Revista No.5

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El
CÓDIGO
PROCESAL
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15
ENMP
Investigación y Análisis
Revista del
Instituto de Educación Superior
Escuela Nacional del Ministerio Público
ENMP
Investigación y Análisis

Instituto de Educación Superior


Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5
Julio-Diciembre de 2016
Santo Domingo, República Dominicana
ENMP Investigación y Análisis
Revista del Instituto de Educación Superior
Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 /Julio-Diciembre de 2016

ISSN 2221-6812

Notas institucionales:
María Olivares,
directora de Comunicaciones

Fotografías de interior:
Santo Collado,
fotógrafo

© Instituto de Educación Superior Escuela Nacional del Ministerio Público


Socorro Sánchez 156, Gascue
Tel. 809-682-2131
Santo Domingo, República Dominicana
www.enmp.edu.do / Twitter e Instagram: @EscuelaMP
Facebook: Escuela Nacional Ministerio Público

Permitida la reproducción para fines no comerciales a condición de citar la


fuente.

Las opiniones emitidas en el presente documento son responsabilidad exclu-


siva de los autores.

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ENMP Investigación y Análisis
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CONSEJO ACADÉMICO CONSEJO CONSULTIVO

Jean Alain Rodríguez, Ramón Emilio Núñez,


procurador general de la República, exdirector de la Escuela Nacional del Minis-
presidente terio Público (Rep. Dom.)

Gladys Esther Sánchez Richiez, Aura Celeste Fernández,


rectora del IES-ENMP, secretaria exdirectora de la Escuela Nacional del Minis-
terio Público (Rep. Dom.)
José de los Santos Espinal Beato,
procurador general de Medio Ambiente, Rafael Blanco Suárez,
miembro decano de la Facultad de Derecho de la Uni-
versidad Alberto Hurtado (Chile)
José Aníbal Carela,
procurador fiscal del Distrito Judicial de Alberto Binder,
Moca, miembro miembro del Consejo Asesor del Instituto de
Estudios Comparados en Ciencias Penales
Miguel Surún Hernández, (Argentina)
presidente del Colegio de Abogados de la
República Dominicana, miembro Samuel Vuelta-Simon,
fiscal de Bayona (Francia)
Antonio Medina Calcaño,
decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas Manuel Miranda Estrampes, fiscal del
y Políticas de la Universidad Autónoma de Tribunal Constitucional (España)
Santo Domingo (UASD), miembro
Luis Ramírez,
Servio Tulio Castaños Guzmán, vicepresidente de la Junta Directiva del Ins-
vicepresidente ejecutivo de la Fundación tituto de Estudios Comparados en Ciencias
Institucional y Justicia (FINJUS), miembro Penales (Guatemala)

Juan Manuel Guerrero, Paula Ramírez Barbosa,


jurista, miembro Procuraduría General de la Nación
(Colombia)
CONSEJO EDITORIAL EQUIPO EDITORIAL

Gladys Esther Sánchez Richiez, Nora Paulina Urbaez Sena,


directora del Consejo directora del equipo

María Olivares, Julio Paredes Despradel,


miembro asistente de Dirección

Heidy Betances Solis, Modesto Cuesta Soriano,


miembro diagramación y corrección de estilo

Yanit Pujols Casado,


miembro

Cristóbal Rodríguez,
miembro

Nora Paulina Urbaez Sena,


secretaria

ENMP Investigación y Análisis


8 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
CONTENIDO

Prólogo 13
Editorial 17

Contribuciones nacionales

La ejecución de la pena a la luz de la reforma al


Código Procesal Penal 23
Rafael A. Báez
Resumen 25
Introducción 27
I. Artículos reformados 28
Conclusión 44
Referencias 45

El procedimiento penal abreviado en el sistema


procesal penal dominicano 47
Dante Castillo
Resumen 49
Introducción 51
I. Constitucionalidad del procedimiento penal abreviado 55
II. Régimen de aplicación del procedimiento penal
abreviado 55

ENMP Investigación y Análisis


Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público 9
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
III. Naturaleza de la sentencia 60
Conclusiones 62
Referencias 63

Origen del derecho al recurso 65


Julio Cury
Resumen 67
Introducción. Un derecho fundamental 69
I. Origen del derecho al recurso 71
II. Tipo de recurso 77
III. Sentido del derecho al recurso. Falibilidad humana 81
IV. La coletilla “de conformidad con la ley”.
¿Ley orgánica u ordinaria? 84
V. Los artículos 303 y 304 del Código Procesal Penal.
Violación a los principios de igualdad y razonabilidad 89
VI. El párrafo III del artículo 149 de la Constitución 96
VII. Los criterios del TC 100
Conclusión 102
Referencias 104

Conceptos y valoración de la prueba 105


Amado José Rosa
Resumen 107
Introducción 109
I. Concepto y valoración de la prueba 111
Conclusiones 121
Referencias 123

Los delitos económicos desde el enfoque de la


estructura estricta de la teoría del delito 125
Francisco Manzano Rodríguez
Resumen 127
Introducción 129
I. Estructura elemental de la teoría del delito 131
II. Concepción plural de los delitos económicos 133

ENMP Investigación y Análisis


10 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
III. Las personas jurídicas a la luz de la teoría del delito:
incapacidad de acción 134
IV. La tensión entre el delito económico
y la teoría del delito 137
V. Nuevos enfoques paradigmáticos de derecho penal
económico en la teoría del delito 140
Conclusión.
Algunas instituciones de la teoría del delito ante el
derecho penal económico 142
Referencias 144

La naturaleza jurídica del recurso de apelación


penal a la luz de la modificación del
Código Procesal Penal 147
Carlos Ramón Salcedo Camacho
Resumen 149
Introducción 151
I. Breve reseña sobre los recursos en el derecho penal 152
II. El recurso de apelación penal actual 155
III. Relación entre el recurso de apelación y el recurso
de casación 163
Conclusión 165
Referencias 166

Contribuciones internacionales

La Comisión de la Verdad en Colombia 169


Baltasar Garzón Real
Introdución 171
Comisiones de la verdad 172
Retos de la Comisión de la Verdad en el sistema
integral previsto en el proceso de La Habana 175
Comisión de la Verdad y Jurisdicción Especial para la Paz 177
El riesgo de revictimización 178
El papel de las víctimas 179

Contenido 11
Construcción de la memoria colectiva 181
Seguimiento, difusión y cumplimiento de las conclusiones
y recomendaciones 182
Reconciliación 183
Conclusiones 184
Referencias 186

Notas institucionales

Delegación de República Dominicana participó


en formación en Corea del Sur 189

Delegación del Ministerio Público dominicano participó


en la formulación de programas de capacitación dirigido
a fiscales de Centroamérica 192

Instituto de Educación Superior Escuela Nacional


del Ministerio Público impartió diplomado sobre
procedimiento constitucional 194

IES-ENMP realizó jornada de litigación oral 196

ENMP- PACAM impartieron diplomado sobre violencia


intrafamiliar: Abordaje integral de los sistemas abusivos” 197

Normas para la presentación de ensayos 200

ENMP Investigación y Análisis


12 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
PRÓLOGO

Jean Rodríguez
Procurador General de la República

Presentarles en esta ocasión la


Revista ENMP Investigación y Aná-
lisis, correspondiente al período
julio-diciembre de 2016, reviste
un gran honor para este humilde
servidor. Esta edición, dedicada
al abordaje de temas puntuales
sobre la reciente reforma al Códi-
go Procesal Penal de la República
Dominicana, a la luz de la Ley
núm. 10-15, pretende fomentar el
intercambio de ideas y explorar el
impacto de las modificaciones de
la citada norma en los procesos
penales del sistema de justicia
dominicano.

Para esta entrega nos enorgullece contar con un despliegue de opi-


niones provenientes de profesionales avezados en la materia penal,
tanto en el ámbito nacional como internacional. Así encontrarán, en
orden de aparición, artículos de la autoría de los siguientes exposito-
res: Rafael A. Báez, abogado y juez del Tribunal Superior de Tierras

ENMP Investigación y Análisis


Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público 13
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
del Departamento Central, ex juez de Ejecución de las Penas de la
provincia Santo Domingo; Dante Castillo, abogado y procurador fiscal
titular de la provincia Azua; Julio Cury, abogado experto en derecho
civil y derecho constitucional; Amado José Rosa, procurador general de
corte adscrito al Instituto de Educación Superior Escuela Nacional del
Ministerio Público en calidad de subdirector; Francisco Manzano Ro-
dríguez, abogado especialista en derecho constitucional; Carlos Ramón
Salcedo Camacho, abogado especialista en derecho penal económico;
y Baltasar Garzón Real, reconocido jurista español y exjuez del Juzgado
Central de Instrucción núm. 5 de la Audiencia Nacional de España.

El contenido de esta edición abarca temas relevantes para el ejercicio


diario del derecho penal que son de gran interés para todas las partes
del proceso. En este tenor, se analizan aspectos como la ejecución de la
pena a la luz de la reforma al Código Procesal Penal, el procedimiento
penal abreviado en el sistema procesal penal dominicano, el origen
del derecho al recurso, conceptos y valoración de la prueba; los deli-
tos económicos desde el enfoque de la estructura estricta de la teoría
del delito, y la naturaleza jurídica del recurso de apelación penal a la
luz de la modificación del Código Procesal Penal. A esto se añade un
interesante artículo sobre la Comisión de la Verdad en Colombia, que
desmenuza una figura que ha sido utilizada en toda América Latina
para restaurar la paz social luego de conflictos caracterizados por abusos
prolongados en materia de derechos humanos.

Por último, fueron incluidas las notas institucionales del IES-ENMP,


en las que documentamos algunas actividades relevantes que fueron
desarrolladas en el período julio-diciembre del año 2016, tanto en el
orden académico como en el intercambio interinstitucional de me-
todologías y buenas prácticas; enriqueciendo así el buen ejercicio de
los miembros del Ministerio Público en sus tareas de persecución de
la criminalidad.

ENMP Investigación y Análisis


14 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Sin lugar a dudas, esta edición de la Revista ENMP Investigación y Análisis
constituye un aporte importante al debate de las opiniones jurídicas
en República Dominicana y por qué no, de quienes en otras latitudes,
deseen conocer las ideas y transformaciones que experimenta en la
actualidad el sistema de justicia dominicano.

Prólogo
15
Jean Rodríguez
EDITORIAL

Gladys Esther Sánchez Richiez


Rectora

L a reforma procesal penal formó


parte de la ola de cambios que vivió
el sistema de justicia dominicano, que
tuvo inicio a finales de los años noventa
cuando comenzó la reforma judicial.
Una de las necesidades detectadas fue
el cambio del sistema de instrucción
criminal imperante en ese entonces,
contenido en el Código de Procedi-
miento Criminal de 1884, que provo-
caba prácticas inquisitivas, arbitrarias
y altamente formalizadas, que reñían
con el debido proceso.

Como consecuencia de esta decisión política fue creado un nuevo


sistema procesal penal de corte acusatorio adversarial, donde los ro-
les de los actores y sujetos procesales quedaron definidos de manera
sencilla; el Ministerio Público asumió la facultad de investigar y perse-
guir los delitos, los abogados de asumir la defensa de los derechos de
las personas imputadas y los jueces el conocimiento y las decisiones
respecto de los casos sometidos a su consideración.

ENMP Investigación y Análisis


Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público 17
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
No cabe duda de que el Código Procesal Penal o Ley núm. 76-02,
implicó un cambio trascendente para instaurar un sistema de justi-
cia penal inspirado en los principios y normas constitucionales. A la
vez, proporcionó herramientas necesarias para hacer más eficiente y
eficaz la investigación, el juzgamiento y la ejecución de las decisiones
relativas al fenómeno criminal y los hechos punibles que se cometen
en la sociedad.

Las leyes son una creación humana y como tal, son susceptibles de
mejoras en el tiempo. La experiencia que se acumuló por más de una
década en la implementación del Código Procesal Penal es un insumo
importante para revisar los resultados de esta trascendental herramienta
del sistema de justicia. Es un deber del legislador y de quienes tienen
iniciativa legislativa, proponer mejoras continuas en las normas vigen-
tes, con el fin principal de garantizar de manera efectiva el ejercicio de
los derechos de las personas y de modificar los contenidos normativos
para que se traduzcan en mejoras de los servicios que proporciona el
Estado a los ciudadanos.

Una de las funciones fundamentales de las leyes y códigos procesales


es cumplir con la misión de ser el sendero o vía a transitar para la
aplicación del derecho sustantivo. En el caso procesal penal, esta im-
portante legislación establece las reglas y formas en que se lleva a cabo
la actividad procedimental para la aplicación de la ley penal, así como
también las diversas salidas o procedimientos alternos al proceso penal.

En el año 2015 el Congreso dominicano se abocó a revisar ciertos


aspectos del Código Procesal Penal vigente desde el año 2004, lo que
se tradujo en la aprobación y posterior promulgación de la Ley núm.
10-15, que modificó esta legislación procesal. Dentro de las modifica-
ciones se abordaron temas diversos a todo lo largo de los 449 artículos
del Código.

ENMP Investigación y Análisis


18 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
De manera principal en la parte general podemos encontrar modifica-
ciones respecto de los principios de igualdad ante la ley, los derechos y
prerrogativas de las víctimas; la acción penal y figuras procesales como
la conciliación, mediación, suspensión condicional del procedimiento
fueron tocadas por igual. Aspectos sobre el ejercicio de la acción civil,
los intereses colectivos o difusos, la competencia de la jurisdicción
penal, figuras como la rebeldía y sus efectos también fueron revisados
por el legislador.

Se produjeron modificaciones que versaron sobre la forma de ejercicio


de la defensa técnica, la declaración del imputado en el procedimiento
preparatorio, sobre la lealtad procesal, la duración máxima del proceso,
las reglas para el registro, la intervención de las comunicaciones y las
medidas de coerción, entre otros importantes tópicos de la actividad
procesal penal.

En la parte especial del Código Procesal Penal fueron modificados as-


pectos del alcance de la investigación, la intervención del querellante,
el anticipo de prueba, las reglas propias del desarrollo de las audiencias
preliminares y las decisiones que emite el juez de la instrucción como
consecuencia de su conocimiento. Normas propias del desarrollo del
juicio, el ejercicio de los recursos y la ejecución de la pena, son otros
de los contenidos modificados con el fin de mejorar el desarrollo de
estos procedimientos y mejorar las prácticas en el sistema de justicia.

En esta edición de la revista ENMP Investigación y Análisis, de la Escuela


Nacional del Ministerio Público, hoy Instituto de Educación Superior,
proponemos al lector un contenido orientado al estudio de estas mo-
dificaciones importantes a nuestro Código Procesal Penal. Se trata de
una herramienta fundamental para el desarrollo de las acciones propias
de los actores del sistema de justicia penal, especialmente el Ministerio
Público en sus diversas atribuciones. El efecto o impacto que produ-
cen estas nuevas disposiciones legislativas son de obligatorio análisis

Editorial
19
Gladys Esther Sánchez Richiez
para poder ejecutarlas de conformidad con la orientación dada por
el legislador, de forma tal que se hace necesario que nos aboquemos
a participar y motivar debate en torno a estos importantes tópicos.

ENMP Investigación y Análisis


20 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Contribuciones
nacionales

ENMP Investigación y Análisis


Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público 21
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
LA EJECUCIÓN DE LA PENA
A LA LUZ DE LA REFORMA AL
CÓDIGO PROCESAL PENAL
Rafael A. Báez García

ENMP Investigación y Análisis


Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público 23
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Rafael A. Báez García es graduado
en la Universidad Tecnológica de
Santiago UTESA, con estudios de
inglés, francés e italiano; realizó
maestría profesionalizante en Ad-
ministración Penitenciaria en la
Universidad Autónoma de Santo
Domingo (UASD). Magister en
Derecho Constitucional, men-
ción Jurisdicción Constitucional,
con doble titulación realizada en
la Pontificia Universidad Católica
Madre y Maestra de Santo Domingo y la Universidad de Castilla-La
Mancha, España; es secretario general adjunto de la Comisión Perma-
nente para la Modificación y Actualización de las Reglas Mínimas de la
Organización de las Naciones Unidas para el Tratamiento a las Personas
Privadas de Libertad en el Mundo. En el año 2013 fue nombrado juez
del Tribunal Superior Administrativo y actualmente es juez miembro
de la Primera Sala de la Cámara Penal de la Corte de Apelación del
Distrito Nacional.
RESUMEN

El presente trabajo se orienta al análisis y la crítica constructiva sobre la


reforma al Código Procesal Penal que trajo la Ley núm. 10-15, del 10 de
febrero del año 2015, en el ámbito de la ejecución de la pena. Se señalan
los casos en que la reforma ha operado positivamente y hace más eficien-
te el proceso, al tiempo que también se advierte de sus incongruencias y
contradicciones, así como las violaciones a los principios medulares del
propio código y de la Constitución de la República en las que incurre.

Se transcriben los artículos modificados para luego profundizar en


su análisis y críticas. Igualmente, se presentan comentarios sobre la
intención del legislador en la reforma y sus afanes por fortalecer la
eficacia de la persecución penal y la erradicación de la cultura de la
impunidad. Finalmente, se hace una reflexión final sobre dicha in-
tención de reforma, la cual es considerada inscrita en un populismo
penal ya advertido por algunos juristas y que terminará haciendo más
mal que bien.

Descriptores: Ejecución de la pena, reinserción, suspensión del procedimiento,


control.

La ejecución de la pena a la luz de la reforma al Código Procesal Penal


25
Rafael A. Báez García (pp. 23-46)
Execution of the sentence in light of the reform
of the Code of Criminal Procedure

Summary

The present work is oriented to the analysis and the constructive criticism on
the reform of the Code of Criminal Procedure brought by Law no. 10-15, of
February 10, 2015, regarding implementation of sentences. It points out the
cases in which the reform has operated positively and makes the process more
efficient, while also warning of its inconsistencies and contradictions, as well
as violations of the core principles of the code itself and of the Constitution of
the Republic in which it incurs.

The modified articles are transcribed to deepen in its analysis and criticism. Li-
kewise, comments are made on the intention of the legislator in the reform and
its efforts to strengthen the effectiveness of criminal prosecution and eradication
of the culture of impunity. Then, a final reflection is made on this intention of
reform, which is considered inscribed in a criminal populism already warned by
some jurists and that might end up doing more harm than good.

Descriptors: Execution of the criminal, reinsertion, suspension of the pro-


cedure, control.

ENMP Investigación y Análisis


26 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
INTRODUCCIÓN

La ejecución penal es la última fase del proceso penal y se origina en


la parte declarativa de una sentencia firme que contenga en su parte
dispositiva una condena privativa de libertad o de cualquier naturaleza.

El solo hecho de formar parte íntegra del proceso penal genera conse-
cuencias constitucionales y procesales que redundan en la aplicación
de todos los principios y garantías que la Constitución, la ley y los
convenios internacionales le reconocen a los condenados y que se
resumen esencialmente en los principios de legalidad, humanización,
judicialización, reinserción y derecho de defensa. Así pues, las perso-
nas sentenciadas penalmente siguen siendo acreedoras de los mismos
derechos fundamentales que les ampararon desde su arresto, en la fase
de la instrucción, en la fase de juicio y en la etapa recursiva.

La Ley núm. 10-15 ha producido algunos cambios significativos en


el proceso penal dominicano en lo que respecta a los derechos de la
víctima, la acción pública a instancia privada, la imprescriptibilidad de
ciertos crímenes, la rebeldía, la duración máxima del proceso penal, la
prisión preventiva, el anticipo de las pruebas y los plazos para el ejercicio
de los recursos, entre otras modificaciones. Del mismo modo se han
producido cambios en el ámbito de la ejecución de la pena en lo refe-
rente a los institutos de la suspensión condicional del procedimiento y

La ejecución de la pena a la luz de la reforma al Código Procesal Penal


27
Rafael A. Báez García (pp. 23-46)
la suspensión condicional de la pena, así como también en el renglón
de los derechos de los condenados, en la competencia y atribuciones
del juez de la ejecución y en la ejecutoriedad de las sentencias penales.

En ese orden el presente estará orientado hacia los cambios introdu-


cidos mediante la citada ley en el ámbito de la ejecución penal, espe-
cíficamente en los artículos 8, 9, 10, 19, 84, 108, 109 y 110.

I. ARTÍCULOS REFORMADOS

A continuación se transcriben íntegramente los artículos reformados


por la Ley núm. 10-15 para su posterior comentario y análisis.

Artículo 8. Se modifica el artículo 40 de la Ley núm. 76-02, que


establece el Código Procesal Penal de la República Dominicana,
para que diga en lo adelante del modo siguiente:

Artículo 40. Suspensión condicional del procedimiento.


En los casos en que se trate de un hecho punible que tenga
prevista una pena inferior a cuatro años de prisión mayor o
una sanción no privativa de libertad, el ministerio público, de
oficio o a petición de parte, puede solicitar al juez la suspensión
condicional del procedimiento en cualquier momento previo
a que se ordene la apertura del juicio. (...) El juez puede dis-
poner la suspensión condicional del procedimiento cuando
el imputado ha declarado su conformidad con la suspensión,
ha admitido los hechos que se le atribuyen y ha reparado los
daños causados en ocasión de la infracción, firmado un acuer-
do con la víctima o prestado garantía suficiente para cumplir
con esa obligación. (…) Si no se cumplen las condiciones es-
tablecidas en este Artículo, el juez rechaza la solicitud, pero la
admisión de los hechos por parte del imputado carece de valor

ENMP Investigación y Análisis


28 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
probatorio y no puede hacerse mención de esta circunstancia
en ningún momento posterior.

Artículo 9. Se modifica el artículo 41 de la Ley núm. 76-02,


que establece el Código Procesal Penal de la República Do-
minicana, para que diga en lo adelante del modo siguiente:

Artículo 41. Reglas. El juez, al decidir sobre la suspensión, fija


el plazo de prueba, no menor de un año ni mayor de cuatro, y
establece las reglas a las que queda sujeto el imputado, de entre
las siguientes:

1) Residir en un lugar determinado o someterse a la vigilan-


cia que señale el juez.
2) Abstenerse de visitar ciertos lugares o personas.
3) Abstenerse de viajar al extranjero.
4) Abstenerse de ingerir en exceso bebidas alcohólicas.
5) Aprender una profesión u oficio, o seguir cursos de ca-
pacitación o formación indicados en la decisión.
6) Prestar trabajo de utilidad pública o interés comunitario
en una institución estatal u organización sin fines de
lucro, fuera de sus horarios habituales de trabajo remu-
nerado.
7) Abstenerse del porte o tenencia de armas.
8) Abstenerse de conducir vehículos de motor fuera de su
responsabilidad laboral, en los casos en que el hecho
que se atribuye se relacione con una violación a las reglas
relativas al tránsito de vehículos.
9) Someterse a un tratamiento en un centro de reeducación
conductual.

Para fijar las reglas, el juez puede disponer que el imputado


sea sometido a una evaluación previa. En ningún caso el juez

La ejecución de la pena a la luz de la reforma al Código Procesal Penal


29
Rafael A. Báez García (pp. 23-46)
puede imponer medidas más gravosas que las solicitadas por
el ministerio público. (…) La decisión sobre la suspensión del
procedimiento es pronunciada en audiencia, en presencia del
imputado, con expresa advertencia sobre las reglas de conducta
y las consecuencias de su inobservancia. (…) La decisión de
suspensión del procedimiento no es apelable, salvo que el im-
putado considere que las reglas fijadas son inconstitucionales,
resulten manifiestamente excesivas o el juez haya excedido sus
facultades.

Artículo 10. Se modifica el artículo 42 de la Ley núm. 76-02,


que establece el Código Procesal Penal de la República Domi-
nicana, para que diga:

Artículo 42. Revocación. Si el imputado se aparta, en forma


considerable e injustificada, de las condiciones impuestas, co-
mete una nueva infracción o incumple con los acuerdos sobre
la reparación, el juez de la instrucción, a solicitud del ministerio
público, puede ordenar en audiencia, mediante decisión motiva-
da, la revocación de la suspensión condicional y la reanudación
del procedimiento.

Artículo 19. Se modifica el artículo 74 de la Ley núm. 76-02, que


establece el Código Procesal Penal de la República Dominicana,
para que diga en lo adelante del modo siguiente:

Artículo 74. Jueces de ejecución penal. Los jueces de ejecu-


ción penal tienen a su cargo el control de la ejecución de las
sentencias, de la suspensión condicional del procedimiento, de
la sustanciación y resolución de todas las cuestiones que se plan-
teen sobre la ejecución de la condena, y velarán por el respeto
de los derechos fundamentales de los privados de libertad. (…)
Los jueces de la ejecución no tienen competencia para el control

ENMP Investigación y Análisis


30 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
del cumplimiento de la medida privativa de libertad para los
internos contra los que no se haya dictado sentencia. En estos
casos, resolverá el juez o tribunal apoderado de lo principal.

Artículo 84. Se modifica el artículo 341 de la Ley núm.76-02,


que establece el Código Procesal Penal de la República Domini-
cana, para que diga en lo adelante del modo siguiente:

Artículo 341. Suspensión condicional de la pena. El tribunal


puede suspender la ejecución parcial o total de la pena, de
modo condicional, cuando concurren los siguientes elementos:

1) Que la condena conlleva una pena privativa de libertad


igual o inferior a cinco años.
2) Que el imputado no haya sido condenado penalmente
con anterioridad.

En estos casos el período de prueba será equivalente a la cuantía


de la pena suspendida; se aplican las reglas de la suspensión
condicional del procedimiento. La violación de las reglas pue-
de dar lugar a la revocación de la suspensión, lo que obliga al
cumplimiento íntegro de la condena pronunciada.

Artículo 108. Se modifica el artículo 436 de la Ley núm.


76-02, que establece el Código Procesal Penal de la República
Dominicana, para que diga en lo adelante del modo siguiente:

Artículo 436. Derechos. El condenado goza de todos los dere-


chos y facultades que le reconocen la Constitución, los tratados
internacionales, las leyes y este código, y no puede aplicársele
mayores restricciones que las que expresamente dispone la
decisión del juez competente y la ley.

La ejecución de la pena a la luz de la reforma al Código Procesal Penal


31
Rafael A. Báez García (pp. 23-46)
Artículo 109. Se modifica el artículo 437 de la Ley núm.
76-02, que establece el Código Procesal Penal de la República
Dominicana, para que diga en lo adelante del modo siguiente:

Artículo 437. Control. El juez de ejecución solo tiene com-


petencia para controlar el cumplimiento adecuado de las
sentencias condenatorias, vela por el respeto de los derechos
del condenado y resuelve todas las cuestiones que se suscitan
durante la ejecución. Las solicitudes planteadas se resuelven
conforme el procedimiento de los incidentes de este título. (…)
El juez de la ejecución dispone las inspecciones y visitas de esta-
blecimientos penitenciarios que sean necesarias, y puede hacer
comparecer ante sí a los internos condenados o a los encargados
de los establecimientos, con fines de vigilancia y control. (…)
Dicta, aun de oficio, las medidas que juzgue convenientes para
corregir y prevenir las faltas que observe en el funcionamiento
del sistema, y ordena a la autoridad competente para que en
resoluciones necesarias el mismo sentido expida las resoluciones
necesarias. (…) El juez de ejecución de la pena no tiene compe-
tencia para decidir sobre ningún pedimento que haga el privado
de libertad por resolución o sentencia que no haya adquirido la
autoridad de la cosa irrevocablemente juzgada. En estos casos es
competente el juez o tribunal apoderado de lo principal. (…)
Controla el cumplimiento de las condiciones impuestas en la
suspensión condicional del procedimiento según los informes
recibidos y, en su caso, los transmite al juez competente para
su revocación o para la declaración de la extinción de la acción
penal. (…) Supervisa la ejecución de la pena de arresto domi-
ciliario, dispone la modalidad de su cumplimiento y todas las
demás medidas que sean necesarias. (…) Las decisiones del juez
de la ejecución no contravendrán las competencias que para la
administración del sistema penitenciario, las leyes reconocen a
la Dirección General de Prisiones. Sin perjuicio de la obligación,

ENMP Investigación y Análisis


32 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
acordada por la Constitución a los jueces, de salvaguardar los
derechos fundamentales de todos los ciudadanos.

Artículo 110. Se modifica el artículo 438 de la Ley núm.


76-02, que establece el Código Procesal Penal de la República
Dominicana, para que diga en lo adelante del modo siguiente:

Artículo 438. Ejecutoriedad. Desde el momento en que la


sentencia condenatoria es irrevocable, será ejecutada. (…) Si
el condenado se halla en libertad, el ministerio público dispo-
ne lo necesario para su captura sin trámite posterior, con la
obligación de informar al juez de la ejecución en las cuarenta
y ocho horas. (…) El secretario del juez o tribunal que dictó la
sentencia la remite dentro de las cuarenta y ocho horas al juez
de la ejecución, para que proceda a inscribirla en sus registros
y hacer los cómputos correspondientes cuando el condenado
deba cumplir pena privativa de libertad. En el plazo de las se-
tenta y dos horas el juez de la ejecución notifica al imputado
el cómputo de la sentencia, pudiendo requerir presentación
del condenado. (…) El juez ordena la realización de todas las
medidas necesarias para cumplir los efectos de la sentencia.

1.1. COMENTARIOS SOBRE LOS ARTÍCULOS 8 Y


9 DE LA LEY NÚM. 10-15, SOBRE LA SUSPENSIÓN
CONDICIONAL DEL PROCEDIMIENTO

La suspensión condicional es un procedimiento judicial que procura la


resolución alternativa de un conflicto nacido de un hecho punible en
el que el imputado puede obtener su libertad sometido a ciertas reglas
y condiciones. Es, en esencia, un mecanismo eficaz para desjudicializar
los tribunales con el propósito de que no todo proceso llegue a juicio.
Este instituto tiene su base legal en el artículo 40 del Código Procesal
Penal, modificado por el artículo 8 de la Ley núm. 10-15.

La ejecución de la pena a la luz de la reforma al Código Procesal Penal


33
Rafael A. Báez García (pp. 23-46)
Dicho procedimiento aplica cuando el caso trata de un hecho punible
que tenga prevista una pena inferior a cuatro años de prisión mayor o
una sanción no privativa de libertad. El Ministerio Público, a petición
de parte o de manera oficiosa, puede solicitar al juez de la instrucción
la suspensión condicional del procedimiento, debiendo el imputado
someterse a las condiciones y reglas de la suspensión, teniendo que
declararse culpable del hecho –sin que esto constituya una prueba en
su contra en un eventual juicio de fondo, en razón del principio de la
no autoincriminación– y reparando los daños provocados a la víctima.

Como ya se ha mencionado, la nueva disposición legal establece como


parámetro que el hecho punible tenga prevista una pena inferior a
cuatro años de prisión mayor o una sanción no privativa de libertad;
en cambio, antes de la modificación se establecía que en los casos en
que fuera previsible la aplicación de la suspensión condicional de la
pena el juez podía disponer de la suspensión condicional del procedi-
miento. De ello se advierte que para que fuera previsible suspender la
pena, debía tratarse de un caso cuya pena no excediera de cinco años
y que además debía tratarse de un infractor primario. De manera que
esta modificación reduce la posibilidad de su concesión a los casos de
penas legales que no excedan de cuatro años.

En cuanto a las reglas de la suspensión condicional del procedimiento


contenidas en el artículo 41 del Código Procesal Penal modificado
por la Ley núm. 10-15, el legislador amplió el período de prueba por
lo que ahora será entre uno y cuatro años (lo anterior establecía de
uno a tres años) y agregó una regla más –para un total de nueve–, a las
cuales quedará sujeto el imputado. La nueva regla, la cual se entiende
como muy atinada, redunda en beneficio del imputado en la medida
en que manda que el imputado sea sometido a tratamiento en un
centro de reeducación conductual. En los demás aspectos el artículo
modificado quedó igual.

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34 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
1.2. COMENTARIO SOBRE EL ARTÍCULO 10 DE LA LEY
NÚM. 10-15, SOBRE LA REVOCACIÓN DE LA SUSPENSIÓN
CONDICIONAL DEL PROCEDIMIENTO

En este artículo subsiste el mismo contenido solo que hay una inversión
del orden escrito, lo que en literatura se llama hipérbaton, al expresar el
texto “si el imputado se aparta en forma considerable e injustificada…”.
El artículo anterior expresaba “si en forma considerable e injustificada,
el imputado se aparta…”, por lo demás, resulta ser el mismo contenido.

1.3. COMENTARIO SOBRE EL ARTÍCULO 9 DE LA LEY


NÚM. 10-15, SOBRE LOS JUECES DE EJECUCIÓN DE LA
PENA

En esta ocasión el legislador agregó al artículo 74 la oración “Y vela-


rán por el respeto de los derechos fundamentales de los privados de
libertad”; sin embargo, incluyó también el siguiente párrafo, con el
que entran en contradicción las funciones especialísimas del juez de
ejecución: “Los jueces de la ejecución no tienen competencia para el
control del cumplimiento de la medida privativa de libertad para los
internos contra los que no se haya dictado sentencia. En estos casos,
resolverá el juez o tribunal apoderado de lo principal”.

Es oportuno señalar que el legislador ha querido dejar claro que el


juez de ejecución de la pena no tiene competencia para el control del
cumplimiento de la medida privativa de libertad y que su competencia
solo se limita a los casos de sentencia irrevocable, dejando esas medidas
al juez que se encuentre apoderado del proceso. Ahora bien, conforme
a esta reforma del artículo 74, hay una evidente contradicción en el
mismo texto de ley, ya que si en su primera parte el artículo modificado
reza que los jueces de ejecución tienen a su cargo entre otras cosas “la
suspensión condicional del procedimiento…” y este instituto supone
la intervención del juez de ejecución para que controle e informe al

La ejecución de la pena a la luz de la reforma al Código Procesal Penal


35
Rafael A. Báez García (pp. 23-46)
juez de la instrucción apoderado del proceso sobre el cumplimiento
o no cumplimiento del beneficiado a las reglas de la suspensión. De
este modo, la norma modificada le atribuye una función al juez de
ejecución y en el párrafo siguiente se la quita.

De la reforma se infiere además, que las labores de control, supervisión


y firma del libro por parte de los beneficiados con este instituto ahora
pasarán al juez de la instrucción, cosa esta que redundará en aumentar
la carga de trabajo de estos jueces.

1.4. COMENTARIO SOBRE EL ARTÍCULO 84 DE


LA LEY NÚM. 10-15, SOBRE LA SUSPENSIÓN
CONDICIONAL DE LA PENA

La suspensión condicional de la pena consiste en la paralización de la


ejecución de la pena o más bien de su cumplimiento, a condición de
que el sujeto condenado no vuelva delinquir y cumpla una serie de
requisitos. (López, 2011, 1203)

Para el maestro Francesco Antolisei (1988, 543), la suspensión condi-


cional de la pena constituye una causa de extinción de la punibilidad
que tiende a la prevención de la criminalidad y su finalidad específica
no es solo sustraer al ambiente deletéreo de la cárcel a personas que
aun habiéndose declarado culpables de un delito, presentan probabi-
lidad de regeneración.

Al artículo modificado solo se le agregaron algunas palabras en lo


referente al período de prueba estableciendo que este será igual a la
cuantía de la pena suspendida, cosa que se ve como positiva, ya que
en lo anterior, al aplicarse las reglas de la suspensión condicional
de la pena, el período de prueba estaba limitado de uno a tres años.

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36 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
1.5. COMENTARIO SOBRE EL ARTÍCULO 108 DE LA
LEY NÚM. 10-15, SOBRE LOS DERECHOS DE LOS
CONDENADOS

El legislador dejó igual en su contenido el artículo 436 que versa sobre


los derechos de los condenados, advirtiéndose únicamente un cambio
de palabras cuando habla de que “no pueden aplicársele mayores res-
tricciones que las que expresamente dispone la sentencia irrevocable
y la ley”. Dicho artículo ahora reza: “No puede aplicársele mayores
restricciones que las que expresamente dispone la decisión del juez
competente y la ley”. De manera que en este caso solo ha sido sustituida
la palabra sentencia irrevocable por la de decisión de juez competente.

Asimismo, se plantea que el derecho de los condenados a una ejecu-


ción de la sentencia penal en el contexto judicial se traduce en una
especie de tutela judicial efectiva, cosa esta que ha sido juzgada por el
Tribunal Constitucional de España mediante las sentencias 125/1987,
167/1987 y 170/1999, en las que atribuye de manera exclusiva al órgano
judicial, y no a ningún otro actor del sistema de justicia, la facultad de
la ejecución de la pena. (Gimeno, 2007, 529)

Debe indicarse que la decisión de un juez competente no necesariamen-


te constituye sentencia irrevocable, pues para los efectos de la ejecución
de la pena, el requisito fundamental para ejecutar una sentencia penal
que contenga en su parte dispositiva una pena de cualquier naturaleza,
es precisamente el carácter de ejecutoriedad de la misma que nace de
su irrevocabilidad, ya que la ejecución solo podrá tener lugar cuando la
sentencia de condena se convierte en cosa juzgada (Leone, 1989, 478),
o sea, cuando ha recorrido todos los grados procesales y ha concluido
con una decisión de inadmisibilidad que cierra el proceso en su etapa
recursiva o cuando ha expirado el plazo señalado por la ley para el
ejercicio del recurso que corresponda. Así pues, cuando el legislador
cambia la expresión “sentencia irrevocable” por la de “decisión de juez

La ejecución de la pena a la luz de la reforma al Código Procesal Penal


37
Rafael A. Báez García (pp. 23-46)
competente” incurre en violación al principio de que solo la sentencia
irrevocable puede ser ejecutada, principio este que admite como única
excepción la suspensión condicional del procedimiento.

1.6. COMENTARIO SOBRE EL ARTÍCULO 109 DE LA


LEY NÚM. 10-15, SOBRE EL CONTROL QUE EJERCE
EL JUEZ DE EJECUCIÓN DE LA PENA

En lo que respecta al control que ejerce el juez de ejecución de la pena,


el artículo 109 de la Ley núm. 10-15, al modificar el artículo 437 del
Código Procesal Penal, advierte de manera categórica que este juez
solo tiene competencia para controlar el cumplimiento adecuado de
las sentencias condenatorias… Agrega de manera imperativa que este
magistrado del orden judicial no tiene competencia para decidir sobre
ningún pedimento que haga el privado de libertad por resolución o
sentencia que no haya adquirido de la cosa irrevocablemente juzgada y
reitera que en esos casos la competencia será exclusiva del juez o tribunal
que esté apoderado de lo principal.

En este artículo 109 de la Ley núm. 10-15 ocurre lo mismo que en el


19 de esa misma ley, que modifica el artículo 74 del Código Procesal
Penal, ya que le reconoce al juez de ejecución la facultad de controlar
el cumplimiento de las condiciones impuestas en la suspensión con-
dicional del procedimiento. Este es el modo excepcional de apodera-
miento a esta jurisdicción, que entra en contradicción con el párrafo
agregado al artículo 109 y que, al parecer, busca restringir o disminuir
las facultades y competencias de este juez.

Este artículo agrega además al juez de ejecución la función de supervisar


la pena de arresto domiciliario disponiendo la modalidad de cumpli-
miento y de todas las medidas que sean necesarias. Justo es aclarar que
el arresto domiciliario no es una pena –como señala el legislador en este
artículo. El arresto domiciliario es una medida de coerción cautelar,

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38 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
personal y provisional, aplicable conforme al régimen del artículo 226,
numeral 6, del Código Procesal Penal modificado por el artículo 55
de la Ley núm. 10-15. Sin embargo, el término correcto sería prisión
domiciliaria, lo cual sí constituye un mecanismo de ejecución penal
previsto en el artículo 342 del Código Procesal Penal.

Otra nota que se agrega a este artículo es que las decisiones del juez
de ejecución de la pena no contravendrán las competencias de la
administración del sistema penitenciario que las leyes reconocen a la
Dirección General de Prisiones, sin perjuicio de la obligación de los
jueces, acordada por la Constitución, de salvaguardar los derechos
fundamentales de todos los ciudadanos.

Creemos que las funciones de los jueces de ejecución siempre han


estado delimitadas en el marco del Código Procesal Penal y la Resolu-
ción núm. 296-05, que regula el funcionamiento de esta jurisdicción,
así como que las funciones de la Dirección General de Prisiones están
contenidas en la Ley núm. 224, de 1984. Esto deja bien claro que las
funciones de los jueces de ejecución de la pena son estrictamente
judiciales, de vigilancia y control, mientras que las de la Dirección
General de Prisiones son esencialmente administrativas del sistema
penitenciario.

1.7. COMENTARIO SOBRE EL ARTÍCULO 110 DE LA


LEY NÚM. 10-15, SOBRE LA EJECUTORIEDAD

La ejecutoriedad es el conjunto de los requisitos formales para el


apoderamiento del juez de la ejecución de la pena (Res. núm. 296-05,
art. 1, numeral 5) que pone en condición de ejecución la sentencia
irrevocable. En este caso, la modificación traída por la Ley núm. 10-
15 ha dado un giro drástico al proceso en la etapa de la ejecución de
la sentencia penal, toda vez que antes de la modificación el artículo
438 establecía en su encabezado que “solo la sentencia condenatoria

La ejecución de la pena a la luz de la reforma al Código Procesal Penal


39
Rafael A. Báez García (pp. 23-46)
irrevocable puede ser ejecutada…”. Ahora bien, la reforma que trae
el artículo 110 indica que “desde el momento en que la sentencia
condenatoria es irrevocable, será ejecutada”.

Es oportuno aclarar que en ese escenario se presentan dos situaciones:


la primera es cuando la persona sentenciada se encuentra en prisión
y la segunda cuando dicha persona se encuentra en libertad. En el
primer caso, si la persona está guardando prisión el juez de ejecución
solo tendrá que dictar un auto que ordene la ejecución de la pena im-
puesta al sentenciado y en ese mismo documento hacer la operación
aritmética del cómputo de la pena. En cambio, en el segundo caso,
cuando la persona se encuentra en libertad, la nueva disposición legal
establece que el Ministerio Público dispondrá lo necesario para su
captura sin trámite posterior, con la obligación de informar al juez de
la ejecución en las 48 horas siguientes.

Agrega además que el secretario del juez o tribunal que dictó la sen-
tencia la remitirá dentro de las siguientes cuarenta y ocho horas al
juez de la ejecución para que proceda a inscribirla en sus registros
y hacer los cómputos correspondientes cuando el condenado deba
cumplir pena privativa de libertad. El juez de ejecución notificará al
imputado el cómputo de la sentencia en el plazo de las setenta y dos
horas, pudiendo requerir la presencia del condenado; finalmente,
le da facultad al juez para realizar todas las medidas para cumplir los
efectos de la sentencia.

En nuestra opinión, de lo expresado en este artículo se derivan cuatro


situaciones que ameritan una explicación técnica: la primera implica
la violación a un principio fundamental del propio Código Procesal
Penal en lo referente a la “legalidad del proceso”, al expresar el artículo
7 del mismo código que nadie puede ser sometido a proceso penal sin
la existencia de una ley previa al hecho imputado. Este principio rige
además en todo lo concerniente a la ejecución de la pena o a medida

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40 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
de seguridad ordenada por los tribunales, ya que la ejecución penal se
refiere a todas las providencias del juez de la pena. (Manzini, 1987, 312)

En cuanto a la reforma, cuando la sentencia sea irrevocable y el con-


denado se encuentre en libertad, el Ministerio Público podrá disponer
lo necesario para capturarlo sin trámite posterior, debiendo notificarle
al juez de la ejecución en un plazo de 48 horas; de no hacerlo se incu-
rrirá en violación del citado principio, pues autoriza a dicho órgano
acusador a capturar a una persona, ya que el juez de ejecución de la
pena resulta ser su juez natural y no ha ordenado su captura aún; por
tanto, la actuación del Ministerio Público en ese escenario violaría
flagrantemente el principio de legalidad del proceso penal.

La segunda situación implica la violación al “principio de la ejecución


de la pena” consagrado en el artículo 28 del Código Procesal Penal
cuando señala que la ejecución de la pena se hará bajo el control
judicial y el condenado puede ejercer siempre todos los derechos y
facultades que le reconocen las leyes… Del contenido de esta dispo-
sición legal se advierte que la ejecución de la pena es estrictamente
judicial e implica su permanente control. En tal sentido, la protección
de los reclusos y de sus derechos es algo que se justifica por sí solo y
esta tutela de sus derechos se debe llevar a cabo por jueces, porque
solamente ellos, con su independencia e imparcialidad, garantizan tal
salvaguarda. (Consejo General del Poder Judicial Español, 1993, 226)

La tercera situación implica la violación al “principio de judicialización


de la ejecución de la pena” que supone la intervención del árbitro
judicial en la etapa de ejecución y cumplimiento de la condena. A
ese respecto se ha pronunciado la Sala Constitucional de Costa Rica
mediante la Sentencia No. 6829-93, del 24 de diciembre del año 1993,
en la que advirtió que la potestad jurisdiccional en materia penal no se
agota en la declaración de una sentencia, sino que se extiende más allá
del mero juicio porque la función jurisdiccional no se concluye en la

La ejecución de la pena a la luz de la reforma al Código Procesal Penal


41
Rafael A. Báez García (pp. 23-46)
fase declarativa del proceso, sino que comprende también la ejecución
de lo juzgado. (Aguilar y Murillo, 2014, 186)

La cuarta situación que se representa en esta modificación del Código


Procesal Penal resulta ser más grave de lo que aparenta, ya que se trata
de una violación del orden constitucional en lo que dispone el artículo
149 de la Constitución de la República:

La justicia se administra gratuitamente, en nombre de la


República, por el Poder Judicial. Este poder se ejerce por la
Suprema Corte de Justicia y los demás tribunales creados por
esta Constitución y por las leyes. (…) Párrafo I. La función
judicial consiste en administrar justicia para decidir sobre los
conflictos entre personas físicas o morales, en derecho privado o
público, en todo tipo de procesos, juzgando y haciendo ejecutar
lo juzgado. Su ejercicio corresponde a los tribunales y juzgados
determinados por la ley...

Del texto constitucional citado se infiere con toda lógica que la capaci-
dad y autoridad de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado es competencia
única y exclusiva de los tribunales del orden judicial de República
Dominicana y no así del Ministerio Público, de manera que la función
judicial le corresponde de manera exclusiva al juez, a través de la admi-
nistración de justicia que se legitima con la motivación de sus decisiones
por el carácter vinculante que tiene esta con la Constitución como
fuente del ordenamiento jurídico del Estado, las leyes y los principios
generales del derecho (Sosa, 2011, 286). En consecuencia, lo dispues-
to en el artículo objeto del presente análisis resulta ser contrario a la
norma suprema del Estado, ya que le asigna al órgano investigador y
persecutor del proceso penal, que es el Ministerio Público, la facultad
de ejecutar la pena a un condenado contra quien la autoridad judicial
competente no ha dictado orden alguna. Y si bien es cierto que de la
ejecución de las providencias del juez de la pena nace una relación

ENMP Investigación y Análisis


42 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
jurídica de derecho público entre el Estado –que es el sujeto activo de
la ejecución– y el condenado –que es el sujeto pasivo de la misma–, no
menos cierto es que el Estado, como titular de potestades soberanas y
del interés público, deberá actuar en un marco de precisas exigencias
constitucionales en absoluto respeto al ordenamiento jurídico. (Man-
zini, 1987, 312)

El legislador dominicano motiva esta reforma argumentando, entre


otras cosas, que busca la eficacia en la persecución del delito, así como
contribuir a la erradicación de la cultura de la impunidad y modifi-
car viejas prácticas y actuaciones de muchos actores del sistema de
administración de justicia penal. Sin embargo, contradice su propia
razón de ser cuando dice que procura la eficacia de la persecución
penal, aunque respetando los derechos fundamentales de las perso-
nas consagrados por la Constitución y los tratados internacionales en
materia de derechos humanos, mismos que forman parte del bloque
de constitucionalidad, violando flagrantemente el artículo 149 de la
misma Constitución que dice respetar e inobservando por demás que
la ejecución es una etapa del proceso penal en cuya regulación conflu-
yen normas constitucionales concernientes a las garantías procesales
generales para todo aquel que se encuentre sometido a un proceso y
más específicamente cuando resulte condenado. (Cafferata, 2003, 529)

Finalmente, es preciso aclarar que la ejecución de la pena está go-


bernada por el principio cardinal de la legalidad y se origina como
consecuencia lógica del debido proceso de la ley en todas las etapas
del proceso penal, el cual resulta vital y de gran trascendencia para el
correcto funcionamiento del sistema de justicia penal (Montenegro,
2001, 60). Esto significa que la ejecución de la sentencia penal no que-
da abandonada al libre arbitrio del Ministerio Público y la autoridad
penitenciaria, sino que deberá practicarse con arreglo a la Constitución
y las leyes, es decir, que la garantía penal, asegurada por el “principio
de la legalidad de la ejecución penal”, quedaría incompleto en gran

La ejecución de la pena a la luz de la reforma al Código Procesal Penal


43
Rafael A. Báez García (pp. 23-46)
parte sin la garantía ejecutiva que protege la legalidad de la propia
ejecución de la sentencia penal. (Cuello, 1958, 10)

CONCLUSIÓN

En lo analizado en el presente artículo se advierten algunas contra-


dicciones y violaciones a principios legales y constitucionales que
atañen a la ejecución de la pena. Creemos saludable y necesario que
se mantenga el ánimo de modificar, actualizar y perfeccionar la nor-
ma por parte del legislador y de la propia sociedad, a fin de mejorar
su eficacia. Sin embargo, reaccionamos con espíritu crítico ante la
reforma al Código Procesal Penal promovida con la motivación de
hacer más eficaz la política criminal del Estado en la persecución
del delito, que en el fondo solo trata de hacer más drástica la norma
bajo el errado criterio de que ello contribuirá a la paz social, y a la
erradicación de la cultura de la impunidad.

En lo que respecta a la ejecución de la pena, esta reforma ha traído


contradicciones en su propio contenido que rayan en lo inconsti-
tucional y que, lejos de sus propósitos, ha generado controversias y
desnaturalización de las funciones de los actores del sistema de jus-
ticia penal que solo afectarán la esencia de la norma dificultando su
aplicación.

Es muy adrede la frase del maestro Francesco Carrara citada al inicio


de este artículo. Queremos extrapolar su contenido para señalar que
el populismo penal asociado al reclamo social ha movido al legislador
a promover reformas que, con intención de endurecer las normas y los
procedimientos, han afectado sensiblemente la razón de ser de algu-
nos institutos de derecho procesal penal como los comentados en este
ensayo. Es por eso que debemos ser cuidadosos con la “estadolatría”
para que no se convierta en idolatría como los edictos de Calígula, ante

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44 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
reclamos de más severidad, drasticidad y respuestas más contundentes
al delito, en una sociedad en la que tanto los legisladores como los
actores del sistema de justicia penal conocemos con bastante claridad
que el auge de la criminalidad, la cultura de la impunidad y los males
sociales que arrastra la delincuencia son el resultado de una vieja deuda
social acumulada por el Estado con el pueblo que se incrementa cada
día por la falta de justicia social.

REFERENCIAS

Aguilar Herrera, G. y Murillo Rodríguez, R. (2014). Ejecución penal,


derechos fundamentales y control jurisdiccional. Costa Rica: Editorial
Jurídica Continental.
Antolisei, F. (1998). Manual de derecho penal: parte general. Bogotá: Temis.
Cafferata Nores, J.I. y Tarditti, A (2003). Código Procesal Penal comentado
de la Provincia de Córdova. Córdova (Argentina): Editorial Medi-
terránea.
Carrara, F. (1997). Derecho penal, volumen 3. México: Mexicana.
Consejo General del Poder Judicial Español (1993). La individualización
y ejecución de las penas. Madrid: CGPJE.
Constitución de la República Dominicana del 26 de enero de 2010.
Cuello Calón, E. (1958). La moderna penología. Barcelona: Bosch Casa
Editorial.
Ediciones Larousse (2010). Diccionario Pequeño Larousse ilustrado. París:
Autor.
Gimeno Senda, V. (2007). Los derechos fundamentales y su protección juris-
diccional. Madrid: COLEX.
Leone, G. (1989). Tratado de derecho procesal penal, tomo III. Buenos
Aires: Ediciones Jurídicas Europa América.
Ley núm. 224, sobre Régimen Penitenciario de la República Domini-
cana. Gaceta Oficial núm. 9640.
López López, E. (2011). Enciclopedia penal. Madrid: La Ley.

La ejecución de la pena a la luz de la reforma al Código Procesal Penal


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Manzini, V. (1987). Tratado de derecho procesal penal. Caracas: Ediciones
de Cultura Jurídica.
Montenegro S., C.E. (2001). Manual sobre la ejecución de la pena. San José
(Costa Rica): Investigaciones Jurídicas.
Sosa Pérez, R. et al. (2011). Constitución comentada. Santo Domingo:
Fundación Institucionalidad y Justicia.
Suprema Corte de Justicia. (2005, 6 de abril). Resolución núm. 296-05,
que regula el funcionamiento del Tribunal de Ejecución de la
Pena. Santo Domingo: Autor.

ENMP Investigación y Análisis


46 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
El PROCEDIMIENTO
PENAL ABREVIADO
EN EL SISTEMA PROCESAL
PENAL DOMINICANO
Dante Castillo

ENMP Investigación y Análisis


Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público 47
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Dante Castillo es abogado y co-
municador. Doctor en Derecho
(Cum Laude), docente, articulista
del periódico La Nación y la revista
Caña Brava. En 2004 ingresó al
Ministerio Público como procu-
rador fiscal adjunto del Distrito
Nacional, donde dirigió varios
departamentos, hasta llegar a ser
director general de los Depar-
tamentos Investigativos. Tiene
dos maestrías: Derecho Procesal
Penal, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), y
Derecho Penal y Procesal Penal, en la Universidad APEC. Es docente
del Instituto de Educación Superior, Escuela Nacional del Ministerio
Público, así como de la Universidad Autónoma de Santo Domingo
(UASD) (en grado de maestría). Actualmente es procurador fiscal
titular de la provincia Azua.
RESUMEN

El trabajo se fundamenta en un análisis teórico-práctico que nos lleva a


apreciar si con la puesta en práctica del procedimiento penal abreviado
se vulneran garantías atinentes al debido proceso, como son el juicio
previo, de donde se desprende la oralidad, publicidad y contradicción,
así como la presunsión de inocencia y no autoincriminación. El ensayo
está estructurado en temas y subtemas sobre constitucionalidad del
procedimiento penal abreviado, juicio previo, presunción de inocencia,
no autoincriminación, régimen de aplicación del procedimiento penal
abreviado (Ley núm. 76-02), concepto y naturaleza, clasificación, por
acuerdo pleno, por acuerdo parcial, condiciones de admisibilidad,
tribunal competente, sentencia y conclusiones.

Descriptores: Procedimiento penal abreviado.

El procedimiento verbal abreviado en el sistema procesal penal dominicano


49
Dante Castillo (pp. 47-63)
The abbreviated criminal procedure in the Dominican
criminal procedural system

Summary

A theoretical and practical analysis leads us to consider if the implementation of


the abbreviated criminal procedure violates guarantees related to due process, such
as the previous trial, from which comes the orality, publicity and contradiction,
as well as the presumption of innocence and not self-incrimination. The essay
is structured in themes and subthemes and sub-themes on the constitutionality
of abbreviated criminal procedure, prior judgment, presumption of innocence,
non-self-incrimination, application of abbreviated criminal procedure (Law No.
76-02), concept and nature, classification by full agreement, by partial agree-
ment, conditions of admissibility, competent court, judgment and conclusions.

Descriptors: Abbreviated criminal procedure.

ENMP Investigación y Análisis


50 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
INTRODUCCIÓN

Con la Ley núm. 76-02, que instituye el Código Procesal Penal, y su


puesta en vigencia a partir del 24 de septiembre de 2004, República
Dominicana se hizo parte de los países que cambiaron el sistema in-
quisitorio-autoritario, por el sistema acusatorio-democrático, siguiendo
como lineamiento el “código procesal modelo para Iberoamérica”.

El sistema acusatorio se inclina a la apertura y la transparencia, por su


naturaleza democrática –donde los roles de los diferentes actores están
definidos en todas las etapas del proceso– y fue concebido con varias
figuras jurídicas novedosas, de interés para el respeto y garantías de los
derechos humanos, reconocidos en la Constitución de la República.

De ahí que el tema expuesto en este ensayo refiera al “procedimiento


penal abreviado en el sistema penal dominicano”, como figura incipien-
te, que tiene como objetivo procurar justicia rápida y cumplida en un
plazo razonable, según lo establecen los principios y la Ley Sustantiva
de la nación.

Este instituto jurídico ha sido implementado en todos los países que han
hecho suyo el código procesal modelo para Iberoamérica, entre ellos:
Argentina, Paraguay, Chile, Perú, Costa Rica, Guatemala y Colombia.

El procedimiento verbal abreviado en el sistema procesal penal dominicano


51
Dante Castillo (pp. 47-63)
I. CONSTITUCIONALIDAD DEL
PROCEDIMIENTO PENAL ABREVIADO

Con la implementación de la normativa procesal penal, República Do-


minicana formó parte de los países que decidieron acercar el sistema
de justicia penal al sistema político-democrático imperante, expresado
en la Ley Sustantiva de la nación.

El procedimiento abreviado se puede definir como una institución


especial, novedosa, implementada en el sistema procesal penal do-
minicano, que tiene como objetivo concluir el conocimiento de un
caso a la mayor brevedad, caracterizado por el consentimiento de las
partes, previo cumplimiento de los presupuestos establecidos en el
Código Procesal Penal.

El sistema acusatorio contiene el procedimiento penal abreviado como


parte integral, y está compuesto por mecanismos rectores que son
consustanciales al sistema, por lo que deben ser llevados a cabalidad,
según el debido proceso establecido en la Constitución de la República,
y reglamentado en el Código Procesal Penal.

El objetivo de este ensayo es analizar, si con la puesta en práctica del


procedimiento penal abreviado, mediante el régimen de aplicación
establecido en el Código Procesal Penal (Ley núm. 76-02), se vulneran
derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, los convenios
y tratados internacionales.

Para esclarecer sobre este punto, es necesario hacer un análisis de


fondo, en una interpretación sistemática que permita verificar hasta
donde son afectados derechos fundamentales de un imputado con la
aplicación de este procedimiento, o si por contrario, la vulneración se
limita a preceptos prescriptos en la Ley Sustantiva de la nación.

ENMP Investigación y Análisis


52 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
1.1. JUICIO PREVIO

La esencia del sistema acusatorio requiere que las decisiones surjan en


audiencias públicas, orales, contradictorias y apegadas a los principios
de inocencia y no autoincriminación, de donde se desprende que las
partes deben presentar en el juicio las pruebas, discutirlas y argumen-
tarlas, para que la sentencia a devenir sea fundada en elementos de
valoración probatoria, conforme a la regla de la sana crítica instituida
en el artículo 172 del Código Procesal Penal.

Se impone analizar qué se entiende por un juicio para relacionar, en-


tonces, si en el procedimiento abreviado se cumple con los mecanismos
del juicio previo, que establece el principio constitucional que deben
cumplirse para imponer condena a quien se considere ha violado la
norma penal sustantiva.

Para ello, se observa que los presupuestos que deben darse para que
el juicio se considere como tal, son:

1) Que exista una contradicción frontal, es decir, debate sobre


la posesión que plantea una de las partes, que puede ser el
acusador público o privado, y la defensa, tanto técnica como
material.
2) Que esa discusión se dé en un espacio abierto, donde todo
el que quiera pueda entrar y salir, salvo excepción indicada
en la ley.
3) La inmediación, esto es, que las pruebas sean presentadas
y discutidas en presencia inmediata del juez.
4) Que la discusión se manifieste de manera oral, es decir,
expresión verbalizada.
5) Contradictoria, intercambio de ideas encontradas, entre
acusadores público o privado y la defensa.

El procedimiento verbal abreviado en el sistema procesal penal dominicano


53
Dante Castillo (pp. 47-63)
Cuando no se cumplen los requisitos antes expuestos se podría estar
en presencia de vulneración de derechos y garantías establecido en
la Carta Magna; por tanto, se tira por la borda el proceso y se torna
ineficaz el objetivo que se persigue, como es la sanción por violación
a la ley penal, conforme al mandato de un debido proceso.

1.2. PRINCIPIO DE PRESUNCIÓN DE INOCENCIA

El principio de inocencia es una garantía constitucional básica en


virtud del cual nadie puede ser considerado culpable sin que medie
una sentencia obtenida en un juicio que cumpla la regla propia del
sistema acusatorio.

El artículo 69-3 de la Constitución dominicana establece:

Tutela judicial efectiva y debido proceso: Toda persona, en el


ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, tiene derecho
a obtener la tutela judicial efectiva, con respecto del debido
proceso que estará conformado por las garantías mínima que
se establecen a continuación: (…) inciso 3. El derecho a que
se presuma su inocencia y a ser tratado como tal, mientras no
se haya declarado su culpabilidad por sentencia irrevocable.

De lo anterior se colige que lo establecido como una presunción se


constituye en una realidad, porque el hombre nace puro, libre e ino-
cente, se contamina o desvía su conducta cuando vulnera las normas
previamente establecidas en la sociedad en que se desarrolla. Enton-
ces, se puede afirmar que el procesado es inocente hasta que no se
le demuestra lo contrario en un juicio, tramitado conforme a la regla
del debido proceso, cónsono con el dictado de en la Constitución de
la República.

ENMP Investigación y Análisis


54 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
1.3. PRINCIPIO DE NO AUTOINCRIMINACIÓN

El principio de no autoincriminación se deriva de la presunción de


inocencia y el juicio previo; esto así porque todos constituyen un me-
dio a seguir para garantizar un debido proceso, lo que significa que el
sistema rechaza la posibilidad de obtener una condena cobijada en la
confesión que puede dar un encartado, para evitar métodos coercitivos
que afecten derechos fundamentales.

La no autoincriminación constituye una garantía a un derecho hu-


mano, con ámbito de acción universal, reconocido en el artículo 69-6
constitucional: “Nadie podrá ser obligado a declarar contra sí mismo”.

Se observa que el Código Procesal Penal lo reglamenta en su artículo


13, donde puntualiza la no autoincriminación: “Nadie puede ser
obligado a declarar contra sí mismo y todo imputado tiene derecho a
guardar silencio. El ejercicio de este derecho no puede ser considerado
como una admisión de los hechos o indicio de culpabilidad ni puede
ser valorado en su contra”.

II. RÉGIMEN DE APLICACIÓN DEL


PROCEDIMIENTO PENAL ABREVIADO

El procedimiento penal abreviado se fundamentó en el Código Proce-


sal Penal, que lo regula (artículos 363-368) y los clasifica en acuerdos:
pleno y parcial.

En República Dominicana, como en otros países de Latinoamérica,


el legislador ha concebido este procedimiento como una formula ne-
cesaria y alternativa que garantiza descongestionar los tribunales del
cúmulo de procesos, ante la imposibilidad del sistema a dar respuesta
oportuna, a las decenas de casos pendientes de decisión.

El procedimiento verbal abreviado en el sistema procesal penal dominicano


55
Dante Castillo (pp. 47-63)
2.1. CONCEPTO Y NATURALEZA

En términos conceptuales, el Código Procesal Penal no define el sig-


nificado del procedimiento penal abreviado; sin embargo, algunos
dogmáticos se han pronunciado definiendo la nomenclatura, desde
un punto de vista etimológico.

Para Montero Aroca (2003, 204), la palabra “procedimiento”, por


su origen significa “procedere”, esto es, procedimiento, sucesión de
actuaciones para lograr un resultado determinado, mientras que el tér-
mino “penal” se refiere a la sanción, señala el tiempo que una persona
debe permanecer cumpliendo con una disposición legal, coartado de
su libertad y apartado de la sociedad, como reproche a su inconducta
al violar la norma legal establecida. “Abreviado” significa resolver el
conflicto en menos tiempo; es sinónimo de rapidez, y prontitud.

El proceso penal en sentido general se puede llevar por dos vías: por
la ordinaria y especial. Desde este punto de vista, se entiende que el
procedimiento penal abreviado, visto como una de las figuras alternas
de solución del conflicto, es de naturaleza especial, toda vez, que por
la forma en que está estructurado, solo puede ser aplicado en casos
judicializados.

2.2. CLASIFICACIÓN

El procedimiento penal abreviado se ha clasificado en dos partes: 1)


por acuerdo pleno y 2) por acuerdo parcial. La clasificación es de
utilidad a fin de poder determinar, concepto, ámbito de aplicación,
condiciones de admisibilidad y tribunal competente.

ENMP Investigación y Análisis


56 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
2.2.1. Por acuerdo pleno
a. Concepto

El procedimiento penal abreviado por acuerdo pleno está instituido en


el artículo 363 del Código Procesal Penal y se define como el acuerdo
total arribado por las partes en un proceso, en el cual sus efectos se
refieren tanto a la concretización de la acusación con la admisión de
los hechos, con consentimiento del abogado que asiste al imputado,
como a la pena y reparación civil, que debe cumplir y ser impuesta
producto del acuerdo previo, homologado por el tribunal.

En ese mismo sentido, se ha señalado que el procedimiento penal


abreviado es una forma especial de tramitar y fallar, sumariamente,
los hechos que han sido motivo de la investigación y acusación fiscal
y particular, dentro de la misma audiencia de preparación, en lugar
de hacerlo a través del juicio oral. (Celda y Hermosilla, 2003, 13)

b. Ámbito de aplicación

Por su naturaleza, el procedimiento penal abreviado se puede aplicar


para cualquier delito, siempre y cuando cumpla los requisitos de
admisión establecido en el Código Procesal Penal. Es bueno aclarar
que con la modificación de la Ley núm. 76-02, mediante la Ley núm.
10-15, del 10 de febrero de 2015 (G.O. núm. 10791), su ámbito de
acción se extendió de la pena de cinco años, a veinte años, lo que
significa que con la modificación la nación implanta un rango su-
perior a los demás países que acogieron el código procesal modelo
para Iberoamérica.

Mediante el procedimiento abreviado, el requerimiento de acusación


puede ser solicitado en cualquier momento antes de que se ordene la
apertura a juicio (artículo 363 del Código Procesal Penal). Esto es así
porque en este período procesal es suficiente que las partes se pongan

El procedimiento verbal abreviado en el sistema procesal penal dominicano


57
Dante Castillo (pp. 47-63)
de acuerdo sobre la culpabilidad, la pena y los intereses civiles, acla-
rando que se refiere al acuerdo pleno.

c. Condiciones de admisibilidad

La aceptación del procedimiento penal abreviado en República Domi-


nicana, al igual que los demás países signatarios del sistema acusatorio,
está sujeta a requisitos que, si no son cumplidos tornan inadmisible la
aplicación de este procedimiento.

La normativa procesal penal establece tres condiciones para la admisi-


bilidad del procedimiento penal abreviado a saber (art. 363):

1) Se trate de un hecho punible que tenga prevista una pena


máxima, igual o inferior a veinte años de prisión o una san-
ción no privativa de libertad.
2) El imputado admita el hecho que se le atribuye y consienta
la aplicación de este procedimiento, acuerda sobre el monto
y tipo de pena sobre los intereses civiles.
3) El defensor acredite, con su firma, que el imputado ha pres-
tado su consentimiento de modo voluntario e inteligente
sobre todos los puntos del acuerdo.

d. Tribunal competente

El tribunal competente para conocer sobre solicitud de acusación


mediante el procedimiento penal abreviado por acuerdo pleno es el
juez de la Instrucción, acorde con el artículo 73 del Código Procesal
Penal, que indica:

Corresponde a los jueces de la instrucción, resolver todas las


cuestiones en las que la ley requiera la intervención de un juez
durante el procedimiento preparatorio, dirigir la audiencia

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58 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
preliminar, dictar las resoluciones pertinentes y dictar sentencia
conforme a las reglas del procedimiento abreviado.

2.2.2. Por acuerdo parcial


a. Concepto

El procedimiento penal abreviado por acuerdo parcial puede definir-


se como aquel donde las partes, querellante, actor civil e imputado,
se ponen de acuerdo sobre un punto del caso (verbigracia sobre los
hechos) y deciden llevar a juicio la discusión de las pruebas y la pena
a imponer al enjuiciado.

El acuerdo parcial es aquel en que las partes acuerdan exclusivamente


sobre los hechos y solicitan un juicio sobre la pena. (Binder, 2007, 62)
b. Ámbito y momento de aplicación

En cualquier hecho punible, sin importar la pena a aplicar, las partes
pueden acordar exclusivamente sobre los hechos y solicitar un juicio
para la discusión de las pruebas y la pena; cabe destacar que en el
procedimiento abreviado por acuerdo parcial, no es posible imponer
una condena con la simple confesión del encartado, toda vez, que a
pesar de la manifestación de conformidad con el hecho, se requiere
hacer contradictorio las pruebas y la pena a imponer.

En cualquier caso, las partes pueden acordar exclusivamente sobre los


hechos y solicitar un juicio sobre la pena. La solicitud se hace direc-
tamente al juez o tribunal que debe conocer del juicio y contiene el
ofrecimiento de la prueba para la determinación de la pena (artículo
366 Código Procesal Penal). En este sentido, nunca se ha limitado al
monto de la pena a imponer.

Este procedimiento tiene como naturaleza la división o cesura del jui-


cio, toda vez que le permite a las partes ponerse de acuerdo sobre los

El procedimiento verbal abreviado en el sistema procesal penal dominicano


59
Dante Castillo (pp. 47-63)
hechos y llevar a juicio para discutir la sanción de la pena a imponer
al imputado.

La normativa procesal no hace referencia, de manera expresa, en qué


momento se puede presentar la solicitud de procedimiento abreviado
por acuerdo parcial; sin embargo, se puede colegir que es después
de concluida la investigación y cuando se va presentar la acusación,
conforme lo indica el artículo 293-2, del Código Procesal Penal: “Actos
conclusivos. Concluida la investigación, el ministerio público puede
requerir por escrito: …2) la aplicación del procedimiento abreviado
mediante la acusación correspondiente”.

c. Tribunal competente

El procedimiento abreviado por acuerdo parcial es competencia del


juez de juicio conforme se desprende del artículo 366 del Código
Procesal Penal:

En cualquier caso las partes pueden acordar exclusivamente


sobre los hechos y solicitar un juicio sobre la pena. Esta solicitud
se hace directamente al juez o tribunal que deba conocer del
juicio, y contiene ofrecimiento de prueba para la determinación
de la pena.

III. NATURALEZA DE LA SENTENCIA

La sentencia dictada en el procedimiento abreviado surte los mismos


efectos que una sentencia dictada mediante el procedimiento ordinario,
con la salvedad de que su decisión se limita al acuerdo arribado entre
las partes, lo que podría permitir que la pena a imponer sea menor que
someterse a un juicio de fondo en materia ordinaria.

ENMP Investigación y Análisis


60 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Esta contiene las condiciones provistas en el Código Procesal Penal,
aunque de un modo sucinto (artículo 364, parte in-fine).

De manera que al pertenecer a un procedimiento especial la decisión o


sentencia es más simple, pero deben cumplir con algunos de los requi-
sitos dispuestos para los procedimientos ordinarios, según lo prescribe
el artículo 334 del Código Procesal Penal, el cual indica:

La sentencia debe contener:

1) La mención del tribunal y la fecha en que se dicta, el nom-


bre de los jueces y de las partes y los datos personales del
imputado.
2) La enunciación del hecho objeto del juicio y su calificación
jurídica.
3) La parte dispositiva con mención de las normas aplicables.

Como se puede observar, se obviaron los incisos 3 y 6 del artículo 334


por considerarse no aplicables para el caso del procedimiento penal
abreviado por acuerdo pleno, por ser tribunales unipersonales y la de-
cisión se pronuncia a puerta cerrada. Sin embargo, somos de opinión
que por interpretación extensiva en el procedimiento abreviado debe
aplicarse lo dispuesto el artículo 335, a prima facie.
La jueza Claribel Nivar (2013) ha dicho:

Al celebrar el juicio penal abreviado de acuerdo pleno, es el


único caso en que el juez de la instrucción se convierte en juez
de fondo, teniendo la facultad de condenar o absolver al imputa-
do, y por consiguiente, la decisión que dicta se llama sentencia,
y en cumplimiento al principio de motivación.

El procedimiento verbal abreviado en el sistema procesal penal dominicano


61
Dante Castillo (pp. 47-63)
CONCLUSIONES

Al culminar la exposición este ensayo se está en condiciones de pre-


sentar algunas conclusiones valorativas de hasta dónde se vulneran
garantías constitucionales con la puesta en práctica de este instituto,
así como los beneficios que este genera al sistema como fórmula breve
para la solución del conflicto.

Si bien es cierto que con la puesta en práctica del procedimiento penal


se contribuye a descongestionar el sistema de decenas de casos que
esperan resultado en tiempo oportuno y razonable, no hay necesidad
de aplicarlo en desmedro de garantías a derechos previstas y recono-
cidas en la Constitución de la República.

Por tanto, este procedimiento debe ser sometido a una interpretación


acorde con la Ley Sustantiva, precisamente por la incidencia que tie-
ne como mecanismo alternativo que facilita aplicar justicia pronta y
oportuna, con ganancia para todas las partes.

Cuando el artículo 73 del Código Procesal Penal le atribuye compe-


tencia a los jueces de la instrucción para dictar sentencia conforme al
procedimiento penal abreviado, está sobreentendido que tratándose
de un procedimiento especial, debe realizarse bajo el esquema de ora-
lidad, es decir, verbalizado, con publicidad, apertura de las puertas y
contradicción. Esto es, debatir las pruebas, no tan solo la declaración
de imputado, y se refiere al acuerdo pleno.

Se deben tomar en consideración los principios de inocencia y de no


autoincriminación, lo que significa que la condena a imponer debe
ser tomando en consideración el mandato del artículo 172 del Código
Procesal Penal, esto es, en cuanto a la prueba, la cual debe ser verifi-
cada, validada y analizada por el juez, condición indispensable para

ENMP Investigación y Análisis


62 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
poder imponer una condena contra un ciudadano, sin chocar con esas
garantías de orden constitucional.

Existe diferencia de orden técnico y legal en la clasificación del pro-


cedimiento abreviad: en el acuerdo pleno hay un límite máximo de
sanción para su admisibilidad, mientras que en el parcial el límite viene
dado por la sanción máxima aplicable, según la disposición del Código
Penal en materia ordinaria.

Para someter la aplicación del procedimiento abreviado a lo dictado


de la Constitución y las normas supranacionales que tratan sobre de-
rechos fundamentales, solo se necesita que los actores que interactúan
en justicia lo interpreten conforme al debido proceso, es decir, bajo
la garantía procesal y constitucional de los derechos que protegen a
los enjuiciados.

REFERENCIAS

Binder, A. (2007). Derecho procesal penal. Santo Domingo: Amigo del


Hogar.
Cerda San Martín, R. y Hermosilla Iriarte F., (2003). El procedimiento
penal abreviado. Chile: Cono Sur.
Código Penal de la República Dominicana.
Constitución de la República Dominicana (2010).
Ley núm. 76-02. Código Procesal Penal República Dominicana.
Ley núm. 10-15, del 10 de febrero de 2015, que modifica la Ley núm.
76-02.
Nivar, C. (2013), “Procedimiento abreviado de acuerdo pleno”, Santo
Domingo: Escuela Nacional de la Judicatura. Recuperado de
: http://www.slideshare.net/enjportal/enj300procedimien-
tos-abreviados-de-acuerdo-pleno

El procedimiento verbal abreviado en el sistema procesal penal dominicano


63
Dante Castillo (pp. 47-63)
ORIGEN DEL DERECHO
AL RECURSO
Julio Cury

ENMP Investigación y Análisis


Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público 65
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Julio Cury es doctor en Derecho,
magíster en Derecho Procesal
Civil y especialista en Derecho
Constitucional. Asesor jurídico del
presidente de la República (2000-
2002) y profesor universitario
(1996-2000), ha ejercido intensa
e ininterrumpidamente su profe-
sión desde 1990. Articulista de El
Caribe (1988-1994), ha publicado
durante más de dos décadas en El Nacional una columna semanal que
reproducen varios diarios digitales, desde la cual aporta sus conoci-
mientos para contribuir no solo al desarrollo del pensamiento liberal,
sino también al de nuestra legislación. Es socio gerente de la firma de
abogados Inteligencia Legal.
RESUMEN

Este ensayo está circunscrito al derecho que tiene todo individuo en


un Estado social y democrático de derecho a recurrir ante un órgano
superior toda decisión que vulnere sus derechos, ya que como quienes
emiten las decisiones judiciales son hombres, estos tienden a equivo-
carse, por lo que resulta ilegal y violatorio a nuestra normativa cons-
titucional, así también como a los tratados internacionales en cuanto
a derechos humanos, de manera específica el derecho a la igualdad y
al doble grado de jurisdicción. Tal vulneración la podemos apreciar
en los artículos 303 y 304 del Código Procesal Penal, con base en
los cuales se emiten dos decisiones que culminan el procedimiento
preparatorio: una beneficia a la víctima y la otra al imputado; una es
recurrible y la otra no.

Descriptores: Recurso, apelación, garantía constitucional, orden jurídico,


derecho.

Origen del derecho al recurso


67
Julio Cury (pp. 65-104)
Origin of the right to appeal

Summary

This essay is focused to the right of every individual in a social and democratic
state of right to appeal any decision to a higher body since, as those who issue
judicial decisions are human beings, they tend to make mistakes. As a result, it
is illegal and in violation of our constitutional regulations, as well as of interna-
tional treaties on human rights, specifically the right to equality and the double
degree of jurisdiction. This violation can be seen in articles 303 and 304 of the
Code of Criminal Procedure, in which two decisions are issued that culminate the
preparatory procedure, one of which benefits the victim while the other benefits
the accused, but one is actionable and the other is not.

Descriptors: Appeal, appeal, constitutional guarantee, legal order, law.

ENMP Investigación y Análisis


68 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
INTRODUCCIÓN
UN DERECHO FUNDAMENTAL

Los tribunales del orden judicial se resisten a aplicar las leyes adjeti-
vas en sujeción a la preponderancia normativa del art. 6 de nuestra
Constitución: “Todas las personas y los órganos que ejercen potestades
públicas están sujetos a la Constitución, norma suprema y fundamento
del ordenamiento jurídico del Estado. Son nulos de pleno derecho
toda ley, decreto, resolución, reglamento o actos contrarios (…)”.

Su superioridad palmaria y la sanción por ella contemplada han de-


bido subordinar la eficacia del resto de nuestras normas, muchos de
cuyos viejos moldes no aciertan a acoplarse con los valores y principios
consagrados en la Carta Sustantiva del 26 de enero de 2010, la cual le
volvió la espalda al carácter meramente enunciativo de sus versiones
anteriores y se convirtió en un texto autónomo y aplicable con prefe-
rencia a las demás.

De ahí la inquietud que mueve este ensayo. Como se sabe, la importan-


cia de la fundamentación no solo reside en el hecho de que permite
identificar los derechos subjetivos cuya regulación legislativa requiere
un trámite especial, sino también en la delimitación del bien jurídico
que se protege mediante la acción de tutela y en la manifiesta imposi-
bilidad de suprimirlos legislativamente.

Origen del derecho al recurso


69
Julio Cury (pp. 65-104)
El capítulo III de la Constitución, sobre “los principios de aplicación
e interpretación de los derechos y garantías fundamentales”, expresa
en el numeral primero de su art. 74 que el elenco de unos y otros no
es limitativo. No sin razón, nuestro tribunal constitucional (TC en lo
adelante), cuyas decisiones constituyen precedentes vinculantes, ha
reconocido como fundamentales tanto el derecho a la tutela judicial
efectiva como al debido proceso.1 Permítase hacer aquí una brevísima
digresión, porque una buena parte de la doctrina suele emplear indis-
tintamente ambos conceptos, lo cual es incorrecto.

El primero supone un derecho al proceso o al amparo judicial que le


asiste a toda persona para solucionar una controversia, mientras que el
segundo se contrae a las garantías de que es titular toda parte conten-
diente durante la celebración del proceso a fin de asegurar la adecuada
defensa de sus derechos o intereses. Admito, empero, que ambos van
estrechados de la mano, pues el debido proceso no es sino el medio
a través del cual se efectiviza la tutela de los derechos y obligaciones
bajo consideración. Precisamente, este trabajo versa sobre una de las
garantías que lo integra: el derecho al recurso.

De entrada, debo resaltar el calado del conjunto de garantías jurisdic-


cionales que el constituyente ha puesto a disposición de los ciudadanos,
pues ellas son, insisto, las que nos permiten hacer valer nuestros dere-
chos e intereses frente a cualquier tipo de amenaza o vulneración. Mi
análisis girará en torno al art. 303 del Código Procesal Penal (CPP en
lo adelante), que prohíbe deducir recurso contra el auto de apertura
a juicio, y de inmediato me pregunto si esa disposición concuerda con
la Constitución, epicentro de todo nuestro ordenamiento jurídico.

Para responder la interrogante abierta debo analizar detenidamente


su art. 69.9: “Toda sentencia puede ser recurrida de conformidad con

1 Sentencia TC/010/13, del 4 de julio de 2013.

ENMP Investigación y Análisis


70 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
la ley”. Antes de seguir adelante, debo volver atrás y recordar que los
preceptos sustantivos tienen vigor normativo directo, prevaleciendo
sobre cualquier otro en la hipótesis de que colidan. De modo que
recurrir “toda sentencia” es un derecho reconocido antes e indepen-
dientemente de la configuración legal que el constituyente delegó en
el legislador ordinario, cuya tarea debe llevar a cabo sin contrariar su
contenido irreductible.

Este supuesto se traduce en la privación que acusa el legislador ordina-


rio para inadmitir el sistema de impugnación, distinto a lo que ocurre
en España, pues su texto sustantivo no prevé el derecho al recurso.
Así las cosas, la libertad para regularlo se circunscribe entre nosotros
a la determinación del tipo de recurso procedente y de los requisitos
condicionantes para su ejercicio.

A reservas de profundizar luego, adelanto que inclinarse por la tesis


contraria quebrantaría el derecho a un proceso con todas las garantías,
y no huelga recordar aquí que el proceso es y será siempre debido si en
su desarrollo se reconoce todo el catálogo de garantías mínimas listado
en el art. 69 de la Constitución. Expuestas estas primeras ideas esenciales,
pasaré ahora a ponderar los aspectos que con lastimosa frecuencia se
desconocen al fijarse posición respecto del derecho al debido proceso
en su vertiente de acceso al recurso contra la decisión recaída.

I. ORIGEN DEL DERECHO AL RECURSO

Ninguna de las reformas sufridas por la Carta Magna antes de la procla-


mada el 26 de enero de 2010, había consagrado el derecho al recurso,
lo que en modo alguno supone que no figuraba en el catálogo de
garantías procesales de todo justiciable. Y es que desde finales de la
década delos años 60 se encontraba previsto en tratados internaciones
sobre derechos humanos de los que somos signatarios.

Origen del derecho al recurso


71
Julio Cury (pp. 65-104)
Durante años, sin embargo, la autoridad de esos instrumentos en nues-
tro ordenamiento jurídico dio pie a encendidas polémicas: el art. 3 de
la Constitución de 1966 establecía que el país “reconoce y aplica las
normas del derecho internacional general y americano en la medida
en que sus poderes públicos las hayan adoptado…”. En buena lógica
jurídica, luego de aprobados por el Congreso Nacional, se incorpora-
ban al derecho interno, pero a decir verdad, ni su contenido se tomaba
en consideración ni se les reconocía preeminencia en caso de conflicto
con leyes nacionales.

Semejante práctica desconocía el principio pacta sunt servanda, fun-


damental del derecho internacional, conforme al cual las obligaciones
contraídas en virtud de tratados no pueden desconocerse aún en caso
de colisionar con la legislación de un Estado parte. Peor todavía, se
llevaba de encuentro el art. 27 de la Convención de Viena sobre el
Derecho de los Tratados, el cual expresa que “una parte no podrá
invocar las disposiciones de su derecho interno como justificación del
incumplimiento de un tratado…”.

Pienso que la ausencia de un texto interno que integrase los tratados


a nuestro ordenamiento jurídico era caldo de cultivo para que los tri-
bunales no los reconociesen ni aplicasen conforme a las normas del
derecho internacional, como lo disponía el citado art. 3 de la Cons-
titución de 1966. La Suprema Corte de Justicia, mediante resolución
del 24 de febrero de 1999, que instituyó el amparo entre nosotros, dio
un primer paso, y mediante otra resolución del 13 de noviembre de
2003, reconoció en unos de sus atendidos que “toda la normativa sobre
derechos humanos contenida en las declaraciones, pactos, convenios
y tratados internacionales, es de aplicación directa e inmediata…”.

Posteriormente, el CPP consagró en su art. 1 que los tratados y las “…


interpretaciones por los órganos jurisdiccionales creados por estos…
prevalecen siempre sobre la ley”. Por último, la Carta Sustantiva del

ENMP Investigación y Análisis


72 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
26 de enero del 2010 despejó todo remanente de duda respecto de la
primacía de los instrumentos supranacionales: “Los tratados, pactos
y convenciones relativos a derechos humanos, suscritos y ratificados
por el Estado dominicano, tienen jerarquía constitucional y son de
aplicación directa e inmediata por los tribunales y demás órganos del
Estado”. No obstante, algunos jueces se aferran a la interpretación
literal de la ley interna para ignorar el mandato de nuestro constitu-
yente. Y lo explico.

El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP en lo


adelante), del 16 de diciembre de 1966, reconoce en su art. 14.5 que
“… toda persona declarada culpable de un delito tendrá derecho a
que el fallo condenatorio que se le haya impuesto sea sometido a
un tribunal superior conforme a lo prescrito por la ley”. De su lado,
la Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH en lo
adelante), del 22 de noviembre de 1969, contempló en su art. 8.2 una
serie de “garantías mínimas que le asiste durante el proceso a toda
persona inculpada de delito”, consigna en su literal h) el “derecho
a recurrir el fallo ante un juez o tribunal superior”.

Cualquiera pudiera inferir que el recurso se contrae como derecho


siempre que la sentencia condenatoria sea de orden penal, lo que
abre esta interrogante: ¿Es posible esgrimir cualquiera de los tratados
internacionales señalados como sustento del derecho al recurso fuera
de procesos penales? Ni antes ni después de proclamarse la Constitu-
ción del 26 de enero de 2010 ha habido discusión al respecto. Empiezo
señalando que la jurisprudencia de la Corte IDH ha considerado que
los Estados partes deben organizar todas las estructuras del poder
público para asegurar el pleno ejercicio de los derechos humanos,
lo que de por sí ha fomentado una lectura integradora del debido
proceso, lo que ha repercutido decididamente en una comprensión
más dinámica y expansiva de la CADH:

Origen del derecho al recurso


73
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… La obligación de garantizar… no se agota con la existencia
de un orden normativo dirigido a hacer posible el cumpli-
miento de esta obligación, sino que comporta la necesidad de
una conducta gubernamental que asegure la existencia, en la
realidad, de una eficaz garantía del libre y pleno ejercicio de
los derechos humanos.2

Por su parte, el Comité de Derechos Humanos, órgano que supervisa


la aplicación del PIDCP por sus Estados partes, ha sostenido que estos
últimos deben adoptar “… las medidas legislativas, judiciales, adminis-
trativas y educativas y demás medidas que sean apropiadas para cumplir
con sus obligaciones jurídicas”.3 En consecuencia, no se trata solo de que
el Estado parte “cree todo un orden normativo que asegure su eficacia,
sino también en que sus órganos judiciales, mediante el control de con-
vencionalidad, garanticen los efectos de sus normas”.4

Ciertamente, son los Estados partes los obligados a realizar un análi-


sis de convencionalidad, esto es, concordar sus disposiciones legales
internas con las obligaciones internaciones asumidas en materia de
derechos humanos. Sin embargo,

… resulta interesante que la Corte haya señalado que las auto-


ridades implicadas en el cumplimiento de esa función son las
del Poder Judicial. En este sentido, en el caso Ibsen Cárdenas
e Ibsen Peña vs Bolivia, la Corte reiteró que en relación con
las prácticas judiciales, los jueces y tribunales internos están
sujetos al imperio de la ley y, por ello, están obligados a aplicar
las disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico. Pero

2 Corte IDH, sentencia del 29 de julio de 1988, párrafo 166, Velásquez Rodríguez
vs Honduras.
3 Comité de Derechos Humanos, comentario núm. 31 del 26 de mayo de 2004.
4 Corte IDH, sentencia del 26 de septiembre del 2006, párrafo 124, Almonacid y
otros vs Chile.

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74 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la
Convención Americana, sus jueces, como parte del aparato del
Estado, están sometidos a ella, lo que les obliga a velar porque
los efectos de las disposiciones de la Convención Americana
no se vean mermados por la aplicación de leyes contrarias a su
objeto y fin, que desde un inicio carecerían de efectos jurídicos.
(Salmón y Blanco, 2014, 50)

Además de sepultar toda duda respecto de la preeminencia de los tra-


tados internacionales, la Corte IDH aclaró que el Poder Judicial debe
realizar un control de convencionalidad entre las normas internas y
las de la CADH, y “para ello debe tener en cuenta no solo el tratado,
SINO TAMBIÉN LA INTERPRETACIÓN QUE DE ESTE HA HECHO
LA CORTE IDH, INTÉRPRETE ÚLTIMA DE LA CONVENCIÓN AME-
RICANA. Eso se precisa aún más en el caso Cabrera García y Montiel
Flores vs México, cuando la Corte señaló que esta obligación se extiende
a ‘los órganos vinculados a la administración de justicia en todos los
niveles–, lo que supone una lectura más amplia que la anterior”. (Ibíd.)

Por su lado, las Cámaras Reunidas de la Suprema Corte de Justicia


sentaron este criterio:

Considerando, que la protección de los derechos fundamentales


consagrados, como hemos expresado, en nuestra Constitución,
supone un estricto cumplimiento por todos los órganos judi-
ciales, de los principios rectores del debido proceso, explícitos
o implícitos en el ordenamiento procesal, puesto que este no
debe ser un conjunto de trámites y actuaciones, sino un ajus-
tado sistema de garantías para las partes que evite, en todo
momento, que de un incumplimiento de normas procesales
se deriven perjuicios materiales para todo interesado que ten-
gan una repercusión real sobre sus posibilidades efectivas de
defensa y contradicción, pudiendo llegar, en muchos casos, a

Origen del derecho al recurso


75
Julio Cury (pp. 65-104)
la eliminación o discriminación sustancial de los derechos que
le corresponden, sobre todo, cuando este tiene la condición de
ser una persona cuya libertad está en juego.5

Entonces, ¿cuáles son los ámbitos de aplicación del debido proceso


según la Corte IDH? Dejaré que Elizabeth Salmón y Cristina Blanco
(2014, 84) respondan: “… aunque anclado inicialmente en el marco del
derecho penal, el debido proceso es hoy una verdadera línea transversal
en la función evaluadora de cualquier instancia de poder público, o
incluso privado, que pueda de alguna manera afectar derechos”. Más
claramente, las garantías del debido proceso no se restringen a los pro-
cesos penales como pudiera inferirse textualmente de los instrumentos
internacionales indicados, sino que se extienden a los administrativos,
civiles, laborales y, en general, a todo acto dado jurisdiccionalmente
que pueda afectar derechos.

Lo que se persigue es rodear de salvaguardas fundamentales todo


procedimiento en el que potencialmente se lesionen intereses o pre-
rrogativas, por lo que resulta improcedente la interpretación textual
de las garantías judiciales de los arts. 14 y 8 del PIDCP y de la CADH.

La labor jurisprudencial de la Corte IDH ha unificado el conte-


nido del debido proceso, llegando a aplicar de manera conjunta
todo el art. 8 en proceso no penales. Eso de por sí supone una
ampliación del ámbito material del debido proceso en el que
garantías pensadas inicialmente para circunscribirse a los pro-
cesos penales terminan aplicándose a otras materias. (Salmón
y Blanco, 2014, 87)

De hecho, las normas relativas a los derechos fundamentales y sus ga-


rantías deben ser interpretadas “en el sentido más favorable a la persona

5 SCJ, Sentencia núm. 4, del 11 de septiembre de 2002, B.J. No. 1102. STC
125/1997.

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76 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
titular de los mismos…”, tal como dispone el art. 74.4 de nuestra Ley
de Leyes. Apegados, pues, a ese principio de favorabilidad, la facultad
de recurrir no debe ni puede concebirse como una garantía privativa
del imputado en el marco de un proceso penal. Pero aún estuviese
equivocado, nuestra Constitución, ni en su art. 69.9 ni el párrafo III de
su art. 149 –y luego analizaremos por separado estas dos disposiciones–
hacen mención de un tipo específico de sentencias.

Uno y otro texto establecen que “toda” decisión puede ser recurrida, ad-
jetivo que cuando es seguido de un sustantivo en singular y sin artículo,
como sucede en ambos casos, no significa otra cosa que “cualquiera”.
Al no tratarse de un derecho excepcional ni propio de un cierto tipo
de decisiones, es claro que aquellas que la parte perdidosa considere
infundadas, arbitrarias o injustas, pueden ser recurridas, conclusión
que refuerza el art. 69.10 de la misma Constitución: “Las normas del
debido proceso se aplicarán a toda clase de actuaciones judiciales y
administrativas”.

Como se aprecia, el texto no delimita ni ciñe el ejercicio de sus garantías


a ningún acto específico, sino a los de “toda clase”, por lo que desde ya
puede desecharse la artificiosa tesis de que las decisiones definitivas o
de cierre, como ha sostenido el TC, sean las únicas susceptibles de ser
recurridas. ¿O es que acaso el derecho a ser oído, la nulidad de prueba
ilegalmente obtenida o el principio de contradicción son garantías
exclusivas de un categoría concreta de procesos?

II. TIPO DE RECURSO

Ahora bien, ¿qué vía impugnativa puede deducirse contra la decisión


desfavorable? Ni la Carta Sustantiva ni los tratados internacionales
mencionados se refieren a ninguno en específico, como tampoco a

Origen del derecho al recurso


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Julio Cury (pp. 65-104)
un doble grado de jurisdicción o a la apelación. Le cederé la palabra
a Letelier Loyola (2013, 166):

… el PIDCP garantiza que el fallo pueda ser sometido al examen


de un tribunal superior, pero no exige una doble instancia en
el sentido de que un segundo órgano conozca, en igualdad de
condiciones, al que dictó la resolución recurrida. Lo que se ga-
rantiza es el derecho al recurso, mas no a un tipo determinado
de recurso, y en este curso de ideas, se destaca la remisión del
PIDCP a ‘lo dispuesto por la ley' del Estado contratante.

La remisión a la ley, consignada también en la CADH y en nuestra


Constitución, será abordada más adelante.

Dado que no es lógico que se fiscalice un acto propio, el control, para


que sea efectivo debe ejercerlo un órgano distinto al que dictó la re-
solución atacada. Sin embargo, reitero, el derecho a recurrir no debe
confundirse con la apelación ni con la segunda instancia, figuras a las
que solemos referirnos indistintamente. No obstante, a pesar de la
aparente similitud, constituyen figuras diferentes.

Como se sabe, la apelación es un tipo de recurso en virtud del cual


un órgano jurisdiccional superior al del que emana la decisión ataca-
da, la examina a fin de confirmarla o revocarla total o parcialmente.
Puede ser limitada o plena; en el primer caso, el tribunal ad quem
admite el recurso en atención a causales específicos no para celebrar
un nuevo proceso, sino de revisar los fundamentos jurídicos de la
decisión intervenida, mientras que en el segundo caso el proceso
es transportado íntegramente al tribunal de alzada, que conoce de
nuevo los aspectos debatidos y juzgados por el a quo.

El Tribunal Constitucional español ha reiterado que el recurso de


apelación implica

ENMP Investigación y Análisis


78 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
...la asunción por el juez ad quem o superior de la plena ju-
risdicción sobre el caso, en idéntica situación que el juez de
origen, a quo, no solo por cuanto respecta a la subsunción de
los hechos en la norma, sino también para la determinación
de tales hechos a través de la valoración de la prueba, dando
lugar a un novum iuditum.6

La segunda instancia supone el sometimiento de una cuestión litigiosa


ante un órgano jurisdiccional superior al que conoció del asunto por
primera vez, de lo que se colige que el órgano quem, dotado del poder
de realizar un nuevo juicio o segundo examen de las cuestiones de
hecho y de derecho dirimidas en primera instancia, tendría que ser
jerárquicamente superior al a quo. “Sin embargo, no siempre que se
interpone un recurso de apelación se produce la apertura de la segunda
instancia, como sucede en aquellos supuestos en los que recurrimos
resoluciones interlocutorias o de dirección procesal”.

“Por ello, la equiparación entre la apelación y la segunda instancia


solo sería plausible en aquellos casos en los que el recurso de ape-
lación se plantea frente a sentencias o autos definitivos. En los de-
más supuestos solo nos encontramos ante un recurso de apelación”
(Robles Garzón, 2013, 421). Dicho de otro modo, la segunda instancia
es una fase que se abre con el recurso de apelación contra la decisión
final de primera instancia, recurso este último que no siempre que se
deduce abre una segunda instancia.

El derecho que consagran los referidos arts. 69.9 y 143, párrafo III, lo
propio que los arts. 14.5 y 8.2h del PIDCP y CADH, respectivamente,
exige que el recurso sea conocido por un “tribunal superior”, mas no
especifica que sea la apelación o un doble examen.

6 STC 125/1997.

Origen del derecho al recurso


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Julio Cury (pp. 65-104)
Ahora bien, la Corte IDH ha considerado que

… se debe entender que el recurso que contempla el art. 8.2h


de dicho tratado debe ser un recurso ordinario eficaz mediante
el cual el juez o tribunal superior procure la corrección de las
decisiones jurisdiccionales contrarias a derecho. Si bien los Es-
tados tienen un margen de apreciación para regular el ejercicio
de un recurso, no pueden establecer restricciones o requisitos
que infrinjan la esencia misma del derecho de recurrir el fallo…7

Aunque no bautiza el recurso con un nomen juris específico, destaca que


debe permitir el examen integral de la decisión, criterio que comparte
plenamente el Comité de Derechos Humanos, características que solo
ofrece la apelación plena. En efecto, en los casos Gómez Vásquez vs
España y Sineiro Fernández vs España, de 2000 y 2003, respectivamen-
te, este último órgano estimó que los recursos que apenas permiten
revisar los aspectos formales de la decisión impugnada no satisfacen el
derecho al recurso en los términos del art. 14.5 del PIDCP.

Así las cosas, el recurso debe permitir la revisión de los puntos de hecho
y de derecho valorados por el órgano jurisdiccional a quo, ofreciendo
garantías a los justiciables de que los errores fácticos y jurídicos en los
que se haya podido incurrir sean eventualmente subsanados por la
jurisdicción de alzada. Si, pues, el derecho comentado debe prolon-
gar el debate procesal en un órgano diferente, “lo que supone una
concurrencia de opiniones imparciales y jurídicamente fundadas que
aunque no aseguren, cuando menos sí proporcionan que se alcance
una solución correcta…”(Macías, 175), debemos convenir en que se
trata de una apelación.

7 Corte IDH, Herrera Ulloa vs Costa Rica, sentencia del 2 de julio de 2004, párr.
161.

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80 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
III. SENTIDO DEL DERECHO AL RECURSO.
FALIBILIDAD HUMANA

Como se sabe, el derecho al recurso tiene por propósito controlar la


falibilidad humana. Resulta que cuando el juzgador está consciente de
que contra su decisión no se admite ninguna vía recursiva, tiende al
atropello, y ante la imposibilidad de que un órgano superior examine
la conformidad legal o constitucional de la decisión dictada, “… los
principios de imparcialidad y sujeción a la ley quedarían privados de
garantía, en tanto la arbitrariedad, el abuso y el error no serían censu-
rados” (Borinsky y Días, 2002, 53-54). La única forma de evitar que la
iniquidad contenida en un fallo cualquiera adquiera el carácter de la
cosa definitivamente juzgada es reconociéndole a la parte perdidosa
el derecho a recurrirla.

La falibilidad del hombre, unida a factores exógenos al proceso, como


la incapacidad y venalidad judiciales, torna necesario el control que
suponen las vías recursivas. Pero no solo el interés particular de las par-
tes procesales lo aconseja, sino también el de la sociedad misma, que a
fin de apuntalar los principios de justicia y seguridad jurídica, tienen
derecho a fiscalizar la aplicación de la ley y la justicia que se administra
en nombre de la nación. Opinar distinto debilitaría el debido proceso
y la tutela jurisdiccional, cuya efectividad devendría en quimera.

Ni qué decir cuando proviene de un tribunal unipersonal, como los


juzgados de instrucción, cuyos autos de apertura a juicio no dan lugar,
según el art. 303 del CPP, a ningún recurso. Y lo afirmo porque ese
texto deshabilita la posibilidad de que dichas decisiones se impugnen
por cualquier motivo que pudiera traducirlas en excesivas, injustas o
violatorias al ordenamiento jurídico o, peor aún, al debido proceso.
Con sobrada razón, Agustín Pérez-Cruz (1998, 54) manifiesta que si
con los recursos se persigue

Origen del derecho al recurso


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Julio Cury (pp. 65-104)
… corregir los errores que, en el procedimiento o en el juicio,
haya podido cometer el juzgador, así como remediar la posible
arbitrariedad judicial cometida, parece aconsejable que esa
posibilidad de corrección de los errores y remedio de la arbi-
trariedad se disponga con relación a cualquier tipo de proceso,
habida cuenta de que se pueden cometer en cualquier tipo de
proceso.

Exceptuar la viabilidad de que el imputado persiga y obtenga la re-


vocación, modificación o anulación de un auto de apertura a juicio
afectado de vicios in iudicando o in procedendo, o en la hipótesis de que
sea dictado en violación a una o varias garantías del debido proceso,
equivale a darle carta de legitimidad a la denominada “tiranía de la
instancia”. Asimismo, revestir una decisión parecida con el carácter de
la cosa definitivamente juzgada, esto es, sin posibilidad de ser revocada
por un tribunal superior, le enajena eficacia a la tutela judicial.

Somos humanos y por ende, falibles, y en la perspectiva judicial la


posibilidad de yerro o del abuso amenaza las debidas garantías de las
partes. Lo que se persigue con el recurso es cerrar esa probabilidad
sobre los actos que el juez realiza: el procedimiento, la interpretación
de normas jurídicas aplicables al caso concreto, la apreciación de los
hechos, entre otros. Recapitulando: se trata de alcanzar una justicia
consensuada, próxima a la ideal en la medida de lo posible, aunque
como explica brillantemente Ricardo Yañez Velasco (2001, 86), “nunca
se evitará de forma absoluta, sino que en todo momento trataremos
de disminuir sus riesgos, comenzando desde que el ciudadano se con-
vierte en justiciable”.

El mencionado autor pone el dedo en la llaga: “… la garantía no se


encuentra en asegurar la fiabilidad del juez, sino en impedir o menos-
cabar su falibilidad. Puede admitirse que el resultado final encuentre
una mayor confianza del justiciable en la administración de justicia,

ENMP Investigación y Análisis


82 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
conllevando mayor fiabilidad a la misma como conjunto homogéneo,
en vez de individualizarlo” (Ibid.). El muy elevado número de resolucio-
nes que son reformadas constantemente por órganos jurisdiccionales
superiores a los que decidieron en primera instancia, nos ofrece una
idea de la necesidad de controlar la suficiencia probatoria que, según
los jueces de instrucción, justifican sus autos de apertura a juicio.

Por supuesto, la posibilidad de error no es exclusiva de los tribunales


inferiores. Los superiores jerárquicos que resuelven sobre lo decidi-
do ex ante pueden equivocarse, pues son igualmente humanos. Sin
embargo, recurrir a un órgano superior, preferiblemente colegiado
y cuyos miembros dispongan de mayor experiencia, disminuye sensi-
blemente el riesgo.

A favor del sistema de la colegialidad se arguye, entre otras


razones, que las sentencias adoptadas después de una delibe-
ración, en que cada uno de los jueces ha emitido y justificado
su opinión, tienen más probabilidad de ser justas e imparciales
que las emanadas de un juez único, quien podría extraviarse
en sus apreciaciones, aun con entera buena fe, o hasta decidir
maliciosamente. La recíproca fiscalización que ejercen unas
sobre otras las distintas opiniones de los jueces colegiados
garantiza la imparcialidad y justeza de sus decisiones. (Tavares
hijo, 1991, 63)

La pluralidad o colegialidad tiene más abanderados que críticos. Me


haré nuevamente eco de Yañez Velasco: “… la mayor jerarquía y el
incremento numérico aportan mayor seguridad y confianza del co-
lectivo, reduciendo consensuadamente la falibilidad judicial” (2001,
101). Y nadie ignora que interpretar mal una norma por impericia o
malicia del juez es una amenaza latente sobre el sistema que debe y
tiene que controlarse.

Origen del derecho al recurso


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Julio Cury (pp. 65-104)
Rectificar al juez que por cualquier razón se desvía de la ley, com-
porta además un efecto reflejo que previene su permanente u oca-
sional reedición. En definitiva, la idea del control de las ilegalidades,
arbitrariedades o ilicitudes, y con ellas, de la injusticia que cobija,
explica la necesidad de los recursos. Estoy plenamente de acuerdo con
Yañez Velasco en el sentido de que “sabiéndose controlables, los intér-
pretes apuran su diligencia. No solo se disuade entre posibles ilicitudes,
sino que se sensibilizan sobre la corrección de las propias decisiones”
(2001, 115). Y le asiste la razón, porque el control opera en contra de
la arbitrariedad y la desidia, disminuyendo el riesgo de la arbitrariedad.
“Si alguien sabe que su decisión es intocable puede actuar como un
intocable, siquiera atento a su prestigio jurídico y despreocupándose
de su labor, sin tener presente la sanción indirecta (indemnización por
error judicial) o directa (responsabilidad disciplinaria, civil, penal)”
(Ibíd.). Es, reitero, lo que se conoce como la “tiranía de la instancia”.

Recapitulando: el fin superior de justicia, tanto individual como co-


lectiva, es lo que redondea de sentido las vías de impugnación. Un
error judicial desprovisto de lógica, lo mismo que una actuación ne-
gligente o malintencionada, lesiona la justicia como finalidad última,
y la búsqueda de un mecanismo que reduzca el riego de iniquidades
y acredite la racionalidad y certeza en la administración de justicia, es
lo que inspira el derecho al recurso.

IV. LA COLETILLA “DE CONFORMIDAD CON


LA LEY”. ¿LEY ORGÁNICA U ORDINARIA?

Retomemos ahora el art. 69.9 de nuestra Constitución y desde ya diga-


mos que de su lectura podemos colegir dos cosas: a) que el derecho
a recurrir no es exclusivo de las sentencias de fondo dictadas por la
jurisdicción penal y b) que es de configuración legal. ¿Por qué lo es?
Simple: porque la ley adjetiva tiene que precisar los tipos de recursos,

ENMP Investigación y Análisis


84 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
las formas, condiciones y plazos en que deben interponerse y los efec-
tos que aparejen.

De hecho, el Comité de Derechos Humanos consideró que

… la expresión ‘conforme a lo prescrito por la ley' no pretende


librar la misma existencia del derecho al recurso a la discreción
de los Estados parte, en tanto los derechos son reconocidos
en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, y
no simplemente los reconocidos en la ley doméstica. Lo que
debe ser determinado conforme a lo prescrito por la ley son
las modalidades en las que el recurso por ante un tribunal su-
perior debe ser establecido”.8 Es claro que no puede hacerse
lo propio en la Constitución, y no otra cosa explica la facultad
delegada al legislador ordinario.

Ahora bien, ¿por mayoría relativa o agravada? ¿A qué tipo de ley se re-
firió el legislador constituyente? Mediante Sentencia TC/0150/13, del
12 de septiembre de 2013, el Tribunal Constitucional, al reafirmar la
configuración legislativa del derecho al recurso, no lo aclaró. Se limitó
a señalar que el legislador ordinario “… puede establecer condiciones y
requisitos para la interposición de los recursos jurisdiccionales”. Como
se sabe, nuestra Ley de Leyes consagra en sus arts. 112 y 113 las leyes
ordinarias, cuya aprobación exige de “la mayoría absoluta de los votos
de los presentes de cada cámara”, y las orgánicas, que requieren de
una mayoría reforzada, esto es, “del voto favorable de las dos terceras
partes de los presentes en ambas cámaras”.

Hago otra brevísima digresión para explicar que las leyes orgánicas son
las que por su especial relevancia completan la Constitución, prolon-
gando a través del legislador ordinario, mediante un procedimiento

8 Comunicación No. 64/1979, Salgar de Montejo vs Colombia, párrafo 10.4.

Origen del derecho al recurso


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Julio Cury (pp. 65-104)
de aprobación agravado, la regulación de materias trascendentales que
son tasadas por el constituyente. En efecto, no solo la mayoría reforza-
da para su aprobación determina el carácter orgánico de la ley, sino
también la materia reglada. El art. 112 de nuestro Pacto Fundamental
lista las materias objeto de regulación de las leyes orgánicas, señalando
en primer término los derechos fundamentales, entre los cuales se
incluyen la tutela judicial efectiva y el debido proceso.

Ahora bien,

…una interpretación extensiva, en esta materia, conduciría


a que casi todos los posibles objetos de regulación legislativa
cayeran en el ámbito de lo orgánico (de alguna manera cual-
quier tema se enlaza con un derecho constitucional); lo cual
equivaldría a invertir el esquema constitucional de las catego-
rías normativas al convertir en regla lo que no es más que una
excepción. (Chinchilla H., 2009, 219 )

Si bien es verdad que la regulación de derechos fundamentales es re-


serva de ley orgánica, no es menos cierto que la doctrina constitucional
se ha inclinado por la interpretación restrictiva de su ámbito material
a fin de evitar una petrificación excesiva del ordenamiento jurídico,
o si se prefiera, de no vaciar la competencia del legislador ordinario.

Para justificar semejante tendencia, el Tribunal Constitucional español


ha establecido que su “Constitución ha instaurado una democracia
basada en el juego de las mayorías, previendo tan solo para unos su-
puestos tasados y excepcionales una democracia basada en mayorías
cualificadas o reforzadas”.9 Esa tesis, en mi opinión, es cuestionable,
pues no se fundamenta en el principio democrático, sino, por el con-
trario, en la excepcionalidad de la ley orgánica.

9 STC 5/1981, del 13 de febrero de 1981.

ENMP Investigación y Análisis


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Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Las mismas razones históricas que permiten determinar la mayor
congruencia con la democracia de la regla de la mayoría simple,
permitirían, con mayor sentido, afirmar la conformidad más
evidente con el principio democrático de la mayoría absoluta…
que implica, en abstracto, un mayor respeto a las minorías, la
promoción del diálogo y del consenso entre los grupos políti-
cos, la garantía de una participación mayor en la adopción de
las decisiones fundamentales. (Cámara Villar, et al, 2014, 158)

El CPP, como los demás códigos de procedimiento, contiene normas


regulatorias del debido proceso, y por tanto, hay quienes opinan que
escapan al poder de configuración del legislador ordinario. En el peor
de los casos, se ha considerado que cuanto una ley contiene normas
de ambos tipos, debe especificarse qué preceptos tienen naturaleza
orgánica y cuáles no, para de ese modo someter su aprobación a la
mayoría que corresponda. De modo, pues, que si nos inclinamos a
favor de cualquiera de estas dos posiciones, puede asegurarse que las
garantías que conforman el debido proceso es reserva material del
art. 112 de la Constitución.

Sobre el ámbito material regulable por ley orgánica, la Corte Consti-


tucional colombiana ha reiterado que no todas las que se refieran a
derechos fundamentales tienen ese carácter:

… las disposiciones que deben ser objeto de regulación por


medio de ley orgánica, concretamente, en lo que respecta a los
derechos fundamentales y los recursos o procedimiento para su
protección, son aquellas que de alguna manera tocan su núcleo
esencial o mediante las cuales se regula de forma íntegra, estruc-
tural o completa el derecho correspondiente.10

10 Sentencia C-910, de 2004.

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Teniendo eso en cuenta, puede decirse que para regular el derecho al
recurso, garantía del debido proceso consagrada por la Constitución,
se requeriría de una ley más cercana a esta última, y por tanto, de la
mayoría calificada que exige su art. 112.

Para no dejar fisuras abiertas, digamos de una buena vez que la Ley
núm. 76-02 es una ley ordinaria, ya que en ninguna de las revisiones
constitucionales anteriores a la del 26 de enero de 2010 se previeron las
leyes orgánicas. Nuestros legisladores, por desconocimiento o atraídos
tal vez por la sonoridad del término, designaron ciertas leyes que regu-
laban instituciones públicas y órganos descentralizados con el adjetivo
“orgánica”. Sin embargo, no fueron ni son tal cosa, pues el legislador
ordinario no gozaba entonces de facultad para aprobarlas, dado que la
existencia de las leyes orgánicas “… se halla subordinada a su previa ad-
misión por la Constitución, que debe establecer en su cuerpo sustantivo
cuáles materias son objeto de las mismas”. (Cury, 2000, 41)

Para robustecer lo expuesto, ninguna de las leyes que se votaron antes


del 26 de enero de 2010 se sometieron a la aprobación de la mayoría
calificada, sino que por el contrario, pasaban por el tamiz legislativo
con el voto favorable de la mayoría simple. Ahora bien, aunque se
exija la interpositiolegislatoris para un derecho constitucional tenga
desarrollo y plena eficacia, es la Constitución que lo ampara. El mismo
acceso a la jurisdicción es un derecho condicionado a la ley, lo que de
ninguna manera equivale a reconocer que se trata de garantías legales
o derechos de naturaleza legal.

La Constitución como guía de todo el ordenamiento jurídico sería muy


extensa si pretendiésemos que previese todo el desarrollo necesario.
Por eso, su redacción es abierta, corta y densa. De ahí que la ley de
desarrollo, como puente a través del cual se hace efectivo un derecho
constitucional, debe respetar su contenido esencial o núcleo irreduc-
tible, sin olvidarse nunca que el derecho que se regula preexiste a

ENMP Investigación y Análisis


88 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
la interpositio legislatoris. Si el legislador ordinario se distanciase de las
pautas constitucionales, amparándose en el mal entendido significa-
do de la configuración legal del derecho fundamental de contenido
procesal, incurriría en un exceso sancionado con la nulidad de pleno
derecho contemplada en el art. 6 de la Constitución.

Lo que hace que un derecho sea fundamental es la capacidad de


vincular efectivamente al legislador. El constituyente prefigura el de-
recho, mientras que el legislador lo configura, de lo que resulta que
todos los derechos fundamentales tienen reserva de ley. La interpo-
sitiolegislatoris no significa otra cosa que la necesidad de regular el
derecho fundamental en términos que permitan su plena aplicabilidad
y eficacia. Nada más.

V. LOS ARTS. 303 Y 304 DEL CÓDIGO


PROCESAL PENAL. VIOLACIÓN A LOS
PRINCIPIOS DE IGUALDAD
Y RAZONABILIDAD

El art. 303 del CPP señala que el auto de apertura a juicio “no es sus-
ceptible de ningún recurso”. A su vez, el auto de no ha lugar, que es el
anverso de la misma moneda, “es apelable”, según el art. 304 del mismo
cuerpo legal. Estas dos disposiciones plantean no pocas interrogantes
en torno a su conformidad, validez y eficacia constitucionales. Pudiera
afirmarse que al tratarse de una ley ordinaria, el CPP carece de fuerza
normativa para morigerar derechos fundamentales, y como ya expresé,
el TC ha considerado que la tutela judicial efectiva y el debido proce-
so lo son. Y si acogemos como válida la posición de que solo las leyes
orgánicas, en virtud del referido art. 112 de la Constitución, pueden
fijar las condiciones en virtud de las cuales puede regularse un derecho
fundamental, y el derecho al recurso es garantía inmanente de uno,
pudiéramos concluir que el art. 303 es inconstitucional.

Origen del derecho al recurso


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Julio Cury (pp. 65-104)
Si todas esas garantías mínimas que conforman el debido proceso son
aplicables a “toda clase de actuaciones judiciales y administrativas”,
como establece de forma expresa el numeral 10 del art. 69 de la Cons-
titución, ¿puede validarse la prohibición a deducir recurso contra el
auto de apertura a juicio? ¿Puede acaso un texto adjetivo de palmaria
inferioridad sobreponerse a un derecho consagrado en el PIDCP, en
la CADH y, más aún, en la mismísima Constitución? Obviamente que
no; el valor y eficacia legales de las disposiciones del CPP están subor-
dinados a nuestra Ley de Leyes y a los tratados internacionales sobre
derechos humanos de los cuales es signataria República Dominicana.

El propio art. 1 de dicho código lo reconoce: “Los tribunales, al apli-


car la ley, garantizan la vigencia efectiva de la Constitución y de los
tratados internacionales… cuyas normas y principios… prevalecen
siempre sobre la ley”.

La preeminencia del texto sustantivo es incuestionable y la norma que


osase contradecirlo sería nula de pleno derecho, en virtud del art. 6
de la Constitución. En cuanto a los tratados internacionales, no es solo
porque el CPP declare que esté supeditado a aquellos, sino también
porque nuestra Constitución le atribuye jerarquía constitucional a los
que versen sobre derechos humanos, naturaleza que innegablemente
acusa tanto el PIDCP como la CADH. Por consiguiente, en caso de
conflicto entre una disposición del CPP y otra de esos tratados, predo-
minarían estos últimos. Partiendo de este axioma, es absurdo esgrimir
un texto ordinario como lo es el art. 303 del CPP, para cerrarle la puerta
de los recursos a una decisión tan gravosa con la que culmina la fase
intermedia del proceso penal: el auto de apertura a juicio.

Pero situémonos en el terreno hipotético y supongamos que no fuese


así. ¿Hubiese diferencia respecto de la conclusión a que he arribado?
En lo absoluto; el tratamiento discriminatorio que en perjuicio del
imputado establece el art. 303 del CPP, contraviene el principio de

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90 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
igualdad previsto en el art. 69.4 de la Carta Sustantiva como en el art.
14.3 del PIDCP y en el art. 8.2 de la CADH. Efectivamente, si el auto
de no ha lugar que dicte un juez de instrucción con motivo de un jui-
cio preliminar es apelable, ¿cómo se justifica que el auto de apertura
a juicio no lo sea? Menudean algunas explicaciones que parten de un
enfoque cerrado de dichos textos, siendo la más socorrida que el im-
putado enviado a juicio goza de la posibilidad de ejercer su derecho de
defensa ante la jurisdicción de fondo, en tanto que la parte acusadora,
en vista de un auto de no ha lugar, debe disponer de un recurso para
que un tribunal superior reconsidere el criterio fijado por el juez de
instrucción. En verdad, se trata de una tesis viciosa que le vuelve la
espalda al debido proceso, y me complazco en demostrarlo.

Antes que nada, el juicio a la acusación es una cosa, y el juicio de


fondo es otra muy distinta. En el primero se determina la suficiencia
probatoria para sostener la posibilidad de una condena en contra del
imputado, mientras que en el segundo se juzga la responsabilidad penal
de este último, dado que lo que el acusador persigue es que se declare
al imputado culpable de la comisión de los tipos penales atribuidos. Se
trata, como se ve, de dos procesos enteramente distintos, con objetos
nada parecidos, y por tanto, en cada uno se debe, tal como dispone el
art. 69.10 de la Constitución, respetar a pie juntillas las garantías del
debido proceso. Siendo así, cualquiera que fuese la decisión en esta
fase intermedia debe y tiene que ser recurrible.

Por otro lado, el art. 69.4 de la Constitución, repito, reconoce el dere-


cho a un juicio imparcial en plena igualdad y con respeto al derecho
de defensa, garantía del debido proceso que se plantea como una
interrogante en el tema de análisis. Y es que esta garantía que tam-
bién consagra el art. 12 del CPP, supone que las partes contendientes
disponen de plena igualdad para alegar, probar e impugnar. Mejor
todavía, lo que le está permitido a una parte en el proceso, debe igual-
mente reconocérsele a la otra: “El derecho al debido proceso implica

Origen del derecho al recurso


91
Julio Cury (pp. 65-104)
la observancia estricta al principio de igualdad de las personas ante la
ley, que en el ámbito procesal se traduce como una igualdad entre las
partes o igualdad de armas y no discriminación”. (SCJ, 2003)

No solo porque el derecho al recurso sea una garantía del debido pro-
ceso, sino también porque imputado y acusador deben ser titulares de
idénticos derechos procesales, de posibilidades parejas para sostener
y fundar lo que a cada cual le convenga ante idénticos hechos o resul-
tados. Se me podrá decir que ninguna de las partes puede recurrir el
auto de apertura, en tanto que ambas, imputado y acusador, pueden
apelar el de no ha lugar. Visto así, los textos en cuestión no contemplan
ningún tratamiento diferenciado, toda vez que a uno y a otro les está
igualmente prohibido recurrir el auto de apertura a juicio.

Resulta, sin embargo, que el principio de igualdad ante la ley implica


“una exigencia de igualdad en la ley… se transforma en un mandato
que impone al Estado el deber de respetarlo tanto en la formulación
como en la aplicación de normas” (Didier, 2012, 37). Así, pues, dicho
principio persigue una justicia distributiva o conmutativa, distribu-
yendo entre las partes, sin desequilibrio, recursos, oportunidades y
beneficios.

El común denominador de la igualdad en la aplicación de las


normas con la igualdad en la formulación, residente en que
ambas presentan la misma exigencia: que no se establezcan
desigualdades injustificadas en los criterios utilizados por el
legislador o por el juez para atribuir derechos y deberes, bien
genéricamente o bien, en su aplicación, individualizadamente.
(Didier, 2012, 44)

De manera, pues, que cualquier distinción arbitraria o de indebido


privilegio contraviene la igualdad en la aplicación de la ley. En suma,
individuos en similares circunstancias relevantes no pueden recibir del

ENMP Investigación y Análisis


92 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
aparato estatal un trato diferente en forma relativamente sincrónica.
Hagamos un tertium comparationis para poner de manifiesto la desigual-
dad producida, pero antes recordemos que en la fase intermedia solo
pueden darse dos decisiones: a) el auto de apertura a juicio, que des-
favorece al imputado, y b) el auto de no ha lugar, que desfavorece a la
parte acusadora. No obstante, solo en este último caso, la resolución
es apelable, y por tanto, el acusador –no así el imputado– comparece
al proceso consciente de que una decisión del juez de instrucción
contraria a sus intereses podrá recurrirse en apelación ante la Cámara
Penal de la Corte de Apelación.

No existe, pues, desde el punto de vista de las oportunidades y de los


resultados, ninguna simetría en el juicio preliminar. En el primer caso,
concluye y el imputado es enviado irremisiblemente a un tribunal de
fondo para que lo absuelva o condene del hecho penal alegadamente
cometido. En el segundo, por el contrario, la fase intermedia puede
continuar, pues al ser apelable el auto de no ha lugar, un tribunal su-
perior, con competencia plena para volver a conocer de la pretensión
del acusador, puede revocarla y enviar a juicio de fondo al imputado.

Más claramente, la posibilidad de un nuevo enjuiciamiento, no sobre


lo juzgado por el juez de instrucción, sino sobre las alegaciones y
pruebas reunidas en la acusación, se cierne exclusivamente sobre el
imputado, que no dispone del mismo cauce impugnatorio en caso
contrario. Efectivamente, al único que se le ofrece una tutela judi-
cial reparadora, a favor de quien se pone a disposición un recurso
ordinario, como es el de apelación, es al acusador. Al imputado, en
cambio, se le niega la tranquilidad, o la seguridad, de que su asunto
no será analizado por un solo juez, sino que eventualmente podrá
acceder a un tribunal superior por la vía de la apelación.

Es difícilmente cuestionable que la apelación “ofrece mayores garantías


a los justiciables, ya que les permite hacer frente a los errores fácticos en

Origen del derecho al recurso


93
Julio Cury (pp. 65-104)
los que haya podido incurrir el órgano jurisdiccional inferior” (Catalina
Benavente, 2010, 182). Como puede constatarse, ante el mismo escena-
rio fáctico, se genera un notorio desequilibrio, puesto que a uno de los
sujetos procesales se le dispensa un trato diferente sin mediar razones
objetivas ni razonables. El imputado comparece al juicio preliminar
afrontando una clara desventaja, por lo que puedo asegurar que no se
beneficia del debido proceso en los mismos términos que su contraparte.

Si, pues, el principio de igualdad tiene por finalidad que las partes
del proceso tengan las mismas oportunidades de alegar, defenderse,
probar y recurrir para que no medien ventajas en ninguna de ellas
con relación a la otra, ¿se verifica en la especie? Veamos:

En segundo lugar, la defensa del principio de igualdad. Esto en la


medida en que la interpretación propuesta permite que la parte
vencida pueda también, en igualdad de condiciones, impugnar
la decisión que podría ser eventualmente lesiva de sus derechos
constitucionales y que, sin embargo, de no aceptarse el recurso
de agravio, tratándose de una estimatoria de segundo grado, no
tendría acceso a la última y definitiva instancia… Tratándose de
un proceso de amparo entre particulares, esta situación resulta
especialmente relevante, puesto que una interpretación literal del
art. 202, inciso 2, solo permite acceso al demandante vencedor
en segunda instancia, más nunca al emplazado…11

En concreto, “el derecho a la igualdad de armas tiene por objeto evitar


una situación de privilegio o supremacía de una de las partes, garanti-
zando así la igualdad efectiva de las posibilidades y cargas del actor y del
demandando…” (Picó i Junoy, 2011, 190 ). Los artículos 303 y 304 del
CPP contemplan una desigualdad tan injustificada como irrazonable,

11 Sentencia del Tribunal Constitucional del Perú, del 19 de abril de 2007, inciso
37b. Recuperado de http://www.justiciaviva.org.pe/nuevos/2007/mayo/31/
precedente_vinculante.doc.

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94 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
puesto que estando el imputado y el acusador en las mismas circunstan-
cias, reciben un tratamiento diferenciado por parte del aparato estatal.

Dos supuestos semejantes no pueden recibir tratos diferentes o des-


proporcionales con la finalidad perseguida; restringir el sistema de
impugnación para evitar la dilación del proceso penal, que es otra
razón invocada para pretendidamente justificar la irrecuribilidad del
auto de apertura a juicio, estaría invirtiendo aquella máxima según la
cual es preferible absolver al culpable que condenar al inocente. “No
se trata de legitimar únicamente a una parte para recurrir. La potestad
existe para todos, porque son universales, tanto el fundamento de los
recursos como el valor justicia del texto constitucional” (Yañez Velasco,
2001, 321). No hay razonabilidad en la desigualdad de las posibilida-
des de impugnar, pues el principio común que debe regir es el de la
justicia, que ante posiciones diversas sin posibilidades impugnativas
iguales, se agrieta.

De hecho, el art. 14.5 del PIDCP y el 8.2h de la CAHD solo prevén el


derecho al condenado, pero la jurisprudencia se lo ha reconocido a la
parte acusadora “… a través de la exigencia igualitaria de las armas en el
proceso” (Ibíd.). La igualdad formal de armas constituye la posibilidad
de contradecir, y no hacerlo desemboca en un manifiesto desequilibrio,
tornando la simetría es un postulado huero de contenido. “Creemos
que la aplicación procesal de la igualdad debe realizarse hasta el final,
sin quedarnos a mitad de camino… la práctica de la igualdad en toda
su merecida extensión, evita tildar de privilegio un mayor alcance de
ejercicio de ciertas potestades como la de recurrir…”. (Yañez Velasco,
2001, 329)

Asimismo, me socorre el convencimiento de que los arts. 303 y 304


violan el principio de razonabilidad, que aunque tiene estrecha
vinculación con el de la igualdad, no son lo mismo. Refiriéndose a
este último, Didier señala que entraña “la existencia de supuestos de

Origen del derecho al recurso


95
Julio Cury (pp. 65-104)
hecho comparables, por lo que necesita para ser aplicado un térmi-
no de comparación, mientras que el de razonabilidad es válido para
intervenciones individualizadas y no requiere necesariamente un tér-
mino de comparación”. Como sabemos, el despliegue del principio
de razonabilidad supone la aplicación de tres juicios o sub-principios,
y plantearme la tarea de hacer aquí un análisis de medios y fines con-
llevaría más espacio del que dispongo. Sin embargo, diré que el art.
303 no pasa el test por ser inadecuado, innecesario y desproporcional,
sobre todo porque altera sustancialmente el contenido del derecho
de defensa del imputado y viola la garantía de la protección igualitaria
de las leyes.

VI. EL PÁRRAFO III DEL ART. 149


DE LA CONSTITUCIÓN

El párrafo III del art. 149 de la Constitución establece: “Toda decisión


emanada de un tribunal podrá ser recurrida ante un tribunal superior,
sujeto a las condiciones y excepciones que establezcan las leyes”. Coincide
con el art. 69.9 respecto de la posibilidad de deducir un recurso “ante un
tribunal superior”, pero difiere en que no se trata de “toda sentencia”,
sino de toda “decisión”, e introduce el término “excepciones”.

El TC ha sostenido que

…en ambos casos, la Constitución hace reserva de que el recur-


so sea “de conformidad con la ley” y “sujeto a las condiciones y
excepciones que establezcan las leyes” de lo cual se infiere que
nuestra Carta Magna ha dejado al legislador la posibilidad de
regular, limitar e incluso restringir el derecho a un recurso me-
diante una disposición de tipo adjetivo.12

12 TC/0007/12, del 22 de marzo de 2012.

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96 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
El texto parcialmente transcrito de la referida sentencia no es del todo
cierto; el art. 69.9 condiciona el ejercicio del recurso a lo previsto en
la ley, pero en parte alguna lo ciñe, como hace constar el TC, a las
“excepciones que establezcan las leyes”.

Aunque a mi modo de ver el párrafo III del art. 149 redunda, no cabe
duda de que tropieza con el art. 69.9, pues este último es mudo respecto
de las indicadas excepciones, lo que abre una interrogante: ¿Es posible
restringir el derecho al recurso? Aunque se trata de dos disposiciones
constitucionales, inclinarse por la afirmativa equivaldría a reconocerle
preponderancia al primero y relegar a un segundo plano las garantías
del debido proceso, o sea, de un derecho fundamental. Por otro lado,
si se valida la especiosa tesis del TC, deberíamos entonces sepultar el
criterio que al respecto predomina no solo en el Comité Internacio-
nal de Derechos Humanos, sino también en la Corte IDH, que en su
célebre sentencia del caso Herrera Ulloa vs Costa Rica, estimó que

…el derecho de recurrir el fallo es una garantía primordial que


se debe respetar en el marco del debido proceso legal… debe
ser garantizado antes de que la sentencia adquiera calidad de
cosa juzgada. Se busca proteger el derecho de defensa otorgan-
do durante el proceso la posibilidad de interponer un recurso
para evitar que quede firme una decisión…13

Para la repetida jurisdicción internacional, el nombre del recurso es


irrelevante, no así su alcance: “… lo importante es que dicho recurso
garantice un examen integral de la decisión recurrida”.14 De su parte,
la Sala Civil de la SCJ consideró que “cuando este texto expresa que
el recurso puede ser hecho ‘de conformidad con la ley', no con ello
permite que sea suprimido, sino reglamentado únicamente”.15

13 Sentencia del 2 de julio del 2004, No. 107, párr. 158.


14 Ibid, párr. 165
15 SCJ, Sentencia 1205, del 6 de abril de 2011.

Origen del derecho al recurso


97
Julio Cury (pp. 65-104)
Posteriormente, acomodaron el criterio en una sentencia penosamente
redactada y contradictoria en sí misma: “… recogió en el art. 69 toda
una atalaya garantista como manifestación de lo que se ha venido en
llamar debido proceso y tutela judicial efectiva…”.16 La Sala Civil de
nuestro más alto tribunal judicial sostiene sin tino ni rigor jurídico
que el art. 69.9 debe ser interpretado “en concordancia práctica con
el párrafo III del art. 149”, y sin hacer lo propio, resbalan líneas abajo
para despacharse con esta perla: “La exégesis del texto en comento
no deja lugar a dudas sobre lo que los asambleístas quisieron elevar a
rango constitucional el derecho al recurso”.

La ampulosidad e incoherencia suben de punto:

… dichos asambleístas revisores de la Constitución delegaron


en el legislador ordinario la posibilidad de limitar o suprimir
el derecho a algunos recursos o establecer excepciones para su
ejercicio, cuya reserva de ley que se destila del indicado párrafo
III del art. 149 estaría permitida solamente si el legislador ordi-
nario respeta el contenido esencial del derecho a recurrir, es
decir, el núcleo duro de dicho derecho fundamental, el cual sería
indisponible para el legislador, ese núcleo duro sería entonces
el derecho de recurrir el fallo ante un tribunal superior, que no
puede ser totalmente cerrado por el legislador, pues en ese caso
deformaría el núcleo sustancia exceptuado a la actuación del
legislador ordinario.

En una suerte de circunloquio, la Sala Civil se remata:

Ahora bien, los derechos fundamentales también tienen una


parte periférica que puede ser afectable por la actuación del
legislativo, como sería el caso de cerrar ciertos recursos por mo-

16 SCJ, sentencia del 30 de enero de 2013.

ENMP Investigación y Análisis


98 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
tivo de razonabilidad y permitir el ejercicio de otros, es decir,
que el legislador debe siempre garantizar una vía impugnativa
al condenado para respetar el núcleo mínimo del derecho que
es objeto de examen, reconocido por el Sistema Internacional
de Protección de los Derechos Humanos y por nuestra Cons-
titución.

El alto tribunal no supo fijar posición sin ambages, porque además


de rebosar su decisión de tantas perífrasis, no retuvo que si bien la ley
puede sujetar el recurso al cumplimiento de determinados requisitos,
no es posible deshabilitarlo, como se lee en una parte de la sentencia
comentada, aunque luego se sienta un criterio opuesto: “El legislador
debe siempre garantizar una vía impugnativa”. Pero dejemos de lado
este lastimoso esfuerzo intelectual y digamos sin rodeos que el legislador
ordinario carece de esa facultad, pues se trata, insisto, de un derecho
que preexiste en virtud del art. 69.9 de nuestro Pacto Fundamental.

Nada importa que el párrafo III del art. 149 haya insertado el vocablo
“excepciones”, pues no es esa la disposición que reconoce la garantía
del derecho al recurso, inmanente del debido proceso y respecto del
cual el TC ha considerado que “es un derecho humano el obtener to-
das las garantías que permitan alcanzar decisiones justas”.17 No huelga
apuntar que el art. 69.9, como tampoco el PIDCP ni la CADH, emplean
el término de referencia, porque las garantías fundamentales “deben
respetarse en el procedimiento administrativo y en cualquier otro pro-
cedimiento cuya decisión pueda afectar los derechos de las personas”.18

De hecho, en sentencia más reciente, el TC fue más cauteloso al pon-


derar la configuración legislativa de que se trata: “En ese contexto, el
derecho al recurso contemplado como una garantía del debido proceso

17 TC/0119/14, del 13 de junio de 2014.


18 TC/0119/14, del 13 de junio de 2014.

Origen del derecho al recurso


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en el art. 69.9, se encuentra condicionado al poder de configuración del
legislador ordinario, el cual puede establecer condiciones y requisitos
para la interposición de los recursos jurisdiccionales”.19

VII. LOS CRITERIOS DEL TC

El TC, en su Sentencia TC/0142/14, ha sentado el precedente siguiente:

En ese tenor, si bien en nuestro ordenamiento jurídico el de-


recho a recurrir tiene rango constitucional, su ejercicio está
supeditado a la regulación que determine la ley para su pre-
sentación, puesto que corresponde al legislador configurar los
límites en los cuales opera su ejercicio, fijando las condiciones
de admisibilidad exigibles a las partes para su interposición
debiendo respetar su contenido esencial y el principio de ra-
zonabilidad que constituyen el fundamento de validez de toda
norma destinada a la regulación de derechos fundamentales.
En ese sentido, la jurisprudencia constitucional comparada ha
dicho que “…es la ley, por tanto, la encargada de diseñar en
todos sus pormenores las reglas dentro de las cuales tal recurso
puede ser interpuesto, ante quién, en qué oportunidad, cuándo
no es procedente y cuáles son los requisitos –positivos y nega-
tivos– que deben darse para su ejercicio…”.

Nada que objetar. Sin embargo, en su Sentencia TC 0353/14, se fue


de bruces. Consideró que “… en principio, todas las sentencias son
apelables, salvo disposición en contraria de la ley, tal como lo indica
el citado artículo 69 de la Constitución”. No es cierto que dicho texto
sustantivo contemple tal cosa, lo cual tampoco se aviene con el criterio
de la Sentencia TC/0142/14.

19 TC/0150/13, del 12 de septiembre de 2013.

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100 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Otro yerro del TC que salta a la vista es este: “En el caso que nos ocu-
pa resulta que el auto de apertura a juicio se conoce ante un juez de
la instrucción, es decir, el juez encargado solo de la organización del
proceso penal (preparatorio); por tanto, su decisión no es susceptible
de ningún recurso según el artículo 303 del Código Procesal Penal”.
El auto de apertura a juicio acepta que el imputado sea sometido a
juicio por considerarse que “la acusación tiene fundamentos suficien-
tes para justificar la probabilidad de una condena”.20 No se trata solo
de organizar el proceso, como equivocadamente sostiene el TC, sino
de presumir que existen méritos probatorios para declarar culpable
al imputado.

Más aún, el TC consigna en su desatinada sentencia 0343/14 que el


auto de apertura a juicio

…no resulta apelable porque como indicamos en el párrafo an-


terior, el juez de la instrucción solo prepara y organiza el proceso
penal, es decir, no emite una decisión definitiva sobre el proceso
y por tanto, no tiene decisión final; solo envía a juicio de fondo
los casos que, según las pruebas, evalué procedentes, contrario
a lo que sucede con el auto de no ha lugar, que sí le pone fin al
proceso penal y que, por lo tanto, puede ser recurrido.

Pero, ¿desde cuándo el derecho al recurso, cuyo núcleo esencial el


mismo TC en su Sentencia TC/0142/14 exigió respetar en la con-
figuración legal delegada al legislador ordinario, es exclusivo de la
“decisión definitiva sobre el proceso”? ¿Dónde se abandonó el prin-
cipio de favorabilidad que en virtud del art. 74.4 de la Constitución
rige la interpretación y aplicación de los derechos fundamentales y
sus garantías?

20 Art. 303 del CPP.

Origen del derecho al recurso


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Julio Cury (pp. 65-104)
Veamos más de la malhadada Sentencia TC/0353/14: “En definitiva,
no es una decisión que le pone fin a un proceso penal, sino que al
contrario, en caso de dar apertura a juicio, se envía ante el juez penal
e inicia un proceso acusatorio, del que luego emanarán sentencias
penales, las cuales sí son apelables”. Es lastimoso que el TC retenga
que el derecho al recurso se respeta cuando interviene sentencia en
la fase de fondo, toda vez que olvida no solo que el auto de apertura
a juicio produce la finalización del proceso preliminar, sino también
que este tiene por objeto juzgar la suficiencia de los fundamentos de
la acusación que justifican la pretensión punitiva, objeto enteramente
distinto al de la jurisdicción de fondo.

En efecto, someter al imputado a los rigores de un proceso judicial es


una decisión punto menos gravosa que la que declara su responsabi-
lidad penal, de modo que por el hecho de no ser “definitiva”, como
alega el TC, se justifica que no sea recurrible. Insisto en que del mismo
modo que al órgano acusador se le reconoce el derecho de apelar el
auto de no ha lugar, debe reconocérsele a quien se le imputa la mate-
rialización de un hecho punible cuando interviene auto de apertura
a juicio. Recurrir ante un tribunal superior para invocar los vicios in
procedendo o in judicando que haya cometido el juez de instrucción, no
puede ser derecho exclusivo de una de las dos decisiones susceptibles
de intervenir en la fase intermedia ni, por supuesto, privilegio de una
de las partes contendientes.

CONCLUSIÓN

Para concluir, y a manera de resumen, el legislador ordinario carece
de facultades para restringir el ejercicio del derecho al recurso, pues
la Corte IDH ha enfatizado que la configuración legal de los diferen-
tes Estados partes de la CADH “no pueden establecer restricciones
o requisitos que infrinjan la esencia misma del derecho a recurrir el

ENMP Investigación y Análisis


102 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
fallo”.21 De ahí que tanto la Suprema Corte de Justicia como el propio
TC, que ha vacilado en fijar su criterio, no hayan atinado a precisar
el alcance de la coletilla “de conformidad con la ley”, a tal punto que
en cuestionables sentencias se han inclinado a favor de la especiosa
tesis de que es posible suprimir legislativamente las vías impugnativas.

Asimismo, el art. 303 del CPP, al cerrar la apelación contra los autos
de apertura a juicio, recurso que no obstante puede deducirse contra
los autos de no ha lugar, le otorga un privilegio indebido y hace añi-
cos la justicia distributiva o conmutativa. ¿Por qué? Simple: porque el
acusador comparece al juicio preliminar armado de una distinción
normativa irrazonable y violatoria al principio de igualdad ante la ley,
toda vez que si la decisión le desfavoreciese, solo él podrá recurrirla
ante un tribunal superior, mientras que el imputado, en similitud de
circunstancias, no podría ejercer el mismo derecho.

Si, como establece la CADH en su art. 8, durante el proceso toda per-


sona tiene derecho, en plena igualdad, entre otras garantías mínimas,
a recurrir el fallo ante juez o tribunal superior, es claro el tratamiento
desigual previsto en los arts. 303 y 304 del CPP. Uno y otro aparentan
ser iguales, pero en realidad encierran una disparidad normativa que
perjudica sensiblemente al imputado frente a la parte acusadora, de
lo que puede colegirse, sin dificultad, que el primero de los textos
indicados está viciado de inconstitucionalidad por violar, primero, la
garantía del derecho al recurso, y segundo, la de la razonabilidad e
igualdad en la protección de las leyes.

En conclusión, puedo afirmar tajante y enérgicamente que es irrazona-


ble que el poder público tenga la única posibilidad de acreditar ante
un tribunal superior la suficiencia probatoria que permita juzgar al
imputado ante un tribunal de fondo, y que este, en cambio, no pueda
someter el auto que ordena la apertura a juicio a una revisión ulterior.

21 Corte IDH, Herrera Ulloa vs Costa Rica, párr. 161.

Origen del derecho al recurso


103
Julio Cury (pp. 65-104)
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ENMP Investigación y Análisis


104 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
CONCEPTOS
Y VALORACIÓN
DE LA PRUEBA
Amado José Rosa

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Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público 105
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Amado José Rosa es doctor en Derecho,
egresado de la Universidad Nordestana
(UNNE) en el año 1983. Realizó pos-
grado en Derecho Penal y Criminología
en la Universidad Autónoma de Santo
Domingo (UASD), magister en Dere-
cho Penal y Procesal Penal, también
en la universidad estatal, y magister en
Derecho Constitucional, por UNIBE.
Inició su trabajo en el Ministerio Públi-
co en 1983 en calidad de fiscalizador interino del Juzgado de Paz de
Castillo, ayudante del procurador fiscal de San Francisco de Macorís
(1984), procurador fiscal de San Francisco de Macorís (1986-1987),
abogado ayudante del procurador general de la Corte de Apelación de
San Francisco de Macorís (1996-2000), procurador general de la Corte
de Apelación en San Francisco de Macorís (2004-2014). Actualmente es
procurador general de Corte adscrito al Instituto de Educación Supe-
rior Escuela Nacional del Ministerio Público en calidad de subdirector.
RESUMEN

El problema de la prueba en el derecho procesal penal y en el proceso


penal acusatorio adversarial, es crucial. En materia penal la prueba ma-
terial debe seguir un curso particular que permita mantenerla incólume
tal como fue obtenida en el lugar del hecho, para ello la “cadena de
custodia” desempeña un rol de vital importancia, pero en esta materia
la prueba por excelencia es el testimonio. Lo cierto es que no hay una
prueba más falible que el testimonio dado por una persona, puesto
que ella pudiera incluso prestarse a la manipulación por un litigante
inteligente y con adecuado desempeño en su labor y además, se en-
cuentran los problemas del conocimiento y retención memorística que
fallan a menudo en las personas. Pero sin lugar a dudas, el problema
más crucial de la prueba, en el estado actual de nuestra legislación, es la
falta de unas reglas de evidencias que nos permitan conocer el camino
a seguir en cada momento, como resolver cada situación que con el
día a día se pudiera presentar, en fin, un mecanismo que nos permita
el cumplimiento cabal de las obligaciones del ministerio público de
preservar los derechos fundamentales de los perseguidos penalmente.

Descriptores: Derecho, proceso, prueba, testigo, testimonio, reglas, principios,


prueba material, obtener, obtención, conocimiento.

Conceptos y valoración de la prueba


107
Amado José Rosa (pp. 105-123)
Concepts and evaluation of the evidence

Summary

The problem of evidence in Criminal Procedural Law and adversarial criminal


proceedings is a crucial aspect. In criminal matters, the material evidence must
follow a particular course that allows it to be kept intact as it was obtained in
the place of the act, for which the chain of custody plays a vital role, but in
this matter the proof per excellence is the testimony. The truth is that there is no
evidence more fallible than the testimony given by a person, since people could
even be manipulated by an intelligent litigant with adequate performance and
also, there are problems of knowledge and memory retention that often fails.
But without any doubt, the most crucial problem of the test in the current state
of our legislation, is the lack of rules of evidence that allow us to know the way
to go, the next step to take, how to solve every situation that can appear in the
day-to-day basis; there is a need for a mechanism that allows us to fully comply
with the obligations of the public prosecutor to preserve the fundamental rights
of those prosecuted.

Descriptors: Law, process, proof, witness, testimony, rules, principles, ma-


terial proof, obtaining, obtaining, knowledge.

ENMP Investigación y Análisis


108 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
INTRODUCCIÓN

Pasar del proceso penal mixto al proceso penal acusatorio ha significa-


do para las naciones que han adoptado el Código Procesal Penal tipo
para Iberoamérica, todo un proceso de adaptación de sus respectivas
legislaciones, así como cambiar la configuración de sus tribunales, es
decir, la forma como estaban dispuestos los espacios que ocupaban
cada parte en el juicio, adecuar sus agencias de investigación penal y
quizás, lo que más trabajo ha costado es el tema de cambiar la visión,
la mentalidad de los actores del proceso penal.

Entre nosotros no ha sido fácil cambiar todo el método de razona-


miento cuando, acostumbrados a que el convencimiento a que pu-
diera llegar el juez, a través de indicios, pruebas preconcebidas, un
nivel de credibilidad que se le otorgaba a las autoridades encargadas
de la persecución penal y, lo más importante, la íntima convicción
del juez, que aun cuando no existieran las pruebas necesarias, si él
intuía dentro de esa característica de ser “perito de los peritos” la
culpabilidad, condenaba porque su conciencia se lo dictaba.

Con el proceso penal acusatorio adversarial inaugurado en el mismo


momento que se pone en vigencia el CPP, todo eso cambia y entra en
escena la prueba. A partir de aquel momento solo aquellos elementos
probatorios, recogidos de la forma como la norma dispone, tienen la

Conceptos y valoración de la prueba


109
Amado José Rosa (pp. 105-123)
categoría de pruebas y pasados por el “cedazo” de la fase intermedia
mediante el escarceo de una audiencia preliminar, es posible entonces
que pruebe la historia jurídica que cuenta la acusación.

El presente trabajo trata sobre el particular, partiendo de que la


prueba por excelencia en el derecho penal es la testimonial y que
ella adolece de fallas estructurales ligadas directamente a cuestiones
orgánicas de las personas, de ahí la necesidad de estricta verificación
y análisis por el juzgador. Veremos una conceptualización sobre la
prueba que nos permita buscar su esencia y separarla de otros con-
ceptos; cuales principios norman la actividad probatoria, echaremos
una vista rápida a los principios que la norman tratado de delimitar
sus dos aspectos fundamentales: Sobre la obtención y la valoración de
la prueba; tratamos de relacionar los principios que norman el juicio
y de qué manera a su vez repercuten en la producción y valoración
de la prueba en el juicio.

En fin la idea de este trabajo parte de la necesidad de ver la prueba


en su contexto jurídico más que normativo. Se puede decir que la
actividad probatoria vista desde esta óptica es una actividad nueva
para nosotros, pues ella se centra en disposiciones que entraron en
vigencia hace muy poco tiempo y en el día a día de los tribunal,
todavía se observa cierta reticencia a su empleo como es debido, no
todos los jueces verifican parsimoniosamente el método de obtención
de la prueba sometida a su consideración o si ella se contaminó en
el camino y muchas veces, aun habiendo comprobación de contami-
nación de la prueba, se piensa que es mas importante el castigo por
el delito que “castigar” a la autoridad que contamino la prueba con
el descargo del imputado.

Al final dejamos una queja que podría ser motivo de otro trabajo o
de que alguien retome dicha idea: Siendo el principio fundamental
entre nosotros acerca de la prueba su libertad por el investigador en

ENMP Investigación y Análisis


110 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
la elección de qué cosa puede servir para probar, es necesario pues
que esas diligencias se hagan basados en normas particulares que le
indiquen a los actores del proceso cuando se actuó bien y cuando no
ocurrió así; es decir, pienso que necesitamos unas reglas de evidencias,
pero eso podría ser material para el futuro.

I. CONCEPTO Y VALORACIÓN
DE LA PRUEBA

1.1. LOS PROBLEMAS DEL CONOCIMIENTO

Los estados de conciencia se definen como “el conocimiento que se


tiene del entorno en un momento dado”, mientras que la memoria es
lo que reproduce esos estados de conciencia ya pasados. El individuo
aprende su entorno ayudado por sus sentidos, todos se manifiestan de
forma tal que le permiten “reconocer” cuanto le rodea.

Una tarea similar es, pues, la que desarrolla cualquier ser humano
dentro de la normalidad que se pretende desarrolle un individuo sin
ninguna otra circunstancia que bloquee ese conocimiento, es la que
desarrolla el “testigo” de un evento: con los sentidos aprehende el
entorno, lo capta y lo reproduce ayudado por su memoria.

Pero de igual modo, un investigador en la escena de un suceso debe


aprehender aquella escena y tomar de allí todo cuanto le pueda ayudar
a reconstruir los hechos acaecidos en ese lugar, de acuerdo con lo que
su pericia, su conocimiento y experiencia, le dicen que sucedió.

Para Valera (1999, 69), “el fenómeno del conocimiento linda con tres
esferas distintas: la psicológica, en cuanto toma en cuenta al sujeto, la
lógica al considerar la imagen y por último la ontológica al hacerlo con
el objeto”. De hecho, este fenómeno variará de un individuo a otro. Es

Conceptos y valoración de la prueba


111
Amado José Rosa (pp. 105-123)
normal encontrarse con sujetos que frente a un mismo hecho, tienen
valoraciones diferentes en torno a él.22

Producto de estas inexactitudes es que –siendo el testimonio, por


ejemplo, la prueba más interesante e importante del sistema penal– se
aconseja a los juzgadores ser extremadamente cautos en su valoración;
la percepción humana es, al mismo tiempo, extremadamente mane-
jable o manipulable.

En el proceso penal, el testigo es el más falible y el más importantes de


los medios de pruebas, pero al mismo tiempo goza de esa incapacidad
manifiesta para ser –o para tener, mejor dicho– esa mínima exactitud
que es requerida para realizar una tarea tan importante como la de
juzgar. De ahí que el aspecto relativo a los problemas del conocimiento
reviste una importancia extremadamente importante en la labor de
juzgar, en todo lo largo y ancho del proceso. No solamente en cuanto
se refiere a la prueba en sí misma, sino a aquellas diligencias que rea-
liza el investigador y hasta desde el punto de vista del juzgador mismo.

En la comunicación puede producirse una “afasia sensorial” o inca-


pacidad para reconocer el significado de la palabra y problemas en la
evocación de nombres, cosas y lugares que se confunden o se pierden.
Todas estas circunstancias afectan el mecanismo procesal de la produc-
ción de pruebas, no solamente desde el punto de vista del testigo o la
víctima como testigo de su propia causa, sino también del juzgador.

De ahí es que a la hora de tomar en cuenta la valoración de la prueba


o su presentación en términos de estrategia, hay que tomar en cuenta
también el aspecto de los problemas del conocimiento, puesto que
ciertamente de la aprehensión que de la prueba se tenga, dependerá
el éxito.

22 Se refiere a los casos más comunes de accidentes de tránsito (N. del A.).

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112 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
1.2. DEFINICIÓN DE PRUEBA

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define prueba de la si-


guiente manera: “Acción y efecto de probar”; más adelante agrega:
“Der. Justificación de la verdad de los hechos controvertidos en un
juicio, hecha por los medios que autoriza y reconoce por eficaces la
ley”. De entrada, la acción de probar se relaciona con la verdad y con
los hechos; de ahí que ella resulte tan importante para el juicio, sobre
todo en el proceso acusatorio adversarial.

En otro orden, el jurista español Manuel Miranda Estrampes explica


en su obra Concepto de prueba procesal (1997, 23) lo siguiente:

Para llegar a conocer el significado de la noción de prueba es


preciso, como paso previo, determinar el sentido etimológico
de esta palabra. Sentís Melendo nos enseña que prueba deriva
del término latín probatio, probationis, que a su vez procede del
vocablo probus que significa bueno. Por tanto, lo que resulta
probado es bueno, se ajusta a la realidad, y probar consiste en
verificar o demostrar la autenticidad de una cosa”.

En lo adelante, el jurista se dedica a explicar y conceptualizar los tér-


minos que alrededor de este concepto, le dan el matiz jurídico que
posee la expresión prueba.

Pero el lenguaje corriente nos enseña que el término prueba se


utiliza, también, como equivalente a ensayo o experimento. Sin
embargo, en realidad, la actividad probatoria es siempre poste-
rior al ensayo o experimento. Este último tiene como finalidad el
permitir realizar una afirmación en relación a la cosa ensayada,
pero tras el ensayo hay que probar, es decir, hay que verificar
la exactitud de la afirmación formulada. Así, por ejemplo, si
mediante el ensayo observamos el buen funcionamiento de una

Conceptos y valoración de la prueba


113
Amado José Rosa (pp. 105-123)
máquina o de un instrumento determinado ello nos permitirá
afirmar que la misma funciona, pero después tendremos que
probarlo y, por tanto, verificar la exactitud de esta afirmación.

En definitiva, podemos llegar, por tanto, a la conclusión de que


en el uso corriente del lenguaje, probar significa comprobar,
verificar. En este sentido, Carnelutti señalaba que el término
probar se usa en el lenguaje común como «comprobación de la
verdad de una proposición» (Miranda Estrampes, 1997, 23) y, por
tanto, la prueba es la comprobación de las afirmaciones. (Ibíd.)

De su lado, Cafferata Nores, en su obra La prueba en el proceso penal (2003,


3) ha dicho: “En sentido amplio, cabe decir que prueba es lo que con-
firma o desvirtúa una hipótesis o una afirmación precedente”.

A renglón seguido el autor argentino nos indica:

Esta noción lata, llevada al proceso penal permitiría conceptual


la prueba como todo lo que pueda servir para el descubrimiento
de la verdad acerca de los hechos que en aquel son investigados y
respecto de los cuales pretende actuar la ley sustantiva. (2003, 4)

De las definiciones anteriores se puede sacar en claro que prueba es


todo aquello que trata, en el campo del empirismo, de demostrar una
verdad, o lo que es lo mismo, toda acción objetiva que intenta demos-
trar un planteamiento o una hipótesis basada en su características
esenciales.

Todas estas definiciones se han estado desarrollando en el plano de


lo estrictamente general, sin caer necesariamente en lo particular. En
este sentido cabría preguntarse: ¿Encajan estas consideraciones con
la valoración jurídica del concepto de prueba? Parece que no, sería
la respuesta apropiada; sin embargo, el propio Cafferata Nores hace

ENMP Investigación y Análisis


114 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
unas disquisiciones acerca de este tema y en la conceptualización de
pruebas. En su libro ya citado manifiesta cuatro partes esenciales del
concepto de prueba en el área jurídica: (1) “Elemento de prueba, (2)
el órgano de prueba, (3) el medio de prueba y (4) objeto de prueba”
(2003, 16), para luego conceptualizar acerca del elemento de prueba
que él llama la prueba propiamente dicha.

Para el maestro argentino, “elemento de prueba o prueba propiamente


dicho, es todo dato objetivo que se incorpora legalmente al proceso,
capaz de producir un conocimiento cierto o probable acerca de los
extremos de la imputación objetiva”. (Ibíd.)

De las opiniones del jurista bonaerense se puede colegir entonces que


siendo exacto, por prueba debe entenderse no solamente aquello que
permita probar el hecho, sino que esos “elementos” –cuando hablamos
de ello, nos referimos a elementos materiales, cosas, testigos o peritos–
deberán incorporarse legalmente y ser obtenidos legalmente también,
pues de lo contrario no tendrían interés para el proceso.

Es muy probable que muchas cosas sirvan para probar un hecho delic-
tivo, pero si ellas no han sido aprovechadas por el actor-persecutor del
proceso penal, es probable, pues –indudablemente– que no interesen
como prueba para dicho proceso. Esto implica que la prueba judicial
deberá ser, además de relacionada con el hecho que se quiere pro-
bar, obtenida legalmente e incorporada legalmente, lo cual son dos
operaciones diferentes.

Para Claus Roxin (2000, 185), “probar significa convencer al juez


sobre la certeza de la existencia de un hecho”, mientras que para el
profesor Jorge Mora Moms “la prueba es la acreditación de la verdad
de cada uno de los aspectos, circunstancias y modalidades que ro-
dean tanto al hecho, que se afirma delictivo, como al sujeto a quien
se imputa responsabilidad a su respecto” (2004, 219). De todas estas

Conceptos y valoración de la prueba


115
Amado José Rosa (pp. 105-123)
definiciones podemos sacar en claro varias conclusiones: en primer
término, que la prueba es una comprobación, que esa comprobación
se hace de un hecho acaecido con anterioridad; en segundo término,
que ese hecho debe tener alguna relevancia jurídica para que interese
al proceso penal y, quizás la más importante, que la prueba intenta
verazmente establecer con claridad quién y cómo es responsable del
hecho que se demostró suceder.

1.3. PRINCIPIOS QUE RIGEN LA PRUEBA

Siendo la prueba –o los medios probatorios– una parte esencial del


proceso penal y siendo la piedra angular al mismo tiempo de ese pro-
ceso, es lógico que su estudio comporte una serie de aspectos que la
delimiten, la individualicen y la separen de otros mecanismos proce-
sales. La importancia, sin lugar a dudas, de la prueba, la convierte en
una parte nodal del proceso y todo cuanto alrededor de ella ocurre se
convierte a su vez en digno de ser estudiado, de ser analizado.

De ello resulta, pues, que la prueba se rige por principios fundamen-


tales que la hacen válida para brindar al proceso penal todo cuanto
ella aporta. Esos principios están estrechamente ligados a los que rigen
el proceso y se pueden detallar en los siguientes: (1) Libertad de la
prueba, (2) legalidad de la prueba, (3) oralidad, (4) inmediación, (5)
in dubio pro reo y (6) valoración de la prueba.23

De la anterior lista puede colegirse que los principios que rigen la


prueba se enmarcan en dos grupos fundamentales: aquellos que se
refieren a la acreditación o producción de la prueba y los que tienen
que ver con su obtención. Veámoslo en detalle.

23 En algunos países sus procesos penales permiten una intervención activa del
juez, por lo que se dice que un principio de la prueba es el de la investigación.
Entre nosotros la intervención del juez en la producción de la prueba no es ya
posible en materia penal aun cuando en otras ramas sea permitido. (N del A)

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116 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
1.3.1. Acreditación o producción de la prueba

En este se agrupan principios como el de oralidad, inmediación, in


dubio pro reo y la valoración de la prueba. El primero se refiere al hecho
de que la prueba debe producirse en el juicio de manera oral. Ello se
debe a que uno de los principios básicos del juicio es la oralidad; por
tanto, siendo la prueba una parte importante del juicio –quizás la más
nodal, como dijéramos– es lógico entender que ella debe producirse
e introducirse al juicio de esa forma.

Aquí no podrán valorarse aquellos documentos o pruebas no orales


que se admiten en el juicio, pues se trata, como se sabe, de excepciones
al principio de la oralidad (Art. 312, CPP).

Inmediación porque la producción de la prueba debe hacerse en un


lugar específico donde puedan interactuar con ella todos los actores del
proceso, sobre todo el juez que tendrá a su cargo la tarea de valorarla.

In dubio pro reo. Este principio remonta la producción de la prueba al


hecho de que si ella es incapaz de demostrar el hecho acusado o, por
el contrario si ella es insuficiente o crea dudas al juzgador, aun cuan-
do cumpla con los demás principios que la norman, no servirá para
efectivamente probar el hecho y lograr una condena. El principio se
contrae, pues, al hecho de que la prueba no puede dejar dudas sobre
la culpabilidad; por ende, ella debe servir “más allá de duda razonable”
para probar el hecho imputado.

Por último, el principio de la valoración quiere decir que la prueba


debe presentarse en condiciones de ser valorada por el juzgador y este,
al mismo tiempo, debe valorarla con las herramientas que le permitan
una sana crítica a la prueba. La prueba, para ser efectiva o para cumplir
su rol en el proceso, deben contar con estos requisitos, entonces así
serviría para fundamentar una condena.

Conceptos y valoración de la prueba


117
Amado José Rosa (pp. 105-123)
Modos de obtención de la prueba. Dos principios fundamentan
esto: el primero, la libertad probatoria, que significa que cualquier ele-
mento puede ser tenido como medio de prueba, o lo que es lo mismo,
que no hay limitaciones ni obligación de utilizar medios específicos
para probar. El Código Procesal Penal no limita a cuáles o qué cosas
pueden servir como pruebas de los hechos punibles. El segundo, que
esta haya sido obtenida de manera legal, no contaminada. Con estos
dos requisitos la prueba puede ser admitida para su valoración por el
tribunal, de lo contrario se aplicaría la teoría del “árbol envenenado”.24
Una interrogante casi recurrente en cuanto se trata de este último
aspecto: ¿Cuándo se considera una prueba obtenida de manera legal?
La respuesta no está únicamente en la ley. Hay que afirmar que el
Código Procesal Penal prevé innumerables mecanismos para validar
la prueba obtenida.

Autorizaciones judiciales, por ejemplo: para realizar allanamien-


tos, para obtener una prueba de fluido corporal del imputado, para
interceptar comunicaciones, etc. A partir del artículo 166, referido a
los requisitos generales de la prueba, se establecen las formas como se
procederá en cada caso, pero habiendo una libertad probatoria admi-
tida, es lógico afirmar que no todo lo que pudiera servir para probar
tiene establecido un modo de obtención.

Los modos de obtención no están claros en la ley ni en ninguna otra


disposición, pues entre nosotros no existen reglas de evidencias, es
decir, una reglamentación que indique de qué manera se obtendrán
las pruebas, sobre todo aquellas cuya peculiaridad las hace de difícil
obtención.

24 En este caso se aplica la llamada teoría del Árbol Envenenado, surgida a raíz de
un precedente establecido en el derecho norteamericano, el planteamiento se
refiere a que el árbol envenenado solo da frutos envenenados. El significado
estriba en la idea de que si una prueba está contaminada, su resultado será por
igual contaminado.

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118 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Si en República Dominicana estuviéramos prevalecidos de un mecanis-
mo de obtención de la prueba que reglamente esa o esas diligencias, no
sería necesario acudir constantemente ante el juez, pues muchos de los
mecanismos requeridos para obtenerla deben están filtrados por el juez
de la instrucción que –como juez de garantías– vela por que la forma
de obtener la prueba no sea atentatoria a los derechos inalienables a
la personalidad humana o derechos fundamentales, más propiamente
llamados.

Hay pruebas cuya obtención es un mecanismo científico o técnico


que el juez a veces ni entiende, puesto que este ha dejado de ser, en
el derecho dominicano, el “perito de los peritos”. El juez del nuevo
proceso ha perdido su “sapiencia” y se ha convertido en lo que es: un
profesional de una rama del conocimiento humano que domina su
propia carrera con las limitaciones propias de cada caso, en cada juez.

Es necesario pensar en unas reglas de evidencias que eviten que cada


vez haya necesidad de acudir al juez y que propugnen por esclarecer
la oscuridad que queda alrededor de la interrogante acerca de cómo
obtener tal o cual prueba.

Si reglamentamos la operación de recopilar y obtener las pruebas de


los hechos que tengan relevancia jurídica-penal, se agiliza el proceso
puesto que cada vez que haya necesidad de acudir al juez a discutir la
obtención de tal o cual prueba se están invirtiendo recursos materiales
y humanos. Las reglas de evidencias evitan esto, agilizan el proceso y
propenden a la economía del mismo.

Diferencia entre indicio, evidencia y prueba. Por indicio


se entiende: “Acción o señal que da a conocer lo oculto”, de acuer-
do con el Diccionario Online Guerrero. Para René Floriot (1983, 261),
“comprende todo hecho o circunstancia que tiene relación con el
hecho investigado y permite inferir su existencia o modalidad, puede

Conceptos y valoración de la prueba


119
Amado José Rosa (pp. 105-123)
decirse que abarca todo lo que no entra en las demás pruebas”. En
otro orden, Jeremías Bentham, citado por Floriot (1983, 264), afir-
ma: “Todo acontecimiento toda cosa puede convertirse en indicios
de otras en razón en la medida de su relación con esta otra: Existen
tantos indicios como casos realizables e imaginables”.

Las opiniones anteriores nos indican que los indicios no son más que
aquellas circunstancias que prevén la posible existencia del hecho
que acompaña, sin llegar a ser indicaciones eficientes de su existencia
real, por lo que se entiende que podrían diluirse en el camino de la
comprobación.

De otro lado, por evidencia debe entenderse aquella circunstancia que


lleva a la certeza, la seguridad, certidumbre o convicción de la existen-
cia de un hecho, de que algo se ha producido; en cambio, cuando esa
evidencia ha sido procesada para un juicio se convierte en prueba del
hecho que valora el juzgador.

Si vemos, se trata un tanto de niveles de aceptación jurídica de estos


modos probatorios. Si bien los indicios no son más que señales, las
evidencias son señales ciertas y fehacientes de aquello que creemos,
mientras que la prueba es la categoría jurídica de esta evidencia.

Objeto de la prueba. El principal objetivo de la prueba es llevar al


ánimo del juzgador la idea de verdad acerca de los hechos que se pre-
tende ocurrieron. Siempre se ha dicho –y los principios de litigación
oral en el proceso acusatorio adversarial así lo prevén– que el litigante
cuenta una historia, sobre todo el acusador que lleva su historia ante
el juez para que este, sacando consecuencias legales de esta historia,
aplique la sanción.

Es necesario entonces que esa historia coloque al juzgador en el lugar


del hecho, pero más que ello, quien cuenta la historia deberá entonces

ENMP Investigación y Análisis


120 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
utilizar los medios probatorios a su alcance para demostrar lo que va
relatando.

Lino Enrique Palacio (2000, 18) expresa a este respecto:

Objeto de la actividad probatoria, en el proceso penal, son


todos aquellos hechos provistos de relevancia para determinar
la comisión o la imposibilidad de comisión de un hecho re-
putado punible, la concurrencia de circunstancias eximentes,
atenuantes o agravantes susceptibles de modificar la supuesta
responsabilidad criminal del imputado, y eventualmente los
daños y perjuicios generados por la comisión del delito.

Mora Mons (2004, 219) la conceptúa como “ella opera en el proceso


que no es sino un método regulado de adquisición de conocimientos”.
De las opiniones transcritas tendremos que concluir que la prueba
tiene por finalidad y objeto esa labor nodal del proceso: hacer verdad
de los hechos que se cuentan, convertir la historia fáctica o historia de
los hechos en una verdad jurídica y con relevancia jurídico-penal para
poder aplicar la sanción. Todo esto nos lleva a otro gran aspecto: la
verdad jurídica no siempre es la verdad fáctica, o lo que es lo mismo,
lo que se juzga en los tribunales no siempre son las cosas que pasaron;
lo que se juzga en los tribunales son solo aquellas cosas que pueden
probarse. Ahí radica la gran importancia de los medios de prueba.

CONCLUSIONES

Más allá del problema del conocimiento que atañe al principal me-
dio de prueba en materia procesal penal, me refiero al testimonio, el
tema de la prueba es sin dudas el aspecto más importante que tiene
el proceso penal acusatorio adversarial que iniciamos en Republica
Dominicana a partir del año 2004.

Conceptos y valoración de la prueba


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Amado José Rosa (pp. 105-123)
Anterior a este, la necesidad probatoria la suplía la íntima convicción
del juez de ahí que nuestra necesidad probatoria se circunscribía es-
pecíficamente a convencer al juzgador de que nuestros argumentos
eran valederos para el caso que estaba tratando en ese momento.
Los parámetros de la prueba no importaban y eran tangenciales a la
condición nodal de probar. El procesalista puertorriqueño Héctor
Quiñones, para indicar el alcance y la importancia de la actividad
probatoria en el proceso penal acusatorio ilustra esta con un ejemplo:
En el proceso penal acusatorio adversarias, el juez debe estar tan claro
que si el ministerio público no le prueba la acusación debería decir
al acusado “señor X, en mi convicción creo que usted es culpable de
los hechos, pero el Ministerio Público no probó su acusación, por
tanto está usted en libertad”.

Aun cuando a partir del artículo 166 del Código Procesal Penal se es-
tablecen las normas mínimas de comportamiento y manera de actuar
para recabar las pruebas en el proceso penal acusatorio de República
Dominicana, no menos cierto es que se hace necesario unas reglas de
evidencias más clara y comprometedoras con todo cuanto constituye el
desarrollo de la actividad probatoria. Fuera de las autorizaciones judi-
ciales y el levantamiento de actas, no se tiene certeza como se procede
en un allanamiento, quien es necesario y quien no; como proceder
cuando de una interceptación telefónica se trata o cuando se solicita
a un tercero una prueba material que reposa en su poder.

En fin, las reglas de evidencias son necesarias para poder cumplir el


ministerio público con sus obligaciones en cuanto a la preservación
de los derechos fundamentales de los procesados y perseguidos penal-
mente. Esa guía, ese “orden de ruta” haría más certero el trabajo del
fiscal y del investigador en tanto equipo de las diligencias iniciales y
tendería a garantizar aún más el respeto por las garantías procesales,
es lo que nos falta.

ENMP Investigación y Análisis


122 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
REFERENCIAS

Cafferata Nores, J. I. (2003). La prueba en el proceso penal. Buenos Aires:


Lexis Nexis.
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Consultado en línea
http://www.rae2.es/prueba.
Diccionario Online Guerrero. Recuperado de http://www.guerrero.
gob.mx/?P=readart&ArtOrder=ReadArt&Article=301#topEdi-
tores.
Floriot, R. (1983). La apreciación judicial de la prueba. Buenos Aires: La
Ley.
Miranda Estrampes, M. (1997). Concepto de prueba procesal. España: J.M.
Bosch
Mora Mons, J. R. (2004). Manual de derecho procesal penal, sexta edición.
Buenos Aires: Lexis Nexis.
Palacio, L. E. (2000). La prueba en el proceso penal. Buenos Aires: Abeledo
Perrot.
Roxin, C. (2000). Derecho Procesal Penal. Buenos Aires: Editora del
Puerto.
Valera, C. A. (1999). Valoración de la prueba, segunda edición. Buenos
Aires: Astrea.

Conceptos y valoración de la prueba


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Amado José Rosa (pp. 105-123)
LOS DELITOS ECONÓMICOS
DESDE EL ENFOQUE DE LA
ESTRUCTURA ESTRICTA DE LA
TEORÍA DEL DELITO
Francisco Manzano Rodríguez

ENMP Investigación y Análisis


Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público 125
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Francisco Manzano Rodríguez es egre-
sado de la Universidad Autónoma de
Santo Domingo (UASD), donde obtu-
vo el grado de licenciado en Derecho
(Magna Cum Laude) en el año 2005.
Es autor de la obra La responsabilidad
penal de los administradores en los delitos
societarios, publicado por la Universidad
APEC. Además, ha publicado La validez
de las notificaciones digitales en el derecho
español y comparado (Universidad de Alcalá de Henares y el Centro Inter-
nacional Financiero CIFF, Madrid, España); “Los sectores reservados en
los tratados de inversión extranjera”, (Conferencia UNIBE, Congreso
Latinoamericano de Derecho Comercial, UNIBE-COLADIC); “La efi-
cacia y efectividad de las leyes” (Consejo Latinoamericano de Derecho
Comparado, CODALIC); “Carácter vinculante de las decisiones de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos en el ámbito del derecho
interno del Estado dominicano” (Universidad Autónoma de Santo Do-
mingo, UASD).
RESUMEN

La concepción del delito económico se concentra en tipificar una


conducta o, más bien, un conjunto de comportamientos que se conju-
gan entre sí; con el propósito de disminuir, afectar y disipar los bienes
jurídicamente protegidos de otras personas, a través de mecanismos
fraudulentos, evasores y de otras índoles y de esta manera aumentar
el patrimonio de los responsables, produciéndoles un beneficio eco-
nómico considerable.

Sin embargo, la estructura básica del estudio moderno del derecho


penal –teoría del delito– genera que se deba hacer un análisis pro-
fundo al momento de tratar de filtrar la configuración de los delitos
económicos ante dicha corriente de pensamiento. Esto así partiendo de
que los elementos propios de esta teoría, en principio, no permitirían
la ocurrencia de una armoniosa aplicación de los mismos con el tipo
penal de que se trata, pues tales aspectos (acción, tipicidad, antijurici-
dad y culpabilidad) no podrían sobrevenir de la forma estricta en que
plantea la teoría del delito.

Descriptores: Delitos económicos, persona jurídica, teoría del delito, inim-


putable.

Los delitos económicos desde el enfoque de la


estructura estricta de la teoría del delito 127
Francisco Manzano Rodríguez (pp. 125-145)
Economic crimes, from the perspective of the strict struc-
ture of crime theory

Summary

The conception of economic crime concentrates in typifying a behavior or, rather, a


set of behaviors that operate in conjunction with the purpose of reducing, affecting
and dissipating the legally protected assets of other people through fraudulent
mechanisms, evaders and other methods used to increase their patrimony, obtaining
considerable economic benefit as a scam.

However, the basic structure of the modern study of criminal law -the theory of
crime- promotes the need of an in-depth analysis that must be carried out when
attempting to filter the configuration of economic crimes against this current of
thought. This is so, on the assumption that the elements of this theory, in principle,
would not allow the harmonious application of the same to the criminal type in
question, since such aspects (action, typicity, anti-legality and guilt) could not
arise of the strict form in which the theory of the crime is raised.

Descriptors: Economic crimes, legal person, theory of crime, unimputable.

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128 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
INTRODUCCIÓN

El derecho penal económico constituye, sin lugar a dudas, un gran


campo de estudio dentro de las corrientes jurídicas modernas, sobre
todo partiendo del crecimiento económico masivo de las sociedades
–motorizado por el capitalismo, la industrialización y los servicios–, que
ha influido positivamente en la vida de muchas personas, pero también
ha generado la configuración de nuevas formas de criminalidad.

Desde el punto de vista de su concepción como elemento jurídico-penal,


el “delito económico”25 suele presentar una controversia con la manera
en que se estructura el estudio de la teoría del delito26 como corriente
de análisis que permita alcanzar la configuración punitiva de este tipo
de ilícitos especiales.

Ello tiene su razón en que la referida teoría versa sobre un paradigma


clásico de delito doloso, derivado esencialmente del comportamiento

25 Los delitos económicos también conocidos como “delitos de cuello y corbata”


son todas aquellas conductas ilícitas cometidas por personas naturales, perso-
nalmente o a través de personas jurídicas, que afectan el patrimonio de una o
más víctimas, el sistema financiero o el mercado en general. (Fiscalía de Chile,
s.f.)
26 La teoría del delito es conceptualizada por diversas escuelas con diferentes en-
foques, las cuales están regidas conforme a distintas corrientes de pensamiento;
sin embargo, se ha colegido que de forma general su base descansa en cuatro
categorías básicas de determinación de la configuración del ilícito: (a) acción
(conducta, acto), (b) tipicidad, (c) antijuricidad y (d) culpabilidad, como lo
afirma Zaffaroni (2005).

Los delitos económicos desde el enfoque de la


estructura estricta de la teoría del delito 129
Francisco Manzano Rodríguez (pp. 125-145)
individual de una persona (o, como máximo, de una limitada plura-
lidad coyuntural de personas) que, con dolo directo de primer grado
(intención), ejecuta de modo directo (mediante causa físico-natural
inmediata) –e incluso de propia mano– un delito de resultado (Silva
Sánchez, (2014), mientras que el delito económico suele referirse a
una institución u organización de personas comúnmente compleja,
que impediría un señalamiento, si se quiere, directo respecto a una
acción determinada.

Es decir que ante la presentación de un delito económico, usualmente


tenemos que enfocarnos en múltiples conductas de distintas personas
involucradas en el hecho, en escalas diferentes (gerencia, dirección,
acción, delegación, etc.) y ello conlleva un conflicto con el estudio
clásico de la teoría del delito que, reiteramos, persigue la intención
individual directa en el resultado del ilícito. Ello significaría que en
estos delitos especiales existe una concurrencia de varios sujetos dentro
de un grupo donde las atribuciones de funciones advierten obligatoria-
mente responsabilidades de naturalezas distintas, y tales circunstancias
precisamente responden a valoraciones técnico-jurídicas particulares.

De manera que, sencillamente el parámetro clásico que se menciona


relegaría de dichas características al no ceñirse por el modelo estruc-
tural de la teoría antes indicada, lo que hace indispensable la aprehen-
sión funcional de estas figuras no tanto novedosas, pero sí cambiantes
conforme el desarrollo social. Esos motivos primarios nos mueven a
realizar un análisis preciso del sistema penal tradicionalista frente a
estos fenómenos de delito de carácter económico.

Así, estaremos en condiciones de abordar la manera en que la teoría


del delito, como corriente de pensamiento jurídico, se puede desdo-
blar para ajustarse a las prerrogativas particulares del estudio del delito
económico como ilícito de configuración compleja.

ENMP Investigación y Análisis


130 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
I. ESTRUCTURA ELEMENTAL
DE LA TEORÍA DEL DELITO

La teoría del delito, como corriente ideológica procesal, no puede


concebirse fuera del marco de las estructuras que le dieron origen, las
cuales tienden a variar según las escuelas que la sometan a objeto de
estudio. Ahora bien, hasta las consideraciones dogmáticas más recien-
tes han entendido que dicha teoría se encuentra amparada por cuatro
elementos determinantes al momento de su configuración:

a) Acción
b) Conducta
c) Tipicidad
d) Antijuricidad

Estos elementos recaen exclusivamente en la persona física quien


retiene la acción en ocasión de motivos externos que conllevaron
a su ejecución de modo voluntario (Zaffaroni, 2005, 321). Es decir
que, básicamente esta es una noción jurídica que permite tener un
concepto general para el estudio de la configuración de los distintos
tipos penales desde el momento de su presentación, en contraposición
con la corriente de los “elementos constitutivos” de corte francés, que
circunscribe la ocurrencia de un ilícito penal a la presentación de una
serie de elementos particulares a cada delito.

Por ello, la teoría del delito brinda una noción estándar para el
estudio de la configuración de cualquier ilícito penal, en la medida
en que se enfoca en la concurrencia de los aspectos antes señalados
que son, o deberían ser, comunes para todo tipo de delito desde el
momento de ocurrido el hecho; mientras que la teoría que promueve
el estudio de los “elementos constitutivos” tiende a ser más amplia y
de una mayor complejidad, en la medida en que amerita que cada
ilícito deba tener sus propios elementos que lo configuren y, por

Los delitos económicos desde el enfoque de la


estructura estricta de la teoría del delito 131
Francisco Manzano Rodríguez (pp. 125-145)
tanto, a falta de uno de ellos el tipo penal no puede ser indilgado y
castigado al imputado.

También, resulta necesario señalar que la conducta humana da el


inicio para la elaboración de la idea que nos hace apreciar desde un
punto de referencia social que el poder punitivo solo puede permitirse
recaer sobre la “acción”(nullum crimen sine conducta) devenida de
un individuo voluntariamente, condición predeterminada a la apari-
ción del delito.27 Tal aseveración infiere la imposibilidad de pretender
formular la imputación de un delito sobre cosas, animales o personas
jurídicas. Esta última afirmación ha abierto discusiones respecto a los
modos de tipo penal que han sido concebidos con el propósito de
lograr señalamientos o imputaciones que envuelven a las entidades
jurídicas, lo cual será tratado más adelante.

Del mismo modo, se advierte que el delito como figura jurídica acepta
su configuración partiendo de otras tres características principales:
la tipicidad, la antijuricidad y la culpabilidad, que vienen a existir
luego de un elemento básico –la conducta–, generando una relación
directa y vinculante con el primero, lo que implica la exclusión tácita
de poder incluir otros aspectos en la presentación del ilícito que no
estén relacionados con el hecho humano voluntario. Por ende, es de
rigor saber cómo la dogmática penal ha concretizado limitantes con
la teorización del delito, con el único fin de reducir cualquier modo
excesivo e irracional de la aplicación de las normas penales.

En tal virtud, es imperativo también destacar que la teoría del delito


fue creada para responder ante los casos de homicidio, enmarcando

27 En ese sentido, afirma Zaffaroni (2005) que los datos sociales enseñan que el
poder punitivo selecciona personas y la conducta es solo el pretexto con que
opera. Para contener este impulso selectivo personal del Estado policial, el de-
recho penal debe asegurarse, al menos, que cualquier pretensión de ejercicio
punitivo se lleva a cabo sobre la base de una acción.

ENMP Investigación y Análisis


132 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
este último como un tipo de delito meramente de resultado en cuanto
al perjuicio causado a un bien jurídico individual, lo que evidencia la
divergencia que este mantiene con el delito económico, el cual tiene
una naturaleza de derecho económico-patrimonial y que también se
halla en el núcleo de nuestro sistema social. Esta situación es, preci-
samente, lo que genera la controversia entre este tipo de ilícitos y la
teoría del delito, tal como se detallará a continuación.

II. CONCEPCIÓN PLURAL


DE LOS DELITOS ECONÓMICOS

Al hacer referencia al derecho penal económico28 es imprescindible


acotar que esta institución aparece con el motivo primordial de evitar
intervenciones estatales excesivas en el devenir económico particular,
o bien el uso abusivo del poder económico en el mercado normal.29
Por otro lado, si se ve desde un punto dogmático-penal se aprecia hoy
en día la peculiaridad de los delitos económicos y del derecho penal
económico, principalmente en la protección de bienes jurídicos su-
praindividuales (sociales, o colectivos, intereses de la comunidad).

También es propicio indicar que se ha hecho un esfuerzo para englo-


bar de la forma más justa y apegada los preceptos que identifican los

28 Es bueno precisar que, el derecho penal económico constituye una nueva área
jurídica actual, interdisciplinaria y, pese a concepciones históricamente antiguas,
nuevas, que todavía tiene un papel subordinado en los estudios –sobre todo, uni-
versitarios–, que incluso es esporádico. En cambio, en la práctica, la importancia
del derecho penal económico es cada vez más fuerte: aproximadamente uno de
cada tres fiscales se ocupa de asuntos relacionados con este y el número de salas
especializadas en delitos económicos se han incrementado considerablemente en
los últimos años. (Tiedemann, 2007)
29 Un breve resumen sobre la evolución histórica del derecho penal económico
debe partir de la base en que ya en la antigüedad todos los Estados, especial-
mente en tiempos de crisis, pero también para la protección de abusos de poder
económico en el acontecer económico normal, sancionaban penalmente las
intervenciones estatales en el (libre) desarrollo económico. (Tiedemann, 2010)

Los delitos económicos desde el enfoque de la


estructura estricta de la teoría del delito 133
Francisco Manzano Rodríguez (pp. 125-145)
delitos económicos en una clasificación sucinta de cómo se abarcaría
cada uno de los escenarios en que pueden darse los delitos referidos y
así lógicamente sanear cualquier exclusión dogmática sobre la debida
afectación del bien que se pretende proteger. De esta manera se ha
provisto que sean:

(i) Los delitos contra patrimonios individuales que afectan bienes


jurídicos colectivos.
(ii) Los delitos que afectan la integridad de patrimonios colectivos.
(iii) Los delitos contra el libre comercio.
(iv) Los delitos contra las restricciones al comercio.

Conforme a todo lo anterior, se puede afirmar que los delitos ut supra


señalados están revestidos de una especialidad en el tratamiento dogmá-
tico-jurídico, asumiendo características que discurren ante la compleji-
dad de la estructuración del derecho penal y, por vía de consecuencia,
debe disponerse de un exhaustivo examen de la conjugación de estas
instituciones con miras a establecer un entendimiento flexible y opor-
tuno, haciendo uso eficazmente del instrumento punitivo (Tiedemann,
2010), más que todo, con la restrictiva –si se quiere– teoría del delito.

III. LAS PERSONAS JURÍDICAS A LA LUZ


DE LA TEORÍA DEL DELITO:
INCAPACIDAD DE ACCIÓN

Se ha precisado anteriormente, que la acción humana dentro del


ámbito penal constituye el motor generador de las figuras jurídicas
atributivas de la pena y de la concepción misma del estudio del ilícito,
principalmente desde el enfoque de la teoría del delito. Entonces,
considerar la imputación a una persona jurídica (empresa, sociedad
comercial, asociación) se contrapone con el hecho mismo del prin-
cipio ya referenciado –nullum crimen sine conducta– que no concibe la

ENMP Investigación y Análisis


134 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
configuración ilícita sin antes haber una intervención psíquica que
provoque una conducta.30

Además, “se podría sancionar a las personas jurídicas conforme el


derecho civil y al administrativo, dentro del mismo proceso penal y
por el mismo juez penal, con la ventaja de someterlas a un modelo
de solución efectiva y menos rigurosa en cuanto garantía, en vez de
sujetarlas a una mera suspensión del conflicto”. (Zaffaroni, 2005, 324)

Es decir que tratar de incidir con pretendidas sanciones penales en


contra de personas jurídicas sería entrar en pretender distorsionar la
naturaleza de la propia teoría que ha sido descriptiva en la conducta
y la voluntad humana como base principal de formación del ilícito.
El criterio delictivo de la teoría del delito no da mucha posibilidad de
adentrarse a una discusión ampliamente abierta sobre esta parte al
entenderse que se ha excluido a las personas morales como entes que
pudieren ser considerados causantes de delitos penales. Sin embargo,
sí existen las nuevas corrientes ideológicas-dogmáticas que han fijado
criterios en relación con la facultad de interpretación, buscando am-
pliar el rango de alcance de esta teoría.

En la doctrina penal dominicana, al igual que en gran parte de la


doctrina penal internacional contemporánea, no ha sido una discu-
sión pacífica el hecho de hacer a un ente “ficticio”, por sí mismo,
responsable de hechos cometidos –en principio– por otros o a través
de sus directores o administradores, al menos desde la óptica penal.
En tal sentido, para algunos el criterio de sancionar a las personas mo-
rales o jurídicas no debería ser admitido, ya que estas no tienen nivel
cognoscitivo o deliberativo capaz de generar una voluntad de daño
o detenerse por arrepentimiento; sin embargo, en líneas generales

30 Ello así si se considera a las personas jurídicas como entes incapaces de tener
voluntad propia y que por ende no pueden tener una conducta y menos que
sea típica, antijurídica y culpable.

Los delitos económicos desde el enfoque de la


estructura estricta de la teoría del delito 135
Francisco Manzano Rodríguez (pp. 125-145)
otros argumentan, que si el derecho permite a una entidad comercial
una serie de obligaciones y derechos (contratar, pagar impuestos,
demandar y ser demandadas, incluso víctimas en un proceso penal),
no sería extraño o fuera de lugar exigir una responsabilidad penal
cuya sanción se desdoblase a la capacidad propia de cumplimiento,
de la forma y materia que es.

Esto es de vital importancia para el análisis realizado en el presente artí-


culo, toda vez que la mayoría de los delitos económicos, en la sociedad
moderna, suelen cometerse dentro del seno de grandes corporaciones
que son las que manejan la mayor parte de las finanzas y concentran
el poder económico privado de los países.

En consecuencia, es de esta situación que se llega a la conclusión de


que se necesita un ajuste de la teoría del delito para que esta pueda
desdoblarse y poder aplicarse a la noción de los delitos económicos,
principalmente en lo que tiene que ver con el concepto de conducta,
partiendo de la imposibilidad de ejercicio de voluntad por parte de
una persona jurídica. Ello así puesto que de no establecer un sistema
de imputabilidad propio para la persona moral, se lesionaría el prin-
cipio de la responsabilidad personal de la pena, de tal manera que no
diese lugar a la atribución penal conferida por la norma conforme los
parámetros clásicos de la teoría del delito.

En definitiva, la persona jurídica está impedida de realizar conductas


humanas, por tanto, es incapaz de accionar y, en consecuencia, no
podría resultar, en principio, culpable por una supuesta infracción
a la norma penal, lo que haría no aplicable teoría del delito para el
estudio de los eventos delictuales que involucren estos entes jurídicos.
Sin embargo, esta noción ha ido evolucionando con el transcurrir del
tiempo, como se verá a continuación.

ENMP Investigación y Análisis


136 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
IV. LA TENSIÓN ENTRE EL DELITO
ECONÓMICO Y LA TEORÍA DEL DELITO

Resulta apropiado reiterar que el debate dogmático penal en esta esfera


se enfoca en el hecho de que la teoría del delito tiene una conformación
estructural definida, estricta y sobre todo, orientada a la protección de
bienes jurídicos que sanciona directamente a la persona o personas
responsables de la acción que ocasionó el ilícito que es considerado
como un tipo penal.

En el mismo contexto, cuando describimos a los delitos económicos


como un concepto normativo ideado para la protección de un bien
jurídico protegido, el enfoque de este tipo penal no es precisamente
como un ilícito de resultado,31 sino más bien como uno de medios
determinados. En tal sentido, lo que se ha determinado exigir para la
configuración de este tipo de delitos es que la persona responsable no
haya cumplido con su máximo esfuerzo en la consecución de su obliga-
ción, independientemente de si esto ha producido un resultado o no.

Es decir que el estudio de los delitos económicos desde el punto de


vista de la teoría del delito debe efectuarse partiendo de que este tipo
de ilícitos son de carácter formal o de medios, lo cual implica que se
configuran desde el mismo momento en que ha ocurrido una violación
al texto de una ley que ordena el cumplimiento de una determinada
obligación.

Por ejemplo, el artículo 481 de la Ley núm. 479-08, sobre Sociedades


Comerciales y Empresas Individuales de Responsabilidad Limitada,
establece una obligación a los administradores de las sociedades anóni-

31 Por un lado, por el carácter patrimonial-económico de las relaciones que


constituyen su objeto de protección. En general, este ámbito de los delitos –si
se refieren a bienes jurídicos individuales– no son puros de resultado, sino de
medios determinados (el paradigma es la estafa).

Los delitos económicos desde el enfoque de la


estructura estricta de la teoría del delito 137
Francisco Manzano Rodríguez (pp. 125-145)
mas que no hayan cumplido con las disposiciones sobre el registro de
los documentos y asientos contables y registros sociales que establece
la ley y en caso de no hacerlo la sanción penales una multa de hasta
20 salarios mínimos.

En ese caso el legislador estableció una obligación formal de registrar


todos los documentos contables de una sociedad anónima y mantener
un sistema claro y transparente de esos asientos financieros para la pro-
tección de los intereses de los socios y demás terceros relacionados con
la sociedad. Así, instauró un delito económico de corte “societario”, en
la medida en que estableció que la violación a esa estipulación es en
sí misma una conducta antijurídica, cuya responsabilidad recae sobre
personas previamente determinadas (administradores, funcionarios,
gerentes).

Es decir que para el análisis de este tipo de ilícitos desde el ámbito de


la teoría del delito, los doctrinarios han tenido que pasar de la noción
misma de la conducta como elemento principal (voluntario) de la
configuración del delito, a la concepción de responsabilidad apersonas
predeterminadas sobre la comisión de violaciones formales a obliga-
ciones señaladas por el propio legislador.

En este punto, se precisa la escisión –fragmentación– de los elementos


del tipo. En contextos de división funcional del trabajo, tan horizontal
como vertical, la ejecución material, la posesión de la información
relevante, la capacidad de decisión y las condiciones subjetivas de au-
toría pueden hallarse en sujetos distintos dentro del grupo organizado.
Ello puede dar lugar a la ya conocida figura de la irresponsabilidad.
(Silva, 2014,13)

En ese tenor, hay que señalar, sin pretensión de ser redundante, que
el carácter supraindividual o institucional de los delitos económicos
provoca razonablemente una desvinculación con el resultado del daño

ENMP Investigación y Análisis


138 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
ante la difícil división para establecer de dónde emana dicho daño y
ello pone en relieve entonces las circunstancias jurídicas adversas que
surgen al no poder configurarse de manera estricta el comportamiento
desaprobado y el desenlace de lesión. En efecto, tal motivo pide la mi-
nuciosa tarea de adaptación de una dogmática excepcional y moderna.

Pero vemos como de igual modo, al encontrarnos con una segregación


funcional en el cuerpo de una empresa, el derecho penal se enfrenta
con el impedimento de atribuir los elementos del tipo ante las carac-
terísticas propias de la persona moral compuesta por más de un indi-
viduo, es decir, un grupo de personas físicas que ejecutan diferentes
funciones, por lo que resulta relevante comprender que el tipo penal
no se enfocaría en hacer repartición de responsabilidad por la misma
dificultad de dilucidar quién ha cometido tal o cual hecho, sino que
el legislador –como se ha señalado en el ejemplo anterior– crea una
obligación formal cuyo incumplimiento genera la responsabilidad de
personas determinadas dentro del organigrama de la sociedad.

Dicho esto, puede de deducirse que el epicentro de la discusión se


sitúa en el aspecto de que el patrón clásico –teoría del delito– exclu-
ye una posible acción directa de una persona jurídica como sujeto
activo que presenta una conducta antijurídica, típica y culpable en la
realización de un delito económico, principalmente por la falta de
poder cognitivo de dicho “ente ficticio”; mientras que las corrientes
legislativas actuales promueven un desdoblamiento de esta teoría
para ajustarla a un sistema de responsabilidad en estos casos espe-
ciales, sobre obligaciones formales cuyo incumplimiento de lugar a
la configuración misma del ilícito.

Todo esto conduce a colegir que el modelo penal tradicional se


contrapone a las acciones de naturaleza económica, toda vez que su
estructuración técnico-jurídica se ve investida de una estricta y cerrada
aplicación de la norma penal, que necesariamente debe verse “ajustada”

Los delitos económicos desde el enfoque de la


estructura estricta de la teoría del delito 139
Francisco Manzano Rodríguez (pp. 125-145)
a los fines de poder ser utilizado dicho modelo o corriente de estudio
en el análisis de la configuración de los delitos económicos.

V. NUEVOS ENFOQUES PARADIGMÁTICOS


DE DERECHO PENAL ECONÓMICO
EN LA TEORÍA DEL DELITO

En seguimiento a lo antes expresado, conviene significar que existen


intentos de modificar las instituciones o estructura clásica de la teoría
delito persiguiendo el fin de transformar el alcance de tales estableci-
mientos mediante la expansión del rango de aplicación de la referida
teoría, aunque aquello no se debe interpretar como una posibilidad
aceptable fácilmente.

Así lo ha señalado la doctrina al indicar que

…como demuestra un estudio histórico, por superficial que


este sea, la dogmática de la teoría del delito ha tratado siempre
(i) de reconstruir permanentemente sus instituciones para per-
mitir que estas abarquen nuevos casos que van considerando
merecedores y necesitados de pena, y (ii) de hacer dicha re-
construcción compatible con la redacción de los textos legales,
mediante un constante esfuerzo de interpretación teleológica.
(Silva, 2014,13)

Ciertamente, la confrontación que han suscitado los delitos económi-


cos a propósito de la teoría del delito responde también a los cambios
sustanciales experimentados por el derecho penal económico, anali-
zando las diferentes vías que causan la criminalidad financiera como
nueva forma de delinquir. Estos fenómenos sociales representan un
reto no solo a leyes materiales, sino al modelo clásico de la teoría pre-
cedentemente señalada.

ENMP Investigación y Análisis


140 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
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Así, cabe señalar que conforme han transcurrido los tiempos la teoría
del delito ha experimentado otros enfoques avanzados, permitiéndose
asentar criterios más paradigmáticos que el del simple modelo tradi-
cional del delito doloso de acción y, por tanto, trata delitos como el
de omisión por imprudencia,32 que deviene al no tener el cuidado o
deber sobre el bien jurídico protegido.

Con lo planteado se requiere puntualizar cómo el derecho penal eco-


nómico entra y destaca la importancia de los elementos que configuran
directamente las infracciones de la imprudencia o incumplimiento ante
un deber u obligación de carácter formal, y lo enmarca en el ámbito
del tipo doloso que genera una imputación objetiva.

La solución que se ha dado para el estudio y asimilación de la teoría


del delito en los delitos económicos es la transformación de esa acción
dolosa, como punto de partida de estudio del ilícito, para asimilarla a
la responsabilidad derivada de la inobservancia a la obligación formal
prevista por la norma; para entonces determinar la configuración
misma del delito económico en cuestión y que de esta manera, luego
de comprobada la responsabilidad, se aprecie que la misma también
tiene un carácter de antijuridicidad (crea un daño o desmedro en el
ordenamiento jurídico), tipicidad (está prevista como tipo penal por
el legislador) y culpabilidad.

Usualmente, esta responsabilidad comprometida en los delitos


económicos, que se permite por el desarrollo de las corrientes más
modernas de la teoría del delito, tiene que ver con una omisión de
la diligencia debida y su relación con la causa originada y el resul-
tado, tales razones provocan una menor significancia respecto a los

32 Un delito imprudente es aquel que como consecuencia de la inobservancia del


cuidado debido se produce un resultado material, externo o peligro concreto de
un bien jurídico, o concurre una determinada cualidad de acción, no queridos.
(Cerezo Mir, 2004, 151)

Los delitos económicos desde el enfoque de la


estructura estricta de la teoría del delito 141
Francisco Manzano Rodríguez (pp. 125-145)
lazos físicos de la conducta referente a la acción –lo tradicional en
la teoría hoy debatida.

No obstante, se debe traer a colación que se ha hecho énfasis en que


el normativismo de forma exagerada pudiera causar dificultad al mo-
mento de atribuir las responsabilidades por ser estas meramente for-
males. Por ello, al momento de que el legislador cree estos ilícitos en
los cuales exista una responsabilidad derivada del incumplimiento de
una norma u obligación formal, necesariamente debe hacerse dentro
de los parámetros de lo razonable y no exceder o estar por encima de
lo permitido para que no se pretenda que exista una normativización
demasiado excesiva.

CONCLUSIÓN
ALGUNAS INSTITUCIONES DE LA TEORÍA
DEL DELITO ANTE EL DERECHO PENAL
ECONÓMICO

Vale decir que el derecho penal económico se encuentra en un proceso


de revisión en relación con aquellas instituciones de corte económico
que a la luz de la teoría del delito no guardan precisamente un estado
armónico ante las exigencias estrictas de la referida teoría. Por el con-
trario, se subraya que la encaminada reestructuración de determinadas
figuras jurídicas caería en desnaturalizaciones de las mismas; de ahí la
necesidad de un minucioso acuerdo hacia la aceptación o posibles con-
figuraciones conforme a la normativa penal.

A modo de ejemplo, en el mundo empresarial se hace muy comple-


jo poder hacer un establecimiento devenido de las relaciones entre
posibles aspectos causales y sus futuros efectos negativos o dañinos ya
que concurre una participación activa y multiplicada de sujetos. De
ahí, pues, aparece la causalidad como un elemento típico de y sobre

ENMP Investigación y Análisis


142 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
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todo revestido de su configuración de conducta y resultado, creando
dificultades en el sentido de la atribución directa de responsabilidad
que se genera cuando uno de los sujetos o su conjunto ha causado tal
situación jurídica. Entonces es donde justamente se plantea la disyun-
tiva de la aplicación normativa.

En ese sentido, se intenta enfocar la relación de necesidad existente


en la causalidad como una probabilidad, haciendo de ese modo que
incida una justipreciación más abierta en ocasión de la valoración
de los elementos de hecho y circunstanciales, llevando al juzgador a
limitarse a crear una relatoría de razonamiento estrictamente de sen-
tido. Básicamente la noción actual se suscribe en hacer que haya una
determinación mediante el uso de discernimiento.

De esta manera se puede apreciar cómo los lineamientos clásicos


de la teoría del delito han tenido que ir cambiando para ajustarse al
estudio y determinación de los delitos económicos, sobre todo par-
tiendo de la especialidad de este tipo de ilícitos y la multiplicidad de
actores que pueden estar involucrados en las situaciones que generan
esta criminalidad.

Así, se ha visto que básicamente la noción de acción y antijuridicidad


tradicional han estado variando desde un enfoque material a una
perspectiva formal del estudio del ilícito, en donde la propia vulne-
ración a una obligación determinada a ciertos sujetos conlleva en sí
misma un incumplimiento que compromete la responsabilidad penal
del autor o autores y, por tanto, se habla entonces de la comisión de
un delito.

Es decir que allí encuentra su razón de ser la explicación de causali-


dad indicada anteriormente, en la medida en que bajo ese enfoque la
prueba de la vulneración a un bien jurídico protegido en específico
es relegada a un segundo plano, pues lo primordial es la violación a la

Los delitos económicos desde el enfoque de la


estructura estricta de la teoría del delito 143
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norma formal previamente instaurada por el legislador y que el bien
jurídico protegido por ello se vea perjudicado se convierte en una
cuestión de probabilidad. Ello implica que la perspectiva es que al
violentarse la norma se compromete la responsabilidad y se configura,
en principio, el ilícito puesto que la vulneración misma de la norma-
tiva implica una probabilidad de perjuicio al bien jurídico protegido.

En conclusión, la teoría del delito ha encontrado un mayor rango de


amplitud por parte de los juristas y doctrinarios, para poder adaptarla
a estos delitos económicos. Una vez superada la discusión de la autoría
partiendo de la conducta propia de los involucrados y su acción, pasan-
do a un enfoque formal de responsabilidad, causalidad de probabilidad,
la teoría del delito es perfectamente aplicable en los demás aspectos
relativos a la antijuridicidad, tipicidad y culpabilidad.

Así los doctrinarios como Silva, Zaffaroni o Gómez Jara han señalado
que esta es la manera en que la teoría del delito es materializada para
determinar la configuración de un tipo de ilícitos que es tan frecuente
en la actualidad y que hace tanto daño a la sociedad en su conjunto,
pero que por la misma complejidad de las estructuras desde las cuales
usualmente se cometen, se dificulta su análisis y la configuración de
sus elementos.

REFERENCIAS

Cerezo Mir, J. (2004). Curso de derecho penal español. Parte General. Intro-
ducción, sexta edición. Madrid: Tecnos.
Silva Sánchez, J. (2014). Fundamentos del derecho penal de la empresa.
Buenos Aires: Edisofer.
Tiedemann, K. (2007). Derecho penal y nuevas formas de criminalidad,
primera edición. Perú: Grijley.

ENMP Investigación y Análisis


144 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Tiedemann, K. (2010). Manual de derecho penal económico. Valencia:
Tirant lo Blanch.
Zaffaroni, E. (2005). Manual de derecho penal general, primera edición.
Buenos Aires: Edier.
www.infoderechopenal.es/2013/03/ley-penal-en-blanco.[consultado
el 29/05/2016].
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Los delitos económicos desde el enfoque de la


estructura estricta de la teoría del delito 145
Francisco Manzano Rodríguez (pp. 125-145)
LA NATURALEZA JURÍDICA DEL
RECURSO DE APELACIÓN PENAL A
LA LUZ DE LA MODIFICACIÓN DEL
CÓDIGO PROCESAL PENAL
Carlos Ramón Salcedo Camacho

ENMP Investigación y Análisis


Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público 147
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Carlos Ramón Salcedo Camacho es
licenciado en Derecho de la Pon-
tificia Universidad Católica Madre
y Maestra, recinto Santo Tomás
de Aquino (PUCMM-RSTA) en
el año 1987. Realizó estudios de
Pedagogía en la Universidad Na-
cional Pedro Henríquez Ureña
(UNPHU) y de Filosofía en el
Seminario Mayor Santo Tomás
de Aquino, estos últimos estudios
avalados por la PUCMM (1979-1982). Dirige su propia firma de abo-
gados, fundada en 1987 y dedicada al litigio en todas las materias,
especialmente constitucional, administrativo, penal, civil y laboral. De
igual forma, la firma se dedica a la práctica en materia corporativa y
contractual y a la asesoría jurídica en general, constituyéndose en una
de las firmas boutiques más prestigiosas del país. Fue asesor ejecutivo
y jefe de gabinete del Ministerio de Cultura. Es actualmente asesor de
varias instituciones públicas y privadas en los ámbitos del derecho y
estratégico institucional.
RESUMEN

Este artículo presenta un breve estudio sobre el recurso de apelación


en el proceso penal dominicano, tomando en cuenta las modificacio-
nes introducidas al ordenamiento jurídico por la Ley núm. 10-15, del
10 de febrero de 2015, que reformó el Código Procesal Penal y trajo
consigo varias consecuencias jurídicas en lo que concierne al recurso
de apelación.

La nueva ley contempla un nuevo régimen procesal en cuanto a la apli-


cación y naturaleza jurídica del recurso de apelación en la normativa
procesal penal dominicana. Se ha producido un giro importante, pues
de un modelo de impugnación en sentido estricto se pasa a uno que
combina este con el de gravamen. Si bien el recurso de apelación sigue
siendo un medio para impugnar, trae ahora elementos propios del mo-
delo de gravamen, en virtud de lo cual los jueces decidirán los aspectos
procesales y lo propio del juicio de fondo.

El nuevo combina dos modelos provenientes de realidades de hecho


y jurídicas distintas, con las consecuentes confusiones para la interpre-
tación normativa.

Descriptores: apelación, recurso, modificaciones, impugnación, gravamen,


modificaciones, consecuencias jurídicas, tutela judicial, justicia pronta y cum-
plida.

La naturaleza jurídica del recurso de apelación penal a la luz


de la modificación del Código Procesal Penal 149
Lic. Carlos Ramón Salcedo Camacho (pp. 147-166)
The legal nature of a criminal appeal in light of the amendment of
the Code of Criminal Procedure

Summary

This article makes a brief and precise study on the appeal in the Dominican This
article gives a brief review on the appeal procedure in the Dominican criminal
process, taking into account the modifications introduced into the legal system by
law No. 10-15, on February 10, 2015, which amended the code of criminal
procedure and brought several legal consequences with regard to the appeal.

The new law includes a new procedural regime in terms of the application and
legal nature of the appeal in the Dominican criminal procedural legislation. There
has been an important twist, as from a model of contestation in the strict sense it
moved to one that combines it with the assessment model. While the appeal is still
a way to impugn, now it brings elements of the model of assessment, under which
judges will decide the procedural aspects as well as the ones related to the trial.

The new procedure combines two models responding to different legal and objective
with the consequent confusion for normative interpretation.

Descriptors: Appeal, modifications, legal consequences.

ENMP Investigación y Análisis


150 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
INTRODUCCIÓN

Con el advenimiento de la Ley núm. 10-15, el régimen de la apela-


ción en el derecho procesal penal dominicano, al igual que muchos
otros renglones procesales, sufrió numerosos cambios, tras haber sido
modificada una gran parte del articulado que regula la materia. En
efecto, los artículos 411 al 413, y 417 al 423, normas que configuran
alrededor del 66 % del contenido de los títulos III y IV del Libro III
del Código Procesal Penal (CCP, en lo adelante), que rigen el recurso
de apelación en general, fueron modificados.

A pesar de lo extenso de las modificaciones, la mayoría de los cam-


bios introducidos fue de índole meramente formal: el aumento de
los plazos para interponer, contestar y decidir los recursos, así como
la introducción de aclaraciones sobre la posibilidad y modalidad de
la presentación de pruebas, la posibilidad de corregir el recurso y las
potestades que tiene la corte de apelación de apreciar la procedencia
del recurso, constituyeron una marcada tendencia.

No obstante, ciertos cambios trascendieron la mera formalidad y


configuraron verdaderos cambios sustanciales al régimen de la apela-
ción, como fue la modificación al artículo 417, que agregó un motivo
adicional para justificar el recurso contra la sentencia de absolución
o condena, con sus consecuentes implicaciones jurídicas, así como la

La naturaleza jurídica del recurso de apelación penal a la luz


de la modificación del Código Procesal Penal 151
Lic. Carlos Ramón Salcedo Camacho (pp. 147-166)
modificación al artículo 422, que limitó el número de reenvíos que
puede realizar y faculta a la corte de apelación para decidir directa-
mente sobre el recurso sin que pueda aplazar el proceso nuevamente,
lo cual también conlleva sus respectivas implicaciones jurídicas.

En este sentido, el presente trabajo estará enfocado en exponer y


analizar los cambios introducidos por la Ley núm. 10-15 en lo que
concierne al recurso de apelación, haciendo primero una breve reseña
sobre los recursos en el proceso penal de manera general, para luego
pasar a detallar los cambios introducidos y evaluar la incidencia que
estos tienen sobre el proceso, haciendo por último un análisis compa-
rativo entre los recursos de apelación y casación (también modificado
extensamente por la Ley núm. 10-15), ponderando sus similitudes y
diferencias, para así determinar la razón de ser de cada uno.

I. BREVE RESEÑA SOBRE LOS RECURSOS


EN EL DERECHO PENAL

1.1. EL RECURSO EN MATERIA PENAL Y SU BASE


JURÍDICA

En términos generales, el recurso ha sido definido como “un medio


impugnativo por el cual la parte que se considera agraviada por una
resolución judicial que estima injusta o ilegal, la ataca para provocar
su eliminación o un nuevo examen de la cuestión resuelta y obtener
otro pronunciamiento que le sea favorable” (Clariá Olmedo, 1960; ci-
tado por Guariglia, 2004). En otras palabras, se trata de un mecanismo
utilizado para intentar rectificar el daño o gravamen causado por una
sentencia desfavorable.

De la anterior definición se desprende que toda persona que haya sido


parte de un proceso penal y que posteriormente haya sido perjudicada

ENMP Investigación y Análisis


152 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
por la decisión que al efecto sobrevenga, en principio debe poder tener
acceso a algún tipo de recurso o vía de impugnación que le permita
remediar la situación (a no ser que la ley cierre esta posibilidad) y
siempre que lo haga en el tiempo y forma adecuados. Esto es básica-
mente lo que establecen los artículos 393-406 del CPP, mediante los
cuales se formaliza el derecho al recurso y se establecen, entre otros, los
requerimientos de legitimación y gravamen que se estiman necesarios
para que un recurso sea declarado admisible.

Desde el punto de vista constitucional, el derecho al recurso tiene su


fundamento en el artículo 69.9 de la Constitución de la República
(CR, en lo adelante), el cual establece que “toda sentencia puede
ser recurrida de conformidad con la ley. El tribunal superior no po-
drá agravar la sanción impuesta cuando solo la persona condenada
recurra la sentencia”. También se origina de manera indirecta en la
conjugación de los artículos 26 y 74.3 de la CR, los cuales integran al
bloque de constitucionalidad los tratados internacionales relativos a
derechos humanos y, en consecuencia, le otorgan rango constitucional
al artículo 14.5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
y al 8.2.h. de la Convención Americana de Derechos Humanos, ambos
ratificados por República Dominicana y que obligan al Estado domi-
nicano a proporcionar una vía de recurso ante un tribunal superior
a toda persona que sea condenada a cumplir una pena por un delito
o crimen.

La ley dominicana contempla cinco (5) recursos en el marco del pro-


ceso penal: la oposición, la apelación contra resoluciones distintas a
la sentencia, la apelación contra la sentencia, la casación y la revisión.
El tipo de recurso a ser utilizado por la parte afectada siempre va a de-
pender de la naturaleza de la decisión atacada y de otras circunstancias
procesales determinadas por la ley para cada recurso.

La naturaleza jurídica del recurso de apelación penal a la luz


de la modificación del Código Procesal Penal 153
Lic. Carlos Ramón Salcedo Camacho (pp. 147-166)
1.2. CLASIFICACIÓN DE LOS RECURSOS

Existen diferentes tipos de recursos, cada uno con sus respectivas par-
ticularidades. La doctrina ha propuesto varias clasificaciones. Por un
lado se encuentra la clásica separación de los recursos en ordinarios o
extraordinarios, que puede ser encontrada en la mayoría de los orde-
namientos jurídicos europeos y latinoamericanos.

Sin embargo, cada ordenamiento parece tener una concepción distinta


de lo que implica esta clasificación. Por ejemplo, en el ordenamiento
penal alemán los medios de impugnación ordinarios son aquellos
intentados contra decisiones que todavía no son firmes, mientras que
los extraordinarios permiten atacan las decisiones que han adquirido
el carácter de la cosa juzgada (Roxin, 2003, 446). En cambio, en el
ordenamiento penal francés los recursos ordinarios son aquellos que
tienen la finalidad de hacer examinar nuevamente el asunto, entra-
ñando todos los elementos de hecho y de derecho, mientras que los
recursos extraordinarios buscan controlar la regularidad de la decisión
ya tomada (Pradel, 2006, 861). En el ordenamiento dominicano lo que
generalmente se concibe es que los ordinarios, en principio, pueden
ser interpuestos salvo disposición legal en contrario, mientras que los
extraordinarios solo pueden ser interpuestos bajo condiciones especí-
ficas previamente establecidas de manera taxativa por la ley. (Binder
et al, 2006, 462, 466)

Para los fines del presente trabajo la clasificación que más nos interesa
es aquella que divide los recursos en dos grupos principales: los me-
dios de gravamen, que son aquellos recursos que tienden a renovar
el juicio en que se basa la decisión recurrida, y los medios de impug-
nación, recursos que tienden únicamente a fiscalizar el juicio (Vecina
Cifuentes, 2006, 69). Los medios de gravamen tienen como objetivo
el conocimiento del proceso en las mismas circunstancias existentes
en primera instancia, mientras que los medios de impugnación solo

ENMP Investigación y Análisis


154 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
buscan un análisis sobre la validez de la decisión. Esta clasificación
será importante al momento de ponderar la naturaleza del recurso
de apelación, en virtud de las nuevas modificaciones al CPP, por la
elección del legislador fundamental de un modelo sobre otro –“el de
impugnación sobre el de gravamen”– dejando al tribunal de alzada
la facultad de devolver el proceso a su estado inicial para el análisis
probatorio, lo que no implica un abandono del modelo impugnatorio.

II. EL RECURSO DE APELACIÓN PENAL


ACTUAL

Hecho el esbozo sobre los recursos en general, cabe ahora profundizar


sobre el recurso de apelación, que es el objeto esencial del presente
trabajo. En ese sentido es preciso analizar las modificaciones que in-
trodujo la Ley núm. 10-15, así como la incidencia que han tenido estos
cambios en la naturaleza jurídica del recurso de apelación penal de
acuerdo con su actual configuración.

2.1. MODIFICACIONES INTRODUCIDAS POR LA


LEY NÚM. 10-15 AL RÉGIMEN DEL RECURSO DE
APELACIÓN PENAL

En esencia, la Ley núm. 10-15 modificó el régimen de apelación penal en


los siguientes aspectos: aumentó los plazos procesales, introdujo ciertos
cambios menores de naturaleza formal y ciertos cambios sustanciales
que modificaron la naturaleza jurídica del recurso.

2.1.1. Aumento de los plazos

La Ley núm. 10-15 trajo consigo un aumento de los plazos para in-
terponer, contestar y decidir, entre otras cosas, los recursos de ape-
lación, tanto para aquellos que se interponen contra las decisiones

La naturaleza jurídica del recurso de apelación penal a la luz


de la modificación del Código Procesal Penal 155
Lic. Carlos Ramón Salcedo Camacho (pp. 147-166)
distintas a la sentencia como para aquellos que se interponen contra
las sentencias condenatorias o absolutorias emitidas por los jueces
que conocieron el juicio.

Con respecto al primer recurso de apelación (aquel interpuesto con-


tra una decisión distinta a la sentencia), el plazo para presentar el
recurso fue aumentado a diez (10) días –anteriormente era de cinco
(5)– y a diez (10) días para depositar la contestación –anteriormente
eran tres (3)–; se aumentó a veinte (20) días para que la corte de
apelación decida sobre la admisibilidad del recurso y sus méritos,
mediante la misma decisión –anteriormente eran diez (10).

En cuanto al segundo recurso de apelación (aquel interpuesto contra


la sentencia condenatoria o absolutoria), el plazo anterior de diez (10)
días fue aumentado a veinte (20) para presentar el recurso; de igual
manera se aumentó a diez (10) días para depositar la contestación,
anteriormente cinco (5); se estableció que la corte de apelación debe
celebrar la audiencia en un plazo de entre diez (10) y treinta (30)
días desde su fijación. También se aumentó de diez (10) a veinte (20)
días el plazo que tiene la corte de apelación para rendir su decisión,
en caso de que no se pueda decidir al concluir la audiencia por la
complejidad del asunto.

La incidencia de estas modificaciones particulares es que ahora no solo


se otorga un plazo más razonable para redactar y depositar el recurso
por escrito, sino que también se salvaguarda de manera más efectiva
el principio de igualdad entre las partes, consagrado en el artículo 12
del mismo código, lo cual anteriormente no era respetado, pues la
parte recurrente disfrutaba de un plazo más prolongado para hacer
su respectivo depósito que la parte recurrida. Esta situación persiste,
sin embargo, con respecto al recurso de apelación contra la sentencia
del juicio.

ENMP Investigación y Análisis


156 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
2.1.2. Otros cambios menores de forma

Conforme a la modificación realizada al artículo 420 del CPP, la Corte


de Apelación ahora tiene la facultad de otorgar un plazo de hasta cin-
co (5) días para que el recurrente corrija la redacción de su recurso,
si los defectos de redacción le impiden a la corte, en forma absoluta,
conocer sobre él. Esto ha sido para garantizar el principio de tutela
judicial efectiva del proceso y con ello asegurar el derecho al acceso a
la justicia, de modo tal que un requerimiento meramente formal no
ahogue el derecho al recurso.

Por otro lado, con respecto a la audiencia de apelación, el nuevo artículo


421 indica que a ella tienen que comparecer todas y cada una de las par-
tes del proceso, so pena de que les sean aplicadas las reglas del artículo
307, relativas a las presunciones de abandono y desistimiento, aunque
tomando en cuenta que en el régimen actual, el actor civil, la víctima y
el querellante pueden comparecer a través de su mandatario con poder
especial, a raíz de la modificación que hizo la Ley núm. 10-15 al artículo
307, lo cual anteriormente no se permitía.

Por último, la modificación ha hecho que el ordenamiento de la ce-


lebración de un nuevo juicio dictado por la corte de apelación ahora
ostente un carácter excepcional. El nuevo juicio se debe celebrar en
el mismo tribunal que dictó la decisión, pero compuesto por jueces
distintos, según el artículo 423.

2.1.3. Cambios sustanciales en cuanto a los motivos del re-


curso y a la limitación del reenvío

La Ley núm. 10-15 trajo consigo cuatro cambios sustanciales que mo-
dificaron de manera considerable la naturaleza jurídica del recurso de
apelación. Son estos: a) La inclusión del “error en la determinación de
los hechos y en la valoración de la prueba” dentro de los motivos de

La naturaleza jurídica del recurso de apelación penal a la luz


de la modificación del Código Procesal Penal 157
Lic. Carlos Ramón Salcedo Camacho (pp. 147-166)
apelación; b) la posibilidad de presentación de determinadas pruebas
en grado de alzada para acreditar un defecto del procedimiento y –esto
lo novedoso– la facultad del imputado de presentar prueba en su fa-
vor, incluso la relacionada con la determinación de los hechos que se
discuten; c) la modificación de la razón que justifica el ordenamiento
de la celebración de un nuevo juicio y d) la aparente posibilidad de
que la corte de apelación celebre el juicio directamente, con todo lo
que esto conlleva. Veamos cada uno de estos cambios.

a) La inclusión del “error en la determinación de los hechos y en la


valoración de la prueba” dentro de los motivos de apelación.

El artículo 417 del CPP fue modificado para agregarle este motivo
a los otros cuatro, que permanecieron intactos. La importancia de
esta inclusión radica en el hecho de que este nuevo motivo esta-
blece, sin lugar a dudas, que la corte de apelación tiene potestad
plena para ejercer un control sobre el juicio de hecho del tribunal
de primera instancia.

Anteriormente parecía ser que los cuatro motivos permitidos por la


ley hacían alusión a vicios in procedendo o in iudicando, haciendo que
el recurso de apelación fuese un mecanismo de impugnación por el
que se prefería un juicio a la sentencia y al procedimiento, más que a
la propia valoración y determinación de los hechos, asemejándose al
recurso de casación.

Ciertos juristas interpretan que el segundo motivo, que establece la


“falta, contradicción o ilogicidad manifiesta en la motivación de la
sentencia”, permite, en efecto, la realización de un control sobre el
juicio de hecho. Sin embargo, resulta evidente que no es lo mismo
hablar de una contradicción en la motivación de la sentencia que de
un error en la determinación de los hechos. Una contradicción implica
que la sentencia es conflictiva consigo misma, mientras que el error en

ENMP Investigación y Análisis


158 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
la determinación de los hechos o la valoración de la prueba implica
que la sentencia es conflictiva con el criterio de la corte, es decir, con
lo que los jueces de la corte estimen que fueron los verdaderos hechos.

La primera (contradicción en la motivación) incluso pareciera ser de ín-


dole formal, mientras que la segunda (error en la determinación de los
hechos) claramente es de índole material. En la práctica, la diferencia
puede que no sea tan trascendental; sin embargo, no hay duda de que
con la introducción de este nuevo motivo, queda claro que si la corte
de apelación determina que el tribunal de instancia interpretó mal los
hechos, puede realizar su propia interpretación y dictar directamente
la sentencia, sin necesidad de ordenar un nuevo juicio, y precisamente
sobre la base de los elementos de pruebas incorporados al juicio y los
hechos fijados en la sentencia.

b) La facultad de presentar determinadas pruebas en grado de alzada,


tanto para acreditar defectos en el procedimiento como por parte del
imputado para la determinación de hechos.

El artículo 418 del CPP, que versa sobre la presentación del recurso
de apelación contra la sentencia, fue modificado para que ahora
establezca tres (3) casos en que las partes pueden presentar pruebas
en apelación: (1) cuando sean para probar defectos en el proce-
dimiento, (2) cuando sean propuestas por el imputado a su favor
(incluyendo las pruebas relacionadas a la determinación de hechos)
y (3) cuando se trate de prueba esencial para resolver el fondo,
presentada por el Ministerio Público, el querellante o el actor civil
(siempre y cuando haya sido rechazada, no haya sido conocida con
anterioridad o esté relacionada con hechos nuevos).

Anteriormente, solo se permitía la presentación de pruebas para el


primero de estos casos, particularmente cuando se necesitaban para
probar cualquier defecto del procedimiento. Esta modificación resulta

La naturaleza jurídica del recurso de apelación penal a la luz


de la modificación del Código Procesal Penal 159
Lic. Carlos Ramón Salcedo Camacho (pp. 147-166)
importante, pues viene a reforzar la idea de que el recurso de apelación
penal en República Dominicana concede la potestad de evaluar no
solo la cuestión jurídica, sino también la cuestión fáctica, toda vez que
estas nuevas disposiciones promueven la inmediación entre el juez y las
pruebas, facilitando así el control sobre el juicio de hecho del tribunal
del cual procede la decisión de primer grado. Más aun, la modificación
al artículo 421 faculta a los jueces de la corte de apelación a reproducir
en apelación la prueba oral del juicio, si creen que es necesario para
ponderar el motivo de apelación invocado, y pueden valorar de forma
directa la prueba que se haya introducido por escrito al juicio, todo lo
cual apoya la idea anteriormente indicada.

c) La modificación de la razón que justifica el ordenamiento de la ce-


lebración de un nuevo juicio.

En el régimen actual, esta pasó a ser los “casos de gravamen que no


pueda ser corregido directamente por la corte”, mientras que ante-
riormente eran los casos en que “sea necesario realizar una nueva
valoración de la prueba”. Esto indica que la corte de Apelación está
facultada para hacer valoraciones de la prueba, todo lo cual es apoyado
por efecto de las dos cuestiones indicadas anteriormente.

En efecto, las modificaciones de la Ley núm. 10-15 al régimen del re-


curso de apelación permiten a la corte de apelación hacer una revisión
integral del caso, pudiendo determinar los hechos concretos de cada
caso, valorar las pruebas que considere necesarias y con ello, dictar
directamente la solución del caso. Este régimen es un híbrido entre el
puro impugnatorio y el devolutivo de tradición francesa.

ENMP Investigación y Análisis


160 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
d) Quizás lo más importante, la aparente posibilidad de que la corte de
apelación celebre el juicio directamente, con todo lo que esto conlleva.

La Ley núm. 10-15 introdujo un párrafo en el artículo 422 del CPP,


limitando el número de reenvíos a juicio que puede realizar la corte
de apelación. Anteriormente se podía ordenar un nuevo juicio sin
límite alguno con respecto a la cantidad de veces. En el régimen
actual, solo se puede ordenar una vez y si esta decisión es recurrida
en apelación, entonces la corte de apelación deberá decidir directa-
mente el asunto.

¿Significa esto que la corte, en ese caso específico, adquiere la capaci-


dad de celebrar un juicio pleno en sede de alzada? Para responder la
pregunta podemos plantearnos el siguiente caso hipotético: La corte
conoce sobre un recurso de apelación y determina que en el juicio se
utilizaron pruebas obtenidas de manera ilegítima; por tanto, ordena
un nuevo juicio. Tiempo después, la sentencia del nuevo juicio es
recurrida en apelación. Esta vez, la corte también determina que hay
contradicción en la motivación de la sentencia, así como un error en
la determinación de los hechos. Sin embargo, la corte ya no puede
reenviar el asunto al tribunal de primera instancia. Entonces, ¿qué debe
hacer? ¿Conocer el juicio ella misma? ¿O bien decidir directamente,
condenando o absolviendo, sin tomar en cuenta este nuevo vicio?

Una interpretación literal y teleológica de este nuevo párrafo parecie-


ra indicar que su intención ha sido extender a la corte de apelación
la posibilidad de celebrar un juicio, pudiendo de esta manera hacer
comprobaciones de hecho propias, toda vez que alude a la idea de
que la Corte “deberá estatuir directamente sobre el recurso”, y si la
cuestión que amerita ser estatuida es una cuestión propia del juicio,
entonces no se puede omitir. En este sentido, en caso de que se apele
la decisión del nuevo juicio, se entiende que la intención del legisla-
dor ha sido la de otorgarle el pleno efecto devolutivo al recurso de

La naturaleza jurídica del recurso de apelación penal a la luz


de la modificación del Código Procesal Penal 161
Lic. Carlos Ramón Salcedo Camacho (pp. 147-166)
apelación para que se conozca el juicio en última instancia en sede
de apelación, similar a como ocurre en el procedimiento civil. Sin
dejar de afirmar que la revisión fáctica y jurídica que en grado de
apelación debería hacer la corte, conforme lo dispone la Constitución
y ha sido decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
como se ha indicado, es un análisis integral de la decisión, lo que no
necesariamente implica el cambio del modelo impugnativo al de gra-
vamen, que conlleve en toda su dimensión la repetición del juicio y la
asimilación calcada del principio devolutivo del recurso, pues en todo
caso las limitaciones vienen dadas en la propia normativa procesal.
Esto, de ser así, comprendería el cambio más trascendente introducido
por la Ley núm. 10-15 y de hecho, podría haberse planteado un giro
en el modelo del recurso de apelación: de una vía de impugnación a
una de gravamen o una combinación de ambos.

2.2. NUEVA NATURALEZA JURÍDICA DEL RECURSO


DE APELACIÓN PENAL

Como consecuencia de los cambios sustanciales anteriormente des-


critos, el recurso de apelación actual se diferencia notablemente del
anterior. En este sentido, es preciso proceder a analizar cuál es la na-
turaleza jurídica de este nuevo recurso de apelación, dentro del marco
de la clasificación de los recursos, para así determinar si se trata de
un medio de gravamen, un medio de impugnación o una especie de
híbrido entre ambos.

Ya vimos que, según la clasificación utilizada, existen dos tipos de


recursos: los medios de gravamen y los medios de impugnación. Tam-
bién se planteó que con los nuevos cambios, la apelación penal en el
ordenamiento dominicano sigue siendo, en su mayoría, un método de
fiscalización de las sentencias, pero el hecho de que los jueces tengan
la potestad de hacer valoraciones propias de las pruebas y que en casos
excepcionales la apelación permita la celebración de un juicio pleno

ENMP Investigación y Análisis


162 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
en alzada, le otorga al recurso de apelación el pleno efecto devolutivo,
como ocurría bajo la vigencia del derogado Código de Procedimiento
Criminal. Por tanto, se estima que, en lo concerniente a la naturaleza
jurídica del recurso de apelación penal dentro del marco de esta cla-
sificación, la Ley núm. 10-15 ha transformado el recurso de apelación
en un hibrido entre un medio de impugnación y un medio de grava-
men, inclinado más por el medio de impugnación (no es un medio
total de gravamen, pues la corte solo conocería el juicio de manera
muy excepcional).

III. RELACIÓN ENTRE EL RECURSO DE


APELACIÓN Y EL RECURSO DE CASACIÓN

A la luz de todo lo discutido anteriormente se analizará el recurso de


apelación penal en comparación con el recurso de casación penal,
para evaluar sus similitudes y diferencias.

Si se observan las disposiciones que regulan las potestades de las res-


pectivas cortes en relación con ambos recursos, es decir, el artículo 422
(para la apelación) y el artículo 427 (para la casación), es posible ver
que ambas sedes tienen casi exactamente las mismas potestades. De
manera que es importante preguntar, en términos prácticos, ¿cuál es
la diferencia entre estos recursos, tomando en cuenta que mediante
el recurso de apelación se pueden subsanar los mismos vicios que en
el de casación, y quizás algunos más?

Esta discusión no es nada novedosa. Ambos recursos han sido cons-


tantemente comparados, debido al similar ámbito de actuación de
los jueces. En efecto, la única verdadera distinción entre ellos es que
la apelación permite el control sobre el juicio de hecho, no así la ca-
sación. Si el recurso de apelación fuese despojado de esta caracterís-
tica, entonces sería básicamente uno de casación, como lo considera

La naturaleza jurídica del recurso de apelación penal a la luz


de la modificación del Código Procesal Penal 163
Lic. Carlos Ramón Salcedo Camacho (pp. 147-166)
Bacigalupo (2005, 117) al decir que “un recurso de apelación limitado
no se debería diferenciar esencialmente de la casación”.

Por otro lado, si la apelación es reservada para casos muy específicos,


en oposición a la posibilidad de que ella sea interpuesta contra las de-
cisiones judiciales en general, también corre el riesgo de convertirse
en una casación, como es la opinión autorizada de Vecina Cifuentes
(2006, 69) al indicar que “la apelación con motivos es, en realidad,
una casación encubierta, un medio de impugnación que solo permite
fiscalizar el juicio jurisdiccional, excepto en los pocos casos en que se
puede proponer y se practica de hecho prueba en fase de recurso”.

Algunos autores sostienen que la diferencia principal entre el uno y


el otro radica en la finalidad ulterior que tiene cada uno (Doig Díaz,
2004, 188). La finalidad principal del recurso de apelación es la de
revisar una decisión judicial para proporcionar un remedio a la parte
afectada, mientras que la finalidad principal del recurso de casación
es ejercer en control nomofiláctico, esto es el de unificar la jurispru-
dencia, de manera que, si bien ambos recursos comparten el mismo
ámbito de competencias, lo hacen para satisfacer objetivos distintos:
uno para salvaguardar las garantías procesales y el otro para salvaguar-
dar la seguridad jurídica. De hecho, al observar el artículo 426 del CPP,
resulta evidente que uno de los motivos del recurso de casación es la
contradicción de la sentencia con la jurisprudencia.

En tal sentido, como he expresado, el recurso de apelación conduce


al control tanto de la cuestión fáctica como de la jurídica, mientras
que la casación conduce únicamente al examen de la cuestión jurídica
(Roxin, 2003, 447). El recurso de casación remedia únicamente errores
en orden a la interpretación y aplicación del derecho, ya sea en sus
aspectos procesales o sustantivos. (Vásquez Rossi, 1998, 490)

ENMP Investigación y Análisis


164 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
En adición a esto, el recurso de apelación conlleva inmediación, en
tanto que los jueces pueden analizar mediante percepción sensorial
directa de la producción de la prueba (Bacigalupo, 2005, 145). Esto
no ocurre con la casación, en la cual los jueces nunca conocerán de
los hechos y solo analizarán las pruebas documentales.

CONCLUSIÓN

La Ley núm. 10-15 ha variado, sin lugar a dudas, el ámbito del recurso
de apelación en el marco del proceso penal. Muchas de las variacio-
nes han surgido para asistir o ayudar a las partes del proceso, como
los plazos más largos y la posibilidad de corregir el recurso luego de
haber sido interpuesto.

No obstante, algunas de estas variaciones han tenido una gran in-


cidencia en lo que respecta al ámbito y naturaleza del recurso de
apelación en el proceso penal dominicano y más aún en el modelo
recursivo adoptado, haciéndolo coincidir, en los casos previstos y ya
analizados, con el modelo de gravamen. Las modificaciones han lle-
gado para dejar claramente establecido que el recurso de apelación
no es solo un medio de impugnación, cuya sentencia solo decidirá
sobre aspectos procesales y lo demás lo dejará en manos de los jueces
a cargo del juicio, haciendo un considerable número de reenvíos,
como solía ser anteriormente.

De este modo, se viene a establecer en nuestro ordenamiento un re-


curso mixto, que incorpora aspectos de los medios de gravamen y de
los medios de impugnación para crear así una fórmula que combina
dos modelos que responden a realidades y necesidades jurídicas y
fácticas que no sabemos si los reformadores han tenido en cuenta
en su real dimensión, lo que podría ser objeto de un nuevo trabajo
que complete los aspectos incompletos de este.

La naturaleza jurídica del recurso de apelación penal a la luz


de la modificación del Código Procesal Penal 165
Lic. Carlos Ramón Salcedo Camacho (pp. 147-166)
REFERENCIAS

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Aires: Hammurabi.
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Nacional de la Judicatura.
Clariá Olmedo, J. (1960). Tratado de derecho procesal penal, quinta edición.
Buenos Aires: Ediar.
________. (2008). Derecho procesal penal, tomo III (actualizado por Jorge
Raúl Montero). Buenos Aires: Rubinzal-Culzoni.
Constitución de la República Dominicana (2015).
Doig Díaz, Y. (2004). “El sistema de recursos en el proceso penal peruano.
Hacia la generalización de la doble instancia y la instauración de la
casación”. En: La reforma del Proceso Penal peruano. Lima: Pontificia
Universidad Católica del Perú, 187-211.
Guariglia, F. (2004). “Régimen general de los recursos en el Código
Procesal Penal de la Nación”. En: Los recursos en el procedimiento
penal, segunda edición. Buenos Aires: Editores del Puerto (Uni-
versidad de Buenos Aires).
Ley núm. 10-15, que introduce modificaciones a la Ley núm. 76-02, que
establece el Código Procesal Penal de la República Dominicana.
Gaceta Oficial No. 10791.
Ley núm. 76-02, que establece el Código Procesal Penal de la República
Dominicana (2002). Gaceta Oficial No. 10170.
Pradel, J. (2006). Manuel de procédure pénale, decimotercera edición.
París: Cujas [traducción propia].
Roxin, C. (2003). Derecho procesal penal, Trad. Gabriela Córdoba y Daniel
Pastor. Buenos Aires: Editores del Puerto.
Vázquez Rossi, J. (1998). Derecho procesal penal, tomo II. Buenos Aires:
Rubinzal-Culzoni.
Vecina Cifuentes, J. (2006). Observaciones urgentes a la proyectada
reforma de los recursos de apelación y casación en el orden
penal. Jueces para la democracia, 56, 59-74.

ENMP Investigación y Análisis


166 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Contribuciones
internacionales

ENMP Investigación y Análisis


Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público 167
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
LA COMISIÓN DE LA VERDAD
EN COLOMBIA
Baltasar Garzón Real
Fundación Internacional Baltasar Garzón, España

ENMP Investigación y Análisis


Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público 169
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
B altasar G arzón R eal es magis-
trado-juez, abogado, director del
despacho jurídico ILOCAD SL.,
con sede en Madrid. Presidente de
la Fundación Internacional Baltasar
Garzón, pro derechos Humanos y
jurisdicción universal, con progra-
mas en desarrollo en la Unión Euro-
pea, México, Argentina, Colombia,
República Dominicana, Ecuador y
Mozambique. Es además presidente
de la Asociación Concatoria Cívica,
cuya finalidad es promover el en-
cuentro de las fuerzas políticas en España. Asesor de la Fiscalía de la
Corte Penal Internacional. Doctor Honoris Causa por 30 universidades
de todo el mundo. Miembro de diferentes organizaciones humanitarias
y centros de derechos humanos y de mediación en conflictos, dentro y
fuera de España. Autor de nueve libros, múltiples artículos y ensayos.
E-mail: [email protected]
INTRODUCCIÓN

Mientras escribo estas líneas, resuenan aún en mi cabeza las palabras


de Santos, “Timochenko”, Raúl Castro y Ban Ki-Moon, entre otros,
anunciando y celebrando en el complejo de El Laguito, La Habana, el
acuerdo para el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo. Es
un momento de esperanza, pero también de responsabilidad pues lo
que se viene es la paz, pero queda “toda la paz” por hacer, y por hacerla
sostenible. De momento, al parecer el proceso no solo tiene enemigos
fuera, sino también dentro de las propias FARC (el frente primero
parece ser que no está por abandonar las armas. Veremos a ver).

El principio del fin del conflicto más duradero de América Latina y


el Caribe requiere de un planeamiento preciso, una ejecución mili-
metrada y la buena fe de las partes, pues no olvidemos que Colombia
también sufre la violencia de las bandas criminales, herederas muchas
de ellas del paramilitarismo. El planeamiento preciso se refleja en
los distintos acuerdos que se están negociando:

1. Política de desarrollo agrario integral.


2. Participación política.
3. Fin del conflicto.
4. Solución al problema de las drogas ilícitas.

La Comisión de la Verdad en Colombia


171
Baltasar Garzón Real (pp. 169-186
5. Víctimas.
6. Implementación, verificación y refrendación.

Mi preocupación por los derechos humanos me lleva a prestar aten-


ción al papel de las víctimas, por lo que me centraré en las siguientes
páginas en el llamado “Quinto Acuerdo de La Habana: Acuerdo de
Víctimas y Justicia en Colombia”. Me gustaría en este sentido compartir
la importancia de las “comisiones de la verdad” y la potencialidad que
presenta para el posconflicto colombiano. En este sentido es conve-
niente, aunque sea a vuelapluma, ofrecer una mínima referencia a qué
son las comisiones de la verdad y cuáles han sido las buenas prácticas y
experiencias realizadas y/o frustradas en Latinoamérica, para después
apuntar a algunos de los retos que ya se van perfilando para la futura
Comisión de la Verdad como parte del Sistema Integral de Justicia que
se negocia en La Habana como parte del acuerdo quinto.

COMISIONES DE LA VERDAD

Las Naciones Unidas, en su Conjunto de Principios actualizado para


la Protección y la Promoción de los Derechos Humanos mediante la
Lucha contra la Impunidad, definen en su punto D a las comisiones
de la verdad como “órganos oficiales, temporales y de constatación de
hechos que no tienen carácter judicial y se ocupan de investigar abu-
sos de los derechos humanos o el derecho humanitario que se hayan
cometido a lo largo de varios años”. Se perfilan así como instrumentos
investigadores y depositarios de la verdad tras guerras o conflictos y, por
ende, en uno de los pináculos de los procesos de justicia transicional,
basados en verdad, memoria, justicia y reparación. Son, por lo tanto, y
en último término, una herramienta sustancial de sostenibilidad para
la creación una paz duradera. El derecho a la verdad se convierte así
en la pieza angular de todo el proceso, en tanto en cuanto el sistema
que se diseña supone importantes renuncias a un sistema ordinario

ENMP Investigación y Análisis


172 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
de justicia o de verdad judicial. La verdad resulta irrenunciable y si
quiebra esta todo el sistema transicional cae por su base.

Esta realidad no ha escapado a la historia reciente. Entre 1974 y 2010


se crearon y funcionaron en el mundo 40 comisiones de la verdad,
con la finalidad de servir de respuesta a las graves violaciones a los
derechos humanos producidas en otros tantos procesos de violencia
política (Amnistía Internacional, 2010). Sus resultados han sido no-
torios, ya que, al margen de la verdad publicada o las conclusiones y
recomendaciones a las que se lleguen, la propia constitución de una
comisión de la verdad puede suponer una forma de reparación en
sí misma. (Amnistía Internacional, 2007)

Pero, siendo ello cierto no todas han conseguido sus objetivos, por
la falta de implementación de los acuerdos que, en algunos casos
–como el de El Salvador–, puede decirse que ha sido un auténtico
fraude para las víctimas que, por la ausencia de cumplimiento de
los acuerdos, ni fueron realmente reparadas con la verdad ni lo han
sido a través de la justicia, porque el recurso a esta, impulsadas desde
la propia Comisión de la Verdad, fue contestado de forma radical
con una ley de impunidad que promovió la amnistía de 1993, cuya
constitucionalidad está siendo cuestionada en la actualidad y desde
hace tres años por las víctimas. Por el momento, las víctimas solo han
obtenido el apoyo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
que en la sentencia por las masacres de El Mozote, de 25 de octubre
de 2012, ha exigido el cumplimiento de los estándares mínimos de
justicia frente a la impunidad de esa ley.

En otros casos, como en los de la Comisión de la Verdad y Reconcilia-


ción de Perú, la correspondencia entre verdad y justicia ha sido mucho
mayor y la respuesta de los tribunales ha sido más contundente. En
otros, como en Argentina, el funcionamiento de las comisiones de la
verdad y de la memoria ha sido complementado y tras décadas de im-

La Comisión de la Verdad en Colombia


173
Baltasar Garzón Real (pp. 169-186
punidad, la respuesta judicial sigue siendo el elemento esencial en el
mecanismo de reparación para las víctimas de la dictadura cívico-militar
de aquel país. En otros países, como Brasil, la Comisión de la Verdad
que desarrolló sus trabajos hace apenas dos años, hubo de interactuar
con la Comisión de la Amnistía, comisiones estatales (sistema federal) y
otras comisiones de diferentes organismos, pero sin que la justicia penal
se activara, pese a la sentencia de la Corte Interamericana de DDHH
en el caso de la guerrilla Araguaia de 2010, que claramente apostaba
por la acción de la justicia frente a la aplicación de la ley de amnistía.

Bajo esta heterogeneidad en la casuística subyace el hecho de que la


validez de una comisión de la verdad como mecanismo legítimo de
justicia transicional depende de la consistencia de la misma. Es decir, si
es una excusa para la impunidad o, por el contrario, es un mecanismo
fuerte y potente para la obtención de la verdad, dirigido no solo a la
constatación de unos hechos, sino a la no repetición de los mismos. En
este sentido, cabe preguntarse si existe un modelo de laboratorio ideal
de Comisión de la Verdad, y por ende, si partiendo de la experiencia
acumulada, podemos recoger el catálogo de buenas prácticas pasadas y
trasladarlas a la puesta en marcha de la Comisión de la Verdad colombia-
na. La respuesta es un sí contundente, pero con matizaciones derivadas
de las singularidades de ese proceso nacional, que responde única y
exclusivamente a las necesidades de verdad concretas de ese escenario.
Es decir, ambas posturas podrían solaparse.33 Si bien las comisiones de
la verdad han generado un acervo de buenas prácticas que han ido

33 En un estudio publicado por la Fundación Internacional Baltasar Garzón


(FIBGAR) se pudo analizar que, si bien existen variables que son comunes a las
distintas comisiones de la verdad en el mundo, difieren en otros puntos que son
estratégicos, y que responden a las concretas características de ese proceso. En el
referido estudio se analizaron las comisiones de la verdad de Brasil, Guatemala,
Sudáfrica y Chile, en relación con múltiples variables como el origen y los obje-
tivos del mandato, la posibilidad de identificar responsables, o su composición y
funcionamiento. Vid. FERNÁNDEZ, Covadonga. “Las comisiones de la verdad:
el pasado frente al espejo”. Serie Working Papers 06/2015. Fundación Interna-
cional Baltasar Garzón (FIBGAR). ISSN 2387-1784. Marzo de 2015.

ENMP Investigación y Análisis


174 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
configurando una metodología más o menos universal, a través de un
incrementalismo empírico de ensayo-error que ha ido configurando
herramientas universales, no es menos cierto que cada comisión de la
verdad debe responder en sus fines y objetivos a la realidad que pre-
tende acometer, desarrollando particularidades metodológicas que
respondan a los problemas concretos. Por lo tanto, es preciso acometer
un análisis de cómo se está planteando la creación e implementación
de una comisión de la verdad en Colombia.

RETOS DE LA COMISIÓN DE LA VERDAD


EN EL SISTEMA INTEGRAL PREVISTO
EN EL PROCESO DE LA HABANA

A la hora de analizar las perspectivas de una comisión de la verdad


para el proceso de posconflicto en Colombia no debe olvidarse que
durante el desarrollo de los debates de La Habana sobre el punto quinto
(Víctimas), se puso en marcha la Comisión Histórica del Conflicto y
sus Víctimas, la cual, como el propio acuerdo afirma,

arrojó importantes conclusiones de contenido diverso y plural


en lo que concierne a los orígenes y las múltiples causas del
conflicto, los principales factores y condiciones que han facili-
tado o contribuido a la persistencia del conflicto y los efectos
e impactos más notorios del conflicto sobre la población, todo
lo cual se ha considerado como insumo fundamental para el
trabajo de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad,
la Convivencia y la No Repetición (borrador conjunto “Sistema
Integral de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición”).

Es decir, parte de lo que sería una de las actividades de la Comisión, ya


se ha elaborado por una especie de comisión técnica, lo cual marca en
cierto modo el devenir, al menos en este punto, de la propia comisión.

La Comisión de la Verdad en Colombia


175
Baltasar Garzón Real (pp. 169-186
En segundo lugar, es importante recordar que las comisiones de la
verdad se integran en conjuntos de mecanismos de justicia transicio-
nal que se interrelacionan y, por lo tanto, no pueden ser comparados
pieza a pieza. En los acuerdos, la posible comisión se considera como
una de las piezas básicas de un sistema integral que parte del principio
de reconocimiento de las víctimas como ciudadanos de derechos; del
reconocimiento de que debe existir verdad plena sobre lo ocurrido;
del principio de reconocimiento de responsabilidad por parte de todos
quienes participaron de manera directa o indirecta en el conflicto y
se vieron involucrados de alguna manera en graves violaciones a los
derechos humanos y graves infracciones al derecho internacional
humanitario; del principio de satisfacción de los derechos de las vícti-
mas a la verdad, la justicia. La reparación y la no repetición, sobre la
premisa de no intercambiar impunidades, teniendo en cuenta además
los principios básicos de la jurisdicción especial para la paz, entre los
que se contempla que deberá repararse el daño causado y restaurarse
cuando sea posible (borrador conjunto “Sistema Integral de Verdad,
Justicia, Reparación y no Repetición”).

Es decir, el sistema busca ofrecer verdad, justicia, reparación y garan-


tías de no repetición a Colombia por medio de órganos encargados
de recabar información sobre todo el conflicto, reparar a la víctimas,
dar con el paradero de los desaparecidos y depurar responsabilidades
penales de presuntos perpetradores, facilitando la información re-
levante a cambio de sanciones análogas a las amnistías, o que por lo
menos resulten ser muy reducidas en comparación con las prescritas
en el derecho penal general en tiempo de paz.

ENMP Investigación y Análisis


176 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
COMISIÓN DE LA VERDAD
Y JURISDICCIÓN ESPECIAL PARA LA PAZ

Un primer problema que debería abordarse en la actual configuración


que se pretende implementar en Colombia es desdoblar la figura del
mecanismo de justicia transicional en dos órganos diferentes: La Comi-
sión de la Verdad para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia
y la No Repetición y la Jurisdicción Especial para la Paz. Si el objetivo
final de la Comisión es recabar toda la información del conflicto y las
atrocidades cometidas por los actores que en él participaron, puede
ser comprensible que se le desprovea de competencias sancionadoras
y que estas sean reservadas para la Jurisdicción Especial para la Paz
(JEP). Así, los implicados podrán sentirse libres para compartir sus
conocimientos sobre los hechos sin miedo a represalias. No obstante,
el hecho de que no exista un aliciente para el presunto perpetrador,
ya que al desvelar toda la información no se beneficiaría de amnistías
o sanciones leves (mucho más si no ha sido convocado por la JEP),
puede representar un grave inconveniente a la hora de movilizar a los
detentadores de dicha información.

La voluntariedad de la participación en la Comisión constituye uno


de los principales obstáculos para que dicha comisión cumpla su co-
metido con la amplitud que se fija en el acuerdo. Quizás, ello se deba
a la confianza en la buena voluntad de los afectados que inspira todo
el documento. Pero la contribución a la verdad debe incentivarse y
compelerse a quien se muestre reticente con ella, de forma clara y
terminante. El fracaso en la obtención de la verdad puede convertirse
en el fracaso de todo un sistema al bascular este sobre la satisfacción
de los derechos de las víctimas, entre los cuales el derecho a la verdad,
como he dicho, ocupa el primer lugar. Es preciso, por tanto, que se
creen mecanismos e incentivos para garantizar la participación de los
responsables de los hechos y evitar que se cree una estructura sin peso
y efecto en la consecución de la paz.

La Comisión de la Verdad en Colombia


177
Baltasar Garzón Real (pp. 169-186
Así mismo, es muy discutible que la Comisión desarrolle su labor con
eficacia y eficiencia, si lo que en ella se obtenga solo se incardina en la
reparación simbólica. Al privarse a lo obtenido del carácter de prueba o
de acervo documental para formar la convicción judicial en la JEP, se debe
sancionar la falta de colaboración o comparecencia por los convocados
ante la misma y compensar aquel déficit con la obligatoriedad de cum-
plimiento de todas y cada una de las recomendaciones a las que llegue.

EL RIESGO DE REVICTIMIZACIÓN

Otra cuestión a resaltar es que la multiplicidad de instancias del


Sistema Integral (Comisión de la Verdad, la JEP y la Unidad para la
Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas) puede desembocar
en una revictimización de los afectados. Puede ser preocupante que
el afán por desdoblar y compartimentar el Sistema Integral en una
pluralidad de órganos con mandatos y potestades independientes, aun
siendo complementarias, para evitar que se pueda aprovechar material
probatorio en la jurisdicción penal, pueda llevar a la inoperancia del
propio sistema salvo en lo relativo a una más que segura revictimización
ante la duplicidad o incluso triplicidad de los procesos que pretendan
esclarecer la verdad, garantizar la reparación y depurar responsabilida-
des penales. Sin contar con que al final del proceso de la JEP, no está
claro qué puede suceder, si se abrirá la posibilidad de acudir a la Corte
Constitucional y al Sistema Interamericano de Derechos Humanos
(Comisión y Corte) o si como parece intuirse, el sistema pretende ser
autosuficiente y cerrado en sí mismo.

La cuestión no es baladí, porque si no se prevé y se cumple el sistema


en su integridad y con todas las posibilidades de participación (no
está claramente garantizada en los acuerdos) de las víctimas garan-
tizadas y con agotamiento de todas las instancias que garanticen el
derecho a una investigación eficaz e independiente y a una sanción

ENMP Investigación y Análisis


178 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
proporcionada y creíble por los crímenes cometidos, quedaría abierta
la posibilidad de acudir a instancias internacionales o nacionales en
virtud de los principios de complementariedad del Estatuto de Roma
que regula la Corte Penal Internacional (de la que Colombia es parte)
y del principio de jurisdicción universal que autoriza la intervención de
jurisdicciones extranjeras en casos de crímenes internacionales (lesa
humanidad, genocidio, guerra) y transnacionales (narcotráfico, trata
de seres humanos, corrupción) respectivamente.

El sistema deberá armonizarse de forma estricta por los responsables


del proceso, de forma que su funcionamiento, sin menguar su eficacia
ni alterar su esencia e integralidad, se desarrolle con estricto respeto
de los derechos de las víctimas y testigos que podrían ser contactadas
y citadas por los tres órganos de manera simultánea, alternativamente
o en distintos períodos. Tal proceder supondría un trauma para la víc-
tima al tener que enfrentarse repetidas veces a procesos similares para
recordar y ahondar en heridas y relatos dolorosos e iría en desmérito
del propio sistema diseñado. Resulta necesario, por ende, que se confi-
guren los mecanismos de coordinación que eviten esa revictimización
y a su vez contribuyan al aprovechamiento conjunto de lo obtenido.

EL PAPEL ACTIVO DE LAS VÍCTIMAS

El papel de las víctimas cuando hablamos de justicia restaurativa, frente


a la estrictamente retributiva, se torna esencial porque la verdad como
la memoria no son realidades unívocas o unidireccionales. La justicia
histórica que pone de relevancia unos hechos e incluso la justicia ordi-
naria retributiva, no cubre la necesidad de la justicia memorial, como
la denomina el filósofo español Reyes Mate. Este

(...) no puede descansar mientras haya una injusticia no repara-


da. Hechos que para la historia estén debidamente explicados

La Comisión de la Verdad en Colombia


179
Baltasar Garzón Real (pp. 169-186
y clasificados, son, sin embargo, casos abiertos para la memoria
porque mientras la injusticia no haya sido saldada, no se pue-
de hablar de justicia histórica, sin que valgan moralmente las
amnistías o prescripciones por muy legales que puedan ser.
(Reyes Mate, 2011)

Por eso, las víctimas, si se quiere hablar de un verdadero proceso de


construcción de paz, deben asumir esa posición predominante y el
proceso no puede ser teledirigido por quienes fueron causantes del
conflicto. El miedo a la víctima debe desaparecer porque solo a partir
de ese momento, podremos hablar de integralidad del sistema de jus-
ticia que ponga fin al conflicto, y, especialmente, de su credibilidad.
Sin la participación de las víctimas y de la sociedad civil en todas las
etapas del proceso, y más importante aún, sin el reconocimiento de
las iniciativas que se han venido adelantando por años en materia
de construcción de la memoria, el mecanismo se autodestruirá con
gravísimos quebrantos para las víctimas. En todas las regiones del país
se encuentran iniciativas de construcción colectiva e individual de la
memoria que deben ser incluidas y tenidas en cuenta en la creación
de la Comisión y en su funcionamiento. Desde el lugar de sus sesio-
nes que no debería ubicarse en un lugar físico único, en la capital de
la República, sino con capacidad de sesionar en cualquier punto del
territorio en el que se deba reconstruir el tejido humano, social, eco-
nómico o político destruido o menoscabado por el conflicto, hasta la
efectiva participación de las organizaciones territoriales y comunitarias
que conocen la realidad autentica de aquellos impactos.

Es preciso que se definan los mecanismos de participación activa de los


diferentes actores armados y no armados que han tenido responsabi-
lidad en el conflicto, pero también es necesario e indeclinable que se
concreten los mecanismos de consulta y participación que den entrada
a las diferentes versiones, visiones e interpretaciones de la verdad desde
las comunidades y las víctimas. Al ser Colombia un país muy diverso, el

ENMP Investigación y Análisis


180 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
papel de los territorios, desde las veredas, los municipios y los departa-
mentos, será fundamental porque a través de ellos de dará entrada a
las diferentes realidades, sensibilidades, particularidades territoriales,
campesinas, indígenas, afrodescendientes y todas aquellas que, de una
u otra forma, se vieron afectadas por el conflicto. La Comisión, a la
hora de definir su mecanismo de funcionamiento, deberá tener muy
en cuenta que la centralidad puede convertirse en causa de rechazo
por parte de las comunidades y organizaciones territoriales y, por
ende, suponer un fracaso, lo que reportaría unas consecuencias muy
negativas para que el derecho a la verdad sea una realidad. La creación
y puesta en marcha de metodologías específicas de participación, así
como el tratamiento de fuentes, testimonios y otras iniciativas previas
de recolección de la memoria serán fundamentales para incluir dentro
de la Comisión el máximo de visiones posibles.

CONSTRUCCIÓN
DE LA MEMORIA COLECTIVA

Será también una labor fundamental de la Comisión de la Verdad


contribuir a la construcción de la memoria colectiva y simbólica que
se forma a través de mecanismos colectivos de esfuerzo y coordinación,
compartidos en la sociedad afectada, a través de la recopilación de
relatos orales o escritos, la creación de espacios de reconocimiento
y reivindicación de la memoria de las víctimas, tales como museos,
muestras artísticas, monumentos, etc. En este ámbito, resultan claves
las instituciones que asumen la materialización de esos esfuerzos, como
acontece con el Centro Nacional de Memoria Histórica y todas aque-
llas iniciativas que desde lo local impulsan espacios de participación
ciudadana que resultan claves en la consolidación de la memoria de la
sociedad en su conjunto y de cada comunidad en particular. Por ende,
el trabajo coordinado entre estos organismos y la Comisión de la Verdad
será clave para obtener el máximo rendimiento de tales experiencias.

La Comisión de la Verdad en Colombia


181
Baltasar Garzón Real (pp. 169-186
SEGUIMIENTO, DIFUSIÓN Y
CUMPLIMIENTO DE LAS CONCLUSIONES
Y RECOMENDACIONES

A partir de que se confirme el tiempo que tendrá vigencia la Comi-


sión es determinante que se definan los mecanismos de seguimiento
y difusión del informe final. Por un lado, se debe garantizar la plena
difusión de los resultados del informe, acompañada de una estrategia
de comunicación que permita llevar a los lugares más apartados y a
las comunidades vulnerables estos resultados de manera didáctica. Por
otro lado, asegurar el seguimiento a los resultados del informe y las
actividades de reparación y reconciliación que puedan surgir de ahí.

El tiempo que precisen los comisionados para acabar el encargo de


manera satisfactoria no estará necesariamente vinculado con su capa-
cidad, empeño y trabajo, sino con la buena marcha de la cooperación
con otros órganos del Sistema Integral, la voluntad política, las nece-
sidades económicas y otros posibles escollos que dificulten su labor.

Así mismo, como decía antes, es necesario e imprescindible establecer


los mecanismos de cumplimiento obligatorio de las recomendaciones
que la Comisión incluya en sus conclusiones, así como las sanciones en
las que se incurriría si no se cumplen. Sería un sarcasmo y eliminaría
toda credibilidad del sistema si dichas recomendaciones fueren ori-
lladas, incumplidas o simplemente desconocidas por las instituciones
afectadas y por los actores del conflicto. El incumplimiento, por otra
parte, determinaría la quiebra del Sistema Integral y la posibilidad de
acción por incumplimiento del sistema transicional de justicia diseña-
do. Que no se olvide: es el mínimo asumible desde el punto de vista
del derecho penal internacional, del derecho humanitario y de los de-
rechos humanos, y por tanto imprescindible su íntegro cumplimiento.

ENMP Investigación y Análisis


182 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
RECONCILIACIÓN

Finalmente, un elemento a tener en cuenta es, como no podría ser de


otra manera, el teleológico. Si bien la reconciliación es un objetivo de
máximo ideal en cualquier comunidad, también es cierto que versa
sobre un estado anímico y psicológico perteneciente al derecho de la
víctima y su conciencia en su más profundo fuero interno. El Sistema
Integral debe garantizar la instalación de los mecanismos necesarios
para que esa dinámica se ponga en marcha, pero la reconciliación no
puede ser un objetivo oficial en sí mismo porque ello sería invadir el
ámbito estrictamente íntimo y privado de los afectados. Ni el perdón,
salvo el que proactivamente deben emitir, ante las víctimas, los acto-
res del conflicto, sin distinción entre ellos, ni la reconciliación, son
elementos que puedan imponerse oficialmente a los componentes de
una sociedad o a las personas directa o indirectamente afectadas por
el conflicto armado, sino que serán el resultado de todo un proceso
colectivo e individual de reflexión, inserto en la propia dinámica de
una sociedad, sin inducción institucional de tipo alguno.

Para que pueda hablarse de reconciliación esta tiene que surgir del
perfecto funcionamiento del sistema de justicia transicional, en el sen-
tido de que las víctimas tienen que comprobar y sentir que el mismo
se está cumpliendo en su integridad, porque si no, lo que percibirían
sería un fraude permeado por la impunidad más rampante. La justicia
restaurativa, como parte esencial de la justicia transicional, será asumida
frente a la tradicional justicia retributiva que preconizan los contrarios
a todo proceso de paz, si el mecanismo que la incluye funciona con una
exactitud absoluta y una participación real de los actores protagonistas
del conflicto y de las víctimas; con sanciones creíbles y cumplimiento
efectivo de las mismas. La privación de libertad no tiene por qué ser el
único medio para que se pueda afirmar que se ha impartido justicia.
Un sistema de justicia transicional como el que se pretende poner en
funcionamiento en Colombia, con los correctores adecuados, cumplido

La Comisión de la Verdad en Colombia


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Baltasar Garzón Real (pp. 169-186
en su totalidad, ofrece más reparación y garantías de no repetición, al
ser interactivo y participativo, que el tradicional de simple privación
de libertad al que puede no ir anudada la verdad, y, por ende con más
posibilidades reales de que la reconciliación entre todos los colombia-
nos y colombianas, sea un hecho y no una ilusión desvanecida.

CONCLUSIONES

En el Sistema Integral diseñado en el punto 5 del Acuerdo sobre


Víctimas del Conflicto, la creación de una comisión para el esclareci-
miento de la verdad, la convivencia y la no reparación, constituye el
núcleo del mismo, por cuanto ante la disminución de los mecanismos
ordinarios de justicia, la verdad debe ser absolutamente reforzada
por lo que el mecanismo debe constituirse con sumo cuidado y con
una vocación claramente pro víctimas y desde las víctimas, de modo
que su configuración se aleje lo más posible de los actores en la ne-
gociación y se residencie en la sociedad civil.

En esta línea se sugieren algunas recomendaciones a tener en cuenta


para el adecuado funcionamiento de la Comisión:

1. Elaborar los protocolos necesarios en los que se incorporen los


mecanismos jurídicos, teóricos y prácticos, más solventes y conso-
lidados a nivel nacional e internacional para la creación y funcio-
namiento de la Comisión de la Verdad.
2. La construcción de la verdad es el elemento central de todo el
Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición
diseñado y, por ende, se debe garantizar el funcionamiento del
mecanismo que la establezca en toda su extensión, eliminando
los obstáculos que lo impidan o dificulten, para lo cual deberá
diseñarse el correspondiente mecanismo de seguridad que la
garantice y proteja.

ENMP Investigación y Análisis


184 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
3. Establecer los protocolos y mecanismos que hagan posible el fun-
cionamiento coordinado, armónico e interactivo de la Comisión de
la Verdad y los órganos que se incluyen en la Jurisdicción Especial
para la Paz.
4. Definir el protocolo de funcionamiento de la Comisión de la Ver-
dad, que deberá ser ágil, informal, sin encorsetamiento jurídico,
pero con solemnidad, de modo que se genere un espacio armónico
y el clima adecuado para que la verdad fluya y produzca el efecto
reparador que se busca. Así mismo deberá contener las causas por
las cuales se produciría la expulsión del sistema y las sanciones por
mentir o actuar con falsedad.
5. Establecer mecanismos adecuados e incentivos para garantizar la
participación de los responsables de los hechos y evitar que se cree
una estructura sin peso y efecto en la consecución de la paz.
6. Diseñar las pertinentes medidas de seguridad para los participantes,
actores y victimas que garanticen la participación sosegada de las
víctimas, testigos, expertos y organizaciones, cuyos testimonios y
aportes, contribuyan al esclarecimiento de la verdad.
7. Desarrollar los principios y mecanismos que garanticen la ac-
tuación de la Comisión con enfoque territorial, diferencial y de
género, con presencia en los territorios y participación directa de
las víctimas, organizaciones y sociedad civil.
8. Establecer mecanismos que garanticen la imparcialidad objetiva en
el sistema de selección del Comité de Escogencia y de los propios
comisionados, debiendo ser estos quienes designen a su presidente.
9. Establecer los mecanismos que garanticen el funcionamiento y
actuación de la Comisión de forma transparente, independiente
e imparcial, frente a cualquier influencia externa.
10. Establecer la posibilidad de prórroga a la actuación de la Comisión
11. Definir, en el desarrollo del Acuerdo, los mecanismos de coordi-
nación que eviten la revictimización ante la eventual actuación
de los diferentes órganos del Sistema Integral sobre la misma
persona.

La Comisión de la Verdad en Colombia


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Baltasar Garzón Real (pp. 169-186
12. Establecer y definir la actuación de un cuerpo técnico, profesional
y nutrido de psicólogos que acompañen a las víctimas y testigos a
lo largo de la ejecución de sus trabajos de investigación, descubri-
miento y conformación de la verdad.
13. Definir los mecanismos para garantizar la plena difusión de los resul-
tados del informe, acompañada de una estrategia de comunicación
que permita llevar a los lugares más apartados y a las comunidades
vulnerables estos resultados de manera didáctica.
14. Establecer la definición de un tipo penal consistente en la falta de
colaboración o mentir ante la Comisión, con las penas y sanciones
que correspondan.
15. Establecer los mecanismos de cumplimiento obligatorio de las
recomendaciones que la Comisión incluya en sus conclusiones,
incluida la definición de un tipo penal por el incumplimiento y
la sanción que corresponda.
16. Garantizar el acceso a la jurisdicción constitucional y al Sistema
Interamericano de Derechos Humanos.

REFERENCIAS

Amnistía Internacional. (2007, 11 de junio). Verdad, justicia y reparación.


Creación de una comisión de la verdad efectiva. Secretariado Inter-
nacional.
Amnistía Internacional. (2010). Comisionar la justicia. Las comisiones de la
verdad y la justicia penal. Amnesty International Publications. 2010.
Corte Interamericana de Derechos Humanos. Caso Gomes Lund y
otros («Guerrilha do Araguia» vs Brasil). Sentencia. 24 de no-
viembre de 2010.
Naciones Unidas. Conjunto de Principios actualizado para la Protección
y la Promoción de los Derechos Humanos mediante la Lucha
contra la Impunidad. Documento E/CN.4/2005/102/Add.1
Reyes Mate, M. (2011, 27 de enero). “El deber de memoria”. El País.

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186 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Notas
institucionales

ENMP Investigación y Análisis


Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público 187
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Delegación de República Dominicana
participó en formación en Corea del Sur

E l Instituto de Educación Superior Escuela Nacional del Ministerio


Público y la Procuraduría para Asuntos de la Mujer de la Procu-
raduría General de la República, en coordinación con la Supreme
Prosecutors Office, de Corea del Sur, realizaron el curso “Training On
Crime Against Women & Children”, en la ciudad de Seoul, dirigido
a miembros del Ministerio Público dominicano especializados en la
investigación de los crímenes y delitos contra las mujeres, niños, niñas
y adolescentes.

Esta formación fue realizada en coordinación con la Embajada de Corea


del Sur en República Dominicana, con el objetivo de fortalecer los cono-
cimientos e intercambio de buenas prácticas entre ambos países sobre la
política criminal del Estado implementada en la prevención, atención,
sanción y persecución de los crímenes en contra de las mujeres, niños,
niñas y adolescentes de ambos países.

En esta capacitación se abordaron temas tales como el rol de la Fiscalía


en Corea del Sur, la investigación sobre tráfico humano internacional,
la investigación de casos sobre delitos relacionados con mujeres y niños
de los fiscales coreanos, política y papel del MOGEF en Corea, sistema

Notas institucionales (pp. 189-199) 189


de apoyo a las víctimas de crimen en casos de mujeres, niños y niñas
en Corea, y casos de investigación sobre delitos en las mujeres y los
niños/as en República Dominicana, entre otros.

La docencia se desarrolló en las instalaciones de la Supreme Prosecu-


tors Office, el Departamento de Investigación Científica, Fiscalía en
el Centro de Seúl, el Ministerio de Igualdad de Género y Familia, el
Centro Girasol y el Centro Nacional Forense de Base Digital.

En el marco de esta acción formativa, además de los funcionarios de


Corea del Sur, los señores Tae-Hoon, Shin, investigador del Dpto. de
Cooperación Internacional (SPO); Donald Bruckschen, encargado
de HSI, con asuntos relacionados de Corea; Hyun-Joo, Park, directora
adjunta del Dpto. Criminal III de SPO en Busan; Young-Sik, Choi, en-
cargado de Cooperación Internacional; Nam-Sum, Kim, director de la
sección de Derechos Humanos de las víctimas que pertenecen al Dpto.
de Crimen de Violencia en SPO; Su-Jung, Park, investigadora del Dpto.
de Investigación Científica Sección II en SPO, y Young-Jun, Cheon,
participó la magistrada Roxanna Reyes, procuradora general adjunta al

ENMP Investigación y Análisis


190 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
procurador para Asuntos de la Mujer en República Dominicana, quien
expuso acerca de la implementación de las prácticas que se desarrollan
en el país sobre este tema y los programas especializados de formación
que se ejecutan a través del Instituto de Educación Superior Escuela
Nacional del Ministerio Público, órgano de formación del Ministerio
Público dominicano.

La comisión dominicana estuvo encabezada por la magistrada Roxan-


na Reyes y la Licda. Gladys Sánchez Richiez, rectora del Instituto de
Educación Superior Escuela Nacional del Ministerio Público (IES-
ENMP), e integrada además por la Licda. Nora Urbáez, vicerrectora de
Investigación y Análisis IES-ENMP; el Ing. Glauco Manzueta, consultor
Violencia de Género PGR, y las magistradas Yanit E. Pujols, Ana Andrea
Villa, Gladisleny Núñez, Carmen C. Presinal, Florentina Carpio, Nelia
Melo, Isis de la Cruz y Fryna Lebrón.

Esta acción formativa se inscribió en el marco de las relaciones de


colaboración que ofrece el gobierno de Corea del Sur al Ministerio
Público dominicano, el cual ha recibido importante apoyo y asistencia
técnica a través de diferentes programas de cooperación que imple-
menta ese país.

Notas institucionales (pp. 189-199) 191


Delegación del Ministerio Público dominicano
participó en la formulación de programas
de capacitación dirigido a fiscales
de Centroamérica

U na delegación del Ministerio Público de República Dominicana


participó en la Reunión Técnica Regional de la Red de Fiscales
contra el Crimen Organizado (REFCO), celebrada en San José, Costa
Rica, con el auspicio de la Secretaría General del Sistema de Integra-
ción Centroamericana (SG-SICA).

La REFCO tiene como objetivo fortalecer el contacto, conocimiento


mutuo y la promoción de la confianza entre los fiscales de la región,
fortaleciendo la cooperación internacional en el área de persecución
del crimen organizado, la cual tiene como puntos focales en Repúbli-
ca Dominicana, al Instituto de Educación Superior Escuela Nacional
del Ministerio Público y a la Dirección General de Persecución del
Ministerio Público.

Juan Amado Cedano, director general de Persecución; Gladys Esther


Sánchez Richiez, rectora del IES-ENMP; José Sepúlveda, procurador
titular de Corte de Apelación del Distrito Nacional, y Erika Pujols,
fiscalizadora.

ENMP Investigación y Análisis


192 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
En el marco de esta reunión, la delegación conformada por Gladys
Sánchez Richiez, rectora del Instituto de Educación Superior Escuela
Nacional del Ministerio Público (IES-ENMP); Juan Amado Cedano,
procurador adjunto y director general de Persecución del Ministerio
Público y los miembros del Consejo Superior del Ministerio Público,
magistrados José Sepúlveda, procurador general titular de la Corte de
Apelación del Distrito Nacional y Erika Pujols, fiscalizadora del Distrito
Judicial Peravia, participó en la formulación de los programas de ca-
pacitación con los que se formarán a fiscales de Centroamérica sobre
temas de criminalidad compleja.

Durante el encuentro se desarrollaron mesas de trabajo y socialización


acerca de los delitos de criminalidad compleja que debían ser atendi-
dos a través de la capacitación, surgiendo varias iniciativas, entre ellas,
la celebración de una acción formativa a desarrollarse en República
Dominicana en enero de 2017, con el tema “Protección de Víctimas y
Testigos” y una formación regional con fiscales de países que forman
parte de REFCO, a realizarse en la sede de la IES-ENMP, en mayo de
2017.

Notas institucionales (pp. 189-199) 193


Instituto de Educación Superior Escuela
Nacional del Ministerio Público impartió
diplomado sobre procedimiento constitucional

E l Instituto de Educación Superior Escuela Nacional del Ministerio


Público (IES-ENMP) realizó un diplomado sobre Procedimiento
Constitucional, dirigido a miembros del Ministerio Público, como parte
del Programa de Capacitación Especializada que ejecuta la institución.

Esta formación estuvo enfocada en permitir a los participantes anali-


zar los diversos instrumentos procesales y procedimentales de control
de constitucionalidad existentes en República Dominicana, así como
desarrollar las destrezas necesarias para aplicar los conocimientos
adquiridos.

Es de gran importancia para el IES-ENMP que sus miembros tengan


pleno conocimiento y dominio sobre los principios y modelos de la
justicia constitucional, los tipos de sentencias y precedentes constitu-
cionales, que manejen el proceso de revisión constitucional de deci-
siones jurisdiccionales, que sean capaces de responder en momentos
que estén frente a una acción de amparo y sus distintas modalidades,
haciendo uso efectivo de los recursos que se pueden incoar ante el
Tribunal Constitucional contra las sentencias emitidas por los jueces
que conocen de los diferentes tipos de acciones constitucionales.

Los participantes conocieron, entre otros temas, el hábeas data, el


derecho procesal constitucional y sus limitaciones, los orígenes del
control de constitucionalidad de las leyes, el nacimiento de las cortes
constitucionales, los modelos del control de constitucionalidad, el obje-
to del control concentrado, la revisión constitucional de las decisiones
jurisdiccionales, los procedimientos especiales de amparo, el recurso de
revisión de las sentencias de amparo ante el Tribunal Constitucional,
el plazo para la interposición de recursos y la legitimación activa en la

ENMP Investigación y Análisis


194 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
jurisprudencia del Tribunal Constitucional, con amplia discusión sobre
las sentencias TC/0042/12 y TC/0599/15, entre otras.

Al centro, Gladys Esther Sánchez Richiez, rectora del IES-ENMP, y Cris-


tobal Rodríguez, coordinador del diplomado.

La docencia estuvo a cargo de Cristóbal Rodríguez Gómez, Julio José


Rojas Báez, Franklin Emilio Concepción Acosta, Carlos Manuel Gon-
zález Hernández y Franny Manuel González Castillo.

La formación se ejecutó en las instalaciones del Instituto de Educación


Superior Escuela Nacional del Ministerio Público.

Notas institucionales (pp. 189-199) 195


IES ENMP
realizó jornada de litigación oral

E l Instituto de Educación Superior Escuela Nacional del Ministerio


Público (IES-ENMP) realizó una jornada de talleres sobre litigación
oral, en coordinación con la Agencia de los Estados Unidos para el Desa-
rrollo (USAID), como parte del Programa de Capacitación Especializada
que ejecuta la institución, dirigido a miembros del Ministerio Público
de diferentes distritos judiciales del país.

Con estos talleres concluyó el proceso de actualización en técnicas de


litigación que el Instituto ha desarrollado durante todo el año 2016,
cuya ejecución cubrió tres etapas: desde los aspectos básicos y concep-
tuales hasta el desarrollo de destrezas avanzadas de litigación, como
son el uso de declaraciones previas y las diversas teorías doctrinarias
para la rehabilitación de pruebas que pueden ser potencialmente
excluidas.

Gladys Esther Sánchez Richiez, rectora del IES-ENMP, y Rafael Blanco, decano
de la Facultad de Derecho de la Universidad Alberto Hurtado, de Chile, junto
a los participantes en la jornada.

ENMP Investigación y Análisis


196 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Esta última fase de formación estuvo a cargo del docente Rafael Blanco,
autor de varios manuales sobre técnicas de litigación, que incluyen el
diseñado para la formación de los miembros del Ministerio Público
de República Dominicana. Actualmente es el decano de la Facultad
de Derecho de la Universidad Alberto Hurtado en Chile.

Esta capacitación fue impartida durante una semana, con la partici-


pación de 30 fiscales cada día; en ella se debatieron y profundizaron
temas controversiales sobre la litigación en juicio de los procesos pe-
nales, tales como el contrainterrogatorio y sus alcances, la exclusión
probatoria en juicio y la incorporación de prueba material, entre otros.

La docencia fue impartida en las instalaciones del Instituto de Educa-


ción Superior Escuela Nacional del Ministerio Público (IES ENMP).

IES ENMP y PACAM impartieron diplomado


sobre violencia intrafamiliar
“Abordaje integral de los sistemas abusivos’’

E l Instituto de Educación Superior Escuela Nacional del Ministerio


Público (IES ENMP), en coordinación con el Patronato de Ayuda
a Casos de Mujeres Maltratadas (PACAM), impartió el diplomado “Vio-
lencia Intrafamiliar: Abordaje integral de los sistemas abusivos”, con el
auspicio de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Interna-
cional (USAID), dirigido a los miembros de las unidades de Prevención
y Persecución de la Violencia de Género, Intrafamiliar y Delitos Sexuales
del Ministerio Público, a escala nacional.

El objetivo de esta formación fue proporcionar a los miembros del


Ministerio Público una visión sociocultural, familiar y psicológica que
les permita identificar cuándo están frente a un caso de violencia

Notas institucionales (pp. 189-199) 197


intrafamiliar, con énfasis en la correcta instrumentación de procesos
legales de investigación para estos casos.

Esta formación quiso dar a conocer nuevas conceptualizaciones de


la violencia de género y del daño psicológico que sufren las mujeres
maltratadas o violentadas por su pareja y por qué se constituye en un
delito. Los fiscales fueron capacitados sobre la operatividad y riesgos
de la violencia intrafamiliar y de género, adquiriendo información es-
pecializada sobre la problemática. Esto les permitirá investigar los casos
con mayor eficacia, identificar el comportamiento de los agresores,
identificar los factores de riesgo para las víctimas y así poder solicitar
las medidas pertinentes en cada caso con el objetivo de salvaguardar
la vida de las víctimas.

En la formación conjunta entre el IES-ENMP y el PACAM, se busca


que la concienciación y el análisis crítico incidan en el modelo de ac-
tuación de los fiscales frente a este tipo de casos, dada la complejidad
de la violencia de género.

Al centro, de izquierda a derecha, Roxanna Reyes, procuradora adjunta para


asuntos de la mujer; Gladys Esther Sánchez Richiez, rectora del IES-ENMP; Evelyn
Soraya Lara y Yanira Lara Caba, presidenta y directora ejecutiva del PACAM,
respectivamente.

ENMP Investigación y Análisis


198 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Este diplomado fue diseñado entre ambas instituciones, con una visión
integradora sobre la perspectiva de género y la desigualdad existente
entre hombres y mujeres, destacando que la violencia contra la mujer
es estructural y basada en los estereotipos, roles, sistemas de creencias,
comportamientos y actitudes que conceden a los hombres la suprema-
cía y a las mujeres el rol de subordinación y que la violencia ejercida
contra ellas no es más que la expresión de la desigualdad existente
manifestada a través de estrategias de control y poder como resultado
de la desigualdad imperante en nuestra sociedad.

Durante el desarrollo del diplomado se conocieron temas como: com-


prender las implicaciones de la ruta crítica de las mujeres que denun-
cian a sus parejas, los factores de riesgos implicados, la importancia
de las pruebas periciales, el rol de perito asignado y la valoración del
daño sufrido en las mujeres que acuden a buscar protección en el
Ministerio Público, entre otros.

Esta acción formativa formó parte del Programa de Capacitación Es-


pecializada que ejecuta la institución.

Notas institucionales (pp. 189-199) 199


NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN
DE LOS ARTÍCULOS

Del ensayo

I. Temas: Los ensayos que se publicarán en la revista del Instituto


de Educación Superior Escuela Nacional del Ministerio Público
deberán ser inéditos y referirse a temas de actualidad, científi-
cos-técnicos-jurídicos, que constituyan un aporte y enriqueci-
miento a la temática jurídica, dentro de un espíritu democrático
y garante de la justicia social.
II. Estructura del ensayo: debe estar estructurado en cinco partes:
resumen, introducción, desarrollo, conclusiones y referencias.
III. Extensión: 10 a 15 páginas (incluyendo las referencias)
IV. Consignación: Los trabajos serán recibidos en la Escuela Nacio-
nal del Ministerio Público, ubicada en la calle Socorro Sánchez
156, sector Gascue, Distrito Nacional. Los autores consignarán
dos copias del trabajo en versión impresa y la versión digital en
un disco compacto.

De la presentación escrita del ensayo

1. Identificación

La primera página deberá contener los siguientes datos:

• Título o nombre del ensayo.


• Nombres y apellidos del autor o autora.
• Lugar de procedencia.
• Institución a la que pertenece, de ser el caso.
• Breve reseña curricular (máximo 10 líneas).
• Dirección de correo electrónico y números de teléfono de
contacto.

ENMP Investigación y Análisis


200 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
• En la versión digital esta hoja será un archivo aparte, identifi-
cado con el nombre DATOS DEL AUTOR.

A partir de la segunda página deberá contener:

• Resumen (inglés y español) (entre 150 y 200 palabras)


• Descriptores (cinco máximo)
• Introducción
• Desarrollo: Debe estar identificado con los títulos y subtítulos
que el autor o autora del ensayo considere pertinente. Debe
procurarse además, que cada tema tenga dos subdivisiones,
tipo sistema binario (2, 2.1, 2.2, por ejemplo).
• Conclusiones
• Referencias

En la versión digital el nombre del archivo debe ser el título del traba-
jo o una parte de él que permita diferenciarlo fácilmente. Debe estar
encuadernado, identificado solo con el título. En la versión digital el
nombre del archivo debe ser el título del trabajo o una parte de él que
permita diferenciarlo fácilmente.

2. Lenguaje y estilo

• Mantener la claridad, sencillez y concisión en la exposición


escrita.
• Procurar la exactitud en el uso del idioma y en el lenguaje
especializado.
• Evitar las referencias a trabajos no publicados o a comunica-
ciones personales, a no ser que sea indispensable.
• Utilizar citas y referencias solo para apoyar ideas o hallazgos
• Evitar usar abreviaturas. Solo se usan en las listas de referencia,
notas al pie de página, aclaratorias entre paréntesis, cuadros y
gráficos. (Vol., ed., pp.).

Normas para la presentación de los artículos (pp. 200-207) 201


• Uso de las siglas: primero se debe enunciar el nombre com-
pleto, seguido de las siglas entre paréntesis, en mayúscula y
sin puntuación (UNA, ONU, UPEL, PNL). Las abreviaturas
diferentes a las de uso común (como etc., i.e., cfr., ibíd.) deben
ser explicadas, bien sea al inicio del texto o en pie de página.
En cuanto a la mención de alguna ley, se debe agregar el año
de publicación.
• La construcción de párrafos, puntuación, uso de letras mayúsculas
y minúsculas deben ajustarse a las normas gramaticales.

3. Márgenes

• La sangría al inicio de cada párrafo será de cinco (5) espacios


en el margen izquierdo.
• La lista de referencias se transcribirá con sangría francesa de
tres (3) espacios hacia la derecha.

4. Paginación

• Todas las páginas se enumerarán en la parte inferior y cen-


tradas.
• Las páginas en orden consecutivo, comenzando por la portada
que se cuenta pero no se enumera. A partir de la introducción,
llevan números.
6. Interlineado
• El texto se escribirá a espacio y medio, así como entre cada
autor en la lista de referencias.
• No se dejará espacio adicional entre los párrafos del texto.
• El espaciado triple se utilizará después de los títulos de capítu-
los, antes y después de los subtítulos, de los cuadros y gráficos.
• Los títulos y subtítulos de más de dos (2) líneas se escribirán
a espacio sencillo.

ENMP Investigación y Análisis


202 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
9. Imágenes y gráficos

• Si el trabajo incluye imágenes, gráficas y/o tablas, además de


estar insertadas dentro del trabajo en el lugar que les corres-
ponde, deben entregarse en archivos aparte con extensión .JPG
y en alta resolución. De existir dudas, consultar con el Comité
Editorial para la asesoría al respecto.
• Debe indicarse la fuente de cada imagen o gráfico que se co-
loque en el cuerpo del documento.

9. Citas y referencias bibliográficas

Se presentarán de acuerdo con las normas APA (PRIMER APELLIDO


DEL AUTOR, AÑO, PÁGINA)

Algunos ejemplos:

1. Referencias a otras obras

a) Referencias no textuales: se trata de hacer mención de ideas de un au-


tor sin recurrir a la cita textual, parafraseando o resumiendo el texto
original o la visión general del autor hacia determinado aspecto. En
este caso se debe colocar entre paréntesis el apellido seguido del año
de la publicación.

Ejemplo:

También, si revisamos los manuales sobre metodología cualitativa en


nuestra lengua, podremos constatar que el término estrategia no es el
único que se utiliza para hacer referencia, por ejemplo, a la entrevista,
el grupo de discusión o las historias de vida, sino que también se habla
de técnicas (Valles, 1997), prácticas de investigación (Delgado y Gutié-
rrez, 1995), e incluso de métodos de investigación, en algunos casos.

Normas para la presentación de los artículos (pp. 200-207) 203


b) Citas de menos de 40 palabras: se dejan incorporadas dentro del texto y
entre comillas, seguidas del apellido del autor, el año de la publicación
y el número de página donde se encuentra el texto citado, entre pa-
réntesis y separado por comas.

Ejemplo:

Asimismo, esta autora señala que las historias profesionales constituyen


narraciones en torno a acontecimientos profesionales que más tarde se
utilizan para formular preguntas o establecer inferencias sobre el grupo
al que se hace referencia. Son útiles también para valorar la repercusión
de las experiencias vitales y de formación en las prácticas profesionales.
“También posibilita poner de relieve las diferencias de estructuras que
utilizan los profesores con distinto grado de experiencia en torno a
determinadas cuestiones educativas, o resolución de problemas en el
aula”. (Colás, 1997c, 283)
c) Citas de más de 40 palabras: se separan del texto en un párrafo aparte,
sin comillas y con sangría izquierda de 1.25 en todo el párrafo.

Ejemplo:

Como afirman Velasco y Díaz de Rada (1997, 13) en relación con la


investigación etnográfica:

El conocimiento puntual de las técnicas que utilizan los


etnógrafos para conseguir sus datos y para procesarlos no
es suficiente, si lo que se pretende es comprender la lógica
de la investigación etnográfica, es decir, los propósitos y las
propiedades epistemológicas que convierten el tratamiento
de la información en una etnografía.

ENMP Investigación y Análisis


204 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
Al igual que el caso anterior, de no colocarse el nombre del autor y año
de publicación antes de la cita, se debe hacer al final entre paréntesis y
después del punto final: (Velasco y Díaz de Rada, 1997, 213)

En el caso de más de un autor, se colocan los apellidos por orden


alfabético, hasta tres autores. A partir de cuatro autores, se coloca el
apellido del primero seguido de et al y el año de publicación:

Ejemplo:

Blanco et al (2002) señalan la importancia…

10. Referencias

Al final del trabajo se incorporará la lista de obras o fuentes consultadas,


ordenadas alfabéticamente por autor, según los siguientes formatos:

a) Publicaciones no periódicas (libros):


Apellido, N. (Inicial). (Año). Título del libro (cursivas). (Edi-
ción). Ciudad de la publicación: Editorial.

b) Publicaciones periódicas (revistas, periódicos)


Apellido, N (inicial). (Año). Título del artículo: Subtítulo (si
tiene). Nombre de la publicación o revista (cursivas). Volumen
de la publicación. Número de las páginas que comprende el
artículo citado.

c) Publicaciones electrónicas (revistas digitales)


Apellido, N (inicial). (Año). Título del artículo: Subtítulo (si
tiene). Nombre de la publicación o revista (cursivas). Volumen
de la publicación. Número de las páginas que comprende el
artículo citado. En: dirección electrónica completa [Consultada
el día/mes/año]

Normas para la presentación de los artículos (pp. 200-207) 205


d) Artículos tomados de enciclopedias o compilaciones
Apellido, N (inicial). (Año). Título del artículo. En: Título del
libro (cursivas). Vol. X, número de las páginas que comprende
el artículo. Ciudad de la publicación: Editorial.

e) Leyes, decretos y resoluciones oficiales


Nombre completo de la ley (año). Título y número de la pu-
blicación en que aparece oficialmente.

11. Notas al pie de página

Se utilizarán únicamente para incorporar información adicional a la


exposición (no para colocar los datos de las obras citadas en el texto).

12. Transcripción e impresión

• Tamaño carta
• Tipografía: Times New Roman tamaño 12.
• Papel bond base 20 (en caso de imprimir)
• El resumen, introducción, inicio de capítulos o partes deben
comenzar en página nueva.

SOLICITUD DE PUBLICACIÓN

Se debe anexar una carta dirigida al Comité Editorial del Instituto de


Educación Superior Escuela Nacional del Ministerio Público, firmada
por el o los autores, en la que se exprese la aceptación de las normas
editoriales y la cesión de los derechos de publicación.

ENMP Investigación y Análisis


206 Revista del Instituto de Educación Superior • Escuela Nacional del Ministerio Público
Año 3, Núm. 5 • Julio-Diciembre de 2016
EVALUACIÓN Y PUBLICACIÓN
DE LOS TRABAJOS

• Ejemplares a los autores y autoras: Recibirán cinco ejempla-


res del número de la revista en la que haya sido publicado su
artículo.
• Responsabilidad de opinión: El Ministerio Público no se hace
responsable sobre las opiniones emitidas por los autores, lo cual
estará explícitamente indicado en la publicación.

INFORMACIÓN DE CONTACTO

Instituto de Educación Superior Escuela Nacional del Ministerio Pú-


blico
Teléfono 809-682-2131, Ext. 2398
Correo electrónico: [email protected]

Normas para la presentación de los artículos (pp. 200-207) 207


Este número de la revista del Instituto de Educación Superior
Escuela Nacional del Ministerio Público terminó de imprimirse en
agosto de 2017 en los talleres gráficos de Amigo del Hogar.

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