Sobre Shakespeare y El Teatro Isabelino
Sobre Shakespeare y El Teatro Isabelino
Sobre Shakespeare y El Teatro Isabelino
DH - DB y el Teatro Isabelino
CONTEXTO CULTURAL Y ARTÍSTICO
La obra de Shakespeare, como la de Cervantes, deben localizarse en el RENACIMIENTO, en cuanto a su
ubicación histórica. Sin embargo, esta localización es muy amplia desde el punto de vista artístico y no es
suficiente, para caracterizar la obra de ambos autores,
definirlas como renacentistas simplemente. Para una
comprensión más cabal, es necesario tener en cuenta dos
importantes expresiones artísticas que son expresión de un
desarrollo causal y que
explican muchos de los
aspectos de las obras de
estos autores: el
MANIERISMO (un
ejemplo, Virgen del
cuello largo, de
Parmigianino, ubicada a
la izquierda, realizada
entre los años 1534 y
1540) y el BARROCO (un
ejemplo, Las meninas,
de Velázquez, a la
derecha, realizada en
1656).
Al abordar los textos será necesario, entonces, detenerse en ellos y
comprender la evolución artística que se da en el llamado
Renacimiento.
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UNIDAD IV Sobre Shakespeare (1564-1616)
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estímulos que ayudaron a la difusión del teatro y, por último, (3) la maduración de las técnicas y lenguaje
teatrales. De acuerdo a esto, tenemos que:
1. Las condiciones histórico-sociales de Inglaterra a fines del siglo XVI favorecieron al teatro.
Especialmente el equilibrio político logrado por la reina Isabel I (período que va de 1558 a 1603, fecha
del fallecimiento de la reina).
Hacia 1558, la situación de Inglaterra se puede resumir del siguiente modo:
Inestabilidad de la monarquía por luchas dinásticas;
Conflictos y tensiones internacionales que representaban una amenaza permanente;
Internamente, grandes rivalidades por antagonismos religiosos;
Sublevaciones irlandesas.
Hacia 1590 la situación ha cambiado y los signos de tales cambios son:
Fortalecimiento del espíritu nacionalista;
Derrota y destrucción de la Armada Invencible española;
Encauzamiento hacia la uniformidad religiosa;
Expansión económica y social;
En lo cultural, gran actualización del pensamiento y doctrinas artísticas (influjo del humanismo
renacentista).
2. La importancia del teatro en la vida social estimuló el proceso de maduración del teatro.
Entre tales estímulos se han de destacar:
La repercusión de los espectáculos teatrales visible, no solo por el número de adeptos, sino
también por la variedad de gustos y de extracción social que puede observarse entre
quienes asistían a las representaciones.
Igual entusiasmo ante el acontecimiento teatral de estratos sociales bajos y de los círculos
cortesanos (incluida la misma reina).
Este fenómeno de gran recepción del acontecimiento teatral ha sido explicado a través de
una teoría denominada teoría de los niveles. Cuando un autor isabelino concebía una pieza
teatral, en forma casi espontánea su imaginación tendía a fundir muy diversos elementos que
apelaban simultáneamente a diversos sectores del auditorio. Por ejemplo:
A los estratos sociales bajos: Se le brindaba un sostenido esparcimiento anecdótico, con
profusión de muertes sangrientas en la tragedia (según el modelo senequista) y
abundancia de equívocos en la comedia (de acuerdo a Plauto).
A los espectadores atraídos por las virtudes artísticas: Hallaban una caudalosa fuerza
poética que se manifestaba en la gran riqueza verbal y audacia expresiva, la brillante
configuración del ámbito imaginario y la compleja elaboración de caracteres plenos de
contradicciones humanas pero dotados de una inequívoca unidad de efecto.
A quienes les preocupaba la marcha intelectual de la época: Se los seducía con una
intrépida exposición de los críticos problemas que apasionaban al individualismo
renacentista.
Al público cortesano: Se le proporcionaba un significativo acopio de reflexión política, si
bien convenientemente velado para evitar las peligrosas consecuencias que podía acarrear
una opinión inoportuna.
La práctica isabelina excluía a las actrices. Su aparición oficial solo data del 8 de diciembre del
año 1660, en ocasión de la representación de Othello, de Shakespeare. Los personajes
femeninos estaban a cargo de adolescentes imberbes cuya voz aún no estaba formada.
Durante las representaciones el público privilegiado se instalaba en asientos próximos a los
actores, en tanto que el público de clases sociales inferiores, que componía la mayor parte del
público, permanecía de pie en el patio descubierto y con frecuencia soportaba pacientemente
las inclemencias del tiempo.
ACTIVIDAD: ¿Cómo se manifiesta esta concepción del teatro isabelino en Hamlet? Intenta
reconocer en el texto las consecuencias, por ejemplo, de la ausencia de escenografía y otros
aspectos mencionados que consideres aplicables.
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La mayoría de las piezas fueron escritas en verso. Era frecuente alternar verso y prosa de acuerdo a
los siguientes criterios:
Las partes en prosa, destinadas a parlamentos de personajes cómicos o rústicos, diálogos muy
informales, muy coloquiales y sin carga dramática;
Las partes en verso, destinadas a los pasajes de mayor intensidad poética, a parlamentos de
personajes social o intelectualmente elevados, o a situaciones de mayor tensión dramática.
Utilización de una estructura métrica flexible, no sujeta al martilleo de la rima o a la periodicidad
estrófica. Para lograrlo se adoptó el llamado verso blanco (pentámetro yámbico sin rima, es decir,
integrado por cinco pies yámbicos o sea cinco grupos de dos sílabas cada uno, acentuadas en la
segunda). Las ventajas del verso blanco consisten en que admite innumerables variantes y en que su
pie yámbico es el que más se aproxima en inglés al ritmo del lenguaje cotidiano; en consecuencia,
permite una expresión vívida y coloquial, a la vez sencilla e intensamente poética. El verso blanco, en
definitiva, muy flexible, a veces es cortado porque otro personaje lo retoma y lo concluye; otras,
aparece cortado y sin continuación; en los finales de escena, y a veces en algún parlamento o
discurso importante, los dos últimos versos riman entre sí.
Inglaterra explora y conquista con Sir Walter Raleigh nuevas rutas orientales y fortalece
paulatinamente su dominio en el mar, el cual disputa con la católica España de Felipe II; finalmente
obtiene la victoria decisiva batiendo en 1598 a la Armada Invencible y queda dueña de las rutas marítimas.
Paz, riqueza, orden interior, afianzamiento de la monarquía absoluta, temor al desorden y a la
anarquía, tales son los elementos fundamentales que encontramos en el reinado de Isabel I. Pero,
además, y como nunca antes ni después, conoció Inglaterra el florecimiento de las artes y las letras. Las
universidades, donde se mantiene viva la tradición latina a despecho del puritanismo, suministraron una
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pléyade de poetas, dramaturgos y ensayistas que, bajo la protección de la nobleza transformada en
mecenas gracias a su riqueza y también a su refinamiento intelectual, pueden escribir sin mayores
preocupaciones económicas.
Las cortes, instaladas de preferencia en la campiña inglesa, son interesantes centros de actividad
dramática, sobre todo, que compiten ventajosamente con la corte real de Londres. Y esto fue
fundamental para el teatro: porque la Iglesia reformada y el partido puritano, lo condenaban como una
invención satánica de origen romano, causa y germen de corrupción y pecado. Por eso el primer teatro se
construyó apenas en 1576 y fuera del recinto de Londres, lejos de la autoridad del Lord mayor de la
ciudad.
Este confinamiento del teatro impidió la intervención de la mujer en la profesión de actor; los
personajes femeninos estaban a cargo de adolescentes imberbes cuya voz aún no estaba formada. Las
compañías teatrales eran verdaderas hermandades integradas aproximadamente por unas quince
personas las que llegaban a constituir fuertes sociedades económicas, como ya lo hemos visto. Estaban
autorizadas a actuar bajo el nombre del noble que les servía de protector. A ellas se unía a veces un
escritor, como en los casos de Shakespeare, Marlowe y Jonson, quienes escribían exclusivamente para
dicha compañía, la cual poseía así todos los derechos sobre la obra y la exclusividad de su representación.
El edificio teatral era de forma circular o hexagonal, descubierto, hasta de tres pisos los más
importantes de ellos. Uno de los lados correspondía a la escena y los otros estaban recorridos por una
galería, donde se ubicaba parte del público. La escena o escenario era compleja: consistía en una
plataforma de poco más de un metro de alto que avanzaba sobre lo que es ahora la platea, separada de
los vestuarios por una simple cortina y sin telón al frente, por lo que todos los cambios se hacían a la vista
de público. Este escenario, como todo el teatro, tenía también tres pisos, cada uno de ellos con un balcón
central y dos ventanas a los lados, utilizados para las escenas como la del balcón en Romeo y Julieta y otras
similares.
En el teatro isabelino tampoco había escenografía móvil ni telones pintados; los cambios de lugar se
indicaban de manera simbólica y, de un modo general, el texto del drama suministraba las indicaciones
elementales para localizar el lugar de la acción. Esto es lo que explica, en las obras de Shakespeare, la
enorme movilidad de la acción, pues las escenas se suceden sin transición aparente.
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dramática perseguida por el autor, claro está, es eliminar por momentos la tensión del espectador. Por
otra parte, la tragicomedia, como forma intermedia entre la tragedia y la comedia, expresa claramente
esa libertad de concepción dramática. En este sentido, Shakespeare elaboró en sus tragicomedias un
desarrollo dramático que parte de una situación trágica, pero tiene un desenlace de acuerdo con el final
feliz de la comedia.
La tragedia shakesperiana, como lo señala Idea Vilariño en la introducción a su traducción de Hamlet,
requiere una definición diferente a la de tragedia griega. Fundamentalmente, no aparece la noción de
destino en el sentido griego. Los agonistas no tienen su suerte señalada ni pende sobre una familia una
suerte inevitable. Y esto sin que el destino se vea sustituido por el Dios cristiano que tampoco aparece,
pese a los sentimientos religiosos que pueden tener los agonistas, repartiendo premios y castigos.
A. C. Bradley, que escribió en 1904 un análisis ya clásico sobre el concepto y la estructura de la tragedia
de Shakespeare, señala los siguientes como caracteres esenciales de las mismas:
La tragedia se ocupa de la historia de una persona, o a lo sumo de dos;
expone la parte de su vida que conduce, a través de sufrimientos y calamidades excepcionales, a su
muerte; y
dichos males recaen sobre una personalidad también excepcional (por su posición social, lo que
contribuye a realzar su caída) y son provocados por las acciones o las omisiones del protagonista, que
son expresivas de su carácter y que siempre, en mayor o menor grado, contribuyen al desastre.
Para Bradley el centro de la impresión trágica es la impresión de waste (pérdida, derroche,
desperdicio), porque sean cuales fueran las fallas o defectos del protagonista siempre tiene suficiente
grandeza para que a las impresiones de piedad y de terror que la obra provoca en el público se sume la
tristeza. Porque vemos poder, inteligencia y gloria destruyéndose dolorosamente; porque vemos perderse
con lo malo, tanto bueno.
Si bien la suerte del protagonista no está determinada por el destino o por Dios, todo sucede, dice
Bradley, como si el orden último de las cosas fuese un orden moral. Lo que desencadena la secuencia
trágica es un hecho malo y la catástrofe final debe recaer sobre la cabeza de quien lo realiza, como si un
poder moral, indiferente a personas y situaciones, para preservar aquel orden debiera inevitablemente
expulsar lo malo y lo defectuoso, aunque junto con ello se pierda lo muy valioso. Y la tragedia está en
esta pérdida.
El hombre ideal es aquel que domina el mal natural, que somete sus pasiones, ya que lo contrario
devendría en la ruptura del equilibrio cósmico. El hombre ocupa un lugar dentro del orden jerárquico y, al
mismo tiempo, está distribuido jerárquicamente dentro de la sociedad, en la que el rey ocupa el vértice
porque en el monarca se unen las virtudes humanas y divinas.
Pero en el mundo no solo habitan los hombres. Está también el mal y el bien de la naturaleza, que se
expresan a través de los hombres. Y este hombre es concebido como el campo en el que luchan aquellas
dos fuerzas; la razón es el baluarte del bien y las pasiones constituyen el ejército del mal. Así como el bien
se opone al mal, también son contrarios la razón y las pasiones; y la tarea de aquella es la de dominar a
estas, no permitirles desbordarse, impedirles que ordenen a la voluntad realizar acciones perniciosas,
porque ellas rompen, primero, el orden interior y luego la armonía, al lanzarse libremente sobre el
mundo. Pero cuando la razón y la voluntad individual son impotentes para dominar los impulsos de la
pasión, la justicia se encarga de restablecer el orden, castigando al culpable. Ella es la que mantiene la
coherencia del mundo, evitando que las fuerzas del mal penetren en su estructura y destruyan su unidad.
El mundo es concebido como un orden armónico y natural que se manifiesta en la existencia de
jerarquías inconmovibles, las que son garantía de su duración. Parte de la identidad del microcosmos y
macrocosmos (planos individual, político, cósmico interrelacionados).
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Este equilibrio, como lo explica Theodore Spencer, parte de la creencia en una unidad esencial de las
jerarquías interrelacionadas que forman parte del cuadro optimista del siglo XVI, acerca de la naturaleza
del hombre.
Hacia el 1600, la creencia en cada uno de los órdenes interrelativos (cosmológico, natural y político)
que eran el marco, el modelo básico de todo el pensamiento isabelino, comenzaba a ser aguijoneada
por la duda. Copérnico había problematizado el orden cosmológico; Montaigne, el orden natural;
Maquiavelo, el orden político. Para Spencer la obra dramática de Shakespeare, en su totalidad, fue
estructurada en torno de la situación profundamente conflictiva que aquejaba el pensamiento de su
época, desgarrado entre un idealismo neoplatónico de matices cristianos y la creciente presión de una
tendencia secularista: de un lado, prevalecía la necesidad de un orden inteligible, la exaltación del amor
entendido como generosidad y desprendimiento; del otro, las doctrinas de Copérnico, Maquiavelo y
Montaigne introducían nuevos e inquietantes enfoques acerca de la naturaleza, el estado político y el
hombre. Desconcertado por este enfrentamiento, el individuo corría un riesgo inminente de precipitarse
en la incertidumbre, como Hamlet, o ser arrebatado por la ambición, como Macbeth. En tales
circunstancias, se tornaba indispensable restablecer la armonía, mediante la escrupulosa observancia de
las nociones de jerarquía y orden. Sin embargo, restaurar esta norma no era tarea fácil porque el poder y
el conocimiento, piedras angulares del universo humano, habían sido desvirtuados en sus funciones.
TEXTOS
No todas las obras de Shakespeare fueron publicadas en vida del autor, y la casi totalidad fue editada
póstumamente, en una edición que estuvo al cuidado de los exactores de su compañía: Heming y Condell,
en el año 1623.
Esta edición se conoce con el nombre de Folio de 1623 o simplemente Folio, por referencia al formato
del volumen. Las ediciones realizadas en vida de Shakespeare se denominan Quarto, por la misma razón
anterior.
El problema que plantea la edición de las obras de Shakespeare es la autenticidad: la existencia de las
llamadas “ediciones piratas”, realizadas sobre libretos copiados durante las representaciones por
compañías rivales o por editores inescrupulosos, crea ciertas dudas. De allí que muchas ediciones in-
quarto lleven, bajo el título, la advertencia: “Como fue representada muchas veces...”, o bien:
“Nuevamente impresa y aumentada... de acuerdo con la perfecta y verdadera copia”, con lo que se hace
referencia al original manuscrito del poeta, único en manos de la compañía y que servía para los ensayos.
En cualquier de ellas faltan las indicaciones de escena y la lista de los personajes del drama. La
división en cinco actos y en escenas, así como las indicaciones escénicas y de movimiento, pertenecen a
los editores del siglo XVIII. En las ediciones originales existen incluso errores en cuanto a la prosa o al
verso en que, originalmente, estuvo escrito el pasaje.
FUENTES
Shakespeare, como los dramaturgos griegos, no inventó argumentos, sino que estos provienen de
pluralidad de fuentes literarias.
Un vasto sector de su producción la constituyen los dramas históricos, cuyos temas se basan en la
historia de los tres reinos de Inglaterra, Escocia e Irlanda; el núcleo central lo proporcionó el sangriento
período denominado “de las dos rosas”, la lucha por el poder entre las casas rivales de York y de
Lancaster. Entre 1580 y 1600 aparecen una serie de obras históricas con el nombre común de “crónicas”
como las de Grafton, Stown y, especialmente, las de Holinshed, que fueron la fuente directa de
información de Shakespeare.
Otro sector de dramas como los romanos, cuyos asuntos extrae el poeta de las Vidas paralelas de
Plutarco, fueron traducidas del francés al inglés por Thomas North en estos años.
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En cuanto a los dramas inspirados en leyendas, muchas de ellas habían sido ya recogidas en las
Histoires tragiques, publicadas en 1572, en Belleforest; entre ellas encontramos la historia de Hamlet.
Para las comedias las fuentes literarias hay que buscarlas, especialmente, en la literatura italiana. Il
Pecorone, de Giovanni da Firenza, Il Novellino, de Mateo Bandello, Il Decameron, de Boccaccio, las
Hectatommiti (cien novelas) de Giraldi Cinzio, son las colecciones de novelas de las que extrajo
Shakespeare sus temas. La literatura española está representada por un enxiemplo de El conde Lucanor,
del Infante Juan Manuel, que proporcionó el tema de La fierecilla domada. No se excluyen tampoco las
fuentes clásicas, especialmente la comedia latina.
Pero además de las fuentes literarias, es posible señalar la influencia de temas reales,
contemporáneos del escritor, que este dramatizó, incluyéndolos en algún pasaje de un drama.
ESTRUCTURA DRAMÁTICA
Al analizar la estructura de una obra de teatro nos interesa aquella que se funda en el juego de las
situaciones dramáticas, que son, tradicional y esquemáticamente, cuatro:
Motivación
Es la situación dramática en la que se dan los motivos o causas que provocan el conflicto del drama y, por tanto,
que mueven a actuar.
Planteo
Es la situación en la que se produce el conflicto, es decir, la oportunidad en la cual el héroe comete el pecado de
soberbia, desafiando al destino.
Peripecias
Son las situaciones dramáticas en las que se produce la inversión en la marcha del conflicto, alterándose la
suerte del héroe, por lo cual están acompañadas de patetismo: de dolor, si el conflicto se invierte para mal del
héroe (tragedia) o de alegría si lo hace para bien del protagonista (comedia).
Desenlace
Es cuando queda solucionado el conflicto planteado al comienzo del drama (planteo) con el castigo del culpable
que ha desafiado el destino y la justicia.
ACTIVIDAD: Establece en el texto de que dispones los límites de cada uno de los momentos que
configuran la estructura dramática de Hamlet señalados en este apartado (motivación, planteo,
peripecia, desenlace).
EL ESTILO
Es importante destacar algunos elementos estilísticos shakesperianos, que en esta tragedia aparecen con
toda su fuerza. El más notable, y que logra superar aun la poesía que casi siempre se pierde en la
traducción, es el empleo de las imágenes que no constituyen un simple adorno de la expresión, sino que
tienen un valor funcional dentro del drama. El poeta las emplea para dar a entender los estados de
perturbación o confusión interior del personaje. En cada una de las circunstancias de la obra –y son
muchas– en que un personaje se enfrenta a una situación vital, su lenguaje se eleva de pronto.
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En todos estos casos, el efecto se consigue por el mismo procedimiento de acumulación de
expresiones sumamente poéticas y a veces con introducción de comparaciones o metáforas; pero todo
ello, sin menoscabo del dinamismo de la frase.
De igual modo, cuando se trata de comunicar un estado de miedo, desesperación o confusión interior,
el poeta emplea frases incoherentes, breves y rápidas, entrecortadas al principio, largas y sentenciosas
después, sin alcanzar a equilibrarse entre sí.
La adjetivación es, en el estilo de Shakespeare, un elemento que también contribuye a la comprensión
de los estados anímicos de los personajes.
ACTIVIDAD: Busca en el texto y señala los casos de imágenes, comparaciones, metáforas y adjetivaciones que
consideres representativas del estilo del autor.
BIBLIOGRAFÍA de REFERENCIA
El material que se presenta aquí es producto de la miscelánea de diversos textos críticos. Estos son:
BRADLEY A. C. La tragedia Shakespeariana Ed. Técnica
HAUSER Arnold Historia social de la literatura y del arte Ed. Labor
MELO Fabián E. W. Shakespeare: Macbeth Fernández Editores
REST Jaime Shakespeare y el teatro isabelino CEDAL
SPENCER Theodore Shakespeare y la naturaleza del hombre Losada
VILARIÑO idea Hamlet (introducción) Ed. Banda Oriental
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