Reflexiones
Reflexiones
Reflexiones
Conforme iba avanzando en su magistral ejecución vimos la transformación del artista; la pasión
iba creciendo, su rostro manifestaba una profunda concentración que se reflejaba en cada nota
con una emoción que más pareciera estar tocando con el corazón que con las manos.
El sudor cubrió su frente, su cabellera se fundía con el ritmo de su música. El éxtasis en la parte
alta de su concierto no era exclusividad del artista, los asistentes estaban paralizados y en sus
rostros se reflejaban las pasiones que el músico les transmitía.
Con el violento movimiento final se cerró la magistral ejecución; los aplausos fueron desbordantes,
el público de pie lanzaba gritos de júbilo y de felicitación. El artista tuvo que volver al escenario en
cinco ocasiones más para recibir el tributo de sus admiradores.
Ya una vez en su camerino, los más importantes personajes de la ciudad tuvieron el privilegio de
saludarlo personalmente, y entre ellos, se encontraba una distinguida dama que hizo el siguiente
comentario:
— Maestro, ha tocado en forma por demás magistral, yo daría la mitad de mi vida por ejecutar un
concierto como usted lo ha hecho hoy.
La admiradora agregó:
— Sé que se ha preparado durante muchos años, pero explíqueme, ¿de dónde le sale toda la
fuerza que usted transmite?
El pianista respondió:
— De la pasión que siento por lo que hago. Ella es la impulsora que me hace lograr todo en
plenitud. Nunca he podido ejecutar una pieza si primero no la siento y cuando logro despertar esa
musa mágica dentro de mí que es la pasión, sé que toco, porque la siento en el alma. De hecho, no
creo que nada grande se pueda lograr sin ella; es la fuerza que nos ha permitido tener magistrales
obras de arte, iniciar grandes proyectos, es la impulsora de la creatividad, es la fuente de energía
más poderosa que radica en el corazón de todos los seres humanos.
Atrevámonos a reconocer en nosotros la pasión que tenemos dentro para realizar la mejor obra de
arte en nuestra vida, siendo lo que somos, teniendo lo que tenemos y aún faltándonos lo que nos
falta, por la pasión podemos brillar y hacer la diferencia en nuestro hogar, en la fuente laboral, en
la sociedad.
Si reconocemos esa pasión en nuestro interior podríamos hacernos diferentes y dar lo mejor
siempre y no cada vez que nos sintamos alegres solamente. Ser mejor cada día no depende de
nuestro estado de ánimo, depende de lo que nos creamos capaces de alcanzar aún a pesar de
nuestras limitaciones. La pasión activa el deseo, el ser mejor lo culmina nuestra decisión.
VIVE EL PRESENTE
– Me han contado que eres muy sabio. Por favor, ¿qué cosas haces como sabio que no podamos
hacer los demás?
El anciano le contestó:
– Bueno, cuando como, simplemente como; duermo cuando estoy durmiendo, y cuando hablo
contigo, solo hablo contigo.
– Pero yo también puedo hacer esas cosas y no por eso soy un sabio.
– Yo no lo creo así -replicó el anciano. – Cuando duermes, recuerdas los problemas que tuviste
durante el día, o te preocupas por los que podrás tener al levantarte. Cuando comes, estás
pensando en qué harás después. Mientras hablas conmigo, estás pensando en qué vas a
preguntarme o cómo vas a responderme antes de que termine de hablar.
EL SABIO
Cuentan que, en un antiguo reino, habitaba un hombre que era conocido en todas partes por su
gran sabiduría. Al comienzo solo aconsejaba a sus familiares y amigos cercanos. Sin embargo, su
fama creció tanto que el propio soberano lo llamaba frecuentemente para consultarlo.
Todos los días llegaban muchas personas a recibir sus sabios consejos. Sin embargo, el sabio notó
que había varios que iban todas las semanas. Lo peor es que siempre le contaban los mismos
problemas y luego escuchaban el mismo consejo, pero no lo ponían en práctica. Todo se había
convertido en un círculo vicioso.
Un día, el sabio reunió a todos esos consultantes frecuentes. Luego les contó un chiste tan
divertido, que llevó a que casi todos se desternillaran de la risa. Después esperó un rato y volvió a
contar el mismo chiste. Siguió contándolo por tres horas. Al final, todos estaban desesperados.
Entonces el sabio les dijo: “¿Por qué no pueden reírse varias veces del mismo chiste, pero sí
pueden llorar mil veces por el mismo problema”.
LOS DOS AMIGOS
En cierta ocasión, dos grandes amigos decidieron hacer una travesía por el desierto. Uno
confiaba en el otro ciegamente y sentían que no habría mejor compañía. Sin embargo, cuando ya
estaban cansados tuvieron desacuerdos en sus opiniones.
Del desacuerdo pasaron a una discusión y de esta a un debate encendido. La situación llegó a tal
extremo, que en un momento dado, uno de los amigos golpeó al otro. Enseguida se dio cuenta de
su error y le pidió perdón. Entonces, el que había sido golpeado, escribió en la arena: “Mi mejor
amigo me golpeó”.
Continuaron el camino y más adelante se encontraron con un extraño oasis. Todavía no habían
entrado en él, cuando el suelo comenzó a moverse. El amigo que había sido golpeado comenzó a
hundirse. Era una especie de pantano. Como pudo, su amigo se estiró, poniendo en riesgo su
vida, y lo rescató.
Fue entonces cuando el chico que primero había sido golpeado y luego rescatado, escribió sobre
una piedra: “Mi mejor amigo me salvó la vida”. El otro lo miraba con curiosidad, así que le
explicó: “Entre amigos, las ofensas solo se escriben para que se las lleve el viento. En cambio los
favores se marcan hondamente, para que no se olviden nunca”.
EL LEÓN CODICIOSO
La última de las historias con moraleja nos habla de un león soberbio que estaba hambriento.
Llevaba un rato largo sin comer y tenía pegadas las tripas. Sabía que en el lugar en donde estaba
no abundaban las presas. Comprendió que debía ser paciente y acechar con mucha cautela, ya
que si aparecía alguna presa y la perdía, no iba a encontrar otra tan fácilmente.
El león se quedó muy quieto, detrás de un matorral. Pasaron algunas horas y no aparecía nada. Sin
embargo, cuando ya estaba desanimado, en una zona cercana apareció una liebre. Había un
pastizal y la liebre salió a comer la hierba, desprevenidamente. El león sabía que las liebres son
muy rápidas, así que debía lanzar un ataque contundente y súbito. De lo contrario, con toda
seguridad, la liebre se escaparía.
Esperó un rato y se puso en guardia. Cuando iba a echarse encima de su presa, vio de pronto que
un hermoso venado estaba caminando a unos metros de allí. La boca se le hizo agua. En un par de
segundos cambió sus planes y atacó al venado, que había tenido tiempo de verlo y se echó a
correr. La liebre, por supuesto, se escapó. Esta es una de las historias con moraleja que nos
enseña a no perder lo que ya tenemos asegurado, por aquello que nos seduce de repente.