Responsabilidad - Juan Andres Orrego
Responsabilidad - Juan Andres Orrego
Responsabilidad - Juan Andres Orrego
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Como consecuencia de la distinta naturaleza del daño, la sanción
en ambos casos es diferente. En el ámbito penal reviste el carácter de
represión o castigo, mediante la imposición de una pena. En el ámbito
civil, lleva envuelta la idea de reparación, expresada en el principio de
que todo acto ejecutado por una persona, con o sin la intención de
producir efectos jurídicos, que causa daño a otro, crea para su autor la
obligación de repararlo.
2
b) Distinta es la jurisdicción llamada a conocer de una y otra.
3
Libro IV, artículos 2314 a 2334, que tratan “De los delitos y
cuasidelitos”.
4
extracontractual, la mora no se presenta, pues si no existe un vínculo
jurídico previo del cual emane una obligación, mal puede haber retardo
culpable en el cumplimiento de la misma.
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obligaciones y precisan las obligaciones que nacen en ausencia de
contrato.
6
g) En materia de capacidad: la capacidad, en cuanto a la
responsabilidad extracontractual, se reglamenta expresamente en los
artículos 2317 y 2318 del Código Civil. La capacidad en la
responsabilidad legal se rige sólo por las normas previstas para cada
caso en particular.
El artículo 2284 del Código Civil, que junto a los dos mencionados
conforma la trilogía de la fuente de las obligaciones, establece qué se
entiende por delito y cuasidelito.
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Para esta doctrina, el fundamento de la responsabilidad
extracontractual está en la culpa del autor. La responsabilidad
requiere que el daño sea imputable. Por ende, si hay culpabilidad, hay
responsabilidad. Se trata, como vemos, de una responsabilidad
subjetiva. Diversas disposiciones en el Código Civil confirman que en
esta materia se sigue la doctrina clásica: artículos 2284, 2319, 2323,
2329, 2333.
a) El daño.
a.1) Concepto.
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a.3) Clases de daño.
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Dos consecuencias importantes fluyen ante la falta de relación de
causalidad:
• La responsabilidad no recaerá en el demandado, cuando el daño
es imputable a culpa de la víctima. Tal exención puede ser total o
parcial. Habrá exención total de responsabilidad, cuando la culpa
de la víctima excluya la del demandado; la responsabilidad se
atenuará, si la culpa de ambos provocó el daño;
• Si el daño es indirecto, por regla general no es indemnizable.
Ahora bien, cuando más se aleja el daño del hecho inicial que lo
originó, más difícil resulta establecer una relación de causalidad.
d) Capacidad delictual.
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será responsable, aún cuando se encuentre bajo interdicción.
Para fundamentar tal conclusión, se afirma que la regla del art
465 del Código Civil sólo regularía la capacidad contractual del
demente, y de la validez o nulidad de los actos que en tal
ámbito celebre. Es cambio, es inconcebible alegar la “nulidad”
de un delito o cuasidelito. Sin perjuicio de ser cierto esto
último, no creemos que sea efectivo que el art 465 esté
circunscrito al ámbito puramente contractual. Si el legislador
protege al demente, descartando la teoría del “intervalo lúcido”
en materia contractual, con mayor razón debiéramos entender
que en el campo de la responsabilidad extracontractual rige
igual protección, considerando que las consecuencias aquí
pueden ser aún más graves para el patrimonio del demente.
Por lo demás, el mencionado “intervalo lúcido” ha sido
descartado por la psiquiatría, debiendo entenderse que el
demente lo está en todo momento, aun cuando su
comportamiento externo parezca a ratos normal. Por lo tanto,
creemos que la demencia exime de toda responsabilidad a
quien ejecuta un hecho ilícito que ocasiona daño a terceros,
sin perjuicio de que éstos, según veremos, puedan
eventualmente accionar contra aquellos que sean responsables
de la persona demente. Pablo Rodríguez Grez, sostiene en este
sentido, conforme al principio de que “donde existe la misma
razón debe existir la misma disposición”, que si la persona se
encuentra declarad en interdicción por causa de demencia,
“nos parece evidente que debe aceptarse la aplicación, en este
caso, del artículo 465 del Código Civil, eximiendo al
representante del demente de la prueba de la incapacidad” 2 .
ii) Los infantes: se presume de derecho que los menores de 7
años, carecen de discernimiento.
iii) Los mayores de 7 y menores de 16 años: serán incapaces, si
actúan sin discernimiento, lo que queda entregado a la
prudencia del juez.
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incapaz, a menos que se cumplan los dos requisitos señalados al final
de este precepto. Se trata por ende de una doble sanción.
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b) Responsabilidad por el hecho ajeno.
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b.4) Responsabilidad del subordinado.
b.5) Acción del tercero civilmente responsable contra el autor del daño.
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• Que el pupilo viva bajo la dependencia o cuidado del guardador:
en consecuencia, esta responsabilidad no afectará a los
guardadores a quienes solamente incumbe la gestión de los
bienes del pupilo, como los curadores de bienes. De acuerdo a lo
dispuesto en el artículo 428 del Código Civil, la responsabilidad
recae sobre los tutores o curadores generales, salvo que el pupilo
esté bajo el cuidado de otra persona;
• Que el pupilo sea capaz: si el pupilo es incapaz, rige lo mismo que
indicamos respecto del padre; no será responsable el guardador,
sino probándosele culpa.
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b.10) Responsabilidad de los amos.
c.1) Fundamento.
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vigilancia o cuidado (artículo 2320), tratándose de las cosas, la ley se
limita a señalar algunos casos en los cuales se presume culpabilidad
del que las tiene a su cuidado. Por tanto, sólo en ellos puede presumirse
culpabilidad y en cualquiera otro, deberá esta probarse por la víctima.
c.2.1.1) Requisitos.
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El artículo 2323 precisa que no hay responsabilidad, si se
configura el caso previsto en el artículo 934: si el edificio cae por caso
fortuito (como avenida, rayo o terremoto), no habrá lugar a la
indemnización, salvo si se prueba por el afectado que el caso fortuito,
sin el mal estado del edificio, no lo hubiera derribado.
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que siempre una persona debe arrojar la cosa en cuestión. La
responsabilidad recae sobre todas las personas que habiten la misma
parte del edificio desde la que cayó o se arrojó la cosa. Los responsables
dividirán entre sí la indemnización.
Nada impide sin embargo singularizar la responsabilidad en una
o más personas determinadas, si se acreditó que el hecho acaeció
exclusivamente por dolo o culpa de las mismas.
El art. 2328 concede una acción popular, es decir, que cualquier
persona puede interponer, destinada a evitar la caída de la cosa.
Responde el dueño del animal, aún por los daños ocasionados por
éste después de haberse soltado o extraviado. Con todo, su
responsabilidad cesará, si acredita que adoptó todas las providencias
para impedir el daño.
La misma responsabilidad recae sobre el que se sirve de un
animal ajeno. Pero tal persona tiene derecho a repetir contra el dueño,
si el daño fue producto de un vicio del animal que el dueño, con
mediano cuidado, debió conocer o prever. Pero si el dueño informó al
usuario del animal del vicio, éste no tendrá derecho a repetir contra el
primero.
El art. 2327 establece que siempre se responderá por el daño
causado por un animal fiero, siempre que de éste no se reporte utilidad
para la guarda o servicio de un predio. De los daños responderá quien
tenga el animal, sea o no su dueño y se sirva o no de él. La disposición
establece una presunción de derecho, pues no se admite probar que fue
imposible evitar el daño. Debemos tener presente aquí lo dispuesto en el
art. 608, que define qué se entiende por animales bravíos o salvajes,
domésticos y domesticados.
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• En los casos en que el daño amenazare solamente a personas
determinadas, sólo alguna de éstas podrá intentar la acción.
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Es solidaria la responsabilidad de varias personas que han
intervenido en la perpetración del delito o cuasidelito como autores,
cómplices o encubridores.
Excepcionalmente, no es solidaria la responsabilidad:
• En el caso del artículo 2323, inciso 2º: se responde a prorrata de
las cuotas de dominio, por los dueños de un edificio que causa un
daño con ocasión de su ruina.
• En el caso del artículo 2328, inciso 1º: se responde en partes
iguales por quienes habitan la parte del edificio de la que cae o se
arroja una cosa que causa daño.
d) Extensión de la indemnización.
e) Cúmulo de indemnizaciones.
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daño sufrido? ¿Puede la víctima reclamar ambas indemnizaciones o
prestaciones?
Por ejemplo, si la víctima de un accidente automovilístico tiene
asegurado su vehículo: ¿Puede acumular la indemnización por el
cuasidelito con la indemnización que le debe la aseguradora?
Se señala que la acumulación de indemnizaciones implicaría un
enriquecimiento para la víctima; en efecto, desde el momento que ésta
recibe una de las indemnizaciones -de la aseguradora, en el ejemplo,-
no habría daño en definitiva, y si el perjuicio desaparece, faltaría uno de
los elementos de la responsabilidad extracontractual. Se contesta al
planteamiento anterior indicándose que no resulta equitativo que el
autor del daño resulte beneficiado de la prestación que un tercero haga
a la víctima. En el caso del seguro, se agrega, se llegaría al absurdo que
el contrato cedería en la práctica en favor de un tercero extraño,
causante del propio daño.
Para llegar a una solución, se sostiene que habría que indagar si
la prestación del tercero significa o no una reparación del daño
causado. Si la respuesta es afirmativa, el cúmulo de indemnizaciones
sería inaceptable, pues implicaría una doble indemnización o
reparación del daño.
4
Celis Rodríguez, Rubén, “Responsabilidad Extracontractual”, Librotecnia, Santiago, 2004, pág. 59.
22
convención y negar toda eficacia a las cláusulas de exención o de
limitación de responsabilidad.” 5
g) Tribunales competentes.
g) Extinción de la acción.
5
Celis Rodríguez, Rubén, ob. Cit., pág. 60.
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una obligación solidaria se extingue por uno de los
codeudores, se extingue también respecto de los demás; tal
constante, que se da respecto a cualquier medio de
extinguir las obligaciones, se altera en la transacción, por
tratarse de un contrato intuito personae. Por ello, si la
transacción es consentida por uno de los codeudores
solidarios, no se extiende a los otros, a menos que dicha
transacción envuelva una novación de la obligación
solidaria;
2° Efectos de la transacción consentida por un codeudor
solidario cuando aquélla envuelve novación: si la
transacción con uno de los codeudores envuelve una
novación, los otros codeudores se liberan de la obligación
(lo que guarda perfecta concordancia con los artículos 1519
y 1645). 6
• La prescripción: artículo 2332.
a) Eximentes de responsabilidad.
6
Antonio Vodanovic H., “Contrato de Transacción”, Editorial Jurídica ConoSur Ltda., Santiago, año
1993, tercera edición actualizada, págs. 135 a 137
24
ilegítima, el medio empleado para repeler el ataque debe ser
proporcionado y no ha de mediar provocación suficiente por parte
del que se defiende y ocasiona el daño.
• Cuando existe estado de necesidad: cuando una persona, puesta
en situación apremiante de evitar un daño, accidentalmente
causa otro. Rigen las mismas reglas que en el campo del Derecho
Penal.
b) Cláusulas de irresponsabilidad.
c) Atenuantes de responsabilidad.
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FUNDAMENTOS CONSTITUCIONALES DE
LA RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
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Pero la exigencia de obtener reparación de los daños puede
cumplirse a través de mecanismo diferentes. En algunos casos, es posible
que la necesidad de ayudar al que sufre un daño sea considerada una
obligación para todo el cuerpo social, de manera que serán todos los
ciudadanos los que soporten el pago de las indemnizaciones que reparen
los daños de las víctimas, fundamentalmente a través del pago de
impuestos. Este es el mecanismo de los seguros obligatorios, y en general
del sistema de seguridad social. Aquí, la reparación de los daños se
enfrenta con mecanismos propios de la justicia distributiva, y por lo
tanto, del derecho público. Nuestra Constitución Política contempla esta
forma de reparación de los daños al establecer “el derecho a la seguridad
social”, en el artículo 19 número 18. Pero el sistema de seguridad social no
puede pretender cubrir todos los daños. Necesariamente, estará limitado a
aquellos que se estiman más esenciales. De ahí que la Constitución aclare
que la acción del Estado en esta materia, estará dirigida a garantizar
“prestaciones básicas”, como señala la citada norma.
2
responsabilidad objetiva, en que por ende no se exija una conducta
culpable o dolosa.
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de la teoría del órgano, que sirve de fundamento jurídico para
imputar al Estado o a las demás personas jurídicas de derecho
público, la responsabilidad por los perjuicios ocasionados a los
derechos e intereses legítimos de los administrados (o sea, a los
ciudadanos en general), a consecuencia de la actividad de los
órganos de aquél. Dicha imputación es posible, sea que la causa del
daño provenga de actuaciones materiales, intelectuales o técnicas,
de actos administrativos, de omisiones, de retardos, del
funcionamiento parcial o imperfecto, y también si la causa del daño
es la actividad irregular (es decir ilegal) o la actividad regular y lícita
de los órganos públicos. En relación con las omisiones o retardos,
cabe tener presente el artículo 44 de la Ley 18.575, que prescribe la
responsabilidad de los órganos de la Administración del Estado por
los daños que causen por falta de servicio. La aplicación de la teoría
del órgano a la responsabilidad extracontractual del poder público
del poder público prescinde de toda consideración subjetiva
relacionada con la conducta del agente público, como requisito
esencial que deba ser tenido en cuenta para hace recaer en el Estado
la obligación de indemnizar a la víctima. Para que la responsabilidad
tenga lugar y para que nazca el derecho de la víctima a ser
indemnizado es suficiente que la actuación del agente público esté
relacionada con el servicio u órgano público y que haya un vínculo
directo de causalidad entre la acción u omisión y el daño producido.
En relación con las normas citadas, cabe considerar que la Corte
Suprema, al fallar el caso de Lionel Beraud, señaló que en cuanto al
Fisco (el señor Beraud demandó a cada uno de los integrantes del
equipo médico y al Fisco de Chile como solidariamente responsable,
por haberse practicado la intervención quirúrgica al demandante en
el Hospital Militar de Santiago, es decir, en un hospital del Estado),
la responsabilidad civil es en lo particular una responsabilidad legal,
porque deriva exclusivamente de la ley. En efecto, mientras la
responsabilidad subjetiva supone necesariamente la culpabilidad de
su autor, y mientras ella no existe sino a condición de que el hecho
perjudicial provenga de su culpa, la responsabilidad del Fisco es en
cambio una responsabilidad objetiva, de garantía o de asistencia,
consagrada por razones de equidad en la Constitución Política y en
la ley, a favor de los ciudadanos perjudicados cuando, como en este
caso, concurren los presupuestos del artículo 4 de la Ley número
18.575. Otro caso emblemático de responsabilidad civil del Fisco por
falta de servicio, es el del Estero Minte. Los actores, herederos de las
27 personas fallecidas, demandaron indemnizaciones por daños
patrimoniales y morales en contra del Fisco de Chile, fundándose en
la responsabilidad del Ministerio de Obras Públicas por falta de
servicio. Algunos han pretendido sostener que la falta de servicio
consiste en que el órgano administrativo se comportó mal, que no
actuó como debía actuar. Sin embargo, esta fórmula desemboca en
4
el regreso más o menos disimulado a la culpa, pues la culpa
precisamente existe cuando el demandado, confrontando a un
hombre medio (apreciación in abstracto), “no actuó como habría
debido actuar”. De acogerse hipotéticamente tal fórmula, el Fisco y
los servicios descentralizados podrían invocar en su beneficio el
concepto válvula o estándar flexible del “funcionamiento medio del
órgano”, es decir que a la Administración sólo le sería exigible tal o
cual conducta correcta, si hubiese dispuesto de los recursos
financieros, técnicos y humanos para actuar oportuna y eficazmente
ante las circunstancias del caso concreto. Tal fue la línea de
argumentación desplegada por la Municipalidad de La Reina, ante la
demanda interpuesta por doña María Tirado, con motivo de su caída
en una excavación profunda, situada a menos de dos metros del
paradero de buses existente en la esquina de dos importantes
arterias de esa Comuna, socavón que se encontraba sin señalización
de ninguna especie. La Municipalidad demandada adujo que careció
de la posibilidad de actuar para impedir los daños, sosteniendo que
se encontraba suficientemente asentado en el proceso que la
excavación se hizo por desconocidos clandestinamente, sin
conocimiento ni autorización de la corporación, cuyos recursos de
fiscalización se reducían a dos inspectores municipales. Alegó la
Municipalidad que un fallo en su contra, suponía infringir el Código
Civil, que exige culpa o dolo en el demandado. La Corte Suprema, en
su fallo de marzo de 1981, desechando tal argumentación, sostuvo
que cabía aplicar a la especie la responsabilidad objetiva (que
consagraba el artículo 62 de la Ley Orgánica de Municipalidades),
descartando la responsabilidad por la culpabilidad y fundándola
exclusivamente en el hecho que ha provocado el riesgo, o sea, la
causalidad material. Esta conclusión, se mantiene en nuestros días,
reafirmándose que la responsabilidad por falta de servicio es una
responsabilidad objetiva. En consecuencia, si la acción u omisión de
la Administración o su retardo causan daños, eso es suficiente para
que las víctimas sean indemnizadas. No corresponde aplicar el
supuesto estándar del funcionamiento medio del servicio, para
eximir o atenuar la responsabilidad de los entes descentralizados, so
pretexto de que la falta de eficacia fue resultado de carencia de
recursos. Los damnificados no tienen por qué sufrir las
consecuencias de errores en la distribución del Presupuesto
Nacional. En cuanto al fundamento doctrinario de la responsabilidad
objetiva del Estado, se ha señalado por algunos la teoría de la
garantía, propuesta por el jurista francés Boris Starck en el año
1947. Enfatiza este autor que tanto la responsabilidad basada en la
culpa como la responsabilidad basada en el riesgo, tienen el defecto
de poner todo el énfasis en el autor de los daños. Lo esencial, en
cambio, son las víctimas. Hay colisión de derechos. Al derecho de
actuar de los que causan los daños, se opone el derecho a la
5
seguridad de las víctimas. Recordemos que en la primera de
nuestras garantías constitucionales se asegura a todas las personas
el derecho a la integridad física y psíquica. El Fisco debe garantizar
la integridad de las personas. Si este fuese el fundamento de la
responsabilidad por falta de servicio, la Administración no podría
excusarse ni aún ante el caso fortuito. Tal es la corriente que se
impone también en el Derecho Comparado de Daños, que pretende
conseguir que las personas lesionadas sean equitativamente
indemnizadas. Toda la responsabilidad objetiva, y no sólo aquella
por falta de servicio, contribuye a este objetivo, cual es socializar los
daños, propender al reparto solidario de las incidencias pecuniarias
de los duros golpes del destino, evitando que las víctimas, fuera de
sus sufrimientos y de su dolor, queden en la pobreza material.
• En el artículo 49 número 1, parte final, al establecer: “El funcionario
declarado culpable (por el Senado, al conocer de las acusaciones de
la Cámara de Diputados) será juzgado de acuerdo a las leyes por el
tribunal competente, tanto para la aplicación de la pena señalada al
delito, si lo hubiere, cuanto para hacer efectiva la responsabilidad civil
por los daños y perjuicios causados al Estado o a particulares.”
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• El derecho a la vida y a la integridad física o psíquica (artículo 19
número 1);
• El derecho a la libertad (artículo 19 número 7);
• El derecho a la protección de la salud (artículo 19 número 9);
• El derecho a la honra y a la vida privada (artículo 19, números 4 y
5); y
• El derecho a la propiedad (artículo 19 números 23, 24 y 25).
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ser reservado al legislador, sin que sea aceptable que se impongan
regímenes de responsabilidad objetiva por decisión judicial.
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Los regímenes objetivos necesitan para su funcionamiento que aquellos
sobre los cuales pesa el riesgo de la responsabilidad por los daños
ocasionados, puedan contratar seguros que les permitan funcionar en la
actividad riesgosa de que se trate. Ahora bien, los seguros necesitan, para
calcular las primas, tener una cierta seguridad del monto de las
indemnizaciones a las que puede verse obligado a pagar a un asegurado.
Por eso, en ocasiones la ley se allana a limitar el máximo de
indemnizaciones reclamables, aunque sin vedar la posibilidad de
demandar un monto superior probando la culpa. Así ocurre, en la Ley
número 18.302, sobre Seguridad Nuclear, en la Ley de Navegación y en el
Código Aeronáutico, según hemos estudiado. ¿Es constitucional está
decisión legislativa? El tema fue discutido en España, a propósito de la Ley
sobre Responsabilidad Civil y Seguro en la Circulación de Vehículos de
Motor, en la que se estableció un sistema de indemnización tarifada por
los daños corporales sufridos por las víctimas. El Tribunal Constitucional
español, por sentencia del año 2000, ha justificado las pautas legales, en
la medida que ellas establezcan una indemnización suficiente en el sentido
de ser respetuosa con la dignidad inherente al ser humano. Ha declarado
sin embargo, que resulta inconstitucional excluir que la víctima pueda
obtener una indemnización superior a la tasada por incapacidad temporal,
cuando esta tiene por causa exclusiva la “culpa relevante” del agente
causante del hecho lesivo. Corral, estima que no parece haber dudas en
que, los sistemas de responsabilidad objetiva, al no estar ni exigidos ni
prohibidos por la Constitución, pueden quedar sujetos a la discreción del
legislador en cuanto a los daños indemnizables y a sus cuantías. Ello,
porque se considera que a cambio de una mayor protección de que
disfruta la víctima (imputación objetiva, garantías en la percepción de la
indemnización mediante el sistema de aseguramiento obligatorio, creando
fondos de garantía), es razonable que ésta soporte en ciertos casos una
parte del daño cuando no sea imputable culpablemente al agente.
BIBLIOGRAFÍA:
- CORRAL Talciani, Hernán, “Lecciones de Responsabilidad Civil
extracontractual” (Santiago, Editorial Jurídica, año 2004), págs. 70 a 78.
- AGUAD, Alejandra, “Responsabilidad del Estado por falta de servicio”
(Apuntes preparados por la Facultad de Derecho de la Universidad Diego
Portales).
9
DE LA RESPONSABILIDAD OBJETIVA
1
La responsabilidad subjetiva, que es la de nuestro Código Civil,
constituye la doctrina clásica o tradicional en materia de responsabilidad,
pero no es posible desconocer que la responsabilidad objetiva ha ganado
terreno progresivamente, tanto en la legislación como en la jurisprudencia.
Como destaca Ramón Domínguez Aguila, es indudable la acogida que
entre nosotros ha ido recibiendo la vasta gama de concepciones objetivas
de la responsabilidad civil, hoy derecho casi común en muchas actividades
contemporáneas.
2
Para el autor nacional Patricio Lagos, el nombre más adecuado y
preciso es el de la teoría del riesgo provecho, ya que la tendencia que
representa es, a su parecer, la más justa (“La Responsabilidad Objetiva”,
Pacsed Editores, año 1990). Seguiremos su trabajo en diversos tópicos
abordados en esta materia.
3
2° El desarrollo de mecanismos de seguros privados y sociales.
En este marco, se pueden observar tres tendencias:
1° La generalización de las responsabilidades objetivas: éstas, surgen
como consecuencia de la imposibilidad e que se encontró la teoría de la
culpa, para dar solución a aquellos casos en que se ocasionan perjuicios,
provocados por una sociedad cada días más tecnificada y riesgosa. El
legislador, entonces, no encontró otra solución que crear
responsabilidades nuevas, independientes de toda noción de culpa y
ligadas a la sola realización de una actividad que origina un riesgo
específico.
2° El desarrollo de los seguros de responsabilidad civil: el aumento del
número de los accidentes contribuyó el desarrollo de los seguros privados.
Incluso, en ocasiones, el legislador los hace obligatorios para las personas
que son sujetos de alguna responsabilidad objetiva. Por lo tanto, la
indemnización debida ya no es pagada por el autor del daño, sino por la
compañía aseguradora.
3° La socialización de la responsabilidad: ateniéndonos al principio de la
solidaridad social, se planteó que resultaba necesario que las
consecuencias del perjuicio debían repartirse entre todos los miembros de
la sociedad. A tal idea directriz ha respondido el desarrollo de la seguridad
social, especialmente en los países industrializados. También se encuentra
una recepción de esta tendencia, en los accidentes del tránsito.
El gran problema que ha surgido a consecuencia de la formulación
de las tendencias modernas, es que a través de los dos últimos sistemas, el
autor del daño pasa a ser irresponsable, de manera que la inhibición de
realizar actos dañosos puede sufrir una merma. Así, por un lado, la
capacidad de causar daño es cada vez mayor y por otro lado su
responsabilidad va declinando. Se responde a lo anterior, que la única
sanción que podría contrarrestar tal situación, sería un aumento del valor
de las primas de seguros.
Sintetizando la evolución de la responsabilidad civil, Ivonne Lambert
señala que puede dividirse el derecho de responsabilidad en tres etapas:
1° La responsabilidad subjetiva;
2° La responsabilidad objetiva; y
3° La indemnización directa y automática a la que se ha llegado a través de
los seguros y la seguridad social.
4
Con el paso de los siglos, la supremacía de la culpa comenzó a ser
puesta en duda, afirmándose la idea de que el autor del daño puede ser
declarado responsable sin que se le pueda imputar culpa alguna. Los
primeros que lo hicieron fueron algunos autores de la escuela del derecho
natural del Siglo XVIII, quienes patrocinaban la responsabilidad de las
personas privadas de discernimiento, específicamente de los menores y de
los dementes.
En dicho contexto, tanto el Código austriaco de 1811 como el
prusiano de 1794, establecieron excepcionalmente una responsabilidad sin
culpa. El prusiano respecto de la responsabilidad por el hecho de los
animales y el austriaco habla abiertamente de la obligación de reparación
proveniente de un acto cometido sin culpa o involuntariamente.
Será sin embargo el proceso de industrialización, el que gatillará con
mayor fuerza la teoría del riesgo. Numerosas víctimas, especialmente los
obreros, que sufrían un accidente a causa o con ocasión del trabajo, solían
quedar privados de toda reparación. Esta situación tan injusta debía
cesar, considerando además que tales accidentes aumentaban y que no
era posible mirar con indiferencia el caso de un individuo que, por un
accidente cuya casa a veces era desconocida, quedare sin reparación
alguna y sumido por lo mismo en la miseria.
Este escenario dará origen a la teoría del riesgo o de la
responsabilidad objetiva, formulada en 1888 en Alemania (pionera de las
leyes laborales y de previsión social, bajo la conducción de Otto Von
Bismarck), en 1894 en Italia y en 1897 en Francia.
Importante influencia tuvo en la formulación de esta teoría, una
sentencia de la Corte de casación de Francia, de 1896, en la cual se
declaró que el propietario de un remolcador era responsable de la muerte
de un mecánico ocasionada por la explosión de la caldera, aún cuando la
explosión se hubiera debido a un defecto de construcción, declarándose
que esta responsabilidad no cesaba ni aunque e propietario del remolcador
probare la culpa del constructor de la máquina o el carácter oculto del
defecto.
5
su forma más depurada y primitiva, la llamada por la doctrina francesa
como teoría del riesgo puro o integral.
6
contratos de seguros de responsabilidad. De este modo, se garantiza a las
víctimas que efectivamente recibirán su indemnización. Se agrega que sin
un complemente de este tipo, ningún sistema de responsabilidad podría
considerarse satisfactorio. Hoy en día de manera progresiva, el legislador
tiende a hacerlo obligatorio.
7
prescinde entonces de la noción de culpa, ateniéndose únicamente al
resultado de la acción dañosa, de manera que el problema de la
responsabilidad se traducirá en un asunto de causalidad y no de
imputabilidad. Bastará por ende la sola producción del daño, aunque este
evento no pueda ser imputado a dolo a culpa d su autor.
Sin embargo, esta tesis puramente objetiva, no ha sido acogida por
todos los autores, quienes la cuestionan como la base exclusiva de la
responsabilidad objetiva. La mayoría, luego de demoler el concepto de
culpa, se esfuerzan sin embargo en proponer criterios que permitan
establecer el fundamento de la responsabilidad objetiva. Los veremos en el
acápite siguiente.
8
b) El criterio del “riesgo provecho”.
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En el sentido amplio, el provecho comprende todo interés, cualquiera
que sea, tanto moral como pecuniario. Esta concepción es llamada por
Boris Starck “teoría del riesgo creado”.
En el sentido más restringido, la expresión provecho debe
entenderse enfocada a la especulación económica. Quien desarrolla una
conducta de este tipo con el objeto de premunirse de una fuente de
riqueza, crea un riesgo para los demás.
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que una persona realice un cierto estado de cosas para que la ley le
imponga la obligación de reparar. Han sido introducidas por el riesgo
particular que significa el desarrollo de ciertas actividades o la explotación
de ciertas empresas.
Este riesgo aumentado, depende de la frecuencia y de la gravedad de
los perjuicios que estas actividades pueden causar a terceros. Aunque
sean peligrosas, éstas son juzgadas útiles; se les tolera e incluso fomenta,
pero se les impone como contrapartida a quienes las realizan una
responsabilidad agravada.
11
Esta primacía de la responsabilidad fundada en la teoría clásica,
determina que en todos aquellos casos en que el daño se debe a la culpa
de un sujeto, el peso de tal daño debe recaer en tal individuo culpable y no
en aquellos que hubieren asumido el riesgo, en el caso que fueren otras
personas.
12
Sabiendo el hombre de que debe responder de todo daño, aunque
provenga de un hecho lícito e irreprochable, se abstendrá de obrar, o, en
todo caso, lo hará con menor intensidad. Se castigaría así al que actuó, al
que ejercitó una actividad que seguramente es útil para la sociedad, y se
protegería a quien ha permanecido en la más completa pasividad. El
individuo que para actuar requiere necesariamente una cierta libertad y
seguridad acerca de que si se conduce bien no será requerido, dudará en
desarrollar una nueva actividad, de saber que, pese a toda su prudencia,
tendrá que cargar sobre sí la responsabilidad de todos los daños que
puedan resultar de tal actividad.
Esta teoría lleva al Derecho a regir simplemente relaciones entre
patrimonios, eliminando a la persona y a su voluntad, lo que contraviene
el fin último de la norma jurídica, cual es regular las relaciones entre las
personas.
Los críticos de la teoría del riesgo llegan incluso a preguntarse si el
comerciante o industrial que instala una nueva empresa debe indemnizar
el daño que le causa a sus competidores. Señalan que a esto habría que
llevar la aplicación sin límite de la teoría del riesgo, planteamiento que en
verdad resulta exagerado.
Los partidarios de la teoría del riesgo contestan afirmando que esta
crítica es artificial y que se contradice por los hechos, especialmente en
Francia, ya que tanto su Código Civil, su legislación especial y su
jurisprudencia introdujeron numerosos casos de responsabilidad objetiva,
sin que ello afectara la iniciativa económica de los individuos. En tal
contexto, la iniciativa del individuo debe mantenerse libre en una
sociedad, pero en el bien entendido que será el iniciador de una actividad
el que asumirá el costo y el riesgo y no las víctimas designadas por el azar.
Los hombres, sabiendo que todo hecho perjudicial que ejecuten les
impone responsabilidad, procurarán descargarse de ella asegurándose
contra los riesgos de sus actos. Sintiéndose entonces prácticamente
irresponsables, ya que el asegurador se encargará de reparar el daño
causado, obrarán con menos prudencia, con lo cual aumentarán los
accidentes y se irá creando una peligrosa irresponsabilidad.
Incluso, aún cuando el autor no contratare seguro alguno, es
peligrosa esta teoría ya que fomenta la existencia de nuevas víctimas,
porque se siempre se responderá del daño que pueda llegar a ocasionarse,
el agente no tendrá interés alguno en evitar el acaecimiento de nuevos
accidentes.
13
6.5. La teoría del riesgo no es justa ni equitativa, como pretenden sus
partidarios.
14
6.8. Crítica a la idea de solidaridad social.
15
7.3. Es de aplicación más fácil que la responsabilidad subjetiva.
16
Afirma Alessandri que, no obstante las críticas formuladas a la
teoría, esta no puede rechazarse a priori. Desde luego, favorece a las
víctimas, pues las releva de la necesidad de probar la culpa o dolo del
autor del daño. Contribuye así a que la responsabilidad sea más efectiva.
Hay en ello manifiesta conveniencia: los accidentes aumentan de día en
día y vivimos una época en que todos reclaman una mayor justicia social.
Contribuye también a la disminución de aquéllos; sabiéndose que todo
hecho que irrogue daño a otro da origen a responsabilidad, se actuará con
más prudencia.
La responsabilidad a base de riesgo tiene pues, evidentes ventajas de
orden práctico. Esto basta para que la aceptemos, dice Alessandri,
cualesquiera que puedan ser las críticas de orden doctrinario que se le
dirijan. Va más lejos Alessandri, aseverando que el Derecho tiene por
objeto satisfacer necesidades humanas y si hay una regla jurídica que
realiza mejor que otra esa finalidad, debe adoptársela, aunque se la tache
de antijurídica. Lo jurídico no es lo que mejor se conforme con los
principios consagrados por la ciencia del Derecho; lo verdaderamente
jurídico es lo que mejor realiza la justicia entre los hombres. La
responsabilidad objetiva, mal que pese a sus detractores, tiende a esta
realización permitiendo que un mayor número de víctimas obtenga la
debida reparación por los daños que han recibido.
La teoría del riesgo tiene también un gran fondo de justicia: si el
hombre con su actividad puede obtener un provecho o beneficio, justo es
que repare los daños que así cause.
Sin embargo, Alessandri no cree que la responsabilidad subjetiva
deba ser desplazada totalmente. Es Conveniente conservarla como
principio general de responsabilidad, porque a diferencia de la
responsabilidad objetiva, descansa en un valor humano, cual es la
conducta del agente, y para una sociedad, como la nuestra, que atribuye
la debida importancia a los valores espirituales, ésta es una razón digna de
considerarse. Tiene además la gran virtud, como dice Savatier, de
mantener en el hombre la conciencia de que su deber primordial es obrar
correctamente. Presta, por último, útiles servicios, sobre todo en materia
de abusos de derechos, cuyo ejercicio ilícito se determina, en parte
principal, por la intención de su titular.
Siguiendo a Josserand, concluye que bien pueden combinarse
ambas concepciones de la responsabilidad, para lograr el equilibrio entre
los intereses y los derechos. Lo razonable es dar su parte a cada una en
forma de obtener que todo daño sea debidamente reparado.
Se podría, por ejemplo, consagrar como regla general la
responsabilidad subjetiva, y si hubiere dudas acerca del daño, se repartiría
por mitades entre su autor y la víctima.. La responsabilidad objetiva se
aplicaría principalmente tratándose de daños provenientes del hecho de
las cosas, y, a fin de inducir a la víctima a ser prudente, se la obligaría a
soportar una parte de los mismos.
17
8.2. Opinión de Pablo Rodríguez Grez.
Destaca este autor que la teoría del riesgo creado surge como
consecuencia de dos hechos:
• Por un lado, la necesidad de aliviar a las víctimas del peso de la
prueba; y
• Por el otro, el aumento explosivo de los peligros que enfrenta el
hombre en la sociedad moderna.
18
prevalecía. Ahora bien, se pregunta Rodríguez Grez si acaso ¿no hay en la
creación del riesgo un principio de culpa? Dicho de otra forma, si bien es
cierto que la creación del riesgo no es causalmente la razón del perjuicio,
está estrechamente encadenado a él y aparece en la cadena causal que
conduce a ese resultado. El problema consiste, entonces, en que debemos
retroceder en la cadena de causa-efecto, de suerte que el riesgo será, si no
la causa inmediata y directa, al menos una concausa más remota. La
sanción sobreviene, entonces, no por el hecho que causa el daño, sino por
la creación del escenario en que ello ocurre y que lo hace posible. Se
podría decir, entonces, que esta teoría importa la imposición de
responsabilidad por un daño indirecto. De ahí que Rodríguez Grez no vea
una diferencia conceptual absoluta entre la responsabilidad subjetiva
(fundada en el dolo o la culpa) y la responsabilidad objetiva (fundada en la
creación del riesgo). En un caso se sanciona al que causa el daño por un
hecho doloso o culposo; en el otro se sanciona al que causa el daño por la
creación de un escenario de peligro que lo hace posible y lo justifica.
19
• Reconociendo que no todos los riesgos creados son iguales, ellos
deben ser clasificados en riesgos normales y anormales. Los
normales, no inciden en la responsabilidad, pero tienen otras
consecuencias jurídicas (una actividad normalmente riesgosa, como
la de trabajadores en altura, policías, etc., es compensada por medio
de subsidios económicos y seguros destinados a garantizar el pago
de probables indemnizaciones). Los riesgos anormales sí que inciden
directamente en la responsabilidad. Estos últimos pueden
subclasificarse en tres categorías: 1° riesgo cosa y riesgo actividad;
2° riesgo útil y riesgo inútil; y 3° riesgo lucrativo y riesgo no
lucrativo. Someramente, destacaremos sus caracteres: 1° Riesgo
cosa: corresponde a peligro que representa la sola existencia de una
especie. Sobre la base de este riego, propio de la era industrial, se
fundó la responsabilidad objetiva. La máquina, sin duda, introdujo
un peligro para los trabajadores que debían manipularla. Riesgo
actividad: corresponde a los peligros que nacen de la empresa
moderna. Es indudable que en la era tecnológica los riesgos
ambientales, biotecnológicos, nucleares, etc., corresponden al
desarrollo de una actividad peligrosa de la cual debe responder
quien la genera. 2° Riesgo útil: es propio de actividades productivas
que redundan en beneficio de toda la comunidad; por lo mismo,
junto al peligro, determinan la existencia de beneficios colectivos.
Toda empresa productiva riesgosa introduce un peligro del cual
salen beneficiados todos los habitantes de la nación. El riesgo inútil
sólo representa un beneficio patrimonial para el que lo crea, como
sucede, por ejemplo, con el empresario de turismo aventura, que no
ofrece a la comunidad un producto que redunde en beneficio
colectivo. 3° Riesgo lucrativo: importa un provecho económico para
su autor, como ocurre con el empresario de actividades peligrosas.
El riesgo no lucrativo no representa un provecho económico para su
creador. Tal sucederá con aquél que organiza una actividad
deportiva peligrosa, pero sin otro estímulo que su afición por ella.
20
complementaria de la culpa, uniendo ambos conceptos. Ello, porque quien
crea un riesgo, si bien no causa directamente un daño, junto a la actividad
del otro, puede desencadenar una consecuencia nociva. Dicho de otra
forma: la conducta del primero, crea un riesgo, un escenario propicio, para
que la conducta del segundo, cause un daño, que no se habría ocasionado
en un escenario distinto. O sea, que no se habría producido, de no haber
actuado el primero. El daño, entonces, es el resultado combinado de dos
conductas: la de un primer sujeto, que crea un riesgo; y la de un segundo
sujeto, cuya acción es complementaria a la acción del primero, y que se
potencia en función del riesgo creado precisamente por el primero. Para
aclarar las cosas, plantea el siguiente ejemplo: si una persona, a sabiendas
de que un demente vive en un inmueble, deja sobre una mesa un arma
cargada, evidentemente crea un riesgo o situación de peligro, que
previsiblemente puede causar una tragedia. Si aplicáramos las normas del
Código Civil acerca de la responsabilidad extracontractual, el primer sujeto
no sería responsable, ya que no era la persona que tenía bajo su cuidado
al demente. Sin embargo, ¿es posible imputarle participación culposa en la
ejecución del acto dañoso? En principio, hay dos razones para responder
negativamente:
1° Porque el hecho culposo (dejar el arma cargada al alcance del demente)
no es la causa inmediata del daño, sino la causa remota del mismo; y
2° No es el arma cargada la que provoca el daño, sino su manipulación por
quien la dispara.
O sea, no hay una relación de causalidad directa e inmediata, ni el
hecho mismo es idóneo para producir el mal.
¿Cómo resolver entonces la situación? Entendiendo el riesgo como
una nueva categoría de culpa. Para ello, Rodríguez Grez señala que hay
que retroceder en la cadena causal, uniendo la acción que directamente
causa el daño con la acción complementaria que da a aquélla la idoneidad
suficiente para producirlo. En otras palabras, es necesario fusionar dos
actos, provenientes de personas diversas, que, en conjunto, son
presupuestos necesarios e ineludibles del daño. De esta manera, se
extiende la responsabilidad, comprometiendo a todos quienes hayan
contribuido al perjuicio con actos inexpertos, negligentes o imprudentes.
Así, se cumple la aspiración esencial del moderno derecho de daños, cual
es, ampliar la responsabilidad, envolviendo en ella a todos los que, de una
u otra manera, cooperan a la generación del daño.
Se pregunta después Rodríguez Grez si es posible, en el marco de
nuestra legislación, extender la responsabilidad al creador de un riesgo
cierto que se concreta en un daño efectivo. Estima que es posible,
atendiendo a las siguientes razones:
1° Quien actúa imprudente o negligentemente, sin causar daño de manera
directa, pero creando una situación de riesgo indisolublemente asociada al
daño, integra la trama constitutiva del cuasidelito. El hecho a que alude el
artículo 2284 del Código Civil, puede estar integrado por diversas
conductas, que sólo fundidas pueden ser la causa del daño constitutivo del
21
ilícito. Nada impide, entonces, que un cuasidelito civil pueda estar
constituido por una sucesión de conductas si todas y cada una de ellas
son el presupuesto necesario, racionalmente ineludible e inmediato, del
daño que genera la responsabilidad.
2° El artículo 2329 del Código Civil, dispone que todo daño que pueda
imputarse a malicia o negligencia de otra persona debe ser reparado por
ésta. Como puede advertirse, la ley no ha aludido a una relación causal
rígida que provenga de una sola conducta. El propósito de la norma parece
apuntar al hecho de que entre la conducta y el daño exista una relación de
causa a efecto razonablemente plausible. El juicio de reproche no tiene
por qué estar limitado a una persona cuando el daño habría sido imposible
sin la creación del riesgo que lo potencia, haciendo factible la consumación
del daño. Es incuestionable que el daño causado por un orate al disparar
un arma cargada, que se deja inadvertida o descuidadamente a su
disposición por otra persona, es fruto de una actividad complementaria,
ligada causalmente a aquella que desencadena el perjuicio.
3° Si entre la actividad de dos personas se observa una complementación
de tal naturaleza que el resultado no puede explicarse racionalmente sino
integrando ambas conductas, parece evidente que para los efectos de sus
consecuencias jurídicas deben ellas ser consideradas como un todo.
4° La divisibilidad o indivisibilidad de los actos que contribuyen a la
ocurrencia del daño dependerá de la posibilidad racional de prever el
resultado, conforme los estándares de cuidado y prudencia que conforman
la culpa. Nadie podría negar que dejar un arma cargada a disposición de
un demente es una clara manifestación de descuido y la creación de un
riesgo, que, en este caso, absorbe la conducta del autor inmediato del daño
(quien, incluso, está exento de responsabilidad).
5° Si la ley hace responsable de la caída de una cosa a todas las personas
que habitan la parte superior de un edificio, cuando no puede establecerse
con precisión quién es el responsable (artículo 2328 del Código Civil), con
mayor razón, ha de sostenerse la responsabilidad de quien dejó el arma al
alcance del demente y en condiciones de disparar. Nótese que en el caso
del artículo 2328, puede resultar responsable una persona que ni siquiera
ha creado un riesgo, a diferencia de aquél que efectivamente hace pender
de su piso macetas u objetos susceptibles de caer al vacío.
6° Si entendemos que el acto dañoso es uno, pero integrado por dos o más
conductas diversas, debemos entender, paralelamente, que aquello que
une dichas conductas es una relación causal fundada en la culpa, como
factor de atribución.
22
1° Concurrencia de dos o más conductas, no concertadas y sin atender a
la imputabilidad de quienes intervienen.
2° Dolo o culpa de parte de quienes concurren con su conducta a la
producción del daño.
3° Existencia de un daño que razonablemente no se habría producido sin
la intervención de las personas indicadas y de la manera que se señala
(dolosa o culpablemente).
4° Unidad subjetiva de la acción dañosa, en la cual se integra la creación
del riesgo y el hecho que desencadena el perjuicio reparable. Esta unidad
subjetiva se gesta como consecuencia de la naturaleza culposa de la
actividad de quien crea la situación de peligro, ligada a la utilización o
aprovechamiento de la misma por parte del autor del efecto nocivo.
23
que percibió la comisión puede ser perseguido por la perpetración de un
cuasidelito civil o por pago de lo no debido; y el que obtuvo provecho de él,
quedaría liberado de toda responsabilidad, si la cosa no es reivindicable
(artículo 2303 del Código Civil).
Concluye Rodríguez Grez que en el caso del artículo 2316, inciso 2°,
se consagra un caso de responsabilidad objetiva pero que no está
fundado en la teoría del riesgo, sino en la reparación del
enriquecimiento injusto.
2° El caso del artículo 2328 del Código Civil.
Se trata del daño causado por una cosa que cae o se arroja de la
parte superior de un edificio, recayendo la obligación de reparar sobre
todos los que habitan la misma parte del edificio, a menos que se pueda
establecer que el daño es imputable a culpa o dolo de alguna persona
exclusivamente, en cuyo caso sólo será responsable esta persona. Cuando
no es posible probarlo, se genera un caso de responsabilidad objetiva
subsidiaria: obligación de reparar un daño sin atender ni a la causa física
que lo provoca ni al elemento subjetivo (dolo o culpa) de la
responsabilidad.
En este caso, el legislador privilegia la situación de la víctima, que de
otra manera se habría visto privada de toda reparación posible.
Esta responsabilidad objetiva, muy excepcionalmente, no exige ni
siquiera una vinculación material con el daño. Basta que la cosa haya
caído o haya sido arrojada de una parte del edificio para que la
responsabilidad afecte a todos quienes moran o residen en él. Se podría
decir que el riesgo es inherente a los edificios en altura.
La responsabilidad no tiene otro fundamento que el interés social y
el amparo a quienes sufren el daño. Por lo mismo, no se aceptará probar
por alguno de los moradores que el adoptó medidas de seguridad de tal
naturaleza que excluían absolutamente la posibilidad de ser autor del
daño. Es este un caso típico de responsabilidad objetiva.
3° El caso del artículo 2327 del Código Civil: “El daño causado por un
animal fiero, de que no se reporta utilidad para la guarda o servicio de un
predio, será siempre imputable al que lo tenga, y si alegare que no le fue
posible evitar el daño, no será oído.”
En esta hipótesis, es la mantención de un animal fiero, creando una
situación de riesgo de la que no se obtiene beneficio alguno.
Pero si el animal fiero reporta beneficio, la responsabilidad se
transformará en subjetiva, y sólo se responderá si el daño causado por el
animal tiene como antecedente la culpa del tenedor.
De tal forma, dándose los supuestos del artículo 2327 (que se trate
de un animal fiero y que no esté destinado a la guarda o servicio de un
predio), la responsabilidad será objetiva.
Cabe advertir que esta clase excepcional de responsabilidad, sólo
pesa sobre quien tiene en su poder al animal fiero, y no necesariamente
sobre su dueño o poseedor.
24
9.- Leyes que consagran la responsabilidad objetiva en el derecho chileno.
25
1° La canalización de las responsabilidades: la responsabilidad objetiva
sólo puede perseguirse en los “explotadores” de una instalación, planta,
centro, laboratorio o establecimiento nuclear, incluso cuando el daño
nuclear sea causado por sustancias nucleares abandonadas, sustraídas,
robadas, hurtadas o perdidas. La responsabilidad civil de los terceros se
rige en este campo por las reglas del derecho común.
Explotador de una Instalación Nuclear, para los efectos de esta ley,
es la persona natural o jurídica a cuyo nombre se otorga por la Comisión
de Energía Nuclear la autorización para explotar una instalación nuclear.
La ley también considera que los transportistas de sustancias nucleares y
al que manipule desechos radioactivos como explotadores, respondiendo
en tal calidad.
Como se destaca en la doctrina, se trata de una responsabilidad
canalizada en el explotador, puesto que en un accidente nuclear, pueden
haber diversas personas responsables, tales como el diseñador de la
instalación, el constructor, los suministradores de materiales radioactivos,
etc.; por este principio de canalización, se atribuye la responsabilidad a
una persona determinada, en este caso, al explotador.
2° Una limitación de la responsabilidad: el límite máximo de la
responsabilidad por daños nucleares en que puede incurrir el explotador
por cada accidente, será el equivalente en moneda nacional de US$
75.000.000.-, el que se reajustará automáticamente por el porcentaje de
variación de los Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario
Internacional entre la fecha de la ley y la del accidente nuclear. El límite se
refiere, en todo caso, al capital, ya que la ley previene que se entiende sin
perjuicio del derecho a cobrar los intereses, costas y reajustes que
procedan.
El motivo por el cual el legislador ha puesto un límite máximo a la
responsabilidad del explotador, obedece a la inconveniencia de crear
responsabilidades excesivas o ilimitadas, que enervarían el desarrollo de
las actividades nucleares, y harían muy difícil, por no decir imposible,
obtener los seguros o garantías que exige la ley.
26
humanas, las lesiones nucleares, somáticas, genéticas y síquicas que
afecten a las personas, y los daños y perjuicios que se produzcan en los
bienes como resultado directo o indirecto de las propiedades radioactivas o
de la combinación de éstas con las propiedades tóxicas, explosivas u otras
propiedades peligrosas de los combustibles nucleares o de los productos o
desechos radioactivos que se encuentren en una instalación o de las
sustancias nucleares que procedan o se originen en ella o se envíen a ella. b)
La pérdida de vidas humanas, las lesiones corporales, somáticas, genéticas
y síquicas que afecten a las personas, y los daños y perjuicios que se
produzcan como resultado directo o indirecto de radiaciones ionizantes que
emanen de cualquier otra fuente de radiaciones que se encuentren dentro de
una instalación nuclear.”
Según Frangini, el daño nuclear presenta dos características:
- Es clandestino, esto es, es de difícil determinación; y
- Es un daño cuya manifestación puede no ser inmediata. Por ello, la
acción para reclamar tiene plazos de prescripción especiales: diez años,
contados desde la fecha en que incurrió o se denunció por un inspector el
accidente nuclear (artículo 66).
2° En cuanto a las personas lesionadas: el artículo 58 excluye a las
personas que trabajen profesionalmente en una instalación nuclear,
expuestas a esos riegos, en la medida que los daños nucleares estén
cubiertos por algún régimen de seguridad social o de accidentes del
trabajo o enfermedades profesionales. A contrario sensu, todas las demás
personas que resulten víctimas de daños nucleares, deben ser
indemnizadas.
27
provecho, ya que el transportista justamente obtiene un beneficio
económico al llevar los materiales referidos; incluso más, respecto de
terceros, el legislador lo considera “explotador”.
3° Daños nucleares que sufren las personas que trabajan en una
instalación nuclear profesionalmente, cumpliéndose lo exigido en el
artículo 58.
28
siniestro consistiera en una serie de acontecimientos, será responsable de
todos los daños por contaminación causados por los hidrocarburos
descargados o derramados desde el barco a resultas del siniestro.
Con todo, la ley previene que no podrá imputarse responsabilidad
alguna al propietario del barco si prueba que los daños por contaminación:
1° Resultaron de un acto de guerra, hostilidades, guerra civil o
insurrección o de un fenómeno natural de carácter excepcional, inevitable
o irresistible;
2° Fue totalmente causado por una acción u omisión intencionada de un
tercero para causar daños; o
3° Fue totalmente causado por la negligencia u otro acto lesivo de
cualquier gobierno u otra autoridad responsable del mantenimiento de
luces y otras ayudas a la navegación en el ejercicio de esa función.
Si el propietario de la nave prueba que los daños por contaminación
resultaron total o parcialmente de una acción u omisión intencionada para
causar daño por parte de la persona que sufrió los daños, o de la
negligencia de esa persona, el propietario podrá ser exonerado total o
parcialmente de sus responsabilidades frente a esa persona.
Por su parte, el artículo 144 de la Ley de Navegación dispone que el
mismo régimen de responsabilidad civil establecido en el citado convenio
internacional, regirá para la indemnización de los perjuicios que ocasione
el derrame de cualquier clase de materias o desechos, que ocurra dentro
de las aguas sometidas a la jurisdiccional nacional, sea cual fuere la
actividad que estuviere realizando la nave o artefacto naval que lo produjo,
con las siguientes normas complementarias:
1° La responsabilidad por los daños que se causen afectará solidariamente
al dueño, armador u operador a cualquier título de la nave, naves o
artefacto naval que produzcan el derrame o descarga. Cuando se
produzcan derrames o descargas provenientes de dos o más naves, que
causen daño a raíz de los mismos hechos y fuere procedente la
responsabilidad, esta será solidaria entre todos los dueños, armadores u
operadores a cualquier título de todas las naves de donde provengan
aquellos, salvo en los casos de colisión en que sea razonablemente posible
prorratear la responsabilidad.
2° El propietario, armador u operador de la nave o artefacto naval será
responsable de los daños que se produzcan, a menos que pruebe que ellos
fueron causados exclusivamente por:
• Acto de guerra, hostilidades, guerra civil o insurrección; o un
fenómeno natural de carácter excepcional, inevitable o irresistible;
• Acción u omisión dolosa o culpable de un tercero extraño al dueño,
armador u operador a cualquier título del barco o artefacto naval.
Las faltas, imprudencias o negligencia de los dependientes del
dueño, armador u operador o las de la dotación, no podrán ser
alegadas como causal de exención de responsabilidad;
• Por “siniestro”, para estos efectos, se entiende todo acontecimiento o
serie de acontecimientos que tengan el mismo origen y que
29
produzcan o puedan producir daños por derrames o contaminación
en aguas sometidas a la jurisdiccional nacional o en sus costas
adyacentes;
• Por “sustancia contaminante” se entiende toda materia cuyo
vertimiento o derrame esté específicamente prohibido, en
conformidad al reglamento de la ley;
• Se presume que el derrame o vertimiento de sustancias
contaminantes del medio ambiente marino produce daño ecológico.
La doctrina ha destacado que se fundamenta la responsabilidad en la
teoría del riesgo provecho, ya que la persona responsable es el propietario
de un barco (artículo 3 del Convenio) y el dueño, armador u operador de la
nave, naves o artefacto naval (artículo 144 número 1 del Decreto Ley
2.222), argumento que es avalado por el artículo 148 del mismo cuerpo
legal que no hace aplicable esta reglamentación “a los buques de guerra
nacionales u otros operados directamente por el Estado en actividades no
comerciales”. Aparece entonces claramente que es el provecho o beneficio
económico que obtienen los sujetos anteriormente señalados, el que llevó a
establecer al legislador la responsabilidad objetiva.
2° Segunda característica: responsabilidad limitada.
El sujeto responsable tiene derecho a limitar su responsabilidad por
los perjuicios derivados de cada accidente hasta un máximo de 2.000
francos de tonelada de registro de la nave o artefacto naval causante de los
perjuicios con tope máximo de 210 millones de francos, siempre que el
siniestro no haya sido causado por falta o culpa del dueño, naviero u
operador (artículo 5 del Convenio y artículo 145 del Decreto Ley 2.222).
vale decir, si el hecho se debe a falta o culpa del sujeto, no rige la
limitación.
30
será siempre civilmente responsable y deberá indemnizar todo perjuicio
que se haya causado.
2° En cuanto al instrumento causante del daño: para el Convenio, el
instrumento es el barco, definido como “toda nave apta para la navegación
marítima y todo artefacto flotante en el mar que esté transportando
hidrocarburos a granel”.
De acuerdo al artículo ______ de la Ley de Navegación, se indemnizan
los daños que ocasione el derrame o descarga de sustancias o materiales
nocivos desde la nave, naves o artefacto naval.
Según el artículo 826 del Código de Comercio, “nave es toda
construcción principal, destinada a navegar, cualquiera que sea su clase y
dimensión”; y agrega que “artefacto naval es todo aquel que, no estando
construido para navegar, cumple en el agua funciones de complemento o de
apoyo a las actividades marítimas, fluviales o lacustres o de extracción de
recursos, tales como diques, grúas, plataformas fijas o flotantes, balsas u
otras similares”. No se incluyen en este concepto las obras portuarias
aunque se internen en el agua.
A los instrumentos anteriores, debemos agregar las instalaciones
terrestres, en los términos señalados.
3° En cuanto al lugar en que se causan los daños: conforme al artículo 2
del Convenio, éste se aplica exclusivamente a los daños por contaminación
causados en el territorio, inclusive el mar territorial, de un Estado
contratante. Por su parte, el artículo 144 de la Ley de Navegación dispone
que se trata de daños causados dentro de las aguas sometidas a la
jurisdicción nacional, que se extienden también a las costas adyacentes.
31
inevitable o irresistible (artículo 144 de la Ley de Navegación y artículo 3
del Convenio).
2° Daños causados exclusivamente por acción u omisión dolosa o culpable
de un tercero extraño al dueño, armador u operador a cualquier título del
barco o artefacto naval. Las faltas, imprudencias o negligencias de los
dependientes del dueño, armador u operador o de la dotación, no podrán
ser alegadas como causal de exención de responsabilidad (artículo 144 de
la Ley de Navegación y el artículo 3 del Convenio).
3° Daño totalmente causado por la negligencia u otro acto lesivo de
cualquier gobierno u otra autoridad responsable del mantenimiento de
luces y otras ayudas a la navegación en el ejercicio de esa función (artículo
3 del Convenio).
4° Daño causado por buques de guerra nacionales u otros operados
directamente por el Estado en actividades no comerciales (artículo 148 de
la Ley de Navegación).
32
Cabe distinguir como cuestión previa, entre “propietario”,
“explotador” y “Transportador”.
Se entiende por “propietario” aquél que figure como tal en el Registro
Nacional de Aeronaves, que se lleva en la capital de la República, es
público y se encuentra a cargo de un Conservador designado por la
autoridad aeronáutica (artículo 44). Dicho Conservador llevará dos
registros, el de Matrícula y Propiedad de las Aeronaves y el de Gravámenes
y Prohibiciones de Aeronaves.
“Explotador” es la persona que utiliza la aeronave por cuenta propia,
con o sin fines de lucro, conservando su dirección técnica. Se presume
explotador al propietario de la aeronave (art. 99). Entre otras funciones,
corresponde al explotador designar, para cada operación aérea, al
comandante de la aeronave (art. 64).
Conforme al art. 100, el propietario de una aeronave es
responsable, solidariamente con el explotador, de cualquier daño que ella
produzca, a menos que el acto ó contrato mediante el cual se transfiere la
calidad de explotador, se inscriba en el Registro Nacional de aeronaves,
caso en el cual el propietario queda liberado de responsabilidad civil.
Dicha inscripción deberá efectuarse en el Registro de Gravámenes y
Prohibiciones (art. 48).
Se transferirá la calidad de explotador por el contrato de
arrendamiento de aeronave. Se entiende por tal el contrato en el que una
de las partes concede a la otra, por un precio determinado, el goce de una
aeronave, para que sea utilizada en uno o más viajes, por cierto tiempo o
por determinada distancia. El contrato deberá otorgarse por escritura
pública o instrumento privado autorizado y protocolizado ante un notario
(art. 101).
El arrendatario no tiene la facultad de ceder el arrendamiento o de
subarrendar, a menos que se le haya expresamente concedido. En este
caso, el cedente o subarrendador quedará libre de responsabilidad si se
inscribe el contrato en el Registro Nacional de Aeronaves.
Por el contrario, no transfiere la calidad de explotador el contrato
de fletamento de aeronaves. Se entiende por tal el contrato por el cual una
parte, llamada fletante, se obliga a poner a disposición de la otra, llamada
fletador, por un precio determinado, la capacidad total o parcial de una
aeronave, para una o varias operaciones aéreas, o durante un tiempo
determinado, conservando la dirección de la tripulación.
Un tercer contrato aeronáutico que incide en la responsabilidad, es
el de “intercambio de aeronaves”. Se entiende por tal el contrato en virtud
del cual dos o más explotadores se ceden recíprocamente el derecho de
utilizar sus respectivas aeronaves, con o sin tripulación (art. 112). Los
contratos de intercambio de aeronaves podrán celebrarse en forma de
arrendamiento o fletamento recíprocos, y deberán constar por escrito. Si el
intercambio de aeronaves, celebrado bajo la forma de arrendamiento, se
33
inscribiere en el Registro Nacional de aeronaves, se producirán los efectos
del art. 100 (art. 113).
Finalmente, “transportador” es aquél que se obliga, por cierto
precio, a conducir de un lugar a otro, por vía aérea, pasajeros o cosas
ajenas y a entregar éstas a quienes vayan consignadas (art. 126).
34
- Si el daño es consecuencia de un delito del que no sea autor un
tripulante o dependiente del transportador o explotador.
+ Limitaciones de responsabilidad:
- La destrucción, pérdida o avería del equipaje que se produjere durante el
transporte aéreo de éste, o el retardo en su transporte, serán
indemnizados con una cantidad equivalente a 40 Unidades de Fomento
por cada pasajero (art. 148).
- La destrucción, pérdida o avería de la mercadería que se produjere
durante el transporte aéreo de ésta, o el retardo en su transporte, serán
indemnizados con una cantidad que no exceda de una Unidad de Fomento
por kilogramo de peso bruto de la carga (art. 149).
35
todos los transportadores en proporción al trayecto ejecutado por cada
uno, y acrecerá, en su caso, la cuota del insolvente a la de los demás, en la
misma proporción.
36
Para estos efectos el peso de la aeronave significa el peso máximo
autorizado para su despegue, certificado por la autoridad aeronáutica (art.
158).
Si en un mismo accidente hubiere varios damnificados y la suma
total que debiera pagares excediere los límites señalados, se reducirá
proporcionalmente el monto de la indemnización de cada uno de ellos (art.
160).
37
4° De la responsabilidad por los daños causados a terceros en la superficie
en caso de abordaje aéreo.
38
los límites señalados en el Código Aeronáutico, si probare dolo o culpa del
transportador, del explotador o de sus dependientes, cuando éstos
actuaren durante el ejercicio de sus funciones (art. 172, inciso 1).
+ La responsabilidad establecida en la ley, es la mínima de la que se
responde: cualquier estipulación en contrario para fijar límites de
indemnización inferiores a los establecidos en el Código Aeronáutico, se
tendrá por no escrita (art. 172, inciso 2).
+ Las limitaciones de responsabilidad favorecen, por regla general, a
los dependientes: si se interpusiere acción directa en contra de un
dependiente, el transportador o del explotador, dicho dependiente podrá
ampararse en los límites de responsabilidad establecidos en favor del
transportador o del explotador, probando que actuaba en el ejercicio de
sus funciones, salvo que haya mediado dolo o culpa de su parte (art. 173).
+ Responsabilidad solidaria, como regla general: si dos o más personas
fueren responsables de las obligaciones que impone el título IX del Código
Aeronáutico, cada una de ellas estará solidariamente obligada al pago total
de la indemnización. Si el explotador fuere persona distinta del
transportador, ambos responderán solidariamente de las obligaciones que
impone el citado título (art. 174).
+ Prescripción de las acciones: las acciones establecidas en el título IX
prescribirán en el plazo de un año contado desde el día de los hechos,
desde el día en que la aeronave llegó a su destino o desde que el transporte
fue interrumpido, según el caso (art. 175).
39
El art. 2 de la Ley del Tránsito define el VEHICULO como “medio con
el cual, sobre el cual, o por el cual toda persona u objeto puede ser
transportado por una vía”.
La misma norma se encarga de definir al CONDUCTOR, como “toda
persona que conduce, maneja o tiene el control físico de un vehículo
motorizado en la vía pública; que controla o maneja un vehículo remolcado
por otro; o que dirige, maniobra o está a cargo del manejo directo de
cualquier otro vehículo, de un animal de silla, de tiro o de arreo de
animales”.
Se ha sostenido por nuestros tribunales que la situación descrita
configura una responsabilidad híbrida, objetiva y subjetiva, ya que para
que opere la responsabilidad del propietario, es incuestionable que el
conductor del vehículo debe ser culpable del hecho que produjo el daño, ya
que si no lo es, desaparece la solidaridad aludida.
La jurisprudencia también ha señalado que estamos ante una
responsabilidad legal y objetiva, que se aparta de los fundamentos de la
teoría de la responsabilidad civil contenida en los arts. 2314 y siguientes
del CC, que exigen concurrencia de dolo o culpa. Se ha dicho en un fallo
que el “fundamento de esta responsabilidad es el mero hecho de ser
propietario del vehículo y de existir responsabilidad contravencional de
parte del conductor, cualquiera sea la relación en que se encuentre con el
propietario”.
El sistema híbrido de responsabilidad puede sintetizarse de la
siguiente forma: por un lado, respecto del conductor del vehículo se
recurre al sistema clásico de responsabilidad subjetiva; y por el otro,
respecto del propietario, se recurre al sistema de responsabilidad objetiva,
la que se fundaría en la teoría del riesgo creado, ya que al adquirir el
vehículo y circular éste por la vía pública está creando un riesgo para los
peatones, vehículos y demás bienes que pueda afectar. Otro argumento
para sostener que se sigue en esta materia la teoría del riesgo creado, sería
la circunstancia de exigir al propietario del vehículo la contratación de un
seguro, dado que es tal dueño el que crea el riesgo.
La responsabilidad solidaria del propietario del vehículo y la de su
conductor, se funda en la autorización expresa o tácita de uso, que el
primero le da al segundo; es decir, en un consentimiento originado en la
mera liberalidad del dueño.
40
en la ley francesa de 1985. Lo mismo ocurre en España. Se trata de una
noción más amplia que la del mero nexo causal material.
Respecto de las condiciones para el pago de indemnizaciones,
debemos distinguir entre daños personales y los causados a vehículos con
ocasión de accidentes de tránsito:
+ Daños personales: los paga la compañía aseguradora (con acción
directa de la víctima o de sus beneficiarios contra ésta), sin investigación
previa de culpabilidad, bastando la sola demostración del accidente y de la
muerte o lesiones que éste originó a la víctima (art. 6).
+ Daños causados a vehículos de terceros: sólo los paga el seguro
cuando lo haya aceptado en un convenio celebrado con el propietario y
conductor del vehículo asegurado y los terceros perjudicados; o bien
cuando se declare por sentencia ejecutoriada tanto la responsabilidad del
propietario y/o conductor y el monto de los perjuicios (art. 7).
El art. 13 contempla una prescripción especial de corto tiempo para
perseguir el pago de las indemnizaciones por accidentes personales, de un
año contado desde la fecha en que ocurrió el accidente o a partir de la
muerte, siempre que aquella haya sucedido dentro del año siguiente al
mismo accidente.
Llama la atención la circunstancia de que el legislador da un
tratamiento a los daños, distinguiendo si son personales o materiales. Al
tratarse de los daños personales, queda manifiesto el avance de nuestra
legislación, que en esta materia se ubica en la etapa de mayor evolución en
al ámbito de la responsabilidad civil. En cuanto a los daños materiales, no
hace sino reafirmar la idea que estamos ante una responsabilidad objetiva
con carácter híbrido, ya que siempre se requiere la culpa del conductor.
l° El perjuicio
2° Relación de causalidad.
41
que no ha sido individualizado; y la responsabilidad en el caso de mal
estado del vehículo.
Analizaremos a continuación las tres hipótesis:
1° Responsabilidad del propietario por el hecho del conductor a quien ha
entregado el vehículo.
Se refiere a esta situación el art. 174, inciso 2, al que ya hicimos
referencia.
Además de su carácter objetivo, esta responsabilidad presenta dos
particularidades:
+ La responsabilidad del dueño del vehículo es sin perjuicio de la
quepa a otras personas en conformidad al derecho común. Vale decir, es
una responsabilidad que puede coexistir o concurrir conjuntamente con la
que establece el art. 2320, derivada del hecho de las personas cuyo
cuidado se tiene (por ejemplo, responsabilidad del padre del conductor, si
éste es menor de edad; responsabilidad del guardador o empleador del
conductor). En consecuencia, la víctima del daño, a fin de obtener el
resarcimiento a que tiene derecho, puede accionar según lo estime, ya
contra la persona que tenga al conductor a su cuidado, ya contra el dueño
del vehículo.
+ La responsabilidad del propietario y del conductor es solidaria. La
solidaridad pasiva legal siempre tiene un carácter excepcional. Sobre el
particular, se ha planteado si puede el propietario que paga los perjuicios,
repetir contra el conductor. Si nos atenemos al art. 2325 del CC., que
regula la acción del civilmente responsable Contra el autor del daño en los
casos de responsabilidad indirecta, la respuesta sería negativa, por cuanto
el derecho de repetición que la disposición consagra, está dado para
aquellos casos en que el principal ha debido afrontar la totalidad del
resarcimiento de los daños. Por lo demás, la disposición no alude para
nada a los casos de responsabilidad solidaria. Con todo, se afirma que sí
podría existir derecho a repetir contra el conductor, considerando dos
normas del CC: el art. 1522, inciso 2 (habría que considerar que la deuda
es sólo del conductor y que si bien el propietario del vehículo está obligado
al pago, está exonerado de la contribución a la deuda, porque el hecho
ilícito que la generó no es suyo, sino ajeno); y el art. 1610 número 3 (vale
decir, podría invocarse que operó una hipótesis de pago con subrogación,
pues el propietario, al pagar una indemnización que no le concernía, se
transformaría de codeudor en fiador.
De acuerdo a este planteamiento, si es el conductor quien resarce
los daños en su totalidad, nada podría cobrarle al propietario, porque éste
no tiene “interés” en la obligación).
2° Responsabilidad del propietario por el hecho de un conductor que no ha
sido individualizado.
Conforme al art. 175, inciso 2, se hace responsable al propietario del
vehículo por las contravenciones cometidas por un conductor que no haya
sido individualizado, salvo que aquél acredite que el vehículo le fue tomado
sin su conocimiento o sin su autorización expresa o tácita. Dicho de Otra
42
forma, la responsabilidad del propietario subsiste aunque no pueda
individualizarse al conductor.
Tal como en el caso anterior, estamos ante una situación de
responsabilidad por el hecho ajeno.
3° Responsabilidad del propietario por el hecho dañoso del conductor,
cuando se debe al mal estado y condiciones del vehículo.
Según se desprende del art. 175, inciso 1, esta responsabilidad se
funda en la negligencia del propietario del vehículo, el cual lo mantiene en
condiciones mecánicas tales, que éste, más que prestar una utilidad, se
convierte en un peligro público. En este caso, no hay en realidad
responsabilidad objetiva ni por hecho ajeno. Existe una responsabilidad
personal y directa del propietario del vehículo. La ley le hace responsable a
él, en primer lugar, sin perjuicio de la responsabilidad eventual que
pudiere corresponderle al Conductor. El último quedará exonerado dé
responsabilidad, si el accidente se produce por el mal estado del vehículo,
y tal circunstancia era desconocida para el conductor.
No obstante lo anterior, la ley permite al propietario exonerarse de
responsabilidad, si prueba que el mal estado del vehículo no le era
imputable, por corresponder a una negligencia del conductor que tenía
obligación de revisarlo antes de emprender cada viaje o que el hecho es
culpa del mecánico encargado de las revisiones periódicas, quien no
obstante poseer los conocimientos técnicos, no advirtió el problema. La
jurisprudencia, sin embargo, ha sido poco receptiva en la admisión de esta
exoneración de responsabilidad. En una fallo, se afirma: “en la especie, el
empresario del camión, a cuyo servicio estaba el chofer el día del accidente,
es responsable civilmente ante el querellante, sin que sea admisible
excusarle por el hecho de haber acreditado, que da en persona, a sus
choferes, instrucciones de carácter general sobre el estado de los camiones y
revisión de los frenos y que el reo es de buena conducta y tiene bastante
pericia conduciendo vehículos motorizados en forma cuidadosa y
moderada”.
El CC. italiano es aún más drástico en esta materia, pues también
hace responsable al propietario de los daños derivados de vicios de
construcción del vehículo. En este caso, la responsabilidad sí sería
objetiva.
43
derivada de la inscripción, es por ende simplemente legal. Recordemos que
la transferencia del dominio del vehículo operará a través de los modos
establecidos en el art. 684 del CC.
Podrá exonerarse de responsabilidad, si prueba que el vehículo le ha
sido tornado sin su conocimiento o autorización expresa o tácita.
La jurisprudencia también ha sido estricta en este caso para admitir
la exoneración de responsabilidad. En un fallo del 4° Juzgado de Policía
Local de Santiago, de febrero de 1973, se concluye que no es suficiente
para que se exonere de responsabilidad al dueño, el hecho de que se
alegue que el mecánico que iba a reparar el vehículo, lo usara sin su
consentimiento expreso o tácito, y ello, porque lo entregó voluntariamente,
aunque sólo fuera con un propósito de reparación. Por lo demás, ni aún en
el supuesto de que el civilmente responsable hubiese entregado su
vehículo con expresa prohibición de uso, podría acogerse a la excepción de
que el vehículo fue sacado de su esfera de poder sin mediar relación de
causalidad, por cuanto la referida prohibición, por estar contenida en un
contrato, producirá sus efectos entre las partes, sin que pueda afectar a
terceros o limitar la responsabilidad objetiva establecida en la ley. En otra
sentencia, de la Corte Suprema, de mayo de 1977, se ratifica que el
propietario es responsable, no obstante el conductor haber usado el
vehículo para un fin personal suyo. No es suficiente para que el propietario
se libere de responsabilidad, el hecho de que haya tenido entregado el
vehículo a su chofer, quien debía guardarlo en su propia casa. En este
caso, el vehículo no fue “tomado” por el chofer, sino que el dueño se lo
entregó y dejó a su cargo y cuidado.
En síntesis, el dueño sólo estará exento de responsabilidad civil, si
prueba la inexistencia de todo vínculo con el conductor. Por ejemplo, si el
vehículo le fue robado.
2° El conductor: salvo que pruebe que el daño se debe al mal estado y
condiciones del vehículo, y que desconocía tal circunstancia.
3° Otros terceros: en conformidad a las normas del derecho común
(artículos 2320, 2321 y 2322 del Código Civil).-
________________****_________________
44
DEL ABUSO DE LOS DERECHOS1__________
1
Fecha de la última modificación: 12 de octubre de 2009.
2
Valetta, María Laura, “Diccionario Jurídico”, Buenos Aires, Valetta Ediciones, quinta edición, año 2007, p.
16.
Este absolutismo jurídico del Siglo XIX, que sacrifica el interés social
al individual en nombre de una libertad mal entendida, resulta hoy en día
jurídicamente inaceptable.
Todos los anteriores, son casos en los cuales los titulares abusan de su
derecho de propiedad. Este no se ejercita de acuerdo a su finalidad, cual
es proporcionar a su titular el uso, goce y disposición de la cosa como un
medio de satisfacer sus necesidades y desarrollar sus actividades, sino con
el objeto de perjudicar a otro.
6
Martín Bernal, José Manuel, El Abuso del derecho, Madrid, Editorial Montecorvo S.A., año 1982, p. 29,
citado por Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 124.
7
Romero Jauvín, Emilio, El abuso del derecho, Guayaquil, Ediciones Edino, año 1993, pp. 11 y 12, citado
por Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 125.
8
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p.p. 126 y 127.
9
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 127.
10
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 128.
11
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 129.
12
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 85.
13
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 138.
15
PICASSO Sebastián, ob. cit.
16
PICASSO Sebastián, ídem.
17
BREBBIA, Roberto, “Culpa precontractual”, artículo publicado en la Enciclopedia Jurídica Ameba,
Buenos Aires, Driskill, año 1979, Tomo V, pág. 284.
18
Josserand, citado por Barros Bourie, Enrique, Tratado de Responsabilidad extracontractual, Santiago de
Chile, Editorial Jurídica de Chile, año 2006, p. 623.
19
Somarriva Undurrga, Manuel, Derecho Sucesorio, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile.
1
Profesor de Derecho Civil de la Universidad de Las Américas.
2
ROSENDE Alvarez, Hugo, “Algunas consideraciones sobre la responsabilidad precontractual” (Santiago,
Ediciones Universitarias de Valparaíso, año 1979), pág. 29.
3
Llamadas también tratativas preliminares o pourparlers.
4
SAAVEDRA Galleguillos, Francisco, artículo “La responsabilidad durante los tratos negociales previos”,
en Revista “LEX ET VERITAS”, de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Internacional Sek
(Santiago, Editora Metropolitana, año 2004), Vol. 2, pág. 91.
5
SAAVEDRA Galleguillos, Francisco, ob. cit., pág. 91.
6
PICASSO Sebastián, artículo “La responsabilidad pre y post contractual en el Proyecto de Código Civil de
1998”, publicado en http://www.alterini.org/tonline/to_ps1.htm (citado el 28 de febrero de 2006). El trabajo
está referido al Proyecto de Código Civil argentino, que unifica en el mismo tanto las materias civiles como
mercantiles.
7
DE LOS MOZOS, José Luis, artículo “Responsabilidad en los ‘tratos preparatorios’ del contrato” (Madrid,
Editoriales Dykinson, S.L. y Ciudad Argentina, año 2001), págs. 165-186.
8
BOFFI Boggero, Luis María, “Responsabilidad (conceptos generales, con especial referencia al Derecho
Civil)”, artículo en Enciclopedia Jurídica Omeba (Buenos Aires, Driskill, año 1979), Tomo XXIV,
“Responsabilidad ‘precontractual’’, págs. 835 a 838.
9
PICASSO Sebastián, ob. cit.
10
ROSENDE Alvarez, Hugo, ob. cit., pág. 30.
11
CELIS Rodríguez, Rubén, “Responsabilidad Extracontractual” (Santiago, Editorial Librotecnia, año
2004), pág. 14.
14
BOFFI Boggero, Luis María, ob. cit., pág. 836.
15
“Si se dijere que un lugar religioso fue vendido como puro, el Pretor da contra el vendedor la acción por
el hecho a aquel a quien pertenece aquella cosa”.
16
“El que con ignorancia compró como privados lugares sagrados, o religiosos, o públicos, aunque no sea
válida la compra, ejercitará sin embargo contra el vendedor la acción de compra, para que consiga lo que
importó que no fuese engañado.”
17
“Quien compra a sabiendas lugares sagrados, o religiosos, o públicos, por ejemplo, una plaza, una
basílica, lo hace inútilmente, a no ser que, engañado por el vendedor, los hubiese comprado creyendo que
eran privados o profanos, en cuyo caso tendrá la acción ex empto para conseguir siquiera indemnización de
los perjuicios que le resulten de haber sido engañado, ya que no le sea permitido tener lo que compró.”
18
DE LOS MOZOS, José Luis, ob. cit., pág. 171.
19
Referido por BREBBIA, Roberto, “Culpa in contrahendo”, artículo publicado en la Enciclopedia Jurídica
Omeba (Buenos Aires, Driskill, año 1979, Tomo V), pág. 279. El resumen de los postulados de Ihering, lo
hacemos siguiendo a BREBBIA.
20
BOFFI Boggero, Luis María, ob. cit., pág. 836.
21
BREBBIA, Roberto, ob. cit., pág. 280.
22
DE LOS MOZOS, José Luis, ob. cit., pág. 171.
23
BREBBIA, Roberto, “Culpa precontractual”, artículo publicado en la Enciclopedia Jurídica Omeba
(Buenos Aires, Driskill, año 1979, Tomo V), pág. 282.
24
Citado por SAAVEDRA Galleguillos, Francisco, artículo, ob. cit., pág. 85.
25
BREBBIA, Roberto, ob. cit., pág. 282.
26
BREBBIA, Roberto, “Culpa precontractual”, artículo publicado en la Enciclopedia Jurídica Omeba
(Buenos Aires, Driskill, año 1979, Tomo V), págs. 282 y 283.
27
BOFFI Boggero, Luis María, ob. cit, pág. 836.
28
Saleilles, en otra materia, será también el primero en hablar de “contratos de adhesión”. Véase nuestro
artículo “El contrato de adhesión ante la doctrina y el derecho nacional y comparado”, publicado en la
Revista de Derecho, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Central de Chile, año IX,
número 4, enero-junio 2003, Santiago, págs. 347 a 368.
29
CORRAL Talciani, Hernán, ob. cit., pág. 42.
30
BREBBIA, Roberto, “Culpa precontractual”, artículo publicado en la Enciclopedia Jurídica Omeba
(Buenos Aires, Driskill, año 1979, Tomo V), pág. 283.
31
SAAVEDRA Galleguillos, Francisco, artículo, ob. cit., pág. 93.
32
Que no debemos confundir con los contratos de ejecución progresiva, pues en éstos, no se atiende al tiempo
requerido para que el contrato nazca, sino al tiempo estipulado para que el contrato se cumpla.
33
Como destaca Corral, la fundamentación contractualista de la responsabilidad precontractual se basa en
afirmar que el derecho común está conformado por las reglas de la responsabilidad contractual, estimándose
por ende que ellas (a falta de norma expresa) deben también aplicarse a los supuestos de responsabilidad en la
formación de los contratos (como los establecidos en los artículos 98 y 100 del Código de Comercio). Tal era
la opinión de Alessandri, pero con un matiz: si se trataba de la ruptura dolosa o culposa de las tratativas
preliminares, entonces habría responsabilidad extracontractual, toda vez que estas negociaciones no crean
entre las partes ningún vínculo jurídico: CORRAL Talciani, Hernán, ob. cit., pág. 42.
34
ROSENDE Alvarez, Hugo, ob. cit., pág. 33.
35
SAAVEDRA Galleguillos, Francisco, ob. cit., pág. 84.
36
ROSENDE Alvarez, Hugo, ob. cit., págs. 33 y 34.
37
ROSENDE Alvarez, Hugo, ob. cit., pág. 34.
38
ROSENDE Alvarez, Hugo, ob. cit., págs. 35 y 36.
39
SAAVEDRA Galleguillos, Francisco, ob. cit., pág. 86.
40
ROSENDE Alvarez, Hugo, ob. cit., págs. 36 y 55.
41
SAAVEDRA Galleguillos, Francisco, ob. cit., pág. 89.
42
ROSENDE Alvarez, Hugo, ob. cit., pág. 37.
43
SAAVEDRA Galleguillos, Francisco, ob. cit., pág. 88.
44
ROSENDE Alvarez, Hugo, ob. cit., págs. 38 y 39.
45
ROSENDE Alvarez, Hugo, idem, pág. 39.
46
ROSENDE Alvarez, Hugo, ibídem, pág. 39.
47
SAAVEDRA Galleguillos, Francisco, ob. cit., págs. 86 y 87.
48
ROSENDE Alvarez, Hugo, ob. Cit., pág. 40.
49
ROSENDE Alvarez, Hugo, ídem, págs. 46 y 47.
50
CORRAL Talciani, Hernán, ob. cit., pág. 43.
51
LOPEZ Santa María, Jorge, “Los Contratos. Parte General” (Santiago, Editorial Jurídica de Chile, año
1998, segunda edición, Tomo I), pág. 160.
52
SAAVEDRA Galleguillos, Francisco, artículo, ob. cit., pág. 93.
53
DE LOS MOZOS, José Luis, ob. cit., pág. 169, que a su vez cita a CASTÁN TOBEÑAS J.M.-GARCIA
CANTERO G., “Derecho Civil español, común y foral” (Madrid, 16ª. Edición, año 1992).
54
SAAVEDRA Galleguillos, Francisco, ob. cit., pág. 94.
55
SAAVEDRA Galleguillos, Francisco, ídem, págs. 95 y 96.
60
BREBBIA, Roberto, “Culpa precontractual”, artículo publicado en la Enciclopedia Jurídica Omeba
(Buenos Aires, Driskill, año 1979, Tomo V), pág. 284.
61
“Artículo 1150: “Las ofertas pueden ser retractadas mientras no hayan sido aceptadas, a no ser que el que
las hubiere hecho, hubiese renunciado a la facultad de retirarlas, o se hubiese obligado al hacerlas, a
permanecer en ellas hasta una época determinada.”
62
Que el Código Civil chileno consagra, como es sabido, en el artículo 2314.
63
BOFFI Boggero, Luis María, ob. cit, pág. 837.
64
BOFFI Boggero, Luis María, ob. cit, págs. 837 y 838.
65
RODRÍGUEZ Grez, Pablo, artículo titulado “Ley de Matrimonio Civil”, en publicación de la Facultad de
Derecho de la Universidad del Desarrollo “Curso de Actualización Jurídica. ‘Nuevas Tendencias en el
Derecho Civil’”, Santiago, año 2004, págs. 48 y 49.
66
BREBBIA, Roberto, “Culpa precontractual”, op. cit., págs. 285 a 287.
67
BREBBIA, Roberto, “Culpa precontractual”, op. cit., págs. 287 y 288.
68
DE LOS MOZOS, José Luis, ob. cit., págs. 182 y 183.
69
DE LOS MOZOS, José Luis, ob. cit., pág. 185.
70
ALESSANDRI Rodríguez, Arturo, “De la Responsabilidad Extracontractual en el Derecho Civil Chileno”
(Santiago, Ediar-Conosur Ltda., año 1983), pág. 57.
71
SAAVEDRA Galleguillos, Francisco, artículo, ob. cit., págs. 96 y 97.
72
SAAVEDRA Galleguillos, Francisco, artículo, ob. cit., págs. 98 y 99.
73
Artículo 903 del Código Civil argentino: “Las consecuencias inmediatas de los hechos libres, son
imputables al autor de ellos.”
74
Artículo 904 del Código Civil argentino: “Las consecuencias mediatas son también imputables al autor del
hecho, cuando las hubiere previsto, y cuando empleando la debida atención y conocimiento de la cosa, haya
podido preverlas.”
75
Artículo 905 del Código Civil argentino: “Las consecuencias puramente casuales no son imputables al
autor del hecho, sino cuando debieron resultar, según las miras que tuvo al ejecutar el hecho.”
76
BREBBIA, Roberto, “Culpa precontractual”, op. cit., págs. 289 y 290.
77
SAAVEDRA Galleguillos, Francisco, artículo, ob. cit., págs. 100 y 101.
En general, y tal como ocurre con el Código Civil chileno, los códigos
extranjeros no suelen referirse expresamente a la responsabilidad
precontractual.
78
CELIS Rodríguez, Rubén, ob. cit., pág. 16.
79
DE LOS MOZOS, José Luis, ob. cit., págs. 177 y 178.
“Artículo 7°:
1° En el curso de los tratos cada una de las partes tiene el deber de
informar a la otra sobre cada circunstancia de hecho y de derecho de la cual
tenga, o deba tener conocimiento y que permitan a la otra darse cuenta de la
validez del contrato y del interés por concluirle.
2° En caso de omisión de información o de declaración falsa o reticente, si el
contrato no ha sido concluído o si es tachado de nulidad, la parte que ha
obrado en contra de la buena fe es tenida responsable frente a la otra en la
medida prevista en el párrafo 4 del artículo 6. Si el contrato ha sido
concluído queda obligada a restituir la suma o a entregar la indemnización
que el juez estime conforme a la equidad, salvo el derecho de la otra parte
de atacar el contrato por error.”
1
Habrá también supuestos de responsabilidad precontractual, como
en el caso del artículo 2125, cuando la persona a quien se le encargan
negocios ajenos, no adopta providencias conservativas urgentes. El
incumplimiento de esta obligación precontractual dará lugar a la
correspondiente indemnización de perjuicios.
Asimismo, habrá casos en los que la responsabilidad profesional
debe ser considerada extracontractual, o al menos, no derivada de un
contrato. Por ejemplo, cuando el deber de actuación profesional proviene
de un imperativo legal, como en el caso en que el Estado nombra a un
abogado de turno para representar a quien no puede proporcionárselo por
sí mismo.
Por otra parte, todos los daños que el profesional cause a terceros al
ejecutar un contrato, se regirán por las reglas de la responsabilidad
extracontractual, ya que para ellos, el contrato no les resulta oponible.
2
La responsabilidad médica es uno los tópicos más analizados en la
actualidad, pues la salud se mira hoy como un derecho, viéndose el
médico como un profesional más, que debe responder por sus hechos
como cualquier otro. Sin embargo, existe el riesgo de pasar de un extremo
a otro: esto es, atribuir al médico todo tipo de riesgos y males que se
produzcan a consecuencia del desarrollo de una enfermedad y su
tratamiento, no distinguiéndose entre errores médicos excusables por
imprevisibles, de las negligencias o malas prácticas inexcusables por
impericia o imprudencia.
3
1° Tratándose de médicos que prestan sus servicios por amistad o
gratuitamente. Dicho de otra forma, cuando el médico ejerce su profesión
por mera benevolencia y sin que haya intención de celebrar un contrato.
2° Si requerido un médico para atender a una persona, sin que medie
obligación alguna, se niega, pudiendo haber prestado sus servicios.
3° Cuando la conducta del médico causa daños a terceros: por ejemplo,
cuando fallece un paciente a cuyas expensas vivía un tercero. En este
caso, el médico, en ejercicio de sus funciones, causa daño a un tercero, en
cuyo caso se habla de víctimas por repercusión que sufren daño por la
muerte o menoscabo físico del paciente (por ejemplo, el cónyuge
sobreviviente o los hijos menores del paciente fallecido, que vivían a su
cargo). En relación a este caso, la jurisprudencia ha negado la acción de
perjuicios cuando el vínculo del tercero con el paciente fallecido, carece de
certeza o legitimidad jurídica, como en el caso del concubinato. Se estima
que la relación extramarital no es indubitada sino precaria, y de duración
incierta.
4
2° Que exista norma legal que lo obligue a observar determinada conducta.
Cabe preguntarse, en primer término, qué obligación contrae el médico
con el paciente. Mayoritariamente, se dice que el médico no tiene la
obligación de sanar, sino que la obligación de realizar todo el esfuerzo para
devolver la salud al paciente, y si fracasa en su empeño, no hay
responsabilidad. Se trata entonces de una obligación de medios y no de
resultado, salvo si se trata de cirugías plásticas. Por ende, para el Derecho
Civil no tiene importancia la existencia de una obligación previa entre el
médico y la víctima; puede incluso no haber relación alguna, como ocurre
con el médico que atiende a un accidentado en la calle. Es irrelevante
entonces, la relación contractual previa. Ahora bien, la fuente de la
responsabilidad civil, es el artículo 2329 del Código Civil. En el derecho
penal, hay referencias específicas al médico, como ocurre:
- en el artículo 202 del Código Penal, referido al médico que extiende
certificados falsos;
- en el artículo 345 del Código Penal, que tipifica la provocación del
aborto;
- en el artículo 494 número 9 del Código Penal, que sanciona al
médico que omite la denuncia a la autoridad competente, ante la
comisión de un delito; y
- en el artículo 491 del Código Penal, que se refiere al médico que
causa un mal por negligencia culpable.
De esta forma, el artículo 2329 del Código Civil y el artículo 491 del
Código Penal, contienen un mandato para el médico, obligándolo a actuar
con diligencia para no causar un daño.
3° Que se produzca una trangresión de la conducta legalmente exigida.
Puede producirse esta transgresión:
- si el médico daña al paciente; y
- si al ocurrir lo anterior, el médico incurre en negligencia,
imprudencia o impericia, que precisamente causan el daño.
¿Qué conductas del médico podrían configurar negligencia,
imprudencia o impericia? Habría negligencia en la falta de diagnóstico, en
el diagnóstico a distancia, en un tratamiento inadecuado, en el abandono
del enfermo, en la falta de asepsia, etc. Habría imprudencia, en la ligereza
o temeridad en el tratamiento, en la falta de previsión inexcusable, en la
prescripción de medicamentos no autorizados en el país o en dosis
peligrosas, etc. Habría impericia, en la falta de una adecuada preparación
profesional, en la ausencia o insuficiente actualización en los adelantos
médicos, error de diagnóstico, terapia equivocada, alta prematura, etc.
En relación a este tercer requisito, cabe preguntarse cuál sería la
responsabilidad profesional por situaciones ajenas al médico. Así, se
pregunta la doctrina si debe responder el médico:
- por la negligencia, impericia o imprudencia de un tercero;
- por los daños que puedan surgir en un caso clínico;
- por los daños que se ocasionen al suministrar medicamentos en mal
estado o al emplear un instrumental con defectos de fabricación, etc.
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Desde el punto de vista del Derecho Penal, y dado que se responde
personalmente por las acciones u omisiones, el médico, en principio, no
sería responsable. Sin embargo, podría acreditarse una actuación
negligente, constitutiva de un cuasidelito.
Desde el punto de vista del Derecho Civil, en cambio, puede originarse
responsabilidad por los hechos de terceros que estén bajo el cuidado y
vigilancia del médico. Para que éste sea responsable, se requiere:
- que exista un vínculo de subordinación y dependencia; y
- que el médico no haya ejercido la autoridad y el cuidado requerido
que su cargo le confiere e impone, a fin de evitar el resultado
dañoso.
Cumpliéndose los supuestos anteriores, el médico sería responsable,
pero más que por un hecho ajeno, lo sería en realidad por un hecho
propio, al igual que ocurre en los casos del Código Civil referidos a las
presunciones de culpa por el hecho de terceros.
En cuanto a los daños experimentados por el paciente durante su
permanencia en un establecimiento de salud, por cualquier causa, no
deben imputarse necesariamente al médico, salvo que éste haya conocido
la insuficiencia o mala calidad del instrumental, o que dada la naturaleza
de la enfermedad, ésta no debía tratarse en el establecimiento donde por
instrucciones del médico, se internó al paciente.
Cabría preguntarse también si hay responsabilidad, por los hechos de
otros médicos o profesionales de la salud que colaboran en la intervención
quirúrgica sin tener un vínculo de dependencia del médico-jefe. Esta
responsabilidad podría concebirse en dos formas:
- individualmente considerada, es decir, cada médico responde sólo
por sus hechos;
- colectivamente considerada, esto es, por el hecho dañoso de uno
responden todos. En este segundo caso, la responsabilidad colectiva
puede ser:
i) simplemente conjunta, es decir, el monto de la indemnización
se reparte entre los intervinientes; o
ii) solidaria, o sea, cualquiera de ellos puede ser demandado por
el total.
A juicio de Hernán Corral, si la responsabilidad es contractual,
podría estimarse que se trata de una obligación indivisible, y que procede
aplicar el artículo 1526 número 3 del Código Civil.
También podría plantearse responsabilidad del médico jefe, como
una culpa propia fundada en la elección inadecuada de un profesional
asistente (culpa in eligendo) o en la falta de supervisión de los actos de su
colaborador (culpa in vigilando). Así, por ejemplo, aunque el cirujano no
puede responder por las negligencias que cometa el anestesista en lo que
son los conocimientos y destrezas propias de este último profesional, sí
deberá hacerse responsable por los daños causados por una deficiente
supervisión, si permite al anestesista retirarse temporalmente del
quirófano.
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Algunos autores han planteado, derechamente, que el médico jefe
responde no sólo de sus propios hechos, sino de la culpa en que haya
incurrido alguno de los integrantes de su equipo, dado que la organización
y conducción de la operación está a su cargo.
Respecto a los medicamentos suministrados al paciente, se excluye
en principio la responsabilidad del médico, ya que en la mayoría de los
países, se controla la calidad de aquellos por organismos públicos o
privados. Sin embargo, puede haber responsabilidad, si el medicamento
era contraindicado para el paciente, o se encontraba vencido, o no
correspondía en absoluto a la enfermedad que está tratándose, o se
prescribe en dosis mayores o menores que las necesarias.
4° Que a consecuencia del hecho, se haya producido un resultado dañoso.
Se ha estimado que el daño debe reunir los siguientes requisitos:
- que el daño sea cierto y no eventual. No pueden indemnizarse daños
hipotéticos, sino efectivos;
- que el daño, que puede ser presente o futuro, aparezca como una
consecuencia clara y directa del hecho negligente realizado;
- que el daño subsista sin haber sido resarcido, es decir, no esté
amparado por una póliza de seguros; y
- que se afecte un interés legítimo del reclamante, considerando la
profesión u oficio del reclamante y cuantificando la indemnización
en consideración a lo anterior (por ejemplo, la pérdida de una mano
que sufre un pianista).
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TENDENCIAS MODERNAS SOBRE RESPONSABILIDAD 1
1
RODRIGUEZ GREZ, Pablo, “Responsabilidad extracontractual” (Santiago, Editorial Jurídica, año 1999,
págs. 80 a 98.
en serie, al consumo masivo de productos elaborados, etc., es decir, a todo
lo que trajo consigo el desarrollo industrial.