GUILLERMO DE OCKHAM Novella Libro 2008
GUILLERMO DE OCKHAM Novella Libro 2008
GUILLERMO DE OCKHAM Novella Libro 2008
GUILLERMO DE OCKHAM
(hacia 1295-1349)
proposición (lo que hoy, después de Frege llamaríamos “sentido”). Sean (in scripto)
estas tres proposiciones:
1. “El hombre es una palabra de dos sílabas”,
2. “El hombre corre”,
3. “El hombre es una especie”.
En la primera proposición, el término hombre representa los signos mismos
escritos: es la suppositio materialis. En la segunda representa uno cualquiera de los
individuos reales (Sócrates, Platón, etc.) que designa y por los que está: es la
suppositio personalis. En la tercera representa algo común a estos individuos: es la
suppositio simplex. Tanto en la suppositio personalis como en la simplex, el término
es el sustituto de un objeto concebido abstractamente como el atributo posible de
varios sujetos; pero la cuestión estriba en saber si es real o no, si existe fuera del
alma o sólo en el alma. Evidentemente, si todo conocimiento cierto es intuitivo, no
abstractivo (es decir, versa únicamente sobre lo singular), los conceptos universales
han de ser considerados —como dice en las Summulae (1, 8)— como simplemente
concebidos (ficta) por el intelecto, sin que les corresponda ningún objeto existente
fuera del pensamiento (Sentencias, II., d. 2, q. 25). Así, concluye Ockham en su
Expositio aurea que
(...) lo que es afirmado en tanto que predicado de varios seres específicamente
diferentes no es algo que pertenezca a su ser: es una simple intención del alma
[intentio in anima] que significa naturalmente todas las cosas de las que se
afirma.
Los nombres que empleamos para referirnos al género o la especie, como otros
predicables universales, no designan, entonces, una entidad real, sino una simple
comunidad de signo entre varias cosas significadas (referidas).
Admitiendo, pues, con Abelardo, no sólo el carácter singular, individual,
indivisible, de todo lo real, sino también que lo propio de lo universal es la
predicabilidad (sermo predicabilis), Ockham se opuso al realismo en todas sus
formas: negó la existencia de universales ante re (Ideas o ejemplares en Dios,
previos a las cosas de Platón y agustinianos) y también de universales con
fundamento in re (de Aristóteles y tomistas). El mundo dado se basta, pues, a sí
mismo, y es en él, no por encima de él, donde es preciso buscar las leyes. No hay un
“esse essentiae” distinto del “esse existentiae”: el ser se reduce al existir.
Guillermo de Ockham procura mostrar, así que el realismo en todas sus formas es
absurdo por manifiestamente contradictorio, por violentar la lógica del lenguaje.
Concretamente, contra la doctrina escotista expone el siguiente argumento: si a y b
son realmente (numéricamente) idénticos, todo lo que se puede afirmar
verdaderamente de uno se puede afirmar del otro verdaderamente. Ahora bien, si
admitimos que hay una diferencia, aunque sea formal, se pueden verificar
predicados contradictorios. En efecto, si a y b no son idénticos en todos sus
aspectos, entonces podemos sostener que estas dos proposiciones: “a es lo mismo
que a en todos los aspectos” y “b no es lo mismo que a en todos sus aspectos”, son
verda-deras, pero en tal caso tenemos que concluir, partiendo de la identidad inicial
que, aunque a = b, b a, conclusión manifiestamente contradictoria. De todo esto
infiere que, si se puede afirmar algo de a que se ha de negar de b, es necesario
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concluir que a y b son cosas realmente diferentes. Luego, debe igualmente negarse a
lo universal toda realidad fuera del alma: lo uni-versal no es en la cosa como la
palabra hombre no es en Sócrates; se trata de un signo y nada más. Los universales,
dirá Ockham, son tan extraños a las cosas como los sonidos vocales o consonantes
por los que las designamos.
Por esa oposición radical al realismo, por su manera de identificar y de reducir lo
universal a un signo, por su afirmación repetida de que lo universal no existe de
ningún modo en la naturaleza, fuera del espíritu, Guillermo de Ockham se aproximó
a los terministas o verbalistas (nominalistas extremos) del siglo XI, como
Roscelino. Sin embargo, se distingue de estos filósofos —que no veían en lo
universal más que un “flatus vocis”, una simple percusión material del aire, una
institución arbitraria del hombre, cuyo fin es simplemente comunicativo— porque lo
universal, aun no existiendo más que en el espíritu, tiene allí una cierta “existencia
intencional”, en tanto que le es dado al intelecto como un real objeto de
conocimiento (por lo que su utilidad se extiende más allá de las necesidades de
comunicación).
En suma, lo universal es simbólico, no real; es concepto, no cosa; no existe
formalmente más que en el espíritu, y no podríamos construir lo singular con lo
universal, ni lo concreto con lo abstracto. Digamos que, para Ockham, a diferencia
de los verbalistas o terministas —de ahí que no sea infrecuente considerarlo
conceptualista—, los universales, aunque no alcanzan a los individuos en su ser
propio, tampoco son quimeras o puras ficciones: son para los sujetos cognoscentes
cualidades reales de carácter intencional, actos de la inteligencia vuelta hacia el
objeto.
PRESENCIA
CASOS POSIBLES CAUSAS EFECTOS
1 A, B, C, D, E, X,Y
2 A, C, G, L X, Y ,Z
3 A, B, L X, Z
ES PROBABLE QUE A SEA LA CAUSA DE X
AUSENCIA
CASOS POSIBLES CAUSAS EFECTOS
1 A, B, C X
2 B, C -
3 A, C X
4 A, B X
A ES PARTE INDISPENSABLE DE LA CAUSA DE X
El uso de estas tablas revela hasta qué punto Ockham era consciente de la
insuficiencia de la lógica aristotélica. Ésta concedió un puesto destacado también a
la inducción, pero la inducción aristotélica es enumerativa, está basada en la simple
acumulación de casos favorables. Si he observado que hasta hoy A ha ido seguido de
X infiero que A es causa de X, pero Ockham es consciente de las debilidades de una
inducción simplemente sumativa; de ahí que establezca, anticipando a Francis
Bacon, la necesidad de una inducción eliminativa:
Se sigue que si, al eliminar la causa universal o particular, el efecto no se
produce, entonces ninguna de esas cosas de las que por ellas solas el efecto no
puede ser producido es la causa eficiente, y, por tanto, ninguna es la causa
absoluta.(Quoestiones et decisiones in quatuor libros sententiarum, libro I,
distinción 45, cuestión 1, D).
¿Significa esto que las reglas de presencia y ausencia combinadas ofrecían
certeza absoluta de la causa de algo? Ockham es consciente de que, aunque nos
movemos en el ámbito de lo contingente –de lo que es pero puede no ser o de lo que
es, mas puede llegar a ser- las reglas pueden ser consideradas suficientes para lo que
requiere la investigación del mundo físico. De hecho, creyó que las conexiones
establecidas empíricamente poseían una validez universal en razón de un principio
que sirvió a Duns Scoto para distinguir entre simples generalizaciones empíricas y
leyes causales: el principio de uniformidad de la naturaleza. Al igual que Scoto, lo
consideró como una hipótesis necesaria y autoevidente de la ciencia inductiva.
La aplicación del principio de que el único conocimiento cierto de la naturaleza
era el intuitivo o experimental, le llevó no sólo a cuestionar la idea de necesidad,
sino también a un tratamiento crítico de la idea de sustancia, a la que considero
como una ficción del entendimiento. En rigor, para él, sólo puede tenerse
experiencia de los atributos, sin que pudiera descubrirse conexión alguna de ellos
con una forma sustancial determinada. Esto no significa que no haya algo en lo que
inhieran los atributos, pero, siempre es posible pensar en la omnipotencia absoluta
de Dios y creer que Dios nos podría haber dado sensaciones sin objeto alguno.
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