Ulrich Oslender
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Ulrich Oslender
"ESPACIALIDAD DE RESISTENCIA"1
Ulrich Oslender
Departamento de Geografía, Universidad de Glasgow
Aunque abunda hoy el uso de metáforas espaciales en las ciencias sociales, muchos
geógrafos deploran la reducción analítica de conceptos como espacio y lugar en muchos
trabajos a una mera función ilustrativa. Más preocupante aun se representa al espacio
frecuentemente como estático y carente de contenido político, una tendencia que sigue
dando preferencia a una visión histórica frente a una geográfica en el análisis de cambios
sociales.
En este artículo voy a argumentar que el concepto del espacio es (y siempre ha sido)
político y saturado de una red compleja de relaciones de poder/saber que se expresan en
paisajes materiales y discursivos de dominación y resistencia. En particular, quiero mostrar
cómo los tres "momentos" identificados por Lefebvre (1991) en la producción del espacio
pueden contribuir a la conceptualización de una "espacialidad de resistencia",
planteamiento teórico introducido aquí que busca conceptualizar las formas concretas y
decisivas en cuales espacio y resistencia interactúan e impactan el uno sobre el otro.
Explorando además el concepto de lugar como desarrollado por Agnew (1987), propongo
una perspectiva de lugar sobre movimientos sociales que sitúa las prácticas de los
movimientos en un lugar específico y a la vez dentro de un marco más amplio del re-
estructuramiento global del capitalismo. Termino el artículo con algunas reflexiones sobre
las implicaciones que tiene una perspectiva de lugar para la metodología en la investigación
de movimientos sociales. Se sitúa este análisis dentro del debate sobre la construcción de la
etnicidad en las comunidades negras del Pacífico colombiano y la aparición de
movimientos sociales en esta región que articulan estos asuntos en nuevas formas de
políticas culturales.
Quiero subrayar que el presente texto se debe entender (y leer) sobre todo como una
contribución teórica a debates actuales dentro y fuera de la geografía cultural/política que
buscan conceptualizar las geografías específicas de la resistencia. Advierto entonces que el
material empírico presentado aquí - el movimiento social de comunidades negras en el
Pacífico colombiano - sirve para ilustrar estos planteamientos conceptuales. El lector
interesado en indagar más a fondo en el caso empírico se servirá de las numerosas
referencias hechas en el texto. Advierto además que el artículo nació en el contexto de la
geografía anglo-sajona, y que por ende no considera planteamientos desarrollados desde la
academia española. El texto precisamente aspira a una retro-alimentación con académicos,
investigadores y activistas españoles para acercar dos tradiciones y tendencias geográficas -
la española y la anglo-sajona - entre cuales, como es sabido, no han existido muchos
intercambios de conceptos e ideas.
Palabras clave: espacio, lugar, resistencia, movimientos sociales, comunidades negras,
Pacífico colombiano, espacio acuático
La geógrafa inglesa Doreen Massey (1993:141) constata que "el 'espacio' está
muy de moda en estos días", refiriéndose a un gran número de científicos sociales
que articulan sus análisis en términos espaciales 2. Sin embargo, lo que Massey y
otros deploran, es la carencia de un entendimiento analítico del concepto de
espacio: "las metáforas geográficas de las políticas contemporáneas deben
contemplar concepciones de espacio que reconocen lugar, posición, ubicación
etc. como creados, como producidos" (Bondi 1993:99). Es más. No se trata
solamente de reconocer la forma construida de dichos conceptos sino de
mostrar cómo han sido construidos y bajo qué estructuras políticas y relaciones
de poder/saber3.
Rompiendo con el dualismo analítico entre tiempo y espacio, entre historia y geografía, tan
frecuentemente reproducido acriticamente, Massey plantea una "tetra-dimensionalidad de
espacio y tiempo":
Espacio y tiempo están necesariamente entretejidos. No es que no podemos hacer ninguna distinción entre
ellos, sino que la distinción que hacemos, necesita mantener a los dos en un equilibrio, y hacerlo dentro de un
concepto fuerte de tetra-dimensionalidad. (Massey 1993:152)
Por ambiguas, diferentes y múltiples que sean, les es común a todas las resistencias que
están actuadas y mediadas en el espacio y en el tiempo. Aunque pueda parecer evidente
semejante declaración, la implicación de tal planteamiento es que ambos conceptos son
esencialmente políticos en la forma en que las prácticas sociales están inscritas y
enmarcadas en ellos.
Reflexionando sobre la política del espacio, el sociólogo francés Henri Lefebvre afirma:
Sin embargo, muy poca atención prestan TMR y PIC a las interacciones concretas entre
espacio y movimientos sociales y a los lugares específicos de donde surge un movimiento.
Frecuentemente se pone énfasis en las dimensiones temporales del cambio social, como lo
hace Zirakzadeh (1997), por ejemplo, al conceptualizar la investigación de movimientos
sociales en tres "olas", o Melucci (1989) quien considera a los movimientos
contemporáneos en términos de "nómadas del presente". Movimientos de diferentes partes
(y culturas) del planeta están analizados en su contexto temporal, adscribiéndoles unos
objetivos comunes que articulan típicamente nuestra época, un planteamiento
particularmente fuerte hoy "al final (o al principio) del milenio" (Castells 1997). Esto
significa que la mayoría de los análisis de movimientos sociales examinan sólo brevemente,
y como poco más que información introductoria, los lugares particulares de donde surge un
movimiento, antes de concentrar el análisis "más serio" sobre las estructuras del
movimiento, sus objetivos y las formas en que está inscrito en los cambios más amplios de
la historia global.
Estos enfoques no-espaciales han sido criticados recientemente en algunos trabajos de PIC
que consideran identidades y lugares como intrínsicamente vinculados (Escobar 2001,
Oslender 2001a, Routledge 1997). Para entender un movimiento construido sobre las bases
de identidad colectiva tenemos que entender los lugares específicos en los que se
desenvuelve la acción social del movimiento y donde estas identidades están construidas y
articuladas físicamente. Hay cuestiones concretas que surgen de las interacciones entre la
acción social de movimientos sociales y lugar: ¿Cómo impactan las particularidades de un
lugar sobre la gente que se organiza en un movimiento social, y cómo dificultan, o al
contrario, facilitan éstas la realización de acciones colectivas? ¿Hasta qué punto influencian
la experiencia de vivir en un lugar determinado y los sentimientos subjetivos generados por
ella la decisión de un actor social de involucrarse en un movimiento social? ¿Qué papel
juegan las historias locales de un lugar en entender las formas en que la gente reflexiona
sobre su participación en un movimiento social? Pero también, ¿cómo explican las
características objetivas más amplias de un lugar, como el orden macro-político y
económico, la organización y articulación de resistencia en este lugar? ¿Cuáles son las
implicaciones de un medio ambiente particular para los procesos organizativos? Quienes
creen encontrar "respuestas obvias" a estas preguntas cometen el error anteriormente
analizado de ver espacio y lugar como meros contextos dentro de cuales se desarrolla un
conflicto determinado. Lo que trato de mostrar aquí es que espacio y lugar son
elementos constitutivos de las formas específicas en que se desarrolla un conflicto dado.
Son precisamente estos impactos concretos de espacio y lugar en la formación y el
agenciamiento de movimientos sociales que se trata de teorizar con el concepto
de "espacialidad de resistencia".
En el caso de movimientos sociales que movilizan alrededor de la defensa de sus
territorialidades, por ejemplo, es el espacio material y físico que está al centro de sus
actividades. Sin embargo, su lucha por la tierra es al mismo tiempo una lucha por el espacio
y sus interpretaciones y representaciones. Como voy a mostrar más adelante, en el caso del
movimiento social de comunidades negras en el Pacífico colombiano que se define como
una organización étnico-territorial, la lucha por el territorio está explícitamente vinculada a
una re-interpretación del espacio y su significado para los actores locales. De hecho,
el "lugar" Pacífico colombiano se vuelve el centro de luchas sobre representaciones del
espacio.
Evidentemente los tres momentos identificados por Lefebvre en la producción del espacio
necesitan ser considerados como interconectados e interdependientes. Existe una relación
dialéctica entre lo percibido, lo concebido y lo vivido que no pueden ser considerados como
elementos independientes, relación que Escobar (1995) parece tener en cuenta en su
llamada hacia una "antropología de la modernidad". Aplicando este concepto para el caso
de la costa Pacífica colombiana, Escobar y Pedrosa escriben:
Desde ella, nos interesa analizar los mecanismos concretos por medio de los cuales se busca integrar la región
del Pacífico a la modernidad del país. Así, procuramos una etnografía de las prácticas de aquellos actores
sociales que representan la avanzada de la modernidad en el Litoral: planificadores del desarrollo, capitalistas,
biólogos y ecólogos, expertos de todo tipo y, finalmente, activistas de los movimientos sociales, como agentes
de posibles modernidades alternativas. (Escobar & Pedrosa 1996:10; mi énfasis)
Sin embargo, sería equivocado ver a los tres componentes de lugar como
separados. Más bien actúan como momentos fluidos cuyas interacciones se
influencian y forman entre sí. Es precisamente esta fluidez la que da al concepto
de lugar su fuerza analítica. Un sentido de lugar particular modela las relaciones
sociales e interacciones de la localidad (y viceversa), y ambos elementos están
influenciados por las estructuras políticas y económicas más amplias y las formas
en que éstas están visiblemente expresadas y manifestadas en ubicación14. Central
en este concepto de lugar es el énfasis sobre las subjetividades y formas
individuales y colectivas de percepciones de la vida social. Dentro de la
investigación de movimientos sociales, el interés por las subjetividades ha sido
expresado sobre todo en la perspectiva de identidad colectiva (PIC), que pone
énfasis en la reproducción cultural y el control de historicidad (Touraine 1988) 15.
Los movimientos sociales deben entenderse en conjunción con las redes
culturales sumergidas de la vida cotidiana de la cual emergen (Melucci 1989). Y
precisamente porque las identidades son específicas de un lugar, debemos
entenderlas como constituidas por los tres elementos de localidad, ubicación y
sentido de lugar. Para contextualizar el debate teórico conducido hasta el
momento, voy a ilustrar ahora cómo en el caso del movimiento social de
comunidades negras en Colombia ciertas formas y asociaciones concretas de
movilización social se dejan explicar con una perspectiva de lugar.
Esta resistencia empezó a organizarse desde la segunda mitad de los años 80,
primero en algunas áreas como luchas de campesinos por el acceso y control
sobre sus tierras,17 y después con una legislación generalmente favorable a partir
de la nueva constitución colombiana del 1991 como organizaciones "étnico-
territoriales" que defienden sus derechos a una diferencia cultural como
directamente vinculados al control sobre sus territorios. La nueva constitución
del 1991 declaró la nación colombiana como multicultural y pluriétnica,
reconociendo por primera vez a las poblaciones negras como grupo étnico. En el
Artículo Transitorio 55 (AT-55) se abrió paso a la Ley 70, ratificada en agosto
1993, que otorga derechos territoriales colectivos a las comunidades negras que
han venido ocupando las tierras baldías en las zonas rurales ribereñas de los ríos
de la Cuenca del Pacífico. Por supuesto esto no fue un simple acto filantrópico de
parte del gobierno. Más bien las comunidades negras rurales de la costa Pacífica
están consideradas junto con las comunidades indígenas de esta región como
los "guardianes" de los bosques tropicales, responsables por la protección del
medio ambiente y de la ya casi legendaria "megabiodiversidad" de la costa
Pacífica18. Está emergiendo en la región una creciente conciencia de identidad
política, organizada y coordinada por movimientos sociales que han creado y
extendido estos nuevos espacios políticos en negociaciones con el gobierno.
Ellos articulan sus espacios de representación, ricos en simbolismos,
significados y conocimientos locales, y desafían a las representaciones del
espacio dominantes, que han producido el Pacífico como un espacio
legible homogéneo a través de una lógica de visualización hegemónica,
expresada material y discursivamente en la implementación de los varios
proyectos de desarrollo para la región. Los movimientos sociales resisten esta
homogenización del Pacífico como un espacio abstracto de mercaderías, creando
un espacio diferencial que defienden cultural y políticamente. La ubicación del
Pacífico colombiano es entonces una de geografías, economías, y políticas
cambiantes, reflejando al mismo tiempo los procesos globales del re-
estructuramiento del capitalismo así como las resistencias al nivel local. Estas
resistencias ya no son solamente respuestas a conflictos locales de especulaciones
territoriales y apropiaciones de recursos naturales por parte de grandes empresas,
sino ahora también a decisiones del gobierno nacional de abrir la región para
nuevas relaciones globales y definirla en nuevos espacios de representación
siguiendo modelos globales de "desarrollo sostenible" y "preservación de
biodiversidad". Para explorar las expresiones concretas de estas resistencias y el
impacto constitutivo que tienen en ellas el espacio y lugar, recurrimos ahora a las
interrelaciones sociales que se actúan en la región, conceptualizadas en el
concepto de localidad.
Central para entender el concepto de localidad en el Pacífico colombiano es la noción
del "espacio acuático" (Oslender 2001a). Con este término me refiero a las formas
específicas en que elementos "acuáticos" como los altos niveles de pluviosidad, los
impactos de las mareas, las redes laberínticas de ríos y manglares, y las inundaciones
frecuentes, entre otros, han fuertemente influenciado las formas de vida cotidiana. Estas
formas están visibles, por ejemplo, en la construcción de las casas rurales sobre pilotes de
madera para prevenir inundaciones de la vivienda. Por el otro lado, el ciclo de las mareas
tiene un impacto considerable en casi todas las manifestaciones de la vida diaria. Con una
variación en el nivel de agua de hasta 4,5 metros, la marea alta facilita la navegación
subiendo los ríos en potrillo, el medio de transporte tradicional, y es el recurso
imprescindible en los esteros para cualquier embarcación, dado que los caños se secan con
la marea baja, y entonces ni pequeñas embarcaciones pueden pasar.
El río es además el espacio social de interacción cotidiana donde la gente viene a bañarse,
las mujeres lavan la ropa y los niños juegan. Estas actividades son de una naturaleza casi
ritual y están acompañadas por carcajadas, juegos y el famoso bochinche, los chismes que
hacen reír a unos y desesperar a otros. Este escenario, aun de expresión diaria, es lo más
evidente en los días de mercado cuando llegan embarcaciones grandes y pequeñas de cerca
y lejos al mercado no sólo para comprar productos pero también para intercambiar
información y "echar cuentos". El mercado es, especialmente para habitantes de
comunidades más alejadas y remotas, frecuentemente la única fuente de información y
medio de comunicación. Más importante que en el estricto sentido práctico, el río se vuelve
el espacio social per se de interacciones humanas cotidianas y el referente simbólico de la
identidad de la gente y de los grupos que se han asentado en sus orillas. El río corre además
por las imaginaciones de las comunidades negras y se ve reflejado en las múltiples formas
discursivas en que ellas se refieren a su entorno y su mundo, adquiriendo el río así un papel
central en los procesos de identificación colectiva (Oslender 1999, Restrepo 1996). Como
el geógrafo norteamericano Robert West ya notó en 1957:
La gente de un determinado río se considera como comunidad. [...] Los negros ... hablan de "nuestro río", o
mencionan, por ejemplo, que "somos del río Guapi", o "somos guapiseños" sic, indicando su apego social a
un río específico. (West 1957:88)
Estas relaciones sociales espacializadas de comunidades negras rurales a lo largo de los ríos
y de las cuencas fluviales ahora juegan un papel importante en los nuevos contextos
políticos de organización y movilización. De hecho, se puede afirmar que el espacio
acuático constituye una de las pre-condiciones espaciales para la organización política en el
Pacífico colombiano. Sin querer entrar en detalle en estos complejos procesos políticos,
podemos sin embargo afirmar que la gran mayoría de comunidades negras se ha organizado
en consejos comunitarios, asociación política comunitaria introducida por la Ley 70, a lo
largo de las cuencas fluviales, reflejando de esta manera los específicos referentes
culturales e identitarios de la localidad en el Pacífico colombiano. Nació esta asociación
organizativa-espacial siguiendo a la "lógica del río" que es el ente central de la vida social
en comunidades negras rurales, como lo afirma la organización de base "Proceso de
Comunidades Negras" (PCN):
En la lógica del río las propiedades del uso del territorio están determinadas por la
ubicación: en la parte alta del río se da énfasis a la producción minera artesanal, se
desarrollan actividades de cacería y recolección en el monte de montaña, hacia la parte
media el énfasis se da en la producción agrícola y el tumbe selectivo de árboles maderables,
también se desarrollan las actividades de cacería y recolección en el monte de respaldo;
hacia la parte baja el énfasis se da en la pesca y recolección de conchas, moluscos y
cangrejos compartidas con la actividad agrícola. Entre todas las partes existe una relación
continua del arriba con el abajo y viceversa y del medio con ambas, caracterizado por una
movilidad que sigue el curso natural del río y la naturaleza, cuyas dinámicas fortalecen y
posibilitan las relaciones de parentesco e intercambio de productos, siendo en esta dinámica
la unidad productiva la familia dispersa a lo largo del río. (PCN 1999:1)
La lógica del río, que junto con el espacio acuático constituye la localidad en el
Pacífico colombiano, ha sido entonces el factor espacial orientador en la
constitución de consejos comunitarios a lo largo de las cuencas fluviales. Estos
consejos comunitarios actúan como principal autoridad territorial en las áreas
rurales del Pacífico colombiano que, guiados por los Planes de Manejo
desarrollados por las mismas comunidades con asistencia de instituciones
gubernamentales y ONGs, deciden entre otro sobre el uso y aprovechamiento de
los recursos naturales en su territorio. Estos son, por lo menos en la teoría,
cambios radicales de las formas de apropiación territorial, pues las empresas con
un interés en el aprovechamiento de los ricos recursos naturales de la región -
como son el oro, la madera y el potencial agropecuario - están ahora obligadas a
negociar directamente con las comunidades rurales, y el Estado ya no puede
simplemente expedir concesiones a estas empresas pasando por alto así a las
comunidades, como sucedía antes de la Ley 70 del 1993 19. Al otro lado es
importante resaltar que estos procesos no simplemente siguen un
modelo "ideal" de apropiación territorial colectiva de las comunidades negras en
la región. Por el contrario, ni el Estado colombiano, ni las grandes empresas
respetan esta legislación como se debería esperar. El Estado ha sido inclusive
acusado de no apoyar suficientemente a las comunidades negras en este difícil y
largo proceso. Una perspectiva de lugar sobre estos procesos espaciales de
organización política nos alerta entonces también sobre otras formas de creación
de consejos comunitarios que no han seguido la lógica del río, revelando, por
ejemplo, cómo en muchos de esos casos la constitución de consejos comunitarios
ha sido meditada por intereses y actores del capital externo y del gobierno central
(Oslender 2001b), hecho que frecuentemente tiene un impacto negativo sobre la
movilización local al largo plazo. Este enfoque nos permite entonces diferenciar
entre las distintas experiencias organizativas dentro de comunidades negras, pues
por supuesto no se trata de un grupo social homogéneo sino de uno con una gama
de intereses donde influyen otras categorías a la de la etnicidad, como por
ejemplo, clase, género y afiliación a la política partidaria.
Otro factor que no puedo discutir en detalle aquí tampoco, pero que adquiere cada día más
urgencia, es el reciente recrudecimiento del conflicto armado en el Pacífico colombiano,
región que hasta hace pocos años ha sido descrito como "refugio de paz", y donde hoy
diversos grupos guerrilleros, paramilitares y el ejército colombiano entablan una guerra
sucia en la cual los campesinos están cogidos desamparados entre los diferentes partes.
Como resultado inmediato se han disparado los niveles de desplazamiento forzado de las
zonas rurales hacia las ciudades, catástrofe humana cuyos víctimas han sido más que dos
millones de gente desplazada en Colombia (Rojas Rodríguez 2001).
Conclusiones
Notas
1
Algunas de las ideas presentadas aquí han sido publicadas en un artículo mío anterior en Restrepo, E. &
Uribe M.V. (eds) (2000), Antropologías transeúntes, Bogotá: ICANH, pp.191-221. Sin embargo, el presente
texto ha sido revisado substancialmente en su parte conceptual y se ha elaborado considerablemente el
material empírico.
2
En particular, Massey examina el tratamiento del concepto de espacio en Laclau (1990) y en Jameson
(1991). Aunque ambos autores tienen una visión diferente del espacio, coinciden en un tratamiento apolítico
de dicho concepto.
3
Con la anotación "poder/saber" en este artículo me refiero a la conceptualización de Foucault (1980) en estos
términos quien considera que poder y saber se producen tan intrínsicamente entrelazados que el uno no ocurre
sin el otro.
4
La geografía de tiempo (time-geography) hace énfasis en la continuidad y en los vínculos de secuencias de
eventos que se desarrollan en situaciones enmarcadas en el espacio y en el tiempo. El geógrafo sueco Torsten
Hägerstrand (1973) desarrolló un modelo de anotación gráfica de redes sociales en el espacio y el tiempo que
trata de registrar los movimientos y los encuentros en el espacio social. Este modelo asume que el espacio y el
tiempo funcionan como recursos de proyectos individuales que están afectados por la existencia de
obstáculos. Estos obstáculos están concebidos como posibles caminos de espacio-tiempo, que pasan
por estaciones accesibles dentro de una estructura más amplia de dominios que restringen las acciones
humanas. Es precisamente este énfasis sobre obstáculos que ha sido criticado por haber heredado demasiado
de las teorías del estructuralismo y por disminuir la importancia de la acción social en estos procesos. Sin
embargo, otros han explicado el vínculo de la geografía de tiempo con la teoría de estructuración, y en
particular cómo las representaciones gráficas del modelo de Hägerstrand nos muestran la lógica material de la
estructuración (Pred 1981).
5
Conviene resaltar aquí que no todas las resistencias se dejan clasificar como "progresivas". De hecho,
algunas resistencias refuerzan estructuras existentes de dominación y sujeción, como por ejemplo en el caso
de las campañas anti-aborto en los EEUU que efectivamente tratan de restringir el derecho de la mujer sobre
su cuerpo, reificando de tal manera la subordinación estructural de la mujer en la sociedad. Otro ejemplo son
los contras en Nicaragua, que, apoyados por los EEUU, lucharon contra el gobierno revolucionario socialista
de los Sandinistas, que justamente trataba de romper las cadenas de un subdesarrollo estructural a manos de
intervenciones y dominación extranjeras en el país. Es importante entonces tener en cuenta el posible carácter
reaccionario de algunas resistencias.
6
Para nuestro análisis aquí un breve resumen de las principales ideas es suficiente. Sin embargo, ver por
ejemplo a Cohen (1985), Foweraker (1995) y Zirakzadeh (1997), por un análisis comparativo de los varios
planteamientos dentro de TMR y PIC.
7
Ver, por ejemplo, McCarthy & Zald (1977), Olson (1965) y Tilly (1978).
8
Ver, por ejemplo, Castells (1997), Laclau y Mouffe (1985), Melucci (1989) y Touraine (1988).
9Vale la pena resaltar que desde la publicación de su trabajo seminal en 1991 en
inglés, Lefebvre ha despertado un creciente interés en la geografía anglosajona -
ver, por ejemplo, los trabajos de Gregory (1994), Harvey (1996) y Merrifield
(1993) - mientras que ha decaido su influencia en la geografía francesa.
10<Se puede añadir que el espacio abstracto también ha sido la lógica dominante
de organización y representación espacial en los sistemas y régimenes del
socialismo y comunismo.
11
Ver también a Massey (1999) que argumenta que "multiplicidad" es una característica clave para entender
el concepto de espacialidad.
12De manera parecida, la importancia de los espacios vividos para acercarse al
concepto de lugar ha sido resaltada en los enfoques fenomenológicos de la
geografía humanística que pone énfasis en el comportamiento y las percepciones
y experiencias de los actores sociales (Buttimer 1976, Ley & Samuels 1978,
Tuan 1975). Como lo explicó David Ley (1977:509): "El lugar debe ser
entendido en relación ..., constituido a la vez de la objetividad del mapa y la
subjetividad de la experiencia."
13l término de localidad ("locale") fue originalmente propuesto por Giddens
(1984) en su desarrollo de la teoría de estructuración.
14
Pred & Watts (1992), por ejemplo, insisten en las múltiples formas en que las culturas locales procesan,
modelan, cambian e influencian las condiciones y acciones del capital global y de la modernidad. Y el
argumento de Peet & Watts (1996) por "ecologías de liberación" pone énfasis en la importancia de
construcciones locales de ecología e "imaginarios medio ambientales" como sitios importantes de resistencias.
15Touraine (1988:8) se ha referido a las experiencias culturales específicas de los
actores sociales en términos de "historicidad", "un conjunto de modelos
culturales que orienta a la práctica social". Los actores asumen la tarea colectiva
de auto-producción cultural que es considerada como un conjunto complejo de
acciones que la sociedad ejerce sobre ella misma. Entonces en la definición de
Touraine (1988:68), un movimiento social es "la acción, a la vez culturalmente
orientada y socialmente conflictiva, de una clase definida por su posición de
dominación o dependencia en la manera de apropiación de su historicidad, de los
modelos culturales de inversión, conocimiento y moralidad hacia cuales el
movimiento social está orientado." O, en otras palabras, dentro de un movimiento
social la gente asume, o intenta asumir, el control sobre su historicidad.
16
Los datos raciales que empleo aquí para la región del Pacífico colombiano son cálculos generalmente
aceptados. No hay información racial confiable en los datos demográficos de Colombia. Sin embargo es
común hoy el manejo de la cifra de 26% para la población afro en Colombia.
17
Estas organizaciones eran particularmente fuertes en el departamento del Chocó donde recibían importante
apoyo de la Iglesia católica. Incluían, por ejemplo, la Asociación Campesina Integral del río Atrato (Acia),
formada en 1987 y hasta hoy la organización campesina de gente negra más fuerte y visible en el país.
18
Esta tendencia de empoderar a los grupos étnicos que conviven con ecosistemas frágiles, como son los
bosques tropicales, otorgándoles derechos colectivos a sus tierras y al mismo tiempo responsabilidades por la
protección del medio ambiente, como está prescrito en la Ley 70, es una tendencia global (O'Connor 1993).
En el mismo contexto Escobar (1996:48) se refiere a "dos lógicas del capital ecológico". Por un lado hay
"formas posmodernas de la capitalización de la naturaleza", expresadas en la fase ecológica de desarrollo
sostenible y conservación de la naturaleza y biodiversidad para garantizar su uso y explotación en el futuro.
Por el otro lado siguen existiendo formas "modernas" de explotación de la naturaleza como, por ejemplo, la
industria maderera y minera a escala grande en el Pacífico colombiano. Es importante resaltar que ambas
formas de capitalización de la naturaleza coexisten en el Pacífico colombiano en el mismo espacio geográfico
y al mismo tiempo.
19Como mencionado al principio del artículo, se trata en este texto de un
planteamiento teórico de "espacialidad de resistencia" que está ilustrado con el
ejemplo de resistencia de las comunidades negras en el Pacífico colombiano.
Para información más detallada sobre el caso concreto, ver, por ejemplo, Escobar
(1997), Escobar & Pedrosa (1996), Grueso et al. (1998), Oslender (2001b), Pardo
(2002).
20Ver el concepto de conscientização desarrollado por Paulo Freire (1971), con
que denomina los procesos por cuales se genera colectivamente una conciencia
dentro de un grupo oprimido sobre las condiciones de submisión y opresión en
que están inscritas sus vidas cotidianas, motivando así a los grupos oprimidos de
actuar contra estas estructuras políticas y económicas injustas.
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