Familia

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La Familia: enfoques y reflexiones a la luz de la doctrina social de la Iglesia

El intento de abordar el tema de la Familia a partir de la Doctrina Social de la Iglesia es un


desafío enorme. Esta realidad no sólo se origina, por la gran cantidad de información que
encontramos en las encíclicas y en los diversos documentos pastorales, sino además por la
profundidad de cada una de esas reflexiones. Considerando aquello, y en virtud de las
lecturas sugeridas en nuestras clases, los textos empleados como referencia serán: la
exhortación apostólica de S. S. Francisco, Amoris laetitia, la encíclica del Papa Pío XI
Casti connubii, la exhortación apostólica de Juan Pablo II Familiaris consortio y,
finalmente la encíclica de Paulo VI Humane vitae. Cabe destacar que el sentido de unidad
entre estos documentos da cuenta de la continuidad y actualidad de la enseñanza de la
Iglesia en estas materias.

La familia se ha enfrentado a grandes desafíos a lo largo de su historia, por tanto sería


complejo señalar una época particular, en la que se entendiera y respetara a cabalidad su
naturaleza. Algunos ejemplos que muestran esta realidad son; la poligamia en diversas
sociedades y en distintas épocas, la esclavitud que impedía formar vínculos duraderos, el
divorcio en el judaísmo antiguo, en Roma, la perenne debilidad humana que lleva a
arrancar de las responsabilidades, la idealización del adulterio en el amor cortés medieval,
etc. Por consiguiente, es correcto afirmar que la familia siempre ha tenido que enfrentar
ciertos peligros, sin embargo, en el presente escenario nos encontramos con una crisis de
naturaleza distinta. Considerando esto, nuestra intención es afirmar, a luz de los
documentos pontificios, que la mentalidad individualista prevaleciente hoy en nuestras
sociedades, constituye un factor relevante en el sentido en que influye negativamente al
momento de valorar el matrimonio y la familia.

Es así como en Amoris laetitia encontramos un diagnóstico que está en sintonía con la tesis
de este trabajo. En este documento, el sumo pontifice invita a “considerar el creciente
peligro que representa un individualismo exasperado que desvirtua los vínculos
familiares”1. Antes de esta afirmación, Juan Pablo II había escrito en su “Carta a las
familias” que “el individualismo supone un uso de la libertad por el cual el sujeto hace lo

1
S. S. Francisco, Amoris laetitia, 19 de marzo del 2016, (33)

1
que quiere, estableciendo él mismo la verdad de lo que le gusta o le resulta útil. No admite
que otro quiera o exija algo de él en nombre de una verdad objetiva. No quiere dar a otro
basándose en la verdad; no quiere convertirse en una entrega sincera. El individualismo es,
por tanto, egocéntrico y egoísta”2. ¿Cuáles son las causas de este individualismo
exasperado, egocéntrico y egoísta denunciado en los escritos pastorales? Dilucidar por
completo esta interrogante requiere una explicación que excede las pretensiones de este
ensayo, sin embargo, resulta clarificador recordar las siguientes palabras del cardenal
Joseph Ratzinger: “A quien tiene una fe clara, según el Credo de la Iglesia, a menudo se le
aplica la etiqueta de fundamentalismo. Mientras que el relativismo parece ser la única
actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va constituyendo una dictadura del relativismo
que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y
sus antojos”3. Precisamente, en un contexto como el que describe el actual papa emérito,
hablar de la naturaleza de la familia levanta las sospechas de quienes consideran que no se
debe hablar de este modo. Se aduce, en favor de una supuesta neutralidad, que afirmar la
existencia de la verdad, en este y otros ámbitos, es un atentado contra el respeto hacia la
diversidad. En este contexto, estar a favor de principios universales equivale a ser
intolerante, mientras que remitirse a la conciencia individual pasa por ser propio de
personas "abiertas". No es la intención de este trabajo abordar la antigua polémica
filosófica en torno a la idea de la verdad, baste decir solamente, que en una situación como
la descrita, hablar o escribir a favor de la idea cristiana de familia significa contradecir la
sensibilidad de nuestro tiempo.

La mentalidad individualista a la que hemos hecho referencia tiene como principal defecto
una concepción reduccionista de la idea de libertad. Precisamente en este punto, y en el
contexto del análisis de la familia en el mundo actual, la encíclica Familiaris consortio
señala lo siguiente “en la base de estos fenómenos negativos está muchas veces una
corrupción de la idea y de la experiencia de la libertad” 4. Efectivamente, hoy observamos
la defensa de una una concepción de libertad que está absolutamente desligada del
compromiso, la responsabilidad y la renuncia. En palabras del cardenal Ratzinger, estamos
frente a “una comprensión de la libertad que tiende a considerar la liberación
2
Juan Pablo II, Carta Gratissimam sane, 2 de febrero de 1994, (14)
3
http://www.vatican.va/gpII/documents/homily-pro-eligendo-pontifice_20050418_sp.html
4
Juan Pablo II, Familiaris consortio, 2 de noviembre de 1981, (6)

2
exclusivamente como la anulación cada vez más total de las normas y una permanente
ampliación de las libertades individuales hasta el punto de llegar a la emancipación
completa de todo orden”5. Un ejemplo paradigmático de esta forma de entender la libertad
lo encontramos en el influyente filósofo francés Jean Paul Sartre, quien en el contexto de
posguerra se convierte en divulgador de una concepción de libertad que encuentra un gran
eco en la juventud de aquel momento, quienes, después de la pesadilla totalitaria, reciben la
predicación sartreana de una libertad absoluta con los brazos abiertos. ¿Qué tan extendida
está hoy aquella noción sartreana de libertad?, ¿en qué medida esta idea corresponde a una
amenaza para la familia de hoy? Afirmamos que entender la libertad de este modo decanta
en una forma equívoca de concebir las relaciones sociales, y, particularmente, la relación de
amor que está en la base de la familia.

En el contexto de una sociedad individualista, que entiende la libertad del modo descrito en
párrafos anteriores, se pervierte la idea del amor. Lo que prevalece es un amor a sí mismo y
a los propios proyectos individuales. Consciente de aquella realidad de su tiempo, en donde
se proclamaban consignas relativas al “amor libre”, Pablo VI, aludiendo a la verdadera
naturaleza del amor conyugal, afirmará: “Es, ante todo, un amor plenamente humano, es
decir, sensible y espiritual al mismo tiempo. No es por tanto una simple efusión del instinto
y del sentimiento”6. A nuestro juicio, hay elementos culturales de aquella década, en la que
fue escrita la encíclica citada, que aun permanecen vivos. Las doctrinas filosóficas que
moldearon las mentes de aquellos tiempos siguen influyendo hoy. Por ejemplo, Freud nos
sigue proponiendo su reduccionismo antropológico, y nos invita a considerar al hombre
como un hedonista frustrado, cuyo instinto agresivo y libidinoso se ve limitado únicamente
por el principio de realidad. Creemos que la Humanae vitae se refiere precisamente a este
tipo de ideas, en las que la sexualidad se reduce a simple efusión del instinto. Por otra parte,
del extremo racionalista “pienso, luego existo” de Descartes, hemos pasado al exagerado
“siento, luego existo”, en el que los ideales egoístas se abren paso como verdaderos
imperativos categóricos.

5
Joseph Ratzinger, Verdad y libertad, Tomado de http://www.humanitas.cl
6
Pablo VI, Humanae vitae, 25 de julio de 1968, (9)

3
En este sentido, es común entre algunos intelectuales, críticos de nuestra época, la
identificación de la cultura actual con la figura mitológica de Narciso 7, que nos hace
recordar las palabras que San Pablo escribe a Timoteo, en las que anticipa el carácter del
hombre de nuestro tiempo “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán
tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos” 8. Y este presagio del
apóstol queda ratificado con la siguiente denuncia del sumo pontifice “A veces (en nuestro
tiempo) se ama con un amor egocéntrico propio del niño, fijado en una etapa donde la
realidad se distorsiona y se vive el capricho de que todo gire en torno al propio yo. Es un
amor insaciable, que grita o llora cuando no tiene lo que desea” 9. Sin duda, nos hayamos en
una situación en donde la doctrina cristiana del matrimonio, entendida como una unión
exclusiva, permanente y fecunda entre un hombre y una mujer, parece no tener eco en una
sociedad que prioriza el éxito individual por sobre los proyectos familiares. En este sentido,
el papa Francisco exhorta a los jóvenes, quienes muchas veces manifiestan una actitud
despectiva frente al amor conyugal entendido cristianamente, a superar el individualismo
adolescente que les hace calificar el matrimonio de “mero contrato”. En consideración de
esto, el pontífice reivindica el matrimonio señalando que “Casarse es un modo de expresar
que realmente se ha abandonado el nido materno para tejer otros lazos fuertes y asumir una
nueva responsabilidad ante otra persona. Esto vale mucho más que una mera asociación
espontánea para la gratificación mutua”10. En el mismo sentido, otro documento señala
“Amor, decimos, que no se funda solamente en el apetito carnal, fugaz y perecedero, ni en
palabras regaladas, sino en el afecto íntimo del alma y que se comprueba con las obras,
puesto que, como suele decirse, obras son amores y no buenas razones” 11. Debe llamarnos
la atención que la doctrina cristiana, verificada en estas citas, está en franca oposición a la
antropología individualista, cuyo principal error consiste en proponer un hipotético estado
de naturaleza en el que el hombre sería un individuo completamente asocial, desvinculado
de sus semejantes, a quien no le queda más remedio que vivir en sociedad si lo que
pretende es conservar su vida. Contrario a esto, y en sintonía con la filosofía clásica
7
Por ejemplo: en la obra de Allan Bloom “El cierre de la mente moderna”, o en los trabajos de Gilles
Lipovetzky “El crepúsculo del deber: la ética indolora de los nuevos tiempos democráticos” y “La era del
vacío”.
8
2 Timoteo 3,1.
9
Francisco, Amoris laetitia, 19 de marzo del 2016, (239).
10
Ibídem (131).
11
Pío XI, Casti connubii, 31 de diciembre de 1930, (9).

4
recogida en el magisterio de la Iglesia, afirmarmos que el hombre es un ser social por
naturaleza. Esta es la razón esencial por la que el individualismo, tan presente en nuestros
días, antinatural y por tanto dañino, constituye un factor relevante al momento de valorar
negativamente el matrimonio y la familia. En nuestro días, realizar una adecuada reflexión
en torno a este tema es complejo, particularmente porque vivimos en una cultura hedonista,
que tiende a disociar la libertad del compromiso.

Hasta aquí hemos intentado, a la luz del magisterio, esbozar o describir algunos rasgos de la
mentalidad individualista de nuestro tiempo. En este sentido hemos dicho que la crisis de
la familia, remite inevitablemente a una confusión original en el plano de las ideas. Hoy
somos testigos de la relativización de lo universal, y al mismo tiempo de la absolutización
de lo relativo. Es decir, en nuestro tiempo se pretende imponer una moral relativista, y al
mismo tiempo defender una idea de libertad despojada de referencias, o, dicho de otro
modo, se propugna una libertad con pretensiones de omnipotencia, cuyo único límite sería
la libertad de los otros individuos.

Luego, hemos querido mostrar de qué modo la idea de libertad, que surge de esta
mentalidad individualista, socaba la forma en que hoy se entiende el amor humano, y
particularmente el amor familiar y conyugal. En la medida en que avanzabamos en la
descripción, se han citado aquellos textos del magisterio que nos parecen valiosos, no sólo
en cuanto aportan elementos descriptivos, que nos permiten acercarnos a la compresión del
fenómeno, sino, sobre todo, porque en ellos encontramos una recta concepción
antropológica, que contrarresta el error del individualismo imperante en nuestra época.
Estas orientaciones suponen un camino, un consejo, una voz de cordura en medio de la
confusión.

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