Primeras Paginas Volcanes Sagrados
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As como en el paisaje natural podemos reconocer la existencia de diversas temporalidades, que comprenden desde las eras geolgicas hasta la ora que ha crecido con las ltimas lluvias, en la sociedad podemos distinguir un paisaje cultural conformado por la convivencia de prcticas y representaciones del mundo que corresponden a distintas pocas. La Sierra Nevada es una regin en la que podemos encontrar claramente manifestada la conuencia de estos aspectos, que abarcan desde el remoto pasado mesoamericano, hasta la moderna migracin de jvenes que se ven obligados a buscar trabajo en los Estados Unidos. Hace ya ms dos dcadas que comenc a frecuentar la zona de los volcanes acompaando a campesinos de los estados de Puebla, Mxico y Morelos a depositar ofrendas en los lugares sagrados para propiciar las lluvias y controlar el clima mediante conjuros y dispositivos mgicos. La vida de los pueblos, todava apacible en aquellos aos, se ha visto perturbada cada vez ms por las demandas, las expectativas e instrumentos del mundo moderno. La vida campesina que todava
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en la dcada de los ochenta predominaba en la regin fue cediendo gradualmente a las exigencias de una modernidad que los excluy del proyecto nacional, si es que a este desorden en el que vivimos se le puede llamar proyecto nacional. Un campo abandonado por las polticas ociales, sin crditos, sin asesora tcnica ni facilidades para comercializar los productos agrcolas, fue vencido poco a poco por otras opciones orientadas hacia la vida urbana y sus valores. El pavimento y el vehculo motorizado sustituyeron a la terracera, el burro y la carreta, pero no para transportar de mejor manera los productos agrcolas, sino para facilitar la salida de mano de obra de la regin hacia las zonas urbanas. El abandono de la agricultura por parte del Estado increment el desempleo, la descomposicin social, el alcoholismo, la delincuencia juvenil y la migracin hacia las grandes ciudades de Mxico y los Estados Unidos. Hoy la regin de los volcanes tiene muy pocas alternativas laborales que ofrecer a sus jvenes, a pesar de que se pudren en el piso, ao tras ao, cientos de toneladas de diversas frutas, y de que hay una creciente cantidad de tierras ociosas de excelente calidad. Por esos caminos pavimentados llegan tambin millares de refrescos embotellados y bebidas articiales, toneladas de golosinas, alimentos enlatados y toda la gama de porqueras industriales que se pueden ingerir para satisfacer necesidades creadas por la publicidad y hasta hace poco desconocidas en la regin. La milenaria triloga de maz, frijol y calabaza est siendo sustituida por frijoles enlatados, chicharrones y sopas maruchan. Este giro en el consumo ha provocado
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que el unicel y el plstico invadan todos los espacios, al grado de que es imposible recorrer un par de kilmetros sin encontrar basura a la orilla de la carretera. Adems estn los incendios forestales, que cada ao consumen miles de hectreas de bosque, y la habitual tala clandestina, ante la que no ha habido autoridad federal, estatal o municipal capaz de ponerle n, a pesar de los esfuerzos, casi heroicos, llevados a cabo por el personal del Parque Nacional Izta-Popo. La televisin se ha convertido en el centro de atencin dentro de los hogares, introduciendo nuevos valores y maneras de mirar el mundo que operan lentamente sobre el imaginario colectivo. La educacin pblica y los medios masivos han desterrado casi por completo el idioma nhuatl, y los pocos que lo hablan preeren olvidarlo o negar que lo conocen. La sola enumeracin de estas condiciones nos hace pensar que un desastre en la regin no est por llegar con una posible erupcin del volcn, sino que ya ha llegado a travs de la devastacin ecolgica y el profundo deterioro de la integracin social y la economa. Este contexto apenas esbozado tiene, desde luego, matices locales, pero indudablemente se trata de una tendencia que no ha encontrado ni polticas pblicas ni una resistencia decidida por parte de los pobladores para frenarla. En estas condiciones sobrevive un mundo campesino proveniente de una larga tradicin nahua, que ha llegado hasta nuestros das debido a su capacidad de mutacin: una tradicin que ha sabido permanecer transformndose a s misma y adaptndose a nuevas condiciones histricas. Quiz la
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caracterstica ms sobresaliente de esta tradicin sea la preservacin de un culto a la naturaleza, manifestada ms especcamente en una cosmovisin y una ritualidad vinculada con los fenmenos atmosfricos que hacen posible la obtencin de buenas cosechas. Por diversas razones no existe en el pas una zona geogrca que tenga la importancia simblica de los volcanes Popocatpetl e Iztacchuatl. Su presencia en la memoria colectiva se cuenta por siglos. El volcn que tradicionalmente haba sido concebido como fuente de abastecimiento de lluvias y semillas, de pronto, con la irrupcin de Corts y sus soldados, fue usado para extraer azufre y abastecer de plvora a los conquistadores; sus columnas de humo, que en tiempos de Moctezuma II fueron vistas como presagios, pronto seran comparadas por Motolina con la torre de la iglesia mayor de Sevilla; el volcn cuyo crter fue visto por los clrigos de los siglos xvi y xvii como una entrada al inerno, ms tarde, con la Ilustracin, fue analizado como un fascinante fenmeno natural, digno de ser estudiado y explotado para aprovechar mejor sus recursos. De las ms diversas maneras, quienes se acercan a l crean una intensa relacin con la montaa, que puede consistir desde la satisfaccin de alcanzar su cumbre en el primer intento, hasta la frustracin de no haberlo logrado nunca, como le ocurri al Che Guevara; el volcn ha inspirado a pintores, msicos, escultores y poetas. Antonin Artaud escribi sobre l un loco poema escatolgico y Andr Bretn y Len Trotsky comieron, felices y con gran apetito, dentro de su crter. Su gura no es slo la de una montaa;
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suele presentarse tambin en sueos, al igual que la Iztacchuatl, personicado para dar mensajes e indicaciones rituales a los campesinos especialistas en el manejo del clima. Algunos de los viejos tiemperos que conoc han muerto y con ellos se desvanece gradualmente una manera de concebir y vivir el mundo: Tela Flores, Trinidad Grande, Manuel Jimnez, Lucio Campos, Pascuala Texcatl, doa Presi y don Rejo no estn ms entre nosotros, pero su presencia, segn su propia cosmovisin, adquiere hoy nuevas formas que les permiten revelarse en sueos o estar presentes en las invocaciones que de ellos hacen quienes continan los rituales como trabajadores del temporal, pidiendo la lluvia en la oscuridad de las cuevas, en los nacimientos de agua, en la cima de los cerros, o pisando la nieve del volcn mientras pasan las nubes sobre sus cabezas. En los ltimos aos se han multiplicado los estudios sobre el culto a los volcanes, algunos de ellos motivados por la excelente conduccin de Johanna Broda, con quien tuve la satisfaccin de colaborar en algunas publicaciones. Quisiera decir, por ltimo, que tengo una profunda gratitud hacia todas las personas que me acompaaron en este largo proceso, y un aprecio muy especial hacia quienes han visto al volcn en sueos o escuchado su voz en medio del silencio. Primavera 2011
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El tiempo geolgico transcurre en episodios que suceden en millones de aos, y la historia humana es apenas un suspiro en la edad del mundo. Cuando miramos la silueta de los volcanes en la lejana sabemos que el viento que en ese instante corre por sus laderas est tocando un suelo del que han brotado millares de primaveras; entonces, con un dejo de perplejidad, advertimos que ante nosotros acontece una alegora de la eternidad. La intensa actividad volcnica iniciada en los albores de la era terciaria, hace cincuenta o sesenta millones de aos, origin el surgimiento de una cordillera que atraviesa el territorio de Mxico. Se trata de una majestuosa cadena de sierras y volcanes de ms de novecientos kilmetros de longitud que se extiende entre las aguas de dos ocanos: el Atlntico y el Pacco. Los movimientos tectnicos de aquel periodo fracturaron la corteza terrestre creando enormes grietas por las que brotaron lentas y luminosas corrientes de materia incandescente. A la supercie ascendieron de las entraas de la tierra materiales que contenan
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oro, plata, plomo, hierro y cobre. La descomunal ebullicin esparci capas de lava que elevaron los terrenos sedimentarios y rellenaron parcialmente las depresiones. Las erupciones que se sucedieron durante el terciario arrojaron principalmente rocas andesitas y riolitas, mientras que en el cuaternario predominaron las emanaciones de roca basltica. Estos materiales seran privilegiados ms tarde por el arte religioso mesoamericano, que esculpi en ellos los rostros de sus dioses. La unidad geogrca de esta franja montaosa, que alterna los calores del trpico con los glaciares de sus cumbres, fue revelada por vez primera por Alejandro de Humboldt a principios del siglo xix. Humboldt confeccion un mapa altimtrico de su recorrido por la Nueva Espaa en el que se muestra el perl de las montaas que se encuentran en el camino de Acapulco a la Ciudad de Mxico y de sta a Veracruz. En esta cordillera se localizan los volcanes ms altos del pas, cuyas cimas oscilan entre los cuatro mil y los cinco mil setecientos metros sobre el nivel del mar: el Citlaltpetl o Pico de Orizaba, antiguamente llamado Poyauhtcatl, y la Sierra Negra; el Popocatpetl y la Iztacchuatl, que son los volcanes ms sobresalientes de la Sierra Nevada; la Matlalcueye o Malinche, el Nevado de Toluca o Xinantcatl y el Volcn de Colima, todos ellos anqueados por una considerable cantidad de volcanes de menor altura, algunos de muy reciente aparicin, como el Jorullo (1759) y el Paricutn (1943), ambos surgidos en los campos sembrados de maz de Michoacn. El hecho de que la sierra de Chichinau20
tzin, ubicada al sur de la Ciudad de Mxico, tenga alrededor de cien volcanes nos da una idea de la magnitud volcnica de toda la cordillera. La Iztacchuatl comenz a surgir en el terciario medio, y los especialistas han calculado que tiene unos doce millones de aos de edad. Su formacin, tal vez anterior a la del Popocatpetl, result de las efusiones de la serie volcnica denominada Xochitepec, correspondiente a la zona de fracturamiento Clarin. El Popocatpetl parece haber seguido la misma secuencia, aunque de la poca inicial slo quedan los restos de un enorme volcn, conocido como Nexpayantla, sobre el cual se edic, hacia nes de la era terciaria, es decir, hace aproximadamente un milln de aos, el volcn que ahora conocemos. El Popocatpetl tuvo, como la Iztacchuatl, actividad durante el pleistoceno, pero sta parece haber sido nicamente tefrtica, es decir, con materiales lanzados por el aire y no en forma de derramamiento de lava. No obstante su origen comn, ambos volcanes presentan aspectos muy distintos; ello se debe a que la Iztacchuatl surgi a lo largo de una fractura de gran tamao por la que emanaron materiales en distintos puntos, mientras que el Popocatpetl fue emergiendo de una sola boca con conos adventicios hasta formar un solo edicio volcnico. Considerados en conjunto, ambos volcanes abarcan un rea de poco ms de mil kilmetros cuadrados, cincuenta de los cuales forman el cuerpo de la llamada Mujer Dormida. Esta sierra divide el valle de Mxico de los de Puebla y Tlaxcala, y est formada por un ali21
neamiento de volcanes ms pequeos: el Telapn, el Papayo, el Tecmac y el Tlloc. La serrana de Ahualco, que une al Popocatpetl con la Iztacchuatl, era un paso usual entre las antiguas poblaciones indias. Fue tambin el umbral desde donde Hernn Corts tuvo acceso a la gran Tenochtitlan, convirtindose as en la misteriosa puerta que simultneamente abri y cerr la historia de nuestro pas. Las sierras volcnicas que circundan al valle de Puebla: el Citlaltpetl y la Sierra Negra al oriente; la Malinche al norte y el Popocatpetl-Iztacchuatl al poniente, fueron vistas por los pobladores nmadas del valle casi totalmente cubiertas de nieve. Hace ms o menos veinte mil aos, las bajas temperaturas propiciaban una ora compuesta de zacatonales y espesos bosques de cipreses y abetos por donde deambulaban manadas de caballos y antlopes, camellos y mastodontes. Al nal del pleistoceno los habitantes de estas tierras los vieron extinguirse. De aquella fauna existen algunos restos fsiles con los que elaboran fascinantes suposiciones los paleontlogos: sus hiptesis hacen surgir sobre la supercie de una pgina la entraable silueta de un mamut caminando pesadamente por estos valles. Aunque son poco conocidas las culturas arcaicas asentadas en la regin de los volcanes del Altiplano Central, las excavaciones realizadas en el sitio arqueolgico de Zohapilco, cerca de lo que era la orilla del antiguo lago de Chalco, muestran la existencia de una poblacin relativamente estable entre los aos 5500 y 3500 a.C. La fauna que habitaba el lago y los tupidos
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bosques de pinos, fresnos y arces, de almeces y encinos, est reproducida en pequeas piezas de barro cocido en las que aparecen jabales, sapos, murcilagos, gallinas de agua, perros, patos y garzas. La osamenta de aves acuticas, de tortugas y peces, las coas o bastones para plantar, las puntas de proyectil y los instrumentos de molienda hechos con piedra volcnica evocan la variedad de actividades de aquellos hombres que, utilizando los recursos de diversos ecosistemas, se dedicaban tanto a la recoleccin y a la pesca como a la caza y tal vez a una incipiente agricultura, pues fue aqu donde se hallaron los granos de teosintle, gramnea emparentada con el maz, que segn la arqueloga Cristina Niederberger son hasta ahora los ms antiguos conocidos en Amrica. Las antiguas poblaciones agrcolas de los valles de Mxico y Puebla quedaron sepultadas bajo la lava, y aunque ocasionalmente los arquelogos se topan con vestigios de su cultura, los espacios que ocuparon han pasado a formar parte del paisaje urbano y rural. Pero el hecho de integrarse al paisaje de ningn modo implica morir. Un paisaje, dice con razn Octavio Paz, no es la descripcin ms o menos acertada de lo que ven nuestros ojos, sino la revelacin de lo que est detrs de las apariencias visuales: Un paisaje nunca est referido a s mismo, sino a otra cosa, a un ms all. Es una metafsica, una religin, una idea del hombre y del cosmos. Es desde esta perspectiva desde donde creo que debemos pensar en los volcanes para comprender otras formas de relacin de los hombres con su ambiente natural, formas que estn ms all de la mera utilizacin de la naturale23
za como un recurso puesto a su servicio. Slo desde aqu podr captarse el sentido de los mitos, creencias y prcticas rituales que han surgido en torno a las montaas, cerros y volcanes del centro de Mxico.
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