Formación Clero Trento
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CONCEPCIÓN
Historia de la Iglesia Moderna
J. Esquerda Bifet
Sumario:
Presentación
Establece el santo Concilio que todas las catedrales, metropolitanas e Iglesias mayores,
tengan obligación de mantener y educar religiosamente, e instruir en la disciplina
eclesiástica, según las posibilidades y extensión de las diócesis, cierto número de jóvenes
de la misma ciudad y diócesis, o, a no haberlos en ésta, de la misma provincia, en una
colegio situado cerca de las mismas Iglesia, o en otro lugar oportuno, a elección del
obispo...
Cuide el obispo que asistan todos los días al sacrificio de la Misa, que confiesen a los
menos una vez al mes, que reciban, a juicio del confesor, el Cuerpo de nuestro Señor
Jesucristo, y que sirvan en la catedral y en otras Iglesias del pueblo los días festivos. El
obispo... arreglará, según el Espíritu Santo le iluminare, todo lo dicho, y todo cuanto sea
oportuno y necesario, velando en sus frecuentes visitas de que siempre se guarde"... (ses.
23, can. 18 de reforma).3
GALOT, Le caractère sacerdotale selon le concile de Trent, "Nouvelle Revue Théologique" 93 (1971)
223-246; B. JACQUELIN, La doctrine du caractère sacerdotal d'après le concile de Trente, "Teología
del Sacerdocio" 5 (1973) 167-181; H. JEDIN, Le concile de Trente a-t-il créé l'Image-Modèle du
Prêtre?, en: Sacerdoce et Célibat, Louvain 1971, 111-131; J. SARAIVA, Il carattere sacerdotale secondo
il concilio di Trento, "Teología del Sacerdocio" 5 (1973) 183-219; P. TELCH, La teologia del
presbiterato e la formazione dei preti al concilio di Trento e nell'epoca post-tridentina, "Studia Patavina"
18 (1971) 343-389; R. VAILLANCOURT, La notion du sacerdoce au XVI siècle, en: Le prêtre hier,
audjourd'hui, demain, Paris, Cerf 1970, 115-127.
2
Fue publicado el año 1566 por San Pío V. Ver: P. MARTIN, Catecismo Romano, Madrid, BAC
1956.
3
Concilium Tridentinum, IX, 628-630.
4
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Porf. John Alexander Avellaneda T.
4
En la exhortación postsinodal "Pastores dabo vobis", de Juan Pablo II, se da prioridad a esta
pertenencia a la sucesión apostólica por parte de los presbíteros, para poder sacar las consecuencias de
pastoralidad y espiritualidad. Ver: PDV nn. 15-16, 42, 60.
5
La "incardinación", por tanto, indica la pertenencia a la diócesis, pero no excluye la
responsabilidad misionera universal. Por esto la exhortación postsinodal "Pastores dabo vobis" se apoya
en la "incardinación" para recordar la exigencia de la disponibilidad misionera. Ver PDV 31-32, 74.
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Porf. John Alexander Avellaneda T.
la Iglesia particular, mientras, al mismo tiempo, le coloca ante los presbíteros como
miembro cualificado de la misma jerarquía, formando una unidad moral. El obispo
construye y conserva esta unidad sacerdotal imprescindible para el servicio de la Iglesia
particular.
c) Algunos aspectos del texto del decreto tridentino sobre los Seminarios
La novedad del decreto tridentino, más que en los detalles de formación, estriba en
el hecho mismo de urgir la creación de los seminarios en todas las diócesis. Pero hay
unas líneas concretas que, sin dejar de ser al mismo tiempo una limitación, enraizan en
una evolución histórica anterior y la hacen avanzar con pasos decisivos: la
responsabilidad directa del obispo, la vida de pobreza en el sacerdote (vida evangélica),
la formación espiritual e intelectual para ser pastores del pueblo de Dios, el sentido de
comunidad sacerdotal, la referencia a la vida de los doce Apóstoles, etc.
La formación dada en los Seminarios o centros parecidos de épocas anteriores, está
en relación estrecha con el concepto y la práctica de vida sacerdotal en el Presbiterio:
la vida del obispo con sus presbíteros, a imitación de los vida de los doce Apóstoles.
Hay que destacar, en la época subapostólica y patrística, los escritos que reflejan de
algún modo y también originan esa vida sacerdotal: las cartas de San Ignacio de
Antioquía, los libros sobre el sacerdocio de San Juan Crisóstomo, la Regla Pastoral de
San Gregorio Magno.12
9
Es conocida la afirmación del cardenal Sforza Pallavicini: "Ante todo fue aprobada la institución
de los Seminarios, llegando muchos a decir que, aunque no se hubiera sacado más beneficio que éste
del concilio, él solo recompensaba todas las fatigas y trastornos, por ser el único instrumento eficaz para
restablecer la disciplina" (Storia del concilio di Trento, Roma, 1933, p. 344).
10
Ver los cap. 1 y 4 de la ses. 23, donde se recalca la relación del sacerdocio ministerial con los
Apóstoles.
11
P. BROUTIN, L'Évêque dans la tradition pastorale du XVI siécle, Tournai, Bruxelles 1953; J.I.
TELLECHEA, El obispo ideal en el siglo de la reforma, Roma, Instituto Español de Estudios
Eclesiásticos, 1963.
12
Ver síntesis del contenido de esos documentos en su marco histórico: J. ESQUERDA BIFET,
7
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El hecho evangélico del grupo apostólico que sigue a Jesús, es siempre el punto de
referencia. Los textos evangélicos y neotestamentarios del seguimiento son una pauta
de la «vida apostólica»: elección, vocación (Mt 10,1ss; Lc 6, 12ss; Mc 3,13ss; Jn 13,18;
15,14ss); «sequela Christi» (Mt 4,19ss; 19, 21-27; Mc 10,35ss; Jn 2,12); caridad del
Buen Pastor (Jn 10; Act 20,17ss; 1Ptr 5,1ss); misión de totalidad y de universalismo
(Mt 28,18ss; Mc 16,15ss; Act 1,8; Jn 20,21); comunión fraterna (Lc 10,1; Jn 13,34.35;
17,21-23); Eucaristía, centro y fuente de la evangelización (Lc 22,19-20; 1Cor 11,23ss;
Jn 6,35ss); oración sacerdotal de Cristo (Jn 17; Mt 11,25ss; Lc 10,21ss); servir a la
Iglesia esposa (2Cor 11,2; Ef 5,25-27; Jn 17,23; 1Tim 4,14). La «Vida Apostólica»
(vida de según el modelo de los Apóstoles, se concreta en tres líneas principales:
generosidad evangélica (sequela Christi), disponibilidad misionera, fraternidad (1Ptr
5; Act 20,17ss).
De hecho, durante los primeros siglos, la residencia del obispo era la de los
presbíteros y de los que se preparaban para el ministerio. Según los «Canones
Apostolorum», el obispo tenía de cuidar de su clero13. En Roma, Antioquía, Alejandría,
Cesarea de Palestina y norte de Africa, existían escuelas para la formación catequística
y teológica.14
En estas escuelas, el representante del obispo (diácono del obispo o «arcediano»)
cuidaba de la formación de los futuros ministros. Después de la paz de Constantino (a.
313), estas escuelas episcopales fueron insuficientes, y, a veces, muchos clérigos se
formaron en escuelas no eclesiásticas. Los concilios tuvieron que dar normas para evitar
que entraran en el ministerio hombres sin formación adecuada. Se llegó a prescribir la
vida común en dependencia del obispo.15
El caso de San Agustín es como la muestra más clara de lo que se hacía en aquella
época (siglos IV-V) y como la pauta de lo que se haría en casi todo el occidente cristiano
durante siglos. El Presbiterio de Hipona era lugar de convivencia de los sacerdotes y de
los que se preparaban para el sacerdocio.16
Hasta el concilio IV de Letrán (1215), se irán dando normas de formación sacerdotal
por parte de obispos, concilios particulares y universales. A pesar de los altibajos de la
historia, las escuelas eclesiásticas se fueron perfeccionando, especialmente respecto a
la formación intelectual. Existían escuelas parroquiales, monacales y episcopales (éstas
últimas, a veces, en conexión con la catedral).17
Historia de la espiritualidad sacerdotal, Facultad de teología, Burgos 1985 ("Teología del sacerdocio",
19) cap. III; Teologia de la espiritualidad sacerdotal, BAC, Madrid 1991, cap. XIII; Presbytérat, Dict.
Sp., fasc. 80-81 (1985) col.2081-2099. Sobre la formación sacerdotal: L. SALA BALUST, F. MARTIN
HERNANDEZ, La formación sacerdotal en la historia, Barcelona, Flors 1966, cap. I-II.
13
Si el obispo no cumplía con esta norma, podía ser depuesto: Canones Apostolorum, can. 57;
HARDOUIN, Acta Conc., I, 23.
14
G. BARDY, Les écoles romaines au II siècle, "Revue Histoire Eccl." 28 (1932) 501-532.
15
Ver: San León Magno, Epist. "Cum de ordinationibus": Ench. Cler. 28ss.
16
J. ESQUERDA BIFET, Historia..., o.c., pp. 83-84, 95-98; L. SALA BALUST, F. MARTIN
HERNANDEZ, o.c., pp. 12-14.
17
L. SALA BALUST, F. MARTIN HERMANDEZ, o.c., pp. 19-26.
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Porf. John Alexander Avellaneda T.
Un claro precedente del decreto tridentino sobre los Seminarios, son los concilios II
y IV de Toledo (años 527 y 633). Sobre todo, el cap. 24 del concilio IV de Toledo fue
una fuente inspiradora de Trento. En los concilios toledanos se acentúa la necesidad de
una formación espiritual e intelectual desde la adolescencia, así como la dirección y
responsabilidad por parte del obispo.18
En toda la Edad Media se encuentran numerosos casos de escuelas de formación
clerical, aunque no a escala universal de todas las diócesis, ni siempre en el sentido de
una formación espiritual y pastoral. El Decreto de Graciano (1140) es un buen resumen
de las normas de la época sobre las exigencias de formación moral y espiritual de los
futuros sacerdotes.19
Los concilios III y IV de Letrán (1179 y 1215) repitieron y concretaron esas normas
de formación (hasta cierto punto integral) en los colegios eclesiásticos. Un punto
concreto (ya señalado en los concilios toledanos) es el del maestro o «anciano»
(formador) que debe cuidar de la formación de los futuros sacerdotes. El concilio IV de
Letrán (const. 27) deja en manos del obispo la responsabilidad de formar a sus
sacerdotes para la cura de almas: «Siendo el arte de las artes el régimen de las almas,
mandamos severamente que los obispos, o por sí mismos o por otros varones
competentes, instruyan diligentemente a los candidatos al sacerdocio en los misterios
divinos y en los sacramentos de la Iglesia, de forma que puedan administrarlos
debidamente... Es mejor, sobre todo tratándose de sacerdotes, que haya pocos y buenos,
que muchos ministros y malos».20
La formación sacerdotal serviría, pues, para una acertada selección, puesto que se
trataba de «educar para la santidad»21. Es la selección que pedirá también Santo Tomás:
«Dios nunca permitirá que a su Iglesia falten ministros idóneos y suficientes para las
necesidades del pueblo cristiano, si se eligen los dignos y se rechazan los indignos».22
Durante la segunda mitad del siglo XVI y hasta muy entrado el siglo XVII, la
aplicación del decreto conciliar fue urgida por Sínodos particulares, santos obispos y
sacerdotes, autores espirituales y también por instituciones sacerdotales. La aparente
pobreza doctrina del texto conciliar se muestra más bien como fermento que estimula
un gran resurgir en el campo de la espiritualidad y formación espiritual. Es verdad que
las figuras, escritos e instituciones postconciliares se inspiraban también en los datos
anteriores al concilio, pero en esa época se tomaban las decisiones conciliares para
ponerlas en práctica estimulando una evolución que venía de antes.27
Son conocidas las «Advertencias» de San Juan de Avila para el concilio de Toledo
(1565), que servirían también para el concilio de Granada. Se trataba de la aplicación
de los decretos conciliares de Trento, especialmente de cuanto se refería a la vida
sacerdotal y a su formación.28
En 1564 (un año después del concilio) se crea la Congregación del Concilio, que
tendría el cometido de vigilar sobre la aplicación de los decretos conciliares,
especialmente en todo lo referente a la reforma de las diócesis y de la vida clerical. Los
obispos tendrían que dar cuenta periódicamente de esta aplicación.
Fueron los santos (Papas, obispos y presbíteros) quienes instaron más a hacer
realidad la institución y la orientación de los Seminarios: San Pío V, San Carlos
Borromeo (con seis Seminarios en Italia), San Gregorio Barbarigo, San Juan de Ribera,
26
L. SALA BALUST, F. MARTIN HERNANDEZ, o.c., pp. 59-73. Especialmente sobre San
Juan de Avila: C. ABAD, Escritos del Bto. Juan de Avila en torno al Concilio de Trento, "Maestro
Avila" 1 (1948) 269-295; J. ESQUERDA BIFET, Escuela sacerdotal española del siglo XVI: Juan de
Avila, Roma, Instituto Español de Historia Eclesiástica 1969.
27
Ver análisis de los concilios provinciales del postconcilio de Trento en: J. MARTIN ABAD,
Líneas de fuerza de la espiritualidad sacerdotal en la reforma conciliar del siglo XVI, "Teología
Espiritual" 18 (1974) 299-338. Ver datos sobre los concilios provinciales de esa época en: HARDOUIN,
Acta Conc. X.
28
Ver edición crítica de las "Advertencias" en: R.S. DE LAMADRID, Un manuscrito inédito del
Bto. Juan de Avila (Advertencias al Concilio de Toledo), "Archivo Teológico Granadino" 4 (1941) 137-
241. Ver el texto en publicación más reciente y crítica: SAN JUAN DE AVILA, Obras completas,
Madrid, BAC 1970-1971, vol. VI (tratados de reforma).
11
Seminario Mayor de Girardot – Historia de la Iglesia Moderna
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b) Evolución posterior
Durante los siglos XVIII-XIX, la aplicación del decreto conciliar tuvo diversa
suerte, según épocas concretas y lugares y también según fenómenos culturales y
sociopolíticos. Ello dependía, en gran parte, de la responsabilidad que asumía cada
obispo. Los Papas, por su parte, urgían continuamente a su aplicación. Tuvo influencia
importante la creación de la Congregación «pro Universitate Studii Romani» (1588),
especialmente respeto a los estudios. Benedicto XIII crearía en 1725 una institución
parecida, que sería el preámbulo de la futura Congregación de Seminarios.31
Hay que destacar la actuación de algunos Pontífices. Clemente VIII publicó lo que
se podría llamar el primer documento sobre la formación sacerdotal a nivel universal:
la Carta Apostólica «Ea semper fuit» (23 de junio de 1592), que describe las cualidades
que debe tener y en que debe formarse el candidato al sacerdocio. De hecho, los Papas,
ya desde San Pío V, aprobaron reglamentos internos de los Colegios romanos (inglés,
germánico, griego, Urbano, etc.), en los que destaca el proceso formativo.
Al repetir las decisiones de Trento, los Pontífices concretaron más algunos aspectos
referentes a la selección y formación de los candidatos. Pero cada vez más estas
orientaciones se dirigen a todos los obispos y Seminarios de la Iglesia. Benedicto XIV,
en la encíclica «Ubi primum» (3 de diciembre de 1740) subraya la relación del obispo
con sus seminaristas, instando no sólo a la visita frecuente, sino también a la
convivencia con ellos.
Aparte de algunos esfuerzos particulares (Bartolomé Holzhauser en Centroeuropa,
los Píos Operarios en España), hay que señalar la aportación de San Alfonso María de
Ligorio (ya obispo de Santa Agata dei Goti, en 1762), que tuvo gran influencia en los
29
Ver resumen sobre la escuela sacerdotal francesa (figuras, documentos, estudios) en: J.
ESQUERDA BIFET, Teología de la espiritualidad sacerdotal, Madrid, BAC 1991, cap. XIII, pp. 379-
381. Ver también: P. BROUTIN, La réforme pastorale en France au XVII siècle, Paris, Tournai 1956;
R. DEVILLE, L'École française de spiritualité, Paris, Declée 1987.
30
J. ESQUERDA BIFET, o.c., cap. XIII, pp. 375-384.
31
Const. Apostólica "Credite Nobis", de 9 de mayo de 1725.
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Porf. John Alexander Avellaneda T.
32
Theologia Moralis, lib. 6, tract. 15, n. 792. Ver los dos tratados citados, en: Opere, III (Torino
1887).
33
L. SALA BALUST, F. MARTIN HERNANDEZ, o.c., pp. 127-151.
34
Hay que tener en cuenta el abundante contenido doctrinal de los documentos pontificios del
13
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A la buena semilla lanzada por el concilio de Trento en el campo fértil de la Iglesia por
medio del citado decreto, se debe también el florecimiento de los Seminarios o Colegios
con fines especiales, como el de Propaganda Fide, en Roma; el de Misiones Extranjeras,
de París. Y los Colegios de las diversas naciones surgidos en Roma, en España, los Países
Bajos y todo el complejo de providenciales centros de formación eclesiástica que hoy
existen en la Iglesia, pueden compararse con el árbol de la parábola evangélica, que,
nacido de una minúscula semilla, crece y se extiende con gigantescas proporciones, hasta
llega a albergar entre sus ramas a innumerables pajaritos del cielo (SDV n. 6).
siglo XX sobre el sacerdocio: la encíclica "Ad Catholici Sacerdotii" de Pío XI (1935), la exhortación
apostólica "Menti nostrae" de Pío XII (1950), la encíclica "Sacerdotii nostri primordia" de Juan XXIII
(1959), la carta apostólica "Summi Dei Verbum" de Pablo VI (1963)... A estos documentos se sumarán
los del concilio Vaticano II y del postconcilio.
35
Motu proprio "Seminaria Clericorum", 4 de noviembre de 1915.
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Los textos del concilio Vaticano II y del postconcilio, dejan la convicción, después
de una atenta lectura, de ser una programación bien delineada y, al mismo tiempo,
adaptada a nuestro tiempo. El decreto Optatam totius y los cánones del nuevo Código
de Derecho Canónico (can. 232-264) satisfacen muchas esperanzas. No obstante, cabe
preguntarse sobre el por qué de la crisis postconciliar sobre las vocaciones y sobre los
Seminarios, especialmente en los países de antigua cristiandad. El optimismo de los
primeros años de postconcilio recibió un fuerte contratiempo (especialmente desde el
año 1968), al que han querido responder los Sínodos de 1971 y de 1990, así como la
exhortación postsinodal Pastores dabo vobis.
En la época de Trento, como hemos visto, hubo una gran satisfacción por el decreto
sobre los Seminarios. La puesta en práctica a escala universal fue lenta y tuvo sus
altibajos. Las orientaciones eran buenas y la comunidad eclesial fue poniendo en
práctica los deseos de Trento, hasta llegar a un buen punto sólo a principios del siglo
XX con San Pío X y el primer Código de Derecho Canónico.
Comparar los puntos pedagógicos y formativos de ambos concilios, no viene al
caso. Es lógico que los documentos del Vaticano II, fruto también de encíclicas y de
teología sacerdotal reciente, lleguen a un nivel mucho más perfecto. Hablar de apertura
(en el Vaticano II) y de retraso (en Trento), no es aceptable históricamente. Lo
importante y objetivo es situarse en la novedad de Trento (dentro de su época), que ha
hecho posible y ha garantizado una evolución armónica posterior en sus líneas básicas.
Entonces aparecen en todo su esplendor y novedad los textos del Vaticano II y del
postconcilio, y dejan entrever sus grandes posibilidades de futuro.
La decisión de Trento sobre la institución del Seminario en cada diócesis en estrecha
dependencia del obispo (en comunión con el Papa), la formación pastoral (en torno a la
catedral, que no se renovó), la orientación hacia la pobreza evangélica sacerdotal, la
doctrina básica sobre el sacerdocio ministerial en relación a los Apóstoles..., son las
grandes líneas de Trento, que han influido y siguen influyendo todavía.
Nadie puede negar la novedad y el mérito del Vaticano II y de los documentos
postconciliares sobre los puntos fundamentales de la formación sacerdotal: el cultivo
de la vocación y la pastoral de las vocaciones en todos sus aspectos, la selección y
formación de los formadores, la formación espiritual al estilo del Buen Pastor, la
formación humana integral, los estudios eclesiásticos en torno al misterio de Cristo, la
formación pastoral en un equilibrio de ministerios, la formación permanente posterior
en relación a la entera vida sacerdotal del Presbiterio.
La conclusión de Optatan totius es un índice del aprecio actual de la Iglesia respecto
al concilio tridentino; efectivamente, los Padres del concilio Vaticano II afirman ser
conscientes de «continuar la obra iniciada por el concilio de Trento» (OT n. 22,
conclusión). Precisamente por ello, se puede hablar del «espíritu de renovación»
15
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presbíteros con el Obispo y entre sí no es algo añadido desde fuera a la naturaleza propia
de su servicio, sino que expresa su esencia como solicitud de Cristo Sacerdote por su
Pueblo congregado por la unidad de la Santísima Trinidad. Esta unidad del Presbiterio,
vivida en el espíritu de la caridad pastoral hace a los sacerdotes testigos de Jesucristo,
que ha orado al Padre 'para que todos sean uno' (Jn 17,21). La fisonomía del presbiterio
es, por tanto, la de una verdadera familia (Pastores dabo vobis n. 74, citando LG 28; PO
7 y 8).
38
Se puede aplicar aquí la afirmación de "Presbyterorum Ordinis" sobre la necesidad de
renovación sacerdotal: "Por lo cual, este Sagrado Concilio, para conseguir sus propósitos pastorales de
renovación interna de la Iglesia, de difusión del Evangelio por todo el mundo y de diálogo con el mundo
actual, exhorta vehementemente a todos los sacerdotes a que, usando los medios oportunos
recomendados por la Iglesia, se esfuercen siempre hacia una mayor santidad, con la que de día en día
se conviertan en ministros más aptos para el servicio de todo el Pueblo de Dios" (PO 12).