Grupo 1 - Responsabilidad Civil Del Abogado
Grupo 1 - Responsabilidad Civil Del Abogado
Grupo 1 - Responsabilidad Civil Del Abogado
AUTORES
CURSO
DERECHO CIVIL VI
DOCENTE
PERU
2020
1
ÍNDICE
1. Introducción……………………………………………………………………………………………………3
5. Aspectos específicos de
responsabilidad…………………………………………………………..8
7. Casuistica………………………………………………………………………………………………………….x
Conclusiones…………………………………………………………………………………………………..11
Referencias bibliográficas
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I. INTRODUCCION
En los últimos años se viene advirtiendo una cierta proliferación de acciones contra Abogados
en demanda de reclamación de daños derivados de una práctica profesional negligente,
normalmente en actividades judiciales.
El presente estudio tiene como propósito el de dar cuenta del tratamiento jurisprudencial de la
responsabilidad de los Abogados frente a sus clientes, con particular atención a sus aspectos
más problemáticos, como la naturaleza de esa responsabilidad, su alcance en relación con
otros profesionales (singularmente los procuradores de los Tribunales), los casos más
frecuentes de reclamación de daños la cuantificación de éstos, etc.
En cuanto a la naturaleza de la relación del Abogado con su cliente, cabe calificarla como de
contrato de prestación de servicios, y, como tal, cae dentro del ámbito de aplicación de la Ley
26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios [LGDCU]),
particularmente en lo relativo al régimen de responsabilidad (capítulo VIII).
Aunque, por sorprendente que parezca, ese particular régimen de responsabilidad de la
LGDCU ha servido a nuestro Tribunal Supremo para objetivar la responsabilidad de los
servicios médicos, pues esta Ley estatuye, con carácter general, una responsabilidad de
naturaleza objetiva (art. 28.2). Algo que, al menos hasta ahora, todavía no ha llegado a los
Abogados, aunque las mismas razones que las esgrimidas para hacer objetivamente
responsables a los médicos avalan su aplicación al colectivo de letrados (y, en general, a todos
los prestadores de servicios).
Tratándose, normalmente, de una obligación de medios, al profesional sólo se le puede exigir
un comportamiento, no un resultado (salvo que el encargo encomendado sea de obra), y el
incumplimiento de su obligación se producirá, no por la insatisfacción del cliente en cuanto al
resultado obtenido, sino por el desarrollo de la actividad sin la diligencia requerida por la lex
artis.
En definitiva, fuera de las reglas que sobre responsabilidad contiene el capítulo VIII de la
LGDCU, para el caso de que la víctima sea un consumidor o usuario en el sentido del art. 1 de
la propia ley.
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MARCO TEORICO
LA RESPONSABILIDAD CIVIL DE LOS ABOGADOS
Antecedentes
A partir del primer año del siglo XXI se viene advirtiendo un cierto incremento de acciones
contra abogados en demanda de reclamación de daños derivados de una práctica profesional
negligente, normalmente judiciales. Este suceso no era muy recurrente hasta antes del citado
periodo donde resultaba inusual que el litigante lesionado pudiera demandar a un abogado
por causar algún tipo de daño ya sea por negligencia y por falta de profesionalidad y que estos
afectaran los intereses o patrimonio de sus defendidos.
En el año 2008, el jurista español Ricardo de Ángel Yañez realizo un estudio respecto de los
criterios adoptados por el Tribunal Supremo Español a la hora de determinar cuál fue el daño
experimentado por el cliente, lo que lleva a encontrar sentencias en las que se condena al
abogado a indemnizar al cliente, basados en cuatro supuestos muy interesantes que desarrollo
uno a uno a lo largo de todo esa investigacion.
Los abogados están sujetos a responsabilidad civil en el ejercicio de su profesión cuando por
dolo o negligencia dañen los intereses que por obligación deben cuidar. El contrato de servicio
es el vínculo que une al cliente y al abogado. Si por negligencia causa algún perjuicio en el
patrimonio o en los intereses de su representado, el abogado puede incurrir en
responsabilidad civil. Cuando el cliente considere que ha sucedido, puede acudir a los
Tribunales de justicia para pedir su resarcimiento.
Base legal
Constitución Política del Perú, Artículo 2° inciso 1.
Código Civil de 1984, artículos 1330° y 1762°
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3. NATURALEZA DE LA RELACIÓN. CONTRATO DE SERVICIOS O CONTRATO DE
OBRA
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5. ASPECTOS ESPECÍFICOS DE RESPONSABILIDAD
[ CITATION Cre05 \l 10250 ] Hasta no hace mucho tiempo todos los profesionales
liberales eran admirados y venerados por los ciudadanos. Si tras someterse a una
operación quirúrgica el paciente fallecía, siempre se acudía al destino o a la
providencia para explicar este fatídico final. Los daños eran considerados castigos
divinos, y ante esta situación, a los ciudadanos sólo les quedaba una alternativa
posible: la resignación. Sin embargo, en los últimos tiempos, la actitud de los
ciudadanos frente a los daños que sufren ha experimentado un importante cambio. La
resignación de antaño ha dado paso a una búsqueda del culpable a quien demandar y
exigir la reparación de los daños sufridos. Para conseguir este objetivo, se ha utilizado
de forma indiscriminada la institución de la responsabilidad civil, olvidando, con ello,
que la responsabilidad, lejos de ser la norma constituye la excepción, pues la misma no
ha sido concebida como una vía ordinaria de satisfacción frente a cualquier revés de la
vida.
Así, pues, los profesionales liberales han pasado de ser intocables, a destinatarios de
infinidad de demandas de responsabilidad civil. Sin embargo, este proceso ha sido
gradual. De hecho, en un principio, el mencionado fenómeno afectó tan solo a
determinados profesionales; a los médicos primero y a los arquitectos, después. Pero
durante décadas, los abogados continuaron gozando de la inexplicable inmunidad que
les protegía. Prueba de ello es que, hasta 1995, no existe una sentencia del Tribunal
Supremo español que declare de forma expresa la responsabilidad civil de estos
profesionales del Derecho. Evidentemente, la ausencia de sentencias al respecto, hasta
esta fecha, no significa que, con anterioridad, los abogados hubieran sido siempre
diligentes. Lo que realmente ocurría es que, cuando el cliente descubría que había
sufrido la negligencia de su letrado, la compañía aseguradora de la responsabilidad
civil del profesional se encargaba de arreglar la cuestión mediante un acuerdo
económico que, al venir auspiciado por la aseguradora del abogado incumplidor,
resultaba poco ventajoso para el cliente.
Además de las razones anteriores, la escasez de sentencias sobre el tema hasta hace
unos años se explica igualmente por las dificultades que plantea el propio EGAE
(principal norma corporativa reguladora de la profesión), que obliga a todo abogado,
antes de interponer cualquier tipo de acción contra un colega, a informar previamente
de ello al colegio profesional y solicitar la oportuna mediación del decano.
Por otra parte, el tipo de daños que se produce en estos casos -muchas veces de
carácter puramente económico-justifica, en cierto modo, el que las negligencias de los
abogados, ni llamen la atención de la opinión pública ni preocupen tanto a la doctrina
como la impericia de otros profesionales.
Pues bien, el cliente que descubre que los daños que ha sufrido derivan del
incumplimiento del letrado y que encuentra a otro abogado dispuesto a interponer las
acciones necesarias para exigir la reparación, todavía tendrá que probar los
presupuestos de la responsabilidad civil para conseguir que este profesional resulte
responsable civilmente. Como la obligación que normalmente compromete al jurista
frente al cliente es de medios y no de resultado, sólo podrá hablarse de
responsabilidad si en el desarrollo de su cometido el letrado no desplegó la diligencia y
habilidad técnica exigible al profesional de su condición, y ello tiene como
consecuencia un daño o perjuicio para la persona que contrató sus servicios que,
además, ha de encontrarse conectado causalmente a la actividad dañosa del
profesional. Así, de acuerdo con las normas procesales españolas (concretamente, el
artículo 217 Ley de Enjuiciamiento Civil) corresponderá al actor (en nuestro caso, el
cliente) probar los hechos constitutivos de su pretensión: esto es, el incumplimiento
del abogado, su falta de diligencia, el daño sufrido y la correspondiente relación de
causalidad. Sin embargo, la acreditación del nexo causal así como la determinación del
daño y la valoración del quantum, indemnizatorio, son cuestiones que entrañan una
gran dificultad probatoria. Tales dificultades disminuyen si lo comprometido es un
resultado y no se produce (v.gr., el abogado no concluye un dictamen en el tiempo
fijado), pues, en tal caso, corresponderá al profesional la prueba de que la inejecución
es debida a una causa extraña a él no imputable. En definitiva, en la mayoría de las
ocasiones recaerá sobre la parte más débil, el cliente, la carga de la prueba con todos
los inconvenientes que ello conlleva. Por ello, precisamente, la doctrina afirma que la
prueba de tales extremos puede llegar a convertirse en una prueba diabólica para el
cliente y, en consecuencia, en otro obstáculo a la exigencia de responsabilidad de los
profesionales del Derecho.
La anterior predicción se ha visto confirmada recientemente tanto por sentencias del
Tribunal Supremo como de las diferentes audiencias provinciales, que sitúan bajo los
amplios y difusos contornos del artículo 467.2 del CP conductas que, hasta el
momento, sólo habían provocado su responsabilidad civil: supuestos de preinscripción
o caducidad de la acción que ha de interponer el profesional (STS -sala de lo penal- de
22 de mayo de 2002); la no personación ante la audiencia, a pesar de haber sido
emplazado, dejando decaer la posibilidad de ejercer la acción penal y civil (SAP
Castellón de 18 de noviembre de 2002); la retención de la documentación entregada
para la realización de las gestiones encomendadas al abogado (SAP Vizcaya de 20 de
diciembre de 2002); la inactividad del abogado en relación con la gestión
encomendada (STS -sala de lo penal- de 5 de febrero de 2002, SAP Valencia de 1 de
julio de 2002, SAP Castellón de 18 de julio de 2003 y SAP Toledo de 27 de diciembre de
2007), etcétera.
Ello supone, pues, que, cuando el profesional del Derecho desempeñe su labor en el
seno de un despacho profesional, en caso de negligencia con consecuencias dañosas,
el cliente podrá dirigirse indistintamente contra cualquiera de los sujetos implicados
(esto es, contra el concreto profesional del que deriva tal actuación negligente, contra
cualquier otro profesional que haya participado en el asunto -v.gr., contra el director
del equipo-, o contra el despacho colectivo) o contra todos ellos a la vez, y exigirles por
entero el pago de la indemnización. La consagración de un régimen de responsabilidad
en términos tan generosos supone, no obstante, la legalización de una práctica
jurisprudencial constante y reiterada -aunque, todo sea dicho, contraria a la
presunción legal de mancomunidad que rige en las obligaciones contractuales ex
artículo 1137 del CC- de nuestro Alto Tribunal, que antes de la promulgación de la
citada ley ya apreciaba repetidamente la responsabilidad solidaria en casos como
estos.
Por otra parte, la citada ley impone a las sociedades profesionales la contratación de
un seguro que cubra la responsabilidad civil derivada del ejercicio profesional. En
definitiva, son tantas las medidas previstas en la Ley de Sociedades Profesionales a
favor de los clientes que solicitan y contratan los servicios prestados a través de
sociedades de abogados, que puede afirmarse que, en la actualidad, estas sociedades
suponen una mayor garantía para el cliente, que el tradicional profesional aislado y
particular o, en otras palabras, que el modo clásico de ejercer la profesión.
7. Casuistica
8. Daños derivados de la actuación del abogado
9. FORMAS DE CUANTIFICAR EL DAÑO CAUSADO POR EL ABOGADO
En más de treinta años de aplicación del Código Civil, no se ha podido establecer parámetros
de cómo se puede cuantificar el daño causado a los litigantes por mala praxis del letrado por
un actuar negligente ya sea con dolo o culpa para poder establecer una indemnización por el
daño causado. El tratadista colombiano François Chebas describe determinadas teorías para
determinar las formas de cuantificar el daño.
Esta teoría también se puede reflejar en la casación N° 2632-2011-Lima, donde la Sala Civil
Transitoria de la Corte Suprema de Justicia estableció que para determinar la responsabilidad
civil de los abogados en un caso específico, el juez deberá considerar la teoría de la perdida de
la chance. Esta teoría también conocida como la doctrina de la perdida de oportunidad, alude
a todos aquellos eventos en que una persona con la expectativa de conseguir un provecho o
evitar una perdida, pierde esa aspiración por el hecho o conducta de otro sujeto generando,
por un lado, la incertidumbre de saber si el efecto beneficioso se habría producido o no, y por
otro, la certeza de que se ha cercenado de modo irreversible una probable ventaja patrimonial
Según la Corte Suprema de Justicia, este hecho constituye por si mismo un daño indemnizable,
pues lo que realmente se priva a la víctima con esta teoría es la esperanza u oportunidad de
conseguir un resultado favorable. También considera que corresponderá al juez, en el
supuesto caso de responsabilidad civil de un abogado que actuó negligentemente, fijar si la
posibilidad perdida constituyo una probabilidad cierta, fundada y suficiente. Por lo que aun
cuando la estimación del daño pudiera resultar dificultosa, su apreciación responderá a la
determinación prudente que el magistrado efectué con arreglo a las circunstancias del caso.
Concluyendo que solo podrá hablarse de responsabilidad civil del abogado, si en el desarrollo
de su cometido el letrado no desplego la diligencia y habilidad técnica exigible al profesional
de su condición y, como consecuencia de ello, se produjo un daño en la persona que contrato
sus servicios.
9.2. JUICIO DE PROSPERABILIDAD, O JUICIO DEL JUICIO
El autor de la teoría de la perdida de la oportunidad señala que va de la mano de los
planteamientos que establece la presente teoría, una y otra con elementos propios, pero
ambas complementarias con el propósito de establecer o determinar el monto indemnizable
en asuntos de responsabilidad profesional del abogado. Si bien es cierto la aplicación y
materialización del principio de la perdida de la oportunidad o juicio de juicio, mejora y si se
quiere, aclara el panorama, para el establecimiento o la determinación de una aproximada
adecuación de la relación causal entre la conducta contractualmente reprochable del abogado
y el daño a la postre indemnizable, que conduzca a una tasación objetiva de daño, por lo
menos con mayor aproximación.
El destacado profesor colombiano analiza la siguiente hipótesis: Imaginese que la falta del
abogado fue la omisión del recurso de apelación frente a una sentencia desfavorable a su
mandante, así las cosas el abogado dejo vencer el termino y la sentencia desfavorable a los
intereses de su cliente de que su proceso y el fallo contrario a sus interese fuera revisado y
eventualmente revocado por el Superior en trámite de la segunda instancia.
Se ha planteado en algunos espacios académicos, que el solo paso del tiempo que tardaría en
resolverse el recurso en segunda instancia, ya sería un daño cierto para el afectado con el fallo
desfavorable en ´primera instancia.
El autor ilustra didácticamente en un típico caso colombiano. “Imaginémonos por ejemplo en
un contrato de arrendamiento de local comercial, con costo elevado de prima, posicionamiento
y acreditación del comerciante, ocupación del inmueble arrendado por varios años, y en el
proceso se dicte sentencia de primera instancia ordenando la restitución del inmueble a su
propietario. De haberse apelado la sentencia, es claro que no tendríamos la certeza de que
fuera revocada en segunda instancia, lo que vulnera es la posibilidad, pero dicha apelación, en
términos procesal oportuno, habría permitido al vencido en el proceso, su uso por lo menos
durante un año, tiempo promedio de duración de la segunda instancia, lo cual implicaría, por
desfavorable que fuera la sentencia, esto es, no obstante se ratificara la de primera instancia,
que ese comerciante habría tenido el uso, administración y explotación económica por un
tiempo más, pero al verse obligado al cumplimiento apremiante de la sentencia y su
consecuente entrega, ello le generara grandes perjuicios, expresados en daño emergente y
lucro cesante, representado en la necesidad de desmontar su negocio, ubicarse en otro lugar
diferente, los gastos de adecuación, de trasteo y el tiempo que tendrá que sacrificar de
ingresos por su inactividad, que de haber apelado la decisión lo habría legitimado para
permanecer allí por un tiempo adicional considerable, lo cual le habría permitido ubicarse con
tiempo, planeando su nueva ubicación y realizando los traslados si mayores traumatismos, por
ello, el solo espacio de tiempo que tardaría el trámite de la segunda instancia, podría
catalogarse como un daño cierto y determinado”
9.4.DAÑO MORAL
Finalmente se esboza la cuarta teoría tendiente a sustentar el monto indemnizable frente a la
negligencia del abogado. Se trata de indemnizar al perjudicado, a la víctima del descuido del
abogado con topes relativos a la tasación del daño moral. Se plantea que el mandante por lo
menos ha sufrido un daño moral, una tristeza, angustia o depresión por el hecho de habérsele
negado una importante oportunidad procesal, como cuando no se apela la sentencia que le
fue desfavorable, por la terminación anticipada de su causa a raíz de una perención,
desistimiento tácito, una sanción por inasistencia la audiencia de conciliación, etc. Es decir,
esta teoría plantea que ante la dificultad probatoria de la relación causal entre el
incumplimiento del profesional y el daño, es procedente afirmar que este mandante por lo
menos estará afectado personal e íntimamente en su estado de ánimo por la negligencia
profesional, sin entrar a analizar las posibilidades o no que tendría la acción con las teorías de
la perdida de la oportunidad o con el análisis del juicio de prosperabilidad.
Hipótesis
Los abogados que egresan de las universidades nacionales y privadas no están bien formados
tanto en conocimiento, técnica y no cuenta con una formación ética sólida. No son
competitivos, defienden materias que no dominan (mala praxis de la profesión), generando
con ello una defensa irresponsable, una defensa no técnica. Entonces la defensa negligente e
irresponsable trae como consecuencia que se vean inmerso en una responsabilidad civil.
La cuantificación del daño generado por el abogado frente a su cliente debido a su falta de
diligencia, preparación, falta de idoneidad para un proceso especifico entre otros; es un tema
bastante sensible que aún no existe mucha jurisprudencia en nuestro país sobre el particular.
Esta valoración será de competencia del juez para lo cual deberá considerar la teoría de la
perdida de la chance y ordenar que el abogado indemnice a su litigante por su responsabilidad
civil frente a éste. La indemnización está en proporción a las lesiones e intereses afectados que
el agraviado tiene que probar.
https://www.asociacionabogadosrcs.org/doctrina/responsabilidadAbogadosTribunalSuprem
o.pdf
http://repositorio.usfq.edu.ec/bitstream/23000/894/1/98227.pdf
REFERENCIA
https://www.asociacionabogadosrcs.org/doctrina/responsabilidadAbogadosTribunalS
upremo.pdfA
Ángel Blasco Pellicer, A. S. (2012).