El Poeta Desaparecido

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Tilo Wenner

EL POETA DESAPARECIDO

por Osvaldo Aguirre


A diferencia de otros escritores desaparecidos, Tilo Wenner no ha sido objeto de
homenajes ni de estudios. La obra que concibió, en el curso de una intensa producción de
veinte años de trabajo, es ahora inhallable. Algunas publicaciones puntuales (la última en la
revista La Danza del Ratón, número 14, abril de 1997) sirvieron para poner de relieve su
valor y su singularidad pero aún queda pendiente una revisión profunda y la reconstitución
de un corpus que integra al menos catorce volúmenes de poesía, numerosos textos dispersos
en revistas y el rastreo de títulos de los que hay constancia en cartas y referencias de
amigos pero que no llegaron a publicarse. La dificultad de la tarea consiste en que esos
libros, cuyas tiradas fueron por lo general reducidas, no están en las bibliotecas y apenas
quedan unos pocos ejemplares. Se trata de recuperar una obra que corre el peligro de
perderse.
Tilo Arenst Wenner nació en General Galarza, provincia de Entre Ríos, el 3 de
febrero de 1931. Descendiente de alemanes, hizo sus primeras letras en una escuela de
campo y siendo un niño se trasladó con su familia a General Pirán, provincia de Buenos
Aires. Trabajó como resero en una estancia y a los 13 años fue a Buenos Aires. Después de
terminar la escuela secundaria comenzó a cursar medicina y después pasó a la Facultad de
Filosofía y Letras. En 1952 abandonó sus estudios para viajar por diversos países de
Europa, y dos años más tarde se largó a recorrer Chile y Bolivia. De regreso en la
Argentina, con el propósito de dedicarse a la escritura, integró un grupo de jóvenes artistas
de vanguardia en el que pronto asumió el liderazgo. La revista El Hogar publicó su primer
texto: “Encuentro en el río”, un cuento.
En 1957 Wenner dio a conocer dos libritos de poemas, La pasión rota y Cantos a
mi amiga loca. El mundo circundante comporta presencias y fenómenos que aún son
ignorados o poco conocidos y la poesía debe encargarse de su exploración: así podría
definirse la búsqueda del escritor en este período inicial, en el que recurre con frecuencia a
la imaginería surrealista. En la primavera del mismo año se publicó el primer número de
Serpentina, revista dirigida por Wenner y cuyo comité de redacción integraban en principio
Luis Edgardo Massa, Simón Kargieman y Raúl Quevedo. El texto de presentación se
ocupaba de establecer una posición: la poesía aparecía considerada como “detectadora del
ser, con la palabra como instrumento”. Había una reivindicación de la necesidad de
reflexionar sobre la escritura y “expresarse con conciencia” del lenguaje, “un medio para
producir el ocultamiento de la cosa o para explicitarla”, y a la vez en relación directa con la
experiencia: “es necesario que coincida con las vivencias más sutiles y las más concretas
(...) Si la palabra recoge la vida y la proyecta libremente, estamos en la poesía”. Estas ideas
se proyectan como algunas de las características principales de la obra de Wenner.
Serpentina propuso en cada número un lema diferente: “a otra cosa”, “sin
compromisos sociales”, etc. Esas frases insinuaban por un lado posturas ideológicas cuyo
debate determinaría adhesiones y rechazos, es decir, el movimiento del grupo, y a la vez
manifestaban una clara vocación de ruptura. La apelación a la libertad, lo desconocido y la
experiencia se asociaban en una “voluntad de asombro por nuevos mundos”. La línea de
tiro incluía tanto a los “papagayos letrados del sistema” como a los poetas nucleados en la
revista A partir de cero (apareció por última vez en septiembre de 1956), a quienes se
apostrofaba: “Hablemos cada uno con la voz que tiene. Lo falso resaltará por sí mismo”. La
necesidad de confrontar con este último grupo (renovada en el segundo número con una
burla de Construcción de la destrucción, ensayo de Aldo Pellegrini) se explica porque los
escritores de Serpentina, al igual que los de la publicación dirigida por Enrique Molina,
planteaban la necesidad de reformular los presupuestos del arte y tomaban como referencia
principal al surrealismo: había tanto en común que necesitaban explicarse por qué actuaban
por separado.
La producción de Tilo Wenner en los cuatro números que editó Serpentina se
concentró tanto en la poesía como en el ensayo –era el escritor más formado del grupo- y
fue tan abundante que debió acudir a varios seudónimos: Rodolfo Ahrens, Félix de
Alejandría, Pierre Doudemille. La reflexión sobre los modos de articulación de arte e
ideología asumió un lugar central. La revista se pronunció en contra del realismo socialista,
la elitización del escritor, la vanguardia atrasada; levantaba como valores la imaginación,
“la revolución social como destino de la sociedad” y –en la perspectiva surrealista- el
“asesinato civilizado”, figura que aludía a la ruptura de hábitos y modos de percepción que
se quería promover. Esta preocupación se trasladaba asimismo al comentario de la
coyuntura política. El número 3, por ejemplo, presentó un collage de glosas sobre citas de
diarios que enlazaba la represión en Argelia, la lucha revolucionaria en Cuba y las
posiciones políticas de la Iglesia Católica. Los escritores de la revista Sur fueron objeto de
una crítica despiadada; Germán Arciniegas, en particular, fue señalado como “un triste
ejemplo de esos renegados latinoamericanos” para quienes “la libertad (es) entendida como
libre empresa”. Esta es otra marca de Wenner: tenía un compromiso radical con la poesía y
era implacable con quienes la abordaban con negligencia. Se trataba, para él, de “vivir hasta
la sangre y el hueso cada gesto, cada palabra”, de “convertir la poesía en un acto de vida o
nada”, y quien recorra sus textos puede comprobar la autenticidad de esas frases.
La revista significó un punto de encuentro con otros artistas –Alejandra Pizarnik,
Rómulo Macció, entre los más conocidos- y a la vez el establecimiento de filiaciones
dentro del campo literario. El grupo se reconoció en Exactamo, “casa de palabras”, un
núcleo de poetas formado en París en torno al rumano Gherasim Luca. En un breve
manifiesto conocido en 1960, esos escritores proclamaron la búsqueda de “la palabra que
revela”, en procura de “responder a necesidades nunca expresadas hasta hoy”, fórmula
coincidente con las reflexiones de Tilo Wenner. El equipo editor, a la vez, se rearmó con
las incorporaciones Eduardo Garavaglia, Hugo Loyácono y Rubén Tizziani. El primero
actuaría como enlace con otro grupo de vanguardia: el que giraba en torno a Edgardo
Antonio Vigo y la revista Diagonal Cero, en La Plata.

Poesía de la respiración
Tras la desaparición de Serpentina, Wenner fundó la Escuela del Espíritu
Experimental, “nombre con sabor humorístico y serio a la vez”, según Massa. En
noviembre de 1958 apareció el primer y único número (en papel) de Ka-Ba, publicación
concebida como órgano de la Escuela y cuya dirección funcionaba en la Librería Galatea
(Viamonte 564, Buenos Aires). “Es necesario rescatar la vida de las construcciones
imaginarias –se lee en un manifiesto firmado por Wenner-. Si es real la capacidad de
resignación, también es real la capacidad de convivir con toda clase de poderes
desconocidos”. En el mismo año publicó otro libro, Kenia, dedicado “a todos los que
vivieron y tuvieron muerte violenta desde el desierto de Libia hasta La Pampa” y donde
incluyó ocho poemas que integraban una unidad (característica que se repite en otros
volúmenes: parece haber pensado más en trabajos de conjunto que en textos individuales).
El siguiente, Faz de Cordi (1959), constituyó uno de los momentos centrales en su obra.
El libro se ordena en tres partes. La primera, “Imanta o la conciencia reflexionada”,
alude al deseo de comenzar de nuevo, un propósito de ruptura que todavía no halla límites,
“un estado de recién nacido” en correspondencia con un “nuevo estado del mundo”. El
poema que da nombre al libro, en la segunda, retoma el movimiento al plantear como
problema la escisión del hombre y del mundo. Esa circunstancia es el resultado de diversos
factores; uno de ellos, la moral dominante, con su carga de hipocresía (“su palabra es una
cosa y su obra es otra diferente”). Para Wenner, “el hombre no está en sí mismo/ ni habita
el silencio creador de los frutos/ ha dejado la vida”. La salida de ese estado de enajenación
se produce por la postulación del hombre como “hermano gemelo de la vida y de la
muerte”, figura de cuño surrealista que surge como superación de contrarios y proyección
al futuro, “para la gran aventura de vivir/ como si la muerte y la vida fueran/ hermanos
gemelos de un hondo deseo/ que lame las entrañas de todo lo que sueña/ con su devenir”.
La última sección, “Metamorfosis del cuchillo” vuelve sobre el tema de la conciencia y
desarrolla diecisiete cantos unidos por una serie de extrañas visiones de una acacia.
El 5 de octubre de 1959 el grupo presentó un número oral de Ka-Ba en el Salón
Kraft. “Fue una ruenión de provocación y de excitación del público”, dice Massa, donde se
dio a conocer el Manifiesto de Arte Experimental, escrito por Wenner. El texto recapitulaba
postulaciones ya conocidas pero las cargaba de un nuevo énfasis y parece haber provocado
cierto escándalo: “Una libertad asesina nos habita –se advertía-. El espíritu experimental es
amoral”. No obstante, si bien era claro para identificar y describir lo que se pretendía
superar, el manifesto se volvía confuso para exponer un programa de acción. Es
significativo que tras el acto el grupo experimentó una nueva crisis; Wenner y Massa
concibieron una nueva revista, Pamela 1243, de la que apareció un solo número en 1959.
La salida de Mediodía, a partir de fines de 1963, significó un efímero reencuentro; después
del segundo número, Wenner, Massa y Loyácono se alejaron de la publicación, que quedó a
cargo de Garavaglia, Quevedo y Tizziani.
Entre 1959 y 1964 publicó el grueso de su obra, con siete títulos de poesía y uno de
ensayo. La serie comenzó con Magnético (1959) y continuó con El pie del vacío, libro-
objeto con dibujos de Peter Sussmann, El pájaro inteligible y la plaqueta Uhr, todos en
1960. En 1962 apareció Algunas máquinas imperfectas, que tuvo una segunda parte dos
años más tarde. El libro de vidrio (1963) y La libertad la amistad el amor (1964) son
sendos poemas largos; el primero se desarrolla a través de aforismos sorprendentes: “El
dolor es un antecámara, pero no es la poesía, sólo engendra una escoba sucia”; “Un hijo de
mil putas es el sobrino de una santa”, etc. Su libro de ensayos, Transmutación, se publicó
en 1963.
Ese volumen incluyó una carta “a la crítica cretina”, durísima respuesta a un texto
de Elizabeth Azcona Cramwell. “Mi responsabilidad me obliga a no admitir se diga
cualquier cosa a propósito de la poesía –dijo Wenner-. Para mí, la poesía es lo importante,
se está con ella o en contra de ella. No le doy el derecho al equívoco”. Cargaba las tintas
para recusar una lectura de su obra: no le interesaba la escritura automática, dijo, tampoco
escribía en clave y no aludía al vacío en el sentido de la vulgata existencialista sino que lo
tomaba como principio del movimiento y punto de tensión entre la vida, la muerte y el
mundo. Ante la necesidad de reformular su poética, produjo entonces algunas de sus
formulaciones más significativas: la expresión verdadera, afirmó, se encuentra en las
palabras inadecuadas; “La poesía es magia, para deshacerse de la magia hay que
practicarla: vivir su conocimiento”, idea de donde surge el eje de su obra: “todos mis
intentos han sido y son crear el poema que sea mi respiración”

La ruptura en el grupo editor de Mediodía marcó el comienzo de una nueva etapa en


la vida de Wenner. Por ese entonces vivía en la ciudad de Escobar, donde tenía instalada
una imprenta. En 1964 fundó el semanario El Actual; apareció hasta 1976, bajo el lema
“libre por principios y por propensión: mi estado natural es la libertad”. Si bien continuó
escribiendo poesía no volvió a publicar en libro hasta 1972, cuando dio a conocer Límite
real, su último título.
La historia de El Actual merecería un estudio aparte. Con formato tabloide y ocho
páginas se convirtió en una singular empresa periodística, que atendía tanto a las pequeñas
preocupaciones de los vecinos como a las alternativas de la lucha política y en particular de
las organizaciones de izquierda y las agrupaciones sindicales antiburocráticas. El
acercamiento de Tilo Wenner a las circunstancias de la época no puede entenderse sino
como una consecuencia de su forma de entender la poesía. El criterio editorial del
semanario consistió en dar lugar a reclamos y versiones de los hechos que quedaban
marginadas de los grandes medios de comunicación. El 20 de agosto de 1975, por caso,
informó sobre el estallido de dos bombas en la fábrica San Sebastián, de Pilar, acción
adjudicada a los Montoneros. “Como se sabe –apuntó la crónica- esta empresa mantiene un
conflicto con los obreros. En el volante, Montoneros reafirma su apoyo a los obreros y
efectúa una enérgica condena al gobierno, a la patronal y al Sindicato de la Alimentación,
estos últimos acusados de traidores”. En octubre del mismo año dedicó un número a los
trabajadores rurales, bajo la consigna “las flores están llenas de trabajo y sudor”. En su
última entrega, aparecida el 24 de marzo de 1976, día del golpe militar, dio cuenta de un
atentado contra la redacción y un frustrado secuestro del director. Tilo Wenner no pudo
escapar: dos días después, un capitán del Ejército lo citó en la comisaría de Escobar, y
desde entonces permanece desaparecido
Es necesario que Tilo Wenner y su obra tengan otro destino. Como él mismo decía,
“la memoria no es sólo para recordar nuestros sueños y devaneos de grandeza sino también
para enfrentar a la realidad con armas cada vez más eficaces”. En una carta del 2 de octubre
de 1974 escribió: “Todos sabemos que el paraíso está en la tierra. Nunca nadie podrá
arrebatarnos los instantes del agua, las flores, los pájaros, la sangre de los combatientes por
la conquista sin límites del derecho a comprender y amar esto que es nuestra sustancia: la
Tierra. Si los hombres no han perdido la memoria del paraíso terrenal y de sus primeras y
definitivas bondades ha sido por los poetas”. Hablaba de los otros, pero sobre todo de sí
mismo.

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