Ciudad y Pandemia

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 150

Ciudad

y pandemia
Escrituras de la catástrofe

Andrea Alejandro,
editora

PARTIDA
PERSISTENCIA
D ESBORDE
UNIVERSIDAD DE LAS ARTES
Rectora: María Paulina Soto Labbé
Vicerrector Académico: Alfredo Palacio Paret

Director: Pablo Cardoso Editor: Fernando Montenegro


Coordinación de proyectos: Asistente editorial: Diana Lozano
Carla Salas

CIUDAD Y PANDEMIA Escrituras de la catástrofe


Editora: Andrea Alejandro

D. R. © Universidad de las Artes


D. R. © de los autores
Octubre, 2020

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-


No Comercial-CompartirIgual 4.0 Internacional

ISBN: 978-9942-977-31-1

Director: José Miguel Cabrera Kozisek


Diseño y maquetación: José Ignacio Quintana
Corrección de textos: Marelis Loreto Amoretti

Mz14, Av. 9 de Octubre y Panamá


Guayaquil, Ecuador
[email protected]
Índice

Prólogo 5

PARTIDA

Alejandro Mosquera
Acercamiento a lo insostenible 9

Andrés Baquerizo
La pandemia y el aihpos 19

Cuathémoc Lara
Proyecto sin título 29

Yolanda Velázquez
Paisajes 41

Alina Manrique
Narrativas del estado de excepción 49

DESBORDE

Liliam Nieves

Bryan Espinosa
Mal Auuguriio0 61

Jenny Jaramillo
Crisis de cuarentena 63

Camila Calderón

Jorge Narváez

Diego Ledesma
PERSISTENCIA

Marco Sáenz
Desde la zona cero 91

Mary Pacheco
Cartografía de los afectos en semáforos rojo y amarillo,
o de cómo Google sabe todo sobre mí 99

Diana Gardeneira

Jordy de los Milagros Robles


Parentesco marica 123

Mayro Romero Villasagua


El cuerpo virulento: un análisis del síntoma de las manos
quebradas 129

Pamela Jijón
Reseña: Buscando a Bruno 133

Epílogo 145
Prólogo

La ciudad y la pandemia

5
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Ciudad y pandemia: escri-


turas de la catástrofe

Fernando Montenegro
Editor de F-ILIA
Guayaquil, 12 de octubre de 2020
Día de la resistencia indígena

UArtes Ediciones 6
Partida

7
PARTIDA

Acercamiento
a lo insostenible

Alejandro Ch. Mosquera


Serie de fotografías
Medidas variables
2020

E l mundo es una calamidad: cayó el precio del petróleo y


un meteorito en el Ecuador también. Todo parece resque-
brajarse en estos tiempos, pero ¿desde dónde caen?
Mediante la apropiación e intervención de objetos, creé
esta serie de altares en donde mi intención es honrar al error
y lo que nos hace caer en este. La serie de fotografías fueron
desarrolladas en el marco del taller virtual “Estrategias crea-
doras” de Creadores de Imágenes, del cual fui partícipe du-
rante la cuarentena, mientras estaba en la casa de mi padre.
Trabajar con objetos que tenía a la mano me permitió
generar un acercamiento a mi propia historia con respecto a
la caída. ¿Desde dónde caigo?

9
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

UArtes Ediciones 10
Acercamiento a lo insostenible

11
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

UArtes Ediciones 12
Acercamiento a lo insostenible

13
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

UArtes Ediciones 14
Acercamiento a lo insostenible

15
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

UArtes Ediciones 16
Acercamiento a lo insostenible

17
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

UArtes Ediciones 18
PARTIDA

La pandemia y el aihpos
Andrés Eduardo Baquerizo Yela

L os muertos han dejado al descubierto nuestra muerte al


tener esa forma de vivir. Vivimos en esas bolsas a la que
llamamos vida y ya nadie nos reconoce, el estreno de lo irre-
conocible, desesperados en la nueva rutina mecánica que nos
inserta en la pandemia. Naturalmente somos unos ineptos.
Mientras el futuro se tiñe de ausencia humana, ¿dónde quedó
lo humano?
Aglomerados por no saber sufrir, hoy la pandemia nos
recuerda que el sufrimiento existe. Agonizamos encerrados
por no saber cómo estar con el otro; el encuentro con uno
mismo es una nueva experiencia que asusta, sabíamos que
-
ción que no deja respirar. Vivir se ha vuelto el nuevo desafío.
¿Cómo estar? Mientras, afuera todo está quieto, el inmutable
sonido que nos arroja a la orfandad de un justa y equitativa
miseria humana.
Habría que preguntarse si realmente vivíamos antes o
todo es un ensayo del amor platónico que nos teníamos pre-
vio de la pandemia, cuando no soportábamos estar estacio-

19
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

nados con nosotros mismos. Ir hacia adentro ha sido una


salida riesgosa que ha cuestionado no solo nuestra exis-
tencia, sino nuestro origen. El confinamiento es un ejer-
cicio de aburrimiento, no sabíamos qué era estarse quieto, la
contemplación se había convertido en un atentado a la huma-
nidad; el hoy de cada día es una Babel en la que no nos importa
quién cae primero, con tal de ser famosos, de llegar a la cima.
Contagiados por la barbarie de vivir deprisa, que es mo-
rir, hemos abandonado a la familia para perdernos en nuestro
yo, al querer hacer lo que queríamos, pero el stop de la pan-
demia trajo un viento del este y nos estamos quedando sin

por la ausencia de un alto.


Hoy, que la vida se nos ha incendiado por la incertidum-
bre y el miedo, enjaulados como el mono Peter de Kafka que
atenta copiar las acciones humanas porque ha olvidado su
naturaleza, así nos vamos olvidando de la nuestra, dejados
en ella. Ya Camus decía: «los pueblos que carecen de historia
son felices». El mundo se ha quedado sin estacionamiento,
nuestra historia es proyectada en la memoria que recoge los
-
manos, y nosotros, insensatos, seguimos creyendo solo en lo
que vemos, no hay forma más certera de saberse ciego que
cuando no vemos lo sencillo. El olvido es la memoria de nues-
tra época, el resto es un circo, ni siquiera teatro, porque el
teatro es otra cosa.
Mientras nuestra incapacidad cae en el abismo de nues-
tras palabras, y ya que cada uno tiene su propia historia, a
-

-
za en el dinero», el patógeno nos obliga a ser limpios con las
manos, pero con nuestros intereses aún hay mucha suciedad.

UArtes Ediciones 20
La pandemia y el aihpos

La pandemia extrajo lo más ridículo de nosotros, nues-


tras carencias, cada vez resulta menos posible ser humano, es
un escándalo. Esta es la nueva decadencia, un aihpos —sophia
(sabiduría) invertida—. El casi humano ha perdido su sabi-
duría al diluirla en la racionalidad de la que hablaba Morin.
Hoy solo se usa razón instrumental para salvar el pellejo, una
forma de inmunizarse en el autoengaño al que he llamado ai-
hpos, una antisabiduría que nos rige y en la que la pandemia
nos ha encontrado jugando con el otro que no sabemos reco-
nocer. El juego se llama obcecado. Pero el hombre, ¿cuándo
pierde su sabiduría? Cuando deja de lado el arte, no el mero
arte, sino el arte del discernimiento; la prisa que ejerce el
porvenir le hace vivir un mañana ilusionado sin vivir el hoy
que le encarga actuar, es decir, su prósopon, ejerciendo su rol
y papel, respondiendo a realidades inútiles.
Camus decía: «a un pueblo se lo conoce por dos cosas,
por cómo trabaja y por sus muertos». No creo que estemos
en peligro de extinción, ya que mala hierba nunca muere, la
historia humana que es la historia del sufrir (sufrimiento =
= llevar una carga), es el gran libro, o el capítulo que
a los humanos se les olvidó escribir. Parece que el humano a
través de la pandemia se empecina en no existir, hoy vemos
a hombres que domestican a hombres peor que en esclavi-
tud, y se dicen felices, porque domesticar no es solo enseñar
algo, sino que el domesticado desea eso con todas sus entra-
ñas. Una gran perversión del alma, nos enseñamos a noso-
tros mismos a no ser, ni siquiera nos dejan ser idiotas. Freud
expresaba: «hay dos formas de estar en la vida, siendo idiota
y pareciendo idiota». Hoy solo somos la gran civilización do-
mesticada, es así como deseamos lo no querido y tenemos un
mundo insatisfecho que se conforma con la felicidad.
Mientras intentamos dominar lo no dominable y el por-
venir se convierte en anticipo de nuestra angustia que nos

21
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

hace rebosar de indiferencia hacia el otro, y creernos mere-


cedores de todo, incluso de la vida, así la vida la convertimos
en la búsqueda de ese dominio. Hay un detalle en la Odisea de
Homero, que incluso se adelantó a la ilustración y esta solo fue
a parar al anclaje del abismo. Vemos que Odiseo vence al Po-
lifemo diciéndole que no era nadie. ¿Dónde está el ‘nadie’ de
este hombre moderno que se siente dueño del mundo, cuando
apenas parece un don nadie, patógeno, que recuerda su condi-
ción? ¿Habremos vivido siempre en una constante pandemia?
La humanidad se acerca cada vez más a su herejía, ya lo
decían los herederos de la dialéctica de la Ilustración. En este
caso, Foucault: «No se es malo cuando se es irracional, se es
malo cuando uno es racional». El mundo ha perdido su virgi-
nidad en la razón humana por su mala intención, esta ha sido
el silencioso virus que nos ha disfrazado de una pseudahu-
manidad, queriendo dominarlo todo, pero cuando la muer-
te sondea las profundidades, el hombre teme a ese misterio,
pues lo deja en ridículo.
El homo sapiens seguirá buscando en la razón su fuente
y la sabiduría quedará recluida a un eufemismo que huele a
rancio; el aihpos
vivir, con mala intención que es carencia de conciencia. Teil-
hard de Chardin promulgaba que «El mundo puede ser un co-
lector y conservador de conciencia», y lo cierto es que el dolor
se acumula por conformarse con las migajas de su egoísmo.
La equivalencia otrora se ha convertido en un sistema pro-
saico instalado en la percha de la Historia, un zoológico que
describo a continuación:

El zoológico del pensamiento mundial

Caminamos con la realidad cagada que se nos chorrea por los


pantalones y que dispara residuos de percepción. Una leche

UArtes Ediciones 22
La pandemia y el aihpos

de costumbres que se acumula en los riñones del fuero inter-


no de la desgracia. Abandonamos nuestra amada chusma, la
que se hacía con verde, mote, guatita, maduro, locro, y deja-
mos el extraño continente, el que tiene curvas pronunciadas,
el que se destruye por encargo de profecías.
Salimos un doce de octubre de 2914 con nuestros pies
planos, pisando la sequedad mojada que deja el fusilamiento
del orden. Nuestra nueva identidad era de coyotes. Aprendi-
mos a marcar el paso sobre el mismo terreno, no nos mar-
chamos con las manos enjabonadas, listas para ser ensuciadas,
rebuscamos en las ideologías para establecernos en medio de
la nada, que es, con mucho, lo mejor.
Nos adentramos en la caverna de Platón y nos encontra-
mos con el zoológico del mundo. Y observamos su obra:

Nuevo ser: Ser o no ser, esa es la cuestión para entender a un


idiota como usted.
Ridículo: ¿Qué comemos hoy?
Nuevo ser: Conocí…
Ridículo: ¿Qué?
Nuevo ser: Miento.
Ridículo: Estás loco.
Nuevo ser: No, esa es la verdad.
Ridículo: ¿Qué es eso?
Nuevo ser: Pregúntale a Demócrito.
Ridículo: ¿Dónde está?
Nuevo ser: En el inodoro.
Ridículo: ¿Y qué hace ahí?
Nuevo ser: No lo sé

Se dirige el Ridículo al baño caminando de forma ridícula,


moviendo pesadamente sus piernas y brazos. Encuentra a
Demócrito de rodillas frente al inodoro.

23
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Ridículo: ¿Qué haces?


Demócrito: Estoy enfermo.
Ridículo: ¿De qué?
Demócrito: De aburrimiento.
Ridículo: ¿Qué?
Demócrito: No… estoy buscando…
Ridículo: ¿Qué cosa?
Demócrito: La verdad.
Ridículo: ¿La encontraste?
Demócrito: No.
Ridículo: ¿Y cómo así?
Demócrito: No se deja ver, por más que busco.
Ridículo: ¿Tienes hambre?
Demócrito: Sí.
Ridículo: ¿Qué quieres comer?
Demócrito: Verdad.
Ridículo: Entonces péscala.
Demócrito: No se deja.
Ridículo: ¿La encontraste?
Demócrito: Eso creo.
Ridículo: ¿Cómo es?
Demócrito: Grande.
Ridículo: ¿Qué tan grande?
Demócrito: ¿Interesan las medidas?
Ridículo: Para ver si me calza.
Demócrito: Para ver si me calza.
Ridículo: ¿Se deja tocar?
Demócrito: Parece.
Ridículo: ¿Por lo menos se deja ver?
Demócrito: Sí, tiene buen lejos.

Se escucha que aúllan unos perros, que maúllan unos gatos.


Una puerta se abre de afuera, aparece el Nuevo Ser.

UArtes Ediciones 24
La pandemia y el aihpos

Nuevo ser: Ser o no ser, esa es la cuestión para entender a un


idiota como usted; llegaron las visitas.
Ridículo: ¿Cuáles visitas?
Nuevo ser: El zoológico que contrataste.
Ridículo: Yo no contraté a nadie.
Demócrito: Yo lo contraté mientras metía la cabeza en el inodoro.
Ridículo: ¿Para qué?
Demócrito: Para mi gran descubrimiento.
Ridículo: ¿De qué?
Demócrito: De la verdad.
Ridículo: ¿Y pudiste cogerlo?
Demócrito: Apenas lo veo.
Ridículo: Las cosas eternas apenas se dejan ver.
-
dículo.

Los animales estaban a la expectativa del nuevo descubri-


miento.

Ridículo (viendo el reloj): ¿Y qué pasó?

Los animales estaban arregostados.

Demócrito: Ahí viene, ahí viene.


Ridículo: ¿Quién?
Demócrito: La verdad.
Ridículo: ¿Cómo es?
Demócrito: Grande.
Ridículo: ¿Qué tan grande?
Demócrito: No te lo imaginas.
Ridículo: No tengo imaginación.
Demócrito: No, no puede ser.
Ridículo: ¿Qué? ¿Qué paso?

25
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Demócrito: Nos dejó.


Ridículo: ¿Cómo que nos dejó?
Demócrito: Se fue.
Ridículo: ¿Se fue? ¿A dónde?

Demócrito haló la válvula; un sonido extraño dejó al zoológi-


co en tensión.

Demócrito: Ahí viene.


Ridículo: ¿Quién?
Demócrito: La verdad.
Ridículo: Y, ¿por qué tenemos que correr?
Demócrito: Porque ensucia.

Del inodoro salían manchas de color café que se esparcían


hacia los demás.

Ridículo: Cojan su parte de verdad.

Los demás corrían, de verdad, de la verdad.

El hecho de salir de sí mismo es estar dentro de uno mis-


mo, un suspiro del yo, saberse a sí mismo y no querer ese yo
porque degüella la carne de mi alma, una trituradora, la del
tiempo, y es que la Historia quiere pan, reclama su porción
—que es todo—. Soy el ‘no’ de esta pintura vanguardista, una
escultura fría en el devenir que nos acaricia, un manoseo, un
coger-para- probarlo-mejor.
Huele, huele el perfume que penetra la textura de las
cosas, se instala y se aloja en forma de dolor. La insatisfac-
ción es el semblante del sinsentido que se enmascara de do-
lor, como querer masticar algo cauchoso, que cansa, oprime
y comprime. ¿Por qué el sinsentido? Es un disparo a uno mis-

UArtes Ediciones 26
La pandemia y el aihpos

mo, un suicidio convencional que no rompe las reglas, ¿qué


más quieres? Y luego se te instala en la piel del inconsciente,
donde uno menos se da cuenta, un designio dado para vivir
sin existencia. ¡Salud por eso!, dice el manuscrito de las nor-
mas inventadas.
Hay que forjar la estupidez de la naturaleza, estúpi-
da hasta que el sinsentido se impregne de nuestros vacíos y
nos haga un hijo, el hijo de nuestra propia repugnancia. Ese
hijo será nuestro propio aborto, su deformidad será nuestra
identidad y su fealdad nos embriagará de desprecio; tan harto
estará uno de sí mismo que la medida no bastará para llenar.
Es que querer es perder, tener es parecer. Guarida de insa-
tisfacción es el sinsentido; una ópera que estremece hasta lo
-
que de ternura que someterá a la contradicción hasta que la
Historia caduque y el lenguaje mute y nos deje sordos. Babel
será su nombre, Edipo su designio. En los escombros se la-
merá sus ideas enfermas, el estruendo del inconsciente nos
dejará sin revolución. Se oyen los aplausos, el sinsentido tie-
ne sentido, es su forma de no ser, invade cada partícula y se
consagra al anatema para dejar en la orfandad al sinfronismo
y fundar el adanismo.
Quizá no hayamos llegado aún al abismo, pero estamos
cerca, volverá el olvido en forma de memoria para llegar a la Ké-
nosis de la anécdota. Seguiremos siendo un sapiens sin homo.

Referencias

Una Muerte feliz


La Peste.
Historia de la locura en la época clásica, I Historia de
la locura.

27
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

El malestar en la cultura

La Decadencia de Occidente.

El fenómeno humano

UArtes Ediciones 28
PARTIDA

Proyecto sin título 43

Cuauhtémoc Lara Razo


Ciudad de México, México
4 de junio de 2020
Día 80 de cuarentena

M e dedico a las artes vivas, el teatro es esa ciudad en la


que nací y luego me quise ir para siempre. Sentía una
especie de orgullo (bastante egoico) en nombrarme como su
desertor, y es que ¿cómo cerrar los ojos ante el colapso de los

políticos que arrojan?


Hay preguntas que simplemente no puedo silenciar:
¿quiénes tienen el derecho de contar historias?, ¿qué histo-
rias se cuentan?, ¿cómo se cuentan?, ¿quién les dio el derecho
de contarlas?
Pero el tema de este texto no es la crisis de la represen-
tación; otras personas más inteligentes que yo han escrito
mucho sobre eso en los últimos años, vamos, ni siquiera se
trata del teatro.
¿De qué se trata este texto? Ojalá lo supiera.

29
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

***

Anónimo. CDMX, México

UArtes Ediciones 30
Proyecto sin título 43

***

Ricardo Vela. CDMX. @lxsqueno

31
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Alejandro Ch. Mosquera. Guayaquil, Ecuador. @_seache_

***

UArtes Ediciones 32
Proyecto sin título 43

Carlos Oropeza. CDMX. @carlotesoropeza

33
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Fátima Murguía. CDMX. @trombamarina

UArtes Ediciones 34
Proyecto sin título 43

35
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Aarón Zamora. Buenos Aires, Argentina

***

UArtes Ediciones 36
Proyecto sin título 43

Lilliam Nieves. San Juan, Puerto Rico. @lilliamnieves_artist

***

1 Jorge Cogollo para Borradura Teatro.

37
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Daniel Guana. Bogotá, Colombia. @elrojosalazar

UArtes Ediciones 38
Cuauhtémoc Lara Razo. Estudio Desborde. CDMX, México. @_ccaos

39
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

UArtes Ediciones 40
PARTIDA

Paisajes

Título
Materiales
fósforos, ilustraciones de cajas de fósforos, tela
de crinolina, ilustraciones de lenguaje de señas,
ilustraciones
Dimensiones
Año de realización
Artista
País

Sobre estos trabajos:

U tilicé materiales que tenía a la mano en mi hogar para


crear esta serie titulada “Paisajes”. Cada día, cuando co-
menzó el toque de queda impuesto por el gobierno debido a la
COVID 19, fue acrecentándose más mi deseo por la cercanía al
paisaje exterior y natural. Cada día escuchaba las atrocidades
de nuestro gobierno que nos entretiene con mentiras.
-
-
rio. Crear estos paisajes imaginarios desde el encierro fue un

41
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

ejercicio de catarsis doméstica. Nuestro desastre es la condi-


ción de colonizados que con la crisis se desenmascaran todas
las faltas y carencias que destruyen lo establecido y dan fe,
por ejemplo, de que el refugio de muchas mujeres también se
convirtió en su trampa por la obligada cuarentena.
Una de las máscaras narra el suceso de cómo uno de los
primeros intérpretes de señas de la gobernadora de Puerto
Rico fue enviada por el gobierno colonial de los Estados Uni-
dos de América y no traducía correctamente las conferencias
televisadas porque no conocía el lenguaje de señas en espa-
ñol, llevando mensajes erróneos a un público vulnerable que
necesita asistencia en estos momentos de emergencia mun-
dial. Otra tiene pequeños corderos corriendo libremente y
alude al escudo de Puerto Rico que es uno de los más antiguos
de América desde la colonia española, el cual presenta en su
centro la imagen de un cordero manso sentado sobre un li-
bro (la biblia). Otra tiene imágenes del escudo brotando como
un virus sobre el paisaje, dos de las imágenes cubren los ojos
al portarla. La máscara que enmudece y restringe a la mujer,
y el paisaje en extinción de un sistema político que en estos
momentos se encuentra haciendo cambios a nuestro código
civil sin mediar vistas públicas, con apertura para vender la
naturaleza y sus elementos vitales incluyendo la eliminación

decidir libremente sobre sus vidas. Desde la domesticidad de


mi hogar, he cosido, creado, recreado, construido, y repensa-
do el paisaje desde mi cuerpa.

UArtes Ediciones 42
Paisajes

43
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

UArtes Ediciones 44
Paisajes

45
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

UArtes Ediciones 46
Paisajes

47
PARTIDA

Narrativas
del estado de excepción

Alina Manrique

Miedo

49
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

UArtes Ediciones 50
Narrativas del estado de excepción

Obit

51
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

También somos lo que los demás ven de nosotros

Memorias Vivas

UArtes Ediciones 52
Narrativas del estado de excepción

53
Desborde
D ESBORDE

Confinamiento

Liliam Nieves

P ensar y cuestionarse sobre los ‘virus’, en especial el COVID-19, que


aumentó la problemática de nuestras luchas, ha invadido nuestro en-
torno y nos ha limitado la ‘libertad de la normalidad’. En medio año hemos
percibido y sufrido imborrables cambios en nuestro status quo que han
-
ro explorar esos trastornos/huellas como sujeto de laboratorio, haciendo
y reenmarcando rituales que se han dado física y psicológicamente en
nuestro encierro.
En esta propuesta trato de establecer el diálogo ante la discursividad
de lo que impone el contagio y la cara que muestran los medios —otra
cara opresiva—, además de la carga física y emocional. Esta exploración
añade a mi creación práctica el análisis de la dinámica del cuerpo/mente
en diferentes contextos socioculturales. Este trabajo de videoperforman-
ce es una forma de descubrir, superar y quizás sobornar nuestros miedos
que muchas veces son provocados por el entorno social. Por tal, uno de los
rituales y/o miedos a superar y aceptar es la percepción de nuestrxs cuer-
pxs, mente y el objeto de seguridad (la mascarilla).

57
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

es un videoperformance desde el semiclaustro obli-


gatorio, reinterpretando el uso de la mascarilla como medio de protección y
llevando el discurso a la representación de la psicosis mundial que empezó
el 1 de diciembre de 2019 y ha continuado todo este año en curso.

UArtes Ediciones 58
59
D ESBORDE

Mal Auuguriio0

Bryan Espinosa

Q ue no barras por las noches, que no barras si estás de luto, ni vistas


de rojo. Que es mala señal y atraes malas vibras. Así siempre dice mi
abuela, mi mami, que esté atentx del aullido de los perros, de donde se
posan los cuervos, aunque sean urracas negras, del llanto de los gatos, del
miauuumiauuu alargado y ensordecedor en los techos, que parece llan-
to de niño, de criatura recién nacida que nos devela que alguien se irá de
nuestro lado, que han venido a buscar a algún cercano.
Que lxs muertos nunca se van solxs, que siempre irán llevando a
más, pues para muestra un botón, la muerte siempre ha sido muy cercana
a mi casa, a mi familia, desde pequeñx he recordado vivir alrededor de un
luto, de uno muy largo, y cuando terminaba como que jugaba otra ronda
con nosotros y nos ponía a la espera y en tensión a ver qué sucedía, si solo
estaba de paso o se volvería a llevar a cuatro personas de un jalón.
Sorpresa, sí lo hizo. La pandemia no iba a ser la excepción, pues esta
vez vino prolongada y potenciada, se llevó a algunos cercanos, y nos tocó a
todos, nos dejó en ascuas y nos recordó que somos mortales, que podemos
morir. Me dejó pensando en las grandes posibilidades de que sea mi turno.
, vivió ya lo que tenía que vivir.

61
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Me dejó la pregunta si yo les sigo a mis tíos abuelos, si me rendirán


luto pronto, y si mi familia rezará una novena por mi alma nada católica,
que ya conocían, pero tampoco escuchaban. Si me harán un altar y una

sus disgustos para convertirme en mejor persona, una más moral.


Pienso en lo difícil que son los días, , en el organis-
mo interno que me recuerda al yo externo, a que estoy vivx, pero también
en mi limite. En qué objeto quedará mi espíritu, le seguirá
conservando por más tiempo, pero se irá desintegrando y doliendo, o si se
recupera.
Los malos augurios me visitan por las noches y mi colon hace un
recuento por mi adolescencia nada consciente y asegura que tomé, pues
me pensé como un simple ser sexuado —gracias, tv y contexto, por cons-
truirme ese ideal de mi mismx—. Ahora no estoy segurx de nada, solo sigo
en espera mientras intento responder una pregunta del taller sobre lo be-
llo según Kant y mi cabeza está en loop, pensando y gritando
, mi cuerpo adolorido, mi cuerpo enfermo, MEU CORPO DOENTE,
MI CUERPO ADOLORIDO, MI CUERPO ENFERMO, MEU CORPO DOEN-
TE, MI CUERPO ADOLORIDO, MI CUERPO ENFERMO.

Causantes. Bryan Espinosa / Bryers. Collage, dibujo. 2020

UArtes Ediciones 62
D ESBORDE

Crisis de cuarentena

Jenny Jaramillo

E stuve sentada cerca de la puerta durante 8 horas con la mirada perdida


y el corazón partido, cada quince minutos miraba al velador, no quería
desprender mis ojos de ella, ¡de la vela!, de aquella luz que traía a mi mente
esta frase tan abrumadora que no quiero recordar. Me provoca salir corrien-
do, pero estoy encerrada, no puedo salir, tampoco puedo sacarla de las len-
guas de esa estúpida caja chica que habla sola durante todo el día… aunque
no tenga energía, ella está ahí. Los otros entran aquí, desobedeciendo el
mandato para acecharme, yo los escucho merodear todas las noches. Ya
son 39 días. Necesitaba verla para no desvanecerme tan pronto. ¡La odio!
Pero esa luz me sostiene, aunque afecte mis pensamientos y mi paz. Mi
cuerpo va perdiendo la batalla. Agotada, mis piernas bailan al ritmo de sal-

penetra en mi mandíbula, mi frente empapada de sudor mientras que en


mis ojos llueve aguasal. Y ella sigue allí encendida, mirándome. Al menos
no quiere deshacerse de mí como los otros.
Recuerdo mi antiguo mundo: era como ella, era ella y era con ella,
segura, lenta y ardiente, hablaba sola todo el tiempo, pero siempre solitaria,
sin ningún lugar feliz y seguro donde habitar. Siempre estaba allí, esperán-

63
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

-
sos y grandes banquetes, siempre yo en la puerta del recibimiento, pero
nunca fui recibida por nadie y nunca nadie me dio las gracias por aquello.
Eso fue porque simplemente era ella o era igual a ella. Podría no querer
pensar en eso, me lastima, pero esa soy yo —idéntica a ella—, su luz me
prohíbe pensar diferente, agota mi cuerpo, es como si lo encendiera cada
vez que la veo. Mi cuerpo responde a sus gotas de llamas, a su socorro, a
su dolor. ¿Quién soy para negarme a tal dicha?
¡Escucho pasos en el segundo piso de la casa! El fuego ya subió, está
-

ahí, donde a mi padre le gustaba jugar al papa y la mamá conmigo todas


las noches después que mi madre saliera a estudiar a medianoche. La caja
chica dice que no podemos salir a esa hora, ¡pero mi madre salía todas las
noches! Aunque no era desobediencia porque tenía que estudiar.
¿Será que a ella también le gustaba ese lugar, al igual que mis her-
manos, mi papa y mi madre?, ¿o es que no tiene otro lugar donde ir, igual
que yo? ¡Es muy oscuro! Ella ya estaba preanunciada en aquel mundo en
el que estamos viviendo, lleno de oscuridad, de bestias salvajes que nos
devoran poco a poco, que saturan nuestros cerebros y absorben nuestros
jugosos cuerpos, descontextualizándonos, atorándose de nuestra materia-
lidad. ¡Pero yo sigo aquí! En otro extremo de casa, ¡pero sigo aquí! Mi mamá
se fue hace años, mi padre también, pero yo sigo aquí. No entiendo por qué,
ya casi no tengo memoria. Siento que caminan todas las noches alrededor
de la casa, especialmente en el segundo piso. Mi subconsciente me dice
que son los espíritus de mis hermanos, pero ellos ya murieron. ¿O no? No
lo sé, no me acuerdo. Ella es como mi madre, siempre despierta. Basta con
levantarla una sola vez, y ella espera a que yo misma vuelva acostarla.
Es bueno navegar por el recuerdo, aunque queden tirados muchos
en el camino. Lo presente en la memoria es lo más importante, pero no im-
plica aliviarse de las penas. No sé cuánto tiempo llevo aquí, ¿son 39 días?
Ya perdí la cuenta, no me acuerdo. Seguramente mis ojos se cerrarán algún

UArtes Ediciones 64
Crisis de cuarentena

hoguera. Antes que vengan los lagartos de la asamblea, nos encuentren


dormidas y nos arrojen al foso del verdadero olvido.
Que el olor putrefacto de las víctimas nos mate de dolor. Y las espinas
del pensamiento nos coman junto al fuego. Nuestros cuerpos renacerán
en un lugar donde ella no será blanca, negra ni azul. No sé de qué color,
tampoco lo recuerdo, pero tengo el presentimiento de que serán todas
iguales y sin lagartos.

65
D ESBORDE
MangleKill
Camila Calderón

67
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

UArtes Ediciones 68
MangleKill

69
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

UArtes Ediciones 70
D ESBORDE

Buen morir / tragedia


en Guayaquil / COVID-19

Jorge Narváez

E n la tragedia de Antígona1
ta y su hermana Ismene. El mismo parte de sus discrepancias por la
acción a tomar, ya que el nuevo rey de Tebas —lugar donde se desarrolla
-

la tragedia— ha decidido que no se entierren los cuerpos de sus hermanos,

acatar la ley del nuevo rey, pues ella teme por su vida, pero su hermana An-
tígona ha decidido darle sepultura a los ‘cuerpos’ de sus hermanos. Motivo
por el cual… muere.
Mi intención no es hacer otra quisquillosa revisión de Antígona, sino
tomar su mito para mostrar que lo que ocurre en Guayaquil es, sin duda
alguna, una ‘tragedia’. Una muy común en estos tiempos, pues puede sus-
citarse a menudo. Esto es una apuesta en contra de los ‘medios’ de comu-
nicación tradicionales y los no tradicionales que insisten en llamarla de una
sola forma: drama.

1 Sófocles, Antígona (Chile: Pehuén, 2001): 2.

71
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

¿Qué es una tragedia para mí?, ¿qué puedo hacer por mí? Busco una

(útil, si se quiere), necesaria, llena de sentido en este espacio que parece ya


no tener un sentido profundo.
La tragedia para el teatro griego tenía su razón de ser y peculiarida-
des, pero mi intención es solo enfatizar que la tragedia involucra una cosa:
muerte. Este fenómeno lleno de misterio —la muerte— nos toca de mane-
ras impactantes y diferentes a cada uno, y es ese el motivo de este escrito.
Al igual que en la tragedia, los cadáveres en las calles de Guayaquil
estuvieron a la orden del día, servidos por la prensa sensacionalista, que
mata a las personas otra vez con noticias morbosas, cuya única pretensión
es naturalizar la muerte, incluso aquella prensa que publica testimonios. Su
intención es obtener provecho a costa de los demás, mas no la solidaridad
que pregonan y que se da de bruces con el egoísmo en una ciudad arropa-
da por la tragedia.
Los cadáveres en las calles de Guayaquil, sumidos en tragedia,
esta vez no tenían semblante, pues el virus les ocultaba el rostro. El virus
y su contagio. El virus es la muerte cercana, que nos enloquece, pues es

una muerte inoportuna. La muerte, al igual que un virus, no es visible a los

golpear al aire con las manos. Su invisibilidad hace que la respiración se


acorte, y, con esta arritmia, viene el cuerpo convulsionado: el miedo. Uno
que no nos deja actuar, pues, a muchas personas no nos han enseñado a
asumir el miedo, y en muchos casos este miedo toma vías terribles, como
se ha visto en otros países con el ataque a las personas que cuidan de
nuestra salud (médicos y efermerxs).
Esta muerte se desplaza por los diferentes cuerpos en Guayaquil. No
solo es inoportuna sino insospechada, pues está ahí en la acera del frente en-
volviendo un cuerpo, quizás conocido, o devastadoramente amado. Devela
una sensación de irrealidad, de incredulidad —«¡no todo puede haber colap-
sado!». La incredulidad y el miedo se retroalimentan, quitándonos más capa-
cidad de acción de la poca que ya teníamos frente a todo esto desconocido.

UArtes Ediciones 72
Buen morir / tragedia en Guayaquil / COVID-19

Al no tener cuerpo y espíritu en total disposición, somos presa fácil


para los carroñeros del sistema económico actual, que se llevan volando
nuestra dignidad —incluso la de nuestros muertos— con ellos. Los que que-

sangrándonos en medio de la tragedia.


¿Cómo se siente la pérdida?, ¿cómo, la herida?, ¿cómo es el paisaje/
territorio de nuestra tragedia?, ¿cómo escribir y enunciar el horror? Tal vez
podamos recuperar algo de dignidad atravesando nuestro cuerpo con arte.
Me viene a mi memoria corporal un velorio, en la caliente Comala de Juan
Rulfo, en donde se (des)dibuja la muerte de manera profunda y sentida, y
nos enumera (sin enumerar) todo lo que ya no está, lo que hemos perdido:
el buen morir. Así él nos muestra:

¿Te acuerdas, Justina? Acomodaste las sillas a lo largo del corredor para
que la gente que viniera a verla esperara su turno. Estuvieron vacías. Y mi
-
mándose apenitas entre sus labios morados, endurecidos por la amoratada
-
do rezos interminables, sin que ella oyera nada, sin que tú y yo oyéramos
nada, todo perdido en la sonoridad del viento debajo de la noche. Planchas-
te su vestido negro, almidonado el cuello y el puño de sus mangas para

pecho amoroso sobre el que dormí en un tiempo y que me dio de comer y


que palpitó para arrullar mis sueños.2

Siento que la literatura me devuelve las palabras y sus sonidos, los paisajes,
mi memoria y junto con ella, mis lágrimas. Me devuelve a los muertos, me
devuelve la dignidad. Puesto que, con estos sinceros sentires, Juan Rulfo
nos recuerda por qué nos duele tanto, pues todo lo que dibuja, se desdibuja
en nuestra realidad. El virus no solo nos quitó el ritual de la muerte, sino que
nuestros gobernantes —al igual que en Antígona— nos quitaron nuestros
muertos junto con su/nuestra dignidad.

2 Juan Rulfo, (México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1955): 74.

73
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Juan Rulfo remata el paisaje diciéndonos: «La muerte no se reparte


como si fuera un bien. Nadie anda en buscas de tristezas»,3 pero este rema-
te es la pista que podemos observar dentro de esta relato, para saber qué
es lo que no tenemos que perder, qué es lo que no hay que dejar de hacer.
En ambos relatos, tanto Antígona como en , nos dan,
no solo las palabras y sus sonidos ante este valle de lágrimas, no solo
nos devuelve la memoria, sino que con ellas podemos (con)jurar nuestros
cuerpos, nuestra dignidad, recuperar algo de tranquilidad, salir de estas
sombras que nos envuelven, y tomar una posición frente a ello —sea como
Antígona o como Ismene— para así tener un buen morir en medio del miedo
y del horror en esta, nuestra tragedia.

Referencias

Rulfo, Juan. . México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1955.


Sófocles. Antígona. Chile: Pehuén, 2001.

3 Ibíd.

UArtes Ediciones 74
D ESBORDE

Ecuador amargo
Serie gráfica de Diego Ledesma García
Prólogo de Daniela Zurita

H ace 51 años ya lo dijo el escritor Jorge Enrique Adoum: Ecuador es


un país amargo. La mediocridad política, la falta de honestidad y la
estupidez en todos los niveles sigue siendo una constante que se evidencia
notablemente en las crisis sociales, económicas y especialmente hoy en
día en las sanitarias. Tras una larga historia de negligencia estatal que ha

de desatar la necesidad de negar la crueldad del silencio.


Ahora que la vida se ha quedado en pausa, y aún espera la orden de

poderosa que nos habita, nos damos cuenta que nosotros, solo nosotros,
somos la respuesta a cualquier crisis mediante nuestra capacidad de auto-
nomía. Aun en los momentos más crudos, en los que hemos visto cadáve-
res compañeros ser plantados en el asfalto de las calles, existen pequeños
triunfos en mitad del terror. Uno de ellos es el acto político de la creación
consciente, consciente del individuo y del otro, de aquel que ocupa cuerpos
vulnerables de los cuales solo la colectividad podrá ocuparse. Desde ese
lugar se crea la serie de xilografías “Ecuador amargo”.

75
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Esta serie pretende actuar como una especie de radiografía del mo-
mento histórico que vivimos, potenciando la pregunta como acto de re-

conforman “Ecuador amargo” nos demuestran que, a pesar del encierro


prolongado y obligatorio, sigue vigente el afán por manifestar la necesidad
de sostener los lazos sociales, así como nuestras individualidades, que en
tiempo de pandemia apuestan por la empatía.
Mediante estas obras, Diego nos propone comprender que solo se
pierde el miedo a la muerte cuando se le da un sentido y, además, evidencia
que, a pesar de los años transcurridos, Ecuador siendo amargo.

UArtes Ediciones 76
Ecuador amargo

77
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

UArtes Ediciones 78
Ecuador amargo

79
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

UArtes Ediciones 80
Ecuador amargo

81
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

UArtes Ediciones 82
Ecuador amargo

83
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

UArtes Ediciones 84
Ecuador amargo

85
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

UArtes Ediciones 86
Ecuador amargo

87
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

UArtes Ediciones 88
Persistencia
PERSISTENCIA

Desde la zona cero

Marco Sáenz R.

Nuevo ensayo desde tierras infectadas

D esde estas instancias es complicado enfocarse, hablar


desde certezas y no desde la impotencia. Lucho conmigo

me parecen peligrosas y pretenden fundar un mundo orde-

Este ensayo busca lastimar o al menos remover la con-


ciencia tranquila del ser humano, cuestionar los límites de las
cosas enunciadas como verdades totales. Estudio la situación

de desdoblarse de la realidad ‘absoluta’ cuando se enfrenta a


situaciones fuera de su propio entendimiento, situaciones de

91
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Todas las imágenes fueron creadas en el laboratorio de colectiva Espacix mal/Estar a partir
de este texto

Presenciamos una nueva amenaza a la vida humana; las es-


tructuras estatales locales han develado su nefasto funcio-
namiento, siempre han trabajado desde la desigualdad atroz
y el abuso de poder, disfrazadas como un modelo exitoso de
libertad y progreso.

***

L as certezas de los símbolos establecidos nos empujan al


vacío. Así como en octubre y en noviembre del año pasado,

UArtes Ediciones 92
Desde la zona cero

la vida humana no tiene valor alguno, somos solo engranajes.


Los sistemas de salud y educación deberían ser prioridad en
estos tiempos, pero, en su lugar, se unen esfuerzos guberna-
mentales para perpetuar la desigualdad. Es la oportunidad de
abordar los límites de la cultura humana como la conocemos,

Apetite totalitarie, la nueva cara de la tiranía estatal. Medidas


totalitarias convulsivas demuestran prioridades inútiles y re-
cursos desperdiciados, una fantasía rancia que vivimos día a
día. Desde el exilio digital somos acechados por helicópteros,

93
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

cientos de patrullas resguardan toques de queda extendidos y


-

desorganización. Una nueva sociedad fatigada ha nacido.


¿Necesitamos una vigilancia total para salvarnos de esta
apática realidad? Estos actos siembran un precedente desca-
rado en la intervención y el control de este Estado que protege
la salud económica, sus protocolos absurdos e infraestructu-
ras obsoletas.

***

D manteniendo la estructura civil actual.


El rol de los medios oficiales, el dominio del ‘realis-
mo científico’ y un sistema de salud desbordado —entre
otros factores— nos han llevado hasta la conmoción pre-
apocalíptica. Somos parte de un conflicto semiótico que
busca sembrar pánico mientras las industrias agotan los
ansiolíticos, el paracetamol y los desinfectantes. El virus
se ha extendido por Occidente y nos enseña a desconfiar
del prójimo. La desigualdad brinda condiciones insalubres,
las estructuras que suelen sostener nuestra vida cotidiana
buscan limitar y no ayudan para nada. El tratamiento del
COVID-19 como un dispositivo semiótico de control supo-
ne un enemigo invisible que siempre ha ‘estado’ con no-
sotras. Todos estamos infectados, siempre lo estuvimos, el
orden mundial nos infectó.
Indiferentes cuentacuentos, chupasangres, generacio-
nes tras generaciones educadas bajo la insignia del indivi-
dualismo competitivo. Esta educación nos matará como
especie; el virus triunfa porque trabaja bajo la simbiosis
mutualista, la unión, la tendencia fundamental de vida.

UArtes Ediciones 94
Desde la zona cero

Mientras la especie humana cae, la infección sicológica nos

Asalto pandémico. Lo que se vive en las calles de Guayaquil


es un tétrico ritual colectivo, somos parte de una sociedad
muerta, el hecho clave de no tener muertes dignas nos res-
triega en la cara que nunca tuvimos vidas dignas. El éxito de

Lindas fachas civilizatorias esconden los peores esce-


narios. Mantenernos fuera del rango de transmisión viral re-
sulta imposible, de la guerra psíquica nadie se escapa. En casa

95
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

creemos estar afuera, pero estamos debajo de todo. La fuer-


za creativa es tomada a la ligera. El poder de lo convencional
hace que nuestros pulmones (cerebro) paren de funcionar in-
conscientemente.
El COVID-19 erradica el engaño de libertad que creía-
mos vivir. En Guayaquil hace tiempo que explotó la burbuja
exitosa: la pésima gestión local, las morgues desbordadas y
las calles convertidas en albergues de cadáveres nos narran
el horror que vivimos. Números misteriosos, medicamentos
agotados (acaparados inconscientemente), pantallazos fu-
migatorios, ataúdes de cartón, muertos embalados por días
junto a nosotros. Escenarios dantescos desde el sur hasta el
norte de la Guayaquil ‘próspera’.
Desde la zona cero con la ausencia de instalaciones sa-
nitarias, las disculpas gubernamentales no alivian un carajo.
Esto no pasará rápido como una pesadilla, es la cruda realidad
expuesta ante nosotros. Aquí no existe necroética; si no les
interesa cuidar de la vida peor cuidarán de nuestras muertes.

***

F seguras de nosotras mismas—. Exigimos libre y clara in-


formación, las autoridades locales no aparecen y si lo hacen
es un despliegue descarado y fanfarrón de mentiras.
Es clave traspasar la malla civilizatoria actual, trascen-

(con precaución). La paz aparente de la vida se ha mezclado


con caos y muerte, es una sola. La energía destructora de esta
pandemia llamada COVID-19 busca subvertir el símbolo de
la humanidad. Es en este camino que colectivas subversivas
buscamos desesperadamente desplazar señales establecidas
para piratear otras vías posibles.

UArtes Ediciones 96
Desde la zona cero

¿Qué hacer? No existe fórmula salvadora, mantener una


activa actitud crítica es necesaria. Debemos actuar unidos,
proyectar cooperación de todas las formas posibles, crear

cuestionarnos y compartir privilegios. Reconocer qué cono-


cimientos tenemos, cómo nos ayudan, cómo nos controlan y
cómo nos limitan.

creer en las estructuras que rigen nuestras vidas, dejar de es-


perar y actuar como nos sea posible. También es importante
crear grandes y fuertes comunidades digitales y apoyar las
existentes. Trabajar siempre desde la solidaridad y no desde
la caridad, esto develaría la inutilidad de políticas represivas.
Escribo desde la sombra post coito neoliberal. Esta cró-
nica no busca refundar nada, ni está festejando desde el de-
vastador poder de la conquista viral. La palabra enunciada es
un signo inventado y bajo ella moriremos.

***

A
nes personales desde colectivos, aquí no hay aseveraciones
-

sino incitaciones al cuestionamiento general y a la subleva-


ción. Es una invitación a pensarnos vivos desde redes coope-
rativas de saberes por explorar, sin jerarquías ni autoridades
-
dumbre de la vida, al vacío hondo y complejo de las certezas.

97
PERSISTENCIA

Cartografía de los afectos


en semáforos rojo y amarillo,
o de cómo Google
sabe todo sobre mí

Mary Pacheco Paño

E sta es la forma de mi corazón,


seguro es más grande, pero
esta forma irregular es el resultado
de unir todos los puntos que, se-
gún , son los espacios

mayo 2020.

99
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Reporte de Google Maps de mis movimientos

Recorrido de mis afectos por Guayaquil

UArtes Ediciones 100


Cartografía de los afectos en semáforos rojo y amarillo, o de cómo Google sabe todo sobre mí

1, 2, 3: Mi casa, mi barrio, el Paraíso de la Flor

Vivo en la periferia de Guayaquil, el Paraíso de la Flor, en al-


gún kilómetro de la perimetral y acá el COVID-19 se vive de
manera más tranquila que en la urbe. La apariencia del barrio
era la de un largo y extraño feriado, con la diferencia de que
se percibía el silencio de luto por los vecinos que murieron y
por la pérdida de todxs.
-
to los vecinos salían al portal de su casa a estar sentados,
incluso después de las 2 p.m. Ven a la gente pasar, saludan,
conversan. Lxs más jóvenes juegan pelota, lxs más adultxs
cartas mientras beben cerveza. La tienda cerraba a las 5 p.m.
Los envidio un poco. Ellxs parecen cómodxs, saben cómo
habitar este lugar sin desesperarse o aburrirse porque sus
amigxs y familiares están aquí —o en mis delirios de encie-
rro, eso percibo—.
Para mí es distinto. Desde mis privilegios, he tenido
el tiempo para pensar en habitar los espacios. Mi casa, por
ejemplo. Vivo con mi mamá y la Sra. Choco, una gata negra.
A pesar de que no me falta ‘nada’ y que tengo mucho amor
aquí, no puedo decir que me siento en casa. Acá soy otra, una
versión que mi hogar evangélico puede digerir. Una yo a la
mitad, una yo para mi mamá.
Mi mamá suele decir que no tiene ni idea de quién soy. Yo
tampoco lo sé, pero sé que extraño ser la Mary que soy junto
a mis amigues, junto a mis vínculos, junto a mis compas. ¿Es
acaso la familia solo el círculo cerrado por la consanguinidad?

4: Metrobastión

Al igual que mis vecinos, el encierro me marchitaba, y en


un acto de amor (o egoísmo, todo depende de la perspec-

101
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

tiva) empecé a salir. En Metrovía, claro está; después de


perder trabajo y de ver las deudas crecer, no estoy para
pagar taxis. La estación en el mapa se ve relativamente
cerca, pero no lo es tanto sin el alimentador. Hay dos for-
mas de llegar:

• Caminando por la carretera (30 minutos).


• Tomar mototaxi (o caminar 11 minutos) y luego tomar
un bus en la principal. Regresar de la estación a la casa
es otro trámite, las rutas cambiaron y a veces me pierdo.

La primera vez que volví a la Metro me sorprendió ver a la gen-

poco en horas picos, pero siempre voy sentada y llego al centro


en media hora (antes era hora y cuarto). No me lo creo.

5 y 6: La parada de buses.
Calle principal del Paraíso de la Flor

La principal está como siempre, solo que todo cierra más


temprano. Se han multiplicado los pequeños mercados en
las aceras. Asumo que mucha gente se quedó sin trabajo y
moverse lejos está complicado, por lo que han optado por
vender mascarillas, alcohol, comida, víveres, enseres y todo
lo que se les pueda ocurrir en puestitos de madera, plástico,
carretas o tendidos en el piso. A esto se suman las motos,
mototaxis y furgonetas que se encargan de movilizar para
el fondo a las más de 65 000 personas que vivimos por el
sector.
Al esperar el bus pienso que probablemente acá ya todos
nos contagiamos; el distanciamiento y la cuarentena es para
la gente con ahorros o con posibilidad de endeudarse. Acá no
existe eso.

UArtes Ediciones 102


Cartografía de los afectos en semáforos rojo y amarillo, o de cómo Google sabe todo sobre mí

7 y 8: T y D. El otro Paraíso y La Cogra

T me preguntó si podía abrazarme, le dije que no lo dudara;


era la primera amiga a la que veía en meses. Nos abrazamos
muy fuerte y un señor en un auto empezó a pitarnos y gritó:
«¡Distanciamiento social, irresponsables!». «Envidioso», res-
pondió T y me llevó a la tienda. Nos sentamos en una vereda.
Luego fuimos donde D, ellas son como mis hermanas.
Cocinar, fumar, conversar, ir a comprar, tomar vino. Activi-
dades banales que puedo hacer sola se vuelven un ritual junto
a ellas.

9: Mi hermano y mi papá. El estadio Capwell

Compartimos el desayuno, ellos nos han visitado un par de


veces. Volver a abrazar a mi ñaño y poder conversar con él fue
un alivio. Es el único en la familia que realmente me conoce.

10: Mis abuelos. El Cristo del Consuelo

Mi abuela estuvo muy enferma. Se encontraba algo adolorida


porque el día anterior se sintió tan bien que salió a caminar
después de meses de encierro. Fue a buscar a una costurera
para hacerse un nuevo vestido. A mitad del camino ya no po-
día moverse y tuvo que esperar media hora bajo el sol. Todxs
la sermonearon, menos yo. Estoy segura de que habría hecho
lo mismo en su lugar.

11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18: JP, el centro y los locales

El centro, como se puede observar por el número de luga-


res, es como mi otro hogar, lo recorro más que mi barrio.
De hecho, fue al primer lugar que salí, después de 42 días

103
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

de encierro. Al principio, volver a habitar sus calles me daba


miedo, tristeza y melancolía. No podía ver las esquinas sin
recordar a los muertos abandonados de las fotos. Se sentía
ese luto suspendido en el aire. J me contaba que a ciertas
horas había tal silencio que parecía que estaba a punto de
empezar una película de terror, algo siniestro. Con el pasar
de los días volvió la bulla, la gente y mi alegría de sentirme
anónima en la calle y de moverme entre la gente.
El centro también es JP. En sus abrazos, en su risa, en
nuestros interminables debates y en el amor que comparti-
mos encuentro fuerza y esperanza. Su presencia y su voz me
alivian en medio del horror, del asco y la rabia que me produ-
ce la corrupción, las injusticias y el capitalismo.

19: La Atarazana

Aquí solo esperé 30 minutos un bus porque me confundí.

20: O y A. Samanes 2

Mis amigues, mis compas. Le pedí a O que me hiciera una mi-


chelada porque la noche anterior soñaba que tomaba una. En
esta casa me he divertido un montón y ellxs siempre me hacen
aligerar toda pena. Sin embargo, en la única visita que hice a su
casa no pude evitar desahogarme, incluso llorar. Fue hermoso,
cocinamos también.

Me llegó al correo un mensaje de Google con el listado de to-


dos los lugares en los que estuve en mayo. Reconozco cada
uno de esos momentos y por primera vez, más que vigilada y
paranoica, veo esos puntos en el mapa satelital de Guayaquil

UArtes Ediciones 104


Cartografía de los afectos en semáforos rojo y amarillo, o de cómo Google sabe todo sobre mí

con mucho cariño. Los afectos me llevaron a cada uno de esos


lugares. En cada punto marcado está mi corazón, está esa ‘yo’
intangible que sé que existe fuera con esos otros seres que me
alivian la existencia.
Uno todos los puntos del mapa esperando buscar una
respuesta, un patrón, pero solo veo como me muevo de norte
a sur de forma irregular. Quizás a nadie le importa esto más
que a mí, a Google —que me vigila— y al gobierno, si algún
día intenta criminalizarme por movilizarme pandemia. Soy
lxs otrxs.

105
PERSISTENCIA

¿Es normal?

Diana Gardeneira

Es normal sentirme triste.

Es normal sentir miedo.

Es normal la incertidumbre.

Es normal no ser quien era ayer.

Es normal no querer pensar.

Es normal cantar muy fuerte una canción.

Es normal querer ser más grande.

Es normal tener todo el tiempo del mundo.

Es normal no querer hacer nada.

Es normal llorar.

107
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Es normal hablar con tu familia y amigos y reír.

Es normal olvidarte de todo.

Es normal ver una película o una serie o un documental.

Es normal no querer levantarte.

Es normal que la ciudad esté vacía.

Es normal que no haya movimiento en las calles.

Es normal buscar consuelo en tu perrita o gato.

Es normal que haga mucho calor.

Es normal querer irte del planeta.

Es normal ser un zombi.

Es normal ayudar a los demás.

Es normal no querer comer.

Es normal donar, compartir y donar.

Es normal creerte inútil.

Es normal que el día te gane.

Es normal bailar.

Es normal estar desamparada.

Es normal esconderte de las noticias.

Es normal no jugar con tus sobrinos.

Es normal la soledad de la ciudad inhabitada.

Es normal estar aterrada de ir al supermercado o la farmacia.

UArtes Ediciones 108


¿Es normal?

Es normal que haya toque de queda de 2 p.m. a 5 a.m.

Es normal aprender a tocar un instrumento musical.

Es normal emborracharte.

Es normal escuchar música o un podcast.

Es normal no querer hablar con nadie.

Es normal tragarte la información diaria.

Es normal tener privilegios.

Es normal querer vomitar.

Es normal tener hambre.

Es normal estar desilusionada.

Es normal que solo puedas salir en carro 1 día a la semana.

Es normal pintar solo una pincelada al día.

Es normal cocinar.

Es normal lavar poca ropa porque no sales.

Es normal vivir en un país pobre.

Es normal que no haya embotellamientos.

Es normal que vendan verduras en una camioneta y la gente


se amontone a comprar.

Es normal cabrearte por lo que pasa.

Es normal cuidarte y que aun así te enfermes.

Es normal estar confundida.

109
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Es normal escuchar el eco de los vendedores ambulantes y los


peatones.

Es normal estar abatida.

Es normal tener que ingeniármelas para enterrar a mis fami-


liares.

Es normal lavar los platos y que sigan amontonados.

Es normal tener que crear juegos con tus hijos mientras lim-
pias la casa y teletrabajas.

Es normal quedarte despierto hasta las 6 a.m. viendo televi-


sión.

Es normal estar decepcionada.

Es normal salir a buscar qué comer para mis hijos.

Es normal ser vulnerable.

Es normal sentirte avergonzada.

Es normal no poder crear.

Es normal no poder leer.

Es normal estar sana.

Es normal recién darte cuenta de que nada volverá a ser como


era antes.

Es normal todos los días ser alguien distinto.

Es normal estar furiosa.

Es normal estar devastada.

Es normal contagiarte de dengue.

UArtes Ediciones 110


¿Es normal?

Es normal sentirte prisionera en tus cuatro paredes.

Es normal no sentir nada.

Es normal creerte un .

Es normal hacer teletrabajo y hacerlo mal.

Es normal que los muertos aparezcan en las calles.

Es normal que quieran aislar Guayaquil.

Es normal hacer talleres en Zoom.

Es normal pensar en el futuro.

Es normal que me insistan que me quede en casa cuando vivo


en una casa de 2 x 2 metros con 6 miembros de mi familia.

Es normal planear tu vida.

Es normal que no sigas las noticias por un día o una semana


o más.

Es normal que te enfermes y vayas al hospital y te digan que


te regreses a tu casa porque no hay camas libres.

Es normal tener antojo de frituras y dulces todo el tiempo.

Es normal que te despidan del trabajo.

Es normal que se haya roto un oleoducto en el Oriente ecua-


toriano.

Es normal leer un libro nuevo cada semana.

Es normal que llueva y no puedas sacar a pasear a tu perrita.

Es normal que te dé preeclampsia y estés en coma por violen-


cia obstétrica.

111
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Es normal no saber qué más hacer para ayudar.

Es normal organizar la casa.

Es normal hacer ejercicios.

Es normal no poder despedirte de tu abuela o tío que falleció.

Es normal que haya 5200 denuncias de violencia intrafami-


liar contra las mujeres, durante el primer mes de cuarentena.

Es normal pensar que el mundo se está acabando.

Es normal sentirte libre.

Es normal que no haya camas libres en los hospitales.

Es normal frustrarte.

Es normal que tu casa siga desordenada.

Es normal estar sana.

Es normal estar hostil.

Es normal estar irritada.

Es normal estar herida.

Es normal respirar profundo y recordar que estás viva.

Es normal no querer sacar a pasear a tu perrita.

Es normal abrazar a la persona con quien haces la cuarentena.

Es normal sanar.

Es normal que hayas estado mochileando por Europa, te


cerraron las fronteras de los países y ahora no puedas via-
jar de regreso a Ecuador.

Es normal cocinar alfajores y tiramisú.

UArtes Ediciones 112


¿Es normal?

Es normal dar el pésame a cada rato a las personas que sigo


en Facebook.

Es normal que la gente se cure del COVID-19.

Es normal que, al 12 de abril, el ECU-911 ha recibido 6819 lla-


madas por violencia de género.

-
manalmente 660 denuncias; hoy son 80 por las restricciones
de movilización.

Es normal que sientas ganas de llorar cuando ves muertos en


una banca en la vereda. Con un parasol. Con un letrero que
diga «lo intentamos todo, pero nunca nos ayudaron».

Es normal que no salgas de tu casa desde hace 1 mes.

Es normal que se enfermen personas cada vez más cercanas.

Es normal darles ánimos.

Es normal que me pidan que me lave las manos, pero no ten-


go agua potable.

Es normal hacer videos para animar a tus amigas enfermas


de COVID-19.

Es normal que estés en modo «voy a realizar las tareas de la


pandemia».

Es normal no tener trabajo.

Es normal pelearte con todos.

Es normal que tus zapatos se llenen de humedad.

Es normal que sigas cursos en línea.

113
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Es normal que me boten de la casa y no tener a dónde ir.

Es normal hacer y y .

-
da internacional.

Es normal que el Estado compre mascarillas de $12.

Es normal tener full energía y querer hacerlo todo.

Es normal querer cocinar todas las recetas que nunca quisiste


hacer.

Es normal que tu perra les ladre a los perros en la calle porque


quiere salir.

Es normal que haya funcionarios de morgues hospitalarias


que cobraban hasta $400 por entregar cuerpos a familiares.

Es normal no ver el futuro.

Es normal que mandes a tus empleados de vacaciones, aun-


que no vayas a descansar encerrada en tu casa, en medio del
apocalipsis.

Es normal que se pierdan los cuerpos de personas fallecidas


en los hospitales públicos.

Es normal no hacer planes.

Es normal que tu mamá tenga cáncer y no pueda ser operada


para quitarle el tumor.

Es normal que te quieran cobrar por el tanque de oxigeno


$600, $800, $1300 y $3000.

Es normal que las morgues estén saturadas.

UArtes Ediciones 114


¿Es normal?

Es normal pedir por y que el 80 % de los pedidos ven-


gan mal.

Es normal ver conferencias por Instagram live.

Es normal que te de dengue y COVID-19 y estés en coma.

Es normal que se acabe el lysol, alcohol o sani.

Es normal tener que estar embarazada.

Es normal dudar con cada que hagas en Instagram.

Es normal que los hospitales estén saturados de gente.

Es normal odiar a las autoridades.

Es normal que las personas se enfermen en sus casas y deci-


dan no ir al hospital, con miedo a morir solos y que se pierdan
en el caos; y decidan morir rodeados de sus familiares cerca-
nos.

Es normal que des a luz, te den de alta y que tu doctor te diga


«los dolores que sientes son normales».

Es normal que los medios de comunicación internaciones


cuenten lo que pasa en Ecuador y tus amigos internacionales
te pregunten cómo estás.

Es normal que lleves semanas sin saber de las noticias com-


pletas.

Es normal que bloquees todo lo que te enteras.

Es normal extrañar salir al centro comercial, aunque no te


guste el centro comercial.

Es normal querer comer pan enrollado y no saber donde com-


prarlo.

115
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Es normal pagar demasiado por los vegetales y los .

Es normal que el gobierno diga que el 4 de mayo podemos de-


jar el aislamiento y pasar al distanciamiento social.

Es normal que haya mosquitos y ruegues que no te dé dengue.

Es normal ver historias de supervivencia en redes sociales.

Es normal pensar que la gente no va a hacer caso y seguirán


saliendo y todo se saldrá control.

Es normal sentir frustración de que tú seguirás aislada lo más


que puedas, pero la gente afuera seguirá saliendo, se enfer-
mará y esto nunca va a acabar.

Es normal no querer ver en la tele películas o series de virus,


pandemias y tragedias.

Es normal pensar proyectos para ayudar a tu comunidad.

Es normal que seas despedido y que te den una miseria de li-


quidación después de 25 años de trabajo.

Es normal no saber qué hacer con tu vida.

Es normal sentirte decepcionado y que no importas porque


no tienes trabajo.

Es normal que pienses en emprendimientos para poder so-


brevivir.

Es normal que, después de la pandemia, la crisis económica


mundial pueda acabarnos.

Es normal reírte sin ninguna explicación.

Es normal que tus amigas te consuelen cuando la ansiedad te


acaba.

UArtes Ediciones 116


¿Es normal?

Es normal pensar en «cuando todo vuelva a la normalidad» y


darte cuenta que nunca nada será igual.

Es normal que quieran hacer recortes a la educación y que to-


das las universidades y colegios se estremezcan de lo que se
viene.

Es normal hacer ejercicios en tu casa y caminar de un lado a


otro para poder cumplir con los pasos que te propusiste.

Es normal ver un video sobre cómo desinfectar la comida del


supermercado y darte cuenta de que todo este tiempo lo has
estado haciendo mal.

Es normal que después de llorar sin motivo, ponerte a ver vi-


deos de cachorros y gatos para reírte y aliviar el alma.

Es normal armar un proyecto de arte para no pensar.

Es normal darle ánimos a tu familia para que no dejen de ac-


tuar.

Es normal que haya países que están saliendo del virus.

Es normal que las reglas estén para cumplirse y nadie las


cumpla.

Es normal que el teletrabajo te haga trabajar más de lo que


-
jos sin ayuda de nadie.

Es normal que por el día de la madre muchas personas visita-


ron a su familia, mientras el resto están encerrados con an-
siedad y nervios porque el COVID-19 puede ser asintomático.

Es normal que, a 2 meses de cuarentena, haya habido 12 fe-


micidios.

117
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Es normal que en ciertos sitios de la ciudad no haya policías


ni nadie que cuide y la gente salga fuera de las horas del toque
de queda.

Es normal que haya gente que visite a su familia porque no


están enfermos.

-
te se le olvide que la enfermedad puede presentar síntomas 2
o 3 semanas después.

Es normal sentirte estúpida por ser la única persona que si-


gue las reglas.

Es normal que, siendo profesor en escuelas privadas, no ten-

Es normal que te bajen las horas de trabajo y el sueldo.

Es normal que no tengas con quien dejar a tu bebe mientras


teletrabajas.

Es normal que un estudiante te escriba a las 9 p.m. por


WhatsApp y si no contestas, te llamen por teléfono.

Es normal que eliminen empresas públicas.

Es normal que ya puedas regresar a tu país por medio de vue-


los humanitarios, pero que en realidad son aviones viejos,
donde la gente se amontona al entrar y te tratan mal.

-
borales y el Seguro Social, el recorte presupuestario y las me-
didas económicas antipopulares, y la policía lo reprima con
golpes y gas lacrimógeno y metan presas a las personas de
forma violenta.

UArtes Ediciones 118


¿Es normal?

Es normal que personas con COVID-19 se fugaran de sus ho-


teles para viajar en vuelos humanitarios a Ecuador.

Es normal que, en el aeropuerto, la gente se queje de que en


los controles no se cambian los guantes con cada pasajero
que atienden.

Es normal que te hagan quedar 15 días en un hotel caro, pre-


pagado por ti mismo con las comidas incluidas, y que la co-
mida no sea siempre completa o que hasta el agua escasee.

Es normal que familias completas estén encerradas en ha-


bitaciones, haciendo cuarentena, y que se peleen todo el
tiempo.

Es normal que después de 2 meses de aislamiento, vayas a vi-


sitar a tus nietos a través de la ventana y se te rompa el cora-
zón de felicidad y tristeza.

Es normal regalarle a tus vecinos torta de banano.

Es normal sacar a tu perrito después de 2 meses de encierro, y


de verlo con signos de depresión.

Es normal que el 20 de mayo suavicen las restricciones de


Guayaquil, de semáforo rojo al amarillo.

Es normal que todos los miércoles, día que te toca salir con el
carro por la placa, te den ganas de llorar, justo antes de salir.

Es normal que si vas por las calles de Guayaquil veas a la gente


con mascarillas, caminando como si nada. El chifa con gen-
te sentada comiendo, la tienda de ropa y calzado, con poca
gente, pensando cómo hacen para probarse los productos que
venden.

Es normal que te decepciones de tu país y los gobernantes.

119
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Es normal querer pensar en alternativas de sitios para vivir,


comunidades en la naturaleza compartiéndolo todo, con li-
bertad y sin restricciones.

Es normal que se popularicen grupos de trueque.

Es normal que las mujeres no quieran hacer las denuncias de


violencia de género al Ecu-911 y al 1800-Delito porque no re-
ciben ayuda, no se transparentan los datos y no tienen ca-
pacidad de respuesta, así que optan por alternativas como el
CEPAM o Fundación María Guare, etc.

Es normal.

UArtes Ediciones 120


¿Es normal?

121
PERSISTENCIA

Parentesco marica1

Jordy de los Milagros Robles

E ste texto surge en medio de la experiencia de aislamien-


to de personas maricas tras la pandemia de COVID-19.
Aquí está recordada parte de nuestra historia: el hecho de que
nuestras antecesoras vivieron otras experiencias de pande-
mia y otras experiencias de aislamiento que les enseñaron a
resistir. Este texto es un homenaje a ellas. Su sobrevivencia y
su resistencia nos resultan profundamente inspiradoras.

¿En qué se parece la diáspora africana al desamparo de


personas LGBT+ en EE. UU. durante la segunda mitad
del siglo xx? Un grupo de personas con unas caracterís-
ticas en común son separadas de lo que podrían llamar
su hogar para ser obligadas a ocupar esferas de la vida
social profundamente subordinadas y oprimidas.

1 Utilizamos el término ‘marica’ para agrupar a todas las personas de la diversidad


sexogenérica del contexto que presentaremos a continuación.

123
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

¿En qué se diferencian? En que, en la diáspora, son los


colonizadores quienes separan a estas personas de su
comunidad. Las personas LGBT+ fueron separadas por
sus propias familias.

In honor to the Legendary House2 of Xtravaganza.

En los años ochenta, el mundo enfrentó una de las crisis epi-


demiológicas más alarmantes del siglo xx. Llamada por la
prensa, durante los primeros días, como la ‘peste rosa’ o la

un sinnúmero de vidas a personas de la diversidad sexogené-


rica en su epicentro: la ciudad de Nueva York.3
Sumada a esta crisis, muchas personas —principal-
mente afrodescendientes y latinas— tuvieron que lidiar con
el desamparo al que habían sido relegadas por sus familias
y comunidades religiosas tras ser descubiertas sus prácticas
sexuales o de género no normativas.
La poco conocida y mortal enfermedad, junto con las
condiciones de aislamiento social y la criminalidad de los
guetos donde estas personas vivían, agudizaba su vulnera-
bilidad y minimizaba sus posibles formas de sobrevivencia.

las maricas de este contexto nacieron y murieron durante la


última mitad del siglo xx.
En ,4 un texto de Michael Cunnin-
gham escrito con la memoria de varias maricas de la épo-

2 De ahora en adelante usaremos este término en su traducción al español (Casa),

3 Aunque no fueron las únicas víctimas de esta epidemia, ni este fue el único lugar
donde se desataron los contagios, sí fueron, junto a los heroinómanos, hemofílicos y
haitianos, el grupo poblacional más vulnerado, discriminado y desamparado durante
el primer tiempo de la enfermedad.
4 Todas las traducciones fueron realizadas por nosotrxs.

UArtes Ediciones 124


Parentesco marica

ca, vemos cómo se recuerdan experiencias de abandono que


muestran la vida de niñxs criando a sus hermanos recién
nacidos, niñxs comiendo basura y durmiendo en las calles,
niñxs escapando de sus hogares tras el acoso católico de su
familia, etc.
Sus edades circulan entre los 7 y los 13 años y su des-
cubrimiento de la diversidad propia reside en experiencias
afectivas con otrxs chicxs, en ponerse una falda por encima
de los jeans huyendo en el metro, en maquillarse a escondi-
das de sus familiares, etc.
Ante este contexto desalentador, ¿cómo lograban so-
brevivir estxs niñxs y adolescentes, víctimas de una creciente
discriminación y aislamiento social, y cómo lograron llegar
con vida hasta la pandemia?
Entre las personas negras en los EE. UU., la familia es
vista como una forma primaria de pertenencia cultural y
comunitaria. Para pertenecer, se espera que uno se adhiera
a las normas de género y sexuales dentro de la familia
según lo prescrito por un discurso heteropatriarcal. El he-
teropatriarcado es central para las nociones de sentido co-
mún —conocimiento cotidiano— de la negritud y, por lo
tanto, estructura la membresía cultural negra.5
Esta comprensión y exigencia de adaptación de las
normas de género y sexuales sostiene la vida familiar y

lo señala Marlon Bailey en , no to-


das las familias negras rechazan y expulsan a sus parientes
LGBTI, pero sí es algo que hacen demasiadas de ellas.6
Héctor Crespo aprendió a vivir solo desde los 13 años, a
inicios de los 70. Tuvo que encontrar comida en botes de ba-

5 Marlon M. Bailey, , 80.


6 Bailey, , 80.

125
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

-
portar el abuso de su madre y sus hermanos en casa. Aprendió
a zafarse de violadores que acechaban en la avenida Christo-
pher del West Village; aprendió a zafarse de las drogas y del
suicidio.7
A sus veinte años fue adoptado por una madre de 15:
Angie Xtravaganza, quien había escapado de casa cuando era
un chico de 14, después de una infancia llena de violencia y
abusos familiares.8 Angie era la madre de una Casa formada
por un montón de personas maricas que también estaban sin
hogar porque habían sido expulsadas.9
La expulsión del hogar de crianza no es solamente una
exclusión familiar. Es una exclusión extendida que le obliga
a la persona expulsada a ocupar espacios separados de la so-
ciedad, a enfrentarse a la imposibilidad de encontrar un tra-
bajo formal, a un acceso limitado de servicios elementales, a
lo precario.
La precariedad es parte de un escarmiento dado por la
propia familia. Su renuncia a las normas de género y sexuales
que sostienen la pertenencia a su comunidad, su salida de ese
sistema es el motivo por el que se le condena a una vida pre-
caria y subordinada.
En este panorama, la alianza de personas maricas en el
sistema de tipo familiar llamado Casas, se convierte en una
respuesta directa a esa condena. No solo porque logran so-
brevivir sino, y más potente aún, porque se sublevan al dis-
curso heteropatriarcal al formar un tipo de familia que supera
las barreras sanguíneas de naturaleza, que ignora la jerarquía
generacional y que pasa por encima de las prácticas sexuales

7 Michael Cunningham,
8 Cunningham, .
9 Chantal Regnault,
1989-1992, 32.

UArtes Ediciones 126


Parentesco marica

y de género con las que este discurso se reproduce y reprodu-


ce nuevos sujetos.
El trabajo que falla en hacer la familia, la sociedad y el
Estado, las Casas lo asumen con efectividad. Estas personas
no solo logran sobrevivir y burlar la estructura heteropa-
triarcal de reproducción, sino que consiguen crear toda una

de su abandono.
La Casa de Xtravaganza, según recuerdos de Héctor, se
-
le ofrecido por la Casa de Omni, en Harlem. Tuvo entre sus
padres a Héctor Val, David Padilla, Shady Louis y al mismo
Héctor Crespo.10 Entre sus madres estuvieron Carmen y Angie
Xtravaganza.11
El trabajo de estas personas no solo consistía en pro-
veer de un techo y de comida a sus hijxs,12 sino en realizar
labores de cuidado durante todo el ejercicio de parentalidad.
Esto es: ofrecer alguna preparación laboral o educativa para
el futuro, acompañar a sus hijxs durante sus crisis de salud,
acompañarles a morir y hacerse cargo de sus restos.13
Héctor vivió 40 años a partir de que fue abandonado por
su madre. Desde entonces, aprendió a sobrevivir y se con-
virtió en padre para enseñar a hacerlo. Contagiado de VIH y
presenciando la muerte de una gran cantidad de miembros de
su comunidad, participó en la creación de un 14
que
le diera a la gente información y conocimiento para evitar la
propagación del virus: el .

10 Estamos relatando el contexto inicial de esta cultura. La situación actual de esta


Casa y sus integrantes no son ni serán revisados en este texto.
11 Regnault, , 33-34.
12 En inglés, children.
13 Regnault, , 35.
14 En esta cultura, un -
nas para celebrar su diversidad mediante prácticas de baile y pasarela.

127
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Rescató y dio acogida a varios hijxs. Pagó la renta de


sus amigxs en momentos económicos difíciles e inciertos. Se
hizo cargo de 4 urnas crematorias que nadie reclamó y per-
maneció con una de ellas sin enterrarla. Se tatuó en el cuerpo

estas personas.
Héctor murió de linfoma el 30 de diciembre de 2018 en
la ciudad de Nueva York, a la edad de 53 años. Era asmático,
diabético, portador del VIH y tenía un tumor en el cerebro. Su
legado excede la comunidad a la que perteneció. Enseñó cómo
ser un buen padre sin haber tenido uno. Desempeñó un papel
fundamental en su época. Encontró una forma de resistir a la
pandemia y al aislamiento social mediante una alianza mari-
ca que burló los efectos criminales de la ley.

UArtes Ediciones 128


PERSISTENCIA

El cuerpo virulento:
un análisis del síntoma
de las manos quebradas

Mayro Romero Villasagua

L as experiencias construyen nuestros cuerpos y forjan


nuestras identidades. Los cuerpos que escapamos de
lo común, de lo normativo, somos considerados abyectos.
Nuestras experiencias son más un conjunto de situaciones o
eventos que nos incomodan, restringen, censuran, prohíben,
violentan. Siendo observados como cuerpos enfermos, viru-

enfermedad virulenta que daña pero que no mata y si mata,


lo hace porque tal vez no se trató su síntoma desde temprana
edad. Aquella etapa en la cual tu cuerpo deja de ser individual
para ser un cuerpo colectivo cumpliendo estándares para no
ser considerado un cuerpo enfermo.

129
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Tradicionalmente la masculinidad cohíbe el impulso de los


gestos masculinos de las manos, dan la impresión de rigidez,
los movimientos de las muñecas son escasos y los dedos solo

-
cia con la idea de la masculinidad.1

Con esta cita ubico una de las tantas experiencias que


pasaron sobre mí y construyeron sobre mi cuerpo lo
‘anormal’, considerándolo ‘enfermo’. Por ser marica, por
ser pobre, por tener gestos y manos libres. Síntoma de algún
virus social que se propagaba entre los más débiles. Entre
aquellos que eran considerados quebrados o desviados.
Cuyo tratamiento eran dosis de trabajo forzado bueno para
el cuerpo, para la corrección de las posturas y las maneras.
Correcciones que creaban ampollas en las manos, sudor y
sangre.

Mis manos se quebrantan sin razón alguna y eran frágiles


como el aletear de las aves, eso me aterra, eso me amenaza,
eso me hace sentir enfermo porque papá y mamá me dijeron
que me contagié. Y que la cura estaba en dejar de ser delicado,
en dejar de aparentar ser frágil, vulnerable, sensible.2

Por aquellos gestos que solo nosotros entendemos, porque la


lengua se nos prohíbe y se nos niega el manifestarnos, mos-
trarnos ligeros y delicados en un ir y venir, en una coreografía
que desagrada, que se teme porque puede ser producto de una
enfermedad o, mucho peor, puede ser contagiosa.

1 Manu Arregui, “Ejercicios de medición sobre el movimiento amanerado de


las manos”, 2014. Disponible en: https://manuarregui.com/portfolio/ejercicios-de
-medicion-sobre-el-movimiento-amanerado-de-las-manos-2014/
2 Mayro Romero Villasagua. , 2017.

UArtes Ediciones 130


El cuerpo virulento: un análisis del síntoma de las manos quebradas

En conclusión, este artículo se forma a partir de esas ex-


periencias que nos han construido y nos forman como sujetos
abyectos. Al usar la palabra ‘virus’, quienes la usan lo hacen
para referirse a nuestros cuerpos como parte de una toxicidad
social sin pensar que lo tóxico lo generan ellos cuando la usan
para injuriar, para referirse a esos cuerpos que cuestionan los
discursos sobre la construcción de la identidad.

“El síntoma Marica”, de Mayro Romero

131
PERSISTENCIA

Reseña: Buscando a Bruno

Pamela Jijón*

No tengo el deseo de que la autoridad nos explique


por qué Bruno desapareció, tenemos la exigencia
de decir que nadie merece desaparecer.

Lukas Avendaño

E n esta reseña presentaremos la acción de Lukas Avenda-


ño, ,1 realizada por primera vez el 21 de
junio de 2018 dentro y fuera del consulado de México en Bar-
celona.2
A su autor habríamos podido presentarlo como antro-
pólogo, artista escénico, performer, escritor, militante de

* Pamela Jijón, PhD en Filosofía, miembro del colectivo Mitómana artes escénicas,
docente titular de la Facultad de Derecho de la Universidad de las Américas en Quito.
1 Para consultar el video del performance: https://vimeo.com/277627522
2 Esta acción ha sido replicada por el artista en varias locaciones, consulados, em-
bajadas y festivales.

133
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

la 3
Pero, desde el 10 de mayo de 2018, fecha de la
desaparición forzada de su hermano,4 él mismo se presenta
solo como Lukas Avendaño y con ello sintetiza su existencia
en ser «el hermano del desaparecido».5 En esta síntesis su
cuerpo constituye el operador de la resistencia, ya no solo la
del género, sino la de la política y lo social. Es desde esta ín-
tima contracción que Lukas reestructura su manera de estar
en el mundo.6
Lukas es el tercer hermano de seis y Bruno es el me-
nor. A él había que cuidarlo y este cuidado se expresa desde
hace dos años en su insaciable búsqueda, a la que Lukas

compartimos valores culturales por nuestra ascendencia en el marco del ‘estilo ét-
nico’ zapoteco del Istmo de Tehuantepec –bini zaa muxeidad
de la masculinidad, la femineidad, los ritos de paso femeninos, la iniciación sexual

distinto en la concepción y percepción del cuerpo, la sexualidad, la sensualidad y la


-

contamina, que en todo ve un valor de uso o valor de cambio, donde por encima de

para que las personas, fuera de la región del Istmo de Tehuantepec, me dejen de ver
como la encarnación del rencor ponzoñoso de un asqueroso cuerpo homosexual».
Entrevista a Lukas Avendaño realizada por la agencia Paco Urondo, Argentina.
Disponible en: http://www.agenciapacourondo.com.ar/generos/muxes-el-desa-

4 Bruno Alonso Avendaño Martínez, marino, hermano menor de Lukas, desapare-


ció en Tehuantepec, Oaxaca, el 10 de mayo de 2018, cerca de las 15.00, en el paraje
Los Manguitos.

6 Para abordar la extensión de su propuesta, es indispensable hacer un breve apun-


te sobre su vida. Lukas nació y creció en Santa Fe, en Santo Domingo Tehuantepec
(Oaxaca). De padres campesinos, tuvo que colaborar con el trabajo del campo y el
cuidado de los borregos y toros. Después de integrar la escuela de danza, siguió en la
universidad la carrera de Antropología. Son estas dos fuentes de investigación las que
tejen su trabajo de performance antropológico.

UArtes Ediciones 134


Reseña: Buscando a Bruno

familiar genera un quiebre irreparable en la vida de Aven-


daño y, de manera natural, en su arte. La creación cede es-
pacio a la búsqueda que aparece como imposible pero no
por ello abandonable. Rescatar el carácter utópico de la
misma da cuenta de la persistente voluntad de resisten-
cia, que nos recuerda a Sorel, para quien «el mito es lo que
jamás podrá ser alcanzado y que, sin embargo, conducirá
a las masas a querer derrocar las situaciones existentes».7
Ante la impotencia de ver truncadas las acciones ju-
diciales en la búsqueda de Bruno, Lukas ve en su situación
de artista reconocido en el extranjero una oportunidad
para vehicular su demanda y visibilizar la lucha, no solo
por la desaparición de su hermano, sino por el derecho que
tenemos todos a no desaparecer. Reclamo pertinente en el
contexto mexicano que cuenta en estos últimos años con
cerca de 40 000 desaparecidos.8
El performance Buscando a Bruno se estructura en
dos momentos. En el primero, Lukas es recibido por la au-
toridad del consulado mexicano, el cónsul Ernesto Herrera
López, a quien entrega un documento en que explica con
minucia el caso de su hermano y visibiliza la inacción e
inoperancia de las autoridades mexicanas.
En esta primera parte, a la que podríamos calificar
como denuncia formal, Avendaño es recibido en el consu-
lado como cualquier mexicano que tendría el derecho de
acceder a estas oficinas que son su territorio. Ahora bien,

7 Eric Lecerf. (Paris: Harmattan, 2002): 273.


8 El Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas en el país
reporta 34 268 entre 2014 y marzo de 2018, aunque según el informe de Amnistía
-
cluyen los casos federales anteriores a 2014». Disponible en: http://www.oaxaca.
media/politica/politicaygobiernos/te-seguimos-buscando-bruno-lukas-avendano/

135
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

este ingreso viene cargado de la fuerza de quien forma


parte de los sujetos excluidos. La presencia de Lukas su-
braya la contradicción, él, indígena, campesino, vestido
con tehuana y velo negro, junto al cónsul, blanco, de la alta
sociedad mexicana, de a terno formal; ambos no tendrían
que haberse encontrado, y se encuentran, ahí en el territo-
rio que les pertenece y que les junta por la coincidencia de
estar en el extranjero. Lo que los atraviesa es el discurso,
que Lukas ha sabido presentar en el lenguaje convencional
formal y de derecho.
El gesto político de Avendaño se plasma en el esfuerzo
por levantar su solicitud en el formato esperado, buscando
el lugar común, el posible aunque seguramente infructuo-
so encuentro. Con esta acción Lukas irrumpe en el discurso
policial, aquel que, como nos dice Rancière, es

[…] el orden de los cuerpos que define el reparto entre los


modos de hacer, los modos de ser y los modos de decir, que
hace que tales cuerpos sean asignados por su nombre a un
ligar tal y a una tarea tal; es un orden de lo visible y de lo
decible que hace que tal actividad sea visible y que otra no
lo sea, que tal palabra sea entendida como discurso y que
tal otra lo sea como ruido.9

El segundo momento del performance sucede ya en las


afueras del consulado, y aquí Lukas ya no recurre al len-
guaje administrativo estatal, que es portador de violencia
y complicidad. En esta segunda parte, el lenguaje que se
despliega es aquel que le pertenece, el que él construye con
su trabajo, con el esfuerzo y el despliegue de su ser que
transparece y se realiza.

9 Rancière, Jacques. (Paris: Galilée, 1995): 52.

UArtes Ediciones 136


Reseña: Buscando a Bruno

Este momento está marcado por el encuentro. Lukas


está sentado en una silla, con su vestimenta típica, largos
aretes, el cabello en moño y el torso desnudo. Su rostro,
iluminado por la determinación de su mirada y la sombra
de una sonrisa portadora de esperanza.

Yo tengo el arte, con el que quiero pensar que puedo con-


vertir la impotencia y la vulnerabilidad en una experiencia
alegre. Quiero pensar que puedo hacerlo. Siempre he apos-
tado por la esperanza en mi arte, aunque no me esperaba
que esto pudiera llegar a suceder. Pone a prueba todos los
fundamentos de lo que he venido trabajando.10

Junto a él la silla vacía se dispone, tiende hacia aquellos


pasantes que quisieran participar de la acción vistiéndose
también con tehuana y joyas, sentándose junto a él, dán-
dole la mano, y mirándolo al final. Ambos recrearían una
representación de las dos Fridas. Como el mismo Lukas lo
señala, este guiño a la obra de Frida no es sino contextual;
Kahlo posicionó en la escena internacional esta vestimen-
ta típica y su reconocida imagen permitiría de manera in-
mediata un nivel de identificación.
El encuentro de Lukas y los pasantes es, por decir
lo menos, conmovedor. Quiénes participan de la acción
se ponen literalmente en el traje del otro, a quien dan la
mano, a quien acompañan, miran y sonríen. Hay en ese
momento una esperanza política clara, que se asienta en
la igualdad de dos sujetos que comparten un hacer y que
apersonan una lucha.

10 Lukas Avendaño. Disponible en: http://catalunyaplural.cat/es/quiero-pensar-


que-con-el-arte-puedo-convertir-la-impotencia-de-la-desaparicion-de-mi-herma-

137
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

La Xixa teatre

UArtes Ediciones 138


Reseña: Buscando a Bruno

-
frentar la desaparición de su hermano. Esta aseveración me
11

parece fundamental pues da cuenta de un carácter natural e

posee solo a sí mismo y lo que sabe hacer. Cuando en nuestra


-
tradicciones,12 las herramientas últimas con que contamos se

-
legio para denunciar estas situaciones lo único que tenemos
es nuestro cuerpo y el espacio público».13 Y de esta manera,
el trabajo de creación y la acción de buscar a su hermano se
encuentran en Lukas como materialización clara de la nece-

hace Simone Weil, para quien el trabajo y la muerte son cosas


de necesidad y no de elección.

el arte y la política, o sobre el arte político o militante. En esta


reseña quisiera aproximarme a la relación que surge entre
estas dos dimensiones a través del rol del trabajo. De algu-
na manera Lukas, con mucha claridad y pertinencia, sitúa la
pregunta clave sobre las condiciones de posibilidad de inter-
venir el mundo, lo que nos remite a la idea de ver en el trabajo,
como Simone Weil, el acceso a la realidad o, yendo más lejos,
ver con Chenavier en el trabajo el lazo de la amistad entre los

11
como un acto de desesperación. Disponible en: https://www.rompeviento.tv/buscan-
-

12 «Yo parto de la premisa de que la función del performance es evidenciar contra-


dicciones», dice Lukas. Disponible en: http://ladobe.com.mx/2019/11/vencer-el-cer-

13 Disponible en: http://ladobe.com.mx/2019/11/vencer-el-cerco-la-busqueda-de-

139
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

hombres.14 Amistad que, como dijimos, emerge con transpa-


rencia en la segunda parte del performance.
Al arte se lo reivindica desde distintas prácticas como un
espacio de aparición, como la articulación de gestos que per-
miten dar un lugar a los desaparecidos. En el caso de la obra
, a mi parecer, asistimos a un doble nivel de
aparición. Por un lado, la presencia de Bruno y los desapare-
cidos en México, y por otro, aquella de Lukas.
Los primeros son invocados de distintas maneras. Una
de ellas es la fotografía que Lukas sostiene de manera per-
manente en su mano derecha, descansando sobre su rodilla y
cuyos textos indican «Seguimos buscando a Bruno Avenda-
ño» y «Por las y los desaparecidos en México».

Javier Miralles

En el primer texto, el uso del plural toma al cuerpo individual


de Lukas como vehículo parar expresarse. Lukas es el porta-

14 «Hay entonces una función política del trabajo, que es fundador del lazo de amis-

relaciones». Robert Chenavier. Simone Weil, une philosophie du travail (Paris: Cerf,
2001): 139.

UArtes Ediciones 140


Reseña: Buscando a Bruno

voz de su familia y también de todas aquellas familias que si-


guen buscando a sus desaparecidos, pero que lo hacen desde
la posición social marcada por la exclusión y el ocultamiento.

La única ventaja que tiene Bruno es que yo soy su hermano.


Yo tengo visibilidad internacional, puedo hablar con perio-
distas… mi mamá y mis hermanos, que vienen de tradición
campesina, no podrían hacer nada […] Hay que exhibir esas
negligencias y alguien tiene que dar la cara y me toca a mí esa
responsabilidad.15

La silla sin ocupar ubicada junto a la suya también da cuenta

cómo el espacio de todos es vaciado con la desaparición de uno


de los nuestros.
Por otro lado, tenemos la aparición de Lukas, que se nos
presenta como un representante, un portavoz, un sin-par-
te que ha encontrado una posible vía de ingresar en el mundo
que normalmente le estaría negado.16 Con su trabajo expre-
sado en el performance, Avendaño ubica una acción genui-
namente política, despojada de pretensiones egocéntricas o
de aventuras de pensamiento leve. Estamos frente a una per-
sona, un sujeto, sin etiquetas, sin imposturas; y esta persona
hace lo que sabe hacer. Lukas se presenta, él, trabajando, con
lo que tiene, su cuerpo y su acción. Y esta presentación resiste
sin esperar, sabiéndose portadora impotente del poder de un
reclamo justo. Yo no espero nada de ellos, dice Lukas, en el
documental La utopía de la mariposa.

15 Avendaño. Disponible en: http://catalunyaplural.cat/es/quiero-pensar-que-con-


el-arte-puedo-convertir-la-impotencia-de-la-desaparicion-de-mi-hermano-en-algo-

16 La acogida internacional que tuvo el performance permitió que el gobierno mexi-


cano ordenara a la unidad de Fiscalía especializada en las desapariciones forzadas en
Oaxaca, para dar seguimiento del caso.

141
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

de Weil: «Ni la libertad ni la igualdad tienen sentido como


simples reivindicaciones. Hay que hacerlas existir».17 Lukas,
no reivindica, hace existir una lucha justa y permanente.
A modo de conclusión, es importante señalar que la
temporalidad de esta lucha dura, como dura el trabajo con
que transformamos el mundo. La potencia que se despliega
en la acción de Lukas no se detiene ni cuando el mundo mis-
mo se detiene. Durante la pandemia, junto a su madre Felipa,

de la Defensoría de los Derechos Humanos en Tehuantepec,


Oaxaca, «carteles con la foto de Bruno y la leyenda de “Se-
guimos buscando a Bruno” para exigir justicia, pues a más
de 700 días no han obtenido respuesta de ninguno de los tres
niveles de gobierno».18

***

Como apoyo a la acción de Lukas, se puede enviar el texto


«Por este conducto solicito de las autoridades una investiga-

expedita, técnica y profesional, por la desaparición de Bruno


Alonso Avendaño Martínez, sucedido el 10 de mayo del 2018
en Santo Domingo Tehuantepec, Oaxaca, México» a los si-
guientes funcionarios de la Fiscalía General de la República
de México, responsables inmediatos del caso:

[email protected]
[email protected]

17 Simone Weil. (Paris: Quarto Gallimard, 1999): 272.


18 Manso Diana. Disponible en: https://aristeguinoticias.com/1005/mexico/a-pe-
-

UArtes Ediciones 142


Reseña: Buscando a Bruno

[email protected]
[email protected]

Bibliografía

Simone Weil, une philosophie du travail

Te seguimos buscando Bruno: Lukas


Avendaño

Le sujet du chômag

Muxes el desafío precolombino al binarismo de gé-


neros

Vencer el cerco: la búsqueda de Bruno

La mésentente

143
Ciudad y pandemia. Escrituras de la catástrofe

Œuvres

UArtes Ediciones 144


Una publicación de la Universidad de las Artes del
Ecuador, bajo el sello editorial UArtes Ediciones

Familias tipográficas: Merryweather, Uni Sans, Conduit

También podría gustarte