Mejorar Las Confesiones Con San Francisco de Sales
Mejorar Las Confesiones Con San Francisco de Sales
Mejorar Las Confesiones Con San Francisco de Sales
“No hagas tan sólo ciertas acusaciones superfluas, que muchos hacen por rutina:
no he amado a Dios como debía; no he rezado con la debida devoción; no he
amado al prójimo cual conviene; no he recibido los sacramentos con la
reverencia que se requiere, y otras cosas parecidas. La razón es, porque,
diciendo esto, nada dices, en concreto, que pueda dar a conocer a tu confesor
el estado de tu conciencia, pues todos los santos del cielo y todos los hombres
de la tierra podrían decir lo mismo, si se confesaran” (Introducción a la vida
devota, parte II, capítulo XIX).
Junto con la claridad de los pecados, que han de ser presentados de modo
concreto, Francisco exhortaba a buscar y corregir las raíces que provocan
nuestras faltas:
“No te limites a decir los pecados veniales en cuanto al hecho; antes bien,
acúsate del motivo que te ha inducido a cometerlos. No te contentes con decir
que has mentido sin dañar a nadie; di si lo has hecho por vanagloria, para
excusarte o alabarte, en broma o por terquedad. Si has pecado en las
diversiones, di si te has dejado llevar del placer en la conversación, y así de
otras cosas. Di si has persistido mucho en la falta, pues, generalmente, la
duración acrecienta el pecado, porque es mucha la diferencia entre una vanidad
pasajera, que se habrá colado en nuestro espíritu por espacio de un cuarto de
hora, y aquella en la cual se habrá recreado nuestro corazón, durante uno, dos o
tres días. Por lo tanto, conviene decir el hecho, el motivo y la duración de los
pecados, pues, aunque, ordinariamente, no tenemos la obligación de ser tan
meticulosos en la declaración de los pecados veniales, ni nadie está obligado a
confesarlos, no obstante, los que quieren purificar bien sus almas, para llegar
más fácilmente a la santa devoción, han de ser muy diligentes en dar a conocer
al médico espiritual el mal, por pequeño que sea, del cual desean ser curados”.
San Francisco de Sales nos deja, así, consejos concretos y realistas. No podemos
curarnos sin recurrir al Médico, y no podemos recibir con fruto el sacramento de
la reconciliación sin un examen que saque a la luz las raíces de nuestros
pecados.