Mijaíl Bakunin - Obras Completas (Vol. II - 1977) PDF
Mijaíl Bakunin - Obras Completas (Vol. II - 1977) PDF
Mijaíl Bakunin - Obras Completas (Vol. II - 1977) PDF
OBRAS COMPLETAS
Volumen 2
LAS EDICIONES DE
edición Ed, Tierra y Libertad, Barcelona 1938
Cubierta: Roberto Turégano
Prefacio ................................................... 7
Prólogo....................................................... 13
El imperio knutogermánico y la revolu
ción social.Primera entrega ............ 53
La alianza rusa y la rusofobia de los
alemanes ............................................ 116
Historia delliberalismo alemán. . . . 135
Fragmento................................................. 156
La Comuna de París y la noción de! Es
tado ..................................................... 163
Advertencia para El imperio knutoger
mánico ............. ................................. 185
Tres conferencias a los obreros del Valle
de Saint-Imier .................................. 219
I ...................................................... 219
I I ...................................................... 228
II I ..................................................... 239
PREFACIO
II'
III
IV
Sam Dolgoff
Febrero, 1978
P R Ó L O G O
II
III
(I) Confrontar la s página- 198 del tomo I de esta edición y 115 del presente.
PROLOGO 21
lización moderna; de Maquiavelo y del Estado; de la cen
tralización; en fin, de Inglaterra y de América. Falta la
continuación del manuscrito.
Se sabe que existe “aún otra versión manuscrita de estas
páginas a partir de la 81”, donde el autor comienza el nue
vo texto con estas palabras: “La revolución, por lo demás,
no es ni vindicativa ni sanguinaria. No exige ni la muerte
ni la deportación en masa, ni siquiera individual, de esa
turba bonapartista...” Y continúa: “La revolución, desde
que reviste el carácter socialista, cesa de ser sanguinaria y
cruel. El pueblo no es cruel de ningún modo, son las clases
privilegiadas las que lo son." “He mostrado el furor de
los burgueses en 1848. Los furores de 1792, 1793 y 1794 fue
ron igualmente, exclusivamente, furores burgueses”, y
prueba esta proposición con extractos de Michelet, una
fuente sobre la cual Guillaume (Oeuvres, III, pág. 189, no
ta) hace restricciones muy juiciosas. El aspecto popular
de la revolución francesa, que tanto fascinó a Kropotkin,
era ignorado en tiempos de Bakunin, quien afirma de la
revolución de 1793: “dígase lo que se quiera [haciendo alu
sión quizás a Les Hebertistes, de Gustavo Tridon, 1864, y
a otra literatura semejante del 60], no era ni socialista ni
materialista... Fué esencialmente burguesa, jacobina, meta
física, política e idealista”. Soñaba lo imposible, “el esta
blecimiento de una igualdad ideal, en el seno mismo de la
desigualdad material", y Bakunin demuestra que “la explo
tación excluye la fraternidad y la igualdad”. Discute esto
largamente, después pasa a la “libertad” y llega a esa larga
disertación, todo un libro, al cual dió más tarde el título
de Consideraciones filosóficas sobre el fantasma divino,
sobre el mundo reaj y sobre el hombre, páginas 105 a 254
del manuscrito, que permaneció inconcluso. Este manus
crito está impreso en Oeuvres, III, págs. 183 a 405, y ha
llará su puesto en el tomo III de la edición presente, al
lado de Antiteologismo, con el cual se relaciona. Se com
prende cuánto tiempo llevó a Bakunin ese trabajo en los
últimos meses de 1870; aceptó, sin embargo, ese texto en
su obra como apéndice y habla como tal de él en la con
tinuación del manuscrito principal (que se hallará en el
tomo I II de esta edición).
En el texto impreso del Imperio knutogermánico, la par
OBRAS COMPLETAS DE BAKUNIN
IV
Las otras partes del gran manuscrito serán analizadas
cuando se publiquen en los tomos I I I y IV de la edición
presente. E l 25 de febrero, al expedir a Guillaume las pá
ginas 149 y 169 del texto definitivo, le escribió: “Te ruego,
querido amigo, que envíes todo el manuscrito corregido a
Ozerof, que lo pide a grandes gritos. En total, con esto te
envié 89 páginas (81-169)”. No se tenía, pues, siempre ori
ginal en Ginebra para continuar la composición; pero un
poco más tarde, en abril, Bakunin debió luchar para que
no se suprimiese su segunda parte (alemana), limitando el
folleto a cinco pliegos.
He aquí sus cartas de la época, las únicas que se conocen
y que dan una muestra viva de sus impresiones de la Co
muna de París, que luchaba entonces contra los versalleses.
El 5 de abril, escribió a Ogaref, a Ozerof y a Varlin; al
primero le dice:
Y bien, am igo Aga, escríbem e tú tam bién aunque no sea m ás que
una línea, ¿Q ué piensas d el m ovim ien to desesperado de P arís?
Acabará com o pueda, p ero , es preciso d ecirlo, son atrevid o s. En
P arís se ha encontrado precisam en te lo que n oso tro s hem os bus
cado en vano en L yo n y en M arsella: una organización y hom bres
decididos a ir hasta el fin. [S e refiere a la Guardia N acional y a
su Comité central, organizaciones creadas primeramente para la
defensa de París, pero que habían perm itido a los republicanos
avanzados y a los obreros socialistas estar en contacto constante
con el pueblo, lo que facilitó una acción colectiva el 18 de marzo
***
(1) Se tra ta de u» raso llam ado Luniguin que Bakunin acababa de encon
trar, en marzo, en Florencia y que habla prom etido com unicarse en R usia to n
sus hermanos sobre ei asunta de la herencia. H a debido de recordar a Bakunin
otra persona que él y Ogaref conocían. E n 188Í, apareció en P a rís \in folleto*
L es Alteles et ¡e mouveznent coopetatíf, por W . Luniguin, quien dice en é l:
“he vivido y obrado en ese m edio de cooperación” . E ste es, sin duda, el mismo
de que habla Bakunin,
PROLOGO 33
p e to aliviándoles lo s b o lsillo s. E n ton ces, todo esta ia perdido. Una
e in d ivisib le, eso lo ai m inará todo y ante todo a si m ism os. T odo
el m érito de esta revolución consiste propiam ente en que es una
revolución de lo s trabajadores. H e ahí lo que trae la organización
N u esu os amigos, en la época d el asedio, han logrado y safado or
ganizar y han fundado así una fu erza enorm e; p e to lo s nuestros,
en L yo n y en M arsella, han quedado com o antes. En París, se con
centró un número de hom bres bastante grande, capaces y enéigicos,
tanto, que tem o que se m olesten lo s unos a lo s otros. Si hay aún
tiem p o , es preciso in sistir para que vaya d t P arís el m ayor núm ero
de delegados sinceram ente revolu cionarios a provincias. ¿Cóm o
cayó C luseret en el C om ité? ¿ E s verdad? Sería sim plem ente un
u ltraje, si fuera cierto . [Bakunin había concebido en Lyon, en el
curso de los acontecim ientos del 28 de septiembre, una mal* opi
nión de Cluseret que, en efecto, fué uno de los jefes m ilitares de
la Comuna.] ¡Q u é posición m ás diabólicam ente d ifíc il1 Pi>r und
parte, la cohesión policíaca de lo s prusianos con la reacción fran
cesa, por otra, la estu p id ez de las provincias. Sólo las medidas-'
más desesperadas y el estar d isp u esto a d estru irlo todo consigo
pueden salvar la causa. T e ruego que escribas todo lo qae sep a s
da L yo n y de M arsella,' pero tam bién sobre París. James, ¿marche
o no? [Jam es Guillaume explicó él m ism o que debia haber ido ya
en lebrero, de acuerdo con una proposición que le fué hecha por
Fernando Buisson, a París, com o m aestro del orfelinato fundado
por Buisson durante el asedio, al m ismo, en B atignolles, del que
salió el O rfelinato P revost, en el que Pablo Robín realizó más
tarde algunas de sus ideas pedagógicas. Este viaje no tenía nada
que ver con la Comuna y fué abandonado por causas privadas».]
¿P or qué mi libro se im prim e en papel tan g ris y sucio?
Q uisiera darle o tro títu lo :
E l imperio knutogermánico y la revolución social.
S í no ha sid o hecha aún la im presión defin itiva, cam biad eso.
Y si está ya enteram ente im preso, entonces q u e quede vu estro tí
tulo del lib ro [ “La revolución social o la dictadura m ilitar” ].
Te íu eg o m e envíes inm ediatam ente todos lo s p lieg o s im presos
en 20 ejem plares, y envía ejem plares a A lerini, d e M arsella, a algu
no d e L yon , es decir, a R ich ard ( 1 ) o a la señora Blanc, a Sentiñon
y a Farga P ellicer, de B arcelona. Sus direcciones y tam bién la de
A le n m las tom arás d e casa de Juk.
Y Juk y U tin, ¿no irán a P a rís? E nvía L ’E galité. ¿ Y qué hay
con La Solidarité? [La S o lid a rité, redactada por Jukowski, apaie-
cía entonces en Ginebra, a partir del 28 de m arto, 4 nüm eios.j
Sf partes, la am iga Sasha [la mujer de O zerof] perm anecerá sin
duda p o r algún tiem po en Ginebra. E spero una respuesta con im
paciencia.
Y L azaref, ¿dónde vuela con su máquina? ¿N o sabes nada de P .?
L . [Lum guin?] dice que p ron to habrá en R usia más de dos m illo - -
nes de soldados, y que están to d o s arm ados; lo s soldados: disci-
(1) E n el texto ruso impreso, se lee Riter, pero no pue4s *er otro que
Alberto Richard.
34 OBRAS COMPLETAS DE BAKVNIN
VI
Las Tres conierencias a Jos obreros del Valle de Saint-
Imier, en el Ju ra bernés, en mayo de 1871, por Bakunin, que
forman la conclusión del volumen presente, nos muestran
un trabajo improvisado de propaganda socialista inmediata,
pero que mantiene ese nivel elevado del pensamiento que
Bakunin sabía dar a todos sus esfuerzos. Redactó el texto
completo para leerlo en Sonvillier, donde permaneció des
de el 28 de abril hasta mediados de mayo en casa de Adhe-
mar Schwitzguébel, a quien dejó el manuscrito. Este hizo
una copia y remitió el original a Guillaume. En 1893, me
comunicó Schwitzguébel en Bienne su copia, en la que fal
taba una hoja. Antes de publicar ese texto incompleto
—pero notable, sin embargo, y bastante correctamente co
piado del manuscrito del autor que, como tan a menudo,
contenía algunas palabras de lectura difícil— en la Societé
NovveUe, de Bruselas (marzo y abril de 1895), me había
dirigido a Guillaume para coleccionar y completar la copia
de acuerdo con el original; pero no juzgó entonces impor
tante u oportuno ver publicado ese manuscrito. Relato este
detalle a causa de su crítica un poco exagerada del primer
texto ( Oeirvres, tomo V, pág. 298), donde no se dice que
Je hubiera sido muy cómodo facilitar entonces la edición
44 OBRAS COMPLETAS Dé B A K L M h
Y añade:
N o so tro s irem o s, naturalm ente, el dom ingo, lo s loclen ses y y o
con e l p rim er tren de L o d e [a N e u c h lte l]. <57 no puedes vem r tú
m ism o a recibirn os en la estación, envíam e a tu hermanó y d tle el
nombre d e l h otel en el que, conform e a m i ruego, has hecho con
servar una habitación para m í y para O ze ro l, a tin de que pueda
transportar a llí inm ediatam ente mis. cosas, H asta pronto. Tuyo
M. B.
28 de octubre de 1923.
EL IMPERIO KNUTOGERMÁNICO
Y LA R E V O L U C I Ó N S O C I A L
P R IM E R A E N T R E G A
s in c e r o c o m o e n tr e e ll o s ; p o r q u e , m á s q u e la s o tr a s p artea
d e la p o b la c ió n , t ie n e n e s e a p e g o a l s u e lo , e l c u lt o a la
tie r r a , q u e c o n s t it u y e la b a se e s e n c ia l d e l p a t r io tis m o . ¿ C ó
m o e s q u e n o q u ie r e n o q u e v a c ila n a ú n e n le v a n ta r s e p a r í
d e fe n d e r e s a tie r r a c o n tr a loa p r u s ia n o s ? | A h ! , e s p o r q u e
f u e r o n e n g a ñ a d o s y lo s o n to d a v ía . P o r u n a p r o p a g a n d a
m a q u ia v é lic a , c o m e n z a d a e n 1848 p o r lo s le g i t i m is t a s y p o r
l o s o r le a n is t a s , d e c o m ú n a c u e r d o c o n l o s r e p u b lic a n o s m o
d e r a d o s, c o m o e l se ñ o r J u l i o F a v r e y c o m p a ñ ía , y d e s p u é s
c o n tin u a d a , c o n m u c h o m á s é x i t o , p o r la P r e n s a y la A d m i
n is t r a c ió n b o n a p a r tis ta , s e h a lle g a d o a c o n v e n c e r lo s d e que
lo s o b r e r o s s o c ia lis ta s ; lo s d e l r e p a r to , n o p ie n s a n en n a d a
m e n o s q u e e n c o n f is c a r s u s t ie r r a s ; q u e s ó lo e l E m p e r a d o r
h a q u e r id o y p u d o d e f e n d e r lo s c o n tr a e sa e x p o lia c ió n , y
q u e , p a ra v e n g a r s e , l o s r e v o lu c io n a r io s s o c ia lis t a s lo h a n
e n tr e g a d o a é l y a su e j é r c it o a lo s p r u s ia n o s ; p e r o q u e é l
R e y d e P r u s ia a cab a de r e c o n c ilia r s e c o n e l E m p e r a d o r y
q u e l o v o lv e r á a tr a e r v ic t o r io s o p ara r e s ta b le c e r e l o r d e n
e n F r a n c ia .
Esto es muy estúpido, pero es así. En muchas, mejor
dicho, en la mayoría de las provincias francesas, el campe
sino cree sinceramente en todo eso. Y esa es la única razón
de su inercia y de su hostilidad contra la República. Es
una gran desgracia, porque es claro que si los campos que
dan inertes, si los campesinos de Francia, unidos a los
obreros de las ciudades, no se levantan en masa para expul
sar a los prusianos, Francia está perdida. Por grande qüi
sea el heroísmo que desplieguen las ciudades —y es prec o
que todas desplieguen mucho—, las ciudades, separadas de
los campos, estarán aisladas como oasis en el desierto. De
berán sucumbir forzosamente,
* e *
(1 ) Id ée gérttrní« d é ¡a R e vo lu tio n . (B ak u n in .)
78 OBRAS COMPLEJAS DE B A K b.W N
cialm ente en Lorena, las colinas, todos loe puestos dom inantes se
hablan convertido en campos toscam ente fortificados por lo s árbo
le s derribados, al m odo de nuestros v iejos cam pos de la época de
César, V ercingétorix s e habría imaginado, ante ese paisaje, en
plena Galia. L o s alem anes tenían muchos m otivos para preocuparse,
pues cuando avanzaban dejaban tras s í eso s campos populares.
¿Cuál sería para ello s el regreso?... D ebían apercibirse: no era un
ejército a quien tenían allí, era justam ente a Francia.
* * *
¡Ay! ¿No es todo lo contrario de lo que vemos hoy?
Pero, ¿por qué esta misma Francia, que en 1792 se había
levantado unánimemente para rechazar la invasión extran
jera, no se levanta hoy que está amenazada por un peligro
mucho más terrible que el de 1792? ¡Ah!, es que en 1792
ha sido electrizada por la revolución y hoy está paralizada
por la reacción, protegida y representada por su Gobierno
llamado de Defensa Nacional.
¿Por qué los campesinos se habían sublevado en masa
contra los prusianos de 1792, y por qué quedan no ya iner
tes, sino más bien favorables a esos mismos prusianos con
tra la República? ¡Ah!, es que para ellos no es la misma
República. La República fundada por la Convención Na
cional, el 22 de septiembre de 1792, era una República emi
nentemente popular y revolucionaria. Había ofrecido al
pueblo un interés inmenso, o, como dice Michelet, respe
table. Por la confiscación en masa de los bienes de la Igle
sia, primero, y más tarde de la nobleza emigrada o insu
rrecta, o sospechosa o decapitada, le había dado la tierra,
y para hacer imposible la restitución de la tierra a sus anti
guos propietarios, el pueblo se había levantado en masa.
Mientras que la República actual, de ningún modo popu
lar, sino, al contrario, llena de hostilidad y de desconfianza
contra el pueblo, República de abogados, de impertinentes
doctrinarios y burguesa, no le ofrece nada más que frases,
un aumento de los impuestos y de los riesgos, sin la menor
compensación material.
Tampoco el campesino cree en esta República, pero por
otra razón que los burgueses. No cree en ella precisamente
porque la encuentra demasiado burguesa, demasiado favora
ble a los intereses de la burguesía, y alimenta en el fondo
de su corazón contra los burgueses un odio disimulado, que,
EL IMPERIO K hU TO üE R M A M C O s"7
í l ) B akunin conserva h asta aquí la form a epistolar con que habla comen
tad o ep !o -sucesivo no se tra ta ya de una carta, sino de una exposición de la
situación histórica en que no se tiene en cuenta al presunto amigo. (N ota del
traductor.)
EL IMPERIO K K l IO G ERM AhICO 105
las más inferiores y mínimas, adeptos de la banda bonapar-
tista. En lo que respecta a los republicanos y a los revolu
cionarios, deportaron y encarcelaron en masa a los últimos,
y expulsaron de Francia a los primeros, no dejando en el
interior del país más que a los inofensivos, a los menos
resueltos, a los menos convencidos y a los más tontos, o
bien a los que de una manera u otra habían consentido en
venderse. Así es como llegaron a apoderarse del país y a
maltratarlo sin ninguna resistencia de su parte durante más
de veinte años, puesto que, como he observado ya, el bona-
partismo procede de junio y no de diciembre, y el señor
Julio Favre y sus amigos, republicanos burgueses de la
Asamblea Constituyente y Legislativa, han sido los verda
deros fundadores.
Es preciso .ser justo para todo el mundo, aun para los
bonapartistas. Estos son cobardes, es verdad, pero cobardes
muy prácticos. Han tenido, lo vuelvo a repetir, el conoci
miento y la voluntad de aprovechar los medios que condu
cían a su fin, y bajo ese aspecto se han mostrado infini
tamente superiores a los republicanos que pretenden gober
nar a Francia hoy. En este momento mismo, después de su
derrota, se muestran superiores y mucho más poderosos que
todos esos republicanos oficiales que ocuparon sus puestos.
No son los republicanos, son ellos los que gobiernan actual
mente a Francia todavía. Reasegurados por la generosidad
del Gobierno de Defensa Nacional, consolados al ver reinar
en todas partes, en vez de la revolución que temen, la reac
ción gubernamental; volviendo a encontrar en todas las par
tes de la Administración de la República a sus viejos ami
gos, sus cómplices, que les están indefectiblemente enca
denados por esa solidaridad de la infamia, y del crim en dé
que hablé ya y sobre la cual volveré aún, y conservando en
sus manos un instrumento terrible, la inmensa riqueza que
han acumulado en veinte años de horrible saqueo, los bona
partistas han vuelto a levantar decididamente la cabeza.
Su acción oculta y potente, mil veces más potente que la
del rey de Yvetot colectivo que gobierna en Tours, se siente
en todas partes. Sus periódicos, La Patrie , Le Constituti&n-
nel, L e Pays, L e Peuple del señor Duvernois, La Liberté
del señor Emilio de Girardin, y muchos, otros aún, conti
núan apareciendo. Traicionan al Gobierno de la República
O b ra s de B skunin, - I I i
106 OBRAS COMPLETAS DE BÁKU NÍN
(1) He aguí cu qué términos describe el señor Lufa Blanc «1 día siguiente
de la victoria obtenida en junio por I b Guardia Nacional burguesa sobre loa
obreros de P arís;
“ Nadie podría pintar la situación y el aspecto de París durante las horas
que precedieron y siguieron inmediatamente al fin de ese drama inaudito. Ape-
nab declarado el estado de sitio, los comisarios de policía fueron en todas
direcciones a ordenar a los transeúntes que entraran en sus domicilios. tV
desgraciado J e l que reapareciese hasta nueva decisivo en el umbral de su
puerta I Si el decreto os habla sorprendido vestido de paisano lejos de ruestra
morada, erais reconducido de puesto a puesto y obligado a encerraros. Hablan
sido detenidas algunas mujeres que llevaban mensajes ocultas es s'is cabellos
y *e descubrieron cartuchos ocultos en los pliegues de las carrocerías de al
gunos coches de punto; por lo tanto, todo fu l motivo de sospecha. Los féretros
podían contener pólvora: se desconfió de los entierros, y los cadáveres, en el
camino del eterno reposo, fueron indicados como sospechosos. La bebida dada
» lo¡> soldados (de la Guardia Nacional, claro está) podía estar envenenada: se
detuvo por precaución a los pobres vendedores de limonada y los vivanderos d«
quince años se amedrentaron. Se prohibió a los ciudadanos asomarse a las ven
tanas y dejar las persianas abiertas: porque el espionaje y la muerte estaban
alK, sin duda, al acecho. Una lim para agitada detrás de un vidrio, los reflejos
de 1». luna sobre la p iiarra de un tejado, bastaban para difundir el es®auto.
Deplorar el extravio de los insurrectos, llorar entre tantos vencidos a loa qu«
EL IMPERIO KlS U7 OGÉRMANICO 109
y demasiado olvidadiza de los crímenes atroces y de las
traiciones odiosas de que fué tan frecuentemente víctima.
Es incapaz de crueldad. Pero tiene al mismo tiempo un
instinto justo que le hace marchar derechamente al fin, un
buen sentido que le dice que cuando se quiere poner fin al
mkl es necesario detener y paralizar primeramente a lo
malhechores. Estando Francia evidentemente traicionada,
era preciso impedir a los traidores que continuaran traicio
nando. Por esto en casi todas las ciudades de Francia, el
primer movimiento de los obreros fué la detención y el en
carcelamiento de los bonapartistas.
El Gobierno de Defensa Nacional los hizo poner en li
bertad inmediatamente en todas partes. ¿Quién erró el ca
mino, los obreros o el Gobierno? Sin duda este último. No
hubo solamente error, se cometió un crimen al hacerlos po
ner en libertad. ¿Por qué no ha hecho poner en libertad al
mismo tiempo a todos los asesinos, los ladrones y los ■cri
minales de toda categoría que están detenidos en las cárce
les de Francia? ¿Qué diferencia hay entre ellos y los bona
partistas? Los primeros han robado, atacado, maltratado,
asesinado individuos. Una parte de los últimos han cometi
do literalmente los mismos crímenes, y todos juntos han
saqueado, violado, deshonrado, traicionado, asesinado y,
vendido a Francia,.a un pueblo entero. ¿Qué crimen es mín
yor? Sin duda el de los bonapartistas.
se habla amado, nadi se hubiese atrevido <t hacerlo impunemente. /He tusiló a
una joven porque habla hecho vendas en una ambulancia de insurrectos» para bU
amante, quizás para su esposo, para su padre!
‘"L,i fisonomía de París fué, durante algunos días, la de una ciudad tomar. .
por asalto. El número ds la, casas en ruinas y de los edificios a los cuales
el catión habla hecho brechas testimoniaba elocuentemente /« pótentela del gri.
esfuerzo de un pueblo acorralado. Filas de burgueses uniformado» cortabas
las calles; patrullas ajoradas acotaban el pavimento... j Hablaré Je la re
presión?
“ i Obreros 1” y todos los que tenéis levantadas las armas contra, la Eep1
"blica; Una últim a vez, en nombre de todo lo que hay de respetable de is rti,
"de sagrado para los dombres. deponed las armasI La Asamblea Nacional, la
"nación entera os lo piden. S e os dice que os esperan crueles venganzas- st
"vuestros enemigos, los vuestros, quienes hablan asi. Venid a nosotros, venid
"como hermanos arrepentidos y sumisos a la ley y los brazos de la República
"estén dispuestos; a recibiros”.
” T jl1 era la proclama que el 23 de junio dirigió el general Cavaígnac a loa
insurrectos. (Boi la segunda proclama, dirigida el 26 a la Guardia Nacional jr
al ejército, decía: “E n París veo vencedores y vencidos. Que mi nombre
"maldito si consintiese que haya víctimas".
"Seguramente nunca hablan sido pronunciadas palabras más hermosas en
un momento semejante. Pero iqué lejos estuvo esa promesa de ser cumplid
justo Cielo 1...
no OBRAS COMPLETAS DE B A K U M N
" .Las represalias temaron en algunos lugares un carácter salvaje: asi fué
torro /oí prisioneros amontonados en el jardín de las Tullerí*», en el fondo del
subterráneo del borde del agua, fueron muertos a/ azar por les balas íu e sr lea
«avitban ¿ través de las lumbreras; así fu i como los prisioneros fueron fusilado»
en mentón en la llanura de Grenelle, en el cementerio de Montparnassej en la*
ca'.TttdS de Montmartre, en el patio del Hotel de Cluny, en el claustro de Sas
Benito, v c o j i j o jm humillante terror dqmin,^ acabada 1a lucha, «abre el Parí»
devastado-
". Otio tase» completáis t i cuadro,
" E l 3 de julio, un número bastante grande de pfisIdHefCs fueron retirados
de los sótanos de la Escuela M ilitar para ser conducidos a la Prefectura de
Policía y de «111 a los fuertes. Se les ató de cuatro en cuatro por, ]as manos y
con cuerdas taity ceñidas. Después, cuando estos desdichados apenas podían
CMüinar, agotados como estaban por el hambre, les llevaron escudillas de sopa.
Como teñían ¡as manos ligadas, se vieron obligados a acostarse sobre el vientre
} a arrastrarse hasta las escudillas como anlmalez, en medio de las explosiones
ae risa ce .os oficiales de la escolta, que llamaban a eso el socialismo en la
Piictic* Tergo «1 dato da uno de los que soportaron epte suplicio", ( Histoire
de la Rrvolution de 1S4S, por Luis Blanc, tomo II.
H e iquíj ¡pues; la humanidad burguesa, y hemos visto cftmo, más tatole,
la iu*rtic¡a de los republicanos burgueses se manifestó por la deportación sin
ju icio , por simple medida de seguridad general, de cuatro mil Uescientoa cua-
rt.it-3 y ocho ciudadanía detenidos. ¿B?kunin>)
EL IMPERIO A\ L'TOOERMA MCO 111
más de trece mil? Se dirá que les estaba permitido obrar
así, porque eran bonapartistas, es decir, gentes sin fe, sin
principio, bandidos; pero que los republicanos, que luchan
en nombre del derecho y que quieren hacer triunfar el prin
cipio de la justicia, no deben, no pueden transgredir las
condiciones fundamentales y primarias. Entonces citaré
otro ejemplo:
En 1848, después de vuestra victoria de junio, señores
republicanos burgueses, que os mostráis tan escrupulosos
ahora sobre esa cuestión de justicia, porque se trata de
aplicarla a los bonapartistas, es decir, a los hombres que,
por su nacimiento, su educación, sus hábitos, su posición en.
la sociedad y por su manera de encarar la cuestión social,
la cuestión de la emancipación del proletariado, pertenecen
a vuestra clase, son vuestros hermanos; después de este
triunfo obtenido por vosotros en junio sobre los obreros
de París, la Asamblea Nacional —en la que estaba usted,
señor Julio Favre, en la que usted estaba, señor Cremieux, y
en el seno de la cual está en este momento usted al menos,
señor Julio Favre, con el señor Pascual Duprat, su compa
dre, uno de los órganos más elocuentes de la reacción fu
riosa—, esa Asamblea de republicanos burgueses, ¿no ha
tolerado que durante tres días consecutivos fusilase la bur
guesía furiosa, sin juicio alguno, a centenares, por no decir
a millares de obreros desarmados? E inmediatamente des
pués, ¿no hizo arrojar a las prisiones quince mil obreros,
sin ningún juicio, por sim ple medida de seguridad pública ?
Y después de haber quedado allí meses y meses, deman
dando en vano esa justicia en nombre de la que hacéis tan
tas frases ahora, en la esperanza de que esas frases podrán
enmascarar la connivencia con la reacción, esa misma
Asamblea de republicanos burgueses, que lo tiene siempre a
la cabeza, señor Julio Favre, ¿no ha hecho condenar a cua
tro mil trescientos cuarenta y ocho a la deportación, tam
bién sin juicio y siempre por medida de seguridad general?
IMárchense, no son más que odiosos hipócritas!
¿Cómo es que el señor Julio Favre no ha encontrado eñ
sí mismo y no creyó bueno emplear contra los bonapartistas
un poco de esa altiva energía , un poco de esa ferocidad
despiadada que ha manifestado tan ampliamente en jumo
de 1848, cuando se trataba de herir a los obreros socialistas?
%■112 OBRAS COMPLETAS DE B A K U M N
** #
LA ALIANZA RUSA
Y LA RUSOFOBIA DE LOS ALEMANES (1)
(1) ftst-: título {né puesto por Jam es Guilleume, pero no apareció en el
fo ilu o ósprebc, (N ota del traductor.)
EL IMPERIO A VÍ lOGERM ANICO 117 "
f l) Confieso que m e asom brí profundam ente a l encontrar este m ism o agra
vio en u fa carta dirig id a el año pasado por el señor Carlos Marx, el célebre
jefe de los com unistas alem anes, a los redactores de una pequeña .toja que se
publicaDa en lengua ru sa en Ginebra, Pretende que si Alem ania no está todavía
Oiganrzada dem ocráticam ente, la culpa es sólo d i Rusia Desconoce ■Singularmente
la historia de su propia país, al enunciar una cosa cuya im posibilidad, dejando
spurte los hechos históricos, se dem uestra fácilm ente poi i t t!xper ie'<c.i¿ df todijí»
los tiem pos y d e todos los países, ; S e ha visto a una nación inferior en civili
zación im poner o inocular sus propios principios a un país ■micho v a s ' ívili-ado.
a m enos que no lo haga por la v ía de la conquista? P e ra A lem an a, que yo
<iepa. no fu i nunca conquistada por Rusia. Es, po* consiguiente cormjietd’aen te
im posible que h aya podido adoptar un principio ruso cualquiera; pe* o el m4s
que orobable, es cierto que, v ista su vecindad inm ediata y a causa de la pre
ponderar cia incontestable de su desenvolvim iento politice, adm inistrativo, ju
rídico, industrial, comercial, científico y social, Alemania, al cont-arú), hecho
pasar m uchas de sus propias ideas a Rusia, lo que loo alem anes conceded ge
neralm ente cuando dicen, no sin orgullo, que R usia debe a A lem ania io poco
de civilización que posee. Felizm ente para nosotros, par* el porvenir de Rusia,
esa civilización no ha {asado m ás allá de la Rusia oficial, al pueble Pero, en
efecto, es a los alem anes a quienes debemos nuestra educación politice, adm i
nistrativa, policiaca, m ilita r y burocrática, y todo el perfeccionam iento df a u e ^ ro
edificio im perial, aun nuestra augusta dinastía. •„
Q ur la vecindad de un gran em ir m ogol-bizantino-germ ánico ha sido m ás
agradable a los déspotas de A lem ania que a sus pueblos; m i» favorable al
desarrollo de su servidum bre Indígena, com pletam ente aacional, germ ánica, que
desarrollo de la s ideas liberales y dem ocráticas im portadas de Francia, e quién
puede dvdarlc? A lem ania se habría desenvuelto mucho m ás pronto *n el aon-
no OBPAS COM PLETAS DE B A K V M \
FRAGMENTO {I>
La revolución, por lo demás, no es ni vindicativa ni san
guinaria. No exige ni la muerte ni la deportación en masa,
ni siquiera individual, de esa turba bonapartista que, arma
da de medios poderosos y mucho mejor organizada que la
República misma, conspira abiertamente contra la Repú
blica, contra Francia. No exige más que la prisión de todos
los bonapartistas, por simple medida de seguridad generaJ,
hasta el fin de la guerra, y hasta que esos picaros y esas
picaras hayan desembuchado las nueve décimas partes por
lo menos de las riquezas que han robado a Francia. Después
de lo cual les permitirá marcharse con toda libertad a donde
quieran, dejando aún algunos millares de renta a cada uno
a fin de que puedan alimentar su vejez y su vergüenza. Ya
lo veis, no sería una medida de ningún modo cruel, pero
muy eficaz, justa en el más alto grado y absolutamente ne
cesaria desde el punto de vista de la salvación de Francia.
La revolución, desde que reviste el carácter socialista,
cesa de ser sanguinaria y cruel. El pueblo no es cruel, de
ningún modo, son las clases privilegiadas las que lo son.
Se levanta en ciertos momentos furioso contra todos los
engaños, contra todas las vejaciones, contra todas las opre
siones y torturas de que es víctima, y entonces se lanza
como un toro enfurecido, no viendo nada más ante sí y rom
piendo todo lo que encuentra a su paso. Pero esos son mo
mentos muy raros y cortos. Ordinariamente, es bueno y
humano. Sufre demasiado para no padecer con los sufri
mientos ajenos. A menudo, jáyl, demasiado a menudo, ha
servido de instrumento al furor sistemático de las clases
privilegiadas. Todas esas ideas nacionales, religiosas y po
líticas por las que vertió su propia sangre y la sangre de
b u s hermanos, los pueblos extraños, no sirvieron más que
a los intereses de esas clases, y se han transformado siem-
f l ) Incluim os en e ste lugar las p rim e n » páginas de 1* bifurcación que M
ha advertido anteriorm ente, puco continúan el pensamiento del autor sobre a l
asunto tratad o en la prim era entrega de E l imperto knutogermáaiclo. Guillame»
las coloca antea de las Consideraciones Élosóócts sobre el ftn tts m t divino etc.
Nosotros hem os juzgado que hallan un puesto m is conveniente en este lugar.
-{Nota de4 traductor.)
FL IMPERIO K .\ T'IOCER M A S ICO 15'
pre en nueva opresión contra él. En todas las escen
furiosas de la historia de todos los países, en las que las
masas populares, enfurecidas hasta el frenesí, se destru
yeron mutuamente, hallaréis siempre tras esas masas agi
tadores y directores que pertenecen a las clases privile
giadas: de los oficiales, de los nobles, de los sacerdotes y
de los burgueses. No está en el pueblo, pue&; está en los
instintos, en las pasiones y en las instituciones políticas y
religiosas de las clases privilegiadas, en la JgleBia y en el
Estado, en sus leyes y en la aplicación despiadada e inicua
de esas leyes: es ahí donde hay que buscar la cruelad y el
furor frío, concentrado y sistemáticamente organizado.
He mostrado el furor de los burgueses en 1848. Los Fu
rores de 1792, 1793 y 1794 fueron igualmente, exclusiva
mente, furores burgueses. Las famosas matanzas de Aviñón
(octubre de 1791), que abrieron la era de los asesinatos
políticos en Francia, fueron dirigidas y también en parte
ejecutadas por un lado por los sacerdotes y los nobles, y
por otro por los burgueses. Las matanzas de la Vendée,
ejecutadas por los campesinos, fueron igualmente manda
das por la reacción de la nobleza y de la Iglesia coligadas.
Los ordenadores de las matanzas de septiembre fueron to
dos. sin excepción, burgueses, y lo que se conoce menos
es que los iniciadores de la ejecución misma, la mayoxía de
los asesinos principales, pertenecieron igualmente a esa cla
se (1). Collot d'Herbois, Pañis, el adorador de Robespierre,
(1) Par* dem ostrarlo, cito <sl testim onio de A- M ic h e l« J
“ Se hubiese podido asesinar fácilm ente a los presea en su p a s ió n : pero Ja
tosn so h u b ia p podido presentirse entonces como un safo espontaneo de¡ pue
blo. E ia preciso que hubiese una apariencia de casualidad; ai nubieten hecho
la ruta a pie, el azar hubiera servido mSs pronto la intención d t las «freglnoi)
pero pidieron coches. Los veinticuatro presos Be colocaron en s e n carruaje»;
eso les p rotegía u n poco. E ra necesario que los ásennos encúnttasei. medie o
de irrita r a los presos a fuerza de ultrajes, h asta que perdiesen la paciencia.
Se sublevasen, olvidando el cuidado d e sus vidas y pareciese que nabina pro*
vocado, m erecido su desgracia; o bien íi'm era preciso irritar puebjo, sub/e-
rmr su furor costra los presO i; es lo que se tra tó de hacer prim ero. La pro
cesión lenta da los seis coches tuvo todo el carácter de una cruel exhibición:
" iH e lo s aquí —gritab an los asesinos—, ne aquí a los tra id o re s1 ios pue entsre-
■geron a Verdun, los que iban a degollar vuestras m ujeres j vuestros hijos- .
” l Vamos, ayudadnos, m atadlos I”
"Eso no se consiguió■. La multitud,, es verdad, aullaba a¡rededor, puro 10 obra
ba- No «e obtuvo ningún resultado a lo largo del muelle, ni e r la travesía del
Puente Nuevo, ni en la calle Dauphine, Se llegó a la en cnlci'ada 33u< L-Tca da.
la Abbaye, sin haber podido cansar la paciencia de los presos, « d e c id ir t i
pueblo a poner la mano sobre ellos. Se iba a e ntrar en la prisión y. no balda
tiem po que perder. Si se les m ataba sin que la cosa fuese preparada por alguna
dem ostración sem ipopular, se haría viiib ie que perecerían p o r orden y b m b o d t
U autoridad. En la encrucijada, donde se hallaba «1 teatro d* loa a líitjjm e n t
158 obras co m pletas d e bak u m m
» * *
había muchos obstáculos, una eran m ultitud, Allí, lo» asesinos, aprovechando!»
de la confusión, tom aron su resolución y comenzaron a re p artir sablazos y lan-
^z ^Jas <le«de ia¿ coche*. Un preso que tenia un bastón, tea por instinto de de-
fcii&a, sea por desprecio a los m iserables que pegaban a gentes desarma das, ¿16
A uno da ellos un bastonazo en la cara. Dió asi el pretexto que *e esperaba.
Alguno* £ue,on m uertos en los coches mismos, otros al bajar al patio de la
Abbfye- , Es* f u i la prim era m a ta n z a ...
‘■Los a&esinatoí, continua ion en la Abbaye. 4 Es curioso saber quiénes eran los
« e s in o s f
"L os p u n ir o s , 'os hemos v isto ; eran federados marselleses- aviSoneses y
otrod de. Mediodía, a los cuales se unieron, si hay que creer a la tradición,
algunos muchachos carniceros, algunas personas de rudos oficios, Jóvenes sobre
-todo, p illu d o s ya robustos y en estado de hacer mal, aprendices a quienes se
•duca cruelm ente a fuerza de golpes, y que en tales días los devuelven i l pri
m er llegado, n :ibía, en tre otros, un pequeño peluquero que m ató a varios por
tU propia ma.iu.
"P e o rl informe que se di6 más tarde sobre los septem bristas, no mencio
naba n i un i m otra de estas dos clases, ni los soldados del Mediodía, ni la turba
populai que, sin -luda, habiendo pasado el tiempo, ya no pudo encontrarse.
D e v an a sólo gentes establecidas sobre quienes podía echarte mano, en total
■uar-uent» y ti es persona» de la vecindad, casi todos comerciantes de le cali*
8arnle-Ma<-garit( y de la s callea vecinas a ésta. Pertenecen a todas la s profe-
tio n es •¿lojertJSj cafeteros, salchicheros, fruteros, zapateros, cofreros, panadero»,
et'.éí-eií No hay más que un soio carnicero establecido. H ay varios sastra»,
entre ellos rtos alem anes o ta l vez alsacianos.
'"Si se cree esa información, ta l g en te se habría alabado, no sólo de haber
m atarlo un gran núm ero de presos, sino de haber ejercido espantosas atrocidades
é i los cddévpres.
com erciantes de los alrededores de la Abbaye, vecinos de los F ran
ciscanos. de M srat, y sin duda suf? lectores Habituales, ¿eran una selección de
m a ra tist» . que la Comuna llamó para comprom eter a la Guardia Nacional *n !•
m atanza, c u b r ila con el uniform e burgués, im pedir que la gran m ata da la
G iifru a N acloaal lntervim es» para detener la efusión de sangre? No •• inve
rosím il.
I. tMPt.MV KSL'lO Ol R\1\MCO I '>
Los más fuertes hoy son los nobles duques, Jos marque
ses, los condes, los barones, los ricos propietarios, en una
palabra toda la burguesía del campo; lo son también los
pillos francos de la banda bonapartista, los bandidos ele
gantes: estadistas, prelados, generales, coroneles, oficiales,
administradores, senadores, diputados, comerciantes, gran^
des y pequeños funcionarios y policías formados por Na
poleón III. No obstante, es necesario establecer una distin
ción entre estas dos categorías que están llamadas a darse
la mano, como se la dieron ya bajo el segundo Imperio.
La banda bonapartista no peca ni de tontería ni de ig
norancia. Cuando está representada por sus jefes, al con
trario, hasta es muy inteligente, muy sabia. No ignora el
bien y el mal, como nuestros primeros padres antes de
haber probado el fruto del árbol de la ciencia, o como lo
hace en parte en nuestros días la clase burguesa rural a
la cual una santa y crasa ignorancia y la profunda estu
pidez inherente al aislamiento de la vida del campo rehi
cieron una especie de virginidad. Cuando los bonapartistas
hacen mal, no pueden menos de hacerlo y lo hacen cons
cientemente y sin forjarse la menor ilusión sobre la natu
raleza, los móviles y el fin de sus empresas, o más bien, han
llegado a ese punto del desenvolvimiento intelectual y mo
ral en que la diferencia entre el bien y el mal no existe ya,
y en que todas las nociones sociales, las pasiones políticas,
aun los intereses colectivos de las clases, lo mismo que to
das las creencias religiosas y todas las convicciones filosó
ficas, perdiendo su sentido primitivo, su sinceridad, su se
riedad, se transforman en otros tantos excelentes pretextos
o disfraces de que se sirven para ocultar el juego de sus
pasiones individuales.
La burguesía rural, los caballeros campesinos están lejos
de haber llegado a ese nivel. Su fuerza relativa en relación
a la burguesía de las ciudades, no está de ningún modo en
su ciencia, ni en su esp íritu ; reside precisamente en esa
crasa ignorancia y en esa estupidez increíble gracias a las
cuales se encuentra al abrigo de las tentaciones del demonio
moderno: la duda. La nobleza campesina no duda de nada,
ni aun del milagro de la Salette. Demasiado indiferente y
demasiado perezosa para fatigar inútilmente el cerebro,
acepta sin la menor crítica y sin vacilación alguna los ab-
200 OBRAS COMPLEJ AS DE SAKU KIN
fi) Liga separatista de siete cantones suizos que defendían a los jesuítas
y que provocó una guerra civil en 1847; loa partidario! del Sonderbund tuvieron
el apoyo del ministerio Gruizot (Nota del traductor.;
A m L R IT N C IA PARA EL IMPERIO 20S
áus rasgos pasados no conservó más jque uno: el que, fun
dado sobre su' bajo egoísmo y sobre una ignorancia estú
pida, la asocia indisolublemente a la Iglesia y la hace es
clava de Roma. Ese es también el único punto que separa
seriamente en esta^hora a la burguesía rural y a la burgue
sía de las ciudades.
Desde 1848, la burguesía rural constituye propiamente lo
que se llama hoy en Francia, el gran partido del orden.
Habiendo abdicado la burguesía de las ciudades por cobar
día, no es ya más que el apéndice y como la aliada forzada>
arrastrada a remolque por esos bravos hidalgos campesinos,
esos verdaderos caballeros y salvadores del orden social
en Francia, que son también soldados de Bonaparte y están
santamente inspirados y dirigidos por los sacerdotes.
I El partido del orden! ¿ Cuál es el hombre honrado que.
después de las traiciones, las matanzas y las deportaciones
en masa de Junio y de Diciembre; después del innoble
abandono de esa desgraciada Francia a los prusianos, por
casi todos los propietarios rurales y urbanos de Francia;
después, sobre todo, de las últimas matanzas, hoiribles,
atroces y únicas en la Historia, cobardemente ejecutadas en
París y en Veraalles por una soldadesca desenfrenada y
fríamente mandada, en nombre de Francia, por la Asamblea
Nacional y por el Gobierno republicano de Versalles; des
pués de tantos crímenes acumulados durante más de veinte
años, por los representantes de la virtud y de la piedad
oficiales, de la legalidad, de la libertad prudente, del desin
terés oficial y del derecho de los más fuertes, en Francia lo
mismo que en los demás países de Europa, quién podrá
pronunciar estas palabras: partido del orden, que resumen
en el porvenir todas las ignominias de que son capaces los
hombres corrompidos por el privilegio y animados de inno
bles pasiones, sin experimentar un estremecimiento de ho*
rror, de cólera, de disgusto?.
Entendido así, el orden es la bestialidad amenazadora;
hipócrita en caso necesario, pero siempre implacable; es ls
mentira descarada; es la infame traición; es la cobardía; ea
la crueldad; es el crimen cínicamente triunfante; es la vir
tud. la lealtad y la inteligencia de esos excelentes caballe
ros del campo, dando la mano a la humanidad del sable j
al desinterés patriótico de la Bolsa, aliándose, bajo los aus
210 OBRAS COMPLETAS DE B A kL 7V/Y
O ra s de Bakunia. • 11
TRES CONFERENCIAS A LOS OBREROS
DEL VALLE DE SAINT-IMIER O
Compañero»:
Después de la gran revolución de 1789-1793, ninguno do
los acontecimientos que han sucedido en Europa ha tenido
la importancia y la grandeza de los que se desarrollan ante
nuestros ojos y de los cuales es hoy París la escena.
Dos hechos históricos, dos revoluciones memorables ha
blan constituido lo que llamamos el mundo moderno, el
mundo de la civilización burguesa. Una, conocida con el
nombre de Reforma, al comienzo del siglo XVI, había roto
la clave de la bóveda del edificio feudal, la omnipotencia
de la Iglesia; al destruir ese poder preparó la ruina del
poderío independiente y casi absoluto de los señores feuda
les que, bendecidos y protegidos por aquélla, como los reyes
y a menudo también contra los reyes, hacían proceder sus
derechos directamente de la gracia divina; y por eso mismo
dió un impulso nuevo a la emancipación de la clase bur
guesa, lentamente preparada, a su vez, durante los dos si
glos que habían precedido a esa revolución religiosa, por eí
desenvolvimiento sucesivo de las libertades comunales, y
por el del comercio y el de la industria, que habían sido al
mismo tiempo la condición y la consecuencia necesaria.
De esa revolución surgió una nueva potencia, todavía no
la de la burguesía, sino la del Estado monárquico constitu
i d Estas conferencias fueron publicadas por primera vez en ispañol, (nte-
Kr?s. en el Suplemento de Lg Protesta, números 86-59, Bueno» A irev septiem bre-
o.itub'e de 1923 (N ota del traductor.)
220 OBRAS COMPLEJAS DE B A K l \/¿V
cional y aristocrático en Inglaterra, monárquico, absoluto,
nobiliario, m ilitar y burocrático sobre todo en el continente
de Europa, menos dos pequeñas repúblicas, Suiza y los Paí
ses Bajos.
Dejemos por cortesía estas dos repúblicas a un lado, y
ocupémonos de las monarquías. Examinemos las relaciones
de las clases, la situación política y social, después de la
Reforma.
A los señores, los honores. Comencemos, pues, por los
sacerdotes, y bajo este nombre no me refiero solamente a
los de la Iglesia católica, Bino también a los ministros pro
testantes, en una palabra, a todos los individuos que viven
del culto divino y que nos venden a Dios tanto al por ma
yor como al menudeo, pues las diferencias teológicas que
los separan, son tan sutiles y al mismo tiempo tan absurdas,
que sería una verdadera pérdida de tiempo ocuparse de
ellas.
Antes de la Reforma, la Iglesia y los sacerdotes, con el
Papa a la cabeza, eran los verdaderos señores de la tierra.
Según la doctrina de. la Iglesia, las autoridades temporales
de todos los países, los monarcas más poderosos, los em
peradores y los reyes, no tenían derechos sino cuando esos
derechos habían sido reconocidos y admitidos por la Igle
sia. Se sabe que los dos últimos siglos de la Edad Media
fueron ocupados por la lucha cada vez más apasionada y
triunfal de los soberanos coronados contra el Papa, de los
Estados contra la Iglesia. La Reforma puso término a esa
lucha al proclamar la independencia de los Estados. El de
recho del soberano fué reconocido como procedente inme
diatamente de Dios, sin la intervención del Papa ni de
cualquier otro sacerdote, y, naturalmente, gracias a ese ori
gen celestial, fué declarado absoluto. Así fué como sobre
las ruinas del despotismo de la Iglesia se levantó el edificio
del despotismo monárquico. La Iglesia, después de haber
sido ama. se convirtió en sirviente del Estado, en un instru
mento de gobierno en manos del monarca.
Tomó esa actitud., no sólo en los países protestantes, en
los que, sin exceptuar a Inglaterra —y principalmente por
3a Iglesia anglitana— el monarca fué declarado jefe de la
Iglesia, sino en todos los países católicos, sin excluir a
España. L a potencia de la Iglesia romana, quebrantada por
IR IS COÑFÉREVC' 4 S 22 't
II
Queridos compañeros:
Ya os he dicho la otra vez que dos grandes acontecimien
tos históricos habían fundado la potencia de la burguesía.*
la revolución religiosa del siglo XVI conocida bajo el
nornbre de Reforma, y la gran revolución política del si
glo X V III, He añadido que esta última, realizada cierta
mente por el poder del brazo popular, había sido iniciada
y dirigida exclusivamente por la clase media. Debo también
probaros ahora que es también la clase media la que se apro
vechó exclusivamente de ella.
Y sin embargo el programa de esta revolución, al prin
cipio, parecía inmenso, ¿No se ha realizado en el nombre
de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad del género
humano, tres palabras que parecen abarcar todo lo que en
el piesente y en el porvenir puede querer y realizar la hu
manidad? ¿Cómo es, pues, que una revolución que se había
anunciado de una manera tan amplia terminó miserablemen
te en la emancipación exclusiva, restringida y privilegiada
de una sola clase, en detrimento de esos millones de traba
jadores que se ven hoy aplastados por la prosperidad in
solente e inicua de esa clase? ¡Ah, es que esa revolución no
ha sido más que una revolución política! Había derribado
audazmente todas las barreras, todas las tiranías políticas,
pero había dejado intactas —hasta las había proclamado sa
gradas e inviolables— las bases económicas de la sociedad,
que han sido la fuente eterna, el fundamento principal de
tod?s láB iniquidades políticas y sociales, de todos los ab
surdos religiosos pasados y presentes. Había proclamado la
libertad de cada uno y de todos, o más bien había procla
mado el derecho a ser libre para cada uno y para todos. Pero
no ha dado realmente los medios de realizar esa libertad y
IR E .S CONFERENCIAS 129
III
Queridos compañeros:
Os ke dicho la última vez cómo la burguesía, sin tenei
completamente conciencia de sí misma, pero en parte tam
bién. y al menos en una cuarta parte, conscientemente, Be
ha servido del brazo poderoso del pueblo durante la gran
revolución de 1789-1793 para asentar su propio poder sobre
las ruinas del mundo feudal. Desde entonces, se ha conver
tido en la clase dominante. Es erróneo suponer que fueran
la nobleza emigrada y los sacerdotes los que dieron el gol
pe de Estado reaccionario de Termidor, que derribó y mató
a Robespierre y a Saint-Just, y que guillotinó y deportó a
una m ultitud de sus partidarios.
Sin duda muchos de los miembros de estas dos órdenes
caídas tomaron una parte activa en la intriga, felices de
ver caer a los que les habían hecho temblar y les habían
cortado la cabeza sin piedad. Pero ellos solos no hubiesen
podido hacerlo- Desposeídos de sus bienes, habían sido re
ducidos a la impotencia. Fué esa parte de la clase burguesa
enriquecida por la compra de los bienes nacionales, de las
provisiones de guerra y por el manejo de los fondos pú
blicos, que se aprovechó de la miseria pública y de la ban
carrota misma para llenar su bolsillo; fueron esos virtuoso»
representantes de la moralidad y del orden público los pri
meros instigadores de esa reacción. Estuvieron ardiente y
poderosamente sostenidos por la masa de los tenderos, raza
eternamente malhechora y cobarde que engaña y envenena
al pueblo en detalle, vendiéndole sus mercaderías adultera
das, y que tiene toda la ignorancia del pueblo sin tener su
gran corazón, toda la vanidad de la aristocracia burguesa
sin tener los bolsillos llenos; cobarde durante las revolu
ciones, se vuelve feroz en la reacción. Para ella, todas las
ideas que hacen palpitar el corazón de las masas, los gran
des principios, los grandes intereses de la humanidad, no
240 OBRAS COMPLEJAS DE BAKUNIM