La Omnipresencia de Dios

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La omnipresencia de Dios

a) Realidad de la omnipresencia Dios se encuentra


presente
en todo espacio creado (de fe).
La omnipresencia de Dios es objeto del magisterio
ordinario
y universal de la Iglesia, conteniéndose en el dogma
de la
inmensidad divina como la parte en el todo. La
Sagrada
Escritura habla en forma gráfica de la omnipresencia
de
Dios en Ps 138, 7 ss : «Dónde podría alejarme de tu
espíritu? Adónde huir de tu presencia? Si subiere a
los
cielos, allí estás tú ; si bajare a los abismos, allí estás
presente. Si robando las plumas a la aurora quisiera
habitar
al extremo del mar, también allí me cogería tu mano
y me
tendría tu diestra»; Ier 23, 24: «¿ No lleno yo los
cielos y la
tierra? Palabra de Yahvé» ; Act 17, 27 s : «Dios no
está lejos
de nosotros, porque en El vivimos y nos movemos y
existimos» ; cf. Deut 4, 39; Sap 7, 24 ; 8, 1.
San Clemente Romano exhorta a temer a Dios, ya
que se
encuentra presente en todas partes: «¿Adónde se
podrá
huir y adónde se podrá escapar del que envuelve a
todo el
universo?» (Cor 28, 4); cf. SAN TEÓFILO DE
ANTIOQUÍA,
Ad Autolycum II, 3; MINUCIO FÉLIX, Octavio 32,
7; SAN
CIPRIANO, De dom. or. 4. La primera monografía
sobre la
presencia sustancial de Dios en todo el universo y en
cada
una de sus partes, y al mismo tiempo sobre su
presencia
inhabitatoria en los justos, se la debemos a SAN
AGUSTÍN
en su Liber de praesentia Dei ad Dardanum (= Ep.
187).
Especulativamente, Santo Tomás demuestra la
omnipresencia de Dios por su omnicausalidad. Dios,
en
cuanto causa de la existencia, se halla íntimamente
presente en todas las cosas mientras éstas existen ;
S.th.
18, 1.
b) Definición más precisa de la omnipresencia
Lporesc tiesaónlo gmoáss, deel csodnec PeEptDoR
dOe oLmOmMnipBprAeRseDnOcia(S deivnitn.aI
37, 1),
concretando que es una presencia de poder (per
Potentiam—presencia dinámica), de saber (per
praesentiam
sive scientiam.-presencia ideal) y de esencia (per
essentiam—presencia esencial o sustancial). Por esta
última, Dios se halla presente sustancialmente en
todas las
cosas, incluso en las criaturas espirituales (ángeles,
dedxeimstoennicoisa, daelm laass mhuismmaansa ;s
c),f .c Som.tho. c1a8u,s 3a. iDnmebeedmiaotas de la
concretar aún que la presencia de Dios es repletiva,
es
decir, que la sustancia divina Llena todo el espacio
creado y
cada una de sus partes. Pero, a causa de la absoluta
simplicidad de Dios, no debe concebirse la
omnipresencia
repletiva como extensión (expansión o difusión)
ilimitada de
la sustancia divina.
Junto con esta presencia general y natural de Dios,
existe
otra particular y sobrenatural, llamada inhabitación
divina,
que consiste en que Dios despliega una particular y
seonb erle anlamtuar adle a lcotsiv jiudsatdo sd e(I
oshu 1g4ra, c2ia3;; a1s Cí osur c3e, d1e6,; p6o, r1
e9j)e,menp lloa,
«casa de Dios» (Ps 131, 13 s) y en el cielo (Mt 6, 9).
Es de
índole única la inhabitación de Dios en la
humanidad de
Cristo por razón de su unión hipostática (Col 2, 9:
«En Él
habita sustancialmente toda la plenitud de la
divinidad»).
Capítulo segundo
LOS ATRIBUTOS DE LA VIDA DIVINA
La vida es: a) el ser de una sustancia viviente, es
decir, de
una sustancia capaz de moverse a sí misma; b) la
operación
vital, esto es, el moverse a sí mismo, el actualizarse
a sí
mismo (S.th. 1, 54, 2 ad 1). La forma más perfecta
de
actividad inmanente son las funciones espirituales de
entendimiento y voluntad, que se hallan también en
Dios de
forma perfectísima. Por tanto, Dios posee también la
vida
con perfección suprema; S.th. 1 18, 3 ad 2: «Sicut
Deus est
ipsum suum esse et suum intelligere, ita est suum
vivere.»
El concilio del Vaticano Llama a Dios «Dios vivo»
(Deus
vivus) ; 1)z 1782. La Sagrada Escritura habla con
frecuencia
del Dios vivo y de la vida de Dios. Dios corrobora
sus
afirmaciones con esta frase: «Tan verdad como que
yo
vivo». El pueblo de Israel jura : «Tan verdad como
que
Yahvé vive». Jesús se designa a sí mismo como la
vida ; Ioh
14, 6 : «Yo soy el camino, la verdad y la vida» ; cf.
Ioh 5, 26>
1 loh 5, 20.
iSdAenNt iAdaGdU dSeT lÍaN m fuisnmdaa lcao
pne erfle scecri óanb sdoel ulato v didea D
diiovsin;aD een T lrain.
iv 10, 11: «Allí [en el Hijo de Dios] se da la primera
y suma
vida. Para Él no es una cosa "la vida y otra el ser,
sino que
ser y vida se identifican.» Así como Dios, con
respecto a las
criaturas, es causa del ser, asimismo lo es también de
la
vida; Ps 35, 10: «En ti se halla la fuente de la vida» ;
Act 17,
25: «Él mismo da a todos la vida, el aliento y todas
las
cosas.»
I. EL CONOCIMIENTO O CIENCIA DIVINA
§ 20. LA PERFECCIÓN DEL CONOCIMIENTO
DIVINO
1. El conocimiento de Dios es infinito (de fe).
El concilio del Vaticano dice que Dios es infinita en
inteligencia (tintellectu infinitus») ; Dz 1782. La
Sagrada
Escritura llama a Dios «Deus scientiarum» (Dios del
saber ;
1 Reg 2, 3) y afirma que su sabiduría es inmensa :
«Sapientiae eius non est numerus» (Ps 146, 5) ; .cf.
Ps 138,
6 ; Rom 11, 33.
Especulativamente, se demuestra la infinitud del
saber
divino:
a) Por existir inteligencias creadas; pues, por la
relación
existente entre causa y efecto, la inteligencia,
suprema
perfección de las criaturas, tiene que darse en Dios
por
cuanto es su causa, y por cierto en forma infinita.
b) Por el orden y finalidad del universo, que exigen
la
existencia de un Hacedor y Rector en grado supremo
inteligente.
icn)m Paotrelraiaalidbasodl uetsa lain rmaazótenr
idaelidl acodn doec eDri,o ys ;epl ugerasd loa de
inteligencia se determina por el grado de
inmaterialidad; cf.
S.th. I 14, 1: «Cum Deus sit in summo
immaterialitatis,
sequitur quod ipse sit in summo cognitionis.»
2. El conocer divino es absolutamente actual.
sCuo mcoon Docioesr neos rheaayl itdraádn soitnot
odlóeg laic ap optuerníscima al (aaccttoo,s n pou
hruasy), en
hábito ni sucesión ni paso de lo conocido a lo
desconocido.
El conocer de Dios no es potencial ni habitual ni
sucesivo ni
discursivo. Dios lo conoce todo en un solo y
simplicísimo
acto (simplici intuitu); cf. S.th. I 14, 7.
3. El conocer de Dios es subsistente.
Dios no solamente posee actividad cognoscitiva,
sino que es
su mismo conocer. Tal conocer divino se identifica
realmente con su esencia por su simplicidad absoluta
; cf.
S.th. I 18, 3 ad 2: «Deus est suum intelligere» ; S.th.
I 14, 4:
«Intelligere Dei est eius substantia.»
4. El conocer de Dios es exhaustivo.
De la infinitud de la inteligencia divina se sigue que
Dios
agota totalmente la infinita inteligibilidad de su Ser
y por ello
se comprende a sí mismo. Cf. S.th. I 14, 3: «Tanta
est virtus
Dei in cognoscendo, quanta est actualitas eius in
existendo.
...Unde manifestum est, quod tantum seipsum
cognoscit,
quantum cognoscibilis est. Et propter hoc seipsum
perfecte
comprehendit.» La Sagrada Escritura da testimonio
del
carácter exhaustivo del conocimiento divino en 1
Cor 2, 10:
«El Espíritu todo lo escudriña, hasta las
profundidades de
Dios» ; cf. Mt 11, 27.
5. El conocer de Dios es independiente de las cosas
creadas. El intelecto divino, para conocer, no es
estimado
(=determinadó) desde fuera, sino desde dentro por
su
misma esencia. Las criaturas no son causa
determinante,
sino término del conocimiento divino. Dios no
conoce
tampoco los objetos creados por medio de imágenes
cognoscitivas impresas desde fuera (especies
inteligibles) ;
pues un entendimiento, que conoce por medio de
una
imagen cognoscitiva distinta de sí mismo, guarda
con tal
iemsa agceton plau rpírsoimpoor.c Ciófn. Sd.eth p.
o1t1e4n,c 4ia: a« Ianc Dtoe. oA ihnoteralle bciteuns,
Dios
intelligens et id quod intelligitur, et species
intelligibilis et
ipsum intelligere sunt omnino unum et idem.»
Las cosas creadas las conoce Dios en su propia
divina
esencia, puesto que ella es causa ejemplar y eficiente
de las
realmente existentes, y causa ejemplar de las
meramente
epeplololas itboledso.s A lol sc oenfeoccteors D
qiouse sdue cealluas saeli ddaedri vcarena od
opruae, dceonnoce en
derivarse, y por cierto de forma tan exhaustiva como
a sí
mismo; 1 Ioh 1, 5: «Dios es Luz, y en Él no hay
tinieblas.»
§ 21. OBJETO Y DIVISIÓN DEL
CONOCIMIENTO DIVINO
1. El conocimiento divino de sí mismo (ciencia de
contemplación)
El objeto primario y formal del conocimiento divino
es Dios
mismo.
Dios se conoce inmediatamente a sí mismo, es decir,
sin
medium in quo (tal es un objeto por cuyo
conocimiento se
llega al conocimiento de otro). El medium sub quo
(= la luz
de la razón) y el medium quo (= especie inteligible),
en el
acto de conocerse Dios a sí mismo, se identifican
con la
esencia divina; cf. S.th. 114, 2: «Deus se per
seipsum
intelligit.»
2. El conocimiento divino de las cosas distintas de
su
esencia
El objeto secundario y material del conocimiento
divino son
las cosas distintas de su esencia. Éstas se dividen en
puramente posibles, realmente existentes y
condicionalmente futuras.
a) Dios conoce todas las cosas puramente posibles
(ciencia
de simple inteligencia; de fe).
Para conocer la doctrina de la Iglesia, véase Dz
1782:
intellectu infinitus. La Sagrada Escritura enseña que
Dios lo
sabe todo y, por tanto, también lo puramente
posible ;
EEsspthíreitru 1 [4d,e 1 D4:i o«sS] eloñ oers,c tuúd
troiñdao tlood soa,b heass»t a; 1lo sC aarb i2s,m
1o0s: «dEel
Dios». Conociendo Dios la infinita imitabilidad de
su esencia
y toda su omnipotencia, conoce con ello el ámbito
entero de
lo posible; S.th. 1 14, 9.
b) Dios conoce todo lo real que ha existido en el
pasado,
existe en el presente y existirá en el futuro (ciencia
de visión;
de fe).
Para conocer la doctrina de la Iglesia, véase Dz
1782. La
Sagrada Escritura testifica en numerosos pasajes la
universalidad de la ciencia divina; Eccli 23, 29 (G
20) :
«Antes que fueran creadas todas las cosas ya las
conocía
El, y lo mismo das conoce después de acabadas.» La
Providencia divina, que se extiende hasta los detalles
más
insignificantes, presupone un extensísimo
conocimiento ; cf.
Ps 146, 4: «El cuenta el número de las estrellas y
llama a
cada una por su nombre» ; Ps 49, 11 : «Yo conozco
todos
los pájaros del cielo» ; Iob 28, 24 ss ; Eccli 1, 2 ss ;
Mt 6, 26
ss ; 10, 29 s. La Sagrada Escritura dice también que
Dios
conoce dloosr dceo rlaozso
cnoersaz(coanredsio»g ;n Poss i7s,) 1; 0A c: t«
1..5.e, s8c :u «dDriñioasd,or
del corazón y de 'los riñones» ; 1 Par 28, 9 : «Yahvé
escudriña los corazones de todos y penetra todos los
designios y todos los pensamientos» ; cf. Ps 68, 6;
138, 1-6.
Conocer los corazones es exclusiva prerrogativa
divina ; 3
Reg 8, 39: «Tú solo escudriñas el corazón de todos
los hijos
de los hombres». En cambio, para los hombres el
corazón
humano es algo ininvestigable (Ier 17, 9) ; cf. SAN
CLEMENTE ROMANO, Car 21, 3 y 9 ; 27, 6; 28,
1.
Como Dios, al comprenderse a sí mismo, ve todo su
infinito
poder, conoce así todo el ámbito al que se extiende
de
hecho este poder en cuanto causa primera, es decir,
conoce
todo lo realmente existente. Para el conocimiento
divino no
existe pasado, presente ni futuro, porque para Dios
todo es
presente.
Por la ciencia de visión, Dios prevé con certeza
infalible las
acciones libres futuras de las criaturas racionales (de
fe).
El concilio del Vaticano enseña : «Omnia enim nuda
et
aperta sunt oculis eius (Hebr 4, 13), ea etiam, quae
libera
creaturarum actione futura sunt» ; Dz 1784, 2317.

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