Plusvalía
Plusvalía
Plusvalía
Plusvalía y
Capitalismo
Profesor: Integrantes:
Reinaldo Carpio Osmery Fajardo
Luis Díaz
Marbelys Bastardo
INTRODUCCIÓN.........................................................................................................4
PLUSVALÍA (ECONOMÍA)........................................................................................5
Capitalismo................................................................................................................8
LA TASA DE GANANCIA........................................................................................11
Economía Clásica....................................................................................................17
CONCLUSIONES.......................................................................................................29
ii
BIBLIOGRAFÍA.........................................................................................................30
iii
INTRODUCCIÓN
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PLUSVALÍA (ECONOMÍA)
El concepto de plusvalía, tal como reconoce Karl Marx en sus escritos, fue
tomado del economista clásico David Ricardo. A su vez, podemos decir que, David
Ricardo había tratado de perfeccionar el concepto acuñado por Adam Smith. No
obstante, quién desarrolló el concepto tal y como lo conocemos en la actualidad, fue
Karl Marx. Marx trabajó el concepto hasta distinguir entre ‘fuerza de trabajo’ y
‘trabajo’. Este hecho facilitó enormemente la explicación eficaz de la plusvalía. El
concepto de plusvalía constituye un término fundamental en su teoría del ‘Valor-
Trabajo’. Marx también explicó que el capitalista es capaz de acrecentar la intensidad
de la explotación a través de la maximización de la ‘plusvalía absoluta’. Bien,
tratando de extender la jornada laboral. O, bien por medio de la ‘plusvalía relativa’, es
decir, disminuir la cantidad de obreros.
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¿CÓMO SE CALCULA LA PLUSVALÍA?
Una de las principales novedades del desarrollo del concepto por parte de
Marx, fue la formulación matemática del problema. Es decir, una fórmula que
permite calcular la cantidad de la plusvalía. Intuitivamente, la plusvalía se calcula
como el resultado de restar a los beneficios los costes de producción. Así pues la
fórmula sería la siguiente:
Además Marx descompone los siguientes valores para desarrollar su teoría del
valor trabajo:
La fórmula es:
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EJEMPLO DE CÁLCULO DE LA PLUSVALÍA
Supongamos que existe una empresa que dedica 80 dólares a maquinaria (c),
50 dólares a los salarios de los trabajadores (v) y vende sus mercancías por 150
dólares (ingresos). Entonces la plusvalía es:
Como todo concepto, el término desarrollado por Karl Marx, tiene ventajas y
desventajas. Es decir, economistas que están a favor de su teoría y otros en contra. No
obstante, es importante indicar que la teoría de Marx ha evolucionado. Hay que tener
en cuenta, para valorarla correctamente, la época en la que se escribió.
Puede que el empresario, por asumir el riesgo, merezca esa plusvalía pero
habría que controlarla. Algunos economistas defienden que el beneficio que obtienen
los empresarios es excesivo. Y que, por tanto, deberían retribuir mejor a sus
trabajadores. Entre los más afines a su teoría, defienden que no debería existir tal
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beneficio en favor de los empresarios. Las empresas deberían retribuir a sus
trabajadores exactamente por el valor de lo que producen. Supone un antes y un
después en la teoría económica. Tanto es así que en la actualidad se siguen
desarrollando trabajos al respecto. Entre las críticas negativas podemos encontrar:
Capitalismo
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mecanismo para llevarlo a cabo. Por ello, cree necesario promover la propiedad
privada y la competencia.
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De acuerdo a estas bases los miembros del espectro económico operan de
acuerdo a la búsqueda de su propio interés y la maximización de sus
beneficios acumulando y empleando capital para ello. Alternativamente, los
trabajadores que participan en el sistema aportando mano de obra reciben en
contraprestación un salario u otros tipos de retribución que satisfaga su
utilidad y les permita hacerse con los bienes o servicios que requieran.
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desempeño es únicamente alimentar e hidratar a las unidades productivas “las
gallinas”, para posteriormente recolectar los huevos, a veces son sometidos a realizar
trabajos extras, como por ejemplo conducir una unidad, a veces también son sobre
explotados trabajando en horarios fuera del estipulado.
LA TASA DE GANANCIA
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no trabajadores lo que convierte a los trabajadores en asalariados, y a los no
trabajadores en capitalistas.
Pese a que sólo la parte variable del capital crea plusvalor, lo crea con la
condición de que también se adelanten las otras partes, las condiciones de producción
del trabajo. Puesto que el capitalista sólo puede explotar el trabajo mediante el
adelanto del capital constante y como sólo puede valorizar el capital constante
mediante el adelanto del capital variable, uno y otro coinciden en forma equitativa en
su representación, y ello tanto más por cuanto el grado verdadero de su ganancia está
determinado no por la relación con el capital variable, sino con el capital global, no
por la tasa del plusvalor, sino por la tasa de la ganancia, la cual, como veremos, puede
seguir siendo la misma pero no obstante expresar diferentes tasas del plusvalor.
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ampliada parte de la plusvalía se capitaliza, es decir, se une al capital activo y se
emplea para aumentar el volumen de la producción.
• Propiedad privada, que permite a las personas poseer bienes tangibles, como tierras
y viviendas, y activos intangibles, como acciones y bonos.
• Interés propio, por el cual las personas persiguen su propio bien, sin considerar las
presiones sociopolíticas. No obstante, el comportamiento descoordinado de esos
individuos termina beneficiando a la sociedad como si, según aseveró Smith en 1776
en La riqueza de las naciones, estuviera conducido por una mano invisible.
• Competencia, la cual, gracias a la libertad de las empresas para entrar y salir de los
mercados, maximiza el bienestar social, es decir: el bienestar conjunto de productores
y consumidores.
• Un mecanismo de mercado que determina los precios de forma descentralizada
mediante interacciones entre compradores y vendedores; los precios, a su vez,
asignan recursos, que naturalmente buscan la mayor recompensa, no solo por los
bienes y servicios sino también por los salarios.
• Libertad de elección con respecto al consumo, a la producción y a la inversión: los
clientes insatisfechos pueden comprar productos diferentes; los inversores, emprender
proyectos más lucrativos, y los trabajadores, dejar su empleo por una mejor
remuneración.
• Intervención limitada del Estado, para proteger los derechos de los ciudadanos
privados y mantener un entorno ordenado que facilite el correcto funcionamiento de
los mercados.
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Las diversas formas de capitalismo se distinguen por el grado en que
funcionan esos pilares. En las economías de libre mercado, o de laissez-faire, los
mercados operan con escasa o nula regulación. En las economías mixtas, donde se
combinan los mercados y el Estado, los primeros tienen un papel dominante, pero
están regulados en mayor medida por el segundo, para corregir sus fallas, como la
polución y la congestión de tránsito; promover el bienestar social, y por otras razones,
como la defensa y la seguridad pública. Actualmente predominan las economías
capitalistas mixtas.
Todas las cosas útiles, como el hierro, el papel, etc., pueden considerarse
desde dos puntos de vista; el de la calidad y el de la cantidad. Cada una es un
conjunto de diversas propiedades y, por lo tanto, puede resultar útil en distintos
aspectos. El descubrimiento de tales aspectos diversos y, al mismo tiempo, de los
diferentes usos de las cosas es un hecho histórico. Lo mismo sucede con el
descubrimiento de medidas sociales para la cantidad de los objetos útiles. La
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diversidad de estas medidas de las mercancías tiene su origen, en parte, en la diversa
naturaleza de los objetos a medir, y en parte, en la convención.
La utilidad de una cosa hace de ella un valor de uso. Pero esta utilidad no es
algo vago e impreciso. Está determinada por las propiedades materiales de la
mercancía y no puede existir sin ella. En consecuencia, la materialidad misma de la
mercancía, el hierro, el trigo, el diamante, etc., es un valor de uso. Y no es el mayor o
menor trabajo que le cuesta al hombre apropiarse de sus cualidades útiles lo que le da
ese carácter. Al referirse a valores de uso; se les supone siempre en una cantidad
determinada; por ejemplo, una docena de relojes, un metro de tela, una tonelada de
hierro, etc. Los valores de uso de las mercancías suministran los materiales para un
conocimiento particular, el de la ciencia comercial. Los valores de uso no se hacen
efectivos más que en el uso o en el consumo. Constituyen la materia de la riqueza,
cualquiera que sea la forma social de ésta. En la sociedad que tenemos que estudiar
son al mismo tiempo los soportes materiales del valor de cambio.
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Tomemos ahora dos mercancías; por ejemplo, trigo y hierro. Sea cual fuere su
relación de cambio, siempre podrá representarse mediante una ecuación en que una
cantidad dada de trigo se considere igual a una cantidad cualquiera de hierro; por
ejemplo, un quarter de trigo = x kilogramos de hierro. ¿Qué significa esta ecuación?
Significa que dos objetos diferentes, un quarter de trigo y x kilogramos de hierro,
tienen algo en común. Por lo tanto, ambos son semejantes a un tercero, que no es ni el
uno ni el otro. Cada uno de ellos, en cuanto valor de cambio, debe ser reducible al
tercero, independientemente del otro.
Este algo común no puede ser una propiedad natural cualquiera, geométrica,
física, química, etc., de las mercancías. Sus cualidades sólo interesan en la medida
que les dan una utilidad que las convierte en valores de uso. Pero, por otra parte, es
evidente que al cambiar las mercancías se hace abstracción de su valor de uso y que
toda relación de cambio está caracterizada por esta abstracción. En el cambio, un
valor de utilidad vale justamente tanto como otro cualquiera, siempre que se halle en
la proporción apropiada. O, como dice el viejo Barbon: "Una clase de mercancía vale
tanto como otra cuando su valor de cambio es igual; no existe ninguna diferencia,
ninguna distinción entre cosas que tienen el mismo valor de cambio".
Como valores de uso, las mercancías tienen ante todo cualidades distintas;
como valores de cambio, sólo se diferencian por la cantidad.
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Dejando a un lado el valor de uso de las mercancías, sólo les queda una
cualidad, la de ser productos del trabajo. Pero el producto del trabajo ya ha sido
metamorfoseado sin nosotros saberlo. Si hacemos abstracción de su valor de uso, al
mismo tiempo desaparecen todos los elementos materiales y formales que le daban
este valor. Ya no es, por ejemplo, una mesa, una casa, hilo o un objeto útil cualquiera;
tampoco es ya el producto del trabajo del tornero, del albañil o de cualquier otro
trabajo productivo determinado. Con los caracteres útiles particulares de los
productos del trabajo, y al mismo tiempo que ellos, desaparecen el carácter útil de los
trabajos en ellos encerrados y las diversas formas concretas que distinguen unos tipos
de trabajo de otros. Por lo tanto, ya no queda más que el carácter común de estos
trabajos; todos se reducen al mismo trabajo humano, a un gasto de fuerza humana de
trabajo, siendo indiferente la forma concreta en que dicha fuerza haya sido gastada.
La cuestión del valor es una de las que más debates suscitó al interior de la
discusión económica, en la medida que una gran cantidad de los estudiosos de la
materia partieron su análisis preguntándose cuál era el motivo por el que las personas
decidían trabajar, e intercambiar el producto de su trabajo por otros bienes. Toda la
discusión respecto a la teoría del valor trae consigo una serie de controversias que
llegan hasta el hueso de la economía, y que muchas veces tienen aristas relacionadas
con la filosofía.
Economía Clásica
La teoría económica clásica, fundamentada por Adam Smith a finales del siglo
XVIII supone que el trabajo es la calidad de medida exacta que cuantifica el valor.
Los cambios de valor en los bienes existen, pero detrás de ellos está invariablemente
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el trabajo depositado en ellos para su transformación, que es el patrón definitivo e
invariable del valor.
La teoría marxista, una de las más importantes del siglo XIX, tiene como
consideración particular una mirada sin precedentes del valor. Es que la doble visión
que tiene el valor en esta teoría es el de satisfacer una necesidad, a la vez que
pertenecer a un cúmulo de mercancías, el cúmulo de la totalidad de la producción
humana que no es homologable entre sí y que pasa a serlo a partir de poseer algo en
común, que es el trabajo humano encerrado en la producción de todos los bienes, en
particular el trabajo humano abstracto, pues ya no tiene que ver con el producto en
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cuestión, socialmente necesario. La objetivación de la presencia de trabajo en todos
los bienes es fundamental para la conclusión posterior de Marx, y la teoría de la
plusvalía.
Así las cosas, fueron diferentes las visiones del valor que se dieron a lo largo
de la historia.
El valor de cambio de una prenda de vestir oscila a lo largo del año y respecto
de las modas, aunque el trabajo depositado en ella es igual permanentemente.
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El valor de uso de una máquina es la capacidad de producir sin desgastarse.
El valor de uso de una computadora será diferente para un niño, que para un
desarrollador de Software.
Los productos como las pinturas determinan su valor respecto a la utilidad que
hicieran los conocedores, siendo su valor de cambio diferente según el observador.
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estas excrecencias, no son una distorsión del capitalismo contemporáneo sino, al
contrario, el medio para que funcione plenamente, la esencia del mismo: la búsqueda
del máximo beneficio de unos pocos a costa de la explotación de los trabajadores y
las trabajadoras de todo el planeta.
Esta crisis, por lo tanto, afecta a los fundamentos mismos del capitalismo: el
desplome de Wall Street es comparable a lo que representó, en el ámbito geopolítico,
la caída del muro de Berlín. La exclusiva propiedad de los medios de producción en
manos de unos pocos, el voraz afán de lucro, la especulación sin freno, que
caracterizan esencialmente a este modelo, que rigen nuestras vidas y relaciones
laborales, es lo que provoca la crisis que hoy vivimos. Recuérdese la afirmación del
inversor multimillonario y primera fortuna del mundo Warren Buffet: «existe, y es un
hecho, una guerra de clases; sólo que es una clase, la clase de los ricos, la que dirige
el baile; y esta guerra la estamos ganando» (New York Times del 26-XI-06).
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vez, la verdadera crisis estructural sistémica del capitalismo. La continuación del
modelo de desarrollo de la economía real, tal y como lo venimos conociendo, así
como el del consumo en los países enriquecidos que le va emparejado, se ha vuelto
una verdadera amenaza para el porvenir de la humanidad y del planeta (Amin, 2008).
Por eso el capitalismo no se puede humanizar porque es, en sí mismo, injusto e
inhumano.
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A partir de los años ochenta, con el neoliberalismo, el sector productivo tendió
a crecer cada vez menos; el sector financiero especulativo se volvió dominante y se
convirtió en el centro de la actual crisis económica, financiera, política, social, militar
y cultural. A la vez estamos próximos al agotamiento de recursos energéticos y
vitales cada vez más escasos, como el petróleo, el agua o los recursos minerales. Por
otro lado, se produce una competencia entre biocombustibles y alimentos por el uso
de la tierra, lo que encarece la producción de los últimos. Está claro que se trata de
una crisis estructural y no solamente coyuntural, pero, además, de una crisis de la
civilización que exige un replanteamiento de parámetros al que la lógica del
capitalismo no puede responder.
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inmediatamente después administra de manera privada, lejos de la Bolsa y sus normas
coactivas, sin tener que rendir cuentas a accionistas puntillosos. Adquieren una
empresa que vale 100; el fondo pone 30 de su bolsillo y pide prestados a los bancos
70, aprovechando tipos de interés muy bajos. Durante tres o cuatro años «reorganiza»
la empresa, reduciendo el empleo, comprimiendo los salarios, aumentando los ritmos
y deslocalizando; capta toda o parte de las ganancias para pagar los intereses…, de su
propia deuda. Después de lo cual, revende la empresa a 200, por lo general a otro
fondo que hará lo mismo. Una vez devueltos los 70 en préstamo, le quedan 130 en el
bolsillo, por una puesta inicial de 30, es decir, más del 300% de tasa de retorno sobre
inversiones en cuatro años (Ramonet, 2008).
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inyecciones de dinero, extraído mágicamente de los impuestos de los contribuyentes,
en un intento por evitar el colapso de los más grandes bancos y empresas, principales
responsables de la crisis. En un mundo en el que se aseguraba que no hay dinero para
las pensiones, para el seguro de desempleo, para la educación, para la sanidad, ahora
resulta que sí que hay dinero, que éste fluye por encanto. Hace unos meses, el anterior
presidente de EEUU, Bush, se negó a firmar una ley que ofrecía cobertura médica a
nueve millones de niños y niñas pobres por un coste de 4.000 millones de euros. Lo
consideró un gasto inútil. Después, para salvar a los rufianes de Wall Street nada le
parecía suficiente. En otras palabras: dinero público para bancos privados que lo
prestarán a interés, entre otros, a los demás bancos privados… Se ofrece a los
inversores potenciales que le presten dinero al Estado (mediante interés) para que el
Estado lo devuelva a los bancos. ¡El Capital se ha quedado con los ahorros, y ese
dinero se presta al Estado para reflotar al Capital! El capital siempre gana.
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«deslocalizan» a países donde las condiciones laborales son todavía más degradantes
e infrahumanas? Como ya advertía Kenneth Galbraith (1992) «cuando se trata de los
empobrecidos, la ayuda y el subsidio del gobierno resultan sumamente sospechosos
en cuanto a su necesidad y a la eficacia de su administración a causa de sus efectos
adversos sobre la moral y el espíritu de trabajo. Esto no reza, sin embargo, en el caso
del apoyo público a quienes gozan de un relativo bienestar. No se considera que
perjudique al ciudadano el que se salve de la quiebra a un banco. Los relativamente
opulentos pueden soportar los efectos morales adversos de los subsidios y ayudas del
gobierno; pero los pobres no».
La supuesta devoción por el laissez faire, por el dogma del «libre mercado»,
esa religión fanática predicada por los neoliberales, desaparece cuando los intereses
de los beneficiarios de la globalización se hallan en peligro. Las operaciones de
rescate han llegado a niveles inimaginables que se miden por millones de millones de
dólares (trillones), muchísimo más de lo que han costado, desde 2001, las invasiones
de Afganistán y de Irak. Las autoridades acuden al rescate de los «banksters»
(«banqueros gánsteres»): es el socialismo para los ricos y el capitalismo salvaje para
los pobres. Tales intervenciones monetarias agregan más volatilidad al sistema e
incrementan la incertidumbre, profundizando aún más la crisis. Esto implica que en el
futuro tales emisiones de dinero tratarán de ser respaldadas con una mayor
transferencia de riqueza real desde los países empobrecidos, desde las clases
trabajadoras y medias de los países del norte, por la vía de diferentes mecanismos,
incluyendo la amenaza o la imposición militar para sostener el poder económico de la
elite de los países ricos y, en particular, de Estados Unidos.
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financieros, rebajas fiscales y subvenciones, encauzando hacia ellas el dinero de los
impuestos de la ciudadanía. Por eso más que hablar de «rescate de bancos o del
sistema», habría que calificarlo de «botín de piratería’: fruto del abordaje y del
saqueo consentido de las arcas públicas por parte del gran capital.
Hemos recibidos varias consultas sobre la diferencia que pueda existir entre
un bien y una mercancía. Es una consulta un tanto curiosa y que por lo sencilla,
resulte quizás un tanto complicado de explicar. Pero como de costumbre, trataremos
de resolver estas inquietudes sencillas, puesto que aquí tratamos de escribir para
quienes tienen pocos conocimientos y no para eruditos. Empecemos por definir que
es un bien en economía o en términos económicos:
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una mercancía, puesto que se considera mercancía, sólo aquel bien destinado para la
venta, para ser comercializado.
Se puede dar el caso por ejemplo, que un mismo bien sea activo y mercancía.
Supongamos una empresa que vende televisores (su objeto social es la venta de
televisores), pero decide que uno de los televisores lo colocará en una esquina del
almacén para que los empleados y clientes observen los partidos de fútbol. Es este
caso, el televisor que se cuelga en la esquina no es una mercancía puesto que no está
para la venta, sino que su se ha destinado para ser utilizado por la empresa, en tanto
que los demás televisores que si se van a vender siguen siendo una mercancía. Bien
es cualquier activo u objeto para ser utilizado por la empresa. Mercancía es cualquier
activo u objeto para ser vendido por la empresa.
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CONCLUSIONES
Entre más elevado sea el nivel de la plusvalía más será la ganancia del
capitalista, es decir, en cuanto más intensa y profunda sea la explotación de la fuerza
de trabajo, asimismo, entre más mínimo sea el salario con el que se le retribuya a los
obreros, la plusvalía será más elevada.
Para Marx, la plusvalía juega un papel más importante que los medios de
producción y el grado de tecnificación que puedan poseer los instrumentos de
producción y los bienes inmuebles o infraestructura en donde se producen.
En la medida en que el tiempo necesario para producir el valor del trabajo, sea
en un porcentaje menor que el tiempo excedente, en esa proporción será el nivel de
explotación.
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BIBLIOGRAFÍA
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