LECTURAS OCTAVO GUÍA DE APRENDIZAJE No3
LECTURAS OCTAVO GUÍA DE APRENDIZAJE No3
LECTURAS OCTAVO GUÍA DE APRENDIZAJE No3
En grupos de cuatro estudiantes, leerán los siguientes textos, luego completarán el siguiente
cuadro, el cual permitirá que hagan un análisis de lo leído.
Lee y analiza
"Teniendo entre mis manos las trenzas de María y recostado en el sofá en que Emma le había oído
sus postreras confidencias, dio las dos el reloj; él había medido también las horas de aquella noche
angustiosa, víspera de mi viaje; él debía medir las de la última que pasé en la morada de mis
mayores.
Soñé que María era ya mi esposa: ese castísimo delirio había sido y debía continuar siendo el único
deleite de mi alma: vestía un traje blanco vaporoso, y llevaba un delantal azul, azul como si
hubiese sido formado de un jirón del cielo; era aquel delantal que tantas veces le ayudé a llenar de
flores, y que ella sabía atar tan linda y descuidadamente a su cintura inquieta, aquel en que había
yo encontrado envueltos sus cabellos: entreabrió cuidadosamente la puerta de mi cuarto, y
procurando no hacer ni el más leve ruido con sus ropajes, se arrodilló sobre la alfombra, al pie del
sofá: después de mirarme medio sonreída, cual si temiera que mi sueño fuese fingido, tocó mi
frente con sus labios suaves como el terciopelo de los lirios del Páez: menos temerosa ya de mi
engaño, dejándome aspirar un momento su aliento tibio y fragante; pero entonces esperé
inútilmente que oprimiera mis labios con los suyos: se sentó en la alfombra, y mientras leía
algunas de las páginas dispersas en ella, tenía sobre la mejilla una de mis manos que pendía sobre
los almohadones: sintiendo ella animada esa mano, volvió hacia mí su mirada llena de amor,
sonriendo como ella sola podía sonreír; atraje sobre mi pecho su cabeza, y reclinada así, buscaba
mis ojos mientras le orlaba yo la frente con sus trenzas sedosas o aspiraba con deleite su perfume
de albahaca.
Un grito, grito mío, interrumpió aquel sueño: la realidad lo turbaba celosa como si aquel instante
hubiese sido un siglo de dicha. La lámpara se había consumido; por la ventana penetraba el viento
frío de la madrugada; mis manos estaban yertas y oprimían aquellas trenzas, único despojo de su
belleza, única verdad de mi sueño."
La parroquia
En las caídas de la gran sabana de Bogotá se encuentran algunos caseríos con los nombres de
ciudades, villas o distritos, de los cuales uno, que ha conservado entre sus habitantes el grato
nombre de parroquia, es el teatro de esta narración. Está separado de los otros grupos algunas
tres o cuatro leguas, por lo menos, y casi incomunicado, porque los caminos atraviesan
bruscamente montañas, rastrojos y fangales. En su plaza, demarcada hace más de un siglo, hay
dos costados cubiertos ya de casas, y en el uno sobresale la iglesia de teja, bien notable por su
puerta verde y porque cuelgan de una viga de su fachada tres campanas, que, sirven para llamar a
la misa mayor los domingos, y entre semana para dar las doce, —13→ las seis y los dobles de las
ocho. El segundo edificio es el despacho de la alcaldía, llamado antiguamente cabildo; sigue
después la casa del cura con su largo corredor sobre la plaza. Tiene la parroquia un retazo de calle
y, algunos trozos formados de solares de cercas de palos sostenidos por algunos árboles
nacederos. Hay una casa que se distingue por su establecimiento de venta o tienda, de
donde el público se surte de velas, guarapo, o chicha, aguardiente, y algunas veces de pan. La sala
de esta concurrida casa tiene una puerta al oriente, que da a la calle, y otra al occidente que sale al
patio, el cual está cerrado por los costados con dos tramos del pajizo edificio, y por los otros dos
con cerca de guadua, en la cual hay un disimulado portillo, que equivale a la puerta oculta, de que
hablan algunas novelas de Europa.
La tienda tiene una trastienda que comunica con la alcoba de la familia, con una pieza obscura de
por medio, llena de ollas, barriles, artesas y trastos viejos. La concurrencia en la tienda es todo, los
domingos y a veces los lunes. Las arengas de los concurrentes
son graves en ciertas ocasiones, y aun suele la discusión, pasar a los porrazos. De esta venta saca,
tal vez más ganancias que la dueña, un embozado, que, desde un agujero practicado en la pared
de su alcoba, atisba todos los movimientos, y escucha todas las palabras, apuntando en una
grasienta cartera lo que a su entender tiene mayor importancia: en la parroquia hay también
embozados. De las otras dos puertas de la sala, que permanecen siempre cerradas por medio de
cortinas de zaraza, la una conduce a la mencionada alcoba de la familia, y la otra al sur, está
destinada para los forasteros.
TERCERA SECCIÒN