Arquitectura: Epistemología, Teoría y Praxis
Arquitectura: Epistemología, Teoría y Praxis
Arquitectura: Epistemología, Teoría y Praxis
INTRODUCCION
En este trabajo, nos proponemos por tanto, analizar las dificultades que enfrenta la
disciplina para contestar dos preguntas que, por lo demás, tampoco hemos
encontrado planteadas en los distintos escritos que hemos revisado: ¿Cómo se
construye la teoría de la arquitectura y desde qué posturas epistemológicas se hace
esta tarea? No parece que estas preguntas exigen, no tanto ya una indagación
conceptual sobre la teoría de la arquitectura y su devenir a través de la historia, como
se ha hecho por infinidad de arquitectos en los últimos dos siglos; sino más bien un
análisis y una reflexión a propósito de la praxis misma de la disciplina, no sólo como
oficio instrumental para diseñar y construir obras bajo el eterno principio Vitruviano
donde la función, la estructura y la belleza comparten equilibradamente sus valores
intrínsecos, sino, principalmente, como un acto profundo de apropiación de
posibilidades teóricas y empíricas que le permitan a cada arquitecto sustentar mejor
2
1
Como suele suceder cuando se inicia una amplia investigación disciplinar, comenzamos a indagar
sin haber definido plenamente las preguntas de investigación, el objeto de estudio, la metodología, los
métodos y técnicas a emplear. Es ahora que hacemos un alto en el camino para replantear el futuro
de nuestra investigación, que podemos hacer una recuperación de lo que hemos estado haciendo en
esta primera aproximación y de los modos concretos en que lo hemos venido haciendo.
4
Investigación o indagación
2
White, Edward T. (1991), Introducción a la programación arquitectónica, Trillas, México, p. 19
3
Ibídem
5
decir de un proceso de indagación, análisis y reflexión, cuya praxis exige una cierta
capacidad investigativa. En los hechos, sin embargo, este análisis programático no
se nutre de forma suficiente como para suponer que, en tal proceso, la arquitectura
misma se re-piensa y se re-nueva de forma consistente, alimentando de regreso
alguna de las muchas teorías en las que la propia disciplina se debate. Más bien nos
parece un proceso utilitario, cuyo propósito último es contar con los elementos de
análisis del sitio en que habrá de ubicarse el proyecto, así como sus condicionantes
más importantes, es decir, un listado de requerimientos físicos, geográficos,
naturales, socio-culturales, históricos, financieros, presupuestales, etc. Por ello
resulta muy raro encontrar en tales programas elementos de análisis y reflexión que
incluyan lo propiamente teórico de la arquitectura. Las teorías, sobre todo aquellas
muy conceptuales, permanecen separadas de este proceso indagatorio, constituyen,
más bien, un referente abstracto en la mente del arquitecto que ha quedado como
remanente de su época de estudios universitarios. Si el arquitecto en cuestión ha
seguido nutriendo su praxis de tales elaboraciones teóricas, ello, creemos, constituye
la excepción de la regla. En lo general, la praxis de la arquitectura, antes que a la
teoría, está orientada fuertemente al oficio. “La razón básica –postula Pérez Gómez-
que explica la fascinación que sentimos por la arquitectura mexicana es
precisamente el oficio, antes que cualquier otra interpretación teórica complicada”.4
Ahora bien, los arquitectos en general llaman investigación a este proceso de acopio
de información y análisis empírico de datos, sin embargo, debemos afirmar que tal
proceso de indagación no podría considerarse todavía investigación en el estricto
sentido de aportar nuevas estructuras de entendimiento de la realidad arquitectónica,
es decir, a la construcción de la teoría; no sólo porque la finalidad del análisis
programático no es esa, sino además, porque los niveles de rigor para la obtención
de los hechos, y para su interpretación objetiva o subjetiva –según sea el caso- no
pasa por elecciones epistemológicas y metodológicas consistentemente asumidas.
4
Pérez-Gómez, Alberto (1998), “México, modernidad y arquitectura” en Burian, Edward R. (Editor),
Modernidad y arquitectura en México, G. Gili, México, p. 40
6
5
White, Edward T., Op. Cit., p. 30
7
A juzgar por lo que encontramos en las 536 tesis revisadas, así como en los 42
artículos de circulación nacional en los anuarios de la UAM, nos parece que la
tradición educativa de los arquitectos, transmitida de generación en generación
precisamente a través de los llamados Talleres de composición, constituye una
transmisión de carácter iniciático que ejercen los arquitectos más viejos sobre los
nuevos. Tal proceso de iniciación no es exclusivo de la arquitectura, como bien lo
señala Gil Antón cuando nos recuerda el carácter iniciático y tribal de las disciplinas y
6
Ortiz, Jorge & Tamayo, Sergio (2001), “Metodologías cualitativas en la enseñanza del diseño:
arquitectura y espacios urbanos”, Anuario de Estudios de arquitectura, UAM, México, p. 9
7
Guerrero Baca, Luis Fernando (2001), “El concepto de tipo en la arquitectura tradicional”, Anuario de
Estudios de arquitectura, UAM, México, p. 153
8
las profesiones.8 Sin embargo, por la estructura curricular que muestran en general
los planes de estudio en las distintas escuelas de arquitectura del país, y por la
importancia y cantidad de horas dedicadas a esta transmisión tribal a través de los
mencionados Talleres, podemos pensar que tal proceso de iniciación, seguramente,
es más fuerte en arquitectura que en otras carreras.
8
“los profesionales de la academia forman una confederación de tribus reconocible con sus hechos
socialmente validados: seleccionan estudiantes, los forman e inician en las pautas y valores de una
disciplina y los incorporan a un saber específico; los evalúan incesantemente y después les otorgan el
documento sobre el que descansa el reconocimiento social, ya sea por medio de la universidad o del
Estado: el „certificado‟. Además regulan el mercado de posiciones académicas, no sólo para su
ingreso a la profesión sino también en lo que toca a la permanencia y jerarquización a lo largo de la
trayectoria”. Gil Antón, Manuel (2002), “Una reflexión sobre la profesión académica en México”,
Separata en Sinéctica No 21, Julio-Diciembre 2002, Iteso, Tlaquepaque, Jalisco, México, pp. 3-10, p.4
9
Philippe Boudón, acorde con estas mismas ideas, encuentra que la Arquitectura se
ha quedado a la zaga de otras disciplinas en lo que respecta a la construcción de su
9
González Gallardo, Oscar H. (1982), Investigación para la educación en arquitectura, UANL,
Monterrey, N.L., México, pp. 12 y 13
10
García Martín, Roberto (2001) Coordinador de la VIII Semana de Arquitectura-Iteso Re-visiones,
Minuta de la mesa “Taller de Coordinadores”.
10
propio objeto de estudio. “Mientras que otras disciplinas –afirma él- han
conceptualizado poco a poco un espacio de referencia destinado a ayudarles a
comprender su parte de la realidad, la parte que concierne a la arquitectura siendo
en mayor parte el espacio concreto, casi no ha abstraído de él un espacio conceptual
que le permita conocer y medir su propia acción. Aun más, -sigue diciendo- parece
que el arquitecto quiere que la arquitectura sea un misterio”.11
Boudón recoge esta realidad y deriva de ella su propia postura, señalando algo que
nos parece fundamental de tomarse en cuenta, sobre todo durante los procesos de
formación de arquitectos: el objeto teórico de la arquitectura no puede ser la propia
arquitectura por más pre-existente que ella sea. Esta idea de Boudón nos parece
sorprendente porque devela ya de forma clara la tautología epistemológica en que la
disciplina podría estar empantanada. “Del análisis de textos escritos por los
arquitectos sobre la arquitectura, -afirma él- se ha desprendido una idea fundamental
sobre el objeto de una ciencia de la arquitectura: y es que este objeto no es la
arquitectura de la cual se supone la existencia previa, sino una arquitectura como
objeto de ciencia que está por construirse, dicho de otra manera, una construcción
teórica científica de la arquitectura”.12
11
Boudón, Filippe (S/A), Acerca del espacio arquitectónico, UAM, México, p. 4
12
Ibídem
13
Stroeter, Joao Rodolfo (1994), Teorías sobre arquitectura, Trillas, México, p. 16
11
Ahora bien, lo que hemos estado afirmando hasta ahora al poner en diálogo nuestros
hallazgos con los autores citados, parecería querer inducir a pensar que no existe la
teoría en arquitectura, lo cual, postulado así, sería realmente insostenible, por tanto,
es indispensable que aclaremos más detalladamente lo que creemos que sucede al
respecto. Comencemos por aceptar que obras escritas sobre Teoría de la
arquitectura hay por docenas, por lo tanto, el problema tiene que ver más bien con la
forma como esta teoría se ha construido.
14
Ibídem
12
El primero de ellos, tiene que ver con el modo como José Villagrán -el más grande
teórico mexicano de la arquitectura moderna- establece prácticamente a priori, los
cuatro valores en que él mismo funda gran parte de su obra teórica. Villagrán, sin
apoyarse en aspectos concretos de la realidad, sino únicamente citando lo
expresado conceptualmente por Vitruvio, Aristóteles, Sto. Tomás, Wunt, Meyerson,
Roura, García Morente, Reynaud, Schmarsow, Lotza, Rickert, Frondozi, Scheler, y
Müller, llega a un planteamiento axiológico-arquitectónico sobre del cual habrá de
erigir el resto de la obra:
15
Villagrán García, José (1992), Integración del valor arquitectónico, UAM, México, p. 25
13
Pensamos que es entendible y útil que entre los arquitectos haya quienes se
interesen más por la conceptualización de la arquitectura que por su descripción, y
16
Lasky, Julieta (1992), “Presentación” en Villagrán García, José, Op. Cit. p. I
17
Lira, Carlos (2001), “Significación arquitectónica e histórica del cementerio de Dolores de Jerez,
Zacatecas”, Anuario de estudios de arquitectura 2001, Op. Cit, p. 120
14
que haya quienes se apasionen por lo contrario, pero no tenemos duda de que al
mirar con cuidado la praxis de la disciplina, se devela la necesidad de que también
haya quienes se interesen por establecer los lazos que pudieran unir a unos y otros
si queremos que la teoría de la arquitectura cuente con algo más que elaboraciones
conceptuales apriorísticas o bellas y detalladas descripciones empíricas. Ulteriores
análisis y reflexiones habrán de convalidar nuestros hallazgos o mostrarnos que
hemos equivocado la interpretación de los hechos indagados.
Todos los procesos de investigación a través de los cuales las disciplinas pretenden
construir sus teorías obligan, rigurosamente a todo investigador, tanto durante el
desarrollo de sus trabajos como al momento de elaborar sus reportes, a
transparentar las posturas epistemológicas y metodológicas que fundamentan sus
decisiones investigativas; por ello ha sido para nosotros muy extraño que, en el
contexto teórico de la arquitectura no hayamos encontrado, sino excepcionalmente,
por parte de los investigadores, reflexiones, afirmaciones o comentarios explícitos y
suficientes acerca de sus aproximaciones epistemológicas. En las 536 tesis de
arquitectura revisadas, por ejemplo, no encontramos sino apenas en una de ellas,
referencia directa y suficiente a la postura epistemológica y metodológica asumida
durante el desarrollo de la misma, y sin embargo, aun en este caso, su objeto de
estudio no pertenecía al campo de la arquitectura sino al de la educación, y la
asesora de tesis no era arquitecta sino doctora en investigación educativa. De igual
forma, en los 42 artículos leídos en los anuarios de arquitectura de la UAM, las
referencias directas o indirectas a posturas epistemológicas, elecciones de
metodologías, métodos y técnicas de investigación, fueron realmente muy exiguas. A
excepción de dos trabajos, cuyos temas centrales fueron precisamente cuestiones
epistemológicas o metodológicas, en ningún otro caso los autores explicitaron sus
fundamentos aun cuando ello hubiera podido hacerse de forma sucinta. En algunos
casos, incluso, aun habiéndose explicitado que el artículo en cuestión resumía el
15
trabajo de una tesis de Maestría -que supondría una fundamentación- los autores
trataron el tema de su interés sin explicitar sus posturas epistemológicas en absoluto.
Comencemos por señalar que para Habermas, el positivismo tiene como interés
poder predecir, en tanto que la hermenéutica únicamente se interesa en la
comprensión del sentido: “El saber empírico-analítico –afirma Habermas- puede
adoptar la forma de explicaciones causales o prognosis condicionadas, que se
refieren a acontecimientos observables; el saber hermenéutico (en cambio) tiene por
lo general la forma de una interpretación de contextos de sentido transmitidos”.18 A
estos dos paradigmas, el propio Hábermas agrega uno más, cuyo interés se centra
en la emancipación, y cuya herramienta fundamental es la crítica. “La crítica, -postula
Habermas- que Marx formuló como teoría de la sociedad y Freud como
metapsicología, está caracterizada precisamente por el hecho de que da cabida en
su conciencia al interés que guía el conocimiento y ciertamente a un interés
emancipatorio que va por encima del interés cognoscitivo técnico y práctico”. 19 Así
pues, encontramos que es en base al desarrollo de estas ideas de Habermas, que
las posturas epistemológicas a propósito de la investigación pueden hoy día
clasificarse en estas tres grandes posturas paradigmáticas. Bajo esta perspectiva,
cada paradigma se sustenta epistemológicamente según el interés que subyace la
búsqueda: El positivismo fundamenta la predicción; la hermenéutica el sentido; y la
Pragmática la emancipación.20
18
Habermas, Jürgen (2000), Teoría y praxis, Tecnos, Madrid, España, p. 19
19
Ibídem.
20
Rodríguez Gómez, Gregorio; Gil Flores, Javier & García Jiménez, Eduardo (1999), Metodología de
la investigación cualitativa, Aljibe, Granada, España, p. 36
16
Una vez leídos distintos libros sobre teoría de la arquitectura, si bien pudimos
observar la obvia presencia de posturas positivistas, no encontramos sino en muy
pocos casos, disertaciones que abordaran la cuestión epistemológica ponderando las
razones y las implicaciones de asumir tales posturas. La impresión que nos queda es
que en la arquitectura, la opción por el positivismo no es una elección basada en la
comprensión plena de lo que significa el positivismo como postura epistemológica y
sus respectivas implicaciones en la praxis, sino más bien porque en general, los
arquitectos siguen la tradición positivista de la ciencia sin hacerse muchas preguntas
al respecto ni poner en cuestión sus fundamentos. De ahí que en ocasiones tales
elecciones no sean concientes, deliberadas, ni cabalmente entendidas.
En este sentido, sorprende, por decir lo menos, que durante uno de los seminarios
académico-profesionales de capacitación para arquitectos, a propósito de la forma
como han de diseñarse los indicadores de cualquier observatorio urbano del mundo -
programa éste auspiciado por la ONU-, los instructores del seminario hayan definido
la unidad de observación como aquel dato que puede ser identificado en una
secuencia de efectos21. A tales datos, los instructores dieron el nombre de
indicadores de efectos. Como podemos inferir, la noción aquí refiere a una postura
positivista que asume las ciudades en el mundo como descomunales serpentines de
causas y efectos, enrolladas sobre de sí mismas sin tocarse, porque si estas -
llamadas por ellos mismos secuencias de efectos- se cruzaran tocándose, dejarían
de ser secuencias en el sentido lineal en que las entienden, y se convertirían
automáticamente en una red inter-respectiva necesariamente sistémica donde ya no
habría causas y efectos en cadena, sino una inter-acción multideterminada, lo que
obligaría a modificar la idea fundamental de lo que es un indicador de efectos y el
paradigma epistemológico correspondiente que funda tal noción. La concepción del
modo de observación para una ciudad es aquí, a todas luces, insostenible
21
Mark, Catherine (2004), Desarrollo y uso de indicadores de desempeño: un enfoque práctico, The
Urban Institute, Guadalajara, Jalisco, México.
17
Si releemos en detalle –en otro caso parecido- lo que White ha afirmado que es el
programa arquitectónico según lo citamos antes, podremos ver que este “plan de
acción para definir y lograr (los) resultados y las metas que se desean obtener”22 se
funda también y por las mismas razones, en el paradigma positivista, pues es
mediante tal programa que el arquitecto –según lo postula White- quiere predecir y
controlar la realidad construida así como sus efectos en el medio inmediato.
Creemos por tanto que White asume aquí una postura positivista acorde con sus
concepciones de la ciencia tradicional. Así lo deja ver él mismo cuando en otro
momento afirma: “se puede considerar al edificio como algo que se agrega a un
conjunto de relaciones causa-efecto ya existente”.23 Esta afirmación de White devela
la misma postura epistemológica que fundamenta la noción de indicador de efectos
definida y usada en todos los observatorios urbanos del mundo.
Sorprende pues que tanto White como los observadores urbanos de la ONU usen el
principio positivista de causa y efecto justo en casos en los que, aquello que se
quiere conocer, parece ser más bien una realidad sistémica: en el caso de White, un
edificio y su entorno inmediato, y en el caso de los observatorios de la ONU, una
ciudad. Es increíble, por el desconocimiento epistemológico que revela, que sea el
propio White, en el mismo texto, quien afirme: “Agregar un edificio a esas situaciones
(el tránsito de autos, peatones, drenaje, vegetación del entorno, etc), puede
22
Supra p. 5
23
White, Edward T.,Op. Cit. p. 42
18
compararse con un pariente que se queda a vivir definitivamente con una familia. Es
importante saber de qué manera lo „agregado‟ puede alterar los sistemas o patrones
de acontecimientos ya existentes. (…) es elevado el número y el tipo de „efectos que
el edificio produce en la situación‟ y los de la ‟situación en el edificio‟”. 24 Lo que más
nos asombra de esta cita, es que White junte en ella, epistemológicamente hablando,
dos paradigmas distintos: el positivismo, al usar el principio lineal de causa y efecto,
y la hermeneutica –en su sentido más amplio- al usar la noción de cómo, el todo y las
partes se encuentran inter-relacionadas sistémicamente.
Nos parece que, tanto White como los observadores urbanos de la ONU, quieren
predecir y determinar los efectos a través de controlar las causas, sin darse cuenta
de que sus actuaciones como arquitectos están fundamentadas, para estos
propósitos, en dos paradigmas epistemológicos distintos e incompatibles entre sí, no
sólo porque tales posturas definen lo grueso de la realidad de manera muy diferente
sino, sobre todo, porque no hay en los dos casos analizados un adecuado deslinde
de los niveles más finos de estas situaciones, posturas y elecciones metodológicas.
24
Ibídem.
25
Decimos “creemos” porque suponemos que el positivismo fundamenta muchos otros aspectos de la
disciplina que sólo los dos casos representativos aquí analizados, sin embargo no podemos dar
cuenta por ahora de tales realidades porque sólo las suponemos; en realidad no nos las hemos
encontrado aún este camino que hemos recorrido hasta hoy.
19
También hemos encontrado, al leer las obras de arquitectos comprometidos con las
causas sociales, entre quienes destaca para nosotros la amplia investigación
realizada por Tomás Villasante, que hay una corriente en la arquitectura que se ha
comprometido epistemológicamente -de forma incluso más clara que en el caso del
positivismo- con el paradigma crítico, desarrollando por el mundo un buen número de
intervenciones comunitarias cuyas búsquedas pragmáticas desean resolver distintos
tipos de problemas en relación con el hábitat, al mismo tiempo que construir una
teoría de la arquitectura que por ahora –a falta de un nombre formal- vamos a llamar
provisionalmente participativa. En estos casos, los arquitectos involucrados en tales
investigaciones, fundan epistemológicamente sus ideas y actuaciones en el
pragmatismo, asumen como metodología diversos modelos de intervención social,
usan el método de la llamada Investigación Acción Participativa (IAP), y utilizan
puntualmente distintas técnicas cualitativas y participativas de investigación. La
Cátedra UNESCO del Iteso, por ejemplo, tiene su origen fundacional precisamente
en una de estas intervenciones comunitarias en que por años, profesores y
estudiantes de arquitectura ayudaron a una comunidad mediante diversas técnicas
participativas a lograr sus fines territoriales y habitacionales en el sur de Jalisco. Una
de las 536 tesis analizadas, nace precisamente de uno de estos proyectos de
intervención participativos, ubicándose claramente en el paradigma crítico. El mismo
título de la tesis lo dice todo: “Un camino epistemológico y de intervención para el
proceso de creación del hábitat”.26 En ella, su autor, Alejando Ramírez, transparenta
su propia postura epistemológica al hacer una crítica que nos parece emblemática de
este particular modo de aproximarse a la realidad social, y al hacerla, rompe con la
arquitectura tradicional:
26
Ramirez Gasca, Alejandro (1996), Un camino epistemológico y de intervención para el proceso de
creación del hábitat, Tesis de arquitectura, Iteso, Tlaquepaque, Jalisco, México
20
siendo el bagaje cultural o lo que algunos llaman la famosa Caja Negra. Sólo nos
27
limitamos a mimetizar formas ya identificadas”.
La crítica es fuerte, sin duda, pero se comprende en el contexto crítico del propio
paradigma y de la IAP como método. Es en este mismo sentido que Fals Borda, uno
de los más importantes pioneros de la IAP en Latinoamérica, afirma: “Empezamos a
comprender que la IAP no era tan sólo una metodología de investigación con el fin de
desarrollar modelos simétricos, sujeto/objeto, y contraopresivos de la vida social,
económica y política, sino también una expresión del activismo social. Llevaba
implícito un compromiso ideológico para contribuir a la praxis colectiva del pueblo.
(…) Se adopta una decisión u opción existencial más bien permanente cuando uno
decide vivir y trabajar con la IAP”.28
27
Idem, pp. 5 y 6
28
Rahman, M. Anisar & Fals Borda, Orlando (s/f), La situación actual y las perspectivas de la
investigación-acción participativa en el mundo, Capítulo VIII de “La investigación acción participativa:
inicios y desarrollos”, Editorial Popular, pp. 212-213
21
las elites. Lo tildan de paradigma obsoleto sin deslindar en rigor, creemos nosotros,
la ideología de la epistemología.
De esta ultima afirmación, y tomando en cuenta lo que han sido nuestros hallazgos,
desprendemos reflexiones que ciertamente nos sorprenden porque nos revelan
planteamientos epistemológicos nuevos y extraños. En la arquitectura tradicional
observamos al positivismo fuertemente hermanado con el pragmatismo, sobre todo
cuando éste fundamenta la búsqueda de utilidades en los mercados del hábitat, y es
en ese sentido -aunque no sean plenamente concientes de ello- que los arquitectos
fundan su praxis en posturas epistemológicas donde se combina el positivismo con el
pragmatismo en una mezcla que permite predecir y controlar el hábitat a fin de
producir utilidades y beneficiar los propios intereses.
Ahora bien, según lo observamos, tal paradigma, a diferencia de los dos anteriores,
pareciera no existir para la arquitectura. Como ya lo hemos afirmado antes, en
nuestra investigación solo hemos encontrado unas cuantas referencias aisladas a la
metodología cualitativa.
Y sin embargo, lo más interesante y estimulante, es que hoy día, sin duda, existe una
muy buena cantidad de alumnos de arquitectura deseosos de hacer investigaciones
fundadas epistemológicamente en este paradigma, lo cual demandaría de las
escuelas de arquitectura que comenzaran, de algún modo que siempre será difícil, a
establecer mejores condiciones operativas y de asesoría para el desarrollo de tales
investigaciones si realmente se quiere impulsar construcciones teóricas más
articuladoras de lo conceptual y lo empírico. Eduardo Rodríguez Bray, por ejemplo,
alumno de 8vo semestre de arquitectura, se ha propuesto desarrollar durante este
año, una investigación teórico-empírica, desde una postura epistemológica
interpretativa y bajo los métodos hermenéutico y etnográfico, propios de la
metodología cualitativa, preguntándose ¿Cuál es la función arquitectónica del
camellón de Chapultepec en Guadalajara? Sitúa su pregunta de investigación en el
campo disciplinar del diseño arquitectónico y tiene ya definido como objeto de
29
Beuchot, Mauricio (1999), Heurística y hermenéutica, UNAM, México, p. 14
23
Ciertamente, los hallazgos nos hacen pensar que la investigación cualitativa desde
una postura epistemológica interpretativa, puede ser una de las opciones más
adecuadas para lograr avanzar en este esfuerzo teórico-empírico. Así lo creen
también Jorge Ortiz y Sergio Tamayo, profesores investigadores de la UAM, cuando
afirman que “se requiere un cambio en la manera de acercarse al estudio de espacio
físico y al espacio social; así como asumir la correspondencia entre ambos. Una
posibilidad –postulan ellos- está en el uso de metodologías de corte cualitativo, que
abarcan desde una concepción de la realidad a partir de la producción cultural y de la
acción social, hasta el reconocimiento del punto de vista de los diversos actores y
sujetos urbanos”.30
A MANERA DE CONCLUSIÓN
Dado el carácter un tanto provisional de este trabajo, creemos que debemos trazar
sólo algunas ideas a propósito de lo que hemos encontrado y de lo que creemos que
pudiera ser una perspectiva prometedora para la investigación en arquitectura.
30
Ortiz, Jorge & Tamayo, Sergio, Op. Cit. p. 12
24
Una tercera cuestión, tiene que ver con el paradigma interpretativo y la metodología
cualitativa, en tanto que este paradigma, debido al interés y a la orientación que
subyacen sus búsquedas, puede ayudar a destrabar epistemológica y
metodológicamente la construcción teórica de la arquitectura y su praxis, muy
31
Hablamos aquí de objeto arquitectónico en el sentido amplio en que es entendido en arquitectura,
sin entrar por ahora en las dificultades que generan las distintas categorías del espacio arquitectónico.
25
precisamente, a propósito del vacío que ya hemos explicado. Sin negar que otras
muchas investigaciones puedan seguirse haciendo fundadas en los paradigmas
positivista y crítico, nos parece que el paradigma interpretativo puede brindar un
campo de acción investigativo ideal para la enseñanza y la construcción de teoría,
justamente intentando construir sentido respecto de esa relación hombre-objeto
arquitectónico de la que hemos hablado antes. Ponderar esta posibilidad en los
concretos de la praxis de la disciplina es algo que, pensamos, no puede seguirse
ignorando.
Y, finalmente, durante el desarrollo de este trabajo hemos podido ver con toda
claridad, que la disciplina ofrece enormes posibilidades para la reflexión filosófica, ya
que su praxis podría ser analizada y reflexionada en profundidad para poner en
cuestión los supuestos fundamentales sobre de los cuales se erige la disciplina tanto
en lo educativo como en lo profesional, todo ello, con el propósito ulterior de
contribuir a transformar el sentido mismo de la arquitectura como vehículo para la
humanización de la especie.
26
BIBLIOGRAFIA