Sexo y Raza
Sexo y Raza
Sexo y Raza
Sexo y Raza
lo largo de las investigaciones en
Sexo y Raza
www.avancso.org.gt nas un primer acercamiento y enfocan en aquello
que está en la base del mismo: el cuerpo como una “Más que un indio”
Ambivalencia racial y
construcción histórico social y, en el caso guatemal- multiculturalismo neoliberal en
teco, una construcción colonial que continúa defi- Guatemala
niendo el deseo. La vigencia de la aspiración a la
blancura o al blanqueamiento es quizá la expresión Las políticas del
más inmediata de esto. reconocimiento
Una mirada al quehacer sobre
racismo y discriminación en
Guatemala
No. 25
Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales en Guatemala
Los Textos para Debate recogen Otros libros que integran esta
resultados parciales generados a Colección:
lo largo de las investigaciones en
. 25
as Ciencias Sociales en Guatemala
Sexo y Raza
Analíticas de la blancura, el deseo
y la sexualidad en Guatemala
No. 25
254
Instituto AVANCSO
6ª. Avenida 2-30 zona 1, Ciudad de Guatemala
Teléfonos 2232-5651 y 2232-4947. Fax 2232-5841
www.avancso.org.gt
Presentación
v
En estudios anteriores, pero de manera particular en La
construcción de los significados de la identidad étnica, de géne-
ro y clase en Jocotán y Quetzaltenango, hemos encontrado la
permanencia en los conceptos populares de ideas y términos
referidos a la raza: el término raza en sí mismo, pero también
las concepciones de la sangre, la descendencia, la mejora ra-
cial, y otros. La investigación, cuyos primeros resultados pre-
sentamos ahora, nos permite proponer maneras de interpretar
esa permanencia y, así, contribuir a su análisis crítico.
Instituto AVANCSO
Enero de 2015
vi
Contenido
Introducción xi
“Casarse bien” 7
“Nieto canche” 11
“Racero/maxcuil” 14
Europeidad y blancura 17
Apellidos higienizantes 22
El otro culpable 26
Conclusiones 29
Bibliografía 32
Introducción 35
vii
Conclusión 101
Bibliografía 103
Bibliografía 136
D. El virus-palabra raza
Ángel Orellana 137
Bibliografía 169
viii
E. Nodrizas e infantes a finales del siglo XVIII:
biotanatopolítica de la lactancia
Marco Chivalán Carrillo 171
1. Introducción 172
2. A propósito de sexo, raza y naturaleza 177
3. La controversia: chichiguas, amas de leche o
nodrizas entre 1797 y 1799 181
4. Leche, senos, nodrizas. Entre monstruosidad
y vampirismo 187
5. Lenta administración de la muerte y gestión
protésica de la vida 194
6. Disputa por el fluido mamario, disputa
por la “verdad” 199
7. Derivaciones hipotéticas 201
8. A modo de conclusión 205
Bibliografía 209
F. Anexos 213
ix
Introducción
xi
y sociocultural del país. Los resultados de esa investigación
evidenciaron que los estudiantes reproducen diferentes formas
de identificarse con un discurso nacional de forma desvinculada
de los conocimientos sobre la complejidad que caracteriza la
realidad social en la que se encuentran inmersos. Es decir, esa
investigación sirvió para constatar que el sistema educativo
formal no funciona como un aparato de cohesión social e
ideológica que permita construir referentes de entendimiento
colectivo e incluyente articulados al proyecto de nación de
Guatemala. Esta constatación llevó a AVANCSO a formular
nuevas preguntas de investigación con el fin de conocer, de
manera integral, los procesos de producción de hegemonía
necesarios para generar la “viscosidad social” que articule las
realidades económica, política y sociocultural del país.
2
/ ¿Racismo en Guatemala? Abriendo el debate sobre un tema tabú (1999) y Racis-
mo en Guatemala: de lo políticamente correcto a la lucha antirracista (2004).
3
/ Guatemala, Una interpretación histórico-social (1970).
4
/ La Patria del Criollo. Interpretación de la realidad colonial guatemalteca. (1970).
xii
– Guatemala: Pluralidad, educación y relaciones de po-
der. Educación Intercultural en una sociedad étnicamente
dividida. Meike Heckt. 2004.
– El reto de no ser racista… ni víctima del racismo. Bases
para un trabajo pedagógico contra la discriminación y el
racismo. 2004.
– La construcción de los significados de la identidad étnica,
de género y clase en Jocotán y Quetzaltenango. 2007.
– “Más que un indio”. Ambivalencia racial y multicultura-
lismo neoliberal en Guatemala. Charles R. Hale. 2007.
– Las políticas del reconocimiento. Una mirada al quehacer
sobre racismo y discriminación en Guatemala. 2008.
A pesar de que el tema ha pasado relativamente a formar
parte del debate público, este no se agota con las perspecti-
vas exploradas. De esta cuenta, el Equipo de estudios sobre
los Imaginarios Sociales en Guatemala, como producto de
sus debates internos, identificó un vacío en el abordaje del
racismo en Guatemala. Este consiste en la articulación del
racismo con otros vectores de poder, específicamente con la
construcción de las identidades sexuales.
xiii
como un referente ideológico de predeterminaciones sociales
que es interiorizado por los grupos subalternos en Guatemala.
xiv
unos ensayos amplían lo dicho en otros, mientras que otros
se focalizan más en un punto o sentido determinado.
xv
el fenómeno de la constitución de la subjetividad colonizada.
La preocupación que articula la narración es lo que él llama
la colonización de la potencia y la subjetividad, que produce
cuerpos cautivos. En ese sentido, la raza constituye una
prisión y una suerte de anclaje a través del cual el deseo se
dispone en función del mejoramiento racial.
xvi
“Paradójicamente”, esta historia política de la nodriza y de
los infantes también nos aproxima a registrar una historia de
la resistencia por la sobrevivencia de los infantes-indios. Es
decir, una historia de las técnicas de sobrevivencia como la
gestión colectiva de la leche de las indias que quedaban en el
pueblo de Jocotenango.
xvii
A. Dispositivo Sexo-Raza y poder disciplinar:
construcción de cuadros vivos
Andrea Tock
1
/ “Los sujetos desde que vienen al mundo forman parte de un mundo de la vida
determinado. Este es un mundo de sentido y significado compartido construido y
reconstruido por el lenguaje y la comunicación. Por aparte, el mismo es afectado y
determinado por una estructura sistémica que debe institucionalizarse en la vida
diaria de los sujetos para poder reproducirse. En este sentido, las instituciones son
los medios por los cuales dicho sistema logra ‘anclarse’ en el mundo de la vida”
(Avancso, 2006: 94).
2
/ Equipo de Imaginarios Sociales (EIS) de Avancso.
3
/ La conformación de los grupos de estudiantes, las universidades elegidas y la
metodología que se usó, se describen en el Anexo 1.
1
para decir que una realidad comunicativa o conversacional
es, entonces, un intercambio de imágenes significativas
materializadas en actos de habla, en tanto actos enunciativos;
es decir, como enunciados.
2
más comprensible cómo funciona el sistema de normas que
el Dispositivo Sexo-Raza despliega.
3
a los cuerpos para que puedan responder a los procesos del
mismo cálculo. Esta primera gran operación de la disciplina
y del cálculo “es, pues, la constitución de cuadros vivos que
transforman las multitudes confusas, inútiles o peligrosas, en
multiplicidades ordenadas” (2005: 152).
4
lugares en una clasificación, que hacen un intervalo en una se-
rie de intervalos que se pueden recorrer unos después de otros,
formando los rangos de los cuadros vivos que son las imágenes
con sentido. El régimen disciplinar “individualiza los cuerpos
por una localización que no los implanta, pero los distribuye y
los hace circular en un sistema de relaciones” (2005: 149).
5
necesita de alguien que obligue, ya que él mismo produce la
referencia que le permite seguir funcionando y llevando a
cabo procesos disciplinarios que viabilicen una experiencia
de mejoramiento racial.
6
paso a la construcción de una visión teórica que la pueda
explicar.
7
negros, que son de una clase social inferior o que son rurales
y sin estudios.
8
de invitados. El “buen casamiento” de alguien de la familia
es motivo de orgullo y de realización colectiva, ya que se está
mejorando el estatus de todo un grupo, no solo de la persona
que se une en matrimonio.
9
la pareja “repulsiva” se ve resignada a aceptar un constante
desprecio por parte de la familia.
10
Los estímulos presentes en la imagen “casarse bien” son
los que mueven a los cuerpos a realizar alianzas matrimonia-
les que satisfagan los requerimientos del cálculo familiar. La
pareja “bien” lo es en la medida que, gracias a ella, se pueda
tener acceso a la serie de sanciones positivas que las familias
otorgan a los cuerpos que siguen el cálculo familiar. En otras
palabras, las personas no se casan con una persona blanca
extranjera, por ejemplo, solo por ser blanca extranjera, sino
también por el reconocimiento y premios que esto conlleva.
En este punto, se puede observar una interesante simbiosis
entre las alianzas matrimoniales, con ciertas proyecciones
sobre capitales sociales/económicos/culturales.
11
cabello oscuros; rasgos que deben mejorarse. El hecho que la
hija se casara con un blanco extranjero supondría la consecu-
ción del anhelo familiar.
12
el mismo. Al momento que nace el segundo niño y ven que
cumple con los requisitos de blancura, la mujer se alegra e
inmediatamente el segundo nieto se convierte en su favorito.
13
la descendencia es blanca asegura prestigio para la familia,
así como un escalón más alto dentro de la jerarquía social.
14
deseos de mejoramiento racial en un solo cuerpo que posee
las características físicas deseadas por todos. Ya no es solo
una familia la que busca la compostura, sino toda una comu-
nidad la que atribuye al “racero” características mesiánicas.
15
El padre de la muchacha, al conocer a la pareja de su hija
y comprobar que este posee los rasgos que se le atribuyen
al “maxcuil”, ve peligrar el cálculo familiar sobre el mejo-
ramiento racial. Los “maxcuiles” degeneran la raza y si la
hija no observa el régimen disciplinario y los estímulos de
la imagen dejan de funcionar sobre ella, asumiendo “la de-
generación” como algo irrelevante, el poder disciplinar se ve
obligado a implementar otro tipo de acciones para asegurarse
el cumplimiento del cálculo familiar.
16
el “maxcuil”, por ejemplo, deviene de una ideología sexual
específica. De acuerdo a Joane Nagel (2003), las ideologías se-
xuales de muchos grupos definen a miembros de otras clases
sociales o de otras etnicidades como sexualmente diferentes,
usualmente inferiores; estos “otros” pueden ser vistos como
“sobresexuales, subsexuales, pervertidos o peligrosos”.
17
En esta imagen, los participantes identifican diferentes ele-
mentos, mediante su narrativa, acerca de por qué la blancura
es un atributo deseado, que pareciera ser, si no el móvil,
al menos una pieza crucial en el engranaje del Dispositivo
Sexo-Raza; una pieza que sirve como horizonte hacia el cual
el régimen disciplinar empuja a los cuerpos.
18
blancura es la característica principal de las personas euro-
peas, convirtiendo así a Europa en el lugar deseado, en donde
se encuentra la cima de la mejoría y vitalización racial.
19
occidental se impone como la cultura, haciendo de Europa el
centro de este sistema mundial e instaurando así un sistema
eurocéntrico que se extiende a lo largo del mundo, especial-
mente en los territorios colonizados por países europeos.
20
El hecho de que provinieran de países desarrollados con
población predominantemente blanca, provoca en los estu-
diantes un cambio de actitud respecto a su educación. Se
observa, entonces, cómo el eurocentrismo opera en personas
que han sido educadas bajo su hegemonía, naturalizando las
ideas de superioridad europea.
21
Cuando estos cuerpos no poseen la blancura, parecería que
no podrían obtener la europeidad y lo que esta conlleva en
cuanto a atractivo físico y capacidad intelectual. Sin embar-
go, existen otros elementos que pueden servir a los cuerpos
para denotar una mejoría racial sobre los demás cuerpos no
blancos. Uno de estos elementos, que se repitió varias veces
en las discusiones en grupo, es la importancia del origen del
apellido familiar y de esto se identifica una cuarta imagen
disciplinada.
Apellidos higienizantes
22
En las narrativas de esta imagen, pueden distinguirse dos
sitios de identificación de los cuerpos según el apellido que
posean. La primera identificación se hace desde la cercanía
a los apellidos “higienizantes”, mientras que la segunda se
hace desde la lejanía a esos apellidos y la cercanía con los
apellidos “sucios”.
23
Aunque los apellidos patronímicos como “Pérez”, “Gonzá-
lez”, “Fernández”, entre otros, son de ascendencia europea, al
ser muy comunes, no denotan un pasado ilustre. Un apellido
se considera más europeo si es de ascendencia diferente a la
española. Sin embargo, apellidos españoles menos comunes,
especialmente los vascos, son considerados también apelli-
dos higienizantes.
24
Si hemos de suponer que los indígenas son representados
socialmente como la ‘gran servidumbre’, pues cae por su
propio peso que dichas imágenes no pueden darse si no están
representadas paralelamente, consciente o inconscientemente,
las imágenes del ‘gran patrón’. […] Ahora bien, las imágenes
del ‘gran patrón’ son imágenes que representan la genealogía
del apellido, la endogamia y la herencia familiar, la “pureza de
la sangre” como forma de ejercer poder de dominación en tanto
derecho hereditario, etc., y que son en el fondo, imágenes cuya
función social es forjar una demarcación con las imágenes de
la “gran servidumbre. Así, inevitablemente emergen [los nom-
bres] del finquero cafetalero-azucarero de origen europeo; en
consecuencia, el gran patrón resulta ser la expresión [nominal]
del simbolismo del Blanco […] Entonces, [los apellidos] en el
‘orden finca’ son la forma más instituida del orden social que la
Blancura ha imaginado en Guatemala (AVANCSO, 2006: 194).
25
El otro culpable: inversión antiluciférica
26
sino también una justificación del tipo “los cuerpos indígenas
sí son inferiores”.
27
Al cuerpo indígena se le atribuyeron características sobre
su temperamento, conducta y físico que buscaban justificar
su ordenación inferior en la jerarquía. De esta forma, al
Dispositivo Sexo-Raza se le facilita el cálculo que el régimen
disciplinar debe realizar. La disciplina busca fomentar en
los cuerpos indígenas, una actitud ascética. Estos cuerpos
se deben asumir a sí mismos como inferiores, y por lo tanto
volverse deterministas en cuanto a sus capacidades de mo-
vilización dentro del ordenamiento celular, dispuesto por el
cálculo social.
28
le despoja su corporeidad y lo convierte en “la imagen del
mal absoluto, para hacerlo parecer como un monstruo que es
necesario destruir” (1998:137). El indígena, al ser el culpable,
debe ser exterminado; al ser convertido en un monstruo, deja
de ser una víctima.
Conclusiones
29
que deben ser paulatinamente –o súbitamente, como en el
caso de genocidio– exterminados.
30
los sujetos en cuerpos dóciles reproductores de la lógica
eurocentrista.11/
31
Articulando a Butler con lo expuesto a través de las imá-
genes disciplinadas, se observa cómo los cuadros vivos de
los que habla Foucault, transforman las multitudes confusas,
inútiles o peligrosas, en multiplicidades ordenadas, haciendo
a los cuerpos dóciles dentro de los mismos. Sin embargo, al
momento que la docilidad comienza a perderse y los sujetos
empiezan a salirse de los cuadros vivos dispuestos para ellos,
se convierten en vidas que no son vidas, ya que al no confor-
marse a ciertas concepciones de lo que es la vida, dejan de ser
inteligibles como tales.
Bibliografía
32
Córdova, Matías (1796). Utilidades de que todos los indios y
ladinos se vistan y calcen a la española y medios de conse-
guirlo sin violencia, coacción ni mandato. Guatemala (spi).
33
B. Ontología de la raza y el racismo S&M
Alejandro Flores
Introducción
35
relación sexo-raza puede considerarse como un horizonte de
producción de inteligibilidad efectivo, no tanto en la repre-
sentación de ciertos aspectos característicos de la realidad
social guatemalteca, mas sí en la producción de esa realidad.
Esa ontología, sin embargo, no ha de entenderse como una
“totalidad” fenoménica, sino como una estructura simbólica
correlativa a un fenómeno parcial articulado por la produc-
ción de lo que hemos denominado “deseo por la blancura”.
36
El ensayo está dividido en cuatro partes. En la primera
despliego la pregunta de investigación y clarifico las nociones
teóricas con las que trabajaré el resto del texto. Pongo un espe-
cial énfasis en la reformulación de la noción de “racismo sádi-
co-masoquista”, que formulé hace ya algunos años en un texto
aún sin publicar que se llama “Para una analítica del racismo en
Guatemala”. Tanto en términos teóricos, como de formulación
del problema, hay una gran distancia entre lo que proponía en
ese momento y lo que propongo a continuación. Considero sin
embargo que la noción de sadismo-masoquista, en el sentido
que da Deleuze al término en Lo Frío y lo Cruel, sirve para com-
prender bien la inmanencia del deseo por la blancura y el cuer-
po en el mundo de la vida colonial. Desde la perspectiva de esa
inmanencia, en la que el cuerpo es disposición a la blancura, es
que se comprenderá la noción de racismo en este texto.
37
Dedico la tercera parte a entender cómo las imágenes
de castas son la más prolongada manifestación de los
mecanismos que han conducido a la producción del cuerpo
que he mencionado arriba. En ese sentido, considero que las
imágenes de casta muestran de forma bastante clara cómo se
produce el régimen de cuerpos que es constituido por la ima-
gen del cuerpo blanco. Así mismo, establezco algunas hipó-
tesis de cómo este régimen de cuerpos puede comprenderse
ya como una economía del sexo y la raza. En esa economía, la
blancura funge como un “valor de intercambio” que va más
allá de la reproducción de un régimen de parentesco. La blan-
cura, el intercambio de mujeres, la producción y reproducción
de una estética de castas, se inscribe en la inmanencia de ese
mismo régimen de cuerpos constituido por la relación sexo
y raza. Considero que el régimen de cuerpos es posible solo
con el aparecimiento del “cuerpo blanco”, quintaesencia de
la colonialidad, que introduce la idea de la raza, por un lado,
pero también la idea del mejoramiento racial por la vía del
sexo, por otro lado. En tal sentido, será fundamental para la
comprensión de ese apartado, visualizar que este mecanismo
se proyecta hacia las élites de “españoles recién llegados” y
“criollos”, a lo largo de los tres siglos de dominio español. En
otras palabras, la funcionalidad de la tensión entre el sexo y
la raza, es decir, la sobredeterminación de la blancura, se ar-
ticula en una estrategia que no pretende exceder las fronteras
de los grupos dominantes. Nunca se pensó en la generación
de un consenso que excediera a quienes vivían bajo la ilusión
de “ser blancos”, en tanto la blancura, más que promover he-
gemonía, imitación o consenso, era parte de una economía de
poder basada en la diferencia, la dominación y la violencia.
38
de agenciamiento del deseo en el plano del fortalecimiento
del régimen de cuerpos. En ese sentido, la mirada del cuerpo
blanco ahora se dirige al mantenimiento y mejoramiento ya
no solo de la raza del “uno” que articula a la “élite”, sino del
cuerpo del otro. Desde finales del siglo XVIII, inicia a aparecer
una nueva racionalidad de poder que busca que las “clases
subalternas” interioricen el ideal de la blancura. El punto
central de esta “estrategia de poder” está ahora, opuestamente
a lo que había sucedido en siglos anteriores, basado en un
mecanismo que pretende estimular el “roce” y con ello la “mí-
mesis” (en el sentido de Girard) y el deseo mimético. Desde
el siglo XIX se produce un giro en lo que he denominado la
ontología de la raza, ya que ahora se produce una preocupa-
ción por diseminar lo que por 300 años se había reservado a
la “burguesía”: la blancura como vehículo de mejoramiento.
39
Ontología: raza, identidad y despolitización
40
es imposible acceder al cuerpo blanco por múltiples razones.
Este cuerpo sádico-masoquista no-blanco representa el anhelo
por la imposibilidad de la blancura del sujeto colonizado: es
un cuerpo que al encontrar su rostro en el reflejo del espejo ve
la imagen de todo lo que no debería ser, de lo que ha aprendido
a despreciar en el proceso colonial de socialización: un cuerpo
no blanco, no europeo, feo, degenerado, violento, salvaje,
irracional, haragán, incivilizado.
41
cuerpo es imposible sin la raza: la ontología no puede existir
entonces solo como raza, ni solo como cuerpo, sino como
una tensión molar que pretende pulverizar lo molecular, lo
múltiple, lo otro.
42
una función normalizadora y reguladora de la diferencia.
Una diferencia a la que en adelante le era demandado dejar
de ocupar el espacio negativo de la otredad, para auto-
inscribirse positivamente en el espacio de la unidad política
multicultural, nacional, democrática. (Unidad que sería
levemente matizada en el entramado de la ontología de la
identidad, el libre mercado y las políticas de reconocimien-
to). En otras palabras, la otredad fue reducida a la cultura
en tanto era necesario diseminar su acervo esencialista en el
discurso político, para convertirse en una forma de cosa-de-
la-nación y para-la-nación, que prometía armonización de las
alteridades, el desvanecimiento del desacuerdo e impulsaría
el desarrollo del país en todos los sentidos.
43
embargo la eliminación de la (ontología de la) raza, menos
del racismo y sus efectos. Ya no se hablaba de raza, sino de
exclusión étnica y se asumía muy a menudo que la raza en sí
no era un constructo de la cultura. Es decir, no se reconocía
que la cultura antecedía a la raza o que la raza es en sí nada
más que cultura. La ontología de la identidad y sus preten-
siones de producir las condiciones de posibilidad para crear
un consenso multicultural con pretensiones de hegemonía
se “montó” sobre la ontología de la raza, en una especie de
mampostería del discurso que supuestamente diseccionaba
lo biológico de lo cultural, suponiendo que la raza era algo
más allá de la ontología y la cultura era algo meramente onto-
lógico.1/ Ya que la raza no se encuentra fuera de la ontología,
1
/ Uno de los argumentos más comunes ha sido proponer que en la actualidad ya
no es prudente hablar de raza, debido a la relación negativa de esta noción con el
positivismo racialista de los siglos XIX y XX, el fascismo y el nacismo. Otro argu-
mento común es que no hay que hablar de raza porque biológicamente la raza no
existe y que hay que demostrar la “falsedad” de su significado. Estas perspectivas
presentan algunos problemas epistemológicos y políticos fundamentales. Ambos
asumen una separación entre la realidad social y la realidad natural, que finalmente
relacionan con la noción de lo humano y lo biológico. Esta tradición de separar lo
“natural” de lo “social” reinscribe la preconcepción de que existen predisposiciones
de lo natural en lo social, cuando muy probablemente lo que sucede es lo contrario.
Por ejemplo, cuando un primatólogo estudia el comportamiento agresivo de un
chimpancé macho, lo que hace es atribuirle una construcción social “humana” a
un ser no-humano. No podemos decir que el comportamiento de un chimpancé
macho sea agresivo o no, simplemente podemos afirmar que el comportamiento de
ese chimpancé es similar a la agresividad humana. Sin embargo, el establecimiento
de similitudes desde lo biológico a lo social, entre primates y fenotipos humanos
(lo que el positivismo ha denominado razas) no es otra cosa, sino racismo. Por
ejemplo, comparar grupos humanos con primates para encontrar la “causalidad”
del comportamiento agresivo de cualquiera de ambos. Mi punto es que ese enfoque,
al pretender dejar de usar las categorías debido a que la biología no lo comprueba,
no hace más que reinscribir lo que pretende cuestionar, ya que la condición de
posibilidad de racismo se encuentra en buena medida en un sistema epistemológico
que presume que las predisposiciones de lo social se encuentran en la naturaleza.
Pero más allá, el problema de fondo para buena parte de la academia contemporánea
consiste en que la noción de raza excede los límites de la ontología de la identidad y
el multiculturalismo, por lo que la noción resulta molesta ya que, además de evocar
“fantasmas” de un tiempo que provoca escozor, imposibilita la generación de los
espacios de consenso (despolitización) que demanda el liberalismo político. De he-
cho ni las razas, ni el racismo pueden existir más allá de lo social, y en ese sentido,
no pueden ser entendidas sino como entramados de poder que se han forjado como
ontologías determinadas.
44
muchos de los binarios racistas que habían sido creados en
la Colonia, que fueron reinstituidos con el liberalismo en los
siglos XIX y XX, siguieron siendo eficaces para el sosteni-
miento de una estructura racial derivada de la “supremacía
blanca” (del cuerpo blanco, para ser más exactos). En la
época del multiculturalismo, si bien el Estado y los medios
de comunicación iniciaron a ser más cuidadosos en el uso
del lenguaje y la presentación del discurso, la ontología de
la raza no dejó de ser parte constituyente del mundo de la
vida cotidiana de muchos guatemaltecos que “necesitaban”
del establecimiento de jerarquías que eran solamente posi-
bles si la raza permanecía como un factor estructurante de la
“realidad”. Jerarquías raciales que les permitirían mantener
el privilegio que esas distinciones brindaban (Hale, 2009) en
un horizonte de inteligibilidad que no se vio afectado con el
aparecimiento del multiculturalismo.
45
al disenso, solo hay política donde hay desacuerdo, donde
hay negación y choque de fuerzas. Al desaparecer el disenso
se produce la despolitización, que se da regularmente de la
mano de que lo que Ranciere denomina como “policía” que es
quien se encarga de hacer una redistribución de lo sensible.
En este caso, lo que vemos es que con la sustitución de la raza
por la etnia y la cultura, lo sensible se redistribuye en función
de reducir paulatinamente el disenso y, con ello, se fomenta
la despolitización de la sociedad. No es que la raza haya ofre-
cido un camino para politizar a la sociedad. Por el contrario,
la raza fue un mecanismo (policíaco) de despolitización y
redistribución de lo sensible que apareció durante la Colonia
y se reinstituyó en los últimos 200 años de vida “republi-
cana”. Lo que hizo la ontología de la identidad fue generar
otro mecanismo que apuntaba a la despolitización mediante
la supresión del disenso. De ahí que sea tan curioso constatar
cómo el consenso actualmente excluye a aquellos que son
señalados de ser demasiado politizados, especialmente si
estos provienen de posiciones de subalternidad (como los
indígenas o ladinos pobres) que buscan encontrarle expli-
caciones estructurales a las formas de violencia que sufren
en la vida cotidiana.2/ Se pueden identificar allí espacios de
disenso que son inmediatamente reordenados, en función de
que sean percibidos como “terroristas” o “asociales”. Es decir,
a pesar de su relevancia para la política, el “consenso” busca
la despolitización del otro o, más ampliamente, de lo Otro.
46
tales como la inteligencia, la superioridad, la belleza, la téc-
nica, etcétera. Mientras que al “otro” existente en el “mundo
salvaje” se le consideraba como alguien predispuesto a la
“inferioridad”, la “rusticidad”, la “brutalidad”, el servilismo,
entre otras cosas.
47
que establecían procesos de despolitización, eliminación
de la disidencia y creación de consenso. La estructura de
inteligibilidad entre lo adulto, lo civilizado, lo superior, lo
progresista versus lo infantil, lo incivilizado, lo inferior y lo
retrógrado, se mantiene en la ontología de la identidad que da
vida al neoliberalismo multicultural contemporáneo. Lo más
común es que quienes no entren en el espacio de consenso,
quienes no se hayan “despolitizado, serán quienes sufran los
efectos de ese dispositivo clasificatorio no solo como el efecto
de la “policía” (en el sentido de Ranciere) que redistribuye
el afecto y lo sensible, sino de la violencia que ha llegado
al punto de genocidio en casos como el de los ixiles. De he-
cho, sí se produce una redistribución del afecto, pero en el
espacio en el que el consenso domina. Allí se puede generar
una jerarquización de la empatía por la muerte, en donde la
muerte de uno (por ejemplo el caso Rosenberg) es mucho más
trágica que la muerte del otro (como en el caso de los ixiles
y el genocidio). De ahí que los discursos sobre el terrorismo
puedan ser utilizados en la actualidad contra todo aquel
disidente, aquel que no entra en el espacio de consenso.
I.
48
considero necesario elaborar algunas aclaraciones sobre
el enfoque teórico que se está proponiendo. La teoría de
imaginarios sociales (por lo menos aquella que se deriva del
debate que hemos sostenido en Avancso en los últimos años)
no se enfoca únicamente en la idea de la representación,
institución o sentido. Si podemos comprender la ontología
como un horizonte de inteligibilidad, los imaginarios pueden
entenderse como imágenes performáticas que conllevan una
producción política del cuerpo. Cuerpo que ha quedado ins-
crito en el escenario específico de la colonialidad y que está
compuesto por relaciones de fuerzas ubicadas en imágenes
raciales constitutivas e intensificadoras de una especie de en-
tramado epidérmico-simbólico. El cuerpo (racializado) es el
producto de una serie de tensiones entre imágenes, colectivi-
dades y narrativas inscritas en la clausura histórica y política
determinada, de forma diagramática, por el “espectro” de la
experiencia colonial, es decir, es el resultado de un horizonte
racial de inteligibilidad. Al encontrarse estas imágenes inscri-
tas en la producción del cuerpo, además de mostrarse como
representaciones y actos miméticos,3/ pueden comprenderse
como nodos constituidos y constituyentes del flujo de poder,
del campo multiplicador de fuerzas sociales, concentradas en
el cuerpo colonizado. Fuerzas sociales que emanan y circulan
como interacciones entre instituciones normalizadoras de la
subjetividad, el deseo, el control, la disciplina y la violencia.
49
entendidos como “vehículos” de “encarnación” o “incorpora-
ción” de la inteligibilidad que produce la raza. Memoria y ol-
vido son, en este sentido, elementos articulados e indivisibles
que performan tanto el cuerpo individual como el del grupo.4/
En otras palabras, el cuerpo como hábito, como mímesis y
deseo no encarna la historia, sino memorias olvidadas, fantas-
mas pre-ónticos de colonialidad en la raza y sexo.
50
performa concretamente los cuerpos. Considero que, más allá
de una razón meramente económica (insisto, no niego que
pueda existir, pero el fenómeno va más allá), el racismo ha
formado las estructuras sociales fundamentales del mundo
colonizado, al ser co-constitutivo de una ontología de la raza.
Raza y sexo
51
jerarquía sociorracial al aparentemente monopolizar la blan-
cura (Casaús, 2010) –análisis que no ha dejado de ser impor-
tantísimo–, sino de un proceso más acústico, reverberante,
que resuena en la constitución de la subjetividad, en mayor
o menor medida, de todo aquel cuerpo (racializado) que ha
sido producido en el marco de esta performática de cuerpos
colonizados, que ha quedado clausurado en la ontología de
la raza. Esa es la tensión que se produce entre sexo y raza: es
–recuperando nuevamente el pensamiento de Fannon– una
tensión que explica por qué el blanqueamiento –y especí-
ficamente las imágenes del blanqueamiento de las que ya
habla González Ponciano en el texto De la Patria del Criollo
a la Patria del Shumo (2005)– resulta medular para generar
cuerpos que son tanto objetos como sujetos del racismo.
52
colonial de emancipación de la degenerante raza no-blanca
(negra, india, etcétera) que contamina cada célula del cuerpo
colonial; raza aborrecible que fluye vergonzosamente por la
sangre del cuerpo del colonizado, de todo aquel que habita la
ontología de la raza (primordialmente de criollos).
53
hecha cuerpo. Es una tensión que define la existencia en la
colonialidad, la irrepresentabilidad del real lacaniano que
antecede al deseo.
54
relación sexo-raza consiste en lo siguiente: por un lado,
existe como relación naturalizada, como una dimensión de
objetivación y clasificación de las alteridades en la contin-
gencia epistémica de las disciplinas sociales. Dimensión en
la que se han estabilizado no solo las subjetividades sino
también los cuerpos mediante una serie de artilugios teóricos
que presumen la existencia de un mundo gramaticalmente/
discursivamente unificado e indistinto –por lo menos en
términos de identidades sociales–, en el cual son concreti-
zados problemas propios de las “democracias modernas”,
que han de ser “resueltos” mediante la aplicación de tecno-
logías que las ciencias políticas liberales (por ejemplo) han
creado en los últimos 50 años como referentes normativos
universales: políticas de reconocimiento, acciones positivas,
democracias raciales, entre otras cosas.6/ A esta dimensión
pertenece, a mi parecer, el espectro del discurso del método
científico moderno que han usado la antropología, la sociolo-
gía y la historia desde el siglo XIX para introducir al Otro en
la “matriz civilizatoria” (Dussel).
55
se deja ver como aquel expulsado del paraíso precolonial (al que
aspira siempre la reacción esencialista) ya que esa imaginación
es de por sí derivada de la contingencia colonial.7/ El cuerpo
como identidad, es aquel que habita la cesura, la imposibilidad
precolonial en donde la paradoja del reconocimiento se muestra,
nuevamente, como el deseo de la imposibilidad de la blancura.
El cuerpo es exceso, silencio, locura, violencia, distopia. En
ese sentido, la contingencia del sujeto es el cuerpo performa-
do en el escenario colonial. Un cuerpo que ha sido moldeado
por la imposibilidad constitutiva del sujeto trascendental, por
la hipérbole de un ayer y un mañana excesivos, imposibles e
irrelevantes. En otras palabras, la hipérbole colonial, en tanto
constitutiva del cuerpo, no es exterior, sino es el cuerpo mismo:
es la herida, el trauma, la memoria y el olvido.
II.
56
alguno de los elementos de lo que he denominado racismo
sádico-masoquista. Las imágenes creadas en textos canónicos
de la literatura guatemalteca reciente pueden ser un punto de
partida interesante. Desde hace años he querido releer a Luis
de Lión (1996) para comprender no solamente una de las for-
mas como más recientemente ha sido estetizada la anatomía
del deseo de la raza, sino para tratar de escudriñar los fantas-
mas que encarnan los cuerpos colonizados de Guatemala. El
objetivo de este apartado, más que resolver cualquier duda,
es tratar de mostrar las características más generales de la
confluencia entre sexo y raza en el cuerpo colonizado, y bus-
car los remanentes de la ontología de la raza en una narrativa
que ha capturado y condensado las imágenes que conciernen
a esta investigación.
57
¿Qué no es este pasaje (y la novela en general) parte del
archivo que nos muestra el repertorio de prácticas que, de
algún modo, han configurado el mundo de la vida colonizada?
¿Qué muestran las imágenes de una mujer morena que veía el
mundo por las canillas y que tenía el cuerpo lleno de pájaros?
¿Qué significa esa extraña doble corporeidad, de una virgen
de iglesia, blanca, de madera y que también era una virgen de
carne, morena y puta? ¿Qué nos dice un cuerpo lleno de pája-
ros, que resiste la violencia de los hombres que se embrocaban
encima de ella y convertían en jaulas sus manos para violarla?
¿Qué es la cara, las cejas, la nariz, las chiches, la boca, la carne,
los huesos para un cuerpo masculino que goza de la violencia
infligida a un cuerpo femenino que es blanco y de madera
al tiempo de que es moreno y de carne? ¿No vemos en esta
imagen el exceso de la violencia colonial y su efecto molar en
un cuerpo que es triturado por la ontología de la raza, la matriz
del deseo sexual y la blancura? ¿Y no estaríamos proponiendo
entonces que la violencia sexual es constitutiva de la ontología
de la raza y que la condición de existencia del colonizado se
encuentra antecedida por una especie de sadismo racial encar-
nado en la violación de la mujer morena; en el desplazamiento
de una blancura de madera y porcelana a la no-blancura de
la carne morena? La fantasía de la blancura representa un
deseo imposible de goce (como cualquier deseo). El exceso de
indianidad y la carencia de blancura operan en el espacio de
las fantasías, en donde el objeto del deseo funciona como tal
únicamente en la medida que para el sujeto es imposible de
acceder al goce que este representa. ¿Podríamos entonces asu-
mir que una de las características molares de esta ontología de
la raza está definida por la intensidad desbordada, sádica, de
un cuerpo masculino violento y misógino que es permanente-
mente tensionado por el goce imposible de la blancura? ¿Una
imposibilidad, un exceso, que se traduce en el sufrimiento
femenino de la mujer morena?
…y ni modo, era sabroso, riquísimo gozar seguido ese rito lacri-
moso con que ella recibía a los hombres, los hacía soñar como
58
si en verdad estuvieran con la auténtica Virgen de Concepción,
aunque quienes lo cuentan no lo digan. Indios al fin (p. 13).8/
59
una imagen consagrada no solo por la religión, sino por la
blancura de su sexo: además de ser una estatua de iglesia era
una virgen sin chiches y sin mirada entre las canillas, sin va-
gina y sin placer. Una mujer imposible de poseer como carne.
De ahí que el doble exceso no es exterior al sexo no-blanco,
sino contingente a la herida colonial, que se reinscribe en el
cuerpo como de deseo de lo que es y lo que se quiere tener:
Lo cierto es que cuando menos lo esperaban todos –hombres y
mujeres– del rancho maldito donde de noche le hacían compa-
ñía, además de hombres, ratas, cucarachas, grillos, alacranes,
pulgas, etc. y un señor de San Felipe todo viejo y borroso en
su cuadro, ella pasó a vivir a la casa que era como la segunda
iglesia, la casa blanca.
60
un lado o se regresaban o no le hablaban haciéndose los desen-
tendidos, los que iban pensando en otras cosas. Tenían miedo
de que la negrura que había invadido a él, a su cama y a su casa
también los invadiera a ellos, y, aunque tuvieran necesidad, ya
nadie llegó a su casa, no tanto porque habiendo ya para quien
su dinero y su maíz y sus flores no les daría nada, sino porque
su blancura era negra (p. 14).
61
establecer una relación sexual con la blancura de la Virgen de
Concepción. El doble exceso es una aporía, en consecuencia
que es efectiva únicamente en términos de su imposibilidad.
62
III.
63
(De Certeau, 1984). De la misma forma, esta máquina no se
ocupa de producir categorías étnicas o identidades, sino que
disemina cuerpos racialmente formados a través de ellas.
Para comprender el porqué de esto, será necesario ahondar
en una genealogía de la forma y la imagen que nos brinde
algunas pistas sobre la producción de cuerpos en el escenario
colonial.
64
El mestizaje cumplía una función importante a lo largo del
período colonial. Esta función no era, sin embargo, la de pro-
mover una raza unificadora que borrara las diferencias sociales
y permitiera posicionar
el mundo colonizado en Clasificación de castas elaborada
una relación de igualdad por Andrés de Islas en 1774
o superioridad ante las
nacientes naciones euro- 1. De Español e India, nace
peas. Todo lo contrario, Mestizo
las gradaciones del mes- 2. De Español y Mestiza, nace
tizaje que reflejaban las Castizo
imágenes de castas eran 3. De Castizo y Española, nace
instrumentos efectivos Española
en la estructuración je- 4. De Español y Negra, nace
rárquica de la sociedad. Mulata
Estructuración que 5. De Español y Mulata, nace
siempre dependía de la Morisco
distinción de cualquier 6. De Español y Morisca, nace
alteridad epidérmica Albino
ante la blancura. De 7. De Español y Albina, nace
tal cuenta, el mundo Torna atrás
social era un escenario 8. De Indio y Negra, nace Lobo
diagramado por mapas 9. De Indio y Mestiza, nace
corporales, sistemas de Coyote
coordenadas basados en 10. De Lobo y Negra, nace Chino
la idea del poder de la 11. De Chino e India, nace
sangre (específicamente Cambujo
de la superioridad de la 12. De Cambujo e India, nace
sangre blanca), mediante Tente en el aire
los cuales era posible 13. De Tente en el aire y Mulata,
identificar intensidades nace Albarazado
sociales específicas, 14. De Albarazado e India, nace
derivadas de los tipos Barcino
de intercambios sexo- 15. De Barcino y Cambuja, nace
raciales intrínsecos Calpamulato
al cálculo de poder 16. Indios Mecos bárbaros.
dominante.
65
La sangre pura era, de mejor a peor, blanca, india o negra.
Cada una de esas sangres puras era determinada por un tem-
peramento innato. La teoría hipocrático-galénica establecía,
por ejemplo, que la naturaleza de los cuerpos estaba dada por
la calidad de la sangre. Con ello se le daba un valor particular
al linaje de los individuos en la jerarquía “natural” de las
razas que normalizaba, por lo menos ante la mirada de la
élite “blanca”, las desigualdades sociales. En otras palabras,
la sangre articulaba un régimen de signos que sobrecodifica-
ba los cuerpos, territorializándolos en un aparato ortopédico
destinado a organizar las imágenes de los “subalternos” con
las que la clase dominante se relacionaría.
66
inteligente, ideal para el trabajo de bestias y capaz de aguantar
pasivamente grandes porciones de sufrimiento y violencia.
67
ponen en evidencia las tensiones producidas entre la distan-
cia que tenían los blancos de las otras razas puras, pero parti-
cularmente, de las razas “impuras” que confluían en cuerpos
con sangres mezcladas. Imágenes que operaban como puntos
de intensificación de un poder colonial basado en la fuerza
multiplicadora de las mezclas. Efecto intensificador que se
caracterizaba por articular una economía de poder, una eco-
nomía de deseo, un régimen ontológico de signos forjado en
el miedo a la degeneración y el anhelo por el mejoramiento
de la sangre. Como propone López Beltrán:
Se trata de seres humanos que, mediante la noción de castas,
son vistos como cuerpos humanos anómalos, forzados a pre-
sentarse y representarse por sus rasgos físicos –el color de su
piel, los hábitos de sus cabellos, la carnosidad de sus labios,
los pliegues de sus párpados–, por las miradas azoradas y te-
merosas de sus amos, y también por su propia sorpresa ante su
novedad (p. 290).
68
la mezcla. Cuerpos producidos por operaciones que definían
sistemas conceptuales obsesionados por la disección quirúr-
gica de almas, que establecían la relación entre el tipo de
mezcla, la disposición del sujeto, sus voluntades y apetitos.
69
los desequilibrios de género (mayoría de inmigrantes varones,
humillación y rapto de las indias), por lo que Malthus llamó
‘instinto poderoso’ de procreación (pp. 291-292).
70
la blancura. Que la sangre no se hallara contaminada por
ancestros judíos o moros era no solamente un elemento que
otorgaba “prestigio”, además garantizaba el acceso al mundo
de privilegios raciales. De ello dependía, por ejemplo, ser au-
torizado para migrar a “la Nueva España”, la herencia, el uso
de caballos, el emprender proyectos comerciales intercon-
tinentales, participar de la burocracia, la jerarquía eclesial
o llegar a ser oficial militar. La pureza de sangre aportaba
un valor re-productivo de determinantes sociales fijadas en
los cuerpos blancos, en cuanto era condición de posibilidad
para acceder a capitales sociales, culturales, económicos y
políticos que no estaban disponibles para el resto. De ahí que
el blanqueamiento, el mejoramiento racial o la purificación
de la sangre se hayan transformado en un horizonte social
fundamental desde antes de la Colonia, y durante el período
colonial, la demanda de “sangre fresca” proveniente de Espa-
ña haya sido una constante en la economía política del sexo.
71
jerarquía que tenía como piedra fundacional la blancura,
seguida por lo indio noble, el “macehual”, las castas degene-
radas, hasta llegar al extremo del absolutamente salvaje y ani-
mal del negro. Este sistema dirigía la mirada específicamente
a mujeres criollas y/o castizas, en tanto buscaba diagramar
el deseo sexual que se debía ocupar del mantenimiento de la
sangre “limpia”, así como de su mejoramiento.
72
mujer blanca, en el caso de las castas, el cruzamiento con
alguien más blanco era socialmente estimulado. Aunque esta
idea operaba –y opera– en el plano de las fantasías, debido a
la imposibilidad “real” del blanqueamiento (en tanto este es
posible únicamente como una realidad en la ontología de la
raza), en algunos casos la noción de recuperar el valor de la
blancura existía, pero únicamente mediante la consecución
de operaciones sexuales bastante bien delimitadas que fueron
codificadas puntualmente. Siguiendo nuevamente a López
Beltrán (2008):
La secuencia empieza con el matrimonio americano por antono-
masia: español con india y su hijo mestizo. Esta primera unión
y su producto inicia la secuencia de blanqueamiento familiar
clásica. La hija mestiza se casa con un español peninsular
recién llegado (“pobre pero honrado”) y su hijo será más blanco
y merecerá el apelativo castizo. El matrimonio de la castiza con
otro español, quizá de mejor nivel ya, criollo terrateniente o
funcionario de la corona, produce el último avance y su hijo ya
“puede ser tenido como español (p. 297).
73
producción de los cuerpos coloniales. Por un lado, era un
efectivo vehículo que permitía acceder a posiciones sociales
superiores, que venían acompañadas del goce de privilegios
muy bien definidos, al tiempo que era el eje ordenador de
cierta sexualidad racializada sobre la cual podían ser elabo-
rados cálculos policíacos (en el sentido de su componente
ordenador de lo sensible) específicos que permitían no solo el
blanqueamiento sino la superación del cuerpo en la experien-
cia del mundo de la vida colonial, la mejoría del individuo
y la recuperación del temperamento racional, civilizado y
adulto del hombre blanco.
74
Fueron demasiados años de imágenes acompañadas de
poderes disciplinarios los que formaron los cuerpos de la
élite. De ahí la importancia de las probanzas de limpieza
de sangre que operaban como documentos infalibles para
creación de estos cuerpos “racialmente superiores”. Eran
archivos que servían de base “empírica” en la comprobación
de la hidalguía, la grandía, que venía desde la época de la
“gloriosa” recuperación de España, la época de los cristianos
viejos. Estos fueron mapas de pureza de sangre que poco a
poco produjeron una matiz racial de poder fijada por el sello
de la supremacía blanca.
75
Hipótesis genealógica 2: Mímesis y mejoramiento
76
consideró la idea de que la sangre no necesariamente sería el
mejor vehículo para el desarrollo de una nueva economía de la
raza. Las imágenes de castas aunque no dejaron de operar en
la producción de deseo, fueron complementadas, poco a poco,
por textualidades de “subjetivación” vinculadas al trabajo, el
consumo, la privatización y la higiene. En sí, se mantiene la
estructura de subjetivación prácticamente intacta, pero ahora
ya no se proyecta únicamente hacia la sujeción de la élite a la
blancura, sino a la transformación del resto de “clases socia-
les”, cuerpos racialmente inferiores y relativamente inertes, a
cuerpos productivos y socialmente vinculados. En ese sentido,
esta nueva economía de poder busca incrementar el espacio
de consenso, en tanto la negatividad que había producido la
Colonia mediante la estructuración jerárquica de las castas,
tendería, tarde o temprano, a producir una politización (en
cuanto al incremento del disenso) cada vez mayor. Se busca
con ello diseminar el mecanismo de poder que antes funcio-
naba de forma relativamente eficiente, para que los criollos
buscaran mecanismos de “mejoramiento” mediante la sangre
blanca europea. Esta tecnología de producción de cuerpos ha
tenido, sin embargo, un largo período de gestación. No estuvo
desde el inicio vinculada al mejoramiento de la raza para los
casos de indígenas y mestizos, ya que en el siglo XVIII se les
seguía considerando irrecuperables.
77
La pregunta que me he hecho es cómo se relacionan las
textualidades sobre la economía, con la performática colonial
del cuerpo y, más específicamente, con la configuración de la
ontología de la raza tal y como la conocemos en la actualidad.
Los textos que analizaré a continuación tal vez brinden algu-
nas pistas. En la antesala del siglo XIX, Matías de Córdoba
describió los elementos centrales de esta maquinaria de sub-
jetivación que resonaría hasta el presente como lo que hemos
denominado racismo sádico-masoquista.
78
guatemalteca mediante estabilización de categorías sociales
específicas (indios, mulatos/ladinos y criollos) en función de
producir un efecto de poder en el contexto social en general.
El objetivo de su reflexión consistió en invertir la relación de
necesidades y lograr que indios, ladinos y mulatos, mediante
la mímesis, necesiten más de los criollos y españoles que
estos de ellos. Los cuerpos de indios, mulatos y mestizos, que
no necesitaban de nadie, debían imitar a los cuerpos de los
españoles y criollos, que necesitaban del comercio y la vida
social. Pero hay que analizar la memoria paso a paso.
79
c) “el vínculo de ésta sociedad es la mutua necesidad que tene-
mos los unos con los otros”;
d) “el número de comodidades está en relación directa del
número de los que contribuyen ‘a socorrer las necesidades”’;
e) “a medida de las distintas especies de necesidad que tenga
un particular, se esforzará á utilizar en una especie de socorro
á todos aquellos de quienes necesite”.
80
Es igualmente cierto que falta en nosotros el vínculo de socie-
dad. Únicamente lo que podrá dudarse es si somos nosotros
más infelices que los Indios y Mulatos, pues necesitamos más
nosotros de ellos que ellos de nosotros (…) El Indio no ha menes-
ter nuestro comercio, ni nuestros jornales, y por consiguiente
no está unido por el mutuo vínculo de necesidad. Cada Indio,
Negro, Mulato, Mestizo, y aun español pobre, no necesita más
que á su muger. Ella le prepara el maíz que siembra, y ambos
habitan una despreciable choza, negados a toda civilidad, sin
necesitar de otra persona para vestirse y sustentarse. Este hom-
bre no echa de menos el dinero para remediar sus necesidades,
y será un necio si interrumpe el sueño de su pereza, arando,
cavando, &c., [sic] por adquirir una cosa superflua (…), porque
supongamos á todos vestidos, y calzados: Ya el Indio necesitará
á los artesanos y á los comerciantes, lo mismo que nosotros. Es-
tos tendrán mas expendio, y aquellos en que poderse ejercitar.
Tendrá aumento el ganado menor, y los que texen el peñate lo
harán más fino y barato (pp. 212-213).
81
que abriendo ahora los ojos nos empeñáramos en promoverla,
dentro de pocos años conoceríamos que tenemos ahora la hu-
manidad sumamente abatida, y que estamos lamiendo nuestra
propia sangre (p. 215).
82
ofrece al criollo la posibilidad de pensar que al salvar al otro
de esta forma se salva también a sí mismo.
83
desee no solo lo que yo deseo sino mi propio cuerpo, en tanto
modelo que guía el régimen. De ahí que Córdoba termine la
memoria llamando la atención sobre el nivel de grandeza que
adquirirán españoles y criollos al modificar los cuerpos de
indios, ladinos y mulatos, al intervenirlos y transformarlos
en su imagen y semejanza.
Otros dicen que tenemos interés en que se esté el mundo como
está, y que nos distingamos unos de otros. No dan la razón en
qué se fundan. Juzgan desde luego que sucederá un trastorno,
por el cual los Indios y Mulatos serán superiores á nosotros.
Pero esto ya se ve es un temor sin fundamento. Si creen que pa-
decen sus intereses, es falso, pues antes se mejoran: y si creen
que se rebaja algo de su estimación solamente con la igualdad
del vestido, haga el ánimo de abandonar una nobleza que solo
consiste en la recomendación del sastre. El grado de nobleza se
calcula por los inferiores, de suerte que si el noble reduce á nada
el termino de su comparación, destruye su nobleza haciéndose
él ínfimo. Si los indios son quasi nada, qué elevación tendrán
sus superiores? Hasta la vanidad y el amor propio favorece una
causa, que solo tiene contra sí la preocupación (…)
84
tomando como referente la formación del “ciudadano civil
libre”. Una formación de sujeto que implicaba incluso que
el gobierno de los individuos se proyectase al gobierno
doméstico, la educación física, la formación de los cuerpos
desde edades tempranas en esquemas disciplinarios que esti-
mularan a los individuos a su incorporación a ese modelo de
“ciudadanía”. En el mismo sentido de Córdoba, el sujeto ya
no será determinado entonces exclusivamente por la sangre,
como ocurría con las imágenes de castas.
El estado miserable del indio, que en una opinión singular atri-
buye su rusticidad y pobreza para persuadir que está en abso-
luta necesidad de un tutor; es obra exclusiva de otro agente más
poderoso…11/ Semejante el indio a los seres más errantes que
viven fuera de sociedad, en cadenas su entendimiento, y sin
ejercicio de las funciones liberales de su voluntad, no conocía
camino que conducía a las artes, a las ciencias, al buen gusto
y a otros objetos que forman las delicias de la sociedad. Sin
ambición, sin codicia y aún sin deseos; sólo ha pasado el indio
en ocurrir a las necesidades de la vida, contentándose con lo
preciso para cubrir sus huesos y conservar su existencia (p. 65).
85
vez en un piélago de ignorancia y de miseria: es despojarle de
los derechos que le da la constitución: es privar a la España
americana de millones de ciudadanos cuyos descendientes
deben ser útiles a la nación (p. 65).
86
fantasía de haber mejorado la raza, pero nunca fue considera-
do como blanco, sino solo una “imitación” de segundo orden
del blanco al que se le permitió diferenciarse del indígena
al degradarlo como lo hacían con él criollos y españoles.
En otras palabras, desde la perspectiva institucional se le
demandó vivir bajo la economía sexual del mejoramiento ra-
cial aunque nunca llegó a ocupar la posición diferenciadora
de la –imaginaria– blancura criolla. No es simplemente que
el ladino se haya convertido en hegemonía. Lo que se dio
fue una reestructuración de lo sensible en la cual el ladino
escondió al criollo, al tiempo que ingresó a ocupar una posi-
ción de consenso con el mismo. Al dejar de antagonizar con
el criollo, en la ontología de la raza, el ladino se despolitizó.
El ladino ha sido hegemónico únicamente en la medida
que antagoniza con el indio e intenta mimetizarse con el
cuerpo del blanco. En otras palabras, al hacerse hegemónico
en el plano institucional el binarismo indio-ladino, lo que
realmente se hizo fue producir el ocultamiento de la tensión
ladino-blanco (o ladino-criollo). Aunque en la práctica, la
dominación haya continuado en manos de los criollos y su
economía sexual haya seguido operando de la misma forma,
estos clasificados como “ladinos”. De esta forma, al quedar el
criollo desterritorializado de régimen “oficial” de signos que
producía la ontología de la raza, la oposición superior-infe-
rior simplificó la economía de poder de modo tal que incluso
los ladinos pobres tendrían el chance de ocupar una posición
social jerárquicamente superior a la de los indígenas.
87
de cuerpos racializados.12/ El indio tendría, a pesar de su
viciosa conducta, la posibilidad de “civilizarse” y contribuir,
poniéndolo a trabajar, al avance del progreso nacional. Esto
es lo que años más tarde Adams (1956) denominaría el conti-
nuum de ladinización.
88
de educar al indio por medio del “roce”, poniendo siempre
atención a que no traicione su naturaleza de trabajador, a la
cual, desde “indizuelo”, debe acostumbrarse. Al igual que
Córdoba, Jáuregui (1893) considera que buena parte de las
causas del estancamiento del indio se encuentran en su “re-
sistencia” a progresar y salir de esa carencia de necesidades,
que lo alejan del comercio. El indio no sale adelante, ya que:
…con un pobre rancho, sin tener una cama, ni mueblaje, sino
una hamaca o un tapexco, y una piedra de moler, vive el abo-
rigen una vida improductiva y monótona, que no puede entrar
en el carril del movimiento progresivo (…). De ahí es que hay
que influenciar en las costumbres del indio, a modo que deje
de que los dineros que desperdicia en las cofradías y servicios
parroquiales los pueda usar de un modo “prudente”, contribu-
yendo también con el pago de impuestos para que retribuyan
los gastos que hará él Estado para civilizarlos (p. 188).
89
Por eso Jáuregui encuentra también un obstáculo en la lógica
del sistema basado en viejas instituciones de poder como los
mandamientos, ya que los considera inefectivos. Los manda-
mientos solamente operan de forma represiva, mientras que el
deseo por la propiedad privada se transforma en un elemento
productivo mediante el cual el indio puede entrar a formar
parte del mundo civilizado. Una ética de la propiedad privada
implica en el discurso de Jáuregui la creación de una regula-
ción legal que garantizará que los indios no sean vagos (como
se estableció poco después con las leyes de vagancia). De esa
cuenta, la propuesta de Jáuregui no es únicamente definida
por la promoción de la ética de la propiedad privada entre los
indios, sino paralelamente por el desarrollo y fortalecimiento
de instituciones jurídicas que obliguen a los indios al trabajo.
Es, entonces, una lógica de poder mucho más compleja que la
que se había venido reproduciendo desde el período colonial,
ya que consideraba, la mímesis, la incorporación de la ética de
la propiedad privada y el anhelo por la “superación” y, final-
mente, aseguraba la mano de obra gratuita que demandaba la
nueva economía cafetalera (Avancso, 2013). Estas perspectivas
no entran en contradicción ya que el proyecto de sujeción ba-
sado en el horizonte de la civilización tenía que garantizar, de
la mejor manera posible, que ningún indio se quedara fuera,
que todos estuvieran integrados al régimen de cuerpos.
90
del siglo XVI, con el modelo que se ofrecía al castizo que debía
mezclarse con el español para blanquearse. El cuerpo blanco
que antes servía como pivote de diferenciación de la élite, aho-
ra se convierte en el cuerpo que debía delinear las imágenes
de mejoramiento del cuerpo social en su conjunto. Ya a inicios
del siglo XX, el cuerpo blanco que había iniciado a formar la
ontología de la raza en la reconquista, y que se instituye como
el referente central de la superioridad racial en el siglo XVI, se
convierte en el vehículo de una comunidad de afecto mucho
más grande, obsesionada por la idea del mejoramiento racial.
El axioma desde entonces ha sido el siguiente: las razas no
blancas, especialmente la indígena y la negra, al haber estado
expuestas al salvajismo, a la violencia, la brutalidad y el trabajo
extenuante, han degenerado. La forma de recuperar, vitalizar
la raza, de la mano del emprendimiento y el trabajo arduo, se
encontrará en el blanqueamiento. El blanqueamiento significó
mejoramiento.
13
/ Un estudiante me decía un día: “siempre va a haber alguien más cholero y al-
guien menos cholero que uno”.
91
intervención de cierta razón medicalista. El cuerpo del indio
en la ontología de la raza era el de una bestia que había decaído
biológicamente. La idea del mejoramiento se estructuró en un
discurso prescriptivo, veterinario, que se denomina sociopatía
(etiología) del indio. Esta etiología se organizaba como un diag-
nóstico médico que finalizaba en la búsqueda de una “cura a la
enfermedad” que lógicamente implicaba la “importación” de
la raza superior que vitalizaría la sangre degenerada.
92
análisis dividido básicamente en dos ejes. En primer lugar,
elabora una descripción sobre lo que él considera los funda-
mentos sociales y “biológicos” de la degeneración del indio.
En segundo lugar, elabora una reflexión sobre los mecanis-
mos para retardar la degeneración racial del indio y para
solucionarla finalmente por la vía del blanqueamiento.
93
notable su “facilidad para imitar” (cualidad de las razas infe-
riores), lo que lo hace hábil para la arquitectura y el dibujo.
94
siguen expuestos al abuso de los patrones y jefes del lugar.
Las relaciones personales que los indios establecen se diri-
gen, antes que a la familia, a su “compadre”. Como residuo de
su primitivismo, el indio tiene una idea confusa del amor. El
indio lleva una vida privada vegetativa, sin importancia. La
familia indígena según Asturias es utilitarista.
95
Las causas (etiología) de estos “niveles” de degeneración se
encuentran en: (a) el alcoholismo y el chichismo; (b) la falta
absoluta de higiene; (c) el trabajo excesivo; (d) la alimentación
poco nutritiva y escasa; (e) el casamiento prematuro; (f) las
endemias tropicales; (g) la miseria; (h) la falta de cruzamiento.
96
Igualmente, hay que solucionar el problema de la alimen-
tación del indio, incorporando la carne, los huevos y los ali-
mentos tónicos. También hay que reducir el excesivo trabajo
al que quedan expuestos los indios por los intereses de los
finqueros que los obligan a trabajar como bestias.
97
Estos elementos, sin embargo, son consideraciones palia-
tivas en los ojos de Asturias. La única forma para destruir el
mal consiste en la inmigración, la sangre nueva por la que
fluyan corrientes “renovadoras que resarzan la fatiga de sus
sistemas, vida que bulla pujante y armoniosa” (Ibíd.: 102).
La raza indígena es una raza agotada que necesita ser salva-
da. “Hágase con el indio lo que con otras especies animales
cuando presentan síntomas de degeneración” (Ibíd.). Hay que
evitar la influencia de la inmigración china, ya que esta es
una raza que ha dejado también un germen degenerativo en
nuestras venas. Hay que buscar sangre nueva y vigorosa. “En
Suiza, Holanda, Wutemberg y el Tirol, pueden encontrarse
ejemplares que reúnan las condiciones mencionadas” (Ibíd.:
105).
98
Racismo Sádico-Masoquista
99
Ya antes, para comprender el racismo, he propuesto la idea
del sadismo-masoquista, retomando el análisis que propone
Deleuze (1967) en Presentación de Sacher Masoch, Lo Frío
y lo Cruel. En tal sentido, la idea ha sido tratar de proponer
un esquema de la estructura de esta forma de racismo que
he denominado ontología de la raza. Esta ontología trata de
diagramar el deseo a partir de la generación de una “pulsión”
sádico-masoquista con la cual “…el castigo es autoinfligido
por el sujeto mismo. Más que una manifestación exclusiva-
mente masoquista (en donde una persona exterior castiga
al sujeto), encontramos una de sadismo aplicado hacia sí
mismo, en donde no se necesita de un verdugo externo que
aplique la punición al yo, sino que el verdugo es la misma
identificación con el ideal del yo imaginario (blanco). El
sujeto toma afectivamente distancia de cualquier alteridad
real (tanto la del yo-indio, el yo mestizo, así como la del
otro blanco criollo/europeo) y se suspende dominando con
violencia al otro indio exterior que produce el reflejo de la
imposibilidad de su deseo” (“Analítica”). La hipótesis que
sostengo hasta este momento es que Asturias evidencia esta
performática colonial del cuerpo. Porque al final de cuentas,
¿no está hablando Asturias de nada más que los horrores que
le provoca la mirada de su rostro en el espejo? ¿No está ha-
blando Asturias del espíritu de una “comunidad imaginada”
que sueña con el blanqueamiento?
100
“mejor”, “superior, una demanda de voluntad que finalmente
se traduce en violencia hacia un yo perdido en la melancolía.
Conclusión
101
medida por patrones simbólicos de violencia racial como el
que se ha descrito en este ensayo. Por eso hay que entender
cómo han operado las múltiples dimensiones de esa violen-
cia. Hay condiciones de posibilidad ontológicas e históricas
que deben ser analizadas junto a los casos particulares.
102
de demostrar en las páginas anteriores es precisamente eso:
las estructuras simbólicas de la violencia colonial. He trata-
do de advertir sobre cómo la tensión entre sexo y raza son
constituyentes de la máquina, del régimen de cuerpos, de la
ontología de la raza. Los cuerpos que han sido producidos en
la experiencia colonial de la vida cotidiana son el producto
directo de todos estos momentos de violencia.
Bibliografía
103
González Ponciano, R. (2005). De la Patria del Criollo a la Pa-
tria del Shumo: Whiteness and the Criminalization of the
Dark Plebeian in Modern Guatemala. Austin: University
of Texas at Austin.
104
C. Cuerpos cautivos: Subjetividad colonizada y
potencia del cuerpo
Fernando Jerez
105
1. Subjetividad e intersubjetividad
106
ha acompañado este ejercicio de investigación, a, por ejemplo,
“no sentirse mal”7/ por ser indígena en un contexto con sujetos
no-indígenas; ahí se aprende también con quiénes hay que
jugar, con quiénes hay que ser amigos y a quién hay que tener
al margen, qué constituye una virtud en sociedad o cuáles son
los parámetros para la belleza, etc. Esos patrones de comporta-
miento no suponen una ley ineluctable que ponga al sujeto en
una posición en la que se ve determinado por esos valores. Al
contrario, esos patrones son agenciantes y como se argumen-
tará en el transcurso de este ensayo, el sujeto constantemente
se rebela poniendo más o menos en cuestión esos patrones de
poder en la reproducción de sus relaciones sociales cotidianas.
107
de construcción dialéctica de una forma de “conciencia”
que se establece entre los distintos agentes con los que
co-construyen y comparten un mundo social.
108
Ese proceso de semiotización se puede apreciar, por ejem-
plo, en el comportamiento de las familias con el nacimiento
de un bebé. Dependiendo de las características físicas del
recién nacido; ya sea si tiene pene o si tiene vagina, la socie-
dad, a través de sus padres y familia le asigna temperamentos
distintos, prácticas diferentes, un color (celeste a los niños,
rosa a las niñas), juguetes en los que se reproducen roles
diferenciados para cada uno: los niños juegan (fingen/per-
forman) ser soldados, policías, bomberos; las niñas juegan
(fingen/performan) ser madres, cocinar, atender, etc. Esto se
puede ver como parte de un largo proceso pedagógico para
inducir conductas y estimular el desarrollo de una agencia
del sujeto en función de su sexo así como para asignar dife-
rencialmente lugares, posiciones sociales, funciones, tareas
y privilegios sociales.11/
109
ese sentido, el poder diagrama,12/ dibuja una ficción corpórea
(raza, género) que deviene “real” al nivel de las prácticas
sociales y que se inscribe en el cuerpo como una cartografía
compuesta por una multiplicidad de zonas de intensidad
significadas y significantes.
110
campo de inmanencia o de un ‘cuerpo sin órganos’, que se
define sólo por zonas de intensidad”.
111
como “el apetito con la conciencia del mismo”. Es por esto
que Deleuze afirma que el deseo es acontecimiento; ya que
no es una cosa lo que se desea, no es un objeto, sino que es
la fuerza con la que el ser humano persevera en sí mismo,
y esa potencia entendida dentro del campo de inmanencia y
sentido que diagrama el flujo del deseo.
112
señalado Bourdieu,15/ la construcción social de los cuerpos
no se reduce únicamente a una estructura performativa, sino
que se cristaliza en un sistema moral que le da un sentido a
dichas performatividades.
113
enraizado a medida que se profundizan las relaciones colo-
niales en Guatemala. Esas relaciones coloniales no hay que
entenderlas únicamente como formas de vasallaje, esclavitud
y señorío, sino también, como ha señalado Fanon,17/ como
identidades esencializadas fijadas a sistemas de ideas de pu-
reza e impureza racial que se instituyeron en la Colonia para
legitimar privilegios sociales y formas de relacionamiento.
114
Fanon también expresó elocuentemente el drama que vive
el sujeto cuya subjetividad ha sido construida desde la moral
colonial y sus juicios de valor. En sus palabras “en la socie-
dad colonial y civilizada toda ontología se construye como
inalcanzable (...) En la cosmovisión de un pueblo colonizado
existe una impureza, un fallo que prohíbe cualquier explica-
ción ontológica (...), no sólo es necesario que el hombre negro
sea negro, sino que debe ser de negro, en su relación con el
hombre blanco (...) Durante la noche al negro se le ha dado
dos marcos de referencia dentro del cual ha de entenderse.
Su metafísica, o, de forma menos pretenciosa, sus costumbres
y las fuentes en que se basan, han sido eliminadas porque
estaban en conflicto con la civilización que se le ha impuesto.
El negro entre los suyos en el siglo XX no sabe en qué momento
su inferioridad surge a través del otro (...) En el mundo blanco
del hombre de color se encuentra con dificultades en el desa-
rrollo de su esquema corporal. La conciencia del cuerpo es
únicamente una actividad de negación, es una conciencia de
la tercera persona” (2008:85).
115
con “barbarie/civilización”, “desarrollo/subdesarrollo”, etc.
Fanon tenía claridad respecto al carácter interdependiente de
esos esencialismos. Respecto a esa interdependencia afirma
su concepción de Negro como sujeto dialécticamente cons-
truido. En sus palabras, “el Negro es siempre comparación
(…) es decir, que está constantemente preocupado por la
auto-evaluación y el ideal del “yo”. Cada vez que entra en
contacto con otra persona surgen las cuestiones del valor y del
mérito.19/ Los antillanos carecen de valores propios, siempre
son contingentes en la presencia del “Otro”.20/ La pregunta es
siempre si el Otro es menos inteligente que yo, más negro que
yo, menos respetado que yo. Cada posición del sujeto, cada
esfuerzo por su seguridad está basado en relaciones de depen-
dencia respecto a la disminución del Otro”.21/ Esto produce
un sujeto sumamente confrontado con su ser, en permamente
conflicto consigo mismo, sumido en una profunda inseguri-
dad por la institución del vacío de valor inscrito en su piel.
Esta relación esquizofrénica del sujeto con su propio ser es
lo que ha llevado a Alejandro Flores (2011) a caracterizar el
racismo guatemalteco como “sádico-masoquista”. Dado que
en su devenir blanco, la moral pone al sujeto en una relación
autoodio y autocastigo pero a la vez de odio y de castigo al
otro por no ser “blancos”.
116
Ahora bien, dado que nunca puede alcanzarse el ideal de
la blancura, el sujeto despliega su performance como un au-
toengaño de una incumplible promesa de blancura. El rompi-
miento de la promesa despliega un movimiento muy particu-
lar en el sujeto colonizado. Como se señalaba en un principio,
si la sumisión se presenta como alternativa de existencia, si
el devenir racializado es la única alternativa de existencia
dentro del régimen colonial, el descubrir que el mejoramien-
to es una falsa promesa supone enfrentarse a uno mismo de
nuevo a la situación simbólica dialéctica de vida o muerte.
Ante el temor de caer en el vacío de sin-sentido (“morir”), el
sujeto se aferra a su referente de significación racial y de esa
forma repliega nuevamente su “Yo”. En ese sentido, Fanon
subraya brillantemente que “el negro se selecciona a sí mismo
como objeto capaz de cargar la culpa original. Así mismo, el
hombre blanco elige al negro para esta función, y el hombre
negro, que es blanco elige igualmente al negro (…) luego de
haber sido esclavizado por el hombre blanco, él se esclaviza
a sí mismo. El Negro es en todo el sentido de la expresión una
víctima de la civilización (…) regresando a la psicopatología,
podemos afirmar que el Negro vive una ambigüedad extraor-
dinariamente neurótica. A los 20 años de edad, el antillano
reconoce que vive en un error. ¿Cúal es ese error? Muy sencillo,
y esto es muy importante, el antillano se reconoce a sí mismo
como Negro, pero, por virtud de una transferencia ética, él
considera que se es Negro solo en la medida en que uno es
malvado, descuidado, malicioso, instintivo.22/ Cuaquier cosa
que se oponga a estos comportamientos de Negro es blanco.
Esto debe de ser reconocido como la base de la Negrofobia en
los antillanos. En el inconsciente colectivo, lo negro es igual a
fealdad, pecado, obscuridad, inmoralidad. En otras palabras,
se es Negro en la medida en que se es inmoral. SI yo ordeno mi
vida como un ser moral, entonces dejo de ser Negro”. (Fanon
2008, p. 149). Lo mismo sucede con el concepto de “indio” en
22
/ En el caso guatemalteco, Alejandro Flores señala precisamente que el Indio es
el equivalente al negro en la misma ecuación colonial. Para profundizar ver Flores:
(2011).
117
Guatemala. En ese fragmento es evidente la naturaleza moral
de la performatividad sexo-racial y la desigual distribución
racial de las culpas que produce la máquina de mejoramiento
racial así como la naturaleza patológica de la subjetividad
colonizada. El negro, cuyo cuerpo se constituye como una
intensidad “negativa” concentra una culpabilidad construida
desde el sistema moral de la blancura.
118
de posibilidad para todo el orden político y social para la
emergencia del sujeto, la subjetividad misma, como espacio
político, constituye a la vez la base y la materia prima para la
subversión del orden racial y sexista que produce, en nuestro
caso, el Dispositivo Sexo-Raza.
119
El continuum para devenir “ser” en la sociedad guatemal-
teca constituye un agenciante que estimula el despliegue de
prácticas performativas de los sujetos. Ahora bien, ¿cómo es
que esto se institucionalizó? Durante el periodo colonial, la
asimilación cultural constituyó una estrategia de sobrevi-
vencia. En este sentido, el conquistador explotó el deseo de
sobrevivencia (deseo de “ser”)24/ del conquistado aunque sea
únicamente a través de una alternativa que lo sitúa en una
posición de negación ontológica con su propio ser. Dado que
la indianidad, como inferioridad culposa de los indígenas y
mestizos, se construye como un correlato de la superioriza-
ción de lo blanco, ambos se construyen no solo como valores
coexistentes e interdependientes,25/ sino también como los
vehículos agenciantes para la efectuación de la potencia. Es
por eso que una política antirracista que consista en purgar
el vocabulario de las palabras como “indios”, “choleros”,
“shumos” y otras expresiones ligadas al racismo o eliminar
prácticas discriminatorias es completamente inútil si no
deconstruye al mismo tiempo la ideología eurocéntrica, la
superioridad atribuida a la blancura y todo el inmenso y
complejo sistema de fronteras y privilegios montados a partir
de la segregación y dominación racial.
120
los cuerpos, de la misma forma como lo hace la máquina-
género. Desde el imaginario de mejorar la raza, concebimos
distintamente a los cuerpos; le atribuimos virtudes y vicios
diferentes a cada uno. En tanto que todo lo bueno y deseable
es “blanco” y todo lo despreciable, arcaico, feo y atrasado es
indígena, se producen agenciamientos en función de devenir
“ser” y alejarnos del “no-ser”, o sea, devenir blancos.
121
–La forma de vestir de ellas no es igual que el de nosotros,
utilizan ropa así muy pesada.
–Ahora hasta pelo pintado andan porque son unas igualadas.
–Sí, estas inditas ya están entrando a la moda, a saber ni
qué se creen, si del marchante son, ahí de esos inditos todos
chorreados.
–No se quitan el refajo.
–Dicen que no usan calzón.
–No, eso sí no sabía, ¿es cierto?
–¿Por qué crees que no usan calzón?
por la ropa quizá, les da calor.
–Preguntémosle si usan, ¿por qué no les preguntamos?
–Ay, a mí me da pena.
–¿Pena o te da cosa hablarles?
–Podría ser, si es que no me gusta hablarles a esa gente, noso-
tros venimos de otro lugar…
–¿Cómo harán cuando les viene la menstruación, ustedes? Si
no se ponen calzón, se ponen un trapo ahí de plano… un
pañuelo, un maxtate”.
122
–El pelo que les llega hasta aquí y no se lo cortan, como les
costará para lavárselo.
–Tendrán piojos porque ni se los han de lavar, porque como
casi no se los lavan tienen piojos, seguramente”.
Sobre el ladino/extranjero:
123
composición de los intensificadores raciales presentes en cada
cuerpo en particular. Por esta razón, la inscripción y significa-
ción supone una cantidad intensiva, una intensidad particular.
124
constelación de estímulos e incentivos sociales para que
el mejorar racialmente sea agencie como la “buena vida” y
por lo tanto se persiga y reproduzca. De manera inversa, el
“empeoramiento racial” y la idea de la degeneración, como
su nombre lo sugiere, implica una reducción de la potencia
a partir de una intensidad repulsiva. Esto se traduce en una
reducción de las posibilidades concretas de obrar y “ser feliz”
en el orden social racista.
125
el criterio fundamental es el eurocentrismo y el mito de la raza.
Estas ideas, para mantener vigente el campo de inmanencia del
deseo, deben reproducirse. En este sentido, el deseo diagrama
y construye corporalidades, performatividades, una realidad
con sentido en el que el imperativo por el mejoramiento racial
se presenta como algo natural.28/ Como reconocen los sujetos
que participaron de los talleres, el deseo por el mejoramiento
racial es algo que simplemente se aprende, como una especie de
aspiración natural que encuentra su confirmación en casi todos
los espacios sociales y esto se debe precisamente a que es la ley
inmanente al campo social que diagrama el deseo colonial. Esa
naturalidad en la que se reproduce el imperativo de la blancura
se debe a que es la condición de reproducción, la ley inmanente
de campo social que establece la dominación colonial.
Para tener una idea un poco más clara de las zonas de in-
tensidad a las que se ha venido haciendo referencia, se puede
apreciar en los siguientes fragmentos cómo ciertos atributos
emanan intensidades que sirven como referentes de sentido.
28
/ Barrhus Frederic Skinner fue un psicólogo norteamericano de la escuela con-
ductista. Dentro de sus estudios sobre el desarrollo del comportamiento animal de-
sarrolló un experimento que consistía en aislar a un animal del mundo “exterior” en
una caja para controlar los estímulos que recibía. Dentro de la caja, el animal recibía
ciertos tipos de estímulos a través de los cuales podían producirse y condicionarse
conductas específicas. Tal experimento es conocido como la caja de Skinner. El
continuum de mejoramiento racial opera como una inmensa caja de Skinner. En
ella, el continuum produce una serie de estímulos que devienen performatividades
de forma análoga a los experimentos que desarrollaba el psicólogo sobre su teoría
del condicionamiento operante.
126
“Bueno, por lo menos en lo de mejor raza yo creo que casi
siempre uno identifica o tiene la imagen que, creo que todo
mundo se la inculcan, o se lo hacen ver, que sea alguien
blanco, alguien de ojos azules, alguien canche. Esa sería una
persona que mejoraría la raza de lo que uno sería porque uno
tal vez no es blanco, no es canche, no es de ojos azules. Bueno,
por ejemplo alguien que sería la peor raza o que empeoraría
la raza sería un indígena”.
127
“Él está chavito, tiene 17 años, pero es alto y de ojos verdes. Lo
curioso y lo chistoso es que de los mismos que llegan a comprar,
hay uno morenito bajito que le dice siempre ‘vos para mi her-
mana estás bueno… vos sos un racero con excelencia… para
mi hermana…’ y yo le digo ‘¿qué te estás diciendo a vos mismo
Migue?´. ‘Ah no importa, igual es cierto’ me contesta él. Desde
ese día, todos los que llegan que son amigos de este chavo le
dicen ‘el racero’. Él es el que va a mejorar las familias de todos”.
128
son más altos y que acá en Guate todos son chaparros (…) es el
‘look’ más cotizado dirían”.
129
es de mi cultura”. En este fragmento puede apreciarse cómo
el imaginario del mejoramiento racial posibilita un desplaza-
miento de lo “propio” del sujeto. Lo que resulta interesante
es cómo a partir de la situación colonial, los sujetos asumen
el eurocentrismo como propio y lo indígena, que en todo caso
podría ser más próximo, como lo ajeno o distante. Desde esa
concepción alienada de lo propio, se estructura un campo so-
cial atravesado por fronteras que definen lugares y funciones
para cada quien.
130
categórico de “mejoramiento” racial, en la que los sujetos
deben ordenar su vida en torno a la virtud que se obtiene a
través de mejorar la raza.
131
zonas 10, 14, 15 y carretera a El Salvador para los blancos y
mestizos con recursos económicos. Para los mestizos pobres
e indígenas el área rural, los asentamientos urbanos, las
cantinas de “mala muerte”, los parques públicos. Lo mismo
sucede con la diagramación de los hogares urbanos; el come-
dor y las habitaciones para la familia; la bodega y la cocina
para la indígena que hace el servicio doméstico.
132
En el fragmento se puede apreciar esa distribución dife-
rencial de gustos, performatividades, prácticas y hábitos que
se asocian a los distintos espacios. El ladino caquero, el que
quiere parecerse a los europeos, emula sus prácticas, gustos,
su forma de vestir, hablar, etc. A raíz de emular al blanco, él
ya se siente “superior”. En el fragmento puede verse cómo
la condición natural de indígena o el ladino, con respecto al
europeo o al extranjero blanco es de una natural inferioridad
que no requiere mayor reflexión o explicación, es simple-
mente algo que se sabe o se da por hecho. Dicha inferioridad
se solapa a través del mimetismo social.
133
molecular, el cuerpo como un diagrama territorializado con
campos y espacios de intensidades diferenciales. Los puntos
por los que pasa dicho diagrama representan los anclajes
gracias a los que, conjuntamente al acto de significar, definir
los cuerpos y ubicarlos dentro de la estructura de las relacio-
nes de poder que los produce, se les atribuye un lugar y una
posición dentro de un sistema estratificado. A este respecto,
Bourdieu señala que
“el orden social funciona como una inmensa máquina simbólica
que tiende a ratificar la dominación masculina32/ en la que se
apoya: es la división sexuada,33/ distribución muy estricta de acti-
vidades asignadas a cada uno de los dos sexos (…) El mundo social
construye el cuerpo como realidad sexuada y como depositario de
principios de visión y división sexuantes. El programa social de
percepción incorporado se aplica a todas las cosas del mundo, y
en primer lugar al cuerpo en sí, en su realidad biológica: es el que
construye la diferencia entre los sexos biológicos de acuerdo con
los principios de una visión mítica del mundo arraigada en la
relación arbitraria de dominación de los hombres”.34/
134
“el trabajo de construcción simbólico (…) se completa y se realiza
en una transformación profunda y duradera de los cuerpos, o sea,
en y a través de un trabajo de construcción práctico que impone
una definición diferenciada de los usos legítimos del cuerpo, se-
xuales sobre todo, que tiende a excluir del universo de lo sensible
y de lo factible todo lo que marca la pertenencia al otro sexo para
producir ese artefacto social llamado hombre viril o una mujer
femenina. El nomos arbitrario que instituye dos clases de objeti-
vidad sólo reviste la apariencia de una ley natural al término de
una somatización de las relaciones sociales de dominación”.35/
135
reproduce en Guatemala. Es finalmente a través de esa pro-
ducción esquizofrénica de corporalidades que se han estruc-
turado los estratos escalonados, las jerarquías socio-raciales
desde las que se instituye todo un orden social.
Bibliografía
136
D. El virus-palabra raza
Ángel Orellana
Mi cuerpo mudo
se abre a la delicada urgencia del rocío
Alejandra Pizarnik
137
artístico, político, etc. Así, esta discusión sobre el cuerpo se
ha dado en términos biológicos-evolucionistas, metafísicos-
esencialistas, de relaciones de poder y colonialismo, incluso
estéticos o arquitectónicos, sagrados y pecaminosos, etc. En
el proceso de urdir el cuerpo con las palabras de todas esas
bocas –perspectivas– este terminó por ser un ovillo viscoso.
Es así como algunos lo describen como un nudo, o un anu-
damiento, otros como un plexo o una retícula. Todos estos
términos «que no son todos los términos» son europeos. La
discusión sobre el cuerpo a la que me refiero es europea y
colonial. Por circunstancias e historias reproducidas, dichas
y des-dichas, estudiadas y desmanteladas lo suficiente como
para no tener que ocuparme de ellas en este momento, más
que para dejar patente la dimensión de la colonialidad de la
discusión en la que me inmiscuyo. En este caso, el lenguaje
y la bibliografía continúan ligados a Europa. Pero desde mi
posición, geográfica por lo menos, lejos de ese autoproclama-
do centro del mundo: en Guatemala. Para entonces preguntar
¿qué es el cuerpo en la Guatemala de inicios del siglo XXI?
Con el peso histórico, y –con esto, siempre– político, es que
tiene que preguntarse sobre el cuerpo.
138
sobre todo el estatuto de realidad del cuerpo, su constitución
por los discursos institucionalizadores, además de la diferen-
cia entre cuerpo y carne, que resulta a su vez en la diferencia
entre deber-ser y amor/deseo. Para esto, además de los textos
ya mencionados, se recurrirá a diversos modelos teóricos que
se intentará poner a dialogar. Se procurará desenmarañar,
en lo posible, el anudamiento del cuerpo, aunque habrá que
aceptar la posibilidad que, ese desenmarañar consista a su
vez, en zurcir aún más el urdimbre corporal.
139
Así como lo propone Merleau-Ponty en la Fenomenología
de la percepción: “yo no hablo de mi cuerpo más que en
idea”,4/ nuestra relación con el cuerpo es una relación con
la idea del cuerpo, precisamente porque el cuerpo es una
idea, o muchas ideas, un conjunto ideal de discursos, relatos
o meta-relatos, de estructuras o sistemas u órdenes, que lo
conforman. La experiencia del cuerpo no está simplemente
mediada por los relatos del cuerpo, sino que estos dan sentido
a su experiencia. Experimentar el cuerpo, pensarlo, hablarlo,
sentirlo incluso, es experimentar la idea del cuerpo, los rela-
tos del cuerpo.5/ Aunque el cuerpo, desde esta perspectiva, no
es exactamente una idea, sino un sentido, una significación,
como veremos en adelante.
140
la que se siente el mundo, sino, semánticamente,7/ como una
significación. El cuerpo es un sentido inminente, que no se
construye particularmente, sino que es dado; el cuerpo se da
ya, siempre como un sentido. ¿Cuál es, entonces, el sentido
del cuerpo en Guatemala?
141
operación dentro de él, la articulación de las jerarquías, es
racista. De esta manera, no es precisamente que se construya
una idea o un sentido del cuerpo, una corporeidad, sino que
la corporeidad me es dada ya, como referida a la jerarqui-
zación enmarañada del campo de lo real que, como orden-
colonialidad la tensa a otros discursos, como el género, la
posición social, etc. El conjunto de todos estos discursos se
embrollan en el cuerpo, lo hacen viscoso, complejo. Referirse
a uno de esos discursos es, en alguna manera, referirse a
todos. Así, el discurso de la raza refiere al del género, y con
él, al de la sexualidad; además de la clase social, las adscrip-
ciones políticas y religiosas, la geografía, la educación, etc.
142
limita a ellas, sino que funda todas las relaciones dentro del
campo antes descrito.11/
143
La blancura opera justamente como un horizonte de senti-
do, desde donde se significa a su vez, cada uno de los cuerpos
que habitan dicho campo. Pues la blancura no es solamente
una tonalidad de la dermis,14/ sino todo un constructo discur-
sivo que implica la belleza, la civilización, la pureza, la racio-
nalidad, incluso el bien, y que pueden ser sintetizados en el
concepto de humanidad. La blancura es humana, moderna,
racional, bella, buena. Como es evidenciado por Dussel y
Quijano, la raza y el racismo son esenciales a la modernidad.
La institución de la inferioridad racial, imaginaria, de los
pueblos originarios de América, se funda en la intención de
negar la “humanidad” de estos pueblos.15/
144
La raza como virus-palabra
145
cuerpos. Infectando la sangre, este fluido circuló no solo por
los capilares, las venas y las arterias, sino también en los
discursos y metarrelatos sépticos por donde el virus-palabra
raza contagia los cuerpos. Pareciera que todo esto describiera
un plan maléfico bélico-biológico, orquestado por una mente
o un grupo concreto de personas, pero no es precisamente
así. Como veremos, la complejidad de las voces que esparcen
el virus-palabra-raza no se restringe a una individualidad,
sino a un proceso más extenso.
146
Dicho sentido, por construirse en el proceso histórico del
Estado, ha ido aparentemente mudando con él. Pero esta mu-
danza se da en un plano superficial del discurso, mas no es
fundamental, por lo que, aunque el sentido del cuerpo haya
parecido cambiar desde la Colonia hasta nuestra época, su
esencia impuesta continúa siendo la raza y el sexo. Puede decir-
se –heideggerianamente– que el sentido del cuerpo es epocal,
pero que la pretensión de imponer una esencia del cuerpo, que
fundamenta el orden-mundo-colonialidad, continúa operando
desde la institucionalización de la raza/sexo como esa esencia
única y verdadera. Lo que ha variado con el paso del tiempo
son algunas de las significaciones de la corporeidad, algunas
prácticas, pero las categorías esenciales parecieran seguir
siendo las mismas. Aunque esta historicidad del sentido del
cuerpo demanda variaciones analíticas para su estudio, por lo
que resulta complejo limitarse a las exploraciones teóricas que
intentan explicar el racismo en el pasado –inclusive recien-
te– para explicar la actualidad. No podemos afirmar que, en
la Guatemala contemporánea, el orden-finca y el dispositivo
trabajo/raza continúen explicando la casi totalidad de los
cuerpos-brazos. Aunque los imaginarios que configuran el
sentido del cuerpo se instituyeran en esa época, la experiencia
del cuerpo está determinada por otras variantes. Puede que el
Dispositivo Sexo-Raza permita un aborde analítico en un nivel
aún más fundamental, como ya ha sido apuntado.
147
racismo identifica una esencia «humana», civilizada, a partir
del horizonte de la blancura. Es decir, que afirma la huma-
nidad de la raza blanca, en función de la negación de la hu-
manidad del resto de razas que identifica. Al institucionalizar
las jerarquías que ordenan las relaciones sociales, el sistema
institucional, estatal, formaliza el orden producido por las
relaciones de poder, y normaliza el orden social, a partir de los
dispositivos antes mencionados.19/ Al cuerpo racial-sexuado,
por el dispositivo sexo/raza, le es asignado un lugar no solo en
la estratificación social, o a una determinada clase social, sino
además en la geografía, en la política, la economía, la educa-
ción, los deportes, el arte, el delito, la belleza, el pecado, etc. El
cuerpo, como dimensión espacial y temporal, como posición
en el mundo –en la colonialidad–, es determinado por la raza
y sexo.
148
posición respectiva o significación de los cuerpos dentro del
orden espacio-temporal de la colonialidad.
149
es el de un sistema de dominio tal, que logra destruir a sus
víctimas antes incluso de la violencia física, un sistema que
hace que las víctimas renuncien a su propia identidad.21/
150
atrasados. El sistema funciona con tanta eficacia que las per-
sonas particulares se autocontrolan, se reprimen, se premian
o se castigan. El Dispositivo Sexo-Raza propone que es por
la colonización de los «deseos» que el sistema se impone a
los cuerpos, a las personas particulares, quienes reconocen
que la única forma de que sean reconocidos como humanos,
la única forma de «ser» es ser blancos, por lo que desean el
blanqueamiento, no precisamente de la dermis, sino de su
ser, de sus conductas, ideas y deseos.
151
El artificio del cuerpo
152
racismo, pues este no solo es estructural, sino fundamenta la
estructura, el sistema de dominio del Estado guatemalteco.
Mientras la jerarquización de las relaciones sociales siga fun-
dada, de manera racista y sexista, en diferenciaciones imagi-
narias, el racismo y la discriminación por sexo no podrán ser
erradicados. Para ello sería necesaria la re-estructuración del
marco de significaciones del campo social. ¿Es esto posible?
153
es un artificio que se impone violentamente. La esencia es
real, pero no es la totalidad de la realidad; pensar lo contrario
sería idealismo. Por eso el racismo es idealista –aunque hay
que estar claros en que se expresa en prácticas concretas–,
pues supone que la realidad se restringe a la esencia de la raza
y la sexualidad normalizada, que el sentido se cumple en la
realidad, pero en la cotidianidad esto no es precisamente así.
Eso que difiere del cuerpo, en donde el sentido de la raza no
se cumple, eso que no logra ser contenido por el sistema de
dominación violenta del orden-colonialidad, eso es la carne.
154
excede el sentido del orden-mundo, y por momentos excede
el lenguaje; por lo que no se puede continuar denominándolo
cuerpo. El cuerpo es lo que se ha dicho de la carne. La carne
no puede ser dicha, por lo menos no en prosa.
155
no desde la concretez y sensibilidad frágil de la carne, sino
desde esa piel-discursiva, que narra el cuerpo, que se adhiere
a la carne, no para protegerla sino para darle la forma –Ges-
talt– que el mundo impone. En Guatemala, como en el resto
de países coloniales, la raza y la sexualidad normalizada son
esa piel sintética que el orden-colonialidad, le impone a las
carnes para expropiarlas. Siguiendo a Levinas,32/ si el cuerpo
es un orden, la carne es un des-orden. Esto quiere decir que
la carne no es representable sin despojarla de esa espesez
incompresible, se da únicamente en experiencia directa;
por lo tanto, es el encuentro no precisamente lingüístico
con una fragilidad en la vulnerabilidad del contacto. Esta
materialidad es la que se pretende definir con el cuerpo.
El cuerpo se impone como la forma –Gestalt– de la carne.
La carne no es una forma, es un exceso (porque excede la
forma), pero se le reconoce siempre con una forma, con un
cuerpo. Previa a esa comprensión, a ese reconocimiento del
sentido, en una dimensión pre-lingüística, la carne, muda,
expresa su fragilidad. No narra, canta. Hay algo de verdad en
la expresión común que dice que el cuerpo es una jaula, des-
de esa metáfora la carne es un campo abierto, sin horizonte,
o una bocanada de viento, des-mesura; en la carne se espesa
el infinito.33/
156
propia Vida se «siente» y se «experimenta a sí misma»”,35/ por
lo que es, “absolutamente inmanente”. Mientras que, para
Nancy, el término carne posee un peso espiritualista, referido
al cristianismo, y se define como “el movimiento de apertura
radical de la vida al mundo, el cuerpo va a constituir el mo-
vimiento por el cual la vida se clausura sobre sí misma”.36/
El modo como se comprende la carne en el presente ensayo
dista de esas dos definiciones. De la primera, porque la carne
no es “absolutamente inmanente” como lo propone Henry,
sino más bien, como lo afirma Nancy, una “apertura radical”.
La diferencia con Nancy estriba en que consideramos esa
“apretura radical” de la carne, como algo dado en la expe-
riencia, sin entrar en la discusión sobre las implicaciones
“espirituales” del término, desde el cristianismo.
157
lo que se refirió en este trabajo como institucionalización o
normalización del Estado, a partir de diversos dispositivos de
ordenamiento, sintetizados en “el paradigma de la Encarna-
ción”. En este sentido, la ex-encarnación sería el proceso en
el que “lo viviente” se resiste, se “des-incorpora”, o expropia
su materialidad a las políticas gubernamentales. Coincidimos
en que a la carne se le impone una forma, se le trasforma en
cuerpo, por políticas gubernamentales, o todas las institucio-
nes que conforman un Estado; y que es la carne la que, por ser
des-orden, disloca los dispositivos por los que se trasforma en
cuerpo, por la no coincidencia con la forma del cuerpo. Es la
presencia de la carne la que desbarata el artificio del cuerpo,
las políticas gubernamentales. Por lo que no es que se deba de
llenar el cuerpo de carne, para que se dé la “ex-encarnación”,
que se deba sustituir la carne por el cuerpo, o abandonar toda
construcción de sentido sobre la carne, lo cual es imposible.
Como bien lo apunta Nancy “nunca existe una carne exenta
completamente de cuerpo y nunca un cuerpo exento comple-
tamente de carne”.38/ La carne siempre será percibida como
un cuerpo. La carne en el mundo, siempre será un sentido,
pero no hay un solo sentido, no hay una sola forma, un solo
cuerpo, sino por ser un sentido, por ser un discurso, se puede
interpretar. A esto volveremos adelante.
158
un organismo como lo dice Zubiri.40/ Puede parecer que esto
crea inconvenientes para diferenciar cuerpo y carne, pero
hay que hacer notar que todas las divisiones son abstraccio-
nes de un fenómeno que se da todo como una unidad. En ese
sentido, la carne sería la dimensión abstracta que nombra la
materialidad, que se diferencia de los discursos del cuerpo en
que precisamente es materia. Es decir, el cuerpo y la carne no
se dan por separado, ni siquiera en dos posibles momentos
distintos, si existen dos momentos, o dos dimensiones, esas
son abstracciones interpretativas. Esto porque no es que no
se pueda hablar de la carne, sino que siempre se ha hablado
de ella, pero se ha hablado o como un cuerpo o con el peso
cristiano que la carne y la encarnación conllevan. La carne
no es precisamente indecible, sino siempre decible, pero
ella misma no sería precisamente lenguaje. Sobre la vivencia
cotidiana de esa sensibilidad concreta es que se construye
el sentido del cuerpo, pero también todo lo que se escapa
de ese sentido. Aunque la resistencia a la orden del cuerpo
racializado puede a su vez ser ideal, simbólica, lingüística,
semántica, conceptual; es la resistencia no precisamente
racional, o lógica, la que motivó este análisis.
159
de ordenamiento, el cuerpo blanco es situado como el rango
positivo mayor, en oposición al del indio como el negativo.41/
Esta articulación tiene sentido solamente dentro de un deter-
minado horizonte de significación, la raza-sexo, que a su vez
tensa las relaciones sociales en función del horizonte de la
blancura. Mientras «mayor» es la blancura del cuerpo, «mayor»
es su posición en el espectro de las estratificaciones. En esta
perspectiva se explica que la intención de mejorar la posición
dentro del campo estratificado de lo social, signifique, a su
vez, un «mejoramiento» de la raza, un blanqueamiento.
160
no quiere estar bien?”. “¿Quién no quiere mejorar?”. Es com-
prensible que quienes reciben menores o nulos beneficios del
orden-colonialidad, los oprimidos, los indios y negros, tiendan
al blanqueamiento. Este ‘tender a lo blanco’ no se explica ex-
clusivamente por el propósito de mejorar las condiciones de
vida, sino también, porque el sistema, al afirmar la blancura
como la única poseedora de las características positivas, la
instituye como el horizonte al cual se tiende.
161
casarse” y el “mejoramiento racial”, lo hagan diferenciándose
de ellas, reconociéndolas como operantes en la sociedad,
pero separadas de ellos por un espacio de posible corrección
política, o ubicándolas en una época distinta, pero en la
forma de una moral:
También concibo yo así como lo dicen los compañeros, que más
que todo a uno le meten eso en la cabeza de buscarse alguien de
origen, de ascendencia ladina o mestiza, ya que a veces pueden
tener mejor condición social.
162
Yo tuve un novio allá que sí es indígena. Entonces él decía que
él no quería tener una novia que fuera indígena, él quería tener
una novia que no fuera indígena. Y entonces, él me decía que
no sabía cómo iba a hacer porque el papá le decía que si él no
se casaba con alguien que fuera de igual que él no le iba a dar
herencia, le iba a quitar no sé qué y me decía que él estaba
enamorado de mí, que él quería un día casarse conmigo, pero a
saber cómo le íbamos a hacer, le decía (…)
163
persona de «raza inferior», un indio o un negro. De hecho
cada vez que se querría hablar del mejoramiento racial, o de
la efectividad de los discursos de la raza, se recurre a ejem-
plos de personas que no siguieron el ordenamiento racial de
la sexualidad. Estos casos de las personas que se resisten a
la moral –de la colonialidad– racial-sexual muestran tanto
el ordenamiento racial de la sexualidad, con su sistema de
castigo y recompensa, así como las fallas de ese sistema. Son
la evidencia no solo de la inefectividad de la significación
racial-sexual del cuerpo, sino también de su falsedad, de su
ficción, de su artificio. La perspectiva de la carne permite
comprender por qué se dan esos casos, por qué las personas
tienen relación sexual-sentimental con parejas consideradas
racialmente inferiores, a pesar de conocer y recibir los cas-
tigos posibles. Se tiende a la blancura, los discursos, y por
tanto los cuerpos están referidos a ella, pero la tendencia,
por institucionalizada y normalizada que esté, no se cumple
en todos los casos. Por ordenados que estén los cuerpos en el
campo del orden-colonialidad, no todos responden a él. No
existe una ley física, como la ley de la gravedad, digamos que
se cumpla para todos los casos dentro del planeta Tierra,47/
que impida contraer matrimonio, enamorarse, o desear a
alguien, sin importar su posición dentro del orden del cam-
po social. Y eso es porque el amor y el deseo no responden
necesariamente a un orden, lo que no implica forzosamente
un proceso inconsciente o subconsciente, involuntario, de
resistirse al orden-colonialidad, sino que también puede ser
voluntario y consciente, como uno de los participantes a los
talleres expresó: “Pero ya cuando uno crece, se va dando
cuenta que la realidad es otra”.
164
a pesar del castigo. Sin allanar las complicadas discusiones
sobre amor y deseo, bastará reconocer que ambos pueden
ser i-racionales, i-lógicos, y en ese sentido, des-ordenan el
campo de significaciones del orden-colonialidad. El amor y
el deseo des-articulan los discursos enmarañados en cuerpo,
desarman el cuerpo. En este sentido podemos decir que la
norma, el deber-ser-blanco, corresponde al cuerpo; mientras
que, el amor y el deseo que des-articulan los pre-juicios que
se embrollan en el cuerpo, des-ordenando el mundo, surgen
de la carne, ex-ceden los discursos, ex-ceden la norma y con
ella, al orden-mundo. El deber-ser-blanco, tender al horizon-
te de la blancura es, dentro del orden-colonial, el tener un
cuerpo; mientras que, el amor y el deseo es ser la sensibilidad
frágil de la carne. No se afirma con esto que amor y deseo
sean un mismo hecho, ni siquiera que sean similares, lo que
se señala es su coincidencia, como des-orden, en la carne.
Lo que tampoco quiere decir que todo amor y todo deseo
desarticulen los discursos sobre el cuerpo, o que todo amor y
todo deseo sean des-orden.
165
lado el amor, así considerados –siguiendo una perspectiva de
la difference–,50/ no desde la identificación con una esencia,
sino desde la diferencia que permite la desmantelación (ni
siquiera siempre intencional porque no se puede planear el
deseo y el amor) de los discursos que se imponen violenta-
mente, pero que evidencian su artificialidad e inoperancia
ante la contundente diferencia que expresan. La diferencia es
lo que le da su interminable espesor a la carne, su viscosidad
confusa, que entre otros sentimientos se expresa en el deseo o
el amor, como uno de los poderes que dislocan los discursos
y relatos, como el poder de desordenar el mundo.
166
todo a las diversas resistencias a este orden, dadas a lo largo
de la historia de la colonialidad, y en su mayoría, dejadas
por fuera de la historia oficial, silenciadas, marginadas. Es el
caso de las parejas desheredadas, los suicidios por el rechazo
a la pareja y otras formas de violencia, hasta las preferencias
sexuales a-normales; los grupos «gays» y «lésbicos» organiza-
dos, desordenados y hasta anarquistas; aunque no solamente
en el sentido sexual, sino también todas las personas que co-
tidianamente se resisten a la naturalización y a la imposición
de la significación de su vida por una institucionalización
moralista que pretende colonizarla; y todas las resistencias
contemporáneas a ese orden. Las circunstancias de este ensa-
yo no agotan este punto, quedando por delante el estudio de
las diferencias, de lo a-normal, de lo no-humano.
Conclusiones preliminares
167
no solamente el virus, sino su fuente. Esto explica el fracaso
de los proyectos de homogeneización social, y las estrategias
antirracistas, que sitúan el racismo en un ejercicio indivi-
dual, que buscan «culpables», «racistas», y que derivan en la
corrección política; que terminan por conservar el racismo,
para decirlo de alguna manera, en el ámbito de lo privado.
Mientras el cuerpo continúe teniendo el estatuto de la raza-
sexo, mientras las jerarquías sociales se sigan fundando en
las diferencias ideales de las razas y el sexo, que justifican
la expropiación de cuerpos –su profilaxis– y las violentas
desigualdades sociales, no será posible erradicar el racismo.
168
del mundo-colonial, de la violenta dominación de los cuer-
pos y la tierra. La carne, el deseo y el amor, y las “pequeñas”
resistencias particulares, muestran los caminos por donde el
fin del mundo y la re-significación de lo humano, no solo es
posible, sino que ocurre diariamente, en la vida de muchos
de nosotros.
Bibliografía
169
Haraway, Donna (2004). Raza donantes universales en una
cultura vampira. Barcelona.
170
E. Nodrizas e infantes a finales del siglo XVIII:
biotanatopolítica de la lactancia
1
/ Testigo_Modesto@Segundo_Milenio. HombreHembra©. Feminismo y tecnociencia.
2
/ Declaración de María del Carmen Contán, Nueva Guatemala, 17 de octubre de
1797, Archivo General de Centro América (AGCA en adelante), A1, leg. 154, exp.
3063, ff. 28v.-29. (“leg” se refiera a legajo, “exp” a expediente, “f” a folio y “ff” a
folios; siguiendo las abreviaturas del historiador Stephen Webre).
3
/ La patria del criollo. Ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca.
171
1. Introducción
172
La hipótesis en su proceso de corroboración dio lugar a
la realización de una investigación empírica con estudian-
tes universitarios en tres departamentos de Guatemala. La
metodología utilizada fue de grupos focales para establecer
charlas (entrevistas grupales) con los estudiantes en torno a
los discursos que perciben y reproducen cotidianamente en
sus casas y/o espacios de socialización. Al tener acceso a estas
conversaciones que han mantenido los estudiantes con los
investigadores, me han llamado la atención dos cuestiones,
cuya problematización me parece pertinente para analizar y
esbozar dos hipótesis de trabajo.
173
que circulan en estas casas me pareció interesante, en tanto
que la empleada doméstica es generalmente indígena, pobre,
rural; un cuerpo marcado por el sexo, la raza, el género, la clase
y la ruralidad. La segunda hipótesis que plantearía –siguiendo
las intuiciones de Foucault– sería la producción de una fron-
tera entre profilaxis e inmunidad; es decir la heterotopía como
profilaxis y la utopía como inmunidad racial.4/
174
criollos en la Nueva Guatemala. Querría recuperar esta contro-
versia para mostrar de qué manera, la nutrición, la crianza y el
cuidado de los infantes a finales del siglo XVIII están profun-
damente supeditados a la administración lenta de la muerte y
una gestión protésica de la vida.6/ Al mismo tiempo, quiero dar
cuenta de la intervención médico-jurídica en la producción y
reproducción de la vida. Mi aproximación a esta controversia,
sobre todo a la figura de la nodriza es pertinente, porque es la
figura que me permite esbozar hipótesis y plantear problemá-
ticas al momento de pensar la interrelación entre raza y sexo;
interrelación que considero relevante cuando trato de plantear
una historia política del cuerpo colonial en Guatemala.7/
175
espacio doméstico (espacio que considero como heteropía
profiláctica del cuerpo soberano). Además, me estimula a
acercarme al sistema de producción de los juegos de verdad
y falsedad acerca de la nutrición, crianza y cuidado de los
neonatos en esa época; sistemas de producción de verdad
vinculados con la emergente ciencia médica, con las auto-
ridades médicas, eclesiásticas y jurídicas. El empleo de las
indias raptadas para la nutrición-crianza-cuidado de los
neonatos-criollo-coloniales fue arbitrada por una conjunción
realeza-médico-jurídico-religiosa.
176
explicación biológica, genética, histológica o citológica de la
leche y del seno. Tampoco aspiro a proponer una indagación
acerca de la recolección, la conservación y la distribución
industrial de la “leche humana” a través de los Bancos de
Leche Humana. Considero interesante indagar acerca del
posible desplazamiento de las nodrizas a los bancos de leche,
aunque dicho desplazamiento no puede pensarse en términos
de secuencia. Sin embargo, no es esta mi finalidad debido
al enfoque que tienen mis intuiciones y mis hipótesis. Otra
intuición interesante a formular sería la del desplazamiento
de la figura de la nodriza a la industrialización de la leche
de fórmula y la invención del biberón moderno;10/ plantea-
miento que tampoco forma parte de este trabajo que estoy
realizando, aunque no por ello, descarto una vinculación
más directa que indirecta.
177
de la raza. Autoras y autores de todo el globo han teorizado
demasiado acerca de esta “potente” categoría.
178
Por otra parte, merece la pena, pensar la noción de la raza
como ficción somática y política –siguiendo la propuesta
de Beatriz Preciado–; porque permite dar cuenta de los des-
plazamientos que ha tenido tal noción en las inscripciones
corporales y semióticas. La blancura, por ejemplo, se ha
inscrito sobre la piel como marca somática de los cuerpos.
En tal sentido, la blancura de la piel se hace signo que otorga
privilegio, pero también es un signo que se lee bajo las “al-
fabetizaciones”14/ que jerarquizan las marcas de la piel. Por
consiguiente, me interesa abordar la noción de la raza como
ficción somática y política:15/
El sexo, su verdad, su visibilidad, sus formas de exteriorización,
la sexualidad, los modos normales y patológicos del placer, y la
raza, su pureza o su degeneración, son tres potentes ficciones
somáticas que obsesionan al mundo occidental a partir del
siglo XIX hasta constituir el horizonte de toda acción teórica,
científica y política contemporánea. Son ficciones somáticas no
porque no tengan realidad material, sino porque su existencia
depende de lo que Judith Butler ha denominado la repetición
performativa de procesos de construcción política (Preciado,
2008: 58).
179
categorías considerándolas como categorías sociales y, en tal
caso, otorgando un privilegio de verdad absoluta a lo social;
como consecuencia tendré cuidado de reificar construccio-
nismos sociales de cualquier tipo, como si encontrara final-
mente tierra firme de la cual anclarme. Un camino delirante,
riesgoso y peligroso, en todo caso.
180
de los mecanismos de inmunidad y de profilaxis espaciales,
mucho menos de la reproducción misma de la especie.
181
Manuel José de Pineda concerniente al “rapto de indias” que
tenía lugar en el pueblo indio de Jocotenango.20/
182
Aycinena y Larraín, uno de los más prósperos y poderosos re-
sidentes españoles de la ciudad”. (Webre, 2002: 26). Además
de estos dos casos icónicos, emergieron 19 más.
183
un espectáculo lastimo el hecho que además de ser separada
la madre de su hijo, se descubre que la abuela-india-Ma-
ría-Magdalena está al cuidado de ocho infantes-indios, entre
nietos e hijos. Dos de los infantes amamantan la leche de la
abuela; una “mujer anciana será de muy poca sustancia” en
palabras del párroco.24/ Además, según el cura; Luis José, el
infante-indio, también se nutrió de la leche de otras tres amas
de cría que fueron sustitutas de su madre, quienes perdieron
a sus tres hijos por “malnutrición”.25/
184
practicada por “cualificados” médicos de la época.27/ No es
nada menos importante que uno de los médicos que llevase a
cabo estos exámenes fuese el entonces protomédico Narciso
de Esparragosa y Gallardo.28/
185
dientes, por lo que destetarlo significaría un riesgo para su
salud dental. Por otra parte, los médicos afirmaron que doña
Javiera de Barrutia, esposa de Aycinena estaba incapacitada
crónicamente para lactar a su hijo.29/ Además, los médicos
aconsejaron la inconveniencia de separar al infante-español
de su nodriza actual por consecuencias negativas para el neo-
nato. Sin embargo, en el caso del infante-indio no repararon
en inconveniencia alguna para que él tuviese otra nodriza,
puesto que él se había acostumbrado a lactarse de diferentes
mujeres.30/
186
de 160932/ del Rey Felipe III.33/ De hecho, el párroco de Jocote-
nango había aludido la Real Cédula de 1609, al manifestarse
en desacuerdo al rapto forzado de indias, haciendo notar
la “Obligación Real” de protección a los vasallos indios. Él
había denunciado tal práctica como “cautiverio faraónico”.34/
187
consagraba la importancia del seno materno, correspondía a
la época en que los médicos y políticos comenzaban a ensal-
zar las virtudes del fluido de la leche de “la madre”, en contra
del de la nodriza. En ese momento, Linneo se alzaba a una
lucha contra el empleo de nodrizas; práctica común en los
hogares “privilegiados” en el siglo XVIII. En 1794, una ley
prusiana establecía que una mujer saludable debía nutrir a su
propio hijo; lo cual tenía que ver con la asignación de roles
domésticos y de cuidados a las mujeres, pero también a la
emergencia de las políticas consagradoras de la pureza racial.
188
con la sangre-leche de su madre); tercero, advierte sobre la
amenaza que pesa a la familia, acerca de una posible mutación
fisiológica que tiene que ver con el cambio del temperamento
de la familia (puesto que la transmisión del temperamento
pasa por dos etapas: a través de la nutrición del “infante” por
la sangre en el interior de la matriz y mediante su nutrición
por la leche en el exterior. Contradicción entre amamanta-
miento por parte de la madre y el amamantamiento por parte
de la nodriza. Una contradicción en la transmisión continua
del temperamento); y cuarto, que las nodrizas transmiten
también sus enfermedades al infante.
189
Gilbert advierte en su “Disertación sobre la despoblación”40/
acerca del verdadero calvario de los recién nacidos puestos
al cuidado de las nodrizas. De hecho, para él no se trata
solamente de una desnaturalización del temperamento
familiar del infante, sino más bien de un atentado directo
hacia la fuerza de la patria. Es decir, en este momento surge
la vinculación de la madre con la patria: la degeneración del
infante es la degeneración de la patria. Dorlin, se percata
espléndidamente de la gestión de la leche y su importancia
en la transmisión de la nación y la producción de la riqueza
nacional en Francia.
190
mandamiento, durante el siglo XVI, para recluir forzosamente
a amas de cría nativas. En 1570, por ejemplo, las obligaciones
laborales regulares del pueblo de Asunción Jocotenango en el
valle de Panchoy, incluían la obligación de proveer tres amas
de cría por semana”.41/
191
vida dentro de este espacio heterotópico tiene que ver con
la captura de la india maximizadora de la vida. La india que
maximiza la vida y la descendencia de la familia criolla no
puede ser sino un cuerpo viviente marcado por la raza, por el
género y el sexo. La india no existe en este relato familiar más
que como una pariente del vampiro succionador de la leche.
La india no tiene existencia sino como ficción somática viva
apropiable y expropiable.
192
en el escenario de la crianza. ¡Vaya familia hetero-colonial!
El colono habrá pensado: “¡India a la vista, sobrevivencia
para mi colonia!”. Con Haraway y para actuales “colonos”, le
lanzaríamos este pin político: “¡Cyborgs, por la sobrevivencia
de la tierra!”.
193
ovulación? ¿Qué hay de la práctica sexual de la pareja india?
¿No era necesario procurar una alta tasa de natalidad india
para la nutrición de los productos de la fábrica-reproductora
de infantes coloniales? Estas interrogantes plantean para-
dojas que operan de ese modo en una perversa mentalidad
criolla-española. ¡Leche india, fluido dorado para la repro-
ducción de la familia malthusiana tardocolonial! Un paisaje
vampírico extractor.
194
extrapolan. A partir de estas intuiciones, difiero no solamente
de la periodización que señala Foucault en occidente, sino
también de la diferenciación entre ambos regímenes.
195
a riesgo de caer en un anacronismo y una extrapolación ana-
lítica. Me resulta sugestivo pensar la gestión de la leche de la
india en este escenario biotanatopolítico, según la intuición
de Agamben:
Si, en todo Estado moderno, hay una línea que marca el punto
en el que la decisión sobre la vida se hace decisión sobre la
muerte y en que la biopolítica puede, así, transformarse en
tanatopolítica, esta línea ya no se presenta hoy como una fron-
tera fija que divide dos zonas claramente separadas (Agamben,
2010: 155-56).
196
solamente con la incorporación protésica de un aparato so-
mático reproductor de leche en la vida del infante colonial;
también tiene que ver con un aparato somático medio vivo
que se queda circulando y recolectando sobrevivencia48/ al
otro lado del espacio profiláctico de lozana vida colonial; “en
la zona del ser” rememorando los análisis decoloniales de
Ramón Grosfoguel.49/
197
poder de dar la muerte se confunde dentro de las coordena-
das biopolíticas en tanto que se hace una gestión de esa vida
indigna-de-vida –inviable como humano– para la mejora y la
maximización de la vida del infante-criollo y la potenciación
de la población criolla; y la administración lenta, cierta y sin
premura del neo-nato-indio jocoteco.
50
/ Agamben, Op. cit. p. 179.
198
6. Disputa por el fluido mamario, disputa por la “verdad”
199
más engloba y controla eso de lo “humano”. Y el tercero es
sobre la economía de la salud: lo que tiene relación con el
mejoramiento de la salud, los servicios de salud y el consumo
de salud en el desarrollo económico de las sociedades privi-
legiadas (cfr. Ibíd.: 364).
200
práctica de apropiación-expropiación tiene relación directa
con la fantasía europea sobre América. En palabras de Federici:
América misma era una mujer desnuda reclinada que invitaba
seductoramente al extranjero blanco que se le acercaba. En
ciertos momentos, eran los propios ‘indios’ quienes entregaban
a sus parientes mujeres a los sacerdotes o encomenderos a
cambio de alguna recompensa económica o un cargo público
(Federici, 2010: 305).
7. Derivaciones hipotéticas
201
semantizarse a través del color de la piel. La conservación
de esta pureza requiere de un intensificador, mencionado
por los estudiantes, que vendría a contribuir a la mejora
de la raza. La inscripción de la raza a través de la piel se
vincula igualmente con los capitales económicos, culturales,
sociales; es decir, los capitales simbólicos reiterando el abor-
daje de Bourdieu sobre el capital. De ahí, se puede señalar
que el blanqueamiento dermatológico se intercepta con
el proceso de blanqueamiento cultural, social y simbólico.
Quizás habría que pensar en la gramática de la piel como
un capital simbólico. Por otra parte, la heterosexualidad
como régimen político;55/ que lúcidamente analiza Monique
Wittig o la heterosexualidad obligatoria que discurre Adrien-
ne Rich se relaciona con lo que conversaron los estudiantes
en torno a la búsqueda de la pareja-intensificadora de la raza.
En su discurso mencionan la mujer blanca heterosexual o el
varón blanco heterosexual como conservadores de la pureza
racial, pero también como mejoradores de tal pureza. Aquí,
el ideal regulatorio de la blancura se intercepta con el ideal
regulatorio de una sexualidad institucionalizada, a través
del matrimonio y ejercida para fines de reproducción de la
especie humana, “mejorada” en este caso.
202
siempre en desiguales condiciones, por las vidas merecedo-
ramente vivibles, llorables, y dignas de duelo.
203
diferencial de poder que debemos aprender a leer, a evaluar
cultural y políticamente y a impugnar en sus operaciones
diferenciales”.
204
que la arquitectura de las residencias familiares citadinas sea
una mimesis del espacio colonial. Desde la instauración de
los pueblos de indios, como auténticas heterotopias, se ha
diseñado una frontera profiláctica. La gestión de los cuerpos
“otros” como técnica de inmunidad española. La utopía colo-
nial ha sido, me temo que sigue siendo, un muro de defensa
de los cuerpos extraños, los cuerpos invasivos, los cuerpos-no
humanos, en todo caso, una indianidad monstruosa.
8. A modo de conclusión
205
en que opera, llega a camuflarse y a adquirir estatuto ontoló-
gico. Preguntar por el estatuto ontológico de la raza y del sexo
es fijarse en ciertas espacializaciones de estas ficciones. Por
otra parte, al considerarlas como ficciones no significa que
estas no tengan capacidad performativa semiótico-material;
por supuesto que estas ficciones se inscriben somática y
políticamente sobre el cuerpo. En el caso particular del rapto
de los cuerpos de indias, la ficción de la raza se transforma en
el fluido vital. De ahí que los cuerpos soberanos se ocupan en
gestionar la circulación del fluido, sin importar que la con-
ducción de ese fluido a los espacios de profilaxis colonial sea
también la materialización de una administración lenta de la
muerte de aquellos neo-natos inviables como humanos y, por
consiguiente, depurables del escenario colonial. El cuerpo
colonial se marca biopolíticamente y ese es su estatuto. El
cuerpo racializado, sexuado y generizado, no existe fuera de
los márgenes de la biopolítica ni de la performatividad.
206
racializados, sexuados, generizados en los rituales de la fami-
lia, el parentesco y en los relatos de la nación.
207
pero las esclavas no eran legal o simbólicamente humanas en
absoluto. (Itálicas de Haraway).62/
208
irrumpir contaminantemente los marcos normativos en los
que ciertos cuerpos no cuentan como humanos viables. Creo
que no hay que integrarse en ese marco. Al contrario, se trata
de abrir nuevas nociones de “la humanidad”. Un horizonte
peligrosamente delirante, pero algo que creo que no podemos
dejar de desearlo, así sea imposible.
Bibliografía
209
Foucault, M. (2005). Vigilar y castigar. El nacimiento de la
prisión. Madrid: Siglo XXI.
210
Preciado, B. (2002). Manifiesto contrasexual. Prácticas sub-
versivas de identidad sexual. Madrid: Opera Prima.
211
F. Anexos
Anexo 1
Ficha Técnica
213
Levi-Strauss, la teoría de la sexualidad y el nuevo racismo de
Michel Foucault, la teoría de la performatividad del género
de Judith Butler, así como los estudios de la colonialidad y
poscolonialidad, poniendo especial énfasis en la noción de
interiorización del racismo de Frantz Fanon.
214
tividad del género y la raza, permiten la interiorización y
reproducción del Dispositivo Sexo-Raza.
215
Anexo 2
Instrumento para el trabajo de campo
AVANCSO
Equipo de Imaginarios Sociales
Investigación sobre el Dispositivo Sexo-Raza
Módulo 1
Sesión: régimen de normalización
Objetivo: La construcción de un continuum por medio del cual
podamos identificar las formas de normalización del dispositivo
mediante la producción de un sistema de diferenciación entre la
“mejor y la peor raza”.
Ejes/preguntas de análisis:
• Mejoramiento sexo/racial
• Linaje y dispositivo de alianza
• Capitales sociales/económicos/culturales
Continúa…
217
Ejercicio (1 hora 10 minutos)
Fase introductoria
Finalidad de la fase:
Estimular el ambiente para la discusión sobre el régimen
de normalización del dispositivo, mediante el debate del
axioma del mejoramiento racial.
Dinámica de fase:
1. El moderador de la sesión presenta el proyecto a los
asistentes y explica la metodología.
2. Los participantes se presentan ante todos.
3. El moderador de la sesión cuenta una anécdota que
refleje un discurso sobre el mejoramiento racial:
• Ejemplo del moderador de la sesión: “la abueli-
ta se puso contenta porque la hermana se casó
con un italiano”.
• Ejemplo del asistente hombre: “de niño me
gustaban más las canches pero no me hacían
caso, entonces me di cuenta que las morenas sí
me hacían caso”.
• Ejemplo del asistente mujer: “Yo siempre he
querido que mi marido tenga ojos azules, así
mis hijos salen bonitos”
15 mins Anécdotas individuales
Objetivos de fase:
1. Familiarizar a los participantes con el tipo de
dinámica.
2. Recopilar las primeras informaciones sobre el axio-
ma del mejoramiento racial.
Continúa…
218
Dinámica de fase:
El moderador de la sesión, después de haber contado
su historia, le pide a los participantes que cuenten una
historia que implique un caso del discurso sobre el
mejoramiento racial.
20 mins Construcción y descripción
de categorías sociales
Objetivos de fase:
1. Construcción de categorías sociales en torno al
axioma del mejoramiento racial.
2. Jerarquizar las categorías sociales.
3. Establecer un primer nivel de sistematización de la
información.
4. Primera reflexión y racionalización de las categorías
Dinámica de fase:
El moderador de la sesión pide a los participantes que
relacionen sus anécdotas con los sujetos arquetípicos
que estarían implicados en un caso de mejoramiento y
otro de empeoramiento racial y que propongan catego-
rías sociales para identificar a cada uno. Dar ejemplo
del “shumo” o el “caquero”.
Todos los participantes del grupo recibirán dos pape-
letas, en una deberán escribir una categoría sobre el
mejoramiento y otra sobre el empeoramiento racial.
El asistente de la sesión pega el mapa de jerarquización
en donde está en un extremo escrito “mejoramiento
racial” y en otro “empeoramiento racial”.
Se promueve una discusión en grupo para ubicar las
posiciones en los puntos posibles del continuum y que
justifiquen por qué esa categoría mejora o empeora la
raza. El moderador se encargará de pegarlos en el sitio
que le sea indicado por el grupo.
El moderador de la sesión le solicita al grupo que ordene
las categorías en un continuum diseñado por el criterio
del mejoramiento y el empeoramiento racial; es decir,
según sus valoraciones positivas y negativas.
Continúa…
219
20 mins Caracterización de los sujetos arquetípicos
Dinámica de fase:
El moderador de la sesión solicita a los participantes que
hagan una caracterización de los sujetos arquetípicos
tomando en cuenta los siguientes bloques de preguntas.
El moderador solicita a los participantes dividirse en tres
grupos. A cada uno de los grupos le entrega una tarjeta
con uno de los bloques de preguntas y le solicita que las
responda, en una hoja en blanco, para el caso de la mejor
raza. Luego se redistribuyen las tarjetas y replica el ejer-
cicio para el caso de la peor raza. Finalmente redistribuye
nuevamente las tarjetas y les solicita que respondan para
la raza intermedia. Cada una de las veces durará como
máximo tres minutos:
Capital Cultural:
-¿Qué gustos tienen? Por ejemplo:
En consumo, música, películas, ropa.
Para escoger pareja
Decoración y ambientación de hogar, vehículos, etc.
Modales de mesa
-¿Dónde estudian?, ¿qué títulos tienen?
-¿Qué hacen en los feriados?, ¿a dónde viajan?
Capital Económico:
-¿En qué trabajan/como ganan su dinero? - si tienen una
empresa familiar: ¿de qué tipo es?
-¿Qué puestos tienen?
-¿Cuánto ganan y cuánto gastan al mes?, ¿en qué gastan?
Capital Social:
-¿Cuáles son los apellidos y ascendencia genealógica?
-¿Dónde viven?
-¿Qué hacen y a dónde van en su tiempo libre?
-¿Tienen familia en el extranjero?, ¿qué hacen?
220
Módulo 2
Sesión: pedagogía sexo/racial, trasgresión
y régimen disciplinario
Objetivo: Identificar los límites del régimen de normalización,
así como las estrategias disciplinarias que son desplegadas por el
dispositivo cuando opera de forma represiva.
Estrategia: Brindarles una historia sobre trasgresión y plantearles
ideas ¿Por qué me molesta tanto la trasgresión?
Ejes de análisis:
Dispositivo sexo/raza
• Pedagogización del varón
a. Placeres (sexo: propiedad individual)
b. Reproducción
• Histerización de la mujer
a. Prohibición
b. Trasgresión (sexo propiedad grupal)
c. Disciplina
Preguntas generadoras:
¿Cómo perciben los cuerpos? (mejorar raza y belleza/ placer-carnal)
¿Con quién me voy a la cama?/¿Con quién me voy al altar?
Ejercicio (1 hora 10 minutos)
10 mins Sexualidad, dispositivo de alianza: hombre/mujeres:
funciones grupal reproductiva => no placer;
¿individual placer?
Objetivo de fase:
Reconstrucción de la representación mental sobre el
hombre/mujer ideal por medio de atributos del dis-
positivo de alianza: matrimonio, personas de estatus
definido, de fijación, transmisión de nombres y bienes,
o individual (función placentera).
Dinámica de fase:
El moderador de la sesión le solicita a los participantes
que reflexionen sobre la mujer/hombre ideal, tomando en
cuenta aspectos como potenciales parejas matrimoniales,
estatus y clase social, herencias, cómo formaría su familia
Continúa…
221
25 mins Dispositivo: pedagogía masculina sexo/racial
Objetivo de fase:
Introducción y debate de los modelos arquetípicos
generados por formas pedagógicas de socialización del
dispositivo sexo/raza.
Dinámica de fase:
El moderador de la sesión cuenta una historia en la que
se representan los modelos arquetípicos que operan
como formas pedagógicas del dispositivo sexo/raza: la
historia puede ser una en la que un joven adolescente
lleva amigos a la casa para que tengan relaciones sexua-
les con la empleada doméstica indígena. (3 mins)
222
25 mins Dispositivo sexo/raza: trasgresión, disciplina
e histerización de la mujer
Objetivo de fase:
Introducción y debate de los modelos arquetípicos de
trasgresión que activan socialmente formas disciplina-
rias del dispositivo sexo/raza
Dinámica de fase:
El moderador de la sesión cuenta una historia en la que
se representan los modelos arquetípicos que trasgreden
las fronteras del dispositivo sexo racial: la historia
puede ser una en la que una mujer, que cursa el primer
año en la universidad, desde niña es amiga del hijo
del jardinero y ahora que son grandes, ella ha quedado
embarazada de él. (3 mins)
El moderador de la sesión deberá estimular un debate
en el que sean planteadas las siguientes preguntas
generadoras: (22 mins)
¿Cuál sería la reacción de los padres, hermanos, abuelos
de la mujer?
¿Cómo los apoyarían o castigarían sus familiares? (con
casas, herencias, capital, etcétera)
¿Qué le aconsejarían como amigas que hiciera (casarse,
adopción, madre soltera)?
De casarse con él, ¿cómo sería su vida?, ¿qué ganaría,
qué perdería?
De no casarse con él, ¿a qué tipo de pareja y vida social
podría aspirar?
El haber quedado embarazada del hijo del jardinero ¿la
hace perder valor como mujer y virtud ante la sociedad?
¿Qué hace de una mujer ser virtuosa? (virtud: familia,
hogar, sexo reproductivo no “placentero” )
¿Cómo es la mujer que no es virtuosa? Descríbala
20 mins RECESO
223
Módulo 3
Sesión: Subversión, y autorreflexividad crítica
Objetivos de la sesión:
• Estimular la reflexión y problematización de la naturaliza-
ción, reproducción e incorporación del dispositivo en la
pragmática de la vida.
• Incitar a la subversión ante los mecanismos de control, repro-
ducción y manipulación generados por el dispositivo.
• Promover la crítica y deconstrucción del dispositivo.
• Promover junto a los participantes de la sesión, la búsqueda
de alternativas no patriarcales/racistas.
Estrategia:
Ejes/preguntas de análisis:
• ¿cómo se desnaturaliza la reproducción del dispositivo?
• ¿cómo se construye reflexión crítica y deconstructiva del
dispositivo?
• ¿mediante qué dinámica o práctica social pueden ser sub-
vertidos los mecanismos de control y reproducción del
dispositivo?
• ¿desde qué referentes se puede generar una nueva pragmática
de la vida relacionada con el sexo y la raza?
Ejercicio 1 hora y 10 minutos
10 Autoposicionamiento
mins
Objetivo de fase:
Posicionar a los participantes ante el debate realizado
durante la sesión
Dinámica:
Para cerrar la sesión el moderador les solicitará a los
participantes que manifiesten cómo se ubican ellos
ante este tipo de situaciones.
Continúa…
224
10 Dramatización
mins Ego-Alter
Dinámica de fase:
• El equipo retoma las categorías raciales (mejor,
mala, peor) que hayan salido del continuum cons-
truido en la sesión anterior.
• El moderador de la sesión le asigna una de las
categorías a dos participantes y les pide sentarse en
una silla frente al resto del grupo. Le explica que su
dramatización consiste en quedarse callado
• El resto del grupo describe el conjunto de atributos
con los que caracteriza la categoría que representan
los participantes del frente.
• Hacer el mismo ejercicio con las otras dos catego-
rías, 3 mins c/u.
30 mins Dispositivo y estructura social
Dinámica:
• El asistente de la sesión coloca el dibujo de una casa
de tres niveles que represente una escala de mayor
a menor autoridad, violencia y poder, emulando al
padre, madre, hijo, hija y servidumbre.
• El asistente de la sesión tiene preparadas las catego-
rías sociales producidas en el primer ejercicio sobre
la raza mejor y peor.
• El moderador de la sesión le solicita a los integran-
tes del grupo que trabajen sobre la imagen de la casa
tomando en cuenta las siguientes instrucciones:
Continúa…
225
1. Relacionar las categorías con algún miembro de
la familia
2. Ubicar cada una de las categorías en la escala
de autoridad, violencia y poder representada en
la casa
3. Explicar por qué se reconoce la autoridad y la
posición de cada quién en la casa
• El moderador de la sesión solicita al grupo que
responda las siguientes preguntas:
o ¿cómo es la relación entre las categorías/
miembros?
o ¿qué conflictos se dan entre las posiciones y
qué relación tienen con la escala de autoridad,
violencia y poder a partir de las dimensiones y
los espacios de la casa?
o ¿por qué se producen esos conflictos?
o ¿cómo se resuelven en la estructura de autori-
dad, violencia y poder?
20 mins La subversión del dispositivo
Preguntas generadoras:
• ¿cómo subvertir el dispositivo?
• ¿cómo construir una economía sexo-racial alternativa?
• ¿cómo podría llevar a su vida cotidiana, a sus fami-
liares y amigos este tipo de reflexión crítica?
Dinámica:
• El moderador de la sesión hace una síntesis sobre
los días anteriores y luego,
• Le solicita a los participantes que individualmente
comenten la experiencia durante todo el taller y que
expliquen cuáles aprendizajes obtuvieron (15 mins).
Continúa…
226
• El moderador de la sesión solicita a los participan-
tes que con tres palabras expliquen qué se puede
hacer para rebelarse o subvertir y dejar de recono-
cer el poder que produce el dispositivo en todas las
esferas de la vida (5 mins).
227
Los Textos para Debate recogen Otros libros que integran esta
resultados parciales generados a Colección:
Sexo y Raza
lo largo de las investigaciones en
Sexo y Raza
www.avancso.org.gt nas un primer acercamiento y enfocan en aquello
que está en la base del mismo: el cuerpo como una “Más que un indio”
Ambivalencia racial y
construcción histórico social y, en el caso guatemal- multiculturalismo neoliberal en
teco, una construcción colonial que continúa defi- Guatemala
niendo el deseo. La vigencia de la aspiración a la
blancura o al blanqueamiento es quizá la expresión Las políticas del
más inmediata de esto. reconocimiento
Una mirada al quehacer sobre
racismo y discriminación en
Guatemala
No. 25
Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales en Guatemala