Este documento trata sobre la omnipresencia y vida de Dios. Explica que Dios está presente en todo espacio creado y que su presencia es sustancial y repletiva. También describe los diferentes tipos de presencia de Dios, incluyendo su inhabitación en los justos. Luego habla sobre los atributos de la vida divina, explicando que Dios posee vida de manera suprema e infinita al igual que su conocimiento es infinito, actual, subsistente y exhaustivo.
Este documento trata sobre la omnipresencia y vida de Dios. Explica que Dios está presente en todo espacio creado y que su presencia es sustancial y repletiva. También describe los diferentes tipos de presencia de Dios, incluyendo su inhabitación en los justos. Luego habla sobre los atributos de la vida divina, explicando que Dios posee vida de manera suprema e infinita al igual que su conocimiento es infinito, actual, subsistente y exhaustivo.
Este documento trata sobre la omnipresencia y vida de Dios. Explica que Dios está presente en todo espacio creado y que su presencia es sustancial y repletiva. También describe los diferentes tipos de presencia de Dios, incluyendo su inhabitación en los justos. Luego habla sobre los atributos de la vida divina, explicando que Dios posee vida de manera suprema e infinita al igual que su conocimiento es infinito, actual, subsistente y exhaustivo.
Este documento trata sobre la omnipresencia y vida de Dios. Explica que Dios está presente en todo espacio creado y que su presencia es sustancial y repletiva. También describe los diferentes tipos de presencia de Dios, incluyendo su inhabitación en los justos. Luego habla sobre los atributos de la vida divina, explicando que Dios posee vida de manera suprema e infinita al igual que su conocimiento es infinito, actual, subsistente y exhaustivo.
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La omnipresencia de Dios
a) Realidad de la omnipresencia Dios se encuentra
presente en todo espacio creado (de fe). La omnipresencia de Dios es objeto del magisterio ordinario y universal de la Iglesia, conteniéndose en el dogma de la inmensidad divina como la parte en el todo. La Sagrada Escritura habla en forma gráfica de la omnipresencia de Dios en Ps 138, 7 ss : «Dónde podría alejarme de tu espíritu? Adónde huir de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú ; si bajare a los abismos, allí estás presente. Si robando las plumas a la aurora quisiera habitar al extremo del mar, también allí me cogería tu mano y me tendría tu diestra»; Ier 23, 24: «¿ No lleno yo los cielos y la tierra? Palabra de Yahvé» ; Act 17, 27 s : «Dios no está lejos de nosotros, porque en El vivimos y nos movemos y existimos» ; cf. Deut 4, 39; Sap 7, 24 ; 8, 1. San Clemente Romano exhorta a temer a Dios, ya que se encuentra presente en todas partes: «¿Adónde se podrá huir y adónde se podrá escapar del que envuelve a todo el universo?» (Cor 28, 4); cf. SAN TEÓFILO DE ANTIOQUÍA, Ad Autolycum II, 3; MINUCIO FÉLIX, Octavio 32, 7; SAN CIPRIANO, De dom. or. 4. La primera monografía sobre la presencia sustancial de Dios en todo el universo y en cada una de sus partes, y al mismo tiempo sobre su presencia inhabitatoria en los justos, se la debemos a SAN AGUSTÍN en su Liber de praesentia Dei ad Dardanum (= Ep. 187). Especulativamente, Santo Tomás demuestra la omnipresencia de Dios por su omnicausalidad. Dios, en cuanto causa de la existencia, se halla íntimamente presente en todas las cosas mientras éstas existen ; S.th. 18, 1. b) Definición más precisa de la omnipresencia Lporesc tiesaónlo gmoáss, deel csodnec PeEptDoR dOe oLmOmMnipBprAeRseDnOcia(S deivnitn.aI 37, 1), concretando que es una presencia de poder (per Potentiam—presencia dinámica), de saber (per praesentiam sive scientiam.-presencia ideal) y de esencia (per essentiam—presencia esencial o sustancial). Por esta última, Dios se halla presente sustancialmente en todas las cosas, incluso en las criaturas espirituales (ángeles, dedxeimstoennicoisa, daelm laass mhuismmaansa ;s c),f .c Som.tho. c1a8u,s 3a. iDnmebeedmiaotas de la concretar aún que la presencia de Dios es repletiva, es decir, que la sustancia divina Llena todo el espacio creado y cada una de sus partes. Pero, a causa de la absoluta simplicidad de Dios, no debe concebirse la omnipresencia repletiva como extensión (expansión o difusión) ilimitada de la sustancia divina. Junto con esta presencia general y natural de Dios, existe otra particular y sobrenatural, llamada inhabitación divina, que consiste en que Dios despliega una particular y seonb erle anlamtuar adle a lcotsiv jiudsatdo sd e(I oshu 1g4ra, c2ia3;; a1s Cí osur c3e, d1e6,; p6o, r1 e9j)e,menp lloa, «casa de Dios» (Ps 131, 13 s) y en el cielo (Mt 6, 9). Es de índole única la inhabitación de Dios en la humanidad de Cristo por razón de su unión hipostática (Col 2, 9: «En Él habita sustancialmente toda la plenitud de la divinidad»). Capítulo segundo LOS ATRIBUTOS DE LA VIDA DIVINA La vida es: a) el ser de una sustancia viviente, es decir, de una sustancia capaz de moverse a sí misma; b) la operación vital, esto es, el moverse a sí mismo, el actualizarse a sí mismo (S.th. 1, 54, 2 ad 1). La forma más perfecta de actividad inmanente son las funciones espirituales de entendimiento y voluntad, que se hallan también en Dios de forma perfectísima. Por tanto, Dios posee también la vida con perfección suprema; S.th. 1 18, 3 ad 2: «Sicut Deus est ipsum suum esse et suum intelligere, ita est suum vivere.» El concilio del Vaticano Llama a Dios «Dios vivo» (Deus vivus) ; 1)z 1782. La Sagrada Escritura habla con frecuencia del Dios vivo y de la vida de Dios. Dios corrobora sus afirmaciones con esta frase: «Tan verdad como que yo vivo». El pueblo de Israel jura : «Tan verdad como que Yahvé vive». Jesús se designa a sí mismo como la vida ; Ioh 14, 6 : «Yo soy el camino, la verdad y la vida» ; cf. Ioh 5, 26> 1 loh 5, 20. iSdAenNt iAdaGdU dSeT lÍaN m fuisnmdaa lcao pne erfle scecri óanb sdoel ulato v didea D diiovsin;aD een T lrain. iv 10, 11: «Allí [en el Hijo de Dios] se da la primera y suma vida. Para Él no es una cosa "la vida y otra el ser, sino que ser y vida se identifican.» Así como Dios, con respecto a las criaturas, es causa del ser, asimismo lo es también de la vida; Ps 35, 10: «En ti se halla la fuente de la vida» ; Act 17, 25: «Él mismo da a todos la vida, el aliento y todas las cosas.» I. EL CONOCIMIENTO O CIENCIA DIVINA § 20. LA PERFECCIÓN DEL CONOCIMIENTO DIVINO 1. El conocimiento de Dios es infinito (de fe). El concilio del Vaticano dice que Dios es infinita en inteligencia (tintellectu infinitus») ; Dz 1782. La Sagrada Escritura llama a Dios «Deus scientiarum» (Dios del saber ; 1 Reg 2, 3) y afirma que su sabiduría es inmensa : «Sapientiae eius non est numerus» (Ps 146, 5) ; .cf. Ps 138, 6 ; Rom 11, 33. Especulativamente, se demuestra la infinitud del saber divino: a) Por existir inteligencias creadas; pues, por la relación existente entre causa y efecto, la inteligencia, suprema perfección de las criaturas, tiene que darse en Dios por cuanto es su causa, y por cierto en forma infinita. b) Por el orden y finalidad del universo, que exigen la existencia de un Hacedor y Rector en grado supremo inteligente. icn)m Paotrelraiaalidbasodl uetsa lain rmaazótenr idaelidl acodn doec eDri,o ys ;epl ugerasd loa de inteligencia se determina por el grado de inmaterialidad; cf. S.th. I 14, 1: «Cum Deus sit in summo immaterialitatis, sequitur quod ipse sit in summo cognitionis.» 2. El conocer divino es absolutamente actual. sCuo mcoon Docioesr neos rheaayl itdraádn soitnot odlóeg laic ap optuerníscima al (aaccttoo,s n pou hruasy), en hábito ni sucesión ni paso de lo conocido a lo desconocido. El conocer de Dios no es potencial ni habitual ni sucesivo ni discursivo. Dios lo conoce todo en un solo y simplicísimo acto (simplici intuitu); cf. S.th. I 14, 7. 3. El conocer de Dios es subsistente. Dios no solamente posee actividad cognoscitiva, sino que es su mismo conocer. Tal conocer divino se identifica realmente con su esencia por su simplicidad absoluta ; cf. S.th. I 18, 3 ad 2: «Deus est suum intelligere» ; S.th. I 14, 4: «Intelligere Dei est eius substantia.» 4. El conocer de Dios es exhaustivo. De la infinitud de la inteligencia divina se sigue que Dios agota totalmente la infinita inteligibilidad de su Ser y por ello se comprende a sí mismo. Cf. S.th. I 14, 3: «Tanta est virtus Dei in cognoscendo, quanta est actualitas eius in existendo. ...Unde manifestum est, quod tantum seipsum cognoscit, quantum cognoscibilis est. Et propter hoc seipsum perfecte comprehendit.» La Sagrada Escritura da testimonio del carácter exhaustivo del conocimiento divino en 1 Cor 2, 10: «El Espíritu todo lo escudriña, hasta las profundidades de Dios» ; cf. Mt 11, 27. 5. El conocer de Dios es independiente de las cosas creadas. El intelecto divino, para conocer, no es estimado (=determinadó) desde fuera, sino desde dentro por su misma esencia. Las criaturas no son causa determinante, sino término del conocimiento divino. Dios no conoce tampoco los objetos creados por medio de imágenes cognoscitivas impresas desde fuera (especies inteligibles) ; pues un entendimiento, que conoce por medio de una imagen cognoscitiva distinta de sí mismo, guarda con tal iemsa agceton plau rpírsoimpoor.c Ciófn. Sd.eth p. o1t1e4n,c 4ia: a« Ianc Dtoe. oA ihnoteralle bciteuns, Dios intelligens et id quod intelligitur, et species intelligibilis et ipsum intelligere sunt omnino unum et idem.» Las cosas creadas las conoce Dios en su propia divina esencia, puesto que ella es causa ejemplar y eficiente de las realmente existentes, y causa ejemplar de las meramente epeplololas itboledso.s A lol sc oenfeoccteors D qiouse sdue cealluas saeli ddaedri vcarena od opruae, dceonnoce en derivarse, y por cierto de forma tan exhaustiva como a sí mismo; 1 Ioh 1, 5: «Dios es Luz, y en Él no hay tinieblas.» § 21. OBJETO Y DIVISIÓN DEL CONOCIMIENTO DIVINO 1. El conocimiento divino de sí mismo (ciencia de contemplación) El objeto primario y formal del conocimiento divino es Dios mismo. Dios se conoce inmediatamente a sí mismo, es decir, sin medium in quo (tal es un objeto por cuyo conocimiento se llega al conocimiento de otro). El medium sub quo (= la luz de la razón) y el medium quo (= especie inteligible), en el acto de conocerse Dios a sí mismo, se identifican con la esencia divina; cf. S.th. 114, 2: «Deus se per seipsum intelligit.» 2. El conocimiento divino de las cosas distintas de su esencia El objeto secundario y material del conocimiento divino son las cosas distintas de su esencia. Éstas se dividen en puramente posibles, realmente existentes y condicionalmente futuras. a) Dios conoce todas las cosas puramente posibles (ciencia de simple inteligencia; de fe). Para conocer la doctrina de la Iglesia, véase Dz 1782: intellectu infinitus. La Sagrada Escritura enseña que Dios lo sabe todo y, por tanto, también lo puramente posible ; EEsspthíreitru 1 [4d,e 1 D4:i o«sS] eloñ oers,c tuúd troiñdao tlood soa,b heass»t a; 1lo sC aarb i2s,m 1o0s: «dEel Dios». Conociendo Dios la infinita imitabilidad de su esencia y toda su omnipotencia, conoce con ello el ámbito entero de lo posible; S.th. 1 14, 9. b) Dios conoce todo lo real que ha existido en el pasado, existe en el presente y existirá en el futuro (ciencia de visión; de fe). Para conocer la doctrina de la Iglesia, véase Dz 1782. La Sagrada Escritura testifica en numerosos pasajes la universalidad de la ciencia divina; Eccli 23, 29 (G 20) : «Antes que fueran creadas todas las cosas ya las conocía El, y lo mismo das conoce después de acabadas.» La Providencia divina, que se extiende hasta los detalles más insignificantes, presupone un extensísimo conocimiento ; cf. Ps 146, 4: «El cuenta el número de las estrellas y llama a cada una por su nombre» ; Ps 49, 11 : «Yo conozco todos los pájaros del cielo» ; Iob 28, 24 ss ; Eccli 1, 2 ss ; Mt 6, 26 ss ; 10, 29 s. La Sagrada Escritura dice también que Dios conoce dloosr dceo rlaozso cnoersaz(coanredsio»g ;n Poss i7s,) 1; 0A c: t« 1..5.e, s8c :u «dDriñioasd,or del corazón y de 'los riñones» ; 1 Par 28, 9 : «Yahvé escudriña los corazones de todos y penetra todos los designios y todos los pensamientos» ; cf. Ps 68, 6; 138, 1-6. Conocer los corazones es exclusiva prerrogativa divina ; 3 Reg 8, 39: «Tú solo escudriñas el corazón de todos los hijos de los hombres». En cambio, para los hombres el corazón humano es algo ininvestigable (Ier 17, 9) ; cf. SAN CLEMENTE ROMANO, Car 21, 3 y 9 ; 27, 6; 28, 1. Como Dios, al comprenderse a sí mismo, ve todo su infinito poder, conoce así todo el ámbito al que se extiende de hecho este poder en cuanto causa primera, es decir, conoce todo lo realmente existente. Para el conocimiento divino no existe pasado, presente ni futuro, porque para Dios todo es presente. Por la ciencia de visión, Dios prevé con certeza infalible las acciones libres futuras de las criaturas racionales (de fe). El concilio del Vaticano enseña : «Omnia enim nuda et aperta sunt oculis eius (Hebr 4, 13), ea etiam, quae libera creaturarum actione futura sunt» ; Dz 1784, 2317.