1990 - Gustavo Bueno - Nosotros y Ellos. Pentalfa PDF
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nosotros y ellos
COLECCION EL BASILISCO
Nosotros y ellos
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Nosotros y ellos
Ensayo de reconstrucción
de la distinción emic/etic de Pike
PENTALFA EDICIONES
OVIEDO, 1990
A Kenneth L. Pike
Introducción
tero que fabrica una mesa reproduzco la mesa tal como la perci-
be el carpintero. Aquí la perspectiva emic subjetual se corresponde
con la perspectiva emic objetual y reciprocamente. Pero podría
ocurrir que una reconstrneción emic subjetual no nos condujese
a una reconstrucción objetiva, es decir, podría ocurrir que la imi-
tación de las operaciones de otro sujeto no nos pusiese delante
de objetos o configuraciones similares a las percibidas por él.
(2) O bien se está tratando de reproducir, o al menos, fijar
las coordenadas, de estos contenidos culturales a partir de tacto-
res que acaso no son percibidos como internos por los miembros
de ese pueblo, o agente de referencia, sin que por ello (al menos,
según la tesis «eticista») tengamos que abandonar la pretensión
de haber alcanzado un mayor grado de potencia en la reconstruc-
ción. Estaremos entonces en una perspectiva etic. También esta
perspectiva etic puede referirse solamente a un punto de vista etic
operatorio que no nos lleve al emic objetual; o bien a un etic ope-
ratorio que nos lleve, sin embargo, a una configuración etic ob-
jetual: pudiera ocurrir que se llegue a una reconstrucción emic
objetual a partir de operaciones etic muy distintas de las emic sub-
jetuales, como cuando se reconstruyen fotografías que han sido
previamente digitalizadas.
Por lo demás, los resultados de la perspectiva etic desde la
que se analiza un contenido cultural dado no siempre resultarán
ser diferentes, ni mucho menos contradictorios, con los resulta-
dos de una perspectiva emic determinada. Pueden coincidir total
o parcialmente; lo que demuestra que la oposición emic/etic no
es disyuntiva (un «dilema», suelen decir los antropólogos) sino
alternativa.
Primer ejemplo
Un hispanohablante, considerado desde un punto de vista
emic (y en el ejemplo, emic podría parafrasearse: «desde el inte-
rior de la estructura de la lengua castellana»), no percibirá dife-
rencias fon-éficas entre la voz 'real” que aparece en el contexto
«derechos reales» y la misma voz que aparece en el contexto «de-
cretos reales»; más alin, si nos mantenemos en el horizonte del
español, será probable que alguien establezca la «etimología po-
pular» (es decir, emic) de «derechos reales» como algo que tiene
que ver con los derechos debidos al Rey o exigidos por el Rey.
Pero desde un punto de vista etic (aquí, desde el exterior de la
Nosotros y eltos 11
Contrapruebas
nes del aparato fonador humano (tal como el propio Pike las ex-
puso en su libro Phonetics de 1943) no son sencillamente siste-
mas «meramente físicos» sino que son ya morfológicos, incluso
operatorios (articulatorios), porque sus conceptos (Ditabial, la-
biodental, Xc.) van referidos a unidades formales con-ftormadas
en la «sustancia de la expresión» (para decirlo al modo de L.
Hjelmslev) y dadas a escala de los sistemas auditivos, de los um-
brales diferenciales del oido humano según las diferentes situa-
ciones culturales. Los contenidos fisicalistas no son necesariamente
previos a los fenómenos culturales, puesto que, aunque sean ge-
néricos, pueden ser géneros posteriores. El sistema de unidades
o elementos de alfabeto fonético internacional se mantiene a es-
cala morfológica (formal), como a escala formal se mantenían
las unidades objetuales (rana, ratón, flechas) del presente de los
escitas a Darío, y por ello pudo interpretarlo correctamente el her-
meneuta Gobrias.
I. La segunda posibilidad se nos abre en los casos en los cua-
les, aun abstraidas las coordenadas gnoseológicas, sin embargo
se aprecian algunas diferencias entre la perspectiva etic y la emic,
en el plano epistemológico. Estas diferencias, hablando muy en
general, podrían interpretarse en estas dos direcciones opuestas,
emicista, la primera, no emicista, la segunda:
(1) Emicista, si bien ahora emicismo no significará solo emi-
cismo epistemológico. No se trata ya de que la Antropología deba
ser emic, sino simplemente de que lo que nos es dado con mayor
facilidad e inmediatez es lo que es emic para nuestra cultura. Apli-
camos esta perspectiva epistemológica a la propia Antropología
admitiendo que lo etic es lo emic de la comunidad de antropólo-
gos, sesún la fórmula de Lévi-Strauss. Con esto, pero precisa-
mente por influencia de la perspectiva epistemológica, la ciencia
etic quedaría reducida a la condición de un contenido cultural en-
tre otros y, por tanto, el significado de la oposición quedaría des-
virtuado.
(2) No-emicista (la llamada a veces eticista). Solo que ahora
este eticismo equivaldría, sobre todo, a uina crítica epistemológi-
ca al emicismo, una crítica que no se recluye en un ámbito gno-
seológico, sino que afecta al conocimiento en general, a la con-
victio relativa a las cuestiones existenciales (a las cuestiones an
Si5), tal como se presentan ante un juez. Esto no excluye que los
38 Gustavo Bueno
de estas ciencias aquello que puede unas veces ser explicado y otras
veces comprendido — es decir, en la medida en que no nos limite-
mos a las correspondencias comprensión = ciencias culturales y
explicación = ciencias naturales, en esa medida cabría percibir
un cierto paralelismo entre esa oposición y la oposición emic/etic
de Pike, No hablamos de una superposición, o de una reducción,
porque las definiciones de emic/etic y de Erklaren/ Yerstehen si-
guen siendo distintas. Pero si cabe hablar de un cierto paralelis-
mo que difícilmente podrá dejar de actuar como una suerte de
canon más o menos explícito para interpretar y hacerse cargo de
la distinción de Pike. En efecto, «comprender» (Verstehen), al
menos cuando se sobreentiende no ya sólo como un comprender
objetos o valores ideales, sino como un comprender a otras per-
sonas (sus acciones, sus obras, por tanto, sus motivaciones, sus
escenarios y sus valores de referencia) es tanto, en gran medica,
como «ponerse en el punto de vista de los que son comprendi-
dos», no ya porque tengamos que reproducir sus figuras (en el
sentido, por ejemplo, del Reeractement de Collingwood) sino por-
que tenemos que compartir sus valores, porque tenemos que va-
Jorar (Max Weber, como es sabido, había postulado la necesidad
de mantenerse «libre de toda valoración» en el momento del co-
nocimiento científico), pero sin que por ello tengamos que reco-
nocerlos como valores (en la terminología de Rickert: «avalorar»).
Una «avaloración» que, si no ya la valoración correspondiente,
si que implicará (comprometiendo la aparentemente clara distin-
ción entre valorar y avalorar), según otros (Max Scheler), una 5/77-
patía. Rickert había sugerido, por su parte, que la avaloración
es una suerte de «comprensión teleológica». En cualquier caso
estas caracterizaciones resultan ser obviamente convergentes con
las descripciones que Pike ofrece de la llamada perspectiva emic.
Correspondientemente, puesto que la «explicación» (cuando se
aplica a materiales culturales) parece preferir una distanciación
(en valores, éc.) cabría decir que la explicación marcha paralela
a la perspectiva etic. Es cierto que en Pike, como ya hemos di-
cho, el paralelismo de estos conceptos no mantiene la concordan-
cia de las respectivas funciones gnoseológicas, pues mientras que
la explicación suele mantenerse en las teorías del neopositivismo
(Hempel, incluso Popper) lo etic de Pike se considera como pre-
vio y externo al verdadero conocimiento científico.
42 Gustavo Bueno
«dentro de cada cultura», Por ello, le será difícil advertir los com-
ponentes no-emicistas (en el sentido de eserciales) de Hegel y de
otros a quienes simplemente tendrá que incluir entre los idealis-
tas o emicistas. Ahora bien, el «prisma de Pike» contiene la in-
tersección (y en eso reside su pregnancia) del sujeto gnoseolóci-
co, en cuanto es un sujeto individual, y en cuanto es un sujeto
inserto en una cultura o grupo social. El «dentro» de Pike no es
sólo el interior de la cabeza del nativo sino también el interior
de la cultura estudiada frente al propio SG, en cuanto, 4 su vez
está inserto en determinadas tormaciones culturales que contie-
nen a la propia ciencia antropológica. Pero la crítica ontolágica
a una perspectiva emic determinada, que no será la del propio
científico (puesto que el «prisma de Pike» obliga precisamente
a hablar de lo emic refiriéndose a una cultura o sociedad deter-
minada, y no en abstracto), consistiría esencialmente en subordi-
nar su realidad a las otras realidades del campo antropológico
que la envuelven, y éstas pueden ser otras culturas, otras épocas
históricas, y no solamente el medio físico o ecológico. Es un tipo
de crítica que tiene paralelos extragnoseológicos. Cuando los es-
pañoles de Hernán Cortés veían «en la espantosa fiereza y horri-
ble aspecto» del idolo de Cozumel un efecto probable de la apa-
rición del propio demonio que acaso «deseaba en su imaginación
[la de los indios] aquellas especies» (Solís y Ribadeneyra, Lib, I,
cap. XV), lo que estaban haciendo (si nos situamos en la inter-
pretación no emicista del «prisma de Pike») era, una vez conoci-
do emic el ídolo (puesto que llegaban a aterrorizarse y ver en él
«algo demoníaco»), instituir una crítica ontológica (de conteni-
do teológico), considerándolo como efecto del Genio maligno en
calidad de genio simulador, engañador: se trataba de interpretar
al ídolo como un simulacro del demonio de la propia cultura cris-
tiana. La crítica de los españoles era, por tanto, una crítica etic,
aunque no científica, sino mitológica ella misma (y propiamente
no debiera llamarse por ello etic puesto que el «prisma de Pike»
no se está aplicando sino por analogía). Pero este mismo tipo de
crítica etic a las descripciones emic en sentido laxo, que va no se
presenta como mitológica y que, aunque no es científica, se man-
tiene en una atmósfera gnoseológica, es la que encontramos en
la Introducción a las Lecciones de Filosofía de ta Historia de He-
gel, en donde el filósoto idealista expone una enumeración de di-
36 CGustavo Bueno
Plano
Plano objetual Emic Etic
subjetual
I. «Nose deja mo- | IT «Se deja morir
Conductual rir de hambrealos |de hambre a los
terneros,» machos.»
IT. «Todos los |IV. «Dejamos
terneros, indepen- | morir de hambrea
Mental dientemente de su |los machos cuan-
sexo, tienen dere- |do el forraje es-
cho a la vida.» casea.»
Nosotras y ellos 61
ción entre ambos planos, podremos inferir que las ciencias hu-
manas o etológicas no han alcanzado el estado de ciencias «con
operaciones neutralizadas» —lo que concuerda con la definición
del plano emic en términos operacionales.
Es cierto que en la dialéctica de las ciencias humanas, como
también en la de las ciencias naturales, encontramos estados in-
termedios entre los fenómenos y las esencias. Son aquellos esta-
dos (que podemos poner en correspondencia con el tercer segmen-
to, la dianoia, de la línea platónica) en los cuales las ciencias, aún
manteniéndose, desde luego, en el terreno de los fenomenos, lo-
gran una reestructuración de los mismos que, sin ser esencia! (sin
llegar al nivel de la episteme) sin embargo tampoco es meramen-
te descriptiva. Tal es el caso de las esferas y de los epiciclos de
la astronomía ptolemaica (sosein ta phainomena), pero también
el caso de las estructuras espectroscópicas de la época de Balmer
o incluso de las mismas relaciones de la tabla periódica de los ele-
mentos en la época de Mendeleiev o de Lorhar Meyer (anterior-
mente a la interpretación causal-estructural de la Física nuelear).
Este es el estado de la ciencia fenoménica, en el que tiene lugar
la determinación de «estructuras fenoménicas» (no esenciales) des-
tinadas a «salvar los fenómenos», Y este estado de ciencia feno-
ménica, hipotética, en la que masas de datos empiricos han sido
incorporados a estructuras fenoménicas, corresponde a 1na ciencia
constructiva de tipo abstracto o doctrinal, en el ámbito de las cien-
cias haumanas; un nivel de ciencia que no es propiamente ni emic
ni etic. Cuando masas de datos etnológicos, relativos a las rela-
ciones de parentesco, logran ser formuladas en un «álgebra del
parentesco» que permite salvar los fenómenos, y aun predecir-
los, podemos decir que nos encontramos en un estadio cientifico
superior al de la mera descripción etnográfica, el estadio de la
Etnología, Para algunos, alcanzar este estadio sería el objetivo
supremo. Nos referimos a la «Antropología estructural» tipo Lévi-
Strauss (A, Weil: «Sur lérude algébraique de certains types de
Lois de Mariage», en Claude Lévi-Strauss, Les structures elemen-
taires de la parenté, Mouton, Paris 1967, págs. 257 y ss.). Tam-
bién la antropologia de los «postulados» o «temas culturales»,
en el sentido de Opler: «Themes as dynamic forces in culture»,
A Jour. of Soc., 31/1943, pags. 198 y ss.).
Sin embargo, tenemos que concluir, desde nuestras coorde-
Nosotros y ellos 79
drían ser las culturas respecto del mundo-g al que tiende a regre-
sar la antropología causal, ecológica o energética. Esta antropo-
logía es genérica, pero no ya por ser etic, sino por ser d-operatoria.
Cuando volvemos a la escala específica, emic, no es la vuelta a
lo emic específico aquello que nos aleja de la ciencia genérica,
sino la metodología B-operatoria que es necesario emplear.
Capítulo 6
Reconstrucción de la distinción
emic/etic fuera del «Prisma de Pike»
sulta ser algo no muy distinto (aunque sea más impreciso) que
el «modelo operatorio» incorporado a nuestro marco inteligible.
No estamos entrando en la mentalidad tsembaga, para recoger
su modelo cognitivo, sino que estamos reinsertando la conducta
operatoria de los tsembaga en un contexto B-operatorio más po-
tente, que contiene a aquella conducta como una de la lineas de
acción posibles cuando no se disponen de medios (por ejemplo,
de microscopios) para seguir otras vías. Desde la perspectiva de
nuestro marco inteligible, no podemos decir que hay una «expli-
cación emic» de la conducta, según el modelo cognitivo de los
espíritus: hay una explicación racional (que tampoco es etic, pues-
to que ella incluye a las propias operaciones tsembagas) desde la
cual queda justificada la resla de no bajar a las zonas de los 1000
metros. Una regla general, de tipo B1, que contiene, como caso
particular, a las operaciones B2 de huida, ataque, exploración,
éc. La supuesta «explicación emic» deja, en efecto, planteado
el problema del origen de los espíritus aludidos en la regla. Ori-
gen que no tiene por que mantener una relación de isomorfismo
con los anofeles. Los espíritus de la zona baja podrían acaso ser
una transposición de otros objetos con función causal dañina pre-
viamente determinados apotéticamente en la zonas altas: se abren
así vías de investigación, que la hipótesis del isomorfismo deja-
ría cerradas; en cualquier caso, su principal función pragmática
es la de soportar la norma de evitación, y en este pragmatismo,
cuya revaluación es formalmente una metodología B, está la cla-
ve de la inteligibilidad antropológica.
Capítulo 7
Gnoseología y ontología
de la distinción emic/etic
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Asin Palacios, Miguel 1871-1941) 68 Chomsky, Avram Noam (1928-) 93, 101
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Let 's choose
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