Santiago Pérez, Lingüística II, Actos de Habla - Searle

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Santiago Pérez

Curso: Segundo año


Asignatura: Lingüística II
Institución: Ce.R.P. del Norte
Docente: Beatriz Becerra
Año 2020

Actos de habla - John Searle

Consigna:
1. ¿Cuándo se habla de referir y proposiciones analíticas?

2. ¿Qué considera sobre la verificación?

3. Desarrolle el concepto de analiticidad y sinonimia.

4 ¿Qué considera sobre las promesas?.


Searle denomina expresión referencial a cualquier expresión que sirva para identificar
alguna cosa, proceso, evento, acción o cualquier otro género de 'individuo' o 'particular'. Las
expresiones referenciales apuntan a cosas particulares; responden a las preguntas ¿Quién?
¿Qué?, ¿Cuál?. Es por su función por la que se conocen las expresiones referenciales, y no
siempre por su forma gramatical superficial o por su manera de realizar su función (Searle,
1991, p. 35).
Señala Searle que, (1991: 81) en la emisión de “Él me dejó en la estacada”, la
expresión “la estacada” no se usa para hacer referencia. Similarmente, en «Lo hice para su
interés», la expresión “su interés” no se usa para hacer referencia. Podemos ver esto de modo
más obvio contrastando la ocurrencia de “la estacada” y «su interés»en esas oraciones con las
ocurrencias de “el edificio” y “su hermano” en las oraciones: «Él me dejó en el edificio» y
“Él lo hizo para su hermano”. Sin embargo, ¿cómo sé que el primer par no tiene referencia,
mientras que el segundo si la tiene? Lo sé porque, como hablante nativo, puedo ver que las
emisiones del primer par no sirven para seleccionar o identificar ningún objeto o entidad,
mientras que el segundo par sirve para hacerlo.
Algunas veces las expresiones, ya sean expresiones referenciales o de otro tipo,
aparecen en el discurso sin tener su uso normal, sino que se habla en el discurso de ellas
mismas.
El acto de habla de la referencia ha de explicarse dando ejemplos de expresiones
referenciales paradigmáticas, explicando la función que la emisión de esas expresiones
desempeña en el acto de habla completo (el acto ilocucionario), y contrastando el uso de esas
emisiones con el de otras. Las expresiones referenciales paradigmáticas del castellano se
agrupan, por lo que respecta a la estructura superficial de las oraciones castellanas, en tres
clases: nombres propios, frases nominales que comienzan con un artículo determinado, con
un pronombre posesivo o con un nombre, seguidas de un nombre en singular, y pronombres.
La emisión de una expresión referencial sirve característicamente para aislar o identificar,
separadamente de otros objetos, un objeto particular. El uso de estas expresiones ha de
contrastarse no solamente con el uso de las expresiones predicativas y de las oraciones
completas, sino también con el de las expresiones referenciales indefinidas, el de las
expresiones que hacen referencia a universales, y el de las expresiones referenciales definidas
múltiples. No debe suponerse que los límites del concepto de referencia definida sean
precisos.
Una proposición es lo que es aseverado en el acto de aseverar, lo que es enunciado en
el acto de enunciar. Dicho de otra manera: una aseveración es un (género muy especial de)
compromiso con la verdad de una proposición. Siempre que dos actos ilocucionarios
contienen la misma referencia y la misma predicación, en el caso en que el significado de la
expresión referencial sea el mismo, diré que se expresa la misma proposición. Una
proposición ha de distinguirse claramente de una aserción o enunciado de ella. La expresión
de una proposición es un acto proposicional, no un acto ilocucionario. (Searle, 1991, p. 38).

A continuación, contestaré las preguntas 2 y 3 conjuntamente.


Ante los enunciados que Searle denomina como explicaciones lingüísticas, surge la
cuestión de cómo sé que lo que he dicho es verdadero. Respecto a esta cuestión, la confusión
se da de acuerdo a dos formas: 1) que ha existido una serie de dudas escépticas sobre los
criterios para la aplicación de términos como “analiticidad”, “significativa”, “sinónimo”,
etcétera. 2) han existido dudas grandes sobre la verificación de enunciados sobre el lenguaje.
De estos dos términos analitico y sinónimo; seala que carecemos de un análisis
adecuado del concepto de analiticidad, y de esta manera, carecemos de criterios para decidir
si un enunciado es analítico. Así, Searle trata de definir estos conceptos. La sinonimia se
define como: dos palabras son sinónimas si y sólo si tienen el mismo significado; y la
analiticidad se define como: un enunciado es analítico si y sólo si es verdadero en virtud de
su significado o por su definición. (Searle, 1991, p.15)
Searle destaca que, para lograr demostrar que dos palabras son sinónimos, debemos
preguntarnos si su significado es el mismo. De la misma manera debemos preguntarnos si un
enunciado es verdadero por definición, o en virtud de su significado, si deseamos saber si un
enunciado es analítico. Sin embargo, estas definiciones dadas anteriormente, no se sostienen
lo suficiente, pues depende de la noción del significado, y la noción de significado necesita
más explicación.
Entonces, Searle propone que, si queremos decidir si un enunciado es analítico o no,
debemos realizar operaciones mecánicas observando la conducta de los hablantes.
Searle continúa buscando criterios para defender sus argumentos y señala que el
término “analítico”, del cual proviene analiticidad, es de un género proyectivo. Es decir, no
corresponde a una clase cerrada de enunciados o una abreviatura para una lista, sino que tiene
la posibilidad de ser proyectado. Sabemos cómo aplicarlo a casos nuevos. Por ejemplo, si
queremos verificar determinada proposición, debemos proyectarla para poder verificarla.
Esto sí presupone una comprensión del término analítico.
Por otra parte, Searle señala argumentos en contra del concepto sinonimia, como el de
N. Goodman, quien sostiene que no existen dos palabras que puedan ser sinónimas. Pues no
puede haber jamás palabras que tengan “completamente el mismo significado''.
Ante la cuestión de querer verificar que sabemos determinados conocimientos
científicos, este se pregunta si para verificarlos debemos basarnos en una investigación de la
conducta lingüística humana. De esta manera, Searle considera que hablar un lenguaje es
tomar parte en una forma de conducta (altamente compleja) gobernadas por reglas. Aprender
y dominar un lenguaje es aprender y dominar esas reglas.
A través de los elementos lingüísticos se pueden ofrecer caracterizaciones lingüísticas
que tiene un carácter general debido a que los elementos están gobernados por reglas. La
justificación de un individuo de determinadas intuiciones lingüísticas se debe a que cuando se
expresa las caracterizaciones lingüísticas, al ser nativo de un determinado dialecto, uno es
capaz de dominar determinadas reglas. Estas reglas serán las que verificarán la pregunta
¿cómo sabes que las mujeres son hembras? pues al proporcionar otras caracterizaciones
lingüísticas, esas caracterizaciones implican determinadas reglas que verifican que en español
las mujeres son hembras. En fin, la posibilidad de verificar depende de estas reglas; y la
posibilidad de que se llegue a saber y enunciar hechos registrados se explica de acuerdo a que
nuestro conocimiento de cómo hablar un lenguaje incluye el dominio de un sistema de reglas
que hace nuestro uso de los elementos de ese lenguaje sea regular y sistemático. Sin
embargo, las caracterizaciones lingüísticas no son infalibles; las intuiciones de los hablantes
pueden ser erróneas.

4)
En cuanto a las promesas, Searle determina las siguientes condiciones para prometer:
La primera condición es lo que Searle denomina como el “input” y el “output”. Estos
términos se utilizan para cubrir el extenso e indefinido rango de condiciones bajo las cuales
resulta posible cualquier género de comunicación lingüística seria y literal. “Output” cubre
condiciones para hablar inteligiblemente, e “input” cubre las condiciones de comprensión. De
aquí, los hablantes y oyentes saben cómo hablar el lenguaje; son conscientes de lo que están
haciendo, no tienen impedimentos físicos para comunicarse.
La segunda condición aísla la proposición del resto del acto de habla y nos capacita
para concentrarnos sobre las peculiaridades de prometer en tanto que un género de acto
ilocucionario.
La tercera condición, es que en el caso de prometer, se incluye ciertas características
de la preposición. En una promesa debe predicarse un acto de habla que no puede ser un acto
pasado. No se puede prometer el haber hecho algo y no se puede prometer que otra persona
hará algo.
La cuarta condición establece una distinción entre promesas y amenazas. Una
promesa es una garantía de que se te hará algo para ti, no a ti; pero una amenaza es una
garantía de que se te hará algo a ti, no para ti. Una promesa es defectiva si la cosa prometida
es algo que la persona a la que se le promete no desea que se haga, puesto que una promesa
no defectiva debe hacerse con la intención de que sea una promesa y no de que sea una
amenaza o consejo. Además, una promesa requiere una situación que origina la promesa. Una
característica de tal situación parece ser que la persona a la que se le promete quiere que se
haga algo; y el que promete es consciente de ese deseo. Por otra parte, frente a la situación de
decir a un estudiante holgazán de que si no entrega las tareas se le dice: “te prometo que te
daré una mala nota”, Searle dirá que esta no es una promesa auténtica. Esto sería una
amenaza o un conejo. Y Searle se pregunta por qué usamos “prometo” en tal caso. Esto se
debe a que prometer en español se utiliza para marcar un compromiso. Y otro caso sería, por
ejemplo: “No lo hice, te prometo que no lo hice”. En este caso nos encontramos frente a una
enfática negativa, y la promesa cumple la función de reforzar la negación. En resumen, si una
pretendida promesa ha de ser no defectiva, la cosa prometida debe ser algo que el oyente
desea que se haga, o considera es de su interés, o preferiría que se hiciese a que no se hiciese,
etcétera, y el hablante debe ser consciente de creer.
La quinta condición refiere a que una petición carece de objeto si se pidió algo que se
está haciendo o se hará independientemente del pedido.
La sexta condición distingue las promesas sinceras y las promesas insinceras. En las
promesas sinceras, el hablante tiene la intención de llevar a cabo el acto prometido; en el caso
de las promesas insinceras, no tiene la intención de llevar a cabo el acto. En las promesas
sinceras el hablante cree que es posible llevar a cabo el acto; por esto se llama condición de
sinceridad.
La séptima condición consiste en que una promesa debe asumir una obligación de
realizar cierto acto. Si un hablante puede demostrar que no tenía tal intención en una emisión
dada, puede probar que la emisión no era una promesa.
La octava condición consiste en que el hablante tiene la intención de producir cierto
efecto ilocucionario haciendo que el oyente reconozca su intención de producir ese efecto, y
él tiene también la intención de que ese reconocimiento se consiga en virtud del hecho de que
el significado del ítem que emite se asocia convencionalmente con la producción de ese
efecto. El hablante supone que las reglas semánticas de las expresiones emitidas son tales que
cuentan con la asunción de una obligación.
Y la novena y última condición, pretende clarificar que la oración emitida es tal que,
en virtud de las reglas semánticas del lenguaje, se usa para hacer una promesa.
Por otra parte, Searle dice que una promesa insincera carece de la intención de
realizar un acto prometido. De esta manera, una promesa incluye una expresión de una
intuición, ya sea sincera o insincera.
Bibliografía
Searle, John (1991). Actos de habla. Ensayos de filosofía del lenguaje. Edit. Planeta De
Agustini, Barcelona.

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