Venezuela 1999-2007 - Nueva Sociedad
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Venezuela 1999-2007 - Nueva Sociedad
TEMA CENTRAL
NUSO Nº 215 / MAYO - JUNIO 2008
Venezuela 1999-2007
Leonardo V. Vera
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En sus primeros años de gobierno, Hugo Chávez desplegó una política social
basada en programas focalizados, de corte asistencialista y en un marco
signado por fuertes tensiones políticas e importantes restricciones
económicas. Desde 2003, sin embargo, el aumento acelerado de la renta de
origen petrolero permitió desarrollar nuevos programas de mayor amplitud –
las misiones– e implementados mediante mecanismos extrainstitucionales.
Uno de los objetivos del gobierno es articular esta nueva política social con
los esfuerzos por consolidar una «economía social» basada en nuevas formas
de organización empresarial, como las cooperativas y las empresas de
producción social. Este sería el esqueleto de un nuevo modelo de desarrollo.
El artículo argumenta que, más allá de su legítimo propósito de dar respuestas
al problema de la exclusión, el modelo luce vulnerable, atado cada vez más al
Estado patrimonialista petrolero y sin que se perciba ningún cambio
significativo en la esencia rentística que caracteriza la economía venezolana.
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Introducción Relacionados
La economía venezolana es conocida por su alta dependencia de un recurso
exportable cuya estructura de propiedad genera una presencia dominante del
Estado. Una creciente evidencia empírica, iniciada por los trabajos de Jeffrey
Sachs y Andrew Warner (1995 y 2001), ha demostrado que, desde los 70, los
modelos de este tipo suelen presentar un desempeño deficiente en materia de
crecimiento, pobreza y desigualdad. El caso venezolano coincide con estos
hallazgos empíricos. Desde mediados de la década de 1970 hasta principios del
20 años de chavismo: el
nuevo siglo, el país registró el mayor retroceso socioeconómico del
quiebre del «Estado
subcontinente. En ese periodo, el ingreso per cápita disminuyó 22,5% y la
mágico»
pobreza aumentó 24%. Más aún, Venezuela, que en los 70 estaba lejos del grupo
de sociedades más desiguales del subcontinente, registraba a finales de los 90 Tomás Straka
niveles de desigualdad similares a los del resto de los países latinoamericanos.
El presente texto intenta una contribución en este sentido. Para ello será
necesario distinguir dos periodos durante la presencia de Chávez: uno marcado
Venezuela: ¿fin de ciclo o
por los problemas económicos y las dificultades para extender las políticas
perpetuación?
sociales, y otro en el cual el contexto internacional, la bonanza de recursos y
algunos cambios significativos de la agenda social se entrelazan con la Ociel Alí López
imperiosa necesidad de legitimar políticamente al gobierno. En la primera parte
del texto, entonces, analizamos las razones que explican el bajo rendimiento de
las políticas sociales y el deterioro progresivo de la gestión de Chávez durante
sus primeros años en el poder. En la segunda se identifican los factores claves
que explican el giro en la popularidad de Chávez: la creciente renta petrolera y
el despliegue de programas sociales amplios. Finalmente, en la última sección
se explica la articulación de la agenda de políticas hacia los sectores productivos
con los programas sociales y su sumisión al modelo de desarrollo dirigido por el
La ruina de Venezuela no
Estado patrimonialista. se debe al «socialismo» ni
a la «revolución»
Política económica y social 1999-2003: un inicio poco fértil
Manuel Sutherland
Las políticas públicas destinadas a atender las demandas sociales y promover el
desarrollo productivo están presentes en el gobierno de Chávez desde 1999.
Pero conviene señalar que, en esta primera etapa, quedaron a merced de un
clima de confrontación y polarización política cuyos momentos más álgidos
fueron la promulgación de la Ley Habilitante en noviembre de 2001, el intento
de golpe de Estado en abril de 2002, el paro petrolero de diciembre de 2002 y el
referendo revocatorio de agosto de 2004. Esto no debería pasar inadvertido en el
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análisis: el caso de Venezuela parece demostrar que un proyecto de cambio La triste historia del
político, económico e institucional que, como el bolivariano, escoge la vía sindicalismo venezolano en
confrontacional como eje de su gestión, requiere dosis constantes de tiempos de revolución
legitimación si quiere continuar transitando por la ruta democrática. Una aproximación sintética
Consuelo Iranzo
Esta estrategia de consulta popular y constante legitimación electoral puede
lograrse, en los Estados patrimonialistas petroleros, mediante la subordinación
del control y el uso de la renta a los objetivos políticos. En un trabajo previo
(Vera 2005) hemos señalado que, en un contexto democrático pero de intensa
polarización como el de Venezuela, el recurso petrolero adquiere un sentido
estratégico para el gobierno, pues su utilización permite mantener su legitimidad
de desempeño aun en condiciones de enfrentamiento con otros grupos de
interés. Por supuesto, esto genera incentivos que tienden a prolongar la
dinámica clientelar y los males ya conocidos del Estado rentístico.
En cualquier caso, lo central es que 2002 y 2003 fueron años consumidos por
una aguda confrontación política que degeneró en un paro petrolero y un intento
de golpe de Estado. La caída del PIB real fue de 8,9% en 2002 y 7,9% en 2003.
Pero a pesar del terrible desplome en la actividad económica, la trayectoria del
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gasto público primario y del gasto social no se vio afectada, como puede
observarse en el cuadro 1. Yolanda D’Elía y Thais Maingon (2006) señalan,
muy agudamente, que «lo que caracteriza estos años es la clara expansión de
expectativas generadas en los sectores populares en torno al liderazgo del
Presidente Hugo Chávez Frías y el uso intensivo de los recursos fiscales que
provienen de los excedentes de la renta petrolera».
Por su cobertura y su impacto, las misiones Barrio Adentro y Mercal son las
más relevantes. Barrio Adentro nació en 2003 como una experiencia piloto en el
municipio Libertador de Caracas, pero en pocos meses se convirtió en un
programa social permanente distribuido por todo el país. El objetivo es llevar
directamente a los sectores más pobres atención primaria a la salud con la ayuda
de médicos cubanos especialistas en medicina integral y con la participación
activa de las comunidades. La Misión Mercal, por su parte, es una red de
distribución y comercialización de alimentos de primera necesidad al por mayor
y al detal. Su crecimiento entre 2003 y 2005, según datos de D’Elía y Maingon
(2006), fue vertiginoso, con unas 13.806 bocas de comercialización, distribuidas
en las zonas de mayor densidad poblacional y riesgo de inseguridad alimentaria.
El papel político jugado por las misiones ha sido fundamental. Javier Corrales
(2006) ha captado bien su importancia al afirmar que, con ellas, «Chávez ha
traído programas sociales innovadores a vecindades que el sector privado y el
Estado venezolano habían prácticamente abandonado en manos de bandas
criminales, aunque muchas de esas iniciativas se dieron solo cuando se vio
forzado a competir en el referéndum revocatorio».
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Al ser programas sociales de gran amplitud, las misiones parecen menos
vulnerables políticamente –es decir, menos expuestas a recortes en tiempos
difíciles– y más populares que los programas focalizados. De acuerdo con Joan
Nelson (2004), los programas sociales amplios son populares porque son más
eficaces que los programas focalizados para enfrentar los riesgos de la
movilidad descendente. Las investigaciones recientes sobre la pobreza y la
distribución del ingreso subrayan además su calidad dinámica: como
consecuencia de los programas de este tipo, el porcentaje de personas que logra
salir de la pobreza en comparación con los que caen en ella es mayor.
La tercera pieza son las misiones educativas y, sobre todo, los programas de
capacitación laboral, como la Misión Vuelvan Caras, que, como explica Michael
Lebowitz (2006), es un programa «orientado a construir nuevas capacidades
humanas promoviendo la adquisición de nuevas habilidades para el trabajo y
preparando a la gente para su entrada a nuevas relaciones productivas a través
de cursos de cooperación y autogestión» (p. 4). En otras palabras, un programa
de capacitación que se enlaza con las cooperativas.
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La característica esencial de este nuevo modelo productivo es que se organiza
bajo el poder financiero del petroestado. Los crecientes recursos provenientes de
la bonanza petrolera han eliminado las restricciones presupuestarias del pasado.
Esto ha hecho que, a esta altura, ya nadie se pregunte si este diseño es
sustentable. Pero es un interrogante que conviene formularse. En un modelo
claramente dirigido por el Estado (state-driven), todos los segmentos o piezas
cuelgan de unas delicadas pinzas. Así, decenas de miles de cooperativas se
vacían en una sola vertiente y sobreviven gracias a los contratos con las
empresas públicas y otros entes de la administración.
Conclusiones
Las misiones generaron una participación más activa de un sector que hasta el
momento contaba con escasa voz y pocos derechos. Sin embargo, es difícil
estimar si la agenda social es responsable de la reducción de la pobreza o si esto
es más bien el resultado del cambio de ciclo económico. Es difícil, en todo caso,
evaluar la calidad de los programas, pues no existen normas que regulen el
comportamiento de los actores y de las organizaciones en un marco institucional
muy débil.
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nuevo modelo de desarrollo productivo. Pero este modelo, más allá de su
legítimo propósito de dar respuestas al severo problema de la exclusión, luce
vulnerable, atado cada vez más al Estado patrimonialista petrolero.
Bibliografía
En este artículo
Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 215, Mayo - Junio 2008, ISSN: 0251-3552
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La triste historia del sindicalismo venezolano
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