Teoría Psicoanalítica I Maestría en Psicoanálisis Facultad de Psicología Universidad de Buenos Aires Sebastián Soto-Lafoy

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Teoría Psicoanalítica I

Maestría en Psicoanálisis
Facultad de Psicología
Universidad de Buenos Aires
Sebastián Soto-Lafoy
Monografía
Maltrato infantil y pulsión de muerte
En el presente escrito se propondrá una lectura psicoanalítica del maltrato infantil
intrafamiliar, situado en el espacio doméstico1, articulándola con algunos conceptos
psicoanalíticos vistos en la catedra de Teoría Psicoanalítica I. Específicamente, se abordará
la acción del maltrato desde el lugar del adulto que lo ejerce, proponiendo una articulación
teórica con lo que Freud ubica en un primer momento como la compulsión a la repetición, y
que más adelante la reformulará en términos de pulsión de muerte.
Considerando que el maltrato infantil como tal no es desarrollado directamente por Freud o
Lacan, resulta imprescindible recurrir a ciertas categorías psicoanalíticas que permitan
llevar a cabo una elaboración teórica. Ahora bien, cabe aclarar que desde esta perspectiva lo
que se apunta a desarrollar no es la “causa psicológica” del maltrato, ni tampoco a sostener
un “perfil” psicológico del maltratador.
El fenómeno del maltrato infantil recién se torna una figura definida y abordada
formalmente durante el siglo pasado por organismos internacionales como Unicef y OMS.
Desde entonces, su conceptualización en tanto objeto de estudio ha sido investigada por las
Ciencias de la Salud y –principalmente- las Ciencias Sociales. Desde estos paradigmas
científicos, se tiende a conceptualizar el maltrato infantil bajo una lógica descriptiva y
universal, sosteniendo una lectura totalizante que omite la singularidad del caso por caso.
El psicoanálisis por su lado nos permite ubicar aquello de lo singular en cada sujeto, de la
realidad psíquica, que se pone en juego en la dinámica del maltrato con el niño. Ahora bien,
más allá del caso por caso (pero tampoco con la pretensión de universalizar), el
psicoanálisis también nos permite situar algunas coordenadas particulares, que den cuenta
de ciertos aspectos que pueden estar presentes en el acto de maltrato. En esa línea, y como
se dijo con anterioridad, a lo que se orienta este trabajo no es de abarcar la totalidad del
maltrato, sino que a una dimensión en específico, que es de la repetición, en su dimensión
compulsiva.
Para llevar cabo esta conceptualización, se realizará una breve y general aproximación a la
repetición en Freud, para luego dar cuenta de cómo ubicar el acto de maltrato en esas
coordenadas teóricas.
Hablar de la compulsión a la repetición en Freud implica tener en consideración que los
fenómenos de la repetición fueron observados clínicamente y teorizados en sus primeras
1
Una lectura psicoanalítica del maltrato infantil intrafamiliar centrada en el maltratador, es el tema de tesis
de la maestría del autor de este trabajo.
elaboraciones, especialmente si se considera que en algunos síntomas la repetición es una
característica explicita (por ejemplo los rituales obsesivos), y que, en términos generales, el
síntoma reproduce de manera disfraza un conflicto psíquico anterior (Laplanche y Pontalis,
1997).
En términos psicopatológicos, se define como un “proceso incoercible y de origen
inconsciente, en virtud del cual el sujeto se sitúa activamente en situaciones penosas,
repitiendo así experiencias antiguas, sin recordar el prototipo de ellas, sino al contrario, con
la impresión muy viva de que se trata de algo plenamente motivado en lo actual”
(Laplanche y Pontalis, 1997, pág. 68).
La primera mención propiamente tal que Freud del concepto de compulsión a la repetición,
es en su texto de 1914, Recordar, Repetir y Reelaborar. En dicho texto sostiene que el
paciente, en análisis, no recuerda lo olvidado y reprimido, sino que lo actúa, por lo que la
reproducción no es bajo la forma del recuerdo, sino que de la acción repetitiva. Más
adelante plantea el interés de relacionar la repetición con la transferencia y la resistencia,
advirtiendo que la compulsión a la repetición trasciende el vínculo con el médico,
extendiéndose a los vínculos sociales y familiares del sujeto.
Más adelante, Freud en su célebre texto de 1920, Más allá del principio del placer, realiza
algunas reformulaciones conceptuales, ubicando la compulsión de repetición al servicio de
la pulsión de muerte. La tesis central de este texto es que el aparato psíquico ya no está
gobernado por el principio del placer sino que por un más allá del principio del placer, el
cual está articulado a la compulsión a la repetición, observada en los sueños traumáticos y
el juego infantil (fort-da).
Antes de 1920, para Freud, el aparato psíquico, bajo el principio del placer, tenía una
tendencia a la estabilidad, expresada en la hipótesis de mantener lo más bajo posible la
cantidad de excitación, que era lo que generaba displacer al momento de aumentar.
Uno de los fenómenos que le permitió a Freud llevar a cabo sus reformulaciones teóricas
sobre el principio del placer, fue la observación de los sueños traumáticos de pacientes
neuróticos que participaron de la I guerra mundial, a quienes clasificó dentro de las
“neurosis traumáticas”. Lo característico de los sueños de estos pacientes es que el
contenido onírico “reconduce al enfermo, una y otra vez, a la situacion de su accidente, de
la cual despierta con renovado terror (…). El enfermo-se sostiene-está, por así decir, fijado
psíquicamente al trauma” (Freud, 1920, pág. 13). Aquí entra en juego lo que está del lado
de lo no-ligado. Es decir, esa cantidad de la pulsión en vez de ligarse a una representación,
rompe con la pantalla del sueño, produciendo un despertar con renovado terror. Lo no-
ligado no entra en el campo de la memoria. Es la emergencia de algo no deseado.
Este referente clínico pone en entre dicho lo que Freud había formulado en La
interpretación de los sueños 20 años antes, sosteniendo que el sueño era un cumplimiento
de deseo inconsciente. ¿Cómo es posible que el cumplimiento de deseo en un sueño sea el
de revivir un afecto de terror, repitiendo el trauma? Sobre esto, Freud (1920) afirma que
“tendríamos que pensar en las enigmáticas tendencias masoquistas del yo” (pág.14). Es una
ganancia masoquista que no es sentida por el yo como tal. Esto ya le permite a Freud –en
conjunto con los otros referentes clínicos: el juego infantil y la compulsión de repetición en
la transferencia- plantear que hay una ganancia de placer de otra índole que el principio del
placer, ubicando un más allá del principio del placer.

Ahora, ¿Cómo Freud piensa el entramado de lo pulsional con la compulsión a la repetición?


Afirma que “una pulsión sería entonces un esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de
reproducción de un estado anterior que lo vivo debió resignar bajo el influjo de fuerzas
perturbadoras externas” (Freud, 1920, pág. 36). Y en relación a la muerte, sostiene “que
todo lo vivo muere, regresa a lo inorgánico, por razones internas, no podemos decir otra
cosa que esto: La meta de toda vida es la muerte” (pág. 38).

En cuanto al cambio del dualismo pulsional, Freud ubicaba las pulsiones sexuales dirigidas
al objeto, y las pulsiones yoicas dirigidas a la autoconservación del sujeto, que
reconfigurará en términos de pulsión de vida y pulsión de muerte respectivamente. La
primera ligada al amor, unidad, ternura, (eros) y la segunda a la agresión, destrucción, odio,
sadismo (thanatos). Este nuevo dualismo pulsional no es de oposición sino que de mezcla y
desmezcla pulsional. Es decir, amor y odio se conjugan. El odio puede estar al servicio del
amor, la sexualidad, la reproducción. Ambivalencia, agresividad, sadismo y masoquismo
son elementos presentes en la pulsión de muerte.

A partir de estas coordenadas teóricas, ¿Cómo pensar el acto de maltrato, en el maltrato


infantil intrafamiliar? Para abrir la perspectiva es necesario, en primera instancia,
problematizar la concepción tradicional de las Ciencias Sociales que hace sobre el grupo
familiar, estableciendo una división marcada entre familias armónicas y disfuncionales,
dando a entender que las relaciones familiares tienden al equilibrio, predominando los
afectos amorosos y tiernos, configurando un ambiente pleno de paz, armonía y respeto.
Desde el psicoanálisis en cambio- y esto Freud (1929) lo expuso en El Malestar en la
Cultura- se sostiene que los vínculos humanos no están atravesados únicamente por lazos
amorosos, sino que se conjugan con afectos ligados al odio, rencor, hostilidad, agresión,
siendo el otro utilizado muchas veces para satisfacer esas pulsiones agresivas. En ese
sentido, si los vínculos familiares está marcados por la ambivalencia amor/odio,
ternura/hostilidad, las prácticas maltratantes, enmarcadas en la violencia y agresión, no
corresponden necesariamente a familias catalogadas como “disfuncionales” (Uribe, 2010),
sino que atraviesan a los distintos grupos familiares, independiente de sus configuraciones
socioeconómicas, culturales, educativas, etc.

Ahora, ¿Cómo diferenciar desde una lectura psicoanalítica el maltrato del castigo? ¿todo
castigo conlleva necesariamente una acción de maltrato? El castigo se ubica del lado de la
inscripción simbólica del niño en el Nombre del Padre, lo cual le permite hacer lazo social,
en una operación desligada de la crueldad, el sadismo y la venganza. Es un tipo de
inscripción que tiene como orientación la convivencia en la sociedad y la cultura. En el
maltrato por su lado hay una degradación del sentido del castigo, ya que corresponde a una
acción transgresora por fuera de la ley. Hay una disrupción de lo simbólico, un impulso
incontrolable, ingobernable para el sujeto. En ese sentido, se sostiene que no siempre lo
simbólico gobierna las formas de dirigirse y sancionar al otro, ya que en el castigo
maltratador aparece la ira, por fuera de lo simbólico, la cual es impredecible para el sujeto
en su acción o reacción (López, 2002). El niño queda ubicado en esa escena como un objeto
de descarga de la hostilidad del adulto, como un objeto degradado. Se daña a quien, al
mismo tiempo, se ama y se cuida.

¿Cómo se vincula entonces el maltrato con la agresividad? Para Yolanda López (2002), el
maltrato infantil se “articula a una hostilidad estructural del sujeto frente al otro, fundada en
la constitución yóica, hostilidad cuya permanencia e insistencia, constatada en la clínica y
en los intercambios cotidianos de los sujetos, nos indican el fondo de agresividad mortífera
que, aún desconocido por los sujetos, sostiene la frecuencia social de las agresiones hacia el
otro, incluidos los más amados” (pág. 128). En este punto habría que puntualizar lo que está
del lado de la agresividad y lo que está del lado de la agresión.
Freud (1929) en El Malestar en la Cultura, si bien no hace una diferenciación intencionada,
de manera clara y explícita, entre agresividad y agresión, es posible ubicar en su obra
ciertas características generales de ambos componentes presentes en la vida pulsional. Por
ejemplo, cuando plantea que la “inclinación agresiva es una disposición pulsional
autónoma, originaria, del ser humano” (Freud, 1929, pág. 117), y que al exteriorizarse,
dirigiéndose a los objetos, busca la destrucción del otro, es posible deducir que, por un
lado, la agresividad es algo constitutivo del sujeto, y por otro lado, la agresión, en su
exteriorización con intenciones destructivas, estaría del lado del acto.

De eta manera, retomando a López (2002), “A diferencia de la intención agresiva, la


tendencia destructiva, no comporta una demanda dirigida al otro, no pasa por las
coordenadas del deseo simbolizado. Como empuje mudo es la culpable de la brutalidad, el
exceso inmotivado, la ofensa y la injuria que rompen lo simbólico, y en su despliegue
insensato, llega a quedar atrapada por la pulsión de muerte, que sólo aspira al daño, al
sacrifico del sujeto” (pág. 57).

Se puede observar en este punto entonces la relación entre pulsión de muerte, tendencia
destructiva, agresión, maltrato. Retomando los planteamientos freudianos de la pulsión de
muerte, la reconceptualización de que el sujeto no está gobernado por el principio del
placer, sino que por un más allá del principio del placer. Es decir, originariamente, el sujeto
no tiende al placer, sino que a la satisfacción en el dolor del cuerpo propio y del ajeno. En
ese sentido, lo que se repite es lo más doloroso para el sujeto.
La exteriorización de la pulsión de muerte que Freud va a plantear en términos de pulsión
de destrucción, al dirigirse al mundo exterior, lo hace con la intención de agredir y destruir,
siendo el otro utilizado para satisfacer esa agresión. ¿Con que finalidad? Acorde a Freud
(1929), para “la satisfacción del yo en sus necesidades vitales y el dominio sobre la
naturaleza” (pág. 117).
En el acto de maltrato ocurre una suerte de empuje transgresor, sostenido en una actividad
pulsional que permite la repetición compulsiva, en el que en ese daño al más íntimo, hay
una satisfacción inconsciente, un goce puesto en juego, desconocido para el sujeto que
comete el maltrato. Tal como plantea López (2002): “El maltrato pone en vigencia una
forma inconsciente de deseo por el hijo, y en su irracionalidad, y repetición satisface, un
goce perverso, que como representación fantasmática, realiza parcialmente el empuje de la
pulsión destructiva” (pág. 125).

¿Podría pensarse, asimismo, la dimensión repetitiva del maltrato, en relación a un


encuentro con lo real? Sin ahondar en esta lectura, se podría abrir la perspectiva a partir de
lo que Lacan (1964) formula en el Seminario 11 respecto a las versiones de la repetición:
tyché y automatón. En este caso, en primera instancia, se podría decir que el acto de
maltrato estaría del lado de la tyché, en el sentido, de aquel encuentro con lo real (siempre
fallido) que se ubica por fuera de lo simbólico, del nombre del padre. Partiendo de la
premisa de que “no siempre lo simbólico gobierna las formas de dirigirse y sancionar al
otro” (López, 2002, pág. 76), en el maltrato infantil ocurre una transgresión de la ley,
habiendo una disrupción de lo simbólico, gobernado por un impulso incontrolable para el
sujeto. Siguiendo a López (2002), “cuando lo insensato, surge en el padre, el acto, la
palabra que como maltrato recaen sobre el niño, proceden de otra escena y en su intención
no confesada, es posible identificar un sujeto dividido entre sus pensamientos y sus actos,
entre sus ideales y su goce, entre su deseo y el empuje pulsional a dañar al otro. Cuando la
tendencia destructiva reclama su realización, el castigo pierde su dimensión simbólica,
porque en el exceso y en su repetición compulsiva, el castigador transgrede la ley que el
mismo pretende instaurar” (pág. 156).

En conclusión, plantear una lectura psicoanalítica del maltrato infantil intrafamiliar, desde
la posición del sujeto que maltrata, implica necesariamente considerar algunas
particularidades sobre el acto de maltrato, como lo es su dimensión de repetición
compulsiva. Repetición anclada a los aspectos agresivos y hostiles de la vida pulsional,
dando cuenta de su carácter mortífero, de tendencia a la satisfacción pulsional en el daño
que se comete al otro a través del acto de maltrato. Satisfacción de índole inconsciente que
para el sujeto le resulta desconocida, pero que es el motor que sostiene la exteriorización de
pulsión de muerte hacia los objetos del mundo exterior.

Con esta aproximación teórica no se pretende instalar la imagen de los sujetos que agreden
a sus hijos/as, en tanto sujetos oscuros y malvados que no controlan sus impulsos agresivos.
Desde el psicoanálisis, lo que puede ofrecer es una mirada ética: Dar cuenta de la
responsabilidad subjetiva del sujeto que agrede en esa acción de maltrato, sin ubicarse del
lado de los discursos moralizantes y patologizadores, ya que el psicoanálisis permite
reconocer que la vida psíquica, los vínculos familiares, no están intermediados únicamente
por afectos de amor, ternura y cariño.

Referencias bibliográficas
- Freud, S. (1929). El malestar en la cultura. En Obras completas, Vol. XXI. Buenos Aires.
Amorrortu, 2011.
-_____ (1920). Más allá del principio de placer. En Obras Completas. Vol. XVIII. Buenos
Aires. Amorrortu, 1989.
- _____ (1914). Recordar, repetir y reelaborar. En Obras Completas Vol. XII, Buenos
Aires, Argentina, Amorrortu.
-Lacan, J. (1964). El Seminario, Libro 11. Buenos Aires, Paidós, 1987.
- Laplanche, J y Pontalis, J-B. Diccionario de Psicoanálisis, Paidós Ibérica, 1997.
-López, Y (2002). ¿Por qué se maltrata al más íntimo? Una perspectiva psicoanalítica del
maltrato infantil. Bogotá, Colombia: Universidad Nacional de Colombia.
-Uribe, N. (2010). Nuevas perspectivas sobre violencia intrafamiliar. Un enfoque
psicoanalítico. Revista Affectio Societatis, Vol. 7, Nº 13. Departamento de Psicoanálisis,
Universidad de Antioquia Medellín, Colombia

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