La Ley
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El pentateuco
Los cinco primeros libros de la Biblia contienen una parte narrativa, que comienza
con la creación del mundo y concluye con la muerte de Moisés. Las narraciones
sirven de marco a las leyes que dieron su impronta característica al pueblo de
Israel, y por eso la tradicción judía designa a este conjunto de Libros con el nombre
de “Torá”, palabra hebrea que significa “LA LEY”.
En el siglo II de la era cristiana, se les dio el nombre de PENTATEUCO. Esta palabra
de origen griego significa “cinco instrumentos” y se la usó originalmente para
designar los “cinco estuches” donde se guardaban esos Libros.
Aunque está compuesto de elementos muy heterogéneos, el Pentateuco constituye
una verdadera unidad. La división del mismo en cinco partes se funda en razones
de orden práctico: su finalidad era facilitar el manejo de una obra tan voluminosa.
Los judíos de Palestina designaban cada una de esas partes con la palabra inicial
del texto. El primer libro, por ejemplo, se llamaba “Al principio”. Pero en los medios
de habla griega, se prefirió darles un título que expresara algún aspecto de su
contenido, y de esa manera surgieron los nombres con que se los conoce
actualmente.
El primer libro se llama GÉNESIS, que quiere decir “origen”, porque describe los
comienzos del universo, de la humanidad y del Pueblo de Dios.
El segundo recibe el nombre de ÉXODO, que significa “salida”, porque la primera
parte de este libro trata de la salida de Egipto.
Luego viene el LEVÍTICO, así llamado porque contiene el ritual que debían observar
los sacerdotes de la tribu de Leví.
El libro de los NÚMEROS debe su designación a los diversos censos mencionados en
él.
Y el último se llama DEUTERONOMIO que quiere decir “segunda ley”, porque
completa la legislación del Sinaí con las normas y preceptos promulgados por
Moisés en las llanuras de Moab.
La formación del Pentateuco
Resulta equívoco y algo anacrónico considerar al Pentateuco como un “libro” en el
sentido moderno de la palabra. En realidad, se trata de una compilación de varias
fuentes o tradiciones narrativas, legales y litúrgicas, que se fueron formando y
transmitiendo en el Pueblo de Dios a lo largo de muchos siglos. Las etapas de ese
proceso pueden ser reconstruidas en parte, mediante el análisis literario de los
textos. Algunos elementos de esas tradiciones se remontan hasta la época de
Moisés y aún antes, y se fueron transmitiendo oralmente antes de ser fijados por
escrito.
Los antiguos santuarios de Palestina –Siquém, Betel, Hebrón y Jerusalén– fueron el
medio original donde nacieron y se conservaron muchas de esas tradiciones. Las
gestas de los antepasados se contaban a los peregrinos en las asambleas cultuales.
Los relatos épicos servían de comentario en las fiestas religiosas, donde se revivían
las grandes obras de Dios en favor de su Pueblo. De una manera especial, los
santuarios contribuyeron a la formación de los textos legislativos: allí se tenía
necesidad de leyes sagradas para el ordenamiento del culto, para determinar las
obligaciones de los fieles y para la administración de la justicia.
Las cuatro tradiciones del Pentateuco
El estudio detenido de los textos permite afirmar que en la composición definitiva
del Pentateuco –realizada después del Exilio, hacia el siglo V a.C.– se emplearon
principalmente cuatro fuentes o tradiciones diversas: la “yahvista”, la “elohísta”, la
“sacerdotal” y la “deuteronómica”.
La recopilación de estas tradiciones, procedentes de ambientes y épocas muy
diferentes, explica la variedad de vocabulario y estilo, la existencia de relatos
paralelos o “duplicados”, las incongruencias y, de una manera más general, la rica
complejidad literaria y doctrinal que caracteriza a toda la obra.
La tradición “yahvista”
La tradición más antigua recibe el nombre de “yahvista”, porque su autor utiliza
desde el comienzo del relato el nombre de Yahvé, nombre propio del Dios de Israel,
traducido habitualmente “el Señor” (Gn. 4. 26). Estas narraciones se distinguen por
su estilo simple y sin artificios, que revelan el arte de un narrador consumado. El
autor “yahvista” no expresa su pensamiento por medio de enunciados abstractos,
sino mediante la selección y encadenamiento de narraciones, que recoge de la
tradición oral y escrita de su pueblo. Sin perder nunca de vista la trascendencia de
Dios, describe su acción con rasgos marcadamente antropomórficos.
El horizonte del “yahvista” es universal. Según su concepción, la historia del mundo
se encuentra bajo el signo de la “maldición” introducida por el pecado (Gn. 3. 14-
19). Pero la voluntad salvífica de Dios enfrenta al pecado, y con la elección de
Abraham hace irrumpir la “bendición” en el mundo (Gn. 12. 1-3). El pueblo de
Israel es el portador de esa bendición, y su presencia es germen de bendiciones
para todos los pueblos.
La tradición “elohísta”
La segunda tradición se denomina “elohísta”, porque designa a Dios con el nombre
de “Elohím” –palabra hebrea que significa “dios”– hasta el momento en que el
nombre propio del Dios de Israel –o sea, Yahvé– es revelado a Moisés en el Sinaí
(Éx. 3.15).
Esta tradición acentúa la distancia entre Dios y el hombre, y en ella, las
revelaciones divinas se realizan con rasgos menos antropomórficos: Dios
permanece invisible y habla desde el fuego o desde la nube; dirige a su Pueblo por
medio de un profeta como Moisés, y comunica libremente el espíritu profético
(Núm. 11. 25).
La tradición “sacerdotal”
Esta tradición se caracteriza por el predominio de las prescripciones legislativas,
sobre todo, las referentes a la organización del Santuario y del culto, a las fiestas
litúrgicas, y a las funciones del sacerdote Aarón y de sus hijos. Por eso se la
designa con el nombre de “sacerdotal”.
Los textos jurídicos y rituales pertenecientes a esta tradición aparecen encuadrados
en un marco narrativo, porque tanto las instituciones de Israel como las leyes que
lo rigen, se fundan en las intervenciones salvíficas del Dios “santo”, que quiere
crear para sí un Pueblo “santo”.
Los rasgos más salientes del estilo “sacerdotal” son las repeticiones, el gusto por la
exactitud cronológica y númerica, las genealogías y la predilección por todo lo
referente al culto.
La tradición “deuteronómica”
Las tres tradiciones antes mencionadas, aparecen entremezcladas en los cuatro
primeros libros del Pentateuco. En cambio, la tradición “deuteronómica” –dentro del
Pentateuco– se encuentra casi exclusivamente en el libro del Deuteronomio. Las
características de esta tradición se describen en la introducción correspondiente.
Actualidad cristiana del Pentateuco
La inevitable extrañeza y las numerosas dificultades que suscita la lectura del
Pentateuco, no suprimen ni disminuyen su importancia y su valor permanente como
Palabra de Dios.
El Pentateuco es, en efecto, el testimonio de la revelación progresiva de Dios, que
se manifestó a Israel, a fin de preparar la salvación de todos los hombres. En él se
trazan las grandes líneas de la Historia de la salvación, desde la elección de
Abraham hasta la formación del pueblo de Israel.
Dentro de esa historia, y a pesar de todas la infidelidades humanas, se destaca la
fidelidad de Dios a su Promesa, sellada con una Alianza de amor. De esta manera el
Pentateuco enriquece nuestro conocimiento de Cristo, “el mediador de una Alianza
más excelente” (Heb. 8. 6), en quien “encuentran su sí” –es decir, su
cumplimiento– “todas las promesas de Dios” (2 Cor. 1. 20).
I. INTRODUCCIÓN
Nos separan casi tres mil años de los primeros libros de la Biblia. Hay
que ambientarnos en aquella época, para poder entenderla. Hay dos
peligros: uno por exceso, es decir, creer al pie de la letra lo que dice
la Biblia, a través de sus metáforas y géneros literarios; y el otro por
defecto: rechazar todo, por considerarlo fantástico y lleno de colorido
imaginativo. Nuestra actitud debe ser otra: sacar el mensaje de Dios,
que se esconde detrás de ese revestimiento literario.
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22. También se les llama “El libro de la ley de Moisés” o “El
libro de la Ley de Yavhé”.regresar