El Efecto-Espejo de La Marca Joan Costa
El Efecto-Espejo de La Marca Joan Costa
El Efecto-Espejo de La Marca Joan Costa
Una fenomenología de las representaciones mentales caracteriza muy bien el hecho de que
existen dos tipos de imágenes mentales, que sin embargo, no son diferentes ni se oponen
entre sí. El primero son los prejuicios, que se generan en el mundo de las percepciones
sobre las marcas. El segundo son las convicciones que devienen de la experiencia, la
satisfacción, o el desencanto, con el contacto con la realidad del producto/servicio.
Percepciones/experiencias
En el primer caso, la imagen se forma sólo a partir de percepciones. Vemos los productos en
el supermercado, la publicidad, los anuncios, tocamos y olemos incluso los productos (ropas,
calzados, objetos, perfumes); leemos cosas sobre ellos, escuchamos opiniones, los vemos
funcionando en determinados lugares. Pero es como si un gran cristal nos separara de la
realidad práctica, que no es otra que la experiencia del uso de estos productos.
Esta frontera tiene su explicación en dos principales razones: psicológicas y económicas. Las
primeras suponen un campo muy variado de motivaciones disuasorias. Determinados
productos y servicios no los compraremos nunca, ni los utilizaremos por una cuestión de
género o de edad. Están concebidos para el género opuesto o para franjas de edades que no
coinciden con la mía o con mis costumbres. Estas son razones lógicas, pero hay otras
razones subjetivas, estéticas, imaginarias, no menos decisivas en el consumo, como que “no
me veo” en ellas. Es el efecto espejo o lo que podemos definir como “mi autoimagen”.
Sencillamente, por una razón subjetiva -un prejuicio- consideramos que esta
marca/producto o marca/servicio no son para mí. Seguimos en la esfera de las
percepciones.
Razones más perentorias para continuar viendo pasar las marcas detrás del cristal, son
obviamente de carácter económico. Las grandes marcas de lujo no están al alcance de
todos. Dicho así a grandes rasgos, el mundo de las marcas se divide en un espacio externo,
donde las marcas y los productos/servicios son sólo y exclusivamente percibidos (porque no
los necesitamos, no nos gustan o no se ajustan a nuestras disponibilidades económicas o de
estatus). Y en otro espacio internalizado, donde son realmente experimentados y vividos.
En síntesis, hay cosas, objetos, productos y mensajes que sólo son percibidos, es decir,
conocidos tal como las cosas del entorno aparecen de inmediato a la sensación: viéndolas.
Pero hay también cosas que son vividas y conocidas de la manera en que realmente
sabemos sobre las cosas: viviéndolas.
Las sensaciones son del orden de la percepción. Las emociones, del orden de la
experiencia.
La marca Relaciones
El ser Mensajes Productos Escenarios
Metamorfosis de la marca
La marca empezó siendo una cosa: un signo (Antigüedad). Después fue un discurso (Edad
Media). Luego un sistema memorístico (economía industrial). Hoy, la marca es un fenómeno
complejo (economía de información, cultura de servicio, sociedad del conocimiento).
De la marca-función a la marca-emoción
El fenómeno puede llegar así a la sublimación y al éxtasis. Pero, como hemos apuntado, la
imagen mental es una cuestión de grados, o de intensidad, y puede expresarse gráficamente
por medio de un gran arco que representa la evolución desde el puro signo (marca) a la
imagen mental (imago). Esta metamorfosis tiene varios puntos de referencia para el
individuo en relación con lo que la marca/producto o marca/servicio le aportan. Vemos aquí
tres puntos progresivos de anclaje: en el extremo más frío del arco, una gratificación del
tipo funcional, representada por los productos farmacéuticos, los alimenticios básicos, los
electrodomésticos, los objetos utilitarios como unas gafas, un bolígrafo o una caja de
herramientas para el bricolaje. En el centro del arco (la zona templada), la gratificación es
del tipo intelectual o racional, que puede pasar a través de la seguridad de las marcas
financieras, transportes, productos para el bebé, etc., la información profesional, técnica o
general, los libros, los estudios. Y en el extremo caliente, una gratificación emocional, que
encontramos en los productos ligados a los momentos estelares de la vida de cada uno, y en
la moda, los espectáculos, el juego, la diversión, el lujo, la sensualidad, la aventura.
SIGNO SÍMBOLO
Los productos y servicios, con sus marcas, representan esas cosas y otras más siempre
combinadas y matizadas entre sí. Un producto fundamentalmente utilitario pasa por el filtro
de la consideración intelectual, racional o lógica, pero también está teñido de emotividad. La
idea de “estilos de vida” supone la elección selectiva de las marcas.
en todos los casos por las posibilidades económicas de los distintos grupos sociales de los
individuos.
Volviendo a la idea del arco psicológico de las marcas, hay pues, un crecimiento progresivo
de la marca/función a la marca/emoción. Este proceso puede ser examinado asimismo desde
la óptica del lenguaje. En un extremo, la marca es puro signo (marca/función), es decir, que
ésta tiene un rol extremadamente funcional. Es el signo como designación (el nombre) y
como reconocimiento (recordación) que está asociado al producto (satisfactor).
En el otro extremo del arco, la marca/emoción ya no es sólo signo -en las tres acepciones
mencionadas-, sino que se ha enriquecido con una pléyade de “valores” que predominan
sobre aquella función signo. La marca/emoción encarna un valor simbólico.
En el centro del arco, marcas diversas como Nestlé, Pampers, Siemens, Deutsche Bank,
IBM, AXA, son marcas/razón, más próximas al signo que al símbolo.
En el otro extremo, Fnac, Zara, Virgin, Ikea, McDonald’s, Disneyworld, Prenatal, Mercedes,
son marcas/símbolo, marcas/emoción. Por supuesto que estos cortes son un poco
convencionales, en absoluto exactos e inamovibles.
Lo que sucede es que las marcas no nacen como marcas, sino como productos. Y
actualmente han ido adquiriendo una vida autónoma de esos productos. Esto es visible en
las supermarcas que amparan un diverso y numeroso portafolio de productos y líneas de
productos. Al imponerse así, las marcas se llenan de significados, de contenidos (incluso a
veces aparentemente contradictorios). De este modo, las marcas/emoción tratan de recubrir
registros diversos de la sensualidad y crean, para ello, submarcas, marcas-hijas y
extensiones de marcas. Calvin Klein es uno de los más claros ejemplos de marca/emoción,
que es a la vez autónoma (porque no está asociada a un mismo producto) y camaleónica
(porque se diversifica y se transmuta). Su marca Obsession encarna lo tórrido, CK One lo
andrógino, Eternity el amor idealizado. La ligazón entre estas propuestas dispares es la
marca global Calvin Klein, que representa de modo espectacular las emociones entre
personas y grupos sociales. Siendo éstos múltiples, a través de eso la marca gana en puntos
de entrada en el mercado. Pero los fenómenos tan altamente complejos, como son las
imágenes mentales nacidas de una guerra de recursos, medios y estrategias sutiles o
contundentes, no se pueden reducir a esquemas simples. El esquema de este arco pretende
ser una síntesis que ayude a hacer inteligible uno de los aspectos de la marca como
generadora de imágenes mentales en el imaginario social.
© Joan Costa
Extraído del libro La imagen de marca con autorización de la Editorial Paidós.