Biografía de Una Vida de Libertad-Arturo Echeverri Mejía
Biografía de Una Vida de Libertad-Arturo Echeverri Mejía
Biografía de Una Vida de Libertad-Arturo Echeverri Mejía
LIBERTAD1
Echeverri, antes que escritor, fue un hombre íntegro –reconocido por todos– que supo
vadear todos los obstáculos, y en particular, el de la violencia, en una época en que se
puso en entredicho la simpatía o la militancia política. Su creación literaria,
relativamente breve, es densa por la visión humana que deja traslucir y los niveles de
significación que revela. En su obra percibimos las estructuras mentales de la
sociedad de su tiempo en un momento de crisis institucional y moral. Pocos escritores
como él, entre los antioqueños: Tomás Carrasquilla, César Uribe Piedrahita, Luis
Tejada, Efe Gómez, Fernando González y Manuel Mejía Vallejo, logran dar una
visión auténtica de la sociedad colombiana.
Su obra literaria no es una producción extensa –seis novelas y seis cuentos–, aunque
sí importante para el medio cultural colombiano. Es una narrativa bien compacta en
su conjunto, como lo es la producción de todo creador que cree en el oficio y se exige
con rigor. Es un universo de elementos múltiples y ambivalentes, productos de una
misma génesis y en progresiva evolución. Un estrecho nexo se encuentra entre la
estructuración del universo de la obra de Echeverri y aquella de la conciencia y de la
acción de los grupos sociales. Si el escritor es un ser social, su creación tiene una
naturaleza social, porque ella revela, como estructura discursiva que es, las
circunstancias, huellas y conflicto de su tiempo. Una relación inseparable se
establece, entonces, entre el mundo, el autor, la obra y el lector. Cortázar lo creyó así
cuando sostuvo que ningún escritor, incluso aquel que quisiera escapar a la historia,
podría crear una obra de ficción completamente aislada de la historia de su época, ya
que él está inmerso en ella. En el caso de Echeverri Mejía se diría que es un hombre
con la mirada puesta en su sociedad, la cual testimonia de diversas maneras y la
recrea de modo imaginario, revelando algunas de sus estructuras de mayor
significación. Estructuras de la sociedad que rigen la conciencia colectiva y que son
transpuestas en un universo imaginario creado por el escritor.
Como testigo de los agudos conflictos sociales de la mitad de siglo XX, Echeverri
ofrece una visión incisiva y vigorosa de ésta, y como pocos, logra reintegrar a su
narrativa la realidad social de la “violencia” sin caer en el equívoco de confundirla
con ella como única materia sustantiva, como sí lo harán la mayoría de los novelistas
de su generación que se quedaron en la descripción de los hechos cruentos y en la
explicación de la violencia como mero fenómeno intrapartidista.
Bajo Cauca es la versión del hombre que atraviesa dos mundos, el del campo y la
ciudad, no como instancias separadas, sino como el paso continuado de un mismo
proceso de búsqueda que, finalmente, revela la desintegración moral de la sociedad
colombiana. Un campesino que huye de la violencia partidista que azota los campos,
cae en las garras de otras formas de violencia, no menos nefastas, en la ciudad: la
avidez, la prostitución, la corrupción oficial. Su marginalidad la convierte no sólo en
objeto de sobrevivencia y resentimiento, sino y sobre todo, una manera de vengar su
olvido en una sociedad que lo discrimina. En esta novela se observa el grito
desesperado de un hombre que, ineludiblemente, es llevado a una vorágine de
pasiones como rémoras de las cuales no puede desprenderse. Cuando más penetra la
ciudad, más lo invade y lo enajena.
Meses antes de su muerte, Gonzalo Arango le envía una carta desde Bogotá, en la
cual le muestra cuál era el sentimiento por aquel hombre que estaba a punto de
embarcarse en su última aventura. A través de esta se entiende la dimensión de estos
dos poetas de la vida, de estos dos cantores del hombre:
Como la vida que siempre enfrentó desprevenido pero firme, sin bajar la guardia, la
literatura fue asumida viril y sobriamente por él, sin hacer concesiones a los halagos
ajenos, ni a los requerimientos de la vanidad. Fue un escritor, pero antes que todo fue
un hombre fiel a sí mismo y a su vocación, aunque siempre desconfió de sus propias
palabras, de su labor creativa como él mismo lo afirmaba: “Esto de los muchos
oficios es, al fin, una frustración de una vocación a la cual no he podido ser fiel: la de
escribir”5. Esta era la misma angustia escindidora que Gonzalo Arango
experimentaba ante análoga vivencia y comunicaba a su amigo Arturo Echeverri: “el
extremo de esta amargura se me revela en mi absoluta impotencia para crear. Este
oficio de ser a través del arte me pone al filo de una derrota total que me deja sin
fuerzas para aceptar la vida, para perseverar en ella y para admitirle un sentido”6.
Tanta insatisfacción, tanto asolado dolor en el crear, no es más que una prueba de la
condición humana de estos dos escritores. La vocación literaria de ambos,
particularmente la de Arturo nace, en palabras de Vargas Llosa: “del desacuerdo de
un hombre con el mundo, de la intuición de deficiencias, vacíos y escorias a su
alrededor. Nadie que esté satisfecho es capaz de escribir, nadie que esté de acuerdo,
reconciliado con la realidad, cometería el ambicioso desatino de inventar realidades
verbales... La literatura es una forma de insurrección permanente y ella no admite
camisas de fuerza”7.
De todas las aventuras emprendidas por Arturo, la más difícil fue la de la literatura.
Nunca pudo vencer la barrera del miedo que superó en otras aventuras, porque tenía
la conciencia de que esta era la más exigente, la más elevada espiritualmente. Con la
escritura sintió siempre el riesgo, como si estuviera a punto de zozobrar, de ahí los
renovados intentos de escribir, enmendar, reescribir, botar y quemar sus manuscritos,
pero también la intensidad, la fuerza humana de una escritura que oscilaba entre la
extrema dureza y la transparente ternura. “Veneración y trasgresión”8 revela su obra.
En ella se da –como literatura moderna que es– el doble movimiento de creación y
destrucción. Se mueve sobre el filo de la navaja. La producción literaria de Echeverri
Mejía más que el develamiento progresivo de una verdad, es la aventura de una
libertad calculada en su máxima expresión.
Era un enamorado del lenguaje al que guardaba fidelidad, pero también tenía el valor
de transgredirlo. Era un francotirador de la escritura que sabía soportar la soledad
cuando ésta se hacía imposible. Fue un hombre consciente de su condición de ser
distinto, marginal9. Aunque pudo mostrar el mundo que había detrás de las palabras,
siempre se sintió un “aficionado a la literatura”10. La literatura fue para él un ejercicio
lúdico, doloroso, por lo que ella implicaba, pero placentero en cuanto podía recrear el
vasto mundo de sus vivencias y convicciones. Como Paul Valéry con la poesía, para
Echeverri la literatura fue “una fiesta del intelecto. No podía ser otra cosa”11. Nadie
mejor que su amigo cercano, el poeta Carlos Castro Saavedra, para dar cuenta de una
vida que se pareció tanto a su obra:
sus relatos son bellos, son auténticos y son trasunto de una vida que
infortunadamente fue muy breve, pero que fue vivida por Arturo con
honradez y coraje, intensidad y asombro e incluso con dolor, porque en los
tiempos en que la violencia llenó la patria de ataúdes y de claveles rojos,
fue perseguido y apremiado por la misma violencia. Además le dolían los
descalabros de los otros, de toda la nación, de todo el mundo. Pero de estos
dolores salió siempre sonriente y optimista, sin rencores, sin odios y
dispuesto a seguirse realizando, no sólo en el aspecto de las letras sino en
todo cuanto solía representar un desafío, una lucha tenaz y silenciosa.12
Echeverri asume la literatura como oficio, como una actividad derivada de la vida,
pero también como una tarea primordial que debe realizarse a un alto precio: el
sentimiento de lo inconcluso, de la obra redonda que, según él, no pudo realizar. Más
no por ello cesa en su intento por escribirla, por abordar al hombre y su mundo en su
doble condición: como individuo y como ser social, entendido en el sentido de Arthur
Miller, cuando señalaba que el hombre estaba dentro de la sociedad y la sociedad
dentro del hombre16. El escritor muestra la realidad colombiana de su entonces sin
adobos ni artificios. Presenta, en su fluir dialéctico, los acontecimientos tal como se
dan a través de sus protagonistas17. Porque como Echeverri mismo señalara:”la
creación literaria, viene al mundo desnuda. De nada vale al escritor haberse vestido
de genio y pregonarlo. El libro es un parto donde el feto puede nacer muerto; puede
ser una cosa viva cuya luz brille por algunos días, o puede ser criatura débil,
extenuante en un principio, para más tarde adquirir la fuerza y el carácter de las obras
perdurables”18.
Así como tuvo un código ético para su vida, lo tuvo para la literatura: supo ser fiel al
hombre y proyectarlo multiplicado al mundo. En su literatura no impera ese cristal
mallarmeano “desde donde se vuelve la espalda a la vida”19. Ni hace de la palabra una
isla para atrincherarse y meditar ajeno a la realidad20. No. Su literatura cabalga sobre
la realidad y la reclama, como el sediento pide el agua para calmar la sed. Se inserta
en ella de tal manera, que a veces es difícil saber dónde se encuentra ésta y dónde lo
imaginario. Hacen un sólo condominio, único, universal; de ahí deriva su frescura y
fortaleza. Es por eso que puede decirse que en Echeverri, el clima poético nace del
fondo mismo de la narración y no simplemente de la forma21. Es una obra plena de
humanidad, como la poesía de Neruda, donde, parodiándolo a él, se ven las manos del
hombre. Es una literatura con huellas digitales, hecha de pan, para que se las coma
todo el mundo22.
Su narrativa, como diría Benedetti cuando seleccionó Bajo Cauca entre los 15
mejores relatos de América Latina –al lado de García Márquez, Roa Bastos,
Guimaraes Rosa, Cortázar, Onetti–, no es una novela realista sino penetrada de
realidad, de una realidad que se respira por cada uno de los poros de la ficción23. El
novelista ha de apropiarse del mundo, hacer suya la realidad. Es pues en ese afán que
la verdad se le brinda, se le entrega, aunque no de manera simple. Ha de arrancarle
sus secretos, explicársela, interpretarla, entroncando con ella sus raíces subjetivas. Y
el novelista que tal hace o intenta, es un hombre partícipe de la acción de la
colectividad: de sus vivencias, de sus creencias y tradiciones. “El hombre no es un
ente pasivo, receptor del medio. Es todo voluntad, naturaleza intelectual, realización
concreta de vida, vinculada al arte a través de la lengua”24.
Quizá en razón de esto el trabajo literario representa para él, una lucha constante, un
riesgo a toda prueba para armonizar forma y contenido. Sabe que es un trabajo de
alfarero, penoso, pero que a la larga recompensa; y no como el trabajo que los
hombres de hoy ejecutan para acomodarse a las exigencias de una sociedad
consumista y despiadada34. Rechaza, como Nietzsche, la existencia de las
“intuiciones repentinas” o la “inspiración” como si fuese un rayo caído del cielo. Los
grandes hombres, los grandes artistas, pensaba Nietzsche, son grandes trabajadores,
“infatigables no solamente en la invención, sino también en el repudio, en el cribado,
en la modificación y en el arreglo”35.
Esteban Gamborena es la única novela del escritor en donde los personajes –como en
las novelas más modernas– evocan y discuten acerca de la literatura misma, de su
función social, del objeto del arte o de alguna posición estética. El entusiasmo
manifiesto de los personajes con respecto a ciertas obras o pensadores, muestra de
algún modo, la impresión que produjeron en Echeverri escritores como Joyce, A.
Huxley y Camus, Sartre, D.H. Lawrence, Kafka (los cuales dejaron sus huellas en sus
obras). Miguel recita, por ejemplo, versos de Hölderlin, Novalis, Schiller y Goethe.
En las conversaciones de Carlos, Esteban, Miguel y Aurelio se oyen frases e ideas de
escritores y hasta de grandes compositores europeos.
Echeverri muestra a través de sus obras, que fue un lector atento de la mejor literatura
universal, latinoamericana y regional. Pero también un escritor consciente de que
debería depurarse mucho, esperar pacientemente para lograr un estilo propio, como lo
alcanza en El hombre de Talara y Bajo Cauca. Esta actitud implicó el rechazo
personal de Antares y la no publicación de sus novelas Esteban Gamborena y
Belchite (publicadas póstumamente en 1986 y 1997, respectivamente) y casi todos
sus cuentos. Sin embargo, es en Esteban Gamborena donde el escritor, por medio de
sus personajes, nos revela sus afanes, sus lecturas, sus inquietudes por un
pensamiento amplio, y la preocupación, un poco erudita, por mostrar un acervo que
apenas comenzaba a gestarse en forma reflexiva, y sobre todo, una escritura. De ahí
su afirmación tajante de haber quemado esa novela por lo artificiosa y poco
convincente.
El escritor y su obra literaria no son algo definitivo, ambos hacen parte de un mismo
proceso, del mismo proyecto, siempre en camino de hacerse, de perfeccionarse. Dos
afanes motivan al escritor: descubrir su intimidad –encubriéndola de algún modo– y
vislumbrar nuevas realidades. El mundo real es el espacio vital concreto en el que el
artista se mueve, el ambiente donde se despliegan los proyectos humanos en su
infinita diversidad. Cada hombre, como lo piensa Gusdorf, se sabe situado en un
espacio que no ocupa totalmente38. Ciertas perspectivas le son comunes con otros
hombres, pero más allá de su mirada, fuera de su acción, otros espacios se dan donde
viven hombres que no encontrará jamás. De ahí que su visión del mundo, aunque
compleja, es apenas una parte ínfima de la realidad que le rodea.
El texto como producto social que es, alcanza todo su sentido cuando llega al lector.
Y es en ese movimiento de ir y venir en el que el acto de escribir se hace medio de
acción, y “la vida, como lo pensaba Azorín, es acción”47. En la medida en que el
lector se compenetra con el texto, el autor pierde su sitial –y a veces hasta el mismo
narrador–. Hasta los “personajes –como afirmaba Valle Inclán– son superiores al
autor”48. El texto, una vez publicado, ya no le pertenece al creador; se hace dominio
del lector. “Después de todo, convenía Echeverri, el autor es un cero a la izquierda. Es
la voz del lector, juez universal, quien da la última palabra”49. En el terreno de la
literatura, agrega Echeverri Mejía: “el escritor y la obra coexisten íntimamente unidos
en la esencia del mensaje como si se tratasen de trayectorias paralelas. El creador,
mentiroso o veraz, vil o noble, no puede más que dejar plasmada en un personaje o
situación, casi inconscientemente, toda esa mentira o toda esa verdad, toda esa vileza
o toda esa generosidad”50.
Pero será el soberano lector quien revelará estas verdades. Es por eso que el escritor, a
través de su obra, reivindica al lector como lo que es, y no escamotea en ofrecerle una
realidad descarnada como la vida misma “desnuda, cruda, fuerte –afirma el escritor–.
Para una situación como la que vivimos hace algún tiempo que el mundo conoce y
sigue conociendo, hay que tener un tratamiento semejante. Nada más crudo que la
violencia, nada más desnuda que ella. No veo la razón para que el libro (Marea de
ratas) se ponga ropajes que no están de acuerdo con lo que se propone”51.
La clase dominante impone sobre todos los sectores sociales sus gustos, sus
prejuicios, sus intereses, especialmente a la élite intelectual, a los artistas. Y cuando
estos quieren marchar solos, traba su marcha o propone con pericia otros desvíos que
a menudo se manifiestan en la tendencia imitativa, la falta de rigor creativo, la
inautenticidad de sus productos, la desintegración, desequilibrio y polarización de
valores58. Atajos equívocos que se observan también en el afán temprano de
reconocimiento, la improvisación o el engolosinamiento con técnicas formales
prestadas que nada dicen del escritor y de la propia cultura que pretende recrear.
La mayoría de los textos literarios que se escriben en las décadas del cuarenta y
cincuenta, como señala un personaje de Esteban Gamborena, es “bella y poética
prosa sin mensaje. El mensaje es sacrificado en pos de los arcaicos cánones de una
literatura insulsa y rimbombante. Nada dicen, inmolan los sentimientos, la vida
misma a la técnica del lenguaje, y los seres humanos son títeres dialogantes sin soplo
de espiritualidad ni vida interior. Otras, muchas otras, son vulgares crónicas de policía
o estampas regionales con diálogos caricaturescos e infantiles. Esto último, no puede
negarse, gusta mucho a los críticos criollos, al público común”.
La ausencia de una crítica objetiva y valorativa que reconozca los aportes y
limitaciones de la producción creativa de los escritores, contribuye a mantener un
statu quo cultural que podría llevar a su esclerosamiento. En Esteban Gamborena se
observan estas consideraciones a través del pensamiento de sus personajes. Para
Miguel, son pocos los escritores que merecen reconocimiento por la calidad de su
obra:
Arturo Echeverri Mejía fue el homo faber que se realizó en la infinidad de actividades
que emprendió. Fue el homo ludens en todas las aventuras que realizó. Fue el homo
sapiens y escribens que dotó de vida y de libertad a sus personajes y en ellos, como
diría Bertol Brecht –uno de sus autores preferidos–: “gozó la vida y también la perdió
buscándose a través de ellos”65. Como el mismo Echeverri lo sostuviera en una
ocasión –y su obra da cuenta de ello– “la profesión del escritor es una profesión
noble, grande y tiene un fin único: servir a la verdad y a la libertad a través de la
belleza”66. Arturo Echeverri Mejía fue ante todo un hombre, y en su escritura, un
forjador de hombres y “quien sabe recrear al hombre –como lo afirmaría una vez
Leonardo Da Vinci– puede alcanzar lo universal”67.
Bibliografía consultada
-----. “Temas y problemas” en: América Latina en su literatura. México: Siglo XXI,
1980.
Brecht, Bertoldt. “El arte como diversión” en: Estética y Marxismo. México: Era,
1970. p. 205–210.
Cosse, Rómulo. “La obra literaria, una estructura dialéctica” en: Plural. México, 125:
52–58, feb./81.
Ensayistas colombianos del siglo XX. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1976
Fell, Claude. “Entretien Octavio Paz. Vuelta al laberinto de la soledad” en: Caravelle.
Toulouse-Le Mirail, (25): 186–187, 1975.
Neruda, Pablo. Confieso que he vivido. Memorias. 2a. ed. Barcelona: Seix Barral,
1978.
Rama, Angel. “Diez problemas del novelista latinoamericano”. Casa de las Américas.
La Habana, Nº 26, oct.–nov./64.
Salazar Bondy, A. “Cultura y comunicación IV”. Expreso. Lima, abr. 16/72, p. 23.
Sánchez Vázquez, Adolfo. Las ideas estéticas de Marx. México: Era, 1978.
Santos Moray, Mercedes. “Notas para el estudio de la novela de Alejo Carpentier” en:
Santiago. Santiago de Cuba, Nº 9, dic./82.
Vargas Llosa. Mario. “La literatura es fuego”. Mundo Nuevo. París, 17: 93–95,
nov./67.
1
Capítulo del libro: Arturo Echeverri Mejía: De capitán de mares a piloto de sí mismo. Medellín:
Colcultura-Biblioteca Piloto, 1995 (Premio Nacional de Ensayo del Instituto Colombiano de Cultura,
1992).
2
Ross, W. Problemática de la literatura latinoamericana. Berlín: Colloquium Verlag, 1976.
3
Castro S., Carlos. “El retrato de Arturo”. El Colombiano, sep. 30/70. p. 3.
4
Archivo Beatriz Harry de Echeverri, esposa del escritor.
5
Carta enviada supuestamente a Alberto Espinosa. Archivo B. Harry.
6
Carta enviada en papel timbrado a la Asociación de Escritores y Artistas de Colombia, seccional
Antioquia, s.f., archivo B. Harry.
7
Discurso pronunciado por Mario Vargas Llosa en la entrega del premio Rómulo Gallegos en Caracas, 1967:
“La literatura es fuego”. Mundo Nuevo. París, 17: 93–95, nov./67.
8
Cf. Savigneau, Josyane. “Robbe–Grillet, L'intellectuel hereux”. Le Monde. París, 22–23. Janvier, 1984. p.
15.
9
Cf. Fell, Claude. “Entretien Octavio Paz. Vuelta al laberinto de la soledad” en: Caravelle. Toulouse–Le
Mirail, (25): 186–187, 1975.
10
Cf. Montalbetti, Jean. “Cortazar et son double”. Magazine Littéraire. 203:80–85, janv./84.
11
“Littérature”. Tel Quel I. París, 1941, p. 142; ya Schiller argumentaba tiempo atrás que “de todos los
estados del hombre, es precisamente el Juego y sólo el Juego el que realiza íntegramente lo humano y
descubre a un mismo tiempo su doble naturaleza... En lo agradable, en lo perfecto, en lo útil, el hombre
encuentra tan sólo seriedad; pero en la belleza halla juego... El hombre con la belleza no debe hacer más que
jugar y el hombre no debe jugar nada más que con la belleza”. La educación estética del hombre en una serie
de cartas. Madrid, 1932, p. 86–87 en: Castagnino, Raúl. “Literatura, función lúdica”. ¿Qué es literatura?
Buenos Aires: Nova, 1970. p. 43–71; Cf. Brecht, Bertoldt. “El arte como diversión” en: Estética y Marxismo.
México: Era, 1970. p. 205–210.
12
Castro S., Carlos. “Arturo Echeverri Mejía”. El Colombiano. Sep. 15/81. p. 3A.
13
Gusdorf, G. Traité de Métaphysique. Paris: Armand Colin, 1956. p. 330.
14
Garzón, Miguel. “Entrevista a Peter Schultze–Kraft: “No veo regionalismos en la literatura colombiana”.
El Espectador; Magazín Dominical. Abr. 27/80. p. 9.
15
Benedetti, Mario. “El escritor y la crítica en el contexto del subdesarrollo” en: El recurso supremo del
patriarca. México: Nueva Imagen, 1979. p. 48.
16
Ante esa consideración, Mario Benedetti sostiene que la conciencia social del individuo integra así mismo
la conciencia social de su entorno. La sociedad está dentro de la conciencia y ésta, en sus famosos e
inapelables dictados, ya no puede evitar los condicionamientos sociales. “Situación del escritor en América
Latina”. Letras del continente mestizo. Montevideo: Arca, 1974. p. 21.
17
Cf. Santos Moray, Mercedes. “Notas para el estudio de la novela de Alejo Carpentier” en: Santiago.
Santiago de Cuba, 9: 189 y ss. dic./82.
18
Echeverri Mejía, Arturo. “El autor y su obra, según Arturo Echeverri Mejía”. El Correo. Medellín, jul.
31/60. p. 5.
19
Cf. Doubrovsky, Serge. “Crítica y existencia” en: Los caminos actuales de la crítica. Barcelona: Planeta,
1969. p. 188.
20
Cf. Gutiérrez Girardot, Rafael. “Literatura y sociedad en Hispanoamérica” en: Cuadernos
Hispanoamericanos. Madrid, 65(224–225): 580, ag.–sep./68; Benedetti, Mario. “Temas y problemas” en:
América Latina en su literatura. México: Siglo XXI, 1980.
21
Cf. Gilard, J. “Entretien: Plinio A. Mendoza”. Caravelle. Toulouse–Le Mirail, 26: 225–230, 1976.
22
Cf. Neruda, Pablo. Para nacer he nacido. Barcelona: Seix Barral, 1978. p. 150.
23
Los otros escritores seleccionados fueron: Arguedas, Fuentes, Vargas Llosa, Carpentier. 15 relatos de
América Latina. La Habana: Casa de las Américas, 1970.
24
Santos Moray, Mercedes. “Notas para el estudio de la novela de Alejo Carpentier” en: Santiago. Santiago
de Cuba, 9: 192, dic./82.
25
Echeverri Mejía, Arturo. “El autor y su obra, según Arturo Echeverri Mejía”. El Correo. Medellín, jul.
31/60. p. 5.
26
Cf. Herzen, Alejandro, crítico literario y escritor revolucionario ruso (1812–1872). Obras completas. T.
VI, p. 350, citado por Lenin, V. Escritos sobre literatura y arte. Barcelona: Península, 1975. p. 11 y ss.
27
Santos Moray, Mercedes. “Notas para el estudio de la novela de Alejo Carpentier” en: Santiago. Santiago
de Cuba, 9: 189 y ss. dic./82.
28
Muiños, René, Vergara, H, Castro, Guillermo. “La literatura: naturaleza y función” en: Santiago. Cuba, 9:
31, dic./72.
29
Benedetti, M. “Situación del escritor en América Latina”. Letras del continente mestizo. Montevideo:
Arca, 1974. p. 21.
30
“Los sentimientos, dice Ross, son cosas que no están propiamente dentro del sujeto o del personaje que
siente, sino que más bien, lo engloban y lo rodean, lo interpenetran y lo movilizan. Los sentimientos son
realidades tutelares que dictaminan sobre el destino del hombre”. Problemática de la literatura
latinoamericana. Berlín: Colloquium Verlag, 1976. p. 9–10.
31
Cf. Xirau, Ramón. Poesía y conocimiento. México: Joaquín Mortiz, 1978.
32
Cf. Anzieu, Didier. Le corps de l'oeuvre. Paris: Gallimard, 1981. p. 11.
33
Hans Robert Jauss concibe ese proceso (estético) como la realización de la idea del hombre creador.
“Poiésis: l'expérience esthétique comme activité de production”. Le temps de la réflexion. Paris: Gallimard,
1980. p. 185–212.
34
Cf. Carta de Arturo a su amigo José (creemos sea el escultor José Horacio Betancur), archivo B. Harry.
35
Cf. Nietzsche, Federico. Humano, demasiado humano. En: Obras completas. Madrid: Aguilar, 1960. T.I.
36
Cf. Las revistas: Bolívar, Revista de las Indias, Mito, Universidad de Antioquia, Letras Nacionales,
Espiral, Eco, Boletín Cultural y Bibliográfico. Cf. también Ensayistas colombianos del siglo XX. Bogotá:
Instituto Colombiano de Cultura, 1976; Manual de Literatura colombiana. Bogotá: Planeta, 1989, 2 vols.;
Revista de las Indias, 1936–1950. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1978. Mito 1955–1962. Selección
de textos. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1975.
37
Mejía Vallejo, M. “6 años de literatura antioqueña”. Generaciones mejor equipadas”. El Espectador;
Magazín Dominical. May. 29/66. p. 1.
38
Gusdorf, G. Traité de metaphysique. Paris: Armand Colin, 1956. p. 331–332.
39
Neruda, Pablo. Confieso que he vivido. Memorias. 2a. ed. Barcelona: Seix Barral, 1978. p. 77.
40
Carta a A. Espinosa, archivo B. Harry.
41
Cf. Segre, Cesare. Crítica bajo control. Barcelona: Planeta, 1970. p. 27–36; Cosse, Rómulo. “La obra
literaria, una estructura dialéctica” en: Plural. México, 125: 52–58, feb./81.
42
Cf. Montalbetti, Jean. “Cortázar et son double”. Magazín Littéraire. 203: 80–85, janv./84.
43
Cosse, Rómulo. “La obra literaria, una estructura dialéctica” en: Plural. México, 125: 54, feb./81.
44
Segre, Cesare. Crítica bajo control. Barcelona: Planeta, 1970. p. 32.
45
Ibid, p. 36; 35.
46
Neruda, Pablo. Confieso que he vivido. Memorias. 2a. ed. Barcelona: Seix Barral, 1978. p. 360.
47
Azorín. “Los literatos”. Obras completas. Madrid: Aguilar, 1975. T.1, p. 354.
48
Para Valle–Inclán había tres modos de ver el mundo artístico: de rodillas, de pie o levantado en el aire.
Cuando se mira de rodillas –y esta es la posición más antigua en literatura–, se da a los personajes, a los
héroes, una condición superior a la condición humana, cuando menos a la condición del narrador o del poeta
(es el caso de Homero). Mirar de pie significa observar a los protagonistas novelescos como si fueran de
nuestra propia naturaleza, es decir, como hermanos o como si fuesen ellos el desdoblamiento de nuestro yo,
con sus virtudes y defectos. Esta es, indudablemente, la manera más próspera (el ejemplo insigne es la obra de
Shakespeare). La tercera manera, es mirar el mundo desde un plano superior, al considerar a los personajes de
la trama como seres inferiores al autor, como un punto de ironía. Los dioses se convierten en personajes de
sainete. Esta es la actitud del demiurgo, que no se cree, en modo alguno, hecho del mismo barro que sus
muñecos (es la tónica seguida por Quevedo y Cervantes). Valle–Inclán, R. (España 1869–1936), ABC,
Madrid, dic. 7/28, ag. 3/30, citado por Cardona, R y Zahareas, A. Visión del esperpento en Valle–Inclán.
Madrid: Castalia, 1970. p. 236–237.
49
Echeverri Mejía, Arturo. “El autor y su obra, según Arturo Echeverri Mejía”. El Correo. Medellín, jul.
31/60. p. 5.
50
Echeverri Mejía, Arturo. “El autor y su obra, según Arturo Echeverri Mejía”. El Correo. Medellín, jul.
31/60. p. 5.
51
Hernández, Oscar. “Cuando el novelista amenazó al periodista con darle un balazo” (entrevista a Arturo
Echeverri Mejía). El Correo. jul.31/60. p. 5.
52
Cf. Sánchez Vázquez, Adolfo. Las ideas estéticas de Marx. México: Era, 1978.
53
Cf. Lenin, V.I. “Leon Tolstoy, espejo de la revolución rusa” en: Obras completas. Madrid: Akal, 1979. T.
XV, p. 212.
54
Cf. Cándido, Antonio. “Literatura y subdesarrollo” en: América Latina en su literatura. México: Siglo
XXI–UNESCO, 1973. p. 335–353.
55
Sartre, J–P. “¿Qué es la literatura? Entre burguesía y proletariado”. Realidad. Revista de Ideas. Buenos
Aires, 2(6): 350, nov.–dic./47.
56
Según Lenin los escritores, pintores y artistas en general, dependían de los editores, de los traficantes de
arte, de los “plumíferos de la crítica burguesa, de todo el poder del mercado”, para medianamente ver
reconocida su obra. La literatura pretendidamente libre estaba sujeta a los caprichos de “diez privilegiados”.
“¿Cómo hablar de libertad para el artista –se interroga– en una sociedad en la que el arte es una mercancía, en
la que se obedece a la dictadura del dinero?. La sumisión del escritor burgués a la bolsa del dinero no proviene
de su venalidad, sino de las condiciones objetivas del régimen capitalista. La burguesía ha pervertido todo, ha
convertido artistas médicos, curas, poetas, juristas en asalariados a su cargo”, véase nota N. 27, p. 29, 34–35.
57
Benedetti, Mario. “El escritor y la crítica en el contexto del subdesarrollo” en: El recurso supremo del
patriarca. México: Nueva Imagen, 1979. p. 44; Rama, Ángel. “las élites culturales”, “la novela, género
burgués” y “el novelista y su público” en : “Diez problemas del novelista latinoamericano” en: Casa de las
Américas. La Habana: Casa de las Américas, 1964; véase, además, de Benedetti: “Situación del escritor en
América Latina”. Letras del continente mestizo. Montevideo: Arca, 1974. p. 13–21.
58
Cf. Salazar Bondy, A. “Cultura y comunicación IV”. Expreso. Lima, abr. 16/72, p. 23.
59
Echeverri Mejía, A. “Los círculos concéntricos: diálogo–reportaje con Gonzalo Restrepo Jaramillo”. El
Colombiano Literario. Oct. 21/62. p. 1.
60
Cf. Loveluck, Juan. “Crisis y renovación de la literatura hispanoamericana” en: Coloquio sobre la novela
hispanoamericana. México: F.C.E, 1967. p. 117–119; Monguió, Luis. “Reflexión sobre un aspecto de la
novela hispanoamericana actual” en: La novela Iberoamericana. Alburquerque: Nuevo México, 1952; Grases,
Pedro, “De la novela en América”, Torres Rioseco, Arturo. “De la novela en América” y de Portuondo, José
Antonio, “El rasgo predominante de la novela hispanoamericana” en: La novela hispanoamericana. Santiago:
Universitaria, 1969. p. 68–75,77–80, 87–94 respectivamente.
61
Alegría, Fernando. “Estilos de novelas o estilos de vivir” en: Coloquio sobre la novela hispanoamericana.
México: F.C.E, 1967. p. 143.
62
Cf. Allot, Miriam. Los novelistas y la novela. Barcelona: Seix Barral, 1966. p. 125–126.
63
Cf. Eco, Umberto. “Poética de la forma abierta”. Obra abierta. Barcelona: Seix Barral, 1965. p. 27–55.
64
Cortázar, Julio y otros. Literatura en la revolución y revolución en la literatura. México: Siglo XXI, 1977.
p. 63–64.
65
Para Brecht “en el arte, los hombres gozan la vida”. “El arte como diversión” en: Estética y Marxismo.
México: Era, 1970. T.1, p. 205–210.
66
Echeverri Mejía, A. “Los círculos concéntricos: diálogo–reportaje con Gonzalo Restrepo Jaramillo”. El
Colombiano Literario. Oct. 21/62. p. 1.
67
Cf. en Aubin, H. Le dessin de l'enfant inadapté. Paris: P.U.F, 1975. p. 57.