America Latina Militares y Sociedad I
America Latina Militares y Sociedad I
America Latina Militares y Sociedad I
Edelberto Torres-Rivas
Coordinadores
América
Latina:
militares y
sociedad-I
355.03
A49a América Latina: militares y sociedad / coord.
Dirk Kru ijt , Edelberto Torres-Rivas. --1. ed.--
San José: FLACSO, 1991.
2 v.
258 p.
Editor:
Sebastián Vaquerano
Tomo 1
PRESENTACIÓN
Edelberto Torres-Rivas y Dirk Kruijt 7
PRIMERA PARTE:
INTERVENCIONES MILITARES Y SEGURIDAD
LA SOCIOLOGÍA DE LA INTERVENCIÓN
MILITAR EN LA POLÍTICA
LATINOAMERICANA
Kees Koonings 19
LA PROBLEMÁTICA
DE SEGURIDAD EN CENTROAMÉRICA
Gabriel Aguilera 63
HONDURAS: LA TRANSICIÓN
DE LA SEGURIDAD A LA DEMOCRACIA
Leticia Salomón 93
257
EL SALVADOR: LA SUBORDINACIÓN
DEL PODER MILITAR AL PODER CIVIL
Mariano Castro Morán 119
258
PANAMÁ:
LA TRANSICIÓN ABRUPTA
AL PODER CIVIL
Mark B. Rosenberg
221
su ejército desde sus comienzos como fuerza poli-
cial, el proceso por el cual se eliminó el militarismo,
y las dificultades políticas que acompañan a la con-
formación de una estructura política de liderazgo
civil en ausencia de una institución militar domi-
nante. Se enfatizan los detalles del rol de los Esta-
dos Unidos, el cual ha sido actor clave en los asuntos
panameños desde su independencia.
LA EVOLUCIÓN DE LA
INSTITUCIÓN MILITAR PANAMEÑA
222
país entero, sobre todo después de la Segunda Gue-
rra Mundial, en la era del Pacto de Río de J aneiro.
Casi todas las facetas del desarrollo panameño
han sido afectadas por la despótica presencia de los
Estados U nidos y por una posición geográfica que
otorga a Panamá un rol importante en el comercio
mundial. La resultante ha sido que los sectores pú-
blico y privado han estado sujetos a los cambios de
interés y fortuna de estos dos factores. Un síndrome
más claro de esta situación es la ausencia de un
sistema político institucional bajo liderazgo civil, lo
cual es particularmente notable dado el nivel rela-
tivamente alto de desarrollo del país. Y no cabe
duda que el involucramiento militar en la vida polí-
tica panameña estuvo íntimamente relacionada con
la presencia estadounidense en el país. Por ejemplo,
la Constitución de 1904 dio a los Estados Unidos
derecho a intervenir en cualquier punto del territo-
rio para mantener el orden público. Desde que los
Estados Unidos asumió el rol militar primario, sólo
una fuerza policial, el Cuerpo Nacional de Policía,
fue constituida para ayudar a mantener este or den ",
Durante la década de los 30, la fuerza policial
asumió un rol activo en la política n acion a l". En
223
1941, el presiden te electo Arn ulfo Arias fue depues-
to por la policía, entrenada en los Estados Unidos,
que objetaba su estilo populista y su potencial leal-
tad a los poderes del Eje. Durante todo este período,
la policía evolucionó hacia una fuerza militar de
creciente poderío pol ít ico", Inmediatamente des-
pués de la Segunda Guerra Mundial, Panamá tuvo
siete presidentes en un plazo de ocho años, durante
los cuales la policía aumentó su injerencia en la vida
política nacional. Así lo describe concisamen te un
analista:
224
Las relaciones entre Remón y el establecimiento
militar estadounidense llegaron a su punto más emi-
nente durante este período. Reconociendo una co-
munidad de intereses militares, los Estados Unidos
pasaron por alto la corrupción de Remón, quien,
mientras tanto, pudo "acumular una fortuna por
medio del control de casas de prostitución y tráfico
de drogas a través del istmo,,7. En 1952, Remón,
entonces jefe de la policía nacional, ascendió a la
presidencia de la república. Quedaba así libre para
consolidar el poder y redefinir el rol y el status de
la policía. Estaba más interesado en comandar un
ejército que una fuerza policial, y, por f'in , en 1953
logró establecer la Guardia Nacional, e incluir a la
policía en ella 8. Remón fue misteriosamen te asesi-
nado en 1955. Con esto, los oligarcas retomaron su
posición política, y Ernesto de la Guardia fue elegi-
do presidente en 1956. Sin embargo, las cosas no
volvieron a ser como antes. La Guardia Nacional se
había constituido en un mediador y con el tiempo,
se convirtió en un actor determinante de la política
panameña.
225
primida por los Estados Un idos, representaba el
nacionalismo reencarnado. La asociación de la
élites con la policía por medio de Remón les pro-
veyó un puente institucional hacia las maaas,
puente que progresivamente estuvieron dispues-
tos a cruzar durante las siguientes décadas ?".
9. iu«, p. 28.
10. Steve Ropp Panamanian Poli tice Opa cit.• p. 43.
226
esta unidad quedó a cargo de la supervisión de acti-
vidades de subversivos y opositores políticos. Para
garantizársele cierta libertad de la interferencia
política, el director y su delegado eran nombrados
por períodos de diez años por el Procurador General,
y sólo la Suprema Corte podía despedirlos. Muchos
de sus agentes se entrenaron en la Academia Inter-
nacional de Policía, y recibieron cursos de in ves ti-
gación en la Zona del Canal 1 1 • Algún tiempo después
del golpe de estado de 1981, el DENI fue puesto bajo
el mando del G-2 de la Guardia.
Durante estos años se evidenciaron fuertes dife-
rencias entre Panamá y los Estados Unidos respecto
al control del Canal. Los "Motines de la Bandera"
de 1964 mostraron el in tenso nacionalismo que po-
día ser generado por la continua presencia de los
Estados Unidos en Panamá. Mientras las tropas
estadounidenses luchaban con los panameftos, la
Guardia Nacional se mantuvo aparte e intervino
sólo hacia el final. Esta no era la primera vez que el
problema del Canal provocaba motines, ni la prime-
ra en que ese cuerpo armado había sido llamada a
suprimir protestas estudiantiles, patrón que había
de repetirse en los años venideros 1 2 . LaFeber su-
giere que las tensiones entre los estudiantes y la
Guardia Nacional fueron exacerbadas por diferen-
cias raciales y de clase social: la policía era co-
múnmente reclutada entre las clases bajas rurales,
mientras que los estudiantes provenían de la clase
227
media urbana. "No era sólo un conflicto político el
que gravitaba ahí, sino también uno de lucha clasis-
ta, ideológica y tal vez racial. Las dimensiones de
esta confrontación no pudieron ser olvidadas en el
futuro, ni siquiera cuando los líderes de la institu-
ción armada intentaron cooptar a los estudiantes
llamándolos aliados naturales de la oposición a la
política estadounidense"13.
Desde ese momento, la Guardia Nacional se
mantuvo en conflicto con los estudiantes y suprimió
las manifestaciones públicas de 1965 y 1966. Ade-
más, retomó su rol de mediador en la política pana-
meña. Por ejemplo, en 1968, el presidente Robles
trataba de impedir un intento legislativo para pro-
cesarlo. Robles acudió a la Guardia Nacional, que
hizo caso omiso de la decisión de procesarlo hasta
que no hubiera un pronunciamiento de la Corte Su-
prema, la cual subsecuentemente declaró el proce-
dimiento inconstitucional. Ese mismo año marcó un
hito significativo cuando el General Omar Torrijos
asumió el poder justo después de que Arias, que
había sido elegido presidente, fuera depuesto diez
días después por un movimiento jefeado por los
m il it.area'".
228
Torrijos perseguía dos metas principales: arre-
ba tar el con trol del Canal a los Estados Unidos y
consolidar el poder de la Guardia Nacional. En am-
bos casos tuvo éxito. Primero, junto con el presiden-
te estadounidense Jimmy Carter, negoció el tratado
que daba a Panamá el control del Canal en el año
2000. Segundo, expandió el rol de ese cuerpo
armado, extendiendo su jurisdicción al territorio
recuperado del Canal y tomando control de la ad-
ministración pública del país. Torrijos entonces le-
gitimó sus actos estableciendo el partido político
nacional más grande y poderoso, el Partido Demo-
crático Revolucionario; y, no obstante haber centra-
lizado el poder basándose en subrogados civiles y en
el apoyo al cambio social, nunca olvidó la fuente de
ese poder, la Guardia, ahora compuesta por 6000
hombres. La composición racial y de clase de ésta se
mantenía como antes, al atraer principalmente a
sus filas a negros y mestizos de las clases baja y
media baja. Torrijos consolidó BU liderazgo en la
Guardia al aumentar sus salarios y ampliar sus be-
neficios adicionales tanto legales como extralega-
les. En un gesto de desafío, convirtió el cuartel de
la oligarquía, el Club Unión, en un centro de recrea-
ción para miembros del cuerpo castrense que, hacia
1978, había aumentado de 6000 a 15000 hombres.
Los empleados del sector público aumen taron en
proporción similar: de 50.000 a 150.000. Durante
estos diez años, el presupuesto militar aumentó aún
más velozmente, desde $10 millones a más de $100
millones. La corrupción interna de la Guardia au-
mentó con igual rapidez.
229
rango poseían automóviles de lujo y mantenían
a dos o tres queridas; y sólo hallaban limitacio-
nes a sus fuentes de ingreso en su imaginación y
sus puestos"l:>.
15. Frederick Kempe, Dioo rcing the Dictato r: America 's BungLed
Affair with No riega, Nueva York, Putnam, 1990.
16. El caso más notable fue el asesinato del padre Héctor Ga-
llego, un sacerdote colombiano que organizaba una coo-
perativa campesina. Se sospecha que éste antagonizó a un
terrateniente amigo de Torríj os. En julio de 1971 desapare-
ció, y se sospecha que Noriega, entonces Jefe de la G-2, lo
lanzó al mar después de ser ejecutado por tropas de la Guar-
dia Nacional. [bid, p. 81.
17. Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Repo rt on
Human Rights in Panama, OEA/ ser LN/ll,44 doc, 38 rev. 1,
junio 22, 1978, Washington, D.C.
18. Una reseña detallada del ascenso de Noriega al poder es:
John Dinges, Our Man in Panama: How General No riega
Used the Un ited Sta tes and Made MiLLions in Drugs an d
Arms, Nueva York, Random House, 1990; Frederick Kempe,
op. cit.
230
por dos elecciones fraudulentas (1984 Y 1989) Y
ocho presidentes. Durante el mismo período, la
Guardia Nacional cambió su nombre por el de Fuer-
za Panameña de Defensa y virtualmente se convirtió
en un poder por sí.
Tan sólo dos meses después de asumir el poder,
el General Manuel Antonio Noriega concluyó la
transformación de la Guardia, de una pequeña fuer-
za policial en una fuerza armada abarcadora, a tra-
vés del establecimiento de la Ley No. 20, la cual
cambiaba el nombre de la Guardia por el de Fuerza
Panameña de Defensa 1 9 •
El establecimiento de esta ley, sin embargo, iba
más allá de un mero cambio de nombre: establecía
una "sombrilla" de la Fuerza Aérea, la Marina, la
Fuerza de Defensa del Canal, la Policía de Tránsito
e Inmigración, y la fuerza nacional de detectives, el
DENI. Una de las características más significativas
de la leyera que permitía a las Fuerza Panameña de
Defensa incorporar a sus filas a cualquier otra agen-
cia de gobierno. ASÍ, por ejemplo, el Instituto Geo-
gráfico Nacional se convirtió en el Instituto Militar.
La ley también garantizaba la autonomía militar al
permitir a la FPD tomar decisiones unilaterales res-
pecto a transferencias, pensiones, permisos, sala-
rios, sanciones y contratos, y elaborar sus propias
peticiones presupuestarias.
N oriega tomó en sus manos una fuerza de 5000
hombres en 1968, y la transformó en un aparato de
seguridad de 14.326 miembros. Además de estos
puestos asalariados, otras 1 700 personas quedaban
bajo su patrocinio. En total, había 16.026 personas
asignadas a la FPD. Hacia diciembre de 1989, ésta
ya gozaba de un presupuesto anual de $104 millo-
nes, y disponían de una suma adicional de $40 a $50
231
millones de otras fuentes oficiales y extr aof'icíaee'".
En casi exactamente cuarenta años, con la ayuda y
guía militar de los Estados Unidos, la milicia evolu-
cionó de una fuerza militar a una institución preto-
riana sin responsabilidad ante nadie.
232
desarrollo de la policía fue influenciado por una
política planteada por el Departamento de Estado
para crear en Centroamérica y el Caribe cuerpos
policiales no pa r t id i staa, entrenados por los Estados
Unidos. En 1923, los Estados Unidos obtuvo el
acuerdo, por medio de un tratado, de todos los paí-
ses cen tr oamericanoa, para crear Guardias N a-
cionales que dependieran de expertos extranjeros
para la organización y entrenamiento de sus nuevas
unidades 2 2 •
La elección de J ohn F. Kennedy en 1960 inició
una nueva política, la Alianza para el Progreso, en
Latinoamérica; quien durante los dos primeros años
de su presidencia, otorgó a Panamá grandes sumas
de ayuda estadounidense. La ayuda, sin embargo,
tenía sus condiciones, pues Kennedy quería aumen-
tar el uso de las facilidades del Canal para en trenar
fuerzas latinoamericanas de contrainsurgencia. La
"Escuela de las Américas" se convirtió en el prin-
cipal instrumento de esta política. Hacia 1974 había
en trenado a miles de militares latinoamericanos,
233
entre ellos a más de la mitad de los miembros de la
Guardia Nacion al'". Concurrentemente, la as Agen-
cy for International Deuelop men t (Agencia Esta-
dounidense para el Desarrollo In ternacional) esta-
bleció el programa de "seguridad pública", con el
propósito de mejorar la proficiencia técnica de las
fuerzas policiales latinoamericanas, en tanto que
inauguraba la Academia Interamericana de Policía
en la Zona del Canal en 1962 2 4 ; esfuerzos que in-
tentaban contener insurgencias comunistas poten-
ciales. Finalmente, los Programas de Asistencia Mi-
litar (MAP o Military Assistance Programe) de los
Estados Unidos fueron coordinados por el Comando
Sur de los Estados Unidos, el cual se pasó a Panamá
en 1963 2 Ó •
La supremacía de Torrijos tenía relación con la
política estadounidense y con las tendencias hemis-
féricas. El dominio militar en Panamá no era un
evento aislado; toda la América Central y la del Sur
se hallaba bajo éste, con excepción de cuatro países.
Tampoco era de sorprenderse el que casi todos los
234
gobernantes militares fueran graduados de la "Es-
cuela de las Américas". Siguiendo las políticas de
Kennedy y McNamara, el propósito del entrena-
miento y de la asistencia militar consistía en trans-
formar a los ejércitos latinoamericanos en Guardias
Nacionales dedicadas al man tenimien to del orden
interno ante un enemigo común, la insurgencia
comunista. Así, el entrenamiento enfatizaba una
estrategia dirigida hacia dos objetivos -acción cívi-
ca y contrainsurgencia- e involucraba a los milita-
res en programas de utilidad social 2 6 . Torrijas probó
ser uno de los estudian tes más concienz udos de la
Escuela.
El círculo se cerró cuando los Estados Unidos dio
su bendición al establecimiento formal de las Fuer-
za Panameña de Defensa en 1983. Desde entonces,
la con veniencia y la necesidad de obtener la coope-
ración de Panamá en la guerra secreta contra el
gobierno sandinista llevó a los Estados Unidos a
pasar por alto la corrupción y la represión del régi-
men. Al ser acusado Noriega de narcotráfico ante un
gran jurado en Miami, los Estados Unidos no pudie-
ron ya hacerse la vista gorda, y se dedicaron a de-
ses tab iliz ar el régimen norieguista con la esperanza
je que un golpe de estado lo depusiera 2 7 . Finalmen-
235
te, después de la invasión de diciembre de 1989, los
Estados Unidos asumió un rol primario en la trans-
formación de la institución militar panameña en
una fuerza policial civil.
236
sidad política de evacuar las tropas estadounidenses
de las calles, y la creencia, por parte de algunos
oficiales superiores panameños, de que la mayoría
de los miembros de la Fuerza Panameña de Defensa
no habían estado asociados con la corrupción no-
rieguista ni con la violación de los derechos huma-
nos. Finalmente, muchos se preocupaban por lo que
había de hacerse con los más de 16.000 hombres
armados y entrenados del ejército derro tad o/". La
responsabilidad de esta decisión recayó principal-
mente en el vicepresidente Ricardo Arias Calderón,
el nuevo ministro de Gobernación y Justicia. Arias,
un Demócrata Cristiano, discípulo de Aristides Cal-
vani de Venezuela, uno de los estrategas políticos
más astutos de Latinoamérica hasta su muerte en
un accidente aéreo en Centroamérica. Calvani a me-
nudo argumentaba a favor de la necesidad de incor-
porar las fuerzas armadas de un país a cualquier
ecuación de gobierno. Arias pareció seguir esta fór-
mula al reconstruir la FPD, rebautizada "Fuerza
Pública" y sus soldados fueron instados a unirse;
entre estos había algunos oficiales superiores que se
hallaban menos manchados por la corrupción políti-
ca y económica de Noriega. De hecho, se adoptó la
política de reclutar sólo de las filas de la FPD, pues,
se podía argumentar, los reclutas no necesitarían
ningún entrenamiento nuevo y podrían asumir sus
funciones r áp id am en tef". Sin embargo, desde sus
inicios la Fuerza Pública fue blanco de acusaciones
de corrupción al aflorar informes sobre violaciones
a derechos humanos, y peculado. Por ejemplo, el jefe
237
Cuadro 1
DE LA FUERZA DE DEFENSA
A LA FUERZA PÚBLICA
239
LA TRANSICIÓN AL CONTROL CIVIL
240
responsabilidad según se estipula en tratados, res-
pecto a la defensa del Canal. Las dos primeras jus-
tificaciones han sido tomadas a la ligera por la
prensa del país, y la tercera ha sido ampliamente
cuestionada. Los expertos militares estadouniden-
ses han concluido que en una guerra el Canal es
vulnerable al sabotaje y a los m is i les t". Finalmente,
los Estados Unidos mantiene según los derechos del
tratado, la autoridad para intervenir en defensa del
Canal. Así, críticos tales como Robert Eisenmann,
editor del periódico La Prensa, argumentan que" una
Fuerza Pública con rol militar es algo que carece de
justificación.
En la base del debate sobre el futuro de la Fuerza
Pública está su combinación de roles militares y
policiales en una única agencia. A principios de este
siglo, los Estados Unidos apoyó la fusión de dichas
funciones por medio de la creación de "guardias
nacionales" en Panamá, República Dominicana,
Haití, Nicaragua y Cuba. En cada caso, esta estra-
tegia produjo un hondo impacto negativo sobre el
régimen civil. Richard Millett, un destacado obser-
vador norteamericano de asuntos militar-civiles, ha
concluido que "la combinación de las fuerzas no sólo
fue incapaz de sanear a la policía, sino que contri-
buyó significativamente a la corrupción militar ... El
no proseguir con la separación formal de la policía
y el ejército en Panamá sería un gran er r or ":".
241
EL ESTABLECIMIENTO
DEL CONTROL CIVIL
242
tica: es el principal obstáculo a las ambiciones pre-
sidenciales del otro líder de partido de la coalición
gobernante, Guillermo "Billy" Ford. Este, en res-
puesta a críticas de Arias sobre la "falta de un plan
económico", lo culpó a él y a "sus" políticas policia-
les, del fuerte aumento de la crim in al id ad f".
Otra dimensión a considerar es Arias mismo. Su
estilo causa respeto pero genera distanciamien too
Su imagen altiva ha sido agravada por su defensa de
la creación de una Fuerza Pública a partir de la
Fuerza Panamefta de Defensa. Al defenderla, Arias
arriesga su futuro político. La lealtad que puede
derivar de esta fuerza evoca temor en tre los pana-
meños, que recuerdan un período an terior en el que
la policía fue utilizada para propósitos políticos par-
tidaristas. El control de las fuerzas armadas ha
sido, después de todo, la clave del poder político en
Pan amá i".
Otro obstáculo al poder civil es la ausencia de
una legislación que permita a éste obtener la fuerza
de la ley. Por ejemplo, la Policía Técnica Judicial
prácticamente no se halla bajo ningún control civil.
Aunque el gobierno ha propuesto que sea transferi-
da del Ministerio de Gobernación y Justicia al Pro-
curador General, esto aún no ha ocurrido debido a
pugnas partidaristas en el interior del gobierno.
38. En una de sus más fuertes críticas, Ford p id ió que" los miem-
bros de la Fuerza Pública actúen como homb res y dej en de
actuar como maricas". Zoila Rodríguez J ov ane, "Arias C alde-
r6n debe resolver problemas de la delincuencia ", La Prensa,
Agosto 22, 1990, p. l. Retraducido de la versi6n en inglés por
no haber tenido acceso al original en español.
39. "Arias Calder6n tiene ambiciones personales y para su parti-
do" t dij o un asesor estadounidense a un reportero. "Su alian-
za con la milicia sirve a ambos prop6sitos", Además de los
votos políticos de 13.000 hombres y sus familias, muchos
temen la acumulaci6n de poder en las manos de un hombre.
Michael Maaaing. "New Troub1e in Pa nama", New York Re-
uieui of Book s, May 17, 1990, pp. 43-49, p. 46.
243
Entretanto, la PTJ estuvo hasta marzo de 1991 bajo
el control de un exoficial de la FPD. La PTJ actúa con
independencia de prácticamente todo control civil
pues el Ministerio de Justicia declina asumir toda
autoridad sobre ella, y el Procurador General dice
que carece de con trol alguno en tan to no se establez-
ca una legislaci6n que formalmente transfiera la
PTJ a su m ini st.erio?". Ante tales dificultades, el
gobierno se ha mantenido firme en su compromiso
de dar gradualmente una naturaleza civil a la poli-
cía. El jefe de la Fuerza Pública, el Coronel Eduardo
Herrera, fue relevado de su mando en agosto de
1990 4 1 • Luego de ofrecer el puesto a cuatro civiles
que lo rechazaron, un antiguo lugarteniente de la
FPD recibió el nomb ram ien to?". Sin embargo, este
nombramiento interino termin6 menos de dos sema-
nas después que el oficial acusó públicamente de
incesto al editor de un peri6dico, quien había sido
un crítico de la Fuerza Pública 43.
Luego de está forzada dimisi6n, el presiden te
Endara coloc6 a Ebrahim Esvat, un abogado y confi-
244
dente de Arias, como director interino de la Fuerza
Pública. Poco después, Arias despidió a 142 oficia-
Ies"". Además, anunció que no se seguiría dando
preferencia en la asignación de puestos de la Fuerza
Pública a antiguos miembros de la Fuerza Paname-
ña de Defensa ni a graduados de academias milita-
res. La asignación de este puesto a un civil, y la
autoridad que mostró para despedir a tantos oficia-
les sin repercusiones importantes en el seno de la
institución, es un buen augurio para futuro del con-
trol civil. Sin embargo en octubre de 1990, el gobier-
no descubrió un complot supuestamente comandado
por el hermano de Herrera, para retener las tropas
en la provincia de Chiriquí en tanto se efectuaban
manifestaciones públicas. En ese mismo mes, el Co-
ronel Herrera fue arrestado como creador de un
plan para deponer al gob ier no l''. El 6 de diciembre
de 1990, los partidarios de Herrera efectuaron au-
dazmente su rescate en helicóptero de una prisión
de mediana seguridad. Seis horas más tarde, Herre-
ra se apoderó del cuartel general de policía. En una
transmisión radial declaró que no trataba de derri-
bar al gobierno, sino de lograr un "mayor respeto"
a la policía al demandar beneficios financieros para
és ta?", Mientras que la policía panameña se mante-
nía a la expectativa, tropas estadounidenses fueron
convocadas para aplastar la rebelión. Tanto el in-
tento de golpe como la necesidad de llamar a estas
245
tropas causó un cuestionamiento de los éxitos des-
militarizan tes del gobier no'", Los críticos se pre-
guntaban y lamentaban sobre a quién se acudiría
cuando los gringos se fuer an ".
246
no habría de ser olvidado ni perdonado por los pana-
meños, que ahora culpan a los Estados Unidos de
esos daños.
Habiendo alcanzado sus objetivos militares, los
Estados Unidos enfrentó la compleja tarea de ayu-
dar al desarrollo y la consolidación de un gobierno
civil. El nuevo gobierno panameño, una frágil coali-
ción de partidos unidos por el común deseo de de-
poner a Noriega, trató de organizar y legitimar su
poder mientras tropas extranjeras recorrían las ca-
lles. Además enfrentó la posibilidad de una resis-
tencia armada y de una potencial revancha popular
contra la FPD y sus adherentes. Como consecuencia
del vacío creado por la derrota de la FPD, los milita-
res estadounidenses asumieron el rol de ocupantes.
Establecieron líneas de comunicación para enla-
zarse con el emergente gobierno panameño y, en
particular, con la policía. Durante las semanas si-
guientes, estos grupos a menudo se excedieron en su
rol de asesoría y actuaron en la toma de decisiones.
Al no disponerse de personal civil capacitado ni
de ayuda monetaria inmediata, los militares esta-
dounidenses se constituían en la única fuen te de
asistencia después de la in vasión. Si bien dicha asis-
tencia debería de cesar con la llegada de asesores
civiles, los atrasos en la disponibilidad de fondos de
ayuda no militar hicieron que los militares estadou-
nidenses siguieran supliendo ayuda como, por ejem-
plo, autos patrulleros por un valor de $500.000, a la
Fuerza Pública 49. Fue en enero de 1990 cuando los
asesores civiles estadounidenses empezaron a lle-
gar. Entre los primeros venía personal de la Drug
Enforcement Agency (DEA), que asumió la tarea de
preparar el caso contra Noriega en tanto fortalecía
247
las unidades antidrogas de la Fuerza Pública. De
inmediato, la DEA arregló la remoción de la antigua
unidad de la FPD que se hallaba en la Policía Judi-
cial y ayudó a entrenar personal nuevo.
Las drogas se convirtieron en un punto focal de
discordia entre los Estados Unidos y Panamá con-
forme el primero presionaba al gobierno para que
participara en un Tratado de Asistencia Técnica
Mutua que permitiría a los oficiales estadouniden-
ses acceder a información bancaria. La oposición
local ha retardado este acuerdo planteando argu-
mentos nacionalistas y aduciendo problemas prác-
ticos empresariales. Llegó en enero también un con-
tingente del ICITAP (Programa de Entrenamiento
Investigativo Criminal Internacional) del Departa-
mento de Justicia 5 0 • A pedido del gobierno paname-
ño, los Estados Unidos decidió dar al ICITAP ellide-
razgo del entrenamiento a las fuerzas de la ley. Su
misión sería ayudar a reestructurar la Fuerza Pana-
meña de Defensa y convertirla en una organización
policial civil. Para esto, en 1990 se otorgaron $1.2
millones de parte del Acta Panameña de Ayuda U'r-
gente para la Democracia (Urgent Assistance Fo r
Democ racy in Panama Acr), y se ha pedido $5.2
millones para el primer año de ayuda. El Congreso
también ha aprobado el uso de fondos previamente
asignados para la compra de equipo polici a l'". Si
248
bien no se duda de la utilidad de entrenar a la
Fuerza Pública, la mayor parte del entrenamiento
se enfoca en la mejoría de las habilidades técnicas
de quienes formaron una de las fuerzas policiales
más corruptas de la región.
En el pasado, los Estados Unidos han ayudado al
desarrollo y en trenamien to de las fuerzas de seguri-
dad del país. Por medio de su programa de seguridad
pública enfocado hacia el mejoramiento de las fuer-
zas policiales, y por medio de la ayuda militar, los
Estados Unidos entrenó a la mayor parte de la Fuer-
za Panameña de Defensa. De hecho, buena parte del
entrenamiento militar de Noriega provino de ese
país, lo que indujo al periodista Frederick Kempe a
observar que: "Al igual que con otros oficiales mi-
litares latinoamericanos, el entrenamiento ameri-
cano fue más exitoso en enseñ.arle las habilidades
técnicas de control de la población panameña que en
inculcarle ideas o procedimientos democráticos"ó2.
Este es un problema que se sitúa en la base
misma de la misión de ICITAP. Al comen tar el rol de
la misma, otro escritor argumentó que en muchos de
los países a quien los Estados Unidos han brindado
ayuda policial, las fuerzas de seguridad han sido
culpables de horribles excesos. "El problema no se
debe tanto al ICITAP como al material con que debe
trabajar. Con policías que ya son culpables de abuso,
el brindarles conferencias sobre cómo tomar mejo-
res huellas digitales y preservar mejor las eviden-
cias no parece venir al caso. En tanto que la Fuerza
Panameña de Defensa permanezca intacta, ninguna
249
cantidad de entrenamiento va a convertirla en una
fuerza policial de tipo costarricense"63.
El prolongado atraso de la aprobación de fondos
de asistencia estadounidense se ha convertido, para
Panamá, en un mensaje contradictorio respecto a
qué agencia representa la política estadounidense.
La presencia del Comando Sur (SOUTHCOM) siempre
ha creado confusiones, sobre todo por la presencia
de sus fuerzas armadas. Ha sido difícil establecer si
la política estadounidense emana de la Embajada o
de SOUTHCOM. El nombramiento como embajador,
de Duane Hinton, un duro diplomático de carrera,
significó para los panameños que el rol político prin-
cipal lo tomaría la embajada, y que se refrenaría a
los mili tares. Sin embargo, los comandan tes esta-
dounidenses siguieron con su afición de emitir
declaraciones públicas sobre asuntos políticos pana-
meños. Por ejemplo, en mayo de 1990, en un discur-
so pronunciado ante el Club Unión y el Club Rotario,
el General Marc Cisneros, que se pensionaba, hizo
comentarios sobre la necesidad de un ejército para
Panamá y la am enaz a que constituía la fuerza gue-
rrillera M_20 5 4 • Los mensajes siguieron creando
confusiones.
CONCLUSIONES
p. l.
250
namefia como fuerza de alguaciles y que alcanzó su
máxima expresión bajo Car t er , de promover la tran-
sición de un régimen militar a uno civil. Al centro
de esta política se hallaba el objetivo de crear un
militarismo profesional apolítico. Si bien la asis-
tencia técnica y la ayuda instrumental fueron re-
cibidas, el mensaje democrático no lo fue, y esto
constituyó también el fracaso de una política que
pasaba por alto la corrupción, el tráfico de drogas y
el asesinato, en pago por el apoyo de un dictador al
intento de deponer al régimen sandinista. Al dejar
sus principios a la entrada del Canal, los sucesivos
regímenes estadounidenses apoyaron el desarrollo
de la fuerza que más tarde se verían forzados a
destruir. Cuando los miembros de la Fuerza Pública
se situaron por vez primera en las calles de Panamá,
se enfrentaron a un público hostil e irrespetuoso.
Eran, después de todo, los hombres que habían abu-
sado de él sólo unos meses atrás. La policía por otra
parte, consistía en miembros desmoralizados de una
ejército derrotado, ahora al servicio de quienes ha-
bían sido sus enemigos, y bajo la supervisión del
ejército que los había vencido.
La percepción popular es fundamen tal en el tra-
bajo policial, pues finalmente el público es el que
decide si plantea quejas y recurre a la policía. Las
críticas a la Fuerza Pública se hicieron tan vio-
lentas que, en mayo de 1990, sus dirigentes publica-
ron una carta en que se quejaron de ser víctimas de
"la más despiadada y constante campaña negativa
que haya soportado institución o persona", 55 Y agre-
garon que quienes habían lanzado los ataques 01-
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vidaban que ellos también habían sufrido por su
oposición al régimen norieguista.
En la base de la percepci6n y crítica públicas se
encuentra el simbolismo. Por ejemplo, la Cruzada
Cívica se ha quejado repetidamente de la continua-
ci6n de los rangos militares. Refiriéndose a esto, un
coronel de la nueva Fuerza Pública, ha explicado
que los rangos militares se usan para establecer
niveles de mando y formar la estructura piramidal
de mando de una agencia policial. Herrera ha argu-
mentado que "donde hay armas debe haber discipli-
na", agregando que "s610 manteniendo los rasgos
tradicionales se podría mantener la disciplina. Así
como el Ministerio de Relaciones Exteriores tiene su
jerarquía de embajador, embajador suplente y pri-
mer secretario, ... la policía tiene sus coroneles, co-
mandantes y Iugar ten ieu tee"?". Aunque esto parece
ser sólo un asunto de terminología, el coronel puede
haberse equivocado al concluir que "a los paname-
ños no les importa los rangos de los policías que
pa trullan las calles" 57. Es tal vez más relevan te la
importancia que la Fuerza Pública misma da a estos
rangos.
En varias encuestas hechas poco después del fin
de la invasión, una abrumadora mayoría de los pa-
nameños rechazaron el restablecimiento del mili-
tarismo, y un 88% citaron el ejemplo costarricense
como su propuesta para Panamá. En abril, otra en-
cuesta reveló que el 66% creía que las tropas esta-
dounidenses se habían ido del país prematuramente.
71 % de los entrevistados mostraron su satisfacción,
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al menos parcial, con la nueva Fuerza Publica, y una
amplia mayoría apoyó al gobierno de Endara.
En encuestas más recientes, (agosto de 1990),
sin embargo, mientras que el 47% sentía que los
civiles tenía bajo control a los militares, 75% no
tenía confianza en la policía, 57% no creía que la
Fuerza Pública fuera una fuerza civil, y 55% creía
que está no era más que la FPD disfrazada de Poli-
cía ó 8 • Encuestas posteriores indican una crecien te
insatisfacción con el control del gobierno sobre la
policía. Así, en noviembre, 42% de los entrevistados
indicaron que el gobierno no había alcanzado logro
alguno. Sólo un 7% veía la abolición de la institu-
ción militar como un logr0 5 9 • Esta insatisfacción
también se refleja en las evaluaciones hechas a los
líderes políticos. Ricardo Arias, a cargo de la orga-
nización de la Fuerza Pública, iba fuertemen te a la
zaga (19.5%) de Endara (25.2%) y Ford (56.4%) en
una encuesta de noviembre respecto a su eficiencia
en el gob ier no'".
El problema de la Fuerza Pública se ha visto
complicado por una economía lenta y un aumento de
tasas de criminalidad. Esto llevó, en una encuesta
de agosto, a que la mayoría d·e los entrevistados
concluyeran que la policía era ineficiente en la pre-
vención del crimen y en la aprehensión de los
delincuentes.
En un análisis final, el éxito o fracaso de un
modelo policial depende del apoyo y la confianza que
el público le brinde. A menos que la actual tendencia
de opinión pública se in vierta, podría llegarse a la
elaboración de peticiones de un modelo más represi-
253
vo, y al aumento de programas electorales partidis-
tas que enfaticen la ley y el orden políticos. No es
probable que otro gobierno militar aparezca en el
futuro cercano. Pero hay que notar que, a poco más
de un año de la in vasión, se efectuó otro in ten to de
golpe bajo el ojo avizor de la milicia estadounidense.
Lo que pueda ocurrir después de que los Estados
Unidos dejen la escena es difícil de prever.
Conforme las condiciones en Panamá se deterio-
ran, la luna de miel que se dio entre el gobierno y
los Eatados Unidos tras la invasión se va acercando
a su fin, y cada vez se oyen más reclamos a los
Estados Unidos para que efectúe restituciones por
los daños de la invasión, especialmente por el sa-
queo, del cual se le hace responsable por la inacción
que mostró durante los días posteriores a la inva-
sión. También aumentan las quejas contra el gobier-
no. El problema de la Fuerza Pública ha puesto bajo
tensión a la coalición política gobernan te, especial-
mente a las relaciones entre Billy Ford y Ricardo
Arias. Mientras que los Demócratas Cristianos cri-
tican el plan económico de Billy Ford, MOLIRENA
responde con acusaciones contra los planes demo-
cristianos sobre la Fuerza Pública.
En tanto que los Estados Unidos se preparaba
para retirar sus patrullas de las calles panamefias
el año pasado, el intento golpista de diciembre de-
mostró lo necesaria que era una fuerte presencia
estadounidense, y qué poco confiable era la Fuerza
Pública. Los Estados Unidos podría estar reasu-
miendo su papel de mediador en la política paname-
ña. Al hacerlo, se estaría arriesgando a seguir una
ruta que antes ha seguido con muy poco tino.
Una pregunta básica que enfrenta el nuevo lide-
razgo civil gira alrededor del futuro de las fuerzas
defensivas del país y sus relaciones con la adminis-
tración de la justicia. La milicia panameña ha llega-
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do a dominar la vida política del país en el pasado.
Fue una dominación de este tipo la que llevó di-
rectamen te al surgimien to de la dictad ura del Gene-
ral Man uel N oriega. La ascensión de éste al poder
remató un proceso gradual de fortalecimien to mili-
tar en la sociedad panamefta. Los panameftos han
tendido a culpar a la FPD del deterioro social, y han
enmarcado el debate sobre la Fuerza Pública en esta
perspectiva. Sin embargo el problema no es si Pana-
má se hace de una fuerza policial o de un ejército.
La fuerza es producto de la sociedad y no a la in ver-
sa. Una cultura política panameña fue la que dio pie
a la FPD. A menos que los problemas económicos
raciales y de clase que dieron origen a la milicia
como fuerza política sean t.r at ados, siempre existirá
la posibilidad de un retorno al modelo mili tar.
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