Historia Del Derecho Notarial
Historia Del Derecho Notarial
Historia Del Derecho Notarial
TRABAJO
HISTORIA DEL DERECHO NOTARIAL EN AMERICA Y GUATEMALA.
ANTECEDENTES
Posiblemente los primeros vestigios de historia escrita, los encontramos en El
Popul Vuh, también conocido con los nombres de Manuscritos de Chichicaste
nango, Biblia Quiche y el Libro Sagrado, demostración de que tenemos un
patrimonio cultural valiosísimo.
ÉPOCA COLONIAL
Escribe Jorge Luján Muñoz: “Es casi seguro que la fundación de la ciudad de
Santiago de Guatemala y la reunión del primer cabildo tuvieron lugar el día 27 de
julio de 1524. En esta primera acta de cabildo aparece actuando el primer
Escribano: Alonso de Reguera”. “Tanto Reguera, como todos los miembros del
cabildo, fue nombrados por Pedro de Alvarado en su calidad de teniente
gobernador y capitán general de don Fernando Cortés.”
“Alonso de Reguera continuó en el cargo hasta enero de 1529, pero mientras tanto
sabemos que hubo otros escribanos, llamados públicos de la ciudad.” Se
menciona a Juan Páez y a Rodrigo Díaz. Resume el autor aludido: a) El escribano
de cabildo no ejercía como escribano público; b) Sólo había un escribano público
en la ciudad, en caso de ausencia debían nombrar otro; c) El nombramiento,
recepción y admisión del escribano público lo hacía el cabildo. El 28 de septiembre
de 1528 se nombró otro escribano público, a Antón de Morales por Jorge de
Alvarado, quien era Teniente Gobernador y Capitán General. “Esto quiere decir
que en 1529, a escasos tres años de su fundación, había en la ciudad de
Guatemala tres escribanos públicos; es decir, el número máximo que alcanzaría la
ciudad, pues si bien momentáneamente disminuirían, luego volvería a llegar a tres
a fines del mismo siglo XVI, para mantenerse en ese número hasta que terminó la
Colonia.” Continúa refiriendo Luján Muñoz: El 16 de Agosto de 1542 se expide real
cédula aprobando el nombramiento del nuevo escribano de cabildo de Santiago de
Guatemala, Juan de León. El siguiente escribano de cabildo fue Juan Vázquez
Farinas, y luego por su ausencia fue nombrado Juan Méndez de Sorio el 26 de
agosto de 1544.” 25 El autor expresa: En resumen, la etapa formativa del
notariado en la ciudad de Guatemala repite las características básicas con que se
dio el inicio de la profesión en otras regiones indianas. Los nombramientos los
hace el cabildo o el gobernador de la provincia, siempre sujetos a la ulterior
decisión real. A pesar de lo pequeño de la naciente ciudad (un máximo de 150
vecinos) los escribanos tenían suficiente trabajo e ingresos. El de cabildo, gracias
al registro de vecinos y el otorgamiento de solares y terrenos; y los públicos con
las probanzas, contratos y actuaciones judiciales. Por otro lado, ya se detecta
cierta acumulación de cargos (que luego va a ser tan notoria), pues el escribano
de cabildo actúa en algunos casos también como público. Mientras no existió
audiencia en Guatemala, los exámenes de escribanos proveídos por el rey,
debieron realizarse ante la de México. Con la llegada de los primeros escribanos
con merced real, aunque al principio fuese por medio de diputados o tenientes que
ejercían un cargo que se había otorgado a algún cortesano, se afirma la facultad
del monarca para proveer estos cargos; lo cual poco a poco se va a ir ratificando,
especialmente luego del establecimiento de la Audiencia de los Confines. Por su
parte el autor Oscar Salas, expone que: “el notario guatemalteco es el más antiguo
en Centroamérica, ya que en 1543 aparece el escribano don Juan de León,
cartulando en la ciudad de Santiago de Guatemala, como entonces se llamaba. 26
Pero además de antiguo le cabe el honor de haber mantenido desde el nacimiento
mismo del Estado, las exigencias más rigurosas para su ingreso, siendo necesario
el examen y recibimiento. En primer lugar, el aspirante debía ocurrir a la
municipalidad para que se instruyeran las diligencias correspondientes, tras lo cual
pasaba el expediente al jefe departamental quien, por sí mismo, y con citación y
audiencia del síndico, debía seguir una información de siete testigos entre los
vecinos de mejor nota por su probidad. Estos vecinos eran examinados acerca del
conocimiento que tenían del candidato, su moralidad, desinterés, rectitud y otras
varias virtudes políticas que lo hagan acreedor a la confianza pública. El candidato
debía probar, además ser ciudadano mayor de edad, en el goce de sus derechos
civiles, con arraigo en el Estado y medios conocidos de subsistir. Concluida esta
prueba se pasaba de nuevo el expediente a la municipalidad que daría vista al
síndico y con su impedimento y circunspecto análisis del expediente, acordaba su
resolución con las dos terceras partes de los votos. En el caso de obtener
resolución favorable se pasaba ésta al Supremo Gobierno para la concesión del
fìat. Solamente entonces pasaba a la Corte Superior donde debía el aspirante
presentar certificación de haber estudiado ortografía y gramática castellana, haber
sido examinado por los preceptores de la academia y merecido buena calificación
y certificaciones juradas de haber practicado dos años con un escribano de los
juzgados municipales y otro con escribanos de los de primera instancia. Después
de ello, sufría un examen sobre cartulación, requisitos de los instrumentos
públicos, testamentos, 27 cartas dotales, donaciones, circunstancias y número de
testigos, práctica de inventario, trámites judiciales, términos probatorios, concursos
de acreedores, valor y uso de papel sellado con todo lo demás que se crea
corresponder al oficio. Y se concluía estableciendo: Sin la forma y requisitos
exigidos nadie podrá recibirse de escribano, ni ejercer este oficio en el estado.
(Decreto legislativo del 27 de noviembre de 1834). “Apenas tres meses después,
el 24 de febrero de 1835, un Decreto de la Asamblea Legislativa aclaró que los
catedráticos de gramática castellana no estaban obligados a presentar la
certificación de haber estudiado y aprobado esa materia y la de ortografía. De
igual manera los Abogados que hubieren sido facultados ampliamente para ejercer
todos los ramos de la abogacía no estaban obligados a presentar a la Corte de
Justicia certificaciones de haber practicado con los escribanos a que aludía la ley
anterior, ni a someterse al examen exigido en la misma. La rigurosidad con que se
efectuaban estos exámenes, aparece evidente en el auto acordado de la Suprema
Corte de Justicia del 4 de marzo de 1846, contenido de disposiciones relativas a la
integración del Tribunal de Examen por tres escribanos o abogados recibidos y
dispuso que, sí el solicitante es reprobado, lo informen con reserva, excitando al
mismo solicitante para que continúe sus estudios y práctica por algún tiempo más.
Como podemos ver si terminó con la venta de oficios, y los que habían adquirido
la escribanía por compra, debían ser indemnizados y ya no seguirla ejerciendo