El Héroe Abaroa Del Carajo
El Héroe Abaroa Del Carajo
El Héroe Abaroa Del Carajo
Fue uno de los defensores del Puente del Topáter que eligió morir en su tierra
cuando podía haber migrado.
No es fácil comprender cómo los bolivianos de la segunda mitad del siglo XIX
entendieron en su tiempo los conceptos de nacionalidad y patriotismo como
ciudadanos de un país que tenía muchas limitantes, con apenas 54 años de
existencia, sin vinculación caminera ni ferrocarriles, sin telégrafos, con un
desconocimiento casi total del resto de los territorios bolivianos, con constantes
luchas políticas, con una población cuyo analfabetismo llegaba al 78% del total
y donde los indios ni siquiera eran considerados bolivianos. Un país que 38 años
antes estuvo a punto de ser desmembrado por el Perú; que apenas construía su
sentido de nación boliviana y que se reconocería como tal muchas décadas
después, en pleno siglo XX.
3. Una vez casado, arreglar y ultimar los detalles de su testamento y dejar muy
claro el asunto de sus herederos y última voluntad.
6. Por decisión del jefe de la defensa don Ladislao Cabrera, Abaroa se convertiría
en el líder de la columna de 15 patriotas armados con rifles y revólveres, y
además se le confiaría la defensa del reducto más complejo y donde existiría
fuego nutrido: el puente Topáter. También conformarían una Junta Patriótica de
emergencia por voto ciudadano; esta junta estaría compuesta por Ladislao
Cabrera, Eduardo Abaroa, Fidel Carrazana y Andrés Lizardo Taborga.
Calama, marzo 18 de 1879
1 quintal de azúcar
1 quintal de arroz
20 libras de fideos
30 libras de charque
1 quintal de papas
10 libras de sal
1 quintal de cebollas
10 amarros de tabaco
9 turriles de pólvora
10 libras de (ilegible)
Eduardo Avaroa
“En el vado del Topater se habían realizado por ambas partes prodigios de valor.
Avaroa el animoso jefe boliviano encargado de la defensa de ese punto, viose
acribillado de heridas…” “cual el noble gallo inglés que muere en la arena de la
rueda sin dar un grito ni rendirse… el desprecio a la vida que se le ofrecía en
cambio de su vasallaje y murió como mueren los bravos invocando a la patria…
…Siete de ellos cayeron exánimes entre zanjas y los chilcales… … a pesar de
nuestra victoria… nuestros ánimos están mal impresionados. La sangre de
nuestros hermanos pesa sobre nuestros pechos y ahoga el júbilo y la alegría. La
heroica resistencia de nuestros enemigos infúndenos cierta desazón, pues
prevemos la gran cantidad de sangre que será necesario verter antes de obtener
el triunfo definitivo… … La dirección del ataque poco nos satisface y pensamos
con cierta tristeza en los prodigios de valor que necesitarán desplegar nuestros
soldados cuando llegue el día de sostener una gran batalla… si contra un poco
más de un centenar de hombres tuvimos que batirnos varias horas, que pasará
cuando nos enfrenemos al ejército regular?…
• Defensores
Al respecto, el Cnl. Julio Díaz Arguedas (importante historiador militar boliviano
de la primera mitad del siglo XX) se refiere en su clásico análisis militar que los
defensores de Calama hicieron más de lo que tenían que hacer, soportando un
fuerte combate por más de tres horas, sin tener experiencia militar ni de conjunto.
Sobre el ejército chileno también menciona que fue una diferencia numérica lo
que les dio la victoria, pues en lo militar cometieron muchas fallas como las
cargas de caballería durante el ataque inicial en los pasos del río, cuando se
suponía que la caballería debió operar al cortar los caminos a Chiu Chiu y
Cobija… el no hacerlo permitió que muchos bolivianos escapen dirigidos por
Ladislao Cabrera. Estos sobrevivientes se enrolarían en las Guardias Nacionales
y los destacamentos de Voluntarios que participarían en las batallas futuras.
Debió ser la artillería chilena la que inicie el ataque y así eliminar o captura a los
135 bolivianos; concluye su análisis militar Díaz Arguedas.
Sobre la frase: “esto es Bolivia, soy boliviano y aquí me quedo”, la misma ha sido
registrada en la obra de don Roberto Querejazu, aunque no había exactitud en
las fuentes; sin embargo, en 1999 se encontraron en la ciudad de San Francisco
en los Estados Unidos y por casualidad los testimonios del diario de Fidel
Carrazana, del cual también habla otro excombatiente de Calama, don Andrés
Lizardo Taborga, en su diario de campaña. En su breve relato, Carrazana
muestra la decisión de Abaroa de no abandonar Calama cuando ya tenía su
equipaje y pertenencias listas en varias carretas para salir rumbo a Potosí, donde
su familia lo esperaba; pero cuando las noticias y testimonios llegaron a su
periódico relatando los atropellos del ejército chileno mientras tomaban
paulatinamente pueblos y villas bolivianas, Abaroa cambiaría de planes y se
quedaría, saliendo de Caracoles a Calama para ponerse a órdenes de Cabrera.
La frase fue escuchada por Fidel Carrazana y tres de sus empleados, los cuales
también participarían en la defensa. El más joven de ellos, Justo Oropeza,
también moriría en domingo 23 de marzo. Esta hermosa frase sería enterrada
en el olvido y no sería recordada hasta hoy como el famoso “carajazo” dicho
sobre el Puente del Topáter.