Fragmentos de Obras de Vargas Llosa
Fragmentos de Obras de Vargas Llosa
Fragmentos de Obras de Vargas Llosa
El escritor peruano Mario Vargas Llosa, ganador del Premio Nobel de Literatura
2010.
La ciudad y los perros
- Cuatro- dijo el Jaguar.
Los rostros se suavizaron en el resplandor vacilante que el globo de luz difundía
por el recinto, a través de escasas partículas limpias de vidrio: el peligro había
desaparecido para todos, salvo para Porfirio Cava. Los dados estaban quietos,
marcaban tres y uno, su blancura contrastaba con el suelo sucio.
-Cuatro -repitió el Jaguar-. ¿Quién?
-Yo -murmuró Cava-. Dije cuatro.
-Apúrate -replicó el Jaguar-. Ya sabes, el segundo de la izquierda.
Cava sintió frío. Los baños estaban al fondo de las cuadras, separados de ellas
por una delgada puerta de madera, y no tenían ventanas. En años anteriores, el
invierno sólo llegaba al dormitorio de los cadetes, colándose por los vidrios rotos y
las rendijas; pero este año era agresivo y casi ningún rincón del colegio se libraba
del viento, que, en las noches, conseguía penetrar hasta en los baños, disipar la
hediondez acumulada durante el día y destruir su atmósfera tibia. Pero Cava
había nacido y vivido en la sierra, estaba acostumbrado al invierno: era el miedo lo
que erizaba su piel.
En eso consiste la autenticidad o sinceridad del novelista: en aceptar sus propios
demonios y en servirlos a la medida de sus fuerzas. El novelista que no escribe
sobre aquello que en su fuero recóndito lo estimula y exige, y fríamente escoge
asuntos o temas de una manera racional, porque piensa que de este modo
alcanzará mejor el éxito, es inauténtico y lo más probable es que, por ello, sea
también un mal novelista (aunque alcance el éxito) [...] Los escritores que rehúyen
sus propios demonios y se imponen ciertos temas, porque creen que aquéllos no
son lo bastante originales o atractivos, y estos últimos sí, se equivocan
garrafalmente.
La tía Julia y el escribidor
En ese tiempo remoto, yo era muy joven y vivía con mis abuelos en una quinta de
paredes blancas de la calle Ocharán, en Miraflores. Estudiaba en San Marcos,
Derecho, creo, resignado a ganarme más tarde la vida con una profesión liberal,
aunque, en el fondo, me hubiera gustado más llegar a ser un escritor. Tenía un
trabajo de título pomposo, sueldo modesto, apropiaciones ilícitas y horario
elástico: director de Informaciones de Radio Panamericana. Consistía en recortar
las noticias interesantes que aparecían en los diarios y maquillarlas un poco para
que se leyeran en los boletines.
La redacción a mis órdenes era un muchacho de pelos engomados y amante de
las catástrofes llamado Pascual. Había boletines cada hora, de un minuto, salvo
los de mediodía y de las nueve, que eran de quince, pero nosotros preparábamos
varios a la vez, de modo que yo andaba mucho en la calle, tomando cafecitos en
la Colmena, alguna vez en clases, o en las oficinas de Radio Central, más
animadas que las de mi trabajo.