Don Juan Vendaval Erótico Romántico Zorrilla PDF
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Don Juan, vendaval erótico romántico, en
Espronceda y Zorrilla
Con este título pretendo, evidentemente, aludir al tema central de nuestro Congreso, El eros romántico,
decidido por la Junta Directiva a propuesta de Ermanno Caldera hace tres años. Para ello, tomo prestado
un texto de Américo Castro del Prólogo a su edición de El Burlador de Sevilla en el que dice que Tirso de
Molina proyectó el personaje de don Juan con técnica violentamente barroca, "a modo de vendaval erótico"
(p.XXIII). Naturalmente, Américo Castro utiliza el adjetivo "erótico" en el sentido que le da el diccionario de
"perteneciente o relativo al amor sensual, al amor carnal". En efecto, en el don Juan originario el eros, el
amor carnal es apremiante ("esta noche he de gozalla" , dice de Tisbea, I, v. 686, o "gozarla esta noche
espero", piensa de Aminta, III, v.114) y constituye su compulsiva guía vital, en el sentido en que el propio
don Juan emplea la palabra "amor":
El amor me guía a mi inclinación, de quien no hay hombre que se resista. Quiero llegar a la cama. ¡Aminta! (III,
198202)
Del eros barroco al eros romántico
Don Juan es la imagen esencial del Deseo. Es eros, un eros constante que en sus varias manifestaciones
asume diversos significados. Teniendo esto en cuenta, vamos a considerar cómo, en la figura de don Juan,
el eros barroco, se hace eros romántico. En el primero, el Deseo sucumbe derrotado por una conciencia
antigua del mundo (vid. Cascardi) y en el segundo, en una concepción moderna, la derrota del Deseo se
manifiesta como empresa de invicta heroicidad o bien se evita la derrota sustituyendo el amor carnal por un
amor angélico y espiritual que queda glorificado al transformarse el Deseo quebrantador de las normas del
don Juan originario en sometimiento a la autoridad establecida por la sociedad y por la religión.
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Dos donjuanes representan en España de forma destacada este eros ro mántico: el don Juan de
Espronceda en el poema narrativo El e studiante de Salamanca y el de Zorrilla en el drama Don Juan
Tenorio. Al comienzo del poema de Espronceda, el protagonista, don Félix de Montemar, se nos presenta
como "segundo don Juan Tenorio" (v.100), es decir como nuevo "vendaval erótico;" nuevo, pero todavía
según las pautas tradicionales, de acuerdo con las características propias del don Juan barroco:
Siempre en lances y en amores, siempre en báquicas orgías, mezcla en palabras impías un chiste a una maldición,
(vv. 120123)
También a él se le ha aplicado con propiedad la metáfora del vendaval: para Joaquín Casalduero, este
segundo don Juan Tenorio es, como el primero, "un torbellino" y "como huracán, arrasa todo a su paso"
(p.183).
Teniendo en cuenta este linaje tradicional, Luciano G. Egido sugiere la posibilidad de que el prototipo medieval del
"estudiante de Salamanca", personaje "mujeriego y atrevido, insolente y pecador" (p.236), confluyera en la creación
del don Juan Tenorio tirsiano con la del galán libertino mediante una mutación en la que el estudiante cambiara su
indumentaria talar por la de caballero, manteniendo su perfil tradicional de fornicario, esencial del galán burlador.
Esta combinación de dos tipos libertinos, el estudiante y el galán, personajes ambos de carácter erótico trazados de
acuerdo con pautas tradicionales, es la que en principio caracteriza efectivamente al protagonista del poema de
Espronceda. Pero toda esta caracterización tradicional del personaje cambia en la cuarta parte cuando se encuentra
con el espectro; hasta entonces parece un galán sacado de una comedia de capa y espada del XVII en conflicto con
el hermano de la dama que, según las convenciones del género, está obligado a proteger el honor de su hermana.
En efecto, el "cuadro dramático" de la tercera parte remite en su epígrafe a una comedia de Moreto. Pero el desafío
obligado del teatro antiguo lo cambia todo en el relato decimonónico y le da un sentido moderno al personaje
tradicional romantizando la figura antigua y barroca del galán estudiante.
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También, siguiendo el dinamismo del modelo original, Zorrilla concibe su don Juan Tenorio como "vendaval erótico"
que con su ímpetu arrasa, según él mismo se envanece, las cabañas, los conventos, los claustros, dejando memoria
amarga de él en todas partes:
Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí, yo a los claustros escalé y en todas partes dejé memoria amarga de
mí. (vv.505509)
Los dos personajes huracanados, en ambos textos decimonónicos, viven en la época de los Austria,
representando, con los atributos del héroe español tradicional, la figura antigua de don Juan. Espronceda
en su cuento fantástico y Zorrilla en su drama toman esta figura antigua de la España de la Contrarreforma
presentándola primero en su atavío antiguo para darle finalmente una dimensión moderna en ambas obras
en el marco histórico literario del Romanticismo español. Pero como es bien sabido, en el capítulo de la
literatura romántica española, contrastan simultaneamente dos concepciones opuestas del mundo
moderno: la de literatura que expresa la angustia del mal del siglo, por un lado, y la literatura consoladora
de dicho mal, por otro. Los dos donjuanes indicados las representan respetivamente, la primera en el
"vendaval erótico" de Espronceda y la segunda en el "vendaval erótico" de Zorrilla.
Don Juan rebelde, héroe romántico
Esta gran transfiguración del don Juan antiguo al moderno a que nos hemos referido se realiza cuando en
el Romanticismo el malvado se convierte en héroe, haciendo del don Juan tradicional un hombre moderno,
idealista insatisfecho, rebelde prometeico y satánico. A comienzos del siglo XIX, el don Juan antiguo y
originario, tal como lo había concebido la España de la Contrarreforma, en contra del Renacimiento,
transgresor malvado, atrevido gozador de los placeres engañosos de este mundo, fascinado por todos los
atractivos sensuales de la vida, por lo tanto, pecador responsable de su propia condenación por su
inmoralidad, se transforma haciendo del deseo erótico una imagen simbólica del anhelo ardiente de
eternidad. El don Juan decimonónico se muestra hombre de su tiempo, moderno, investido de invicta
heroicidad romántica, triunfador en su derrota. Al adoptar la figura de héroe
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romántico, representa la exaltación del rebelde contra la vida concebida como prisión, asumiendo la caída y
la liberación como consecuencias grandiosas y contradictorias de una heroica rebellión que lo magnifica
haciéndolo aparecer grandioso en su caída, orgulloso y condenado a la vez bajo el signo de Prometeo y de
Satán. En el héroe romántico, el eros se sublima en esta forma de rebelión, confundiéndose con ella. Según
Leo Winstein, don Juan, conquistador de mujeres, va a ser l'homme revolté de los tiempos modernos.
Como héroe romántico, aparece por primera vez en el cuento fantástico de E.T.A. Hoffmann, titulado Don
Juan. Aventura fabulosa ocurrida a un viajero entusiasta, incluido en la colección de Fantasías a la manera
de Callot, en que un viajero refiere a un amigo las impresiones y fantasías que una representación del Don
Juan de Mozart le provocan. De la interpretación que el narrador protagonista del cuento hace de la ópera
que lo deja alucinado surge un nuevo don Juan que alcanza su condición heroica al infundirle el intérprete
dimensión cósmica al eros que informa originariamente a don Juan, como personaje literario. Ahora a la
ansiedad sensual se une la ansiedad ideal como elementos constitutiyentes de la figura romántica de don
Juan. Al hacerse personaje romántico, el don Juan deja de ser lo que había sido hasta entonces para
profundizar su sentido encarnando otro tipo, el hombre insaciable en demanda de un ideal de liberación en
el mundo moderno que lo aprisiona y que, siempre insatisfecho en su demanda, se enfrenta con el presente
a la gran corriente de Modernidad. Este desasosegado don Juan es ya uno más de tantos otros típicos
personajes desilusionados e insatisfechos que pueblan la literatura romántica. Como dice Leo Winstein,
Hoffmann sustituye la imagen tradicional de don Juan proponiendo una nueva explicación de su versatilidad
erótica: don Juan va de mujer en mujer, buscando en vano la mujer ideal (pp.6768) en un empeño
fracasado que lo lleva al hastío. Para el don Juan de la interpretación romántica de Hoffmann,
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el deseo erótico es deseo satánico de infinito. La gran trampa diabólica en que don Juan queda atrapado es
la vana esperanza de pensar que el éxtasis erótico lo trasportará al paraíso en la tierra, impulsado por el
deseo satánico de satisfacer en esta vida el infinito anhelo ardiente y eterno, ideal que la Naturaleza ha
infundido en el ser humano como promesa celestial. Como, para el idealismo romántico, el amor es lo que
más aproxima el hombre a lo sobrenatural, don Juan espera en vano que el eros satisfaga sus ansias de in
finitud. Por eso, en su frenética y huracanada demanda, vuela de mujer a mujer. Pero como el incesante
anhelo del ideal siempre queda frustrado, se siente engañado en la estrechez de la vida, quebranta sus
límites, y con un profundo desprecio a la sociedad de hombres satisfechos en su existencia se rebela
furioso contra la realidad que lo encarcela: contra Dios y contra la Naturaleza que lo han defraudado en sus
promesas. El protagonista del relato piensa que don Juan al querer escapar de la vida se precipita en el
infierno.
En el cuento de Hoffman descubrimos el primer don Juan que presenta su erotismo como ideal y como
rebelión absolutos, adoptantdo la imagen característica del héroe romántico que ve su ilusión desvanecida.
Es el héroe que vamos a encontrar en Espronceda.
El sueño erótico de Don Félix de Montemar
Esta romántica insatisfacción existencial del don Juan interpretado por el narrador protagonista en el
cuento del romántico alemán es la insatisfacción que expresan tanto "el alma osada" en su lamento dirigido
A Jarifa en una orgía (v. 85) como el "alma rebelde" que palpita en el "corazón gastado" de don Félix de
Montemar en El Estudiante de Salamanca (vv.108 y 1255). En estos dos poemas eróticos de Espronceda
encontramos también la configuración del eros romántico como heroica rebelión, invicta y absoluta,
provocada por el choque desilusionado del deseo "eterno e insaciable" con la estrechez de la mezquina
realidad de la vida:
Y encontré mi ilusión desvanecida, y eterno e insaciable mi deseo. Palpé la realidad y odié la vida: sólo en la paz de
los sepulcros creo. (A Jarifa,vv..7376)
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Don Félix de Montemar pasa del don Juan tradicional de la primera parte a rebelde esencial en la cuarta
parte, tal como lo interpreta Pedro Salinas, en lo que podemos considerar un proceso de romantizacicón del
personaje orginariamente barroco; en el texto mismo esprocediano, de barroco se hace romántico. Para
este rebelde, la persecución de la mujer se manifiesta, como expresa el lamento del poema A jarifa en una
orgía, en una ansia de infinito, también frustrada, del
[...] alma osada que aspira loca en su delirio insano de la verdad para el mortal velada a descubrir el insondable
arcano. (Ibid., vv.8589)
Es decir, a lo mismo que aspira en vano el eros del don Juan interpretado por el romántico alemán es a lo
que aspiran tanto el eros angustiado y desilusionado, deseo "eterno e insaciable", del compañero de Jarifa
como el del "segundo don Juan Tenorio" que persigue al espectro.
En esta persecución de la cuarta parte, el protagonista contradice lo que el narrador había dicho de él en
la primera parte:
ni vio el fantasma entre sueños de quien mató en desafío, (vv. 117118)
Entre sueños ve, en efecto, los fantasmas de su abandonada Elvira, de su hermano don Diego a quien
había matado en desafío y de sí mismo. Yo diría que la cuarta parte de El estudiante de Salamanca parece
una fantasía, una fantasía erótica del protagonista, un sueño erótico de don Félix de Montemar. Lo que al
principio al estudiante le parecía otra fácil aventura ("Montemar atento sólo a la aventura, / que es bella la
dama y aun fácil juzgó",vv.911 912) se convierte en una pesadilla, en un un sueño desasosegado, de
persecución fatasmagórica en busca de la verdad reveladora del misterio de la existencia, transformando el
impulso erótico originario en voluntad de conocimiento, en demanda de lo absoluto, más allá de los límites
de la cárcel de la vida. El deseo erótico se hace deseo demoníaco de saber. Como dice Rubén Benítez "el
deseo de conocer [...] es para Espronceda la esencia de la
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atracción sexual" (p.46). La mujer como objeto del deseo se convierte en el espectro que representa el
enigma, "el infernal arcano" (Elestudiante..., v.1085), "el insondable arcano" (A Jarifa, v.88). Por la
transformación que se opera en el protagonista mediante la persecución del fantasma, su libido queda
sublimada en titánica rebeldía:
Grandiosa, satánica figura, alta la frente. Montemar camina espíritu sublime en su locura provocando la cólera
divina: fábrica frágil de meteria impura, del alma que la alienta y la ilumina, con Dios le iguala, y con osado vuelo se
alza a su trono y le provoca a duelo.
De "Segundo don Juan Tenorio" pasa a ser "Segundo Lucifer":
Segundo Lucifer que se levanta del rayo vengador la frente herida, alma rebelde que el temor no espanta, hollada sí,
pero jamás vencida, el hombre en fin que en su ansiedad quebranta su límite a la cárcel de la vida y a Dios llama
ante él a darle cuenta, y descubrir su inmensidad intenta, (vv. 12451260).
La romantización de don Juan en Hoffmann había significado la satanización del personaje en la rebelión
prometeica que se manifiesta en El estudiante de Salamanca (vid. Sebold). Por eso, al quebrantar el límite
a la cárcel de la vida, se precipita en el infierno, como observa el narrador del cuento alemán. Mario Praz ha
estudiado la metamorfosis de Satanás desde Torcuato Tasso, G. B. Marino, Milton para llegar al
Romanticismo. Los textos
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que cita (p.77) nos sirven para comprender que el "alma rebelde... / hollada sí, pero jamás vencida"
(vv.12551256) de este "Segundo Lucifer" esproncediano es la versión romántica de "la gloria de invicta
osadía" ("Rimase a noi d'invitto ardir la gloria") del Satanás de Torcuato Tasso, a pesar de su derrota, o del
premio que significa "intentar altas empresas", según el aspecto prometeico de Satanás en Marino:
E se quindi il mio stuol vinto cadeo Il tentar Falte imprese è pur trofeo...
Siempre se ha señalado la rebeldía tanto en el erotismo del personaje barroco de Don Juan como en el
erotismo del personaje romántico y la diferencia cualitativa de dicha rebeldía en los dos donjuanes. La
rebeldía del primer Don Juan, según Casalduero, no es un elemento esencial de su figura, es sólo la
rebeldía de todo pecador (p.179). Al actuar contra la moral religiosa y contra la sociedad, su rebeldía queda
dentro de los límites de la vida en este mundo, mientras siga viviendo. Espera poder arrepentirse a las
puertas de la muerte. Este es es sentido del " ¡Qué largo me lo fiáis!": mientras tenga crédito en este mundo
voy a seguir como hasta ahora. Según esta visión, en el más allá no cabe ser rebelde, sólo cabe, nada
menos, recibir el castigo que se merece por haber pecado durante su vida, sin salirse ni quebrantar sus
límites. En cambio, la rebeldía a que llega el estudiante salmantino es una rebeldía propia del don Juan
romántico que intenta desafiar a lo absoluto quebrantando los límites de la vida en que se siente
apresionado para traspasarlos en una empresa liberadora. Esta diferencia cualitativa de la rebeldía, que va
de lo antiguo a lo moderno, se manifiesta dentro del texto mismo de El estudiante de Salamanca en la doble
caracterización, señalada por Robert Marrast, del protagonista que pasa del libertino bravucón a la
encarnación típica del titanismo y del satanismo románticos. Pedro Salinas había señalado el sentido de
esa total conversión de la figura de don Félix desde la imagen tradicional del don Juan en que podríamos
ver la simple rebeldía social y moral del pecador para Casalduero, sólo componente accidental del
símbolo transformada al final del poema romántico en rebelión contra la realidad que llega a ser lo esencial
del personaje. Es el paso del eros antiguo del Barroco al eros moderno del Romanticismo. Digo que el eros
barroco es antiguo porque es fundamentalnente un eros religioso, pecaminoso, mientras que el eros
romántico es un eros laico,
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resultado de la emancipación del individuo en el mundo desacralizado de la Modernidad. El héroe
romántico esproncediano es ya el hombre postkantino. Sigue la máxima que según Immanuel Kant cifra la
Aufklärung: Sapere aude. "Atrévete a saber" (Kant, p.9). Ésta es la gran audacia, la osadía heroica e invicta
del héroe satánico, "Segundo Lucifer". Esta "alma osada", esta "alma rebelde" es la de un Don Juan
postilustrado, insatisfecho con los límites del saber y de la Ilustración. Creo que para entender su empresa
hay que tener en cuenta todo el bagaje de la Ilustracion que en él se acumula. El Romanticismo es el
resultado de la inquietud que produce esta audacia liberadora de la Ilustración contenida en la máxima
kantiana, es la otra cara del optimismo ilustrado. La desmesurada y frenética pasión del héroe
esproncediano por desentrañar el misterio de la vida surge de una estructura intelectual racionalista que no
se conforma con sus límites y se pone a soñar engendrando monstruos. Es el sueño de la razón del
grabado de Goya, definición de la esencia del Romanticismo que en otro lugar he explicado como
experiencia dolorosa de la Modernidad (vid. Escobar 1993). Cuando termina el poema de Espronceda y
empieza el día con los afanes cotidianos del mundo moderno de los talleres se nos dice que todo ha sido
una pesadilla. Sí, un mal sueño erótico, un sueño de la razón.
Don Juan, esclavo
Otra cosa es el eros del Don Juan Tenorio de Zorrilla. Dice Ricardo Navas (p.LVIII) que el drama de
Zorrilla parece una respuesta a Don Álvaro, una respuesta cristiana. También podría ser una respuesta a la
rebeldía del segundo don Juan Tenorio de Espronceda. En vez de rebelde se hace esclavo. Por eso no es
un "héroe triunfador", como ha sido calificado, sino el humillado ante la autoridad; la autoridad doméstica
representada por Don Gonzalo, el padre de su amada, y la autoridad divina, representada por el mismo Don
Gonzalo transformado en pétrea estatua mortuoria. Su glorificación final no es un triunfo, sino la
recompensa por su humillación y sometimiento. En realidad, a don Juan Tenorio no lo salva el amor de
doña Inés, sino que su salvación es la recompensa que recibe por su sometimiento.
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En el drama de Zorrilla, don Juan que vive en un escenario de escenografía romántica pierde las dos
cosas, romanticismo y donjuanismo, para enamorarse de la mujer ideal que lo salva. En contra del Don
Juan de Hoffmann, al de Zorrilla sólo le incita la aventura amorosa inmediata, no va en busca de la mujer
ideal, sino que se tropieza con ella. El Don Juan genuinamente romántico nunca encuentra la mujer ideal
que busca. Por eso tiene razón David Gies cuando dice que el don Juan de Zorrilla cae "fuera del canon
romántico" (p.188), aunque viva en el teatro del mundo romántico. En el drama de Zorrilla asistimos a una
conversión diferente a la de Espronceda del eros barroco, es la conversión del rebeldepecador, según la
ecuación establecida por Casalduero. El rebelde, pecador lujurioso, arrepentido de haber ofendido a Dios y
a los hombres, se convierte en esclavo del amor, esclavidud que declara postrado ante su amada, no sólo
aceptando, sino incluso adorando su condición de esclavo:
mira aquí a tus plantas, pues todo el altivo rigor de este corazón traidor que rendirse no creía, adorando, vida mía, la
esclavitud de tu amor, (vv.22182223)
Subrayemos la palabra esclavitud para contraponer su significado al de rebelión. Este don Juan,
adorando la esclavitud del amor de doña Inés, rechaza toda rebelión satánica:
No es, doña Inés, Satanás quien pone este amor en mí; es Dios, que quiere por ti ganarme para Él, quizás,
(vv.22642267)
El tópico del amor cortés en este contexto adquiere otro sentido de acuerdo con el sistema social burgués
establecido en el siglo XIX. Don Juan Tenorio no sólo se rinde al amor, siguiendo la tradición trovadoresca,
sino también a la autoridad establecida, el padre de la amada, el Comendador:
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