor.
Las discusiones locales de la prensa envenenáronse poco a poco, y tanto defensores como
enemigos fueron poco hábiles, exaltando el sentimiento popular hasta conseguir que las
masas amenazaran destruir el monumento. El pedestal, sobre todo, desconcertó a mis
paisanos. Nadie sabía ver en el carro romano tirado por una cuadriga y conducido por Febo
un símbolo aplicable al genio de nuestro gran pintor de marinas.
Rodin quiso explicar su pensamiento diciendo que aquel carro era la representación de la
Luz triunfante. Ahora ha querido aplicar el mismo Febo, Apolo, a vuestro Sarmiento, quien,
según me lo pintáis, fue un gran educador y director de pueblos. Por mi parte, admiro a
Rodin como Clemenceau admira la Revolución Francesa, en bloc. Admiro en él lo claro y
lo oscuro, lo definido y lo indefinido, y también lo atormentado y lo que apenas es un
signo. No creo que haya otro modo de admirarle”.
Y el poeta Jean Moreas: “Querido poeta: no me interesa mucho ese asunto Rodin. Soy
amigo del estatuario, pero no me pasmo de admiración ante su obra. Rodin es un albañil

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(maçon) genial. Su talento es superior al de todos los otros escultores. Buenos Aires, y
cualquier ciudad, debe estar contenta de poseer un monumento firmado por él…
…Viendo el Pensamiento de Rodin, he pensado que más que Apolo, vencedor de las
tinieblas, habría quedado como un hermoso símbolo, en el pedestal de la estatua aquella
admirable obra maestra…
Recuerdo también algo que me refiriera en el taller de Víctor de Pol, en Buenos Aires, el
nieto del ilustre luchador: Augusto Belin Sarmiento. El grande hombre, alguna vez que se
hablara de su estatua delante de él-¡oh, él estaba seguro de ella!-, exclamó: ‘¿El mejor
monumento que se me podría levantar? Ir a la cordillera y arrancar un buen pedazo de
picacho andino, y traerlo a Buenos Aires y plantarlo en donde quisieran, en la piedra bruta,
en la roca viva, grabar: Sarmiento; y nada más.’ Y a fe que el gran original tenía razón.”
El texto de Rubén Darío proviene de Peregrinaciones. En: Obras Completas, Volumen III.
Madrid, Afrodisio Aguado, 1950-1955, pp.374-502, y no es citado cuando se escribe sobre
este Monumento. De ahí su inclusión.

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