El Caracazo Varios Autores
El Caracazo Varios Autores
El Caracazo Varios Autores
Coordinación de colección
Luis Felipe Pellicer
Asesoría editorial
Dannybal Reyes
Diseño de colección
Dileny Jiménez
Diagramación
Carina Falcone
El Caracazo
PREsentación
el caracazo
[9]
27 y 28 de febrero:
rebelión del hambre
el caracazo
[ 11 ]
meditadas, sin pretender de ninguna manera agotar el tema. En
próximas entregas volveremos sobre él.
varios autores
[ 12 ]
El día que ardió el enigma
Federico Álvarez
el caracazo
[ 13 ]
esquemas de comportamiento colectivo de los venezolanos. Las
movilizaciones ocurridas a raíz de la muerte de Gómez, el 14 de
febrero y el 27 de junio de 1936, o a la caída de Pérez Jiménez —para
recordar solo algunos casos celebres— obedecieron a patrones
tradicionales de agitación organizada, con objetivos políticos defi-
nidos de antemano. Pero, esta vez, ¿qué se buscaba? ¿Quién las
organizó? ¿Quiénes las condujeron?
La pasividad de este pueblo constituía, desde hace varios años,
objeto de curiosidad y de intriga entre los científicos sociales.
Nadie se atrevía a responder cabalmente por qué una población
sometida a un proceso de pauperización tan violento y persistente,
víctima de una escalada tan implacable de desigualitarismo en la
distribución del ingreso, permanecía fiel a un sistema político que
le prometió libertad, justicia y bienestar. Porque conviene advertir
que no se trata de apariencias. Estadísticas oficiales corroboran lo
que el ojo ve en los cerros y quebradas. Pobreza crítica que supera
el 30 por ciento de la población, marginalidad situada en más del
50 por ciento, las dos terceras partes de la población con ingresos
familiares inferiores a 9 mil bolívares, frontera para la subsistencia.
Esos son los datos que manejan la Oficina Central de Estadística
e Informática, el Ministerio de la Familia y los investigadores del
Proyecto Venezuela. Al finalizar el gobierno de Jaime Lusinchi,
médico pediatra, la desnutrición infantil alcanzaba cifras alar-
mantes para la Organización Mundial de la Salud.
Con una mezcla menos explosiva, los brasileños y los domi-
nicanos protagonizaron pobladas saqueadoras. Y, en esos países
faltaba un ingrediente eminentemente combustible que aquí acre-
cienta las tensiones y las iras colectivas: una corrupción galopante
que equivale al saqueo cotidiano, impune, de la riqueza de todos.
Junto a la llama material, las brasas quemantes de la descomposi-
ción moral. Razón tuvo, entonces, el historiador británico Perry
varios autores
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Anderson, cuando habló del “enigma venezolano”. La imagen
de ese pueblo pasivo, resignado, aguantador, desaprensivo, con
esa sonrisa de confianza a prueba de calamidades, quedó hecha
trizas en las jornadas de esos dos días. Sobre la profundidad de los
estragos hablan con elocuencia las clamorosas exhortaciones que
nuestros prohombres lanzaban en esos días al mundo: “ese no es el
pueblo venezolano”, “esas turbas abochornan a nuestro pueblo”. Y,
claro, no podía faltar el señalamiento contra el “extranjero malo”
que se nos fue metiendo en los tiempos de la prosperidad. Resul-
taba muy duro aceptar aquel cambio tan brutal.
Y así comenzó la desbordada retórica del “sacudón”, erizada de
interrogantes angustiosos: ¿Era previsible ese estallido? ¿Por qué
fracasó ese día el liderazgo? ¿Qué se hicieron los partidos políticos?
¿Dónde estaba la CTV? ¿De dónde salieron esas multitudes frené-
ticas? ¿Estuvo en peligro el sistema democrático? ¿Qué nos espera
en adelante? Nunca había sido tan abundosa la literatura jeremíaca
como en las dos semanas que siguieron a las turbulencias. Todos
querían tener la palabra mágica para explicar lo ocurrido, que, en
resumen, venía a ser como un calmante para los espíritus alterados
por las turbas.
“Yo lo decía”
el caracazo
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sea posible predecir que el día 27 de febrero de 1989, a las seis de
la mañana, reventara en Guarenas la indignación empozada de los
venezolanos. Sería como pedirle a los sismólogos que avisaran con
tres días de anticipación dónde, a qué hora y con qué intensidad se
producirá el próximo terremoto.
Es más, ni siquiera es automática la correlación entre las penu-
rias que sufre la gente y la decisión de movilizarse contra los explo-
tadores. El francés Raymond Boudon sostiene, en su obra La Place
du Desordre, que la gente no se mueve tanto bajo la presión de los
sufrimientos del presente, como en función de la pérdida de las
expectativas futuras. Es capaz de hacer sacrificio, de aguantar los
“ajustes”, siempre que vea una luz al final del túnel. En el momento
de escribir esta nota (mayo de 1989) la prensa publica encuestas
según las cuales más del 60 por ciento de los interrogados espera
que el programa de ajustes del presidente Pérez contribuirá a
mejorar su situación en el mediano plazo. ¿Tiene eso algo que ver
con el retorno de las aguas sociales a los cauces organizados de las
protestas sindicales?
De modo que sí había elementos para esperar que algo
ocurriera si el deterioro de las condiciones de vida y la pérdida de
fe en el porvenir no eran frenadas a tiempo. Nosotros mismos, sin
pretender la condición de oráculos, escribimos en 1984 algo que
entonces pareció exagerado. En el trabajo “Democracia social o
colapso político”, análisis sobre las elecciones de 1983, inserto en
el volumen 1984: ¿A dónde va Venezuela? (Ed. Planeta, Caracas)1,
señalamos lo siguiente:
Y aún así, la gente acudió a las urnas y prefirió confiar,
una vez más, en la perfectibilidad de la democracia,
encender otra vez la fe en la utopía de la democracia
1 En el mismo sentido, conviene recordar la obra El Caso Venezuela, una ilusión de armonía, coor-
dinada por Moisés Naim y Ramón Piñango, en la cual se recalca la perspectiva de una mayor
conflictividad en el país, como resultado de la restricción de los ingresos petroleros.
varios autores
[ 16 ]
social. Algunos, como Piñerúa, consideran que esta
es la última oportunidad. Otros, más optimistas o
menos dramáticos, creen que será otro “chance” que
el pueblo concede a los partidos reformistas, antes de
tirar la parada del “asalto al cielo” con la revolución
social o decretar el “día del saqueo” como las famélicas
poblaciones marginales de Brasil, Democracia social,
colapso del sistema político imperante o el reino de
la anarquía parecen ser las opciones del futuro inme-
diato. En esa oportunidad, Piñerúa Ordaz afirmó que
la suerte de la democracia venezolana estaba sujeta al
tipo de gobierno que hiciera Lusinchi, quien prometió
que “con AD, viviremos mejor”. Ya sabemos cuál fue
el balance que dejó Lusinchi. Lo curioso es que el
pueblo soportó como un Job esos cinco años y decreta
el día del saqueo cuando el gobierno de Carlos Andrés
Pérez no cumplía cien días. ¿A qué se debe tanta impa-
ciencia? ¿Se ha perdido la confianza en el porvenir?
¿Se agotó la fe en el sistema político? Las encuestas
referidas antes permitirían negar esa posibilidad. No
en balde, el presidente de la República dijo categóri-
camente que las multitudes no protestaron contra su
gobierno, sino que fue “una guerra de pobres contra
ricos”.
el caracazo
[ 17 ]
sociales que participaron en ella —desde el lumpen a las capas
medias— y en la extraña simultaneidad con que arrancó en casi todo
el país. En verdad, ese sincronismo habría satisfecho las exigencias
de los más rigurosos organizadores. El desarrollo mismo permite
seguir una secuencia que revela la incorporación de los diversos
grupos. Arturo Sosa Abascal, en la revista SIC, describe las etapas.
En la primera, el pueblo todo —entendiendo por pueblo a la gente
sin clasificaciones clasistas precisas— se adueña de la escena. Las
pantallas de TV mostraron a hombres y mujeres de los barrios
cargando alimentos y a los de “buena familia” “expropiando”
equipos electrónicos.
Hubo, después, un momento en que los “más marginales”
intentaron recuperar el tiempo perdido y saquearon a los saquea-
dores, que sí estuvieron a tiempo en abastos y supermercados.
Y allí habría comenzado lo que el rector Luis Fuenmayor deno-
minó “guerra de pobres contra pobres”, frase muy celebrada en los
círculos empresariales, donde fue recibida como un lenitivo contra
la corrosiva “guerra de pobres contra ricos” del presidente Pérez. Ya
en ese instante, tras 48 horas de euforia saqueadora, en los barrios
modestos y en las urbanizaciones elegantes de la ciudad asediada
había un clamor unánime: ¡Cuándo suspenden las garantías! ¡Qué
espera este carajo para decretar el toque de queda! El bochinche
cedía la escena al pánico.
Los extremistas de siempre contribuyeron a que el gobierno
satisficiera las desesperadas demandas de los que pensaban que
“esta vaina está yendo ya muy lejos”. Volvieron a montar sus rutina-
rias operaciones de tintos aquí, tirites allá, con la maniática espe-
ranza de que eso “incendiará la pradera”. Con eso, el pretexto de
combatir a la subversión emergió en medio del caos. El pueblo, ese
mítico pueblo, se replegó, se dispuso a cuidar lo poco que tenía, y
las calles quedaron en manos de los francotiradores y el ejército. A
varios autores
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partir de allí la vida comenzó a valer menos aún, después de dos
días en que no valía nada.
Exageraciones y cambios
el caracazo
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Lo real, lo que pudimos apreciar, es que el gobierno dejó hacer
durante 48 horas. A nadie se le puede ocurrir que, sin que exista
una conmoción revolucionaria, las fuerzas del orden presencien
pasivamente saqueos y destrozos, por propia iniciativa. El mismo
presidente Pérez lo ha dicho. Cuando regresó de Barquisimeto
tenía dos opciones: o manda a disparar, y la carnicería habría
sido descomunal; o dejaba que las aguas bajaran por su cuenta.
El mismo pueblo pediría la intervención oficial en la hora nona.
Dudo que haya habido pérdida del control por parte del gobierno.
Desde ese punto de vista, considero que tampoco corrió peligro la
estabilidad del sistema.
Es más, el primer beneficiario de las turbulencias fue el
gobierno. Los saqueos «persuadieron» a los líderes empresariales
para concertar un aumento de salario de dos mil bolívares que,
hasta ese momento, negaban tercamente por considerarlo infla-
cionario. El Caracazo sirvió, además, para que en escala interna-
cional se comprendiera lo vulnerables que son las democracias
latinoamericanas ante los estragos que causan la deuda externa
y las políticas de intercambio de las naciones industrializadas. El
gobierno de Pérez tuvo un momento estelar cuando obtuvo los
créditos-puente de Estados Unidos y España y se anunció el Plan
Brady. Que la “generosidad” imperialista se haya enfriado cuando
vieron que las turbas regresaron a sus cerros y quebradas, es otra
cosa. Esos estallidos fueron un alerta más allá de las fronteras
nacionales. Por último, el presidente Pérez retornó a los días de
la Gran Venezuela, al disparar decreto tras decreto amparado en
la suspensión de garantías. Para un gobernante tan voluntarioso,
las tímidas limitaciones del Congreso Nacional no dejan de ser un
fastidio.
Por lo demás, resulta difícil pensar que esos sucesos hayan
carecido totalmente de liderazgo. Ya he mencionado el episodio de
varios autores
[ 20 ]
los motorizados. En los barrios, de acuerdo con informaciones que
he recabado allí, hubo brigadas que procedían a cortar candados,
cadenas y “santamarías”, sin llevarse nada, y dejaban las puertas
abiertas a las masas. La misma simultaneidad de los estallidos
iniciales en sitios tan distantes hace pensar en acuerdos previos,
si no en una planificación. En todo caso, la ausencia de los líderes
tradicionales no implica necesariamente falta de liderazgo. Las
movilizaciones sociales van creando sobre la marcha sus equipos
directivos.
A la luz de lo acontecido ese día valdría la pena replantearse la
tesis de la derechización de las masas populares venezolanas, tan
en boga en los análisis electorales de diciembre de 1988 y enero de
1989. ¿No sería más justo pensar que esa derechización solo existe
en la mente de aquellos dirigentes carcomidos por el pesimismo
que produce un resultado electoral tan pobre? No pretendo magni-
ficar la significación política de aquellas turbulencias. Solo deseo
recalcar que esta gente se mueve cuando palpa que tiene objetivos
alcanzables y sentidos.
¿Existe un nuevo país creado por el “sacudón” del 27 de
febrero? Yo no llegaría a tanto. Hay cambios evidentes. Los vene-
zolanos están adquiriendo una actitud diferente ante el abuso.
Protestan y buscan mecanismos de defensa contra la especula-
ción. Cuando uno se mueve en los gremios, palpa un hervidero de
iniciativas tales como la creación de cooperativas o de asociaciones
de defensa de la vivienda, que constituyen un embrión de sociedad
civil en movimiento. Se detecta un espíritu más solidario. Las ideas
de vecindad y comunidad comienzan a adquirir contornos ciertos
en algunos lugares. Hasta organismos tan fosilizados, como la
CTV, tuvieron que reaccionar y colocarse como centro de la resis-
tencia al “paquete” económico del gobierno, esta vez con un ánimo
menos sectario, menos exclusivista, más integrador.
el caracazo
[ 21 ]
Son las respuestas iniciales al verdadero proyecto de cambio
que está en marcha, bajo la dirección del gobierno, destinado a
transformar a un país cimentado en el paternalismo estatal, en polí-
ticas extremadamente proteccionistas y en una estructura econó-
mica artificial, en otro país de economía abierta, dependiente de
las leyes del mercado, donde ya no es posible la mano providente
del Fisco. Un cambio impelido por la insuficiencia de los ingresos
petroleros para contentar a todo el mundo sin molestar a nadie. Un
cambio presionado por los compromisos derivados de la deuda
externa que limitan la soberanía del gobierno nacional en materia
de gasto público y le pautan las prioridades que deben regir la asig-
nación de recursos.
En ese nuevo país cada sector tendrá que pelear su parte en la
distribución del ingreso. Eso fue lo que indicó el presidente de la
República cuando afirmó que pasaríamos de una “democracia de
consenso a una democracia de conflicto”. El ajuste está diseñado
para producir un “ahorro macroeconómico”, acumulación primi-
tiva, en el viejo lenguaje marxista, a costa de los trabajadores. Por
eso, la defensa del salario real y del nivel de vida de los asalariados
dependerá de su capacidad de lucha, no de la asistencia del Estado
y menos aún de la comprensión de los empresarios, cuya voracidad
ha rebasado hasta los límites de la prudencia, tal como lo obser-
varon los obispos venezolanos y el Fondo Monetario Internacional.
De allí que una de las interrogantes planteadas con mayor
insistencia a raíz del 27 de febrero, ¿se repetirá el “sacudón”?, solo
admite una respuesta ponderada: los elementos que incitaron a
la rebelión de finales de febrero no solo siguen vigentes sino que
se están agravando. Las expectativas para que el gobierno, con su
estrategia de ajuste, provoque un vuelco favorable se oscurecen en
la medida en que no llega el dinero fresco, así como también con
las manifestaciones claras de recesión económica que son visibles
varios autores
[ 22 ]
en la construcción, la industria automotriz, el turismo y otras acti-
vidades productivas.
Las fuentes de conflictividad aumentan. Sin embargo, si aten-
demos a las encuestas, los venezolanos parecen dispuestos a darle
una “segunda oportunidad” al presidente Pérez. No debemos
olvidar que los pueblos le tienen horror al vacío. Y, en lugar de
Pérez, en las presentes circunstancias latinoamericanas, no se ve
precisamente el Paraíso. Pasó ya el tiempo en que podíamos ilusio-
narnos con la “singularidad” venezolana, en un continente lace-
rado por la miseria y la violencia. Ni la deuda, ni la depreciación
de nuestras materias primas, ni la exposición constante a recaídas
autoritarias —males latinoamericanos todos— nos son extraños.
No somos una isla bendita. Nunca lo hemos sido.
el caracazo
[ 23 ]
Venezuela en tres tiempos
(A propósito del 27 de febrero)
el caracazo
[ 25 ]
El propósito de esta reflexión está centrado en el conte-
nido ético de la conducción política del país a partir de la caída
de la dictadura de Pérez Jiménez; asumiendo la existencia de un
Estado capitalista dependiente2 y dejando de lado los diagnósticos
o reflexiones de índole socioeconómica, sobre los cuales existe
además una importante bibliografía.
2 Para los fines de este trabajo, este concepto no tiene un contenido diferente al de capitalismo
subdesarrollado en vías de desarrollo, democrático-burgués o cualquier otro que exprese la
relación económica, política y social de un país como Venezuela
3 Paternalismo como expresión de populismo y el clientelismo.
varios autores
[ 26 ]
El gobierno de Rómulo Betancourt, ganador por amplio
margen en las elecciones de 1959, basado en el pacto de Punto
Fijo, integra en una coalición a los tres grandes partidos democrá-
ticos —AD, URD y Copei— comprometiendo de esta manera a las
fuerzas políticas más importantes del país con el sello reformista
y capitalista que se le imprime a la democracia venezolana, frus-
trándose así grandes expectativas económicas, sociales y políticas.
Al poco tiempo, URD abandona la coalición, que queda integrada
durante el resto del quinquenio por AD y Copei.
Durante los 10 primeros años la democracia destinó impor-
tantes recursos a cubrir algunas necesidades sociales en salud y
educación, a la vez que se desarrolló un esquema productivo de
sustitución de importaciones, creció enormemente el sector
terciario de bienes y servicios y se formuló una tímida Reforma
Agraria. quedaba claramente definido como un Estado demo-
crático que favorecía un esquema capitalista de injusticia social
—adaptado a la estructura de Venezuela como país subdesarro-
llado y dependiente perteneciente a América Latina—, acompa-
ñado de un populismo que precisamente había ayudado a Acción
Democrática a afianzarse en el seno de las masas venezolanas por
una llamada comprensión de la mentalidad popular y que tenía su
basamento en la oferta de satisfacción de necesidades y en el acer-
camiento a las masas desposeídas con un lenguaje similar al suyo.
Esta definición gubernamental obtuvo la respuesta de impor-
tantes sectores políticos que aspiraban reformas más profundas
y que, estimulados por el triunfo de la revolución cubana, dise-
ñaron una lucha que los condujera a la toma del poder político.
En respuesta a estas aspiraciones el nuevo gobierno democrático
desplegó una amplia represión que conllevó un afinamiento de
un importante aparato policial y militar que ahora actuaba no
en nombre de una dictadura, sino en defensa de la democracia
el caracazo
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recién conquistada. Esta lucha se prolongó con intensidad durante
los primeros 10 años de la nueva democracia, durante los cuales
el sistema se fue instalando sin modificar los esquemas caudi-
llistas, presidencialistas y autoritarios de los anteriores regímenes
nacionales.
El pretexto de la lucha antiinsurreccional, a la cual se habían
destinado gran parte de los esfuerzos y recursos, servía de justifi-
cación a la ausencia de respuesta ante los importantes problemas
económicos y sociales que aquejaban al país; además, lo reciente de
la dictadura y la no generalización de la corrupción como modelo
social, ayudaban al mantenimiento de las expectativas y la ética
políticas. Por su parte, los movimientos políticos de izquierda, en
sus intentos de implantar un régimen revolucionario de reformas
profundas, generaron ilusiones para importantes sectores, funda-
mentalmente juveniles.
Las terceras elecciones nacionales, en las cuales resultó
ganador Rafael Caldera, constituyen la evidencia de la estabiliza-
ción de una democracia con un diseño económico y social que no
modifica en esencia la concepción de la separación entre ricos y
pobres o, dicho de otra manera, entre favorecidos y desfavorecidos.
El partido Copei había comprendido que para acceder al poder
era necesario abandonar las ideologías e incorporar un lenguaje
político similar al de AD para penetrar profundamente en las
masas venezolanas; de esta manera, durante la campaña utiliza un
discurso clientelista similar al de su contrincante. El ejemplo más
evidente lo constituyó el slogan de la construcción de las 100.000
casas por año, promesa que no fue alcanzada ni siquiera en el quin-
quenio completo. Estas ofertas incumplidas se fueron acumulando
en la frustración popular.
Durante este quinquenio se estrenó la política de pacificación,
posibilitada por el fracaso de la lucha insurreccional de la izquierda,
varios autores
[ 28 ]
que había quedado sin alternativas. Anteriormente —aun cuando
sus proposiciones no resultaran viables— mantenía a toda una
generación esperanzada en los cambios sociales y a la seguridad
del Estado en permanente zozobra. Ahora esta vanguardia no tenía
salidas, el gobierno de Caldera comprende bien este fenómeno y va
incorporando en el aparato burocrático a amplios sectores intelec-
tuales, proceso que se inicia con la conocida “Incibación” imple-
mentada por Alfredo Tarre Murzi, para aquel entonces presidente
del instituto cultural, y que logró ir acallando progresivamente la
crítica y denuncia de muchos de sus integrantes. La disyuntiva era
difícil para la vanguardia fracasada: ¿mantenerse aislada?, ¿incor-
porarse a los beneficios del sistema?
A fines del gobierno de Caldera el país se ve sorprendido por
una repentina riqueza petrolera proveniente del alza de los precios
del petróleo. Esta situación de bonanza es la que se vivió durante
el gobierno de Carlos Andrés Pérez, caracterizado por obras de
gran magnitud, sintetizadas en la frase de “La gran Venezuela”,
orientadas hacia grandes complejos industriales, pero no hacia
obras sociales; sería importante buscar las estadísticas sobre la
cantidad de hospitales, clínicas, escuelas, viviendas que se cons-
truyeron durante este período. Se incrementó el consumo, y con
él la inflación, legándose pocos elementos duraderos a la sociedad
venezolana; todo se importaba pues existían los recursos para ello,
no otorgándose el énfasis necesario a la investigación científica y
tecnológica como una inversión necesaria para el posterior desa-
rrollo del país.
Muchos proyectos fueron desarrollados tan solo porque
producían importantes ganancias, sin importar en lo más mínimo
las consecuencias que tendrían para la nación; para su contrata-
ción y ejecución se benefició a algunos sectores empresariales,
el caracazo
[ 29 ]
generándose así una nueva burguesía estrechamente vinculada a
la política de corrupción de altos niveles de decisión política.
La construcción de estas obras hacía necesaria la solicitud
de créditos millonarios, gran parte de los cuales nunca llegaron a
su destino, sino que se quedaban en los bolsillos o en las cuentas
en dólares de los promotores. Esta generalización del saqueo del
patrimonio nacional contribuyó al crecimiento desproporcionado
de la deuda externa.
A pesar de que la inmensa riqueza que llegaba al país se
concentraba en pocas manos, de alguna manera rebotaba sobre los
sectores populares; por su parte, la clase media experimentó uno
de los momentos de mayor bonanza de su historia reciente.
El engaño oficial estaba totalmente instalado, estre-
nando CAP un nuevo estilo de gobierno: el de oposi-
ción, que consistía en sorprenderse e irritarse ante las
injusticias y las ineficiencias encontradas en el país,
actitud mantenida durante todo el quinquenio y que,
unida a la responsabilidad que otorgaba a la injusticia
internacional de la situación interna de Venezuela,
trataba de hacerlo aparecer exento de responsabili-
dades en las calamidades vividas nacionalmente.
varios autores
[ 30 ]
que fueran— para enriquecerse, sin importar las consecuencias
acarreadas a la nación.
El éxito quedaba solo asociado a la riqueza, a lo superficial;
el cómo se había alcanzado carecía totalmente de importancia
dentro de este nuevo esquema moral. Progresivamente, dirigentes
y militantes de la izquierda se fueron incorporando a este modelo,
bien actuando como empresarios, bien vinculándose al poder.
La democracia autoritaria se intensificó como producto de un
personalismo que profundizaba el tradicional presidencialismo
existente en Venezuela.
En 1978 se realizaron las quintas elecciones consecutivas en
las cuales se confrontaron nuevamente las ofertas engañosas; en
esta oportunidad triunfaron las de Copei, pues en la búsqueda de
una alternativa favorecedora, las masas votantes apostaron a aquel
que su corta memoria, impulsada más por la vivencia inmediata y
por la búsqueda de soluciones mesiánicas, les indicaba que podría
cumplir más que quien recientemente les había incumplido.
La izquierda, cansada de su pequeño porcentaje, intentó
competir con las mismas armas de los grandes partidos hasta el
momento triunfadores y superficializó su discurso, poniéndose a
tono con la situación nacional; actitud más cómoda que la revisión
profunda de las causas de su distanciamiento con la sociedad; de
esta innovación no obtuvo resultados positivos.
Durante el gobierno de Luis Herrera Campíns se produce
la primera evidencia de empobrecimiento de la economía vene-
zolana: el “viernes negro», consecuencia directa del despilfarro
y la mala administración, unido a la recuperación de las econo-
mías industriales y al descenso de los precios del petróleo. La
deuda externa creció aún más, pues a pesar de la descapitaliza-
ción que se evidenciaba, continuaron las grandes importaciones,
el caracazo
[ 31 ]
contrataciones y comisiones y la salida de grandes cantidades de
dólares al exterior.
Herrera realizó un gobierno caprichoso y autoritario, inefi-
ciente e inactivo; calificativos aparentemente banales que inci-
dieron en la posterior derrota de su partido. La corrupción se incre-
mentó, ya sin el estilo de su predecesor que castigaba a algunos
acusados con fines efectistas, sino ofreciendo franco y público
respaldo a aquellos que durante su mandato fueran acusados de
saquear al país, como ocurrió con sus más estrechos colaboradores.
El quinquenio transcurrió sin que se ofrecieran alterna-
tivas al nuevo modelo ético, la crisis social se incrementó sin más
dolientes que una población a la intemperie, pues la corrupción se
había instalado firmemente no solo en la dirigencia y las fuerzas
de seguridad del Estado, sino en los distintos servidores públicos
y privados: desde el portugués de la esquina hasta el policía de la
otra esquina; desde los más altos niveles políticos y empresariales
públicos y privados, hasta el heladero o panadero que buscaba
burlar de alguna manera la tonta honestidad, apropiándose aunque
fuera de un bolívar que no le perteneciera; cada quien intentaba
entrar en la nueva ética, según se lo permitieran sus posibilidades
sociales.
Cada vez más frecuentemente militantes y dirigentes de la
izquierda pujaban por beneficiarse de este reparto, alejándose
progresivamente de sus ideologías originales, unos individual-
mente y otros pretendiendo llevarse con ellos a la organización
a la cual pertenecían. El marxismo se convierte en una filosofía
demodé al igual que cualquier otra teoría o discurso que tuviera
alguna vinculación con planteamientos del pasado; se quería estar
a la moda rescatando, con el mismo dogmatismo de antaño, ideo-
logías antes combatidas, bien fueran el positivismo, el keynesia-
nismo o el neoliberalismo, por solo citar algunas. Ante la ausencia
varios autores
[ 32 ]
de contacto con la realidad se van dando tumbos de unos extremos
a otros para tratar de “estar en algo”.
Las sextas elecciones nacionales las gana AD con la figura
aparentemente bonachona de Jaime Lusinchi, quien se impone
como candidato del partido luego de una ardua lucha interna entre
líderes y tendencias que perseguían un poder político cada vez más
vinculado a los privilegios económicos y sociales.
Durante este gobierno se siguió saqueando lo poco que
quedaba. Mientras el país se desangraba entre la irresponsabilidad
y la delincuencia, Lusinchi sonreía y se motivaba por dos únicas
preocupaciones: su problema afectivo-conyugal y el manteni-
miento de su liderazgo partidista.
No solo se saqueó y no se construyó, no solo se abusó y se
reprimió, habiendo alcanzado el compromiso con los que come-
tieron los desmanes niveles superiores a los del gobierno de LHC,
sino que la irresponsabilidad alcanzó límites desconocidos, de
lo cual son el ejemplo más elocuente el aumento de las importa-
ciones que culminó con el reciente otorgamiento de las cartas de
crédito —cuyo destino era mayoritariamente desconocido— y
que, conjuntamente con el pago incondicional de la deuda, dejaron
sin reservas al país.
Arbitrariedades del presidente y de su secretaria privada
sembraron un amplio descontento militar, pudiéndose afirmar
que constituyó el régimen más autoritario de la historia venezolana
reciente, llegándose incluso al atentado directo a aquellas personas
e instituciones que expresaran opiniones consideradas indesea-
bles a la persona o el gobierno del presidente y su secretaria; como
ejemplos, recuérdese la golpiza a Sanin, el atentado al diario El
Regional de Cumaná, el despido de Rosana Ordóñez de una planta
televisora que ni siquiera era del Estado, así como la destitución de
Hilda Oraa de la Radio Nacional.
el caracazo
[ 33 ]
En forma de un balance resumido de las características de la
evolución de los 30 años de democracia podemos afirmar:
Una vez desaparecidos los riesgos, así como las
expectativas sociales y políticas en el nuevo sistema
democrático, la mística inicial fue sustituida por una
nueva ética del éxito y la riqueza fácil basada en la
corrupción.
varios autores
[ 34 ]
en el exterior. El endeudamiento externo iba creciendo proporcio-
nalmente a la merma de las reservas económicas del país.
Al lado del enriquecimiento desmedido de los grandes grupos
económicos que competían en la ostentación y el despilfarro para
afirmar su éxito económico y social, se empobrecieron progre-
sivamente cada vez más sectores de la población, que no obtu-
vieron del Estado democrático los beneficios sociales esperados:
la educación, la salud pública, la seguridad social, la protección a
la infancia; los programas de vivienda y alimentación no solo no
habían avanzado, sino que en muchos casos habían retrocedido.
La miseria alcanzó niveles que superaron los índices de pobreza
crítica, el hambre y la desmoralización llevaron al crecimiento
del hampa, la drogadicción y la violencia entre habitantes de un
mismo sector social desasistido y engañado que año tras año fue
asistiendo a la frustración de sus esperanzas. La clase media luego
pasó de su mayor auge a la proletarización.
Los gobiernos democráticos no generaron mecanismos que
garantizaran la calidad de vida del venezolano; la ausencia de
instancias de participación y defensa sentenciaban, al nacer, a
cualquier medida popular; el ciudadano quedaba abandonado
a su suerte y a la buena o mala voluntad del funcionario, comer-
ciante o cualquier otro servidor público o privado. Las distintas
agrupaciones políticas y sociales tampoco supieron ocupar el lugar
de vehículo entre la población y el gobierno ni crear las instancias
intermedias entre los dos polos.
Los grandes partidos en la oposición (se tratara de AD o
Copei), desplegaban actividades y denuncias de corte efectista,
con previsibles dividendos electorales, con la misma ausencia de
compromiso con la cual se ejercía el gobierno, las críticas al otro
llegaban solo hasta el punto en que la candela no tocara las barbas
en remojo por lo hecho o por lo que se aspiraba a hacer. El estilo
el caracazo
[ 35 ]
de compadrazgo cómplice lograba resolver, posteriormente, en
un bar, un brindis o un almuerzo, las antipatías que inevitable-
mente se habían dicho ante algún foro público. Oposición timo-
rata que no hacía tambalear el sistema corrupto y la posibilidad de
disfrutar de los beneficios del poder ofrecido por el status alcan-
zado. La izquierda, sin expectativas, intentó entrar a competir con
la superficialidad del sistema, quedándose sin mensaje que trans-
mitir, lo cual tampoco le produjo beneficios políticos. Muchos
de sus miembros se trasladaron directamente a los dos grandes
partidos o aprovecharon sus posiciones políticas para participar
en pequeña escala del festín. Otros se quedaron en un discurso
solitario, tratando de oponerse a esta realidad. Ni los partidos de
izquierda ni organizaciones sociales, como las recientes asocia-
ciones de vecinos, pudieron pasar del discurso político a la acción y
la organización; en las ciudades donde se logró dar el salto lograron
convertirse en un referente público.
Los partidos en el poder habían perdido las perspectivas de
sus funciones, ajustándose al esquema presidencialista autocrático
y confundiéndose en una relación simbiótica con el gobierno, que
exigía el amén a cualquiera de las decisiones presidenciales. Los
dirigentes o militantes que en algún momento sugirieron modi-
ficaciones o asomaron posibilidades para poner fin al esquema
propuesto, fueron aplastados por una maquinaria adaptada al auto-
ritarismo característico de la democracia venezolana. El riesgo era
alto: oposición o crítica eran sinónimos de descalificación, margi-
nación y desplazamiento. Aprobación podría significar el acerca-
miento a importantes posiciones, único mecanismo de ascenso y
de acceso a los canales del pillaje de cuello blanco.
Ante esta democracia cada vez más imperfecta, al ciuda-
dano común le quedaban pocas alternativas; aquel que mantuvo
conciencia de sus derechos y se condolió por el deterioro del país,
varios autores
[ 36 ]
se vio sometido al aislamiento, pues no había cómo canalizar sus
inquietudes; la pelea sorda, el enfrentamiento rabioso, la amenaza
de acudir a organismos de defensa fantasmas, servían de alivio
momentáneo a una frustración que crecía al constatar que fuera
del reclamo solitario, no había nada que esperar.
Quizá un deseo de evadir la realidad, quizá una manera de
encerrarse en sí mismo, quizá la intención de salvarse personal-
mente o de incorporarse al nuevo modelo social, produjeron un
venezolano dócil, acomodaticio y con frecuencia amargado, que
protestaba en su casa, con sus amigos, o que un día estallaba y
descargaba su violencia contra el primer abusador que encontraba.
La burla y la risa servían para descalificar a aquellos aburridos
empeñados en recordar con sus análisis, sus quejas y sus lamentos
la realidad que muchos deseaban olvidar.
Este es el panorama cuando en las séptimas elecciones reali-
zadas en el país en 1988 accede Carlos Andrés Pérez al poder, ya
no como líder de la Venezuela saudita, sino como conductor de la
Venezuela empobrecida, que ofrece soluciones ante el FMI para
sacar a Venezuela de la situación de endeudamiento que la condu-
ciría inevitablemente a graves penurias económicas.
Estas últimas elecciones, por primera vez en 30 años, refle-
jaron resultados aleccionadores, pues, por una parte, creció signi-
ficativamente la abstención —como evidente rechazo a la farsa
electoral— y, por otra, la izquierda aumentó su votación funda-
mentalmente en aquellas regiones en las cuales surgieron líderes
que realizaron un trabajo vinculado a problemáticas e inquietudes
concretas; es así como la Causa R se afirma en Ciudad Guayana y
el Mas-Mir en Aragua, Lara, Zulia, Táchira y Delta Amacuro, entre
otros.
En esta oportunidad, la campaña no estuvo basada en ofertas
a futuro, sino en un torneo sobre los desastres del pasado, pues AD
el caracazo
[ 37 ]
y Copei mostraron al país los trapos sucios, concretados en graví-
simas acusaciones sobre quién había saqueado más y adminis-
trado peor mientras le correspondió ejercer el gobierno. Además
de las acusaciones al contrincante, la campaña de Pérez se dedicó a
realzar los programas de bonanza de su gobierno anterior, produ-
ciendo tácitamente la sensación de que era posible alcanzar lo que
algunos “pesimistas” consideraban inaccesible.
Con las alternativas agotadas y movidas tanto por la necesidad
de sobrevivencia como por la no aceptación de la tragedia inevi-
table, grandes masas votantes apostaron nuevamente al expresi-
dente. El resto de América Latina nos quedaba muy lejano, para
eso teníamos petróleo y quizá un poco de suerte.
Apenas logrado el triunfo, Pérez emprende viajes hacia
el Medio Oriente, Latinoamérica y Europa, a fin de sostener
reuniones en pro de mejores precios del petróleo y de mejores
condiciones para el refinanciamiento de la deuda.
Solo pocos días antes de la toma de posesión se instala al inte-
rior del país y anuncia su posible gabinete, compuesto fundamen-
talmente de técnicos y no de políticos militantes de AD, con lo cual
se creaba una esperanza innovadora diferente a las viejas opciones
partidistas.
El acontecimiento de la toma de posesión, a la cual asistieron
connotados dirigentes latinoamericanos y europeos, recordaba los
tiempos sauditas, por lo cual las medidas austeras y de sacrificios
que se preanunciaban no alcanzaban total credibilidad. Terminada
la fiesta, comienza a concretarse el significado de los anuncios,
proceso acompañado con la angustia de la población venezolana,
inquieta por el efecto de las mismas en su salario real.
Luego de escasos días de reunión con el presidente y su gabi-
nete, el CEN de AD otorga pleno apoyo a las medidas anunciadas
por los ministros de Economía, posición incoherente con el
varios autores
[ 38 ]
respaldo incondicional al gobierno de Lusinchi que había desarro-
llado un modelo totalmente opuesto al de Pérez.
La oposición, por su parte, manifiesta importantes
desacuerdos, con lo cual la concertación deseada por el gobierno
comienza a resultar una ilusión.
El injusto sacrificio de «todos por igual» se fue modificando:
la CTV, supuesto organismo de los trabajadores, entregado plena-
mente al gran capital, comenzaba a ceder ante las demandas de
Fedecámaras y el gobierno; el mismo CAP luce tímido en hacer
cumplir una de las pocas promesas de su campaña: la de aumento
salarial.
Ante las quejas de los empresarios, el gobierno comienza a
rectificar, lo más descollante: la modificación de la posición de
no reconocimiento a las cartas de crédito, muchas de las cuales
resultaron fraudulentas. De esta manera, el supuesto sacrificio por
igual de todos los sectores, que de entrada resultaba ofensivo, pues
pocos tenían que ver con el despilfarro de las riquezas nacionales,
comenzaba a marcar las diferencias: la población en su conjunto
realizaría inmensos sacrificios mientras que a los grandes empre-
sarios se les reconocerían privilegios incluso sobre los errores y
corruptelas del pasado.
La esperada alocución de CAP se produce a los pocos días de
su toma de posesión, el discurso es vago, pues es difícil anunciar al
país esperanzado la magnitud del sacrificio. Otros ministros y el
presidente del BCV se van ocupando de concretar el efecto de esas
generalidades: liberación de las tasas de interés y de los precios de
los productos, incluyendo los de primera necesidad, aumento de la
gasolina y de las tarifas de servicios públicos, eliminación del dólar
preferencial, por solo mencionar algunas.
Con la anuencia de la CTV se decretó una insatisfactoria tabla
escalonada de aumentos para los funcionarios públicos. Sobre los
el caracazo
[ 39 ]
empleados de la empresa privada aún no había decisión. La nego-
ciación con el sector empresarial se retardaba, pues este realizaba
grandes esfuerzos por cargar con las menores cuotas de sacrificio
posible. Lejos de crear mecanismos de compensación a los trabaja-
dores, que serían duramente castigados en las nuevas circunstan-
cias, algunas empresas poderosas comenzaron a despedir trabaja-
dores o a restarles algunos beneficios antes alcanzados.
Los trabajadores no amparados por contratación colec-
tiva quedaban fuera de todo beneficio, tampoco se conocían las
medidas sociales previstas para compensar el deterioro del salario.
El ministro de Desarrollo Social era un convidado de piedra ante el
paquete de medidas que anunciaba el entierro de las esperanzas de
las clases trabajadoras.
varios autores
[ 40 ]
siguieran, al menos igual que antes, y el temor de que empeoraran;
ya todo apuntaba hacia lo indeseado, en pocos días se había anun-
ciado que la leche aumentaría en un 400%, el trigo en un 200%, el
aceite en un porcentaje similar, lo mismo el azúcar, el café, el arroz,
la harina de maíz, los intereses, la gasolina y durante largo tiempo
estos productos habían desaparecido del consumo.
Los habitantes de Guarenas y La Guaira, consideradas como
ciudades dormitorio, fueron los primeros en reaccionar, para ellos
el alza del transporte resultaba más oneroso que para los habitantes
de la misma ciudad. Fue solo un chispazo, la población entera era un
combustible y la protesta se extendió casi paralelamente a Caracas
y a casi todas las ciudades del interior; la protesta que se inició
contra las unidades de transporte, progresivamente fue pasando a
otro tipo de establecimientos. El primer día resultó esperanzador la
demostración de que el venezolano estaba vivo, de que el pueblo no
había muerto, de que se había decidido un “basta contra el abuso y
la explotación”. Ocurrieron algunas acciones muy conscientes que
demostraban conciencia en la identificación de los responsables de
la situación de penuria actual, como el intento de saquear la sede
de Fedecámaras; el enemigo invisible esta vez estaba identificado;
claro está, la sede obtuvo inmediatamente una amplia protección
policial que no tuvieron los pequeños comercios.
Los saqueos, que reclamaban justicia, se dirigieron al inicio
contra el abusador accesible de aquellos bienes más necesarios:
los almacenes de alimentos primero, pasándose progresivamente
a otros bienes de menor necesidad. Luego el desbordamiento se
hizo presente y se fue arrasando con todo lo que se encontraba,
mezclándose lo justo con lo injusto, como las quemas, violaciones
y otros estadios de violencia no por explicables menos dolo-
rosos, que corresponden en gran parte al grado de frustración y
el caracazo
[ 41 ]
descomposición de la sociedad, pues era la violencia cotidiana de
los barrios colectivizada por la euforia de los acontecimientos.
El cobro de peaje, las violaciones, el atentado contra el rico
inmediato que tiene un rancho de bloque y no de latón, la droga-
dicción y la delincuencia, son el pan de cada día en los cinturones
de miseria, oculto para los ciudadanos que no vivimos esa realidad,
salvo cuando somos víctimas de un asalto o conocemos por la
prensa de violaciones o hechos terribles como el del monstruo de
La Vega.
Estos monstruos están allí todos los días y en esta oportu-
nidad aparecieron respaldados por el estallido social; ellos son la
respuesta más grotesca a un ejemplo recibido desde arriba donde
la moral ya no existe y donde se perdona y se halaga el saqueo; pues
los ladrones de cuello blanco aparentemente no ponen en peligro
nuestras vidas, pero han llevado al país a esta situación y, desdi-
bujados y fuera de nuestro alcance, han producido la enfermedad
social. Ellos se sorprendieron y pidieron castigo al pueblo que trató
de seguir su ejemplo.
La respuesta represiva organizada se hizo esperar, solo en la
noche del martes 28 se sacó al ejército, se suspendieron las garan-
tías y se decretó el toque de queda. El presidente dejó pasar más de
36 horas para hablar, en espera de algo que anunciar que calmara
los ánimos de la población. En un discurso coherente y compren-
sivo de la nueva realidad política, diferenciado del mensaje caduco
de muchos miembros de su partido, CAP se mostró compungido y
anunció los acuerdos logrados entre Fedecámaras y la CTV de un
aumento de 2.000 bolívares sobre el salario de los trabajadores de
la empresa privada.
Al día siguiente se “enunciaron” algunas medidas sociales
evidentemente antes no previstas. A pesar del saqueo, a pesar del
dolor, todo apuntaba hacia el fortalecimiento de la justicia popular
varios autores
[ 42 ]
y el aprendizaje —por la fuerza de los hechos— por parte de los diri-
gentes políticos y empresariales, que debían alguna vez entender
que no podían obtener todos los privilegios deseados sobre la base
de la burla al pueblo venezolano.
Como muchas otras veces, entre el discurso y la práctica hubo
una enorme distancia, la comprensión desapareció y la repre-
sión fue brutal contra los barrios humildes, produciéndose más
muertes luego de la actuación del ejército que antes de ella.
Un indicador del desprecio a la dignidad humana y de la
actitud discriminatoria del sistema, así como de la parcialidad de
la justicia, fue el allanamiento a los barrios populares en búsqueda
del producto de los saqueos, no solo se decomisaron artefactos
eléctricos, sino leche, cobijas y otros productos de primera nece-
sidad, muchos de los cuales pertenecían al allanado antes del 27. El
alimento alcanzado como producto de una acción que a pequeña
escala seguía el ejemplo social enseñado, se les había arrancado
nuevamente de las manos. Paralelamente, Jaime Lusinchi, respon-
sable de los últimos 5 años de historia, reposaba en un spa del estado
de Florida junto a grandes estrellas de Hollywood; no tuvo ni la
delicadeza de un disimulo ante la tragedia nacional, pero tampoco
lo reclamaron los actuales gobernantes.
La justicia, al igual que el sacrificio, tampoco se reparte por
igual, pues el decomiso de una lata de leche o de un TV que ahora
se quedaran “los guardianes del orden” (reciclaje del saqueo), es
evidentemente injusto si tenemos en cuenta que nada se ha hecho a
quienes saquearon las arcas nacionales, dejando al país en la situa-
ción en que se encuentra actualmente.
El saldo de muertes, prisiones, desolación y ruina para
muchos, para los desposeídos, unos lloran a sus muertos y otros a
su medio de sustento; una tensa calma quedó en un país que aún no
el caracazo
[ 43 ]
pierde las esperanzas de que las medidas anunciadas no le golpeen
tan fuerte en el estómago.
varios autores
[ 44 ]
Luego de los sucesos del 27 de febrero, uno de los temas de los
cuales más se ha hablado y por el cual más se ha temido —sobre
todo desde los sectores tradicionales—, es la amenaza y riesgos
a los que está sometido el sistema democrático; riesgos que si
bien contienen elementos ciertos, están más vinculados con los
distintos factores que produjeron el estallido que con el estallido
en sí; por otra parte, la propagación de este temor pretende unir
voluntades en torno de la defensa del régimen y obviar críticas y
denuncias que podrían supuestamente abultar los peligros.
Una primera alternativa consiste en la subsistencia del
régimen sin modificaciones de las razones del estallido, con lo
cual se marcharía indefectiblemente a un deterioro progresivo
tanto económico como social, similar al que viven otros países de
América Latina. Esta alternativa, además de profundizar las penu-
rias de la población, ofrece el riesgo de la derechización dentro
del mismo sistema representativo, único modo de contener las
protestas de descontento tanto delictivas como sociales que segu-
ramente se producirán en respuesta a las dificultades económicas
y sociales que se transitarán. El riesgo de un gobierno de facto será
el fantasma permanente al cual se acudirá tanto para agudizar
la represión como para justificar las concesiones a los grupos
económicos y militares, pues de presionarse mucho en función
de hacerlos ceder en algunos privilegios, existiría el peligro de un
descontento que llevaría a retirar el apoyo a la democracia. La base
de sustentación sería dejar las cosas como están.
Hasta el momento las circunstancias apuntan hacia esta direc-
ción; la forma como se ha constituido el gobierno, la colocación
de personajes corruptos en puestos fundamentales, la entrega
del Banco Central de Venezuela, el Fondo de Inversiones y otros
despachos clave a representantes del capital financiero, perdiendo
así la función de organismos del Estado, la concesión ante los
el caracazo
[ 45 ]
empresarios, la terquedad empresarial, expresada nuevamente
—una vez calmada la situación política— en el endurecimiento
de sus posiciones sociales, la impunidad de los responsables del
desastre, tanto del último gobierno como de los anteriores, la difi-
cultad del partido de gobierno de abandonar su papel de alcahuete
del Ejecutivo, manteniéndose la posición de aprobar ciegamente lo
propuesto por cualquiera de los presidentes miembros del partido
y la incapacidad hasta ahora demostrada por los movimientos de
oposición —fundamentalmente de la izquierda— de pasar de la
palabra a la acción, pesan a favor de la continuación de este tipo de
juego democrático.
La salida más digna sería la profundización de la democracia,
que implicaría que de parte de los gobernantes y dirigentes en
general, se tomara el 27 de febrero como una seria advertencia
y emprendieran importantes decisiones éticas y políticas para
adecentar y hacer más efectivo el gobierno y retomar, en la prác-
tica, algunas de las banderas vinculadas con la propia socialdemo-
cracia como la justicia social y la extensión de la democracia al
terreno político, económico y social.
La promoción de la producción y la selección de las priori-
dades que en este orden tenga el país para salir de la crisis, deben
ser enfrentadas en forma decidida y por encima de intereses de
grupos económicos y políticos particulares, pues si bien este tipo
de regímenes responde a intereses capitalistas, tanto nacionales
como internacionales, no es menos cierta la inminencia de que
retome en alguna medida su papel de representante popular o, al
menos, la función de mediador ante las solicitudes desmedidas del
empresariado.
En la práctica esto significaría el cambio de algunos perso-
neros colocados en puestos clave cuya deshonestidad está franca-
mente demostrada, conocida o altamente sospechada, y sancionar
varios autores
[ 46 ]
severamente no a unos pocos chivos expiatorios, sino a los prin-
cipales responsables de la corrupción y la conducción anteriores,
así como crear verdaderos mecanismos de control y castigo a los
corruptos de todos los niveles y no solo a los funcionarios menores
a los cuales se les pueda demostrar el hurto de unas pocas resmas
de papel; esto por supuesto conllevaría un cambio de mentalidad
tanto de parte del gobierno como de su partido, acerca de las rela-
ciones políticas y la función del poder.
En consecuencia, los beneficios y las medidas sociales debe-
rían pensarse no como migajas para engañar o para calmar los
ánimos, sino como prioridades del Estado democrático al cual
se debe tender. Paralelamente, se deben crear y promover los
mecanismos e instancias que permitan velar por el cumplimiento
tanto de las medidas económicas como sociales, para evitar que se
conviertan en espejismos absolutamente violables una vez que se
dictaminen.
La oposición, y especialmente la izquierda y los movimientos
sociales y vecinales, deberían cumplir una activa función vigilante
y estimulante de la democracia, creando alternativas intermedias
que representen a la población y que les ofrezcan la posibilidad de
ser escuchados y respetados, rompiendo el abismo con las instan-
cias de decisión, presionando al gobierno hacia el cumplimiento de
sus funciones, abandonadas desde el mismo comienzo de la etapa
democrática.
El cumplimiento de esta función de la oposición dirigida hacia
el respeto y profundización de la democracia resulta fundamental
para la existencia de la misma, pues se trata de producir alterna-
tivas populares, de beneficio para las grandes masas. El paso de la
declaración a la acción lograría recoger un sentimiento de frustra-
ción disperso y organizar un potencial humano que desea servir al
país y hacer respetar la dignidad y la democracia a que se aspira.
el caracazo
[ 47 ]
Se trata de canalizar el pedazo de democracia que nos queda para
tratar de enderezarla y acercarla más a las ilusiones originales.
Quizá esta alternativa sea tan utópica como la de un cambio
más profundo, pero pareciera ser la única para evitar la caída por el
despeñadero por el cual vamos transitando.
varios autores
[ 48 ]
Entre la represión y el estallido
el caracazo
[ 49 ]
locales y provincianas de los fenómenos donde percibimos con
mayores vivencias la inmediatez de lo cotidiano. En consecuencia,
es válido articular en un mismo estudio específico los métodos
y procedimientos inherentes a tres prácticas historiográficas: la
Historia actual, la Historia nacional y la Historia regional, bien sea
en su totalidad temática o en sus singularidades biográficas, secto-
riales e institucionales.
Concretándonos a nuestra realidad inmediata, cabe afirmar
que desde esta perspectiva es posible hacer referencia histó-
rica e historiográfica a los sucesos que durante los días 27 y 28
de febrero conmovieron —aunque de manera desigual— a toda
Venezuela. Tal posibilidad metodológica se fundamenta no solo
en el concepto polémico de “Historia Actual” (adscrita a la noción
de contra-historia o historia crítica, es decir, la que se investiga,
escribe e interpreta desde la perspectiva de las clases y pueblos
dominados), sino también en todo cuanto implica un campo más
amplio de estudios: el de las ciencias sociales con especial uso de
la politología. Con base en estas consideraciones hacemos nuestra
la siguiente propuesta interpretativa: el estallido social de febrero
significa una protesta insuficientemente organizada del pueblo
contra sus explotadores y opresores de filiación burguesa, así como
—en menor medida— contra las diversas formaciones e indivi-
dualidades de la dispersa izquierda criolla (abstencionista o no),
agotada en sus unilateralidades políticas, ecológicas o sociocultu-
rales y restringida a sus sectarismos partidistas o a sus deforma-
ciones antipartidos.
Por otra parte, dichos sucesos han abierto diversas perspec-
tivas para nuestra historia contemporánea, desde las relacionadas
con un relativo despertar de sectores populares y un reagrupa-
miento de sus dirigencias, hasta las referidas a un evidente endu-
recimiento de las posiciones burguesas en un nuevo proceso
varios autores
[ 50 ]
derechizante, represivo y anticomunista, bajo una creciente mili-
tarización de la política, aunque esta conserva todavía algunas
formalidades demoliberales:
el caracazo
[ 51 ]
resolverles sus problemas, les impone sacrificios propuestos por el
IESA y el FMI.
Abundan, pues, las interpretaciones. Por nuestra parte, en un
artículo que publicó Últimas Noticias, dijimos lo siguiente:
El pueblo engañado y desmovilizado despertó ines-
peradamente para pasarle la cuenta, en primer
término, a los gobiernos de Herrera Campíns y
Lusinchi, los cuales despilfarraron los petrodólares
y, además, endeudaron gravemente al país, corrom-
piéndolo hasta límites suicidas. En segundo término,
al gobierno de CAP cuyos ministros neoliberales
(empresarios y tecnócratas) impusieron un paquete
económico agresivo contra el estómago y los bolsi-
llos de las mayorías. Reaccionó, igualmente, contra
la Banca Internacional y el Fondo Monetario, aunque
The New York Times rechace esta apreciación. Luchó
también contra los banqueros criollos y las grandes
roscas mercantiles explotadoras, acaparadoras y espe-
culadoras que, junto con los intermediarios menores,
arrinconan a los consumidores del pueblo y de las
clases medias.4
Luego añadimos:
Finalmente, le pasó la cuenta a las centrales obreras
(particularmente al burocratismo de muchos cete-
vistas), a las organizaciones sociales y culturales y, por
supuesto, a las izquierdas, incluyendo a los absten-
cionistas, espontaneístas y antipartidos, dispersos en
siglas inútiles cada vez más desvinculados de las bases
populares.5
4 Luis Cipriano Rodríguez: “¿Un pueblo sin vanguardia?”. Últimas Noticias, Caracas, sábado 2 de
marzo de 1989, p. 56.
5 Ídem.
varios autores
[ 52 ]
La Direccion de Cultura de la UCV, la Catedra “Pío Tamayo”
y algunos institutos de esta misma universidad adelantaron foros
acerca de dicho asunto. De igual manera, otras universidades,
gremios, círculos, ateneos e instituciones del país. La revista SIC
analizó ampliamente en sus dos últimas entregas las causas e impli-
caciones del mismo. También el semanario Tribuna Popular, y
algunas otras publicaciones como: Sin Tregua, Neo-Dossier, Pauta
Libre, etc. Las revistas Referencia, y F-27, de próxima aparición,
harán igualmente apreciaciones que contribuyan a interpretar
estos hechos. Tal es el propósito, ahora, de Tierra Firme.
De los materiales publicados hasta hoy, y de las ponencias
expuestas en foros, encuentros y talleres, cabe resumir algunas
características:
a) El estallido del 27 de febrero fue principalmente social, aun
cuando llevó implícitas algunas motivaciones políticas.
b) Fue, sobre todo, una protesta espontánea, casi sin diri-
gencia, donde hubo, en alguna medida, hechos inéditos: el lide-
razgo de los «malandros» sobrepasó el liderazgo de los políticos y
dirigentes sociales o vecinales.
c) Durante los acontecimientos convergieron diversas
conductas psicosociales, a veces contradictorias entre sí. En
ocasiones, la protesta se desbordó enfrentando a sectores del
propio pueblo, perdiéndose la perspectiva del verdadero enemigo
social o político.
d) La predominante ausencia de dirección política y de
programa concreto hizo que la respuesta represiva del Estado fuera
más violenta (más de 3.000 muertos); además, profundizó la poste-
rior derrota de una jornada cuyas lecciones podrían perderse hoy
en las manos de una izquierda todavía mayoritariamente dispersa
y sectaria.
el caracazo
[ 53 ]
e) Más allá del menosprecio elitista de los Uslar y los Ñuño,
la acción protestataria de febrero marca el despertar de varias
capas populares, mediatizadas ayer por la ideología dominante,
amedrentadas por la violencia endémica de nuestro entorno,
y desmovilizadas por la pasividad o el derrotismo. Desde luego,
dicho despertar no garantiza la continuidad de un proceso transfor-
mador. Por otra parte, es posible que algunos analistas despierten
de aquel espejismo donde alimentaron la singularísima ilusión de
convertir el 27 de febrero en una «antesala prerrevolucionaria».
6 Véase El Universal del viernes 3/3/89, cuerpo 2, p. 2. Allí se recogen los textos de los cuatro
decretos presidenciales sobre pago del bono de transporte, aumento de 2.000 bolívares en el
salario de los trabajadores, etc.
varios autores
[ 54 ]
Monetario Internacional, lo cual constituye... “la única opción de
un país (en rigor: de la burguesía económica y política) que agotó
sus reservas internacionales”.7 De esta manera, un nuevo gobierno
de Acción Democrática ratifica sus compromisos con la banca y
los monopolios de las metrópolis capitalistas, así como profundiza
el sentido burgués de su política interna contra las mayorías popu-
lares, aunque conserva algunas formalidades populistas.
En esta línea de respuestas antipopulares se inscribe la política
del Banco Central de Venezuela, organismo público presidido por
el doctor Pedro R. Tinoco, destacado miembro de la banca privada
(Banco Latino). Varios días después del 27 de febrero el doctor
Tinoco afirmó: “El Banco Central seguirá con su política a pesar
de los planteamientos jurídicos”.8 Dicha política se sintetiza en el
cambio libre del dólar y la liberación de las tasas de interés con el
propósito de aumentar solo las tasas activas, es decir, las de quienes
solicitan diversos tipos de créditos. En este sentido, fueron aumen-
tados los intereses al 28%, contra el bolsillo de los usuarios, deci-
sión tomada mediante acuerdo entre el gobierno y los banqueros,
en perjuicio de la colectividad. Así se deduce de las declaraciones
dadas por Tinoco: “El Consejo Bancario Nacional no fijó las tasas
de interés en 28%. Fue una concertación de la banca con el Ejecu-
tivo Nacional, pero no quiero entrar en esa polémica”.9
Por otra parte, cabe hacer una breve referencia a otros aspectos
diferentes a lo socio-económico. Sin desentendernos de las prác-
ticas inflacionarias y especulativas (que encarecen escandalosa-
mente la vivienda, la medicina, los servicios médicos, privados,
el transporte público, los automóviles particulares, los libros, el
calzado, los alimentos y demás rubros de nuestras necesidades
7 “CAP: el gobierno mantiene sus medidas”. El Nacional, Caracas, miércoles 1º de marzo de 1989,
Cuerpo d, p, I
8 El Universal, Caracas, domingo 19 de marzo de 1989, Cuerpo 2, p. I.
9 Ídem.
el caracazo
[ 55 ]
primarias), resulta indispensable dedicarle unas líneas al problema
de la represión, sobre todo, después del estallido de febrero.
Desde los puntos de vista jurídico y político, la vida venezo-
lana, después de dichos sucesos, tiende a complicarse más bajo
los mecanismos de la violencia. La democracia burguesa pierde
cada vez más su escasa dimensión libertaria, y se vuelve más auto-
ritaria. El control ejercido por los aparatos de seguridad es ahora
más preciso. Hay una relación directa entre autoritarismo y mili-
tarismo, lo cual predomina hoy por encima de algunas pequeñas
formas de legalidad y populismo que todavía subsisten precaria-
mente en áreas muy restringidas de la realidad venezolana, como
las universidades autónomas y el Parlamento nacional.
En este nuevo contexto represivo e intolerante se tiende a
aplicar el Artículo 244 de la Constitución de 1961 que dice así:
Artículo 244. Si existieren fundados indicios para
temer inminentes trastornos del orden público,
que no justifiquen la restricción o suspensión de las
garantías constitucionales, el presidente de la Repú-
blica, en Consejo de Ministros, podrá adoptar las
medidas indispensables para evitar que tales hechos
se produzcan. Estas medidas se limitarán a la deten-
ción o confinamiento de los indiciados, y deberán
ser sometidas a la consideración del Congreso o de la
Comisión Delegada dentro de los diez días siguientes
a su adopción. Si estos las declararen no justificadas,
cesarán de inmediato; en caso contrario, se las podrá
mantener hasta por un límite no mayor de noventa
días. La ley reglamentará el ejercicio de esta facultad.10
varios autores
[ 56 ]
Seguridad y Defensa”, de filiación internacional, vinculada a los
intereses norteamericanos de control hemisférico. A esto se suman
los planteamientos implícitos en el “Documento Santa Fe II”,
donde confluyen el militarismo, la mediatización de las iniciativas
culturales, sociales y políticas de nuestros pueblos, y la ideología
del anticomunismo.
el caracazo
[ 57 ]
mandatos e intereses de la gran burguesía criolla e inmigrante,
asociada a los monopolios externos. El autoritarismo y la violencia
de la democracia burguesa resultaron plenamente al descubierto.
El pueblo las sufrió en carne propia. ¿Se olvidará pronto de esos
sucesos represivos?
Frente al cuadro socio-político de Venezuela después de
“Febrero 89”, urge un debate permanente, fundamentado en datos
concretos, sin subjetivismos, dogmatismos ni derrotismos, pero
sin espejismos triunfalistas. No decimos nada nuevo al afirmar que
este nuevo cuadro venezolano es complejo, grave e, incluso, enga-
ñoso. ¿Cuáles podrían ser las claves para hacer una lectura acertada
de nuestra realidad? ¿Cómo interpretar, por ejemplo, las acciones y
omisiones de la clase obrera venezolana e inmigrante, tanto en los
sucesos como después de ellos? ¿Cómo explicar el sifrinismo, desin-
terés, pragmatismo, sibaritismo e indolencia de algunos sectores de
nuestra juventud en estos tiempos que corren, después de febrero?
¿Cómo entender el sectarismo divisionista de las izquierdas?, y el
divisionismo de la clase obrera, ¿cómo asumirlo? Es indispensable
repensar al país, articularnos a los procesos dispersos con voluntad
unitaria, retomando y uniendo creativamente los legados ideoló-
gicos, metodológicos y éticos de Cristo, Bolívar y Marx. A riesgo
de “beneficiarme” con la “indulgente” sonrisa de los renegados,
académicos e indiferentes, asumo hoy la advertencia bolivariana:
“unirnos para reposar y para dormir en los brazos de la apatía, ayer
fue una mengua, hoy es una traición”.
Según esto, la unidad es una de las claves; pero ha de ser la
unidad contra el dogma y la apatía. Hace pocas semanas el Partido
Comunista de Venezuela lanzó públicamente un llamado a las
diversas organizaciones de izquierda (MAS-MIR, MEP, MOMO,
Causa R, Liga Socialista, MPR, Barricada, MDP, Nueva Alterna-
tiva, MPDIN, Convergencia Revolucionaria), individualidades
varios autores
[ 58 ]
independientes y demás sectores revolucionarios y progresistas,
incluidas personalidades de AD y Copei y sectores populares de
estos partidos para hacerle frente al vital problema de la deuda
externa y oponerse al paquete de medidas económicas.11
Semanas más tarde, el 19 de abril de este año, circuló otro
llamado suscrito en Caracas por independientes (Simón Sáez
Mérida, Arístides Medina Rubio, Luis A. Bigoti, Luis Cipriano
Rodríguez, etc.) y por dirigentes vecinales educacionales y popu-
lares tanto de la capital como del interior (Carlos López de Barinas,
Iván Maldonado del Zulia, Luis Gamboa de Sucre, David Moya de
Monagas, Guillermo Galíndez de Lara, etc.). Allí planteamos lo
siguiente:
Los sucesos del 27 y 28 de febrero demostraron que las
masas populares carecen de una vanguardia a la altura
de las circunstancias actuales. quienes deben asumirla
estamos reducidos a la impotencia debido a la divi-
sión y la dispersión organizativa, a la multiplicidad y
confusión de políticas y comandos en las filas de las
fuerzas progresistas.
el caracazo
[ 59 ]
Nos dirigimos a todos, dirigentes y militantes de la
izquierda, sectores progresistas e independientes,
para que hagamos un esfuerzo supremo a fin de inte-
grarnos en un movimiento unido, bajo una política
común, capaz de darle una perspectiva y dirección
correctas al descontento y protestas populares; capaz
de presentar soluciones valederas y efectivas a la crisis;
capaz de enfrentar y derrotar las medidas antipopu-
lares y la entrega del poder a los jerarcas financieros;
capaz de estimular las posiciones progresistas y avan-
zadas en la sociedad venezolana.13
4. A manera de síntesis
13. 1 3 Ídem.
varios autores
[ 60 ]
para que futuros estallidos populares no conduzcan finalmente a
derrotas, frustraciones y desconfianzas desmovilizadoras.
el caracazo
[ 61 ]
Génesis y fracaso del paquete
económico
Francisco Mieres
el caracazo
[ 63 ]
de frustración demasiado violento. Aunque el anuncio de la libe-
ración de intereses por el Banco Central pasó casi desapercibido,
el aumento casi al doble de la gasolina y del transporte colectivo,
en medio de un ambiente de acaparamiento y especulación nunca
visto entre nosotros, provocó el chispazo de indignación furiosa y
vengativa.
El cuadro se completó con las denuncias de múltiples corrup-
telas administrativas, con personeros del gobierno y de su partido
como beneficiarios o cómplices, el boato de la coronación presi-
dencial y el ostentoso derroche de los nuevos ricos del régimen en
«bodas del siglo»; los mismos —unos y otros— que han trasegado
al exterior los 50 mil millones de dólares, el reverso de la deuda
externa del gobierno, que para pagarla rebaja los salarios reales de
los otros venezolanos. Definitivamente fueron demasiadas provo-
caciones juntas contra el pueblo. ¡Y aún hay quien se asombre y se
indigne moralmente por el estallido popular!
El paquete sorpresa
varios autores
[ 64 ]
esa misma Comisión es la acción directa colectiva contra la deuda
externa, como expresión de la búsqueda de un desarrollo en el Sur
menos dependiente del Norte y más fincado en la cooperación y
la autosuficiencia común del Sur. Es el ideario de nuestros Pérez
(Alfonzo, Guerrero, etc.), encarnado en el último de ellos, en su
febril actividad internacional.
Basta además recordar el escándalo de desmentidos suscitado
por la revelación de Miguel Rodríguez (el otro) sobre minidevalua-
ciones —que lo hizo saltar del equipo de CAP—, para entender por
qué su partido esperaba una orientación económica totalmente
distinta, con toda razón. Entre tanto, el paquete se fue cocinando
sutilmente en un reducido círculo que involucró a la Copre y el
IESA, con la animación de Cedice y Roraima, y que terminó por
seducir a CAP. En esencia, todo lo que ese grupo tuvo que hacer
fue traducir la propuesta presentada por el staff del FMI en Vene-
zuela en su informe de octubre de 1987 a Lusinchi, y que este había
desestimado.
Por supuesto, también tuvo que dorarlo, con ayuda de Tinoco,
para venderlo a CAP, como prenda de garantía para la obtención
de “mucho dinero fresco”.
El presidente del Consejo Bancario eliminó cualquier veleidad
gradualista en el diseño del paquete, e impuso la versión del shock,
más al gusto del FMI.
La presencia de Tinoco —representante por añadidura
del todopoderoso Grupo Rockefeller— se constituyó en el señuelo
definitivo para que llegara a consumarse la adopción del paquete.
Con ella se operó el otro “gran engaño”, precoz esta vez, del presi-
dente por la oligarquía financiera.
Con ello estamos afirmando el fracaso inevitable del programa
de CAP. En efecto, al dar ese abrupto viraje de 180 grados en su
política económica, la hizo irreconciliable con los intereses del
el caracazo
[ 65 ]
pueblo de Venezuela, y de los demás países del Sur, terminando
por repetir el vía crucis consabido de otros mandatarios postrados
ante el Norte. Al confiar en la aceptación forzosa, por la dirección
de su partido, de un programa tan contrario a su ideología, que
no lograba entender ni digerir, confió también en sus ilimitados
poderes para manipular el descontento popular. En medio del
escepticismo, la incertidumbre y el desconcierto de la dirigencia
adeca, la frustración y el desengaño de la podredumbre se encrespó
hasta la erupción del gran volcán el 27 y 28 de febrero. Esta, y la
violencia represiva que le siguió, pusieron de relieve un cuadro de
anarquía, confusión, incredulidad, desconfianza, parálisis produc-
tiva, desabastecimiento e hipertensión social que ha barrido con
la “ilusión de armonía” en que se basaba el paquete. Las medidas
económicas de emergencia que el gobierno se vio obligado a tomar
ante la insurgencia, violentaron la legalidad y lo llevaron a inter-
venir más que nunca en la economía privada (aumento general
de salarios e inamovilidad laboral, subsidios a los intereses hipo-
tecarios, abastecimiento directo a la población, programas de
empleo, auxilio a los afectados por las cartas de crédito, apoyos a
empresarios medianos y pequeños, artesanos, agricultores, etc.).
La desobediencia civil ha hecho pedazos la “concertación” que
debía someter al pueblo a los designios del gobierno, los deudores
a los bancos, los consumidores a los comerciantes, los obreros y
empleados a los empresarios. Los intentos de continuar la esca-
lada de precios, que es el signo del paquete, no consiguen más que
exacerbar la resistencia y la acción directa de la sociedad civil.
varios autores
[ 66 ]
al poder judicial, en tanto que la mayoría de ellas competerá resol-
verlas al Congreso mediante sus facultades legislativas y contra-
loras. Allí las batallas entre los representantes oficiales y los de la
oposición serán difíciles y prolongadas, y de allí el programa del
Ejecutivo saldrá bastante desfigurado.
De esta pugna entre un gobierno obsesionado en seguir
aumentando precios y la sociedad civil en rebeldía, con el Congreso
como escenario decisivo, la resultante más probable es la conver-
sión de la inflación en una hiperinflación, de la cual solo podrá
salirse mediante un compromiso conducente a una rectificación.
Pero aparte del fracaso del paquete por la agudización de la
crisis socio-política que lo hace intolerable, al desatarse las pugnas
por las demandas de los diversos grupos sociales y recrearse las
espirales inflacionarias que se querían cortar, es más evidente
ahora que también se han derrumbado los pilares económicos
sobre los que se fundaba, yéndose a pique por tanto su factibilidad
económica.
Veamos estos pilares. La lógica del programa reposa en la
búsqueda de una mayor apertura externa vía aumento y diversifi-
cación de las exportaciones, con énfasis en el mercado y el capital
privado, la liberalización comercial externa e interna y la minimi-
zación del papel del Estado en la economía, que debe comenzar
por reducir su déficit fiscal. La principal medida a tales fines es la
unificación cambiaria a nivel del mercado libre, que entraña una
hiperdevaluación del bolívar. Esta abaratará las exportaciones,
incrementándolas y, simultáneamente, reducirá las importaciones,
al encarecerlas —según se espera. Sin embargo, las principales
exportaciones de Venezuela (petróleo, metales) son muy poco
elásticas a la baja de precios; por otro lado, al nivel que tuvieron
hasta 1987, es difícil comprimir las importaciones, por más que
suban sus precios en bolívares.
el caracazo
[ 67 ]
Respecto a las exportaciones industriales, su componente
importado es tan elevado que la devaluación aumenta los costos de
lo exportable por ese concepto, lo cual reduce mucho el atractivo
teórico inicialmente planteado. Si además la devaluación afecta la
importación a crédito de empresas fuertemente endeudadas con
el exterior o con dificultades de liquidez (como el caso de tantas
empresas atrapadas en el disparadero de las cartas de crédito), la
rentabilidad conjetural de la exportación sufre otra disminución.
Pero hay más, si recordamos otras medidas de liberación
y de “sinceración” de precios. El aumento de las tasas de interés
activas, esto es, el costo del dinero para la empresa productora,
tiene efectos restrictivos en la competitividad externa de nuestros
productos (así como en la capacidad competitiva de los mismos
frente a los similares importados). Por último, si el Estado decide
incrementar simultáneamente los precios de sus productos ener-
géticos, de todos sus servicios, de los ahorros y de los insumos que
ofrece en proporciones sustanciales (de 50% a 400% de aumento),
para generar o aumentar beneficios e impuestos, contrarrestando
así las principales ventajas comparativas del país, se hace difícil
concebir que todavía quede algún margen de beneficio en los artí-
culos de exportación.
Faltaría, como remate, que si los trabajadores se ven afectados
por una inflación del 100% o más en su nivel de vida, los costos
salariales para los empresarios tenderán a crecer en la misma
proporción, en la medida del poder de regateo de los trabajadores.
Los eslabones mencionados son los círculos viciosos de la infla-
ción inercial, ya desencadenada.
Puestas a competir en estas condiciones en el mercado exterior
con el sinnúmero de empresas del Tercer Mundo (y de los otros) que
procuran acceso a una demanda limitada, y en el interno a través
de la liberalización arancelaria, la inmensa mayoría de nuestras
varios autores
[ 68 ]
empresas se vería ante la disyuntiva de desaparecer o de ajustarse
severamente en sus gastos y beneficios, generando desempleo y
contracción productiva generalizada. Salvo grupos oligopólicos
muy poderosos y conglomerados, que eslabonen la producción
con el mercado nacional e internacional, y ya transnacionalizados,
o las grandes empresas exportadoras del Estado —que resultan las
más beneficiadas— es difícil ver cómo la empresa tipo venezolana
se convertirá en una próspera firma exportadora, líder de la expan-
sión económica del país.
Por lo visto, de quienes esperamos el milagro exportador es de
los grupos monopólicos criollos asociados al capital foráneo y con
sus 50 mil millones de dólares en el exterior, así como de inversio-
nistas extranjeros que podrán comprar deuda al 28% de su valor
y convertirla en inversiones al 100%. ¿Se espera en serio que estas
excepciones garanticen el éxito del modelo exportador?
En suma, esperar que Venezuela pueda repetir, en condi-
ciones tan adversas de comercio exterior, en época de cerrazón de
mercados y proteccionismo en el mundo industrializado, de caída
de precios de exportaciones tercermundistas, de endeudamiento
y escasez de capitales, la experiencia de Corea y Taiwán —que
gozaron la condición de niños mimados del imperio americano
como fronteras del comunismo en Asia— resulta temerariamente
aventurado.
El fiasco financiero
el caracazo
[ 69 ]
nuestro país al consorcio bancario internacional, con la garantía
del FMI y del BM, el clima más propicio para una renegociación
amplia, generosa, de nuestra deuda, y junto con ella, el “mejor
negocio financiero de América Latina”, que traería sustanciosos
préstamos al país. Este sólido respaldo del capital internacional,
y la restitución de las garantías económicas suspendidas (que se
había prometido para la primera semana de gobierno) arrastraría
de regreso algunos miles de millones de dólares de capitales expa-
triados a Bs. 4,30 y que retornarían multiplicados casi por 10. Solo
mediante el apadrinamiento del FMI podíamos insuflar nuevo
optimismo a la recelosa banca acreedora y reinyectar confianza en
su país y patriotismo a capitalistas venezolanos en el exilio.
Pues bien, basta mirar la desesperación y el pataleo de nues-
tros negociadores en el exterior (incluido el presidente) para llegar
a la conclusión de que esa operación ha fracasado, con todo y
carta de buenas intenciones, Consejos de Indias y de las Américas,
Amsterdam, desayunos en la Casa Blanca, etc. Hemos vuelto
al papel de alegres mendigos internacionales (o, si se prefiere,
de pelota de fútbol entre FMI, bancos acreedores, Secretaría del
Tesoro, Casa Blanca, Reserva Federal, etc.). Es inocultable el fiasco
ante el consorcio bancario privado: este sigue tan insensible y
pérfido como antes con Lusinchi (“oro o petróleo, o nada”).
Entre tanto, el agotamiento de las reservas monetarias —pues
las disponibles en el Banco Central están comprometidas por las
cartas de crédito a corto plazo— obligó al gobierno a suspender los
pagos del servicio de la deuda externa.
Ahora pretendemos aferramos a una nueva ilusión: el indefi-
nido, insuficiente, inexistente «Plan» Brady, para alimentar eufo-
rias imaginarias y mantener en la mente de los venezolanos las
esperanzas del milagro, del repunte, de la divina providencia...
varios autores
[ 70 ]
El ejercicio de la política como arte del engaño, de la capa-
cidad de engatusar al pueblo, ha vuelto por sus fueros, con la ayuda
«técnica» de firmas encuestadoras y otras instituciones mani-
puladoras de la opinión pública. Pero más allá de las ilusiones y
promesas no se ha conseguido nada concreto en materia de prés-
tamos privados, mientras los organismos internacionales sueltan
sus créditos con cuenta gotas.
Estos hechos, y los estallidos de violencia y de conciencia, las
acciones y denuncias contra especuladores, saqueadores de cuello
blanco y fugadólares, no han contribuido a encender el patriotismo
ni la confianza de estos. Tampoco han sembrado el entusiasmo
entre inversionistas extranjeros actuales o supuestos. Al contrario,
sobran en estos días los testimonios de muchos radicales en Vene-
zuela que se sienten ahuyentados por los sucesos y sus secuelas.
En cuanto a la verdadera actitud de la élite política y económica
del capitalismo, bastaría recordar los consejos de Volcker y de
Camdessus a que los venezolanos con capitales afuera den el
ejemplo reinvirtiendo en el país, la negativa de la Thatcher a hacer
pagar a los contribuyentes ingleses las tropelías financieras de los
corruptos del Tercer Mundo, y la réplica de John Reed, presidente
del City Bank, ante la sugerencia de Brady para el perdón parcial
de deuda a estos países: “Otros bancos seguramente ayudarán. No
nosotros”. Su banco es el principal acreedor de América Latina.
En suma, el paquete ha provocado una caída ruinosa de las
perspectivas de inversión exógena en Venezuela. Si a todo ello se
añade el efecto astringente de la política de elevación de las tasas
de interés en las oportunidades lucrativas de inversión interna, se
nos conforma un panorama de contracción severa de nuestra acti-
vidad productiva.
Por último, un comentario sobre las empresas monopo-
listas estatales. El otro elemento contradictorio con la política de
el caracazo
[ 71 ]
fomentar las exportaciones es la elevación sustancial de todos los
precios de los bienes y servicios del Estado. Al amparo del FMI,
esas decisiones pretender ser llevadas al absurdo por las desme-
suradas proposiciones de Pdvsa, que funge de Estado dentro del
Estado, ante la acomplejada complacencia del gobierno. Triplicar
en promedio los precios de la gasolina y demás derivados del
gas y de los petroquímicos y quintuplicar el de los abonos, como
propone Pdvsa, sería el mayor disparate. Escarmentar sobre la
experiencia del primer aumento de la gasolina y otros derivados
y su secuela en el transporte sería el mínimo de sensatez. No es
cierto que “si eso no se hace, quiebra Pdvsa”, como dijo CAP, ni lo
es tampoco que haga falta tal aumento de precios para cubrir los
costos de esos productos. En el quinquenio anterior sus ingresos
por ventas internas superaron sus costos operacionales en ese
ramo. Obsérvese además que el año pasado esa empresa obtuvo
16 mil millones de bolívares de ganancias netas y varios miles de
millones más por depreciación. Pero lo más notorio es que Pdvsa
resulta el ente más beneficiado por la devaluación, al recibir por
primera vez, en nuestra historia petrolera, la facultad de vender sus
dólares al precio del mercado libre. Carlos Chávez de El Universal,
calcula que eso inflará los ingresos brutos de Pdvsa hasta 400 mil
millones de bolívares este año, mientras Cayetano Ramírez de El
Nacional, estima el aumento de las ganancias netas (por sobre las
presupuestadas) en unos 55 mil millones de bolívares por concepto
de exportaciones. ¡Y aún les parece poco, a juzgar por la campaña
lanzada para que se le rebajen los impuestos!
Con estos resultados Pdvsa no necesitaba para nada ese
salto triple que quiere dar en sus ingresos internos, a costa de la
economía popular y nacional.
Pero además del saqueo inmisericorde al presupuesto familiar
de los pobres, el encarecimiento del transporte, de los combustibles,
varios autores
[ 72 ]
de los abonos y de la electricidad para acercarlos a sus precios
“intencionales” atenta contra las principales ventajas comparativas
de que pueden gozar nuestros productos para hacerse competi-
tivos en el exterior y, por ende, contra los propósitos de fomentar
nuestras exportaciones, como ya señalamos. La cuestión empeora
aún más si se suman los aumentos de los insumes procedentes de la
CVG, que son también descomunales.
Otro aspecto que conspira contra el fortalecimiento de los
ingresos de exportación es el énfasis de Pdvsa en aumentar los
volúmenes de exportación de petróleo, derivados y demás energé-
ticos (carbón, orimulsión), contribuyendo con ello a debilitar los
precios. Eso la llevó el año pasado a violar la cuota OPEP en 144
mil barriles diarios por lo menos, según reveló implícitamente el
ministro De Armas el Martes Santo, luego de la Asamblea Anual
de Pdvsa. Su antecesor había arreglado las cifras para encubrir esta
violación en la última Memoria de su Despacho, mientras se vana-
gloriaba de sus incansables esfuerzos, realizados en todas las capi-
tales del oriente musulmán, “para fortalecer la OPEP”.
Como se ve, no son detalles los que hay que rectificar en el
paquete. La orientación nacional e internacional de la política
económica requiere una reformulación general. El gobierno debe
atreverse a dirigir a Pdvsa para rectificar la política descontrolada
y suicida que esta practica, que requiere más y más inversiones,
mientras el ingreso petrolero neto sigue cayendo. Lo mismo debe
hacer con la CVG, que es la émula de Pdvsa. Si se les sigue dando
rienda suelta no necesitaremos ni al FMI ni al IESA para ir a dar al
precipicio.
el caracazo
[ 73 ]
Las bases de la violencia colectiva
en Venezuela: un intento de
interpretación etnopsiquiátrica
Gustavo Martín
14 Al respecto Devereux señala lo siguiente: “...tanto las fantasías como los ítems culturales son
productos del espíritu humano y por lo tanto, en última instancia, del inconsciente”. Etnopsicoa-
nálisis complementarista, p. 77.
el caracazo
[ 75 ]
stress o de cualquier conducta patológica tiene que ver con las posi-
bilidades del individuo para amplificar enormemente el impacto
de fuerzas externas que son o pueden ser objetivamente mínimas.
En otras palabras, la intensidad del trauma depende más de la
fortaleza de las defensas internas de las que dispone el individuo
que de la fuerza objetiva del impacto. Estas defensas, que tienen
en principio un origen endógeno, vienen proporcionadas por la
cultura. Sin embargo,
...un estado de stress es traumatizante cuando ocurre
prematuramente, es decir, cuando alcanza a un indi-
viduo que todavía no tiene acceso a las defensas cultu-
rales apropiadas. Una variante importante de esta clase
de situación es la de las clases desfavorecidas a las que
se les niega sistemáticamente el acceso a las defensas
que la cultura reserva tan solo a los privilegiados.15
varios autores
[ 76 ]
En tercer lugar, es importante destacar la presencia dentro
de la tipología de desórdenes analizados por Devereux, de lo que
este autor denomina “desórdenes tipo”, que corresponden a “...
las enfermedades psicológicas propias del tipo de sociedad que
las provoca”.16A partir de esta noción podemos llegar a la conclu-
sión de la existencia de sociedades enfermas, las cuales, además,
enferman a sus integrantes para que no jueguen el rol del “negati-
vismo social”. Es decir, para que acoplen sus conductas al funciona-
miento global social, aun cuando un observador exterior sepa de
entrada que el mismo es patológico. Estos casos de desórdenes tipo
pueden incluso llegar a ser extremos, condenando a sociedades
y culturas a la desaparición. De allí las críticas formuladas por el
propio Devereux a las teorías fundamentadas en el relativismo
cultural que intentan también relativizar o particularizar en forma
extrema al psiquismo.
En algunos otros trabajos hemos hecho ciertas indica-
ciones sobre lo que consideramos son algunas de las estructuras
básicas que explicarían el comportamiento de los venezolanos.
Así, por ejemplo, hemos hablado de la doble racionalidad en la
que se debate tanto la sociedad como el hombre de nuestro país.
Decíamos que esa doble racionalidad se explicaba mediante la
acción de la “aculturación antagonista”,17 pues nuestra sociedad
había adoptado los elementos (instituciones, creencias, normas,
prácticas culturales) que le habían sido impuestos a lo largo de
muchos años, pero, sin llegar a internalizar la racionalidad o lógica
dentro de la cual esos componentes externos alcanzaban su verda-
dera significación. Por el contrario, los fines últimos de la cultura
quedaban inalterados y eran estos los que dotaban de significación
a los contenidos impuestos, ocurriendo entonces el surgimiento
el caracazo
[ 77 ]
de índices contradictorios apreciativos: unos, dependientes del
marco normativo institucional explícito impuesto y, otros, que
pueden llegar a ser antagónicos respecto a los primeros, originados
en los moldes valorativos implícitos. Así, la evaluación de cual-
quier rasgo o complejo cultural se da sobre la base de esta doble
vertiente de significaciones, prevaleciendo en última instancia el
modelo valorativo implícito. Hecho que puede tener su explica-
ción en el terror que produce a ciertas sociedades y personas una
vida cultural más rica o abundante, pues esta complejidad de ítems
culturales genera una “dificultad de orientación” que origina los
desórdenes funcionales.
Hemos citado, en muchas oportunidades, el ejemplo de la
evaluación contradictoria de la corrupción y del corrupto. De
hecho, en la conducta esquizoide coexisten una tendencia a la
obediencia (indiferenciada) y a la desobediencia (diferenciada).18
El corrupto, desde el punto de vista del modelo normativo insti-
tucional, es un ser antisocial que debería ser castigado severa-
mente por las leyes. Sin embargo, en la perspectiva del modelo
valorativo, el corrupto se asimila al “vivo”, al aventurero que sabe
hacer las cosas mediante el uso de su picardía. Esta imagen final
es privilegiada, en última instancia, ante la primera. Sin embargo,
la presencia de este doble discurso o de esta dualidad de registros,
con sus tipos de sanciones particulares, da origen a una suerte de
conducta dual o esquizoide19 que es, desde nuestro punto de vista,
la base del “desorden tipo” prevaleciente en la sociedad venezolana.
varios autores
[ 78 ]
Sin lugar a dudas, como ya lo hemos afirmado en otras investi-
gaciones, la llamada distancia social juega un importante papel en
la determinación del valor asignado a cada conducta individual,
pues lo que puede ser bueno en el contexto más cercano familiar
o de amistades, puede ser malo o execrable fuera de ese ámbito.
La distancia social sirve para evaluar también a los objetos: los
cercanos o próximos pertenecen al grupo social de referencia y
deben ser respetados, pero más allá de este círculo de prójimos,
tropezamos con un mundo de extraños o extranjeros en donde se
disuelven los límites de lo que me pertenece o lo que es propiedad
de los otros. Surge así la moralidad contextual: mecanismo cultural
que permite relativizar la moral en función de personas, situaciones
y hechos. Dentro del grupo cercano funcionan la solidaridad y el
respeto, fuera de este núcleo impera un poco la “ley de la selva”.
El mundo valorativo implícito coincide lógicamente, a través
de la construcción de cadenas de elementos equivalentes, con los
componentes femeninos de la cultura —fuertemente enraizados
o internalizados— y la oposición a los marcos normativos consti-
tuye, en última instancia, una confrontación con el modelo paterno
o masculino. Este es rechazado debido, entre otras razones, a que
incluso está ausente del súper yo del venezolano, pues él mismo
está cargado fuertemente de referenciales maternos.20 La propia
cultura ha establecido mecanismos para que los individuos
escapen, si así lo desean, a esta determinación de lo femenino. De
estos mecanismos vale la pena citar el machismo, el cual es una
forma, culturalmente instituida y aceptada, de rechazar la “dicta-
dura” del modelo valorativo materno.
20 Ver al respecto los trabajos de Ángel Bernardo Viso: Venezuela: ruptura e identidad. Alfadil, 1982;
y Pablo Mendoza, especialmente el trabajo titulado Reflexiones destinadas a comprender un
poco mejor al venezolano, mimeo.
el caracazo
[ 79 ]
Este modelo valorativo implícito, cargado de determinaciones
femeninas, es más fuerte de lo que pensamos. Al analizar la figura
del caudillo, en otro trabajo planteábamos lo siguiente:
Ya habíamos hablado de la hipótesis según la cual el
súper yo del venezolano o, incluso, el del latinoame-
ricano, se construye sobre la base de un referencial
femenino. Este hecho contribuye indiscutiblemente
a la no internalización o aceptación de las normas de
lo que hemos llamado el modelo normativo e institu-
cional explícito. El comportamiento se ajusta más a
los valores del modelo implícito, identificados con la
imagen de la madre permisiva y dadivosa.21
21 Gustavo Martín: “Antropología del caudillismo: lo normal y lo patológico del líder carismático”,
ponencia presentada ante el 1er Coloquio sobre Etnopsiqulatría, Ciudad Bolívar, noviembre de
1988.
22 Ensayos de Etnopsiquiatría general, p. 277.
varios autores
[ 80 ]
(al Padre castrador) y ligado a los valores maternos implícitos. 2)
Su actitud “redistributiva” (alimenticia) afianza este esquema y
legitima su liderazgo. 3) En la medida en que este dirigente quiera
aplicar normas y mediatizar el proceso redistributivo se le perci-
birá como un Padre omnipotente y malvado.
Creemos que en la definición de las expectativas y motiva-
ciones electorales en el pasado proceso jugaron un papel muy
importante tanto la no conformidad a la norma como el esquema
redistributivo (resumidos ambos en una actitud o racionalidad
populista). Todo hacía prever la posibilidad de vuelta a una Edad
de Oro, de mucha abundancia, de una normatividad adormecida
o atenuada.
Por lo mismo, las conductas defensivas, cargadas de violencia,
van a estar marcadas por esa frustración de las expectativas creadas,
que estaban encarnadas en un líder carismático y sustentadas en la
base de esos complejos maternos de negatividad de la norma, fuerte
emotividad y gran proteccionismo. Su orientación será eminen-
temente histérica, lo que conlleva una reafirmación paroxística
del mundo femenino valorativo implícito ante lo que es apre-
ciado como una agresión normativa paterna. El mundo externo
es reestructurado, dotado de nuevas significaciones, mediante las
cuales se intenta recuperar o regresar al Paraíso instintivo, pues la
“...enfermedad es una tentativa frenética e inapropiada de reorgani-
zación, y no una tentativa de desintegración y desorganización...”,23
y todo ello ocurre aun a expensas de la estructura del yo.
La tarea que se plantea resulta sumamente ardua: se trata
de llevar a cabo un proceso de resocialización que permita la
introyección de las normas en una sociedad donde el referencial
paterno está ausente o es marginal. Pero, esta introyección de los
marcos normativos —nos lo dice la experiencia de las sociedades
el caracazo
[ 81 ]
industrializadas— implica generalmente un apagamiento de la
afectividad, una fragmentación de la personalidad y un compro-
miso social parcial, un gran infantilismo, unas crecientes desper-
sonalización e indiferenciación.
Para finalizar, nos quisiéramos detener brevemente en la
destrucción de objetos. Hecho que es distinto a la realización de
saqueos en función de obtener lo necesario para poder vivir. A dife-
rencia de esta última conducta, aquella no deja de estar provista de
cierto carácter lúdico o catártico, semejándose a ciertos ritos de
destrucción que se cumplen en algunas sociedades y culturas. Nos
encontramos ante diversas explicaciones posibles: la destrucción
implica el rebelarse contra el modelo normativo paterno, también
puede conllevar una suerte de chantaje masoquista cuya lógica se
explicaría mediante el buscar el adelantamiento de la abundancia
(probablemente mesiánica) mediante un proceso de empobre-
cimiento voluntariamente provocado; por último, pudiéramos
hablar de un mecanismo para buscar mantener el equilibrio o la
nivelación social mediante una forzada igualdad.
La estructura psíquica que originó la violencia colectiva en
nuestro país se mantiene, es alimentada permanentemente por la
persistencia de dos registros que generan modelos de conducta
diferentes e, incluso, contrapuestos: el normativo explícito y el
valorativo implícito. Esta es la base del “desorden tipo” prevale-
ciente en Venezuela. Un nuevo “elemento de cierre” (alguna deci-
sión política desafortunada o una nueva medida económica impo-
pular), por más insignificante que pueda parecemos, puede crear
de nuevo una masa crítica que origine nuevos estallidos sociales,
los cuales probablemente serán más violentos debido al nuevo
nivel alcanzado por las frustraciones acumuladas.
varios autores
[ 82 ]
Estilos de saqueo y cambio cultural
El saqueo a la esperanza
el caracazo
[ 83 ]
venezolano no puede seguir subsidiando los malos
hábitos alimenticios de los ciudadanos atosigados por
los carbohidratos y el colesterol. También les informo
que las discusiones con Fedecámaras no han arrojado
resultados concretos, pero pensamos que algún día lo
harán, yo les pido a ustedes, pueblo que votó por mí
como “El líder”, y a los que no lo hicieron, igual, que
durante este año aporten sangre, sudor y lágrimas,
pero solo por este año ya que en 1990 no será nece-
sario (en voz bajita que no se oyó por TV, pero se
le leyó en los labios): porque en 1990 ya ni siquiera
tendrán sangre, sudor y lágrimas porque el paquetazo
los habrá convertido en zombies (rrr-Heydra corta la
imagen).
varios autores
[ 84 ]
caso omiso a eso que los sociólogos y economistas llaman clases
sociales; en palabras de un habitante de un barrio del oeste, cuando
argumentaba el porqué saquear en los bloques de Casalta, decía:
“Ellos tienen lavadoras y nosotros lavamos a mano. Ellos tienen
televisores de colores y nosotros en blanco y negro”.
Saqueo a la vida
el caracazo
[ 85 ]
Resaqueo a los sectores populares: razzias
varios autores
[ 86 ]
populares que fueron víctimas de los malandros y de las fuerzas de
seguridad del Estado, se armarán también. Resultado: estamos en
las puertas de una colombianización de Venezuela, con un gigan-
tesco crecimiento de la violencia vertical y horizontal.
el caracazo
[ 87 ]
difusión masivos para incentivar un consumo suntuario imposible
de satisfacer).
El cambio cultural que se está produciendo en Venezuela no
apunta precisamente hacia la construcción de un país desarrollado
y moderno, donde los habitantes tengan garantizadas las condi-
ciones para el cultivo de sus potencialidades tal y como lo plantea
la Copre. Pero la tendencia puede invertirse si empezamos por
condenar los cinco tipos de saqueos efectuados; ¿está usted, señor
presidente, dispuesto a dar el primer paso?
varios autores
[ 88 ]
La revuelta de la cuaresma
Arnaldo Esté
el caracazo
[ 89 ]
ese europeo ser parido en el Renacimiento, cuando se termina
de hacer en la razón y en la ciencia. Argumentado para Dios por
Martín Lutero tendrá ya todo lo necesario para el uso de la Palabra,
la construcción de la legalidad del mercado, el juego del ingenio,
la acumulación del tesoro, y la explotación del trabajo. La riqueza
de las naciones será el producto del trabajo y los negocios y será
de aquellos que mejor se coloquen e interpreten en esa nueva
legalidad.
Venezuela, pobre país rapiñado muy temprano de sus pocas
perlas y de sus cuantas pepitas de oro, apenas logra rehacerse como
sujeto existente y digno con el trabajo esclavo de indios y negros
para bien contrabandear y malvender café y cacao, cuando se
siente fuerte para engendrar locuras. Y por allí se va, de a pie y de a
caballo a batir leguas dejando sus costillares sembrados en medio
continente.
No daba, sin embargo, esa recién nacida dignidad para encon-
trar toda la necesaria originalidad en la propuesta que le permitiera
alcanzar el buen reflejo de este trópico. Una gran dosis de insegu-
ridad y pobre raigambre impedían que se leyese en el libro propio.
Y el heroísmo no bastó para que se pautara el camino de los años
siguientes y se lograran soltar de la mano. Muerto Bolívar se sigue,
con muchos jefes y ninguno bueno, la búsqueda por dejar de ser lo
que se es y llegar a ser civilizado. Y en nombre de la civilización se
gasta un siglo de muertos.
La paz de los muchos muertos cava el curso del petróleo
y, desde entonces, si escasa resultó la pedagogía del gamonal
para hacernos civilizados, ahora tendríamos con qué comprar
civilización.
Nos hicimos pueblo minero y la poco madurada subjetividad
de la explotación cacaotera trató de subsistir, con poco pataleo, al
varios autores
[ 90 ]
agresivo tintineo de la venta del patrimonio. Apenas subsistió en la
bonhomía de aristócrata de óleos y cortinajes a lo López y Medina.
Ese nuevo curso reclamó una legalidad que nunca encontró.
El afán civilizador tapaba todas las propuestas y, cuando más, se
habló de civilización de izquierda. Pero esa civilización suponía
partir del trabajo y su explotación y aquí lo que se encontró fue
petróleo para las compras. La legalidad de Jefferson y Stuart Mill,
menos para Dios y más para los hombres, suponía que era el
trabajo y su explotación cuidadosa lo que enriquecería el mercado
y que serían las leyes del mercado las que regimentarían las rela-
ciones entre los hombres para establecer un orden y un criterio de
lo honrado y lo corrupto, la tiranía del más capaz, la legitimidad del
lucro, la santificación de la usura, en la búsqueda del progreso que
es uno solo y universal sin límites de fronteras y culturas.
Pero no se contemplaba como orden la riqueza obtenida por
la venta del patrimonio y concentrada para su distribución en el
Estado.
En lugar de las leyes del mercado rigieron los criterios de la
compra de poder político con esa riqueza minera. Frente al orden
civilizado e industrial que había aprendido a denominar su orden
y sus hábitos (Orden Legal), las maneras mineras resultaban en
desorden y se las llamó “populismo”.
El populismo en Venezuela (no sabemos si en otras partes) es
el sistema de adquisición y preservación de poder por la distribu-
ción de las riquezas patrimoniales (en este caso mineras) para la
compra de civilización occidental.
Frente al orden civilizado industrial —que está escrito en
nuestras leyes aun cuando nunca hayamos sido nación civilizada e
industrial— esa manera de obrar es primitiva y corrupta.
La dinámica de compra y consumo de lo “civilizado” determina
ritmos mucho más acelerados que los que alcanza la producción
el caracazo
[ 91 ]
minera, de allí que, tarde o temprano, se entra en déficit. Pero como
las necesidades reales y culturales de consumo están establecidas
se sigue por el camino “del fiao”, que, por otra parte, le convenía a la
gran industria tanto para seguir vendiendo como para establecer
relaciones de poder de otro orden y sobre otras líneas no propia-
mente comerciales.
Ese cultivo y culto del déficit y de la deuda, no obstante se
revirtió contra sus creadores. Ciertamente tuvo el logro de
cortarle las alas de pretensión independentista a la OPEP y otras
asociaciones de vuelo ambicioso. Pero ha puesto muy de relieve
la miseria de unas relaciones desiguales, y las pocas perspectivas
como mercado que tienen naciones así embargadas; a la vez que la
propia fragilidad y cierta caducidad del orden financiero que así se
manifiesta.
De alguna manera y con menguada frescura, las lecciones
de Jefferson llegaron a Venezuela y, con la parafernalia técnica y
lingüística propia de viejo que descubre el marxismo, se comen-
zaron a vender con voz de prédica.
Los políticos de la minería, agotados en sus dineros y más
agotados aún en su retórica, tuvieron que recurrir a la caridad del
capital que rápida y claramente expuso sus condiciones: tienen
que salirse del pecado y la corrupción y venir a las huestes de
la santidad liberal. El mercado y no el Estado. El trabajo y no el
hallazgo minero. La excelencia y no el compadrazgo. Las public
relations y no el clientelismo. La libertad de intereses y no el apresa-
miento del capital. La sana gerencia y no la ineficiencia. El sistema
industrial y no el sistema partidista.
Una vez más y sin contemplaciones ambientales se impor-
taron fórmulas. Con el nombre de neoliberalismo se introdujo
un programa de incorporación juvenil de la Venezuela populista
al capitalismo senecto. Como en muchas otras oportunidades, se
varios autores
[ 92 ]
trata de otra compra de civilización: estamos comprando un reloj
despertador de esos de cuerda, de mucho peso, de gran apariencia y
de mucho ruido para alguien que perdió el sueño, que no tiene con
qué pagarlo y cuando además esos relojes solo sirven de nostálgico
adorno frente a los ya cuarzo-electrónicos.
Están planteando otra vez el forzamiento histórico y cultural
de Venezuela: incorporarla a un proceso de despiadada acumula-
ción primaria del capital con una consiguiente modernización de
la cultura para que ¡por fin!, seamos decentes.
Y esto con la adolescente actitud en unos —en otros desca-
rada— de que se puede ignorar para los procesos económicos su
complejo carácter social, que obliga a que cada medida propuesta
se presente inscrita en su historia y circunstancia.
La revuelta de la cuaresma fue un madrugonazo de la malicia
popular. Gran fiesta de piñatas en la que cada quien reclamó su
nunca recibida parte de esa minería patrimonial. El aumento de la
gasolina anunciaba cambios que tenían todo el sabor de que esos
sueños, de tener algún día vecindad de esa riqueza, se apartarían
para siempre. De un solo golpe se despojó el pan, el pasaje y el
sueño.
Fiesta de piñatas que los guardianes de la civilización no
tardaron en penalizar sembrando plomo en las macetas de las
ventanas.
Hoy los nuevos predicadores de Jefferson andan de allí para
acá en un corre y corre baldeándose las culpas. Que no es así,
que esos son solo remedios, que yo te dije, Miguelito, que no me
paraste, que estamos predestinados, que somos unos tropicales de
mierda y la decencia es solo nórdica, que hay que esperar, que hay
que persistir, que los resultados solo se verán cuando el todo esté
puesto, que las cuotas de sacrificio, que los ricos de aquí son unos
brulotes, que empezaron por el final. De mil maneras tendrán que
el caracazo
[ 93 ]
notar que el muerto es muy grande o que el traje es muy chico: que
un proyecto para este país tiene que salir de este país, para gente
como nosotros, que nosotros tenemos otras maneras de tratarnos
que no con la decencia nórdica.
Como otras prédicas civilizadoras que han tratado de hacer
de nosotros lo que no somos, esta última fracasó, solo que más
temprano. Tiene, sí, sus productos: por una parte va a desatar en los
próximos meses una tremenda concentración de capital a costa de
miseria y precariedad para nuevos grupos de gente que si antes la
sufrieron, la habían hecho cosa de recuerdo. Por la otra, va a servir
para que el gobierno se presente ante el concierto de los decentes
industrializados y sus agencias con la cara de “boyescao” dicién-
doles: ¡Siempre listos!, hicimos todo lo que nos dijeron y ¡ya ven!...,
la cosa está dura y si insisten, por allí anda el peligro de perder la
democracia que tanto nos ha costado.
Este juego pertinaz de andar comprando ideas y soluciones
como se compran sacajugos colombianos, que solo funcionan bien
en manos de los endilgadores, ha resultado muy cara. No tanto
ahora a los “yuppies comebien” que las proponen, porque ellos no
tuvieron que irse a las montañas a practicar con vida sus quimeras,
y muy bien les pagan quienes presienten en ellos a los heraldos de
la cordura anhelada. Mucho sí, a la generación del 58 y a otras ante-
riores que, cuando no muertos, ahora solo sobreviven en amar-
guras, adaptaciones y entregas, su situación de utopistas arriados.
Si ha resultado dolorosa la explotación y el saqueo de nuestra
herencia, más triste ha sido el entierro en vida de los hombres
buenos.
Hoy estamos rotos y extraviados. La argamasa ética que nos
compone está disuelta.
A pesar de que el tiempo y nuestra gente lo reclama, el camino
es más bien largo como al principio lo pensamos. El camino de
varios autores
[ 94 ]
encontrar nuestra condición, recoger nuestra aporreada subjeti-
vidad y estar en condiciones de ser armadores de nuestro propio
barco, navegadores de este convulso sentido.
Se hace de pequeñas cosas para pensar las mayores. Nos
tendremos que encontrar en un millón de pequeñas e inmediatas
cosas. De hacer y construir y de hallarse y sentirse en la cada
pequeña cosa, en el respeto y el cultivo de las muchas y diversas
maneras de hacerlas. ya conocemos ese sabor: el sabor de salir a
buscar y no esperar. El sabor de hacer y no comprar. De hacerse
grupo para defenderse, para proponer, para construir y para
encontrar en la mirada del que está a mi lado el sentido de que
existo y de que estoy haciendo. El sabor de construir así la propia
dignidad para la gran empresa.
el caracazo
[ 95 ]
La crisis económica actual y la
desnutrición en Venezuela24
Arnaldo Badillo
Rubén E. Vargas
Juan J. Montilla
el caracazo
[ 97 ]
mercado, como si tales agentes operasen en mercados competi-
tivos. El carácter monopólico o cuasimonopólico de la oferta de
muchos de estos bienes y la alta inelasticidad de su demanda,
obligan al Estado venezolano a crear los mecanismos de control
del poder de mercado de estos agentes.
El reconocimiento de la necesidad de ajustes estructurales en
la economía venezolana no puede llegar al extremo de aceptar que
la acción irrestricta de los ajustes imponga sacrificios adicionales
a quienes siempre han pagado las consecuencias de los errores y
vicios de la gestión pública o que desaparezcan líneas de produc-
ción de alto potencial productivo o estratégicamente importantes
para un país que pretende sanear su economía. Mecanismos de
atenuación y compensación, repetimos, serán necesarios para
mejorar la situación de los sectores que ya manifiestan carencias
alimentarias y nutricionales, así como para evitar el colapso de la
producción de rubros vitales para la seguridad alimentaria o para
el establecimiento de una agricultura competitiva en el futuro
inmediato.
Reconocemos la necesidad de una agricultura eficiente, que
sea capaz de proveer alimentos de calidad y accesibles a una pobla-
ción predominantemente urbana, y que ello pasa, necesariamente,
por un cambio importante en los criterios de formulación y apli-
cación de las políticas agrícolas. Pero, como señalamos antes, tasas
de interés al 20 y 30 por ciento y costos directos e indirectos multi-
plicados conforman un paquete insoportable de condiciones de
producción aun para los agricultores más eficientes, mientras se
produce en la agricultura ese odioso contraste entre la desapari-
ción de su rentabilidad y la altísima rentabilidad del capital finan-
ciero y comercial especulativo.
El sector agrícola venezolano es un sector subestimado en los
planes y programas de crecimiento económico esbozados por los
varios autores
[ 98 ]
representantes gubernamentales antes y después de las elecciones
de 1988. El Ministerio de Fomento, por ejemplo, según las actuales
autoridades habrá de convertirse en un organismo promotor del
desarrollo industrial y en ello se ha venido trabajando desde hace
varios años. Pero en el Ministerio de Agricultura y Cría, desafortu-
nadamente, no parece estar planteado nada similar.
Sin embargo, a pesar de las duras implicaciones del programa
de ajuste sobre la agricultura y de sus preocupantes perspectivas,
es en la agricultura donde podemos visualizar más claramente
ventajas comparativas a ser aprovechadas si nos decidimos a
acometer una política audaz de crecimiento económico. La expe-
riencia de los países desarrollados nos indica que ningún proceso
importante de desarrollo industrial o de reordenamiento de la
economía podrá lograrse sin una base agroalimentaria y agroin-
dustrial estable. Más que de políticas de fomento dirigidas al logro
de objetivos cortoplacistas, que hasta ahora solo han producido
resultados efímeros difíciles de mantener en el largo plazo, el país
demanda una profunda transformación agrícola y pecuaria, que
no solo dirija su atención hacia la producción de rubros poten-
cialmente exportables, sino lo que es más importante, que vaya
consolidando la base productiva del abastecimiento de alimentos
básicos de tal forma que estos constituyan proveedores eficientes
de energía y nutrientes para la población venezolana. Por lo demás,
una agricultura y agroindustria de exportación debe descansar no
en una producción espasmódica de excedentes o en la sustracción
de productos al mercado interno, sino en la producción perma-
nente y estable de excedentes comercializables.
el caracazo
[ 99 ]
problema de capacidad de demanda efectiva por parte de grandes
núcleos poblacionales de bajos ingresos, más que un problema de
oferta insuficiente. Por otra parte, la satisfacción de las necesidades
nutricionales de la población deben sustentarse fundamental-
mente en la producción agrícola nacional. Esto es particularmente
cierto para un país como Venezuela, con enormes extensiones de
tierra plana aptas para la agricultura y con abundantes y caudalosos
ríos que permiten tomar ventaja del hecho de que en el trópico es
posible hacer agricultura durante los 365 días del año.
La producción de las plantas está regulada por factores gené-
ticos, ecológicos y fisiológicos. Los factores genéticos establecen
límites naturales al potencial productivo de las mismas, pero,
dado cierto potencial genético, son los factores ecológicos a través
de su acción directa (latitud, altitud, lluvia, topografía, textura y
composición del suelo), e indirecta (radiación solar, longitud del
día, temperatura, agua, aeración y minerales en el suelo) sobre las
plantas y de su manipulabilidad por el hombre, los que en última
instancia determinan la productividad de las plantas cultivadas. Sin
embargo, hay factores o condiciones sobre los cuales la capacidad
y la intervención del hombre se ve limitada por razones físicas o
económicas, como es el caso de su acción sobre la radiación solar
o la temperatura ambiental, factores de especial importancia en
todos los procesos fisiológicos de las plantas.
Al contar con la incidencia de la radiación solar entre 14-18
horas por día, los países de clima templado hacen una muy
eficiente agricultura con cultivos de ciclo corto (cereales, soya,
otras leguminosas de grano y cultivos forrajeros como la alfalfa
que aunque no producen, vegetan durante el período estival). En el
trópico, en cambio, la incidencia diaria de radiación solar es prácti-
camente constante durante todo el año, con pequeñas variaciones
al período de 12 horas. En estas condiciones, los cultivos de ciclo
varios autores
[ 100 ]
corto, exceptuando el arroz, frijol criollo y hortalizas, solo permiten
alcanzar rendimientos equivalentes al 30-40% de lo que tales
cultivos rinden en clima templado. Tal ineficiencia, estrechamente
vinculada a las condiciones ecológicas, no se corrige siquiera con el
uso dispendioso de insumos. Por el contrario, cultivos de ciclo inter-
medio (4-5 meses) tales como canavalia ensiformis, quinchoncho,
batata, ocumo, taro, etc.; cultivos anuales, incluyendo la yuca y los
permanentes como la caña, cambures y plátanos, coco y palma
africana, gramíneas y leguminosas forrajeras, frutales y diversidad
de árboles productores de alimento, madera y pulpa de papel, se
producen con alta eficiencia en el medio tropical. Resulta afortu-
nado el hecho de que en las últimas tres décadas han ocurrido
cambios importantes en algunos países tropicales que prueban
con hechos fehacientes que solo era una falacia la afirmación de
que en el trópico la agricultura era fatalmente ineficiente; los ejem-
plos más ilustrativos lo representan Malasia, China, Indonesia,
Tailandia y, en menor grado Colombia, Brasil, Costa Rica, Cuba
y Ecuador. Lo anteriormente expuesto evidencia que la ecología
priva inclusive sobre la ideología; no ha sido por azar que papa y
trigo hayan sido los cultivos predominantes en la Rusia “zarista” y
lo son también en la Rusia comunista, y algo más cercano a noso-
tros fue el hecho de que la Revolución cubana en sus inicios trató
de sustituir la caña de azúcar como cultivo prevalente en la isla,
dando marcha atrás ante las evidencias de que difícilmente otros
cultivos alcanzarían la eficiencia biológica que muestra la caña en
las condiciones cubanas. Considerando la trascendencia de la agri-
cultura y la inmanipulabilidad de la radiación solar, longitud del día
y temperatura ambiente, resulta imprescindible sustentar nuestro
desarrollo agrícola en especies cultivadas o potencialmente culti-
vables que manifiesten en las condiciones tropicales prevalentes en
Venezuela, una alta productividad biológica, bajo nivel de riesgo a
el caracazo
[ 101 ]
variaciones regulares del ambiente y alta respuesta a la intensifica-
ción del uso de insumos; tales cultivos serán proveedores econó-
micamente eficientes de nutrientes para la alimentación humana
y animal, y también como aportadores de materias primas para
los diferentes fines industriales (madera, papel, vivienda, muebles,
etc.) para el mercado interno y para la exportación.
La filosofía del desarrollo agrícola tropical no es nueva. La
“cosecha del sol” como se ha conocido esta estrategia en la jerga
agronómica, traduce una política de mediano y largo plazo desti-
nada a lograr el tan ansiado objetivo del crecimiento agrícola
autosostenido. Su propósito sería aproximarse lo más posible a
la autarquía alimentaria, o cuando menos en lo inmediato a un
nivel satisfactorio de autoabastecimiento que garantice la segu-
ridad alimentaria de la población. Tal modelo no resulta incompa-
tible con el aprovechamiento de las oportunidades de concurrir al
mercado internacional.
A los beneficios directos de una estrategia como la propuesta
habría que agregar el importante efecto multiplicador del creci-
miento agrícola, gracias a los encadenamientos técnicos que
genera una agricultura moderna y al carácter masivo del consumo
alimentario básico de la población.
Es importante también destacar las posibilidades de creci-
miento y competitividad exterior de una estrategia basada en
rubros de alta productividad biológica como los señalados en este
trabajo, en comparación con rubros de baja capacidad de respuesta
a nuestras condiciones ecológicas. De no adaptarse una integra-
ción de estrategia del tipo descrito, dada la existencia de una pobla-
ción en situación de pobreza crítica que sufre carencias nutricio-
nales (que no puede pagar por su alimentación diaria), cualquier
política destinada a aumentar la oferta agrícola interna estará
destinada al fracaso y no habrá forma alguna de planificación
varios autores
[ 102 ]
agrícola, alimentaria o nutricional que logre que la oferta alimen-
taria pueda satisfacer las necesidades de toda la población, repro-
duciéndose la paradójica situación de “excedentes” y agravamiento
del déficit alimentario y nutricional. El reto es, entonces, producir
más alimentos, pero no simplemente expandir la frontera agrícola
y encontrar tecnologías agrícolas y agroindustriales más eficientes
sino encontrar las alternativas de producción y abastecimiento
que permitan multiplicar los beneficios de una mayor producción
entre la población.
A objeto de satisfacer los objetivos de asegurar vida digna a los
productores agropecuarios, proteger los recursos naturales reno-
vables y garantizar la satisfacción de los requerimientos nutritivos
de todos los estratos de la población nacional, una estrategia agrí-
cola y de seguridad alimentaria debe considerar:
el caracazo
[ 103 ]
a. Considerar la infraestructura y el agrosoporte físico para
dar base de sustentación a los procesos productivos y garan-
tizar condiciones de vida digna en el medio rural.
b. Asegurar la provisión de insumos, los cuales, suplidos
racionalmente en términos de cantidad, calidad y opor-
tunidad, permiten que los vegetales y animales que se
exploten rindan al máximo de su potencial.
c. Definir e instrumentar un sistema integrado de procesa-
miento y comercialización en el cual la transformación
de los productos crudos conduzca al mejoramiento de su
calidad, a la prolongación de su vida útil y a facilitar su
comercialización y accesibilidad al consumidor.
varios autores
[ 104 ]
a. La disponibilidad y menos aún la disponibilidad promedio,
no es un indicador idóneo del status nutricional de toda la
población.
b. En países subdesarrollados con economías de mercado,
tal es el caso de Venezuela, se requiere de disponibilidades
de alimentos muy por encima de los requerimientos para
asegurar que un alto porcentaje de la población satisfaga
sus necesidades.
c. Para 1965 y 1975, según destacados investigadores, la
malnutrición infantil en Venezuela afectaba al 55% y 49%
de los niños, respectivamente. Esta situación seguramente
se agravó a partir de febrero de 1983 al producirse la primera
gran devaluación de la moneda venezolana y el conse-
cuente deterioro de la capacidad adquisitiva. Así, las cifras
del Proyecto Venezuela revelan que para 1987 la ingestión
calórica de la región nororiental descendió en 11 %, lo cual
permitió cubrir solo el 83% de los requerimientos. Situa-
ción similar ha sido detectada en los estados Lara y Zulia.
Asimismo se han evidenciado agudas deficiencias de vita-
minas y minerales, lo cual es un reflejo de la baja ingestión
de frutas y casi nula de hortalizas en los estratos de menores
ingresos, que hoy constituyen la mayoría de la población.
el caracazo
[ 105 ]
el gasto principal lo constituyen precisamente los alimentos.
¿Cómo puede entonces esperarse una inflación atenuada en 1989
si, al partir, se conceden aumentos de precios de un 100% o más
en alimentos que, según se anunció, serían subsidiados? ¿Para qué
sirve entonces el ejercicio de determinación de canastas básicas?
Los sectores de bajos ingresos ya no tienen alimentos con los
cuales sustituir a aquellos cuyos precios experimentan alzas de esta
magnitud. Nunca los gobiernos anteriores diseñaron una política
agrícola y alimentaria destinada a producir estos sustitutos nacio-
nales. Por ello estos compatriotas están obligados a adquirir estos
y solo estos alimentos a los precios vigentes o, sencillamente, dejar
de comer.
Un aumento de significación en los precios relativos de los
componentes de una canasta básica inflexible, sin sustitutos,
magnifica el deterioro del ingreso real de estos sectores, ya que,
dado el alto peso de estos alimentos en el presupuesto de gastos de
los consumidores de bajos ingresos, los aumentos de precio provo-
carán un deterioro adicional de su ingreso real, más allá del efecto
empobrecedor del proceso inflacionario general.
La resultante de esta cadena de efectos será, indefectiblemente,
un empeoramiento de la situación alimentaria y nutricional de los
grupos más desposeídos.
La ciencia económica no es solamente manipulación de pará-
metros y variables macroeconómicas de interés para los inversio-
nistas. Desafortunadamente, pareciera que el análisis social que
puede brindar la economía hubiese sido olvidado por los asesores
oficiales y solo el frío razonamiento macroeconómico, de corte
desarrollista, tuviera la aceptación de estos profesionales y de
quienes toman las decisiones. El efecto Slutsky, reseñado arriba, es
un ejemplo clásico de interpretación microeconómica del impacto
de algunas medidas oficiales sobre los sectores de menores
varios autores
[ 106 ]
recursos. Y esto también es economía, una ciencia social a veces
despojada en la práctica de su real naturaleza.
Es en el área del mercado y de los precios donde más reper-
cuten las decisiones de la política económica y social del Estado, y
donde decisiones referidas a las “medidas compensatorias”, “mini-
mización de los efectos negativos sobre los sectores de menores
recursos” y otras similares, pueden tener sentido práctico. De lo
contrario, estos irán revelándose ante los hechos como expresiones
vacías o insinceras. No parece haber coherencia en una política
social que, por un lado, plantea mantener tarifas eléctricas conge-
ladas para barriadas y sectores de bajos ingresos, y, por el otro,
acepta aumentar en un cien por ciento o más el precio de alimentos
básicos de esos mismos sectores. ¿No es tan importante la alimen-
tación como la electricidad?
el caracazo
[ 107 ]
pescado conservado para ser vendido a granel; 190.000 toneladas
de huevos; 1 millón de toneladas de cambur; 140.000 de grasas y
aceites, y 190.000 toneladas de azúcar sin refinar. Estos alimentos
con subsidio promedio de Bs. 2,5/kg. permitirían mantener sus
actuales precios e inclusive reducirlos, en algunos casos, sin que
el costo total del programa, que aportaría el 50% de los requisitos
nutricionales, supere los 10.000 millones de bolívares por año.
Por otra parte, la oferta de esta canasta básica ejercería suficiente
presión para racionalizar el precio de otros productos alimenticios
en un mercado como el venezolano signado por el agiotismo y por
un afán de lucro exagerado que linda con lo obsceno (ver cuadro
anexo y sus notas).
Los planteamientos en relación a la formulación de una polí-
tica agroalimentaria y agroindustrial expuestos en estas propuestas
forman parte y han sido desarrollados en detalle en varios trabajos
que han sido elaborados y ofrecidos a la comunidad científica,
al sector productivo y al país en diversas ocasiones. Entre estos
trabajos se incluyen los siguientes:
varios autores
[ 108 ]
En la actualidad se trabaja en la elaboración de una propuesta
de desarrollo agrícola para Venezuela, con una base ecológica
tropical, fundamentada en este y los trabajos señalados, la cual
estará muy pronto a la disposición del país.
el caracazo
[ 109 ]
Huevos5 190 10 1900
varios autores
[ 110 ]
Fórmula global y agricultura alternativa para producción de alimentos
concentrados para animales de explotación económica
en Venezuela para el año 2008 8
el caracazo
[ 111 ]
¿Explosión social o redes
de solidaridad?: un enfoque urbano
del problema
Omar Ovalles
el caracazo
[ 113 ]
intento de expresar perspectivas a futuro de una serie de variables
fundamentales explicativas del suceso, entendido este en una pers-
pectiva histórica, integral y científica.
varios autores
[ 114 ]
carencia de servicios, subalimentación crónica, minorías activas,
sectas neorreligiosas, colapsamiento de instituciones municipales,
stress, smog fotoquímico, etc., son solo algunos de los procesos y
formas sociales que cristalizan hoy el tiempo pasado, presente y
futuro, en un nuevo “caos” ininteligible para muchos. La ciudad
como objeto de estudio se ha vuelto compleja, su aproximación
teórica está siendo redefinida rápidamente dada la insurgencia
de los nuevos movimientos sociales en ella y la manifiesta inca-
pacidad que han declarado los gobiernos locales para manejarla.
En nuestro caso ya han aparecido procesos tales como: la
desestructuración de la trama urbana a niveles más altos de la
infuncionalidad, la masificación del efecto del automotor en los
espacios urbanos, la redefinición de la base económica hacia los
extremos del sector terciario (servicios informales a personas
y neoempresas de informática, banca y seguros) y, lo que es más
dramático, la transformación de los barrios estables en unidades
de vivienda-trabajo de altísima densidad demográfica y hacina-
miento con hambre y complejas patologías psicosociales. Esto que
llamó Illich: “Pobreza Modernizada”. Cualquier situación hoy día
en Nueva Tacagua o Cartanal no es comparable con la que pudiere
haber existido en los setenta en cualquier lugar del país. De la
misma forma, el centro de la ciudad es hoy una mezcla de activi-
dades del sector financiero internacional, con un énfasis notable
en la informatización de procesos gerenciales, a la par de una
buhonería desbordada y masiva; todo esto en un ambiente urbano
posmodernizado a medias, degradado en otras y con un endemo-
niado tráfico vehicular.
En las áreas periurbanas metropolitanas coexisten los “monu-
mentos” a la especulación inmobiliaria; edificios sin vender por
los altos precios o conjuntos residenciales de alta densidad y costo,
pero sin servicios públicos. Este es el hábitat de una clase media
el caracazo
[ 115 ]
que ha perdido su ilusión de consumo y que organiza la sociedad
civil para exigir, nada menos que la reforma del Estado y la defensa
del “ciudadano” contra los pobres.
Un proceso urbano como el descrito puede generar, sin duda
alguna, hechos como los del 26-2-89 y los días subsiguientes; solo
faltaría agregar como detonante una política económica agresiva,
sin la necesaria compensación social para que se exacerben los
fenómenos atípicos. Pero, hasta qué punto esto era solo un evento
anunciado o mejor dicho: ¿realmente fue estallido espontáneo
impredecible o fue calculado?
varios autores
[ 116 ]
iracundos. De la misma manera, cómo se logró el pago tan solo
parcial de las cartas de crédito.
Son líneas de investigación micropolítica que podrían
iniciarse con evidencias obvias pero que podrían también aportar
algunas sorpresivas conclusiones.
Lo económico es un detonante de lo sociopolítico pero bien
podría ser a la inversa.
La segunda hipótesis tiene que ver con el protagonismo de
los sucesos. En este caso es común que se confundan deseos con
hechos, pero si el estallido no fue espontáneo, ¿quién orientó lo
sucedido?
Nadie ha demostrado científicamente la espontaneidad de los
hechos, se presume que por su magnitud y trascendencia fue así,
pero quedan algunos cabos sueltos: ¿por qué en Caracas y no en
ciudades violentas como Maracaibo, politizadas como Mérida, o
paupérrimas como Cabimas? ¿Qué pasó en Barquisimeto? ¿Por
qué en un barrio hay saqueos y en el de al lado no? o ¿por qué en
ciertos lugares participan sectores medios y en otros no?
No crean los lectores que estoy insinuando una sutil conspira-
ción comunista o parecida.
El tamaño de los grupos de ultraizquierda en el país es tal, sus
rencillas son tan graves, que no los considero capaces de hacer algo
como lo sucedido más allá de las tantas acciones de seudohéroes
que ocuparon azoteas el jueves y el viernes de esa semana. Pero de
allí, como ha dicho todo el mundo, hay una gran distancia.
De la misma manera, habría que demostrar cómo las orga-
nizaciones populares independientes, que se afianzan en trabajos
puntuales, constructivos locales tales como cooperativas, grupos
deportivos y culturales, asovecinos o ambientalistas, podrían tener
el interés y capacidad táctica para orientar un proceso masivo,
conflictivo, complejo y contradictorio. Su articulación siempre ha
el caracazo
[ 117 ]
estado en función de construir, de hacer pequeños cambios en la
sociedad por la vía no violenta.
Ahora bien, es evidente que hubo participación de algunos
pero en ningún momento con carácter protagónico central, ni
mucho menos, como se ha dicho, se encargaron de ayudar a resta-
blecer el orden o a proteger comercios en forma masiva.
Si seguimos identificando actores y con sus respectivas hipó-
tesis de posible hegemonía en la cadena de hechos, después de
descartar a los sindicatos organizados, asociaciones de trabaja-
dores informales y a bandas delictivas, solo nos quedaría un sujeto
muy concreto.
Sindicatos, asociaciones de trabajadores informales y bandas
delictivas no tienen ni la suficiente inserción social, ni el recono-
cimiento popular o el liderazgo para hacer que cientos de vene-
zolanos trabajadores “comunes y corrientes”, mujeres, hombres y
niños salgan un día de sus barrios para tomar la avenida Urda-
neta, o entrar en un Cada y saquear cualquier comercio, logrando
eso que Arturo Sosa describió como una “Navidad adelantada y
festiva”.
¿Cuáles fueron los mecanismos que fortalecieron la confianza
de un ama de casa o de un simple ciudadano común para que, unido
a sus vecinos, saliera a la calle a buscar aquello que los acaparadores
negaban su existencia o que las industrias, después de haber creado
la necesidad, se lo ofrecían a precios astronómicos?
A este nivel y antes de continuar es necesario dejar de lado
hipótesis subjetivas de un supuesto sujeto social: el pueblo adquiere,
de la noche a la mañana, un carácter mítico, crítico, fantástico
y revolucionario. Conste que soy de los que creen en los “poderes
creadores del pueblo”, pero también no confundo mis deseos con
la realidad o mis intuiciones políticas con la simple constatación de
una evidencia de gran peso.
varios autores
[ 118 ]
En este sentido, puedo adelantar ya la segunda hipótesis: si
la “revuelta” o como se llame, tuvo como principal actor el habi-
tante de los barrios y siendo estos las áreas de mayor control del
paternalismo-clientelismo del Estado y en especial de los grandes
partidos, ¿por cuáles razones estas maquinarias políticas (mejor
dicho sus organizaciones terminales de base) no actuaron nunca
para contener la “explosión”? O dicho de otro modo, acaso estas
organizaciones y liderazgos de base de los grandes partidos no
pusieron su “grano de arena” en la gestación de una “revuelta” no
organizada, pero sí anunciada y con objetivos directos: comida y
demás artículos de consumo.
No estoy diciendo aquí que los partidos AD y Copei progra-
maron los hechos, a pesar de que el propio presidente Pérez dijo
que “los esperaba” (a confesión de parte relevo de prueba) o que
muchos dirigentes medios no condenaron desde un principio los
excesos.
No solo la Policía Metropolitana tuvo una conducta pasiva, a
pesar de las contradicciones en que se debatía; mucha buena parte
de la maquinaria partidista de AD y Copei pudo haber puesto parte
de su liderazgo natural en los barrios, tanto para iniciar como para
culminar un evento trágicamente necesario.
En este punto es necesario aclarar que esta hipótesis no se
sustenta en el supuesto del antagonismo estructural entre partido
político y organización popular o, dicho de otro modo, entre
sociedad política y sociedad civil. No creemos en el carácter irre-
conciliable, tal y como lo plantean algunos líderes del movimiento
vecinal de clase media, entre partido y asociación de vecinos, a
pesar de cientos de historias de manipulación del primero sobre
las segundas.
Lo que sí se debería demostrar es cómo en una situación
de emergencia, provocada por una sospechosa ineptitud de
el caracazo
[ 119 ]
concentrar en un día varias alzas de precios, pudieron establecerse
novedosos vasos comunicantes entre las más variadas expresiones
de la sociedad.
A título de hipótesis, sería interesante investigar si se creó
una red de comunicación, solidaridad, complicidad (en el mejor
sentido) y acción durante los tres días, en los cuales los cientos
de comités de bases, asovecinos y otras organizaciones formales
o informales de la sociedad asumieron roles protagonices en una
movilización colectiva que fijó sus objetivos, el inicio y también su
final.
Es evidente que hay una “conducta de masa” en la cual el
individuo se diluye en ella y se genera una especie de conciencia
colectiva grupal, pero esto no exceptuaría que los liderazgos natu-
rales y los grupos de agremiación a nivel de base no estuvieran allí
presentes; unos refuerzan a los otros y viceversa. La masa reconoce
a sus líderes y estos se apoyan en ella. No se trata de una “estampida
de caballos”.
varios autores
[ 120 ]
Lo que sí es evidente es que estamos frente a un gobierno que
por tomar decisiones de alta política hará uso, deliberado o no, de
situaciones de presión popular; cosa que está consustanciada con el
devenir de una sociedad más abierta y menos atada a formalismos
institucionales. Por otro lado, es necesario conocer la “tecnología”
de agremiación social que viene dando en estas áreas deprimidas,
lo que explicaría no solo las conductas individuales, sino también
los procesos colectivos que por su fuerza, expresividad y magnitud
los asimilamos a calificativos como “explosión”, “revuelta”, “caos”,
“anarquía”, etc., pero que en el fondo implicarían lazos de solida-
ridad y de acción que poco conocemos y no tendemos con nues-
tros instrumentos formales de análisis.
el caracazo
[ 121 ]
La Evaluación de los argumentos
en lenguaje natural y la presente
coyuntura de la sociedad
venezolana
Eduardo Piacenza
25 Texto leído en la “Tertulia” de la Cátedra de Filosofía Federico Riu del Instituto de Cooperación
Iberoamericana de Venezuela (Iciv ), el 6 de mayo de 1989. También se publica en Cuadernos
venezolanos de Filosofía, serie Ediciones Previas, nº 7 (1989), coedición del Centro de Estudios
Filosóficos de la UCAB y del Departamento de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la UCV.
el caracazo
[ 123 ]
actuación televisiva del ministro de la Defensa en los días inme-
diatamente posteriores al 27 de febrero. En ese momento uno de
los medios más eficaces que empleó el gobierno para lograr sus
objetivos comunicacionales fueron las amplísimas explicaciones
que daba Ítalo del Valle Alliegro; es decir, el gobierno no encontró
otro recurso más adecuado que poner a hablar ante las cámaras a
alguien que sabía hacerlo con soltura y claridad didáctica, y que
además podía hacerlo con convicción personal. Y en uno de
los puntos más delicados —los rumores de golpe— el ministro
echó mano de toda una argumentación para desmentirlos —argu-
mentación, por lo demás nada superficial y bastante plausible—.
Piénsese: un general, no solo hablando con soltura y dando expli-
caciones claras, sino además, argumentando razonablemente.
Nos parece que esto es sintomático de un cambio significativo: la
comunicación social venezolana se ha vuelto indiscutiblemente
mucho más argumentativa.
Para corroborar, o por lo menos para ilustrar de modo un tanto
más preciso y menos controvertible este aserto, consideremos por
ejemplo el aviso: “Una lata de leche cuesta lo que vale”. Lo tomamos
de El Nacional, del 16 de abril pasado (última página de la Sección
A). Hay varias cosas que son importantes desde nuestro punto de
vista. En filosofía del lenguaje a veces se distingue entre lo que está
implicado por un enunciado y lo que está implicado por la enun-
ciación de ese enunciado, es decir, por el hecho de proferirlo. Aquí
hay que hacer una distinción paralela.
Lo primero que salta a la vista es el mero hecho de la aparición
del aviso. Tradicionalmente los aumentos de precios se le presen-
taban al consumidor como faits accomplis. Cuando había que
incrementar los precios, simplemente se aumentaban, y el público
prácticamente solo se enteraba de los mismos en el momento
de adquirir el producto. En general, nadie pagaba un aviso para
varios autores
[ 124 ]
anunciar que lo que vendía iba a costar más caro. Ahora es dife-
rente; antes de que alguien pudiera toparse en un abasto con una
lata de leche a doscientos cuarenta y ocho bolívares, se le prepara
para ese encuentro, y se trata de persuadirlo de que el nuevo precio
está justificado. Pero hay otra novedad, que concierne a los medios
que se emplean para lograr el objetivo propuesto. En el aviso
pueden reconocerse dos partes: una parte cómica (una composi-
ción de fotografía y dibujo), y un texto. En el texto se distinguen
a su vez, por la disposición y el cuerpo de las letras, un acápite de
ocho palabras en cuerpo mayor, que expresa el enunciado que se
quiere justificar, una argumentación de ciento sesenta y dos pala-
bras en cuerpo menor, y un argumento de remate, de doce pala-
bras en cuerpo intermedio, argumento cuya conclusión reitera el
contenido del acápite, aunque variando la forma verbal. Aquí hay
que observar dos cosas: 1) la considerable extensión del texto; 2)
que prácticamente toda la carga persuasiva reposa sobre ese texto:
la única función —por lo menos la función claramente predo-
minante26— de la composición icónica es llamar la atención del
lector: cuando por ninguna parte se veían latas de leche, encon-
trarse con una en el periódico no puede dejar de atraer incluso a
los más distraídos. Pero al componente icónico del aviso no se le
confía —casi— ninguna otra función retórica.
Se ha dicho que el 27 de febrero fue un estallido irracional
de violencia popular. Sin embargo, avisos como el que estamos
26 No se olvide que lata puede funcionar como homónimo, en el sentido aristotélico de este
último término. Si Aristóteles hubiera escrito las “Categorías” después de asistir a esta tertulia,
seguramente, en lugar de haber comenzado con las palabras que todo el mundo conoce, habría
dicho: “Se llaman homónimas las cosas que solo tienen en común el nombre, pero la definición
de la esencia que corresponde a ese nombre es diversa. Por ejemplo, lata es tanto una lata de
leche en el estante de un Cada, como la foto de una lata de leche en una página de El Nacional”.
La vaca del dibujo se repite al final del aviso como emblema de la Asociación de industriales de
leche en polvo. Lleva una flor en la boca: es una vaca lírica, una vaca no utilitaria, sensible a la
belleza de las flores. Tal vez se busque dar a entender que los Industriales de Leche en Polvo no
son empresarios ávidos de ganancias, sino seres con sensibilidad para valores desinteresados,
como por ejemplo los estéticos.
el caracazo
[ 125 ]
comentando parecen indicar que esta es más bien una interpre-
tación de labios para afuera. Los autores del aviso proceden, en
los hechos, como si el 27 de febrero hubiera revelado que el vene-
zolano es un ser mínimamente racional, que no se deja mani-
pular impunemente con los recursos habituales de la publicidad,
que para controlarlo hay que empezar por convencerlo mediante
una argumentación plausible. La gran lección que parecen haber
sacado quienes pretenden regir la vida colectiva —por lo menos
los más lúcidos— es que la gente no se deja engañar tan fácilmente
como se creía. Hay que convencerla argumentando.
varios autores
[ 126 ]
plantearse siquiera el problema de cómo evitar que con el fruto
de este nuevo sacrificio popular ocurra lo mismo que con la renta
petrolera y los prestamos externos, a saber, que pase simplemente a
engrosar las inversiones privadas venezolanas en el exterior. Natu-
ralmente, cuando se enuncia ese programa con claridad, es inad-
misible en su conjunto para la gran mayoría de los venezolanos.
Por eso, si mediante argumentos se pretende persuadirlos de que lo
acepten habrá que acudir necesariamente, en un momento u otro,
a recursos sofísticos. De aquí que la habilidad para evaluar argu-
mentos y para desenmascarar sofismas se convierte en un medio
de autodefensa para la mayoría de la población venezolana.
La segunda reflexión es la siguiente. Parecería que no hay
ningún proyecto socioeconómico alternativo razonablemente
articulado y que cuente con el apoyo de una fuerza social orga-
nizada. En el fondo, a la propuesta del gobierno no hay en este
momento nada semejante y viable que oponerle. El único proyecto
de recambio en el horizonte es aquel que, si el gobierno fracasara
por obstáculos político-instruccionales, pasarían a defender abier-
tamente los grandes grupos económicos que ahora aparentemente
lo apoyan. Es decir, mantener lo sustancial del programa econó-
mico, pero con un reajuste del sistema político en un sentido auto-
ritario, de modo de sortear esos obstáculos y volver realizable tal
programa.
De ahí que sería tan peligroso quedarse en el mero desenmas-
caramiento crítico de los discursos apologéticos del «paquete».
Habría que proponerse algo más constructivo. Pero salvo que se
esté esperando un milagro, cualquier salida constructiva pare-
cería pasar por un incremento de la participación del pueblo orga-
nizado en las decisiones que afectan la vida colectiva. Por otro
lado, si se busca evitar las situaciones lamentables más arriba
insinuadas, o —en caso que estas ya resulten inevitables— si se
el caracazo
[ 127 ]
quiere ir preparando desde ahora los caminos para salir de ellas,
lo que aconseja la más elemental prudencia es también tejer una
urdimbre más densa de organizaciones populares. Ahora bien, la
única garantía de que esas organizaciones tengan realmente peso
y no resulten fácilmente manipulables al servicio de intereses
ajenos a los populares es que sean organizaciones profundamente
democráticas. Y —ya se sabe por una experiencia tan vieja como la
misma democracia ateniense— que no hay democracia auténtica y
medianamente eficaz sin discusión colectiva racional. El arte de la
discusión racional y su más amplia difusión cobran pues, coyuntu-
ralmente, una importancia sociopolítica inesperada.
De este modo, nuestras dos reflexiones conducen a lo mismo:
la habilidad para presentar argumentaciones sólidas expresadas en
el lenguaje corriente y para evaluarlas racionalmente reviste hoy
una señalada significación colectiva. Y en consecuencia, también
se vuelven importantes los medios para desarrollar y afinar esa
habilidad en vastos sectores de nuestro pueblo; y así adquieren
igualmente un especial interés extraacadémico los variados
recursos teóricos que se requerirían como fundamento para la
correspondiente pedagogía.
El artículo 3° agrega:
varios autores
[ 128 ]
Las universidades deben realizar una función rectora
en la educación, la cultura y la ciencia. Para cumplir
esta misión, sus actividades se dirigirán a crear,
asimilar y difundir el saber mediante la investigación
y la enseñanza.
el caracazo
[ 129 ]
puede ofrecer la universidad para mejorar la lógica utens de los
venezolanos cuando discuten sus problemas colectivos?
Como puede verse con claridad en los Tópicos de Aristóteles,
el origen y la justificación primaria de la lógica docens está en la
necesidad o en el deseo de mejorar la lógica utens. Pero veinti-
trés siglos de una complicada historia de aproximaciones y aleja-
mientos entre ambas, nos aconsejan ser muy cautos en la materia.
Nadie puede olvidar, por ejemplo, que en los Tiempos
Modernos la lógica docens, por un lado, se vuelve prácticamente
irrelevante para la lógica utens de las clases cultivadas europeas, y
por otro, se estanca desde el punto de vista teórico. Para mejorar
su lógica espontánea nadie estudiaba los Analíticos de Aristóteles,
sino los Elementos de Euclides. Y la teoría lógica disponible era
absolutamente incapaz de analizar ni siquiera la mayoría de las
modalidades de razonamiento totalmente estandarizadas que
empleaban corrientemente los matemáticos de la época. Hasta
Frege los lógicos no tuvieron prácticamente nada que decir sobre
ese sector del saber donde el esqueleto lógico estaba precisamente
más a flor de piel.
Con Frege se produjo a la vez una revolución teórica y un
acercamiento entre la teoría y la práctica. Y esa revolución teórica
estuvo en gran medida motivada por la insatisfacción que Frege
sentía frente a algunos aspectos de la lógica espontánea de los
matemáticos de su tiempo. En otras palabras, la renovación se
produjo por el deseo de desarrollar una lógica teórica que sirviera
de fundamento a las soluciones para las dificultades con las que se
chocaba en la práctica lógica espontánea y que en ese plano no se
podían resolver. Sin embargo, si consideramos de cerca el conte-
nido de la revolución de Frege nos encontramos con lo siguiente:
lo que le permite reconquistar para la teoría los sectores de la lógica
utens abandonados por la lógica docens moderna, es su teoría de
varios autores
[ 130 ]
la cuantificación múltiple. Pero la clave de esta teoría, lo que hace
posible resolver ahora los problemas donde los escolásticos más
sutiles se habían atascado27, es que responde a una estrategia deli-
berada de alejamiento de lo que aparecía como intuitivamente más
obvio de lo que sugería más directamente el lenguaje natural en sus
operaciones espontáneas.28
Los ejemplos históricos insinúan, por lo pronto, que la lógica
espontánea puede mejorarse, no solo por mediación de una teoría
lógica, sino también por el contacto directo con otra lógica espon-
tánea mejor, o por asimilación de una cultura o de un sector del
saber que presupone o se articula usando una lógica así. Y esos
ejemplos también sugieren que los problemas de relevancia de la
teoría lógica para la práctica argumentativa no admiten respuestas
generales obvias.
el caracazo
[ 131 ]
tomado más que como un conjunto de impresiones personales,
arriesgaremos unas conjeturas sobre la primera pregunta. Quizá
sirvan al menos para estimular intentos de respuestas mejor medi-
tadas y que se apoyen en bases más sólidas.
varios autores
[ 132 ]
lo inverso. Quien se mueve dentro de un horizonte donde solo
aparecen tales tipos de argumentos, tenderá a degradar las más
sutiles estructuras conceptuales a unas pocas frases resonantes
vinculadas con algún nombre prestigioso.
Pero aparte de esas observaciones generales hay algunos indi-
cios particulares que no resultan muy alentadores. Veamos uno de
ellos:
Un profesor que ha alcanzado los más altos grados acadé-
micos, y que no puede considerarse simplemente como uno
más del montón; alguien que además de su formación especiali-
zada también ha hecho estudios de filosofía —lo sabemos por el
anuncio de una de sus conferencia—; el autor de libros y artículos
polémicos no desprovistos de interés en el campo de su especia-
lidad; alguien cuya dedicación al estudio y cuya independencia de
criterio nadie discute, escribe, sin embargo, lo siguiente:
El neoliberalismo está muy lejos de ser una doctrina
que se restrinja al campo de la economía. Es, además,
una concepción de la política y, lo más importante, de
la ética y del derecho. Pero más allá de estas cuatro
parcelas, por importantes que ellas sean, es esencial-
mente una filosofía social, una comprensión global
del hombre y de la sociedad; en dos sentidos que es
forzoso diferenciar: es un intento de captar las limi-
taciones del individuo, es decir, lo que el hombre es
positivamente y, al mismo tiempo, un conjunto de
postulados acerca de lo que este debe o podría ser.
el caracazo
[ 133 ]
Hayek suele confesar, cada vez que puede, su admi-
ración por Popper, y el ensayo epistemológico básico
de Friedman de 1953 es, abiertamente, una aplicación
a la economía de las concepciones del autor de La
sociedad abierta y sus enemigos.
varios autores
[ 134 ]
nuestros estudiantes tropiezan con ingentes dificultades, tanto
para entender cualquier texto o exposición que contenga un
mínimo de elaboración conceptual o de desarrollos argumenta-
tivos, como para expresar articuladamente sus opiniones y acom-
pañarlas tan siquiera de algún esbozo de justificación. Esto los
coloca, primero, en seria desventaja para asimilar los contenidos
de cualquier materia de índole teórica y para responder ante ellos
con un mínimo de creatividad personal. Pero obsérvese además
algo que no es tan frecuente señalar: aquellas deficiencias también
los condenan a percibir en forma distorsionada toda situación en
la que haya algún ejercicio de pensamiento crítico. Así lo atestigua,
entre otras cosas, su uso omniabarcante de la categoría de “paja”,
que revela la más cruda incapacidad para discriminar entre lo que
es palabrerío insustancial o retórica vacua, y lo que es afinamiento
de los conceptos o argumentación racional. De esta manera, por
ejemplo, los contenidos que tendrían que resultar más estimulantes
para el desarrollo del pensamiento crítico aparecen de antemano
descalificados como “paja”; y una discusión a su respecto queda,
en el mejor de los casos, reducida al mero choque de opiniones
equivalentes, pues lo único que se percibe en ella es, por un lado,
el hecho bruto del desacuerdo, y por otro, la igualdad de derechos
que las reglas del juego le reconocen a los que discrepan. En otras
palabras, para la inmensa mayoría de los estudiantes que llegan a la
universidad parecieran existir barreras prácticamente infranquea-
bles que les impiden acceder a lo que constituye la sustancia misma
de la vida académica.
Pero si la base de la pirámide universitaria tiene esas caracte-
rísticas, ¿qué asegura que, incluso en el caso de aquellos que logran
graduarse, su incorporación a la cultura académica no sea más bien
una apariencia?, y los mecanismos de selección de docentes, ¿serán
tan buenos como para garantizar que no termine por suceder lo
el caracazo
[ 135 ]
mismo con buena parte de los profesores?, y aun aquellos que han
podido superar los niveles más lamentables, ¿no quedarán triste-
mente predispuestos a la aceptación acrítica de aquella parcela del
saber —en el mejor de los casos— o de aquel conjunto de recetas
y dogmas, que la contingencia de un posgrado en el exterior,
por ejemplo, pudiera poner a su alcance? ¿No se ha visto acaso,
que independientemente de la buena voluntad de los sujetos, su
participación puramente marginal en las tradiciones críticas de la
cultura universal, su condición de parvenus, de rastaquouéres —
como decía Rubén Darío— los ha conducido —y justamente no a
los peores— a comprar, y por partida doble, cualquier baratija que
se ofrecía en el mercado académico; y cuanto intelectualmente más
barata, mejor.
En 1947 decía Borges: “Hace diez años bastaba cualquier
simetría con apariencia de orden —el materialismo dialéctico, el
antisemitismo, el nazismo— para embelesar a los hombres”.29 Ya
no hace diez sino más de cincuenta, pero —nombre más, nombre
menos— no parece que hayamos mejorado mucho. Hay quien
sostiene que algo así ha sucedido con los tecnólogos de la ense-
ñanza, que al regresar del exterior parecieran haberse aplicado
con fervor a destruir la educación venezolana, valiéndose de unas
pocas y esquemáticas ideas erigidas en verdades absolutas. ¿Y
no estará ocurriendo ahora algo semejante con algunos jóvenes
economistas?
Ahora bien, si nuestra vida académica está tan expuesta, por
la debilidad de su base a este tipo de fenómenos, ¿puede confiarse
mucho en la asimilación de las prácticas argumentativas implícitas
en la cultura universitaria?
De modo que si la universidad tiene algo que aportar para
lo que identificamos más arriba como una necesidad de la vida
29 “
Tlon, Uqbar, Orbis Tertius” en Prosa (Barcelona: Círculo de Lectores, 1976): 272.
varios autores
[ 136 ]
colectiva venezolana, seguramente no se hallará en su lógica utens.
Habría que examinar entonces qué pasa con su lógica docens. Pero
esto lo dejaremos para otra oportunidad.
el caracazo
[ 137 ]
Para atrás el paquete económico.
La gente primero
el caracazo
[ 139 ]
aprobaron gracias a las movilizaciones del 27 al 28 de febrero de
1989 y 1° de marzo.
Por otra parte, el alto costo de la vida ha significado fabulosas
ganancias para los bancos y empresarios de Fedecámaras que
tienen los monopolios de estos artículos, los cuales acaparan y nos
especulan con ellos.
El robo, sin embargo, no se reduce al poco salario y los altos
precios, sino que también se manifiesta en la salud a través de hospi-
tales en mal estado y el cobro en los mismos, los cuales utilizan los
sectores de bajos ingresos económicos, mientras que las clínicas
son para los ricos. En la educación vemos como cada día se hace
imposible que estudie el hijo del obrero, agravado aún más con los
presupuestos deficitarios para las escuelas, liceos y universidades
públicas. Además de todo esto, nos roban también con los elevados
costos e intereses de las viviendas impidiéndose de hecho su adqui-
sición o convirtiéndose su pago en otra deuda “eterna”.
Frente a ese desangramiento el pueblo reaccionó a través de
las legítimas protestas del 27 y 28 de febrero, lanzándose a la calle,
condenando el paquete económico del gobierno, que comenzó
con el aumento del transporte y que cada día nos hunde más en la
miseria; pero no nos podemos quedar allí y eso lo sabemos todos,
pues lo ocurrido el 27 y 28 de febrero nos convoca a la organiza-
ción en las fábricas, barrios, urbanizaciones, lugares de trabajo y
centros de estudio, sabiendo que solo en la unión está la fuerza.
Por todo esto debemos tener como objetivos comunes:
1. La escala móvil de salarios.
2. Impedir que sigan los despidos masivos.
3. Exigir la congelación de los precios de la cesta básica.
4. Por un servicio de salud adecuado y gratuito.
5. Por un mayor presupuesto para la educación.
varios autores
[ 140 ]
6. No al pago de los préstamos bancarios para las viviendas y
automóviles.
7. Contra las medidas económicas y contra el pago de la
deuda externa.
Tareas concretas
el caracazo
[ 141 ]
• Después, el próximo 27 de mayo participa apagando todas
las luces de tu hogar en señal de protesta desde las 8:00 p.m.
hasta las 9:00 p.m.
• Se declara la semana de paro de consumo de Pepsicola,
Cocacola y otras gaseosas entre el 20 y el 27 de mayo de 1989.
Por lo tanto, no consumas estas bebidas durante esa semana
ni efectúes compras en CADA o en MAXI’S.
Atentamente,
CNTP (Codesa – CUTV - CGT - FCU - Fapuv - Fenatev – AEA).
varios autores
[ 142 ]
Federación de asociaciones
de profesores universitarios
de Venezuela
el caracazo
[ 143 ]
INTERNACIONAL y la Carta de Intención inaceptables para la
dignidad nacional.
La liberación de precios retrotrae al país al liberalismo econó-
mico, donde el Estado no cumple su papel de guardián del bien
común, dejando al pueblo consumidor a merced del comercio
especulador y deteriorándole su calidad de vida.
No existen planes de incentivo al desarrollo agrícola, desa-
provechando nuestras productivas tierras. La inmensa masa de
trabajadores desempleados que habitan en las zonas marginales
de nuestras ciudades es proveniente, en su mayoría, del campo.
Hay que implementar programas de producción agrícola en forma
cooperativa, con ayuda técnica y créditos supervisados y en tierras
asignadas para estos fines; es necesario desempolvar los viejos
programas de la olvidada reforma agraria y poner en marcha meca-
nismos de distribución y mercadeo de los productos del campo,
garantizando precios justos a los productores y protegiendo al
consumidor de la especulación de intermediarios.
Los recursos nacionales deben ser invertidos en las necesidades
prioritarias del país: abastecimiento alimenticio, industrializa-
ción, generación de nuevos empleos, mejoramiento de los servi-
cios públicos, vivienda, salud, educación, cultura y recreación; así
como la atención integral del trabajador y su familia.
El programa propuesto por el gobierno de Cap-Tinoco-Fede-
cámaras-FMI busca pagar la deuda externa con más deuda, en una
creciente espiral, que si no ha crecido más es por la negativa de
la Banca Internacional de facilitar más dinero. El pueblo venezo-
lano se opone al pago de la deuda externa hasta tanto se hayan
superado los agudos problemas de desempleo, desabastecimiento,
déficit habitacional, desnutrición, deficientes servicios públicos,
etc. “PRIMERO LA GENTE, DESPUÉS LA DEUDA”.
varios autores
[ 144 ]
a) Asumiendo la representación y defensa de los intereses de
los trabajadores y del pueblo, exigimos como medidas y soluciones
inmediatas:
1. NO PAGAR LA DEUDA EXTERNA ni adquirir nuevos
endeudamientos con la Banca Internacional y el FMI; 2. REPA-
TRIACIÓN de los cincuenta y ocho mil millones de dólares colo-
cados en el exterior; 3. COBRAR LA DEUDA de ciento veinti-
cinco mil millones de bolívares que el empresariado debe al Fisco
Nacional por Impuestos sobre la Renta; 4. REFORMA TRIBU-
TARIA que obligue pagar más a quien más tiene, para así garan-
tizar la mejor distribución del ingreso y la riqueza; 5. ELIMINAR
DEL GASTO PÚBLICO LO SUPERFLUO, que mantiene servicios
(autos, aviones, restaurantes, etc.) en beneficio de los jefes de la
burocracia estatal.
el caracazo
[ 145 ]
de la salud de los trabajadores y el pueblo; 12. REFORMA DEL
SISTEMA DE SEGURIDAD SOCIAL que garantice una digna
jubilación y atención a los limitados físicamente; 13. DEMOCRA-
TIZACIÓN DE LAS UNIVERSIDADES EXPERIMENTALES; 14
REGULACIÓN DE LAS TASAS DE INTERÉS para la vivienda y
otros bienes de consumo; 15. LEY HABITACIONAL y reforma
de la Ley de Inquilinato, a fin de favorecer a los usuarios de las
viviendas; 16. PROTECCIÓN AL CONSUMIDOR con una ley
contra la especulación y el engaño en los servicios; 17. PROTEC-
CIÓN JURÍDICA y SOCIAL para todos los trabajadores inmi-
grantes que laboran en VCNC/UCLA, a fin de garantizarles el
mismo trato y los mismos derechos sociales que la Constitución
y las leyes consagran a favor de los trabajadores venezolanos; 18.
REDUCCIÓN DE LA JORNADA DE TRABAJO.
varios autores
[ 146 ]
Una vez más la Asociación de Profesores del Instituto Peda-
gógico de Caracas da un ejemplo nacional. Convoca a elecciones
al vencerse el lapso previsto en sus Estatutos para elegir una nueva
junta directiva y, caso insólito, los candidatos siguen surgiendo de
las Asambleas Departamentales y, no de ser seleccionados por las
firmas de los agremiados. Solo que nadie puede respaldar a más de
un candidato con su firma.
Es difícil tratar de resumir la trayectoria de la Apipo: ocho
presidentes al apenas cumplir la mayoría de edad. Conflictos
gremiales en defensa de la dignidad del profesorado, con cada
uno de los directores y ministros que han sido designados por
gobiernos sucesivos. Significativo mejoramiento de las condi-
ciones socioeconómicas, académicas y gremiales en cada una de
sus luchas. Denuncias anticipadas del dañino efecto de algunas
partes de sus reglamentos, diferentes a cada uno de los proyectos
que el gremio ha elaborado en cada ocasión. Conflictos en defensa
del derecho de los colegas contratados, en su mayoría no asociados,
a ganar sus cargos por concursos de oposición y a trabajar en
condiciones dignas. Lucha constante desde la creación del gremio,
por el derecho de los docentes a elegir sus autoridades. Expresión
continua de que el IPC no puede ser dirigido por autoridades que
consuman sus períodos en resolver los desastres que ellas mismas
produjeron, sin realizar planes organizados de mejoramiento
institucional. Manejo transparente de los fondos del gremio y
presentación de informes económicos notariados y respaldados
por documentos serios. Atención de los casos particulares y gene-
rales presentados al gremio, con criterios ajenos al manejo polí-
tico-partidista y en protección del respeto de los reglamentos y
justicia elemental.
Una vez más, esta Asociación de indeclinable rectitud
gremial, llama a elecciones para hacer respetar sus reglamentos
el caracazo
[ 147 ]
general y electoral, aprobados por la asamblea que la gobierna
como ASOCIACIÓN CIVIL, CUYA DISOLUCIÓN NO ESTA
PREVISTA en los estatutos de que la dotaron sus fundadores. De
acuerdo con sus normas, ya tradición y ejemplo en el subsector
de educación superior, la APIPC llama a participar en elecciones
uninominales. Los electores votan por el docente que se ganará el
honor, absolutamente personal, de representarlos. Se debe votar
por los candidatos, seleccionándolos de una lista organizada en
orden alfabético para indicar la preferencia. La APIPC usa desde
su fundación el sistema por el cual el país aún sigue luchando.
Desde luego, a un gremio tan inusual, diferente, decente,
hay que tratar de dañarlo. Se ha intentado de todo: modificar sus
estatutos para elegir por el sistema de planchas, retirarse masiva-
mente de la Asociación, intentar crear asociaciones paralelas y, lo
más grave, tratar de desprestigiarla a pesar de ser el único gremio
que nos ha defendido. Nadie duda de que en el IPC solo existe un
gremio, la APIPC. Un símbolo no se puede borrar por comentarios
infundados de personajes sin la estatura institucional suficiente
para cuestionarlo. La APIPC atiende incluso las reivindicaciones
y reclamos de aquellos que permanentemente maniobran para
destruirla, porque está segura de su legitimidad y representati-
vidad de los docentes del Instituto. La APIPC ha propiciado, a nivel
nacional, la constitución de una sola asociación de profesores de
la UPEL (no del IPC) y, en tal sentido, ha planteado en diversas
reuniones, como principios básicos los siguientes:
varios autores
[ 148 ]
3. Las elecciones de las futuras filiales de la Asociación única
de la UPEL deban mantener el sistema uninominal.
4. Los estatutos de la Asociación única tienen que garan-
tizar la realización de elecciones en el tiempo previsto, sin
prorrogas, y el manejo limpio de los fondos.
5. La nueva Asociación Nacional debe afiliarse a la Federa-
ción de Asociaciones de Profesores de universidades de
Venezuela (Fapuv).
el caracazo
[ 149 ]
gremial digno de su trayectoria limpia y combativa. Esta Junta
Directiva invita a sus asociados a dar una lección, al participar masi-
vamente en el proceso que designará sus representante durante los
próximos dos años. LA APIPC ES EL GREMIO EJEMPLO.
Armando Zamora
Sec. Organización
Hildemaro Mago
Secretario general
Ramón Grillet
Sec. Reivindicaciones
Luis Argüello
Sec. Cultura y Relaciones
varios autores
[ 150 ]
¿Qué pasó el 27 de febrero de 1989?
¿Qué estaba ocurriendo en el país
antes de esa fecha?
¿Qué ocurrió después?
¿Qué ocurrió ahora?
¿Qué hacer?
el caracazo
[ 151 ]
de las necesidades de exportar capitales para el pago de intereses y
amortización de capital de la deuda.
¿Quiénes han hecho, o mejor dicho, a quiénes les han impuesto
los mayores sacrificios de la actual situación? ¿A los dueños del
capital que lo colocaron antes de 1983 como activos en la banca
privada internacional y continuaron utilizando los mecanismos
financieros del Estado para mantener sus negocios? ¿A los que
deben millones de bolívares por los impuestos declarados y no
pagados, o que emplean “patrióticos” recursos para evadirlos? O
tal vez quien ha hecho el mayor sacrificio ha sido Fedecámaras o
los “pocos” pero grandes grupos económicos que ni siquiera nece-
sitan ser representados por aquella para lograr las mejores condi-
ciones de reproducción de sus ganancias. Quizás esto explique
la susceptibilidad herida de los empresarios cuyos “patrióticos”
sacrificios son desconocidos por el presidente de la República, que
los “maltrató” con sus comentarios clasistas de pobres contra ricos
para explicar lo ocurrido el 27 de febrero. Esto justificaría la reco-
lección inicial de 20 millones de bolívares para mejorar su imagen
de “buenos ciudadanos”. Sin embargo, no han mostrado la misma
diligencia y velocidad para amortiguar sus ganancias y darle más
función social al capital, salvo para establecer fundaciones que al
mismo tiempo sirven para evadir los pocos impuestos que pagan y
crear una “imagen” que contribuya a reproducir sus condiciones.
En un país donde hay unos más iguales que otros no se puede
establecer una política económica o aplicar un paquete de medidas
indiscriminado. Si bien es cierto que el texto constitucional esta-
blece que todos somos iguales ante la ley, no podemos ser todos
iguales frente a la deuda y sus consecuencias, conforme no todos
fuimos iguales ayer cuando se ejerció la depredación de la renta
petrolera.
varios autores
[ 152 ]
El 28 de febrero el Estado respondió al torrente social desen-
cadenado con la suspensión de las garantías constitucionales y la
utilización de su brazo armado para ejercer la “violencia legal”
que retornara las aguas al lecho tranquilo y adormecido de la
tolerancia. Sin embargo, antes de la suspensión de las garantías
constitucionales, ¿las medidas económicas progresivamente no
habían suspendido de facto los derechos sociales de los venezo-
lanos establecidos en la Constitución? ¿Cuáles han sido los princi-
pales efectos de las “políticas de ajustes” en el desarrollo del gasto
social del Estado? ¿Quiénes son las principales víctimas? ¿Por qué
se han intensificado las condiciones de pobreza y el deterioro de
la calidad de vida de numerosos hogares venezolanos? ¿Por qué
han crecido los índices de desnutrición de la población infantil?
¿Cuál es la situación de los centros de servicios de salud y de los
servicios públicos que utilizan miles de compatriotas que cada
vez pagan más sin mejorar sus condiciones? ¿Por qué ha crecido
el desempleo y el “sector informal” de la economía? La Carta de
Intención firmada por el FMI ¿expresa o consagra la “intención”
de responder y resolver estos problemas? ¿o se trata simplemente
de un paquete financiero que parte del principio, “lo que es bueno
para el capital es bueno para el pueblo”? ¿Lo que es bueno para
el capital necesariamente es bueno para quienes solamente tienen
que vender sus habilidades y destrezas, intelectuales y manuales
por un sueldo o salario devaluado, única garantía que les queda
para sobrevivir con cierta dignidad resolviendo las condiciones
mínimas de sus hogares? Entre el paquete de medidas y la Carta
de Intención, ¿cuáles son las previstas para establecer una reforma
tributaria más justa? ¿Cuáles se contemplan para regular las
ganancias del capital? ¿Cuál será su contribución para resolver y
satisfacer las necesidades sociales más urgentes? ¿Por qué no se
el caracazo
[ 153 ]
establece impuesto a las “reservas operativas” colocadas por los
particulares en el exterior?
El 27 de febrero no sorprendió a los que hasta ayer fueron
descalificados como “profetas del desastre”. El desastre no lo impu-
sieron quienes lo venían anunciando. Al igual que en los pasajes
bíblicos los profetas fueron apedreados por quienes depositaron su
confianza ciega en los acreedores y que luego, impune y descarada-
mente argumentaron que habían sido engañados cuando ante sus
propios ojos se hicieron cómplices del saqueo de nuestras reservas.
Recordar, hacer memoria y enjuiciar a quienes convirtieron al
país en una presa codiciada para la depredación es imprescindible
para cambiar el orden impuesto al país y establecer como objetivo
estratégico fundamental garantizar óptimas condiciones de vida
para todos los ciudadanos.
Después del 27 de febrero muchos compatriotas, sin respetar
edades, vieron fulminadas sus posibilidades de vivir. Bajo el fuego
indiscriminado del brazo armado del Estado y la irresponsable
actitud criminal de francotiradores, perdieron la vida o fueron
heridos numerosos hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos.
Otros desaparecieron o fueron allanadas sus viviendas. El miedo, el
terror, se confundió con la energía violenta que conducía a muchos
compatriotas a desafiar en la calle la presencia del ejército y las
balas de los francotiradores.
Los allanamientos y detenciones no se hicieron esperar, espe-
cialmente contra dirigentes estudiantiles de la UCV acusados de
subversión. Ni siquiera fueron respetados los dignos sacerdotes
que con su acción pastoral mantienen viva la esperanza entre los
más pobres que conviven con el pueblo, le acompañan en su expe-
riencia y alientan, a partir de su fe, la posibilidad de liberación. El
fantasma del terrorismo una vez más penetró en los hogares de
numerosos venezolanos. El estigma de la “subversión” nuevamente
varios autores
[ 154 ]
circula para calificar a quienes ejercen el derecho a disentir y
protestar frente a una situación intolerable condimentada por la
impunidad. Le corresponde al Estado garantizar la justicia a través
de sus organismos competentes. Sin embargo, el ciudadano cada
vez se encuentra más agobiado por la impunidad e impotencia para
hacer valer sus derechos al mismo tiempo que entre sus deberes se
le pide más sacrificio y tolerancia. Lo enardece sentir que ahora
solamente se habla de saqueo, pillaje, violencia, subversión,
inadaptados, bombardeado insistentemente por los medios de
comunicación social para restaurar la “normalidad”. Ciertamente
que los hogares venezolanos queremos la paz, deseamos la tran-
quilidad y la seguridad, pero también exigimos respeto efectivo no
solamente para el pleno disfrute de las garantías constitucionales,
sino también para el ejercicio óptimo de los derechos sociales.
Después de la trágica semana iniciada el 27 de febrero, no
podemos retomar a la “normalidad” anormal que prevaleció por
la tolerancia de un pueblo que tritura su amargura y desesperanza
a través de su humor. Que escucha en silencio, y casi admite como
cierto la impunidad con que el anterior presidente argumentó que
había sido engañado por la banca acreedora, el mismo que en los
primeros años de gobierno le señaló que la botija estaba llena. Se
trata de un pueblo que ha dado suficiente demostración de tole-
rancia y comprensión, generoso con quienes cada cinco años han
ido a solicitarle su consentimiento para gobernar al país. Que
responde con una sonrisa en los labios cuando se le critica desde
los medios empresariales como flojo, perezoso, inculto, pillo o
vándalo, pero que día tras día pone en marcha desde la madrugada
la maquinaria productiva de bienes y servicios. Que a pesar del
progresivo deterioro de las condiciones de vida continúa su diario
batallar con el mejor destino de la vida de sus hijos.
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¿Qué pasará después de esta inolvidable semana? ¿El esfuerzo
fundamental será olvidarla? ¿Borrarla porque constituye un mal
ejemplo para nuestros hijos? ¿Recordarla parcial y distorsionada-
mente para represar el torrente social? ¿Qué hacer con la memoria
colectiva de estos días intensos y complicados? ¿Dejarla para
contemplación académica y científica? ¿Incorporarlo como un
hecho social cuyo acertado diagnóstico consumirá estérilmente
tinta y papel?
Después del 27 de febrero la incertidumbre y la reflexión van
del brazo. ¿Qué sucederá? ¿Cómo intervenir en el proceso de la
crítica situación del país? ¿Cómo responder a la obstinada inten-
ción de mantener medidas económicas que desconciertan a los
ciudadanos? ¿Cómo organizar la resistencia cívica activa frente a
sacrificios impuestos indiscriminadamente?
En nuestro país, en cuanto a las causas que originaron la
explosión social, nada ha cambiado. En el mismo momento en
que el pueblo pagaba con la vida su protesta por una vida mejor,
el Gobierno firmaba con el FMI la Carta de Intención donde se
ratificaban todas las perspectivas de ese mismo pueblo. Y en el
Congreso, los ministros de la Economía ratificaban el “paquete de
medidas”.
Así las cosas, pronto el miedo y el terror generados por la
brutalidad represiva eran borrados por el hambre y la desespe-
ranza. Ante esta situación las organizaciones civiles, gremiales y
populares deben crear mecanismos para encauzar las luchas del
pueblo, de un modo que estas no desemboquen en otra ola de
violencia y matanza.
La muerte no es ninguna opción. La lucha es por la vida;
una vida digna que la concertación gobieno-ricos-FMI, con sus
medidas, pretenden reducir los niveles le sobrevivencia. La lucha
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[ 156 ]
no es para morir ni sobrevivir, sino para vivir con todos los dere-
chos coherentes al ser humano.
el caracazo
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Anexos
Índice
La revuelta de la cuaresma / 89
Arnaldo Esté
Anexos / 159
E